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EL CORNO EMPLUMADO / THE PLUMED HORN O DE LAS REVISTAS CULTURALES CONTEMPORÁNEAS EN MÉXICO Israel Ramírez Universidad Nacional Autónoma de México Ancila Revista del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea NÚMERO 2 15 febrero, 2014

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EL CORNO EMPLUMADO / THE PLUMED HORN O DE LAS REVISTAS CULTURALES

CONTEMPORÁNEAS EN MÉXICO

Israel Ramírez Universidad Nacional Autónoma de México

Ancila Revista del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea NÚMERO 2 15 febrero, 2014

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Ilu 15 (julio 1965)

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La historia de la literatura mexicana del siglo XX está por escribirse… y esto se hará gracias a la pluma de un grupo de ilusos o de un equipo de desmesurados. Una somera revisión de la bibliografía reciente prueba que parece más prestigioso colaborar en el rescate de figuras y obras que han sido olvidadas o que son leídas por una secta de iniciados (los cuales, paradójicamente, se enojan si alguien más escribe una crítica al respecto, como si tal derecho les correspondiera únicamente a ellos). Una segunda tendencia que identifico a vuelo de pluma es la evidenciada en los índices de revistas, suplementos, antologías recientes, así como en los sitios electrónicos más visitados: escribir sobre lo actual e inmediato del campo literario. En México, ensayar sobre aquello de lo cual ya hay un precedente crítico, aunque mínimo y general, parece no generar polémica o contribuir al prestigio del escritor. En otro sentido, abocarse a un autor canónico sólo puede acarrear miradas de desconfianza o llamados de atención sobre lo “innecesario” de tal trabajo, cuando no un olímpico ninguneo (ninguneo que algunos piensan es privativo de los autores “marginales”). Por estas razones, esta nota sobre la revista mexicana El Corno Emplumado / The Plumed Horn no persigue las famas efímeras que semanalmente se erigen y derrumban en nuestro país. Pretende, y en esto no hay doble intención, establecer un punto de partida para comprender las posteriores publicaciones periódicas que surgieron en la década de 1970. De igual manera, es mi interés mostrar la riqueza de uno de los proyectos más emblemáticos de la cultura impresa que surgieron en la segunda mitad del siglo XX mexicano. I. Las plumas del corno El auge de los trabajos dedicados a la producción hemerográfica del siglo XIX, así como los estudios que se acercan con nuevos ojos al grupo Estridentista o al Ateneo, por ejemplo, dan constancia del trabajo de recuperación que se lleva a cabo en el medio, mientras que las entradas de blogs, los post en sitios electrónicos o los comentarios —que no por informales debe olvidarse que son escritos en gran medida por el gremio de escritores y lectores profesionales cuando se trata de aspectos específicos del campo cultural o de las estrategias de escritura— en Facebook o Twitter, son muestra del trabajo sobre los fenómenos recientes. Aunque de distinta naturaleza, ambos ejercicios abonarán sin duda en la documentación que, en un futuro, servirá para la preparación de los volúmenes que den cuenta de las complejas relaciones que conforman la historiografía literaria mexicana. Sin embargo, mientras ese trabajo no se tenga, se puede decir que los estudios dedicados a este periodo han propiciado la aceptación de esa reiterada falacia que asegura que todo en la poesía mexicana desciende de una línea que inauguran en el siglo XX los Contemporáneos y que continúa Octavio Paz. De igual manera, otro error común es minimizar la importancia que las décadas de 1940 a 1960 tienen para la comprensión de la poesía del último tercio del siglo pasado, pues son estos años los que dan transición entre el periodo

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de vanguardia y postvanguardia y el surgimiento, hacia 1970, de esa explosión en la producción poética (explosión de la cual gozan los frutos los poetas actuales). Para la década de 1960 se suele identificar un cambio en el tipo de escritura y actitud del poeta frente a su trabajo.[1] Para ceñirnos a terreno mexicano, son los años de Material poético, de Ladera este, de El Tajín, de Fuego de pobres, de Anagnórisis, de El reposo del fuego, de La espiga amotinada, de Reunión de imágenes, de Lívida luz, de Relación de los hechos, de El aprendiz de brujo…En ese contexto es que nace la revista El Corno Emplumado / The Plumed Horn, editada por Margaret Randall, Sergio Mondragón, y, brevemente y en distintos periodos, acompañados de Harvey Wollin y Robert Cohen; así como por Luz Fernández de Alba y Judith Gutiérrez, como “asistentes editoriales”. El Corno emplumado / The Plumed Horn es, tal como se puede adelantar, otra muestra del latinoamericanismo surgido en los años 1960 (utopía que se añade, desde otra trinchera, a lo que Casa de las Américas o la llamada Nueva Narrativa Latinoamericana llevaron a cabo en esa década), pero no desde los espacios universitarios o desde los discursos teóricos. Además, la revista representa una forma de transnacionalismo desde el discurso cultural y no desde lo político. En uno de los epígrafes que se utilizan para acompañar la revista, están estas palabras de Albert Camus, mismas que sintetizan el impulso que hay detrás de la publicación: Olvidad a todos los maestros, olvidad las ideologías caducas, los conceptos moribundos, las consignas vetustas con las que se quiere seguir alimentándonos. Ahora se trata de crear un nuevo hombre en nuestro interior. (El Corno Emplumado, 10, abril de 1964). II. Tres rasgos definitorios de El Corno emplumado El hombre nuevo tiene como atributos la juventud, el espíritu revolucionario, la conciencia poética. Es la década de 1960 y en enero de 1962 salió a la luz en México el primer número de El Corno Emplumado / The Plumed Horn (su número final, el 31, apareció en julio de 1969) y, desde esa primera entrega, quiebra una tradición que se ha querido identificar de manera lineal y sin conflictos en lo que respecta al mundo de las revistas literarias en México, pues no se parece a ninguna de las publicaciones previas y, tampoco, puede decirse que tenga herederas directas. Aunque quizá esto no sea negativo, ni los proyectos deben de ser idénticos ni el contexto histórico se contenta con las copias. Baste como ejemplo paradigmático de aquella visión la lectura que propone Christopher Domínguez Michael en la revista Letras Libres casi al terminar el siglo XX, donde la raíz del gran árbol hemerográfico mexicano está conformada por la Revista Moderna y por la revista Azul, de las que continúan Ulises, Contemporáneos, Barandal, Taller… hasta llegar a Plural, Vuelta y Letras Libres en la parte más alta.

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Al margen de la crítica que se le hizo a Domínguez Michael sobre las ausencias más significativas y la manera de orientar un tipo de tradición canónica hacia la revista en que él colabora, vale decir que esta actitud refleja la simplificación extrema que se suele dar a las relaciones que existen entre las publicaciones periódicas en el medio cultural, así como la manera de construir la historia literaria del país a partir de juicios categóricos, espacios de poder y generalizaciones grandilocuentes.[2] La historia de las revistas literarias en la segunda mitad del siglo XX no puede reducirse a un esquema lineal y, mucho menos, a una normalización que deje de lado la rica y diversa gama de proyectos que podemos encontrar. La importancia de los contenidos que alimentaron las páginas de El Corno Emplumado/The Plumed Horn suele pasarse por alto, o se comenta entre los entendidos a la luz de juicios que ya parecen lugares comunes (que si Olson, que si Cardenal, que si los Hartos, por ejemplo). Tales comentarios no son falsos, es claro, pero sí repetitivos y, las más de las veces, superficialmente abordados. Otros más se limitan a justificar su desconocimiento del proyecto hemerográfico al criticar al FCE por no continuar con la edición de revistas facsimilares (como si con ello, me digo, se hubiera resuelto la valoración de Monterrey o Examen, por citar dos casos nodales), o como si al no tener los facsimilares se les prohibiera a los interesados hacer trabajo de investigación en las hemerotecas o en los fondos privados.[3] Con el puro afán de iniciar una valoración que es ya una exigencia, bien podemos sumar a lo ya expuesto por Alan R. Davis en su libro The Plumed Horn: A Voice of the Sixties, a lo dicho por Gabriela Aceves Sepulveda en su reciente artículo sobre la revista como archivo histórico y catalizador de redes, a lo revelado en el documental titulado El corno emplumado. Una historia de los sesenta, o a lo que aparece en el homenaje de la revista de Carlos Martínez Rentería, Generación (XVI, número 61, 2005), así como en lo que recupera Alforja en el año 2006, los siguientes aspectos: La creación de un discurso heterogéneo donde se percibe lo mismo una orientación socialista (que tendrá su mayor efervescencia en 1967 por la vinculación de Margarett Randall a la causa cubana) pero que también se revestirá en otros momentos con una tendencia espiritual, ya sea por las visiones orientales o las experiencias con los alucinógenos, o de una vindicación de los pueblos originarios (poemas otomíes, esquimales, comanches) y la evidente multiculturalidad que esto conlleva, o el de un pacifismo no intervencionista que se percibe en otros momentos, lo cual es signo de una apertura y libertad de posturas muy poco frecuente en el medio y, sobre todo, en este álgido periodo histórico. De ahí las antologías de poetas fineses, canadienses, alemanes, españoles… al lado de una selección de poesía cubana, de una muestra de poetas de la guerrilla, la reseña de A poetry Reading against the Vietnam war o la publicación de la “Carta de un preso político anónimo mexicano” en el año de 1969.

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Otro más es la difusión de una contracultura muy diversa y procedente de diferentes espacios geográficos. En un mismo proyecto conviven poéticas que, bajo cualquier perspectiva, no tienen precedente en sus países o se oponen a las tradiciones hegemónicas con las que coexistían. Así, están los latinoamericanistas de tendencia coloquial o comprometida (con Cardenal, Dalton y Urtrecho), con las formas de subversión juvenil que se dio en países como Bolivia, Chile, Colombia, etc. (Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Jorge Teiller, Cecilia Vicuña, Otto René Castillo, Víctor Manuel Escobar, Roberto Juarroz, el Techo de la Ballena de Venezuela, los Nadaístas de Colombia y los Tzánticos ecuatorianos…), así como con los poetas norteamericanos más innovadores para su momento y pertenecientes a muy diversos registros (desde los beats, Olson, Creeley, Rothenberg y el Black Mountain) y la poesía concreta, representada por obras de Pedro Xisto, Augusto de Campos, Décio Pignatari… A partir de esa contracultura, la revista se permite establecer redes muy amplias de distribución (Bogotá, Caracas, Buenos Aires, La Habana, Lima, Managua, México, Montevideo, Nueva York, Quito, San Francisco, Santiago, Sao Paulo…), pero entre grupos muy localizados. Lo anterior tiene como resultado no una masificación del proyecto, pero sí un alcance en países muy diversos: aunque entre pocos receptores, sí de manera muy profunda. Pero el rompimiento de las fronteras intelectuales no sólo se da por el bilingüismo de la publicación o por el desborde de los flujos culturales ya muy bien consolidados entre México, España, Francia (principalmente) hacia países distintos como Ecuador, Chile, Nicaragua, entre otros (hay anuncios de las revistas El Pez y la Serpiente, de Nicaragua; de Cormorán y Delfín, de Buenos Aires; Sol Cuello Cortado, de Venezuela; Motive, de Tennessee, Crononauta, de ciencia ficción mexicana…), un tercer elemento a discutir es la conformación de un medio que rebasa las actividades propias de una revista. Si bien hasta aquí se la ha reseñado como una publicación literaria, es justo aclarar que encasillarla así tampoco es preciso. Aunque tampoco etiquetarla como revista cultural la define más claramente, pues deja de lado la trascendencia de la comunicación que se mantuvo con colaboradores e intelectuales de muy diversa formación y lugar de residencia. Lo anterior se comprueba en la correspondencia que mantienen con: Roberto Juarroz, Lawrence Ferlinghetti, Julio Cortázar, Denise Levertov, Thomas Merton, Haroldo de Campos, Juan Calzadilla, Raquel Jodorowsky, Charles Bukowsky, George Montgomery, Robert Kelly, entre otros muchos intelectuales), así como tampoco comprende lo central que fue la participación personal de sus editores al apoyar, colaborar o recibir a intelectuales extranjeros, como puede ser el ejemplo en la participación del Primer encuentro americano de poetas.“Nueva solidaridad” (con el apoyo de Eco Contemporáneo, Pájaro Cascabel, El Rehilete, El techo de la ballena y Tabla redonda, además de los adherentes Henry Miller, Thomas Merton, Julio Cortázar y Carlos Pellicer, entre otros).[4] Lugar de encuentro, le llama Gabriela Aceves a esta revista. Yo añado, lugar de encuentro, medio de transmisión de noticias literarias, culturales y políticas, editorial bilingüe de avanzada, espacio de creación literaria y gráfica… en síntesis, un espacio que rebasa los

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límites de la página impresa y que da cuenta de las muy diversas manifestaciones culturales, sociales y políticas de la década de 1960. Y aunque si bien existió un número donde se antologaba poesía mexicana, hay que subrayar que el interés por establecer lazos de comunidad entre los poetas fue más fructífero hacia el exterior. De ahí que esa abundante correspondencia con intelectuales de diferentes latitudes, aunada a la distribución extendida fuera del terreno mexicano la hacen también una publicación periódica sin precedente en México. Bajo una propuesta editorial avanzada para su tiempo, la revista no podía dejar de lado la interacción con otras muestras culturales que en aquellos momentos emergían, de ahí que la identidad gráfica y las ilustraciones forman sin duda un atractivo especial. En sus páginas encontramos, por sólo mencionar algunos casos, la propuesta gráfica del artista Roland Topor (pintor pánico), quien ilustra el número 30 (1969) al lado del pintor argentino Antonio Seguí, la publicación del “Manifiesto” del grupo Los hartos, constituido por José Luis Cuevas, Pedro Friedeberg y Mathias Goeritz (1962), poesía de pintores, entre los que están Giorgio de Chirico, Paul Klee y Francis Picabia (1964), la foto de portada de Nacho López para el número de julio de 1965 y, en ese mismo número, la ilustración del pintor nadaísta Alvaro Barrios (al que se le presenta como Halvaro Barrios), la muestra de poesía concreta de Brasil para abril de 1964 y la ilustración de “Guillermón” en el número enero de 1965, dedicado a la poesía argentina contemporánea, entre otros ejemplos de vinculación entre la imagen y la letra. En conclusión, esta primer entrega sobre las revistas mexicanas para Ancila no podía dejar de lado el carácter fundacional de El Corno Emplumado /The Plumed Horn en el movimiento de poesía contemporánea. En sus páginas, al lado de los nombres de autores extranjeros ya citados, despuntan los mexicanos Juan Martínez, Ulises Carrión, Octavio Paz, Jaime Labastida, Margo Glatz, entre otros. Su papel, que apenas empieza a estudiarse, se advierte central en la transición que se da en la poesía de la década de 1960 a 1970. Si bien de manera general suele pensarse que el movimiento actual que dio pie a la robusta oferta de revistas literarias tiene su antecedente en la década de 1970, ello supone una omisión desde el punto de vista histórico. Es cierto que la década de 1970 es el telón de fondo en el cual se inscriben por una parte, el arranque de los proyectos editoriales más representativos de revistas hegemónicas en México: Nexos, Tierra Adentro o Vuelta y, por el otro, de los proyectos llamados marginales: Cartapacios, El Ciervo Herido, El Zaguán, El Oso Hormiguero, Cuadernos de Literatura, pero no se puede obviar el papel de renovación que tuvieron algunas otras revistas anteriores. De ahí que al revisar el panorama previo a la explosión de los años setentas, se distinguen proyectos que aún esperan un examen más detallado, como Letras de México, El Hijo Pródigo, Revista Mexicana de Literatura, Estaciones, Metáfora, Letras Patrias, Mester o El Corno Emplumado / The Plumed Horn.

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¿Qué papel juega El Corno Emplumado /The Plumed Horn en esta apasionante historia por descubrir? Sin ninguna reserva me animo a postular que una definitoria. Si en los años de 1960 se mencionan tres hechos centrales al hablar del campo de la poesía mexicana: el movimiento estudiantil de 1968, la publicación de la antología Poesía en movimiento (1966) y el surgimiento del grupo La espiga amotinada, a esa triada debe sumarse el espacio literario y el corredor cultural que se formó y aglutinó alrededor de ese corno de la abundancia que modestamente se anunciaba desde su primer número como “una revista de la Ciudad de México”.

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Notas [1] Aunque Manuel Durán en uno de los primeros trabajos que se escribieron sobre la poesía de aquellos momentos lo niegue, el paso del tiempo ha dado mejor perspectiva para concluir que no solamente hay un cambio en la poesía previa a 1960 y posterior a esa década. Baste como ejemplo mínimo lo que ocurre en la obra del propio Paz, quien de Libertad bajo palabra pasará a los Topoemas, los Discos visuales y a Blanco. Si bien esta etapa experimental no tendrá repercusión en la poesía final del mexicano, es claro que responde a un periodo de transición al que ya es imposible negar. [2] El ejemplo de Letras Libres también se leyó –por la fecha en que se publica–, como una intención de cierre del siglo XX y un arranque del XXI construyendo una tradición de continuidad entre determinado tipo de revistas que tuvieran como actual representante a la publicación dirigida por Enrique Krauze. [3] Hace poco una amiga necesitaba encontrar algunos textos publicados en la revista Vía (editada en 1936) y, en lugar de lamentarse por no tener el facsimilar en la colección del FCE, se dio a la tarea de rastrearla hasta que la encontró en el catálogo del Colegio de Michoacán. Los verdaderamente interesados indagan en las fuentes directas, los más cómodos seguirán esperando a que otros investigadores editen la colección completa de las revistas literarias mexicanas. [4] Véase además lo relativo a las “funciones alternativas de El corno” a las que se refiere Aceves Sepulveda en su artículo.

Bibliografía Aceves Sepúlveda, Gabriela. “Entre cornos y plumas. La resigni cación del Corno Emplumado como archivo histórico y catalizador de redes”. Ponencia presentada en la X eunión de historiadores de M xico, Estados Unidos y Canadá. Querétaro, 26 al 30 de octubre de 2010. Alforja. evista de poesía, 6 (primavera 6) “Número monográ co dedicado a El Corno Emplumado” Davison, Alan R.. El Corno Emplumado. Salt Lake City: University of Utah, 1993. Durán, Manuel. “La poesía mexicana de hoy”. Revista Iberoamericana, 37:76-77 (julio-diciembre 1971), 741-751. Domínguez Michael, Christopher. “Un árbol hemerográ co de la literatura mexicana”. Letras Libres, 7 (julio 1999).

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