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Edwin Ardener - Antropología Social y Lenguaje

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BIBLIOTECA DE LINGüISTICA y SEMIOLOGIA

1

A. M. Kondrátov DEL SONIDO AL SIGNO

2

E. Cassirer, A. Sechehaye y otros TEORIA DEL LENGUAJE Y LINGVISTICA GENERAL

3

N. Trubetzkoy, E. Sapir y otros FONO LOGIA y MORFOLOGIA

4

V. Z. Panfilov GRAMATICA y LOGICA

5

D. Maldavsky 'rEORIA LITERARIA GENERAL '

Enfoque multidisciplinario

6

E. Ardener y otros ANTRO PO LOGIA SOCIAL y LENGUAJE

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E. Ardener y otros MUI_'f'lUNGmSMO y CATEGORIA SOCIAL

8

E. Ardener y otros AN'I'/(O/'OI,OGIA SOCIAL y MODELOS DE LENGUAJE

VOLUMEN

6

E. ARDENER, H. HENSON, R. H. ROBINS, D. HYMES y J. B. PRIDE

ANTROPOLOGIA SOCIAL Y LENGUAJE

U N SO INVENTARIO PATRIMONIO

Orden N°

305f'l

Compilador

EDWIN ARDENER

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EDITORIAL PAIDOS

BUENOS AIRES

Page 3: Edwin Ardener - Antropología Social y Lenguaje

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<' Título del original inglés

0CIAL ANTHROPOLOGY AND LANGUAJE i ,

Parte 1

Publicado por Tavistock Publications Limited

11 New Fetter Lane, London EC4

This book has been set in Modem Series 7 and was printed by Butle1' & Tanuer Ltd.,

Frome and London

© Association of Social Anthropologists of the Commonwealth 1971

Versión castell.ana de

CÉSAR TOMÁS AIRA

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

© Copyright de todas~ las ediciones en castellano by

EDITORIAL PAIDOS SALe.F.

Defensa 599, 3·", piso - Buenos Aires

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NOMINA DE COLABORADORES

Edwin Ardener

Nacido en 1927, en Inglaterra; graduado ('n la Universidad de Londres, B. A., y Oxford, M. A. Treasury Studentship, 1949-.52; investigador, luego investigador Senior WAISER/NISER, University College Ihldan, Nigpria, 1952-62; Oppenheimer Student, Oxford, 1961-62; Treasury Fellowship, 1963; catedrático en Antropología Social, Oxford, 1963; miembro del St John's College, Oxford, 1969. Autor de Coastal Bantu of fhe Cameroons, 1956; Divorce and Fertility, 1962; y ensayos sohre antropología social. Coautor de Plantation and Village in tlle Call1eroons, 1960.

Hílary Henson

Nacido en 1946, en Londres; estudió en Oxford, St Hilda's College y St Cross Collegt', B. A. (inglés), B. Litt. (Antropología Social). Colabora regularmente en la BBC.

Dell Hymes

Nace en 1927, en PortIand, Oregón; educado en el Reed College, B. A. (Litera­tura y Antropología); Universidad de Indiana, N. A., Ph. D. (Lingüística). Investigador de campo de la lengua y cultura chino~, Oregón, 1951, y hasta el presente, con inter­mitencias; profesor asistente e instructor de Antropología Social, Universidad de Har­vard, 1955-60; profesor asociado y profesor de Antropología, Universidad de California, Berkeley, 1980-65; profesor de Antropología, Universidad de Pensilvania, 1965. Autor de On Communicative Competence, 1971. Compilador de Language in Culture and Society, 1984; Pidginization and Creolization 01 Language, 1971. Ha compilado, junto con ]. ]. Gumperz, The Etnography of Communication, 1964; Directions in Socio­linguistics, 1972.

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John B. Pride

Nacido en 1929, en Inglaterra; educado en la Universidad de Edimburgo, M.A . . (E¡~gpa y Literatura Inglesa), tras prestar servicio en la Armada Heal. Lektor de

"t.itérlitura Inglesa, Universidad de Gotemburgo, Suecia, 1959-60; profesor de Lengua Inglesa, Universidad de Edimburgo, 1960-63; profesor de estudiantes extranjems, Moray House College of Education, Edimburgo, 1963-65; profesor de Lengua Inglesa y Lin­güística General, Universidad de Leeds, 1965-69; profesor de Lengua Inglesa, Univer­sidad Victoria, de Wellington, Nueva Zelandia, 1969. Autor de The Social Meaning of Language, 1971; y ensayos sobre sociolingüÍstica.

Robert H. Robins

Nacido en 1921, en Bmadstairs, Kent; educado en la Universidad de Oxford, M. A., Universidad de Londres, D. Litt. Profesor de Lill!,>iiística, Escuela de Estudios Orien­tales y Africanos, 1948-54; Docente de Lingüística General, Universidad de Londres, 1954-64; Profesor de Lingüística General, Universidad de Londres, 1965. Investigador en la Universidad de California, 1951 (trabaja de Gampo sobre los Yurok); Profesor Invitado, Universidad de Washington, Seattle, 1963; Profesor Invitado, Universidad de Hawáii, 1968; Profesor Invitado, Universidad de ;\linnesota, 1971; Secretario Hono­raría de la Sociedad Filológica, 1961. Autor de Ancient and Medieval Grammatica[ Theory in Europe, 1951; The Yurok Langullge, 1958; General Linguistics: An Intro­ductory Survey, '1964; A Short History of Línguistics, 1967; Diversions of Bloomsbury: Selected Writings on Línguistics, 1970.

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IN DICE

INTRODUCCION, por Edwin Ardener 11

Antrop6logos sociales y lingüística: niveles de relaci6n 14 El nivel técnico 15 El nivel pragmático 18 El nivel de explicaci6n 29 Referencias bibliográficas 68

LOS PRIMEROS ANTROPOLOGOS INGLESES y EL LENGUAJE, por Hilary lIenson 79

Lenguaje y raza 80 La idea del lenguaje primitivo 82 Las lenguas primitivas y el origen del lenguaje 84 Estructuras cognitivas y lenguaje 89 El uso de las categorías "nativas": mana, totem y tabú 92 Conclusi6n 96 Referencias bibliográficas 99

MALINOWSKI; FIRTH Y EL "CONTEXTO DE LA SITUACION", por Robert H. Robins 103

Referencias bibliográficas 112

LA SOCIOLINGüISTlCA y LA ETNOGRAFIA DEL HABLA, por Dell lIymes 115

El alcance de la descripci6n lingüística 120 Direcciones de la descripci6n lingüística 127 Funciones del habla 135 Resumen metodol6gico 138 Referencias bibliográficas 148

USOS Y CASOS DEL COMPORTAMIENTO VERBAL, por John B. Pride

Un enfoque transaccional de la sociolingüística Funciones del habla Referencias bibliográficas

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INTRODUCCION

Edwin Ardener

DURANTE MUCHO tiempo ha llamado la atención la incapacidad de la importante generación intermedia de antropólogos sociales de la escuela inglesa para responder al desafío del lenguaje; y actualmente quizá nada ejemplifique con tanta claridad ese creciente abismo entre la vieja y la nueva antropología social, como las diferentes actitudes hacia el lenguaje que se aprecian en cada bando. Esta situación contrasta notablemente con la "antropología cultural" de los E.U.A., donde el estudio del lenguaje nunca ha perdido su prioridad. En realidad, hasta la antropología lingüís­tica ha alcanzado allí un desarrollo muy superior al que correspondería a un mero subcampo de la antropología: su vasta bibliografía está empe­zando a exceder lo que cualquiera, salvo un' especialista consagrado por completo a la materia, puede asimilar. Por supuesto, la autonomía acadé­mica de la lingüística ha sido ratificada en todas partes hace ya mucho, por lo cual pareció económico y lógico que su estudio fuera confiado a especialistas. En su momento, este criterio fue el más razonable. Durante las décadas de 1940 y 1950, no obstante, cuando la teoría inglesa en antro­pología social solía dar la impresión de seguir cobijándose bajo los resul­tados del período malinowskiano, la lingüística científica llevó a cabo uno o dos sorprendentes avances de suficiente importancia como para que el pensamiento en disciplinas adyacentes empezara a sentirse acosado. Fue la creciente influencia de Lévi-Strauss lo que puso a la antropología social inglesa al tanto de las novedades. Resulta un tanto irónica esta situación: que la influencia de un pensamiento que en alguna medida se decía deri­vado de la lingüística haya llegado a ser tan importante en la antropología social inglesa, de la que el estudio directo de la lingüística había estado ausente tanto tiempo.

La importancia de Malinowski en la escuela londinense de lingüística oscureció esta situación. Como lo demuestra Renson, los antropólogos so­ciales no han dejado de sentirse intranquilos ante el lenguaje desde prin­cipios del siglo XIX. En muchos aspectos, el temprano desarrollo de la filología comparada fue un estorbo antes que una ayuda al avance teórico, por haber estimulado, como lo hizo, algunas de las especulaciones menos fecundas sobre razas y orígenes primitivos. En Oxford, Max Müller, ale: mán, trató de expresar, adelantándose a su tiempo, aunque en una forma posteriormente muy criticada (Evans Pritchard, 196,5: págs. 20-23), algunas de las relaciones entre lel ~uaje y mito, estudio que no volvió a goza! de

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. ... ~ ~probación oficial a lo largo de los cincuenta años que siguieron. El

.t~;moVfmiento filológico de la década de 1870, obra de Brugmann y sus colegas, pareció no ejercer ninguna influencia. Los neogramáticos vivieron y murieron ignorados por la antropología inglesa. En la primera década del presente siglo Ferdinand de S&!.~s.Q!.e habló en sus clases de temas como sincronía y diacronía, y no fue citado luego por antropólogos cuyo tratamiento de estos asuntos era mucho menos hábil. Malinowski enseñó a sus alumnos a "aprender el lenguaje"; lo prueba el hecho de que tantos, y con tan buenos resultados, lo intentaran, provistos de un conocimiento muy pobre (así nos parece ahora) de los principales avances de la lin­güística descriptiva de las décadas de 1920 y 1930. En los E.U.A. la lingüís­tica antropológica creció de década en década, de Boas a Sapir, hasta el presente, casi inadvertida. La glotocronología surgió y cayó. La teoría de la información apareció en 1948, fecundó la lingüística y la psicología y lentamente pasó de moda: pocos antropólogos ingleses la notaron. Chomsky floreció durante diez años antes de que muchos pudieran, con vacilacio­nes, deletrear su nombre. Sólo en uno o dos centros académicos que se mantenían en relación con un mundo intelectual más amplio pudieron, en los últimos años de la década de 1950 y en la de 1960, las influencias de las escuelas francesa y norteamericana reunirse y ser incorporadas a la tradición inglesa.

Si todo esto hubiera sido expresión de una suprema autoconfianza disciplinaria, hubiera merecido una total admiración. Pero, de hecho, des­pués de 1960, mientras los movimientos recientes sacaban a relucir los problemas más vivos, a los arquetipos de la profesión se los veía sumidos en una actitud de autoimpugnación (véase página 60) que, en su valor nominal, corrió el· riesgo de ser confundida con la ascendente institución "ciencia social". La idea de la pertinencia de la lingüística teórica en el campo de la antropología social nunca tuvo mucho predicamento en los círculos antropológicos de Londres posteriores a Malinowski (pese a los esfuerzos aislados de Milner, 1954, y más recientemente de Whiteley, 1966), y en la estructura social de la antropología inglesa, Londres ha tenido considerable peso, aun en sus períodos más soñolientos.

. Hacia 1969, cuando fue convocado el simposio de la ASA sobre el lenguaje, el número total de miembros de la Asociación que se consideraron calificados para presentar ensayos formales fue aún muy bajo. Y entre éstos hubo quienes, por una u otra razón, no pudieron presentar trabajos, y en consecuencia no están representados en este libro, excepto por citas de sus escritos. Otros hicieron valiosas contribuciones verbales. Los lin­güistas que vinieron como nuestros invitados, y que sí están representados aquí, han sido muy generosos al apoyar nuestros pasos relativamente incultos.

Este volumen, por lo tanto, se propone alcanzar varios objetivos (cual­quiera que sea su posibilidad de éxito). El primero, ser leído sobre todo por antropólogos sociales, y no como' una mera rama especializada de su disciplina, sino como una ilustración de ciertas tendencias postfunciona­listas de pertinencia general. Segundo, mostrar los alcances del trabajo que puede hacerse o ha sido hecho, y ubicarlo en la perspectiva de las nuevas

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te.ndencias tanto de la antropología social como de la lingüística. rce.ro, ~ ufrecer con ánimo de colaboración algunas reflexiones al creciente co~~ClQD:,lf!! de lingüistas y otros estudiosos con intereses "sociolingüísticos".

En cuanto al primer objetivo, gran parte dé este ensayo introductorio se limitará a repetir un número de temas bien conocidos por los lingüistas, de un modo que puede ser a veces algo elemental; no obstante lo cual, se trata casi siempre de un modo antropológico, si no el único modo an­tropológico posible. He trabajado aquÍ sobre algunas de mis conferencias leídas en Oxford entre 1964 y 1969. Es posible que por momentos la dis­cusión esté dirigida con excesiva insistencia a la elucidación de los errores d~l pasado,. y quede expuesta a una crítica más seria por parte de antro­pologos SOCIales que, tomando por sincera la intención que la anima, duden de la habilidad de su realización. Desde 1967, año en que por primera vez se proyectó la Conferencia, ha aumentado dentro de la ASA el número de antropólogos entrenados en lingüística. Confío en que las flaquezas s~rán toleradas, teniendo en cuenta el período particular en que .fue com­pJlado el presente volumen. Posiblemente será recibido en Estados Unidos como una evidencia más de la eterna "insularidad" y "parroquialismo", cargos que ahora parecen inseparables de la idea que los norteamericanos se hacen de la antropología social inglesa (Murdock, 1951; R. Firth, 1951; M. ~arri~" 1969). Quizá podamos sentirnos respaldados en parte por la contnbuclOn de uno de sus más eminentes antropólogos-lingüistas. Sin duda es cierto que los antropólogos sociales de 'la ASA deberían estudiar el lenguaje r~curriendo al copioso trabajo ya realizado en el campo de la antropologla en general. No sería necesario un debate interno mediado P?r in~~rpretes esp~ciales. En consideración a todo lo cual, cualquier apro­XlmaClOn al lenguaje que la escuela inglesa pueda hacer, tiene, o promete ~ener, características propias, y deberá desarrollarse a partir de sus propios mtereses.

En lo que al segundo objetivo se refiere, el volumen entero es presen­tado como prueba, con las bibliografías de los colaboradores citadas como evidencia parcial. Aquí dependemos más estrechamente de nuestros co­legas . lin~~istas. ~\.~gunos temas n~ están representados: en particular la contnbuclOn de fllosofos que podnan iluminar muchos de los problemas trat~d.os. La mayor omisión deliberada desde el punto de vista socioantro­pologlCo es la ~0fo1sideración directa de la terminología de parentesco, puesto que el prOXlmo volumen de esta serie está dedicado al estudio del parentesco, bajo la edición de un especialista de primera línea (Needham, 1971). Un volumen posterior se referirá a otros aspectos del mismo terreno. El presente enfoque, pese a todo, debe mucho al importante desarrollo en estos campos, con el que está claramente alineado. . En cuanto al tercer objetivo, en un comienzo puede parecer impropio mstrumentarlo a la luz de la larga ausencia de la lingüística en la antro­pología social inglesa. Creemos que en la Conferencia quedó demostrado que no era éste el caso. La falta de estudio directo del lenguaje ha tenido algunas ventajas. La antropología social ha desarrollado por su cuenta reflexiones que tienen cierta pertinencia en la actividad lingüística, y como una disciplina profesional autónoma, está perfectamente equipad~ para

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ej'ahr,ar, el componente "social" de cualquier sociolingüística que se le pro-"lj~~La materia tiene sus Junggrammatiker, ¡aun cuando la opinión de Leitner sobre los primeros neogramáticos ("terrorismo literario ejercido por una horda de sanscritistas" - véase más adelante, página 80 n. 2) crea un modelo prejuicioso para la comprensión de los movimientos "neoantropo­lógicos"! A los lingüistas, bastará ofrecerles como nuestra justificación, y aspiración, un texto convenientemente corregido de Hjelmslev (1963: pág. 127): .

"Una restricción temporaria del campo de VIS IOn fue el precio que hubo que pagar para sacar de la sociedad misma su secreto. Pero precisamente a través de este punto de vista inmanente y en virtud de él, la antropología social misma devuelve el precio que exigió."

ANTROPOLOGOS SOCIALES Y LINGüISTICA: NIVELES DE RELACION

Podemos empezar con los tres niveles de contacto cntre los temas de las dos disciplinas, establecidos por Lévi-Strauss: 1) la relación entre un lenguaje singular y una cultura singular, 2) la relación entre lenguaje y cultura, y 3) la relación entre la lingüística como disciplina científica y la antropología (Lévi-Strauss, 1963a: págs. 67-68; J. R. Firth, 1957b: pág. 116; Hymes, 1964: pág. xxi; Whiteley, 1966: pág. 139). Estas divisiones difícilmente pueden ser consideradas exhaustivas, y las dos primeras man­tien'en una vinculación muy estrecha. Hymes (1964) muestra qué penoso resulta llevarlas a la práctica, y sugiere una sene de distinciones que debe ser tenida en cuenta (páginas 25-27). N o menos importante, por su­puesto, entre los muchos largos debates que podrían plantearse, es si el "lenguaje" debe ser clasificado como parte de la "cultura", como opuesto a la "cultura", como un determinante de la "cultura", o qué otra posibilidad -como si "cultura" (¿.y "lenguaje" también?) en este contexto, no fuera un término difuso capaz de oscurecer cualquier solución.

Prefiero aquí introducir la materia desde un punto de vista ligera­mente distinto, tomaJlldo tres niveles sobre los que los antropólogos sociales de Inglaterra han notado la pertinencia de la lingüística para su temas hace ya una generación o dos. La idea de niveles aquí deriva de la ten­dencia observada en los antropólogos sociales ingleses a aislar piezas del estudio del lenguaje para su propósitos particulares. Pueden ser clasifi­cados de este modo:

1. Un nivel técnico: sobre el cual los ¡mtropólogos sociales pueden buscar y recibir ayuda en el aprendizaje de idiomas, especialmente idiomas exóticos y sin escritura, con los que característicamente tienen que trabajar.

2. Un nivel pragmático: en el que p~eden interrogarse sobre la utilidad -si la tienen- de los datos lingüísticos en la interpretación dt, datos antro­pológicos de una región dada o de un pueblo dado.

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3. Un nivel de explicación: en el que pueden buscar la ap bilidad, L-.'

si la hay, de teorías sobre el lenguaje (aun de teorías sobre la lin 'l!Ii~a. a teorías sobre la sociedad, o sobre la cultura, o sobre la ubicación lá:-metas de la antropología social. .

En Inglaterra, como he dicho, los tres niveles tienden a ser tratados separadamente. En toda época ha habido interés en el nivel 1. A veces ha habido interés en el nivel 2. Hoy en día, ha habido un considerable interés en el nivel 3. Estas relaciones escindidas con la lingüística han escindido correspondientemente la aprehensión del lenguaje como un todo, especialmente entre los postmalinowskianos. Estos niveles, entonces, cons­tituyen un punto de partida útil para la discusión sobre el modo de dis­poner de ellos.

EL NIVEL TECNICO

A partir de Malinowski, la mayoría de los antropólogos sociales han presupuesto el conocimiento del lenguaje como condición sine qua non de un buen trabajo de campo. En poca~ palabras:

"Los sociólogos pueden hablar el mismo idioma (aprox&nadamente) que el pueblo que estudian, con el que comparten por lo menos algunos de sus conceptos básicos y categorías. Pero para el antropó­logo social la tarea más difícil, casi siempre, es comprender el lenguaje y modos de pensar del pueblo que estudia,que pueden ser -y es pro­bable que lo sean- muy diferentes de los suyos. Esta es la causa por la que en el trabajo de campo en antropología es indispensable un sólido conocimiento del lenguaje de la comunidad estudiada, pues las categorías de pensamiento de un pueblo y las formas de su lenguaje están inextricablemente ligadas" (Beattie, 1964a: pág. 31). .'

Este criterio, con su énfasis en las categorías del pensamiento, cons-tituyó un avance importante sobre la actItud más mecanicista de muchos autores, que a menudo se dejaban llevar por una fe irreflexiva en la habi­lidad lingüística del antropólogo social tipo. Los intérpretes parecían ser aborrecidos -aun odiados-o Ahora, hay muchas buenas razones que nos impiden dejar de lado a los intérpretes en la antropología social. Sin duda la mayoría de los autores se imaginaban aquellas figuras de uniforme caqui (corruptas con frecuencia) al servicIO de las administraciones coloniales. Sólo debemos comentar la sorprendente indiferencia de los antropólogos sociales ante las posibilidades de la enseñanza de idiomas para adultos. El profesor Fortes ejemplifica los problemas conexos con gran claridad en su Introducción a 1'he Dy1lamics of Clanship among the Tallensi. Dice:

"Como no existe literatura lingüística sobre los tallensi, tuvimos que aprender su dialecto desde cero, con la ayuda de un intérprete medio analfabeto y la escasa literatura sobre Mole-Dagbane."

Hasta ahora todo va bien.

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. • -"N,ól/llevó alrededor de seis meses aprender suficiente talni para la ,:~ :4' cgjlunicación práctica con la gente. Hacia el fin de la primera gira . ~;.;r:al'canzamos la suficiente eficiencia como para prescindir del intérprete.

Con todo, demasiado bien sé que no alcanzamos sino un moderado conocimiento del vocabulario, y una pobre apreciación de los matices más finos de pensamiento y sentimiento que pueden expresarse en talni" (194.5: pág. xii).

Generalicemos el sentido de este informe: durante seis meses el antro­pólogo no tuvo "comunicación práctica" sino a. través de un intérprete semialfabeto. Finalmente, tras una "gira" (¿dieciocho meses?) prescindió del intérprete cuando aún tenía sólo un "moderado conocimiento del vo­cabulario", y no podía apreciar plenamente los "más finos matices" del talni. Esta es la malla lingüística a través de la cual se nos transmite la cultura tallen si. Lo cual no implica, por supuesto, impugnar el trabajo de Fortes. Sin temor podemos tomar a este autor como ejemplo, precisa­mente porque en cada página se hace patente su habilidad técnica lin­güística. Nos las habemos con un modo de expresión: en la ideología de ese período, que desde ese punto de vista recién ahora puede decirse que está terminando, de los intérpretes siempre se "prescinde", como si se bebiese de ellos hasta agotarlos y luego se los desterrase. La idea del lcnguaje bien y verdaderamente aprendido correspondió al viajero de oído pobre, del tipo "arrebaté unas pocas palabras de swahili", y tiene 'orígenes más románticos que realistas. Sospechamos que Malinowski alentó esta rama particular de la ingenuidad, aunque los boasianos norteamericanos tampoco estuvieron libres de ella. Hay que recalcar que la práctica antro­pológica fue a todas luces superior a la teoría lingüística que pretendía dirigirla. No obstante, fue un error considerar al lenguaje como una herra­mienta de investigación con muy pocos problemas, y no es casual que el trabajo más escrupuloso de los antropólogos sociales modernos en los cam­pos del mito, las creencias y el simbolismo se apoyen generalmente sobre sólidas bases de instrucción ajenas a 1<1. antropología social: lengua, filosofía, clásicos, o alguna otra rigurosa disciplina humanista.

Muchos antropólogos de campo siguieron cursos técnicos de lingüística, hecho que, pese a las creencias mecanicistas corrientes, no tuvo el efecto de familiarizar a los antropólogos sociales con la jerga ordinaria de la lingüística descriptiva. Esto contrasta con el caso norteamericano. Lo cual no deja de ser admirable. Lo apunto aquí solamente para hacer no­tar el hecho de que un criterio técnico del lenguaje no ha conducido necesariamente a ninguna familiaridad con los tecnicismos del lenguaje. En realidad, aun entre estudiantes graduados los signos usados en una transcripción fonológica ordinaria sin gran sofisticación, despiertan el mismo rechazo q.ue los usados en matemática (o en estadística elemental). Esto puede deberse precisamente a un criterio mecanicista de ambas disciplinas: los elementos técnicos de la lingüística (como, en muchos casos, los de las estadísticas) tienen la mera utilidad de servir a propósitos especiales, mientras los principios apenas si son comprendidos. Van junto con las ' medicinas de viaje, y nadie se ocupa de ellos hasta que llega el momento

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~le usarlos. El criterio postmalinowskiano del lenguaje se maneja 6dd'\f~~'; .,A '.',

fe permanente en el "Berlitz modificado de los investigadores '<léam o", una suerte de "mira, oye, y habla". En gran medida el "contexl't'lO:~:l!J" situación" de Malinowski dio títulos teóricos a esta confianza: como SI e contexto' fuera a decirlo todo si uno tiene realmente ojos para ver. En la práctica fue común recurrir a bilingües, o más bien a bilingües parciales e inadecuados, como podía esperarse que sucediera. No es que el antro­pólogo social no pudiese aprender idiomas, sino que no le acordaba a este aprendizaje el status intelectual que merecía. Por cierto, aprendían algo, pero jamás examinaban cómo lo hacían, ni lo discutían en público, ni usaban su experiencia para corregir errores ajenos. 1 Un simposio de tra­bajo de campo, por otra parte excelente y actualizado, como el de Epstein (1967) carece de un capítulo sobre lenguaje (ni hay una sola referencia al respecto en el índice). La propia contribución de Malinowski es discu­tid~ en este volumen; tocamos aquí la falla de sus alumnos más represen­tatIvos en cuanto al estudio del lenguaje, aun en el nivel técnico del cual puede pensarse que, implícitamente, depende el moderno trabajo de campo; la ignorancia aquí es injustificada, pues lo mismo sucede con 9t,tras materias, tales como psicoanálisis o macroeconomía (Gluckman, 1964).

El problema verdaderamente formidable de comunicación entre el antropólogo social en acción y los mie~bros de la otra sociedad radica en el corazón de la antropología social tradicional, aunque pocos le~tores des­prevenidos lo hayan percibido a través de la lectura de las más blandas monografías de' los últimos treinta años. Hay excepciones: la clásica me­moria de Evans-Pritchard, por ejemplo (1940), 0, más recientemente, el informe lingüísticamente cándido de Maybury-Lewis (1967). Por lo gene­ral, en las monografías mismas el conflicto está superado. La contradicción entre la tarea de interpretación y el supuesto aparato lingüístico implicado es notablemente amplia, como hemQs visto. Puede resolverse de este modo. Aun el acercamiento técnico más ejemplar al lenguaje no habrá resuelto de hecho el problema básico de la comunicación. La "experiencia" antro­pológica deriva de la aprehensión de una inadecuación crítica de (por lo menos) dos concepciones integrales del mundo. La rigidez de las herra­mientas lingüísticas de los funcionalistas no impidió sin embargo esta refle­xión. Por el contrario, la experiencia de la "incomprensión" le es decisiva. Si todos los antropólogos sociales hubieran sido cabalmente entrenados en ( digamos.\ la fonémica de su época, es poSible que hubieran llegado mucho menos rápido a la convicción de que las transcripciones no son suficientes. El ~roblema puede haber sido oscurecido, como lo está en cierta sociología occIdental, por una comprensión aparentemente detallada, pero superficial en realidad. Los postmalinowskianos hablaban como si ellos usasen el len­guaje como un~ "herramienta" para la comprensión de las sociedades, pero de hecho se velan forzados a intentar esta comprensión por la imposición

1 Si no nunca, entonces casi nunca. La correspondencia entre Bohannan (1956, 1958a, 1958b) con Beals (1957) Y Taylor (1958), por ejemplo, es curiosamente discreta en esta materia. Bohannan parece argüir que la lingüística 110 presta ayuda en el aprendizaje de idiomas. Este breve intercambio, sin embargo, viene de un medio excepcional en cuanto al mantenimiento de interés en el lenguaje.

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., .' ,',.,.. . sobre s.i¡/material de varias "estructuras" cuyas bases intuitivas y obscrva-

",~, CtoUaleS sólo en parte estaban abiertas al examen. En la década de 1950 . ;.,J~~~tus existencial de tales estructuras se había vuelto una preocupación

para el precavido. La escena estaba preparada para la discusión de los "modelos", categorías cognitivas, y todo el resto. El estudio del lenguaje tenía, por supuesto, una importancia real para los antropólogos sociales preocupados por estos temas, no principalmente en el nivel teórico, sino, por el contrario, en los niveles más generales de la teoría y práctica lin­güísticas.

Por cierto que estas observaciones no intentan hacer una virtud de un acercamiento obstinadamente erróneo al lenguaje. Los antropólogos sociales de Francia y los E.U.A. llegaron a similares consecuencias sin sepa­rarse del estudio del lenguaje. No obstante, sugieren la causa por la que las monografías etnográficas funcionaiistas del período de posguerra con­tienen pocos clásicos, y, por el contrario, los trabajos recientes más intere­santes no se han apoyado en la. etnografía tradicional sino en el análisis de modelos primitivos (y científjcos) del mundo.

EL NIVEL PRAGMATICO

El segundo nivel de contacto entre la antropología social y la lingüís­tica se ha ubicado esencialmente en el nivel de los ·'datos". Hubo un tiempo en que mucha de la interacción más fructífera entre las dos disciplinas pudo ser ubicada bajo este encabezamiento. Siempre ha sido normal, por ejem­plo, para los antropólogQs, especialmente en E.U.A., interesarse por las implicaciones históricas del material lingüístico. Donde han existido espe­cialidades literarias y)lingüísticas bien establecidas para ciertas culturas y regiones, los antrop610gos sociales han recurrido a ellas con gratitud (por ejemplo, para los estudios sobre la India, Dumont y Pocock, 1957-66; para sinología, Freedman, 1963). La resurrección general de los intereses his­tóricos en la antropología social inglesa a partir, de la década de 1950 (Evans-Pritchard, 1950, 1961a) ha dirigido también la atención al trabajo lingüístico en áreas etnográficas más tradicionales. Así, la clasificación de los lenguajes de Africa, que ha arrojado una luz nueva y a menudo des­orientadora sobre la htstoria del continente (Greenberg, 1963b; y Guthrie, 1948, 1953, 1962), ha provocado cierto interés por la naturaleza de la clasificación de lenguajes y sus relaciones con la tribu (d. Ardener, 1967: págs. 293-299; Chilver y Kaberry, 1968: págs. 9-12). Los problemas que plantea la clasificación de lenguas exóticas han despertado también el inte­rés por la obra de Swadesh, y por las teorías asociadas con los nombres "lexicoestadística" y "glotocronología" (Swadesh, 1950; Hymes, 1960). La tradición nativa de estos intereses histórico-lingüísticos pasa a través de antropólogos-administradores como Meek (v.g. 1931), Talbot (v.g. 1912), y Northcote Thomas (v.g. 1914). No obstante, estos hombres estuvieron pasados de moda durante mucho tiempo, y después solía acordárseles el rango menor de "etnólogos".

En este nivel, hay un sentido en el cual la antropología social ha sido

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capaz de "tomar o dejar" las contribuciones de la lingüística. l..s dos ,t~~: clases de datos, sociales y lingüísticos, no siempre armonizaban b . ' paradójicamente a causa de algunos contactos en este nivel qne la i facción por la lingüística, característica de la mayoría de los fnncionalistas de posgnerra, terminó de confirmarse. Los estudiosos de ambas materias construyen inevitablemente numerosas teorías sobre datos detallados sin preocuparse mayormente por el otro. Es también a este nivel que los ideales de "trabajo en equipo" o aun de seminarios comunes entre antropólogos sociales y lingüistas pierden eficacia. Como veremos, Lévi-Strauss pasó años luchando con la terminología lingüística en este nivel, y no empezó a clarificar su idea de la pertinencia de la lingüística estructural hasta que hubo abandonado efectivamente el nivel pragmático por el nivel de expli-cación. La mejor obra reciente en socíolingüística no se restringe a un solo nivel de operación: busca principios unificadores dentro de los cuales puedan usarse (con la mayor ventaja recíproca) los datos y métodos de la antropología social y la lingüística. No obstante, un buen terreno en el que pueden hacerse los contactos pragmáticos es la investigación del modo en que los miembros de las sociedades clasifican su medio amViente. Una discusión aquí servirá para introducir de un modo práctico algunas de las implicaciones que luego consideraremos en el nivel de explicación.

Clarificación y categoría

Este campo de la lingüística confina estrictamente con los intereses de la antropologia social. Hace mucho tiempo, Durkheim y Mauss prc~a­ron atención a ciertos principios unificadores que ligaban las categonas sociales y mentales de un pueblo. Muchos nombres bien conocidos en la lingüística y la antropología social norteamericanas (como, entre otros, Sapir, 1921; Whorf, 1956; Pike, 1954; Conklin, 1955; Lounsbury, 1956, Goo­denough, 1956; Frake, 1961), han contribuido, de una manera u otra, a este campo (algunas veces inadecuadamente llamado "cognitivo"), así como antropólogos sociales europeos como Lévi-Strauss (en mucho de su vasta obra), Leach (por ejemplo, .1964), Douglas (1966), y NeedRam (l960b). Algunos de sus desarrollos se han vuelto muy complicados. Hablando de manera general, casi todo este trabajo confirma la conc1usión de Saussure de que el lenguaje no es simplemente un instrumento clasifi­catorio del mundo "real". Más bien, hay álguna relación entre las catego­rías a través de las que se experimenta el mundo y el lenguaje usado para expresarlas. Algunas frases vagamente citadas al respecto no son causa de un serio conflicto de opiniones, pero las viejas cuestiones metafísicas y filosóficas que proponen están lejos de ser resueltas (L. J. Cohen, 1966; Hook, 1969: págs. 3-47). El criterio extremo de que el lenguaje reahnente determina la concepción del mundo de un modo cuasiindependiente, es atribuido por lo general a Whorf, y esta versión es comúnmente rechazada (véase Hoijer, 1955; L. J. Cohen, 1966: págs. 82-94). En algunos aspectos el trabajo de los semánticos alemanes es más estimulante hoy a causa de su enfoque más verdaderamente estructural, derivado de Saussure. Le debemos a UlIman (1951) el que estas obras sean familiares en Inglaterra.

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A aquellos antropólogos sociales para quienes todavía son novedosas las implicaciones generales de esta línea de trabajo, se los puede ilustrar mejor con el ejcmplo clásico de la terminolo~ía de los colores. Esto es, la manera cn que el espectro se divide en los diferentes idiomas. Podemos to­rnar el ejemplo, popularizado ya por HjelmsJev (1943: págs. 48-49).' de, los diferentes campos de referencia de ciertos nombres de colores en mgles y galés, cuya reimpresión,2 una vez más, justifico añadiendo, para mis p~opios propósitos, columnas para el galés coloquial moderno y para el lbo, y extendiendo el espectro hasta incluir el "negro" (figura 1).

El modo en que interpretamos la relación entre la realidad subyacente y la "clasificación impuesta", está abierto a la controversia. Las etiquet~s newtonianas a los colores en que se divide el espectro no proveen tal reah­dad, pues son el típico ejemplo del mismo proceso. Se sabe que Newto? llamó a un amigo para que designara los colores de su espectro, pues el no era capaz de distinguir matices. Deseaba que hubiese siete colores, y el término "índigo" fue usado para redondear ese número. a Este relato extraordinario revela mucho acerca de la categoría "siete" en el pensamiento científico del Renacimiento y acerca de las importaciones de tintura índigo a Europa en el mismo período. Se ha sugerido, no obstante, que hay ciertos detalles esenciales dados en cualquier clasificación de color, que constituyen universales en la clasificación de colores en un nivel mucho más profundo que el que revela una simple comparación de sistemas diferen.tes. De todos modos, no hay ninguna diferencia, en principio, entre el c?nocldo, pero sorprendente ejemplo de la clasificación de los co~ores y var~as otras categorías impuestas sobre el ambiente social y fíSICO por diferentes comunidades sociolingüísticas.

2 Véase también Hjelmslev, 1934: pág. 49; Malmberg, 1964: pág. 128; Capell, 1966: pág. 39 (donde no está correctamente demarcado). Hjelmslev alude también a otros sistemas: diferenciación de hermanos por sexo y edad, como entre el magyar, francés y malayo (véase Hjelmslev, 1957: pág. 104); diferenciación de "~rbol-mon.t;­selva" entre el francés, alemán y danés (1957: pág. 106; 1943: pág. 50). Vease tambIen Ullmann (1951). ,

3. Newton (diciembre de 1675) pensó que los siete colores debían corresponder a los siete intervalos en nuestra octava:

"Hace algunos años en una habitación oscurecida, con los colores prismáticos reflejados perpendigularmente en un papel distante veintidó~ pies d~l prisma, le pedí a un amigo que dibujara con un lápiz líneas a traves de la Imagen, ,o columna de colores, donde cada uno de los siete susodichos colores fuera mas pleno y vivo, y también donde juzgara que se encontrahan los (!onfines entre ellos, mientras yo sostenía el papel de modo tal que la imagen pudie~a caer. dell~ro de un CÍrculo marcado sobre él. Y esto lo hice en parte porque mIS propIOS OJOS no son muy exactos en distinguir colores, en parte porque otra persona a quien no le hubiese comuni'Cado mis ideas en la materia, no tendría sino sus ojos para indicarle dónde trazar sus marcas" (correspondencia recopilada en 1. B. Cohen, 1958: pág. 192; Tumbull, 1959: págs. 376-377).

Berchenshaw escribió sobre el sistema de Ne~ton (10 de Febrero de 1676):

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"Que la naturaleza genuina, y verdadera razón de la excelen.cia y .totalidad de la armonía de tres, cuatro, cinco, seis y siete partes, puede dIscernIrse claramente en el sistema de siete partes" (Cohen, op. cit.: 226).

La intuición de que un relativismo total es improductivo ha si borada por la evidencia surgida del estudio comparativo, que sugi un necesario relativismo vis-a-vis (por ejemplo) de las categorías del .... ~_..-:::;;" no necesariamente ha de inducirnos a creer en una total arbitrariedad toda categorización humana, No pretendo internarme en este debate en tanto se trate de los términos de parentesco. Lounsbury (1969: pág. 18) se ha referido a las posiciones asumidas por colegas míos (Beattie, 1964b) , junto con la de, por ejemplo, Leach (1958), como ejemplos de "criterio relativista extremo". Este enfoque y algunos aparentemente similares (Needham, 1958), de hecho eluden su obligación, pues su efecto es atribuir a la estructura del parentesco homologías con otras estructuras simbólicas

FIGURA 1. Al{!.unas rntegvl"Ías de color

Inglés Galés corriente Galés coloquial lbo moderno green gwyrdd

(verde) gwyrdd

ahehea ndu blue glas

glas (azul)

grey (gris) llwyd

brown llwyd

(marrón) brown ojii black du du (negro)

(no necesariamente genealógicas). quc son, () pueden ser, atrihuidas a uni­versales de otra clase: los de los procesos clasificatorios humanos. Ade­más, ciertas clasificaciones al menos parecen fielmente calcadas sobre realidades físicas y biológicas de la condición humana, según lo cual las diferentes categorizaciones sociolingüística~ de varias comunidades pueden desviarse quizá sólo en su grado de "amplitud", o en la dirección de ésta. El "relativismo" en tales casos aparece sólo en la determinación de los límites. No obstante, la justificación de la diferencia entre aquellas clasi­ficaciones que tienen un fondo "universal" y las que no lo tienen, no es de ningún modo fácil, y no puede ser supuesta por anticipado. Ha de atri­ryuírsele, entonces, el status de una hipótesis heurística a cierto grado de relativismo. No parece haber una necesidad imperiosa de recelar de esto, aunque un antropólogo social no puede dejar de observar que, en todas las sociedades, cualquier desarreglo de los límites de las categorías des­pierta el temor a la anomalía, generando creendas de corrupción, fenó­menos de inversión y tabúes (Douglas, 1966). Son las categorías de pen­samiento de nuestra propia tradición las que resultan desarregladas con

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estos ~'tudios. El "relativismo" puede, entonces, aparecer a veces como . ~, .... ~ .. , .. \~ •• 14 . gro filosófico fundamental. '.:: . En cualquier caso, se está de acuerdo en que la hipótesis corriente

de ra total universalidad de las categorías comunes no resistiría (aun en ausencia de material comparativo) a la evidencia de que pueden produ­cirse cambios en esos sistemas. Lo más sorprendente de las categorías de color del galés que cita Hjelmslev es que no se usan, por ejemplo, para explicar a un público de hablantes oe galés ciertos cambios en el código de color de los cables eléctricos (Y Cymro, 25 de marzo de 1970). Las formas modernas han sido alineadas CQn las inglesas, como en la tercera columna de la figmo 1. Además, gwyrdd, hos enteramos, fue una cate- . goría tomada en préstamo del latín viridis (Lewis, 1943: 10). Produjo una intrusión en el dominio de glas, que antaño habría tenido un rango "azul­verde" aun más cercano al ibo ahehea ,utu (Ardener, 1954). Una com­paración más detallada con el sistema ibo puede ayudar a elucidar alguno de los puntos en discusión, a través de los cuales emerge, del relativismo antropológico, una suerte de universalismo. La oposición básica de colores en ibo es ocha:o;ii (claridad: oscuridad). Al respecto el lenguaje cae en una clase admitida; por otra parte, hay términos para "rojo" (obara obara o whye whye), "azul-verde" (ahehea tulu o akwkwo MU), y "amarillo" (odo oeJo) con referentes concretos ("sangre" o "madera roja de Angola", "vegetación viva" u ''hojas'',.y "planta de tintura amarilla"). Hay una

FIGURA 2. Claridad y matiz

Matiz

obara obara (rojo) coch odo odo (amarillo) melyn

ahehea ndu (azul-verde) ¡das

ocha oiü Claro Oscuro gwyn llwyd du (bLtnoo)(griS)(ne~)

Ibo Clave Galés (Aproximaciones basadas

en el castellano)

cantidad dt' otras posibilidac!f>s descriptivas para matices específicos, pero excepto por la adición de ~amarillo", el sistema básico más bien se parece al del hanuuóo descripto por Conklin (1955), un caso típico bien conocido. De ese modo, el eje único de comparación entre el inglés y el ibo en la figura 1 quiebra completamente el continuo ocha:o;ii, que descansa sobre . el eje de la claridad, mientras que ahehea ndu descansa sobre el eje del matiz (véase figura 2).

Hay una oposición similar entre los términos galeses gwyn:du. El

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y "E!.LAt·. término "gris" llwyd se ubica en la mitad del eje claro:oscuro, con ¿ ando así una división triádica, opuesta a la díada del iba. Los térmi .......... W>I,., se refier~ a matices: glas "azul-verde", coch "rojo" y melyn "amarillo, similares a los del ibo básico. La artificial continuidad del "espectro" desde "verde" a "negro" en la segunda columna de la figura 1 está dictada meramente por la primera columna en inglés. Resulta de ciertas discre­pancias documentadas del inglés con el galés: por ejemplo las yeguas "grises" son "azules" en galés: glas (caseg las), mientras que el papel "marrón" es "gri;;": llwyd (papulr llwyd). 4 En el primer caso el inglés usa un término del eje claro: oscuro, contra un término de matiz del galés, mientras que en el segundo caso la situación es la inversa. Los términos de color en galés, por lo tanto, se elucidan meJ"I5t no en términos de "mallas perceptuales" ubicadas arbitrariamente sobre el espectro, sino en términos estructurales, que observaran la transición histórica del galés, similar a la de otros sistemas en su caminó hacia una mayor diferenciación de términos a lo largo del eje de matiz, sin perder la oposición claro:oscuro.(j

Es evidente que estas estructuras imbrican los. fenómenos "mentales" y "naturales", que están relacionados, a través de su expresión simbólica en el lenguaje, con lo "social". Además, están incluidas en metaníveles más amplios de simbolismo, "calcados" (para usar una metáfora lingüís­tica) sobre ello,>. Así, en ibo, la oposición ocha:ojii está asociada con opo­siciones como hermoso:feo, rítual:seculor, femenino:masculino, débil:robusto ( Ardener, 1954), en las que la categoría Dcha tiene el aspecto de "pureza y peligro", mientras que ojii es rústico y tranquilizador. Esta clase de polaridad es por supuesto muy común en la antropología social. Los usos galeses invitan a muchas especulaciones. Por ejemplo el eje claro:oscuro como un todo (gwynn:llwyd:du) parece simbolizar lo "sagrado", "anóma­lo" o "peligroso" (gwynfa.· "paraíso"; llwyd: "sagrado" sacerdotal; dubwill: "pozo negro", "la sepultura"), en oposición quizás al eje de matiz como

4 GPC (1968), en el artículo g/as, divide los referentes de color en 1) azul, celeste, azul cielo, azul verdoso, azul marino; 2) verde, verde pasto, verde azulado, azul clarof azul pálido o verde pálido, azul grisáceo, color pizarra, lívido pálido, gris cristal, gris; 3) plateado; 4) blanco verdoso, acero, gris hierro. Un rompecabezas mayor no podría ser elucidado sin el diagrama estructural de la figura 2: g/as, por último, suele tener el mismo referente que llu;yd, "gris", "santo de los clérigos", lo que se explica por la vecindad de .sus posiciones en el punto donde se unen los ejes galeses de claridad y brillo.

5 Ardcner (1954). Fue la señorita M. M. Green (lingüista y antropóloga) la primera en mencionarme las características de ocha. En los términos funcionalistas del ITlomento, yo expresé la antinomia ocha: o;ii en términos de "actividades". Aquí ha sido usada una ortografía simp'lificada. Las transcripciones del "alfabeto africano", en lo que difieren de las del texto, son éstas: xha, :lhara ;¡bara,. uhIJe uhye, ahehea nde, akwekw.¡nde. La teoría de un orden histórico en la sucesión de tipos de clasificación de color viene de Berlin y Káy (1969). Según sus ideas, los sistemas pueden contener: 1) sólo "negro" y "blanco"; 2) "blanco" más "negro" más "rojo"; 3) "negro" más "blanco" más "rojo" más "amarillo" o "verde"; 4) "negro" más "blanco" más "rojo" más "amarillo" !i "verde"; 5) "negro" más "blanco" más "rojo" más "amarillo" más "verde" más "azul"; 6) "negro" más "blanco" más "rojo" más "amarillo" más "verde" más "azul" más "marrón"; etcétera. De este modo los hanunóo estarían en la fase 3, los ibos y galeses primitivos, en la fase 4.

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un todo. Pese a las analogías básicas entre los sistemas iba y galés, el simbolismo de los matices está mucho más desarrollado en el último, y el terreno es muy rico. No necesitamos ir más allá del "Dream of Rho­nabwy" (Sueño de Rhonabwy), del siglo XIII (en Jones y Jones, 1949), para apreciarlo. No obstante, nuestra dilucidación de la ubicación de anomalías sobre el eje claro:oscuro nos da una inesperada explicación estructural del así llamado "crepúsculo celta". Como lo dice el antiguo poema galés "The Spoils of Annwn" (El saqueo de Annwn):

ygkaer pedrytan ynys pybyrdor echwyd amuchyd kymyscetor (En la Fortaleza Cuadrangular [del Otro Mundo), la isla de la

dura puerta, el mediodía y la negra oscuridad están mezclados)

(Loomis, 1956: págs. 136, 165).6

La relación de las estnlCturas de color con otros rasgos estructurales en la sociedad ha sido estudiada en el campo de la antropología social por Turner (1966, "rojo", "blanco", "negro"), Tambiah (1968: págs. 203-205), Y Leach (1970: págs. 21-35: "rojo", "verde", "amarillo") entre otros; para los fundamentos psicolingüísticos véase v.g. Brown y Lenneberg (1954), Lenneberg y'Roberts (1956), y Berlin y Kay (1969).

El gran interés del trabajo del lingüista alemán von Wartburg para la antropología social reside en su útil demostración del cambio en las estructuras de categorías traba&ls. En esos casos nos es difícil determinar si el cambio ocurre esencialmente en el '1enguaje" o en la "cultura" o en la "sociedad". Cualquier intento de distinción rígida se vuelve de hecho una sutileza fuera de lugar. Este es un terreno en el que la lingüística y la antropología social con frecuencia- se recubren totalmente ~n su materia de estudio, y en el que sin embargo el análisis de cada una será interesante. Una vez más un ejemplo familiar nos ayudará. Mientras que el latín distinguía entre "hermano de la madre" y "hermano del padre", y "her­mana del padre" y "hermana de la madre", esta distinción se ha perdido en, por ejemplo, el francés (figura 3). El análisis lingüístico nos muestra que "hermano de los padres" (ancle) y "hermana de los padres" (tante) son derivados de los términos latinos usados para "hermano de la madre" y "hermana de la madre" (este último más fácilmente visible en la palabra inglesa "aunt" que deriva del francés antiguo). El análisis lingüístico puede también sugerir razones por las que este par de términos habrían sido preferidos a los patrilineales. Así, puede argüirse, por ejemplo, que los derivados de matertera y de patruus caerían demasiado cerca en fran­cés de los derivados de mater y patero No hubiera sido así, sin embargo, porque las casillas vacías, en lugar de ser llenadas con nuevos términos (como sucedió en otros sistemas de clasi~icación) fueron absorbidas. Von

6 La traducción presenta algunas dificultades, pero "La luz crepuscular" está atestiguada en otras fuentes célticas: "terram pulcherrimam. , . obscuram tamen et aperto solarl lumine non illustratam" (Loomis, 1956: pág. 165),

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Wartburg (1969: pág. 156) señala, de un modo esencial~ente ~ntropo­lógico, que nos enfrentamos con el debilitamiento de la dIferencia en ~l status legal de parientes del lado paterno y del lado materno, que habia sido tan importante en el antiguo sistema latino.

En el mundo medieval la solución francesa fue aceptada por otros pueblos, incluido el alemán, que había conservado la distinción lado paterno:lado materno (FB Vetter, FZ Base, MB Oheim, MZ Muhme). Detrás de todos estos cambios de categorías amplias yace sin duda una

FIGURA 3.

Latín

Francés

Los destinos de algunos términos latinos de parentesco

~ patruus matertera avunculus amita

oncle tante

revolución social. Parece, no obstante, que en algún período coexistieron la terminología vieja y la nueva, rompiendo de ese modo la simple corres­pondencia directa entre terminología y organización social que manten.ía Radcliffe Brown. Además, Malmberg (1964: pág. 130) anota que la ~lS­tinción se mantiene aún en sueco a pesar de cambios jurídicos análogos. ¡

Es precisamente el aspecto diacrónico de los sistemas clasificatorios lo que han tendido a descuidar aun los modernos antropólogos sociales. En la denominación de las partes del cuerpo, "cadera" en latín era coxa, y "muslo" era temur. En francés el derivado de coxa (la cuisse) ha llegado a significar "muslo", y un vocablo nuevo de proveniencia germánica, han­che, llena <Jhora la categoría antes ocupada por coxa (véase figura 4). La situación en italiano, francés y portugués es similar, El lingüista dice:

FIGURA 4. "Cadera" y "muslo"

Latín Francés

"Cadera' coxa han che

"!vluslo" cuisse

7 Estos casos apoyan a Kroeber (1009) ya lo 'lile creo que es In posición actual dI:' Needham (véase Nel:'dham, 1\)71).

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\;. . "J.,a explicación reside en la embarazosa situación que se había pre-": <. ~;>·.sentado en latín: temur, -oris se había vuelto homónimo de fimus «estiércol» siguiendo la modificación de f¡mus, -i a femus, -oris bajo la influencia de stercus, -oris. Para evitar el ahora inaceptable femur, los hablantes recurrieron al nombre de la parte del cuerpo más cer­cana, coxa, quede ahí en adelante designó la región entre la cadera y la rodilla, y como esta extensión inevitablemente llevaba a confusio­nes, se volvieron en caso de necesidad al alemán "hanka, que habían oído algunas veces en boca de los mercenarios y colonos alemanes" (van Wartburg, 1969: pág. 118).

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·El problema antropológico se encuentra precisamente en la última frase. La admisión de "hanka no es un paso evidente por sí mismo. Tuvo fases sociales tanto como lingüísticas, y ya estamos en ese mundo de di­glosia, idiolecto, registro y diatipo.

Como 10 anota el mismo von Wartburg, "aparte de titta «pecho fe­menino», ningún otro nombre de partes del cuerpo fue tomado del ger­mánico en este período temprano" (página 118). Esto despierta la sospec~a de que lo que parece ser un desliz categorial, causado por una homonimla adventicia, puede ser en realidad la fusión de porciones de dos registros diferentes relativos al cuerpo: uno "educado" y otro "sexual" (¿serán parte de esta historia las "nodrizas alemanas" de von Wartburg?). Coxa fue tomado por el británico tardío, y sobrevive en galés (coes: Lewis, 1943: pág. 23) para toda la pierna. La naturaleza conservadora del latín britá­nico (Jackson, 1953: págs. 109-112) tiende a confirmaro la evidente ur­banidad de coxa, algo así como el "limb" (miembro) victoriano. En la clasificación H: L de C. A. Ferguson (1959) (con el uso de Denison del diatipo), coxa pertenece al diatipo H. El cuerpo "educado" tiene menos subdivisiones que el cuerpo "sexual",. El cuerpo "médico" puede tener más divisiones que ambos, y puede ser ambiguamente educado o sexual. La "lower leg" (pierna) romance asumió una terminología veterinaria griega: camba, y en francés esto se volvió "toda la pierna", subsumiendo así coxa, como iambe lo hace con cuisse hoy día. La clasificación corporal francesa actual contiene los restos de todas las clasificaciones, un verdadero bri­colage (Lévi-Strauss, 1962b), y seguirá siéndolo mientras exista el soutien­gorge (para sostener una "garganta" que incluye "el pecho"). La lingüís­tica de las categorías corporales se beneficiaría de lazos con la antropología social del simbolismo corporal (Douglas, 1966).

En un nivel cognitivo más complicado: hubo una división en el alto alemán medio, analizada por Trier (1931) y sus alumnos, entre wísheit, kunst y list (que ahora significan aproximadamente "sabiduría", "arte" y "artificio"). Pero kunst fue usado en su momento para las "altas" habili­dades cortesanas, y list para las habilidades bajas, no cortesanas (von Wartburg, 1969: pág. 157; Ullmann, 1959: pág. 166). Wísheit cubría ambos, más toda la sabiduría humana. Hacia 1300, no obstante, 1ist había caído (tras haberse vuelto "maña" o "truco"), y wísheit se había restringido a la experiencia mística. El terreno ahora estaba totalmente reestructurado por kunst y wizzen (un vocablo nuevo); el primero había adquirido con-

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notaciones de "arte" y el segundo de "conocimiento" (von \Vartbur : ~. págs. 157-158). El cambio representó no un deslizamiento categorial' ~..:S~. nomo, sino un "abandono de la imposición social del campo del conoci-miento" (ibíd.: pág. 161) resultado del colapso de la estructura cortesana. Un antropólogo social insistiría en que se la abandonó en favor de otra.

La noción de "campo lingüístico", de "campo semántico", o de "esfera conceptual" K fue extendida por Trier a tal punto que ha levantado críticas:

"Postula que todo el cuadro oel mundo, que el individuo y la comu­nidad lingüística lIevan dentro, puede ser subdividido completamente y orgánicamente. desde la totalidad ilacia abajo, en campo de tamaño siempre menor. Y cree que, dentro de estos campos. los dominios semánticos de las palabras individuales se acomodan uno al lado de otro formando un ininterrumpido mosaico" (von vVartburg, 1969: pág. 164). .

Un gran defecto del enfoque de Trier es que no expresa la multidi­mensionalidad de la fábrica humana de categorías. No obstante, el desen­volvimiento independiente de teorías próximas a las de Sapir y Whorf que han llevado a cabo los semánticos alemanes, es del mayor interés. El primero da mayor importancia al vocabulario, mientras que el segundo se interesa también por los determinantes gramaticales. De modo similar Pike (1954) concibe la cultura y el lenguaje combinados para formar una "malla conceptual" a través de la cual los individuos miran el mundo. Otros hablan de un "filtro". Capell (1966) acopia mucha materia útil al respecto. Las implicaciones estáticas de estas analogías son obvias. como lo es la asunción positivista de una realidad subyacente estable.

\Vhorf, un "relativista total" si es que alguna vez lo hubo, se aferraba con firmeza a la realidad. Su relato del trabajo que llevó a cabo como asesor de seguros contra incendio es un clásico (véase Carroll, 1964: págs. 135-137). Para él, los "tambores de gasolina vacíos" explotaban porque estaban clasificados como "vacíos" (de modo que la gente fumaba cerca de elIos) en vez de "llenos" (de vapores de gasolina). La "piedra caliza hilada" y los, "desechos de plomo" de los condensadores estallaban en llamas, pues no eran no inflamables como sugerían "piedra" o "plomo". La "realidad" de Whorf estaba inextricable mente entrelazada con las cla­sificaciones humanas. Las explosiones físicas se producían por una descui­dada mezcla de categorías tanto como de sustancias químicas. Toda la discusión precedente obviamente tiene implicaciones de la mayor importan­cia para los antropólogos sociales en cuanto a la interprC'tación o traduc­ción de las categorías de una sociedad en los términos de otra. Está claro. no obstante, que esta tarea parece no poder ser efectivamente abordada

R Von Humboldt (1836/1867) es el predecesor intelectual de la teoría de campo, aunque su "misticismo de la lengua madre" no siempre es atractivu. En su furma moderna data de 1910, con el análisis de R. Meyer de la terminulogía militar. Weis­gerber, Trier, Porzig, Jolles e Ipsen ('lile fue el primero en usar el término "campo") son los nombres principales (para referencias completas, véase Ullmanll, 1951: págs. 152-170; véase tamhién Ullmann, 1963: pág. 250).

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; ..... " , a~~' ~n' '~d~aiciones "empíricas" con un enfoque meramente "técnico" al

lenl~je.:# , " ~:thü"do en que se funden varios niveles de análisis y varias discipli­

nas en este campo puede ser ejemplificado una vez más. Los banyang y los bangwa son dos pueblos vee:inos del Camerún Occidental. Entre los pri­meros el término lingüístico ngo significa tanto "arma" como "fuego". Entre los segundos la palabra r¡wo, tomada de los primeros, significa "arma", mientras que emJ significa "fuego". La deducción de que los bangwa recibieron armas de fuego por primera vez de los banyang es útil, siendo como era posible al menos, en términos generales, que las hubiesen recibido de otros pueblos. Hasta aquí, entonces, los datos lin­güísticos han sugerido una inferencia de tipo histórico. No obstante, los banyang mismos recibieron las armas de los efik a través de los ejagham. En cada caso el artefacto fue interc~mbiado sin retener el término efik. Pero el efik (y el ejagham) también denominan "arma" y "fuego" con un solo término (efik ikar¡, ejagham ngon). Los banyang aceptaron el arma y (a través de la traducción) su identificación con el fuego. Esta identificación no sobrevivió, como vimos, en la posterior transmisión a los bangwa. El problema que ahora enfrentamos es la explicación de las diferentes clases de contacto lingüístico entre los efik (y los ejagham) y banyang, y entre los banyang y los bangwa. Podemos notar, no obstante, que el contacto físico entre los banyang y los bangwa es interrumpido por un alto acantilado. El análisis más detallado de estas diferencias y simili­tudes partiría tanto de la lingüística como de la antropología social, y de la antropología social por su propio provecho, no sólo por la ayuda (si la hay) que pueda prestar al lingüista.

Un problema más complejo es tratado en otro volumen. Es el bien conocido proceso por el cual palabras tomadas del francés normando pro­dujeron los vocablos paralelos en inglés para las bestias de granja "vivas" y "muertas": sheep/mutton, calf/veal, pig/pork, y cow/heef. Sir Walter Scott llegó a la conclusión de que la cscisión de las categorías inglesas reflejaba el hecho de que el inglés conocía el producto en pie, mientras que los normandos lo recibían ya cocido. La perpetuación de la división cuando los normandos e ingleses se volvieron una sola comunidad de habla no es tan fácil de explicar. Es aquí donde lo que habría parecido ser un simple matrimonio entre la antropología social y la lingüística a través de la noción de "estratificación social" resulta totalmente inadecuado. Otras distinciones de clases lineales se desvanecieron, a menudo por la super­posición del refinado francés sobre el rústico inglés. La estructuración de estas series regulares de oposiciones es muy otra, y parece expresar ciertas propensiones clasificatorias entre los hablantes del inglés, que por medio de ellas usaron para sus propios fines un fortuito tesoro bilingüe. Han sido en su mayor parte los antropólogos sociales quienes, hasta ahora al menos, se han ocupado del estudio de tales estflJcturas (Lévi-Strauss, v.g. 1962b y passim; Leach, 1964).

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EL NIVEL DE EXPLICACION

He Gonsiderado la cuestión de la clasificación en el aparta ·)S

contactos "pragmáticos" entre la antropología social y el lenguaje. De hecho, está claro que estas materias presentan problemas teóricos de algún peso. ,Exa~inaré aqu.í l~~, c~ntactos e~tre la leorí~ explicatoria de la antro­pologIa SOCIal y la ImgmstIca, espeCIalmente baJO encabezados referidos a Ferdinand de Saussure y Claude Lévi-Strauss. En la época del primero se postularon algunos principios que han pasado al primer plano (al menos en lo que concierne a la antropología social) sólo en la época del se­gundo. La discusión ~obre estos autores formará un andamiaje útil para el estudio de otras posiciones teóricas y temas analíticos en los contactos pasados y presentes entre ambas disciplinas. Después, bajo el título "El presente volumen", la relación de los trabajos aquí reunidos con algunos de estos problemas completará este ensayo introductorio.

F erdinand de Saussure

A primera vista es increíble el total descuido de los antropólogos sociales ingleses por Saussure. Esto puede explicarse en parte por el aisla­miento intelectual y la preocupación por la etnografía reinantes en el período entre las dos guerras. No obstante, debe decirse en compensación que J. R. Firth, el lingüista de los funcionalistas, no fue un intérprete comprensivo de Saussure, y que Malinowski nunca lo entendió. Aun en las condiciones más esclarecidas de los años recientes, muchos antropólogos sociales parecen haber descubierto a Saussure con retraso, por así decirlo, a través de Roland Barthes y de Lévi-Strauss, quienes, ambos de modo diferente, insertan una barrera entre el lector y Saussure, pese a que su pensamiento es la base de muchas de las ideas que acabamos de discutir. Obviamente, con casi cincuenta años de debate detrás de nosotros las observaciones siguientes sólo pueden ser el más rudimentario bos~uejo de su significación puramente antropológica, pero en un libro dirigido en primer lu?ar a los antropólogos sociales, vale la pena acometer la empresa.

Ferdmand de Saussure hizo importantes contribuciones a la filología comparada siendo muy joven (1878). Enseñó sánscrito en París desde 1881 a 1891, pero es conocido principalmente por sus lecciones de lingüís­tica dadas en la Universidad de Ginebra entre los años 1906 y 19U. En 1916,. después de su muerte, sus alumnos Charles Bally y Albert Sechehaye pubhcaron una notable reconstIucción de sus lecciones, siguiendo un pro­ceso que es en sí mismo de vivo interés antropológico:

"Todos aquellos que tuvieron el privilegio de participar de tan fecunda ~ enseña?za lamentaron que de aquellos cursos no resultara un libro. ,iJ ~ Despues de su muerte, esperábamos hallar en sus manuscritos, ama-

,,¡>, ~lemente puestos en nuestras manos por Mme. de Saussure, la imagen \ ~ h~l. o po~ lo men~s adecuada de aq~ellas lecciones geniales. Al prin-~ CIpIO creImos pOSIble una publicacion basada sobre un simple ajuste '\ - de las notas personales de Ferdinand de Saussure combinadas con las

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... ~otas de los estudiantes. Estábamos muy t'quivocados. No encontra-~~l; mos nada (o casi nada) que correspondiera a los cuadernos de sus

discípulos. Ferdinand de Saussure había destruido los borradores don­de trazaba diariamente el esquema de su exposición. En los cajones de su escritorio no encontramos más que esbozos muy viejos, no sin valor, por supuesto, pero imposibles de utilizar y de integrar con la materia de los tres cursos" (Saussure, 1916, en la edición 1922: págs. 7-8).

De modo que se reunieron los cuadernos de siete estudiantes, y los cursos se reconstruyeron.

"El problema de recrear el pensamiento de F. de Saussure fue difícil por cuanto la recreación tenía que ser enteramente objetiva. En cada punto, calando hasta el fondo de cada pensamiento particular, tenía­mos que esforzarnos por verlo, a la luz del sistema entero, en su forma definitiva. En primer lugar tuvimos que quitar las variaciones e irre­gularidades propias de las lecciones orales; luego, encajar la idea en su medio natural, presentando todas sus partes en un orden conforme con la intención del autor, aun cuando esa intención se adivinara más que se manifestara" (1922: pág. 9). '

Así fue compilado y publicado el Cours de linguistique générale, y con él se fundó la Escuela de Lingüística de Ginebra, en la que la sucesión del maestro fue ejercida hasta 1945 por Bally y Sechehaye, que murieron en 1946 y 1947 respectivamente. Desde entonces todas las fuentes han sido publicadas y críticamente analizadas (Codel, 1957; Engler, 1967, 1968). De algún modo es apropiado que el Cours y Saussure coexistiesen como significante y significado al modo de uno de sus propios signos lingüísticos.

Para los antropólogos la importancia del enfoque de Saussure está en que sus ideas analíticas eran "sociolingüísticas" más bien que puramente lingüísticas. Su distinción central fue, como todos saben, entre la langue y la parole. La langue para Saussure es el sistema abstraído de la totalidad de emisiones hechas por los sujetos pertenecientes a una comunidad de habla. Laparole es susceptible de medición acústica, de grabación mag-' netofónica y de otras pruebas físicas. La langue no lo es, pues se trata de un sistema abstraído de, y a su vez sobreimpuesto a la parole. Esta distin­ción langue/parole puede servir de patrón ejemplar para otras distincio­nes: tal la de la categoría del color versus el espectro físico, o la categoría de parentesco versus el parentesco biológico medido por el estudio de la estructura genética y la forma de ¡os matrimonios. Pero langue/parole e~ usada por Saussure de varios modos uifei-entes. Esta antinomia básica entre "forma" y "sustancia" (donde "forma" en un nivel puede volverse "sustancia" en otro) ha sido estereotipada con frecuencia en tipologías: tipos de langue, tipos de parole, formas intermedias (v.g. Sechehaye, 1940). Aun así, su carácter esencial uf,riva precisamente de esta supuesta fuente de confusión (Hockett, 1968: pág. 13; Householder, 1970: pág. 130). Po­demos ver ahora que su interés para la antropología social yace en su ori-

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ginal forma intuitiva, y la antinomia merece un lugar entre esas idea!~¡qjl son parte del "capital intelectual" de la disciplina (Evans-Pritchard, in ducción ~ Hertz, 1960: pág. 24; Needham, 1963: págs. xl~xliv).D

También de interés central para nosotros es la visión saussureana del lenguaje como un sistema. de signos. Su contribución aquí consistió en subrayar que el lenguaje no es un simple servicio de denominaciones (une nomenclature - 1922: pág. 34): como si hubiera sólo objetos en el mundo real esperando que se les dieran "nombres". Lo hizo al hablar de un signo lingüístico formado por dos componentes: el "significante" y el "significado"'. La palabra árbol en castellano es un signo lingüístico que consiste en la cadena acústica transcripta como / árbol / y en la clase de fenómenos que significa esta secuencia en castellano. No se pueden por lo tanto equiparar dos signos de diferentes lenguajes (digamos, árbol en castellano y arbre en francés) sin tomar en cuenta diferencias en el componente "significado". El "significado" para Saussure, es, no obstante, no una realidad, sino un "concepto". El signo no es la combinación de una serie de segmentos acús­ticos con un organismo botánico (Malmberg, 1964, pág. 44). !..as dos partes del signo son igualmente psíquicas" (Saus~;ure, 1922: pág. 32).

La "arbitrariedad" del signo lingüístico es una noción saussureana de cierta complejidad (Benvéniste, 1939). Apareció. sin duda, para responder a quienes adherían a la idea (incidentalmente apoyada por Tylor) de que todo lenguaje tenía un origen representacional -como lengua "signo" -. La

. cadena acústica no puede, de hecho, ser enteramente arbitraria en su aso­ciación con el "concepto" (v.g. Jakobson, 1960; J. R. Firth, 1957a: págs. 192-193). Como Durkheim y Lévi-Strauss (y Chomsky), Saussure desea subrayar la objetividad de sus entidades psíquicas:

"Los signos lingüísticos, aun siendo esencialmente psíquicos, no son abstracciones; las asociaciones ratificadas por el consentimiento colec­tivo, cuya totalidad constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento en el cerebro'" (1922: pág. 32).

Saussure se preocupó por las muy amplias implicaCiones de esta teoría de los signos. ,Pensó que debería haber una disciplina especial que estu­diase todos los sistemas de signos (une science qui étude la vie des signes au sein de la vie sociale) bajo el nombre de "semiología'".

D La antropología social en Inglaterra (para no hablar sino del país donde ha adquirido más renombre en las últimas décadas) se ha inspirado en ciertas ideas gene­rales, sutilmente derivadas de los primeros sociólogos franceses, que han tenido una influencia teórica singular, y mucho del progreso ha de atribuírsele a ellos.

"Se trata de nociones analíticas tales como "transición" , "polaridad" (oposición), "intercambio", "solidaridad", "total", "estructura", "clasificación". Ahora bien, éstas no son teorías sino conceptos altamente generales; son vagos, no formulan nada. A primera vista nada puede hacerse con ellos, y por cierto no pueden ser enseñados como postu­lados elementales en los cursos introductorios de antropología social. En realidad, su importancia llega a aprehenderse tras ardua aplicación a la tarea de comprender los fenómenos sociales; cuanto menos se sabe de la sociedad humana y de las representa­ciones colectivas menos parecen significar. Pero han probado tener un valor analítico grande y perenne, de modo que puede decirse que son ellos los que constituyen el "capital teórieo" de la antropología social" (Needham, 1963: págs. xlü-xIili).

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"La semiología nos enseñará en qué consisten los signos y qué leyes 1.os gobiernan. Puesto que todavía no existe, nadie puede decir qué -es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte de la ciencia general de la semiología. Las leyes que descubra serán aplicables a la lingüística, y ésta. se encontrará circunscripta a un área bien definida en el conjunto de los hechos humanos" (1922: pág. 33).

y luego:

"Si queremos descubrir la verdadera naturaleza de la lengua, debemos empezar por considerar lo que tiene en común con todos los otros sistemas del mismo orden; ciertos factores lingüísticos que a primera vista parecen muy importantes (por ejemplo, el trabajo del aparato vocal) deben recibir una consideración secundaria si no sirven más que para distinguir a la lengua de los otros sistemas. De este modo no sólo se esclarecerá el problema lingüístico. Estudiando los ritos, las costumbres,etc., como signos, creo que estos hechos aparecerán bajo otra luz, y se sentirá la necesidad de agruparlos en la semiología y de explicarlos por sus leyes" (1922: pág. 35).

Estas proféticas observaciones, publicadas cuando Malinowski estaba aún en las Trobriands, y formuladas sin duda poco antes de 1911 (y así quedan separadas de nosotros por una generación entera de funcionalismo), son la fuente última de muchas de las corrientes más generales, prove­nientes de la lingüística y de la escuela francesa, que han penetrado, a través de varias grietas, en las bases de la antropología social empírica desde 1945 y se han vuelto parte, gradualmente, de la atmósfera de su pensamiento. Saussure mismo, como Bloom fi eld, el eminente lingüista norteamerit:ano de la generación siguiente, se ocupó de las relaciones entre su disciplina y la psicología. Pero SaUSSUf(' hace la pregunta: "¿Tendre­mos que incorporar la lingülstica a la sociología?" (Para él antropologie no es aún antropología "social".) "El lenguaje", dice Saussure, repitiendo a Durkheim, "es un hecho social" (1922: ·pág. 21).

Doroszewski (19:33), que demostró t'on precisióñ la naturaleza durkhei­miana de la langue de Saussure (la oposición de Durkheim social: indivi­dual equivale a la de Saussure lallgue:parole), hac(' t:'sta interesante ob­servación:

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"F. de Saussure -lo sé de huena fuente- siguió el dehate filosófico entre Durkheim y Tarde con el más profundo interés. Si se toma en cuenta no sólo la idea, esencial para Saussure, de langue, sino también la idea complementaria de parole, la doctrina saussureana como un todo aparece entonces como un curioso intento, llevado a cabo por un lingüista de genio, de reconciliar las doctrinas opuestas de Durkheim y Tarde. En la oposición de lrmgue y parole uno vislumbra la oposi­ción de la idea de Durkheim a la de Tarde" (págs. 90-91).

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,'\, L,~ Hng¡¡;,t", fronce,e, han manten;dó en generol un punto de v;~;~,',' , ~. "sociológico" desde la época de Saussure. Vendryes (1921, 1952) X~r haye (1933), por ejemplo, reafirmaron los designios del maestro. . colaboró en L' Année Sociologique. Marce! Cohen (1948, en la edición de 1955: pág. 40), pese a encontrar la escuela de Durkheim plutot idéaliste, menciona a Saussure junto con Marx y Engels (el Der frankische Dialekt de este último fue publicado en Moscú en 1935).

Otro paralelo entre el pensamiento de Saussure y el de la sociología francesa, y de la antropología social de Radcliffe-Brown y Evans Pritchard, que lo sigue, es su uso de los términos sincrónica y diacrónico para describir dos enfoques básicos de la materia. A Saussure le importó hacer notar que el estudio histórico del lenguaje, que había dominado la lingüística hasta su momento, no era el único modo de investigación. Lo comparó al estudio de un corte longitudinal a lo largo del tronco de una planta (1922: pág. 125). Demostró que un corte transversal del tronco -su metáfora para el estudio sincrónico- mostraría también un sistema. El avance mali­nowskiano en la antropología social, que ocurrió poco después de la muerte de Saussure, tomó una forma similar. La posición "estructural­funcional" destacó el modelo sincrónico, en contraste con los enfoques his­toricistas -la preocupación por los orígenes- del período precedente. Saussure fue, no obstante, un pensador más flexible que Malinowski, o por lo menos, que los sucesores inmediatos de éste. Reconoció la impor­tancia tanto de la sincronía como de la diacronía, aunque arguyó que los dos enfoques debían ser claramente separados. Habla de leyes para ambos enfoques, pero realiza una importante reflexión que lo lleva mucho más allá de Radcliffe-Brown, otro creyente en las leyes, que murió recién en la década de 1950. Dice: "La ley sincrónica es general pero no impera­tiva. .. consigna un estado de cosas". Los modelos sincrónicos no con­tenían indicación de su propia estabilidad o falta de ellas: "El orden que define la leyes precario, precisamente porque no es imperativo" (1922: pág. 131). A veces, como veremos, Saussure usa vagamente ~l término équilibre para un estado sincrónico, pero no hay aquí un atajo hacia la idea de un equilibrio autoperpetuante de tipo cuasiorgánico, tal como el que ha perseguido la antropología social en nuestros días.

Vale la pena citar directamente algunas otras formulaciones de Saus­sure, pese a su familiaridad para los lingüistas: por ejemplo, este símil del lenguaje y el ajedrez.

"Pero de entre todas las comparaciones que pueden imaginarse, la más fecunda es la que se hace entre el funcionamiento de la kngua y una partida de ajedrez. En ambos juegos estamos en presencia de un sis­tema de valores, y de sus modificaciones observables" (1922: pág. 125).

(No un sistema de valuaciones, "valores morales", sino un sistema en el cual todas las partes tienen una cierta ponderación, una valencia.) En lo que sigue quizá valga la pena leer "sociedad" donde dice "lenguaje".

"Primero: un estado del juego corresponde enteramente a un estado

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" V~. del lenguaje. El valor respectivo de las pie~ ~epc?de. ~e. su posición ". • ep el tablero, del mismo modo que cada term)no hngmstIco toma su > .. / .;~~;v~lor de su oposición a todos los otros términos" (1922: págs. 125-126).

(Notar esa palabra "oposición". Hemos establecido con claridad aquí el punto de vista antropológico, ahora en boga, de que los elementos ~n el sistema se definen por oposición a todos los otros elementos en el SIS-tema.)

"En segundo lugar, el sistema siempre es momentáneo: varía de una posición a la siguiente. También es verdad que. los valores de~nden sobre todo de una convención inmutable: la sene de reglas del Juego, que existe ~ntes de iniciarse la partida y pers~te tras ca?a jugada:, Este tipo de reglas admitidas de una vez para slemp~e e~t~ tamblen en la lengua; son los principios constantes de la semIOlogla.

(Podemos hacer aquí la reflexión de que las posiciones de las piezas, y sus valores, involucran la operación de las reglas.)

"Por último, para pasar de un equilibrio al siguiente, o -seg~. nuestra terminología- de una sincronía a la siguiente, basta el mOVImIento dt> un solo trebejo: no hay mudanza general. Aquí tenemos el cont~a­punto del hecho diacrónico con todas sus peculiaridades" (1922: pago 126).

En particular anota Saussure que los cambios que afe~tan a los ~lemen­tos singulares (como con el movimIento de una sola pIeza del a]edrez) tienen repercusión en todo el sistema:

"Los cambios de valores que resulten serán, según la circunstancia, nulos, muy graves, o de importancia media. Una jugada pu~de revo­lucionar la partida y tener consecuencias hasta para las pIezas por el momento fuera de cuestión" (1922: pág. 126).

Saussure tenía en mente fenómenos lingüísticos del tipo (digamos) de la pérdida de la p indoeuropea en el celta com~. Todas las lenguas cél­ticas modernas tienen p. Sommerfelt y otros dIJeron, en efecto, que todo el sistema fonológico se estremeció, por así decirlo, y se reconstruyó (~amp, 1958: págs. 209-210). La p en ?alés, por ejempl?, es con frecuenCIa u~ derivado de la *qu indoeuropea dacksoll,1953: pag.413). Pero podemos extender esto a aquellas secciones del lenguaje que ya hemos señalado, de mayor importancia social, como cuando un t~rmi?o. desaparece por una hendidura de un sistema de clasificación. DIacromcamente, dos de las piezas de la serie de parentesco latina avunculus (MB), ami~a <, ~Z), patruus (FB), matertera (FZ), desaparecieron. Los valores smcro~Icos de tante (MZ, FZ) y oncle (MB, FB) como miembro! de. una se~~e ?C dos elementos son totalmente diferentes de los de sus eqmvalentes .dIa­crónicos amita y avunculus, que existieron en una serie de cuatro mlem-

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" bros. Lo mismo pasa con la pérdida de te mur, en nuestro otro ejem8.lo,~. '. con sus repercusiones bilingÜes. '~/

Saussnre dice más adelante: "El desplazamiento de una pieza es hecho absolutamente distinto del equilibrio precedente y del equilibrio subsiguiente. El cambio operado no pertenece a ninguno de los dos esta­dos: ahora bien, lo único importante son los estados". Esta última obser­vación aforística se amplifica así:

"En una partida de ajedrez, cualquier posición determinada tiene como carácter único el estar liberada de sus antecedentes; es totalmente indiferente que se haya llegado a ella por un camino o por otro; el que haya seguido toda la partida no tiene la menor ventaja sobre el curioso que viene a mirar el estado del juego en el momento crítico" (1922: pág. 126).

Llegamos ahora a un rasgo del pensamiento de Saussure que muchos han encontrado innecesariamente rígido. Insiste no sólo en que un estudio sincrónico de los fenómenos debe ser distinguido conceptualmente de un estudio diacrónico, sino en que los hechos inferidos pertenecen en realidad a dos universos diferentes. Las formulaciones diacrónicas no pueden ser reducidas a formulaciones sincrónicas. Establece una "oposición" entre los dos modos, que deriva de su convicción de que las metodologías de ambos no son intercambiables. Por esto Sal1ssure ha sido criticado por quienes equivocadamente han creído que negando la posibilidad de separar lo sincrónico de lo diacrónico levantan un estrado para el solismo lingüís­tico. lO Tratamos aquí, por supuesto, de modelos erigidos con diferentes selecciones de datos, y el instinto de Saussure era cabal al reconocer que es preciso gran rigor para no confundirlos.

Saussure formula con mucha mayor eficiencia su intuición de esas críticas cuando considera (como hipótesis puramente especulativa) la posibilidad de un criterio "pancrónico". En esto se muestra particular­mente avanzado. "En lingüística, dice, como en el juego del ajedrez, hay reglas que sobreviven a todos los acontecimientos" (1922: pág. 135). El razonamiento por el que pudo desenvolverse un criterio pan crónico puede ser aclarado de ·este modo: decimos que la sincronía equivale a un estado momentáneo del tablero de ajedrez. El observador deducirá algunas de las reglas, más aún, casi todas las reglas del ajedrez, de los distintos estados que vaya adquiriendo el tablero a lo largo de una partida, pues los "va­lores" de los elementos (las piezas) implican las reglas en sus posiciones. Pero algunas de las reglas no pueden deducirse ni del desarrollo de la partida ni de su estado presente, entre ellas la regla del mate. Estas reglas en sentido total son las que Saussure excluiría de la sincronía y la diacronía, y asignaría al campo pancrónico. El rechazo ele Saussure de construir estas reglas en los fenómenos lingÜísticos mismos es un indicio de su determi­nación de mantener las distancias entre el lenguaje y el estudio del lenguaje. Hemos visto que el modElo diacrónico depende para él de la "oposición", el

lO Así, von Wartburg (1969: pág. 194).

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contraste, de cada elemento con otro en una serie; mientras que el modelo sincrónico depende de la oposición de cada elemento a otro en un sistema en un momento dado. Las reglas que relacionan estos dos modos analíticos de oposición no aparecen en ninguno de los dos modos por separado. Percibió correctamente, pese a las oscuridades de su expresión, que su oposición metodológica se resolvía no en el lenguaje, sino en lo que ahora comúnmente se llama metalenguaje.

Cualquiera que sea la crítica que se le haga a Saussure (Collinder, 1968, hace un brioso ataque a las pretensiones "polémicas" de Saussure) 11

es ahora la esendal modernidad de sus proposiciones la que nos sorprende a través de los apuntes de sus alumnos. Está todo allí. No sólo la sincronía y la diacronía, sino la idea de oposición, que luego es. desarrollada por Trubetzkoy, Jakobson, y la Escuela de Praga, y de allí transmitida a Lévi­Strauss. Muchos de los modernos devaneos con la teoría de los juegos parecen pobres al lado de la analogía que Saussure planteó hace medio siglo. (Siempre tuvo cuidado con los peligros latentes de esta analogía: "Para que la partida de ajedre:l se pareciera en todo a la lengua, sería ne­cesario suponer un jugador inconsciente o no inteligente" (1922: pág. 127). Su analogía con el ajedrez, por supuesto, reaparece en Wittgenstein (por ejemplo, 1963: pág. 15),12 en el jurista Hart (1961) y en Ross (1958); véase Antropología social y modelos de lenguaje. Si Saussure es el verdadero padre del estructuralismo, debemos, no obstante, pagar tributo a la influen­cia de la escuela francesa de sociología por haber estimulado su pensa­miento. Saussure, por decirlo así, canalizó hacia la lingüística elementos de la nueva sociologíe a la que le faltaba aplicación concreta, dada la escasez de datos sociales sistemáticamente recogidos. Los datos lingüísticos, más copiosos, sirvieron como un campo de pruebas, del cual los conceptos analíticos fueron devueltos a los sucesores de Durkheim en una generación posterior, sumados y enriquecidos. Lévi-Strauss con frecuencia habla con palabras de Saussure:

"La antropología aspira a ser una ciencia semiológica ... Esta es una razón más (sumada a otras muchas) por la que la antropología debe­ría mantener un íntimo contacto con la lingüística, donde, con respecto' al hecho social del habla hay el mismo cuidado por evitar la separa-

11 Collinder (1968: pág. 183) dice que Schuchardt expresó la idea de la coupe verticale y la coupe horizontale del lenguaje en 1874. Para Collinder (pág. 210):

"Das Panorama, das im Cours de linguistique générale aufgerollt wird, ist kein getreues Bild der wirklichen Sprachwelt. Dieses sysfeme oú tout se tient ist nicht einer urwüchsigen Landschaft ahnlich; es gleicht viehmehr einem altmodischen zugestutzten franzosischen Schlosspark." .

Vemos aquí el terco pero común lamento por un modelo formal que no genera "realidad".

1!l Refiriéndose a Philosophical lnvestigations (19.5.3) de Wittgenstein, dice Ullmann (19.59: pág. 303):

"Hay una inconfundible afinidad entre algunas de sus ideas y el pensamiento de los lingüistas contemporáneos -afinidad tanto más notahle cuanto que \Vittgenstein no parece haber estado familiarizado con lihros de Iingüística-,"

Oh servamos lo misma en \Vaismann (1968).

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c~ón de la base objetiva del lenguaje (sonido) de sus funciones Significativas (significado)" (Lévi-Strauss, 1963a: pág. 364).

Hjelmslev, de Copenhague, nos parece ahora, como años atrás le pa-reció a Bally (Hjelmslev, 1959: pág. 31), el más claro exponente de la visión saussureana. Cita el trabajo "semiológico" checoslovaco de la década de 1930, sobre vestimentas típicas, arte y literatura, que no es fácilmente a~c~sible; 13 y también cita a Buyssens (1943). Advierte la importancia de 10glCos como Carnap, y considera los sistemas de signos como "sistemas abstractos de transformación" (página 108), transportándonos, en 1943, al mundo de la antropología social moderna, y, como en otra parte (véase volumen siguiente), usando la terminología de la generatividad catorce años 'antes d~ su encarnación norteamericana. Anotó en 1948 (en Hjelms­lev, 1959: pago 34) que la semiología "no interesa a los lingüistas". No parece siquiera preparado para desarrollar el hecho de que "en el Cours de Saussure esta disciplina general es imaginada erigiéndose sobre bases esencialmente sociológicas y psicológicas" (Hjelmslev, 1943: pág. 96). Pese a lo cual su sistema no se iimita a los meros datos lingüísticos: "En la práctica un lenguaje es una semiótica a la que pueden ser traducidas todas las otras semióticas y todos los otro~ lenguajes y todas las otras estruc­turas semióticas concebibles" (1943: pág. 97). Sobre esto volveremos más adelante.

Esto difiere de Barthes (1967: pág. 9) quien dice que, contrariando l~s expectativ~s d~ Sa?ssure, la s~miología debe formar parte de la lingüís­tIca, porque: Esta leJOS de ser CIerto que en la vida social actual puedan encontrarse sistemas extensivos de signos fuera del lenguaje humano". Esta not~ble in~omprensión deriva de la preocupación de Barthes por la semio-10J?a de SIstemas menores (el código de tránsito, la moda). Su problema baslCo, no obstante, retrocediendo a las observaciones de Hjelmslev, es que los lingüistas no pudieron ver realmente en la sociología o en la antro­po.logía . que se les ofrecía en la generación posterior a Saussure, ninguna eVIdenCIa real de lo que Saussure decía. La sociología de Durkheim, po­demos decir que se había vuelto subterránea. Sólo ahora a través de Lévi-Strauss, empieza a emerger una semiótica de amplia i~portancia so­~ia~. La semiología de Barthes, como la de Buyssens (1943), está muy mbmamente calcada de detallados ejemplos lingüísticos para cumplir su cometido. Es una semiología minor, de pequeños sistemas icónicos. Para c?mprender la semiología de Saussure acertadamente debemos admitir que solo en parte sus principios serán deducibles del lenguaje; una semiótica de la sociedad deducirá sus propios principios, que serán asociados con los de otros sistemas. La dificultad de Barthes es afín a la de los antropólogos que pretenden aplicar los conceptos operacionales pragmáticos (saturados de datos) de otra disciplina a la propia.

El en~oque panc~~nico (o pan cronístico ) de Saussure, por otra parte, que para el nunca deJO de ser un programa, pues no pudo percibir ningún modelo o método para hacerlo realidad, ha pasado, en lo que al lenguaje

13 Por ejemplo: Bogatyrev, 1931 (que no he podido consultar) y 19.35.

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, . ::: .'. ~ '!~ .L'),

\\ se refiere, a las manos de los gramáticos generativos transformacionales. . ....., 4.~msky postula que del estudio del lenguaje como una situación dada ""'~"'~eden deducirse reglas; de modo tal que, para él, una gramática puede

predecir todas las oraciones bien formadas de una lengua, incluidas aque-llas que no han sido pronunciadas aún. Se ha dicho con frecuencia que

Iljll la oposición de competence y performance ("competencia" y "desem-I~! I peño") de los gramáticos generativos es análoga a la oposición langue:

parole, aunque el criterio de Chomsky al respecto no ha sido consecuente (1968). Con posterioridad se ha reconocido (King, 1969: pág. 1l) que los estrictos principios saussureanos hacen imposible la comparación entre dos

I ~ dialectos: porque los "valores" de los elementos en los dos sistemas no son los mismos. Así, o en un dialecto con un sistema de cinco vocales no es

~" , comparable en valor con o en un dialecto con un sistema de siete vocales. Este problema no es distinto del que presentan los lingüistas diacrónicos: ¿en qué sentido jai/ en el sistema vocálico del inglés moderno "corres-

(' ponde" a ji:/ del inglés medio? La solución transformacional está, no I obstante, implícita en la rigurosa percepción de Saussure del uso de mo­

delos. Las evidentes conexiones entre los valores de dos sistemas pueden ser descriptas sólo en el nivel de oposiciones entre reglas que estén ellas mismas en un sistema de reglas. Esto es lo que significa realmente el trata­miento transformacional en términos de "pérdida de regla" y "adquisición de regla" (Chomsky, 1968; tercer volumen de esta serie). Las "gramáticas" de los transformacionalistas son modelos de "competencia". Buscan, en realidad, "meta-reglas" transformacionales para la relación de los "estados" saussureanos. Así como los saussureanos (y Saussure) confunden con fre­cuencia el modelo langue con una realidad mayor que el modelo, tam­bién muchos transformacionalistas hablan como si sus programas para un modelo de "competencia" estuvieran ya realizados. Puede decirse en­tonces que el enfoque pan crónico se encuentra en proceso de formulación -en principio por lo menos-o No nos sorprenderemos si su práctica pre­senta grandes dificultades.14

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Semiótica y sociedad 15

¿Por qué deberían volver a pensar en Saussure los antropólogos so- , ciales? Aparte de su importancia en haber anticipado la discusión de diacronía y sincronía, y haber mostrado el camino a la idea de sistema y

14 Sé que una "lingüística pancrónica" ha sido previamente anunciada varias veces (Ullmann, 1951: págs. 258-299). No es casual que esto haya tenido una impor­tante incidencia en una visión de la semántica. No obstante, al discutir la distinción saussureana diacronía: sincronía, debemos reconocer que existe al nivel de modelos de sistemas formales (véase mi ensayo en este volumen).' De modo similar, la pancronía de Saussure debe ser observable al nivel modelo: hasta ahora sólo los transformacio­na listas han demostrado creíblemente, si bien parcialmente, las posibilidades de tal modelo. Es interesante que la "pancronía" haya sido generalmente ignorada por los lingüistas estructuralistas en su exégesis de Saussure, pues para ellos su mensaje era un manifiesto sincrónico, mientras que la diacronía tenía menos importancia (v.g. véase Wells, 1947, en Ioos, 1957).

15 El término semiótica (semiotic) proviene de Locke, como "la doctrina de los signos". Su uso fue desarrollado por C. S. Peirce. MorTis, Carnap y Hjelmslev contri-

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oposición, y todo el resto, sus ideas contienen una generalidad que;,~" i li­fica la tarea aun de la mente más empírica. Tomaré un ejemplo. . s.: mente ~ncontramos que los signos rituales tienen polos contradictorios e significado. Turner (1964: págs. 30-31) expresa esta distinción de modos diversos. Así, un símbolo puede referirse a "emociones, sangre, genitalidad" (en el polo "sensorial"), y al mismo tiempo a la "unidad, continuidad de los grupos" (en el polo "ideológico"). La división que hace Sapir de los símbolos en símbolos de "condensación" (con raíces inconscientes) y sím­bolos "referenciales" (señales, banderas), corresponde, para Turner, a estos dos polos, salvo que los símbolos rituales combinan ambos. Algunos antro­pólog()s sociales restringen el término -"signo" a los símbolos referenciales de Sapir, y llaman "símbolo" a los que Sapir llama "de condensación". No es fácil defender estas distinciones, desde un punto de vista saussureano. Tomemos un signo lingüístico ndembu, el significante: mudyi (una "ima­gen acústica"); el significado: "un árbol de savia lechosa" ("el concepto"). Ahora bien, la asociación de "savia lechosa" con "leche de madre" es tan evidente que la ecuación queda habilitada para su inmediata inclusión en el diccionario ndembu como parte del "concepto" (ibíd.: págs. 21-27). De este modo, el aspecto más "biológico" o "sensorial" puede llenar los requi­sitos de "consciente" para una definición lexicográfica. Por el contrario, puede demostrarse fácilmente que "unidad de la línea de descendencia materna" o algo similar, es inconsciente. Así, el polo emocional, biológico ("sensorial") parece formar parte del signo lingüístico antes que el polo "ideológico".

Parecería más útil volver a la distinción entre un signo lingüístico y un signo ritual. Ahora bien, un signo ritual no es expresado como tal en el lenguaje. El "árbol mudyi", como miembro de una serié' 'de signos rituales, forma parte de una semiología distinta del elemento léxico mudyi como signo lingüístico en idioma ndembu. No obstante lo cual el árbol ritual no es menos "concepto" que el significante de mudyi. De este modo, el árbol botánico genera dos "conceptos". Uno está vinculado a la cadena acústica mudyi y es un signo lingüístico. El otro está vinculado a imágenes rituales, y es un significante ritual, en un signo ritual (véase figura 5).

En principio, tal signo existe sin ninguna "denominación": su denomi­nación (aquello por lo que se lo conoce) es su "valor" como un elemento en un sistema de elementos similares. En la práctica, los significados ritua­les recubren los significados lingüísticos. Elementos llamados "sensoriales" e "ideológicos" pueden caer en cualquiera de ambos terrenos. Los signi-

buyeron al crédito de que disfruta hoy. Margaret Mead acuñó el término semiotics para referirse al estudio de "comunicaciones pautadas en todas las modalidades" durante una discusión en el Congreso de Indiana de 1962, que es reproducida en Sebeok, Hayes y Bateson (1964, véanse págs. 1-7,275-276). De este modo semiotics está cerca de la sémiologie de Saussure (más de lo que lo está la sémiotogze de Barthes). Puede ser útil retener semiología para describir el estudio de las semióticas ( semiotics ) usado como plural de semiótica (semiotic). A su vez, una semiótica es un sistema de signos. La coexistencia en la sociedad de gran número de semióticas demuestra que no debe hacerse ninguna descripción útil a través de modelos de sistemas, abstracciones, sistemas ideales.

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ficados lingüísticos, no obstante, pueden ser "desenvueltos" conscientemente con palabras. Los significados rituales, por definición, contienen elementos que nadie ha desarrollado aún con signos semióticós o lingüísticos. Podemos traducir la semiótica ritual al lenguaje, pero si no tenemos cuidado termi­namos con las muchas polaridades que nos han legado los valiosos trabajos de Turner. Una "metasemiótica" que se encargue de la estructura de todos los signos tendrá una simplicidad mayor que la laboriosa traducción de significados rituales a lenguaje natural. Las polaridades internas de los símbolos pueden ser comprendidas, al menos provisionalmente, ubicando sus elementos en diferentes sistemas de signos. Lo que se ha dicho acerca

Signo lingüístico (mudyi)

FIGURA 5. Signos lingiúl>ticos IJ rituales

Diplorrhyncus mossambiciensis ("el árbol de leche")

Signo ritual

(sin denominación lingüística)

de sCJlJitítica ritual en relación con la semiótica lingiiística l'S aplicabJt. a todas las semióticas que podamos definir. Hasta aquí podclllos estar de acul'J'do con Barthes en que el lenguaje servirá a menudo como índice de algunos de estos sistemas, como en su propio estudio sobre la moda -pero, de un modo bastante interesante, es justamente aquí donde el lenguaje como semiótica es más oscuro. Estas sugestiones de otros sistemas subsisten a menudo como "redundancias" del I,~nguaje. La semiótica del cuerpo hu­mano ya ha sido mencionada. Su continua "interferencia" en la clasificación lingüística del cuerpo es uno de los problemas diarios de la existencia social ordenada, y ya ha sido ilustrada más arriba con material lingüístico, tradicional.

Banderas en hlanc,)

Podemos imaginar un sistema semiótico que dependa, en ausencia del poder del habla, ue la coneÍencia qu!:' tengan sus partidpantes de relaciones lógicas entre ellos en el espado, definjdas eontextualmente, Es deCir: la posición de cada participante en relación con otro en una reunión, y en relación con objetos en un ambiente fijo. Los "elementos" de la semió­tica serían formulados por su presenda existencial y adquirirían "sentido" ( "valor") a través de las "relaciones", que serían conscientes, al modo de una sintaxis. La extensión posible de tales semióticas 110 parlantes disocia­das es grande. Para su estudio sería necesaria una cuidadosa estructuración previa del ambiente biopsíquico, pues los actores mismos son símbolos l'll

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la st'miótica, y debe proveerse una serie reconocible de teatros 'para la ac­ción. La serie completa de rastros semióticos está vacía en términos lingüísticos, pues no hay habla. La "adquisición" del lenguaje (si uno puede usar tal palabra en tal situación) sería como la adquisición de las matemáticas para los celosos mensuradores primitivos que tenían unidades ad hoc para cada clase de objeto medido, acopiadas en forma física (como los bastones de madera con medidas que durante mucho tiempo sirvieron de leña en el Parlamento). La generalidad ~)otencial de la imagen acústica como sustituto para múltiples significantes tipo es evidente. Estas obser­vaciones no necesitan tener un significado evolutivo (aunque en la novela Los Herederos, de \Villiam Golding, encontramos refugiados neandertháli­cos que usan la novedosa semiótica acú,tica con deficiente habilidad: para la comunicación rápida y efIcaz se muestran unos a otros "cuadros") -. Si fueran a tener tal importancia, indudablemente sería para decirnos (pace Chomsky) que la semiótica no lingüística había llegado a un alto grado de complejidad antes de que el lenguaje iniciara la codificación de su dominio,

La similitud de mi caso hipotético con semióticas "primitivas" que real­mente coexisten con el lenguaje, sugiere que la necesidad de una cuidadosa estructuración del ambiente es mayor dondf' d lenguaje no traduce todas las semióticas, El rasgo principal de las sociedades -término convencional discutible- arcaicas, populares, "de minorías", y otras, toma así el aspecto de un mecanismo "sostén de canal", Además, si tienen lugar todavía nuevos movimientos en sociedades altamente "lingüísticas", pueden, quizás exclu­sivamente, expresarse al principio en una semiótica no lingüística. En este sentido los movimientos políticos de la década de 1970 son manifestaciones con banderas en blanco, no importa lo que, en cada oportunidad, se escriba en ellas. En un nivel más detallado: los supuestos "códigos restringidos" de los marginados de la clase obrera de que habla Bernstein son mejor comprendidos como una variante local del caso "primitivo".

Finalmente, la vieja y aún floreciente conciencia de las semióticas no lingüísticas, provee, mediante la estructuración del ambiente biosocial en todos los niveles, un adecuado "locus" no místico para las representaciones colectivas durkheimianas y otras entidades "cosmológicas", que hace mucho provocaron el rechazo de Malinowski, como aún lo provocan en los depar­tamentos de antropología social donde la tradición ortodoxa fue transmitida intacta. Debemos admitir que el mismo Durkheim (1898, traducción 1951) lucha con la relación entre representaciones individuales y colectivas. Está reducido a una declaración de fe, y a algunas esperanzas de telepatía ( 1951: págs. 18-23).

La escuela francesa se basa en los conceptos de extériol'ité y extério­risation -términos que los comentaristas de habla inglesa no siempre com­prenden-. Para Saussure, extél'iorité era un rasgo d\~ langue (Doroszewski, 1933: 89). Sechehaye (1933: pág. 63), su discípulo, vio el lenguaje como "similar" a las costumbres, creencias, organización política: "Comme toutes ces choses, elle constítue un objet extél'ieur a l'individu. ,.". Es muy su­gestivo que Cassirer, en el mismo periódico, en el mismo año, hable de la construcción lingüística del mundo de los objetos como "l'extériorisatioll

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.:~ " _!l'!f ~i"mples états du moi". F933: 30~: Qu~ ~im~~is hahle de la" ohra de '''',;~V'I'''::'Strauss como expreSlOn de la extenonzaClOn del hombre (196R:

págs. 335) resulta natural y previsible. No es que los saussuro-durkhei­mianos vean las representaciones colectivas como "fuen¡" del individuo: el

I ~ I individuo de algún modo es parte de ellas. Es interesante observar que I McLuhan (1970: págs. 37-40) reproduce la noción esencial de extériorisa-

'~ , tion como oute1'Íng, aunque no conozco el proceso por el que incorpora de ese modo setenta años de pensamiento francés. '6

La terminología de la semiótica puede ser expresada de modo más mecanicista por medio de la teoría de la comunicación. Debemos visuali:zar

~ que el mensaje en un canal se vuelve a sí mismo el canal de los metamen­sajes. Lévi-Strauss (1963a: pág. 61) formula implícitamente el caso general,

" a partir del caso particular de las mujeres: los seres humanos hablan, pero también son elementos simbólicos en un sif>te11la de comunicación (véase también Ardener, en prensa). Cuando el lenguaje falla, o se retrasa en su

r ' tarea, como en cierta medida sucede en la vida actual, nos sentiremos I felices si nuestros ensayos desenredan principios semiológicos generales, a

los que durante tanto tiempo dirigió su atención Saussure.

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Claude Lévi-Strauss y el fonema

Los originales ensayos en los que Lévi-Straus"s expone sus contactos con la lingüística son muy disímiles en su consideración del problema. La primera formulación fue publicada en agosto de 1945, en el primer número de W ord. Sus observaciones introductorias ganan un interés adicional si se tiene en cuenta la época en que fueron publicadas:

"La lingüística' ocupa un sitio especial entre las ciencias sociales, a las que incuestionablemente pertenece. No es sólo una ciencia social como las otras sino más bien la ciencia en la que se han hecho los mayores progresos. Quizá sea la única que puede reclamar con derecho el nom­bre de ciencia y que ha llevado a cabo tanto la formulación de un método empírico como la comprensión de la naturaleza de los datos sometidos a su análisis" (1963a: pág. 3]).

Habla de la "privilegiada posición" de su disciplina y de psicólogos, sociólogos y antropólogos "ansiosos de aprender de la lingüística moderna el camino que los conduzca al conocimiento empírico de los fenómenos sociales" (ibíd.). El elogio de la lingüística es, en parte al menos, el elogio convencional al anfitrión en una puhlicación nueva y una cierta precaución ante la crítica que pudiera acusarlo de invadir tel'l'eno ajeno. No obstante, 1945 fue una fecha temprana de verdad para una postura que, un cuarto de siglo después, no es todavía aceptada plenamente por la mayoría de los antropólogos sociales funcionalistas. Por supuesto, puede decirse "fecha

16 McLuhan (1970: pág. 39) habla de sillas "que exteriorizan" (outerillg) al ser humano, y que llevan a mesas, y a una reestructuración del anlbiente humano. SlIS

modismos "pop" reflejan las modernas corrientes "estructuralistas" de un modo el veces curioso, pero inadecuado.

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... ~ ... onc·4 antigua de verdad", porque Lévi-Strauss ~e H'fiere a un artículo de ~~ .. ' (1924), citando esta declaración: "Por cierto que la sociología habría llegado mucho más lejos si hubiera seguido en todo la guía de la lingüís-tica ... " (en Mauss, 1950; en la edición de 1966: pág. 299). Lévi-Strauss creía que la posición había cambiado de grado: lingüistas y antropólogos sociales no habían dejado de observarse, pero si los últimos no habían seguido el ejerpplo lingüístico tan lejos como hubieran podido, "después de todo la antropología y la sociología buscaban en la lingüística sólo ideas; nadie esperaba una revelación" (1963a: pág. 33).

¿En qué consistió su revelación, en 1945? Dice: "El advenimiento de la lingüística estructural trastornó esta situación"; y sigue, en un tono apo­calíptico:

"La lingüística estructural tendrá, respecto de las ciencias sociales,' el mismo papel renovador que correspondió a la física nuclear, por ejem­plo, en cuanto a las ciencias físicas" (ibíd.).

Una declaración publicada en el mes de la explosión de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki encontraría una audiencia que no iba a subestimar la contribución de la física nuclear: en ese entonces la física nuclear no era todavía un trasto viejo. La revelación se refería, de hecho, a la lingüística de la Escuela de Praga (emigrada a los E.U.A." por esa épo­ca), con la que Lévi-Strauss había entrado en contacto gracias aRoman Jakobson. La declaración es curiosa y comparte las cualidades de tantas expresiones programáticas de hombres de genio: aparentemente inadecuada e indocumentada en su momento, y sin embargo llevada finalmente a algún tipo de realización.H

La generación posterior a Saussure había llegado a una nueva fase de consolidación de la teoría lingüística (en el período aproximado 1920-1950) en la cual aparecieron muchos de los desarrollos de diferentes escuelas, vagamente incluidos en la descripción "lingüística estructural". Este pe­ríodo está señalado por la realización de un método para la lingüística sincrónica de Saussure, método que ofrecía el mismo rigor que el de la "filología comparada" (Trubctzkoy, 1933: págs. 242-243). El método y el período se caracterizan por la discusión del así llamado fonema, una idea esencialmente sensata que levantó una marea de discusión mientras hacía posible la producción de una masa de detallado trabajo lingüístico. Fue más o menos contemporáneo con el alto período malinowskiano en antro­pología social, y mostró mucho de su mismo esfuerzo productivo. No obstante fue, básicamente, el menos "antropológico" de los movimientos

17 La breve exposición sobre el fonema incluida aquí obviamente es selectiva, y hubiera podido ser omitida si no fuera porque el término, tal como es discutido por Lévi-Strauss, tiene aún un aspecto misterioso para algunos de sus lectores. Sus interro­gaciones no puede responderlas una consulta directa de las obras corrientes en lin­güística. Incluyo la sección, cuidando su sesgo europeo. Esto puede équilibrarse consultando a Fries (1963) acerca de los bloomfieldianos. El nota que "la gran importancia de los procedimientos y técnicas de análisis... no se opone de manera directa a Bloomfield" (pág. 22). En general, véase Mohrmann, Norman y Sommerfelt (1963); Mohrmann, Sommerfe iI: y Whatmough (1963); y Hockett (1968: págs. 9-37).

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lingüísticos. Desde el punto de vista saussureano (cuyo mensaje se dirigía tanto al lingüista diacrónico como al sincrónico y al estudio de todos los signos, no sólo de los signos lingüísticos), fue un movimiento de repliegue. .

Fue característico de los estructuralistas la concentración en uno de los elementos esenciales: la lingüística sincrónica (d. Wells, 1947). El fonema se sentía a gusto sólo entre los detallados datos de la descripción lingüística. Provoca asombro ver al Lévi-Strauss de la primera época y • \ aun a Pike (que fue lingüista y antropólogo) luc?ando con el fo~ema -como figuras laocoónticas debatiéndose entre serpIentes- pal:a ~p~ICarlo a los fenómenos sociales. La relación dcl fonema con los pnnClpIOS de Saussure es como la de los patines con el concepto de la rueda: una apli­cación particular y especializada. A quienes ignoran la rueda" los patines pueden parecerles objetos hermosos, y no hay duda de que aSI es. ~ome­teremos una gran tontería si construimos un carro en forma de patm. En cierto modo, esto es lo que nuestros antropólogos han estado urdiendo, y aun exhibiendo ante los lingüistas con banal engreimiento. En pocas pa­labras era el saussureanismo del fonema lo que era transferible, no la termi~ología. Por su "saussureanismo" entiendo su relación con la oposición langue:parole, y con las nociones de "sistema", "oposición", "valor" y otras similares.

La contribución inglesa a la lingüística es el ~ejor enfo~ue ~e ~a cuestión desde el punto de vista del sentido comun: el caSI sohtano desarrollo del estudio de la fonética dunnte la vida de Henry Sweet (1845-1912). Durante mucho tiempo pudo definirse muy simplement~ .la fonética como los rasgos acústicos del habla y los modos de transcrtbtr­los adecuadamente. En la segunda parte está el problema. Porque en cierta medida el estudio de la fonética deriva del interés en las discre­pancias entre las formas habladas y escritas del lenguaje, y el supuesto original fue que rasgos acústicos = "sonidos" = letras de un alfabeto. No es casual que la fonética se haya desarrollado en Inglate~nv e~ ~l momento en que lo hizo. La situación del inglés en Inglaterra eJemplIfIcaba,. Y to­davía ejemplifica, algunos de los mejores estímulos para tal estudl?: .~) una discrepancia entre la ortografía del lenguaje escrito y .su .I?ronu~cl~cIOn, recibida; b) una discrepancia a su vez entre la pronUnCIaClOn re~lblda y los dialectos del inglés; c) una discrepancia entre los status SOCIales de diferentes formas de habla, incluyendo la pronunciación recibida y los dialectos. La fonética inglesa, tan a menudo despreciada por antig.ua ~~r los lingüistas norteamericanos (Gleason, 1955a), fue un verdadero eJe.rCI?lO cn sociolingüística. Heury Sweet fue transforma?~ en el profes.or Hlggms por Bernard Shaw en Pygmalion (y puesto en mUSlca en My Fatr Lady),.y el problema de Higgins es en lo esencial el mismo que el de Bernstem (1958, 1960, 1961, 1965): un problema de ingeniería social. ls

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IR Shaw dice de la polémica reputación de Sweet en Oxford: "Con el físico y el temperamento de Higgins, Sweet podría haber inccndiado el Támesis. Tal como fue, se proyectó profesionalmente. en Europa a un graJo tal que hizo de su relativa falta de popularidad, y Je la fal1~ ?e Oxford e.n hacer justicia a su eminencia, un rompecabezas para los especml.lstas extranJeros ... aunque yo sé hien lo difícil que es para un homhre de gemo que se ocupa de

Hacia la década de 1880 hubo también un fuerte interés internacional en la fdnética. En 1886 nació la Asociación Fonética Internacional (al principio bajo el nombre de Asociación de Profesores de Fonética) con el temprano y reconocido propósito de producir un alfabeto fonético capaz de escribir cualquier "sonido" de cualquier idioma, propósito que resultó, cn su sentido más estricto, o imposible o errado (IPA, 1949; J. R. Firth, 1957a: págs. 92-120). No obstante, esta búsqueda de un alfabeto de sonidos completo llevó a los fonéticos, por una ruta minuciosa y altamente empírica, a la misma conclusión de Saussure. Empezaron pensando que había solamente una diferencia entre la "escritura" o la "ortografía" y los sonidos del habla, y que cuantos más "sonidos" pudieran escribirse, más correcta sería la ortografía. Pero descubrieron, precisamente cuando ana­lizaban los "sonidos", que los hablantes actuaban lingüísticamente como si sólo existiese un reducido número de sonidos. El resto lo clasificaban junto con estos pocos. Cada idioma los clasificaba de distinto modo. Aquí, entonces, se percibió por primera vez, en el trabajo lingüístico al nivel de parole, que la estructura langue se extendía a la esfera "fonética". Así, la categoría que marcamos /1'/ en el japonés tiene una dispersión acústica que cubre una "banda" particular. Esta se superpone a la /r/ convencional del inglés (del mismo modo en que los nombres de los colores en los dos idiomas se superponen en sus subdivi~iones del espectro visual), pero una parte de la realización de /1'/ en japonés también se superpone a la reali­zación de /I! en inglés. Todo lo que restaba era dar un nombre a los "sonidos convencionales" de una lengua para distinguirlos de los "sonidos reales" descubiertos por los fonéticos. Sweet no tardó en quedar atrás. Los "sonidos reales" fueron registrados en transcripciones "estrictas" y los convencionales que reconocían los hablantes fueron los registrados en lranscripción "amplia" (Jakobson, 1966). Si las cosas hubieran quedado ahí, nos habríamos, dado cuenta muy pronto de que los sonidos supuesta­mente "reales" eran tan abstractos como los convencionales.

Pero el término que se necesitaba fue proporcionado como sabemos: las "categorías fonológicas nativas", los sonidos convencionales que los ha­blantes reconocían, fueron llamados fonemas. En la terminología que fue aceptada más adelante, los sonidos del habla fueron llamados fonos. Los fonos acústicos a los que los hablantes de un idioma consideran "los mis­mos" fueron llamados alófonos del fonema. El mismo término básico fue, más tarde, objeto de discusión. Muchas escuelas reclamaron para sí su invención, o haber sido las primeras en usarlo, o en usarlo correctamente. Pero, en el período entre 1870 a 1912, la mayoría de los investigadores en lingüística general habían llegado a la convicción de la necesidad de la distinción entre los sonidos "significantes" y los sonidos "insignificantes"

una materia menospreciada mantener relaciones serenas y amables con quienes la menosprecian y reservan los mejores sitios para otras menos importantes que profesan sin originalidad y a veces sin mucha capaCidad, con todo, si él los agobia con ira y desdén, no puede esperar que ellos lo colmen de honores" (Pygmalion, Prólogo, 1941; 8-9).

Véase también Jakobson, 1966.

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que se usan al hablar una lengua. Trubetzkoy (1933: pág. 227) atribuye la distinción básica a J. vVinteler, en 1876. En cuanto al término, fue usado por lo menos ya en 1876 en Francia (phoneme) por Havet, aunque sólo en el sentido de "sonido de habla", justamente lo que no es. El primero en usarlo en el sentido que tiene hoy (como fonema) fue Kruszewski, un estudiante de la Universidad de Kazan en 1879, quien tomó la idea del lingüista rusopolaco Baudouin de Courtenay, que había estado trabajando en este problema desde 1868. Sweet nunca lo usó, pero en 1915 los alumnos de Sweet en Londres ya usaban el término de Courtenay (D. Jones, 1964: pág. 4). Sapir, el lingüista norteamericano, no lo usó consistente­mente hasta la década de 1930. Entró de lleno en el uso norteamericano con el libro de Bloomfield Language (1933). En el continente, Trubetzkoy, Karcevskij y Jakobson recibieron el concepto de fonema de Baudouin de Courtenay, aunque ninguno, en realidad, fuera su alumno (Trubetzkoy, 1933: pág. 229).

Resulta así que la historia del fonema son dos historias separadas: la historia de una idea y la historia de un término. Durante algún tiempo el término eclipsó a la idea. En general, se desarrollaron dos enfoques principales:

1. El criterio bloomfieldiano o norteamericano. Según él, el fonema podía ser abstraído de una lengua por una metodología cuidadosa, si ya se disponía de suficientes emisiones reales, simplemente anotando cuáles soni­dos distinguían realmente una unidad significativa de otra. Había nume­rosos "procedimientos de descubrimiento" que servían para lograrlo. Eran tan aparentemente buenos que se intentó obtener unidades mayores y me­jores. Después de los fonemas vinieron los morfemas, y así con un gran número de otros emas. La lingüística estructural de la escuela post bloom­fieldiana se había vuelto una ciencia seudoobservacional. Baste decir, como ya mencioné, que difícilmente podía haber un término más firmemente ligado a los datos lingüísticos que el fonema postbloomfieldiano.

2. La versión de Praga desarrolló el tema de modo diferente. Sus adherentes intentaron llegar a principios más universales a través de los cuales el fonema mismo pudiera ser construido. Hicieron esto desarrollando el concepto de oposiciones en el nivel fonológico: los así llamados "rasgos distintivos". Trubetzkoy (1933: pág. 227) vio que la teoría de Saussure había quedado incompleta hasta el avance de la fonología, y que el "fone­ma" era un puente entre el programa de Saussurc (y el de de Courtenay) y los hechos. Quedó en claro, no obstante, que la definición de un fonema consistía en su lugar en un sistema. AqUÍ encontramos la idea fonémica for­zando una vez más la generalidad saussureana. Después de todo, el "valor" de un fonema deriva de su posición en un sistema fonológico (como siempre lo dijo Hjelmslev). Los universales que yacen tras los fonemas son las reglas universales de oposición: aquellas reglas por las que se deter­minan los "valores" de elementos singulares en sistemas de elementos.

Los "rasgos distintivos" de Trubetzkoy y Jakobson eran de tipo acústico (j articulatorio (tenso:rela¡ado, grave:agudo, y así por el estilo). El mo­do binario de distinción y su notación, podían ser aplicados a la precisa

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determinación de los valores de elementos en otros sistemas -no sólo el del lengu,aje-. Percibir esto representó, como ya he dicho, la recre~~W2 laboriosa de la generalidad de la que el fonema de la escuela de Praga había tomado sus rasgos distintivos. Fueron los fonemas de Praga, y espe­cialmente los de Jakobson, los que estimularon a Lévi-Strauss (acerca de una exposición tardía, véase: Jakobson y Halle, 1956; acerca del estímulo, véase: Simonis, 1968:. págs. 163-166).

Los lingüistas pasaron un largo período estudiando los fonemas, y hubo mucha controversia acerca de si eran "reales". Habían llegado al escalón que habían alcanzado los comparatistas en el siglo XIX. SUS reconstruc­ciones fonémicas eran tan rigurosas (y a menudo de aspecto tan exótico) como las de la filología comparada, pero. sus principios y problemas eran si­milares (véase tercer volumen de esta serie). Los bloomfieldianos, que te­nían modos supuestamente "objetivos" para descubrir fonemas, pensaban ge­neralmente que los fonemas estarían allí ("Fe en Dios"). El criterio opuesto es que estaban en la mente ("Hocus Pocus"). Estos fueron términos acu­ñados por Householder (1952). La confusión representada en este debate, entre modelo y realidad, es obvia ahora. En lo esencial los fonemas eran fórmulas que abstraían las unidades significantes del habla. El analista simplificó los datos "fonéticos" iniciales usando menos, términos pero al precio de necesitar un libro de reglas para interpretarlos. Podemos escri­birlo así: émica + reglas ~ la ética; o en un nivel diferente: modelo + convenciones de la realidad ~ el conjunto de datos. Los fonéticos ingleses deben ser admirados por su rechazo a compiicarse con la metafísica del fonema (D. Jones, 1962; 1964: pág. 15). En la fantasía de los sistemas formales: su teoría se restringió a la generación de "adecuados" sistemas de transcripción. !

Es quizás una ironía que el debate sobre el fonema dé c~enta, en parte, del rechazo de la lingüística por parte de los ,antropólogos sociales ingleses de posguerra. A muchos de ellos les parecía extraño y recargado de símbolos de transcripción. De un modo similar el debate sobre el parentesco en antropología social sacudió a miembros de otras disciplinas. En 1945, entonces, la voluntad de Lévi-Strauss fue notable: el matrimonio del fonema con el parentesco. El ensayo publicado en W ord muestra el proceso de su pensamiento en el intento de transportar al parentesco la noción de sistema de la escuela de Praga. El resultado fue su conocido élérnent o "átomo" de parentesco (1963a: pág. 48). Los símbolos (+) y (-) derivan, por analogía directa, de las marcas de "presencia" o "ausen­cia" de rasgos distintivos por los que eran analizados los fonemas en la Escuela de Praga. Para apreciar lo inesperado del intento, deberíamos ubicarnos en los E.U.A. en esa fecha. La lingüística estaba aún en plena fase postbloomfieldiana, ahora altamente empírica y "conductista". Por otros diez o quince años, la bibliografía introductoria seguiría llE;na de refe­rencias a "procedimientos de descubrimiento" y cosas similares (Gleason, 1955a y b; Hockett, 1958). Cuando Zellig Harris escriba sus Methods in Structural Linguistics (1951, prefacio fechado en 1947), la culminación de esas tendencias, Noam Chomsky será mencionado apenas por haber dado su "valiosa asistencia al manuscrito". Nos encontramos tres años antes de

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la publicación de los fundamentales l:rabajos sobre teona de la comunica­ción (Shannon, 1948; Shannon y Weavel', 1949) que dieron a la lingüística jakobsoniana posterior su forma especial.

Lévi-Strauss no tenía en cuenta siquiera a la lingüística antropológica ~orteam~ricana, q~e era también esencialmente bloomfieldiana, aunque la mfluencIa de Sapu era fuerte. Voegelin y Harris (1945) se refirieron al artículo de Lévi-Strauss en su ensayo de la misma época "Lingüística y E 1

,,, , tno ogIa , pero su enfoque era totalmente diferente. Si bien incuestio-

nable ("el habla y el comportamiento no vocal constituyen una situación etnolingüística", pág. 457), el espíritu era resueltamente pragmático. Su último ensayo (1947 - "Jos datos de la lingüística y de la antropología cultural son en gran medida los mismos", pág. 588) tiene un rumbo similar. El estructuralismo inmigrante de la Escuela de Praga, como la lingüística europea en su totalidad, no era por cierto sobrevalorado por los norteame­ric~nos .( H~~se?,older, 1957: pág, 156, nota que "europeo" era equivalente a precIenhfJco /; Todo ,es.to fue cambiando, y con extremada rapidez, pero la declaracIOn de LeVI-Strauss sobre Praga no facilitaba la relación e.ntr~, l~ antrop~lo~ía orientada hacia la investigación de campo y la h?~UlShca descnphva del momento. Es comprensible que haya tenido dIfICultades para expresar la naturaleza exacta de la revelación. Cita la c?ncepció~ de Trubetzkoy de los objetivos de la lingüística estructural (, ~esCllbnr leyes generales ya sea por inducción «ya... por deducción 10gICa, lo cual les daría un carácter absoluto,,"), y de su demostración del c:oncepto de sistema. Lévi-Strauss no da muestras de encontrarse cómodo c?n l?s co~ceptos de Praga. Dice: "De este modo, por primera vez, una CIenCIa SOCIal puede formular relaciones necesarias. Este es el significado de la última observación de Trubetzkoy." Si lo comparamos con las decla­r~ciones previas sobre l~, física nuclear todo esto parece expresado con CIerta sequedad, y tamblen a la luz de lo que sigue:

"Pero cuando un suceso de esta importancia tiene lugar en una de las ciencias human~s, .no. es sólo permitido, sino necesario, que los repre­sentantes de dlsclplmas emparentadas examinen de inmediato sus consecuencias y su posible ap]jcación a fenómenos de otro orden" 1963a: págs. 33-34).

La aplicación directa, cuando llega, ilustra el mayor problema de Lévi­~tra?~s: lo que él quería de Praga era la noción de "oposición", de la que m~Ult!V~mente sospechaba la gran importancia. Desgraciadamente, el prmClpIO fue oscurecido por su expresión acerca del fonema. Como hemos visto,. fue un concepto operacional en lingüística: concepto que hizo posible relacIOnar la langue y la parolc de Saussure -el principio de la rueda hecho re.al e~, el e,spe.cializado pa~ín-. La idea de la notación (+ -) fue la con­tnbucIOn tecmca que salio de los contactos en 1945 de Lévi-Strauss con la !i~~üística de Praga. , No obstante es interesante notar que en tanto sus anahsls (+ -:-) manteman la menor relación con el fonema, su uso impli­caba. ~ue la mf~aestructura de las relaciones de parentesco (la fuente de OpOSICIones eqUIvalente a las oposiciones acústicas y articulatorias de los

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<lllúlisis praguenses) era de naturaleza afectiva en gran parte. Esto resultó en cierto modo más bien inesperado, dadas las ideas generales de la escuela france~a. Simonis (1968) muestra que su interés de entonces por la "in­conciencIa" de los sistemas subyaceutes provenía en su mayor parte de Freud. No obstante, hacía ya mucho que Mauss le había pedido a la psi­cología: Donnez-nous done une théol'ie des rapports qui existent entre les divers eornpal'timents de la rnentalité... (1950, en la edición de 1966, pág. 305).

He discutido con cierta amplitud las implicaciones de este primer ensayo de Lévi-Strauss para mostrar que su naturaleza "lingüística" era ambigua. La difcrencia entre mi tratamiento dcl ensayo y el de Simonis (1968: págs. 12-32) es obvia. Más tarde el mismo Lévi-Strauss se expresó con más claridad, pero en relación con una lingüística más bien diferente. Si monis lee al Lévi-Strauss esencial en ese primer ensayo, actitud justi­ficable en el sentido de que es el verdadero LévicStrauss, y no la lingüís­tica, quien habla aquí. Pero como Simonis mismo lo admite, Cerles, les détails manquent (pág. 19). Nos muestra que la respuesta a la pregunta implícita, "t!Por qué Lévi-Strauss veía relacionadas de ese modo la antro­pología social y la lingüística, en época tan temprana?", es que Lévi-Strauss ya estaba pensando de este modo. La publicación de Les structures élé­mentaires en 1949 mostró más claramente su asimilación de la noción de de estructura como sistema formal. Lo cual, no obstante, provenía de Mauss tanto como de la lingüística.

Hacia 1951, la escena había cambiado: en ese año Lévi-Strauss publicó -El lenguaje y el análisis de las leyes sociales", en el American Anthropo­logist (vol. 53 (2): págs. 155-163; 1958, capítulo III). En el intervalo había surgido la teoría de la comunicación, y esta vez la frase: "una obra reciente, cuya importancia desde el punto de vista del futuro de las ciencias sociales difícilmente puede calcularse" se refirió a Cybernetics (1948) de Wiener. El ensayo es un ejercicio similar al primero: la investigación a través de un oleaje de analogías del modo de aplicar una idea estimulante. Uno de los puntos de \Viener era que los estudios sociales, por ser hechos por seres de la misma escala que los fenómenos estudiados, no podían ser tratados con buenos frutos por los métodos de la ciencia natural. Esto está relacionado con la cuestión del "Demonio de Maxwell": ¿.puede revertir la entropía un ser del tamaño de una molécula? (Maxwell, 1871, en la edición de 1872: págs. 308, 309; Wiener, 1948: págs. 57-58). Lévi-Strauss sugirió, por el contrario, que los hechos del lenguaje están distanciados del obser­vador. El lenguaje "vive y se desarrolla como una construcción colectiva" ( 1963a: pág. 57). Además, los "cálculos largos" que Wiener creyó inacce­sibles a los estudios sociales eran accesibles a los estudiosos de las familias lingüísticas históricas (indoeuropeas y otras similares):

"De . ~se modo encontramos en el lenguaje un fenómeno social que mal11hesta a la vez independencia del observador y largos cálculos estadísticos, que parecerían indicar que el lenguaje es un fenómeno completamente calificado para satisfacer las exigencias de los mate­máticos ... " (ibíd.).

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Para casos similares en antropología, Lévi-Strauss cita el trabajo sobre la moda de Kroeber y su propia interpretación de los sistemas de parentesco

,met1iante la circulación de las mujeres. Es en este punto donde lleva a ... éaho la reflexión esencial del ensayo: que los sistemas maussianos de inter­

cambio y reciprocidad son análogos a los sistemas de comunicación, de los cuales uno es el lenguaje. La importancia subsecuente de esta idea para la antropología social ha oscurecido el hecho de que, en el ensayo original, está abrumada por un prematuro y equivocado intento de poner en corre­lación las estructuras de parentesco con los rasgos estructurales de los len­guajes de familias establecidas por los filólogos comparatistas. Toma las familias indoeuropea y sinotibetana, así como la "africana" y "oceánica" (no atestiguadas ninguna de las dos), y la "indígena americana". En este alto nivel falla el intento. Posiblemente se VIO influido por no reco­nocidos ecos de Saussure, cuyos intentos de correlaciones entre familias de lenguas y factores psicológicos y sociales están documentados con más solidez (Cours, 1922: págs. 304-317). La lectura que hace Lévi-Strauss del libro de \"iener en este momento, es la fuente de su distinción entre modelos "mecánicos" y "estadísticos", distinción que no ha sido siempre bien comprendida por los antropólogos sociales (tercer volumen de esta serie). ,Este ensayo más bien vago fue criticado, aunque no siempre co­rrectamente, por Moore y Olmsted (1952).

En 1952 presentó, en un Congreso de Antropólogos y Lingüistas en Bloomington, Indiana, un ensayo titulado "Lingüística y antropología", que fue publicado por primera vez en 1953 (y apareció más tarde como capí­tulo IV de Lévi-Strauss, 19.58 y 1963a). En este momento los especialistas en comunicación ya habían dejado su huella, lo que lo llevó a decir, sobre las relaciones entre antropólogos y lingüistas:

"Durante muchos años los antropólogos han estado trabajando muy cerca de los lingüistas, y de repente los lingüistas les están jugando a sus antiguos camaradas la pesada broma de hacer .las cosas tan bien y con el mismo rigor que antes se creyó privilegio de las ciencias exactas y naturales. Entonces entre los antropólogos hay algo así como melan­colía, y una buena dosis de envidia" (1963a: pág. 69).

Una vez más, entonces, una revelación. En 1945 fue el fonema de la escuela de Praga, en 1951 fue \Viener, en 1952 la propia teoría de la comu­nicación. Como el director de una orquesta de circo que señala la aparición del acróbata con sonoros acordes, bien puede ser relevado cuando al tercer estallido el acróbata aparece realmente.

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"Ahora bien, ¿qué conexiones son posibles con la lingüística? No puedo ver ninguna salvo una: que cuando el antropólogo está trabajando de este modo, está trabajando de un modo más o menos paralelo al del lingüista. Ambos están tratando de construir una estructura con uni­dades constituyentes. Pero, no obstante, no puede alcanzarse ninguna conclusión a partir de la repetición de signos en el campo del compor­tamiento, y de la repetición, digamos, de los fonemas de la lengua, o

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de la estructura gramatical de la lengua. Nada por el estilo: el intento ¿,,~.! es perfectamente desesperado" (1963a: pág. 70). . J, ....

. .~~;<' Esta sorprendente retractación de los ensayos de 1945 y 1951 tiene

lugar precisamente la vispera de la hazaña de Lévi-Strauss de lograr una homología entre la antropología social y el lenguaje. Los criterios expre­sados en el conjunto de estos ensayos son ya más claros. Postula sus tres niveles de relación entre la antropología y la lingüística, los que (si bien no los he aceptado aquí) contienen útiles ideas. Ya mira hacia La pensée sauvage cuando se refiere a "este invitado de piedra que ha estado sentado entre nosotros durante este Congreso, y que es la mente humana" (ibíd.: pág. 71).

Por último, en Antropologie structurale (1958), en la que Lévi-Strauss reproduce sus ensayos de 1945, 1951 Y 19.52', insertó una "Posdata" (1958, capítulo v) que presenta extensas analogías con la lingüística jakobsoniana cn términos antropológicos. En particular la publicación de Jakobson y Halle (1956) en la que las inferencias de los conceptos de comunicación ("código", "mensaje"), habían sido asimiladas al sistema de Praga, muestra ahora su influencia. Lévi-Strauss, a través de la discusión de Benvéniste del signo lingüístico (1939), vuelve también a los principios de Saussure. El método praguense es usado ahora para distinguir oposiciones ideológicas, no afectivas o de parentesco. Su enfoque del simbolismo ocupando todos los dominios (prefigurado en su Introducción a Mauss, 1950) lo lleva a su notable cita de Marx ("que no puede ser sospechoso de idealismo") sobre el simbolismo del oro y la plata. Tras esto los elementos para el estudio estructural del mito y el simbolismo están presentes todos, y serán completamente desarrollados en La pensée sauvage (1962b) y siguientes obras. La vuelta a Saussure fue expresada finalmente en su forma más ine­quívoca en la Leffon inaugurale:

"¿Qué es entonces la antropología social? Creo que nadie estuvo más cerca de su definición que Ferdinand de Saussure -si bien haciendo caso omiso de su existencia- cuando, presentando a la lingüística como parte de una ciencia no nacida aún, reservaba para esta ciencia el nombre de semiología y le atribuía como objeto el estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social .. , Concibo entonces a la antropología como el ocupante de buena fe del dominio de la semio­logía que la lingüística todavía no ha reclamado para sí ... "

Evans-Pritchal'd

Habíamos tenido hacia 1958 una Odisea mental: los trece años de la reflexión de Lévi-Strauss sobre la lingüística. Las ideas son las del gran desarrollo saussureano, inspirado en la sociologie de Durkheim, luego pasó a través del fonema de Baudouin de Courtenay, recogió sangre lingüística en la escuela de Praga y el estructuralismo postbloomfieldiano, tomó rigor científico con los ingenieros de la comunicación, fue percibido intuitiva­mente por Lévi-Strauss y reunificado con Durkheim a través de Mauss.

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En esta extraordinaria realización personal, la lingüística, como disciplina, ,~'e volvió, como lo expresan sus frecuentes declaraciones admirativ~s,.u~ tiP?

ideal. Pero él fue el único antropólogo social equipado para percibir mtuI­t,iy¡;w1lente las implicaciones analíticas y explicativas ~~ la lingüí~tic~. del perIodo 1945-1955, antes que sus implicaciones ¡>ragmatIcas. Los hngUlst~s antropológicos norteamericanos no lo hicieron, ~uizás ~ ca~sa de su empI­rismo o conductismo. En 1948 Greenberg se mtereso bnllantemente en la importancia de las semióticas a part}r de la obr~ d.~, ~orris (1946). También Goodenoucrh (1957) reacciono contra la hngUlstIca estructural bloom fiel diana, a tr~vés de Morris. Pero ambos escribían del signo "con­ducta". Del mismo modo, el amplio enfoque de Pike (1954, 1955, 1960 -véase también 1956) de las nociones de émica y ética, fue una teoría de la "conducta". Y así, como lo dice Casagrande (1963: págs. 294-295):

"Es una paradoja que el enfoque antropológico más íntimamente ap!o­ximado a los métodos de la lingüística estructural de nuestros dlas, es decir, el de la antropología social francobritánica, se haya desarro­llado allí antes que en los E.U.A., donde la lingüística y la antropología han estado tan relacionadas a través de los años."

La parte francesa de esta paradoja ya la hemos consi.derado: El añade correctamente: "Más aún, es notable que, excepto Malmowskl, la antro­pología social inglesa haya mostrado tan poco interés por la lingüística" (ibíd.). ,

Puede ser apropiado poner aquí más atención a esta última cuestio~, a la que ya hemos aludido antes. ,Para da~ la res1?ue~~a debem?s c?nsl­derar a un antropólogo social ingles que, sm ser hngUIsta,. mamfesto ~n fructífero interés hacia el lenguaje en todos sus niveles y haCIa las materIas y autores de importancia, tanto para la lingüística como para la antropo­logía social: se trata de E. E. Evan~-Pritchard .. Es. ~i~rto que muchos de sus escritos han tenido una base exphcitamente hngUIstIca (v.g. 1934, 1948, 1954b, 1956b, 1961b, 1962c, 1963b, junto al gran número de textos sobre zande: 1954a, 1955, 1956a, 1957, 1962a, 1962b, 1963a, 1963c, y otros). Pe~o no es esto lo que más importa a nuestra investigación. Su antropologIa social ha tendido a integrarse con un enfoque concordante con el de las escuelas de lingüística continentales. Su famosa frase. ~obre ,:'rela~i~~e~ entre relaciones" repite libremente a Hjclmslev. Su nOCIOn de oposlcl~n tal como se desarrolló originalmente en l'he N uer (1940), fue de tIpo saussureano. Sin duda que sus lecturas de la sociología francesa lo prepa­raron para esta comprensión (d. Evans-Pritc~lar~~ 1962d: ~ág. 61). ~ada pudo estar más lejos de la posterior euhemenzaclOn de la Idea como con­flicto" en las obras de Gluckman. Pocock (1961: pág. 78) cita a Adam Ferguson como un predecesor intelectual, que escribió, por ejemplo: "Los títulos de conciudadano y compatriota, no opuestos a los ~e foraste~o r. extranjero, a los que se refieren, caerían en desuso y perdenan su sentIdo (A. Ferguson, 1767: pág. :31). En el período de Oxford, también podemos notar la influencia de Dumont sobre su departamento.

Con el aliento de Evans-Pritchard, sus alumnos y colegas se daban

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>1 ~ i continuamente a la tarea de traducir obras de complejidad siempre 6MJt .;, ' ciente de la e,cuela ,oeiológica france", (Pocock, Durkheim. 1951~ . son: Mauss, 1954; Needham (con C. Needham): Hertz, 1960; N . .; Durkheim y Mauss, 1963; Needham: Lévi-Strauss, 1963b; Needham con Bell y von Sturmer): Lévi-Strauss, 1969a). Su tarea técnica en lingüística fue acompañada por la importante exégesis e interpretación cr,eativa de las obras mismas que caracterizaban a los antropólogos oxfordianos. Además, obras originales de la mayor importancia reflejaban aspectos de esta tra-

. dici6n; por ejemplo: Lienhardt, 1961; Needham, 1962; y Douglas, 1966. El interés de Evans-Pritchard por los textos de origen oral encontró nueva expresión en los volúmenes editados por él mismo, Lienhardt y Whiteley (1964: series), un interés que fue ejemplificado también por Finnegan (1969a, 1970) y otros discípulos recientes. También refiriéndonos al in­terés por temas de importancia lingüística en el mismo medio, podemos citar a Beattie (1957, 1960, 1964b) , Needham (1954, 1960a) , Beidelman (1964), Ardener (1968), Beck (1969), por nombrar una lista selectiva pero representativa. Por último, en su propio departamento, Evans-Pritchard alentó a sus colegas a enseñar en el campo de la antropología social y el lenguaje.

Fue Evans-Pritchard, entonces, antes que Malinowski, quien sentó las seguras condiciones pedagógicas para una participación seria (si bien re­trasada) de la antropología social inglesa en los problemas del lenguaje -una participaci6n que supera la tradición malinowskiana-. Sólo Leach entre los discípulos de Malinowski sigui6 un sendero parecido, y aún mantiene una posición innovadora con contribuciones que enriquecen el campo lingüístico (1957, 1958, 1964, 1970; véase también Tambiah, 1968, y Humphrey, más adelante, en la nueva tradición de Cambridge). Pocock dijo agudamente, ya en 1961, que el trabajo de Evans-Pritchard llevó a cabo, en la antropología social inglesa, "un deslizamiento de la función al sig­nificado" (pág. 72), y agregó: "Hay indicios de que todas las implicaciones de este moviiniento... no fueron colegidas por todos los antropólogos sociales en el período de posguerra" (pág. 77).

En un aspecto quizá fue Pocock demasiado optimista en su aprecia­ción: "La negativa [de Evans-Pritchard] a hacer explícito el desliza­miento del énfasis tenía ciertas ventajas tácticas. No hubo tormenta que oscureciera con nubes de polvo la presentación, y se preservó un sentido de la continuidad y muchos jóvenes antropólogos pudieron ver la profunda importancia del lenguaje en sus estudios" (pág. 79).

Bien puede ser que tuviera desventajas estratégicas: un comentarista (Blacking, 1963: págs. 194-195) escribió acerca del libro de Pocock:

"Cae con excesiva facilidad al alcance de las mentes jóvenes y entusias­tas que buscan nueva información sobre la condición humana; y en tal sentido puede hacer un daño irreparable ... el libro es muy estrecho y provinciano. .. hace un grave daño a la antropología social."

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- 0. El mismo comentarista creía que Coral Gardens de Malirtowski "im­. ·L~~!.tamente" llevaba a cabo el deslizamiento de la función al significado. ""~§fe es, por supuesto, el punto importante: pudo haberlo hecho, más aún,

debió haberlo hecho, pero no lo hizo -y hubo treinta años de tedio en las ~edes del funcionalismo ortodoxo para probarlo-o Podemos observar que Evans-Pritchard nunca practicó esa brutal supresión de las opiniones con­trarias que los biógrafos, con sorprendente tolerancia, citan con tanta fre­cuencia d~ Malinowski (R. Firth, 1957: pág. 1; Kardiner y Preble, 1961: págs. 167-168). La posición de Malinowski como el mayor antropólogo lingüista de la escuela funcionalista será considerada más adelante. El cri­terio ligeramente menos favorable de lo común que yo expreso puede ser balanceado con facilidad sin buscar lejos en la literatura. No obstante, he llegado a la convicción de que fue exactamente a causa: de la influencia personal de Malinowski en la antropolgía social que el interés de los fun­cionalistas por el lenguaje se marchitó, junto con muchos otros intereses, en un clima de antiintelectualismo provinciano y cayó como una sequía sobre su imperio, tras su muerte. 1H

¿"Ef>tmctural" o "transformacional"?

Anthropologie structurale (1958) apareció un año después de Syntac­tic Structures (1957) de Noam Chomsky, sin ninguna relación entre una y otra. En los diez años siguientes .el sistema maduro de Lévi-Strauss, apli­cado a material mitológico detallado, se dirigió hacia la generación de mo­delos que reflejasen "las estructuras fundamentales de la mente humana". La lingüística de Chomsky afirma generar modelos (gramáticas) calcados sobre la "competencia" lingüística humana, firmemente asentada en la mente del hombre. El conjunto de los datos de Lévi-Strauss, el "mito", era todas las versiones del mito, incluyendo, claro está, versiones aún no for­muladas (1963a: págs. 216-217). Las gramáticas chomskyanas afirman generar todas las emisiones bien formadas de una lengua. Ambos sistemas usan notaciones inspiradas por las matemáticas de los sistemas formales. Ambas superaron viejos problemas mediante la aplicación de la noción de. "transformación". En este aspecto el mensaje final de Lévi-Strauss fue,

19 Sin duda la reacción de Jarvie (1963) fue justificada. El presente autor comentó el libro de Jarvie al modo crítico (Ardener, 1965) porque parecía ajeno a los importantes desarrollos fuera de la tradición malinowskiana, a los que ya me he referido. Me interesa el tiempo excesivamente largo que ha tomado para infiltrarse a través del reconocimiento de los obvios cambios en el clima de pensamiento en la materia, y de las habilidades exigidas. Virtualmente estamos forzados a recaer en las explicaciones ad hominem en una materia reducida como la antropología social. La impaciencia de Malinowski frente a la opinión contraria fue aceptada como un cambio favorable al avance científico. Su imposibilidad para reclutar y mantener muchos estudiantes escépticos de las principales corrientes de la tradición europea, ha de contar segura­mente en su neutro legado intelectual. La muerte de Nadel (en Australia) fue una pérdida. Cualesquiera que hayan sido- las falencias de Radcliffe-Brown, la existencia de su obra les permitió, a los disidentes del antiintelectualismo malinowskiano, encontrar en ella un temporario estímulo alternativo, aunque sólo a través del ataque (v.g. Evans­Pritchard y Leach). Por alguna razón, las mujeres antropólogas en lá tradición mali­nowskiana también mantuvieron una presencia viva, y aún lo hacen.

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de modo bastante irónico en términos lingüísticos, no "transformacional": como si, buscando la isla de Sto descubierto América.

"estructural" sino c... ... Brendan, hub~.-

Hay diferencias considerables, por supuesto. Los dos enfoques per­manecen cada uno en su disciplina, pero Lévi-Strauss es mucho menos' riguroso, así como menos lúcido, en su expresión. De la lectura de La pensée sauvage, Chomsky sólo saca en conclusión "que la mente salvaje intenta imponer alguna organización al mundo físico -que los seres hu­manos clasifican, si llevan a cabo el menos acto mental" -. (1968: pág. 65). Con más justicia, Chomsky es también escéptico acerca del modelo pra­guense de Lévi-Strauss:

"La importancia de la fonología estructural, tal como es desarrollada por Trubetzkoy, Jakobson y otros, yace en las propiedades formales de los sistemas fonémicos sino en el hecho de que una pequeña can­tidad de rasgos que pueden ser especificados en términos absolutos e independientes del lenguaje parece proveer las bases para la orga­nización de todo sistema fonológico. .. Pero si abstraemos el especí­fico haz universal de rasgos y los sistemas de reglas en que funcionan, poca o ninguna significación queda" (ibíd.).

Chomsky observa que las estructuras lingüísticas son el "epifenómeno" del '''intrincado sistema de reglas". Habla de "sistemas de reglas con infinita capacidad generativa" (ibíd.: pág. 66). Por último: "Si esto es correcto, no podemos esperar que la fonología estructuralista presente en sí misma un modelo útil para la investigación de otros sistemas culturales y sociales" (ibíd.). Pero, como hemos visto, lo improbable fue realizado por Lévi-Strauss, más por intuición que por lógica. La vigorosa campaña de Chomsky en favor de una distinción entre sistemas humanos y no humanos, y entre lenguaje y otras semióticas, lo disponen mal para abrir su sistema a la posibilidad de una antropología semiótica general. No hubiera sostenido la hipótesis de la existencia de una semiótica no lingüís­tica precedente (véase Chomsky, 1968: págs. 60 y 70-72) si ésta fuera a usurpar la posición privilegiada del lenguaje. Puede tratarse del prejuicio de un antropólogo, pero me parece que en éste, como en otros aspectos, Lévi-Strauss tiene más que decirle a la humanidad en general que Chomsky. También es instructiva la diferencia de sus modalidades de enfocar los problemas contemporáneos: uno dando lo que Simonis llama un modelo de la "exteriorización del hombre", y, como creo, un método de interpre­tación de los movimientos desarticulados (aun antiarticulados) de nuestro tiempo; el otro más limitado, y aun (detrás de la crítica social) menos revolucionario. Esto debería ser natural, quizá, porque la antropolgía sigue siendo el esl:udio del hombre, mientras que la lingüística, aun la gramá­tica generativa transformacional, sigue siende el estudio del lenguaje.

La similitud de terminología, no obstante, puede provocar confusión. El sistema chomskyano se caracteriza por la precisión de la expresión, mientras que Lévi-Strauss es programático. No recomiendo las detalladas comparaciones punto por punto. Así, la antinomia entre estructuras "pro-

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fun.da~", y de "superficie" aparece en Lévi-Strauss, como en ChoIIIsky (Amsl 1 analyse structural se heurte a una situation paradoxole, /Jien conllue du linguiste: plus nette est la structure apparente, plus díffidle devient-il de soisir la structure pl'ofonde. .. - 1958). La "estructura profunda" de Chomsky, tal como se aplica, por ejemplo, a oraciones con estructuras de

superficie ambiguas, se muestra a través de claras secuencias de transfor- .. : .. J ......• maciones d~ntro de un modelo, por ejemplo, el del inglés (véase Hymes, más adelante, pago 123). Por supuesto, puede considerarse a la "competencia" de .los transformacionalistas como un tipo de "estructura profunda" gene­ralIzada, o una generalización de las reglas básicas para la formación de

"f todas las estructuras pr~u~d~ de una lengua. El compon~t<:.li!=mántico ill> ~í1 lenguaje está ligado a lasestrÚcturas profunaas-. -Las estructuras proJu~das de Lévi-Strauss en el análisis del mito, por el contrario, derivan de umdades ya adscriptas a un significado convencional. Las transforma­cion~s de inve~sión, ~e signo contrario, y otras, operan para demostrar, a traves d~ las dIferencIas o contradicciones en los significados de superficie entre mItos emparentados, la naturaleza de lo mitológico mismo (1964 1966b, 1968). ' " .Com'pa~~do con Lévi-Strauss, Chomsky es (paradójicamente para un racIOnalIsta proclamado) de estilo más "empirista". Se ha reconocido en

general una diferencia de tono y objetivos entre el Chomsky de antes de Aspe~ts of the Theory of Syntax (1965), y el Chomsky subsiguiente. El antenor a los Aspects muestra aún signos de su explícito interés por los modelo~, exactos: c~mo su sistema fue recibido entonces, apareció como una refutacl?n de los sImples modelos de lenguaje generados "de izquierda a derecha '" de tipo "estado finito". Tales modelos derivaban en último tér­mino del original trabajo de Shannon sobre la teoría de la comunicación (~948), y con Chomsky se extingue la principal corriente de aplicación dIrecta de esta teoría al lenguaje. Los modelos estado-finito se expresan en forma box-and-arraw como en los estudios de computadora. Así son los modelos alternativos, más poderosos, de Syntactíc Structures (1957) y de Current Issues (1964). El Chomsky posterior a los Aspects se ha vuelto de ~u interés pri~ario y absorbente por la producción de sus modelos -el conjunto de emlSlones- a un problema más difícil, que en cierto modo p~~manecía tra~ l~ des~ruc~i~n del modelo de estado-finito con sus proba­b~~Idades estadlshcas ImplIcItas. Este problema era: ¿,cómo adquiere un mno e~~odelo de competencia-(la gramát!(:a~_e~~rativa) para su le,!l:guaje?

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"Desde este punto de vista, se puede describir la actividad del niño·

\ como una espe.cie, de construcción teórica. Con muy escasos datos, construye una teona del lenguaje de la que estos datos son una muestra (y, de hecho, una muestra sumamente degenerada, en el sentido de que gran parte habrá de ser excluida como irrelevante o incorrecta -de este modo el niño aprende reglas de gramática que identifican mucho d~ l? que ha oído como deformado, in,exacto e inapropiado). El conOCImIento del lenguaje que el niño obtiéne al final se extiende mucho más allá de los datos que había tenido presentes. En otras palabras, la teoría que él ha desarrollado en cierto modo tiene un

alcance predictivo del que los datos en que se basa constituyen una parte desdeñable" (1969: pág. 63).

Chomsky sostiene, no obstante, que el organismo tiene "como propie-dad innata", una estructura que dará cuenta de este modo de adquisición -como frívolamente lo dice McNeill (en Lyons y Wales, 1966: pág. 116):

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"Metafóricamente hablando, un niño nace ahora con un ejemplar de Aspects of the Theory of Syntax metido de algún modo dentro de su cuerpo". Chomsky ha recurrido a Descartes, Leibniz y los filósofos racionalistas de las ideas innatas, buscando títulos filosóficos para su enfoque; estos pen­sadores representan las ioeas opuestas a Locke y los empiristas, cuyos descendientes más extremistas son los psicólogos conductistas. La base filosófica del mentalismo chomskyano es materia de discusión. En efecto, él da status ontológico a lo que para los conductistas es una "capacidad" o "aptitud" para el lenguaje. Estaría fuera de lugar intentar aquí una discusión detallada (véase, por ejemplo, Cohen, 1966: págs. 47-56; Hook, 1969; Lyons, 1970). Para nuestros propósitos bastará anotar que el sistema chomskyano comenzó c2Jl. una gramática generativa transfonnacíonal, con las características de un sistema bien defilfido. Ahora tiene por lo menos otros dos sistemas montados sobre él: un . . ., -guaje genéticamente ubIcado en el QIga..n~.}é..lID_modelo.fonol~que_ dirige- las cadenas (le fonemas. El status mental del modelo de "compe-) te'ncia" mismo tiene opositores circunstanciales. ¿,Está "presente" como un análogo de una redacción completa de un análisis transformacional, o está expresado en alguna otra forma -del mismo modo en que, por ejemplo, los engranajes de un reloj expresan sólo indirectamente lo que sabemos sobre los movimientos del sol y la tierra según las leyes newtonianas? -. (L. J. Cohen, en Lyons y Wales, 1966: pág. 164).

El movimiento chomskyano, como fenómeno histórico, es de gran interés antropológico. J ntelectualmente, la arbitrariedad inevitable, y hasta elogiable, de los primeros modelos chomskyanos, ha sido reemplazada por un aumento de modelos parciales vagamente articulados al original; o, cuando mucho, para usar la analogía usada con tanta frecuencia (Wiener, 1948: pág. viii; Leach, 1961: pág. 26), se agregan "epiciclos". El imperia­lismo del sistema chomskyano, que se mantenía en el dominio de la langue ("todas las emisiones bien formadas"), se asienta ahora en el cerebro, y por momentos parece desear irrumpir en el dominio de la parole misma, y arrogarse la generación de las formas acústicas. Este ímpetu fáustico supera la competencia de cualquier modelo singular; con los ingenieros de computadoras, recordaríamos que en esencia, la única provisión efectiva de <?rden natural es el orden natural. La noción origin~.1 de genpratividad formal se pierde, en virtud de su excesiva limitación, y la terminología originalmente rigurosa con sus nuevos merodeadores filosóficos empieza a tomar la apariencia de un conjunto de procedimientos para distinguir 10 ortodoxo de lo heterodoxo. Lévi-Strauss arroja una luz sobre este proceso: el movimiento chomskyano como un todo está empezando ahora a trabajar como un sistema mítico con sus propias (antropológicas) reglas transfor­macionales, Si las cosas siguen su rumbo normal, éstas serán explícitamente

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reconocidas ("desenvueltas", como dicen los filósofos), el sistema tal como lo conocemos "explotará" y otros armarán un sistema nuevo mediante un bricolage de los restos del antiguo, y así comenzará otro ciclo de conse­cuencias similares. Esto no es una verdadera crítica, y por cierto no es una exageración decir que contiene elementos míticos; éste es el poder de todos los grandes sistemas humanos; los modelos son, en parte al menos, justificaciones ex post facto. No obstante, es índice de la riqueza del es­tructuralismo de Lévi-Strauss, su posibilidad de tomar conciencia de este proceso. "Por lo cua!", dice, "no sería falso considerar a este libro mismo como un mito: es el mito de la mitología" (1964).

Podemos traducir estas observaciones en términos de la revisión crítica de la teoría chomskyana llevada a cabo por Hockett (1968). Establece una formulación sumaria del sistema de Chomsky (en 1965) en diecinueve puntos, que fueron respaldados por Chomsky mismo. Arguye entonces, con considerable habilidad y documentación, que ningún sistema físico, y el lenguate en particular, está bien definido. Ataca el programa original, sin embargo, por su arbitrariedad. Pero ahora es evidente por sí mismo que un sistema formal (que esté bien definido) no dice nada de la "buena definición" del orden natural. Los verdaderos modelos generativos son modelos: sin embargo, son menos que los fenómenos que ayudan a explicar. N o obstante, la crítica de Hockett confirma de un modo diferente nuestra preocupación por la ambigüedad del movimiento chomskyano. Hemos dicho que lo que pareció haber empezado en 1957 como una aplicación consciente de la construcción de modelos a la lingüística estructural de posguerra -su terminoloEÍa "generativa" y "transformacional" e5.-.muy clara

len este punto-o ha superado ahora sus fases tempranas. La reconocida capacidad de Chomsky para el desarrollo original y creativo ha ocultado el hecho de que su sistema total no ha sido bien definido.

De ese modo, paradójicamente, la crítica de Hockett cae en dos cam­pos contradictorios: Si el modelo chomskyano de un sistema fuera formal y por lo tanto bien definido, no iría contra el sistema decir que el len­guaje como un fenómeno natural no está bien definido; y, en tanto el sis­tema de Chomsky no está bien definido, Hockett no tiene crítica que hacer. De hecho, el rechazo de Hockett probablemente deriva de una intuición de la contradicción entre el formalismo de la terminología transformacio­nalista y el crecimiento vivo y especulativo de la visión de los transfor­macionalistas. En un ensayo incluido en otro volumen sugiero que el modelo neogramático de la filología comparada era totalmente generativo. Su "inextensibilidad" básica debería iluminar tanto el poder de los verdaderos modelos generativos, como los peligros que se derivan de olvidar sus fun-

. ciones. La insatisfacción de Chomsky con su objetivo primitivo, y la exten­sión de su trabajo al significado, y más allá aún, han sido altamente pro­ductivas, pero todavía no se ha formulado un sistema formal total para esto. Chomsky es a la vez Bopp en el nivel de realización de su programa, y Brugmann en su búsqueda de precisión. Es este deseo de una imagen totalmente formalista el que, equívocamente, lo aparta de Lévi-Strauss, quien disfraza su propio formalismo con metáforas liter~rias.

Por venir de un antropólogo social, estas observaciones son presuntuo-

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sas. Me impulsa a hacerlas el hecho de que los generosos objetivos de los transformacionalistas y los de la nueva antropología social son, cada uno en su disciplina, bastante similares. Es interesante que su pensamiento cubra algo del mismo terreno. A yeces parece que el enfoque transfor~-cionalista se beneficiaría de un c . - . I 'cuidadosa de la-:antro-p ez anaría mucho e encuentro. La crítica a esta última hecha por los sobrevivientes e a mow que aparecen en todos los grupos de edad) se parece a la que los postbloom­fieldianos norteamericanos dirigieron a los transformacionalistas. La vieja ~nt~opología social encuentra "increíble" a la nueva por su aparente mdIferencia hacia el criterio positivista del orden natural. También se l~~ pide el equivalente de los "procedimientos de descubrimiento", y tam­bIen ellos parecen considerar de interés subsidiario el objetivo, aunque grandes cantidades de datos "empíricos" han sido analizados (me refiero específicamente a su trabajo sobre parentesco y simbolismo). También ellos comienzan con el establecimiento de modelos de sistemas formales simples y elegantes. También ellos se han elevado de estos propósitos pri­marios en dirección de teorías de radio más amplio. También ellos están preparados para considerar la existencia de universales, más allá del radio del solipsismo etnográfico.

La relación entre aspectos del enfoque transformacionalista y las ten­dencias "estructurales" en antropología social, ambos en sus fases rigurosas y en su expansión creativa, es más interesante desde que, como hemos visto, los dos movimientos están ligados sólo indirectamente. Nada impide que se vuelvan en direcciones muy diferentes; de ningún modo dependen uno del otro. La crítica de Hockett a Chomsky excede en brillo a cualquier crítica en la antropología social dirigida contra los mOvimientos nuevos 20

pero el mensaje es el mismo: los modelos son demasiado rígidos y se l~s impone a la real.idad; los "hechos" son distorsionados para que encajen. Pero, como..,hemos VIstO, la n~turaleza de lIn mod~lQ eQJ.\si~te--.f:rL4~!i~U~Il es~ablecer reglas de pertmencia. De ese modo, todos los modelos nuevos apa~ecen suprema~~nte abiertos a tales cargos. Como he mostrado (más abaJo), la generahvIdad del modelo neogramático era preservada por tres reglas, de las que una era la de la "analogía". La crítica hecha a esta regla por los primeros coinparatistas era exactamente que la "analogía" forzaba los hechos, y Osthoff y Brugmann tuvieron que responder a la acusación de "arbitrariedad" ya en 1878. Por supuesto que trivialmente sus críticos "tenían razón", como Hockett "tiene razón" y como las acu­saciones funcionalistas y neofuncionalistas, en nuestra propia materia "tienen razón". Nada se les podía responder a las críticas salvo que el poder del nuevo modelo finalmente desarrollado era una garantía del status de la nueva regla de protección. Nadie ahora dudaría de la productividad de

. 20 La única crítica de interés estilístico viene en realidad del norteamericano Marvin Harris (1969), un materialista cultural "busca pleitos". Habla con admiración renuente, si bien irónica, de "los idealistas profeSionales, distintos de los aficionados ecléctic~s norteamericanos, que han marchado juntos con el positivismo lógico y conductIsmo durante demasiado tiempo como para saber cómo disponer del campo" (pág. 505).

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este enfoque. Las armas que protegen un modelo no son "arbitrarias" en el sentido común de la palabra sino en un sentido técnico particular. No hubiera sido compensación para los críticos del siglo XIX, si vivieran, ente­rarse de que estamos de acuerdo con ellos.

Al reflexionar sobre la situación de la "neoantropología" postfunciona­lista británica, no obstante, se ve la relativa debilidad de su ubicación, comparada con los nuevos movimientos en lingüística. Debemos notar el número relativamente reducido de sus adherentes, y su relativo aisla­miento. La obra voluminosa de Lévi-Strauss parece no haber sido suficiente para establecerla, ni ]0 fue la detallada búsqueda de sus ejemplos y desa­rrollos nativos.21 Aun en 1970, la mayoría de los puestos antropológicos de importancia estaban ocupados por continuadores de Malinowski. Pese a que éste mostró una triste falta de confianza en su propia disciplina.22 Aun cuando en la década de 1960 los practicantes de la vieja antropología social declaraban uno tras otro que la materia había muerto, la nueva ya existía como programa y como nivel empírico. De muchos jinetes que entonces se lamentaban de la muerte de su caballo, podría haberse dicho quizá: "No fue el caballo el que murió".

Me he extendido sobre lo que constituye el tema general de este volumen para mostrar que la relación entre la antropología social y el estudio del lenguaje es genuinamente fructífera en todos los niveles. Son materias que confinan con las fronteras de importantes campos que han sido descuidados durante demasiado tiempo por la tradición empiricista. Al presentar los ensayos de este libro a un público antropo16gico general parece mejor hacerlo sin abandonar la línea de pensamiento desarrollada aquí. Si esto no puede hacer total justicia a los inteligentes y variados contenidos de las contribuciones (un problema compilatorio insuperable

21 Véase también más adelante pág. 67, Y Ardener, 1971. Uso el término ad hoc "neo-antropología" para cubrir los movimientos postfuncionalistas de tipo creativo, no todos los cuales aceptarían el término "estructuralista". Algunos de ellos tienen clara­mente mucho en común con la así llamada "nueva etnografía" de E.U.A. (Sturtevant, 1964). Leach, un antiguo exponente, reclama ambiguamente para sí el nombre de "funcionalísta". Los neoantropólogos son característicamente diferentes tanto en interés como en estilo de la mayoría de los ingleses de la profeSión, pero desde el momento en que no están de acuerdo necesariamente uno con otro (y pueden rehusar relacio­narse) les falta la señal de escuela. A este respecto han permanecido aislados y divididos vís-a-vis del grupo "Palaeo", relativamente unido.

22 Barnes (1963), Freedman (1963), Goody (1966), Maquet (1964), Worsley ( 1966), hicieron valiosas observaciones. Puede ser que Leach inadvertidamente haya pasado de moda (1961), pero su lenguaje no fue entendido propiamente. Ya en 1954 (págs. 92-93) Leach escribió, comentando la traducción de Durkheim hecha por Pocock ( 1951), acerca de "una resurrección general del interés por las ideas e ideales en sí. mismos, en contraste, por ejemplo, con el empirismo extremo de Malinowski". En la década de 1960 era rara la edición de cualquier periódico profeSional importante que no contuviese algunas exposiciones de los puntos de vista de Needham y sus alumnos. Casi ningún periódico literario carecía de una exégesis de Lévi-Strauss. Douglas (1966) hizo mucho por dirigir la atención de los antropólogos sociales en general a algunos de los importantes temas. La actividad de los colegas y alumnos d~ ,Evans-Pritchard (dis- I

tintos de Needham) ha sido ya mencionada. Aunque su impq~tancia no fue tenida en cuenta hasta el fin de la década por los' profesores representativos. En cuanto a un pesimismo justificado, véase ahora Needham (1970).

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en tra~ajos de este t~po), al menos puede acreditarlos mostrando :la estí-mulacIOn ~rgumentahva de la que nacieron. : í . . La pnmera ~le .las colaboraciones que figuran a continuaci6ri,,'es el mforme de la sen anta He~~on (al que ya se ha hecho alguna alu~iQQ:) I

sobre la pr~Iongada separaCIOn de la antropología británica y la lingüística~" • Para su penodo, 1850-1920, ella ha definido su grupo como el conformado

por los col~boradores y le,ctores de los periódicos de la Sociedad Etnológica y del I.nshtuto Antropol?g.ico Real; Aunque no todo en el primero era ~~cesa[Iamente antropologlCo ? bntánico, las principales actitudes están

len c a~as. Como ya hemos VIsto, los lingüistas comparativos tuvieron su may?r efecto en Oxford" a través del alemán Max Müller, quien desarrolló ~us Ideas en la fase m.as especulativa de los estudios lingüísticos de la ep?~a d~ Bop~ y SchlelCher, antes del surgimiento de los neogramáticos. Mu e.r SIgue SIendo, no obstante, el único teórico con algo remotamente par~cldo a un enfoque moderno del mito. El interés de TyIor por los len­guaJes gestuales y de sordomudos, prefigura algo de la semiología pro­puesta. p~r Saussure, pero se inclina con firmeza hacia un punto de vista evoluCIOllIsta en el que los primeros signos lingüísticos eran "motivados" El uso ~e categorías "nativas" como mana.? totem y tabú no condujo e~ e~~e penodo ten;:prano (ni, en, realidad, mucho después) a una considera­Clon ~e la relacIOn de categona y lenguaje. No obstante la colecci6n de matenal "comparativo" bajo estos títulos llevó a import¡ntes avances en Jas ~anos. d~ otros teó~icos (totem,ismo:, Lévi-Strauss, 1962a; tabú: Freud, 1~13, Stemer, 1956; Futh, R, 1966: pags. 109-113· mana' Mauss 1950, pags. 101-115; Firth, R., 1940; Milner, 1966). ' . , .

Si, la filología comparada alemana no fue un buen ejemplo para los ~~tropologos del momen~o, la fonética inglesa no estaba en posición de ser

gran ayuda. Henry Sweet, el fonetista, que 'entonces estaba en Oxford tu~~ ,que lucha~ (~?,m? mu<:hos de sus sucesores) por un lugar ara un~ ~elsIOn. de la hn~~lshca dIstinta de la lingüística amortajada ~ntre las ~mallIdades tradlCIOnales. Su polémica reputaci6n puede haber conven­

CI o a n~estros abuelos de que el problema sincrónico del lenguaje era en su ese~cIa un 'problema técnico de transcripción. No obstante, los primeros ~f:ropol,~gos: .con" poc~s excepciones, apenas si tenían noticia de los pro-

mas onehcos,' BIen puede ser que el genio nativo para lo exótico expresad~ a t~aves de) profundo estudio lingüístico haya sido casi total­~ente a. sorbl.do por el estudio de los clásicos, por una parte, y por los t eb~re~ lmpfr~ale~yor la otra. Hay razones valederas para buscar al inven­d~n e a pa a r.a antroI??I?gía" en sir William Jones, en un tiempo Presi-

te de la SOCiedad ASIahca. Su famoso Discourse de 1786, pronunciado enl C~lcuta, al q~e s~ le reconoce haber sido el primero en establecer las re,aclOnes del sanscnto coh las lenguas clásicas y el gótic 'lt' , mas una d' '" , , f o y ce ICO, es L h IsqmSlC!On etnogra ica que lingüística (Jones, 1799; ahora en

e mann, 1907: pags. 10-20). Como Sweet, fue una figura polémica:

"En .la elecci6n parlamentaria de 1780, siendo candidato por la Uni­~ersldad de Oxford, su aversión a la guerra y al tráfico norteamericano ce esclavos fue expresada con demasiada fuerza para resultar agradable

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a los votantes, y fue obligado a retirarse de la lid. E? el mismo añ~, y por razones similares, no fue, elegido profesor de ara be en la Ulll­

versidad" (J. R. Firth, 1957a: pago 161).

Ciertos precursores de Koelle (1854), en Africa I?od~.í,a~ ser mencio­nados por sus contribuciones tanto etnograficas como ~mgUIshcas. _ La~ham ha sido mencionado por Hymes (1964: pág .. 3), a qUIen puede anadIrsele Clarke (1848). .

El papel de Malinowski como introductor del lenguaje en la antro­pología social fue ambiguo y frustrado, como ya he in.dica~o, al menos dn lo que a su propio interés se refería. El profesor Robm~ d~~;u~e el esta o presente del "contexto de la situación" que la escuela lmgUIstIca de Lo~­dres ha compartido con él. Tras haber sido descuidado durante mue. o tiempo por los teóricos norteamericanos,,, est~ .c?mpe~e~:lte" gru po de es.tud~o. sos ha sido recientemente objeto de un anallSls pOSItIVO por los emIsanos transformacionalistas (Langendoen, 1968), a los que responde el profesor Robins. No obstante, a un antropólogo social le pa,rece a veces que nues­tros colegas lingüistas (Berry, 1966, es una excepcion) son muy generosos al compartir el crédito de su fama reciente, la mayor parte del cual d~be ir sin duda a J. B.. Firth, que enseñó a los sucesor~s li~güístico~ qu~, hablan buscado en vano durante mucho tiempo cualqUIer sIgn~ de mt~les, entre sus contemporáneos antropólogos. Con excepción de \V~It~ley, mngun an­tropólogo social de posguerra fue educado en esta tr~dIclOn durante mu­chos años. Los herederos de Malinowski solían decu de tales perso?,as que se habían "pasado a la lingüísti:a". El e~celente informe de Futh (1957b) sobre las ideas de MalinowskI (en R. Futh, 1957, y ~almer,. 1968) es más un tributo a la reflexión del autor que a la de M~lmowskI. Mu­chos antropólogos sociales recuerdan claramente ideas de Flrth expresal~as en sus conferencias, que ahora son moneda corrient~. P,?r t;.!emp~o su re a~? d 1" 't" d 1 "1 ón" en Uganda comparado con el mgles ( the lwn-house ,

e mI o e e ii ") ("1 d 1 1 ón" "R d Lion" "lions in l'rafalgar Square", "socia ion, a casa e. e " "et león rojo", "leones en Trafalgar Square", "el león social") .. Su mtere~ por los posibles correlatos fonológicos del sentido (en J. R. FI~lth, (i~~~)' págs. 43-45, 192-193) se volvió respetable ~on Jakobs.~n y Ha e : Jakobson (1960) y otros escritos. Aunque el, y tambIen Ullman~ ~1~63. pág. 226), citaron los ejemplos compensatorios, cie~tos r~sgos dIstmtlvos ("flojo" j"tenso", "grave" /"agudo" y otros simil~res) tIenen mduda?l~me~~~ correlatos con otras formas sensoriales (por eJemp~o. l?s. casos clasICos tados por Firth, de los dibujos de oombooloo y ktkznkt: redondo y pun­tiagudo, respectivamente). ~H

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Firth dice:

"He comprobado personalmente que Malinowski encontr~ba no . sól? faltas de atractivo sino de poco valor práctico en el estU?lO del. SI~.r:l­ficado, que era su principal interés, las partes de la teona de lmgUIs-

23 Véase ahora el ensayo de Leach en Needham (1971).

tica general de Saussure que conducían I en dirección a la sociología francesa]" (pág. 95).

Firth considera que Malinowski realiza algunas ideas de Sweet, que había dicho: "Nuestro propósito, mientras asimílamos los métodos y resul-

• tados del trabajo alemán, debe ser concentrar nuestras energías principal­mente en lo que podría llamarse «filología viviente,," (J. R. Firth, 1957b: pág. 100). Es notable que el mismo J. R. Firth se refiera al congreso de Bloomington de 1952 y observe que allí no se "enfrentó el problema for­mulado por Lévi-Strauss" (ibíd.: pág. 116; en cuanto a la ponencia de Lévi-Strauss, 1963a, capítulo IV). El retroceso de la fonémica al sentido, que fue exigido en el Congreso, se alineaba rotundamente con los intereses de Firth. El interés de Malinowski por el "sentido", fue, por supuesto, su gran contribución en un momento en que sólo la escuela alemana de lin­güística se interesaba en la materia ~ es difícil, no obstante, que lo haya estimulado la obra de Trier y de von Wartburg).

Como lo señala Leach (1957: pág. 130; 19158), Malinowski rechazó totalmente cualquier intento de relaGionar etiquetas tenninológicas con sistemas de categorías, y algunas de sus negaciones bordean el absurdo. Malinowski creyó estar defendiendo a los trobriandeses de las imputaciones dI:' inferio,~Qgi~un error magnánimo, originado sin embargo en su propia certeza etnocéntrica de que la 'J'azQnabilidad" occidentaL pU~Qe dar la única "racionalidad" posi!>le~_ Malinowski ~-eñ-los nom6-nimos" establecidos por comcIdencias accidentales. La reunión histórica de palabras "diferentes" en los lenguajes documentados pudo haberlo hecho pensar así. El no hubiera comprendido, en cambio, como lo hizo von 'Wartburg, el modo en que los homónimos producidos por cambio fonémico pueden no sobrevivir cuando se cruzan con una categoría límite impor­tante (véase más atrás, femur "muslo", fimus "heces" ~ 'femor- ). Las formu­laciones extremas de Malinowski son, por supuesto, un recurso útil contra criterios de "categoría" igualmente extremos. Su idea del contexto, defen­dida con propiedad, podría llegar a proporcionar una base estructural para ciertas limitaciones subcategoriales dentro de las categorías de "homóni­mos". Lo cual está mejor realizado por la idea saussureana de "valor" y "sistema". Así, de los valores sistemáticos que en Trobriand tienen el tabú "abuela", el tabú "abuelo", el tabú "hermana del padre", y otros (Mali­nowski, 1935, II: págs. 28, 113) puede decirse que difieren uno de otro a causa de los elementos dispares lingüísticos presentes en el "contexto de uso" en cada caso. Pero no podemos prejuzgar la naturaleza de ninguno de esos contextos simplemente sobre la base de estos simulacros ingleses elegidos por Malinowski. El no fue realmente un analista componencial (Lounsbury,1965). El reanálisis que hace Leach del término tabú (1958) es de hecho el "contexto de la situación" etnográfico elevado a niveles profesionales. Vemos ahí que el término se refiere a una categoría de rela­ciones marginales que no se agota en los "homónimos" que cita el mismo Malinowski (Leach, 1958: págs. 121, 144). Lounsbury (1969: pág. 18) ha dicho que el análisis de Leach padece de un relativismo extremado. He hablando de esto ya (pág. 21). De hecho el "universal" subyacente es trans-

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ferido de una idea etnocéntrica de parentesco a una categoría de "margi­nalidad" o "de umbral" a las relaciones entre los seres humanos, calcada aquí sobre una serie de referencias genealógicas.

Hocart (1937, comp. Needham, 1970: págs. 173-184) demolió el en­foque de Malinowski en su propia época. La demostración reciente de que el tabú de Trobriand "taboo" cae en una serie etimológica diferente, por las reglas del protoau~tronesio: a la del término de parentesco tabú (Cho­wing, 1970), no restaura el argumento de Malinowski. Lo que sí hace, en cambio, es presentar la pregunta tanto tiempo ignorada sobre el a~pecto diacrónico de las 'categorías cognitivas (véase más atrás). Ademas, en lo que conciene a la evaluación contemporánea del térmi~? trobriand~s tabú, se erifocan los problemas que presenta la confrontaciOn de las etI­mologías "neo gramáticas" con la propensión a las etimologías populares. En las culturas orales no hay etimologías históricas privilegiadas. C.~ando Hocart pregunta "¿Cómo podemos hacer progresos en la comprenSiOn de culturas, viejas o nuevas, si persistimos en dividir lo que l~ ~e~te un.e y en unir lo que la gente divide?" (1970: pág. 23), debemos aSImIsmo aph~ar este principio a los efectos del cambio fonético -puesto que tales cambiOs en realidad son asimilados, porque (como hemos visto) son capaces de ser sobrepasados si prueban ser semánticamente inaceptables para "la gente"

en general-o No obstante, si hemos de aceptar tal criterio no debemos olvidar que

su corolario dice que los propios comentarios lingüísticos ~e ~n. pueblo proporcionan un modo significante de analizar una categona le~I~~. L?, que la gente aparta no debemos unirlo. P?r ejemplo: los ras~o.s nSIbles de lo "extraño" deben haber sido en algun momento lo sufICIentemente evidentes para hacer la ambigüedad de la palabra inglesa "funny" sin inter~s popular en un período del inglés coloquial. ~ra e~tonces una cat~gona unitaria. La conciencia social de las clases medias creo más tarde la (c.ahora caprichosamente pasada de moda?) ?ivisió? "tunny-ra~o, funnY-,cómico", originando de ese modo una taxononlla semantIea consclen,~e ,~¿como d:s­cifraríamos el reciente "not queer-queer, but queer-funny: no extra~o­extraño, sino extraño-funny"?). Un estudio cuidadoso de las cate~on~s sociolingüíisticas debe tener en cuenta la semántica popular y la exege~ls etimológica. Esto sería una verdadera "etnolingüística" (esto es, u~~ lm­güística producida por "el pueblo", de formación paralela a la de la etno-medicina") -o aun una "etnometalingüística"-. , .. ,

Quizá Malinowski luchó tras algo asÍ. No obstante, el transmItiO, en general, por una parte una visión conductista del .contexto (ante la cual hasta los bien dispuestos lingüistas firthianos tUVIeron 9~e. e.neoger los hombros), combinada, por otra parte, con un modo de ~nallSls ~nt~lectual­mente etnocéntrico. En lo que Malinowski contribuyo a la VItalIdad de la escuela de lingüística de Londres, cuya creativida~ (como lo muestr~ el profesor Robins) no ha disminuido, ha de acordarsele un reco~o.cI­miento total. Ya he sugerido que su contribución en el campo pedagoglCo

(en contraste con la de J. R. Firth) puede ser vista hoy en el mayor entu-

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ir ... . . , \\'

siasmo.2: Langendoen (1968) separa el Malinowski de los primer~, ~Ó()~:

de la ~e9ada de 1920 del Malinowski de Coral Gardens (1935). Paci·~et; el Malmowski de la primera época sostiene ideas tales como: "la estruc­tura social es una realida¡:) psicológica, y, como tal, no directamente obser­vable, y s~lo en sus términos puede ser comprendido el comportamiento"; y "las categorías de la gramática universal deben subyacer a las categorías implícitas en el comportamiento humano no lingüístico" (págs. 35-36) . Esto es hacer más que justicia a un psícologismo más bien irreflexivo y una visión escolar de la gramática. La pintura de Malinowski como un "racionalista" protochomskyano, cuyas ideas posteriores fueron distorsio­nadas por su contacto con J. R. Firth, tendría su atractivo si no estuviera en contraste con todo lo que sabemos de Malinowski el antropólogo "empírico".

El profesor Hymes, en su amplia revisión, muestra lo que significa radio de acción y método cuando nos referimos a la lingüstica antropoló­gica norteamericana. Sus escritos en esencia no doctrinarios proporcionan una mina de material variado, con el que están endeudados todos los que se interesen en. "sociolingüística", partiendo de una amplia gama de disci­plinas. Por sí solo su libro de conferencias ( 1964) es, a causa de sus comentarios y erudición, una obra original. Hay, sin embargo, una consis­tencia especial en el criterio, que emerge en su contribución a este volu­men, como en otros escritos (1962; Gumperz y Hymes, 1964), que deriva de su firme apoyo sobre la "etnografía del habla". La idea es efectivamente una realización de la antropología social de la parole. El enfoque enci­clopédico de Hymes puede parecer superficialmente irreconciliable con los derivados de las escuelas de lingüística del continente, acerca de los cuales esta introducción ha hablado bastante. Esta - impresión sería errónea. Hymes dirige nuestra atención al plano en el que el lenguaje se genera en la sociedad: en ese aspecto está cerca de lo que muchos lingüistas y antropólogos exigen idealmente de una "sociolingüística". Cualquier aná­lisis del material adquirido desde este punto de vista tiene que estar orga­nizado a través de modelos y de sistemas de organización menos conscien­tes, propuestos por hablantes y actores, por antropólogos y lingüistas y sociolingüistas -o por etnógrafos del habla-o

La fecundidad de las reflexiones del profesor Hymes proviene del hecho de que tantas formulaciones estructurales hechas a partir de dife­rentes premisas lógicas deben encontrarse en el "plano de articulación". Ya sea 111 oposición de Chomsky "competence:performance", o la de Berns­tein "códigos restringidos: elaborados", todas están abiertas a revisión, ilus­tración, confirmación o comentario, en su lugar de encuentro. Su plano puede ser así diagramáticamente ubicado en ángulo recto con el plano de la etnografía del habla, en la misma relación conceptual que mantienen sintagma y paradigma. Así como hay una elección entre "paradigmas",

24 Acepto la observación de Tambiah (1968: pág. 203) de que los criterios de Malinowski estaban por momentos más cerca de los de Evans-PrÍtchard de lo que podemos esperar.

~.'.

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así también hay elección entre "sintagmas"?' aunque es menos fácil de comprender. El profesor Hymes ejercita esta elección con gran libertad. Apenas si hay rama de la lingüística o de la antropología social en la que los etnógrafos del habla no tengan cabida. Así Colson y Gluckman escri­ben sobre las murmuraciones, pero ¿cuál es la frontera de la murmuración? "Los relatos· etnográficos están llenos de términos que de hecho denotan modos de hablar, aunque no siempre se los reconoce como tales" (más abajo, pág. 138). El enfoque básico de Hymes es formalmente consistente, pese a la variedad de sistemas paradigmáticos que cruza, que hacen de su ensayo mismo una introducción a los escritos sociolíngüísticos. Si el funcionalismo de posguerra hubiera desarrollado las reflexiones de Mali­nowski sobre lingüística, se habría extendido etnográficamente al plano del interés de Hymes. El "contexto de la situación" mismo pertenece a este plano sintagmático.

En estos terrenos el rechazo del profesor Pride de la idea de que los contextos de la situación están necesariamente "por debajo del nivel de una teoría abstracta general" (pág. 154) parece particularmente convincente. Como sociolingüista proveniente de la lingüística, se ubica en el plano de las transacciones lingüísticas: relacionándolas así como el modelo de Barth del análisis antropológico social. El interés del modelo de Barth reside en que cae también en el plano sintagmático, con una definición clara de los elementos del modelo: las "transacciones" nocionales. A veces es acu­sado, en la antropología social, de "rígido", "parcial", "mecánico" -términos que son, como acordaremos ppr ahora, el honorable estigma de un modelo de un sistema formal. Si estuviera totalmente articulado mostraría ser totalmente "generativo" quizás, en el sentido formal más bien que en el metafórico. La discusión de Gluckman con' Paine sobre la murmuración (Paine, 1967,1968; Gluckman, 1968), en la que Paine asume una posición. "transaccional", está basada en parte sobre la imposibilidad de ver que los modelos sintagmáticos no están en el mismo plano que los modelos para­digmáticos (para Gluckman, "las transacciones entre personas individuales

25 Los términos paradigma: sintagma -formulación final de la oposición saussu­reana de série associative y silltagme (1922: 170-184)- representan, no obstante, una relación más básica, no restringida al lenguaje. Los usos lingüísticos se aplican a las "cadenas lineales". En el lenguaje antropológico de la estructura, estructuras sintagmá­tícas son las apercepciones de relaciones entre hechos tales como son generados; las estructuras paradigmáticas especifican las clases de sucesos que son generados. En un primer momento puede no parecer claro que la relación paradigmático:silltagmático no produce su importancia a través de un modelo que es: a) estático, b) bidimensional. Si tomamos un modelo de la generación continua de sucesos, el eje sintagmático debe corresponder en realidad al continuo tetradimensional (las tres dimensiones del espacio y una del tiempo). El "eje" paradigmático llega a ser de ese modo una quinta dimen­sión lógica de interesantes propiedades. Es homólogo a la expresión en física del modo de especificación del móvil "presente" (un desplazamiento "cuasi-temporal") en un continuo tetradimensional -para el que se requiere una dimensión conceptual más precisa. No he tratado en el texto estos asuntos, pero aparecen en Ardener (1971). Aludo a ellos aquí: a) porque Lefeb'vre (1966: págs. 227, 247) agregando una supuesta "tercera" dimensión a la relación paradig11látíco:sintagmátíco confunde varias distinciones importantes, b) porque el problema de los modelos de la "historicidad" en la antropología social, que he abordado en otro ensayo, es esencialmente un artefacto del análisis sintagmático.

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no pueden explicar las estructuras institucionales", 1968: 30; lo cual resulta ser un~ perogrullada).

En la antropología social, la imaginería "transaccional" puede ser des­cripta como parte del "más alto estadio del funcionalismo", esto es, un funcionaIísmo que advierte (o que está a punto de advertir) que el campo de comportamiento o acción, aun aislado arbitrariamente del programa ideológico que determina su sentido, debe ser estructurado por el obser­vador antes de poder ser "observado". El interés sociolingüístico de este enfoque apunta ciertas diferencias en las historias de la investigación antro­pológica y lingüística. La antropología funcionalista se interesó (en los vagos términos de Saussure) por lo social como parole.· Los desarrollos más recientes han llevado a la antropología social a ocuparse de lo social como langue (las versiones diacrónicas y sincrónicas, así como los criterios "estructural" y "transformacional" diferían hasta hace muy poco sólo por el énfasis puesto en este aspecto). Es natural que ahora los sociolingüistas que intentan estudiar el lenguaje como pamle usen enfoques funcionalis­tas, o encuentren que los enfoques de la antropología social funcionalista convergen en el mismo campo.

La relativa falta de formalismo en la antigua visión de los funciona­listas ha de-ser corregida, indudablemente, pero no hay certeza todavía sobre la dirección de los nuevos desarrollos. "Teoría" para los funcionalistas ha significado durante mucho tiempo la confusión de frases basadas en modelos de tipo sintagmático (a los que se sienten ligados por la compulsión de la observación) con frases paradigmáticas. La confusión resulta la más extrema porque las frase~ realmente p:uadigmáticas de escritores como Evans-Pritchard fueron interpretadas como sintagmáticas. Ya me he refe­rido a la noción dé oposición en The Nuer (paradigmático) reinterpretado como "conflicto" (sintagmático). Douglas (1970a: págs. xiv-xxii) muestra ahora cómo \Vitchcraft, Gracles and Magic, que'era acerca de "estructura cognitiva" (paradigmático) fue reinterpretada como "control social" (sin­tagmático). He desarrollado algunos de estos puntos en otro lado (1971). Es necesario tocarlos ligeramente aquí, no obstante, para sugerir que hay dos enfoques sociolingüísticos paralelos a los funcionalistas y postfunciona­listas ("neoantropológicos") en la antropología social. Diagramáticamente pueden ser expresados de este modo:

Paradigmátko Antropología Social A Sociolingüística A ("estructuralista" de Lévi-Strauss;

"neoantropológica" de Needharn, Leach, Douglas)

Sintagmático Antropología Social B Sociolingüística B ("funcionalista", "neofuncionalista": transacciones, redes, etc.)

Tal como se la describe generalmente, la socio lingüística es una So­ciolingüística B. Es la de Malinowski, la de Hyrnes en sus fases más características, y la de Pride en su momento más analítico, así como la de Whiteley, Denison y otros. El enfoque desarrollado en esta introducción

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es el de la Sociolingüística A: alguien podrá quizá considerarlo sólo una incursión epistemológica de la Antropología Social A, pues los autores que la han quitado del lado lingüístico no son vistos como socio lingüistas. Los nombres que habría que citar (Saussure, ,Jakobson, Hjelmslev, el último Firth, los semánticos alemanes, Sapir, Whorf, y sus ejemplificadores norte­americanos) son nombres señeros en la lingüística general. Además, el enfoque transformacionalista (para algunos la precisa antítesis de una so­ciolingüística) tiene sus congéneres más cercanos en la Antropología Social A. En nuestro Congreso hubo muchas discusiones entre los antropólogos sociales del tipo A y los del tipo B, así como entre los antropólogos sociales del tipo A y los lingüistas y sociolingüistas del tipo B. Algunos antropó­logos sociales del tipo B rechazaron cualquier tipo de lingüistas. En estas confusas circunstancias lo más sabio es no dar lugar a nuevas etiquetas, y menos a nuevas "disciplinas", construidas al estilo del siglo XIX: con su aparato estatal de edificios, profesores y estructuras graduadas. Es de presumir, pues, que durante algún tiempo la Sociolingüística B será el mayor sostén del rubro "sociolingüística", mientras que la Sociolingüística A será tomada por una clase de antropología social, de lingüística o de filosofía, según el punto de vista del que la practique.

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LOS PRIMEROS ANTROPOLOGOS INGLESES y EL LENGUAJE

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YA EN 1920 Bronislaw Malinowski afirmó que: "A la lingüística sin la etnografía le irá tan mal como a la etnografía sin la luz que sobre ella arroja el lenguaje" (1920: pág. 78). Pero sólo recientemente las implica­ciones de esta formulación han empezado a ser apreciadas por los antro­pólogos sociales ingleses, y cualquier explicación del tema ha de tener en cuenta la distintiva actitud inglesa en cuanto a la relación entre la lingüís­tica y la antropología durante los años de formación de la materia.

En contraste con el enfoque norteamericano o francés, muy pocos antropólogos ingleses consideraron que el lenguaje requería estudio por su propio derecho, fuera de los límites de su disciplina. Con la excepción de Müller, que cae en el contexto inglés por sus cincuenta años de ense­ñanza en Oxford, lo usaron como una mera evidencia suplementaria para apoyar y extender teorías desarrolladas dentro de la antropología. l Tan periférico era el interés por el lenguaje que muy pocas ideas habían avan­zado más allá de sus principios, al final del período considerado en este ensayo. Por esta razón, nuestro material está agrupado por temas antes que por fechas. Las fechas elegidas para todo el período, 1850 a 1920, cubren la historia de la antropología social desde el momento en que apa­reció el interés por otras culturas, tanto por ellas mismas como por lo que podían ayudar a comprender la sociedad occidental y sus orígenes, hasta el momento en que, con el desarrollo de las técnicas de investigación de campo, se le dio cada vez más importancia al uso de las categorías nativas y a la aplicación pragmática de la lingüística a la antropología.

1 Aunque el enfoque haya tendido a distinguirlas, la precisa delimitación tanto de lo que fue inglés como de lo que fue- antropológico, ha de ser de algún modo arbi­traria. En una época en que el mbaIJero aficionado no quedaba excluido por la especi,alización intensa de ninguna disciplina, es difícil distinguir las contribuciones del antropólogo de las del lingüista, el misionero o el administrador colonial. Al recoger datos, consulté los más importantes escritos de los antropólogos del período (1850-1920), y me concentré particularmente en los artículos y polémicas de los primeros volúmenes del Journal of the Royal ll.nthropological Institute y del Joumal of the Ethnological Society, puesto que daban una idea más clara que los trabajos de cualquier autor ~ingular, acerca de las preocupaciones generales del momento. Aun si algunos de estos artículos no fueron escritos por antropólogos, puede sostenerse que su inclusión indica su interés por la antropología del momento.

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,,,:,, . LENGUAJE Y RAZA . .• 4~.\-' /..'''' t"o

~;:trn área importante de la antropología del siglo XIX en la que pronto se apeló a la evidencia lingüística, fue la de la distribución y renciación racial. Los antropólogos no estaban tan interesados en las dis­tribuciones raciales contemporáneas como en darles una historia, y la r ma­yoría de sus intentos dependía de la convicción implícita de que lasl dis­tribuciones e interrelaciones lingüísticas eran exactamente paralelast las de la raza y podían, por lo tanto, ser usadas como una prueba sub s ituta. El ejemplo de tales reconstrucciones viene de los primeros lingüistas com­parativos mismos, que creyeron que habían deducido elementos de un lenguaje real que una vez había sido hablado por un pueblo cuyos descen­dientes estaban ahora diseminados por toda Europa y Asia, Max Müller, por ejemplo, escribió:

"Es imposible considerar las pruebas aquí reunidas.,. sin sentir que estas palabras son fragmentos de un lenguaje real, hablado alguna vez por una raza ,unida en una época que hasta hace poco apenas se han aventurado a imaginar los historiadores" (1856: pág, 351).

Los antropólogos aceptaron el reclamo de los lingüistas de que su ciencia era de índole histórica, y de que sus hipotéticas formas indoeuro­peas podían usarse para internarse en el pasado del hombre ("El método de hacer el lenguaje, de por sí, cuenta la historia de tiempos antiguos" -Müller, 1856: pág, 320). Luego, muchos de ellos aceptaron el presupuesto implícito de que el lenguaje podía ser equiparado con la raza. John Ken­nedy, por ejemplo, deseando probar que los indios norteamericanos eran todos irimigrantes de otros continentes, y no resultado de una Creación separada, usó un vago parecido entre catorce palabras del Caribe y ciertos equivalentes del Africa Occidental para probar que los caribeños, por ~o menos, habían venido del Africa (Kennedy, 1856). Hyde Clarke hizo un uso más ambicioso de la lingüística comparada. Clasificó todos los len­guajes del mundq de acuerdo a ciertas características que aseguraba haber en<;:ontrado en ellos, los asignó a raZas que ubicó en una escala de pro­gresiva civilización, y sacó de esto una cronología de la colonización del .. mundo (Clarke, 1874).2

Algunos antropólogos reconocieron, no obstante, que tal aplicación de la evidencia lingüística era sólo un intento de usar el prestigio de los aparentes éxitos lingüísticos en el campo histórico para dar una historia

2 En la discusión que siguió, el doctor Leitner mostró una extraña complacencia (";n las teorías más cautas de los lingüistas indoeuropeístas:

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"Las investigaciones .del doctor Hyde Clarke... merecen todo estímulo, en bien de la causa de la verdad, y coino protesta contra el terrorismo literario ejercido

, por una horda de sanscritistas que monopolizan ahora la atención en ciertas socie­dades importantes y periódicos, pues se supone elTóneamente que están entregados

:. a investigaciones imparciales. La recolecciún de material histórico, etnológico, y , de otró tipo, era mucho más importante que la preservación de esta o aquella

teol;,ía filológica. Estábamos en los mismos umbrales de la ciencia del lenguaje" (Leitner, 1874; pág. 212).

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\ ~1:.:~ a la antropología donde no la tenía. Tylor (1881) señaló que '~<NfliiIjC¡ .:' ~)) d l lenguaje y la raza era falsa, pues había casos tanto de difer Íes raz~s ~, ' us ndo un mismo lenguaje, como de razas que cambiaban de un .

- a tro. El Rev. A. H. Sayce replicó a Clarke al año siguiente de}a'-~-J..:'::--~ ca 'ón de su ensayo: "La sociedad implica el lenguaje, la ra~a no ~Sayce, 18 : pág. 213). En la discusión que siguió, el. profesor W~ltney hIZO una clar formulación del modo en que el lenguaJe es determmado cultural­men e, y no físicamente:

Uno aprende su lenguaje, no lo fabrica. .. Es virtualmente una insti­t ción, una parte de la cultura adquirida del pueblo al que pertene~e,~ )\, como todas las otras partes de la cultura, es capaz de transferenCIa (~hitney, 1875: págs. 216-217).

pho a pesar de tal argumento en contra, algunos antropólogos sfg~¡je­ron sosteniendo que hay una conexión observable entre las caractenstlcas distintivas de un lenguaje y la mentalidad de la raza que lo ha creado. Todavía en 1883. Gustav Oppert, un profesor de sánscrito, defendió esta teoría en el }ournal of the Royal Anthropological Institute:

"Un lenguaje preserva, aunque más no sea instintivamente:, su cons­trucción peculiar, la que, si no siempre coincide con la naClOn o per­sona que lo habla, por cierto indica la raza de quienes lo hablaron al principio, y esto pese a todo cambio ap~rente, y retien~ el modo de pensar de aquellos entre los que surgio como un med~o !?atural de comunicación, aunque la raza misma ya haya desaparecIdo (Op­pert, 1883: pág. 33).

Por cierto parec~ que fueron los sanscritistas los principales respon­sables de tales argumentos. John Crawfurd, atacando l~ teoría según la cual el indoeuropeo fue hablado alguna vez por algo aSI como una raza aria decía: "La teoría en su estado más maduro es descripta más comple­tam~nte por el culto e ingenioso orientalista profesor Max MüIler" (186~: pág. 268). En sus primeros escritos, Müller afirma que la len~ua ana puede ser usada para descubrir la raza aria (v.g. 1856), pero ~a<:la 18?2, atacaba cualquier enfoque que no diferenciara. entre caractens~lCa~ lm­güísticas y raciales, si bien todavía estaba preparado para dedUCIr CIertos rasgos culturales a partir de la evidencia lingüística:

"Con demasiada facilidad se olvida que si hablamos de familias arias o semíticas, el campo de clasificación es el lenguaje, y sólo el lenguaje. Hay lenguas arias y semíticas, pero va contra todas las reglas de la lógica hablar, sin una cualificación expre~a o implícita, de ~~a r~~a aria, de sangre aria, de cerebros arios, e intentar una claslf~cac~on etnológica sobre un terreno puramenté lingüístico. Estas dos CIenCIaS, la ciencia del lenguaje y la ciencia del hombre, no pu~den, al menos en el presente, ser mantenidas aparte; y muchos eqUlvoc~s, m~chas controversias, se hubieran evitado, si los estudiosos no hubleran mten-

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tado hacer inferencias de la lengua a la sangre, o de la sangre a a lengua. Cuando cada una de estas ciencias haya desarrollado su p -pía clasificación de hombres y lenguas, entonces, y sólo entonces, s rá el momento de comparar los resultados" (1872, pág. 187).

LA IDEA DEL LENGUAJE PRIMITIVO ~

La idea recibida de que los lenguajes están ligados a la capa idad mental de las razas que los usaban, llevó a creer que el lenguaje taba físicamente determinado. Lo cual era consecuente con la inclinación gene­ral evolucionista de la antropología del siglo XIX, que dependía ella ry1isma' de una analogía biológica. Era un axioma que así como ciertas razas eran primitivas, del mismo modo los lenguajes que hablaban eran simples y subdesarrollados. Los antropólogos que usaron material lingüístico com­parativo, lo clasificaron de acuerdo a grandes parecidos estructurales entre lenguas, pero la ordenación de estas clasificaciones en escalas de evolución dependía esencialmente del concepto antropológico inicial según el cual las culturas podían ser clasificadas de ese modo. Puede encontrarse un tardío ejemplo de 1901, en el JRAI: "Comparado con un lenguaje ario, el tagalo es deficiente en muchos aspectos que han hecho de las lenguas europeas el vehículo de la civilización" (Mackinlay, 1901: pág. 214). Una de las "cualidades" de los lenguajes arios citadas por el autor es la posesión del género gramatical. El/enfoque etnocéntrico del lenguaje,fue común a casi todos los antropólogos del período, y en gran medida fue esto lo que les impidió ver que no existían realmente lenguajes "primitivos". Las lenguas no indoeuropeas eran juzgadas por su naturaleza exótica, y su primitivismo era determinado por la amplitud df; su diferencia con las lenguas europeas.

En cualquier exposición sobre lenguas primitivas había dos supuestos ' sobre su inadecuación. El primero era que las lenguas, y por lo tanto los' hablantes de esas lenguas, eran incapaces de nada que superase una mínima generalización y abstracción: .1

"Los salvajes tendrán veinte palabras independientes que expresarán el acto de cortar alguna cosa particular, pero no acuñarán un nombre para el acto de cortar en general; tendrán otras tantas para describir pájaros, peces y árboles de diferentes clases, pero no tendrán equiva­lentes generales para los términos «pájaro., «pez» o «árbol»" (Payne, 1899: pág. 103) .:< .

R A. A. Hill (1952) ha trazado la historia literaria de uno de tales mitos, el mito según el cual la lengua chewkee tiene catorce palabras diferentes para "lavar", pero no un término general. Analizó las catorce palabras, euumeradas ya en 1823, y descubrió que todas ellas derivaban de dos morfos distintos. Para una exposición general de este punto, y del siguiente, véase Lévi-Strauss (1962, espedalmente el primer capí­tulo). Los informes de Payne sobre el primitivismo de ciertas lenguas son mencionados todavía en 1961 por sir Russell Brain en un capítulo introductorio sobre el origen y naturaleza del lenguaje (pág. 6), aunque se permite dudar de si tales lenguas pueden ser comparadas con provecho con el lenguaje primitivo.

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El segundo supuesto fue que, a la inversa, las lenguas primitivas eran i apaces de precisión y especificación, puesto que sus vocabula~ios eran ex remadamente pequeños y limitados, falla exacerbada por su prontl!l(t!~.:

'-ci' ruda e indeterminada: "Por medio de sonidos más o menos signifi­ca tes, entonces, la sociedad fueguina compone las impresiones, y esto de un odo en cierto sentido imperfecto" (Marett, 1912: pág. 139). El ejem­plo de Marett del extremado primitivismo del lenguaje es tomado de la mis a sociedad que incitó por primera vez a Darwin a especular acerca del rigen del hombre.

na creencia comúnmente sostenida durante mucho tiempo acerca de las lenguas primitivas, fue que estaban sujetas a cambio rápido:

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"En realidad, cualquiera que atienda al modo en que las palabras inglesas se unen en el habla, piensa que su propia lengua sufriría rápidos cambios, como lo hacen las lenguas bárbaras, si no fuera por­que la escuela y la imprenta insisten en mantener nuestras palabras fijadas y separadas" (Tylor, 1881: pág. 142).

E. J. Payne, que describió poéticamente el vocabulario cambiante de los salvajes como "fluido e inestable como un sueño" (1899: pág. 89), dio como pruebas para esta creencia dos versiones del catecismo trasladado a la lengua mosetena por el Collegio de Propaganda Fide, la primera de 1834 y la segunda de treinta años después. Es cierto que las formas de las palabras en las dos listas muestran una considerable diferencia, pero no parece habérsele ocurrido a Paync que quizás amhas listas representasen sólo las fallas de transcripción de escritores no entrenados .

Una inspección de las pruebas de lenguas primitivas tal como eran accesibles a los antropólogos, al menos durante la primem parte de este período, permite comprender su fe en la existencia de lenguas "primitivas". Debemos admitir que lo inadecuado del material en uso afectó la totalidad de la investigación antropológica durante este período, pcro ciertas áreas de conocimientos etnográficos estaban al menos parcialmente abiertas a la observación e interpretación del viajero no entrenado. La transcripción de lenguas exóticas, por otro lado, pudo evitar el etnocentrismo sólo por un desarrollo consciente de las técnicas, lo cual nunca fue llevado a la práctica en este período.

Quienes transcribian estas lenguas usaban una notación fonética adap­tada de la usada para las lenguas europeas que ellos conocían. Esto explica los casos frecuentes de pronunciaciones indeterminadas o fluctuantes, don­de el sistema fonémico de una lengua no se adaptaba al usado por el inves­tigador. Para dar un ejemplo, un misionero escocés, el reverendo Hugh Goldie, escribió de la lengua efik:

"La B a menudo es reemplazada por p; o más bien, se usa frecuente­mente un sonido intermedio entre ambas. La D suele ser sustituida por r, y aun, mediante una enunciación imperfecta, se le da el sonido de r. Ocasionalmente es sustituida por F" (1868: págs. 5-6).

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En sus transcripciones aplicaban sin escrúpulos las categoría~ semá ticas y gramaticales de las principales lenguas europeas a su materi expli9attdo las faltas de correspondencir. como una falla por parte de lengüás primitivas. Los informes de las lenguas primitivas consistían neralmente en breves listas de palabras facilitadas por intérpretes, o ~esiones de señalar y preguntar los nombres. A esto se sumaba una b ve gramática basada en las categorías tradicionales del latín y griego, j nto con observaciones sobre las construcciones más inusuales. En los pri ros volúmenes del JRAI hay muchas descripciones de ese tipo. (Sobre las, len­guas australianas no más, están las de Taplin, 1871; Barlow, 1872; y Mac­kenzie, 1873.) Los antropólogos nunca desarrollaron técnicas que les¡' pér­mitieran describir lenguas en sus propios términos.

LAS LENGUAS PRIMITIVAS y EL ORIGEN DEL LENGUAJE

El supuesto según el cual las lenguas habladas por las sociedad~s pequeñas y tecnológicamente simples eran primitivas y se hallaban abajo en la escala evolucionista, fue retomado por varios antropólogos interesados en los orígenes del lenguaje. De ningún modo ésta fue una preocupación exclusiva de los antropólogos, pues durante siglos fue discutida por filósofos y lingüistas; no obstante, es muy característica de la antropología del siglo XIX, debido a esa convicción de que "para saber lo que es el Hombre, debemos saber lo que ha sido el Hombre" (Müller, 1856: pág. 302), ya que 'se había admitido que "la principal característica que distingue al hombre de todos los otros seres mundanos es el habla articulada" (Hale, 1891: pág. 414). Por esta causa, seguía diciendo Horatio Hale: "Sólo el lenguaje da títulos a la antropología para reclamar su sitio separado entre las ciencias" (1891: pág. 414). .

Aunque puede considerarse a Hale íntimamente asociado con la antro­pología inglesa, pese a su filiación canadiense, tal como lo muestran sus contribuciones al JRAl y su donación de un ejemplar de su libro sobre el dialecto chinook a Tylor, debemos admitir que el número de antropó­logos ingleses que hubieran estado de acuerdo con su afirmación de, la importancia del lenguaje era pequeño. Pero de aquellos que compartIan su opinión, la mayoría se interesaba por hallar los orígenes del lenguaje. La ingeniosa teoría de los huérfanos que propuso Hale nos muestra que su interés principal se centraba en los orígenes de la diferenciación de las lenguas.4

4 Lo que a Hale le interesaba, como lo muestra un artículo de 1886, era más bien cómo explicar el origen de las variadas familias de lenguas; de las que ninguna investigación filológica podía demostrar que procedieran de la misma fuente. Basó su teoría en un supuesto "fuerte instinto hacia la formación de lenguas" en los niños, teoría que se basaba en las historias de niños pequeños, a menudo mellizos, que desarrollaban una lengua privada aparentemente desvinculada de cualquier otra hablada en su vecindad. Cuando grandes grupos de hombres jóvenes, pero ya con su lengua aprendida, emigraban a través de las tierras, retenían de algún modo su habla original. Pero a menudo un grupo no mayor que el de una familia vagaba librado 11 su suerte.

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(' ... \» \ Muchoo de quiene, má, influid", se hallaban pO>. el t<abajo" de, lo, .'1 Ji üistas comparatistas, tomaron una vez más como modelo de~~je pn itivo el hipotético protoindoeuropeo de los lingüistas, ya que se lo su onía el más antiguo de los lenguajes. De modo que se creía que las "pa abras" del indoeuropeo estaban construidas con monosílabos, llamados "raí es" por los lingüistas, y esto podía ser usado en apoyo del argumento de ue el lenguaje se había desarrollado a partir de una serie de ruidos animales indiferenciados, siendo las raíces monosilábicas tempranas elabo­racicmes de gruñidos y gritos. Esto fue sugerido por, entre otros, Oppert ( 1883). Esta teoría se acomodaba a la analogía evolucionista, ya que no exigía una creación súbita del lenguaje, sino que sugería un desarrollo graduaP

No obstante, la antropología hizo sus contribuciones más característi­cas tomando pruebas de la lingüística no indoeuropea como modelo del lenguaje primitivo. E. J. Payne también creía que el lenguaje había evolu­cionado de los gritos animales, pero sostuvo que las lenguas más primitivas de las accesibles al investigador eran las del continente americano, y éstas ~an muy distintas por su naturaleza del indoeuropeo de los lingüistas.

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'En tales casos, si los padres morían, los niños abandonados creaban una lengua nueVll. Con gran ingenio, Hale usó este argumento para explicar dos problemas filológicos conexos: el primero, el que plantea el hecho de que algunas familias lingüísticas, tales como la aria, tienen una distribución geográfica amplia, mientras que sólo en los límites del Estado de California, por ejemplo, puede identificarse un gran número de diferentes familias. Sugirió que en las condiciones adversas de Europa y de las zonas septen­lrionales de Norteamérica, no podría haber sobrevivido una banda de huérfanos, mientras que en California, y en Oregón en menor medida, donde existe una situación lingüística similar, las condiciones son tales que la supervivencia de tales grupos debe haber sido frecuente. En cuanto al segundo problema, el que plantean los parecidos gramaticales que lenguas de distintas familias pueden mantener con sus vecinos geográficos, lo explicó suponiendo la supervivencia de un solo adulto que hubiera adoptado el nuevo idioma de los niños, pero lo hubiera aplicado con el sistema gramatical del viejo idioma, dado que tales lenguas infantiles aparentemente carecerían de toda "gramática".

5 Es interesante, no obstante, que Müller haya tratado de usar las pruebas lingüís­ticas del indoeuropeo contra la teoría evolucionista de Darwin del desarrollo del hombre a partir del mono. Admitiendo que consideraba evolucionista el modelo' lingüístico ("En la ciencia de la lengua, yo fui darwiniano antes de Darwin", 1873: pág. 661), sostuvo que el lenguaje mismo, aun en su forma más primitiva, era una barrera insupe­rable entre el hombre y el animal, una barrera que no podría superar ninguna teoría de la diferenciación gradual. El pasaje en el que expresa su disgusto por tales teorías es altamente significativo en su involuntario testimonio de la importancia de todos los sistemas culturales de sentido:

"La admisión de esta graduación insensible eliminaría no sólo la diferencia entre el mono y el hombre, sino, de manera similar, entre lo blanco y lo. nelfro, lo caliente y lo frío, una nota musical alta y una baja; de hecho, termmana con

'la posibilidad de todo conocimiento exacto y definitivo, deshaciendo esas mara­villosas líneas y leyes de la naturaleza que bacen del Caos un Cosmos, de lo Infinito lo Finito, y que nos permiten contar, hablar y saber" (Müller, 1873: pág. 668).

dEs éste quizás un ejemplo de la llensée civilisée? Tal como lo preguntó W. D. Whitney en una revisión de los argumentos de MUller, ¿dónde está la línell en la naturaleza que separa una nota alta de una baja? Las únicas líneas están en nuestras escalas musicales "y son producto del arte mílS hien que de la natmaleza" (1874: páf,(. 6.'5).

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I Esto 10 llevó a atacar la validez histórica de las raíces monosilábicas dil

. indoeuropeo: r "Se le objeta a la teoría «de las raíces», cuyas propuestas son, notola­mente, el último producto del análisis filológico en busca de los pri­meros hechos en la génesis del lenguaje, que las raíces no son palal:tas; que son abstracciones inventadas por los estudiosos, títulos o en~be­zamientos usados para clasificar los contenidos del vocabulario; meros utensilios para ordenar y describir las relaciones entre las palabras, así como las palabras son útiles para clasificar y describir las relaciones entre las cosas" (1899: págs. 102-103).

Payne tomó como marca de la antigüedad en el lenguaje una forma lingüística que llamó "holofrase" o "palabra portmanteau". Las lenguas holofrásticas no analizan y estructuran la experiencia del modo en que lo hacen las lenguas europeas; en cambio, se contentan con dar impresiones generales, indiferenciadas. Pero eran más específicas que el grito 'lnimal, que podía ser descripto como "una holofrase no personalizada aún" (1899: pág. 170), Y estaba a medio camino entre eso y las lenguas analíticas:

"La circunstancia, el tiempo, la disposición mental de las perS<9nas par­ticipantes, todo a su debido tiempo es incluido en la holofrase. Esta forma rudimentaria de habla, entonces, posee una sintaxis, aunque no una sintaxis de palabras, ni siquiera de partículas; es una sintaxis de conceptos, que con la disolución de la holofrase se vuelve una sintaxis de partículas y palabras, de los nuevos constituyentes del habla a que esa disolución da lugar" (Payne, 1899: pág. 117).

La idea de la!Iolofrase fue parcialmente impulsada por la tendencia incorporativa de muchas de las lenguas indias americanas, ya que da origen a formas lingüísticas complejas e indivisibles. Pero en 1911, el gran lin­güista y antropólogo norteamericano Franz Boas señaló que fue sobre todo la falta de coincidencia entre los sistemas semánticos de dos lenguas muy

Y- diferentes, la del observador y la del observado, la que permitió la idea de la holofrase.6

E. B. Tylor hizo un intento distinto para hallar el origen del lenguaje. Tylor estaba profundamente interesado por el lenguaje en sí mismo, como podemos observar en sus escritos,7 pero su principal prop6sito teórico era

6 "La tendencia de una lengua a expresar una idea compleja con un término singular ha sido llamada "holofrase"~y parece aún que todo lenguaje puede ser holo­frástico desde el punto de vista de otro lenguaje. La holofrase difícilmente puede ser tomada como una característica fundamental de las lenguas primitivas" (Boas, 1911: pág. 26).

1 En las obras publicadas de Tylor, y en sus cuadernos de notas, actualmente en el Pitt Rivers Museum, en Oxford, descubrimos que tenía un excelente dominio del francés, alemán y español. Un cuaderno registra que en el invierno de 1860-61, solo, aprendió los elementos del sánscrito, reunió algún materiatpara un libro de filología general, leyó una gramática de groenlandés y "aprendió algo de la len~", leyó Jos trabajos de Bopp y Porschmann sobre malayo-polinésico, y obtuvo un "conocimiento elemental" del ruso. El verano siguiente, empezó con el galés.

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ertcontrar en los orígenes del lenguaje una explicación racional de {ia, pre~ " .. seÍlte relación arbitraria entre palabras e ideas: .,;"::

"Que la selección de palabras para expresar ideas fue alguna vez pu­ramente arbitraria, esto es, tal que hubiera sido consistente con sus principios intercambiar dos palabras cualesquiera como podemos inter­cambiar los símbolos algebraicos, o mezclar un número de palabras en una bolsa y redistribuirlas al azar entre las ideas que represent~,n, es una suposición opuesta al conocimiento que tenemos de la formaCIOn del lenguaje" (1865: pág. 57).

De este modo Tylor tocó un problema que habría de ser muy discu­tido posteriormente por la lingüística saussureana (Saussure, 1916) .. Sea o no arbitraria la relaciÓn entre etsignificaI!te y el sign'ficado, un SlgD<~,_ lingÜístico toma su se tid de su ubicación en u~~ de sig~o~r habla c~mprendido que éste era el caso en las lenguas que hablaBa, puesto que esc''ribió que las palabras se habían vuelto "co~o fichas o símbolo~ algebraicos, aptos para representar lo que se les pIda que representen (1865: pág. 59). Lo que él quería probar es que hubo un tiempo, en el pasado, en que la selección de signos lingüísticos se había basado en la

, , razono

La forma primitiya de lenguaje a la que Tylor dirigi? .~u ,ate~ción fue el lenguaje gestual usado por los sordomudos. Tran~cnblO el mlSm? el lenguaje usado en el Instituto de Sordomud?s de Berlm, .y lo compa~o con el sistema similar usado en Inglaterra. Leyo acerca del SIstema frances en la obra del abate Sicard (1808), cuyas ideas acerca del lenguaje in­fluyeron considerablemente sobre él. 'fylor afirmaba qu~ los signos u~~­dos eran creación de los mismos sordomudos, y que la razon de la elecclOn de los signos era siempre obvia: "La relación entre idea y signo no sólo, existe siempre, sino qu~_1P...!:!Y rar::Lmente se la pierde de vista I>.or. l!Jl-.s21Q instiíñte" (1865: pág. 16). Más aún, una comparación del lenguaje de los sordoniüdos con el lenguaje de signos usado como lingua franca e~tre los indios norteamericanos mostró notables parecidos entre ambos. Alh Tylor se sintió cerca del descubrimiento de la original f~.tuLde fªl:>J:kar._§ignos que había llegado a producir el lenguaje hablado.R

Tylor nunca afirmó que el lenguaje gestual hubiera precedido al habla o le hubiera dado origen, aunque lo pensó posible. Investigó el h~cho de ¡. que los lenguajes primitivos dependían de los ~estos en mayo: medIda que ' su propia lengua, pero los datos no eran convmcentes. , Por ~Jemplo, Mme. Pfeiffer visitó a los puris del Brasil y afirmó que no teman mnguna palabra \. para "ayer" y "mañana". Para expresar estas ideas tenían q?e usar la pala­bra correspol1diente a "día" y al mismo tiempo señalar detras de ellos, para "ayer", y adelante de ellos para "mañana". Pero investigaciones postenores

H Marett, en su biografía de Tyior, apreció su enfoque del habla por medio del lenguaje de los gestos, pues el gesto es "un artificio tan afín a la naturalez;t que nuestra diversidad étnica apenas si lo afecta" (1936: pág. 52), Ideas similares a ('stas de Tylor p\lcc!pn hallarse en Sihree (1883) y Clurke (1894).

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mostraron que las tribus vecinas no carecían de las palabras en cuestión, y Tylor anota, hacienda gala de gran sutileza:

"Es muy probable que los salvajes de Mme. Pfeiffer hayan sido cul­pados de carencias lingüísticas por haber incurrido en el delito de usar una combinación de palabras y gestos con el propósito de hacerle

". ~ comprender a esta dama con la mayor claridad posible lo que querían decirle" (1865: pág. 80).n

La importancia de las teorías de Tylor sobre el lenguaje gestual y sus relaciones con el habla, yace en su comprensión de que ambos depen­den de los poderes de simbolización y abstracción del hombre:

"Parece probable que haya una similitud entre el proceso por el cual la mente humana se expresó por primera vez con palabras, y el proceso por el que la misma mente a veces sigue expresándose con gestos" (1865: pág. 76).

Era verdaderamente raro que alguien, en este período, arguyera que

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la estructura del lenguaje podía ser comparada en otro campo de la cultura. " Pero en lo que más se parece el lenguaje gestual al habla es en que se

11 trata de un sistema cerrado de signos convencionales, y por lo tanto artifi­ciales. lO Buscando una relación "natural" entre significante y significado, esto es, una relación sujeta a una explicación racional, Tylor perdió de vista la naturaleza abstracta del lenguaje.

De los antropólogos ingleses que mostraron algún interés por el len­guaje, muchos no se interesaron sino por la creación del lenguaje. En este terreno no se puede decir que hayan introducido enfoques radicalmente nuevos; se limitaron a volver a expresar ideas que habían circulado como moneda común durante años. Tylor, por ejemplo, mientras investigaba el lenguaje gestual, discutió extensamente la vieja teoría según la cual los sonidos del habla podrían haberse originado en la imitación de los sonidos de la naturaleza, aunque su conclusión fue que, en el caso improbable de que todos los lenguajes se hubieran originado de ese modo, las palabras se habían desviado tanto que, "cualquiera sea el propósito que guía al estudioso, bien puede suponer que fueron elegidas arbitrariamente" (1871:

9 Una interesant~ confirmación de esta explicación puede encontrarse en una situación similar descripta en el informe de Hale sobre la ,ierga chinook: "Los indios, \ en general -contrariamente a lo que parece ser opinión corriente- son muy parcos en su gesticulación. Probablemente no haya lengua que requiera menos ayuda gestual que la suya" (1890: pág. 18). No obstante, cuando los indios necesitaban usar su jerga para comunicarse con alguien que no los comprendiese, podía vérselos recurrir a gestos animados que complementaban lo dicho.

10 ,Como lo señaló Kroeber en una discusión sobre los datos de la lengua gestual de lo~ indios plains: e .

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,"Pero lo que es característico del lenguaje de signos como sistema efectivo de

lcomunicación es precisamente (Iue no queda en un nivel de naturalidad, espon­taneidad y completa transparencia, sino que crea entidades artificiales, hace elec­,ciones arbitrarias, entre expresiones potenciales y sentido" (1958: pág. 16).

pág. 229). Pero las teorías adelantadas eran erróneas en sus ~~~' .. supuestos. 1 I

ESTRUCTURAS COGNITIVAS Y LENGUAJE '\:~ ·OR(l". r.:;¡

El mito ~;rd":' Casi sin excepción, los antropólogos ingleses del período estuvieron e

acuerdo con MüIler en que el lenguaje no era más que "la forma externa y manifestación del pensamiento" (Müller, 1871: pág. 590). Por ejemplo, la idea de que la raza se refleja en el lenguaje depende de un s~puesto inicial según el cual el lenguaje no es otra cosa que el agente paSIVO por medio del cual se transmite el pensamiento; y el pensamiento, a su vez, por estar condicionado físicamente, está 'afectado por la, raza. Cuand? se llamaba "primitiva" u "holofrástica" a una lengua, existIa a veces la Idea de que el lenguaje mismo podía tener un e~ecto limitativo sobre el ~ensa­miento. Este parece ser el caso de la sugestIón de Marett en el sentIdo de que a todos los pueblos primitivos habría de enseñárseles una lengua como la que él hablaba: '

"Siendo el pensamiento, más o menos, como lo dijo Platón, u~~ con­versación silenciosa con uno mismo, poseer una lengua anahtlCa es haber recorrido ya más de la mitad del camino hacia el ~odo !nalítico de la intelig~ncia, el modo de pensar con conceptos dIrectos (1912: pág. 1.51).

Pero la idea de que el lenguaje podía tener efecto sobre las estructuras cognitivas fue explorado sólo por un gran escritor, :Max Müller:

"Aunque sostenemos que el pensamiento no puede existir sin le~guaje, ni el lenguaje sin el pensamiento, distinguimos entre pensam~ento y lenguaje, entre el lagos interno y el externo, entre la sustanCIa y ~a forma. Y aun vamos un paso más allá. Admitimos que el lenguaJe necesariamente reacciona a la acción del pensamiento, y vemos en esta reacción en esta refracción de los rayos del lenguaje, la solución real del viej~ enigma de la mitología" (1871: pág. 593).

De acuerdo con Müller, el lenguaje era incapaz de representar el pensamiento sin distorsionarlo, y esto era una consecuencia del, modo en que se había desarrollado. Su versión de este desarrollo de~endIa entera­mente de las lenguas de la familia indoeuro~ea, puesto que el era ~n .gran estudioso del sánscrito, y parece haber temdo muy escaso conOCImIento

11 Buscando la historia del lenguaje, los antropólogos usaron dos ~odelos, .ninguno de los cuales tenía la menor realidad histórica: las lenguas de las SOCiedades Iletradas contemporáneas no tenían prioridad histórica sobre las lenguas europ~as, y ~) modelo imlol'Hropeo es incapaz de generar una historia que no esté ya constrUIda en el.

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de lenguas ajenas a esta familia. En el período de la formación dd len­guaje, llamado por Müller "período mitopoético", el lenguaje aún ('s~ba vivo. Los objetos eran nombrados de acuerdo con sus atributos caractetlli,­ticos, con el resultado de que un objeto podía ser nombrado por más de un atributo, dando así origen a los sinónimos, y más de un objeto podía compartir un atributo, dando origen de este modo a los homónimos. Como en este estadio la relación entre nombre y objeto era aún comprensible, las palabras transportaban una carga de sentido mucho mayor que en el presente:

"Toda palabr~.'- sea..l1()_Il1br~ __ ~(:)rbo,~iene aún su ~~r original íntegro durante las épocas mitopoéticas.Las palabras eran pesaaas y diftcttes demaneJar. DecIan más de lo-que les correspondía decir, y de ahí mucha de la extrañeza que provoca el lenguaje mitológico" (1856: pág. 369).

Todos los fenómenos naturales fueron alguna vez llamados con los

1 nombres que los hombres usaban para sus propias acciones. El sol era el "iluminador", la luna la "mensuradora", y el río el "corredor" o el "labrador". Que esto había sido así y no de otra manera, podía ser "probado" por las

',etimologías sánscritas. Como todos estos fenómenos eran considerados , como fuentes de acciones, eran inevitablemente personalizados. Original-mente eran indiferenciados, pero más tarde fue creada una división 'por la introducción de nuevas formas para crear la categoría del femenino. El

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neutro no pudo ser introducido hasta que el lenguaje hubo muerto, pues "nuestro problema no es cómo llegó a personificarse el lenguaje, sino cómo hizo para des personificarse" (1878: pág. 189). .

Cuando esta temprana etapa fue superada, el lenguaje murió y perdió, su "co~a~ti!llológi~=-- ( 1856: pág. 357). El viejo peso del sentido se sumergió, y quedó abierto a las malas interpretaciones, pues "el carácter esencial de un mito verdadero es que no debe seguir siendo inteligible por una referencia del lenguaje hablado" (18.56: pág. 376).

Müller creía que, cuando el lenguaje decaía, las ruinas de los estadios primitivos eran obstáculos interpuestos en el camino del pensamiento puro. Las sociedades explicaron estos obstáculos volviéndolos mitos. Müller sos­tuvo que el proceso creador de estos mitos era esencialmente el mismo que podía observarse en la acción de la etimología popular. Cuando dejó de ser comprendida la razón por la que todos los fenómenos naturales llevaban nombres de actores masculinos o femeninos, los hombres se vieron forzados a volverlos seres vivientes, montando variados dramas en un mundo de mitología. Esto explica por qué cuando Müller estudiaba un mito, siempre encontraba que el origen de los protagonistas podía ser situado en la naturaleza.

Müller consideró que el lenguaje nunca sería un vehículo perfecto para

\ la transmisión del pensamient~Q.<&:Lue nunc~ perd¡;ría su aspecto poéticQ, ha_c:.~.mitos. La mitología "no desaparecerá hasta que el lenguaje pueda compararse al pensamiento, cosa que nunca sucederá" (1871: pág. 590). Ya no fue necesario para los antropólogos imaginar "un período de

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locura temporaria por el cual hubiera tenido que pasar la mente humana" ( 1856: pág. 3(9) para explicar los mitos del mundo. Puesto que la mito­logía no era sino "la sombra oscura que arroja el lenguaje sobre el pensa­miento" (1871: pág .. 590), todo el problema podía ser resuelto recurriendo a la ciencia del lenguaje.

Lo que resta convicción a la teoría de MüIler es que está basada única­mente en pruebas de las lenguas indoeuropeas y en los mitos de Europa y Asia. Por ejemplo, el género lingüístico, que juega un papel esencial en su teoría, no es, por supuesto, característico de todas las familias de lenguas. Pero el interés de su teoría se encuentra menos en el acierto de sus hipó­tesis cuanto en su comprensión del modo en que el lenguaje trabaja como un sistema simbólico. Reconoció la amplitud y generalidad del proceso de la etimología popular, que reorganiza y racionaliza continuamente las es­tructuras simbólicas. Su teoría de que las palabras pueden decir "más de lo que deben decir" (1856: pág. 369) parece basarse en la observación del modo en que una metáfora vieja, opaca en el uso normal, renace cuando está ubicada en nn contexto que también se relacione con su sentido literal. Esto hace pensar en las teorías de Turner sobre la polisemia de los __ ~íJJl­bolos rituales (1967, 1968). Müller también hubiera"aprObado el concepto de 7iricolage de Lévi-Strauss (1962: págs. 26-47), que se usa para demos­trar cómo cada estructura simbólica es afectada por el hecho de que sus componentes han sido usados antes y volverán a usarse después. Como Lévi-Strauss, y como nadie de su propia generación, Müller usó el lenguaje como una clave para otras estructuras simbólicas de gran importancia en antropología.

Sistemas de parentesco

El estudio del parentesco siempre ha tenido una importancia central en la antropología. Dos libros influyentes sobre la materia fueron escritos por antropólogos ingleses en fecha temprana (Maine, 1861; Mclennan, 1865). Pero tanto Maine como Mclennan se interesan sólo por las impli­caciones legales y políticas de su esquema evolucionista de los sistemas de parentesco, y fue el norteamericano L. H. Morgan (1870, 1877) el primero que insistió en la importancia de estudiar las terminologías usadas en los sistemas de parentesco. Los ingleses, en ese momento, no parecieron ad­vertir la importancia de la terminología del parentesco, ni considerar su relevancia en el estudio del comportamiento de los parentescos.

El enfoque corriente respecto de los estudios de parentesco, usado en los últimos años de ese período, fue el método de Rivers para la recolección de genealogías, que desarrolló a partir de la expedición a los Estrechos de Torres (1904). El total descuido de Rivers y de quienes usaron su método para con los sistemas lingüísticos se hace evidente ya desde la misma reco­mendación con que lo presenta:

"Gracias al método genealógico es posible, sin conocimiento del len­guaje y con intérpretes muy inferiores, erigir con la mayor corrección sistemas de parentesco tan complicados que los europeos que han

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pasado sus vidas entre ese pueblo no han podido siquiera sospechar­los" (1910: pág. 10; el subrayado es mío).

Los antropólogos gubernamentales de los primeros años del siglo apli­caron el método de Rivers, en gran parte por las mismas razones (por ejemplo, N. W. Thomas, 1910: pág. 141).

Los ingleses tenían conocimiento de algunos de los trabajos que sobre parentesco se estaban realizando en E.U.A., pero imaginaron que las termi­nologías eran sólo modos diferentes de nombrar relaciones físicas reales. Un ejemplo de la amplitud de este interés puede hallarse en Thomas:

"Hay dos sistemas para indicar el parentesco, por el que entendemos las relaciones observables por la genealogía. Uno de ellos, el descrip­tivo, es usado principalmente entre las razas blancas; el otro, el clasi­ficatorio, queda confinado a las razas de color" (1910: pág. 112).

El abismo que separaba en este terreno a los ingleses de los norteanw­ricanos se hace patente si comparamos este pasaje con el brillante artículo de A. L. Kroeber en el periódico de los antropólogos ingleses:

"Puesto que no son sólo los pueblos primitivos los que clasifican las relaciones o fallan al tratar de distinguirlas, se justifica la sospecha de que la distinción corriente entre las dos clase!) o sistemas de iniciar relaciones es subjetiva, y tiene su origen en el punto de vista de inves.! tigadores que, al acercarse a las lenguas extranjeras, han sido impresio­nados por su falta de discriminación de ciertas relaciones que existen en las lenguas civilizadas de Europa, y que, en el entusiasmo por formular teorías generales para tales hechos, han olvidado que sus pro, pias lenguas están llenas de agrupaciones o clasificaciones de todo punto de vista análogas, a las que la costumbre ha vuelto tan familiares y naturales que no son sentidas como tales" (1909: pág. 77).

Kroeber procedía a continuación a un sutil análisis de las diferencias entre las relaciones físicas como tales, las categorías básicas constituyentes de cualquier sistema de parentesco, y la particular formulación lingüística de cualquiera de esos sistemas. Son los ensayos de este tipo los que con mayor probabilidad tomarán en cuenta los modernos antropólogos sociales.

EL USO DE LAS CATEGORIAS "NATIVAS": MANA, TOTEM y TABU

Que los primeros antropólogos ingleses estaban poco habituados a .la naturaleza sistemática de las estructuras lingüísticas y a la dependenCia, en los sistemas cognitivos, de un elemento a otro, se hace evidente una vez más en el uso que hacían de ciertas categorías lingüísticas tomadas de sociedades primitivas particulares para usarlas como términos técnicos de aplicación general. Fue en el campo de las religiones comparadas donde

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se usaron los más famosos de estos términos: mana, totem y tabú. En este campo los antropólogos intentaron identificar rasgos de la evolución reli­giosa que pudieran ser observados en todas las sociedades pasadas y pre­sentes, pero su material era vasto y disímil. No obstante lo cual, buscaron categorías que les permitieran organizar la evidencia.

Mana, un término de las lenguas melanesias, hace una de sus primeras apariciones en la literatura en una carta fechada el 7 de julio de 1877, del misionero y lingüista R. H. Codrington, carta que fue citada por Müller como un ejemplo de "cómo la idea del infinito, de lo no visible, o, como lo hemos venido llamando, lo Divino, puede existir entrc las tribus más inferiores en una forma vaga y confusa" (1878: pág. 53). Posteriores des­cripciones de mana en Sil contexto melancsio pueden encontrarse en el propio libro de Codrigton (v.g. 1891: pág. 19 L ).

En un ensayo publicado en 1909, R. R. Marett sugirió que mana debería ser introducida en el vocabulario técnico de la antropología social como un término de aplicación más amplia que su distribución lingüística real:

"No es uno de mis propósitos en este momento determinar por un análisis exhaustivo de las pruebas existentes, cómo es comprendido y aplicado el concepto de mana dentro de su área especial de distribu­ción, es decir, la región del Pacífico. Semejante tarea le corresponde a la etnología descriptiva, y preferiría llamar la atención sobre un problema de la etnología comparada. Propongo discutir el valor -esto es, su propiedad y fecundidad- del concepto de mana o de alguna noción aproximadamente equivalente, tal como la de orenda entre los hurones, seleccionada por la ciencia de las religiones comparadas para servir como una de sus categorías o términos clasificatorios de la mayor extensión" (1909: pág. 101).

Marett consideró que el término "animismo" de Tylor podía ser reem­plazado con ventajas por mana. "Animismo" era a la vez demasiado espe­cífico y demasiado general, mientras que mana, conveniente para describir "el estado incoherente de la reflexión rudimentaria" (1909: pág. 119), tenía una cualidad indiferencia da que lo hacía apto para describir este estado primario de la religión:

"A tales términos los denominaré «simpáticos»; y me atreveré a ade­lantar el juicio de que, en el caso de todas las ciencias de este tipo, el uso de términos simpáticos indica la medida de la simpatía de su reflexión" (1909, pág. 104).

Marett admitió la dificultad de usar una palabra limitada cultural­mente como un término técnico general, puesto que siempre habría alguna contaminación en ambas direcciones entre la idea localizada y la general, pero siguió pensando que la desventaja quedaba compensada por la pro­piedad de usar una palabra que expresara por sí misma la religión primitiva.

El liSO que dio Marett al término mana mostró, en su faz positiva, que

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" los datos etnográficos no eran fácilmente reducibles a sus propias cate­gorüi;s culturales. En su lado negativo, supuso que todas las culturas no

.. '~.~."" ~urópeas diferían de la de Europa en un mismo sentido, de modo tal -·,;,"'que podrían ser clasificadas juntas.l~ Tomando términos "opacos" de socie­

dades del mismo tipo que las que proporcionaban las pruebas etnográficas, los antropólogos dieron un status ontológico a estas categorías particulares que nunca fueron totalmente equiparadas con ideas como "animismo", o la distinción entre "magia" y "religión". Como lo comprendió Marett, el "animismo" podía. a su vez ser analizado; el término lingüístico no era invio­lable, y su referencia específica y valor general podían ser cuestionados. Pero un término tomado de una cultura diferente era respetado como una categoría "verdad~ra", por mucho que hubiera sido separado de su uso original para hacer entrar en él todas las costumbres heterogéneas alineadas bajo su nombre.

Otra de las más conocidas categorías de este tipo fue totem, del odji­kewa o una lengua algonquina similar, y taboo, tabú, tapu, de las lenguas polinesias. Eran importaciones más antiguas, y no era responsable de ellas, al menos tan obviamente, un solo hombre. Por otra parte, ambas palabras fueron adoptadas por el uso común en inglés en fecha sorpren­dentemente temprana, mientras que mana nunca llegó a usarse fuera de la antropología. v:1 Tahú fue conocida como un uso de los polinesios ¡¡. través del informe del capitán Cook en 1777, y hacia lo,> primeros años del siglo XIX había sido plenamente aceptada en la lengua inglesa. 1

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La séptima edición de la Encyclopaedia Britannica (1842) trae una breve nota sobre tahoo, refiriéndose sólo a su uso en el contexto polinésico, La octava edición la omitió; pero la novena, de 1888, contenía un largo artículo de J. G. Frazer, en la que este autor no dudaba en emplear tabú

12 Franz Steiner hizo la misma observación al exponer el significado parecido de "totemismo" como categoría general:

"Esta significación era doble: tenía el sentido de una supuesta etapa en la evolu­ción de la humanidad; también demarcaba el totemismo como uro sólido bloque de alteridad, condición que mantuvo aun después que el pensar en términos de etapas dejó de tener vigencia entre los investigadores serios" (1956, en la edición de 1967: pág. 18). 1:1 Es quizá significativo que tanto tabú como totem tengan hien documentados

artículos en los respectivos volúmenes del OEV (1919 y 1926), mientras que mana tuvo que esperar al Suplemento de 1933 para que se la mencionara, aunque debemos admitir que el volumen correspondiente a la letra M precedió en varios años (1908) a los otros dos.

14 Una prueba de la velocidad de esta adopción es el liSO de tabú en el siguiente, pasaje de una colección de ensayos de Mary RusselJ Mitford en 1826:

"La mención de los vecinos es evidentemente tahú, puesto que su relación con ellos es de veinte a uno, pero con las nueve décimas partes de ellos está enemis­tada; sus propios familiares también son tabú por similares razones" (1826: pág. 63; el subrayado está en el original),

Otro buen ejemplo se halla en Shirley, de Cbarlotte Bronte, donde una gobernanta describe su experiencia con sus anteriores empleadores: "El caballero, creo, me consi­deraba una «mujer tabú>, hacia la que se veía imposibilitado de asegurar los usuales privilegios de mi sexo" (1849, en la edición de 1924, vol. 2: pág. 84). Tales usos sugieren que Frazer no fue particularmente original en sn extensiór. del uso de "tabú".

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como un término general para un fenómeno sin fronteras. AfirlllÓ'·1u·e~(f.!lto •. , ,\~ en el volumen de su Galden Ball{!.h dedicado al tabú (1911), que .~' fu~ r,¡

hast~ el momento en ~';le escribi? el artículo para la, Encyclopaediú: ..... tanmca que comprendw la amplItud del uso de tahu, sugiriendo de est modo ~ue ~ue é~ el.antr?pólogo principalmente responsable por su adopción como termmo tecnIco,ln aunque pueden encontrarse usos similares hacia la misma fecha, especialmente en Lang (v.g. 1883: pág. 417; 1884: págs. 73, 75), Y 10 más probable es que Frazer se haya limitado a hacer explícita en su artículo una práctica lingüística que había sido corriente entre sus contemporáneos por varios años.

Más difícil aún es descubrir quién fue el primero en usar tatem como término técnico. Fue mencionado por primera vez en el siglo XVII en un c?ntexto exclusivo de los indios norteamericanos, y reapareció con frecuen­CIa en la literatura a partir de entonces. Hacia 1871 estaba siendo usado por Tylor como el nombre de un hipotético estadio del desarrollo universal, cuando supuso un "primitivo estadio totémico de la sociedad". Nueva­mente fue Frazer quien usó la palabra en un sentido altamente generali­zado en la Encyclapaedia Britannica (novena edición) :

"Un totem es una clase de objetos materiales que un salvaje considera con supersticioso respeto, creyendo que allí existe entre él y cada uno de los otros miembros de la clase una íntima y especial relación" (1888b: pág. 467).

Hacia 1905, Andrew Lang escribía: "Por el momento nos interesa en primer lugar la llegada al totemismo desde una condición social primitiva­mente no totémica, así como el desenvolvimiento de los varios estadios de la sociedad totémica en Australia" (190.5: pág. 6).

Los primeros antropólogos ingleses, que tomaron estos términos de las

15 "Cuando alrededor del año 1886 mi lamentado amigo WilIiam Robertson Smith me pidió que escribiera el artículo sobre Tabú para la Novena Edición de la Encyclo­paedia Britannica, dije lo que creía que había sido en ese momento el concepto corriente de los antro¡:6Iogos: que la institución en cuestión estaba confinada a las razas de color del Pacífico. Pero un estudio atento de los informes dados sobre Tabú hechos por observadores que escribieron mientras éste aún flor"cía en la Polinesia no tardó en hacerme mO?ificar mi visión. Las analogías que el sistema presenta con las supersti­CIOnes, no solo de los salvajes de todo el mundo, sino de las razas civilizadas de la antigüedad, eran demasiado numerosas y sorprendentes para ser pasadas por alto; y llegué a la conclusión de que el Tabú es sólo uno, dentro de una cantidad de sistemas de supersticiones similares, que entre muchas, y quizás entre todas las razas del hombre, ~n contribuido en gran medida, bajo muchos nombres diferentes, y con muchas varia­CIOnes de detalles. a construir la compleja fábrica de la sociedad en todos sus variados lados o elementos, que describimos como religión, política, moral, y economía. Breve,­mente , apu~té esta reflexión en mi artículo. Mis ideas sobre el tema fueron aceptadas por .m! ~,mlgo Robertson Smith, quien las aplicó en sus celebradas Conferencias a la elucldacIOn de algunos aspectos de la religión semítica. Desde entonces la importancia del ,Tabú y de sistemas similares en la evolución de la religión y de la moralidad, del gobIerno y de la propiedad, ha sido reconocida generalmente, y ha llegado a ser un lugar común en la antropología" (1911: págs. v-vi).

Steiner también cita completo este importante pasaje (1956. en la edición de 1967: pág. 97),

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· lenguas de ciertas sociedades, pensaron qut' estaban facilitando la tarea de la an~ropología. El legado de estos términos ha presentado a la antro­jlología de nuestro siglo problemas que han podido resolverse sólo en la médida en que se ha reconocido su irrealidad.

CONCLUSION

Una de las tazones por las que la antropología inglesa consideró que el estudio del leJ,lguaje estaba más allá de sus límites fue que la ciencia del lenguaje era ya una disciplina autónoma y establecida en un momento en que la antropología estaba todavía buscando sus propias reglas de pro­ceder. Pero, en vez de desarrollar 'iU propio enfoque del lenguaje, los antropólogos prefirieron suponer que el tema estaba ya adecuadamente desarrollado, y, en la mayoría de los casos en que la lingüística entraba en el trabajo antropológico, su uso estaba basado en las teorías y categorías ya establecidas por los lingüistas del indoeuropeo. Paradójicamente, Müller fue el único autor del período que hizo uso de una teoría del lenguaje específicamente antropológica, si bien él mismo era en primer lugar un especialista en el campo de la lingüística indoeuropea. Sus teorías acerca de la relación entre el lenguaje y la antropología tienen aún vigencia en antropología, al revés de 10 que ocurre con las teorías lingüísticas de sus contemporáneos.

Debemos admitir, no obstante, que hubo unos pocos antropólogos ingleses que empezaron a dudar de la corrección de algunos de los informes lingüísticos que se usaban para levantar teorías antropológicas, y aun a dudar de algunas de las teorías mismas. Por ejemplo, el reverendo S. S., Dorman informó que su predecesor eclesiástico, que había vivido entre lo,s masarwas de Sudáfrica durante más de veinte años, creía que su vocabu­lario no tenía más de trescientas palabras. Según sus propias investigacio­nes, Dorman dice: "He podido reunir alrededor de dos mil palabras ... Estoy completamente seguro de no estar siquiera cerca de completar su vocabulario" (1917: pág. 61).

Hale sostuvo que eran los defectos en los métodos de registrar el len­guaje lo que había dado pie a la idea de que las lenguas de los pueblos primitivos eran concretas y limitadas (1891: pág. 418), y él, por el con­trario, creía que no había nada que pudiera llamarse lengua bárbara. Se aproximó de algún modo al establecimiento de una teoría del fonema, para explicar por qué "en muchas lenguas, como es bien sabido, hay sonidos, elementales de naturaleza indeterminada, que parecen flotar entre dos, y a veces entre tres o cuatro articulaciones distintas" (1884: pág. 233). Por otra parte, Hale estaba preparado para sostener que la lengua d~bía ser la única definición de la raza, y creía que algunas lenguas eran mas avan­zadas y complejas que otras. Su conclusión al artículo. ~ 1884) sobre l~s "articulaciones intermedias" muestra que no comprendlO la lmportancla de algunos de sus propios argumentos.

Ya en 1883, R. N. Cust atacó la idea dt' que una lengua que careciese

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de escritura o de una tradición educativa debería necesariamen vearecer también de gramática: ~ (¡.N.S"

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"En cuanto a la aseveracÍón según la cual fueron los gramáticos quie­nes dieron forma a una lengua, es un sinsentido. Los rasgos grama­ticales de una lengua se desarrollan por sí mismos de acuerdo al genio del pueblo, y es imposible decir por qué o cómo esto tiene lugar. No hay reglas de los gramáticos que puedan detener el proceso, o acelerarlo" (1883: págs. 66-67).

En 1903 Codrington produjo pruebas convincentes contra argumentos tales como el de Payne sobre la velocidad del cambio en las lenguas sin escritura. El español que descubrió las islas Salomón en 1567, registró cerca de cuarenta palabras de la lengua local. Un gran número de éstas pueden ser identificadas aún, puesto que "con todas las dificultades de una audición correcta, recordando y escribiendo palabras extrañas, los españoles han re­gistrado lo que es en gran parte fácilmente reconocible" (1903: pág. 25). Lo que es más, pareció evidente, por lo mismo, que no se habían produ­cido cambios significativos en la distribución geográfica de los varios dialectos.

Hacia el fin de este período, A. M. Hocart publicó dos artículos en los que atacaba a los filósofos y p~icólogos por sus teorías acerca de la ina­decuación mental de los primitivos, dado que estas teorías estaban basadas solamente en pruebas lingüísticas limitadas y erróneas, que no tenían rela­ción alguna con las lenguas tal como se las hablaba en realidad. Puso en juego pruebas contra la teoría de que los primitivos eran "pobres en con­ceptos generales y ricos en minuciosas subdivisiones de las especies" señalando que: '

"Este criterio puede parecer totalmente razonable al pensador que no se mueve de su hogar, y como alguna vez me pareció razonable a mí mismo, no puedo condenar a aquellos cuya fe nunca ha sido expuesta al poderoso disolvente de la experiencia de la vida salvaje" (1912: pág. 267).

Hocart anunciaba así la aurora de una nueva era antropológica. Es lamentable, no obstante, que sus esperanzas de que la nueva antropología fuera capaz de producir teorías lingüísticas nuevas y válidas que cambiaran los viejos prejuicios, se hayan mostrado falsas, una vez que su "poderoso disolvente" se volvió la práctica ortodoxa de la disciplina, y en realidad la única posible.

Por otra parte, la antropología también ignoró, durante mucho tiempo, el problema del lenguaje. En sus últimos años, Frazer apenas si anotó, en nn nivel pragmático, que él prefería las prueb~1s etnográficas de los mi­SiOl1l')'(JS a las de los viajeros, puesto que era verosímil que los primeros conocieran mejor el lenguaje (1921: pág. 244), y aprobó el uso que hacía \Jalinowski del lenguaje nativo en la investigación etnográfica (1922: págs. vii-viii). Su único aporte adicional a esta área fue su introducción

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de totem y tabú como categorías descriptivas .. Es cierto que Robertson Smith analizó los términos lingüísticos como una parte necesaria de su antropología, pero en esto no hizo sino seguir la tradición especializada de la exégesis bíblica.

En los primeros años del siglo xx hubo un cierto incremento en los usos técnicos y pragmáticos de la lingüística como una herramienta para reunir información etnográfica y establecer clasificaciones "tribales". C. G. Seligman recogió su material de Nueva Guinea por medio de intér­pretes, del inglés pidgin y de cuestionarios (1910). La nueva genera­ción de antropólogos gubernamentales y administradores, tales como Rat­tray (v.g. 1916), Thomas (v.g. 1910), y Amaury Talbot (v.g. 1912, 1923) consideraron que el registro de lenguas y textos formaba parte de su tra­bajo específico, por lo cual tendieron a usar un vocabulario estándar y cuestionarios gramaticales. Esto llegó a ser una práctica regular, como puede verse en Meek (1931).

Me he referido antes a la diferencia con el enfoque del lenguaje de los antropólogos norteamericanos. Este no es el sitio para un análisis dc::ta­llado de este enfoque, o de las razones por las que fue tan diferente del de los antropólogos ingleses, y me limitaré a intentar resumirlo.

Muchas de las principales tendencias de la lingüística antropológica norteamericana pueden encontrarse en la clásica introducción de Boas al Handbook of American Indian Languages (1911). Boas tuvo en cuenta la relatividad de las categorías lingüísticas, desde el momento en que per­cibía que eran productos artificiales de la cultura y de ningún modo de origen natural. Comprendió que ni las categorías semánticas ni las grama­ticales coincidirían necesariamente en las diferentes lenguas, y desarrolló una rudimentaria teoría del fonema,16 De este modo aplicó "su principio cardinal de considerar cada lengua en términos de sus propias formas en lugar de hacerlo en términos de formas preconcebidas o teóricas" (Kroeber, 1943: pág. 15). Boas estaba convencido de que no existían lenguas "pri­mitivas" y que cualquier lengua era capaz de adaptarse a cualquier situa­ción. Una de sus teorías más sugestivas fue aquella según la cual el lenguaje era sólo uno de los muchos sistemas culturales similares, y que su valor en la antropología era que, al revés de los otros sistemas cultu­rales, sus categorías nunca eran reconocidas conscientemente, y de este modo no estaba sujeto a las mismas descaminadas racionalizaciones.

Ideas similares a las de Boas fueron las que propusieron otros antro­pólogos norteamericanos tales como Sapir y Kroeber, teorías que la gene­ración siguiente desarrolló más aún. La razón por la que el enfoque norteamericano haya sido tan distinto del inglés deriva en parte de las

16 El excelente artículo de Boas "Sobre los sonidos altemantes", 1889, donde probó:

"que no existe ningún fenómeno que pueda ser llamado sonidos sintéticos o alter­nantes, y que su aparición no es de ningún modo signo de primitivisrno del habla en la que se dice que aparecen; que los sonidos altemantes son en realidad percep- . ciones alternantes de uno y el mismo sonido" (1889: pág. 52),

ha de contraponerse a las confusas teorías de Hale sobre este tema, escritas cinco: años antes.

personalidades e intereses de los fundadores de la disciplina. También fue resultado del aislamiento de los norteamericanos, no sólo de la antropología europe~ sino tam.bié~ de la lingüística comparativa europea. Factores de mayor !mportancIa aun fueron la naturaleza de las lenguas indígenas nor­t~ame~~canas, las cir~un~tancias en las q?e éstas fueron registradas, y la sltuaclOn general del mdlO en la Norteamerica blanca. Un resumen útil de las causas ~uede ser encont~ad? er. Malmberg (1964: págs. 159-160).

La p~mera antropologIa mglesa, al no tener contactos con las ideas n?rteamencanas sobre e! l~nguaje, y a falta tanto de datos lingüísticos dlgnos d.e fe ~omo de tecDIcas para obtenerlos, nunca produjo nada que se I?a~~Jera DI remotamente a una teoría sociológica del lenguaje. Nadie advlrtlo que el lenguaje era comparable a otros fenómenos culturales o que su. estructura no tenía nada de sistema aislado, sino que era todo' lo contrano. Pese a lo cual no se desarrollaron categorías o procedimientos ~ue pudi~ran ,s~rvir más tarde ~omo un entramado para el estudio de los SIstemas sImbohcos. Los antropologos posteriores a 1920 de modo similar ~o produjeron ninguna teoría lingüística de importancia' relativa al simbo: hsm?, como puede verse por la falla de la antropología malinowskiana para e~ph~r el m.ito más allá de un análisis frecuentemente ingenuo de. su fun­ClOn mtegratIva. Como resulta~o, los enfoques más recientes del simbolismo por ~~e de la antropol?gía inglesa han dependido de los trabajos de la tradlClOn frances~, espeCIalmente de los de Lévi-Strauss, quien, significati­vamente, ha. s.egUldo los pasos de, entre otros, Boas. Puede sostenerse que la responsabIlIdad de este estado de cosas yace en la diferencia de intereses del período funcionalista del trabajo de campo sistemático. Pero esto solo ?o s~ría .suficiente; hubo también una ignorancia general de las profundas llnphcacIOnes del lenguaje para un estudio de la cultura, en el período de la antropología inglesa expuesto en este ensayo.

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L02

MALlNOWSKI, FIRTH Y EL "CONTEXTO DE LA SITUACION"

Robert H. Robins

EL CONTEXTO de la situación fue la base de una teoría del' sentido, y una parte importante de una teoría del lenguaje, durante un período del desarrollo de la lingüística general en Gran Bretaña. Tuvo su apogeo aquí entre los lingüistas durante los últimos años de la década de 1930 y durante la primera década, más o menos, después de la guerra, cuando la lingüís­tica se expandía desde su centro más activo en ese momento, la Universidad de Londres, bajo el liderazgo e inspiración de J. R. Firth, el primero que tuvo en este país una cátedra de la materia.

Tras el retiro de Firth, seguido casi inmediatamente por su muerte en 1960, el contexto de la situación perdió algo de su predicamento entre los lingüistas. La teoría fonológica y gramatical, interesada en el lado formal del lenguaje, fue absorbente, y en 1957 la descripción y análisis de lenguas entró en un excitante torbellino, con la publicación de Syntactic Structures, de Noam Chomsky, que anunció un torrente de publicación y discusión sobre la teoría de la descripción gramatical y sobre los objetivos y métodos propios del análisis gramatical y fonológico, y muchos consi­deran a 1957 como el año de mayores cambios en los estudios lingüísticos modernos.

En un primer momento Chomsky y los transformacionalistas (como se los llamó a partir de uno de los componentes de su teoría de las rela­ciones gramaticales) se concentraron en los aspectos formales del lenguaje; pero en años recientes, bajo la inHuencia de lingüistas como Fodor, Katz y Postal, han vuelto su atención a la interpretación de oraciones y a la teoría semántica en general. Lo cual no les ha permitido volver a la teo­ría del contexto de la situación de Malinowski y Firth -lejos de ello­pero ha vuelto a despertar el interés en los problemas del sentido y del análisis semántico, y al hacerlo ha revivido el estudio de los enfoques de Malinowski y Firth sobre estas cuestiones.

Al tratar de determinar la relevancia e importancia del contexto de la situación debemos considerar la teoría en su marco histórico, en su relación con los sucesivos cambios de perspectiva que han caracterizado al trabajo lingüístico de nuestro siglo.

La naturaleza del sentido, o, dicho de otro modo, las relaciones entre las emisiones lingüísticas y el mundo exterior, fueron tema de discusión desde los albores del pensamiento europeo. La lingüística del siglo XIX, o filología, como solía nombrársela por ese entonces en Inglaterra, heredaba

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un cuerp~ de doctrinas que s,e remontaba a Aristóteles y a los estoicos, a, ,aptja,1.lós lexicógrafos y retóricos, y a sus sucesores durante la Edad ~~ify el Renacimiento. No tenemos necesidad, ni es la ocasión más apro­piada, de rastrear detalladamente esta tradición, pero hay dos cosas que im­portan: las teorías del sentido y del análisis semántico se basaban en la su­puesta identificación y prioridad lingüística de la palabra como una evi­dente unidad reconocible en las lenguas; y, además, las lenguas sobre las que se concentraba el estudio eran exclusivamente las lenguas bien cono­cidas, antiguas y modernas, de la civilización europea y mediterránea.

Se ha hecho en esta tradición una buena cantidad de importante tra­bajo, y se han formulado 1~1Uchas reflexiones de valor permanente, pero nada de todo ello respondía a las necesidades de Malinowski al preparar sus observaciones de campo para una publicación europea. Se vio enfrentado a la tarea de traducir textos etnográficamente vitales al inglés, de modo tal que fueran significativos, y proporcionaran información, en una mono­grafía inglesa, para lectores ingleses.

En Man and Culture (R. W. Firth, 1957), los antropólogos han seña­lado el lugar de Malinowski en la historia de la antropología: su énfasis en el descriptivismo y el funcionalismo o estructuralismo (en su viejo seri­tido antropológico), oponiéndose a las orientaciones predominantemente historicistas en el estudio de las culturas (paralelo muy significativo con la enseñanza contemporánea en la lingüística que llevó a cabo el ginebrino Ferdinand de Saussure), y su insistencia de pionero en el estudio de una cultura en su propio terreno, viviendo con el pueblo y trabajando tanto como se pudiera con el idioma indígena. Y precisamente por ser Malinowski un dotado políglota, como él mismo lo admitió, tuvo que hacer frente a los problemas del análisis semántico cuando trató de traducir sus textos.

Apenas es necesario entrar en detalles acerca de la teoría malinows­kiana del contexto de la situación. Me limitaré a prestar atención a los puntos esenciales, tales como yo los veo. Aunque extrajo sus conclusiones del estudio de lenguas sin escritura, de los así llamados pueblos primitivos, en sus últimos años insistió en que estas conclusiones se aplicaban igual­mente a nuestras propias lenguas europeas.

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1. La concepción, bien considerada en su momento, del lenguaje como la comunicación vocal del pensamiento, era, como definición, total­mente carente de valor, y como afirmación del uso dado al lenguaje era sólo aplicable a una esfera limitada de actividades como la sala de conferencias o el debate académico. '

2. El lenguaje era un "modo de actividad", como otras actividades socialmente cooperativas, y no una "contracara del pensamiento".

3. Las emisiones eran producidas y comprendidas no como hechos autosuficientes, sino estrictamente dentro de un contexto dado de la situación, todo lo que era pertinente en el marco personal, cultural, histórico o físico en que las emisiones eran dichas y oídas.

4. Los sentidos y usos de las formas lingüísticas, de las palabras y ora­ciones, eran adquiridos y comprendidos .a partir de su ocurrencia cn

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. palabra y su referente, sino como una serie multidimensiona . • cional de relaciones entre la palabra en su oración y el contexto en su ocurrencia. 5. Como consecuencia de lo que acaba de decirse, los sentidos de las palabras y oraciones no son universales etiquetados de diferente modo en los distintos lenguajes, sino que en gran medida dependen X son una parte, de la cultura de la comunidad de habla. La traduccl~n es posible sólo en la unificación del contexto cultural, y los enganosa­mente simples problemas de traducción entre la mayoría de las lenguas europeas se deben a la herencia cultural históricamente compartida greco-romana-cristiana. Cuanto más distintas las culturas más difícil se vu~lve la traducción, y, hecho signi.ficativo, cuanto más profunda­mente embebida en la cultura esté una palabra o una frase, es decir, cuanto más reveladora sea de esa cultura, mayor será la dificultad de traducirla a una lengua externa a su área cultural. 6. La palabra no fue la unidad de sentido primaria. Lo fue la oración. Las oraciones eran lo que se decía y comprendía, y los sentidos de las palabras no -eran sino destilaciones o abstracciones de los sentidos, las funciones contextuales, de las oraciones, y los artículos del diccionario hicieron todo lo posible por rendir cuenta de estas abstracciones.

El desafío de Malinowski a la prioridad semántica de la palabra se enfrentó con las teorías occidentales desde Aristóteles hasta nuestros días. Pero en la antigua India (aunque, según lo que sé, Malinowski no se inte­resó en este terreno), la cuestión de la prioridad fue vivamente discutida: ¿el sentido de las palabras surge del sentido de la oración o los sentidos de la oración son construidos a partir de los sentidos de las palabras? Bhartrhari (circa siglo VII d.C.) sostuvo qu~ la oración mantenía un sentido no dividido al principio, como un cuadro, y que el análisis en sentidos individuales de las palabras es una operación crítica y metalingüística. Pone como ejemplo la oración "Caza un cuclillo en el bosque" (en sánscrito, por supuesto); hasta que no se conozca el sentido de la palabra "cuclillo", el sentido de "caza" es vago e i.ndefinido, pues cazar un oso y cazar un pájaro son operaciones muy diferentes.

Es sabido que Firth tomó de Malinowski el concepto de contexto de la situación, y lo erigió como centro de su enfoque teórico del lenguaje. El interés principal de Firth era distinto del de Malinowski; se ha observado que Malinowski era un etnógrafo forzado a entrar en el terreno de la lin­güística por necesidades de su propia materia de estudio ( testigo de lo cual es la génesis de su "Teoría etnográfica del lenguaje", capítulo conformad? a partir de notas al pie dispersas en otros sitios de Coral Gardens and thetr Magic), mientras que Firth era un lingüista, profundamente comprometido con la teoría lingüística, forzado a entrar en el campo etnográfico para realizar una adecuada comprensión del sentido.

Firth estaba convencido de que como el lenguaje era una actividad

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esencialmente significante, toda la descripción lingüística y su análisis podía en cierto sentido ser considerada como descripción y análisis del sentido. De aquí parten sus a primera vista paradójicas denominaciones: "sentido fonológico" y "sentido gramatical". Pero ahora nos interesa su teoría semántica' ésta sí estaba basada en el contexto de la situación. El contexto de la si~ación de Firth era un asunto más abstracto que la "reali­dad ambiental" de Malinowski. Firth lo encaró como una serie de cate­gorías abstractas por medio de las cuales esperaba que todos los factores relevantes comprometidos en el uso y comprensión de una emisión y sus componentes pudieran ser identificados en situaciones y clasificados en descripciones.

De este modo debían ser alcanzados por lo menos tres propósitos: 1. La identificación y clasificación de diferentes estilos de emisiones por referencia a los rasgos relevantes de las situaciones apropiadas (sumados a los rasgos formales mismos), v.g. formalizado, literario, coloquial, canallesco, retórico, etc. 2. La descripción del uso actual de una emisión dada en su situación como ocurrente único.

3. La identificación y descripción de las funciones semánticas adscri­bibles a las estructuras gramaticales generales y a las secuencias de entonación (interrogativa, imperativa, relaciones de sujeto y objeto, etc. ), y los significados léxicos de las palabras individuales como com­ponentes recurrentes de la emisión.

Es notorio que la ejemplificación puesta por Firth fue totalmente inade­cuada, en cuanto al análisis semántico en términos de la teoría en la que él creía tan ardientemente y predicaba con tanta asiduidad. Además de sugerirlo que él llamó "un típico contexto de situación", hizo muy poco por completar los detalles. En ese contexto éstas eran, según él, las cate­gorías relevantes:

rasgos de los participantes: personas, personalidades acción verbal, acción no verbal objetos relevantes efectos de la acción verbal.

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Esta esquematización ha sido repetida varias veces por d~ferentes autores. La aplicación más penetrante y reveladora es un estudIO de T. F. Mitchell (1957) de "La lengua comercial en Cirenaica", en el que locu- • ciones específicas manipuladas en la compra y venta de granos u otros productos, son clasificadas y analizadas en relación con la situación que se desarrolla.

La aplicación que hace Mitchell del contexto de la situación ha si~o generalmente alabada. Pero trabaja, deliberadamente, con sólo una p~quena parte del uso y funciones de la lengua. De hecho cumple los dos pnmeros propósitos de 'la teoría del contexto de la situación de Firth: la identifica-

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ción de un estilo o modo de discurso determinado situacionalmente, y la explicación e interpretación de una secuencia real de emisiones en una situación dada. Casi no llega a constituirse siquiera en un esbozo de una teoría general del sentido de la palabra y la oración. A semejante crítica pr.o­bablemente Firth hubiera contestado que la totalidad del uso del lenguaje, incluyendo la selección del vocabulario apropiado, es una amalgama IJas­tamente compleja de usos específicos del lenguaje, y que una explicación general del sentido puede llegar sólo como un producto final de estudios detallados indefinidamente numerosos, como el de Mitchell.

Como se dijo al comienzo, durante el período que siguió inmediata­mente al retiro de Firth, el interés de los lingüistas se volcó más bien al análisis formal que al semántico, y el otro de los dos principales focos de atención de Firth, el análisis prosódico en fonología, recibió muchas más ejemplificaciones, exposiciones, y críticas. Lo que se llama a veces lingüís­tica "neo-firthiana", asociada con el profesor M.A.K. Halliday, del University College de Londres, y sus colegas y discípulos, deriva más directamente que otras teo¡ías de las enseñanzas da Firth, e incorpora una buena cantidad de los principios fundamentales enunciados por éste. Halliday conside~a el contexto de la situación como una parte central y esencial de su teona del lenguaje, haciendo de él el puente entre gramática y vocabulario y el mundo externo, por un lado, con la fonología y la fonética como lazo entre gramática y vocabulario y la fonaci6n y la audición reales por el otro. Pero una vez más, Halliday y 'sus colegas han dedicado más tiempo y tinta a la exposición de otros aspectos de la lengua y otras partes de su teoría que al contexto de la situación, contentándose en la mayoría de los casos con reproducir, casi sin cambios y sin elaboración, el esquema típico de un contexto de la situación que Firth había propuesto en 1950.

Hacia la mitad de la década de 1960, un renacimiento del interés por la semántica empezó a caracterizar a la lingüística de ambos lados del Atlántico. En 1963, John Lyons, ahora en Edimburgo, publicó un impor­tante estudio de la semántica de algunas palabras clave en lo~ diálogos filosóficos de Platón, y en la larga y muy leída introducción a su estudio, la parte más valiosa para el lector general, menciona el contexto de la si­tuación de Firth, y utiliza el concepto de un contexto que se construye progresivamente, como es el caso del diálogo, condicionando y ayudando a determinar el sentido de lo que subsiguientemente se dice en él.

En 1966 Longmans' publicó un volumen de estudios dedicados a la memoria de J. R. Firth, y en él Lyons vuelve a una línea central de crítica de la teoría del contexto de la situación. En su estudio Lyons acepta la afirmación de Firth de que la aparición o aceptabilidad de una situación es la única garantía de su significado. Más aún, aplaude el reconocimiento que hace Firth de la multiplicidad de tipos de emisiones en situaciones socialmente diferentes, lo que ilustra, en una instancia típica, el artículo de Mitchell sobre la Cirenaica. Pero niega la pretensión de Firth, o la pretensión de otros que se basan en Firth, de haber construido una genuina teoría del sentido, única capaz de manejar los sentidos léxicos de las pala­bras de una lengua, tales' CORlO son internalizadas por hablantes nativos en la infancia y son en lo pt' lSible encapsuladas por los lexicógrafos en los

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artíc~~ del diccionario. En particular, Lyons no encuentra lugar en el :L.l.¡ri~a de Firth para la relación de referencia o denotación, mientras que ~ . gran número de palabras, especialmente sustantivos, pero de ningún

modo todas esas palabras, pueden asociarse más o menos directamente con alguna parte o partes del mundo externo observado. De hecho, creo que la función referencial de muchas palabras puede ser incluida como parte de los "objetos relevantes" y categorías de "acción no verbal" de Firth, pero fue por cierto una debilidad de parte de Firth haber dejado sin aclarar su pensamiento en esta cuestión.

De mayor importancia en el renacimiento de los estudios semánticos entre los lingüistas ha sido la extensión de la lingüística transformacional hasta incluir sentidos léxicos y estructurales. Al principio, en sus Syntactic Structures de 1957, y en los escritos que le siguieron inmediatamente, Chomsky y sus colegas dejaron fuera de su campo de intereses el significado lexical, y más aún, el significado en general. No obstante, en 1964, Katz y Postal publicaron su Integrated l'heory of LAnguistic Descriptions, donde postulan el alcance de la descripción en estos términos introductorios: "Una descripción lingüística de una lengua natural es un intento de revelar la naturaleza del dominio con que un hablante experto usa esa lengua."

En su libro, Katz y Postal incorporan una teoría del análisis semántico esbozada en un artículo anterior de Katz y Fodor, a una relación amplia de la lingüística transformacional. Sin duda tenían razón al eSRerar algo de esta línea de trabajo, ya que parte del dominio de un hablante es su conocimiento de qué palabras usar en una circunstancia dada. Puede decirse que 1964 marca la reaparición de la semántica en el foco de atención de los lingüistas norteamericanos y de los más influidos por el trabajo norteamericano.

Katz y Postal basaron su teoría de la semántica en un punto de partida tradicionalmente centrado en la palabra, con muy escaso contacto inme­diato con el contexto de la situación de Malinowski o de Firth. Probable­mente sea significativo que el trabajo lingüístico de Malinowski haya surgido del análisis etnográfico de culturas remotas en que los sentidos tenían que ser descubiertos antes de que pudieran ser analizados y formulados, mien­tras que los lingüistas transformacionalistas (muy al contrario de sus pre­decesores inmediatos en E.U.A.) han trabajado largamente con el inglés y~ otras familias de lenguas, cuyas gramáticas y significados de las palabras son, al menos de un modo no sistematizado, ya conocidos antes de que empiece el análisis.

Katz y Postal consideran los sentidos de las palabras como combina­ciones de "elementos conceptuales atómicos", y muchas palabras pueden tener variedades diferentes de tales combinaciones: bachelor puede con­sistir en humano + masculino + adulto + soltero, o en humano + po­seedor de un primer título. Por lo común, la estructura oracional y la coexistencia posible de los sentidos en las palabras que contienen, necesa­riamente seleccionan sólo una combinación en cada caso (v.g. en "Jillian es «bachelof» de Oxford, tras haber estudiado tres años en el Lady Margaret . Hall"). Si esto no sucede, la oración resulta en este aspecto inherentemente

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ambigua (v.g. "Usa un traje light en el verano": light en este c nifiea "claro" o "liviano"?). ,-

Este enfoque tiene gran parecido con los primitivos análisis "COli'l'!l_lii:i~ nenciales" de ciertas áreas del vocabulario, especialmente el parentesco y Sil terminología, tal la de Lounsbury en "Pawnee Kinship U sage" (1956). Gran número de estudios de esta naturaleza fueron reunidos en una publi­cación especial del American Anthropologist en 1965 (véase Hammel). ~ucha ~e su inspiración la deben al análisis componencial o de rasgos en fonologIa. Pero la aplicabilidad de tal sistema de análisis al léxico total de cualquier lengua ha de mantenerse en duda, al menos por ahora.

No querría ir demasiado lejos aquí con la teoría de Katz-Postal-Fodor, per~ es necesar~~ un. breve esbozo como el que he dado, puesto que su teona, co? .modlfIca~IOnes apenas notables, se ha vuelto el enfoque más o menos ofICialmente aprobado de parte de los lingüistas transformaciona­listas; y a raíz de sus cálculos y reflexione¡¡ en la estructura lingüística, la renovación y vigor de la mayoría de sus trabajos publicados, para no hablar del estruendoso aplauso de sus seguidores, la teoría transformacio­nal ha llegado a ejercer quizá la más fuerte influencia sobre la lingüística en la época presente en E.U.A. y en varias universidades de Europa. ~homs~y. dirige un grupo de los investigadores más capaces, en el Instituto fecnologlCo de Massachusetts, que constituye el principal centro de difusión y desarrollo de la teoría transformacional.

Uno de los miembros más capacitados y más interesantes de este grupo es D. T. Langendoen, que ha tomado a su cargo una revisión y evaluación de.l trabajo de lo que él llama la "escuela de Londres" de lingüística, pnmero co~o una tesis doctoral realizada bajo la supervisión de Chomsky, luego publIcada en 1968 por la editorial del MIT.

, . Gran parte .del libro no nos concierne aquí. Comprende un informe cntIco del trabajO llevado a cabo en el análisis fonológico en términos de la .teoría prosódica de Firth. Pero también contiene lo que creo que es el prn~er examen verdaderamente detallado, desde el exterior, del concepto de cont.exto de la situación tal como fue modelado y usado por Malinowski y F~rth. ~l ~unto de partida teórico de la crítica de Langendoen es la teona semantIca de Katz y Postal, aceptada ahora por los lingüistas segui­dores de Chomsky. . Langendoen critica el uso hecho del contexto de la situación en la cons­trucción de una teoría semántica, tanto en las últimas formulaciones de Mali?owski como en Firth. No es difícil ver algunas de las obvias inade­cuacIO~es de ,}a exposición de Malinowski, particularmente en su pre­sent~~lon del. Problema del sentido en las lenguas primitivas", con su ex­p~e~lOn deSCUIdada y su supuesto, gratuito e injustificado, de una diferencia b.a~l~a ~~tre las le?guas ~e los primitivos y las lenguas literarias de la ClvllIzaclOn. Esta ultima aebilidad la reconoció Malinowski mismo y en .\U tardí? "Teoría etnográfica del lenguaje" aplicó específicamente la teoría uel se~tIdo, que estaba esbozando, a todos los usos del lenguaje en todas las SOCIedades, primith:as y avanzadas. ,. ~ange~ldop;~, como lo hl?bía hecho J. B. Carro1J antes, objeta el aparente parbculansmo del conte, to de la situación de Malinowski, en cuanto el

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sentido de cada emisión parece residir, en este criterio, en el único ambiente real en el momento y lugar en que ocurre. Firth había intentado remediar esta objeción con su interpretación del contexto de la situación como una serie abstracta de categorías semánticamente pertinentes, abstraídas de una multitud de situaciones reales, a las que podían ser referidos los particulares singulares.

Pero el peso principal del ataque de Langendoen cae sobre el mismo punto tanto del trabajo de Malinowski como del de Firth: el hecho de que ambos no supieron distinguir un número de cosas diferentes:

1. El uso posible del contexto de la situación al decidir entre los sentidos diferentes de oraciones cuya ambigüedad es inherente ("des­ambiguación" es el término usado en la jerga). Firth, de hecho, ilustró este aspecto del análisis del contexto de la süuación en su "Técnica de la Semántica" (1935), refiriéndose a objetos físicos por una parte y a agendas impresas y objetos similares por otra, interpretando la oración "It's not on the board".

2. La relevancia del contexto de la situación como explicación de la irrelevancia de los sentidos léxicos usuales de las palabras usadas en fórmulas de saludo y otras similares en la charla socialmente condicio­nada, ~autízada alegremente por Malinowski "comunión de frases hueras.

3. La delimitación de diferentes estilos de habla con referencia a sus contextos habituales.

En todos estos campos Langendoen concede un lugar para el análisis del contexto de la situación, aunque no necesariamente en los términos de Malinowski y Firth; pero todos se relacionan con lo que él llama "uso de la lengua". Esto, según él, debería ser separado estrictamente de su cuarto ítmn: el sentido de la lengua; y su cargo principal contra los teóricos del contexto de la situación es que por haber fallado en hacer la distinción entre uso de la lengua y sentido de la lengua pusieron más peso en el contexto de la situación del que éste puede soportar.

Por cierto Malinowski fue descuidado en su tratamiento de estas dis­tinciones muy importantes, y Firth dejó muy pocos ejemplos de lo que ' esperaba realizar mediante el análisis conceptual. Pero ambos intentaron enfrentar la cuestión del sentido léxico y su base en la adquisic.Ym y el conocimiento intuitivo de una lengua por parte de los hablantes nativos, y el problema de explicar la relación entre el lenguaje y el resto de la experiencia humana. Los lingüistas occidentales, a partir de Aristóteles, han tendido a empezar con el sentido de las palabras como si éste de algún modo estuviera dado de antemano. Y ésta es la posición de Langen­doen, siguiendo la teoría de los transformacionalistas.

Actualmente podría parecer dudoso que el conocimiento del hablante nativo de los sentidos de las palábras pueda ser desplegado adecuadamente en modelos del tipo empleado en la aplicación de palabras como "bachelor" y algunos términos de parentesco que arrastran distinciones obvias y de

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límites netos entre sus distintos significados. Un pecado que acosa a los semánticos teóricos es que escogen su ejemplificación de aquella parte del léxico que' obedece fielmente a su teoría y luego suponen que el resto se comportará de igual modo. Una teoría semántica debe tener en cuenta también la competencia de un hablante para usar e interpretar palabras cuyos sentidos están asociados en escalas y campos, como por ejemplo ~aprensivo", "ansioso", "preocupado", "atemorizado", "alarmado", "aterrori­zado", y así sucesivamente, con múltiples interrelaciones y puntos de in­terrupcion.

El rol jugado por las ideas innatas en nuestro conocimiento de ciertas categorías básicas de percepción y conocimiento ha sido un muro de con­tención durante siglos. Es muy posible que Malinowski, al menos en algu­nos de sus escritos" y Firth, subestimaran el contenido apriorístico de nuestra competencia lingüística (por cierto, éste es el criterio de Chomsky y sus colegas, que se aHnean del lado del racionalismo contra el empirismo, en una resurrección de la controversia filosófica del siglo XVII). Pero de cualquier modo, un gran monto de nuestro conocimiento de los sentidos de las palabras claramente no es a priori y de ningún modo constituye un universal lingüístico. De algún modo adquirimos, con intensidad en la infancia, pero continuamente en nuestras vidas, por medio de cierto proceso abstracto, de las emisiones oídas en situaciones específicas, la habilidad para usar y comprender el vocabulario de nuestra lengua, junto con sus moldes estructurales y sus construcciones gramaticales.

Era precisamente la naturaleza de estas adquisiciones y una posible estructura teórica en la que considerarlas y quizá desarrollarlas, lo que estaban elaborando, en su trabajo sobre el contexto de la situación, Mali­nowski y Firth. El sentido de la lengua es abstraído del uso de la lengua, y representa una escala semántica de sentidos más o menos acordada por la comunidad, sentidos asociados con cada palabra de la lengua, especifi­cado luego en cada ocasión de uso. Y sin duda el proceso de realimentación del uso al sentido acordado funciona todo el tiempo (así es como d~be ser considerado el fenómeno del cambio semántico). Pero la cuestión es que, aun si el modelo usado corrientemente por· Langendoen y los transforma­cionalistas puede adecuarse para explicar todos los sentidos de las palabras, no podrá dejar de seguir dando por supuestas la adquisición y la base experimental de esta competencia semántica, y esto es lo que Malinowski y Firth estaban tratando de dilucidar, estimulados, en el caso de Mali­nowski, por las dificultades encontradas en la traducción e interpretación cuando operaba con lenguas habladas a través de amplias divergencias culturales.

El contexto de la situación fue un intento de sugerir lo que yace por debajo de nuestro conocimiento de los sentidos de las palabras, tomado por Langendoen como púnto de partida, pese a que en la práctica haya resultado imposible formular más de una Ínfima parte de los significa­dos de las palabras en tales términos. Langendoen critica a Firth y a quienes siguen sus ideas por hacer del contexto de la situación "un campo de descarga conveniente para el conocimiento de la gente cerca del mun­do de su propia cultura, etc." (1968: pág. 50). y asigna el estudio de

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Mitchell sobre el lenguaje de la compraventa "al terreno de la etnpgra­fía, y no de la semántica" (ibÍd.: pág. 65). Pero esto es juego verbal. Son precisamente esas áreas de experiencia y conocimiento, o llámeselas como se quiera, las que de un modo u otro están involucradas en la adqui­sición y retención por el individuo de su conocimiento del vocabulario. El lingüista debe tratar de explicarlo.

En un reciente ensayo, no publicado, pero que circuló, Langendoen se ha declarado más inclinado hacia los conceptos semánticos firthianos y malinowskianos; pero sigue fallando en la cuestión de qué debe y qué no debe decirse para permanecer dentro de los limites del término "sentido" en una explicación adecuada de nuestro conocimiento léxico de la lengua nativa.

Quizás alguien sienta que la última parte de este ensayo se ha con­centrado con exceso en el contexto de la situación relacionado con los sentidos léxicos. Pero éste es el aspecto que la crítica, y especialmente la de Langendoen, ha enfocado; la aplicación más general del concepto de estilo y variedades del uso del lenguaje ha sido aceptada más fácilmente, y en consecuencia ha estado menos expuesta a la crítica.

En resumen, diría que la teoría del contexto de la situación, tal como fue desarrollada sucesivamente por Malinowski y Firth, puso ante los lingüistas la necesidad de un estudio cuidadoso de las relaciones involu­cradas en el sentido (luego este tema ha sido más bien abandonado a los filósofos). Es muy probable que estos dos estudiosos pensaran que la aplicación de la teoría contextual era más simple y recta de lo que en realidad es. Pero por mbdesarrollada que siga siendo su aplicación, esta teoría de la semántica lingüística logra alcanzar la precisa base de la rela­ción del sentido, que otros se han contentado con dar por supuesta. Por esta razón terminaría diciendo que, al menos hasta que sea reemplazada por algo más eficaz én este campo, la teoría del contexto de la situación de Malinowski y Firth tiene un valor en cierta medida indispensable tanto para lingüistas como para etnógrafos.

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LA SO'CIOllNGÜISTICA y LA ETNOGRAFIA DEL HABLA 1

Dell Hymes

"SOCIOLINCÜÍsTlCA" es el término más reciente y más común para nom­brar un área de investigación ubicada entre la lingüística por un lado y la antropología y sociología por otro. "Etnografía del habla" designa un enfoque particular. Esbozaré el contexto en que ambos términos han emer­gido y luego trataré de indicar la importancia de la etnografía del habla, no sólo en su área de investigación sino también en la lingüística y en la antropología como disciplinas diferentes.

Predicar en favor del estudio del habla parece importar sólo a la lingüística. Para evitar esa impresión, trataré la lingüística primero, y con mayor extensión, demostrando la necesidad de la etnografía en ella, antes de ¡>asar a la necesidad complementaria de la lingüística en la antro­pología social. Detrás de ambos argumentos hay una concepción común del estudio del habla.

1

La mezcla de términos fronterizos entre la lingüística y las ciencias sociales, especialmente la antropología, es una vieja historia. El uso de "filología etnográficá', "etnología filológica", "antropología lingüística", y otros similares, se remonta por lo menos a la mitad del siglo XIX. Hasta la Segunda Guerra Mundial, todos esos términos se usaban: coordinados ("lin­güística y etnología"), genitivo ("sociología del lenguaje"), adjetivos ("lingüística sociológica"). Sólo después de la guerra se han hecho comu­nes los términos de una sola palabra. Su forma, su cronología 'relativa y su preeminencia son reveladoras.

La forma de estos t.erminos -etnolingüística, psicolingüística, sociolin­güística- muestra que lo que se ha vuelto central es la lingüística, sus con­ceptos, métodos, y prestigio. (De ahí el nombre de "etnolingüística", y no "antropología del lenguaje";'para un campo de investigación; y "lingüística antropológica" y no "antrt>pología lingüística", como el término que ha

1 Querría agradecer a CIare Hall por su camaradería, que ha hecho pOSible un año de conocimiento de la lingüística y la antropología social de Gran Bretaña; al Instituto Nacional de Salud Mental (E.U.A.) y a la Fundación Guggenheim, por su apoyo al trabajo en que está basado; y a los colegas de Cambridge por su interés en él. Me he beneficiado también con ocasiones de exponer los temas tratados aquí en las Uníversidades de Birmingham, Edimburgo, Leeds, Londres, Oxford y York.

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I prevalecid.o, aun. entr~ antropólogos, para una subdisciplina.) Con )gu­ridad Mahnowskl habIa hablado mucho antes (1920: pago 69) de la Tece­sidad urgente de una "teoría etnolingüística" que ayudase a elucidar los significados y textos nativos, pero ni el término ni la teoría recibieron atención sostenida. "Etnolingüística" es una palabra que adquirió preemi­nencia en los últimos años de la década de 1940, seguida, poco tiempo después, al principio de la década de 1950, por "psicolingüística", y por "sociolingüística" ya en la década de 1960.2 La secuencia refleja el 'iplpacto sucesivo de la lingüística reciente, primero sobre los antropólogos, que habían ayudado a desarrollarla, luego sobre los psicólogos, y, más recien­temente, sobre los sociólogos.

Lo corriente del término refleja, creo, un sentido creciente de la im­portancia, no sólo de la lingüística, sino también de los problemas del lenguaje, y la esperanza de una combinación de rigor y relevancia en su estudio. El interés por la socio lingüística, en realidad, está lejos de ser propio de las disciplinas académicas. Hay dos fuentes principales de in­terés práctico: los problemas de lengua dé las naciones en proceso de desarrollo (véase Fishman, Ferguson, y Das Gupta, 1968) y los problemas de educación y relaciones sociales en sociedades altamente urbanizadas como las de Inglaterra o los E.U.A. Con respecto a ambas, el investigador se ve tentado a aplicar una ciencia básica que no existe aún.a La creación de esta ciencia básica (sea cual fuere su etiqueta y filiación definitivas) creo que es la tarea definitoria de la sociolingüística, y la principal garantía del término.4

2 También este término apareció por lo menos una década antes de que llegara a ser de uso corriente (Currie, 1952); yéase WaUis (1956).

3 La necesidad de tal base científica ha provocado comentarios críticos (v.g. el discurso inaugural de Alisjahbana, 1965).

4 La importancia práctica de la sociolingüística es un favor amhiguo. Agrega la justificación de la importancia social a un desarrollo q~le tiene. u~a lógica y una importancia dentro de la ciencia misma; y el trabajo motIvado prachcamente puede traer a luz y ayudar a resolver problemas de teoría (véase Hymes, 1971a, respecto de los niños "desaventajados"). Siendo escasos los subsidios para la investigación, y miopes sus fuentes, muy a menudo las energías se gastan en la búsqueda. de, I?ateriales para los que no ha habido oportunidad de desarrollar una base adecuada clenhflca!llente.

A los intereses prácticos se los suele asociar con la "macro-", contrastada 'ton la "micro-", sociolingüística. La distinción refleja a veces diferentes prioridades y .dife- , rencias en el origen profesional. A algunos los atrae el trabajO sobre grandes poblaCIOnes e instituciones nacionales por considerarlas de mayor relevancia social e importancia teórica. Otros son atraíd~s por las pequeñas comunidades y la interacción ,social, p~r considerar que ofrecen mejores perspectivas de desarrollar. un?, metodolo?Ia ! teo~Ia seguras. Para algunos, la sOciolingüística es una nueva aphcaclOn de la. CienCia SOCIal conocida; para otros, una extensión (y revisión) de la lingüística. Los pnmeros pueden inventar nuevas escalas y lluevo s interrogantes; los últimos. expandir el alcance de las reglas lingüísticas. Cada uno puede dudar acerca de Ja validez y rigor d~l ~h·?

Obviamente ninguna de estas diferencias necesita serlo de prmCIplOS. Hay avances en el método y en la teoria que ha? de ha~~rse mediante el estudi? compar~tívo de sistemas sociales mayores; las reglas de mteracClOn verbal en una pequena comumdad pueden ser de relevancia inmediata para sus maestros y escuelas; ~as costun~b~es y las generalizaciones de amplitud nacional deben basarse en un mtJmo conocIml~nto de las situaciones reales, así como las situaciones locales no pueden ser comprendidas adecuadamente aisladas. El 1150 de estadísticas y las técnicas de entrevistas presuponen

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:~t \ Una pertinencia social más general es la de buscar trascerirler u~a

ya larga ('alienación" del lenguaje y del conocimiento sobre el le~J~: . En ésta perspectiva, el lenguaje y la lingüística suelen estar con respectó a la Vida humana en una relación paralela a la de los bienes y la economía, tal como son analizados en el primer volumen de Das Kapital. Los comen­tarios de Marx sobre el "fetiOhismo de la mercancía", su análisis del poder humano y de su creación hecha para enfrentarse agresivamente con el hombre, y comprendida en categorías que lo divorcian de sus raíces en la vida social, pueden ser aplicados, mutatis mutandi, al lenguaje. ?e~de este punto de partida, el origen histórico de las lenguas y el estudIO lm­güístico como instrumentos de hegemonía cultural (el estudio helenístico del griego, el indio de los Veras sánscritos, el chino d~ los clásicos , c~n­fucianos ), es inconscientemente reforzado por la modahdad metodologlca contemporánea de definir la teoría lingüística corno interesada ~ólo e~ un hablante-oyente ideal en una comunidad perfectamente homogenea, lIbre de todas las limitaciones del uso real. El efecto es el mismo, impidiendo

, el estudio de las realidades sociales del lenguaje por los que más capaces 1resulten de analizar su dimensión lingüística. A partir de ahí, la sociolin­güística tiene su contribución que hacer a lo que Wright Mills llamaba la misión de la imaginación sociológica, la de permitir a los hombres com­prender adecuadamente sus vidas, en función de sus determinantes reales. Aquí la perspectiva que dan los estudios etnográficos y comparativos, au~­que son de poca pertinencia práctica, pueden tener una gran importanCIa intelectual. Tenemos que obtener acerca del habla la misma perspectiva transculJural que tenemos de la crianza de niños, del sexo, de la religi6~. Tanto en la lingüística como en la ciencia social, las funciones del lenguaje en la vida humana son por lo general supuestos o afirmados al azar. La investigación de las clases y escalas reales de sentido del habla y las len­guas, y las de condiciones que posibilitan o frustran a ambas, apenas ha comenzado.'5

Sea cual fuere la propia concepción sobre la importancia de la sociolin­güística, dos cosas sobre ella deben aclararse, así como sobre los términos con que está estructurada. Primero, estos términos no designan tres disci­plinas, sino más bien áreas de trabajo, que reúnen miembros de diferentes disciplinas. Los problemas y los participantes se superponen. No solo los eruditos en distintas disciplinas pueden contribuir bajo la misma eti-

finos análisis cualitativos, y el análisis formal caro a los linguistas debe llegar a arti~u­larse con las variables cuantitativas y los rasgos sociales. Encontramos que han SIdo pocos los que han sido capaces de equilibrar la relevan?Ja prá~ica ;r el ava,~ce <:ie~tíf~.c;o, y que las perspectivas de articular las relaciones entre micro- y macro- socIOhngu~s­tica son raros. (Varios enfoques están representados en ensayos de Albert. Bemstem, Fischer, Fishman, Garfinkel, Labov, y Roberts, en Gumperz y Hymes, 1972).

5 Véase ahora el desarroilo de este tema en Lefebvre, 1966 (Cap. 8, La forme marcl¡andise ~t le discours, especialmente págs. 348 ss.). Mis propios pensamiento,s. se encuentran en ensayos de 1961, 1966c, y 1967a:pág. 646. La analog¡a <;?n la.cntIca de la economía de Marx fue parte de una conferencia preparada sobre MarXismo y sociología" por l. M. Zeitlin, en un simposio de la Socialist Scholars Conference, Nueva York, septiembre de 1967. Véase la noción de l'écriture en Barthes (1953), Bernstein (1964), Damell y Sherzer (1972), y Hymes (1961, 1966b).

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queta; también uno y el mismo estudioso puede, en diferentes con­textos, contribuir a cualquiera de las tres. Un mismo tema puede aparecer en· cualquiera de las tres. (Los problemas propuestos por Whorf han sido disentidos alternativamente como "etnolingüísticos", "psicolingüísticos", y "sociolingüísticos".) En efecto, los tres términos median entre las Ciencias so­ciales particulares y la lingüística, y, crecientemente, entre la lingüística y las ciencias sociales como un todo. La "sociolingüística", la última en emerger, y la más sugestiva de las ciencias sociales, se beneficia de esta tendencia, y tiende a desplazar a las otras allí donde su contenido es compartido. Sigue siendo verdad, no obstante, que con más facilidad se identifica el propio trabajo como "sociolingüístico" que se define uno mismo como "sociolingüista" .

En segundo lugar, el dominio de tales términos está sujeto a la fluc­tuante definición de las disciplinas intermedias que ellos dividen. Durante más o menos una generación (digamos, desde Coral Gardens (1935) hasta Katz y Fodor, 1963), el estudio técnico de una taxonomía popular podía fácilmente ser denominado "etnolingüística". Hoy, dada la renovada legi­timidad de la semántica entre los lingüistas, tal estudio puede ser tomado como parte de la lingüística (véase el excelente libro de Lyons, 1968). Ante la renovada atención a las estructuras cognitivas entre los antro­pólogos, tal estudio puede, igualmente, ser tomado como parte de la antro­pología social. Un destino similar puede esperarle a la "sociolingüística". Habiendo nacido para llenar un vacío, puede resultar absorbida por ambos lados. Dentro de una generaci6n s610 se hablará de lingüística y antro­pología (y de sociología y pSicología) cuando haya que hablar de disci­plinas. "Sociolingüístico", "etnolingüístico" y "psicolingüístico" serán adje­tivos útiles para ap!icarlos a ciertos tipos de investigación, pero como sustantivos, ya habrán pasado a la historia, y representarán un momento de transici6n. 6

Si esto sucede, será en el contexto de una lingüística y una antropología social radicalmente reformadas en algunos aspectos, de modo tal que salgan a luz sectores adyacentes.·7 Volveré a esta prospectiva en la conclusión.

6 Por supuesto, seguirá siendo posible hablar de "etnolingüÍstica" como un campo cuyo progreso pueda estimarse (Whiteley, 1966: pág. 154, n. 9), en tanto se habla de una relación entre la lingüística y la antropología, exclusiva de otras disciplinas. Lo ' más probable es que esta relación siga siendo específica de los problemas históricos. Entre los científicos sociales, sólo a los antropólogos se los puede encontrar proponiendo relaciones genéticas, reconstruyendo vocabularios, trazando los movimientos y difusión de las poblaciones mediante préstamos de palabras, etc. Queda por ver si la extensión de otras ciencias sociales al trabajo en áreas convencionalmente antropológicas (Africa, Asia) llevará a compartir los intereses sincrónicos en el lenguaje. Cuando se quiera designar una rama de la antropología paralela a la "física" y "social", lo recomendable seguirá siendo "antropología lingüística".

La discusión de la terminología se encuentra en Hymes (1966a), donde se dan mayores detalles desde el punto de vista antropológico. Tal uso reflexivo de nuestros medios de comprender otras culturas -aquí, el análisis de la terminología- me parece esencial. Prueba, uno contra el otro, nuestros métodos y nuestro autoconocimiento.

7 La definición que da Chomsky de la lingüística como una rama de la psicología del conocimiento, no implica hacer de la lingüística una rama de la antropología (aunque algunos lingüistas lo han hecho), ni paralelas una y otra, sino opuestas. Las lingüísticas

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,1

Por el momento me permitiré recalcar lo que quiero decir a~\~Hrmar que la predicción no se verificará por una cooperación incrementáda ent~e la /' lingüística y la antropología, si. bien, por supuesto, hay una prof~.:n'ece­sidad de tal cooperación. No será realizada por algunos etnógrafos que lleguen a hacer lb que ahora hacen los lingüistas, y viceversa, si bien eso es esencial; o por investigadores que sean a la vez lingüistas y etnógrafos en las precisas ocasiones en que la importancia especial de un rasgo (lin­güístico o social) hace necesario un estudio intensivo, si bien por supuesto no puede dejar de desearse que tal cosa llegue a suceder. Todo esto se necesita, y más obviamente con respecto a la semántica.R Pero ningún grado de combinación de disciplinas, tales como están constituidas al pre­sente, respondiendo a las preguntas a que responde hoy, servirá. La esencia de la predicción está en la esperanza de disciplinas radicalmente refor-

comparativas indoeuropeas o románica difícilmente pueden considerarse limitadas a partes de la antropología o de la pSicología. Tales afirmaciones sólo son pOSibles para quien ignora o niega parte de la lingüística misma, o se mueve en un nivel de abstrac­ción remoto de la práctica real. Para una ubicación de la lingüística dentro de un campo más general, véase Hymes (1968a).

R Advertido hace ya mucho, por supuesto, y señalado por Mair (1935) al criticar la "lingüística sin sociología", y por J. R. Firth (193.5) abogando por la "lingüística sociológica", en el mismo año en que también lo hacía Coral Gardens. Una década más tarde, Nida (1945: pág. 208 [en Bymes, 19640: 97]) defendió "una combinación de antropología social analítica y lingüística descriptiva [camal ... la clave del estudio de la semántica". Dos décadas más tarde, Whiteley ha defendido la misma combinación en un valioso ensayo (1966). La reiteración sugiere que un principio del sentido común ha de negar a ser todavía un lugar común de la práctica. Esta interpretación parecería haber nacido de una oración en un reciente homenaje a Malinowski: "Un análisis de las palabras usadas directamente en el ritual, ¿no llevará más adelante esta clase de inter­pretación?" (Tambiah, 1968: pág. 200 n. 2.) Que un antropólogo social encuentre necesario proponer esto a sus colegas en el aÍlo 33 ce (después de Coral Gardens) es sorprendente. Especialmente desde que el mismo punto es conscientemente importante en la iglesia establecida de su propia sociedad. La iglesia escocesa insiste en un o'den en el servicio religioso opuesto al inglés porque en ello está involucrado un punto doctrinario fundamental (Buchanan, 1968: págs. 143-144). La precisa elec­ción de las palabras, o aun su uso, formula problemas no resueltos (Buchanan, 1968: págs. 13, 21). Considerando el deseo de una "definida asociación del pueblo" con la preparación de la Mesa para eucaristía, se encuentra:

"El hecho de que los seglares traigan los elementos a la Mesa... ya durante un himno o durante el silencio, no tiene ningún simbolismo representativo ni incluye a la congregación como un todo. La introducción de una fórmula puede cambiar eso, pero de in.lnediato se introducen palabras que parecen decir dema­siado. " Los textos apropiados para las donaciones de dinero no pueden, por sí mismos, decir nada útil acerca de los elementos. Se recurre entonces al simbolismo; pero ... Esto no quiere decir que la afirmación de Lambeth no haya tenido efec1:o sobre los textos. El gran efecto, ya nOlado, cstá en el .Acéphl11oS en él. de la terminología. Es evidente <fue esto tiene muchos años por delante, pues no sucede sólo en la LPA (Liturgia Para Africanos), sino también en sus derivados LUAO (Liturgia Unida del Africa Oriental) y NZ (Liturgia Episcopal de Nueva Ze­landa). Es una forma mucho menos discutible que la auto oblación abierta, pues subraya tanto la gracia de Dios como la mediación de Jesucristo. Pero otril década puede llegar a probar que esta fraseología es un subproducto litúrgico de una formulación doctrinal tardía, y así puede retroceder en el crisol, mientras los cristianos se esfuerzan por encontrar exactamente lo que quieren decir en este punto de la plegaria ellcarístic:n."

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madas. Se hará verdad sólo si la lingüística y la antropología social revisall su alcance convencional, así como su metodología, de modo tal que las materias que ahora se ubican entre ambas sean consideradas indispensables para cada una.

. La multiplicidad de términos, a partir del siglo pasado, para designar los mtereses comunes de los lingüistas y 'antropólogos sugiere una necesidad recurrente, y una tensión recurrente -una necesidad satisfecha a menudo por la invención ad hoc, una persistente tensión debida a la imposibilidad de resolver la relación de los dos campos en una forma que permitiera el crecimiento sostenido. Así como los problemas prácticos requieren un aún rudimentario campo científico, lo mismo sucede con las tareas de la lin­güística y la antropología. Tal resolución exige cambios en los modos presentes de pensar y trabajar con el lenguaje en ambas disciplinas. Llamo "etnografía del habla" al trabajo que ha de llevar a cabo ese cambio.

IJ

Los problemas están implícitos en el término mismo "etnografía del habla". "Etnografía" ha sido considerado a veces "mera" descripción, no una tarea teórica, sino apenas su material. A menudo ha sido tomada como parte de la división científica del trabajo interesado en sociedades distintas de la propia. El "habla" ha sido considerada sólo una implementación y va~ia~ión, fuera del dominio propio del lenguaje y de la lingüística. El prmclpal desarrollo de la teoría lingüística se ha llevado a cabo por medio de una abstracción de los contextos de uso y las fuentes de diversidad. Pero por etnografía del habla comprenderé una descripción que es una teoría -una teoría del habla como un sistema del comportamiento cultural; un sistema no necesariamente exótico, pero sí necesariamente interesado en la organización de las diferencias.

Esbozaré ahora lo vinculado con la lingüística, considerando primero el alca~ce y las metas de la teoría lingüística, y luego problemas de me­todologla.

EL ALCANCE DE LA DESCRIPCION LlNGüISTICA

.,Para n~mbrar la actividad de los lingüistas que corresponde a la etno­graha, usa~e simplemente el término "descripción lingüística". La porción del lenguaje que describe el lingüista, o la que atiende con mayor cuidado, depende por supuesto de su punto de vista teórico. El desarrollo de la descripción lingüística en este siglo debe ser visto en relación con la intro­ducción de la noción de estructura, y sus posteriores modificaciones. Lo que importó en un primer momento fue asegurar el reconocimiento del e,s~ado sincrónico de una lengua como un legítimo objeto de estudio cien­hhco y de importancia y preeminencia teórica,. independientemente del enfoque práctico, histórico, cultural, u otros. Este es el tema culminante del Cours de linguistique générale (1916), de Saussure, el libro póstumo

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considerado como el punto de partida de la lingüística moderna; es supuesto por Boas (1911) (excepto en lo que se refiere a la importancia de las consideraciones culturales), y es el tema del primer ensayo teórico de Sapir (1912), desarrollado luego en su libro Language (1921).

En gran medida fue la conquista de los sonidos del habla como un área formal perteneciente a la lingüística lo que dio su ímpetu a la lingüís­tica estructural. (El sonido había estado dentro del dominio de la fonética como Naturwissenschaft; sólo la gramática en el de la lingüística, una Geisteswissenschaft.) El área de concentración, en la que se libraron las primeras batallas de métodos y teorías, fue la fonología. Boas, Sapir y Kroeber habían criticado ya las concepciones tradicionales de la estructura de la palabra; Bloomfield (1933) generalizó la noción de morfema, y la morfología empezó a ser intensamente cultivada en los últimos años de la década de 1930 y en la de 1940. La sintaxis atrajo la atención principal­mente en la década de 1950, y Chomsky (1957), continuando la obra de Harris, hizo de ella el centro de un modo que cambió radicalmente el tra­bajo anterior hecho en el campo de la fonología y la morfología. La se­mántica ha pasado a primer plano en la década de 1960, y en algunas manos lo ha hecho de un modo tal que podría llegar a reformar radical­mente el trabajo previo hecho en la sintaxis (incluyendo la de Chomsky). Muy recientemente, el concepto de descripción sociolingüística ha hecho su aparición (Hymes, 19G7b) (esencialmente como sinónimo de "etnografía del habla"). En cierto sentido éste es el tema del presente ensayo: el próximo cambio de enfoque en la descripción lingüística acarrea la des­cripción social (etnografía), y con este cambio el proceso que comenzó con la fonología y la morfología habrá terminado de dar un círculo com­pleto; la descripción lingüística interrogará a su propio detalle exigie~do ( en otro plano) consideraciones de las que al principio creyó verse libre.9

E#1"Uctura y libertad

Uno de los principales problemas es la relación entre la estructura y la libertad, o, visto desde otro punto de vista, entre la estructura y la naturaleza humana. Para decirlo en una forma groseramente simplificada: buscando la estructura, Saussure se encontró con la palabra, Chomsky con la oración, la etnografía del habla con el acto de hablar. Es decir, para Saussure· el objeto de la teoría lingüística era la lengua como un hecho social estructurado, y su esfera era la palabra.. Las combinaciones de las palabras en oraciones (dejando de lado las frases hechas) eran aspectos del habla, relativas a la libre creación individual, en actos particulares fuera de la esfera de la estructura. Los lingüistas posteriores extendieron el análisis estructural a la oración, pero la estructura era concebida como segmentación y clasificación de formas fenomenales. Con Chomsky, fueron reformulados: a) el alcance de la estructura sintáctica, b) su relación con la naturaleza humana.

9 Siempre hubo lingüistas que insistieron en el carácter social de la lingüística, pero sin tomar en cuenta el carácter de la descripción lingüística () el foco de atención.

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En cu~nto a a): más allá ~las formas fenomenales y los rasgos dis­tributivos, había una malla de relaciones distintas de formas y rasgos, aun­que l~s,servía de base. En parte, Chomsky revitalizó las concepcion,es t.ra­diciOliales, explicitárJdolas en una teoría formal. Al hacerlo, no haCia smo proseguir el camino de una lógica del rec!?nocimiento de l~s niveles lin: güísticos que puede ser rastreada desde Sound Patterns m Language ( 1925), de Sapir. En pocas palabras, esa lógica es lo siguiente: un nivel (o componente) de la estructura lingüística es rec?nocido c~~ndo apa~e~e? sistemáticamente dos relaciones uno-muchos. ASI, una oraCIOn como VZSl­tíng anthropologists can be amusing" ("Visitar antropólogos puede ser di­vertido", o bien "Los antropólogos de visita pueden ser divertidos") es am­bigua. Una estructura única, al menos en cuanto a las formas fenomenales y a sus relftciones puede, .no obstante, expresar dos series diferentes de entramados subyacentes. En uno "anthropologists" es sujeto, en otro objeto del verbo del que deriva el gerundio "visiting". (En cierto modo, es como si la oración en un caso derivase de "Alguien visita antropólogos", "Eso lo divierte".) Esta es la relación que Sydney Lamb llama "neutralización". A la inversa, la misma serie de entramados puede subyacer a otras muchas oraciones, v.g. "Visitar antropólogos puede ser divertido", "Es divertido visitar antropólogos"; o "Es divertido ser visitado por antropólogos':, "Los antropólogos de visita pueden ser divertidos", etc. Esta es la r~la~ion que Lamb llama "diversificación". Es preciso notar que, en los ultImos dos ejemplos, "antropólogos" es objeto de una preposición ("por") en un caso, sujeto de "pueden ser" en el otro, pero, fundamentalmente, en ambos ca~os~ son sujeto de "visitar". El nivel de las estructuras subyacentes en la sm-l taxis es la "estructura profunda". En realidad, es más abstracta, más ale­jada de las formas manifiestas (estructura de superficie) de lo que muestran estos ejemplos. 10

En cuanto a b): Chomsky también reinterpretó la relación de la es­tructura con la libertad individual y la naturaleza humana. Las estructuras más profundas descubiertas no se oponen a la libertad, sino que son su condición. Se considera al niño no como un aprendiz pasivo de formas lingüísticas, sino como un activo constructor de una teoría que haga inte­ligibles los dispersos y limitados ejemplos de habla que le llegan.

En un período notablemente breve, y a partir de datos notablemente restringidos, el niño adquiere la maestría esencial de un aparato finito

. 10 Si "estructura profunda" y "estructura de superficie" han de ser usados en la terminología antropológica, cualquier analogía con la estructura lingüística debe ser explícitamente desautorizada, si no se intenta esa relación formal, transfo~at~va, .. ~n~e niveles. En particular, representaría un apartamiento total de la teona ImgUlstIca chomskyana considerar las estructuras profundas como una serie de rasgos, simplem~~te más abstractos pero de la misma clase que los rasgos de la estructura de superfICIe. Lo que importa es que los niveles de la estructura están relaciona~os en un siste~a finito de principios generativos. Debería agregar que no es necesano que la relaCIón sea expresada en términos de un concepto de "regla". (Algunos lingüistas, especialment~ Lamb, sostienen que "regla" es término inapropiado.) Las observaciones hechas aqUl, en cuanto a la lingüística y la etnografía, seguirían sosteniéndose, sea cual fuere el modo en que se formulen las relaciones sistemáticas que subyacen a las oraciones y a los actos de habla.

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~~.~ ' .... capa~ de producir una infinidad de oraciones. Chomsky afirm~sue estas condiciones de adquisición hacen indispensable la postulación d ~na; base innata específica (faculté de langage). Aquí yace el "aspecto cre~::"?cl lenguaje", la "creatividad gobernada por reglas", adquirida y usada durante mucho tiempo libre del control del estímulo, lo cual permite al hablante responder apropiadamente a nuevas situaciones. Para Chomsky, el propó­sito último de la teoría lingüística es caracterizar esta habilidad subyacenté.'

Puede decirse que la meta de la etnografía del habla es completar e1 descubrimiento de la esfera de la ,"creatividad gobernada por reglas" con respecto al lenguaje, y caracterizar las habilidades de las personas en este aspecto (sin perjuicio de la base biológica específica de las habilidades). Si se extiende el alcance de las reglas lingüísticas más allá de las oraciones a los actos de habla, y se busca relacionar significativamente el lenguaje con las situaciones, este enfoque, si bien compatible con las metas de Chomsky, reforma críticamente algunos de sus conceptos. Para ver cómo sucede esto, consideraré dos conceptos que Chomsky ha hecho centros de discusión y luego expondré líneas particulares de la investigación lingüís­tica.

Competencia y desempeño

La obra de Chomsky es un paso decisivo no sólo en la ampliación del alcance de la teoría lingüística, sino también en la redefinición de la natu­raleza de su objeto. Chomsky l.ustituye "lengua" por "competencia", defi­nida como un conocimiento fluido del hablante nativo (en gran medida tácito) de la gramaticalidad; conocimiento de si las nuevas frases forman parte o no de su lengua, y de acuerdo a qué relaciones estructurales. La meta de la descripción lingüística resulta de ese modo cambiada: de ser un objeto independiente de los hombres pasa a la naturaleza humana. Los dos cambios (estructura profunda, capacidad humana) se perciben como lo suficientemente importantes como para que los gramáticos transforma­cionalistas rechacen el nomi:>re de '1ingüística estructural" dado a su tra­bajo, y lo usen sólo para describir las otras escuelas de sus predecesores. Desde un punto de vista social, la gramática transformacional puede ser considerada también la culminación de los temas centrales de la lingüís­tica estructural. Centrar el análisis en una estructura profunda, basada en la naturaleza humana, equivale a realizar un impulso de la lingüística estructural a tratar el lenguaje como una esfera de forma totalmente autó­noma. Tal teoría perfecciona '! da la justificación última al estudio del lenguaje a la vez de significaciÓn humana y abstraído de los seres humanos reales.

La redefinición chomskyana de las metas lingüísticas resulta ser, enton­ces, una posición equidistante. El término "competencia" promete más de lo que contiene en realidad. Restringido a lo puramente gramatical, deja otros aspectos del conocimiento tácito de los hablantes y su habilidad, en las penumbras, arrojado todo sobre el no examinado concepto de "desem· peño". En efecto, "desempeño" confunde dos propósitos separados. El pri­mero es subrayar que la "competencia" es algo que subyace al comporta­miento ("mera actuación", "actuación real"). El segundo es hacer espacio

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para aspectos de la habilidad lingüística que no son gramaticales: apremios psicológicos en la memoria, elección de reglas alternativas, elecciones esti­'lísticas y artificios del orden de las palabras, etc. La pretendida conno­tación negativa del primer sentido de "performance" tiende a ligarse al segundo sentido; generalmente se considera a los factores de actu¡¡.ción -y todos los factores sociales deben ser ubicados aquí- como cosas que limitan la realización de las posibilidades gramaticales, antes que como constituyentes o habilitantes. De hecho, por supuesto, la elección entre. las alternativas que pueden generarse a partir de una estructura de base' singular depende en gran medida de un conocimiento tácito como lo hace la gramática y puede ser estudiado, como la gramática, en términos de reglas subyacentes. Tales cosas igualmente subyacen al comportamiento real y serían aspectos de la "competencia" en el sentido normal del tér­mino. En sus propias palabras, la teoría transformacional debe extender la noción de "competencia" hasta que incluya más que lo gramatical.

La necesidad de tal revisión está siendo reconocida en el interior de la teoría transformacional. l1 Lo que no puede ser aceptado en el presente es la necesidad de complementar la particular arremetida de la teoría transformacional, ni de revisar su particular idealización. Chomsky se interesa en moverse de lo que se dice a lo que es constante en la gramática, y de lo que es social a lo que es innato en la naturaleza humana. Lo cual, por decirlo así, no es más que una mitad de la dialéctica. Una lingüística minuciosa debe moverse asimismo en la otra dirección, de lo que es poten­cial en la naturaleza humana y en la gramática a lo que es realizable y se realiza; y tener en cuenta los factores sociales que participan en la realiza­ción también como constitutivos y gobernados por reglas. La tendencia presente es ignorar cualquier contenido específico de factores externos a la gramática. Como contribución a la adquisición de su uso, son despreciados, y como aspectos de producción, uso real, no considerados un problema, o, si lo son, es sólo como un problema negativo.

El enfoque de una etnografía del habla tiene algo de las preocupaciones de Chomsky acerca de la creatividad y la libertad, pero reconoce que un niño, o una· persona, que sólo domine la gramática, no es libre aún. Chomsky intenta discutir el aspecto "creativo" del uso de la lengua (Choms­ky, 1966): ese afán sufre las mismas dificultades que su tratamiento de la "competencia". El principal obstáculo es la independencia de la situa-_ ción. Chomsky especifica la libertad del control del estímulo, infinidad de oraciones posibles, pero siempre adecuación de nuevas oraciones a nuevas

,situaciones. Pero las dos primeras propiedades, y los mecanismos grama­ticales que él tiene en cuenta, nunca pueden tener nada que ver con la adecuación. Una nueva oración puede ser enormemente inadecuada. La adecuación involucra una relación positiva con las situaciones, no una relación negativa, y,. en realidad, un conocimiento de -un tipo de com­petencia que tenga en cuenta situaciones y las relaciones que con ellas

11 En una conversación (julio de 1968), Chomsky observó que la dicotomía original competencia/actuación era inadecuada, refiriéndose a mi crítica (Hymes, 1971a). Este ensayo desarrolla con más detalles lo que allí se decía.

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mantienen las oraciones. Tal como sucede con "competencia", pasa con "creatividad": comparto las metas lingüísticas de Chomsky, y lo admiro por haberlas e~tablecido, pero esas metas no pueden ser alcanzadas en los términos que él propone, ni con la lingüística solamente. Las reglas de adecuación más allá de la gramática gobiernan el habla, y son adquiridas como parte de las concepciones del yo, y sus sentidos están asociados a la vez con las formas particulares del habla y con el acto del habla misma.

El problema es especialmente claro con respecto a la educación y a la enseñanza. La insistencia de <;homsky en la capacidad universal de la fluencia lingüística es esencial contra la tendencia creciente a atribuir las fallas del sistema social a sus víctimas, pero en sí misma provee sólo un remedio parcial.

Decir que los niños son fluidos en su habla, mientras no lo son, es chocante, casi una invitación a la intervención de técnicas drásticas (al­gunas "autoridades" norteamericanas aconsejan quitar los niños negros a sus madres a la edad de seis meses). Lo que se necesita es la comprensión de que el común denominador de las escuelas no es el único común deno­mi~a.dor: que más de un sistema de habla, cada uno con reglas, valores, satIsfacc~ones y realizaciones propias, está en juego. Los niños negros de clase bala en los E.U.A., por ejemplo, son mucho más sensibles a los usos estéticos e interactivos de la lengua, que los niños blancos de la clase media.

En tales aspectos la concepción transformacional de la teoría lingüís­tica, interesada exclusivamente en un hablante-oyente idealmente fluido en una comunidad perfectamente homogénea, puede servir inconsciente­mente en las manos de aquellos cuyas ideas desearían rechazar los expo­nentes de la teoría. No sólo se descuidan las motivaciones y las reglas y los valores, sino que también la "competencia" de la que hablan no está l~calizada, apenas comentada con un nombre convencional de lengua, por eJemplo, inglés. El potencial teórico del sistema formal es imputado a ?abla~tes individuales. (Ur.v de los principales investigadores del lenguajt' mfantI.l, tras reconocer que. la "competencia" de Chomsky significa el sis­tema formal, y no queriendo cambiar su teoría, llega a considerar el cono­cimiento real de la gramática que tiene un individuo, como un subtipo de la actuación.) La dificultad es análoga a la circularidad con que Wh.orf se movía entre úna visión del mundo y los datos lingüísticos (do un mformante de la ciudad de Nueva York) de los que había sido inferida la visión del mundo. De hecho, por supuesto, cuerpos similares dI' datos son c<;>m.patibles con diferentes organizaciones subyacentes y grudos de conOCImIento en hablantes individuales. (Una dificultad seria para muchos mnos es que su habla es referida, por sus maestros, al sistema grumatical d~! inglés corriente, cuando, en el caso de la India Occidental y en muchos ~llnos negros norteamericanos, puede tener una historia diferente, que I~~luya el pr~ce~o de acriollamiento; en consecuencia, una gramática super­fICIalmente SImIlar puede ser distinta en importantes aspectos [véase Dillard, 1968J).

Un enfoque adecuado debe distinguir e investigar cuatro aspectos de la competencia: a) potencial si$temático: si, y en qué f'xh'nsión, algo

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no está comprendido aún, y, en cierto sentido, no sabido aún; es a esto a lo que Chomsky reduce la competencia; b) adecuación: si, y en qué medida, algo es posible en cierto contexto, si es eficaz, c) ocurrencia: si, y en qué medida, algo es hecho; d) posibilidad: si, y en qué medida, algo es posible, dados los medios de instrumentación de que se disponga.

Las últimas tres dimensiones deberían ser "actuación" en el sistema de los Aspects de Chomsky (1965), pero el conocimiento con respecto a cada uno es parte de la competencia de un hablante-oyente en cualquier sentido completo del término, y "actuación" debería ser un nombre reservado para un significado más normal y coherente (véase más adelante). No hay noti-

, cias de la ocurrencia en los Aspects, o en lo más conocido de la teoría lin­güística, pese a lo cual es una dimensión esencial. La mayoría de los lingüis­tas, hoy día, desprecian los datos cuantitativos, por ejemplo, pero Labov (1966, 1969) ha mostrado que el estudio sistemático de las variaciones cuantitativas descubre nuevos tipos de estructura y hace posible la expli­cación del cambio. En general, esta dimensión teórica hace ver el hecho de que los miembros de una comunidad de habla advierten lo común, lo raro, las ocurrencias previas o novedades, de muchos rasgos del habla, 'y que este conocimiento entra en sus definiciones y evaluaciones de los modos de hablar,12

En términos de estas dimensiones, puede decirse del habla que es, por ejemplo, gramatical, desmañada, demasiado formal, y rara (como en la conferencia del embajador norteamericano a la Corte de Sto James, en el film de televisión "La Familia Real"); no gramatical, difícil, expresiva­mente apropiada e individual (como en el discurso de Leontes en el Acto JI de The Winter's Tale [Thorne, 1969J); no gramatical, desmañada, apropiada y común (como en los pre;,:untuosos discursos que los labriegos burundi deben pronunciar frente a los aristócratas [Albert, 1972J; grama­tical, fácil, correcta y restringida (tal como lo muestran estas observaciones bajo los títulos "Duques y duquesas... Estilo de dirigirse a ellos en la conversación": "... aunque se evitará en general la necesidad de usar el título completo... en la conversación lo mejor es hacer un uso lo más económico posible de los títulos" [Titles and Forms 01 Address, 1967: pág. 46]).

Debe reconocerse no sólo el conocimiento, sino también la habilidad

12 La interacción en la conversación puede proceder en términos del conocimiento de las frecuencias de rasgos, como cuando los hablantes en Praga se mueven desde la fonología del checo estándar a la del checo conversa~ional, por grados. Se dice que los japoneses pueden identificar a los extranjeros que han aprendido formalmente la lengua, porque su habla es demasiado correcta. Aquí corresponde "la distinción entre lo meramente y marginalmente posible y lo realmente normal; entre lo que uno aceptaría como oyente y lo que uno produciría como hablante" (Quick, 1968: pág. 195). La categoría incluye también el rasgo de la vida social denominado con la rúbrica medieval factum valet (Harold Garfinkel, comunicación personal): algo contrario a las reglas puede ser aceptado, y en realidad así se hace, v.g.:

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"El prefijo • The. es usado ahora, por regla general, al dirigirse a las hijas de duques, marqueses y condes, V.g .• The Lady Jean Smith •. Aunque así debe decirse, la práctica existe sólo por cortesía, y no es reconocida como correcta, por ejemplo, el College of Arnls" (Tilles and Forms 01 Address, 1967: pág. 45).

de instrumentarlo, con respecto a cada una de estas dimensiones, como un componente de la competencia en el habla. Especialmente deben presen­tarse motivaciones y valor.13 Y, como ya se ha indicado, la competencia que ha de atribuirse a personas particulares y a comunidades, en cada caso es un asunto empírico. La teoría transformacional reconoce que lo que parece la misma referencia puede entrar en dos series totalmente dife­rentes, sintácticamente; debe reconocer que socialmente la misma cosa es verdad.

Finalmente, la connotación neg,ativa de actuación, como la comprensión del conocimiento y habilidad, debe ser reemplazada por un reconocimiento de sus aspectos positivos. Hay propiedades de actuación, esenciales al rol social del habla, que van más allá del conocimiento y habilidad referidos a personas particulares. En parte estas propiedades son funciones de la organización social del habla (complementariedad de roles, etc.), en parte emergen en los hechos reales del habla (como cuando uno habla a una audiencia receptiva o "fría"). 14

Tal perspectiva exige un método descriptivo, un enfoque metodológico, diferente del que es común en lingüística. Indicar qué aspecto tendría me permitirá considerar los modos en que la lingüística misma se mueve, en la dirección requerida. .

DIRECCIONES DE LA DESCRIPCION LINGüISTICA

En la presente situación de la lingüística las fronteras principales de trabajo relevante tienen que ver con la extensión del análisis más allá de la oración, hacia las secuencias del discurso; más allá del lenguaje indivi­dual, a las elecciones entre las formas de habla; y más allá de la función referencial, hacia lo que quizá podría incluirse bajo el título de estilística.

13 La visión Simplista de la gramática generativa transformacional sostiene que la competencia es esencialmente un despliegue de maduración. Muchos sostienen la también simplista visión de que la c¡mtidm] de exposición dará forma al habla del niño (idea usada por Bloomfield, 1933, para explicar el cambio lingüístico). De hecho, por supuesto, la maduración y la exposición juegan ambas su rol, pero la identificación y la motivación son igualmente fundamentales. M uchos niños negros usan un habla por debajO de la corriente, no por interferencia en su despliegue o falta de exposición, sino como un signo de masculinidad. ¿Es sorprendente acaso que los niños negros de la clase baja no tomen como modelos a sus maestras blancas de la clase media? Los niños con habla no corriente oyen tanta televisión y radio como otros niños, y todo el día a sus maestros. En una escuela en Columbia (Boston) el verano pasado, en una discusión en que uno de los maestros había planteado este problema, una de las madres negras presentes observó: "He notado que cuando los niños juegan a la .escuela., hablan como se les enseña en la escuela; cuando dejan de jugar, no hablan más así."

14 V.g. en una crítica de discos por Joan Chissell (The Times Saturday Review, 5 de abril de 1960) :

"Stephen Bisnop ... en las Variaciones Diabelli de Beethoven, una obra que hizo mucho por encumbrar su nombre en los escenarios de conciertos. Aquí el demo­níaco y visionario Beethoven tarda algo más en irrumpir que cnando lo ayuda y favorece la reacción de la audiencia, pero poco a poco la soherbia fuerzn dt' Bishop y su diSCiplina, se encienden ... "

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Cada uila de éstas puede ser vista como clases de conocimiento y habilidad (es de9ir, competencia) de parte de los miembros de la comunidad.

Discurso: textos

Chomskv ha aludido recientemente a la coherencia (1968: pág. 11) quizás en re;puesta a la atención que a este punto le han brindado Halliday, Cleason, y otros (la coherencia no era tratada en Chomsky, 1965, pese a que aquí se la atribuye a una visión cartesiana). Así como uno tiene la habilidad de reconocer una oración como gramatical o no gramatical, del mismo modo se tiene la habilidad para reconocer una serie de oraciones como discurso antes que como una lista arbitraria (Hasan, 1968: pág. 1). La habilidad depende en gran parte de los rasgos propiamente lingüísti­cos y es reconocida cada vez más como una faceta necesaria de la inves­tigación (cf. Dane§, 1964; Halliday, 1967). Tres breves ejemplos bastarán.

Kiparsky (1968), por ejemplo, en un brillante artículo donde explica diversos fenómenos indoeuropeos en términos de un tipo único de regla, conjuga la reducción (en virtud de la cual la segunda aparición de un rasgo puede ser omitida o expresada por una forma no marcada), ~ nota que el alcance de tales reglas va más allá de las oraciones (pág. 34 n. 4) y aún más allá del cambio de hablantes en el diálogo (pág. 43). Cunter (1966) ataca explícitamente la restricción de la langue a la oración, y advierte que la ubicación del acento no puede ser explicada sin el supuesto de que una variedad dada de una oración señala su propia clase particular de pertinencia a su contexto. (Al hablar de variedad de oraciones se da a entender que una oración dada es elegida en efecto de entre lo que otro lingüista, Henry Hiz, ha llamado una batería. Hay paradigmas no sólo de morfemas, sino también de oraciones.) La forma de la usual gramática transformacional es criticada por oscurecer la relación entre 'los miembros de un paradigma de variedad de oraciones. Haciendo una referencia par­ticular al acento, Cunter llega a mostrar que algunas ~bicaciones en el diálogo hacen de él un sinsentido, mientras otras son las que configuran la inteligibilidad; que en general uno tiene un conocimiento del "contexto gramatical" que le permite afirmar si una oración importa a lo que se estaba diciendo o si su importancia debe verse en un contexto implícito (no verbal); en el primer caso, cuál es la conexión, y en el segundo q\1é límites debe alcanzar la forma y el contenido de lo no expresado. (Véase el /artículo de Cunter para una detallada interpretación de los ejemplos

I 7 ' ingleses. ) Como tercer ejemplo, citaré a Wheeler (196 ), que encontro que sus informantes siona permitirían variaciones en las enclíticas elegidas para marcar relaciones de sujeto y objeto, donde estuvieran involucradas oraciones simples, pero obstinadamente rechazarían variar la presencia o elección de las enclíticas en los textos. Había, decididamente, un orden fijado para el uso o el no uso de las marcas, para que una narración o diálogo fuera aceptable, pero no indicios internos a la oración en cuanto a su racionalidad. \Vheeler descubrió (en parte con la ayuda del compor­tamiento kinésico por parte de sus informantes) que sólo dos dimensiones subyacen a las marcas gramaticales en cuestión. Estas marcas señalaban

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tanto el suj~t~, el objeto, o el pro~ósito interno de la oración, y e~' ~a~p. o foco -enfahco, normal, o nulo- mterno del discurso. Esta última '~ión es en realidad la función primaria. " .

El estudio de textos es, por supuesto, familiar a los lingüistas y ~!¿~.;. grafos; y la gramática transformacional misma empezó con el trabajo de Zellig Harris en los primeros años de la década de 1950 sobre ciertas propiedades recurrentes de los textos. La obra citada escl~rece el desa­rrollo del análisis textual en términos de una comprensión extendida de la competencia de los hablantes. Hay mucho que aprender de ese estudio de las relaciones sintácticas. Al mismo· tiempo, el análisis debe ir más allá de las marcas puramente lingüísticas. Cran parte de la coherencia de los textos, ?epende de. reglas abstractas independientes de la forma lingüística espec~flCa, en reahdad, del habla,. Tales son los tipos de conocimiento que el SOCIólogo Harvey Sacks analiza como máximas de los oyentes y videntes. Una de esas máximas, en forma abreviada, es: si la primera de dos oracio-nes puede ser oída (interpretada) como la causa de la segunda, óigala de ese modo. Sacks (1972) usa el comienzo de una historia infantil como ilustración: "El niño lloraba. La mamá lo alzó", Advierte que espontánea­meIl;~e consideramos a la mamá como su mamá, y suponemos que ha alzado al mno porque lloraba, aunque de ningún modo esa relación sea formulada (ni implicada por la sintaxis subyacente) yi

Un ejemplo familiar del análisis estructural de textos es por supuesto la obra ~e Lévi-Strauss, Greimas y otros. Desde el punto de vista de una e~nograf¡a del habla, ese trabajo tiene una limitación complementaria: ~1Cn~ poco o nada que ver con la forma lingüística específica. Esto no Imphca. ne~~r .la e~istencia ?e estructuras na~ativas independientes de la forma hngUIstIca, smo cuestIOnar que su funcion pueda ser inferida válida­mente .de un con~~iiniento de ese tipo. En un mito chinook, por ejemplo, cualqUIer traduccIOn, aun una traducción abstracta, mostraría la presencia de una estructura, "Prohibición: Prohibición violada", e implica que el

15 Un artículo de la Pears C!!dopaedía (Barker, 1968-69) ilustra este punto y uno posterior de la misma importancia: '

"1901. Muere la reina Victoria. En. 22. El ferrocarril transiberiano se habilita para el movimiento por una sola vía,"

Para mucha gente, como para mí, este artículo resulta cómico. Puede leerse en términos de la máxima de Sacke: post hoc, ergo propter hoc. El ferrocarril fue habilitado una vez que .( porque) la reina Victoria hubo muerto. Esta respuesta refleja el hecho de que el dISCurso, como la sintaxis, tiene ambigüedades, al establecerse relaciones entre un~ estructura. ~e superficie y má~ de una estructura subyacente. Si sólo pudiera aplIcarse la maXIma de Sacks, habna solamente una extraña relación causal. Si sólo fueran aplicables las convenciones de la crónica, no podría considerarse otra relación que la de compartir un mismo año. El humor está en proponer la conexión causal de la narrativa donde se sabe que no corresponde (imaginemos quizás a la reina Victoria bloqueando con su ~uerpo el movimiento por una sola vía). Es preciso notar que se ven las regl~s del dISCurso como sensibles al contexto del género (narrativa, crónica). Una parte Importante del humor, y generalmente del uso creativo del lenguaje, es comprender en términos de tal con;unción (derivación simultánea no selección de una derivación única, como en la explicación que disuelve una ambigüedad). El uso de esta fuente del lenguaje parece variar mucho cuando se cruza el terreno cultural y la competencia para él depende mucho probahlemente del contexto cultural. '

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J"(>sultado (un crimen) se Sj,gue de la violación, como sucede con tanta: frecuencia. El análisis del mito en férminos de su desarrollo específico, entre los chinook clackamas, revela estructuras que conforman un signi­ficado casi opuesto al del mito. El mito ha de ser entendido en términos de una teoría del mito específicamente chinook (teoría que exige cons­tantes idas y venidas entre la forma lingüística y el sentido cultural de su descubrimiento, como en el clásico principio de la lingüística estructural de la covariación de fornla y sentido), tal como no hay aquí un violador, sino alguien que lleva a eabo lo prohibido, y, en términos chinook, es el culpable. Sólo a través del control de la forma lingüística original, por otra parte, se puede descubrir que un argumento heredado ha sido dise­ñado para expresar, a través de imágenes y estilo un sentido personal, así· como ver que el mito breve tiene una unidad (véase Hymes, 1968b).

La contribución particular de la lingüística será presumiblemente la exploración hasta sus límites de la coherencia lingüística formal de los tex­tos, y, como en la obra de Gunter, Labov, y algunos otros, la exploración de la interacción conversacional también. La contribución de la antropología social puede consistir en explorar la estructura de la interacción conversa­cional más directamente y a fondo, como parte de la etnografía, e insistir en las estructuras discursivas como situadas, esto es, como pertenecientes a ocasiones culturales y personales, en las que descansa parte de su sentido y estructura.16 Todavía es muy escaso el trabajo que integra ambos aspec-

16 Mi comprensión de estos problemas le debe mucho a Kenneth Burke, que ha insistido largamente en el análisis del lenguaje como la puesta en marcha de estra­tegias para delimitar situaciones (véase el ensayo que da título a su Philosophy of Literary Form, 1941). Burke ha señalado también el valor de la teología, así como el de la poética y retórica, para la comprensión de la acción verbal. En general, la antropología puede obtener mucho provecho de la retórica, la crítica literaria y la interpretación de textos. Ambos puntos son bellamente ejemplificados en las pará­bolas de Jesús. La Iglesia primitiva interpretaba las parábolas alegóricamente; la investigación crítica las libera de eso en el siglo XIX, pero la crítica formal, pese a algunos aciertos, falló cuando trató de estudiarlas en términos de distinciones formales no presentes en la categoría folklórica original aramea (mashal). El trabajo reciente ha establecido la primacía de dos consideraciones: reconstrucción de la fonna lingüística original (aramea), en todos los sitios en que sea posible, por triangulación de las variantes griega, siria y hebrea, y la reconstrucción del sitio de la parábola en la carrera de Jesús, en tanto "emitida en una situación real. .. en un punto particular y a menudo imprevisto. .. preponderantemente aparecían en una situación de <:onflicto" (Jeremías, 1963: pág. 21). Una causa mayor de malas interpretaciones fue la tendencia de los escritores del Evangelio y de la Iglesia, de pensar que las parábolas se dirigían a su propia situación subSiguiente en vez de (como era el caso) a una situación inmediata, a menudo a un oponente o a un extraño dubitativo. Las parábolas son, par excellence, instancias de lo que Chomsky (1966) llama el aspecto "creativo" del uso de la lengua, un criterio esencial de lo que él considera la propiedad de nuevas oraciones a nuevas situaciones; y traen a luz lo que Chomsky omite, la relación ·dialéctica. Chomsky considera las condiciones gramaticales de las oraciones como independientes del control de la situación. La etnografía del habla investiga las condiciones en las que las ora­ciones definen y cambian situaciones.

Acerca del enigma de Marcos 4: 10-13, en cuanto a las intenciones de Jesús, Moule (1966: págs. 149-151) defiende la autenticidad del dicho, pero no acierta a arreglárselas con la evidencia lingüística y contextual de que se trata de una interpo­lación (Jeremías, 1963: págs. 13-18). Hunter (1964: págs. 110-122) revisa el pro-

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tos. Estas observaciones nos llevan a un concepto centrul: t·1 cM ""to d" habla.

Discurso: actos de habla

Considerar situado al discurso no implica referirlo a una infinidad de factores contextuales posibles. (La imposibilidad de desarrollar un método

('í' más allá del manejo de instancias discretas vició la influencia de la obra de Malinowski.) Los lingüistas, y quizás otros, tienden a imaginarse que cuando una puerta se abre un poco más de lo habitual, todo el uni-verso externo se precipitará adentro. Desde el punto de vista de la etno­grafía del habla, hay en una comunidad un sistema de actos de habla, un conocimiento estructurado de las clases y ocasiones del habla. El nivel de los actos de habla está implicado en realidad por la misma lógica que ha llevado, desde "Sound Patterns in Language" (1925) de Sapir, al reconoci­miento de otros niveles implícitos en la lingüística. Tal como se dijo antes sobre la sintaxis, es una cuestión del tipo de relaciones uno-muchos, muchos-uno.

Lo mismo ocurre con el status de las oraciones como actos del habla.

" Una oración en forma interrogativa puede servir como pregunta, como ora-

I ción reflexiva, como orden; una pregunta puede ser expresada en forma ~ '1 interrogativa o declarativa ("¿Atrasa este reloj?": "Me pregunto si este reloj

no estará atrasado"). En general, la función de una forma oracional interro-gativa, declarativa o imperativa, no está dada únicamente en virtud de esa forma: las mismas funciones pueden ser transmitidas por formas diferentes.

Algunos lingüistas, reconociendo la importancia de los actos de habla, quieren ahora incorporarlos a la sintaxis, de tal modo que una oración lleve consigo, en su estructura profunda, algo así como "yo le pregunto a usted", "yo le digo a usted", y otras fórmulas parecidas (normalmente suprimidas en la forma manifiesta). Hay evidencia real como para apoyar estos enfoques en algunos casos (McCawley, 1968, pág. 157), pero como solución general al problema, da la impresión de ser un último cartucho gastado en el esfuerzo por no salir de los límites convencionales de la lingüística. Un enfoque que insiste en el complejo y abstracto conocimiento • de los hablantes con respecto a otras relaciones totalmente distintas de la forma manifiesta, no necesita adherirse a una literal encamación verbal de los actos del habla. Se sabe que algunas afirmaciones, preguntas, 6rd.· nes, amenazas, etcétera, son tales sobre la base de un conocimiento, • la vez, de la forma del mensaje y del contexto en que aparecen. Es com6n que una misma forma sirva como un serio insulto en algunos contextol , como una prueba de amorosa intimidad en otros. (Este punto h. d. MI

blema, adoptando la solución de Jeremías. (Todos los autores están de acuerdo es erróneo el sentido aparente de que las par~bolas pretenden impedir su colIDllrtllII los, extraños.) El problema gira sobre dos conjunciones, el original puede Significar "quien", mientras que el griego hina puede si~nifi,car el original arameo dilema, ser tomado (como lo enseña la "a menos que", no como "menos". La necesidad del texto y algunos de sus seguidores- para la comprensión adecuada tales, lo inadecuado de las traducciones, no pueden ser demostrados con

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considerado en relación con el cambio de código.) Un enfoque limitado a las apariciones de verbos reales (manifiestos o subyacentes) no puede llegar a entender por qué en ciertas circunstancias "Me parece que se me terminaron los fósforos" es un pedido.

Un punto relacionado -obvio, pero que es preciso mencionar repe­tidamente- es que las reglas que rigen el habla rigen más que los hablantes individuales y más que el habla. La regla sánscrita para la reducción con­junta a través de los interlocutores ha sido mencionada ya. Un ejemplo especialmente apropiado de ambos puntos aparece entre los haya de la Tanzania del norte (Sheila Seitel. comunicación personal). Al mencionar una cantidad, el hablante dirá algo así como "Decimos esta cantidad", mos~rando un cierto número de dedos. Es el oyente entonces quien dice el numero. Cuando se desarrollan las reglas de llamado en inglés (Sche­glo~f, 19?2), se encuentr~ que reúnen actos verbales y no verbales: "¡Geor­gel , el tImbre de un telefono, un golpe en una puerta. Por la misma lógica que rechaza las subdivisiones en sintaxis y fonología al proponer trata­miento unitario para fenómenos unitarios (véase McCawley, 1968: pág. 166 y sigs.), el límite entre mensajes verbales y no verbales debe desaparecer en muchos casos cuando las oraciones son estudiadas como actos dirigidos de habla. .

Códigos y cambio de código

"Cambio de código" es un término común para el uso alternado de dos o más lenguas, o variedades de una lengua. Los estudios de cambio de código están entre los más importantes desarrollos en sociolingüística, primero porque el bilingualismo y el bidialectalismo son materias social­mente importantes, y segundo porque el trabajo necesariamente quiebra la imagen implícita de "una lengua - una comunidad". Tales estudios mues­tran que las mismas nociones de comunidad de habla, fluencia de hablan­tes, lo que hace de una "lengua" un objeto de descripción, dependen del estudio etnográfico y comparativo.

Las fronteras lingüísticas y comunicativas entre comunidades no pue­den ser definidas sólo por rasgos lingüísticos (véase Hymes, 1968c). Las formas de habla con el mismo grado de diferencia lingüística pueden ser contabilizadas como dialectos en un área como lenguas distintas en otra según la historia política, no la lingüísti~a, del área en cuestión. Suce.d~ así en Africa (Jan Voohoeve, comunicación personal), y yace bajo la apariencia de uniformidad lingüística en Europa. Si no hubiera sido por las lenguas estándar, Europa se parecería, lingüísticamente, a la América nativa.

Tres dimensiones separadas parecen haber sido confundidas en el concepto usual de "lengua": proveniencia del contenido, inteligibilidad mutua y rol funcional. A veces diferentes formas de habla son agrupadas bajo el mismo nombre de lengua porque su proveniencia histórica parece ser sustancialmente la misma (v.g. "inglés" para una variedad de dialectos esparcidos por el mundo). A veces se dice que dos comunidades tienen el mismo. o diferentes lenguajes basándose en la inteligibilidad mutua, o su carenCIa. A veces se dice que una forma de habla es la lengua de una

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¡ ,

: .

comunidad porque es el modo primitivo de interacción (el idioma "ver­náculo"). Pero cada uno de estos criterios lleva a diferentes resultados. No todas las formas de habla que tienen como fuente común la lengua inglesa (más o menos común: no hay que descuidar las tempranas diver­sidades dialectales del inglés) son mutuamente inteligibles. Algunas formas de habla mutuamente ininteligibles no son lenguas distintas: el "pig Latin", por ejemplo, deriva del inglés por una o dos operaciones. A veces los gru~ humanos tienen una forma primitiva de hablar que reúne material de diferentes proveniencias, por ejemplo el francés hablado por la aristo­cracia rusa prerrevolucionaria, o la mezcla de latín y alemán de las pro­clamas de Lutero. La variedad funcional "lengua de los demonios" de sinhalés reúne: a) sánscrito, b) pali, c) sinhalés clásico, y d) una mezcla políglota, según que las deidades invocadas o mencionadas sean: a) hin­dúes, o b) búdicas, oc) se narren mitos de origen, o d) el discurso se dirija directamente a los demonios (Tambiah, 1968: pág. 177).

Un enfoque apropiado puede desarrollarse según las líneas siguientes. El habla de la comunidad ha de ser definida en términos de alguna forma primaria de habla y de las reglas para su uso. (Los pueblos pueden tener una lengua en común pero pueden diferir en cuanto a las reglas para su uso, o pueden compartir reglas de uso pero tener diferentes lenguas.) Forma de habla puede ser adoptado como un término neutral y básico.17

El número y clases de formas de habla en una comunidad sería, por su­puesto, una cuestión empírica. Donde sea dudosa la conexión entre varie­dades, relacionada con un origen común de su reserva de materiales léxicos y gramaticales, podría hablarse, como ahora, de lenguas y dialectos. Donde sea dudosa la mutua inteligibilidad, habría que hablar de códigos. Este uso permitiría la inclusión de formas de habla tales como los silbidos de los mazatecos, los tambores de los jabos, y sus llamados con cuernos, los disfraces de los tagalo, y otros similares. Hay así dos dimensiones en las que considerar las diferencias de código: algunas requieren el aprendizaje de nuevos contenidos lingüísticos, otras el aprendizaje de operaciones sobre contenidos lingüísticos ya, conocidos. Cuando lo que está en duda es el rol funcional, habría que hablar de variedades (véase Ferguson y Gumperz, 1960), y, más específicamente para situaciones, de registros.

Para localizar el referente de su descripción, entonces la lingüística debe ubicar el cuerpo particular de juicios de aceptabilidad, clases de co­nocimiento gramatical, etcéterfl, que desea analizar, entre la pluralidad de formas de habla halladas en cada comunidad. Para la lingüística pura, la tarea puede ser sólo un modo de excluir algunos fenómenos y de asegurar la validez de los que han sido seleccionados para su descripción. Para la antropología social y la etnografía del habla, tal contabilización del reper­torio de una comunidad es una base esencial. Un informe interesante de una comunidad trilingüe ~ este respecto ha sido hecho por Denison ( 1968).1 s Denison delínea trece factores involucrados en la selección de

17 Véase Greenberg (1968: pág. 36) para el uso de "formas de habla" en este sentido.

18 Comparto el enfoque de Denison, pero difiero en la terminología. Como él lo dice, la variedad funcional es fundamental. La dificultad de algunos trabajos re-

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una u otra de las tres lenguas habladas en Sauris (al(~mán, italiano, friulés). Puede advertirse que estos factores son aspectos'de cuatro aspectos gene­rales del habla: situación (aquí, la formalidad del (~scenario, la decoración del hogar); género (aquÍ, los dichos, los géneros escritos - Dcnison anota que la distinción básica para el género depende de una n'lación con lo que yo llamaría término clave-; la actitud o espíritu con que el acto se lleva a cabo; aquí, la espontaneidad versus la no espontaneidad); participantes (aquÍ, capacidades y preferencias del emisor, receptor, auditor para una variedad, más edad y sexo); y la secuencia misma del acto (aquÍ, cambios de tema y la variedad del discurso precedente).

La selección de código, y el cambio de código (más prel'Ísamente, la variedad en la selección y en el cambio) apuntan más allá de sí mismos en dos modos importantes. Primero, su descripción requÍen', y ayuda a crear, .~na infraestructura general adecuada para el dcscuhrillli('nto y for­mulaclOn de las reglas del habla. Las variedades dc las formlls de habla pued~n depender de un factor {~nico, tal como la ubicación lI'rnporal y espacIal, o la escena definida culturalmente (Situación); de las caracte­rísticas de los participantes; de los fines a la vista (por ejemplo, los indios kaska maldicen en inglés); la forma y temas dd discurso a Illl'dída que se despliega (Acto-Secuencia); el tono o modo (v.g. burlón: serio; eálido: reservado) (Clave); el instrumental a obtener en términos de' canal (oral, escrito, y quizás aquí el uso de la voz en el canto. etc. ); normas de interac­ción mantenidas entre o por los participantes y situa~iones (v.g. si selec­cionar la variedad más conocida para un interlocutor dado es obligatorio, gratíficante o insultante [implicando que no conoce alguna variedad más prestigiosa] ); normas de interpretación (creencias y valores, y razonamien­to del sentido común, v.g. tratar la vocalización infantil como un código separado, cuyo conocimiento es compartido por algunos hombres con ciertos espíritus guardianes); y, finalmente, el género. Más comúnmente, las re­glas para el uso de una forma de habla involucrarán relaciones entre dos o más factores. Estos dos pasos -la identificación pe lo que puede contar como una instancia de tal factor relevante a la comunicación, y el descu­J.lrimiento de las relaciones obtenidas por estos factores- son los pasos fundamentales de la etnografía del habla (y de la comunicación) gene­ralmente.

Segundo, las dimensiones y sentidos que subyacen y explican la selec. ción y cambio de variedades, son generales. La intimidad versus la dis­tancia, por ejemplo, es una dimensión que subyace a la elección en español () en el guaraní hablado en el Paraguay (Rubin, 1968); es también una dimensión que subyace a la elección de los pronombres ty o vy en Rusia. El problema de las formas del habla, si es proseguido minuciosamente, nos lleva al punto oe partida de la etnografía del hahla como un todo. Muy simple y generalmente, ese punto de partida consiste en reconocer

eienh's sohre las funciones del hahla cs que la elahoración de las categorías, nomhres, y ddiniciones, pupde oscurecer la natnralt'za t'mpírica y prohlenütica de la cuestión. 1.0 (JIU' uno puede esperar estahle¡;er C01ll0 universnl son las cuestiones rel(·vnntes y IlIs llimensiones o rnsf.(os ele conlrnste. no un nlllnero limihlclo dI' tipos (·ntegorinlt·s.

que en cualquier comunidad una cantidad de modos de hahla ha de ser distinguida. Los deslizamientos en la proveniencia íntegra del material lingüístico (v.g. del alemán al italiano) son quizá la evidencia más sobre­saliente, pero los deslizamientos en cualquier otro aspecto del habla dan también evidencia: de la voz normal al susurro, del modo directo al indi­recto; de la rapidez a la deliberada lentitud; de un tema al otro; de una sélección de rasgos gramaticales y/o léxicos y/o fonológicos dentro de una variedad, a otros; y así sucesivamente. Esta es la clase de covariación forma-significado básica a la etnografía del habla y a la sociolingüística, siend~a prueba de conmutación sociolingüística, por así decirlo, análoga al principio de contraste estructural básico a la relevancia de rasgos en la lingüística propiamente dicha. En algunos casos se ve claro cómo extender la forma de una gramática hasta hacerla comprender modos de habla, como cuando se trata de rasgos seleccionados automáticamente, cuando uno de los participantes pertenece a cierta categoría social (véase Sherzer, 1967), o hay un género discretamente definido (DeCamp, 1968). Para muchos aspectos de los modos de hablar, faltan elaborar modos de formulación adecuados.

Muchos modos de hablar, por supuesto, exigen el dominio íntimo de los recursos lingüísticos de una comunidad para ser estudiados. La elec­ción de variedades de lengua tiene la ventaja para los antropólogos sociales de ser a la vez saliente y representativa. Debe quedar claro que el estudio de las variedades, y de los modos de hablar, es más que un tema de meras correlaciones de formas lingüísticas con situaciones; esto nos propone la cuestión de la perspectiva funcional.

FUNCIONES DEL HABLA

Lo que debe ser subrayado aquí es la prioridad de una perspectiva \ funcional; y la pluralidad y status problemático de las funciones. El des- ¡ cubrimiento de la estructura en lingüística ha procedido en su mayor parte como si la única fundón. [email protected] fueraJlu:d~rePcial. La idea común del lenguaje como un mero mediador entre sonidos (vocales) y~e!ltic;1os, 1) maI1ifiesta e~t~J>ll~esto. Pinta el lenguaje como una estructura entre los dos continuos de sentidos posibles y sonidos posibles. La imagen del hombre implicada es la de un individuo abstracto, aislado, relacionado sólo con un mundo de objetos que esperan ser nombrados y descriptos. La etnografía del habla procede sobre la hipótesis de que una función del ;) habla igualmente y~!I!lJll:Qiª-VLhl(iireccjÓn. El habla, incluyendo la es­tructura lingüística como un recurso importante, si bien no etúJlico...hace de inte~_e.<liaria_~!1tI~ ja1ipersonas y su situación. La estructura lingüís-tica ordinaria, un constituyente de la organización del habla, no puede ser suficiente como punto de partida a partir del cual descubrir esa organi­zación. Uno debe comenzar del habla como un modo de acción, no del lenguaje como un mecanismo inmotivado.

Esta perspectiva tiene directas consecuencias para el manejo de fenó­menos comúnmente agrupados juntos bajo el nombre de "estilo" (sobre

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"estHQ" cO!lloc;ategoríªresidual, véase Gunter, 1966). Hay una tendencia a cOIlsiderar el esti.l.!Lc;o!110 una desviación de una norma impuesta por el análisis Jil1z.Üístico Qrdinadº~1t~q!Jr_ como una .CDllSlilllación . de pr02ó.­sitq,s comuni~a.!ivos-,~t@\1~S de medios más compleiºs~ y a trabajar con esos asuni:o~~ s-óTü· cuando se hacen ineludibles en el análisis lingüístico ordinario] Chpmsky ha anotado la existencia de reglas de estilo con rc.spectu.aLo.r~ de las palabras y aJª.iºf.Ina...sasual ,Qe los pronombres en la estructura de superficie, por ejemplo, pero esencialmente para demostrar que pueden adecuarse a la teoría de la estructura gramatical que a él le interesa (1965: págs. 125, 227-228 n. 5; 221-222 n. 36). Ha habido, en realidad, algunas obras valiosas sobre estas materias en varias escuelas de lingüística de Europa, y en varios centros en Inglaterra y en los E.U.A. (Dos selecciones de trabajos importantes son Chatman y Levin L1966] y Steinmann [1967].) La mayor parte del trabajo llamado estilístico está basado en textos lite­rios o de otro tipo. La estilística es invalorable para la etnografía del habla, y en realidad apenas si se distingue de ella (véase Guiraud, 1961, "Conclusión"), pero el enfoque etnográfico debe interesarse en los modos de hablar generales.

Desde tal perspectiva los fenómenos de estilo no sólo suceden, sino que reconstituyen elementos de la teoría lingúistica en su sentido más es­tricto. Daré algunos breves ejemplos, tomados de la fonología, de la gra­mática, y de las formas de habla.

Desde un punto de vista ordinariamente lingüístico, la aspiración y el orden de las palabras son relevantes cuando están sujetos al contraste fonémico y a las reglas de transformación, respectivamente, y en los demás casos son periféricos o irrelevantes. Desde una perspectiva funcional más general, estos rasgos y muchos otros son universales empíricos de lenguas, difcrenciándose entre las lenguas no en los hechos sino en la clase de rele­vancia. C<:tda leng¡¿¡l_ti~º-~ elementos. convencion-ªI~~L qlle _~oll---"elitj1ísticos" así como _,,!.eferen<?tales'~ cuanto a su función, y ambos son interdepen­dierites; lo que es estilístico en un contexto dado no puede al mismo tIempo ser referencial. Si la aspiración distingue palabras como elementos léxicos, no puede al mismo tiempo distinguir una forma expresiva de un uso neutro de una palabra, y a la inversa. En una descripción lingüística sobre prin­cipios etnográficos, entonces, se empieza preguntando no qué elementos son fonémicos, regidos transformacionalmente, etc., sino simplemente qq.é elementos son reconocidos por convención como medios de expresión ver­bal. Es un segundo paso tratar estos elementos como algo estilístico, algo referencial, en función. La misma observación puede hacerse con respecto al orden de las palabras, de cuyas regularidades sólo algunas pueden con­tabilizarse en términos sintácti.cos (véase Chomsky, 1965: pág. 126; Halli­da y, . 1967, Y los trabajos checoslovacos citados aquí). La lógica que domina aquí es la de Saussure, cuando afirmaba que tanto el léxico como la gramática tienen que formar parte del estudio lingüístico, puesto que un rasgo dado se encuentra, en diferentes lenguas, ya en uno, ya en la otra.

El poder organizativo (y la necesidad) de un punto de partida fun­cional se hace particularmente evidente con respecto a las partículas, que no tienen estructura interna propia, y a menudo s610 roles sintácticos limi-

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tados, pero que pueden desplegar una estructura distribucional y un signifi­cado al ser analizadas en relación a la entonación v la forma de interacción soci;l. Sólo su intercambiabilidad como respuesta~ podría llevarnos a agru­par juntos "No hay de qué", "No es nada" y "Al contrario"; o como finales de conversaci6n, "Adiós", "Hasta la próxima", "Nos vemos". Los visitantes de un país cometen a menudo el error de medir en superficie la equivalencia ('n el sentido, e inferir una equivalencia en la distribución social, para normas tales como el "Thank you" norteamericano, el "Thank you" inglés y el "Merci" francés, del mismo modo en que cometen similar error con respaeto a la distribución sintáctica para otras palabras. El paralelo entre las series sintácticas y las series de interacción va más lejos, en cuanto ambas tienden a separar las formas que acumulan en servicio formal de sus sentidos léxicos originales. En "Guarde el paso", "guarde" marca el as­pecto continuativo, no "retener"; el "Thank you" inglés sólo marca formal­mente los segmentos de ciertas interacciones, con apenas residuos de su significación "agradecer" en algunos casos.

Si fuéramos a examinar la literl1tura sobre "el habla de hombres y mujeres", concluiríamos que fue un fenómeno raro, que se daba sobre todo en algunas tribus extinguidas de indios norteamericanos. Han sido rela­tados en su mayoría por lingüistas que también eran antropólogos, para casos en que la gramática o la fonología de la lengua sólo p~dían ser fo~­muladas teniendo en cuenta este hecho. De modo que, segun el trabajO lingüístico del que disponemos, tendríamos que llegar a la c?nclusión de que en la mayoría de las sociedades los hombres y las mUJeres. hablan igual. Es una rara conclusión, si el lenguaje es un instrumento SOCIal, dada la importancia de la diferenciación de roles según el sexo ~~ casi todos los tiempos y lugares; y por supuesto es una falsa concluslOn. Se ?ebe empezar por la pregunta funcional: los miembros de esta co~umdad, ¿.distinguen modos de habla apropiados de los hombr~s y apropIados ~e las mujeres? -y luego buscar los medios verbales partIculares por medIO de los cuales se instrumenta esta distinción.

La identificación de los meJos de habla y de los elementos disponi­bles a ellos es una tarea descriptiva ubicable en las fronteras mismas de la língüístic'a. Obviamente, no agota la comprensión funcional. Si la meta Je la etnografía del habla es completar el descubrimiento de la esfera de la creatividad gobernada por reglas con respecto al lengua):, entonc~s debe no sólo identificar la estructura en el discurso, en la selecclOn de vanedades de lengua, en las funciones "estilísticas", sino también relacionar tales estructuras con su uso real. Finalmente, vinculará la comprensión de esos usos complejos de reglas que subyacen a los actos individuales que son creativos en el sentido usual de involucrar sentidos únicos y mediaciones, con la innovación con respecto a las reglas mismas (sobre la mediación única, vóasc Tillich, 1964: págs .. '56-57; sobre tales innovaciones como una l'xp('ril'lwia humana general, véase \Villiams, 1961, parte .1, capítulo 1); Al reVt'lar los medios convencionales disponibles y orgamzados, se hara posihll' adarar el conocimiento dc lo personal y trascendente (véase Sapi~, 1927: Tillkh, J 964: págs .. '5.'3-(7). En la situación inmediata es importante'

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subrayar los pasos que hay en el margen de la práctica normal y la teoría, implicados por ella o implicando cambios en ella.

RESUMEN METODOLOGICO

Resulta claro que mucho de Jo que ha sido expuesto desde un punto de partida lingüístico puede ser enfocado asimismo desde un punto de vista etnográfico. Con lo cual seguimos sosteniendo la predicción de que una etnografía del habla representará la fusión de las dos disciplinas en ciertos puntos; yeso es inevitable. La lógica ge la discusión lingüística ha consistido en presentar la descripción lingüística con una base nece­sariamente etnográfica: extender el alcance de la descripción lingüística desde una norma aislada e individual de generar una oración a la estruc­tura del habla como un todo, y ver la descripción del habla como situada y con propósitos. En pocas palabras, ver mayores estructuras, y ver la estructura en su dependencia de más amplias concepciones explícitas de la función. Pero haber presentado estos temas desde un punto de vista etnográfico habría involucrado una crítica a la antropología social, tanto como la presentación hecha ha resultado una crítica a la lingüística. Si la lingüística necesita mirar los fundamentos de su trabajo, la antropología social necesita mirar los contenidos lingüísticos. Quizá tenga una respon­sabilidad especial y oportunidad para hacerlo, y ese tema voy a tratar a continuación.

III

Hay tipos de conocimiento descuidados, que deben ser explicitados como metas del análisis, también en la antropología social. Podré sólo mencionar dos ejemplos, uno referido a los miembros de otras culturas, otro a quienes los estudian.

Hace unos pocos años Max Gluckman escribió sobre la importancia eJel chismorreo y el escándalo (1963). Entre los grupos tomados como ilus­tración (el makah de Elizabeth CoÍson, el inglés de la aristocracia en la caza del zorro), resultó que era esencial saber chismorrear. Puede decirse que este caso representa muchos relatos etnográficos, dondequiera que se note tal habilidad.

Consideremos las consecuencias de este hecho. Presumiblemente, no hemos de inferir que la murmuración y el hahla son la' misma cosa, que toda habla es murmuración. Debe haher entonces algunos criterios para reconocer como murmuración a :cierto tipo de habla, para saber si esa habla cumple mejor o peor su cometido de murmuración, si comete errores. En pocas palabras, presumiblemente los miembros de un grupo comparten un conocimiento, y tienen modos de adquirirlo, todo lo cual ha de poder des­cribir un etnógrafo. Es típico que los etnógrafos no lo hagan. Los informes etnográficos abundan en términos que de hecho denotan modos de hablar, aunque no siempre están reconocidos como tales. (Para la reconstrucción eJ(> un contraste propuesto por Lowie a este respecto entre los crow y Jos

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hidatsa, véase Hymes, 1964b.) Puede decírsenos que es importante, para los hombres, digamos, ser capaces de un cierto modo de hablar. Común­mente es imposible decir en qué consistiría una instancia de la actividad en cuestión, o qué significa ser capaz de tal cosa. Los miembros de las culturas del mundo ruegan, maldicen, reprochan, se burlan, murmuran, responden, enseñan, cuentan, bromean, insultan, saludan, se despiden, anuncian, interpretan, aconsejan, piden, ordenan, preguntan, combat~n ver­balmente, etcétera. Al menos lo hacen en la iengua de la etnografIa. Lo que estarían haciendo en términos de sus propias lenguas y culturas -o en térm~os de una teoría general y terminología del habla, que fuera siste­mática, no una adaptadón ad ,hoc de la cultura del etnógrafo- casi nunca es posible decirlo. A veces puede sospecharse quién puede o podría llegar a hablar, cómo, cuándo y dónde, a quién, pero rara vez con el detalle suficiente como para permitir una formulación explícita.

(Hay aquí un aspecto en que la lingüística da una lección a la etno­grafía. Si no dirige lo suficiente su atención a las materias etnográficas, en su propio dominio se vuelve explícita y vulnerable. La lingüística es­cribe las reglas, o formaliza las relaciones de los datos de otros modos, y estudia las condiciones en que una u otra formalización ha de ser pre­ferida, no para remedar a las matemáticas, sino para hacer un trabajo decente. La escritura de reglas la compromete en términos explícitos, como a lo que está siendo dicho y comprendido. Una buena cantidad de la extensión de la etnografía en el conocimiento del habla es mejor manejado probablemente por la amplificación de reglas lingüísticas para comprender los factores etnográficos. La actitud a tomar frente al formalismo involu­crado consiste en considerarlos simplemente como una contabilidad ne­cesaria. )

La estricta lexicografía podría servir en algunos casos, como cuando hay un verbo específico para una acción del tipo "decirle a A en presencia de B lo que B ha criticado de A" (wasco chinook). La traducción misma, por supuesto, no sería suficiente: "to pronounce" (pronunciar) es la mejor expresión inglesa para el ténnino .. chinook -pghna, pero la fuerza constitu­tiva específica de este último aparece sólo en su uso en mitos y ceremonias (véase Hymes, 196Gb). Definir el acto dado por la expresión chinook que podría traducirse educadamente "cantar de alguien con quien uno ha dor­mido", requiere algún conocimiento de su ubicación entre los posibles tipos de canto. La investigación de la raíz "maldecir" nos llevaría a la ent¡:mación y a las relaciones sociales; con una excepción menor (qalaq baya, algo así como "maldito seas")' no hay en la lengua palabras que sean insultantes u obscenas en sí mismas; la maldición y la obscenidad dependen de lo que se diga, de qué modo, a quién. La lexicografía puede detenerse al registrar la única expresión chinook análoga a un saludo europeo (dan miúxhulal, "qué haces"); eso no 'nos llevaría a explorar la ausencia (como en muchas sociedades amerindias) de las, complejas formas de saludo que se encuentran en Africa, o a notar que la práctica común en wasco es no saludar a quien se une a un grupo: la cortesía exige que no se llame la atención sobre el recién llegado hasta que ya no lo sea, práctica relacio­nada con otra según la cuaJ dno puede hacer una visita simplemente yendo

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y no necesita hablar, si no hay nada más que decirse. Proseguir el análisis <.le los actos de habla, entonces, nullleva a la etnografía con el habla como su foco.

Sería fácil responder que tal etnografía podría ser interesante, pero sería un lujo. De hecho, creo que resultaría a la vez valiosa y en ciertos aspectos indispensable. En primer lugar, la investigación en el habla -precisamente en las ocasiones en que el hablfl es exigida, opcional o prohibida- revela rasgos de importancia en una cultura. Entre los chinooks, por ejemplo, la investigación de los rasgos del habla esperada y del silencio exigido revela que ciertas escenas se definen formalmente por el hecho de que a la audiencia se le habla con palabras que son repetición de otra fuente, y que tanto la gramática como la conducta reflejan la creencia de que los temas que dependen del futuro -especialmente donde importan las relaciones con la naturaleza- no han de ser dichos mientras sean inciertos. El rasgo unifica un número de prácticas, incluyendo la mayor ceremonia de la vida individual (serle conferido un nombre), la actividad ideológica pública central (la narración de mitos), y la mayor actividad personal (la búsqueda del espíritu guardián). Para cada una hay un período en el que algo dicho (la pronunciación del nombre, el mito, las instrucciones del espíritu guardián) puede ser citado pero no revelado en su totalidad, y un punto en el que, habiendo sido validadas, las palabras son repetidas en su totalidad. En términos del rasgo, una cantidad de elementos aislados se ubican en su sitio (véase Hymes, 1966b). Una vez más, la atenta observación del habla infantil puede revelar mucho sobre la cultura adulta. Tanto los chinook como los ashanti creen que los niños tienen un primer lenguaje distinto del de los adultos (en la teoría nativa, la "lengua nativa" es siempre una segunda lengua). Para los chinooks, el habla del niño pe_o qlleño es la misma de ciertos espíritus, y los chamanes que tienen estos espíritus la interpretan para impedír que "muriendo" vuelva al espíritu del mundo del que vino; se intenta incorporar comunic~tivamente al niño a la comunidad. Por tradición, los ashanti excluyen a los niños de una habitación donde una mujer está dando a luz, basándose en que el niño podría hablar con el bebé en el vientre, con la lengua especial que ellos tienen, y, convenciéndolo de la dureza de la vida, hacerlo remiso a emerger, y causar de ese modo una grave complicación. La evaluación del habla espontánea como intrínsecamente peligrosa (y, a este respecto, un aparéa­miento de hombre: mujer: cultura: naturaleza) se deduce de esto. Las interpretaciones del intento de las primeras emisiones -v.g. como un in­tento de nombrar a los parientes (wogeo), de pedir comida (alorés), de actuar (chaga) - pueden tener algo de test proyectivo para una cultura, con respecto a las prácticas ádultas y la valuación del habla misma.

Por lo menos, entonces, el análisis del habla ha de mejorar la etno­grafía. Las creencias y prácticas sobre los niños pueden resultar un área especialmente reveladora - importante para la teoría general, dado que los lugares comunes usuales concernientes al rol del lenguaje en la transmisión' de la cultura son claramente inadecuados a la gran diversidad empírica en cuanto a lo que es y no es, y cuánto, transmitido verbalmente. Cie.rto grado de atención al hahla es, de hecho, esencial para la etnografía misma,

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si bien raramente pensada como parte del análisis propio. Al aprender a arreglárselas con informantes y otros miembros de una comunidad, para obtener información, un etnógrafo, quiéralo o no, adquiere cierto sentido práctico de las mismas cosas que estamos tratando aquí. Normalmente, él o ella no hace de este sentido práctico un objeto de atención o reflexión consciente. (Muchas veces tales rasgos parecen haber aparecido por pri­mera vez en la conversación acerca del trabajo de campo.) Con respecto, entonces, a lo que puede ser llamado el dominio de la conducta interroga­tiva, kt investigación del tipo aquÍ propuesto no significará sino hacer del propró proceso de investigación una parte del objeto de estudio.

Precisamente en este aspecto los antropólogos sociales pueden hacer una contribución vital a la sociolingüística y a la etnografía del habla, sin dejar de contribuir a su propio trabajo, sea cual fuere su propio interés. Un antropólogo social una vez formuló el siguiente problema: en una co­munidad hablante de maya, en ~léxico, sus preguntas eran típicamente respondidas por una expresión maya traducible por "Nada". También notó que las preguntas de los niños a sus padres recibían la misma respuesta. No estoy seguro de cómo se las hubiera arreglado un etnógrafo en la situa­ción, ni qué solución hubiera sacado de su galera un sociolingüista, pero, a todas luces, no podía ser el caso de que los miembros de esa comunidad maya no tuvieran forma de obtener información unos de otros. Es pre­sumible que haya modos apropiados de averiguar cosas que uno aún no sabe, de otros que las saben, y circunstancias en las que quienes conocen las cosas creen apropiado decirlas. Sospecho que una pregunta directa era interpretada CO!1l0 una grosería. (En general parece que los hablantes tienen y evalúan modos alternativos de pcdir información y dar órdenes.) De todos modos, hechos como éste -que entre los araucanos es un insulto pedir que repitan una pregunta, que una respuesta rápida a un toba signi­fica que él no tiene tiempo para responder a las preguntas, que un wasco prefiere no responder a una pregunta el mismo día que se la formulan, que los aritama prefieren intermediarios para hacer pedidos- señalan un sector del comportamiento que ..los exitosos etnógrafos presumiblemente dominan, así como dominan ciertos reclUSOS de la lengua local. Hacer de estos tcmas el objeto de atención explícita serviría a los intereses tanto de la antropología social como de la sociolingiiística.

Hay una segunda área en que estos dos intereses parecen coincidir: el estudio de los términos del parentesco. El análisis formal del parentesco ("análisis componellcial") ha olvidado a veces en la práctica lo que honra en la teoría: la necesidad dé un enfoque etnográfico que trac el compor­tamiento verbal en su situación, como respuesta a preguntas explícitas o implícitas, cuyo rango local debe ser determinado. Schneider (1969) ha demostrado indisputablemente este punto. Muestra que el análisis de los términos de parentesco del inglés norteamericano ha propuesto dos cues­tiones separadas: cuando se pregunta por los parientes, los informantes norteamericanos puedell entender ya la relación biológica (relación abso­luta) o la relación social (relación qlW cuenta). y muestra que la prioridad de términos de rdcrencin sohre los términos de relación interpersonal es un dogma. y empíricnmenh t'I'I'Ó¡WO ('n casos conocidos. En estos respectos

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la crítica de Schneider del análisis componencial se confunde con la crítica a la lingüística hecha en este ensayo. Aquí puede agregarse la cuestión de la . formulación de preguntas: Tulisano y Cole (1965) observan que los informantes pueden usar diferentes términos al presentar a sus parientes y al responder a los etnógrafos, y Murphy (1967) informa que los tuaregs usan un sistema sudanés para explicar las relaciones de parentesco a un no pariente, y un sistema ¡raquí al dirigirse y referirse a los parientes mismos. Conant (1961) ha' demostrado que los sistemas de apelación pue­den ser más reveladores que los sistemas de referencia, y al mismo tiempo contienen términos distintos de los de parentesco en el sentido estricto, y Fischer (1964) ha tomado un contexto específico, la familia, para mostrar la significación de los rasgos de apelación en varios dominios diferentes (parentesco, pronombres, nombres personales).

Los antropólogos sociales se encuentran así, en el área del parentesco, con los mismos problemas exactamente que la etnografía del habla erige sobre la forma verbal en general. El punto de partida han de ser los pro­pósitos y estrategias de personas en situaciones: qué términos, qué lengua en realidad, aun qué tipo de sistemas, son los que resultan de los datos, dependerá de esto. Hayal mismo tiempo, quizás, una extensión del foco. El problema fundamental puede resultar ser, ~cómo se dirigen las personas unas a las otras? ¿Cómo se integran formal y comparativamente los dis­tintos dominios (nombres personales, términos de parentesco, pronombres, títulos, sobrenombres) al servicio de la apelación?

Uno de los valores de los términos, o modos, de apelación como foco es que aclara que la relación de la forma lingüística con el contexto social no es meramente una cuestión de correlación. Las personas eligen, entr~ modos de apelación alternativos, y saben que el sentido de hacerlo así es que puede ser formalmente explicado. Un enfoque que ha parecido exitoso en la elección del nivel de habla en la apelación coreana, sería, brevem~nte, como sigue: un modo de apelación (término, variedad de habla, lo que sea) se ha asociado a un valor usual, "no marcado": por ejemplo, la for­malidad. Las relaciones sociales, y los contextos, se han asociado con va­lores usuales, "no marcados". Cuando los valores del modo de apelación y el contexto· social se emparejan -cuando ambos, digamos, son formales­entonces aquel significado aparece, junto con la consumación de las expec­tativas. Cuando los valores no se emparejan -cuando, por ejemplo, se usa un modo informal de apelación en una relación formal, o a la inversa­entonces lo que se transmite es un sentido especial, o "marcado". Tanto los sentidos marcados como los no marcados se definen por una regla par­ticular de relación, calcando la serie de alternativas lingüísticas sobre la serie de relaciones y contextos 'sociales. Cuándo ha de aparecer el particular sentido marcado -deferencia, cortesía, insulto, cambio de status- es, por supuesto, una cuestión empírica, como el receptor puede disponer a gusto de las opciones. Algunas generalizaciones parecen emerger verosímilmente, v.g. la formación de términos sobre categorías superiores o inferiores al emparejamiento normal tienen importancia positiva y negativa, respecti­vamente.

Subrayo estt' punto porque hay una fuerte tendencia a considerar la

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relación de la forma lingüística con el contexto sólo en términos de empa­rejamiento singular. La "creatividad gobernada por reglas" de los hablan­tes no está restringida de ese modo. Los "registros", por ejemplo, no se eligen sólo porque una situación los exija; pueden ser elegidos para definir una situación, o para descubrir por otros su definición (como cuando la elección puede ser tomada de dos modos diferentes, según la relación).

En el estudio del comportamiento interrogativo y de los modos de apelación, entonces, el antropólogo social servirá sus propios intereses mientras trabaja con problemas esenciales para una etnografía del habla. Hay-'btros aspectos en los que es esencial la contrihución de la antropología social, si puede ser asegurad¡l. Indicaré cuatro de ellos.

Primero, como ya se ha notado, el análisis del significado de los modos de apelación requiere el conocimiento de la semántica de la relación social así como de la semántica de las formas verbales. Los intentos de manipular estos problemas desde el punto de vista del sentido lingüístico solamente no pueden tener éxito; como tampoco puede tenerlo el tratamiento exclu­sivo en términos de contextos. Cada uno tiene estructuras propias esen­ciales, pero no suficientes. Hay diez rasgos de uso de los pronombres de segunda persona en ruso, por ejemplo, según Friedrich (1966), no dos, pues se necesitan diez para dar cuenta de los cambios, y otros aspectos de uso. Y aun esto va contra el hecho obvio (subrayado por Einar Hauge~ en su exposición en el mismo volumen) de que los pronombres rusos con­trastan esencialmente en las dimensiones de autoridad e intimidad. Si los rasgos adicionales son agrupados en los pronombres, se oscurece su estruc­tura semántica y queda sin explicar su variada eficacia en diferentes situa­ciones. Ni serviría esto para desplazar el sentido a los contextos (como parecía correr el peligro de hacerlo el enfoque de Malinowski); esta vía no lleva sino a la completa confusión. Los pronombres, como rasgos de apelación y estilo, en general, tienen un valor "identificacional-contrastivo" (para usar el término de Kenneth Pike, 1967), esencialmente el de auto­ridad y distancia versus ausencia de autoridad y proximidad. Las rela­ciones personales en las que son usados los términos tienen también sus valores en estas dimensiones. Los rasgos adicionales, considerados nece­sarios por Friedrich, contribuyen a definir los valores de estas situaciones. Las implicancias reales del uso del pronombre, explicadas tan claramente por Friedrich, surgen de la interacción de las dos series de valores, o sen­tidos (teniendo en cuenta el discurso precedente como parte de la situa­ción) .19 Para decirlo en pocas palabras, la semántica y la etnografía del habla simplemente no son posibles sin la antropología social.

Segundo, es esencial para la sociolingüística, y para la etnografía del habla como parte de ella explicar tanto la ausencia como la presencia de fenómenos, y su elaboración diferencial. Para retomar el ejemplo de los modos de hablar de hombres y mujeres, se necesitan informes de casos en los que haya pequeña diferenciación y de casos donde la diferenciaci6n

19 Véase Gluckman (1959), donde dos o tres términos barotse para conceptos de propiedad sirven a complejos procedimientos judiCiales, a través de la interacción con un vocabulario complejo para las relaciones interpersonaJes.

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sea grande; de casos donde esté afectada la gramática, v de casos donde no lo esté, para explicar, si es posible, por qué aparecen Íos casos donde el sex? est~ ,marcado en la ~ramática. No carece de importancia, entonces, la l~trusIOn. de rasgo~ SOCiales en la gramática; más bien, representa un medlO partIcular de Implementar una tunci6n universal del habla. Una t~oría soe~olingüística adecuada tiene que poder decir algo sobre esas rela­CIOnes (vease en Tyler, 1965, una sugesti6n con respecto a una de tales rela­c~ones ). Por consiguiente, no podemos exigir el estudio de tales fen6menos solo .cuan.do son sobresalientes y centrales en un lenguaje o sociedad; es preCISO dIsroner de toda la escala de casos. (Y sería precisamente la otra cara del ~Ismo ?rror hacer lo que alguien ha sugerido, estudiar esos fen6-menos baJO el titulo de "lingüística marginal" en los casos en que no son centrales. )

Lo mismo se aplica a la lingüística en tanto marca de status social de conocimiento y responsabilidad, y cualquier otro rasgo de interés antro~

1" 20 L '1 ~o OglCO.. os. antropo ogos han tendido a señalar las categorías grama-tIcales obhgatonas y la elaboraci6n termino16gica como expresiones directas de una sociedad. Aquí, como en todas partes, hay siempre dos posibili­dades, y ~o hay regla general para decidir entre ellas por anticipado: el rasgo. particular puede ser directamente expresivo, o puede ser compen­sato~lO. De ese modo, los nombres personales trukeses subrayan la indivi­duah?ad, los nombres nakanai las relaciones sociales: ambos son compen­satonos, en truk para asegurar alguna medida de individualidad bájo la presión de las obligaciones sociales, en nakani para recordar a los indi­vidu~s ambiciosos las obligaciones sociales (Goodenough, 1965). (Podemos refenrnos a esto como al "principio de la música china": música agitada acompañando ~ .~a acci6n apacible, música tranquila a la acci6n agitada, en el drama claslCo chino l. debo el ejemplo al informe de Kenneth Burke de una experiencia con el músico Henry Cowell].) Por otra parte, una lengua nunca es un inventario directo de una cultura, sino, siempre, un

· 20 Los misioneros lingüistas pueden estar especialmente interesados en las condi-CIOnes en que una lengua da status gramatical a una categoría teológica mayor, lal como ~erygma. El desarrollo de un enfoque del lenguaje como acción situada, como contrano ?e un enfoque puramente semántico y formal, es paralelo, si bien mucho menos eXItoso, al desarrollo de una visión de interpretación teológica dirigida' a kerygma, la. proclamación de la Iglesia como un acto (y de Cristo, en realidad, en tllgunas escnturas, como un event.~ de habla) por el que uno debe responsabilizarse, en contraste con. l~ n,t~ra aceptacIO~ de la autoridad institucional y las proposiciones ?el. credo. La ?IS~mCIOn es gramatIcal en siona (\Vheeler, 1967). Un aspc,cto modal mdlCa. e! conocIm~e~to ?e la~ .circunstancias d~ l~. acción de un verbo, opuesto al no COn??ImIento (defmIdo: mdeflludo),'y a la aSOCIaCIOn con ellos, opuesta a la no respon­sabilIdad. por ~ll~s (compromiSO: no compromiso). Wheeler (1967: págs. 71-73) ,traduce la narratIva b}blIca en ';In modo de "definido compromiso"; los informantes, entonces, y a~n l.a mayona de los SIOna, 10 vuelven a narrar como lo harían con un mito, o lá expe­nenCIa de otra persona: en un modo "indefinido no comprometido", "pero unos pocos han aceptado las ESCrituras como una comunicación personal de Dios a ellos y la' cuentan a otros en el modo definido comprometido" (pág. 73). Véase Ebeling (1966, Cap. 1, III r21, VI.r31); Kasper (1969: págs. 29-32, 42n.l, 47-51); Richardson (1961, Cap. 5,. Cap. 6: pago 126 ss.), desde el punto de vista luterano, católico y episcopal, r!'spectlvament¡·!.

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metalenguaje selectivo. Las circunstancias y una teoría de explicitaci6n lingüística deberían ser un problema más amplio que uniese la lingüística y la antropología social.

Tercero, un asunto relacionado con los dos precedentes: es esencial para la sociolingüística y la etnografía del habla desarrollar una teoría adecuada de las clases de actos de habla y las dimensiones de las fom1as de hablar, ambos como bases para análisis y como un resultado de ellos. La tarea familiar de la antropología -dar una perspectiva para las comparaciones­se necesita aquí esencialmente. En cierto sentido esta tarea puede ser des­cripht como la de proveer de una ret6rica verdaderamente comparativa, erigiéndose sobre las reflexiones de la ret6rica y poética de nuestra propia civilizaci6n, pero trascendiéndolas y estableciéndolas sobre bases diferen­tes,21 En este aspecto el problema es similar al que enfrent6 la lingüística al reconstruir la base de los conceptos gramaticales y fono16gicos a la luz de las lenguas de la humanidad como un todo, y al que enfrent6 la antro­pología social al reconstruir las dimensiones adecuadas para la comprensi6n del parentesco, la familia, el matrimonio, etcétera. Para citar dos ejemplos de clase de problemas:

1. Entre los bella coola, la posesi6n privada de un mito valida los privilegios del status, y, durante la investidura, un género especial de "esbozo" sirve simultáneamente para manifestar la posesi6n y ocultar el conocimiento completo del mito; se cuenta una práctica similar de los iatmul, donde un hablante cita un mito en términos de clichés extraños, fragmentando su argumento, manifestando el conocimiento correcto que prueba un reclamo de tierra, dejando a los extraños en la ignorancia. En contraste, entre los cashinaua del Brasil (Ken Kensinger, comunicaci6n personal), la cita de un mito en disputa exige la exactitud verbal (mientras que la narraci6n ordinaria puede interrumpirse, adaptarse a las circunstan­cias, etc.). ¿Cuáles son las variedades de los actos de habla de acuerdo a la funci6n social del mito? ¿D6nde se fundamentan estas variedades? ¿Y c6mo puede explicarse su aparici6n? , . '

2. Basil Bemstein ha sido Gl primero en reconocer las diversas varie­dades de habla en una comunidad, y, con respecto al inglés, ha distinguido "c6digos" elaborados y restringidos. Los datos etnográficos indican que las tres dimensiones vinculadas a estos tipos surgen separadamente: "el c6digo de ahora" versus el "c6digo de antes", el control personal versus el control posicional social, la elaboraci6n versus la limitaci6n de la forma verbal. Así, dos cuáqueros, ambos hombres notables, son descriptos del siguiente modo:

"El estilo de G tiene cierto brillo en determinados aspectos, pero, en su mayor parte, no es notable. B, en cambio, alcanza grandes alturas, que le permiten producir una prosa memdrable y citable. Si se le pre­guntaba a G por las causas de la insuficiencia del esfuerzo individual

21 Véase Burke (1950: pág. 43): "No llegamos a proponer la introducción de la antropología en la retórica, sino que los antropólogos reconozcan el factor retórico en IU

propio campo."

l~

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y la consiguiente necesidad del esfuerzo social, su tendencia natural era citar la Biblia y dejar así el asunto, mientras que B podía inventar una figura retórica apropiada ... A nuestros oídos G sonaba piadoso, usando siempre frases muy predecibles, pero las expresiones de B solían tener una sorprendente frescura" (Trueblood, 1960: págs. 146-147).

G era un predicador de gran influencia en todo el este y sur de los E.U.A. Trueblood explica la diferencia en parte por ser B más original en su pensamiento. Ni el control social ni la forma verbal limitada parecen involucrados. Entre los chaga, un proverbio, instancia del "código de antes" par excellence, es usado precisamente a causa de que se toman en cuenta los motivos y sentimientos personales de un niño: antes que hablarle direc­tamente .al niño, se usa un proverbio para llamar indirectamente la atención sobre el punto en el que está en falta. En una villa de Newfoundland, el género del "doblaje" es precisamente una elaboración de la forma verbal, donde, en ausencia de noticias reales y discusiones, se repiten los argumen­tos sobre un suceso pasado, pero con la regla de que el sentimiento o el compromiso personal descalifica a un participante. Faris (1966: pág. 247) cuenta que hubo una notable reacción contra sus propios intentos de mur­murar o practicar la técnica del "doblaje", puesto que, como "extraño", "mi información era personal y no la comunicación formalizada y rutinaria del pueblo local". (Faris advierte que no persistió en sus intentos, pero más por falta de habilidad suficiente que por reacción comunitaria.) Comu­nidades enteras parecen contrastes en la dimensión personal: control posi­cional (arapesh y manus, de acuerdo con Mead, 1937) en el manejo del habla y la comunicación, pero también puede aparecer un tercer tipo inde­pendiente (bali, según Mead). La aparición e interrelación de estos rasgos y dimensiones, y otros posiblemente relacionados~ apenas si necesitan una investigación transcultural.

Cuarto, los antropólogos sociales se han interesado por explicar el rol y sentido de la religión, parentesco, mito, etcétera. Como los lingüistas, han pretendido tomar como garantizado el rol y sentido del habla, para notar sólo que es importante por doquier. Pero no es en todas partes importante del mismo modo, con la misma extensión o propósito. Las co­munidades varían grandemente en su monto de habla, en el lugar asignado al habla en relación al tacto o la mirada, en la confianza o desconfianza del habla, en la proporción y clases de roles dependientes de las habilidades verbales. Mientras que cualquier instancia de estos fenómenos nos parecb familiar, cuando dos o más parecen contrastar -v.g. que los bella coola charlan incesantemente mientras que los hombres paliyanos mayores de cuarenta años casi no hablan (Gardner, 1966)- empezamos a ver el pro­blema· del análisis comparativo. El lugar del habla en las vidas humanas apenas si ha empezado a ser comprendido en los modos en que los antro­pólogos buscarían comprender la ubicación de otros aspectos de la vida. En la religión, el parentesco, etcétera, al menos se puede discutir a la luz de datos de muchos informes etnográficos. En cuanto al habla, los informes etnográficos no han llegado aún.

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¡

IV

La etnografía del habla, tal como ha sido esbozada, sería una lingüís­tica que hubiera descubierto los fundamentos etnográficos, y una etno­grafía que hubiera descubierto los contenidos lingüísticos, en relación con el conocimiento y las habilidades para el uso del conocimiento (compe­tencia) de las personas cuyas comunidades se estudian. La "sociolingüís­tica", como se ha dicho, es el nombre de un intermediario entre disciplinas. Su ~ensión refleja el reconocimiento general de que los límites discipli­narios no bastan, por ser su unidad tanto social como intelectual. En el f)studio del hombre, como en la Iglesia Cristiana y en los movimientos radicales, las distinciones antaño vitales parecen tan pertinentes a las nece­sidades presentes como las disputas entre los nobles medievales. No pode­mos seguir creyendo ingenuamente en disciplinas cuyos exclusivos intereses son niveles de la realidad o regiones del mundo. Las institucionalizaciones que enfrentamos nos resultan obstáculo tanto como ayudas. Resolviendo un problema, o instruyendo a un estudiante, continuamente se encuentra la unidad fragmentada entre disciplinas y facultades.

No obstante, no creo que la respuesta consista en crear nuevas disci­plinas, aun cuando la "sociolingüística" resulte una de ellas. Lo que se necesita es la oportunidad de combinar las clases de entrenamiento y co­nocimiento requeridas para proseguir con los problemas socio lingüísticos : en una palabra, flexibilidad de las estructuras institucionales. Es secun­dario que el centro sea una facultad de lingüística o antropología o socio­logía, una escuela de inglés, o algo de esto combinado; depende de las condiciones y las iniciativas locales. Lo que es primario, tras el reconoci­miento del campo, son los medios de profundizar en él.

La antropología tiene aquí una especial oportunidad, y podría decirse, aun responsabilidad. De las ciencias del hombre, es la que tien~ lazos más íntimos y complejos con la lingüística. En principio, ya reconoce la investigación lingüística como paJ;te de su campo de acción, y ya incluye cierto trabajo sobre el lenguaje y la lingüística en su entrenamiento. La exigencia de combinación en el entrenamiento de la lingüística y el análisis social puede llegar a ser efectuada b'1jo la égida de la antropología mejor que bajo ninguna otra. (También es importante aquí el aspecto humanista de la antropología, sus lazos con la atención a los textos y al arte verbal.) Habiendo una necesidad sociaf de tal entrenamiento, la antropología acre­centará su reconocida relevancia patrocinándolo. Y en tanto la unidad interna y la dirección de la antropolgía estén en cuestión, podría decirse que los problemas del tipo de los descriptos en este ensayo podrían ser un centro de unidad, un nuevo centro que en ciertos aspectos no será sino una renovación de algunos de los más viejos intereses de la antropo­logía, en el preciso L'entro de los problemas sociales y Gientificos contem­poráneos.

147

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usos y CASOS DEL COMPORTAMIENTO VERBAL ~

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" ... una vez admitido que lo que observamos empíricamente no son .usos. sino • casos. del comportamiento humano, parece. .. que no podemos eludir el concepto de elección en nuestro análisis: nuestro problema central es entonces averiguar cuáles son los estímulos y apremios que canalizan las elecciones."

F. B~RTH, Models 01 Social Organization

UN ENFOQUE TRANSACCIONAL DE LA SOCIOLlNGüISTICA

EN ESTOS tres polémicos ensayos, Barth (1966) adelanta una teoría transaccional del comportamiento humano, que busca explicar y describir los procesos que "generan" rasgos de regularidad en la estructura social. En lugar del criterio por el que el comportamiento humano es en gran medida predecible, en términos de "derechos y obligaciones" junto con posiciones sociales convencionalmente dadas, está la alternativa que reco­noce la función crucial de la transacción entre la gente, como mediadora entre las consideraciones de "valor" por una parte y la sociedad in~titucio­nalizada por otra. Quienes participan en cualquier interacción entran recíprocamente en "pactos transacc.ionales" en los que intentan igualar (por medio de la expresión seleccionada y la actuación -E. Goffman llama "administración de la impresión" a este proceso-) sus status respectivos, de modo tal que para cada participante "el valor ganado ... sea mayor o igual al valor perdido" (Barth, 1966: pág. 4). Tanto las instituciones sociales como los roles sociales, por estereotipados que parezcan ser, son los vástagos renovadores de las acciones individuales y de las motivaciones que yacen debajo de ellas. En particular, es considerado crucial el rol del empresario.2

1 El ensayo debe mucho, aunque ninguno de sus errores, al profesor \V. H. Whiteley, por su orientación general, y a Ja señora Janet Holmes por sus discusiones y comentarios durante la composición.

2 Es pOSible relacionar íntimamente los procesos que involucran el lenguaje y los procesos que involucran valores. Probablemente todo lo que Barth tenga que decir sobre los valores en el comportamiento transaccional puede ser ilustrado liberal y directamente en términos del· lenguaje. Así, compara con la formación de "valores abovedados" la formación de las "lenguas estándar", tal como el indonesio de Bahasa, contra las distintas lenguas vernáculas, dialectos, etc. Entonces, una vez más las evalua­ciones diferentes de una situación {mica ayudaron a dar cuenta de la supervivencia del

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Tales formas de razonamiento (aquí, por supuesto, extremadamente abreviadas) tienen considerable importancia sobre la naturaleza del -com­po~t~miento lingüístico. _Primero, se facilita una muy necesaria perspectiva teonca al problema de conciliar el estudio descriptivo de las regularidades en la estructura social (incluyendo sus componentes lingüísticos) con la comprensión de la naturaleza de la "autonomía del organismo" (Chomsky, 1959), es decir, del individuo humano en sí mismo; el estudio de las ins­tituciones en el nivel sociocultural se une con el de los comportamientos individuales en el nivel cara-aocara. Segundo, y relacionado con lo ante­rior, se contradice una persistente objeción a la posibilidad de estudiar el lenguaje en su "contexto situacional", es decir, que el contexto es "infinito", y por lo tanto "por debajo del nivel de una teoría abstracta general" (Berry, 1966: pág. xv); la finitud la da el supuesto de "una serie mucho más simple de valores básicos", que, como la mayoría de las transacciones, dis­tingue los participantes que harán de sus respectivos status las bases para su interacción; y, también importante, se supone que hay límites claros del número posible de status percibidos en cualquier sociedad dada. Ter­cero, la continuidad del proceso es asegurada por sobre el statu quo del sistema social. Cuarto, se dirige una atención especial a esos casos, quizá cru~iales, donde los participantes enfrentan el problema de valores y estados conflictuales; cruciales porque éstos pueden ser los brotes de nuevos usos e instituciones. Y quinto -no menos importante- se nos invita a identificar más de cerca la naturaleza sustantiva de los valores culturales pertinentes a la elección del lenguaje.

La sociolingüística (etiqueta común para el estudio del "lenguaje en la cultura y en la sociedad") del presente parece estar moviéndose gradual­mente desde la muy difundida presuposición de la separabilidad (y por lo tanto correlatividad) del "lenguaje" v sus "situaciones" de uso (con o sin relaciones deterministas señalando hacia un lado u otro) .:\ Las implica­ciones de la convicción de que cada uno será, por el contrario parte y parcela del otro a menudo, son considerables. Si, por ejemplo, se toma un aspecto de la "situación", las normas del comportamiento social se considera que éstas son: a) siempre comunicativas," y b) a menudo inextricablemente

inglés pidgin de la China en sus primeras épocas (ya que cada lado le da un valor mny distinto pero igualmente poderoso). La "información defectuosa" sohre los valores parece aplicarse ciertamente al raro caso del sango, la lingua franca "prestigiosa" de la República Centroafricana, cuya mera existencia como lengua podría cuestionarse (Sa­marin, 1966). El proceso de buscar información sobre el valor, particularmente en los primeros pasos del conocimiento interpersonal, ti menudo es llevado a cabo por el liSO

juicioso de unas pocas palabras en una lengua (o estilo, etc.) particular diseminado en la corriente de otro, ya que los valores relacionados están así puestos de relieve y probados en sus reacciones (véase Tanner, 1967; véase, tamhién, la referencia [más abajo] al estudio que hace Fishman de sus informantes universitarios). Lo más impor­tante de todo, quizás, es la operación del "feedback" de las acciones a los valores (unas tienen el efecto de modificar a los otros), bien reflejada en el ~ol inevitable del bilingüe que en cierto grado es "bicultural"; él es par excellellce el mediador estratégicamente ubicado.

a McIntosh (1965) nos recuerda que el perro lingüístico muy a menudo sacude la cola situacional ...

4 Véase Sapir (933) especialmente.

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I~ngüí.sticas; mientras que si se pone el principal énfasis no en lo norma­tIvo sn~o ~n el co~portamiento social transaccional, lo mismo puede soste­nerse SIn mconvementes. .. Un ejemplo ~~y re~iente del enfoque que da prioridad a la separa­

bIhd~,d. y co~~e~~hvId~d ~ ~or lo tanto predictibilidad mutua) del "lenguaje" y la sItuaclOn, y mas aun, que considera a estl1 última como observable en todos los aspectos importantes, es el estudio de Fishman sobre el bilin­güismo en un sector de la población portorriqueña de la ciudad de Nueva York (Fishman, 1968)." En cierte momento afirma Fishman:

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"L;t .varieda~ que con mayores probabilidades será empleada por un clertgo r~edICando a los feligleses sobre un tema religioso específico, en el SltlO del culto, puede ser predicha con más confianza de la que se tendría en las predicciones de 'todo tipo' moviéndose de la i~entificación con los íntimos valores comunitarios o de la participa­CIón en el dominio religioso o de la relación de roles clérigo-feligrés en general" (p. 981 ).

La importancia de esta investigación sobre datos que se pueden obser­var .e~pírica~ente y predecir con propiedad I! subyace en varias y amplias ~ecIslOnes teoricas y descriptivas. Estas incluyen decisiones de relacionar grupos de valores" con "dominios" mucho más concretos del uso del len­

guaje; resolver dominios a su vez en constituyentes "relaciones de rol" s~n inten~ar reducir la enorme variedad de tales relaciones a las propor~ ClO?eS mas manuales de status, sus derechos y deberes concomitantes, o a senes de valores culturales que entran en la mecánica de la administración de la impresión; y prestar relativamente poca atención a esos casos de "cambios de código" que reflejan o señalan deslizamientos en las relaciones interpersonales más bien que relacionarse con las alteraciones en los rasgos más observables del contexto. Cada uno de ellos será discutido. en su momento.

Los grupos de valores que atrayn la atención de Fishman son precisa­mente dos: la "cultura alta" que subraya las distancias y las relaciones de poder, formalidad y ritual, y la "cultura baja" de la raza, espontaneidad, ;a?Iar~d~ría, intimidad, etc. ,El bilingüismo estahle (que aquí es llamado dIglosIa ) es la comprobacion lingüística de la complementariedad entre !~s d~s series ~e ~~~ores, y el lenguaje recibe respectivamente los adjetivos alto (A) y baJO (B). Se dice que A y B son predecibles en términos

fi Este informe alcanza a 1209 páginas, contiel1l' treinta v seis secciones distintas y alinea a diecisiete colaboradores. Son ocho partes prim:ipales-, Introducción, Estudios de Ba~e, Es~udios orientados hacia la Sociología, Estudios orientados hacia la Psicología, EstudIOS onentados hacia la Lingüística, Resumen y Conclusiones, Apéndice Teórico (por Fishman, cuatro ensayos), y Apéndices. Es una realizaciím superior en su tipo, en la descripción sociolingüística, entre otras cosas porque sus perspectivas teóricaf €stán inusualmente explícitas.

6 Fishman llega a hablar de un progreso del análisis "de la mera adecuación de~criptiva al poder predictivo con respecto al qué)' al cúmo de la variedad de uso" (pag. 981). En este Informe se pierde el interés en lo que se habría deseado llamar estudio de los aspectos sociolingiiísticos de la adecuación explicativa.

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. . ~~in.tlrida "del comportamiento manifiesto, por observadores e~trenados ; ;·: .. ~.;~).~Qn revisando con un sujeto "sus actividades diarias, s,:~ ~ntereses y

creencias, sus amigos y asociados, sus deberes y responsablhdl~ades, sus gustos y aversiones, etcétera"; o, alternativamente, puede ser automf~rmada por los miembros más cultos de la comunidad (pág. ~!1). Pero Fls~man llega a señalar que la relación entre valores y la eleccIOn del lengu~Je :a­ría también con la educación, la ocupación y otros rasgos comumtanos. "Los grupos de valores son abstracciones mucho más generales y ,:agas. que las variedades de habla" (pág. 974). De acuerdo con esto, el enfasls se desliza a la categoría de "dominio", la mejor definición de la cual puede ser la siguiente, tomada de un ensayo anterior:

"Una construcción sociocultural abstraída de temas de comunicación, relaciones e interacciones entre comunicadores y locales de comuni­cación de acuerdo con las instituciones de una sociedad y las esferas de actividad de una cultura, de t'tl modo que el comportamiento indi­vidual y los rasgos sociales puedan se; "dist~nguidos unos d,e otros y sin embargo relacionados unos con otros (FIshman. 1966: pag.430).

Los dominios son "el ruedo más frecuente en el que se ponen en acción las identificaciones culturales" (pág. 974). De modo correspondiente, uno esperaría hallar "dos series comph'mentarias de dominios, en cada una de las cuales una variedad u otra es claramente dominante" (pág. 975).

Es importante anotar que el alcance del us~ que dio Fer?uson al término "diglosia" (Ferguson, 1959). ha sido amplIado muy consld~ra~le­mente (véase también Fishman, HI67); Ferguson habia usa~o el termmo para designar ciertas situaciones muy c~pecialcs (pero no .I~frecuentes) en las que dos variedades de una lengua permanecen e~ pOSICIones I~a.r~a­damente complementarias con respecto a rasgos espeCIfIcas de prestIgIO, orden relativo de aprendizaje, dominios apropiados, dir~cciones y ~odo~ de préstamos, rasgos estructurales (especialmente gramatIcales) . etc. Alt? y "bajo" son para Fishman nocioneg mucho más generales, aphca_das, mas aún, a lenguas distintas, así como a variedades de una lengua.' . Por el lado cultural parecen dicotomizar un fenómeno individual del que Flshman ha afirmado en muchas oportunidades que es más fructífero observarlo como una escala continua, la de la etnicidad (Fishman, 1965). Por el lado sociopsicológico, parecen estar en los extremo~ opuestos d~ cada un~ ?e las dos escalas de relación interpersonal, la del poder (autondad, dommIO, etc. ), por una parte, y solidaridad (intimidad, afiliación, etc:), por el otr~. Términos como formalidad, intimidad, familiaridad, distanCIa, espontanei­dad y otros parecidos, aparecen frecuentemente en conexión con estos dos "grupos de valores mayores". No sucede menos en la parte del Informe donde se describen las más importantes características etnográficas de la comunidad portorriqueña de Nueva York (Hoffman, 1968), aunque son tres los grupos de valores que se proponen, no dos. Se trata de: rol de la'

7 Ferguson reconoce esto como "la situación análoga" (19,:;9: pág. 429).

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diferencIacIOn sexual ( el español es el idioma en que los roles s~tuales ' . son más tradicionales, más básicos, y más idealizados", pág. 34); la ~idt.cl.., ", familiar (incluyendo el parentesco) y los lazos étnicos (el español ~~}.;-:':­lengua del hogar); y el "fatalismo" (cuanto más formales las organizaciones que intentan competir con las fuerzas más allá del control humano, más probable es que lleven sus negocios en inglés).

La cuidadosa falta de compromiso en este Informe con los detalles más finos de los valores culturales H se extiende desde el concepto de dominio al concepto más concreto de sus relaciones de rol constituyente. Está forbrulado así:

" ... las relaciones de rol mismas pueden ser más parsimoniosamente (si bien ~bstractamente) agrupables en unos pocos tipos, tal como las relaciones predominantemente abiertas y cerradas, las relaciones entre interlocutores débiles y fuertes. .. jóvenes y viejos, etc." (pág. 978).

El comentario que avance más allá está restringido a la cuestión del tipo de red. Las redes de malla abierta son las que permiten una libertad relativa mayor en la elección de la lengua "alta" o "baja"; luego se señala que, al revés de los valores frente a los dominios, y los dominios frente a las relaciones de rol, los tipos de red no están en una relación subordinada con las relaciones de rol. De este modo las características de las redes abiertas, tales como "experiencia compartida de gran peligro, gran intimi­dad, etc." pueden, por cierto, afectar la lección de A o B, pero no man­tendrán necesariamente una relación predecible con tales relaciones de rol como pueden suceder que se apliquen en el momento. Las' redes "caracte­rizan clases de relaciones de rol a lo largo de la dimensión de la fluidez de rol permisible" (pág. 979). Parecería ser el caso, no obstante, de que las consideraciones que se aplican en las redes abiertas son equivalentes a las consideraciones de valor que entran en el comportamiento transaccional. Pero ninguna de esas correspondencias son desarrolladas: "... los tipos de redes son abstracciones porque las relaciones sociales son determinables ~n ,función de relaciones de rol reales mucho má~ precisas y naturales" (pag. 977).

La inclinación predominante del trabajo de Fishman es hacia lo con­creto, contra la abstracción. Los valores culturales se concretan en domi­nios, los dominios en relaciones de roL A cada paso se retiran las posibi­lidades de finitud. No obstante, es necesario no s610 reconocer lo impre­d.ecible de las relaciones entre valores y roles (más aún, la frecuente prio­ndad de los pIimeros), sino también rehacer los roles en términos más abstractos o finitos. En relación a lo cual el tratamiento que hace Goo­denough (1965) de los términos "status" y "rol", es oportuno. Ambos con­ceptos son considerados como totalmente distintos. Los status son, en

R Es interesante notar que el interés de Fishman por fwitar las descripciones cid bilingüismo psicológicas, lingüísticas y sociológicas, "no contaminadas" (págs. U!,2 ss.) no se extiende a la admisión de una dimensión antropo]úgica sustancial.

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decto, puntos sobre las dimensiones sociales (ejemplos de las cuales son: "cordialidad", "reverencia", "despliegue de afección", "distancia sexual", "independencia emocional", "ubicarse encima de otro") a los que se aplican combinaciones particulares de derechos y deberes. "Los derechos y su deber correspondiente sirven para definir los límites dentro de los cuales se espera que confinen su comportamiento los participantes de la relación social" (pág. 3): y pueden ser, por supuesto, al menos en parte, lingüísticos. Las relaciones de rol (Goodenough: "relaciones de identidad") se disper­san en toda su variedad a lo largo de las varias dimensiones sociales, agru­pándose en cada caso de acuerdo con el status, es decir, de acuerdo con los derechos y deberes compartidos.

Goodenough encara la cuestión de si la cantidad de dimensiones socia­les y status (como opuestos a las relaciones de rol o identidad y a los derechos y deberes) están o no estrictamente limitados a una sociedad dada. Antes que nada se sugiere que en términos muy generales lo que la gente aprende en el curso normal de sus vidas no parece ser "tan com­plicado como para desafiar el análisis". Pero más particularmente, los conocidos hallazgos de Miller (] 956) en el campo de la psicología del conocimiento, al efecto de que el cerebro humano está limitado a aproxi­madamente siete discriminaciones de cualquier escala, se invocan para aplicarlos a las discriminaciones de las escalas de dimensiones sociales. De ahí que sea muy razonable pensar en términos de escalas de "deferen­cia" de cinco o siete puntos (pero, podría agregarse, no necesariamente en dicotomías de "algo" y "bajo", "formal" e "informal", etc.). Las dimen­siones sociales mismas deben ser asimismo Hmitadas en número; se hace referencia a algunas observaciones de vVallace (1961) concernientes a un posible límite máximo de 26 del tamaño de las taxonomías folklóricas. El cuadro total, entonces, parece sumar a uno de unos pocos valores culturales involucrados en la selección transaccional de unas pocas dimensiones so­ciales, cada una de ellas trasladada en términos de unas pocas discrimina­ciones, y todas juntas correspondientes a un vasto número de relaciones de rol y derechos y deberes (en parte Iingüísticos).9

Los individuos representan muchos papeles, o, podría decirse, desem­peñan muchos status, a menudo simultáneamente. Los status pueden no ser siempre fácilmente compatibles; ni, por 10 tanto, 10 son los derechos y deberes asociados a ellos. Haciendo una analogía fonética, Goodenough sugiere tres modos de respuesta en tales casos: o uno de los deberes es

» La clase de cuadro al que se puede llegar es sin embargo de alrededor de doce dimensiones de status combinables en sesenta y cuatro combinaciones de seis cada una (más muchas más de sesenta y cuatro cuando menos de seis se combinan simultánea­mente), pues cada dimensión contIene más de siete status discrimina bIes. El número total de las combinaciones de status teóricamente pOSibles nos parecerá así muy grande. Pero en cualquier momento es presumible que no más de uno o dos status en cada una de las seis o más dimensiones se exprese o sea percibido. Y en el sistema como un todo habrá muchas combinaciones de status que no ocurran (relacionadas, por otra parte, con grupos sociales, etc.). De ahí la posible pertinencia de un enfoque que reconozca, al menos en principio, reglas "coextensivas" que rigen la selección de status (y lengua asociada). Al mismo tiempo, por supuesto, las reglas. son solamente reglas, "más honradas en las infracciones que en la ohediencia ... "

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dejado de lado, o uno o los dos son modificados, o ambos son reemplazados por un "tercero distintivo". Ahora bien, indiscutiblemente éste es el punto en que empieza la exposición de Barth. El pregunta: ¿qué son los procesos involucrados en tales ajustes, y cómo se acumulan las d('cisiom~s individllu­les y modifican, así como son modificadas o aun pt('seriptus por 111 eOIl­

vención institucionalizada y el hábito? Los casos ('ruciales, sl~p;ún "1 ew(·. pueden ser los que enfrentan a los participantes con "dilemas dc' c·lm·(·jóll", involucrando incompatibilidades entre valores, status y dewehos y dd)(')'(·s.

En tales casos las respuestas lingüísticas pueden optar entre ulla amplill variedad 'de opciones. Donde hay opción de dos lenguas, una pUCdl~ ser dejada de lado, o retenida y modificada, o puede pedir prestados rasgos o elementos de la otra; dando y tomando puede llegar a volverse una lengua pidgin, o, sin llegar a tanto, las dos lenguas pueden "parecer fun­dirse" en estilos que, en último caso, enmascaran la retención de la identidad estructural más bien con una que con la otra (Gumperz, 1967a, 1967b); ambas pueden ser reemplazadas por una tercera (o por ninguna lengua); o, finalmente, la elección puede alternar entre ambas, en lo que común­mente se llama cambio de código; y varias combina€iones de estas res­puestas pueden ser ilustradas y observadas. Donde la elección debe efec­tuarse entre dos o más dialectos, variedades, estilos, variantes, etc. (estos términos, como el mismo término lengua, son problemáticos), se hace pre­sente una cantidad igualmente grande de posibilidades (más grande si no se conviene en la noción de fusión de lenguaje); y por supuesto el mero número de dialectos disponibles será casi siempre mucho mayor.

Hay un interés muy especial en los casos de cambio de código entre lenguas distintas sin discusión. Normalmente es mucho más fácil que en el caso de los dialectos, variedades, etcétera, especificar precisamente qué es lo que se ha cambiado y por qué; siendo así, se está en la mejor posición de estudiar estos casos reveladores de la elección en la lengua, en la que las alteraciones de dominio, la ubicación física, la relación de roles, etc. no son observables, o no se aplicanY' Los casos más reveladores parecen ser aquellos en los que los participantes cambian de códigos con relativa rapidez, y/o insertan palabras o frases de una lengua en la otra, modífi-

10 Ma y Herasimchuk afirman; " ... no se intentará reunir datos de las desviaciones interlinguísticas, ya que es ésa la clase de variación más difícil de recoger y exige técnicas basadas más en la observación y en la participación-observación que en la mera explicación" (Fisbman, 1968; pág. 665).

Lo contrario podría proponerse también, es decir que las desviaciones intralingüísticas exigen la participación-observación para guiar y validar las elecciones de criterios lingüísticos formales para la demarcación de fronteras entre variedades de la lengua ( o en realidad para demostrar que tales fronteras son a menudo muy difíciles, o imposibles, de identificar). Las menudas variables fonológicas elegidas por Labov (que sirve de modelo para Ma y Herasimchuk) no constituyen necesariamente el único o el mejor criterio. Contra la propia justificación de Labov para su elección (se dice de dIos que son de alta frecuencia, inmunes a la supresión consciente, unidades integrales de estructuras mayores, y fácilmente cuantificados en una escala lineal; Labov, 1964; pág. 166), se desearía alegar en favor de la consideración de variables gramaticales, léxicas, semánticas u otras, o combinaciones de éstas. Por otro lado, las distancias dadas en una escala fonética no necesariamente equiparan; a) las percepciones de distancia,

\.'59

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cando quizás en cada caso la forma de una u otra lengua en el proceso: 11

las relaciones deterministas entre lengua y situación (como estímulo y res­puesta). parecen ser particularmente irrelevantes. Se puede, por supuesto,

. ppefetü: considerar todo este comportamiento como un tipo de desviación de las normas institucionalizadas, motivadas por formas de "intención y comprensión interpersonal" más o menos oscuras, mientras que la "situa­ción" misma no es perturbada (véase Fishman, 1968: págs. 982, 983, 1042) : el corolario disciplinario es que se trata de materias que conciernen al antropólogo y al psicólogo social más bien que al sociolingüista. Con más propiedad podría argüirse, no obstante, que la oposición de Fishman a lo que él llama "una confianza básica en los sentidos interpersonales propues­tos" (pág. 1034) Y la prueba de una "momentánea sutileza interpersonal" (pág. 1035), es afín a la renuncia de Skinner a "una anticuada doctrina de la expresión de las ideas" y comparte sus mismas debilidades (véase Skinner, 19.57; Chomsky, 1959), Los únicos ejemplos que da Fishman de sutilezas lingüísticas son los del humor, el contraste y el énfasis, todos formas "marcadas" de la expresión, es decir. tomando la mayor parte de su sentido del contraste con las formas "no marcadas".12

En la investigación del comportamiento en el cambio de códigos, Fish­man se basa exclusivamente en la introspección y las técnicas de encuesta antes que en la observación o en el análisis participante de los datos obser­vados. Las primeras son té~nicas comunes que trastruecan las que Barth propone para el análisis etnográfico general. Barth expresa la necesidad de hacer observaciones empíricas de interacciones particulares para inferir reglas de combinabilidad de status y los "juegos de la estrategia" que yacen debajo de éstas, y formula la posibilidad de hacerlo. Fishman, por otra parte, busca inferir datos observables (dominios, elección del lenguaje, etc. ) de las opiniones de los participantes o de quienes los representan. Dicho crudamente, las alternativas son: a) las inferencias inmediatas del socio­lingüista (etnógrafo, etc.), y b) la opinión del informante sobre datos observables más o menos como si sucediera in vacuo. La única ventaja de la segunda alternativa parece ser la amplitud de su campo de acción; el investigador no puede estar en todas partes a la vez.

No obstante, el Informe contiene sugestivas pruebas de lo que podría llamarse cambio inestable de código. Hoffman llega a afirmar:

"En algunas situaciones la elección del lenguaje es predecible por refe­rencia al dominio en el que tiene lugar la interacción. No obstante, sería de mucho mayor interés y valor para los propósitos del estudio

o b) su valuación social. (Esta es, por supuesto, una ilustracüín del punto, hecho antes, de que la "lengua" y la "situación" son en cierto modo partes y parcelas una de la otra, de ahí que en tales casos no puedan ser correlacionadas propiamente: véase la segunda parte de este ensayo.)

11 Véase, por ejemplo, Whiteley (1967) para los contexlos sociolingüísticos de varios grados de asimilación de los préstamos ingleses en el swahili de Dar-es-Salaam.

12 Apenas si necesita señalarse que el "humor" (lo mismo que las "bromas") no es tan fácilmente aSignable con exclusividad a las normas de comportamiento: véase más abajo, sobre las "funciones de habla".

160

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una descripción de aquellas situaciones en que la elección del le, n-gUáfe',I, ',',' ¡~.:~ / no es tan fácilmente predecible" (pág. 63). .: e, '

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Pero se limita a presentar breves pinturas anecdóticas de "cam~ lenguaje o elecciones de lenguaje inesperadas". Se observan algunos facto­res sugestivos: la escena pública versus la privada (véase Stewart, 1963), el efecto de la participación de terceros, retar a un niño versus discutir fines educacionales con él, la expresión de la ira· versus la advertencia de impedir la .ira, el argumento versus la discusión, las situaciones de la te­rapia de grt'rpos versus las situaciones en las que la dignidad personal no se ve amenazada,13 bromear· e impresionar al sexo opuesto en las fiestas, dirigirse a los padres de la novia versus dirigirse a la novia misma, situa­ciones de trabajo que requieren la expresión de la autoridad versus la pausa del almuerzo con la misma gente. HoffIllan observa' al pasar que, con res­pecto a las situaciones hogareñas, "los informantes no eran capaces de explicar por qué cambiaban, pero recordahan que lo hacían siempre sin esfuerzo consciente" (pág. 66).

Más adelante hay un relato informal de las ideas de· un grupo de inte­lectuales portorriqueños acerca del bilingüismo entre ellos mismos y sus compatriotas. Entre amigos íntimos el idioma favorito es el español, pero el inglés es usado a menudo "en ocasiones especiales o con propósitos espe­ciales" (pág. 101); "las palabras o frases en inglés. .. aparecen en las conversaciones informales -ya sean éstas tranquilas o acaloradas- pero sir­ven para señalar la informalidad misma, o el humor, o contraste, <> énfa­sis ... " (pág. 102); "los temas no esencialmente portorriqueños o españo­les" son relevantes (pág. 103). El contraste formalidad: informalidad do­mina estas entrevistas a la vez que sentimiento étnico ("¡Demonios! Un tesoro tan hermoso co~o el que nos dio España, ¿perderlo? ¡No! ¡Nunca!" [pág. 119J).

Sigue la transcripción completa de una larga y viva discusión con un grupo de universitarios portorriqueños. Varios informantes hablan de estar (ellos o algún otro) "de humor" o "con la necesidad" de hablar uno de los dos idiomas; puede "no haber razón" para esto (pág. 226), o "quizá cuando estoy enojado o algo así" (pág. 237). El factor de cortesía o "res­pcto o algo" (pág. 237) aparece varias veces; puede acoplarse con el ~e la identificación étnica (pág. 239). El español, parece, puede ser estrate­!4ico para pedir un favor: "Hablaré en español un poco más. Usted sabe, IIn poco más afectuosamente. Usted cunoce el español" (pág. 241). Pero licne que hacerse con limpieza: "Se sienten bien. Es así como usted lo dice alguna vez. Usted lo dice con un cierto retintín que les gusta" (pág. 242). El argot español es útil para "andar bromeando" (pág. 243), y puede ser usado para llegar a conocer mejor a alguien (pág. 246). Es imposible \lO advertir en las observaciones de los estudiantes un difícil equilibrio entre consideraciones de dominio, relaciones de rol, escenas, habilidades,

1 a El cambio de código entre los inmigrantes pakistaníes en Bradford puede ser en parte una función de actitudes expresadas en el tiempo hacia aspectos de su propio trasfondo cultural (Jones, 1968).

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etc., por una parte, y relaciones de status, valores, y lo que por el momento pueden llamarse propósitos pragmáticos, como pedir un favor, etc., por la otra. No sin naturalidad, quizás, es el último el que tiende a desenvol­verse en un debate abierto. Por lo tanto no se puede, basándose en esta evidencia, aceptar fácilmente la verdad de afirmaciones como la siguiente: "El dominio. .. es una abstracción que muchos bilingües manejan con faci­lidad y consistencia. Se corresponde íntimamente con el modo en que muchos bilingües piensan acerca de las regularidades de sus elecciones de lengua" (pág. 1042).14

Tres tipos de pruebas se dan en el Informe para la validez y la supuesta importancia fundamental del análisis del dominio en el estudio de la elec­ción de lenguaje. Muy brevemente, éstas son: a) los instrumentos de introspección usados con estudiantes universitarios, cuyos resultados indi­can que la elección de lenguaje está relacionada con cinco dominios dados, más bien que con cinco interlocutores dados (padre, amigo, sacerdote, maes­tro, empleador), cinco lugares dados, o cinco temas dados; b) el análisis de las respuestas a preguntas incluidas en un censo de lenguaje llevado a cabo en un barrio portorriqueño en Jersey City, que apunta con claridad a los cuatro dominios de la educación, la familia, el trabajo y la religión; y e ( pruebas de nombres, en las qúe se pedía a niños portorriqueños (de entre seis y doce años) que nomhraran todos los objetos que se encontraran en cuatro escenas (cocina, escuela, iglesia y barrio), lo que indica una clara conexión entre la elección de lenguaje y el dominio.15 Estos resulta­dos, no obstante, están sujetos en cada uno de los casos a las limitaciones impuestas por lo que había ido en las distintas preguntas y tareas del primer apartado. La técnica de presentar los temas con el primer tipo de prueba con dos componentes sitllacionales incongruentes (así como dos congruentes), y pidiéndoles que pongan un tercer componente para com­pletar la situación, quizá pudo haber sido extendida para incluir compo­nentes interesados con las dimensiones del status como suplementos de las más bien no marcadas series de personas, lugares y temas que eran usados en realidad. Las pregunta') del censo están todas orientadas hacia el dominio, sin ambigüedad; y la tercera prueba pierde algo de su validez no sólo por estar restringida a las cuatro series o dominios dados, sino también por exigír como respuesta palabras aisladas, en oposición a otros tramos del lenguaje (por ejemplo, no se puede pedir un favor con Ulía sola palabra) .

Los dominios, al revés de las relaciones de rol y las series, pueden ser limitados en número para cualquier grupo social dado (aunque la cuestión de cuántos grupos sociales ~econocibles puede haber en una sociedad com­pleja moderna se presenta de inmediato), y pueden ser relacionados por observación con ciertas regularidades del comportamiento lingüístico. Pero

14 Hay dos lados de esta cuestión, es decir lo que piensan los bilingües al respecto, y cómo lo hacen. El modo depende en parte de la observación de los factores "no lingüísticos" que se consideran: véase Blom y Gumperz (1972) acerca de este aspedo de cambio de código monolingüístico en la zona rural del norte de Noruega.

1~ O más bien la ubicación, pero con implicancias de dominio.

162 , i

estas características no son teóricllllltlnh' tlt· hnl'nrtl&nt'll& l,.lrf'ld, llml p ..... gunta más básica con seguridad eN l'ru"untllr "", qu~ c.".rtnll domlnloll están marcados por el uso de una INlgun ,"utlt'uIllr mA" hlrn 'luf por otra. Una parte de la respuesta invitnrá u hUI (.·oIlHldllrlldcmttll tic! faClton" que parecen ser accidentales, o temporarios, () con tnlltn l'ft'(!\u ('umll ('I&Ulla I rasgos locales que pueden ligarse institucionalmente a la Ilmgull, HU pro­ducción relativamente grande de términos técnicos, educaci6n corrienh', etc. ~as consideraciones generalizables más significantes, no obstante, (lS­

tarán relacionadas con la pertinencia de los status particulares y las rela· ciones de status en este dominio, y por lo tanto con el uso de una lengua an­tes que otra. Detrás de esto están aún los procesos de ajuste transaccional entre status (lenguas por lo tanto) que sobre un período de tiempo han presentado regularidades de comportamiento observables, y que potencial­mente son capaces de modificar ese comportamiento. Las transacciones a su vez, implican consideraciones de valores, o incentivos y obligaciones, por parte del ser humano individual.

U na teoría transaccional de la sociolingüística no separa ni intenta separar la "mente" y el "suceso", langue y parole. El uso de la palabra "generativo" en la frase siguiente mantiene ·un esencial parecido con su uso en l~ teoría de la lingüística generativa, aunque la calificación es igual­mente importante: ". .. Las operaciones lógicas dondequiera que se gene­ran formas deberían reflejar los procesos empíricos, reales, que pueden ser identificados en la realidad que está siendo analizada" (Barth, 1966: pág. v). Esto parecería significar que debemos rechazar una concepción del comportamiento lingüístico puramente mentalista (que no exija ninguna referencia al contexto social [Katz y Fodor, 1963], o con un supuesto igualmente cuestionable de los contextos "restringidos", o neutrales [Lyons, 1968: págs. 98, 419, etc.]). También quiere decir que los procesos tran­saccionales deben ser tomados como generativos en cuanto a su carácter. La segunda de estas consecuencias podría ser particularmente interesante si bien todavía (como lo señala Barth) el status analítico de las transac­ciones (o de la "reciprocidad") está lejos de ser claro. Los tratamientos estrictamente conductistas como el <:le Homans en "El comportamiento social como intercambio" ( 1958), que interpreta los valores como "re­fuerzos" antes que como maíz para las palomas (pág. 598), parecerían haber sido descartados.

FUNCIONES DEL HABLA

Algunos aspectos relativamente descuidados aunque fundamentales del uso social del lenguaje son enfocados por ciertos problemas encontrados en el uso de las técnicas de correlación. Puesto que no se pueden poner en correlación las variables lingüísticas con las no lingüísticas si alguno de los criterios definitorios son comunes a ambas, la correlación es posible s610 en las siguientes circunstancias: 1) entre varia bIes totalmente lingüísticas y variables totalmente no lingüísticas; 2) entre variables lingüísticas defi­nidas totalmente o en parte por el uso de criterios no lingüísticos y varia-

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bIes no lingüísticas totalmente distintas; 3) como en el apartado 2) pero invirtiendo el lugar de las variables lingüísticas y no lingüísticas; y 4) entre variables lingüísticas que implican criterios no lingüísticos y distintas va­riables no lingüísticas que implican una vez más criterios lingüísticos dis­tintos. Hay que atender, sucesivamente, tres problemas en el uso de las correlaciones en la sociolingüística: primero, su dificultad frecuente, aun ~iendo factible; segundo, su igualmente frecuente imposibilidad; y tercero, su irrelevancia fundamental respecto de mucho de lo que es importante en el comportamiento lingüístico.

Del segundo, tercero y cuarto casos, se nota que el uso de criterios mezclados no excluye las variables que quedan del otro lado de la corre­lación. Por ejemplo (segundo caso), si se busca mostrar que el uso de un "código restringido" del inglés (que no es definido teóricamente como función de una clase socioeconómica: véanse en particular los escritos recientes de Bernstein) se relaciona en realidad con las clases, debe haber siempre la posibilidad de que los juicios de clase hayan sido al menos parcialmente criterios para la identificación que hace el analista de las instancias del uso de este tipo de inglés. De modo similar (tercer caso), la correlación de Labov de las variables fonológicas por un lado con la clase socioeconómica y el nivel estilístico (en términos de "formalidad") por el otro, puede quedar bien justificado pero no es enteramente co­rrecta: se dice que el nivel estilístico ha sido definido en parte con la ayuda de "canales de sugestión" lingüísticos o paralingüísticos, tales como el ritmo, el tempo, etc. (Labov, ] 964: pág. 168), pero hay todavía lugar para sorprenderse si en el hecho analítico mismo (la situación de la entre­vista) las distinciones entre habla "cuidadosa" y "casual" no pueden ser identificadas en cierta medida a partir de la evidencia de esas mismas variables fonológicas. Es muy posible, en realidad, que la última, que ha sido escogida en primer lugar en parte por su "inmunidad a la supresión consciente" y alta frecuencia (pág. 166), sea un índice a la vez significante e inconsciente del nivel estilístico para el investigador mismo.

Estas son las dificultades experimentadas en la correlación. Más su­gestivos para la comprensión de la lengua son aquellos casos en los que la correlación no es posible de ningún modo, puesto que los varios criterios están mezclados con gran claridad. Los intentos de poner en correlación, por ejemplo, puntos equidistantes en una escala fonética con evaluaciones (de corrección, prestigio, etc.) por parte de diferentes grupos ha de fallar si -como va a ser el caso con toda seguridad- la percepción de la distancia fonética es por sí misma una función de tales evaluaciones. Blom y Gum­perz (1972) aclaran la significación de la no correlacionabilidad entre componentes "lingüísticos" y' "no lingüísticos" en el comportamiento del habla de un grupo de universitarios noruegos cuyos estudios los colocaban entre sus contextos hogareño local y universitario no local. El cambio de código entre, y las mezclas de, formas estándar y dialectales de habla reflejan las dos series de experiencias pero no alinean necesariamente cambios observables en la situación inmediata de la emisión. El compor­tamiento de cambio de código de este tipo (llamado "metafórico") es, no obstante, un criterio para la identificación de deslizamientos relevantes no

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. observables y "no lingüísticos" en la situación. Los deslizamientos latentes de este último tipo, es muy previsible que tengan una notable relación con las relaciones sociales que mantienen los participantes. Lo que es más importante, no obstante, es que la incapacidad del analista para diso­ciar lo "lingüístico" de lo "no lingüístico" en estos casos puede ser razona­blemepte considerada como una simple consecuencia de la equivalencia por lo menos parcial en el sentido de los dos términos mismos; de ahí las marcas de citas. Este tipo de cambio de código tiene innumerables ana­logías en todos los niveles: en los deslizamientos entre lengua y lengua (así entre español e inglés en el Paraguay, tal como lo describe Rubin, 1963), entre variedad y variedad (por ejemplo entre el javanés "altó' y "bajo", tal como lo describe Geertz, 1960), y entre variante y variante (formas de apelación, por ejemplo).

Pero hay limitaciones de más alcance aún en la utilidad de las técnicas correlacionales en sociolingüística. La correlación implica un criterio del comportamiento en conformidad con las normas y desviándose de ellas. Por cierto, la lingüística, como cualquier otro comportamiento, está condi­cionada en muchos aspectos. B!om y Gumperz señalan, por ejemplo, que sus temas universitarios no parecen interesarse en su propio comporta­miento de cambio de código metafórico, en ninguna medida en sus aspectos lingüísticos más "mezclados": se supone, no obstante, que aun en este caso el comportamiento lingüístico está en gran medida condicionado por histo­rias de exposición a diferentes aspectos de la estructura sociolingüística noruega, y sus valores asociados, y quizás inmediatamente causada por deslizamientos "temáticos". Una perspectiva transaccional, no obstante, sin dejar de reconocer que la estructura social determina gran parte del com­portamiento humano individual, permite, da lugar también al que quizá sea en última instancia el proceso de inversión más importante, en el que los participantes estiman y pesan los valores de los status, y al actuar de acuerdo a ello traen cierto grado de presión sobre las regularidades de la estructura social,16

Las variedades de cambio de código son pertinentes a estas conside­raciones, pero quizás el fenómeno lingüístico más interesante de todos es el descripto como proceso de fusión de lenguaje, variante con variante, estilo con estilo, variedad con variedad, dialecto con dialecto, es decir, len­gua con lengua. Los procesos de este tipo parecen incorporar particular­mente al menos procesos análogos de valor cultural o manipulación de status social. Lo que interesa aquí no son tanto las pérdidas en las signifi­caciones atribuidas de los límites estructurales sostenidos, como la confusión estructural misma (los dos casos no son por supuesto totalmente distintos en la perspectiva histórica). Pero aunque puedan citarse unos pocos

16 Vale la pena notar que el lingüista generativo asume la posición de que el "lenguaje" es una entidad totalmente distinta de la "situación" (o del contexto so­cial, etc.), pero que las predicciones del uno sobre el otro serán siempre no Interesantes, o excepcionales, o las dos cosas: "Es sólo en circunstancias excepcionales y totalmente desprovistas de intereses que se puede considerar seriamente el modo en <)\le el .contexto situacional. determina lo que se dice, aun en términos de probabilidad" (Chomsky, 1966).

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. :'. ejemplos d~ estudios académicos del desarrollo de las formas "mezcladas" '< ~~ .. ~abla .. :estudi~s .que son a~ mismo tiempo descripciones de (es decir,

qUe'-d~scnben la UnIca o la mejor prueba de) las identidades socioculturales mezcladas de los grupos de emergencia (véase, por ejemplo, Gumperz, 1967a, 1967b; Richardson, 1962; Samarin, 1966), esos fenómenos están pro­bablemente mucho más diseminados de lo que parecería sugerir la literatura corriente.

Los más difundidos entre todos, sin duda, son los procesos de conver­gencia estilística (y simultánea divergencia, por lo tanto) dentro de las lenguas, dialectos, y variedades. La oportunidad aquí de una mayor com­prensión de la naturaleza transaccional del comportamiento lingüístico es a la vez su dificultad. El cambio de código entre lenguas y aun dialectos, es raz~nablemente descriptible en términos de lo que ha sido cambiado; la fusión entre lenguas y dialectos es más difícil de medir (como lo señala Gumperz, 1967a, para muchos hablantes de "comunidades lingüísticas estables" no puede haber formas "puras" corrientes no adulteradas, que puedan ser concebidas propiamente en relaciones de interferencia mutua: habla~d~ sincrónicamente, la forma "mezclada" es aquí la corriente); la descnpclón de los deslizamientos o fusiones estilísticos (en varios niveles: entonación, vulgarismos, lo que sea) es más problemática aún, por estar cargada, en todas las oportunidades, de las dificultades de reconocer ante­cedentes claros. Si lo que interesa es describir procesos de convergencia y divergencia estilísticas, entonces se debe justificar la propia elección de criterio para "un" estilo. Varios enfoques se sugieren a sí mismos. El men.os relevante de éstos es el que trata de excluir rigurosamente todos los factores considerados no lingüísticos, en lugar de formular algún tipo de prioridad lógica o metodológica de la "forma" sobre el "contexto".17 Los que incluyen sólo datos observables como dominios, relaciones de rol, puestas en escena y otras cosas de ese tipo, están sujetos a la misma clase de crítica en tanto pueden ser alineados en enfoques similarmente restrin­gidos al cambio de código (véase la primera parte de este ensayo); es decir, así como en el último caso se está expuesto a caer en la descripción de interminables contextos determinantes, del mismo modo se titubea ante la perspectiva de describir estilo tras estilo, variante tras variante, rela­cionados contextualmente, la única justificación de que allí están. Ya es tiempo, sin embargo, de que el problema (esencialmente el del "sentido") sea enfocado (en sus aspectos sociolingüísticos; hay otros: véase por ejem­plo Whiteley, 1966) en los términos más limitados, pero más generales, de las transacciones procesuales de valores y status.

Las implicancias transaccionales de la obra de Bernstein son conside­rables, pero latentes. Bernstéin (1972) distingue tres "modalidades de control social" ("imperativa", "posicional", "personal"), dos "tipos de fa­milia" ("posicional" y "personal"), y dos "códigos" ("restringido" y "elabo­rado"), y sus interrelaciones sistemáticas surgen de la estructura de la so­ciedad. Ambos códigos son concebidos en términos tanto de modalidad y

17 Los enfoques "neo-firthianos" al "intemivel" del "contexto" son de este mismo tipo. (Véase Pride, 1971.)

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control social como de rasgos estructurales. El tipo de familia'~ una fun- ("f) ción del modo del control social solamente, y de ningún modo ~/ por la clase social. Las tres modalidades de control social mismas' '-rían en realidad importar a la expresión de la dimensión de poder, posición e identidad personal, respectivamente, del status. Una extensión transac­cional\.de este cuadro general traería a la escena: a) los puntos de status de cada dimensión, b) otras dimensiones aparte de estas tres ("solidari­dad", por ejemplo, no es posible distinguirla), c) las coocurrencias (¿go­bernadas por reglas?) entre status particulares en dimensiones particulares, d) reconocimiento de una medida de autonomía o creatividad por parte de los hablantes individuales, y e) parcialmente como una consecuencia de esto la posibilidad de incongruencias (¿no gobernadas por reglas?) en-tre status tal como se expresan en emisiones particulares. En cada uno de los casos se tiene en cuenta la realización lingüística en todos los niveles (gramático, léxico, fonológico, paralingüístico, por ejemplo).

La puesta en efecto y/o reflexión de las coocurrencias de status . cons­tituyen la mecánica del comportamiento Hngüístico transaccional, y como tal merecen un lugar y un nombre en la sociolingüística. Puede sugerirse que la noción de "funciones de habla" (véase Firth, 1935) es un molde conve­niente. Por ejemplo, el hacer efectivos status particulares en las dimen­siones de poder y posición es probable que sea descripto por los hablantes nativos de la lengua en términos muy similares: a medida que aumenta la "deferencia", por ejemplo, se escala de funciones de habla como "órqe­nes", a "pedidos", a "sugestiones", a "pedir un favor", a "rogar", hasta aceptar (para completar el argumento) precisamente cinco status. Otras dimen· sion.es (si se las pone de relieve en la comunicación) tendrán el efecto de tcnvertir lo anterior en "consejo" o "persuasión" o "exigencia" (así Bernstein habla de exigencias "posicionales" y "personales" como modos de control social), y así sucesivamente. La función dc habla "saludar" subraya la dimensión de status "familiaridad" (su amplitud, lapso, renovación, etc.), más.7 pero por supuesto ya menos cerca de la definición propia de "saludo" (aunque muy posiblemente de una importancia mucho mayor para quien hace de receptor) - las de solidaridad, posición, independencia emocional, distancia sexual, intimidad, etc. Cualquier esquematización a lo largo de estas líneas puede parecer, por supuesto, más que adecuadamente arbitraria en las presentes circunstancias, pero el principio general l?arece lo sufi­cientemente claro: las funciones de habla pueden ser consideradas como, al menos en parte, la expresión de coocurrencias presumiblemente gober­nadas por reglas, de dimensiones de status.

No obstante, para decirlo con más exactitud, las funciones de habla parecerían ser expresiones de status y (anterior en el desarrollo) conside­raciones de valor que entran en la presentación selectiva de status ("admi­nistración de la impresión"). El terrenal ejemplo de Barth del desarrollo transaccional de los roles institucionalizados de los pescadores del Mar del Norte ilustra: 1) los valores (la "cooperación", "responsabilidad", "habili­dad", "cualidades de liderazgo", "conHabilidad", etc.), 2) status (derechos y deberes a bordo), y 3) eJ· (parcialmente verbal) sentido de .los valores por encima y por debajo de la comunicación asociados con los status

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. ~.:iI.:·.~isión", etc.). El último punto se relaciona muy íntimamente con la noción de funciones de habla, y (según el criterio de Barth: págs. 8, 9) refleja los valores de un modo mucho más directo que los status. Con esto, se pueden comparar algunas observaciones de Douglas ( 1968), cuando escribe sobre algunos factores que intervienen en la percepción de una broma, y nota la relación a menudo íntima entre el comportamiento en la broma y la "comunidad", contra la "estructura social":

"En la «comunidad" las relaciones personales de hombres y' mujeres aparecen iluminadas por una luz especial. Forman parte del proceso en marcha, sólo en parte organizado en la «estructura» social mayor ... La «comunidad,. en este sentido tiene valores positivos asociados: com­pañerismo, espontaneidad, contacto cálido. .. la experiencia de la no estructura en cQntraste con la estructura. . . la risa y la broma, al atacar las jerarquías y la clasificación, son, obviamente, símbolos aptos para expresar a la comunidad en este sentido de relaciones sociales indife­renciadas y no jerárquicas" (pág. 370).1 R

Por supuesto, uno debe prepararse a reconocer varios tipos (que se recubren) de funciones de habla, incluyendo: a) los que parecen abarcar más directamente las relaciones de status, b) los que responden más cla­ramente a los valores subyacentes, y c) otros que conciernen particular­mente a las relaciones cognitivas de un tipo u otro, como, por ejemplo, la de "causalidad". Los rótulos comunes, como "estar de acuerdo", pueden, aun en una ocasión particular, ser clavijas fijadas a varias de tales dimen­siones de sentido: la razón para convenir puede muy a menudo equivaler a reforzar o establecer relaciones de status convencionales o inusuales, con o sin la solidaridad que proviene de los valores compartidos, más bien que, o tanto como, a asentir con algún argumento intelectual o de otro tipo.

. Una función de la lingüística descriptiva no comprendida durante mu­cho tiempo es la de mostrar de qué modo son aprehendidas lingüística­mente las funciones de habla de cualquier tipo. Todos y cualquiera de los niveles de la lengua están expuestos a implicarse. Las varias traducciones lingüísticas de una palabra como "sí" o de una frase como "ya veo" pueden ser muy sutiles en términos fonéticos o fonológicos, aunque sus significados asociados pueden muy bien tener considerables generalidades-reflexiones en miniatura de las relaciones básicas sociales y personales. El mismo usua­rio del lenguaje está probablemente comprometido en el manejo más o menos continuo, no importa lo que él o el otro participante estén interpre-

. . 18 Comparar con el tratamiento de la -fluidez de rol" que hace Fishman . (véase

pág. 156 aquí mi~o). Hay con seguridad muchos rasgos de interés e importancia en la exposición de Palmer del juego de "intereses" individuales y grupales en la murmu­ración (Paine, 1967), opuesta a la presión mas convencionalmente unificadora de los sentimientos de solidaridad de grupo: las funciones de habla de la murmuración en esta perspectiva están mucho más ligadas a los valores que a los status, aunque, por supuesto, rara vez habrá un contraste total entre los dos.

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tando O comunicando, de las relaciones de status y los valores de '-\;i~:~C'¡T:'; '1 otro, aunque las marcas lingüísticas de ello sean mínimas. Cómo ~~r~~,,' de acuerdo, el significado de determinado tipo de vacilación, la causa rei::$' cisa por la que otra persona repentinamente habla con más rapidez (o más despacio) cuando el argumento se vuelve más complicado, lo que personas distintas quiere~ decir con el adjetivo "interesante" en ocasiones distintas, etcétera, todo eso importa mucho, por fugaz que sea aparición en el flujo del habla.

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Esta edición se terminó de imprimir ·en los talleres gráficos COLORPRINT Mario Bravo 1144. Buenos 1\ires.

en el mes de Enero de 1976

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