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El comercio lejano y la difusión del quechua. El caso de Ecuador*
Alfredo Torero
Hace medio milenio , la irrupción española en América quebró procesos de integración que avanzaban en gran parte del Nuevo Mundo.
Los mecanismos de esta integración eran básicamente dos: el establecimiento de entidades políticas en expansión y un creciente comercio intensivo a grandes distancias.
Los testimonios escritos referentes a la existencia y el funcionamiento del primer mecanismo, los reinos e imperios, son abundantes porque sobre esas entidades se lanzaron con avidez las huestes españolas para apropiarse de las riquezas acumuladas y porque la Corona española intentó prontamente aprehender para sí los aparatos políticos indígenas.
De la existencia y el funcionamiento del comercio lejano han quedado, en cambio, reducidos testimonios escritos, particularmente en lo que se refiere al área andina sudamericana, en la que incidirá la presente exposición.
(*) El presente trabajo, entre otra;, ha sido posible gracias a una beca de investigación otorgada al autor durante el año de 1983 por la Organización Holandesa para el Fomento de la Investigación Científica Pura (Z.W.O.). El autor agradece igualmente al doctor Willem Adelaar, de la Universidad de Leiden, por el permanente estímulo y la eficaz y cordial asistencia que le ha brindado durante las labores de investigación en Holanda.
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La explicación de esta escasez informativa reside en: a) las propias acciones de conquista españolas, que, ya desde la captura
de las islas del Caribe y de Panamá, interrumpieron en sus puntos más delicados las redes de comercio y comunicación entre el norte y el sur americanos y que seguidamente, en pocos años, destruyeron los polos más importantes y florecientes que habían atraído y promovido el movimiento comercial preconquista.
b) la indiferencia de los invasores respecto de los recursos y productos propios de los pueblos de América que no fueran oro, plata, perlas o piedras preciosas.
c) la implantación, sobre gran parte del área andina , del Imperio Incaico, cuya política económica de control directo de la producción y la circulación de bienes había reducido fuertemente la actividad comercial en amplios sectores de su territorio.
Sólo en los últimos decenios ha empezado en Sudamérica la labor de acopio y correlación de los fragmentarios y dispersos datos relativos al comercio lejano. Si bien el panorama general está aún incompleto, las informaciones recuperadas, tanto en archivos como en las investigaciones antropológicas, arqueológicas y lingüísticas, permiten sustentar como provechosa hipótesis de trabajo que ciertas distribuciones culturales y de idiomas fueron efecto del establecimiento de rutas de comercio múltiples entre distantes pueblos de América.
Dentro de este marco, se tratará aquí de las sucesivas expansiones del quechua, y en especial de su movimiento en dirección de lo que hoy es el Ecuador, un área clave para el comercio lejano prehispánico.
La Historia Social Andina y la Distribución de Lenguas
Para ingresar al tema es necesario, en breve bosquejo, remontar unos tres mil años atrás en la historia social andina, a un período en que se consolidaban las economías con nivel de excedentes productivos y, a la par, los sistemas socio-políticos complejos - logros de organización económico-política indispensables para posibilitar el comercio lejano , comercio esencialmente suntuario y dirigido por lo tanto a la complacencia y el prestigio de los señores y los dioses.
Hacia el 700 a.n.e., encontramos en pleno desenvolvimiento en la región centroandina (Perú) la denominada "cultura Chavín", resultante de ya varios siglos de creciente control de la producción y el intercambio a través de una red de templos que llegó a extenderse finalmente desde la costa sur y la sierra sur central peruanas hasta la frontera peruano-ecuatoriana y desde el litoral hasta las vertientes nororientales, en las cuencas de los ríos Marañón y Huallaga.
Se descubre en los sitios Chavín artículos de procedencia externa a su área, como strombus -propios de mares tropicales más septentrionales-, pero no existen pruebas de un movimiento sostenido de intercambio hacia el
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exterior. El "Chavín clásico" se pre'senta rµás bien como la culminación de un proceso integrador de geografías y proHucciones diferentes cumplido al interior del área centroandina; en sus repr~entaciones simbólicas, en sus expresiones artísticas y en la arquitectura de sus templos se percibe bien la síntesis de las diversas culturas costeñas y de la sierra norte que lo generaron.
No se ha detectado para el Chavín clásico la extensión de una determinada lengua que pudiera corresponderse con la difusión tan amplia de un arte y un culto bastante uniformes en su período final - hacia el 400 a.n.e. Sin embargo, puede proponerse que a la época de su desenvolvimiento se remonta la intensa interpenetración entre dos familias lingüísticas andinas no obviamente emparentadas : la quechua y la aru , originarias, respectivamente, de la costa central -área de constitución de culturas proto-Chavín- y de la costa sur -área de la cultura Paracas. Algunos idiomas de estas dos importantes familias andinas continúan hoy en contacto( l ).
Hacia el 400 a.n.e. se asiste a la ruptura rápida del sistema chavinense y a la aparición de nuevas corrientes culturales de menor énfasis cultista, en conexión, al parecer, con fuertes corrientes de intercambio, principalmente por vía marítima , entre las costas peruanas y el Ecuador. Tal vez la estructura teocrática Chavín se había tornado sumamente rígida y enclaustrada en los modos y canales de captación y circulación de las riquezas, y refractaria a la adopción de innovaciones que acrecentasen las producciones internas. Lo cierto es que las nuevas corrientes que le pusieron término desarrollaron en varias regiones andinas un orden económico y social más dinámico , concretado en el acrecentamiento de la producción agraria y en la búsqueda de contactos comerciales a distancias que desbordaban ampliamente las fronteras de la antigua área chavinense.
La reorganización de la producción agraria requirió, indudablemente, de un control más directo sobre los productores, tanto para su movilización en el trabajo colectivo cuanto para la aplicación de una tributación obligada (que reemplazó a la entrega "espontánea" de ofrendas como expresión de la gratitud por los servicios que las divinidades prestaban al bienestar común). Surgieron así los estados clasistas. que en adelante pondrían en cautividad tanto a los hombres como a los dioses.
En cuanto a la amplitud del comercio lejano , diversos autores han señalado para esta misma época la aparición en zonas tan distantes como México, el Ecuador y el Perú de rasgos culturales específicos (v.g., la técnica de pintura en negativo y la botella silvadora de doble cuerpo), que se han postulado como manifestación de contactos, tal vez por navegación a.lo largo del Pacífico. Es, sin embargo, con las culturas ecuatorianas con las que en este período exhiben más afinidades las del Perú central y norteño, particularmente las representadas por los estilos cerámicos designados globalmente blanco sobre rojo.
Justamente con la extensión, a principios de nuestra era, de uno de estos estilos, el llamado Baños de Boza y las variedades estrechamente vincu-
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ladas con él, puede correlacionarse. en tiempo y espacios. la progresión del protoquechua desde la costa norcentral hacia la sierra norcentral y central del Perú (véase Kuth Shady y Arturo Ruiz, 1980)(2). Paralelamente debió estarse produciendo el avance del protoaru de la costa sur hacia las serranías vecinas, en tanto que el protopuquina era movilizado en torno al altiplano del Collao por la sociedad Pucara.
En los primeros siglos de nuestra era ocurre el florecimiento de las principales culturas "clásicas" peruanas, con la consolidación de los aparatos estatales clasistas y un avanzado aprovechamiento de los recursos regionales : Moche (costa norte) , Cajamarca (sierra norte), Recuay (sierra norcentral), Lima (costa central), Nasca (costa sur), Tiahuanaco (altiplano del Callao). Durante este tiempo, el protoquechua se escinde en variedades de la sierra, o quechua I, y variedades de la costa , o quechua II . El protoaru , asimismo, llega por progresión desde el área de Nasca, a la región de Ayacucho , en la sierra central, donde empezará un proceso de dialectalización precursor del protoaymara. El puquina acrecienta su dominio en el Altiplano y en sus flancos , movilizado esta vez por Tiahuanaco . En el norte peruano, varias lenguas se disputan el área y no hay evidencia de que alguna de ellas alcanzase a cubrir territorios de costa, sierra y "ceja de selva" , como sí ocurrió en el centro y el sur.
Luego de la etapa expansiva y de consolidación interna de los estados regionales, empieza hacia el siglo V un intenso movimiento de intercambio multirregional y el surgimiento correlativo de grandes centros urbanos, manufactureros y comerciales : Marcahuamachuco, en la sierra norte; Pampa Grande, en la costa norte ; Cajamarquilla, en la costa central; Viñaque (Huari), en la sierra central, cerca de la actual ciudad de Ayacucho; Cahuachi, en la costa sur, valle de Nasca, y Tiahuanaco, en el altiplano del Callao.
El período de máxima interacción ocurre en los siglos VI y VII, y se ha supuesto que la relativa homogeneización cultural centroandina que se configuró en el transcurso de dicho período se debió a la constitución de un gran imperio , el llamado Imperio Huari, con capital en Viñaque. No obstante, lingüísticamente no hay pruebas de la extensión de una "lengua imperial" sobre la vasta área del pretendido imperio; ésta no habría podido ser otra que la protoaymara (lengua aru) empleada por entonces en la zona ayacuchana, y no se encuentra en la toponimia del centro y el norte del Perú ( dichas "provincias del Imperio") huellas de tal presencia. Más bien, es a este período que puede asignarse el inicio de un nuevo movimiento expansivo del quechua de la costa central (quechua 11), en correspondencia con el auge del comercio interregional. En todo caso, aru y quechua, en intenso contacto por entonces, acentúan sus mutuas influencias.
J\rqueológicamente, la hipótesis de un Imperio Huari tampoco se sostiene, como lo ha demostrado suficientemente Ruth Shady (Shady, 1982).
A comienzos del siglo VIII, y teniendo como una de sus probables causas un prolongado deterioro climático que habría afectado particularrnen-
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te a las sociedades de las tierras altas (véase Cardich, 1981), se produce el abandono de los centros urbanos del interior y el de los costeños que se habían fortalecido por sus vinculaciones con las redes económicas cordilleranas (véase Shady, 1982: 61-65) ; son abandonadas en la sierra las ciudades de Tiahuanaco, Viñaque y Marcahuamachuco ; en la costa, Cajamarquilla (situada al interior del valle del Rímac) es reemplazada por la ciudad de Pachacámac, la cual desde entonces no hará más que acrecentar su prestigio y riqueza y se convertirá en lugar santo y de peregrinación para gran parte del mundo andino hasta la llegada de los españoles. En adelante , y hasta el Imperio Incaico , las grandes ciudades serán costeñas, en conexión con el comercio a distancia y el tráfico marítimo, a lo largo del litoral del Pacífico, entre las costas peruanas, ecuatorianas y puntos desconocidos más al norte de Ecuador.
Contactos a Distancia y Extensión del Quechua II
Con el poder económico y político de Pachacámac y de la costa central , el quechua II asegura su progresión desde principios del siglo VIII : hacia el norte (Proto IIA) , afianzándose finalmente en la sierra norteña ; y hacia la costa sur (proto IIB-C) , desplazando al aru de esta última región.
El comercio interandino se verá reimpulsado y ampliado desde principios del presente milenio , en un movimiento que combinará las rutas terrestres y las marítimas para asegurar el intercambio entre regiones tan distantes como el Altiplano del Collao y el Ecuador. Surge entonces, en el límite entre la costa central y la costa sur, la ciudad de Chincha, como activo nexo mercantil entre las tierras interiores del sureste andino y las vías del mar. Estas vías llevaban a los reinos y señoríos ecuatorianos (y surcolombianos) por el Golfo del Guayas (Guayaquil) o el puerto de Manta.
Desde Manta , o puntos más al sur como la isla Puná y Tumbes (y quizá Paita) , las rutas marítimas septentrionales del comercio se dirigían "hacia el Poniente", según consigna el cronista Sarmiento de Gamboa ((1572] 1943: cap. XLVI). Sin embargo, la importancia económica de la relación comercial "hacia el Poniente" ( ¿México?) era con seguridad, en volumen , género y diversidad de los bienes intercambiados, muy inferior a la que vinculaba las costas ecuatorianas y peruanas y, a través de éstas, al área interior andina desde ·el sur colombiano hasta el noroeste argentino. El papel que Chincha cumplía en la canalización de este comercio era virtualmente irremplazable por su posición geográfica; de allí que su lengua, el quechua chínchay (IIB-C), se extendiera por el mundo andino como idioma de relación desde los primeros siglos del milenio actual.
Ya desde fines del primer milenio, cuando hubo ganado la costa sur al aru, el protoquechua IIB-C había empezado a penetrar en las serranías inmediatas, cubriendo ambas vertientes de la Cordillera Occidental y dejando encerrados en su avance reductos de antiguas lenguas arus (Torero, 1970: 240 - 242). Paralelamente se esbozaba su escisión en IIB y IIC : proto IIC como la variedad de las vertientes cordilleranas -de donde continuaría más tar-
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de su progresión hacia el este y el sureste- y proto 118 como el lenguaje de la costa central y sur. Liberado de la otrora poderosa presión de los pueblos aruhablantes, el proto 118-C realizará innovaciones , particularmente léxicas, no compartidas con lenguas arus; la variedad proto 118, especialmente, aligerará sus estructuras morfosintácticas, en una tendencia probablemente reforzada durante su expansión hacia el norte como idioma de relación entre pueblos de orígenes lingüísticos diferentes.
Es de suponer que fue tejiéndose en estos siglos a través del mundo andino, entre señores locales o regionales, una fuerte red de intereses en los beneficios del comercio lejano ; lo que a su vez dio estímulo y protección política "internacional" a la existencia y las actividades de una suerte de corporación o liga suprarregional de mercaderes (véase Torero, 1970: 94, 123). Frank Saloman ha examinado la pervivencia en el siglo XVI de una situación de este género entre otavalos y pastos, en la frontera ecuatoriano-colombiana (Saloman, 1978).
Puede postularse, entonces, que, aparte de su área de pleno dominio en la costa peruana central y sur y la serranía contigua a ésta, el quechua chínchay empezó a penetrar en regiones muy distantes como lengua de relación adoptada por los señores y los mercaderes interesados en el comercio interregional andino y respaldada por el poder económico de Chincha y el ascendiente religioso y político de Pachacámac (véase Torero, 1974 ). Sus progresos ulteriores en las "nuevas" zonas y regiones así alcanzadas habrían de depender del dinamismo económico interno propio de éstas. En tal sentido , el área ecuatoriana y surcolombiana se mostraba altamente activada desde muy antiguamente por los movimientos de intercambio tanto en el interior de ella como hacia el exterior y ofrecía un terreno propicio para el avance sostenido del quechua IIB, inicialmente irradiado desde la costa centro-sur peruana.
La Actividad Comercial frente al Modelo Económico Inca
El Imperio Incaico trató de anular en lo posible la actividad mercantil y de sustituirla por una nueva racionalidad económica que preveía sustancialmente:
a) el máximo de autosuficiencias regionales, naturalmente que en prioridad para beneficio de los señores y los templos. A nivel del grueso pueblo tributario -los hatunruna- persistió el recurso a sólo sus medios de subsistencia local tradicional o a los obtenidos por un trueque complementario "entre pobres", viejo sistema intocado por el Imperio. A los señores y templos importantes, en cambio, se asignó fuentes de recursos apetecibles en zonas relativamente próximas a sus antiguos territorios, pero antes fuera de su alcance directo: campos para cultivo de coca o maíz o para cría de ganados, adonde debían acudir sus respectivos hatunruna o yana ("siervos") para efectuar el trabajo productivo o el transporte(3 ).
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.b) asignación de ·1os "excedentes poblaciona-les" de zonas pobres en recursos alimentarios a tareas estatales: ejército , laboreo de minas, construcción de fortalezas , caminos, centros administrativos o de almacenamiento , palacios , etc.; o su traslado como colonias (mitmas) a zonas insuficientemente pobladas o despojadas a otros pueblos. Los hatunruna de las áreas de alta productividad alimentaria (valles costeños o del interior) no eran afectados a este género de servicios, pero sí exigidos, en cambio, a un gran esfuerzo productivo y una alta tributación.
c) administración directa por el Estado de las fuentes mayores de recursos y de la labor de los especialistas en manufacturas militares o en confección de bienes suntuarios. De esta manera se aseguraba el soberano cusqueño la eficacia de sus ejércitos y la lealtad de las jerarquías señoriales.
Pese a las condiciones adversas planteadas por la programación económica incaica, la actividad mercantil, aunque disminuida , subsistió dentro de los territorios conquistados, en especial a lo largo de las costas; y subsistió ya fuese por el poderío y solidez de las redes de comercio tiempo atrás establecidas, ya por la breve duración del Imperio o su propio interés de obtener bienes exóticos aún no a su alcance directo, ya como resultado de conciliaciones políticas más o menos tácticas y temporales o ya simplemente porque en toda época los mercaderes han sabido burlar los más formalmente estrictos mecanismos estatales. Lo cierto es que han sobrevivido, y se van descubriendo cada día más, los datos que permiten reconstruir el comercio lejano: redes, rutas y centros de intercambio , mercaderes, "monedas", medios de transporte y naturaleza de las mercaderías.
Se sabe hoy que los mercaderes de Chincha eran muy numerosos: de seis mil a diez mil según las fuentes (véase Rostworowski, 1970); que los sacerdotes del santuario de Pachacámac eran a su vez mercaderes (Torero , 197 4: 81); que era intensa y especializada la actividad mercantil en la costa norte peruana (Rostworowski, 1975: 340 - 342); que surcaban las aguas del Océano Pacífico grandes balsas veleras transportando mercaderías, como las mencionadas por Sarmiento de Gamboa viniendo del Poniente hacia Ecuador o como la famosa "balsa de tumbecinos" que , cargada con veintidós toneladas métricas de variadas y ricas mercaderías, fue interceptada por un navío español frente al litoral septentrional peruano varios años antes de iniciarse la conquista del Perú, según la descripción contenida en la Relación SámanoXerez de 1527 (véase Porras Barrenechea, 1967: 62 -68)(4) . Los mercaderes de Chincha se dirigían hacia el sureste andino (Cusco y el Altiplano del Collao) y hacia Quito y Puerto Viejo (Manta) , en Ecuador (Rostworowski, 1970). Las relaciones comerciales entre otavalos y pastos en la actual frontera ecuatoriano-colombiana ha sido estudiada por Salomon en obra ya citada.
El número de balsas que conectaban los puertos a lo largo del litoral del Pacífico debió ser elevado en tiempos preeuropeos. Es interesante notar que los nativos continuaron empleándolas durante toda la época colonial - y quizá hasta fines del siglo pasado- para transportar mercaderías en travesía directa entre Ecuador y la costa central peruana , en lo que parece haber sido,
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tres siglos después de la conquista hispánica, el mantenimiento de una economía indígena paralela a la de españoles y criollos(5 ).
Acerca de la "moneda" en el mundo andino , débese entender que no se trataba del equivalente universal que implica el sentido moderno del término , sino de varios semi-universales con curso en áreas geográficas diferentes y con esferas definidas de aplicación. De estas cuasi-monedas, las dos más importantes - o las mejor documentadas- consistían en pequeños tumis (hachuelas) de col!re y en cuentas menudas ("chaquiras") de mullu (conchas de spondylus) . La chaquira se utilizaba en la relación comercial entre costa y sierra, en tanto que el hacha de cobre circulaba a lo largo de las costas del Pacífico sobre una inmensa extensión : desde al menos el sur del Perú , donde las gentes de Chincha manejaban para sus compras y ventas un "marco de cobre" (Rostworowski, 1970), hasta México, donde los habitantes de Tututepec, ciudad cercana del litoral, "usaban de una cierta moneda de cobre de dos dedos de largo y una de ancho , a manera de hachitas" , según el cronista Ixtlilxochitl ; las hachas de cobre circulaban igualmente como moneda entre los naturales de la ciudad de Oaxaca y las comarcas vecinas (véase Dahlgren de Jordan, 1954: 253 - 254). Como una pervivencia quizá de época preeuropea, los pueblos kwakiutl y haida de la costa occidental canadiense destruían hasta tiempos recientes grandes láminas de cobre nativo de forma similar a los tumis durante las ceremonias del potlatch (Drucker, 1965 : 137, 143,185 ; lams. 27 y 28). Las hachas-moneda de cobre han sido halladas abundantemente en depósitos arqueológicos del Ecuador (véase Holm, 1967) y en el sitio de Batán Grande , costa norte peruana, donde se recogieron varios paquetes de hasta 500 láminas cada uno (Pedersen, 1976 : 64 ).
Ya Cieza de León ([ 1553]: cap. XLVI) se mostraba sorprendido por el alto valor que los nativos de Puerto Viejo asignaban a las cuentas de mullu y a las hachuelas de cobre, pero sin advertir plenamente su significación monetaria ; se refiere así a "unas cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira, que era rescate extremado y rico" y relata: "aun me ha acaecido de vender a un indio una hacha pequeña de cobre y darme él por ella tanto oro fino como la hacha pesaba".
Cuando en el siglo XVI se hace mención a los mercaderes indígenas como "tratantes al modo de indios" debe entenderse, pues, que actuaban no precisamente sin uso de monedas, sino al margen de los modelos españoles y dentro de los patrones tradicionales andinos en cuanto a moneda, género de los artículos granjeados y libertad para ejercer el comercio.
El Quechua en Ecuador
En lo tocante a determinar la antigüedad de la presencia del quechua en el Ecuador, dos tipos de procedimientos -necesariamente correlacionables- se ofrecen a la investigación: el estudio lingüístico de las hablas en sus formas actuales o en las atestiguadas desde hace poco más de dos siglos y el
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examen de las informaciones históricas relativas al grado de progresión del quechua en el siglo XVI y a la naturaleza de los conflictos habidos en el área ecuatoriana entre pueblos y lenguas oriundos y pueblos y lenguas introducidos durante la ocupación incaica.
Lingüísticamente, el complejo dialectal ecuatoriano-colombiano (que se designará aquí simplemente como ecuatoriano) es esencialmente una rama de quechua lIB, cercano a los dialectos de Chachapoyas (Amazonas) y Lamas (San Martín) , del nororiente peruano, y afiliable con el habla costeñocentral peruana descrita en 1560 por fray Domingo de Santo Tomás y con la de Huarochirí (serranías del departamento de Lima) recogida en un amplio conjunto de textos en los primeros años del siglo XVII (véase transcripción paleográfica y versión en francés de estos textos en Taylor, 1980).
No obstante , el quechua ecuatoriano ha desarrollado importantes características propias, particularmente gramaticales , comunes a todas sus hablas actuales y ya percibibles desde los primeros documentos que lo atestiguan (véase Nieto Polo del Aguila, [1753] 1964). Además de esto, débese efectuar en él, dentro de la básica unidad , un deslinde en dos subáreas: la interandina y la oriental (selva alta) , sin que este deslinde implique homogenei·· dad al interior de cada subárea(6). Las hablas interandinas muestran una diversidad a primera vista desconcertante en el tratamiento fonológico y semántico de los lexemas, aspecto en el cual las orientales parecen conservarse más cercanas del "protoecuatoriano".
En todo caso, la sustancial identidad de todas las variedades sobrevivientes, interandinas u orientales, presupone que el ecuatoriano antiguo poseía esas características gramaticales definitorias ya hacia fines del siglo XVI -cuando, a más tardar, se estableció en el Oriente-; esto es, apenas un siglo después de la conquista inca del Ecuador, lapso que aparece demasiado breve para el desarrollo de sus tantas peculiaridades. Queda, entonces, por absolver el interrogante de si estaba ya en el Ecuador cuando llegaron los incas o si éstos "lo importaron" así constituido desde algún otro lugar.
El cronista Pedro Cieza de León, quien recorrió tempranamente el Ecuador (en torno a 1548) halló el quechua bastante extendido como "lengua general" en los valles interandinos, desde inmediatamente al sur de Quito hasta trasponer la frontera meridional ecuatoriana. Casi siempre lo menciona en coexistencia con idiomas locales: panzaleo, puruhá, cañar, palta, tal como confirman documentos de los decenios posteriores. En un caso - no desmentido por otros testimonios- hace referencia a sólo la lengua general: el de la provincia de Chimbo , comarca estratégicamente ubicada en las rutas de intercambio que llevaban del interior ecuatoriano al río de Guayas y de allí por balsas a la costa y a la isla de Puná, según el propio cronista relieva (Cieza, op. cit.: caps. XLI - XLV).
No establece Cieza una relación entre empleo del quechua y actividad comercial, pero da precisamente para la provincia de Chimbo una nota inhaoitual: " ... a tiempos usan de congregaciones para hallarse en ellas los más principales·, a donde tratan lo que conviene al beneficio así de sus patrias
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como de los particulares provechos dellos" ( Cieza, op. cit.: cap. XL V). En el extremo norte de la sierra ecuatoriana (actuales provincias de
Imbabura y Carchi) y en la sierra sur de Colombia (actual departamento de Nariño), antiguo territorio de los pastos -comarcas no tocadas o apenas tocadas por el Imperio Inca en sus años finales-, el quechua era utilizado casi únicamente por los mercaderes, a estar por una relación de 1541 según la cual los nativos de la Doctrina de Pinampiro (hoy en lmbabura) no acudían a la ciudad de Pasto "sino con algunos mercaderes que son ladinos en la lengua general del Inga, y éstos van a sus rescates y granjerías" (Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. III, 252).
Para el importante territorio de los Quijos, en el área nororiental ecuatoriana, de selva alta, las informaciones iniciales referentes al uso del quechua son escasas e imprecisas. En 1563, un hijo de Atahuallpa, Felipe Inga, y un cacique quijo hicieron de intérpretes en la zona ante otros caciques congregados con ocasión de la fundación de la ciudad de Nuestra Señora, más tarde Sevilla del Oro (Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. IV, 181 ). Se comprende que una de las lenguas empleadas en la intermediación fue la quechua, dada la presencia de un hijo de Atahuallpa, indudablemente "ladino" en castellano y quechua general. Quizá en esas comarcas el conocimiento del quechua estuvo circunscrito al nivel de los caciques, las gentes con poder local. Varios decenios más tarde, en 1608, se lo halla más difundido, al decir del conde de Lemus: "corre en esta provincia [Quijos] la lengua general del Inga, y háblanse otras diferentes y maternas" (Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. l. 78). Han tratado más detenidamente este tema Udo Oberem en una monografía sobre los Quijos (Oberem, 1971) y Roswith Hartmann en un estudio referido al problema del quechuismo preincaico en el Ecuador (Hartmann, 1979).
Ninguna de estas informaciones, sin embargo, da luz acerca del dialecto, o los dialectos, del quechua que se manejaban a la sazón en el Ecuador, ni qué debe entenderse allí por "lengua general del Inga". Cieza de León (op. cit., cap. XXXIX) hace un descarte del quechua IIC cuando consigna que, a raíz de la matanza de los adultos que Huayna Cápac realizó entre los otavalos y carangues, éstos eran llamados guamaracona [/wamrakuna/] "muchachos"; la forma IIC correspondiente es /warmakuna/. Desconocemos, no obstante, la fuente lingüística del cronista.
Los españoles capturaron también a quechuahablantes sobre el mar cerca de las costas ecuatorianas: de la llamada "balsa de tumbecinos" extrajeron, en 1527, a tres mercaderes-navegantes que hablaban la lengua general. Uno de éstos, Felipillo, habría de hacerse célebre por su papel de intérprete en la "entrevista" de Francisco Pizarro y el Inca Atahuallpa en la plaza de Cajamarca. Se ha asignado a Felipillo diversas naciones y patrias -cosa nada extraña tratándose de un mercader: tallán de Pohechos (en el río Chira, costa extremo norte peruana), punaeño (de la isla Puná) o, genéricamente, huancavilca (de los términos de Guayaquil). Garcilaso de la Vega lo dice de Puná, mientras que Guarnan Poma insiste en llamarlo Felipe guancavilca y lo dibuja
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con nariguera en una de sus láminas (Guarnan Poma, [¿1614?] 1936: 380, 384, 385).
Es justamente a raíz de la intervención de Felipillo en los sucesos de Cajamarca que se tiene una referencia confiable respecto de las hablas septentrionales del Imperio: el cronista Garcilaso de la Vega -a cuyo sentimiento idiomático débese otorgar crédito por tratarse de un príncipe cusqueñoafirma que en aquella ocasión Atahuallpa se expresó "en el lenguaje de Chinchaysuyu, el cual entendía mejor el faraute [intérprete], por ser más común en aquellas provincias que no el del Cuzco" (Historia General del Perú; Libro primero, cap. XXV).
Ahora bien, aunque queda claro que el mercader "huancavilca" y el Inca "quiteño" manejaban el lenguaje de Chinchaysuyu (quechua IIB), la expresión "aquellas provincias" es todavía imprecisa.
Débese examinar, por esto, qué habría podido suceder en el escenario lingüístico ecuatoriano con la ocupación incaica y si ésta pudo introducir en el área (en los apenas 50 ó 60 años de su duración) el quechua o, más específicamente, el dialecto quechua IIB que, con variaciones locales, se habla actualmente en el Ecuador y en el curso alto del río Putumayo, en Colombia.
Para esto, es preciso , como cuestión previa, determinar qué aportes idiomáticos (quechuas o no) pudieron realizar los incas en las regiones septentrionales mediante sus ejércitos y guarniciones o sus mitmas.
Tal diligencia lleva fundamentalmente a mirar el panorama lingüístico prevaleciente en los territorios surandinos ganados por el Imperio en la fase de su primera expansión, dentro de los cuales se mantuvo y consolidó durante los treinta a cuarenta años iniciales, antes que Túpac Yupanqui llevara sus ejércitos por el sur hasta Chile y por el norte hasta Ecuador. Integraban el Imperio del Cusco en ese primer período: el Altiplano collavino hacia el sureste, el Condesuyo hacia el suroeste, el Andesuyo (nunca poblacionalmente importante) hacia el este y el noreste, y las antiguas comarcas de las naciones quechuas, aymaraes, soras, lucanas y chancas (actuales departamentos peruanos de Apurímac y Ayacucho) hacia el oeste.
Ahora bien, las referencias a idiomas en esa área, contenidas en los documentos del siglo XVI -tardíos por lo tanto en más o menos un siglo(véase Torero, 1970: 238 - 243), muestran un aplastante predominio del aymara en la masa de las poblaciones que, de acuerdo con la racionalidad económica inca, eran susceptibles de suministrar soldados a los ejércitos y excedentes demográficos por trasladar; y de cuya lealtad (encuadramiento eficaz) podían estar seguros los señores del Cusco. Tal predominio, que sin duda era mucho más acentuado a mediados del siglo XV, explica asimismo por qué el aymara fue la "lengua oficial" del l.mperio hasta el final del reinado de Túpac Yupanqui.
Según las noticias del siglo XVI, en el Altiplano collavino el aymara continuaba expandiéndose vigorosamente en desmedro de otros idiomas que lo habían precedido en la región: el puquina y el uruquilla. En Condesuyo,
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los collaguas, que estaban adoptando el quechua pero tenían por lengua propia el aymara, ocupaban plenamente las vertientes altas de la Cordillera Occidental y presionaban sobre otros pueblos de idiomas distintos: los de Pinchollo, Calo y Tapay, donde hablaba "cada pueblo diferente del otro, muy bárbara" (posiblemente, por la ubicación geográfica, relictos de la antigua lengua puquina), y los cabanaconde, que empleaban "la lengua general del Cuzco corruta y muy avillanada" y, además, en algunos sitios de su comarca, ·"otra lengua incógnita y para ellos solos" (tal vez igualmente un dialecto puquina en el último caso y, en el primero, una suerte de "compromiso" entre pu quina y quechua chínchay, comparable con el del habla de los herbolarios callahuaya en Bolivia) (véase Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. II, 328 - 329). Al occidente del Cusco, desde las cuencas de los ríos Pampas y Soras hasta la capital imperial, y en las propias vecindades de ésta, el aymara conservaba todavía una fuerte vigencia, si bien en algunos lugares había cedido el terreno al quechua chínchay (indudablemente IIC) o se había establecido una situación de bilingüismo quechua-aymara en grado y magnitud difícilmente determinables a partir de las afirmaciones genéricas e imprecisas de las fuentes de información.
En cambio, como se ha visto, el quechua IIC se hallaba sólidamente implantado sobre ambas vertientes de la Cordillera Occidental en el suroeste del departamento de Ayacucho, territorio de los lucanas (laramates y antamarcas), quizá por irradiación desde los valles costeños de Nasca.
Túpac Yupanqui, por lo tanto, llevó a la conquista y pacificación del Ecuador, como soldados y mitmas, mayoritariamente a aymarahablantes y a quechuahablantes de zonas aún incipientemente ganadas al aymara, y sólo secundariamente a usuarios plenos de quechua llC o de puquina. Su sucesor, Huayna Cápac, heredero de un imperio más amplio y con un control ya suficiente de los nuevos pueblos conquistados por Túpac Yupanqui, movilizó a su vez para los mismos fines no sólo a las gentes surandinas, sino igualmente a poblaciones de la sierra central peruana, hablantes de quechua I, y sobre todo de la sierra norte, hablantes de quechua IIA, culle y otros idiomas no conocidos. No se tomó a estos efectos a pobladores de los valles costeños, pescadores o agricultores, con excepción probablemente de grupos de artífices en oficios requeridos por las casas reales.
Al derrumbarse el Imperio cusqueño, permanecieron en el Ecuador no sólo la mayoría de los muchos grupos de mitmas extranjeros al área, que habían recibido allí campos de cultivo, sino también un número posiblemente alto de los soldados traídos desde sus lejanas patrias para constituir las guarniciones pacificadoras o para participar en la campaña contra los pastos que había empezado a desarrollar Huayna Cápac. Destruida la maquinaria administrativo-militar inca, el camino del retorno era sin duda más difícil, si no imposible, para aquellos cuyos pueblos de origen se hallaban en el distante sur andino.
Dado que los ejércitos incaicos estaban constituidos por "naciones", no es improbable que las huestes abandonadas a su suerte se agrupasen bajo
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el modelo de los mitmas, ocupando berras de cultivo en las zonas conquistadas. De este modó puede interpretarse un párrafo de Guarnan Poma referido a los "capitanes" de Collasuyo ("de hatuncolla poquinacolla charca cana pomacanchi quispillacta cauina callauaya") que estuvieron con Huayna Cápac en las campañas del Ecuador: " ... estos dhos capitanes murieron en ellas algunos bolbieron a sus pueblos y tierras y semurieron alli algunos se quedaron hasta oy en tome quito sus bisnietos destos dhos capitanes adonde conquistaron se quedaron para memoria y generación los quales les llaman mitimays estrangeros de yndios" (Guarnan Poma, op. cit.: 170).
Durante largos decenios después de la conquista española, muchos grupos mitmas continuaron usando las lenguas particulares de sus patrias en tanto iban adoptando la "general del Inga". La "Relación del pueblo de Sant-Andrés Xunxi", pueblo ubicado al pie del nevado Chimborazo, señala que "los mitimas, que son de Condesuyo, questá junto al Cuzco, hablan unos con otros su lengua de aquella su tierra y todos la del Inga" (Relaciones Geográficas de Indias, 1965: t. III , 262).
Sin embargo, mitmas y soldados en perdición tuvieron que emprender finalmente el duro y prolongado proceso de asimilación a las poblaciones naturales del Ecuador.
Ahora bien, de lo dicho hasta aquí queda claro que no se dieron durante la conquista y la ocupación incaicas del Ecuador (ni tampoco, naturalmente, en la época hispánica) los factores y condiciones requeridos para la introducción y la extensión consistente de un dialecto quechua del tipo IIB -cuyas formas son, sin embargo, las que han predominado sustantivamente en la constitución de las hablas ecuatorianas modernas. Se deriva de esto que la presencia del proto IIB ecuatoriano en el área septentrional debe fijarse en tiempos preincaicos.
En respaldo de esta conclusión, si fuera necesario , y como de contragolpe, se hace evidente que sólo con una presencia preincaica ya suficientemente avanzada pudo este IIB contrarrestar los masivos y múltiples aportes "sureños" llegados con el Imperio y salir finalmente victorioso -aunque no indemne- de la contienda lingüística.
Por otra parte, la presencia en el nororiente peruano de dialectos igualmente IIB como los de Lamas (San Martín) y Chachapoyas (Amazonas), cercanos tanto al de la costa central peruana y al de Huarochirí, hoy extintos, cuanto a las hablas ecuatorianas, refuerza la hipótesis de que la difusión de los IIB septentrionales de Ecuador y Perú ocurrió como parte de un fenómeno de fuerte relación económica interregional que venía desplegándose en los Andes desde siglos antes de la expansión del Imperio cusqueño. Inclusive, la forma de dispersión de esos IIB diseña bien las direcciones y la amplitud de aquel.movimiento, que apuntaba desde la costa centro-sur peruana hacia la selva alta de Moyobamba, nororiente peruano, y hacia el Ecuador y el sur de Colombia.
Sobre las actividades comerciales entre las costas central y sur perua-
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nas y las costas y el interior ecuatorianos se posee ya bastante información correlacionable con la extensión del IIB ; pero se carece aún de datos correspondientes para Amazonas-San Martín , y sólo resta al respecto postular como hipótesis de trabajo la existencia de vías comerciales, quizá múltiples, que conectaban el Ecuador y el centro del Perú con el nororiente peruano. En todo caso, no hay hasta el momento otra manera de explicar la presencia de hablas IIB en los departamentos de Amazonas y San Martín y en los cursos bajos de afluentes del río Amazonas, en el departamento de Loreto.
Por Jo demás, para una mejor comprensión de los factores que promovían la extensión septentrional del quechua débese necesariamente mirar, al menos, lo que paralelamente acontecía a principios del siglo XVI en los bordes de su área lingüística: el interior de Colombia y la cuenca amazónica. En territorio hoy colombiano, diversas naciones guerreaban y, a la vez, comerciaban entre sí y con poblaciones del IViar Caribe y Centroamérica, pero manejando no una lengua general, sino idiomas regionales, como el muisca del reino de Bogotá. En la región amazónica y el Orinoco, pueblos de hablas "arawak", caribe y tupí predominaban sobre muchos otros por el número, la actividad económica y el dominio territorial; entre ellos, interesa destacar a los omagua-cocama, que empleaban una lengua tupí y se extentlían desde el curso medio-alto del Amazonas y el bajo Marañón hasta las estribaciones andinas, en una distribución geográfica que parece haber estado orientada hacia el control de importantes rutas de intercambio: los omaguas habían ascendido por el Alto Napo hasta la región de los Quijos , en tanto los cocamas se habían asentado en las bocas y los cursos bajos de los ríos Ucayali y Huallaga, grandes vías de penetración hacia las sierras peruanas. Posiblemente desde varios siglos antes de la conquista hispana, gentes de habla quechua habían entrado en contacto con los omagua-cocama en el nororiente ecuatoriano y el nororiente peniano y con uno o varios pueblos de Colombia, cuyas lenguas tomaban el relevo como idiomas de relación para el comercio lejano.
En cuanto al empleo del quechua IIB en el oriente ecuatoriano, resulta natural suponer que era efectivo en época preinca para el enlace económico complementario entre zonas de recursos diferentes: las vertientes de selva y los valles interandinos del Ecuador y sur de Colombia. Aun si se concede que las variedades actuales del ecuatoriano oriental (y del Alto Putumayo) fueron llevadas a la selva alta únicamente a partir del siglo XVI y por boca de los numerosos indios "auxiliares" que empujaron consigo los conquistadores, encomenderos y misioneros hispanos, débese aceptar que sólo pudieron partir de un dialecto IIB ya establecido en los valles interandinos y todavía muy poco impregnado por influencias cusqueñas o, en general, surandinas.
La "sureñización" del quechua interandino ecuatoriano, si bien con sus raíces puestas durante la ocupación incaica -ejércitos y mitmas-, fue un proceso que se cumplió en el período colonial y como consecuencia del trasiego entre "naturales" y "trasladados" (véase Anexo).
Las condiciones histórico-sociales que coadyuvaron a la consolidación del quechua en Ecuador en los siglos XV a XVII fueron, pues, resultantes de
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la conquista y de la ocupación incaicas, primero, y de la conquista y la implantación españolas, después; pero resultantes no precisamente -o no prioritariamente- de medidas y hechos de gobierno dirigidos a ese efecto, sino de las hondas y graves perturbaciones ocasionadas en la base popular por las intervenciones extranjeras sucesivas: las poblaciones indias vieron en el vínculo de un idioma común una posibilidad de supervivencia. Y adoptaron, entonces , como solución más viable, la lengua que desde el período preinca había estado, un poco por todas partes, en uso entre los sectores nativos económicamente más dinámicos: el quechua IIB, idioma de los reyes y señores que expropiaban y acumulaban los excedentes sociales y de los mercaderes, vectores del intercambio lejano.
Con la ocupación española, la masificación del IIB ecuatoriano se aceleró, y, de idioma de una élite nativa, que pasaba a hispanizarse, se convirtió en lenguaje popular. No obstante, el ambiente socialmente compulsivo que presidió el proceso de quechuización no facilitó la uniformización de la lengua. De donde el habla de cada comarca consista hoy en un compromiso subregional específico del IIB ecuatoriano con el idioma oriundo: "chibcha", puruhá, cañar, palta-jibaro, etc., y los idiomas invasores: aymara, quechua cusqueño más o menos constituido, otros diversos dialectos y lenguas del sur y el castellano.
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NOTAS
(1) La relación entre el quechua y el aru está siendo objeto de estudio por parte del doctor Willem Adelaar, de la Universidad de Leiden, y el autor de esta exposición. Teniendo como punto de partida metodológico el no parentesco de estas familias lingüísticas, se trata de determinar los modos y tiempos de interpenetración de ambas, expresada en sus distintas lenguas sobrevivientes o atestiguadas, así como de deslindar los fondos idiomáticos "originales" y, a la par, la dirección de los "préstamos". En cuanto al emparentamiento -propuesto por Morris Swadesh- del quechua y el aru con el tarasco, lengua aislada de México, W. Adelaar considera útil ahondar en la comparación entre tarasco y aru, descartado en esta instancia el quechua.
(2) Se ha utilizado el método de glotocronología léxico estadística a fin de determinar aproximadamente las épocas en que ocurrieron la expansión primera del quechua y
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sus subsiguientes extensiones (Torero, 1970). Por definición, los fechados resultan- ... tes de la aplicación de este método están en función no solamente del tiempo efec-tivo de la expansión, sino del mantenimiento, o el restablecimiento ulterior, de con-tactos entre los dialectos o lenguas emparentados, contactos que, según su intensi-dad, frenan o atenúan la diferenciación lingüística. Para el conjunto de los dialectos quechuas, las mayores profundidades temporales se obtienen de la comparación tanto de hablas norteñas de quechua I con hablas de quechua IIB- C cuanto de las hablas de quechua IIA norteñas con el dialecto argentino de Santiago del Estero. El fechado más alto lo suministran los cotejos de Chiquián (Q.I) con Lamas (Q.IIB) y de Incahuasi (Q.IIA) con Santiago del Estero (Q.IIC) : 10.8 siglos de divergencia mínima a descontar de 1970; o sea, una separación que se fija como mínimo hacia el 890 de nuestra era. Puesto que el fechado Incahu~-Santiago del Estero incumbe a dialectos quechua 11, debe estimarse que la extensión primera del quechua se pro-dujo en un período en varios siglos anterior, lo suficientemente largo como para que se generaran los rasgos diferenciales (básicamente gramaticales) que escindieron al protoidioma en I y II. El hecho de que los tiempos glotocronológicos provistos por los dialectos quechua I tanto al interior de su grupo cuanto con el grupo quechua II sean menores de los esperables, se explica por ser el área de quechua I geográfi-camente compacta, continua y relativamente poco extensa, y por haber colindado con la de quechua II y haber estado sometida a varias extensiones de dialectos de este último grupo en diversas épocas. La asignación a la costa y la sierra centrales del Perú del área de la primera expansión del quechua se fundamenta en : a) la mayor diversidad dialectal en ella; b) la prefiguración, con estas variedades centrales, de las demás formas dialectales externas al área; c) el no señalamiento de algún idioma no quechua en el centro de esta área: la costa norcentral (valles de Pativilca-Huaura-Chancay) y su serranía inmediata, y sí en sus márgenes: lenguas arus, amueixa, cholón, culle, quingnam, mochica. Dado que el área ganada por la primera expansión habría resultado bastante homogénea, la determinación de su foco inicial sólo puede hacerse de manera probable considerando los focos de los principales cambios ulteriores como si hubiesen estado actuando igualmente en la época de la expansión original, justamente para producirla. Se halla así que importantes innovaciones en quechua 1, como */s/> /h/ o cero (posiblemente la más antigua en la fonología del quechua) y la despalatalización de * /t/, * /ñ/ y •/e/, presentan isoglosas que apuntan hacia la costa norcentral (los valles arriba indicados, de los que no ha quedado registro de lengua). Por lo de-
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más, las posteriores extensiones sucesivas del protoquechua II y del proto IIB-C muestran la fuena expansiva de las expresiones lingüísticas costeñas. Al parecer, el foco emisor más vigoroso se fue desplazando de norte a sur: valles de PativilcaHuaura-Chancay en los cinco primeros siglos de nuestra era, valles de Lima entre los años 500 a 1,000 y valles de Chincha-Ica-Nasca después del año mil.
Véase Torero 1974 para el examen de las diversas formas de complementación económica desplegadas por las sociedades andinas prehispánicas en los diferentes períodos de su desarrollo. John Murra ha puesto énfasis en una de estas formas, la de una economía autosuficiente lograda a través del "control vertical de un máximo de pisos ecológicos" por una misma sociedad, poseedora de un núcleo de asentamiento principal y de "islas" periféricas -situadas en zonas vecinas, pero a distancias variables del núcleo- que la proveían de recursos inexistentes en el asentamiento principal (Murra, 197 5: 59 - 115 ). Los cinco casos que Murra examina se refieren al período 1460-1560 y, por lo tanto, a situaciones creadas y/o sostenidas gracias al poder suprarregional del Imperio Incaico. El autor, sin embargo, postula este modelo (sus "archipiélagos verticales") como de aplicación muy extendida, antigua y estable en los Andes, al margen de conflictos bélicos y transitorias coyunturas políticas; lo cual está en contradicción con la mejor muestra que poseemos de la vida social prehispánica: las tradiciones de Huarochirí relatadas en quechua por los propios nativos a fines del siglo XVI o primeros años del siglo XVII (véase Taylor, 1980), y en contradicción también con los innumerables juicios sobre tierras sostenidos por indígenas en los primeros tiempos coloniales. La complementación de recursos diferentes obtenibles de zonas relativamente próximas -y el consiguiente intercambio de experiencias disímiles- fue un uso que aceleró el desarrollo cultural andino en el período formativo temprano, pero que no pudo cumplir un papel en el gran progreso civilizatorio ulterior. Con mucho menor razón habrían podido cumplirlo autarquías locales o subregionales acordes con el modelo de "archipiélagos verticales". Por medio de sólo "economías verticales", fuese cual fuere el modo de realizarlas, el mundo andino jamás habría alcanzado los niveles de desarrollo urbano, que implicaron una intensa y abierta relación multirregional.
( 4) Se transcribe de la Relación Sámano-Xerez los párrafos que interesan aquí:
" ... tomaron un navio en que venían asta veynte hombres en que se echaron al agua los onze dellos y tomados los otros dexo ensy el piloto tres dellos y losotros hecholos asy mismo en tierra para que fuesen y estos tres que quedaron para lenguas hizoles muy buen tratamiento y truxolos consigo. "e!j.te navio que digo que tomo tenya parecer de cavida de asta treynta tonelesL *] hera hecho por el plan e quilla de unas cañas tan gruesas como postes ligados con sogas de uno que dizen henequen que es como cañamo y los altos de otras cañas mas delgadas ligadas con las dichas sogas a do venían sus personas y la mercaduria en henxuto porque lo baxo se ba_gnabatraye sus masteles y antenas de muy fina madera y velas de algodón del mismo talle de manera que los nuestros y muy buena xar9ia del dicho henequen que digo que es como cañamo e unas potalas por anclas a manera de muela de 1:iarvero. "trayan muchas pie9as de plata y de oro para el adorno de sus personas para hacer rescate con aquellas con quyen yban a contratar en que yntervenyan coronas y dyademas y cintos y punetes y armaduras como de piernas y petos y tene9uelas y cascaveles y sartas y ma9os de g_uentas y rosecleres y espeios guarnecidos de ladicha plata y ta~as y otras vasijas para veber trayan muchas mantas de lana y algodón y camisas y aljulas y alcaceres y alaremes y otrllS muchas ropas todo los más dello muy labrado de labores muy ricas, de colores
• Los treinta toneles mencionados en la Relación equivalen a veintidós toneladas métricas.
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de graña y cannesy y hazul y amarillo y de todas otras colores de diversas maneras de labores e figuras de aves y anymales y pescados y arboledas y trayan unos pesos chiquitos de pesar oro como hechura de romana y otras muchas cosas en algunas sartas de quentas venian algunas l?iedras pequeñas de esmeraldas y ca~adonias y otras piedras y pedazos de cnstal y anyme todo esto trayan para rescatar por unas conchas de pescado de que ellos hazen quentas coloradas como corales y blancas que trayan casy el navio cargado dellas".
(5) El comodoro David Porter, al mando de la fragata norteamericana "Essex", abordó en 1813, a más de treinta kilómetros mar adentro frente al puerto de Paita, a dos grandes balsas veleras que habían partido del puerto de Guayaquil con seis tripulantes cada una y con cargas de cacao destinadas a Huacho, puerto y pueblo de indígenas de la costa norcentral peruana que mostraba en la época un fuerte dinamismo económico. Los tripulantes dijeron al comodoro que era "muy común realizar con esas balsas la navegación de Guayaquil a Lima en que media la distancia aproximada de seiscientas millas". El informe de Porter coincide con la descripción que da la Relación Sámano-Xerez de la "balsa de tumbecinos", pero la amplía con precisiones acerca de la disposición y el manejo del navío y provee, además, valiosos datos sobre la duración de los viajes y el modo de supervivencia por largos meses en alta mar (véase Porter, en Colección documental de la Independencia del Perú, 1971: t. xxvn, 38 - 4 7).
(6) Los dialectos IIB modernos (ecuatoriano-colombiano, Chachapoyas, Lamas) y el de la costa central peruana (descrito por Domingo de Santo Tomás en 1560 y hoy desaparecido) presentan sonorización de oclusiva sorda tras /n/ en interior de monema; conservan la oposición */s/ - •[s¡, salvo el ingano (Alto Putumayo, Colombia). La extinguida variedad de Huarochirí tal vez conservaba igualmente la oposición, pero éste es un punto cuya discusión requiere más espacio. Los IIB septentrionales tienen como rasgo común el haber confundido */k/ - */q/, abandonando la articulación uvular (Torero, 1964 ). Ninguno de los dialectos IIB -incluidos los hoy extintos de la costa central peruana y de Huarochirí-, así como tampoco los IIA de Incahuasi y Cajamarca, sufren el cambio morfológi.camente condicionado de u en a que ocurre en ciertos morfemas de los restantes dialectos. Morfológicamente, no posee IIB, como tampoco IIA de Cajamarca, expresiones equivalentes al modo "casual" (/-sqa/ o /-ñaq/ en los demás dialectos), ni al aspecto verbal "perfectivo" (/-rqu-/ en las hablas sureñas de Q.I y en las de Q.IIC). El número de morfemas que maneja en la derivación verbal es bastante inferior al de las variedades Q.I y Q.IIC. En su composición léxica, se aproxima al IIC de Ayacucho, pero con un alto número de vocablos propios de dialectos Q.I. Por su parte, las hablas ecuatoriano-colombianas no hacen el distingo, que sí se encuentra en los demás dialectos quechuas, entre un plural de primera persona que incluye al oyente (''inclusivo") y uno que lo excluye ("exclusivo"); no manejan sufijos de persona poseedora, ni el sufijo interpronominal de "3a. sujeto - 2a. objeto" (que proviene de •/-su-/ en los demás dialectos); hacen el sustantivo verbal "infinitivo" en -na (no -y); marcan con -kpi (no -pti-) la oración subordinada de sujeto diferente de la principal; indican el aspecto verbal "durativo" con -kuo variantes fonéticas (no -yka- ni -cka-) y el "reflexivo" con -ri-- (no -ku-); la forma "reflexiva" se ha constituido posiblemente a partir de uno de los valores de -ri- en otros dialectos de 9-.uechua IIB-C: la indicación de que el acto se realiza "de sí propio", "por sí solo' , sin intervención ajena (cf. Domingo de Santo Tomás (Léxico, 1560): cuyuri- "moverse algo", cuyuchi- "menear algo").
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ANEXO
Se ha procedido a la comparación de las raices cognadas que contienen consonante glotalizada o aspirada en el habla cusqueña y consonante aspirada (o fricativa correspondiente) en las hablas interandinas de Ecuador. Se tuvo en cuenta únicamente laposición inicial de palabro porque sólo alli se dan las aspiradas en Ecuador y porque glotali· zadas y aspiradas del cusqueño son más productivas en esa posición. Su utilizó el Diccionario Quechua Cuzco-Collao de Antonio Cusihuamán ( 19 76) paro el dialecto cusqueño, y el Diccionario Español-Quichua, Quichua-Español de Louisa R. Stark y Pieter C. Muysken ( 19 77) para los subdialectós interandinos ecuatorianos. Complementariamente, se recurrió a otros léxicos, en particular para fines de confrontación con el subdialecto ecuatoria· no oriental y los dialectos peruanos no cusqueños. Las fuentes ecuatorianas, en todo caso. se muestran bastante menos provistas todavía para un cotejo equitativo y seguro que requerida de vocabularios locales más detallados y de información fonológica y gramatical suficiente.
Las consonantes aspiradas de las hablas interandinas son oclusivas de los órdenes labial, dental y velar (/p"/, /t"/, /k"/) . En todas las variedades ecuatorianas /k/ y /q/ (uvular) protoquechuas confluyen en articulación velar. En cuanto a aspiración de africada palatal, el vocabulario de Stark-Muysken sólo reseña tres casos no enteramente convin · centes. Toda el área quechua ecuatoriana (interandina u oriental), tiene, con seguridad desde tiempos prequechuas, una africada dentoalveolar (/ts/) o su correspondiente desafri· cado [s] o Lz l que nunca se aspira.
Ahora bien, las hablas interandinas reaccionan diferentemente a la aspiración consonántica. En Saraguro (norte de la meridional provincia de Loja), el fenómeno es casi nulo y quizá no existe realmente. En llumán (provincia de lmbabura, norte de Ecuador) se responde a (p "] y [k "] de otras hablas interondinas con las fricativas [r] y [x] y con el rechazo a la aspiración de cualquier consonante, indudablemente por condicionamientos de sustrato prequechua. Cosa similar ocurre, algo más al surf en la variedad de Zámbiza (provincia de Pichincha), que igualmente emplea [x] y no Lk "] y únicamente acepta la aspiración en (p "l Son las provincias centrales (Cotopaxi, Tunguragua, Chimborazo y Bolívar, y secundariamente Cañar y Azuay) las que muestran el número más elevado de aspiradas en rat'ces quechuas, fenómeno que se debe posiblemente a que las lenguas prequechuas de esta subregión pose1'an por si mismas el rasgo de aspiración de oclusivas.
Todos los dialectos ecuatorianos que poseen oclusivas aspiradas (o fricativas correspondientes) presentan en buen número de casos las mismas raíces con y sin aspirada, empleándolas directamente como dobletes o en formas derivadas.
Consideradas globalmente las aspiradas (o fricativas correspondientes) del diccionario Stark-Muysken, se advierte, en el cotejo de cognadas con el diccionario de Cusihuamán,que:
a) solamente 32 glotalizadas o aspiradas cusqueñas corresponden a aspiradas o a /ts/ (cinco casos, todos relacionados con /e'/ cusqueña). En cambio, 43 glotalizadas y aspiradas del Cusco -un número mayor- se presentan sin aspiración. Esto es, únicamente 42. 60/0 de glotalizadas y aspiradas cusqueñas hallan correspondencia en aspiradas o /ts/ ecuatorianas. De otro lado, las hablas interondinas exhiben con aspiradas 25 raíces que sóio tienen consonantes llanas en cusqueño o en los demás dialectos peruanos. La cifra de casos en común se reduce asi a 32.0o/o. Se ha incluido en el cómputo a /ts/ en inicial de palabro porque, aparte de aparecer en vocablos no evidentemente quechuas o de corresponder en tres ocurrencias a /él de raíces quechuas, muestra en los cinco casos ya aludidos correspondencia con /e'/ de Cusca.
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b) los porcentajes de ocurrencia de oclusivas aspiradas (o de fricativas correspondientes) dentro de los totales con sus correlatos no aspirados son, en las rafees quechuas del ecuatoriano interandino, muy inferiores a los indices que arroja. la correlación glotalizadas y aspiradas/llanas en el habla cusqueña: orden labial: 11. 70/0 (Cusco: 31.40/0); dental: 5.Jo/o (Cusco: 38.80/0); velar: 12. 70/0 (Cusco -velar y uvular-: 46.20/0). Inclusive, en el orden palatal africado, donde Cusco ostenta la alta cifra de 59.50/0 de glotalizadas y aspiradas (haciendo las glotalizadas por s{ solas el 48.90/0 del total), el ecuatoriano no presenta sino la africada palatal llana, excepto en los tres casos mencionados, en los que se reconoce una sola palabra obviamente quechua: ch'uca ([~"uka )J "saliva", "escupir". Esta raú, que se consigna para otros sitios de Ecuador cómo t'uca ([t"ukaJ/ y ty'uca ([ty "uka ]J, es por lo demás, significativamente, la única que guarda correspondencia con /t"/ cusqueña: /t"uqa-/. De lo expuesto aqu( se infiere que el dialecto quechua que ingresó y se extendió
inicialmente en el Ecuador (y el sur de Colombia) no fue del tipo cusqueño (esto es, no glotalizaba ni aspiraba oclusivas). La falta de correspondencia regular entre las hablas cusqueñas y ecuatorianas interandinas en cuanto a oclusivas con rasgo glotal (o relacionado) en las ra{ces cognadas, as( como la baja productividad de la aspiración de oclusivas en el interandino, encuentran una explicación óptima si se admite que las oclusivas aspiradas (o sus correspondientes fricativas) presentes en los vocablos quechuas de una parte de los subdialectos ecuatorianos son resultantes básicamente de dos efectos, parciales ambos: el de superestrato cusqueño y el de sustrotos prequechuas en un quechua no cusqueño.
Los resultados presentados arriba deben, evidentemente, perfeccionarse, ampliándose y profundizándose con materiales mayores y extendiendo la comparación a las lenguas arus. Carolyn Orr y Robert Longacre publicaron en 1968 un estudio comparativo que abarcó a hablas del Ecuador, algunos dialectos quechuas, particularmente del Cusco y Bolivia, y el aymara, teniendo como objetivo la demostroción del parentesco del aymara y el quechua. Los autores, sin embargo, no tuvieron en cuenta para su trabajo a otras hablas quechuas alejadas de las cusqueño-bolivianas (como la mayor{a de los dialectos quechua /), ni consideraron en toda su complejidad el proceso histórico de configuración de los (plurales) dialectos quechuas del Cusco y de Bolivia, cada uno de los cuales debe examinarse como una solución en gran parte independiente y propia al intenso conflicto entre aymara y quechua. En Ecuador, como se ha visto, el proceso fue más complejo todav{a; de donde resulta infructuoso el empleo directo -sin previa labor depurativa - de los vocabularios ecuatorianos para fines de reconstrucción del protoquechua.
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COMENTARIOS
Roda/fo Cerrón-Palomino CILA, UNMSM
A v. Arequipa No. 2960 Lima 27
A princ1p10s de la década del sesenta, Gary Parker y Alfredo Torero revolucionaron el campo de la quechuística formulando un cuadro de la historia y distribu ción de los dialectos quechuas que liquidaba definitivamente la visión tradicional que se tenía de las mismas . Esbozada la historia interna de la familia lingüística, hacía falta indagar sobre su historia "externa". Una tarea como ésta exigía, más allá del enfoque lingüístico, el manejo cuidadoso de los datos arqueológicos, así como la compulsación minuciosa de la documentación escrita . El gran mérito de Torero radica precisamente en haber intentado establecer correlaciones entre los procesos lingüísticos y los eventos histórico-culturales de la sociedad andina que acompañaron a aquéllos . Testimonio de ello son sus aportes correspondientes a l'a década del setenta.
El trabajo que tenemos a la mano sigue la línea trazada por el autor en sus entregas anteriores (cf. Torero 1970, 1974). Tres son los aspectos retomados : (a) el cuadro lingüístico-arqueológico de los Andes Centrales comprendido entre el Intermedio Temprano y el Tahuantinsuyo ; (b) la interacción comercial a través de "contactos a distancia" ; y ( c) los orígenes del quechua septentrional, particularmente del ecuatoriano (-colombiano).
El primer punto constituye una reformulación del panorama histórico de las lenguas mayores del Perú tal como había sido esbozado en 1970. El replanteo comporta la asignación de las lenguas (quechua, aru y puquina) y sus fases expansivas al surgimiento de las culturas clásicas y sus desarrollos ulteriores dentro de una dimensión temporal menos conservadora. Para referirnos sólo al quechua, como se recordará , tomando como base el fechado glotocronológico arroiado por la comparación léxico-estadística de los dialectos de QI y Qll, que daba tiempos de divergencia mínima ubica-
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bles en el siglo VIII , Torero trató de empalmar la primera dispersión de la lengu a , en su fase protoquechua, con el surgimiento de Pachacámac en la Epoca IIA del Horizonte Medio . La segunda fase expansiva habríase producido en la Epoca IV y, finalmente, la tercera , a fines del siglo XV. De acuerdo al nuevo esquema, la escisión del PQ en QI y QII habría ocurrido a principios de la era cristiana, paralelamente al desarrollo cultural de las sociedades del valle del Rímac, que tuvo en la ciudad de Cajamarquilla su sede más importante (fines del Intermedio Temprano y Epoca II del Horizonte Medio , entre 400-450 d . de C.). Tras la caída de dicho centro (destino compartido por Viñaque y Tiahuanaco , para hablar de las ciudades centro-sureñas únicam ente) , tiene lugar el afianzamiento de Pachacámac (s. VIII) . Es en esta época que se produce una segunda fase en la difusión del quechua -esta vez del QII - , bajo sus formas QIIA , en dirección de la sierra norte , y QIIB - C, por la costa y sierra sur, desplazando al aru . Pachacámac de cae y surge Chincha como poderoso centro mercantil que vehiculiza la tercera expansión del quechua como " lengua de relación", bajo sus formas QIIB , por la costa norte hasta el Ecuador, y QIIC en dirección del este y del sur. De esta manera , el esquema anterior es retrotraído a una etapa que remonta en algunas centurias al advenimiento del Horizonte Medio : Pachacámac será el impulsor de la segunda dispersión de la lengua y no el responsable de su primera escisión , como se había sugerido previamente . En este acápite , un aspecto sobre el que insiste el autor es la puesta en duda de la existencia de un Imperio Huari asignable a los siglos V- VII, período en el cual se daría más bien una máxima interacción entre diversos centros de poder que movilizaron distintas lenguas: no hay, pues, hegemonización de una sola lengua, como habría correspondido al afianzamiento de un imperio.
No estamos en condiciones de evaluar la nueva correlación lingüístico-arqueológica propuesta por Torero, por las limitaciones de nuestra propia formación estrictamente lingüística . Es de señalarse, sin embargo,
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_________________________ Torero . Difusión del Quechua
que la profunda diversidad dialectal del QI , por un lado, y la constante interacción de las variedades de QI y QII, por el otro , dejaban entreabierta la posibilidad de remontar a épocas más tempranas la datación alcanzada por el método glotocronológico : ya Jo había sugerido el propio autor , al decir que
, tales fechados debían corregirse eventualmente . Los reordenamientos propuestos parecen corresponder más ajustadamente a la antigüedad implícita de la fragmentación de los dialectos, así como a la procedencia de las variedades actuales de la familia lingüística (la dispersión del QII , que en el esquema anterior quedaba sin explicación, resulta ahora contextualizada). lncidentalmen te, la reformulación de Torero ilustra, una vez más, hasta qué punto el fechado glotocronológico puede dar una imagen muy poco confiable de los tiempos de divergencia idiomática.
El segundo aspecto tratado constituye una ampliación de la hipótesis formulada por el autor (cf. Torero 1974: Cap. 11 , esp . sección I) en relación con el establecimiento de rutas comerciales a larga distancia como elemento clave que explicaría la difusión de patrones culturales, así como de lenguas de relación. Según Torero , tanto la arqueología como las fuentes escritas permiten sostener la existencia de una intensa actividad comercial de carácter multirregional entre los pueblos de la costa central y las culturas ecuatorianas, y tal vez incluso con las de Mesoamérica. Por lo que toca al quechua, su propagación habría tenido como motor fundamental precisamente a este desarrollo comercial sostenido. No discutiremos aquí este asunto sino en las repercusiones que su postulación implica en relación con el origen del quechua oriental coloro bo-ecua toriano-peruan o.
El tema relacionado con el origen del quechua ecuatoriano-colombiano es también una reelaboración de la hipótesis vertida por el autor en 1974, aportando esta vez nuevos argumentos tanto de orden linigüístico como etnohistórico. Desecha el 'áútor de manera convincente la posibilidad de que dicha variedad pudiera ser el resultado de la implantación del Chínchay sureño o QIIC vehiculizado por los últimos incas. Por un lado , las características estructura-
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les de la variedad septentrional denuncian un entronque con el chínchay costeño (las coincidencias fonológicas resultan ahora obvias, entre ellas la sonorización de las oclusivas tras nasal, así como la distinción entre dos sibilantes; y, tal vez también, la fusión de */c/ - */c/ y de */k/-*/q/, que en el caso del costeño aún no está muy clara) . Por el otro, la presencia cusqueña en el callejón interandino del vecino país no tuvo una duración mayor que la de dos generaciones , tiempo insuficiente como para asegurar la difusión de una lengua . Esta , además, se vería entorpecida debido a la composición pluriétnica de las huestes imperiales , básicamente plurilingües (por lo menos de quechua , aymara, puquina e incluso tallán , a estar por la presencia de los huayacuntus), y que, a la caída del Imperio, persistieron en el uso de sus hablas locales. De esta tenue dominación sureña quedaría apenas el vestigio de las oclusivas aspiradas en los dialectos de la sierra central ecuatoriana que, al no corresponderse exactamente con las del cusqueño, estarían denunciando no solamente un origen superestratístico, sino también la persistencia de viejos rasgos de las hablas de sustrato locales : argumento este último clifícil de verificar y, por lo tanto , innecesario a nuestro modo de ver (recuérdese, a este efecto , que el quechua de González Holgu ín fue tomado como "norma" en la enseñanza de la lengua en el Ecuador). De todo ello se con cluye que el quechua ecuatoriano antedataría a la conquista incaica . Su presencia sería el resultado de la poderosa relación económica interregional que conectaba la costa centro-sur peruana no sólo con el callejón interandino del Ecuador , sino también, trascendiéndolo, con el oriente coloro bo-ecuatoriano-peruano. Esto último explicaría los rasgos comunes compartidos por los dialectos del nororiente peruano con los ecuatoriano-colombianos. Admite Torero, sin embargo, que si bien hay evidencias que parecen probar los contactos comerciales entre la costa centro-sur peruana y las costas y el interior ecuatorianos , no hay datos que expliquen la presencia del QIIB en el nororiente peruano, especialmente del amazonense y del sanmartinense. Ciertamente , este asunto es motivo de mucha especulación . Por nuestra parte creemos, con
c. E. R. A. BARf(Jr n~,- :-~ : ·- ,.~., . ·391• .~ .. 11' 111. . \
Hartmann (1979), que la difusión del quechua por tales regiones se produjo en plena e~apa colonial. De hecho, por lo que se refiere al quechua de Lamas (San Martín ) . el trabajo de Barbira ( 1979) demuestra que su introducción y difusión fue producto de la obra misionera jesuítica restándole valor histórico a la leyenda de ' un posible origen chanca. En tal sentido, creemos que la labor misionera cumplió un rol importante en la difu~ón de la lengua en el oriente (pero también en Santiago del Estero) a través de su empleo como "lingua franJa" en las r~ducciones, primeramente jesuíticas y franciscanas después. Por lo demás como lo señala Mercier (1983), al meno~ las variedades del Napo peruano, del Tigre y del Pastaza parecen ser de procedencia ecuatoriana relativamente reciente . El carácter conservador de la variedad del Pastaza podría explicarse , como Jo sugiere Taylor (1981) , como res~ltado de una influencia norpe~~na. Incidentalmente, entre los rasgos tipificadores del QIIB, Torero le atribuye al ecuatoriano l! ausencia del modo sorpresivo -ska <*-sqa y, de otro lado, al ferreñafano la del cambio morfofonémico de u en a; ambos datos son incorrectos ( cf. Muysken 1977 : 5 8-<iO y Taylor 1982, respecti- . vamente) .
En suma, el trabajo de Torero ofrece a nuestro juicio, un cuadro mucho más coherente de la historia ekterna del quechua. Queda demostrada de modo prácticamente concluyente la existencia de un "quechuismo preincaico" en el Ecuador. No es convin~~nte, sin embargo, la hipótesis de la difusion premca de la lengua en el oriente tanto peruano como colombo-ecuatoriano. Por lo demás, quisiéramos concluir esta nota con una anécdota. Curiosamente, tanto Parker como Torero incursionaron simultáneamente en la andinística y, tras una década de producción fructífera y brillante ambos hacían un alto en la jornada (Tore: ro~~ _1974 y Parker en 1976), al parecer definitivo en el caso del primero. Luego de diez años de espera, debemos saludar la aparición del trabajo que comentamos, pues ello da testimonio de la renovada e indeclinable preocupación del autor por temas que fueron inaugurados por él mismo en su afán por contribuir al esclarecimiento del pasado andino.
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Xavier Albó Casilla 283
La Paz . Bolil'ia
Leer nuevos artículos de Torero siempre es gratificante por sus nuevos datos y por la forma en que combina la información de d_iversas disciplinas en este complicado labennto que es la sociolingüística etnohistórica. Al no se'. yo es~ecialista ni en la región, hoy ecuatoriana , m en las dimensiones etnohistóricas de las disciplinas involucradas el alcance de mis comentarios es necesaria: mente limitado y periférico .
l . Sobre las relaciones quechua/aymara y la primera evolución.
Empiezo con dos notitas de detalle. Primero , en cuanto al uso de la glotocronología, que en artículos anteriores Torero como su colega Parker, parecía tomar d;masiado en serio. Me alegra ver que en la nota dos del presente estudio ahora tiende a relativizar más las fechas absolutas derivadas de este tipo de cálculos, limitándose a señalar momentos anteriores y posteriores. El ritmo e intensidades de los intercambios sociales, de los que tanto dependen las evoI1:1ciones y fijaciones lingüísticas (por génesis o por contactos), no son fijos. Por lo mismo, es improbable que por estadísticas léxicas lleguemos alguna vez a precisiones comparables a las del C 14.
La segunda nota se refiere a los nombres dados a las familias idiomáticas implicadas. Ya se ha generalizado el uso de aru ( o proto-aru) para el primer grupo implicado. Lo lógico sería que el otro grupo se llamara simi (o proto-simi) para mantener el paralelo entre los usos precoloniales de jaqi aru = runa simi = "lengua humana" . O tal vez el primer grupo sería jaqi y el segundo runa! de acuerdo al extendido uso que denomina al propio grupo étnico según el vocablo con que éste designa a la "gente" o "persona humana". Pero aquí respetaré el uso de Torero , que contrasta lo aru con lo quechua (o quichua, más precisamente , sobre todo para el caso ecuatoriano).
E!1 la vi~ja controversia sobre el origen c_omun o diverso de estas familias lingüísticas, Torero se inclina por la segunda tesis, pero con una sana cautela. Afirma que las
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dos familias son "no obviamente emparentadas" (en vez de decir "obviamente no emparentadas") y utiliza su diverso origen "como punto de partida metodológico". Comparto su postura y espero qUt' los anunciados estudios del autor y Adelaar sobre el tema nos arrojen nueva luz. Para completar los argumentos ya esgrimidos por Martha Hardman a favor del no parentesco, creo que necesitamos una evidencia más detallada sobre todo en cuanto a las posibles relaciones entre el aru y el quechua I (QI), no olvidando la información de tipo gramatical. En estas variantes de apariencia más antigua dentro del quechua hay rasgos, como el alargamiento vocálico con funciones gramaticales o el uso de ciertos infijos para el plural , que lo acercan a las lenguas aru. Para poder sacar conclusiones más profundas acerca de una vinculación por evolución genética o por simple contacto, es preciso también que comprendamos mejor los mecanismos por los que este tipo de lenguas juegan con la transformación de radicales en sufijos, incluyendo la modificación o eliminación de vocales. Pienso, por ejemplo, en la sugerente relación entre el radical ka- ("ser , estar" del quechua) y el continuativo -k-, que ocurre tanto en aru como en quechua. Este tipo de análisis debe completar la información más utilizada, basada en inventarios comparativos de fonemas, morfemas o radicales .
Sea cual fuere el resultado de este cotejo lingüístico, en las dimensiones no lingüísticas de la investigación hay también un aspecto que encuentro poco desarrollado en Torero. Para establecer las redes de contactos sociales que explican las concentraciones y evoluciones del mapa lingü ístico, Torero privilegia las expansiones comerciales y , donde sea aplicable, también los movimientos de conquista o al menos hegemonía digamos política . Correcto. Pero echo de menos la consideración de este fenómeno tan típico de los Andes, sobre todo centrales y meridionales (y citado por Salomon también en el sur del Ecuador) , conocido como el sistema de archipiélagos o el control vertical de varios pisos ecológicos. Es probable que esta forma de control del retorcido paisaje andino tenga raíces muy anteriores al Tawantinsuyu, aunque a
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menores escalas . Si al nivel étnico su expresión es una tupida red de interdigitaciones, su correlato lingüístico implicará también intensos y complejos contactos entre idiomas.
2. Las redes de mercado como difusoras lingüisticas.
La hipótesis central de Torero parece ciertamente muy plausible. Con razón Roswith Hartmann la prefiere frente a la de Louisa Stark, quien suponía que los orígenes del quechua estaban en el Oriente ecuatoriano . En los fenómenos sociolingüísticos contemporáneos es evidente que el idioma del comercio tiene un mayor status y de esta forma tiende a difundirse. Así sucede, por ejemplo, en la expansión del aymara sobre el quechua en su actual frontera NE y en su contracción ante el mismo idioma en el E y SE. Los rasgos de "lingua franca" , con aligeramiento de la estructura morfosemántica , correctamente señalados por Torero en el quichua ecuatoriano, encajan perfectamente con esta hipótesis. A todo ello se suman los datos etnohistóricos de Rostworowski y Salomon c¡ue señalan la importancia de los mercados en la región estudiada . Sin embargo, es necesario mantener dentro de este enfoque diversos matices ya señalados por Hartmann en su importante artículo de 1979: este QIIB o chínchay sólo se esparce superficialmente , sin sustituir un gran número de lenguas locales que persisten hasta relativamente tarde ya en la época colonial. La vinculación de esta expansión comercial con Pachacámac permanece al nivel hipotético.
Quedan otras preguntas de potencial interés . Por ejemplo, diversos autores, sobre todo Salomon, han identificado a los mercaderes de los valles interandinos ecuatorianos como los mindalá, especialmente fuertes en la región norte. Este nombre proviene con toda probabilidad de una lengua no quichua, lo cual parecería reflejar · una red de mercaderes de otro origen. ¿Por qué su lengua no se habría expandido siquiera por el norte de una manera semejante a la que Torero postula para el QIIB desde el sur? Tal vez sí había ocurrido tal expansión, pero ésta nos habría quedado ofuscada por el impacto posterior y defini-
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tivo de la conquista Inca y la consolidación colonial.
Limitándonos al factor Inca, ¿cómo habrá funcionado entonces el mismo esquema de "lingua franca" (y sus simplificaciones morfosintácticas) en esta periferia septentrional del Imperio? Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta las diferencias en lenguas sustratos (incluyendo el chínchay preincaico), podría resultar interesante una comparación con lo que haya podido suceder en el otro extremo con el quichua de Santiago del Estero.
3. La consolidación colonial.
Supuesto que ni la expansión a través de mercaderes ni la posterior consolidación con la llegada del Tawantinsuyu llegaron a barrer los otros idiomas de la región , resulta aún llena de misterios la forma en que se llegó al actual quichua ecuatoriano, coli sus diferencias internas relativamente menores . La situación y los procesos parecen distintos de los que ocurrieron más al sur. Resulta muy sugerente la hipótesis con que Torero acaba su artículo . Según ella, el quichua ecuatoriano habría surgido como un mecanismo de defensa desde abajo . Siendo así, habría una clara diferencia con lo que ocurrió en el sur, donde la normalización y fijación fue en gran parte el resultado de la tarea misionera, apoyada a su vez por las reducciones toledanas y por la mita minera.
La ausencia de textos misioneros tempranos en ese conjunto de dialectos tan homogéneos entre sí, a la vez que bastante diferenciados del quechua imperial, parece apoyar dicha hipótesis. Torero sólo logra remontarse a 1753 para encontrar un primer "arte" sobre el quichua quiteño , y la bibliografía de Rivet sólo encuentra un texto anterior en el mismo dialecto para unos pocos años antes: el catecismo del obispo Luis Francisco Romero de 1725. Es cierto que · casi todos los textos lingüísticos de la primera época colonial (con la notable excepción del primero, de Domingo de Santo Tomás, en chínchay), se limitan a las prestigiosas variantes cusqueñas. Pero el caso singular de González Holguín llama ciertamente la atención . Llegó a Cusco hacia 1581. Al poco tiempo pasó a Juli (sobre todo aymara) y en 1586 se trasladó a Quito , donde permaneció 14 años. En 1600
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retorna brevemente a Chuquisaca para pasar de nuevo a Juli hasta 1607, en que se va al Paraguay. Sin embargo, sus voluminosos vocabulario y gramática, publicados en 1607 y 1608, se limitan al quechua cusqueño, sin mayores referencias a variantes quiteñas. Parece que durante sus tres lustros de permanencia en la región del QIIB, González Holguín se limitó a usar el QIIC aprendido en su corta estancia anterior en el Cusco - o en Juli, preponderantemente aymara- predicando en él con gran aceptación. Rivet cita un texto manuscrito de 1649 que se ubica en la Biblioteca Nacional de Lima, obra de Diego de Molina, párroco de Huánuco, en el que habría "une bonne étude . . . sur l'extension et les divisions de cette langue" quechua (Rivet 1951 :1, 111-112). ¿Incluirá información pertinente sobre el tema que nos ocupa, para esas fechas intermedias?
4. La vertiente geopolr'tica.
Estas investigaciones sobre la existencia o no de quichua en el actual Ecuador ya desde la época preincaica no dejan de tener su vertiente geo-política. La creencia más extendida -y difundida por personalidades ecuatorianas como los estudiosos González Suárez o Jijón y Caamaño- había sido que todo lo quichua en el Ecuador era simplemente el resultado de conquistas desde el sur. En la búsqueda de consolidar una identidad, las relaciones con el sur se perciben de manera distinta si éste es siempre visto como un simple invasor o como parte de un todo andino que ha generado muchas ínter-relaciones sociales y humanas ya desde épocas anteriores incluso al Tawantinsuyu. Lo quichua puede ser visto sólo como un residuo de invasiones foráneas o como una raíz panandina mucho más profunda. Cuando se encuentran las actuales poblaciones autóctonas de los tres países andinos, sea cual fuere su prehistoria lingüística, lo perciben indudablemente en este segundo sentido integrador de toda una amplia región .
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________________________ Torero : Difusión del Quechua
José Vicente Yánez del Pozo Instituto de Lenguas y Lingüi'stica
Pontificia Universidad Católica del Ecuador Casilla 2184
Quito, Ecuador
El artículo de Alfredo Torero, que nos permitimos comentar brevemente, se inscribe dentro de los valiosos aportes teóricos que el autor ha venido haciendo para un mejor conocimiento de los orígenes , expansión y actualidad de la lengua Quechua-Quichua. Y decimos Quichua porque en el Ecuador nosotros conocemos con este nombre al "runa shimi", al utilizar el idioma andino solamente las tres vocales "a", "i" "u" ·en oposición a los demás dialectos' de 1~ "lengua general", que utilizan todas las vocales.
Precisamente creemos que el mayor aporte de Torer~ consiste en sentar sólidas bases históricas para demostrar un hecho que en el Ecuador no ha sido suficientemente estudiado: la existencia y vigencia del idioma Quechua-Quichua en nuestro territorio en épocas preincaicas.
Si bien este hecho ha sido aceptado por cada vez más estudiosos del problema (el mismo Torero anota el estudio de Hartmann sobre el quechuismo preincaico en el Ecuador) en no pocas ocasiones se ha querido da{ a entender que el idioma Quechua-Quichua se habría originado e~ el Ecuador. Uno de los argumentos precisamente ha sido el de las vocales "primarias". Esto, unido a una interpretación literal de la teoría del Reino de Quito de Juan de Velasco no ha hecho más que alimentar la opo;;¡ción que, por motivos ajenos a la voluntad de nuestros pueblos, existe hoy entre el Perú y el Ecuador.
Según los argumentos de Tore~o, queda claro que el idioma Quechua-quichua empezó su largo recorrido de medio de comu,nicación eficaz en la costa central del Peru y que desde allí se fue extendiendo, jui:ito a las actividades comerciales de los miles de mercaderes de la época, a las serranías y sectores orientales del Perú y del E~uador e incluso hacia zonas de otros paises de América del Sur.
Este proceso se empezó a gestar mucho tiempo antes de la consolidación del Im-
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perio de los Incas en un extenso territorio que fue como el crisol natural donde se forjaba la gran unidad de pueblos y costumbres. Es curioso anotar cómo los Incas mismos no tuvieron como su lengua oficial al Quechua-Quichua, sino al aymara. Sólo en tiempos de Huayna Capac se la adoptó y se la impuso, porque estaba ya suficientemente extendida y servía como mecanismo de únidad de tantos pueblos y nacionalidades .
Dentro del gran número de nacionalidades destaca a mi entender, la oposición norte-sur, q~e en términos generales se identifica con la oposición entre QuechuaQuichua I y Quechua-Quichua 11. Pero, como lo anota el mismo autor, ni aun en tiempos de la peor contienda ocurrida entre Atahualpa y Huáscar se puede hablar de una simple oposición, sino de una unidad en la contradicción. Los dos sectores aparecen así incluso hasta nuestros días, como el "ha~an" y el "urin ", el "alto" y el "bajo" que pugnan por encontrar los mecanismos de unificación. Y esto contra toda confabulación que desde los tiempos coloniales vienen utilizando los dominadores para impedir la unidad de los indígenas y de sus hermanos de lucha, los millones de mestizos y negros del mundo andino.
Para completar las ideas de Torero en su artículo habría que estudiar un poco más Jo que ocurría con las distintas nacionalidades que desde la época del Desarrollo Re gional (500 a. de C.) habitaban nuestras tierras así como las estrategias mercantiles que utilizaban, para esclarecer más aún ~I proceso de expansión del Quechua-Quichua.
Ruth Moya Kodaly - 75
Quito. Ecuador
El sugerente artículo de A. Torero acerca de la difusión preinca del quichua en el actual Ecuador, teniendo co~o marco explicativo un conjunto de relac10nes comerciales y políticas que exceden el ámbito de las microrregiones, es una tesis que apunta sólidamente a explicar no sólo dicha expansión idiomática sino su fragnientación, hasta ahora no suficientemente estudiada.
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Lo que el autor denomina "el comercio lejano" articulaba ex tensas regiones que iban - vía señorío político y religioso de Chincha- hasta el sur peruano y áreas del Collao y hasta las costas norteñas del Ecuador, áreas del sur de Colombia, el Caribe y probablemente México.
El eje socio-político de Chincha y el propio dinamismo de las otras regiones con las cuales se comerciaba produjeron la expans~ó_n d~l quechua IIB. Posteriormente, la pohtlca mea de descentralización relativa habría reducido, pero no eliminado esta articulación suprarregional, que sob~pasaba el límite septentrional del Tahuantinsuyo.
En cuanto a lo del "dinamismo" interno que caracterizaba alas culturas y economías preincas del actual Ecuador, cabe recordar que ya la cultura co~teña de Valdivia (4,000 a. de C.), cultura de la más antigua cerámica y de la domesticación del maíz mantuvo relaciones de orden "comercial' ¡ con otras culturas de la región . Asimismo la cultura Machalilla (2,000 a . de C. - 1,400 a. de C.), ubicada en las costas de Manabí y del norte del Guayas, desarrolló contactos con otras regiones. Sin embargo, es la cultura Chorrera (1,500 a. de C.) , que se expande en las riberas del Babahoyo, la que tiene la función integradora al interior del actual Ecuador y establece nexos con áreas tan lejanas como Chavín en el Perú.
Efectivamente, la cultura Chorrera mantiene nexos con la de Cerro Narrío -en las actuales provincias de Cañar y Azuay- y áreas amazónicas.
Parece evidente que un objeto de "comercio" interno y externo es el spondylus propio de_ las costas ecuatorianas, que s¡ intercambiaba por coca , obsidiana, productos agrícolas de otros climas (lo cual dio nacimiento más tarde a los mitos de origen norteño de Viracocha).
Más adelante , por el año 500 a. de C., J. cultura de Bahía de Caráquez desarrolla } diversifica su producción y man tiene relaciones con las culturas de la Isla de La Plata, la cual , se supone . había desarrolladc un intenso comercio marítimo .
También hacia el año 500 a. de C. se ha bían consolidado las culturas costeñas de Gua~gala , La Tolita y la de Jama-Coaque, relac10nadas todas ellas entre sí. Es precisamente esta última la cultura que comerció con Pr,~,1 y México
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Lo más importante es que las culturas costeñas de este período intensifican sus contactos con las culturas serranas como la Tuncahuán (Chimborazo), la Pan~aleo y las norteñas de Imbabura, Carchi y sur de Colombia (llamada "horizonte Tuncahuán " por las similaridades con la de Chim borazo). En esta región interandina norteña, por el 500 a. de C. y el 1,500 d. de C., se desarrolló la cultura Carchi , famosa por su pin tura negativa, el in terca111 biu Je coca etc. '
A hora bien, la hipótesis de Torero acerca del protoquichua se relaciona con la existencia de la c1:1ltura peruana proto-Chavín, que se consolidaba por el 700 a . de C. La cultura Chavín propiamente dicha y la Chavín clásica (400 a. de C.) profundizaron la interpenetración de las familias quechuas ( costa central peruana) y aru ( costa sur peruana) . Si bien, siguiendo al mismo Torero, la cultura Chavín no difundió ninguna lengua en particular, mantuvo contactos con otras zonas de las costas septentrionales del Perú y del Ecuador por los mismos años 400 a. de C.
Desde la perspectiva "ecuatoriana", hemos visto que culturas muy antiguas (desde 4,000 a. de C.) mantenían activos contactos regionales y que es probable que desde el 1,500 a. de C., la cultura Chorrera iniciara in extenso el contacto comercial y religioso del spondylus.
Torero ubica en el 400 a. de C. los contactos peruano-ecuatorianos (Chavín clásico). y éstos tendrían lugar con las culturas que dan paso a nuestro "desarrollo regional", esto es 500 a. de C. y 500 d. de C. (culturas Bahía , Guangala, Tolita, JamaCoaque , Tuncahuán y "Horizonte Tuncahuán" en el norte). El desarrollo regional, como se ha visto, se caracteriza por contactos comerciales extra-regionales que pueden empatar muy bien, como lo anota Torero, con similares políticas de culturas peruanas y mexicanas .
Para el inicio de nuestra era, Torero plantea la pr<?gresión del protoquichua y, en lo que concierne a los contactos con el norte del Perú, excluye la existencia de lenguas generales, de donde se infiere que el protoquichua no habría penetrado por esta vía en la etapa ecuatoriana del "desarrollo regional" <hasta 500 d. de C.). El Proto QII,
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que es el que nos interesa puesto que los dialectos ecuatorianos se derivarían de él, se dilató por la costa peruana . Por el siglo VIII, según Torero, un deterioro ecológico interrumpió de algún modo los contactos comerciales entre sierra y costa; este acontecimiento fue seguido del auge de Pachacamac y la subsecuente presencia inca en las ciudades costeñas, incluso en las costas ecuatorianas.
En este mismo siglo VIII( el Proto QII se bifurcó en el Proto QUA sierra norte del Perú) y el Proto QIIBC (sur, costa),. arrinconando a las lenguas aru. Adicionalmente, el QIIB, según Torero, de una estructura sintáctica más simplificada, se expandió al actual Ecuador. Este quichua o quichua Chincha fue la lengua de los mercaderes, sobre todo de los Chincha. ¿Qué ocurrió en el actual territorio ecuatoriano?
Por un lado, en lo que hoy son las provincias de El Oro, Guayas y Los Ríos, se desarrolló la cultura Milagro-Quevedo (800 d. de C.), donde se han encontrado las llamadas hachas-moneda, y la cultura Manta intensificaba sus contactos con Chincha y Chanchán en el Perú, al mismo tiempo que se confederaba con los huancavilcas (zona de Guayaquil). La cultura Atacames (norte de Esmeraldas) se afirmaba y en la sierra los Puruhaes (Chimborazo), Cañaris, panzaleos y pal tas, junto con los napo de la amazonia (1100 d. de C. - 1.400 d . de C.).
En realidad, todas estas culturas corresponden al período de integración (500 d. de C. - 1,500 d. de C.), época que abarcaría el primer contacto del Q en Ecuador (el siglo VIII), la conquista inca y la llegada de los españoles.
Volviendo a los aspectos lingüísticos: Torero postula que el quichua ecuatorianocolombiano, derivado del QIIB, es cercano al de Chachapoyas y al de Lamas, ambos de la región nor-oriental del Perú, y "afiliable" además al descrito por Domingo de Santo Tomás (cerca de Lima) y al desaparecido de Huarochirí. Añade Torero que de las dos grandes variedades ecuatorianas, el quichua interandino y el oriental, este último es más "cercano" al proto-ecuatoriano.
Lamento desconocer de primera mano descripciones fonológicas y sintácticas, así como mitos y otros aspectos culturales de las hablas de Chachapoyas y Lamas, como para poder analizar las similitudes proba-
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bles con el quichua ecuatoriano. Con respecto a los .datos de Sto. Tomás, creo que hay que considerar los "filtros" que implicaban la transcripción del autor y he mostrado que existen diferencias entre el dialecto descrito en 1560 y el "quiteño" (en un sentido lato, es decir, el "ecuatoriano" de Torero). Como sea, el argumento de Torero permitiría inferir de algún modo que el quichua se expandió por la vía nor-oriental peruana hacia el sur-oriente ecuatoriano. Sin que eso deje de ser probable, opino que ese contacto debió de ser del año 1,000 d. de C. en adelante, ya que las culturas regionales sur-amazónicas del Ecuador sólo se consolidan y establecen contactos intensos con la sierra por dicha época. Por otro lado, las importantes culturas centro y sur serrana~, que habían desarrollado notablemente sus fuerzas productivas y sus sistemas políticos, tenían, en términos comparativos, mayores posibilidades que las culturas amazónicas de establecer contactos de carácter comercial, político o religioso con el sur.
En todo caso, parece evidente que la avanzada del quichua sureño por la amazonía ecuatoriana llegó hasta Quijos, mientras que los dialectos quichuas del norte y centro de la sierra influyeron en el quichua del Coca y el Napo; estos pueblos nor-amazónicos debieron hablar sus propias lenguas y ser bilingües con este quichua.
El quichua en el sur amazónico ecuatoriano debió de ser una lengua de relaciones abiertas (comerciales y shamánicas), que no impedía que se hablaran lenguas vernáculas, como el mismo Quijo, el Záparo y el Canelo, las dos últimas hasta hace poquísimos años. La expansión del quichua en el norte de la amazonía más bien corresponde al período colonial -siglos XVI y XVII- y respondía a los mismos contactos comerciales, shamánicos, de parentesco y , cuando no, causados por la evasión a los tributos.
En la tradición oral contemporánea de los pueblos quichuas del oriente ecuatoriano hay más bien arquetipos míticos de las culturas amazónicas, lo cual abonaría en favor del planteamiento de Torero de los contactos panregionales, pero al mismo tiempo señalaría una quichuización relativamente tardía.
En lo que respecta al Q. serrano, pese a la diversidad dialectal, creo que Cañar esta-
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blece un punto límite de una influencia sureña ( ¿sur-oriental o serrana?) pro:inca en el sentido de la conquista de facto y que, de allí hasta el río Mira en Carchi, hay oleadas dialectales que demarcarían nuevas áreas lingüísticas de homogeneidad relativa: la de Bolívar-Chimborazo-Tungurahua; la de Cotopaxi y parte de Pichincha; la zona norte de Pichincha, Imbabura y sur colombiano.
La presencia preinca del Q en Ecuador parece un hecho y es posible que su evolución fonológica simplificadora de aspiradas y g]otalizadas, así como de las uvulares, haya ocurrido tempranamente . Entre las características morfo-sin tácticas señaladas por Torero, concuerdo que en su mayoría corresponden al ecuatoriano, aunque merecería un comentario más extenso la mención a los cambios morfémicos a por u; el nominalizador -na (que no excluye -y) y el "casual" sqa (ska). Finalmente, el contacto con lenguas preincas modificó profundamente el Q. ecuatoriano, al punto que existen !U y /z/ y /s/ y /z/ (cañar) y s/z en todo el Q. ecuatoriano.
El artículo de Torero invita a establecer contactos más estrechos para coordinar investigaciones bilaterales, teniendo como punto de partida métodos e instrumentos discutidos en común. El aporte del autor nos motiva y nos obliga a sistematizar las reflexiones y observaciones particulares.
Frank Salomon Department of Anthropology
5240 Social Sciences University of Wisconsin
Madison, Wisconsin 53706 EE.UU.
Concuerdo con Hartmann y Torero al juzgar las evidencias como suficientes para postular la existencia de un vínculo marítimo-comercial, proba ble mente preincaico, entre la costa peruana y el actual Ecuador. Acepto también la probabilidad de que un Quechua no-incaico figuró en su conducta. Pero para satisfacemos de que tal vínculo fue vector principal del Quechua, hace falta enfocar mucho más microscópicamente su modo de funcionar y su potencial sociolin-
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güístico. Con esta finalidad me limito a tres puntos:
Extensión espacial de la red de intercambios: En este aspecto, Torero su hcstima la dimensión del fenómeno , porque limita su discusión de la "moneda' ' (d1aquira. hachas-monedas) al litoral ecuatori;ino , cuando existen amplias evidencias de su utilización serrana y amazónica . Oberem, en Los Quijos. reunió evidencias sobre el uso de collares de cuentas con valor estandarizado en la amazonía occidental y el mismo complejo perd11ró hasta cerca del 1600 entre los Pastos serranos. En Cañar, Ecuador. un proceso inédito de 1563 muestra que los Cañaris sepultaban "hachuelas de cobre" por centenares y que las aceptaban en pago de deudas. Las hachas figuraban en la comarca quiteña como dote de novias aborígenes. Pero la difusión de tales "monedas ·• no nos ayuda mucho en lo lingüístico, porque el idioma del portador no acompaña necesariamente a su moneda en la trayectoria posterior de ésta; hace falta examinar directamente el comportamiento del portador.
La red de mindalaes o "indios mercaderes": Desde Pasto hasta la zona del actual Latacunga (es decir. mucho más aJlá de la frontera nor-ecuatoriana mencionada por Torero),el trueque a larga distancia fue especialidad de corporaciones mindalaes políticamente autorizadas. Por sus vínculos con la costa pueden identificarse ellos (o sus progenitores) como posibles hablantes de cualquier lengua de relación marítima. Sin embargo, el dato tardío citado por Torero solamente demuestra que en la época incaica utilizaban el Quechua ; no nos ayuda a aclarar si lo adquirieron como antigua herencia de su corporación mediante contactos chinchanos (cte.), por contactos con el Tawantinsuyu antes de la conquista Inca o después. Me parece probable que los tres procesos operaban. Por Jo tanto, el hecho del comercio no aisla al Chinchano como única habla Quechua conocida preincaicamente.
¿ Y cuál habrá sido el efecto sociolingíiístico del quechuismo mindalá? Una prueba fehaciente de que el Quechua mindalá fue prototipo del quichua que llegó a difundirse entre el vulgo aborigen después de la conquista española y de que la presencia o
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ausencia de los Incas no fue factor crucial , sería una fuerte asociación entre zonas de actividad mindalá y zonas de efervescente qucchuismo colonial. En particular, la región de Pasto se caracterizó por su mucha actividad mindalá y, a la vez, por una escasa penetración Inca. El modelo de Torero parece "retrodecir" en semejante caso una dinámica popularización del Quechua IIB colonial. Las evidencias de semejante difusión popular serían, entre otras , evidencias de abundantes quechuismos en la antroponimia colonial y moderna, noticias del Quechua como idioma dominante durante la colonia temprana. presencia de toponimia quechua en sitios lejanos del Qhapaq ñan, etc. La verdad es que faltan por completo tales indicios en el cuerpo documental pastense. Faltan también en la montaña occidental y en toda la costa, adonde , se supone, habían llegado los chinchanos. El único caso que muestra más o menos el perfil "retrodicha" es el problemático del lngano.
Los mitmaqkuna: Torero trata con escepticismo justificado la imagen de los sureños transplantados como difusores del Quechua cusqueño, pero sin distinguir suficientemente entre las diversas corrientes demográficas involt1cradas. Los dos grupos étnicos más universalmente presentes como
RESPUESTA
Alfredo Torero Calle Alberto Acosta 118
Vista Alegre Lima - Perú
Agradezco a Ruth Moya las precisiones acerca del desarrollo cultural ecuatoriano y las sugerencias sobre las formas más detalladas que pudo adoptar el avance del quechua en Ecuador. En cuanto a algunas de sus interpretaciones. debo señalar que he tratado de poner en relieve cómo para el comercio del sur, que vehiculaba al quechua II B, los objetivos principales por alcanzar eran las costas y el interior serrano del Ecuador, donde se hallaban los focos
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mitmaqkuna en el Ecuador fueron los Chachapoyas. cuyos descendientes -según el propio Torero- hablan un Quechua IIB similar al ecuatoriano, y los Wayakuntu de la sierra de Piura. Sabemos que después de 1534 los Chacha y Wayakuntu se casaban con aborígenes. No es imposible que el habla de los Chacha, por lo menos, haya influido en la evolución de los dialectos ecuatorianos.
En fin , me parece plausible que los pueblos ecuatorianos hayan conocido el Quechua mediante lazos preincaicos mindalaes, pero es importante apreciar que generalmente no se produjo su posterior transformación en vernáculo general donde faltó el factor Tawantinsuyu (costa y litoral ecuatoriano, país Pasto). ¿Qué condiciones dentro del ex Tawantinsuyu habrán permitido que el eventual vernáculo Quechua no fuera el idioma del Cusco? La adquisición previa del chinchano, sí; pero me parece imprescindible examinar la probable presencia, en número elevado y en estrecho contacto con la plebe aborigen, de mitmaq y otros forasteros hablantes de Quechuas norperuanos y posiblemente del tipo IIB. También hay que estudiar el impacto de los sustratos llamados ( quizás injustificadamente) "macro-chibchas", que funcionaban como idiomas mayoritarios durante todo el proceso histórico examinado por Torero.
más importantes de producción y consumo de riquezas, y que la hoya del río Guayaquil debió haber sido la puerta principal del movimiento marítimo para la sierra ecuatoriana (esto es, para comarcas como la cañar y puruhá). El énfasis de los comerciantes del sur no estuvo puesto, pues, en los sectores orientales amazónicos del actual Ecuador. Si he buscado evidencias de presencia del quechua en los Quijos, lo he hecho en relación con actividades de complementación económica vía comercio entre las sociedades del litoral y la sierra del propio Ecuador con la de sus márgenes orientales. Los comerciantes del Perú costeño central tuvieron indudablemente otras áreas de selva más próximas para sus transacciones.
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Una situación similar -de extensión de lengua por complementación económicaplanteo para la difusión del quechua II B desde Chachapoyas (u otras zonas serranas vecinas) hacia Lamas y otros puntos a orillas del Marañón-Amazonas . Por lo demás, estimo que la situación lingüística en la región de Chachapoyas a principios del siglo XVI era similar a la de la sierra ecuatoriana en cuanto a que el quechua IIB se hallaba en proceso de implantación , pero con fuerte, · quizá predominante, vigencia de una o más lenguas locales. En Jo tocante al intercambio de las áreas de Chachapoyas y Lamas (San Martín) con la sierra ecuatoriana, sus rutas habrían sido preferentemente no los ríos de la selva, sino las vías milenarias del Utcubamba-Chinchipe, TabaconasHuancabam ba, hacia y desde la región palta y cañar.
En todo esto, no he dejado de subrayar la necesidad de ahondar en el estudio de las relaciones del mundo andino y el mundo amazónico, a través de rutas fluviales como las que los cocama-omaguas surcaban, Napo arriba y Marañón arriba , al parecer en busca de contacto con los Andes .
En cuanto a las observaciones específicas de Salomon: en primer lugar, el comentarista equivoca el argumento al sostener que subestimo la dimensión del fenómeno de intercambio "porque limito la discusión de la 'moneda' (chaquira, hachas-moneda) al litoral ecuatoriano". Esta observación iría dirigida, en todo caso, a una información limitada por mi parte del área de hallazgos de la "moneda", no a la amplitud de las redes de intercambio, que planteo en mi artículo como multidírecciona!es, marítimas y terrestres, cubriendo costas, sierras y vertientes amazónicas y conectando el sureste andino y el interior ecuatoriano y el sur de Colombia. Acerca de la "moneda", señalé que la chaquira era empleada en la relación costa-sierra y el hacha-moneda a lo largo de las costas; reconozco que supuse innecesariamente tales restricciones y me corrijo gustosamente ante la información de que en 1563 los cañaris aceptaban "hachuelas de cobre" en pago de deudas ; estoy persuadido de que cada vez sabremos más acerca de la "moneda" en el mundo prehispánico y de los diversos objetos que cubrieron tal función.
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Al segundo grupo de observaciones de Saloman, debo indicar: a) Coincido en suponer con él (y con Albó)
como muy probable que en sus desplazamientos los mindalaes "ecuatorianos" manejaran dentro del Ecuador actual varias lenguas de relación y comercio. desaparecidas luego ante el efecto político del Tahuantinsuyo que favorecía al quechua y /o, finalmente, ante la destrucción del comercio americano a distancia por la conquista española. Igualmente, es probable que los mindalaes conocieran antes de la conquista inca del Ecuador dialectos quechuas no IIB; en particular, pu dieron conocer las variedades IIA de Cajamarca y de Ferreñafe, variedad ésta última que era posiblemente la hablada por los huayacondos.
b) No he dicho que la presencia o ausencia de los incas "no fue factor crucial" para la consolidación del IIB en Ecuador, ni establecí un modelo que "retrodijese" que a mucha actividad mindalá y poca penetración inca habría de corresponder una "dinámica popularización del IIB colonial". Muy al contrario, he estimado de suma importancia la presencia inca, pero presencia política. El encuadramiento político-social de la población ecuatoriana (esencialmente de la sierra sureña y central) produjo indudablemente una integración socio-económica de la región ecuatoriana a niveles hasta entonces no alcanzados entre los reinos y señoríos precedentes ; esta acción política integradora no pudo dejar de tener un efecto sociolingü is tic o en la afirmación del quechua IIB lugareño por ser éste no lejano del IIC "imperial", como tampoco pudo dejar de coadyuvar a que este IIC marcase por superestrato a todas las variedades ecuatorianas modernas.
c) Acerca de la no consolidación del quechua entre los pastos en la colonia, es importante recordar que Cieza de León señala reiteradamente que los pastos y popayaneses vivían en situación de "behetrías", esto es , no encuadrados por un aparato estatal consolidado ni por una ideología clasista; en el capítulo XIII de La Crónica del Perú con tras ta agudamente tal situación con la existente de Quito al sur y en el capítulo XXXVII de esa
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obra anota que las mismas gentes del inca "tenían por conquista sin provecho la que hacían en la región de los pastos". A los conquistadores incas les interesaba, en efecto, controlar sociedades productoras de un alto excedente -que podían entregar, por lo tanto, fuertes y estables tributos- y no a aquellos grupos sociopolíticamente de débil cohesión, a los cuales, sin embargo, no desdeñaban los mercaderes , puesto que éstos sí podían alcanzar a los jefes de guerra o a los shamanes en sus quehaceres de intercambio. De cualquier forma, una situación de "behetrías" entre los pastos no proveería allí el terreno socio-político más favorable para la consolidación del quechua como lengua popular en la temprana época colonial.
d) Respecto de la carencia de toponimia y de datos sobre presencia del quechua en el litoral del Guayas o Manta , me parece que. siendo el quechua un idioma no lugarerio y empleado inicialmente por un sector limitado de la población como segunda lengua, sus posibilidades de dejar huellas de su paso f11 r ron pocas en la preconquista española ; luego de ésta , la rápida despoblación del litoral y el también rápido paso al empleo del castellano por los sobrevivientes dejaron al quechua fuera de toda oportunidad de enraizamiento .
e) Acerca de posibles mitmas de habla IIB en Ecuador , Salomon menciona a huayacondos y chachapoyas. De los primeros, pienso , de acuerdo con mis estudios de toponimia , que eran usuarios de quechua IIA del tipo "ferreñafano" (Cañaris-Incahuasi) ; y de los segundos, los chachapoyas , ya he dicho que probablemente el grado de quechuización en sus tierras de origen, aunque ciertamente de IIB, no era quizá más avanzado que el de los pueblos de las comarcas ecuatorianas. En tales casos, los huayacondos podían sin mucha dificultad ir adoptando el IIB que se generalizaba en sucio ecuatoriano, en tanto que los chachas iban a proseguir en Ecuador un aprendizaje que la mayor parte habría apenas esbozado en su propio país. No debe descartarse , de todos modos, que la multidireccionalidad del comercio entre la costa centro-sur peruana y el septentrión hubiese estado
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ex tendiendo el IIB en época preincaica inclusive entre pueblos de habla IIA o de idioma cu lle. u otros, con lo cual mitmas como los cajamarcas y huamachucos habrían estado igualmente precondicionados para la aceptación del IIB ecuatoriano. Respecto a la acción misionera, a que
aluden Albó y Cerrón, su efecto en el corto plazo, y aun en el mediano plazo, debe considerarse con cautela. Es evidente que un restringido grupo de misioneros no hubiese podido imponer una determinada lengua -la suya propia u otra cualquiera ajena a los potenciales catecúmenos-; por ello, el procedimiento más socorrido por los españoles fue acudir a una de las lenguas nativas "generales" que se encontraba ya implantada en los grupos etnolingÜísticos abordados (aunque no fuese universalmente usada), o al idioma de grupos foráneos masivamente trasladados, como lo fueron los nativos en parte ya quechuaha hiantes del noroeste argentino llevados temporalme'nte a Santiago del Estero, o los tu pinam bá del litoral brasileño conducidos al Amazonas medio. Sea como fuere , la catequesis sólo tuvo efecto lingüístico duradero cuando se insertó en la organización y el encuadramiento de la mano de obra nativa dentro de la explotación colonial , como bien lo señala José Bessa Freire ("Da 'fala boa' ao portugués na Amazonia brasileira", Amerindia, No. 8, pp. 39-83).
A propósito del efecto lingüístico que, como nos observa Albó , pudo haber tenido el funcionamiento desde tiempos preincaicos de un sistema de control vertical de varios pisos ecológicos, con eventuales archipiélagos multiétnicos , estimo que habría sido bastante semejante del ocasionado por otras formas de complementación de recursos diferentes , como el trueque en zonas colindantes o a medianas distancias. El altiplano del Collao y sus flancos hacia la costa y la selva es , en tal sentido, un campo abierto para múltiples investigaciones. La extinguida lengua pu quina, por ejemplo, a la que Paul Rivet clasificó erradamente como "arawak", y otro idioma aún sobreviviente relacionado con el puquina , el callahuaya, poseen ciertamente raíces y rasgos en común con el conglomerado lingüístico "arawak" que bien pueden ser resultantes de un período muy antiguo de contactos entre gente
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altiplánica y gente de la selva. Respecto de dos atingencias gramatica
les de Cerrón: a) la presencia o ausencia del "causal" ("sorpresivo") -shka < •-shqaen IIB ecuatoriano: es cierto que Muysken lo examina, pero presentándolo con una existencia marginal, no general , y dándole un tratamiento predominantemente hipotético; es posible que se trate de un rasgo de superestrato de IIC que ingresó en algún uso local ecuatoriano; b) el cambio morfofonémico de u en a en IIA ferreñafano: hallo en mi propio material sobre este dialecto únicamente formas "fijadas", particularmente cuando ocurre -mu-: yaykamu-, yarqamu-, pero yaykuchi- "hacer entrar"; etc. El recurso no parece productivo, y el cambio así fijado es una muestra más del carácter "híbrido" del quechua de Ferreñafe.
Las anécdotas de Cerrón. Destaco: a) su "parkerismo": habla del lingüista norteamericano Gary Parker en el primero y el último párrafos de un comentario dedica-
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do a un artículo mío. Uno siente como si se tratara de asegurar a otro el paraíso poniendo a cuenta de su alma la santidad por uno bien ganada; b) su desconcierto ante nuevos escritos míos. Para no desacertar, prefiero interpretarlo como ex presión de un hábito de trabajo que le impide comprender que la importancia de la producción científica no se mide necesariamente en número de páginas ni de artículos dados regularmente a la imprenta.
Yánez llama correctamente la atención sobre la necesidad de estudiar más el proceso de configuración de las diversas nacionalidades andinas desde la época denominada de Desarrollo Regional. Este proceso, que desembocó en las maduras culturas "clásicas" de hacia 500 años de nuestra era, dejó virtualmente definidas en los Andes las fronteras geográficas y humanas, a un punto tal que esas "regionalidades" tienden a volver por sus fueros hasta hoy día, pese a tanto acontecimiento adverso.
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