El Frustrado Regreso a Calle Mayor - Juan a. Ríos Carratalá

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  • 8/10/2019 El Frustrado Regreso a Calle Mayor - Juan a. Ros Carratal

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    El frustrado regreso a Calle Mayor Juan A. Ros Carratal

    El tiempo, a menudo, es cruel con los cineastas. Son pocas las trayectoriasmarcadas por la continuidad o la regularidad en una tarea profesional donde losaltibajos resultan tan frecuentes como incontrolables por parte de quienes los padecen. Al igual que los intrpretes1, los directores pueden estar en la cresta de laola durante un perodo y comprobar, algunos aos despus, lo efmero de su xito osu reconocimiento crtico. El telfono tambin deja de sonar para ellos y su nombreslo es motivo de recuerdos, retrospectivas y estudios acadmicos. Ese silencio, ese

    quedarse al margen en contra de la propia voluntad, resulta ms o menos cruel segnlas circunstancias y el talante del individuo. Algunos se adaptan, otros se rebelan,unos pocos aprovechan la ocasin para reflexionar con sentido crtico acerca de lorealizado, muchos se sienten perseguidos por los ms variados enemigos,confabulados para negarles lo que les corresponde... Las reacciones son mltiples,tambin las consecuencias derivadas de las mismas. Frustracin, desesperanza,escepticismo, paranoia... forman parte de las experiencias de quienes se enfrentan aeste difcil reto. Superarlo o llevarlo con dignidad distingue a unos pocos, capacesincluso de enriquecerse gracias a un trance casi siempre amargo.

    Juan Antonio Bardem vivi, en sus ltimos aos, algunos momentos difciles.Estaba acostumbrado, pero en el origen de los mismos haba una realidad msdesagradable que la de sus enfrentamientos por motivos polticos ycinematogrficos. La noticia de su fallecimiento el 30 de octubre de 2002, tras haberrecibido pocos meses antes un homenaje con motivo de los Premios Goya, sac arelucir circunstancias personales y econmicas que fueron presentadas por losmedios de comunicacin con la habitual falta de respeto. Ignoro su posiblefundamento y tampoco me interesa indagar en el porqu de unas prcticas periodsticas demasiado frecuentes. Mis dudas giran en torno a la relacin deldirector con la figura del juguete roto. No con el patetismo mostrado por ManuelSummers en su magnfica pelcula - Juguetes rotos (1966)-, sino como una posibleconsecuencia del prolongado declinar de un cineasta que vivi su mejor poca,desde un punto de vista creativo, en los aos cincuenta y principios de los sesenta.Poco ms de una dcada, un perodo de esplendor cuya duracin es normal para uncreador de primer orden. Ms all de esa cumbre queda el trabajo bien hecho, laexperiencia capaz de asegurar una dignidad en las tareas de un creador y, a veces, elrepunte que nos hace recordar mejores momentos. Pero cuando el xito ha llegado pronto queda, sobre todo, demasiado tiempo en blanco y de difcil comprensin paraquien ha trabajado a ritmo de vrtigo entre aplausos. La sensacin de pertenecer aotra poca, de no poder revalidar aquello que se ha convertido en un referente cadavez ms lejano, debe ser poco soportable en algunas ocasiones.

    Juan Antonio Bardem no consigui controlar su trayectoria como director

    cinematogrfico. Su espritu planificador y sus objetivos iniciales quedaron amenudo a expensas de decisiones y circunstancias que apenas le dejaron un margen

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    de actuacin. l mismo lo explic -con reservas- y lament en unas memorias2 msnoticiosas que reflexivas y fidedignas, demasiado reivindicativas de su protagonismo como para establecer el necesario distanciamiento con respecto a otroscolegas y su propia obra. Algunos historiadores del cine han analizado las razonesde tan espectaculares altibajos en diversas monografas, menos de las que mereceraun director de su talla. Y, por otra parte, no es ahora el momento de recordar unacarrera de obstculos como la que padeci para sacar adelante las pelculas. Admira,en cualquier caso, su tenacidad para no sucumbir ante poderosos enemigos: lacensura del franquismo, el comportamiento de algunos productores y colegas, ladiscriminacin sufrida por razones, o sinrazones, polticas y un largo etctera quefrustr buena parte de su trabajo.

    Los enemigos, en el momento de la lucha, hasta cierto punto consuelan; almenos en el sentido de que justifican nuestro empeo. Lo malo es cuando a la batalla, sin desenlace ntido, sucede una desconcertante soledad, cuando ni siquieraqueda claro quin es el misterioso caballero que nos mantiene encantados. Entonces

    surgen de la imaginacin otros poderosos enemigos, reales en parte, pero tambinencubridores de la propia incapacidad para adaptarse a una nueva realidad. Creo,sinceramente, que el Juan Antonio Bardem que escribi sus memorias,dirigi Resultado final (1997) e intent regresar aCalle Mayor en un frustrado proyecto cinematogrfico sufri esta experiencia, tan humana como comprensible.

    Nadie est obligado por ley a adaptarse a la evolucin de su presente, aunque parezca a menudo lo contrario y sea arriesgado recordarlo en voz alta. De hecho,numerosos paladines del cambio continuo viven anclados en la ms reaccionariatradicin, dispuesta a ser manipulada para mantener lo fundamental. Tambin esverdad que, al margen de lo que suceda en nuestro hipottico mundo interior, eserechazo del presente contribuye a una marginacin que cuesta considerar comovoluntaria. No lo fue en el caso de Juan Antonio Bardem, siempre inquieto,incansable y repleto de iniciativas propias de un luchador. Pero esa marginacinexisti sin duda, fue injusta a veces y tambin voluntaria, al menos en la medida quela evolucin del director, o la falta de la misma, le llev a un callejn sin salida. Enesos callejones se suele conservar la dignidad que aporta la coherencia de toda unatrayectoria, el protagonista se puede convertir en el ltimo faro en tiempos denaufragio. Ahora bien, ese faro est en tierra firme o es una quimera? Una preguntainquietante y, por supuesto, difcil de responder, sobre todo cuando la citadacoherencia tal vez fuera una forma de encubrir debilidades incompatibles con laimagen del berroqueo luchador comunista.

    Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Juan Antonio Bardem conmotivo de la presentacin de sus memorias en Alicante. Ya haba, por entonces, publicado mi monografa sobreCalle Mayo r 3 y la ciudad provinciana, que leera -supongo- sin acusar recibo de su envo. Tampoco me dijo una sola palabra alrespecto cuando coincidimos en la citada presentacin, prologada por unaconferencia en la Universidad de Alicante y una sesin de grabacin para prepararlas ediciones digitales de dos de sus guiones, que se pueden consultar en laBiblioteca Virtual Miguel de Cervantes(www.cervantesvirtual.com)4. Conoca laexistencia de un proyecto suyo en torno a la citada pelcula, saba de las dificultades para sacarlo adelante y le ped el texto del guin para que, al menos, quedara

    constancia pblica de cmo haba imaginado, cuarenta y cinco aos despus, el

    http://www.cervantesvirtual.com/http://www.cervantesvirtual.com/http://www.cervantesvirtual.com/
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    regreso aCalle Mayo r 5. Nos lo cedi y mostr su conformidad con unas edicionesdigitales que, desde entonces, ya han tenido ms de 25.000 consultas.

    La lectura del guin de Regreso a la Calle Mayor me defraud. Despus dehaber publicado varios trabajos sobre Carlos Arniches y La seorita deTrevlez (1916) -la tragedia grotesca que sirvi de inspiracin a Juan A. Bardem6- ymi monografa dedicada aCalle Mayor -pelcula que analizo en mis clases desdehace ms de quince aos-, era lgico el deseo de conocer qu haba sido de los personajes de aquella ciudad provinciana tantas veces visitada. Como cualquier otroespectador, haba imaginado la posterior suerte de Isabel, Juan, Tonia, Federico y losdems personajes que coinciden en un conflicto que, de una u otra manera, les tenaque dejar marcados. Mis deducciones eran tales; no elucubraciones que habran sidoimprocedentes cuando se cuenta con unos personajes bien perfilados y coherentes.Los resultados no diferan demasiado de lo presentado por el guionista, que combinael recuerdo de la pelcula original -aproximadamente, ocupa la mitad del hipotticometraje- con una encuesta realizada por una joven licenciada en Ciencias de la

    Informacin, Rosa, que pretende escribir su tesis doctoral: Mi investigacinconsiste en conocer qu ha sido de esa pequea ciudad de provincias en estosltimos cuarenta y cuatro aos, qu ha sido de sus gentes y, por encima de todo, quha sido de usted, Isabel Castro. Con tal motivo y con la colaboracin de un jovencmara, Rosa entrevista a Betsy Blair y los dems intrpretes supervivientes deaquel rodaje de los aos cincuenta. Los mismos vuelven a encarnar sus respectivos personajes, convertidos ahora en unos ancianos que recuerdan lo sucedido y apuntanlo esencial de sus trayectorias personales. Al margen de la limitacin que supone elfallecimiento de buena parte de los intrpretes deCalle Mayor , se desecha as otra posibilidad: la construccin de un verdadero documental, reemplazado por unaficcin que se sostiene sobre una base argumental un tanto dbil y artificiosa.

    Supongo que somos muchos los que habramos disfrutado escuchando a BetsyBlair 7 en una entrevista que le permitiera recordar aquellos das en una ciudad provinciana. Qu pens la actriz norteamericana, recin separada de su maridoGene Kelly, en la Cuenca o el Logroo de 1956? Por qu decidi arriesgarse en una pelcula que le llev a un pas por entonces encerrado en s mismo? Slo fuenecesario un encuentro en la playa de Cannes con el joven director espaol? Hastaqu punto busc una oportunidad para dejar atrs el ostracismo causado por su presencia en las listas negras del senador Joseph McCarthy? Cmo se entiende la paradoja de que encontrara un papel de protagonista en la cinematografa de un pas por entonces paladn del anticomunismo? Cmo consigui captar con tantaexpresividad y acierto lo que representaba Isabel? Qu sensaciones le provocaba elcontraste radical entre su trayectoria y su personaje? Qu recordaba de las gestionesrealizadas para liberar a un director detenido por razones polticas a mitad delrodaje? Son algunas de las posibles preguntas8, algunas contestadas en susmemorias9, que tambin le poda haber realizado Rosa, una joven cuya tesis se limitaa esbozar la posterior suerte del personaje de ficcin, una solterona marcada por lacruel burla.

    De acuerdo con la continuidad imaginada por Juan Antonio Bardem, Isabelescap de la soledad y hasta de la muerte gracias a los nios, que acoga en una casaconvertida en una especie de jardn de infancia. Con ellos se gan la vida quien no

    estaba preparada para una actividad laboral, cobr fuerzas para resistir y hasta, pocoa poco, se transform en una mujer consciente y solidaria, capaz de ayudar a otras

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    maltratadas en un apunte que revela, de manera harto explcita, la mano delguionista: Sobreviv por los nios y gracias a ellos tambin perd el miedo a vivir.Ellos me hicieron darme cuenta de que mi dolor no era especial y nico. Haymuchas mujeres que sufren y no por una broma.... Isabel no volvi a enamorarse.Era un sentimiento asociado a una experiencia demasiado amarga, pero tomconciencia de la realidad, el proceso clave en tantos otros protagonistas de las pelculas de Juan Antonio Bardem.

    Las imgenes finales deCalle Mayor ya sugeran esa transformacin, al menosen lo fundamental. Nos importa poco, en mi opinin, la concrecin a la hora deimaginar el futuro de la protagonista. Basta con observarla mientras camina con paso firme, bajo la lluvia y por en medio de la calle. Su rostro ha perdido la sonrisacapaz de iluminar toda una pantalla, la sonrisa que evocaba un primer encuentro conJuan en el cine mientras estaba tumbada en la cama y metafricamente juntaba lasentradas de aquella sesin10. Tambin han quedado atrs la dulzura y la ingenuidadde quien hasta entonces se haba limitado a esperar. Isabel se ha endurecido y,

    mirndola, sabemos que nunca volver a la inocencia que la convirti en vctima delos burladores. El trabajo con los nios en la guardera, los movimientos feministas alos que se suma con la llegada de la democracia, su fugaz y ya tardo descubrimientode la sexualidad durante un viaje a Madrid... son detalles secundarios. Isabel, como personaje, termin tras la ventana, con la mirada fija e impenetrable, en un dalluvioso cuyo lento transcurrir estaba marcado por las campanas de la catedral.

    No sal de casa en muchsimo tiempo. Tena miedo a la gente, de todo elmundo. Esperaba. As lo recuerda una anciana Isabel que todava imaginamosdelgada y discreta, pero los espectadores ya sabamos que esa espera implicaba una posible evolucin gracias a la toma de conciencia de la realidad. Aquella solteronanunca fue un tipo grotesco, sin capacidad para reaccionar y cambiar, al modo de laFlorita de Trevlez creada por Carlos Arniches y ya modificada por Edgar Nevilleen su primera adaptacin cinematogrfica, estrenada en 193611. No era fea ni cursi,ajena en su ignorancia a todo lo que suceda, como aquella ridcula enamorada queen el desenlace teatral pretenda encerrarse en un convento de capuchinos para asdar pie a un nuevo juego de palabras propio del humor arnichesco. El rostro y elcomportamiento de Isabel no invitan a la risa del espectador que se siente superior.Su destino, por absurdo e inmotivado, resulta ms cruel. Y, adems, la experienciade la burla le permite comprender lo que representaba vivir en la calle Mayor. Nadaen el futuro poda seguir igual. Tampoco ella, aunque dejara partir un tren deincierto futuro para quien, hasta entonces, slo se haba atrevido a pisar los andenescomo la mujer que se aproxima a la frontera, a una nueva ventana donde asomarse.La feliz longevidad de Manuel Alexandre permite a Juan Antonio Bardemimaginar la siguiente entrevista realizada por Rosa y el cmara que le acompaa. Su personaje, Manolito, ahora vive en un asilo, entre piropos a las enfermeras y laconformidad de quien no se siente molesto con su pasado. Si Carlos Arniches creun ingenioso Guasa Club en La seorita de Trevlez , el director deCalle Mayor lotransform en un grupo violento, machista e incluso cruel en su desdn por lossentimientos de sus vctimas. Esos rasgos permanecen y hasta se exageran en losretratos de Manolito y Pepe el calvo12, convertidos en ancianos incapaces dereconocer la crueldad de un episodio que marc las vidas de Isabel y el propio

    Juan: La Isabel esa era una gilipollas, una estrecha, una beata y nunca ms volv averla. Sentirlo? Por qu? Si acaso lo sent por Juanito, que era amigo mo y luego

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    desapareci. Por m que la jodan!, afirma el personaje de Manuel Alexandre, quelo interpretara dejando de bromear con su peculiar sonrisa para recordar aquelepisodio. Su violento fondo de seorito, aquel que le llevaba a golpear una y otravez la pianola demadame Pepita, emerge de nuevo. La broma sali bien y ella se lomereca. Por qu? Pues porque s. No tengo razn?, as habla Pepe, que sigue tancalvo y facha como en la pelcula, aunque ahora se nos explica esto ltimo de formams detallada. No ha evolucionado, ni siquiera por simples razones biolgicas. JuanAntonio Bardem rechaza esa posibilidad en unos personajes cuya adscripcin sociale ideolgica, sabiamente apuntada enCalle Mayor con unos bien seleccionadosrasgos, se hace ms explcita en su frustrada continuacin. Ya sabamos que eranunos seoritos bien situados en los centros de poder de la ciudad provinciana,tambin representantes del Movimiento y de las fuerzas vivas, capaces de reaccionarviolentamente al menor atisbo de oposicin a sus caprichosos designios. Confirmarcon rotundidad innecesaria lo apuntado con tanta inteligencia creativa es una formade redundancia que, en mi opinin, empobrece a los propios personajes, les re sta un

    posible conflicto interior ms interesante que la confirmacin, tan previsible,constatada en el guin. Tal vez tuviera razn Juan Antonio Bardem al imaginarlosincapaces de cualquier evolucin, que podra ser considerada como una quimerafruto de un bienintencionado idealismo que le repugnaba. De acuerdo, pero lo obviode la opcin contraria apenas estimula nuestra atencin.

    La entrevista a Tonia, interpretada por una Dora Doll cuyo rotundo fsicocontrasta con el de Betsy Blair, reviste ms inters13. Tal vez porque su futuro,marcado tambin por una espera tras la ventana, tena un mayor grado deincertidumbre. Juan Antonio Bardem desecha cualquier sorpresa en este sentido14. Confirma el retrato positivo ya presente enCalle Mayor y nos la presenta ahoracomo propietaria de un club de alterne15 cuyo carcter explcito poca relacin guardacon el demadame Pepita, donde a tenor de lo visto se jugaba a las cartas y lasmujeres hacan punto. Todo lo dems era imaginacin, despierta gracias a las bienseleccionadas y sugerentes imgenes de una pelcula capaz de sortear los obstculosde la censura.

    Tonia todava es una mujer de carcter, recibe a Rosa y le cuenta hasta qu punto le defraud Juan, del que estaba enamorada sin confiar demasiado en una posible correspondencia. Era el ms apuesto de sus clientes y pareca diferente, conun fondo ms sensible y respetuoso. Se equivoc: Yo estaba coladsima por l. Megustaba como hombre y, desde luego, se lo haca gratis. Sin embargo, se fue dela mui y empez a contarme lo de la broma. Me di cuenta de que l tambin podaser tan hijo de puta como los otros. Entonces empec a desilusionarme de l. Comovenganza y afirmacin de s misma, Tonia decidi no ocuparse con quienes protagonizaron aquella cruel broma, mientras iba sabiendo de la suerte de un hombreque opt por huir. No por la va del suicidio. Era demasiado cobarde y mediocre. Susalida se la facilit el banco donde trabajaba: pidi el traslado a otra ciudad. All secas -con una mujer no tan rica como la que imaginaba en sus dilogos conFederico- y tuvo tres hijos. Ni siquiera lleg a ser director de su oficina y envejecisumido en una vida gris, sin necesidad de volver la vista para encontrarse con un pasado que prefera ignorar. Tonia lo supo gracias a otras prostitutas y guardsilencio, con la dureza de un oficio que encallece cualquier posible sentimiento. Al

    fin y al cabo, su destino como mujer era esperar: En eso ella y yo ramos iguales[...] Sigo creyendo que las mujeres slo podemos hacer una cosa: esperar16.

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    Ningn otro personaje parece haber tenido demasiada curiosidad por saber deJuan, ni siquiera su amigo Federico. Ya conocamos que el nombre de este ltimoera el utilizado por Jorge Semprn, por entonces en la clandestinidad como uno delos mximos responsables del PCE17. Prueba de amistad, referencia en clave parainiciados, homenaje...? En este ltimo caso, era un homenaje no agradecido que,cuarenta y cinco aos despus, Juan Antonio Bardem ya no comparta por razones polticas donde era difcil evitar lo personal. Y se evidencia hasta la caricatura en elguin, donde se supone que Rosa y su cmara se trasladan a Pars para entrevistar aun Federico que no es el Yves Massard -muri en 1996- que con tanto vigorinterpret el papel. Ahora aparece el verdadero Federico: un Jorge Semprn alejadodel partido, rodeado de un exquisito lujo, un tanto cnico y ex ministro; no de lossocialistas, sino de los felipistas18. Quienes hemos vistoCalle Mayor en repetidasocasiones podemos sorprendernos al conocer el tratamiento que recibe este personaje en el guin. Todos imaginamos que Federico aprovecha la visita a laciudad provinciana donde vive su amigo para realizar gestiones y entrevistas, como

    la mantenida con el viejo filsofo en el casino19

    . Lo que ignorbamos es que eseencuentro tena una finalidad ms partidista que cultural y era el nico objetivo de sudesplazamiento. El responsable poltico en la clandestinidad, para disponer de unacoartada ante la polica, instrumentaliza la amistad con Juan, un tipo por el que susupuesto amigo no recuerda haber sentido demasiado inters: Me pareci un chico buenazo, algo brutote, limitado intelectual y culturalmente, con cierta curiosidad porla poesa20. El propio Federico se lo explica as a Rosa y en sus intervencionesevidencia un despego que pocos habrn captado al ver la pelcula. Cabe imaginartanta firmeza e inters en quien tan slo ha buscado una coartada? Concibi JuanAntonio Bardem el comportamiento de su personaje como el de un tipo calculador,fro e impasible para protegerse en la clandestinidad? Lo dudo, puesto que en esanueva imagen del personaje resulta determinante la opinin acerca de la trayectoriade Jorge Semprn que por entonces tena el guionista. No hace falta insistir en sucondicin de renegado un tanto eglatra, lcido cuando supera la obcecacin y ajenoa la discrecin de Fernando Claudn. El siempre ortodoxo militante que fue eldirector le manda a un purgatorio donde resulta complicada la expiacin. Otrosmuchos corrieron la misma suerte en sus memorias. Ajuste de cuentas? Tal vez; nosera el nico que intentara plasmar en la pantalla. Tampoco niego su posible justificacin, comprensible en la medida que se comparta una determinada lnea poltica. Incluso me parece lcito. Pero, en cualquier caso, el presente ha traicionadoal pasado, donde el Federico de la ficcin mezcl militancia y amistad en un sincerointento de solucionar el conflicto mediante la verdad. Palabra clave para quienesdefendan los presupuestos de un realismo crtico cuyo objetivo final era la toma deconciencia.

    Ignoro si Juan Antonio Bardem se puso en contacto con su antiguo amigo JorgeSemprn, que por entonces resida en Francia, o pens en algn actor profesional.En el primer caso, nos habramos encontrado ante un episodio tan curioso comoimposible, digno de un humor del que, hasta donde llegan mis conocimientos, nuncahizo gala. Se habra prestado el ex ministro a encarnar su propia caricatura? Cuestamucho imaginarlo, pues ya haba amortizado el recuerdo del verdadero FedericoRivas, el Federico Snchez o Artigas de la clandestinidad, y no sera oportuno, en su

    opinin, reavivarlo en una pelcula de alguien tan contrario a su posterior

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    trayectoria. Era un encuentro, en definitiva, difcil de imaginar a tenor de la pasincon que ambos defendan sus contrapuestas posiciones polticas.

    El nuevo Federico en el guin de Regreso a la Calle Mayor completa lacaracterizacin de Juan, nos aporta algunos datos sobre el perodo en quecompartieron una superficial amistad y nos invita a pensar en un protagonistaausente. Tambin lo habra sido aunque Jos Surez (1919-1981) hubiera llegadovivo al momento del rodaje. El burlador de la solterona es tan mediocre comocobarde. Siempre se muestra incapaz de imponer su criterio y afrontar una situacinconflictiva. Juan teme quedarse solo, descolocado en una ciudad donde ya hay,como l mismo seala,un tipo raro que anda solo por las calles. Prefiere escudarseen el gregarismo y, cuando le fallan los supuestos amigos, huir hasta perderse en elanonimato de otra ciudad, probablemente igual de gris y provinciana.

    Juan se esfuma y, con l, otros personajes pronto sumidos en el silencio porrazones de edad. Son la madre y la chacha de Isabel -tan amargadas como elladespus de conocer la falsedad de un noviazgo que les iba a deparar los ansiados

    nietos-, el filsofo ya sentado definitivamente tras el ventanal del casino mientrastranscurren sus ltimos das,madame Pepita siempre preocupada por el negocio yhasta el cura de la Gran Pensin Castilla, que imaginamos morira satisfecho con laconfianza de que los jvenes de la ciudad -siempre trasnochadores y depravados-no le impidieron tomar su cotidiano vasito de agua. Queda alguna amiga chismosa,ahora con responsabilidades polticas como concejala del PP, pero su innecesariaintervencin en el guin de Juan Antonio Bardem apenas merece un comentarioaparte. Era un papel de reparto en una pelcula de protagonistas claros y netos.

    Una vez finalizadas las distintas entrevistas para la tesis doctoral, slo resta la presentacin de las conclusiones ante el tribunal de los espectadores. Rosa, la joveninvestigadora, haba justificado su trabajo con una premisa que comunica a suayudante en las primeras escenas:Cuando aparece el letrero de fin y la pelcula setermina, los personajes mueren, desaparecen... Pero en algunas pelculas, muy pocas, lamentablemente, esos personajes siguen viviendo, existen. Ese es el casode Calle Mayor . Esta premisa es tambin una conclusin y un juicio de valor.Aparte de informarnos, a travs de la misma Rosa, de que el paso del tiempo haconvertido la pelcula en un documento sociolgico, testimonial y poltico de aquellapoca -por qu no moral tambin, si fue la perspectiva que hizo viable laautorizacin por parte de la censura?-, se nos avisa de que, lamentablemente, surealidad persiste en el presente. La pregunta es inmediata: para qu sirve, pues, laencuesta si ya sabemos la conclusin y nos parece lamentable?

    Juan Antonio Bardem en su guin se limita a justificar lo anunciado por boca deRosa. No hay un trabajo de bsqueda donde se puedan entrecruzar diferentes perspectivas crticas. Todos los testimonios se encaminan en una misma direccin:nada ha cambiado, al menos en lo fundamental. Y, por si hubiera dudas, al finalLuis, el cmara, nos confirma la persistencia de la Espaa eterna en el presente.Como es previsible, recurre a la consabida mxima lampedusiana -Hagamos todoslos cambios necesarios para que nada vare-, cuya original lucidez no ha evitadoque aparezca en numerosas mistificaciones. El joven habla en nombre del guionista,que expresa la misma opinin en la entrevista que nos concedi en la Universidad deAlicante y ahora se puede consultar en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

    Dificultades para observar la realidad sin anteojeras ideolgicas, pesimismo,desencanto, rechazo de un presente que no se entiende, vejez...? En una conclusin

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    tan rotunda y sorprendente cabe todo esto y algo ms, pero lo lamentable es quedetermina un guin donde se desaprovecha una oportunidad de indagar sobre el pasado que representaCalle Mayor . Qu ocurri durante el accidentado rodaje?Cmo respondieron los verdaderos vecinos y las autoridades de aquellas ciudades provincianas?21 Cul fue la reaccin del pblico? Cmo vean los actores sus propios personajes? Y, desde luego, si se pretenda confrontar el pasado con el presente, se podra haber comenzado por preguntar a los jvenes como Rosa y sucmara hasta qu punto identificaban lo visto enCalle Mayor . Conviene ser precavido cuando un guionista de casi ochenta aos habla a travs de unos jvenes.El riesgo de la suplantacin aumenta si, adems, ya se conocen todas las posiblesrespuestas.

    Mi actividad docente me ha permitido realizar la citada pregunta en numerosasocasiones a lo largo de unos quince cursos. Ningn joven estudiante me hacontestado en el mismo sentido que Juan Antonio Bardem. Mis alumnos, tantoespaoles como extranjeros, se interesan por Calle Mayor , pero para conocer una

    realidad que la encuentran anclada en el pasado. Siempre cabe alguna similitud parcial o anecdtica. Tambin es evidente que persisten relaciones de dominiodonde a la mujer le corresponde la peor parte. Y, por supuesto, hay viejos que no searrepienten de su pasado, as como jvenes que ejemplifican nuevas formas deseoritismo y hasta de chulera con una impronta machista. Lo sabemos y nos preocupa, pero sera absurdo negar el abismo que nos separa de la Espaa de 1956.El simple hecho de contemplar a mis alumnas, sentadas en los pupitres de unauniversidad, ya representa un dato en este sentido. Y ellas, a las que necesitoexplicar circunstancias que les parecen sacadas de la noche de los tiempos, son las primeras en respirar aliviadas al comprobar que Isabel tan slo es una referenciacuya existencia deben cotejar con sus abuelas. Su espera tras una ventana forma parte de un pasado que ha ido cambiando, aunque no fuera en el sentido previstodesde los presupuestos ideolgicos de Juan Antonio Bardem y sus camaradas.

    Por qu el guionista dej intacta la pelcula original y nos present tandesesperanzada visin del presente? Por qu prescindi de los testimonios y lasopiniones de los dems en un ejercicio que se puede calificar como de soberbiaintelectual? Para encontrar una posible respuesta conviene volver a lo dicho al principio. En el ao 2000, el recuerdo de las pelculas realizadas en la dcada de loscincuenta era un motivo ms de afirmacin que de indagacin.Calle Mayor es una presencia, troceada en las imgenes que generosamente se intercalan en la encuestade Rosa, pero nunca un verdadero motivo de anlisis expuesto a perspectivas crticasajenas al autor. Juan Antonio Bardem poda hablar en 1956 a travs de personajescomo Federico -era un portavoz cuyo cdigo ideolgico resulta ntido-, conocera amuchos individuos simbolizados en un personaje comn como es Juan y hasta seconmovera al saber de mujeres como Isabel, cuyo rostro enamora a una cmara queno permanece impasible. Todo eso sucedi a mediados de los cincuenta, en unmomento de vitalidad creativa acorde con los tiempos, pero cuarenta y cinco aosdespus el cineasta tena verdaderas dificultades para imaginar lo pensado por Rosay su ayudante. Por qu renunci a su propia voz, a una perspectiva que combinarael alejamiento en el tiempo con la proximidad con respecto a su creacin? Por quno dio paso a otras voces cuandoCalle Mayor ya se haba convertido en un

    patrimonio comn, en una referencia compartida por muchos? Por qu el ancianoguionista intenta hablar a travs de unos jvenes tan poco crebles en sus

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    conclusiones? Tal vez la respuesta a esta ltima pregunta la encontremos en unaingenua, y no confesada, concesin para una hipottica salida comercial del guin.Juan Antonio Bardem pudo pensar que el papel de Rosa, interpretado por una joveny bella mujer como la Mar Flores22 de Resultado final , interesara a un productoravispado como Enrique Herreros (hijo), que haba conseguido financiacin, con unasimple sinopsis, para la citada pelcula. El inventor de memorias paternas y detractorde Sara Montiel23 tambin confiara en la modestia de los gastos de produccin, yaque en la pelcula se suceden las entrevistas intercaladas con imgenes de la de1956. La estrategia del posibilismo con estrella femenina como gancho comercial noresult, fue intil para salir del ostracismo y, sobre todo, se perdi una ocasin dereflexionar sobre un pasado personal y cinematogrfico.

    Creo, sinceramente, que a Juan Antonio Bardem le falt flexibilidad paracomprender un presente tan alejado del futuro imaginado en numerosas reunionesclandestinas. Y lo consider necesariamente peor por diferente, hasta el punto dedescalificar o menospreciar cualquier posibilidad real de mejora.Calle Mayor es la

    radiografa crtica de una sociedad que se pretende cambiar. Nos ha llegado comouna magnfica pelcula capaz de ocupar un destacado puesto entre nuestros clsicoscinematogrficos y, al mismo tiempo, como un documento de indudable valor paraconocer diversas realidades de una Espaa que, toda ella, era por entonces provinciana. El problema es que la posible evolucin de la misma depar notablessorpresas no previstas en los manuales de los tericos del marxismo. Tampoco enuna imaginacin que no result tan dialctica como la supuesta por Alfonso Sastreen sus dramas y ensayos. Y, sobre todo, se comprende una dosis de resentimiento alcomprobar que pronto esa evolucin dej atrs o al margen a muchos que haban peleado en solitario y en primera lnea para que fuera posible. Una injusticiahistrica y, al mismo tiempo, personal? Indudablemente, tambin dolorosa como pocas por el desconcierto que genera en quienes, al final del trayecto, se aferran a su pasado para no encontrarse desasistidos. Pero, como ya sabemos, las vctimas nosuelen caracterizarse por su ecuanimidad. Cargan las tintas, se relamen en susheridas y casi nunca se asoman al abismo de un presente donde confunden el cambiocon la traicin.

    Los ltimos aos de Juan Antonio Bardem fueron, supongo, difciles. Y no slo porque en los entierros de los camaradas tuviera la nica oportunidad de sentirse partcipe de una colectividad. Los ejemplares de Mundo Obrero cada vez traan msnecrolgicas, escritas sin apenas trascendencia al margen de un crculo progresivamente despoblado. Y le dola, como reconoce en sus memorias. Hubo,adems, una generalizada falta de generosidad con quien haba levantado unaesplndida filmografa en los aos cincuenta y principios de los sesenta, completadadespus con meritorias producciones cinematogrficas y televisivas. Siempre habaotro a quien homenajear, tal vez porque resultara ms simptico y menoscomprometido. Tampoco quedaba hueco para un director de su edad, unacircunstancia que constituye un verdadero obstculo en una cinematografa como laactual que, a menudo, parece haber renunciado a un pblico adulto. Todas estas yotras muchas ms son razones objetivas que conocemos, pero tambin sospecho que por parte de Juan Antonio Bardem hubo una progresiva marginacin, tal vez ennombre de lo que consideraba fidelidad a la coherencia, a la integridad que tanto le

    singularizaba. De acuerdo; fue subrayado con motivo de su fallecimiento y honra sumemoria, pero tambin supuso un obstculo para buena parte de sus creaciones

  • 8/10/2019 El Frustrado Regreso a Calle Mayor - Juan a. Ros Carratal

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    durante los ltimos aos de su trayectoria. El guin de Regreso a la Calle Mayor esun buen ejemplo.

    Tiene sentido ese regreso? Por supuesto, siempre que lo emprendamos desdeuna perspectiva ms plural que deseche apriorismos como los del citado guin. Almargen de las cuestiones estrictamente cinematogrficas, conviene contemplar lasimgenes deCalle Mayor para conocer un pasado comn. Su posiblecorrespondencia con el presente supone, en mi opinin, una circunstanciasecundaria. Debe prevalecer una curiosidad ms libre, que se deje seducir por unaficcin capaz de iluminar aspectos fundamentales de aquella realidad histrica. JuanAntonio Bardem la capt y comprendi gracias a sus dotes de observador crtico.Tambin la convirti en una ficcin imperecedera, un clsico de nuestro cine capazde interesar a un pblico de diferentes generaciones y por distintos motivos.

    El problema, tal vez, radique en llegar a ver la propia obra convertida en unclsico, con lo que esta categora tiene de enajenacin con respecto al autor. En elltimo tramo de su vida, Juan Antonio Bardem todava consideraba queCalle

    Mayor le perteneca. Ya era, sin embargo, un patrimonio comn dispuesto a serrecreado desde diferentes perspectivas. Aceptarlo habra sido un ejemplo dehumildad y relativismo, dos rasgos poco habituales en la trayectoria del cineasta.Tampoco estaba obligado a comportarse de manera diferente para satisfacernos.Incluso le supongo un sincero convencimiento de actuar en el sentido correcto, entrela incomprensin de la industria cinematogrfica y la hostilidad de otros caballeroscon no menos poderes de encantamiento. Un convencimiento tal vez necesario desdeun punto de vista psicolgico, comprensible a poco que imaginemos la experiencia personal de Juan Antonio Bardem. El resultado fue un proyecto frustrado queconvendra recuperar con otro enfoque.

    El problema es encontrar una verdadera Rosa o un Luis dispuesto a indagarcmara en ristre. Todava quedan ancianas como Isabel, abuelos como Manolito oPepe el calvo, polticos como Jorge Semprn, escritores y cineastas que recrearonexperiencias similares, espacios ciudadanos que, milagrosamente, han quedado asalvo de la fiebre especuladora y nos permiten imaginar lo que era una ciudad de provincias que, como es lgico, no estaba en un pas cualquiera en contra de lodicho por imposicin de la censura... Y nos queda, sobre todo, el deseo de indagaren un pasado comn. No slo para lamentar las heridas provocadas por la persistencia de una Espaa eterna en el presente -una variante masoquista tanmistificadora como el dolor por los males de la patria-, sino tambin como unaforma de comprender una evolucin que, entre otras ventajas, hoy nos permitehablar en libertad de una pelcula realizada bajo la frrea censura de una dictadura.Gracias, entre otros, a Juan Antonio Bardem, al que le sobr un punto de soberbiaintelectual para compartir con nosotros una pelcula convertida en una obra clsicade nuestra cultura.