2
El edicto de Milán Teniendo la victoria definitiva sobre Majencio, y por ende, siendo dueño ya de Roma, y de todo el occidente, Constantino empezó a favorecer a los cristianos. El primer cambio realizado más inmediato y visible fue el edicto de Milán de 313, acuerdo político de tolerancia para con los cristianos realizado entre Constantino y Licinio. Éste por esta fecha ya era dueño de todo el oriente. He aquí un fragmento de dicho acuerdo que fue publicado por Licinio para sus gobernantes: “Puesto que felizmente, en Milán hubiéramos acordado, tanto yo Constantino Augusto como también yo Licinio Augusto, para que en todo el imperio haya comodidad y seguridad permanente, pues esto guardamos en el tratado, éste (tratado) en lo sucesivo muestra lo que veíamos conveniente para el futuro de todos los hombres, por ejemplo que ha de ser ordenado en primer lugar el ser de lo que creemos, para lo cual la reverencia a las divinidades será conservada, ya como nosotros la diéramos ya como los cristianos (la dieran) y para todos la libre potestad según a la religión a la que cada uno quisiera, lo cual todo lo que es de naturaleza divina, en sede celestial, y a nosotros todos los que (es) bajo la potestad de nuestra constitución (ley), apacibles y benignos, bien dispuestos, ser capaces de convivir. Por consiguiente en este proyecto (acuerdo) favorable y de rectísima razón hemos de penetrar en el ser de lo que creemos. Así también (disponemos que) ninguno completamente tiene la facultad de negar lo que creyéramos, ya sea de observación de los cristianos, ya las religiones de cada uno...” 1 Pero Licinio arrastrado por sus sentimientos paganos, no pudo tolerar por más tiempo el nuevo auge de los cristianos en oriente, y muy pronto desencadenó una nueva y sangrienta persecución en sus dominios, todo un decenio, Constantino quien 1 Carta que publicó Licinio dirigida a sus gobernantes, reproducida por Lactancio (De mort. persec. 48) El texto es el siguiente: “Cum feliciter tam ego Constantinus Augustus quam etiam ego Licinius Augustus apud Mediolanum convenissemus atque universa quae ad commoda et securitatem publicam pertinerent, in tractatu haberemus, haec inter cetera quae videbamus pluribus hominibus profutura, vel in primis ordinanda esse credidimus, quibus divinitatis reverentia continebatur, ut daremus et christianis et omnibus liberam potestatem sequendi religionem quam quisque voluisset, quod quidquid (est) divinitatis in sede caelesti, nobis atque omnibus qui sub potestate nostra sunt constituti, placatum ac propitium possit existere. Itaque hoc concilium salubre ac rectissima ratione ineundum esse credidimus, ut nulli omnino facultatem abnegandam putaremus qui, vel observationi christianorum vel ei religioni mentem suam...”

El edicto de Milán

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El edicto de Milán

El edicto de Milán

Teniendo la victoria definitiva sobre Majencio, y por ende, siendo dueño ya de Roma, y de todo el occidente, Constantino empezó a favorecer a los cristianos. El primer cambio realizado más inmediato y visible fue el edicto de Milán de 313, acuerdo político de tolerancia para con los cristianos realizado entre Constantino y Licinio. Éste por esta fecha ya era dueño de todo el oriente. He aquí un fragmento de dicho acuerdo que fue publicado por Licinio para sus gobernantes:

“Puesto que felizmente, en Milán hubiéramos acordado, tanto yo Constantino Augusto como también yo Licinio Augusto, para que en todo el imperio haya comodidad y seguridad permanente, pues esto guardamos en el tratado, éste (tratado) en lo sucesivo muestra lo que veíamos conveniente para el futuro de todos los hombres, por ejemplo que ha de ser ordenado en primer lugar el ser de lo que creemos, para lo cual la reverencia a las divinidades será conservada, ya como nosotros la diéramos ya como los cristianos (la dieran) y para todos la libre potestad según a la religión a la que cada uno quisiera, lo cual todo lo que es de naturaleza divina, en sede celestial, y a nosotros todos los que (es) bajo la potestad de nuestra constitución (ley), apacibles y benignos, bien dispuestos, ser capaces de convivir. Por consiguiente en este proyecto (acuerdo) favorable y de rectísima razón hemos de penetrar en el ser de lo que creemos. Así también (disponemos que) ninguno completamente tiene la facultad de negar lo que creyéramos, ya sea de observación de los cristianos, ya las religiones de cada uno...” 1

Pero Licinio arrastrado por sus sentimientos paganos, no pudo tolerar por más tiempo el nuevo auge de los cristianos en oriente, y muy pronto desencadenó una nueva y sangrienta persecución en sus dominios, todo un decenio, Constantino quien quería a toda costa conservar la paz religiosa, le dio la batalla y lo venció en Adrianápolis en 323, al año siguiente lo hizo decapitar, acusado de alta traición.

Del edicto de Milán podemos rescatar lo siguiente:

Se da una absoluta igualdad entre el cristianismo y la religión del Estado (pagana). La Iglesia una vez libre se llenó de beneficios:

Hubo que restituirle todo lo que le había sido arrebatado en la persecución. El clero fue dotado de privilegios, como los que poseían los sacerdotes paganos. A los obispos les fueron otorgados los mismos derechos y honores de los senadores. La Iglesia fue reconocida como persona jurídica (capaz de aceptar legados). Es en este tiempo que se mandaron a construir las grandes basílicas: San Pedro, etc.

Y también del serio problema de su autoridad autónoma, que tardará en resolver. Ya que Constantino se dio el título de Pontifex Maximus, pues lo era en la religión pagana, y creyó conveniente aplicárselo para con el cristianismo.

Todo esto traería consecuencias tanto favorables como desfavorables para la religión cristiana como a continuación veremos:

1 Carta que publicó Licinio dirigida a sus gobernantes, reproducida por Lactancio (De mort. persec. 48) El texto es el siguiente: “Cum feliciter tam ego Constantinus Augustus quam etiam ego Licinius Augustus apud Mediolanum convenissemus atque universa quae ad commoda et securitatem publicam pertinerent, in tractatu haberemus, haec inter cetera quae videbamus pluribus hominibus profutura, vel in primis ordinanda esse credidimus, quibus divinitatis reverentia continebatur, ut daremus et christianis et omnibus liberam potestatem sequendi religionem quam quisque voluisset, quod quidquid (est) divinitatis in sede caelesti, nobis atque omnibus qui sub potestate nostra sunt constituti, placatum ac propitium possit existere. Itaque hoc concilium salubre ac rectissima ratione ineundum esse credidimus, ut nulli omnino facultatem abnegandam putaremus qui, vel observationi christianorum vel ei religioni mentem suam...”

Page 2: El edicto de Milán