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La investigación sobre algunos sistemas constructi- vos típicos del territorio de la región nace por el des- contento del resultado de las nuevas urbanizaciones y por la voluntad de reconvenir el «diseño» a una ma- yor calidad de la imagen y del bienestar ambiental, con respecto sobretodo a la antropología de áreas particularmente sensibles y vulnerables. El examen de la conveniencia de productos edili- cios «espontáneos» ha conducido los estudiosos (Ru- dofsky 1964; Norberg-Schulz [1979] 1992) a revisar el patrimonio histórico para tratar de «reanudar» el desarrollo a una tradición local voluntariamente ig- norada por la cultura moderna: los textos de tecnolo- gía retraen casi exclusivamente materiales lapídeos, artículos de barro, acero, concreto (hormigón arma- do) y otros materiales nuevos como la plástica com- puestos; los estudios de arquitectura —más allá de la historia sobre las excepcionales obras hechas a mano— desde hace casi cincuenta años tratan la ar- quitectura racionalista y la del «international style» con el objetivo de romper con las tradiciones cons- tructivas locales consideradas obsoletas. Volver a descubrir una peculiar herencia arquitec- tónica-cultural ha inducido varios Entes territoriales a iniciar acciones de tutela y de recuperación; la re- gión de Los Abruzos, en particular, ha emanado dos leyes 1 que miran a proteger el patrimonio constituido por la «arquitectura espontánea» favoreciendo la re- cuperación y la valorización de las casas de tierra, de las choza a «tholos» y de los «trabocchi». En reali- dad el abandono o el desempleo de estas construccio- nes, a partir de la segunda guerra mundial, ha casi vuelto inútiles las «buenas intenciones»; de hecho aquella difundida «sabiduría constructiva», ya no practicada, se está extinguiendo rápidamente y será muy difícil intervenir con acciones apropiadas y no comprometedoras. En síntesis, es intención reconstruir la «noción» y la «ejecución» de los sistemas constructivos tendidos a la concretización de los acabados en objeto (Forla- ni 1983, Forlani 2004) con el fin de producir instru- mentos operativos en grado de soportar y controlar la conveniencia en las acciones de recuperación de tal patrimonio. El segundo objetivo, mucho más ambicioso, mira a predisponer ulteriores instrumentos, o sea guías a un planeamiento más apropriado, comenzando desde el conocimiento de las prestaciones que los diferen- tes sistemas constructivos ofrecen en relación a las respectivas zonas matérico-climáticas. Se trata de re- gresar a las orígenes de las razones del construir — desde el amparo a la choza y a la habitación— consi- derando los factores climáticos y materiales como parámetros primarios en la determinación de la res- puesta habitacional (Cataldi 1988). INTRODUCCIÓN Una sección ideal trazada a través del territorio «Apruzzese» restituye situaciones geográficas dife- rentes y individua un muestreo climático y de mate- El conocimiento de la tradición constructiva local de los Abruzos (trabocchi, pinciaie, caciare) para una nueva sustentabilidad proyectual María Cristina Forlani Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Cádiz, 27-29 enero 2005, ed. S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, Arquitectos de Cádiz, COAAT Cádiz, 2005.

El conocimiento de la tradición constructiva local de los Abruzos … · 2011-11-29 · el conocimiento de las prestaciones que los diferen-tes sistemas constructivos ofrecen en

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La investigación sobre algunos sistemas constructi-vos típicos del territorio de la región nace por el des-contento del resultado de las nuevas urbanizaciones ypor la voluntad de reconvenir el «diseño» a una ma-yor calidad de la imagen y del bienestar ambiental,con respecto sobretodo a la antropología de áreasparticularmente sensibles y vulnerables.

El examen de la conveniencia de productos edili-cios «espontáneos» ha conducido los estudiosos (Ru-dofsky 1964; Norberg-Schulz [1979] 1992) a revisarel patrimonio histórico para tratar de «reanudar» eldesarrollo a una tradición local voluntariamente ig-norada por la cultura moderna: los textos de tecnolo-gía retraen casi exclusivamente materiales lapídeos,artículos de barro, acero, concreto (hormigón arma-do) y otros materiales nuevos como la plástica com-puestos; los estudios de arquitectura —más allá de lahistoria sobre las excepcionales obras hechas amano— desde hace casi cincuenta años tratan la ar-quitectura racionalista y la del «international style»con el objetivo de romper con las tradiciones cons-tructivas locales consideradas obsoletas.

Volver a descubrir una peculiar herencia arquitec-tónica-cultural ha inducido varios Entes territorialesa iniciar acciones de tutela y de recuperación; la re-gión de Los Abruzos, en particular, ha emanado dosleyes1que miran a proteger el patrimonio constituidopor la «arquitectura espontánea» favoreciendo la re-cuperación y la valorización de las casas de tierra, delas choza a «tholos» y de los «trabocchi». En reali-dad el abandono o el desempleo de estas construccio-

nes, a partir de la segunda guerra mundial, ha casivuelto inútiles las «buenas intenciones»; de hechoaquella difundida «sabiduría constructiva», ya nopracticada, se está extinguiendo rápidamente y serámuy difícil intervenir con acciones apropiadas y nocomprometedoras.

En síntesis, es intención reconstruir la «noción» yla «ejecución» de los sistemas constructivos tendidosa la concretización de los acabados en objeto (Forla-ni 1983, Forlani 2004) con el fin de producir instru-mentos operativos en grado de soportar y controlar laconveniencia en las acciones de recuperación de talpatrimonio.

El segundo objetivo, mucho más ambicioso, miraa predisponer ulteriores instrumentos, o sea guías aun planeamiento más apropriado, comenzando desdeel conocimiento de las prestaciones que los diferen-tes sistemas constructivos ofrecen en relación a lasrespectivas zonas matérico-climáticas. Se trata de re-gresar a las orígenes de las razones del construir —desde el amparo a la choza y a la habitación— consi-derando los factores climáticos y materiales comoparámetros primarios en la determinación de la res-puesta habitacional (Cataldi 1988).

INTRODUCCIÓN

Una sección ideal trazada a través del territorio«Apruzzese» restituye situaciones geográficas dife-rentes y individua un muestreo climático y de mate-

El conocimiento de la tradición constructiva local de los Abruzos (trabocchi, pinciaie, caciare) para una nueva sustentabilidad proyectual

María Cristina Forlani

Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Cádiz, 27-29 enero 2005, ed. S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, Arquitectos de Cádiz, COAAT Cádiz, 2005.

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riales de conspicuo interés: un ambiente montañés,aunque sea de considerable altitud, un sistema de co-linas y un ámbito costero con playas y acantilados.Estas zonas, «geo-matérico-culturales», correspon-den a particulares tipologías constructivas, que repre-sentan un «actuar» estrictamente relacionado a las ra-zones del «habitar», capaces de restituir las opcionesmás indicadas a las características del «sitio» y de los«recursos» además de dar una respuesta humanaatenta a las cuestiones ambientales (Gangemi 1985).

Se tratará de la utilización de los recursos natura-les —la madera, la tierra y la piedra— que son losmateriales más utilizados en los procesos ediliciosprimarios, en cuanto fáciles de hallar (Davey 1965),para la realización de construcciones preferentemen-te precarias, semejantes a los sistemas provisorios.También para la piedra, en su particular utilización«a seco» (distinta de aquella más compleja —extrac-ción, corte y acabado— en las construcciones históri-cas más especializadas) es posible descubrir un as-pecto diferente con relación a la característica de«durabilidad» que generalmente está asociada a laidea misma de este material; i «trulli», por ejemplo,con la simple remoción de una dovela «llave», vol-vían a ser simples «specchie» (cúmulo de piedras re-cuperadas de los campos bonificados) en el momentoen que ya no eran necesarios (Ambrosi et al, 1997;Gioia 1893).2

Para cada uno de los sistemas examinados se con-siderará la modalidad de auto-construcción analizán-dola como los análogos sistemas «primitivos» (Gui-doni 1975): también a distancia de siglos lasrespuestas en situaciones de escasez de recursos (ma-teriales y mano de obra) definen productos similares.El punto de referencia primitivo puede representar elmodelo base de acción más apropiada, una directa re-lación entre «lugar» y intervención humana.

LAS TRADICIONES CONSTRUCTIVAS LOCALES

La línea de la costa se caracteriza por la presencia delos «trabocchi», construcciones para la pesca que de-rivan del prototipo palafito, una construcción hechacon plataformas elevadas sobre el suelo que se erigensobre una estructura de cimiento formada por palosclavados en el terreno. Los edificios a palafito resa-len, al menos en Europa, a la era mesolítica pero per-duran también en edad histórica. Ellos responden a la

necesidad de adaptarse a particulares condicionesambientales (zonas lacustres, terrenos aguanosos ysujetos a inundaciones); este modelo estructural esapropiado para resistir sea al embate de una inunda-ción que a la estancia en el agua (Bradford 1966). Elmaterial necesario para realizar el palafito ha sidodesde siempre la madera gracias a sus específicosutilizaciones (Vitruvio, II). La reedificación periódi-ca de estas construcciones debida al deteriorarse dealgunos de los elementos de madera, revelan la vali-dez de los «trabocchi» con respecto al mantenimien-to y a la facilidad de renovar toda o parte de su es-tructura.

Estas construcciones aparecen en la costa de LosAbruzos en la segunda mitad del siglo XVII, cuandoen esta zona se establecieron algunos núcleos fami-liares, sobre todo de hebreos provenientes del centro-norte de Europa (Francia y Alemania), constituidospor hábiles artesanos (pontoneros, herreros, tejedo-res) que por un lado no tenían una sólida tradiciónmarinera (no sabían ni nadar ni aprontar una embar-cación), y por el otro la pesca representaba, a menu-do, su única fuente de sustentamiento. Fue necesario,entonces, inventar un sistema que permitiera pescardesde la orilla también cuando no fuera posible usararpones a causa del mar agitado o poco cristalino(Cupido 2003). Al principio se realizaron solo pasa-relas, sostenidas por estructuras de madera con rios-tras de contraviento, y en sus vigas se colgaban lasredes para pescar; más tarde, a estos elementos pri-marios, se añadieron los otros elementos constructi-vos que configuran los actuales «trabocchi».

Los «trabocchi» de la costa se pueden clasificar dedos tipos: de arrecife o de muelle (o de puerto) y secaracterizan a según de los vientos a los cuales estánsometidos: se individuan, así, «trabocchi de levante»y «trabocchi de maestral». Los «trabocchi» de mue-lle, a diferencias de aquellos de arrecife, non tienenpasarelas en cuanto están ubicados en proximidad deun fundal muy profundo (Forlani 1983, Forlani 1995,Forlani 2004; Radogna 2004) (figs. 1, 2 y 3).

Los elementos y materiales que constituyen dichasestructuras se hallan directamente en el mismo lugar.Las encinas y los acebos que crecen en los pendien-tes expuestos al sur, y por esto más resistentes a losagentes atmosféricos, tienen que ser demolidos du-rante la fase del cuarto menguante de agosto: descor-tezados, puestos a secar y amontonados, podrán serutilizados en el mes de enero sucesivo, cuando el

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agua del mar será más cristalina y se repetirá la bajamarea.

Los «traboccanti» (constructores de «trabocchi»),sirviéndose de una pequeña balsa de cañas («canniz-zo») que empujan con un largo bastón, transportande un lato a otro los troncos de árboles necesariospara reparar los «trabocchi» o para construirlos nue-vos (figs. 4 y 5).

Se bloquean las estacas de apoyo a las cavidadesde los arrecifes con cuñas de fresno de olor, carpe ytejo (maderas tiernas y fáciles de trabajar), se hiervenlas redes y las cuerdas con la corteza de pino maríti-mo y con resinas naturales (inclusas las de almendroy melocotón) y con el resto de la cocedura se empre-ñan las vigas. Pero todos estos recursos no han ase-

gurado la suficiente durabilidad y estabilidad de lasestructuras, por lo que ha sido necesario intervenirsobre el sistema: aparecieron los puentes debajo delas pequeñas antenas, las manguetas y los primerosestayes: la estructura se enriqueció de elementos ex-ternos, como las estructuras con la cruz de S. Andrésy riostras de contraviento de las pequeñas antenas,que la rindieron más rígida y segura. Los «equili-brios» cambiaron nuevamente con la construcción dela línea del ferrocarril (1862–1863) por la utilizaciónde materiales y tecnologías nuevas. El alambre reem-plazó el cordaje orgánico, para realizar nuevas moda-lidades de enlace se introdujeron elementos (comochapas, pernos, tuercas, clavos) que se utilizabannormalmente para la ordinaria manutención de la vía

La tradición constructiva local de los Abruzos 397

Figura 1Tipologías de trabocchi en relación con la ubicación en elmar. Tabocco de muelle. (Fotografía del autor)

Figura 2Tipologías de trabocchi en relación con la ubicación en elmar. Trabocco de escollo. (Fotografía del autor)

Figura 3Elementos técnicos característicos. Trabocco de escollo ypasarela de enlace. (Fotografía del autor)

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férrea. La compañía del ferrocarril empezó a usar co-rrientemente la madera de la robinia, importada de

Australia, para sembrar las escarpaduras sujetas a de-rrumbes, gracias a sus cualidades como el crecimien-to rápido y derecho, la dificultad de combustión y ladureza después del desecamiento. Otros elementosfueron recuperados entre los materiales dañados porlas bombas de la I Guerra Mundial como los pedazosde carril que los «traboccanti» utilizaron como ele-mentos de sustento, los cuales empiezan a ser mix-tos, sea aquellos implantados en la roca que aquellosapoyados directamente en el fondo. Sucesivamente,con la llegada del Portland, se utiliza también el ce-mento para fijar las cuñas; las antenas se realizan conlas vigas de abeto «trieste» fácil de recuperar en elmercado local (Cupido 2003) (fig. 6).

La «costa teatina» tenía alrededor de cincuenta«trabocchi», actualmente quedan solamente dieci-séis. Tardan en manifestarse los efectos de la Ley re-gional que habría tenido que favorecer la reedifica-ción y la recuperación de dichas construcciones.

La zona de colinas presenta varias agregaciones de«casas de tierra» («Pinciare»), habitaciones ruralesesparcidas y reunidas en pequeños núcleos. La utili-zación de la tierra como material para la construc-ción es muy antigua (Lloyd 1966; Galdieri 1982) y

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Figura 4«Sistema de movilidad» («cannizzo») y elementos técnicosfundamentales (palos y plataforma-vista inferior y supe-rior). (Fotografía del autor)

Figura 5Relevamiento típico de un «trabocco». (Curso de tipologíaestructural)

Figura 6Elementos técnicos característicos. Argano cabrestante; va-rapalo; estay; «nudos». (Fotografía del autor)

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puede ser considerada como el pasaje desde la cultu-ra del «amparo» hacia aquella de la «choza» (Cataldi1988) o sea desde agrupamientos de cazadores, típi-camente más errantes, a aquellos más estables decampesinos. La actividad agraria ha determinado unatento conocimiento de las características prestacio-nales de la «tierra» y, sin duda alguna, ha favorecidosu utilización en la construcción, a partir de la formamás simple —como elemento de cierre de una es-tructura de elevación de madera (opus craticium)— aun sistema autónomo de piezas que constituyen laobra de albañilería (ladrillos y tabiques) (Vitruvio, 2,3; Plinio, 25, 11, 8). Se debe considerar la «tierra»como un «compuesto» en el que barro, arena y aguase unen y determinan sus prestaciones: por lo generalel barro constituye el ligamiento mientras que la are-na es la armadura interna. Por sus propiedades cohe-sivas es indispensable utilizar una mínima cantidadde barro porque su actitud a cambiar de volumen asegún del porcentaje de agua podría causar gravesdesarreglos al interno del material que debe ser mez-clado y dosificado de manera oportuna según su uti-lización (Houben Guillaud 1989; Forlani 2001).

En Abruzzo las habitaciones de barro se propagandesde fines del siglo XVIII hasta la segunda mitad delsiglo XIX, paralelamente al surgir de la nueva claseburguesa y al fraccionamiento de los terrenos rurales.La consecuente necesidad de viviendas, en una situa-ción de escasos recursos económicos, originó el mode-lo que es objeto de estudio. La casa de tierra está dehecho directamente relacionada con un tipo de edifica-ción que necesita de materiales económicos y técnicasde construcción y manutención bastante simples paraque puedan ser practicadas por el mismo agricultor(Ortolani 1961); este tipo de construcción establecióun enlace directo con la utilización específica del ma-terial solamente en la protección del basamento y en laedificación del techo y generó un modelo que corres-ponde a aquello consolidado y realizado con otros ma-teriales (fig. 7). Las construcciones se diferencian en-tre ellas por la relación que se instaura entre elutilizador y la función: de simple amparo a la habita-ción rural más compleja. Las viviendas del peón, delaparcero y del pequeño propietario individuan siste-mas diferentes, desde el mínimo existencial (la piezaúnica que raramente se repite a dos niveles) al sistemaarticulado (varias piezas y a menudo a varios niveles)hasta llegar a los «conjuntos» con construcciones adi-cionales (establos y almacenes) (fig. 8 y 9).

La tradición constructiva local de los Abruzos 399

Figura 7Diferentes organizaciones morfológicas en relación con elterritorio. (Fotografías de G. Basti; I. Fragkakis)

Figura 8Análisis constructivo de un módulo base (R. Petruzzelli)

Figura 9Relevamiento de un módulo base (R. Petruzzelli)

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Además hay que evidenciar las características conrelación a las peculiaridades ambientales: el espesorde las paredes (en condición de conservar la tempe-ratura interna), el tamaño de las aberturas (para mini-mizar la dispersión del calor interno y para no dejarentrar el calor o el frío externo), la utilización de ma-teriales vegetales para el techo (madera o cañas y tie-rra, materiales aislantes y al mismo tiempo indicadospara controlar la humedad) y para los empastes (parafavorecer la evaporación), el dimensionado de la pie-za unitaria, (para permitir la calefacción con un ho-gar) no superior a 4 ˘ 4 m y alta menos de 3 m. Ensíntesis se trata de construcciones macizas que, ade-más de asegurar un óptimo funcionamiento estático,representan un modelo energético de tipo «conserva-tivo» (Banham 1978), que es la respuesta ideal al de-safío del clima mediterráneo que, aunque sea templa-do, se caracteriza por el alternarse de temporadascalientes y frías (Forlani 1983, Forlani 2001; Petruz-zelli 2004).

En la tradición del Abruzzo se utiliza comúnmentela técnica del «massone» (bauge, cob, wellerbau),pero se usan, aunque limitadamente, también las téc-nicas del ladrillo crudo (adobe), de la tierra compri-mida (pisé, stampflehm) y del opus craticium (tor-chis, strolehm).

Una completa familia estaba comprometida en laconstrucción de una casa: alrededor de 10 personascoordinadas por un «maestro de obras» que organiza-ba el taller y dirigía las fases más delicadas de lasobras, a partir de la selección del lugar hasta la reali-zación y posicionamiento de los elementos. La casade tierra se construía sobre una altura o sobre la partemás alta de un terreno para evitar la humedad debidaal estancarse del agua de las lluvias, y solamenteadonde la tierra era «idónea» (justa cantidad de arci-lla y arena) porque trasportarla de un lado a otro re-sultaba inconveniente.

El sitio destinado a la construcción se roturaba conazadas para preparar el material, el área labrada sepisoteaba y se mezclaba con agua y paja usando lospies o utilizando los animales. La fase del empasteduraba más o menos dos días y otros dos para que sesecara el material. En primavera se empastaba conmayor facilidad pero el tiempo necesario para el se-camiento era más largo; en verano el secamiento eramuy rápido pero el empaste necesitaba de mayorcantidad de agua y trabajo. Sucesivamente eran, porla mayoría de las veces, las mujeres que «amasaban»

los «terrones» dándoles la grandeza de un pan de for-ma redonda: 15 cm de diámetro, 20–30 cm de largo yde 5 a 10 kg de peso. Los «peñascos» («massoni»)podían ser también de diferentes dimensiones a se-gún de la específica función. La producción de loselementos para una construcción básica duraba casidos días. Las paredes se elevaban por estadios suce-sivos de amontonamiento de casi 80 cm de altura yde ancho. La puesta en obra era bastante regular, si-milar a aquella de los ladrillos o de los cuños de pie-dra. Se comprimia y se alisaba cada estrato y se deja-ba secar por algunos días antes de proceder con otrosestratos que se iban reduciendo gradualmente haciaarriba hasta un minimo de 50 cm (fig.10).

Era previsto que en el primer piso se apoyaran lasvigas del suelo y en la parte superior aquellas que de-finían la estructura del techo que en su composiciónno se diferenciaba mucho de aquella de los sistemasutilizados en los otros edificios, salvo aquellos quepor el mayor saliente del tejado llegaba a una medidaaproximada de 50 cm. El revoque, si los recursoseconómicos lo consentían, consistía generalmente enuna argamasa de cal (Forlani 1983; Gandolfi et al1986).

El territorio montañoso es connotado por una muyescasa, pero particular, presencia humana: las «cho-

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Figura 10Gráfico de síntesis por el código de práctica. (R. Petruzze-lli); elementos técnicos característicos. «pared»; cubierta;ventana. (Fotografía del autor)

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zas a tholos» («queseras»). Estas son en la mayorparte funcionales a la «transumancia»3 (actividad do-cumentada desde tiempos muy remotos y reguladapor Alfonso de Aragón en 1447) y constituían vi-viendas temporales o cobijos, siendo acopladas aotras construcciones agrícolas. El origen de «tholos»se pierde en «la notte del tempo» y su difusión, par-tiendo de una edificación en forma de cúmulos(Lloyd 1966), se encuentra en distintas partes delmundo. La característica de éstos manufacturados enpiedra, poco semejantes en prestaciones por parte delos históricos más conocidos, reside en la utilizaciónde material lápideo —de dimensiones medias— ha-llado en el lugar de la construcción y procedente, ge-neralmente, de trabajos de campo (roturación y me-jora del terreno); su colocación en obra solicita elempleo de mano de obra escasamente especializada,los medios elementales, ninguna argamasa entre loselementos.

El origen de las chozas a tholos sobre las monta-ñas de los Abruzzos se remonta sólo a doscientos otrescientos años; las que aun existen se remontan alsiglo XIX. La principal actividad «constructiva» eraconcomitante con la redacción del Catastro Provisio-nal (principios del siglo XIX) que impulsó a los agri-cultores acapararse las tierras patrimoniales haciendo«figurar» señales con algún derecho de propiedad.Con el gran desarrollo de la ganadería (siglo XIX) seactivan, con las regiones implicadas, intercambiosincluso de carácter constructivo: la forma de las cho-zas presentes sobre las montañas de los Abruzzos,por ejemplo, dependen fuertemente de los «trulli»,puesto que en Apulia, más que en otras aréas lítico-geográficas, se había majormente desarrollado y per-feccionado la técnica constructiva del tholos. (figs.11, 12 y 13).

Para tales chozas son posibles algunas distincio-nes: el empleo como establo o henil, añadida a la re-sidencia; como cobijo temporal y depósito, en losfondos lejos de la habitación; cobijo pastoral, a lacual se hermanaban las campiñas construidas con lamisma técnica «en seco» (Ortolani 1961, Micati2001). Las distinciones, estrechamente conexas a lasfunciones que tales construcciones podían desarro-llar, son perceptibles principalmente en las diferentesconsistencias del sistema: de la choza individual em-pleada como cobijo se pasa al «complejo» para lospastores, lugar de principal permanencia y trabajo (lapreparación de los quesos). El complejo tipo está for-

La tradición constructiva local de los Abruzos 401

Figura 11Los territorios bonificados; por la «specchia» al tholos. (fo-tografía R. Di Vincenzo; P. Dell’Elce)

Figura 12Dimensiones y organizaciones del sistema de tholos. Lachoza aislada. (fotografía E. Micati)

Figura 13Dimensiones y organizaciones del sistema de tholos. Elcomplejo agro pastoral (fotografía E. Micati)

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mado por una choza grande (dormitorio), por una pe-queña (para el deposito de las herramientas y la con-servación de los quesos) y por otra doble entrada (elordeñador). La choza de pequeñas dimensiones, ais-lada en el campo, se realizaba simplemente por elcampesino, en los periodos de menor trabajo.

El gran complejo agro-pastoral pedía, por el con-trario, la presencia de un experto (había más de unoen cada país montañoso); su única herramienta eraun martillo con el cuál conseguía adaptar las distintaspiedras que les habían pasado los obreros dedicadosa transportarlas; su tarea primaria era dirigir la colo-cación de los bloques más pesados. Hay que pensarque el complejo del Colle del Civita (Roccamorice,en la provincia de Pescara) ha sido realizado por 12 ó15 obreros aproximadamente entre un mes y mediode trabajo (Micati 1983).

Las formas principales que caracterizan tales cho-zas pueden referirse a tres tipos fundamentales:

– las llamadas formas primarias, en las cuáleslos elementos de cierre verticales no son dis-tinguibles de la cobertura (las formas primariasse pueden interiormente subdividirse en «deca-dentes» —chozas de dimensiones contenidascon cobertura bruta y poco emergente— y«ojivales» —chozas mayores con fuerte im-portancia de la cobertura según un perfil a oji-va);

– las formas secundarias, donde por el contrariose observa fácilmente la diferencia entre pare-des y cobertura (las formas secundarias se pue-den posteriormente subdividirse en «cilindro-cónico» y «tronco-cónico», diferentes por laposición de las paredes pero similar a la deca-dente en su ejecución; a «escalones», de gran-des dimensiones construidos por bandas demodo que los escalones inferiores proporcio-nen la base de apoyo, el «andamio», para lasfases siguientes de construcción; a «escaloneshelicoidales», en los cuáles el escalón es únicoy crece a espiral);

– las formas derivadas, o sea aquellas que, almodificar la geometría de la instalación, decircular a cuadrangular, se disponen configu-rando agregaciones urbanas.

La elección de la forma circular reside en distintasrazones; en particular no debe olvidarse que en pre-

sencia de fuertes climas rígidos y vientos fuertes, lasformas cilíndricas y de cúpulas son las que exponenmenor superficie a las tensiones y en consecuenciasufren un menor enfriamiento (Forlani 1984; Radog-na 2004).

La construcción a «tholos» es un sistema estructu-ral pesado, muy simple, resultado de la yuxtaposi-ción de piedras a seco irregulares, poco o para nadatrabajadas. El principio elemental de la estructura esel de la ménsula. La colocación en obra de las pie-dras en curso circulares puede definirse como una es-pecie de acumulación de elementos que, una vez re-cogidos y guardados por tamaño y nivel de preforjar,se agrupan a continuación para realizar el sistemaconstruido. La acumulación, en aparente casualidad,es en cualquier caso clasificable en:

– acumulación desordenada, típica de los cerca-dos, que es concretada por «lanzamiento»;

– acumulación ordenada, relativa a la construc-ción de chozas, que tiene lugar por estratifica-ciones sucesivas según una disposición jerar-quizada de las dovelas, desde los mayoreshasta los más pequeños a partir de las capas in-feriores hacia arriba;

– acumulación estructurada, que se refiere enparticular a la definición de elementos impor-tantes (los arquitrabes, los arcos, las pseudo-

402 Mª C. Forlani

Figura 14Relevamiento de una choza y tipos constructivos primariosy secundarios (curso de Tipologia strutturale)

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bóvedas y los pseudo-arcos) y requiere deatención en la elección y en el cuidado del ma-terial así como en su puesta en obra (fig.14).

La definición de la entrada, y de las aperturas engeneral, pasa a ser pues el momento más delicado; enefecto el material a disposición influye en manerapreponderante para las soluciones, más o menos ele-mentales, inherentes a la descarga de los pesos supe-riores: disponer de bloques de dimensiones conside-rables permite utilizar, para la entrada, el sistema aarquitrabe, en donde los elementos monolíticos vie-nen dispuestos en sucesión, en paralelo, hasta cubrirla totalidad del espesor del muro. Por lo contrario, lafalta de partes adaptadas, para dimensiones y de la

resistencia, implica la búsqueda de «ingenios» de losmás variados como el empleo de compartimientos dedescarga (cuadrangular —dónde el peso viene enparte desplazado a un arquitrabe superior de dimen-siones reducidas— y triangular, generalmente reali-zado con dos dovelas a contraste o con un sistema depequeñas ménsulas) o del arco, a distintas morfologí-as de sexto (fig. 15).

CONSIDERACIONES FINALES

Todos los tres sistemas constructivos emplean puesmateriales naturales hallados en el lugar mismo dela construcción, utilizan procedimientos auto-cons-

La tradición constructiva local de los Abruzos 403

Figura 15Elementos técnicos caracterizantes. formas de ingresos y de sistemas de descarga (curso de Tipologia strutturale)

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tructivos, requieren una mano de obra con mínimaespecialización y requieren pocas y elementales he-rramientas (Donati 1990). Los tiempos de realiza-ción, siempre muy cortos, permiten un inmediatoutilizo del cobijo, dichas prestaciones resultan pro-pias a su función: los «trabocchi» ofrecen, a nivelestructural, una excelente respuesta a las tensionesdel mar y, a nivel tecnológico, permiten fáciles ope-raciones de mantenimiento, ordinario y extraordina-rio, en cuanto sistemas «a seco»; en las casas de tie-rra se encuentra un salubre y confortable microclimainterior, debito a que la construcción en crudo secomporta como reguladora de la humedad; Los tho-los, en razón de los fuertes espesores de sus muros,conservan en medida adecuada la temperatura inte-rior.

Para cada uno de los sistemas, realmente porqueson identificados como «precarios», va ulteriormen-te reafirmada la necesitad de un mantenimiento«continuo» y apropiado. Tales «sistemas» casi de-saparecieron del panorama «constructivo» contem-poráneo, suplantados por otros sistemas-materialesque «garantizaban» mejores prestaciones y gestiónsimplificada, una mayor fiabilidad y durabilidad asícomo la posibilidad «de evitar» el mantenimiento.Además para cuánto se refiere «a las chozas a tho-los» y a las «casas de tierra», el confort interior denuevas viviendas, encomendado a la vez casi exclu-sivamente a la técnica de las instalaciones, volvíacasi superflua la interacción constructivo-estructu-ral de los manufacturados (que comporta, de hecho,el abandono de todos los «sistemas tradicionalesmasivos») destacando al contrario un consistenteahorro en términos de material, manufacturados ytiempos.

Realmente, la reducción del espesor de los revesti-mientos enajenaron un importante requisito de laconstrucción —el «de conservar» la estabilidad delmicroclima interior respeto a las variaciones exterio-res— delegando casi exclusivamente a las instalacio-nes la función de proporcionar un confort aceptable;esta solución implicó de todas formas constes máselevado, a nivel tanto de gestión como de impactoambiental. La adopción de tales modalidades cons-tructivas podía asegurar en absoluto las mejores pres-taciones estructurales pero no podía excluir, de nin-guna forma, el de prever intervenciones demantenimiento tesas a garantizar la calidad en elejercicio del manufacturado.

La reconsideración de sistemas masivos típicos deesta tradición local puede pues volver a ser actual, encuanto el necesario mantenimiento que piden no vamás allá de lo debido en cualquier otra tipologíaconstructiva. Las prestaciones respeto al confort inte-rior, sin embargo, mejores y la totalidad del presu-puesto energético-ambiental puede revelarse —en undiseño apropiado— seguramente competitivo. Lareintroducción del crudo y de la piedra seca, en espe-cíficas áreas geográfico-matérico-culturales, aparecepor lo tanto sumamente propuesta de nuevo inclusoporque mejora las prestaciones de los manufactura-dos en el justo respeto del ambiente.

Distinto discurso, pero no en la sustancia, debe ha-cerse para las estructuras a trabocco: la costa ha sidocaracterizada con la misma tipología a palafito inclu-so en los primeros «establecimientos balnearios»ahora suplantados de productos por los prefabricadosen hormigón armado tan privado del propio ambientemarino como del escaso «peso» ambiental que por elcontrario implicaban los antiguos establecimientosen cuanto sistemas temporales. De la misma manera,la proposición nuevamente de este «sistema», puedemirar a ofrecer un mejor manufacturado (serviciospara el balneario). (Forlani 1997; Castagneto 2004).

El trabajo presentado refiere, en síntesis, una in-vestigación compleja relativa a «construcciones pri-mitivas» que se remontan al último siglo —sistema apalafito, construcciones de tierra cruda, chozas a tho-los— que conservan modalidades técnicas elabora-das de los «recursos» locales a nivel matérico y cul-tural: esas mismas despiertan un elevado interésporque realmente representan un estrecho vínculocon el lugar y al mismo tiempo dan prueba de unaprimaria respuesta al desafío climático.

Los exámenes de los sistemas constructivos estánvinculadas, en gran parte, a la observación directa y alos «relatos» de los últimos «maestros»; es tambiénfruto de la experimentación efectuada en «obras es-cuela» en cuyos contextos fue fácil comprobar lasnoticias informadas de recientes testimonios específi-cos, tratados antiguos y manuales recientes. Nuestrosestudios, en primer lugar, tienen el objetivo de con-tribuir a colmar este vacío que la cultura contempo-ránea manifiesta por lo que se refiere al patrimoniosupuesto vernacular o espontáneo; en segundo lugar,en reconocer calidades ambientales olvidadas y capa-cidades de connotación paisajística típica, tendidapor un lado a configurar guías a la recuperación, para

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conservar tal patrimonio, por otro a proporcionar in-dicaciones útiles para desarrollar un proyecto conve-niente a los lugares, en armonía con el ambiente.

NOTAS

1. Ley Regional del 14 de diciembre de 1994, n. 93 quelleva «Disposiciones para la recuperación y la valoriza-ción de los trabocchi de la “costa teatina”»; Ley Re-gional del 22 de febrero de 1997, n. 17 que lleva « Dis-posiciones para la recuperación y la valorización de laschozas a tholos y de las casas de tierra cruda».

2. Los «trulli» eran construcciones abusivas que se desar-maban y se volvían a montar hasta el año 1797 cuandoFernando IV de Borbón le reconoció a la ciudad de Al-berobello el status de ciudad real. Hasta entonces los re-yes de Nápoles habían prohibido que se edificara sinpermiso y enviaban inspecciones continuas tanto que lafamilia Acquaviva, de Aragón condes de Conversano yfeudatarios del reino, permitían que los campesinosconstruyeran aquellos amparos en los campos pero luegolos obligaban a demolerlos en ocasión de los controles.

3. Migración de ovejas hacia campos herbosos.

LISTA DE REFERENCIAS

En la bibliografía han sido mencionadas sólo los textos es-trechamente necesarios al conocimiento relativos a lostemas de la relación (de estudio).

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