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EL CICLO DE CAMBIO SOCIAL Y POLÍTICO EN ESPAÑA DURANTE LA
CRISIS: DEMOCRACIA Y DERECHOS SOCIALES
Arturo Rodríguez Sáez (UCM)
Resumen
El ciclo de cambio socio-político que vive España ha sido y continúa siendo uno de los
temas más abordados de los últimos años. El objetivo que nos planteamos en esta
comunicación es responder al siguiente interrogante: ¿Qué papel ha cumplido el Estado
del Bienestar en el ciclo de cambio social y político iniciado en España desde la
emergencia del 15 de Mayo de 2011 (a partir de aquí 15M) hasta la actual concurrencia
electoral? Para poder responder a nuestra pregunta de investigación nos ubicaremos en
la triple intersección teórica del estudio del Estado del Bienestar, la Teoría de Marcos
para la Acción Colectiva y la Teoría del Discurso, con el objetivo de responder desde un
enfoque que se centre tanto en el lenguaje/discurso político como en los factores
estructurales o socio-históricos de fondo.
En la medida que ya se han analizado en otras publicaciones cuáles han sido los factores
estructurales que han favorecido la emergencia del ciclo de cambio, aquí incorporamos
como hipótesis principal el papel que ha jugado el Estado del Bienestar como referente
simbólico para la articulación de intereses y demandas de distintos grupos y sectores de
la sociedad española. El Estado del Bienestar incorpora dos significantes que han
permitido elaborar un imaginario “democrático” que conecta con la memoria y las
necesidades sociales: Democracia y Derechos Sociales. Es decir, analizamos a) cómo el
Estado del Bienestar es un factor institucional clave para comprender la emergencia de
un gran descontento social ante la dificultad que ha tenido para canalizar demandas y
aspiraciones de los ciudadanos; y b) cómo la disputa y apropiación de algunos términos,
vinculados al proceso de reforma social de los estados del bienestar, han permitido
articular demandas en un plano primero sectorial (las mareas) y después en otro con
voluntad de construcción hegemónica (Podemos), si bien éste último está en proceso, y
por tanto, falta que se verifique en este proceso incierto de cambio político.
Palabras clave: Discurso, Significantes flotantes, Marco de acción colectiva, Estado del
Bienestar, Democracia.
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1. Introducción: todavía es ayer
Pensar el actual ciclo de cambio en España supone mirar hacia atrás, hacia el origen en
donde comenzaron a tomar curso las contradicciones que ahora parecen indicarnos que
somos espectadores y actores que viven y padecen el final de una era. Por ello, creemos
que es importante perfilar un método, o como dirían los griegos, un camino, que nos
facilite el acceso a la realidad de un presente en el que los ecos del pasado resuenan aún
con fuerza.
Por tanto, para realizar el siguiente análisis creemos que es necesario un ejercicio de
reflexión histórica previo, porque siguiendo a Platón “conocer es recordar” (Menón).
Por ello, es necesario situarnos en un período histórico concreto, que iría
aproximadamente de 1973 a 1975, época en el que se originó una crisis económica
internacional y que favoreció el ascenso al poder de las administraciones Reagan y
Thatcher entre 1970 y 1980.
Aquella crisis desencadenó una respuesta conservadora que, ante el estancamiento del
sistema de capitalismo avanzado fordista, levantó con gran eficacia simbólica las
banderas de la liberalización y la desregulación del mercado. Las consecuencias de sus
políticas fueron el inicio del desmantelamiento progresivo del estado de bienestar, esto
es, recortando competencias al Estado y privatizando servicios públicos. Una nueva
hegemonía emergió articulando el nuevo relato histórico a partir de la exaltación del
individuo, del progreso y del espíritu competitivo, a la vez que creaba nuevas formas de
producir y de trabajar, formas más flexibles y dispersas, que comenzaban a sedimentar
una nueva relación de fuerzas sociales y políticas ante el declive de la hegemonía de la
socialdemocracia. El sistema de producción capitalista entraba así en una nueva etapa,
que ahora llega a un punto de inflexión en el que los acontecimientos señalan las
contradicciones acumuladas desde entonces. Arrancó un ciclo histórico marcado por la
pugna ideológica entre una lógica basada en el particularismo privatista (liberalismo-
mercado) y otra asentada en la defensa de lo público (democracia-Estado), que hoy
atraviesa las luchas sociales que empezaron a condensarse a partir del 15M en España.
Esta vuelta a nuestra memoria política colectiva nos capacita para comprender, analizar
y responder a la pregunta: ¿Qué papel ha cumplido el Estado del Bienestar en el ciclo de
movilización? Porque todavía es ayer y la defensa de los servicios públicos, los
derechos sociales y el Estado del Bienestar que vertebran parte de las luchas sociales
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que analizamos, son consecuencia (al menos en parte) de la disputa retórica y material
iniciada ya en aquellos.
Parece ya un lugar común en el análisis de los movimientos sociales hacer una parada
obligatoria en el 15M para llevar a cabo una reflexión sobre las movilizaciones vividas
desde el inicio de la crisis, pero nosotros situaremos, o más bien, acotaremos los
objetivos de la comunicación, al estudio de las mareas y los ejes centrales de su discurso
público. No obstante, no dejaremos por ello de ponerlo en referencia al marco
“quincemayista”.
La voluntad regeneracionista de una generación (ascendente, que diría Ortega),
encarnada fundamentalmente por los hijos de las clases medias (Ortí, M., Sarrión, I.
2015), que ha visto frustrado su proyecto de vida, tomó cuerpo y presencia el 15M de
2011. Su discurso definirá un relato sobre la crisis y sus responsables (un marco
diagnóstico), que más tarde será aprovechado por “las mareas”, que sabrán enlazarlo
con una renovada defensa de lo público: derechos sociales y servicios públicos de
bienestar. Estas demandas y discursos irán dando lugar una definición de democracia,
como significante articulador que opera en la pugna ideológica, que será posteriormente
empleado por Podemos como parte de su discurso de “interpelación populista” (Cano,
2015) (Laclau, 2005).
Sostenemos en esta comunicación que la defensa del Estado de Bienestar ha servido
como un referente de alto valor simbólico para la articulación de intereses y demandas
de distintos grupos y sectores sociales de la sociedad española en un plano, que si bien
se enmarca en el ámbito sectorial de la administración pública, ha sido capaz de
trascenderlo apelando a amplias capas de la sociedad mediante un discurso universalista
que apela al interés general.
El ciclo de movilización social ha sido analizado por lo general en términos
propositivos o de cambio, pero no podemos obviar del análisis su carácter defensivo o
reactivo. Planteamos ambas tesis como una relación de complementariedad, si bien cabe
pensar en un peso mayor del carácter defensivo durante el ciclo protagonizado por las
mareas. Interpretamos de manera general este ciclo, y sobre todo el momento de
emergencia y consolidación del discurso de las mareas, como un intento de asegurar los
derechos y conquistas sociales adquiridas en el transcurso de reforma social de la
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segunda mitad del siglo XX y principio del siglo XXI en un contexto de ofensiva
liberal.
2. Fundamentos teóricos: nombrar la realidad, ganar la partida
Los presupuestos teóricos de partida empleados en esta comunicación se fundamentan
en algunas aportaciones realizadas desde la “Teoría del Discurso” (Critchley y
Marchart, 2008; Howarth, Norval y Stavrakakis, 2000; Townshend, 2003) (a partir de
aquí lo reducimos al acrónimo de TD) y la “Teoría de Marcos para la acción colectiva”
(Gusfield, 1994; Snow y Benford 1992). El punto de encuentro entre ambas teorías se
ubica en su común apuesta epistemológica sobre el carácter construido de la realidad
política. Desde este punto de vista, la realidad no nos es dada de manera directa, sino
que comienza a tomar sentido cuando es nombrada y, por tanto, interpretada.
El axioma compartido entre ambos enfoques se ancla en la defensa de que los hechos y
los fenómenos políticos que suceden en la realidad fáctica sólo adquieren significado
político una vez que los actores realizan una determinada atribución de sentido. Para
que exista acción colectiva una situación ha debido politizarse y definirse como
intolerable. Esta tesis conduce a comprender la política como una pugna entre los
distintos actores por interpretar e investir de sentido a los hechos. Es decir, en ambos
casos, el fundamento central de la política se basa en la lucha ideológica.
Con todo, nuestro enfoque de fondo es alimentado por dos titanes de la sociología
clásica; por un lado, las enseñanzas que Marx hace de las estructuras sociales y
económicas como factores de explicación y, por otro, el lenguaje o discurso político
visto a la luz de Max Weber, es decir, como aquel que permite a los actores dar sentido
a la acción.
Siguiendo la definición de Snow y Benford (1992), “un marco de significado es un
esquema interpretativo que simplifica y condensa el mundo exterior al destacar y
atribuir significado a los objetos, situaciones, acontecimientos, experiencias y acciones
etc.” Los marcos de significado permiten a los actores problematizar y politizar
determinadas cuestiones en una determinada dirección de sentido. De esta manera, un
marco ayuda a definir una situación como injusta, a señalar unos responsables y
elaborar posibles soluciones.
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En cuanto a la TD, supuso un intento deliberado de salirse del esquema clásico de
interpretación marxista apoyándose en elementos centrales del discurso de la
posmodernidad. La ruptura respecto a la filosofía de fondo de Marx se puede sintetizar
brevemente en: a) la historia comprendida en términos de apertura, contingencia y
posibilidad, b) la idea de que no pre-existen sujetos derivados de la estructura de
producción, sino que las identidades políticas dependen de la capacidad de los discursos
de agrupar elementos y demandas heterogéneas, y c) la realidad entendida como una
pluralidad irreductible de sentidos en liza.
Las dos columnas vertebrales que anudan las ideas centrales propuestas por la TD son
los conceptos de discurso y hegemonía. No obstante, debido a las condiciones de
espacio que exige una comunicación, tan sólo subrayaremos algunos elementos
relevantes propuestos por la TD para nuestro análisis.
En primer lugar, el discurso con voluntad contra-hegemónica será aquel que trate de
producir identidad colectiva (un “nosotros”) a partir de un conjunto de demandas
(insatisfechas) e intereses que se encuentran desagregados hacia un horizonte de sentido
político común que dispute orden simbólico existente, y por tanto, las relaciones de
poder. Así, el discurso puede definirse, siguiendo a la TD, como el intento de articular y
agrupar distintas demandas y aspiraciones sociales en una dirección política conjunta
que dote de sentido a la acción.
El discurso público de las mareas puede ubicarse, si bien no enteramente, en lo que la
TD ha venido a llamar discurso o lógica por equivalencia. Según esta lógica, la
naturaleza particular de las demandas es parcialmente superada cuando son agregadas
frente a un “enemigo” común. Esto es posible debido a : a) su mutuo rechazo a un
“otro” al que se responsabiliza de las injusticias vividas y b) por una serie de
significantes o puntos nodales que logran articular dentro de una misma cadena una
pluralidad heterogénea de demandas. En el caso que analizamos serían el Estado del
Bienestar y la Democracia los referentes o significantes que cumplen esa función
condensadora.
La división del espacio político en dos, es decir, el trazado de una frontera moral de
manera binaria, y la impugnación de las elites, son elementos del discurso populista que
aún no podemos adjudicar a las mareas o al 15M, pese a que serán ellos los que sienten
los elementos que hagan posible la posterior irrupción en clave populista de Podemos.
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En todo caso, nos interesa resaltar cómo la identidad colectiva de las mareas sigue este
esquema por contra-identificación.
En segundo lugar, el discurso es contemplado en la dimensión del poder, lo que nos
conduce directamente a otro concepto central dentro de las ideas propuestas por la TD,
la “hegemonía”, que comprendida en términos gramsciano se refiere a la lucha
ideológica o cultural. Esta lucha puede ser definida como la pugna por lograr que la
interpretación que un actor realiza de los hechos sea asumida, bien parcialmente o de
manera crítica, por una gran parte de la sociedad. Nos movemos en la política como
persuasión. Su expresión más directa es, siguiendo a la TD, la lucha que los actores
tienen por definir el significado de aquellas palabras que devienen centrales en un
momento dado. Estas palabras o significantes son denominados flotantes por su estado
de “flotación” o no pertenencia, y son una de las claves para comprender la eficacia de
los discursos políticos.
La utilidad de ambos enfoques tiene, sin embargo, límites analíticos. El principal de
ellos consiste en la ausencia de estructuras como condicionantes de peso para el análisis
social. En el caso concreto de la TD, pareciese que el discurso emergiera por si sólo
(texto sin contexto) y como si se tratara de un poder omnímodo que pudiera con todo.
Su excesiva carga idealista le lleva a perfilar una meta-teoría (del discurso) desanclada
de la realidad estructural. En el caso concreto de nuestro análisis, y aunque no entremos
de lleno en ello, no podemos entender el ciclo de cambio, ni el contexto propio de las
mareas, sin una debida comprensión de las causas estructurales de fondo que se
encuentran detrás de los recortes del gasto social, el paro y una creciente desafección
política, que es la base real sobre el que se forja el discurso que analizamos. En el
siguiente epígrafe se aborda esta dimensión fundamental en el análisis social.
3. El Estado del Bienestar en el contexto de la gran depresión: la crisis social
La aparición y desarrollo de la última oleada de movimientos sociales (15-m) y la
emergencia de las mareas defensoras de los servicios públicos a partir de 2011 y, en
general, del Estado de Bienestar, nos exigen enmarcar estos nuevos desarrollos de
cambio socio-político en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar en España,
considerando sus antecedentes previos a 2010 y su desarrollo posterior.
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Antes de que las mareas reivindicativas hicieran su aparición a partir de 2011, el estado
de bienestar en España había mostrado ya sus límites para reducir la pobreza y la
desigualdad. El largo ciclo de crecimiento económico del período 1997-2007 se había
caracterizado por rasgos que, analizados posteriormente, anunciaban sus bloqueos y
contradicciones: un crecimiento de naturaleza especulativa, sobre todo inmobiliaria pero
también financiera, ambas reforzándose entre sí (la burbuja inmobiliaria); también, un
mercado de trabajo con un sector precario creciente caracterizado por bajos salarios e
inestabilidad laboral; crédito fácil como fruto del drenaje de los excedentes de capital
del centro al sur de la Unión Europea; un sistema fiscal que sigue la senda histórica de
la tolerancia al fraude y la incapacidad para gravar las rentas empresariales, a la vez que
se favorecían rebajas fiscales (Ayala, 2015; Álvarez, Luengo y Uxo, 2013).
Sobre este edificio o modelo de crecimiento, que de manera sintética hemos señalado,
se fueron produciendo cambios en la naturaleza política y económica del estado de
bienestar que, en el contexto de la crisis de 2008, van a manifestarse después en toda su
crudeza. Tales cambios, previos a la crisis, fueron, en síntesis, los siguientes: políticas
de privatización parcial de la gestión de los servicios sanitarios, educativos y sociales,
además de diferentes tipos de infraestructuras públicas; congelación de facto o baja
capacidad protectora de las prestaciones sociales que no siguieron la senda del
crecimiento económico y de la creación de riqueza, lo que se manifestó en tasas de
pobreza que afectaban a una quinta parte de la población española y que no se podían
reducir; una creciente desigualdad en la estructura social al concurrir una política de
deterioro de las rentas salariales y el crecimiento de las rentas empresariales, sobre todo
financieras; y una política mediática latente, cuando no explícita, de creación y difusión
de marco negativo sobre el porvenir del estado de bienestar (caso del sistema de
pensiones) y la magnificación de las virtudes del consumo individual de los servicios de
bienestar (lógica esta última agudamente analizada por Bauman y Bordoni, 2016).
Las políticas de protección de las situaciones de dependencia, cheque-bebe, incremento
de prestaciones por hijo a cargo y las mejoras en la protección sanitaria de la población
inmigrante, bajo los gobiernos de Zapatero, no lograron, a pesar de su naturaleza
progresiva, revertir la tendencia inexorable hacia una mayor desigualdad social y una
estructura de protección social de amplia cobertura pero de baja eficacia contra la
pobreza y la precariedad.
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A pesar de estos cambios profundos, la legitimidad del Estado de Bienestar no se
resquebrajó y se mantuvo a lo largo del tiempo. Tal como señalan Arriba, Calzada y
Pino (2006) y Calzada y Del Pino (2015) el apoyo al estado de bienestar y a sus
políticas de mayor alcance social (sanidad, educación, pensiones y desempleo) apenas
ha variado en los últimos veinte años. Por otra parte, la oposición a los recortes del
gasto entre 1985 y 2012 ha estado siempre por encima del 90% de la opinión pública en
los casos de la sanidad y la educación. El Estado del Bienestar ha funcionado durante la
mayor parte del período democrático como un referente simbólico capaz de concitar la
simpatía y apoyo de la mayoría de españoles. Todo ello ha sido compatible con una
actitud ambivalente en cuanto a la valoración ciudadana de los servicios y prestaciones
sociales y, también, respecto a la financiación de la carga fiscal. Por último, la tradición
de los pactos neocorporativos en torno al estado de bienestar, pactos inexistentes
durante el período 2011-2014, ha sido un factor que ha contribuido históricamente a
armar las políticas de pensiones, sanidad y desempleo. Sin embargo, a día de hoy, la
baja afiliación laboral y la fragmentación de los mercados de trabajo, el creciente poder
empresarial y una participación estatal de oferta de políticas “inevitables”, han
deteriorado de manera creciente el pactismo de bienestar (Guillén, González Begega y
Luque Balbona, 2015).
En este contexto la gran crisis económica y financiera de 2008, después de un bienio de
políticas de estímulo fiscal durante los años 2008-2009, toma toda su dimensión
dramática a partir de mayo de 2010. Con ello se inicia un ciclo político de intervención
de la Comisión Europea, en concreto de la troika, en la gestión de la crisis española.
Dicha intervención tiene como objetivo restablecer el orden financiero y salvar el
sistema bancario español con apoyos financieros que exigirán contrapartidas, en
concreto tres: reforma del mercado de trabajo, reforma del sistema de pensiones y
ajustes a la baja del gasto público como garantía del apoyo financiero.
A partir de mayo de 2010 se inician los primeros ajustes del gasto social, congelación
de salarios de los empleados de los servicios públicos y la congelación de la cuantía de
las pensiones en 2011, junto a una reforma del sistema público de pensiones rechazada
por los sindicatos. El cambio de gobierno a finales de 2011, bajo el Partido Popular,
pone en marcha la reforma del mercado de trabajo (una reforma que abarata el coste del
despido y extiende la flexibilidad laboral) y amplía la política de recortes en el gasto, en
abril de 2012, primero en sanidad (paso de la lógica universalista a la lógica del seguro)
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y educación. Estos recortes irán seguidos, supuestamente para evitar la intervención
financiera de España, por una política sistemática de ajuste del gasto en julio de 2012
con el Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la
estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad, que afectarán
negativamente a todos los servicios y prestaciones del estado de bienestar.
Los ajustes del gasto durante el período 2009-2013, analizados por Pérez, Cucarella y
Hernández (2015), son estimados en torno una reducción del 14% del conjunto del
gasto social, sobre todo en los servicios de bienestar, en los que la reducción se estima
en el 17%. Lo que significa que en términos reales la reducción del gasto por habitante
ha sido de aproximadamente el 10%, según estos autores. Una reducción del gasto
social que, si bien no ha provocado el desmantelamiento de los servicios y prestaciones
de bienestar, si parece haber provocado una regresión del sistema público de bienestar.
Esto ha supuesto: un retroceso en la cobertura del sistema sanitario y en la calidad de
este servicio (se puede justificar con datos), también en la calidad del sistema educativo
(cuyo retroceso culmina en una reforma no pactada del sistema educativo básico, que
provoca amplios rechazos); en severos recortes en los servicios sociales y de
dependencia; en la muy baja protección de los parados de larga duración y en la
extensión del volumen de hogares sin ningún tipo de ingreso (que pasan de ser 365.000
hogares en la primavera de 2007 a 757.000 en la primavera de 2015). La desprotección
de un amplio segmento de hogares y personas ha provocado lo que se conoce como
situación de emergencia social.
Este es el contexto social en el que surgen las mareas de profesionales del sector público
en defensa de los servicios de bienestar y que contarán con una amplia simpatía
ciudadana, y que, como señalamos son, en parte, reflejo de los movimientos de
indignación surgidos en mayo de 2011, si bien tienen su propia naturaleza social y
especificidad organizativa.
4. Y después del 15M llegaron las mareas: Democracia y Derechos Sociales
Las conocidas como “mareas ciudadanas” emergieron de manera independiente al 15-M
como reacción a las políticas de ajuste presupuestario, esto es, de reducción drástica del
gasto público, orquestadas desde el nuevo concierto ordo-liberal europeo, y contra las
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políticas de privatización de los servicios públicos. Fue en un momento de cierto reflujo
del 15-M, en el que tras las elecciones del 20-N de 2011, el movimiento (o movimiento
de movimientos para ser más precisos) pierde cierta envergadura y se descentraliza a los
barrios (Candón, 2013), cuando trabajadores de distintos sectores de la administración
pública deciden organizarse contra las políticas de austeridad y los recortes que le
acompañan.
A pesar de la diferencia que existe entre ambos fenómenos, es indudable que las
maneras y los ejes del discurso del 15M, que podemos sintetizar en a) voluntad de
regeneración político-institucional y b) defensa y reivindicación de cierto ideal de
democracia, redefinieron los códigos culturales que estructuraban desde la Transición
de 1978 el orden simbólico existente (Errejón, 2011), influyendo después radicalmente
en la gramática que a partir de entonces habría de utilizarse en la política de nuestro
país. Por ello, entendemos el discurso de las mareas en consonancia o en paralelo al
marco de interpretación que el 15M logró situar en unos de los primeros planos de la
lucha ideológica en España.
Dentro de ese marco de interpretación - “diagnóstico” se responsabilizó de las
injusticias vividas a los profesionales del mundo financiero (banqueros) y a los
profesionales de la política (políticos), trazando una frontera moral que permitía generar
por contra-identificación una nueva identidad colectiva transversal heterogénea no
partidista en la que la ciudadanía aparecía como la víctima de una clase política corrupta
y unos banqueros codiciosos que mantienen el poder por connivencia mutua. El relato
estaba ya en marcha. Por inversión del “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”, aparecería un nuevo “culpable” de la crisis, dicotomizando así, de
manera no consciente, el campo político, hasta la llegada de Podemos, que
estructurando su estrategia política en buena medida por la Teoría del Discurso,
marcaría de manera deliberada esa frontera política. Esta representación de los
“culpables” será aprovechada por las mareas a la hora de señalar quiénes estaban
poniendo en riesgo los logros sociales alcanzados por el sistema de bienestar existente.
Esto dotaba, si bien quizá de manera algo maniquea (ya que exime del ejercicio de
responsabilidad individual), de un esquema interpretativo fácil de entender a una parte
de la ciudadanía, alimentando de esta manera el sentimiento de indignación que había
prendido por primera vez en la plaza de Sol de Madrid.
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Es dentro de este campo discursivo donde emergerá el de las mareas, no como mímesis,
pero sí aprovechando el impulso de la indignación. No vamos a llevar a cabo una
detallada cronología de los distintos acontecimientos y acciones que escalonan el ciclo
de movilizaciones, ni tampoco analizaremos la pluralidad de discursos que siempre
anidan dentro de movimientos u organizaciones, labor que, por otro lado, excede los
márgenes marcados de esta comunicación. Nuestra intención es captar aquellas palabras
clave, significantes dirían los teóricos posmodernos del discurso, que han permitido
condensar un discurso que logró conectar con amplios sectores de la población.
Los trabajadores públicos organizados cromáticamente como elemento visual
diferenciador por sectores, la marea verde (educación), la marea blanca (sanidad),
servicios sociales (naranja), etc. emprenderán reivindicaciones que darán lugar a un
discurso que desbordará la pura lógica sectorial, o de contenido laboral-corporativo,
apuntando hacia un discurso universalista (Fernández Rodríguez e Ibáñez Rojo, 2015)
de los derechos sociales y los servicios públicos que tuvo como función estratégica la de
sumar e incluir al mayor número de personas posibles. Fue un discurso inclusivo y
generalista que apeló a ideas y mensajes que gozan de simpatía y aceptación entre la
ciudadanía: justicia social, derechos universales, democracia. Estas son palabras que la
teoría del Discurso define como significantes flotantes y que constituirían el campo de
lucha semántico, campo sometido siempre a cambios derivados de esa pugna que define
a la política. La lucha ideológica es, desde este ángulo, la disputa por nombrar la
realidad y alcanzar legitimidad, por este motivo, el significado de esas palabras,
polisémicas y abiertas por naturaleza, es siempre disputado por las distintas fuerzas
políticas en liza, que nunca renuncian a ellas.
La eficacia simbólica de las mareas se basó en lograr llenar de sentido todos esos
términos en una dirección distinta a la hegemónica valiéndose del “Estado del
Bienestar” como un referente articulador de todas ellas. La aparición y desarrollo del
Estado del Bienestar pertenece a un período histórico concreto, que se inicia tras la
segunda guerra mundial y llega hasta hoy, y se asocia, si bien caben interpretaciones
distintas, al desarrollo de la democracia social, impulsada principalmente por la
democracia cristiana y la socialdemocracia. Nace, por tanto, vinculado y conectado al
imaginario democrático moderno, definido éste en gran medida por la idea de igualdad
y justicia social.
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Esta vinculación con cierto ideal democrático (democracia social) ha brindado la
posibilidad a que a partir del referente del Estado del Bienestar se articulasen esos
significantes a los que aludíamos en un discurso de defensa de la razón común (Ortí,
2015). Parte del éxito de las mareas consistió en apropiarse del término desde el inicio.
Es fácil observar en el debate público entre los partidos políticos su retórica en defensa
del estado del bienestar. Tenemos el ejemplo del gobierno del Partido Popular tratando
de argumentar su voluntad y compromiso con la defensa del Estado del Bienestar, a la
vez que explica que para mantenerlo es necesario llevar a cabo “reformas de gran
calado”, es decir, reformas pro austeridad o de reducción del gasto social y de una
mayor flexibilidad del mercado de trabajo. Se puede constatar con este ejemplo que
ninguna fuerza política o actor social renuncia a incorporar, al menos en el discurso
público, valores y referentes de alta aceptación social como es el caso del Estado de
Bienestar. Sin embargo, las mareas supieron vincular a determinadas fuerzas políticas
(caso del PP) y económicas (elite financiera) como “enemigos” de lo público, logrando
identificarlos de cara a la ciudadana como actores de eso que hemos denominado en la
introducción como fuerzas de la lógica privatista-particularista.
Las mareas lograron concitar las simpatías del personal sanitario, los profesores, los
trabajadores de los servicios sociales, pero también a los pacientes, a los dependientes, a
alumnos y padres, y, en general, a amplios sectores de la ciudadanía que perciben el
modelo de bienestar como un bien común que garantiza valores como la igualdad de
oportunidades, la justicia social y el bien común, y que tiene efectos reales en la vida de
los distintos colectivos de la sociedad. De este modo, en torno a la defensa del Estado
del Bienestar, se articuló un conjunto de intereses y demandas sociales que clamaban
contra lo que se había pretendido como la “inevitabilidad de los recortes”.
El marco de interpretación o discurso que impuso las mareas desnaturalizó el discurso
conservador dando un nuevo sentido a la realidad política. Realidad que como
analizamos en el epígrafe de teoría cobra significado en el lenguaje. Un lenguaje que es
siempre compartido y que está cargado de nuestra memoria colectiva. En este sentido,
justicia, libertad o igualdad, son palabras que, aunque a veces son empleadas de manera
vacía y reseca en el juego de poder, resuenan en la memoria que somos, memoria que
nos es transmitida en el lenguaje (Lledó, 2015). Las mareas fueron inteligentes a la hora
de articular esos términos en torno a la idea fuerza de democracia y Estado del Bienestar
frente a ese “ellos” que ya estaba definido desde el 15M en el imaginario social español.
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El 23 de Febrero (de 2013), otra fecha simbólica en el desarrollo de los movimientos
sociales en plena aplicación de las políticas de ajuste, las mareas sectoriales que antes se
habían movilizado por separado ahora marchaban juntas. Se coordinarán unas con otras
en confluencia con la PAH y grupos del 15M en una movilización general contra lo que
llamaron “golpe de estado financiero”. La metáfora no podía ser más clara, España
volvía a vivir un golpe contra su soberanía, pero esta vez venía por parte de los
mercados financieros transnacionales, que estarían colonizando la vida política
convirtiendo a ésta en mera gestión tecnocrática de sus intereses.
Su lema de convocatoria fue: “Por la libertad. Por la democracia. Por los derechos
sociales y ambientales.”1 Las palabras democracia y derechos tiene un claro peso como
ejes en la elaboración del discurso y su conexión con su pegamento simbólico e
institucional: el Estado del Bienestar. Sin duda, la democracia ha operado y lo sigue
haciendo como un significante de gran valor en el discurso de transformación social. En
el caso concreto de las mareas, el Estado del Bienestar, si bien se superpone con el
término democracia en tanto que articulador discursivo, creemos que ha sido catalizador
y punto de encuentro para elaborar un discurso común de los derechos sociales y el bien
común. En ese manifiesto quedaron plasmados las demandas y los ejes del discurso de
la marea ciudadana2.
También quedará definido ese “otro” al que se responsabiliza de la pérdida de derechos
y del intento de desmantelamiento progresivo de los servicios públicos que garantiza el
Estado del Bienestar. Señalan directamente, en correspondencia con el discurso del 15-
m, a una elite financiera y a una parte de la elite política puesta al servicio de los
mercados.
“La presión de los mercados financieros, la deuda ilegítima creada por el propio
sistema financiero especulativo y las brutales políticas de ajuste dirigidas contra la
1 Queremos puntualizar que no hemos incluido en nuestro análisis el término de libertad
porque consideramos que como significante ha tenido un peso menor en la elaboración
del discurso de las mareas.
2 Este es el blog donde la marea ciudadana publicó sus consignas, eslóganes y
demandas, y que utilizaremos como fuente de análisis:
http://mareaciudadana.blogspot.com.es/ .
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mayoría de la sociedad, junto con la corrupción y la pérdida de legitimidad de las
instituciones, están causando en nuestro país la mayor crisis de la democracia de las
últimas décadas.” (Blog mareaciudadana)
Nos preguntamos si esta gran crisis no señala los límites actuales del poder de acción de
la política o del papel de la agencia en un contexto en el que el poder financiero global
reduce drásticamente el margen de maniobra de los gobiernos (Vallespín, 2015). ¿Qué
capacidad tienen estas reivindicaciones en este contexto estructural que constriñe
sobremanera el nivel de la agencia? Entre el deseo y la realidad fáctica debe inscribirse
un discurso de posibilidad de cambio y transformación.
Las mareas han encarnado un movimiento en defensa de lo público, de aquello que
pertenece a toda la comunidad (koinonía) y que posibilita y garantiza la igualdad de
oportunidades, frente al impulso movido por la maximización de intereses particulares.
Ha sido una reivindicación reactiva que ha tratado de defender y recuperar cierta idea de
lo que es o debe ser (filosofía moral) la política y la virtud ciudadana (areté) frente al
proyecto neoliberal iniciado en los años 70 y 80 del siglo XX. La huella del pasado se
deja sentir en las marchas que hoy irrumpen en nuestras calles. En el manifiesto en el
que venimos haciendo referencia (blog de la mareaciudadana) se dice:
“Una sociedad justa y viable sólo será posible si la ciudadanía se une para defender
los derechos sociales por encima de los mercados y la política honesta y la justicia
social por encima de los intereses de las elites financieras.”
El momento del ciclo analizado ha venido marcado por la lucha contra los recortes en
los servicios públicos y la defensa contra los intentos de desmantelamiento del Estado
del Bienestar. Un discurso de la “razón común” articulador de ideas ampliamente
compartidas a partir de dos significantes clave como democracia y Estado del Bienestar
frente a la lógica de los mercados ha abonado el terreno para que Podemos, en su
intento de construcción contra-hegemónica, incorporase a su discurso populista de
izquierdas buena parte de las demandas protagonizadas por los trabajadores públicos y
la ciudadanía.
Cuando irrumpe Podemos en la competición electoral existe todo un espacio de lucha y
de discurso fragmentado pero con un mismo tono común que será canalizado y
articulado por esta formación emergente. Parte de ese descontento, de esas demandas
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insatisfechas y de los argumentarios que se registraron como síntesis el 23F de 2013,
será recogido por los productores de ideología de Podemos, que en su estrategia de
ocupar el espacio político clásico de la socialdemocracia (del PSOE) harán suyo el
discurso de defensa del Estado del Bienestar y de la democracia frente a los mercados.
En un momento de crisis de identidad del PSOE, de desconfianza de algunos actores y
sectores de la sociedad, como se evidenció durante el 15M, se le identifica por parte de
Podemos como un partido responsable de la crisis que habría abandonado el camino que
le es propio. Podemos conectará con gran parte de la indignación acumulada durante el
ciclo de las mareas hasta lograr constituirse como tercera fuerza política de España en
las elecciones del 20 de diciembre de 2015.
5. Conclusiones
"Pues aunque sea el mismo el bien del individuo y el de la ciudad, es evidente, que es
mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el de la ciudad; porque
procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino
conseguirlo para un pueblo y para las ciudades “(E.N.)
Cerramos esta comunicación con esta bella cita de Aristóteles en su “Ética
Nicomáquea” (E.N.), en donde puso de manifiesto la importancia del bien común, el
que pertenece a la comunidad y la polis, para el buen vivir de los hombres. Después de
veinticuatro siglos, las personas y los pueblos siguen pensando cómo vivir
conjuntamente, cuál ha de ser el mejor gobierno y cómo reconciliar el interés de uno
con el de la comunidad. La lucha de las mareas es un punto más en la historia. Si bien,
las palabras y las ideas que ellas encierran son nuevas o han cobrado una nueva luz, el
marco profundo de sentido sigue siendo en lo esencial el mismo: la defensa de la razón
común.
Por este motivo decidimos empezar situando nuestro análisis varias décadas atrás.
Como hemos analizado, la tensión entre los intereses del mercado y los de la
democracia social (y su materialización institucional en el Estado del Bienestar)
definen en buena medida el período de contestación organizado por las mareas, si bien
debemos situar el inicio de este conflicto en los años 70 y 80 del pasado siglo.
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Por otro lado, decidimos centrar el análisis de esta comunicación en una dimensión
dominada por la importancia del lenguaje y las ideas, dejando de lado por motivos de
espacio la importancia de las estructuras (clases, recursos, organización, etc.) para una
adecuada comprensión de los fenómenos sociales. En nuestros presupuestos teóricos de
partida hemos sostenido la naturaleza interpretada de los hechos. En este sentido, la
realidad adquiere un significado u otro en función de la atribución de sentido que las
personas hagan. Sentido que sólo es posible en y mediante el lenguaje compartido. La
consecuencia lógica de este argumento es dar un peso importante a la lucha ideológica
en los procesos de conflicto y cambio social. De esta manera, una parte importante, pero
ni mucho menos toda, para comprender las mareas y su poder de movilización en apoyo
del Estado del Bienestar ha sido su capacidad de disputar el significado de la crisis, los
recortes y de algunos términos centrales e imponer un marco de interpretación capaz de
generar un amplio apoyo social.
Su discurso no partidista, sabiendo leer muy bien las claves que había arrojado el 15-m,
y de tipo universalista, fue capaz de lograr una amplia aceptación y consenso entre
numerosos sectores sociales y políticos de este país. La defensa de “lo que es de todos”
apeló al conjunto de la sociedad por encima de siglas políticas, haciendo ver que lo que
estaba en juego no pertenecía a los intereses electoralistas de los partidos políticos, sino
a los intereses de la mayoría social.
Pese a que reconocemos la eficacia del discurso elaborado por las personas de las
mareas y la importancia de las ideas como motor de cambio, no podemos dejar de
reconocer el problema estructural de fondo. El discurso de las mareas y las demandas
que lo ponen en marcha indican una posición defensiva. El modelo de bienestar parece
estar en fase histórica de agotamiento ante el avance de aquella hegemonía naciente en
los 70 y 80 y que tras la crisis económica y financiera parece haberse impuesto en el
conjunto de los países miembro. A Keynes parece que se le ha dado finalmente el acta
de defunción por parte del poder financiero transnacional.
El problema que se nos anuncia no es sólo cómo la weltanschauung (cosmovisión)
liberal (tanto en su dimensión neoliberal como ordoliberal) ha logrado consolidarse tras
la crisis financiera en Europa, sino la crisis de la política, es decir, de la deliberación y
decisión soberana de cada Estado frente al poder de los mercados. Mercado y Estado se
necesitan para el buen funcionamiento y desarrollo de una sociedad en el contexto de la
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globalización, pero el problema deriva de la aparente colonización de los intereses
económicos privados sobre la política y su margen de acción y maniobra.
¿Qué pueden hacer los gobiernos para proteger de manera efectiva la democracia social
frente a la presión de los merados financieros? Las mareas han logrado parar una serie
de privatizaciones y recortes en los servicios sociales, y además, han conseguido
extender entre la población la necesidad de mantener el modelo de estado de bienestar.
Esto lo ha hecho suyo Podemos, articulándolo dentro de la idea amplia de democracia y
soberanía, en su desafío contra-hegemónico a las élites. Sin embargo, el discurso o las
ideas han de enfrentarse a un poder estructural (el financiero) que domina el conjunto de
las decisiones relevantes en la política de los países, y que además tiene capacidad de
movilizar a think tanks y medios de comunicación para que elaboren relatos que
legitimen el curso de sus acciones. Nos preguntamos si el discurso de la razón común y
los actores sociales que lo defienden serán capaces de frenar la lógica privatista y su
enorme poder o si, por el contrario, la hegemonía del mercado seguirá dominado el
siguiente acto. Habrá que esperar a ver cómo continua la función. Pero la historia
siempre está abierta.
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