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Felipe Ramírez Mallat (Buenos Aires) L a noticia ya no es novedad, pero es imprescindible recordarla pa- ra entender todo lo que vendrá a continuación: la noche del do- mingo 18 de enero, el fiscal Alberto Nisman fue encontrado muerto en el baño de su apar- tamento en el exclusivo barrio de Puerto Ma- dero, Buenos Aires, con un disparo en la ca- beza. Aparentemente, un suicidio. Un sui- cidio inesperado, en tanto al día siguiente Nisman debía presentarse a declarar en la Cámara de Diputados para dar pruebas que sustentaran las fuertes declaraciones hechas unos días antes. El fiscal había acusado a la presidenta Cristina Fernández, al canciller Héctor Timerman y a otros tres funcionarios de encubrimiento agravado en torno a la lla- mada “Causa AMIA”, que investigaba desde 2004 por encargo del entonces presidente Néstor Kirchner. El objetivo era encontrar, finalmente, a los culpables del atentado con coche bomba en el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina, que en 1994 costó la vida a 85 personas en el peor acto terrorista de la his- toria argentina. Nisman había sido nombrado por el go- bierno de Néstor Kirchner como fiscal espe- cial, y tras dos años de investigación, apun- tó a la llamada “pista iraní”, según la cual habría sido el gobierno de ese país, con la ejecución de Hezbolá, el responsable del hecho. Pero ahora acusaba a la presidenta y su canciller de obstruir la investigación. Y a la hora de respaldar sus acusaciones, se sui- cida. Con esos antecedentes, la sociedad ar- gentina entró en shock. Como en casi todos los temas candentes durante la última década, la división inter- na fue irreconciliable. La primera reacción de los medios opositores –y de muchos po- líticos afines, con una levedad preocupante ante la falta de antecedentes en ese mo- mento– fue pedir el esclarecimiento del “ase- sinato” de Nisman. La posición de ese pri- mer día era que en el Gobierno, para evitar que el fiscal declarara y comprometiera a sus más altos funcionarios, simplemente lo ha- bía mandado matar. “Violencia política”, “quiebra del Estado de derecho” o “mafia” fueron algunas pala- bras y expresiones que se repitieron duran- te todo ese largo lunes 19 de enero. Y la respuesta del gobierno no ayudó a cal- mar los ánimos. En su cuenta de Facebook, la presidenta publicó una errática carta don- de planteó una serie de interrogantes sobre la verdadera autoría de la acusación en su contra y los motivos del suicidio del fiscal, que ese primer día dio por cosa segura. Es- to provocó una multidudinaria manifesta- ción en la Plaza de Mayo en contra de Fer- nández y su Gobierno. Y un giro radical de parte de éste, tres días después. Porque tras, en principio, haber hablado sin titubeos de un suicidio, el jueves 21 la presidenta publicó una nueva carta en Facebook, donde ahora se mostraba segu- ra de que no había sido tal: “La verdadera operación contra el Gobierno era la muer- te del fiscal después de acusar a la presi- denta”, escribió. Esto dio indicios de hacia dónde iba su ar- gumentación, y el día lunes 25 abrió la ca- ja de Pandora cuando a través de una cade- na nacional anunció el envío de un proyec- to de Ley para disolver la Secretaría de Inte- ligencia de la Nación. La lógica es la siguiente: durante casi una década el fiscal fue ‘llevado’ por un sector de los servicios de inteligencia tanto locales como de Estados Unidos e Israel, a seguir la “pista iraní”. Y ahora, en una operación de sectores de estos servicios disgustados con el Gobierno, Nisman fue también ‘llevado’ a acusar a la Presidenta y su canciller (la ra- zón del encubrimiento obedecería a una es- trategia geopolítica económica argentina, donde Buenos Aires cedería en su afán por perseguir a los perpetradores del atentado, pidiendo la baja de las órdenes de captura El caso Nisman condiciona el último año de Cristina Fernández en la presidencia de Argentina TERREMOTO EN LA CASA ROSADA Como en Los últimos días de la víctima, la película de Adolfo Aristarain, nadie parece saber quién trabaja para quién en todo lo referente al caso Nisman en Argentina. Fiscales engañados, servicios de inteligencia en pugna, líderes opositores tratando de capitalizar las circunstancias y un Gobierno al que le cuesta encontrar el rumbo, son algunos de los ingredientes. Y todo sucede a únicamente ocho meses de unas elecciones presidenciales que no sólo podrían cambiar todo lo hecho en los últimos doce años, sino también el futuro del país. INTERNACIONAL 48 23 de febrero–1 de marzo de 2015. nº 1098 La polémica en torno al Caso Nisman (fiscal hayado muerto el 18 de

El caso Nisman condiciona el último ... - elsiglodeuropa.es · mingo 18 de enero, el fiscal Alberto Nisman ... La lógica es la siguiente: durante casi una década el fiscal fue

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Felipe Ramírez Mallat (Buenos Aires)

L a noticia ya no es novedad, peroes imprescindible recordarla pa-ra entender todo lo que vendrá acontinuación: la noche del do-

mingo 18 de enero, el fiscal Alberto Nismanfue encontrado muerto en el baño de su apar-tamento en el exclusivo barrio de Puerto Ma-dero, Buenos Aires, con un disparo en la ca-beza. Aparentemente, un suicidio. Un sui-cidio inesperado, en tanto al día siguienteNisman debía presentarse a declarar en laCámara de Diputados para dar pruebas quesustentaran las fuertes declaraciones hechasunos días antes. El fiscal había acusado a lapresidenta Cristina Fernández, al cancillerHéctor Timerman y a otros tres funcionariosde encubrimiento agravado en torno a la lla-mada “Causa AMIA”, que investigaba desde2004 por encargo del entonces presidenteNéstor Kirchner.

El objetivo era encontrar, finalmente, a losculpables del atentado con coche bomba enel edificio de la Asociación Mutual IsraelitaArgentina, que en 1994 costó la vida a 85personas en el peor acto terrorista de la his-toria argentina.

Nisman había sido nombrado por el go-bierno de Néstor Kirchner como fiscal espe-cial, y tras dos años de investigación, apun-tó a la llamada “pista iraní”, según la cualhabría sido el gobierno de ese país, con la

ejecución de Hezbolá, el responsable delhecho. Pero ahora acusaba a la presidenta ysu canciller de obstruir la investigación. Y ala hora de respaldar sus acusaciones, se sui-cida. Con esos antecedentes, la sociedad ar-gentina entró en shock.

Como en casi todos los temas candentesdurante la última década, la división inter-na fue irreconciliable. La primera reacciónde los medios opositores –y de muchos po-líticos afines, con una levedad preocupanteante la falta de antecedentes en ese mo-mento– fue pedir el esclarecimiento del “ase-sinato” de Nisman. La posición de ese pri-mer día era que en el Gobierno, para evitarque el fiscal declarara y comprometiera a susmás altos funcionarios, simplemente lo ha-bía mandado matar.

“Violencia política”, “quiebra del Estadode derecho” o “mafia” fueron algunas pala-bras y expresiones que se repitieron duran-te todo ese largo lunes 19 de enero.

Y la respuesta del gobierno no ayudó a cal-mar los ánimos. En su cuenta de Facebook,la presidenta publicó una errática carta don-de planteó una serie de interrogantes sobrela verdadera autoría de la acusación en sucontra y los motivos del suicidio del fiscal,que ese primer día dio por cosa segura. Es-to provocó una multidudinaria manifesta-ción en la Plaza de Mayo en contra de Fer-nández y su Gobierno. Y un giro radical departe de éste, tres días después.

Porque tras, en principio, haber habladosin titubeos de un suicidio, el jueves 21 lapresidenta publicó una nueva carta en Facebook, donde ahora se mostraba segu-ra de que no había sido tal: “La verdaderaoperación contra el Gobierno era la muer-te del fiscal después de acusar a la presi-denta”, escribió.

Esto dio indicios de hacia dónde iba su ar-gumentación, y el día lunes 25 abrió la ca-ja de Pandora cuando a través de una cade-na nacional anunció el envío de un proyec-to de Ley para disolver la Secretaría de Inte-ligencia de la Nación.

La lógica es la siguiente: durante casi unadécada el fiscal fue ‘llevado’ por un sectorde los servicios de inteligencia tanto localescomo de Estados Unidos e Israel, a seguir la“pista iraní”. Y ahora, en una operación desectores de estos servicios disgustados conel Gobierno, Nisman fue también ‘llevado’a acusar a la Presidenta y su canciller (la ra-zón del encubrimiento obedecería a una es-trategia geopolítica económica argentina,donde Buenos Aires cedería en su afán porperseguir a los perpetradores del atentado,pidiendo la baja de las órdenes de captura

El caso Nisman condiciona el último año de CristinaFernández en la presidencia de Argentina

TERREMOTO EN LA CASAROSADA

Como en Los últimos días de la víctima, la película de Adolfo Aristarain, nadieparece saber quién trabaja para quién en todo lo referente al caso Nisman en

Argentina. Fiscales engañados, servicios de inteligencia en pugna, líderesopositores tratando de capitalizar las circunstancias y un Gobierno al que le cuestaencontrar el rumbo, son algunos de los ingredientes. Y todo sucede a únicamente

ocho meses de unas elecciones presidenciales que no sólo podrían cambiar todo lohecho en los últimos doce años, sino también el futuro del país.

INTERNACIONAL

48 23 de febrero–1 de marzo de 2015. nº 1098

La polémica en torno al Caso Nisman (fiscal hayado muerto el 18 de

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internacional en contra de funcionarios ira-níes, y a cambio Teherán compraría granosy entregaría petróleo). Luego, es ‘suicidado’para que los dedos apuntaran al Gobierno(tal como sucedió), desestabilizándolo de

cara a las elecciones presidenciales de oc-tubre de este año. Puede parecer algo saca-do de una novela de John Le Carré, pero nopor eso es del todo inverosímil.

En diciembre del año pasado, sin mucha

bulla se anunció el ascenso a la jefatura dela Secretaría de Inteligencia de Oscar Parri-lli, hasta entonces secretario de la Presiden-cia y uno de los dos funcionarios más cer-canos a Fernández. Pero más allá del anun-cio formal, su llegada a la institución impli-có la salida de espías históricos de los ser-vicios: funcionarios que habían llegado co-mo chicos de los recados a principios de ladécada de 1970, cuyas carreras se constru-yeron durante los nefastos años de la dicta-dura de Videla, Massera y Agosti (1976-1982),y que durante cuatro décadas trabajaron ar-mando carpetas sobre políticos, empresariosy periodistas, acumulando enormes cuotasde poder durante todos los gobiernos de-mocráticos desde entonces.

Se trata de una historia donde Nisman po-dría ser el daño colateral de revanchas y dis-putas internas en el seno de la inteligencia ar-gentina. Una historia en la que, por lo mismo,es probable que jamás se sepa la verdad, pe-ro de la que algo bueno ha salido: el desen-mascaramiento de un aparato carcomido porla falta de control de la sociedad civil.

Hoy la Cámara de Diputados se encuen-tra a punto de aprobar un proyecto de Leyque crea una nueva Agencia Federal de In-teligencia, que por ejemplo, les quita a es-tos organismos la potestad de las escuchastelefónicas o que implicará la aprobacióndel Senado para nombrar a su director.

Barajar y dar de nuevo. Más allá de la nove-la de espías y los cambios que la presiden-ta anunció en torno al funcionamiento y loscontroles que sobre los servicios de inteli-gencia deben ejercerse en una sociedad de-mocrática, lo cierto es que la denuncia y pos-terior muerte (¿suicidio, asesinato?) del fis-cal provocaron un terremoto político de pro-porciones incalculables a sólo ocho mesesde unas elecciones trascendentales para elfuturo del país.

“Todos los actores que salieron a escenatienen un papel desempeñado de acuerdo asus orientaciones políticas y conviccionesconstruidas antes de la tragedia”, escribió enun ensayo la antropóloga Laura Marina Pa-nizo, quien desde hace diez años trabaja confamiliares de las víctimas del atentado.

Y la frase no podría ser más acertada. Des-de las acusaciones al Gobierno sin prueba al-guna hasta la participación en la llamada “mar-

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enero, foto de la derecha) hace tambalearse al partido de la presidenta (foto de la izq.) de cara a las próximas elecciones de octubre.

Independientemente de lamuerte del fiscal Alberto Nis-man la noche domingo 18 deenero, la denuncia enunciadauna semana antes de su muer-te continúa con vida. En estecaso en manos del fiscal fe-deral Gerardo Pollicita, que yaanunció que seguirá adelantey cuya primera decisión ha si-do imputar a la presidenta.

De todos modos, son cadavez más las voces especiali-zadas las que desestiman loscasi 300 folios dejados por elmalogrado fiscal. “Debería de-

sestimarla”, dijo por ejemploel jurista León Arsalian al dia-rio Página 12. “No vemos ni si-quiera el comienzo de ejecu-ción, ni un acto preparatoriode un acto delictivo”, señala,apuntando a la flaqueza deltexto.

Sin embargo, por más queel caso sea o no el de una acu-sación que resista análisismás o menos concienzudos,esto seguirá fogoneando lascalderas de la oposición polí-tica y mediática. Desde ya,mientras en el Gobierno se ha-

bla de “golpismo judicial”, enpalabras del jefe de gabineteJorge Capitanich, y “una cla-ra maniobra de desestabiliza-ción antidemocrática”, comodijo el secretario de la Presi-dencia Aníbal Fernández trasconocerse la imputación de lapresidenta, desde la veredaopositora esto ha servido pa-ra levantar la bandera de queArgentina vive en un momen-to de “suma gravedad institu-cional”, como expresó la di-putada derechista Laura Alonso.

¿Fernández al banquillo?

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cha del silencio” el pasado miércoles 18 (verapoyo) los principales dirigentes de la oposi-ción han tratado de llevar el agua a su propiomolino con la vista puesta en las eleccionesque se avecinan.

Las últimas encuestas antes de la muerte deNisman arrojaban una imagen positiva parala presidenta de casi el 50 por ciento y unasuma en la intención de voto de de los pre-candidatos del Frente para la Victoria (Fer-nández no puede postularse a un tercer man-dato y quienes deseen sucederla deben com-petir en primarias obligatorias en agosto) entorno al 32 por ciento de los sufragios. Atrásvenían el peronista disidente y ex jefe de ga-binete de Fernández, Sergio Massa, con un20 por ciento de la intención de voto; el al-calde de Buenos Aires, el derechista Mauri-

cio Macri, con un 16 por ciento; y el ganadorde la interna del Frente Amplio Unen (el so-cialista Hermes Binner, de centroizquierda, olos radicales Julio Cobos o Ernesto Sanz, másde centroderecha) con un 12 por ciento.

Pero tras la muerte del fiscal las cosas cam-biaron. Las primeras encuestas después delhecho dan a Massa una intención de votode 28 por ciento, un 21 por ciento para Ma-cri y sólo un 18 por ciento para Daniel Scio-li, actual gobernador de la populosa pro-vincia de Buenos Aires, el principal distritoelectoral del país.

Los editorialistas de oposición han hecho lopropio a la hora de capitalizar el hecho, lle-nando páginas y páginas para hablar de la de-teriorada calidad institucional del país y có-mo esto no sería otra cosa que la consecuen-

cia de doce años de corrupción y desgobier-no.

Todos números y discursos que han veni-do a reforzar una estrategia ya definida porlos líderes opsitores, de no embarcarse enalianzas que probablemente les darían la vic-toria, para privilegiar sus aventuras persona-les. La apuesta es que cualquiera que pasea segunda vuelta le ganará al candidato ofi-cialista, quien sería incapaz de alcanzar el51 por ciento necesario para ocupar la Ca-sa Rosada en el periodo 2016-2020.

Por su parte, al Gobierno se le percibe con-tra las cuerdas, reforzando y destacando loconseguido en estos doce años a favor de losderechos de los trabajadores y el estímulodel consumo y la demanada interna. La di-ficultad es que, y esto lo saben muy bien enel oficialismo, con eso no es suficiente: encada una de sus victorias se contó con elapoyo de los sectores medios, grupos quehoy parecen irremediablemente alejados decualquier idea de continuidad del proyectoiniciado en 2004, debido sobre todo a unaeconomía desgastada donde la inflación hamermado la capacidad de crecimiento delos salarios reales en buena parte del sectorprivado (en el orden del 38 por ciento para2014 según la Dirección General de Esta-dísticas y Censos de la Ciudad Autónoma deBuenos Aires).

Las últimas apariciones públicas de la Pre-sidenta tampoco parecen favorecerla. El díadel anuncio de cambios radicales en la es-tructura de los servicios de inteligencia apa-reció en silla de ruedas –tras lesionarse un to-billo–, dando la impresión de ser una estrate-gia autoflagelante que no cae bien en estossectores. Y el pasado miércoles, horas antesde la marcha del silencio, Fernández apuntóa que todo se trataba de una operación inter-nacional orquestada por Estados Unidos e Is-rael por ser productor de energía nuclear conuranio enriquecido, algo que en el escenariode una relación cercana a Irán, es percibidocomo un riesgo por parte de la primera po-tencia global.

El tema es que no es en ese discurso dondeestán las preocupaciones de sus votantes nocautivos. Y si esa estrategia no es revisada yenmendada, es muy probable que su tobillono sea más que la evidenciación del síndro-me de la ‘pata coja’ que afecta el final de losmandatos presidenciales. l

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El miércoles 18 de febrero,al cumplirse un mes de lamuerte del fiscal, una parte dela ciudadanía argentina se diocita en la llamada “marcha delsilencio”, convocada por ungrupo de fiscales en homena-je a su compañero en distintasciudades del país. Según la Po-licía Metropolitana fueron400.000 las personas que mar-charon en una lluviosa tardeen la Ciudad de Buenos Aires,caminando las 18 cuadras que

separan al Congreso de la Ca-sa Rosada. En el trayecto sesiguieron reclamos vagos por“justicia” o “el fin de la impu-nidad”, sin la presencia de nin-guna de las agrupaciones defamiliares de víctimas delatentado de 1994.

Aunque una de las consig-nas era no enarbolar bande-ras políticas, la marcha fue elescenario ideal para muchosdirigentes opositores que tie-nen la vista fija en octubre. De

los mencionados en la notaprincipal, Macri, Massa, Co-bos, Sanz y Binner dijeron“presente”.

Sin embargo, el hecho decaminar juntos no altera susestrategias de cara a las elec-ciones, de no armar alianzascon el objetivo individual decada uno de llegar a una defi-nición plebiscitaria con el go-bierno donde reciba todos losvotos de los “caídos” en la pri-mera vuelta.

La marcha del silencioLos manifestantes reclamaron que se esclarezca la implicación de Cristina Fernández en el Caso Nisman.

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