Ejercicion dinámica en Meyerhold

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    rimera parte El diseo de la Investigacin social

    que del objeto de la perspectiva adoptada que precisamente configurar el objeto

    de estudio. La adopcin de una perspectiva concreta dePende del nivel a que se

    site el investigador en el despliegue del saber/conocimiento; la realidad que se

    nuede conocer adogtando la perspectiva distributiva es una realidad aparente y en

    :ierto modo enganosa: es una realidad que es o puede que sea; la perspectiva

    estructural permite llegar ms al fondo de esta realidad .buscando aquello no

    aparente y bsico de la misma y la perspectiva dialctica posibilita trascender la

    realidad puesto que permite cam biarla.

    En este sentido jess Ibez parece adoptar la idea de que la sociedad hu-

    mana y, por tanto, el hombre son infinitamente moldeables y transformables.

    El ltimo captulo se centra en la exposicin de diseos de investigacin espe-

    cficos y de los criterios bsicos para evaluarlos. F. Alvira retorna el argumento

    inicial de M. Beltrn plantendolo al nivel del proyecto de investigacin: los

    objetivos de una investigacin condicionan el tipo de diseo ms adecuado y qu

    criterios utilizar para llevarlo a cabo.

    Despus de una incursin por diferentes tipos de objetivos de investigacin,

    F. Alvira se centra en criterios de evaluacin de diseos y en la exposicin de

    diferentes diseos no utilizados ms frecuentemente todo ello dentro

    de

    la tesis

    argumental de que los objetivos investigadores condicionan el tipo de diseo

    necesario, es decir, el tipo de diseo ms adecuado.

    1.1

    CINCO VIAS DE ACCESO A LA

    REALIDAD SOCIAL*

    Miguel Beltrn

    1. Mtodo cientfico y mtodos de la Sociologa

    Abordar por derecho el

    problema del mtodo de la Sociologa implica, s:

    luiera

    o no, tomar

    posicin acerca del mtodo cientfico; y esto supone a si

    rez, al menos, dos ctie

    -

    stio

    -

    n

    -

    es

    diferentes: la primera, relativa a si existe algc

    que pueda llamarse mtodo cientfico, en el sentido de ser slo uno y de esta.

    generalmente aceptado y ser practicado por los cientficos; la segunda, relativ,

    a si, en el

    caso de que tal cosa exista, las ciencias sociales, o humanas, o de 1: -

    cultura, o de la historia, han de acogerse a un mtodo elaborado para las ciencia.

    fsico-naturales desde una perspectiva positivista.

    Pues bien, por improcedente que parezca, creo que en este momento debe

    atreverme a dar respuesta breve y tajante a tan gruesos problemas, y no por

    que piense que baste con ella, que pueda cortarse sin ms el nudo gordianc

    sin tomarse el trabajo de desatarlo, sino por no repetir lo que ya en otro luga:

    he dicho,. aliviando as al lector de una enfadosa vuelta a empezar. As pues

    se me perdonar si me limito a anotar sucintamente varias afirmaciones, que

    no argumento s .

    En primer lugar, me parece sumamente problemtico que exista algo que

    pueda ser llamado sin equivocidad el mtodo cientfico: no Slo porque 1i

    filosofa de la ciencia no ha alcanzado un suficiente grado de acuerdo al respecto

    sino porque la prctica de la ciencia dista de ser unnime. O, al menos, tal m-

    todo, nico y universalmente aceptado, no existe en forma detallada y cannica

    aunque es evidente que bajo la forma de una serie de principios bsicos s

    que

    La primera edicin de este libro inclua mi trabajo Cuestiones previas acerca cre la

    ciencia de la realidad social. Al preparar la segunda edicin, los compiladores prefirieror

    sustituirlo por Cinco vas... (previamente publicado en el nmero 29 de la

    Revista Es-

    paola de Investigaciones Sociolgicas,

    de 1985). por estimarlo ms apropiado al propsito

    didctico de la obra. Por mi parre, agradezco al Centro de Investigaciones Sociolgicas su

    autorizacin para reproducirlo aqu.

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    iguel Beltrn

    inco vlas de acceso a la realidad social

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    gindose en lo ms estrictamente episdico y

    vnementiel,

    o bien en los fen-

    menos de repeticin que tienen como edad la de la larga duracin. Y por ello

    Braudel formula una invitacin a los socilogos, que apoya de una parte en la

    consideracin de ciencia global que la Sociologa tena para los clsicos y, de

    otra, en la superacin por los historiadores de una historia limitada a los acon-

    tecimientos: invitacin a considerar que Sociologa e historia constituyen una

    sola y nica aventura del espritu, no el envs y el revs de un mismo pao,

    sino este pao mismo en todo el espesor de sus hilos (1968: 115): La historia,

    en efecto, le parece a Braudel una dimensin de la ciencia social, formando cuerpo

    con ella: desde principios de este siglo, y especialmente en Francia gracias a los

    esfuerzos de Berr, Febvre y Bloch, la historia se ha dedicado.., a captar tanto

    los hechos de repeticin como los singulares, tanto las realidades conscientes

    como las inconscientes. A partir de entonces, el historiador ha querido

    sr y se

    ha hecho economista, socilogo, antroplogo, demgrafo, psiclogo, lingista...

    la historia se ha apoderado, bien o mal pero de manera decidida, de todas las

    ciencias de lo humano; ha pretendido ser... una imposible ciencia global del

    hombre Braudel, 1968: 113-114).

    Pues bien, no se trata, evidentemente, de asumir esta suerte de imperialismo

    de los jvenes aos de los

    Annales

    y reimplantarlo en la Sociologa, sino slo de

    reconocer con Braudel que con frecuencia historia y sociologa se identifican

    y se confunden, especialmente por el carcter global de ambas, y de manera

    particular en el plano de los fenmenos de larga duracin y en el del anlisis

    de la estructura global de la sociedad. Esto era bien comprendido y practicado

    por la mayora de los padres fundadores

    de

    la Sociologa, en tanto que la

    parte ms importante de la investigacin llevada a cabo en los aos de la que

    se llam sociologa moderna fue puramente de fenmenos episdicos o atem-

    porahnente examinados. Me parece que es preciso reaccionar contra tal ahisto-

    ricismo, y no dudo en suscribir la opinin de Can-: Cuanto ms sociolgica se

    haga la historia y cuanto ms histrica se haga la sociologa, tanto mejor para

    ambas 1978: 89). - -

    Pero negarse al ahistoricismo no implicar caer en el nefando historicismo

    popperiano con todas sus dedostadas miserias? Recordemos que Popper entiende

    por historicismo un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que

    la

    prediccin histrica

    es el fin principal de stas, y que supone que este fin es

    alcanzado por medio del descubrimiento de los 'ritmos' o los 'modelos', de las

    'leyes' o las 'tendencias' que yacen bajo la evolucin de la historia (1973: 17);

    en contra de ello, la tesis de Popper es que la creencia en un destino histrico

    es pura supersticin y que no puede haber prediccin del curso de la historia

    humana por mtodos cientficos o cualquier otra clase de mtodo racional 1973:

    9). Sea cual fuere la opinin que se tenga acerca de la posicin popperiana (y sin

    duda est hoy bastante desacreditada a causa de que la nocin de historicismo

    es ms bien, como dice Can-, una especie de cajn de sastre en el que Popper

    rene todas las opiniones acerca de la _historia que le desagradan, inventando

    adems los argumentos historicistas que le interesan: cfr. Can-, 1978: 123 n.),

    es evidente que cuando reclamo para la Sociologa la necesaria sensibilidad his-

    trica, e incluso un mtodo histrico, no estoy defendiendo la necesidad de que

    los socilogos hagan prediccin histrica, sino ms bien

    postdiccin

    histrica:

    esto es, que se esfuercen en ver la formacin de los fenmenos sociales a lo largo

    del lapso de tiempo conveniente, y que perciban la duracin de la realidad

    social, tanto en el perodo corto como largo, como el mbito preciso para hablar

    de los cambios experimentados. unque, desde luego, nada se opone a la pre-

    diccin, salvo que sta se convierta en la proclamacin proftica de un sino his-

    trico trascendente, que es contra lo que en realidad est Popper y en lo que

    se puede estar de acuerdo con l.

    Es evidente que, tanto en el caso de la postdiccin como en el de la predic-

    cin, el socilogo que busca en la historia est buscando factores causales; no,

    desde luego,

    la

    causa que explique maravillosamente lo que se estudia, sino el

    conjunto de mltiples causas que 'siempre rodean confusamente el proceso de que

    se trate, por ms que en el mejor de los casos pueda discernirse una cierta jerar-

    qua causal. Y tampoco el socilogo practicante del mtodo histrico ha de limi-

    tarse al establecimiento de puras secuencias temporales que pueden ser perfecta-

    mente irrelevantes en trminos causales, de acuerdo con el clsico sofisma de

    post hoc, ergo propter hoc,

    sino que ha de explorar en lo posible la variedad

    de instancias que hayan podido influir, condicionar o determinar el fenmeno

    que se trae entre manos. Tngase en cuenta que cuando hablo aqu de indaga-

    cin de causas estoy muy lejos de sugerir un planteamiento mecanicista de la

    causacin que privilegie la exclusividad (una causa) y el automatismo (la necesi-

    dad del

    sequitur);

    por el contrario, creo que es mucho ms realista y ms cient-

    fico, aunque mucho menos concluyente, postular que de ordinario lo que habr

    ser una multiplicidad de causas operando en un campo variable y complejo la

    produccin ms o menos probable de determinadas consecuencias; pero por im-

    preciso que pueda parecer este planteamiento, siempre ser ms consistente que

    la consideracin de los fenmenos como producidos de la nada en ese momento,

    o que la atribucin dogmtica de una causa porque alguien con autoridad lo haya

    dicho, o porque tal mecanismo causal figura en la panoplia de alguno de los

    grandes modelos abstractos al uso. Creo que debe darse como buena en Sociolo-

    ga la recomendacin de Polibio: Donde sea posible encontrar la causa de lo

    que ocurre, no debe recurrirse a los dioses. Y seguramente tampoco donde no

    lo sea, que la ciencia no debe descargar sus responsabilidades sobre quien no

    ha

    de protestar por ello. Por ltimo, he de hacer notar que cuando indico que el

    recurso a la historia implica la bsqueda sin ambages de la explicacin causal,

    no excluyo con ello en modo alguno la pretensin de

    comprender

    el fenmeno

    en sentido weberiano: como creo haber puesto de relieve en otro lugar (1979:

    368-382), explicacin y comprensin no se oponen, y no hay duda de que las

    conclusiones que Weber trata de establecer son causales. En todo caso, y para

    la justificacin del recurso a la historia que aqu me interesa, tanto en lo que

    tiene de explicativo como de comprensivo, y tanto

    en

    el estudio del presente

    como en el intento de prediccin del futuro, creo que Lled ha expresado ma-

    gistralmente lo que quiero decir: Parece, pues, que el sentido de la historia

    humana no es la visin pasiva del hecho histrico, sino la actualizacin de ese

    hecho en el entramado total de sus conexiones, para atender a lo que el hombre

    ha expresado en l. Y esa atencin es posible cuando se interpreta el transcurrir

    humano desde el pasado que lo proyecta, pero tambin desde el futuro que lo

    acoge y determina (1978: 61-62). Texto al que mis nicas reservas, timoratas

    si se quiere, son la utilizacin del trmino total por la irrealizable ambicin

    que implica, y la nocin de que el futuro determina el transcurrir humanq

    por la spera paradoja que contiene. Y, por continuar con Lled, de los

    seis aspectos que propone para la consideracin del pasado, entiendo que el ms

    propio al recurso del socilogo es el que concibe el pasado como gestador del

    presente: lo que somos es, sencillamente, lo que hemos sido; de aqu que

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    Bloch pudiera afirmar que la incomprensin del presente nace fatalmente de la

    ignorancia del pasado (cfr. Lled, 1978: 71-77). La Sociologa no puede versar

    sobre el presente sino buscando su gnesis en el pasado: si ha de haber una

    Sociologa del presente ha de apoyarse en una historia del presente, esto es, en

    una historia.

    El paciente lector habr observado mi reiteracin, hablando como estoy del

    mtodo histrico en Sociologa, en referirme a sta como sociologa del presente.

    Ello tiene por objeto descartar en este contexto cualquier veleidad hacia la socio-

    loga de la historia, empeo respetable si los hay, pero que no tiene nada que

    ver con la necesidad en quo insisto aqui de que el socilogo tome en cuenta la

    gnesis de lo que estudia. La Soziologie der Geschichte

    es muy otra cosa, de la

    que

    podran ser buenos ejemplos el conocido ensayo de Von Wiese sobre la cul-

    tura de la Ilustracin (cfr. 1954, y el prlogo de Tierno), o el de Von Martin

    sobre la sociologa de la cultura medieval (cfr. 1970, y el prlogo de Truyol),

    incluidos ambos precisamente en el

    Harldwarterbuch der Soziologie,

    editado por

    Vierkandt en 1931, o el estudio de Dawson sobre los fundamentos sociolgicos

    de la cristiandad medieval (cfr. 1953), o tantos y tantos brillantes ejercicios que,

    cuando amplan el fenmeno o la poca estudiada, pueden llegar a configurarse

    ms bien como trabajos de filosofa de la historia. Ciertamente, lo que caracteriza

    a Ja sociologa de la historia es su intento

    de

    poner de manifiesto los Condiciona-

    mientos sociales de los fenmenos del pasado, y en ese sentido s que se confunde

    de hecho y de modo totalmente legtimo con determinada historiografa que

    persigue idntico propsito; pero en ocasiones, como antes he apuntado, la pers-

    pectiva sociolgica se desplaza tanto hacia la metafsica que la confusin se pro-

    duce con la filosofa de la historia. Pues bien, es claro que al propugnar el

    mtodo histrico en sociologa no me refiero a hacer sociologa del pasado, sino

    a hacer historia de la sociedad presente: y ello en la medida necesaria para poner

    de manifiesto su gnesis.

    Una ltima cuestin, referida a la vieja polmica que niega a la historia la

    condicin de ciencia porque su objeto de conocimiento est constituido por hechos

    individuales e irrepetibles, en tanto que el de la ciencia consiste en lo inmutable

    y uniforme de la

    naturaleza y la materia, objecin que en alguna medida afectara

    a la utilizacin del mtodo histrico por la Sociologa; de acuerdo con tal argu-

    mento, la historia sera un saber sobre lo individual incapaz de abstraccin ni

    generalizacin (un conocimiento idiogrfico), en tanto que la ciencia sera saber

    de lo universal, abstrado de la experiencia y capaz de expresarse en leyes

    generales (un conocimiento nomottico). No es del caso reproducir aqu los co-

    nocidos argumentos de Rickert (cfr. 1945) en contra de la conclusin obtenida

    de tal distincin (negar a la historia el estatuto cientfico), puesto que la polmica

    a que me refiero ha perdido prcticamente toda su fuerza inicial: de una parte

    porque, gracias sobre todo a la obra de Darwin, se ha introducido la variacin

    y la historia en la ciencia natural, de modo que su objeto no se concibe ya como

    algo intemporal y esttico sino en permanente proceso de transformacin, lo que

    ha llegado a afectar hasta a la astronoma; de otra parte, la vieja nocin de la

    ley de las ciencias fsico-naturales ha ido suavizndose con el tiempo, de modo

    que hoy se prefiere hablar simplemente de hiptesis, como sugiri Poincar

    (cfr. 1963), atribuyendo a la teora no un significado nomottico, sino sobre todo

    pragmtico. Todo ello implica que en las ciencias fsico-naturales no preocupa

    ya primordialmente el establecimiento de leyes, sino la explicacin de cmo fun-

    cionan las cosas, que es justamente lo que hace el historiador, tanto ms cuanto

    que, como dice Carr, no est realmente interesado en lo nico, sino en lo que

    hay de general en lo nico (1978: 85): la historia se distingue de la mera

    recopilacin de datos precisamente por su empeo en la generalizacin y la abs-

    traccin. Pues bien, si las ciencias fsico-naturales se han revelado como menos

    nomotticas de lo que se supona, y la historia como menos idiogrfica, no parece

    tener mucho sentido seguir prestando atencin a una discusin planteada en tales

    trminos. Y tanto menos cuanto que la peculiar condicin de la Sociologa le

    impide considerarse como ciencia nomottica que hubiera de recelar de una pre-

    sunta condicin no cientfica de la historia por su naturaleza idiogrfica. Mejor

    ser, como

    aqu bag, reconocer que la Sociologa trabaja con un objeto de co-

    nocimiento,

    la realidad social, que es esencialmente histricn: cada sociedad es

    nica, y ha sido configurada en una trayectoria histrica especfica que da razn

    de ella explicando su gnesis; lo que no excluye, sino impone, la abstraccin y la

    generalizacin convenientes, pues esa unicidad de cada sociedad no las impide.

    3. El mtodo comparativo

    Tradicionalmente se ha venido diciendo que el mtodo comparativo sustituye

    en las ciencias sociales al imposible o muy difcil mtodo experimental, propio

    de muchas de las ciencias fsico-naturales. En efecto, en el experimento controlado

    de laboratorio el qumico puede aadir o eliminar una sustancia, y observar el

    resultado que se produce; el socilogo, en cambio, no puede aadir o suprimir

    nada en una sociedad para comprobar su efecto: el cientfico social slo Muy

    raramente puede manipular las variables de manera directa. En tanto que, gracias

    al mtodo comparativo, puede manipular indirectamente las variables que le

    interesa controlar. Pues bien, esto es verdad slo dentro de ciertos lmites; por

    una parte, son muchas las ciencias fsico-naturales que no tienen acceso a la

    experimentacin controlada de laboratorio, como la astronoma; por otra, esa

    manipulacin indirecta de las variables que se dice ofrece el mtodo compara-

    tivo no es sino una metfora, ni siquiera una analoga: el cientfico social que

    compara no manipula nada. Dejemos, pues, de lamentar que las ciencias sociales

    no puedan experimental en un laboratorio, lamento que es simplemente resultado

    del sentimiento de inferioridad que aqueja a muchos cientficos sociales respecto

    de los fsico-naturales, nacido del equivocado planteamiento de que el modelo

    de la ciencia social es la ciencia de la naturaleza. Y, consecuentemente, exami-

    nemos el mtodo comparativo en s mismo, no como ersatz

    de una experimenta-

    cin imposible.

    El mtodo comparativo es consecuencia de la conciencia de la diversidad:

    la variedad de formas y procesos, de estructuras y comportamientos sociales, tanto

    en el espacio como en el tiempo, lleva necesariamente a la curiosidad del es-

    tudioso, al examen simultneo de dos o ms objetos que tienen a la vez algo en

    comn y algo diferente; pero la satisfaccin de tal curiosidad no lleva ms all

    de la taxonoma y la tipificacin, y cuando se habla del mtodo comparativo en

    las ciencias sociales parece que quiere irse ms lejos de esas bsicas operaciones

    de toda ciencia.

    Una importante consecuencia de lo que he llamado conciencia de la diversidad

    es la eliminacin, o al menos la erosin, de lo que conocemos como etnocentrismo,

    actitud que se ha revelado particularmente estril y perniciosa en las ciencias so-

    ciales en la medida en que trata de explicar y comprender fenmenos ajenos con

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    categoras propias, desvirtivando con ello el empeo de obtener conocimiento que

    pueda ser llamado tal. Una forma particularmente rechazable de etnocentrismo es

    la que podemos calificar de naturalismo, esto es, de considerar lo propio como lo

    natural, valorando lo ajeno no ya como extico, sino como desviacin rechazable:

    lo que es dado en el mbito sociocultural del estudioso viene a ser considerado

    as como lo natural, normal, apropiado o valioso, en tanto que todo lo que no es

    as se considera malforrnado, deficiente, no civilizado o insuficientemente desa-

    rrollado. Una exposicin suficiente a la diversidad puede terminar convirtiendo

    tal parroquialismo en una visin ms objetiva, esto es, ms relativa, aunque no

    necesariamente. En resumidas cuentas, y como dice Andreski, el conocimiento

    de otras sociedades y la consiguiente aptitud para comparar ayudan enormemente

    al anlisis de una sociedad dada y, sobre todo, al descubrimiento de relaciones

    causales (1973: 78). Pero principalmente, y a ms de todo ello, el mtodo com-

    parativo responde al inters de desarrollar y comprobar teoras que sean aplica-

    bles por encima de las fronteras de una sola sociedad, como sealan Holt y

    Turner (1970: 6), ya que carecera de sentido intentar la formulacin de teoras

    cuyos referentes empricos estuvieran confinados en el entorno del investigador.

    Pero adems de permitir la universalidad de la ciencia (o por lo menos

    de

    impedir su injustificable compartimentacin), lo cierto es que el mtodo compa-

    rativo tiene una larga tradicin en ciencias sociales: propuesto formalmente por

    John Stuart Mill en su

    A System of Logic

    al establecer los cuatro famosos cno-

    nes de la induccin destinados a descubrir las relaciones de causalidad (concor-

    dancia, diferencia, residuos y variaciones concomitantes), es no slo utilizado

    sino enfticamente recomendado por Durkheim, quien sostiene que el mtodo

    comparativo es el nico que conviene a la sociologa (1965: 99): La sociologa

    comparada no es una rama particular de la sociologa; es la sociologa misma,

    en tanto deja de ser puramente descriptiva y aspira a dar razn de los hechos

    (1965: -107). Bien es verdad que Durkheim defiende como mtodo comparativo

    el de las variaciones concomitantes, identificando as mtodo con mtodo de

    prueba, y especificamente de la prueb-causal (cfr. 1965: cap. VI), y no es

    cosa de entrar aqu a discutir todos los problemas implcitos en dicha posicin;

    me limitar, pues, a indicar que no es preciso identificar el mtodo comparativo

    tal como aqu se presenta con ninguno de los cnones de Mill, y tampoco con-

    siderarlo necesariamente como parte del

    ars probandi.

    Por mtodo comparativo

    basta entender aqu el recurso a la comparacin sistemtica de fenmenos de

    diferente tiempo o mbito espacial, con objeto de obtener una visin ms rica

    y libre del fenmeno perteneciente al mbito o poca del investigador, o de ar-

    ticular una teora o explicacin que convenga a fenmenos que trasciendan m-

    bitos o pocas concretos.

    Naturalmente, carece de sentido comparar dos cosas cualesquiera: es habitual

    la prudente norma de recomendar un grado suficiente de analoga estructural y

    de complejidad entre los fenmenos que hayan de confrontarse, as como la

    necesidad de no desgajar arbitrariamente de su contexto las instituciones, proce-

    sos u objetos culturales que se comparen; pero, como bien dice Duverger, si se

    llevaran hasta el fin las exigencias de la analoga se hara imposible todo estudio

    comparativo (1962: 418), pues terminaran comparndose slo cosas idnticas.

    La comparacin se interesa tanto por las diferencias como por las semejanzas

    (tanto ms por las primeras cuanto la analoga sea mayor), y no siempre versa

    sobre objetos diferentes pertenecientes a pocas o mbitos separados, sino que

    en ocasiones se comparan los resultados obtenidos del estudio de un mismo fen-

    meno desde perspectivas diferentes: pero, en contra del parecer de Duverger,

    dudo que deba emplearse el trmino comparativo para calificar este tipo de

    trabajo.

    Como seala Rokkan, el inters de los padres fundadores por el mtodo

    comparativo se perdi entre sus seguidores, y slo en los aos cincuenta surge

    de nuevo, esta vez motivado por los esfuerzos en favor de la integracin interna-

    cional, de la cooperacin poltica y econmica, y de los programas de ayuda

    a los pases del tercer mundo: esas nuevas demandas de las relaciones interna-

    cionales incrementaron la necesidad de conocimientos acerca de las condiciones

    sociales, econmicas, culturales y polticas de los ms distintos pases del mundo y,

    consecuentemente, estimularon la investigacin comparativa sistemtica (1966:

    4). Bien es verdad que las construcciones tericas que respaldaban estos esfuerzos

    de comparacin

    cross-cultural y cross-national

    eran pobres y fragmentarias, y no

    haban llegado a desarrollarse herramientas de anlisis ni procedimientos proba-

    torios adecuados para manejar datos a muy distintos niveles de comparabilidad

    (ibidem).

    La mayor parte de los trabajos llevados a cabo en esos aos versaban

    sobre datos que no haban sido obtenidos por los propios investigadores: el anli-

    sis secundario comparativo planteaba el problema de apreciar la comparabjlidad

    de datos procedentes de fuentes independientes, de modo que era necesario ir ms

    all del simple manejo de informaciones tabuladas de manera similar (1966: 16).

    El intento de establecer generalizaciones, por otra parte, impona la necesidad

    de replicar en otros pases las proposiciones ya validadas en algunos de ellos,

    cosa sin duda ms fcil de llevar a cabo a travs de estudios de opinin (esto es,

    a un nivel microsociolgico), que de anlisis de las estructuras de los sistemas

    sociales en su conjunto, aunque las indagaciones del primer tipo dejasen

    -

    siempre

    abierto el portillo de la duda acerca de su validez. Para Rokkan, la consolida-

    cin del inters en la metodologa comparativa se desenvuelve entre dos -polos,

    el de manejarse con datos obtenidos por el investigador en condiciones de com-

    pleto aislamiento respecto de otros cientficos sociales pertenecientes a las culturas

    y sociedades estudiadas, o el de asegurar la comparabilidad de los datos en todos

    los temas y fases del proceso a travs de la participacin de cientficos sociales

    de todas las culturas y sociedades estudiadas; entre estos dos hipotticos extremos

    se desenvuelve la investigacin comparativa en Sociologa, y normalmente en unc

    de estos tres niveles: un primer nivel en el que se lleva a cabo la coleccin y

    articulacin sistemtica de datos producidos independientemente y de hallazgos

    producto de investigaciones no coordinadas; Rokkan aduce los ejemplos de los

    estudios de parentesco de Murdock, los de socializacin de Child y Whiting, o los

    de Lipset y su escuela sobre los factores sociales y econmicos determinantes del

    comportamiento poltico. En un segundo nivel se situaran los esfuerzos dirigidos

    a influir sobre las instituciones que llevan a cabo regularmente procesos de reco-

    gida de datos en diversos pases, para el desarrollo de metodologas ms apro-

    piadas (cuestionarios, cdigos, tabulaciones y procedimientos de anlisis): las

    estadsticas demogrficas y econmicas realizadas por las Naciones Unidas, la

    OIT, la UNESCO, la Organizacin Mundial de la Salud, etc., experimentaron-

    importantes mejoras en orden a la comparabilidad internacional gracias a tales

    esfuerzos. En un tercer nivel, por fin, habra que clasificar la organizacin de

    programas

    ad hoc

    de recogida de datos en distintos pases con el especfico ya

    a-

    psito de compararlos, como seran los casos del trabajo de Lerner sobre e.

    Medio Oriente, o del de Almond y Verba sobre la cultura cvica (Rokkan, 1966:

    21-22). Desde la poca en que se llevaron a cabo tan conocidas investigaciones

  • 7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold

    6/16

    26 iguel Beltrn

    inco vas de acceso a la realidad social

    7

    el inters por la comparacin se ha consolidado, y sus presupuestos tericos y

    herramientas metodolgicas se han refinado extraordinariamente, aunque no siem-

    pre la eleccin de lo que se compara ni sus resultados sean completamente sa-

    tisfactorios.

    La cuestin de qu pueda o deba compararse, en trminos de si ha de ser la

    totalidad de los sistemas o algunas de sus partes, ha sido objeto de discusin,

    especialmente en el campo de la ciencia poltica. Riggs, por ejemplo, entiende

    que de no tomar en consideracin el sistema poltico como un todo, debilitara-

    mos innecesariamente nuestra capacidad de ver la

    Gestalt de la poltica (1970:

    76 y 78 y ss.). Lapalombara, por el contrario, mantiene que debe seleccionarse

    un segmento del sistema y organizar a su alrededor las proposiciones tericas que

    constituyan el foco para la indagacin emprica (1970: 133), en una posicin

    muy anloga a la del Merton de las teoras de alcance medio, a quien expresa-

    mente cita. Pero tal discusin, sea cual fuere su valor en el mbito de la ciencia

    poltica, no es trasladable sin ms a la Sociologa: pinsese lo que significara

    estudiar el sistema social

    como un todo,

    y compararlo sin ms con otro todo.

    Dejando aparte el problema, ms filosfico que otra cosa, de si la sociedad como

    tal, globalmente considerada, es susceptible de ser objeto de conocimiento de la

    Sociologa (esto es, de si es posible una sociologa de la sociedad), lo cierto

    es que la totalidad social slo ha sido estudiada a travs de esquemas y modelos

    reductores cuando no reduccionistas-- que de hecho la segmentalizan en al-

    gunas lneas o caractersticas que se consideran ms relevantes que, o determinan-

    tes de, las dems. Y todo esto, evidentemente, en el bien entendido de que el

    estudio de que se trata es emprico aunque no necesariamente cuantitativista), esto

    es, que se remite a determinadas realidades a cuya comparacin se apela. De

    hecho, la tradicin sociolgica se -

    apoya sistemticamente en exmenes de la

    realidad social a un nivel de anlisis inferior al de la totalidad social, excesiva-

    mente compleja para dejarse prenaer en las,mallas de la ms ambiciosa investiga-

    cin; lo que no excluye q

    r

    ue el investigador respalde su trabajo con una teora de

    la totalidad social. Pienso, pues, que las investigaciones de alcance medio, que son

    en la prctica las nicas posibles, necesitan teoras a su medida, tambin de

    alcance medio; pero que aqullas y stas requieren imperiosamente ser respalda-

    das por teoras de largo alcance, incluso por teoras generales de la totalidad

    social en la problemtica medida en que sean posibles. Pero dejemos esto ahora,

    pues lo nico que quiero destacar aqu es que en ciencia poltica podr o no

    ser posible y conveniente el estudio y la comparacin de sistemas polticos en

    su conjunto, considerados como un todo; pero en Sociologa tal empeo referido

    a totalidades sociales, en lugar de a rasgos o dimensiones determinados, no pa-

    rece viable.

    La necesidad de no ser excesivamente ambiciosos en el acotado de lo que se

    compara ha llevado a cierta desconfianza de las comparaciones interculturales,

    e incluso de las internacionales aun dentro

    de la

    misma rea cultural, originndose

    as una corriente de inters en favor de las comparaciones internacionales de di-

    ferencias intranacionales. Como dicen Linz y De Miguel, la comparacin puede

    verse sobre dos aspectos de un mismo pas, sobre dos aspectos de dos pases

    diferentes, o sobre el resultado de la comparacin de dos aspectos de un pas

    con el resultado de la comparacin de dichos dos aspectos en otro pas (1966:

    270). Y todo ello porque, siendo las sociedades a comparar muy heterogneas,

    cualquier media (estadstica o no) enmascarar la situacin real. La compa-

    racin internacional, y no digamos la intercultural, ha de tener siempre

    in mente

    la existencia de diferencias intranacionales ms o menos grandes, tan grandes

    a veces que despojan de sentido a todo intento comparativo que no cuente con

    ellas, y cuya ignorancia conduce a extrapolaciones completamente gratuitas de,

    por ejemplo, el proceso de desarrollo econmico experimentado por una sociedad

    a otra diferente. La heterogeneidad interna, la diferenciacin regional y los des-

    equilibrios en el desarrollo constituyen algunas de las caractersticas esenciales

    de muchas sociedades, y son responsables de muchos de sus problemas (Linz y

    De Miguel, 1966: 272): no pueden, pues, ignorarse en el caso de pretender

    llevar a cabo comparaciones internacionales, e incluso deben constituir expresa-

    mente el objetivo de tales comparaciones.

    4. El mtodo crtico-racional

    En 1937 sealaba Horkheimer en un famoso artculo que las varias escuelas

    de sociologa tienen idntica concepcin de la teora, y sta es la de las ciencias

    naturales... En esta concepcin de la teora, ... la funcin social realmente cum-

    plida por la ciencia no se hace manifiesta; no se explica lo que la teora significa

    para la vida humana (1976: 209 y 212). Tal funcin social, rechazada por el

    autor, parte de que los cientficos se dedican a actividades meramente clasifi-

    catorias y consideran la realidad social como extrnseca, enfrentndola como

    cientficos y no como ciudadanos; consecuentemente, la realidad se concibe como

    consistente en datos que han de ser verificados, sin mayor implicacin de la

    actividad cientfica en la organizacin racional de la actividad humana para la

    construccin de un mundo que satisfaga las necesidades de los hombres. Frente

    a esta concepcin tradicional o positivista de la ciencia, Horkheimer opone la

    teora crtica, que nunca busca

    ffiriplerente un -

    Tricfenlta

    d

    -

    erco n-

    odaTeirti5

    como tal : su obeTVci liPt

    n

    b 7 E

    le-

    1 a esclaliiftid

    -- ( 1 9 7 6 :

    224). El mismo autor sostuvo en 1947 que

    el positivismo cientfico 'implica con-

    sagrar la que llama razn subjetiva o instrumental y rechazar la razn objetiva:

    se considera que la tarea de la razn consiste en hallar medios para lograr los

    objetivos propuestos en cada caso (1973: 7), sin reparar en qu consiste en cada

    caso el objetivo especfico propuesto; la razn tiene as que habrselas tan slo

    con la adecuacin de modos de procedimiento a fines que son ms o menos

    aceptados y que presuntamente se sobreentienden (1973: 15). Los fines no son,

    pues, manejables por la razn instrumental, esto es, por la ciencia positivista:

    constituyen algo dado, sobreentendido; la ciencia se ocupa de clasificar y deducir,

    de adecuar medios a fines. En contraste con ello, la ciencia articulada como razn

    objetiva debe enfocarse sobre la idea del bien supremo, del problema del de-

    signio humano y de la manera de cmo realizar las metas supremas (1973: 17).

    De no ser as resultara que no existe ninguna meta racional en s, y no tiene

    sentido entonces discutir la superioridad de una meta frente a otras con refe-

    rencia a la razn (1973: 17-18), lo que implicara la abdicacin de la ciencia

    de lo que constituye su objetivo ms importante: cooperar con la filosofa en la

    determinacin de las metas del hombre. Si tal abdicacin se produce (y se pro-

    duce, en efecto, en la ciencia social positivista que se pretende

    value-free),

    en-

    tonces el pensar no sirve para determinar si algn objetivo es de por s desea-

    ble ... los principios conductores de la tica y la poltica ... llegan a depender

    de otros factores que no son la razn. Han de ser asunto de eleccin y de pre-

    dileccin, y pierde sentido el hablar de la verdad cuando se trata de decisiones

  • 7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold

    7/16

    28

    iguel Beltrn

    inco vas de acceso a la realidad social

    9

    prcticas (1973: 19). Los fines ya no

    se

    determinan a la luz de la razn ...

    nuestras metas, sean cuales fueren, dependen de predilecciones y aversiones que

    de por s carecen de sentido (1973: 42 y 47).

    No es del caso volver aqu sobre los diversos extremos de la teora crtica,

    de los que me he ocupado ya con cierto detalle (cfr. 1979: 96-100, 128-162 y

    388-394), pero s quiero destacar la importancia que en ella se concede al papel

    de la ciencia, su negacin de una ciencia de corte positivista que se constituya

    como libre de valoraciones, y su correlativa afirmacin de una ciencia que se

    ocupe racionalmente de los fines: el acuerdo al respecto de Horkheimer, Marcu-

    se, Adorno y Habermas, con todas sus diferencias, es verdaderamente notable.

    Cuando el positivismo relega los fines humanos a las tinieblas exteriores (esto es,

    cuando niega que la ciencia pueda ocuparse de valores valiendo), limita la

    razn al papel puramente instrumental de enjuiciar la adecuacin de medios

    diversos a fines dados: lo que el positivismo consagra es la no racionalidad de

    la esfera de los fines, y lo que la teora crtica reivindica es justamente la resti-

    tucin de los fines del hombre al mbito

    de

    la racionalidad, esto es, de la ciencia.

    Entindase bien, la teora crtica no pretende sustituir la racionalidad de la ciencia

    por la irracionalidad de _a no-ciencia, sino recuperar para los fines humanos, para

    los valores y para el deber ser, su lugar en la ciencia. Como dice Bottomore,

    ce

    desasosiego generaI sobre las consecuencias sociales de la ciencia y la tecnologa

    presta cierto estmulo y justificacin a los crticos del racionalismo cientfico, pero

    no me parece que sea de gran ayuda para la causa de la liberacin humana re-

    negar de ste en favor del misticismo religioso que crece de forma tan exube-

    rante entre los exponentes de una contracultura no cientfica (1975: 15). La

    teora crtica no trata de sustituir la ciencia por el misticismo, sino de que la

    ciencia recobre su competencia para la consideracin racional de los fines del

    hombre, lo que implica reclamar para la -ciencia el ejercicio de la reflexin ra-

    cional, y no slo la prctica del empirismo positivista que se niega a ir ms all

    de los hechos. Esto es lo que significa en ltimo extremo la expresin teora

    crtica, frente a la cellbracin de la sociedad tal como es, en la conocida

    frase de Mills.

    Pues bien, este reclamar para la ciencia social el ejercicio de la racionalidad

    en la consideracin de los fines, en este caso de los fines sociales, es tanto

    como decir que uno de los mtodos de la sociologa ha de ser el crtico-racional.

    Se trata, como a la vista est, de discutir y apreciar la racionalidad de los fines,

    cuestin de la que la ciencia positivista no quiere saber nada, ya que es una

    cuestin de

    valores,

    por lo que se limita a la de la racionalidad de los medios

    en

    trminos de su adecuacin a fines dados: es decir, a una racionalidad ins-

    trumental planteada como cuestin meramente

    tcnica.

    En otro lugar me he ocupado en poner de relieve la imposibilidad de una

    ciencia social que se pretenda

    value-free,

    lo que no implica en modo alguno la

    imposibilidad de la ciencia social (cfr. 1979, esp. ap. II), sino slo que para

    las ciencias sociales es inviable el modelo positivista de las ciencias fsico-natu-

    rales: las ciencias sociales son ciencias de otro tipo, ya que, para lo que en este

    momento nos interesa, no pueden construirse pretendiendo una asepsia valora-

    tiva imposible en el investigador, y no deben construirse dejando explcitamente

    al margen de la consideracin racional los fines sociales. Lo que en la prctica

    sucede es que, pese a la retrica avalorista, toda la ciencia social que se hace

    est inevitablemente coloreada de los valores en que comulga el investigador,

    y ello de forma ms o menos consciente y en ocasiones, podra decirse, ms

    o menos artera. Resulta, pues, paradjico que la ciencia social positivista se

    empee en una asepsia imposible y, como consecuencia, produzca el resultado

    indeseable de negar a los fines sociales derecho a la consideracin racional, es

    decir, cientfica, relegndolos al terreno de la preferencia personal

    y

    de la lucha

    poltica; con lo que el mismo cientfico que al tiempo que afirma su neutralidad

    valorativa impregna su trabajo de valores larvados, al plantearse cuestiones re-

    lativas a fines sociales ha de despojarse de su condicin de cientfico y limitarse

    a la de ciudadano. Se predica la racionalidad instrumental o tcnica donde hay

    en realidad mucho ms que eso, y se niega cualquier racionalidad cientfica a lo

    ms importante. La ciencia social positivista considera, en contra de lo que dice,

    los fines sociales: pero lo hace de manera clandestina, en un mbito que afirma

    no les correspcnde por estar exento de valoraciones. En contra de este plantea-

    miento, que me parece imposible e inconsecuente, creo que hay que devolver a las

    ciencias sociales su tradicional componente normativo, esto es, su derecho a con-

    siderar cientficamente, racionalmente, los fines sociales; y ello a travs de lo

    que puede calificarse como mtodo crtico-racional.

    Pero debe quedar claro desde el primer momento que la consideracin de la

    racionalidad de los fines no implica ningn contenido dogmtico, en el sentido

    vulgar si se quiere de que la ciencia social hubiera de suplantar la decisin

    poltica, llegndose con ello a la engaosa utopa del gobierno de los sabios.

    Por el contrario, de lo que se trata es del ejercicio racional de la crtica de fines,

    de la negacin a lo existente de su postulada condicin de orden natural necesario,

    de_mostrar el pedestal de barr en que descansan los idela_cle__todo tipo. La

    consideracin dein_racionalidad de los fines sociales no tiene por objeto abso-

    lutizar ninguno de ells, sino ms bien corromper 1

    -

    r e

    E el pretendido carcter

    absoluto de alguno de ellos. Y

    -me

    apreStirb

    -

    -

    dr

    -ue -o -

    se traza de que a la

    _

    _

    ciencia social pueda d'arfe igual un fin que otro: siempre la justicia ser mejor

    que la injusticia o la libertad mejor que la opresin, y la ciencia social deber

    sealar la injusticia implcita en posiciones que se pretenden justas, o los re-

    cortes a la libertad que se presenten como conquistas de la libertad. No hay,

    pues, vestigio alguno de relativismo axiolgico en la negacin del dogmatismo,

    sino slo la constatacin de que el papel normativo de la ciencia social es ms

    bien de crtica que de propuesta, y que, en el caso de esta ltima, tratar de

    defender valores y no programas polticos concretos. No se trata, pues, de arropar

    con el eventual prestigio de la ciencia opciones polticas concretas que se pre-

    sentaran pblicamente como decididas, sino de someter a discusin racional los

    fines propuestos y sus alternativas. Y no cabr normalmente esperar una posicin

    unnime de la comunidad cientfica en cada punto sujeto a discusin, del mismo

    modo que no existe tal unanimidad ni siquiera en el pretendido mbito neutral

    exento de valoraciones en que la ciencia social positivista afirma moverse. El

    mtodo crtico-racional no comporta el que la ciencia social como

    tal

    asuma la

    tarea de fijar los fines sociales; sino slo que los fines sociales sean susceptibles

    de una consideracin cientfica racional y crtica. E insisto una vez ms: contra

    el mtodo crtico-racional no hay ms argumento que el emprico-positivista de

    rechazar el mundo de los valores, argumento de cuya inanidad estoy completa-

    mente convencido por razones que ya he expuesto y que no es del caso repetir

    aqu. Y siendo esto as, nada exige a la ciencia social que renuncie a la razn

    objetiva o sustantiva, recluyndose en una mera razn instrumental que acepte

    como dados y considere indiscutibles los fines sociales establecidos por puras

  • 7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold

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    Miguel Beltrn

    razones de preferencia

    o

    de intereses; por el contrario, la ciencia social debe

    reivindicar su discusin.

    No estar de ms indicar que cuando Weber habla de

    Zweckrationalitt,

    o

    racionalidad de fines, se est refiriendo a una

    de

    las distintas formas que puede

    revestir la accin social (que puede ser racional con arreglo a fines, racional con

    arreglo a valores, afectiva, o tradicional); la accin racional con arreglo

    a

    fines

    est

    determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior

    corno de o:rus hombres, y utilizando esas expectativas como condiciones o medios

    para el lor.ro de

    fines

    propios racionalmente sopesados o perseguidos ... Acta racional-

    mente con arreglo a fines quien oriente su accin por el fin, medios y consecuencias im-

    plicados en elia y para lo cual

    sopese

    racionalmente los medios con los fines, los fines con

    lu conmute:las implicadas y los diferentes fines posibles entre sf; en todo caso, pues,

    quien

    no an.e ni

    afectivamente emotivamente, en particular)

    ni

    con arreglo a la tradicin.

    Por su par;:, la decisin entre los distintos fines y consecuencias concurrentes y en conflicto

    puede ser raulonal con arreglo a

    valores;

    en cuyo caso la accin es racional con arreglo a

    fines slo en los medios ... La orientacin racional con arreglo a valores puede, pues, estar

    en relacin muy diversa con respecto a la racional con respecto a fines. Desde la perspectiva

    de esta ltima, la primera es siempre

    irracional,

    acentundose tal carcter a medida que el

    valor que la mueve se eleve a la significacin de absoluto, porque la reflexin sobre las

    consecuencias de la accin es tanto menor cuanto mayor sea la atencin al

    valor propio

    del acto en su carcter absoluto (1964:

    20 -21).

    La transcripcin de estos prrafos

    de

    Weber creo que pone de manifiesto,

    sin necesidad de recurrir a las muchas y refinadas exgesis que de ellos se han

    hecho, que Weber est tipificando las formas de la accin social, dos

    de

    las

    cuales considera racionales: una de ellas lo es como respuesta a

    las

    exigencias

    que sus convicciones imponen al actor, quien acta de acuerdo con ellas sin

    consideracin a las consecuencia

    t Previsibles de sus actos; sta es la accin ra-

    cional cpn.arreglo valores. La btra, racional con arreglo a fines, es racional en

    la medida en que sopesa y calcula las consecuencias previsibles

    de

    la accin que

    tiene por objeto alcanzar un fin determinado. En cierta medida, pues, y por

    paradjico que parezca, podra decirse que la racionalidad de fines de que habla

    Weber es en realidad una racionalidad de medios, instrumental, pues ms bien

    que determiz.ar

    los fines lo que hace es perseguirlos; en tanto que la que llama

    Wertrationc::*:.it,

    o racionalidad de valores, consiste en la constitucin de un

    valor en el papel de fin: ms que alcanzar un fin propiamente dicho, la accin

    racional con arreglo a valores lo que pretende es dar satisfaccin a un valor

    valioso, sean cuales fueren sus consecuencias. Como vernos, pues, ninguno de

    los dos tipos de racionalidad considerados se postula como capaz de

    seleccionar

    racionalmeme entre fines alternativos:

    si acaso, y de manera oscura, lo pretende

    la racionalidad con respecto a fines, pero si no lo entiendo mal como ade-

    cuacin de r7..tes de orden intermedio para otros fines de orden superior, esto es,

    como mera ra:ionalidad instrumental. Resultara as confirmada la posicin we-

    beriana de atribuir la decisin entre lineo al

    homo volens

    valorador, y no al

    discernimienn racional de la ciencia: ciencia y poltica seran as dos vocaciones

    separadas, y la primera no tendra nada que decir en el mbito de la segunda,

    salvo meras consideraciones tcnicas. Pues bien, en otro lugar he concluido que

    Weber no resuelve satisfactoriamente el problema de una ciencia social

    wertfrei,

    pese a la muy prolija y complicada frmula con que establece la relacin de la

    Cinco vias de acceso a la realidad social

    1

    ciencia social con los valores (cfr. Beltrn, 1979: 36-55), y no

    es

    de extraar que

    encontremos de nuevo aqu la misma limitacin, tanto ms cuanto que aqu se

    refiere Weber a las formas de racionalidad de la accin social y no a la raciona-

    lidad de la ciencia. La consecuencia,

    a

    mi modo de ver, es que Weber considera

    la eleccin entre fines alternativos como algo que pertenece primordialmente,

    si no totalmente, al mbito externo a la accin que estima racional; para la

    orientada a valores, el objetivo de la accin es dar satisfaccin a un valor exi-

    gido, o autoexigido, al actor, y por tanto previo al planteamiento de la accin;

    para la orientada a fines, el objetivo de la accin es alcanzar determinado estado

    de consecuencias, y lo racional es justamente el proceso por el que se alcanzan

    las consecuencias queridas y no otras. Pues bien, lo que me parece que falta en

    la consideracin weberiana es la accin racional de crtica y valoracin de fines,

    con vistas a su seleccin racional; y m e temo quo falta porque, heredero en este

    punto tanto de la tradicin positivista como de la neokantiana, Weber entiende

    que el tema de la eleccin de fines entra de lleno

    en

    el campo en que se libra

    la guerra de los dioses y no en el campo de la ciencia. Con lo que, para evitar

    la embatazosa conclusin de que la eleccin ha de ser irracional, no queda otro

    camino que el de la ambigedad: como es el caso de Aron cuando sostiene que

    la necesidad de la eleccin ... no implica que el pensamiento est pendiente de

    decisiones esencialmente irracionales y que la existencia se cumpla en

    una libertad

    no sometida ni siquiera a la Verdad (1967: 77). Pues bien, no basta escribir la

    palabra verdad con mayscula para resolver el problema: ste slo

    se resuelve

    (planteando otros, naturalmente) al reconocer a la ciencia social la dimensin

    crtico-racional que aqu se postula.

    Reconocimiento que, ciertamente, no puede ser pacfico ni aproblemtico,

    como lo acredita Ja polmica histrica que enfrenta al racionalismo con otras

    posiciones filosficas, fundamentalmente el empirismo; aqu nos interesa -slo,

    claro es, el racionalismo gnoseolgico, si bien en una versin moderada que

    no excluye el empirismo, del mismo modo que los grandes empiristas ingleses,

    como Locke y Hume, no se opusieron al racionalismo, sino a su hipertrofia (par-

    ticularmente a sus formas metafsicas, que sostienen la racionalidad de lo real).

    El mtodo racional, pues, ha de considerarse en el contexto de una teora del

    conocimiento que no se agote en el empirismo; su apoyo radica sobre todo en la

    tradicin ilustrada, que concibe a la razn como luz mediante la que el hombre

    puede disolver la oscuridad que le rodea. Como indica Ferrater, la razn del

    siglo xvin es a la vez una actitud epistemolgica que integra la experiencia y una

    norma para la accin moral y social (1979: 2762): de aqu la inseparable re-

    ferencia crtica que acompaa al racionalismo, y la denominacin de crtico.

    racional que vengo utilizando para el mtodo a que me refiero. No se trata,

    pues, de enfrentar como mutuamente excluyentes a racionalismo y empirismo,

    pues a fin de cuentas el empirismo no es un simple contacto sensible con lo

    exterior, sino que es un modo especfico de ejercitar la razn; una y otra

    posicin, racionalista y empirista, estn en la base de mtodos que aqu se pre-

    dican como propios de la Sociologa. Una y otra son, a mi modo de ver, posicio-

    nes complementarias, y el papel del racionalismo consiste precisamente en ir ms

    all de lo dado, en penetrar en el mundo de los valores y de las opciones morales,

    y en el n ecesario ejercicio de la crtica de fines.

    Una ltima precisin: el mtodo crtico-racional que defiendo para la Socio-

    loga no tiene nada que ver con el racionalismo crtico popperiano desarro-

    llado por Albert, que consiste

    bsicamente en una prueba crtica constante

    que

  • 7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold

    9/16

    32

    iguel Beltrn

    inco vias de acceso a la realidad social

    3

    no ofrece certidumbre absoluta, pero que invalida todo dogma (cfr. esp. Albert,

    1973: 181-219); es obvio que al moverse gnoseolgicamente en el territorio del

    empirismo, el trmino racionalismo no tiene en esta posicin el sentido con

    que lo manejo en las presentes pginas; como seala Wellmer, el concepto de

    ciencia que Popper representa implica una estricta separacin entre hechos y

    juicios de valor, atribuyndose a estos ltimos

    el status

    de decisiones subjeti-

    vas e irracionales. De ah tambin que la determinacin de metas prcticas, es

    decir, de aplicabilidad, tenga que quedar estrictamente separada de la ciencia

    como tal, malvendindola al traspasarla a la esfera de la poltica (1979: 19).

    Nos encontramos, pues, de nuevo con el tema que tan pertinazmente nos acom-

    paa: en la medida en que la ciencia se encastilla en el mundo de los hechos

    y rechaza como no cientfico el de los juicios de valor, las opciones morales

    y polticas respecto de fines humanos y sociales quedan entregadas a la pura

    volicin arbitraria y al nudo juego de intereses: al irracionalismo, en una pala-

    bra. Lo que tiene tanto menos sentido cuanto que la pretensin de una ciencia

    exenta

    de

    juicios de valor es un imposible.

    Se observar, por otra parte, que un punto bsico

    de

    mi razonamiento es

    identificar ciencia con racionalidad (o racionalidad con ciencia, si se prefiere).

    Podra ser de otra manera? Evidentemente, entiendo que la ciencia emprica

    es una forma de racionalidad, pero, por lo que hace al menos a las- ciencias

    sociales, no es la nica forma de racionalidad; las ciencias sociales son cierta-

    mente empricas, pero no slo empricas. En la medida en que no rechazan la

    discusin sobre fines y en que se manejan conscientemente con juicios de valor,

    son tambin metaempricas sin dejar por eso de ser racionales. De aqu la utili-

    zacin del mtodo crtico-racional al que me refiero, y que constituye una ms

    de las diferencias que distinguen a las ciencias sociales de las ciencias naturales;

    en palabras de Wellmer, la ciencia social emprico-analtica se confunde

    a

    s

    misma si se autointerpreta como rama especfica de una ciencia unitaria definida

    metodolgicamente segn el modelo de las ciencias naturales (1979: 39). Si las

    ciencias sociales, como tales ciencias, se confinan en la facticidad de lo emprico,

    aceptan como dadas las relaciones de poder que no tienen ms legitimidad que

    la de su existencia, siendo as incapaces de demandar su abolicin. En nombre

    de qu ha de quedar esta demanda

    extramuros

    de la ciencia? No ciertamente en

    nombre de la ciencia misma, que cuenta con una poderosa tradicin normativa;

    s en nombre de la concepcin naturalista de la ciencia social, por tantas razo-

    nes insostenible. La razn, pues, no debe instrumentalizarse limitndola, a juzgar

    de la adecuacin tcnica de medios a fines; debe, por el contrario, declararse

    su capacidad para juzgar acerca de fines, y reclamarse dicha tarea para la ciencia

    social, con la conviccin de que no llevar consigo ninguna pretensin de una-

    nimidad ni, por ende, de dogmatismo. Tarea que puede llevar a cabo la Sociologa

    a travs del mtodo crtico-racional.

    5. El mtodo cuantitativo

    No todas las ciencias fsico-naturales descansan ntegramente sobre la apre-

    ciacin cuantitativa de los fenmenos, pues una parte mayor o menor de su

    investigacin y del conocimiento que producen es cualitativa. No obstante, podra

    decirse que tales ciencias son primordialmente cuantitativistas, en el sentido de

    que la medicin, el resumen estadstico, la prueba de sus hiptesis y, en general,

    el lenguaje matemtico constituyen caractersticas habituales de su trabajo. Es

    desde este punto de vista desde el que puede decir

    s e que las ciencias fsico-

    naturales se caracterizan por el empleo de mtodos cuantitativos, e incluso cabe

    afirmar con cierta licencia que utilizan generalmente el mtodo cuantitativo:

    contar, pesar y medir, con todo el extraordinario grado de sofisticacin y refi-

    namiento que caracteriza a tan simples operaciones cuando son llevadas a cabo

    por la ciencia. Los fenmenos y las relaciones entre fenmenos deben expresarse

    de forma matemtica, esto es, cuantitativamente, y la prueba de las hiptesis se

    expresa igualmente en trminos de probabilidad frente a las leyes del azar, tam-

    bin cuantitativamente; slo de esta forma toman en consideracin las ciencias

    fsico-naturales la descripcin o explicacin de un fenmeno, o la acreditacin

    de una hiptesis. Los protocolos de la investigacin cientfico-natural consisten

    habitualmente en mediciones de lo observado, en apreciaciones estadsticas de

    relevancia, en determinaciones matemticas de la relacin existente entre unas

    y otras variables, y en valoraciones

    o tests

    probabilsticos de las conclusiones

    o predicciones establecidas. De esta forma, y por diferentes que sean sus objetos

    de conocimiento, las ciencias fsico-naturales tienen en comn una actitud y unos

    procedimientos de naturaleza cuantitativa, aptos por tanto para ser formalizados

    matemticamente. Por supuesto, tales procedimientos no son los nicos que estas

    ciencias manejan, pero s son los ms importantes; junto al que aqu vengo

    llamando mtodo cuantitativo, tambin se utilizan mtodos cualitativos, pero

    no son stos los caractersticos de la ciencia natural.

    Las ciencias sociales, por su parte, pueden y deben utilizar el mtodo cuan-

    titativo, pero slo para aquellos aspectos de su objeto que lo exijan o lo permitan.

    Desde dos puntos de vista se ha vulnerado esta adecuacin del mtodo con el

    objeto: por una parte, un cierto humanismo delirante ha rechazado con frecuencia

    cualquier intento de considerar cuantitativamente fenmenos humanos o sociales,

    apelando a una pretendida dignidad de la criatura humana que la constituira

    en inconmensurable; de otro lado, una actitud compulsiva de constituir a las

    ciencias sociales como miembros de pleno derecho de la familia cientfica fsico-

    natural ha llevado a despreciar toda consideracin de fenmenos que no sea

    rigurosamente cuantitativa y forrnalizable matemticamente. Espero que resulte

    obvio que una y otra actitud, la humanista y la naturalista (por llamarlas as),

    traicionan la peculiaridad del objeto de conocimiento de las ciencias sociales, que

    impone en unos de sus aspectos la consideracin cuantitativa y la impide en

    otros; es el objeto el que ha de determinar el mtodo adecuado para su estudio,

    y no espurias consideraciones ticas desprovistas de base racional o cientifismos

    obsesionados con el prestigio de las ciencias de la naturaleza.

    El hombre y la sociedad humana presentan mltiples facetas a las que con-

    viene el mtodo cuantitativo: todas aquellas en que la cantidad y su incremento

    o decremento constituyen el objeto de la descripcin o el problema que ha de

    ser explicado; esta afirmacin, que a primera vista es una platitud, implica sin

    embargo que, si bien el problema puede ser de cantidad, quiz la explicacin

    no tenga por qu ser cuantitativa; pinsese, por ejemplo, en un problema demo-

    grfico (cuantitativo) y en su explicacin sociolgica (que muy bien puede no

    ser cuantitativa, esto es, sujeta a medicin, a apreciacin estadstica y a prueba

    probabilstica). Pero, en todo caso, lo que aqu me importa es destacar la nef

    cesaria utilizacin del que vengo llamando mtodo cuantitativo para el estudio

    de determinados aspectos de la realidad social. Y se me perdonar si indico

    lo que es verdad de perogrullo: mtodo cuantitativo y empirismo no son la

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    iguel Beltrn

    inco vis da acceso a la realidad social

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    misma cosa. En efecto, el mtodo cuantitativo es siempre emprico, pero no es

    cierto lo contrario, pues emprica es tambin la investigacin cualitativa, en la

    medida en que no es puramente especulativa, sino que hace referencia a deter-

    minados hechos. Una interpretacin exageradamente amplia de la nocin hacer

    referencia a hechos llevara a que prcticamente toda indagacin o reflexin

    posible sera emprica, pues siempre habr algn hecho como referente ms o

    menos prximo para ella; quiz convenga, sin embargo, reservar la utilizacin

    del trmino emprico para la investigacin o la reflexin cuyo referente fctico

    sea sumamente prximo, ya se utilice el mtodo cuantitativo o el cualitativo.

    Y no emprica, o no inmediatamente emprica, sera aquella investigacin o re-

    flexin de corte filosfico, lgico o valorativo en que el referente fctico fuese

    ms lejano o pre-textual. No creo necesario insistir a estas alturas en que tanto

    los mtodos empricos como los no empricos me parecen igualmente legtimos

    para la Sociologa, siempre que guarden la debida adecuacin con el contenido

    especfico del objeto de conocimiento de que se hace cuestin. La Sociologa

    no es una ciencia emprica en el sentido de que sea

    slo

    emprica, y no lo es

    porque no puede acomodarse al modelo ,de las ciencias fsico-naturales, ya que

    su objeto se lo impide.

    Pues bien, la investigacin sociolgica que haya de habrselas con datos

    que sean susceptibles de ser contados, pesados o medidos tendr que utilizar

    una metodologa cuantitativa, bien sobre datos Preexistentes, ofrecidos por muy

    diversas fuentes (practicando as lo que llamamos anlisis secundario), bien

    sobre datos producidos

    ad hoc

    por el propio investigador (datos que llamamos

    primarios). Las tcnicas de medida, de construccin de ndices e indicadores, de

    manejo estadstico de masas ms o menos grandes de datos, de anlisis matem-

    tico de dichos datos casi siempre con vocacin de anlisis causal, y de con-

    trastacin probabilstica de hiptesis;

    son

    c ;

    pueden ser comunes tanto al anlisis

    secundario como al de datos primarios. He utilizado para nombrar a tales ope-

    raciones el trmino de tcnicas, pues entiendo que no son sino modos, pasos

    o procesos del mtodo cuantitativo, subordinados a su propsito; en la prctica

    se habla, sin embargo, de cosas tales como el mtodo del

    path analysis,

    o del

    mtodo de Kolmogorov-Smirnov, cuando ms que de mtodos propiamente

    dichos se trata de meras tcnicas o, incluso, de simples procedimientos. Pero no

    discutamos aqu sobre palabras, y quede remitido el lector a la abundante lite-

    ratura metodolgica cuantitativista existente. Y volvamos brevemente al anlisis

    secundario.

    Los datos numricos que pueden interesar al socilogo carecen en la prctica

    de fronteras: en cada caso habr de determinar su relevancia como evidencia

    emprica para el problema que le interesa, y no siempre podr utilizarlos tal

    como se los ofrecen las fuentes disponibles, sino que habr de elaborarlos. En-

    tiendo que han de ser calificados de secundarios todos los datos preexistentes

    como tales datos, aunque no fuesen conocidos de antemano (por ejemplo, un

    registro demogrfico descubierto por el investigador), o careciesen de la forma

    numrica en la fuente manejada por el investigador (por ejemplo, unas tablas

    de mortalidad que haya que calcular a partir de tal registro). El dato secun-

    dario est ah, ms o menos inmediatamente manejable, pero al investigador le

    viene

    dado.

    Normalmente, el anlisis secundario es imprescindible para buena parte

    de los planteamientos macrosociolgicos, en los que se trate de indagar cuestiones

    referentes a la estructura social global o a la articulacin de sus subestructuras;

    los mtodos histrico y comparativo recurren constantemente a la forma secun-

    daria de cuantificacin, y el carcter mximamente problemtico de la Sociologa

    se manifiesta tambin en este mbito al resistirse a ver como constantes magni-

    tudes que son esencialmente variables.

    Es

    propia de la Sociologa su resistencia

    a utilizar la lgica del

    caeteris paribus,

    no tanto por su incapacidad para llevar

    a cabo experimentos controlados en que, efectivamente, se puedan mantener arti-

    ficialmente constantes el resto de las variables para ver qu efectos produce la

    variacin del factor que se considera, sino ms bien por su experiencia acerca

    de la fluidez de la realidad. Es muy difcil, pues, reconocer aqu reglas especficas

    para el anlisis secundario en Sociologa, salvo quiz por lo que se refiere al

    importante tema de los indicadores sociales, desarrollada ante la necesidad de

    cuantificar determinadas dimensiones de una situacin social como, por ejemplo,

    el bienestar o aiivel de vida. Es muy conocida la definicin de indicador social

    elaborada para el proyecto de

    Dossiers Rgionaux et Indicateurs Sociaux

    (pro-

    yecto DORIS) del Gobierno de Quebec, segn la cual un indicador social es la

    medida estadstica de un concepto o de una dimensin de un concepto o de una

    parte de sta, basado en un anlisis terico previo e integrado en un sistema

    coherente de medidas semejantes, que sirva para describir el estado de la socie-

    dad y la eficacia de las polticas sociales (apud Carmona, 1977: 30); de la defi-

    nicin citada salta a la vista la vocacin aplicada con que fueron concebidos los

    indicadores sociales, pero tal carcter no es en absoluto esencial: los indicadores

    pueden ser elaborados y utilizados como puros instrumentos de conocimiento,

    'picos del anlisis secundario. En su Introduccin a la Seccin I de

    The Language

    s Social Research,

    Lazarsfeld apunta un proceso cuyo primer paso consiste en

    a formulacin de un concepto derivado de la inmersin del investigador en los

    letalles de un problema terico, y que pese a su inicial imprecisin da sentido

    a las relaciones observadas; inmediatamente el investigador especifica aspectos

    D

    dimensiones del concepto, deductiva o inductivamente, de suerte que se ponga

    de manifiesto cmo el tal concepto consiste en una cambinacin de fenmenos

    ms o menos compleja, para los que debe seleccionarse un cierto nmero de

    indicadores observables que puedan servir como medidas de los aspectos o di-

    mensiones del concepto; la ltima fase del proceso consiste en la construccin

    de un ndice que sintetice las observaciones medidas por los indicadores (cfr. La-

    zarsfeld y Rosemberg, 1955: 15). Este planteamiento tan lineal ha sido discutido

    por Blalock, quien a partir de la distincin de un lenguaje conceptual o terico

    y de otro observacional o emprico, objeta que no hay correspondencia directa

    entre teora y realidad, o entre conceptos y observaciones, por lo que se requiere

    la existencia de una teora auxiliar como intermediaria entre ambos planos,

    que especifique en cada caso el modo de relacin de un indicador determinado

    con una variable terica determinada (Cfr. Blalock, 1968: passim).

    Pero no me

    propongo entrar aqu en esta discusin, y s sealar que estoy en todo de acuerdo

    con el excelente trabajo pullicado por Moya en 1972 cuando la boga de los

    indicadores sociales pareca anunciar la era de una nueva investigacin social

    emprica, constituyendo aqullos la tecnologa de la investigacin social emp-

    rica en cuanto actividad social progresivamente organizada y estandarizada:

    La fijacin de sistemas ndices standard

    aparece como estandarizacin de esquemas

    tericos y conceptuales que tienden a homogeneizar internacionalmente la investigacin

    social en el contexto de su progresiva industrializacin, de. su progresiva organizacin

    burocrtica en un medio tecnolgico de costes progresivamente crecientes ... (Con ello)

    la investigacin

    cientfica

    de la realidad social pierde su vieja forma de planteamiento ra-

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    inco vias de acceso a la realidad social

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    mente debe existir un pequeo grupo que tome decisiones, les imprima coheren-

    cia y separe las cuestiones principales de las subsidiarias (apud

    Hyman, 1971:

    416); en esta direccin se ha llegado incluso a propugnar la no publicacin de

    los resultados de los sondeos de opinin, ya que constituyen una forma atpica

    de presin sobre los gobernantes, cuyo papel no se reduce a dar cumplimiento

    directo a la voluntad popular, al menos a la que no se canaliza a travs de los

    medios establecidos.

    He querido detenerme sumariamente en esta discusin, que muchos consi-

    derarn completamente superada, por parecerme que refleja con especial claridad

    la ambigedad originaria de una tcnica o modo de investigacin que con fre-

    cuencia ha sido confundido vulgarmente con la propia Sociologa: indagacin de

    la opinin pblica y posibilidades de accin poltica parecen haber marchado

    al mismo paso en la utilizacin de las primeras encuestas, del mismo modo que

    lo han hecho en su crtica el rechazo de las consultas plebiscitarias por mor del

    funcionamiento de las instituciones representativas, y el rechazo del igualitaris-

    mo en nombre de la gestin minoritaria de intereses organizados que caracteriza

    la concepcin norteamericana de la sociedad pluralista. En todo caso, y como

    ha sabido ver Habermas, la opinin pblica estudiada por las encuestas de

    opinin ha quedado despojada de su vinculacin histrica con el contexto de las

    instituciones polticas: el

    pathos

    positivista abstrae sus aspectos institucionales

    y procede a la disolucin sociopsicolgica del concepto de opinin pblica, re-

    ducindolo a poco ms que actitudes, incluso sin verbalizar; lo que pasa hoy

    por opinin pblica no es ms que su sucedneo sociopsicolgico (1981: 264-

    267). Sucedneo que, pese a repetidas declaraciones de que indaga opiniones de

    grupo, no recoge sino opiniones individuales: por ms que stas se ordenen de

    acuerdo con los grupos sociales a que pertenecen los responden tes, y por ms

    que la distribucin de frecuencias muestre regularidades grupales en las respues-

    tas, las opiniones recogidas son opiniones de individuos agregadas cuantitativa-

    s

    mente, no de grupos.

    Dejando aparte los muchos problemas que plantea la formacin de escalas

    y la determinacin de ndices y tipos, el anlisis de la agregacin cuantitativa

    de opiniones individuales goza de una larga tradicin de simplicidad a travs

    de su presentacin en forma de tabulaciones porcentuales cruzadas, en las que

    una de las entradas corresponde a la variable presuntamente independiente, y

    la otra a la dependiente; pero incluso las ms complejas tablas de este tipo, con

    tres o quiz cuatro variables, no son capaces sino de establecer la direccin

    de la relacin entre dos de ellas o dos grupos de ellas, sin muchas posibilida-

    des de apreciar el juego conjunto y diferenciado de una serie ms o menos larga

    de variables independientes o intervinientes (dificultad que, dicho sea de t . :aso,

    afecta de parecida manera a la correlacin y regresin simples). De aqu que este

    anlisis de pan y chocolate est siendo sustituido ltimamente por formas

    mucho ms refinadas de anlisis multivariable, que persigue precisamente la

    identificacin de procesos multicausales, atribuyendo a cada una de las variables

    presuntamente independientes su cuota de responsabilidad en el proceso estudiado.

    El inconveniente obvio de tales procedimientos es el exceso de fe en su sofisti-

    cacin estadstica, que lleva al olvido de que toda la complejidad analtica des-

    cansa sobre una construccin hipottica llevada a cabo por el investigador, sobre

    la definicin de sus variables y su modo de relacin, y en ltimo extremo sobre

    la calidad de los datos de base. Parece como si una vez ordenados los datos en

    una matriz sufrieran un doble proceso de abstraccin y purificacin que los

    convirtiera sin ms en cientficos, o como si una vez formalizadas las rela-

    ciones entre variables en un

    grajo

    se convirtieran en relaciones indiscutibles;

    pero ste es el riesgo de cientifismo que siempre acecha al mtodo cuantitativo,

    y contra el que har bien en estar crticamente prevenido el investigador.

    6: El mtodo cualitativo

    Acerca de la antinomia cantidad-cualidad ha podido escribir Brodbeck: la

    cuantificacin se ha tornado en smbolo de prestigio para muchos cientficos

    sociales... Para

    .

    otros, por el contrario, -la cuantificacin es anatema... Tanto el

    sueo ilusionado como la pesadilla son reacciones desproporcionadas. La lgica

    de la situacin no justifica ni el exceso de celo ni la repudiacin total..., pues

    la dicotoma cantidad-cualidad es espuria. La ciencia se refiere al mundo, esto es,

    a las propiedades y a las relaciones entre las cosas. Una cantidad es una canti-

    dad

    de

    algo. En concreto, es una cantidad de una 'cualidad' ... Una propiedad

    cuantitativa es una cualidad a la que se le ha asignado un nmero (cit. por Cas-

    tillo, 1972: 126). Cosa parecida vienen a decir Mayntz, Holm y Hbner en su

    popular manual, aunque de manera a la vez ms prudente y ms operativa: al

    establecer la diferencia entre propiedades cuantitativas y cualitativas, sealan

    que en las primeras el valor especfico de la propiedad es una

    medida, grado

    o cantidad,

    mientras que en las cualitativas es una

    manera;

    y se apresuran

    a sealar que los atributos o propiedades cualitativos permiten, no obstante, su

    cuantificacin... Con suficiente frecuencia la propiedad cualitativa puede repre-

    sentarse como un atributo cuantitativo pluridimensional mediante su divisin

    analtica en dimensiones parciales aisladas...- La -diferenciacin entre propiedades

    cuantitativas y cualitativas es, pues, provisional e inexacta (Mayntz, Holm y

    Hbner, 1975: 19), con lo que la distincin entre un mtodo cuantitativo y otro

    cualitativo, aunque posible, sera igualmente provisional; y desde el punto de

    vista del prestigio de lo cuantitativo, todo mtodo cualitativo sera insuficiente-

    mente cientfico, no lo bastante maduro, o demasiado perezoso. Pues bien, va

    de suyo que no puedo estar de acuerdo con estos planteamientos, que de ma-

    nera confesa son

    cliantitativistas.

    Tanto por lo que se refiere al objeto de cono-

    cimiento como el

    mtodo que le sea adecuado, cantidad y cualidad se sitan

    en dos planos completamente diferentes (abstraccin hecha de la ley de la dia-

    lctica que afirma el paso de la primera a la segunda, y que no voy a discutir

    aqu), planos que implican modos no convergentes de enfrentar la cuestin.

    Creo que lleva toda la razn Ibez cuando plantea el problema de la

    renuncia a la ilusin de transparencia del lenguaje y su consideracin como

    objeto, y no slo como instrumento, de la investigacin social (1979: 19): la

    negacin al lenguaje de su condicin de

    dado,

    su cuestionamiento, implica una

    ruptura epistemolgica que constituye el mtodo cualitativo; segn Ibez, as

    como la ruptura estadstica intenta ir a las cosas mismas, a los hechos des-

    nudos, traspasando la ideologa que la cosa traa, la ruptura lingstica des-

    construye la nocin ideolgica para reconstruir con sus fragmentos un concepto

    cientfico (la ideologa es su materia prima, la materia sobre la que trabajl:

    y que des-construye para re-construir una ciencia) (1979: 21). De esta forma,

    el propio discurso se constituye en el objeto privilegiado de la investigacin:

    el lenguaje no es slo un instrumento para investigar la sociedad, sino el objeto

    propio del estudio: pues, al fin y al cabo, el lenguaje es lo que la constituye

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    Cinco vias de acceso a la realidad social

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    o al menos es coextensivo con ella en el espacio y en el tiempo (1979: 42).

    En definitiva, como el propio autor seala, la tecnologa estadstica ocupa un

    lugar subordinado a la tecnologa lingstica, pues contar unidades es una ope-

    racin posterior y lgicamente inferior a la de establecer identidades y diferen-

    cias; o dicho de otro modo: Las tcnicas 'cualitativas' no son menos matemticas

    que las 'tcnicas cuantitativas'; lo son antes y ms, pues la mathesis =ciencia

    del orden calculable' es, histrica y lgicamente, anterior al nmero (1979:

    44). El autor, en esta suerte de pugna de prelacin, coloca por delante del mtodo

    cuantitativo al cualitativo, y, desde luego, lleva toda la razn desde el punto de

    vista lgico; para m que, sin embargo, huelga entrar en tal discusin. Creo que

    basta con afirmar el mtodo cualitativo junto al cuantitativo, dejando que sea

    el objeto de conocimiento el que lo justifique y reclame en funcin de sus propias

    necesidades, perfectamente diferenciadas. Esta determinacin por el objeto, esto

    es, por el aspecto o componente del objeto de que se quiera dar razn, implica

    que uno y otro mtodo han de calificarse de empricos, aunque en uno, el cuali-

    tativo, se trate de establecer identidades y diferencias y el lenguaje sea ele-

    mento constitutivo del objeto, mientras que en el otro, el cuantitativo, se cuen-

    ten unidades y no se haga cuestin del lenguaje; pero en ambos casos es nece-

    saria la observacin del objeto como proceso de produccin de datos (en feliz

    expresin de Ibez: cfr. 1979: 38), aun cuando, tambin en ambos casos, no

    pueda ocultarse al investigador que no hay datos inmediatos, sino que todos

    estn lingsticamente producidos, esto es, mediados. En efecto, como seala

    el autor, no slo los datos primarios son ante todo una enunciacin lingstica

    (la encuesta no registra como datos otros fenmenos que los que ella misma

    produce), sino incluso los secundarios, producidos en todo caso por i edios

    tcnicos que implican determinaciones verbales. Desde este punto de vista s

    puede sostenerse la preeminencia del mtodo cualitativo sobre el cuantitativo,

    en la medida en que opera a partir de la renuncia a la ilusin de la transparencia

    del lenguaje; en tanto que el mtodo cuantitativo se contenta con la ruptura

    estadstica, sin llegar a ser 'consciente- de que los hechos que maneja se mani-

    fiestan eh un lenguaje estructurado. Pero, insisto, no me interesa aqu establecer

    prelaciones, sino concurrencias; los mtodos empricos cuantitativo y cualitativo

    son, cada uno de ellos, necesarios

    in sua esfera, in suo ordine,

    para dar razn

    de aspectos, componentes o planos especficos del objeto de conocimiento. No

    slo no se excluyen mutuamente, sino que se requieren y complementan, tanto

    ms cuanto que el propsito de abarcar la totalidad del objeto sea ms decidido.

    Una de las vas cualitativas ms caractersticas es el llamado grupo de

    discusin, al que Ibez dedica su libro, y que es definido como una confe-

    sin colectiva (1979: 45) que deja inmediatamente de serio, o de parecerlo,

    ya que el sujeto del enunciado dejar de ser el sujeto de la enunciacin:

    se hablar en grupo, en segunda o tercera persona, de cualquier cosa (1979:

    123); esta tcnica, heredera con la tambin cualitativa entrevista en profundidad

    de la sesin de psicoanlisis

    o clnica, se emparenta con las tcnicas de grupo

    ampliamente utilizadas en el campo de las relaciones humanas. Para Ibez,

    en el grupo de discusin se dan dos niveles de discurso: uno primero o emp-

    rico, en el que el grupo se manifiesta, y otro segundo o terico, que habla del

    discurso de primer nivel y que permite interpretarlo o analizarlo. La interpre-

    tacin es una lectura: tiende a descifrar lo que la realidad dice como si la

    realidad hablara. El anlisis es una escritura: desconstruye el 'discurso' (ideo-

    loga) de la realidad, reconstruyendo con sus piezas otro discurso... el grupo es

    el lugar privilegiado para la lectura de la ideolo a dominante (1979: 126).

    La discusin que tiene lugar en el grupo, provocada por investigador, con-

    vierte en objeto de conocimiento la ideologa del grupo, y ello con una impor-

    tante particularidad: as como la encuesta no traspasa el contenido de la con-

    ciencia, el grupo de discusin explora el inconsciente (1979: 130). Adems, as

    como el diseo de la encuesta es cerrado (todo est previsto de antemano, salve

    la distribucin de frecuencias), el del grupo de discusin es abierto, y en el pro-

    ceso de investigacin est integrada la realidad concreta del investigador. Las

    personas que han de formar parte de un grupo de discusin (entre cinco y diez)

    requieren un cierto equilibrio entre homogeneidad y heterogeneidad que haga

    posible y fructfera la interaccin verbal; su seleccin no se confa al azar, sinc

    que, determinadas previamente las clases de informantes y su distribucin en

    grupos (y son necesarios relativamente pocos grupos para llevar a cabo una in-

    vestigacin), se les invita a participar a travs de canales concretos, particulares

    y preexistentes; el investigador o preceptor propone la cuestin a discutir y

    se abstiene despus de toda intervencin, salvo las estrictamente necesarias para

    catalizar o controlar la discusin, que se registra para su anlisis posterior:

    El grupo (microsituacin) produce un discurso que se refiere al mundo (macro

    situacin) (1979: 347). En dicho anlisis, el investigador es un sujeto en pro

    ceso que se integra en el proceso de investigacin; para reducir a unidad la

    masa de datos obtenida no cuenta con ningn procedimiento algoritmizado, n'

    con reglas

    a priori

    que le indiquen cmo ha de proceder, sino con su intuicir

    y con una constante vigilancia epistemolgica que analice las condiciones que 1,

    mueven a interpretar cmo lo hace. Como dice el autor,

    La interpretacin es una lectura: escucha de una realidad que habla. Por eso part-

    de la intuicin. Corno punto de partida, el investigador intuye... Pero, en una segunda ope

    racin (anlisis), debe

    evaluar esas intuiciones... Frotar sus intuiciones contra las teora

    construidas o construibles, verificarlas en un proceso que articula su dimensin sis

    temtica (coherencia con el conjunto de los campos tericos) y su dimensin operatori

    (aplichilidad a los fenmenos) (Ibez, 1979: 350-351)

    Me he detenido, si bien de manera superficial, en la tcnica del grupo d

    discusin porque me parece que constituye una de las formas ms caracterstica

    del mtodo cualitativo, en la que el anlisis del lenguaje, la implicacin de

    investigador y el acceso al inconseiente suponen.rasgos_fuertemente_diferenciale

    gen respecto al mtodo cuantitativo. Segn he recogido, se nos indica

    el Vi

    Fei

    tesco dela discusin de grupo con tcnicas como la

    focussed interview

    (Mertor

    Fiske y Kendall, 1936) o la

    clinical interview

    (Adorno

    el al.,

    1930), conocida

    como tcnicas de entrevista en profundidad: se trata de una tcnica intensiv

    en la que se abordan no solamente las opiniones del individuo interrogado, sin

    incluso su propia personalidad; la entrevista enfocada parte de una determinad

    experiencia del sujeto cuyos efectos quieren analizarse (en el modelo propuest

    por Merton y sus colaboradores, la exposicin a un determinado flujo de inte

    -

    rnacin que provee de guin a la entrevista), en tanto que la clnicas> parte e

    unas opiniones o actitudes del sujeto cuyas motivaciones se desea determina

    (en el caso de la personalidad autoritaria se exploran los fundamentos de

    actitud previamente determinada, con objeto de obtener un diagnstico. E

    guin de la entrevista, y la intervencin en ella del investigador, puede se;

    ms o menos detallado: en el caso mnimo

    (non-directive interviews)

    el papel d,

  • 7/24/2019 Ejercicion dinmica en Meyerhold

    14/16

    42

    iguel

    Beltrn

    investigador se reduce a iniciar la entrevista, que se desarrolla en la prctica

    como un monlogo del entrevistado, reorientado por el investigador slo cuando

    resulta imprescindible. Las entrevistas pueden ser nicas o mltiples, produciendo

    estas ltimas una importante masa de informacin que, de ser biogrfica, da

    lugar a una tcnica prxima conocida como historia de vida. Todas estas tc-

    nicas trabajan sobre el registro que recoge las manifestaciones del entrevistado,

    y en todas ellas la interpretacin y el anlisis revisten caracteres anlogos a los

    que se han apuntado para el grupo de discusin, con la radical diferencia de que

    en ste es el grupo el que habla, mientras que en las diversas formas de la

    entrevista en profundidad lo hacen los individuos.

    Otra difundida forma del mtodo cualitativo es la observacin participante,

    en la que el objeto de conocimiento se ofrece directa y globalmente al observa-

    dor integrado ms o menos profunda y activamente en los procesos o grupos que

    trata de estudiar; la ambivalencia espectador-actor abre una amplia dimensin

    en el grado de participacin del investigador: desde la presencia del antroplogo

    en la comunidad en que lleva a cabo su trabajo de campo, que cifra su xito

    en hacerse adoptar por aquellos a quienes estudia, hasta las investigaciones

    llevadas a cabo en un determinado medio por quienes forman parte de l. En

    todo caso, en la medida en que la observacin participante subraye la

    participa-

    cin,

    el investigador recurre a la

    introspeccin de su propia experiencia como

    fuente privilegiada de conocimiento de la realidad estudiada. La observacin,

    cualquiera que sea el grado de participacin que practique el investigador versa

    normalmente sobre conductas, sobre acciones o interacciones en situaciones so-

    cialmente definidas: como seala