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1 AARON V. CICOUREL EL MÉTODO Y LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA Traducción De Eloy Fuente Herrero

El método y la medida en sociologia Cicourel, Aaron Victor 1982 (1964)

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AARON V. CICOUREL

EL M ÉTODO

Y

LA M EDIDA EN SOCIOLOGÍA

Traducción

De Eloy Fuente Herrero

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LA M EDIDA

y

las m atem áticas

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Las técnicas de investigación y las escalas de medida de cualquier ciencia pueden considerarse como problema de la sociología del conocimiento. En cualquier momento, el conocimiento depende del particular estado de los métodos empleados y el conocimiento futuro dependerá del desarrollo de los métodos actuales. Es importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se basan en métodos que se corresponden con las teorías y los datos recogidos o si las técnicas de investigación y escalas de medida en que se basan estas pretensiones tienen poco más que una relación de metáfora o sinécdoque con dichos datos y teorías1. Si nuestro interés empírico por el problema del orden social depende de tales métodos, y si estos métodos no se emplean con exactitud, resultará decisivo estudiar las técnicas de investigación y las escalas de medida para comprender qué se considerará «conocimiento» en una época determinada. Véanse las cuestiones siguientes:

1. Los métodos de investigación sociológica que tratan de medir las propiedades de la acción social, ¡qué supuestos teóricos implican?

2. Los supuestos teóricos, ¿originan propiedades de medida adecuadas a los datos que arrojan determinados procedimientos metódicos?

3. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para establecer una medición precisa y rigurosa en el estudio del proceso social?

Son tres cuestiones que señalan el tema fundamental de este libro: la relación de la metodología y de la medida con la teoría. Toda exposición sobre las consecuencias teóricas de los procedimientos metódicos y de medida en sociología exige una digresión sobre los conceptos actuales de la medida, digresión necesaria, porque los sociólogos utilizan una forma mucho más general de medida que los naturalistas, y a menudo más atenuada. Por ello, el estudio de la medición en sociología exige cierta perspectiva técnica en que situar la práctica sociológica. PERSPECTIVA TÉCNICA

1 Los términos de metáfora y sinécdoque y el empleo que hacemos de ellos han sido sugeridos por

Harold Garfinkel. Con empleo sinécdoque quiere decirse la práctica de los sociólogos de admitir que las afirmaciones teóricas y empíricas representen un conjunto amplio, sin precisar cómo encaja la parte en el resto de la teoría o en el resto de los datos. en este contexto significa que se utilizan frecuentemente teorías de la medida de manera que «representen» una demostración apropiada de la correspondencia entre los elementos de la teoría supuesta y los elementos empíricos originados por el sistema de medida, cuando en realidad no se ha cumplido tal correspondencia. Así ocurre especialmente cuando se analizan los datos sin precisar cómo contribuye la teoría a la interpretación que se sigue, concentrándose en el método de análisis y suponiendo que el resto, en cierto modo, va de suyo, sin que el investigador tenga que tomarse más molestias. En el caso del empleo metafórico, los sociólogos utilizan sistemas matemáticos como análogos a cierta doctrina teórica o se emplea una teoría de la medida que más bien tiene cierto «parecido» con los datos recogidos que una correspondencia demostrable entre sus elementos, relaciones y las operaciones que permiten. Lo importante en este caso es que los sociólogos, en su investigación, yuxtaponen a menudo las afirmaciones teóricas a las empíricas, esperando que el lector se encargue de demostrar una correspondencia sólo señalada por el investigador, quien precisa con exactitud cuáles son los elementos, relaciones y operaciones relacionados.

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Comencemos con unas cuantas observaciones sobre los sistemas axiomáticos2. Conviene distinguir entre los cifrados (uninterpreted) y los descifrados (interpreted). Es cifrado un sistema axiomático formalizado, abstracto, que sólo comprenda términos lógicos, como «o», «y», «no», y símbolos seleccionados arbitrariamente, como $, %, # 3. Estos sistemas son útiles porque admiten deducciones y pruebas en operaciones claras, guardando de los errores que acompañan con frecuencia al empleo de términos descriptivos (descifrados, significativos)4. Los sistemas matemáticos, cuando son cifrados, se componen de meros símbolos, verdades lógicas o tautologías. Así, pues, el sistema axiomático formalizado no se refiere necesariamente al mundo real. Un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de lógicos. La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema axiomático cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos conduce a un sistema descifrado5. Los axiomas o postulados de un sistema axiomático cifrado pueden convertirse en las leyes científicas de un sistema cifrado. Por tanto, los sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre una correspondencia entre los elementos, relaciones y operaciones de los sistemas matemático y sustantivo en cuestión. Las consecuencias exigen que se determinen las propiedades de medida de las teorías. Así, el ejemplo de Zetterberg de un sistema axiomático con propiedades ordinales significa que, en la teoría del suicidio de Durkheim, las propiedades sustantivas se limitan a las ordinales del sistema de medida6. Dado que estas limitaciones pueden reducir mucho la escala de medida, plantean también la cuestión de si semejante escala es adecuada para medir los procesos sociales, como proponía la teoría de Durkheim. Teorías implícitas y explícitas.- No todas las teorías son de carácter axiomático. Una teoría compuesta por un conjunto de leyes y definiciones que se relacionan deductivamente es un sistema axiomático7. No todos los sistemas axiomáticos son teorías. Provisionalmente al menos, convendrá distinguir entre estas dos clases de teorías. El primer tipo, la teoría implícita, puede definirse en general como un conjunto de definiciones y de enunciados descriptivos de forma no axiomática y que, por tanto, no deben tomarse como un conjunto de leyes relacionadas. Lo cual no quiere decir que tales teorías no puedan comprender leyes o que no existan relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho, diversas teorías no puedan comprender leyes o que no existan

2 Véase Hebert HOCHBERG: «Axiomatic Systems, Formalization and Scientific Theories»: y May

BRODBECK: «Models, Meaning, and Theory», en L. Gross (ed.): Sympositum on Sociological Theory (Row, Peterson), Evanston, 1959. 3 HOCHBERG, idem, pág. 424.

4 HOCHBERG: op. cit., págs. 424-425.

5 BRODBECK: op. cit., págs. 376-378.

6 Hans ZETTERBERG: On Theory and Verification in Sociology (Tressler Press), Nueva cork, 1954.

7 HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378.

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relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho diversas teorías implícitas pueden tener «cierta» ambigüedad, cuyo grado sólo podrá precisar quienquiera las haya creado. Llamamos ambigüedad a la falta de sistematización en la estructura conceptual, y según criterios externos. La «complejidad» de muchas teorías implícitas en sociología estriba en la utilización de diversas clases de tipologías, paradigmas y recursos semejantes. Las teorías sociológicas son principalmente implícitas, con algunos islotes de sistematización y medida. Teoría explícita es un sistema axiomático descifrado, como lo definimos antes8. En sociología, realmente, no existen teorías explícitas, aunque se ha intentado «simularlas»9. Resumiendo, observamos que los sistemas matemáticos son per se sistemas axiomáticos (abstractos, formalizados) cifrados que comprenden símbolos y signos cifrados y enunciados tautológicos, mientras que algunos sistemas teóricos comprenden sistemas axiomáticos empíricos o teorías explícitas. Cuando los axiomas de un sistema matemático tienen la misma estructura que las leyes de una teoría explícita: 1) pudiendo convertirse los axiomas del sistema matemático en leyes de la teoría explícita; 2) habiendo una correspondencia exacta entre los términos de los dos sistemas y sus enunciados; y 3) manteniéndose las conexiones lógicas entre los axiomas y las leyes, respectivamente, ambos sistemas son isomorfos. La cuestión pertinente es cómo suponen tales isomorfismos los sociólogos que construyen o emplean «modelos matemáticos» y «modelos de medida» con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para la teoría y el método. ¿Podemos derivar de teorías implícitas proposiciones reducibles a medición rigurosa? ¿Ha de haber teorías axiomáticas para que haya medida? No tengo respuestas claras, pero las tocaré seguidamente. La medida.- Mucho de lo que se ha escrito en sicología y sociología sobre la medida está sacado de la obra del físico Norman Campbell. Recientes libros de Torgerson y Churchman y Ratoosh10 dan excelente información de diversas exposiciones sobre la medida y sus fundamentos matemáticos. Gran parte del trabajo sobre la medida en sociología se ha hecho en los terrenos llamados corrientemente sicología social y demografía, habiéndose concentrado en la creación o empleo de sistemas matemáticos para describir la interacción de pequeños grupos, medir actitudes y analizar datos demográficos. Campbell define la medida como la atribución de números (numbers) o, más en general, de cifras (numerals) para representar propiedades11. Nagel la llama «la

8 Las expresiones de teorías «explícitas» e «implícitas» han sido sugeridas por HOCHBERG en

comunicación personal. 9 V. Herbert SIMON: «A Formal Theory on Interaction in Social Groups», American Sociological

Review, 17 ( abril 1952), 202-211; y Joseph BERBER, Bernard P. COHEN, J. Laurie SNELL y Morris ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston, 1962. 10

Warren TORGERSON: Theory and Method of Scaling (Wiley), Nueva York, 1958; C. West CHURCHMAN y P. RATOOSH: Mensurement (Wiley), Nueva York, 1959. 11

Norman CAMPBELL: What is Science? (Dover), Nueva York, 1952, pág. 110.

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correlación de números con cosas que no son números»12. Stevens señala que, hablando en general, «es la atribución de cifras a objetos o hechos siguiendo unas reglas. Y en el que puedan atribuirse cifras según normas diferentes ocasiona distintos tipos de escalas y distintos tipos de medidas»13. Para Coombs, «en las ciencias físicas, la medida significa habitualmente atribución de números a observaciones (hecho que se llama “programa”) y en el análisis de los datos consiste en manejar dichos números u operar con ellos. Frecuentemente, ha sido intentado hacer lo mismo el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que sigue tal procedimiento, a veces, violentará sus datos»14. Según Torgerson:

La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los mismos objetos. Así, en nuestro uso del término, no es mensurable un palo, aunque sí podrían serlo su longitud, pero, diámetro y dureza…. Medir una propiedad implica, pues, atribuir números a sistemas para representarla. Y, para ello, ha de prevalecer un isomorfismo, es decir, una relación exacta, entre ciertas características del sistema numérico implicado y las relaciones entre diversas cantidades (ejemplos) de la propiedad por medir. La esencia de este procedimiento es la atribución de números de tal manera que se refleje esta correspondencia exacta entre dichas características de los números y las correspondientes relaciones entre las cantidades15.

Las cifras pueden ser sencillamente un conjunto ordenado de elementos en correspondencia exacta con el sistema numérico. El número y la cifra no siempre son intercambiables, como se supone en las citas de Campbell y Stevens. Reese observa que «las cifras, por las que se entiende sencillamente un grupo de signos o símbolos convencionales en un trozo de papel, tienen un orden convencional»16. Muchos autores no aclaran esta distinción entre cifras y números al tratar de la medida. Sobre esto, Reese cita a Campbell:

Al hablar de la atribución de cifras, convendrá volver a subrayar que son cifras lo que se atribuye, no números. Como dice Campbell, «sería difícil evitar la impresión de que intervienen la idea de número y las reglas de la aritmética. Desde luego, están estrechamente relacionadas con la medida; pero si no reconocemos que no son esenciales, no entenderemos esta relación»17.

12 Ernest NAGEL: «Measurement», Erkenntnis, 2 (1931), 313-333. 13

S. S. STEVENS: «Mathematics, Measurement, and Psychophysics», en S. S. STEVENS (ed.): Handbook of Experimental Psychology (Wiley), Nueva York, 1951. pág. 1. 14

Clyve COOMBS: «Theory and Methods of Social Measurement», en L. FESTINGER y D. KATZ (eds.):Research Methods in the Behavioral Sciences (Dryden), Nueva York, 1953, pág. 472. 15

THORGERSON: op. cit., págs. 14-15. 16

T. W. REESE: «Application of the Theory of Physical Measurement to the Measurement of Psychological Magnitudes with Experimental Examples», Psychol. Monogr., 55:3 (1943), 8. 17

Idem, págs. 9-10.

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Esta distinción es importante a fin de aclarar el sentido de atribuir cifras a objetos sin especificar qué sistema algebraico de operar con números es aplicable. Es posible crear un sistema matemático que utilice cifras para representar un sistema teórico sustantivo, pero no especifique si las operaciones matemáticas desarrolladas o implícitas en el sistema se refieren a algún sistema numérico particular. El sistema matemático puede realizarse sin especificar un sistema numérico, dejando sin aclarar la cuestión de los postulados de medida. Puede idearse un modelo matemático formal, un sistema descifrado, que no diga nada sobre cómo deben medirse los hechos observables que en él se producen. Muchas utilizaciones formales de los sistemas matemáticos tienen poco que ver con la ciencia social empírica a menos que puedan hacerse deducciones útiles con consecuencias empíricas, esos inventos se quedan en ejercicios intelectuales de dudosa importancia. Churchman ha expuesto el problema general de la medida:

Ni siquiera sabemos por qué medimos, en absoluto. Es costoso lograr medidas. ¿Merece la pena este esfuerzo?18.

Coombs ha planteado un problema más grave. Véanse las siguientes observaciones:

El método de análisis define, pues, cuál es la información, pudiendo dotarla o no de ciertas propiedades. Un método «consistente» de análisis concede propiedades a los datos que permiten utilizar su información, por ejemplo, para idear una escala unidimensional. Como es obvio una vez más, no puede inferirse que tal escala sea una característica de la conducta en cuestión si es consecuencia necesaria del método de análisis. Por eso, resulta conveniente estudiar métodos de recoger datos sobre la cantidad y tipo de información que comprende cada método sobre la conducta en cuestión, a diferencia de la impuesta. De modo semejante, antes de sacar información de los datos, es preciso estudiar las características o propiedades que imponen a dicha información los diversos métodos de analizarlos19.

Estos párrafos de Coombs, junto con el siguiente de Torgerson, sobre la medida en ciencias sociales, ofrece una paradoja. Hablando de los diferentes tipos de medida, Torgerson observa:

Otra manera como estas características podrían adquirir sentido hasta cierto puntos es, simplemente, por definición discrecional. La podríamos llamar medida arbitraria (by fiat). Ordinariamente, estriba en suponer relaciones entre las observaciones y el concepto de interés. Entran en

18

C. West CHURCHMAN: «Why Measure?», en CHURCHMAN y RATOOSH, op. cit., pág. 84. 19

COOMBS: op. cit., págs. 471-472.

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esta categoría los índices e indicadores utilizados tan a menudo en las ciencias sociales y conductistas. Es probable que se dé esta suerte de medida cuandoquiera nos encontremos con un concepto precientífico o vulgar (common-sense) que parezca importante por motivos apriorísticos, pero que no sepamos cómo medir directamente. Por consiguiente, mediremos otra variable cualquiera o un promedio ponderado de otras variables que supongamos relacionas. Como ejemplos, podríamos citar la medida de la posición socio-económica; o de la emoción, utilizando la respuesta dérmica sicogalvánica; o de la capacidad de aprendizaje, mediante el número de pruebas y errores que cuesta al sujeto adquirir un criterio particular de aprendizaje20.

Esta explicación de Torgerson sanciona la misma práctica contra la que nos advierte Coombs. Sin embargo, en la obra de éste se halla implícito el supuesto de que son apropiadas ciertas formas de métodos de escalas. Este supuesto implica alguna definición de la medida antes citada. Coombs supone implícitamente que los hechos sociológicos son reducibles a medida por los axiomas aritméticos o alguna derivación suya. Dicho supuesto puede enunciarse así: que los hechos de interés para el sociólogo tienen matemáticamente las mismas propiedades que las físicas y, en consecuencia, que los hechos sociales son reducibles a los mismos tipos de teorías de medida, con tal de que pueda encontrarse la «justa» combinación o derivación de los axiomas aritméticos, además de datos «adecuados» que se ajusten al modelo utilizado. Coombs ha desmenuzado mucho este problema:

Casi todo el mundo estará dispuesto a decir que cualquier conjunto determinado de datos contienen algún error, pero precisamente qué es lo que hay que calificar de error depende en gran parte del nivel de medida que se crea admiten los datos. El sociólogo se enfrenta con su problema al escoger entre poner sus datos en un orden sencillo o preguntarse si sus datos responden a un orden sencillo. Seleccionando un sistema bastante consistente, el sociólogo podrá lograr construir siempre una escala unidimensional de medida, corrientemente, una escala de intervalo, obligando, pues, a que parte de los datos se califique de error. Al no pretender un sistema consistente, el sociólogo permitirá que los datos determinen si es adecuada una sencilla solución unidimensional. Es obvio que, en consecuencia, la unidimensionalidad, obtenida por un método de análisis que la garantiza, no puede mostrarse como característica de la conducta en cuestión. Lo cual no es sino un caso especial de principio más general, de no poder sostenerse ninguna propiedad de los datos, a menos que el método de recogerlos y analizarlos admita que se presenten propiedades alternativas. El problema del sociólogo, dicho toscamente, es si sabe lo que quiere o si quiere saber21.

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THORGERSON: op. cit., págs. 21-22, subrayado en el original. 21

COOMBS: op. cit., págs. 486-487.

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Estos comentarios de Torgerson y Coombs señalan el dilema del sociólogo: 1) si sus conceptos teóricos no son tan precisos que le digan qué sistemas de medida son adecuados para sus datos, podrá engañarse con métodos que impongan relaciones incoherentes a interpretaciones equivocadas sobre sus datos y su teoría; y 2) si las mismas medidas empleadas son inadecuadas por como han sido hechas, produciéndose una medición más arbitraria que precisa (literal). Son muchos los ejemplos de tal medición. Casi todas las escalas, como denotan los comentarios de Torgerson, están expuestas a la medida arbitraria, por ejemplo, la medida de las actitudes en los estudios electorales, de medios de difusión y de prejuicios, entre otros.

LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA ¿Cuáles son los fundamentos apropiados para la medida en sociología? Las obras antes citadas indican que, en el estado presente de nuestros conocimientos, no puede lograrse en sociología una medición rigurosa (en el sentido literal que predomina con el empleo de sistemas teóricos explícitos) para las propiedades del proceso social. Medir con exactitud el proceso social exige primeramente que se estudie el problema del sentido en la vida cotidiana. La indagación sociológica comienza refiriéndose al mundo del sentido común de la vida cotidiana. Los sentidos que se comunican con el empleo de las ordinarias categorías lingüísticas cotidianas y las comunes experiencias culturales no lingüísticas informan todo acto social, interfiriendo (de manera que puede señalarse conceptualmente y observarse empíricamente) la correspondencia necesaria para una medición exacta. La medición precisa de los actos sociales (lo cual quiere decir que las estructuras conceptuales arrojen propiedades numéricas que se correspondan con las medidas existentes o que puedan crearse) exige el empleo de sentidos lingüísticos y no lingüísticos que no puedan darse por supuestos, sino que deben considerarse como objetos de estudio. Con otras palabras, medir supone una red limitada de sentidos compartidos, es decir, una teoría de la cultura. Sólo el físico define su terreno de observación, pero en la ciencia social el tema del razonamiento comienza habitualmente por los sentidos culturales preseleccionados y predescifrados del sujeto. Como el observador y el sujeto comparten los sentidos culturales entretejidos en el sistema lingüístico que ambos emplean para comunicarse, los sentidos cotidianos compartidos y el particular lenguaje que emplea el sociólogo constituyen un elemento fundamental para la medida de los actos sociales. Las «reglas» que se siguen para atribuir significación a los objetos y hechos y sus propiedades deben ser las mismas, es decir, los sistemas lingüísticos deben hallarse en cierto tipo de correspondencia. Pero en el razonamiento sociológico, las «reglas» raras veces son explícitas, aunque existe interés por una definición exacta y criterios operativos. Las «reglas» que ordenan el uso del lenguaje y los sentidos que transmiten los gestos y expresiones lingüísticos y no lingüísticos no están claras y siguen siendo un problema casi inabordado por la investigación empírica. Y si las «reglas» que ordenan el uso del lenguaje para describir objetos y hechos en la vida cotidiana y

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en el razonamiento sociológico no están claras, tampoco reflejará claridad la atribución de cifras o números a las propiedades de objetos y hechos conforme a cierto conjunto de reglas relativamente coherente. En los escritos de Paul Lazarsfeld podemos ver un reconocimiento implícito de falta de medida precisa en sociología, cuando observa que es un problema importante identificar las propiedades pertinentes, y se manifiesta en el lenguaje que usamos para denotar propiedades per se22. Las propiedades de los objetos y de los hechos sociales se llaman a veces «aspectos» o «atributos», en vez de «variables». Lazarsfel señala la laxitud de la medida en sociología, al decir que la «atribución de propiedades se llama indistintamente descripción, clasificación y medida»23. Y prosigue estableciendo cuatro operaciones para crear «variables» en la medida de objetos sociales complejos: «una imagen inicial del concepto, fijar las dimensiones, seleccionar los indicadores observables y combinar los indicadores en índices»24. La noción de «imagen» se refiere a la creación de una idea o de un cuadro vago por el investigador sobre cierto conjunto de regularidades que trata de explicar o comprender. O puede ser la percepción de varios tipos de fenómenos, y el analista cree que tienen características fundamentales comunes. Después, las tentativas de definir o delimitar el concepto pasa de la imagen a la fijación se sus «elementos», «aspectos» o «dimensiones», o de algo semejante. Según Lazarsfeld, «se muestra que el concepto está compuesto por una combinación compleja de fenómenos, más que por un sencillo y directamente observable»25. Y considera que, para convertir el concepto en algún tipo de operación o medida, es esencial descomponerlo en un número «razonable» de dimensiones. Después de decidir qué dimensiones tomará el concepto, el investigador tendrá que hallar indicadores apropiados. Lazarsfeld no nos da reglas para seleccionar indicadores. La falta de reglas claras refleja el inadecuado estado de la teoría sociológica. Y la reducción necesaria para convertir los enunciados teóricos abstractos en conceptos con dimensiones determinables quizá sea la misión más difícil con que se enfrentan los sociólogos orientados a la investigación. Para ilustrar esta dificultad, Lazarsfeld muestra conceptos que se suponen obvios para el lector y poco necesitados de clarificación conceptual en cuanto a un cuerpo más general de teoría (por ejemplo, en teoría de la gestión, la eficacia del equipo de producción) y demuestra los muchos sentidos que pueden tener. Lo esencial que aprendemos de la exposición por Lazarsfeld de los indicadores y de su selección es que al «descomponer» el concepto en una variedad de «sentidos», el investigador queda obligado a aclarar sus ideas teóricas.

22

Paul F. LAZARSFED: «Evidence and Inference in Social Research», en D. LERNER (ed.): Evidence and inference (The Free Press of Glencoc), Nueva York, 1959. pág. 108. 23

Ibíd. 24

Idem, pág. 109. 25

Ibíd.

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Tratando de la creación de índices, Lazarsfeld ha de suponer una vez más que nuestro conocimiento de los conceptos teóricos que queremos medir es lo bastante preciso para capacitarnos o hablar con fundamento sobre la relación de probabilidad de cada indicador con «lo que realmente queremos saber». Y para terminar sus explicaciones sobre la importancia de la teoría para la combinación de indicadores, nos dice: «Por expresarlo de otra manera, necesitamos gran cantidad de pruebas si queremos saber lo que un hombre puede hacer realmente o qué postura toma» sobre un asunto26. La exposición pasa después a cómo podemos reunir muchos indicadores en un índice y cómo se relacionan aquéllos entre sí. Esta explicación está más orientada al mecanismo de combinar los indicadores que a la importancia de la teoría para determinar su combinación e interrelaciones. Lazarsfeld se interesa por derivar ideas matemáticas de las interrelaciones de los indicadores para poder hablar de la «capacidad de un indicador, en comparación con otro, de contribuir a la medida específica que queramos hacer»27. Siguiendo con la permutabilidad de los índices, Lazarsfeld descubre un básico recurso de procedimiento que habrá de tratar a lo largo de todo el libro: cómo las respuestas a los puntos del cuestionario, más bien que la teoría explícita, son las que nos dan la base para decidir la importancia de los indicadores. No podemos desconocer que la mayor parte de la obra y de las ideas de Lazarsfeld sobre la medida en sociología procede de su interés y de su trabajo en mitología de las encuestas –en particular, porque tales métodos toman como evidentes el lenguaje y el sentido- si queremos entender cómo los problemas de medida en sociología se ha unido y confundido con los procedimientos tradicionales de las ciencias naturales. Los procedimientos generales que sugiere Lazarsfeld se adaptan particularmente bien a las condiciones de la investigación sobre el terreno, cuando el estudioso no puede determinar con claridad y precisión qué variables son apropiadas para convertir sus conceptos en una serie de actividades operativas que arrojan datos en apoyo o rechazo de sus conjeturas. Al pasar de la imagen inicial por la creación de índices, se hacen inferencias y deducciones implícitas y explícitas basadas en parte en los tipos generales de datos a los que se ve dirigido el investigados por dicha imagen y, más importante, en cómo se manejan los datos con las diversas clasificaciones y tabulaciones cruzadas, que llevan después a continuas inferencias sobre la infraestructura de la imagen inicial. Estas últimas inferencias ofrecen al investigador sobre el terreno una forma de imagen más amplia o estructura teórica, así como el sentido de sus datos, es decir, su pertinencia a la imagen teórica utilizada. Como observa Lazarsfeld, «en la investigación sociológica, las clasificaciones se utilizan principalmente para establecer relaciones entre cierto número de conclusión empírica que buscamos, quedan muy afectadas cambiando un índice razonable por otro»28. Lo que no está

26

Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 112. 27

Idem, pág. 113. 28

Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 115.

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claro es si la imagen teórica dicta las relaciones iniciales y el imponer cierta forma de medida concreta las variables en cuestión o si la clasificación de las respuestas por ciertas reglas discrecionales de cifrado (coding) o lagunas «naturales» de los resultados produce el sentido cuantitativo de la «variable» e informa también la imagen inicial. Suponemos que nuestras «variables» deben determinarse mediante conversiones teóricas de nuestros conceptos, de modo que su ámbito de pertinencia, el orden de los valores y las propiedades numéricas que deben asumir sean derivables de la teoría. Excepto en los casos en que los datos son producidos (y en ocasiones adoptan propiedades numéricas naturales) por instancias sociales para sus propios fines contables, casi toda la investigación sociológica que exige contacto con sujetos implica siempre teorías implícitas que están muy lejos de una verificación a priori de hipótesis. Nuestras clasificaciones de los datos, a menudo arbitrarias, llegan a ser la base para establecer cierta forma de cuantificación. Como la clasificación es a posteriori, la validez de nuestra medida es la relativa a la clasificación arbitraria, haciendo improbable en ese momento la repetición y el conocimiento riguroso. Así pues, los problemas más graves de la medida surgen cuando nos ocupamos de las «variables» cualitativas. Las referencias a éstas suponen que «hay una línea directa de continuidad lógica desde la clasificación cualitativa hasta las formas más rigurosas de medida, pasando por los recursos intermedios de las proporciones sistemáticas, escalas ordinales, clasificaciones multidimensionales, tipología y simples índices cuantitativos»29. Lo cual supone a su vez, en primer lugar, que las arbitrarias y diversas clasificaciones empleadas por el sociólogo son aproximaciones operativas a conceptos engañosos, cuyas propiedades no pueden descubrirse fácilmente por inspección directa, en nuestro actual estado de desarrollo; en segundo lugar, que los materiales titulados «datos», y a los que se atribuye una medida dicotómica o más refinada, se corresponden con los conceptos en estudio. Además, la investigación sociológica que trata de ordenar los materiales mediante investigación sobre el terreno debe suponer que la medida arbitraria producida por las reglas metódicas que se siguen actualmente son clasificaciones singulares para cada proyecto de investigación y que su justificación ha de encontrarse, en último término, en los conceptos teóricos utilizados para explicar los datos. Finalmente, está el supuesto, o creencia implícita, de que tales conceptos tienen la misma estructura que los de las ciencias naturales y pueden arrojar propiedades numéricas en tan ajustada correspondencia con los sistemas de medida. Si encaramos la opción de utilizar medidas según el modelo de las ciencias naturales o de simple descripción, debemos estar informados en ambos casos sobre la sucesión de los pasos que nos llevarán a unos procedimientos «aceptables». En cuidadosa retrospectiva de los supuestos implicados en los procedimientos de clasificación e impuestos a nuestros conceptos, podremos apreciar mejor hasta qué punto se interfieren o se complementan nuestros

29

Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: «Qualitative Measurement in the Social Sciences», en D. LERNER y H. D. LASSWELL (eds.): The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and Method (Stanford University Press), Stanford, 1951, pág. 155.

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esfuerzos por lograr una medida, una elaboración teórica y unos datos sustantivos generales e invariables. El no poder demostrar una correspondencia precisa o justificada entre las medidas existentes y nuestros conceptos teóricos y sustantivos, sino tener que establecer esta relación arbitrariamente, quiere decir que no podemos tomar por supuestos los procedimientos de investigación ni, por tanto, las conclusiones basadas en ellos. Suponiendo que los hechos y conceptos fundamentales de la sociología se corresponden con los sistemas matemáticos y de medida existentes, Lazarsfeld y Barton pasan al básico problema de clasificar cierto conjunto de experiencias u objetos identificables dentro de cierta categoría. Por ejemplo:

¿Cómo nos ponemos a formar tales categorías, en primer lugar? ¿Por qué escoger ciertos elementos de la situación, y no otros? ¿Por qué combinarlos precisamente en estas categorías? Se puede argüir acertadamente que no podemos redactar un conjunto de instrucciones manuales para categorizar los fenómenos sociales: tales instrucciones no serían más que un programa general para desarrollar la teoría social. No podemos escribir un manual sobre «cómo formar fecundos conceptos teóricos» de la misma manera que escribimos manuales sobre cómo seleccionar muestras o redactar cuestionarios30.

Así pues, idealmente, la categorización de los fenómenos sociales exige el desarrollo de la teoría social general, pero, como dan a entender Lazarsfeld y Barton, eso no puede hacerse hoy en sociología. Estos autores señalan un conjunto de procedimientos más prácticos, que comienza con las cuestiones siguientes, bien delimitadas que atienden a la descripción de lo que ocurre en situaciones determinadas, por ejemplo: «¿Qué es lo que hacen los jóvenes cuando están pensando en elegir carrera? ¿Qué tipo de reacciones tienen los jóvenes ante el paro? ¿Cuáles son los cauces de información sobre los asuntos públicos en un municipio estadounidense?»31. La solución práctica requiere, pues, que el investigador se haga preguntas generales sobre determinados temas esenciales, preguntas que puedan convertirse operativamente en una forma de pensar, tanto vulgar como pertinencia teórica. La falta de una teoría social desarrollada obliga a todos los investigadores en sociología a emplear conceptos vulgares que reflejan los conocimientos comunes a los sociólogos y a los miembros «medios» de la comunidad o sociedad. Suponiendo desde el principio que el sociólogo y sus sujetos constituyen una cultura común que cada uno entiende más o menos de la misma manera, los sentidos «obvios» de las preguntas operativizadas del cuestionario en que se basan los indicadores incorporarán propiedades sólo vagamente definidas en la teoría social, pero cuya importancia para el proyecto de investigación se da por supuesta.

30

Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156. 31

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Así, en la exposición de Lazarsfeld y Barton sobre la medida cualitativa hay implícita una teoría del orden social y una cultura común al sociólogo y al sujeto. Por ejemplo, consideran necesarios cuatro requisitos para -«articulación», «correlación lógica», «adaptación al marco de referencias del entrevistado»- implican fáciles normas de procedimiento que son evidentes32. Las muchas decisiones que hay que tomar suponen una correspondencia implícita entre:

1) Los indicadores por los que el hombre sencillo identifica objetos significativos y los que utiliza el sociólogo para identificar objetos y hechos significativos.

2) El punto de vista del actor: las categorías lingüísticas y de sentido que utiliza para describir y clasificar observaciones y experiencias; y el punto de vista del observador: las categorías lingüísticas y de sentido que utiliza para describir y clasificar observaciones, respuestas y documentos sobre el escenario social.

3) Las reglas normativas que dirigen la percepción y la interpretación que de su medio tiene el actor y las normas metódicas y teóricas que dirigen la percepción y la interpretación del observador sobre el mismo medio de objetos.

Los procedimientos prácticos descritos por Lazarsfeld y Barton se basan en unas diferencias culturales y subculturales que ellos suponen fácilmente determinables y manejables. La cita siguiente revela la necesidad de confiar en una definición vulgar del mundo, que comparte el observador con el actor.

Supongamos que queremos clasificar las razones por las que compran las mujeres cierta clase de cosméticos. Las mujeres harán muchísimos comentarios sobre sus razones, que serán difíciles de agrupar tomándolas y por lo que parecen. Pero imaginemos una mujer comprando y utilizando cosméticos: toma consejo de las personas que conoce, de la publicidad y de los artículos de los medios de difusión; además, tiene sus propias experiencias; tiene sus motivos y sus necesidades: utiliza cosméticos con el fin de adquirir diversos valores de apariencia que impresionen a otros –y podríamos averiguar a quién- y, quizá para impresionarse a sí misma. Los cosméticos tienen diversas cualidades técnicas que se relacionan con estos resultados apetecidos. Quizá se preocupe también por los posibles malos efectos sobre la salud o el aspecto. Además hay dificultades para aplicar los cosméticos. Y por último, está el gasto. Todos los comentarios de las mujeres podrían relacionarse con el esquema siguiente:«causes de información», «valores de apariencia deseados», «aceptación prevista», «malas consecuencias», «cualidades técnicas», «dificultades de aplicación» y «coste». La razón por la que encajarán los comentarios es que el esquema de clasificación casa con la realidad de lo que sucede al comprar y utilizar cosméticos. De eso que sucede es de lo que ha

32

Idem, págs. 156-157.

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derivado sus comentarios la misma entrevistada. La clasificación, por decirlo así, vuelve a poner los comentarios en su sitio33.

Los autores resuelven fácilmente los problemas de clasificación descritos utilizando los sentidos vulgares (common-sense meanings) que intentan clasificar. El investigador se basa en su conocimiento vulgar de cómo responderán las personas, suponiendo que sus respuestas reales se corresponderán con las expectativas basadas en él. Esta correspondencia supuesta le proporciona un modelo implícito del actor. El observador comienza con procedimientos vulgares tácitos para definir el problema y se basa después en medidas operativas de categorías vulgares formalizadas para obtener sus indicadores (consulta a los sujetos y clasificación de sus «respuestas» y «comentarios») con el fin de tratar las respuestas «obvias» del sujeto, es decir, aparentemente evidentes y fáciles de entender, como reflejo exacto de su percepción e interpretación de su medio. Después, sigue suponiendo que cada sujeto responde al mismo medio y a los mismos estímulos y, en este supuesto, comienza a combinar y ordenar los indicadores en cuadros y medidas sumarias. La particular intuición y sensibilidad del investigador al mundo a su alrededor le procura las claves fundamentales para el éxito al redactar sus preguntas y los posibles tipos de respuestas. Las «reglas» que dirigen esa intuición y sensibilidad no son tema dudoso para el investigador y no están comprendidas en claros trazados de procedimiento metódicos, como los cuatro que ofrecen Lazarsfeld y Borton para establecer un «buen» sistema de clasificación. Nuestra carencia de perfección metódica significa que los procedimientos de decisión para categorizar los fenómenos sociales se encierran en supuestos vulgares implícitos sobre el actor, las personas concretas y las propias ideas del observador sobre la vida cotidiana. Estos procedimientos parecen intuitivamente «justos» o «razonables», por basarse en la vida cotidiana. Frecuentemente, el investigador comienza su clasificación sólo con dicotomías generales, en las que espera «encajen» sus datos y, si éstos parecen justificar sus categorías, sigue construyendo sobre ellas. Finalmente, puede emplear procedimientos de clasificación que se ajusten al paso citado por Lazarsfeld y Barton (de las escalas de relación y de orden a las medidas de intervalos o de razón). Aunque hay ciertas «reglas» para trazar cada nivel de clasificación, nuestro presente conocimiento raras veces nos permite enlazar la categoría y la cosa según derivaciones teórica y sustantivamente justificadas; en su lugar, el emparejamiento de categoría y observación se basa a menudo en lo que se considera «reglas obvias» que cualquier cifrador (coder) u observador «inteligente» puede cifrar (encode) y descifrar (decode) con «facilidad». Cada nivel de clasificación llega a ser una medida más perfecta para transformar los sentidos vulgares y las notaciones teóricas implícitas en «prueba» aceptable. La aplicación sucesiva de las operaciones clasificatorias arroja «datos» que toman la forma de escalas de medida convencionales.

33

Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 160.

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El estado presente del método sociológico hace difícil adherirse a las anteriores observaciones de Coombs sobre la ordenación de los datos en sistemas de medida sencillos o consistentes, porque la correspondencia entre la escala de medida y los objetos o hechos observados e interpretados se impone sin poder preguntarnos –ni, mucho menos, determinar- si es apropiada. Una vez impuesta, la textura de medida «convierte» o «transforma» las respuestas vulgares en «datos». La lógica de las operaciones de medida asegura la transformación necesaria para producir el resultado deseado. Las preguntas cerradas que se hacen a los entrevistados se proyectan para descubrir sentidos vulgares por medio del sujeto y, además, para procurarse una base automática que produzca respuestas ajustadas a categorías bivalente o polivalente. La forma de la pregunta es parte integrante de los procedimientos de clasificación que se siguen. Tenemos, por tanto, una formalización de las preguntas y respuestas mediante procedimientos de cifrado «obvios» o «razonables» y, así nos las arreglamos, a través de progresivas operaciones clasificatorias, para tener un pie en el mundo vulgar de la vida cotidiana y, el otro, en procedimientos de medida cuasi-aceptables (en sentido práctico). Las realidades de la medida en sociología tienen dificultades prácticas al presente y esperanzas en el futuro. Esta cita de Lazarsfeld y Barton ilustra las dificultades:

Sería posible sistematizar el procedimiento para clasificar según conceptos sociológicos, de manera que: 1) pueda adiestrarse a los investigadores, en periodo razonablemente breve, a realizar una clasificación con un alto grado de acuerdo; 2) los procedimientos de investigación puedan comunicarse a otros; y 3) las investigaciones puedan repetirse y ampliarse. En una situación determinada, el estudioso que utilice procedimientos sistemáticos puede ser incapaz de competir con el artista sobre el terreno con buenas dotes innatas y gran experiencia; a la larga, sin embargo, la acumulación y perfeccionamiento de los conocimientos de estudio deben llevarnos más lejos que el arte y la intuición34.

Lazarsfeld y Barton reconocen la dificultad de comunicar los indicadores en que se basan las decisiones del clasificador. Con palabras de los autores, quizá estemos operando ahora con el «artista de dotes innatas y gran experiencia» y es de esperar que avancemos hacia el sociólogo «objetivo», que idealmente «reducirá un concepto complejo a indicadores tan claros e inequívocos que el procedimiento de clasificación se hará casi mecánico; con las mismas instrucciones, cualquier observador podrá repetir las observaciones y juicios de cualquier otro»35. Para más ilustración, los autores hacen una analogía con la estimación de los caballos de tiro:

El lector que no esté familiarizado con la valoración de los caballos de tiro sabrá que difícilmente puede hacerse con instrucciones que cualquiera pueda seguir para llegar a la misma estimación; sus reglas sólo funcionan cuando hay un cuerpo común de conocimientos en

34

Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 166. 35

Ibíd.

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cuanto a lo que significan los diversos términos y lo que son características buenas y malas. No obstante, la adopción de esta segmentación lleva a un acuerdo sobre uno de los puntos entre evaluadores y expertos que utilicen la escala completa de cien puntos36.

Hay que basarse en un «cuerpo común de conocimientos» para sistematizar la correspondencia entre los indicadores de fundamento empírico y las categorías derivadas teóricamente. Las pruebas del cuestionario (pretests) ofrecen pistas al investigador en la fijación de categorías para clasificar las preguntas cerradas y las respuestas que se suponen basadas en sentidos «obvios» compartidos. Los autores observan que el detallar más los indicadores de un terreno determinado puede producir más exactitud y menos apoyo en «un cuerpo común de saber tácito». Pero añaden: «No obstante, si pocas veces hay grave desacuerdo sobre indicador, podemos dejarlo sin más definición. en cierto momento, tenemos que dejar de definir nuestros términos, para contar con el común entendimiento del lenguaje»37. La medida en sociología –o, más apropiadamente, la observación, la clasificación y la titulación- se funda en el «cuerpo común de conocimientos» y en el «común entendimiento del lenguaje nativo» de la vida cotidiana. Por tanto, los sociólogos deben actuar «desde dentro» de la sociedad, empleando su lenguaje nativo (sintaxis y vocabulario) y sus muchos sentidos culturales indefinidos. Adquirir el punto de vista «de dentro» significa aprender o asumir la cultura común nativa. Pero entre los sociólogos se da una fuerte tendencia a tomar por supuestos el lenguaje y la cultura comunes, en particular, cuando estudian su propia sociedad. Las dificultades que esto ocasiona se oscurecen, pero no se eliminan, cuando se impone arbitrariamente un sistema de medida a los «datos», a los que se incorporan los usos lingüísticos, las normas gramaticales implícitas y explícitas y los sentidos culturales, cuya correspondencia con las propiedades de medida es desconocida. Como casi toda la medida sociológica, particularmente en el estudio de la acción social, es arbitraria, no podemos permitirnos desconocer los tres medios –el lenguaje, los sentidos culturales y las propiedades de los sistemas de medida-por los que formulamos categorías derivadas teóricamente o categorías ad hoc y las enlazamos con las propiedades observables de objetos y hechos. Así pues, todo serio interés por la medición sociológica exige estudiar los elementos independientes y relacionados del lenguaje, los sentidos culturales y los postulados de medida. Cada uno de estos tres medios obra como una «rejilla» para definir ciertas formas de «datos» y permitir que la atraviesen hacia el observador38. Cada «rejilla» se convierte en un «filtro» de lo que llegamos a percibir e interpretar como referente,

36

Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 167. 37

Ibíd. 38

La noción del lenguaje como «rejilla» está sacada de la obra de Kenneth L. PIKE. V. sus libros The Information of American English (University of Michigan Press), Ann Arbor, 1945; y Language in Relation to a Unified Theory of the Structure of Human Behavior (Summer institute of Linguistics), Glendale, 1955.

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su significación y su categoría lógica como dato. Cada «rejilla» o medio conforma o influye nuestra percepción e interpretación de nuestras experiencias científicas y vulgares39. Comenzamos con la noción de medida como «rejilla» o «filtro». El problema de establecer clases de equivalencias, necesarias para la medida, no puede entenderse como independiente de los problemas del lenguaje y de los sentidos culturales. La equivalencia lógica, como condición crítica de la medida, tiene sus propias formas lingüísticas, pero está relacionada también con el lenguaje y los sentidos de la vida cotidiana y, por consiguiente, de la investigación sociológica. Se hemos de entender por qué la teoría implícita y el métodos se transforman en la calidad de medida formal, tenemos que estudiar la relación entre el lenguaje común y el de la equivalencia lógica. EL LENGUAJE DE LA MEDIDA las medidas actuales tienen sus fundamentos en la lógica formal, la teoría de conjuntos y sus derivaciones. En las referencias antes citadas puede verse una idea de los axiomas y de las definiciones utilizadas para establecer escalas de medida. Ahora aludiré sólo a unas cuantas propiedades elementales de los sistemas de medida para ilustrar cómo nuestra descripción y estudio de los hechos sociales están influidos por el lenguaje de la medida. El paso de los valores veritativos a los números reales / de las escalas nominales a las escalas de razón) constituye la base de la medida, tal como se le conoce tradicionalmente. Utilizando una operación binaria se muestra cómo podemos hacer conexiones de manera que, además de p o q, tomadas independientemente, puede constituirse también la reunión de p-y-q, junto con otros conectivos diversos. Puede mostrarse que nociones como espacio-propiedad o espacio-atributo son simples enunciados o proposiciones compuestas, formadas de proposiciones elementales y conectivos binarios o de orden superior. Así, dos atributos X e Y pueden relacionarse con la existencia o carencia de ciertas propiedades o dicotomías, como altos o bajos ingresos o mucha o poca religiosidad. Esta dicotomía, desde luego, puede generalizarse, como se indicó antes, en un tipo de clasificación de muchas propiedades en correspondencia con la lógica p-valente y los atributos multidimensionales. Lo cual equivale a establecer una correspondencia entre las leyes del cálculo proposicional y los hechos socio-culturales. Dos nociones de este sistema lógico son especialmente decisivas en cuanto a la introducción de la medida en sociología. La primera atañe a la proposición compuesta, porque la proposición misma puede ser «verdadera», independientemente del valor veritativo de sus partes constitutivas. Por ejemplo,

39

El lector reconocerá que mi empleo de la noción de «rejilla» es otra forma de enunciar la hipótesis Salir-Whorf. Se verán más comentarios y consecuencias al final del capítulo a través de todo el libro.

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la creación de una clase de objetos, denominándola, según cierto atributo, «republicanismo» o «punto de vista demócrata» y la clasificación de objetos o personas dentro de tal categoría, aun sabiendo que son homogéneos, que no son idénticos en cuanto a lo «republicano», es decir, en cuanto a lo mucho «creen» o tienen «fe» en los «principios» o «política» del partido republicano. La segunda noción, obviamente, es una extensión de la primera. Nos proporciona la noción de equivalencia lógica o, simplemente, equivalencia40. La fijación de clases de equivalencias cosifica el medio de objetos en estudio, suponiendo que su delimitación y, por consiguiente, sus elementos son conocidos, pero el establecimiento de clases de equivalencias nos permite también ordenar los hechos por contar, describir, clasificar o medir. Nuestro lenguaje cotidiano está lleno de supuestas clases de equivalencias. Por ejemplo, cuando hablamos de personas como tipos sociales, empleamos a menudo términos como «tonto» o «interesante», «divertido» o «aburrido», «hipocondríaco» o «íntegro», etc. La utilización de estos términos da a entender que la clase de objetos llamada «personas» puede dividirse en un conjunto de clases de equivalencias según ciertos criterios o «reglas». Los procedimientos de Lazarsfeld y Barton suponen que tiene sentido formular una correspondencia entre las categorías sociales utilizadas por los sujetos y las relaciones lógicas que se emplean al establecer las clases de equivalencias necesarias para clasificar y medir. Recordemos el supuesto de Lazarsfeld y Barton de una «continuidad lógica desde la clasificación cuantitativa hasta las formas más rigurosas de medición». Las propiedades de la interacción social cotidiana, según Lazarsfeld y Barton, se corresponden con las leyes supuestas en la lógica y en la teoría de conjuntos. Por ejemplo:

1. Si queremos establecer leyes que se correspondan con el modo en que los actores manejan sus asuntos cotidianos (es decir, las «reglas» y valores por los que orientan su conducta, los procesos que se cumplen al asumir el papel del otro y de definir la situación), hemos de demostrar que las tres propiedades que definen la equivalencia lógica (reflexividad, simetría y transitividad) son aplicables a las relaciones sociales cotidianas sin tergirversar su sentido teórico y sustancial.

2. Nuestras teorías deben generar las propiedades lógicas que se suponen válidas para las clases de equivalencias lógicas. Las categorías que empleamos para clasificar las propiedades empíricas de nuestros actores imaginarios son valores limitados en cuanto a los deterministas finitos de todo o nada) que pueden asumir. Las propiedades lógicas que se suponen aplicables y se imponen a los conceptos y datos definen los límites del «valor veritativo» o significación de una propiedad determinada imputable al actor.

40

La equivalencia lógica supone que son válidas las leyes siguiente de la lógica: la ley reflexiva (A equivale a A); la ley simétrica (A equivale a B significa que B equivale a A); y la ley transitiva (A equivale a B y B equivale a C significa que A equivale a C). se dice que dos conjuntos finitos (M y N) son equivalentes «si sus elementos pueden ser relacionados de tal manera que a cada elemento de M corresponda un elemento, y sólo uno, de N, y a la inversa»: Joseph BREUER: Introduction to the Theory of Sets, trad. por H. F. Fehr (Prentice-Hall), Englewood Cliffs, N. J., 1958, pág. 13.

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3. Lastres leyes necesarias para la equivalencia determinan las condiciones con las cuales puede suponerse la equivalencia de objetos y hechos en las estructuras sociales y con las cuales, por tanto, pueden ponerse en correspondencia con los números naturales de manera que se haga posible una operación de cálculo.

4. Pero estos tres supuestos de equivalencia no tienen en cuenta el carácter temporal de los objetos y hechos socio-culturales. ¿Es A igual a A invariablemente con el cambio de la escena social, del medio social y al cambiar la definición de la situación? El tiempo que mide el reloj depende del tiempo vivido, en el sentido de que las horas h1 y h2 pueden ser definidas de modo diferente por los actores de la escena social, aun cuando un observador exterior pueda calificar de idénticas las dos situaciones con respecto a cierto conjunto de variables estructurales y locativas.

5. Las definiciones, los cálculos, la medida de la natalidad, de las mortalidad, de la nupcialidad, divorcio y delincuencia de un tipo particular suponen los tres supuestos lógicos necesarios para las clases de equivalencias; y estas relaciones lógicas están supuestas en el registro oficial de un conjunto de acciones sociales clasificadas dentro de una categoría socio-jurídica. La importancia sociológica de estas categorías debe decidirse por motivos teóricos y metódicos; su calidad de datos no es automática. Sin embargo, está claro que, independientemente del sociólogo y de sus teorías y métodos, existen condiciones por las cuales las categorías socio-jurídicas de la vida cotidiana admiten relaciones de equivalencia y operaciones exactas de cálculo. Estas condiciones suponen cierto conocimiento o cierto fundarse en una cultura común compartida.

6. Pero los objetos y hechos que cuentan las categorías socio-jurídicas son proposiciones compuestas, en el sentido de que no todos los elementos en su forma agradada son idénticos, esto e, tienen el mismo valor veritativo, y ello es particularmente cierto respecto de los matrimonios, divorcios y delitos. Es cierto que podemos tratar cada matrimonio, divorcio y algunos delitos como equivalentes en condiciones limitadas, aunque muchos dudarían de la utilidad teórica y sustancial de ciertas combinaciones o agrupaciones. Los sociólogos reconocen claramente que es inadecuada una lógica bivalente. Comienzan por preguntarse si son diferentes las edades de las parejas o de los delincuentes, si hay diferencias de religión, ocupación, instrucción, etc. Estas cuestiones adicionales cualifican la inicial relación de equivalencia que se impone al tratar como idéntico cada divorcio o matrimonio o delito para fines de cálculo en las actividades socio-jurídicas. Pero sin más ideas explícitas, teóricas y sustantivas que orienten nuestros actos, el lenguaje de la medida nos obliga a emplear clases de equivalencias que pueden cosificar o tergiversar arbitrariamente nuestras ideas y datos.

7. Suponiendo que la percepción y la interpretación por el actor de cierto conjunto de hechos o medio de objetos varía con las condiciones típicas y peculiares del contacto social; y asumiendo el papel del otro durante la interacción, no podemos suponer automáticamente la existencia en nuestra teoría y datos de clases de equivalencias que cumplan con las leyes

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reflexiva, simétrica y transitiva. La noción de asunción de papel, como función de lo que el actor lleva al escenario social, y como cierta serie de contingencias que se despliegan durante la acción social, exige que distingamos entre clases de equivalencias de calidad estática (por ejemplo, los estudios de cuestionario que revelan datos sobre la etnia, la ocupación, los ingresos, etc.) y los nuevos procesos (por ejemplo, las ideas y los actos producidos durante la misma acción social, y que se verifican conforme a condiciones en desarrollo de la escena social). La adhesión pública a las ideas vulgares, a los valores o a las ideologías pueden no reflejarse en las respuestas que pueden darse mediante un cuestionario cerrado. Un procedimiento corriente es correlacionar las variables estructurales y locativas con atributos de proceso social. Por ejemplo, la edad, el sexo, la residencia, los ingresos o la instrucción, por una parte, con las actitudes ante los grupos étnicos o las preferencias políticas, por otra. Es el lenguaje de la medida (en su sentido genérico) el que impone las necesarias clases de equivalencias, no los conceptos teóricos.

8. Una consecuencia peligrosa de la medida arbitraria es que las escalas de medida suponen relaciones lógicas que pueden no corresponderse con nuestras teorías implícitas. Idealmente, nos gustaría que nuestras teorías originasen propiedades numéricas en correspondencia con las escalas de medida y sus postulados. Nuestras teorías implícitas no generan propiedades numéricas, excepto después de haberse transformado en explícitas: después de que el lenguaje de la medida les haya impuesto cierta escala de medida o conjunto de relaciones lógicas o cierto conjunto de categorías arbitrarias o semiteóricas.

9. Otra consecuencia de los actuales procedimientos de clasificación y de la selección y combinación de indicadores puede verse en el perfeccionamiento progresivo de las categorías de clasificación e indicadores, de manera que los datos se transforman progresivamente o se les da una apariencia cuantitativa. Cada operación se calcula para transformar los datos en un conjunto comparado de clases de equivalencias que, en el lenguaje de las encuestas, puedan ser «especializadas», ciertas variables puedan «eliminarse», y semejantes. Este vocabulario quiere transmitir la noción de medida rigurosa, aunque, por lo general, el investigador es plenamente consciente de su carácter arbitrario. No obstante, sigue habiendo el peligro de que el vocabulario reemplace la búsqueda de explicaciones teóricas para una clasificación que suponga reflexividad, simetría, transitividad y las demás propiedades fundamentales para los sistemas de medida. Toda decisión metódica supone cierto equivalente teórico, aunque nuestro presente estado de conocimientos pueda no ser adecuado para determinar con precisión cuál sea la correspondencia.

MEDICIÓN DE LOS HECHOS SOCIALES FRENTE A LA ACCIÓN SOCIAL

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Los sociólogos están acostumbrados a distinguir entre estructura y proceso, estructura social y acción social, normas institucionalizadas y definiciones variables de la situación, y semejantes. Atributos como la edad, el sexo, la natalidad, la mortalidad, los ingresos, la instrucción, el tamaño de la localidad, la dispersión geográfica de la industria o de la agricultura o de la población, el volumen de la inmigración y emigración, y así sucesivamente, son considerados típicamente como «obvios» y se los mide fácilmente, aunque problemas de carácter técnico puedan arrojar grados diversos de error. El antropólogo estudia también a menudo el parentesco de la misma manera, particularmente, en su sentido formal, a través del diagrama de organización social; se supone que es «obvio» y de fácil análisis. Ciertos tipos de valores «dominantes» y normas o «temas» o sistemas de creencias se consideran también típicos y bastante estables, de manera que no se ve dudosa su clasificación en relación con las condiciones de la acción social. La determinación empírica del parentesco y de los valores y normas dominantes depende con frecuencia de las preguntas hechas en términos estáticos, que no hacen dudosa la profesión ni el cumplimiento de las normas y de los valores. Surgen graves problemas de medida cuando el interés del sociólogo por las variables que se miden más fácilmente se asocia al interés por mostrar la relación entre las variables estructurales o locativas y los atributos culturales (a los que es difícil destinar y asignar números). Hay dificultades cuando trata de emplear las escalas de medida utilizadas en los estudios de distribución y cambio de la natalidad y la mortalidad, la edad cronológica, los ingresos, etc., para estudiar los grupos de referencia, asunción de papel, actitudes y valores mantenidos por el actor, la definición por éste de la situación, su ideología política, los valores e ideología de una colectividad, los atributos conductivos y verbales de conformidad, las actitudes ante el tamaño de la familia, las ideas sobre la migración o la localidad de residencia y semejantes. La obra de Lazarsfeld supone que lo cierto para variables más fácilmente cuantificables es cierto también respecto de los atributos cualitativos o culturales. Hay poca duda de que tiene razón, y sus indicaciones son parte esencial de la investigación sociológica si insistimos en las escalas tradicionales para medir las propiedades de los objetos o hechos, tanto cualitativos como cuantitativos. También se plantean problemas de medida cuando el sociólogo decide atribuir a ciertas condiciones reales la calidad de atributos culturales. Por ejemplo, podemos querer considerar la edad como un atributo imputado por uno o más actores a otro, cuando estas imputaciones se basan en el aspecto físico, en gestos verbales y no verbales y en definiciones culturales de la juventud. Podemos considerar de la misma manera los ingresos: como atributo imputado a otros o proyectado como aspiración personal. Y lo mismo puede decirse de la instrucción, el sexo (imputaciones de virilidad o de homosexualidad), la inteligencia, la raza, el color, la sensación de densidad de población, la localidad de residencia, la ilegitimidad, el incesto, etc.

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La medida de los hechos sociales supone a menudo que obran ciertos atributos conductivos, de valor o ideológicos. Así, suponemos que el cruce de las amistades (la pertenencia a grupos primarios) con el hábito de voto de los individuos mostrará la influencia de aquélla sobre éste. Podemos correlacionar también los ingresos con el voto, la religión con el voto, los ingresos con la fecundidad, la edad con la religión, cierta medida de clase con las ideologías, los valores o aspiraciones expresos, o con indicadores de acción social regularizada cuyo carácter no sea dudoso. El supuesto de que los hechos sociales pueden correlacionarse con la acción social es tan razonable como necesario en una variedad de condiciones de investigación. Cualquier otra suposición evitaría toda forma de estudio sistemático. Por otra parte, para ciertos fines podría convenir descartar este supuesto, atribuyendo calidad dudosa a las variables o condiciones reales, o estructurales, o locativas. Podemos ver un ejemplo en el artículo de Bennett Berger: «How Long is a Generation?»41, que considera la edad cronológica como atributo cultural, creando un nuevo conjuntos de problemas. Un motivo importante para descartar el supuesto a priori de que la acción social regularizada lo invariable determina las variables reales, o estructurales, o locativas es que cuando más compleja y variada sea una sociedad o sistema de relaciones sociales, tanto más pluralistas serán sus valores o ideologías o normas, y tanto menos probable será que tales variables obren de manera determinista. Ello es particularmente importante si los sistemas aceptables de medida suponen una base axiomática determinista. Si suponemos que las condiciones reales pueden calificarse de acción social regularizada (empíricamente investigable) con propiedades invariables o propiedades biológicas invariables, y si podemos considerar las variables estructurales o locativas como consecuencia de esta acción social regular ()empíricamente investigable) –consecuencias, por tanto, cuya probabilidad es muy elevada-, no podremos dejar de atender a las condiciones teóricas, metódicas y empíricas en las cuales suponemos que ha de atribuirse, o calidad determinista (que incluiría la probabilista), o calidad nueva a las variables reales, estructurales, locativas y culturales. Puede ser apropiado preguntarnos si hay una clase más amplia de medidas que no tenga su base en las operaciones lógicas y de teoría de conjuntos, pero en los que estos últimos tipos de condiciones deterministas sean su subconjunto de algún concepto más general de medida. Los sistemas lógicos y las matemáticas superiores que tratan de las estructuras finitas suponen la ley de contradicción y la ley del tercio excluso, o lo que Weyl llama concisamente la regla finita42. La base de la medida en ciencias naturales descansa en estructuras matemáticas que suponen coherencia en los axiomas (que no se darán al mismo tiempo a y no-a) e integridad (complétense: que, o habrá a, o habrá no-a), pero en estas

41

British Journal of Sociology, XI (marzo 1960), 10-23. 42

Herman WEYL: Philosophy of Mathematics and Natural Science (Princeton University Press), Princeton, N. J., 1949, pág. 15.

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estructuras, dice Weyl, integridad no significa simplemente que se establezcan «normas procesales de prueba que pueda demostrarse lleven a resolver todo problema pertinente»43. Por el contrario, ha de descubrirse el procedimiento deductivo, basándonos en la interpretación: no está hecho. Pero, ¿qué ocurre con los sistemas matemáticos que no están compuestos por los símbolos de un juego que se realiza según normas fijas? En su obra sobre «intuicionismo» frente a «formalismo», Brouwer descubría la posibilidad de sistemas matemáticos alternativos o de teorías más generales, entre las cuales el enfoque axiomático podría no ser más que uno entre muchos sistemas44. Véase esta explicación de Weyl:

La lógica clásica de proposiciones, como la formalizada por G. Frege y, después, por Russell y Whitehead en Principia Matemática, se basa en el presupuesto de que una proposición hace una pregunta a cierto ámbito de la realidad, cuyos hechos responden con un si o no claros, según la proposición sea verdadera o falsa. Hasta la época de Principia Matemática, todos creían, o al menos esperaban, que las proposiciones matemáticas fuesen de este carácter, sin dejar espacio a imprecisiones como las que se manifiestan en las expresiones modales «posible», «quizá», y semejantes45. El supuesto fundamental de la estricta alternativa de verdadero o falso, característica de la lógica clásica, no da lugar a salvar el abismo con «quizá» o «posiblemente». Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, la mayor parte de las afirmaciones que tienen un significado vital para nosotros y para nuestros comunicantes no son de este carácter riguroso. Un color determinado puede ser más o menos gris, en vez de puro negro o puro blanco. Podemos ver demasiado arbitrario o incluso imposible fijar límites ecactos en un continuo. Los ejemplos con mucho más importantes los tenemos en las afirmaciones sobre el futuro. Una pregunta de esta especie, como: «¿Estallará una guerra a gran escala en Europa el año que viene?», no apunta a verificación por realidad alguna y, no obstante, se la discute y estima justo ahora, más bien en aspectos como los de posible, probable o inevitable que en los de verdadero o falso46.

Al desafiar la ley del tercio excluso, Brouwer ofrece la base para superar el sistema matemático completamente formalizado, permitiendo, sin embargo, la creación de modelos que correspondan a las imprecisiones de la vida cotidiana. Weyl expone la posibilidad de emplear diferentes sistemas matemáticos según la estructura –en este caso- del mundo físico. Y cita el ejemplo de la física cuántica:

43

Idem, págs. 24. 44

Idem, págs. 50-54 y 65. V. además el capítulo de WEYL: «The Ghost of Modality» en M. FARBER (ed.): Philosophical seáis in Memory of Edmund Husserl (Harvard University Press), Cambridge, 1940, págs. 278-303. 45

«The Ghost of Modality» loc, cit., pág. 278. 46

Idem, pág. 287, subrayado en el original.

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Volvemos a encontrar en la constitución simbólica de una disciplina, ahora la física cuántica, cierta parte de la cual puede decirse precisamente que es su lógica. Cada terreno del conocimiento, cuando se concreta en teoría formal, parece encerrar su lógica intrínseca que es parte del sistema simbólica formalizado y esta lógica, hablando en general, diferirá en terrenos diferentes47. Si la historia se hace alguna vez madura para la fase de la construcción simbólica teórica, no sorprenderá que, en forma simbólica, represente un papel eminente, en una intrínseca «lógica de la historia», esta posibilidad inherente a nuestra misma existencia, en la que insistí en el epígrafe II, y cuya profundidad resonaba en la última cita de Heidegger: «Die Möglichkeit als Existential ist die ursprügliche und letzte positive ontologische Bestimmung des Daseins», traducido: «La posibilidad, como un existencial, es la última determinación ontológica positiva y la más originaria de la existencia». Pero el ejemplo de la física cuántica debe advertirnos contra toda tentativa de predecir a priori cómo será la lógica simbólica de la historia…, si es que llega a haberla alguna vez. Podemos esperar también que cambie toda la situación pasando de la lógica de proposiciones a una verdadera lógica de comunicaciones. Las proposiciones, o son impersonales, o implican solamente un yo del cual irradian; las comunicaciones se desenvuelven entre un yo y un tú existenciales. Las promesas, las preguntas, las órdenes..., habrán de tratarse en esta lógica48.

Mi breve exposición de las modalidades y del problema general de considerar como deterministas o indeterministas las variables reales, estructurales, locativas y culturales quiere llamar la atención del sociólogo sobre las posibles virtudes de las modalidades como base para la medida cuando nuestras teorías no son más que implícitas y la conducta social es contingente a la acción. Por otra parte, no podemos evitar los peligros de imponer sistemas de medida deterministas a conceptos teóricos implícitos. Considerar como cuantitativas las variables porque los datos se expresen en forma numérica, o por parecer más «científico», no nos da

solución a los problemas de la medida, sino que los elude en gracia a la medida arbitraria. Esta no debe servir para excusarnos de examinar y revisar la estructura de nuestras teorías, de modo que nuestras observaciones, descripciones y medida de las propiedades de los objetos y hechos sociales tengan exacta correspondencia con lo que creemos ser la estructura de la realidad social. CONCLUSIONES

47

Idem, pág. 299. 48

Idem, pág. 303. Cfr. Un tipo de aplicación de la lógica modal al estudio de las propiedades formales de las normas, en A. R. ANDERSON y O. K. MOORE: «The Formal Análisis of Normative Concepts», American Sociological Review, 22 (febrero 1957), 9-17.

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Comenzaba este capítulo entendiendo la medida como un problema de la sociología del conocimiento. Hay varias maneras de expresar esta idea de la medida. Los sentidos culturales y lingüísticos pueden considerarse en sociología del conocimiento como problemas que establecen las condiciones de la medida exacta en sociología. Todavía son medios relativamente desconocidos, con los que logra cierta correspondencia entre cierto conjunto de realidades, un conjunto de categorías de medida y de conceptos teóricos. En el capítulo VIII haremos una exposición más detallada de los sentidos culturales lingüísticos, considerados como otro conjunto de métodos sociológicos. Ahora limitaré mi explicación a la significación posible de la hipótesis Sapir-Whorf para la consideración de la medida como problema en sociología del conocimiento. He aquí una cita:

La idea esencial de la hipótesis Sapir-Whorf es que el lenguaje funciona, no simplemente como un recurso para informar de la experiencia, sino también, y de modo más importante, como medio de definir la experiencia para sus hablantes. Sapir (1931, 587) dice, por ejemplo:

«El lenguaje no es meramente un inventario más o menos sistemático de las diversas experiencias que parecen importante al individuo, como con tanta frecuencia se supone ingenuamente, sino que es también una organización simbólica creativa, independiente, que no sólo se refiere a una experiencia en gran parte adquirida sin su contribución, sino que en realidad nos define la experiencia, por causa de su integridad formal y porque nosotros proyectamos inconscientemente en el terreno de la experiencia sus expectativas implícitas. En este sentido, el lenguaje es muy semejante a un sistema matemático, que informa también de la experiencia, en el sentido más verdadero de la palabra, sólo en sus comienzos más primitivos; pero, conforme pasa el tiempo, se perfecciona en sistema conceptual independiente, que prevé toda posible experiencia conforme a ciertas limitaciones formales aceptadas…[El sentido] no tanto se descubre en la experiencia, como se impone a ella, por causa del tiránico dominio que ejerce la forma lingüística sobre nuestro entendimiento del mundo».

Whorf desarrolla la misma tesis, diciendo (1952, 5):

«Que el sistema lingüístico (con otras palabras, la gramática) de cada lengua no es un mero medio de reproducción para expresar las ideas, sino que es por su parte conformador de las ideas, programa y guía de la actividad mental del individuo, de su análisis de las impresiones, de la síntesis que se hace de sus existencia mentales… Desmenuzamos la naturaleza siguiendo las líneas establecidas por nuestra lengua materna. Las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no los encontramos n él porque se planten de cara a todo observador; al contrario, el mundo se presenta en un flujo proteiforme de impresiones que han de ser organizadas por nuestra mente, y ello significa, en gran parte, por los sistemas lingüísticos de nuestra mente».

Estas frases, si son ciertas, hacen evidente que el lenguaje representa un gran e importante papel en la totalidad de la cultura. Lejos de ser simplemente una

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técnica de comunicación, es en sí un medio para dirigir las percepciones de los hablantes, suministrándoles los modos habituales de analizar la experiencia en categorías significativas49.

La hipótesis Salir- Whorf sugiere que consideremos el lenguaje de la medida como derivación de nuestra idea del mundo físico y del carácter de los sistemas lógicos y matemáticos. Por tanto, la ciencia y el método científico como medios de considerar y adquirir conocimiento sobre el mundo en torno proporcionan, a quienes aceptan sus principios, una gramática que no es mero instrumento reproductor para explicar en qué consiste el mundo, sino que también conforma nuestras ideas sobre cómo es el mundo, a menudo con exclusión de otras maneras de considerarlo. Así pues, el lenguaje, y los sentidos culturales que indica, tergiversa y oblitera, obra como un filtro o rejilla de lo que pasará por conocimiento en una época determinada. De modo semejante, los sentidos culturales sobre la inmortalidad, la causación, los hechos físicos, los hechos sociales, los hechos biológicos, la belleza, la fealdad, el dolor, el placer, y semejantes, tienen su propia gramática, que puede ser expresada o influida por el lenguaje. En una tesis doctoral reciente, de Warren O. Hagstrom50, podemos ver una manera más concreta de señalar cómo la ciencia puede llegar a ser un problema en sociología del conocimiento e influir lo que pase por medida. Si compartimos el interés de Hagstrom por cómo la ciencia dirige el pensamiento de quienes se ocupan en ella, por la manera como los colegas influyen sobre las decisiones, por ejemplo, sobre qué problemas parecerán dignos de estudio, qué técnicas deben adoptarse, cómo medir los hechos y entenderlos, cómo enunciar y publicar los resultados y qué teorías y resultados serán aceptables, el conocimiento científico constituirá una gramática, entre otras, para explicar y considerar el mundo. Pero ello significa también que, cuando decidimos actuar dentro de la comunidad científica, el tipo de opción que se tome estará limitado por los tipos de regulaciones que describe Hagstrom. Los sociólogos que trabajan dentro de la comunidad científica, o al menos los que se identifican con sus fines y métodos de regulación, podrán considerar como inaceptable una comunidad alternativa de estudiosos y tratarán de proscribirlo o de desacreditar sus obras. Este es un peligro de la ciencia, que han explicado muchos autores (Hagstrom, entre otros): la regulación de las actividades y del pensamiento científicos puede establecer límites a ciertas clases de teorías, métodos y descubrimientos, por causa de los métodos prevalentes de regulación y por la imperfecta organización de la ciencia como sistema libre y de propia rectificación del pensamiento. La medida en sociología está afectada directamente por la ciencia y la tecnología moderna a través de otra serie más de actividades. Repárese en esto: la estructura de la sociedad moderna refleja la racionalización de la vida cotidiana por medio de sus instituciones burocráticas. Los idealizados fines de eficacia y racionalidad se corresponden con la idea físico-matemático-lógica del mundo; los sistemas de archivo y automatización de la burocracia moderna compendian estos fines. No es casual, por tanto, que las medidas empleadas por los sociólogos tengan su utilización más intensa al aplicarse a los datos producidos por la burocracia moderna. Las mismas condiciones para ordenar e informar de los datos sobre las actividades societarias de gran escala les

49

Harry HOIJER (ed.): Language in Culture (University of Chicago Press) Chicago, 1954, págs. 93-94. V. también B. J. WHORF: Lenguage, Thought and Reality (ed. Por J. B. Carroll, Wiley y Technology Press), Nueva York, 1956. 50

«Social Control in Modern Science», tesis doctoral en Filosofía inédita, Departamento de Sociología, Universidad de California-Berkeley, 1963.

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han incorporado los supuestos que aseguran un resultado cuantitativo, independientemente de la estructura de los actos sociales originariamente observados e interpretados. Las condiciones sociales de nuestra época proporcionan una serie de definiciones a los burócratas –dictadas fundamentalmente por consideraciones de eficacia y practicismo- para organizar las experiencias de sus cotidianas actividades laborales. Esas definiciones pueden verse en los tradicionales sistemas de medida que comienzan por la simple existencia o inexistencia y el paso a los números reales y escalas de razón. Por ello, lo que veneran los sociólogos como «datos» es, en su mayor parte, resultado de actividades organizadas burocráticamente, por ejemplo, la oficina del censo, la oficina de estadísticas demográficas o los organismos correccionales, de previsión e industriales. Las muchísimas percepciones e interpretaciones que entran reunidas en tales datos se pierden invariablemente para el lector o usuario de tales documentos. Los rasgos cuantitativos tienen que ser aceptados porque sí. El que aún los datos de hecho estén sujetos a percepciones e interpretaciones que pueden variar según el historial del actor, la ocasión de su recogida, las normas explícitas o implícitas empleadas para decidir la significación de los objetos o hechos categorizados y el lenguaje enunciado y los sentidos tácitos que fueron pertinentes para el observador particular significa que éstas son variables que considerar al apreciar la pertinencia e importancia de tales datos. Aunque el personal de los organismos utilice estos «datos» como reales, por ejemplo, cuando los catedráticos o directores de instituto examinan las calificaciones de un alumno, estimando su rendimiento general para recomendarlo a una universidad o Facultad, el interés significativo del sociólogo no es meramente qué correlaciones o interrelaciones generales existen entre los datos «objetivos», sino cómo este personal burocrático los interpreta y actúa de acuerdo con ello. Es el conjunto de reglas utilizadas para interpretar tal información lo que demostrará la significación de estos datos para originar una acción ajustada. Cualesquiera correlaciones efectivas pueden ser artificios impuestos por los procedimientos de cuantificación. El que las actividades organizadas burocráticamente empleen invariablemente un sistema de clasificación y ordenación que proceda de la lógica bivalente o p-valente significa que hemos impuesto ya un sistema de medida, independientemente de lo que tales datos pudieran «significar» si no se hiciesen tales imposiciones. En el escueto lenguaje de Coombs, estamos cogidos en el «dilema» del sociólogo que impone un sistema consistente de medida, aunque no está seguro de su justificación. El investigador, dándose cuenta o no, se ha escondido tras la fachada de un conjunto de condiciones –la organización burocrática- que aseguran que se producirán datos cuantitativos. Al dar por supuestos tales datos y venerarlos por sí mismos. El sociólogo subvierte sus teorías en gracia al «rigor» que se supone deriva automáticamente del respeto a ellos por encima de todo. Este es un curioso problema de la sociología del conocimiento. Los mismos rasgos de una sociedad secularizada, la racionalización de la vida cotidiana, se han hecho objeto de estudio para el sociólogo, pero se han convertido también en su prisión. Esta en la peculiar posición de estudiar las condiciones de la vida cotidiana, pero sus datos son resultado de esas condiciones. Además del sentido lingüístico y cultural, los mismos sistemas de medida o las regulaciones que ejerce la organización de la ciencia moderna, hay otro problema que muchos sociólogos descartarían sin más. Pienso en si la misma sociología del conocimiento se rige por normas científicas de procedimiento o si lo debemos considerar como una especie más de ideología. Podemos considerar el dogma religioso y la ciencia, tanto ideologías como cuerpos de conocimiento, cada uno de ellos con sus propios

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supuestos teóricos, métodos y reglas para admitir proposiciones51. Por ello, los problemas de la medida pueden considerarse desde la perspectiva de la sociología del conocimiento: el mundo de lo observable no «esté ahí» simplemente, para describirlo y medirlo con las medidas de la ciencia moderna, sino que la evolución de los hechos históricos y de las ideologías de una época determinada pueden influir lo que «está ahí» y cómo se han de entender, estimar, explicar y medir estos hechos y objetos. Nos queda por atender a los problemas del lenguaje cotidiano, el sentido cultural y el lenguaje de la medida en la realización de la investigación sociológica; en particular, la correspondencia entre cierto conjunto de realidades y las categorías teóricas de la medida. Al examinar diversos métodos, eludiré el problema de si representan ideologías particulares o doctrinas científicas o no científicas. Consideraré cada método como práctico para alcanzar cierta forma de conocimiento sobre el mundo social.

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V. en Félix KAUFMANN: Methodology of the Social Sciences (Oxford University Press); Nueva York, 1941, una explicación sobre cuerpo de ciencia.

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