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1 Emilio Lospitao EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, AYER Y HOY (Breve resumen de la persona y el ministerio del Espíritu Santo en la iglesia, ayer y hoy) 2009

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Emilio Lospitao

EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, AYER Y HOY

(Breve resumen de la persona y el ministerio del Espíritu Santo en la iglesia, ayer y hoy)

2009

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ÍNDICE

Introducción .................................................................................................................. 3

El Espíritu Santo como una promesa y un don de Dios .............................................. 6

El bautismo en el Espíritu Santo ................................................................................. 11

Hablaron en otras lenguas .......................................................................................... 15

Los dones del Espíritu Santo ...................................................................................... 24

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INTRODUCCIÓN Esta serie de cuatro estudios sobre la persona y los dones del Espíritu Santo no está dirigida a desarrollar un análisis de los dones en particular, sino a exponer una breve y concisa apología sobre dicha doctrina. De ahí los títulos de las cuatro partes de que consta dicha serie: a) Una promesa y un don; b) El bautismo en el Espíritu Santo; c) Hablaron en otras lenguas; y d) Los dones del Espíritu Santo. Sintetizamos en esta introducción la formulación de la doctrina trinitaria, exponemos brevemente los antecedentes de la persona del Espíritu Santo, su protagonismo en la iglesia según las escrituras cristianas, así como las implicaciones eclesiales y apologéticas que los dones conllevan. La Trinidad La doctrina trinitaria es una exclusiva peculiaridad del Cristianismo. El monoteísmo de las otras religiones del Libro (Judaísmo e Islam, especialmente ésta) no admite ningún tipo de “asociación” con el Dios uno y único. Mientras que Oriente fue el centro de la teología cristocéntrica no hubo discusión alguna sobre la relación Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios-Espíritu Santo. Otra cosa es si los padres de la edad apostólica y posapostólica entendieron dicha relación. El caso es que cuando Occidente (helenístico) se fue convirtiendo de forma progresiva en dicho centro teológico, comenzaron las discusiones de dicha relación. La formulación dogmática de la relación trinitaria se convirtió en lo esencial del cristianismo. Teólogos de Oriente y de Occidente (concilios de Nicea y Constantinopla) se enzarzaron en profundas discusiones para formular “técnicamente” la esencia única divina en tres hipóstasis (tres subsistencias – personas). Al final, la cristología helenística de la “Trinidad” quedó formalizada en el segundo concilio de Constantinopla frente a la opinión de la escuela antioquena que se aferraba de forma incondicional a una distinción de naturaleza divina y humana en Jesucristo. Así, María podría ser llamada “madre de Cristo” y no “Madre de Dios” (sin embargo, esto último prevaleció). Dicho sea de paso, todas estas discusiones tenían como fondo las violentas luchas por el poder de los patriarcados de Constantinopla y Alejandría y las rivalidades de las escuelas de Antioquía y Alejandría. La relación del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo no quedaba al margen en dichas discusiones entre la iglesia de Oriente y la iglesia de Occidente. Finalmente, fue introducido en el texto original del Credo niceno-constantinopolitano la formulación “y del Hijo” (filioque): “el Espíritu, que procede del Padre y del Hijo”. Carlomagno había presionado ya al papa León III para que acogiera esta añadidura, que, tras el sínodo de Aix en el año 809, se había difundido por todo Occidente. Como resultado de esta continua tensión entre Oriente y Occidente, varias iglesias antiguas se apartaron tanto de la iglesia Oriental como de la Occidental: la iglesia copta monofisita en Egipto; la iglesia siria nestoriana (que se extendió en Persia, en India y este de Asia); y las iglesias armenia y georgiana, que se pasaron más tarde al monofisismo. Por otro lado, el rápido avance del Islam entre los cristianos (aquellos no imponían la fe islámica), aparte de su potencia político-militar y organizativa, radicó en la insuficiente fundamentación del dogma cristológico y trinitario. La fe en el Dios uno y en Mahoma, el Profeta posterior a Jesús, era más fácil de entender por el pueblo llano (Hans Küng – El Cristianismo).

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No obstante de estas largas discusiones teológicas de los siglos IV y V, entre los teólogos de Oriente y de Occidente, los hagiógrafos de las escrituras cristianas, aun cuando en ningún momento explican (ni discuten) tal doctrina, se refieren a ella con toda naturalidad aunque indirectamente, pues intercambian las tres “personas” como fuentes o autores de las mismas operaciones o actividades. El apóstol Pablo no duda en remitir la fuente de los dones tanto al Espíritu Santo como al Señor (Cristo) y a Dios (el Padre): “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:4-6, ver también Gálatas 4:6; Romanos 8:9; 2 Corintios 3:17, entre otros). Antecedentes Esta personalidad divina que se le arroga al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento tiene su raíz en el nuevo pacto anunciado por los profetas Jeremías, Ezequiel y Joel. Dado que el pueblo israelita fracasó siempre en el cumplimiento del pacto sinaítico, Dios augura un pacto nuevo: “He aquí vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá...: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón” (Jeremías 31:31-33). El profeta Ezequiel concreta esta promesa asociándola con la acción del Espíritu Santo: “Os daré corazón muevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu...” (Ezequiel 36:26-27). Y Joel anuncia: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne...” (Joel 2:28-29). El primer sermón cristiano justifica la experiencia de Pentecostés con esta profecía de Joel (Hechos 2:14 sig.). El llamamiento de Jesús “en el último y gran día de la fiesta” (Juan 7:37-38) fue una evocación de los mensajes proféticos sobre el Espíritu Santo. Protagonismo Al libro de Hechos se le ha llamado también "el libro del Espíritu Santo", y no sin motivo, pues al Espíritu se le atribuyen todos los episodios sobrenaturales que allí encontramos y al cual se cita unas 52 veces en esta obra de Lucas. En el resto del Nuevo Testamento, como hemos visto más arriba, es normal referirse al Espíritu Santo como una Persona. La iglesia, como institución, se inició en el día de Pentecostés con el advenimiento del Espíritu Santo, "la promesa del Padre", y con Su manifestación a través del don de lenguas "según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:4-13). Fue el Espíritu Santo quien instó a Pedro a cruzar el umbral cultural entre el judaísmo y el gentilismo para predicar a un “pagano” (Hechos 10). Felipe fue aleccionado por el Espíritu Santo a predicar específicamente al funcionario de la reina etíope (Hechos 8:29, 39). Pablo y Bernabé fueron comisionados por el Espíritu Santo a predicar el evangelio más allá de Judea, Samaria y Galilea (Hechos 13:2-4). Etc. Implicaciones eclesiales y apologéticas En relación directa con todo lo dicho, tanto la Persona como los dones del Espíritu Santo son una fuerte apología del origen y del desarrollo histórico del cristianismo. En efecto, la iglesia como comunidad de creyentes comenzó a partir de su experiencia carismática: “Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos 2:33). Y continuó su desarrollo y su

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ministerio auspiciada por la presencia del Espíritu Santo a través de los dones: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). Los dones, pues, son constitutivos de la identidad de la iglesia de Cristo.

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UNA PROMESA Y UN DON DE DIOS (Parte I)

I EL ANUNCIO DEL ADVENIMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO FORMÓ PARTE DEL MENSAJE DE JESÚS En general, los cuatro evangelistas ponen en boca de Jesús referencias al “Espíritu Santo” (Mateo 12:32; Marcos 3:29; Lucas 11:13; Juan 20:22). Especialmente en Juan, Jesús se refiere al Espíritu Santo como “el otro” Consolador, dándole un carácter personal y vicario (Juan 14:26). Anticipándose, Jesús se refirió a los efectos que seguirían tras recibir el Espíritu Santo a quienes creyesen en él.

"El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él: pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado" (Juan 7:38-39).

Juan explica que los "ríos de agua viva" era una alusión al Espíritu Santo que los creyentes habrían de recibir. Por la ocasión en que aconteció esta proclama, se convirtió en una promesa sin acepción de personas: "El que cree en mí", "Los que creyesen en él". Por otro lado, se anuncia como un evento próximo: "pues aún no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús aún no había sido glorificado". En la antesala de su pasión y muerte, Jesús tranquilizó a sus discípulos, en un contexto intimista, redundando con la misma promesa:

"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Juan 14:16-18).

En el texto de arriba, Jesús se refiere al Espíritu Santo no como los ríos de agua viva, sino como Uno que el Padre daría a los discípulos para que estuviera con ellos [“Consolador”, literalmente, “uno que está al lado”] para fortalecerles y consolarles. Cuando se cumpliera esta promesa, el Espíritu Santo ya no estaría solamente CON los Apóstoles, sino que estaría EN ellos: “estará en vosotros”. Por extensión, era una promesa para la iglesia de todos los tiempos: "esté...para siempre". Es Lucas quien insiste en la promesa del Espíritu Santo correlacionando la promesa del Jesús intimista, antes de su pasión y muerte, con el Cristo ya resucitado: "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos

vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto". (Lucas 24:49).

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"Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". (Hechos 1:4-5).

Lo importante aquí es destacar que la “promesa del Padre” viene sintetizada bien por los efectos que produciría (ríos de agua viva), bien como Aquél que estaría al lado (el Consolador), bien como una investidura (el poder de lo alto) bien como un bautismo (bautizados con el Espíritu Santo). Todo esto era un acontecimiento futuro. Acontecería cuando el Cristo fuera glorificado. Pero se trataba de la misma y única promesa. Un análisis de estos cuatro textos nos permite identificar al Espíritu Santo con:

• Los "ríos de aguas viva", de evocación profética. • El "Consolador", que tiene un carácter de personalidad y asistencia. • El "poder desde lo alto", indicando su acción y origen divinos. • El "bautismo” con el Espíritu Santo, que indica su actividad envolvente.

II EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA ANUNCIADA La promesa del advenimiento del Espíritu Santo se hizo una realidad en el día de Pentecostés: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4). Ante la experiencia notoria que vivieron los discípulos, y la burla de los judíos que fueron testigos, Pedro dijo: “Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hechos 2:14-18). La explicación y petición de Pedro a los judíos que habían creído a su anuncio es el mejor comentario del cumplimiento de la promesa: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. (Hechos 2:38-39).

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Observemos que aquí no se trata de un don impartido por el Espíritu Santo, sino el Espíritu Santo ofrecido como un don de Dios. ¿Qué requisitos impone el Apóstol para recibir este don de la promesa?

• Creer en Jesucristo (fe implícita en la pregunta del vr.37: “Varones hermanos, ¿qué haremos?”)

• Arrepentirse de los pecados. • Bautizarse para la remisión de los pecados.

III EL CUMPLIMIENTO DE ESTA PROMESA CONVIERTE AL CR EYENTE EN MORADA DEL ESPÍRITU SANTO Recibir el Espíritu Santo es una consecuencia de haber sido hecho hijo de Dios por la fe en Cristo:

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. (Gálatas 4:6).

Esta morada del Espíritu Santo convierte al receptor en una posesión del Espíritu porque habita en él:

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?. (1ª Corintios 6:19).

Es más, quien no tiene el Espíritu de Cristo tampoco le pertenece (¡la implicación podría significar que tampoco es salvo!):

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).

Recibir el Espíritu Santo NO es una SEGUNDA GRACIA que el creyente recibe mediante algún método especial, sino el PRIMER DON gratuito como muestra de que Dios le acepta en la familia divina: la Iglesia:

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:6).

IV SER MORADA DEL ESPIRITU SANTO NO COARTA EL LIBRE ALBEDRÍO Ordinariamente, la influencia del Espíritu Santo no anula ni neutraliza las capacidades intelectuales ni la voluntad del receptor.

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La independencia y la libertad del receptor respecto al Espíritu Santo es tal que puede:

• Contristarle: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados...” (Efesios 4:30).

• Apagarle: “No apaguéis al Espíritu” (1ª Tesalonicenses 5:19). • Tentarle: “Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor” (Hechos 5:9). • Mantener el autocontrol: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los

profetas” (1ª Corintios 14:31-33). V ¿CÓMO SABEMOS QUE HEMOS RECIBIDO EL ESPIRITU SANT O? En algunos círculos religiosos se afirma que hablar en lenguas, profetizar o cualquier otra manifestación de esta naturaleza, es la evidencia necesaria para saber que el creyente ha recibido el Espíritu Santo. Otros distinguen entre recibir el Espíritu Santo y ser bautizado "por" el Espíritu Santo (este aspecto se verá en el estudio nº 3). El Espíritu Santo se recibe por fe: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por oír con fe?". (Gálatas 3:2). La interrogación de Pablo requiere una respuesta afirmativa en el sentido de que recibieron el Espíritu por fe. Aquí, la "ley" se refiere a la de Moisés, pero se extiende a cualquier sistema o método donde esté implícito algún tipo de mérito por parte del presunto receptor. Reflexiones previas acerca de cómo saber que tenemos el Espíritu Santo:

• Creemos que somos salvos por fe (1ª Juan 5:13). • Sentimos el gozo y la paz del perdón de nuestros pecados por fe (1ª Juan 2:1-2). • Nos sentimos parte del Cuerpo de los redimidos por fe (1ª Juan 3:1-3). • Miramos hacia nuestra morada celeste por fe (2ª Corintios 5:2-7). • Creemos que Dios nos ha aceptado como hijo suyo por fe (Juan 1:12).

¿Por qué dudar que hayamos recibido el Espíritu Santo como don de Dios si es la primera de sus promesas?

• “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Juan7:39). • “Arrepentíos... y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). • “¿No sabéis que sois el templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

(1ª Corintios 3:16). VI SEÑALES QUE EVIDENCIAN LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CREYENTE Las evidencias extraordinarias de haber recibido el Espíritu Santo NO constituyen la regla en los testimonios del Nuevo Testamento. Sólo en casos aislados y justificados los creyentes hablaron en otras lenguas o profetizaron al recibir el Espíritu Santo (esto se verá en el estudio nº 3).

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Señales que evidencian la presencia del Espíritu Santo en la vida del cristiano:

• Por el fruto que produce (Gálatas 5:22-23; Mateo 7:16). • Por la transformación moral y espiritual del receptor (Efesios 4:17-30; 1ª Corintios

6:9-11). • Por la esperanza que abriga en su corazón (Romanos 5:5; 2ª Corintios 5:1-7). • Por la convicción de su filiación divina (Romanos 8:16). • Por el espíritu de servicio en el uso de los dones que EL reparte a cada uno en

particular (Romanos 12:3-8; Efesios 4:7-12; 1ª Corintios 12:7-11, 27-31; etc.). Inconscientemente, la búsqueda, a veces angustiosa, de señales sensacionalistas como muestra de que hemos recibido el Espíritu Santo, más que una muestra de fe en las promesas de Dios, parece una desconfianza de dichas promesas: ¡se quiere ver para creer! Por otro lado, la experiencia parece mostrar que aquellos que dicen haber "recibido" tales evidencias del Espíritu Santo no son más humildes ni más tolerantes con sus hermanos, ni muestran más madurez cristiana. En no pocos casos ocurre lo contrario. RESUMEN

• Recibir el Espíritu Santo fue una novedad que caracterizó la época mesiánica: el tiempo de la Gracia.

• Esta novedad fue reiterada tanto por Juan el Bautista como por el mismo Jesús en

sus respectivos mensajes como un acontecimiento que seguiría a la resurrección y glorificación de Jesús.

• La inauguración del reino de Dios, es decir, de la iglesia, se llevó a cabo por el

advenimiento del Espíritu Santo: la promesa del Padre.

• La recepción del Espíritu Santo era -y es- una promesa de Dios para todos cuantos creían –creen- en Jesucristo.

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EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO (Parte II)

Es importante comenzar este estudio por las preposiciones gramaticales que el texto bíblico usa cuando se refiere al bautismo en el Espíritu Santo. El uso indiscriminado de estas preposiciones cambia el sujeto de la oración gramatical y esto crea un precedente equivocado. I PREPOSICIONES GRAMATICALES RESPECTO AL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO. Textos que hacen referencia al bautismo en el Espíritu Santo:

• “pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo” (Mateo 3:11)

• “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo” (Marcos 1:8).

• “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo” (Lucas 3:16).

• “Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Juan 1:33).

• “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5).

• “Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos 11:16).

Todos estos textos tienen como punto de referencia la analogía y el contraste entre el bautismo en agua por Juan el Bautista y el bautismo en el Espíritu Santo por Jesús. La preposición que usa el texto sin excepción alguna es "EN", que nuestra Versión Reina Valera traduce unas veces "EN" y otras "CON". Excepto en Hechos 1:5 y en 11:16, donde habla el mismo Señor o es citado, en los demás textos evangélicos el sujeto de la oración que ejecuta la acción es Cristo. (En los textos de Hechos está implícito). Si tenemos en cuenta que Cristo es el sujeto de dicha oración, será fácil comprender que ambas preposiciones "en/con" son las que requiere dicha oración. "El [Cristo] bautizará en/con el Espíritu Santo"

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Las preposiciones "del/por" el Espíritu Santo son incorrectas desde un punto de vista gramatical y desde un punto de vista doctrinal. Gramaticalmente cambia el sujeto activo de la oración. O sea, al admitir las preposiciones "del/por" ya no es Cristo quien bautiza, sino el Espíritu Santo. La preposición "del" (contracción: "de el") indica procedencia e iniciativa, y se deduce que el agente activo es el Espíritu Santo. Pero los textos citados más arriba indican que dicho bautismo procede de Cristo y éste sería quien bautizaría con/en Espíritu Santo. Al cambiar el sujeto de la oración, Cristo desaparece por necesidad gramatical y esto produce una doctrina nueva. Obsérvese que en el texto bíblico el Espíritu no es el agente que bautiza, sino el "elemento" con QUE Cristo bautiza. II ANALOGÍA ENTRE EL BAUTISMO DE JUAN EL BAUTISTA Y EL BAUTISMO DE JESÚS :

• Juan bautizaba con agua. • Jesús bautizaría con Espíritu Santo. • El bautismo de Juan era externo, físico. • El bautismo de Jesús era interno, espiritual.

Implicaciones de esta analogía:

• Juan bautizaba a todos cuantos venían arrepentidos a él sin acepción de personas. • Cristo bautizaría a todos cuantos creyeran en él sin acepción de personas.

No hay evidencias bíblicas de que el bautismo con el que bautizaría Cristo fuera sólo para unos pocos.

• Juan el Bautista hablaba a las multitudes (Marcos 1:5-8 y par.). • La profecía de Joel 2:28-29, que tuvo su cumplimiento en el día de Pentecostés, era

una promesa para todos cuantos creyesen en el Mesías. • El ritual que ponía fin a la fiesta, donde Jesús hizo su discurso, evocaba el

derramamiento del Espíritu profetizado. Jesús dijo que todos cuantos creyesen en él recibirían dicha promesa. (Juan 7:37-39).

• El bautismo con el Espíritu Santo cumplía la promesa de Joel. • En Pentecostés, Pedro dijo que aquella promesa era para todos cuantos creyesen

(Hechos 2:39). III EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO Y LA RECEPCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO Hay quienes diferencian entre recibir el Espíritu Santo y ser bautizado “por” el Espíritu Santo. De entrada debemos observar el error de la preposición “por”, como hemos apuntado al principio. Si fuera así, estaríamos ante dos momentos distintos en la experiencia cristiana: a) Recibir el Espíritu Santo, y b) Ser bautizado “por” el Espíritu Santo. Sin embargo, como veremos, no encontramos tal enseñanza en el Nuevo Testamento. Más bien lo que encontramos son manifestaciones diferentes (dones) del Espíritu Santo: hablar en lenguas, profetizar, sanidad, etc.

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Según 1ª Corintios 12 “todas estas cosas [los dones] las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a casa uno en particular como él quiere”, pero no todos los creyentes tenían los mismos dones (ver 12:29-30). Recibir el Espíritu y ser bautizados con el Espíritu: la promesa del Padre

“Y estando juntos, les ordenó: No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual oísteis de mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:4-5).

-Esta promesa del Padre se refiere a la misma que Jesús había anunciado ya antes: "He aquí, yo os enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros" (Lucas 24:49). -Esta promesa, que es el advenimiento del Espíritu Santo, se asocia con el bautismo en el Espíritu Santo: "Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" -Pedro dice que esta promesa es "para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hechos 2:39).

“Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame” (Hechos 2:38-39).

-La oferta de esta promesa ("y recibiréis el don del Espíritu Santo...") además de ser universal, es inherente a la aceptación del Evangelio y a la salvación: "arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados..."). -Esta oferta de Pentecostés evoca y cumple las palabras de Jesús en Jerusalén con ocasión de la fiesta antes citada: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él” (Juan 7:37-39).

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (Hechos 10:44-47).

-Para Pedro esta experiencia [hablar en lenguas] evidenció que los gentiles también podían recibir el Espíritu Santo: "estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros..." -Para Lucas, que escribe el libro de los Hechos, la experiencia de Cornelio y demás reunidos en su casa, supuso el "derramamiento del don del Espíritu Santo" (Hechos 10:45).

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-Obsérvese que se trata del Espíritu Santo como el DON derramado, aparte de que el Espíritu les estuviera concediendo el don de hablar en lenguas para evidenciar Su presencia. -Si tenemos en cuenta el sentido semántico de la palabra bautizar (sumergir), comprenderemos mejor que cuando recibimos el Espíritu somos "sumergidos" en él o con él. Aquí, una vez más, ser bautizado con el Espíritu se identifica con recibir el Espíritu remitiéndose al dicho del Señor: "Juan bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo" (Hechos 1:5; 11:16).

RESUMEN

• El agente que bautiza con el Espíritu Santo es Cristo.

• El "elemento" con el que Cristo bautiza es el Espíritu Santo.

• De la misma manera que Juan el Bautista bautizó a todos con el único requisito de mostrar un genuino arrepentimiento, así también Cristo bautizaría con Espíritu Santo a todos cuantos creyeran genuinamente en él.

• Este derramamiento del Espíritu era una promesa profetizada que comenzó a

cumplirse el día de Pentecostés.

• Al ser la recepción y el bautismo del Espíritu Santo una y la misma promesa de Dios, su cumplimiento depende de Su fidelidad y de nuestra aceptación genuina al Evangelio de Cristo.

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HABLARON EN OTRAS LENGUAS (Parte III)

En ciertos círculos religiosos (tanto protestante como católico) hablar en lenguas se ha convertido casi en el centro del Evangelio y en el clímax de la vida cristiana. Tanto es así que dichas experiencias espirituales han venido casi a opacar el estudio exegético de la Escritura. ¿Pero qué debemos entender por hablar en lenguas? ¿Hablan de verdad -quienes dicen hablar en lenguas- una lengua no aprendida convencionalmente? ¿Qué lengua –idioma- hablan? ¿A qué país, pueblo o etnia pertenece dicha lengua? ¿Les entenderían los nativos de ese país, pueblo o etnia si le escucharan? ¿Es un lenguaje no reconocido? Si no es una lengua reconocida, ¿se puede hablar entonces de lengua? ¿Qué lenguas hablaron los discípulos en el día de Pentecostés? ¿Fueron lenguas ininteligibles? En el presente Estudio intentamos mostrar que las lenguas que hablaron los cristianos en el siglo primero fueron lenguas vivas. Por otro lado, intentamos analizar en qué contextos y circunstancias hablaron en lenguas. Es decir, ver si aquellas experiencias marcaron una regla o, por el contrario, las mismas constituyeron la excepción de dicha regla. I LAS LENGUAS QUE HABLARON EN PENTECOSTÉS FUERON LENGUAS VIVAS “y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hechos 2:4)

El don que otorgó el Espíritu Santo a los discípulos en el día de Pentecostés consistió en la capacidad de hablar otra lengua diferente a la vernácula:

“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:4).

“Comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les dada que hablasen”, ¿Dónde radica el problema para no entender que se trataba de hablar otra lengua diferente a la vernácula? ¡En eso consistió el don del Espíritu Santo en aquél día!

La sorpresa de los oyentes que procedían de la diáspora fue mayúscula, pues se preguntaban: “¿No son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (Hechos 2:7-8). Luego Lucas refiere la procedencia de los oyentes:

“Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” (Hechos 2:9-11).

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“Tantas clases de idiomas hay seguramente en el mundo…” (1 Corintios 14:10)

Según el Nuevo Testamento, la iglesia de Corinto fue la comunidad donde más carismas se hicieron patentes. Pablo llega a decir: “de tal manera que nada os falta en ningún don” (1 Corintios 1:7). Entre estos dones, uno de ellos fue hablar en lenguas. Referente a este don, Pablo evoca la naturaleza de los idiomas hablados en el mundo, los cuales, sin excepción, tienen un significado; es decir, todos los códigos lingüísticos –palabras- significan algo; de ahí, la posibilidad de la comunicación entre el emisor y el receptor de dichos códigos. Tal es así, que cuando oímos hablar un idioma (lengua) que no hemos aprendido, no entendemos nada de lo que nos dicen: ¡es un extranjero para nosotros!

“Tantas clases de idiomas hay seguramente en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el significado de las palabras, seré como un extranjero para el que habla, y el que habla será como un extranjero para mí” (1 Corintios 14:10-11).

Éste era uno de los problemas en la iglesia de Corinto: el mal uso de este don. Hablaban en lenguas, a veces más de uno a la vez, pero nadie traducía los mensajes. ¿Resultado?: ¡Nadie entendía nada, no había edificación, propósito último de cualquier don! “Con el entendimiento” (1 Corintios 14:15) Una característica de la fe cristiana (frente a las religiones de misterios contemporáneas a la iglesia de Corinto), es precisamente “el entendimiento”, la razón. La doctrina y la teología cristiana reclaman el concurso de la mente, la parte racional del ser humano, por cuanto todo lo que tiene que compartir debe ser entendido y entendible: ¡incluso la alabanza y la adoración!.

“Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento…. (1 Corintios 14:14-15).

“Lengua desconocida”: es decir, una lengua que yo no hablo ni entiendo, porque no la he aprendido. Asociar esta lengua desconocida con cualquier “parloteo” ininteligible no tiene ninguna base exegética. II LAS LENGUAS HABLADAS POR EL ESPÍRITU SANTO NO ERAN “ANGELICALES” “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas” (1 Corintios 13:1) En el mundo carismático (tanto evangélico como católico) suelen decir que el “parloteo” que emiten quienes dicen hablar en lenguas es una lengua “angelical” (lengua de los ángeles). Para ello se remiten a la hipérbole que usa Pablo para exponer la supremacía del amor a cualquier don:

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que

resuena, o címbalo que retiñe” (1ª Corintios 13:1).

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Pero Pablo no está afirmando que él hablara en alguna lengua "angelical". El Apóstol está exponiendo una hipérbole para contrastar el valor inconmensurable del amor sobre cualquier don, aunque éste fuera un supuesto idioma celestial.

Que es una hipérbole lo evidencia la partícula condicional SI: "si yo hablase...". Es decir, en el supuesto de que él hablase incluso alguna lengua celestial, si no tiene amor, vendría a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Por otro lado, el texto no implica que esta supuesta lengua se hablara en ninguna circunstancia.

En la Biblia encontramos a mensajeros de Dios (ángeles) que hablaron lenguas humanas (Génesis 18), pero tuvieron que adoptar un cuerpo físico.

En la Biblia NO encontramos ninguna información de que algún hombre hablara un idioma angelical o celestial. III HABLAR EN LENGUAS ERA UN DON ENTRE OTROS MUCHOS El don de hablar en lenguas no era una “segunda gracia” dada a algunos creyentes, y menos aún una gracia que debieran buscar como clímax del perfeccionamiento de la vida cristiana. El don de hablar en lenguas era uno de los muchos dones que repartía el Espíritu Santo:

“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas…” (1 Corintios 12:7-10).

Pablo ve en esta diversa liberalidad del Espíritu Santo un mosaico enriquecedor que hacía del Cuerpo de Cristo algo perfecto (completo):

“Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?” (1ª Corintios 12:4-10, 28-30).

IV ADMINISTRACIÓN DEL DON DE LENGUAS EN LA IGLESIA

“No seáis niños” (1 Corintios 14:20) A la luz de la primera carta de Pablo a la iglesia de Corinto, parece ser que ésta se jactaba de los muchos dones que poseía, pero especialmente del don de lenguas. No es casualidad, quizás, que el Apóstol, al enumerar los dones, mencione el don de lenguas el último (1 Corintios 12:28). Y diga que es “mayor el que profetiza que el que habla en lenguas” (1 Corintios 14:5). Y, paternalmente, les trata de “niños” por la manera de conducirse en cuanto a los dones se refiere:

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“Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Corintios 14:20).

“las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos” (1 Corintios 14:22) Por “incrédulos” el Apóstol se refiere a los judíos reticentes al mesianismo de Jesús de Nazaret [“en otras lenguas hablaré a este pueblo”]. Por ejemplo, los judíos que acompañaron a Pedro para predicar a Cornelio, fueron reacios a predicar a un gentil; pero luego se convencieron al ver que también los gentiles recibían el Espíritu Santo porque “hablaban en lenguas” (sobre esto, ver más adelante). “pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes” (1 Corintios 14:22) Porque los creyentes (en el Jesús Mesías) no necesitaban “señales” (de hablar en lenguas). Los creyentes necesitaban instrucción, exhortación (1 Corintios 14:31), ánimo y consuelo (ver Hechos 15:32). “y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis

locos?” (1 Corintios 14:23) Decir, primeramente, que aquí los “incrédulos” [o indoctos] no son los “incrédulos” de más arriba, sino los “ateos” que rechazan la revelación de Dios. De lo contrario, Pablo se estaría contradiciendo a sí mismo. En efecto, el espectáculo que ofrecería un grupo de personas hablando a la vez en lenguas extranjeras, que los visitantes no entendían, ¿no era para tachar de locos a los componentes de dicho grupo? ¡Imagíneselo el lector!

“Hágase todo para edificación [de la iglesia]” (1 Corintios 14:26)

Pablo da por hecho de que en la iglesia de Corinto había cristianos con los dones que en su carta enumera. El Apóstol no pregunta, ni siquiera retóricamente como ha hecho en otro lugar (1 Corintios 12:29-30), sino que reconoce que había creyentes, hombre y mujeres, con dichos dones: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (1 Corintios 14:26). Ahora bien, una constante de la carta que estamos citando, en cuanto a los dones, viene reflejado con estas tres frases: “para provecho”, “para edificación”, “con orden”.

Los que hablan en lenguas: “sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios” (1 Corintios 14:27). Los que profetizan: “hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Corintios 14:29). ¡Qué interesante es este texto! En primer lugar, podían hablar varios; en segundo lugar, los oyentes podían juzgar (evaluar, discernir…) lo que habían oído. ¡Qué diferentes eran las reuniones “cultos” de la iglesia [primitiva] en Corinto de las reuniones de nuestras Iglesias de Cristo! Allí se podía interpelar, discutir… las disertaciones (predicaciones) de los profetas. El evangelista Juan, en este mismo contexto, instaba a sus lectores a que “probaran los espíritus si eran de Dios”, porque muchos falsos profetas habían salido por el

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mundo (1 Juan 4:1). Hoy, para no ser “díscolo” o “problemático”, el creyente (o la creyente) debe asentir todo lo que escucha en el sermón…¡aunque a veces escuche barbaridades teológicas “políticamente correctas”! V RELACIÓN ENTRE RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO Y HABLAR EN LENGUAS Aparte del don de hablar en lenguas en la iglesia de Corinto, hallamos cuatro casos en el libro de los Hechos donde hablaron en lenguas al recibir el Espíritu Santo (en tres de ellos de manera explícita; en un cuarto, implícitamente). Antes de revisar estos textos cabe preguntarse: ¿Por qué hablaron en lenguas las personas de estos relatos? ¿Hablaron todos los cristianos en lenguas cuando recibieron el Espíritu Santo? ¿Fue una regla hablar en lenguas para evidenciar que habían recibido el Espíritu? A EN EL DÍA DE PENTECOSTÉS

“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:15) Las lenguas de Pentecostés fueron una señal profética para mostrar que los tiempos mesiánicos habían comenzado:

“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hechos 2:15-18).

El propósito, pues, del don de lenguas en el día de Pentecostés fue para confirmar:

a) La resurrección de Jesucristo: “Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha

derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos 2:33).

b) El señorío de Jesús el Cristo: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

c) El cumplimiento de las profecías mesiánicas: “Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne” (Hechos 2:16, sig.).

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B EN CASA DE CORNELIO “Se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del

Espíritu Santo” (Hechos 10:45)

“Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que

hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.”(Hechos 10:45-46). En primer lugar (y este es el punto importante que queremos puntualizar), este acontecimiento debemos verlo a la luz del telón de fondo de los prejuicios judaicos: Los judíos no tenían ninguna relación con los gentiles. Entrar en su casa ya suponía una abominación (Hechos 10:28). Después de una penosa preparación, el Espíritu Santo tuvo que decir a Pedro explícitamente: "levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado" (Hechos 10:20). De hecho, a pesar de esta experiencia, los judíos que acompañaron a Pedro no estaban convencidos de ir a casa de un gentil a predicarle el Evangelio, pues "se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo". Es más, si no hubiera sido por esta manifestación del Espíritu (hablar en lenguas), los judíos acompañantes de Pedro habrían tenido reparos en administrar el bautismo a unos gentiles a pesar de cualquier declaración de fe en Cristo. Creemos que el contexto que justificó hablar en lenguas en este caso está suficientemente explicado en esta circunstancia: la exclusividad que los judíos sentían de las bendiciones mesiánicas. Por otro lado, aun cuando está fuera de este tema: Las lenguas que el Espíritu les dio que hablasen confirmaron a Pedro y a los judíos allí presentes de la universalidad del Evangelio. ¡Sencillamente los judeocristianos no creían todavía que los gentiles tuvieran parte en el reino del Mesías! Y no sólo estos judeocristianos que acompañaron a Pedro, sino los líderes de la iglesia en Jerusalén: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18). C LOS EFESIOS RE-BAUTIZADOS POR PABLO ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? (Hechos 19:1-6) Cuando Pablo llegó a Éfeso, encontró a un grupo de discípulos convertidos por Apolos, el cual practicaba el bautismo de Juan el Bautista (ver Hechos 18:24-25). Conversando con ellos percibió que no habían sido instruidos correctamente. Así pues, Pablo les hizo la pregunta de rigor: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Tres observaciones debemos hacer aquí: En primer lugar, la validez del bautismo cristiano no radica tanto en el hecho de la inmersión [en agua], sino en el propósito para el cual se administra dicha inmersión. Ambos bautismos (el de Apolo y el de Pablo) eran por inmersión. La diferencia entre los dos bautismos radicaba en

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el propósito. El bautismo de Juan el Bautista era “de arrepentimiento para perdón de pecados” (Marcos 1:4) como buena disposición para recibir al Mesías y su reino (Hechos 19:4). En segundo lugar, Pablo asocia: a) el bautismo [en agua], b) la fe [en Cristo], c) el propósito del bautismo [en el nombre de Jesús para…] y d) la recepción del Espíritu Santo: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?... ¿En qué, pues, fuisteis bautizados?”. Es decir, el bautismo de la gran comisión (que era para perdón de los pecados) llevaba como consecuencia la recepción del Espíritu Santo como un don de Dios (Hechos 2:38). En tercer lugar (y éste es el punto que nos interesa), los discípulos re-bautizados hablaron en lenguas cuando Pablo les impuso las manos. No consta en el Nuevo Testamento que a todos los bautizados se les impusiera las manos con el objeto de que recibieran el Espíritu Santo, pero todos los bautizados recibían el Espíritu Santo (Hechos 5:32). Creemos que la excepción que supone este caso, en cuanto a hablar en lenguas cuando recibieron el Espíritu Santo, se debe a la circunstancia de haber sido bautizados dos veces. Hablar en lenguas al recibir el Espíritu Santo evidenció la doctrina correcta que Pablo les había enseñado al respecto (diferenciada a la de Apolo). D LOS PRIMEROS CRISTIANOS EN SAMARIA “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el

Espíritu Santo, les ofreció dinero” (Hechos 8:12-18) Aquí no se dice explícitamente que “hablaran en lenguas”, ¿podemos asumir implícitamente que sí hablaron cuando recibieron el Espíritu Santo? ¿Cómo, si no, sabía Simón que recibían el Espíritu Santo? Renunciamos a defender que hablaron en lenguas. No obstante, hacemos las siguientes observaciones referentes a “recibir el Espíritu Santo”.

En esta ocasión los acontecimientos ocurrieron de forma distinta a como sucedieron en casa de Cornelio. En casa de este gentil recibieron el Espíritu Santo mientras Pedro les predicaba, antes de ser bautizados en agua. En Samaria, a pesar de haber sido bautizados en agua no recibieron el Espíritu Santo hasta que Pedro y Juan, venidos de Jerusalén, "oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo" (Hechos 8:15). Que no recibieron el Espíritu Santo hasta este momento, a pesar de haber sido bautizados en agua, lo muestra el adverbio de tiempo empleado en el texto: "pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos" (RV´95), o, como dice otra versiones: "porque todavía no había venido el Espíritu Santo sobre ninguno de ellos" (DHH); "pues todavía no había bajado sobre ninguno" (Biblia del Peregrino). El contexto confirma esta proposición mediante otro adverbio: "SINO solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús"; es decir, sólo habían sido sumergidos en agua. Las otras versiones citadas anteriormente dicen: "solamente se habían bautizado en el nombre del Señor Jesús" (DHH); "sólo estaban bautizados para el nombre del Señor Jesús" (Biblia del Peregrino).

Obviamente, la expresión "pues aún no había descendido..." indica que algo que debía haber ocurrido de forma ordinaria, no ocurrió en este caso. Y "solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús" indica que había ocurrido una sola cosa de las dos ordinarias, a saber, el bautismo en agua y recibir el Espíritu Santo.

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Ahora bien, como en el caso de Cornelio, también aquí existe un telón de fondo; esta vez los prejuicios entre judíos y samaritanos. Los judíos consideraban a los samaritanos como si éstos fueran gentiles (Mateo 10:5-6; Juan 8:48). Los samaritanos competían, desde hacía siglos, con los judíos en el marco puramente religioso. Los samaritanos creían tener el monopolio de la revelación y el culto a Dios (Juan 4:20). Jesús desengañó a la mujer samaritana respecto a las proposiciones que los samaritanos mantenían (Juan 4:22). Por otro lado, la Escritura decía tajantemente que la Palabra de Dios saldría de Jerusalén (Miqueas 4:2).

Los samaritanos debían reconocer que la promesa de Dios habría de cumplirse por medio del pueblo judío y desde Jerusalén, como estaba escrito. Al recibir el Espíritu Santo sólo mediante la imposición de manos de Pedro y de Juan, se confirmaba:

a) Que Jerusalén fue el lugar de donde salió la Palabra de Dios y donde se llevaron a cabo los acontecimientos relacionados con el Mesías crucificado y resucitado.

b) Y, además, que los judíos -Pedro y Juan lo eran- habían recibido la revelación y la autoridad de Dios y de Cristo el Mesías.

RESUMEN

a) Las lenguas eran idiomas vivos que los autóctonos podían entender. b) El don de lenguas no fue una evidencia sistemática y ordinaria de haber recibido el

Espíritu Santo.

c) Ni en el caso de Cornelio, ni en el de los samaritanos (suponiendo una experiencia aquí), ni en el de los efesios, constituyeron una regla; más bien muestran ser una excepción. La Escritura no confirma que todos cuantos creían en el Evangelio recibían en ese momento, antes de ser bautizados, el Espíritu Santo. El testimonio ordinario del Nuevo Testamento era que recibían el Espíritu Santo como consecuencia de su obediencia al Evangelio en el bautismo (Hechos 2:38).

d) Pablo no recibió el Espíritu Santo hasta que Ananías llegó a donde él estaba y le

administró el bautismo en agua (Hechos 9:17-18 -El verso 17 es un anuncio de la misión para la cual Ananías había sido enviado).

e) Tampoco la imposición de manos de los Apóstoles fue una regla para recibir el

Espíritu Santo: los Apóstoles no estuvieron viajando por todo el orbe para imponer las manos a todos los creyentes.

f) Los dones de lenguas, en los casos estudiados, fueron excepcionales y no marcaron

ninguna regla en la experiencia de la iglesia posterior.

g) Hablar en lenguas fue un don del Espíritu Santo el cual daba a quien Él creía oportuno y cuando Él lo creía conveniente, pero no a todos ni en todo lugar y momento.

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LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO (y Parte IV)

Este es el cuarto y último estudio sobre “El Espíritu Santo”. Dividimos el mismo, a la vez, en cuatro apartados: a) Valor apologético de los dones; b) Los dones en general; c) ¿Temporalidad de algunos dones? ¿Cuáles?, y d) significado de “lo perfecto” en 1ª Corintios 13:10. UNA CLARACIÓN NECESARIA El ministerio del Espíritu Santo, como apuntamos en la introducción de esta serie de estudios, no se limita a los dones, pero es el tema que aquí estamos abordando monográfica y apologéticamente. Por principio, en el presente estudio, defendemos la vigencia de los dones del Espíritu Santo en general, por ser funciones inherentes a su Persona, tanto apologética como teológicamente. Creemos que los límites, tanto del número de los dones como de la naturaleza de éstos, debe ponerlos el mismo Espíritu Santo. Pero además de esta afirmación, decimos también que:

-No todos los dones, aun cuando todos son para “provecho” y “edificación” de la iglesia, proliferaron en todas las iglesias que conocemos en el Nuevo Testamento. La primera carta a los corintios (aparte de Romanos y Efesios, en éstas muy de pasada) es la única epístola donde el Apóstol hace una larga exposición acerca de los dones, cuyo fin primordial es mostrar la supremacía del amor sobre cualquier don (1 Corintios 12:1, 31 sig.). -No todos los dones, aun cuando constitutivos de la naturaleza de la iglesia (miembros=cuerpo), tienen que estar forzosamente presentes en cada iglesia local para ser reconocida como tal. La experiencia de la iglesia de Corinto no podemos universalizarla. Podemos decir que así fue la iglesia de Corinto, según la información que nos ofrece la epístola del Apóstol, pero no podemos decir que todas las iglesias cristianas del primer siglo fueron así. -No todos los dones, aun cuando tengan un precedente en los otorgados por el Espíritu Santo, son necesarios para la misión de la iglesia en el mundo, cualquiera que sea el estadio de la Historia en que se encuentra la iglesia. Aparte de la Iglesia-Institución, durante muchos siglos, estuvo viva la iglesia militante, testimoniando del evangelio, a veces a contracorriente, a veces perseguida y condenada, “sin” dones específicos y visibles excepto la “fe” por la cual perseveraron y aguantaron hasta el martirio. En conexión con lo dicho, decir también que el conocimiento que tenemos de las comunidades cristianas primitivas, de la edad apostólica, es muy limitado. Ni el libro de Hechos, aun cuando tiene que ver con la historia de la iglesia (mejor dicho: con las actividades de los apóstoles Pedro y Pablo), se puede considerar “una historia de la iglesia primitiva”, ni las referencias parciales de la vida de algunas iglesias, mediante las cartas dirigidas a ellas (sean de Pablo o de otro autor), son suficientes para de ahí constituir una fisonomía completa de lo que fue “la” Iglesia del Nuevo Testamento (y esto es muy importante a tener en cuenta para el trabajo de la “restauración” de la iglesia).

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Esta “insuficiencia” informativa (carencia de datos) neotestamentaria desautoriza cualquier pretensión dogmática de un “retrato” de lo que fue “la” Iglesia primitiva. Más bien, por la parcialidad de dicha información sólo podemos hablar de la fisonomía de una iglesia particular, y aun así con ciertas reservas. Por ello, aun cuando citamos textos de la primera carta a los corintios para enfatizar la naturaleza de la iglesia como cuerpo de Cristo y, por lo tanto, la dependencia de ésta al Espíritu Santo en cuanto a los dones, en ninguna manera queremos decir que todas las iglesias tienen que tener los dones que aquella iglesia tenía. Pero, fundamentados en los mismos argumentos, lo mismo podríamos decir sobre la estructura organizativa de la iglesia, la naturaleza de las reuniones cúlticas, las prácticas judaicas de las iglesias palestinenses a la ley mosaica, los valores éticos derivados de las instituciones civiles de la época (esclavitud, etc.). Disponemos de informaciones parciales con casos concretos como epicentros, las cuales no podemos usar indiscriminadamente y aplicarlas de manera universal. Este uso abusivo de la Escritura es uno de los errores de algunos modernos “restauradores” de la Iglesia de Cristo del Movimiento de Restauración. Error en el cual no quisiéramos caer aquí al analizar lo que sigue sobre los dones. A VALOR APOLOGÉTICO DE LOS DONES Y DEL ESPÍRITU SAN TO Singularidad de los dones

El cristianismo es la única “religión” del Libro que da carácter de “persona” al Espíritu Santo. La singularidad de este carácter está puesta de manifiesto, directa e indirectamente, en todas las afirmaciones que de ella hace el Nuevo Testamento. Pero, curiosamente, en las escrituras cristianas no se discute ni se hace apología sobre esta peculiar doctrina cristiana, simplemente se expone como un hecho ontológico. Ante la pregunta apologética de sobre QUÉ se fundamenta la doctrina de la persona del Espíritu Santo, debemos contestar sin duda alguna: ¡Los dones! ¡El Espíritu Santo se expresa a través de los dones! Los dones individuales, dinámica intraeclesial

En efecto, los dones, que son las manifestaciones vivas, objetivas y funcionales de la iglesia como Cuerpo de Cristo, se remiten una y otra vez al Espíritu Santo. Es decir, los hagiógrafos del Nuevo Testamento a penas malgastan una sola palabra para “enseñar” una doctrina teórica referente al Espíritu Santo; más bien, por el contrario, exponen las diversas manifestaciones objetivas en los hechos singulares, dentro y fuera de la iglesia, derivados de los dones del Espíritu Santo: “concediendo que se hiciese por las manos de ellos señales y prodigios” (Hechos 14:3; 1 Corintios 12:7-11); “Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hechos 15:32); “teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe, o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad, el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría…” (Romanos 12:6-8). La iglesia, como organismo visible, se hace una realidad histórica y existencial a través de los dones, cualesquiera que estos sean. Aquí no se trata de qué dones concretos se manifestaban en una iglesia particular, sino que así era cómo se entendía la naturaleza de la iglesia. La naturaleza de la iglesia está vinculada a la persona del Espíritu Santo, y éste no se entiende fuera de la dinámica que le es propia:

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los dones. Podríamos decir: Sin dones no hay Espíritu Santo; sin Espíritu Santo no hay iglesia. Esta peculiaridad distingue al cristianismo de las demás religiones del Libro: Judaísmo e Islam. Los dones convierten a la iglesia en un organismo vivo

Como organismo vivo, entre el Señor de la iglesia y cada uno de los miembros en particular, existe un vínculo personal espiritual intransferible, sin necesidad de intermediarios. Es decir, en la comunión formamos la iglesia, el cuerpo, sin que alguna jerarquía sea requerida para tal realidad (“donde están dos o tres reunidos en mi nombre…” – Mateo 18:20). Por lo tanto, la iglesia no es algo ajeno e independiente a nosotros mismos como creyentes, ni es una entidad marginal a cada creyente, porque todos, cada uno en particular, SOMOS iglesia. En este sentido, la iglesia, como organismo vivo, está vinculada a Su cabeza por medio de los dones (1 Corintios 12; Efesios 4:9-13; 1 Pedro 4:10-11) y éstos, a la vez, son los “vasos comunicantes” a través de los cuales el Señor vivifica Su iglesia y se relaciona con ella. Por ello, la iglesia no es una “propiedad” del que proclamó el mensaje, sino del Señor que fue proclamado: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). El desarrollo de cualquier ministerio en la iglesia nos convierte en simples “colaboradores” de Dios (1 Corintios 3:9; 2 Corintios 6:1). De lo dicho se deduce que los dones particulares e individuales de cada miembro de ese cuerpo, que es la iglesia, no pueden ser interferidos ni manipulados por nadie, si siquiera por quienes “supervisan” la iglesia. Al contrario, éstos deben garantizar el descubrimiento, la promoción y el ejercicio de dichos dones. Los dones no se ofrecen “a dedo“ por alguien en particular, sino que son otorgados por el Señor de la iglesia. A la iglesia, y no sólo a sus líderes, le corresponde descubrir, reconocer y corroborar dichos dones. Si esto no es así, la “comunidad” puede ser cualquier cosa, independientemente de su operatividad, pero no estará siguiendo la dirección del Espíritu Santo según enseña la Escritura, “porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). El Espíritu Santo, guía de la iglesia

Ahora bien, la relación dinámica del Espíritu Santo respecto a la iglesia es bifuncional: Espíritu Santo-individuo (dones); Espíritu Santo-iglesia (guía). La primera relación la vemos en cada uno de los casos referidos a dones individuales (1 Corintios 12; etc.). La segunda relación la vemos en la resolución, por ejemplo, del “concilio” de Jerusalén: “”Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros…” (Hechos 15:28; ver también Hechos 16:6-10). Por ello, nos sorprende que los “restauradores” del Movimiento de Restauración no hubieran hecho hincapié en esta doctrina neotestamentaria. Ni siquiera repararon en ella, a pesar de ser la columna vertebral de la iglesia “según” el Nuevo Testamento. ¿Por qué? Por dos razones: a) Por cierta “alergia” al pentecostalismo de la época (alergia que está vigente hoy, hasta la histeria); b) Por la obsesión, casi patológica (¡y paradójica!), de la letra (“hablar donde la Biblia habla…”), que les llevó a “restaurar” por antítesis lo que los otros, según ellos, estaban haciendo mal! ¡Lástima! ¡Con lo que había que hacer!

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EL CULTO EN LA IGLESIA DE CORINTO Es de sumo interés lo que dice el Apóstol en

cuanto a la administración de los dones en la

iglesia de Corinto. En primer lugar, en la

misma ocasión podían hablar varios

profetas. Hemos de decir que aquí profeta

se refiere al que “enseña” y “exhorta” a la

iglesia (1 Corintios 14:31). En segundo lugar,

los oyentes podían juzgar (evaluar,

discernir…) lo que habían oído. ¡Qué

diferentes eran las reuniones [“cultos”] de la

iglesia [primitiva] de Corinto de las

reuniones de nuestras iglesias! ¿Por qué no

habremos “restaurado” este tipo de culto en

las iglesias del Movimiento de Restauración

también? Allí se podía interpelar, discutir, las

disertaciones (predicaciones) de los profetas

(¿cuándo, dónde, quiénes?, esto es otra

cuestión). El evangelista Juan, en este mismo

contexto, instaba a sus lectores a que

“probaran los espíritus si eran de Dios”,

porque muchos falsos profetas habían salido

por el mundo (1 Juan 4:1). Es decir, el

evangelista y apóstol no quería cristianos

“acríticos”. Hoy, para no ser “díscolo/la” o

“problemático/ca”, el/la creyente debe

asentir todo lo que escucha en el sermón…

¡Aunque, a veces, escuche barbaridades

teológicas, ¡pero políticamente “correctas”!

Por otro lado, ¿quiénes son esos “cada uno

de vosotros” (14:26)? Para los teólogos

afectados de misoginia crónica deben ser

exclusivamente los varones; es decir, el

“cuerpo” de Cristo, en nuestras iglesias, se

queda mutilado en más del 50%, que suele

engrosar el conjunto de mujeres en las

iglesias (¡salvo excepciones!).

B LOS DONES EN GENERAL Tres premisas teológicas acerca de los dones

En primer lugar, el Espíritu Santo es el “vicario” de Cristo en la Iglesia desde la ascensión de éste a los cielos: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17). Aun cuando la promesa parece ser exclusiva para los Apóstoles, no obstante, la frase adverbial de tiempo para siempre, indica que es una promesa para la Iglesia de todos los tiempos. Si no fuera así, no tendría sentido las implicaciones intraeclesiales de la exposición de 1ª Corintios 12. En segundo lugar, el Espíritu Santo lideró la Iglesia mediante los dones: El apóstol Pablo enumera una larga lista de dones concretos, tales como: -de profecía, -de servicio, -de enseñanza, -de exhortación, -el que reparte, -el que preside, -el que hace misericordia, (Romanos 12:6-8); -de sabiduría; -palabra de ciencia –fe, -dones de sanidades, -el hacer milagros, -discernimiento de espíritus, -diversos géneros de lenguas, -interpretación de lenguas. (1 Corintios 12:8-11); -apóstoles, -profetas, -evangelistas, -pastores y maestros, (Efesios 4:11-12); y el apóstol Pedro, refiriéndose a los dones también, dice: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios”, “si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da” (1 Pedro 4:10-11). Al menos la iglesia de Corinto, en la edad apostólica, fue una comunidad notablemente carismática, en la que abundaban los dones espirituales (1 Corintios 12:7-11, 28-30; 14:1-5) ¡Y, por lo tanto, sus reuniones eran sumamente participativas! Posiblemente, estos dones se daban en otras iglesias más (Hechos 4:29-30; 13:1; 15:32). Respecto a esta plural participación en la iglesia de Corinto, Pablo dice: “Hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Corintios 14:29). Pablo da por hecho de que en la iglesia de Corinto había cristianos con los dones que en su carta enumera. El Apóstol no pregunta, ni siquiera retóricamente como ha hecho en otro lugar (1 Corintios 12:29-30), sino que

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reconoce que había creyentes con dichos dones: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (1 Corintios 14:26). Pero… “Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26)

Las tres frases que marcan los principios básicos y suficientes para la coordinación del uso de los dones en la iglesia son: “para provecho”, “para edificación” y “con orden”. Aquí encontramos una guía orientativa para canalizar el desarrollo y el ejercicio de los dones en cualquier iglesia, de cualquier época y latitud. Debe ser, por lo tanto, un gran pecado “ningunear” los dones evidentes en la iglesia. Este ninguneo convierte a la iglesia en un club donde “cada uno” tiene la obligación de cumplir con su “cuota”, pero sólo unos pocos tienen derecho a hacer visible sus dones. ¡Esta no es “la” iglesia del Nuevo Testamento! La iglesia del Nuevo Testamento, como organismo vivo, está vinculada a Su cabeza por medio de los dones (1 Corintios 12; Efesios 4:9-13; 1 Pedro 4:10-11) y éstos, a la vez, son los “vasos comunicantes” a través de los cuales el Señor vivifica Su iglesia y se relacionaba con ella. En tercer lugar, de las anteriores premisas deducimos que el liderazgo del Espíritu Santo está vigente en la Iglesia de todos los tiempos, lo cual implica la vigencia de los dones, cualesquiera que estos sean. El Apóstol repite una y otra vez que los dones, en general, son para “provecho” y “edificación” de la iglesia (1ª Corintios 12:7; 14:3, 5, 12, 26; Efesios 4:11-12). Esta apología de los dones es coherente con la doctrina del “sacerdocio universal” que enseña el Nuevo Testamento (1 Pedro 2:5). Es decir, la iglesia, además del Libro, cuenta con dones del Espíritu Santo (Mateo 28:20; ver también Juan 14:15-31). La pregunta pertinente es: ¿Cuáles de los dones que lista el Nuevo Testamento están hoy vigentes y cuáles de ellos no lo están? C ¿TEMPORALIDAD DE ALGUNOS DONES? ¿CUÁLES? Estas preguntas nos sugieren otras más en relación con la vigencia de los dones, cualesquiera que éstos sean: ¿Están vigentes hoy todos los dones que el Nuevo Testamento enumera? ¿Están hoy vigentes sólo unos dones y los demás cesaron después de las primeras décadas de la iglesia? ¿Hemos de suponer que, según las necesidades de cada época, los dones pueden –o deben- ser diferentes? ¿Qué dones esperamos del Espíritu Santo en nuestras iglesias en el siglo XXI? Existen diferentes opiniones sobre la temporalidad de los dones. Todos los dones están vigentes

Unos dicen que los dones del Espíritu Santo -todos los dones- siguen vigentes hasta el día de hoy. De ahí que muchos carismáticos reclamen tener algún don particular, especialmente el de hablar en lenguas, de sanidad o de profecía. ¿Por qué -nos preguntamos- reclaman

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especialmente estos dones y no el don de servir, por ejemplo, entre los muchos y variados que enumera el Nuevo Testamento (Romanos 12:7-8)? Ahora bien, independientemente de qué dones estén vigentes hoy, la eficacia de ellos en general, pero de algunos en particular (lengua, profecía, sanidad…), fue vital para la confirmación del evangelio en los dos mundos: el gentil y el judío. Basta leer Hechos 2:6; 3:1-8 y 11:27-28, entre otros textos, para darnos cuenta de la eficacia que debe caracterizar cualquier don fidedigno del Espíritu Santo. Por coherencia, pues, quienes dicen tener actualmente estos dones deberían mostrar igual eficacia para crédito del mensaje que predican. Si no son igual de eficaces, quienes reclaman tener algunos de estos dones (o cualquier otro), deberían abandonar inmediatamente sus presunciones, que más que confirmar el Mensaje lo desacreditan ante los incrédulos. Todos los dones cesaron después de la edad apostólica

Otros afirman que los dones estuvieron vigentes hasta que el conocimiento de Dios fue revelado en el Nuevo Testamento (por los Apóstoles). Después, los dones cesaron. Pero es importante definir que es un “don”. En el contexto del Nuevo Testamento (prácticamente en las epístolas de Pablo) dones son, como hemos enumerado más arriba: de profecía, de servicio, de enseñanza, de exhortación, el que reparte, el que preside, el que hace misericordia, (Romanos 12:6-8), de sabiduría, palabra de ciencia, fe, de sanidades, hacer milagros, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, interpretación de lenguas (1 Corintios 12:8-11). Pero también son considerados dones: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Efesios 4:11-12). Y estos últimos dones han estado siempre visibles en la iglesia de todos los tiempos. Luego no cesaron todos. Sólo algunos dones están vigentes

Otros más, sin embargo, afirman que algunos dones fueron temporales, los cuales estuvieron vigentes sólo durante la época apostólica. Después de la vida de los Apóstoles, dicen, los dones cesaron. Para ello citan 1 Corintios 13:9-12 entendiendo en dicho texto que hubo una época (la apostólica) en la que los dones contribuyeron a “revelar” todo el conocimiento que la iglesia necesitaba. Una vez revelado todo (en la Escritura), y llegado “lo perfecto”, los dones cesaron. La pregunta obvia es: ¿Cuántos y cuáles dones cesaron? ¿Qué es lo perfecto? ¿Cuándo llegó lo perfecto? Posible temporalidad de algunos dones

De algunos textos del Nuevo Testamento se deduce que al menos algunos dones podrían haber sido temporales. Por ejemplo, el autor de la epístola a los Hebreos se remite a las señales y a los prodigios que confirmaron las Buenas Nuevas con un participio pasado:

"Habiendo sido anunciada [la salvación] primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros..." (Hebreos 2:3-4; ver Hechos 14:3).

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Obsérvese que el autor no usa el presente continuo -está confirmándose- como era de esperar si estos dones hubieran estado aún manifestándose cuando escribe, sino el participio pasado, "confirmada". Preguntamos: ¿No eran ya habituales esos dones? Sin embargo, ¿es suficiente este tiempo verbal del texto para concluir absolutamente que cuando el autor escribe ya no estaban vigentes dichos dones? Por otro lado, Judas habla de "la fe dada una vez a los santos" (Judas 3, 17). Judas se remite a "las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles" como única autoridad válida. Preguntamos: ¿No había ya profetas que hablaran con autoridad divina en la iglesia? Más aún: Pablo sanó en diversas ocasiones a enfermos y en una ocasión resucitó a un muerto (Hechos 14:8-10; 28:8-9; 20:9-12). Sin embargo, Pablo eludió usar o recomendar este don en otros casos:

• En la enfermedad de Trófimo (2ª Timoteo 4:20). • En la enfermedad de Epafrodito (Filipenses 2:26-27). • En la enfermedad crónica de Timoteo (1ª Timoteo 5:23).

Y todavía más: Santiago recomendó la oración de fe para los enfermos (Santiago 5:14). No hay duda que son enfermedades físicas, pues Santiago recomienda la unción con aceite, lo cual era una costumbre y un remedio doméstico para las enfermedades físicas en el judaísmo. Preguntamos: ¿No había ya dones de sanidad? Posible temporalidad, pero sólo posible. Es decir, la vigencia o no vigencia de los dones, cualesquiera que sean, no se puede fundamentar en terminologías semánticas. La cuestión de fondo es más profunda que todo eso. Se trata de si el Espíritu Santo es hoy el mismo que entonces y si ofrece o no dones específicos, sin limitar la naturaleza de ellos. Decir que el Espíritu Santo hoy no otorga ciertos dones, ¿no es coartar la libertad del Espíritu Santo? Porque afirmar que “sí” los otorga no obliga ni fuerza al Espíritu Santo a que los otorgue, más bien dejamos abiertas las expectativas para que él haga lo que quiera hacer, cuando quiera hacerlo y con quien desee. ¿No es más lógico esto último? D “LO PERFECTO” DE 1ª CORINTIOS 13:10

Introduciéndonos en el texto

Algunos exegetas de la Escritura se remiten a este [único] texto para afirmar que después de la vida de los Apóstoles cesaron los dones. Ahora bien, volvemos a las interrogantes necesarias: ¿Qué dones cesaron? ¿Son los dones que Pablo enumera en 13:8 (profecía, lengua, ciencia)? ¿Son los dones que ha citado anteriormente en 13:1-3 (lenguas, profecía, entendimiento de misterios, ciencia, fe, liberalidad, sacrifico)? ¿Son todos los que ha citado en el capítulo 12? El texto visto de manera panorámica

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La unidad literaria que nos incumbe es la formada por los capítulos 12 y 13 de la primera epístola a los corintios. En esta unidad literaria Pablo usa el concepto de los dones de manera numéricamente descendente, y cada enumeración (descendente) de los dones es, a la vez, una sumarización de los mismos. En el capítulo 12 el Apóstol especifica los dones como figura de los miembros del cuerpo (la iglesia). Después, en el capítulo 13, cuando empieza a valorar los dones en ausencia del amor, enumera siete de ellos: lenguas (¡celestiales!), profecía, entender misterios, ciencia, fe, liberalidad y sacrificio, como una síntesis de todos ellos (los que sean). Pablo, por simple economía literaria, no necesitaba enumerar todos los dones vigentes en la iglesia para lograr su fin (exponer la superioridad del amor). Finalmente, expuesta la superioridad del amor, y para relativizar el valor y el uso de los dones, el Apóstol cita sólo tres dones: profecía, lengua y ciencia, que es otra síntesis. El amor, punto neurálgico de la unidad literaria (capítulos 12 y13)

El punto neurálgico de la exposición de los capítulos 12 y 13 de la primera carta a los corintios está reflejado en el comienzo y en el final del capítulo 12: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” - “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (El Amor – 13:13). Según 13:8, Pablo da a entender que sólo estos tres dones acabarán, pero el contrapunto es el amor. El amor como contrapunto de los dones en general, que Pablo ha venido sintetizando en la enumeración descendente de los dones, cada vez más reducida, para reducirlos a tres. ¿Por qué el amor es el contrapunto de todos los dones? ¡Porque el amor permanecerá para siempre! ¡Es eterno! ¡Cuando veamos “cara a cara” no necesitaremos ni siquiera la fe y la esperanza, pero sí necesitaremos el amor! (13:13). Los dones son recursos del Espíritu Santo para la iglesia histórica y existencial mientras es “peregrina” en esta tierra. Durante este peregrinaje, la iglesia anda en esperanza, en fe, mirando lo por venir, ve “por espejo”, conoce “en parte”, pero confía un día ver “cara a cara” (¿lo “perfecto”?).

“CUANDO VENGA LO PERFECTO”

Cuestiones

¿Hubo un visado con fecha de caducidad para los dones del Espíritu Santo? ¿Creyó Pablo que el Espíritu Santo tenía un tiempo limitado para ofrecer un conocimiento específico del evangelio a través de dones también específicos? ¿Fue el límite de ese tiempo la vida del último Apóstol? ¿Se les “acabó” el don de profetizar, por ejemplo, a quienes profetizaban, cuando murió este último Apóstol, aun cuando el profeta viviera muchos años después? ¿Entendieron los líderes de la iglesia posapostólica que ya tenían todo el conocimiento de Dios tras la muerte del último apóstol? ¿Qué significa “todo” el conocimiento? Si lo “perfecto” (completo) se refiere a cuando estuvo “todo revelado” por medio de la Escritura cristiana (¿al cierre del canon del Nuevo Testamento?), entonces debemos hacer, además, las siguientes:

Consideraciones

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Primera. Durante el período de recopilación, algunos escritos (El Pastor de Hermas y dos epístolas de Clemente de Alejandría, por ejemplo) se leían en las iglesias de Oriente reconociéndoles la misma autoridad que a los escritos paulinos. Por el contrario, 2ª y 3ª epístolas de Juan, 2ª de Pedro y Judas no se les concedió esta misma autoridad hasta los concilios de Hipona (393) y de Cartago (397), pues hasta entonces formaban parte de una lista de “libros discutidos”. Esta notoria incertidumbre en cuanto a qué libros formaban el “canon”, ¿muestra que la iglesia de los siglos II y III era consciente de que lo “perfecto” de la carta de Pablo ya había “venido”?

Segunda. En general, las escrituras del Nuevo Testamento fueron producidas en respuestas a situaciones particulares y concretas, unas de carácter doctrinal, otras de carácter ético, etc. Es decir, no hubo una expectativa conocida de antemano por parte de los Apóstoles en el sentido de dejar una “Teología Sistemática” para la posteridad. De ahí que, salvo temas muy específicos relacionados con la vida de alguna iglesia en particular, o con el comportamiento de algunas personas concretas, o con doctrinas erróneas ya presentes en la época apostólica, en el Nuevo Testamento disponemos más bien de principios. Principios anexionados, a veces, a instituciones hoy ya obsoletas (por ejemplo: la esclavitud, la patria potestad absoluta, la tutela de la mujer, etc.). En cuanto a las verdades teológicamente transcendentes, aun cuando son tratadas convenientemente en algunas cartas (Romanos, Hebreos, Gálatas, etc.), por causa de su profundidad, en algunas cosas nos queda con bastante ignorancia (por ejemplo: ¿qué significa “y luego todo Israel será salvo…” –Romanos 11:26-28?).

"LO PERFECTO"

La insuficiencia de la semántica

La palabra que utiliza Pablo [tevleion] es un nominativo singular neutro y significa "perfecto" o "completo"1. Esta es la definición del vocablo. Ahora bien, este término en el texto que estamos comentando se puede referir a la revelación completa de la voluntad de Dios, "bien en las Escrituras, ya completadas, o en el más allá"2. Pero la semántica, en el texto de referencia, según W. E. Vine, no parece decidir nada absolutamente en cuanto si su significado es temporal o escatológico. El contexto en el que Pablo la utiliza debe ser la mejor guía, y su contexto natural es el capítulo 12 y 13 de esta carta, como ya hemos dicho más arriba. Esta misma expresión aparece, además, en Romanos 12:2 y Santiago 1:4, 17. En el texto de Romanos se refiere a conocer la voluntad de Dios (que es “perfecta”, no que la conozcamos “perfectamente”). En el texto de Santiago: a) se refiere a la integridad [relativa] del carácter cristiano (no a la “perfección” ontológica del ser), y b) se refiere a la raíz u origen del don (que es “perfecto” porque procede de Dios). Naturaleza de la iglesia

La apología que expone Pablo en el capítulo 12 respecto a los dones tiene una estructura lógica contundente: la iglesia es [como] un cuerpo. Un cuerpo está compuesto por miembros,

1 Concordancia Analítica Greco-Española del Nuevo Testamento Greco-Español. 2 Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, Tomo III, pág. 164. W.E.Vine. Ed. CLIE, 1984.

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todos vitales para dar armonía al cuerpo como tal. Además, cada miembro tiene una función particular, de tal suerte que ninguno de ellos puede menospreciar a los otros por muy insignificantes que parezcan. Pues bien, esa “función” del miembro no es otra cosa que el “don” que el Espíritu Santo le ha dado. Primera lección: ¡un miembro sin función es un miembro muerto! Dicho de otra manera: ¡una iglesia sin dones [funciones] es un cadáver! Segunda lección: un cuerpo [iglesia], algunos de cuyos miembros no tienen función (don), está mutilado. ¿Qué dones no hay que eliminar para que la iglesia no esté mutilada? Situación de la iglesia de Corinto

En la iglesia de Corinto abundaban los dones de los cuales da testimonio la misma carta de Pablo; pero existía, paradójicamente, también muchos problemas por causa del mal uso de esos mismos dones (1 Corintios 14). Pablo no está en contra de ningún don, al contrario, les alecciona para que procuren los dones mejores (1 Corintios 12:31). Pero por causa de esos problemas les muestra un camino más excelente: EL AMOR. De manera que el ejercicio de “cualquier don” sin este amor, todo venía a ser "metal que resuena, o címbalo que retiñe" (13:1-7). Después de esta valiosa apreciación, el apóstol pasa a explicar la temporalidad del estado presente de las cosas. A pesar de que en la iglesia de Corinto había creyentes con dones de sabiduría, de ciencia, de fe, de sanidad, de milagros, de profecía, etc. (1 Corintios 12:8-10), no obstante, el conocimiento que podían alcanzar de las cosas de Dios era parcial: "Porque en parte conocemos y en parte profetizamos… [pues] ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara" (1 Corintios 13: 9, 12). Ahora bien, ¿qué significan los términos "ahora" y "entonces" en esta explicación de Pablo? ¿Se refería el apóstol con el "ahora" a la infancia de la iglesia apostólica, o se refería al estado presente de las cosas temporales (contexto histórico y existencial de los dones) sin cantidad específica de tiempo? ¿Se refería Pablo con el "entonces" a una madurez de la iglesia dentro de un espacio de tiempo concreto y contemporáneo a él mismo, o se refería a una culminación escatológica de la historia? LA TESIS QUE AQUÍ DEFENDEMOS “Ahora” versus “Entonces” (1 Corintios 13:11-12) Pablo contrasta dos estadios diferentes separados no sólo por el tiempo, sino por el estado de cosas, en cuanto al conocimiento [de las cosas] de Dios. Para ello usa tres figuras: a) El progreso cuantitativo y cualificativo del ser humano; b) La capacidad cuantitativa y cualificativa de la visión física; y c) el conocimiento (cognición) cuantitativo y cualificativo [de las cosas] de Dios. Al estadio temporal correspondiente al “ahora” pertenecen los dones como recursos del Espíritu Santo, los cuales sólo pueden ofrecer conocimiento y visión parcial del Todo (lo “completo”). A. Progreso cuantitativo y cualificativo del ser humano

Todos los adultos nos maravillamos de las ocurrencias, los gestos, etc. de los niños pequeños. La altura de sus pensamientos se hace evidente por su ingenuidad e inocencia. Pero cuando el niño alcanza la edad adulta, y ha pasado por las primeras decepciones y ha adquirido el conocimiento suficiente de las cosas cotidianas de este mundo, está capacitado

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para dominar las situaciones que la vida de los adultos les enfrenta. Pues bien, en cuanto al conocimiento “perfecto” (completo) de las cosas de Dios, ahora, en este estado presente de cosas, estamos en la edad infantil (¡A pesar de los dones!). B. Capacidad cuantitativa y cualificativa de la visión física El Apóstol dice que en este estado [presente] de cosas “vemos por espejo, oscuramente”. Es importante tener en cuenta que los espejos de aquella época, a los cuales Pablo se refiere, estaban fabricados con un material cuya superficie reflejaban una imagen borrosa, no como reflejan nuestros espejos de hoy: una imagen nítida, casi perfecta. Pero la visión (cuantitativa y cualificativa) que tenemos de Dios en el presente es borrosa, como la imagen que ofrecían los espejos de la época del Apóstol. Jesús dijo a Nicodemo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12); porque la visión que tenemos de las cosas divinas ahora es opaca y tosca. Pero “entonces”, [pasado este estado presente de cosas], “veremos cara a cara”, directamente. Evocamos aquí las palabras de Juan: “pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1ª Juan 3:2); es decir, “cara a cara”. C. Conocimiento (cognición) cuantitativo y cualificativo [de las cosas] de Dios Pablo era consciente de que el conocimiento que tenía [de las cosas] de Dios era parcial. De su experiencia mística “en el tercer cielo” dice que “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:4). Y no le es dado al hombre expresar porque su cognición [ahora] es limitada (no completa). ¡Simplemente, las cosas celestiales nos superan! Y a pesar de que el Apóstol se jacta de conocer el evangelio (el kerigma) por revelación directa de Jesucristo (Gálatas 1:12), y de conocer por revelación del Espíritu el misterio que encerraba dicho evangelio (Efesios 3:1-7), confiesa que sólo conoce “en parte”. Por ello dice que “entonces”, cuando se manifiesten “las intenciones de los corazones” (1ª Corintios 4:5), “conocerá como fue conocido”. El "ahora" y el “entonces”, como conceptos de estadios separados, están presentes en el pensamiento del Apóstol en otro contexto cuando dice: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente [ahora] no son comparables con la gloria venidera [entonces] que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Es decir, el argumento del Apóstol no es que en un plazo breve de tiempo (edad apostólica) la iglesia llegaría a conocer TODO. Al contrario, el argumento del Apóstol parece ser que no conocería de manera completa todas las cosas hasta que estemos con el Señor, cuando veremos "cara a cara". Pues no se trata del conocimiento religioso, eclesiástico, doctrinal del evangelio (el plan de salvación), ni de la “agenda” de las “últimas cosas” (el libro de Apocalipsis, aun cuando el término significa “revelación”, en su lenguaje figurado encierra muchos misterios velados para nosotros). Se trata del conocimiento (completo=perfecto), no de Dios mismo, sino de “las cosas” de Dios. Y esto lo alcanzaremos cuando le veamos “cara a cara”.

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Parafraseando, podemos decir:”Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). ¿No serán “estas cosas” preparadas por Dios para los que le aman “lo perfecto”? Observación final

Así pues, si el Espíritu Santo no fue sólo un "motor de arranque”, sino el Guía y el Vicario de Cristo en la vida de la iglesia, algún papel importante debe tener hoy en la iglesia través de los dones cualesquiera que estos sean. Y porque el Espíritu Santo no fue sólo el “motor de arranque” del inicio de la Iglesia, sino que sigue siendo el “Vicario” de Cristo por las edades, hasta que Cristo venga, debemos preguntarnos qué dones de los que aparecen en el Nuevo Testamento están vigentes hoy, y qué clase de dones nuevos puede estar otorgando el Espíritu Santo en la era cuántica. Como colofón dejamos estas preguntas pertinentes: ¿Estamos dejando espacio a la acción del Espíritu Santo en nuestras iglesias? ¿Reconocemos dichos posibles nuevos dones como tales? ¿Estaremos, quizás, “resistiéndonos” a Su acción, como los judíos de antaño (Hechos 7:51-53), mediante la burocracia y la autocracia que imponen los grupos o movimientos organizados con sus dogmas e intereses?

FIN