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© DIRECCIÓN GENERAL DE TRÁFICO - MINISTERIO DEL INTERIOR Dirección: Perfecto Sánchez Edición 2014: FAEA Asesoría: Nereida Iglesias NIPO: 128-14-008-0 Depósito legal: M-27379-2014-0
ÍNDICE
1. La familia Gómez 7
2. La cena 9
3. Un día de trabajo de Clara María 11
4. Mi primera clase práctica 13
5. Ante todo calma 15
6. Excursión en autobús 17
7. La bicicleta 19
8. El primer trabajo 21
9. La ITV 23
10. La gasolinera 25
11. De compras 27
12. El poli es mi amigo 29
13. El policía y los padres 31
14. Los pequeños pasajeros 33
15. Los peatones 35
16. El autobús 37
17. De camino a Cádiz 39
18. De vuelta a casa 41
19. Si bebes, yo conduzco 43
20. Un accidente 45
21. Viajar con Galileo 47
22. Canjear el permiso 49
23. Pasión por las motos 51
24. En el Centro de Educación de Adultos 53
25. La carta 55
INTRODUCCIÓN
La historia de los Gómez es como la de muchas personas que han llegado a España desde países de Hispanoamérica. Lo han dejado todo, la familia, los amigos, sus casas y pueblos e, ilusionados, han emprendido una aventura buscando "una vida mejor".
Los principios nunca son fáciles, cuesta adaptarse a un país con
costumbres, alimentación, clima y la misma lengua si bien con expresiones a veces bien distintas. La convivencia también hay que aprenderla, pero con un poco de buena voluntad por parte de todos se solventan los problemas. Las sociedades libres y democráticas, tienen la obligación de ser generosas, abiertas, receptivas y tolerantes con las personas que llegan a ellas y facilitar su integración.
La Dirección General de Tráfico, que tiene entre sus objetivos la
Educación Vial de todos los ciudadanos, desarrolla acciones para facilitar la educación vial de las personas inmigrantes en la materia de su competencia, el tráfico, facilitando así la convivencia y la integración.
En relación con el tráfico, hay personas venidas de grandes ciudades
en las que la circulación de vehículos es muy intensa. Otras muchas proceden de zonas en las que el ámbito vial es muy diferente. Para unas y otras hay que aprender a usar las vías públicas del nuevo país: el canje de permisos, las normas de circulación, la educación vial...
Los Gómez está formado por un libro con 25 relatos y un libro de
actividades para la comprensión lectora en los que se narran vivencias de una familia en relación a diferentes situaciones del tráfico. Junto a las lecturas de Los Fernández y sus actividades, forman un conjunto de relatos para promover la Educación Vial que incluyen las novedades de la Ley 6/2014, de 7 de abril, por la que se modifica el texto articulado de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial.
La familia Gómez
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1. LA FAMILIA GÓMEZ
Los Gómez son una familia hispanoamericana, son de República
Dominicana. Como otras muchas, emigraron a España para mejorar
su calidad de vida. En su país el trabajo escaseaba.
Eligieron España porque es un país con la misma lengua y
costumbres semejantes. Los Gómez tienen unos primos que habían
venido hacía dos años y les contaban que les iba muy bien.
Carlos Alberto es el padre. Es mecánico. Al principio tuvo que
trabajar en lo que iba saliendo: en obras, en la vendimia, en la
recogida de la aceituna... ¡Ahora está muy contento porque trabaja
en su oficio! Hace un mes le contrataron en un taller mecánico.
Tatiana es la madre. Trabaja como empleada de hogar en casa
de la familia Escudero.
La familia Gómez
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Clara María es la mayor de los hijos. Tiene 19 años y tuvo que
dejar los estudios para trabajar cuidando ancianos. Así ayuda en la
economía familiar. Quiere continuar sus estudios en la escuela de
adultos de su barrio.
Adela tiene 17 años, estudia geriatría en un centro de formación
profesional, le encanta trabajar con personas mayores. Se ha
integrado muy bien. Tiene muchos amigos.
Gerardo tiene 14 años. Está estudiando Secundaria. Quiere ser
mecánico como su padre. Quiere conseguir la titulación que le
forme y le permita trabajar en lo que le gusta.
Diego es el pequeño. Tiene 4 años, va a una escuela infantil. Es
un niño muy inquieto. Quiere ser futbolista, bombero, mecánico
como papá, cuidador como Adela, astronauta, cocinero,
veterinario…
En estas páginas nos cuentan algunos episodios de su vida. Sobre
todo las dificultades de adaptación a las costumbres y la normativa
del tráfico. Están muy contentos, aunque echan de menos su país,
su familia, sus amigos, algunas de sus costumbres…
La familia Gómez
Lecturas de Educación vial - DGT
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2. LA CENA
Llegamos justo a la hora. Carlos Alberto y Tatiana son los padres
de Adela, Clara María y Gerardo. Estaban muy nerviosos, como
nosotros. Era nuestro primer encuentro y celebrábamos el
aniversario de la llegada de la familia Gómez a España.
Adela es la amiga especial de Raúl, el hijo de Ubaldo y Marisa.
Carlos Alberto es más bajo que Ubaldo y más rollizo, tiene aspecto
de bonachón. Tatiana es muy guapa. Adela y sus hermanos son muy
simpáticos. La familia parece adaptada a su nueva vida.
– Buenas noches. ¿Qué tal el tráfico? –preguntó Carlos Alberto.
– Muy bien, aunque en algunas zonas era muy lento. –Respondió
Marisa, que había conducido esa noche.
– Marisa, Ubaldo, os presento a mi familia –dijo Adela.
¡Encantados! –Dijeron todos.
Después de las presentaciones, empezaron a cenar. Todos los
La familia Gómez
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platos preparados eran típicos de su país, la República Dominicana.
– Está todo buenísimo. ¿Cómo lo habéis preparado? –Preguntó
Marisa.
Tatiana, llena de nostalgia, les explicó los ingredientes de los
platos que habían tomado y muchas cosas interesantes sobre la
gastronomía, las fiestas y otros acontecimientos importantes de su
país...
– Nuestro país es muy bello, pero por razones económicas
tuvimos que marchar. Elegimos España, nuestro país hermano,
como lugar de destino. La lengua, aunque con muchas expresiones y
formas diferentes, es la misma y eso ayuda mucho. Hasta que
llegamos pasamos muchas dificultades y miedos, sobre todo porque
al principio no vinimos toda la familia junta.
– Pensábamos que no tendríamos problemas para integrarnos
pero... -dijo Carlos Alberto- algún problema sí ha habido.
– En la escuela algunos compañeros me miraban de forma
extraña. No tenía amigos hasta que conocí a Raúl. Me ha ayudado
mucho a sentirnos bien, a mí y a mi familia -dijo Adela.
La velada transcurrió muy rápida. Ambas familias se encontraban
a gusto. Parecían conocerse desde hace mucho tiempo, para
despedirse brindaron. Marisa, con un refresco, Ubaldo con un poco
de vino, porque habían acordado que a la vuelta conducía de nuevo
Marisa. Quedaron para verse otro día en casa de los Fernández.
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3. UN DÍA DE TRABAJO DE CLARA MARÍA
Clara María trabaja por las mañanas, de 8:00 a 15:00, con un
matrimonio de ancianos.
La tratan muy bien, le tienen cariño. Aprecian mucho su carácter
amable y su serenidad. Tiene mano izquierda para el día a día con Matías,
que tiene alzhéimer por lo que hay que cuidarle mucho y estar atenta a
todo lo que hace: puede despistarse fácilmente. La señora se mantiene
bien para su edad, aunque un poco débil de las piernas. El matrimonio
tiene más de ochenta años. Clara María está muy contenta con su trabajo.
Cuando peor lo pasaba Clara es a la hora de salir a pasear con los
ancianos. Demasiado tráfico y muchas señales, algunas distintas a las que
conocía, acababan por cansarla. Por eso decidió apuntarse en la escuela
de adultos a clase de Educación Vial. Allí va todas las tardes. Además de
clases para sacarse el Graduado en Secundaria, también quiere sacarse el
permiso de conducir. Por eso le va muy bien asistir a las clases de
educación vial. Está aprendiendo las señales y entendiendo el tráfico; así
La familia Gómez
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se siente más segura cuando va por la calle con los ancianos.
Clara ha aprendido que los conductores deben tener mucho cuidado
con los peatones. Tanto unos como otros tienen el mismo derecho a
circular por la vía pública. Pero los peatones son más vulnerables.
Ya no le da miedo pasear: siempre va por las aceras; cruza solo por los
semáforos o pasos para peatones; de esta forma evita que un coche
pueda darles un susto por cruzar por zonas no indicadas para ello.
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4. MI PRIMERA CLASE PRÁCTICA
Clara María ha aprobado el examen teórico para la obtención del
permiso de conducir.
“Ahora me queda lo peor”, pensó. La noche antes de su primera clase
práctica, apenas durmió. Estaba muy nerviosa. A las 8,30 había quedado
con Marcelo, su profesor de la autoescuela.
Cuando sonó el despertador, Clara María ya estaba preparada.
Marcelo la esperaba en la puerta. Subió al coche. Lo primero que hizo fue
colocar el asiento a su medida, como había leído en el manual. Así los
brazos y piernas le quedan semi-flexionadas y estaba cómoda.
-Ahora, debes colocar los espejos para que puedas ver lo que sucede
detrás. Recuerda que al mirar por el espejo quedan ángulos muertos -le
explica Marcelo.
Clara María colocó los espejos y añadió –Estoy muy nerviosa. Casi no
siento los pies, ni las manos.
La familia Gómez
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Marcelo sonrió y le contestó amablemente:
– Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte. Los nervios son un
enemigo para la seguridad en la conducción. Respira profundamente y
abróchate el cinturón.
-Oye Marcelo -dijo Clara María- ¿es cierto que el cinturón ha salvado la
vida a muchas personas?
– Si –respondió Marcelo– el cinturón es un elemento de seguridad
pasiva. En caso de choque frontal evita que salgas disparado por la luna
delantera. Recuerdo el caso de unas chicas que iban de vacaciones, un
coche salió de un camino y cruzó por sorpresa la carretera. Chocaron. La
conductora llevaba el cinturón de seguridad y se salvó. Su amiga, que no lo
llevaba, salió despedida del coche. Tuvo lesiones graves.
Clara María asintió con la cabeza. Marcelo comenzó a explicarle las
instrucciones básicas para comenzar a conducir.
– El pedal izquierdo es el embrague. Debes pisarlo cuando cambies de
velocidad.
– El pedal central sirve para frenar. En caso de peligro, para parar,
písalo reiteradamente, "piso, suelto; piso, suelto".
Clara María repetía en voz baja "piso, suelto; piso, suelto".
– El tercer pedal es el acelerador. Sirve para que acelere el coche.
Clara María colocó sus pies en los pedales. Marcelo le fue comentando
otros elementos del coche: freno de mano, luces, limpiaparabrisas y la
caja de cambio con sus velocidades…
Clara María puso el coche en marcha. El coche comenzó a moverse.
Clara María recordaba las palabras de su profesor: LA CALMA ES MI
MEJOR ALIADA.
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5. ANTE TODO CALMA
-Muy bien Clara María, sólo hemos tenido 4 clases pero controlas
mucho mejor el coche, te pones menos nerviosa... ¿Cómo te sientes? –
preguntó Marcelo, el profesor.
-Bien, más segura, me gusta. Es más fácil de lo que pensaba. Ya no me
pongo tan nerviosa y voy atenta a todo, como me dices- contestó Clara
María.
-Vamos a girar a la derecha para incorporarnos a la carretera -le dijo el
profesor-. ¡¡Zas!! ¿Qué es esto? ¡No veo nada! -Grita Clara María.
-Cuidado, cuidado… Mantén el volante sin moverlo bruscamente.
Frena poco a poco. Marca con el intermitente. Acércate al arcén para
parar -le dijo el profesor.
-¡Qué susto! No entiendo cómo hay personas que tiran objetos por la
ventanilla del coche en marcha -decía Clara María muy asustada.
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-Ante una situación como esta no hay que ponerse nervioso, hay que
mantener la calma. Ahora, una vez parados, bajamos con el chaleco
puesto y vemos qué ha pasado –dijo el profesor-. Mira, por suerte solo es
una bolsa que se ha quedado pegada a la luna del coche.
La quitó y la guardó para echarla a la basura. Una vez de nuevo en el
coche, con el cinturón ya puesto y a apunto de reiniciar la marcha de
pronto, gritó Clara María:
-¡Ay! ¡Una avispa!
-Mucho cuidado, mantén la calma, no sueltes el volante, ni sigas su
movimiento, vuelve a parar en el arcén. Abre la ventanilla y verás cómo
sale.
-¡Vaya día que llevamos! –dijo Clara María- voy a aprender más que en
todas las prácticas anteriores.
-Bueno, bueno, tranquila. Solo me queda recomendarte que nunca
fumes mientras conduces, porque puedes quemarte y ponerte nerviosa.
Vamos a volver a la ciudad. Hoy has conocido peligros ante los que debes
mantener la calma y no actuar bruscamente.
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6. EXCURSIÓN EN AUTOBÚS
El curso ya estaba terminando y Gerardo y su grupo de compañeros
iban de excursión a Cuenca. Los grupos de 2º de la ESO van a pasar el día
en la ciudad y visitar varias ruinas romanas de la zona.
A los adolescentes no les gusta madrugar pero, ese día, todos estaban
puntuales a las 8:00, ¡no se pasaron ni un minuto de la hora!
Subieron al autobús; Gerardo se sentó al lado del conductor con su
amigo Rafael. El conductor era muy simpático, se llamaba Gregorio y
Rafael empezó a hablar con él.
Gregorio le dijo a Rafael que no podía hablar con él porque está
prohibido en los autobuses hablar con el conductor, ya que se puede
distraer y tener un accidente.
Rafael quería pedirle agua a su hermano y su hermano estaba al otro
lado del autobús. Así que se levantó y empezó a caminar por el autobús.
La profesora que le vio se apresuró para decirle: ¡Rafael! ¿Dónde vas? No
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se puede andar por el autobús cuando está en marcha ¡siéntate y
abróchate el cinturón! ¿No recuerdas que os hemos dicho que el pasajero
de un autobús tiene la obligación de ir sentado y con el cinturón de
seguridad abrochado? Te puede salvar la vida; además, si no lo llevas la
multa deberás pagarla tú directamente.
Llevaban ya una hora de viaje, el grupo empezó a revolucionarse y
empezó a armar jaleo, Manuel, el profesor de Matemáticas dijo – ¡Bajad la
voz! ¡Vais a molestar al conductor!
María se mareó. La tutora ya había advertido que debíamos tomar
"chicles" antimareos antes de salir de casa.
Por fin llegamos, ¡qué ciudad tan bonita! Fuimos y volvimos sin
incidentes. Pasamos un día estupendo.
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7. LA BICICLETA
Algunos días, Gerardo va en bici al instituto donde estudia la ESO. En el
camino suele encontrarse con compañeros. Juan Pedro es venezolano y
hace 3º de ESO.
Juan Pedro también va en bici, pero no suele llevar casco.
-¿Por qué no llevas casco? -Preguntó Gerardo.
-No creo que me pase nada -respondió Juan Pedro.
Pero Gerardo le dijo que su padre le había dicho que llevar casco es
obligatorio: puede llegar a salvar la vida. Además, no llevarlo supone una
multa que tendrán que pagar los tutores del menor. Juan Pedro no lo
sabía y Gerardo le dijo el nombre de la tienda del barrio donde él lo había
comprado.
Juan Pedro iba haciendo un poco el loco, si no se situaba un poco más
a la derecha un coche podía pillarlo. Cuando vas en bicicleta debes ir por
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el carril bici y, si no lo hay, lo más cerca posible de la derecha.
¡Qué bien! Pensó Gerardo, pues habían entrado en el carril bici. De
pronto Juan Pedro se paró, se puso su jersey porque por las mañanas
hacía frío y de repente vio a Elena, la chica más guapa del instituto.
-¡Dios mío! Si no lo veo no lo creo –pensó Gerardo-, Juan Pedro está
invitando a montar con él en la bici a Elena.
-Hola Elena, ¿montas conmigo en la bici hasta el Insti? -Dijo Juan
Pedro-.
-No que con esta falda no puedo –dijo Elena, aunque la verdad es que
sabía que el Reglamento de Circulación prohíbe ir dos personas en la
bicicleta y no quería discutir con Juan Pedro.
Le guiñó un ojo a Gerardo y siguieron juntos camino del instituto.
-Menos mal que ya llegamos, con tanto sobresalto ya pensaba que iba
a pasar algo–dijo Gerardo a Elena cuando caminaban por el pasillo hacia
clase-.
-Con bicicleta más vale prevenir –sentenció Elena-.
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8. EL PRIMER TRABAJO
Llegué a España a finales de septiembre. Gracias a la familia con la que
trabajaba mi mujer, Tatiana, pude conseguir el primer trabajo. Un día
volvió del trabajo contentísima y me dijo –Carlos Alberto ¡ya tienes
trabajo! Serán unos meses, pero ¡verás qué bien! Los Escudero estaban
buscando a alguien para tareas de la finca y les he hablado de ti. Les he
dicho que como eres mecánico, eres muy hábil y sabes arreglar casi todo.
La familia Escudero tenía una finca en un pueblo de Toledo. Me
contrataron para ayudar en las tareas de la finca. El encargado me enseñó
a vendimiar. Todo era nuevo para mí: los compañeros, la forma de llamar
a las cosas, el trabajo, las viñas, las uvas... A pesar de todo aprendí rápido
y no era desagradable. El ambiente de trabajo era bueno.
Lo peor era el viaje. Todos los días tenía una hora y media de ida y otro
tanto de vuelta. Los compañeros me dijeron que iban en una furgoneta de
un señor de Colombia que se dedicaba a llevar personas al trabajo: “Una
especie de taxi, pero más barato”, dijeron. Eso ya me mosqueó un poco.
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La furgoneta tenía todos los papeles en regla, pero estaba en muy mal
estado. Era de ocho plazas, pero el dueño hacía que subiéramos 10
personas. Aquello no me gustaba nada. Íbamos en la furgoneta más
personas de las permitidas; apretujados y dos sin cinturón de seguridad.
Un día nos pararon en un control de carretera y la Guardia Civil le puso
una multa al conductor por llevar más viajeros de los permitidos: no había
plazas con cinturón para todos y el transporte no era legal.
En España, para conducir, no hacen falta muchos documentos: el
permiso de conducir, el seguro, el permiso de circulación y la tarjeta de la
ITV, la Inspección Técnica de Vehículos. Pero si se van a transportar
personas, viajeros, hacen falta permisos especiales.
Al poco tiempo oí en la radio que una furgoneta con inmigrantes tuvo
un gravísimo accidente con un tren al cruzar una vía. Ya no volví a ir en la
furgoneta. Varios compañeros compartimos coche y nos turnamos para ir
al trabajo: cada uno en su asiento, todos con cinturón, y con todo en regla.
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9. La ITV
Carlos Alberto estaba muy contento. Después de meses trabajando en
el campo, había encontrado un buen trabajo como mecánico, podía usar
su permiso de conducir durante 6 meses y había comprado una furgoneta
de segunda mano.
Al poco tiempo recibió una carta indicándole que tenía que pasar la
ITV, la inspección técnica de vehículos. Es obligatoria y según el tipo y los
años del vehículo hay pasarla cada 4 años, cada 2 años, todos los años o
cada 6 meses.
Carlos Alberto sabía que esta revisión se realiza para asegurar que el
estado de los vehículos sea el adecuado. Así se evita que los vehículos en
mal estado circulen. Como buen mecánico, tenía la furgoneta en perfectas
condiciones. Pidió cita por internet para pasarla, así el día de la revisión no
tendría que esperar mucho rato.
Al llegar, aparcó el coche, se dirigió a la ventanilla de acceso donde le
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pidieron la documentación del coche: el permiso de circulación, el seguro
obligatorio del vehículo, la Tarjeta ITV y el DNI, ya que en algunas
Comunidades Autónomas lo solicitan.
Después de verificar su documentación, le indicaron que pasara por la
fila correspondiente para chequear y verificar que el vehículo cumplía la
ley vigente en cuanto a seguridad y normas de protección ambiental.
Le explicaron que el tipo de inspección es diferente dependiendo del
tipo de vehículo y de su uso. En su caso, el mecánico de la ITV revisó las
luces, los humos, frenos, ruedas, cinturones, motor... Al finalizar, le dijo a
Carlos Alberto -Todo está bien, pero le recomendamos cambiar las ruedas.
La revisión es “Favorable con defectos leves”, así que no debe volver. Pase
usted a la oficina, le sellarán la documentación.
En la oficina le sellaron la tarjeta y un operario pegó un adhesivo en la
luneta delantera. Una vez sellada la tarjeta, la guardó en la guantera de la
furgoneta junto al resto de la documentación obligatoria.
De vuelta a casa recordaba accidentes que podían haberse evitado si
el vehículo hubiera pasado los controles pertinentes. Al día siguiente
cambió las ruedas en el taller.
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10. LA GASOLINERA
Era sábado por la mañana, Carlos Alberto y Adela iban a un centro
comercial a las afueras de la ciudad. Carlos Alberto había prometido a su
hija que la llevaría a comprar ropa.
– Tenemos que parar a echar gasolina -dijo Carlos Alberto.
– Pero si tenemos bastante -replicó Adela, ansiosa por llegar.
Su padre era muy precavido y no le gustaban nada los sobresaltos.
– Podemos pillar un atasco, así que mejor repostar por si acaso –
insistió Carlos Alberto.
– ¡Mira, allí hay una! -exclamó Adela.
Carlos Alberto se desvió con precaución, su furgoneta era diésel, paró
en el surtidor correspondiente. Cuando bajó para llenar el depósito, Adela
encendió la radio del coche.
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– ¡Apágala, Adela! -le dijo su padre.
Adela le hizo caso– ¿Qué ocurre papá? -preguntó enseguida.
– Mira, las gasolineras son lugares peligrosos, cuando se está
repostando no se debe tener encendida la radio, ni las luces, ni utilizar el
móvil. Por supuesto se debe apagar el motor. Es para evitar una
combustión con el carburante y que ocurra un accidente.
Adela estaba perpleja, nunca se había parado a pensarlo. Carlos
Alberto también le explicó que en las gasolineras debemos seguir unas
normas básicas: hay que respetar el turno y el sentido de los coches; si la
gasolinera es de autoservicio, el cliente debe servirse uno mismo y pagar
antes de mover el vehículo del surtidor.
Carlos Alberto fue a pagar y Adela esperó paciente sin bajar.
Aprovechó para mirar la guía de carreteras que llevaban en la guantera.
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11. DE COMPRAS
En el centro comercial, una enorme fila de coches esperaba su turno
para acceder al aparcamiento subterráneo.
– No vamos a poder aparcar –dijo Adela.
– No te preocupes hija, este parking es muy grande, tiene 4 plantas.
Tras unos minutos de espera, llegaron hasta la máquina de los tickets.
Pulsando el botón, la máquina les dio el ticket y la barrera se levantó.
– Guarda el ticket, no lo pierdas –dijo Carlos Alberto-, es necesario
para pagar antes de recoger el coche después de comprar.
– ¿Dónde se paga? –Preguntó Adela.
–Se puede pagar en la ventanilla donde te atiende una persona o en
los cajeros automáticos -le explicó-. Cuando pagas, un sistema electrónico
lee el ticket de manera que cuando lo introduzcas para salir, la barrera se
levantará. Si no has pagado antes no podrás salir.
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Una vez que Adela guardó el ticket, subieron por los ascensores para
comprar. Tras tres horas de compras, padre e hija, agotados, se disponían
a volver a casa.
– Adela, ¿dónde dejamos el coche? –preguntó alarmado su padre.
– Yo creo que fue en el tercer o cuarto piso –se disculpó Adela que no
se había fijado bien.
Carlos Alberto y su hija cargados de bolsas iniciaron la búsqueda. Una
hora entera hasta que encontraron la furgoneta… Finalmente, la
encontraron. “Ya nunca se me olvidará apuntar la planta, el número y la
letra de la plaza donde hemos dejado la furgoneta” pensó Adela.
De vuelta a casa, Carlos Alberto y Adela, acordaron no decir nada al
llegar porque se "morirán de la risa".
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12. EL POLI ES MI AMIGO
Era viernes, los chicos entraban en el colegio a las 9:30 horas, como
cada día, pero todos estaban nerviosos hoy.
– Mamá, mamá, ayer la seño nos dijo que hoy va a venir un policía al
cole. Porque la policía es nuestra amiga -explicó Diego mientras caminaba
de la mano de su madre hacia el colegio.
– Sí cariño, la policía nos ayuda cuando lo necesitamos.
– Dame un besito -dijo Tatiana despidiendo a Diego.
Los 15 niños estaban sentados en la alfombra cantando una canción,
cuando entró un hombre de uniforme azul, con porra, esposas y gorra azul
y blanca. En las manos llevaba señales de tráfico: pasos de peatones y
semáforos hechos de cartulina.
– Buenos días, Lorenzo. ¿Qué tal está? -saludó Alicia.
– Muy bien, gracias –dijo Lorenzo.- ¿Nuevo curso, verdad?
– Estos son mis chicos -le informó Alicia-, presentando uno a uno a
todo el grupo. Vamos a saludar a Lorenzo -añadió a continuación.
– Buenos días Lorenzo -dijeron todos a coro.
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– ¿Sabéis quién es?
– Sí, es un policía y es nuestro amigo -saltó Diego- ¿Y qué es todo eso
que trae?
– Mirad, hoy vamos a aprender a cruzar las calles sin peligro. Estas
rayas, cuando están pintadas en el suelo, se llaman pasos para peatones y
es el lugar más seguro para cruzar una calle –dijo Lorenzo.
– ¿Qué es un peatón? -Preguntó Manuel.
– Un peatón es una persona, niño o mayor, que va andando. Tú, por
ejemplo, eres un pequeño peatón.
A continuación les enseñó un semáforo y les explicó que en ellos hay
círculos rojos y verdes para coches, y muñequitos, también rojos y verdes
para los peatones. Indican cuándo pueden pasar los coches y esperar los
peatones y al revés: cuándo pueden pasar peatones y esperar los coches.
– Si el muñequito está en verde, el círculo rojo estará encendido y los
coches tienen que pararse. Entonces pueden cruzar la calle los peatones.
– ¿Y si el semáforo cambia de color? -Preguntó Samuel. El policía
sonrió– Mira, Samuel, cuando está encendido el círculo verde, el muñeco
está parado y rojo. Esto quiere decir, que los peatones son los que tienen
que pararse en la acera y dejar que pasen los coches.
– Oye Policía, ¿por qué hay muñecos rojos y verdes? -Preguntó Daniel.
– El muñeco rojo nos dice que los peatones no pueden pasar. El
muñeco verde indica que los peatones pueden cruzar. ¿Lo habéis
entendido bien?
–¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! -Contestaron todos a coro.
– Ahora vamos a practicar -dice Lorenzo.
Mientras Alicia, la profesora, coloca las sillas formando calles, Lorenzo
coloca pasos de peatones y semáforos. Cuando Lorenzo hace sonar el
silbato, unos hacen de peatones y otros de conductores y… ¡Todos a
circular! Se lo pasaron estupendamente. Al final de la clase, Alicia les dio
una carta para que los padres y madres acudieran también a una clase de
Educación Vial con Lorenzo.
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13. EL POLICÍA Y LOS PADRES
Llegó el momento de la reunión de Lorenzo con los padres. Eran las
18:30 horas y todos esperaban en la puerta del aula.
– ¿De qué nos hablará? –Preguntó Marta a Tatiana.
– No lo sé, pero la Educación vial me parece un tema interesante,
tanto para los niños como para nosotros.
– Podéis entrar -interrumpió Alicia-, acompañada del policía.
Los padres y madres, entraron y se sentaron en los pupitres de los
niños.
– Buenas tardes, soy Lorenzo, en esta charla espero que participemos
todos. ¿Cómo se llama usted? –preguntó, dirigiéndose a una señora.
– Me llamo Leonor -Respondió.
– Hola Leonor ¿Qué le dice a su hijo cuando están paseando por el
parque y pisa el césped o arranca una flor?
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– Yo, yo... -La mujer dudó en contestar.
– No se preocupe, que todos hacen lo mismo -le dijo – ¡Como sigas
haciendo eso voy a llamar al policía para que te lleve a la cárcel!
– Entonces el niño deja de hacerlo -añadió Pedro.
– Claro, pero ¿qué cree que siente el niño hacia la policía? -Preguntó
Lorenzo.
– Yo creo que obedece porque les tienen miedo -respondió Pedro.
– ¿Lo ven? Si los niños desde pequeñitos tienen una imagen errónea
del policía, si le ven como al "coco", no le pedirán ayuda cuando lo
necesiten.
– ¡Es verdad! Entonces si el niño se pierde, no acudirá al policía -
exclamó Tatiana.
– Así es. Incluso cuando vamos conduciendo y vemos a los agentes de
tráfico, también decimos a los chicos, sentaos bien que nos van a multar -
añadió el policía.
– Pero eso no debería ser así, replicó Tatiana, si nosotros circulamos
correctamente, nadie nos dirá nada.
– ¿Lo ven? Creo que los padres, muchas veces, actuamos mal. Yo
también me incluyo. La imagen del policía debe ser buena. Estamos para
ayudar a quien nos necesite.
La reunión duró más de lo previsto, todos preguntaban y comentaban.
A la salida unos padres decían: "Debemos quitar esa imagen falsa de la
policía a nuestros hijos". Lorenzo y la señorita, al escucharlo, sonrieron.
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14. LOS PEQUEÑOS PASAJEROS
Tatiana trabaja en casa de los Escudero. Es empleada de hogar. La
forma de vivir en la ciudad, con tantas prisas y las costumbres de la
familia, le resultan muy diferentes a las de su país.
Los Escudero tienen 3 hijos: Juan de 14 años, Sonia de 11 y Borja de 3.
Ana Escudero, la madre, como todos los días, salía de casa a las 7:30 y, de
camino a su trabajo, llevaba a sus hijos al colegio y el instituto.
Tatiana, después de desayunar y preparar a los niños, los acomoda en
el coche. Al pequeño Borja, le coloca siempre en la parte trasera, en un
asiento especial y con el cinturón de seguridad bien puesto.
Aquel día Sonia y Borja se disputaban el asiento delantero. Al final fue
Sonia quien se salió con la suya y se sentó en el asiento delantero, Tatiana
no dijo nada y lo dejó estar así.
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Cuando llegó la madre al garaje, muy enfadada, hizo que Sonia y Borja
cambiaran de sitio. Explico que los menores de 12 años no pueden viajar
en el asiento delantero. Lo prohíbe el Reglamento de Circulación.
Así que Sonia se sentó en el asiento trasero, se puso el cinturón y
todos, a partir de ese día, sabían cuál era su sitio en el coche.
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15. LOS PEATONES
Carlos Alberto, cada mañana, cuando sale hacia el trabajo, tiene que
enfrentarse al tráfico. Le costó acostumbrarse al jaleo de la ciudad, a las
filas de innumerables coches, a los semáforos, los atascos y el movimiento
incesante de peatones.
Era lo que más le preocupaba: los peatones. Cruzaban las calles,
avenidas y glorietas entre los coches cuando paraban. A veces con niños
de la mano sin tener en cuenta el peligro y el riesgo de que no los vieran
los conductores o de que no pudieran parar.
Carlos Alberto había aprendido que los peatones deben transitar por
la acera y cruzar por los pasos de peatones o lugares habilitados para ello.
Así no ponen en peligro su integridad física y la de los demás usuarios de
la vía.
Sabía que solamente se debía cruzar la calle por los pasos de peatones
cuando el semáforo se pone de color verde para el peatón. Si hay un
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agente, cuándo él lo indique. Si no hay semáforo ni agente, se debe cruzar
por el paso para peatones, siempre mirando previamente y esperando a
que los vehículos paren.
Carlos Alberto estaba preocupado porque sabía que su hijo cruzaba
por cualquier lugar. Gerardo iba al instituto andando o en bici. Andando
tenía que cruzar varias calles y lo hacía por el sitio más corto, sin tener en
cuenta el peligro.
Carlos Alberto, cada día, le insistía en que entendiera lo importante no
era llegar antes, sino llegar; cumplir las normas para no arriesgar su vida
inútilmente.
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16. EL AUTOBÚS
Tatiana y Clara María cogían el autobús para ir a trabajar. Los primeros
días les costó un poco conocer el funcionamiento.
Aún recuerdan el día que se equivocaron y subieron al autobús en
sentido contrario al que querían ir. Cuando notaron que nada de lo que
veían se parecía al recorrido habitual, preguntaron a un pasajero dónde
estaban.
– Están ustedes justo en el lado opuesto de la ciudad -les respondió
amablemente.
– ¡¿Y ahora qué hacemos?! -Exclamó Tatiana.
– Tranquila, a todos nos ha pasado alguna vez. Tienen que bajarse en
la próxima parada y buscar en la acera de enfrente una parada de autobús
de esta misma línea -dijo el pasajero.
– Muchas gracias por ser tan amable -contestó Clara María.
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Tocaron el timbre, para avisar al conductor de que querían bajar en la
siguiente parada. Cuando el autobús estuvo detenido, bajaron. Buscaron
un paso para peatones por donde cruzar la calle y preguntaron
nuevamente por los autobuses que paraban allí.
– Tienen que mirar aquí –dijo una joven señalando el poste
informativo- pone el número de línea y las calles por las que pasa el
autobús. Dentro del autobús hay un panel informativo indicando la
siguiente parada. Así pueden saber hacia dónde van.
– Muchísimas gracias, ya no nos equivocaremos -dijo Tatiana.
Comprobaron en el poste informativo el número de la línea y las calles
del recorrido. Efectivamente, ese era el suyo. Esperaron a que llegara el
autobús que les llevaría, por fin, a su trabajo.
Cuando llegó el bus subieron, pero ahora tenían otro problema: no
tenían monedas sueltas para abonar el billete, el conductor se enfadó
mucho y les explicó que es obligatorio llevar monedas o billetes de no más
de 10 euros. También les informó de que existen bonos de 10 viajes,
bonos por meses y para un año, que son más baratos y cómodos para los
usuarios.
Cuando bajaron, compraron el bono que mejor les venía a cada una y
comprobaron que, efectivamente, los viajes salen más baratos.
Mirando lo bueno de la situación, pensaron que por el precio de un
billete habían conocido buena parte de la ciudad.
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17. DE CAMINO A CÁDIZ
Desde que llegó a España, la familia Gómez no había hecho ningún
viaje, por eso, aprovechando las vacaciones quería ir unos días a Cádiz. Allí
visitarían a los primos de Tatiana. Trabajan cogiendo fresas.
Unos días antes, Tatiana y Clara María miraron la ruta en internet: de
Madrid a Cádiz hay 653 km, siete horas y media de viaje más los ratos de
descanso. Muchas horas para entretener al peque de la familia pensó
Tatiana ¡que no se nos olviden los juguetes!, ¡y agua!, ¡y alguna galleta!
Dos días antes, Carlos Alberto fue al taller para poner a punto la
furgoneta. Es mecánico, así que le encanta revisar y asegurarse de que
todo está correcto. Una avería es lo que menos apetece en un viaje largo.
La noche anterior, Clara María había mirado en la web de la DGT las
recomendaciones y previsiones para el puente. El día de la salida,
madrugaron un poco. No querían que les cogiese atasco. Una vez que
cada uno estaba en su asiento, con los cinturones de seguridad y las
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maletas bien colocadas, ya estaban listos para salir. Adela se encargó de
coger el agua y las galletas para el peque.
La primera parte del viaje pasó rápida. Cuando llevaban dos horas de
viaje, Carlos Alberto decidió parar para descansar y tomar un refresco, de
paso, aprovechó para llenar el depósito. En 30 minutos estaban de nuevo
en marcha.
Al pasar por Córdoba, decidieron visitar la Mezquita. Una amiga había
contado a Tatiana la historia de ese monumento. Así, de paso,
descansaban un poco. Los viajes largos pueden ser muy pesados,
especialmente si se viaja con niños. Pasearon por la ciudad y vieron la
mezquita; los arcos de herradura, las naves tan grandes..., tenía razón la
amiga: es un monumento precioso.
Unos kilómetros más adelante estaba Sevilla, una ciudad maravillosa.
El tráfico era más denso en la autopista conforme se acercaban a la gran
ciudad. Carlos Alberto estaba atento al tráfico y Tatiana, a su lado, se
aseguraba de que seguían las indicaciones de los carteles para coger los
carriles correctos.
Por fin llegaron a Cádiz. ¡Habían cruzado medio país! El paisaje es
fantástico, especialmente cuando están las fresas en flor. ¡Da gusto verlo
así todo! Y qué alegría el encuentro con la familia después de tanto
tiempo.
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18. DE VUELTA A CASA
-¡Qué pena! Con lo bien que lo hemos pasado la familia junta y todo
tan bonito... -comentaba Clara María. Era el pensamiento de todos. Los
días en la casa de sus primos en Cádiz habían sido maravillosos.
-¡Qué calor hace! Podíamos parar a tomar algo –dijo Carlos Alberto
que iba conduciendo. Habían salido temprano de Cádiz para viajar de día,
porque a Carlos Alberto prefería conducir con luz natural.
-Oye papá, pon este CD que nos grabó el primo, dijo que era muy
bueno -comentó Adela.
-Después, ahora vamos a escuchar un poco la radio para saber cómo
están las carreteras, dijo Carlos Alberto.
Pararon en un área de descanso, tomaron unos refrescos y unos
bocadillos que sus primos les habían preparado.
-¿Os acordáis de cuando empezó a bailar el primo? ¡Se movía como
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una palmera! -Dijo riendo Tatiana- Y ¿de cuándo empezó a cantar?
Todos ríen recordando momentos agradables y divertidos. Así
estuvieron un buen rato. Después recogieron todo e iniciaron la marcha.
-Venga papá, pon música –pidió de nuevo Adela.
-Vale, vale –dijo Carlos Alberto.
-Un poco más alto... –pidió Gerardo entre la alegría y las risas de
todos. La música estaba alta, todos alegres, cantando y haciendo como
que bailaban dentro del coche y...
-¡No! –gritó Carlos Alberto.
-¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!, –gritaron todos.
Carlos Alberto no había visto el coche que se incorporaba a la vía y dio
un buen frenazo. Diego, que iba en la parte trasera, en el medio, y aún no
se había puesto el cinturón casi sale del coche.
Todos estaban asustados, casi no podían creer lo que hubiera pasado
si Carlos Alberto no frena a tiempo.
Carlos Alberto estaba nervioso. Con el calor, la música, el jaleo..., se
había distraído un momento y se sentía aterrado pensando en las
consecuencias que podía haber tenido para su familia esa pequeña
distracción.
Decidieron parar un poco más, relajarse e ir más tranquilos en el coche
y..., no hacer otra cosa mientras se conduce: al volante, solo el volante.
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19. SI BEBES, YO CONDUZCO
Carlos Alberto estaba muy contento aquel día. Era una tarde muy
calurosa del mes de agosto pero, sobre todo, era muy especial. Habían
llegado las esperadas vacaciones.
Después de un año muy duro de trabajo, Antonio, el dueño del taller,
iba a cerrar durante unos días para descansar. Carlos Alberto, su
compañero Santiago y el jefe, Antonio, habían decidido tomar algo al
cerrar para celebrarlo.
Tomaron unas raciones, bebieron y rieron durante varias horas,
realmente estaban a gusto.
Antonio es un hombre muy serio, pero aquella noche había bebido
demasiado y no paraba de hablar, reír... Santiago y Carlos Alberto se
miraban perplejos ante el "ciego" de su jefe.
Santiago era el único que no había bebido. Había venido con Carlos
Alberto en la furgoneta. Antonio llevaba su coche.
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Los dos empleados acordaron llevar a Antonio a su casa y dejar su
coche aparcado hasta el día siguiente. La cuestión era convencerlo:
– Antonio, venga, que te llevamos a casa –dijo Carlos Alberto.
Pero Antonio no estaba por la labor – ¡Pero chavales, si voy bien, que
controlo!
A Santiago y a Carlos les resultaba muy violento insistirle y llevarle la
contraria porque era el jefe. Les costó lo suyo convencerlo: todos los
argumentos le parecían tontería así que se centraron en sentarlo en la
furgoneta, ponerle en cinturón y llevarlo a su casa.
– Yo conduzco, Carlos, que no he bebido nada–dijo Santiago.
Carlos Alberto accedió. No había bebido tanto como su jefe, pero se le
habían caído las llaves al ir a abrir la furgoneta, y eso era señal de que no
estaba tan sereno como pensaba. Sabía que al volante la única tasa de
alcohol segura es 0,0.
Si le hacían un control de alcoholemia daría positivo. En el mejor de los
casos, le pondrían una multa y le retirarían el permiso de conducir
temporalmente. Un lujo que no se podía permitir. O peor, podían tener un
accidente porque está más que demostrado que el alcohol y las drogas
disminuyen las facultades para poder conducir.
La noche acabó bien. Al día siguiente, Antonio llamó por teléfono para
darles las gracias. Sabía que le habían hecho un favor al no dejarle
conducir.
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20. UN ACCIDENTE
Carlos Alberto viajaba con Clara María y Raúl a un pueblo cercano. De
pronto, vieron como el coche de delante comenzaba a adelantar a un
vehículo sin darse cuenta de que otro venía de frente en sentido contrario.
El conductor, para evitar una colisión frontal, se salió de la carretera y fue
a parar a la cuneta, contra un árbol.
Carlos Alberto paró el coche en el arcén derecho, puso las luces de
emergencia y recordó rápidamente a sus hijos los pasos a seguir:
serenidad, actuar con rapidez, evitar peligros mayores, no ponerse en
riesgo, y seguir la conducta PAS -proteger el accidente señalizándolo, pedir
ayuda inmediatamente y socorrer a los heridos. PAS: Proteger. Avisar.
Socorrer.
– Clara María, ponte el chaleco reflectante y saca los triángulos de
señalización de peligro, están en el maletero. Ponlos a unos 150 metros. ¡Y
camina solo por el arcén! Raúl, ponte el chaleco y ven conmigo.
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Los dos se acercaron hacia el vehículo siniestrado. Raúl llevaba el móvil
ya en la mano, pero antes de llamar a emergencias Carlos Alberto le había
dicho que tenían que evaluar la situación. Por eso preguntó a la chica
cómo estaba:
– No puedo moverme -dijo una joven-, que estaba tumbada en el
suelo, me duele mucho el cuello.
Raúl fue a tocarla, pero Carlos Alberto le dijo – Espera, no la muevas,
tenemos que ver cómo está para informar a los servicios de emergencia.
Quita las llaves del contacto.
-Tranquila, te vamos a ayudar ¿puedes mover las piernas? –Preguntó a
la joven-, ¿respiras bien?
–Sí, sí -contestó- puedo mover el pie pero tengo la pierna atrapada y
me duele mucho el cuello.
-¿Viajaba alguien más contigo? –preguntó por si había alguien
atrapado a quien no vieran.
-No, no, voy yo sola, me duele mucho… -sollozaba la joven.
-Tranquila, ya estoy llamando al 112; ven, dame la mano, así,
tranquila, respirando con calma, todo va a ir bien…
Al minuto dijo Clara María – Mira papá, ya viene la Guardia Civil de
Tráfico; y no habían pasado ni cinco minutos cuando llegó la ambulancia.
Rápidamente los sanitarios atendieron a la joven. Mientras dos Guardias
Civiles estaban regulando el tráfico, otro nos preguntó lo que habíamos
visto, y tomó nuestros datos por si eran necesarios.
Nos dijo que habíamos hecho bien parando y nos dio las gracias, a la
vez nos recordó que todo conductor está obligado a ayudar en caso de
accidente, se vea o implicado o no en él. Al marcharnos, nos felicitó por la
forma en que actuamos.
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21. VIAJAR CON GALILEO
Clara María llegó a casa muy contenta de sus clases.
– Papá ¿Sabes que hemos hecho hoy en la clase de Educación Vial?,
pues la profesora ha traído con un recorte de prensa en el que hablaba de
un satélite llamado Galileo.
– ¿Qué es eso? ¿Para qué sirve? -Preguntó su padre.
Clara María le explica que es un programa de navegación por satélite,
financiado por la Unión Europea.
– La profesora nos ha dicho que con un receptor que se pone en el
coche o en el teléfono móvil, el sistema guiará nuestro vehículo por el
itinerario más conveniente, circularemos a una velocidad adecuada en
cada caso y estaremos localizados.
– Mira papá -continuó Clara María-, imagina que quieres hacer un viaje.
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Solo tienes que teclear en el ordenador los datos de dónde quieres ir y el
satélite te marcará el itinerario más corto o más rápido. Si hay un
accidente, te avisarán antes de llegar. Si hay un atasco, también te lo
podrá indicar. Tú que te quejas tanto de los atascos, con esta información,
ahorrarás tiempo, gracias a la sincronización de todos los semáforos.
– No sé, no sé, dice su padre, habrá que dejar volar la imaginación para
creer las aplicaciones del Galileo.
– Creo que también se puede localizar el coche cuando te lo han
robado... Bueno, no sé, espero que todo lo que te he contado sea como te
digo…, a lo mejor no he entendido todo, pero he estado muy atenta es un
tema muy interesante, y ya sabes que a mí me gusta mucho la tecnología,
apuntó Clara María.
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22. CANJEAR EL PERMISO
Para Carlos Alberto conducir se había convertido en un problema.
Unos conocidos le habían dicho que el permiso de conducir de su país solo
tenía validez en la Unión Europea durante seis meses y que después
debería volver a examinarse.
¡Tanto tiempo conduciendo en su país y ahora tenía que matricularse
en una autoescuela y pasar los exámenes!
Esa misma tarde Carlos Alberto fue a informarse a la autoescuela.
– Buenas tardes, me han comentado que debo sacarme de nuevo el
permiso de conducir. ¿Cuánto me costará? -Preguntó.
– Bueno, eso depende de las veces que se presente a las pruebas -dijo
sonriendo Nacho, el profesor-. Pero antes de matricularse, lo primero es
comprobar en la Dirección General de Tráfico si debe examinarse de
nuevo o puede cajear su permiso.
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– Pero ¿tengo que venir a clase? ¡Si ya sé conducir! -exclamó Carlos
Alberto.
– Si, por supuesto que usted sabe conducir pero, en muchos casos, las
normas de los países son distintas y debe conocer las normas del país
donde usted vive ahora -dijo el profesor-. Pero no se precipite, me voy a
informar sobre su situación. Dígame, por favor, ¿de qué país es usted?,
¿de qué país es su permiso de conducir?, ¿de qué tipo es?, ¿hace cuántos
años que lo tiene?
– Tenga, es mi permiso, soy de República Dominicana y el permiso es
de mi país, hace 22 años que lo tengo. Aquí indica de qué tipo es. Bueno.
¿Cuándo puedo empezar? -dijo Carlos Alberto.
– Tranquilo, tranquilo. Primero vamos a ver si tiene que canjearlo o
tiene matricularse. Deje que lo compruebe y le llamo. Dígame por favor su
teléfono.
– Es el 604 321 143. Muchas gracias.
Una hora después Nacho, el profesor, llamo a Carlos Alberto para
indicarle que había hablado con Tráfico: le habían informado de que existe
un convenio sobre tráfico con la República Dominicana y no debe
presentarse a ningún examen, solo debe canjear su permiso. Carlos
Alberto agradeció mucho la profesionalidad de Nacho.
Esa tarde Carlos Alberto se había quitado un gran peso de encima.
Inmediatamente, llamó a su amigo Juan. Es peruano y tenía el mismo
problema que Carlos Alberto, así que acordaron llamar a Tráfico para
consultar si también hay convenio con Perú.
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23. PASIÓN POR LAS MOTOS
Adela y Raúl se conocieron en una fiesta. Enseguida intimaron porque
a los dos les unía la misma pasión: Las motos.
Adela quería sacarse el permiso para conducir motocicletas, pero tenía
varios problemas: primero no tenía la edad; segundo, económicamente,
de momento no podía, pues en casa hacía falta el dinero para otras cosas;
y la última, a sus padres no les gustaban las motos.
Ellos insistían en que las motos no eran seguras, que la carrocería era
la propia persona. Además su padre era un poco machista y no veía con
buenos ojos que una chica condujera motos, siempre decía que eso era
cosa de chicos. Tatiana, su madre, discutía con él: los chicos y las chicas
son iguales. Lo importante es que sean muy prudentes.
Adela no dejaba de insistir a sus padres. Le faltaba un año para poder
obtener el permiso de clase A, que es el que autoriza a conducir todo tipo
de motocicletas. A ella las que más le gustaban eran las de mayor
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cilindrada.
Raúl la animaba mucho y siempre que podía la llevaba a dar una vuelta
en su moto. Le cuenta que conducir una motocicleta es una de las formas
más atractivas de desplazarse. También le dice que conducir bien una
moto es más difícil y peligroso que conducir un coche.
Ambos se pasan horas mirando los escaparates de las tiendas de
motos y Adela señala el traje, los guantes, el casco…, que le gustaría
comprarse. Por supuesto de colores muy vivos, para que la vean en la
carretera. Pero esto, de momento, ¡es soñar despierta!
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24. EN EL CENTRO DE EDUCACIÓN DE ADULTOS
Adela, que pronto cumplirá 18 años, también quiere sacarse el
permiso de conducir. En casa todos piensan que es imprescindible hoy en
día. Pero no se veía preparada para ir a la autoescuela. A diferencia de su
padre, que tenía el de su país y debía canjearlo, ella nunca lo había tenido.
Un día, Tatiana regresaba de trabajar cuando vio un cartel que decía:
Clases de Educación Vial. Lugar: Centro de Educación de Adultos. Acude e
infórmate. Horario de 6 a 9 de la tarde. Matrícula y clases gratuitas. Al
llegar a casa, se lo contó a Clara María. Clara María, que había ido a las
mismas clases, le animó a apuntarse.
Era el primer día, la clase estaba llena, había gente de muchas
nacionalidades, también varias personas eran españolas.
– ¿Qué esperáis de las clases? –preguntó la profesora. El silencio reinó
en la clase pero, de pronto, se oyó la voz de una mujer de mediana edad –
Yo necesito entender el manual y los test… ¡Me cuesta mucho
entenderlos!
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-Muy bien, perfecto. Debéis tener claro que el Centro de Adultos no es
la Autoescuela. Aquí trabajaremos usando el manual, los test, otros
materiales, especialmente de educación vial, y mejoraremos la
comprensión lectora. Así os iniciaréis en temas viales y cuando vayáis a la
Autoescuela a preparar el examen os resultará más fácil.
-¿Vamos a hacer dictados? -Preguntó asustado un hombre que parecía
de Marruecos.
– Yo tengo problemas para entender palabras. He estado en una
autoescuela pero no entiendo bien las explicaciones y los test, -explicaba
una chica de Bolivia.
– En mi país yo podía conducir pero aquí no puedo, tengo que
examinarme de nuevo y me cuesta entender el manual –apuntaba otro
alumno.
– Bueno, bueno, tranquilos. Estamos aquí para aprender cada uno lo
que necesite. Aprenderemos juntos todo lo que podamos. Después debéis
tener claro que tenéis que acudir a la autoescuela, es allí donde os
prepararán para el examen.
A los dos días, todos se sentían como en casa. Leían apartado por
apartado el manual y lo comentaban. Trabajaban el vocabulario de los
test. Aprendían viendo situaciones reales de educación vial. Tenían las
señales en posters las comentaban y aprendían las diferencias entre, por
ejemplo, la señal de STOP y de Ceda el Paso. Poco a poco avanzaban
leyendo, comentando, escribiendo y asegurándose de que todo el grupo
comprendía lo trabajado.
Adela pensaba que le faltaba mucho para dar el paso de ir a la
autoescuela, pero la profe le decía que no se agobiase, aún le faltaban
meses para cumplir los 18 años.
-Paso a paso, Adela, verás cómo al final del curso estás preparada para
ir tranquila a la autoescuela.
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25. LA CARTA
Hola, Marta, ¿cómo estás? Lo primero disculpa por no escribirte antes,
no creas que te he olvidado. Llegar a un país nuevo hace que no te quede
tiempo para nada: hemos tenido que buscar trabajo, casa para todos,
aprender a movernos por esta ciudad tan grande…
Ahora tengo aquí muchos amigos, pero al principio me costó
adaptarme. Os hecho mucho de menos: a los amigos, a mis tíos y sobre
todo a mis abuelos.
La ciudad me gusta mucho, y aún hay algunas posibilidades de trabajo.
Antes de venir a España pensaba que a todos los españoles les gustaban
los toros y sabían bailar sevillanas, pero qué va, mis amigos no bailan nada
bien y tampoco les gustan los toros. ¡Ellos pensaban también cosas raras
de nosotros!
¿Sabes una cosa curiosa de aquí? En algunas calles para cruzar hay
pasos para peatones sin semáforo. ¡Alguna gente les llama pasos de
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cebra! Hay que parar para que vean los coches que quieres cruzar y
esperar a que paren. Pero hay más formas de cruzar las calles, no te creas.
Hay cruces regulados por semáforos. Cuando el muñequito se pone de
color verde pueden pasar los peatones. Además muchos hacen ruido,
parece que están piando pajaritos, y cuando no puedes pasar se callan. Es
para que las personas ciegas o que no ven bien sepan cuando pueden
cruzar. En las aceras cambia la textura del suelo para que distingan cuándo
se aproximan a las esquinas.
También hay pasos subterráneos y puentes que cruzan las calles de
muchísimo tráfico. Es más cómodo y se evita que te atropelle un coche.
Y te iré contando más cosas de por aquí, ahora tengo que dejarte. Te
mandaré correos electrónicos, pero me gustan las cartas en papel, tienen
algo especial, ¿verdad? ¡Y espero que me escribas muy pronto!
Un montón de besos.
Clara María.