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EDUCACIÓN Y CONFLICTO EN ESCUELAS INCLUSIVAS: PRINCIPIOS, VALORES Y ESTRATEGIAS PARA LA MEJORA DE LA CONVIVENCIA
ESCOLAR.
Juan J. Leiva Olivencia
Universidad de Málaga
RESUMEN
En este trabajo se ofrece una reflexión pedagógica acerca de los principios y valores educativos fundamentales para generar acciones, iniciativas e intervenciones didácticas eficaces que tengan como guía clave la búsqueda permanente de la construcción positiva de la convivencia escolar. Se pone de relieve la importancia de los valores democráticos y de la participación comunitaria en los escenarios escolares donde la diversidad –personal, social y cultural– del alumnado está adquiriendo una presencia cada vez más relevante y significativa para la práctica educativa. Palabras Clave: escuelas inclusivas; conflicto; convivencia escolar.
EDUCATION AND CONFLICTS AT INCLUSIVE SCHOOLS: PRINCIPLES, VALUES AND STRATEGIES TO IMPROVE SCHOOL CONVIVENCE
ABSTRACT
In this paper offers a pedagogical reflection on the fundamental educational principles and values to generate actions, initiatives and interventions that are effective learning as a key guide to the ongoing search for the positive construction of school life. It highlights the importance of democratic values and community participation in school settings where diversity ‐personal, social and cultural‐ of the students is becoming a growing presence and significant for educational practice. Key words: inclusive schools; conflict; school life.
1. INTRODUCCIÓN
El conflicto es uno de los elementos que configura la propia interacción social y educativa de las personas. En efecto, la familia, la escuela y el entorno comunitario determinan, de forma muy importante, la orientación y el carácter que puede adoptar la percepción y experiencia del conflicto, así como las fórmulas y estrategias que pueden posibilitar su gestión y regulación. Tal y como plantean García y López (2007), la convivencia se ha convertido en un tema de máxima prioridad para las sociedades del siglo XXI y, sin duda, los centros educativos pueden y deben cumplir un papel primordial para su aprendizaje. Esta circunstancia exige nuevas estrategias dirigidas a responder con mayor eficacia a la realidad educativa actual y a las demandas sociales presentes, repensar la escuela, cambiar el actual paradigma centrado en la gestión burocrática‐administrativa de las enseñanzas y en el tratamiento de conflictos desde un enfoque sancionador y reactivo e introducir cambios en sus modelos de organización y funcionamiento, priorizando –por encima de cualquier otra consideración– la dimensión pedagógica. Según Binaburo y Muñoz (2007), resulta evidente que los conflictos pueden aparecer en cualquier organización y todavía más en aquellas (como es el caso de de las instituciones educativas) en las que sus integrantes se encuentran con el desafío de convivir todos los días, si bien no tienen por qué significar una amenaza para la convivencia; aunque un conflicto puede provocar disfunciones en un centro escolar, también puede significar un recurso de aprendizaje. Lo importante, por tanto, no es eliminar los conflictos, sino gestionarlos de manera democrática y eficaz para que se conviertan en una oportunidad educativa para la educación en valores democráticos y de paz (Delors,1996).
2. NATURALEZA DE LOS CONFLICTOS ESCOLARES: ANÁLISIS PEDAGÓGICO
Los conflictos que se dan en los contextos educativos tienen unas características cuyo análisis y estudio han estado generalmente determinados por la reflexión de los distintos modelos comunicativos, de disciplina y de clima de aula. En este sentido, si somos capaces de analizar la naturaleza de los conflictos escolares desde una perspectiva integral y holística, estaremos en el acertado camino de proponer medidas educativas que favorezcan mejoras en la acción pedagógica de los profesores que atienden a una diversidad social, cultural y lingüística cada vez más compleja y rica. Y es que los centros educativos de nuestros entornos socioculturales son o pretenden ser inclusivos e interculturales, y esto implica la aceptación y el reconocimiento de que el conflicto va a ser algo natural en estos nuevos escenarios educativos ricos, complejos y diversos. El conflicto en sí mismo no es positivo ni negativo, sino más bien una parte natural y consustancial de la vida escolar, partiendo, además, de la importancia de aprender a mirar el conflicto, a entenderlo y a analizarlo desde una perspectiva de apertura y diálogo (Jares, 2001). En este punto, debemos decir que la educación inclusiva promueve relaciones de igualdad y de mutuo enriquecimiento entre personas procedentes de culturas diferentes, mediante el aprendizaje de valores, habilidades, actitudes y conocimientos interculturales (Colectivo Amani, 1996; Leiva, 2009), y realmente tenemos que explicitar que en este marco es donde se ponen en juego las estrategias de gestión y regulación de los conflictos en los contextos educativos de diversidad. Su potencialidad educativa depende del marco de comprensión y del
enfoque que empleemos en su análisis. En este punto, debemos subrayar que la mayoría de autores (Lederach, 2000; Torrego, 2000) coinciden en destacar que los conflictos derivados del multiculturalismo y de la propia complejidad de la diversidad escolar son positivos para la propia escuela, a semejanza de lo que ocurre en el ámbito social, ya que se constituyen en claves para la mejora en las relaciones interpersonales, siempre que los principios configuradores del diálogo sean el respeto y el reconocimiento del otro como legítimo otro en su diferencia cultural (Ortega y Otros, 2003). Los conflictos se pueden definir como situaciones o hechos donde dos o más personas o grupos de personas se muestran en desacuerdo en un determinado asunto. Pueden originarse en la percepción de divergencia de necesidades o intereses, que no se satisfacen simultáneamente o en forma conjunta, debido a incompatibilidades o diferencias en los valores o en la definición de la situación (Teixidó y Castillo, 2010). Básicamente, sería un desacuerdo entre dos o más partes implicadas en un contexto y una cuestión común. En el ámbito de la educación también podemos aplicar esta definición, esto es, una situación problemática en un contexto educativo donde algunos de los protagonistas del escenario escolar (docentes, alumnos, madres y padres) muestran sus divergencias o desacuerdos ante cuestiones o temas de interés común (Torrego, 2000). Por ello, podemos definir los conflictos escolares como aquellos que se dan en el marco de las escuelas de diversidad, producidos por una multiplicidad de significados o por una multicausalidad ciertamente difícil de precisar y de delimitar, precisamente por el carácter dinámico de los conflictos así como por la propia complejidad de los mismos (Ortega et al., 2003). Estos mismos autores señalan que “el conflicto es, por un lado, un desacuerdo entre ideas o intereses entre personas o grupos, y por otro, un proceso que expresa insatisfacción por expectativas no cumplidas” (Ibíd., 2003, p. 22). Por otra parte, según Gómez (2004) es importante destacar que el hecho de atender y comprender el carácter singular de cada conflicto escolar, determinado por las personas y por la modalidad del mismo, significa que no existen recetas estandarizadas para su gestión y resolución. En este sentido Boqué (2002) valora la consideración positiva que desde la escuela inclusiva se puede hacer del conflicto, lo que hace que podamos hablar no tanto de resolución de conflictos, sino de la solución de problemas que originan determinados conflictos, de ahí la singularidad en el análisis que se deba hacer cuando se presenta una situación conflictiva. 3. PRINCIPIOS PEDAGÓGICOS CLAVES EN LA CONSTRUCCIÓN POSITIVA DE LA CONVIVENCIA ESCOLAR.
Hay que decir que los conflictos de convivencia que se dan en los contextos educativos tienen unas características cuyo análisis y estudio han estado generalmente determinados por la reflexión de los distintos modelos comunicativos, de disciplina y de clima de aula. de diversidad. Según Járes (2001), es necesario indagar en la cultura del diálogo y de la participación, esto es, hacer y vivir la democracia en la escuela, de tal manera que la convivencia sea regulada por relaciones de apertura a la participación de los alumnos en la resolución de los conflictos y estableciendo canales para la discusión de los problemas que les afectan,
e influyen en la convivencia y en el clima escolar, tanto de cada aula concreta como del centro educativo en general. Ante esta situación, se propone la idea construir la escuela inclusiva como aquella institución escolar que apuesta por una actitud de diálogo, de cooperación y de intercambio como base para el enriquecimiento cultural y educativo mutuo, es decir, las acciones educativas de una escuela que pretenda ser denominada inclusiva requiere necesariamente de un nítido conocimiento de los principios fundamentales de la educación inclusiva (García y López, 2007; Leiva, 2009). En verdad, son muchos los autores que han estudiado los objetivos de la educación inclusiva de una forma más o menos explícita (Delors, 1996; Pérez, 1998, Gimeno, 2001; López, 2004) indagando en diversos aspectos que convergen en cuatro fundamentos claves que hacen que los objetivos de la educación inclusiva sean verdaderamente comprensibles y coherentes para su puesta en práctica en las escuelas interculturales. Nos estamos refiriendo a los principios pedagógicos de conocimiento intercultural, convivencia democrática, igualitarismo y participación comunitaria (López, 2006; Binaburo y Muñoz, 2007; Leiva, 2009). En primer lugar, el conocimiento intercultural es la base de un progreso social y personal, donde conocer al otro suponga el reconocimiento y la aceptación de la diversidad cultural como algo ineludible para la promoción de la igualdad de oportunidades en la educación y en la sociedad, accediendo a una comprensión compleja de las redes de significados que la propia cultura escolar implica. En segundo lugar, la convivencia democrática es también clave fundamental del progreso personal y colectivo, y facilita el aprendizaje de competencias sociales y emocionales desde el análisis crítico y constructivo de la realidad socioeducativa. En efecto, promover una verdadera convivencia democrática escolar debe partir de un proceso dinámico donde los conflictos sean vistos como oportunidades y como motor de cambio e innovación en la escuela. En tercer lugar, el igualitarismo es un principio vital dado que nos hace reconocer la existencia de singularidades culturales, pero evitando toda construcción de actitudes estereotipadas que deriven hacia situaciones de desigualdad social y cultural en la escuela. El igualitarismo constituye una pieza clave en la comprensión de una realidad escolar donde la diversidad y la diferencia son un valor educativo positivo y enriquecedor, y no entendido como un elemento negativo o perturbador del clima y la convivencia escolar. Desde esta perspectiva, el igualitarismo nos facilita ver a las personas como sujetos libres, autónomos y responsables, con sus identidades personales y culturales diferenciadas, con igualdad de derechos, deberes y oportunidades. Finalmente, y en cuarto lugar, hacemos mención a la participación comunitaria, que en la escuela hace referencia al necesario proceso de revitalización de la democracia en la escuela inclusiva, donde el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo sean elementos claves de todas las acciones educativas. Este principio pedagógico constituye todo un reto de renovación didáctica para las prácticas educativas inclusivas en la escuela, ya que supone un avance desde el reconocimiento de la diversidad (cualquier tipo de diversidad) hacia la crítica interna y la necesaria democratización cultural y social en el contexto educativo.
4. VALORES EDUCATIVOS Y ESTRATEGIAS DIDÁCTICAS PARA LA MEJORA DE LA CONVIVENCIA EN LAS ORGANIZACIONES ESCOLARES
La convivencia en un contexto educativo de diversidad, con un alumnado heterogéneo, con diferentes intereses y motivaciones, constituye todo un reto para el profesorado (Jares, 2006), y aunque hay que señalar que muchos de los conflictos parten de la propia configuración de la institución escolar, algunos tienen que ver con la propia metodología de los docentes, así como por su actitud hacia un alumnado culturalmente minoritario, y la propia organización escolar. La metodología y el clima escolar son dos claves importantes a la hora de analizar la génesis de numerosos conflictos en las aulas de diversidad. Los modelos de “obediencia‐sumisión”, sustituidos por otros de matiz más burocrático como el de “pulsión‐medición” no parecen ser los más propicios para la solución de problemas educativos, ya que, en sí mismos, son modelos carentes de todo carácter educativo (Gimeno, 2001) La construcción de un clima positivo de corresponsabilidad y de respeto, donde se debata y se piense en libertad y cooperación resulta clave. Además, en un marco de globalización cultural y de sociedad del conocimiento de gran complejidad y contradicciones sociales y económicas, el papel del docente en la “aldea global” ha cambiado. En una escuela donde los procesos de socialización no son tan relevantes por la inmensa influencia de los medios de comunicación de masas y las redes telemáticas, su función es facilitar la construcción en la escuela de un espacio compartido de reflexión y crítica del conocimiento (Pérez, 1998). En efecto, ya no hablamos de una escuela transmisora de información ya que existen otras instancias que la trascienden y superan, sino de reorientar su función como institución social. El papel del docente no es ya el de un mero transmisor de contenidos, su labor se amplía a la inquietud y a la curiosidad de un alumnado que está permanente en contacto con el conocimiento y la información. Ahora, los alumnos aprenden más por lo que hace el docente que por lo que enseña o dice, esto es, “los alumnos aprenden no sólo conocimientos, sino también modos de estar y de ser, de juzgar y valorar, de mirar la realidad” (Ortega et al., 2003, p.47). Por todo ello, se hace necesario indagar en un proceso educativo que haga que el profesor asuma su papel de mediador en un espacio más democrático y participativo, el de la escuela plural y heterogénea. Esto supone entender la importancia de la escuela como educadora en actitudes y valores, lo cual, constituye un reto ineludible en estos momentos de incertidumbre y de acelerados cambios sociales y tecnológicos. Estamos hablando, en verdad, de una escuela menos preocupada por los productos académicos, y más centrada en los procesos de enseñanza‐aprendizaje, en los valores y en la responsabilidad moral. Ciertamente, se hace imprescindible plantear algunos criterios que orienten la escuela desde una atmósfera moral para educar en la convivencia intercultural. Ortega et al. (2003) destacan los siguientes:
• Fomentar la promoción de la autonomía de los alumnos, lo cual significa que el profesorado acepte la libertad y la capacidad de los alumnos a tomar sus decisiones de forma autónoma.
• Comprender que los conflictos deben ser resueltos a través del diálogo para llegar o avanzar hacia un consenso, o hacia un pacto de respeto.
• Potenciar aquellas situaciones problemáticas o conflictivas para aprender a manifestarnos desde el respeto a los demás y el reconocimiento de la participación democrática.
A partir de estas consideraciones realizadas hasta ahora, creemos que ha llegado el momento oportuno de explicitar a continuación las principales estrategias de gestión y regulación de conflictos escolares que pueden emplear los docentes: la comunicación socioemocional, la mediación y la participación comunitaria (Torrego, 2000; Vaello, 2003; Jares, 2001 y 2006; Binaburo y Muñoz, 2007): La comunicación sociocultural es una estrategia fundamental en la gestión y regulación de conflictos en contextos educativos de diversidad. Partiendo de las premisas de Torrego y Moreno (2007), podemos a continuación dar a conocer las principales características de la comunicación socioemocional:
• Integra competencias cognitivas y emotivas que permiten el establecimiento de relaciones positivas entre personas de procedencias sociales y culturales diversas.
• Permite la toma de conciencia de la diversidad de orientaciones en la construcción de significados que dan sentido a los conflictos interpersonales.
• Valora las perspectivas y situaciones de diversidad indagando en una mayor flexibilidad que atribuye un carácter más simétrico a las interacciones sociales y emocionales en la escuela.
Por otro lado, la mediación es una estrategia de regulación de conflictos, entendido como proceso que actúa en la construcción de pautas normativas y prácticas para la solución de problemas, así como para el propio crecimiento individual y colectivo de los intervinientes en un determinado escenario conflictivo. Por ello, destacamos los siguientes objetivos básicos que persigue cualquier proceso de mediación pedagógica en la gestión y regulación de los conflictos escolares (surgidos entre familia y escuela, a nivel más general, o entre familia y profesores, a nivel más particular) en las escuelas inclusivas (Jares, 2006; Teixidó y Castillo, 2010):
• Promover la gestión positiva de los conflictos escolares.
• Facilitar el aprendizaje compartido y reflexivo a partir de las propias situaciones conflictivas.
• Fomentar la comprensión de las emociones como claves de riqueza escolar y de enriquecimiento mutuo.
• Construir un clima escolar constructivo donde se respeten las distintas identidades culturales, llevando a cabo acciones educativas concretas y generales que desarrollen la autoestima, la confianza y la empatía.
Por otra parte, tenemos que señalar que la escuela tiene una herramienta muy importante en la gestión y regulación de conflictos interculturales y es la participación comunitaria, que implica reconocer la necesidad de establecer vínculos sociales entre todas las personas que viven y conviven en un mismo espacio compartido. Asimismo, la participación comunitaria puede favorecer la construcción de la identidad cultural individual y colectiva desde una perspectiva dialógica, esto es, de permanente y fructífero diálogo intercultural, en el se combine el reconocimiento y valoración de las respectivas raíces culturales con la apertura hacia nuevas influencias y contribuciones (Leiva, 2009).
5. CONCLUSIONES FINALES
En síntesis, en este trabajo hemos pretendido ofrecer una visión globalizadora y holística de las diferentes estrategias de gestión y regulación de los conflictos en las escuelas inclusivas, considerando que tienen una dimensión tanto educativas como fundamentalmente sociocultural, dado que implican a una serie de actuaciones y acciones vinculadas tanto a la institución educativa en el plano académico, como en el plano social y de participación de la misma en la sociedad en la que ésta se encuentra. En definitiva, defendemos la generación de un modelo educativo inclusivo que englobe los aspectos positivos de los distintos enfoques didácticos de gestión de los conflictos escolares (preventivos, resolutivos, de mediación etc…), en la necesidad de ir construyendo acciones educativas prácticas y coherentes con los principios pedagógicos y sociales de paz, democracia, cooperación y solidaridad. BIBLIOGRAFÍA
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