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El caballito jorobadito

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Cuento Popular Ruso en tres partes. Dibujos de N. Kocherguín

P. ERSKOV, El caballito jorobadito, © Editorial Raduga, Moscú, SIN FECHA.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE JOSÉ VENTO MOLINAPRESENTACIÓN DE YURI KAPYLOV

PRIMERA PARTE

"¿Quieres que te cuente un cuento?"

En una lejana tierra,tras los bosques y la sierra,

al otro lado del mar,tenía un viejo su hogar.Eran sus únicos dones

tres hijos, los tres varones.El mayor, listo, sesudo,el mediano, cachazudo,

y el menor, un pasmarote,un tonto de capirote.

|Cultivaban los hermanosunos trigos muy lozanos

y, luego, a la capitalllevaban su cereal.

Allí vendían el grano ¡Comprador, dinero en mano!

y ¡a casita, por la cena,con la faltriquera llena!

Mas la dicha y el pesarsiempre marchan a la par:alguien su campo rondaba

y las mieses aplastaba.Los hijos del campesino

maldecían de su sino.Pensaban con desazón:

"¿Cómo atrapar al bribón?"Resolvieron, al final,

montar guardia en el trigal,vigilar de noche el trigoy dar al ladrón castigo.

Llegó la tarde siguiente,y el mayor, muy diligente,tomando un hacha afilada,

se fue a montar la emboscada.

La noche era tormentosa,inclemente, pavorosa.

Temblando a todo temblarhuyó el mozo hacia un pajar.

Cuando el Sol alumbró el cielodel pajar bajó en un vuelo,luego, con toda presteza,

vertió sobre su cabezaun balde de agua del pozoera muy astuto el mozo

y, regresando a su hogar,se puso a vociferar.

"¡Eh, marmotas! ¡Eh, lirones!¡Despertaos, dormilones!

¡Y echadme una buena copa,porque vengo hecho una sopa!"

Le abrieron de par en par,y antes de dejarle entrarpreguntáronle a la vez:

"¿Viste quién pisa la mies?"Se santiguó con fervorel buen hermano mayor

y respondió con enojo:"¡Por Dios que no pegué ojo!

Y la noche fue de espanto:Nunca he visto llover tanto.

Sin embargo, la verdades que no hubo novedad".

Dijo el padre complacido:"Bien, Danilo, tú has cumplido.

Has sido como hay que ser,no has faltado a tu deber.

Llamémoslo por su nombre:¡Te has portado como un hombre!"

Llegó por fin el ocaso,y el segundo, por si acaso,empuñó un hacha afilada

y fue a montar la emboscada.

Fue la noche negra y fría,y el mozo, que no tenía

el corazón muy templado,huyó del campo espantado,

refugiándose, sin tino,en el huerto del vecino.¡Menudo miedo pasó

hasta que el día apuntó!

Por fin regresó a su hogary empezó a vociferar:

"¡Despertaos, dormilones!¡Saltad de vuestros jergones!¡No he visto noche más fría!

¡Estoy yerto, madre mía!"

Le abrieron de par en pary antes de dejarle entrarpreguntáronle a la vez:

"¿Viste quién pisa la mies?"Se santiguó con fervor,

como lo hiciera el mayor,y respondió con enojo:

"¡Por Dios que no pegué ojo!

Hizo anoche un frío de esosque te cala hasta los huesos.

Sin embargo, la verdades que no hubo novedad".Dijo el padre complacido:

"¡Bien, Gavrilo, tú has cumplido!"

Cayó la tarde muy pronto,y llegó su vez al tonto,pero él, en su rincón,hacíase el remolón.

Fresco como una lechuga,cantaba "Soy de Kaluga".

Los hermanos le acuciaban,los hermanos le insultaban

Gritaron tanto los dosque se quedaron sin voz.

Pero el tonto, tan tranquilo.

Tomó luego el padre el hiloy le insistió con afán:

"Ve a montar la guardia, IvánTe compraré caramelos,

cromos, pipas y buñuelos.Levantose Iván sin prisa

y se puso la camisa,tomó calmoso una hogazay se fue con su cachaza.

Plateó la Luna el cielo.Nuestro Iván con todo celo,dando una vuelta al trigal,

se escondió en un matorral.

Contaba allí las estrellas,sin fijarse mucho en ellas,y se zampaba la hogazacon su bendita cachaza,

cuando un relincho se oyó.

El mozo se levantóy, boquiabierto, pasmado,

vio una yegua en el sembrado.

Era blanco el animalcomo la nieve invernal,de bellas crines doradas,largas, sedeñas, rizadas.

"¡Mira quién es el ladrón!¡Hay que darle una lección!

¡Pagarás tus fecharíaspor el resto de tus días!¡Espera, que ya verás!"

Dijo esto Iván, y, sin más,veloz, en menos de nada,se asió a la cola doraday brincando muy ligeroviose pronto caballero,

aunque montado al revés.¡Siempre el tonto, tonto es!

La yegua, joven, fogosa,irguió su cabeza hermosa,

las crines de oro ondulantes,los ojos centelleantes,y arrancó de sopetón,como una exhalación.

Verdadero torbellino,no buscaba otro camino

que barrancos y montañas,recurriendo a cien mil mañas

para desmontara Iván.

Prodigaba con afánun sinfín de malas tretas,botes, brincos y corvetas,pero Iván, ¡quién lo diría!,

montado se mantenía.

Se cansó por fin la yeguay pidió a Iván una tregua,diciéndole compungida:

"Sea, me doy por vencida.Aunque con harto dolor,

te proclamo mi señor.

Búscame, Iván, un lugardonde pueda descansary tres días, a la aurora,suéltame por una hora.Al final del tercer día,pariré, y serán mi cría

tres caballos. Dos de ellos,nunca el mundo vio tan bellos.

Tendrá el tercero de alzadatres palmos y una pulgada.

Saldrá el pobre jorobadoy más feo que un pecado,

pues sus orejas serán,largas cual día sin pan.

Si la miseria te entrampa,vende los de buena estampa.

Mas no des el caballejoaunque te ofrezcan un tejo

o una faja colorada,que él será tu camaradaen la tierra y el infierno,te calentará en invierno,te refrescará en verano,

pondrá un buen pan en tu manosiempre que el hambre te apriete,

y si la sed te acometete brindará, atento y fiel,

sabrosa y dulce aguamiel.

Yo volveré a galoparde las montañas al mar".

"Está bien", Iván pensó.Luego a la yegua encerróen la choza de un pastory, con el primer albor,

cantando a grito pelado,se fue a casa por el prado.

Llegó por fin a la puerta.Viendo que no estaba abierta,

la aporreó con tal celoque a poco la tira al suelo.

Parecía, por sus voces,que le estaban dando coces.Los hermanos, cobardones,

saltaron de sus jergones."¿Quién viene con ese pronto?"

"¿Quién va a ser? ¡Iván el tonto!"

Abrieron de par en pary le dejaron entrar,

reprochando al condenadoque los hubiese asustado.

|Pero Iván, siempre sin prisa,calzado, con la pelliza,se recostó en su jergóny les fue dando razón

de sus pasmosas andanzas,sin cuchufletas ni chanzas.

"Pasaba el tiempo en un vuelo,y las estrellas del cielo

fui contento una por una,pero no advertí la Luna.

De pronto, sin más ni más,se presentó Satanás.Tenía jeta de gato,

cada ojo como un plato,y andaba por el trigal,aplastando el cereal.

Como no me gustó aquello,le salté ligero al cuello.

Quiso romperme el bautismo,o la crisma, que es lo mismo.

Pero le di un buen metidoy me imploró entristecido:

`No seas mi perdición,otórgame tu perdón.

Todo un año, lo prometo,al mundo dejaré quieto'.

Quizás os parezca tonto,pero le creí de pronto".

Aquí Iván enmudeció,dio un bostezo y se durmió.

Los hermanos del simplónrieron su narración

a mandíbula batiente:"¡Uf, que tonto, así reviente!"Hasta el padre soltó el chorro,

alegre como un cachorro,aunque las risas a un viejopueden costarle el pellejo.

No corre el tiempo, que vuela,Y no sabe ni mi abuelael agua que llevó el río

desde aquel inquieto estío.¿

Para qué contar los díasy meterse en letanías?

No corramos tras el viento.Prosigamos nuestro cuento.

Danilo domingo eraagarró una borracheray de lo alto de un alcorvio la choza del pastor.

Dos corceles allí habíabellos cual la luz del día,y un caballejo, de alzada,

tres palmos y una pulgada,y más feo que un pecado,

orejudo, jorobado

Comprendió al punto el truhánpor qué dormía allí Iván.Y la envidia, desbocada,

le disipó la tajada.

Corrió a la isba Danilopara decirle a Gavrilo:

"¡Venga, hermano! ¡Vamos pronto!¡Dos potros oculta el tonto!

Hermosos, de crin dorada ¡Mejor nunca viste nada!"Descalzos por las ortigas,

sin reparar en fatigas,corrieron a cual mejora la choza del pastor.

Después de mil tropezones,los ojos como doblones,

rascándose a cuatro manos,llegaron los dos hermanos

a la choza del pastor.¡Qué maravilla, Señor!

Centelleando los ojoscomo los rubíes rojos,

con los cascos de diamantey colas de oro ondulante,

piafaron los alazanes,al entrar los dos galanes.

¡Eran caballos de ley!¡Para la silla de un rey!

Bizco de asombro, Danilodijo a su hermano Gavrilo:"¿De dónde sacó este lote

el tonto de capirote?

Ya se dice, con razón,que es del bobo la ocasióny que el listo, así reviente,

de cinco nunca hace veinte.

Gavrilo, de aquí a seis díasde estas dos caballerías

sacaremos un buen pico,y serás, hermano, rico.

Siempre quien tiene dinerospinta, Gavrilo, panderos.

Partiremos por igualtodo ese dineral.

Y que Iván, quiera o no quiera,se devane la sesera

pensando en quién le robó.¡Adivina quién te dio!

No lo pienses más, hermano,y venga pronto esa mano".

Acordado ya el asunto,diéronse un abrazo al punto,

se santiguaron, y a casa,hablando con mucha guasa

del dinero, de su tretay del potro jorobeta.

El tiempo pasa volandoy los días va contando.

Al cabo de una semana,los mozos, muy de mañana,

fueron a la capitala vender su cereal

y a preguntar en el puertosi de verdad era cierto

que goletas de ultramaracababan de arribar

y que el turco a los cristianosdegollaba cual marranos.

Dio el padre su bendición,rezaron con devoción

y, furtivos, los truhanes,robaron los alazanes.

.

Cruzaba la aldea Iván,cantando y comiendo pan,

porque terminaba el díay el sueño ya le vencía

Llegó nuestro bobo al pradoy entró en jarras, confiado,

con aires de gran señor,en la choza del pastor.

Allí estaba su camastro ¿Y los caballos? ¡Ni rastro!

Sólo el potro jorobadojugueteaba a su lado.

Patas y orejas movía,expresando su alegría.Con el corazón partido,dijo Iván en un quejido:

"¡Oh, mis bellos alazanes!¿Qué ha sido de mis afanes?¿No os mimaba con pasión?

¡Será el diablo el ladrón!¡Así el canalla reviente!¡Así muera de repente!

¡Ojalá en la vida eternacaiga y se parta una pierna!¡Oh, mis bellos alazanes!

¿Qué ha sido de mis afanes?

Dijo el potro contrahecho:"No lo tomes tan a pecho.

Aunque es grande tu pesar,yo lo puedo remediar.

Y no acuses al diablo.Yo sé, amigo, lo que hablo.Son tus hermanos, so bobo,

los que han cometido el robo.Pero ¿a que gastar saliva?Ahora voy a lo que iba.

Monta rápido, sin quejas,y agárrate a mis orejas.

Aunque pequeña es mi talla,soy caballo de batalla.

Tú mismo, Iván, lo verás:¡Corro más que Satanás!"

Montó Iván en su monturay al punto, con mano dura

a sus orejas asido,dejó escapar un berrido.

Irguió el potro la cabeza,se encabritó con prestezay, con relincho vibrante,salió lanzado adelante.,

Le seguía en torbellinoel polvo gris del camino.

Y en muy contados instantesalcanzaba a los tunantes.

Los hermanos se asustaron,se rascaron, se turbaron.

Iván se puso a gritar:"¿No os da vergüenza robar?Tendréis más entendederas,

pero honradez Yo, de veras,nunca robé desde chico "

Danilo torció el hocicoy explicó: "Iván, querido,sí, nosotros hemos sido.

La culpa, recapacita,es de esta vida maldita.

Pese a todo nuestro afánno comemos más que pan.

Y aunque estemos a dos velas,hay que pagar las gabelas.

Anoche nos fue muy duro,para salir del apuro

y remediar nuestros males,

llevar los dos animalesresolvimos al mercadoy venderlos al contado.

Pensamos traerte en pago,para endulzarle el mal trago,

un gorro con campanillasy unas botas con hebillas.

El padre no está muy sano,no puede echar una mano,

y debe tener su pan.¿No lo comprendes, Iván?"

"Si es así, tenéis razóndijo Iván de corazón.

De acuerdo, vended los potros.Yo iré también con vosotros".

Pensó Danilo, contrito:"¡Así la palmes, maldito!"

El frío apretaba duro,el cielo se puso oscuro,

y para no ir al azarresolvieron descansar.

Ataron los animalescerca de unos matorrales,

las alforjas vaciaronel codo luego empinaron,

y se pusieron los tresa darse tono a la vez.

Bien, el hermano mayorvio de pronto un resplandor.

Carraspeó con sigilo,miró veloz a Gavrilo,

le hizo dos guiños y, luego,señaló furtivo al fuego.

"¡Qué oscuridad! dijo el pillo,rascándose el colodrillo.

Si por lo menos la Lunaasomara la muy tuna No lo toméis a chacota,aquí no se ve ni gota.

Aunque esperad ¡Por la cruzque percibo allá una luz!

¿No es así? Si cierto fuera,bien nos vendría una hoguera.

Iván, tú, que eres dispuesto,anda y acércate presto,

pues mi eslabón he perdido.¿En dónde lo habré metido?"

Mientras, pasa por su mente:"¡Ojalá que allá reviente!"

Piensa Gavrilo a su vez:"¡Vete a saber lo que es!

¡Si hay allí algún bandido,dése el tonto por perdido!"

Todo a Iván importa un pito:salta a lomos del potrito,le acucia con los talones,

de la crin le da tironesy vocifera alocado,

Sale el potro disparado

"¡Sea conmigo el Señor!gritó el hermano mayory se santiguó asustado.

¡Es un bicho endemoniado!"

Ya aumentando el resplandor.Galopa Iván con ardor

y, de pronto ¡madre mía!,se creyó que era de día.,

¡Todo luz alrededor,mas sin humo ni calor!

Iván exclamó: "¡Rediez!¡Arte del infierno es!

Luz hay aquí una porrada,pero sin humo ni nada.

¡Es una luz prodigiosa!"

"¡Caramba! ¡Valiente cosa!le replicó el caballejoen tono de sabio viejo

y añadió muy presto luego:Es un pájaro de fuego

que una pluma aquí ha perdidoal volar hacia su nido.

Pero, Iván, no la levantes.¡Piénsalo cien veces antes!

Traerá mil sinsaboresesa pluma de colores".

Rezongó Iván descontento:"¡A otro con ese cuento!"

Después, con mucho sosiego,la pluma de luz y fuegoen el gorro se guardóy de vuelta galopó.

Explicó Iván muy tranquiloa Danilo y a Gavrilo:"Apenas hube llegado

vi un tocón todo quemado.No sabéis lo que sudé:¡Por poco no reventé!

Soplaba a todo pulmón,¡pero se apagó el tocón!"

Los hermanos no durmieron,de tanto como rieron.

Pero el bobo cogió el sueñoy se quedó como un leño.

A la mañana siguiente,apenas clareó Oriente,

salieron para el mercadoa paso muy sosegado.

En la ciudad era uso,para evitar todo abuso,no vender ni un coladorantes que el gobernadorno hubiese proclamado

que abierto estaba el mercado.

Por fin tocaron a misay el gobernador, sin prisa,

con su gorro de castor,cien picas alrededor,salió a caballo montado.Un heraldo iba a su lado.

Tocó su clarín de oroy gritó fuerte, sonoro:

"¡Puedes comprar y vendercuanto quieras, mercader!

Pero ten a tus criadosjunto a la tienda apostados

para evitar apreturastumultos y desventuras,para que ningún ratero

hurte al pueblo su dinero".

De tiendas y tendejonesparten al punto pregones:

"Pase, pase, buen señor,¡lo mejor de lo mejor!"

"¡Hoy Yendo la mercancía!¡Mañana será otro día!"

Compra la gente al contadolienzos, cintas y calzado Los mercaderes, contentos,los rublos ganan a cientos.

Llegose el gobernadordonde el ganado mayor

se compraba y se vendía.¡No creyó lo que veía!

¡Dios santo, qué apretujones!¡Gritos, risas, maldiciones!

Le dejó muy asombradoel gentío alborotado

y ordenó, según costumbre,dispersar la muchedumbre.

"¡Eh, borregos, majaderos!aullaron los guerreros,

fusta en mano desmandada.¡Dejad libre la calzada!"El gentío, por si acaso,

descubriose y dejó paso.

Llegose el gobernadordonde el ganado mayor

Centelleantes los ojoscomo los rubíes rojos,

con los cascos de diamantey colas de oro ondulante,vio dos corceles de ley.¡Para la silla de un rey!

Aunque el hombre no era un zote,se rascó un rato el cogote.Salió al fin de su estupor

y dijo aleccionador:

"¡Está la vida terrenade prodigios toda llena!"

Respetuoso, ante el viejo,se inclinó el gentil cortejo.

Se prohibió a los vasallosvender o comprar caballosmientras que, como era ley,

no se le anunciara al reyla aparición en la villa

de tan grande maravilla.

Rápido, el gobernadorse presentó al rey señor

y, arrojándose a sus pies,le disparó de una vez:

"Me tomo la libertad,perdone Su Majestad,

de rogarle que me escuche".

Dijo el rey: "¡Vacía el buche!Pero no seas cargante.

¡Al grano! ¡Venga! ¡Adelante!"

"Soy, señor, gobernador,y con gran celo y ardor "

"Te vas poniendo pesado".

"Hoy, señor, yo fui al mercado.¡Dios mío, qué apretujones!¡Gritos, risas, maldiciones!

Ordené, según costumbre,dispersar la muchedumbre,y al disiparse el gentío

¡Santa Virgen! ¡Oh, Dios mío!

Centelleantes los ojoscomo los rubíes rojos,

con los cascos de diamante,las colas de oro ondulante,

vi dos corceles de ley.¡Para tu silla, buen rey!"

Picó la curiosidada su augusta majestad.

"Hay que ver ese portento.¡Eh, mi carroza! ¡Al momento!

Se lavó en un santiamén,se vistió, se peinó bieny se dirigió al mercado,

de su guardia acompañado.

Llegó el rey, y ante sus ojos,todos cayeron de hinojos,gritando: "¡Viva el señor!"

con mucho brío y calor.

Saludó el rey y, arrogante,a tierra saltó al instante

Los caballos contemplabay le caía la baba.

Entre risas y mohínes,acariciaba sus crines,

sus lindos cuellos lustrosos,sus lomos finos, sedosos,

y con el mejor humormiró fijo alrededor

y preguntó: "¡Eh, vasallos!¿De quién son estos caballos?"

Iván, los brazos en jarras,con la cachaza de marras,respondió de mala gana,inflado como una rana:

"Son los dos, rey y señor,de un seguro servidor".

"¿Me los vendes?" "Pues verás Te los cambio taz a taz".

"¿Pides mucho por los potros?""Más te pedirían otros.

Diez veces cinco almorzadasde monedas acuñadas".

"Es decir, serán cincuenta,si no saco mal la cuenta".

"De plata de buena ley".

Ordenó pagar el reyy, magnánimo, en un pronto,

seis rublos regaló al tontoa más de lo convenido.

¡Era el rey muy desprendido!

Se llevaron los caballosseis corpulentos vasallosrecargados de galones,

con hermosos cinturonesy fustas de tafilete,

todos de rubio copete.Mas los potros, en un vuelo,

los derribaron al suelo

y en menos que ladra un canfueron en busca de Iván.

Regresó el rey al mercadoy le dijo, disgustado:

"No consienten tus dos potrosque se les acerquen otros.

Vas a vivir en la corte.Allí tendrás otro porte,

vestirás como un marqués,comer, comerás por tres De mi cuadra dispondrás

tú solito, y nadie más.¡ Doy mi palabra de honor!

¿Te hace el trato?" "Sí, señor.Voy a vivir en la corte,

y en ella tendré otro porte.Vestiré como un marqués,

comer, comeré por tres,y en la cuadra de mi rey,

mi palabra será ley.Es decir, yo, labrador,

seré ahora un gran señor.¿Quién lo había de decir?

Está bien, iré a servir.Pero, ¿sabes a quién tomas?

No tolero malas bromasni que me turben el sueño.¡En eso no admito dueño!"

Con los caballos, despacio,se fue Iván hacia palacio.De su flauta al dulce son

bailaban el cotillónlos dos potros, y el potrillo

zapateaba el muy pillocon tanta gracia y salero,

que asombraba al mundo entero

Mientras tanto, los hermanosel dinero ya en sus manos

bebieron vino sin tasay se marcharon a casa..Se repartieron la plata,

se casaron cosa gratay comían miel con pan,recordando al tonto lván

Dejemos a los hermanosfelices, ricos y sanos

para contar lo que hizoIván el caballerizo:

cómo por duende pasó;cómo su pluma perdió;

cómo, astuto, atrapó luegoun gran pájaro de fuego;cómo a una niña preciosa

raptó como si tal cosa;cómo dio con un anillometido en un cofrecillo;

cómo fue, con todo ardor,en el cielo embajador

y, haciendo una obra buena,desencantó a una ballena;cómo, gracias a sus dones,

salvó treinta embarcaciones;cómo no murió cocido

y se hizo un mozo garrido.En breve: vais a sabercómo rey llegó a ser.

SEGUNDA PARTE

"Una cosa es charlar y otra cosa trabajar"

Del Iván las aventurascontaremos sin premuras.

Escucha con atención,comienzo la narración.

Las cabras al mar se fueron;las montañas se movieron;

un caballo prodigiosovoló al cielo presuroso;

sobre el bosque, negra nubebaja abajo, arriba subey, rozando las estrellas,

lanza truenos y centellas.

Esto no es aún el cuento;vendrá luego, escucha atento.

Una isla hay en el marque nadie puede encontrar.Y en la isla, en un cedral,

en su ataúd de nogalyace una niña, un primor;

allí canta el ruiseñor,y en barrancas y loberas

buscan su botín las fieras.Esto no es aún el cuento;

vendrá luego, escucha atento.

Ya recordaréis, hermanos,buenos y fieles cristianos,

que nuestro Iván, muy despacio,encaminose a palacio

con los potros y el potrillo.¡Qué suerte que tuvo el pillo!

Allí, en la cuadra real,se sentía un general,

y en sus horas de vigiliano pensaba en la familia.

¿Y quién hubiera pensado,viviendo como un prelado?

Tenía cuanto quería:botas, gorros, lencería ,Casi diez arcas repletas

de jubones, chamarretas

Dormía como un lirón,comía hojuelas, salmón

En fin, es cosa sabidaque se daba la gran vida.

Pasó cierto tiempo, y, luego,se dio cuenta un palaciego

Hay que decir que antes erajefe de la cuadra entera.

Por eso todo su afánera vengarse de Iván

y se juró que un buen díade palacio lo echaría.

Pues bien, se fingió el bribónsordomudo y cegatón,

diciendo para su sayo:"¡Ni Cristo te salva, payo!"

En fin, notó el palaciego,fingiéndose medio ciego,que a los caballos Ivánno consagraba su afán,

pero había allí dos potrosmás lucidos que los otros:

las grupas siempre lavadas,las crines muy bien trenzadas,

el copete recogido,y el lomo limpio, bruñido.En sus pesebres el grano

se veía muy lozano,y en sus tinajas había

aguamiel fresca, del día.

"¡Aquí hay gato en el talego!alarmose el palaciego.¿No vendrá acá, de allende,

algún trasgo o algún duende?

¡Estaré alerta! Si es cierto,le colgaré al tonto el muerto,y, si me vienen bien dadas,

lo echarán de aquí a patadas.

Seré el último pendejosi no denuncio al Consejo

que Iván el caballerizoestá urdiendo algún hechizo;que es un brujo y un infiel,

un perro lleno de hiel;que él y el demonio son uno;que nunca observa el ayuno

y se santigua al revés,como gran hereje que es".

Aquella noche el malvado,con todo muy bien tramado,montó traidor la emboscadabajo un montón de cebada.

Medianoche era por filo,y, con el alma en un hilo,

el ruin miraba arteropor un pequeño agujero.

"Y si el duende ¡Madre nuestra !"La puerta chirrió siniestra,

piafó fuerte un alazán,y sin prisas, entró Iván.

Echó el cerrojo con tientoy del gorro, muy contento,

sacó cuidadoso luegola pluma de luz y fuego,

envuelta, con gran amaño,tres veces en blanco paño.

Tal fue la luz al instante,que a poco aquel intrigante

no deja escapar un grito.

Tanto temblaba el maldito,que el grano se desprendíadel montón que lo cubría.

Pero el trasgo, descuidado,dejando su pluma a un lado,

ya los caballos mimaba,cepillaba, acariciaba

Peinándolos con esmero,cantaba como un jilguero.

Mientras tanto, hecho un ovillo,con un ojo mira el pillo

las hazañas del "fantasma"y, tembloroso, se pasma.

Ve a un fornido mocetón,ni cornudo ni rabón,de melena rubia, lisa,

con cintas en la camisay botas de cordobán.

¡Anda, lo mismo que Iván!

Mira otra vez el maldito,mira fijo, de hito en hito

"¡Vaya, vaya con Iván!barbotó aquel perillán.Ya verás si el rey se entera

de qué oculta tu bobera.

Mañana, amigo, verás.¡Todas me las pagarás!"

El pobre Iván ignorabael mal que le amenazabay seguía muy afanado,

cantando a grito pelado.

Las dos tinajas, después,las llenó en un dos por tres,

y los pesebres, ufano,los colmó del mejor grano.

Bostezó cansado luego,guardó la pluma de fuego,se tendió, agarró el sueñoy quedose como un leño.

Cuando apuntaba ya el díala oreja aguzó el espía,

y al ver al mozo dormido,como un árbol abatido,

se arrastró de su escondrijolo mismo que un lagartijo

y la pluma le robó.

¡Adivina quién te dio!

Cuando el rey abrió los ojosvio ante él, puesto de hinojos,

al taimado cortesano,que le besaba la manoy, con voz de chirimía,muy humilde le decía:"Me tomo la libertad,

perdone Su Majestad,de rogarle que me escuche".

"Está bien, vacía el buchedijo el rey con un bostezo,

mas habla sin aderezo.

Si me vienes con mentiras,te arranco la piel a tiras".

Inclinando su testuz,dijo el otro: "¡Por la cruz

te juro, mi Majestad,que cuanto digo es verdad!

Iván te oculta un tesoroque es más precioso que el oro:

aunque se finge un borrego,tiene una pluma de fuego "

"¿No me engañas? ¡Maldición!¡Cómo siendo un ricachón !

¡Espera, ruin, malvado!¡Vas a morir empalado!"

El astuto cortesanodice presto al soberano:"Eso no es todo, señor,

pues se jacta ese impostorde que él, simple labriego,puede un pájaro de fuego

sumar a tus muchos bienes.Basta con que se lo ordenes".

Dijo esto el muy taimadoy, en tres pliegues doblegado,

acercose al soberano,la pluma ardiendo en la mano.

La barba el rey se atusaba,le chorreaba la baba,

y, con la risa en el buche,la pluma en un bello estuche

guardó a la vez que decíacon impaciente energía:

"¡Rápido! ¡Corriendo! ¡Pronto!¡Traedme en seguida al tonto!"

Fueron en busca de Ivánseis pajes y un chambelán,mas cayeron en montón,al chocar en un rincón.

Viéndoles con tanta prisa,reventaba el rey de risa.

Para agradar al señory ganarse su favor,

los cortesanos, al vuelo,volvieron a echarse al suelo.

El monarca, alborozado,les dio un manto de brocado.

Todos, tras el chambelán,fueron a llamar a Iván,sin permitirse esta vezrepetir lo del traspiés.

A la cuadra al poco entrarony a nuestro Iván cocearon,

para sacarle del sueño,cual si fuera el pobre un leño.

Pero Iván, el angelito,roncaba como un bendito.Por fin, uno, más pelmazo,

le propinó un escobazo.

"¿Qué gentuza me despierta?dijo Iván, ya en pie y alerta.

Si echo mano de la vara,me la pagaréis bien cara.

¿Quién sois para despertarme?¿Es que queréis que la arme?"

Los otros, por si las moscas,dijeron con voces foscas:

"¡Es el rey quien lo ha mandado,y cumplimos su recado!"

"¿El rey? En cuanto me vistame tendréis ante su vista",

dijo a los otros Iván,

se puso su cafetán,se apretó el cinto en un vuelo,

se lavó, se alisó el peloy, con la vara en la mano,

los siguió muy campechano.

Iván se presentó al rey,se inclinó, como era ley,y preguntó con enfado:

"Di, ¿por qué me han despertado?"

El rey, entornando un ojo,vociferó con enojo,

levantándose: "¡Chitón!,y respóndeme, bribón:

¿Cómo has tenido valorde ocultar a tu señor

lo que es suyo, desde luego,la pluma de luz y fuego?

¿Soy el rey o un cortesano?Responde presto, villano".

Contesta Iván con presteza,ya la manta a la cabeza:

"Decírtelo me da engorro,pero ¿te he dado mi gorro?

¿Eres, acaso, adivino?

Puedes, si pierdes el tino,propinarme una patada,

¡de esa pluma no sé nada!"

"¡Mira que lo pagas caro!"

"Te lo he dicho ya bien claro:¿De dónde voy a sacarese portento sin par?"

El rey saltó de su lechoy al punto pensado y hecho

abrió la arqueta preciosacon la pluma luminosa.

"¿Te refresco la memoria?¡No tienes escapatoria!

¿Esto qué es? ¿Vas a negar?"Iván se puso a temblar

y dejó caer el gorro.

"Habla, no seas ceporro,mira que será peor "

Dijo Iván: "¡Perdón, señor!

¡Haz que me rajen a tirassi te digo más mentiras!"

Encendidas las mejillas,cayó el bobo de rodillas.

"Por ser la primera vez,te perdono, ya lo ves

dijo el rey, mirando fiero.Sabe Dios que, si yo quiero,como me saques de quicio,puedo hacer un estropicio

y rebanarte la testa.Pero espero tu respuestapara resolver ya luego.

Dices que un ave de fuegopuedes traer a la corte

a poco que eso me importe.Mira, no te hagas el bobo,

porque te cuelgo de un pobo"

Levantose Iván del sueloy puso el grito en el cielo:

"Lo de la pluma sí es cierto,pero así me caiga muerto

si es, señor, que no deliras.¡Todo eso son mentiras!"

El rey rugió enfurecido:"¿Me contradices, bandido?

Si en el transcurso de un mesno tengo el ave a mis pies,ni aun en el fondo del mar

te lograrás ocultary morirás empalado.

¡Largo de aquí!" Desolado,

Iván buscó a su potrillo,llorando como un chiquillo.

El potrillo, al verle entrar,quiso ponerse a bailar,

mas le oyó llorar y, a poco,casi él mismo suelta el moco

y le preguntó al instante:"¿Por qué estás de mal talante?

No te calles, tontilón,ábreme tu corazón.

A todo me tienes presto.¿Estás, acaso, indispuesto?

¿Has caído en desfavor?¿Alguien te infunde temor?"

Dijo Iván, en un resuello,abrasándose a su cuello:

"¡De mi suerte yo reniego!Pide un pájaro de fuego

su graciosa Majestad.¿No ves qué calamidad?"

"Comprendo tu gran pesary lo puedo remediar.

Si me hubieras hecho caso,no habrías dado el mal paso.

Cuando la pluma cogiste,yo te dije, y no me oíste:

Mira, Iván, no la levantes,piénsalo cien veces antes,

traerá mil sinsaboresesa pluma de colores.¿Ves ahora, tontilón,que tenía yo razón?

Pero mira, la verdades que no hay dificultad.Lo difícil vendrá luego.

Ve ante el rey y, con sosiego,dile lo que yo te digo:

`“Dame, señor, blanco trigoy vino, treinta cuartillos,para llenar dos lebrillos.

Apresúrate, señor,quiero que el primer alborme sorprenda ya montado

en mi potro jorobado'".

Se presentó Iván al rey,se inclinó, como era ley,

y le soltó de corrida,como cosa muy aprendida:"Escucha lo que te digo:

Dame, señor, blanco trigoy vino, treinta cuartillos,para llenar dos lebrillos.

Apresúrate, señor,quiero que el primer alborme sorprenda ya montado

en mi potro jorobado".

Dispuso el rey, decidido,que a Iván dieran lo pedido

y le deseó, muy fino,que tuviera buen camino.A la mañana siguiente,el potrillo, diligente,

despertó con prisa a Iván:"¡No ronques más, haragán!"

Iván, aún soñoliento,recogió con mucho tientoel trigo, los dos lebrillos

y el vino, treinta cuartillos.Luego, tomando una hogaza,

montó con toda cachazay partió, malhumorado,

a cumplir con el mandado.

Después de siete jornadaspor barrancos y cañadas,el potro, cual si tal cosa,llegó a una selva fragosa

y dijo a Iván, agorero:"Verás ahora un calvero,y en el calvero un alcor

de plata de la mejor.Se abre por allí caminoun reguero cristalino,y a eso de la alborada,

los pájaros, en bandada,a él vienen a beber.

¡Allí los podrás prender!"

Salieron de la espesura.¡Santo Cristo, qué hermosura!

Tenía el denso verdorde la esmeralda el color

y el vientecillo, al soplar,lo hacía tornasolar.

Lo esmaltaban bellas flores,de perfumados olores.Erguíase en el calvero,a la orilla del reguero,

un alcor de gran altura,todo él de plata pura.

La luz del Sol veraniegolo encendía con su fuego,

y ardía todo el alcorcon deslumbrante esplendor.

Aquí un bote, allá un salto,llegó el potrillo a lo altopor la empinada ladera

y detuvo su carrera.

"Ya viene la noche, Ivánmusitó con todo afán.

En este lebrillo, digo,mezclas el vino y el trigo,y bajo el otro te emboscas.

Eso, Iván, por si las moscas.

A ver si te las apañas,¡no mires las musarañas!

Por filo de la alborada,los pájaros, en bandada,vendrán a picar el grano.Entonces échale mano

al que se ponga a tu alcance,atrápalo a todo trance

sin pararte en miramientosy grita a los cuatro vientos.

Me tendrás, Iván, al ladoapenas hayas gritado".

"¿Y si me abraso el pellejo?dijo Iván, con triste dejo.

¿Acaso me ponga guantes,por si queman los tunantes?"

Desapareció el potrillo,y debajo del lebrillo

quedó el tonto inmóvil, yerto,como si estuviera muerto.

De pronto rompió el negrorde la noche en el alcorun resplandor que lucía

como el Sol al mediodía,y los pájaros de fuego,

comían con gran sosiegola mezcla de trigo y vino,para ellos manjar divino.

Engulléndose la risa,pensaba Iván de esta guisa:

"¡Cuántas aves! ¿Quién las cuenta,cuando pasan de cincuenta?

Merecería la penaatrapar una docena.

Seguro que cada unavale toda una fortuna.

¡Y por Dios que son bonitas,tienen rojas las patitas!

Qué colas tan peregrinas,se ve que no son gallinas!

¡Y cuánta luz hay en torno!¡Como en la boca de un horno!"

Luego, Iván, de su escondrijo,salió como un lagartijo

y, con la mayor destreza,echole mano a una pieza

y gritó a grito pelado:"¡Eh, potrillo, la he cazado!"

El caballito, al instante,se encontraba ya delante

y decía complacido:"¡Bravo, mi amo, te has lucido!

Mete el ave en el talego,átalo muy fuerte luego

y a casita, que ya es horade regresar sin demora".

Responde Iván con cachaza:"Deja que espante la caza.¡Me marcan ya los gritos

de estos pájaros benditos!"

Después, en menos de nada,ahuyentó a la bandada,

que levantó presta el vueloy fue a perderse en el cielocon su encendido arrebol,fundiéndose con el Sol.

Gritábale Iván en pos,berreando a toda voz,y braceaba, contento,

como un molino de viento.

Amo y potrito, por fin,recogieron su botín

y, comentando el suceso,emprendieron el regreso.

Llegaron presto a la villa.

"¿Cazaste esa maravilla?",preguntó el rey impaciente,

y miró a su confidente,que temblaba, el muy felón,

recogido en un rincón.

Respondió Iván arrogante:"¡Pues claro que le eché el guante!"

"¿Dónde está?" "¡Espera, amigo!Hay que cerrar el postigo.

No la verás, te lo juro,mientras todo no esté oscuro".

Corrieron dos escuderosy cerraron los maderos.

Entonces, Iván, sin priesa,dejó el talego en la mesa,

y exclamó: ¡Una, dos, tres!¡Sal, gallino, de una vez!"

Llenó la alcoba al instante,un resplandor deslumbrante.

Gritó el rey, lleno de espanto:

"¡Fuego! ¡Fuego! ¡Padre Santo!¡Eh, que vengan los bomberos!¡Agua! ¡Agua! ¡Majaderos!"

Dijo Iván, muerto de risa:"¿A qué, señor, tanta prisa?

Es el pájaro de fuego,que ha salido del talego.

¿Ves qué bicho te he traídopara verte divertido?"

Respondió el rey muy contento:"Eres, Iván, un portento

y quiero premiar tu esmero.¡Te nombro palafrenero!"

Al ver aquello, el espía,que de envidia se moría.

dijo para su capote:

"Las pagarás, pasmarote.No desespero de verteengañado por la suerte,

y otra vez, por Dios lo juro,te meteré en un apuro".

Al cabo de una quincena,terminada ya la cena,

sentados junto a la lumbre,como era su costumbre,los criados de palacio

platicaban muy despaciobebiendo, de un gran bidón,

aguamiel a discreción.

De pronto dijo un criado,bostezando adormilado:

"Hoy me ha dejado el vecinoun libro muy peregrino.

Sólo tiene cinco cuentos,pero son cinco portentos.

¡Qué historias tan prodigiosas!¿Cómo ocurren tales cosas?"

"Cuenta, cuenta ya, sin más",lo atosigan los demás.

"Pues decidme cuál queréis.Son cinco, como veréis.

El primero es de un castor,el segundo, de un pastor,

el tercero ¡No me acuerdo! ¡Ah, sí, de un niño muy cuerdo!Habla el cuarto de un marqués,y el quinto veréis de qué es

No acabo de recordarlo ¡Cómo he podido olvidarlo! "

"Déjalo". "¡Ahora! ¡Espera!""¿De una niña casadera?"Sí. La historia prodigiosade una niña primorosa.

Bien, decid, dispuesto estoy,¿qué queréis que cuente hoy?"

"Lo de la niña. ¿No ves,acaso, nuestro interés?

¡Fuera reyes y querellas,háblanos de niñas bellas!"

Comenzó el cuento el criado,diciendo muy mesurado:

"Sabréis, queridos hermanos,que hay en países lejanos

un mar fosco y traicionero,donde manda el turco fiero.

De las tierras de cristianosno hubo nobles ni villanos

que lograran navegarpor ese maldito mar.

Los mercaderes extrañoscomentan desde hace años,que vive allí una doncella

hermosa como una estrella.

Diz la gente que es hermanadel astro de la mañanay que tiene la fortunade ser hija de la Luna.

Surca la mar encrespadaen una barca dorada

y canta dulces canciones,arrancando bellos sones

a su laúd encantado,todo de gemas cuajado "

Levantándose furtivocorrió a palacio, muy vivo,

el malvado cortesanoy, besando al rey la mano,

muy humilde le decía,con su voz de chirimía

"Me tomo la libertad,perdone Su Majestad,

de rogarle que me escuche".

"Está bien, vacía el buchedijo el rey con un bostezo,

mas habla sin aderezo.Si me vienes con mentiras,te arranco la piel a tiras".

Soltó la bestia dañina:

"Hoy, en tu real cocina,por tu salud se brindaba,

mientras alguien nos contabala historia maravillosade una niña primorosa.

Pues bien, tu palafrenerojuró testarudo y fiero

que atraparla allá en el marera coser y cantar".

Se retiró el muy bandido,y el rey gritó enardecido:

"¡Rápido! ¡Corriendo! ¡Pronto!¡Traedme en seguida al tonto!"

Fueron en busca de Ivándiez pajes y un chambelán

y, como tenían prisa,lo llevaron en camisa.

Dijo el rey: "¡Ya veo, Iván,que no agradeces mi pan!Sé que has jurado a porfía

que muy fácil te sería,como coser y cantar,

traer la niña del mar"

"¿Quién ha sido ese embustero?barbotó el palafrenero.

Soltar eso no he podidosiquiera estando dormido.

Puedes decir lo que quieras,pero ¿lo crees de veras?"

Rugió el rey, ya desquiciado:"¿Me contradices, malvado?Si en el transcurso de un mes

no está la niña a mis pies,

ni aun en el fondo del marte lograrás ocultar

y morirás empalado.¡Largo de aquí!" Desolado,

Iván buscó a su potrillo,rascándose el colodrillo.

El potrillo, al ver a Iván,le preguntó con afán:

"¿Por qué vienes tan mohíno?¿Te picó un bicho dañino?¿Has caído en desfavor?

¿Alguien te infunde temor?"

Dijo Iván, en un resuello,abrasándose a su cuello:

"No es para menos la cosa.

Una niña primorosame pide Su Majestad.

¿No ves qué calamidad?"

"Comprendo tu gran pesary lo puedo remediar.

Si me hubieras escuchado,no estarías apenado.Pero mira, la verdad,

es que no hay dificultad.Lo difícil vendrá luego.Ve, Iván, y, con sosiego,dices al rey de corrida:

"Si es que quieres ver cumplidala difícil encomienda,

haz que me den una tienda,toda de flores bordada,

fruta, dulces, mermelada,una vajilla de plata

y dos paños de escarlata".

Se presentó Iván al rey,se inclinó, como era ley,

y le dijo de corrida:

"Si es que quieres ver cumplidala difícil encomienda,

haz que me den una tienda,toda de flores bordada,

fruta, dulces, mermelada,una vajilla de plata

y dos paños de escarlata".

"¡Así me gusta la gente!",dijo el rey, condescendiente,

y dispuso, decidido,que a Iván dieran lo pedido,

deseándole, muy fino,que tuviera buen camino.

A la mañana siguiente,el potrillo, diligente,

despertó con prisa a Iván:"¡No ronques más, haragán!"

Iván, aún soñoliento,recogió con mucho tiento,

para cumplir su encomienda,los manjares, y la tienda,

y la vajilla de plata,y los paños de escarlata.

Luego, tomando una hogaza,montó con toda cachaza

y partió, a la carrera,tras la niña marinera.

Después de siete jornadaspor barrancos y cañadas,el potro, cual si tal cosa,llegó a una selva fragosa

y dijo sin descansar:"Por aquí se llega al mar,donde vive, no te engaño,

esa niña todo el año.

Sólo dos veces, no tres,pisan la orilla sus pies.Mañana, al amanecer,

tú mismo la podrás ver".El potrillo, al terminar,

trotó veloz hacia el mar,donde las blancas cabrillas

corrían en volandillas.

Apeose Iván ligero,y dijo el potro agorero:

"Para cumplir tu encomiendamonta en seguida la tienday en el mantel de escarlata

pon la vajilla de platapara ofrecer el yantara la bella flor del mar.

¡A ver si te las apañas,no mires las musarañas!

¿Ves la barca? ¡Date priesa!¡Ahí viene la princesa!

Déjala entrar en la tienda,deja que coma y se tienda,y cuando empiece a tocar,no se te ocurra escuchar.

Entra corriendo en seguida,agárrala, tenla asida

sin pararte en miramientosy grita a los cuatro vientos.

Estaré, Iván, a tu lado,apenas hayas gritado.

Ten cuidado, mi señor,y mantente ojo avizor.¡Si la dejas escapar,

lo tendrás que lamentar!"

Desapareció el potrillo.

Iván, sacando un cuchillorajó con prisa la tela,

presto a hacer de centinela.

Llega por fin la barquilla,la niña salta a la orilla,

entra en la tienda y, rendida,la emprende con la comida.

"¿Por qué se dice en el cuentoque esta niña es un portento?razona el palafrenero.

Para mí yo no la quiero.¿A quién puede hacer feliz,

si parece una lombriz?

¡Y qué patitas tan finas!¡Lo mismo que las gallinas!

¡Aunque dicen que es muy bella,no cargaría con ella!"

La niña, en el pabellón,tocaba con dulce son,

y su voz, tierna, sedante,dejó dormido al instante

a Iván el palafrenero,sentado ante el agujero.

El Sol se ponía lentocuando el potrito, violento,

dio una coz a su señor,gritándole con furor:

"¡Duerme, duerme, papanatas,que te cuelguen de las patas!

¿Quieres morir empalado?"

Iván lloró desoladoy pidió al potro perdón

por su necia distracción:

"¡Perdona a tu amigo Iván,pondré otra vez más afán!"

"Dios te perdone, bendito,le contestó el caballito.

Todo se puede arreglar,mas no vuelvas a roncar.Mañana por la mañanavendrá la niña galanaen su barquilla doradaa probar la mermelada.

Como te quedes dormido,puedes darte por perdido".

.El potro volvió a ocultarse Iván, sin apresurarse,

fue recogiendo, en cuclillas,púas, tachuelas y astillas para con ellas pincharse

si volvía a amodorrarse.

A la siguiente mañanallegó la niña galana,

abandonó su barquillaen la arena de la orilla,

entró en la tienda y, rendida,la emprendió con la comida

Dio fin la niña al yantar,se puso luego a tocar,

y su voz, tierna, sedante,dio sueño a Iván al instante.

"¡Te equivocas, condenada!¡Esta vez estás copada!¡No te dejaré escapar,

no me podrás engañar!",pensó Iván y, presuroso,

la asió de su pelo hermosoy gritó a grito pelado:

"¡Eh, potrito, la he atrapado!"

Presentose el caballito,al oír del tonto el grito,y le dijo complacido:

"¡Bravo, mi amo, te has lucido!

Monta y sujétala fuerte!¡Has tenido buena suerte!"

Regresaron a la corte.

El rey, con adusto porte,disimulando su priesa,salió a ver a la princesay, tomándole la mano,

la hizo pasar muy ufano

a su real aposento.Después ofreciole asientobajo un dosel muy lujoso

y, mirándola amoroso,le dijo con voz melosa:

"Sé mi mujer, niña hermosa.Una mirada ha bastadopara sentirme flechado.

¡Tus pupilas, de gacelame tendrán de noche en vela

y me harán soñar de día,mi tormento, mi alegría!

Di que sí, niña galana,y nos casamos mañana".

Pero la niña bonitano quiso abrir su boquitay le dio la espalda al rey,

que, tan manso como un buey,no salió de sus casillasy se postró de rodillas.

Oprimiéndole la mano,le decía casquivano:

"¿Acaso te ha disgustadoverme tan enamorado?

¡Suerte triste y desdichada!"

Dijo la niña encantada:

"Tres días te puedo darpara encontrar en el marun anillo que he perdido,

si quieres ser mi marido "

"¡Traedme en seguida a Iván!",gritó el rey como un gañán,

y estuvo a punto, en un pronto,de ir él mismo por el tonto.

Se acercó Iván receloso.

El rey se volvió, imperioso,mas le dijo zalamero:"Escucha, palafrenero.La niña, por un azar,

perdió su anillo en el mar.Si lo encuentras, mi favorhará de ti un gran señor".

"Pero ¿Acaso no ves,que no puedo con los pies?

¡Hoy acabo de llegary otra vez de vuelta al mar!",

dijo el tonto disgustado.

El rey le gritó enojado,con rabiosa pataleta:

"¡Silencio! ¡La lengua quieta!¡Quiero casarme, so tonto,

así que regresa pronto!"

Iván salía con priesa,mas le dijo la princesa:

"Cuando vayas hacia el marno te olvides de pasar

por mi torre de platino,que está a mitad de camino,

y dile a mi madre amadaque estoy ya desesperadaporque su faz luminosase me oculta caprichosa.

Pregunta por qué mi hermano,siempre alegre y campechano,

no mira ni de soslayo,no me envía ningún rayo;

por qué la cara se tapacon esa sombría capa.

No te olvides"…. "Bien, mi vida,lo diré, si no se olvida.

Pero mira, niña hermosa,pongamos clara la cosa:

explícame, simple y llano,quién es tu señor hermanoy quién tu madre querida".

Dice la niña en seguida:

"Yo tengo, Iván, la fortunade ser hija de la Luna

y también de ser hermanadel astro de la mañana".

Terció el rey: "Te doy tres días.¡Y basta de letanías!"

Iván buscó a su potrillo,rascándose el colodrillo.

El potrillo, al ver a Iván,le preguntó con afán:

"¿Por qué vienes tan mohíno?¿Cruzó un gato tu camino?"

Respondiole Iván sombrío:"Ayúdame, amigo mío.

Con la niña, esa lombriz,el rey quiere ser feliz

y otra vez me envía al mara ver si puedo encontraren el fondo una sortija

que perdió esa lagartija.

Además, la caprichosa,ha requerido otra cosa:

que me pase, de camino,por su torre de platino

y diga al Sol y a la Lunaque les desea fortuna "

Dijo el potro: "La verdad,es que no hay dificultad.

Lo difícil, tontilón,te espera en otra ocasión.

Ahora, Iván, debes dormir,que mañana hay que partir".

A la mañana siguiente,nuestro Iván, muy diligente,

se puso ropa de abrigo,montó a lomos de su amigo

y partió hacia el verde mar ¡Uf! ¡Dejadme descansar!

TERCERA PARTE

"Es Makar un gran señor y era antes labrador"

Ta-ra-ra-rí, ta-ra-rá¡¡Ve a saber qué pasará!

Los caballos se escaparon;los labriegos los cazaron.Toca un cuervo la bocinaen la rama de una encina;

si se cansa de tocar,se pone el cuervo a contar:

"Éranse, debéis saber,un marido y su mujer.El hombre zapateaba,la mujer lo jaleaba,

y se estaban de jaranaseis días cada semana".

Esto no es aún el cuento;viene luego, escucha atento.Una mosca, en la ventana,canta de buena mañana:

"¡Una noticia casera!

La suegra pega a la nuera;al palo del gallinero

la amarra con gran esmero;luego la deja descalza

de un zapato y una calza,para que tema los cardos

y no ande a picos pardos".

En fin, ya llega el momentode comenzar nuestro cuento.

Pues bien, dejamos a Ivángalopando con afán

a lomos de su potrillopara buscar el anillo.

En la primera jornada,dos mil leguas, como nada,

cubrieron sin descansar,y ya muy cerca del mar

dijo el potro, preocupado:"Sé, mi amito, ponderado.

Dentro de muy poco, espero,llegaremos a un calvero.

Verás que en la mar serenahay tendida una ballena.

Mucho sufre la cuitada,del porqué no está enterada

y pedirá con porfíaque tú ante el astro del día

solicites su perdón.

Promete sin dilaciónatender su justo ruego

y cumple lo dicho luego".

Llegan a la mar serenay ven allí a la ballena

tendida entre las orillas,con tapias en las costillas.

En su cola rumoreadenso pinar, y una aldea,

pintoresca como un cromo,se extiende sobre su lomo.

En su labio, el inferior,surcos abre un labrador;entre medio de sus ojosbailan chicos pelirrojos,y unas niñas pizpiretas

en su nariz buscan setas.

El potrillo, presuroso,galopa sobre el coloso,que suspira con pesar,abriendo de par en parsu descomunal bocaza,y dice con mustia traza:

"¡Buen viaje, caballeros!¿A dónde van tan ligeros?"

"Vamos directos a Oriente,donde mora el Sol naciente,por encargo de su hermana,

una niña muy galanaque vive en la capital",dice el potro al animal.

"¿No me harían el favor,si ven al Sol, mi señor,

de preguntarle hasta cuándovoy a estar aquí penando

y qué males cometípara ser tratada así?"

"¡Descuida, no tengas pena!",grita Iván a la ballena.

Implora el pez muy ansioso,suspirando pesaroso:

"¡Ten la bondad, buen amigo,ponle fin a mi castigo!Si deshaces el conjuro,

seré tu esclava, lo juro "

"¡Descuida, no tengas pena!",grita Iván a la ballena.

Salta el potrillo a la orillaligero como una ardilla,y un dorado torbellino

va siguiendo su camino.

No podría dar razónde los días que el simplón

cabalgó en su monturapor el llano y la espesura.

Lo que sí sé de seguro,y si queréis os lo juro,es que llegaron por fin

al recóndito confíndonde la tierra y el cielose acarician sin receloy las niñas aldeanas,

tan lindas y tan galanas,con sus ruecas hilan lino

en el azul cristalino.

Se despidió Iván del suelo,se vio de pronto en el cielo,

y volaba alborozado,con el gorro ladeado.

"¡Qué maravilla, Dios santo!decía al potro entretanto,

en el azul infinito.Nuestro reino es muy bonito,

mas ¿se puede compararcon belleza tan sin par?

La tierra es fea y oscura,mientras que aquí, en esta altura,

veo campos azuladosde limpia luz anegados

Mira, ¿no ves en Orienteuna aguja reluciente?

Debe ser la capitalde este reino celestial"."Es la torre prodigiosade la niña primorosa

dice el potro jorobadoAhí duerme el Sol dorado

durante la noche fríay ahí la Luna, de día,

descansa en fresca penumbramientras el Sol nos alumbra".

Llegan ambos al portalcon columnas de cristalde abajo arriba rizadas,

como serpientes doradas.

En lo alto hay tres estrellas,y en rosaledas muy bellas

plantadas alrededorcantan al primer albor,en un roble y un aliso,seis aves del paraíso.

Cinco estrellas, con su luz,bordan una bella cruzen el azul firmamento.

¡Virgen Santa, qué portento!

Iván se apea ligeroy, cumplido caballero,a la Luna dice presto,

muy comedido y modesto:"Permita que, por de pronto,

la salude Iván el tontoy recuerdos le transmitade una niña muy bonita".

"Anda, pasa, toma asientodice la Luna al momento.¿Por qué has venido al azur?

¿Por qué has corrido ese albur?Cuéntame dónde has nacidoy explica cómo has venido.

Dime la verdad, galán.¿Cómo te llamas? ¡Ah, Iván!"

"Soy de la Tierra terrena,de un país de gente buena,que va a misa y come pandice, sentándose, Iván.

He cruzado el mar de priesapor orden de la princesa,

que me mandó te dijera ¿Cómo es eso? ¡Espera, espera!

"Transmite a mi madre amadaque estoy ya desesperada

porque no me deja versu fiz su faz ¡ve a saber!

Pregunta por qué mi hermano,siempre alegre y campechano,

no mira ni de soslayo,no me envía ningún rayo;

por qué la cara se tapacon esa sombría capa.

La moza es un pico de oro,pero como no soy loro

puede que me haya tragadogran parte de su recado".

"¿Y quién es esa princesa?"

"¿Quién es? Pues la niña esa que antes vivía en el mary tan bien sabe cantar".

"¡Cuenta, cuenta! ¡Virgen mía!,¿quién se llevó mi alegría?",

gritó la Luna angustiada.

Dijo Iván, como si nada."En eso puse mi esmero.¿Sabes?, soy palafrenero,

y el rey me concedió un mespara ponerla a sus pies,

diciendo que, si marraba,en la plaza me empalaba".

La Luna se echó a llorar,pero no era de pesar.

Abrazada al tontilóndecía con efusión,

llena de viva alegría:"¡Bendito sea este día!

Tan buena nueva has traído,que me has rejuvenecido,

pues a mi hija queridaya la daba por perdida.

Esa fue, Iván, la razónde que en negro nubarrónme envolviera con enojo.

Tres días no pegue ojo.Por eso el Sol cubrió el cielo

con denso y oscuro velo,sin dejar un tragaluz

que diera al mundo su luz.

Lloraba el pobre a su hermana,a nuestra niña galana.

Dime, ¿no sufre mi hija?¿No hay nada que la aflija?"

"Mira, sería divina,si no estuviera en la espina.

Tiene tan estrecho el talle ¡Mejor será que me calle!¿Sabes?, pronto se te casa,y entonces echará grasa.

Quiere el rey ser su marido

Gritó la Luna: "¡Bandido!¡Casarse con una niña,

si es más viejo que la tiña!¡Ni hablar! ¡quedará soltero

ese viejo majadero!

¡No comerá ese bocado!"

Iván dijo, ponderado:

"Me ha pedido una ballenaque la libres de su pena

Está la pobre en el mar,toda llena de pesar,

tendida entre las orillas,con tapias en las costillas.Y me ha rogado, llorosa:

"Saluda a la Luna hermosay pregúntale hasta cuándovoy a estar aquí penando

y qué males cometípara ser tratada así".

"Sufre esa bestia marina,porque sin orden divinase tragó de una sentada

treinta barcos. ¡Casi nada!

Si los devuelve a la mar,Dios la podrá perdonar,se cerrarán sus heridas

y vivirá cien mil vidas".

Iván abrazó a la Luna,deseándole fortuna,y se despidió cortés.

Dijo la Luna a su vez:

"El Sol y yo, amigo Iván,agradecemos tu afán,

pues has puesto mucho celoen llegar pronto hasta el cielo.

Vuelve a la tierra en seguiday di a mi hija querida

que llevas mi bendición.

Alegra su corazón,diciendo lo que te digo:"Está tu madre contigo.

No llores, que con prestezaacabará tu tristeza.

Y no será un cotorrón,sino un guapo mocetónquien te llevará al altar

cuando te quieras casar".

Se inclinó Iván con torpeza,montó al potro con destreza

y con sonoro silbidopartió a galope tendido.

Empezaba a clarearcuando Iván llegó a la mar.

El potrillo, de la arena,saltó sobre la ballena,

que preguntó acongojada:

"¿Por qué no me decís nada?¿Cumplisteis mi petición?

¿Cuándo vendrá mi perdón?"

Gritó el potro jovialmente:

"¡No seas tan impaciente!"

Llegó el potrillo a la aldeay dijo a la gente: "¡Ea!

¡Si queréis salvar la vida,marchaos de aquí en seguida!

¡Al que se quiera quedar,se lo tragará la mar!

Va a ocurrir un gran portentoen este mismo momento.La ballena, con su cola,

levantará una gran ola "

Gritaron los aldeanos:"¡Sálvese quien pueda, hermanos!"

Cargaron en carretonessacos, mundos y cajonesy salieron de estampía.

Antes ya del mediodíaquedó la aldea desierta,

desolada, triste, muerta

El potrillo, presuroso,gritó fuerte al pez coloso:

"Sufres tú, bestia marinaporque sin orden divinatragaste de una sentada

treinta barcos. ¡Casi nada!

Si los devuelves al mar,Dios te podrá perdonar.Se cerrarán tus heridas

y vivirás cien mil vidas".

Gritó el potro: "¡Bien te vaya!",y saltó luego a la playa.

Removiose la ballena,dijo luego: "¡Norabuena!",

alborotó el verde mary se puso a vomitar

treinta barcos marineros,con sus velas y remeros.

El barullo al rey del maracabó por despertar;

disparaban los cañones,y las trompetas sus sones

esparcían altaneras;ondeaban las banderas,

y adustos, graves, sin prisa,los popes cantaban misa

en las treinta embarcaciones:

"¡Gracias;, Señor, por tus dones!"

Los remeros, a la par,se pusieron a cantar:

"Surcan el mar los veleroscon sus bravos marineros,y llegan al fin del mundo,

aunque el mar es muy profundo

Las aguas se alborotaron,los veleros se ocultaron,

y la ballena decía,rebosante de alegría,

partiendo en dos cada olacon un golpe de su cola:

"¿Con qué podría pagaros?¿Con qué, mis amigos caros?¿Queréis conchas nacaradas?¿Queréis perlas engarzadas?¿O bien peces de colores?

¡Mis queridos bienhechores,

no os dé reparo pedir,todo lo he de conseguir!"

"No queremos nada de esodijo Iván con mucho seso.

¿Puedes hallar la sortijaque ha perdido la lambrija

es decir, la niña esaque del mar era princesa?"

"Iván, quiero que me entiendas,a mí no me duelen prendas:

al ponerse el solecilloya tendrás aquí el anillo"

el pez, dijo sin dudar,y bajó al fondo del mar.

Allí, dando coletazossemejaban cañonazos,

reunió a los esturionesy les dijo estas razones:

"Antes del anocheceros ordeno aquí traerla sortija o el anillo

que en un bello cofrecilloha perdido la princesa.

Aquel que se dé más priesaverá pagado su celo.

Pero daré para el peloal que se ande remolón.¡Ese no tendrá perdón!"

Se fueron los esturiones,formados en escuadrones.

Unas tres horas después,dos marones a la vez

se acercan a la ballenapara decirle con pena:

"Perdona, reina del mar,no hemos podido encontrar

ni rastro del cofrecillo.

Sólo el gobio, que es tan pillo,puede cumplir tu encomienda.Ya sabes que anda sin rienda

y conoce cada hoya.

Él daría con la joya,pero ha desaparecido

ese golfo empedernido".

La ballena, disgustada,berreó desaforada:

"¡Encontrad a ese tunantey que venga aquí al instante!"

Los marones saludarony a la audiencia se marcharon

a pedir que, muy estricto,escribieran un edicto

en nombre de la ballenay se tomaran la pena

de atrapar sin dilaciónal condenado bribón.

Veloz, haciéndose cargo,escribió el edicto el sargo.Luego lo firmó el siluro,como siempre tan seguro.

Después, con mucho despejo,le puso el sello el cangrejoy ordenó que dos delfines,

hechos a tales trajines,recorrieran todo el marhasta que lograran dar

con el gobio donde fueray preso, si resistiera,

lo llevaran sin, demoraante la reina y señora.

Los delfines saludarony veloces se marcharon.

Buscan en todos los mares,a pesar de los pesares;buscan en ríos y lagos,

pasando muy malos tragos,pero no ven al bribóny lloran con aflicción,

pues a los dos les da penaamargar a la ballena

En un estanque apartado,

un grito desaforadollamó al pronto su atención.

Torcieron sin dilaciónal lugar del que salía

¡y qué vieron, madre mía!Ante sus ojos, muy cerca,

pegaba el gobio a una perca.

Y gritaron los delfines:"¡Quietos, quietos, matachines!

¡Nos pareció, por las voces,que erais dos monstruos feroces!"

"¡Largaos con viento frescogritó el gobio rufianesco,

que si me sacáis de quiciovoy a armar un estropicio!"

"Eres, mal bicho, un veneno,nunca se te ve sereno,

de la noche a la mañanaandas siempre de jaranay nunca paras en casa.

¡Dios sabe lo que te pasa!

Pero, ¿a qué gastar razonescon rufianes y matones?

En virtud de este decretoquedas preso. ¡Estate quieto!"

Para evitar malas tretas,al gobio de las aletassujetaron los delfines.

El gobio, haciendo mohínes,les decía con calor:

"¡Os lo pido por favor,no interrumpáis la agarrada,

que esa perca condenadame puso ayer, la cerril,

como hoja de perejil! "

El gobio estuvo un buen ratocondenando el desacato.

Pero los delfines, sabios,sellados siempre los labios,

llevaron al tarambanadelante la soberana,

es decir, nuestra ballena,tendida sobre la arena.

"¿Dónde estabas, mal nacido?¡Eres un caso perdido!",

gritó la reina furiosa.

Se ponía mal la cosa,y el gobio, bajó los ojos,hincose presto de hinojos

y reconoció, fingido,que era un borracho perdido.

Dijo entonces la ballena,sin moverse de la arena:

"¡Me pides perdón? Pues ¡sea!Mas te impongo una tarea.

Creo que tu diligenciate ganará mi clemencia".

Dijo el gobio, muy sumiso:¡Cumpliré mi compromiso.

"¿Has visto, acaso, un anillo,metido en un cofrecillo,que la niña primorosa

perdió en la mar proceloso?"

"¿Un anillo ? ¡Ah, ya caigo!¡Ahora mismo te lo traigo!"

"¡No demores la partiday da con él en seguida!"

El gobio, muy decidido,fue a cumplir su cometido.

A una brema, de camino,cortejó galante y fino,

y a unos pobres boqueronesalumbró seis bofetones.

Después, como si tal cosa,se sumergió en una fosa

y dio con el cofrecillodonde se hallaba el anillo.

"¡Cómo pesa el condenado!",exclamó el gobio intrigado

y llamó a los calamaresque había en todos los mares.

Los calamares, a una,probaron todos fortuna,

pero el cofre, ¡maldición!resistía a su tesón.

Por fin, exhaustos, rendidos,se declararon vencidos.

"¡Marchaos de aquí, infelices,porque os rompo las narices!",gritó el gobio con voz ronca,

muy dispuesto a armar la bronca,y luego, sin más razones,

fue en busca de los marones.

En menos de un dos por tres,seis marones a la vezel cofrecillo sacarony ni siquiera sudaron.

Dijo el gobio satisfecho:"¡Vaya, ya está todo hecho!

Llevádselo a la ballena.Yo me tenderé en la arena

para dormir una siesta,que esta noche tengo fiesta".

El gobio, pillo, taimado,se fue al estanque alejado

de donde, pese a sus tretas,sujeto de las aletas

lo sacaron los delfineshechos a tales trajines.

No os diré si el camorristade la perca halló la pista.

Volvamos donde está Iván,esperando con afán.

Tranquilo dormía el mar.

Iván, lleno de pesar,esperaba a la ballena

sentado en la fina arena.

A su lado, el caballitoroncaba como un bendito.

Se iba acercando el ocaso.Poco a poco, paso a paso,

se ponía el bello Sol,envuelto en denso arrebol.

La ballena no llegaba.Iván se desesperaba

y maldecía entre dientes:"¡Ay, mal bicho, así revientes!

Prometiste que el anillotendría ya en el bolsillocuando el día se pusiera.

¡Santo Cristo, qué embustera!¡El Sol se ha hundido en el mar

y tú sigues sin llegar!"

Agitose el mar de pronto,y la ballena ante el tonto

apareció sofocada,diciendo muy ponderada:

"Aquí está lo prometido.Tu ruego queda cumplido".

A continuación la arquillase abatió sobre la orilla.

"Si te hago falta otra vezdijo al buen Iván el pez,me llamas a cualquier hora.

Seré siempre tu deudora,

y toda la eternidadrecordaré tu bondad".La ballena enmudeció,

dio un coletazo y se hundió

Despertose al punto el potro,dio tres saltos, luego otro,

sacudiéndose la arena,y celebró a la ballena:

"Mira, Iván, huelga decirque sabe cómo cumplir.

¡Muchas gracias, ballenita!el potrillo al pez le grita

y luego apresura al tonto:

¡Anda, Iván, vístete pronto!

Han pasado los tres díasde que en total disponías,

y hay que emprender el regreso.

Además, no olvides eso,se muere el viejo de amor"

Responde Iván con calor:

"Yo me daría más priesa,pero hay que ver lo que pesa.

¡Ahí metió la ballenaquinientas almas en pena!

¡Le he dado cuatro empujonesy me duelen los riñones!"

Sin rechistar, el potrillose echó al cuello el cofrecillo

como si fuera una pajay dijo a Iván, en voz baja:

"Monta, Iván, monta en seguida,no perdamos la partida,que la villa está lejana

y el plazo acaba mañana".

Llegó Iván al cuarto día,cuando la aurora nacía.

El rey, de una carrerilla,bajó de la terracilla

y le gritó: "¿Lo has traído?"

Le dijo Iván engreído,saltando de su potrillo:

"¡Ahí está en el cofrecillo!

Pero llama a un regimiento,porque te digo, sin cuento,

que es pequeño el condenado,pero escacha al más pintado".

Llamó el rey a los arqueros,que el cofrecillo, ligeros,llevaron en un momento

a su real aposento.

"¡Tengo tu anillo, lucero!dijo el rey, muy zalamero,

a la niña primorosa,que lo miraba orgullosa.

Ya no hay ninguna razónpara aplazar nuestra unión.

Por eso, niña galana,nos casaremos mañana.Pero dime, ¿puede ser

que el anillo quieras ver?

Lo tengo aquí, en mi palacio".

Dice la niña despacio:"Ya lo sé. Pero te digo

que no me caso contigo".

"¿Por qué, mi sol, mi lucero?¿No sabes cuánto te quiero?

Perdona mi atrevimiento,pero, si callo, reviento:

No me desprecies, mi cieloporque me muero en un vuelo.

¡Compadécete de mí!"

Ríe la niña: "¡Ji, ji!

Tú eres ya un quintañón,cano, feo y barrigón.

Y yo soy como una rosa,fresca, lozana y hermosa.¡Abuelos no casan nietas!¡Harán de ti cuchufletas

todos los reyes del mundo!"

Replica el viejo iracundo:

"¡El que se atreva a reírsepronto habrá de arrepentirse!

¡Su reino devastaré!¡Su linaje extirparé! "

"Pongamos que me he excedido,mas ¿puedes ser mi marido?

Soy linda como una flory tú tan feo ¡Qué horror! dice la niña en un pronto¿De qué te jactas, so tonto?"

Responde el rey, sofocado:"¡Soy viejo, pero templado!¡Si me cepillo y me peino,soy el más guapo del reino!

¡Lo importante es que me case,pase luego lo que pase!"

Dice la niña, severa:"A ver, señor, si se entera

de que tengo decididoque no sea mi marido

cano, viejo, malcarado,barrigón y desdentado".

Se rascó el rey la cabezay musitó con tristeza:

"¿Qué puedo hacer, niña hermosa?Quiero que seas mi esposa,

pero tú, a cada paso,¡no me caso y no me caso!"

"¡Antes este mundo dejoque me caso con un viejo!dice la niña galana.

Me casaría mañanasi fueras, para mi gozo,

un guapo y garrido mozo".

"Debes, niña, comprenderque nadie vuelve a nacer.

Milagros sólo hace el cieloy ya tengo cano el pelo "

La niña dice sonriente:"

Fíjate, si eres valientepodrás rejuvenecer.

Escucha lo que hay que hacer:Mañana, al primer albor,

en la plaza, mi señor,haz que enciendan dos hogueras

y que pongan tres calderas.

La primera hay que llenar,hasta hacerla rebosar,

de agua como el hielo fría,la segunda, de lejía,

y de leche la tercera,hasta que hierva en la hoguera.

Si quieres ser mi maridoy hacerte un mozo garridodebes, señor, desnudarte,

en leche hirviendo bañarte,sumergirte en la lejía

y enjuagarte en agua fría.

Si te das esos tres bañoste quitarás muchos años".

Dice el rey a un chambelánque vaya en busca de Iván.

"¿Otra vez de vuelta al mar?protesta Iván al entrar.¡Narices! ¡Ni a la de tres!

¡Tengo deshechos los pies!"

"Otra cosa es lo que quierole dice el rey, zalamero.

Mañana, al primer albor,en nuestra plaza mayor

encenderán dos hoguerasy emplazarán tres calderas.

La primera han de llenar,hasta hacerla rebosar,

de agua como el hielo fría,la segunda, de lejía,y de leche la tercera,

hasta que hierva en la hoguera.

Debes, Iván, desnudarte,en leche hirviendo bañarte,

sumergirte en la lejíay enjuagarte en agua fría.

Yo quiero pedirte, Iván,que des prueba de tu afány que, desnudo de veras,te bañes en las calderas".

"¿No se te ocurre otra cosa?dice Iván con voz rabiosa.

Sé que escaldan, los lechones,los pavos y los capones.

Pero yo no soy lechón,no soy pavo ni capón.En fin, en el agua fríaun baño sí me daría,

pero no en la leche esa ¿Es que quieres que me cueza?

¡Ya está bien, rey y señor,de embromar a un servidor!"

Rugió el rey, enfurecido:"¿Me contradices, bandido?

¡Si mañana, por maldad,no cumples mi voluntad,ordenaré a mi verdugo

que te haga trizas, tarugo!¡Largo de aquí, descastado!"

Se marchó Iván desoladoy fue en busca del potrillo,llorando como un chiquillo.

El potro, al verle llorar,le preguntó con pesar:

"¿Por qué vienes tan mohíno?¿Cruzó un gato tu camino?

Seguro que el viejo bichoha tenido otro capricho".

Dijo Iván en un resuello,abrasándose a su cuello:

"¡Soy un desgraciado, amigo,el rey acaba conmigo!

Fíjate, se le ha ocurridoque tu Iván muera cocidoen leche hirviendo y lejía.

¿Te das cuenta qué herejía?"

"No te oculto la verdad,grande es la dificultad

y de pasada te digoque te ganaste el castigo.

Por no escuchar mi consejo,puedes perder el pellejo.Te trae esos sinsaboresla plumita de colores

Pero deja de llorar,que yo te sabré salvar.

¡Antes prefiero la muerteque abandonarte a tu suerte!

Escucha lo que te digo,

y no lo olvides, amigo:Mañana, al primer albor,cuando en la plaza mayor

quedes mondo como Adán,dile al rey: "Tu pobre Iván

ha de pedirte un favor.¡No me lo niegues, señor!

“Antes de hacerme caldilloquiero ver a mi potrillo".

El rey tragará la bola,yo sacudiré la cola,y la bañaré en lejía,

leche hirviente y agua fría,luego te salpicaré,un silbido soltaré,

y tú, en un dos por tres,nada en leche como un pez,

salta vivo a la lejíay enjuágate en agua fría.

Anda, tiéndete, mi dueño,que yo velaré tu sueño".

A la mañana siguiente,el potrillo, diligente,

despertó con prisa a Iván:"¡No ronques más, haragán!"

Se rascó Iván la cabeza,bostezando con pereza,santiguose con cachaza

y se fue luego a la plaza.

Hervían ya las calderasencima de las hogueras.

En torno a ellas sentados,pajes, damas y criadoshacían mofa de Iván,esperando con afán

a que el tonto se cocieraen la primera caldera.

Salen la niña y el rey,aclamados por la grey,

para ver cómo el valientese baña en la leche hirviente.

Grita el rey, enardecido:"¡Quítate, Iván, el vestido

y a la caldera, so lelo!"

Se descalza Iván al vuelo,en menos que un gallo canta,

de los pies a la garganta.

Al ver al mozo en porreta,la princesita, discreta,cubre su faz con pudory no mira alrededor.

Iván, ante las calderas,se rasca las dos caderas.

"¿Qué haces, so tonto, parado?grita el rey desaforado.Cumple lo que te he pedido".

Responde Iván, comedido:

"He de pedirte un favor.¡No me lo niegues, señor!"Antes de hacerme caldilloquiero ver a mi potrillo".

Accedió el rey de buen gradoy ordenó al punto a un criado

que el ruego de Iván cumpliera,en seguida, a la carrera.

El potrillo, casi al trote,acercose al pasmarote,mojó la cola en lejía,

en leche y en agua fría,salpicó a Iván y, seguido,dejó escapar un silbido.

Muy pronto, en un periquete,Iván sin miedo se meteen la primera caldera,

la segunda, la tercera Sale de ellas al momento

como el príncipe de un cuento,galán, gracioso, garrido,se pone un bello vestido,

se inclina, como es de ley,ante la niña y el rey,

y queda inmóvil, ufano,con aires de cortesano.

Grita la corte a una voz:"¡Mirad! ¡Milagro de Dios!

¡Por Cristo, cuesta creerque tal pueda suceder!"

El rey, a sus escuderos,ordena dejarlo en cueros,

da un salto, muy decidido,y muere el necio cocido.

La princesa se adelanta,luego la mano levanta

y, cuando calla el gentío,declara con mucho brío:

"El rey, ese viejo inmundo,ha pasado al otro mundo.

Decid si queréis ahoraque sea vuestra señoray si en lugar del rey idoaceptáis a mi marido,

a mi noble bienhechor,a mi dueño y mi señor",

y señala a nuestro Iván,tan hermoso, tan galán

Gritan todos: "¡Sí queremos,y ser fieles prometemos!

¡Y sea rey tu marido,si lo tienes decidido!"

Iván, sin titubear,lleva a la niña al altary la toma por mujer,todo como debe ser.

Truenan en los torreoneslas salvas de los cañones,y suenan en los fortinestrompetas y cornetines.

De las bodegas realesel vino mana a raudales,y la gente, ya pimplada,vocifera entusiasmada:

"¡Vivan la reina y el rey,para dicha de su grey!"

En el palacio, entretanto,beben vino, beben tanto,

que los príncipes y nobleslas candelas las ven dobles.

¡Daba gusto, sí, señor!Allí estuvo un servidor,

pero aunque empinó la bota,no acertó a beber ni gota.