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El hombre sin ayer (primeras páginas)

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Cuentos breves y otros no tanto, en los que partiendo de la realidad se construye un mundo aparentemente disparatado. Desde el absurdo y con grandes dosis de humor e ironía, se plantean las vicisitudes de una oca adherente, las ventajas del Feng Shui para armonizar la vida o la peculiaridad de un hombre que carecía del pasado más inmediato. Estos son solo algunos de los temas variopintos con los que el autor ha ido creando esta selección de cuentos.

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GRUÑIDOS Y GRAZNIDOS

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La oca adherente

Una oca de oro era adherente. Nadie sabe por qué, pero lo era. Nació con esa peculiaridad. Por lo demás era una oca normal. No sabía hacer nada más que graznar y andar por ahí haciéndose notar, como hacen la mayoría de las ocas. La adherencia en sí no tenía ninguna utilidad especial. Al contrario, era una molestia pues todo el mundo que tocaba la oca se quedaba pegado a ella.

Esta oca tenía muchos problemas. No podía salir a la calle porque como era de oro todas las personas que la veían querían cogerla, y en cuanto le ponían las manos encima se quedaban pegadas y costaba un trabajo ímprobo despegarlas. Además la oca odiaba que la manosearan, así que aún peor.

Encontrar una ocupación útil tampoco le resultaba fácil. Durante un tiempo fue policía, pero los delincuentes siempre se le quedaban pegados y la expulsaron del Cuerpo. Después, trabajó como relaciones públicas en una discoteca y fue un desastre, también la despidieron. En otra ocasión la casa 3M llegó a contratarla como directora de marketing y asesora científica, pero aquello tampoco duró...

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Cuando los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm la encontraron, estaba desesperada y muy deprimida. Si no llega a ser por ellos no se sabe en qué hubiera acabado aquel desgraciado ánade. Los Grimm fueron su salvación. Le ofrecieron un trabajo cómodo, bien remunerado y adaptado a sus capacidades. Y la oca aceptó.

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El trabajo consistía en lo siguiente: la oca tenía que estar en el hueco de un árbol, tan tranquila, descansando, sin hacer nada especial. Entonces un niño la encontraba, la cogía en brazos y la llevaba a palacio. Por el camino se le iban quedando pegadas una serie de personas: un posadero, sus hijas, un cura, un sacristán, etc. En fin...

Una vez en palacio se presentaban ante el rey y este se mondaba de risa. Eso era todo. A partir de aquí se acababa el trabajo y la oca tenía vacaciones el resto del año.

Para la oca adherente encontrar a los Grimm fue lo mejor que le había pasado en su vida.

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Dos animales

El gálago y el poto son dos animales completamente distintos y es prácticamente imposible confundirlos.

El gálago es del tamaño de un conejo, tiene el pelaje suave y lanoso y un hocico robusto. La cabeza es ancha, los ojos grandes y la cola larga, gruesa y peluda. Cuando camina por el suelo, algo que hace muy raras veces, va en posición erecta dando pequeños saltos sobre las patas posteriores, como un canguro.

Este animal tiene un vocabulario bastante amplio y puede ser criado en cautividad alimentándolo con leche, insectos y fruta.

Por el contrario, el poto duerme todo el día y es muy difícil de ver.

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Tres peces

Tres peces de una charca habían desarrollado diferentes sistemas para evitar ser capturados por los pescadores. Uno se escondía siempre en el fondo; otro se hacía el muerto y el tercero nadaba a crol muy rápido.

Los tres métodos eran buenos.

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El patagio insoportable

Una ardilla voladora que vivía en África era muy presumida. Al resto de los animales les resultaba insufrible porque siempre andaba luciendo su patagio y enseñándoselo a todos. Cuando se encontraba con algún animal, le decía:

—Mira mi patagio. ¿A que nunca habías visto un patagio tan bonito? Tú no tienes patagio. —Y extendía las patas para enseñárselo.

Acto seguido se lanzaba desde una rama y planeaba lentamente en círculos con el patagio extendido, exhibiéndose.

Todos los animales de la selva estaban hartos de la ardilla y su maldito patagio, hasta tal punto que dejaron de invitarla a las fiestas y reuniones sociales, ya que la ardilla iba con su patagio a todas partes. Nunca se separaba de él. Después, aprovechando que la ardilla no estaba presente, todos los animales la ponían de vuelta y media.

—Esa ardilla voladora es una pesada —decía la abubilla—. No hace más que crear problemas. Ayer me entretuvo durante media hora dándome la lata con lo bueno que era su patagio y por su culpa perdí la cita en la peluquería. Ya véis cómo estoy —añadía atusándose la cresta.

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—También yo estoy harto de su patagio —decía el búfalo—. No hace más que restregármelo en las narices como si todo el mundo tuviera que tener uno. La semana pasada me dijo que yo nunca podría volar porque no tenía patagio. ¿Habíais oído alguna vez semejante estupidez?

—Nunca —confirmó la grulla con toda seriedad mientras se ahuecaba las alas.

O sea que todos los animales estaban hartos de la ardilla y de su patagio.

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Peces excavadores

Los peces excavadores viven en el fondo del mar. Todos son propiedad del rey del mar que los alquila a bajo precio.

Estos peces tienen un pico con el que horadan las rocas más duras. Son especialmente útiles y se emplean a menudo en ingeniería civil submarina. Aquellos que los han visto trabajar afirman que son mucho más rápidos que cualquier excavadora de verdad.

En cierta ocasión, la multinacional Caterpillar quiso comprar una brigada de estos peces, pero el rey del mar dijo que no estaban en venta. Que solo los alquilaba.

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