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El comercio lejano y la difusión del quechua. El caso de Ecuador* Alfredo Torero Hace medio milenio, la irrupción española en América quebró proce- sos de integración que avanzaban en gran parte del Nuevo Mundo. Los mecanismos de esta integración eran básicamente dos: el estable- cimiento de entidades políticas en expansión y un creciente comercio inten- sivo a grandes distancias. Los testimonios escritos referentes a la existencia y el funcionamien- to del primer mecanismo, los reinos e imperios, son abundantes porque sobre esas entidades se lanzaron con avidez las huestes españolas para apropiarse de las riquezas acumuladas y porque la Corona española intentó prontamente aprehender para sí los aparatos políticos indígenas. De la existencia y el funcionamiento del comercio lejano han queda- do, en cambio, reducidos testimonios escritos, particularmente en lo que se refiere al área andina sudamericana, en la que incidirá la presente exposición. (*) El presente trabajo, entre otra;, ha sido posible gracias a una beca de investigación otorgada al autor durante el año de 1983 por la Organización Holandesa para el Fo- mento de la Investigación Científica Pura (Z.W.O.). El autor agradece igualmente al doctor Willem Adelaar, de la Universidad de Leiden, por el permanente estímulo y la eficaz y cordial asistencia que le ha brindado durante las labores de investigación en Holanda. No. 2 diciembre 1984 367

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El comercio lejano y la difusión del quechua. El caso de Ecuador*

Alfredo Torero

Hace medio milenio , la irrupción española en América quebró proce­sos de integración que avanzaban en gran parte del Nuevo Mundo.

Los mecanismos de esta integración eran básicamente dos: el estable­cimiento de entidades políticas en expansión y un creciente comercio inten­sivo a grandes distancias.

Los testimonios escritos referentes a la existencia y el funcionamien­to del primer mecanismo, los reinos e imperios, son abundantes porque sobre esas entidades se lanzaron con avidez las huestes españolas para apropiarse de las riquezas acumuladas y porque la Corona española intentó prontamente aprehender para sí los aparatos políticos indígenas.

De la existencia y el funcionamiento del comercio lejano han queda­do, en cambio, reducidos testimonios escritos, particularmente en lo que se refiere al área andina sudamericana, en la que incidirá la presente exposición.

(*) El presente trabajo, entre otra;, ha sido posible gracias a una beca de investigación otorgada al autor durante el año de 1983 por la Organización Holandesa para el Fo­mento de la Investigación Científica Pura (Z.W.O.). El autor agradece igualmente al doctor Willem Adelaar, de la Universidad de Leiden, por el permanente estímulo y la eficaz y cordial asistencia que le ha brindado durante las labores de investigación en Holanda.

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La explicación de esta escasez informativa reside en: a) las propias acciones de conquista españolas, que, ya desde la captura

de las islas del Caribe y de Panamá, interrumpieron en sus puntos más delica­dos las redes de comercio y comunicación entre el norte y el sur americanos y que seguidamente, en pocos años, destruyeron los polos más importantes y florecientes que habían atraído y promovido el movimiento comercial pre­conquista.

b) la indiferencia de los invasores respecto de los recursos y productos propios de los pueblos de América que no fueran oro, plata, perlas o piedras preciosas.

c) la implantación, sobre gran parte del área andina , del Imperio Incai­co, cuya política económica de control directo de la producción y la circula­ción de bienes había reducido fuertemente la actividad comercial en amplios sectores de su territorio.

Sólo en los últimos decenios ha empezado en Sudamérica la labor de acopio y correlación de los fragmentarios y dispersos datos relativos al co­mercio lejano. Si bien el panorama general está aún incompleto, las informa­ciones recuperadas, tanto en archivos como en las investigaciones antropoló­gicas, arqueológicas y lingüísticas, permiten sustentar como provechosa hipó­tesis de trabajo que ciertas distribuciones culturales y de idiomas fueron efec­to del establecimiento de rutas de comercio múltiples entre distantes pueblos de América.

Dentro de este marco, se tratará aquí de las sucesivas expansiones del quechua, y en especial de su movimiento en dirección de lo que hoy es el Ecuador, un área clave para el comercio lejano prehispánico.

La Historia Social Andina y la Distribución de Lenguas

Para ingresar al tema es necesario, en breve bosquejo, remontar unos tres mil años atrás en la historia social andina, a un período en que se conso­lidaban las economías con nivel de excedentes productivos y, a la par, los sis­temas socio-políticos complejos - logros de organización económico-política indispensables para posibilitar el comercio lejano , comercio esencialmente suntuario y dirigido por lo tanto a la complacencia y el prestigio de los seño­res y los dioses.

Hacia el 700 a.n.e., encontramos en pleno desenvolvimiento en la re­gión centroandina (Perú) la denominada "cultura Chavín", resultante de ya varios siglos de creciente control de la producción y el intercambio a través de una red de templos que llegó a extenderse finalmente desde la costa sur y la sierra sur central peruanas hasta la frontera peruano-ecuatoriana y desde el litoral hasta las vertientes nororientales, en las cuencas de los ríos Marañón y Huallaga.

Se descubre en los sitios Chavín artículos de procedencia externa a su área, como strombus -propios de mares tropicales más septentrionales-, pe­ro no existen pruebas de un movimiento sostenido de intercambio hacia el

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exterior. El "Chavín clásico" se pre'senta rµás bien como la culminación de un proceso integrador de geografías y proHucciones diferentes cumplido al interior del área centroandina; en sus repr~entaciones simbólicas, en sus ex­presiones artísticas y en la arquitectura de sus templos se percibe bien la síntesis de las diversas culturas costeñas y de la sierra norte que lo generaron.

No se ha detectado para el Chavín clásico la extensión de una deter­minada lengua que pudiera corresponderse con la difusión tan amplia de un arte y un culto bastante uniformes en su período final - hacia el 400 a.n.e. Sin embargo, puede proponerse que a la época de su desenvolvimiento se re­monta la intensa interpenetración entre dos familias lingüísticas andinas no obviamente emparentadas : la quechua y la aru , originarias, respectivamente, de la costa central -área de constitución de culturas proto-Chavín- y de la costa sur -área de la cultura Paracas. Algunos idiomas de estas dos importan­tes familias andinas continúan hoy en contacto( l ).

Hacia el 400 a.n.e. se asiste a la ruptura rápida del sistema chavinense y a la aparición de nuevas corrientes culturales de menor énfasis cultista, en conexión, al parecer, con fuertes corrientes de intercambio, principalmente por vía marítima , entre las costas peruanas y el Ecuador. Tal vez la estructu­ra teocrática Chavín se había tornado sumamente rígida y enclaustrada en los modos y canales de captación y circulación de las riquezas, y refractaria a la adopción de innovaciones que acrecentasen las producciones internas. Lo cierto es que las nuevas corrientes que le pusieron término desarrollaron en varias regiones andinas un orden económico y social más dinámico , concreta­do en el acrecentamiento de la producción agraria y en la búsqueda de con­tactos comerciales a distancias que desbordaban ampliamente las fronteras de la antigua área chavinense.

La reorganización de la producción agraria requirió, indudablemente, de un control más directo sobre los productores, tanto para su movilización en el trabajo colectivo cuanto para la aplicación de una tributación obligada (que reemplazó a la entrega "espontánea" de ofrendas como expresión de la gratitud por los servicios que las divinidades prestaban al bienestar común). Surgieron así los estados clasistas. que en adelante pondrían en cautividad tanto a los hombres como a los dioses.

En cuanto a la amplitud del comercio lejano , diversos autores han se­ñalado para esta misma época la aparición en zonas tan distantes como Mé­xico, el Ecuador y el Perú de rasgos culturales específicos (v.g., la técnica de pintura en negativo y la botella silvadora de doble cuerpo), que se han postu­lado como manifestación de contactos, tal vez por navegación a.lo largo del Pacífico. Es, sin embargo, con las culturas ecuatorianas con las que en este período exhiben más afinidades las del Perú central y norteño, particular­mente las representadas por los estilos cerámicos designados globalmente blanco sobre rojo.

Justamente con la extensión, a principios de nuestra era, de uno de estos estilos, el llamado Baños de Boza y las variedades estrechamente vincu-

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ladas con él, puede correlacionarse. en tiempo y espacios. la progresión del protoquechua desde la costa norcentral hacia la sierra norcentral y central del Perú (véase Kuth Shady y Arturo Ruiz, 1980)(2). Paralelamente debió estarse produciendo el avance del protoaru de la costa sur hacia las serranías vecinas, en tanto que el protopuquina era movilizado en torno al altiplano del Collao por la sociedad Pucara.

En los primeros siglos de nuestra era ocurre el florecimiento de las principales culturas "clásicas" peruanas, con la consolidación de los aparatos estatales clasistas y un avanzado aprovechamiento de los recursos regionales : Moche (costa norte) , Cajamarca (sierra norte), Recuay (sierra norcentral), Lima (costa central), Nasca (costa sur), Tiahuanaco (altiplano del Callao). Durante este tiempo, el protoquechua se escinde en variedades de la sierra, o quechua I, y variedades de la costa , o quechua II . El protoaru , asimismo, lle­ga por progresión desde el área de Nasca, a la región de Ayacucho , en la sie­rra central, donde empezará un proceso de dialectalización precursor del pro­toaymara. El puquina acrecienta su dominio en el Altiplano y en sus flancos , movilizado esta vez por Tiahuanaco . En el norte peruano, varias lenguas se disputan el área y no hay evidencia de que alguna de ellas alcanzase a cubrir territorios de costa, sierra y "ceja de selva" , como sí ocurrió en el centro y el sur.

Luego de la etapa expansiva y de consolidación interna de los estados regionales, empieza hacia el siglo V un intenso movimiento de intercambio multirregional y el surgimiento correlativo de grandes centros urbanos, ma­nufactureros y comerciales : Marcahuamachuco, en la sierra norte; Pampa Grande, en la costa norte ; Cajamarquilla, en la costa central; Viñaque (Hua­ri), en la sierra central, cerca de la actual ciudad de Ayacucho; Cahuachi, en la costa sur, valle de Nasca, y Tiahuanaco, en el altiplano del Callao.

El período de máxima interacción ocurre en los siglos VI y VII, y se ha supuesto que la relativa homogeneización cultural centroandina que se configuró en el transcurso de dicho período se debió a la constitución de un gran imperio , el llamado Imperio Huari, con capital en Viñaque. No obstan­te, lingüísticamente no hay pruebas de la extensión de una "lengua imperial" sobre la vasta área del pretendido imperio; ésta no habría podido ser otra que la protoaymara (lengua aru) empleada por entonces en la zona ayacuchana, y no se encuentra en la toponimia del centro y el norte del Perú ( dichas "pro­vincias del Imperio") huellas de tal presencia. Más bien, es a este período que puede asignarse el inicio de un nuevo movimiento expansivo del quechua de la costa central (quechua 11), en correspondencia con el auge del comercio interregional. En todo caso, aru y quechua, en intenso contacto por enton­ces, acentúan sus mutuas influencias.

J\rqueológicamente, la hipótesis de un Imperio Huari tampoco se sos­tiene, como lo ha demostrado suficientemente Ruth Shady (Shady, 1982).

A comienzos del siglo VIII, y teniendo como una de sus probables causas un prolongado deterioro climático que habría afectado particularrnen-

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te a las sociedades de las tierras altas (véase Cardich, 1981), se produce el abandono de los centros urbanos del interior y el de los costeños que se ha­bían fortalecido por sus vinculaciones con las redes económicas cordilleranas (véase Shady, 1982: 61-65) ; son abandonadas en la sierra las ciudades de Tia­huanaco, Viñaque y Marcahuamachuco ; en la costa, Cajamarquilla (situada al interior del valle del Rímac) es reemplazada por la ciudad de Pachacámac, la cual desde entonces no hará más que acrecentar su prestigio y riqueza y se convertirá en lugar santo y de peregrinación para gran parte del mundo andi­no hasta la llegada de los españoles. En adelante , y hasta el Imperio Incaico , las grandes ciudades serán costeñas, en conexión con el comercio a distancia y el tráfico marítimo, a lo largo del litoral del Pacífico, entre las costas perua­nas, ecuatorianas y puntos desconocidos más al norte de Ecuador.

Contactos a Distancia y Extensión del Quechua II

Con el poder económico y político de Pachacámac y de la costa cen­tral , el quechua II asegura su progresión desde principios del siglo VIII : ha­cia el norte (Proto IIA) , afianzándose finalmente en la sierra norteña ; y hacia la costa sur (proto IIB-C) , desplazando al aru de esta última región.

El comercio interandino se verá reimpulsado y ampliado desde prin­cipios del presente milenio , en un movimiento que combinará las rutas terres­tres y las marítimas para asegurar el intercambio entre regiones tan distantes como el Altiplano del Collao y el Ecuador. Surge entonces, en el límite entre la costa central y la costa sur, la ciudad de Chincha, como activo nexo mer­cantil entre las tierras interiores del sureste andino y las vías del mar. Estas vías llevaban a los reinos y señoríos ecuatorianos (y surcolombianos) por el Golfo del Guayas (Guayaquil) o el puerto de Manta.

Desde Manta , o puntos más al sur como la isla Puná y Tumbes (y quizá Paita) , las rutas marítimas septentrionales del comercio se dirigían "ha­cia el Poniente", según consigna el cronista Sarmiento de Gamboa ((1572] 1943: cap. XLVI). Sin embargo, la importancia económica de la relación co­mercial "hacia el Poniente" ( ¿México?) era con seguridad, en volumen , géne­ro y diversidad de los bienes intercambiados, muy inferior a la que vinculaba las costas ecuatorianas y peruanas y, a través de éstas, al área interior andina desde ·el sur colombiano hasta el noroeste argentino. El papel que Chincha cumplía en la canalización de este comercio era virtualmente irremplazable por su posición geográfica; de allí que su lengua, el quechua chínchay (IIB-C), se extendiera por el mundo andino como idioma de relación desde los primeros siglos del milenio actual.

Ya desde fines del primer milenio, cuando hubo ganado la costa sur al aru, el protoquechua IIB-C había empezado a penetrar en las serranías inmediatas, cubriendo ambas vertientes de la Cordillera Occidental y dejando encerrados en su avance reductos de antiguas lenguas arus (Torero, 1970: 240 - 242). Paralelamente se esbozaba su escisión en IIB y IIC : proto IIC co­mo la variedad de las vertientes cordilleranas -de donde continuaría más tar-

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de su progresión hacia el este y el sureste- y proto 118 como el lenguaje de la costa central y sur. Liberado de la otrora poderosa presión de los pueblos aruhablantes, el proto 118-C realizará innovaciones , particularmente léxicas, no compartidas con lenguas arus; la variedad proto 118, especialmente, alige­rará sus estructuras morfosintácticas, en una tendencia probablemente refor­zada durante su expansión hacia el norte como idioma de relación entre pue­blos de orígenes lingüísticos diferentes.

Es de suponer que fue tejiéndose en estos siglos a través del mundo andino, entre señores locales o regionales, una fuerte red de intereses en los beneficios del comercio lejano ; lo que a su vez dio estímulo y protección po­lítica "internacional" a la existencia y las actividades de una suerte de corpo­ración o liga suprarregional de mercaderes (véase Torero, 1970: 94, 123). Frank Saloman ha examinado la pervivencia en el siglo XVI de una situación de este género entre otavalos y pastos, en la frontera ecuatoriano-colombiana (Saloman, 1978).

Puede postularse, entonces, que, aparte de su área de pleno dominio en la costa peruana central y sur y la serranía contigua a ésta, el quechua chínchay empezó a penetrar en regiones muy distantes como lengua de rela­ción adoptada por los señores y los mercaderes interesados en el comercio interregional andino y respaldada por el poder económico de Chincha y el ascendiente religioso y político de Pachacámac (véase Torero, 1974 ). Sus progresos ulteriores en las "nuevas" zonas y regiones así alcanzadas habrían de depender del dinamismo económico interno propio de éstas. En tal senti­do , el área ecuatoriana y surcolombiana se mostraba altamente activada des­de muy antiguamente por los movimientos de intercambio tanto en el inte­rior de ella como hacia el exterior y ofrecía un terreno propicio para el avance sostenido del quechua IIB, inicialmente irradiado desde la costa cen­tro-sur peruana.

La Actividad Comercial frente al Modelo Económico Inca

El Imperio Incaico trató de anular en lo posible la actividad mercan­til y de sustituirla por una nueva racionalidad económica que preveía sustan­cialmente:

a) el máximo de autosuficiencias regionales, naturalmente que en prio­ridad para beneficio de los señores y los templos. A nivel del grueso pueblo tributario -los hatunruna- persistió el recurso a sólo sus medios de subsis­tencia local tradicional o a los obtenidos por un trueque complementario "entre pobres", viejo sistema intocado por el Imperio. A los señores y tem­plos importantes, en cambio, se asignó fuentes de recursos apetecibles en zo­nas relativamente próximas a sus antiguos territorios, pero antes fuera de su alcance directo: campos para cultivo de coca o maíz o para cría de ganados, adonde debían acudir sus respectivos hatunruna o yana ("siervos") para efectuar el trabajo productivo o el transporte(3 ).

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.b) asignación de ·1os "excedentes poblaciona-les" de zonas pobres en re­cursos alimentarios a tareas estatales: ejército , laboreo de minas, construc­ción de fortalezas , caminos, centros administrativos o de almacenamiento , palacios , etc.; o su traslado como colonias (mitmas) a zonas insuficientemen­te pobladas o despojadas a otros pueblos. Los hatunruna de las áreas de alta productividad alimentaria (valles costeños o del interior) no eran afectados a este género de servicios, pero sí exigidos, en cambio, a un gran esfuerzo pro­ductivo y una alta tributación.

c) administración directa por el Estado de las fuentes mayores de recur­sos y de la labor de los especialistas en manufacturas militares o en confec­ción de bienes suntuarios. De esta manera se aseguraba el soberano cusqueño la eficacia de sus ejércitos y la lealtad de las jerarquías señoriales.

Pese a las condiciones adversas planteadas por la programación eco­nómica incaica, la actividad mercantil, aunque disminuida , subsistió dentro de los territorios conquistados, en especial a lo largo de las costas; y subsistió ya fuese por el poderío y solidez de las redes de comercio tiempo atrás esta­blecidas, ya por la breve duración del Imperio o su propio interés de obtener bienes exóticos aún no a su alcance directo, ya como resultado de concilia­ciones políticas más o menos tácticas y temporales o ya simplemente porque en toda época los mercaderes han sabido burlar los más formalmente estric­tos mecanismos estatales. Lo cierto es que han sobrevivido, y se van descu­briendo cada día más, los datos que permiten reconstruir el comercio lejano: redes, rutas y centros de intercambio , mercaderes, "monedas", medios de transporte y naturaleza de las mercaderías.

Se sabe hoy que los mercaderes de Chincha eran muy numerosos: de seis mil a diez mil según las fuentes (véase Rostworowski, 1970); que los sa­cerdotes del santuario de Pachacámac eran a su vez mercaderes (Torero , 197 4: 81); que era intensa y especializada la actividad mercantil en la costa norte peruana (Rostworowski, 1975: 340 - 342); que surcaban las aguas del Océano Pacífico grandes balsas veleras transportando mercaderías, como las mencionadas por Sarmiento de Gamboa viniendo del Poniente hacia Ecuador o como la famosa "balsa de tumbecinos" que , cargada con veintidós tonela­das métricas de variadas y ricas mercaderías, fue interceptada por un navío español frente al litoral septentrional peruano varios años antes de iniciarse la conquista del Perú, según la descripción contenida en la Relación Sámano­Xerez de 1527 (véase Porras Barrenechea, 1967: 62 -68)(4) . Los mercaderes de Chincha se dirigían hacia el sureste andino (Cusco y el Altiplano del Co­llao) y hacia Quito y Puerto Viejo (Manta) , en Ecuador (Rostworowski, 1970). Las relaciones comerciales entre otavalos y pastos en la actual fronte­ra ecuatoriano-colombiana ha sido estudiada por Salomon en obra ya citada.

El número de balsas que conectaban los puertos a lo largo del litoral del Pacífico debió ser elevado en tiempos preeuropeos. Es interesante notar que los nativos continuaron empleándolas durante toda la época colonial - y quizá hasta fines del siglo pasado- para transportar mercaderías en travesía directa entre Ecuador y la costa central peruana , en lo que parece haber sido,

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tres siglos después de la conquista hispánica, el mantenimiento de una econo­mía indígena paralela a la de españoles y criollos(5 ).

Acerca de la "moneda" en el mundo andino , débese entender que no se trataba del equivalente universal que implica el sentido moderno del térmi­no , sino de varios semi-universales con curso en áreas geográficas diferentes y con esferas definidas de aplicación. De estas cuasi-monedas, las dos más im­portantes - o las mejor documentadas- consistían en pequeños tumis (ha­chuelas) de col!re y en cuentas menudas ("chaquiras") de mullu (conchas de spondylus) . La chaquira se utilizaba en la relación comercial entre costa y sierra, en tanto que el hacha de cobre circulaba a lo largo de las costas del Pacífico sobre una inmensa extensión : desde al menos el sur del Perú , donde las gentes de Chincha manejaban para sus compras y ventas un "marco de cobre" (Rostworowski, 1970), hasta México, donde los habitantes de Tutu­tepec, ciudad cercana del litoral, "usaban de una cierta moneda de cobre de dos dedos de largo y una de ancho , a manera de hachitas" , según el cronista Ixtlilxochitl ; las hachas de cobre circulaban igualmente como moneda entre los naturales de la ciudad de Oaxaca y las comarcas vecinas (véase Dahlgren de Jordan, 1954: 253 - 254). Como una pervivencia quizá de época preeuro­pea, los pueblos kwakiutl y haida de la costa occidental canadiense destruían hasta tiempos recientes grandes láminas de cobre nativo de forma similar a los tumis durante las ceremonias del potlatch (Drucker, 1965 : 137, 143,185 ; lams. 27 y 28). Las hachas-moneda de cobre han sido halladas abundante­mente en depósitos arqueológicos del Ecuador (véase Holm, 1967) y en el sitio de Batán Grande , costa norte peruana, donde se recogieron varios pa­quetes de hasta 500 láminas cada uno (Pedersen, 1976 : 64 ).

Ya Cieza de León ([ 1553]: cap. XLVI) se mostraba sorprendido por el alto valor que los nativos de Puerto Viejo asignaban a las cuentas de mullu y a las hachuelas de cobre, pero sin advertir plenamente su significación mo­netaria ; se refiere así a "unas cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira, que era rescate extremado y rico" y relata: "aun me ha acaecido de vender a un indio una hacha pequeña de cobre y darme él por ella tanto oro fino co­mo la hacha pesaba".

Cuando en el siglo XVI se hace mención a los mercaderes indígenas como "tratantes al modo de indios" debe entenderse, pues, que actuaban no precisamente sin uso de monedas, sino al margen de los modelos españoles y dentro de los patrones tradicionales andinos en cuanto a moneda, género de los artículos granjeados y libertad para ejercer el comercio.

El Quechua en Ecuador

En lo tocante a determinar la antigüedad de la presencia del quechua en el Ecuador, dos tipos de procedimientos -necesariamente correlaciona­bles- se ofrecen a la investigación: el estudio lingüístico de las hablas en sus formas actuales o en las atestiguadas desde hace poco más de dos siglos y el

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examen de las informaciones históricas relativas al grado de progresión del quechua en el siglo XVI y a la naturaleza de los conflictos habidos en el área ecuatoriana entre pueblos y lenguas oriundos y pueblos y lenguas introduci­dos durante la ocupación incaica.

Lingüísticamente, el complejo dialectal ecuatoriano-colombiano (que se designará aquí simplemente como ecuatoriano) es esencialmente una rama de quechua lIB, cercano a los dialectos de Chachapoyas (Amazonas) y Lamas (San Martín) , del nororiente peruano, y afiliable con el habla costeñocentral peruana descrita en 1560 por fray Domingo de Santo Tomás y con la de Huarochirí (serranías del departamento de Lima) recogida en un amplio con­junto de textos en los primeros años del siglo XVII (véase transcripción pa­leográfica y versión en francés de estos textos en Taylor, 1980).

No obstante , el quechua ecuatoriano ha desarrollado importantes ca­racterísticas propias, particularmente gramaticales , comunes a todas sus ha­blas actuales y ya percibibles desde los primeros documentos que lo atesti­guan (véase Nieto Polo del Aguila, [1753] 1964). Además de esto, débese efectuar en él, dentro de la básica unidad , un deslinde en dos subáreas: la in­terandina y la oriental (selva alta) , sin que este deslinde implique homogenei·· dad al interior de cada subárea(6). Las hablas interandinas muestran una di­versidad a primera vista desconcertante en el tratamiento fonológico y se­mántico de los lexemas, aspecto en el cual las orientales parecen conservarse más cercanas del "protoecuatoriano".

En todo caso, la sustancial identidad de todas las variedades sobrevi­vientes, interandinas u orientales, presupone que el ecuatoriano antiguo po­seía esas características gramaticales definitorias ya hacia fines del siglo XVI -cuando, a más tardar, se estableció en el Oriente-; esto es, apenas un siglo después de la conquista inca del Ecuador, lapso que aparece demasiado breve para el desarrollo de sus tantas peculiaridades. Queda, entonces, por absolver el interrogante de si estaba ya en el Ecuador cuando llegaron los incas o si éstos "lo importaron" así constituido desde algún otro lugar.

El cronista Pedro Cieza de León, quien recorrió tempranamente el Ecuador (en torno a 1548) halló el quechua bastante extendido como "len­gua general" en los valles interandinos, desde inmediatamente al sur de Qui­to hasta trasponer la frontera meridional ecuatoriana. Casi siempre lo men­ciona en coexistencia con idiomas locales: panzaleo, puruhá, cañar, palta, tal como confirman documentos de los decenios posteriores. En un caso - no desmentido por otros testimonios- hace referencia a sólo la lengua general: el de la provincia de Chimbo , comarca estratégicamente ubicada en las rutas de intercambio que llevaban del interior ecuatoriano al río de Guayas y de allí por balsas a la costa y a la isla de Puná, según el propio cronista relieva (Cieza, op. cit.: caps. XLI - XLV).

No establece Cieza una relación entre empleo del quechua y actividad comercial, pero da precisamente para la provincia de Chimbo una nota inha­oitual: " ... a tiempos usan de congregaciones para hallarse en ellas los más principales·, a donde tratan lo que conviene al beneficio así de sus patrias

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como de los particulares provechos dellos" ( Cieza, op. cit.: cap. XL V). En el extremo norte de la sierra ecuatoriana (actuales provincias de

Imbabura y Carchi) y en la sierra sur de Colombia (actual departamento de Nariño), antiguo territorio de los pastos -comarcas no tocadas o apenas to­cadas por el Imperio Inca en sus años finales-, el quechua era utilizado casi únicamente por los mercaderes, a estar por una relación de 1541 según la cual los nativos de la Doctrina de Pinampiro (hoy en lmbabura) no acudían a la ciudad de Pasto "sino con algunos mercaderes que son ladinos en la len­gua general del Inga, y éstos van a sus rescates y granjerías" (Relaciones Geo­gráficas de Indias, 1965: t. III, 252).

Para el importante territorio de los Quijos, en el área nororiental ecuatoriana, de selva alta, las informaciones iniciales referentes al uso del quechua son escasas e imprecisas. En 1563, un hijo de Atahuallpa, Felipe Inga, y un cacique quijo hicieron de intérpretes en la zona ante otros caci­ques congregados con ocasión de la fundación de la ciudad de Nuestra Seño­ra, más tarde Sevilla del Oro (Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. IV, 181 ). Se comprende que una de las lenguas empleadas en la intermediación fue la quechua, dada la presencia de un hijo de Atahuallpa, indudablemente "ladino" en castellano y quechua general. Quizá en esas comarcas el conoci­miento del quechua estuvo circunscrito al nivel de los caciques, las gentes con poder local. Varios decenios más tarde, en 1608, se lo halla más difundi­do, al decir del conde de Lemus: "corre en esta provincia [Quijos] la lengua general del Inga, y háblanse otras diferentes y maternas" (Relaciones Geográ­ficas de Indias, 1965: t. l. 78). Han tratado más detenidamente este tema Udo Oberem en una monografía sobre los Quijos (Oberem, 1971) y Roswith Hartmann en un estudio referido al problema del quechuismo preincaico en el Ecuador (Hartmann, 1979).

Ninguna de estas informaciones, sin embargo, da luz acerca del dia­lecto, o los dialectos, del quechua que se manejaban a la sazón en el Ecuador, ni qué debe entenderse allí por "lengua general del Inga". Cieza de León (op. cit., cap. XXXIX) hace un descarte del quechua IIC cuando consigna que, a raíz de la matanza de los adultos que Huayna Cápac realizó entre los otavalos y carangues, éstos eran llamados guamaracona [/wamrakuna/] "muchachos"; la forma IIC correspondiente es /warmakuna/. Desconocemos, no obstante, la fuente lingüística del cronista.

Los españoles capturaron también a quechuahablantes sobre el mar cerca de las costas ecuatorianas: de la llamada "balsa de tumbecinos" extra­jeron, en 1527, a tres mercaderes-navegantes que hablaban la lengua general. Uno de éstos, Felipillo, habría de hacerse célebre por su papel de intérprete en la "entrevista" de Francisco Pizarro y el Inca Atahuallpa en la plaza de Cajamarca. Se ha asignado a Felipillo diversas naciones y patrias -cosa nada extraña tratándose de un mercader: tallán de Pohechos (en el río Chira, costa extremo norte peruana), punaeño (de la isla Puná) o, genéricamente, huanca­vilca (de los términos de Guayaquil). Garcilaso de la Vega lo dice de Puná, mientras que Guarnan Poma insiste en llamarlo Felipe guancavilca y lo dibuja

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con nariguera en una de sus láminas (Guarnan Poma, [¿1614?] 1936: 380, 384, 385).

Es justamente a raíz de la intervención de Felipillo en los sucesos de Cajamarca que se tiene una referencia confiable respecto de las hablas septen­trionales del Imperio: el cronista Garcilaso de la Vega -a cuyo sentimiento idiomático débese otorgar crédito por tratarse de un príncipe cusqueño­afirma que en aquella ocasión Atahuallpa se expresó "en el lenguaje de Chin­chaysuyu, el cual entendía mejor el faraute [intérprete], por ser más común en aquellas provincias que no el del Cuzco" (Historia General del Perú; Libro primero, cap. XXV).

Ahora bien, aunque queda claro que el mercader "huancavilca" y el Inca "quiteño" manejaban el lenguaje de Chinchaysuyu (quechua IIB), la expresión "aquellas provincias" es todavía imprecisa.

Débese examinar, por esto, qué habría podido suceder en el escena­rio lingüístico ecuatoriano con la ocupación incaica y si ésta pudo introducir en el área (en los apenas 50 ó 60 años de su duración) el quechua o, más es­pecíficamente, el dialecto quechua IIB que, con variaciones locales, se habla actualmente en el Ecuador y en el curso alto del río Putumayo, en Colombia.

Para esto, es preciso , como cuestión previa, determinar qué aportes idiomáticos (quechuas o no) pudieron realizar los incas en las regiones sep­tentrionales mediante sus ejércitos y guarniciones o sus mitmas.

Tal diligencia lleva fundamentalmente a mirar el panorama lingüísti­co prevaleciente en los territorios surandinos ganados por el Imperio en la fa­se de su primera expansión, dentro de los cuales se mantuvo y consolidó durante los treinta a cuarenta años iniciales, antes que Túpac Yupanqui lleva­ra sus ejércitos por el sur hasta Chile y por el norte hasta Ecuador. Integra­ban el Imperio del Cusco en ese primer período: el Altiplano collavino hacia el sureste, el Condesuyo hacia el suroeste, el Andesuyo (nunca poblacional­mente importante) hacia el este y el noreste, y las antiguas comarcas de las naciones quechuas, aymaraes, soras, lucanas y chancas (actuales departamen­tos peruanos de Apurímac y Ayacucho) hacia el oeste.

Ahora bien, las referencias a idiomas en esa área, contenidas en los documentos del siglo XVI -tardíos por lo tanto en más o menos un siglo­(véase Torero, 1970: 238 - 243), muestran un aplastante predominio del ay­mara en la masa de las poblaciones que, de acuerdo con la racionalidad eco­nómica inca, eran susceptibles de suministrar soldados a los ejércitos y exce­dentes demográficos por trasladar; y de cuya lealtad (encuadramiento efi­caz) podían estar seguros los señores del Cusco. Tal predominio, que sin duda era mucho más acentuado a mediados del siglo XV, explica asimismo por qué el aymara fue la "lengua oficial" del l.mperio hasta el final del reinado de Tú­pac Yupanqui.

Según las noticias del siglo XVI, en el Altiplano collavino el aymara continuaba expandiéndose vigorosamente en desmedro de otros idiomas que lo habían precedido en la región: el puquina y el uruquilla. En Condesuyo,

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los collaguas, que estaban adoptando el quechua pero tenían por lengua pro­pia el aymara, ocupaban plenamente las vertientes altas de la Cordillera Occi­dental y presionaban sobre otros pueblos de idiomas distintos: los de Pincho­llo, Calo y Tapay, donde hablaba "cada pueblo diferente del otro, muy bár­bara" (posiblemente, por la ubicación geográfica, relictos de la antigua len­gua puquina), y los cabanaconde, que empleaban "la lengua general del Cuzco corruta y muy avillanada" y, además, en algunos sitios de su comarca, ·"otra lengua incógnita y para ellos solos" (tal vez igualmente un dialecto pu­quina en el último caso y, en el primero, una suerte de "compromiso" entre pu quina y quechua chínchay, comparable con el del habla de los herbolarios callahuaya en Bolivia) (véase Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. II, 328 - 329). Al occidente del Cusco, desde las cuencas de los ríos Pampas y Soras hasta la capital imperial, y en las propias vecindades de ésta, el aymara conservaba todavía una fuerte vigencia, si bien en algunos lugares había cedi­do el terreno al quechua chínchay (indudablemente IIC) o se había estable­cido una situación de bilingüismo quechua-aymara en grado y magnitud difí­cilmente determinables a partir de las afirmaciones genéricas e imprecisas de las fuentes de información.

En cambio, como se ha visto, el quechua IIC se hallaba sólidamente implantado sobre ambas vertientes de la Cordillera Occidental en el suroeste del departamento de Ayacucho, territorio de los lucanas (laramates y anta­marcas), quizá por irradiación desde los valles costeños de Nasca.

Túpac Yupanqui, por lo tanto, llevó a la conquista y pacificación del Ecuador, como soldados y mitmas, mayoritariamente a aymarahablantes y a quechuahablantes de zonas aún incipientemente ganadas al aymara, y sólo secundariamente a usuarios plenos de quechua llC o de puquina. Su sucesor, Huayna Cápac, heredero de un imperio más amplio y con un control ya sufi­ciente de los nuevos pueblos conquistados por Túpac Yupanqui, movilizó a su vez para los mismos fines no sólo a las gentes surandinas, sino igualmente a poblaciones de la sierra central peruana, hablantes de quechua I, y sobre todo de la sierra norte, hablantes de quechua IIA, culle y otros idiomas no conocidos. No se tomó a estos efectos a pobladores de los valles costeños, pescadores o agricultores, con excepción probablemente de grupos de artífi­ces en oficios requeridos por las casas reales.

Al derrumbarse el Imperio cusqueño, permanecieron en el Ecuador no sólo la mayoría de los muchos grupos de mitmas extranjeros al área, que habían recibido allí campos de cultivo, sino también un número posiblemen­te alto de los soldados traídos desde sus lejanas patrias para constituir las guarniciones pacificadoras o para participar en la campaña contra los pastos que había empezado a desarrollar Huayna Cápac. Destruida la maquinaria administrativo-militar inca, el camino del retorno era sin duda más difícil, si no imposible, para aquellos cuyos pueblos de origen se hallaban en el distan­te sur andino.

Dado que los ejércitos incaicos estaban constituidos por "naciones", no es improbable que las huestes abandonadas a su suerte se agrupasen bajo

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el modelo de los mitmas, ocupando berras de cultivo en las zonas conquista­das. De este modó puede interpretarse un párrafo de Guarnan Poma referido a los "capitanes" de Collasuyo ("de hatuncolla poquinacolla charca cana pomacanchi quispillacta cauina callauaya") que estuvieron con Huayna Cá­pac en las campañas del Ecuador: " ... estos dhos capitanes murieron en ellas algunos bolbieron a sus pueblos y tierras y semurieron alli algunos se queda­ron hasta oy en tome quito sus bisnietos destos dhos capitanes adonde con­quistaron se quedaron para memoria y generación los quales les llaman miti­mays estrangeros de yndios" (Guarnan Poma, op. cit.: 170).

Durante largos decenios después de la conquista española, muchos grupos mitmas continuaron usando las lenguas particulares de sus patrias en tanto iban adoptando la "general del Inga". La "Relación del pueblo de Sant-Andrés Xunxi", pueblo ubicado al pie del nevado Chimborazo, señala que "los mitimas, que son de Condesuyo, questá junto al Cuzco, hablan unos con otros su lengua de aquella su tierra y todos la del Inga" (Relaciones Geo­gráficas de Indias, 1965: t. III , 262).

Sin embargo, mitmas y soldados en perdición tuvieron que empren­der finalmente el duro y prolongado proceso de asimilación a las poblaciones naturales del Ecuador.

Ahora bien, de lo dicho hasta aquí queda claro que no se dieron du­rante la conquista y la ocupación incaicas del Ecuador (ni tampoco, natural­mente, en la época hispánica) los factores y condiciones requeridos para la introducción y la extensión consistente de un dialecto quechua del tipo IIB -cuyas formas son, sin embargo, las que han predominado sustantivamente en la constitución de las hablas ecuatorianas modernas. Se deriva de esto que la presencia del proto IIB ecuatoriano en el área septentrional debe fijarse en tiempos preincaicos.

En respaldo de esta conclusión, si fuera necesario , y como de contra­golpe, se hace evidente que sólo con una presencia preincaica ya suficiente­mente avanzada pudo este IIB contrarrestar los masivos y múltiples aportes "sureños" llegados con el Imperio y salir finalmente victorioso -aunque no indemne- de la contienda lingüística.

Por otra parte, la presencia en el nororiente peruano de dialectos igualmente IIB como los de Lamas (San Martín) y Chachapoyas (Amazonas), cercanos tanto al de la costa central peruana y al de Huarochirí, hoy extin­tos, cuanto a las hablas ecuatorianas, refuerza la hipótesis de que la difusión de los IIB septentrionales de Ecuador y Perú ocurrió como parte de un fenó­meno de fuerte relación económica interregional que venía desplegándose en los Andes desde siglos antes de la expansión del Imperio cusqueño. Inclusive, la forma de dispersión de esos IIB diseña bien las direcciones y la amplitud de aquel.movimiento, que apuntaba desde la costa centro-sur peruana hacia la selva alta de Moyobamba, nororiente peruano, y hacia el Ecuador y el sur de Colombia.

Sobre las actividades comerciales entre las costas central y sur perua-

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nas y las costas y el interior ecuatorianos se posee ya bastante información correlacionable con la extensión del IIB ; pero se carece aún de datos corres­pondientes para Amazonas-San Martín , y sólo resta al respecto postular co­mo hipótesis de trabajo la existencia de vías comerciales, quizá múltiples, que conectaban el Ecuador y el centro del Perú con el nororiente peruano. En todo caso, no hay hasta el momento otra manera de explicar la presencia de hablas IIB en los departamentos de Amazonas y San Martín y en los cur­sos bajos de afluentes del río Amazonas, en el departamento de Loreto.

Por Jo demás, para una mejor comprensión de los factores que pro­movían la extensión septentrional del quechua débese necesariamente mirar, al menos, lo que paralelamente acontecía a principios del siglo XVI en los bordes de su área lingüística: el interior de Colombia y la cuenca amazónica. En territorio hoy colombiano, diversas naciones guerreaban y, a la vez, co­merciaban entre sí y con poblaciones del IViar Caribe y Centroamérica, pero manejando no una lengua general, sino idiomas regionales, como el muisca del reino de Bogotá. En la región amazónica y el Orinoco, pueblos de hablas "arawak", caribe y tupí predominaban sobre muchos otros por el número, la actividad económica y el dominio territorial; entre ellos, interesa destacar a los omagua-cocama, que empleaban una lengua tupí y se extentlían desde el curso medio-alto del Amazonas y el bajo Marañón hasta las estribaciones andinas, en una distribución geográfica que parece haber estado orientada ha­cia el control de importantes rutas de intercambio: los omaguas habían as­cendido por el Alto Napo hasta la región de los Quijos , en tanto los cocamas se habían asentado en las bocas y los cursos bajos de los ríos Ucayali y Hua­llaga, grandes vías de penetración hacia las sierras peruanas. Posiblemente desde varios siglos antes de la conquista hispana, gentes de habla quechua habían entrado en contacto con los omagua-cocama en el nororiente ecuato­riano y el nororiente peniano y con uno o varios pueblos de Colombia, cuyas lenguas tomaban el relevo como idiomas de relación para el comercio lejano.

En cuanto al empleo del quechua IIB en el oriente ecuatoriano, resul­ta natural suponer que era efectivo en época preinca para el enlace económi­co complementario entre zonas de recursos diferentes: las vertientes de selva y los valles interandinos del Ecuador y sur de Colombia. Aun si se concede que las variedades actuales del ecuatoriano oriental (y del Alto Putumayo) fueron llevadas a la selva alta únicamente a partir del siglo XVI y por boca de los numerosos indios "auxiliares" que empujaron consigo los conquistadores, encomenderos y misioneros hispanos, débese aceptar que sólo pudieron par­tir de un dialecto IIB ya establecido en los valles interandinos y todavía muy poco impregnado por influencias cusqueñas o, en general, surandinas.

La "sureñización" del quechua interandino ecuatoriano, si bien con sus raíces puestas durante la ocupación incaica -ejércitos y mitmas-, fue un proceso que se cumplió en el período colonial y como consecuencia del trasiego entre "naturales" y "trasladados" (véase Anexo).

Las condiciones histórico-sociales que coadyuvaron a la consolidación del quechua en Ecuador en los siglos XV a XVII fueron, pues, resultantes de

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la conquista y de la ocupación incaicas, primero, y de la conquista y la im­plantación españolas, después; pero resultantes no precisamente -o no prio­ritariamente- de medidas y hechos de gobierno dirigidos a ese efecto, sino de las hondas y graves perturbaciones ocasionadas en la base popular por las intervenciones extranjeras sucesivas: las poblaciones indias vieron en el víncu­lo de un idioma común una posibilidad de supervivencia. Y adoptaron, en­tonces , como solución más viable, la lengua que desde el período preinca ha­bía estado, un poco por todas partes, en uso entre los sectores nativos econó­micamente más dinámicos: el quechua IIB, idioma de los reyes y señores que expropiaban y acumulaban los excedentes sociales y de los mercaderes, vec­tores del intercambio lejano.

Con la ocupación española, la masificación del IIB ecuatoriano se aceleró, y, de idioma de una élite nativa, que pasaba a hispanizarse, se convir­tió en lenguaje popular. No obstante, el ambiente socialmente compulsivo que presidió el proceso de quechuización no facilitó la uniformización de la lengua. De donde el habla de cada comarca consista hoy en un compromiso subregional específico del IIB ecuatoriano con el idioma oriundo: "chibcha", puruhá, cañar, palta-jibaro, etc., y los idiomas invasores: aymara, quechua cusqueño más o menos constituido, otros diversos dialectos y lenguas del sur y el castellano.

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NOTAS

(1) La relación entre el quechua y el aru está siendo objeto de estudio por parte del doctor Willem Adelaar, de la Universidad de Leiden, y el autor de esta exposición. Teniendo como punto de partida metodológico el no parentesco de estas familias lingüísticas, se trata de determinar los modos y tiempos de interpenetración de am­bas, expresada en sus distintas lenguas sobrevivientes o atestiguadas, así como de deslindar los fondos idiomáticos "originales" y, a la par, la dirección de los "prés­tamos". En cuanto al emparentamiento -propuesto por Morris Swadesh- del que­chua y el aru con el tarasco, lengua aislada de México, W. Adelaar considera útil ahondar en la comparación entre tarasco y aru, descartado en esta instancia el quechua.

(2) Se ha utilizado el método de glotocronología léxico estadística a fin de determinar aproximadamente las épocas en que ocurrieron la expansión primera del quechua y

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sus subsiguientes extensiones (Torero, 1970). Por definición, los fechados resultan- ... tes de la aplicación de este método están en función no solamente del tiempo efec-tivo de la expansión, sino del mantenimiento, o el restablecimiento ulterior, de con-tactos entre los dialectos o lenguas emparentados, contactos que, según su intensi-dad, frenan o atenúan la diferenciación lingüística. Para el conjunto de los dialectos quechuas, las mayores profundidades temporales se obtienen de la comparación tanto de hablas norteñas de quechua I con hablas de quechua IIB- C cuanto de las hablas de quechua IIA norteñas con el dialecto argentino de Santiago del Estero. El fechado más alto lo suministran los cotejos de Chiquián (Q.I) con Lamas (Q.IIB) y de Incahuasi (Q.IIA) con Santiago del Estero (Q.IIC) : 10.8 siglos de divergencia mínima a descontar de 1970; o sea, una separación que se fija como mínimo hacia el 890 de nuestra era. Puesto que el fechado Incahu~-Santiago del Estero incumbe a dialectos quechua 11, debe estimarse que la extensión primera del quechua se pro-dujo en un período en varios siglos anterior, lo suficientemente largo como para que se generaran los rasgos diferenciales (básicamente gramaticales) que escindieron al protoidioma en I y II. El hecho de que los tiempos glotocronológicos provistos por los dialectos quechua I tanto al interior de su grupo cuanto con el grupo quechua II sean menores de los esperables, se explica por ser el área de quechua I geográfi-camente compacta, continua y relativamente poco extensa, y por haber colindado con la de quechua II y haber estado sometida a varias extensiones de dialectos de este último grupo en diversas épocas. La asignación a la costa y la sierra centrales del Perú del área de la primera expan­sión del quechua se fundamenta en : a) la mayor diversidad dialectal en ella; b) la prefiguración, con estas variedades centrales, de las demás formas dialectales exter­nas al área; c) el no señalamiento de algún idioma no quechua en el centro de esta área: la costa norcentral (valles de Pativilca-Huaura-Chancay) y su serranía inmedia­ta, y sí en sus márgenes: lenguas arus, amueixa, cholón, culle, quingnam, mochica. Dado que el área ganada por la primera expansión habría resultado bastante homo­génea, la determinación de su foco inicial sólo puede hacerse de manera probable considerando los focos de los principales cambios ulteriores como si hubiesen esta­do actuando igualmente en la época de la expansión original, justamente para pro­ducirla. Se halla así que importantes innovaciones en quechua 1, como */s/> /h/ o cero (posiblemente la más antigua en la fonología del quechua) y la despalataliza­ción de * /t/, * /ñ/ y •/e/, presentan isoglosas que apuntan hacia la costa norcentral (los valles arriba indicados, de los que no ha quedado registro de lengua). Por lo de-

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más, las posteriores extensiones sucesivas del protoquechua II y del proto IIB-C muestran la fuena expansiva de las expresiones lingüísticas costeñas. Al parecer, el foco emisor más vigoroso se fue desplazando de norte a sur: valles de Pativilca­Huaura-Chancay en los cinco primeros siglos de nuestra era, valles de Lima entre los años 500 a 1,000 y valles de Chincha-Ica-Nasca después del año mil.

Véase Torero 1974 para el examen de las diversas formas de complementación eco­nómica desplegadas por las sociedades andinas prehispánicas en los diferentes perío­dos de su desarrollo. John Murra ha puesto énfasis en una de estas formas, la de una economía autosuficiente lograda a través del "control vertical de un máximo de pisos ecológicos" por una misma sociedad, poseedora de un núcleo de asentamiento principal y de "islas" periféricas -situadas en zonas vecinas, pero a distancias varia­bles del núcleo- que la proveían de recursos inexistentes en el asentamiento princi­pal (Murra, 197 5: 59 - 115 ). Los cinco casos que Murra examina se refieren al pe­ríodo 1460-1560 y, por lo tanto, a situaciones creadas y/o sostenidas gracias al poder suprarregional del Imperio Incaico. El autor, sin embargo, postula este mode­lo (sus "archipiélagos verticales") como de aplicación muy extendida, antigua y estable en los Andes, al margen de conflictos bélicos y transitorias coyunturas polí­ticas; lo cual está en contradicción con la mejor muestra que poseemos de la vida social prehispánica: las tradiciones de Huarochirí relatadas en quechua por los pro­pios nativos a fines del siglo XVI o primeros años del siglo XVII (véase Taylor, 1980), y en contradicción también con los innumerables juicios sobre tierras soste­nidos por indígenas en los primeros tiempos coloniales. La complementación de recursos diferentes obtenibles de zonas relativamente próximas -y el consiguiente intercambio de experiencias disímiles- fue un uso que aceleró el desarrollo cultural andino en el período formativo temprano, pero que no pudo cumplir un papel en el gran progreso civilizatorio ulterior. Con mucho menor razón habrían podido cum­plirlo autarquías locales o subregionales acordes con el modelo de "archipiélagos verticales". Por medio de sólo "economías verticales", fuese cual fuere el modo de realizarlas, el mundo andino jamás habría alcanzado los niveles de desarrollo urba­no, que implicaron una intensa y abierta relación multirregional.

( 4) Se transcribe de la Relación Sámano-Xerez los párrafos que interesan aquí:

" ... tomaron un navio en que venían asta veynte hombres en que se echaron al agua los onze dellos y tomados los otros dexo ensy el piloto tres dellos y losotros hecholos asy mismo en tierra para que fuesen y estos tres que queda­ron para lenguas hizoles muy buen tratamiento y truxolos consigo. "e!j.te navio que digo que tomo tenya parecer de cavida de asta treynta tone­lesL *] hera hecho por el plan e quilla de unas cañas tan gruesas como postes ligados con sogas de uno que dizen henequen que es como cañamo y los altos de otras cañas mas delgadas ligadas con las dichas sogas a do venían sus per­sonas y la mercaduria en henxuto porque lo baxo se ba_gnabatraye sus maste­les y antenas de muy fina madera y velas de algodón del mismo talle de mane­ra que los nuestros y muy buena xar9ia del dicho henequen que digo que es como cañamo e unas potalas por anclas a manera de muela de 1:iarvero. "trayan muchas pie9as de plata y de oro para el adorno de sus personas para hacer rescate con aquellas con quyen yban a contratar en que yntervenyan coronas y dyademas y cintos y punetes y armaduras como de piernas y petos y tene9uelas y cascaveles y sartas y ma9os de g_uentas y rosecleres y espeios guarnecidos de ladicha plata y ta~as y otras vasijas para veber trayan muchas mantas de lana y algodón y camisas y aljulas y alcaceres y alaremes y otrllS muchas ropas todo los más dello muy labrado de labores muy ricas, de colores

• Los treinta toneles mencionados en la Relación equivalen a veintidós toneladas métricas.

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de graña y cannesy y hazul y amarillo y de todas otras colores de diversas ma­neras de labores e figuras de aves y anymales y pescados y arboledas y trayan unos pesos chiquitos de pesar oro como hechura de romana y otras muchas cosas en algunas sartas de quentas venian algunas l?iedras pequeñas de esmeral­das y ca~adonias y otras piedras y pedazos de cnstal y anyme todo esto tra­yan para rescatar por unas conchas de pescado de que ellos hazen quentas coloradas como corales y blancas que trayan casy el navio cargado dellas".

(5) El comodoro David Porter, al mando de la fragata norteamericana "Essex", abordó en 1813, a más de treinta kilómetros mar adentro frente al puerto de Paita, a dos grandes balsas veleras que habían partido del puerto de Guayaquil con seis tripulan­tes cada una y con cargas de cacao destinadas a Huacho, puerto y pueblo de indíge­nas de la costa norcentral peruana que mostraba en la época un fuerte dinamismo económico. Los tripulantes dijeron al comodoro que era "muy común realizar con esas balsas la navegación de Guayaquil a Lima en que media la distancia aproxima­da de seiscientas millas". El informe de Porter coincide con la descripción que da la Relación Sámano-Xerez de la "balsa de tumbecinos", pero la amplía con precisio­nes acerca de la disposición y el manejo del navío y provee, además, valiosos datos sobre la duración de los viajes y el modo de supervivencia por largos meses en alta mar (véase Porter, en Colección documental de la Independencia del Perú, 1971: t. xxvn, 38 - 4 7).

(6) Los dialectos IIB modernos (ecuatoriano-colombiano, Chachapoyas, Lamas) y el de la costa central peruana (descrito por Domingo de Santo Tomás en 1560 y hoy de­saparecido) presentan sonorización de oclusiva sorda tras /n/ en interior de mone­ma; conservan la oposición */s/ - •[s¡, salvo el ingano (Alto Putumayo, Colombia). La extinguida variedad de Huarochirí tal vez conservaba igualmente la oposición, pero éste es un punto cuya discusión requiere más espacio. Los IIB septentrionales tienen como rasgo común el haber confundido */k/ - */q/, abandonando la articu­lación uvular (Torero, 1964 ). Ninguno de los dialectos IIB -incluidos los hoy extin­tos de la costa central peruana y de Huarochirí-, así como tampoco los IIA de Inca­huasi y Cajamarca, sufren el cambio morfológi.camente condicionado de u en a que ocurre en ciertos morfemas de los restantes dialectos. Morfológicamente, no posee IIB, como tampoco IIA de Cajamarca, expresiones equivalentes al modo "casual" (/-sqa/ o /-ñaq/ en los demás dialectos), ni al aspecto verbal "perfectivo" (/-rqu-/ en las hablas sureñas de Q.I y en las de Q.IIC). El número de morfemas que maneja en la derivación verbal es bastante inferior al de las variedades Q.I y Q.IIC. En su composición léxica, se aproxima al IIC de Ayacucho, pero con un alto número de vocablos propios de dialectos Q.I. Por su parte, las hablas ecuatoriano-colombianas no hacen el distingo, que sí se encuentra en los demás dialectos quechuas, entre un plural de primera persona que incluye al oyente (''inclusivo") y uno que lo excluye ("exclusivo"); no manejan sufijos de persona poseedora, ni el sufijo interpronominal de "3a. sujeto - 2a. ob­jeto" (que proviene de •/-su-/ en los demás dialectos); hacen el sustantivo verbal "infinitivo" en -na (no -y); marcan con -kpi (no -pti-) la oración subordinada de sujeto diferente de la principal; indican el aspecto verbal "durativo" con -ku­o variantes fonéticas (no -yka- ni -cka-) y el "reflexivo" con -ri-- (no -ku-); la forma "reflexiva" se ha constituido posiblemente a partir de uno de los valores de -ri- en otros dialectos de 9-.uechua IIB-C: la indicación de que el acto se realiza "de sí propio", "por sí solo' , sin intervención ajena (cf. Domingo de Santo Tomás (Léxico, 1560): cuyuri- "moverse algo", cuyuchi- "menear algo").

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Torero . Difusión del Quechua

ANEXO

Se ha procedido a la comparación de las raices cognadas que contienen conso­nante glotalizada o aspirada en el habla cusqueña y consonante aspirada (o fricativa co­rrespondiente) en las hablas interandinas de Ecuador. Se tuvo en cuenta únicamente lapo­sición inicial de palabro porque sólo alli se dan las aspiradas en Ecuador y porque glotali· zadas y aspiradas del cusqueño son más productivas en esa posición. Su utilizó el Diccio­nario Quechua Cuzco-Collao de Antonio Cusihuamán ( 19 76) paro el dialecto cusqueño, y el Diccionario Español-Quichua, Quichua-Español de Louisa R. Stark y Pieter C. Muysken ( 19 77) para los subdialectós interandinos ecuatorianos. Complementariamente, se recu­rrió a otros léxicos, en particular para fines de confrontación con el subdialecto ecuatoria· no oriental y los dialectos peruanos no cusqueños. Las fuentes ecuatorianas, en todo caso. se muestran bastante menos provistas todavía para un cotejo equitativo y seguro que re­querida de vocabularios locales más detallados y de información fonológica y gramatical suficiente.

Las consonantes aspiradas de las hablas interandinas son oclusivas de los órdenes labial, dental y velar (/p"/, /t"/, /k"/) . En todas las variedades ecuatorianas /k/ y /q/ (uvular) protoquechuas confluyen en articulación velar. En cuanto a aspiración de africa­da palatal, el vocabulario de Stark-Muysken sólo reseña tres casos no enteramente convin · centes. Toda el área quechua ecuatoriana (interandina u oriental), tiene, con seguridad desde tiempos prequechuas, una africada dentoalveolar (/ts/) o su correspondiente desafri· cado [s] o Lz l que nunca se aspira.

Ahora bien, las hablas interandinas reaccionan diferentemente a la aspiración consonántica. En Saraguro (norte de la meridional provincia de Loja), el fenómeno es casi nulo y quizá no existe realmente. En llumán (provincia de lmbabura, norte de Ecuador) se responde a (p "] y [k "] de otras hablas interondinas con las fricativas [r] y [x] y con el rechazo a la aspiración de cualquier consonante, indudablemente por condicionamientos de sustrato prequechua. Cosa similar ocurre, algo más al surf en la variedad de Zámbiza (provincia de Pichincha), que igualmente emplea [x] y no Lk "] y únicamente acepta la aspiración en (p "l Son las provincias centrales (Cotopaxi, Tunguragua, Chimborazo y Bolívar, y secundariamente Cañar y Azuay) las que muestran el número más elevado de aspiradas en rat'ces quechuas, fenómeno que se debe posiblemente a que las lenguas pre­quechuas de esta subregión pose1'an por si mismas el rasgo de aspiración de oclusivas.

Todos los dialectos ecuatorianos que poseen oclusivas aspiradas (o fricativas co­rrespondientes) presentan en buen número de casos las mismas raíces con y sin aspirada, empleándolas directamente como dobletes o en formas derivadas.

Consideradas globalmente las aspiradas (o fricativas correspondientes) del diccio­nario Stark-Muysken, se advierte, en el cotejo de cognadas con el diccionario de Cusihua­mán,que:

a) solamente 32 glotalizadas o aspiradas cusqueñas corresponden a aspiradas o a /ts/ (cinco casos, todos relacionados con /e'/ cusqueña). En cambio, 43 glotali­zadas y aspiradas del Cusco -un número mayor- se presentan sin aspiración. Esto es, únicamente 42. 60/0 de glotalizadas y aspiradas cusqueñas hallan corres­pondencia en aspiradas o /ts/ ecuatorianas. De otro lado, las hablas interondinas exhiben con aspiradas 25 raíces que sóio tienen consonantes llanas en cusqueño o en los demás dialectos peruanos. La cifra de casos en común se reduce asi a 32.0o/o. Se ha incluido en el cómputo a /ts/ en inicial de palabro porque, aparte de aparecer en vocablos no evidentemente quechuas o de corresponder en tres ocurrencias a /él de raíces quechuas, muestra en los cinco casos ya aludidos co­rrespondencia con /e'/ de Cusca.

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b) los porcentajes de ocurrencia de oclusivas aspiradas (o de fricativas correspon­dientes) dentro de los totales con sus correlatos no aspirados son, en las rafees quechuas del ecuatoriano interandino, muy inferiores a los indices que arroja. la correlación glotalizadas y aspiradas/llanas en el habla cusqueña: orden labial: 11. 70/0 (Cusco: 31.40/0); dental: 5.Jo/o (Cusco: 38.80/0); velar: 12. 70/0 (Cusco -velar y uvular-: 46.20/0). Inclusive, en el orden palatal africado, donde Cusco ostenta la alta cifra de 59.50/0 de glotalizadas y aspiradas (haciendo las glotalizadas por s{ solas el 48.90/0 del total), el ecuatoriano no presenta sino la africada palatal llana, excepto en los tres casos mencionados, en los que se reco­noce una sola palabra obviamente quechua: ch'uca ([~"uka )J "saliva", "escupir". Esta raú, que se consigna para otros sitios de Ecuador cómo t'uca ([t"ukaJ/ y ty'uca ([ty "uka ]J, es por lo demás, significativamente, la única que guarda co­rrespondencia con /t"/ cusqueña: /t"uqa-/. De lo expuesto aqu( se infiere que el dialecto quechua que ingresó y se extendió

inicialmente en el Ecuador (y el sur de Colombia) no fue del tipo cusqueño (esto es, no glotalizaba ni aspiraba oclusivas). La falta de correspondencia regular entre las hablas cus­queñas y ecuatorianas interandinas en cuanto a oclusivas con rasgo glotal (o relacionado) en las ra{ces cognadas, as( como la baja productividad de la aspiración de oclusivas en el interandino, encuentran una explicación óptima si se admite que las oclusivas aspiradas (o sus correspondientes fricativas) presentes en los vocablos quechuas de una parte de los subdialectos ecuatorianos son resultantes básicamente de dos efectos, parciales ambos: el de superestrato cusqueño y el de sustrotos prequechuas en un quechua no cusqueño.

Los resultados presentados arriba deben, evidentemente, perfeccionarse, amplián­dose y profundizándose con materiales mayores y extendiendo la comparación a las len­guas arus. Carolyn Orr y Robert Longacre publicaron en 1968 un estudio comparativo que abarcó a hablas del Ecuador, algunos dialectos quechuas, particularmente del Cusco y Bolivia, y el aymara, teniendo como objetivo la demostroción del parentesco del aymara y el quechua. Los autores, sin embargo, no tuvieron en cuenta para su trabajo a otras hablas quechuas alejadas de las cusqueño-bolivianas (como la mayor{a de los dialectos quechua /), ni consideraron en toda su complejidad el proceso histórico de configuración de los (plurales) dialectos quechuas del Cusco y de Bolivia, cada uno de los cuales debe exami­narse como una solución en gran parte independiente y propia al intenso conflicto entre aymara y quechua. En Ecuador, como se ha visto, el proceso fue más complejo todav{a; de donde resulta infructuoso el empleo directo -sin previa labor depurativa - de los voca­bularios ecuatorianos para fines de reconstrucción del protoquechua.

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COMENTARIOS

Roda/fo Cerrón-Palomino CILA, UNMSM

A v. Arequipa No. 2960 Lima 27

A princ1p10s de la década del sesenta, Gary Parker y Alfredo Torero revoluciona­ron el campo de la quechuística formulan­do un cuadro de la historia y distribu ción de los dialectos quechuas que liquidaba de­finitivamente la visión tradicional que se te­nía de las mismas . Esbozada la historia in­terna de la familia lingüística, hacía falta indagar sobre su historia "externa". Una tarea como ésta exigía, más allá del enfo­que lingüístico, el manejo cuidadoso de los datos arqueológicos, así como la compulsa­ción minuciosa de la documentación escri­ta . El gran mérito de Torero radica precisa­mente en haber intentado establecer corre­laciones entre los procesos lingüísticos y los eventos histórico-culturales de la sociedad andina que acompañaron a aquéllos . Testi­monio de ello son sus aportes correspon­dientes a l'a década del setenta.

El trabajo que tenemos a la mano sigue la línea trazada por el autor en sus entregas anteriores (cf. Torero 1970, 1974). Tres son los aspectos retomados : (a) el cuadro lingüístico-arqueológico de los Andes Cen­trales comprendido entre el Intermedio Temprano y el Tahuantinsuyo ; (b) la inter­acción comercial a través de "contactos a distancia" ; y ( c) los orígenes del quechua septentrional, particularmente del ecuato­riano (-colombiano).

El primer punto constituye una refor­mulación del panorama histórico de las len­guas mayores del Perú tal como había sido esbozado en 1970. El replanteo comporta la asignación de las lenguas (quechua, aru y puquina) y sus fases expansivas al surgi­miento de las culturas clásicas y sus desa­rrollos ulteriores dentro de una dimensión temporal menos conservadora. Para referir­nos sólo al quechua, como se recordará , to­mando como base el fechado glotocronoló­gico arroiado por la comparación léxico-es­tadística de los dialectos de QI y Qll, que daba tiempos de divergencia mínima ubica-

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bles en el siglo VIII , Torero trató de empal­mar la primera dispersión de la lengu a , en su fase protoquechua, con el surgimiento de Pachacámac en la Epoca IIA del Hori­zonte Medio . La segunda fase expansiva habríase producido en la Epoca IV y, final­mente, la tercera , a fines del siglo XV. De acuerdo al nuevo esquema, la escisión del PQ en QI y QII habría ocurrido a principios de la era cristiana, paralelamente al desarro­llo cultural de las sociedades del valle del Rímac, que tuvo en la ciudad de Cajamar­quilla su sede más importante (fines del Intermedio Temprano y Epoca II del Hori­zonte Medio , entre 400-450 d . de C.). Tras la caída de dicho centro (destino comparti­do por Viñaque y Tiahuanaco , para hablar de las ciudades centro-sureñas únicam ente) , tiene lugar el afianzamiento de Pachacámac (s. VIII) . Es en esta época que se produce una segunda fase en la difusión del quechua -esta vez del QII - , bajo sus formas QIIA , en dirección de la sierra norte , y QIIB - C, por la costa y sierra sur, desplazando al aru . Pachacámac de cae y surge Chincha como poderoso centro mercantil que vehiculiza la tercera expansión del quechua como " lengua de relación", bajo sus formas QIIB , por la costa norte hasta el Ecuador, y QIIC en dirección del este y del sur. De esta ma­nera , el esquema anterior es retrotraído a una etapa que remonta en algunas centurias al advenimiento del Horizonte Medio : Pa­chacámac será el impulsor de la segunda dispersión de la lengua y no el responsable de su primera escisión , como se había suge­rido previamente . En este acápite , un aspec­to sobre el que insiste el autor es la puesta en duda de la existencia de un Imperio Huari asignable a los siglos V- VII, período en el cual se daría más bien una máxima interacción entre diversos centros de poder que movilizaron distintas lenguas: no hay, pues, hegemonización de una sola lengua, como habría correspondido al afianzamien­to de un imperio.

No estamos en condiciones de evaluar la nueva correlación lingüístico-arqueológica propuesta por Torero, por las limitaciones de nuestra propia formación estrictamente lingüística . Es de señalarse, sin embargo,

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que la profunda diversidad dialectal del QI , por un lado, y la constante interacción de las variedades de QI y QII, por el otro , deja­ban entreabierta la posibilidad de remontar a épocas más tempranas la datación alcan­zada por el método glotocronológico : ya Jo había sugerido el propio autor , al decir que

, tales fechados debían corregirse eventual­mente . Los reordenamientos propuestos parecen corresponder más ajustadamente a la antigüedad implícita de la fragmentación de los dialectos, así como a la procedencia de las variedades actuales de la familia lin­güística (la dispersión del QII , que en el es­quema anterior quedaba sin explicación, re­sulta ahora contextualizada). lncidental­men te, la reformulación de Torero ilustra, una vez más, hasta qué punto el fechado glotocronológico puede dar una imagen muy poco confiable de los tiempos de di­vergencia idiomática.

El segundo aspecto tratado constituye una ampliación de la hipótesis formulada por el autor (cf. Torero 1974: Cap. 11 , esp . sección I) en relación con el establecimien­to de rutas comerciales a larga distancia co­mo elemento clave que explicaría la difu­sión de patrones culturales, así como de lenguas de relación. Según Torero , tanto la arqueología como las fuentes escritas per­miten sostener la existencia de una intensa actividad comercial de carácter multirregio­nal entre los pueblos de la costa central y las culturas ecuatorianas, y tal vez incluso con las de Mesoamérica. Por lo que toca al quechua, su propagación habría tenido como motor fundamental precisamente a este desarrollo comercial sostenido. No dis­cutiremos aquí este asunto sino en las re­percusiones que su postulación implica en relación con el origen del quechua oriental coloro bo-ecua toriano-peruan o.

El tema relacionado con el origen del quechua ecuatoriano-colombiano es tam­bién una reelaboración de la hipótesis verti­da por el autor en 1974, aportando esta vez nuevos argumentos tanto de orden linigüís­tico como etnohistórico. Desecha el 'áútor de manera convincente la posibilidad de que dicha variedad pudiera ser el resultado de la implantación del Chínchay sureño o QIIC vehiculizado por los últimos incas. Por un lado , las características estructura-

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les de la variedad septentrional denuncian un entronque con el chínchay costeño (las coincidencias fonológicas resultan ahora obvias, entre ellas la sonorización de las oclusivas tras nasal, así como la distinción entre dos sibilantes; y, tal vez también, la fusión de */c/ - */c/ y de */k/-*/q/, que en el caso del costeño aún no está muy clara) . Por el otro, la presencia cusqueña en el callejón interandino del vecino país no tu­vo una duración mayor que la de dos gene­raciones , tiempo insuficiente como para asegurar la difusión de una lengua . Esta , además, se vería entorpecida debido a la composición pluriétnica de las huestes im­periales , básicamente plurilingües (por lo menos de quechua , aymara, puquina e in­cluso tallán , a estar por la presencia de los huayacuntus), y que, a la caída del Impe­rio, persistieron en el uso de sus hablas lo­cales. De esta tenue dominación sureña quedaría apenas el vestigio de las oclusivas aspiradas en los dialectos de la sierra central ecuatoriana que, al no corresponderse exac­tamente con las del cusqueño, estarían de­nunciando no solamente un origen superes­tratístico, sino también la persistencia de viejos rasgos de las hablas de sustrato loca­les : argumento este último clifícil de verifi­car y, por lo tanto , innecesario a nuestro modo de ver (recuérdese, a este efecto , que el quechua de González Holgu ín fue toma­do como "norma" en la enseñanza de la lengua en el Ecuador). De todo ello se con ­cluye que el quechua ecuatoriano anteda­taría a la conquista incaica . Su presencia sería el resultado de la poderosa relación económica interregional que conectaba la costa centro-sur peruana no sólo con el callejón interandino del Ecuador , sino tam­bién, trascendiéndolo, con el oriente co­loro bo-ecuatoriano-peruano. Esto último explicaría los rasgos comunes compartidos por los dialectos del nororiente peruano con los ecuatoriano-colombianos. Admite Tore­ro, sin embargo, que si bien hay evidencias que parecen probar los contactos comercia­les entre la costa centro-sur peruana y las costas y el interior ecuatorianos , no hay da­tos que expliquen la presencia del QIIB en el nororiente peruano, especialmente del amazonense y del sanmartinense. Cierta­mente , este asunto es motivo de mucha es­peculación . Por nuestra parte creemos, con

c. E. R. A. BARf(Jr n~,- :-~ : ·- ,.~., . ·391• .~ .. 11' 111. . \

usuario
Sello
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Hartmann (1979), que la difusión del que­chua por tales regiones se produjo en plena e~apa colonial. De hecho, por lo que se re­fiere al quechua de Lamas (San Martín ) . el trabajo de Barbira ( 1979) demuestra que su introducción y difusión fue producto de la obra misionera jesuítica restándole valor histórico a la leyenda de ' un posible origen chanca. En tal sentido, creemos que la labor misionera cumplió un rol importante en la difu~ón de la lengua en el oriente (pero también en Santiago del Estero) a través de su empleo como "lingua franJa" en las r~ducciones, primeramente jesuíticas y fran­ciscanas después. Por lo demás como lo se­ñala Mercier (1983), al meno~ las varieda­des del Napo peruano, del Tigre y del Pas­taza parecen ser de procedencia ecuatoria­na relativamente reciente . El carácter con­servador de la variedad del Pastaza podría explicarse , como Jo sugiere Taylor (1981) , como res~ltado de una influencia norpe­~~na. Incidentalmente, entre los rasgos ti­pificadores del QIIB, Torero le atribuye al ecuatoriano l! ausencia del modo sorpresi­vo -ska <*-sqa y, de otro lado, al ferreña­fano la del cambio morfofonémico de u en a; ambos datos son incorrectos ( cf. Muys­ken 1977 : 5 8-<iO y Taylor 1982, respecti- . vamente) .

En suma, el trabajo de Torero ofrece a nuestro juicio, un cuadro mucho más cohe­rente de la historia ekterna del quechua. Queda demostrada de modo prácticamente concluyente la existencia de un "quechuis­mo preincaico" en el Ecuador. No es con­vin~~nte, sin embargo, la hipótesis de la di­fusion premca de la lengua en el oriente tanto peruano como colombo-ecuatoriano. Por lo demás, quisiéramos concluir esta no­ta con una anécdota. Curiosamente, tanto Parker como Torero incursionaron simultá­neamente en la andinística y, tras una dé­cada de producción fructífera y brillante ambos hacían un alto en la jornada (Tore: ro~~ _1974 y Parker en 1976), al parecer definitivo en el caso del primero. Luego de diez años de espera, debemos saludar la aparición del trabajo que comentamos, pues ello da testimonio de la renovada e indeclinable preocupación del autor por temas que fueron inaugurados por él mis­mo en su afán por contribuir al esclareci­miento del pasado andino.

392

Xavier Albó Casilla 283

La Paz . Bolil'ia

Leer nuevos artículos de Torero siempre es gratificante por sus nuevos datos y por la forma en que combina la información de d_iversas disciplinas en este complicado labe­nnto que es la sociolingüística etnohistóri­ca. Al no se'. yo es~ecialista ni en la región, hoy ecuatoriana , m en las dimensiones et­nohistóricas de las disciplinas involucradas el alcance de mis comentarios es necesaria: mente limitado y periférico .

l . Sobre las relaciones quechua/aymara y la primera evolución.

Empiezo con dos notitas de detalle. Pri­mero , en cuanto al uso de la glotocronolo­gía, que en artículos anteriores Torero co­mo su colega Parker, parecía tomar d;ma­siado en serio. Me alegra ver que en la nota dos del presente estudio ahora tiende a re­lativizar más las fechas absolutas derivadas de este tipo de cálculos, limitándose a seña­lar momentos anteriores y posteriores. El ritmo e intensidades de los intercambios sociales, de los que tanto dependen las evo­I1:1ciones y fijaciones lingüísticas (por géne­sis o por contactos), no son fijos. Por lo mismo, es improbable que por estadísticas léxicas lleguemos alguna vez a precisiones comparables a las del C 14.

La segunda nota se refiere a los nombres dados a las familias idiomáticas implicadas. Ya se ha generalizado el uso de aru ( o pro­to-aru) para el primer grupo implicado. Lo lógico sería que el otro grupo se llamara simi (o proto-simi) para mantener el para­lelo entre los usos precoloniales de jaqi aru = runa simi = "lengua humana" . O tal vez el primer grupo sería jaqi y el segundo runa! de acuerdo al extendido uso que de­nomina al propio grupo étnico según el vo­cablo con que éste designa a la "gente" o "persona humana". Pero aquí respetaré el uso de Torero , que contrasta lo aru con lo quechua (o quichua, más precisamente , sobre todo para el caso ecuatoriano).

E!1 la vi~ja controversia sobre el origen c_omun o diverso de estas familias lingüís­ticas, Torero se inclina por la segunda tesis, pero con una sana cautela. Afirma que las

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dos familias son "no obviamente emparen­tadas" (en vez de decir "obviamente no emparentadas") y utiliza su diverso origen "como punto de partida metodológico". Comparto su postura y espero qUt' los anunciados estudios del autor y Adelaar sobre el tema nos arrojen nueva luz. Para completar los argumentos ya esgrimidos por Martha Hardman a favor del no paren­tesco, creo que necesitamos una evidencia más detallada sobre todo en cuanto a las posibles relaciones entre el aru y el que­chua I (QI), no olvidando la información de tipo gramatical. En estas variantes de apariencia más antigua dentro del quechua hay rasgos, como el alargamiento vocálico con funciones gramaticales o el uso de cier­tos infijos para el plural , que lo acercan a las lenguas aru. Para poder sacar conclusio­nes más profundas acerca de una vincula­ción por evolución genética o por simple contacto, es preciso también que compren­damos mejor los mecanismos por los que este tipo de lenguas juegan con la transfor­mación de radicales en sufijos, incluyendo la modificación o eliminación de vocales. Pienso, por ejemplo, en la sugerente rela­ción entre el radical ka- ("ser , estar" del quechua) y el continuativo -k-, que ocu­rre tanto en aru como en quechua. Este tipo de análisis debe completar la informa­ción más utilizada, basada en inventarios comparativos de fonemas, morfemas o radicales .

Sea cual fuere el resultado de este cote­jo lingüístico, en las dimensiones no lin­güísticas de la investigación hay también un aspecto que encuentro poco desarrolla­do en Torero. Para establecer las redes de contactos sociales que explican las concen­traciones y evoluciones del mapa lingü ísti­co, Torero privilegia las expansiones comer­ciales y , donde sea aplicable, también los movimientos de conquista o al menos hege­monía digamos política . Correcto. Pero echo de menos la consideración de este fe­nómeno tan típico de los Andes, sobre to­do centrales y meridionales (y citado por Salomon también en el sur del Ecuador) , conocido como el sistema de archipiélagos o el control vertical de varios pisos ecológi­cos. Es probable que esta forma de control del retorcido paisaje andino tenga raíces muy anteriores al Tawantinsuyu, aunque a

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menores escalas . Si al nivel étnico su expre­sión es una tupida red de interdigitaciones, su correlato lingüístico implicará también intensos y complejos contactos entre idiomas.

2. Las redes de mercado como difusoras lingüisticas.

La hipótesis central de Torero parece ciertamente muy plausible. Con razón Roswith Hartmann la prefiere frente a la de Louisa Stark, quien suponía que los oríge­nes del quechua estaban en el Oriente ecua­toriano . En los fenómenos sociolingüísticos contemporáneos es evidente que el idioma del comercio tiene un mayor status y de es­ta forma tiende a difundirse. Así sucede, por ejemplo, en la expansión del aymara sobre el quechua en su actual frontera NE y en su contracción ante el mismo idioma en el E y SE. Los rasgos de "lingua franca" , con aligeramiento de la estructura morfose­mántica , correctamente señalados por Torero en el quichua ecuatoriano, encajan perfectamente con esta hipótesis. A todo ello se suman los datos etnohistóricos de Rostworowski y Salomon c¡ue señalan la importancia de los mercados en la región estudiada . Sin embargo, es necesario man­tener dentro de este enfoque diversos ma­tices ya señalados por Hartmann en su im­portante artículo de 1979: este QIIB o chínchay sólo se esparce superficialmente , sin sustituir un gran número de lenguas locales que persisten hasta relativamente tarde ya en la época colonial. La vincula­ción de esta expansión comercial con Pa­chacámac permanece al nivel hipotético.

Quedan otras preguntas de potencial interés . Por ejemplo, diversos autores, so­bre todo Salomon, han identificado a los mercaderes de los valles interandinos ecua­torianos como los mindalá, especialmente fuertes en la región norte. Este nombre proviene con toda probabilidad de una len­gua no quichua, lo cual parecería reflejar · una red de mercaderes de otro origen. ¿Por qué su lengua no se habría expandido si­quiera por el norte de una manera semejan­te a la que Torero postula para el QIIB des­de el sur? Tal vez sí había ocurrido tal ex­pansión, pero ésta nos habría quedado ofuscada por el impacto posterior y defini-

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tivo de la conquista Inca y la consolidación colonial.

Limitándonos al factor Inca, ¿cómo habrá funcionado entonces el mismo esque­ma de "lingua franca" (y sus simplificacio­nes morfosintácticas) en esta periferia sep­tentrional del Imperio? Desde esta perspec­tiva, y teniendo en cuenta las diferencias en lenguas sustratos (incluyendo el chín­chay preincaico), podría resultar intere­sante una comparación con lo que haya po­dido suceder en el otro extremo con el quichua de Santiago del Estero.

3. La consolidación colonial.

Supuesto que ni la expansión a través de mercaderes ni la posterior consolidación con la llegada del Tawantinsuyu llegaron a barrer los otros idiomas de la región , resul­ta aún llena de misterios la forma en que se llegó al actual quichua ecuatoriano, coli sus diferencias internas relativamente menores . La situación y los procesos parecen distin­tos de los que ocurrieron más al sur. Resul­ta muy sugerente la hipótesis con que Tore­ro acaba su artículo . Según ella, el quichua ecuatoriano habría surgido como un meca­nismo de defensa desde abajo . Siendo así, habría una clara diferencia con lo que ocu­rrió en el sur, donde la normalización y fijación fue en gran parte el resultado de la tarea misionera, apoyada a su vez por las reducciones toledanas y por la mita minera.

La ausencia de textos misioneros tem­pranos en ese conjunto de dialectos tan ho­mogéneos entre sí, a la vez que bastante di­ferenciados del quechua imperial, parece apoyar dicha hipótesis. Torero sólo logra remontarse a 1753 para encontrar un pri­mer "arte" sobre el quichua quiteño , y la bibliografía de Rivet sólo encuentra un tex­to anterior en el mismo dialecto para unos pocos años antes: el catecismo del obispo Luis Francisco Romero de 1725. Es cierto que · casi todos los textos lingüísticos de la primera época colonial (con la notable ex­cepción del primero, de Domingo de Santo Tomás, en chínchay), se limitan a las pres­tigiosas variantes cusqueñas. Pero el caso singular de González Holguín llama cierta­mente la atención . Llegó a Cusco hacia 1581. Al poco tiempo pasó a Juli (sobre todo aymara) y en 1586 se trasladó a Qui­to , donde permaneció 14 años. En 1600

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retorna brevemente a Chuquisaca para pasar de nuevo a Juli hasta 1607, en que se va al Paraguay. Sin embargo, sus volumi­nosos vocabulario y gramática, publicados en 1607 y 1608, se limitan al quechua cus­queño, sin mayores referencias a variantes quiteñas. Parece que durante sus tres lus­tros de permanencia en la región del QIIB, González Holguín se limitó a usar el QIIC aprendido en su corta estancia anterior en el Cusco - o en Juli, preponderantemente aymara- predicando en él con gran acepta­ción. Rivet cita un texto manuscrito de 1649 que se ubica en la Biblioteca Nacional de Lima, obra de Diego de Molina, párroco de Huánuco, en el que habría "une bonne étude . . . sur l'extension et les divisions de cette langue" quechua (Rivet 1951 :1, 111-112). ¿Incluirá información pertinente sobre el tema que nos ocupa, para esas fe­chas intermedias?

4. La vertiente geopolr'tica.

Estas investigaciones sobre la existencia o no de quichua en el actual Ecuador ya desde la época preincaica no dejan de tener su vertiente geo-política. La creencia más extendida -y difundida por personalidades ecuatorianas como los estudiosos González Suárez o Jijón y Caamaño- había sido que todo lo quichua en el Ecuador era simple­mente el resultado de conquistas desde el sur. En la búsqueda de consolidar una iden­tidad, las relaciones con el sur se perciben de manera distinta si éste es siempre visto como un simple invasor o como parte de un todo andino que ha generado muchas ínter-relaciones sociales y humanas ya des­de épocas anteriores incluso al Tawantin­suyu. Lo quichua puede ser visto sólo co­mo un residuo de invasiones foráneas o como una raíz panandina mucho más pro­funda. Cuando se encuentran las actuales poblaciones autóctonas de los tres países andinos, sea cual fuere su prehistoria lin­güística, lo perciben indudablemente en este segundo sentido integrador de toda una amplia región .

REFERENCIAS

RIVET, Paul y CREQUI-MONTFORT, G. 1951. Bibliographie des langues aymará et kicua. Vol. l. París, lnstitut d'Ethno­logie.

Revista Andina, año 2

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________________________ Torero : Difusión del Quechua

José Vicente Yánez del Pozo Instituto de Lenguas y Lingüi'stica

Pontificia Universidad Católica del Ecuador Casilla 2184

Quito, Ecuador

El artículo de Alfredo Torero, que nos permitimos comentar brevemente, se inscri­be dentro de los valiosos aportes teóricos que el autor ha venido haciendo para un mejor conocimiento de los orígenes , expan­sión y actualidad de la lengua Quechua-Qui­chua. Y decimos Quichua porque en el Ecuador nosotros conocemos con este nombre al "runa shimi", al utilizar el idio­ma andino solamente las tres vocales "a", "i" "u" ·en oposición a los demás dialec­tos' de 1~ "lengua general", que utilizan todas las vocales.

Precisamente creemos que el mayor aporte de Torer~ consiste en sentar sólidas bases históricas para demostrar un hecho que en el Ecuador no ha sido suficiente­mente estudiado: la existencia y vigencia del idioma Quechua-Quichua en nuestro territorio en épocas preincaicas.

Si bien este hecho ha sido aceptado por cada vez más estudiosos del problema (el mismo Torero anota el estudio de Hart­mann sobre el quechuismo preincaico en el Ecuador) en no pocas ocasiones se ha querido da{ a entender que el idioma Quechua-Quichua se habría originado e~ el Ecuador. Uno de los argumentos preci­samente ha sido el de las vocales "prima­rias". Esto, unido a una interpretación literal de la teoría del Reino de Quito de Juan de Velasco no ha hecho más que alimentar la opo;;¡ción que, por motivos ajenos a la voluntad de nuestros pueblos, existe hoy entre el Perú y el Ecuador.

Según los argumentos de Tore~o, queda claro que el idioma Quechua-quichua em­pezó su largo recorrido de medio de comu,­nicación eficaz en la costa central del Peru y que desde allí se fue extendiendo, jui:ito a las actividades comerciales de los miles de mercaderes de la época, a las serranías y sectores orientales del Perú y del E~uador e incluso hacia zonas de otros paises de América del Sur.

Este proceso se empezó a gestar mucho tiempo antes de la consolidación del Im-

No. 2, diciembre 1984

perio de los Incas en un extenso territorio que fue como el crisol natural donde se forjaba la gran unidad de pueblos y cos­tumbres. Es curioso anotar cómo los Incas mismos no tuvieron como su lengua oficial al Quechua-Quichua, sino al aymara. Sólo en tiempos de Huayna Capac se la adoptó y se la impuso, porque estaba ya suficiente­mente extendida y servía como mecanismo de únidad de tantos pueblos y nacionali­dades .

Dentro del gran número de nacionalida­des destaca a mi entender, la oposición norte-sur, q~e en términos generales se identifica con la oposición entre Quechua­Quichua I y Quechua-Quichua 11. Pero, como lo anota el mismo autor, ni aun en tiempos de la peor contienda ocurrida en­tre Atahualpa y Huáscar se puede hablar de una simple oposición, sino de una uni­dad en la contradicción. Los dos sectores aparecen así incluso hasta nuestros días, como el "ha~an" y el "urin ", el "alto" y el "bajo" que pugnan por encontrar los meca­nismos de unificación. Y esto contra toda confabulación que desde los tiempos colo­niales vienen utilizando los dominadores para impedir la unidad de los indígenas y de sus hermanos de lucha, los millones de mestizos y negros del mundo andino.

Para completar las ideas de Torero en su artículo habría que estudiar un poco más Jo que ocurría con las distintas nacionalida­des que desde la época del Desarrollo Re ­gional (500 a. de C.) habitaban nuestras tierras así como las estrategias mercantiles que utilizaban, para esclarecer más aún ~I proceso de expansión del Quechua-Qui­chua.

Ruth Moya Kodaly - 75

Quito. Ecuador

El sugerente artículo de A. Torero acer­ca de la difusión preinca del quichua en el actual Ecuador, teniendo co~o marco ex­plicativo un conjunto de relac10nes comer­ciales y políticas que exceden el ámbito de las microrregiones, es una tesis que apunta sólidamente a explicar no sólo dicha expan­sión idiomática sino su fragnientación, has­ta ahora no suficientemente estudiada.

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Lo que el autor denomina "el comercio lejano" articulaba ex tensas regiones que iban - vía señorío político y religioso de Chincha- hasta el sur peruano y áreas del Collao y hasta las costas norteñas del Ecua­dor, áreas del sur de Colombia, el Caribe y probablemente México.

El eje socio-político de Chincha y el pro­pio dinamismo de las otras regiones con las cuales se comerciaba produjeron la expan­s~ó_n d~l quechua IIB. Posteriormente, la po­htlca mea de descentralización relativa ha­bría reducido, pero no eliminado esta arti­culación suprarregional, que sob~pasaba el límite septentrional del Tahuantinsuyo.

En cuanto a lo del "dinamismo" interno que caracterizaba alas culturas y economías preincas del actual Ecuador, cabe recordar que ya la cultura co~teña de Valdivia (4,000 a. de C.), cultura de la más antigua cerámica y de la domesticación del maíz mantuvo relaciones de orden "comercial' ¡ con otras culturas de la región . Asimismo la cultura Machalilla (2,000 a . de C. - 1,400 a. de C.), ubicada en las costas de Manabí y del norte del Guayas, desarrolló contactos con otras regiones. Sin embargo, es la cul­tura Chorrera (1,500 a. de C.) , que se ex­pande en las riberas del Babahoyo, la que tiene la función integradora al interior del actual Ecuador y establece nexos con áreas tan lejanas como Chavín en el Perú.

Efectivamente, la cultura Chorrera man­tiene nexos con la de Cerro Narrío -en las actuales provincias de Cañar y Azuay- y áreas amazónicas.

Parece evidente que un objeto de "co­mercio" interno y externo es el spondylus propio de_ las costas ecuatorianas, que s¡ intercambiaba por coca , obsidiana, produc­tos agrícolas de otros climas (lo cual dio nacimiento más tarde a los mitos de origen norteño de Viracocha).

Más adelante , por el año 500 a. de C., J. cultura de Bahía de Caráquez desarrolla } diversifica su producción y man tiene rela­ciones con las culturas de la Isla de La Plata, la cual , se supone . había desarrolladc un intenso comercio marítimo .

También hacia el año 500 a. de C. se ha ­bían consolidado las culturas costeñas de Gua~gala , La Tolita y la de Jama-Coaque, relac10nadas todas ellas entre sí. Es preci­samente esta última la cultura que comer­ció con Pr,~,1 y México

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Lo más importante es que las culturas costeñas de este período intensifican sus contactos con las culturas serranas como la Tuncahuán (Chimborazo), la Pan~aleo y las norteñas de Imbabura, Carchi y sur de Colombia (llamada "horizonte Tuncahuán " por las similaridades con la de Chim bora­zo). En esta región interandina norteña, por el 500 a. de C. y el 1,500 d. de C., se desarrolló la cultura Carchi , famosa por su pin tura negativa, el in terca111 biu Je coca etc. '

A hora bien, la hipótesis de Torero acerca del protoquichua se relaciona con la exis­tencia de la c1:1ltura peruana proto-Chavín, que se consolidaba por el 700 a . de C. La cultura Chavín propiamente dicha y la Cha­vín clásica (400 a. de C.) profundizaron la interpenetración de las familias quechuas ( costa central peruana) y aru ( costa sur pe­ruana) . Si bien, siguiendo al mismo Torero, la cultura Chavín no difundió ninguna len­gua en particular, mantuvo contactos con otras zonas de las costas septentrionales del Perú y del Ecuador por los mismos años 400 a. de C.

Desde la perspectiva "ecuatoriana", he­mos visto que culturas muy antiguas (desde 4,000 a. de C.) mantenían activos contac­tos regionales y que es probable que desde el 1,500 a. de C., la cultura Chorrera inicia­ra in extenso el contacto comercial y reli­gioso del spondylus.

Torero ubica en el 400 a. de C. los con­tactos peruano-ecuatorianos (Chavín clási­co). y éstos tendrían lugar con las culturas que dan paso a nuestro "desarrollo regio­nal", esto es 500 a. de C. y 500 d. de C. (culturas Bahía , Guangala, Tolita, Jama­Coaque , Tuncahuán y "Horizonte Tunca­huán" en el norte). El desarrollo regional, como se ha visto, se caracteriza por contac­tos comerciales extra-regionales que pueden empatar muy bien, como lo anota Torero, con similares políticas de culturas peruanas y mexicanas .

Para el inicio de nuestra era, Torero plan­tea la pr<?gresión del protoquichua y, en lo que concierne a los contactos con el norte del Perú, excluye la existencia de lenguas generales, de donde se infiere que el proto­quichua no habría penetrado por esta vía en la etapa ecuatoriana del "desarrollo re­gional" <hasta 500 d. de C.). El Proto QII,

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________________________ Torero. Difusión del Quechua

que es el que nos interesa puesto que los dialectos ecuatorianos se derivarían de él, se dilató por la costa peruana . Por el siglo VIII, según Torero, un deterioro ecológico interrumpió de algún modo los contactos comerciales entre sierra y costa; este acon­tecimiento fue seguido del auge de Pacha­camac y la subsecuente presencia inca en las ciudades costeñas, incluso en las costas ecuatorianas.

En este mismo siglo VIII( el Proto QII se bifurcó en el Proto QUA sierra norte del Perú) y el Proto QIIBC (sur, costa),. arrin­conando a las lenguas aru. Adicionalmente, el QIIB, según Torero, de una estructura sintáctica más simplificada, se expandió al actual Ecuador. Este quichua o quichua Chincha fue la lengua de los mercaderes, sobre todo de los Chincha. ¿Qué ocurrió en el actual territorio ecuatoriano?

Por un lado, en lo que hoy son las pro­vincias de El Oro, Guayas y Los Ríos, se desarrolló la cultura Milagro-Quevedo (800 d. de C.), donde se han encontrado las lla­madas hachas-moneda, y la cultura Manta intensificaba sus contactos con Chincha y Chanchán en el Perú, al mismo tiempo que se confederaba con los huancavilcas (zona de Guayaquil). La cultura Atacames (norte de Esmeraldas) se afirmaba y en la sierra los Puruhaes (Chimborazo), Cañaris, panza­leos y pal tas, junto con los napo de la ama­zonia (1100 d. de C. - 1.400 d . de C.).

En realidad, todas estas culturas corres­ponden al período de integración (500 d. de C. - 1,500 d. de C.), época que abarca­ría el primer contacto del Q en Ecuador (el siglo VIII), la conquista inca y la llegada de los españoles.

Volviendo a los aspectos lingüísticos: Torero postula que el quichua ecuatoriano­colombiano, derivado del QIIB, es cercano al de Chachapoyas y al de Lamas, ambos de la región nor-oriental del Perú, y "afiliable" además al descrito por Domingo de Santo Tomás (cerca de Lima) y al desaparecido de Huarochirí. Añade Torero que de las dos grandes variedades ecuatorianas, el quichua interandino y el oriental, este último es más "cercano" al proto-ecuatoriano.

Lamento desconocer de primera mano descripciones fonológicas y sintácticas, así como mitos y otros aspectos culturales de las hablas de Chachapoyas y Lamas, como para poder analizar las similitudes proba-

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bles con el quichua ecuatoriano. Con res­pecto a los .datos de Sto. Tomás, creo que hay que considerar los "filtros" que impli­caban la transcripción del autor y he mos­trado que existen diferencias entre el dia­lecto descrito en 1560 y el "quiteño" (en un sentido lato, es decir, el "ecuatoriano" de Torero). Como sea, el argumento de To­rero permitiría inferir de algún modo que el quichua se expandió por la vía nor-orien­tal peruana hacia el sur-oriente ecuatoriano. Sin que eso deje de ser probable, opino que ese contacto debió de ser del año 1,000 d. de C. en adelante, ya que las culturas regio­nales sur-amazónicas del Ecuador sólo se consolidan y establecen contactos intensos con la sierra por dicha época. Por otro lado, las importantes culturas centro y sur serra­na~, que habían desarrollado notablemente sus fuerzas productivas y sus sistemas polí­ticos, tenían, en términos comparativos, mayores posibilidades que las culturas ama­zónicas de establecer contactos de carácter comercial, político o religioso con el sur.

En todo caso, parece evidente que la avanzada del quichua sureño por la amazo­nía ecuatoriana llegó hasta Quijos, mientras que los dialectos quichuas del norte y cen­tro de la sierra influyeron en el quichua del Coca y el Napo; estos pueblos nor-amazóni­cos debieron hablar sus propias lenguas y ser bilingües con este quichua.

El quichua en el sur amazónico ecuato­riano debió de ser una lengua de relaciones abiertas (comerciales y shamánicas), que no impedía que se hablaran lenguas vernácu­las, como el mismo Quijo, el Záparo y el Canelo, las dos últimas hasta hace poquísi­mos años. La expansión del quichua en el norte de la amazonía más bien corresponde al período colonial -siglos XVI y XVII- y respondía a los mismos contactos comer­ciales, shamánicos, de parentesco y , cuando no, causados por la evasión a los tributos.

En la tradición oral contemporánea de los pueblos quichuas del oriente ecuatoria­no hay más bien arquetipos míticos de las culturas amazónicas, lo cual abonaría en favor del planteamiento de Torero de los contactos panregionales, pero al mismo tiempo señalaría una quichuización relati­vamente tardía.

En lo que respecta al Q. serrano, pese a la diversidad dialectal, creo que Cañar esta-

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blece un punto límite de una influencia sureña ( ¿sur-oriental o serrana?) pro:inca en el sentido de la conquista de facto y que, de allí hasta el río Mira en Carchi, hay olea­das dialectales que demarcarían nuevas áreas lingüísticas de homogeneidad relativa: la de Bolívar-Chimborazo-Tungurahua; la de Cotopaxi y parte de Pichincha; la zona norte de Pichincha, Imbabura y sur colom­biano.

La presencia preinca del Q en Ecuador parece un hecho y es posible que su evolu­ción fonológica simplificadora de aspiradas y g]otalizadas, así como de las uvulares, haya ocurrido tempranamente . Entre las características morfo-sin tácticas señaladas por Torero, concuerdo que en su mayoría corresponden al ecuatoriano, aunque mere­cería un comentario más extenso la men­ción a los cambios morfémicos a por u; el nominalizador -na (que no excluye -y) y el "casual" sqa (ska). Finalmente, el con­tacto con lenguas preincas modificó pro­fundamente el Q. ecuatoriano, al punto que existen !U y /z/ y /s/ y /z/ (cañar) y s/z en todo el Q. ecuatoriano.

El artículo de Torero invita a establecer contactos más estrechos para coordinar investigaciones bilaterales, teniendo como punto de partida métodos e instrumentos discutidos en común. El aporte del autor nos motiva y nos obliga a sistematizar las reflexiones y observaciones particulares.

Frank Salomon Department of Anthropology

5240 Social Sciences University of Wisconsin

Madison, Wisconsin 53706 EE.UU.

Concuerdo con Hartmann y Torero al juzgar las evidencias como suficientes para postular la existencia de un vínculo maríti­mo-comercial, proba ble mente preincaico, entre la costa peruana y el actual Ecuador. Acepto también la probabilidad de que un Quechua no-incaico figuró en su conducta. Pero para satisfacemos de que tal vínculo fue vector principal del Quechua, hace falta enfocar mucho más microscópicamente su modo de funcionar y su potencial sociolin-

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güístico. Con esta finalidad me limito a tres puntos:

Extensión espacial de la red de intercam­bios: En este aspecto, Torero su hcstima la dimensión del fenómeno , porque limita su discusión de la "moneda' ' (d1aquira. ha­chas-monedas) al litoral ecuatori;ino , cuan­do existen amplias evidencias de su utiliza­ción serrana y amazónica . Oberem, en Los Quijos. reunió evidencias sobre el uso de collares de cuentas con valor estandariza­do en la amazonía occidental y el mismo complejo perd11ró hasta cerca del 1600 en­tre los Pastos serranos. En Cañar, Ecuador. un proceso inédito de 1563 muestra que los Cañaris sepultaban "hachuelas de co­bre" por centenares y que las aceptaban en pago de deudas. Las hachas figuraban en la comarca quiteña como dote de novias abo­rígenes. Pero la difusión de tales "mone­das ·• no nos ayuda mucho en lo lingüístico, porque el idioma del portador no acompa­ña necesariamente a su moneda en la tra­yectoria posterior de ésta; hace falta exami­nar directamente el comportamiento del portador.

La red de mindalaes o "indios mercade­res": Desde Pasto hasta la zona del actual Latacunga (es decir. mucho más aJlá de la frontera nor-ecuatoriana mencionada por Torero),el trueque a larga distancia fue es­pecialidad de corporaciones mindalaes polí­ticamente autorizadas. Por sus vínculos con la costa pueden identificarse ellos (o sus progenitores) como posibles hablantes de cualquier lengua de relación marítima. Sin embargo, el dato tardío citado por Torero solamente demuestra que en la época incai­ca utilizaban el Quechua ; no nos ayuda a aclarar si lo adquirieron como antigua he­rencia de su corporación mediante contac­tos chinchanos (cte.), por contactos con el Tawantinsuyu antes de la conquista Inca o después. Me parece probable que los tres procesos operaban. Por Jo tanto, el hecho del comercio no aisla al Chinchano como única habla Quechua conocida preincaica­mente.

¿ Y cuál habrá sido el efecto sociolingíiís­tico del quechuismo mindalá? Una prueba fehaciente de que el Quechua mindalá fue prototipo del quichua que llegó a difundir­se entre el vulgo aborigen después de la conquista española y de que la presencia o

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________________________ Torero: Difu,ión del Quechua

ausencia de los Incas no fue factor crucial , sería una fuerte asociación entre zonas de actividad mindalá y zonas de efervescente qucchuismo colonial. En particular, la re­gión de Pasto se caracterizó por su mucha actividad mindalá y, a la vez, por una esca­sa penetración Inca. El modelo de Torero parece "retrodecir" en semejante caso una dinámica popularización del Quechua IIB colonial. Las evidencias de semejante difu­sión popular serían, entre otras , evidencias de abundantes quechuismos en la antropo­nimia colonial y moderna, noticias del Que­chua como idioma dominante durante la colonia temprana. presencia de toponimia quechua en sitios lejanos del Qhapaq ñan, etc. La verdad es que faltan por completo tales indicios en el cuerpo documental pastense. Faltan también en la montaña occidental y en toda la costa, adonde , se supone, habían llegado los chinchanos. El único caso que muestra más o menos el perfil "retrodicha" es el problemático del lngano.

Los mitmaqkuna: Torero trata con es­cepticismo justificado la imagen de los su­reños transplantados como difusores del Quechua cusqueño, pero sin distinguir su­ficientemente entre las diversas corrientes demográficas involt1cradas. Los dos grupos étnicos más universalmente presentes como

RESPUESTA

Alfredo Torero Calle Alberto Acosta 118

Vista Alegre Lima - Perú

Agradezco a Ruth Moya las precisiones acerca del desarrollo cultural ecuatoriano y las sugerencias sobre las formas más detalla­das que pudo adoptar el avance del que­chua en Ecuador. En cuanto a algunas de sus interpretaciones. debo señalar que he tratado de poner en relieve cómo para el comercio del sur, que vehiculaba al que­chua II B, los objetivos principales por al­canzar eran las costas y el interior serrano del Ecuador, donde se hallaban los focos

No. 2, diciembre 1984

mitmaqkuna en el Ecuador fueron los Cha­chapoyas. cuyos descendientes -según el propio Torero- hablan un Quechua IIB si­milar al ecuatoriano, y los Wayakuntu de la sierra de Piura. Sabemos que después de 1534 los Chacha y Wayakuntu se casaban con aborígenes. No es imposible que el ha­bla de los Chacha, por lo menos, haya in­fluido en la evolución de los dialectos ecua­torianos.

En fin , me parece plausible que los pue­blos ecuatorianos hayan conocido el Que­chua mediante lazos preincaicos mindalaes, pero es importante apreciar que general­mente no se produjo su posterior transfor­mación en vernáculo general donde faltó el factor Tawantinsuyu (costa y litoral ecua­toriano, país Pasto). ¿Qué condiciones den­tro del ex Tawantinsuyu habrán permitido que el eventual vernáculo Quechua no fue­ra el idioma del Cusco? La adquisición pre­via del chinchano, sí; pero me parece im­prescindible examinar la probable presen­cia, en número elevado y en estrecho con­tacto con la plebe aborigen, de mitmaq y otros forasteros hablantes de Quechuas nor­peruanos y posiblemente del tipo IIB. Tam­bién hay que estudiar el impacto de los sus­tratos llamados ( quizás injustificadamen­te) "macro-chibchas", que funcionaban co­mo idiomas mayoritarios durante todo el proceso histórico examinado por Torero.

más importantes de producción y consumo de riquezas, y que la hoya del río Guaya­quil debió haber sido la puerta principal del movimiento marítimo para la sierra ecuato­riana (esto es, para comarcas como la cañar y puruhá). El énfasis de los comerciantes del sur no estuvo puesto, pues, en los secto­res orientales amazónicos del actual Ecua­dor. Si he buscado evidencias de presencia del quechua en los Quijos, lo he hecho en relación con actividades de complementa­ción económica vía comercio entre las so­ciedades del litoral y la sierra del propio Ecuador con la de sus márgenes orientales. Los comerciantes del Perú costeño central tuvieron indudablemente otras áreas de sel­va más próximas para sus transacciones.

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Una situación similar -de extensión de lengua por complementación económica­planteo para la difusión del quechua II B desde Chachapoyas (u otras zonas serranas vecinas) hacia Lamas y otros puntos a ori­llas del Marañón-Amazonas . Por lo demás, estimo que la situación lingüística en la re­gión de Chachapoyas a principios del siglo XVI era similar a la de la sierra ecuatoriana en cuanto a que el quechua IIB se hallaba en proceso de implantación , pero con fuer­te, · quizá predominante, vigencia de una o más lenguas locales. En Jo tocante al inter­cambio de las áreas de Chachapoyas y Lamas (San Martín) con la sierra ecuatoria­na, sus rutas habrían sido preferentemente no los ríos de la selva, sino las vías milena­rias del Utcubamba-Chinchipe, Tabaconas­Huancabam ba, hacia y desde la región palta y cañar.

En todo esto, no he dejado de subrayar la necesidad de ahondar en el estudio de las relaciones del mundo andino y el mundo amazónico, a través de rutas fluviales como las que los cocama-omaguas surcaban, Napo arriba y Marañón arriba , al parecer en bus­ca de contacto con los Andes .

En cuanto a las observaciones específi­cas de Salomon: en primer lugar, el comen­tarista equivoca el argumento al sostener que subestimo la dimensión del fenómeno de intercambio "porque limito la discusión de la 'moneda' (chaquira, hachas-moneda) al litoral ecuatoriano". Esta observación iría dirigida, en todo caso, a una informa­ción limitada por mi parte del área de ha­llazgos de la "moneda", no a la amplitud de las redes de intercambio, que planteo en mi artículo como multidírecciona!es, marí­timas y terrestres, cubriendo costas, sierras y vertientes amazónicas y conectando el sureste andino y el interior ecuatoriano y el sur de Colombia. Acerca de la "moneda", señalé que la chaquira era empleada en la relación costa-sierra y el hacha-moneda a lo largo de las costas; reconozco que supuse innecesariamente tales restricciones y me corrijo gustosamente ante la información de que en 1563 los cañaris aceptaban "ha­chuelas de cobre" en pago de deudas ; estoy persuadido de que cada vez sabremos más acerca de la "moneda" en el mundo prehis­pánico y de los diversos objetos que cubrie­ron tal función.

400

Al segundo grupo de observaciones de Saloman, debo indicar: a) Coincido en suponer con él (y con Albó)

como muy probable que en sus despla­zamientos los mindalaes "ecuatorianos" manejaran dentro del Ecuador actual varias lenguas de relación y comercio. desaparecidas luego ante el efecto políti­co del Tahuantinsuyo que favorecía al quechua y /o, finalmente, ante la destruc­ción del comercio americano a distancia por la conquista española. Igualmente, es probable que los mindalaes conocie­ran antes de la conquista inca del Ecua­dor dialectos quechuas no IIB; en parti­cular, pu dieron conocer las variedades IIA de Cajamarca y de Ferreñafe, varie­dad ésta última que era posiblemente la hablada por los huayacondos.

b) No he dicho que la presencia o ausencia de los incas "no fue factor crucial" para la consolidación del IIB en Ecuador, ni establecí un modelo que "retrodijese" que a mucha actividad mindalá y poca penetración inca habría de corresponder una "dinámica popularización del IIB co­lonial". Muy al contrario, he estimado de suma importancia la presencia inca, pero presencia política. El encuadramiento político-social de la población ecuatoria­na (esencialmente de la sierra sureña y central) produjo indudablemente una in­tegración socio-económica de la región ecuatoriana a niveles hasta entonces no alcanzados entre los reinos y señoríos precedentes ; esta acción política integra­dora no pudo dejar de tener un efecto sociolingü is tic o en la afirmación del que­chua IIB lugareño por ser éste no lejano del IIC "imperial", como tampoco pudo dejar de coadyuvar a que este IIC marca­se por superestrato a todas las variedades ecuatorianas modernas.

c) Acerca de la no consolidación del que­chua entre los pastos en la colonia, es importante recordar que Cieza de León señala reiteradamente que los pastos y popayaneses vivían en situación de "be­hetrías", esto es , no encuadrados por un aparato estatal consolidado ni por una ideología clasista; en el capítulo XIII de La Crónica del Perú con tras ta agudamen­te tal situación con la existente de Quito al sur y en el capítulo XXXVII de esa

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________________________ Torero: Difusión del Ouechua

obra anota que las mismas gentes del inca "tenían por conquista sin provecho la que hacían en la región de los pastos". A los conquistadores incas les interesaba, en efecto, controlar sociedades produc­toras de un alto excedente -que podían entregar, por lo tanto, fuertes y estables tributos- y no a aquellos grupos socio­políticamente de débil cohesión, a los cuales, sin embargo, no desdeñaban los mercaderes , puesto que éstos sí podían alcanzar a los jefes de guerra o a los sha­manes en sus quehaceres de intercambio. De cualquier forma, una situación de "behetrías" entre los pastos no provee­ría allí el terreno socio-político más fa­vorable para la consolidación del que­chua como lengua popular en la tempra­na época colonial.

d) Respecto de la carencia de toponimia y de datos sobre presencia del quechua en el litoral del Guayas o Manta , me parece que. siendo el quechua un idioma no lu­garerio y empleado inicialmente por un sector limitado de la población como se­gunda lengua, sus posibilidades de dejar huellas de su paso f11 r ron pocas en la pre­conquista española ; luego de ésta , la rá­pida despoblación del litoral y el tam­bién rápido paso al empleo del castella­no por los sobrevivientes dejaron al que­chua fuera de toda oportunidad de en­raizamiento .

e) Acerca de posibles mitmas de habla IIB en Ecuador , Salomon menciona a hua­yacondos y chachapoyas. De los prime­ros, pienso , de acuerdo con mis estudios de toponimia , que eran usuarios de que­chua IIA del tipo "ferreñafano" (Caña­ris-Incahuasi) ; y de los segundos, los cha­chapoyas , ya he dicho que probable­mente el grado de quechuización en sus tierras de origen, aunque ciertamente de IIB, no era quizá más avanzado que el de los pueblos de las comarcas ecuatorianas. En tales casos, los huayacondos podían sin mucha dificultad ir adoptando el IIB que se generalizaba en sucio ecuatoria­no, en tanto que los chachas iban a pro­seguir en Ecuador un aprendizaje que la mayor parte habría apenas esbozado en su propio país. No debe descartarse , de todos modos, que la multidireccionalidad del comercio entre la costa centro-sur peruana y el septentrión hubiese estado

No . 2, diciembre 1984

ex tendiendo el IIB en época preincaica inclusive entre pueblos de habla IIA o de idioma cu lle. u otros, con lo cual mitmas como los cajamarcas y huamachucos ha­brían estado igualmente precondiciona­dos para la aceptación del IIB ecuato­riano. Respecto a la acción misionera, a que

aluden Albó y Cerrón, su efecto en el corto plazo, y aun en el mediano plazo, debe con­siderarse con cautela. Es evidente que un restringido grupo de misioneros no hubiese podido imponer una determinada lengua -la suya propia u otra cualquiera ajena a los potenciales catecúmenos-; por ello, el pro­cedimiento más socorrido por los españoles fue acudir a una de las lenguas nativas "ge­nerales" que se encontraba ya implantada en los grupos etnolingÜísticos abordados (aunque no fuese universalmente usada), o al idioma de grupos foráneos masivamente trasladados, como lo fueron los nativos en parte ya quechuaha hiantes del noroeste ar­gentino llevados temporalme'nte a Santiago del Estero, o los tu pinam bá del litoral bra­sileño conducidos al Amazonas medio. Sea como fuere , la catequesis sólo tuvo efecto lingüístico duradero cuando se insertó en la organización y el encuadramiento de la ma­no de obra nativa dentro de la explotación colonial , como bien lo señala José Bessa Freire ("Da 'fala boa' ao portugués na Ama­zonia brasileira", Amerindia, No. 8, pp. 39-83).

A propósito del efecto lingüístico que, como nos observa Albó , pudo haber tenido el funcionamiento desde tiempos preincai­cos de un sistema de control vertical de va­rios pisos ecológicos, con eventuales archi­piélagos multiétnicos , estimo que habría sido bastante semejante del ocasionado por otras formas de complementación de recur­sos diferentes , como el trueque en zonas colindantes o a medianas distancias. El alti­plano del Collao y sus flancos hacia la costa y la selva es , en tal sentido, un campo abier­to para múltiples investigaciones. La extin­guida lengua pu quina, por ejemplo, a la que Paul Rivet clasificó erradamente como "ara­wak", y otro idioma aún sobreviviente rela­cionado con el puquina , el callahuaya, po­seen ciertamente raíces y rasgos en común con el conglomerado lingüístico "arawak" que bien pueden ser resultantes de un perío­do muy antiguo de contactos entre gente

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altiplánica y gente de la selva. Respecto de dos atingencias gramatica­

les de Cerrón: a) la presencia o ausencia del "causal" ("sorpresivo") -shka < •-shqaen IIB ecuatoriano: es cierto que Muysken lo examina, pero presentándolo con una exis­tencia marginal, no general , y dándole un tratamiento predominantemente hipotéti­co; es posible que se trate de un rasgo de superestrato de IIC que ingresó en algún uso local ecuatoriano; b) el cambio morfo­fonémico de u en a en IIA ferreñafano: ha­llo en mi propio material sobre este dialec­to únicamente formas "fijadas", particular­mente cuando ocurre -mu-: yaykamu-, yarqamu-, pero yaykuchi- "hacer entrar"; etc. El recurso no parece productivo, y el cambio así fijado es una muestra más del carácter "híbrido" del quechua de Ferre­ñafe.

Las anécdotas de Cerrón. Destaco: a) su "parkerismo": habla del lingüista nortea­mericano Gary Parker en el primero y el último párrafos de un comentario dedica-

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do a un artículo mío. Uno siente como si se tratara de asegurar a otro el paraíso po­niendo a cuenta de su alma la santidad por uno bien ganada; b) su desconcierto ante nuevos escritos míos. Para no desacertar, prefiero interpretarlo como ex presión de un hábito de trabajo que le impide com­prender que la importancia de la produc­ción científica no se mide necesariamente en número de páginas ni de artículos dados regularmente a la imprenta.

Yánez llama correctamente la atención sobre la necesidad de estudiar más el proce­so de configuración de las diversas naciona­lidades andinas desde la época denominada de Desarrollo Regional. Este proceso, que desembocó en las maduras culturas "clási­cas" de hacia 500 años de nuestra era, dejó virtualmente definidas en los Andes las fronteras geográficas y humanas, a un pun­to tal que esas "regionalidades" tienden a volver por sus fueros hasta hoy día, pese a tanto acontecimiento adverso.

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