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El Libro de Los Terremotos -Alverto De Mari

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ALVERTO DE MARI

EL LIBRO DE LOS TERREMOTOS

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ALVERTO DE MARIEL LIBRO DE LOS TERREMOTOS/ 1ERA EDICIÓN

AÑO 2014

Contacto con el autor: [email protected]

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Contacto con la editorial:[email protected]

Facebook: Michaux EditorialArte de tapa: Alverto De Mari

Edición: Alverto De Mari

Michaux Editorial

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EL LIBRO DE LOS TERREMOTOS

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En la jaula uno puede gozar de las más absolutas liberta-des.Se puede dormir como se quiera, se puede comer como se quiera, se puede beber como se quiera. Nada

más. El resto suele depender de la contorsión que tenga el pájaro.

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ILa sangre que duele es la que no se ve.

IILa gloria de tu nido,bajo el manto del sueño,levanta las arenas,del movimiento incontrolable.En el asqueroso acento,las manos parecen dormir.Guardan consigo el límite,que separa el clima de la tierra.

IIIBarrido espacial, nocturno, la bestia caza al ave molusco sin es-pera. El pensamiento se debate cruelmente entre dos realidades de desierto. El gemido frente al árbol es la miel. Las realidades como colores opuestos abarcan la dimensión del océano sin la conciencia del agua.

¿Por qué se inflama un nido?

IV Por cada mujer desnuda en la selva hay dos cocodrilos que ya identi-ficaron a su cazador. Cuando la mujer se viste son intercambiadas las pieles. La mujer recobra su piel de tronco de árbol mientras los cocodrilos adquieren la piel de un gusano.Los siglos de cobardía han profundizado este intercambio, sin justificación alguna. La sombra que domina el alcance de los ra-yos solares no explica nada. Por cada mujer volando hay un juez desnudo.

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VDiferencias y dictaduras.Dichos y diarios.Distancias y días.Dimensiones y diamantes.Dinastías y divinidades. Dialectos y disfunciones.Dioses y diablos.Di y di.Des e ies y des e ies.

VIRealmente era asombrosa la manera en que las cosas se le esca-paban de la memoria en menos de lo que dura un fósforo pren-dido. Un conjunto de palabras con una armonía casi perfecta, los cultivos mentales que cualquier Dios hubiera utilizado para crear otros mundos; todos muertos en el espacio y en el tiempo. Nada podía preservar, ni siquiera con la conciencia de saber que aquello podría otorgarle una especie de libertad interior que lo librara de quién sabe qué tormentos, ninguna motivación servia para entender aquella especie de condena; la del instante.

VIILas pulgas de la especieme devoraron antes de que nazca.No hay esperanza en la fragilidad,ni rencor en lo dorado.Atesoro de mil formas,las palabras que pensaba,cuando aún no tenía lenguaje.Como un sueño que no recuerdo,como un banquete que no envejece,hay un nido gigante en el que nunca entré

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y en el que aún me divierto,sin haberlo habitado.El me reconoce y yo lo reconozco.Nos gusta ser ajenos, mutuamente.Mutuamente, en la distancia,estamos uno dentro del otro.

VIIIGira el amor en tu cintura y en tu montaña. En el anillo santificado de sangre rabiosa.El cielo es tu cuerpo pegado a un cuerpo.El cuerpo es el cielo pegado a tu nombre.

IXSoy esa pierna deshuesada a la que le siguen arrancando pedazos.Ese poema etílico y musical carente de historia.Es realmente hermoso pertenecer a lo horrible.Porque eso somos.Lo horrible.Realmente hermoso.

XEsto no es mío.Esto que estoy escribiendo es una repeticiónde los seres de abajo.Yo los conecto.Los reproduzco.Yo soy toda oreja arenosa,fruta que asiste al coito.

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Nacemos como un color, pero no es suficiente. Nece-sitamos el mamarracho, manchar, mezclarnos, creer que el tono es eterno. El tiempo desgasta y cansa, cree-

mos necesario dejar algo, es necesario perdurar. Nos colgamos del pincel, queremos que nos vean, el único sueño es el museo. Luego de mucho esfuerzo somos el cuadro perfecto, la obra ma-ravillosa, la sólida consolidación de nuestro anhelo. Nunca ter-mina de alcanzar, brillamos exteriormente. Requerimos el vidrio que nos aleje del polvo, la seguridad del marco, el apoyo de una cómoda pared y ser sostenidos por un clavo.

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XIHan sido días complicados.Días de aire con candado.Una sombra rebelde ha roto el marco de la supervivencia.Los elefantes han adelgazado.La leche volvió a la vaca.Las manos se refugiaron en los codos,la arena en el mar.El colapso es la paciencia que cuenta granos de tiempo.Ahogada con semillas negras,una estatua sin labios, recita la historia del instante.

XIILo mejor sale de nuestras manos.¿Podrías desmentirlo?Átatelas al suelo y dime en qué te ayudan los ojos.¿En qué te ayuda la vida si eres como la espumade un sonido diminuto?Ven, llévate el cuerpo y lo que sobra de una despedida.Procura no volver a comer delante de un nidoy no me preguntes el porqué.Simplemente no lo hagas.La fija atención de la voluntad tiene el menú para nosotros.Hemos devorado fuera de horario el secreto de la tierra.

XIIIMe dijeron que el origen era Brasil.Tenía un tono lila fuerte.Desde el sitio de las montañas ha descendido a la ciudadpara ver morir nuestro amor.Pasando sus días junto a libros nunca leídos,libros re leídos y lápices rotos, nos ha visto

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olvidar el tiempo, comer madera , limpiar vacíos.Desaparecida y brillante, quieta y siempre sola,la piedra nos ha visto hacer el amor y nos ha visto hacer el odio.Ha visto el derrumbe de las mesas.El quebrar de las sillas.La muerte del encanto.Más de una vez habrá adivinado el grito contenido,que se sube a los ojos, para liberar el llanto.Hoy ya no hay ella.Hoy ya no hay piedra.Solo un enorme basural, en el que descansa todo.

XIVMe meto con una lupa en la boca del caballo que me regalan para ver si están en buenas condiciones sus dientes. Prefiero el centenar de pájaros que vuelan alrededor mío al aplastado pájaro que tengo en la mano. Negare para siempre la ayuda de Dios al madrugar. Sin embargo todavía no he trascendido, ya que sigo prefiriendo las malas compañías que a la soledad.

XVPara que el lenguaje sea completo deben existir palabras que sean recorridos. Abajo y arriba no significan nada sin el recorrido. El llegar y el irse no son lugares posibles sin el recorrido. Una pala-bra que reúna todas las direcciones. Para que el silencio sea rico debe haber aún más palabras dentro de las palabras. Hoy, el tiem-po no quiere perderme.

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Una vivencia es un soldado que se acumula en múltiples agujeros.

Un soldado es una partícula del ala de una mariposa en el momento de nacer.

Nacer es como la soledad pero aún más grande.La soledad es un soldado que no se rinde.

La rendición es el árbol en el que uno muere.La muerte es el mono de los pantanos petrificados.

La piedra es la apariencia última.Lo último es la concentración del blan-

co que devora todo sentido.El sentido es el de los libros quemados en los incendios

que no necesitan agua.El agua es el libro.

El libro es una bandera desconocida.Desconocidas las patas de la mesa.

La mesa donde el juez devora los principios.Principio de furia, descanso de la arena.

La arena es el próximo cuerpo.El cuerpo de tiburón devora minutos.Minutos de revolución en el desierto.

En el desierto la verdad es insuficiente.La verdad es la de los ojos reventados.

Ojos con silueta de pájaro.Pájaros con las bocas del vacío.

Vacío de espectáculo.Espectáculo de cortinas viejas e iluminadas.

Iluminación de lienzo sembrado lejos.Lejos como todo.

Todo es lejos.

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XVICon el violín en los brazos,él asesinaba su herida,para iniciar la batalla.Insectos del aire sobre las melodías.Cada orgasmo poseía una cuerda con alas.Los parpados bailando las melancolías,recordaban al fin de la música.

Cuando termino el conciertotodos corrieron a abrazar al músico;mientras, el violín se suicidaba,muerto de celos, en el viejo teatro.Antes de morir dejo una nota que decía así:“el que no ve en mi mas que un puente serácastigado con una sordera atroz que yo, desdé la lejanía suministrare y controlaré” El músico jamás volvía a subirse a un escenario,ni a tocar el violín.Él ahora es Luthier.

XVIIHay cosas buenas que terminan mal.Desiertos que devienen en paraísos.Excrementos que fortalecen la tierra.Están los que se paran frente a un espejo y enloqueceny están los que ensayan la vida con él.Están los que se preguntan si prefieren un mundo ciegoo uno con los ojos vendados.Esta cada loco con su chaleco de debilidad.Están los gatos que maúllan fuerte y mi voz para callarlos.Esta el silencio de los que saben que va a pasary esta el grito de los que no saben qué hacer.

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El dolor , al contrario de lo que muchos piensan, no es un sen timiento, ni un estado, ni una sensación, ni un cáncer, ni un alma, ni un error, ni un tajo, sino que es un cuerpo.

Puedo ver sus bocas volcando sus infinitas lenguas sobre mi piel paralizada que lo recibe con sus mejores muecas, las muecas de la aceptación. Todo lleva a creer que si tiene bocas, tiene pala-bras, pero no es así. El dolor emite los discursos del movimiento en absoluto silencio. Nuestras palabras le alcanzan y le sobran al dolor para mantener su temblor de brújulas gritando. Su arsenal de evolución intensa no cede mas que con el olvido, estrangula-do continuamente por el dolor, cuando este, alcanza sus máximas iluminaciones. Tarde o temprano, este cuerpo es expulsado de no-sotros, de manera automática, no sin antes dejar huellas gigantes que, sino se barren a tiempo, serán vientre de los cuerpos por venir .

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XVIIIDios o Diablo.Cualquiera de los dos.Por favor díganme algo que preciso saber.No represento peligro mas que para mi mismo.Mis órganos ya reconocieron la esclavitud.Para moverme debo pedirle permiso a esa cosa que uno de ustedes puso en mí.Mi conciencia esta sobre todo instante que atravieso.Solamente vivo para saber en que consiste tu cielo, demonio.Toda mi potencia ha sido aniquilada por el infierno de este Dios silencioso y payaso.Necesito saber los ángulos que posee esta tortura.Los universos que entran en una sola flor.Pero por sobre todas las cosas, si alguna de sus voces se oye como ésta, que me habla desde el comienzo.

XIXNunca leas poesía a una de esas personas BUENA GENTE. Esos correctos y superficiales que esquivan las profundidades por mie-do, fingirán compasión y admiración por no saber que decir y pronto te desplazaran de su mapa. Para ellos la vida es la imagen reventada y espectacular de la vida. Aparentar les es tan indispen-sable como respirar . La poesía es para ellos, la destrucción, inen-tendible, del hombre. La examinan y buscan entenderla, como se entiende una suma, como se entiende una resta. No uses nunca una palabra prohibida porque tu poesía pasara a ser peligrosa, amenazante y nociva. Venenoso, maldito, irracional y loco serán las palabras que vendrán a justificar el tipo de vacío que llevan consigo, el qué no construye, ni destruye nada.

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En un océano abandonado-COMO TODOS LOS OCEA-NOS LO ESTÁN-uno puede encontrar la palabra que lo salve de las tierras.

La dificultad yace en las ubicaciones exactas de estas palabras que, desperdigadas a lo largo y a lo ancho de los océanos, juegan a en-loquecernos. El hombre, ante tamaña dificultad, pide ayuda a los peces. Estos la niegan argumentando que no se atreven a meterse con ellas, que no las necesitan y que así como están, es mejor. El hombre no acepta la negativa y arroja furiosamente las redes al mar, tal es su espíritu de revancha. Así ha pasado la historia, de revancha en re-vancha, pero sin hallar ninguna de estas palabras. Sobre él, y hasta que éste deje de existir, caerá la tremenda venganza de los peces y sus aliadas, las invisibles.

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XXSe cumplió mi deseoLa humanidad parece haber sido eliminada absolutamentedel planeta Tierra. No quedan ni los huesos.No hay indicios de hambre.No hay indicios de pensamiento alguno.Del hombre solo quedan los refugios,que se irán apagando,como un perro de la calle se deja morir,al perder su compañía.La respiración del mar ha vuelto a su ritmo primitivo.El silencio dejo de ser una afonía perfecta.Solo existe un gran problema del que recién ahora me percato:

¿quién esta escribiendo esto?

XXIHe soñado con cuchillos.No cuchillos de niño.No cuchillos de paz.Estos eran grandes cuchillos.No querían mis zapatos ni mis pelos.No querían mis tatuajes ni mis uñas.Ellos quisieron lo que yo jamás hubiera deseado que quieran.

XXIIEn el grito de la soltura las paredes pierden, pero, ¿qué es lo que pierde una pared? ¿A qué nueva definición pertenece lo que pier-de una pared? Es fácil reconocer la perdida ante lo muerto, lo perdido, lo pronto a olvidar, pero ¿qué fue eso que vimos caer sin ver?, ¿esa ilusión de residuo?, ¿qué parte de mi miseria, qué parte de mi locura, qué parte de mi cueva, se lleva este sudor del espíritu? No poseo defensa contra esta cumbre, que no conozco.

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E l universo y sus derivados.Yo derivo del infierno que nada tiene y de la nada que todo guarda, como un paraíso sin ventanas, como un universo cerrado. A la libertad le

quitare el fuego para dejar la madera negra y la ceniza blanca. Con esa madera construiré el infierno que refugiara al ángel del universo que todo guarda pero que nada tiene. Si un Dios me hablara me quitaría el espacio para oírlo. Lo recibiría degollado, con el ombligo atento y la nada armada. El arma seria invisible como el cielo y áspera como un silencio. Le daría mi lengua como discurso futuro y le preguntaría por la continuidad del fin.

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Caminan en mi sangre.Riéndose, conmigo, para mí, por mí.

De la risa y de la risa.Testeando la sal.

Impidiendo la extensión de su derrota.Critican mis huellas con la tiranía de sus formas.

Violentas, violetas, rojas luminosas.He sobrevivido.

He llegado,al ultimo orden de las texturas,

a las últimas gotas del orden.En mi cielo privilegiado con perros

que portan coronas de voces que ladrany me apuntan con risa,

creo que he muerto.El reemplazo en el espejo me lo niega,

pero yo deseo creerlo.Aunque me lo prohíban con la muerte,

que yo defiendo con la risa,que se escuda tras los dientes,

de un viejo dominio,que ya es de los otros.

Lo mejor que puede hacer Dioses liberarnos a todos.

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XXIIINo soy esclavo, puedo decírtelo.Me puedes oír.Al menos en el sentido mas drástico de la palabra.Mi tipo de esclavitud no es física.Tengo la libertad de hacer lo que quiera,si es que realmente así lo quisiera.Todos los obstáculos que uso como excusa de mi cobardía,no servirían si yo así lo deseara.Algo más fuerte que una cadena.Algo más doloroso que un látigo.Algo más destructivo que una orden. Es la discapacidad.La discapacidad REAL.

XXIVToco el arpa para este gentío que dice ser mi pueblo.El gentío que dice ser mi pueblo toca el arpa para mí.El sonido devuelto me produce demencia. A ellos mi música los ha despertado. No se si es por la melodía en si o por el hecho de que la he tocado sin tener ningún tipo de contacto con ella.Ahora estoy sentenciado a muerte por el grave delito de alterar los ánimos.Ni el silencio supo defenderme.Apelare la condena, no puedo que-darme de huesos cruzados. Alegare extrema demencia y EXCESO DE SUEÑO. Se que me absolverán y que además me regalaran una almohada nueva.

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L a carne podrida expresa su paisaje ¿Qué se pierde en la búsqueda de la única ventana que abre las alas para cerrar los ojos? Piedras de corazón profundo

y luz santa. Estaciones sin lengua girando alrededor de un vestido de fuego. Conexión directa con el nervio, sangre en blanco asustada y al mismo tiempo dormida. Beso de isla sin tesoro, de gigante sin visión.Es el capricho de un orgasmo, ceder a la lentitud del cuerpo, a unas manos firmes que abracen como un loco sabe hacerlo. La nada convoca a los balcones desesperados, a los cantos de enfermo recién nacido. Los cantos de virginidad pasan rá-pidamente a formar parte de un animal hermoso y lujurioso.En la caída del agua, las sienes impactan débilmente, con un azar lento que hace sospechar a cualquier rió o mar. Las victimas del mar por fin rezan. ”Hermosa eres y hacia la her-mosura vas”, grita la oración. La vulgar ovación a ti te humi-lla, pequeña hormiga, princesa de la demencia de toda era. Sabes del enojo, por eso en tus fulgores nocturnos hay algo de cucaracha, de medusa. Los labios de tu ausencia como un castillo nuevo que aún no conoce la guerra ni la infini-dad de espejos circundantes que por no escapar de tu cuello rosado,se quiebran intactos.

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XXVCinco ángeles comenzaron a aparecer frecuentemente en mis sue-ños, luego empezaron a aparecer en mis cuadros.Fugazmente aparecían y desaparecían sin que pueda intentar cosa alguna. Luego en mis muebles, en mis ropas, en los juicios con mi sangre.Los ángeles estaban en todas mis posesiones y abstracciones.Eso duro un tiempo.Un día los cinco murieron en un accidente.En mis posesiones no aparecieron más.

XXVI Aún conservo la maravillosa facultad de ver a través de las hojas de los árboles. Allí, en los espejos contrarios al miedo, la existencia es un color que contiene todos los movimientos. Allí los planetas no sangran y nadie sabe de nosotros. Nunca veo más de un tiempo determinado, que casi siempre es corto. No resisto más que unos momentos aquella belleza inalcan-zable. Los ojos se me cierran volviéndose agua triste. No acepto las palabras que el contraste me genera, irme tan lejos es un llamado a la locura. Aunque conservo muchas dudas al respecto, se que nadie nos observa como yo observo allí dentro. En ese infinito que no habito en ningún sentido. Yo tuve un infinito una vez, me acuerdo perfectamente de ello. Lo llore incesantemente cuando salí del vientre. Nadie me entendió, allí dentro se había quedado y quería regresar a buscarlo; no me lo permitieron. Pasó el tiempo y fui olvidándome de aquel infinito, que se murió de tanto esperarme.

XXVIILa libertad permanece abolida desde que el hombre oriento el humo de los juguetes mecánicos.Ella, pura e intacta, deja su huida a merced de la carne.

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Los límites delgados en los que ella desaparece crean el tejido don-de los muertos delinean su ciencia

XXVIIILos himnos suenan todo el día sobre las plazas donde los infantes juegan con custodia.Las alas de la ciudad se han cerrado sobre los corazones que han perdido el susto para conservar la herramienta.Las orejas me laten.Los huevos me han develado el contenido, aun sin romperse.

XXIXHemos vista la astucia de los cielos enormes,girar con la furia de un sol callado.Hemos visto todos los terrores nacer,bajo la apariencia implacable de la mascara.Hemos visto los ojos rodar por la noche,soñando los agujeros perfectos.Luego todos nos separamos,y nadie vio más nada.

XXXEn la ilusión del lenguaje, el imposible es un títere, una invisibili-dad excesiva del sonido.Sometido a calores, el imposible descansa sobre un lecho vertical rodeado de espuma solar.Sus brazos son un hecho verídico, una verdad probada sobre el án-gel de un pájaro inexistente.

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U n acuario iluminado. La sutil figura del cisne para-liza la sombra del incendio que envuelve la mirada de una mujer de agua. Una piedra se estrella con-

tra el borde de una frase incompleta y vacía. Amor, piedra siniestra, rayuela de poder. Teatro del espíritu, locura de bocas rojas, nieve sobre las hojas que delinean el movimiento del tiempo y su danza interminable.Abriste los ojos en la punta de tu dedo. No avances sobre el fuego si aún no tienes a la lluvia de tu lado. Intenta penetrar los granos sobrevivientes, juega a la nariz de oro. Deja que esos malditos hilos desaparezcan como una música en el de-sierto.Rumor incansable. Emoción crujiente y agotada derramán-dose miserablemente sobre la profundidad de un fuego líquido ¿Qué sombrero nuevo estrenaras el día de la recons-trucción sonora y cuáles serán tus argumentos nuevos? Ci-vilizaciones de polvo. Polvo, ¿qué viento has traicionado? ¿Qué fuerza superior te proclamo hechicero? Te sirves de la piel, tus dientes así lo desean. Nada más que lo incomible

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se sirve en tu mesa de arcos y de flechas. Eres robusto y en tu lengua se levantan palacios que la sal hace olvidar. Un segundo de infancia es lo que te pido. Suelta esa maldita flor que hace tiempo se suicido en tus manos. No sabes que hacer con ella, tu desesperación es evidente. No asustes a la noche. Tu trabajo, ahora, es hallarle tumba a esa pobre flor que no pudiste traicionar. No puedes ni llorar. Las lágrimas se han ido de tus ojos sin que ni siquiera te des cuenta. Despiertas lastima y por eso una mujer se ha desnudado frente a tus ojos, alargando el sombrero de la noche. Ella ha venido de una cueva, ¿acaso no distingues el aura que la rodea como si hubiera estado una existencia entera bañándose en un río blanco y perfecto? No basta con que distingas sus rodillas de manzana mordida ni su cintura de espuma milenaria. Sus ojos han empezado a masticarte. Tu esqueleto pronto reposa-ra junto a la flor que jamás pudiste soltar y, ahora, se extiende sobre la tierra como una inundación pavorosa que obliga al éxodo mas escalofriante. El anillo del sol cae en la sangre. La mujer se viste y desaparece al mismo tiempo que la noche.

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XXXILa cáscara todavía es un misterio. Hay quienes se posan frente a ella y gritan el nombre. La cáscara no se conmueve fácilmente, para mostrar una mínima reacción, la cáscara exige la presencia de un fuego profundo y trabajado. Son muchos los que mueren en la playa de la cáscara de la palabra. Los que sobreviven suelen quedarse sin habla al ver como sus pequeñas hojas aún se man-tienen plateadas. Están los ambiciosos de la cáscara, los de la cabeza atravesada y los estafadores. Para estos últimos, la cáscara trazo un mapa. Para los ambiciosos, la cáscara desfila libremente pero sin sus colores de origen. Para los estafadores no hay piedad, la cáscara se derri-te. Según estos no hay cura de pájaro ni luna de pez, el mar juega alegremente con el cielo traidor. El desierto se re calienta hasta volverse silencio, un intento de efímero silencio, que continua, que continua…

XXXIIA veces uno es querido.Uno es un Dios para un gusano.Uno es gusano para un gigante.Hay veces que somos tan grandes qué nadie nos ve.Nos saludan en las fechas infames.Nos dejan, pero con la marca.Un beso y te despido.Te asesino para hacernos bien.Te amo para no verte más.Dejo de amarte para ser feliz.Así terminan con los paraísos,que uno lamenta haber desperdiciado.

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XXXIII Esta angustia es néctar, ¿no es cierto?Así lo afirman los que cantan debajo del infierno que aplasta.Una sola manera de desmoronarse.Una sola forma de morir.Un solo conducto ínfimo que permite la esperanza.Una sola señalque se vuelve diminuta,agrandándose en la cabeza,achicándome junto a ella.

XXXIVEstoy triste.No es habitual.Debe ser el clima.Anunciaron una ola de tristeza para esta zona, por estos días.Ya paso por Asia, Europa.Ya arraso en África.Ahora nos toca acá.En Sudamérica.En Buenos Aires.En San Telmo.Más precisamente en esta habitación.Podría asegurar que toda la ola de tristeza se concentro en estas cuatro paredes rojas.En el techo rojo.En mi interior rojo y en derrumbe.Mi cuerpo se estruja violentamente y sufro.Ya había olvidado estos sonidos pero no me preocupa.Debe ser el clima.

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XXXVTiempo.Amo carcelero.Aire que cura la sangre excedida.Jugador con dos caras.En tus bordes he perdido todo.Eres el único que sabe realmente porque no existimos.

XXXVIComo todo se transforma en este mundo, me transformare en una linterna; una linterna de sonido y agonía. Una linterna que me despierte cuando tenga los ojos muy abiertos; que me diga que vuelva cuando no vaya a ningún lado. Una linterna que no sea tierra ni mármol, ni silla vacía ni salvataje del sueño.Varios me dicen que revea mi decisión, que lo piense dos veces. Una linterna puede no tener la luz necesaria para la superviven-cia en determinadas situaciones, argumentan; ellos prefieren ser estrellas. Yo no quiero sobrevivir a nada fue mi respuesta e inme-diatamente se apagaron.

XXXVIIMientras todos duermen, un hombre invisible nos desordena la pieza. No es algo que nos cause miedo ni asombro.Hablo por la humanidad, pues ella me ha autorizado.Al menos para hacer esta afirmación: no nos da miedo.El hombre invisible no quiere más que desordenarnos la pieza.No nos hará daño y procurara no despertarnosEs cierto que no todos lo saben.Algunos lo niegan, algunos roncan demasiado fuerte. Importa poco, seguirá invisible y seguirá desordenando. Para los que no saben les informo, los que lo olvidaron, les re-cuerdo: mientras dormimos, un hombre invisible nos desordena la pieza.

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XXXVIIIMi amor por la vida aún se mantiene, allí, donde siempre estuvo, encerrado en un árbol hermoso y salado. Amante de las lluvias que caen con los huevos del tiempo perdu-rable, toco a la luz con todos los instantes que no viví. Esto no dura más que una música que ensordece por la belleza, esto no dura más que una palabra que se termina por verdad. Esto no dura más que la visión exacta de todos los segundos vivi-dos por todos los granos de este desierto,que no posee el color ni la forma de las neuronas que lo pensaron.

XXXIXLlegar.Sentarme.Sentirme.Los pulmones haciendo horas extra.Escribir un poema y creer que eso es todo.Creer que he enterrado a alguien.Sospechar que algo se ha ido.Ilusionarse con el espacio entero disuelto.Pararse y gritar: YO HE EXPULSADO AL UNIVERSO.Sin embargo, no tengo el final para este poema,y continúo en el mundo.

XL El miedo que sostengo. Esa pulpa suave que me rellena.El espacio vacío que se nos refleja es una mano demasiado gran-de que sobrevuela toda dureza.Se ha desmayado sobre mi camay con señales de asfixia,el peso irremediable de las cosas,junto con su guante blanco.

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P ienso en un animal maltratado, pienso en su nacimiento, en su infancia. Poco tarda el pensamiento en independi-zarse. Ese animal, que momentos antes, me conmovió,

se transformo en una orgía brutal, pervertida y caótica. La cruel-dad se pone la mascara del placer, el niño devora al anciano de la misma manera que el anciano devora al niño. El pensamiento, único guardián, se extiende incansablemente, producto del susto y el placer consecuente que este implica. Hambre de erupción. La lengua en una danza pendular. Provoco el volcán, el animal desaparece por completo. El vientre se vuelve una hoguera don-de se cocinan los miembros desmenuzados y febriles del tiempo.El glaciar parece desolado. No hay más que corrosión, que pura humanidad.

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XLIMantengo los libros alejados.Esta noche me bastan las letras de mi memoria.Quieto para dar vuelta la hoja.Me subo a los pies plateados que el mundo quiere que usey camino dos pasos.Me detengo y me sacudo para expulsar la agonía.Camino veinte pasos.Alguien camina atrás mío pero no puedo darme vuelta.Mis pies inutilizados por el pánico desaparecen.Camino con las manos veinte pasos mas. Siguen caminando atrás mío.Al preguntar quién es,los pies reaparecen,pero no con los zapatos que llevaba puestos.

XLIITe sueño y es como un hacha que me parte en otro más.No te sueño a vos sola.Te sueño a vos conmigo.Me despierto y comienzo a desangrarme desde la memoria hasta la carne.Un rato pasa hasta que vuelvo a lo mismo.Se de olvidos.De pronto tu imagen es una foto en blanco y negro,dentro de un marco roto,en una repisa olvidada,dentro de un cuarto de mi hogar,que ya no visito.

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E scuchar esa música de nadie. Para él lo era todo. Esto no es una historia más de nadie, esto no es una soga, esto tampoco es literatura. Esto es un capitulo más, el acon-

tecer de un cuerpo que se divierte, pero que pocas veces se entera. No puedo decir el nombre de esta persona, porque no lo tiene; como tampoco puedo decir cuantos escalones subió, porque aún no ha terminado. ¿Es eterno el sombrero que usa?, imposible saberlo. No es consciente del mundo vacío, tampoco del vacío que recubre todo lo lleno. Él es como un insecto de inteligencias variadas, uno de sus pasatiempos es exprimir las humedades de la sombra, él realmente es un experto en aquello. Creo que es su única especialidad. La música es lo único que hace la real diferen-cia en él, la música de nadie, esas voces de nada son la debilidad por las que se corroe su pasión mas sincera y primitiva, la razón

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acumulada de todas sus respiraciones, el eco interminable que en-castra en el sentido de lo que carece de él.No quiero perderme y este laberinto lentamente se me abre, como si su amenaza tan directa fuera un impedimento: yo, de la manera en que me salga, contare la historia. No me pidan temporalidad, pueden pedirme la arena que le sobra a un cuerpo que espero de-masiado, pídanme las cenizas con las que se construyen las nue-vas cosas. El sol confunde el movimiento de las presencias, la unificación nos llega a todos de una manera bestial. No quiero perderme, yo quería contar una historia que ahora me excede y confunde. Este capitulo se esta desplumando como la vida de las libertades que no se sueñan a tiempo. Soy ahora un eco, y los ecos nunca terminan ninguna historia, tampoco cuentan nada, un eco no sirve para describir ninguna cosa, ni un amor, ni siquiera al agua, ya este hirviendo o este a punto de congelarse. El aire hace el amor con el árbol, el agua hace lo mismo con el fuego, en cambio el eco no hace el amor, el eco es el silencio que separa los miembros de las inundaciones, las venas petrificadas del tiempo petrificado. Bien, eso es lo que yo soy ahora, sólo ahora, ni antes ni después, antes fui grito, ahora soy eco y después seré silencio. Somos la nada que recorre la música invisible, la música de nadie que tanto enloquece a nuestro personaje, el que hoy me empuja a decir que la nada y los nadie también existen. También existe la existencia y el poder de la miseria, lo miserable es el anteúltimo paso antes de ser enterrado en lo final, en lo silencioso, en la ilu-minación del cuerpo, el segundo nacimiento, el ultimo punto del pasaje hacia el estado musical del espíritu que se levanta orgullo-so del cuerpo que lo ha sabido reconocer y buscar.Yo se que el que esta leyendo estas líneas conoce la historia que yo amague con contar todos estos instantes, quiero que me la cuenten, ahora que la saben, ahora que la sabemos, ahora que el cero es consciente y la rabia parece adiestrada, por el demonio de las cosas pasajeras.

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XLIIIEntre las almas de una prisión,como si la magia fuera una aliada,los dos árboles se miran hasta envejecer.Detenidos en la mente de los días,ven la mentira en el fluir del aguay en los dientes que mastican la fruta.Estos árboles me conocen,pues yo los vi nacer,la trampa en la palabra es esta imagen,esta imagen y nada más.

XLIV La quiero y lo sabe, pero entre nosotros hay muchas institucio-nes. Instituciones mentales. Trabajan todo el día. Turno completo, con un personal dinámico y siempre fresco.Yo podría matar a un hombre. Es algo muy simple, suficiente con que le apreté muy fuerte la nariz unos segundo y listo. Estas instituciones son otra cosa. No tienen nariz ni ventanas blancas. Para que una institución desaparezca es preciso un motivo y una fuerza. Tengo el motivo y tengo la fuerza, pero también hay cosas que tengo, cosas que no debería tener, y estas instituciones son muy estrictas.

XLVEspermatozoides como gotas desprendidas de un ala acuosa. He seguido a la enfermedad de cerca durante años. Sin embargo, ella jamás volteo, aun escuchándome caminar tras sus pasos seguros y siempre diferentes el uno del otro. Cada paso era una desapari-ción que llamaba a las cosas nuevas.Los posibles oídos me alarmaron, me he vuelto rojo como la historia. El hombre desconfía de su asiento y de su olor a carne, sobre todo de su carne. Un día arrancare la cabellera de todos

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los peces que en mis sueños se atoran con el agua que no saben atravesar. Un día será de día y yo dormiré para soñarlo. Un día, en la noche, las montañas abrirán los ojos, para parir de nuevo a la tierra.

XLVIUn mundo en la sombra y otro en el sol.Así se divierten los hombres.Subir en bicicleta, sobre piedras cercanas,hacia las piedras lejanas.Así se suicidan los hombres.Hay mujeres que dan a luz riendo del crimen cometido.Aquellos serán los hombres de los cien años.Hay algo que no me gusta de todo esto.Es la letra H.

XLVIINadie muere por la perdida de un amor enano.Por una cita postergada.Por un calefón que nunca prende.No vi a nadie caer por una fotografía.Por una sonrisa pasada.Por un archivo de derrumbes.Por una biblioteca de polvo.No vi en la morgue familiaridad alguna con estas causas.Nadie ha muerto de abandono.Nadie ha muerto de soledad.Nadie ha muerto de alejamiento con otro nadie.Será por eso que ya no se cuánto me queda.

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La memoria es eso que practico cuando recuerdo que el hombre no vino solo,

ni se ira solo.Mi memoria es el primer hombre y todas sus memorias.

La memoria es aquello que se prende cuando un fuego se apaga.Un escape hacia el centro de las herencias.

La memoria es esa llave que no siempre abre la puerta que uno desea.

En la memoria no existen las ciencias, existen los puertos.La memoria no especula.

Es un pescador que jamás se mueve de su sitio. Esa alianza que nos perpetúa.

Esa piedra que se construye.La memoria es aquello que no puede ser desaparecido.

El hueso inquebrantable del mundo.Hubo memoria antes del primer hombre,

y la habrá después del último

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Qué silencio ensordecedor. Es un silencio fuerte, tan ruidoso como desafinado. No tarda el pájaro en sobrevolar la sien del si-lencio. Este se pone a picoteársela sin pausa, la sien se parte como madera y el aire cae esperando ser introducido en algún vientre. El pájaro sorprendido y asustado, huye a buscar una espera diferente. Piensa que ha cometido un crimen, su pico se ha vuelto transparen-te, pero el pájaro no lo sabrá nunca. Todo el universo que rodea al aire recién caído no ha crecido lo suficiente. El aire desconfía, solo toma una parte de él para pasar la noche, la noche que dura lo que una estrella en el vacío. El mundo es como una gigantesca pared, nada se ha movido desde que el aire se hizo presente. Todos los movimientos y desgarros se han encolumnado frente al cadáver del silencio. Pasado, presente y futuro se sientan a llorarlo mientras el pico transparente de un pájaro aterriza como pluma sobre su pecho.Hoy el mundo es distinto, las costumbres de los patos, la noche de un león, todo se ha transformado desde que el silencio y su ruido han dejado de figurar por entre los muros que conforman el infi-nito. Nadie extraña el ruido del silencio, por el contrario, especies de sonido han crecido a lo largo del tiempo y con ellos, una nueva forma de encontrarlo. Escondido, refugiado, brilla su existencia dentro de las palabras y los ruidos que las especies han sabido traer con su aparición. Ya no anda desnudo y libre, ya no tiene corona ni espada, como un buitre resucitado que quiere venganza, silencia con sutileza las palabras de los hombres Viviendo dentro de una cáscara hecha a base de letras y gritos, espera paciente el momento en que su dominio vuelva a ser completo. Cada lenguaje lo carga consigo, cada reunión, conversación, felicidad, cada cuerpo lleva consigo uno de sus soldados. Al parecer, todavía no ha habido ningún pájaro, cualquiera sea el color de su pico, que se le haya animado a esta cáscara terrible, más gruesa y dura que cualquier sien. Años y años de intensa lucha tuvieron que pasar para que el silencio al fin comprenda que su dominio es más fuerte y absoluto allí dentro. Y allí dentro sigue.

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XLVIIILevantarme y pensar en mí.No en Alberto.Pensar en mí.En mi espacio corrompido.Pensar en mí, con el obstáculo de todos.Pensar en mi sanción.En mi juicio.En mi culpa.Pensar en la prisión.Que no es mía.Pensar en mí, todo el día.Con mi arco,pero sin mi flecha.Como un enamorado,pero sin amor.Pensar en mí.Pero no conmigo.

XLIXDebo evitar que la experiencia intervenga.Es yo sin el antes.Es yo sin el ahora.Y hasta aquí llegue.El yo sin futuro sangray ante las evidencias,he decidido rendirme.

LSi, soy un farsante.No puedo actuar.Solo se falsear.No puedo tirar papel picado al aire.

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No puedo gritar sin vigilar mis ojos.Para hablar debo cruzar mi cuerpo.Beber para que la marea baje.Toda libertad llegara con un juicio y con una condena.No hago lo que puedo, sinceramente.Hago lo que soy, todo lo que soy, soy esto que no soy mientras sigo siéndolo.Soy lo que no puedo y lo que no existe.Lo que abundo.Lo que escaseo.Soy todas mis huellas incompletas.Soy todas mis muelas caídas.Todos mis derrumbes.Toda la mentira que es gracias a mí.Los escenarios me dan pánico.No soy bueno para usar zancos.No me animo al circo.Soy de esos que esperan que un elefante se escape para destrozar todo lo que este a su paso.No soy yo ese elefante,pero que no te asombre verme sobre él,montándolo,ebrio y sonriente, feliz y tranquilo.

LIVi, en un sueño, unas palabras, separadas entre comas, y, puntos. Las palabras eran como elefantes enterados de la naturaleza de los astros. Yo descifraba para atrás, en vez de revelar echaba ca-pas de oscuridad sin darme cuenta. No fui perdonado y el sueño se alargo hasta los límites del blanco. Qué lindos bostezos se oyen en el bosque cuando me ausento. Bostezos de calma segura, de olas ordenadas como rayos de sol en un ojo. Aquí me encuentro,

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mientras me inventan desde otro lado, aquí me encuentro. De los planos ya no reniego. Tomare todas las vidas y todas las muertes como una gracia. Crezco en mi ansiedad de mariposas desaladas. Puedo ponerme la cabeza hasta minutos después de ser decapi-tado. Eso y muchas cosas más. Mi caparazón es cobarde pero grueso. Dos días bastan para que el mundo se vuelva una bolsa de cadáveres. En un solo segundo, mi cerebro, reconoce el engaño.

LIIEs claro el vuelo. El origen de esta elevación es nublado.Parece que me atan en el aire y yo me desato con una facilidad increíble.Las voces se oyen de igual manera tanto en el aire como en la tierra.Entre la tierra y yo, un cementerio de llaves.

LIIICáete cielo.Cáete dormido.Cáete como si nada hubiera abajo.Cáete como latido de un Dios.Cáete sereno y apunta bien.Cáete sobre este cielo que nadie reconoce.Cáete sobre ti mismo y grita.No hagas especulaciones con los elementos que en ti nacen y en ti perecen.Otorga a este cansado mundo, un nuevo mar.Nadie desprecia tu suicidio.Son muchos los que reniegan de tu nacimiento.Yo no.Yo quiero que caigas sobre mí.

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L as manecillas del reloj internas que poseo me impiden ro-tar el nivel de sucesos. Por más que eche una gran manta negra sobre su jerarquía, las manecillas rigen ante todo y

por sobre todo. Aquello no tiene nada que ver con el tiempo, sino con la forma. Con las múltiples formas en las que yo, considero, debo desangrarme. Ellas justifican y perpetúan, también boste-zan, pero nunca buscan. Ellas reciben el tiempo para amasarlo y meditar de qué forma será conveniente devolvérmelo. Jamás lo piensan demasiado, pues detestan todo el tiempo que reciben. De esta forma me gobiernan y yo no puedo hacer nada para impedir-lo, ellas tampoco.

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La historia comienza con el blanco. El blanco como todos los colores anulados entre sí. La historia continua con un colmillo, un colmillo que nunca se desafila. Este colmillo es de un dragón antiguo que se ha olvidado de llamar a su cielo, un dragón antiguo que se ha cansado de abortar. Las palmas de mi mano son como una isla sobrehabitada; es posible que un mar se revuelva en su centro, en secreto. No lo se, es poco lo que puedo asegurar, mí presencia es un misterio.Una lombriz transparente simula mi pecado, lo hace eficiente-mente, no dejando rastros. Yo no conozco a esta lombriz, es el subsuelo de todo. La lombriz no trabaja sola, en sus órganos vi-tales se asienta el reloj que no marca el tiempo, el reloj que hace sangrar a la tierra.El animal que somos es enemigo, la humanidad que existe es la explosión de los acuerdos. A ningún animal le crece la barba tan rápido como a los caracoles, esa si es una gran barba, tupida, fi-losa y eternamente transparente, va mas rápido que la luz aquella barba, la diosa de las barbas. El animal es como el Dios que ocul-tamos y que no reconocemos por vergüenza; el movimiento de nuestros ojos atestigua lo antes dicho. Mírense al espejo, los de-safío a negarlo. Nunca seremos hermosos con la cáscara brillando y latente, nunca obtendremos el espacio ansiado, si continuamos rellenándonos.“¡Dame un instante de paz!”, grita el hombre desesperado frente a su propia imagen, quiero ser la piedra tranquila del paisaje que no ha sido pronunciado, alternar la divinidad y la esclavitud a mi antojo, ser el simple decorado de una voluntad acabada. Entre tanto grito no supe distinguir si aquello fue un ruego o una especie de amenaza, la amenaza de ser lo que el hombre es, inaceptable amenaza para todo lo que no es. Muchas cosas se han puesto so-bre la mesa, todos los vinos se han derramado y reciclado, todas las migas han servido para alimentar razas y pueblos, sin embar-go, los envases de las cosas ya no estan, los que sirvieron lo han

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olvidado o han sido cómplices del robo, no hay donde guardar todo lo que hoy se sirve y vuelca. El horizonte lo es todo, coagula nuestras leyes pasadas y presentes para que no permitamos que se derrita, como hemos dejado que se derrita todo.

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LIVPasos de una bota perdida.Cada huella que deja es un fragmento de pasado.Huellas sobre las piedras,que se unen al cielo,luego de abrirse.La mugre del almaes como una música de arenas,que progresa como el caos de las realidades.Millones de cuadros malditos,sobre la alfombra de la piel,que jamás estará desnuda.

LVSolo o rodeado de velas, encuentro a la humanidad en un silen-cio que me tranquiliza. Todos han desaparecido de la visión. Los tengo en mi puño que cierro con fuerza mientras oigo sus gritos. Gritos de calma, de absoluta ignorancia, nadie sabe aún quienes se acercan. Han empezado a morder mi mano con fuerza, resisto el dolor, apretó más, pero ahora parece que se han desnudado. Los siento hacerse parte de mi piel con absoluta normalidad y descaro. Sin pedir permiso se bañan en mis venas y comen de mis nervios inflamados por el desconocimiento. No se que pretenden, ya es-tán dentro mío. Quizás pretendan cambiar el color de mi sangre o reducir la resistencia de mi piel a esos terremotos que vengo soportando desde que la felicidad se ha vuelto una simple pala-bra. Es curioso que no me asuste, como no me asusta la angustia, como no me asusta el miedo, nada de lo que se puede nombrar me asusta; allí radica mi único y terrible pánico. Mi alma, tornándose sudor, hace un tajo en el cielo para que yo pueda entrar a la vida.

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LVI¿Qué potencia tendrán las palabras sino las escribo con un origen martillando las sienes? ¿Qué poder tendrá mi vacío, mi desesperada belleza, en estas tie-rras subterráneas que el sol perdona?¿Qué soy aparte de mi nombre?¿De qué estoy hecho si mi carne es más fugaz que la más suicida de las estrellas?En el vértigo somos espinas que no perdonan.Querida, el amor sangra por todos sus bordes.Sostengamos esta cruz de madera gruesa y oscura, para que al caer sobre nuestra materialidad vencida, se convenza de que no vino sola.

LVIIEn la noche,cuando los océanos me devuelven al niño,yo encastro tu figura,con lo quebrado de mi deseo.

Poco he sobrevividoa este blanco atroz,que como los pechos de un fantasma,me extingue lentamente.

Con el ritmo de lo inexistente,la música juega con mi debilidad,como hay tantos que hace rato juegan,en esta piel que no me habita.

LVIIILa cama sobre la que me acuesto.Idéntica, siempre, es ella, la silenciosa.

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Sin una llama de sangre.Sola y pelada.Sucia y ruidosa con sus arrugas de lombriz.Es solo mi peso.Con mi vida a cuestas. Con todas mis patologías de primer tipo.Con los recuerdos del bosque que mate.Con los recuentos que no sirven mas que para aumentar el peso,ya insoportable,que cargo sobre los ojos que no hice durar.

LIXEl invierno, a medida que pasa el tiempo,me resulta cada vez más inofensivo.Será que me estaré acostumbrando a todo.Ya ninguna estación me maravilla y me conmueve.Los pájaros han modificado su vuelo, lo puedo ver.Ya no vuelan como antes.Será que me estaré acostumbrando al deseo de querer ver todo de manera distinta,para luego comprobar fatalmente,que todo se mantiene, que nada se trastoca.

LXMe causa gracia la destrucción del mundo.Las banderas fuertes solo flamean en mi pecho obstruido.Conocen tanto afuera que aquí prefieren descansar.Esta es la enfermedad de mi pueblo que soy y que distancio.Hoy me agito al compás de un ángel rojo y negro que sostiene mis banderas. Mis nuevas, relucientes, pero aún frágiles banderas.Las que solas se incendian.

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Las que afilan el cuchillo tremendo,que aún no sabe lo que le espera.He de preparar mi bomba, con el miedo que dejara de ser.

LXIMientras jugaba con arena, el niño le temía a los vientos, parecía levitar, pero no, él le temía a los vientos. Los vientos para él eran una especie de espejo obligado, la miseria gigante. Muchos saben su miedo, por eso anda solo, un pequeño diablo jamás será buena compañía. Ningún placer finalizaba el eterno asunto, estos apenas son pau-sas, poemas que me alejan aún más. Me he delatado, parece que el pequeño niño soy yo. La pregunta es si algún día podré gritarle con la misma seguridad con la que le he soltado la mano.

LXIIEs posible que haya cantado antes, esto que extraigo.Imágenes aterrizando con paraguas negros instantes después de que el recuerdo es detonado.Una larga penitencia, poseo la llave que da inicio a la guerra tibia.En el punto medio del combate me recuesto, soy de los que matan y soy de los que curan.Al mismo tiempo soy la bala inocente, la aguja salvaje que une las pieles.La bandera blanca flameando, débilmente, eso también soy.No la explosión, sino la sordera que produce, el agua que escon-de, eso también soy.El caminante despreocupado que camina sobre los muertos, pen-sando que duermen.El que aún no se ha enterado de la guerra y la primera victima.Eso también soy.

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H ay tantos libros, hay tanto alcohol, hay tantas imágenes coloridas, tantas músicas desesperadas, tantos intentos de huir, tantas cruces en las gargantas, tantas mujeres tristes,

tantos hombres muertos, tanto territorio esperándonos, tanta pro-mesa anciana que aún no muere en su silla de sueño.Los renglones que el fantasma recorre no le son suficientes, los fantasmas necesitan más de un espacio, es ese nuestro mayor de-safío. El asilo de los fantasmas es el tema a resolver. El problema es la cantidad y la veracidad, de los fantasmas, claro. Pocos son ciertos, pocos realmente pueden llegar a producir olas de sangre, levantamientos. Pasa que son tantos, es tal la aglomeración de inexistencias que me veo obligado a asumirlos. Necesidad de darles nombre, cabello, dientes. Necesidad de culparlos, liberán-dome del peso. Necesidad de enmarcarlos en la superficie del co-nocimiento inútil, naturalizar la compañía y sus consecuencias. Crear un hotel de fantasmas en cada extremidad y desalojar al alma, por falta de habitaciones.

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LXIIISoy un hilo de mareas. En ese hilo yo recorro el mundo y jamás me aparto de él.Soy la enfermedad, en el momento de la decisión.Soy una estratagema nueva, una lupa de gigantes aburridos. De-fino mi dios en el segundo que precede a un nuevo Apocalipsis simulado. Las llaves del nuevo continente están en el estomago de un animal verde.

LXIVComentan por ahí que deseando con toda la fuerza del corazón alguna cosa, se cumple, siempre, no falla, tarde o temprano lo que uno desea con todo el corazón, exprimiéndolo, usando todo su santo jugo rojo, se cumple.Un día me decidí a probarlo. Desee con el corazón, mejor dicho, fije el motor del deseo en la rueda que lo hace girar, a partir de él ejecute cada pensamiento, cada acción, toda el agua que cir-cula en mí fue puesta a disposición del corazón. Mi deseo jamás se cumplió, es mas, pareciera como si se hubiera alejado con la misma fuerza con la que apreté mi corazón en esta jugada que fue todo un fracaso. Se me ocurrió desear con otras partes del cuerpo, pero solo cosas simples, banales, la experiencia con el corazón me había dejado traumado sobre el asunto de los deseos y no estaba en mis planes alejar ningún deseo más. El resultado fue claramente alentador, los pequeños y triviales deseos que fije como prueba fueron satisfechos, sin demasiados esfuerzos, por las partes mías que hicieron las veces de mí. Fue muy desgastan-te, es cierto, jamás había visto mi cuerpo tan rojo y alerta. Para la próxima oportunidad ya sabre que solamente deberé desear una cosa por vez, sino mi cuerpo envejecerá mas rápido de lo que lo hace, usare al cerebro como proveedor de mentiras y al corazón nunca mas le pediré un favor.

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Las olas mantienen la madera en perfecto estado.La sal distrae la sed.

En el centro de la cruz,la piel quiere abrir la tapa, sin manos.

El núcleo de la piedra grita de esperanza,con su ojo gris y su ojo blanco.

El gigante se arranca la enfermedad

y la tira al rebaño,de venas rotas,

de cuero agujereado.Las mentes mueren simulando una aparición para el alma.

La tierra y el mar son dos grandes ataúdes,donde el hombre es Dios, muere y luego vive.

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EN LAS TIERRAS QUE DURAN POCOLas anchas patas de un tren sin control deslizándose como gusa-no delicioso por el interior de un pez provocador de tormentas. Las aguas nunca caen de la misma forma, el gusano lo sabe. El camino por si solo es el bicho a domar. El pecho de un caminante alberga pueblos enteros, pelados, pueblos sin pecho.El mar sostiene al hombre una determinada cantidad de tiempo. La Tierra, tierna y asesina, debe establecer una relación. El odio es fundamental, la resistencia de cada una de las partes se sostiene mediante el pacto de odio que hay entre ellas. Un odio del habitar y ser habitado, complicidad forzada por capricho del sol.La jueza es la lluvia, ni bien esta se manifiesta, la indiferencia reciproca establece una paz. No cabe la menor duda que el hom-bre odia a la tierra mucho más de lo que la Tierra odia al hombre. Tierra desterrada, tiranía y culpa de la Tierra.Antes de la existencia del hombre, la Tierra sabia de volcanes pero no sabia de odio, sabia de montañas pero no sabia de sober-bia, sabia lo que era un bosque impenetrable pero no lo que era un fantasma. Un fantasma nace con el hombre, pero muere con la Tierra. Lo que se conoce como la “aglomeración del fantasma”, es lo que pasa hoy con la Tierra.Corriente nerviosa, la sombra y su seña, furia del teatro universal. Las piedras, tanto las de roca como de piel, crecen de la misma manera en la Tierra, como en la cabeza del hombre. El criterio de justicia que posee una piedra es para muchos, un don privado. La luna calma el mar, el hombre enfurece a la Tierra. La Tierra desarrollo un colmillo, y este, produce una catarata imposible a la vista, pero que impregna al aire con una cosa aún indescifrable para el hombre. Lo lleva en los ojos, en la boca, en la piel, en los sueños mismos esta catarata se desnuda, pero el hombre no lo sabe. Su pobre instinto aún dice que es necesaria una espera para que al fin, el hombre pueda reconocer este secreto. El lobo ya lo sabe y por eso hoy, su aullido es una música.

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EN LOS OIDOS QUE SON LA TIERRAEl rostro del hombre desvaneciéndose por entre las figuras que el océano dibuja. Es fácil dar con el miedo, el hombre y el mar así lo aseveran. Es fácil que el niño se corra de la leche y que un santo muerda el bosque. La madre como fantasía, moviéndose por entre las porciones de tierra compartida e ilusoria. Bajare del cielo cuando la forma rece su propia autodestrucción y salpique de palabras a los cuellos colgantes que agonizan en la cabellera de un Dios de hielo. El mundo como un esclavo bello e irresistible. El ruido por si solo descubre en su interior mismo un fenómeno que en nada se ase-meja a los movimientos de un mar entrante. Un conjunto de exis-tencias en el punto decapitado, que por más que sean millones, la cabeza que termina visitando la canasta es siempre una. El huevo se posa en la boca, esta se ahoga de aire, este estalla, las burbujas del espanto ascienden como un silencio. Los hombres consagran su alegoría sobre el pecho de un cadáver incendiado.No hay dedos para tanta creación derramada en un ahogo de in-fiernos súbitos. El escenario de todo, el rió, el fluir sagrado del rió que se invertirá cuando la piedra brille. Será siempre necesario conocer la anatomía del grito, el hilo desconocido que aúlla en la pirámide de una serpiente blanca.El deseo como una turba de halcones incandescentes girando lo-camente por los límites de una telaraña fugaz.Los labios púrpura del esqueleto se asemejan a un niño que se prolonga y ablanda como una naranja. El grito por si solo corre. Esta intensidad, por si sola, domina cualquier selva. Los osos se esconden, un tigre se suicida, el suelo levanta un fuego de alerta: ceniza antes que esclavo

EN LOS INTERIORES DE TODODe rió a rió, un pájaro alerta sobre la inestabilidad del bosque. El océano parece pálido, ha perdido su misterio. Las hojas parecen

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fantasmas, el movimiento las delata. El hombre, sin embargo, se parece mucho al hombre, ninguna de sus magias trasciende la especie. Las diminutas corrientes acuosas por las que viaja su pensamiento, tarde o temprano, se inflaman por el miedo y des-aparecen. Poco tarda el hombre en engendrar un nuevo conjunto de corrientes, que, debido a su fuerza colosal, parecen jugar al “Creador”.Los diferentes límites que privan a las corrientes de su ansiada ex-tensión varían según el impulso inicial. Hay quienes lanzan estas corrientes con un ansia desmesurada; un hombre solo y desespe-rado en una isla desconocida buscando sus ojos. Estas corrientes nunca dependen de una orden, sino, todo lo con-trario. Las más iluminadas son productos de una resignación, acostarse en el lecho sin sueño ni fatiga. El transito incesante de este fenómeno nunca se detiene. Como diosas florales, las co-rrientes embisten y mueren ferozmente contra el mundo a crear.

LOS LIBROSAlmeja de vapor siniestro durmiendo en el centro de las verdades. El humor pujando las poses absurdas del dominio tácito. La red angosta por la que el elefante se manifiesta es un cielo, un cielo habitado por un polvo lejano. Como una recta formación de cu-nas abiertas cuyo único horizonte es reflejado por el eco que deja en la hierba paralizada y expectante. Una cuna que mira hacia abajo, sacudida por un ombligo vacío.Terror de las hojas sin pertenencia estacionadas en una caída constante. Estas hojas dejan lenguas diminutas en la impercep-ción del sonido mas callado, con una extensión incurable.Las diferentes patrias han debilitado al burro hasta volverlo es-tatua. Todas las matanzas, que en suerte, le toco ver, fueron es-cupitajos de un fino papel intocable, enseñanzas de un diente trabajado e hipnótico.

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LXVNo se si aún recordas esos días.Bastaba prender la radio para escucharme llorar.A toda hora.Cada carta abierta en el mundo contenía mis lágrimas.Las jamás abiertas también.Los anuncios fúnebres del diario eran todos ocupados por mí.La gente comenzó a reír de las tragedias gracias a mi llanto ininterrumpido.En los velorios la gente hacia el amor con el muerto antes de darle sepultura,y todo por mi llanto.El llanto que alegro al mundo entero unos días.Yo solo pude exprimir la gran angustia de todo el universo.Te oí una vez,mientras me pensabas con lastima y decepción.Ese fue mi último día de llanto. Lo pase todo el día metido en un hospital,dándole cura a un enfermo terminal.

LXVINo creo en la fidelidad de las palabras, en sus frascos de espíritus apretados, en los sudores de nieve monstruosa que me imitan, burlándose. No quieren mi aprobación, apenas requieren que las observe y me resigne a no cazarlas nunca; a seguirlas por el cie-lo, a que me derrame en la ilusión de su cuerpo, que no existe. Aun siendo mi madre, mi padre, mis hermanos, mis amigos, los que me acompañan, los que nunca lo hicieron, mis derrotas, mis insomnios, mis combates de esperanza, ellas trazan el limite por el que nunca pasare, por el que nunca pasara nadie. Mimándolas, tendiéndoles trampas, ellas me siguen tratando de insecto. ¿Qué más puede pretender un insecto? ¡Baila al ritmo de nuestro látigo feroz, querido esclavo, desierto que arraso!, exclaman tapándose

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la cara. Esa que no veo pero se que está, y que percibo en forma de vibraciones, de temporales, de cegueras.

LXVIIQué bello seria el cielo si tu sonrisa fuera de jazmines nuevos.Qué espacioso el mar si tus ojos fueran de animal en celo.Siglos de escritura sobre la piel que me humilla ante los senos de la Tierra.Las revoluciones dentro de la cáscara se oxidan como una luz de pintura.Como un juego en el que todos los colores son iguales y repre-sentan lo mismo.Los gatos machacados, las legiones de campanas mudas y un sen-timiento; el de la anónima vibración que retuerce el movimiento del hombre, obligándolo a elegir entre la piedra y la luz.

LXVIIIPara algunos la vida puede ser blanda.Para mí la vida es dura.Dura como el papel tras quedar en blanco.Dura como la sangre del regreso.El aire, aún más duro que el suelo y las montañas,es mas blando que la vida.Algodones en la herida del enfermo de vida.Las flores acompañan esta erosión que se da a la inversa.La dureza de la vida no se desgasta sino que se nutre.El vientre, sensible y frágil, no soporta esta dureza inevitable de la vida.Es por esa razón que la expulsa fuera, para que se alimente de relojes y de dientes.Dientes que son agua, comparados con la vida.

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LXIXTe necesito en esta magia de zonasque se calientan con la fría intención.En la corona levantadaen torno a los cuellos de madera.En la alta predicción del muelle de la sombra.El naufragio fue, es y será,el mejor ejemplo de vida.Un gajo puede nacer antes de tiemposin importar el impulso siniestro que un vientre tenga.Te necesito en mi amordazamientoque ya es un funeral,en mis ojos que ya son planeta, en mis seguridades que ya fueron guillotina.

LXXLeyendo a un escritor argentino, más o menos mediocre como yo, me he dado cuenta que no tengo el sentido literario necesario para escribir. A él le pasaba lo mismo, me vi en su frustración, me vi en su incapacidad y en su búsqueda cansada. Ni siquiera puedo escribir que no se escribir, así de complejo es el asunto. Empecé con esto por cobardía, escribir para anestesiar el dolor, eso he he-cho. Por cobarde y por dolor, me he refugiado en el enemigo que aún me cuesta reconocer. Toda la vida fui malo para todo tipo de arte, toda la vida fue desenvolver el espejo que, ni bien nacido, me regalaron los que saben crear mundos. En fin, así de simple es mi confesión, la que no afectara nada ni a nadie. Yo seguiré creyendo que estoy dentro de algo que no existe y los que me lean seguirán aplaudiendo el dolor del que aún huyo, incansablemente.

LXXIAquel árbol dulce que nos hizo testigos

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de la tormenta que no impidió,hoy recobra su fuego pasado,para cerrarnos los ojos.Eres la ventana de la luz verde lenta.Te cierras para que entre el dolor a doblarse,y para que yo diga que esto es imposible.

LXXIISalíamos con la bicicleta a dar vueltas por el barrio.Recorríamos las calles como si fueran nuevas.Sudabamos como cuando hacíamos el amor.Vos te reías de mi torpeza.Nos poníamos serios cuando llegaban las esquinas,para después seguir riendo.Te reías de mí andar destartaladoy de que nunca podía doblar bien.Yo me reía de todo.

LXXIIISin la música,nuestros cuerpos:¿dónde masajearían sus venas?La vida seria una escafandra.El árbol, una sucesión de golpes.El alma de una paloma muerta, el cielo.¿Y las razones?,puños de mar intacto.

LXXIVNo me oigo en esta estridencia de negaciones consumadas.No me aman por este dolor que me empuja.No conozco la rutina del asco.Si es verdad que esta fantasía

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pertenece al escudo sagrado de dones,¿de qué miseria oculta provienela lengua de mi alma?En las tumbas del milagro,observo claramente,la imagen de mi carne,desgarrándose en visiones.

LXXVManos de oro.Bellas prostitutas que hunden cualquier aparición.Beberán de la ola más volcánica.Subirán al cielo mas vacío.Sino es así,no encuentro fin a tanto sentido.La luna prohíbe el día para que los lobos confirmen su ciencia.Para que la realidad sea probada sobre la terrible tela.¿Dónde esta el anillo que erradica la demencia de los ojos nuevos que sufren el desierto con toda su gracia y fatalidad?Seguro que no en ellas, en ellas no.Con su sola presencia cualquier género se cuestiona.En su suelo de líneas y pendientes la temperatura no acciona.Estas musas amargas no dejan por naturaleza y solo prohíben por belleza.Por el amor y solo por el amor, jamás se ofrecen ni se ofrecerán.

LXXVIMe levante como de costumbre, sangrando. Sangraban mis pier-nas, mi ombligo y mis ojos. Mi cerebro también sangraba, pero, a diferencia de mi otra sangre, esta estaba compuesta por una espe-cie de alcohol, de esos que se extraen del centro de las flores que duermen en los volcanes de silencio y que amenazan con abrirse violentamente, para sacudir el espectáculo.

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LXXVIINinguna realidad es igual a la mía.No imitare ninguna leyenda.No soy un mito.Cobarde.Cobarde.Hasta liberarme me diré cobarde.Escupiré la hostia y seré cobarde.Vomitare el vino y seré cobarde.Cobarde.Pienso en mi futuro de estatua.En mi porvenir de estatua.¿De qué vive una estatua?¿De qué se alimenta?¿Por qué tiene ojos si no los usa?Pobres estatuas.No me despiertan mas que lastima y misterio.Solo pienso en evitar esa aproximación latente.No endureceré mas que cuando así lo deseey pueda caer como una hoja muerta,con la ignorancia absoluta,de lo que alguna vez formo parte.

LXXVIIINinguna descarga apaga este esqueleto.Los placeres se acercan a mí y mueren.Estoy soñando con un bosque de nacimientos,en el que mi agua se alterna con un cielo de imágenes.Las alas de un estado que había olvidado me despiertan.No siento el cambio.Tendré que cambiar de corazón o esperar a que este se rompa solo. No tengo la certeza que tienen las cumbres inalcanzables.

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En mi vuelo mediocre hay un radar.

LXXIXVentilen este espacio.Llénenlo de espacio verdadero.Tómenlo del órgano y cómanlo en su nacimiento mismo.Vuelo, pero no por mis alasVuelo porque el espacio así me lo permite.Vuelo en las palabras que digo, y de las que no vuelvo.Vuelo en las ejecuciones domesticas, en los trabajos de la hormiga.Vuelo cuando el cuerpo le pide más al alma.Vuelo cuando digo que vuelo.Vuelo cuando no lo hago ni lo hare.Vuelo en mi nombre.Vuelo en un signo de pregunta anclado.En el olvido que nunca nos dejara en paz, vuelo.En el dolor que ya es hijo y en el dolor que ya es abuelo.En todos lados vuelo.En la música mal tocada.En la melodía arruinada.En el poema y en el zoológico.En el suicidio de las flores.En el dolor de las que no saben hacerlo.Vuelo.

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A parecer en un laberinto, mejor dicho, que el laberinto aparezca en uno. Estar parado ahí; pasillos, animales ciegos y sordos pasan por al lado sin percatarse de la

presencia de uno. No se esta en el medio, se esta metido, se des-conoce la ubicación. Quizás la salida esta doblando aquella es-quina o la de allá, o estaré cercano al centro, donde seguramente debe haber alguna inscripción, monumento o cosa que me indi-que que realmente he llegado al centro. Digo que aparecí porque realmente no se como llamarlo, uno vive y transita como puede hasta que un laberinto es construido lentamente alrededor de uno. Pienso que están construyendo mi casa o algún palacio repleto de ebriedades y olvidos, pero no, es un laberinto el que construyen, fijándome a mí como eje, como la referencia del encierro, como el condenado a la búsqueda de una salida que, al igual que la en-trada, dudo de que exista.

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LXXXDuermo con el colchón pegado al piso.Así, la comunicación es más segura y eficiente.Me hablan desde el más allá con total serenidadMe hablan del más allá con voces mas vivas que las que oigo acá.Nadie llora, todos parecen suspendidos.De fondo, parece oírse el sonido de un carnaval interminable.Nada muerto te matara.Nada muerto es una amenaza.Nada muerto te ignora.Nada de lo muerto es trágico ni merece el miedo.No temas a lo muerto, teme a lo que aún no ha nacido, fue lo último que me dijeron antes de continuar con su festín.

LXXXI¿Qué digo de interesante cuando hablo?En todas mis revoluciones la música es el enigma.¿Qué escucho en los sentidos atraídos?Un grito de disgregación colectiva.

LXXXIIEn el tiempo somos la huella de un fantasma que nunca se da a conocer. Jamás vemos esto. No nos sabemos huella. No nos sabemos fantasma. Esto lo veo cuando me salgo de él. Ahora no envejezco. Acá se termina el cuento de la muerte. De acá quiero volver rápido, urgente, hacia la caída que me ha tocado.

LXXXIIIHay un viento tremendo afuera. Las cortinas se mueven como si vivieran. La botella de agua esta para la tumba. Le voy a poner una pata mas a la mesa para ver si así sale vo-lando. Me voy a llevar conmigo las frutas, las venas y la

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esperanza. Robare la alegría y vomitare el dolor en los pri-meros ojos que encuentre. No es ninguna ruta desconocida ni ningún sueño nuevo. Es el espacio vacío que deja la pala-bra vida al no querer nombrarla y pelear contra su no estar, queriendo al mismo tiempo qué este pero con otro nombre que no haga recordar tanto lo ausente que ésta se encuentra. Ni el más valiente espantapájaros exhibe la lágrima. Tengo un mar para armar en mis manos con los restos. Centenares de supervivencias sin héroe ni estatuas, anónimas capas que engrosan los ojos del que llora en las navidades tristes. Hay un camino reventado de ideas y las palabras de los que piden cantidad, extensión sin sentido, superpoblacion para quedar-nos solos y para alejarnos más que nunca. Recurro a la lista de erecciones de la mente y no me queda ni el ombligo como brújula. La historia esta como si nunca hubiera sido. Soy el animal en el sol a punto de dar a luz al mundo.

LXXXIVEl sentido de mi vida no se remite a la presencia o ausencia de árboles en mi espalda; ni siquiera al deslumbramiento de la inminente ceguera que me azota con su látigo de luz y aproximaciones. El sentido de mi vida, no dolores ni acon-tecimientos, no proyecciones, no futuros ni derrumbes. El sentido de mi vida, célula caprichosa, tajante en su misterio. Sentido de mi vida, donde te suponía jamás estuviste, a don-de te quiero, nunca acudirás. En el vientre de los hallazgos, el sentido de mi vida, yace como objeto perdido.

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Un signo puede enfermarse y no existe ningún amule-to de la suerte. Envejecen al ritmo de su enfermedad, pero no la sufren en absoluto. El dolor siempre per-

manece alojado en los cuerpos de las victimas de su engaño. Estas nunca se enteran hasta que el signo resucita en su cen-tro mismo y ya, a esta altura, resulta inextirpable.

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Ya que nada más puedo escribir, solo escribiré lo que sueño. Igual-mente, a decir verdad, no vengo soñando demasiado, debo esforzar-me para completar pequeñas secuencias difusas que se me aparecen con intermitencias, como ráfagas de una nada que alguien revoleo de su caja para arriba y bien fuerte. No es todo verdad, el otro día soñé con algo que recuerdo difusamente. Yo estaba en el pie de una monta-ña que se movía. No se movía mucho, lo suficiente para distinguirlo. Lo particular de aquella gran montaña es que tenía su propio cielo, sí, un micro cielo que la rodeaba, situado más abajo que el cielo que me tocaba a mí. Mi cielo estaba despejado y el de la montaña estaba oscu-ro. No era un oscuro nocturno precisamente, era la oscuridad de una profundidad. Nada más puedo precisar de aquel cielo. Allí estaba yo, parado, al pie de esa gran montaña que se movía con su cielo particu-lar. En mí había un terremoto, temblaba mucho, llegue a sentir en mi cuerpo el movimiento que hace el día para volverse noche y que hace la noche para volverse día. Fui cuarto menguante, cuarto creciente, estuve lleno pero jamás pude ser nuevo. Ese sueño me estaba enveje-ciendo, sentí que pasaban los años sin que yo pudiera hacer algo por impedirlo, solo temblaba y avanzaba sin hacer nada, sin moverme de mi sitio. Miraba para arriba a ver si algo pasaba con aquel cielo y con aquella montaña que se movía sin que ya me asombrara demasiado. De repente la montaña comenzó a alejarse de mí, a desplazarse len-tamente, ya quieta, como si estuviera muerta; el movimiento previo era signo de su vida, de su estadía. Para mi sorpresa, lo que yo creía su cielo, jamás se movió, al contrario, ni bien se alejo la montaña, se empezó a agitar, a enturbiar, preparándose para algún acontecimien-to especial. Entonces ahí fue que empecé a desplazarme, pero contra mi voluntad; me desespere, lentamente me desplazaba debajo de ese micro cielo que cada vez se agitaba más, mis gritos fueron en vano. Me detuve debajo del cielo, ya no me dieron ganas de gritar, no había ningún terremoto en mí, era yo el que tenia ganas de moverme y eso hice, me moví, me moví y me seguí moviendo, siempre bajo aquel pequeño cielo, que lentamente fue recuperando su normalidad.

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LXXXVAún la lengua no fue develada.La mecánica de la saliva no perdura.La tinta es una estatua ciega y aburrida.El corazón que habito no es un mundo ni mucho menos.No podría decir qué es.Tampoco es una legión, tampoco es un pico de mar.Una masturbación, un éxtasis de océano dulce;eso tampoco es.Una fiesta en silencio en la espera de una hora exacta.Un calendario huérfano de sentido. Un malabarista mentiroso.No estoy seguro de que sea eso.No se que es sinceramente y no creo esos cuentos de que no podría vivir sin él.No creo en su sabor ni en su mutismo.Creo en su presencia como un sueño de los hombres.Un cazador de fantasmas que en vez de comérselos o matarlos, los alimenta y los exhibe.Un incapaz de hablarme, un cansado.Un mono oliendo su desecho frente a un árbol que ya cono-ce, con un hacha en la mano.Las verdades sobre el corazón son tantas que nunca ha existido una. Anulo la piel, soy tan falso que el corazón se ha vuelto mi verdugo.Un asesino bien ubicado,y sin ningún corazón en el pecho.

LXXXVILos cabellos se vuelven escobas si no los limpias.Los ojos se inundan de lagañas,

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la piel de polvo,los huesos de olvido.Si no me lavo los pies no habrá queso que compita.Si no cuido mis dientes, ellos caerán.Si no higienizo regularmente mi ombligo,alguien lo ocupara,alguien vivirá en él.No pasa lo mismo con el pensamiento.He intentado todo.Esponjas espaciales.Letras de Urano.Jabones de tiempo.Aliento de perro.Pero no.No acepta limpieza alguna.Igual seguiré intentando, lo persuadiré de que eso es lo ra-cional.Al menos hasta que encuentre algo mas productivo que ha-cer, o algo mejor que limpiar.

LXXXVIIEsto esta basado en una historia real.Fueron muchas las veces que camine por esa cuadra y la mis-ma escena se repetía. Un hombre cómodamente apoyado contra una pared fumando un habano esperando que su perro termine de hacer caca. Lo curioso del asunto es que el perro, siempre, lo hacia sobre la misma baldosa. Yo lo veía dando vueltas por toda la cuadra, pero siempre lo hacia en la misma baldosa. Un día no pude mas, me era imprescindible preguntarle al dueño si estaba al tanto de tan curiosa situación:

-¿Qué tal?, disculpe que lo moleste.-Si dígame.-¿Usted ha notado que su perro siempre hace caca sobre la mis-

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ma baldosa? Da vueltas por toda la cuadra pero siempre se posa en la misma baldosa.-Si, lo se y es fácil de explicarlo.-¿Acaso existe una explicación a eso?-Si, esa es la baldosa en la que yo me posaba de niño, cuando jugaba a la estatua de piedra.

No supe que decirle, me quede mirándolo fijo unos segundos:-¿Pero cómo sabe eso el perro?

Súbitamente el perro interrumpió nuestra conversación:-Déjalo, no le hagas caso, esta loco.

Le creí, pareció sincero el perro. Lo salude con un apretón de manos, le di un hueso al dueño y me aleje, con una carga menos, claro.

LXXXVIIILa basura que escribo no conoce el papel,ni el fósforo.Lo que digo esta en el aire peligroso.En las manos invisibles de una lagrima que se abre,que se funde y se quema.Esto esta a kilómetros de distancia.Es verdad.Conta hasta cinco y comprobalo.Sin cerrar los ojos.Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.¿Has notado qué te has tocado el hambre?¿Qué piensas de su textura?Dímelo sin tartamudear y espera unos instantes.Has estado mintiendo con la verdad.Nadie , absolutamente nadie puede enterrarse bajo esta arena.

LXXXIXTiro mis cartas falsas sobre la belleza de los asesinatos. Es roja la

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sal de bocas que se vuelca sobre la mesa. La jaula que cuestiona su diseño no es digna de ser. El hombre que duda tampoco. Aun-que su genio sea un crimen y su lengua un hacha, las llaves que lo separan cambian el color de su sangre, siempre y cuando el aire sea el adecuado para las autopsias y las aberturas descansen sobre un subsuelo.

XCEn la tierra falta agua. Esta falta no se da en el agua, donde abunda la tierra. Lo se porque al caminar por ella, mis pies suelen reven-tarse o inflarse considerablemente. Por eso es que no vería con malos ojos remover todo el exceso de tierra en el agua. Así habría otros pies, podría ocupar el pensamiento en otra cosa que no sea el fin de las maldiciones. Guardare los desiertos en botellas y los arrojare al fondo del mar hasta que regresen los viejos tiempos a asesinar a los nuevos. No se, solo supongo y deseo. Mientras uno se ahoga solo se puede desear. Desear no alivia el ahogamiento, todo lo contrario, lo hace tan insoportable que acuden todos los dolores a anularse entre sí. De esta manera, el glorioso cascaron se quiebra del lado nuestro y todos celebramos las cosas que no se terminan nunca.Del fuego solo diré lo siguiente: él no puede andar con nadie, ¿y del aire?, del aire no pienso hablar.

XCIEl Papa se viste de blanco y siempre es de raza blanca.En su mano tiene una ballena gigante.Con ella machaca las maderas donde el vino se hace.El Papa, ante todo, es un dolor colectivo.El no lee lo que escribo.Solo habla de a ratos.Parece que se va a caer pero nunca lo hace.Es la cruz la que lo equilibra.

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Cuando asume un Papa, la tierra pierde un desierto.Siempre ha sido así.Los ojos del Vaticano se llenan de polvo.El mar se pone boca abajo.Cuando asume un Papa los vinos cambian de sabory la hipnosis engorda,entre dos panes pequeños.

XCIITodo ocurre en la cabeza.Todo.Los frutos no se pudren en el espaciosino en la cabeza.En la cabeza se gesta el temblor y la quietud del cuerpo.En la arena que espera el arribo de un navío de guerra,esparzo la sustancia permitida para que esta hoja conserve el color blanco.Mi cabeza debería y tendría que tener mas hojas para exhibirse. Hay una sólida decisión de permanecer,aglutinada y compactadamente,el mayor tiempo posible.Por eso estos poemas, que solo tienen demasiada cara o dema-siada nuca. Hay un espacio donde algo se evapora, donde algo se separa.Donde la parte muy mía pelea con el cordón umbilical que aún lloro.El algún siglo de mi mar,en alguna hoja que ya no recuerdo,en alguna imagen imposible de olvidar.Todo ocurre en nuestro animal de arriba.

XCIIIA esto me tengo que dedicar en la vida: rellenar libros, nada in-

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teresante, todo descartable, nada que le pueda servir a nadie. No importa. La clave es el relleno. Puede ser suave, duro, muerto, pulgoso. No importa, repito. No se rellenar otra cosa, y como la vida consiste en rellenarnos, considero que esto es lo que debo hacer. Soy incapaz de rellenar el tiempo, los segundos, dejo todo como está, ni siquiera me esfuerzo en darle una forma aproxima-da a lo que espero que la vida sea.Muchos lo hacen y son premiados y galardonados, son recorda-dos por su innato talento para rellenar. Otros no. Rellenó esto que será una pagina mas de un libro que no le servirá a nadie, pero que estas leyendo pensando que algo te puede dejar, y así fue como rellenaste unos segundos de tu vida, olvidando de que nada te tienes que acordar, para así ser el relleno perfecto que olvidaras que sos, mientras te seguís rellenando del relleno que otro mas relleno que vos, descarto.

XCIVUn miedo. Un miedo irracional a que el Diablo salga de mis ore-jas con un cuerpo liquido y ajeno a mi tacto. Mis ilusiones forman un techo de esta sustancia que yo describo con el nombre de Dia-blo pero que no es precisamente eso. El miedo a que ese techo me traicione y se alinee al enemigo provoca en mí un efecto de boca abierta, sin posibilidad de cierre, en una tormenta de arena. Mi garganta ya esta tomada, por lo que yo he denominado, las patas de Dios. Suben y bajan emulando un sinfín de suicidios fallidos. La certeza de su permanencia es este miedo, miedo sin batalla, rey del mundo que me prohíbo.

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No se el amor. Amo lo que él me dice que es. La figura de su acercamiento me enloquece y no de amor. La perdida de su cuerpo es el señuelo de la muerte y la experiencia,

su contraste insoportable. El momento que es tesoro de su ausen-cia, la más eficaz de todas, se agita permanentemente sobre un fondo abierto, dilatándose con el olvido de las apariciones que este exige en silencio, con su solo movimiento. El amor muerde los ojos con nuestra más absoluta complicidad. No existe sorpre-sa, su único pacto es con la desesperación.

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XCVTengo miedo de que si dejo de escribir varios días, pierda el gusto por ello y deje de hacerlo. No quiero que eso pase, por eso aquí estoy, describiendo el proceso desesperado por el que intento afe-rrarme a esto. Ya no escucho tantas voces, es verdad, con ellas era todo más fácil. Pase por debajo de todas las escaleras que es-tuvieron en mi camino, lo hice convencido, nada es tan tremendo como nacer. Convencido como lo estoy ahora, y aunque resbale en esta pendiente, lo que esta abajo no es mas que una continua-ción que acepto y dirijo. Esto, que ni siquiera es tinta, no me alimenta ni me destruye, el misterio de su conservación se eleva sobre mis ansias más sagra-das y sublimes.Ya esta, no necesito más, extendí por algún tiempo esta guerra, que no se si terminara algún día, pero por las dudas, prefiero no arriesgar.

XCVIEl agua precipitándose.Alguien toca el piano en el olvido.Gira algo y no se qué.La sangre ha encontrado el camino exactopero sigue siendo mía.En el cuerpo hay rayas y lluvias suaves.La pasión es el hijo ignorado en este día.Solo en este día.He presenciado todos los derramesy todos los soplos sagrados,que hicieron congelar la llama.Pero nada dura congelado hoy.Tarde o temprano uno nace.

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Eran las cinco y yo estaba esperando a mi espíritu en el bar. Varios relojes quisieron ocupar su asiento pero no dude en echarlos, yo esperaba a mi espíritu.

No habíamos fijado hora ni lugar, lo mío era un deseo con algo de expectativa. Varios días pasaron sin que este siquiera de una señal. Era extraño que yo haya pasado días enteros en esa silla sin que me de hambre y mucho menos sueño, mi adrenalina ante el inminente encuentro no se alteraba. Mira-ba por la ventana a los hombres y veía también a sus espíri-tus, atados sobre los hombros, colgados, arrastrando los pies. Ver todo eso aumento mi esperanza, mi espíritu al regresar seguramente estaría en mejores condiciones. Me pedí otra botella y el diario de mi nacimiento, en una de esas mi es-píritu escribió alguna solicitada en el diario explicándome los motivos de su ausencia. No encontré nada, seguramente estaba muy apurado y no reparo en ese detalle. A mis padres tampoco les comento nada, me imagine que querría darme una sorpresa muy grande. Deje mi boca en la punta del vaso, para que mi espíritu me reconozca, y me dirigí al baño bas-tante hinchado de liquido y de espera. Cuando regrese a mi mesa ya no estaba solo, un espíritu me estaba esperando, no era el mío, pero no dude en creer que fue mi espíritu el que lo había mandado para que me comuni-cara quien sabe que cosa. Me senté, volví a poner mi boca en su lugar y sin dejarme ni siquiera saludarlo me dijo:

-“llevo días y días viéndote aquí sentado, esperanzado, y con los ojos abiertos, esperando algo que nunca llegara para ti, no a todo el mundo le corresponde un espíritu y tampoco te sientas mal por ello. ¿Ves esos hombres de allí afuera? ¿Has notado en el estado en el que tienen a sus espíritus? ¿Los consideras afortunados? Para ellos son salvavidas, así los utilizan y así los echan a perder, tarde o temprano estos

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salvavidas se desinflan junto con la carne que son encomen-dados a salvar. La vida no hay que salvarla, la vida hay que dejarla ir, sino se asfixia, se desinfla y te empuja la cabeza hacia la no vida, el peor de los infiernos, y no hay que bajar demasiadas escaleras para verlos. Yo estoy aquí hablando contigo porque me he escapado, no existo, no mereces un es-píritu y un espíritu no te merece a ti, el cuerpo es demasiado frágil para ambas existencias. El verdadero espíritu brillara en tus ojos cuando te olvides de que exista, silbara la música de tu pensamiento cuando este despida colores, no lo bus-ques más, vuélvete él y olvídate de su nombre”

Dicho esto se retiro sin que pudiera decirle absolutamente nada. Salí del bar. Me entere que a los pocos días este fue demolido para construir en su lugar un hospital para las vic-timas de la guerra.

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XCVIIFrente a la dificultad reciente que tengo para escribir un poema, he delineado un plan, un operativo. Este consiste en escribir en una hoja de papel palabras sueltas, palabras como puntos para que yo realice la unión y así, culminar el gran poema. Sol, pozo, caníbal, collar, espasmos, herida, violencia, sangre, dientes, orillas, pata-das, búfalo, gusano, rostro, sentido, eterno, fueron los ladrillos que utilizaría para edificar mi gran construcción. Finalmente, y luego de horas de trabajo ininterrumpido, la obra estaba conclui-da. El resultado fue asombroso, el poema era preciso, justo, daba en la piedra. Lo curioso del asunto es que, sin darme cuenta, pase por alto todas las palabras que había escrito a modo de ayuda. Ni siquiera una. El escrito era un esqueleto con alma pero sin sangre. Las palabras limite y atentado fueron las más usadas.

XCVIIIImaginación o rumbo. Las piezas del enigma se desajustan. El polvo como una lenta misa sobre el corazón. Imaginación giran-do sobre cabezas de recién nacidos. Rumbos demoliendo las par-tes enteras del número seguro. La imaginación es ese vuelo que el rumbo intercepta. El rumbo de la imaginación es la imaginación contra el rumbo.Fijando la situación propicia para que la catarata caiga sin culpa. Todos los temblores han sido utilizados. Todas las manos han re-cordado emparejar sus uñas. Los yoes se multiplican y ninguno se jacta de reconocimiento. Entonces las lupas se profundizan hasta matarse contra el volcán que han estado buscando. Este volcán no altera nada más que el hambre.

XCIXNi siquiera una esquina.Ni siquiera un florero.Me saco de su vida por completo,

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y no existen los puntos medios.Solo ese gran punto.El que recubre el gran hueso de la distancia,que no se quiebra nunca.

CAcá estoy, tirado en la cama, consumiendo arte ajeno. Llenándo-me de una inspiración efímera y pasajera. Consumo litros de agua pero no hablo. No muevo nada. No trastoco en fantasía ningún tiempo, ninguna libertad. Antes fusilaban en las calles, ahora no pasa nada, antes la gente tenia excesivo miedo y coraje, ahora no pasa nada. Saber que en cada uno puede estar el fragmento que empuje a otro hacia alguna revolución que hoy no se asoma en ninguna parte, saberlo pero no animarse. Quisiera tener el poder de inspirar al más sangriento de los criminales, al más psicópata de los enfermos, al más tirano de los tiranos, al más valiente de los valientes, empujar al más depresivo al suicidio seguro, sacudir de alegría la multitud más rutinaria, agilizar la marcha de toda cuca-racha a punto de ser aplastada. Pero no. Para observar la claridad casi abrumante de estos limites no necesito acercarme a nada, ni pensar demasiado. Soy yo, tirado en la cama, tomándome toda el agua del mundo que no muevo.

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No es necesario que algo explote en mí, que un hecho de gran impacto interior sea el detonante de una palabra escrita. Hay im-pactos con cadenas invisibles que no vemos. Yo impacto en las orillas del lenguaje. En mi interior porto historiales de todo tipo. No necesito de ellos. El agua no necesita nada y odia a los vasos. Realmente no quisiera ver dentro mío, ciertos paraísos son las parálisis que ya no me hacen falta. Antes escribía gracias a los im-pactos, el incendiado huye del impacto como lo hace el tiempo, de la mano con la piel. Construyendo estas frases realmente me doy cuenta de la veracidad de lo que estoy diciendo. Nada impac-to en mí en estos momentos y sin embargo aquí estoy, huyendo. No se lo que diré la próxima oración. Releo todo lo redactado con la estupida convicción de que pueda unirme nuevamente a esta ola que ya ha impactado hace tiempo. No en mí, por supuesto. Ni siquiera mi dolor es firme y coherente, realmente no sufro mas que en mi más absoluta profundidad que cada día alejo más, por-que nunca aprendo, porque nunca me preparo, porque nunca sé, porque la lengua que se revuelve en mi cerebro ya no tiene saliva y busca sangre. Mi sangre me cree, por eso me sigue, no sabe que miento, camina junto a mí como un perro guardián del que desconfío, por eso le pongo un bozal y siempre que me acuesto a dormir, lo encierro. Pero sin embargo nunca me olvido de darle de comer, de servirle agua, de sacarlo a pasear. La literatura tiene los labios carnosos y mi perro tiene hambre. Le voy a dar el gusto. Mis impactos se ausentan por la hambruna. Ahora comprendo.

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CISomos seres precarios.Se nos cae el óxido.Allá arriba hay óxido.Donde nos limpiamos esta lleno de óxido.Hay cepillos que al no poder sacarlo, se oxidan.¿Acaso no vemos el óxido delante nuestro?En los techos de los hoteles que se derrumban por exceso de óxido.En las lenguas que escriben por mí los poemas que oxido.Que se oxidan solos.Somos el apoyo que el óxido necesita.¿Será verdad qué estamos listos para no pelear nunca más? CIILa mente extraña cosas y olvida otras.A la sangre ni le pregunto,no va a saber de que le estoy hablando.Así se resume mi vida,por lo menos desde mi muerte hasta hoy.Lo que ocurrió entre mi nacimiento y este momentoes algo que ni mi mente ni mi sangre,y mucho menos YO,estamos dispuestos a contar(porque no lo sabemos).

CIIIQuería escribir un poema sobre el tiempo.Mi temor a tocar lugares comunes fue mi mayor obstáculo.Todos escriben sobre el tiempo.Los que derraman tiempo.Los que juegan con la espuma blanca que deja el tiempoLos que el tiempo no toca.

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Los violados por el tiempo.Acá fabricamos el tiempo y lo ponemos en botellas.No quería escribir sobre lo que es el tiempo ni lo que el tiempo hace conmigo.Dudo de las tintas que escriben la palabra tiempo.Su tonalidad se vuelve menos intensa mientras recorren esta palabra.El lector se da cuenta, se aburre y cierra el libro.Cuando lo vuelve a abrir la palabra tiempo desaparece.Los espacios blancos provocan pánico.El lector quema el libro.Las cenizas detienen el reloj y nada detiene la trama.Pero eso no quiero que ocurra ahora.Por eso me retiro y los dejo a solas juntos.No te asustes sino se quema.No te asustes sino se cierra.

CIVMi producción escrita, corta, arrebatada y desprolija ha llegado a su techo (el cielo es el techo de los árboles).Creo que no escribiré nada superior de lo que escrito hasta ahora. No porque lo que haya escrito sea deslumbrante, de hecho cada día veo menos luz en las palabras que dejo venir.Es por el hecho de que me he puesto la tapa.Todo esta aventura no ha sido más que un ascenso.Escribir hasta que el vértigo explote y dejarse caer.Es lo que estoy haciendo.Ahora escribo mientras caigo.En unos años escribiré quieto, parado y tirado en el piso.Solo bajo él dejare de hacerlo.Allí serán otros los que escribirán sobre la raza,y todos sus movimientos.

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CVLa rutina devora al principiante de los gemidos.Los monumentos caen ante la tibia mirada de una mujer hermosa.De los pechos cae la leche del pasado.Los huesos se acomodan en la arena que canta.Exprimo la naranja del sonido interno.Ablando los dientes de la tierra.Curo al insecto que espía y a la imagen de su homenaje.

CVIMi punto débil siempre fueron las cucarachas.De siempre, en mi casa vieja, en la de ahora.De chico, de adolescente, de muerto, de ahora.En la infancia era todo una cuestión de forma.Ya de grande la cosa se torno más personal.Siento que ellas me persiguen. Quieren que confiese.Me retan a que hable y diga todo.Por cada una que logro matar, cosa que pasa rara vez, siempre con veneno y a la distancia, diez huevos nuevosse alistan en la persecución.Salen de las botellas, del agua, de los bigotes del gato.Eso si, mi cuarto fue siempre inmune.Ellas me esperan afuera, agazapadas, con su cuerpo en la mano.Sin embargo, cada vez que me encuentro con una, huyen.Siempre se van, mi miedo es tal que las contagio. Huimos los dos, un colapso de miedo; no creo que a corto plazo me atreva a enfrentar a una de ellas. Seria una pelea muy desigual. Dicen que ellas pueden sobrevivir un fin del mundo Y yo, y yo, no puedo sobrevivir a una cucaracha.

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E l encuentro forma parte de la trama mas compleja de sentidos, sentidos atónitos incapaces de exteriorizar lo terrible y asombroso de estos coágulos mentales que

golpean con la más absoluta inocencia las piedras del fondo del hombre. Primero no se sabe hablar del encuentro, instantes des-pués embisto con furia verbal contra el caudal de paredes que simbolizan la pronta perdida del milagro. Retengo lo que puedo, no me asusto de las ballenas muertas y las resucito. Una y otra vez, sin importar lo indecible, ataco y me atacan, encuentro y me encuentran.

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CVIIEsbozos que precisan el filtro de lo poético.Flores saturadas de corazón.La mismísima negación abarcando todos los polos.Todos los sistemas.

CVIIITerminar de leer una novela nunca es fácil, menos si se hace en un lugar público y atestado. Yo viajaba en un colectivo lleno, parado, estaba apoyado contra un hierro, con mitad de cabeza fuera de la ventana. Aquella novela era realmente larga: 1453 paginas, 16 de prologo. Lo último que recuerdo es que apenas termine de leer el último renglón, quede paralizado, sentía que no podía mover el cuerpo, quería gritar y era como un sueño en el que uno no se escucha la voz a pesar de estar desesperado por emitirla y que se escuche. La gente empezó a mirarme temerosa, yo no podía responderles. En la comisaría me dijeron que empecé a empujar a todos los pasa-jeros, que descendieron del colectivo aterrados por la brutalidad de mis movimientos; luego, me dijeron que testigos me habían visto golpear al conductor del colectivo hasta desmayarlo, para luego tomar el volante y conducir aquel gigante hasta descender a dos cuadras de mi casa, donde se encontraba la librería que me había vendido el ejemplar del libro que había terminado de leer unos minutos antes. Testigos declararon haberme visto ingresar desesperado a la librería, en ese momento se hizo todo mas claro para mí. Recordé que lo hice para reclamarle al vendedor. El final de la novela era injusto, mentiroso y triste. No podía ser verdad. Le pedí una explicación, le pregunte si la podía cambiar, quizás se traspapelo ese final con algún otro final de otra novela, no se, esgrimía argumentos sin coherencia, teorías sin estilo, sin carril, era un desesperado literario, exigiendo una justicia que no existía. Me respondió que no podía ser, que no había ningún error. La

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novela era así, y nada se podía cambiar. Me largue a llorar y le devolví el libro, no lo quería tener más.Se negó rotundamente, con lágrimas en los ojos y me abrazo. Nunca vi a un hombre llorar de esa manera.

CIXTengo que escribir con sentimiento,sino nunca llegare a nada;pero no puedo, no sé, no me sale.Ninguna virtud puede ser mi odio.Ningún Dios se desprende de mi tristeza.No tengo más motor que la simple monotonía.La que me abraza y no me suelta.La de los brazos inmensos.La que me sonríe con dientes robados.Ella cree que yo le creo.Sinceramente,creo que no le faltan razones.

CXEn las ruinas preferidas,durmientes dromedarios,verán el pecado preciso,comer todos los intentos.

Los cuatro ojos del tronco,en silencio nocturno,estallaran de la miel habitada,para los insectos de siempre.

Las larvas hacen el amorcon las mismas posturas del hombre.Lo bello y derrotado de la lluvia,

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emprolija el trabajo.

Tengo la necesidad de las musas,valientes en toda trayectoria,para suscitar los imperios glaseados,que hacen del poeta un ladrillo.Rubias, coloradas y de amor,todas las piedras malditas.La tierra derrota al agua en el circulo,donde la serpiente no para de parir.

CXISi no hay piel no hay piel,repetía el mendigo cansado de manosearaquella vieja muñeca de plástico que encontró en la basura.No hay piel, lo intente todo, repetía sin cesar.Nada quiso saber.Si abría los ojos era porque yo se los abría.Si se daba vuelta era porque yo la daba vuelta.Si no hay piel no hay piel repetía llorando.Sin embargo, a su lado, la muñeca siempre brillo.Quizás con esperanza pura.Quizás con la desesperación mas miserable y espantosa que pu-diera cargar un ser humano, jamás despego la muñeca de él.Cada limosna era destinada a ella.Cada beso era dado como si fuera el último.Ni siquiera en el último desgarrador suspiro se hizo la unión.La muñeca fue enterrada junto a él,como su distancia con ella y con el mundo.Si no hay piel no hay piel.

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Él vivía junto con sus diez perros que cuidaba más que al cielo y a las flores que crecían en su jardín subterráneo, en el que vivían dragones fantasmas que él alimentaba con alaridos que extraía de sus sueños. No salía al exterior, se alimentaba de piel de dragón y los perros sobrevivían gracias a los sueños que él tenia. Por cada sueño que lo atravesaba, los perros recibían alimento que automá-ticamente se introducía en sus estómagos.Cada perro era una dieta diferente. Algunos gustaban de los sue-ños en los que las sombras envolvían al dueño como si un mar de nudos cayera sobre su cabeza en el momento menos espera-do. Estos sueños en los que él caía de la cama, eran el banquete perfecto para muchos de ellos. Los sueños sexuales alteraban la piel y el pelaje de los anímales, influyendo en sus colores, inten-sidades, volumen. En temporadas calientes, muchos llegaron a quedarse pelados.La soledad nunca fue tal para este hombre, ya que para él ningún ser humano podría igualar al menos una de las cualidades asom-brosas que le veía a sus animales; a pesar de esto, no faltaron las veces en las que, mirando el cielo, se imagino el rostro humano de los que no conoció. Esta practica se fue haciendo frecuente con el correr de los años. Los sueños y los perros empezaron a disminuir pero la tristeza y la melancolía que empezó a envolver mas fuertemente al hombre, aumento. Fue un circulo vicioso de desesperación que lo fue lle-vando a enterrar a todos sus perros, excepto a uno. “Eterno” fue el nombre con el que bautizo a este animal que, al parecer, no fue afectado por el centenar de noches en las que el no soñó con nada.Las arrugas como nubes imperfectas poblaron el rostro del hom-bre, vasos con espinas, gritos de sol apagándose y un vacío que agradecía poder nombrarlo.El hombre envejecía a una velocidad pasmosa, apenas se le dis-tinguía la piel de los huesos. Parece que el “eterno” no era de soñar con frecuencia.

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CXIITienes para alimentarte, genio del mundo caído, tendrás mucho más si te fijas bien. Veras que el suelo transparente que pisas se le-vantara y romperá la lámpara de la que has salido y a la que nunca querrás volver. Aquí dicen necesitarte, tus formas son bendición para la masa que te sigue, que te busca, que pretende adoptarte y cobijarte para darte asilo en los refugios donde, desesperados, se reproducen. ¿Encontraras un escenario mejor que este? No hay espacio para los vuelos del placer que exhiben tu condición de inalcanzable. Extrañaras aquellas líneas que, fuera del continente frío, te vestían siempre con la talla exacta del amor y del misterio.No hables de más entre esta muchedumbre, no levantes la mano mas que para desaparecer y someter el milagro a su existencia pura, la que el aborrece y de la que tú lo consuelas. Te he visto darle miles de espejos para que se viera y se acordara de su con-dición fuera de la utilidad que ha sido su cruz en esta era. Los mi-lagros son infelices por naturaleza y tú lo sabes, por eso vuelves al otro día de haberlos sometido y corroboras que aún no se han revelado, que aún no te han traicionado. Si te habré visto abu-cheado, apedreado e insultado por la rebelión de alguno de tus milagros. Te han gritado impostor, canalla, diablo. Nadie te ha visto llorar, sino te acusarían de débil. La mayoría de tus acciones son olvidadas y temes que algún día salgas en busca del tridente que rechazaste ni bien tu conciencia se percato del cuerpo. Pero ya estas tan viejo y desilusionado, que nada te anima mas que a limpiar y limpiar, ni siquiera las viejas estrellas que observas con pavor, las noches que te recuerdan la explosión del inicio.

CXIIIEl Diablo siempre fue acusado, pobre Diablo, hermoso y nunca pasivo. Antes se creía al Diablo fuera de los límites de nuestro espacio habitable y palpable, el Diablo, para la concepción del hombre, siempre fue esa lluvia que estropeo el picnic o la orgía.

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Nadie supo acariciarlo como él merecía y aún merece, lo han he-cho enojar y ningún culto a escondidas detendrá la ira prometida, la ira del comienzo, el comienzo expandido en una sola unidad se alía con el agua y nadie parece hablar nuestro idioma. Para nuestro afán, un anzuelo de carne podrida y dientes nuevos. Amor en el acento del bosque relámpago que se abre en una cima de calidos nidos. El Diablo, querido hermano de vientre, tira del con-cepto con la mano que le sobra en el cerebro de otro que le reza. Es así como funciona el asunto. Para saciar la sed a él no le basta exprimir ningún suelo, el Diablo hunde la lengua en la catarata y hace gárgaras con el mar, el mar cura las caries del Diablo, este vuelve a sonreír, las aguas se pelean por el espacio ocupado en la superficie, el agua se turna con el agua, el agua quiere ser especta-dora, quiere entrar, morir en el intento. El Diablo no permite nada, esas sombras que le pelean, él las hace rebotar contra el jorobado que prende el fuego allí abajo, al lado de ese mundo, el jorobado prende el fuego, el Diablo lo mira. Piensa que su fuego es mejor, y no se equivoca, su fuego no se parece a nada, nadie ha triunfado en este arte, ni siquiera yo, discípulo del fuego extinguido. He aprendido más con un fuego apagado que con uno encendido. Una pena que lo necesite tanto, quisiera desprenderme de él, el fuego del diablo es el mejor, pero él no lo necesita. El jorobado y yo nos robaremos aquel fuego en secreto, el plan es simple: lo traeremos con el cuerpo, una vez traído, engañare al jorobado y lo soplare, me sentare en el bosque a rearmarme y escuchare la carcajada del Diablo, proveniente de los cielos.

CXIVInternamente me doy vergüenza, me encuentro detestable, exe-crable, desechable. Aun reconociendo lo pesimista y exagerada de mi visión, no dejo de atribuirme en mayor o menor medida, todos los adjetivos que han sido inventados para destrozar a un hombre.

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Vale la pena aclarar, que estas visiones, así de crudas y así de fran-cas, no son producto de ninguna revelación cercana. Diría que son como el mantel inamovible de mi espíritu, débil, por supuesto (con eso me miento).Es por esta razón que hallo en mí una curiosidad tremenda por saber que es lo que me mantiene vivo, con esperanzas, con risas, regalando palabras, en fin, reconociendo una mano blanca y pura que acaricia cada extremidad de mi estadía, en este nido de nadas.Llegue a dudar de mi propia miseria, entregue culpas y fabrique venenos solo para mantener la ilusión de que mis pies pisan fuer-te. Reconocí hace tiempo que el equilibrio es la mas utópica de las cosas, la mas lejana, la mas inexistente, la palabra mas perfecta de la vida, a pesar de no tener ningún puente posible con lo que llamamos realidad.Es fácil pensar, o lo que yo denomino mentir, en horizontes que reaccionen por uno, en una justicia que se apiade de la gente mala y sucia, de los locos y enfermos. Locuras cobardes y valientes he soportado inmóvil, como un peón que espera que otra fuerza decida por él. Me es tan fácil esconderme que mi peor verdugo ya parece mi guardián, mi cómplice más leal. He atascado lo po-drido en la garganta gigante del miedo, postergo los encuentros indefinidamente. La fantasía no necesita ser afirmada ni recono-cida, soy el insecto que la siente y saborea, que la unta en su piel, que la concentra en su lluvia. Soy libre en esta coraza de caracoles destruidos. He convencido a todos los arco iris de que acá se esconde un hombre aún no terminado, un sonido para los huesos de la raza, una cruz que se levanta sola.

CXVSuele pasarme que recuerdo un pozo, y este regresa, pero no como antes.Este pozo es diferente, no es un pozo natural,

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es un pozo atraído.Hostil y vengativo, me pone boca abajo para darme las lecciones del agua pura.No respeta que yo sea el herido.Me castiga por el recuerdo.Soy forzado a beberme toda el agua donde los peces muertos de la imagen han flotado durante décadas.Es tanto el asco, tan puntiaguda la sangre vieja que atraigo, que me veo obligado a exigirle fervientemente al recuerdo que la próxima lo piense dos veces.

CXVIMi voz propia es como un ancla, de esas fuertes que hasta al agua asustan. Los navegantes han recibido la advertencia y muchos se han arro-dillado. Parece que la Tierra, enemistada con el mar, rechazara todo lo que provenga de él. Según dicen, por un largo tiempo. En-tre los llantos y suicidios, están los que ya piensan que males nue-vos les espera. Estos no tardan en iniciar los rituales de violencia y armonía con el destino, cruel para muchos, que les ha tocado. Los días pasan lentamente, el nuevo mapa del mundo es asimila-do por la multitudinaria población de los mares encerrados. Las largas expediciones en busca de tierra firme han fracasado, los continentes parecen haber desaparecido por completo. Nada, absolutamente.Los suicidados, arrepentidos, han comenzado a salir a las super-ficies. Las estrellas se acercan asombradas a contemplar al nuevo Rey del planeta, que pasara a llamarse Agua.

CXVIIVagaba por la cocina en busca de algo para comer hasta que la vi, sus horribles ojos se clavaban en los míos, los dos nos queda-mos parados y retrocedimos. ¿De dónde había salido esta rata?

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Quede paralizado y salí de la cocina con pánico. Jamás tuve tan cerca una. Nunca, hasta ahora, había experimentado tanto asco por una especie de ser vivo. Las imagino comiendo, peleándose por la comida, masticando asquerosa y desesperadamente cada porción de alimento, las imagine apareándose, en su multitud su-cia y repulsiva, sus enfermedades, sus miserias y sus cobardías, imaginé todos los movimientos que realizan a lo largo de sus días sin sentido, todo el asco acudió a mí de una manera inimaginada. Lo cierto es que también soy cobarde, no me interesa relación alguna con estas cosas. Así pasaron varios días, ella no moría y a mi tampoco me paso nada. Un día ella murió, me di cuenta por el olor nauseabundo que salía de la cocina. La enterré y me dispuse a hurgar el escondite donde vivía, situado atrás del horno. Resulta que la rata escribía, no solo eso, escribía bien, leí decenas de ensayos, cuentos, poemas, la mayoría hablaban de nosotros, los humanos, la visión que esta rata tenia sobre nosotros.Debo confesar que gran parte de lo que escribí hasta ahora en este relato , fue creado por la rata. Me tome el atrevimiento de invertir algunos sustantivos para hacerlo mas humano, mas ade-cuado para nosotros, los que valemos la pena, claro. La rata ya esta muerta, nada se puede hacer, no sirve cargar culpas. Viva tampoco hubiera hecho mucho por impedirlo, pocos saben las ratas sobre los derechos de autor.

CXVIIIEs un desierto, definitivamente. Diviso a lo lejos otros que vieron la avalancha sumida en la prisión de la realidad que ya no es. Col-gados en las palmeras, pasmados por el exabrupto, reconocen con terror el desplazamiento increíble de los hechos, el desenlace fatal de lo programado. La aureola descompuesta ha desaparecido. Las manos han cobrado una fuerza universal que solo sirve para afe-rrarme a lo que hoy me sostiene del abandono del mundo.

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CXIXCualquiera que sea, hombre o bestia, luz o mapa, cárcel u ori-gen, el que haya atropellado con amor las hojas enfermas de este simulacro, tendrá que saber que nada continuara a partir de este acto. Serán perseguidos incansablemente como si se trataran de lo monstruoso en su estado más puro, como si sus barbas largas fue-ran del error mismo. Ninguna imagen fingirá ningún tipo de pie-dad ante la estatua descuartizada del crimen. Los mismos huevos que ustedes despertaron se desarrollaran a velocidad asombrosa con tal de reforzar la búsqueda, cada grano impregnado será ene-migo y cada suelo mal pisado, la muerte. Los días enteros serán de persecución. Las noches serán la melancolía que, en secreto, tam-bién los traicionara. No pueden confiarse ni de su propia piel, ni de sus pensamientos, mucho menos de los vientos. Ni el suicidio mismo los salvara de ser los eternos exiliados de la Tierra

CXXLas decadencias varían con los años. En este momento sien-to que estoy en la decadencia verde, en la sana decadencia. Como somos la decadencia, no podemos soñar más que con decadencias, con buenas costumbres y ceremonias de blanco. Pasar de una decadencia a otra no es sencillo mientras se lo intenta, ella se ocupa sin que nos molestemos demasiado. Ella misma se dirige y nos dirige a nosotros por entre ella. El cora-zón de una decadencia no se infarta nunca. Ella es el alambre que separa los hospitales donde los heridos nunca se curan. Ella es la nariz de un payaso desaparecido. Es así, con ella nos vamos a la cama, con ella somos felices y con ella decaemos.

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E l sueño necesita que las lenguas de la tierra se mojen, se abran como un infierno que irrumpe y se adueña del aire que lo rodea pasmado. Las ho-

ras necesitan que este sueño las perdone y aunque las agujas apuñalen su intención, el sueño ceda a la suplica de las horas que, luego, sabrán devolverle el favor. El momento se con-densa maravillosamente. Los dormidos mantienen el ritmo de lo inexplicable y se montan a aquella fantasía como si fueran expertos. Una nube deforma el deseo del sueño, los ojos co-mienzan a tener participación, algo ha superado la resistencia automática de los reyes. El movimiento de la sangre recuerda a la guerra, los gritos provienen del nido. Uno a uno los solda-dos se retiran a la montaña para recargar sus pupilas y entregar el botín. La memoria ejecuta la selección y equilibra el daño para que los sobrevivientes regresen, así es como funciona su engaño. El sueño triunfa siempre aun cuando es olvidado. Centenares de huevos de piedra invisible se amontonan en la piel interna del continente donde la guerra ha sido llevada.

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¿Qué espero?

Miro la piedra.Miro el horizonte muerto.

¿Qué es eso que se expande sin tregua?La herida del que escapa.

¿Qué somos?Estados en eterna unión y conflicto.

¿Contra que se lucha?Contra la pregunta imposible.

Un ligero transito por el error incurable.Te irás por donde viniste.

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Catálogo MiChaux Editorial

Records De La Polla – Michaux EditorialPor Los Hijos Lo Que Sea – Evaristo Páramos

Commando – Johnny RamoneEskorbuto: Historia Triste – Diego Cerdán

Espíritu Del 69 – George MarshallPoemas Ocultos / Los Señores: Notas Sobre La Visión – Jim Morrison

Biafra For President! Carta Abierta A Barack Obama – Jello BiafraGuitarra Negra – Luis Alberto Spinetta

El Último De Los Hippies – Penny Rimbaud Obsesión De Vivir – José Sbarra

Aleana – José SbarraManifiesto Punk – Greg Graffin

Miedo Y Asco En Las Vegas – Hunter ThompsonLa Banda De Los Chacales – Enrique Symns

Cuando Me Muera Quiero Que Me Toquen Cumbia – Cristian AlarconRimbaud, El Hijo – Pierre Michon

El Sonido Primordial – Luis Alberto SpinettaAntologia José Sbarra – Michaux Editorial

Diarios Y Cartas – Kurt Cobain

PRIMERAS EDICIONES MICHAUX

Otro Mundo – Alverto De MariArin – Alverto De Mari

El Libro De Los Terremotos – Alverto De MariOleaje – Nicolás Prieto

El Árbol Inminente – Nahuel MartinezSensuales Cadáveres Del Apocalipsis – Ezekiel Malamorte

La Versatilidad De Los Días – Candelaria DraghiDeviniendo Imperceptible – Nadia Neyret Balart

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