15
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Psicología. Psicología Evolutiva Adolescencia. Cátedra 1- José A. Barrionuevo. EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS. Referencias en Freud, S. y otros. Prof. José Barrionuevo. Fecha: abril de 2016.

EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

Universidad de Buenos Aires.

Facultad de Psicología.

Psicología Evolutiva Adolescencia.

Cátedra 1- José A. Barrionuevo.

EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS.

Referencias en Freud, S. y otros.

Prof. José Barrionuevo.

Fecha: abril de 2016.

Page 2: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

José Barrionuevo

Ficha de Cátedra. Freud y otros.

EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS.

Desde una lectura de la psicología evolutiva:

• Maduro: quien ha alcanzado su desarrollo completo y está en la sazón

debida.

Se aplica a la persona que obra y toma decisiones con buen juicio, prudencia y

madurez; etapa de plenitud.

• Adulto: De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), es un

adjetivo que procede del vocablo latino adultus. El concepto permite calificar

a aquel o aquello que alcanzó su desarrollo pleno.

Desde una lectura psicoanalítica (algunas breves citas):

Freud, S.:

“El deseo que se figura en el sueño tiene que ser un deseo infantil. Por tanto,

en el adulto proviene del Icc; en el niño, en quien la separación y la censura entre

Prcc e Icc todavía no existen o sólo están constituyéndose poco a poco, es un deseo

incumplido, no reprimido de la vida de vigilia…” Freud, S.: (1900-01) “La interpretación

de los sueños”, segunda parte. En Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu

Ediciones. Vol. V. 2001 pag. 546.

Page 3: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

“Otro descubrimiento, mucho más sorprendente, nos dice que de las

formaciones anímicas infantiles nada sucumbe en el adulto a pesar de todo el

desarrollo posterior. Todos los deseos, mociones pulsionales, modos de reaccionar y

actitudes del niño son pesquisables todavía presentes en el hombre maduro, y bajo

constelaciones apropiadas pueden salir a la luz nuevamente. No están destruídos,

sino situados bajo unas capas que se les han superpuesto, como se ve precisada a

decirlo la psicología psicoanalítica con su modo de figuración espacial. Así, se

convierte en un carácter del pasado anímico no devorado por sus retoños, como lo es

el histórico; persiste junto a lo que devino desde él, sea de una manera sólo virtual o

en una simultaneidad real. Prueba de esta aseveración es que el sueño de los

hombres normales revive noche tras noche el carácter infantil de estos y reconduce su

entera vida anímica a un estadio infantil”

…………………………………………

“…al niño le falta todavía la capacidad, que se adquiere más tarde, de distinguir

la alucinación o fantasía de la realidad”. “El adulto ha aprendido esta diferencia…”

Freud, S.: (1900-01) “La interpretación de los sueños”, segunda parte. En Obras

Completas, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones. Vol. V. 2001 pag. 660.

“Estoy presto a aseverar que toda neurosis de un adulto se edifica sobre su

neurosis de la infancia, pero esta no siempre fue lo bastante intensa como para llamar

la atención y ser discernida como tal” Freud, S. (1917) De la historia de una neurosis

infantil. Amorrortu editores. Vol. XVII, pag. 90.

“En la psicología del adulto hemos logrado separar con éxito los procesos

anímicos en concientes e inconcientes y describir ambos con palabras claras. En el

niño, esa diferenciación nos deja casi por completo en la estacada” (idem ant., pag.

95)

“… el Complejo de Edipo existe en la infancia de todo ser humano, experimenta

considerables modificaciones en el curso del desarrollo y en muchos individuos

Page 4: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

subsiste con variable intensidad aun en la edad madura” Freud, S. (1930) La

peritación forense en el proceso Halsmann. Ed. B. Nueva., pag 3072.

“Comprendemos que el hombre primitivo necesite un dios como creador del

universo, como cabeza de la tribu, y como tutelar personal”. (…) El hombre de épocas

más recientes, el de nuestros días, se conduce de idéntica manera. También él, aun

como adulto, sigue siendo infantil y necesitado de protección…” Freud, S. (1930)

Moisés y la religión monoteísta, Ed. B. Nueva, pag. 3318.

“Cada uno de nosotros termina por aventar como ilusiones las expectativas que

generó en su juventud respecto de los prójimos, y sabe por experiencia propia cuánto

más difícil y dolorosa se le volvió la vida por la malevolencia de estos” Freud, S. (1930)

El malestar en la cultura. Amorrotu editores. Vol. XXI, pag. 109.

“... la conciencia de culpa no es sino angustia frente a la pérdida de amor,

angustia ´´social´´. En el niño pequeño la situación nunca puede ser otra; pero es

también la de muchos adultos…” (…) “Por eso los adultos se permiten hacer

cualquier mal que les ofrezca ventajas, siempre que estén seguros de que la autoridad

no los descubrirá o nada podrá hacerles…” (idem ant., pag 121).

Lacan, J.:

“… la familia aparece como un grupo natural de individuos unidos por una

doble relación biológica: la generación, que depara los miembros del grupo; las

condiciones de ambiente, que postulan el desarrollo de los jóvenes y que mantienen al

grupo, siempre que los adultos progenitores aseguren su función”. Lacan, J. (1938) La

familia. Editorial Argonauta. Bs. As. 1978. pag. 13.

Page 5: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

“… los complejos desempeñan un papel de ‘organizadores’ en el desarrollo

psíquico. (…) Complejos, imagos, sentimientos y creencias serán estudiados en

relación con la familia y en función del desarrollo psíquico que organizan, desde el

niño educado en la familia hasta el adulto que la reproduce”. Lacan, J. (1938) La

familia. Editorial Argonauta. Bs. As. 1978. pag. 29-30.

“…para el muchacho, se trata en la adultez de hacer de hombre… A la luz de

esto, que constituye una relación fundamental, debe interrogarse todo lo que en el

comportamiento del niño puede interpretarse como orientándose hacia ese hacer de

hombre.” (...) “Esto es lo importante: que para hablar de identidad de géneros, que no

es otra cosa que lo que acabo de expresar en estos términos, el hombre y la mujer, es

claro que la cuestión no se plantea sólo porque eso surja precozmente a partir de que

en la edad adulta es destino de los seres parlantes repartirse entre hombre y mujer y

para comprender el acento que se pone sobre estas cosas, sobre esta instancia, es

necesario darse cuenta que aquello que define al hombre en su relación con la mujer e

inversamente, nada nos permite en estas definiciones del hombre y de la mujer

abstraerlos por completo de la experiencia parlante, incluso en las instituciones en

donde esta experiencia se expresa, a saber el matrimonio”. Lacan, J. (1971) “De un

discurso que no fuese del semblante”. Seminario 18. E.F.B.A. Clase 2. pag. 19.

Aberastury, A.:

“Entrar en el mundo de los adultos –deseado y temido- significa para el

adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño. Es momento crucial en la

vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento que

comenzó con el nacimiento. (…) Sólo cuando su madurez biológica está acompañada

por una madurez efectiva e intelectual que le permita su entrada en el mundo del

adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con

la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una

crítica constructiva. Confronta sus teorías políticas y sociales y se embandera,

defendiendo un ideal. Su idea de reforma del mundo se traduce en acción. Tiene una

respuesta a las dificultades y desórdenes de la vida. Adquiere teorías estéticas y

Page 6: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

éticas. Confronta y soluciona sus ideas sobre la existencia o inexistencia de Dios y su

posición no se acompaña por la exigencia de un sometimiento ni por la necesidad de

someter” Aberastury, A. (1973) “La adolescencia normal” Bs. As.: Editorial Paidós.

pag. 15.

Dolto, F.:

“Un individuo joven sale de la adolescencia cuando la angustia de sus padres

no le produce ningún efecto inhibidor. (…) “… han alcanzado el estado adulto cuando

son capaces de liberarse de la influencia paterna tras alcanzar este nivel de juicio: ‘Mis

padres son como son, no los cambiaría y no trataría de cambiarlos. No me toman

como soy; peor para ellos: los abandono”. Dolto, F. (1990). La causa de los

adolescentes. Bs. As. Editorial Seix Barral.

“Se es adulto físicamente entre los veintidos y los veinticinco años, al terminar

la osificación”. (…) “Ser verdaderamente adulto es ser responsable de sí y de sus

actos ante los demás. Se es tanto más adulto cuando uno tiene conciencia de sus

contradicciones y acepta asumirlas”

……………………………………………………………………………………………………

……

“La mayor parte de los adultos tienen, en su manera de pensar, un freno en la

cabeza, debido a su miedo. Miedo de envejecer, de morir, de perder su empleo, su

auto, su amor. Tienen miedo por aquellos a quienes aman. Tienen miedo de no estar a

la altura de la situación. Tienen miedo de lo desconocido. El miedo está en el

razonamiento de casi todos los adultos, lo sepan o no”. Dolto, F. (1992) “Palabras

para Adolescentes o el Complejo de la langosta”. Bs. As.: Editorial Atlántida.

Page 7: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

Winnicott, D. W.:

“… la muerte y el triunfo personal aparecen como algo intrínseco al proceso de

maduración y de la adquisición de la categoría de adulto”. Winnicott, D. W. (1972).

Realidad y juego. Bs. As. Editorial Gedisa. pag.187)

“Que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos a ver el

mundo en forma renovada, pero donde existe el desafío de un joven en crecimiento,

que haya un adulto para encararlo” (ant. cit. pag. 193)

Sobre los padres, adultos, del psicoanálisis:

Freud, S.:

“… los padres desempeñan desempeñan el papel principal en la vida anímica

de todos los que después serán psiconeuróticos (…)… el enamoramiento… el

odio...(…) Pero no creo que los psiconeuróticos se distingan grandemente en esto de

los otros niños que después serán normales,… esos deseos ocurren en el alma de

casi todos los niños” Freud, S. (1900) La interpretación de los sueños. Bs. As.

Amorrortu editores. Vol. V. 2001, pag. 269.

“¿no cabe escandalizarse por los resultados de una indagación que concede a

las contingencias de la constelación parental tan decisivo influjo sobre la vida de un

hombre? Creo que no hay ningún derecho al escándalo” Freud, S. (1910) Un recuerdo

infantil de Leonardo da Vinci, Bs. As. Amorrortu editores. Vol. XI. 1996. pag. 127.

“El superyó, proveniente del complejo paterno, es el monumento recordatorio

de la endeblez y dependencia en que el yo se encontró en el pasado… así como el

niño estaba compelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se

somete al imperativo categórico de su super yo” Freud, S. (1923). El yo y el ello. Bs.

As. Amorrortu editores. Vol. XIX. 1996. pag. 49.

Page 8: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

“… la experiencia enseña que la severidad del superyó desarrollado por un

niño en modo alguno espeja la severidad del trato que ha experimentado” Freud, S.

(1930) El malestar en la cultura. Amorrotu editores. Vol. XXI, pag. 126.

“Franz Alexander (…) ha formulado acertados juicios con respecto a los dos

tipos principales de métodos patógenos de educación: la severidad excesiva y el

consentimiento. El padre ‘desmedidamente blando e indulgente’ ocasionará en el niño

la formación de un superyó hipersevero, porque ese niño, bajo la impresión del amor

que recibe, no tiene otra salida para su agresión que volverla hacia adentro. En el niño

desamparado, educado sin amor, falta la tensión entre el yo y el superyó, y toda su

agresión puede dirigirse hacia afuera. Por lo tanto, si se prescinde de un factor

constitucional que cabe admitir, es lícito afirmar que la conciencia moral severa es

engendrada por la cooperación de dos influjos vitales: la frustración pulsional que

desencadena la agresión, y la experiencia de amor, que vuelve esta agresión hacia

adentro y la transfiere al superyó” (idem anterior, cita a pie de pag. 126)

Lacan, J.:

“…el psiquismo se constituye tanto a través de la imagen del adulto como

contra su coacción: ese efecto opera mediante la transmisión del Ideal del yo, y por lo

general, como ya hemos dicho, de padre a hijo” Lacan, J. (1938) La familia. Editorial

Argonauta. Bs. As. 1978. pag. 90.

“Las funciones del padre y de la madre… La de la madre: en tanto sus

cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus

propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una

encarnación de la Ley en el deseo” Lacan, J. (1969) Dos notas sobre el niño.

Intervenciones y textos 2. Bs. As. Editorial Manantial 2007. pag. 56-57.

"Freud no descuida el Nombre-del-Padre. Al contrario, habla muy bien de él

en "Moisés y la religión monoteísta"- de modo ciertamente contradictorio en opinión

de quien no tomase a Totem y Tabú por lo que es, es decir un mito- diciendo que

en la historia humana el reconocimiento de la función del Padre es una sublimación

esencial a la apertura de una espiritualidad" Lacan, J. (1960) Seminario VII "La

ética del psicoanálisis". Bs. As. Editorial Paidós. pag. 219.

Page 9: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

"Pero Freud nos revela que es gracias al Nombre-del-Padre que el hombre

no permanece atado al servicio sexual de la madre, que la agresión contra el Padre

está en el principio de la Ley y que la Ley está al servicio del deseo que ella

instituye por la prohibición del incesto". Lacan, J. (1964) "Del Trieb de

Freud" Escritos. Vol 2. pag. 831.

Castoriadis-Aulagnier, Piera:

“En el análisis sintáctico que hemos planteado dijimos que tanto el niño como la

niña heredan un deseo de tener hijos transmitido por el anhelo materno: el deseo de

que, a su vez, lleguen a ser padre o madre. Es cierto, entonces, que el deseo de hijo

por parte del padre está íntimamente ligado a anhelos que se relacionaban con la

esfera materna y la era de su poder. Cuando se trata de un niño, la anticipación

característica de su discurso le transmitirá un anhelo identificatorio –llegar a ser padre-

que se vincula a una función que ella no posee y que sólo puede referir a la de su

propio padre. En ese sentido, su discurso habla de una función que pasa de padre en

padre: su anhelo reúne dos posiciones y dos funciones, la ocupada por su propio

padre y la que podrá ocupar el infans como padre futuro. Entre estos dos eslabones se

sitúa el padre real del niño, hacia el cual este último dirigirá su mirada para intentar

saber lo que significa el término padre y cuál es el sentido del concepto “función

paterna”.

De ese modo, la significación “función paterna” será enmarcada por tres referentes: a)

la interpretación que la madre se ha hecho acerca de la función de su propio padre; b)

la función que el niño asigna a su padre y la que la madre atribuye a este último; c) lo

que la madre desea trasmitir acerca de esta función y lo que pretende prohibir acerca

de ella.

Se deduce de ello que el anhelo materno, que el niño hereda, condensa dos

relaciones libidinales: la que la madre había establecido con la imagen paterna y la

que vive con aquel a quien, efectivamente, le dio un hijo. Que el niño llegue a ser

padre, puede referirse tanto a la esperanza de que se repita la función del padre de

Page 10: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

ella como a la esperanza de que el niño retome por cuenta propia la función del padre

de él.

En realidad, existe una interacción entre estos dos anhelos. Es poco frecuente que

una relación negativa con el padre permita una relación positiva con el hombre. Pero,

puesto que hablamos aquí del padre, formularemos en relación con él la misma

hipótesis optimista que hemos formulado en relación con la madre: un sujeto que ha

comprendido este anhelo, que lo ha retomado por cuenta propia y que ha deseado

realizarlo, con una mujer que acepta reconocer su función para su deseo y para su

niño.

Si situamos esta pareja en nuestra cultura, comprobamos que, si de acuerdo con la

expresión de Lacan la madre es el primer representante del Otro en la escena de lo

real, el padre, en esta misma escena, es el primer representante de los otros o del

discurso de los otros (del discurso del conjunto).

Nuestra cultura propone un modelo de la función materna, una ley que decide en qué

condiciones el hombre puede o no dar su nombre, las reglas y prestaciones que exige

el sistema de parentesco; este conjunto de prescripciones instaura un modelo de la

relación de la pareja parental y de su relación con el niño, en el que el padre hereda un

poder de jurisdicción, ejemplificado por el derecho romano, que en una primera fase

llegaba incluso a conferirle un derecho de vida y de muerte. Es cierto que ese poder

ha perdido gran parte de sus atributos: sin embargo, ha preservado su función en el

registro de la transmisión del nombre, con todo lo que ello implica. En la estructura

familiar de nuestra cultura, el padre representa al que permite a la madre designar, en

relación con el niño y en la escena de lo real, un referente que garantice que su

discurso, sus exigencias, sus prohibiciones no son arbitrarias, y se justifican por su

adecuación a un discurso cultural que le delega el derecho y el deber de trasmitirlos.

La referencia al padre es la más apta para testimoniar ante el niño que se trata,

efectivamente, de una delegación y no de un poder abusivo y autárquico: en efecto,

también en este caso observamos el rasgo específico del funcionamiento psíquico que

determina que el conocimiento, o el reconocimiento, sea precedido por una

precatectización de lo que luego se reconocerá…

Aquel que podrá convertirse en padre reconoce en un primer momento al

representante de esta función en aquel a quien el discurso de la madre le designa

Page 11: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

como tal, pero también (olvidarlo sería un grave error) en el discurso efectivo

pronunciado por la voz paterna. En el encuentro con el padre es posible diferenciar

dos momentos y dos experiencias: 1) el encuentro con la voz del padre (si nos

situamos del lado del niño) y el acceso a la paternidad (si nos referimos al padre); 2) el

deseo del padre, entendiendo por ello tanto el deseo del niño por el padre como el del

padre por el niño.” Castoriadis-Aulagnier, P.: (1975) La violencia de la interpretación.

Del pictograma al enunciado. Bs. As. Amorrortu Editores. 1991. Cap. 4. El espacio al

que el Yo puede advenir. Apartado 9: El deseo del padre (de niño, por este niño) pag.

149 a 151

“…el contexto que caracteriza a la paternidad:

1. La incertidumbre para el padre de su rol procreador. La duda es siempre

posible; la certeza de paternidad no pude referirse a la relación carnal de la

madre.

2. La paternidad está directamente ligada a una designación que, en nombre de

la ley, rotula a aquel o aquellos que pueden ser llamados padres. Ello explica

que en algunas culturas el rol procreador del padre puede no ser reconocido,

ya que en ellas el hombre se convierte en el puro intermediario entre la mujer y

el espíritu que la fecunda.

3. En el niño, el padre encuentra la prueba de que su propia madre le ha

trasmitido un anhelo referente a su función y las leyes de su trasmisión. De

deduce de ello que el niño constituye para el padre un signo y una prueba de la

función fálica de su propio pene.

4. Al darle el hijo, su mujer le muestra el deseo que tiene de trasmitir una función

que pasa de padre en padre. Al aceptar este don, el hombre puede considerar,

finalmente, que su deuda frente a su propio padre ha sido pagada, deuda cuya

carga recae ahora sobre su hijo. Como eco a la voz materna y gracias a su

presencia, resuena el discurso de los padres, serie de enunciados que, al

trasmitirse, asegura la permanencia de la ley que rige el sistema de

parentesco.”

……………………..

“En la relación padre-hijo, la muerte estará doblemente presente: el padre del

padre, en efecto, es aquel que en una época lejana se ha querido matar, y el hijo

Page 12: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

propio, aquel que deseará la muerte de uno. Este doble deseo de muerte sólo puede

ser reprimido gracias a la conexión que se establece entre muerte y sucesión y entre

transmisión de la ley y aceptación de la muerte. Será necesario que el deseo de

muerte, reprimido en el padre, sea reemplazado por el anhelo consciente de que su

hijo legue a ser, no aquel que lo arranque de su lugar, sino aquel a quien se le da (en

el sentido más profundo del término) el derecho a ejercer una misma función en un

tiempo futuro. Lo que ofrece el padre a través de la mediación se su nombre, de su

ley, de su autoridad, de su rol de referente, es un derecho de herencia sobre estos

dones para que se los legue a otro hijo. De ese modo enuncia la aceptación de su

propia muerte. Mientras el padre ocupa su lugar, entre el sujeto y la muerte hay un

padre que, a través de su muerte, pagará su tributo a la vida: después de su muerte,

es el propio sujeto quien deberá pagar con su muerte el derecho a la vida de los

demás.

En la relación del padre con la hija las cosas serán diferentes: ella corre menos peligro

de suscitar en el padre el anhelo de odio reprimido. Por otra parte, a su muerte no es

ella la que ocupará su lugar sino, eventualmente, su hijo. La relación del padre con la

hija comporta una menor rivalidad directa. Lo demuestra la posibilidad que ella tiene

de anular la vigilancia de la censura. En algunos casos, el presentimiento del padre de

que el anhelo de la niña, contrariamente al del varón, será seducirlo y no matarlo,

parece favorecer en él el deseo de ser seducido, deseo que, visto el desfasaje de

edad, le parece “inocente”. Ello determina una especie de erotización, más o menos

larvada, de la relación, con el peligro de que lo latente pueda convertirse en

manifiesto. Se explica así la mayor frecuencia del incesto en el caso de esta pareja

que en el de la constituida por la madre y el hijo, originado en la irrupción en lo

consciente de un deseo que convierte a la niña en la que permite, bajo forma invertida,

realizar el anhelo incestuoso. Al no haber podido despojar al padre de la madre,

despojará a los hombres de su hija. Si volvemos a la relación padre-hijo, diremos que

sólo el hijo le puede garantizar que la ley y la función paternas tienen un sentido.”

… .……………

“El niño es aquel a quien se le demuestra que aceptar la castración es tener

acceso al lugar en el cual, al convertirse en el referente de la ley sobre el incesto, se

descubre que nunca estuvo en juego la posibilidad de castrarlo, que sus temores eran

imaginarios. Pero el acceso a ese lugar exige que el sujeto se descubra mortal:

Page 13: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

reconocer el valor de lo que se debe trasmitir supone el conocimiento de que sólo se

existe temporariamente, de que sólo se es el ocupante transitorio de un lugar que otro

había ocupado y que otro ocupará después de uno. Para concluir, diremos que:

1. El deseo del padre catectiza al niño, no como un equivalente fálico (como se

podría decir en relación con la mujer, pese a lo somero de esta afirmación),

sino como signo de que su propio padre no lo ha ni castrado ni odiado. De allí

deriva la importancia de la prueba que le proporciona el hijo acerca de la

función fálica de su pene.

2. A este precio, el padre reconocerá que morirá, no a causa del odio del hijo ni

para ser castigado por su odio hacia su padre, sino a causa de que, al aceptar

reconocerse como sucesor y reconocer un sucesor, acepta legar en algún

momento su función a este último. Se decide que el deseo del padre apunta al

niño como una voz, un nombre, un después: ve en él al que le confirma que la

muerte es la consecuencia de una ley universal y no el precio con el que paga

su propio deseo de muerte en relación con su padre.”

................................

“Si intentamos formular a grandes rasgos lo que diferencia el deseo de la madre

del deseo del padre por el hijo, podemos distinguir las siguientes características:

1. El deseo del padre apunta al hijo como sucesor de su función, lo proyecta más

rápidamente a su lugar de futuro sujeto. Desde un primer momento, privilegia

en el hijo el poder paterno y el poder de filiación futura.

2. El narcisismo proyectado por el padre sobre el hijo se apoyará, en mayor

medida que el de la madre, en valores culturales.

El pasaje del niño al estado de adulto será experimentado en menor medida como una

separación o una pérdida por el padre que por la madre. A menudo, incluso, lo que se

observa es lo opuesto. A través del hijo, lo que el padre catectiza es el sujeto futuro

que al ocupar un lugar análogo al suyo en el registro de la función. Le ofrece un

reaseguro en lo referente a su función paterna y a su rol de transmisor de la ley. Pero

se observan también los riesgos de una relación semejante y la rivalidad que

suscita…” Castoriadis-Aulagnier, P.: (1975) La violencia de la interpretación. Del

pictograma al enunciado. Bs. As. Amorrortu Editores. 1991. Cap. 4. El espacio al que

el Yo puede advenir. El encuentro con el padre. Pag. 154 a 158

Page 14: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

Bibliografía.

Aberastury, A. (1973) “La adolescencia normal” Bs. As.: Editorial Paidós. pag.

15.

Castoriadis-Aulagnier, P.: (1975) La violencia de la interpretación. Del

pictograma al enunciado. Bs. As. Amorrortu Editores. 1991. Cap. 4. El espacio

al que el Yo puede advenir. Apartado 9: El deseo del padre (de niño, por este

niño) pag. 149 a 151

Castoriadis-Aulagnier, P.: (1975) La violencia de la interpretación. Del

pictograma al enunciado. Bs. As. Amorrortu Editores. 1991. Cap. 4. El espacio

al que el Yo puede advenir. El encuentro con el padre. Pag. 154 a 158

Dolto, F. (1990). La causa de los adolescentes. Bs. As. Editorial Seix Barral.

Dolto, F. (1992) “Palabras para Adolescentes o el Complejo de la langosta”. Bs.

As.: Editorial Atlántida.

Freud, S.: (1900-01) “La interpretación de los sueños”, segunda parte. En

Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones. Vol. V. 2001 pag. 546,

660 y 269.

Freud, S. (1910) Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, Bs. As. Amorrortu

editores. Vol. XI. 1996. pag. 127.

Freud, S. (1917) De la historia de una neurosis infantil. Amorrortu editores. Vol.

XVII, pag. 90.

Freud, S. (1923). El yo y el ello. Bs. As. Amorrortu editores. Vol. XIX. 1996.

pag. 49.

Freud, S. (1930) La peritación forense en el proceso Halsmann. Ed. B. Nueva.,

pag 307.

Freud, S. (1930) Moisés y la religión monoteísta, Ed. B. Nueva, pag. 3318.

Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. Amorrotu editores. Vol. XXI, pag. 109

y 121.

Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. Amorrotu editores. Vol. XXI, pag.

126.

Lacan, J. (1938) La familia. Editorial Argonauta. Bs. As. 1978. pag. 13, 29, 30 y

90.

Page 15: EL ADULTO DEL PSICOANÁLISIS

Lacan, J. (1960) Seminario VII "La ética del psicoanálisis". Bs. As. Editorial

Paidós. pag. 219.

Lacan, J. (1964) "Del Trieb de Freud" Escritos. Vol 2. pag. 831.

Lacan, J. (1969) Dos notas sobre el niño. Intervenciones y textos 2. Bs. As.

Editorial Manantial 2007. pag. 56-57..

Lacan, J. (1971) “De un discurso que no fuese del semblante”. Seminario 18.

E.F.B.A. Clase 2. pag. 19.

Winnicott, D. W. (1972). Realidad y juego. Bs. As. Editorial Gedisa. pag.187 y

193.