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Ensayos 31 El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo Rodrigo Martínez Baracs El libro titulado Opera medicinalia, escrito por el doctor Francisco Bravo (?-1599?), nacido en Sevilla y graduado en la Universidad de Osuna, fue publicado en la ciudad de México en 1570 por Pedro Ocharte y es el libro de medici- na más antiguo impreso en México, y también en América. 1 Es anterior a la Summa y recopi- lación de chirugia, con un arte para sangrar muy provechosa, del maestro Alonso López de Hinojosos (1578), y el Tratado breve de anotho- mia y chirugia del agustino fray Agustín Farfán (1579), impresos ambos por Antonio Ricardo (1540?-1606) en la ciudad de México. A diferen- cia de estos libros, que tienen una finalidad más 1 Presenté una primera versión de este texto el martes 25 de octubre de 2011 como ponencia en la “Sesión abierta” del Seminario del Libro Antiguo del Centro Universitario de Investigación Biblioteconómica (CUIB). En mi ausencia, leyó y comentó vivazmente la ponencia Idalia García Aguilar (el video está en internet). Ella, junto con Miruna Achim, Marina Garone Gravier y Emma Rivas Mata, me fueron un muy grande apoyo en toda esta investigación. El sustento de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, donde felizmente laboro, me permitió visitar las bibliotecas de Nueva York y de Puebla en donde se encuentran los tres ejemplares conocidos del Opera medicinalia del doctor Francisco Bravo. Los encargados de la New York Public Library, de la Hispanic Society y de la Biblioteca Lafragua fueron muy amables y eficientes. Debo muchos otros agradecimientos, pero prefiero expresarlos mejor en el libro que este artículo resume. bien práctica, el Opera medicinalia está escrito en latín y está dirigido a un público más restrin- gido, pues trata de cuestiones más teóricas y en su momento polémicas. Está compuesto por cua- tro libros que tratan sucesivamente “de la enfer- medad llamada tabardete”, de “las sangrías por pleuritis”, de “los días decretorios” y “de la raíz zarzaparrilla”. Parte del libro fue escrito en Se- villa, donde ejercía el doctor Bravo antes de pa- sar a México (hacia 1569), y parte fue escrito en la ciudad de México, donde pudo ver los estra- gos de las epidemias de tabardete (tifo exante- mático) y examinar las variedades locales de la zarzaparrilla, que él consideraba las únicas verdaderas, útiles para combatir males como la sífilis. Aunque el doctor Bravo se ceñía a las ca- tegorías galénicas y arábigas de la medicina de su época, médicos y eruditos bibliófilos, como el doctor Germán Somolinos d’Ardois (1911-1973) 2 y el doctor Francisco Guerra (nacido en 1916) 3 consideran el Opera medicinalia como el mejor 2 Germán Somolinos d’Ardois, “Francisco Bravo y su Opera medicinalia”, en Boletín del Instituto de Investigacio- nes Bibliográficas, núm. 4, 1970, pp. 337-388. Reedición en Germán Somolinos d’Ardois, Capítulos de historia médica mexicana, México, Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, s.f., vol. IV, pp. 27-58. 3 The Opera Medicinalia by Francisco Bravo Printed in Mexico, 1570, with a Biographical and Bibliographical Introduction, by Francisco Guerra, M.D., Ph.D., D.Sc., 2 02 Historias 83__ ENSAYOS.indd 31 31/10/2012 11:49:57

El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco ... · cionado James Lenox. Estas bibliotecas eran particularmente ricas gracias a las grandes for-tunas de estos bibliófilos

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El largo descubrimiento del Opera medicinalia de Francisco Bravo

Rodrigo Martínez Baracs

El libro titulado Opera medicinalia, escrito por el doctor Francisco Bravo (?-1599?), nacido en Sevilla y graduado en la Universidad de Osuna, fue publicado en la ciudad de México en 1570 por Pedro Ocharte y es el libro de medici-na más antiguo impreso en México, y también en América.1 Es anterior a la Summa y recopi-lación de chirugia, con un arte para sangrar muy provechosa, del maestro Alonso López de Hinojosos (1578), y el Tratado breve de anotho-mia y chirugia del agustino fray Agustín Farfán (1579), impresos ambos por Antonio Ricardo (1540?-1606) en la ciudad de México. A diferen-cia de estos libros, que tienen una finalidad más

1 Presenté una primera versión de este texto el martes 25 de octubre de 2011 como ponencia en la “Sesión abierta” del Seminario del Libro Antiguo del Centro Universitario de Investigación Biblioteconómica (cuib). En mi ausencia, leyó y comentó vivazmente la ponencia Idalia García Aguilar (el video está en internet). Ella, junto con Miruna Achim, Marina Garone Gravier y Emma Rivas Mata, me fueron un muy grande apoyo en toda esta investigación. El sustento de la Dirección de Estudios Históricos del inah, donde felizmente laboro, me permitió visitar las bibliotecas de Nueva York y de Puebla en donde se encuentran los tres ejemplares conocidos del Opera medicinalia del doctor Francisco Bravo. Los encargados de la New York Public Library, de la Hispanic Society y de la Biblioteca Lafragua fueron muy amables y eficientes. Debo muchos otros agradecimientos, pero prefiero expresarlos mejor en el libro que este artículo resume.

bien práctica, el Opera medicinalia está escrito en latín y está dirigido a un público más restrin-gido, pues trata de cuestiones más teóricas y en su momento polémicas. Está compuesto por cua-tro libros que tratan sucesivamente “de la enfer-medad llamada tabardete”, de “las sangrías por pleuritis”, de “los días decretorios” y “de la raíz zarzaparrilla”. Parte del libro fue escrito en Se-villa, donde ejercía el doctor Bravo antes de pa-sar a México (hacia 1569), y parte fue escrito en la ciudad de México, donde pudo ver los estra-gos de las epidemias de tabardete (tifo exante-mático) y examinar las variedades locales de la zarzaparrilla, que él consideraba las únicas verdaderas, útiles para combatir males como la sífilis. Aunque el doctor Bravo se ceñía a las ca-tegorías galénicas y arábigas de la medicina de su época, médicos y eruditos bibliófilos, como el doctor Germán Somolinos d’Ardois (1911-1973)2 y el doctor Francisco Guerra (nacido en 1916)3 consideran el Opera medicinalia como el mejor

2 Germán Somolinos d’Ardois, “Francisco Bravo y su Opera medicinalia”, en Boletín del Instituto de Investigacio- nes Bibliográficas, núm. 4, 1970, pp. 337-388. Reedición en Germán Somolinos d’Ardois, Capítulos de historia médica mexicana, México, Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, s.f., vol. IV, pp. 27-58.

3 The Opera Medicinalia by Francisco Bravo Printed in Mexico, 1570, with a Biographical and Bibliographical Introduction, by Francisco Guerra, M.D., Ph.D., D.Sc., 2

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libro de medicina impreso en México durante el periodo colonial. Además, curiosamente, es el único libro de medicina novohispano con graba-dos de plantas y con esquemas del cuerpo huma-no: incluye dos grabados de la zarzaparrilla, la europea y la americana, y un esquema de la cir-culación sanguínea, ejecutados por el grabador Juan Ortiz (1538?-1595), colaborador de Pedro Ocharte (¿-1592), ambos franceses, enjuiciados y torturados por la Inquisición en 1572.

Todo esto lo sabemos ahora, pero en su mo-mento el Opera medicinalia pasó prácticamente desapercibido y poco faltó para que se perdiera. En efecto, pese a su importancia, tal vez debido a su carácter teórico y polémico, y a estar escri-to en latín, prácticamente no se registra la pre-sencia del Opera medicinalia durante todo el periodo colonial. No aparece en las bibliografías,

vols. (edición facsimilar), Folkestone/Londres, Dawsons of Pall Mall, 1970.

no lo citan los libros de medicina o de otras ma-terias, y su presencia fue prácticamente olvida-da hasta que lo registraron algunos médicos españoles en el siglo xix. En 1802 y 1803 el doc-tor Joaquín de Villalba (1752-1807), aragonés, en su gran Epidemiología española, de 1802 y 1803, mencionó el Opera medicinalia del doctor Bravo, aunque aclaró que no lo pudo consultar.4 Lo mencionó al describir la poco conocida epide-mia de tifo de 1570 en México, de la que habla el doctor Bravo.5 Años después, en 1843, el Ope-ra medicinalia apareció en Madrid, en el tercer tomo de la Historia bibliográfica de la medicina española, Obra póstuma del doctor don Antonio Hernández Morejón (1773-1836),6 vallisoletano, quien fue dueño de un ejemplar del Opera me-dicinalia, quien lo describió y citó con elogio unos extractos. Y poco después el doctor Anas-tasio Chinchilla (1801-1876), valenciano, reto-mó la descripción de Hernández Morejón en 1845 en sus Anales históricos de la medicina en general, y biográfico bibliográficos de la españo-la en particular.7 Algunos médicos mexicanos

4 Joaquín de Villalba, Epidemiología española, o Historia cronológica de las pestes, contagios, epidemias y epizootias que han acaecido en España desde la venida de los cartagi-neses hasta el año 1801. Con noticia de algunas otras enfer-medades de esta especie que han sufrido los españoles en otros reynos, y de los autores nacionales que han escrito so-bre esta materia, así en la península como fuera de ella, Madrid, Mateo Repullés, 1802, 2 vols.; Epidemiología espa-ñola, Madrid, Fermín Villalpando, 1803, 4º, 2 vols. Citado por Francisco Guerra, “A Biographical and Bibliogra phical Introduction”, pp. 39 y 77.

5 Peter Gerhard no menciona la epidemia de 1570 en el cuadro “Epidemias en Nueva España” de su A Guide to the Historical Geography of New Spain, Cambridge, Cambrid-ge University Press, 1972 (mapas de Reginald Piggott); versión española revisada por el autor: Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821 (traducción de Stella Mas-trangelo), México, iih/ig-unam, 1986, p. 23.

6 Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la medicina española. Obra póstuma, Madrid, Imprenta de la Viuda de Jordán e Hijos, 1843, t. III, pp. 165-169.

7 Anastasio Chinchilla, Anales históricos de la medicina en general y biográfico-bibliográficos de la española en par-ticular. Historia de la medicina española. Volumen 2, Va-lencia, Imprenta de D. José Mateu Cervera, a cargo de Ven-tura Lluch, 1845, t. II, pp. 114-116. Esta obra y la anterior fueron publicadas en internet en La historia de la medicina española de Hernández Morejón y de Chinchilla. Edición fac-símil e índices, José L. Fresquet Febrer, María Luz López

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cultos también sabían del Opera medicinalia. La mencionó en 1841 el joven doctor Manuel Ro-bredo (1808-1875), médico y cirujano, en su “Breve noticia de los médicos españoles que han escrito de la fiebre tifoidea o tabardillo”, uno de los estudios que publicó en el Periódico de la Academia de Medicina de Méjico.8

Estas referencias, sin embargo, no rebasaron el campo de influencia de los médicos cultos, porque nadie chistó cuando el Opera medicina-lia apareció en el catálogo de una subasta bi-bliográfica parisina, el Catalogue del librero Tross, en 1862, quien lo describió con la fecha no de 1570 sino de 1549.9 El libro fue adquirido por el “bibliópolo” y fraudulento Guglielmo Li-bri (1803-1869), quien lo ofreció en el Catalogue de su subasta londinense de 1862, también pre-sentándolo con la fecha de 1549.10 Adquirió el libro el bibliófilo anticuario estadounidense, es-tablecido en Londres, Henry Stevens (1819-1886), a cuenta del gran bibliófilo neoyorquino James Lenox (1800-1880), en cuya biblioteca acabó el libro, también con la enigmática fecha

Terrada y Carla P. Aguirre Marco (eds.), Valencia, Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero, Universitat de Valencia, csic, s.f.; véase también la reim-presión de 1967, con el estudio del doctor Francisco Gue-rra, Introduction to the Works of Chinchilla and Morejón, Nueva York, Johnson Reprint Co., 1967.

8 Manuel Robredo, “Breve noticia de los médicos espa-ñoles que han escrito de la fiebre tifoidea o tabardillo”, en Periódico de la Academia de Medicina de Méjico, t. V, 1841, pp. 452-457. Lo cita Somolinos d’Ardois, “Francisco Bravo y su Opera medicinalia”, pp. 337-388. Este Periódico de la primera Academia de Medicina de Méjico se estableció en 1836 y fue dirigido por el poeta y doctor Manuel Carpio (1791-1860) hasta 1842. Véase Ana Cecilia Rodríguez de Romo, “El Periódico de la Academia de Medicina (1851-1852)”, en Anales Médicos, Historia y Filosofía de la Medi-cina, Asociación Médica, Centro Médico abc, vol. 55, núm. 1, enero-marzo 2010, pp. 46-50, en línea [http://www.medi-graphic.com/pdfs/abc/bc-2010/bc101i.pdf].

9 Catalogue de la Librairie Tross, Passage Des Deux-Pavillons (Palais-Royal), No. 8, Rue Ne-des-Petits-Champs, No. 5, París, 1862, núm. IV, pp. 6-7.

10 Catalogue of the reserved and most valuable portion of the Libri Collection [...] of manuscripts and printed books, S. L. Sotheby and J. Wilkinson, Londres, 1862. Edición simultánea en francés: Catalogue de la partie ré-servée et las plus précieuse de la collection Libri, Londres, S. Leigh Sotheby & John Wilkinson, julio de 1862.

de 1549. Más adelante, su gran biblioteca ame-ricanista se integró a la New York Public Li-brary, donde hoy puede ser consultada.

Precisamente en los años en que el Opera me-dicinalia, con la extraña fecha de 1549, apareció en las subastas de Tross y de Libri, y fue com-prado por Stevens para Lenox, un ambicioso y laborioso abogado franco-estadounidense, Henry Harrisse (1829-1910),11 comenzó a elaborar una gran obra de bibliografía americana, la Biblio-theca Americana Vetustissima, que debía ser una descripción muy precisa, rigurosa y docu-mentada de todos los libros de tema americano o impresos en América entre 1493, fecha de la primera carta de Cristóbal Colón, y 1550. Ha-rrisse comenzó trabajando en la gran biblioteca americanista de su amigo, mentor y protector Samuel L. M. Barlow (1826-1889), también de Nueva York, pero pudo aprovechar las grandes bibliotecas americanistas de la costa este de Es-tados Unidos, como las de John Carter Brown (1797-1874), Peter Force (1790-1868) y el ya men-cionado James Lenox. Estas bibliotecas eran particularmente ricas gracias a las grandes for-tunas de estos bibliófilos y a la falta de interés por los libros americanos, que se podían conse-guir a buenos precios en España y, algo más ca-ros, en las subastas parisinas y londinenses.

Sin embargo, estas bibliotecas no incluían todos los libros impresos en México, donde comenzó la imprenta americana, y Harrisse sabía que se te-nía que auxiliar con los eruditos mexicanos. Gra-cias a su amigo el erudito antropólogo Carl Hermann Berendt (1817-1878), establecido en Rhode Island, Harrisse supo del historiador mexi-cano Joaquín García Icazbalceta (1825-1894), que había publicado un estudio excepcionalmente in-

11 Algunos de los estudios más importantes sobre Har-risse son los de Randolph G. Adams, Three Americanists: Henry Harrisse, Bibliographer; George Brinley, Book Collec-tor; Thomas Jefferson, Librarian, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1939, pp. 1-33. Carlos Sanz, Henry Harrisse (1829-1910). “Príncipe de los Americanistas”. Su vida. Su obra. Con nuevas adiciones a la Bibliotheca Ame-ricana Vetustissima, Madrid, Librería General Victoriano Suárez, 1958. Max I. Baym, “Henry Harrisse and his Epis-tola to Samuel Barlow”, en Bulletin of the New York Public Library, núm. 71, junio de 1967, pp. 343-405.

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formado sobre la “Tipografía me xicana” en 1855, en la versión mexicana del Diccionario Univer-sal de Historia y de Geografía,12 en el que expu-so con erudita precisión las circunstancias de los inicios de la imprenta en México en 1539, dando la versión básica de los hechos que hasta le fecha se acepta, y dio una lista de los 44 libros impre-sos en México durante el siglo xvi que él había podido examinar directamente, o a través de co-laboradores perfectamente confiables, como el madrileño Francisco González de Vera (1811-1896).13 La mayor parte de los libros los tenía García Icazbalceta en su biblioteca particular, y otros lo tenía su gran amigo, el historiador y po-

12 Joaquín García Icazbalceta, “Tipografía mexicana” (concluido en “México, mayo 12 de 1855”), en Diccionario Universal de Historia y de Geografía, t. V, México, J. M. An-drade y F. Escalante, 1854 (en realidad 1855), pp. 961-977.

13 Emma Rivas Mata y Edgar Omar Gutiérrez L. averi-guaron durante su viaje a España de 2010 las fechas de nacimiento y fallecimiento del historiador y bibliotecario Francisco González de Vera.

lítico José Fernando Ramírez (1804-1871).14 Otros pocos se encontraban en diversas bibliote-cas mexicanas o españolas. Harrisse también pudo leer que el gran bibliógrafo francés Jacques-Charles Brunet (1860-1865) había solicitado el apoyo de García Icazbalceta para enriquecer la quinta edición (1860-1866), de su Manuel du li-braire et de l’amateur de livres,15 y que García Icazbalceta le había mandado descripciones de libros que no aparecían en su lista de 1855. Ha-rrisse solicitó el apoyo del doctor Berendt, quien en 1865 le escribió una carta de recomendación a García Icazbalceta, gracias a la cual pudo en-trar en contacto con él. Sin preliminares ni pena, Harrisse le expuso su proyecto de Bibliotheca Americana Vetustissima a García Icazbalceta, que estaba por concluir en 1866,16 le solicitó su apoyo y le pidió una gran cantidad de datos ge-nerales y particulares, indicándole con precisión cómo quería que le realizara las descripciones de los libros. Desde su primera carta, y a lo largo de muchas más en 1865 y 1866, Harrisse le pidió descripciones particulares de libros raros, una nueva versión de su lista de impresos del siglo xvi y un resumen de su versión de los orígenes de la imprenta en México. Harrisse pudo actuar con tanta confianza y García Icazbalceta con-testó con tanta generosidad porque ambos es-taban imbuidos por la filosofía positivista de Auguste Comte (1798-1857) y de Herbert Spen-cer (1820-1903), que veía la ciencia como una

14 Sobre la amistad de Joaquín García Icazbalceta y José Fernando Ramírez véase: Emma Rivas Mata y Edgar O. Gutiérrez L. (compilación, estudio introductorio, trans-cripción y notas), Libros y exilio. Epistolario de José Fernando Ramírez con Joaquín García Icazbalceta y otros correspon-sales, 1838-1870, México, inah (Fuentes), 2010.

15 Jacques-Charles Brunet, Manuel du libraire et de l’amateur de livres, París, 1809. Para la quinta edición, reor-denada y aumentada (1860-1865), Brunet pidió y obtuvo la ayuda de Joaquín García Icazbalceta: Cinquième édition originale, entièrement refondue et augmentée d’un tiers par l’auteur, París, Librairie de Firmin Didot Frères, fils et C. Imprimerie de l’Institut, Rue Jacob, 56, 1860-1865, 5 vols. La primera edición es de 1809. A la quinta edición se le hi-cieron varios suplementos y apéndices hasta 1880.

16 Henry Harrisse, Bibliotheca Americana Vetustissima. A Description of Works Relating to America, Published Be-tween 1492 and 1551, Nueva York, Geo P. Philes, 1866.

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gran hermandad internacional de los científicos de todas las ciencias particulares, que colabora-ban de manera desinteresada y generosa por el avance de cada una y de la gran síntesis del sa-ber universal. Desde su primera respuesta, escri-ta, como toda su correspondencia con Harrisse, en francés, García Icazbalceta le mandó muchos de los datos que le pedía, y en reciprocidad Ha-rrisse le mandó a García Icazbalceta algunos de los datos que podía no conocer y que había en-contrado en la biblioteca de Lenox.17 O más bien, para ser precisos, en su ejemplar todo maltrecho y anotado de la Bibliothèque Américaine (1837) de Henri Ternaux (1807-1864), que, a falta de un verdadero catálogo (que Henry Stevens no le ha-bía podido hacer), le servía como catálogo provi-sional de sus propios libros.18 Además, Lenox y

17 Joaquín García Icazbalceta y Henry Harrisse, Episto-lario (edición bilingüe y anotada de Rodrigo Martínez Ba-racs y Emma Rivas Mata), México, inah, en prensa.

18 Henri Ternaux, Bibliothèque Américaine, ou Cata logue des ouvrages relatifs à l’Amérique, qui ont paru depuis sa découverte jusqu’à l’an 1700, París, Arthus Bertrand, Li-

Stevens no querían mucho, o más bien nada, a Harrisse, y le dificultaban el acceso directo a su biblioteca neoyorquina, y lo llegaron a dejar espe-rando en la puerta sometido a las inclemencias de la nieve y el frío.19 Pero en este catálogo provisio-nal Harrisse había localizado la ficha del Opera medicinalia de Bravo, supuestamente impreso en México en 1549, y envió la información a García Icazbalceta, pidiéndole además información sobre este libro desconocido.

García Icazbalceta, por supuesto, se mostró muy interesado por el hallazgo, pero tuvo que reconocer que nada sabía de este libro ni sobre su autor. Puede parecer curioso que estudioso tan erudito como García Icazbalceta nada supie-ra sobre las menciones del Opera medicinalia

braire-Éditeur, Librairie de la Société de Géographie, Rue Hautefeuille, 23. Imprimé chez Paul Renouard, Rue Garan-cière, 5, 1837.

19 Henry Stevens, Recollections of James Lenox and the Formation of his Library [1886], Revised and Elicidated by Victor Hugo Paltsits, Litt. D., Nueva York, The New York Public Library, 1951.

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en las bibliografías médicas españolas de los doctores Hernández Morejón y Chinchilla, pero el hecho es que tampoco las habían consultado Lenox, Stevens y Harrisse, ni el propio doctor Berendt, quien era médico.

El doctor Berendt tenía mejores relaciones con Lenox y Stevens que Harrisse, por lo que, a peti-ción de Harrisse y de García Icazbalceta, acudió a la biblioteca neoyorquina de Lenox, donde pudo examinar el ejemplar del Opera medicinalia con detenimiento. Efectivamente, la fecha en la por-tada decía 1549. Pero Berendt tomó abundantes notas, hizo transcripciones y realizó calcas de la portada. Así salieron a la luz varios datos, como que el libro fue impreso por Pedro de Ocharte, que uno de los autores de los preliminares era Fran-cisco Cervantes de Salazar (1513?-1575) y que una de las epístolas proemiales estaba dedicada al virrey don Martín Enríquez de Almanza (quien gobernó entre 1568 y 1580), todo lo cual hacía imposible la supuesta fecha de 1549, que, sin embargo, figuraba en la portada del libro. ¿Qué pensar? El asunto dio lugar a una gran can-tidad de cartas y conjeturas intercambiadas por García Icazbalceta, Harrisse, el doctor Berendt y Lenox. Se barajaron varias posibilidades: que 1549 es en realidad una inversión de 1594, que tal vez se imprimió hacia 1577, cuando hacía estragos la epidemia de 1576, y se llegó más bien a la proba-bilidad de que el libro haya sido escrito entre 1568 y 1572. Pero la fecha de 1549 en la portada seguía sin explicación.

Aunque García Icazbalceta sí tenía una expli-cación, o una parte de ella. Él había tenido la suerte de que su amigo el editor y librero José María Andrade (1807-1883) le regalara un libro que se consideraba perdido, los Commentaria in Ludovici Vives excercitationes linguae latinae de Francisco Cervantes de Salazar, impreso en 1554 en la ciudad de México por Juan Pablos (?-1560). Estaba y está perdida la portada de su ejemplar, que hasta le fecha es el único existen-te, hoy conservado en la Biblioteca Benson de la Universidad de Texas en Austin; pero se conser-va una portada interna o portadilla a la parte de los Commentaria en la que se encuentran los Diálogos latinos originales de Cervantes de Sa-

lazar, con la fecha de 1554, idéntica a la calca de la portada del Opera medicinalia realizada por el doctor Berendt.20 El enigma estaba cuan-do menos medio resuelto para García Icazbalce-ta: aunque el libro de Cervantes de Salazar era de 1554, el frontis de la portadilla decía 1549. Lo mismo debió suceder con el Opera medicina-lia: aunque el libro había sido impreso entre 1568 y 1572, el mismo frontis había sido reuti-lizado y traía esta fecha de 1549, tomado de un impreso anterior, probablemente traído a Méxi-co por el primer impresor Juan Pablos, oficial del impresor sevillano Juan Cromberger (?-1540), utilizada una vez por Juan Pablos para los Commentaria de Cervantes de Salazar y otra vez por Pedro Ocharte para el Opera medi-cinalia de Bravo. No sé si García Icazbalceta transmitió sus conjeturas a Harrisse en las no-tas sobre el Opera medicinalia que le mandó, pero llegaron demasiado tarde para ser incorpo-radas a la Bibliotheca Americana Vetustissima. En todo caso, García Icazbalceta no le volvió a hablar de la identidad de los dos frontis, el de Cervantes de Salazar y el de Bravo, porque Ha-rrisse no menciona el tema en sus Additions a la Vetustissima de 1872.21 Pero, curiosamente, García Icazbalceta sí le habló de la identidad de los dos frontis a James Lenox, el malqueriente de Harrisse, en una carta escrita el 19 de octu-bre de 1866, poco después de la publicación en julio de la Vetustissima de Harrisse.22

20 Debo a la amabilidad de mi amiga y colega Emma Ri-vas Mata la posibilidad de consultar la calca realizada por el doctor Berendt de la portada del ejemplar de Lenox del Opera medicinalia, que se conserva en la Colección Ignacio Bernal de la Biblioteca Cervantina del Instituto Tecnológi-co y de Estudios Superiores de Monterrey (itesm).

21 Bibliotheca Americana Vetustissima. A Description of Works Relating to America, Published Between 1492 and 1551. Additions, París, Imprimé par W. Drugulin à Leipzig pour la Librairie Tross, 1872.

22 García Icazbalceta a Lenox, 19 de octubre de 1866; Colección Ignacio Bernal de la Biblioteca Cervantina del itesm. Agradezco a Emma Rivas Mata haberme trans mi-tido esta carta, así como el borrador de carta del 31 de ene-ro de 1866, en la que García Icazbalceta se refiere a la identidad del grabado de la portada del libro de Cervantes de Salazar de 1554 y la del Opera medicinalia, pero tengo la impresión de que García Icazbalceta no le mandó esta

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La Bibliotheca Americana Vetustissima se publicó en 1866, y Harrisse incluyó el Opera me-dicinalia aunque expresó todas sus dudas sobre la fecha de 1549, que, sin embargo, no era una falsificación. Después de publicada la Vetustis-sima, Harrisse viajó a París, su ciudad de naci-miento e infancia, donde se estableció por el resto de su vida. Allí, en efecto, su libro fue muy bien recibido, a diferencia de su tierra adoptiva de Estados Unidos, donde no dejó de ser un ex-tranjero. Harrisse continuó sus estudios histó-ricos, historiográficos y bibliográficos, pero más orientados hacia la historia del descubrimiento de América y de los primeros viajes a Norteamé-rica (Estados Unidos y Canadá). La imprenta en México dejó de ser prioritaria para él y se fue alejando de García Icazbalceta. También se ale-jó porque, cuando el bibliógrafo Henry Stevens publicó en Londres un ataque feroz contra la Bi-bliotheca Americana Vetustissima,23 García Icazbalceta no escribió la reseña que Harrisse le solicitó insistentemente. Sucedió que con la caída en 1867 del imperio mexicano de Maximi-liano, García Icazbalceta, sus amigos, su familia y sus negocios (haciendas en Morelos), sufrieron muy fuertes ataques de parte de los liberales triunfantes, de modo que le fue imposible con-centrarse en lo que Harrisse le pedía.

Sus relaciones, con todo, no se interrumpieron del todo. García Icazbalceta le mandó el segundo tomo de sus Documentos para la historia de Mé-xico, sus Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas indígenas de América, de 1866, y la segunda impresión de su edición gótica, impresa en su propia imprenta, de la “carta secreta” de Hernán Cortés del 15 de octubre de 1524. Y Ha-rrisse, de vez en cuando, le mandaba informacio-nes bibliográficas producto de sus viajes de investigación en Francia y las grandes ciudades de Europa.

En 1871 Harrisse le escribió a García Icaz-balceta desde Madrid, donde fue a visitar a su nuevo amigo el bibliófilo Manuel Remón Zarco

información en la carta definitiva en limpio, y sólo lo hizo en la del 19 de octubre.

23 Carta firmada por G.M.B. [Green Mountain Boy], en London Athenœum, 6 de octubre de 1866.

del Valle (1833-1922). Zarco del Valle lo conec-tó con otro gran bibliófilo español, José Sancho Rayón (1830-1900), quien le hizo una “confe-sión” tremenda a Harrisse, referida precisa-mente al Opera medicinalia y a su enigmática fecha: que fue él, Sancho Rayón, quien le vendió a un librero (posiblemente Tross) un ejemplar del Opera medicinalia, al que recortó en la por-tada una tirilla con la fecha de 1570, dejando visible solamente la fecha de 1549, presente en la portadilla heredada por Ocharte. Lo hizo, dijo, para vengarse de un librero, o jugarle una “broma”. Por fin quedó aclarada que la fecha del Opera medicinalia era 1570, aunque a García Icazbalceta se le hacía muy difícil aceptar que un sabio tan respetable como Sancho Rayón fuera capaz de semejante trapacería.

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Pasaron los años, hasta que en 1879 Zarco del Valle le mandó una carta a García Icazbal-ceta en la que mencionó, a propósito de otro li-bro, la Historia bibliográfica de la medicina española del doctor Hernández Morejón.24 En-tonces pudo enterarse de la posible existencia de otro ejemplar del Opera medicinalia en Es-paña, y finalmente en 1881 se animó a pregun-tar a Sancho Rayón si él poseía un ejemplar. Sancho Rayón le contestó el 16 de octubre de 1882 y le confirmó que él tenía un ejemplar, que incluye un colofón con una nota manuscrita re-dactada acaso por el propio doctor Bravo, dis-culpándose con el lector por la gran cantidad de erratas y descuidos tipográficos de su libro.25

García Icazbalceta nunca se animó a pregun-tarle a Sancho Rayón si era cierto lo que le ha-bía contado Harrisse, que él había poseído un ejemplar, al que cortó una tirilla con la fecha de 1570 y se la vendió a un librero, quien se lo ven-dió a otro y éste a otro, hasta llegar a la bibliote-ca de Lenox. Pero el hecho es que Sancho Rayón tenía otro ejemplar, con la portada completa con la fecha de 1570 y además con el colofón (tam-bién sustraído en el ejemplar que dio a conocer Tross en 1862) que precisaba que el libro se aca-bó de imprimir el 12 de septiembre de ese año, y que además tenía una nota manuscrita proba-blemente escrita por el mismo Bravo.

De modo que nos quedaremos, junto con Gar-cía Icazbalceta, para siempre con la duda de si verdaderamente Sancho Rayón tuvo un ejem-plar que mutiló, además de este ejemplar ano-tado por el mismo doctor Bravo. Pues todo pudo ser una burla bibliográfica de Harrisse a García Icazbalceta, o de Sancho Rayón a Harrisse, o in-cluso, del propio impresor Ocharte al doctor Bravo, el de imprimir un ejemplar eliminando la fecha de 1570 y dejando solamente la de 1549,

24 Entretenimientos literarios. Epistolario entre los bibliógrafos Joaquín García Icazbalceta y Manuel Remón Zarco del Valle, 1868-1886 (edición, introducción y notas de Emma Rivas Mata), México, inah (Científica), 2003.

25 Biblioteca Cervantina, Colección Ignacio Bernal, del itesm, C 32-39. Emma Rivas Mata, “Estrategias bibliográ-ficas de Joaquín García Icazbalceta”, en Istor, núm. 31, 2007, p. 142.

pues en ese año fue precisamente cuando el doc-tor Bravo y Francisco Cervantes de Salazar coincidieron en la Universidad de Osuna y se hicieron amigos. Apunta a considerar esta po-sibilidad el que en el ejemplar de la New York Public Library nunca pude realmente confirmar que el papel había sido recortado allí donde fal-ta la fecha de 1570. Ojalá los bibliógrafos mate-riales logren desentrañar este misterio.

Una duda sí se aclaró, sin embargo, pues tras la muerte de José Sancho Rayón su gran biblioteca se dispersó en varias, y aunque Hen-ry Raup Wagner (1862-1957)26 y otros biblió-grafos supusieron que el Opera medicinalia había quedado en la biblioteca madrileña de Francisco Zabálburu, nunca fue encontrado allí. Sin embargo, gracias a la reciente biblio-grafía médica hispánica dirigida por José María López Piñero (nacido en 1933) pude ver que un ejemplar del Opera medicinalia se encuentra en la Biblioteca de la Hispanic Society of Ame-rica de Nueva York.27 Acudí a examinar el ejemplar, y pude constatar sin ninguna duda que se trata del (segundo) ejemplar (no mutila-do) de Sancho Rayón, pues ostenta la inscrip-ción manuscrita en el colofón que describió Sancho Rayón en carta a García Icazbalceta, quien incluyó el dato en su Bibliografía mexi-cana del siglo xvi. De modo que el segundo ejemplar del Opera medicinalia de Sancho Ra-yón no pasó a la biblioteca de Zabálburu, sino a la de Manuel Pérez de Guzmán y Boza Liaño Aubarede, marqués de Jerez de los Caballeros (1852-1929).28 De ella pasó en 1902 a la del próspero y sabio neoyorquino Archer Milton

26 Enrique R. Wagner, Nueva bibliografía mexicana del siglo xvi (1940), traducción de Joaquín García Pimentel y Federico Gómez de Orozco, México, Jus, 1946, pp. 248-249.

27 J.M. López Piñero et al., Bibliographia Medica Hispanica, 1475-1950, Valencia, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, 1987, vol. I, p. 43.

28 Antonio Rodríguez-Moñino, El marqués de Jerez de los Caballeros. Semblanza de un gran bibliófilo, Badajoz, Departamento de Publicaciones, Diputación Provincial, 1989, pp. 74, 75 y 91. Manuel Pérez de Guzmán y Boza Liaño, marqués de Jerez de los Caballeros era hermano gemelo de Juan Pérez de Guzmán y Boza, duque de T’Serclaes de Tilly (1852-1934), que también adquirió par-te de la biblioteca de Sancho Rayón.

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Huntington (1870-1955), quien la donó a la bi-blioteca de la Hispanic Society of America, que él mismo fundó en Nueva York en 1904. Y ade-más pude constatar que este ejemplar pertene-ció anteriormente al doctor Hernández Morejón, el autor de la Historia bibliográfica de la medi-cina española, pues precisamente el párrafo del Opera medicinalia que cita Hernández Morejón aparece marcado con pluma con una línea al margen en este ejemplar.

Aparte de estos dos ejemplares neoyorqui-nos, apareció en México un tercer ejemplar. Lo registró por primera vez el doctor Nicolás León (1859-1929) en un artículo publicado por la Ga-ceta Médica de México en 1925.29 El doctor León publicó la portada completa de este ejemplar, pero sin indicar su proveniencia. El doctor León falleció en 1929, pero en 1947 apareció entre sus papeles otra foto de la portada del Opera medici-nalia, también tomada por el doctor León en 1925, pero con dos sellos de la Biblioteca Pública del Estado de Puebla y unas notas manuscritas.

Puede pensarse que el doctor León obtuvo prestado el ejemplar de la biblioteca poblana, le tomó una foto a la portada, borró los sellos y el texto manuscrito con la intención de apropiarse del ejemplar, le tomó otra foto con los sellos y el texto manuscrito borrados, la incorporó a su ar-tículo de la Gaceta Médica de México sobre el Opera medicinalia y le mandó copias de la por-tada y del colofón a la New York Public Library.

Como el doctor León tiene fama como biblió-clepto, se ha llegado a pensar que envió las fo-tos a la nypl para ofrecerlas en venta, aunque yo prefiero pensar en un gesto de cooperación académica, pues el doctor León sabía que el ejemplar de la nypl tenía la portada mutilada y le faltaba el colofón. En todo caso, el doctor León no pudo sustraer el ejemplar y lo tuvo que devolver. La primera foto de la portada, con los dos sellos y la anotación, se la guardó el doctor León, pero reapareció, como vimos, en 1947.

La foto reaparecida quedó en poder de los mé-dicos bibliófilos cultos, particularmente del doc-

29 Nicolás León, “El primer libro de medicina impreso en Mé-xico”, en Gaceta Médica de México, núm. 56, 1925, pp. 234-243.

tor Francisco Guerra, quien la utilizó dos veces para evitar que el ejemplar poblano fuera robado identificándolo: la primera en 1950 y la segunda en 1956. Dos veces el ejemplar fue devuelto a la Biblioteca Lafragua de la Benemérita Universi-dad Autónoma de Puebla, y durante mucho tiempo después del intento de 1956, que provocó un vistoso escándalo en la ciudad de Puebla, el libro se conservó en una bóveda bancaria, hasta que el diligente y profesional director actual de la Biblioteca Lafragua lo trasladó a la Biblioteca donde está muy bien cuidado, tanto de las ma-nos codiciosas como de los estragos del calor, la humedad y los bichos.

Tres ejemplares, pues, son los que se conser-van del Opera medicinalia del doctor Bravo: en la New York Public Library, el ejemplar muti-lado, sin la fecha de 1570, que acaso recortó Sancho Rayón, y sin el colofón, que fue ofrecido en las subastas de 1862 de Tross y de Libri, an-tes de pasar a manos de Stevens y de Lenox; el ejemplar que fue del doctor Hernández Morejón

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y fue a dar también a la biblioteca de Sancho Rayón y de allí a la del marqués de Jerez, a la de Huntington y a la Hispanic Society of Ame-rica; y el ejemplar poblano, que se salvó tres ve-ces de ser robado, en 1925, en 1950 y 1956, siempre queriéndose ir a Nueva York, y que su-frió severas mutilaciones en la portada, la en-cuadernación y otras partes. Y por ahí en los cenáculos de los bibliófilos corre el rumor de que un cuarto ejemplar quedó nada menos que entre los libros que prefirió no donar a la Biblio-teca Complutense el anciano y erudito doctor Francisco Guerra, que tan determinante fue para salvar el ejemplar poblano en los intentos sustractivos de 1950 y 1956.

En 1970 se cumplió el cuarto centenario del Opera medicinalia y se publicaron dos importan-tes estudios sobre este libro, uno del doctor So-molinos d’Ardois y otro del doctor Guerra, este último junto con una bella edición facsimilar he-cha sobre la base del ejemplar poblano, e inclu-

yendo la determinante primera foto de 1925 del doctor León que apareció en 1947. Ambos estu-dios, basados en una cuidadosa lectura del texto mismo, aportaron información muy importante sobre el contenido del libro y las circunstancias y condiciones de su impresión. Pero un enigma que-dó sin resolverse. Si el impresor Ocharte tomó la portada del Opera medicinalia de 1570, con la fe-cha 1549, de los materiales de Juan Pablos, quien la utilizó en 1554 para los Commentaria de Cer-vantes de Salazar, queda la duda de dónde tomó el propio Juan Pablos esta portada con la fecha de 1549. El doctor León, en su artículo de 1925, opinó que posiblemente se trataba de una porta-da francesa. El doctor Guerra, al no encontrar un original, se inclinó por la posibilidad de que se trate de una portada hecha en México, tal vez con el afán de contradecir al doctor León. Pasa-ron los años y solamente en 1992 el doctor Gue-rra encontró una portada en Francia que según él resolvió el enigma.30 Se trata de la portada de una Biblia Vulgata impresa en Lyon por Balta-sar Arnoullet con el mismo frontis, efectivamen-te, que el de las portadas de los Commentaria de Cervantes de Salazar y del Opera medicinalia. Pero esta portada de Lyon no ostenta la fecha de 1549 sino la de 1545. De modo que el enigma, le-jos de resolverse, se complica, porque ahora nos falta saber por qué en la portada aprovechada para los dos libros mexicanos, o antes, se cambió la fecha de 1545 por la de 1549.

Como vemos, conforme se resuelven proble-mas respecto al Opera medicinalia de Francis-co Bravo se agregan nuevos enigmas. Algunos de ellos se irán resolviendo y nos dan la alegría y orgullo de insertarnos en una historia de des-cubrimientos de la que somos parte activa.

Cambridge, Inglaterra, martes 18 de octubre de 2011.

30 Francisco Guerra, “La portada de la ‘Opera medi-cinalia’, México, 1570”, en Revista de Indias, vol. LII, núm. 194, 1992, pp. 159-163.

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