El Amuleto de Medusa

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    En el siglo XVI, Benvenuto Cellini fue el maestro artesano de la Italia del

    Renacimiento: orfebre, escultor, nigromante y creador de un amuleto tallado

    con esmero que en su tiempo fue la preciada posesin de papas y prncipes,

    reinas y conquistadores. Una obra de inimaginable poder y peligro.

    David Franco es un joven y escptico erudito que trabaja para la biblioteca

    Newberry de Chicago, tratando de recuperar una reliquia legendaria y

    dilucidar sus secretos. Pero su investigacin pronto se convierte en una

    trepidante aventura, una carrera contrarreloj desde Chicago hasta los

    castillos franceses y desde la Revolucin Francesa a los palacios romanos,

    buscando la respuesta a un enigma que ha intrigado a la humanidad desde

    el principio de los tiempos. Franco se ver atrapado en una lucha a vida o

    muerte, perseguido por letales asesinos y por sus propios demonios, y

    enfrentado a un mal que desborda sus peores pesadillas.

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    Robert Masello

    El amuleto de Medusa

    ePUB v1.0

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    Ttulo original: The Medusa Amulet Robert Masello, 2011 de la traduccin: Ester Molina Snchez, 2012Composicin portada: Grupo Anaya

    Editor original: AlexAinhoa (v1.0)ePub base v2.1

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    A la memoria de mis padres,Tom y Sonia

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    Prlogo

    [De La chiave alla vita eterna La llave a la vida eterna impreso en Florencia,Italia, c. 1534. Atribuido a Benvenuto Cellini. Regalo annimo donado a la coleccin

    ermanente de la biblioteca de Newberry, 60 W. Walton Street, Chicago, Illinois].

    Aventurarse en el Coliseo de noche no est hecho para los dbiles de corazn, y alseguir el ejemplo y la estela del doctor Strozzi me pregunt si no haba hecho uso demi fortuna imprudentemente. Aunque el viejo era culto, no pude hacer otra cosa quemirar su mano temblorosa al acercarse al gran estadio centenario.

    Abandonado desde bien atrs en el tiempo y con bastante necesidad de unareparacin, estaba rodeado de corrales, establos y campos cercados que albergaron ensu tiempo a los leones y cocodrilos, toros y tigres, elefantes y leopardos, que se traande todos los rincones del Imperio para enfrentarlos en la arena. Miles de ellos, ya seha dicho, eran masacrados en un solo da de espectculo.

    Y hombres tambin, claro. Mientras el doctor Strozzi pasaba con el farol pordelante de los cuarteles del Ludus Magnus, donde se entrenaban los gladiadores, pudedetectar el mismo aroma a sudor, piel y hierro.

    Pero, como todo joven con talento y diligencia, no permit que el miedo y la

    supersticin me bloquearan el paso. A la espalda llevaba el saco de lona con todos losingredientes necesarios para la tarea profana que nos esperaba. Preparado paraaquella noche, el doctor Strozzi, un hombre cuyas habilidades en la nigromancia eranfamosas desde Palermo hasta Madrid, llevaba puesta la tnica de un difunto frailefranciscano, y yo, la ropa de un asesino ahorcado en un cruce de caminos a lasafueras de la ciudad.

    Para invocar a los muertos me haba informado el doctor Strozzi, hay queser graziosoen todos los sentidos. Tenemos que adoptar el olor de la putrefaccin.

    Con ese fin llevbamos sin baarnos nueve das, y sin comer sal tampoco, porqueera un conservante. Nuestra carne era de perro, el compaero de Hcate, diosa de laoscuridad de la luna. Tampoco habamos tenido ningn encuentro carnal. Como yo ledije al doctor Strozzi en respuesta a su advertencia sobre la materia, quin iba aaceptarme con tal moda?

    Por respeto a los espritus que esperbamos convocar aquella noche, entramos alColiseo por la puerta del Emperador. Haca ya mucho tiempo que haban robado lasabrazaderas de bronce que mantenan el mrmol en su sitio, y saqueado el propio

    mrmol por la cal viva que se sacaba de l. Como artesano, sent la prdida de dichaobra habilidosa. El mundo, como suelo decir, est lleno de brbaros.Con la amenaza de la pronta lluvia, no dudamos una vez dentro. Bajo la mirada

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    de los dioses ancestrales, cuyas estatuas rotas dirigan su mirada hacia nosotros desdecada columna, bajamos hasta el hipogeo, el laberinto de tneles, rampas y escalerasoculto haca ya tiempo por la tierra y el albero del suelo de la arena. Ahora, ellaberinto estaba expuesto al aire libre, y justo en el centro haba una celda dondeparte del tejado an poda proporcionar algn cobijo de la tormenta que se avecinaba.

    De las paredes colgaban grilletes oxidados, y un poste de azotes me sirvi de ganchopara colgar el saco.

    Movindose siempre hacia la izquierda, ya que es la direccin de lo oculto, elanciano hechicero hizo un crculo con tiza en la tierra y lo marc con los smbolos dela tierra, el aire, el fuego y el agua; eso mantendra a los demonios y espritusalejados. Mientras l haca eso, yo preparaba el fuego con las astillas que llevbamosen el saco. Cuando el doctor Strozzi termin, me dijo que alimentara las llamas conlas hierbas que tambin haba trado: mirto, salvia y asa ftida. La madera estaba

    empapada en alquitrn, y entre eso y el hedor de las hierbas pens que iba a perder elsentido en cualquier momento. Me lloraban los ojos, me ardan los orificios nasales, ylas chispas que saltaban del fuego amenazaron ms de una vez con quemar la tnicamugrienta que llevaba puesta.

    Pero justo al emitir el doctor sus conjuros y salpicar las gotas de lluvia en laspiedras que nos rodeaban, baj la cabeza y realic mis invocaciones. A pesar de sureputacin, me tema que el doctor no iba a tener xito. Sus intenciones eran impuras.Buscaba a los muertos nicamente para preguntarles en qu lugar de la Tierra yacan

    ocultos grandes tesoros, mientras que yo los buscaba para comprender los entresijosdel genio y as poder alcanzar la inmortalidad. Y as ocurri; cuando la noche seconsuma y las splicas del doctor no daban resultado, las mas s lo hicieron enforma de figura plida, titilante como una fina vela, justo tras los lmites de nuestrocrculo.

    El doctor Strozzi, al verlo, cay al suelo desvanecido, pero mi propiadeterminacin no hizo ms que verse reforzada. Esa figura, con su enorme nariz,barbilla afilada y ojos marcados, era el mismsimo espritu que yo quera convocar.Era el espectro del mayor poeta que el mundo ha conocido jams, un florentino denacimiento como yo aunque l haba negado serlo de carcter; era DanteAlighieri.

    Yo te honro dije.Y aun as me perturbas? Es que soy acaso tu perro?Busqu las palabras adecuadas para explicarme, pero el espritu simplemente se

    apart arrastrando la mortaja por las piedras mojadas.S lo que buscas dijo.Armado nicamente con la espada que llevaba en el costado, sal del crculo y lo

    segu. Pero el camino se volvi confuso en poco tiempo, y sent cmo me adentraba

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    ms en la tierra, bajo el mismo Coliseo, en otra regin distinta. All, aunque nodebera haber nada de luz, haba otro cielo con masas de nubes que parecan brasas decarbn, y una luna de color amarillo del tono de un diente picado. El espectro mellev hasta tierra firme, pero que cruja bajo mis botas como corteza de pan. El vientotraa voces que murmuraban y se lamentaban, pero no vi a nadie ms que a mi gua

    sigiloso. Al final de un montculo se detuvo y, sealando con un delgado dedo haciaun hueco pantanoso, dijo:

    All. Coge el agua si puedes.Bajo un saliente rocoso vi una charca verde rodeada por todos los lados de juncos

    que se mecan al son del clido viento. Y aunque yo no llevaba ninguna taza niningn cuenco, pens que lo que querra decir era que bebiera. Y as descend hastaestar entre los juncos que iban y venan mecidos por el viento. Cuando trataba deapartarlos, se desvanecan, y cuando no haca nada, se me pegaban a la ropa y me

    obstruan el camino, as que amonton unos bloques de piedra. O eso crea que eran.Cuando los inspeccion de cerca me di cuenta de que, en algn momento, habantenido forma humana, ahora de piedra, con los brazos an elevados y la caradesfigurada del horror. Agarr con firmeza la empuadura de mi espada; no haballegado tan lejos para volverme en aquel momento.

    Adentrndome en la charca, ahuequ la mano para beber del agua, pero cuando lointentaba, pareca echarse para atrs. Met la mano ms abajo y de nuevo el aguaretrocedi. Entonces meto la cara sin ms pens, y bebo lo que pueda. Pero

    mis labios fueron menos que un palmo de la superficie cuando vi un rostro reflejado.Los ojos resplandecientes tenan forma de almendras y el pelo estaba compuesto porserpientes que se retorcan. Las o emitir su reconocible silbido y supe que lagorgona, cuya mirada puede convertir a un hombre en piedra, estaba agazapada en elsaliente que tena encima. Desenvain la espada y, observando la imagen en el agua,la vi saltar de la roca. Gir la espada y ensart a la criatura por el pecho escamoso.

    Pero no fue un golpe mortal y, mientras apartaba la vista, le aguant la cabezadebajo del agua. Las diminutas serpientes me mordan las manos y, cuando no pudeaguantarlo ms, le levant la cabeza lo suficiente como para rebanarle el cuello comosi de un tocn de madera se tratara. Me qued con ella en la mano como un melnrecin cortado.

    Todava hoy no s decir cmo escap de aquel lugar. Mi gua se haba ido peromis botas, medio llenas del agua de la charca, retrocedieron sobre sus pasos hasta elsuelo del Coliseo. Ayuda divina s que no hubo ninguna, no en un lugar como aquel.Volviendo al crculo, ech los palos que quedaban en el fuego y dej que el doctorStrozzi descansara tranquilo, con el bigote ondeando en el aire y moviendo lasextremidades en medio de un sueo.

    Pasaron muchas horas hasta el amanecer durante las cuales estuve alerta, pero al

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    romper el da, el doctor Strozzi se despert frotndose los ojos y dijo:Mis recuerdos estn borrosos.Los mos tambin respond.De hecho, me dola la cabeza como si me hubiera bebido un barril de vino.Invocamos a los muertos?

    Dos cuervos se posaron graznando en un charco de barro.Y, qu hay en la bolsa? dijo sealando al saco que se balanceaba en el poste

    de azotes.Haba goteado agua del fondo, y el csped de debajo se haba marchitado y haba

    muerto.Cuando de nuevo no contest, el doctor dijo:Cualquiera que sea el premio, prometo que recibirs tu parte.Pero aquel no era un tesoro que se pudiera dividir como las monedas y, cuando

    Strozzi vio que no estaba por la labor, se entretuvo inteligentemente con otras cosas.El trofeo era mo y ningn hombre me lo arrebatara jams.

    [Traducido por David L. Franco, doctor director de Adquisiciones. Coleccionesde la biblioteca Newberry, Chicago, Illinois. Todos los derechos reservados].

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    Captulo 1

    Chicago

    Presente

    Mientras los invitados iban tomando asiento, David Franco sinti esa oleada deansiedad que notaba cada vez que tena que dar algn tipo de discurso. Haba ledo enalgn sitio que uno de los miedos ms comunes resultaba hablar en pblico, pero esono le era de mucha ayuda en aquel momento. Ech un vistazo a sus notas por ensimavez, se dijo a s mismo que no haba nada por lo que estar nervioso y se volvi aajustar la corbata.

    La sala el saln de exposiciones de la biblioteca Newberry la habandecorado con mucho gusto para el evento. Haba vitrinas iluminadas con losmanuscritos ms inslitos de la coleccin de la biblioteca, y un conjunto clsico coninstrumentos antiguos acababa de parar de tocar. Al fondo del saln haba un atril conmonitor sobre una tarima.

    Que empiece la funcin le susurr al odo la doctora Armbruster.Era la maternal administradora jefe; iba vestida con sus tpicas falda y chaqueta

    grises, pero las haba animado para la ocasin con un broche en forma de libroabierto decorado con estrs. Se dirigi con diligencia hacia el atril y dio la bienvenidaa todos al evento.

    Y gracias, especialmente aadi, por haber venido en un da tan fro.Se oy un murmullo de agradecimiento seguido de algn que otro carraspeo y el

    ruido de las sillas al sentarse las treinta o cuarenta personas presentes. La mayoraeran de mediana edad o mayores, adinerados y amantes de los libros de xito yamigos de la biblioteca. Los hombres tenan, casi todos, el pelo canoso y llevabanpajarita, trajes de tweedy pantalones de franela; sus esposas llevaban perlas y bolsosde Ferragamo. Aquel era el dinero del viejo Chicago, de la Costa Dorada y de losbarrios residenciales de las afueras, en la orilla norte, junto con algn que otroacadmico del noroeste y Loyola. Los profesores eran los que llevaban pantalones ychaquetas de pana arrugados. Despus seran los primeros en atacar el buf; Davidhaba aprendido a no interponerse nunca entre un profesor de universidad y unaalbndiga sueca.

    Y en nombre de la Newberry deca la doctora Armbruster, uno de losemblemas de Chicago desde 1883, quiero agradecerles a todos su apoyo constante.Sin su generosidad, no s qu haramos. Como saben, somos una institucin privaday dependemos de nuestros amigos y colegas para mantener la biblioteca en todos lossentidos, desde la adquisicin de material nuevo hasta, bueno, simplemente pagar lafactura de la luz.

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    Un anciano bromista de la primera fila levant un talonario y se oyeron unas risaseducadas.

    Puede guardar eso por el momento dijo la doctora Armbruster, perotngalo a mano.

    David cambiaba el peso de un pie al otro esperando nervioso su momento.

    S que la mayora de ustedes conoce a David Franco, que no es solo nuestromiembro ms joven, sino tambin el ms diligente. Licenciado summa cum laude porla Universidad de Amhrest, David consigui una beca Fulbright para Italia, dondeestudi el arte y la literatura renacentistas en la Villa I Tatti. Hace poco, hacompletado el doctorado en nuestra Universidad de Chicago, y todo esto dijovolvindose a David antes de, qu edad? Treinta?

    Muy ruborizado, David dijo:No exactamente, cumpl treinta y uno el viernes pasado.

    Oh, vaya, en ese caso dijo la doctora Armbruster volvindose de nuevo a laaudiencia debera darse prisa.

    Hubo una gran oleada de risas.Pero como pueden ver prosigui, cuando recibimos, como regalo

    annimo, la copia 1534 de la Divina comedia de Dante, impresa en Florencia,supimos que haba una nica persona a la que entregrsela. David ha supervisado larestauracin fsica no imaginaran nunca cmo estaba la cubierta cuando loadquirimos y tambin ha introducido el texto completo y las numerosas

    ilustraciones en nuestro archivo digital. De esta manera, estarn accesibles paraestudiosos e investigadores de todo el mundo. Hoy nos va a ensear algunas de lasimgenes ms bellas e intrigantes del libro y creo que tambin dijo mirando aDavid de modo alentador nos har un breve recorrido por la imaginera de lanaturaleza en el poema.

    David asinti y el estmago le dio un vuelco repentino cuando la doctoraArmbruster se apart del micrfono.

    David, es todo tuyo.Se produjo un aplauso comedido mientras David suba un poco el micrfono,

    desplegaba sus papeles sobre el atril, le daba un sorbo al vaso de agua que habanpuesto para l y dio las gracias a todos, otra vez, por haber venido. Le sali la voztensa y elevada. Luego dijo algo sobre el fro que haca afuera, antes de recordar quesu jefa ya lo haba comentado. Mir la sala llena de caras expectantes, se aclar lagarganta y decidi dejar la charlita e ir directamente a su discurso.

    Al hacerlo, las luces se apagaron y, a su derecha, se despleg una pantalla.Dante, como deben saber, titul originalmente su libro La comedia de Dante

    lighieri, un florentino de nacimiento pero no de carcter. El ttulo Divina comediavino despus, cuando el libro se empez a considerar una obra maestra. Es una obra

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    que puede ser abordada de mil maneras distintas, y as se ha hecho durante siglos dijo, ganando fuerza en la voz una vez en terreno firme y conocido. Pero hoy nosvamos a centrar en la imaginera del poema relacionada con la naturaleza. Y estaedicin florentina donada recientemente a la coleccin Newberry, y que creo que lamayora habr podido ver en la vitrina central, es una forma especialmente acertada

    de hacerlo.Toc un botn en el panel electrnico del atril y la primera imagen un grabado

    de un tupido bosque con una figura solitaria con la cabeza inclinada adentrndose enun sendero angosto apareci en la pantalla. A mitad del camino de la vida, en unaselva oscura me encontraba porque mi ruta haba extraviado. Levant la mirada ydijo:

    Con la posible excepcin deEl cochecito ler, no hay otro verso ms famoso yms fcil de identificar que este. Y se darn cuenta de que, justo aqu, al comienzo

    del poema pico que sigue, tenemos una visin del mundo natural tanto realista Dante pas una noche horrible en aquel bosque como metafrica.

    Mirando al grabado, explic con ms detalle algunas de sus caractersticas msnotables, incluyendo los animales que animaban el borde: un leopardo moteado, unlen y un lobo que merodeaba con las fauces abiertas.

    Al verse ante estas criaturas, Dante pone pies en polvorosa y corre hasta que setopa con una figura, que por supuesto resulta ser el poeta romano Virgilio, y le ofreceser su gua: Y he de llevarte por lugar eterno, donde oirs el aullar desesperado,

    vers, dolientes, las antiguas sombras, gritando todas la segunda muerte.Apareci otra imagen en la pantalla, de un ro amplio, Aqueronte, con la

    muchedumbre de los muertos apiados en las orillas y, en primer plano, un Caronteenvuelto en ropajes sealando con un dedo huesudo hacia una gran barca. Era unaimagen especialmente buena y David vio varias cabezas asintiendo con inters y unleve murmullo de comentarios. Ya se haba imaginado que ocurrira. Aquella edicinde la Divina comedia era una de las ms impactantes que haba visto y habaconvertido en su misin particular descifrar quin fue el ilustrador. Las pginas delttulo del libro haban sufrido tantos daos por el agua y el humo que no se podaidentificar ningn nombre. El libro tambin deba de haber sido tratado de maneraintensa por el moho y muchas de las ilustraciones tenan manchas imposibles deborrar de color verde y azul y el tamao de la goma de un lpiz.

    Pero para David, aquellas imperfecciones y signos de la edad hacan que loslibros y manuscritos que estudiaba fueran an ms valiosos y enigmticos. El simplehecho de que aquel libro, de casi quinientos aos de antigedad, hubiera pasado portantas manos desconocidas y tantos lugares distintos sencillamente le daba un aire demisterio y grandeza. Cuando lo sostena en las manos, se senta conectado a esacadena de lectores de los que no haba constancia y que ya haban pasado antes las

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    mismas pginas quizs en un palazzode la Toscana, una buhardilla de Pars o enuna casa solariega de Inglaterra. Todo lo que saba del origen del libro era que fuedonado a la Newberry por un coleccionista local que quera asegurarse de que fueracorrectamente restaurado y estudiado, y que sus tesoros se pusieran al alcance detodos. David se haba sentido honrado de que se le confiara tal tarea.

    A medida que hablaba, se senta no solo ms relajado, sino tambin muyentusiasmado por la oportunidad de compartir algunos de los descubrimientos quehaba hecho sobre la metodologa que Dante haba empleado en el uso de laimaginera de la naturaleza. El poeta, a menudo, inclua animales en los textos, perotambin haca un uso regular del sol (un planeta, segn el sistema ptolemaico deltiempo) y las estrellas, el mar, las hojas de los rboles o la nieve. Aunque la salaestaba muy poco iluminada, David se esforzaba por mantener el contacto visual conla audiencia mientras aclaraba estos puntos y, en mitad de todo esto, se fij en una

    mujer vestida entera de negro, con un gorrito negro y un velo sobre la cara, que entren la sala y se sent cerca de la puerta. El velo fue lo que le llam la atencin. Quinsegua llevando ese tipo de cosas, ni siquiera de luto? Por un momento, perdi el hilode lo que estaba diciendo y tuvo que bajar la cabeza para echar un vistazo a las notasy recordar por dnde iba.

    El significado que Dante le concede a estos elementos naturales cambia segnpasamos del Infierno al Purgatorio y al Paraso.

    Prosigui con su tesis, pero desviaba la mirada de vez en cuando a la misteriosa

    mujer del fondo y, por alguna razn, se le ocurri que poda ser quien haba donado ellibro, y que estaba all para ver qu haba sido de l. A medida que iban pasando lasimgenes en la pantalla que tena a su derecha, David se encontr comentndolascomo si estuviera hablando, principalmente, para la seora oculta bajo el velo. Estabacompletamente quieta, con las manos juntas sobre el regazo y las piernas enfundadasen medias negras, y a David le resultaba imposible imaginarse nada sobre ella enconcreto, su edad. Haba momentos en los que pensaba que tena unos veinte aos, yque iba vestida para una fiesta de disfraces siniestros, y otras veces en las quesospechaba que era una mujer ms madura, sentada de manera remilgada en el bordede la silla.

    Cuando hubo enseado la ltima ilustracin un torbellino de hojas quecontenan las profecas de la sibila de Cumas y dado por terminada la conferenciacon la invocacin final de Dante al amor, aquel que mueve el sol y las estrellas,estaba decidido a presentarse. Pero cuando se encendieron las luces de la sala, unmontn de manos se levantaron para hacer preguntas.

    Cmo lo har para determinar el ilustrador de este volumen? Tiene ya algunapista?

    Fue Florencia un foco de publicaciones tan prominente como lo fueron Pisa o

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    Venecia?Y de un acadmico del fondo:Qu tiene que decir del comentario de Ruskin acerca del fluir de conciencia

    fundamental de la falacia pattica en lo que a la Comediarespecta?David hizo todo lo que pudo para sortear las preguntas, pero tambin saba que

    haba estado hablando durante una hora y que la mayora de la audiencia estaradeseando levantarse, estirarse y beber algo ms. En el vestbulo que haba justo alsalir de la sala de exposiciones, vea a los camareros con corbata negra sosteniendobandejas plateadas con copas de champn. Llegaba el olor de los aperitivos calientespor la calefaccin central.

    Cuando, finalmente, baj de la tarima, algunos miembros de la audiencia leestrecharon la mano, varios de los caballeros ms mayores le dieron una palmada enla espalda y la doctora Armbruster le dedic una sonrisa radiante. Saba que la

    doctora esperaba que lo bordara y tena la sensacin de que lo haba hecho. Aparte dela ansiedad del principio, no se haba saltado nada.

    Pero lo que realmente quera hacer era encontrar a la mujer de negro, que parecahaber salido ya de la sala de exposiciones. En el vestbulo haban puesto largas mesasde caballete con manteles de damasco y fuentes plateadas. Los profesores ya estabanen fila, codera con codera, con su pila de platitos.

    Pero no vea a la mujer de negro por ningn lado.David le dijo la doctora Armbruster cogindolo del codo para llevarlo frente

    a una pareja elegante y mayor con sus copas de champn, no s si conoces a losSchillinger. Joseph tambin es un hombre de Amherst.

    Pero mucho antes que usted dijo Schillinger dndole un firme apretn demanos.

    Era como una vieja gra elevada y tena la nariz afilada y el pelo blanco.Me ha gustado mucho su charla.Gracias.Y me encantara estar al tanto de su trabajo con el libro. Viv en Europa

    bastante tiempo yJoseph est siendo modesto interrumpi la doctora Armbruster. Fue

    nuestro embajador en Liechtenstein.Y comenc mi propia coleccin de pinturas de los antiguos maestros. Aun as,

    no he visto nunca nada igual. Las versiones de los crculos del infierno sonespecialmente macabras, por decirlo de manera sutil.

    David nunca se dejaba impresionar por los credenciales ni los antecedentes de lagente que conoca en los actos de la Newberry, y estuvo todo lo concentrado yeducado que pudo con los Schillinger. El exembajador incluso le dio su tarjeta y leofreci ayudarle en la investigacin todo lo que pudiera.

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    Cuando se trata de tener acceso a archivos privados y cosas as dijotodava puedo mover algunos hilos.

    Pero durante todo el tiempo que estuvieron hablando, David se mantena alerta enbusca de la mujer de negro y, cuando por fin se pudo liberar, se volvi a encontrar ala doctora Armbruster y le pregunt si saba dnde podra haber ido o quin podra

    ser.Dices que vino en mitad de tu charla?S, y se sent al fondo.Vaya, pues entonces no la he podido ver; estaba supervisando la comida.Pas un camarero con una bandeja plateada en la que quedaba un nico aperitivo

    de queso.Me pregunto si habr suficiente dijo, antes de excusarse. Esos profesores

    comen por cuatro.

    David dio unos cuantos apretones de manos ms, eludi unas cuantas preguntas y,cuando los ltimos invitados se estaban yendo, se escabull por una escalera traserahasta su despacho, un cuchitril atestado de libros y papeles, y colg la chaqueta y lacorbata detrs de la puerta. Las tena all para esas ocasiones puntuales, como aquellaconferencia, para las que tena que disfrazarse. Luego cogi el abrigo y los guantes ysali por una puerta lateral.

    El exembajador Schillinger y su esposa estaban entrando en la parte trasera de unBMW Sedn negro mientras un chfer calvo y fornido les sujetaba la puerta. Un par

    de profesores en plena conversacin estaban an en corro junto a las escaleras. Loltimo que quera David era que le vieran y se les ocurriera alguna otra preguntacrptica, as que se puso la capucha del abrigo y se fue andando por el parque.

    Conocido como Bughouse Square, o plaza de los chiflados, debido a suatractivo para los oradores pblicos, el parque estaba desierto en aquel momento, locual era comprensible. El cielo a ltima hora de la tarde era de un color gris peltre yel viento casi se llevaba por delante los bastones de caramelo falsos que haba en lasfarolas. Las Navidades estaban a la vuelta de la esquina y David todava tena quehacer las compras. No es que tuviera mucho que hacer; estaban su hermana, elmarido, su sobrina y listo. Su novia Linda se haba ido haca un mes. Por lo menos,tena un regalo menos del que preocuparse.

    Despus de cruzar Oak Street, fue hacia al norte por Division y, al acercarse a laestacin, escuch el chirrido de los frenos de un tren acercndose a la parada. Subilas escaleras de tres en tres haba estado en el equipo de atletismo del instituto ytodava mantena un buen ritmo y cruz las puertas correderas en el ltimomomento. Se dej caer en el asiento sintindose victorioso y, mientras sedesabrochaba el abrigo y esperaba a que las gafas se le desempaaran, se preguntpor qu le haba entrado esa prisa. Era sbado y no tena planes. Mientras el tren

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    coga velocidad y el conductor anunciaba la siguiente parada, se record a s mismoponer el lunes por la maana un Post-it en el ordenador que dijera: Vive la vida.

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    Captulo 2

    Incluso para alguien tan hastiado como Phillip Palliser, haba sido un da muyextrao.

    Haban mandado un coche a su hotel y el conductor un francs llamado EmilRigaud que tena aspecto de haber pasado ms de unos aitos en algn tipo deservicio militar los haba llevado rpidamente a un aerdromo privado a las afuerasde Pars, donde se haban subido a un helicptero y haban volado hacia el sur hastael valle del Loira. Palliser, un hombre que haba pasado buena parte de su vidavolando por todo el mundo, todava guardaba algn resentimiento hacia los viajes enhelicptero. El ruido que haba en la cabina era insoportable incluso con losauriculares puestos y, como parte del suelo era transparente, no poda evitar ver el

    paisaje que se extenda bajo sus pies. Primero, los barrios perifricos de la ciudad un revoltijo horroroso de bloques de cemento y carreteras concurridas, parecido a losbarrios deprimidos que rodean muchos centros metropolitanos, seguidos de losplcidos campos y granjas nevados y, una hora despus, bosques oscuros y tupidos yvalles.

    Al sobrevolar la ciudad de Chartres, Rigaud se haba inclinado y, por losauriculares, haba dicho: Esa es la catedral, justo debajo de nosotros. Le dije alpiloto que nos avisara.

    Y, cuando Palliser mir hacia abajo, realmente pareca como si las aspas delhelicptero fueran a cortar los chapiteles gemelos de la catedral. Le entr unasensacin de desazn en la boca del estmago y cerr los ojos. Cuando los abri denuevo unos segundos despus, Rigaud lo estaba mirando fijamente, con una sonrisadibujada en la cara.

    El hombre era una especie de sdico, pens Palliser.No queda mucho dijo Rigaud ante las reacciones negativas.Pero su tono transmiti menos consuelo que pesar por llegar al final del suplicio.

    Palliser apart la vista y se concentr en respirar hondo y a un ritmo regular.Durante casi diez aos, desde que dej la Sociedad Internacional por la Recuperacindel Arte, haba realizado encargos privados como aquel que lo ocupaba. Pero ningunoiba a ser tan lucrativo. Si encontraba lo que su misterioso cliente le haba pedido queencontrara, podra disfrutar finalmente del retiro con el que soaba e, incluso, quizscomenzar en serio su propia coleccin de arte. Estaba cansado de ser siempre elexperto en vez del propietario, el detective contratado para averiguar el paradero delos objetos d'artvaliosos sobre los que otras personas, la mayora ignorantes, tenan

    cierto falso derecho. Era hora de establecerse por su cuenta.Cuando se acercaban a las paredes de un precipicio escarpado y empinado que seelevaba desde el ro, la voz de Rigaud volvi a irrumpir por los auriculares.

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  • 7/24/2019 El Amuleto de Medusa

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    El Chteau Perduest hacia el sur; lo va a ver pronto.En todos su aos, y su viajes, Palliser no haba escuchado nunca hablar de aquel

    chteau perdu, o castillo perdido, pero estaba lo suficientemente intrigado por lanota que le haban dejado en el hotel como para llevar a cabo el viaje.

    Entiendo que compartimos ciertos intereses, deca la nota. Soy coleccionista

    de arte desde hace muchos aos y estara encantado de que alguien con su miradacrtica apreciara y, quizs, valorara algunas de las obras.

    Palliser baraj la posibilidad de alguna comisin bajo cuerda. Pero fue laconclusin lo que cerr el trato.

    Quizs, podra incluso prestarle ayuda en su misin actual. Despus de todo, nisiquiera Perseo habra prevalecido sobre Medusa sin la ayuda de poderosos amigos.

    Incluso para alguien tan hastiado como Phillip Palliser, haba sido un da muyextrao.

    Haban mandado un coche a su hotel y el conductor un francs llamado EmilRigaud que tena aspecto de haber pasado ms de unos aitos en algn tipo deservicio militar los haba llevado rpidamente a un aerdromo privado a las afuerasde Pars, donde se haban subido a un helicptero y haban volado hacia el sur hastael valle del Loira. Palliser, un hombre que haba pasado buena parte de su vidavolando por todo el mundo, todava guardaba algn resentimiento hacia los viajes enhelicptero. El ruido que haba en la cabina era insoportable incluso con losauriculares puestos y, como parte del suelo era transparente, no poda evitar ver el

    paisaje que se extenda bajo sus pies. Primero, los barrios perifricos de la ciudad un revoltijo horroroso de bloques de cemento y carreteras concurridas, parecido a losbarrios deprimidos que rodean muchos centros metropolitanos, seguidos de losplcidos campos y granjas nevados y, una hora despus, bosques oscuros y tupidos yvalles.

    Al sobrevolar la ciudad de Chartres, Rigaud se haba inclinado y, por losauriculares, haba dicho: Esa es la catedral, justo debajo de nosotros. Le dije alpiloto que nos avisara.

    Y, cuando Palliser mir hacia abajo, realmente pareca como si las aspas delhelicptero fueran a cortar los chapiteles gemelos de la catedral. Le entr unasensacin de desazn en la boca del estmago y cerr los ojos. Cuando los abri denuevo unos segundos despus, Rigaud lo estaba mirando fijamente, con una sonrisadibujada en la cara.

    El hombre era una especie de sdico, pens Palliser.No queda mucho dijo Rigaud ante las reacciones negativas.Pero su tono transmiti menos consuelo que pesar por llegar al final del suplicio.Palliser apart la vista y se concentr en respirar hondo y a un ritmo regular.

    Durante casi diez aos, desde que dej la Sociedad Internacional por la Recuperacin

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  • 7/24/2019 El Amuleto de Medusa

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    del Arte, haba realizado encargos privados como aquel que lo ocupaba. Pero ningunoiba a ser tan lucrativo. Si encontraba lo que su misterioso cliente le haba pedido queencontrara, podra disfrutar finalmente del retiro con el que soaba e, incluso, quizscomenzar en serio su propia coleccin de arte. Estaba cansado de ser siempre elexperto en vez del propietario, el detective contratado para averiguar el paradero de

    los objetos d'artvaliosos sobre los que otras personas, la mayora ignorantes, tenancierto falso derecho. Era hora de establecerse por su cuenta.

    Cuando se acercaban a las paredes de un precipicio escarpado y empinado que seelevaba desde el ro, la voz de Rigaud volvi a irrumpir por los auriculares.

    El Chteau Perduest hacia el sur; lo va a ver pronto.En todos su aos, y su viajes, Palliser no haba escuchado nunca hablar de aquel

    chteau perdu, o castillo perdido, pero estaba lo suficientemente intrigado por lanota que le haban dejado en el hotel como para llevar a cabo el viaje.

    Entiendo que compartimos ciertos intereses, deca la nota. Soy coleccionistade arte desde hace muchos aos y estara encantado de que alguien con su miradacrtica apreciara y, quizs, valorara algunas de las obras.

    Palliser baraj la posibilidad de alguna comisin bajo cuerda. Pero fue laconclusin lo que cerr el trato.

    Quizs, podra incluso prestarle ayuda en su misin actual. Despus de todo, nisiquiera Perseo habra prevalecido sobre Medusa sin la ayuda de poderosos amigos.

    * * *

    Fue el ltimo comentario sobre Medusa el que haba despertado su inters.El hombre que firmaba la nota, monsieurAuguste Linz, deba de saber algo sobre latarea que Palliser tena entre manos. Quin sabe cmo lo averigu, porque ni siquieraPalliser conoca en persona a quien le haba dado el trabajo. Pero si el tal Linz sabaalgo sobre el paradero de La Medusa, la antigua reliquia que estaba buscando,

    entonces lo de soportar el viaje en helicptero realmente haba valido la pena.Rigaud levant el brazo, recto desde el hombro, y seal por detrs de la cabezadel piloto hacia una cadena de colinas donde altsimos y viejos robles dejaban paso aun lgubre chteaucon torres de pimentero Palliser cont cinco de ellas que seelevaban desde los muros del mismo. El da se apagaba y la luz se colaba por todaspartes tras las ventanas agrietadas.

    Un foso seco, como una tumba abierta, lo rodeaba por tres lados; el cuarto no erams que un precipicio escarpado que llegaba hasta el ro que haba ms abajo. Pero

    incluso desde aquella altura y a aquella distancia, Palliser apreci que el chteaueraanterior a la mayora de sus anlogos ms famosos. No era ningn castillo cursi conforma de pastel recargado especialmente diseado para alguna seora de la realeza,

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    sino una fortaleza construida por algn caballero en la poca de las Cruzadas o poralgn duque con el ojo puesto en la corona.

    El helicptero pas casi rozando las cumbres de los rboles y las ramas por pocotocaban la especie de burbuja que tena bajo sus pies, antes de ladearse lentamente ybajar tambalendose hasta una extensin de csped rida y cubierta de escarcha. Unas

    cuantas hojas secas se dispersaron por la estela de las hlices. Palliser se quit losauriculares, se desabroch el arns de seguridad de los hombros y, despus de queRigaud saliera de la cabina, lo sigui, con la cabeza agachada, mientras las aspasdejaban de zumbar y los motores se apagaban.

    Descubri que las piernas le temblaban un poco.Rigaud, todo de negro y con el pelo teido de un rubio que brillaba bajo el sol

    agonizante, se dirigi dando grandes zancadas y sin mediar palabra a la puertaprincipal del chteau, haciendo a Palliser, con su abrigo de cachemira y sus elegantes

    mocasines italianos, ir a trompicones tras l, agarrando con una mano un maletn depiel con los facsmiles que traa desde Chicago.

    Cruzaron un puente levadizo, pasaron bajo el rastrillo y llegaron a un patio deadoquines. Un buen tramo de pasos los llevaron a un par de puertas abiertas y Palliserlas cruz para llegar a un gran hall de entrada con una enorme escalinata que lorecorra por ambos lados. Un hombre de mediana edad bajaba las escaleras vestidocon tweedingls como si fuera a ir dando un paseo hasta elpublocal.

    Seor Palliser dijo afectuosamente mientras se acercaba, me alegro mucho

    de que haya podido venir.Hablaba bien el idioma aunque con un ligero acento suizo, o quizs austriaco.Rigaud se qued a un lado de pie, como si estuviera de nuevo en una plaza de

    armas esperando para pasar revista.Palliser le dio la mano y le agradeci la invitacin. El hombre tena la piel fra y

    hmeda y, aunque los ojos azules miraban con cordialidad, haba tambin algo enellos que hizo a Palliser sentirse bastante incmodo. Not, mientras monsieurLinzpasaba bastante tiempo aferrado a su mano, como si estuviera siendo evaluado dealguna manera.

    Qu podemos ofrecerle despus del viaje?Quizs algo de beber dijo Palliser, an recuperndose del viaje en

    helicptero. Whiskysolo?Ya le haba dado tiempo de darse cuenta de que aquel lugar era un tesoro oculto

    lleno de obras de arte y antigedades.Seguido de una visita a su magnfico hogar, si fuera tan amable. Me temo que,

    hasta su nota, no haba odo hablar nunca antes de este chteau.Pocos han odo hablar de l dijo monsieurLinz dando un palmada.Apareci un sirviente como de la nada y lo mand por la bebida.

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    Pero as es como nos gusta.Con el brazo izquierdo detrs de la espalda le temblaba?, se pregunt Palliser

    , sali pavonendose para comenzar la visita.Debera comenzar diciendo que la casa fue construida a principios del siglo

    XIII por un caballero normando que haba ido cometiendo pillaje durante su recorrido

    por tierras santas.Palliser se felicit a s mismo en silencio.La mayora de las cosas que trajo an siguen aqu dijo Linz.Seal con el brazo hacia un par de tapices descoloridos que decoraban una

    pared, antes de conducir a Palliser hasta un saln seorial lleno de cotas de malla yarmamento medieval. Era una muestra fantstica, digna de la Armera Real de laTorre de Londres: espadas y escudos, arcos y flechas, hachas de guerra, picas ylanzas. El metal brillaba bajo los rayos de luz que se filtraban por las ventanas de

    bisagras.Se puede imaginar dijo Linz pasando una mano por el filo romo de un sable

    qu horrores habrn presenciado.Presenciado?, pens Palliser. Fueron los mismsimos instrumentos de

    destruccin.El sirviente, sin aliento, apareci justo a su lado sosteniendo una bandeja plateada

    en la que descansaba un vaso de whisky.Palliser dej el maletn en una mesa antes de aceptar la bebida.

    Puede dejarlo all dijo Linz animndolo, tengo muchas cosas queensearle.

    La visita fue muy larga, pasando por los numerosos salones hasta la parte superiorde las torrecillas.

    Como, sin duda, ya sabe dijo Linz, se dict un edicto real en el siglo XVIque decretaba que la nobleza deba recortar la altura de los muros y eliminar las torresde pimentero de los castillos. El rey no quera en Francia fortalezas que pudieranresistir un asalto de sus tropas, si esa situacin se diera.

    Pero parece que estas las perdonaron observ Palliser. Por qu?Incluso en aquel momento ningn rey se atrevi a tratar con el Chteau Perdu.

    El lugar haba adquirido, digmoslo as, una cierta reputacin.Debido a qu?A las artes oscuras contest Linz con un deje de diversin. Esa reputacin

    ha acompaado al chteaudesde entonces.Desde su posicin en las murallas del chteau, Palliser divisaba por encima de los

    antiguos robles el ro Loira que corra a los pies de la colina. El sol se estabaponiendo y la temperatura haba bajado otros diez grados. Incluso con elreconfortante whisky, Palliser tiritaba en su traje de Savile Row.

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    Pero venga, bajemos al comedor. Tenemos una cocinera excelente.Palliser empezaba a preguntarse cundo iban a entrar en materia de negocios,

    pero saba que era mejor no dejarse llevar por la impaciencia. Adems, estabaasombrado por el chteauy las mil y una obras de arte que pareca contener. Habaun leo con marco dorado en cada rincn; cada cornisa estaba rematada por un busto

    de mrmol; cada suelo estaba cubierto por una alfombra persa rada, pero de valorincalculable.MonsieurLinz, aun con todo lo peculiar que pareca, sin duda poseauna gran fortuna y un ojo exquisito. Si alguien saba dnde estaba escondido LaMedusael espejo de plata perdido desde haca siglos, ese era Linz.

    En el comedor haba montada una gran mesa y Palliser fue conducido hasta unasiento en el centro. A un extremo estaba Linz, y Rigaud, justo enfrente del invitadode honor. El otro extremo estaba vaco hasta que Linz farfull algo a un sirviente y,un minuto o dos ms tarde, apareci una mujer rubia y atractiva de unos treinta aos.

    Estaba haciendo ejercicio dijo, y Linz gru.Fue presentada como Ava, pero no mostr el ms mnimo inters en saber quin

    era Palliser o qu haca all. De hecho, durante toda la cena, pareca estar escuchandoalgo a travs de los auriculares de un iPod que llevaba en el bolsillo de la blusa.

    Los platos, muchos, los sirvi en silencio una pareja mayor, y tambin sesirvieron muchas botellas de un vino muy aejo y muy bueno. Palliser intentabacalcular lo que beba, pero cada vez que daba un sorbo le rellenaban la copa.Finalmente, la conversacin se encamin a la tarea que haba emprendido.

    As que, cunteme, qu tiene ese espejo para ser tan valioso? pregunt Linzmientras cortaba en daditos una patata asada.

    Palliser se dio cuenta de que, aunque haban servido pescado y caza, Linz solohaba comido sopa y verduras.

    Y, quin lo querra tan desesperadamente?Eso no tengo la libertad de revelarlo dijo Palliser, alegrndose de haber dado

    una evasiva tan acertada.Su nico contacto era un abogado de Chicago llamado Hudgins, que mantena en

    secreto la identidad de su jefe o jefa.Pero, puedo hacerle una pregunta?Linz asinti enrgicamente, sin levantar la mirada del plato.Cmo saba lo que estaba buscando? percibi una mirada de Rigaud hacia

    su jefe.Linz tom un sorbo del vaso de vino y dijo:Soy un coleccionista apasionado, como ya ha podido ver. Tengo muchas

    fuentes, muchos marchantes, y todos me mantienen informado de todo lo nuevo quesale al mercado. Tambin me informan sobre cualquier investigacin que se salga delo comn. La suya era una de ellas.

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    Palliser pensaba que haba sido extremadamente discreto en su bsqueda, peroahora se preguntaba quin le haba dado el chivatazo a Linz. Fue el joyero de Roma?El bibliotecario de Florencia? Algn rival que an no conoca?

    Dgame lo que sabe del objeto dijo Linz y quizs podr ayudarle.A Palliser le oli a gato encerrado, un gran gato encerrado, pero sospechaba que

    Linz ya saba lo poco que poda contarle. Fuera quien fuera su fuente, le habacontado, sin duda, mucho ms sobre lo que Palliser estaba buscando: un espejo demano, hecho en la Florencia del siglo XVI y, muy probablemente, de manos delpropio maestro artesano Benvenuto Cellini. En un lado, luca la cabeza plateada deMedusa con el pelo retorcindosele como serpientes, y el otro ocultaba un espejo. Elporqu de que su cliente quisiera tener aquello ms que cualquier otra cosa en elmundo no lo saba.

    Pero cuando termin, Linz pinch el ltimo esprrago con el tenedor y dijo:

    Mucho de lo que hizo Cellini, y no necesito contarle esto a un hombre de suexperiencia, se ha perdido o destruido a lo largo de los aos. As que, cmo sabe quesiquiera existe? Qu prueba tiene de ello?

    Ninguna, la verdad, aparte de unos cuantos papeles que llevo en mi maletn.Linz mand que trajeran a la mesa el maletn y, mientras los sirvientes servan el

    caf, Palliser empez a introducir la combinacin para abrirlo, cuando se dio cuentade que ya estaba abierto. Haba podido ser tan descuidado?

    Con ciertas reservas, sac copias de un esbozo en tinta roja y negra del espejo,

    unto con copias de algunos documentos de trabajo escritos en italiano por una manoinconfundible.

    Linz analiz las copias con mucha dedicacin; el pelo oscuro, moteado de gris, lecaa por la frente. A esto sigui un minucioso debate de la carrera de Cellini, y delRenacimiento italiano en general, que dej boquiabierto a Palliser. Un licenciado enOxford, con un doctorado en Historia del Arte, saba identificar a un verdaderoentendido cuando se cruzaba con l, y Linz no solo era un devoto apasionado de lasartes, sino tambin uno que hablaba de ellas con la intensidad del propio artista,alguien que haba lidiado una batalla con las cuestiones estticas poniendo suspropias condiciones. Palliser no se habra sorprendido si Linz hubiera tenido unestudio propio escondido en una de las torres que no le haban enseado.

    Fuera como fuese, le daba la impresin de que haba descubierto todo el pastel sindejar mucha posibilidad de obtener nada a cambio. Cuando finalmente se atrevi apreguntar a su anfitrin qu sugerencias tena para localizar La Medusa, Linz serecost en la silla y, despus de deliberar, dijo:

    Una causa perdida, dira yo. Acepte que lleva siglos desaparecido. Creo quesera mejor dejarlo estar.

    Para el odo experto de Palliser, todo aquello le sonaba a que saba mucho ms de

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    lo que estaba contando.Me temo que no puedo hacer eso.Algunas cosas estn hechas para que se encuentren dijo Linz

    sentenciosamente y otras para que se pierdan. Todo tiene su propio destino. Comoartesano prosigui refirindose con astucia a Cellini en la jerga de su tiempo,

    nadie le hizo sombra en sus destrezas.Aunque el trmino artista tambin se empleaba, y se us cada vez ms con el

    tiempo, no era ningn insulto, reconoci Palliser, ser conocido como artesano.Pero en su propio tiempo, incluso las obras ms imponentes de Cellini no

    fueron apreciadas.La estatua de Perseo fue muy aclamada protest Palliser.Ni siquiera mencion los otros grandes logros del artista.Pero esa no fue su obra ms importante.

    Ahora Palliser estaba desconcertado. Que no era su obra ms importante? Erauna de las ms veneradas del arte renacentista, conocida en todo el mundo.

    Segn avanzaba la noche, Rigaud pareca ms aburrido y Ava solo se animcuando trajeron un trozo de tarta con un montn de nata montada y fresas frescas.Atac con entusiasmo.

    Linz tambin disfrutaba del postre, era obvio por el bigote de nata que se leformaba en el labio superior. Pero Palliser haba perdido el apetito. Mirando su relojde pulsera eran las diez pasadas dijo:

    De verdad que siento mucho tener que acabar la noche tan repentinamente,pero debera volver a Pars. An tengo que encontrarLa Medusa.

    No parece en absoluto amilanado dijo Linz, estoy impresionado.Se limpi los labios con la servilleta y aadi:Pero si prefiere pasar la noche aqu, Dios sabe que tenemos sitio de sobra.Aun no hacindole ni pizca de gracia la idea del viaje de vuelta en helicptero, en

    la oscuridad, Palliser estaba an menos convencido de pasar la noche bajo un techotan extrao como aquel. Haba algo inquietante en Linz, aparte del hecho de haberleservido de tan poca ayuda. Durante toda la cena, Palliser se haba sentido como si leestuvieran sacando toda la informacin que tena, y por nada a cambio. No estabaacostumbrado a que lo embaucaran y no le gustaba ni un pelo.

    Gracias dijo, pero tengo una cita a primera hora de la maana.Linz accedi gentilmente y se levant de la silla. Palliser se dio cuenta de que,

    definitivamente, tena una parlisis en el brazo izquierdo. Pero entonces, para supropia vergenza, se encontr tambalendose sobre sus propios pies a causa de losefectos del vino. Se balance unos instantes en el mismo sitio y dijo:

    Tiene una bodega excepcionalmente bien surtida.Es la mejor del valle del Loira dijo Linz. De hecho, ha sido una compaa

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    tan agradable que quisiera ofrecerle un regalo: una botella de lo que quiera.Palliser puso objeciones, pero a Linz no le valieron.Emil orden, dgale al piloto que est listo en diez minutos.Y, cogiendo a Palliser del codo, lo acompa fuera de la habitacin mientras Ava

    peda un segundo plato de tarta.

    Palliser, con el maletn, fue dirigido por la sala de armas y los salones; luegobajaron una escalera de caracol hasta la cocina y la sala contigua, donde sepreparaban los ingredientes y se fregaba. La temperatura baj y el aire se volvihmedo. Linz sorte un viejo estante polvoriento y accion un interruptor. Un pasillolargo y excavado en la roca estaba lleno de filas de botellas de vino que llegabanhasta donde alcanzaba la vista. Palliser, que haba visto las bodegas desmesuradas deMoldavia, no poda ni hacerse una idea de la cantidad que haba almacenada all.

    Qu le gusta? pregunt Linz guiando el camino bajo una hilera de

    bombillas blancas tenues. Burdeos? Pinot Noir?Mientras segua andando, sealaba con la mano los botelleros.Este valle es ms conocido por su vino blanco seco. Le ha gustado el sancerre

    de la cena?S, me ha gustado confes Palliser, deseando haberle cogido el gusto un

    poquito menos.Entonces djeme ofrecerle uno de estos dijo Linz, adentrndose ms en el

    tnel y cogiendo una botella del estante.

    Le quit el polvo con un soplido y dijo:S, este es un 1936, una cosecha excelente.Al coger la botella, Palliser not una corriente bajo sus pies y oy el sonido lejano

    del agua correr. Mir hacia abajo y vio que estaba de pie sobre una rejilla oxidada.Esto era, antiguamente, una mazmorra explic Linz. Est usted encima de

    la oubliette.Palliser saba que eso era el agujero donde arrojaban a los prisioneros para que

    murieran de hambre y de sed.Instintivamente, dio un paso atrs.Pero el chteau est erigido sobre piedra caliza y el ro est erosionando las

    colinas dijo Linz agachndose para quitar la rejilla; pareca bastante orgulloso desu oubliette. Ve? El agua casi ha llegado a la parte baja del foso.

    De hecho, Palliser consigui distinguir una masa de agua arremolinndose en elfondo del conducto cuando not una mano en el hombro y se volvi para comprobarque Rigaud se haba vuelto a unir a ellos.

    El helicptero est listo para salir dijo con el abrigo de cachemira de Pallisersobre el brazo.

    Bien contest Palliser, gracias.

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    Djeme que le lleve estas cosas dijo Linz, liberando a Palliser del vino y delmaletn antes de que le diera tiempo a negarse.

    Luego, mientras Rigaud sostena el abrigo, Palliser se gir y meti los brazos enlas mangas. Por fin se sinti reconfortado. Pero cuando se agach para abotonrselo,Rigaud le dio una palmada en el hombro, mucho ms fuerte de lo que crea necesario,

    y lo dej desconcertado. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Rigaud sehaba agachado y lo estaba levantando por la vuelta de los pantalones.

    Pare! Pero qu?Pero ya estaba boca abajo, escarbando con las manos en el borde de la oubliette.

    Intent agarrarse, pero la piedra estaba resbaladiza, y se le soltaron los dedos y cayal vaco.

    Sulteme! grit.Intentaba desesperadamente liberarse dando patadas mientras se le caan las

    monedas y las llaves de los pantalones, la chaqueta rodaba por las piedras y las gafasse le resbalaban de la nariz. El bolgrafo Mont Blanc se le cay del bolsillo del pechodando vueltas en el oscuro vaco. Haba apoyado con firmeza una mano en la piedra,pero Linz se la empuj con el pie.

    Un momento despus, Palliser caa de cabeza, rebotando en los bordes delestrecho foso, hacindose jirones la ropa y desgarrndose la piel, hasta que se hundi,gritando, en el agua oscura del fondo del foso.

    * * *

    Linz esper unos instantes escuchando el borbotar del agua, luego se limpi lasmanos en la chaqueta y volvi a colocar el sancerre de 1936 en su sitio.

    Al salir, apag las luces y subi a su habitacin. Ava estaba en el bao

    desmaquillndose. Se desvisti, se puso el pijama y la bata de seda roja y comenz ahojear las pginas del maletn del seor Palliser. Por el momento, se parecan bastantea los documentos que ya haba visto antes; era una lstima. Podan unirse a los otrosbocetos y artculos de peridicos y ricordanzeque haban llevado a cabo, igualmentesin xito, otros emisarios. Algunas veces se preguntaba qu hara para entretenerse siaquellos detectives y supuestos expertos en arte dejaran de aparecer por all.

    Quin era el aburrido ese de la cena? grit Ava desde el bao.Nadie.

    Va a volver?No lo creo contest, pasando otra pgina.Linz saba que, detrs de todos ellos, haba un rico adversario con recursos

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    aunque ni de lejos tan rico y con tantos recursos como l y, aunque Rigaud amenudo le aconsejaba desistir, Linz se resista. Una vida como la suya tena poco quesaborear y el simple hecho de saber que exista una nmesis de l le proporcionaba unparticular estremecimiento de placer. Siempre le haba encantado tener adversarios;senta que la animosidad de sus enemigos alimentaba directamente su propio poder y

    su invencibilidad.Y en cuanto a los intentos intiles para recuperar La Medusa, l era el gato que

    ugaba con el famoso ratn.Ava se recost en la cama, desnuda como siempre, y se tap hasta el cuello.Recurdame por qu no pones calefaccin central.Dime por qu no te pones los camisones que te compro.No son saludables, oprimen los miembros por la noche.Haban tenido aquella discusin miles de veces.

    Los conductos de la calefaccin destruiran la integridad de los muros delchteaudijo Linz.

    Y siempre haba sido muy supersticioso ante cualquier posible alteracin delChteau Perdu.

    Ella se hundi ms en la cama tirando de la manta hasta las cejas.T y tu integridad dijo gruendo.Linz meti los papeles en la mesita de noche, justo debajo de la pistola que

    siempre tena all, y apag las luces. En la oscuridad, al darse la vuelta en su lado de

    la cama, crey or los gritos de su invitado retumbando desde la oubliette.

    * * *

    Fue el ltimo comentario sobre Medusa el que haba despertado su inters.El hombre que firmaba la nota, monsieurAuguste Linz, deba de saber algo sobre latarea que Palliser tena entre manos. Quin sabe cmo lo averigu, porque ni siquiera

    Palliser conoca en persona a quien le haba dado el trabajo. Pero si el tal Linz sabaalgo sobre el paradero de La Medusa, la antigua reliquia que estaba buscando,entonces lo de soportar el viaje en helicptero realmente haba valido la pena.

    Rigaud levant el brazo, recto desde el hombro, y seal por detrs de la cabezadel piloto hacia una cadena de colinas donde altsimos y viejos robles dejaban paso aun lgubre chteaucon torres de pimentero Palliser cont cinco de ellas que seelevaban desde los muros del mismo. El da se apagaba y la luz se colaba por todaspartes tras las ventanas agrietadas.

    Un foso seco, como una tumba abierta, lo rodeaba por tres lados; el cuarto no erams que un precipicio escarpado que llegaba hasta el ro que haba ms abajo. Peroincluso desde aquella altura y a aquella distancia, Palliser apreci que el chteauera

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    anterior a la mayora de sus anlogos ms famosos. No era ningn castillo cursi conforma de pastel recargado especialmente diseado para alguna seora de la realeza,sino una fortaleza construida por algn caballero en la poca de las Cruzadas o poralgn duque con el ojo puesto en la corona.

    El helicptero pas casi rozando las cumbres de los rboles y las ramas por poco

    tocaban la especie de burbuja que tena bajo sus pies, antes de ladearse lentamente ybajar tambalendose hasta una extensin de csped rida y cubierta de escarcha. Unascuantas hojas secas se dispersaron por la estela de las hlices. Palliser se quit losauriculares, se desabroch el arns de seguridad de los hombros y, despus de queRigaud saliera de la cabina, lo sigui, con la cabeza agachada, mientras las aspasdejaban de zumbar y los motores se apagaban.

    Descubri que las piernas le temblaban un poco.Rigaud, todo de negro y con el pelo teido de un rubio que brillaba bajo el sol

    agonizante, se dirigi dando grandes zancadas y sin mediar palabra a la puertaprincipal del chteau, haciendo a Palliser, con su abrigo de cachemira y sus elegantesmocasines italianos, ir a trompicones tras l, agarrando con una mano un maletn depiel con los facsmiles que traa desde Chicago.

    Cruzaron un puente levadizo, pasaron bajo el rastrillo y llegaron a un patio deadoquines. Un buen tramo de pasos los llevaron a un par de puertas abiertas y Palliserlas cruz para llegar a un gran hall de entrada con una enorme escalinata que lorecorra por ambos lados. Un hombre de mediana edad bajaba las escaleras vestido

    con tweedingls como si fuera a ir dando un paseo hasta elpublocal.Seor Palliser dijo afectuosamente mientras se acercaba, me alegro mucho

    de que haya podido venir.Hablaba bien el idioma aunque con un ligero acento suizo, o quizs austriaco.Rigaud se qued a un lado de pie, como si estuviera de nuevo en una plaza de

    armas esperando para pasar revista.Palliser le dio la mano y le agradeci la invitacin. El hombre tena la piel fra y

    hmeda y, aunque los ojos azules miraban con cordialidad, haba tambin algo enellos que hizo a Palliser sentirse bastante incmodo. Not, mientras monsieurLinzpasaba bastante tiempo aferrado a su mano, como si estuviera siendo evaluado dealguna manera.

    Qu podemos ofrecerle despus del viaje?Quizs algo de beber dijo Palliser, an recuperndose del viaje en

    helicptero. Whiskysolo?Ya le haba dado tiempo de darse cuenta de que aquel lugar era un tesoro oculto

    lleno de obras de arte y antigedades.Seguido de una visita a su magnfico hogar, si fuera tan amable. Me temo que,

    hasta su nota, no haba odo hablar nunca antes de este chteau.

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    Pocos han odo hablar de l dijo monsieurLinz dando un palmada.Apareci un sirviente como de la nada y lo mand por la bebida.Pero as es como nos gusta.Con el brazo izquierdo detrs de la espalda le temblaba?, se pregunt Palliser

    , sali pavonendose para comenzar la visita.

    Debera comenzar diciendo que la casa fue construida a principios del sigloXIII por un caballero normando que haba ido cometiendo pillaje durante su recorridopor tierras santas.

    Palliser se felicit a s mismo en silencio.La mayora de las cosas que trajo an siguen aqu dijo Linz.Seal con el brazo hacia un par de tapices descoloridos que decoraban una

    pared, antes de conducir a Palliser hasta un saln seorial lleno de cotas de malla yarmamento medieval. Era una muestra fantstica, digna de la Armera Real de la

    Torre de Londres: espadas y escudos, arcos y flechas, hachas de guerra, picas ylanzas. El metal brillaba bajo los rayos de luz que se filtraban por las ventanas debisagras.

    Se puede imaginar dijo Linz pasando una mano por el filo romo de un sable qu horrores habrn presenciado.

    Presenciado?, pens Palliser. Fueron los mismsimos instrumentos dedestruccin.

    El sirviente, sin aliento, apareci justo a su lado sosteniendo una bandeja plateada

    en la que descansaba un vaso de whisky.Palliser dej el maletn en una mesa antes de aceptar la bebida.Puede dejarlo all dijo Linz animndolo, tengo muchas cosas que

    ensearle.La visita fue muy larga, pasando por los numerosos salones hasta la parte superior

    de las torrecillas.Como, sin duda, ya sabe dijo Linz, se dict un edicto real en el siglo XVI

    que decretaba que la nobleza deba recortar la altura de los muros y eliminar las torresde pimentero de los castillos. El rey no quera en Francia fortalezas que pudieranresistir un asalto de sus tropas, si esa situacin se diera.

    Pero parece que estas las perdonaron observ Palliser. Por qu?Incluso en aquel momento ningn rey se atrevi a tratar con el Chteau Perdu.

    El lugar haba adquirido, digmoslo as, una cierta reputacin.Debido a qu?A las artes oscuras contest Linz con un deje de diversin. Esa reputacin

    ha acompaado al chteaudesde entonces.Desde su posicin en las murallas del chteau, Palliser divisaba por encima de los

    antiguos robles el ro Loira que corra a los pies de la colina. El sol se estaba

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    poniendo y la temperatura haba bajado otros diez grados. Incluso con elreconfortante whisky, Palliser tiritaba en su traje de Savile Row.

    Pero venga, bajemos al comedor. Tenemos una cocinera excelente.Palliser empezaba a preguntarse cundo iban a entrar en materia de negocios,

    pero saba que era mejor no dejarse llevar por la impaciencia. Adems, estaba

    asombrado por el chteauy las mil y una obras de arte que pareca contener. Habaun leo con marco dorado en cada rincn; cada cornisa estaba rematada por un bustode mrmol; cada suelo estaba cubierto por una alfombra persa rada, pero de valorincalculable.MonsieurLinz, aun con todo lo peculiar que pareca, sin duda poseauna gran fortuna y un ojo exquisito. Si alguien saba dnde estaba escondido LaMedusael espejo de plata perdido desde haca siglos, ese era Linz.

    En el comedor haba montada una gran mesa y Palliser fue conducido hasta unasiento en el centro. A un extremo estaba Linz, y Rigaud, justo enfrente del invitado

    de honor. El otro extremo estaba vaco hasta que Linz farfull algo a un sirviente y,un minuto o dos ms tarde, apareci una mujer rubia y atractiva de unos treinta aos.

    Estaba haciendo ejercicio dijo, y Linz gru.Fue presentada como Ava, pero no mostr el ms mnimo inters en saber quin

    era Palliser o qu haca all. De hecho, durante toda la cena, pareca estar escuchandoalgo a travs de los auriculares de un iPod que llevaba en el bolsillo de la blusa.

    Los platos, muchos, los sirvi en silencio una pareja mayor, y tambin sesirvieron muchas botellas de un vino muy aejo y muy bueno. Palliser intentaba

    calcular lo que beba, pero cada vez que daba un sorbo le rellenaban la copa.Finalmente, la conversacin se encamin a la tarea que haba emprendido.

    As que, cunteme, qu tiene ese espejo para ser tan valioso? pregunt Linzmientras cortaba en daditos una patata asada.

    Palliser se dio cuenta de que, aunque haban servido pescado y caza, Linz solohaba comido sopa y verduras.

    Y, quin lo querra tan desesperadamente?Eso no tengo la libertad de revelarlo dijo Palliser, alegrndose de haber dado

    una evasiva tan acertada.Su nico contacto era un abogado de Chicago llamado Hudgins, que mantena en

    secreto la identidad de su jefe o jefa.Pero, puedo hacerle una pregunta?Linz asinti enrgicamente, sin levantar la mirada del plato.Cmo saba lo que estaba buscando? percibi una mirada de Rigaud hacia

    su jefe.Linz tom un sorbo del vaso de vino y dijo:Soy un coleccionista apasionado, como ya ha podido ver. Tengo muchas

    fuentes, muchos marchantes, y todos me mantienen informado de todo lo nuevo que

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    sale al mercado. Tambin me informan sobre cualquier investigacin que se salga delo comn. La suya era una de ellas.

    Palliser pensaba que haba sido extremadamente discreto en su bsqueda, peroahora se preguntaba quin le haba dado el chivatazo a Linz. Fue el joyero de Roma?El bibliotecario de Florencia? Algn rival que an no conoca?

    Dgame lo que sabe del objeto dijo Linz y quizs podr ayudarle.A Palliser le oli a gato encerrado, un gran gato encerrado, pero sospechaba que

    Linz ya saba lo poco que poda contarle. Fuera quien fuera su fuente, le habacontado, sin duda, mucho ms sobre lo que Palliser estaba buscando: un espejo demano, hecho en la Florencia del siglo XVI y, muy probablemente, de manos delpropio maestro artesano Benvenuto Cellini. En un lado, luca la cabeza plateada deMedusa con el pelo retorcindosele como serpientes, y el otro ocultaba un espejo. Elporqu de que su cliente quisiera tener aquello ms que cualquier otra cosa en el

    mundo no lo saba.Pero cuando termin, Linz pinch el ltimo esprrago con el tenedor y dijo:Mucho de lo que hizo Cellini, y no necesito contarle esto a un hombre de su

    experiencia, se ha perdido o destruido a lo largo de los aos. As que, cmo sabe quesiquiera existe? Qu prueba tiene de ello?

    Ninguna, la verdad, aparte de unos cuantos papeles que llevo en mi maletn.Linz mand que trajeran a la mesa el maletn y, mientras los sirvientes servan el

    caf, Palliser empez a introducir la combinacin para abrirlo, cuando se dio cuenta

    de que ya estaba abierto. Haba podido ser tan descuidado?Con ciertas reservas, sac copias de un esbozo en tinta roja y negra del espejo,

    unto con copias de algunos documentos de trabajo escritos en italiano por una manoinconfundible.

    Linz analiz las copias con mucha dedicacin; el pelo oscuro, moteado de gris, lecaa por la frente. A esto sigui un minucioso debate de la carrera de Cellini, y delRenacimiento italiano en general, que dej boquiabierto a Palliser. Un licenciado enOxford, con un doctorado en Historia del Arte, saba identificar a un verdaderoentendido cuando se cruzaba con l, y Linz no solo era un devoto apasionado de lasartes, sino tambin uno que hablaba de ellas con la intensidad del propio artista,alguien que haba lidiado una batalla con las cuestiones estticas poniendo suspropias condiciones. Palliser no se habra sorprendido si Linz hubiera tenido unestudio propio escondido en una de las torres que no le haban enseado.

    Fuera como fuese, le daba la impresin de que haba descubierto todo el pastel sindejar mucha posibilidad de obtener nada a cambio. Cuando finalmente se atrevi apreguntar a su anfitrin qu sugerencias tena para localizar La Medusa, Linz serecost en la silla y, despus de deliberar, dijo:

    Una causa perdida, dira yo. Acepte que lleva siglos desaparecido. Creo que

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    sera mejor dejarlo estar.Para el odo experto de Palliser, todo aquello le sonaba a que saba mucho ms de

    lo que estaba contando.Me temo que no puedo hacer eso.Algunas cosas estn hechas para que se encuentren dijo Linz

    sentenciosamente y otras para que se pierdan. Todo tiene su propio destino. Comoartesano prosigui refirindose con astucia a Cellini en la jerga de su tiempo,nadie le hizo sombra en sus destrezas.

    Aunque el trmino artista tambin se empleaba, y se us cada vez ms con eltiempo, no era ningn insulto, reconoci Palliser, ser conocido como artesano.

    Pero en su propio tiempo, incluso las obras ms imponentes de Cellini nofueron apreciadas.

    La estatua de Perseo fue muy aclamada protest Palliser.

    Ni siquiera mencion los otros grandes logros del artista.Pero esa no fue su obra ms importante.Ahora Palliser estaba desconcertado. Que no era su obra ms importante? Era

    una de las ms veneradas del arte renacentista, conocida en todo el mundo.Segn avanzaba la noche, Rigaud pareca ms aburrido y Ava solo se anim

    cuando trajeron un trozo de tarta con un montn de nata montada y fresas frescas.Atac con entusiasmo.

    Linz tambin disfrutaba del postre, era obvio por el bigote de nata que se le

    formaba en el labio superior. Pero Palliser haba perdido el apetito. Mirando su relojde pulsera eran las diez pasadas dijo:

    De verdad que siento mucho tener que acabar la noche tan repentinamente,pero debera volver a Pars. An tengo que encontrarLa Medusa.

    No parece en absoluto amilanado dijo Linz, estoy impresionado.Se limpi los labios con la servilleta y aadi:Pero si prefiere pasar la noche aqu, Dios sabe que tenemos sitio de sobra.Aun no hacindole ni pizca de gracia la idea del viaje de vuelta en helicptero, en

    la oscuridad, Palliser estaba an menos convencido de pasar la noche bajo un techotan extrao como aquel. Haba algo inquietante en Linz, aparte del hecho de haberleservido de tan poca ayuda. Durante toda la cena, Palliser se haba sentido como si leestuvieran sacando toda la informacin que tena, y por nada a cambio. No estabaacostumbrado a que lo embaucaran y no le gustaba ni un pelo.

    Gracias dijo, pero tengo una cita a primera hora de la maana.Linz accedi gentilmente y se levant de la silla. Palliser se dio cuenta de que,

    definitivamente, tena una parlisis en el brazo izquierdo. Pero entonces, para supropia vergenza, se encontr tambalendose sobre sus propios pies a causa de losefectos del vino. Se balance unos instantes en el mismo sitio y dijo:

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    Tiene una bodega excepcionalmente bien surtida.Es la mejor del valle del Loira dijo Linz. De hecho, ha sido una compaa

    tan agradable que quisiera ofrecerle un regalo: una botella de lo que quiera.Palliser puso objeciones, pero a Linz no le valieron.Emil orden, dgale al piloto que est listo en diez minutos.

    Y, cogiendo a Palliser del codo, lo acompa fuera de la habitacin mientras Avapeda un segundo plato de tarta.

    Palliser, con el maletn, fue dirigido por la sala de armas y los salones; luegobajaron una escalera de caracol hasta la cocina y la sala contigua, donde sepreparaban los ingredientes y se fregaba. La temperatura baj y el aire se volvihmedo. Linz sorte un viejo estante polvoriento y accion un interruptor. Un pasillolargo y excavado en la roca estaba lleno de filas de botellas de vino que llegabanhasta donde alcanzaba la vista. Palliser, que haba visto las bodegas desmesuradas de

    Moldavia, no poda ni hacerse una idea de la cantidad que haba almacenada all.Qu le gusta? pregunt Linz guiando el camino bajo una hilera de

    bombillas blancas tenues. Burdeos? Pinot Noir?Mientras segua andando, sealaba con la mano los botelleros.Este valle es ms conocido por su vino blanco seco. Le ha gustado el sancerre

    de la cena?S, me ha gustado confes Palliser, deseando haberle cogido el gusto un

    poquito menos.

    Entonces djeme ofrecerle uno de estos dijo Linz, adentrndose ms en eltnel y cogiendo una botella del estante.

    Le quit el polvo con un soplido y dijo:S, este es un 1936, una cosecha excelente.Al coger la botella, Palliser not una corriente bajo sus pies y oy el sonido lejano

    del agua correr. Mir hacia abajo y vio que estaba de pie sobre una rejilla oxidada.Esto era, antiguamente, una mazmorra explic Linz. Est usted encima de

    la oubliette.Palliser saba que eso era el agujero donde arrojaban a los prisioneros para que

    murieran de hambre y de sed.Instintivamente, dio un paso atrs.Pero el chteau est erigido sobre piedra caliza y el ro est erosionando las

    colinas dijo Linz agachndose para quitar la rejilla; pareca bastante orgulloso desu oubliette. Ve? El agua casi ha llegado a la parte baja del foso.

    De hecho, Palliser consigui distinguir una masa de agua arremolinndose en elfondo del conducto cuando not una mano en el hombro y se volvi para comprobarque Rigaud se haba vuelto a unir a ellos.

    El helicptero est listo para salir dijo con el abrigo de cachemira de Palliser

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    sobre el brazo.Bien contest Palliser, gracias.Djeme que le lleve estas cosas dijo Linz, liberando a Palliser del vino y del

    maletn antes de que le diera tiempo a negarse.Luego, mientras Rigaud sostena el abrigo, Palliser se gir y meti los brazos en

    las mangas. Por fin se sinti reconfortado. Pero cuando se agach para abotonrselo,Rigaud le dio una palmada en el hombro, mucho ms fuerte de lo que crea necesario,y lo dej desconcertado. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Rigaud sehaba agachado y lo estaba levantando por la vuelta de los pantalones.

    Pare! Pero qu?Pero ya estaba boca abajo, escarbando con las manos en el borde de la oubliette.

    Intent agarrarse, pero la piedra estaba resbaladiza, y se le soltaron los dedos y cayal vaco.

    Sulteme! grit.Intentaba desesperadamente liberarse dando patadas mientras se le caan las

    monedas y las llaves de los pantalones, la chaqueta rodaba por las piedras y las gafasse le resbalaban de la nariz. El bolgrafo Mont Blanc se le cay del bolsillo del pechodando vueltas en el oscuro vaco. Haba apoyado con firmeza una mano en la piedra,pero Linz se la empuj con el pie.

    Un momento despus, Palliser caa de cabeza, rebotando en los bordes delestrecho foso, hacindose jirones la ropa y desgarrndose la piel, hasta que se hundi,

    gritando, en el agua oscura del fondo del foso.

    * * *

    Linz esper unos instantes escuchando el borbotar del agua, luego se limpi lasmanos en la chaqueta y volvi a colocar el sancerre de 1936 en su sitio.

    Al salir, apag las luces y subi a su habitacin. Ava estaba en el bao

    desmaquillndose. Se desvisti, se puso el pijama y la bata de seda roja y comenz ahojear las pginas del maletn del seor Palliser. Por el momento, se parecan bastantea los documentos que ya haba visto antes; era una lstima. Podan unirse a los otrosbocetos y artculos de peridicos y ricordanzeque haban llevado a cabo, igualmentesin xito, otros emisarios. Algunas veces se preguntaba qu hara para entretenerse siaquellos detectives y supuestos expertos en arte dejaran de aparecer por all.

    Quin era el aburrido ese de la cena? grit Ava desde el bao.Nadie.

    Va a volver?No lo creo contest, pasando otra pgina.Linz saba que, detrs de todos ellos, haba un rico adversario con recursos

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    aunque ni de lejos tan rico y con tantos recursos como l y, aunque Rigaud amenudo le aconsejaba desistir, Linz se resista. Una vida como la suya tena poco quesaborear y el simple hecho de saber que exista una nmesis de l le proporcionaba unparticular estremecimiento de placer. Siempre le haba encantado tener adversarios;senta que la animosidad de sus enemigos alimentaba directamente su propio poder y

    su invencibilidad.Y en cuanto a los intentos intiles para recuperar La Medusa, l era el gato que

    ugaba con el famoso ratn.Ava se recost en la cama, desnuda como siempre, y se tap hasta el cuello.Recurdame por qu no pones calefaccin central.Dime por qu no te pones los camisones que te compro.No son saludables, oprimen los miembros por la noche.Haban tenido aquella discusin miles de veces.

    Los conductos de la calefaccin destruiran la integridad de los muros delchteaudijo Linz.

    Y siempre haba sido muy supersticioso ante cualquier posible alteracin delChteau Perdu.

    Ella se hundi ms en la cama tirando de la manta hasta las cejas.T y tu integridad dijo gruendo.Linz meti los papeles en la mesita de noche, justo debajo de la pistola que

    siempre tena all, y apag las luces. En la oscuridad, al darse la vuelta en su lado de

    la cama, crey or los gritos de su invitado retumbando desde la oubliette.

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    Captulo 3

    Para David, la noche de los domingos siempre haba sido para ir a cenar a casa de suhermana Sarah, a las afueras. Y, durante aos, esperaba aquella noche cada semana.

    Pero aquellos das felices y sencillos haban terminado. Desde haca un ao o algoms, aquello se haba convertido en una situacin cada vez ms tensa.

    Sarah haba estado luchando contra un cncer de mama, al igual que su madre lohaba hecho y, como su madre muchos aos antes, estaba perdiendo la batalla. Habapasado por eternas sesiones de radioterapia y de quimio y, aunque solo era cuatroaos mayor que David, pareca como si estuviera a las puertas de la muerte. El pelocastao y ondulado, del mismo tono que el de David, haba desaparecido porcompleto y lo haba reemplazado por una peluca que nunca se quedaba muy bien

    puesta. Tena las cejas pintadas y la piel era de un translcido plido.Y l la quera ms que a nadie en el mundo.Su padre se haba ido a la francesa cuando l no era ms que un nio de unos dos

    aitos y, cuando su madre sucumbi a la enfermedad, fue Sarah la que lo crio. Se lodeba todo a ella y, ahora, no poda hacer nada por ayudarla.

    Pareca que nadie poda hacer nada.Se estaba quitando la nieve de las botas cuando ella abri la puerta. Alrededor de

    la cabeza llevaba otro nuevo pauelo de seda con estampado de cachemira. No era

    una maravilla, pero cualquier cosa era mejor que aquella peluca.Me lo ha dado Gary dijo ella, como siempre, leyndole el pensamiento.Es bonito respondi David mientras ella se alisaba la seda hacia el lado.S, bueno dijo Sarah, hacindole pasar. Creo que odia la peluca incluso

    ms que yo.Su sobrinita, Emme, estaba jugando al tenis con la Wii en la sala de estar, y

    cuando vio a David le dijo:To David! Atrvete a venir aqu y jugar conmigo!

    Le recordaba a Sarah cuando era nia, pero notaba que a Emme no le gustabamucho que dijera eso. Era una muestra de su fuerte independencia o un signo dealgn miedo subliminal, pero justificado? Era consciente de la experiencia tanterrible por la que estaba pasando su madre e intentaba distanciarse de una visinsimilar? O se estaba imaginando todo aquello?

    Reconoca que las nias de ocho aos escapaban a su mbito de conocimiento.Unos minutos ms tarde, justo cuando David acababa de perder las dos primeras

    partidas, lleg Gary del garaje con un montn de folletos para la fiesta que daba al da

    siguiente. Gary era agente inmobiliario y, a decir de todos, uno muy bueno, pero en elmercado no se venda nada en aquellos tiempos. Incluso cuando consegua unacuerdo exclusivo, normalmente era con comisin reducida.

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    Tambin traa un pastel que haba recogido en Bakers Square.Es de crema de chocolate? pregunt Emme.Cuando el padre se lo confirm, ella contest con un gritito estridente.Durante la cena, Gary dijo:Es internet lo que se est cargando el negocio inmobiliario. Todo el mundo est

    convencido de que, hoy en da, pueden vender ellos mismos sus casas.Pero, hay compradores ah afuera?No muchos dijo Gary, sirvindose otra copa de vino y ofrecindole la botella

    a David, que la dej pasar, y los que hay, nunca ven el precio lo suficientementebajo. Quieren seguir haciendo una contraoferta tras otra hasta que el trato acabayndose a pique.

    Toca ya la tarta? pregunt Emme por dcima vez.Cuando hayamos terminado el pastel de carne dijo Sarah, instando a David a

    que cogiera otro trozo.Tena unas ojeras oscuras que la luz cenital no haca sino empeorar. David cogi

    otro trozo para dejar a su hermana contenta.Guarda sitio para la tarta le susurr Emme aparte, por si acaso a alguien se

    haba olvidado de la tarta en los ltimos cinco segundos.Cuando se acab la cena, y el postre, y David estaba ayudando a recoger la mesa,

    Gary se fue al garaje otra vez. Cuando volvi, traa un rbol de casi dos metros dealto.

    Quin quiere decorar un rbol de Navidad? anunci.Yo! Yo! grit Emme saltando. Podemos hacerlo esta noche?Para eso ha venido tu to David dijo Gary, para ayudarnos a poner las

    luces. Te importa? le pregunt a David, que contest que estara encantado dehacerlo.

    Espero que no ests empezando a sentirte como un jornalero dijo Sarah,mientras coga un plato al que David acababa de limpiar los restos y lo meta en ellavavajillas.

    De alguna manera me tengo que ganar estas cenas.Lo haces a diario dijo Sarah con sinceridad. Sin tu ayuda, no s cmo

    ninguno de nosotros habra llegado hasta aqu.David le frot el hombro con delicadeza, preguntndose no cmo haban llegado

    hasta all, sino si todo aquello acabara alguna vez. Haba pasado por la mastectomay por todo lo dems, pero, qu pasaba despus? l saba que cuando a su madre se lodiagnosticaron, todo haba ido de mal en peor muy rpidamente muri a losdieciocho meses, pero aquello fue entonces y esto era ahora. Seguramente lospronsticos y los resultados habran mejorado desde entonces.

    Gary sac una caja de luces y adornos de Navidad y, mientras David mantena el

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    rbol recto, l lo coloc en la base y lo atornill por tres lados. Emme ya intentabacolocar algunos adornos y su padre tuvo que decirle que esperara hasta que las lucesestuvieran puestas. Gary tena las luces antiguas que a David le gustaban, bombillasgrandes y gruesas de color verde, azul y rojo, con forma de velas nada de esasexuberantes lucecitas blancas que parpadeaban, y los dos empezaron a envolver el

    rbol con los cables, colocndolos por delante y por detrs. Cuando terminaron, Garyle dijo a Emme: Adelante!, y ella empez a colocar los adornos tan rpido comopoda poner con los dedos los ganchos en las ramas.

    Sarah, que observaba desde el sof, sorba una taza de t y daba las instruccioneshabituales: Sepralas, cario. Tienes que cubrir un rbol entero.

    David y Gary se ocuparon de la parte superior y, cuando David cogi una estrellaplateada de cartn piedra, par y se la ense a Sarah. Era la estrella que haba hechoen primaria y que siempre ponan en lo ms alto del rbol. Estaba un poco arrugada y

    David la estir con delicadeza antes de ponerla en su sitio.La hice en clase de la seorita Burr dijo.Y yo la hice cuatro aos despus, pero, qu pas con mi adorno?Un misterio sin resolver dijo Sarah.Era la misma conversacin de todos los aos, pero no poda haber unas

    Navidades sin ella.Cuando se acabaron los adornos y el espumilln qued bien repartido, Gary dijo:

    Estamos listos?, y Emme corri a apagar todas las luces de la habitacin menos

    las del rbol. Las hojas del rbol perenne brillaban en la oscuridad y las ramasdesprendan un fuerte aroma a naturaleza. David se sent junto a su hermana, leagarr la mano y entrelaz los dedos con los de ella.

    Sabes cuntos aos llevamos reciclando esa estrella? dijo Sarah.David calcul rpido.Veinticuatro.El ao que viene deberamos celebrar sus bodas de plata.S, deberamos contest David, ansioso por dar alguna esperanza para el

    futuro.Cundo se ponen los regalos? pregunt Emme impaciente.Ese es trabajo de Santa Claus dijo Gary, y Emme hizo una mueca.Me gusta ms cuando Santa viene pronto dijo, de manera que dejaba ver que

    el truco de Santa Claus ya no colaba ms.Se vuelven tan cnicos, tan pronto dijo Sarah, sonriendo compungida. Yo

    crea en Santa Claus hasta secundaria.Te acuerdas de cuando te subiste en el regazo de Santa Claus en Marshall

    Fields y despus no queras bajarte?Asintiendo, dijo:

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    Me acuerdo de Marshall Fields, punto.Ambos se ponan nostlgicos con los retales de la historia de Chicago, como los

    grandes almacenes, que haban desaparecido como tales con los aos. Fields se habaconvertido en Macy's y, para David y su hermana, la magia se haba perdido.

    Pero la magia de un rbol de Navidad iluminado, engalanado con adornos caseros

    y tiras de espumilln, era ms potente que nunca, y Gary se dej caer en el silln conun suspiro. Incluso Emme estaba echada en la moqueta, con la barbilla apoyada enlas manos y mirando fijamente el rbol. Quitndose las gafas que haba empezado allevar ese mismo ao, dijo:

    Oooh, es incluso ms bonito. Todos los colores se mezclan. Prueba, to David.Se quit las gafas de montura fina y dijo:Aj, es mucho mejor.Y las limpi con la camiseta.

    Las vas a rayar dijo Sarah.Pero si es tela de gran calidad, Old Navy dijo David.Te regal pauelos por tu cumpleaos. Qu has hecho con ellos?David no poda contestar a esa pregunta. Seguramente estaran en algn lugar del

    tocador, debajo de los pijamas que nunca se pona o de los chalecos pasados de modaque haba jubilado. Pero le gustaba que Sarah le preguntara, posiblemente tanto comoa ella le gustaba estar encima de l con todo.

    Cuando, finalmente, Sarah le dijo a Emme que era hora de irse a la cama, David

    la ayud a levantarse del sof. Sarah siempre haba sido alta y esbelta, como suhermano, pero ahora era como levantar a una aparicin. Se agarr a David con losbrazos ya endebles.

    No te hemos preguntado por el trabajo dijo; no dabas una conferenciadentro de poco?

    Aj, y fue bien.Ay, ojal hubiera podido ir dijo ella.La prxima vez dijo, aunque solo de pensar que tendra familia all se pona

    ms nervioso que nunca.De qu iba?Tenemos una nueva copia de Dante, muy antigua y muy bonita. Habl sobre

    eso.Nunca daba demasiados detalles sobre su trabajo; saba que Sarah estaba

    orgullosa de sus logros, y eso era suficiente. Mientras que l haba sido siempre elsoador, el que estudiaba, ella haba sido la prctica. No tuvo mucha opcin.

    Te llevo en coche dijo Gary, estirando los brazos sobre la cabeza ylevantndose del silln. Te vas a morir de fro esperando el metro.

    Estar bien dijo David, aunque tena la sospecha de que Gary quera hablar

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    con l en privado.Normalmente usaba estos viajes en coche para contarle a David cmo iba

    realmente la cosa con lo de Sarah.Se subieron al Lexus SUV, con todos sus complementos y, aunque David saba

    que el coche era polticamente incorrecto un ostentoso vehculo que tragaba mucha

    gasolina, tena que admitir que el paseo estuvo muy bien y que el asiento concalefaccin era muy cmodo. Le haba explicado en una ocasin que deba alquilaruno nuevo cada ao o dos aos porque llevaba a los clientes y, si pareca que estabapasando por una mala racha, pronto la tendra de verdad.

    Te animars alguna vez a comprarte otro coche? le dijo Gary bromeandomientras se dirigan hacia el sur por Sheridan Road.

    Era una broma continua de la que David no tena escapatoria.Puede dijo David, sobre todo desde que parece que voy a ascender.

    En serio? A qu?Director de Adquisiciones.A David no le sola gustar hablar de esas cosas hasta que no eran seguras, pero

    saba que Gary se lo comentara a Sarah y eso, quizs, le proporcionara un momentode placer. Y, despus de la buena acogida que haba tenido la conferencia, crea que ladoctora Armbruster, que ya se lo haba dejado ver, seguramente lo acabara haciendo.

    As que vas a estar nadando en la abundancia dijo Gary.S, exacto. Justo cuando acabe de pagar mis prstamos y el alquiler que, por

    cierto, acaba de subir.Supongo que ayudaba que tu novia lo tuviera a medias contigo dijo Gary,

    mientras buscaba a tientas un paquete de Dentyne en la consola que haba entre losasientos. Quieres uno?

    No, gracias dijo David.Saba que lo que de verdad quera Gary era un cigarro, pero haba dejado de

    fumar el da que a Sarah le diagnosticaron el cncer. Ahora intentaba sobrellevarlocon chicles y Nicorette.

    De todos modos, Linda estaba normalmente sin blanca.Pero, es definitivo?Para David, aquello era meter el dedo en la llaga, pero saba que Gary no

    pretenda hacerle dao al preguntar.S, es definitivo. Est saliendo con un to que se dedica a las finanzas.Gary silb e hizo un