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El exilio del retorno / Nicolás Hochman ... [et.al.] ; compilado por Nicolás Hochman. - 1a ed. San Fernando : Heterónimos, 2012. E-Book. ISBN 978-987-28115-0-1 1. Exiliados. 2. Migración Forzada. I. Hochman, Nicolás II. Hochman, Nicolás , comp. CDD 305.906 94
Fecha de catalogación: 16/05/2012
Ilustración de tapa: Fernando Halcón [email protected]
Copyleft Esta edición se realiza bajo licencia de uso creativo
compartido o Creative Commons. Está permitida la copia, distribución, exhibición y utilización de la obra bajo las siguientes condiciones: Atribución: se debe mencionar la fuente (título de la obra, autores, editorial, ciudad, año). No comercial: no se permite la utilización de esta obra con fines comerciales. Mantener estas condiciones para obras derivadas: sólo está autorizado el uso parcial de esta obra para la creación de obras derivadas siempre que estas condiciones de licencia se mantengan para la obra resultante.
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Prólogo 6 Irse 10 “dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí” Pablo Gasparini 11 “La experiencia del exilio en la literatura argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas textuales del desplazamiento” Adriana Badagnani 31
“Exilios, revolución e identidad: la autobiografía de Richard Krebs” Carlos Fernando Hudson 61 “Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis” Lucía Soledad Gandolfi 82 “Controversia para el examen del exilio argentino” Pablo Ponza 96 “El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino durante la última dictadura militar” Natalia Laura Casola 124 “Descolocamiento” Luis Ángel Gonzo 151 Volver 160 “OOtpakov” Álvaro Couso 161
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“El regreso: ¿utopía o realidad? Una problemática acuciante de las víctimas de la espera” Marcela Crespo Buiturón 167 “La grotesca escritura del exilio. Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno” Nicolás Hochman 187 “No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en Gris de ausencia, de Roberto Cossa” Gabriela Urrutibehety 209 “Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia trotskista. La construcción política del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982” Martín Mangiantini 221 “Tensiones en la migración política de retorno. Las organizaciones civiles de solidaridad con los retornados del exilio argentino (1983-1988)” María Soledad Lastra 250 Sobre los autores 283
7
Está claro: exiliarse nunca fue fácil para nadie. La
experiencia suele ser traumática, desgarradora, dramática, una
situación límite. Por supuesto, lo complejo de la condición humana
hace que ese exilio no sea, en la mayoría de las ocasiones, un
mecanismo binario en el que el sujeto sólo puede estar bien o mal,
feliz o deprimido, adaptado al nuevo espacio o permanentemente
insatisfecho. Por el contrario, lo subjetivo, el inconsciente, marca
permanentes contradicciones no excluyentes, que fuerzan al
exiliado a enfrentarse cada día a una sumatoria de vivencias que,
aunque contingentes, terminan condicionando su presente, su
futuro y, también, la percepción de su propio pasado. El exilio es,
probablemente, una de las experiencias más profundas y difíciles
de encasillar por las que pueda pasar una persona. Tal vez sólo
comparable a otra instancia tanto o más difícil: el retorno.
De los que se van, muchos vuelven. ¿Pero funciona de ese
modo realmente? ¿Puede un sujeto retornar, verdaderamente? En
algún punto, Heráclito expuso la condena que implica el
movimiento (inevitable, por otra parte): el exiliado no se baña dos
veces en el mismo río, porque ese río fluye; porque el exiliado
mismo cambia permanentemente; porque la tierra, las personas,
las ideas que abandona son también otras, como otro es él
también. El retorno del exilio se convierte, así, en el exilio del
retorno, en un nuevo exilio, donde las percepciones del sujeto
deben adaptarse otra vez a un panorama que tiene tanto de
paradisíaco como de desolador, con todas las emociones,
sensaciones y percepciones que median esa circunstancia.
Nuevamente, la experiencia se vuelve no-binaria, compleja,
8
intrincada. El sujeto sabe que vuelve, cuando vuelve, pero no
puede saber qué es lo que lo espera, cuáles serán sus reacciones y
las de su entorno, qué sentirá, qué deseará, qué temerá, qué
bromas le gastará su inconsciente.
El objetivo al armar esta antología es tan simple como
inalcanzable: mirar el exilio en perspectiva, tratar de entender
algo de su funcionamiento, de sus consecuencias, de sus
características tan disímiles. Sabemos que queremos estudiarlo y
comprenderlo, pero el exilio se nos escurre entre las manos (entre
los recursos metodológicos, las teorías, las hipótesis, las ideas),
porque nunca es uno, porque nunca es igual, porque los
investigadores lo miramos en paralaje, sin llegar jamás a
descubrirlo por completo. Y, claro, porque los sujetos no son
materiales de laboratorio que reaccionen impasibles a la palabra,
porque mutan y no dicen lo que dicen, o dicen más, o menos, pero,
en todo caso, jamás se dejan encasillar de una manera en que a
nosotros nos resulte cómoda y pragmática.
El exilio del retorno está dividido en dos partes, que en
definitiva son las dos instancias estructurales del asunto, el factor
común a todo lo que ocurre dentro suyo: irse y volver. Como
corresponde a esta mirada del estudio del exilio, optamos por no
pretender una línea teórica que cohesionara los textos. Por el
contrario, nuestra convocatoria fue clara desde el comienzo:
buscamos autores que miraran desde diferentes áreas de estudio:
historia, sociología, psicoanálisis, letras, filosofía, cine. Y es a
partir de eso que fuimos articulando el libro, con la creencia de
que esa heteronomía es fundamental y necesaria para poder
9
continuar haciendo aportes a este tipo de investigaciones. Un no-
todo epistemológico desde el cual nos paramos frente a la
investigación, con hipótesis y sospechas indiciarias, meras
suposiciones de lo que el exilio significa en sus tan variadas y
asimétricas formas.
Nicolás Hochman
Director de Grupo Heterónimos
Marzo de 2012
11
dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí
Pablo Gasparini
Resumen
Este artículo propone una lectura de dibaxu, un libro de Juan
Gelman que reúne poemas en sefardí junto a su correspondiente
traducción al castellano, a partir de otros proyectos estéticos del
autor y de la pregunta por el posible lugar o valor de la palabra
poética–entrevista fundamentalmente en su aspecto lingüístico– en
un contexto de exilio y pérdida.
Palabras llave: Sefardí – Exilio – Gelman.
Abstract
This article poses a reading of dibaxu, a book by Juan
Gelman that collects poems in Sephardi and its translation into
Spanish, stressing aspects related to others esthetical projects of
this author and the question for the value of the poetic word –
12
specially through the examination of its linguistic dimension– in a
context characterized by the exile.
Key words: Exile – Sephardi – Gelman.
1
Difícil de encasillar plenamente en alguna corriente, la
poesía de Juan Gelman se ha venido afianzando desde finales de la
década de ‘60 hasta constituirse en una de las experiencias
poéticas argentinas más reconocidas internacionalmente. Gelman,
de hecho, no sólo ha sido traducido a varios idiomas, sino que
quizás sea el poeta argentino vivo más premiado.
Remisa a la procacidad de las vanguardias pero refractaria
también a todo tipo de reacción romántica, la poesía de Gelman ha
sabido jugar con cierto lirismo barrial, habitar, con sus gestos de
humor y su concupiscencia con el habla popular, la huella abierta
por González Tuñón. Y, en un ámbito más amplio, por sus marcas
de localismo, su osadía gramatical y su visceral cotidianeidad, no
sería desacertado atisbar en las diversas inflexiones de esta poesía,
la impronta, proteica y secreta, del peruano César Vallejo.
No trataremos aquí, sin embargo, de trazar un recorrido de
la vasta poesía de Gelman, sino marcar más bien el viraje de tono
que significa la nota incluida en su libro Carta Abierta (1980). Se
13
trata de una nota documental, violenta y crudamente referencial,
como si pudiera escribirse sin operar ningún tipo de desplazamiento
o ambigüedad. Estamos frente a lo crudeza de lo real:
el 26 de agosto de 1976 mi hijo marcelo ariel y su mujer claudia, encinta, fueron secuestrados en buenos aires por un comando militar. el hijo de ambos nació y murió en el campo de concentración. como en decenas de miles de otros casos, la dictadura militar nunca reconoció oficialmente a estos “desaparecidos”. habló de “los ausentes para siempre”. hasta que no vea sus cadáveres o a sus asesinos, nunca los daré por muertos. (Gelman, 1988: 23)
Quien haya seguido la biografía de Gelman sabe que esta
nota, o más bien el mandato que allí se establece para aquel que la
escribió, fue y es rigurosamente cumplido. En 1998 Gelman
descubre que aquel “hijo de ambos”, una niña, había nacido con
vida y tras embates con las fuerzas militares y políticas del Uruguay
en 2000 consigue encontrar a su nieta y reunirse con ella. Gelman
hoy vive en México. Su demorado regreso a Buenos Aires, en 1988,
quizás encontró a esta ciudad muy lejos de aquella que había
dejado trece años antes, en 1975, debido a su militancia en la
organización guerrillera Montoneros.
Mucho se ha escrito sobre el exilio, y sobre las imbricaciones
del exilio con la vocación literaria en América Latina. En esa rica
reflexión, quizás sea paradigmática de cierta posición ética y
política “América Latina: exilio y literatura”, el célebre ensayo de
Julio Cortázar quien, por otro lado, prologará en 1981
14
Interrupciones I (1988), una antología de los primeros poemarios de
Gelman. Para los fines de este breve trabajo que intentará
proponer una lectura de dibaxu (escrito de 1983 a 1985), se
rescatará menos la solidez de esa discursividad que un gesto:
Gelman siguió y sigue escribiendo poesía. ¿Qué tipo de coraje o
convicción debe tenerse para, frente a lo terrible, seguir apostando
a la palabra poética?
Creo que en el espacio que abre esa pregunta puede
inscribirse, entre otros, el proyecto de dibaxu. No, la palabra
poética no será (plenamente) refugio frente al desastre. Tampoco
denuncia, pues para eso, para lo político, vale la referencialidad
(su ilusión o simulacro) con la que la palabra juega dentro del ejido
de la polis y de sus férreas instituciones (pensemos aquí en el
militante Gelman de las crónicas periodísticas). En todo caso, tal
vez, que la palabra poética es lo único que queda cuando todo
(“todo” lo simbólico) ha sido calcinado, resto de algo que se ha
quemado y quizás acrisolado, es lo que dibaxu (substrato esencial)
parece mostrarnos.
2
Porque hay ese gesto de seguir poetizando, de hacer –en la
propia Carta abierta– poesía para ese hijo desaparecido y porque,
como prueba de la necesidad de la palabra poética (se escribe por
necesidad o vanidad, resumía Parra en una entrevista reciente;
Pellegrino, 2011), la escritura de Gelman posterior a su tragedia
15
familiar recupera y ahonda búsquedas anteriores. Así, el juego de
heterónimos de Hacia el Sur (1982) puede leerse como un proyecto
de desmarque del nombre propio a través del cual decirse como si
se hubiera quedado allí, en el violento sur, y no en el exilio, pero
también como una incidencia, en lo que respecta a la posición del
poeta como mediador, de las experiencias de sus libros
Traducciones I, II y III, todos de la segunda mitad de la década del
´60.
Por cierto, los poemas de Hacia el sur pertenecerían a Julio
Grecco (un poeta caído en la lucha armada en 1976) y a José
Galván, desaparecido en 1978, quien a su vez es el responsable de
la recuperación de los textos de Grecco. Heterónimos de Gelman,
Grecco y Galván erigen un homenaje al portugués Fernando Pessoa
a quien se le dedica un gracioso y cariñoso poema1. De la misma
manera, en las ficticias “traducciones” de la década del 60,
Gelman se encubre bajo los nombres del inglés John Wendell, del
japonés Yamanokuchi Ando y del norteamericano Sydney West para
erigirse como traductor de originales inexistentes. Dar o decir su
voz bajo la impronta de una explícita alteridad (sea la del
heterónimo, sea la de la traducción) se constituye así en un juego
que se reabre en la poesía que escribe durante su exilio territorial
y no sólo trasluce la permanencia y resignificación de cierta
inquietudes y búsquedas estéticas sino también, como insistimos, el
1 Citamos un trecho de este poema, titulado “Yo también escribo cuentos”: “había una vez un poeta portugués / tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado / trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas” (Gelman, 1994: 184).
16
gesto de no hacer claudicar precisamente eso, el juego estético,
frente a las demandas de la tragedia histórica y familiar.
Hacer de la voz del poeta la voz de un traductor, llegando en
ocasiones a sacar provecho del poder relacional y de la extrañeza
lingüística generadas por las fintas y operatorias de la traducción2,
será, a su vez, un camino recurrente durante su exilio. En
Com/posiciones (1983-1984) Gelman presenta traducciones de
diversos poetas judíos de la antigüedad, muchos de ellos de origen
sefardí. Su intervención no busca ocultarse y se delata en la
decisión de no presentar los textos originales y de titularlos de
manera alusivamente contemporánea, por ejemplo cuando titula
“Canción de protesta” al anafórico poema de Abba Yose Ben Hanin:
guárdame/ guárdame de la casa de Boeto/ guárdame de sus palos/ guárdame de la casa de Katro/ guárdame de sus puños/ guárdame de la casa de Hanin/
2 Un ejemplo de este juego con la emergencia de la alteridad lingüística inherente a la práctica de la traducción, podría ser el poema I de Traducciones II. Los poemas de Yamanokuchi Ando (1968) donde los versos en español obedecen a una hiperbólica lógica paratáctica advenida, aparentemente, del esfuerzo por pasar cierta lógica de la lengua japonesa a la española: “pelear con la palabra se puede pero / no con mujer de sueño feo donde / ella dobla cabeza / como el cisne para dormir. / ratas cureñas trofeos tornillos / muertos y perfectos abundan / en su cama cuando ella despierta / incómoda por tantos objetos caídos de / un infierno que procuró desalojar / volviendo a entrar una y otra vez / sacando cambiando monstruos muebles matrimonios / diversos terribles tibios” (Gelman, 1994: 92-93).
17
guárdame de sus calumnias/ guárdame de la casa de Ismael/ guárdame de su infamia/ porque ellos son los Sumos Sacerdotes/ sus hijos son los tesoreros/ sus yernos son los síndicos/ y sus esclavos vienen y nos pegan con una estaca/ (Gelman, 1994: 199)
Considerando que Com/posiciones es contemporáneo a la
escritura de dibaxu, una serie de poemas escritos en sefardí con su
correspondiente traducción al español, se vislumbra aquí un
proyecto en el que cristalizan la traducción como poética y la
indagación en cierta zona histórico-cultural y lingüística.
Sobre este último aspecto (el lingüístico), en el “escolio” que
precede los poemas de dibaxu, Gelman traza algunos posibles
senderos para su poesía y declara: “estos poemas sobre todo son la
culminación o más bien el desemboque de Citas y Comentarios, dos
libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos
dialogan con el castellano del siglo XVI” (Gelman, 2010: 9). De
hecho, en los dos libros citados son frecuentes las referencias a San
Juan de la Cruz y Santa Teresa tanto en la retórica amatoria que
los ciñe como en eventuales trazos arcaizantes de la lengua
(sorprendentemente combinados con un voseo de matices porteños
y tangueros):
CITA VI (santa teresa) alma que resollás en la mitad
18
del pensamiento/ de la vida/ como caballo que corrés/ ¿dónde está el pienso para parar tus patas locas?/ ¿ansia de derramar grandísimo el amor para que duerma envuelta la esposica que tiembla al alba contra la solombra de tu meditación?/ ¿flores que olés en el manzano del amor crecido donde mis almas varias se perdieron para que almés mi desasido rostro con ella abierta en la mitad de sí/ hermosura de vos como oraciones donde madruga en pena mi callar? (Gelman, 1988: 278)
Foffani (1995), coincidiendo con las afirmaciones de Gelman,
encuentra en este trabajo con los místicos españoles y con el
sefardí, una común indagación en la lengua española del siglo XVI,
ya que el sefardí “pone de manifiesto cierto recorrido ‘histórico’ de
la lengua (…) hace más legible el español de las Crónicas de Indias,
el español de Santa teresa, el español de San Juan de la Cruz”
(Foffani, 1995: 186). Y en el ya citado “escolio” de dibaxu agrega
Gelman: “Como si buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a
su vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad
extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las
más profundas y exiliadas de la lengua. Yo tampoco me lo explico”
(Gelman, 2010: 9).
19
Término tradicionalmente utilizado por la lingüística para
referirse a la permanencia de ciertos rasgos fonéticos o
gramaticales de una lengua en otra que se ha sobreimpuesto a su
territorio, el sustrato es también la sustancia última o ser de las
cosas y, en geología, el terreno o capa que ha quedado abajo,
dibaxu diríamos, de otra. Encontrar el sustrato, es entonces buscar
hacer pie, intentar afirmarse durante esa experiencia, el exilio,
que Vilém Flusser, judío de Praga exiliado en Brasil durante la
segunda guerra, define curiosamente como una vivencia de falta de
suelo o fundamento; una vivencia de bodenlos (como titula a su
singular autobiografía) que supone para este políglota el
angostamiento de las apariencias, la desacralización de los hábitos
de la patria y la ganancia de una posición extralingüística que si
bien puede ser rica intelectualmente condena en lo existencial a un
“juego del suicidio constante”, a un flotar (“pairar” dice Flusser en
su osado portugués) entre diversas lenguas y culturas (Flusser,
2007: 221-236).
El flashback diacrónico que la poesía de Gelman escrita
durante su exilio propone en diversos libros puede entonces
entenderse como la búsqueda de un fundamento que lo depara, no
obstante, como si se tratara de un gran y continuo movimiento
tectónico, con otros desplazamientos, con la condición diaspórica
de la zona histórico-cultural que, de forma central en dibaxu, es
aquí convocada. Sobre el peso de las referencias lingüístico-
culturales a Sefarad (término hebreo para referirse a España),
Gelman, en su “escolio”, prefiere ser algo lateral: “Escribí los
20
poemas de dibaxu en sefardí, de 1983 a 1985. Soy de origen judío,
pero no sefardí” (Gelman, 2010: 9).
Descendiente de inmigrantes ucranianos, Gelman no reclama
para sí su ascendencia judía, aunque sea precisamente en Carta a
mi madre (libro que escribe con motivo del fallecimiento de ésta
en Argentina mientras él continuaba en el exterior) donde esa
ascendencia se dice mediante la evocación del relato familiar de un
pogrom en Odessa:
¿por qué de todos tus rostros vivos recuerdo con tanta precisión únicamente una fotografía?/ Odessa, 1915, tenés 18 años, estudiás medicina, no hay de comer/ pero a tus mejillas habían subido dos manzanas (así me lo dijiste) (árbol del hambre que da frutas)/ esas manzanas ¿tenían rojos del fuego del pogrom que te tocaba?/ ¿a los 5 años?/ ¿tu madre sacando de la casa en llamas a varios hermanitos?/ ¿y muerta tu hermanita?/ ¿con todo eso/ por todo eso/contra/ me querés?/ ¿me pedías que fuera tu hermanita? (Gelman, 1994: 33)
Si bien como señala el propio Gelman sería forzado una
lectura de dibaxu en el sentido de recuperar una raíz identitaria
personal relacionada a lo judío, podríamos arriesgar que esta
referencia al fuego destructor retorna, de alguna manera, en
algunos poemas de este libro (ver VII y VIII) y, principalmente, en la
idea de encontrar aquel sustrato esencial por calcinación. “Quizás
este libro apenas sea una reflexión sobre el lenguaje desde su lugar
más calcinado, la poesía”, remata Gelman en su “escolio” como si
calcinar, lexicográficamente “reducir a cal viva los minerales
21
calcáreos”, pudiera entenderse como un proceso de angostamiento
o reducción, de incineración y volatilización por el cual pudiera
asomar el fundamento (lingüístico y existencial) que es la propia
poesía.
3
Búsqueda de un suelo o fundamento lingüístico por
calcinación, dibaxu parece decir que ese fundamento, cierto
fundamento de la lengua española, está dado por el otro. Y no sólo
lo otro que podría representar el judío sefardí, expulsado de la
península el mismo año de la aparición imperial de la Gramática de
Nebrija, sino también el otro que es (como leemos en la
dedicatoria del libro) “la poesía de Clarisse Nikoïdski”, novelista en
francés y poeta en sefardí del que se dirá también, valga la
recurrencia, que su poesía es “diáfana como un fuego” (Gelman,
2010: 7).
Pero lo que dejará ver este fuego no es sólo la constatación
que, al igual que en la base de toda identidad, el sustrato o
fundamento es siempre extranjero (como Moisés, según Freud, un
egipcio que mal hablaba la lengua hebrea3) sino también que este
3 En Moisés y la religión monoteísta, Freud (1988: 3246), apoyándose, entre otras fuentes, en Eduard Meyer (Die Mosessagen und die Leviten) sostiene esta hipótesis que explicaría, por otro lado, el lugar de Aarón como traductor de las palabras de Moisés (recordemos que, según el entendimiento tradicional, Moisés tiene dificultades de habla debido a su tartamudez y no, como lo sugiere Freud, al hecho de estar hablando una
22
fundamento sólo puede decirse en traducción. Gelman retoma y
retrabaja así sus proyectos anteriores y ahora, en dibaxu, desde la
propia dinámica del sefardí, lengua del exilio masivo y de la
dispersión (toda una analogía autobiográfica e histórica) y lengua
también, según Romero (1992), especialmente nacida de las
operación de la traducción, de aquella que siguiendo, según Walter
Benjamin, el ideal de esta práctica (“la versión interlineal de los
textos sagrados es la imagen primigenia o ideal de toda
traducción”; Benjamin, 1923: 144), se habría consagrado a la
traducción ritual del texto hebreo.
¿Surge el sefardí de Gelman de ese ladino “lengua calco” en
el decir de Romero? ¿Lo reinventa a partir de sus propias
traducciones de poetas sefardíes reunidas en Com/posiciones? ¿En
qué sefardí, al final, nos habla Gelman? ¿En el del norte de África
(judeo-español; jaketía)? ¿En el del Oriente mediterráneo (ladino,
judezmo, judió, jidió, espanyoliko)? ¿En el de un ilustrado rabino?
¿En el de un acaudalado comerciante que estudió en escuelas
francesas? ¿En el del entreverado turco-balcánico sefardí del
pueblo? ¿En el de las aisladas y remurmurantes mujeres?4
lengua extranjera). Edward Said retomará la cuestión en Freud y los no
europeos, priorizando los aspectos culturales y políticos de esa lectura (ver Said, 2006: 69-80). 4 Sigo aquí las observaciones de Castro Míguez (2003): “É importante ressaltar, entretanto, que nem todos os judeus de uma mesma época e de um mesmo lugar falavam da mesma maneira, o que dificulta uma sistematização mais objetiva dessa língua. Idade, sexo, profissão, grau de instrução e nível social determinavam diversos níveis de língua. Dias-Mas (1997) relaciona cinco grandes grupos sócios, com relação às comunidades do oriente: 1) A classe rabínica e letrada, que constituía a camada culta
23
En algo esta pregunta (¿en qué sefardí nos habla Gelman?)
evoca la que se hace cualquier estudiante de una lengua sentida
como “extranjera”: ¿cómo (quién o qué) debo hablar? Y, para
dialogar con las ya clásicas categorías de Orlandi, podríamos decir:
hablarás como hablas, en la fluidez de tu lengua, esa fluidez que
no está fuera del control al que quieras (o quieran) someterte5.
tradicional da população, cuja fala apresentava uma maior presença de elementos hebraicos; 2) A classe alta ou médio-alta, constituída de prósperos comerciantes ou grandes banqueiros, cujo grau de instrução era alto, e que frequentavam –ou enviavam seus filhos- as escolas francesas e italianas. Geralmente, apresentavam um maior número de turquismos, sem chegar ao uso abundante que deles faziam as classes médias e baixas; 3) As classes média e baixa, cujo trabalho as obrigava a estar em contato com seus vizinhos não judeus, enrugavam um grande número de elementos turco-balcânicos em sua fala; 4) Os sefaradim ocidentalizados ou franqueados do Oriente, cuja cultura já não era tão tradicional. Frequentavam as escolas ‘francas’, nas quais se ensinava uma língua europeia (francês, italiano, alemão ou inglês), viajavam à Europa e se dedicavam às profissões liberais. Em sua fala, os elementos hebraicos e turco-balcânicos quase desapareciam por completo, dando lugar a todo tipo de empréstimos e calços do francês e do italiano, principalmente; 5) As mulheres, que, embora não constituíssem uma classe social, recebiam escassa instrução, viviam numa sociedade que as obrigava a um maior grau de reclusão e isolamento, e eram depositarias da cultura tradicional oral. Sua fala também estava povoada de elementos turco-balcânicos, mas também conservavam as características mais arcaicas do judeu-espanhol, principalmente devido a seu apego aos romances, canções e refrãos, de caráter mais tradicional” (Castro Míguez, 2003: 37-38). 5 Aludo aquí a los conceptos de “lengua imaginaria” y “lengua fluida” propuestos por la lingüista brasileña Eni Puccinelli Orlandi. Por lengua imaginaria entendemos determinada sistematización gramatical/política del fenómeno lingüístico (generalmente dado al establecimiento de una referencialidad escolar y nacional), y por lengua fluida la forma inmanente, material y discursiva de la lengua. De esta manera: “Se a língua imaginária é a que os analistas fixam na sua sistematização, a língua
24
Hablarás, en fin, la lengua de tu imaginario (que es, en el mejor de
los casos, tu deseo) y en la de tus posibilidades (que son tu cuerpo,
sus memorias, potencias e inhibiciones).Y, en el caso de estos
poemas, como lo recuerda Foffani (1995: 189), no olvidemos la
“ladinez” con la que Gelman nos los presenta. Pues no vienen
solos. Vienen pulcramente paralelos a su “versión” en un algo
híbrido español contemporáneo. Ladino, ladino (“astuto, sagaz,
taimado” dice el diccionario y también “quien habla más de una
lengua”): si Gelman considera que la traducción no es necesaria
(“Acompaño los textos en castellano actual no por desconfianza en
la inteligencia del lector”, declara en el “escolio”), ¿a qué
entonces la traducción?
Si Steiner considera que el traductor no necesita traducir,
pues él ya sabe la otra lengua, siempre se traduce para otro
(Steiner, 1978: 35) o, como lo intuye Jorge Monteleone en una
reseña de dibaxu, para determinado proyecto estético:
los poemas no están estrictamente en uno y otro lado de la página (en sefardí o en castellano) sino en esa zona suspendida, intermedia en el fluir de los tiempos que puede reunirse en la conciencia del poeta y la del lector” (Monteleone, apud Foffani, 1995: 189, nota 7).
El fuego calcinó hasta dejar visible el sustrato, pero el
sustrato era extranjero y siquiera allí había permanecido,
arqueología imposible que deja la huella de una ausencia; y sobre
fluida é a que não pode ser contada no arcabouço dos sistemas e formulas.” (Orlandi, 1988: 28).
25
esa huella finalmente “pairamos” diría Flusser, nos suspendemos,
estamos en el entre de las lenguas, instante algo místico (para
Benjamin) que Derrida en Torres de Babel prefiere llamar “la pura
lengua”, posibilidad pura (todo lo contrario de la “lengua pura”)6.
Sobre esa ausencia creo que se construye el discurso amoroso tan
bien leído en el artículo de Foffani que ya citamos, pues en el Yo-
Tú que configuran estos poemas (a veces dados a un más bien
anhelado “nosotros” y rodeados siempre de un “mundo” entre
apaciguado y amenazante), prima la “distancia que el sujeto que
ama no puede salvar” (Foffani, 1995: 198), esa ausencia inherente
al amor por la que el “otro” como objeto de la pasión es objeto de
resistencia y de imposible o fugaz acaparamiento.
Así, este discurso amoroso no es tan sólo y además un
discurso sobre el exilio donde el “Tú” parece ocupar el lugar de la
tierra (“Il trigu di tu ventre” se dice en el poema XVII y en el XI:
“partindu di tu ladu/discuvro/il nuevu mundu/ di tu ladu) y dibaxu
es también allá abajo, el amado sur, sino que este discurso
amoroso traza, a la par de todas estas evocaciones, el contorno de
la ausencia de lengua o más bien el contorno de la ausencia de la
mítica relación edénica o transparente con la lengua pues no hay
lengua: al sefardí hay que inventarlo y al castellano, ese castellano
6 “Através de cada língua algo é visado que é o mesmo e que, no entanto, nenhuma das línguas pode atingir, separadamente. Elas podem pretender atingi-lo, e se lhe prometer, apenas co-empregando ou co-desdobrando suas visadas intencionais, ‘o todo de suas visadas intencionais complementares’. Esse co-desdobramento em direção ao todo é um desdobramento, pois o que ele visa atingir é ‘a linguagem pura’ (die reine
Sprache) ou a pura língua” (Derrida, 2006: 66).
26
porteño roído por el exilio, también. Y la clave de la invención
(podríamos decir también la clave de la “creación”) es, creo,
precisamente ese “entre”, el espacio (no escrito) que “paira”,
como el espíritu de dios, entre ambos textos.
Que cada cual lo invente como quiera.
4
Eso es lo que nos deja el fuego: nada. Y, tal vez, la
necesidad de pensar cómo era lo que fue quemado o calcinado (allí
está el coraje –diríamos para volver a la pregunta que dio inicio a
este trabajo– de Gelman). Cómo era aquello que dio combustión (a
la lengua, a la patria y a los seres amados que ya no están).
Podemos inventar, crear estos poemas. Y, a no ser que
seamos expertos estudiosos del sefardí (no es el caso de quien aquí
escribe), debemos reconocer que leemos desde el castellano
actual, que es nuestra contemporaneidad lingüística la que
habitará en la lectura de estos poemas en sefardí. Acaso el sefardí
“sulvidar” del poema XXIX no evoca el castellano “olvidar” (y en mi
caso, habitado también por el portugués, también “sul”: “sur” y
“olvidar”). Y su sustantivo, “sulvido”, presente en el poema XXVI,
¿no nos trae acaso la palabra en castellano “silbido”? Qué cosa, no
parecen meras imaginaciones del lector. El segundo párrafo del
poema XXIV, aquel que evoca “olvidar” y “sur”, dice precisamente
“pondri mi spantu londji/ dibaxu dil pasadu/” y el poema XXVI, en
27
el que nuestra contemporaneidad lingüística deja entreoír un
“silbido” , continua con los siguientes versos:
agora pinsu qui un paxaricu in tu boz arrastra la caza dil otonio/
Hay aquí algo vallejiano, otra vez, al menos en aquel hallar
en ciertos vocablos extranjeros –en Vallejo geográficamente
lejanos: el lituano, el ruso, el alemán, el polaco, el rumano, entre
otros)– cierto aura poético7. Y si Vallejo afirma que la poesía es
intraducible8, valga aquí notar que la traducción al castellano mata
muchas de las evocaciones que el sefardí leído o dicho desde otras
lenguas (esta ilusión de sefardí diaspórico) podría suscitar e,
incluso, haber rendido en la propia creación textual del poema.
Así, mediante la traducción, sabemos que “sulvidar” es tan sólo
“olvidar”, sin aires de “sur” ni de “silbido”. Y no sólo eso. La
traducción “corrige” los “malentendidos” que podría provocar
nuestra lectura del sefardí desde el castellano actual. Pongamos
por caso dos versos del poema XXII que parecen hacer del vientre
(amado) un elemento que conforma cierto orden o cosmogonía
7 En esta búsqueda podemos adivinar también, en el caso de Gelman, un gesto autobiográfico, ya que este poeta en repetidas ocasiones ha recordado como su hermano mayor le leía “incomprensibles” pero bellos textos en ruso. 8 Sobre Vallejo y su experiencia con vocablos extranjeros ver Vallejo (1973: 42). Sobre la intraducibilidad de la poesía, ver en el mismo libro su ensayo “Electrones de la obra de arte”.
28
(“nila noche /tu ventre queda astros”) y que son
traducidos/corregidos al castellano contemporáneo como “en la
noche/ tu vientre detiene astros”. O el sugerente verso del poema
XXV en el que un “tú” parece ser el que está lloviendo (“ista yuvia
di vos”) que queda, en nuestro castellano contemporáneo, reducido
a una mutilada y prosaica relación de pertenencia (“tu lluvia”). Y
todo esto aún sin hablar de las relaciones temporales “subvertidas”
por nuestra lectura anacrónica del sefardí: “uno qui liyera istus
versus / prieguntara” dice el poema XVI convocando lo hipotético
de lo que nos suena a un imperfecto del subjuntivo que pasa al
castellano con la rotundidad del indefinido: “alguien que leyó estos
versos / preguntó”.
¿Podría Gelman haber traducido de otra manera? De tenerse
en cuenta la experiencia y habilidad traductora de Gelman no
queda dudas que la respuesta es afirmativa y que la forma en que
tradujo estos poemas del sefardí al castellano, cierta apuesta por
un castellano híbrido y mayoritariamente contemporáneo, es una
opción menos estética que ideológica pues hacer de la traducción
la “corrección” de una ineludible lectura anacrónica evidencia la
relación imperial que determinada lengua establece con su
pasado. La mera inversión de la cuestión, preguntarnos que
sucedería si consideramos los poemas en castellano como los
originales y su versión en sefardí como su traducción (no hay nada
que impida esta lectura a no ser las declaraciones del autor)
afianzaría esa evidencia. Por cierto, resulta fácil, ineludible y
natural hacer habitar el castellano actual en los textos originales
en sefardí, pero resulta imposible hacer habitar el sefardí en los
29
supuestos originales en castellano: aunque el castellano actual esté
constituido, entre otros, por esa base histórica, la “enciclopedia”
de ese sustrato, el sefardí, ya no está a nuestro alcance. A lo más,
pudiéndonos reportar sólo a lo visible, quedaría aquí el sabor y la
apariencia de ciertos falsos “errores” ortográficos. Nos
sorprendería como la “lluvia” y “voz” devienen “yuvia” y “boz” por
ejemplo, o nos extrañaríamos morfológica y ortográficamente con
esa “u” que lleva, como en un beso, nuestros labios hacia delante,
pero siempre estaríamos operando sobre la materialidad y no sobre
el ya ausente, ido, expulsado, quemado, sentido.
Escribir contra el imperio del tiempo a sabiendas que el
pasado no volverá, escribir a sabiendas que ese encuentro (del
presente con el calcinado pasado) es, en todo caso, un trabajo y un
hallazgo intelectual, una creación, es lo que esta poesía tiene de
exilio y de inhabitual coraje.
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31
La experiencia del exilio en la literatura
argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas
textuales del desplazamiento
Adriana Badagnani
Resumen
La crítica literaria ha abordado frecuentemente la relación
entre la literatura y el exilio concluyendo que esta particular y
dolorosa situación determina ciertas características en la forma
escrituraria. Pero una cuestión que no ha sido abordada
sistemáticamente es cómo incide el exilio en una segunda
generación, esto es: cómo viven los hijos de los exiliados políticos
el desterramiento y la trabajosa construcción de la identidad que
supone. Las novelas de Laura Alcoba –La casa de los conejos (2008),
Jardín blanco (2010)– permiten acercarnos a esta cuestión: ¿Cómo
vive el exilio una segunda generación para la cual el retorno no es
un regreso a una identidad definida? ¿Qué marcas deja en la
escritura esta particular situación de desplazamiento geográfico?
¿Cómo se posiciona un autor exiliado hasta de su propia lengua en
el marco de la escritura de una nueva generación que está
abordando estas temáticas?
32
La hipótesis de este trabajo es que pese al aislamiento en la
formación y en las experiencias, Laura Alcoba comparte muchos de
los rasgos y preocupaciones de su generación; y por otra parte, que
su particular situación de exilio determina marcas escriturarias en
función de las cuales sus trabajos comparten características propias
de las escrituras de exilio.
Palabra claves: Exilio - Laura Alcoba - Literatura argentina
reciente.
Abstract
Literary criticism has frequently dealt with the connection
between literature and exile, concluding that this particular and
painful situation determines certain characteristics of the writing
style. Nevertheless, a question that has not been systematically
approached is how exile affects a second generation, that is: how
political exiles’ children live proscription and the arduous
construction of identity which that implies. Laura Alcoba’s novels -
La casa de los conejos (2008), Jardín blanco (2010)- allow us to get
closer to this question: How do a second generation for whom the
return does not mean to go back to a defined identity live exile?
What marks do this particular situation of geographical movement
leave on writing? How does a writer in exile, dispossessed even of
his own language, position himself in the framework of the writing
of a new generation that is approaching this matter?
33
The hypothesis of this article is that in spite of her isolation
as regards education, upbringing and experience, Laura Alcoba
shares much of the characteristics and concern of her generation;
and besides, that her particular situation of exile determines
writing traits which make her pieces of work share features typical
of works done in exile.
Key words: Exile - Laura Alcoba - Recent Argentine literature
1. Representaciones de la dictadura
Las imágenes literarias sobre la dictadura y la lucha armada
en Argentina han sido objeto de variaciones desde la llegada de la
democracia hasta la actualidad. Esquemáticamente podemos
apreciar que en la década del ‘80 (en paralelo al Juicio a las
Juntas) la estrategia dominante implementada por los organismos
de Derechos Humanos fue la focalización en el tema del Terrorismo
de Estado y sus atrocidades. En este marco la problemática de la
militancia armada se transformó en un tema tabú (Dalmaroni,
2004; Longoni, 2007).
Las primeras representaciones sobre la bestialidad de la
dictadura argentina fueron las literaturas del exilio. Esto es,
escrituras producidas bajo la dictadura que habían aparecido en el
exterior o que pudieron publicarse en el país después de 1983;
34
textos claves para comprender la lógica de un mundo literario en
proceso de recomposición (Bocchino, 2008). En este sentido resulta
productivo analizar la relación entre escrituras y exilios:
Tanto quienes son compelidos al desplazamiento geográfico como los que escriben desde un exilio interior suelen construir una posición de resistencia vinculada, muchas veces, a la recuperación de la memoria. Y en relación con la constitución lingüística de escrituras que rodean situaciones de esta naturaleza, se afronta el problema de la referencia que abre la reflexión sobre los vínculos entre los textos y lo real. Son escrituras que reproducen la irreductibilidad entre órdenes (del lenguaje y de lo real) y traducen ese ámbito borroso y diverso, exasperando el problema de la referencia y así el de la representación. Las pérdidas, los cruces de memoria y olvido, ciertos reconocimientos o encuentros, el miedo, la esperanza, la impostergable necesidad de seguir escribiendo tensan la relación entre las palabras y las cosas. En las tramas, en las figuras retóricas, en los ritmos, en los saberes inscriptos, en los silencios de las distintas escrituras se despliega el discurso de lo social; la historia se desliza en trazas que son, en definitiva, estimulantes operaciones ideológicas de nuevas interpretaciones. (Bocchino, 2008: 6)
En opinión de Adriana Bocchino las literaturas de exilio se
caracterizan por un particular montaje de lo real, rompiendo con
la idea de referencia. Lo real, concreto o deseado, aparece como
la imposibilidad de rearmarse; la situación determina un presente
que se congela y una inversión de los términos pasado y futuro. La
35
experiencia del desplazamiento marca las escrituras, y por tanto,
las lecturas de aquellos textos. El sujeto escribe escribiéndose en
situación de exilio con una insistencia en el gesto autobiográfico.
La quita, la pérdida, es señalada obsesivamente como forma
paradójica de darse un suelo propio. Exiliarse se torna una forma
de no dejar de deslizarse, una incertidumbre como estructura
fundamental que descuartiza a un sujeto que construye su retórica
del desplazamiento. Es por ello que en esta literatura aparece un
cruce inevitable de lo literario con lo extraliterario determinado
por las estructuras de producción. En este punto las escrituras de
exilio se contraponen a la idea de Foucault (1985) de la muerte del
autor, ya que quien escribe resulta central; si Foucault asocia el
rol del Estado a la individuación burguesa, en las escrituras de
exilio ocurre lo inverso: el sujeto se reafirma frente al Estado, se
escribe para no morir en un reverso obstinado del asesinato; el
gesto de la escritura es un reafirmarse para no desaparecer, el
hacerse reconocer está asociado fuertemente al nombre y al
apellido.
Los acontecimientos traumáticos en lo político y el cruce con
las temáticas sociales aparecen como alusiones no siempre directas
en una escritura que suele trabajar con lo omitido, los silencios, lo
no dicho. De allí que la figura predominante sea la alegoría. Walter
Benjamín (1987; 2005) analizó la alegoría en función de las
vanguardias del siglo XX, en las que se cuenta su propia escritura.
La alegoría aparece signada por las múltiples combinaciones y las
interpretaciones variables. Para definirla resulta central la idea de
montaje, ya que la figura alegórica requiere una instalación
36
simultánea de una dialéctica de la memoria. La alegoría está
asociada al hermetismo y al jeroglífico, a la cifra de un saber
secreto en el que el sentido está condicionado. En el exilio existe
un montaje de fragmentos de la materia real a la par que un
lenguaje cifrado. En la escritura alegórica de las literaturas de
exilio está inscripto el desnudamiento de la barbarie, por lo que es
a la par ficción y crítica de la cultura. Lo oblicuo, los bordes, las
minucias y lo no advertido aparecen como elementos mínimos
desde los que se arma la alegoría moderna.
Una cuestión importante es que las escrituras de exilio
requieren una idea de red: el que se afirma no es un sujeto único,
aislado, sino escritores escribiéndose, citándose, dedicándose; una
constelación de figuras asociadas a desapariciones y exilios
(Onetti, Gelman, Walsh, Urondo, Conti, Tizón, Saer y Castillo) que
se ha impuesto cuidar las palabras, evitar también el naufragio de
la lengua y sus significaciones enunciando voces y saberes
proscriptos, trabajando temáticas marginales, minoritarias.
Un ejemplo de la relación entre literatura y política a partir
de las marcas textuales del exilio puede encontrarse en el trabajo
de Sandra Lorenzano Escrituras de sobrevivencia (2001) en el que
trabaja sobre las novelas de Silvia Molloy, En breve cárcel, y de
Héctor Tizón, La casa y el viento. Para su trabajo utiliza el
concepto de poética de ruinas, contraponiéndola a la estética
fascista de los monumentos, concluyendo: “El cuerpo y el deseo
(de escritura), en tanto territorios de cruce entre el yo y los otros,
entre la historia íntima y la colectiva, le disputan a los
37
autoritarismos el espacio simbólico de la memoria” (Lorenzano,
2001: 252).
Las escrituras de la democracia incipiente también se
construyen en torno a figuras alegóricas. Con posterioridad a los
gobiernos militares, la literatura se distancia de la experiencia
para tornarse reflexiva sobre la propia imposibilidad de contar,
como una escritura que trabaja con los restos de lo real define
Garramuño (2009) a las ficciones publicadas en los primeros años
de la democracia. Las experiencias de la guerrilla, la tortura y la
persecución política aparecen como lo inenarrable, por tanto los
textos no explican ni intentan explicar, sino que simplemente son
una pura exploración emocional. El hecho de que como resultado
de una época convulsionada emerjan trabajos alejados de las
vivencias concretas es sólo aparentemente paradójico. Ya Walter
Benjamin (1982) en Experiencia y pobreza analizó cómo, con
posterioridad a la Primera Guerra Mundial, existió un vacío de
textos sobre esa experiencia, en gran medida como resultado del
shock, produciendo un empobrecimiento de lo narrado. El análisis
de Benjamin, permeado por la lectura freudiana, se relaciona
también con el concepto de trauma, bajo cuyos efectos es
imposible la narración de la experiencia, pero comienza a
accederse a ella a partir de reflejos. De esta manera pueden ser
analizados los textos de Gusmán, Lamborghini o Saer. La alegoría
en lugar de la narración no tuvo que ver con los impedimentos de
la censura, sino con la misma imposibilidad de contar. Los textos
se centran en la mera subjetividad, en la tactilidad, en la
discapacidad de narrar como tema en sí mismo.
38
La literatura de los ‘90 muestra importantes cambios. A
mediados de los ‘90 se asiste a una serie de declaraciones de los
autores materiales del genocidio, que en una época marcada por la
impunidad, rompen el pacto de silencio de las Fuerzas Armadas. El
más significativo de estos escritos es el de Horacio Verbitsky (1995)
El vuelo, libro en el cual Scilingo confiesa el destino de miles de
desaparecidos que fueron arrojados desde aviones al Río de la
Plata. Este libro ofrece la particularidad de que el protagonista no
escribe el testimonio de su propia experiencia, sino que su vivencia
se encuentra mediatizada por la escritura de Verbitsky, un
periodista en las antípodas ideológicas del militar.
En simultáneo, comienzan a publicarse testimonios de
militantes de las organizaciones armadas ya que en los ‘80 la
militancia era un tema incómodo. Estos escritos adquieren formas
variadas: desde el oral trascripto hasta formas de novela
tradicional. Lo silenciado en los inicios de la democracia empieza a
ser contado, a ser narrado desde diferentes ópticas: el ensayo, la
biografía, la autobiografía y la novela (Dalmaroni, 2004). Estos
trabajos muestran el entramado de múltiples voces: las mujeres
militantes, las batallas de los familiares de desaparecidos, la
experiencia de los campos o el dolor del exilio. Al testimoniar,
paralelamente, recobran sus identidades y plantean sus reclamos
específicos. Este coro polifónico, elaborado desde la culpa, el
arrepentimiento o la reconciliación posibilita una escritura
reflexiva sobre la memoria en la posdictadura. Estos relatos sobre
los ‘70, que forman una parte importante de la literatura del
período, entran en juego de forma particular con la narrativa que
39
los nuevos escritores comienzan a publicar en los ‘90. La literatura
testimonial sobre el genocidio forma parte de un clima de época
signado por la preocupación por este tema, aunque también
produce una cierta saturación al hacer narrable aquello que es
único e inenarrable, creando una hermenéutica de la derrota.
Siguiendo a Raymond Williams (2009) consideramos que los
autores de los ‘90 pueden ser visualizados como una formación con
una peculiar estructura de sentir que presenta signos de
estructuras emergentes. Por otra parte, resulta indispensable la
noción de campo intelectual de Pierre Bourdieu (1995) para
comprender cómo los autores responden a las reglas de su propio
escenario. Teniendo en cuenta estas dos concepciones teóricas,
Laura Ruiz (2005) señala dos rasgos salientes: el haberse educado
bajo la dictadura —por lo que la temática de Malvinas y el “clima
de cementerio” asociado al “Proceso” son centrales en su
producción— y el haber comenzado a publicar en los ‘90.
2. Laura Alcoba y la narrativa de los hijos
Dentro de este cuadro la figura de Laura Alcoba se presenta
con rasgos diferenciados. Por haberse criado y educado en Francia
la autora presenta algunas características especiales. La
experiencia del menemismo y el clima cultural a él asociado, que
resultan determinantes para la generación de los ‘90, es un
contexto que a Alcoba le resulta lejano por haberse exiliado con su
madre en la niñez y haber crecido y educado en Francia donde
40
cursó la carrera de Letras . No obstante, es llamativo analizar cómo
la mirada de la escritora sobre la dictadura y la lucha armada se
asemeja bastante a la de otros autores con vivencias similares en
relación a la militancia de sus progenitores.
Dentro de los relatos de los escritores de los ‘90, los escritos
de los hijos de militantes y de desaparecidos se recortan en un
espacio diferenciado, aunque es preciso aclarar que la perspectiva
que construyen no es unívoca. Cristian Gundermann (2007) analiza
cómo la aparición de la agrupación H.I.J.O.S. se caracteriza tanto
por nuevos tipos de acción política, como el escrache, como por
unas representaciones del horror diferenciadas. Gundermann
define estas representaciones, presentes tanto en la literatura
como en el cine, como actos melancólicos, en la medida que la
melancolía se presenta como una forma de negar la elaboración del
duelo. Esta negación, que en la psicología presenta connotaciones
frecuentemente negativas, es rescatada como un acto de
resistencia. Miguel Dalmaroni (2004), analizando testimonios de
hijos de desaparecidos presentes en antologías9 y en revistas
editadas por H.I.J.O.S., concluye que estos textos se presentan
como una curiosa amalgama entre los discursos heredados y la
construcción de una identidad propia. Se trata de relatos
fuertemente intimistas y subjetivos, pero que sin embargo poseen
profundas implicancias colectivas. Estos escritos se presentan como
narrativas de mezcla, ya que no siguen los cánones del género
testimonial y permiten sentidos abiertos o en construcción sobre
9 Dalmaroni trabaja, centralmente, con los textos de Andrea Suárez Córica (1996) y Gelman y La Madrid (1997).
41
los años ‘70. Los hijos de los militantes suelen recuperar una
tradición cultural de izquierdas como forma de restablecer el
vínculo con los ausentes, a la par que buscar una voz propia. Estos
relatos fragmentados le permiten a Dalmaroni pensar que este
pasado en conflicto puede ser narrado antes que pensado.
En una perspectiva similar, pero rebasando ciertos límites de
aquellos discursos presentes en la retórica de H.I.J.O.S., se ubican
ficciones como la de Félix Bruzzone en Los topos (2008), Ernesto
Semán en Soy un bravo piloto de la nueva China (2011), la película
de Albertina Carri “Los rubios” (2003), o la propia novela de Alcoba
La casa de los conejos (2008). Se trata de trabajos que al partir de
la mirada de un niño sobre la dictadura proponen un extrañamiento
hacia aquello que es objeto de su mirada: la militancia, la violencia
y el terror. En una perspectiva similar a los trabajos analizados por
Dalmaroni, estos escritos también se encuentran en un género de
mezcla amalgamando el testimonio con la ficción. Pero estos textos
tienen en común el rebasar ciertos presupuestos presentes en los
discursos de los organismos de Derechos Humanos: al criticar a sus
padres también hacen la crítica a la generación de los ’70, a la idea
de revolución y a la opción por la violencia.
Según la conceptualización de Humberto Eco (1996) existe
un “pacto ficcional” que es un convenio implícito entre el autor y
el lector de un texto de ficción en el que se acuerda que aquello
que se narra es imaginario, lo que supone una suspensión del juicio
sobre si lo que se cuenta es verdadero o falso. Cada género implica
cláusulas específicas en relación al pacto con el lector, pero el
rasgo saliente es si aquello que se cuenta es verosímil, vale decir,
42
si se adapta a las convenciones del género en el que se ubica. En
esta misma línea, Gérard Genette (1989) denomina “contratos de
ficción” a las marcas textuales y paratextuales que el autor dispone
para dar instrucciones sobre la lectura de su texto.
El género testimonial, según el concepto utilizado por Nora
Strejilevich (2006) posee una peculiar vinculación con la verdad. El
lector entiende que aquello que narra es verdadero, pero en
contextos en que el propio lenguaje se ha transformado en una
prisión, el relato frecuentemente suena distante, irreal y hasta
desprovisto de emoción. Es por ello que los testimonios más
logrados son aquellos que señalan su propia imposibilidad, los que
muestran la impotencia del silencio frente al horror. Siempre
existen tensiones entre el ver, decir y escribir en un juego entre lo
ético y lo estético; las formas del testimonio sobre hechos
traumáticos suelen construirse como una labor arqueológica de
recolección de fragmentos a veces superpuestos. El trauma masivo
impide su registro ya que los mecanismos de observación y registro
colapsan. La verdadera experiencia se lleva a cabo a posteriori al
contárselo a otro; por tanto, el testimonio del trauma incluye al
oyente que es la página en blanco sobre la que el evento se escribe
por vez primera.
Por otra parte, resulta dificultoso distinguir la mentira de la
perspectiva personal, dado que el habla supone siempre una
interpretación. Lo verdadero, por tanto, no es el dato objetivo sino
el abuso, la persecución, el aniquilamiento y el sufrimiento. En
opinión de Forster (2000) el testimonio que no transmita una
dimensión íntima, subjetiva y real del horror no debe llamarse
43
testimonio sino deposición. El sentido del testimonio constituye una
forma de recuperación de la dignidad humana; quien da testimonio
confronta el horror de ese universo incomprensible dándole sentido
al presente antes que al pasado. Frente a la degradación, el deseo
de aniquilación, el intento de lograr que el otro nunca haya
existido, el testimonio expone las marcas, desafía la destrucción,
aunque admite sus efectos señalando la derrota, el trauma, la
pérdida que debe ser señalada para elaborar el duelo.
Los textos cuya materia es testimonial, pero donde se hace
uso de los recursos de la novelística, presentan pactos de lectura
ambiguos. La mirada sobre los ‘70 de los hijos de militantes o
desaparecidos está recorrida por esta ambigüedad. En el caso de
Los topos, de Félix Bruzzonne, se trata de un narrador en primera
persona, pero en ningún lugar del texto o del paratexto se indica
que se trata de una experiencia autobiográfica, aunque en las
entrevistas que el autor concedió este dato resultaba clave. La
novela de Semán, Soy un bravo piloto de la nueva China, se erige
en un espacio similar a Los topos, dado que se trata de un narrador
en primera persona que construye un relato con todas las marcas
de la ficción y en ningún espacio textual o paratextual se indica el
carácter testimonial de aquello que se narra, pero este dato
aparece en las entrevistas o reseñas críticas del libro. En la película
Los rubios el carácter verídico de aquello que se cuenta es central
para la historia en la medida en que el film se construye a partir de
la distancia entre la experiencia de militancia de los padres y la
mirada de la propia Carri. En el trabajo de Laura Alcoba La casa de
los conejos aparece un señalamiento explícito sobre que aquello
44
que se cuenta se encuentra vinculado con una experiencia
personal, e incluso aparecen los nombres verdaderos de las
personas retratadas; sin embargo, es un texto testimonial que
aparece construido con las características de la novela.
3. Entre la novela y el testimonio: La casa de los conejos
En La casa de los conejos existe, en primer término, un exilio
de la lengua. La novela fue publicada originariamente en francés y
editada por Gallimard en el 2007. Posteriormente fue traducida por
Leopoldo Brizuela y apareció en Argentina en el 2008, publicada
por Edhasa. Esta distancia del idioma marca al texto desde su
propio título. En francés fue titulada Manège, término que puede
traducirse como carrusel, siendo una alusión a la circulación de
imágenes traumáticas. El vocablo tiene una segunda acepción ya
que significa maniobra o manipulación. En este sentido el título
hace referencia a la traición de uno de los integrantes de la casa
operativa y al modo que utiliza para descubrir la ubicación de la
imprenta montonera.
En castellano el libro se tituló La casa de los conejos en
referencia explícita a la artimaña utilizada por Montoneros para
encubrir la edición del periódico Evita montonera bajo la supuesta
actividad de la cría de conejos. Pero el argumento queda más
adelante invertido: son los integrantes de la casa operativa los que
están cercados, los que van a ser cazados como conejos:
45
Después los momentos de calma se volvieron más raros. El miedo estaba en todas partes. Sobre todo en esta casa. Yo ya no conseguía creer que los conejos blancos pudieran protegernos. ¡Qué pésimo chiste! Tan malo como envolver los periódicos para regalo. Cada semana, César nos traía noticias que no siempre aparecían en los diarios. Centenares de militantes Montoneros eran asesinados día a día; grupos enteros desaparecían. Porque si a veces los asesinaban en la calle, lo más frecuente era que desaparecieran. Así, de golpe. (Alcoba, 2008: 110)
El título La casa de los conejos incluye una tercera alusión: el
relato se abre con una reflexión a partir de la idea de hogar. La
madre de la protagonista le cuenta a su hija que se mudan a una
casa, justo como ella quería. Obviamente la idea de casa de la
infancia tenía que ver con un deseo de normalización que era
imposible por la militancia de los padres. A partir del malentendido
sobre el deseo de hogar Alcoba muestra el extrañamiento, el
rechazo o la condena hacia la militancia de los padres como forma
de impedimento de vivir una niñez normal.
…a menudo, yo soñaba en voz alta con la casa en la que hubiera querido vivir, una casa con tejas rojas, sí, y un jardín, una hamaca y un perro. Una casa como ésas que se ven en los libros para niños. […] Tengo la impresión de que ella no ha comprendido bien. Referirme a una casa con tejas rojas era, apenas, una manera de hablar. Las tejas podrían haber sido rojas o verdes; lo que yo quería era la vida que se llevaba ahí adentro. Padres que vuelven de la casa a
46
cenar, al caer la tarde. Padres que preparan tortas los domingos siguiendo esas recetas que uno encuentra en gruesos libros de cocina, con láminas relucientes, llenas de fotos. Una madre elegante con uñas largas y esmaltadas y zapatos de tacón alto. O botas de cuero marrón, y, colgando del brazo, una cartera haciendo juego. O en todo caso sin botas, pero con un gran tapado azul de cuello redondo. O gris. En el fondo, no era una cuestión de color, no, ni en el caso de las tejas, las botas o el tapado. Me pregunto cómo hemos podido entendernos tan mal; o si en cambio ella se obliga a creer que mi único sueño, el mío, está hecho de jardín y color rojo. (Alcoba, 2008: 13-14)
Otro título que Alcoba evaluó entre los posibles fue Embute.
Esta palabra de origen lunfardo, cuyo significado es hoy elusivo, era
de utilización frecuente entre los militantes en los ‘70 para hacer
referencia a un lugar en el que se escondían objetos que era
peligroso tener: libros, panfletos o armas. Ante esta palabra de
significado olvidado Alcoba reflexiona sobre la distancia política e
ideológica con respecto a un tiempo violento que hoy nos resulta
incomprensible:
Cuando pienso en esos meses que compartimos con Cacho y Diana, lo primero que viene a mi memoria es la palabra embute. Este término del idioma español, del habla argentina, tan familiar para todos nosotros durante aquel período, carece sin embargo de existencia lingüística reconocida. Desde el mismo instante en que empecé a hurgar en el pasado –sólo en mi mente al principio, tratando de encontrar una cronología todavía confusa, poniendo en
47
palabras las imágenes, los momentos y los retazos de conversación que habían quedado en mí– fue esa palabra el primer elemento que me sentí compelida a investigar. Este término tantas veces dicho y escuchado, tan indisolublemente ligado a esos fragmentos de infancia argentina que me esforzaba por reencontrar y restituir, y que nunca había encontrado en ningún otro contexto. […] “Embute” parece pertenecer a una suerte de jerga propia de los movimientos revolucionarios argentinos de aquellos años, más bien anticuada ya, y visiblemente desaparecida. (Alcoba, 2008: 47-50)
Se simboliza así la dificultad de comprender otra época
histórica, el riesgo que supone juzgarla con parámetros anacrónicos
o exaltar la violencia. Alcoba reflexiona (Aguirre, 2008) que
escribió intentando no caer en la doble trampa: la de juzgar a sus
padres y su generación con los parámetros de esta época; o la de
enaltecer sus figuras transformándolos en héroes. Con esta
perspectiva se coloca en una línea similar a la de varios trabajos de
la ensayística reciente (Calveiro, 2005; Longoni, 2007) que
consideran indispensable una crítica a las experiencias de aquellos
años que no sea una justificación de la violencia estatal.
La versión castellana de La casa de los conejos, de Leopoldo
Brizuela, presenta las mismas dificultades propias de la traducción,
con el agravante de que la realidad a la que se hace alusión es
argentina: “No quise hacerlo yo –dijo Alcoba–. Hubiera sido escribir
otro libro. Leopoldo hizo un trabajo excepcional y extraño, más
que una traducción, porque fue trabajar con una lengua de origen
ausente” (Aguirre, 2008).
48
La lengua materna es definida por la propia Alcoba como una
lengua ausente. Es por ello que asistimos a un complejo proceso:
Alcoba traduce esa experiencia al francés, y Brizuela la traslada o
restituye al castellano. La identidad argentina de Alcoba resulta
negada desde la propia lengua en un relato que juega
constantemente con las palabras: las perdidas en el tiempo, que
tienen que ver con el lenguaje de la militancia, las perdidas en el
espacio que ella olvida con el exilio de la madre que se transforma
en el propio exilio de la cultura que torna significativas las
experiencias narradas. De esta manera, Argentina no es para
Alcoba un espacio de retorno, sino una identidad a construir
enteramente. La casa de los conejos parece ser una operación
clave en el proceso de construcción o invención de la propia
identidad desterrada.
Esta identidad desterrada se construye a partir de
fragmentos, de retazos. Estas formas fragmentarias se vinculan con
los recuerdos de infancia, pero Alcoba no se limita a un recuento
de la experiencia traumática de la niñez, sino que su novela es un
verdadero trabajo con la memoria apuntado a la construcción de la
propia subjetividad. Esta operación puede leerse a partir de marcas
textuales que se constituyen como las formas escriturarias que
adquiere la experiencia del exilio.
El exilio de Alcoba adquiere una forma particular ya que no
es una elección consciente, sino que se trata del exilio de la
madre; y por otro lado, las razones que perpetúan la permanencia
fuera del país de origen son voluntarias en el sentido que no
continúan operando las razones políticas que llevaron a su familia a
49
huir de la Argentina, pero paralelamente la escritora construye una
identidad desdoblada en la lengua, en el espacio y en las
referencias culturales que marcan de forma significativa la
figuración de autor.
4. Eva Perón: un cuerpo en el exilio: Jardín blanco
Jardín blanco (Alcoba, 2010), a primera vista, aparece como
una novela radicalmente distinta de La casa de los conejos. Todo
indica que lo testimonial y los ‘70 han quedado atrás como un acto
catártico que inaugura la escritura de Alcoba que en adelante se
dedicaría a la pura ficción. Sin embargo, una lectura más minuciosa
revela que las marcas del exilio siguen presentes.
Jardín blanco describe la vida de tres vecinos en un edificio
de Madrid en los años ‘60 valiéndose de la polifonía. No obstante,
estos personajes no son anónimos. Uno de los pisos es habitado por
Ava Gardner que recuerda, durante las visitas de una joven vecina,
los momentos de acceso a la fama. Por otra parte, las vivencias de
la española que visita a Ava son puestas en escena a partir de una
especie de diario que lleva Carmina. Se trata de una chica
embarazada y abandonada por su novio que ha huido de la casa
materna instalándose con su hermana. En el marco de una cultura
fuertemente represiva de lo sexual y normatizadora de la
intimidad, Carmina padece su estado en silencio. El tercer
departamento está habitado por Perón y su tercera esposa, Isabel.
50
La cotidianidad del presidente derrotado en el exilio es registrada
por Eva Perón.
Este último personaje es, sin lugar a dudas, el punto nodal de
la novela: el cadáver en el exilio contemplando el día a día de su
viudo. En opinión de Alejandro Susti González (2007) la figura de
Eva Perón adquiere mayor fuerza mítica a partir de los relatos
elaborados en la historia, la biografía, la literatura y el cine. Una
de las características centrales de la figura de Eva Perón es el
haber dado lugar a la producción de textos de todo tipo cuyo
entramado ha urdido un diálogo intertextual en el que se han
diluido las fronteras entre lo verdadero y lo falso, por lo que estas
textualidades pueden ser abordadas a partir del concepto de
simulacro (Baudrillard, 1993) marcado por la esquematización y el
exceso de filiación melodramática donde aparece cuestionada la
diferencia entre lo real y lo imaginario. Cada texto sobre el
personaje se nutre de sus antecesores cronológicos generando
subtextos que se sedimentan al interior de los relatos configurando
un efecto de contagio textual. Paralelamente, cada texto además
de repetir y reinterpretar el acervo de datos que se conoce del
personaje, aporta un nuevo elemento, una faceta desconocida.
Claudia Soria (2005) denomina a esta red “sistema Evita” en la
medida en que son textos enlazados construyendo una realidad de
Eva Perón paralela al del personaje histórico. La novela de Laura
Alcoba Jardín blanco aparece como un nuevo eslabón en el
“sistema Evita” al imaginar los pensamientos de Eva después de
muerta. Alcoba elige la narración del cuerpo errante. Evita, que ha
sido descripta en todas sus facetas: la santa y la puta, la íntima y la
51
pública, la actriz principiante y la mujer poderosa, la mujer
hiperactiva y la mártir agonizante, adquiere aquí una nueva voz: la
de ultratumba. El periplo del cadáver ya había sido narrado, pero
en relatos en los cuales el sentido de esa errancia se tornaba
significativo a partir de la voz de otros. La novedad que introduce
Alcoba es ficcionalizar lo que Eva Perón piensa, imagina y juzga al
ver a Perón en el exilio, al observar a la mujer que la reemplaza, al
oír lo que dicen de ella en su ausencia. De esa manera se emociona
al escuchar a Perón decir:
–La quise como se quiere a una mujer. Pero la he querido todavía más como un jefe ama a su pueblo. Porque mi querida Evita era el pueblo. Es un gran misterio, Cincotta, pero es así. […] –Hoy, es como si el pueblo hubiera perdido un brazo o una pierna. La desaparición de ese cuerpo que yo había querido preservar es una amputación inicua, Cincotta, una mutilación perfectamente odiosa. Vino por eso, ¿no? Vino a decírmelo. Pero yo ya lo sabía, Cincotta, lo sabía. (Alcoba, 2010: 16-17)
El retrato de Perón en el exilio es el de un hombre que supo
estar en la cima y se encuentra en el llano. El otrora poderoso es
un hombre caído en desgracia, ignorado por Franco, con una mujer
inútil a su lado. Un personaje empequeñecido que ensaya
intervenciones públicas en el balcón de su departamento; un
hombre que supo dirigirse a las masas y que se ve compelido a dar
sus discursos hacia un jardín cubierto de flores blancas.
52
Las flores blancas del jardín han sido mandadas a poner por
Ava Gardner, una diva del cine retratada como alcohólica y
melancólica. La estrella suele embarcarse en largos monólogos en
los que recuerda sus inicios y el contrato leonino con los estudios.
Su triunfo está totalmente conectado con su cuerpo. En la
promoción de una película la calificaron como “el animal más
hermoso”, frase que a la actriz le pareció desagradable por la
reducción de su persona a su cuerpo. Sus reflexiones de la madurez
parecen enfocadas a la crítica de la visualización de la mujer como
mera corporalidad; este encasillamiento produce en Ava rebeldía.
La actriz es sólo cuerpo porque su habla no posee la elegancia de
su figura; ella es consciente de sus limitaciones y considera que su
cuerpo es su mayor tesoro a la par que su prisión.
De esta manera la figura de Ava se construye en un juego de
espejos con la de Eva. El cuerpo de Eva es también clave en el
encumbramiento de su figura primero como actriz, después como
líder política. Sin embargo, este cuerpo se caracterizaba por lo
delgado, por la insignificancia para ser ofrecido como una
mercancía atractiva. Entonces ese cuerpo va a ser completado por
su voz poderosa. Donde Eva fracasa como figurita en ascenso en la
pantalla, triunfa en el radioteatro; de igual manera, la figura
decorativa al lado de Perón cobrará fuerza a partir de la presencia
de la voz y su radicalidad política que mediante la radio se filtraba
en todos los hogares. La radio marca el punto de conexión entre
las dos etapas de la vida de Eva que se presentan frecuentemente
escindidas: la etapa artística y la fase política se relacionan por las
apariciones radiales y el aprendizaje del uso de la voz, que si bien
53
tiene que ver con su trabajo será un arte en la que aprenderá de
Perón que le aconsejaba: “–No hay que decir demasiado, sino
sugerir, Eva, siempre: en los silencios y en el misterio viven los
sueños de la gente” (Alcoba, 2010: 17).
Esta relación entre el cuerpo y la voz resulta central en la
construcción de Evita como mito. En opinión de Claudia Soria
(2005) el cuerpo femenino es un texto altamente significante sobre
el que se escribe una historia no controlada por la consciencia. Las
marcas que el goce deja en el cuerpo han sido de interés en el
psicoanálisis freudiano y lacaniano que concluyeron que hay un
goce femenino solo accesible a través del cuerpo que es enigmático
ya que, aunque las mujeres lo experimentan, es inabordable por el
lenguaje. Un tema de gran importancia en el personaje que nos
ocupa es que el cuerpo de Eva parece ser un cuerpo histérico en la
medida de que, al no tener un deseo propio, se apodera de los
deseos del Otro. Por tanto, trabajar sobre el cuerpo de Eva supone
trabajar sobre su inconsciente y sobre los deseos de los otros:
Perón, las masas, el peronismo o las mujeres. El texto de Alcoba,
operando sobre el sistema Evita, sigue trabajando con el cuerpo de
Eva retomando algunas preocupaciones clásicas en los textos que
abordan su figura.
Uno de estos temas es la blancura de su piel; una
transparencia que en muchos casos se asocia a la enfermedad. En
opinión de Soria (2005) y de Susti González (2007) esta
característica tiene gran resonancia en la hagiografía, es decir,
dentro de los eventos propios de la vida de los santos. La relación
de Eva con el trabajo y con los alimentos parece ser
54
profundamente masoquista. El goce parece encontrarse en una
conducta ascética, deslibinizadora. Estos actos, sumados a la
transparencia de la piel, suelen aparecer como rasgos definitorios
de un estadio espiritualizado, en camino a la santidad: “Lo único
que me quedaba era la piel sobre los huesos. Ya no se podía hablar
de blancura: me había vuelto diáfana, transparente, mi piel era
apenas un abrigo fino puesto sobre mis órganos enfermos. Un
abrigo muy fino” (Alcoba, 2010: 19-20).
Y, más adelante, cuando los que la rodean intentan
ocultarle que baja de peso trabando la balanza, Evita reflexiona
sobre su cuerpo mermado utilizándola sintomática noción de
desaparición, significado que preanuncia el destino de su cuerpo y
el de miles de cuerpos en Argentina: “Pero, ¿cómo habría podido yo
no sentir este cuerpo que se desmoronaba? Partes enteras de mí ya
habían desaparecido y continuaban desapareciendo” (Alcoba, 2010:
39).
La figura de la bella muerta, que Alcoba utiliza para hablar
de la muerte en vida que supone la desfiguración para Ava, aparece
con fuerza arrolladora en el caso de Eva. Eva Perón, que había
logrado significar su cuerpo mediante el uso de su voz, queda al ser
momificada atada a su corporalidad. Su cadáver embalsamado la
torna eternamente bella, y por tanto, susceptible de ser utilizada
de forma independiente del habla. El cuerpo, desvinculado del
habla y de sus intencionalidades, aparece entonces como
disponible para que le sean añadidos diferentes discursos. De esta
manera, se ve cuestionado el propósito de tornar a Eva un
monumento del peronismo evitando la natural descomposición del
55
cuerpo, así como el acto de Perón de abandonar el cadáver a su
suerte en Buenos Aires mientras partía al exilio. El doctor Ara,
desolado, contempla como los militares sustraen el cuerpo y coloca
sobre el féretro un ramillete de flores blancas. Así retorna el
motivo de las flores y el jardín, de la perpetuación del cuerpo o su
natural descomposición bajo tierra:
Tal vez habrías podido tenerme con vos cuando te derrocaron. Soy tan liviana. Al Español le bastaba con una mano y era mucho menos robusto que vos, corazón. En tu periplo, habrías podido encontrarme un lugar digno de los cuidados del doctor Ara. Me habías prometido el monumento más hermoso, pero me habría contentado con un rinconcito en una capilla. Con un pedacito de parque. Qué sé yo, con un jardín. (Alcoba, 2010: 159)
Jardín blanco es una novela que aparece construida a partir
de la idea de desplazamiento y exilio de los cuerpos. Carmina deja
la casa materna –y en el final de la novela la casa de su hermana,
su ciudad y España– porque el embarazo de una madre soltera
resulta imposible en el lugar y la cultura en la que está inmersa.
Perón debe exiliarse cuando el golpe de Estado lo derroca,
iniciando un periplo por Paraguay, Panamá, República Dominicana y
España. El cadáver de Eva es sustraído por los militares de la CGT y
deambula por los más extraños sitios hasta acabar en una tumba
anónima en Italia. Por último, Ava deja la farándula americana
acosada por sus propios escándalos para trasladarse a España en
busca de una paz que no encuentra. Al respecto reflexiona:
56
Cambiar de lugar para cambiar de vida sólo es una ilusión, sé desde hace tiempo que eso nunca funciona, una tiene la impresión de haber dejado todas las penas en el lugar del que se ha ido, pero cuando se está en otra parte es lo mismo, en otra parte es de golpe aquí y créeme, poco importa que para escapar una haya elegido la acera de enfrente o una isla lejana. (Alcoba, 2010: 10)
En este pasaje parece haber una fuerte asociación entre Ava
Gardner y la propia Alcoba: de todos los personajes es el único que
puede decidir dónde estar. No obstante, esa libertad aparece como
un peso o un escollo. De la misma manera, la propia Alcoba parece
estar presente en las reflexiones de Ava sobre la traducción:
¿por qué no habría de leer Shakespeare en español? Shakespeare me da mucho menos miedo en español, en inglés no me habría animado a aventurarme, una muchacha del Sur, como yo no lee a Shakespeare en el original, pero en una lengua extranjera es distinto, de inmediato resulta mucho menos intimidante. (Alcoba, 2010: 79)
De la misma forma, para Alcoba parece ser menos
intimidante escribir sobre la traumática realidad argentina en
francés, y que otro –Jorge Fondebrider (2006) en este caso–
restituya esa experiencia al castellano. De la misma manera que
Andrea le narra a Perón la trayectoria del I Ching, traducido del
chino al alemán, del alemán al chino, y nuevamente al alemán
como forma de recuperar sentidos perdidos, las novelas de Alcoba –
57
basadas en personajes propios de la realidad argentina– son escritas
en francés y traducidas al castellano en un proceso de restitución
de la lengua.
5. A modo de conclusión
A pesar de las diferencias de tema, género y estilo, La casa
de los conejos y Jardín blanco se encuentran atravesadas por la
experiencia del desplazamiento, la trabajosa construcción de la
identidad y el problema que supone la libertad de radicarse donde
uno desee si se está sometido a unas raíces duales.
La experiencia del exilio supone para Alcoba una vivencia
definitoria que marca su escritura desde la propia lengua,
generando un estilo fragmentario y determinando la elección de
temas que resultan constitutivos de la propia identidad. Así como
para muchos autores en el exilio la escritura resulta una forma de
darse un suelo propio, de regresar a un pasado hecho presente,
para una segunda generación de exiliados la escritura aparece
como la forma de dibujar la propia identidad, un territorio que es
más un sitio de la imaginación, de los recuerdos borrosos, que un
espacio real de retorno.
En La casa de los conejos Alcoba realiza un trabajo con la
memoria para recuperar sus propios recuerdos y construir su
identidad fragmentada; en Jardín blanco continúa trabajando la
temática del exilio reconstruyendo el itinerario de aquellos
personajes –el cuerpo errante de Eva, Perón proscrito– que
58
resultaron definitorios en los avatares de su propia vida por la
militancia de sus padres. Estos eventos resultan constitutivos para
la autora por la prisión de su padre, la permanencia en una casa
operativa, el terror y el exilio; pero se tornan significativos
también de las vivencias de toda una generación que al haberse
educado bajo la dictadura lleva en sí las huellas del silencio y el
terror.
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Exilios, revolución e identidad:
la autobiografía de Richard Krebs10
Carlos Fernando Hudson
La noche quedó atrás... pero me envuelve,
Negra como un abismo entre ambos polos;
Doy gracias a los dioses, cualesquiera sean,
Por mi espíritu indómito.
William Henley
Entramos en nuestra patria como refugiados
del extranjero.
A los mayores de nosotros,
Alemania nos pareció, realmente, un país
extraño.
Jan Valtin
10 Este trabajo es una nueva versión corregida y ampliada del texto “Notas sobre la autobiografía de Jan Valtin”, escrito en el marco del seminario de posgrado “Memorias autobiográficas en tiempos de utopías revolucionarias", dictado por la Dra. Bettina Favero y la Mgter. Elisa Pastoriza, durante 2011, a quienes agradezco sus comentarios y observaciones.
62
Resumen
El propósito de este trabajo es indagar en la construcción de
la identidad en la novela autobiográfica de Jan Valtin (Richard
Krebs). El exilio en sentido geográfico, político e identitario es el
fundamento de esta construcción.
Palabras clave: Jan Valtin – Partido Comunista – Autobiografía –
Identidad – Exilio.
Abstract
The present study analyses the autobiographical text “Out of
the night”, by Jan Valtin (Richard Krebs), in order to articulate
some concepts related to the issue of identity, exile and ideological
manifestation (Communism).
Keywords: Jan Valtin – Communist Party – Autobiography – Identity
– Exile.
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1. La identidad como un no lugar: entre el vagabundeo y el
lumpenaje
La noche quedó atrás (Out of the night, de 1941), publicada
bajo el seudónimo de Jan Valtin por Richard Julius Hermann Krebs
(Maguncia, 1904 – Betterton, 1951), es un texto autobiográfico
escrito durante el obligado exilio de su autor en los Estados Unidos,
sucesivamente militante comunista, espía soviético, doble agente
durante la segunda guerra y, finalmente, renegado de todo ello,
perseguido, acosado. Con semejante peripecia, el libro se
transforma en un relato de aventuras y su protagonista en un nuevo
personaje picaresco: así como Lázaro llega a la “cumbre de su
buena fortuna” cerrando los ojos a las evidencias que podrían
enseñarle la infelicidad, Jan Valtin escribe un texto de sus acciones
pasadas autojustificando cada paso dado y otorgándole, desde
luego, un sentido político y personal.
La comparación puede, todavía, ir un poco más allá. Valtin
iniciará su relato contando el nacimiento, la soledad de la madre,
como una micro aventura en torno al Rin:
Soy alemán de nacimiento. Sin embargo, mis años de juventud han transcurridos en puntos tan distantes entre sí como el Rin y en Yang- tse-Kiang. (…) Cierto día, en 1904, hallándose mi madre en el camino de Génova a Rotterdam, para reunirse con su esposo, que regresaba de un viaje por alta mar, sitió que había llegado su hora grave. Interrumpió, pues, su viaje, para dirigirse a la casa de unos conocidos en una pequeña ciudad, cerca de Maguncia. Allí dio a luz a su
64
primer hijo. Y antes de que yo contara un mes, me llevó a bordo de un vapor que bajaba el Rin hacia Rotterdam. (Valtin, 1988: 9)
Al igual que el pícaro renacentista, Valtin experimenta la
trashumancia como su forma de vida y su experiencia identitaria.
Así, no será “alemán”, como dice, más que por su nacimiento, e
ignorará la apropiación de un ideario nacional, lo que será,
doblemente, su valor y su invalidez. El padre tenía devoción por su
tierra natal, más allá de los viajes, “una devoción de la que no he
podido participar” (Valtin, 1988: 9). Una infancia trashumante,
nómade, cuyas consecuencias son, primero el dominio de los
idiomas extraños y diversos (chino, malayo, sueco, inglés, italiano,
y “algo de esa jerga indomable del pidgin-English, es decir, del
inglés que suelen halar los coolies, chinos radicados en los puertos”
(Valtin, 1988: 10). El otro resultado fue el sentirse débil frente a
los arraigados y dice: “Mi desquite fue observar con desprecio de
muchacho las sanas manifestaciones de los nacionalistas”. De
alguna manera, dos son los términos dentro de los cuales se
consolidad esta subjetividad. El primero, dado por sí mismo,
definirá su calidad: ansias de wunderlust, la inclinación (cumplida)
de vagabundear por el mundo cuya correspondencia con la
literatura se manifiesta tanto en la presentación del autor como
fervoroso lector (lee libros de exploradores y aventuras) como en la
tensión estilística de todo este libro, que lo convierte en autor. El
segundo, una marca, una cicatriz, otorgado por los otros:
lumpenhund. Perro sarnoso para la burguesía colonial inglesa que
domina los colegios en los que recala. Un lumpen, sin nación, sin
65
clase, cuyo lugar en el mundo será, sin duda el exilio político,
geográfico e identitario.11 Esta huella permanecerá en el hecho
mismo de que por decisión propia, Krebs se transformara en Valtin
(y en tantos otros alias que permanecen innominados): un
seudónimo que esconderá el nombre, que pondrá en situación de
exilio interno a la propia identidad y que, en cierta medida,
constituirá la impostación como su estrategia egótica central.
La distancia que impone el tiempo y el espacio pone en
perspectiva los hechos transcurridos y esto le permite recomponer
la historia y completar un itinerario que se presenta claro,
ordenado y pensado. La racionalidad de este ordenamiento se
debe, precisamente, a la composición en la distancia tempo-
espacial que hace, por otra parte, se pongan de manifiesto ciertas
fisuras. Para utilizar la fructífera imagen de Marc Augé (2003), el
relato hace emerger a la subjetividad autobiográfica en calidad de
ruina preservada de un pasado que, como lo dice el título, quedó
atrás. Precisamente, el presente y la situación concreta del exilio
definitivo no son narrados. Valtin publica en 1941, ya en Estados
Unidos, un texto que se detiene a las puertas de la “nueva vida”,
de la que no pretende dejar huellas. No obstante, la narración está
construida en el desplazamiento continuo, de modo que puede
11 Antes de sus primeros diez años Valtin ha recorrido buena parte de los puertos por los que su padre trabajó. Así, van cambiando los lugares de nacimiento de sus hermanos: Hong Kong, Suez, Colombo, a bordo de un vapor, Singapur. También, los colegios por los que pasa, que incluyen unos meses en un colegio alemán en Buenos Aires.
66
advertirse la configuración de una subjetividad en constante
movimiento.12
El propósito de este trabajo es presentar el texto de Valtin
en tanto relato autobiográfico y dar cuenta del carácter de
revolucionario que el yo de esta novela autobiográfica intenta
construir. En este sentido, cabe señalar que el acontecer del exilio
es la marca fundacional para establecer dicha construcción.
2. El texto y su peripecia
El texto consta de tres partes subdivididas a su vez en un
total de 43 capítulos, a lo que se suma un breve apéndice con
información sobre algunos de los personajes que aparecen en el
relato.13 Se presenta como un relato autobiográfico centrado en la
experiencia política del autor como militante y agitador del Partido
Comunista Alemán para el Komintern, hasta su alejamiento de la
causa comunista y la estructura del partido. Aun con el uso de un
seudónimo, se cumplen en el texto las premisas que ha
determinado Philippe Lejeune para definir el pacto autobiográfico:
12 La nómina de ciudades, países y barrios es amplísima, y tiene una consecuencia interesante: pareciera que, para Valtin, los lugares se incorporan a un mapa personal en el que no hay un centro y, por extensión, tampoco el margen o el exotismo. Los países de América del Sur, los de Asia, la cambiante Europa, los Estados Unidos “van y vienen” en la medida del personaje y cobran relevancia al paso de éste, y no al revés, como solemos sentir quienes estamos más o menos quietos. 13 Nos referimos a la décima edición en castellano de Editorial Claridad (1988). El apéndice fue elaborado por el hijo del autor.
67
una narración retrospectiva donde hay identidad entre autor
(nombre de portada), narrador y personaje principal, y cuyo énfasis
está puesto en su vida individual y la historia de su personalidad
(Lejeune, 1991). Por otro lado, siguiendo las clasificaciones que
presenta Laguna González (2005), nos encontramos frente a un
relato que, aunque resulte indudable su contenido polémico, no es
otra modalidad sino la autobiográfica, para cuya explicación esta
autora toma los elementos provistos por el mismo Lejeune (2005).
El período que abarca el relato cubre desde 1904, año del
nacimiento del autor, hasta 1938, cuando se produce su
alejamiento de la actividad comunista. La narración se plantea en
un sentido cronológico lineal con algunos saltos temporales que no
inciden en esa estructura; de esta manera, la experiencia vital del
narrador se amalgama con los marcos sociales en los que se
desarrolla y podemos diferenciar claramente el hilo del relato
personal de las digresiones aclaratorias o ilustrativas que aparecen.
La unidad de sentido está dada, entonces, por el relato de la
participación del autor como militante y cobra relevancia por
cuanto es una forma de justificar un presente determinado a la luz
de un pasado, tal como indica Gusdorf: “El privilegio de la
autobiografía consiste, por lo tanto, a fin de cuentas, en que nos
muestra no las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del
historiador, sino el esfuerzo de un creador para dotar de sentido su
propia leyenda” (Gusdorf, 1991). Vemos, por cierto, ese trabajo
constructivo en Valtin. Es, a veces, un militante que acepta, como
subalterno, órdenes con las que no comulga y otras, un estratega
arriesgado y superviviente:
68
-Esperen nuevas instrucciones en sus camarotes –nos dijeron. Un minuto después un compañero me contaba que había oído decir al guardia en el pasillo que los funcionarios habían llegado a bordo para “arrestar a una pareja de extranjeros indeseables”. Entonces, volé al camarote del camarada B. donde entré maldiciendo: -Tenemos que desaparecer. Combinamos el punto donde nos reuniríamos en tierra y nos separamos. Oímos una voz a través de la escalera de cámara gritando nuestros nombres. Corrí a través del entrepuente hacia una puerta ubicada en el centro del barco, usada en el mar para arrojar por ella los desperdicios de la cocina. (…) Me deslicé a través de la puerta (…) me dejé caer en una de estas correderas. La superficie estaba pegajosa y llena de patos marinos. Me arrastré a lo largo de las correderas, escabulléndome tras una columna de agua (…), hasta que alcancé la popa del barco. Allí había una escalera de hierro (…). Subí corriendo y desaparecí (…). Me uní con el camarada B. en el puerto de un adivino, en el distrito de diversiones de Long Beach, distante un par de millas de los muelles del Pacífico. (Valtin, 1988: 126-127)
De escenas como ésta se halla plagado el libro, escenas en
las que los motes son una constante (alemán, el ruso, extranjero,
etcétera) y en las que el ritmo de una acción global expresada en
sus múltiples acciones componenciales (Volé. Corrí. Me deslicé, me
dejé caer, me arrastré, etcétera) es del dominio de la identidad
(ágil, atrevida, rápida, valerosa) y, a la vez, de la potencia
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ficcional del relato –increíblemente, Valtin, no es sólo el
aventurero: es, desde luego un escritor nada ingenuo.
Por otra parte, el militante adulto será labrado en las
primeras etapas de la vida. La “ilusión biográfica”, como quería
Pierre Bourdieu (1997), es forjada ya desde los primeros dos
capítulos en los que Valtin narra la infancia. Esta construcción
retrospectiva señala que la personalidad no irá disociada de su
contexto epocal y político: su narrador da cuenta de las
circunstancias en las que su identidad emerge y, en este sentido,
sujeto y política se vinculan estrechamente desde el inicio. Como
en un viaje por el tiempo, el relato exhibe los rasgos de la
Alemania imperial, las penurias de Bremen durante la Alemania en
la Primera Guerra Mundial y la efervescencia de la Revolución, para
la que, entonces adolescente de catorce años, ya se ha enrolado
entre los Jóvenes Espartaquistas. La relación entre los alemanes
establecidos en ultramar –donde se reproducen con mayor nivel de
intolerancia las diferencias de clase de la metrópoli-, la que
establecían con los nativos de los lugares donde estaban, la
identidad política de su padre y sus propias percepciones sobre la
política y sociedad durante su infancia, sus vivencias de niño entre
la guerra, la pobreza y el hambre, son factores determinantes, en
el relato, de la exposición de esa identidad marcada a fuego por las
distintas expulsiones vividas:
Yo llevaba trajes de papel, mis zapatos estaban hechos de madera, en el verano iba descalzo, y nuestra comida principal consistía en nabos y pan inferior; raras veces teníamos algunas papas, y la carne de
70
caballo era un verdadero lujo. (…) En esos años aprendimos lo que significa tener hambre, y en invierno pasar un frío atroz, sin un pedazo de carbón. Los muchachos, como una manada de lobos, merodeábamos por todos los rincones de las chacras y de los depósitos del ejército, robando leña, papas y conservas; en las cercanías de las fábricas y de las líneas férreas, limpiábamos las calles de los preciosos pedazos de carbón. Repetidamente fui atrapado por algún guardabosque o gendarme ya entrado en años. Puesto que no vi nada de malo en cometer esos “robos”, llegué a considerar a todo el que tuviese un signo de autoridad como a un enemigo declarado. (Valtin, 1988: 12)14
Estas primeras experiencias serán el correlato de su posterior
inserción en el mundo de la militancia en un país convulsionado por
la revolución. Es en pleno marco revolucionario cuando el padre del
narrador muere y la socialdemocracia en el gobierno pone freno a
los sectores revolucionarios más radicalizados, reprimiendo a los
espartaquistas. En el cruce de esos dramas, el personal y el
colectivo, Valtin se aleja del hogar materno y emprende la
14 Veinte años después la situación no es mejor para los alemanes pobres. El “pan inferior” de Valtin bien puede parecérsele a lo que Klaus Kinski, en otro texto autobiográfico apasionante, llama warshauer: “están hechos de pedazos, a menudo quemados, de bizcocho, de las migas que se desprenden del pan y las pastas, y de lo que los panaderos recogen al barrer el suelo y limpiar el mostrador. Hacen una masa con todo ello y la meten de nuevo en el horno para que tome consistencia. Un warshauer como es debido, que tiene el tamaño de un pan de molde y que debe comerse con cuidado para no tragarse pelos de escoba, astillas de madera o metal, jirones de papel o incluso cristales, cuesta unos 20 pfennigs.” (Kinski, 2006: 31).
71
búsqueda de una vida de marinero. Con quince años de edad, y en
un país en permanente zozobra, el narrador se familiariza con la
soledad, el hambre y la violencia.15
Entre un ritmo propio de una novela de aventuras, el
trayecto individual nos permite percibir con intensidad los climas
por los que va transitando el héroe del relato. Cuando se hace a la
mar, la tripulación del barco resulta reflejar el ambiente de
Bremen o Hamburgo revolucionarias: el motín y la deserción son
tan comunes como los polizones; la ebriedad se pavonea entre la
tripulación y la vida carece de algún valor superior al capricho. El
mismo narrador valora al suyo como un país enfermo, y eso le
resulta más evidente cuando hace el contraste entre esa sociedad
en descomposición y la sudamericana, inmerso en la cual puede
sentir la libertad que no había podido conocer en Alemania. Ese
contraste está en la base de la encrucijada que se le presenta a
Valtin a su vuelta: puede tener una vida más liviana en un país
joven y lejano, o decidirse a hacer la revolución socialista en su
patria. Esta última es la opción que toma:
Estaba en camino de hacerme un revolucionario profesional (…) el corazón del Comintern y de los partidos afiliados debía consistir en una organización interna manejada por hombres y mujeres cuyo solo y único fin en su vida era trabajar para la revolución… Tenía conciencia de mi clase, pues eso era ya una tradición familiar. Estaba orgulloso de ser un obrero y
15 Para ver las características de algunas formas de la vida social y política de Alemania durante el período es interesante el texto de Peter Fritzche, De alemanes a nazis 1914-1933 (2009).
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despreciaba a la burguesía. Mi actitud frente a la respetabilidad convencional era más bien burlona. Tenía un sentido de la justicia, agudo pero unilateral, lo que me impulsaba a un odio loco contra los que yo creía responsables de los sufrimientos y la opresión de las masas. (Valtin, 1988: 45)
3. Un revolucionario profesional
Al momento de enrolarse en el Partido Comunista Alemán,
Valtin cuenta con 19 años de edad y es designado a cargo de la
propaganda y el activismo en la sección marítima, a bordo de todos
los barcos de la línea Hamburgo-América. A partir de allí, la
jerarquía del personaje dentro del Komintern será creciente hasta
llegar a estar a cargo de toda la Sección Marítima y convertirse en
un cuadro idóneo para diversas tareas en todo el mundo, por su
obediencia, facilidad para los idiomas y versatilidad. Mientras su
situación en el partido se va consolidando, Valtin va conociendo y
dominando con más detalle los mecanismos de funcionamiento de
esa estructura, elementos que pasan a ser introducidos en el
relato:
Trabajando silenciosa y eficazmente en la sombra del poderoso edificio comunista estaba la subterránea G.P.U. del partido alemán. Sus divisiones incluían en “Apparat S” para el espionaje; el “Apparat M” para la penetración comunista en el ejército y la armada; el “Apparat P” para la destrucción de la moral de la policía; el “Apparat BB” para el espionaje industrial a
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favor de la Unión Soviética; existían también los “Parteischutzgruppen”, es decir, los cuerpos armados del partido; el “Appart N” para pasaportes, censura partidaria, servicio de correos y comunicaciones; y los distintos “Apparat” para el contraespionaje y destrucción del partido social-demócrata, del centro católico, del partido monárquico, y para los trabajos dentro de las formaciones militares del movimiento nazi. Cada departamento del partido y cada organización auxiliar eran dirigidos por un emisario especial de Moscú, investido de poderes dictatoriales extraordinarios. (Valtin, 1988: 191)
De alguna manera, la explicitación de los mecanismos de esa
estructura es una acción preparatoria en los tiempos de lectura del
relato. A partir de allí, todo lo autobiográfico conduce a la
construcción de la justificación final y se convierte, en el proceso,
en un discurso político, muchas veces enmascarado. Podríamos
preguntarnos en este punto, quién es el lector ideal de este relato.
Eliseo Verón, al referirse a los posibles destinatarios del discurso
político, incluye a aquellos que no tienen opinión, a los que, de
alguna manera, es posible persuadir. Aquí, Valtin se esfuerza por
convencer a más de un posible lector, entre otros, al lector de
partido (comunista o contrario) y a ese lector sin opinión formada.
El caso es que la historia que nos ocupa tiene un sentido político y
polémico claramente definido y que se revela en la última página
del libro: rechazar las acusaciones de espía nazi y enemigo del
comunismo que se difunden en la prensa partidaria después de su
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fuga.16 Si las descripciones presentan un tono aséptico y neutro, el
objetivo es de doble denuncia: en la intencionalidad del autor, el
lector comunista valorará los aportes de Valtin a la causa y asumirá
como desviación de los burócratas del partido su acusación y
consecuente alejamiento; el lector no comunista agradecerá la
explicación del funcionamiento de una serie de mecanismos
subterráneos y valorará como un gesto de maduración la fuga del
narrador de la telaraña de delaciones, traiciones y amenazas en la
que estaba atrapado; el lector ingenuo admirará el ritmo de
aventura y los discretos gestos heroicos que aparecen en la
16 El campo discursivo de lo político implica enfrentamiento, es eminentemente polémico dado que supone la construcción de un adversario. Esto significa que todo acto de enunciación política indica necesariamente que existen otros actos de enunciación opuestos al propio y es réplica mientras anticipa una réplica. Todo discurso político está habitado por un otro negativo, pero también construye un otro positivo, con los que se relaciona. La relación con el otro negativo, el contradestinatario (en este caso los anteriores camaradas de Valtin, jerarcas del Komintern, que lo denuncian como doble agente y enemigo del comunismo), se da a través de la inversión de la creencia, o sea, lo que es verdad para el enunciador, es falso para el contradestinatario y a la inversa. Esta presencia del otro negativo no es otra cosa que la lectura destructiva, que caracteriza la posición del adversario. Por el contrario, el lazo que une al enunciador político con el otro positivo, es la creencia presupuesta, corresponde a la posición del que participa de las mismas ideas y adhiere a los mismos valores (en nuestro caso los militantes de base del comunismo); a este receptor se lo llama prodestinatario. Hay también un tercer tipo de destinatario: el paradestinatario, figura asociada a la suspensión de la creencia, al papel de los indecisos y sobre el cual recae la mayor fuerza persuasiva (para nuestro libro, los que no pertenecen al mundo comunista en general). En síntesis, el discurso político funciona como refuerzo para el prodestinatario, como polémica para el contradestinatario, y como persuasión para el paradestinatario (Verón, 1987).
75
narración; en cualquier caso, es parte de los propósitos del libro
lograr la empatía del lector con el héroe del relato.
3.1. La construcción del héroe
Se ven largamente las cavilaciones de Valtin al captar las
distintas instancias de prueba a las que es sometido, y sin embargo
cuando es él mismo el que somete a los demás a las mismas
instancias de las que fue víctima, el discurso, sin llegar a ser
autocomplaciente, es sucinto, desplazando la responsabilidad a la
cadena de mando de la que es tan sólo un eslabón más. Ejemplo de
estas cuestiones puede ser la falsa invitación a vender información
al enemigo que recibe cuando pasa a tener responsabilidades que
exceden el marco de Hamburgo: al denunciar a quien le hizo esa
propuesta sus tribulaciones son recibidas con carcajadas. Pero no
todos los escenarios de denuncia son un juego, y lo muestra el
autor cuando se ve compelido a denunciar a alguien que admiraba
por lealtad al partido:
El que sepa quebrar el carácter y la independencia de un hombre, tendrá un soldado obediente. Esta era la nueva arma del Comintern. Mi deber como comunista era traicionar a mi profesor, a quien respetaba. ¿Sería, de aquí en adelante, la traición entre camaradas, el precio de la lealtad? (Valtin, 1988: 185)
76
También la traición entre camaradas puede ser aquí tomada
como un costo más en el ascenso dentro de los niveles de la
organización del Komintern, en pos de realiza un aporte mayor a la
causa de la revolución. Los otros costos que paga Valtin van a
representar muestras de lealtad cada vez más comprometidas. La
contradicción entre las misiones que se le destinan y los gustos del
héroe se resuelven, por lo general, con el cumplimiento del deber.
Son dos las excepciones graves que hace Valtin a la regla de
obediencia dentro del partido; la primera lo posiciona
favorablemente, la segunda sella su salida de la esfera del
bolchevismo. En ambos casos se presenta una disyuntiva moral
entre la lógica partidaria y la propia del autor. Mientras que el
partido sostiene que no hay nada que no pueda hacer un
bolchevique, nuestro personaje considera que no es bueno para
cometer un asesinato a sangre fría; lo considera un acto de
terrorismo y, deliberadamente, falla. Tres años en la prisión
norteamericana de San Quintín le dan tiempo para estudiar y le
brindan el aura heroica de quien cayó en manos del enemigo pero
resistió sin delatar a nadie y manteniendo intacta su lealtad, de
modo que al volver a Europa ha consolidado su buena imagen y ha
concluido su etapa formativa.
Ahora se ha vuelto un cuadro intermedio del partido; es tan
claro este corte que es determinante en la estructura del relato.
Decíamos que el libro consta de tres partes: la primera de ellas
abarca la infancia del autor y aquello que considera su etapa
iniciática como activista, la segunda parte narra su crecimiento
como cuadro dentro y fuera de las fronteras de la Alemania de
77
Weimar hasta que otra vez la combinación de drama personal y
social se combinan: recibe la noticia de la muerte de su madre
junto con la del ascenso de Hitler a Canciller del Reich. Para ese
momento es un funcionario de jerarquía en el Partido Comunista
Alemán que había crecido por ser el único capitán de barco
formado en academia y al servicio del partido, por su eficiencia y
pulcritud en misiones entre distintos países de mundo y sobre todo
en la lucha doméstica contra los enemigos del partido: coincidiendo
con los nazis contra los socialistas y, sin socialdemócratas en el
horizonte, desbaratando mítines nacionalsocialistas. La tercera
parte del libro narra la última etapa de la participación de Valtin
como dirigente comunista en el fangoso terreno de una Europa
convulsionada y una Alemania gobernada por los nazis, hasta que es
capturado y torturado; describe la red comunista de espionaje
dentro de la cárcel y hasta cumple con órdenes del partido de
convencer a sus enemigos de su conversión hasta volverse un
agente doble.
Están presentes en la narración, entonces, las tensiones
disciplinarias del personaje, esto es, algunos reparos que pone
Valtin y que permanentemente lo somete a acusaciones de
desviación pequeñoburguesa.17 El tema donde más se palpa ese
17 Dentro y fuera del partido, la marca de las miradas totalitarias es de esta condición: la identidad perfecta es la de la lealtad absoluta y la identificación del ser y sus opiniones con las reglas propuestas en esa visión. Esta experiencia relatada por Valtin va más allá, entonces, de su situación propia. El texto publicado en 1948 por George Orwell así lo pone de manifiesto; 1984 es la novela en la que cualquier ciudadano de un estado totalitario podría sentir expresada su experiencia.
78
conflicto es en la relación entre el protagonista, su mujer y el
partido, que será lo que finalmente lo lleve al conflicto final con la
organización comunista. Firelei es el nombre con que el
protagonista bautiza a la joven alemana estudiante de bellas artes
que conoce en Amberes y de la cual se enamora. El relato no llega
a ser amoroso en términos canónicos. Con un tono tan aséptico
como el que emplea para otras descripciones o historias, el
narrador, con muy pocos tintes de sentimentalismo, describe su
romance con Firelei y las alternativas de su convivencia. Pese a que
ella no es una comunista convencida, por las presiones de la
organización, su ahora esposo la afilia y la convierte en una
militante del partido. En las mejores situaciones ella dibujará
afiches propagandísticos antinazis; pero la mayoría del tiempo
pasará de un lugar a otro huyendo o cumpliendo con directivas del
partido, debiendo permanecer lejos de su compañero y hasta del
hijo que juntos han tenido. Sólo cuando Valtin logra, siguiendo
directivas del partido, convertirse en un espía nazi (doble agente)
ella podrá pasar una temporada con su hijo, pero esta vez vigilada
por los nazis como garantía de la conducta del nuevo agente de los
nazis en la estructura comunista. Este último será el conflicto final
de nuestro personaje con el Partido Comunista: la exigencia de
buscar la liberación de Firelei lleva las tensiones al límite. Valtin es
apresado por sus camaradas y su fuga lo volverá blanco de la
persecución de comunistas y nazis por igual.
La aparición de su nombre y foto en la prensa comunista de
todos los países denunciado como agente doble del nazismo y
traidor a la causa comunista resulta, en definitiva, el móvil
79
principal de la publicación del libro. La forma que Richard Krebs
encuentra de proteger su vida frente al riesgo de que cualquier
comunista lo asesine en cualquier lugar del mundo es contar su
historia con abundancia de detalles.
4. Traidor y héroe
El cautivante ritmo de la historia y la narración ha convertido
La noche quedó atrás en un libro sumamente exitoso, en
primerísimo lugar por su forma de construir el relato, las historias y
los personajes, todos ellos posesos de la excepcionalidad, y
también, por las posibilidades únicas que da al lector de bucear en
un universo poco frecuente para la mayoría. Un ejemplo de la
pasión que La noche quedó atrás ha generado es el testimonio de
Mario Vargas Llosa, presente en su autobiografía El pez en el agua,
de 1993, texto también curiosamente “utilitario”, en el que el
autor peruano intenta justificar y racionalizar su candidatura a la
presidencia del Perú, en los noventa:
Entre los libros del tío Lucho encontré una autobiografía, publicada por la editorial Diana, de México, que me tuvo desvelado muchas noches y que me produjo un sacudón político: La noche quedó atrás,
de Jan Valtin. Su autor había sido un comunista alemán, en tiempos del nazismo, y su autobiografía, llena de episodios de militancia clandestina, de sacrificadas peripecias revolucionarias y de atroces abusos fue, para mí, un detonante, algo que me hizo
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pensar por primera vez, con cierto detenimiento, en la justicia, en la acción política, en la revolución. Aunque, al final del libro, Valtin criticaba mucho al partido comunista, que sacrificó a su mujer y actuó con él de manera cínica, recuerdo haber terminado la lectura sintiendo gran admiración por esos santos laicos que, a pesar del riesgo de ser torturados, decapitados o de pasarse la vida en las mazmorras nazis, dedicaban su vida a luchar por el socialismo. (Vargas Llosa, 1993: 100)
Estamos ante un héroe que es a la vez traidor: alguien que
ha hecho todo por consolidar una identidad precisa –la de militante
del partido– termina desenmascarando múltiples zonas en las que
su yo fue otro. En este sentido, vemos a una subjetividad marcada
por distintos exilios y no es el menor éste, el de la consolidación de
una identidad en perpetuo peligro de evanescencia. En este
contexto, accedemos a captar la lógica del personaje y entender
sus explicaciones. Cuando nos ubicamos en ese rol podemos, de una
forma particular, percibir la entrega a una causa sin tomarla como
una alienación, sino como una operación racional y emocional
perfectamente equilibrada; seguramente, algunos sacrificios que
hace Valtin puedan parecernos excesivos o aberrantes –al fin y al
cabo la causa lo alejó de madre, mujer e hijo–, pero despojados de
una lectura moral podemos meternos en el mundo del Komintern y
la GPU y sentir cómo la revolución mundial y la solidaridad
proletaria, empujadas por las intrigas y los burócratas, se nos
escapan como agua entre los dedos.
81
Bibliografía
Augé, Marc (2000). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una
antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa
Augé, Marc (2003). El tiempo en ruinas. Barcelona: Gedisa.
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prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.
Fritzche, Peter (2009). De alemanes a nazis 1914-1933. Buenos
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Gusdorf, Georges (1991). “Condiciones y límites de la
autobiografía”, en Suplementos Anthropos. Barcelona:
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Kinski, Klaus (2006). Yo necesito amor. Buenos Aires: Tusquets.
Laguna González, Mercedes (2005). “La escritura autobiográfica”,
en Revista Lindaraja, Revista de Estudios Interdisciplinares,
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Lejeune, Philippe (1991). “El pacto autobiográfico”, en
Suplementos Anthropos. Barcelona: Anthropos.
Valtin, Jan (1988) [1941]. La noche quedó atrás. Buenos Aires:
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Vargas Llosa, Mario (1993). El pez en el agua. Memorias. Barcelona:
Seix Barral.
Verón, Eliseo (1987). “La palabra adversativa. Observaciones sobre
la enunciación política”, en AA.VV., El discurso político.
Lenguajes y acontecimientos. Buenos Aires: Hachette.
82
Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis
Lucía Soledad Gandolfi
Resumen
Este artículo trabaja las figuraciones del exilio y la sintaxis
espacial que se articulan en La venganza del cordero atado, el libro
que publica Camilo Blajaquis meses después de salir de prisión.
Camilo Blajaquis es un seudónimo, es un joven de Villa Carlos
Gardel, del distrito de Morón. De los dieciséis a los veinte años
estuvo preso en distintos institutos penitenciarios, hasta que salió
en el 2010. Durante ese tiempo creó la revista ¿Todo piola?, que
empezó como una fotocopia de circulación clandestina y que en la
actualidad se edita regularmente y en entregas temáticas. Escribió,
además, los poemas que conformarían su primer libro, sobre el que
se referirá el presente artículo. El segundo, titulado Crónica de una
libertad condicional, fue presentado en la Biblioteca Nacional el
veintidós de noviembre del 2011.
Palabras clave: Exilio – sintaxis espacial.
83
Abstract
This article deals with the exile’ images and space syntaxes
that appear in La venganza del cordero atado, the book published
by Camilo Blajaquis months after he got out of jail. Camilo
Blajaquis is a pseudonym, he is a young man from Villa Carlos
Gardel, located in Morón’s district. From sixteen to twenty years
old he was imprisoned in different penitentiaries, until he was
released at 2010. During that time he created a magazine called
¿Todo piola?, which started as a photocopy in the underground
circuit and today is edited on a regular bases in thematic editions.
Besides, he wrote the series of poems that would integrate his first
book, which this article refers to. His second book, entitled Crónica
de una libertad condicional, has been launched at the National
Library on November 22nd, 2011.
Keywords: Exile – Space syntaxes.
Para un hombre que ha dejado de tener una
patria, el escribir se convierte en un lugar
para vivir.
Theodor Adorno (1951: 87)
84
Nuestra historia posee una íntima relación con el exilio y, así
también, nuestra literatura. Sarmiento funda su representación con
la tragicómica escena que inaugura el Facundo. A pesar de su
demostrada inexactitud histórica (Peña, 1907), hay que admitir que
la estrategia literaria es impecable: exhibe la distancia que impone
el exilio con una arrogancia que define futuras imágenes y se
condensa en un gesto por demás significativo, de quien al
abandonar la patria abandona también la lengua materna. La
postura se repite, incluso, con un sentido inverso, como en los
descamisados de Eva o, actualmente, en los autodenominados
N.D.M.:
Somos la barbarie, en detrimento de la civilización. Somos los cabecitas, los grasitas, los de las patas en la fuente, los que quemamos el parqué. Somos los Negros de Mierda, porque el insulto y el desprecio del
enemigo es para nosotros un motivo de orgullo. (Las cursivas son mías)
Después de todo, “no hay peor cárcel que la mirada del otro”
(Blajaquis, 2011: 15), sonríe Camilo Blajaquis. Blajaquis vive en la
Villa Carlos Gardel, de Morón, en el conurbano bonaerense. Tiene
poco más de veinte años, cuatro de los cuales los pasó en distintos
institutos penitenciarios. Es allí donde un docente, que más tarde
fue amigo, lo puso en contacto con los libros, con un universo que
hasta entonces le había sido vedado. A partir de ese encuentro
Camilo Blajaquis vive un cambio que se manifiesta en la elección
de un nombre nuevo, de una identidad que se amplía: Camilo en
85
alusión a Camilo Cienfuegos, el compañero revolucionario del Che,
y Blajaquis en honor a uno de los militantes sindicales que retrata
Walsh en ¿Quién mató a Rosendo? Me parece pertinente este gesto
no tanto por las coordenadas ideológicas que expresa que, al fin y
al cabo, podrían tratarse de una impostura, sino porque prefigura
una relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. Durante el
tiempo que Blajaquis se encontró en el Instituto de menores creó la
revista ¿Todo piola?, que empezó como una fotocopia de
circulación clandestina y que en la actualidad se edita
bimestralmente y en entregas temáticas, que reúnen los aportes de
otros jóvenes de distintos barrios e inclusive de aquellos privados
de libertad. Escribió, además, los poemas que al salir conformarían
su primer libro titulado La venganza del cordero atado. El segundo,
Crónica de una libertad condicional, fue presentado el veintidós de
noviembre del 2011 en la Biblioteca Nacional.
A algunos les gusta leer este trayecto como un relato de
redención moral, “de pibe chorro a poeta” parece ser el titular
preferido, tal como lo expresa el prólogo de Luis Mattini (en
Blajaquis, 2011: 5). Sin embargo, lo que sorprende del caso no es
tan sólo el vuelco que ha dado esta vida singular sino el hecho de
que, habiendo pasado por casi todo el sistema escolar, nadie hasta
ese momento se hubiera percatado de su potencia, siquiera de su
sensibilidad. Estremece que haya tenido que llegar a la cárcel para
salir a la luz, pero no se trata en absoluto de su regeneración, sino
que fue allí recién donde alguien lo vio realmente, más allá de los
parámetros con que ciertos sectores juzgan el valor de una vida:
86
ciertos habitus de clase, una cierta manera de mover las manos al
hablar, de pronunciar las consonantes.
Para Camilo Blajaquis, entonces, lo carcelario simboliza más,
mucho más, que un lugar común, que un “modelo analógico” para
hablar del encierro en términos de Deleuze (1991: 11). Para él es la
experiencia de lo vivido, que se ha hecho cuerpo; de donde
proviene, acaso, la potencia de su escritura. Si la retórica es –como
esboza Barthes– un código de prescripciones morales destinadas a
encauzar las desviaciones del lenguaje pasional, la frase
pronunciada las trasciende, porque se trata ya no de una hipérbole
sino de una imagen que nos golpea con toda la fuerza de una
evidencia empírica y conmueve a la figura convencional,
petrificada, investida ahora de poderosos sentidos: colores, música,
hedor, tacto. Basta con entregarse a la lectura de su “Plegaria para
la libertad”, donde la tópica del amor como prisión “donde
deleitarse” (Blajaquis, 2011: 69) se repliega sobre sí misma, se
extrema, se deshace y vuelve a crecer, más vívida ante nuestros
ojos, para comprender a qué me refiero. Es por esta cualidad de su
escritura, precisamente, que me parece valiosa la lectura de las
figuraciones del exilio que en ella aparecen.
La “vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo”
En su poética del espacio, Bachelard define una “dialéctica
de lo de dentro y de lo de fuera” (Bachelard, 2000: 251) donde las
imágenes de la intimidad, delineadas por unos límites que nos
87
protegen, se oponen a las de un exterior hostil. Esta contraposición
es la que traza las representaciones clásicas del exilio, a las que
pertenecen, en apariencia, las notas de Blajaquis agrupadas bajo el
título elocuente de “Villas: la vida en un mundo aparte o así se vive
apartado del mundo” (49)18. Luego de una descripción minuciosa,
atomizada, de este paisaje mental, Blajaquis vuelve sobre la idea
que expresaba al principio y que lo resume todo: “Es la villa, es
otro mundo, es vivir apartado” (50). Sin embargo, la significación
tradicional del exilio implica una experiencia de desarraigo,
mientras que estas líneas se explayan sobre lo que parece ser el
espacio habitado desde la infancia, hasta de “posesión” –“mi
barrio” (49)– en términos de Bachelard. La escritura trama una
paradoja a partir de la cual es el espacio exterior –apartado– y
conocido donde los límites actúan ya no como protección sino como
“barreras” (Bachelard, 2000: 254) –“La avenida y su frontera que
divide a la villa del mundo” (50)– que mantienen al sujeto
“Encerrado en el exterior” al decir de Bachelard (Bachelard, 2000:
254).
Frente al discurso del poder carcelario que impone el
encierro como pago de una presunta deuda a la sociedad o como
tecnología diseñada para reformar al individuo desviado de la
normalidad –entendida esta como un cierto estado “natural”
definido en base a una cientificidad vinculada a la medicina o a la
psiquiatría o como sometimiento a un determinado cuerpo de
normas garantizado por el aparato judicial–, el texto de Blajaquis
18 Los números de página que aparecen sin cita, entre paréntesis, responden em todos los casos a Blajaquis (2011).
88
denuncia, por un lado, la connivencia sutil del resto, o más bien del
centro, del interior de esa sociedad: la “policía y sus cacerías”
(49), los “extranjeros” (las cursivas son mías) “de la clase media
que vienen a comprar droga y se van descalzos, sin plata, pero con
la droga” (50). Pero, sobre todo, revela19 como, bajo el aspecto de
desviación o exclusión, se opera, en el corazón mismo del sistema
carcelario, un desplazamiento a través de inserciones cada vez más
compactas de las cuales la prisión no es sino la continuación
natural, un grado superior de esa trayectoria recorrida paso a
paso20. Recorta un “Panorama de vida que siempre tiene olor a
celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris... o a traje de
encargado de limpieza. / Es la villa, es otro mundo, es vivir
apartado” (50).
19 El término revelación opera aquí en el sentido sartreano: el escritor obra de tal modo que nadie pueda ignorar lo narrado ni ante ello decirse inocente. El lector ya no puede contemplar lo relatado sin involucrarse, debe tomar partido, aprobar o censurar. El autor revela una situación para así poder cambiarla. 20 Prueba de ello es el hecho, sagazmente señalado por Foucault, de que “en una proporción considerable, la biografía de los condenados pase por todos esos mecanismos y establecimientos de los que fingimos creer que estaban destinados a evitar la prisión” (Foucault, 2002: 309). Vale destacar al respecto la presencia de un “Apéndice del autor”, donde Blajaquis nos conduce por un “Recorrido cronológico” a través de los varios institutos penitenciarios que transita hasta su retorno a la libertad.
89
“La realidad es que estoy preso, en una cárcel.
Lo real es que soy libre demasiado libre”
Esta dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera que formula
Bachelard podría traducirse fácilmente en voluntad de pertenecer
o, mejor dicho, encajar, “ingresar en esa secta amurallada: de la
sangre del oro” (87) donde habitan aquellos que Blajaquis llama
con ironía “los decentes” y “los honestos” (78). Sin embargo, el
anverso de la villa que asoma en los márgenes, vale decir, Buenos
Aires, capital de la República, centro privilegiado por las élites y
por la lírica nacional, figura en el poemario de Blajaquis apenas
como una forma devaluada de la naturaleza: “un jardín sin aroma”,
“un cielo sin sentido y con estrellas apagadas”, “Una flor sin luz,
sin color, sin amante...” (78). El gesto, desmitificador de una
ciudad idealizada, recuerda al de Lorca en Poeta en Nueva York,
salvo por un detalle: el español parte de un origen que contrasta
con la experiencia de la metrópoli –figuración clásica del exilio.
Blajaquis, por el contrario, señala como el propio “hábitat”, la
“Ciudad panóptica” (15) que impone sus límites sobre el resto del
territorio, su “frontera” mal disimulada por una “avenida” (50),
establece, a su vez, unas relaciones periféricas con el “primer
mundo”21: “Ciudad de Buenos Aires, rincón de asfalto que te hace
olvidar que es parte de un país llamado Argentina, ciudad sin
21 En otro poema, Blajaquis demuestra, con una lógica impecable, el “error” que “es creer en los rangos. /Que sólo pisando al resto uno puede elevarse”, ya que, finalmente, “¿Quién no se siente pisado?” (60).
90
identidad, ciudad esclava, un estado más de los Estados Unidos”
(18; las cursivas son mías).
“Ciudadanos que hablan en lenguaje de cajero automático”
(18) o, lo que es lo mismo, en tránsito perpetuo por los no lugares
enunciados por Augé, espacios sin identidad, destinados a lo
provisional, a lo efímero, al pasaje: “un colectivo” (15), el
“Ferrocarril” (19) y, en el caso de Blajaquis, el “Camión de
traslados” (97), los “Buzones”22 (113), “el Juzgado” (115). Es decir,
atrapados en un eterno presente, circunstancia propia de la
globalización –o, en términos de Augé, de la sobremodernidad– que
Blajaquis sintetiza bellamente: “Aunque el mundo es mas grande
de lo que dicen/ percibo que nos achicaron el tiempo...” (19). En
una “institución total” (Pérez Guadalupe, 2000) como es la cárcel
esta cualidad se acentúa: “el tiempo se murió hace rato” declara
Blajaquis (105). El tiempo, la propia vida se percibe como
malograda, como un “hábito innecesario” (54), puede irse
indistintamente en “miles de tardes robadas” (97) o en “mirar el
techo todo un día entero” (66).
22 A pesar de la “benignidad” que impone la “reforma” (Foucault, 2002: 80) del XVIII al aparato punitivo, hasta el día de hoy nuestro sistema penitenciario continúa utilizando como forma de castigo una “celda (…) hermética”, donde “no penetran lo sonidos” y donde hace “Frío… mucho frío”, que se conoce como “Buzones” (113). Lo mismo ocurre, por citar otro ejemplo, con el “camión de los comparendos. Hay que ser ingenioso, capaz y decidido para crear un móvil donde se te torture tan fácilmente, sin golpes físicos ni gritos. Tan solo haciéndole los arreglos necesarios que tiene para que en invierno agonices de frío durante el viaje y para que en verano te ahogues de calor” (98).
91
La cosmología que configuran los no lugares impone una serie
de imágenes –cuyo paradigma es la “publicidad” (40; 99)– por
medio de las cuales interpela a los individuos y, a su vez, los
asimila, produce una experiencia de soledad tanto más
desconcertante en la medida en que evoca a millones de otros:
…en el micro de traslados, se cruzaban distintos personajes. De diferentes barrios, pero con dolores en su alma similares en todos. Uno era de Dock Sud, otro de Lugano, otro de Fuerte apache, otro de La Boca, y así sucesivamente, pero en todos ellos, inclusive en mí, se reflejaba el hechizo del consumo, esa ley invisible que nos obliga siempre a querer ser más que el otro (97)
Aquí la voluntad de distinción manifiesta una lógica
aparentemente contradictoria: hacer como los demás para, así,
poder superarlos. Los no lugares convierten a los ciudadanos en
meros elementos que obedecen los mismos códigos y responden a
las mismas apelaciones. Esta categoría –en la que insiste Blajaquis
(18; 24)– se degrada en términos cada vez más vacuos, como el de
usuario o uno que se ha puesto de moda en la jerga política: el
vecino, la unidad de medida de una forma de gobierno que
circunscribe su territorio a lo más cercano y parecido a sí mismo, es
decir, una forma de gobierno que exilia.
El no lugar, tal vez como una forma sobremoderna del exilio,
aleja provisionalmente a quien lo transita de sus determinaciones
habituales. En este sentido, la cárcel representa un caso extremo.
“El encierro simplifica el mundo” (87) y parece abarcarlo por
92
completo: “Puede parecer una exageración” –confiesa Blajaquis–
“pero hoy cuando me subí a la camioneta que me llevó hasta el
Juzgado, sentí un gran alivio al ver que todavía hay vida allá
afuera” (111). El sujeto se reduce al rol que se le imprime:
El preso mira el espejo y ve la espalda que le dieron los humanos. Lo mismo pasa con los locos. El preso imagina el destino y encuentra un tiroteo. La razón es la costumbre de sentirse encadenado a la muerte, de haber nacido ya con un prontuario y con las esposas puestas. ¿Que linda imagen no? La de bebés esposados adentro de una incubadora. (111; las cursivas son mías)
Blajaquis nos pone a prueba. Ironiza, juega, proyecta una
relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. En ella
encuentra una forma de deshacer, de “desnudar con letras” (115),
los discursos que se le imponen. La escritura se vuelve “Vacío”
(21), deseo vital; sin ella vuelve a ser “tan sólo un expediente”
(27).
“Salimos a la conquista de lo desconocido.
No se puede volver”
Si, como afirma de Certeau, “Todo relato es un relato de
viaje” (de Certeau, 2000: 128), la obra de Blajaquis es el relato de
93
múltiples exilios, de exclusiones y de “fuga” (17)23, pero, sobre
todo, de transformación. Blajaquis, desafiante, asume el mismo
gesto que fija Sarmiento para las futuras representaciones del
exilio: “¿Y si mi presencia inquieta todos tus planes? (…) ¿Y si lo
más inspirador fuera tu desconfianza?/ ¿Y (…) si mis preguntas
sorprenden también a mi pasado?” (14). Pero reformula sus
términos, escapa de la “trampa” de los “problemas binarios” (64),
inventa una “línea de fuga” (17) y da un salto a lo desconocido.
Frente a una teleología de lo alto, de la luz, de lo que ocupa un
centro, Blajaquis emprende un viaje de vuelta, en busca de algo
perdido más acá del cuerpo que de las palabras, algo que –intuye–
no se encuentra en ninguna elevación sino que permanece oculto…
…debajo de nuestras suelas. Algo que unas normas impiden que dejemos salir a la luz, algo bien escondido, sujetado a indestructibles cadenas, inquebrantables candados, más atrás que cualquier atrás, más lejos que todos los lejos... (99)
Algo que se vislumbra en la escritura, que “no tiene destino”
(21), que se basta a sí misma. Es la propia vida desangrándose
sobre el papel, es la incesante concreción de un “proyecto de
instantes” (48).
23 En este sentido, vale destacar la serie de ilustraciones del artista desaparecido Franco Venturi titulada Fantasías de sopre.
94
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96
Controversia para el examen del exilio argentino
Pablo Ponza
Resumen
El tema del trabajo es el exilio y su principal propósito es
analizar algunas de las ideas que desarrollaron un grupo de
intelectuales argentinos exiliados en México a través de la revista
Controversia (1979-1981). Para ello, por una parte, el texto
caracteriza cuantitativa y cualitativamente el colectivo de
exiliados argentinos durante la última dictadura militar (1976-
1983). Y, por otra, propone comparar a Controversia con otras
publicaciones semejantes en términos editoriales y de contenidos.
Las dos ideas centrales del artículo son, primero: explorar el
proceso de debate y revisión de su actuación política previa. Y,
segundo: la resignificación de la idea de Democracia.
Palabras Claves: Intelectuales – Exilio – Transición a la Democracia.
97
Abstract
The issue of this article is the exile and its main purpose is to
analyze some ideas of a group of Argentinean intellectuals exiled in
México taking the magazine Controversia (1979-1981). On one
hand, the text describes qualitative and quantitative Argentinean
exiled collective during the last military dictatorship (1976-1983).
And, on another hand, it’s comparing Controversia with others
similar content magazines. The article has two central ideas,
firstly: to explore Intellectual’s debates and critical review about
their past politic trajectory. And, secondly: to examine the reasons
that drove them to change their minds and to re-evaluate positively
the Democracy.
Key words: Intellectuals – Exiled – Transition to Democracy.
Introducción: recorte y precisiones sobre el colectivo argentino
exiliado
Es difícil establecer con total exactitud cuántos fueron los
exiliados por razones políticas que provocó la última dictadura
argentina (1976-1983) ya que, entre 1977 y 1981, los militares
suspendieron el registro público en las fronteras del país. No
obstante, a través de fuentes alternativas es posible hacer algunas
98
aproximaciones que nos permitan dimensionar tanto el tamaño
como algunas características socio-culturales de ese colectivo. Por
ejemplo, Susana Schkolnik (1987: 71) ha calculado mediante datos
disponibles en algunos países receptores que hacia 1980 habrían
salido de Argentina –por razones políticas– alrededor de 307.700
personas. Los principales países de acogida fueron primero México y
luego España, tal vez por ser los de mayor cercanía lingüística y
cultural. Pero también Venezuela, Brasil, Suecia, Francia, Italia,
Israel, Bélgica, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Australia
recibieron buena cantidad de exiliados latinoamericanos.
México, principal destino de los desterrados, mantuvo una
activa política solidaria con los latinoamericanos que sufrían
persecución dictatorial. Según datos del Anuario Estadístico de los
Estados Unidos Mexicanos (INEGI-México) entre 1975 y 1980 fueron
alrededor de 600.000 los argentinos que llegaron a México. No
obstante, ese dato no distingue entre exiliados políticos y
residentes por otros motivos. De modo tal que esta fuente no nos
permite hacer una calificación exacta del colectivo en cuestión. Sin
embargo, podemos inferir que los exiliados por razones políticas
eran miles, en especial si tenemos en cuenta que el período de
mayor crecimiento de la comunidad argentina en México coincide
con el de mayor acción represiva en Argentina: 1975-1980.
Recordemos, como lo ha hecho Marina Franco (2008: 31) que el
exilio puede sumarse a la detención ilegal, la tortura, la
desaparición de personas, o a cualquier otra forma de violencia
política ejercida por aquel poder estatal y paraestatal establecido
por la última dictadura argentina.
99
Por otra parte, según fuentes de la embajada mexicana en
Buenos Aires (1976-1977), el colectivo asilado por gestión
diplomática muestra un perfil sociodemográfico claramente
definido: se trata de gente joven, el 52% tenía entre 20 y 39 años, y
un colectivo con formación universitaria: el 77% tenía un titulo
universitario y el 90% reconocía su persecución a propósito de su
adscripción política, en buena parte ligada al peronismo de
izquierda. En coherencia con estos datos, y en un detallado trabajo
de análisis sobre el tema, Pablo Yankelevich (2009: 73) advierte
que un elevado porcentaje del total de los argentinos exiliados en
México entre 1974 y 1983 estuvo constituido por profesionales,
académicos y estudiantes. Entre 1974 y 1983 el sector de
profesionales y académicos representó cerca del 30% de los
hombres y 20% de las mujeres que residieron en México. Según
Yankelevich las dos terceras partes de los académicos argentinos
encontraron empleo en instituciones de educación superior
públicas: 33% fueron contratados por la UNAM, el 11% por la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el 6% por la
Universidad Autónoma de Puebla (UAP), seguidos en menores
porcentajes por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Universidad
Pedagógica Nacional (UPN) y el Colegio de México, entre otras
universidades.
Por su parte, casi el 60% de los profesionales que no se
colocaron en el sector universitario fueron contratados por
Secretarías de Estado, por administraciones estatales y por el
Gobierno del Distrito Federal. Entre ellas se destacaron la de
100
Educación Pública, Agricultura y Recursos Hidráulicos,
Asentamientos Humanos y Obras Públicas, el Consejo de Ciencias y
Tecnologías, el Instituto Nacional de Estadísticas, entre los que más
se destaca la contratación de argentinos. Por esta razón, es decir,
por la política de absorción solidaria con las víctimas de las
diferentes Dictaduras latinoamericanas es que México se convirtió –
comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para
el encuentro entre quienes se vieron forzados a buscar nuevos
rumbos geográficos.
La estadía media en los países de acogida fue de siete años y
las trayectorias individuales fueron verdaderamente diversas. Si
bien no es tarea de este artículo, podemos decir que el abanico de
recorridos personales fue amplio y con frecuencia estuvo
determinado por diferentes razones: por el nivel de implicación o
militancia política que las personas habían tenido en Argentina, por
la capacidad de incorporarse a las redes que algunas organizaciones
lograron establecer en el exterior, o simplemente dependió de los
recursos que individualmente cada uno pudo procurarse. En
cualquier caso, hubo exiliados que llegaron a México, a España o a
cualquier otro país que les ofreciera asilo después de haber
desarrollado una larga y reconocida militancia. Pero también hubo
otros que sin haber ocupado lugares destacados o visibles en sus
organizaciones formaban parte del grueso de personas que por
diversas causas corrían graves riesgos en un contexto de dictadura.
Vale la pena destacar que en Argentina la opción del exilio
no fue generalizada sino que adquirió una dimensión de clase muy
pronunciada. Quienes pudieron salir del país en su inmensa mayoría
101
procedían de una clase social media con buen nivel educativo, de
consumo e incluso de acceso a pasaportes europeos. Emigrar no
sólo implicaba gastos sino también cierta red social, formación,
destreza, conocimiento y origen familiar (en el caso de quienes
tenían doble ciudadanía). Por ello esta situación con frecuencia
privó a los militantes de extracción popular u obrera de aprovechar
esta alternativa.
La vida cotidiana y la denuncia desde el exilio
Motivados por la escasa información que recibían y por el
deseo de recibir noticias de Argentina muchos exiliados
comenzaron a reunirse e intentar organizarse alrededor de
pequeños núcleos que les hicieran más amena la llegada y el
transcurrir de la vida cotidiana en un ambiente por completo
desconocido. En algunas ocasiones dichos grupos desarrollaron
publicaciones; como fue el caso de la revista Controversia para el
examen de la realidad argentina (México), Cambio (México),
Testimonio Latinoamericano (España), Resumen de la Prensa
Argentina (España), Confluencia (Suecia), El diente libre (Suecia),
Debate (Italia), entre otras.
Estas revistas eran la expresión sin mediaciones de los
exiliados, allí se observan sus preocupaciones, sus intereses, sus
deseos, su perspectiva del exilio y de la situación que se estaba
viviendo en Argentina. Estas publicaciones compartieron tres
características comunes. En primer lugar, el público a la que
102
estaban destinadas, ceñido casi exclusivamente a la comunidad
argentina y latinoamericana residente en el exterior. Todas
comenzaron su andadura con un formato artesanal y se financiaron
con la suscripción o venta de ejemplares. En segundo lugar, todas
se definieron en oposición a la dictadura argentina en particular y
en contra de todas las dictaduras latinoamericanas en general.
Desde ese ángulo se propusieron denunciar y sensibilizar a la
opinión pública internacional frente a las violaciones de derechos
humanos que se cometían no sólo en Argentina. Y en tercer lugar,
los redactores de las revistas revisaron su actuación en tanto
miembros del campo de la izquierda revolucionaria y reflexionaron
acerca de las razones político-ideológicas que llevaron a la derrota
de los proyectos impulsados por sus organizaciones entre 1959 y
1976.
Quienes hicieron un ejercicio crítico de su actuación política
lo hicieron, principalmente cuestionando el método de la Lucha
Armada, la lógica binaria aplicada a los conflictos y revalorizando
la democracia en tanto sistema o instancia eficaz para licuar las
controversias políticas de una sociedad. En resumen: la autocrítica
plasmada en las publicaciones destacó tácitamente la renuncia a
las transformaciones radicales de la sociedad. Esto se observa no
sólo en los cuestionamientos a la concepción y la estrategia
político-militar que llevó a las organizaciones al fracaso, sino
también en la crítica al voluntarismo que condujo a sus militantes a
la desaparición, la muerte o el exilio.
Por ejemplo, en Madrid algunos miembros del Club para la
recuperación Democrática Argentina –entre los que estaban Carlos
103
Aznárez (periodista, ex militante de Montoneros), Aldo Comotto
(abogado laboralista, ex militante del PRT) y otros colaboradores
como Lucila Pagliai o Carlos Slepoy–, comenzaron a recoger la poca
información disponible y la hicieron circular de mano en mano
entre sus conocidos. El entusiasmo que provocó esta iniciativa en el
resto de los exiliados animó al grupo a ampliar esa primera
gacetilla. Una gacetilla que comenzó luego a aparecer con
regularidad bajo el titulo de Resumen de la prensa argentina, un
modesto boletín elaborado artesanalmente que no contaba con
financiación externa y cuya subsistencia dependía exclusivamente
de los suscriptores:
Veníamos de distintas experiencias, abrazábamos las más variadas posiciones políticas pero nos unificaba la inclaudicable oposición a la dictadura militar y la definición por la democracia y los derechos humanos (…) Con eso bastaba y con eso pudimos llegar hasta 1983 cuando la perspectiva del retorno era casi una realidad. Así fundamos el Club para la recuperación
Democrática Argentina. Una vez semi consolidado el Club, la revista surgió como una verdadera necesidad (…) Comenzamos con 20 ejemplares que se distribuían en mano, pero no nos amilanamos ante los circunstanciales bajones. (Aznares, 2005: 29)
Resumen de la prensa argentina lanzó su primer ejemplar en
Madrid el 1 de enero de 1979 y, durante sus 100 números de vida,
se distribuyó puntualmente y sin interrupciones cada quince días.
Clausuró su edición cuando Raúl Alfonsín asumió el cargo de primer
presidente electo democráticamente tras la última dictadura.
104
Resumen de la prensa argentina se definió como una
publicación antidictatorial, impugnó la política represiva militar y
se posicionó a favor de los derechos humanos y la defensa de la
democracia. Era un boletín tipo periódico donde se seleccionaban y
consignaban las noticias más destacadas de la prensa argentina. La
publicación estaba compuesta por recortes de diarios argentinos
fotocopiados y ordenados por tema: economía, política, sociedad,
etcétera, aunque de vez en cuando también se agregaron algunas
noticias de Argentina en periódicos españoles. Desde el primer
número contó en su primera página con un resumen de los artículos
seleccionados. Ese diseño se mantuvo en las siguientes ediciones,
aunque la precaria calidad de imprenta de sus primeras entregas se
fue superando paulatinamente hasta el número 32 (noviembre de
1980) donde redujo su formato a tipo revista e incorporó tapas de
cartón.
Por su parte, el resto de la comunidad argentina y
latinoamericana exiliada en Barcelona, México, Roma, Estocolmo, o
en todas aquellas ciudades donde circulaban esta clase de
publicaciones, pronto comenzó a percatarse no sólo de la aparición
de esta nueva vía de encuentro entre compatriotas sino que las
propias revistas se apoyaron entre sí y se dieron mutuamente
importancia mencionando la experiencia de sus pares en los
diferentes países donde aparecían. A modo de ejemplo podemos
recordar cómo desde Barcelona la revista Testimonio
Latinoamericano, en la contratapa de su primer número, daba
cuenta de que:
105
Varios órganos de expresión han comenzado a testimoniar actitudes, reflexiones y aportes de la diáspora latinoamericana desde todos los países en que ésta ha sido acogida. Nos referimos aquí a algunos de los que han llegado últimamente a nuestras manos, en un momento en que se renueva el interés por seguir el proceso político continental. (Testimonio Latinoamericano, 1980: contratapa)
Y a continuación dedica una referencia bibliográfica a cuatro
revistas que estaban siendo editadas por exiliados: Cuadernos de
Marcha (junio de 1979: México), Controversia (octubre de 1979:
México), Presencia Argentina (noviembre de 1979: Madrid) y Sin
Censura (noviembre de 1979: Washington y París); demostrando
que la iniciativa y el deseo de comunicarse, de establecer vínculos
e intercambiar ideas entre exiliados era una necesidad compartida
simultáneamente.
Los articulistas de las diferentes revistas hacían permanente
mención de la necesidad de publicar sus opiniones en tanto fórmula
para romper el aislamiento y generar así un espacio de reflexión,
de reunión y de identificación cultural e ideológica con los
compatriotas. La idea de que el exilio debía servir para algo se
reitera en casi todos los números de las revistas. Por ejemplo El
diente libre, editada en Estocolmo por un grupo de argentinos y
uruguayos decía al respecto:
el Diente Libre fue hecho porque al no existir posibilidades de comunicación más directa con las personas que integran la colonia latinoamericana en Suecia, había que encontrar alguna forma de
106
acercamiento en una lucha desesperada contra la soledad y el aislamiento. (El Diente Libre, 1982: 4)
Lo mismo ocurría con Debate, una propuesta de un grupo de
ex militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores con
sede en Roma:
El aislamiento en el que operamos a menudo y al que nosotros mismos nos obligamos, con frecuencia hace que muchos de nosotros se encierre en el sectarismo dogmático, en la barrera de las fórmulas rituales de reconocimiento como última defensa de la propia identidad ideológica. Ese es un camino sin salida destinado a agravar nuestra separación (…) es un camino que lleva a la fragmentación exasperada, a la división perpetua. (Debate, 1977: 3)
Controversia para el examen de la realidad argentina
Pero si hubo una revista y un grupo de intelectuales
argentinos que se destacó en el exilio por su capacidad reflexiva y
autocrítica con su pasado militante, ese fue el encabezado por José
Aricó, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler, Oscar Terán,
Nicolás Casullo, Oscar del Barco, Sergio Bufano, Jorge Tula, Rubén
Caletti, Ricardo Nudelman y Hugo Vargas, entre otros. Este grupo
de hombres, que estaba unido por afinidades ideológicas,
orientación profesional y antiguos vínculos de amistad, fundó en el
Distrito Federal de México la revista Controversia para el examen
de la realidad Argentina, una revista que editó trece números
107
entre octubre de 1979 y agosto de 1981, y contó con la
colaboración de más de setenta y dos destacados articulistas.
A juicio de Emiliano Álvarez (2005: 2) esta fue la revista más
importante de todo el exilio argentino, no sólo por constituirse en
la única publicación que trató en el destierro de reflexionar teórica
y políticamente sobre la derrota y/o fracaso de la lucha
revolucionaria en Argentina, sino porque, al mismo tiempo, intentó
elaborar un nuevo proyecto político de signo democrático. No hay
otra publicación de estas características donde podamos observar
con más crudeza las expresiones de aquellos exiliados que
intentaban saldar cuentas de conciencia con su pasado reciente.
Asimismo, en Controversia podemos ver reflejado el curso
evolutivo de los intereses y preocupaciones políticas del amplio
grupo que participaba directa o indirectamente del proyecto.
Cabe recordar nuevamente que gracias a la política solidaria
con las víctimas de diferentes dictaduras, México se convirtió –
comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para
el encuentro entre quienes se vieron forzados a al exilio. Quizás
por ello, a poco de llegar, intelectuales latinoamericanos de
diferentes nacionalidades tuvieron la oportunidad de comenzar a
reflexionar con amplia libertad acerca de la naturaleza de los
regímenes militares que en aquellos años ensombrecían buena
parte del continente, y hacer una crítica de las concepciones
políticas de las organizaciones revolucionarias a las que habían
pertenecido. Dicho intercambio condujo luego a un debate y ese
debate a un análisis en torno a cuáles eran las alternativas políticas
más viables para el futuro. Jorge Tula, ex director de Controversia,
108
recientemente fallecido, ha expresado al respecto que: “los
argentinos sabemos muy bien lo que nos dejó México: un
sentimiento de gratitud por haber sentido en carne propia la
solidaridad y la libertad que nos dio para desplegar nuestras ideas y
actividades, nuestros hijos mexicanos (…) ya no somos los mismos
desde que conocimos y vivimos en aquella tierra” (Tula, 2009: 1).
Como ha recordado José Aricó (1999) Controversia se creó
con el objetivo explícito y específico de hacer público un debate
que se reiteraba durante las reuniones de los exiliados, un debate
en el cual se repetían principalmente dos cuestiones: por un lado,
la autocrítica a las concepciones políticas y los desvíos militaristas
de la izquierda radicalizada y, por otro, las alternativas viables
para terminar con la dictadura. Por todo ello, sin duda
Controversia es una fuente fundamental a la hora de analizar la
ruptura ideológica de un buen número de intelectuales exiliados
que, entre 1976 y 1983 cambiaron de piel, abandonando las
concepciones revolucionarias de juventud para comenzar a confiar
en la democracia como un sistema eficaz para la resolución de
conflictos político-sociales, y como salida potencial al régimen de
facto.
Tal como lo he comprobado en trabajos anteriores (Ponza,
2010), en Argentina antes del establecimiento del régimen militar,
es decir, antes que los militantes de izquierda sufrieran los
poderosos efectos del Terrorismo de Estado y el posterior exilio,
buena parte de estos intelectuales menospreciaban la democracia
al punto de considerarla un sistema engañoso e ineficaz, útil
solamente a los intereses de la sociedad burguesa y la clase
109
dominante. De allí la importancia de Controversia, que no sólo nos
permite reconstituir la línea evolutiva de estos intelectuales (una
línea que pierde visibilidad durante el exilio) sino también nos da
las claves para comprender una metamorfosis cultural y política
difícilmente inteligible por haberse producido fuera del país.
Hay que tener en cuenta que buena parte del grupo que
editó Controversia había compartido una experiencia editorial
previa en Argentina: la revista Pasado y Presente (Córdoba, 1963-
1965, y Buenos Aires, 1973) y el sello editorial Cuadernos de Pasado
y Presente, que se convirtió en un icono de los sesenta. Pasado y
Presente tal vez fue la publicación de la época que expresó con
mayor sofisticación teórica las posturas de la llamada Nueva
Izquierda, sector que surgió poderosamente influenciado por el
ethos revolucionario de aquellos años. En especial por la
experiencia cubana, la proscripción peronista, la llamada traición
frondizista y las lecturas marxistas en clave humanista ligadas al
cuestionamiento de la izquierda clásica (PC); hechos estos que
marcaron a fuego el horizonte político-ideológico de toda una
generación militante.
Asimismo, en la trayectoria de Pasado y Presente podemos
identificar una tendencia, digamos, “generacional” que arranca
desde la teoría del compromiso pero que paulatinamente se dirige
y consolida como instrumento de una intelectualidad orgánica,
marxista-gramsciana y revolucionaria. Del proyecto inaugural, que
tuvo lugar en Córdoba, participaron Oscar del Barco, Aníbal
Arcondo, José Aricó, Héctor Schmucler, Samuel Kieczkovsky y Juan
Carlos Portantiero; grupo al que se integraron luego Juan Carlos
110
Torre, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luís
Prieto y Carlos Giordano. Es decir, varios de los mismos que luego
fundarían Controversia y el sello Siglo XXI México Editores.
Crítica a la lucha armada y a la visión belicista de la política
Ya en la editorial de su primer número Controversia planteó
lo que consideraba la cuestión central a analizar en el exilio: la
derrota y la errónea manera de concebir la política que tuvo –entre
1959 y 1976– la llamada izquierda revolucionaria argentina:
sufrimos una derrota, una derrota atroz. Derrota que no sólo es consecuencia de la superioridad del enemigo sino de nuestra propia incapacidad para valorarlo, de la sobre valoración de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción de la política. (Controversia, 1979: 2)
Las críticas al foquismo y a la teoría de la vanguardia fueron
los tópicos más complejos de escrutar para la revista, en especial
por las hondas implicaciones morales que implicaba el tema y por
la gran cantidad de muertos y sufrimiento que habían ocasionado.
El primer articulista que abordó el tema fue Sergio Caletti, quien
plateo una serie de hipótesis para reflexionar sobre la lógica
binaria que la izquierda radicalizada había aplicado a la práctica
política. Según Caletti, la práctica política había sido
conceptualizada por la izquierda revolucionaria bajo el paradigma
111
de la guerra, bajo una lógica de enfrentamiento, bajo una visión
que concebía al adversario político como un enemigo, y a la escena
pública como el campo de batalla. Además, Caletti plateo que:
El parentesco del foquismo con el resto de la izquierda radical tiene un solo y gigantesco punto de ruptura: el controvertido método de la lucha armada. Por lo demás, este parentesco es tan amplio que permite, en más de un caso, conceptualizar las organizaciones radicales no guerrilleras como focos desarmados. (Caletti, 1979: 18)
También Héctor Schmucler desplegó tempranamente una
profunda impugnación a los métodos terroristas que aplicó la
guerrilla en su búsqueda de eficacia:
ha cultivado la muerte con la misma mentalidad que el fascismo privilegia la fuerza. (…) ha edificado estructuras de terror y de culto a la violencia ciega. Ha reemplazado la voluntad de las masas por la verdad de un grupo iluminado (Schmucler, 1979: 3).
En este sentido, Hugo Vezzetti (2009: 98) ha señalado que el
análisis y la discusión que llevaron adelante muchos exiliados
abordó un núcleo sensible de la política y la memoria. Un núcleo
constituido por la relación con la muerte, o mejor dicho, la
relación con la muerte que había establecido un importante sector
de la izquierda radicalizada argentina. A juicio de Vezzetti ésta no
sería una discusión general sobre la violencia y la política, sino una
discusión sobre el problema ético y político planteado por una
112
arraigada visión instrumental de la muerte, aún la justificación del
asesinato como una práctica común, casi rutinaria para la época; la
decisión de matar o morir por una causa política.
Cabe señalar que quienes no se exiliaron, es decir, quienes
se quedaron en Argentina, no gozaron de la posibilidad de abrir un
debate pleno sobre este asunto. Y no tuvieron esa opción por dos
sencillas razones: en primer lugar, porque las condiciones
represivas imperantes hasta 1983 no lo permitieron. Y, en segundo
lugar, porque luego de recuperada la democracia el eje de las
preocupaciones tanto de la militancia como de los organismos de
Derechos Humanos estuvo enfocado en el juzgamiento a las Juntas
Militares. No era entonces ni política ni jurídicamente conveniente
desarrollar críticas sobre el accionar de la guerrilla, situación que
sin duda habría favorecido la posición de los cabecillas del
Terrorismo de Estado.
Según lo observado en la revista, a esa altura de lo
acontecido la derrota política y militar de las vanguardias
revolucionarias ya era una completa certeza para los redactores de
Controversia. Tal vez por ese motivo, es decir, por razones
eminentemente pragmáticas –por haber constatado en carne propia
que seguir con una postura radicalizada no tenía viabilidad alguna–,
es que se revalorizó la idea de la democracia y su discusión cobró
actualidad. Una discusión que, en opinión de Jorge Bernetti y
Mempo Giardinelli (2003: 81) a veces se convirtió en una disputa de
intensa tonalidad emocional; pero otras, estuvo confinada a
círculos de especialistas que la trataron con asepsia científica.
113
La resignificación de la democracia
Había pues intelectuales especializados en el tema y sin duda
fueron esos especialistas quienes aportaron mayor riqueza y
sofisticación teórica al debate. Pero en cualquier caso, debe
quedar claro que la democracia como salida a la dictadura
argentina era un asunto que estaba sobre el tapete, se debatía y
estaba en los primeros lugares de la agenda de los exiliados. De
hecho, José “Pancho” Aricó reconoció durante una entrevista la
resignificación que se había hecho de la democracia en tanto
sistema civilizado de resolución de las grandes cuestiones políticas,
sociales y económicas; y cómo esa resignificación era más el
resultado directo de la derrota sufrida por el movimiento social
argentino que producto de la maduración de una profunda reflexión
cultural y política sobre los males de la nación:
Fruto de esta derrota pudo imponerse un gobierno terrorista y genocida que llevó la situación a un plano de gravedad tal, que la única salida deseable y posible aparecía como la instauración de un orden a partir del cual fuera posible reconstruir el campo de los político y lo social, y se pudiera volver a pensar cómo organizar una vida civilizada en nuestro país. (Aricó, 1984: 14)
La democracia era la alternativa al socialismo, esa era la
conclusión a la que llegaron los intelectuales exiliados y
especializados en el asunto. Y desde esa perspectiva expresaron sus
opiniones, desde la perspectiva de quien ha comprobado
empíricamente que la opción armada como vía para conseguir
114
transformaciones no era factible. Y esto podemos comprobarlo con
claridad a través de artículos publicados en la época. A
continuación cito, a modo de ejemplo, un extracto donde Juan
Carlos Portantiero, uno de los más destacados ideólogos de la
Nueva Izquierda, abordó el intrincado nudo conceptual de la idea
de democracia y planteó sin tapujos las primeras definiciones de
cómo, a su juicio, debía comprenderse:
La lucha política de clases no es otra cosa que una lucha entre proyectos hegemónicos de grupos capaces de definir el sentido de la acumulación (la dirección del progreso histórico) y que buscan apropiarse, como núcleo de dominación, del consenso de la mayoría. Ese consenso de la mayoría es, si se prefiere llamarlo así, la democracia. (…) En este punto emerge una discusión que no puede ser eludida: la democracia, ¿es un conjunto de reglas para la constitución del gobierno y para la formación de decisiones políticas? ¿O es una ideología, una meta hacia el autogobierno de las masas? Por fin: ¿no será la democracia ambas cosas, un contenido indisociable de una forma? (Portantiero, 1979: 7)
Si bien observamos que Portantiero aplicó en sus análisis
esquemas marxistas eminentemente gramscianos y desde allí
formuló algunas definiciones respecto a la cuestión democrática,
también vemos que el asunto no quedó zanjado ni mucho menos,
y que los interrogantes en relación al modelo democrático que
debía aplicarse en Argentina permanecían pendientes de ser
resueltos:
115
Ni la democracia formal es coextensa con el capitalismo, ni la estatización de los medios de producción generan automáticamente la “verdadera democracia”; la democracia es, por el contrario, una construcción popular. Estas son las primeras conceptualizaciones y definiciones de la democracia en esta revista. (…) cabe entonces retomar una idea: la
de considerar a la democracia como una producción de
las masas, como una etapa en el proceso de su
constitución política, como un continuum nacional-popular que no se “realiza” en el socialismo como mera derivación de cambios estructurales y los hace históricamente reales. (Portantiero, 1979: 6)
Un nuevo vínculo entre Socialismo y Democracia
Para Cecilia Lesgart (2003) fue precisamente a través de
estas discusiones que se alcanzó, en el seno de los grupos
intelectuales argentinos en México, un consenso respecto a la
conveniencia de promover en Argentina un sistema democrático
como un orden “mínimo institucional”. Es decir, la autocrítica y las
conclusiones de dichos encuentros condujeron a pensar en la
democracia como un centro de rutinas y procedimientos
institucionales ampliamente aceptados por los principales actores
políticos y sociales. Unas rutinas y procedimientos que
supuestamente permitirían garantizar la permanencia de un Estado
de Derecho y la primacía de los Derechos Humanos.
116
Por su parte, y específicamente para el caso de
Controversia, Roxana Patiño (2004) asegura que pensar la
democracia en estos términos funcionaba para el grupo editor como
una especie de prismático que permitía concebir un nuevo orden
cultural ligado al cambio ideológico y político del grupo. Un cambio
ideológico que tenía su razón de ser, como dijimos antes, no sólo
en la derrota política de los proyectos revolucionarios, sino
fundamentalmente en el terrible impacto psico-emocional que
supuso la implantación del Estado Terrorista, la persecución, la
detención ilegal, la tortura y la desaparición de muchos de sus
compañeros, amigos y familiares. Por eso el viraje hacia la
democracia por parte de muchos de estos intelectuales marxistas y
peronista de izquierda habría sido una alternativa de refundación
de su propio proyecto político y cultural. Un proyecto que pareció
incluso convertirse en una opción viable y realista para resignificar
la transformación socialista; pero esta vez destacando la
centralidad táctica y estratégica del concepto y la práctica de la
democracia.
Hay que aclarar que los debates teóricos no estaban al
alcance de todos sino sólo para aquellos mejor dotados, es decir,
estaban al alcance de los especialistas en el tema, como era el
caso de Portantiero, Aricó, De Ípola, Terán, Del Barco, Schmucler,
Bufano, entre otros. En rigor, el interrogante que se planteaban
desde el exilio era ¿cómo incorporar la Democracia dentro del
horizonte socialista argentino como valor cultural capaz de generar
un nuevo orden político? El debate de estos intelectuales buscaba
darle un valor universal a la idea de Democracia y poder
117
establecer, entre ella y la idea de Socialismo, un nuevo vínculo o
un nuevo modo de conceptualizarlas como categorías afines.
Dicho de otro modo, pretendían deslindar y deshacerse del
leninismo vanguardista que había atravesado los organigramas y el
ideal socialista de la izquierda más radicalizada de las últimas
décadas. El leninismo imperante en la mayor parte de las
organizaciones de la izquierda revolucionaria latinoamericana había
logrado separar abstractamente la idea de democracia formal de la
de democracia real. La primera de ellas había quedado destinada al
orden capitalista y la segunda, la idea de democracia real, al
socialismo. Pero esta concepción aludía primordialmente al orden
político y olvidaba o marginaba otros aspectos de la vida y las
relaciones sociales, quedando así en contradicción con el ideal de
las libertades modernas y condenando al socialismo a un orden
despótico.
En resumen: el vanguardismo leninista latente en la
izquierda no permitía pensar la Democracia como una producción
autónoma, como un sistema independiente de las cargas
sustantivas. El deseo de estos intelectuales era precisamente
desprenderse de esa aplicación despótica. Concretamente, para
Portantiero (1988: 11) por ejemplo, las sociedades no tenían
porque implicar consensos sustantivos sino más bien “acuerdos
procesuales e institucionales” que podían ser, o no, democráticos.
Acuerdos que permitieran, en definitiva, incrementar y ampliar los
márgenes de decisión de las distintas fuerzas políticas que disputan
el control del Estado, pero no a través de la fuerza sino a través del
juego electoral.
118
En otras palabras, a partir de este nuevo paradigma la
máxima expresada por von Clausewitz y heredada por las
organizaciones de la izquierda guerrillera: “la guerra es la
continuación de la política por otros medios” ya no sería viable. La
política ya no debía ser considerada como un conflicto destinado al
enfrentamiento pleno entre partes sino erigirse sobre la voluntad
firme de concebir el juego y la práctica política como un espacio
de negociación público, y la sociedad como un esquema mixto de
cooperación y conflicto. Esta fue, a grandes rasgos, la conclusión a
la que arribó este grupo de hombres. Tanto es así que llegó a
convencerse de que la acción política democrática debía
comprenderse desde una doble dimensión:
por un lado, como la lucha por cuestiones que los sujetos definen como sustanciales; y, por otro, como la forma institucional convenida para solucionar esas luchas. A la vez, entonces, conflicto y orden; disenso y acuerdo- (Portantiero, 1988: 185)
En este plano, el desafío durante los años de exilio estuvo
dado por pensar el Socialismo desde la opción democrática.
Breve comentario final
Por último, cabe agregar que luego de los debates realizados
en el exilio la democracia comenzó a ser vista no sólo como una
salida viable a la dictadura, sino como la única salida. Es decir,
119
como la única salida que aceptarían los sectores dominantes que
habían apoyado el régimen militar. Del mismo modo, el efectivo
establecimiento de un orden democrático en Argentina suponía
para los exiliados la manera más plausible de hacer realidad el
añorado regreso al país. Obviamente, un regreso a un contexto
seguro, de respeto por el estado de derecho y los Derechos
Humanos.
Si bien hemos destacado la gran sofisticación teórica
alcanzada por los intelectuales que editaron Controversia en
México, es justo señalar que no todas las publicaciones contaban
en sus comités editoriales o entre sus colaboradores con
especialistas destacados en esa materia. No obstante, con mayor o
menor grado de complejidad, es notorio cómo el tema de la
recuperación de la democracia en Argentina estuvo presente.
Por último, creo que uno de los aspectos más interesante
que revelan estas revistas es el recorrido que llevó adelante el
colectivo intelectual de izquierda exiliado, que pasó de promover
nociones revolucionarias a revalorizar los postulados democráticos
que antes habían despreciado –o habían considerado ineficaces–
para la consecución de sus objetivos políticos. En efecto, las
revistas nos permiten reconstituir el tránsito ideológico realizado
por este colectivo, un tránsito que perdió visibilidad en Argentina,
precisamente, por haberse producido fuera del país. Actualmente
las revistas editadas en aquella época son un medio privilegiado de
acceso a las ideas que circulaban por esos núcleos, puesto que las
fuentes orales son escasas y el relevamiento documental de las
organizaciones solidarias de exiliados (fundamentalmente en
120
México) es limitado y aún debe ser analizado. Por ello la
bibliografía hasta ahora disponible y especialmente las revistas nos
ofrecen las claves para, poco a poco, mejorar la comprensión
integral de una metamorfosis cultural y política que, de otro
modo, sería difícilmente inteligible.
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socialismo y la libertad (1979-1980). Estocolmo, Suecia. Del
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la realidad Argentina. Año I, Nº 1. México, octubre.
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Democrática en Argentina”. Madrid, España.
“Editorial”: Controversia para el examen de la realidad Argentina.
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muerde. Año II, Nº 6-7. Enero 1982. Estocolmo, Suecia.
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realidad Argentina. Año I, Nº 1. México, octubre.
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estudios Latinoamericanos. Año I, Nº 1, marzo-abril 1980.
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México, 1974-1983. México: El Colegio de México.
124
El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino
durante la última dictadura militar
Natalia Laura Casola
Resumen
El presente trabajo reconstruye la política del Partido
Comunista de Argentina (PCA) hacia el exilio argentino durante la
última dictadura militar. En primer lugar da a conocer la política
hacia adentro del partido y los fundamentos de la decisión de
quedarse en el país. Luego resume sus posicionamientos públicos,
analiza las disputas y alianzas en el exterior, considerando tanto los
vínculos sostenidos con otras organizaciones como también con el
Movimiento Comunista Internacional. Finalmente presenta las
tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la
posibilidad de “irse” y luego frente al dilema de “retornar” al país.
Palabras clave: Exilio – Partido Comunista – Militancia.
125
Abstract
The present work reconstructed the policy of the Communist
Party of Argentina (PCA) to the exile during the last military
dictatorship. In the first place it occupies about the policy towards
the party and the reasons why they decided to stay in the country.
Then it summaries the public positions of the PCA, and analyzes
disputes and alliances abroad, considering both sustained links with
other organizations as well as with the International Communist
Movement. Finally presents the tensions generated by exile
between militants against the possibility of "leave" and then face
the dilemma of "return" to the country.
Keywords: Communist Party – Exile – Militant,
Presentación
El presente trabajo aborda la problemática de los exilios de
argentinos durante la última dictadura militar a partir de un
recorte poco explorado: la política del Partido Comunista de
Argentina (PCA).
En primer lugar, se da a conocer la política hacia adentro del
partido y los fundamentos de la decisión de quedarse en el país.
Luego el trabajo resume sus posiciones públicas y analiza las
126
disputas y alianzas gestadas en el exterior. Finalmente presenta las
tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la
posibilidad de retorno.
Un elemento a subrayar es que este trabajo interviene sobre
uno de los numerosos aspectos a estudiar en torno del exilio
argentino: sus sentidos, efectos y prácticas políticas. Se trata de
reconocer la capacidad de acción de los sujetos frente al terror,
contextualizar y periodizar los debates entre “los que se iban” y
“los que se quedaban” revisando la óptica de una de las
organizaciones que, oficialmente, mandató a sus militantes a
quedarse.
En los últimos años la revalorización política de la militancia
de los setenta en las narrativas públicas sobre el pasado reciente
permitió recuperar la experiencia del exilio argentino en términos
de su agencia histórica, contrarrestando la difundida imagen del
exiliado como víctima que, sin opción, fue expulsado del país y
derrotado política y subjetivamente. Este cambio supuso la
recuperación de las experiencias vinculadas a la organización de un
entramado internacional de denuncias contra la dictadura militar
que acompañó la resistencia de los organismos de derechos
humanos dentro del país. Pero, aunque en menor medida, también
permitió recuperar los sentidos más específicos que la salida del
país tenía en cada organización. El caso más conocido es el de
Montoneros y la organización de la “contraofensiva”. Pero estos
sentidos diferentes tenían un alcance mayor y explican la
resistencia de muchos militantes a pensarse como “exiliados” y su
127
preferencia por denominarse como militantes que luchaban en el
exterior.
De manera que, reconstruir el lugar del Partido Comunista en
ese complejo entramado que constituyó el exilio argentino, ayuda a
pensar en una experiencia que dialoga entre el adentro y el afuera,
pero que oficialmente defendía la perspectiva de que la lucha
debía darse en el país.
El PCA participó en el debate político del exilio argentino con
una línea específica. Consideraba que al mando de la Junta Militar
había quedado el sector “moderado” de las Fuerzas Armadas y que,
por el momento, el peligro “pinochetista” quedaba neutralizado.24
En tanto no consideraba que el golpe militar hubiese
infringido una derrota decisiva sobre los sectores democráticos,
sostenía que no existían razones de peso para promover y organizar
la salida del país de los militantes propios y ajenos. Al contrario, en
su visión, la retirada de la militancia hacia el exterior debilitaba las
posibilidades del “campo progresista” de promover la
redemocratización del país y abría la puerta a una eventual toma
del poder por parte de los sectores “fascistas” que anidaban en la
Junta Militar. Esa caracterización era reforzada por el trato
relativamente “privilegiado” que recibieron de la dictadura militar,
comparada con la política de proscripción y aniquilación que
sufrieron otras organizaciones de la izquierda argentina
consideradas “subversivas”. El PCA mantuvo su legalidad y salvo en
24 El término pinochetista hacía alusión al dictador chileno Augusto Pinochet que, en la lectura del PCA, había instalado un régimen fascista.
128
operativos y regiones específicas como en la Zona III25, no fue
blanco predilecto de la represión. Por esa razón, los comunistas
evaluaban que contaban con instrumentos para desarrollar su
actividad política dentro del país.
De acuerdo con la caracterización de “gobierno en disputa”,
el PCA evitaba calificarlo como “dictadura” y se oponía a las
organizaciones que dentro y fuera del país responsabilizaban al
régimen militar como un todo por los secuestros seguidos de
desaparición y los asesinatos políticos.
Por otro lado, que Argentina no rompiera relaciones
diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética era un elemento
que, desde el punto de vista de la dirección del PCA, confirmaba
que la Junta Militar no había tomado la senda del fascismo. En
consecuencia, optaban por no denunciar la política de connivencia
de los países socialistas con la Junta Militar y al contrario,
defendían ese acercamiento como la prueba de la progresividad del
ala moderada de los militares contra el peligro de la imposición del
pinochetismo.26
25 La Zona III se encontraba al mando de Luciano Benjamín Menéndez y con sede en Córdoba, tenía jurisdicción sobre Jujuy, Salta, Tucumán, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero. 26 Durante 1977 la URSS votó tres veces en contra de la inclusión de la Argentina en la lista de países para ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En 1980, vota nuevamente contra la inclusión de Argentina en el procedimiento de la resolución 1503 y contra la creación un grupo especial cuya función era observar la cuestión de las desapariciones. Por su parte, la Junta Militar procuraba evitar el aislamiento internacional y compartía con los soviéticos, la necesidad de aliados para oponerse a las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos.
129
La caracterización sobre la situación internacional partía de
una premisa básica: en el conflicto este-oeste, se imponía la
defensa de la Unión Soviética como reservorio del socialismo
mundial y la denuncia de los Estados Unidos como principal
potencia imperialista. Aquello de que “los enemigos de mis
enemigos, son mis amigos” podría, en cierto modo, aplicarse a la
posición sobre la dictadura argentina, ya que se exageraban tanto
las diferencias que coyunturalmente se sostenían con Estados
Unidos como los acercamientos con la Unión Soviética. El revés de
la fórmula, “los amigos de mis enemigos, son mis enemigos”,
explica, al menos en parte, por qué aquellos sectores que se
apoyaban en la política exterior de Estados Unidos eran eventuales
adversarios con los que el PCA polemizaba.
La asunción de James Carter a la presidencia de los Estados
Unidos en enero de 1977 implicó la profundización de la política
exterior de los Estados Unidos centrada en los derechos humanos.
Esta política estaba fundamentalmente dirigida a denunciar las
graves denuncias que recaían sobre la Unión Soviética. Sin embargo
para que fuese creíble el gobierno de Estados Unidos debió incluir y
mostrar preocupación por la situación de los derechos humanos en
los países de su área de influencia. El Partido Comunista no dudó
en oponerse a Estados Unidos, denunciar la hipocresía de su
política externa y denunciar la supuesta preocupación por los
derechos humanos en Argentina como un intento de injerencia
imperialista sobre el país.
En los planes del PCA la campaña por la “no injerencia”
debía cooperar en el proceso de acumulación de fuerzas a favor de
130
un bloque político antiimperialista. La expectativa en la evolución
progresista de las Fuerzas Armadas seguía operando como el
espejismo que justificaba el andar por un camino pedregoso y
desierto.
Era en virtud de esa caracterización que el Partido
Comunista pensaba que la campaña impulsada por las
organizaciones y personalidades en el exilio otorgaba credibilidad a
las denuncias formuladas por Estados Unidos. Juntos debilitaban al
gobierno “moderado” del general Videla y alimentaban las
posibilidades golpistas del pinochetismo.
Esta posición política, inevitablemente entraba en conflicto
con el trabajo de denuncia realizado por los militantes y activistas
que, dentro y fuera del país, intentaban capitalizar la presión que
la principal potencia mundial podía ejercer sobre la dictadura.
El lugar del exilio
Para el PCA, el exilio era sinónimo de derrota. En
consecuencia, si la clase obrera y los sectores de la “democracia
avanzada” no habían sido derrotados, el exilio carecía de
justificación. La salida del país sólo era pensable como un último
recurso de supervivencia ya que un éxodo masivo reducía la
capacidad resistente de las organizaciones políticas democráticas
en su lucha contra el autoritarismo. Por lo tanto, era necesario que
el Partido se opusiera y polemizara abiertamente con las
131
organizaciones que promovían la salida de sus militantes para
constituir una retaguardia en el espacio exterior.
La postura asumida por el PCA derivaba de la experiencia
histórica acumulada por el partido bajo diversas dictaduras
militares, y por su pertenencia a un movimiento internacional que
en diversas ocasiones fue derrotado y debió partir al exilio. La
memoria histórica, fundamentalmente de la Guerra Civil Española
pesaba en la evaluación política sobre las posibilidades que las
internas militares brindaban para evitar la derrota a manos del
“fascismo”.
Por ejemplo, para José Schulman, militante del partido en
Rosario, a pesar de que había sufrido varios atentados en su
domicilio de Rosario desde fines de 1975 hasta su detención, irse
del país,
…sencillamente no era una opción. No la considerábamos como opción (…) Pero bueno, nosotros, debería decir para hacerte sincero, que nosotros, en aquellos años, nos guiábamos en las cuestiones que tenían que ver con la seguridad por lo que decidía nuestra organización, por lo tanto, no la discutíamos como opción, no estaba… sí éramos conscientes, éramos conscientes de que corríamos peligro, no es que no imaginábamos que había peligro pero sencillamente considerábamos la idea de estar acá sin mucho pensarlo. (Schulman, 2010)
Por los mismos motivos, los militantes comunistas presos,
generalmente, rechazaban la posibilidad de salir del país haciendo
132
uso del derecho a la “opción”27. Se alentaba a los presos a que
abandonaran la cárcel sólo si conquistaban la libertad mediante la
movilización.
Teniendo en cuenta esta lógica política es comprensible que
la relevancia que comenzaban a adquirir las denuncias a la
dictadura en la arena internacional no resultara indiferente a la
estrategia del comunismo. Desde comienzos de 1977, esta
preocupación comenzó a traducirse en reuniones con el Movimiento
Comunista Internacional (MCI) y los países socialistas con el
propósito de hacer circular su propia versión sobre lo que ocurría
en Argentina y preparar las condiciones para la organización de un
equipo del partido en Europa.
Los efectos de esa actividad no tardaron en hacerse sentir.
La diferenciación respecto de las lecturas de los Montoneros y el
PRT sobre la situación argentina, no dejó de alarmar a un sector
del comunismo internacional pro-soviético. Un ejemplo de esa
reacción lo ofrece la actitud resuelta por el gobierno de Berlín
Oriental, que emite un memorando el 8 de abril de 1977 en el que
decía:
27 La “opción” es un derecho constitucional (Art. 23) que garantiza que en caso de conmoción interna, el presidente de la Nación puede otorgar la posibilidad de salir del país a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. La dictadura militar, al menos durante los primeros dos años anuló ese derecho mediante el decreto 21.338 del 29 de marzo de 1976. Recién hacia 1978 comienza a rehabilitarse aunque quienes podían y/o decidían hacer uso de la opción no podían regresar al país ya que la ciudadanía les era revocada.
133
No podemos excluir que van a venir solicitudes de asilo individuales a nuestra Embajada. Algunos compañeros dirigentes del PC Argentino pueden ser aceptados cuando se los conozca personalmente. En otros casos, otras personas tienen que ser tratados con la máxima cautela. (Naumann, 1976)
Resulta notable que se distinguiera entre el asilo a militantes
comunistas de los de otra procedencia política, dejando en claro
que la República Democrática Alemana (RDA) también se hacía eco
del supuesto “ultraizquierdismo” de las organizaciones políticas
perseguidas por el régimen militar. Efectivamente en ningún caso
se abrió la embajada de Alemania del Este a los refugiados. Al
contrario, frente a la exigencia de solidaridad de los exiliados
argentinos, el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA)28, el
partido del gobierno de la RDA, sólo aceptaba colaborar de manera
exclusiva con el PCA.
El Partido Comunista de la Argentina pide que los bienes de la solidaridad sean mandados directamente al PC, de modo que los beneficios se destinarán específicamente al Partido Comunista. (Krause, 1978)
Este último aspecto revela hasta qué punto las relaciones
entre los partidos hermanos podía transformarse en un filtro para
la organización del exilio en el exterior.
Sin embargo, en Europa occidental el cuadro presentaba
matices. Aunque la situación de Argentina fuese difícil de asir para
28 Acrónimo del alemán, Sozialistische Einheitspartei Deutschlands (SED).
134
el progresismo europeo, incluyendo al comunismo, no todos los PC
se mantuvieron indiferentes frente a los reclamos de la militancia
argentina, aun cuando aquello implicaba desplazarse de las
posiciones pro-soviéticas. Indudablemente, el debate en relación al
eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la
solidaridad con los argentinos que podían aprovechar en su favor
las diferencias suscitadas. Así habría ocurrido con el Partido
Comunista Italiano y el Español, países que se habían transformado
en importantes centros de denuncia y sede de residencia desde
fines de 1976 de las direcciones de las principales organizaciones
político militares: ERP y Montoneros (Bernardotti y Bongiovanni,
2004). Un informe elaborado por la STASI (Ministerio para la
Seguridad del Estado)29 de ex República Democrática de Alemania
(RDA) y fechado el 16 de febrero de 1977, da cuenta de este
comportamiento disímil de los partidos europeos y la repercusión
generada en la jefatura del PCA. En él informan que dos dirigentes
veteranos comunistas (presumiblemente Oreste Ghioldi y Oscar
Arévalo a cargo de la sección de asuntos exteriores), habrían
expuesto sus planes para establecerse en Europa al tiempo que
elevaban una queja sobre el trato preferencial que el PCI otorgaba
a militantes Montoneros. Al parecer, el PCA esperaba que la RDA
llamara la atención a los italianos sobre la conveniencia de atender
al reclamo argentino.
…A este grupo de la ultra izquierda operante en Italia, pertenecen también representantes Montoneros. Su
29 Acrónimo del alemán Ministerium für Staatssicherheit.
135
líder sería un supuesto Hellman [Juan Gelman], el cual fue expulsado del PCA. Hellman mantiene estrechos contactos con el PCI [Partido Comunista Italiano], y es apoyado por ellos así como por la embajada cubana en Roma. La aguda protesta pronunciada por el PCA, ha quedado por el PCI largamente sin responder. Repetidas interpelaciones del PCA le fueron ya comunicadas, se va a respetar la opinión del PCA. En este asunto planea el PCA también charlas con el compañero cubano en la Habana. Esto es para asegurar que Cuba deje de apoyar a los Montoneros en la Argentina y en el extranjero. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977)
La mención especial a la expulsión de Juan Gelman del
Partido, al parecer, daba argumentos adicionales acerca de lo
inconveniente que resultaba el buen trato que los italianos daban a
los Montoneros. Si el PCA había expulsado a Gelman, sus buenas y
serias razones tendría; ese solo hecho debía suscitar desconfianza y
precaución.
Sin embargo, el PCI desconfiaba de los exiliados argentinos y
de su actividad guerrillera tanto como el resto del espectro político
de Europa cuya lectura sobre la situación en Argentina se
asemejaba más a la del PCA que al de cualquier otra organización
de la izquierda argentina (Franco, 2008; Jensen, 2004).
Específicamente en relación a Montoneros, la dirigencia del
comunismo italiano no alcanzaba a comprender la ubicación
ideológica de la organización y temía por los contactos que la
guerrilla pudiera establecer con el Movimento Sociale Italiano (MSI)
de raíz neo-fascista. Pese a esto, desde 1977 la relación con
136
Montoneros como con el PRT parece haber sido similar: cierta
distancia oficial y una fuerte solidaridad de base.
En este contexto, la preocupación que suscitaba en el PCA
las relaciones entre los comunistas europeos y las organizaciones
argentinas los llevó a planificar el envío de una misión de trabajo a
Europa. El mismo informe elaborado por la STASI revela que en esa
reunión,
… se hizo conocer, quiere formar el PCA un pequeño y efectivo grupo de trabajo en Italia, que tenga la tarea de establecer un punto de apoyo con la ultra izquierda Argentina en Italia. (…) [ y la preparación de una] conferencia [para] la coordinación de medidas contra los efectos de las fuerzas argentinas de ultra izquierda en Europa occidental, así como el ensanchamiento y conducción de una campaña de solidaridad y la edición de un periódico boletín sobre los acontecimientos y desarrollos en Argentina. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977)
Efectivamente, a partir de marzo de 1977 el Comité Central
del PCA decide enviar a Italia a Enrique Gigena, veterano dirigente
del gremio ferroviario de Rosario, cesanteado desde 1976, como
representante del Partido y de la Liga Argentina por los Derechos
del Hombre (LADH).30 Durante todo ese año, Gigena se dedica a
prepararse y familiarizarse con el trabajo de sus compañeros en la
30 La LADH fue el primer organismo de derechos humanos de Argentina. Fundado en 1937 en el contexto de las luchas antifascistas, fue orientado desde siempre por dirigentes del Partido Comunista a pesar de la pluralidad política de sus comisiones directivas.
137
LADH. En diciembre de 1977, parte a Italia con el propósito de
organizar allí y en España un equipo de trabajo que respondiese a
la línea partidaria. La elección de Gigena como cuadro principal del
comunismo argentino en Europa estaba ligada tanto a su
experiencia como organizador del partido como por su pertenencia
al Comité Central (C.C.), rol que le permitía debatir en paridad con
las direcciones del resto de las organizaciones argentinas y con los
partidos comunistas europeos.
El debate con el exilio europeo derivaba de las profundas
diferencias políticas sobre la situación en Argentina. Para el PCA,
las chances de una salida democrática dependían de la acumulación
de fuerzas de las que fuesen capaces los sectores progresistas
dentro del país. Por lo tanto, el exilio en masa provocaba
desprotección entre quienes quedaban, y en consecuencia, el
debilitamiento de cualquier reclamo democrático. Pero no era el
único motivo de polémica con las organizaciones en el exilio. Los
comunistas evaluaban que la denuncia que Montoneros y el PRT
ejecutaban contra el gobierno de Videla, calificando al régimen
militar de “dictadura”, “fascista” y “terrorista”, provocaba el
debilitamiento del sector moderado al tiempo que fortalecía las
ambiciones de la derecha fascista.
Para el PCA, la solidaridad debía consistir en conseguir
pronunciamientos políticos, visitas de delegaciones sindicales a
Argentina y aportes económicos para quienes luchaban dentro del
país. Sobre este punto, el comunismo no admitía la posibilidad de
que los exiliados transformasen su residencia en el exterior en
138
permanente, y mucho menos que el eje de su actividad fuese la
construcción de organismos políticos en el país de acogida.
Gigena llega a Italia a fines de 1977 y al poco tiempo se
traslada a Madrid. Al principio molecularmente, comienza a
reagrupar a los militantes que habían salido al exterior a pesar de
la posición partidaria, y a estructurar una corriente de solidaridad
en varios países de Europa. Aunque hubo excepciones, la mayoría
de los afiliados y/o militantes que salen al exilio eran
personalidades reconocidas del mundo de la cultura. Encuadran
dentro de la primera oleada del exilio previa al golpe de estado e
integrada mayormente por intelectuales, periodistas, artistas y
algunos deportistas que salen del país a partir de 1974 (Jensen,
2004: 262).
Aunque nunca fueron demasiados numerosos, la existencia de
militantes en distintos países permitió que la posición del partido
circulara por todo el continente e influyera en varias
organizaciones políticas.
… Estamos hablando… primero dos, mi primer contacto fue la Negra Sara y Raúl, los dos artistas, uno había sido inclusive de la comisión directiva del gremio de actores, acá en Argentina, esos fueron los primeros y comienzo con ellos a tender las redes, después se incorpora uno más y su señora, este compañero era economista, y otro y otro. Luego] una cantidad de amigos del sector de artistas, Lautaro Murúa31, la
31 Lautaro Murúa fue un importante actor y director de cine y teatro. Llegó exiliado a España en 1976 y permaneció allí hasta 1983. Falleció en 1995.
139
hermana de Norma Aleandro…32 y se fue armando un grupo. Y armamos un grupo bastante numeroso y activo dentro de Madrid. De Madrid me trasladé a Barcelona; tenía la vinculación con un par de amigos; trabajaban allá y con ellos organizamos un grupo en Barcelona. Ya había estado en Italia, había ubicado a uno que me ayudó, un argentino que vivía allá, y con él, nos vinculamos con un matrimonio y sus dos hijos en Florencia y armamos un grupo, un grupo también en Roma. Teníamos un compañero abogado en Francia, en París, un cordobés, David Neistaf (…) y con él organizamos un grupo en París y una relación con una compañera de la Liga por los Derechos del Hombre francesa que además era internacional y que además tenía estatus de organismo consultivo en Naciones Unidas. Por lo tanto con ellos, todos los años íbamos a Ginebra a plantear las cosas. Y, teníamos muy buenas relaciones con Comisiones Obreras, Partido Comunista, con el Partido Socialista de España, con la UGT, la central de trabajadores socialistas y con el Unión de Centro Democrática, estaba Suárez en el gobierno, teníamos llegada con dirigentes de primer nivel (…) Después organizamos un grupo de apoyo en Bruselas y uno en Amsterdan, muy poquito, pero con la ayuda del partido pudimos organizarlo; un grupo de trabajo en Inglaterra, cerca de Londres, y un grupo de trabajo bastante importante en Estocolmo que a su vez tenía relación con Noruega y con Finlandia. Nosotros hacíamos, Comisiones Obreras nos editaba el periódico y nos hacía más o menos, 1200, 1400 ejemplares e iba a organizaciones de dieciséis países, y bueno, algunas
32 Se refiere a la actriz Maria Vaner. En 1974, habiendo sido amenazada por la Triple A, decide volverse a España, país del que era oriunda. En 1983 retornó a la Argentina. Falleció el 21 de julio de 2008
140
con idioma inglés pero de alguna manera se enteraban. (Gigena, 2011)
Como puede apreciarse, sin llegar a ser masiva, la presencia
comunista logró una influencia territorial considerable ayudándola
a cobrar una fisonomía definida.
Por otro lado, esa extendida influencia permitió que la
colecta de aportes financieros para enviar a Argentina fuese
sumamente provechosa. José Schulman narra que en una entrevista
que Gigena sostuvo con el Primer Ministro de Suecia le pidió un
aporte de medio millón de dólares y a los tres días se encontró con
un cheque en un sobre. Al año siguiente, al parecer, pidió un millón
de dólares que volvieron a concederle (Schulman, 2008: 219).
Una vez establecidos los grupos de trabajo en varios países
de Europa, comienzan a editar un periódico mensual que resumía
las principales novedades políticas de acuerdo con la línea editorial
del partido. Pero, aunque los contactos proporcionados por el MCI
fueron de gran ayuda, la discusión con el eurocomunismo era un
motivo de tensión. Al ser preguntado por la relación con los
partidos comunistas europeos, Enrique Gigena cuenta:
En el Comité Central debatimos todo esto… vos vas a organizar la solidaridad hacia Argentina (…) Si hay debates, debatís, aunque no públicamente. Si tenés respuesta para todo las das, sino no, decís que tenés que consultar con el Comité Central; pero relaciones fraternales y amistosas con todos. Eurocomunismo no existe para vos. Por supuesto, yo me siento con los compañeros del Comité Central español y te dicen
141
“porque nosotros….” Cuando toman aire para respirar vos le decís “compañero, conozco las posiciones que tenemos cada uno, no vengo a discutir eso, vine a esto, esto y esto y vengo a pedir la solidaridad, lo demás, por la vía que corresponde, cada uno sabe dónde debatir. De modo que nosotros soslayábamos eso (…) ¿Entonces la reacción del PCE y el PCI fue buena? En general ellos tenían algunas críticas, pero una visión coincidente en cuanto a que había que estar adentro. Eso era básico para ellos. “Nosotros vivimos la experiencia de la guerra civil con todos afuera, y los demás, italianos, franceses vivimos la experiencia de la ocupación y necesitamos organizar una batalla adentro, para hoy y para mañana. (Gigena, 2011)
Evidentemente las tensiones entre los partidos no podían
dejar de incidir en el plano de la relación que los comunistas
europeos establecían con el activismo argentino.
Sin embargo, con el Partido Comunista de España (PCE) las
relaciones fueron menos complicadas que con el PCI. El comunismo
español se caracterizó por la amplitud de la solidaridad con los
argentinos en el exilio poniendo en segundo lugar la procedencia
política (Jensen, 2004: 476). No obstante, podría pensarse la
amplitud política de los españoles como la contracara de la
incomprensión política acerca de lo que ocurría en Argentina. En
ese sentido la posición del PCA no debe haber facilitado el proceso
de clarificación.
142
Por su parte, la indiferencia hacia los argentinos por parte
del Partido Comunista Francés podría indicar un alineamiento con
las posiciones del PCA. Marina Franco, en su tesis sobre el exilio
argentino en Francia, registra que en ocasión del Mundial de Fútbol
el PCF señaló, muy tempranamente, que boicotearlo era condenar
a la Argentina al aislamiento y que, en cambio, “una solidaridad
responsable” consistía en ir, ver y denunciar la situación política y
social, según lo pedían las propias fuerzas políticas locales (Franco,
2006: 443). En esa ocasión el PCE esgrimió argumentos similares, lo
que indicaría que, al menos durante el Mundial, el PCA había
conseguido influir en el comunismo europeo.
La apelación a la tradición antifascista también parece haber
tendido un puente efectivo para acercar posiciones entre el Partido
y la diversa reacción de los PC europeos. La clave del antifascismo
también fue explotada por otras organizaciones de la izquierda
argentina en la medida que conformaba un discurso convocante
para la izquierda europea que les permitía poner blanco sobre
negro una situación compleja políticamente como era la argentina.
De este modo, los partidos europeos evocando los años del
antifascismo, argumentaban a favor de la unidad de todas las
fuerzas contra las dictaduras latinoamericanas, entre las que
incluían a la Argentina. De manera que, cuando el PCA se montaba
en el ideario antifascista y radicalizaba sus posiciones podía
encontrar mayor recepción. En la misma dirección Gigena recuerda
en términos de “muy efectiva” una actividad realizada junto a
Montoneros para la televisión española en la que aparecían
143
ofreciendo testimonio sobrevivientes montoneras de los campos de
concentración. Una vez más, cuando el comunismo, en ocasiones,
se apartaba de su posición moderada y aparecía en franca oposición
a la dictadura, conseguía mejores resultados.
Mismas reacciones aparecían entre los propios militantes del
PCA en el exterior. Habiendo salido del país a pesar que el partido
instaba a sus militantes a quedarse, elegían sumarse a la militancia
siempre que pudieran ubicar espacios de franca oposición al
régimen que los había expulsado. La decisión de marchar al exilio
era necesariamente difícil en los militantes del PCA. Aunque el
tema resulte difícil de abordar, el propio Enrique Gigena desliza las
dificultades que tuvo en el reclutamiento de los militantes en
Europa, a quienes debía citar “más de una vez a tomar un café”
para intentar “convencerlos” (Gigena, 2011), que lo que importaba
era defender a los compañeros que habían quedado dentro del país
trabajando por la solidaridad desde dónde estuviesen.
Sin embargo, aun en los casos de militantes que salieron al
exilio de manera organizada y con el consentimiento del Partido la
relación no parece haber sido sencilla. Jorge Alberto Canelles era
un militante importante del PC de Córdoba. Dirigente del sindicato
de la construcción, había sido compañero de Agustín Tosco de
quien se consideraba además, amigo. Cuando se produce el golpe
de 1976 Córdoba queda bajo el III Cuerpo del Ejército al mando de
Luciano Benjamín Menéndez. El Partido Comunista es duramente
reprimido. En septiembre de ese año el PC decide que Canelles
salga del país para proteger su vida. La partida y el alejamiento de
su familia es recordada con angustia:
144
…pasamos a la total clandestinidad, ni salíamos, hasta que el PC resuelve que, como estaba prohibida la actividad, porque como partido no se podía actuar, después se resolvió que en setiembre que me fuera a Bulgaria, solo. Mi familia quedó acá con una situación muy difícil porque esa casa [la casa de resguardo] hubo que entregarla, hasta que un gran compañero. (…) le dijo [a la mujer] “venite a mi casa, a un departamento de dos piezas”. Pero llegó un momento en el que el PC ni aparato le dio a mi compañera para cubrirla. (Canelles, 2001)
Canelles proporciona un ejemplo de la suerte que corrieron
los pocos militantes que el PCA decidió sacar del país y de los
vínculos que proporcionaron para estos casos, los países socialistas.
…en Bulgaria estuve en una Academia del Comité Central, vendría a ser una universidad marxista leninista del PC búlgaro. En ese momento había como 6000 estudiantes, particularmente de África del Norte, y Asia menor, o sea se repartían con la Academia de la Unión Soviética la atención y formación de los cuadros. Había muchos congoleños, muchos cubanos, 400 cubanos. Yo tenía una asignación ahí, que me permitía vivir, estaba con el nombre cambiado, por supuesto. ¿Sabían lo que pasaba en Argentina? Sí, teníamos información a través de la embajada búlgara. ¿Sabía de los campos de concentración? Sí, ¿Cómo vivía el exilio?
145
…y yo lo vivía muy duro porque a veces no sabía qué pasaba con mi familia, pero uno cumplía las determinaciones del PC como se las daban, ¿no? Y uno sabía que en esos momentos de acuerdo al centralismo democrático había que actuar disciplinadamente. (Canelles, 2001)
Sin embargo, aun en estos casos la permanencia afuera del
país no era indefinida: “En el ‘78, entro de nuevo a la Argentina y
me quedo en buenos Aires, porque así lo consideraron en la
dirección del partido” (Canelles, 2001). De manera que, podría
pensarse que el exilio en el PCA siguió un patrón parecido al de
otras organizaciones de la izquierda argentina (armada y no
armada) y al mismo tiempo adquirió características específicas. Al
igual que para el resto de la izquierda el exilio no apareció como
una opción prima facie. Pero, mientras que en algunas
organizaciones la salida de militantes, aunque a cuentagotas, fue
muy numerosa, en el Partido Comunista el exilio sólo fue
consentido a pocos dirigentes sobre los que existían serias razones
para temer por su vida. Además, no supuso una ruptura con la
militancia sino una oportunidad para profundizar la formación
política. En ese sentido, la concepción con la que los comunistas
salían del país no difiere de lo narrado por militantes de otras
organizaciones. Sin embargo, podría especularse que, a diferencia
de otros casos de organizaciones en el exilio, que el PCA no se
encontrara atravesando un periodo de crisis y fraccionamiento (al
menos no de manera explícita) evitó que la salida del país fuera
acompañada por un proceso de revisión ideológica. En el caso de
146
Canelles, la disciplina establecida por el régimen de estudios en la
universidad dejaba un menor margen a la posibilidad de que
afloraran diferencias políticas como resultado de una experiencia
no deseada. Canelles no había decidido los términos de su partida
pero tampoco los de su retorno.
Sin embargo, aun dentro del PCA no parece posible unificar
la experiencia del exilio asignándole un único sentido político. En
este sentido, la diferencia entre el relato de Canelles y la
experiencia de los militantes radicados en otros países de Europa
salta a la vista. Por ejemplo, en una nota sobre los exiliados
argentinos frente a la apertura democrática realizada por el diario
La Vanguardia, Andrés Cornely declara que no pensaba “en una
vuelta inmediata” ya que sus hijos de 12 y 13 años “se sienten más
catalanes en muchos aspectos” (La Vanguardia, 1983). Aunque
preguntado por la situación de Argentina responde siguiendo a pié
juntillas la línea del PCA, su margen de decisión respecto de dónde
quería establecer su residencia evidentemente era mayor que el
que tenía Canelles.
Quizás futuras investigaciones puedan determinar si el flujo
de viajes hacia las escuelas soviéticas se intensificó por aquellos
años y si las designaciones comenzaron a decidirse, como sugiere el
testimonio, de acuerdo con criterios de exposición a la represión.
Finalmente el testimonio confirma que, en cualquier caso, la salida
del país era considerada preventiva y por lo tanto, transitoria. De
manera que el tema del “retorno” no parece haber sido objeto de
discusión. Canelles retorna de la misma manera como se fue: por
decisión del Partido.
147
En relación a la acogida brindada por los países socialistas el
testimonio de Canelles confirma el comportamiento mostrado por
estos países en otros ámbitos. La admisión de estudiantes
comunistas argentinos, como de otros PC exiliados, ejemplo el
chileno, era una práctica habitual, de manera que difícilmente
pueda interpretarse como una ayuda solidaria. Como quedó
demostrado en Naciones Unidas, la dirigencia de la URSS trabajó
insistentemente en el debilitamiento del movimiento de denuncia
argentino entrando en contradicción, inclusive, con las necesidades
del propio Partido Comunista Argentino. En este sentido, Enrique
Gigena deja entrever la existencia de tensiones al relatar las
dificultades que encontró al solicitar a los países socialistas que
pusieran a disposición de la campaña del partido argentino la
solidaridad de los movimientos internacionales de orientación
comunista o que realizaran aportes económicos.
Algunas conclusiones y perspectivas
El presente trabajo intentó intervenir en la reconstrucción de
las disputas por el sentido político del exilio en la izquierda
argentina. La imposición de una u otra lectura sobre la situación
política determinaba cuan “legítimo” era para un militante salir al
exilio en las diferentes organizaciones políticas, más allá que en
términos apriorísticos el exilio en los años 70 no fue contemplado
como una opción legítima por ninguna fuerza política.
148
En el caso del PCA la lógica era la siguiente: si el golpe no
había implicado una derrota sobre los sectores democráticos,
entonces, no existían razones de peso para promover la salida del
país. Al contrario, el éxodo facilitaría las chances de que derecha
tome el poder dentro de la Junta Militar. Sin embargo algunos
afiliados y/o militantes, fundamentalmente artistas y
personalidades públicas que habían sido amenazadas por la Triple
A, decidieron partir antes de 1976 o en los primeros meses del
golpe. Otros fueron sacados del país posteriormente de manera
organizada. No obstante, las salidas fueron escasas. En todos los
casos el exilio se mantuvo como una alternativa sólo en peculiares
circunstancias.
Ese efectivo militante en el exterior sirvió para la
conformación de una corriente comunista en Europa, que aunque
minoritaria, intentó influir en el terreno de las redes
internacionales de denuncia a la dictadura trabajando para
fortalecer política y financieramente a la militancia dentro de
Argentina. Los disímiles derroteros que muestran estos itinerarios
ayudan a poner de relieve que el sentido político del exilio, aun
dentro de un mismo partido, era complejo y no admitía una única
lectura. Los ejemplos de Cornelly y Canelles son ilustrativos al
respecto. Mientras el primero se transformó en un referente del
activismo comunista en el exilio, frente a la posibilidad del
retorno, elige quedarse en España. Canelles, en cambio, aislado en
las escuelas soviéticas transcurre el exilio de manera pasiva, y
retorna al país de la misma manera en la que se fue: por decisión
partidaria.
149
Bibliografía
Bernardotti, María Adriana y Bongiovanni, Bárbara (2004).
“Aproximaciones al estudio del exilio argentino en Italia”, en
Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios
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Francia (1973-1983). Algunas experiencias y trayectorias. Tesis
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1976-…, Tesis doctoral, Departamento de Historia Moderna y
Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Autónoma de Barcelona.
Schulman, José (2008). Los Laberintos de la Memoria. Buenos
Aires: El Folleto.
Entrevistas citadas
José Ernesto Schulman, dirigente del Partido Comunista y preso
político durante la dictadura militar. Ciudad de Buenos Aires, 28
de octubre de 2010. La entrevista fue realizada por la autora.
150
Enrique Gigena, dirigente del Partido Comunista. Rosario, 7 de
febrero de 2011. La entrevista fue realizada por la autora.
Jorge Alberto Canelles. Memoria Abierta, Buenos Aires, 2001
Documentos citados
Telegrama N° 79/6 con fecha 25 de marzo de 1976 enviado desde
Buenos Aires al Departamento Latinoamericano, firmado por el
Dr. Naumann, DY 30/13820/51. Archivo Nacional Berlín.
Memorándum con fecha 6 septiembre de 1978, firmado por Krause.
DZ 8/94/40/17/107. Archivo Nacional Berlín.
“Los argentinos residentes en Cataluña regresarían si hay libertad
real”, La Vanguardia, lunes 31 de octubre de 1983, pág. 11.
http://hemeroteca.lavanguardia.com (última visita en marzo de
2012).
151
Descolocamiento
Luis Ángel Gonzo
Resumen
El presente trabajo realiza un acercamiento a la
problemática del exilio a partir del análisis de algunos aspectos de
las películas “The terminal” (“La terminal”, Spielberg, 2004) y “Les
trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”, Santiago, 1986).
Palabras clave: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.
Abstract
This paper makes an approach to the problem of exile from
the analysis of some aspects of two movies: “The terminal”
(Spielberg, 2004) and “Les trottoirs du Saturne” (Santiago, 1986).
Keywords: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.
152
¿Cuándo se sale de un país? Uno de quienes confunden
ciencia y verdad con información y estadística diría sin duda que se
sale de un país en el momento en que se atraviesa su frontera. Lo
diría así de liviano: atravesar la frontera; como si el reparo en las
arbitrariedades que hacen a la institución de los límites fuera sólo
la conjura trasnochada de algunos paranoicos y los infinitos
matices, poros y localizaciones de esas líneas pretendidamente
unívocas fueran algo apenas remotamente alucinable para alguien
como él. Mientras uno, que persiste en juntar partes y distanciar
todos, recuerda un capítulo de ”Los Simpsons” en el que Homero
salta una y otra vez la línea que divide el territorio de una nación
con el de otra. ¿Será así nomás? No deja de ser cierto, sin embargo,
que quien pretende salir de su país en avión lo hace aún antes de
que el aparato levante altura y atraviese las fronteras: entre la
blancura desodorizada y el gris impersonal de los aeropuertos,
donde lo que predominan son el tránsito de identidades bajo
controles y el flujo de mercancías según diversos valores
cambiarios (no hay ya una moneda oficial) en los que se destaca,
una vez pasada cierta puerta, la ausencia de impuestos, y por ende
de recaudación y quién sabe si de presencia estatal, uno puede
sentirse mas o menos fuera de su territorio: le han sellado el
pasaporte, no van a volver a pedírselo y de ahora en más sólo le
queda la espera o el trote en ese lugar indeterminado rumbo al
extranjero (al territorio extranjero, y también al ser extranjero uno
mismo, que se vuelve un poco otro: diferenciado por pasaporte
frente al guarda del puerto siguiente, o por acento frente al
153
primero que por cualquier razón deba escucharlo, o por la mera
pinta del arrastre, como lastre de pasado, en principio y al menos,
de una valija: alguien que es o que estuvo en el extranjero, que, de
ser argentino, en vez de documento se identifica, allí, con su
pasaporte: pase y porte: otra forma de identificación). Uno está en
el país pero no; uno se va, pero tampoco (algo similar se da en
otros de esos espacios-límite dentro del territorio nacional, como
las embajadas o las iglesias, cuya autonomía es vulnerada en
contextos dictatoriales). Entre luego y todavía, aún mañana: espera
y suspensión. La exasperación de esa espera, su devenir
permanencia por eventuales conflictos bélicos del territorio de
pertenencia, lejano y en crisis, es puesta en juego por la película
“La terminal” (Spielberg, 2004): el protagonista, aunque
extranjero, no deja de estar determinado por su lugar de origen: el
país en cuestión lo pone en duda a él como sujeto. No como sujeto
físico, porque es obvio que esta allí, sino como sujeto jurídico: no
tiene identidad de pertenencia ni, por ende, derechos a los que
apelar para poder salir de su estado puramente físico e
indeterminado en la terminal y desarrollar cualquier forma de vida
fuera de ella: no tiene donde volver, donde referirse, y con eso no
tiene donde ir: no puede salir. Estrictamente, no es ni ciudadano
(su país se vuelve indefinible) ni exiliado (porque no tiene punto de
referencia): existe y sobrevive, margen y abismo: toca el límite de
su propia exterioridad como sujeto reconocible por otros; y queda
al borde de sí mismo a causa de la indeterminación de la que
alguna vez supo llamar, como tantos otros en un alarde de soberbia
y candidez adorables, “mi tierra”, "su tierra". De manera que así
154
como el país —en el que uno está registrado en unos cuantos
numeros y fichas y trámites de horas perdidas y polvo que hacen lo
que da en llamarse identidad, archivo al que se recurre a la
primera de cambio ante la ley— puede alcanzar al sujeto fuera de
su territorio y hacerle recaer encima su peso (extradiciones,
permisos, conflictos, beneficios que van desde la deportación hasta
la disminución de colas burocráticas), también puede suceder que
el sujeto configure su devenir extranjero no como efectivo
advenimiento de lo otro sino como declinación particular de lo
mismo, sea por homologación (el allá medido e identificado con la
vara del acá, con las permutaciones o miopías correspondientes) o
por carencia (el sentimiento de estar en el guión que separa acá-
allá, nos-otros: estar fuera y pensar, sin embargo, en un
determinado universo limitado por la geografía, que vuelve y
revuelve); incluso puede pasar que se vea completamente
identificado por el lugar de origen, como Rodrigo: "el acento lo
llevo como marca registrada". Del mismo modo, así como la partida
de un territorio puede dilatarse y descomponerse en diversos
núcleos o puntos de inflexión que la realizan y tensan los límites de
sus comienzos, tambien un exilio puede encarnarse de forma
deliberada ante determinados hechos o, en otro orden de cosas,
advenir a la estadía en "el exterior", previa a los acontecimientos
que definen al sujeto exiliado; o puede ser, por ultimo, un exilio
interior, como el de Miró durante el franquismo, una forma de
resistencia en el país (distinción entre Estado y gobierno, territorio
y poder político, que por supuesto no siempre puede sostenerse en
contextos dictatoriales): el pintor hace su obra alli, pero sin
155
complicidad, retraído y en silencio, sin exponer o exponiendo solo
en otros países (una de las formas de exponerse).
Algunas variables de estos problemas son puestas en juego
por la película “Las veredas de Saturno” (Santiago: 1986), cuyo
protagonista, Fabian Cortés, músico que se encuentra en París, de
la mañana a la noche se vuelve un exiliado: una dictadura toma el
poder en su país de origen mientras él trabaja en Europa; es decir,
el trabajador cosmopolita se vuelve exiliado. El director de la
película, Hugo Santiago, modulaba otras variables de la cuestión
cuando a propósito de sí mismo decía: “Lejos o cerca, siempre vivo
en Aquilea” (Santiago: 2009). Aquilea, como se sabe, es la ciudad
sitiada en “Invasión” (1969) y añorada en “Las veredas de Saturno”
(1986); su existencia (y la poética de Santiago) opera por metáfora
y desplazamiento: de aires porteños y referencias oblicuas e
innegables, la ciudad es a la vez signo autónomo, imagen
cinematográfica, localización de la ficción. (Algo similar sucede en
la nominación del país natal del protagonista de “The terminal”:
llamado, en la película, “Krakozhia”, la inestabilidad del lugar es a
la vez la evocación de un referente general –por sonoridad y
carácter, una república apócrifa de la Unión Soviética– y
escenografía ficticia: forma de codificación de lo real.) En
“Invasión” es defendida por algunos hombres tan vagos como los
motivos del sitio, cuyo significante hace eco —mas no referencia—
de contextos dictatoriales (cronológicamente, estamos en la
antesala de la década del 70; históricamente, en el inicio de una
serie de escaladas armadas y militarización del Estado que tajeará
la década siguiente y ulteriores). En Las veredas de Saturno,
156
Aquilea es el objeto de deseo y lugar de origen evocado y añorado
por Fabian Cortés, el bandoneonista radicado en París que extraña
(porque quiere volver a; porque vuelve irreconocible a), en un
contexto diegético y de realización que espejea efectivamente
sobre la Buenos Aires contemporánea al director
(cronológicamente, pasan entre ambas películas diecisiete años
cruciales, que de alguna manera funcionan como un aleph de la
historia argentina reciente). Aquilea es así el lugar de la proyección
(de la ficción, del cine, de la historia), que es también el de la
fuga; o sea, forma de forjar la realidad entre incidencias y efectos
mutuos de estética y política. Alrededor de ella, los personajes de
Santiago se mueven como fantasmas. Lugar del descolocamiento,
es el punto de origen y fuga de apariciones, espectros, signos. La
frase de Santiago, al situarlo a él, como sujeto, en un espacio
diegético más que geográfico y jurídico, tal vez aluda a cierta
concepción de lugar o posición de artista; y sin duda de exiliado. Si
hubiera dicho, en vez de Aquilea, Buenos Aires, hubiera engrosado
el catálogo de frases que desde un sentimiento de pertenencia
desafían las leyes mas elementales de la física a partir de la vieja
escisión cuerpo y alma, y hubiera experimentado, seguramente, la
paradoja del regreso, su imposibilidad, el reencuentro con lugares
vagamente familiares cuyos rasgos mas notables son la evidente
falta de concordancia con las proyecciones deseadas y/o la
evocación de lo que ya no está; para decirlo ambiguamente: el
encuentro con lo extrañado. Algo de esto último es lo que le
sucede al protagonista de “Las veredas de Saturno”, que intenta
volver a Aquilea y encuentra de modo literal la imposibilidad de
157
ese destino, o acaso su consumación más certera: la muerte. En la
película, volver a lo sido aparece como modulación del no ser;
regresar al pasado como forma de morir el presente. No hay
actualización y revisión del pasado en la historia personal de
Cortés, sino ceguera y espejismos que imposibilitan lo actual. Sus
amigos se lo advierten: la Aquilea que conocieron es hoy una farsa,
sólo les queda la memoria. Pero él se obstina en su deseo y en la
negación de la misma manera en que cuestiona sucesos para otros
indudables. Así, Cortés es un personaje que, como todo exiliado,
aparece sobre la figura de cierto descolocamiento: escindido de los
lugares y de los sujetos que cohabitan (sería excesivo decir que
viven) con él en el espacio. La película configura esta situación
desde el inicio: los primeros planos son sucesivos lugares
deshabitados. El sonido es una melodía que evoca al tango pero en
cierta forma lo trasciende, como lo hará a lo largo del film (si bien
de aires tangueros, lo que compone y toca Cortés desarrolla y pone
en juego discontinuidades, atonalidades entre cuerdas y vientos:
juegos de silencios que no dejan de subrayar, por llamarla de algún
modo, cierta elocuencia del silencio). De ese modo, desde el
comienzo el lugar deshabitado presenta la ausencia que supone el
exilio: muchos espacios, pocos sujetos —espacios sujetos a nada,
podría decirse: puentes, habitaciones, escaleras que, mediante
planos de cierta objetividad, más que conectar sujetos, los evocan:
alguien debe percibir, pero no sabemos quién ni cómo. Mientras
tanto, la música que acompaña el recorrido presenta, de alguna
manera, al protagonista en su género: bandoneonista y tanguero,
toca y compone la música del desarraigo que a esa altura de la
158
historia se ha vuelto, también, de exportación; pero en ese
esquema aparece lo atonal, los silencios, la musique punctuelle
que hace sonar los silencios: el desarraigo de la música del
desarraigo: ya no se trata de decir una añoranza (descolocamiento
uno, situación del inmigrante) sino sobre todo de aludir a un
indecible (descolocamiento radical, situación del exiliado): un ser
fuera de sí, del uno que vivía en una tierra. No tanto un dolor o una
nostalgia de tal o cual naturaleza (el sufrimiento entra en el
universo simbólico de pertenencia y se codifica de determinada
manera) sino la experiencia de la exterioridad de uno (algo que
escapa a las concepciones del sujeto y lo lleva al límite de su
lenguaje: como la música, especialmente la atonal). El árbol sin
raíces dibujado con palabras es harto elocuente al respecto:
“Somos un signo sin ningún sentido más allá de todo dolor y hemos
casi perdido la lengua en el extranjero”. De ese modo se trata,
para Santiago a través de Cortés, no de la mención del exilio sino
del roce de la fisura, de la grieta, del abismo irreversible que el
exilio entraña. A lo largo de la película se concatenan apariciones y
desapariciones, diálogos e interrogantes que vuelven sobre
ausencias y posibilidades derivadas del exilio: el regreso, su
discusión, la transmisión generacional coartada por la violencia
estatal, la consecuente posibilidad de repetición de la historia –son
variables que recorren el film. Así, no se narra una historia sobre el
exilio, sino el exilio.
159
Bibliografía
“Lejos o cerca, yo vivo en Aquilea” (entrevista a Hugo Santiago). En
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos
/5-15291-2009-09-15.html (última visita en marzo de 2012).
Filmografía
“Invasión” (1969). Dirección: Hugo Santiago. Guión: Jorge Luis
Borges y Hugo Santiago, sobre un argumento de Jorge Luis
Borges y Adolfo Bioy Casares.
“Les trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”) (1986).
Dirección : Hugo Santiago. Guión: Hugo Santiago, Juan José
Saer, Jorge Semprún.
“The Terminal” (“La Teminal”) (2004). Dirección: Steven Spielberg.
Guión: Sacha Gervasi y Jeff Nathanson.
161
OOtpakov33
Álvaro Couso
…tengo dieciocho años y la felicidad ya tiene el sabor de la memoria… Alessandro Baricco …y no halle cosa en que poner los ojos que no fuera el recuerdo de la muerte… Francisco de Quevedo
Como los ríos van a la mar… así fuimos. Éramos agua
también, pero no teníamos la salinidad, ni el color, ni la
temperatura del mar, fuimos como ríos, arroyos, esteros, pequeños
afluentes; hacia la mar que era el morir. Para otros, en cambio,
aquellos como nosotros, VIVIR. Escribieron nuestros nombres con
tinta indeleble. Publicaron nuestras fotos. Pusieron precio a
nuestras cabezas, indujeron a la delación entre hermanos, a los
vecinos; luego de nuestro ancestro Hiparco34, envilecieron a todos…
33 En el Ágora ateniense: cáscara de hueco, caparazón de tortuga o pedazo de terracota sobre el que se escribía el nombre de aquel que sería sentenciado al ostracismo. 34 L. Almados (2003). “Hiparco de Carmo: Bajo las leyes de Clístenes, 488 a. C. Primer condenado al ostracismo”, en Igualdad y diferencia en la
162
Nos hicieron distintos, otros. Esos signos no se borraron.
Persistieron en el tiempo. Así fuimos hacia la mar de uno en uno…
Nos evadimos, desordenada u organizadamente. Así nos fuimos para
salvar la vida, la dignidad, el pudor, los secretos... Huimos de la
muerte real y de la que imaginábamos, del dolor físico, para salvar
lo que quedaba. Nos llevamos el sufrimiento moral; y la dignidad,
debo decir, fue difícil salvarla. Nos fuimos, no porque quisiéramos
sino porque querer otra cosa era impensable. Quisimos irnos y eso
nos pesó por el resto de nuestras vidas. Nos agravió y nos afrenta.
No fuimos consecuentes con el legado atávico35, con la consigna
que guiaba a los Orientales en la Agraciada36. No pudimos sostener
nuestro juramento37. Ni siquiera ratificamos el compromiso con
nuestra militancia38. De uno en uno y a la mar, a ese territorio que
es uno y muchos, que es tantos, y que ni siquiera es un territorio…
Donde las olas, tormentas, e impiedades del elemento nos llevaron
a sobrevivir o naufragar… Dejando de ser agua, océano, mar.
Convirtiéndonos en simulacros de los personajes que éramos, en
Democracia ateniense. Encuentros Facultad de Ciencias Humanas. Colombia. Pág. 136. 35 “Libertad o muerte”, Leit motiv del estado griego. Emblema independentista del juramento de los kléftis el 25/3/1821, en Kalavryta, Peloponeso. 36 “Libertad o Muerte”, leyenda en la bandera de los Treinta y Tres Orientales que desembarcan en la playa de la Agraciada el 18 de abril de 1825. 37 Vicente López y Planes. “O juremos con gloria morir”. Estrofas de la Marcha patriótica, 11/5/1813. A partir de 1847 Himno Nacional Argentino. 38 Fidel Castro. “Patria o muerte. Venceremos”. Proclama del líder cubano en el acto por los mártires del atentado yanqui al barco La Coubre. 5/3/1960. Luego lema de los grupos revolucionarios setentistas en América Latina.
163
sombras de nosotros mismos… En marineros errantes. Con el alma
entre paréntesis, con la juventud que pasaba y la madurez que nos
alcanzaba y siempre con la muerte presente. Esperando. Con el
temor a una muerte anunciada, anticipada… Muchos murieron,
incluso algunos, sin perder la vida. El hálito vital se extravió, se
perdían los ideales que configuraron los deseos y toda postura era
presa de configuraciones erróneas… No obstante, cierta fatalidad
circunscribía el sentido de la muerte. Desterrados, exiliados,
extraviados, así íbamos en un vagabundeo en el que habíamos sido
privados de nuestros atributos intrínsecos. Sufríamos todos, la
pérdida de nuestra identidad. Soñábamos, con la tierra prometida y
malograda… Digo soñábamos, en realidad soportábamos las
pesadillas de una realidad que se nos aparecía de una hostilidad
intolerable. Partíamos hacia una escena originaria que nos
emancipaba del tiempo presente. Hacia la configuración de una
pintura que deslucida, desdibujada, buscaba su contorno y su color
definitivo en la memoria que nos habitaba. Reconstruíamos en
nuestros imaginarios un tiempo que disolvía los fantasmas de
monstruos uniformados… Repetimos enajenados escenas que nos
antecedían, la de nuestros progenitores, la de desconocidos
emigrantes, en busaca de su futuro, con todas las ilusiones y
desilusiones consecuentes… Hacíamos un camino inverso, en la
búsqueda fantasmática de su perdido origen. Vimos con nuestros
ojos anegados de tristeza, los amaneceres boreales en el Báltico.
Caminábamos por la calle Coronel Díaz hasta la librería Letra Viva a
encontrarnos con nuestros primeros libros de psicoanálisis, en la
Place des Vosges buscamos la casa de Víctor Hugo, guiados por el
164
inefable “yo acuso”; por el Trastevere escuchábamos los epigramas
de Marcial, reivindicando su derecho a escribirlos;
reencontrábamos el español rioplatense sobre un banquito en
Marble Arch, en el Speaker corner de Hyde Park… Y digo
reencontrábamos, pues más allá del origen de nuestra lengua
madre, o de los complementos idiomáticos que habíamos recibido
en el secundario o en la universidad, –quienes tuvimos esa
oportunidad – la inmersión en el habla que nos amparaba, más allá
de borrar nuestra singularidad nos confundía con los dialectos y los
acentos de los lugareños… Reencontrábamos con alegría nuestra
lengua que se nos iba perdiendo, exilada ella también de nuestra
consciencia, de nuestros cuerpos, desterrada como un amante
despechado, como una seña a pie de página de nuestro texto… La
historia, nuestra historia repetía las máximas de Empédocles en el
exilio: nos uníamos por el amor y el odio nos separaba… para ver
fue necesario, como Edipo, perder los ojos… Éramos, aún así, Jean
Valjean –perseguidos “ad eternum” por Javert– intentando salvar
por nuestro honor y el de todos a Cosette… Desterrados de nuestra
tierra, de nuestra historia, de nuestra lengua y de nuestros
cuerpos... Así errábamos, habiendo dejado de ser quiénes éramos,
no siendo lo que queríamos ser, siendo otros, muchas veces
inaceptable para nosotros mismos. Aprendimos a ser otros, sin
embargo, convirtiéndonos en nosotros mismos. De eso se trataba,
de aceptarse, no de adaptarse ni de tolerarse, de aceptarse. De
reconocer y admitir, de no eludir ni negar nuestro viejo –nuevo
rostro. De rescatar nuestra diferencia, de borrarla para no ser
reconocidos, para ser igual a todos, de reivindicarla en la soledad
165
de nuestras expectativas y de nuestros deseos. En ese perderse en
la multitud otra, nos desaparecíamos, generando nuestros propios
guetos, nuestras propias identidades, islas vulnerables que
recibieron el embate persecutorio de la larga mano del poder…
No queríamos, sobre todo, olvidar. Las sociedades, todos los
grupos humanos son como una manta, que cobija y no solo protege
del frío… Desnudos, nuestros cuerpos, a la intemperie, tiritaban.
Fuimos nómades, en un desierto cuyo sentido fue la
despersonalización. Un desierto que era “la metáfora del vacío”,
entre todas las voces: el “silencio”39… El recuerdo de una esquina,
el nombre de una calle, el olor de las mañanas temprano al
despertar, la brisa en el atardecer del “río como mar”… Los
recuerdos nos unían, nos reunían con un pasado y una tierra en
común, nos daban una historia. En cambio la libertad que
gozábamos al desplazarnos por esas nuevas latitudes, todo lo que
venía como novedad a nuestra percepción era la expresión sucinta
y concreta de la soledad, una voz nueva en el desarraigo. Así se
conjugaban esos dos verbos para cada uno de nosotros. –Libertad-
soledad–. Sin una idea o una acción que nos aglutinara, la
degradación que presuponía la derrota, pues no nos olvidemos que
de esa experiencia éramos efecto, la pérdida que presuponía, no
podía no interrogar toda certeza. Habíamos sido profundamente
creyentes, habíamos practicado escrupulosamente los ritos de
nuestra fe, sin embargo para ese entonces el ateísmo corroía
nuestra vida… aún si éramos libres… Vagábamos, vagabundeábamos
39 Edmond Jabés (2001). Del desierto al libro. Buenos Aires: Alción Editora. Pág. 25 –26.
166
por una iglesia, que ya no lo era. En Utrecht, un grupo punk hacía
rock en una catedral abandonada… La ferocidad de la música
envalentonaba nuestro dolor y nuestra rabia. Deshabitada de Dios,
la soledad entre aquellos jóvenes nos parecía el último reducto a
nuestras cavilaciones. A nuestras pasiones. Que sin embargo, en
muchos, no cedía… Entre los compañeros, pasado el tiempo,
quedaron los hermanos…
Volví al país donde había nacido y del que me hacía debido
ir, en 1984, trece años después, nada parecía allí, haberme
esperado, que razón habría para que así fuera…. La vida había
transcurrido. Casi todo había cambiado. Y los sueños de un
reconocimiento, de una reivindicación tardía debieron esperar
todavía… aquí y allá algunas sombras, marcas que deje no
expresamente, constituyeron los restos permanentes a los que mi
memoria se aferró. La casa en la que había vivido se había
convertido en una Clínica psicológica para niños… desde el fondo de
mi angustia me sorprendía una sonrisa irónica… Algunos volvimos,
algunos se quedaron, otros volvimos a partir, ¿que nos animaba,
amaba, bramaba para que así fuera? De lo que se perdió sólo puede
hacerse el duelo. Entre Nietzsche y Lacan, “Muerto Dios”, todo es
posible y ya nada está permitido…
Entre el deseo y la culpa, entre la responsabilidad que insiste
y la desesperanza, la utopía pervive en la ética…
Se respondió, nadie supo jamás, ciertamente todos los
porqué...
167
El regreso: ¿utopía o realidad?
Una problemática acuciante de las víctimas de la espera
Marcela Crespo Buiturón
No pongas ningún clavo en la pared,
Arroja sobre una silla tu chaqueta.
¿Vale la pena preocuparse por cuatro días?
Mañana volverás.
Bertolt Brecht, Meditaciones sobre la duración
del exilio.
Resumen
Puede sostenerse, en líneas generales, que la experiencia del
exilio, así como su ficcionalización, gira en torno a tres ejes
fundamentales: el desarraigo, producto de la expulsión del lugar de
origen; la fractura identitaria, debido a la dislocación y la
necesidad de inserción en el país de acogida, lo cual supone la
convivencia de dos mundos paralelos: el propio, llevado cual
mochila en el recuerdo, y el ajeno, en la cotidianeidad; y el
retorno, obsesión siempre presente en la vida del exiliado. Pero es
este último el que ha derivado de una de las grandes utopías tanto
de la experiencia antropológica como de su elaboración estética.
La forma en que diferentes escritores, que han atravesado las tres
168
instancias mencionadas al comienzo, han reflexionado sobre las
posibilidades de concreción de la utopía del regreso es el punto de
partida del presente ensayo, en el que se intenta elaborar una
aproximación a esa poética del retorno de la literatura argentina
escrita durante y después de la última dictadura militar argentina.
Palabras claves: Exilio – Retorno – Desarraigo.
Abstract
It can be argued, in general, the experience of exile and its
fictionalization, revolves around three axes: the uprooting, the
result of the expulsion from the source; the identity fracture due
to dislocation and the necessity of insertion in the host country,
which implies the coexistence of two parallel worlds: his own,
taken which rucksack in the memory, and the foreign one, in the
ordinariness; and return, ever-present obsession in the life of exile.
But it is the latter which has been derived from one of the great
utopias both anthropological experience as it is drawn up
aesthetics. The way in which different
writers, who have gone through the three instances
mentioned at the beginning, have pondered the possibilities of
realization of the utopia of return is the starting point of this essay,
which seeks to develop an approach to the poetics of Argentina
return in literature written during and after the last military
dictatorship in Argentina.
169
Keywords: Exile – Return – Uprooted.
Introducción
La historia argentina ha sido signada, en gran medida, por
movimientos migratorios, tanto de recepción como de expulsión de
habitantes foráneos o nacionales respectivamente, pero la
experiencia del exilio vivida por numerosos argentinos durante la
década del ’70 ha sido especialmente significativa, por lo que tuvo
de violenta y contradictoria, al ser precisamente promovida por un
gobierno que, en aras de la seguridad nacional, puso en marcha un
programa de persecuciones, torturas, expulsiones y ejecuciones
que poco parecen tener que ver con la consigna que lo ha
motivado, es decir, la protección de la población. Esto ha
determinado la recurrencia de la figura de Estado Criminal que ha
aparecido en gran parte de la bibliografía que indaga en los
fenómenos de violencia colectiva recientes.
Aun habiendo numerosos estudios acerca de la magnitud del
exilio provocado por la última dictadura militar (estadísticas
oficiales argentinas, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para
los Refugiados, de las embajadas extranjeras en Buenos Aires, de
los programas de acogida de los países receptores de exiliados,
etcétera, así como de investigadores universitarios del país y de
170
otros centros de estudios foráneos: Margulis, Jensen, Orsatti,
Lattes, Franco, Canelo, Bernardotti, Bongiovanni, entre otros),
resulta del todo imposible precisar la cantidad exacta de
desterrados, así como su origen y cualidad, ya que muchos de ellos
salieron del país como turistas, o bien, clandestinamente.
Asimismo, debido a los grandes movimientos migratorios
mencionados al comienzo, numerosos argentinos se han hecho
acreedores a dobles nacionalidades, lo cual ha imposibilitado aún
más su registro en el extranjero. A todos estos factores, también
hay que sumarle la dificultad para diferenciar exiliados de
emigrantes. Aunque muy discutida, la cifra aproximada que
parecen aceptar estas diversas indagaciones es la de medio millón
de personas, distribuidas por Brasil, México, Venezuela, Cuba,
España, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Israel, etc.
(Yankelevich, 2010: 23-26).
Estos son sólo datos de un somero panorama de todo aquello
que habita en las zonas del espanto, algunas vedadas, otras
reveladas (Boccanera, 1999: 12), y que han ido convirtiéndose en
materia literaria.
El exiliado se torna así una figura emblemática en la
literatura de las últimas décadas en Argentina: errante en un país
que le es ajeno, luchando entre la realidad y el deseo;
empobrecido o enriquecido, según se entienda esta experiencia
como un castigo o como un espacio de reflexión y conocimiento;
mutilado o fragmentado por la dislocación temporal, espacial e
identitaria; extrañado del presente colectivo, de las relaciones que
lo definen; desdoblado y suspendido entre dos tiempos (el pasado
171
añorado y el presente perturbador, amenazante y difuso) y dos
espacios (o tal vez, tres: el país de origen, el idealizado en el
recuerdo y el que lo recibe), con las raíces al aire de la tierra natal
que lleva a cuestas y con otra bajo sus plantas, donde no prospera
ninguna de aquellas; con la única casa posible en el exilio: la
escritura, como diría Adorno, o con la tierra, más que en la
memoria, en la imaginación (Cardoza y Aragón, 1986); cargando
una valija que no termina de desarmar, como sugieren los versos
brechtianos del epígrafe que precede a este ensayo.
Por este camino han transitado numerosos escritores. Valgan
sólo como ejemplo de los tantos posibles: Nicolás Casullo, Antonio
Di Benedetto, David Viñas, Cristina Siscar, Pedro Orgambide,
Humberto Constantini, Tununa Mercado, Osvaldo Bayer, Daniel
Moyano, etcétera Ese sendero largo y sinuoso ha ido produciendo
profundas reflexiones en torno a tres instancias que suponen el
descubrimiento de la realidad facetada del fenómeno del exilio: el
destierro, la inserción en el país de acogida y lo que constituye el
punto central de este ensayo: el regreso.
Pero no es el propósito de este breve ejercicio el realizar un
análisis de la complejidad de la problemática del exilio,
largamente estudiada y discutida, ni mucho menos un relevamiento
exhaustivo de sus múltiples y diversas aristas, sino un abordaje
tentativo de dos cuestiones que subyacen a estas tres instancias
mencionadas anteriormente y que resultan esenciales para la
calidad dolorosa y perturbadora del exilio: el sentimiento de
extrañamiento y el consecuente temor a lo diferente, las cuales se
172
entienden determinantes para la constitución y preservación de la
utopía del regreso.
Con tal propósito, se tratará primero la índole y ocurrencias
de esas dos cuestiones citadas, para luego pensar cómo resultan
imbricadas en el pensamiento de algunos escritores que han sufrido
la experiencia del exilio y que han configurado, de alguna manera,
una poética del retorno. Finalmente, se dará cuenta de algunas
reflexiones surgidas a partir del tratamiento de estas cuestiones.
El temor frente a lo extraño: una piedra en el camino del
retorno
Hannah Arendt plantea en el capítulo titulado “Nosotros, los
refugiados”, incluido en la segunda parte de Escritos judíos, que
compendia trabajos redactados durante la década del cuarenta:
Yo no sé qué recuerdos y qué pensamientos moran de noche en nuestros sueños. No me atrevo a pedir información, ya que también yo preferiría ser una optimista. Pero a veces imagino que al menos por la noche pensamos en nuestros muertos o recordamos los poemas que una vez nos entusiasmaron. Podría incluso entender que nuestros amigos de la Costa Oeste, durante el toque de queda, hayan tenido ideas tan curiosas como la de creer que no somos sólo “futuros ciudadano” sino actuales “extranjeros enemigos”. (Arendt, 2009: 355)
173
A partir de esta afirmación, Fernández Bravo, Garramuño y
Sosnoswski40, llegan a la conclusión de que la vivencia del exilio no
sólo el argentino, sino el latinoamericano en general, está también
signada, en muchos casos, por una suerte de ambivalencia en el
estar del refugiado en suelo extranjero, ya que es percibido por
parte de la sociedad que lo acoge en su carácter de futuro
ciudadano, con posibilidades de integración al nuevo colectivo, a la
vez que lo considera como potencial enemigo, como eventual
conspirador, como otro ajeno y exterior, misterioso y amenazante.
Esta ambivalencia se convierte así en un complemento de la
que el exiliado ha sufrido en su país de origen frente a un Estado
que, lejos de combatir y eliminar la vulnerabilidad de sus
ciudadanos y protegerlos de la incertidumbre y del peligro –
cimientos sobre los que el poder estatal moderno se sostenía
(Bauman, 2011: 77)–, instala el terror y la inseguridad en el seno
mismo de la sociedad, convirtiéndose en propulsor del crimen
institucionalizado.
Es decir que el desterrado parte de una imagen ambigua de
su lugar de origen (tierra materna-vida / tierra expulsora-muerte)
para recalar en otra figura ambivalente, la del país de acogida
(refugio / hostilidad). No parece haber descanso para el temor que
genera el extrañamiento, primero de la patria que lo considera
otro, que lo expulsa del sentimiento colectivo, y luego, del país
40 Organizadores del simposio (In)migración, exilio y diáspora en la cultura
latinoamericana (Universidad de San Andrés y Museo de Arte Latinaomericano de Buenos Aires, 21 y 22 de marzo de 2002), cuyas ponencias han sido compiladas en el volumen Sujetos en tránsito.
174
que lo recibe, que duda en considerarlo semejante, desplazándolo
tanto uno como otro, por lo que el exiliado tiene de diferente,
hacia el espacio de la amenaza latente.
Pero esta dualidad siniestra, arduamente analizada desde
diferentes enfoques disciplinares en cada uno de estos ámbitos (la
expulsión y la acogida), en cada posible dicotomía complementaria
(lo propio y lo ajeno; el uno y el otro; etcétera) no se acaba con el
regreso al país de origen. Es más, en esta última instancia, es tal
vez donde más lacerante se vuelve.
Recuperar el espacio propio; reencontrarse con el pasado y
reinsertarse en el decurso natural de una sociedad, saltando desde
un hiato –el tiempo del exilio– muchas veces insalvable;
recomponer la identidad fragmentada en una suerte de sincretismo
bastante peculiar entre la cultura propia –que ya se ha vuelto, en
cierta medida, algo difusamente ajena– y la adoptada durante la
estadía extranjera; son algunos de los desafíos que vuelven a
catapultar al exiliado hacia esa misma ambigüedad de la que viene
escapando.
La pregunta sobre la posibilidad del regreso o de un nuevo
exilio en el retorno, por proyectar otros múltiples y complejos
cuestionamientos, resulta difícil de responder. Por ello, se han
escogido dos posturas ante la misma, difíciles de reducir cada una,
por su complejidad, a un discurso unívoco, y en cierta medida,
enfrentadas: la que sostiene la imposibilidad de una verdadera
concreción de la utopía, por no poder superar las controversias y
adversidades del regreso, presentada en un diálogo –elaborado
ficticiamente en este ensayo– entre Cristina Siscar (con su
175
testimonio) y Sergio Bufano (a través de los ojos de su personaje
Simón41) y glosado por David Viñas; y la segunda postura, la que ha
buscado una alternativa posible, en otro intercambio imaginario: el
de María Rosa Lojo (en las palabras de Rosalind Kildare42) con
Héctor Tizón y Pedro Orgambide (en sus comentarios sobre el
retorno), y también con Juan Gelman (en sus reflexiones sobre el
olvido).
Para los primeros, el verdadero regreso es imposible. Buenos
Aires, su ciudad, el seno que abrigara su infancia y juventud,
colmado de imágenes, rincones y afectos que la convertían en un
espacio luminoso y acogedor, se ha convertido en un resabio oscuro
y siniestro del pasado, una trampa que los conduce hacia el
recuerdo de violencia y muerte del que han luchado por escapar,
que les niega el encuentro con sus seres queridos y que sólo les
deja ver lo que han perdido:
Sergio Bufano: “Trataría de ver la ciudad como si éste fuera un sábado cualquiera, sin lapsos de ausencias, sin nostalgias ni temores…” (Bufano, 1983: 120) Cristina Siscar: “La pienso mía, pero la siento ajena y hostil. Además, la ciudad también se ha transformado. No encuentro a los amigos; y los lugares que subsisten me parecen decorados vacíos o llenos de extraños…” (Boccanera, 1999: 59) Sergio Bufano: “[esa ciudad que estoy viendo no es más] que la fachada de algo que no retornaría
41 Protagonista de su cuento “Simón en la ciudad”. 42 Personaje principal de su novela Finisterre.
176
simplemente porque los protagonistas eran otros…” (Bufano, 1983: 122) Cristina Siscar: “Ahora los pedacitos de mi historia personal están dispersos en una ciudad desarticulada” (Boccanera, 1999: 59)
Y cerrando esta imagen, entretejida por ambos en este
diálogo imaginario, de ciudad despojada de todo aquello que les
era familiar y acogedor y que se presenta ahora como ajena, hostil
y hasta siniestra, Simón, el personaje de Bufano, termina con su
llanto desgarrado:
Ya no sería un extranjero, proscrito, intruso, ya no sería el desterrado ni el apátrida ni el forastero. Era Simón, el de Buenos Aires, un gesto más en la muchedumbre, un rostro cualquiera entre sus congéneres… No es posible, pensó Simón. No, habló en voz alta. No, repitió casi en un grito, cuando en algún lugar de su interior sintió el nudo que precede al llanto […] Algunos lo empujaron y le pidieron disculpas y volvieron a empujarlo mientras él estaba solo, inmerso en el hervidero de gente que pasaba a su lado sin mirarlo… Sobre el pavimento, caída de su bolsillo, perdida entre la gente, quedaba una fotografía ya bastante maltrecha. En ella aparece Simón, de pie, sonriente. Junto a él hay una pareja cuyo paradero nunca se pudo establecer. (Bufano, 1983: 124-125)
Tanto el testimonio de Cristina Siscar como la elaboración
estética del retorno del exiliado que perfila Bufano en su cuento
177
confluyen no sólo en la noción de dislocadura renovada, sino en la
enfática visión de ser recibidos con indiferencia y hasta con temor,
como lo sostiene claramente la primera en su testimonio: “Estaban
los zombies de siempre, que habían vivido en una burbuja; aquéllos
a los que les resultaba sospechosa…” (Boccanera, 1999: 60). Por su
parte, el segundo escritor, a través de su personaje, perfila la
figura del retornado como un ser fantasmal, que no recorre la
ciudad, sino que deambula cual fantasma sin ser “visto” –en el
evidente sentido de no ser “reconocido”– por sus compatriotas,
para terminar siendo arrastrado hasta “el salón del Hotel del
Prado, junto a una imagen de muerte de Diego Rivera” (Bufano,
1983: 125), donde la foto desleída a la que se ha hecho alusión
anteriormente le recordará lo perdido, en clara composición con la
pintura del artista mexicano.
Y como corolario de este panorama, una sombra oscura se
cierne para volver más oscura y desalentadora esta visión del
retorno: la percepción del mismo como una suerte de traición, de
derrota, de claudicación de los ideales que tan caro costaron
sostener, como lo sugieren las palabras de David Viñas:
Y… al volver tenés que dar examen de ingreso, ganarte espacios, toda esa putada. Desde ya. Tenés un capital simbólico, que es más simbólico que capital. […] Y optás. Digo, en función del campo de posibilidades que tenés a partir de una determinada práctica, muy concreta, la práctica crítica. Ese lugar, ¿no? No sé si todos los días, pero con mucha frecuencia existe la tentación o la propuesta de reconvención, de instalarte en el sistema. Y… si se trata de acomodarse,
178
por ahí alguna cosita podés ligar. Te jugás a esa mano. Ya. Perfecto. Un mes, dos meses. Al tercer mes, te decís: ¿qué carajo estoy haciendo yo acá? (Ángel, 1992: 42)
Lo cual supone que volver no es reencontrarse consigo mismo
ni con su original perdido, sino despertar el lado más oscuro de
ambos.
Para el segundo grupo de escritores, el panorama del regreso
parece menos desolador. María Rosa Lojo, si bien no ha sido una de
las escritoras del exilio, ha reflexionado largamente sobre el
mismo, debido a su condición de hija de exiliados republicanos
españoles en Buenos Aires, y lo ha incorporado como eje
vertebrador de muchos de sus textos ficcionales y metaficcionales.
Parece lícito insertarla en este segundo eje por lo que su novela
Finisterre tiene de representación ficcional de las posturas de
Héctor Tizón, Pedro Orgambide y Juan Gelman. Todos, de una u
otra manera, piensan el retorno asociado a la dicotomía olvido-
memoria (elementos engañosamente contradictorios por su
carácter complementario) y es en ella –y en la ilusión de recuperar
la unidad robada- en la que cifran la esperanza de la consecución
de la utopía.
En la citada novela de Lojo, Rosalind Kildare remite cartas
escritas desde un espacio cargado de intensos simbolismos:
Finisterre, el fin de la tierra, a Elizabeth Armstrong, su hija de
crianza durante su exilio en la Pampa Argentina. Se constituye así
como la responsable de restituir la memoria negada por su padre,
al llevarla a Inglaterra a una edad muy temprana, alejándola así no
179
solamente de Rosalind, sino de sus orígenes, ya que había sido
concebida por la hija de un cacique ranquel, con quien Oliver
Armstrong había establecido lazos comerciales a través de esa
unión. Elizabeth sólo guardaría recuerdos fragmentarios y, hasta
entonces, sin sentido.
En la literatura del exilio, el olvido ha sido mayoritariamente
considerado un elemento negativo, una amenaza permanente que
acecha, intentando desbaratar el único medio de supervivencia en
el destierro, la única esperanza de preservación de la identidad
personal y nacional y de retorno: la memoria. En la obra de Lojo,
es evidente el rol primordial que le atribuye a esta última, pero
con la peculiaridad de considerarla como forma complementaria de
aquél:
Aquí llegó Decio Junio Bruto después de haber obligado a sus hombres a cruzar el río Limia, al que creyeron el Río del Olvido. Si lo cruzaban, le dijeron, perderían la memoria de su nombre, de su patria, de quiénes eran y quiénes habían sido, de lo que deseaban y lo que temían. Serían como parias vagabundos o niños viejos, sin oportunidad de renacer. (Lojo, 2005: 180)
Es decir, se convertirían en exiliados. Rosalind también cruzó
el Río del Olvido, dos veces, una de España a Argentina y otra a
viceversa, cuando regresa a su tierra natal. Pero no ha perdido la
memoria, pues, como bien dice ella misma, un cruce neutraliza los
efectos del otro:
He cruzado dos veces el Océano y el Río del Olvido.
180
Por dos veces he tenido que olvidar quién era y quién había sido, y lo que deseaba y lo que temía y ahora soy solamente una niña vieja. Quien olvida dos veces nada olvida. (Lojo, 2005: 181)
El regreso, entonces, es percibido como un movimiento
compensatorio que restituye no sólo la unidad perdida, sino que
permite al exiliado reconciliarse con su pasado, con sus pérdidas, a
la vez que lo enriquece con la conciencia de ese segundo legado
que ha adquirido en el destierro, como lo sostiene la autora en una
entrevista sobre la problemática del exilio:
Si hay una forma de “desexiliarse”, creo que es compensar esa vivencia de pérdida con todo lo que uno puede incorporando o absorbiendo de la cultura adoptiva. Se puede pasar entonces de la indigencia y el desgarramiento del exilio, a la riqueza de la identidad plural, que es hondamente creativa, que integra y entreteje complejos vínculos entre los mundos. (Crespo Buiturón, 2008: 228)
En consonancia con la opinión y posición de Lojo frente al
regreso, aunque no con la terminología, Héctor Tizón comenta:
Ni entiendo ni me gusta la palabra “desexilio”; prefiero decir regreso; aunque uno no se haya ido de verdad nunca, porque siempre es posible regresar. Es como volver a vivir; de alguna manera, una vuelta a la semilla, en el mejor de los casos. (Boccanera, 1999: 85)
181
Idea que será completada por Pedro Orgambide, al valorar el
aporte43 que ha significado en su experiencia de exiliado el
contacto con otras culturas:
El exilio enseña. Uno aprende a vivir con sus compatriotas y con la gente del país que lo recibe. Con más humildad, creo. Como habrán vivido nuestros abuelos inmigrantes al llegar al Río de la Plata. (Bardini, 1983: 104)
En definitiva, el movimiento que significa el regreso abre una
puerta insospechada y reparadora: permite al exiliado entender los
lazos que lo unen a otras culturas y, en muchos casos, comprender
mejor la historia de sus antepasados a través del rescate de otra
memoria, la ancestral.
Juan Gelman, por su parte, aunque adoptando una postura
mucho más desgarrada, parece entender el regreso, no sólo
rescatando un cierto aspecto positivo del mismo, sino también
estableciendo –como Lojo– esa misma correspondencia que
desbarajusta la idea antinómica del par memoria-olvido:
El olvido es una función de la memoria. Es una función muy difícil, por lo menos para ciertas memorias. Hay
43 No se desarrollará en este ensayo la cuestión del aporte o aprendizaje que significó el exilio, por no ser el punto central de abordaje de la problemática del regreso. Sólo se alude a dicha cuestión por haber hallado la idea, en los escritores de este grupo, de que una de las razones para proyectar una figura positiva del retorno es la de que éste posibilita una concientización más profunda de los lazos y conocimientos que han enriquecido al exiliado.
182
un regreso de la memoria al olvido y un regreso del olvido a la memoria. Esto es absolutamente inevitable; el regreso y el olvido se juntan ahí. El regreso fue, en mi caso, el reencuentro con muchos vacíos, y es así como la memoria regresa a sus vacíos, y también el encuentro con presencias inesperadas: la presencia del temor, pero a la vez memoria de lo que pasó y olvido de lo que pasó. (Cruz, 1991)
Lo que subyace en sus palabras es la idea de que el retorno
posibilita al exiliado que la memoria recuerde lo que es debido, es
decir, que el olvido como función vital y necesaria de aquella,
también emprenda su camino de regreso. No sólo vuelve el
exiliado, sino también el olvido, porque este es una suerte de
compañero inevitable en el destierro que paradójicamente convive
con el recuerdo omnipresente del país que se ha dejado atrás,
creando un extraño efecto de anulación del tiempo y del espacio
que sólo puede convocar la escritura:
En todo caso sé que nada de lo escrito en el exilio está apartado del país, siempre estuvo lleno del país. Lo sigue estando. En realidad, es imposible sacar los pies fuera del alma del país. (Borgna, 1983: 26)
Reflexiones finales
¿Se puede hablar de un verdadero regreso, más allá del
movimiento físico, en escritores que plantean situaciones como las
que sintetizan las palabras de Viñas: “es imposible sacar los pies
183
fuera del alma del país”? Porque pareciera que estas sugieren que
no se ha logrado desterrar definitivamente a los exiliados, que
podrán haber expulsado sus cuerpos, pero su espíritu y su escritura
permanecieron en su lugar de origen, o bien, que lo han llevado a
cuestas. ¿O esta postura ha surgido como una suerte de andamiaje
que soporta la caída irreparable?
Lo cierto es que el exilio se percibió por la mayoría como un
desgajamiento de lo colectivo, como una dislocadura difícilmente
superable, como una fragmentación identitaria con repercusiones
múltiples y disímiles. Y estas vivencias han desembocado y han
constituido no sólo la instauración, sino la eternización de la utopía
del regreso, porque esta es tal vez la instancia más perturbadora
de la experiencia del exilio.
Asimismo, el regreso es la utopía que necesita mantenerse
como tal para no ser frustrante, porque cuando el exiliado
comprueba que la consecución de la utopía no basta para curar su
mal, como diría Abdelmalek Sayad, sobreviene la decepción.
Porque el regreso puede significar recuperar espacios –
relativamente, porque estos también cambian: no son exactamente
los mismos que en el momento de la partida–, pero sin duda no
supone recuperar el tiempo que debiera haber sido compartido con
los demás miembros de la comunidad de origen y que se ha perdido
en ese hiato insalvable en el que devino el exilio.
Augusto Roa Bastos sintetiza estas vivencias claramente al
preguntársele si considera que el destierro termina alguna vez:
184
Yo creo que el exiliado continúa a perpetuidad siendo exiliado, porque el retorno no es la restitución, la recuperación de un destino, sino simplemente el comienzo de otro destino que sigue siendo el de un exiliado. (Boccanera, 1999: 33)
La utopía del regreso comienza así en la partida misma, con
la sentencia de expulsión del sentimiento colectivo, porque el solo
hecho de ser obligado desata la fuerza de los imposibles, es decir,
de las utopías, como bien lo entendiera Cortázar:
A lo largo de veintiocho años yo he vivido en Europa y nunca me sentí exiliado porque era una decisión personal, yo podía volver a mi patria cuando quería. Desde hace cinco años no puedo volver. Desde hace cinco años soy un exiliado como todos los demás. (Boccanera, 1999: 18)
Y la utopía continúa al enfrentarse a los cambios que se han
operado en los espacios familiares, en las ausencias que se
imponen, en el sentimiento de extrañamiento que vuelve a
instalarse en el espíritu, en el temor a ser considerado extraño: no
sólo el país de origen es, de alguna manera, “otro”, sino que el
exiliado también lo es. Ha cambiado su forma de relacionarse con
los espacios y con la gente y, por si fuera poco, vuelve soportando
el peso de “otra” pérdida: la del lugar de acogida, donde
paulatinamente había dejado de ser un “otro”, ajeno y
amenazante, para ser aceptado como un fronterizo –ni de un lado,
ni del otro, en el medio– familiar.
185
De esta forma, la partida y el retorno se convocan
permanentemente. O, como propone Sayad: “Para que la nostalgia
no se convierta en decepción hay que mantener el retorno en
suspenso” (Sayad, 1996: 12). ¿Quién resolverá, entonces, la utopía
del regreso?
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servidumbre”. Rebeldes y domesticados (los intelectuales
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186
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ánimo”. El país. Madrid: 14 de agosto.
http://elpais.com/diario/1991/08/14/cultura/682120803_85021
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Correo de la Unesco. París, octubre. Págs. 10-12.
Yankelevich, Pablo (2010). Ráfagas del un exilio. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
187
La grotesca escritura del exilio.
Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno
Nicolás Hochman
Resumen
Osvaldo Soriano (1943-1977), escritor y periodista argentino,
se exilió a mediados de la década del ’70. Su experiencia en
Bélgica y Francia, entre 1976 y 1984, fue fundamental para la
escritura de sus novelas, en las que el tema del exilio aparece
siempre de un modo sutil, un poco velado y aparentemente
secundario, pero que muchas veces funciona como un eje que
atraviesa las historias que narra en sus ficciones. En este artículo
proponemos un análisis que se enfoca en cómo Soriano transmite al
lector una sumatoria de vivencias, tanto en el extranjero como en
el retorno a la patria. Un mundo en el que los personajes, que se
mueven entre la risa y el grotesco, entre la aventura y heroísmos
más bien patéticos, se hallan en una tensión permanente con
respecto a su vínculo con el Estado, lo que los lleva a estar
desarraigados aun dentro de su propia tierra.
Palabras clave: Osvaldo Soriano – Exilio – Desarraigo.
188
Abstract
Osvaldo Soriano (1943-1977), writer and journalist, was
exiled in the mid 70's. His experience in Belgium and France
between 1976 and 1984, was instrumental in the writing of his
novels, in which the theme of exile is always in a subtle, slightly
veiled and seemingly minor, but often serves as an axis running
through the stories told in his fiction. We propose an analysis that
focuses on how the reader transmits Soriano a sum of experiences,
both abroad and in the return to the motherland. A world in which
the characters that move between laughter and the grotesque,
between adventure and heroism rather pathetic, are in constant
tension with respect to its link with the state, which leads them to
be uprooted even within their own land.
Keywords: Osvaldo Soriano – Exile – Uprooting.
Introducción
Estudiar el exilio de Osvaldo Soriano y la forma en que esto
se ve representado en sus novelas es una tarea difícil, por lo menos
en tres aspectos bien diferenciados, pero que quedan
inextricablemente unidos como parte de un mismo corpus.
189
En primer lugar, por la serie de problemáticas inherentes que
se presentan a la hora de investigar la obra de un autor reciente y
su vínculo con un pasado, también reciente, que está lejos de
haber sido resuelto. Si en cualquier estudio historiográfico
tradicional es complicado sostener hipótesis sólidas, los trabajos
que incluyen un estudio de la historia inmediata añaden a ello el
plus de confrontar subjetividades sensibles. Es decir, entrar en un
debate (tantas veces productivo como ocioso en otras) con
individuos que fueron actores del período abordado, o, más
complejo todavía, que compartieron alguna instancia de la
experiencia del sujeto (u objeto) al que apunta la investigación,
haciendo del vínculo directo un factor potencialmente útil y hasta
necesario, que muchas veces suele transformarse en un escollo
para la elaboración de conclusiones demasiado concluyentes.
Segundo, porque el exilio es un concepto particularmente
difícil, escurridizo, que no posee una definición homogénea y
estandarizada, y que permanentemente se ve interpelado por los
que se fueron, los que volvieron, los que nunca necesitaron irse, los
que se quedaron pero sufrieron las consecuencias de hacerlo,
etcétera. Si bien existe un relativo consenso en determinar que el
exilio es un tipo de experiencia migratoria signada por condiciones
políticas y/o ideológicas (generalmente por parte de un Estado
opresor que expulsa, de manera directa o indirecta, a una persona
o grupo de ellas) (Blanck-Sereijido y Yankelevich, 2003; Casullo,
2006; Jensen, 2010), en los últimos años comenzaron a darse a
conocer una serie de artículos, ensayos y libros en los que esa
posición es complejizada, y donde se propone una des-
190
esencialización del concepto de exilio, entendido en su sentido más
divulgado (Steiner, 1973; Hochman, 2010a). Por otra parte, aún
dentro de las concepciones más tradicionales del término, el exilio
es discutido acaloradamente tanto por autores como por sujetos
que vivieron (o se adjudican haber vivido) una experiencia de esa
índole. Este debate, que no tiene nada de novedoso, cobró un
particular vigor en Argentina a partir de la última dictadura militar)
y la amplitud (cuantitativa) y variedad (cualitativa) de exilios que
ella desencadenó (De Diego, 2000; Dornheim, 2000; Schwarzstein,
2001; Franco, 2008).
Por último, el abordaje aquí propuesto también resulta
sumamente complejo y delicado, en tanto existen muy pocos
trabajos bibliográficos que analizan la vida y obra de Osvaldo
Soriano (Llarena, 1998; Montes Bradley, 2000; Román, y
Santamarina, 2000; Prieto Polo, 2006). Algo paradójico, si
pensamos que durante muchos años fue el autor de ficción más
vendido en la Argentina, pero que debe ser entendido a la luz de
las disputas académicas de las que, directa o indirectamente, llegó
a ser centro de atención. Los debates en torno suyo comenzaron en
la década del ’80 y se extienden hasta hoy, siendo en muchas
ocasiones un parte aguas que divide las opiniones de universitarios,
literatos, críticos e intelectuales en general (Devesa, 1994; Croce,
1998; Bayer, 2007; Sarlo, 2007; Saccomano, 2009).
Teniendo en cuenta estas problemáticas, la propuesta que se
esgrime desde este trabajo es la de intentar realizar ciertos
pequeños aportes que continúen la senda de algunas propuestas
similares elaboradas en los últimos años (Gasparini, 2007;
191
Hochman, 2011), y que a su vez permita repensar algunos
conceptos, dentro del contexto en el que se basa la investigación.
En este sentido, veo los problemas enumerados más arriba no como
una serie de obstáculos insalvables, sino como la posibilidad de
enfrentar ciertos desafíos que, potencialmente, pueden llegar a
generar valiosos aportes para otras investigaciones similares.
Lo que intentaré esbozar brevemente desde estas páginas es
la relación existente entre Osvaldo Soriano y su exilio, a partir del
análisis de sus novelas de ficción. Una vez trazadas las primeras
explicaciones, me propongo trabajar con lo complejo de la
experiencia exiliar a través del quiebre que se da en Soriano
cuando parte de Argentina y que, por lo menos de manera
aparente, no puede ser entendido como un punto concreto de su
vida (un hecho, un acontecimiento, un día, etcétera), sino más
bien como una larga transición, que se extiende hasta su retorno al
país con la democracia. Y particularmente, lo que me gustaría
poder discutir aquí, es de qué manera su relato del exilio (su
experiencia de vida, atravesada por ese fenómeno) aparece
contemplado en sus novelas.
Una vida de mudanzas
Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en 1943. Hijo de un
padre fervientemente anti peronista, se vio influido por la política
argentina desde muy pequeño. Siendo adolescente, tras abandonar
la escuela en tercer año, comenzó a trabajar como periodista en El
192
Eco de Tandil, ciudad a la que se había mudado con su familia
(después de haber vivido en San Luis, Río Cuarto y Cipolletti). En
1969 se instaló en Buenos Aires, donde continuó ejerciendo el
periodismo en medios gráficos (Primera Plana, Panorama, La
Opinión y El Cronista Comercial) junto a personas como Tomás Eloy
Martínez, Juan Gelman, Roberto Cossa, Rodolfo Walsh o Francisco
Urondo. En 1973 se editó Triste Solitario y final (Soriano, 1973), su
primera novela, traducida a doce idiomas y ganadora del Premio
Casa de las Américas de Cuba. En ella se narra una historia
desopilante en la que el mismo Soriano realiza una investigación en
California, junto al detective privado Philip Marlowe, rodeado de
personajes como Chaplin, John Wayne, Laurel y Hardy.
En 1976, amenazado por la Triple A, abandonó el país y se
exilió en Bélgica, hasta trasladarse a París, en 1978, donde junto a
Julio Cortázar, Carlos Gabetta e Hipólito Solari Yrigoyen, fundó el
periódico Sin Censura. Desde París se convirtió en un colaborador
permanente de medios como Il Manifesto, Le Monde o El País. En
1979 publicó su segunda novela, No habrá más penas ni olvido
(Soriano, 1983a), y en 1980 Cuarteles de invierno (Soriano, 1983b),
considerada la mejor novela extranjera del año en Italia, y llevada
dos veces al cine. En 1983, en Buenos Aires, se estrenó la película
"No habrá más penas ni olvido", llevada al cine por Héctor Olivera,
basada en su novela homónima, que ganó el Oso de Plata en el
festival de cine de Berlín.
Soriano permaneció en Europa hasta 1984, cuando retornó a
la Argentina, acompañado de su mujer, la francesa Catherine
Brucher. Ya en Buenos Aires volvió a trabajar como periodista en
193
diversos medios gráficos, resaltando sus participaciones como
fundador en el semanario El Periodista y, posteriormente, el diario
Página/12. Tras su exilio publicó las novelas A sus plantas rendido
un león (Soriano, 1986), Una sombra ya pronto serás (Soriano,
1990) (también llevada al cine por Héctor Olivera), El ojo de la
patria (Soriano, 1992) y La hora sin sombra (soriano, 1995). A estas
publicaciones se agregan un libro de crónicas Artistas, locos y
criminales (1984), una colección de textos e historias de vida
titulada Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988), un libro infantil (El
negro de París, de 1989) y Cuentos de los años felices (1993),
historias cortas, la mayoría de las cuales aparecieron en Página/12.
Un año más tarde recibió el Diploma al Mérito en Letras otorgado
por la Fundación Kónex. Tras su fallecimiento en 1997, se
reeditaron todas sus obras, incluyéndose algunas inéditas, como
Piratas, fantasmas y dinosaurios o Arqueros, Ilusionistas y
Goleadores, y otras que no habían tenido repercusión, como
Fútbol. Memorias de Mister Peregrino Fernández y otros relatos.
El motivo por el cual Soriano abandonó Argentina no fue
investigado por la bibliografía que cita al escritor, aunque en este
sentido no parece haber dificultad en establecer las causas. Según
explica Juan Carlos Martini (Martini, 2009), ya en diciembre de
1975 Soriano le confesaba con temor que no le extrañaría que
tuviese que irse del país. Para esa época recibía amenazas
anónimas, con el sello de la Triple A, en la que se lo advertía
seriamente sobre la precariedad de su integridad física. Acusado de
peronista de izquierda, cómplice de la guerrilla y comunista,
abandonó el país tras el golpe de Estado de marzo de 1976. Su
194
primer destino fue Bruselas, donde se reunió con amigos y
compañeros de La Opinión que se hallaban en circunstancias muy
similares a la suya. Como él mismo detallaba,
… fui a vivir en un enorme caserón con un grupo de gente (...) Ninguno de nosotros tenía documentación para quedarse en Bélgica, de modo que los trabajos que conseguíamos eran esporádicos y semiclandestinos. Yo, por ejemplo, trabajaba limpiando oficinas y barriendo iglesias. (Soriano, 1997)
Esas condiciones de precariedad se mantuvieron durante dos
años, en los que el escritor comenzó a gestar vínculos laborales con
otras ciudades europeas. Cuando se trasladó a París en 1978 su
situación mejoró notoriamente, sin por eso vivir en el lujo que
muchos de sus detractores recalcaban durante aquellos años.
Con el clima político argentino enardecido, le había
resultado imposible publicar No habrá más penas ni olvido, escrita
en 1974 y que recién pudo editar en 1978. La novela, situada en el
imaginario pueblo bonaerense de Colonia Vela, narra el
enfrentamiento entre dos bandos locales, divididos en peronistas
de izquierda y de derecha, a través de la sátira, el humor negro y
una estética tan divertida como crítica de la realidad social. En los
ocho años que Soriano permaneció en el exilio solamente escribió
una novela, Cuarteles de invierno, que publicó en italiano, francés
y polaco antes que en español. Esta novela, ambientada en el
mismo ámbito de provincia, continúa con la crítica ácida e
incómoda de su antecesora, centrando el relato en la llegada de un
195
cantante de tangos y un boxeador al pueblo, que vive el apogeo del
régimen militar de los ’70. Proscripto en Argentina, sus libros
aparecieron siempre antes en Europa que en América. Y es recién
con el proceso de transición a la democracia, en 1983, que las
editoriales locales comienzan a disputarse sus textos para
imprimirlos en el país.
Otras vidas posibles
Cuando se analiza la relación de un autor con sus obras y el
contexto en el que las produce es fundamental prestar atención a
lo que ellas explicitan. Pero también lo es estar atento a los
silencios, las omisiones, los vacíos que el sujeto decide no llenar.
En la experiencia de Osvaldo Soriano esto aparece claramente
definido por el hecho de que, a diferencia de muchos otros
escritores argentinos que vivieron en el exilio, no le dio forma a un
corpus bibliográfico en el que el exilio se convirtiera en un eje
principal. Dato no menos que curioso, si tenemos en cuenta que
vivir ocho años alejado de amigos, familiares y paisajes queridos,
obligado por las condiciones políticas e ideológicas del país, es algo
que suele afectar de manera directa a las personas. Sin entrar en
una discusión en torno al posible trauma (que excedería
ampliamente los objetivos y pretensiones de este artículo),
podemos afirmar sin demasiado margen de error que, una
experiencia de esas características, deja por lo menos algunos
rastros visibles en la vida de un sujeto.
196
La obra de Soriano nunca aborda el tema del exilio de una
manera directa, sino que lo hace más bien tangencialmente. El
relato de su experiencia y las múltiples posibilidades que imagina
en tanto escritor están condensadas en pocos párrafos de sus
novelas, pero que resultan más que representativos. Es
sintomático, por ejemplo, que estas ideas no estén presentes en
Triste, solitario y final, anterior a los miedos y la fantasía del
exilio, pero que ya en su segunda novela aparezcan desde el título
mismo: No habrá más penas ni olvido no es más que un extracto de
la canción compuesta por Gardel y Lepera, donde se pude leer o
escuchar: “Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver /
no habrá más penas ni olvidos”, que Soriano cita a modo de
epígrafe (Soriano, 1983a: 16). Alusión para nada casual ni azarosa,
si pensamos que Soriano publica el libro estando a un océano de
distancia de ese Buenos Aires querido, al que, kitsch mediante,
añora desde un tango tan representativo.
Cuarteles de invierno podría ser entendida como un “qué
hubiera pasado si”, especie de historia contrafactual lúdica,
catártica, imaginativa. Los personajes que allí aparecen bien son
distintas variaciones de lo que Soriano podría haber sido si se
quedaba en Argentina. Como un síntoma preciso, en la última
página, justo después de la última línea, aparece esto: “Bruselas-
Estrasburgo, 1977. París, 1978-1979”. (Soriano, 1983b: 191) La
aclaración, tan simple como sutil, habla por sí sola. Es la única vez
que Soriano agrega una fecha y un espacio al final de una novela.
No lo hace con ninguna de las seis restantes, sino con ésta, que es
precisamente la que escribe en el exilio. Y no sólo eso, sino que
197
tanto el tiempo como el espacio aparecen pluralizados, como si a
través de esa fragmentación de los lugares y los momentos en los
que la escribió, Soriano quisiera transmitir una serie de significados
que pasarían totalmente inadvertidos si no conociéramos
mínimamente su historia, las condiciones que hacen posible que
ese texto sea escrito allí, entonces, en esas circunstancias. En
Cuarteles de invierno el argumento el exilio no aparece nunca, ni
mencionado ni demostrado. Lo que sí surge, en un paneo rápido y
muy lúcido del contexto militar del Proceso en Colonia Vela. Típico
en Osvaldo Soriano, narra una acción que está situada en un
momento imposible. Sus personajes tienen la sonrisa del payaso,
que pese a todo el maquillaje deja traslucir la tristeza estructural
que define al sujeto en un momento así.
En A sus plantas rendido un león, la primera novela escrita
tras su regreso a Argentina, el tema del exilio aparece
probablemente de manera más clara. La historia está situada en la
capital imaginaria de un imaginario Estado africano, Bongwutsi,
donde interaccionan personajes desopilantes que cruzan sus
historias a partir del estallido de la Guerra de Malvinas. Uno de los
protagonistas, Bertoldi, es una especie de cónsul argentino en
Bongwutsi que, imposibilitado de regresar a su país por razones
económicas, decide representar patrióticamente al gobierno
nacional en África, enfrentándose al embajador británico y al
imperialismo en general. A través e situaciones bizarras, paródicas
e hilarantes, Soriano teje historias que dejan entrever melancolía,
desazón y añoranza. Por ejemplo, a través de párrafos como este:
198
Empujó con una rodilla la puerta de la cerca y recogió la edición internacional de Clarín que asomaba por la ranura del buzón. El diario era la única correspondencia que recibía de Buenos Aires y llegaba a nombre de Santiago Acosta, el anterior cónsul. En esas pocas páginas, Bertoldi trataba de adivinar cómo habría sido su vida en esos años si se hubiera quedado en una oficina de la cancillería. (Soriano, 1986: 12)
Nuevamente aparece la fantasía de ese “qué hubiera pasado
si”, imposible de probar a todas luces. Y la mención, otra vez, de
un elemento “nacional” (el diario Clarín) que funciona como
sinécdoque de la realidad de un país y su sociedad. Lo mismo puede
verse en diálogos en los que el humor político muestra las hilachas
de un análisis ideológico que va más allá de lo gracioso:
- ¿Por qué salió de su país? - Nos confundimos con Perón, leímos mal a Marx y pasamos por alto a Lenin. (Soriano, 1986: 89)
En esta novela aparece también una proyección en torno a la
sensación de extranjería que acompaña generalmente (aunque no
siempre) a los exiliados que se refugiaron en Europa: “Nunca había
estado en la selva, pero no se sentía más extranjero allí que en las
ciudades de Europa por las que había deambulado en busca de
refugio”. (Soriano, 1986: 218)
La selva a la que se refiere, la impenetrable y misteriosa
selva africana, como una extranjería más. Como otra forma de la
ajenidad, probablemente más cercana a su pasada (reciente,
nativa) experiencia sudaca, que en cierto sentido lo emparenta de
199
manera amistosa y optimista a los monos que aparecen como
personajes determinantes en el desenlace de la historia, ya que
finalmente son esos simios (y no las clases oprimidas de Bongwutsi)
los que llevan adelante la revolución socialista en aquel país.
Si No habrá más penas ni olvidos y Cuarteles de invierno
hablan de personajes que no se exiliaron (aunque bien podrían
haberlo hecho, siendo el contexto el mismo que Soriano decidió
abandonar), y A sus plantas rendido un león es la historia de un
pobre tipo que no puede regresar, Una sombra ya pronto serás
continúa con la línea lógica de las posibilidades, al presentar a un
hombre que sí volvió del extranjero:
- Oiga, quería preguntarle, ¿se extraña mucho afuera? - Terriblemente. - Yo voy a Madrid. ¿Qué es lo que más extrañaba usted? - Esto, por ejemplo. Este recuerdo no podrá apostárselo a nadie. Las historias de sus amantes no le evocarán nada y lo que usted cuente no le importará un pito ni a la más cordial de las manicuras. - Pavadas. - A veces maldecirá este recuerdo, tratará de borrarlo pero yo estaré ahí. La vidente andará a los tiros y Coluccini seguirá en el sueño echando baba hasta el fin de sus días, padre. Aparte de esto, seguro que le irá mejor allá. La gente tiene montones de tarjetas de crédito y llega a horario a las citas. - ¿Y qué quiere? ¿Le parece que me puedo pasar la vida en este agujero? ¿En un pozo con la mierda hasta acá? (Soriano, 1990: 166-167)
200
El libro es una especie de road movie pampeana, en el que
los personajes parecen estar atrapados en un presente cíclico
continuo, como Sísifos que, o son inconscientes de sus permanentes
repeticiones, o bien están resignados a que no existen otras
alternativas. Ese es el panorama que encuentra el protagonista de
la historia, que por supuesto tampoco puede despegarse de ello.
Recién llegado de Europa, no sabe qué hacer de su vida en el
retorno elegido: “Yo estuve en Italia trabajando en la Olivetti. Me
iba bien pero cuando se fueron los milicos pegué la vuelta. Me
pareció que valía la pena” (Soriano, 1990: 173).
Los personajes que estuvieron afuera, estuvieron trabajando.
Nunca se menciona que hayan tenido que irse por tramas políticas-
ideológicas, sino que eran cuestiones monetarias las que los
impulsaban a partir y permanecer afuera. Sin embargo, es evidente
que en algún punto lo político-ideológico afecta sus realidades, lo
que se desliza de la cita anterior, en la que los militares no
aparecen como factores determinantes excluyentes de su regreso,
sino más bien como una posibilidad afectiva. El personaje vuelve
porque le parece que vale la pena; es decir, porque cree que hay
espacio para un cambio (no define cuál) que, deductivamente,
podríamos suponer radical para él, su deseo y expectativas. Pero
probablemente sea en el diálogo que sigue donde pueda
encontrarse una de las claves más importantes para entender la
valoración que Soriano hace del retorno:
- Qué, ¿no viene conmigo? –me preguntó (Nadia). - No me interesa el Brasil. Ya estuve mucho tiempo afuera.
201
- Cansado de llevarse puesto, ¿eh? (Soriano, 1990: 170-171)
La idea es simple, coloquial y aparece como un diálogo más
dentro de todos los que dan forma al texto. Sin embargo, la
observación de Nadia de que el personaje está cansado de llevarse
puesto resulta la mejor descripción que se hace en todo el libro
para definir cómo se siente. Luego el protagonista hace suya esta
idea, y la utiliza reflexivamente para tratar de entender el
accionar de uno de sus compañeros de ruta:
Abrí la guantera para ver si encontraba otra señal de Lem: no había más que el título del coche y unas aspirinas desparramadas. Quizá había venido a buscar al chico de la foto pero tampoco él sabía cómo llevarse puesto. (Soriano, 1990: 232)
Es necesario leer Una sombra ya pronto serás a la sombra del
contexto en que Soriano la publica: es 1990, empieza el
menemismo, ya pasó la primavera democrática, la dictadura quedó
atrás pero no tanto. Los personajes siguen con esos dilemas en la
cabeza, y o bien no se adaptan al nuevo medio, o bien temen que
el pasado resurja con más fuerza de antes. Para el que acaba de
regresar, esa amalgama de elementos es no menos que
problemática, puesto que no sabe cómo ubicarse en relación a las
nuevas realidades y su interrelación con los demás.
Tomemos, por último, La hora sin sombra, de 1995. El texto,
de un aire mucho más autobiográfico, tiene el formato de una
novela. Soriano era muy proclive a mezclar realidad y ficción,
202
narrando como propias vivencias ajenas, inventándose un pasado
anti heroico, etcétera. En este caso todos esos elementos están
presentes, lo cual puede contribuir a despistar al investigador que
lea en sus escritos un reflejo biográfico de su yo en forma lineal,
creyendo encontrar allí una verdad poco solapada. La escritura
siempre trae consigo la ficción, pues la palabra misma es
solamente una metáfora de lo que queremos narrar. Sin embargo,
inventadas o no, esas anécdotas encierran una imagen que el
escritor tiene de sí mismo. Nuevamente, una imagen de lo que fue
o podría haber llegado a ser:
Mientras viví en Europa no podía terminar nada de lo que emprendía. No daba con el tono adecuado y ahora que lo pienso me doy cuenta de que algo dentro de mí me impedía transformar en escritura los fantasmas de mi lugar ausente. (Soriano, 1995: 75) Yo estaba firmando ejemplares de mi libro y como recién habría regresado al país veía cómplices de la dictadura por todas partes. (Soriano, 1995: 89) Ya me habían echado del Archivo y no me quedaba más remedio que salir del país porque la mujer de mi primo me había denunciado como instigador de la muerte del marido. (Soriano, 1995: 90)
Finalmente, una pregunta aparentemente simple, que desata
una explicación de corte existencial: “¿Usted sabe a dónde va? -No.
Ya estuve en todas partes y no tengo la menor idea” (Soriano,
1995: 151).
203
El largo insomnio
Los personajes de Osvaldo Soriano andan siempre perdidos o
merodeando en la ruta, muchas veces sin otro objetivo que la ruta
misma. Hablan de irse de ahí, de escaparse a otro lugar, pero al
final siempre vuelven al ruedo, del que Colonia Vela suele ser el
epicentro. En este sentido, se puede confrontar la noción de los no-
lugares de Marc Augé (2002), suponiendo que para estos personajes
ese no-lugar es el único escenario posible e imaginable. Algo que
debe ir inexorablemente unido a la experiencia del autor que les da
vida y los sitúa en ese tiempo-espacio, mediado por el exilio que él
mismo vivió, y que lo enfrenta a narrar condicionado por su propia
posición, sus experiencias, lo que vivió, lo que temió vivir, lo que
imagina que podría haber ocurrido en cualquier otro caso.
No deja de ser curioso que su exilio comience a manifestarse
en su literatura cuando regresa a la Argentina, y no en los ocho
años que vivió en Europa. Sin poder llegar a establecer tesis
precisas al respecto, podemos suponer que esto se debe al proceso
de elaboración de la experiencia, que no tuvo un quiebre preciso
en su vida, sino que se fue dando de manera progresiva y gradual.
Es muy probable que esa elaboración haya comenzado inclusive
antes de partir al exilio, en 1976, que se extendiera durante sus
etapas en Bélgica y Francia, y finalizara (si es que finalizó) tras
varios años de haber regresado a Argentina.
Tal como se puede apreciar en Una sombra ya pronto serás,
el protagonista retorna al país tras una prolongada ausencia, pero
no encuentra su lugar. Tiene muy claro que ese lugar no estaba
204
afuera, eso es seguro, pero tampoco lo halla al regresar. Es decir:
el desarraigo ocasionado por la partida rompió algo, que se ve
representado en la pérdida de la identidad del sujeto. No porque el
sujeto no se reconozca a sí mismo, sino porque no puede hacerlo
en esas circunstancias, en las que queda claro que él no pertenece
a las tierras extranjeras, pero tampoco a esas pampas que una vez
dejó. Tal vez por eso permanentemente los personajes de Soriano
buscan irse, escaparse para encontrarse. No saben lo que buscan,
pero en cualquier caso eso es mejor que quedarse quietos y a la
expectativa de un pasado que, evidentemente, no va a retornar.
Marcela Croce juega a comparar el exilio de Soriano como un
largo insomnio (Croce, 1998: 62). La metáfora es interesante y
sugestiva, ya que serviría para explicar por qué, durante todo ese
tiempo, la producción del escritor se redujo a trabajos
periodísticos que no fueron los más trascendentes de su carrera, y
solamente una novela, en la que el exilio no aparece mencionado
sino al final, con la indicación de las fechas y los lugares en los que
fue escrita. A la vez, la idea del insomnio también contribuye a
pensar en su experiencia como un no poder descansar, que en
definitiva es la consecuencia inevitable de aquel que está en
continuo movimiento, buscando o escapando, en rutas nacionales o
extranjeras, sin poder detenerse ni evitar eso que lo mantiene
atado a su vivencia. Un insomnio que no lo deja dormir ni
descansar, que lo incomoda, que tiene como consecuencia
inmediata el hecho de que no sepa cómo llevarse puesto.
205
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209
No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en
Gris de ausencia, de Roberto Cossa
Gabriela Urrutibehety
Resumen
En Gris de ausencia, el dramaturgo argentino Roberto Cossa
escenifica la problemática de las migraciones a partir de la idea de
dispersión que se produce por la desnaturalización del lenguaje
convertido en un territorio ajeno, factor de incomunicación y
desconexión. Retomando la hipótesis Sapir-Whorf (en Fasold, 1988)
consideramos que los seres humanos “viven a merced de su
lengua”, por lo que, a la vista de la noción de Augé (2000),
proponemos pensar al lenguaje de los personajes de Cossa como un
no-lugar avant la lettre.
Palabras clave: Teatro argentino – Exilio – Llenguaje.
210
Abstract
In his play Gris de ausencia, argentine dramatist Roberto
Cossa stages the question of migrating people, from notion of
produced by unnaturalization of language, converted in an alien
territory and cause of incommunication and desconection.
Reintroducing Sapir-Whorf’s hypothesis, we consider that human
beings “live at the mercy of their language”. So, as Augé (2000)
said, we propose to consider Cossa’s characters language as an
avant la lettre no-place.
Key words: Argentine teathre – Exile – Language.
La existencia de no lugares, esto es, lugares de anonimato,
es un tópico que emerge con potencia a partir de las década de
1990, especialmente con el libro de Marc Augé titulado
precisamente Los no lugares. Espacios de anonimato. Una
antropología de la sobremodernidad. Para el antropólogo francés
“si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e
histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de
identidad, ni relacional ni histórico, definirá un no lugar” (Augé,
2000: 83).
Augé se ocupa de los no lugares postmodernos, como las
autopistas, los aeropuertos o los supermercados, pero es posible
211
rastrear, una década antes de su aparición, la construcción de un
no lugar en la breve obra teatral de Roberto Cossa, Gris de
ausencia, estrenada en 1981, en el marco del ciclo Teatro Abierto.
El no lugar que la pieza escenifica es provocado por el exilio y se
verifica en el lenguaje.
El ciclo Teatro Abierto representó un punto clave en la lucha
contra la dictadura militar. Como señala Pelletieri (1992) “es uno
de los pocos momentos de la vida del país en el que se instaura el
teatro como una práctica social”, cuya ideología estética responde
a las característica de
cuestionamiento oblicuo al poder, utilización de artificios teatralistas con el fin de probar una tesis realista, que generalmente parodia al poder y sus múltiples proyecciones dentro de la sociedad. Los procedimientos teatralistas tienen su origen en el sainete y el grotesco criollos, el expresionismo, en el absurdo, y son refuncionalizados para servir a los mencionados fines contextuales. Semánticamente, connotan el empequeñecimiento del protagonista que no actúa. Concretan una metáfora de la realidad que termina siendo transparente para un público que tiene su mismo referente. (Pelletieri, 1992)
En Gris de ausencia el tema del exilio actúa como causa de la
situación dramática que se genera en la escena: una familia de
origen argentino –aunque esta afirmación deba matizarse por la
excepción del abuelo–sobrevive a los avatares que les impone la
disgregación territorial. En el curso de la acción no se aclara en
ningún momento que su exilio sea político sino más bien
212
económico, aunque la lectura que se hizo en el marco de su
estreno difiere de la hecha en las otras muchas puestas que tuvo la
pieza, tal como señala Pelletieri al hablar de metáforas
transparente para un público contemporáneo a la instancia de
producción del texto.
En Gris de ausencia el exilio es doble, puesto que, de hecho,
la obra actúa como contracara del sainete criollo de principios de
siglo XX: el abuelo emigró de joven a la Argentina y a la vejez ha
retornado a Italia. En su primer viaje, es un posible personaje de
Vaccarezza y ahora, ha retornado a Italia aunque su marca es la de
la desterritorialización. En este sentido, acordamos con lo señalado
por Trastoy cuando indica:
Gris de ausencia invierte los términos de la primitiva utopía: son argentinos los que vuelven a Italia, la patria de sus mayores, no ya tras la quimera del oro sino para cumplir un mandato implícito, para cerrar el círculo que se había abierto con la gran inmigración de principio de siglo. La búsqueda de la identidad perdida en este doble proceso de desarraigo, será entonces el núcleo grotesco, no sólo entendido como interiorización del sainete sino como su inversión. Cossa revierte el tradicional problema de los inmigrantes trasplantados a un medio extraño y los muestra de regreso al país de origen que tampoco pueden sentir como propio. (…) En este doble proceso de desarraigo, se reiteran las expectativas de regreso y se anula, en forma definitiva, la posibilidad de alcanzar una identidad propia que haga cobrar sentido a la existencia. Perdido todo sentido de pertenencia cultural, ya no queda ni siquiera la esperanza de una
213
lejana y quimérica tierra prometida. (Tratoy, 1999: 141)
El abuelo es el sujeto de un tránsito doble que en el
espacio/tiempo de la escena se transforma en permanente. En sus
parlamentos, va y viene constantemente de Buenos Aires a Roma y
viceversa, sin estar en ninguno de los dos lugares: por tal motivo,
como el viajero frecuente de una postmoderna línea de aviación,
persiste en un no lugar, un lugar sin identidad, ni historia ni
relación, tal como indica Augé. Italia no es Italia ni Buenos Aires es
Buenos Aires, aunque a la vez lo son en el monólogo desquiciado
con que el abuelo cierra la pieza. Las migraciones –políticas,
económicas– deconstruyen el mapa y terminan convirtiendo al
mundo en un limbo, al decir de Giella (1992), en el que nadie
puede sostener el entramado de una identidad porque toda
relación con el pasado, con el linaje, con el paisaje, con la historia
ha quedado definitivamente trunca. En la falta total de vínculos
promovida por el viaje doble de Italia a la Argentina, de la
Argentina a Italia, es donde germina este espacio que es un estado
mental caracterizado básicamente por la desubicación.
Desubicación que en el personaje del abuelo incluye también el
sentido que coloquialmente tiene el término al aludir a una
persona “que no se comporta de acuerdo con las circunstancias y
hace o dice cosas inoportunas o inconvenientes” (RAE), 2001: p
806).
La definición del diccionario de la RAE que copiamos más
arriba remite a un punto que caracteriza plenamente el planteo de
Cossa: la desubicación producida por el exilio está materializada en
214
el decir. En el sainete de principios del siglo XX el lenguaje
también ocupaba un lugar fundamental. El conventillo como
espacio escénico unificador actuaba sobre las variantes idiomáticas
de los personajes y tendía a reducir las diferencias porque, más
allá de las disonancias, todos podían entenderse. El sainete criollo
se planteaba como el lugar donde las variables confluían y desde
donde se podía pensar la unidad. Unidad que, como proyecto,
jugaba necesariamente a la homogeneización, tal como plantearon
los idearios de la generación del ‘80 y la del centenario.
Sin embargo, en Gris de ausencia, el lenguaje traspasa su
propio límite y termina siendo un no-lenguaje, por cuanto pone al
descubierto la esencial incomunicación que incumbe al ser humano
en el mundo fragmentado y desterritorializado de la distopía del
exilio y la inmigración. En el escueto espacio del escenario, es el
lenguaje el que pone de relieve la existencia irreparable de la
distancia. La distancia está en la voz que habla pero que al hablar
no puede configurar un territorio común.
La pieza pone en escena la trastienda de un restaurante de
Roma, atendido por una familia argentina compuesta por Dante, su
mujer Lucía, su cuñado Chilo, el abuelo y la hija Frida, que está de
visita ya que vive en Madrid. La historia se inicia en el instante en
que Frida comienza a despedirse para tomar el avión que la
devolverá a España. Un llamado del hijo, Martín, que vive en
Londres, completará el cuadro.
215
Todos los personajes hablan una variante dialectal que va
desde el cocoliche44 al lunfardo porteño, pasando por el español
madrileño. La voz de Martín retrasmitida por Frida y Lucía es un
spanglish indigerible.
De esta manera, el lugar queda anclado en el habla. Hablar
es marcar un territorio, un espacio propio. Como señala la llamada
hipótesis Sapir-Whorf,
Los seres humanos no viven solamente en el mundo objetivo, ni solamente en el mundo de la actividad social tal como se lo entiende ordinariamente, sino muy a merced de la lengua particular que se ha tornado el medio de expresión de su sociedad. (…) En realidad, el “mundo real” se construye, en buena medida, inconscientemente sobre los hábitos lingüísticos del grupo. (Sapir-Whorf, citado por Fasold, 1998: 79)
Entonces, si hablar implica configurar la realidad, los
personajes de la pieza configuran su mundo en ámbitos que cada
vez se manifiestan más aislados unos de otros. Cada uno aparece
entonces exiliado del lenguaje, porque antes ha sido exiliado de su
lugar. El que compartan un espacio físico –la trastienda de la
Trattoria La Argentina en Roma– ya no implica que compartan
nada, como se devela en el transcurrir de la pieza: se ha cumplido
la maldición de Babel.
44 “Cocoliche es el nombre que dan, en la Argentina y el Uruguay, los hablantes nativos monolingües de español a la variedad de español usada por los inmigrantes italianos en su interacción con los miembros de la población local.” (Lavandera, 1984; 61)
216
El espacio que propone Cossa, marcado como “antecocina”,
a diferencia del patio del conventillo es un espacio de dispersión.
No es propiamente la vivienda ni tampoco el restaurant, aunque
tiene parte de ambos. Se realizan en él algunas acciones propias de
la vida privada de la familia –hacer la valija, hojear el diario– o de
la vida comercial –llenar las adiciones, tomar pedidos. Derecha e
izquierda indican salidas a la casa y al restaurante, por lo que
constituye un espacio de pasaje, de estadía breve, con fines
específicos. La única salida al exterior es verbal y está
representada por el teléfono, que en su metáfora umbilical dará
cuenta de la desconexión en la que el exilio ha sumido a la familia.
Ante la vista del público, la antecocina es el lugar de la toma
de conciencia, del darse cuenta, pero la acción que sigue a esa
toma de conciencia se da fuera de la vista del espectador: en la
casa donde huye Lucía para llorar su angustia, en el restaurant en
el que Chilo rumiará su fracaso. Angustia y fracaso que provienen
precisamente de una acción lingüística: Lucía ha comprendido que
no tiene relación posible con sus hijos porque los códigos
lingüísticos comunes se han esfumado; Chilo, que pese a sus
intentos, ha sido expulsado también de la patria porteña del
lunfardo. El único personaje que tiene en la antecocina un espacio
propio es el abuelo, quien en los vaivenes de su cocoliche pone en
escena la ausencia de lugar donde asentarse. El cocoliche mismo,
como variante del español utilizada por los inmigrantes italianos en
Argentina, es una lengua en tránsito: ni italiano ni español,
utilizada por una generación que no la trasmite a los hijos, el
cocoliche está destinado a desaparecer con sus usuarios, previo
217
paso como elemento de comicidad por los sainetes de principios del
siglo XX (ver Lavandera, 1984).
En su apuesta a la inversión del sainete, la antecocina actúa
también como espejo deformado del patio, su escenario típico. El
patio es el lugar de encuentro de los habitantes del conventillo, en
donde se ventilan todas las vicisitudes de la vida de quienes
habitan allí. Es también el punto en que se accede desde el afuera,
desde el mundo exterior, lo que configura una posibilidad de
apertura que el ambiente de Gris de ausencia no permite. El
espacio que muestra el sainete es un espacio de llegada, desde
donde, pese a todo, se puede empezar a construir, aún en el marco
de miseria económica y social que muestra en el teatro el mundo
de los inmigrantes de principios del siglo XX. La antecocina de Gris
de ausencia, por el contrario, en lugar de actuar como conexión al
mundo reenvía a la total desconexión: tanto la de Dante cuando
equivoca “camatarqueña” –disolución del vínculo con el país– como
el de Lucía y Frida con Martín, en la escena más angustiosa que
revela la disolución total del vínculo de la familia por pérdida de un
lenguaje común. En el espacio de la antecocina, Chilo reconoce su
destino de emigrado cuando toma el poncho para ir a servir a “los
tanos de mierda”, reconocimiento que llega de la mano del olvido
del nombre del Riachuelo.
Equívoco, olvido, sustitución son los mecanismos con los que
el lenguaje marca los efectos de la migración. Chilo construye para
Frida una calle Florida que sólo existe en sus deseos; para el
abuelo, es lo mismo Perón que el Duce, el parque Lezama que la
Piazza Venecchia o el Coliseo que la cancha de Boca. Se ha perdido
218
la referencialidad, no hay anclaje cierto para los términos. Pero es
precisamente esta la clave: no hay anclaje porque no hay lenguaje
donde anclarse, el del exilio es un lugar inexistente, un u-topos no
deseado, un limbo perpetuo del que no es posible escapar.
El lenguaje del exilio, entonces, aparece como un no-
lenguaje. Para estos personajes, se ha roto el axioma saussureano
de que la lengua es una institución social: cada uno de ellos es
llevado lejos por una corriente lingüística que lo aleja del centro
constituido por la familia. Esa fuerza centrífuga genera diferentes
reacciones en cada uno de los personajes. Chilo se aferra a un
lunfardo porteño extemporáneo, fosilizado en una época y un lugar
de los que ha sido expulsado sin remedio. Lucía y Dante se
encuentran a sí mismos absorbidos por el agujero negro del
cocoliche invertido, el del hispanohablante que ha adoptado la
lengua del país de llegada y, parafraseando la definición de
Lavandera (1984), lo transforma en una variedad reducida del
italiano.45 Sin embargo, ambos personajes difieren en la reacción
ante esta situación y eso marca su distancia: angustia en Lucía,
aceptación a-problemática por parte de Dante. Frida, con su
español madrileño, se hace consciente de las diferencias (“qué
gracioso hablas tú” le dice a Chilo) y explica claramente la cuestión
cuando indica que “mi lugar está en Madrid”. Es la respuesta de
Lucía la que marca la característica de estos personajes que no
actúan, como dice Pelletieri en la cita consignada más arriba, sino 45 “Podemos sostener que el cocoliche es una variedad reducida del español en cuanto carece de muchas de las formas que se aprovechan especialmente para expresar significaciones sociales y estilísticas.” (Lavandera, 1984; 70)
219
que son arrastrados por una corriente que no les deja otra
alternativa que la dispersión:
LUCIA– Tu lucar... tu lucar... ¿Quié lo a deto? ¿Dío a deto que tu lucar está a Madri? ¿Dio a deto que mi lucar está a Roma?¿Que el lucar de Martín está a Londra? ¿Eh? ¿Dío lo a deto? ¿Qué é Dío? ¿Una ayencia de turismo'? (Cossa, 1990: 45)
Pero lo que intentamos demostrar es que el lugar que los
personajes añoran no es otra cosa que el lenguaje, la lengua
unificadora perdida, la añoranza de Babel. Dios se ha convertido en
una fuerza que dispersa a los miembros de la familia por Roma,
Madrid, Londres. Frente al vengador bíblico, para las criaturas en
dispersión solo queda un magro consuelo, también del orden de lo
verbal: devaluarlo a la categoría grotesca de “agencia de turismo”.
El viaje, entonces, es una experiencia centrífuga, que aleja
inexorablemente y oblitera el retorno porque es, antes que nada
una experiencia lingüística puesto que, como señalaba Sapir,
(citado por Fasold, 1998: 79) los seres humanos viven “a merced de
la lengua”.
Bibliografía
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antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa.
220
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lenguaje”, en Osvaldo Pelletieri (ed.), Teatro y teatristas.
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Roberto Cossa: el revés de la trama”, en Osvaldo Pelletieri
(ed.), Inmigración italiana y teatro argentino. Buenos Aires:
Galerna. Págs. 136-145.
221
Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia
trotskista. La construcción política del Partido Socialista
de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982.
Martín Mangiantini
Resumen
El golpe de Estado de 1976 obligó a las organizaciones
revolucionarias argentinas a una redefinición táctica y
metodológica sobre cuál era la forma apropiada de continuar su
militancia política en una coyuntura extremadamente represiva. El
presente trabajo se propone estudiar la construcción que el Partido
Socialista de los Trabajadores (PST) desarrolló en diversos países
latinoamericanos, especialmente en Colombia, como forma de
profundizar un trabajo político internacional ya desplegado
anteriormente por esta organización y, paralelamente, preservar
de la represión estatal a diversos referentes políticos. La práctica
internacionalista y el tipo de exilio desarrollado por esta
organización serán fundamentales al momento de producirse el
retorno de su dirigencia una vez recuperado el contexto
democrático.
222
Palabras claves: Exilio – Internacionalismo – Dictadura militar.
Abstract: The coup d'état of 1976 forced the revolutionary
Argentine organizations to a tactical and methodological
redefinition on which it was the appropriate way of continuing
acting politically in an extremely repressive conjuncture. The
present work proposes to study the political construction that the
Socialist party of the Workers (PST) developed in diverse Latin-
American countries, specially in Colombia, as way of deepening a
political international work already opened previously by this
organization and, parallel, to preserve from the state repression to
diverse political modals. The practical internationalist and the type
of exile developed by this organization will be fundamental to the
moment to take place the return of his leadership once recovered
the democratic context.
Keywords: Exile – Internationalism - Military dictatorship.
Introducción
Para aquellas organizaciones políticas revolucionarias que
intervinieron en la convulsionada realidad argentina de la década
de 1970, la llegada al poder de la última dictadura militar, obligó a
223
una redefinición sobre la forma de continuar con la labor militante
en un contexto que se vislumbraba extremadamente represivo. Por
ello, diversas organizaciones políticas experimentaron, tras la
concreción del golpe de Estado, una reelaboración táctica y
metodológica y un viraje en su militancia cotidiana. El presente
trabajo tiene como objetivo analizar el accionar de aquellos
militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante,
PST) que, durante el último gobierno de facto, debieron exiliarse
en diversos países, en particular latinoamericanos, como forma de
supervivencia ante la sistemática represión estatal implantada
pero, a su vez, como continuidad de una labor política
internacionalista llevada a cabo con anterioridad a esta
circunstancia.
El PST se inserta dentro de una tradición política de la
izquierda revolucionaria en Argentina que podría encuadrarse
dentro del denominado trotskismo-morenista. El primero de los
motes ideológicos responde al legado de la figura de León Trotsky,
particularmente en cuanto a su concepción crítica del Estado
soviético a partir del stalinismo como una “deformación
burocrática” de la revolución. El segundo aporte de peso fue su
concepción internacionalista de la revolución socialista conocida
como la teoría de la revolución permanente. Ésta se inserta en un
debate teórico contra la teoría de la revolución en un solo país
impulsada por el stalinismo (que planteaba la posibilidad de una
coexistencia pacífica de un país socialista con los países capitalistas
del mundo). Trotsky argumentaba que no era concebible el triunfo
de la revolución socialista en un sólo país dada la internacionalidad
224
del capitalismo. Dentro de la historia del trotskismo argentino, la
corriente política más destacada fue aquella encabezada desde los
años cuarenta por la figura de Nahuel Moreno (seudónimo de Hugo
Miguel Bressano). Se denomina entonces como corriente morenista
a las diversas organizaciones políticas lideradas por este dirigente a
lo largo de la historia desde sus inicios a mediados de la década de
194046.
El interés en rescatar el accionar del PST radica en el análisis
de una organización que, en toda su historia, otorgó prácticamente
la misma jerarquía a la militancia dentro del país como al trabajo
46 El derrotero de esa corriente se originó en los años cuarenta con la formación del GOM (Grupo Obrero Marxista), luego rebautizado POR (Partido Obrero Revolucionario). En los cincuenta, el morenismo formó parte del (PSRN) Partido Socialista de la Revolución Nacional y, tras la caída de Perón, practicó la táctica del entrismo en el movimiento obrero peronista a través de la publicación Palabra Obrera. Como reflejo del impacto de la Revolución Cubana, la corriente morenista se fusionó, en 1965, con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular) dirigido por Roberto Santucho. De esa unión, nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Tras un proceso de debate interno, en 1968, esta organización se dividió en dos grupos diferenciados: la corriente morenista dio forma al denominado Partido Revolucionario de los Trabajadores – La Verdad (PRT-LV) que actuó hasta 1972, año en que se fusionó con un desprendimiento del Partido Socialista Argentino (dirigido por Juan Carlos Coral) y dio origen al denominado Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Con esta denominación el morenismo actuó (legal y clandestinamente, respectivamente) hasta la finalización de la dictadura militar en 1983. La reapertura democrática transformó al PST en el Movimiento al Socialismo (MAS), una de las organizaciones de izquierda de mayor peso en la historia argentina. Este partido, entre finales de los ochenta y principios de los noventa, entró en una crisis política que le significó constantes rupturas y desprendimientos. Un número nada despreciable de organizaciones de izquierda actuales provienen de esta tradición política que aquí estudiamos.
225
político a escala internacional, al tener siempre presente como
objetivo el forjar y sostener relaciones con distintos agrupamientos
políticos y activistas de diferentes latitudes en la búsqueda de una
corriente internacional que interviniera en las diversas coyunturas
políticas de cada país. Ello implicó, para el PST, no sólo la
posibilidad de lograr una construcción política coordinada a nivel
internacional sino también la posibilidad de acudir, una vez
iniciada la dictadura en Argentina, a estos contactos y
organizaciones en el extranjero como método de preservación dada
la persecución política local. Por lo tanto, el presente trabajo se
ocupará de la construcción política en el exterior que esta
corriente elaboró a lo largo del terrorismo de Estado en Argentina
haciendo hincapié en Colombia por ser el lugar de inserción más
paradigmático.
En relación con lo antes dicho, la presente propuesta
consiste en reflexionar sobre cómo el PST, al finalizar el golpe de
Estado y al producirse el retorno a la Argentina de la militancia
exiliada, no salió mayormente dañado como estructura política más
allá del exilio y de la represión sufrida, e incluso, reapareció como
alternativa política de cierta relevancia ante la apertura
democrática, aspecto que conlleva una diferencia con otras
organizaciones revolucionarias para las cuales la conjunción de
represión y exilio significaron (de hecho) su extinción.
Por último, el presente trabajo permite una reflexión sobre
el exilio como objeto de estudio historiográfico. Existe una
abundancia de producciones históricas que presentan experiencias
de exilio desde dos perspectivas diversas: por un lado, desde las
226
vivencias personales de los exiliados en los diversos países que
sirvieron como refugio (las dificultades de inserción, el desarraigo,
la construcción de la vida cotidiana en otras latitudes, etcétera) y,
por otro lado, la actividad de los grupos de exiliados como
denunciantes de la violación de los derechos humanos que se
experimentaba en la Argentina de entonces. En este sentido, nos
proponemos el abordaje de una experiencia de exilio no como un
mero acto de supervivencia o refugio, o bien, como vía de denuncia
al terrorismo de Estado en Argentina, sino también como la
alternativa para una construcción política amoldada a diversas
regiones y con distintas características de militancia, esto es, el
exilio como la práctica política diaria que experimentaron aquellos
militantes del PST argentino que debieron emigrar y continuar con
su tarea militante en diversos espacios.
Para el PST, la llegada castrense al poder implicó, por un
lado, una redefinición sobre la manera más adecuada de sostener a
la organización en un contexto de clandestinidad y, por otro lado,
la salida del país de aquellos referentes partidarios mayormente
expuestos y en situación de probable detención con un fin no sólo
de supervivencia sino también político. Esto implicaba, por una
parte, que la entonces dirección del PST continuaría el desarrollo
de la política partidaria argentina desde el exterior y a resguardo
de la represión y, por otro lado, que una vez instalados en otros
países estos dirigentes profundizarían su trabajo militante a nivel
internacional mediante la construcción o integración de diversas
organizaciones políticas en distintas latitudes que pudieran
articularse entre sí y fortalecer una corriente internacional. Este
227
trabajo, relacionado a la concepción internacionalista antes
mencionada, era preexistente al golpe de Estado y fue un
denominador común en aquellos partidos insertos dentro de la
historia de la corriente morenista, pero la salida forzosa de muchos
dirigentes en esta coyuntura permitió una dedicación más tenaz y
cotidiana a este tipo de tarea militante.
El principal lugar de destino de los dirigentes del PST fue
Colombia, dadas las relaciones previamente establecidas. Si bien
los principales dirigentes que debieron exiliarse allí funcionaron
como la dirección del PST argentino en el exilio, su labor central
recayó en la coordinación internacional de toda la corriente
política. El PST argentino logró mantenerse y seguir funcionando a
través de una dirección argentina que debía actuar en la
clandestinidad en forma paralela a la dirección partidaria existente
en Colombia. Este factor debe ser tenido en cuenta porque puede
afirmarse que el trabajo político de estos militantes que
sostuvieron clandestinamente a esta organización significó, en
buena parte, que ésta no se disgregara y pudiera sostenerse a lo
largo de la dictadura militar. Sin esta tarea en la clandestinidad
(reuniones secretas, publicaciones clandestinas, normas de
seguridad a cumplir), el trabajo internacional realizado en ese
período por sus dirigentes, hubiera resultado insuficiente.
En concordancia con ello, uno de los aspectos a tener en
cuenta a los efectos de analizar cómo el PST pudo preservarse
como organización en la Argentina recayó en la ligazón que
sostuvieron aquellos militantes que quedaron a cargo del partido en
la clandestinidad con la anterior dirección partidaria exiliada en
228
Colombia. Esta relación permitió que aquellos militantes instalados
en Colombia realizaran una campaña internacional por aquellos
miembros de su organización que se encontraban detenidos en la
Argentina, planificaran diversos operativos para sacar del país a
algún miembro del partido en situación de riesgo, o bien,
motorizaran diversos encuentros entre algunos militantes
argentinos a cargo de la organización en la clandestinidad y los
dirigentes del partido que se encontraban en el exterior (como
forma de no producir una ruptura entre los cuadros exiliados y los
dirigentes residentes en Argentina).
Por lo anteriormente explicado, vale una conclusión paralela:
dos tareas imbricadas entre sí como lo fueron el fortalecimiento
internacional y el sostenimiento de una organización política en la
Argentina, permitieron al PST contar con una estructura partidaria
no debilitada en demasía por los efectos de la represión y, una vez
producido el retorno de su militancia exiliada, ubicarse como
alternativa dentro de la política argentina post-dictatorial.
Colombia como centro de la construcción política internacional
El análisis de Colombia reviste importancia doble. En primer
lugar, como construcción política particular con la creación y el
desarrollo de una estructura partidaria local denominada Partido
Socialista de los Trabajadores de Colombia. Por otro lado, porque
este país se convirtió en el centro de funcionamiento de la
corriente morenista. Desde allí, algunos de sus miembros (incluido
229
el propio Nahuel Moreno) establecieron relaciones y discutieron la
política partidaria con los militantes de los diversos países en los
que la corriente se insertó. A su vez, desde este país se
mantuvieron contactos con los militantes de la organización en la
clandestinidad argentina con quienes buscaron la coordinación de
acciones mientras, paralelamente, se editaron diversas
publicaciones para ser trabajadas en los distintos países en los que
esta corriente tenía llegada.
La llegada de militantes morenistas argentinos a Colombia
coincidió con una coyuntura política de matizados cambios. La
asunción al poder del liberal Alfonso López Michelsen en 1974 se
insertó en un delicado contexto económico dado el vertiginoso
proceso inflacionario que golpeó con dureza a las clases subalternas
y generó un alza en la conflictividad social y en la radicalización de
actores sociales tales como el estudiantado, el movimiento obrero
y las organizaciones guerrilleras. En esta agitada coyuntura se
produjo la llegada de un conjunto de militantes del PST de
Argentina como forma de preservación de sus referentes más
expuestos ante el inicio de una sistemática represión estatal.
El inicio de este contexto represivo implicó la discusión en el
PST Argentino sobre los pasos a seguir y, en particular, sobre cómo
proteger a aquellos dirigentes y militantes mayormente expuestos
públicamente preservando paralelamente a la organización. El
primer debate recayó en cuál debía ser el centro geográfico en el
que la dirección argentina debía insertarse y coordinar la
construcción internacional. De acuerdo a los análisis realizados, la
dirección del PST Argentino barajó tres posibilidades. Por un lado,
230
Portugal en donde la corriente morenista tenía inserción y aún se
vivía un proceso político de convulsión social (las secuelas de la
Revolución de los Claveles de 1974). No obstante, asentarse en
Europa era dificultoso desde un punto de vista organizativo y
costoso desde lo económico. Dentro de las variantes
latinoamericanas, la prioridad recaía en Venezuela en donde existía
un grupo de la corriente morenista ya instalado y con perspectivas
de crecimiento, pero el gobierno venezolano de entonces vetó la
posibilidad de ingreso a exiliados de otras latitudes con lo cual, la
entrada en ese país debería haberse organizado de forma
exclusivamente clandestina y ello dificultaba una adecuada
inserción. La posibilidad de Colombia estaba dada a raíz de los
contactos que el PST de Argentina estableció previamente con una
flamante organización colombiana, el Bloque Socialista. Con esta
organización, el PST argentino forjó un diálogo político y proyectos
de construcción en común. No obstante, el contacto con el Bloque
Socialista no dejaba de ser simplemente una relación política laxa
por lo que dirigirse a Colombia tenía sus riesgos pero, ante la
imposibilidad de los otros países mencionados, ése terminó siendo
el destino de importantes dirigentes y militantes de la organización
argentina.
El Bloque Socialista surgió en Colombia al calor de diversos
procesos de lucha que se sucedían en ese país, básicamente en el
movimiento estudiantil. Por eso mismo, sus principales
componentes pertenecían al sector universitario (tanto estudiantil
como docente). Se trató en sus inicios de una organización que se
diferenciaba del resto de la izquierda colombiana en sus
231
concepciones ideológicas. En Colombia se encontraban, por un
lado, aquellos partidos que respondían a la Unión Soviética (el
Partido Comunista colombiano con importante arraigo en algunos
sectores obreros), o bien, aquellos ligados al proceso revolucionario
chino (el MOIR, de orientación maoísta). Ambos partidos eran
criticados por el Bloque Socialista como proclives a establecer
alianzas con diferentes sectores de la burguesía y por un accionar
burocrático en los ámbitos sindicales. Por otro lado, en la izquierda
colombiana proliferaban las organizaciones revolucionarias armadas
las cuales tenían, para el Bloque, una táctica errónea lo que se
ejemplificaba, según ellos, en el aislamiento político y geográfico
que estas estructuras poseían. Por esto, el Bloque Socialista nació
sosteniendo una concepción trotskista, ideología hasta entonces no
existente en la vanguardia colombiana.
El 5 de febrero de 1976, transcurridos algunos meses de
discusión entre las distintas tendencias de la organización, el
Bloque Socialista realizó su primera Conferencia Nacional a través
de la cual es posible analizar sus principales aspectos
programáticos y las discusiones relevantes entre sus integrantes.
Esta Conferencia discutió básicamente en torno a tres ejes: las
cuestiones ideológicas y programáticas, la transformación de la
estructura preexistente en un partido político y la participación en
las elecciones legislativas a realizarse pocos meses después de ese
encuentro. En cuanto a la cuestión programática, la Conferencia
decidió, a nivel ideológico, adoptar la Teoría de la Revolución
Permanente de Trotsky. A escala nacional, el Bloque Socialista
brindó especial importancia a aquellas consignas adecuadas para
232
insertarse en la clase obrera colombiana. Se aprobaron
reivindicaciones tales como el aumento de salarios acorde al
incremento del costo de vida, el seguro de desempleo y la
conformación de una central sindical única que superara la
dispersión existente. En relación a la construcción de un partido
político, la Conferencia aprobó su conformación y puesta en
marcha, partiendo de la necesidad de que éste se insertara
activamente en el movimiento obrero de donde deberían salir sus
principales cuadros. Por último, la Conferencia dictaminó la
participación en elecciones legislativas lo que implicó una discusión
interna importante dada la tradición abstencionista que
históricamente sostenía la izquierda colombiana (Erico, 1976: 4-5).
En esa situación interna se encontraba el Bloque Socialista al
producirse el arribo de los argentinos. Esto repercutió en buena
medida en la inserción de los dirigentes del PST argentino dado que
no todos los componentes del Bloque Socialista estaban dispuestos
a construir un partido con las características propias de la corriente
morenista; esto es, una estructura política marxista-leninista con la
consecuente práctica del centralismo democrático como forma de
funcionamiento interno. A partir de ese momento, los argentinos,
junto a aquellos colombianos que impulsaban la formación de un
partido con inserción en el movimiento de masas, comenzaron una
etapa de discusión y debate con las distintas tendencias del Bloque
desperdigadas en toda Colombia. Este proceso terminaría en 1977
con la transformación del Bloque Socialista en el Partido Socialista
de los Trabajadores de Colombia a imagen y semejanza de su
homónimo argentino (Restrepo, 1977:14).
233
La principal actividad desarrollada por aquellos dirigentes
del PST argentino que tuvieron que emigrar a Colombia recayó en
la centralización desde este país de las actividades políticas de
toda la corriente a nivel internacional y la coordinación entre las
distintas organizaciones que sus militantes exiliados integraban en
los diversos países receptores. En este sentido, aquellos dirigentes
argentinos (Nahuel Moreno principalmente) que se desempeñaron
en Colombia durante la dictadura militar argentina iniciada en
1976, tomaron tres tareas como ejes políticos cotidianos. En primer
lugar, la construcción internacional de la corriente morenista:
desde Colombia se organizó la conformación de la llamada Fracción
Bolchevique que agrupó a distintas organizaciones trotskistas y se
desenvolvió como corriente dentro de la IV Internacional. Esto
implicó que los militantes argentinos viajaran a distintos países en
diversas oportunidades y que organizaran desde Colombia las
reuniones con los representantes de las distintas organizaciones con
las cuales tenían relación. En segunda instancia, los argentinos
otorgaban una importancia considerable al desarrollo de la
editorial de la corriente, denominada Pluma. De esa forma, desde
Colombia se impulsaban distintas publicaciones de carácter
internacional que eran trabajadas no sólo allí sino también en los
distintos países en los cuales el morenismo se encontraba inserto
(es el caso de la publicación Revista de América, por ejemplo). A
su vez, la editorial publicó las obras de León Trotsky lo cual fue una
novedad en países en los que, como Colombia, su teoría no era
mayormente difundida. Por último, una de las principales tareas de
los dirigentes argentinos consistió en la realización a nivel
234
internacional de una importante campaña denunciando el accionar
represivo de la dictadura militar en Argentina y difundiendo los
nombres de aquellos militantes del PST argentino que se
encontraban detenidos y desaparecidos en ese entonces. La
realización de una campaña internacional por los detenidos del
partido tuvo el objetivo de ejercer presión sobre el gobierno
argentino en la búsqueda de la libertad de estos militantes. Esto
iba de la mano de una ligazón estrecha con aquellos militantes
argentinos que sostenían al PST de aquel país en la clandestinidad,
lo cual no era tarea sencilla (por ejemplo, en 1980, la corriente
desarrolló desde Colombia un operativo para que aproximadamente
cien delegados del PST argentino viajaran a ese país para realizar
un congreso partidario) (Estatuto del Estatuto del Partido Socialista
de los Trabajadores. Aprobado en el congreso de 1980”, CEDINCI ).
La inserción en la política colombiana
Una vez conformado el PST Colombia, la organización
comenzó a desarrollar un trabajo sindical que se convertiría en el
eje más destacable de este partido a la hora de realizar un balance
sobre su accionar. A través de testimonios orales contrastados
puede concluirse que la mayor inserción del PST colombiano recayó
en los sectores docentes primarios, secundarios y universitarios.
Uno de los sindicatos más destacados de Colombia era la FECODE
(Federación Colombiana de Educadores) que englobaba a más de
cien mil afiliados. Quien estuvo a la cabeza de este sindicato fue
235
una joven dirigente del PST colombiano, Socorro Ramírez, quien
luego fuera candidata a la presidencia del país. A su vez, este
partido logró inserción en otras ramas laborales, como los obreros
industriales y los empleados públicos (por ejemplo, en trabajadores
telefónicos). En cuanto a las zonas de inserción, el PST forjó un
trabajo sindical principalmente en Bogotá, Cali y Medellín (Petit,
2006; Ramírez, 2006). En ese momento, el movimiento obrero
colombiano se encontraba fragmentado por dos razones. En primer
lugar, por la propia dinámica sindical existente en ese país y en
segundo término, por la inexistencia de una central unitaria que
agrupara al conjunto de la clase obrera. En Colombia existía el
sindicato de fábrica, es decir, cada fábrica negociaba sus
condiciones independientemente del resto. Esto permitía un
funcionamiento más democrático por lo que no era dificultoso para
una corriente de izquierda, como el PST, presentar una lista de
trabajadores para disputar la dirección de un sindicato
determinado y a su vez impedía que se formaran fuertes
burocracias sindicales. Pero, como factor negativo, esta estructura
generaba que las luchas obreras se desenvolvieran fragmentadas
entre sí y sin coordinación. Por otro lado, el PST marcaba la
carencia de una central única. En Colombia coexistían inicialmente
dos centrales dirigidas por los partidos tradicionales, la CTC (del
Partido Liberal) y la UTC (de los conservadores). Luego, surgió la
CSTC bajo el ala del Partido Comunista y posteriormente la
Confederación General del Trabajo (CGT), central en la que el PST
colombiano tuvo participación. Los testimonios dan cuenta de que
la militancia y el diálogo con la clase obrera no eran complicados
236
en demasía dada la existencia de trabajadores dispuestos y abiertos
a escuchar ideas como las que podrían acercarles las corrientes de
izquierda. El principal inconveniente dentro del movimiento obrero
para la militancia de esta organización era la constante influencia
tanto del Partido Comunista como de las organizaciones guerrilleras
con las cuales confrontaban. La crítica principal por parte del PST
al Partido Comunista colombiano a lo largo de toda esta etapa
recayó en una labor sindical desligada de un bagaje político, lo cual
significaba que este partido movilizaba a los sindicatos que
manejaba por ciertas reivindicaciones mínimas para los
trabajadores pero luego no ligaba estas luchas a un accionar
político por objetivos estructurales. Por lo general, la política del
PC colombiano recaía finalmente en la búsqueda de alguna figura
de segunda línea del Partido Liberal para que éste encabezara sus
listas de candidatos electorales. La otra disputa en el seno del
movimiento obrero colombiano se relacionaba con el arraigo que
las organizaciones guerrilleras tenían en los sindicatos y de las
cuales el morenismo pretendía delimitarse tácticamente.
El movimiento obrero fue un importante protagonista de
distintas acciones que desembocaron en el Paro Cívico de 1977, una
forma de lucha similar a la metodología de la huelga general
desarrollada en otros países. Era la primera vez en la historia
colombiana que lograba desarrollarse una experiencia de tal
magnitud. Lo inédito de este hecho fue que, por primera vez, las
cuatro centrales de trabajadores coordinaron para impulsar la
huelga en unidad. La jornada que en sus inicios parecía tener los
mecanismos clásicos de la huelga general (ausencia laboral,
237
piquetes en las fábricas) se transformó con el curso de las horas en
una pueblada de distintos sectores populares. El PST, siendo una
organización pequeña, aportó a la concreción de este paro a través
de sus militantes insertos en los lugares laborales garantizando el
paro, los piquetes y demás acciones pertinentes. Las crónicas
partidarias que narran ese día dan cuenta de la muerte de un
simpatizante del PST colombiano en los enfrentamientos callejeros
suscitados. El partido caracterizó este acontecimiento como un
primer ensayo de huelga general:
El Paro Cívico Nacional y las cuatro grandes huelgas que lo acompañaron (de cementeros, docentes, petroleros y trabajadores agrícolas de Indupalma) indican que este ascenso obrero ha entrado en una nueva fase, donde aparecen elementos que anuncian la perspectiva de un cambio de etapa, es decir, el paso a una etapa prerrevolucionaria (Ramírez, 1977: 28-33. Negrita en el original).
El pronóstico del PST recayó en lo que este partido entendía
como la posibilidad concreta de que el movimiento obrero dejara
de lado las luchas aisladas y fragmentadas y se encaminara hacia la
construcción de una central unitaria. De acuerdo al análisis del
PST, si esto ocurría, continuarían sucediéndose movilizaciones
generales unitarias del conjunto de la clase trabajadora lo cual
implicaba paralelamente un enfrentamiento político con el
gobierno dejando de lado el plano exclusivamente sindical. Las
movilizaciones de los distintos sectores de la clase trabajadora
continuaron aunque no en un marco de unidad real como lo fue el
238
Paro Cívico de 1977, sino a través de distintas e importantes
acciones pero, al fin de cuentas, nuevamente aisladas. Pero sobre
todo, lo que no se previó en esa perspectiva política del PST era
que, en los años siguientes, el accionar de las organizaciones
guerrilleras fuera cada vez más frecuente. Esto generó, por un
lado, complicaciones en el seno del movimiento obrero dado que se
colocó en un primer lugar a las acciones de las guerrillas por sobre
la movilización de la clase trabajadora y, por otro lado, trajo como
resultado una mayor represión gubernamental que sufrieron no sólo
las guerrillas sino el conjunto de las clases subalternas en lucha.
En este contexto, Colombia se encontró, en 1978, con nuevas
elecciones presidenciales. El Partido Socialista de los Trabajadores
tomó la decisión de participar en estas elecciones utilizando la
campaña para difundir las propuestas programáticas y poner a la
organización en un escalón más alto dentro de su política de
inserción en la población. La propuesta del PST fue colocar como
candidata a la presidencia a la dirigente docente Socorro Ramírez.
Dada la idiosincrasia colombiana, la candidatura era llamativa
tanto por tratarse de una mujer como por su juventud. La
característica central de este proceso, recayó en el intento de
apertura de las listas de candidatos al activismo y a la dirigencia
obrera existente (más allá de no pertenecer ésta a las filas del
PST). En relación con ello, este partido afirmaba:
El PST ejerce la presión unitaria con nuevo ímpetu, apoyándola ahora en un precedente contundente: si se logró la unidad de la clase obrera para el Paro Cívico, es posible materializarla también en la construcción de
239
una central única, y en un acuerdo electoral que proclame un solo candidato de todos los explotados. (Ramírez, 1977: 30-32)
Se desprende de esta cita que el movimiento obrero y la
unidad sindical seguían posicionándose a la cabeza de las
reivindicaciones de esta organización colombiana y por ello, estas
elecciones fueron utilizadas como forma de entablar un diálogo con
el activismo de la clase obrera. El diálogo con la vanguardia obrera
podía verse facilitado por un proceso de ascenso de las
movilizaciones que finalizaron con el Paro Cívico y por otras
acciones de relevancia pero, no obstante ello, la militancia
electoral dentro del común de la población no era una tarea
sencilla. Como describen aquellos argentinos que se insertaron en
la política colombiana de entonces:
(...) en los barrios íbamos a plantear la candidatura de Socorro Ramírez, casa por casa, y decíamos: ‘Acá venimos, con la candidatura de Socorro Ramírez, por el socialismo, etcétera’. Y nos decían: ‘Ah, ¿y cuánto dan?’ Entonces la pregunta era cuánto poníamos de plata para ir a votar. Era así en todas las casas. (Ramírez, 2006)
No obstante estas dificultades a la hora de realizar la
campaña y la cantidad de votos obtenidos por el partido
(aproximadamente tres mil), los militantes del PST presentes en
ese momento en Colombia destacan el uso de la coyuntura
electoral como forma de difundir las ideas partidarias e instalarse
240
como organización política en sectores de la población más
amplios. A su vez, la campaña le sirvió a esta organización para
diferenciarse de las corrientes de izquierda mayoritarias tanto del
Partido Comunista (que colocaba en sus listas a un candidato liberal
de segunda línea) como de las corrientes abstencionistas, con
quienes el morenismo entabló un debate polémico sobre la utilidad
de esta tipo de sufragio:
Había el siguiente espejismo de que ser abstencionista era ser revolucionario. Sobre todo el abstencionismo era masivo en los sectores universitarios. O sea, todo lo que era izquierda no dominada por el Partido Comunista era abstencionista. (...) la izquierda creía que la abstención era revolucionaria: no lo era, en verdad la inmensa mayoría de la gente era tan atrasada que ni siquiera votaba. No era que había superado el electoralismo, no había llegado siquiera. (...) Y la izquierda creía que eso era revolucionario (...). (Ramírez, 2006)
La última acción importante, que merece ser destacada,
del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia en el
período coincidente con la dictadura militar argentina, recayó en la
conformación de una brigada internacional, la Brigada Simón
Bolívar, que participaría de forma independiente en el proceso
revolucionario que estaba viviendo Nicaragua en la lucha contra la
dictadura de Somoza. La repercusión fue rápida, no sólo en Bogotá
sino también en distintas regiones del país. Fue fundamental, a los
efectos de la difusión, el arraigo que la convocatoria tuvo en
distintos sectores de la opinión pública. En cuanto a las finanzas,
241
cada uno de los brigadistas tomó como parte de la tarea el buscar
los recursos posibles para solventar su viaje. Buena parte del dinero
restante fue conseguido a través de los brigadistas gracias a un
trabajo de militancia que recaía en recorrer sindicatos, grupos
estudiantiles y demás sectores a los efectos de pedir una
colaboración. La convocatoria, a su vez, tuvo arraigo en la
comunidad artística e intelectual de la cual surgieron distintos
eventos con el fin de recaudar dinero para las finanzas del viaje. En
definitiva, la formación de la Brigada Simón Bolívar fue una tarea
importante y un impulso para el Partido Socialista de los
Trabajadores de Colombia, dada la difusión que tuvo su
conformación. Es así como aproximadamente un centenar de
brigadistas partieron desde Colombia a integrarse al proceso
nicaragüense (Mangiantini, 2011: 123-144).
El accionar del PST colombiano continuó más allá de la
partida de los militantes argentinos una vez finalizada la dictadura.
No obstante, la historia colombiana desde mediados de la década
de 1980 estuvo marcada por el incremento cada vez álgido de la
violencia política que dejó escaso margen para una participación
política obrerista y socialista.
La militancia en el exilio
Si bien se tomó a Colombia como estudio de caso particular y
como paradigma de construcción internacionalista por convertirse
en el centro de la militancia en el exilio de la corriente morenista,
242
paralelamente, diversos militantes de esta corriente política
tuvieron inserción en distintos países en los que formaron nuevos
agrupamientos políticos, o bien, se insertaron en otros
preexistentes a su llegada. Por ejemplo, el exilio argentino en Perú
coincidió con el traspaso de poder de Velasco Alvarado por otro
gobierno integrado por hombres de las fuerzas armadas,
encabezado por Francisco Morales Bermúdez, quien asumió en un
contexto de profunda conflictividad social y represión. Los
militantes del PST argentino se integraron al proceso peruano a
través del Partido Socialista de los Trabajadores de ese país (ya
fundado en 1975). Este partido pugnó prioritariamente por la
inserción política en el seno del movimiento obrero y, en menor
medida, en el movimiento estudiantil y en el campesinado. Con
relación a la política para con la clase obrera, los testimonios dan
cuenta que la inserción y el diálogo con los trabajadores no era
dificultoso para las ideologías del campo de la izquierda. Quienes
se insertaron en Perú destacan que en este país no había una
burocracia sindical de peso con lo que relacionarse con el común
del trabajador implicaba menores obstáculos. Por detrás del
movimiento obrero, el PST peruano buscó inserción tanto con el
movimiento estudiantil como con el campesinado aunque, en
ambos casos, con menor éxito. Como parte de ese ascenso social,
se produjo la huelga general de 1977, quiebre en la historia
peruana. La contundente irrupción de las clases subalternas en
escena significó el principio del fin del régimen militar el cual
debió garantizar una salida democrática con la convocatoria a una
Asamblea Constituyente. Ante esto, la posición de la corriente
243
morenista recayó en apostar a la continuidad de las luchas sociales
hasta la concreción de un gobierno de los mismos trabajadores y,
paralelamente, construir una alternativa que se expresara en el
terreno electoral. La consecuencia de este proceso político de
ascenso de las masas peruanas fue el inédito resultado que la
izquierda obtuvo en las elecciones para la Asamblea Constituyente.
Detrás de los dos primeros lugares, reservados para los históricos
partidos APRA y Acción Popular, se ubicó el Frente Obrero
Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP) sobrepasando el número
de los 400 mil votos y obteniendo doce representantes para la
Asamblea Constituyente. El PST peruano fue parte de esta
conjunción de organizaciones y personalidades de la izquierda,
dirigentes campesinos, referentes obreros e intelectuales. El PST, y
el resto de las organizaciones de la izquierda en general, supieron
utilizar a la Asamblea Constituyente como un ámbito desde el que
desarrollar sus ideas y propagar sus reivindicaciones haciéndose eco
en ese espacio de los distintos conflictos que se sucedían
diariamente. Posteriormente, primó la fragmentación y las
discusiones entre las distintas organizaciones de izquierda lo que,
sumado a un retroceso general de la conflictividad social, perjudicó
la posibilidad de una alternativa política de peso por parte de la
izquierda peruana. En las elecciones presidenciales de 1980, el PST
logró una alianza con el resto de los partidos trotskistas pero, ante
este cambio coyuntural, este frente obtuvo alrededor de 150 mil
votos.
Dentro de las diferentes experiencias que aquellos militantes
argentinos del PST vivieron en distintos países, una de las más
244
notorias fue la intervención en la Revolución Nicaragüense de 1979
a través de la Brigada Simón Bolívar. Lo que hace esta experiencia
trascendental es, por un lado, la intensidad de la misma: en pocos
meses, formaron esta brigada con militantes de distintos países,
combatieron junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) contra la dictadura de Somoza, participaron en la
organización de un centenar de sindicatos autónomos del Estado y
fueron expulsados del país al no comulgar con diversas
caracterizaciones y medidas del nuevo gobierno nicaragüense y,
por otro lado, por el hecho de formar parte de un proceso
revolucionario real, con un levantamiento popular generalizado en
todo el territorio nicaragüense.
Paralelamente, diversos militantes del PST argentino
participaron de la conformación de una organización en Brasil
llamada Convergencia Socialista que tiempo después integraría el
popular Partido de los Trabajadores (PT). A su vez, algunos
militantes desarrollaron una labor política en Venezuela donde
construyeron un partido político (PST) que intervenía en la realidad
local y que, paralelamente, desarrollaba junto a otros exiliados de
diversas tendencias campañas por los presos políticos argentinos.
Por su parte, Bolivia no estuvo exenta de esta militancia política
internacional a través de la participación en el grupo Convergencia
Socialista. Por otro lado, en Centroamérica, diversos militantes
participaron del proceso revolucionario salvadoreño, tuvieron
inserción en países como Costa Rica y Panamá y en México dentro
del Partido Obrero Socialista (POS). Por último, un menor número
de militantes se desempeñaron en Europa estableciendo relaciones
245
políticas: anteriormente a la dictadura, desarrollaron una inserción
en Portugal y, a partir de la llegada del golpe de Estado argentino,
la organización desarrolló un trabajo político en España (en donde
se conformó el PST español en 1979).
Este breve repaso de ejemplos que merecerían un desarrollo
particular de cada uno da cuenta de un trabajo a nivel
internacional relevante que excede el caso colombiano aquí
mencionado. El corolario de estas construcciones fue la
conformación, en 1982, de una corriente internacional que agrupó
a estas diferentes estructuras políticas construidas o consolidadas.
La creación de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT)
conformada como tendencia dentro de la Cuarta Internacional tuvo
el objetivo de relacionar a estas distintas organizaciones políticas
entre sí y convertirse en un proyecto de dirección internacional,
propósito fundamental de quienes se reivindicaban dentro del
campo ideológico del trotskismo.
A modo de conclusión
Al analizar parte de la historia de una organización política
como el Partido Socialista de los Trabajadores argentino, aparece
en un primer plano su trabajo político realizado a nivel
internacional. Consecuentemente con las concepciones teóricas de
la ideología trotskista, una de las tareas fundamentales impulsadas
por el PST fue la búsqueda de fortalecer una IV Internacional que
agrupara a los partidos de esta ideología de las distintas latitudes y
246
dirigiera los diferentes procesos a nivel mundial. Era ésta una
concepción opuesta a aquellas teorías nacionalistas también
características de esta etapa (fuertemente marcada en Argentina
en las organizaciones peronistas) o bien, a la idea del socialismo en
un solo país sostenida básicamente por el comunismo. Es en este
sentido que, en paralelo a la búsqueda de inserción en el
movimiento de masas propia de toda organización revolucionaria,
el PST pugnó además por fortalecer los lazos y las relaciones con
organizaciones de distintos países con el objetivo de crear una
corriente política a nivel internacional que protagonizara una
disputa dentro de la IV Internacional. Esta concepción
internacionalista no empezó con el PST sino que, anteriormente a
su creación, ésta fue una tarea de relevancia en los distintos
agrupamientos políticos impulsados por la figura Nahuel Moreno.
Por ello, el PST tuvo relaciones y embriones de construcción
política desarrollados anteriormente al golpe de Estado de 1976,
como por ejemplo, en Portugal, Venezuela o Colombia. Estas
relaciones previamente establecidas implicaron dos aspectos
importantes. En primer lugar, que al momento de producirse el
último golpe de Estado, sus dirigentes aprovecharon estos vínculos
y lograron instalarse en diferentes países como forma de
preservarse de la persecución política iniciada en Argentina. En
segundo lugar, a partir del exilio de un número elevado de
militantes del PST al exterior a lo largo de esos años, se produjo
una acción política central consistente en conformar y consolidar
distintos partidos políticos en los diferentes países en los que los
militantes debieron residir. Esta conformación de estructuras
247
políticas que, más allá de los matices, se construían a imagen y
semejanza del PST argentino, permitieron un fortalecimiento a
nivel internacional de esta corriente.
Quienes protagonizaron este período de la historia del PST
reivindican la enseñanza de participar de diferentes procesos
internacionales e insertarse políticamente en diversos países. Esto
tiene como consecuencia, con el final de la dictadura militar
argentina, el retorno al país de un importante número de
militantes con la experiencia de haber actuado en diversas
coyunturas y con una formación política a nivel internacional. El
retorno de esta generación de nuevos cuadros que realizaron gran
parte de su formación política en el exilio se conjugó luego con
aquellos militantes que permanecieron en la Argentina y lograron la
supervivencia del partido más allá de la clandestinidad obligada por
el contexto represivo del país. En síntesis, gracias a la confluencia
de aquellos dirigentes reconocidos que permanecieron en el exilio,
los militantes que vivieron diferentes experiencias políticas en
distintos países y aquellos miembros del PST que sostuvieron a la
organización en el país, este partido político tendría su continuidad
transformándose en una alternativa en el proceso iniciado en la
Argentina desde 1983. Consideramos que esta práctica
internacionalista supuso una diferencia con diversas estructuras
revolucionarias para que las que la combinación de la represión
estatal y el exilio de sus referentes significaron su disolución como
agrupamientos políticos más allá del posterior retorno de algunos
de sus referentes.
248
Bibliografía
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De los tiempos precolombinos a nuestros días. Colombia:
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Artículos
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Entrevistas
Mercedes Petit, entrevista personal, 25 de enero de 2006, Capital
Federal.
Roberto Ramírez, entrevista personal, 24 de enero de 2006, Capital
Federal.
250
Tensiones en la migración política de retorno.
Las organizaciones civiles de solidaridad con los
retornados del exilio argentino (1983-1988)
María Soledad Lastra
Resumen
El retorno de los exiliados argentinos en la década de los
ochenta no ha sido aún investigado en profundidad desde el campo
de la historia reciente. Hasta el momento, se carece de estudios
que integren al retorno en la comprensión de los procesos exiliares
y que, a su vez, lo contemple dentro de una historia política y
social de la transición democrática argentina.
Dentro de esta agenda, el presente artículo recorre algunas
características que asumió el proceso de retorno de los migrantes
políticos argentinos. En particular, se concentra en dos
organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron
activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de
Refugiados y la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino.
Ambas organizaciones respondieron con un trabajo coordinado al
problema del exilio y del retorno desde 1983 hasta 1988
aproximadamente. El artículo invita a conocer algunas pinceladas
251
significativas del proceso de retorno visto desde esta dimensión
organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las
tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan
algunas tensiones vinculadas a la imagen negativa que recaía sobre
los retornados y que atravesó determinadas actividades y
decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se aproxima al
limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente a la
problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de los
organismos de solidaridad.
Palabras claves: Exilio – Retorno político – Organizaciones de
solidaridad.
Abstract
Return of Argentine exiles in the 1980s, has not been yet
investigated deeply in the field of recent History. So far, studies
that integrate the return within the understanding of the processes
of exile, as well as within a political and social history of the
Argentine democratic transition are lacking.
Within this agenda, this article covers some characteristics of
the Argentine political migrants return process. In particular,
focuses on two civilian Argentine solidarity organizations that
played an active role in caring for the return: the Argentina
Commission for Refugees and the Office of Solidarity with the
Argentine Exile. Both organizations respond in coordination to the
252
problem of the exile and the return from 1983 until 1988
approximately. The article invites you to know some features of
the process of return seen from this organizational dimension. To
do this, the text explores the start and development of reception
and assistance programs and tasks. Finally, the article looks at the
limited actions of the Argentine Government to the problem of the
return, a situation which made it difficult for the tasks of the
agencies of solidarity.
Keywords: Exile – Political return – Solidarity organizations.
Introducción
Al compás de la transición democrática en Argentina se
desplegó casi silenciosamente un fenómeno masivo de retorno de
aquellos emigrantes políticos que debieron abandonar este país en
los años ´70 como consecuencia del orden represivo impuesto
desde antes de la dictadura militar de 1976. Con este retorno se
reeditaron en la prensa argentina las imágenes negativas sobre el
exilio que se habían difundido desde el régimen militar. Durante
1982 y 1987 fueron ganando exposición pública los estigmas sobre
el carácter “dorado” que había tenido el exilio y sobre la
identificación de los exiliados como subversivos y apátridas
(Jensen, 2008: 142). Desde la arena política, los partidos políticos
253
homologaron el tema del exilio con el de la “fuga de cerebros” y la
urgencia por atender el retorno se concentró, principalmente, en la
recuperación de recursos humanos calificados que se habían
marchado del país (Infesta, 1987: 102-140; Jensen, 2004: 811-813).
Algunos trabajos que han explorado el tema del retorno de
los emigrantes políticos argentinos lo han hecho desde el
significativo impacto que este proceso tuvo en la experiencia
psicosocial y cultural de los exiliados y también de sus hijos
(Maletta, Szwarcberg, Y Schneider, 1986; Del Olmo, 2003; Jensen,
2008; Aruj, 2008; Franco, 2008; Yankelevich, 2009). Desde el
campo de la historia reciente, la problemática del retorno no ha
sido aún investigada en profundidad. Hasta el momento se carece
no sólo de estudios que integren la problemática de este tipo de
retornos migratorios a la comprensión de los procesos exiliares,
sino que los contemplen, en principio, dentro de una historia de la
transición democrática argentina en sus aspectos políticos y
sociales.
En el marco de este tema de agenda, el presente artículo se
propone recorrer algunas de las características que asumió el
proceso de retorno de los migrantes políticos argentinos en la
década de 1980. En particular, se concentrará en dos
organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron
activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de
Refugiados (en adelante, CAREF)47 y la Oficina de Solidaridad con el
Exilio Argentino (en adelante, O.S.E.A.). Ambas organizaciones
47 Actualmente CAREF se denomina Servicio Ecuménico de Apoyo y Orientación a Migrantes y Refugiados.
254
respondieron con un trabajo coordinado al problema del exilio y del
retorno desde 1983 hasta 1988 aproximadamente.
Este artículo invita a conocer algunas pinceladas
significativas del proceso de retorno visto desde la dimensión
organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las
tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan
algunas tensiones vinculadas a la mencionada imagen negativa que
recaía sobre los retornados y que atravesó determinadas
actividades y decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se
aproxima al limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente
a la problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de
las organizaciones de solidaridad.
Los inicios
La Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino (O.S.E.A.) se
constituye formalmente desde junio de 1983 aunque desde el final
de la guerra de Malvinas en 1982, las personas que constituirían la
Oficina ya se dedicaban a la resolución de los problemas legales de
los exiliados argentinos en el exterior. En este sentido, fueron
Emilio Mignone y Octavio Carsen quienes, primero desde el Centro
de Estudios Legales y Sociales (CELS) y luego desde O.S.E.A., se
dieron a la ardua tarea de responder las cartas de consultas con
cuestiones legales y jurídicas –como órdenes de captura pendientes
y procesos abiertos, entre otros– que impedían los regresos
(O.S.E.A., correspondencia institucional, 14 de octubre, 1983).
255
O.S.E.A. se creó a partir de la propuesta que Emilio Mignone
hizo en una reunión en la casa de Belela Herrera –funcionaria en
ese momento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR)– y comenzó sus tareas el 1 de julio de 1983.48
O.S.E.A. fue el resultado de una acción coordinada por diferentes
organismos civiles y de defensa de los derechos humanos49 para
ayudar en asuntos puntuales del orden jurídico y económico a los
argentinos que retornaban. Vinculados a O.S.E.A., se encontraban
también el equipo de salud mental del CELS y la Cooperativa de
Trabajo, Agencia PROCOP. Esta cooperativa fue impulsada por
Mignone en octubre de 1982 con el propósito de incorporar a
liberados y familiares de detenidos desaparecidos en una actividad
productiva independiente y autogestionada a la que,
posteriormente, se integrarían también los primeros retornados
políticos argentinos (O.S.E.A., circular, diciembre, 1983).
Desde noviembre de 1983 y hasta el 6 de marzo de 1984,
O.S.E.A. aprobó la atención de 132 casos que incluyó a 352
48 En dicha reunión estaban Adolfo Pérez Esquivel, Augusto Conte, Horacio Ravenna, Enrique Pochat, Nelson Soucy de Conserjeria de Proyectos (Costa Rica), el profesor Sadovsky y el Obispo Pagura. (O.S.E.A., 1988: 3). 49 El Consejo directivo de O.S.E.A. estaba formado por Emilio Mignone (presidente del CELS y del Comité Permanente de Defensa de la Educación - COPEDE), Adolfo Pérez Esquivel (Servicio de Paz y Justicia - SERPAJ), Augusto Conte (Diputado Nacional y Vicepresidente del CELS), Enrique Pochat (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos - MEDH), Jorge Feldman (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO) José Federico Westerkamp (Movimiento por la Vida y la Paz - MOVIP) y Octavio Carsen (Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay - SIJAU). Posteriormente ingresaron Jorge Taiana (Servicio Universitario Mundial - SUM), Violeta Correa (CAREF) y Marcelo Palermo (SERPAJ) (O.S.E.A., 1988: 1).
256
personas de las cuales, más del 55 por ciento eran adultos y el
resto, niños. Uno de los aspectos más interesantes de esta
asistencia inicial fue la forma en que, desde diciembre de 1983,
crecieron sustancialmente la cantidad de solicitudes, pasando de
14 casos entre noviembre y diciembre de 1983 a 118 en el primer
trimestre de 1984. Este aumento de los pedidos de asistencia de
retornados llevó a O.S.E.A. a estimar que, desde marzo de 1984, la
Oficina recibiría aproximadamente 100 grupos familiares por mes
previendo para el mes de junio del mismo año, un nuevo
incremento importante de los casos pues se cerraban los ciclos
escolares del norte del hemisferio y se vencían los plazos fijados
por Naciones Unidas para el pago de pasajes a retornados
(O.S.E.A., correspondencia institucional, 1 de abril, 1984). En los
inicios de las tareas, O.S.E.A. estimaba que el número de “dos
millones de emigrados era una apreciación justa” (O.S.E.A.,
correspondencia institucional, 15 de junio, 1984) para planificar no
sólo la cantidad de retornados políticos que llegarían sino la
magnitud de trabajo que tendrían en el futuro. Cuatro años
después, la Oficina modificó esa cifra para considerar que el
número de 40 mil migrantes políticos en un universo de 500 mil
emigrados se ajustaba mejor a la realidad (O.S.E.A., 1988: 2-3).
A diferencia de los inicios de O.S.E.A. y de su propósito
específico de atender a esta población nacional de retornados
políticos, CAREF tuvo su origen en el mundo ecuménico y contó
desde 1973 con una experiencia significativa en la atención a los
refugiados extranjeros en el país, sobre todo refugiados chilenos,
uruguayos, paraguayos, bolivianos e indochinos. Atender este
257
proceso de retorno político de argentinos fue un desafío para
CAREF pues significó ampliar la población asistida a los nacionales e
integrar al trabajo diario algunas tensiones específicas que
moldearon esa experiencia de retorno.
El hecho de que CAREF aceptara ocuparse de la recepción y
asistencia de los retornados políticos argentinos fue el resultado de
un interesante intercambio de ideas y condiciones entre sus
autoridades y las iglesias miembros, intercambio que se impulsó
con la llegada de una carta, enviada desde Ginebra por el Consejo
Mundial de Iglesias (CMI) en septiembre de 1983. Esta carta
consultaba: “como los pedidos financieros para su repatriación
procedentes de los argentinos se hacen cada vez más numerosos,
sería interesante para nosotros saber si CAREF podría tomar a cargo
(teniendo capacidad y medios administrativos) esta ayuda
necesitada para la reintegración de los argentinos que vuelven a su
país, siguiendo así el ejemplo de FASIC50 en Santiago de Chile”
(CAREF, correspondencia institucional, 21 de septiembre, 1983). Al
igual que en O.S.E.A., el CMI manifestaba que las solicitudes de
ayuda para regresar al país se volvían cada vez más numerosas
conforme se aproximaba el momento de las elecciones
presidenciales en octubre.
50 La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC) fue una institución chilena de carácter ecuménico que apoyó el retorno de los exiliados chilenos brindando orientación, información y ayuda económica para facilitar la reinserción de estos migrantes políticos al país (Coordinación Argentina de Apoyo al retorno a Chile, s/f: 4).
258
Este llamado del CMI fue respondido positivamente por
CAREF luego de acordar con las iglesias miembros51 algunas
cuestiones fundamentales a las que debía ajustarse la atención que
se brindaría. En primer lugar, desde CAREF se consideraba que era
imposible pensar en un programa de retorno masivo y espontáneo.
Esto tenía que ver, por un lado, con el hecho de que, desde la
organización, no se contaba con certezas acerca de un número
aproximado de personas y familias que estarían dispuestas a volver
al país, ni desde qué lugares. Algunos de los datos que se tenían se
referían a la situación contrastante de los países escandinavos “que
están ayudando a los que vuelven de forma integral y generosa”
frente a los que volvían de lugares como Francia, Italia, España y
México que “serían los más necesitados y desprotegidos” (CAREF
(a), correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Además
de esa imprecisión para preparar la asistencia futura, desde CAREF
se consideraba necesario saber algo de la situación jurídica y
socioeconómica de quienes regresaban y solicitaba que esto fuera
informado por algún organismo responsable en el país de asilo. A
estas incertidumbres, se le sumó el hecho de que el personal de
asistencia social de la organización así como el presupuesto para el
año 1983, ya se encontraban asignados y comprometidos en los
tradicionales programas de ayuda a los refugiados extranjeros en
Argentina.
51 Las iglesias que en ese momento respondieron a la consulta acerca de la atención a los retornados políticos argentinos fueron la Iglesia Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la Iglesia Metodista Argentina.
259
En segundo lugar y más significativo aún, desde CAREF se
consideraba que “participar en la ayuda a los exiliados que
retornan puede llegar a ser tan comprometedor y cuestionado
como ha sido el trabajo de CAREF y el Movimiento Ecuménico por
los Derechos Humanos (MEDH) hasta el presente (CAREF (b),
correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). En este
sentido, una de las ideas incómodas que se barajaba con respecto a
esta nueva tarea de asistencia, tenía que ver con la naturaleza
política de esa migración argentina de retorno, pues se estimaba
que atender a esta población generaría no pocas rispideces entre
CAREF y aquellos que expresaban esa mirada negativa sobre los
exiliados (como por ejemplo la prensa nacional). Por otra parte,
antes de que las Iglesias le otorgaran el nuevo mandato de
asistencia, en Buenos Aires hubo una reunión de CAREF con el
Obispo Angel Peiró, en la cual se mencionó la importancia de
atender a un espectro más amplio de retornados, pues “los pedidos
de ayuda hasta el momento han sido iniciativa de una misma
tendencia política (…), habrían muchas personas que no estarían
embanderadas con ningún partido particular” (CAREF (a),
correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Aunque no se
especificaba cuál era esa tendencia política que solicitaba ayuda
para repatriarse, se incluía como sugerencia para CAREF el brindar
esa asistencia con más apertura. Finalmente, en la correspondencia
institucional emerge el problema del privilegio como una de las
principales dificultades para asistir a los retornados argentinos del
exilio. Al respecto, desde el CMI en Ginebra se consideraba que
“toda asistencia a personas que desean regresar a su patria debe
260
ser tratada con mucha prudencia, requiere de consultas periódicas
y no debería nunca poner (o parecer poner) el retornado en una
situación privilegiada en relación a los que ‘lo aguantaron todo’
adentro del país” (CAREF, correspondencia institucional, 2 de
noviembre, 1983). De manera coincidente, la Iglesia Evangélica
Metodista Argentina comunicó a CAREF su aprobación para atender
a los retornados argentinos en una asistencia pastoral, jurídica,
social y económica pero solicitó “enmarcar el trabajo de exiliados
en proyectos más generales, de tal manera que no se cree una
situación privilegiada de los exiliados frente a otros afectados por
la represión” (CAREF, correspondencia institucional, 23 de
noviembre, 1983).
Esta alerta con respecto a privilegiar a los exiliados fue
también una de las tensiones con las que lidió O.S.E.A. a lo largo
de su vida institucional, alertas que se vinculaban con los discursos
sobre el exilio dorado. Uno de los embates fue con respecto a la
migración económica que salió del país sobre todo desde 1980 por
la crítica situación laboral. Aquí, O.S.E.A. defendió la diferencia
entre el exiliado y el emigrante económico por la forma compulsiva
de la salida que adoptó el primero (Reencuentro, 1984: 2). Para
Octavio Carsen, secretario ejecutivo de O.S.E.A., este contraste
era fundamental pues el exiliado “no tuvo siquiera la opción de
elegir entre afrontar la miseria del país o irse, porque en ello se le
iba la vida o la libertad” (La Voz, 1984). Por su parte, con respecto
sobre todo a los ex presos políticos, a los detenidos-desaparecidos y
a sus familiares, O.S.E.A. aseveraba que los exiliados debían ser
incluidos en el conjunto de las víctimas de la represión porque el
261
exilio había sido una forma de eliminar a bajo costo la oposición
política y por lo tanto, debía entenderse como una violación a los
derechos humanos (Reencuentro, 1985: 13). Esto será retomado
más adelante.
Al trabajo inicial de O.S.E.A. de atención a los retornados, se
sumó en diciembre de 1983 el área de asistencia social de CAREF
que se encargó de evaluar cada situación para que la Junta
Directiva de O.S.E.A. se informara y considerara el otorgamiento de
la ayuda económica. En general, la asistencia otorgada consistía en
“ayudas de emergencia” que se definían como un apoyo económico
equivalente a un sueldo mínimo por adulto más las asignaciones por
hijos. Estos estipendios se otorgaban a cada retornado o grupo
familiar por un período de tres a seis meses (O.S.E.A., 1988: 14).
Por otro lado, el MEDH, la Comisión Católica Argentina de
Migraciones (CCAM), el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) así como
algunos Obispados, funcionaron como delegaciones de O.S.E.A. que
asistían a los retornados políticos del interior del país. De esta
manera, el trabajo fuerte comenzó desde Buenos Aires, en
conjunto entre CAREF y O.S.E.A. y se mantuvo desde 1983 hasta
fines de 1985 y principios de 1986 aproximadamente. Luego de ese
tiempo, CAREF ya no se ocupó de las tareas de asistencia a
retornados argentinos y O.S.E.A. continuó con la atención
integrando el área de asistencia social al equipo interno de la
Oficina y realizando una serie de modificaciones operativas.
Hasta aquí, es posible observar que la atención concentrada
en el problema de los retornados fue el resultado de una serie de
demandas que provenían del exterior, de los mismos argentinos
262
exiliados que comenzaron a movilizarse a partir de la derrota de la
guerra de Malvinas para concretar el regreso. Demandas que
hallaron en el CMI y en Mignone dos puentes para llegar a lo que
luego serían los programas específicos de asistencia de O.S.E.A. y
CAREF. Para estas organizaciones, el retorno político comenzó
entonces con la urgencia por resolver problemas puntuales de
asistencia –sobre todo en el orden legal y económico– y con
importantes dificultades vinculadas al estigma del exilio dorado.
Asistir y Reintegrar
El trabajo realizado por O.S.E.A. durante el tiempo que
funcionó la Oficina puede ser distinguido en dos grandes etapas. La
primera, de 1983 a 1985 aproximadamente, que concentró los
esfuerzos del equipo de O.S.E.A. junto al de CAREF en la recepción
de los retornados políticos, en resolver los serios problemas legales
que impedían los ingresos al país y en aminorar las dificultades
económicas y habitacionales por medio de ayudas de emergencia.
La segunda, desde 1986 hasta 1988, en la que disminuyen
significativamente las solicitudes de ayuda y el trabajo de O.S.E.A.
se concentra en dos áreas principales: el área laboral, orientada a
la creación y mantenimiento de una fuente de trabajo para los
retornados políticos y el área de comunicaciones, a través del
Boletín Reencuentro, preocupada por ampliar la difusión de los
problemas del exilio tanto en el país como en el exterior.
263
El grueso de la atención brindada por O.S.E.A. y CAREF se
concentró en la primera etapa, sobre todo en 1984 y 1985, años en
los que otorgaron asistencia económica a 3676 personas de un total
de 5052 que atendieron desde 1984 hasta 1988 (O.S.E.A., 1988:
17). Además de este número, CAREF atendió con fondos especiales
del CMI a 300 grupos familiares en esos dos años. Esta asistencia
dependió no sólo de la coordinación entre ambas organizaciones,
sino de los recursos que pudieron conseguir en el exterior ante la
evidente falta de fondos por parte del gobierno nacional. Si bien el
retorno de los exiliados argentinos fue una problemática que halló
financiamiento en diferentes organismos europeos y americanos, la
coordinación, decisión, administración y entrega de esos fondos, así
como otro tipo de atención brindada a los migrantes políticos de
retorno estuvo exclusivamente en manos de O.S.E.A. y CAREF.
Sobre este tema no se detendrá el artículo, pero es importante
resaltarlo para comprender el lugar que ambas organizaciones
tuvieron en este proceso.
Regresando a la primera etapa, fue también en 1984 y 1985,
cuando ACNUR tuvo más presencia en el proceso de retorno a
través de los programas de repatriación para facilitar el viaje de
regreso y luego con un programa especial de “Rehabilitación de
Retornados” que fue implementado –a través del gobierno nacional–
por O.S.E.A., CAREF y la CCAM. La repatriación de argentinos
exiliados significó para ACNUR la oportunidad de modificar y
flexibilizar algunos instrumentos jurídicos internacionales, de
manera tal que pudieran reconocer post facto el carácter de
refugiado de muchos argentinos en el exterior que no tuvieron esa
264
condición en su exilio y que les fue otorgado para poder solventar
los costos de los pasajes (AAVV, 2007: 108). Algunos de los exiliados
que no pudieron acceder al estatus de refugiado, fueron ayudados
por el Comité Intergubernamental para las Migraciones (CIM) para
el pago del pasaje o para reinsertarse laboralmente en el país a
través de otro programa especial.
Para el “Programa de Rehabilitación de Retornados”, la
categoría de refugiado facilitó la tarea del equipo administrativo
de ACNUR a la hora de aprobar las ayudas de emergencia
seleccionadas por CAREF y O.S.E.A. De acuerdo con la coordinadora
de CAREF, el argentino que contaba con estatus de refugiado
llegaba “limpito de dudas” mientras que, con el resto de los
retornados, CAREF no podía seleccionar y “teníamos que
arreglárnosla para armar criterios de encuadre operativos (para)
creerle a la persona su historia” (Entrevista a María Amelia Silva de
Sosa, 2011). Esta operación de encuadre no fue exclusiva de la
tarea con retornados argentinos sino que fue utilizada por CAREF
desde que comenzaron a recibir exiliados chilenos en 1973 y servía
para determinar si las personas que se acercaban a pedir ayuda
tenían motivos fundados en el miedo o la amenaza por motivos
políticos, aunque no contasen con el estatus de refugiados del
ACNUR.
En términos de metodología de trabajo ambas organizaciones
tuvieron posicionamientos similares frente a la información que les
brindaban los retornados políticos sobre sus historias. Desde CAREF,
las entrevistas a los retornados argentinos que llegaban buscando
ayuda se realizaban respetando ciertos límites de registro de la
265
información que eran autoimpuestos por la organización. De
acuerdo con Violeta Correa, responsable del programa de atención
a los retornados de CAREF, aunque había una escucha atenta de
todos los problemas y dimensiones que pesaban sobre las personas
retornadas, la organización se abstenía de preguntar por las
experiencias militantes y políticas previas a la salida del país y, en
caso de saberlas, no realizaban ningún tipo de registro sobre ellas.
Se priorizaba la reserva, el cuidado, la distancia, el no involucrarse
con los entrevistados, “porque a nadie se le preguntaba: ¿Y Ud.
dónde estaba? ¿Ud. militaba, no militaba? ¿Era un perejil, no era un
perejil? ¿Se fue porque tenía un amigo? La gente contaba (…) pero
no le preguntabas” (Entrevista a Violeta Correa, 2012).
Para la coordinadora de CAREF en ese período, que no se
mencionara la experiencia política en los documentos de la
organización es el resultado de un acuerdo tácito entre estas
organizaciones de solidaridad pero también refleja el poco tiempo
que los retornados políticos pasaban en la organización. A
diferencia de los refugiados latinoamericanos que llegaron a
establecer un vínculo más duradero con CAREF, los retornados
argentinos tuvieron una presencia más fugaz que fue promovida
indirectamente por el mismo diseño de los programas de asistencia
que entregaban el dinero sin tener un seguimiento de los resultados
(Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011).
Sobre el modo de entrevistar a los retornados políticos,
desde O.S.E.A. también se priorizaban los aspectos más urgentes
vinculados a la necesidad económica, laboral y habitacional, “sin
preguntar si eran del ERP, de Montoneros, aunque todos sabíamos”
266
(Entrevista a Octavio Carsen, 2012). Desde O.S.E.A. se decidió
preservar las historias dejando de lado procedimientos que
pudiesen ser inquisitorios o que pudieran herir a los retornados con
preguntas angustiantes (O.S.E.A., 1988: 14). A pesar de esta
similitud en las tareas de registro de la información, una de las
diferencias más sustantivas fue que, en O.S.E.A., el exilio como
problemática de derechos humanos tuvo un mayor grado de
presencia que en CAREF. Esto se manifiesta tanto en los informes
internos de la organización como en las declaraciones públicas en
la prensa nacional y a través de su boletín Reencuentro que
realizaron Octavio Carsen y otros miembros de la Junta Directiva.
De esta forma es importante destacar cómo estas
organizaciones priorizaron el silencio y el extremo cuidado sobre el
registro de la información. Estas prácticas pueden ser
comprendidas como una de las herencias del miedo por la represión
estatal que no sólo impactó en las personas que permanecían en el
exilio y en los retornados políticos, sino que se introdujo en la
dinámica de estas organizaciones como reflejo de la desconfianza
en el futuro del nuevo gobierno democrático. La prueba de ellos es
que “cuando se dio Pascua, con los carapintadas, el pánico que se
dio, que después se volvió a dar con el episodio de La Tablada
(1989), motivó que los archivos de las fichas individuales de la
gente que habían pasado (por O.S.E.A.) fueron destruidos porque
tenían miedo de un allanamiento y que estuvieran al alcance de la
mano de los represores del nuevo golpe” (Entrevista a Octavio
Carsen, 2012). Para CAREF esto se puede observar en el uso que se
hizo del vínculo con ACNUR para legitimar y proteger la tarea diaria
267
de atención a los retornados: “cada vez que en CAREF pasaba algo,
sacábamos la chapita del ACNUR: 'trabajamos con las Naciones
Unidas', eso decíamos en todos lados. Aunque el trabajo con las
Naciones Unidas fuera una reunión” (entrevista a Violeta Correa,
2012).
Dentro de las características de este proceso desde su
dimensión organizativa, cabe destacar que, para O.S.E.A., una de
las dificultades más importantes para la asistencia tenía que ver
con el inadecuado o casi nulo planeamiento y preparación que
había tenido el regreso para muchos exiliados argentinos (O.S.E.A.,
1988: 13). Desde el inicio, esto ya había sido motivo de
preocupación para CAREF y las Iglesias que la constituían cuando se
sugería no estimular un retorno masivo y espontáneo. Según la
coordinadora de CAREF en ese momento, durante los dos años
dedicados a la asistencia social, fueron muy pocos los retornados
políticos que llegaron al país “con el proyecto bajo el brazo” es
decir, con un plan de trabajo diseñado o pensado desde su país de
exilio para implementar en Argentina y reinsertarse (Entrevista a
María Amelia Silva de Sosa, 2011). De todas formas, quienes
contaron con eso, tuvieron poco éxito en lo que emprendieron pues
se encontraron con un país que estaba destruido económicamente
(Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). A esta situación de
desorden en el regreso, se sumó –como se verá– la ausencia de
políticas estatales efectivas que aliviaran mínimamente la
instalación, así como la débil difusión de la información necesaria
para que los retornados conocieran las condiciones reales del país
al que regresaban (O.S.E.A., 1986: 10).
268
La segunda etapa de trabajo, desde 1986 a 1988, comenzó
sin CAREF y con la preocupación de O.S.E.A. por resolver los altos
índices de desocupación en la población de retornados políticos. A
partir de febrero de 1986, O.S.E.A. decidió cerrar la recepción de
nuevos retornados políticos porque en esa fecha ya había caducado
la validez de la figura de refugiado para los argentinos que aún no
habían regresado. La organización pasó a concentrarse en la
población estable de retornados políticos que no había logrado
reintegrarse a la sociedad por la persistencia de problemas de salud
mental, vivienda y sobre todo, por las dificultades laborales
(O.S.E.A., 1986: 23). En particular, fue decisión de O.S.E.A.
destinar los esfuerzos económicos y de coordinación a la atención
de la población de retornados que se encontraba en el interior del
país, debido a que la situación económica repercutía con mayores
conflictos allí que en la Capital Federal (O.S.E.A., 1986: 28). En
consecuencia, la reorganización interna de la Oficina y la
modificación de los programas de ayuda parecen indicar un tránsito
de los objetivos de asistencia al de reintegración de los retornados
políticos argentinos.
Lograr la reinserción laboral de los retornados políticos
conllevó algunas tensiones significativas para O.S.E.A. a la hora de
conseguir financiamiento internacional. En particular, la
organización decidió no plantear el pedido de ayuda en términos de
“donación” (O.S.E.A., correspondencia institucional, 9 de
septiembre, 1986) pues trataba así de resaltar la capacidad de
agencia de los retornados políticos, de sus recursos y capacidades
propias (O.S.E.A., 1985b: 2). Esto también tenía que ver con
269
“tratar de no generar una relación de dependencia de los ex
exiliados con la institución, sino de brindarles un acompañamiento”
(O.S.E.A., 1986: 17). Una de las tensiones que se repetía en este
tema, tenía que ver con “prevenir cualquier tendencia hacia la
sobreprotección o el paternalismo (…) cuidando siempre de no
generar privilegios entre los retornados, y entre estos y la situación
media de la población local” (O.S.E.A., 1987/1988). Una de las
estrategias para evitar este tipo de “privilegios” consistió para
PROCOP y O.S.E.A. en proponer que las cooperativas de trabajo
reunieran a los liberados, exiliados y familiares de desaparecidos
bajo la misma categoría de “desocupados” (PROCOP, 1984). Y si
esto llegaba a provocar desacuerdos con quienes habían pasado la
dictadura “adentro”, O.S.E.A. destacaba que “la población del
exilio está conformada por militantes populares, ex presos
políticos, familiares de detenidos desaparecidos, etcétera, por lo
que sus problemas tienen mucho en común con los afectados que
nunca dejaron el país” (Reencuentro, mayo 1986:13). Como se
puede observar, no fueron pocos los recovecos discursivos que halló
O.S.E.A. para darle más presencia a los problemas del exilio y
defender el retorno como un derecho que el Estado argentino debía
garantizar.
Al cierre de sus actividades, O.S.E.A. explicitaba que la
reintegración se alcanzaría no sólo con la reinserción laboral, sino
cuando se produjera el reencuentro positivo del retornado con la
familia, amigos y otros grupos sociales, cuando tuviera
participación sociopolítica y en actividades de estudio y
finalmente, con el acceso a una vivienda. Se consideraba que la
270
reintegración de los retornados sería exitosa “en cuanto dejaran de
ser exiliados y fueran, dentro de lo posible, argentinos como todos.
Esta razón fue la que nos impuso el deber de no continuar
recordando la etapa del exilio. Y si alguien volvía a O.S.E.A., que lo
hiciera por decisión propia, pero no porque se lo iba a buscar”
(O.S.E.A., 1988:16). Visto de esa manera, reintegrarse podía
significar para los retornados el silenciamiento de sus experiencias
específicas de exilios.
La Comisión Nacional
En noviembre de 1983, la prensa argentina difundió las
declaraciones del futuro Ministro del Interior, Antonio Tróccoli con
respecto al exilio argentino en el que se anunció que “todos
pueden volver” (La Voz, 1983). Esta fue una noticia esperanzadora
para los argentinos exiliados en el mundo, excepto para aquellos
cuya situación legal estaba comprometida por “causas pendientes”
con la justicia. Estas dificultades legales que tuvieron algunos
exiliados argentinos antes de regresar, se incrementaron mucho
más desde 1985 pues, si bien se podía regularizar su situación legal
antes de ingresar al país, desde el gobierno no se ofrecían garantías
de que no se abrirían nuevos pedidos de captura por hechos del
pasado (Reencuentro, 1985: 4). La incertidumbre legal sufrida por
los exiliados argentinos fue uno de los puntos más conflictivos para
O.S.E.A. en su relación con el gobierno.
271
En junio de 1984, O.S.E.A. y CAREF, junto al ACNUR y el
MEDH, asistieron a una reunión en el Departamento de Derechos
Humanos de la Cancillería con el Dr. Horacio Ravenna con el fin de
informarle al gobierno acerca del trabajo que se estaba realizando
en la recepción de retornados. Tres meses después de esa reunión,
un informe de CAREF enfatizaba que “el gobierno nacional,
principal actor en la tarea de facilitar y colaborar en la integración
de los exiliados a la vida del país respondió con la conformación de
la Comisión Nacional para el Retorno (pero) hasta el mes de
septiembre no se había logrado de parte del gobierno una
respuesta operativa, es decir, cómo pensaba instrumentar la ayuda
ofrecida” (CAREF, 1984: 11). Esta Comisión Nacional para el
Retorno de los Argentinos en el Exterior (CNRAE), fue creada en
junio por decreto presidencial número 1798/84 y su objetivo era
“realizar las acciones tendientes a facilitar el regreso de los
argentinos en el exterior y de sus familias así como arbitrar
procedimientos para consolidar los vínculos con quienes, aún sin
cambiar su lugar de residencia puedan contribuir al desarrollo
cultural, económico y científico del país” (Presidencia de la
Nación, 1984: 2-3).
La CNRAE parecía convertirse en la instrumentación que
CAREF le había solicitado al gobierno nacional en aquella reunión
del mes de junio de 1984. Sin embargo, su injerencia en la
problemática del retorno político resultó muy estrecha,
principalmente porque la Comisión no contaba con facultades de
resolución y se limitaba a asesorar al Poder Ejecutivo (Noticias
Argentinas, 1984). Por ejemplo, en junio de 1984, Octavio Carsen
272
envió una carta al Presidente de la CNRAE indicándole al gobierno
nacional una serie de puntos preocupantes que impedían el retorno
y la instalación de los exiliados y que merecían la atención de esa
Comisión con suma urgencia. La mayoría de esos puntos respondían
a cuestiones de irregularidad legal que afectaban seriamente la
concreción del regreso. Sin embargo, estos pedidos que realizaba
O.S.E.A. para que se derogaran las normas y leyes represivas que
afectaban el retorno de los exiliados, sobre todo los pedidos de
captura, no tuvieron en la Comisión un interlocutor que pudiera
darle cauce.
En la relación entre O.S.E.A. y la CNRAE el “privilegio”
también fue un tema de disputa. Desde la presidencia de la CNRAE
se explicaba que el objetivo de esta Comisión consistía en “crear
las condiciones de retorno tanto para los exiliados como para los
argentinos residentes en el exterior sin brindar privilegios a nadie”
(Noticias Argentinas, 1984). Mientras la CNRAE trataba de actuar
“igualitariamente” en la asistencia a los argentinos que
retornaban, O.S.E.A. intentaba transmitirle en la misma carta para
la Comisión el carácter urgente que tenía reconocer al exilio como
un problema social que afectaba a todo el país, señalándolo como
un destierro obligado y a los exiliados como víctimas de la
represión. O.S.E.A. intentó dar algunos pasos en el camino de
desnaturalización del exilio como “experiencia privilegiada” y lo
hizo a través de la diferenciación de dos grupos de exiliados:
para una parte de éstos [exiliados], en especial técnicos, profesionales, artistas e intelectuales de renombre, el exilio no les significó un perjuicio
273
económico ni siquiera una disminución del nivel social; vuelven por sus propios medios y no necesitan ni del apoyo, ni del gobierno, ni de ninguna organización gubernamental. En cambio, hay una parte considerable del exilio que sufrieron a través de estos años, un deterioro no sólo económico sino personal muy grande. Por sus propios medios no pueden regresar, es nuestra obligación como sociedad ayudarlos (…). No se trata de impulsar el retorno de nadie, ni tampoco de crear privilegios para nadie, ni los exiliados lo piden, ni los organismos que tienden a facilitar el regreso lo proponen. Se trata simplemente de disminuir en algo las diferencias en contra ocasionadas a los exiliados por una permanencia fuera del país que no quisieron (…). Existe en el país un desconocimiento total de la población de lo que fue y es realmente el exilio. La imagen que se tiene es de un exilio de oro en países exóticos a los cuales normalmente se llega a través de excursiones turísticas por los sectores privilegiados de la población. El retorno exige una gran dosis de generosidad y de apego al terruño que debe ser divulgado y reconocido. (OSEA, correspondencia institucional, 29 de junio, 1984)
Desde O.S.E.A. se identificaban entonces dos grandes grupos
dentro de la población exiliada, un grupo carenciado y necesitado
de ayuda y otro mejor posicionado socialmente, mucho más
reconocido y vinculado al ámbito público. Se aclaraba entonces que
la ayuda se destinaría al sector de exiliados sin recursos que
seguiría llegando y al que no le correspondería el carácter
privilegiado pues, en ese caso, se trató de un amplio grupo
274
carenciado, generoso y que regresaba por ser “apegado al
terruño”. Así, se intentó deslegitimar el discurso del gobierno para
establecer que no pudiera hablarse de privilegio si se estaba
atendiendo a una población carenciada que sobre todo, llegó a esa
situación por haberse ido del país sin elegirlo. Este argumento se
reforzaba cuando se subrayaba la naturaleza democrática de este
retorno, en cuanto este grupo era capaz de regresar a un país en
crisis económica, habitacional e inflacionaria sólo porque lo movía
“el deseo de aportar con su esfuerzo a la etapa de reconstitución
económica, democrática y social del país” (La Voz, 1984). Como
explicaba Carsen en 1984, “la decisión de los exiliados argentinos
es volver al país haya o no preparación del retorno, haya o no
estructuras que tiendan a resolver estos problemas porque quieren
a su patria y tienen mucho que aportar a su reconstrucción” (La
Voz, 1984).
Al carácter administrativo que tuvo la CNRAE se sumó como
uno de sus límites, la ausencia de fondos propios pues dependía de
los programas de ayuda especial gestionados tanto por Naciones
Unidas como por convenios que el gobierno nacional había firmado
con los países donde se estimaba que había más exiliados
argentinos (El Periodista, 1984). Este fue el caso del “Programa de
Rehabilitación de Retornados” que se mencionó antes y donde la
CNRAE sólo apareció nominalmente” (CAREF, 1984/1985). No es de
sorprender que, el informe final de CAREF al respecto subrayara
que “tanto ACNUR como el Gobierno, dejaron en manos y a
iniciativa de las agencias el seguimiento de situaciones más
problemáticas y el acompañamiento para una efectiva
275
reinstalación. Este aspecto no es sentido como responsabilidad por
ninguna de las dos instancias primeramente mencionadas” (CAREF,
1984: 11). Tal como se indicó en ese informe, el objetivo de ese
programa podía considerarse cumplido de forma parcial, pues no
incluía un seguimiento de los casos que permitiera contemplar la
efectividad y los resultados de la misma.
Finalmente es importante mencionar que una de las
principales distancias entre la Comisión Nacional y O.S.E.A., tuvo
que ver con la población de retorno a la que se trataba de ayudar.
De acuerdo con O.S.E.A., uno de los errores más importantes que
había cometido la CNRAE se hallaba en el mismo decreto de origen,
pues en él se igualaba al exiliado con el emigrante económico así
como difundía “un discurso de carácter economicista, en cuanto
plantea el recupero de recursos humanos que considera más
necesarios” (O.S.E.A., 1988: 41). Como se mencionó, evitar esta
equivalencia entre exiliado y emigrante económico fue uno de los
combates más importantes para O.S.E.A. pues en la diferencia
vinculada al carácter compulsivo se jugaba una oportunidad de
deconstruir la idea del exilio como privilegio.
Finalmente, el 31 de julio de 1985 la CNRAE terminó sus
tareas dejando una huella casi invisible en los recuerdos de las
personas que coordinaron CAREF y O.S.E.A. Tal es así que, cuando
actualmente se le consulta a María Amelia Silva sobre el papel del
gobierno nacional en el proceso de retorno, la respuesta no se hace
esperar: “No. No creó nada. No creó nada. No. No hubo una oficina
de asistencia” (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011).
276
Palabras finales
A partir de este breve recorrido sobre un aspecto de la
dimensión organizativa del proceso de retorno político de los
argentinos es importante destacar el rol significativo que
desempeñaron las organizaciones de solidaridad como CAREF y
O.S.E.A. frente a la evidente ausencia gubernamental. Como se
mencionó, una de las tensiones que emergió en este camino de
asistencia fue el problema del “privilegio a los retornados”, tema
que atravesó y moldeó muchas de las preocupaciones en la gestión.
Pero también, el pasado político de los migrantes de retorno
constituyó otra de las tensiones importantes pues ambas
organizaciones de solidaridad parecen haber ocluido en distintas
gradaciones la experiencia política de los exiliados. Quizás para
CAREF esto tuvo que ver con un mandato original de no
intervención sobre ese aspecto mientras que, en el caso de
O.S.E.A., pudo haber operado un trabajo de comprensión del exilio
en un registro cuya clave los integró en el universo de las víctimas
de la represión.
Resulta más visible en el trabajo realizado por O.S.E.A. el
esfuerzo por otorgarle legitimidad al problema del exilio y del
retorno, sobre todo a través de esa identificación de los exiliados
como víctimas y desde un discurso de los derechos humanos.
Permitir y facilitar el regreso tenían que ver no sólo con un derecho
sino con una forma de reparación a las víctimas (Reencuentro,
1986: 13). Sin embargo, este registro discursivo no fue privativo de
O.S.E.A. sino que se vinculó directamente con el predominio que la
277
narrativa humanitaria adquirió a nivel internacional. En Argentina,
este registro humanitario se cristalizó en el informe Nunca Más en
el cual la figura de las víctimas de la represión se acompañó de un
borramiento de la experiencia política previa. Ese silenciamiento
del pasado político que fue utilizado también por O.S.E.A. para
poder instalar en la esfera pública a los exiliados como víctimas
tuvo un alcance limitado pues fue sobre todo la figura de los
desaparecidos la que concentró las atenciones públicas y operó
como la lupa desde la cual mirar (y comparar) al resto de las
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de Solidaridad para Exiliados Argentinos y Evaluación sobre su
reinserción en su patria entre el 1ero de julio de 1983 y el 30 de
junio de 1988. Buenos Aires, Argentina. Archivo CELS.
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Correspondencias
O.S.E.A., 14 de octubre, 1983. Correspondencia enviada por Emilio
Mignone a Conserjería de Proyectos para Refugiados
Latinoamericanos, Costa Rica. Archivo CELS.
----- 1 de abril, 1984. Correspondencia enviada por Emilio Mignone
y Octavio Carsen a Organismos internacionales de
Financiamiento. Archivo CELS.
----- 15 de junio, 1984. Correspondencia enviada a CEBEMO –
Holanda. Archivo CELS.
----- 21 de septiembre, 1983. Correspondencia recibida desde el
Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.
CAREF (a), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada a Iglesia
Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la
Iglesia Metodista Argentina. Archivo CAREF.
----- (b), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada al Consejo
Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.
----- 2 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida desde el
Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.
----- 23 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida de la Iglesia
Evangélica Metodista Argentina. Archivo CAREF.
O.S.E.A., 9 de septiembre, 1986. Correspondencia enviada por
Marcelo Palermo a Organization canadiense pour la solidarité et
le Developpment. Archivo CELS.
----- 29 de junio, 1984. Correspondencia enviada por Octavio
Carsen al Sr. Presidente de la Comisión Nacional, Dr. Jorge
281
Pedro Graciarena y al embajador Dr Horacio Ravenna. Archivo
CELS.
Otros documentos
O.S.E.A., diciembre, 1983. Circular firmada por Emilio Mignone.
Convocatoria a participar en las Cooperativas de Trabajo.
Archivo CELS.
Periódicos y revistas
Noticias Argentinas, (1984). “Precisiones para el regreso de las
personas exiliadas”, 19 de julio, Buenos Aires.
El Periodista de Buenos Aires (1984). “Los duros pasos del regreso”,
N° 13, 14 de diciembre, Buenos Aires.
La Voz (1983). “Pueden regresar los exiliados”, 18 de noviembre,
Buenos Aires.
----- (1984). “Exiliados, aún falta mucho por hacer”, 24 de junio,
Buenos Aires.
Reencuentro (1986). “A diez años del golpe (1976-1986)”, mayo,
año 2, N° 9, O.S.E.A., Buenos Aires.
----- (1985). “Recurso de Hábeas Corpus”, noviembre, año 1, N° 7,
O.S.E.A., Buenos Aires.
----- (1984). “Exilio: nunca más”, diciembre, año 1, N° 2, O.S.E.A.,
Buenos Aires.
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Entrevistas
Violeta Correa (2012), responsable del programa para retornados
argentinos de CAREF. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 26
de enero, Buenos Aires.
María Amelia Silva de Sosa (2011), coordinadora de CAREF desde
1983 hasta 1986. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 22 de
diciembre, Buenos Aires.
Octavio Carsen (2012), Secretario Ejecutivo de O.S.E.A.
Entrevistadora: María Soledad Lastra. 25 de enero, Buenos Aires.
284
Adriana Badaganani (Balcarce, 1977). Es Licenciada en Historia y
se encuentra cursando la Maestría en Letras hispánicas en la
Universidad Nacional de Mar del Plata. Es becaria en la categoría
Iniciación en la misma casa de estudios; cumple funciones docentes
en el Seminario de Licenciatura y en Teoría y Crítica II de la carrera
de Letras. El tema de investigación propuesto para la investigación
es el de representaciones literarias recientes de la última dictadura
militar en Argentina, analizando la obra de Ernesto Semán, Laura
Alcoba y Carlos Gamerro, teniendo en cuenta especialmente la
mirada que una nueva generación de escritores tiene sobre un
fenómeno como la lucha armada. Sobre esta misma temática
versará su tesis de Maestría.
Natalia Casola (Argentina, 1982). Profesora de Historia graduada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires,
en la que además trabaja como docente de la cátedra Historia
Argentina II "B". Es investigadora del Programa de Historia de Oral
de la FFyL-UBA y becaria de CONICET. Publicó diversos artículos en
revistas especializadas y participa habitualmente en reuniones
científicas de su especialidad. La presente investigación es parte de
su tesis doctoral en curso, titulada "Estrategia, militancia y
represión: el Partido Comunista de Argentina durante la última
dictadura militar (1976-1983)".
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Álvaro Couso (Montevideo, 1949). Licenciado en Psicología en la
Universidad de la República Oriental del Uruguay. Revalida del
título en la Facultad de Psicología en la Universidad Nacional de la
Plata. Ha publicado Un sexo sin Imagen (Letra Viva) y Memorias
impersonales (Imago Mundi), y se encuentra en imprenta Desgarros
de la constitución subjetiva. Publicó artículos sobre la práctica y la
teoría psicoanalítica en Imago, Psicoanálisis y el Hospital, Anudar,
Actualidad Psicológica, Agenda, El Otro, Prometheus, elsigma.com,
itinerario.psco.edu.uy, imgomundi.com.ar, notaazul.com,
periodicolanota.com, entre otros. Fue supervisor en los hospitales
Aráoz Alfaro, Rivadavia y Ramos Mejía. Dictó cursos en diferentes
instituciones psicoanalíticas (Escuela Freudiana de Buenos Aires,
Escuela Freudiana de Montevideo, Escuela Freudiana de La Plata,
Fundación Centro Psicoanalítico Argentino) y en las facultades de
Psicología de la UBA, ROU y Flores.
Marcela Crespo Buiturón (Buenos Aires, 1970). Doctora en Filología
Hispánica por la Universidad de Lleida, España; Coordinadora del
Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la
Universidad del Salvador, e investigadora del CONICET y de la
Universidad de Buenos Aires, con un proyecto titulado: “Poéticas
del exilio en la narrativa argentina de las últimas décadas: Un
resquicio ontológico en la dimensión política”.
Ha participado en varios equipos de investigación en universidades
argentinas (UBA y USAL) y españolas (Universidad Autónoma de
Barcelona y Universidad de Lleida), es miembro de la Asociación
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Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos y colaboradora
del Proyecto e-exiliad@s de la Secretaría de Estado de Inmigración
y Emigración del Gobierno de España. Actualmente, dirige el
proyecto “Representaciones y conceptualizaciones de la relación
sujeto-poder en la constitución de la figura del marginal en la
narrativa argentina de las últimas décadas” en la USAL.
Es editora de la revista Gramma, de la FFyL de la USAL. Ha
publicado diversos artículos en revistas especializadas y volúmenes
temáticos y recientemente, los libros: Andar por los bordes. Entre
la historia y la ficción: El exilio sin protagonistas de María Rosa
Lojo / Buenos Aires: La orilla frente al abismo. Sujeto, ciudad y
palabra en el exilio argentino / La memoria de la llanura: Los
marginales usurpan el protagonismo de la Historia (en prensa).
Lucía Soledad Gandolfi (Mar del Plata, 1989) Actualmente se
encuentra cursando la carrera de Licenciatura en Letras en la
UNMdP. Pertenece al grupo de investigación Estudios de Teoría
literaria, dirigido por la Dra. María Coira y codirigido por la Dra.
Rosalía Baltar. Ha publicado en las actas de las XIV Jornadas
Marplatenses y Argentinas de Teatro e Identidad y en la Revista
digital Estudios de Teoría Literaria. Se ha desempañado como
adscripta en la cátedra de Teoría y Crítica literarias II y como
profesora suplente en la Escuela Media Nº 14 que funciona en la
Unidad 50 del Instituto Penal de Batán. A partir de esta experiencia
y de esta práctica docente se pone en contacto con la obra de
Camilo Blajaquis, que es la que inspira su presente artículo.
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Pablo Gasparini (Rosario, 1971). Profesor en Letras por la
Universidad Nacional de Rosario, posee maestría y doctorado en
Letras (Literatura hispanoamericana) por la Universidad de São
Paulo, Brasil. Realizó pos-doctorado en el Instituto de Estudos da
Linguagem de la Universidad de Campinas, Brasil). Sus temas de
investigación se orientan a la cuestión del exilio (publicó El exilio
procaz: Gombrowicz por la Argentina, Beatriz Viterbo, 2007) y a la
problemática del desplazamiento lingüístico/literario. Posee
artículos sobre el tema en varias revistas especializadas. Desde
2009 es profesor de la Universidad de São Paulo.
Luis Ángel Gonzo (Necochea, 1987). Estudió Letras en la
Universidad de Buenos Aires. Es adscripto a la cátedra de Literatura
Europea Medieval de dicha institución. Actualmente trabaja en un
proyecto sobre los modos de lectura de la filología decimonónica
francesa, en relación a algunos cantares de gesta medievales.
Participa en publicaciones periódicas sobre cine, literatura y
afines, y es profesor en escuelas secundarias.
Nicolás Hochman (Buenos Aires, 1982). Profesor y Licenciado en
Historia por la Universidad de Mar del Plata, Doctorando en
Ciencias Sociales por la UBA, becario de CONICET. Presidente de
Grupo Heterónimos, director de revista Casquivana, consejero
editorial de Lamujerdemivida, miembro del comité académico de
Prometeica. Revista de Filosofía y Ciencia y editor de Prometheus.
Publicó, entre otros, los libros Pensar el afuera (Kazak, 2010) y El
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mundo entre 1945 y el siglo XXI. De la polarización a la
globalización (Longseller, 2011), y artículos en revistas
especializadas de Argentina, Chile, Colombia, México y España. Su
tesis doctoral es acerca de las diferentes formas del exilio,
abordando las experiencias de Witold Gombrowicz, Osvaldo Soriano
y Fabio Morábito.
Carlos Fernando Hudson (Mar del Plata, 1978). Profesor en
Historia (UNMdP) y doctorando de la misma disciplina en la UNICEN,
con el apoyo de una beca tipo II del CONICET y la dirección de la
Dra. María Estela Spinelli. Su investigación se centra en el gobierno
de José María Guido desde una perspectiva de historia política.
Resultados parciales de esta investigación se han visto expresados
en artículos y reseñas académicos y ha editado Figuraciones del
siglo XIX. Libros, escenarios y miradas (Finisterre editores/unmdp,
2007).
María Soledad Lastra (La Plata, 1982). Licenciada en Sociología
(UNLP); Magister en Ciencias Sociales (FLACSO-México) y becaria
doctoral de CONICET. Cursa el Doctorado en Historia (Fahce-UNLP)
con el proyecto de tesis: “Procesos de retorno del exilio: el regreso
de la migración política argentina y uruguaya desde México”. Es
integrante del Centro de Investigaciones Sociohistóricas (Fahce-
UNLP).
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Martín Mangiantini (Buenos Aires, 1979). Profesor en Historia,
graduado del ISP Joaquín V. González y maestrando en Historia en
la Universidad Torcuato Di Tella. Se desempeña como docente en la
Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, dependiente de la
Universidad de Buenos Aires, y en diferentes establecimientos de
enseñanza media y terciaria de la Capital Federal. Publicó diversos
artículos en torno a la militancia revolucionaria de las décadas del
sesenta y setenta en Argentina y participó como ponente en
distintos congresos académicos. Actualmente se encuentra
elaborando una historia del trotskismo argentino entre 1968 y 1976
bajo la dirección del historiador Hernán Camarero.
Pablo Ponza (Córdoba, 1976). Es Doctor en Historia por la
Universidad de Barcelona, España, e Investigador del CONICET con
sede de trabajo en el Instituto de Estudios de América Latina y el
Caribe (IEALC), Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires. Sus investigaciones se han centrado especialmente en
el vínculo entre el mundo de la cultura y la política, haciendo
especial hincapié en los discursos políticos, las corrientes de ideas
y los intelectuales durante la segunda mitad del Siglo XX. En la
actualidad investiga cuál fue el rol de los intelectuales en el
proceso de Transición a la Democracia argentina. Recientemente
ha publicado Intelectuales y violencia política (1955-1973) (Babel,
Córdoba, 2010), además de una veintena de artículos en revistas
científicas internacionales. Dicta regularmente cursos de postgrado
en universidades argentinas y extrajeras.
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Gabriela Urrutibehety (Tandil, 1961). Licenciada en Letras (UBA) y
Magister en Enseñanza de la Lengua y la Literatura en la
Universidad de Rosario. Ha obtenido la diplomatura en Educación y
Nuevas Tecnologías (Flacso) y la especialización en Lectura,
escritura y educación (Flacso). Ejerce la docencia en el Profesorado
de Lengua y Literatura del ISFD 168 de Dolores, donde dirige un
proyecto de investigación sobre lectura y escritura para el Instituto
Nacional de Formación Docente (INFD). Ha publicado últimamente,
entre otros, artículos en Novedades Educativas, La trama de la
Comunicación y Lectura y Vida, y el libro Tras las huellas de
Girondo. De muertos y revivos yoes (en colaboración), resultado de
una investigación financiada con una beca del Fondo Nacional de
las Artes.