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Pdf creado por Bartolomé Tavera Rodríguez. Junio 2008
PREFACIO
En este folleto informo, bajo fe de juramento, acerca del proceso relativo a un cráneo que debe ser el de Simón Bolívar; por las razones siguientes: l.°—Ofrece la característica póstuma del cráneo de Simón Bolívar; 2.°—Fue hallado en una cripta violada y vilmente profanada, en la cual permanecieron durante muchos años los restos de Simón Bolívar; 3.—Entre todos quienes en dicha cripta fueron sepultados, solamente Simón Bolívar es evocable por tal característica.
Por interés didáctico conservo el aspecto original de diálogo para la citación de expresiones orales. No aporto modificación alguna al espíritu de dichas expresiones; y, como modificaciones textuales, apórtoles exclusivamente las que por interés sumarial convienen a las largas peroraciones. De la veracidad de mis citaciones dan fe grabaciones fonográficas y taquigráficas conservadas en el Palacio Legislativo.
Ejemplares de la primera edición, publicada en 1947, fueron enviados a las bibliotecas nacionales, academias de historia y de la lengua, archivos nacionales y congresos nacionales de todos los países de América, de España, de Francia y de Inglaterra, al Ateneo de Madrid, a las Embajadas y Legaciones acreditadas en Caracas, y a muchas corporaciones y personalidades literarias de la América Latina y de los Estados Unidos.
Para esta tercera edición he omitido frasee o palabras superfluas o de escaso interés, aparecidas en las anteriores, y he corregido otras, según apropiadas verificaciones. También he omitido los datos anatómicos identificativos de aquel cráneo, porque fueron detalladamente descritos en la primera edición y porque no son inteligibles para el público.
Ningún derecho veda la reproducción de este folleto, en cualquier idioma, para distribución gratuita o comercial.
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
CAPITULO I
EL HALLAZGO
El Dr. Vicente Lecuna, deseoso de reinhumar y rotular individualmente algunas osamentas que se hallaban confundidas en la cripta de la familia Bolívar, bajo de la Capilla de la Santísima Trinidad en la Iglesia Catedral de Caracas, requirió de mí los pertinentes servicios de identificación anatómica. Consiguientemente, en la mañana del día 8 de enero de 1947, visitó aquella cripta en compañía de dicho doctor, de Monseñor Nicolás E. Navarro, del Dr. Cristóbal L. Mendoza, del maestro de albañilería Marcos Escobar, y del maestro de carpintería Torcuato Flores. La atmósfera era allí húmeda y deletérea; trascendía a gas carbónico. El acceso fue difícil: por gradería a través de brecha muy baja en la mampostería colindante con la casa al sur ocupada por la imprenta “La Religión”.
Al lado norte hay una cómoda gradería, interceptada, que comunicaba a la cripta con la Capilla de la Santísima Trinidad en la cual está el horrible monumento dedicado a los padres y a la esposa del Libertador.
Al lado sur hay cinco nichos paralelamente orientados de norte a sur y demasiado largos. Los nichos primero, segundo, tercero y cuarto, de este a oeste, están al nivel del suelo; y el quinto nicho está encima del cuarto.
Los nichos primero, segundo, cuarto y quinto estaban abiertos; de las lápidas que los cerraron no aparecía fragmento alguno.
En el primer nicho aparecieron: un masa térrea; fragmentos de madera, de vidrio y de mortajas; una banda metálica con relieves florales; una epífisis inferior de fémur humano; y un pedazo de tabla con la siguiente inscripción en letras cursi
DR. JOSE IZQUIERDO vas grandes y elegantes: “Gabriel Camacho. Diciembre 184”. El número 4 es difícilmente legible y falta el que ha debido seguirlo.
El segundo nicho estaba completamente vacío. El tercer nicho estaba cerrado por la lápida original de mármol con la siguiente inscripción en letras latinas: “María A. Bolívar. 1842”.
El cuarto nicho contenía una masa térrea semejante a la hallada en el primero y en menor cantidad.
En el quinto nicho aparecieron: una masa térrea como la susodicha; fragmentos de madera, de vidrio y de mortajas; varias bandas metálicas con relieves florales; y el cráneo bien conservado de una mujer fallecida a edad muy avanzada.
En el suelo, junto a los nichos, entre numerosos fragmentos de tablas apareció uno más grande con la siguiente inscripción en letras cursivas: “Pertenece a Fer. B.”.
En el suelo, junto al rincón noroeste de la cripta, en lamentable hacinamiento con dos radios de caballo, dos muelas de caballo, varios huesos de perro y varios huesos de gallina, aparecieron numerosos ejemplares de los tres tipos de huesos humanos, casi todos fragmentados, y una base de cráneo cuyo con torno muestra distintamente el corte de sierra revelador de una autopsia. Dicho corte está interrumpido atrás y a los lados, pues, por obra de ruptura o corrosión, faltan respectivamente gran parte de la escama occipital y pedazos de la sienes; y revela poca pericia de su autor, pues pasa sumamente bajo y fue precedido de algunas fracasadas tentativas denotadas por tajos que aparecen en la frente.
Con aquella base de cráneo subsisten: 1.°—, todos los huesos de la cara, excepto el maxilar inferior, naturalmente incorporados y en estado de notable integridad; 2.°—, tres muelas a cada lado, absolutamente sanas y de acerada solidez; 3.°—, los alvéolos de todos los demás dientes superiores menos el del canino izquierdo, extraído durante la vida según se colige de la cicatrización y reducción del respectivo espacio interdentario. Tales datos odontológicos revelan que, hasta el día del fallecimiento. Ja persona tuvo todos sus dientes superiores menos el mencionado canino cuya falta probablemente era bien disimulada. Atónito ante aquel hallazgo expresé la única sospecha que él podía infundirme:
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
Yo— “Qué raro es esto! Vean este corte de sierra. Esto indica una autopsia”. Dr. Lecuna— “ Una autopsia”?
Yo— “Sí. Y en la familia del Libertador únicamente él fue autopsiado; y de sus parientes ninguno murió en el extranjero como para ser embalsamado y repatriado. Además, el embalsamamiento no implicaría necesariamente autopsia”.
Dr. Lecuna— “Ninguno fue repatriado”.
Yo— “Este debe ser, pues, el cráneo del Libertador; por. que Reverend le hizo la autopsia”.
Dr. Lecuna— “No creo”.
Dr. Mendoza— “Yo tengo la seguridad ciento por ciento de que eso es imposible. La trayectoria de los restos del Libertador es una cosa perfectamente conocida”.
Monseñor Navarro— “Todo el proceso de los restos del Libertador está claro en la historia. Esos restos fueron vistos por el Dr. Vargas y colocados en una urna sellada que después fue trasladada al Panteón en 1876”.
Dr. Lecuna— “De eso no queda la menor duda. Si Ud. quiere pase esta tarde por el Banco Venezuela para mostrarle un libro donde eso está muy claro”.
En la tarde de ese mismo día fui a la oficina del Dr. Lecuna en el Banco Venezuela:
Dr. Lecuna— “Aquí tiene Ud. este libro del Dr Villanueva. Léase este capítulo para que se convenza de que los restos del Libertador están intactos allá en su urna. Si quiere le mando a sacar una copia”.
Yo— “Gracias. Yo conozco ese libro y sé que no basta para demostrar la imposibilidad de que esa urna haya sido violada”.
Dr. Lecuna— “Pero bueno; según dijo Ud. a ese cráneo le falta el canino izquierdo y aquí dice el Dr. Vargas que al cráneo del Libertador le faltaba solamente una muela”. Yo— “Probablemente el Dr. Vargas no se fijó en la falta de ese canino porque el. espacio correspondiente está muy reducido. Además, debemos observar que el Dr. Vargas, a pesar de ser un sabio y profesor de anatomía, no consignó detalle alguno de identificación acerca de los restos del Libertador; ni siquiera hizo un inventario de lo que había sino de lo que faltaba. Si nos hubiera dejado siquiera dos o tres observaciones anatómicas acerca de ese cráneo ya hubiéramos salido de dudas”.
DR. JOSE IZQUIERDO
Dr. Lecuna —“AY cuándo cree Ud. que haya podido ocurrir esa violación?”
Yo— “Mientras estuvieron los, restos en la cripta, es decir desde el año 43 hasta el 76”.
Dr. Lecuna— “En la cripta no estarían sino unos diez años, hasta que fue erigido el monumento de Tenerani en la Capilla de la Trinidad; porque entonces los restos fueron colocados de. bajo del monumento”. Yo— “Entonces en ese período de diez años ha debido ocurrir la violación. Tiempo más que suficiente”. Dr. Lecuna— “,Y quién cree Ud. que haya podido cometer esa violación?”
Yo— “Es imposible saberlo y por ahora no interesa mucho; pero lo natural es sospechar primeramente del clero de esa época porque más nadie tenía fácil entrada en la cripta. Puede decirse que aquello era su casa. Ud. sabe que el Libertador era odiado en muchos sectores, uno de los cuales debía ser el clero. Yo soy católico y a honra lo tengo, pero una cosa no tiene que ver con la otra”. Dr. Lecuna— “Yo, en asuntos de religión muy poco me intereso”. Yo— “El pobre Libertador! Fue desgraciado como enfermo y como cadáver. Reverend lo mató con seis vejigatorios. Y luego esa autopsia tal mal hecha y tan inútil!”
Dr. Lecuna— “Cómo cree Ud. que se pueda salir de esa duda?” Yo— “Lo único que se necesita es abrir la urna allá en el Panteón”. Dr. Lecuna— “Y ¿ quién va a hacer eso? Yo en eso no me meto”.
Yo— “La Junta Revolucionaria. Yo me dirigiré a ella”. Dr. Lecuna— “Piense eso muy bien porque es necesario evitar el escándalo. Esos restos están en su urna porque el Dr. Vivas los vio”. Yo— “Ud. cree posible eso? ¿Era tan fácil darle permiso para abrir esa urna, y por motivo de simple curiosidad? Además no hay constancia oficial de eso”.
Dr. Lecuna— “Pero yo sé que los vio”.
Yo— “No basta ver; es necesario saber ver y dejar acta del
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motivo y de lo visto. Creo que debemos volver a la cripta para reconocer nuevamente esos restos”.
Dr. Lecuna— “Bueno. Yo le avisaré’.
CAPITULO II
DISIMULACIÓN DEL HALLAZGO
En la mañana del día 14 de enero de 1947, volví a la cripta con los mismos acompañantes, excepto Monseñor Navarro. El recinto había sido aseado y ventilado; los nichos primero, cuarto y quinto habían sido cerrados con mampostería; y en una caja de cedro habían sido colocados todos los restos hallados en el suelo durante la primera visita, menos los dos radios de caballo que ya habían sido botados. Aparté los restantes huesos de animales, dibujé aquel cráneo, y nuevamente fue considerada su pro. bable significación:
Yo— “Por última vez vean este cráneo, contémplenlo, ténganlo en sus manos; porque casi tengo la seguridad de que es el del Libertador y podría quedarles el pesar de no haberlo visto debidamente”. Dr. Lecuna— “Pero qué terquedad la suya, señor! Mire qué calamidad ésta! Yo que he querido hacer un acto de caridad con estos huesos y venir Ud. aquí con semejante cosa que está fuera de toda lógica!”
Yo— “Qué caridad? Caridad es dar de comer al hambriento”. Dr. Lecuna— “Caridad es sepultar estos restos. Y yo pago los gastos. Ud. no sabe de eso. Yo sé historia”. Yo— “Ni me interesa. Lo único que sé es un poquito de anatomía y por eso me trajo Ud. aquí; pero hágame el favor de no hablarme de ese modo porque Ud. es un anciano y yo estoy obligado a respetarlo”.
Dr. Lecuna— “Pues sí le hablo, porque ésta es una desgracia haberlo traído a Ud. aquí!”
Yo— “Sí; Ud. sabe que puede hablarme así porque sabe que yo no puedo replicarle de igual modo. POT tanto yo me retiro y publicaré este asunto”.
Dr. Lecuna— “Entonces Ud. lo que quiere es vengarse! Perdóneme, pues, si lo he ofendido!”
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Yo— “No es caso de venganza; ni siquiera es tan grave la ofensa. Se trata de que yo no debo ocultar un hecho que puede ser de trascendental interés para la, patria”. Dr. Lecuna— “Ud. cree, Dr. Mendoza, que este puede ser el cráneo del Libertador?”
Dr. Mendoza— “Yo no sé; no me parece probable”. Dr. Lecuna— “Ud. cree, maestro, que ése pueda ser el cráneo del Libertador?” Maestro Escobar— “Yo no creo”.
Yo— “Pero Ud. no podrá negar que este corte de sierra es muy sospechoso”.
Dr. Lecuna— “Hay un millón de cráneos cortados”. Yo— “Sí, pero en las escuelas de medicina o en los cementerios”. Dr. Lecuna— “Es que Ud. es muy terco. Yo también soy terco”.
Por insinuación del Dr. Lecuna coloqué aquel cráneo en una caja de cedro más pequeña que la ya mencionada, y, por complacer apremiantes instancias del mismo doctor, coloqué también, como presuntas piezas compañeras de esqueleto, dos fragmentos de fémures, dos fragmentos de húmeros, la extremidad superior de una tibia, un axis y el cuerpo de una vértebra dorsal. El Dr. Lecuna ordenó luego al maestro Escobar: reabrir el primer nicho y colocar ahí la caja pequeña; sepultar en el segundo nicho la caja más grande; y botar los restantes huesos de animales.
Por el boquete de entrada a la cripta se habían asomado algunos empleados de “La Religión”, alarmados por el referido altercado.
CAPITULO III
PREVENCIÓN DE LA DENUNCIA
Citado por Monseñor Navarro acudí a su casa el día 17 de enero de 1947. Poco después presentóse el Dr. Cristóbal Mendoza.
Monseñor— “Caramba! Estoy muy apenado por el incidente con el Dr. Lecuna”.
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
Yo—”Eso no tiene importancia; pero ¿él va a venir ahora también? Si es así yo me retiro”.
Monseñor— “No, no, no; esto es aquí entre los tres solamente. Quiero mostrarle algunos documentos que no se avienen con su sospecha. Aquí tiene Ud. un libro de Actas Capitulares de la Catedral, la obra de Villanueva y la Historia de González Guinand. Léase esta acta”.
Yo— “Esta acta se refiere solamente a una proposición hecha al Capítulo por el Libertador a propósito de un monumento deseado por él para la tumba de sus parientes en la Catedral”. Monseñor— “Sí; eso es, pero aquí en Villanueva tiene Ud. todo el asunto de los restos”.
Yo— “Conozco bien ese libro; los informes que ahí aparecen del Dr. Vargas lejos de destruir mi sospecha la confirman porque el único dato de identidad ahí consignado, respecto del cráneo del Libertador, es precisamente el principal: el corte de sierra”.
Dr. Mendoza— “Eso me parece imposible. Yo estoy convencido ciento por ciento de que ése no es el cráneo del Libertador”. Monseñor— “Léase esta acta en el libro de González Guinand”.
Yo— “Eso no es una acta: es una simple reseña del traslado de los restos al Panteón, pero sin referencia alguna a inspección interior de la urna; y dice que la chapa de ésta estaba toda desprendida y quebrajada por obra de la humedad y del tiempo, por lo cual el Gral. Guzmán Blanco la repartió en pedacitos a los concurrentes”. Dr. Mendoza— “Sí; él los distribuyó parado en la puerta. con gran solemnidad”.
Monseñor— “El era muy aparatoso; le gustaban las cosas pomposas”.
Yo— “Eso significa, pues, que si esa urna tuvo un sello, de lo cual Vargas no habla, también estaba desprendido y quebrajado. En consecuencia, ese libro nada nos dice contra la posibilidad de que esa urna haya sido violada. Esa es simplemente una reseña propia de la época; es una profanación a aquellos restos porque es un pretexto para unas viles adulaciones al llamado “Ilustre Americano y Regenerador” cuyas glorias están ahí impúdicamente equiparadas a las del Libertador. Ya ven, pues, que la urna fue trasladada al Panteón sin que persona alguna se
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preocupara de comprobar su contenido. Ni siquiera hay en la Catedral una acta de la entrega de esos restos”.
Monseñor— “Verdaderamente! ,Es cosa curiosa que el cura no dejó acta de esa entrega”.
Yo— “Se trataba de una orden del “Regenerador” el cual era muy poco amigo de la Iglesia, y ese pobre cura tendría miedo porque quizás le pareció que hacer tal acta sería añadir algo a esa orden”. Monseñor— “Aquí hay una cosa rara: dice aquí que “comenzó al punto la operación de levantar la gran losa de mármol que ocultaba a las miradas el tesoro que todos ansiaban volver a ver después de treinta y cuatro años que llevaba allí depositado”. Quiere decir, pues, que los restos no estaban en la cripta sino bajo del monumento”.
Yo— “Sí; pero estuvieron en la cripta por lo menos casi diez años, mientras llegaba ese monumento. Es necesario, pues, que Uds. busquen documentos más fehacientes para destruir mi sospecha, y si no bis encuentran yo me veré obligado a denunciarla”. Monseñor— “Pero Ud. no podría lanzarse a eso sin otras pruebas”.
Yo— “Ud., Monseñor, como ministro de Cristo, en el fondo de su conciencia debe reconocer que ese corte de sierra basta por sí sólo para justificar mi denuncia”.
Monseñor— “Pero eso sería un escándalo en el mundo. Se conmovería toda la América”.
Yo— “Sí; pero por encima de esos temores están el interés patriótico y mi crédito profesional. Yo quedaría por lo menos ridículamente si ese cráneo quedare ahí olvidado y mañana fuere nuevamente descubierto”.
Monseñor me mostró una libreta en la cual reseñaba brevemente una visita a la cripta en 1930: Yo— “Y cómo encontró Ud. entonces esa cripta, Monseñor?” Monseñor— “Así como Ud. la vio”.
Yo— “Y esos huesos estaban así tirados en el suelo?” Monseñor— “Todo estaba así como Ud. lo vio”. Después de aquella entrevista envié a varios amigos sendos informes acerca del misterioso hallazgo y de su probable significación.
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CAPITULO IV
LA DENUNCIA
El día 18 de enero de 1947 informé acerca del hallazgo de aquel cráneo y dí un dibujo de éste al Dr. Andrés Eloy Blanco, Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente:
Dr. Blanco— “Esto es asombroso. Hay que averiguar qué es lo que ha pasado ahí”.
Yo— “No queda más camino sino abrir la urna allá en el Panteón; y mientras tanto es necesario hacer sellar la entrada a la cripta”.
Dr. Blanco— “Y si ahí en el Panteón no se encuentra el cráneo del Libertador, el escándalo sería mayúsculo; pero cueste lo que cueste hay que averiguar la verdad. Eso sería motivo de un gran desagravio. Ese cráneo de la cripta sería llevado en una procesión colosal, de cien mil almas, hasta el Panteón. Por Supuesto: para esta averiguación es necesario que tengamos mucha prudencia para evitar que el público se entere anticipadamente”.
Yo— “Por eso he venido aquí porque creo que debo denunciar el asunto oficialmente y deseo que Ud. me diga si debo dirigirme a la Asamblea Nacional Constituyente o a la Junta Revolucionaria”. Dr. Blanco— “Voy a hablar con Rómulo Betancourt y avisaré a Ud.” Pocas horas después de aquella entrevista el Dr. Blanco me llamó por teléfono y me dijo: “Hablé con Rómulo Betancourt. Se ha quedado sorprendido y me dijo que eso tenía que ser averiguado de cualquier manera y que se pondría de acuerdo con Ud.; que le avisaría por telégrafo. Ya hay orden de sellar la entrada de la cripta”.
El día 25 de enero de 1947 encontré al Dr. Andrés Eloy Blanco en el “Hotel Avila”.
Yo— “Todavía no he recibido el telegrama del Sr. Betancourt y esa cripta está a merced de todo el mundo”.
Dr. Blanco— “Y no la han sellado todavía?” Yo— “No. Cualquiera puede meterse y robarse el cráneo”.
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Dr. Blanco— “Yo me voy a ocupar del asunto; pero no se preocupe, porque este asunto es de Ud. y mío”.
El día 28 del mismo mes, ya dudoso yo de que aquel asunto mereciese atención oficial, a lo metros urgente, envié sendos dibujos del cráneo a la Asamblea Nacional Constituyente y a la Junta Revolucionaria de Gobierno, acompañados de sendos oficio en los cuales, además de informar acerca de las condiciones de la cripta y del sospechoso hallazgo, decía lo siguiente:
“Si aquel cráneo fuese efectivamente el del Libertador y allí prosiguiere, en tan pésimas condiciones de conservación, la Patria no tardaría en perderlo; pero yo habría salvado mi responsabilidad ante ella mediante oportuna denuncia fundada en la consideraciones siguientes:
“l.º— Ese cráneo ofrece los indicios de haber pertenecido a individuo no adolescente ni anciano; y su consistencia es mucho mayor que la de las otras piezas esqueléticas halladas en el suelo de la cripta, lo cual se aviene con el testimonio del Dr. Vargas respecto de una manipulación preservadora de los huesos del Libertador”.
“2.º— Alejandro Próspero Reverend ejecutó la autopsia del cadáver del Libertador y le aserró el cráneo según consta de su propio testimonio ratificado por el Dr. Vargas”. “3.º— De la familia Bolívar, era el Libertador el único personaje respecto del cual pudiera interesar la autopsia”. “4.°— Los parientes del Libertador sepultados en aquella cripta murieron todos en Caracas; por lo tanto, queda descartada la hipótesis del embalsamamiento de alguno de ellos para la repatriación, tanto más cuanto tales embalsamamientos no requieren indispensablemente la extracción del cerebro y no eran usuales en aquella época”. “5.º— Ninguno de los dichos parientes murió por causa que pudiera judicialmente requerir la autopsia”. “6.°—En 1842, tras breve permanencia en el templo de San Francisco, los restos del Libertador fueron trasladados a la Catedral. Ahí, en un cuarto de la Capilla de San Nicolás y bajo la inspección del Dr. Vargas, fueron lavados, barnizados y acomodados en una urna de hoja de plomo muy delgada la cual fue colocada en otra, de madera, donada por el gobierno de la Nueva Granada. Concluido ese proceso, la urna fue vuelta “al panteón en que estaba”, es decir a la cripta de la familia Bolívar. En 1852
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esa urna fue colocada bajo del célebre monumento de Tenerani erigido en la Catedral. En 1876, es decir 22 años después de la muerte del Dr. Vargas, urna y monumento fueron trasladados al Panteón Nacional sin que el contenido de aquélla fuera nuevamente revisado. Consiguientemente: esa urna permaneció en la Catedral durante un lapso de 34 años, de los cuales 10 en la cripta mientras llegaba aquel monumento”.
“7.°— En 1930, en el propio sitio donde se hallaba la entrada a la cripta por el lado de la Catedral, fue erigido el monumento a los padres y a la esposa del Libertador; y, hasta entonces, dicha entrada no era obturada sino por una simple tabla levadiza”.
“8.°— Dos vías de acceso a la cripta, la una por un templo y la otra por una simple casa, diametralmente opuestas y mal reservadas, permiten desconfiar de la paz en que debían yacer allí aquellos restos”.
“9.°— La abertura de los nichos y la confusión de osamentas en el suelo, denotan una furtiva profanación motivada por curiosidad, por codicia, o aún por odio político”.
“En virtud de lo expuesto paréceme urgente que sea sellada la entrada a la cripta por el lado de “La Religión” y que un grupo de comisionados, suficientemente numeroso y competente, inspeccione interiormente la urna guardada en el mausoleo del Libertador en el Panteón Nacional. Si en esa urna apareciere un cráneo aserrado, masculino y no de adolescente ni de anciano, mi terrible sospecha quedaría desvirtuada para regocijo general doblemente grande porque no la sustenta impertinencia ni capricho sino lógica cavilación circunstancial. Si tal cráneo no apareciere allí, el del Libertador sería evidentemente el aserrado descubierto por mí en la cripta de la familia Bolívar en la Iglesia Catedral y del cual hice el adjunto dibujo”.
El secreto de tan misterioso asunto no pudo proseguir, pues comenzaron a propalarse versiones, algunas de ellas deformadas, acerca de aquellas visitas a la mansión funeral de los Bolívar; y, el día 31 de enero de 1947, los diarios “El Nacional” y “Ultimas Noticias” publicaron muchos de los datos importantes consignados en mi denuncia oficial. En consecuencia, el día siguiente, 1.° de febrero, publiqué en todos los diarios capitalinos el texto íntegro de aquella denuncia.
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CAPITULO V
SURGIMIENTO DE LAOPOSICIÓN
Probablemente los venezolanos, estupefactos ante la trascendencia de la profanación denunciada por mí, prefirieron callar en vez de clamar por la averiguación de una verdad quizás terrible; y tal preferencia fue expresada apenas en tres o cuatro protestas indirectas, de las cuales una en presunta poesía, ya desautorizada por tau insignificante número y porque eran simples explosiones de histerismo o de sensiblería patriotérica. Fuera de esas protestas, a mi tesis se opuso solamente discusión privada y bajo la consigna de incondicional recusación por la Academia Nacional de la Historia y por la Asamblea Nacional Constituyente, la cual designó de su seno, para comprobar mi denuncia, una comisión integrada por los doctores Andrés Eloy Blanco, Enrique Velutini, Julio Lander Márquez, Simón Gómez Malaret, Rafael Caldera, Juan Oropeza, Mariano Medina Febres, Ambrosio Perera, Luis M. Peñalver, Alfredo Celis Pérez, y por la Srta. Ana Luisa Lovera y el Pbro. José Rafael Pulido Méndez.
Los celos, la envidia, gregarios intereses, sensiblerías patriotéricas y el miedo a la verdad, despertaron un espíritu de negación tan ridículo que no osó publicar sus objeciones a mi tesis. Presuntos o improvisados historiadores, filósofos y antropólogos, constituidos en tribunal grotesco de farándula, se acordaron premeditadamente contra una posibilidad inmanente en la objetividad de los hechos sumariales y no denunciada por un loco ni por un mercachifle del escándalo.
Rafael Caldera y Ambrosio Perera pertenecían al partido llamado “Copei”; y casi todos los demás miembros de aquella Comisión, así como casi todos los demás miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, pertenecían al partido llamado “Acción Democrática”. Yo era desafecto a ambos partidos; por tanto convenía a éstos sobreseer el asunto por temor a que la confirmación de mi tesis redundara en resonancia mía. Ambrosio Perera pertenecía además a la Academia de la Historia; y, a ésta, o por lo menos a algunos de sus miembros como Monseñor Navarro y el Dr. Lecuna, incumbía responsabilidad
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por el secreto relativo a una violación conocida de ellos durante muchos años. También, para todos los miembros de aquella Academia, principalmente Pereza, debía ser motivo de envidia el que un simple médico, ajeno a las ínfulas de historiador, descubriera el cráneo del Libertador.
Al Pbro. Pulido Méndez debía interesar el sobreseimiento de un proceso en el cual podían quedar comprometidos, en grados diferentes, algunos miembros del clero presente y pasado. Es seguro que unos pocos prefirieron callar por miedo a encontrar en la urna del Libertador algo más terrible que el vacío o que la simple falta del cráneo. Es probable que esa urna haya sido profanada por el odio y que los sagrados restos hayan sido reemplazados por huesos de animales, pues muchos de esta clase aparecieron en el macabro montón que yacía en el suelo de la cripta.
Por guardar apariencias de ecuanimidad, la mencionada Comisión invitó, para algunas de sus deliberaciones, a presuntos asesores o testigos entre los cuales figuré.
CAPITULO VI
CONFIRMACION DE LA DENUNCIA
En la tarde del día l.° de febrero de 1947 fuimos a la cripta de la familia Bolívar: los miembros de la Comisión, algunos representantes de la prensa, y yo.
Los diputados Lander y Velutini abrieron el primer nicho de él extrajeron el cráneo aserrado y las otras piezas que, como presuntas compañeras de esqueleto adjudicadas p01 el Dr. Le cuna, han sido reseñadas en el Capítulo U. Mi denuncia quedó confirmada: aún los extraños a la profesión médica reconocieron inmediatamente en aquel cráneo la inequívoca huella de. la autopsia.
Transcurrido breve rato de observación y de silencio, ya satisfecha la natural curiosidad, surgieron varias conjeturas:
Dr. Pereza— “Este cráneo puede significar una cosa. Hay que tener en cuenta que esto era un antiguo cementerio, es decir que esta cripta daba a un cementerio que estaba ahí donde
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está ahora “La Religión”, por donde hemos entrado, este pasadizo por donde hemos entrado estaba cerrado por una reja que es ésa que acabamos de ver ahí. Este pasadizo no era la entrada sino que era un ventiladero; por tanto es de suponer que este cráneo pudiera haber estado insepulto ahí en el suelo, ahí en el suelo del cementerio, y que alguno que pasó por ahí y que quizás lo encontró, lo recogió y lo tiró a la cripta”.
Dr. Blanco— “Vamos a hacer traer la reja para ver si este cráneo ha podido pasar a través de ella”.
Acercada la reja, comprobamos que de ningún modo pudo aquel cráneo haber pasado a través de ella.
Pbro. Pulido Méndez— “También es posible que este cráneo haya sido hallado insepulto dentro de la Catedral y que el cura lo recogiera y lo depositara aquí en la cripta”. Yo— “Las sepulturas dentro de la Catedral no podían ser anónimas ni tan imperfectas como para que los huesos quedaran luego al descubierto. Y en caso de exhumación lo natural sería que los huesos fueran trasladados a nueva tumba o que, si quedaban en la primera, ésta fuera cerrada nuevamente”.
Dr. Perera— “También es posible que los estudiantes de medicina, como se sabe, acostumbran registrar las tumbas en busca de huesos y por tanto alguno ha podido pasar por aquí con este cráneo y quedársele olvidado”.
Yo— “Una pieza tan importante como ésta no podía ser olvidada”.
Observamos que algunas lápidas de mármol, probablemente las correspondientes a los nichos violados, se hallan incorporadas a la obra de albañilería que intercepta a la comunicación de la cripta con la Capilla de la Santísima Trinidad; pero sus superficies visibles no tienen inscripciones.
Hice observar que quizás también fue violado el tercer nicho, contentivo de los restos de María Antonia Bolívar según la lápida, pues, en torno de ésta hay una orla de argamasa de aspecto burdo, como si hubiera sido martillada, que contrasta con el resto del encalado; y advertí que la inspección interior de ese nicho quizás procuraría algún dato interesante respecto de la profanación ocurrida en la cripta. Estas conjeturas fueron apoyadas principalmente por el Dr. Perera, quien dijo que María Antonia parecía adicta a la causa del Rey y que quizás por eso
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mereció, como muestra de simpatía, que su nicho fuera cerrado nuevamente después de abierto.
El Dr. Velutini quiso abrir aquel nicho, pero el Dr. Blanco lo detuvo con estas palabras: “Eso no se puede hacer sin permiso de la Asamblea y además sería necesario consultar a los actuales deudos de la finada”.
Del cráneo fueron tomadas algunas fotografías que al día siguiente aparecieron en “El Nacional” y en “El Universal”. El cráneo y los presuntos restos compañeros fueron repuestos en su misma caja y ésta sellada con bandas de papel en las cuales estampamos nuestras firmas. El Dr. Blanco dispuso que esa caja fuera depositada en el Palacio Legislativo. Salidos de la cripta se nos acercó Monseñor Pellín, Director de “La Religión”:
Yo— “Monseñor, aquí hemos venido para iniciar una averiguación acerca de los restos del Libertador”. Dr. Blanco— “AY eso estaría así antes? ¿Cuándo sería que desprendieron esa reja?”
Monseñor— “Eso ha sido ahora. Eso siempre ha estado cerrado. Yo, en estos días, en previsión de esta visita, he hecho asear esto y por aquí no pasan los empleados. Nadie puede entrar aquí”. Yo— “Es necesario, Dr. Blanco, hacer sellar inmediatamente esa entrada; porque ya el cráneo no estará ahí, pero no sabemos si queda algo de importancia para nuestra averiguación. Los nichos no han sido completamente registrados hasta el fondo, pues son profundos y asquerosos; principalmente el de María Antonia Bolívar debe ser registrado”.
Dr. Blanco— “Voy a hablar con el Ingeniero Municipal para que cierre eso. Pero bueno, ¿ quién tiene a su cargo el cuido de esa cripta?” Yo— “Supongo que sea la Academia de la Historia o por lo menos el Dr. Lecuna porque él fue quien me trajo aquí y se molestó por mi sospecha”.
Dr. Blanco— “Y eso ha estado así durante tanto tiempo y ahora es que se les ha ocurrido arreglarlo?”
Yo— “Yo no sé. Yo lo único que sé es lo que ha salido publicado. El altercado con el Dr. Lecuna no me permitió más averiguación”. Dr. Lander— “Y por qué sería que se calentó el viejito?”.
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Yo— “Seguramente porque no quería que la gente se ente rara del desorden que había ahí o porque no fue él quien en centro el cráneo”. Dr. Blanco— “Aquí lo único que pasa es que el Dr. Lecuna cree que Bolívar es de él, que después es de la Academia de la Historia, y que después es de Venezuela”. La caja sellada fue llevada por el Dr. Blanco al Palacio Legislativo.
CAPITULO VII
PRIMERA SESIÓN DE LA COMISIÓN
En la mañana del día 2 de febrero de 1947 nos reunimos en Ja Cámara del Senado: los miembros de la Comisión, Don Pedro Emilio Coll, el Dr. José Antonio O’Daly, y yo. Creí que la finalidad de aquella sesión era acordar lo pertinente a una inspección interior de la urna del Libertador, único recurso de evidencia para demostrar la certeza o el error de mi sospecha acerca del cráneo en cuestión; pero el tiempo trascurrió en inútiles disertaciones históricas, en comentarios, conjeturas y proposiciones que alejaron de aquella inspección y me convencieron de los bastardos intereses que a ella se oponían.
Expuesto el cráneo a plena luz del día, dibujé detallada. mente su interior y observé que las órbitas estaban teñidas por mi color amarillo corno de barniz. Con algodón mojado en éter froté las zonas amarillas y todos comprobamos que el algodón salía teñido de ese color, lo cual concuerda con el hecho de que el Dr. Vargas hizo barnizar los huesos del Libertador.
Dr. Perera— Narró desesperadamente la consabida historia de los restos del Libertador y de la cripta en que fueron sepultados. Dr. Caldera— “Ese cráneo puede haber pertenecido a algún pariente del Libertador, por ejemplo la esposa, a quien él hubiera hecho embalsamar. Sería conveniente hacer venir de los Estados Unidos algún especialista para que lo reconozca”.
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
Yo— “Qué podría decirnos ese especialista? Podría hacer observaciones antropológicas que están al alcance de cualquiera de nuestros anatómicos, pero no podría decirnos si este cráneo es de Atila o del Libertador”.
Dr. Perera— “Yo me he puesto a buscar, a registrar en nuestros archivos. He estado buscando en el archivo de la Catedral y en el Archivo Nacional a ver si alguna otra persona fue enterrada en esa cripta que haya sido embalsamada. Por lo pronto aquí traigo un libro: es un libro muy viejo, un libro parroquial de la Catedral y aquí tienen Uds. muy probablemente un primer caso de embalsamamiento y por consiguiente podemos pensar, muy probablemente podemos decir, que este cráneo corresponde, seguramente, a ese primer caso de embalsamamiento. Dice así en esta partida de entierro que Uds. pueden ver que, dice así: “Pedro Domingo de Ponte murió en La Victoria el día 4 de abril de 1741 y fue sepultado en la cripta de la familia Bolívar al día siguiente del mismo mes”. Ya ven Uds., pues, que ese cadáver para que lo hayan traído aquí, es decir que para que ese cadáver haya sido trasladado de La Victoria a Caracas, han debido embalsamarlo”.
Dr. Blanco.— “Es imposible suponer que en aquella época y en La Victoria haya sido embalsamada una persona que iba a ser enterrada un día después de su muerte”.
Dr. Gómez Malaret— “Además, embalsamamiento no significa autopsia”.
Dr. Blanco— “Aquí lo curioso, lo que llama poderosamente la atención, es cómo fue posible en esa época traer ése cadáver en un día; porque son 80 Km. de distancia desde La Victoria hasta aquí. Pero el hecho es ése. Lo traerían a caballo, en hamaca o en parihuela. Esos pobres negritos vendrían reventándose por ese camino, pero el muerto estaba en Caracas al día siguiente”.
Después de breve rato de hilaridad general, el Dr. Blanco dijo: “Caramba si encontráramos un sombrero del Libertador! Podríamos probárselo a este cráneo. Vamos al Museo Boliviano!” Después de reponer el cráneo dentro de su caja y de dejar ésta convenientemente sellada y guardada, nos trasladamos al Museo Boliviano; pero allí no encontramos tal sombrero siquiera fingido. Luego nos trasladarnos a la casa del Libertador, pero la encontramos cerrada. Entonces el Dr. Blanco aplazó esa pes
DR. JOSE IZQUIERDO
quisa para el día siguiente, pero yo dije: “Eso es inútil, yo no vuelvo porque aún si nos mostraren aquí diez sombreros de] Libertador yo no creería en ello, como tampoco Uds. o cualesquiera otras personas enteradas de las falsedades con que aquí se profana descaradamente la verdad histórica para burla de los visitantes y escarnio de la Academia de la Historia que las patrocina por lo menos con su silencio”. Esas palabras mías movieron a guasa y a comentarios acerca de la gran patraña de la cama natal del Libertador.
Finalmente acordamos nueva sesión cuya fecha quedó a elección del Dr. Blanco.
CAPITULO VIII
SEGUNDA SESIÓN DE LA COMISIÓN
A las 9 de la noche del día de 5 de febrero de 1947 nos reunimos en la Cámara del Senado: los miembros de la Comisión; el Dr. Santos A. Dominici, miembro de la Academia Nacional de Medicina; el Dr. Arturo Guevara, improvisado antropólogo asesor designado por la Academia de la Historia; el Dr. Mario Briceño Iragorri, Secretario de la Academia Nacional de la Historia; el Dr. Gonzalo Barrios, Gobernador del Distrito Federal; el Dr. Félix Ángulo Ariza, miembro de la Alta Corte Federal y de Casación; el Dr. José Manuel Padilla, Procurador General de la Nación; el Dr. Pablo Izaguirre, profesor de Anatomía; y yo. Expuesto nuevamente el cráneo, comenzó el debate:
Dr. Dominici— “Señores! Yo veo aquí muchos libros, muchos papeles, muchos preparativos de discusión; pero yo quiero dar mi opinión de una vez. Ninguna digresión de carácter histórico, ningún libro o documento, puede destruir una sospecha fundada en un hecho que está ahí a la vista. Para destruirla me parece indispensable situarnos en el mismo terreno del denunciante, es decir buscar el hecho contrario: averiguar si el cráneo del Libertador está allá en su urna. Por tanto creo que lo único que tenernos que hacer es ir al Panteón a abrir
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
esa urna; y eso debe ser hecho ya, sin más pérdida de tiempo”.
Dr. Ángulo Ariza— “No está probado que ese cráneo halla. do por el Dr. Izquierdo sea el del Libertador; por tanto la Corte Federal y de Casación se opone a que se abra esa urna, porque no quiere sentencia sin prueba”.
Yo—— “Solamente pruebo que mi sospecha es razonable porque se funda en ese corte de sierra, y que por tanto no puede ser destruida con argumentos teóricos sino con otro cráneo aserrado que aparezca en la urna del Libertador. La sentencia en este caso sería, precisamente, decir si la urna contiene o no un cráneo que históricamente corresponda al del Libertador; y sin abrir esa urna la Corte no podría obtener la prueba deseada para pronunciar esa sentencia”.
Dr. Briceño Iragorri— “Yo vi esa urna en 1930 y observé en ella una abolladura que corresponde al cráneo”.
Yo— “Yo también vi esa urna en 1930 y no observé en ella abolladura alguna; pero, aun si la hubiese, siempre sería necesario abrir para saber si es producida no por un simple cráneo sino por un cráneo aserrado como el del Libertador”.
Dr. Blanco—. “Señores! El país entero está pendiente de este asunto. La opinión aquí y en toda la América no quedará satisfecha mientras no abramos la urna del Libertador. Por abrirla no debemos temer reproche alguno de la posteridad; no nos guía un motivo de simple curiosidad, que eso sería una profanación: nos guía un justificado motivo de verificación. En las actuales circunstancias, después del problema planteado por el Dr. Izquierdo, no podría ser profanación abrir esa urna, como tampoco fue profanación que el Dr. Vargas la abriera en Santa Marta y luego en Caracas para asegurarse de su contenido y preparar los restos”. Dr. Caldera— “El Dr. Izquierdo ha planteado un problema que no es de orden científico, sino de orden histórico; por consiguiente es con la historia que debemos resolverlo. Yo estoy convencido de que ese cráneo no es el del Libertador”. Dr. Perera— Después de larga y embrollada divagación para demostrar que la historia no es una simple narración, sino una verdadera ciencia, dijo lo siguiente: “Yo también estoy convencido de que ese cráneo no solamente no es, sino que no puede ser el del Libertador, y para confirmar mi opinión quiero decir que ese cráneo no puede ser
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
el del Libertador por lo siguiente: Yo he descubierto en el Archivo Nacional un documento; es un documento que está en el Archivo Nacional, y ese documento que yo he descubierto en el Archivo Nacional está firmado nada menos que por el Dr. Vargas. Ese documento, señores, dice que el Dr. Vargas mandó hacer unas aldabillas de plata, unas aldabillas de plata que costaron veinte reales para el cráneo. Allí también está el recibo del obrero que hizo esas aldabillas que costaron veinte reales. Dedúcese, pues, como sabemos, esas aldabillas son para mantener en su posición normal a la base con la bóveda del cráneo. Por tanto es fácil comprender que si el Dr. Vargas le puso a ese cráneo esas aldabillas que según dice el documento las mandó hacer y costaron veinte reales, quiere decir, pues, que según dice el Dr. Vargas mandó hacer esas aldabillas, tuvo que hacer en el cráneo del Libertador unos agujeritos. Ahora bien, señores, en ese cráneo que ha encontrado el Dr. Izquierdo, si ese es el cráneo del Libertador debería tener esos agujeritos y en ese cráneo no están esos agujeritos de que habla el Dr. Vargas para poner aquellas aldabillas; y desde el momento en que en ese cráneo no aparecen esos agujeritos, es porque ese cráneo, señores, no puede ser el del Libertador”.
Yo— “Observen Uds. aquí, del lado izquierdo, en la gran ala del esfenoide y cerca del corte de sierra, este agujerito de unos dos milímetros de diámetro y ostensiblemente artificial; por su situación, por su diámetro y por la nitidez de su contorno, ni siquiera como anomalía anatómica corresponde a un agujero natural”. (N.° 1, fig. 1)
Dr. Perera— “Sin embargo, debería haber dos agujeritos juntos y no uno solo porque el Dr. Vargas dice aldabillas o broches, lo cual quiere decir, pues, que cada aldabilla debía estar fijada en dos agujeritos”.
Yo— “El Dr. Vargas dice aldabillas o broches, pero no aldabillas o bisagrillas”.
Dr. Gómez Malaret— “Ese agujero no solamente no es natural sino que no puede serlo”. Dr. Caldera— “deberían aparecer otros agujeritos como ese porque la base y la bóveda no podían sostenerse con una sola aldabilla”. Yo— “En ese cráneo faltan pedazos relativamente grandes de las sienes, cerca del corte de sierra, y la escama del occipi
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tal, es decir: zonas en que han podido estar los agujeritos correspondientes a otras aldabillas”. (No 2, fig. 1; y N° 1, fig. 2)
Dr. Caldera— “Pero del lado derecho aparece sin agujero la zona simétricamente’ correspondiente a esa del lado izquierdo donde aparece el agujero”.
Yo— “No es necesario ejecutar con perfecta simetría los taladros para fijar las aldabillas”.
Dr. Guevara— “Pero bueno, ese agujero ha podido ser hecho por un gusano o por la polilla. En los libros viejos todos estamos cansados de ver agujeros así por el estilo de éste”.
Yo— “Ni gusano ni polilla come hueso”.
Dr. Perera— “Este agujero puede haber sido producido por causa natural, por obra del tiempo por ejemplo”.
Yo— “Un carcomido del tiempo no puede tener esa nitidez”.
Dr. Guevara— “El Dr. Oscar Aguilar me ha asegurado que el Dr. César Zumeta, actualmente en Europa, vio los restos de] Libertador en 1913. Quizás, pues, el Dr. Zumeta podría darnos alguna valiosa información”.
Dr. Blanco— “Vamos a ponerle un cable al Dr. Zumeta”, Dr. Izaguirre— “Este cráneo.., yo no sé; francamente que no me parece fácil saber si es de hombre o de mujer”.
Yo— “Ud. sabe anatomía y por tanto debe encontrar ahí elementos suficientes para identificar el sexo. Diga si este nasión tan anguloso, estos pómulos, estas arcadas superficiales, es tos bordes orbitarios, pueden ser de mujer!”.
Dr. Izaguirre— “Verdaderamente; tienen un desarrollo que parece propio del sexo masculino”.
Dr. Briceño Iragorri— “Queda un recurso sin necesidad de abrir la urna: aplicarle los rayos X”.
Dr. Medina Febres— “El plomo es impermeable a los rayos X, por lo cual los radiólogos se protegen con ese metal”.
Dr. Briceño Iragorri— “El Dr. Pedro González Rincones me ha dicho que mediante una exposición de varias horas sería posible ver los restos sin necesidad de abrir la urna”.
Dr. Perera— “Ya tengo dos pruebas de dos embalsamientos, es decir de dos personas más que han sido enterradas embalsamadas en la cripta de la familia Bolívar. De una hay casi seguridad; es la gran probabilidad de una persona más que ha sido sepultada ahí embalsamada; y de la otra es seguridad ab
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soluta. Me refiero a Juana Bolívar que fue embalsamada por el Dr. Eliseo Acosta y a Josefa Tinoco, madre de Fernando Bolívar, que fue embalsamada por el Dr. Guillermo Michelena. Son, pues, dos personas más de de las cuales consta que sí fueron embalsamadas y que fueron enterradas en aquella cripta”.
Yo— “Este cráneo perteneció a un hombre no muy joven ni anciano y Ud. habla de mujeres ancianas porque Juana Bolívar murió septuagenaria y Josefa Tinoco murió octogenaria”.
Dr. Gómez Malaret— “Quedaríamos en lo mismo porque embalsamamiento no significa autopsia; por tanto habría que demostrar que a esos cadáveres les fue cercenado el cráneo; no hasta que hayan sido embalsamados”.
Yo— “Ni siquiera bastaría probar que fueron autopsiados si no quedan actas detalladas; porque una autopsia puede ser incompleta, es decir sin examen del cerebro”.
Dr. Perera— “Aquí traigo esta carta del Dr. Vicente Lecuna que cuando supo que yo buscaba otras personas que hubieran sido embalsamadas en la cripta, que hubieran sido enterradas en la cripta después de haber sido embalsamadas, de la familia Bolívar, el Dr. Lecuna me dirigió esta carta en la cual él transcribe otra de Fernando Bolívar en la cual, no, otra carta del Dr. Guillermo Michelena para Fernando Bolívar en la cuál él, el Dr. Michelena, dice a Fernando Bolívar lo siguiente: “Nada es más sagrado que una madre, ni más grato al corazón que el obsequio que en ella se nos hace. Reciba Ud. como tal, mi amigo, y como un consuelo en su pena, el pequeño servicio que yo haya podido dispensar a su difunta madre”. Esto quiere decir, pues, esto está muy claro; podríamos pensar que el Dr. Michelena no quiso cobrar a Fernando Bolívar por su asistencia médica a doña Josefa; pero lo natural es creer que ese consuelo, ese servicio que él le quiso obsequiar, no podía consistir sino en el embalsamamiento de doña Josefa que el Dr. Michelena lo hizo como un obsequio”. Estupefactos escuchamos aquellos desatinos que ni siquiera podían merecer réplica. El médico historiador había dicho implícitamente que el Dr. Michelena había dispensado servicios, consuelos y obsequios a un cadáver!
Dr. Perera— “Además el Dr. Lecuna... aquí tenemos otra prueba que es de gran valor. El Dr. Lecuna, reconocido como una de nuestras autoridades histórica más notables, me dice
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en esta carta que él conoció personalmente a los familiares de Fernando Bolívar y que ellos le habían contado que doña Josefa fue embalsamada. Y para mí prueba de que ese embalsamamiento fue cierto, el Dr. Lecuna dice también que los familiares de Fernando Bolívar le contaron que para dar una idea de la serenidad de Fernando Bolívar, que éste había presenciado el embalsamamiento de su madre. Eso es, pues, una prueba de que Josefa Tinoco fue embalsamada; y del embalsamamiento de Juana Bolívar tampoco puede dudarse”.
Yo— “¿Y así son las pruebas que hay del embalsamamiento de Juana Bolívar?”
Dr. Perera— “De Juana Bolívar hay la seguridad de que fue embalsamada”. Yo— “Pero presente los documentos!”
Dr. Perera— “Esas pruebas son quizás todavía más concluyentes. Son testimonios históricos que no necesitan discusión”. Dr. Gómez Malaret— “Pero bueno, doctor; responda Ud. sí o no! ¿ existe algún documento que compruebe el embalsamamiento de Juana Bolívar?”
Ante aquellas palabras conminatorias, Perera pareció desconcertado; pero, después de algunas frases evasivas y semiininteligibles, ofreció presentar el documento y privadamente me ofreció que me lo mostraría al día siguiente. Repuesto el cráneo dentro .de su caja, ésta fue nuevamente sellada guardada.
CAPITULO IX
CÓMICA INFALIBILIDAD
El día 6 de febrero de 1947, fui a la casa del Dr. Perera el cual procuró entonces distraer mi atención para que olvidara su ofrecimiento: me fastidió con un panegírico acerca del Dr. Lecuna y con nueva lectura de la carta de éste citada en el capítulo anterior. Instado por mí a mostrarme el documento ofrecido, me llevó al archivo de la Catedral; pero solamente me
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mostró numerosas partidas de entierro ninguna de las cuales hablaba de embalsamamiento, y luego me llevó al Archivo Nacional. En el Archivo Nacional, Perera me mostró únicamente e1 documento del Dr. Vargas a propósito de las aldabillas de plata mencionadas en el capítulo anterior y dos recibos en los cuales dichos artefactos son simplemente denominados “piecesitas de plata” por el estudiante Manuel María Alvarado, quien los aplicó, y por el obrero Bonifacio Landaeta, quien los fabricó.
Yo— “Estas vagas denominaciones de “piecesitas” parecen destruir la tesis de Ud. acerca de la falta de agujeros artificiales en aquel cráneo, pues, permiten suponer que el Dr. Vargas se ‘valiera de simples ganchos o aros para armar el cráneo a través de los grandes agujeros naturales: fosas nasales y agujeros cigomáticos; y eso es lo más verosímil porque no se trataba de un cráneo que debía quedar desarmable para la enseñanza anatómica, sino de uno que debía quedar en la tumba”.
Dr. Perera— “Pero Ud. asegura que aquel agujero es artificial!”
Yo— “Sí; pero hago una conjetura para el caso de que no hubiese agujero alguno. Además, quien hizo aquel agujero ha podido desistir de hacer los otros por haberle luego parecido más conveniente y fácil el sistema de ganchos o aros de que acabo de hablarle”.
“En 1930 propuse al Ministerio de Relaciones Interiores hacer un estudio antropológico de los restos del Libertador, prepararlos convenientemente contra la acción del tiempo, y colocarlos en una urna de cristal para que pudieren ser contemplados en los días de fiestas nacionales; y en 1942 me dirigí en iguales términos al Ministerio de Guerra y Marina del cual yo dependía como Jefe del Servicio de Sanidad Militar. En ambas ocasiones fue rechazado aquel proyecto que, no obstante ser justificable, no correspondía a una necesidad ingente; pero hoy el patriotismo reclama urgentemente la abertura de esa urna porque hay razones impresionantes para dudar de su contenido”.
Dr. Perera— “,Pero es decir que Ud. cree todavía, doctor, Ud. está convencido de que ése es el cráneo del Libertador?”
Yo— “Afirmo que puede ser. Y Ud. ¿qué empeño tiene en
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que eso no puede ser? ¿Cómo sabe Ud. quién está en la razón?” Dr. Pecera— “Ah, cómo no! Esa es una cosa que la da la práctica. Yo en el primer momento creí que Ud. pudiera tener razón; pero después me he puesto a consultar la historia, a pensar y considerar. Es que Ud. no está acostumbrado a estas cosas. Cuando uno se dedica a consultar papeles viejos y a registrar archivos, adquiere una práctica, un sentido especial, una lógica Segura que no le permite equivocarse”.
Yo— “No es posible aceptar esa infalibilidad. Mientras esa urna no sea abierta no se sabrá si está en ella el cráneo del Libertador. Algún motivo pasional impide a Ud. convenir en una averiguación tan lógica y tan patriótica. Siquiera por la emoción de ver esos restos debería Ud. alegrarse de que, no por curiosidad sino por legítimo motivo, fuere abierta esa urna Cuando yo veo ese cráneo y lo siento en ruja manos, me emociona la simple idea de que puede ser el del Libertador; y pasan por mi mente Junín, Boyacá, el abrazo de Morillo, el fusilamiento de Piar, el juramento en el Monte Sacro, aunque es una simple patraña de Simón Rodríguez”.
Ya fastidiado dije a Perera: “Por fin, ¿me muestra Ud. o no el documento del embalsamamiento de Juana Bolívar?”. Entonces Perera fue a buscar ese documento y yo dije al Dr. Rafael Saint Ellis, Oficial del Archivo: “Cuando vuelva pregúntele, como cosa de Ud., si él cree que es artificial el agujero que hay en el cráneo, en una ala del esfenoide”. Formulada luego dicha pregunta, Perera respondió: “Eso no está claro. Evidentemente no es un agujero natural del cráneo, pero no es necesario que sea artificial porque puede deberse a alguna causa natural después de la muerte”. Perera luego me dijo. “No es aquí donde está el documento. Vamos a la Academia de la Historia!”
En la Academia de la Historia, Perera me mostró un folleto manuscrito de Manuel Landaeta Rosales titulado “La Capilla de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas” y en el cual una nota dice esto: “El 17 de marzo de 1847 murió en esta ciudad doña Juana Bolívar, hermana del Libertador y al día siguiente se la sepultó embalsamada en la bóveda de la Capilla de la Santísima Trinidad como se ve de la partida de entierro libro XXXV, folio 7. La embalsamó el Dr. Eliseo Acosta”.
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Al final de aquel folleto Perera me mostró además un ro. corte de “El Nuevo Diario”, edición N.° 2142, en el cual Landaeta Rosales también dice que fue embalsamado el Gral. Diego Ibarra, edecán y pariente del Libertador.
Yo— “Ahora comprendo la renuencia suya para mostrar ese documento. Esas afirmaciones no están acreditadas por testimonio alguno de evidencia, sino simplemente por Landaeta Rosales quien ni siquiera podría valer como testigo, pues tendría a lo sumo un año de edad cuando murió Juana Bolívar y cinco cuando murió el Gral. Ibarra”.
Dr. Perera— “Pero, naturalmente, doctor! Es lo que le digo: que estas cosas requieren mucho hábito para poderlas interpretar. Landaeta Rosales refiere ahí cosas que oyó decir, pero desde el momento en que las dice es porque son ciertas”.
Yo— “Para un asunto tan transcendental como éste no bastan referencias indirectas. Landaeta Rosales ha debido citar actas originales de los embalsamadores. Ni siquiera las respectivas partidas de entierro que me han sido mostradas por Ud. en el Archivo de la Catedral, aluden en forma alguna a embalsamamiento”.
Dr. Perera— “Pero entonces ¿qué entendería Landaeta Rosales por embalsamamiento?”
Yo— “Lo que entendemos hoy, pero en su imaginación para esos dos cadáveres. Sería ilógico, más aún para esa época, suponer el embalsamamiento de cadáveres cuyos entierros no habrían de demorar más de 48 horas. El entierro de doña Juana demoró 24 horas, y el del Gral. Ibarra seguramente demoró mucho menos de 48 horas porque, según la respectiva partida, fue efectuado el 31 de mayo de 1852 y la muerte había ocurrido el 29 de ese mismo mes”. Dr. Perera— “Pero ¿cómo es posible negar lo que dice una autoridad como Landaeta Rosales?”
Yo— “Y ¿cómo es posible negar la posibilidad de que haya pertenecido al Libertador ese cráneo autopsiado hallado en una cripta saqueada donde estuvo el cráneo autopsiado del Libertador?”
Dr. Perera— “Yo lamento mucho no estar de acuerdo con Ud., pero estas pruebas que le acabo de mostrar, para mí son evidentes”.
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Yo— “Pero para mí no. Landaeta Rosales fue un simple cronista de afición; ni siquiera sabía escribir, y daba tanta fe a lo que veía como a lo que oía. Fíjese en esta incongruencia: él habla del embalsamamiento del Gral. Ibarra aquí en este recorte de periódico incorporado al folleto; pero en este mismo, en esta nota escrita de su puño y letra, habla del entierro de dicho General sin alusión alguna a embalsamamiento”.
Dr. Perera— “Pues a mí no me queda la menor duda de esos embalsamamientos: así como también le digo honradamente que yo también pensé que Pedro Briceño Méndez, sobrino político del Libertador, hubiera sido embalsamado porque murió en Curazao; pero me he puesto a buscar y lo más que he encontrado es una partida que simplemente habla de unas honras fúnebres que se le hicieron en la Catedral. No se sabe si sus restos fueron repatriados y por eso pienso que quizás sería posible mandar a Curazao una comisión para que haga esa averiguación”.
CAPITULO X
TERCERA SESIÓN DE LA COMISIÓN
A las nueve de la noche del día 13 de febrero de 1947, nos reunimos en la Cámara del Senado: los miembros de la Comisión; el Dr. Santos Dominici; el Dr. José Manuel Padilla; el Jonás Barrios; el Dr. Antonio Requena; el Dr. Félix Angulo Ariza; el Mayor Alberto Paoli Chalbaud; el señor José Nucete Sardi; el señor José María Cruxent, quien presumía de antropólogo; los Excmos. Embajadores: Fabio Lozano y Lozano, (1nmh Antonio Alberto Valdez, de Panamá; Ricardo Boza, del Perú; Manuel Cabeza de Vaca, del Ecuador; Luis Felipe Lira .Girón, de Bolivia; y yo.
El cráneo, después de mostrado a los presentes fue entrega por el Dr. Blanco al Dr. Requena y al Señor Cruxent para presunto estudio antropológico.
El Dr. Blanco hizo la presentación de los Excmos. Embajadores y los enteró del motivo de aquella reunión; ratificó su opinión emitida durante la sesión del día 5, reseñada en el Ca
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pítulo VIII, acerca de la abertura de la urna del Libertador, y cedió la palabra al Dr. Perera.
El Dr. Perera pronunció un discurso enervante acerca de la cripta de la familia Bolívar y acerca de los restos del Libertador desde su exhumación en Santa Marta hasta su traslado al Panteón Nacional. Habló de los embalsamamientos de Josefa Tinoco, Juana Bolívar y Diego Ibarra, sin aducir pruebas mejores que las ya mencionadas en los Capítulos VIII y IX: leyó nuevamente la carta del Dr. Lecuna y citó el folleto de Landaeta Rosales. Imputé vicio de nulidad a aquellos testimonios por el carácter ridículamente acomodaticio de la carta de Lecuna y por la incompatibilidad circunstancial de las afirmaciones de Landaeta Rosales según yo había manifestado a Perera.
Respecto de Josefa Tinoco el Dr. Perera añadió lo siguiente: en uno de los nichos apareció una tabla con un letrero que dice: “Pertenece a Fer. B.”; es decir, pues, esas iniciales son de Fernando Bolívar. Pero no puede ser Fernando Bolívar por. que él está enterrado en el Cementerio General del Sur. Esta tabla, pues, no puede ser de la urna de Fernando Bolívar por. que. como acabamos de ver, él, esto es, Fernando Bolívar está enterrado en el Cementerio General del Sur. Fernando Bolívar no está, pues, enterrado en esta cripta. Por consiguiente, esto es fácil deducirlo, esa tabla no perteneció, ese letrero significa que esa tabla no es de la urna de Fernando Bolívar sino de la de Josefa Tinoco a la cual su hijo no quiso ponerle su nombre porque él era hijo... Fernando Bolívar no era hijo legítimo y por tanto, seguramente, le daría vergüenza poner el nombre de su madre y prefirió poner el suyo propio en abreviatura como dice en esa urna “Pertenece a Fer. B.”.
Eso es lo que podemos deducir de esa tabla”. No hubo comentarios para aquella cómica conjetura del médico historiador; pero cabe aquí recordar, en honor al amor filial, que Fernando Bolívar no se avergonzó de su madre, pues en la primera tumba de ella, en el Cementerio de los Hijos de Dios, él hizo colocar una lápida cuya inscripción decía así: “A la memoria de la señora Josefa Tinoco dedica esta lápida su hijo Fernando 5. Bolívar”.
Yo— “La historia y los historiadores cuando no se acreditan con hechos objetivos o con documentos adecuados a las circuns
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tancias y a la lógica, pueden engañar sinceramente o tendenciosamente. En nuestra breve historia sobran ya patrañas: ahí está la casa del Libertador, de la cual apenas pueden quedar el terreno y dos o tres paredes; ahí está una cama anónima con un letrero según el cual nació en ella el Libertador. Y de esa cama circularon estampillas!”
Embajador de Panamá— “Señores, este asunto me ha sor prendido extraordinariamente porque yo presumía que la veneración de los venezolanos por Bolívar había sido siempre un culto casi religioso. Cuando yo vi en la prensa las primeras noticias acerca de una profanación de los restos del Libertador, quedé desconcertado; pero creí que prontamente serían desvirtuadas. Francamente no creí que el asunto alcanzara estas pro. porciones”.
Yo— “Desgraciadamente tan lógica presunción de orden moral no se aviene con los hechos ni con las condiciones de la humanidad. Recuerdo al Sr. Embajador que en muchos sectores sociales fue grande el odio contra el Libertador. El Dr. Vargas cuando fue Presidente de la República no quiso traer esos restos por temor a ese odio. El Congreso de Valencia proscribió de todo el territorio de la Gran Colombia al Libertador, lo vilipendió, y ensalzó a quienes habían querido asesinarlo en Bogotá”.
Dr. Perera— “Quiero hacer una nueva consideración. En la cripta hay un letrero escrito con pésima ortografía que dice así. Es un letrero escrito con carbón en el cual, en esa pared, dice así ese letrero: “Yacen aquí los restos de los que merecen flores patrióticos. 1882”. La ortografía es muy mala: “yacen” está con “Li” y “honores” sin “h”. Ese letrero, pues, quiere decir que, probablemente, fue escrito por unos albañiles. En cuanto a los restos que estaban tirados en el suelo, es muy difícil saber lo que pasó ahí. Seguramente esos albañiles, sin intención de profanación, los sacarían de los nichos y después los dejarían en el suelo. Es de suponer, pues, que la violación de esos nichos no ocurriera antes de 1882. El nicho de María Antonia Bolívar está cerrado y el hecho de estar cerrado ese nicho, es decir el de María Antonia Bolívar, indica que el que entró ahí a violar los nichos no lo quiso abrir porque le pareció muy reciente y seguramente esa persona que entró a la cripta no quiso abrir
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ese nicho porque le parecería que fuera reciente y temió que el cadáver estuviera todavía en descomposición”.
Naturalmente, tan graciosísimas conjeturas del médico historiador no requerían discusión: María Antonia Bolívar había sido sepultada en 1842. Desde lo hondo de aquel nicho cuarenta años contemplaban a Perera!
Dr. Caldera— “Seguramente esos individuos que entraron a la cripta comenzarían a abrir los nichos y no tendrían tiempo de abrir el de María Antonia. Y esa violación no puede haber ocurrido sino durante algún trabajo de albañilería, porque de lo contrario no hubiera sido posible disimular el ruido que producirían al abrir los nichos”.
Yo— “Las consideraciones y opiniones expresadas hasta ahora, no aportan luz alguna y a veces apartan del tema en cuestión. Todos los historiadores juntos no podrían destruir la significación del hecho material que nos ocupa sino con el hallazgo de otro hecho que por igual naturaleza se le oponga. Los restos del Libertador, cuyo cráneo fue autopsiado, yacieron durante muchos años en una cripta que ha aparecido violada e ignominiosamente profanada; por tanto, aun si mil cráneos autopsia dos aparecieren allí, mi sospecha quedaría en vigor sustentada por la milésima parte de las probabilidades; pero uno solo ha aparecido y ha fracasado el empeñe de demostrar que otro semejante lo ha acompañado en aquel lóbrego recinto”.
“Si mi sospecha fuere debidamente desvirtuada, mediante la abertura de la urna del Libertador, único recurso de evidencia, la incomprensión y la inquina, ya asomadas en disfraz sentimental, se cernirían sobre mí; pero yo las arrostraría con valor igual al requerido para no haber consentido en gravar a mi conciencia con los remordimientos de un encubridor”.
Dr. Blanco— “Yo creo que es necesario proceder a esa inspección de que habla el Dr. Izquierdo. Ninguna consideración, ningún argumento histórico, podría bastar para calmar la duda, la excitación y la angustia suscitada por este asunto. Diariamente recibo numerosas cartas. Hoy he recibido una de Cuba en la cual se trasluce el espíritu de leyenda o de especulación. Hoy he recibido no menos de seis cartas con motivo de este acontecimiento. A veces son cartas serias y ajustadas a los hechos, pero otras denotan intereses espectaculares o de escándalo”.
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“Yo creo francamente que el Dr Izquierdo ha cumplido con sus deberes de patriota y de profesional y que de ningún modo puede ser objeto de inquina aunque ‘os restos del Libertador aparezcan completos en su urna. El Dr. Izquierdo fue llamado a aquella cripta y se encontró con aquel cráneo que necesariamente tenía que atraer su atención. Quizás podría pensarse que lo patriótico hubiera sido guardar silencio para evitar escándalo; pero él, precisamente, por sus sentimientos de patriota y de amor al Libertador, creyó que era su deber denunciar aquel hecho y lo denunció. Además debemos tener en cuenta que estaba de por medio su seriedad profesional”.
Dr. Perera— “Antes de seguir adelante yo quiero hacer algunas consideraciones más que destruyen la tesis del Dr. Izquierdo. Respecto al sexo de ese cráneo, hay que observar, que, aun cuando el Dr. Izquierdo afirma que es un cráneo masculino, no es posible pronunciarse categóricamente; por tanto no es posible decir con seguridad el sexo, es decir, si ese cráneo es masculino o femenino. En consecuencia no hay seguridad, pues, como lo ha dicho el Dr. Izquierdo, que ese cráneo es de un hombre. El Dr. Arturo Guevara, consultado por la Academia de la Historia, en un informe presentado a esta Academia, dice que eso es imposible. Dice el Dr. Guevara, en ese informe, que es imposible saber si un cráneo es de hombre o de mujer. El Dr Guevara, naturalmente, para poder decir esa afirmación, ha consultado numerosos autores de antropología y por consiguiente él cita a esos autores y concluye de sus estudios, después de haber consultado a muchos textos de antropología, que no es posible demostrar que un cráneo sea de hombre o de mujer”.
Yo— “Las dificultades para tal identificación son excepcionales después de la infancia y se refieren solamente a quienes durante su vida las presentan en sus rasgos fisonómicos y aun en las formas generales del cuerpo. Hay hombres de aspecto femenil y viceversa; pero tales inversiones no revisten caracteres absolutos sino de modo extraordinariamente excepcional, pues los grados extremos de desarrollo de algunos elementos son indicios respectivamente atributivos del sexo. Un bigote rudimentario, por ejemplo, puede ser de hombre o de mujer; pero completamente desarrollado, como diez centímetros, jamás podrá ser de mujer. Igual consideración conviene a algunos elementos osteológicos que, completamente desarrollados, indican
EL CRANEO DEL LIBERTADOR 41
indubitablemente sexo masculino como ocurre en este cráneo”. El Dr. Requena y el Sr. Cruxent manifestaron que ya habían terminado sus observaciones antropológicas, por lo cual el Dr. Blanco los excitó a exponerlas:
Dr. Requena— “Podemos decir que este es un cráneo masculino porque, aunque a veces puede ser difícil esta identificación y éste es un cráneo incompleto, aquí hay unos caracteres muy marcados del sexo masculino, por ejemplo: las apófisis mastoides, aunque están carcomidas en gran parte, revelan haber tenido fuerte desarrollo, es decir haber dado inserción a músculos fuertes como corresponde a un hombre; este ángulo naso frontal es muy pronunciado, sumamente pronunciado, del tipo llamado en “ensilladura”; los malares son muy robustos; los rebordes orbitarios son fuertemente marcados e igualmente las crestas superficiales. Podemos decir también por lo que se refiere a los índices nasal y orbitario, que este cráneo perteneció a un individuo de raza blanca”.
“En cuanto a la edad nos es muy difícil pronunciarnos porque falta la bóveda que es la parte donde están las principales suturas cuyo grado de osificación permite decir si se trata de la edad madura o de la ancianidad. Sin embargo, aquí en el frontal se ve muy claramente la sutura metópica y esta sutura jamás puede llegar normalmente a la ancianidad, pues generalmente desaparece antes de llegar a la adolescencia”.
Yo— “Las suturas de la gran ala del esfenoide con el frontal y con la escama del temporal, son perfectamente visibles, no revelan siquiera un comienzo de sinostosis; por tanto ese cráneo no puede haber pertenecido a un anciano, ni siquiera a un hombre de sesenta años”. Dr. Requena— “Se puede decir que este cráneo ‘corresponde a la edad madura. Respecto del agujero que aparece en la gran ala del esfenoide, del lado izquierdo, es un agujero natural y es ciego, como de dos milímetros de diámetro. Lo hemos estudiado con la iluminación y hemos comprobado que no sale al otro lado del hueso; y con una sonda hemos comprobado que da a un trayecto como de cinco milímetros de profundidad y dirigido oblicuamente hacia arriba y hacia adelante”.
Yo— “Respecto de ese agujero, que jamás podría ser de trasmisión, sino de nutrición, yo opino que es artificial; sería vanamente buscado, aun en los mejores museos, un agujero un
DR. JOSE IZQUIERDO
tricio craneano de ese diámetro. Difícilmente los agujeros nutricios de primer orden, aun en los huesos largos. tienen ese diámetro. No se comprende anatómicamente cual vaso, cual nervio, pasaría por ahí. Además su contorno es muy nítido, como producido por un taladro; y eso no corresponde a los agujeros nutricios; aun los mayores son biselados o sesgados en la propia abertura, de tal modo que es posible adivinar la dirección fundamental de los respectivos canales sin necesidad de iluminarlos”.
Dr. Caldera— “,Ud. cree posible, Dr. Requena, que en ese cráneo hayan sido fijadas aldabillas?”
Dr. Requena— “Yo no sé; no puedo asegurar eso”. Yo— “Pero hay elementos suficientes para responder concretamente a esa pregunta”.
Dr. Requena— “No sé... es que no me gusta dar opinión sino concretamente de lo que veo”.
Yo— “Precisamente: Ud. ve que en ese cráneo faltan pedazos de las sienes, principalmente del lado derecho, y la es cama occipital; sitios donde han podido estar fijadas tres aldabillas, es decir un número más que suficiente para mantener en posición normal la bóveda y la base. Ud. debe responder “sí” o “no” a la pregunta del Dr. Caldera. Haga el favor de decir si es posible o imposible que en ese cráneo hayan sido fijadas tales aldabillas!” Dr. Requena— “Sí es posible”.
Yo— “Es posible que los artefactos aplicados por el Dr. Vargas al cráneo del Libertador, para mantener en posición normal la bóveda y la base, fueran unos ganchos o aros pasados por las fosas nasales y por los agujeros cigomáticos; y ello es tanto más verosímil cuanto tales artefactos son simplemente llamados “piecesitas”, en sendos documentos, por el estudiante Alvarado, quien los aplicó, y por el obrero Landaeta, quien los fabricó. Consiguientemente, aun si este cráneo estuviese completo y sin agujero alguno artificial, sería siempre razonable mi sospecha de que es el del Libertador”.
Dr. Caldera— “Yo estoy convencido de que los restos del Libertador están en su urna; pero si abriéramos esa urna y en ella no aparecieran los restos, eso nada probaría en favor de la sospecha del Dr. Izquierdo, pues, han podido reducirse a
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
polvo y desaparecer por obra del tiempo. Ya el Dr. Vargas cuando los vio encontró que algunos huesos habían desaparecido”. Dr. Requena— “Eso no, porque yo estoy cansado de encontrar huesos antiguos, de siglos, perfectamente conservados. Una vez recogí muchísimos cráneos bien conservados, a pesar de la humedad, en un terreno inmediato a la Laguna de Valencia. Los huesos del Libertador deben estar en buen estado excepto aquellos de la mano y del pie que fueron articulados por el Dr. Vargas con cera, porque esta sustancia favorece la desintegración del tejido óseo”. También otros médicos allí presentes refutamos aquella hipótesis del Dr. Caldera.
Yo— “Recordemos aquel color amarillo claramente visto en este cráneo durante la primera sesión, el día 2 de febrero, y que se transmitía por frotamiento a un algodón mojado en éter”. Dr. Requena— “Esa puede ser una mancha producida de manera natural por alguna sustancia ferruginosa”.
Yo— “Eso es poco verosímil para huesos depositados en un recinto de mampostería”.
Pbro. Pulido Méndez— “Ese cráneo debe estar allá dentro de su urna. Recordemos que el Dr. Briceño Iragorri vio esa urna en 1930 y comprobó en ella una abolladura que indica que ahí está el cráneo. Y eso es fácil de explicar porque esa urna está inclinada y por tanto la lámina de plomo se ha aplicado por su propio peso sobre el cráneo”.
Dr. Blanco— “Eso tampoco sería prueba, porque el cráneo ha podido ser sacado y dejar ahí esa abolladura”.
Yo— “Esa hipótesis del Dr. Briceño, refrendada por el Pbro. Pulido, no parece lógica, pues, la hoja de plomo no puede haber tenido la habilidad de amoldarse al cráneo aun si fuese tan delgada como esos papeles metálicos de algunos cigarrillos; y si esa urna fuese así tan delgada no hubiera sido posible movilizarla sin que se desbaratara. Yo vi esa urna el año 30, en el suelo de un cuarto del Panteón, donde fue puesta para luego ser colocada en una urna de bronce, y no observé en ella abolladura alguna”.
Dr. Blanco— “Esta sería la ocasión de hacer por suscripción nacional una urna de otro metal más digno del Libertador. También si encontráramos ahí el cráneo aserrado por Reverend se
DR. JOSE IZQUIERDO
podría sacar un molde de la cavidad para reproducir la forma del cerebro”.
Yo— “Es lástima que Reverend no dejó una descripción anatómica de los huesos del Libertador ni se ocupó de pesar el cerebro y reseñar su morfología. El ni siquiera era médico, pues se decía doctor de la Facultad de París y su nombre no aparece en los libros de ésta. En el curso de seis días aplicó seis vejigatorios al Libertador, lo cual le ocasionó la muerte por cantaridismo agudo según se colige de los boletines de la enfermedad y del de la autopsia. El Dr. Rodrigo Chacón, médico colombiano, ha sido el primero en llamar la atención acerca de tan funesto suceso que de ningún modo debe afectar a la veneración y al respeto de las naciones bolivarianas hacia Reverend, pues él asistió al Libertador dentro del radio de sus aptitudes con cariño y abnegación filiales. No debe extrañarnos la deficiencia de Reverend, pues el Dr. Vargas, a pesar de que era sabio y profesor de Anatomía, no se preocupé de la debida información osteológica acerca del Libertador. Si el Dr. Vargas hubiera dejado esa información, tendríamos hoy datos de valor absoluto para resolver el problema que nos ocupa”.
Dr. Caldera— “Yo creo que nada ganaríamos con abrir esa urna del Libertador, puesto que los huesos según dice el Dr. Izquierdo no podrían ser identificados. Ya Uds. ven que él mismo dice que el Dr. Vargas no dejó los datos necesarios para esa identificación”.
Dr. Perera— “Voy a hacer una observación más. La entrada a la cripta por el lado sur no era una entrada como lo ha publicado el Dr. Izquierdo, sino que esa entrada era un simple ventiladero que daba a un viejo cementerio y que estaba cerca da por una fuerte reja, que no era una entrada sino que estaba cerrada por esa fuerte reja, que todos hemos visto; y por consiguiente por ahí no se podía entrar como lo ha afirmado el Dr. Izquierdo, sino que simplemente era un ventiladero y por ahí han podido ser lanzados algunos huesos como por ejemplo los huesos de animales encontrados por el Dr. Izquierdo ahí en esa cripta; y todos esos huesos encontrados por el Dr. Izquierdo en el suelo, no estaban así sino que estaban amontonados junto a esa reja que cerraba al ventiladero como hemos dicho y que fue después que los arrastraron hacia el fondo de la cripta”.
Dr. Blanco— “Por lo menos ese cráneo no ha podido pasar
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
por esa reja, porque eso lo comprobamos cuando visitamos la cripta”.
Dr. Perera— “La entrada a la cripta por el lado de la Ca. pillo de la Santísima Trinidad, no estaba cerrada por una simple tabla como también lo ha dicho el Dr. Izquierdo; sino que además, encima de esa tabla, la entrada estaba cerrada por una losa que estaba colocada encima de la tabla a que se refiere el Dr. Izquierdo. Y cuando Monseñor Navarro entró por ahí el año de 1930, para poder entrar le dijo a los albañiles que trabajaban ea la colocación del monumento a los padres y esposa del Libertador, Monseñor Navarro le dijo a esos albañiles, que le avisaran cuando hubieran levantado aquella losa para poder entrar”.
Yo “Esa observación no se relaciona con la posibilidad o, mejor dicho, con la seguridad de que algún extraño entró a esa cripta que ha aparecido saqueada”.
Dr. Dominici— “Señores! Yo insisto en que no queda más camino sino abrir esa urna allá en el Panteón para saber si en ella está o no está lo que debe estar, hasta ahora no hemos hecho sino perder el tiempo. Para destruir un hecho hay que buscar el hecho contrario. Mientras estemos aquí con discursos, opiniones personales y consideraciones históricas, no haremos sino perder el tiempo”.
Dr. Lander— “Podemos abrirla ahora mismo. Si quieren vamos ya. Yo tengo aquí los hierros necesarios”.
Dr. Blanco— “La Comisión está facultada por la Junta Revolucionaria de Gobierno para abrir la urna. Aquí están las llaves enviadas por la Junta. En el Panteón nos esperan. Aquí está el Mayor Paoli Chalbaud enviado por l Ministerio de Defensa Nacional con instrucciones para montar una guardia permanente mientras hagamos la averiguación necesaria y la urna quede definitivamente cerrada. Pero antes de que nos decidamos a ese paso trascendental, yo quiero preguntar si no dispondrá la ciencia de algún procedimiento para examinar por dentro esa urna sin necesidad de abrirla”.
Yo— “Ya hemos hablado de los rayos X y hemos dicho que éstos no atraviesan el plomo; además se necesitaría de una instalación difícil de hacer”.
Dr. Requena— “Podríamos quizás utilizar uno de esos aparatos para examinar las cavidades orgánicas, por ejemplo 1JIS
DR. JOSE IZQUIERDO
citoscopio; pero eso no daría resultado porque el campo de visión es muy limitado; podríamos decir: aquí está un hueso, pero no qué hueso es porque apenas veríamos una zona muy pequeña en el espejito”.
Dr. Caldera— “Yo no creo que haya motivo suficiente para que nos decidamos a abrir esa urna. Eso sería dudar de una verdad consignada por la Historia y por consiguiente también se podría dudar de lo que nosotros dijéramos después de abierta la urna. Si mañana aparece en la Catedral de Santa Marta un cráneo autopsiado cualquiera podría decir también que ese es el cráneo del Libertador”.
Dr. Medina Febres— “Yo apoyo la opinión del Dr. Caldera, pero creo que podríamos abrir la urna de bronce solamente y examinar por fuera la de plomo”.
Embajador de Panamá— “Yo creo que no debemos tocar esa urna; porque si lo que ella encierra es un mito, ese mito debe ser conservado. Además si dudamos de la palabra de nuestros antepasados la posteridad podrá también dudar de la nuestra”.
Yo— “Se puede dudar de crónicas o de las palabras de simples individuos; pero jamás se podría dudar de la palabra de un grupo grande como este, oficialmente pronunciada y autenticada”.
Embajador del Perú— “Yo creo que ha llegado el momento de decidir si se abre o no esa urna; pero, si se la abre, me parece que eso debe ser públicamente y no privadamente como 4sería ahora: porque se trata de los restos de nuestro Libertador y la expectación que hay es universal”.
Embajador de Colombia— “Yo creo que esa resolución tan trascendental corresponde solamente a los venezolanos o a las autoridades que los representan; pero, puesto que hemos sido gentilmente invitados para esta deliberación, quiero dar mi opinión concretamente. En caso de abrir esa urna todo debe estar listo para dejarla definitivamente cerrada después de concluida la averiguación deseada; y eso no debe ser hecho a la ligera ni misteriosamente. A estas horas, de improviso y casi en secreto, me parece que ese acto podría ser imprudente. Se trata de un acto trascendental que no debe dejar asidero alguno a la duda o a la leyenda. Eso debe ser realizado con toda preparación y solemnidad porque la precipitación podría dar asidero
EL GRANEO DEL LIBERTADOR
a la leyenda que es hermana y quizás la hermana mayor de la Historia”.
Era ya la una de la noche. Somnolentes y aburridos por tan. tos discursos, acogimos complacidos la acertada insinuación de los Excmos, Embajadores del Perú y de Colombia, y confiamos en que la abertura de la urna quedaría simplemente diferida y en que a ese acto concurriríamos todos quienes en esa noche habíamos deliberado; pero de improviso el Dr. Blanco dio a entender que renunciaba a este propósito y que habían terminado aquellas deliberaciones preliminares:
Dr. Blanco— “Entonces, señores, lo mejor es que la Comisión presente su informe a la Asamblea Nacional Constituyente y que ésta se encargue de la decisión final”.
El Dr. Blanco no dio noticia alguna acerca de la consulta cablegráfica al Dr. Zumeta, decidida en la sesión reseñada en el Capítulo VIII.
Propuse tomar fotografías de aquel cráneo; pero eso no fue aceptado porque el Dr. Requena y el Sr. Cruxent dijeron que la fotografía no podía dar resultado tan exacto como un trazo obtenido por ellos con un aparato llamado “Isopantógrafo”, trazo que después fue utilizado por el Dr. Lecuna para una mendaz refutación a mi denuncia. (Boletín de la Academia de la Historia. Tomo XXX, eneromarzo de 1947, núm. 117).
El cráneo fue repuesto en su caja con un paquete contentivo de las piezas esqueléticas que en la cripta le habían sido adjuntadas por exigencias del Dr. Lecuna. La caja fue ligada y sellada con papel en el cual estampé el siguiente letrero: “Esta caja contiene el cráneo autopsiado hallado en la cripta de la familia Bolívar y un paquete de huesos que no interesan”. Por exigencias del Dr. Perera añadí a aquel letrero, después de la palabra “interesan”, las palabras “para el caso en discusión”. Todos los presentes firmamos bajo de aquel letrero excepto el Dr. Caldera quien juzgó inadecuado el concepto de “no interesan”.
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CAPITULO XI
FALSO PROPÓSITO
La Academia de la Historia, en carta del 10 de febrero de 1947, firmada por su Secretario el Dr. Mario Briceño Iragorri, me interrogó acerca de varias particularidades respecto del cráneo en cuestión: sexo, edad, orificios artificiales, y significación del orificio que aparece del lado izquierdo cerca del corte de sierra. Contesté a esa Academia con mis opiniones respectivamente expresadas en el capítulo anterior, y adicional. mente la informé acerca de la mancha amarilla comprobada en el interior de las órbitas.
El final de aquella carta dice así. “Cúmpleme dejar constancia de que la gravedad y trascendencia que para todos los venezolanos tiene el esclarecimiento de estos hechos, nos impone el deber insoslayable de juzgar con entera sinceridad y responsabilidad patriótica el presunto caso, a cuyo conocimiento se ha avocado la Academia de la Historia animada del más vivo deseo de que la verdad, así fuere la más cruda, sea puesta en claro de una manera definitiva”.
Personalmente el Dr. Briceño Iragorri y el Sr. Andrés Ponte, quien también era miembro de aquella Academia, me manifestaron que ellos optaban por abrir la urna del Libertador; y, además, el Sr. Ponte me informó acerca de una discusión poco grata que con tal motivo fue promovida por el Dr. Lecuna durante una sesión. La Academia de la Historia, en Oficio enviado por su Director, Monseñor Nicolás E. Navarro, al Dr. Andrés Eloy Blanco, transcribe un informe cuyo último párrafo dice así: “De lo expuesto se desprende que no hay indicios de que las reliquias del Libertador no se hallan, salvo la consumación producida por el tiempo, en el estado en que las dejó arregladas el Dr. Vargas el año 1843, y, además, que tampoco existen pruebas de que la base de cráneo hallado corresponda a un cráneo en cuyo arreglo se hubiesen usado aldabillas o broches”. Tal informe está firmado por el Sr. Andrés Ponte, por el Dr. Briceño Iragorri y por el Dr. Perera, quienes para justificar la conclusión
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
repiten la consabida historia de los restos del Libertador desde su llegada a Caracas hasta su traslado al Panteón Nacional y, además, aducen los siguientes contumaces argumentos: 1.º— “Que de las crónicas nacionales y de la tradición del pueblo de Caracas no se deduce indicio alguno de que hubieran sido profanados los restos del Libertador”; 2.°— “Que según algunas personas idóneas no hay uniformidad de criterio respecto del sexo y de la edad de la persona a quien perteneció el cráneo en cuestión ni aparecen en él las huellas correspondientes a broches o aldabillas”; 3.°— “Que de los Archivos de la Iglesia Metropolitana consta que en la cripta de la familia Bolívar fueron enterradas algunas personas las cuales, según datos de Landaeta Rosales y noti1as de la tradición, fueron autopsiadas o embalsamadas además del Libertador”; 4.°— “Que respecto del agujero que aparece en el lado izquierdo del cráneo, los doctores Arturo Guevara, Ambrosio Perera, Antonio Requena y Pablo Izaguirre, y el Sr. José María Cruxent niegan que pueda ser explicado por maniobras artificiales realizadas con motivo de una autopsia”.
Para juzgar de tales argumentos ya tiene el lector datos suficientes; pero cabe hacer notar aquí lo siguiente: 1.°— Solamente por demencia podría un médico atribuir aquel agujero a maniobras de autopsia; 2.°— Guevara y Perera en sesión del día 5 de febrero, reseñada en el Capítulo VIII, quisieron explicar aquel agujero mediante hipótesis risibles, principalmente la de Guevara, que denotan haberlo creído anatómicamente inexplicable aun por anomalía y haber cambiado de opinión cuando se sintieron consolados por la de Requena y de Cruxent; 3.°— La auténtica opinión de Izaguirre fue consignada en estos términos: “Ese orificio no corresponde a una disposición anatómica normal; podría tratarse de una anomalía; menos probablemente de un deterioro; pero en todo caso no obedece “necesariamente” a una intervención hecha ex profeso”. La palabra subrayada, “necesariamente”, afirma implícitamente la posibilidad de tal intervención.
En su informe a la Academia de la Historia el Dr. Izaguirre dice además lo siguiente: 1.°—— “La presunción mejor fundada es que se trata de un cráneo masculino”; 2.°— “Ese cráneo perteneció a un sujeto mayor de 25 años y menor de 60, salvo anormalidad excepcional”; 30 “Aun cuando el contorno de la base
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presenta algunos deterioros, mi opinión es que el cráneo estudiado no fue objeto del tratamiento que hace suponer el uso de aldabillas o broches”; 4.— “El haber encontrado un cráneo aserrado en la cripta de los Bolívar en medio de sepulcros violados, fundamenta con mucha lógica la presunción de que pudiera ser éste el cráneo del Libertador, Lo principal y trascendental es “demostrar” que éste “no es” el cráneo de] Libertador y no veo otro procedimiento para ello que el de comprobar si el cráneo del Padre de la Patria reposa realmente en la urna del Panteón”.
La opinión de Izaguirre respecto del “tratamiento que hace suponer el uso de aldabillas o broches” es inadmisible porque se inicia de modo adversativo que reclama una razón y no una simple suposición para justificar la negación final. Las zonas deterioradas implican, precisamente, posibilidad de que hayan sido empleados tales artefactos.
Colígese de este capítulo que la Academia de la Historia faltó mendazmente a su propósito de que “la verdad, así fuere la más cruda, sea puesta en claro de una manera definitiva”.
CAPITULO XII
GESTIÓN ANTE LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE
El día 25 de febrero de 1947 dirigí a la Asamblea Nacional Constituyente un Oficio que fue publicado el día 28 del mismo mes en los diarios “El Heraldo” y “El Universal”, y en el cual yo pedía la inspección interior de la urna cineraria del Libertador; exponía la mentalidad de mis opositores mediante la citación de sus más conspicuos argumentos; y citaba las palabras del Dr. Andrés Eloy Blanco reseñadas en el Capítulo VIII y decididamente favorables a aquella petición.
Después de leído aquel Oficio por el Secretario de la Asamblea, en sesión del día 1 de marzo de 1947, el Dr. Perera pronuncié un tremendo discurso en el cual: rechazó mis cargos acerca de celos o envidia; me impugnó por haber yo publicado opiniones expresadas en sesiones a las cuales yo había asistido como simple invitado de la Comisión; dijo que según deseo
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
expresado a él privadamente y fracasado en gestiones oficiales anteriores, yo buscaba un pretexto para ver los restos del Libertador; discutió las entradas a la cripta de la familia Bolívar; hizo largo recuento de los cadáveres sepultados en aquella cripta y, a propósito de los esclavos también allí sepultados, ponderó los sentimientos democráticos de la gente Bolívar; compungidamente osó recusar sus anteriores y precisas afirmaciones acerca del embalsamamiento del Sr. Pedro Domingo de Ponte; reiteró sus cómicos argumentos acerca del embalsamamiento de Josefa Tinoco, de Juana Bolívar y de Diego Ibarra; reiteré su argumento acerca de las aldabillas para el cráneo del Libertador; osó decir que entre quienes como médicos reconocimos al cráneo en cuestión, solamente yo atribuía origen artificial al agujero presente en este cráneo cerca del corte de sierra; y propuso que en próxima sesión la Asamblea resolviera conjunta. mente acerca del informe de la Comisión y acerca de mi petición.
Para procurar algún solaz a Ud., lector, quizás ya aburrido por tan larga narración, trascríbole fielmente cinco párrafos de aquella filípica del médico historiador:
1.°— “Quiero decir dos palabras respecto a la comunicación del Dr. José Izquierdo; pero, francamente.., me siento embarazado. Se trata de un antiguo profesor mío que merece todo mi respeto y consideración”.La palabra “embarazado” que ocasionó gran hilaridad en los oyentes, fue prudentemente sustituida por la palabra “perturbado” en la publicación que de aquel discurso, suficientemente acomodada al idioma, apareció luego en el Boletín de la Academia de la Historia, tomo XXX, eneromarzo de 1947, N° 117.
2.°— “El Dr. José Izquierdo aseguró en días pasados de que todos los médicos que vimos el cráneo del Libertador estamos plenamente convencidos de que un agujero, del cual hablaré más tarde, es un agujero hecho artificialmente. Yo puedo decir a la Asamblea que esto es completamente falso; que sólo el Dr. Requena, que es el único que salva este concepto del Dr. Izquierdo, y tal vez no recuerdo si otro más, los médicos que acudimos al examen del cráneo, son los únicos que; no, que el Dr. Requena, unido a todos los médicos de la Comisión, con la sola excepción de uno solo, el Dr. José Izquierdo, que el agujero es hecho de una manera artificial”.
Nótese que según las palabras de esta jerigonza, subrayadas
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por mí, Perera cree firmemente que el cráneo en discusión es el del Libertador.
3o_ “No sé por qué el Dr. Izquierdo se ha atrevido a traer aquí unos argumentos sabiendo él que yo sí tengo argumentos que destruyen su opinión. Yo no sé por qué el Dr. Izquierdo ha venido a traer argumentos cuando él está convencido de la honradez que me ha guiado en mis investigaciones”.
4.°— “Llegó a decirme el Dr. Izquierdo a mí, que él con sólo tener el cráneo que se encontró en la Capilla de la Trinidad y con sólo creer que podría ser el del Libertador, se sentía conmovido; que se sentía emocionado de pensar que aquel cráneo era el de la misma persona que había firmado, dijo, el fusilamiento del Gral. Piar. Esto me lo dijo el Dr. Izquierdo y agregó también otra cosa; no sólo se detuvo a decirme que había firmado el fusilamiento del Gral. Piar, que el Libertador lo firmó, sino que también agregó, no sé si el que había realizado tal o cual campaña. Pero sí fue cierto que el cráneo era del que había hecho la Campaña admirable, del que había hecho la Campaña de Ayacucho, del que había realizado la Campaña del Sur. De eso sí estoy cierto que no me lo dijo el Dr. Izquierdo”.
Nótese que según las palabras de esta otra jeringonza, subrayadas por mí, Perera cree que el cráneo en discusión perteneció a Bolívar y a Sucre, pues fue este quien hizo la Campaña de Ayacucho; pero, afortunadamente para mí, el médico historiador declara que yo no le dije eso.
5.ª “Ahora, después de 1827, encontramos que en dicha cripta fueron enterrados otros familiares del Libertador; pero para lo que nos interesa sólo me referiré a aquellos que fueron enterrados embalsamados”. Inmediatamente y adrede, Perera se refirió a dos cadáveres de esclavos enterrados en aquella cripta; por tanto afirma implícitamente que también eran embalsamados ios esclavos de la familia Bolívar.
Por si acaso el lector duda de la exacta veracidad de las transcripciones precedentes, adviértole una vez más que en el Palacio Legislativo quedaron las grabaciones fonográficas y taquigráficas de las peroraciones hechas en aquellas sesiones motivadas por mi denuncia acerca del cráneo aserrado hallado por mí en la cripta de la familia Bolívar.
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
El Dr. Caldera expresó también su reprobación contra mí por el presunto abuso de confianza acusado por Perera; divagó en el predio de la Historia para combatir mi tesis; en términos de zalamera vacilación se refirió a las citadas palabras del Dr. Blanco favorables a mi petición; apoyó la proposición de Perera; y formuló la siguiente curiosa objeción: “Abrir esa urna sería admitir que ella ha sido profanada, lo cual es imposible porque ni siquiera existe una remota probabilidad de tan tremenda y dolorosa sospecha”.
El Dr. Blanco, después de expresar gratitud a Caldera, dijo enfáticamente: “Respecto de esas palabras mías citadas por el Dr. Izquierdo, advierto que yo hablé en copretérito” Tal advertencia del Dr. Blanco resultaba contraproducente para una finalidad de disimulo; porque los hechos implicados en sus palabras pronunciadas en la sesión reseñada en el Capítulo VIII, hubieran tenido carácter de consumados si él hubiera hablado en copretérito. También se pronunciaron contra mi petición los diputados Troconis Guerrero, Medina Febres y Pbro. Pulido Méndez. Sin embargo, el diputado Troconis Guerrero advirtió que “es un hombre de solvencia científica quien dice que los restos del Libertador andan tirados por el suelo”. Aceptada la proposición de Perera, la discusión final fue aplazada para el próximo 4 de marzo.
El mismo día de aquella sesión, es decir el 1ª de marzo, encontré luego al Dr. Andrés Eloy Blanco, en el Hotel Avila:
Yo— “Muchas gracias, doctor, por haber hecho leer mi petición en la sesión de hoy”.
Dr. Blanco— “Sí hombre! Pero caramba! no tengo mucha confianza en el resultado, porque he estado hablando con algunos diputados y tengo la impresión de que los de “Acción Democrática” no quieren abrir la urna porque les parece que eso podría acarrear crítica al Partido”.
Yo— “No comprendo ese temor, pues el Partido debe acatar el criterio de sus representantes”.
Dr. Blanco— “Pero no importa, porque yo tengo la solución. Esa urna será abierta porque ahora nos queda el pretexto de cambiarla por otra que sea digna del Libertador y entonces veremos los restos y sabremos la verdad”. Yo— “En toda esa oposición no hay sino intereses particu
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lares. No se me ha discutido con razones. Dígame esos argumentos de Perera para demostrar que Pedro Domingo de Ponte fue embalsamado!”
Dr. Blanco— “,Se acuerda de lo de los negritos? Y lo peor e que no se le entiende lo que dice. Yo le hice unos versos que circularon allí privadamente”.
Al día siguiente, en el nuevo Circo, el diputado Julio Lander me expresó también los temores de “Acción Democrática” a se criticada por la abertura de la urna, y le di respuesta igual a la dada la víspera al Dr. Blanco por igual motivo.
El día 4 del mismo mes la Asamblea aplazó para el día 6 la discusión final del asunto; y el día 6 la aplazó para el día 8.
CAPITULO XIII
FARSA ESTÓLIDA
Renunciar a la inspección interior de la urna del Libertador, implicaba para mis opositores la tácita confesión de su derrota; por tanto ellos, antes de proceder a la discusión final del asunto, efectuaron un simulacro de inspección en el Panteón Nacional. El día 8 de marzo de 1947 los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, aunque acérrimamente divididos por diferencias religiosas y políticas, se unificaron para decir al mundo una mentira que difícilmente hallaría émula en los fastos de la impudicicia y del ridículo.
Antes de comenzar la sesión, el diputado Julio Lander me distinguió entre los espectadores y se me acercó:
Dr. Lander— “Acabamos de llegar del Panteón. Vimos la urna pero por fuera solamente. Costó mucho trabajo abrir la de bronce. El padre Pulido se pegó a levantar la tapa y se rompió un dedo”.
Yo— “No abrieron la urna de plomo?”
Dr. Lander— “No. Nos limitamos a verla por fuera. Ahí se ‘e la forma de los huesos. Se ve la pelvis: el sacro y los coxales se marcan claramente; y se ve la forma del cráneo”.
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
Yo— “Pero eso es una traición! Eso ha debido ser hecho en presencia mía porque yo soy el demandante”.
Dr. Lander— “Yo lo dije y me empeñé en que lo llamaran a Ud.; pero se opuso Perera y después Caldera, y después se opusieron todos los demás”.
Yo— “¿Y cómo es que a través del plomo se marcan los huesos?”.
Dr. Lander— “Ahí se ven, porque la hoja es muy delgada y no toca y siente los huesos”.
Yo— “Eso es imposible! Tendría que ser como del grueso de esos papeles plateados de algunos cigarrillos; y entonces no hubiera sido posible sacarla, pues se hubiera desbaratado”.
Dr. Lander—”Ahí la levantamos y la vimos por todos lados. Por cierto que se ven como marcas raras, como unos tajos”. Yo— “Esa es la prueba de que ha sido violada; pero yo tendría que estar loco para creer que Uds. han visto los huesos así de esa manera”.
El Secretario leyó una carta mía enviada a la Asamblea el día 2 del mismo mes y cuya finalidad era discutir sucintamente los argumentos expresados por el Dr. Perera en la sesión reseñada en el Capítulo XII, y denunciar la mala fe de ese médico historiador. Para demostración de aquella mala fe, yo me refería al Sr. Pedro Domingo de Ponte respecto del cual Perera había negado ante la Asamblea su suposición de embalsamamiento expresada en sesión de la Comisión reseñada en el Capítulo VII; y para prueba de que tal suposición no había sido falsamente imputada, yo citaba la jocosa réplica hecha a ella por el Dr. Blanco. También me refería a la gran patraña de la cama natal del Libertador y a la estampilla que de ella circuló.
El Dr. Blanco expuso el informe de la Comisión sumariamente condensado en estas tres afirmaciones: 1.º “En el orden histórico no existe indicio alguno de que hayan sido profanados los restos del Libertador”; 2.°— “En el orden técnico está demostrado que el cráneo autopsiado, hallado por el Dr. Izquierdo, no puede ser el del Libertador porque no tiene los agujeros requeridos para las aldabillas de sostenimiento entre la bóveda y la base; 3.°— “La Comisión vio por fuera la urna del Libertador y comprobó que los huesos aparecen adentro porque se dibujan a través de las paredes de plomo de tal manera que es posible reconocerlos por sus detalles”.
DR. JOSE IZQUIERDO
Srta. Saavedra— “No es necesario ponderar el fervor de los venezolanos por el Libertador, que solamente puede ser igualado por el de los franceses por Napoleón; pero, aun así, es necesario distinguir que Napoleón fue un conquistador y nuestro superhombre fue un libertador. No es posible, pues, que los venezolanos desciendan a abrir esa urna porque eso seria profanar los restos del mártir que ni siquiera en la tumba ha tenido paz”. Dr. Blanco— “Por mi situación de Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, he querido medir el pro y el contra en el problema relacionado con un cráneo autopsiado hallado en la cripta de la familia Bolívar”.
“No soy médico ni historiador. Para mí esa base de cráneo lo mismo puede ser del Libertador, como de Juana Bolívar, como de Francisco Briceño Méndez. No podría saber yo si es de hombre o de mujer, si perteneció a una persona de 47 años, o de 18 o de 80. Por eso me he dedicado a atender y a sopesar las diversas opiniones, situado siempre en el copretérito requerido para desvirtuar toda sospecha de parcialidad”.
“El Dr. Izquierdo ha sido guiado por un fervor patriótico al hacer su denuncia y debemos reconocer que él tuvo justificados motivos para alarmarse. Pero no es posible negar el valor de los argumentos históricos que restan a esa pieza anatómica las probabilidades de haber pertenecido al esqueleto del Libertador. Y sobre todas esas consideraciones ahí está el informe de la Comisión: encuentran los señores técnicos que en ese, cráneo aserrado no existen las huellas de las perforaciones necesarias para unas aldabillas destinadas a unir la base con el casquete o sea la bóveda del cráneo”.
“Pero de ninguna manera, señores, ha sido inútil esta investigación. Hoy hemos logrado la convicción moral y casi física de que en aquella urna hay un esqueleto, lo cual disipa los temores de que hubieran desaparecido los huesos del Libertador”. “Todos sabemos que a veces aparecen en los cementerios, huesos todavía cubiertos con la piel y con las vestiduras aun después de muchísimos años; y por eso nos llamaba mucho la atención que el Dr. Vargas, a los doce años de muerto el Libertador, hubiera encontrado que ya habían desaparecido varios huesos como los de las manos y los pies y que los huesos que quedaban iban ya cobrando un color oscuro. Todo esto nos llenaba de
EL CRÁNEO DEL LIBERTADOR
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
temor; pero hoy, a pesar de que sólo hemos examinado la urna superficialmente, podemos asegurar que allí están los huesos, pues la capa de plomo es delgada y maleable, y hasta por la percusión realizada por un médico hemos podido comprobar que está en su integridad si no absoluta, relativa, el esqueleto del Padre de la Patria. Allí se ve claramente una línea, como un borde, como una marca, que corresponde a un fémur y lo mismo se ve la marca simétrica que corresponde al otro fémur; allí se marcan los huesos del pecho y se ven los relieves producidos por los pómulos”. “Sin embargo, nada podemos asegurar completamente porque no hemos visto el interior de la urna; pero repito que no ha sido inútil esta investigación, pues la urna está intacta sin más soldaduras que las naturales de su manufactura”.
Esta será la ocasión de ofrecer al Libertador otra urna más digna de él y de los venezolanos. Esa nueva urna deberá ser de cristal y oro: oro de nuestra Guayana con perlas de nuestro mar. Esa urna deberá ser sufragada por los venezolanos; pero que ninguno dé más de un bolívar. Que se abra, pues, desde ahora mismo una suscripción para que cada venezolano dé un bolívar para la urna de su Bolívar; yo la empiezo, aquí está de una vez mi bolívar”.
“Ya no tendremos, pues, más temores para abrir esa urna. La abriremos para cambiarla por otra más digna de nuestro Libertador; y en eso no habrá profanación. Con tal motivo podremos ofrecer un jubileo a toda la América. Que venga aquí toda ]a América el día en que esos huesos sean sacados de su urna de piorno para ser colocados en la de cristal y oro”.
“Esa será también la ocasión de crear una guardia especial para la tumba del Libertador; una guardia según los estilos acostumbrados en tiempos de España, por ejemplo “Los Guías de la Guardia” que bien conocemos, pero que ya no servirán para velar a las puertas del palacio del Presidente, sino para custodiar al sarcófago del Libertador”.
Dr. Perera— En discurso largo y embrollado, naturalmente, que contrastaba con el brillante aunque también mendaz del Dr. Blanco, alabó coquetamente a las palabras de éste; expresó su satisfacción por nunca haber dudado de que ningún venezolano había sido capaz de profanar los restos del Libertador; negó nuevamente haber dicho que Pedro Domingo de Ponte
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fuera embalsamado; negó haber dicho que el cráneo aserrado había sido introducido a través de la reja de la cripta; dijo que a través de la urna de plon1o habían sido distinguidos los fémures, el tórax y el cráneo; dijo que por la percusión había sido localizado el cráneo, y que ahí se puede ver los malares como prueba de que ahí está el cráneo.
Dr. Caldera— Por concepto de valor simbólico expresó su anuencia a la gran patraña de la cama natal del Libertador; opinó que la nueva urna debe ser relativamente sencilla para evitar tentaciones de codiciosos aun internacionales; se exhibió luego en histérico y largo panegírico acerca del amor de los venezolanos a su Libertador, y dio fin a aquel simulacro de discusión con estas estólidas palabras: “No es posible suponer que haya existido un venezolano tan perverso como para que se haya atrevido a profanar los restos del Libertador”.
Ni un solo comentario fue expresado acerca de mis argumentos o de los de mis opositores: la Asamblea aprobó ciegamente el informe de la Comisión y resolvió publicar en un libro todo el proceso relativo a aquel cráneo autopsiado y dar a conocer ese mismo día, a todas las agencias noticiosas y a todos los parlamentos de América, “la verdad histórica y científica”.
La envidia y la política denegaron, pues, una demanda razonable y de ingente trascendencia para el patriotismo y para la verdad histórica. Muchos diputados me habían manifestado, en conversaciones privadas, que compartían mi sospecha y creían necesario abrir la urna del Libertador; pero su sinceridad no alcanzó tanto como su interés beneficiario en el ambiente político imperante, extraño a mí, instintivamente opuesto a una averiguación que podía redundar en nombre mío.
El Dr. Perera anunció posteriormente su propósito de escribir, par comisión de la Asamblea, aquel libro cuya publicación fue acordada por ésta; pero, afortunadamente para las naciones de habla española, tal propósito fue aventado con el gobierno que lo patrocinaba.
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
CAPITUlO XIV
EPÍLOGO
El proceso relativo al cráneo autopsiado hallado por mí en la cripta de la familia Bolívar no ha concluido; está simplemente interrumpido por la mala fe de quienes temieron averiguar la verdad porque podía resultar contraria a sus intereses individuales o gregarios. La comedia requerida para tal interrupción da mayor verosimilitud a mi tesis; porque si la Academia Nacional de la Historia y la Asamblea Nacional Constituyente no la hubieran creído razonable, hubieran optado por simple y autoritaria negativa a mi petición y no por pasar a la historia como histriones.
El proceso de averiguación revistió desde su principio el aspecto de farsa tenazmente empeñada en que mis razones fueran conculcadas por el sofisma y la traición que culminaron en la insolente afirmación de que los huesos del Libertador fueron percibidos por el tacto, por la vista y por la percusión a través de las paredes de plomo de su urna.
La Academia Nacional de la Historia tuvo buen cuidado de no publicar en su Boletín el discurso del Dr. Blanco en la sesión reseñada en el Capítulo XIII; porque él, fluctuante entre su conciencia y la voluntad de su partido, emitió ahí las siguientes frases decididamente favorables a mi tesis: “Hoy hemos lo. grado la convicción moral y casi física de que en aquella urna hay un esqueleto”. “Sin embargo nada podemos asegurar completamente porque no hemos visto el interior de la urna”.
Esa Academia, ya desesperada, publicó la siguiente frase de Perera que mancilla a la borla doctoral: “En el caso de una urna de plomo de lámina delgada, como es la del Libertador, según el testimonio del Dr. Vargas, el método de la percusión es mucho más eficaz que en el caso de la percusión pulmonar”. (Boletín de la Academia de la Historia. Tomo XXX. eneromarzo de 1947, No 117).
Es de advertir que aquella percusión debe haber dado sonoridad o matidez según la intención de Perera, pues la cavidad más sonora da sonido mate si es percutida sobre los dedos falsamente apoyados contra ella.
DR. JOSE IZQUIERDO
Mis opositores compartieron potencialmente la complicidad de quienes quisieron encubrir la profanación de un santuario del patriotismo para sepultar en sendos nichos, so supuestas denominaciones, distintas osamenta, comprendido en una de ellas un cráneo que por varias circunstancias debe ser el del Libertador.
Indicios históricos en favor de mi criterio son los siguientes: 1.°—En la cripta saqueada, donde yacieron los restos del Libertador, apareció un cráneo con la característica póstuma del cráneo del Libertador; 2.°—Esos restos no fueron revisados cuando su traslado al Panteón Nacional; 3.°—La chapa de la urna estaba toda desprendida y quebrajada, por lo cual así también estaba su sello si lo hubo; 4.°—Fracasó con estrépito de pantomima el empeño de demostrar que en aquella cripta yacieron otros cráneos siquiera con probabilidades de igual característica; 5.°—Acérrimo odio persiguió al Libertador aun más allá de la tumba; 6.°—He sido discutido solamente en cencerreos y corrillos: no he sido refutado por la prensa; 7.°—Mis opositores ratificaron con traición inicua su impotencia: escondidos y prevalidos de su carácter oficial, hicieron en el Panteón un simulacro para declarar improcedente mi denuncia.
Yo, como parte demandante, he debido ser invitado para aquella presunta prueba de evidencia en el Panteón Nacional; y a tal prueba tampoco fueron invitados los Excmos, Embajadores de las repúblicas bolivarianas a pesar de que ellos habían quedado emplazados como testigos el día 13 de febrero, en sesión de la Comisión. Tan calculada exclusión de quienes no podían ser engañados o inducidos a complicidad, indica patentemente la premeditada mendacidad de aquella Comisión.
Solamente por desesperación rayana en la demencia pudo la Comisión decir que, por el tacto, por la vista y por la percusión, reconoció los huesos del Libertador sin necesidad de abrir su urna; pero aun si tan descabellada fantasía pudiese haber sido realizada, subsistiría la duda porque lo así vislumbrado podría haber sido colocado en aquella urna en lugar de lo auténtico. Si yo hubiera estado allí hubiera empuñado el látigo de Cristo para correr de tan sagrado recinto aquellos fariseos del patriotismo quienes con tan estúpida patraña profanaron los restos del Libertador.
Naturalmente, interesaría a mis adversarios que fuera arro
EL CRANEO DEL LIBERTADOR
jado a una fosa común el cráneo autopsiado encontrado por mí en la mansión funeral de los Bolívar. Quizás no interesó el destino de ese cráneo como tampoco interesó la casa natal del Libertador: casa de comercio, estación de burros cargados de queso y de maíz, hasta 1930 cuando en su lugar fue consagrada otra casa tan apócrifa como la cama y demás artículos del mobiliario allí venerado por los inocentes transeúntes.
Si aquella urna fuere abierta y apareciere en ella un cráneo autopsiado, la duda subsistiría siempre por no haber sido abierta oportunamente. cuando mi denuncia, o siquiera expuesta e irreprochablemente sellada en presencia mía y de mis opositores. De quienes con mentira y traición me combatieron, de quienes sin abrir la urna de plomo dijeron haber reconocido les huesos del Libertador, hay derecho a sospechar que buscaran un cráneo antiguo e históricamente lo acondicionaran para introducirlo furtivamente en esa urna.
Grabe el lector en su mente los siguientes conspicuos argumentos de mis opositores:
“Josefa Tinaco fue embalsamada porque lo dice Vicente Le cuna y porque en carta al hijo de ella el Dr. Michelena le dice que nada es más sagrado que una madre ni más grato al corazón que el obsequio que en ella se nos hace, y que acepte como tal el pequeño servicio que haya podido dispensar a su difunta madre”.—Ambrosio Perera.
“Juana Bolívar y Diego Ibarra fueron embalsamados porque lo dice Landaeta Rosales”.—Ambrosio Perera.
“Todo este asunto es puro pretexto del Dr. Izquierdo para er los huesos del Libertador”.—Ambrosio Perera.
“Pedro Domingo de Ponte, quien murió en La Victoria, fue enterrado en Caracas al día siguiente; por tanto ha debido ser embalsamado para ese traslado”.—Ambrosio Perera. “Abrir esa urna sería admitir que ha sido violada, lo cual es imposible porque ningún venezolano ha podido ser tan per‘erso como para que se haya atrevido a profanar los restos del Libertador”.—Rafael Caldera.
“Si se abre esa urna y los restos no aparecen, eso nada prueba; pues han podido desaparecer por obra natural del tiempo”.—Rafael Caldera.
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“Si mañana aparece en la Catedral de Santa Marta un cráneo aserrado, cualquiera podría decir también que ese es el cráneo del Libertador.”—Rafael Caldera.
“Los restos del Libertador están en el Panteón porque a través de la urna de plomo, sin necesidad de abrir ésta, nuestra Comisión los ha identificado por la vista, por el tacto y por la percusión”.—Asamblea Nacional Constituyente.
En honor a la verdad cumple recordar el único argumento que fue inspirado por uso de razón y buena fe: el del Dr. Perera acerca de agujeros para fijar aldabillas en el cráneo; pero ese argumento fue razonablemente refutado.
Para terminar formulo a Ud., lector, las siguientes interrogaciones:
1.° ¿Qué suponer de un cráneo autopsiado, hallado en una cripta saqueada donde yacieron los restos del Libertador cuyo cráneo fue autopsiado y cuya memoria fue execrada en muchos sectores sociales?
2.° ¿Si por cualquier motivo hubiera sido abierta la urna del Libertador y el cráneo no hubiera aparecido en ella, dónde y con cual distintivo hubiera sido buscado?
Caracas. Julio de 1961.
José Izquierdo.
Nota: esta versión PDF fue capturada de la 3era edición de esta obra que se encuentra en la biblioteca B. TaveraAcosta, en la ciudad de La Victoria Edo. Aragua. 26 de junio 2008