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+ EL ESPÍRITU SANTO Y SUS DONES. PRIMERA PARTE José Máximo Prassolo

El espíritu santo y sus dones. 1a.parte

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EL ESPÍRITU SANTO Y SUS DONES.PRIMERA PARTE

José Máximo Prassolo

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I.INTRODUCCIÓN.

Ciertamente referirnos a este tema es difícil. En efecto para muchos el Espíritu Santo es “el gran desconocido” de la Santísima Trinidad.

En mi caso no hace mucho tuve una real conciencia de lo que era y qué significaba en la vida del cristiano.

Es cierto, siempre supe que era la tercera persona de la Santísima Trinidad. Lo aprendí cuando era chico, en el catecismo, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas distintas y un solo Dios.

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Luego, cuando hice mi cursillo de cristiandad en 1973 empecé mi proceso de fe, más bien lo retomé ese proceso que en cierta forma había quedado paralizado con mi juventud.

Es que en realidad con esa experiencia comienzo a vivir y comprender las verdades fundamentales de nuestra fe y a tomar conciencia de aspectos esenciales como la Vida de Gracia, el valor de los Sacramentos y de las virtudes teologales la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Al comprender el sacramento del Bautismo comencé a descubrir a ese gran desconocido.

En el Bautismo recibimos la Gracia Santificante, que es un don, un regalo de Dios para toda la vida, y, recibimos la luz, luz de Cristo; el agua, que nos limpia del pecado original, y el óleo con el que se nos unge y nos hace partícipes del sacerdocio, profeta y rey de Cristo. Se nos libra del pecado original.

Por obra del Espíritu Santo en el Bautismo recibimos la Gracia Santificante y somos Hijos adoptivos de Dios; hermanos de Cristo y de los demás hermanos; templos vivos del Espíritu Santo; señores del universo y protagonistas activos de la historia. Gracia Santificante, que nos acompañará toda nuestra vida en la tierra.

Asimismo, con el Bautismo ingresamos en la Iglesia pasamos a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo y participamos como miembros de la Iglesia, a nuestro modo --secular— de la condición sacerdotal-profética y real de Jesucristo.

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En realidad al Espíritu Santo lo voy descubriendo a medida que mi fe va creciendo. Es decir, comparativamente, de la niñez, a la edad de la adolescencia y luego ahora de la adultez.

Nada, absolutamente nada de lo que hagamos en el terreno de la fe, lo hacemos sin la intervención directa que nos moviliza y anima: el Espíritu Santo.

Nuestra vida de Piedad, nuestro Estudio –es decir, nuestra disposición para conocer cada día más a Jesucristo— y Acción   --soy consciente y asumo mi compromiso ambiente. Si tengo a Cristo lo tengo que dar— están inspiradas en el Espíritu Santo.

Ahora bien cómo comprender y aprender al Espíritu Santo para descubrirlo, invocarlo, pedirlo y amarlo.

Pienso que siendo conscientes de que ese amor infinito del Padre al Hijo del Hijo al Padre nos alcanza a nosotros que somos nada más y nada menos que sus hijos adoptivos. El nos ama. Nos infunde su Espíritu Santo para que nosotros también abramos nuestro corazón y lo amemos.

Pienso que si queremos conocer más al Espíritu Santo tenemos que meternos más en Jesucristo, acercarnos más a su vida, a sus virtudes, a su Pasión a su muerte y resurrección.

Sólo desde Jesucristo y en Jesucristo podemos comenzar a  vivir una vida cristiana más consciente y más comprometida y más unida al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es donado «sin medida» (cfr Jn 3,34) por Jesús crucificado y resucitado.

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Podemos buscar en muchos libros pero pienso que es en el Evangelio y en el catecismo donde podemos encontrar caminos para avanzar en el conocimiento, en el descubrimiento y en la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida de Fe.  Pero, insisto esencialmente a través de Jesucristo y desde nuestra propia vida, desde nuestra experiencia  y también vemos como actúa a través de nuestros hermanos.

El principio que debe guiarnos en nuestra vida cristiana es: CONOCER MAS Y MEJOR A FIN DE AMAR MAS Y MEJOR.

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Ahora vamos a tratar de profundizar estos conceptos. Si queremos indicar el afecto de dos personas decimos que tienen un mismo espíritu, que son un solo espíritu. Hay comunicación y unificación: AMOR.

II.   En la SANTÍSIMA TRINIDAD  hay una comunicación íntima del Padre al Hijo y del Hijo al

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Padre esa unificación, ese amor infinito de gozo y paz, es el Espíritu Santo.

Se llama Espíritu porque el Padre es Espíritu y también lo es el Hijo.

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Se llama Santo porque si bien son santos el Padre y el Hijo, Santo muy especialmente es el Espíritu que de ambos procede.

III.Entonces el ESPÍRITU DE DIOS no puede separarse del Padre y del Hijo; se revela con ellos en Jesucristo, pero tiene una manera propia de revelarse, así como tiene también su propia personalidad.

El Hijo –Jesucristo— en su aspecto humano es idéntico a nosotros, nos revela a la vez quien es El  y quien es el Padre.

Podemos diseñar los rasgos del Padre y del Hijo pero el Espíritu Santo no porque no tiene rostro; se oye su voz, se reconoce su paso por signos, pero no se puede saber "de dónde viene y adónde va" (Jn 3, 8). Nunca actúa sino a través de otra persona, tomando posesión de ella y transformándola. 

El Espíritu no es ni más ni menos misterioso que el Padre y el Hijo, pero nos ayuda a clarificar que Dios es el misterio; nos impide olvidar que “Dios es Espíritu” (Jn 4, 24) y que el “Señor es el Espíritu” (2Cor 3, 17). (Xavier León-Doufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Ed.Herder,Barcelona 1967, pág.257)

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IV.EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. Para comprender más al Espíritu santo tenemos que hacer una mirada al Antigüo Testamento.

1)El Espíritu de Dios.

Lo primero que advertimos es que el Espíritu de Dios no se revela todavía como una persona, sino como una fuerza divina que transforma personalidades humanas para hacerlas capaces de gestos excepcionales.

2) Espíritu y Salvación:

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a) Así los jueces de Israel son únicamente libertadores temporales, son suscitados por el Espíritu de Dios y los abandonan una vez que han cumplido su misión.

b) Los Reyes, sus sucesores tienen una misión permanente. El rito de la unción que los consagra manifiesta la huella indeleble del Espíritu y los reviste de una majestad sagrada.

c) La unción directa de Dios marcará al MESIAS. Sobre él no sólo descenderá el espíritu, sino que reposará el Espíritu del Señor; el Espíritu de sabiduría y de Entendimiento, el espíritu de Ciencia y de Piedad. Y será lleno del espíritu de Temor de Dios. (Is. 11, 1-2).

Se trata de un pasaje mesiánico: habla del Emanuel que ha de venir.

Será lleno del Espíritu Santo y vendrá con siete dones: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, piedad, ciencia y temor de Dios.

3) Espíritu y testimonio.

a) Los Nabim son los predecesores de los Profetas, son profesionales de la exaltación religiosa no hacen distinción entre las prácticas humanas que ponen en trance y la acción divina.

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b) Los Profetas. No atribuyen al espíritu sino a la fuerza de Dios que los invade. No es que no crean poseer el espíritu, sino que tienen conciencia de poseerlo en forma distinta de los Nabim.

La Palabra que anuncian viene de ellos y ellos saben a qué precio –incluso con su propia vida— pero no ha nacido de ellos, es la Palabra misma de Dios que los envía. El

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Espíritu no es solamente inteligencia y fuerza sino "conocimiento de Dios" y de sus caminos.(Is 11, 3).

Por tanto, como conclusión vemos que en el Antiguo Testamento el espíritu no puede permanecer morar, es todavía una esperanza; todavía no ha sido dado.(Jn 7,39).(Ibidem, pág. 258)

V. EN EL NUEVO TESTAMENTO

1)EL ESPÍRITU DE JESÚS.

a) El Bautismo de Jesús. Nuevo Testamento. 

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Juan Bautista al esperar al Mesías esperaba al mismo tiempo al Espíritu en todo si poder.

“Yo os bautizo en AGUA para que se conviertan pero aquel que viene después  (se refiere a Jesús) es más poderoso que yo,.. El los bautizará con el Espíritu Santo y con el fuego”.(Mt 3, 11).

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De los símbolos tradicionales Juan retiene el fuego. Jesús no rechaza el bautismo de Juan recibe el bautismo y el espíritu se manifiesta en él en forma sencilla y divina asociada al agua y al viento: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y oyó una VOZ del cielo que decía. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta toda mi predilección”.(Mc 1, 9-11).

De manera que el Bautismo de Jesús no es una escena de vocación, sino de investidura del Mesías.(Ibidem pág.259/60)

b) Jesús concebido del Espíritu Santo.

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Tanto los jueces, como los reyes , los profetas, se ven un día invadidos por el Espíritu, Juan Bautista es penetrado por el Espíritu tres meses antes de nacer; pero Jesús es distinto el Espíritu no determina una nueva personalidad; puede decirse que desde el primer instante habita en El y lo hace existir; incluso

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desde el seno materno hace de Jesús el Hijo de Dios. Es decir, por la sola acción del Espíritu en María, no solo queda consagrado a Dios, sino que es SANTO por su mismo ser.(Lc 1, 35). (Ibidem pág.260).

c) Jesús obra en el Espíritu

Toda la vida de Jesús es una manifestación clara y definitiva de la acción del Espíritu en El.(Lc 4, 14).  En el espíritu afronta al diablo.(Mt 4, 1). Vence las tentaciones en el desierto. Libera a sus víctimas (Lc 12, 28); trae a los pobres la buena nueva y la palabra de Dios.(Lc 4, 18)

En el espíritu tiene acceso al Padre (Lc 10, 21). Sus milagros, que ponen en jaque a la muerte al mal, tienen la fuerza y la verdad de su palabra y su íntima unión con el Padre, son prueba de que en El "reposa el Espíritu",(Is 61, 1) son prueba de que es a la vez el MESIAS que salva, el PROFETA  esperado y el SIERVO muy amado.

En los hombres inspirados de Israel las manifestaciones del Espíritu eran algo ocasional y transitorio, en Jesús son permanentes. No recibe la palabra de Dios, en todo lo que dice la expresa; no espera un momento determinado para hacer un milagro: el milagro nace de El como de nosotros el gesto más sencillo. Nadie poseyó jamás el Espíritu como El, “por encima de toda medida.”(Jn 3, 34)

Jesús no siente el Espíritu como una fuerza que viene de afuera; en El el Espíritu le pertenece, es su propio Espíritu.(Jn 16, 14s).(Ibidem p´g 260).

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2) JESÚS PROMETE SU ESPÍRITU.

El Espíritu no obra sino por Jesús, no obstante apenas si lo menciona.

Lo que hace es manifestarlo con GESTOS CONCRETOS, pero mientras vive entre nosotros no lo manifiesta como algo distinto a El.

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Para que el espíritu sea derramado y reconocido es necesario que Jesús se vaya (Jn 7, 39) entonces se reconocerá lo que es el Espíritu y que viene de El.

Así como Jesús confesó al Padre con toda la vida,(Jn 5, 41; 12, 49) los apóstoles también tendrán que dar testimonio del Señor.(Mc 13, 9).

Mientras Jesús vivía con sus discípulos El era su PARÁCLITO, (la palabra Paráclito “parakletos” es una palabra de la literatura jónica. Designa no la naturaleza, sino la función de alguien el que es llamado “al lado de” desempeña el papel de ABOGADO, de APOYO) no temían nada; era su "paráclito", siempre presente para acudir a su defensa y sacarlos de apuros(Jn 17, 12).

Cuando El se ausente (Ascensión a los cielos: “No temáis yo estaré con ustedes hasta la consumación de los tiempos) el Espíritu ocupará su lugar para ser el paráclito.(Jn14, 16 ; 16, 7). No hablará en su nombre sino en nombre de Jesús. Les dará a sus discípulos los GESTOS y las PALABRAS DEL Señor. Les dará INTELIGENCIA y FUERZA para afrontar al mundo a la muerte y a dar testimonio incluso con vida.(Ibidem pág.261).

3) JESÚS ES QUIEN DISPONE DE SU ESPÍRITU.

En efecto, en Jesús muerto y resucitado hace a la Iglesia don de su Espíritu.

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Así por ejemplo cuando muere un hombre por más grande e importante que haya sido su espíritu, está condenado a entrar en el pasado.

Su acción ya no le pertenece, no tiene poder sobre ella y debe abandonarla a los caprichos de los hombres. En cambio, cuando muere Jesús entrega su Espíritu a Dios y por el mismo hecho lo transmite a la Iglesia.(Jn 19, 30).(Ibidem pág.261).

4) LA IGLESIA RECIBE AL ESPÍRITU.

"Lo que es el alma del hombre para el cuerpo, lo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia." (San Agustín).

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, que la vivifica. El mueve y conserva en la UNIDAD, en la VERDAD y en la SANTIDAD a todos sus miembros.

De manera que la Iglesia nueva creación no puede nacer sino del Espíritu.

El Espíritu Santo es quien vivifica de una manera especial a la CABEZA VISIBLE DE LA Iglesia , que es el PAPA.

Es en la Iglesia donde se hace posible la intervención fecundante del Espíritu Santo por voluntad de Cristo: (Palabras de Jesús): a) El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, ese os lo enseñara todo (Jn14,26); b) cuando viniere el Espíritu de verdad os guiará hacia la verdad completa (Jn 14,13). c) Yo voy al Padre …y os dará otro Abogado que estará siempre con vosotros (Jn 14,16).

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El Espíritu Santo prometido por Cristo, desciende y vivifica la Iglesia.

Jesús ha mantenido sus promesas: ha resucitado (apariciones), ha subido a los cielos (ascensión) y en unión eterna con el Padre, nos envía el Espíritu Santo para que nos santifique y nos de la vida.

En el Cenáculo de Jerusalén están reunidos los miembros de la Iglesia: La VIRGEN, PEDRO Y LOS APOSTOLES Y LOS OTROS DISCÍPULOS pero es una Iglesia sin vida, un cuerpo sin alma.

El día de PENTECOSTÉS  (Pentecostés significa del griego que la fiesta celebrada ese día tiene lugar 50 días después de la Pascua) en la que la Iglesia revive la efusión del Espíritu sobre María y los Apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo

Las puertas del CENÁCULO se abren y aquellos hombres atemorizados, tenían miedo de correr la misma suerte que Jesús, salen transformados en apóstoles, doctores que hablan  todas la lenguas y enseñan la verdad.

El es quien inspira la predicación de San Pedro; quien sella con su presencia la llamada que dirigía a los gentiles (no judíos); quien envía a SAULO (SAN PABLO) a tierras lejanas para llevar la Buena Nueva.

En una palabra la presencia y actuación del Espíritu Santo domina TODO.

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Ese pequeño cenáculo de Jesucristo se transforma en la Iglesia: UNA – SANTA-- CATÓLICA – APOSTÓLICA Y ROMANA.

Ese es el prodigio obrado en PENTECOSTÉS: EL CUERPO HA RECIBIDO VISIBLEMENTE SU ALMA.

Esa realidad profunda no es un recuerdo del pasado. Es la realidad de la Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos.

Dijimos que “lo que es el alma del hombre para el cuerpo, lo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia”.

“Pero, profundicemos un poco más,  ¿quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con fe: «Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida». La primera verdad a la que adherimos en el Credo es que el Espíritu Santo es Kýrios, Señor. Ello significa que Él es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo, objeto, por parte nuestra, del mismo acto de adoración y de glorificación que dirigimos al Padre y al Hijo. De hecho, el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la fe en Jesús como el Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios.”(Papa Francisco, Audiencia General. 8-5-2013).

El Espíritu Santo entonces, es TODO en TODAS PARTES del Cuerpo Místico de la Iglesia comunica a cada uno de sus miembros el movimiento y las gracias necesaria para la múltiples funciones:

a)La infalibilidad a la cabeza de la Iglesia: el PAPA;

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b)Da la LUZ  a los ojos de la Iglesia: los doctores, el oído a sus orejas: los confesores;

c)Hace hablar a la lengua de la Iglesia: los apóstoles, y caminar y actuar a los pies y las manos; los misioneros. Así dice San Agustín: "Todos obran por el Espíritu santo y por el viven.”

El Espíritu Santo es quien le da UNIDAD  a la Iglesia: “Hay diversidad de operaciones, pero un solo Espíritu que obra TODAS las cosas en TODOS”(1Cor 12, 6).

El PAPA  es el vicario de Cristo en la tierra, la CABEZA VISIBLE DE LA IGLESIA, DESIGNADA POR EL MISMO CRISTO para dirigirla y gobernarla, Tenemos que encomendar la Iglesia al Espíritu Santo. 

Pidámosle su protección y ayuda en los momentos difíciles y, en especial, su asistencia al PAPA cabeza del Cuerpo Místico.

VI.LA EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU EN SAN PABLO.

Para San Pablo el don del Espíritu Santo es la presencia en nosotros de la gloria del Señor que nos transforma a su imagen.

Pablo no separa a Cristo y al Espíritu, no distingue vida “en Cristo” y “vida en el Espíritu” para él VIVIR ES CRISTO (Gál 2, 20) Y ES TAMBIÉN EL ESPÍRITU.(Rom 8, 2.10)

Estar "en Cristo Jesús" es vivir "en el Espíritu." (Rom 8,1; 8,5)

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En formas muy variadas, la experiencia del Espíritu es en el fondo siempre la misma:

a)una existencia condenada y marcada ya por la muerte ha sucedido la vida;

b) a la Ley que nos tenía prisioneros en la vejez de su letra, sucede la novedad del Espíritu;

c) a la maldición de la Ley, la bendición de Abraham en el espíritu de la promesa;

d) A la Alianza de la letra que mata, sucede la Alianza del Espíritu que vivifica.

e) Al pecado que imponía la ley de la carne, suceden los FRUTOS del Espíritu;

f) A la condenación que hacia que pesara sobre el pecador la tribulación de la angustia, de la ira divina (castigo), suceden la PAZ y el GOZO del Espíritu.

Dice San Pablo en  Efesios refiriéndose a la UNIDAD:

UN SOLO CUERPO Y UN SOLO ESPÍRITU. (Ef 4, 4)

UN SOLO SEÑOR Y UN SOLO DIOS  UN SOLO BAUTISMO. (Ef.4, 5)

HAY UN SOLO SEÑOR, UNA SOLA FE, QUE ESTÁ SOBRE TODOS, LO PENETRA TODO Y ESTÁ EN TODOS." (Ef.4, 6)

El espíritu UNE  porque es el Espíritu de Dios.

El espíritu CONSAGRA porque es el Espíritu de Dios.

El espíritu CONSAGRA porque es el Espíritu de Dios Santo.

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Toda la acción del Espíritu consiste en darnos acceso a Dios, en unirnos a con Dios, en ponernos en comunicación viva con Dios, en introducirnos en sus profundidades sagradas y en comunicarnos los SECRETOS de Dios.

En el Espíritu conocemos a Cristo y confesamos que Jesús es el Señor, oramos a Dios y lo llamamos por su nombre: PADRE.

Desde el  momento que poseemos el espíritu, nada en el mundo puede perdernos puesto que Dios se nos ha dado y nosotros vivimos en El.(Ibidem pág.262/263).

“El Espíritu Santo es la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros. El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El hombre es como un caminante que, atravesando los desiertos de la vida, tiene sed de un agua viva, fluyente y fresca, capaz de refrescar en profundidad su deseo profundo de luz, de amor, de belleza y de paz. ¡Todos sentimos este deseo! Y Jesús nos da esta agua viva: ella es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús vierte en nuestros corazones. « yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia», nos dice Jesús (Jn 10,10)”.

“Jesús promete a la Samaritana donar un “agua viva”, con abundancia y para siempre, a todos aquellos que lo reconocen como el Hijo enviado por el Padre para salvarnos (cfr Jn 4, 5-26; 3,17). Jesús ha venido a

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donarnos esta “agua viva” que es el espíritu Santo, para que nuestra vida sea guiada por Dios, sea animada por Dios, sea nutrida por Dios.”

“Cuando decimos que el cristiano es un hombre espiritual nos referimos justamente a esto: el cristiano es una persona que piensa y actúa según Dios, según el Espíritu Santo. Y nosotros, ¿pensamos según Dios? ¿Actuamos según Dios? O ¿nos dejamos guiar por tantas otras cosas que no son Dios?”

“A este punto podemos preguntarnos: ¿por qué esta agua puede saciarnos hasta el fondo? Sabemos que el agua es esencial para la vida; sin agua se muere; ella refresca, lava, hace fecunda la tierra. En la Carta a los Romanos encontramos esta expresión: « el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (5,5).”

“El “agua viva”, el Espíritu Santo, Don del Resucitado que toma morada en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos trasforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor. Por esto, el Apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y de sus frutos, que son «amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22-23).”

“El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como “hijos en el Hijo Unigénito”. En otro pasaje de la Carta a los Romanos, que hemos recordado varias veces, san Pablo lo sintetiza con estas palabras: «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el

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espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ‘Padre’.”

“El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él» (8,14-17).”

“Este es el don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de verdaderos hijos, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios, que tiene también como efecto una mirada nueva hacia los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los cuales hay que respetar y amar.”“El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la ha vivido Cristo, a comprender la vida como la ha comprendido Cristo.”

“He aquí por qué el agua viva que es el Espíritu Santo sacia nuestra vida, porque nos dice que somos amados por Dios como hijos, que podemos amar a Dios como sus hijos y que con su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús. Y nosotros, escuchamos al Espíritu Santo que nos dice: Dios te ama, te quiere. ¿Amamos verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús? Y nosotros, ¿escuchamos al Espíritu Santo? ¿Qué cosa nos dice el Espíritu Santo? Dios te ama: ¡nos dice esto! Dios Te ama, te quiere. Y nosotros ¿amamos verdaderamente a Dios y a los demás, como Jesús?”

“Dejémonos guiar, dejémonos guiar por el Espíritu Santo.”

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“Dejemos que Él nos hable al corazón y nos diga esto: que Dios es amor, que Él nos espera siempre, que Él es el Padre y nos ama como verdadero papá; nos ama verdaderamente. Y esto solo lo dice el Espíritu Santo al corazón.”

“Sintamos al Espíritu Santo, escuchemos al Espíritu Santo y vayamos adelante por este camino del amor, de la misericordia, del perdón.”(Papa Francisco, Audiencia General, 8-5-2013).

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VII.LA DOCILIDAD AL ESPÍRITU SANTO.

Cuando se está muriendo una persona y le va faltando la respiración se le aplica el balón de oxígeno.

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Las GRACIAS ACTUALES son ese balón de oxígeno en el orden sobrenatural.

Podemos definirlas como: ”Auxilios de Dios que iluminan nuestro entendimiento o mueven nuestra voluntad para obrar el bien y evitar el mal.”

Son, por tanto, inspiraciones del Espíritu Santo que nos empujan en cada momento a hacer aquello que conviene a nuestra santificación.Es innegable que sin EL –Cristo—nada podemos hacer.

No basta la GRACIA HABITUAL O SANTIFICANTE  que recibimos en el Bautismo, para que obremos sobrenaturalmente; se necesitan las MOCIONES del Espíritu Santo: las GRACIAS HABITUALES.

Los hábitos infusos no se ponen en movimiento por el esfuerzo de nuestra alma; ni tampoco las virtudes pueden actuarse por sí mismas; los hábitos pueden actuarse por sí mismas; los hábitos sobrenaturales SOLO DIOS, que los produce PUEDE PONERLOS EN MOVIMIENTO.

Por tanto, todo acto de una virtud cualquiera y toda actuación de los DONES, requiere de una GRACIA ACTUAL que los ponga en movimiento, en ejercicio.

Sin GRACIAS ACTUALES no podemos perfeccionar, desarrollar y aumentar la GRACIA SANTIFICANTE.

Su EFICACIA es también evidente.

La GRACIA HABITUAL-SANTIFICANTE dispone a la ACCIÓN.

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La GRACIA ACTUAL  empuja y produce la ACCIÓN MISMA.

A ninguno de nosotros se nos va a ocurrir decirle a una persona que encontramos en la calle “tienes que respirar.” Nos tomarían seguramente por locos. Sin embargo, tenemos que respirar, tenemos que aspirar continuamente el oxígeno de la GRACIA para no morir.

Muchas veces en la práctica decimos NO QUIERO. Y no queremos: a) cuando pecamos, y cuando a veces después de pecar no queremos oir la voz de nuestra conciencia que nos empuja a volver a la casa del Padre.(Lc 15, 18); b) Cuando perdonás y no olvidas. No perdonás de corazón y con misericordia; y Cristo nos dice que El perdona, olvida y disculpa (Lc 23, 24); c) Cuando somos sordos a las insinuaciones del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros.

Muchos actúan por ignorancia, desconocen, no se oponen directamente. Son los ciegos de nacimiento.

Otros actúan por REBELDÍA: es una oposición franca.

Gran parte por fragilidad se lo han propuesto muchas veces pero el contacto con lo material, el mundo lo sobrepasan, lo ganan.

Tal vez por verdaderas nimiedades.

a)una soberbia que tropieza con los mismos dones del Espíritu Santo; o tal vez,

b) una cobardía que tiene en cuenta demasiado al amor propio y mide las obligaciones por nuestra debilidad.

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“El Espíritu Santo nos recuerda las cosas de Dios, la memoria de las propias miserias y de las gracias recibidas.

“Y cuando viene la vanidad, y uno se cree un poco el Premio Nobel de la Santidad, también la memoria nos hace bien: 'Recuerda de dónde te he tomado: del fondo del rebaño. Tú estabas atrás en el rebaño'. La memoria es una gracia grande, y cuando un cristiano no tiene memoria –esto es duro pero es la verdad- no es cristiano: es idólatra. Porque está delante de un dios que no camina, que no sabe caminar, y nuestro Dios recorre el camino con nosotros, se mezcla con nosotros, camina con nosotros. Nos salva. Hace historia con nosotros. Hacer memoria de todo esto hace la vida más fructífera, con esta gracia de la memoria.”(Papa Francisco. Homilía Misa en Sta.Marta, 13-5-2013).

Es necesario que quede gravado hoy y aquí en tu alma, para que los hagas vida: DOCILIDAD A LAS MOCIONES DEL ESPÍRITU SANTO.

Para ello es necesario:

a)Estar ALERTA. El está en nosotros. Somos templos vivos del Espíritu santo. El contacto con Él no  es algo extraordinario, sino todo los normal y ordinario. Para oírle tenemos que hacerle vacío a las cosas exteriores, sobre todo, entrar dentro de uno mismo y escuchar.

Hay ruidos que nos impiden esta comunicación del Espíritu Santo:

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a)La disipación;

b)La sensualidad;

c)Las aficciones desordenadas.

El Espíritu Santo se distingue por sus inspiraciones:

a)Mueven a las cosas SANTAS: el demonio nunca nos empuja a hacer el bien;

b)son impulsos conformes siempre con nuestro estado;

c)son acordes con la obediencia en todo momento;

d)Dejan una paz y una tranquilidad profunda en el corazón.El secreto de la SANTIDAD ES LA DOCILIDAD en seguir las inspiraciones divinas.

El alma tiene que ser como la antena de radio: dispuesta siempre a captar las mociones de Dios y pronta para llevarlas a la práctica.

Las gracias de Dios se multiplican si somos capaces de responder con prontitud.

La DOCILIDAD se tiene que traducir en ser sensible a lo que el Espíritu divino promueve a nuestro alrededor y en nosotros mismos: a los CARISMAS  que distribuye, a los afectos y decisiones que hace nacer en nuestro corazón.

Dóciles porque el Espíritu Santo es el ESPÍRITU DE CRISTO. Y porque no puede haber fe en el Espíritu Santo si no hay fe En Cristo en la doctrina de Cristo, en los Sacramentos de Cristo y en la Iglesia de Cristo. No cree verdaderamente en el Espíritu Santo quien no

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ama a la Iglesia y quién no adopta ante el Espíritu Santo una actitud de docilidad.

(Fin 1ª. Parte . Continúa en la 2ª. Parte “Los dones del Espíritu Santo).