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1 El odio como discurso político y su impacto en la construcción de paz: el caso del plebiscito por la paz Ana Elena Abello Jiménez Debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa, Camilo Torres Restrepo. Resumen Los resultados del plebiscito confirmaron la polarización que existía en Colombia y que fue incrementada por las campañas del plebiscito. Este trabajo se cuestiona sobre el rol que tuvieron las emociones en el plebiscito, si existieron discursos de odio en sus campañas, si, dado que los discursos de odio son un límite jurídico a la libertad de expresión, se podría limitar este derecho en esta clase de contextos, y qué impacto tendrían estos discursos en la construcción de paz. Para responder estos interrogantes, asumimos un enfoque interdisciplinario que aborda el odio desde una perspectiva psicológica, narrativa y jurídica. Se utilizaron los datos obtenidos en un proyecto realizado por estudiantes de la Maestría en Construcción de Paz: memes recolectados durante las campañas del plebiscito, resultados de una encuesta virtual sobre la intención de voto y los prejuicios en dichas campañas, así como un estudio realizado por Acceso Intelligence to Shine sobre el comportamiento en twitter relacionado con las campañas del plebiscito. También realizamos entrevista a tres académicos que han abordado el tema de las emociones y la política. De los resultados concluimos que, la polarización más que de ideas, es de emociones, por eso estas jugaron un papel fundamental. La rabia y el miedo caracterizaron al NO, y la esperanza y la solidaridad caracterizaron al SÍ. Sin embargo, ambas campañas utilizaron discursos de odio. Los del NO utilizaron el castrochavismo y los del SÍ el guerrerismo como principales estereotipos. Esta batalla emocional se libró prioritariamente en medios y redes. Aunque el discurso de odio - en sentido estricto- constituye un límite a la libertad de expresión, el asunto, más que jurídico, es de conformación de la convivencia social. Por esta razón, las emociones requieren y exigen reflexión para que las personas se cuestionen sobre el origen de sus opiniones y las de los otros. Se afirma que un diálogo abierto y reflexivo sobre las emociones es indispensable para la construcción de paz, pues es lo único que permite que no se reproduzcan las dinámicas discriminatorias planteadas en los discursos de odio. Conceptos clave: Odio, emociones, plebiscito, libertad de expresión, construcción de paz. 1. Planteamiento y justificación del problema Colombia ha sufrido el conflicto armado por más de cinco décadas. En agosto de 2016, después de cuatro años de diálogos, se informó que el Gobierno y las FARC habían alcanzado el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera. Este acuerdo sería sometido a plebiscito para su aprobación. Cualquiera pensaría que esto sería causa de regocijo. Sin embargo, mientras las partes del conflicto armado lograban lo impensable, la ciudadanía, liderada por los políticos, se involucró en una

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El odio como discurso político y su impacto en la construcción de paz:

el caso del plebiscito por la paz

Ana Elena Abello Jiménez

“Debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa”,

Camilo Torres Restrepo.

Resumen

Los resultados del plebiscito confirmaron la polarización que existía en Colombia y que fue

incrementada por las campañas del plebiscito. Este trabajo se cuestiona sobre el rol que

tuvieron las emociones en el plebiscito, si existieron discursos de odio en sus campañas, si,

dado que los discursos de odio son un límite jurídico a la libertad de expresión, se podría

limitar este derecho en esta clase de contextos, y qué impacto tendrían estos discursos en la

construcción de paz. Para responder estos interrogantes, asumimos un enfoque

interdisciplinario que aborda el odio desde una perspectiva psicológica, narrativa y jurídica.

Se utilizaron los datos obtenidos en un proyecto realizado por estudiantes de la Maestría en

Construcción de Paz: memes recolectados durante las campañas del plebiscito, resultados de

una encuesta virtual sobre la intención de voto y los prejuicios en dichas campañas, así como

un estudio realizado por Acceso Intelligence to Shine sobre el comportamiento en twitter

relacionado con las campañas del plebiscito. También realizamos entrevista a tres

académicos que han abordado el tema de las emociones y la política. De los resultados

concluimos que, la polarización más que de ideas, es de emociones, por eso estas jugaron un

papel fundamental. La rabia y el miedo caracterizaron al NO, y la esperanza y la solidaridad

caracterizaron al SÍ. Sin embargo, ambas campañas utilizaron discursos de odio. Los del NO

utilizaron el castrochavismo y los del SÍ el guerrerismo como principales estereotipos. Esta

batalla emocional se libró prioritariamente en medios y redes. Aunque el discurso de odio -

en sentido estricto- constituye un límite a la libertad de expresión, el asunto, más que jurídico,

es de conformación de la convivencia social. Por esta razón, las emociones requieren y exigen

reflexión para que las personas se cuestionen sobre el origen de sus opiniones y las de los

otros. Se afirma que un diálogo abierto y reflexivo sobre las emociones es indispensable para

la construcción de paz, pues es lo único que permite que no se reproduzcan las dinámicas

discriminatorias planteadas en los discursos de odio.

Conceptos clave: Odio, emociones, plebiscito, libertad de expresión, construcción de paz.

1. Planteamiento y justificación del problema

Colombia ha sufrido el conflicto armado por más de cinco décadas. En agosto de 2016,

después de cuatro años de diálogos, se informó que el Gobierno y las FARC habían alcanzado

el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y

Duradera. Este acuerdo sería sometido a plebiscito para su aprobación. Cualquiera pensaría

que esto sería causa de regocijo. Sin embargo, mientras las partes del conflicto armado

lograban lo impensable, la ciudadanía, liderada por los políticos, se involucró en una

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dinámica de conflicto caracterizada por una altísima polarización y la estigmatización del

otro. La campaña del plebiscito por la paz se convirtió, entonces, en un nuevo campo de

batalla que mostró la necesidad urgente de reflexionar sobre el discurso de odio y su impacto

en la construcción de paz y de la convivencia social. Las redes sociales fueron las principales

herramientas para transmitir información y mensajes en los que se plasmaban todo tipo de

prejuicios sobre las personas que apoyaban las dos posturas opuestas del plebiscito; y los

medios masivos hicieron eco de estas emociones y las expandieron en la sociedad. Esta

batalla emocional tuvo un impacto en los resultados del plebiscito: El SÍ obtuvo 49.78% de

los votos y el NO obtuvo 50.21%. Este resultado se repitió en aproximadamente la mitad de

los departamentos. Los únicos departamentos en los que hubo una victoria contundente y por

el SÍ fueron: Chocó con 79.76% de votos por el SÍ v. 20.23% por el NO y Vaupés con 71.05%

de votos por el SÍ v. 21.94% por el NO. Casanare tuvo 71.14% de votos por el NO v. 28.85%

por el SÍ (RNEC, 2016). En este contexto, la implementación del acuerdo de paz en este país

tan polarizado es muy difícil. Este estudio pretende hacer una breve aproximación a lo

ocurrido al responder los siguientes interrogantes: ¿Qué rol jugaron las emociones en las

campañas políticas del plebiscito por la paz? ¿Existió un discurso de odio en dichas

campañas? ¿Sería conveniente limitar la libertad de expresión para facilitar la construcción

de paz?

2. Marco conceptual

El odio desde una perspectiva psicológica

El psicoanalista Guillermo Sánchez señala que “el odio es una conducta con la cual se expresa

un sentimiento hostil hacia otro ser” de manera agresiva y violenta (1969, p. 50). Es además

un sentimiento, una pasión, “que se suscita contra una persona por agravio, ofensa, fastidio,

enojo, enfado, etc.” (p. 50). Según Sánchez, las fuerzas del odio están latentes en todos los

seres humanos, pues nace con nosotros, pero si se estimula y se desarrolla, se reactiva

(Sánchez, 1969, p. 54). La solución no sería aplacarlo, negarlo o realizarlo, sino saberlo

manejar para que esas fuerzas se pongan al servicio de la construcción y la producción de la

vida y no de la muerte (Sánchez, 1969, p. 55).

Por su parte, el psiquiatra Willard Gaylin considera que el odio es una emoción intensa, que

puede ir más allá, y convertirse en una condición psicológica, un desorden de percepción,

una forma casi delirante de pensar, que requiere un apego a un objeto (Gaylin, 2003, p. 28).

La elección de la víctima usualmente se relaciona con las necesidades inconscientes del que

odia y no con la naturaleza del comportamiento del odiado (Gaylin, 2003, p. 29). La

definición del odio como emoción para este autor, es un sostenido sentimiento de rabia que

ocupa al individuo a lo largo de gran parte de su vida, permitiéndole sentir placer al observar

o infligir sufrimiento al odiado, el cual siempre es obsesivo y casi siempre es irracional

(Gaylin, 2003, p. 34). El odio es diferente a la rabia, y dicha diferencia radica en lo efímero

de la segunda, así como en la presencia de dolor en esta, ausente en el odio (Gaylin, 2003, p.

35). La rabia, así como el miedo, son emociones de emergencia instaladas en nuestra

psicología desde tiempos prehistóricos, cuando existía una amenaza a la supervivencia

(Gaylin, 2003, p. 40). Sin embargo, estas emociones fueron diseñadas para responder a

amenazas la supervivencia, y no al orgullo, status, posición, masculinidad, o dignidad

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(Gaylin, 2003, p. 45). El problema sería que hemos desarrollado una conexión entre cualquier

mínima afrenta a nuestro status con una amenaza a la supervivencia (Gaylin, 2003, p. 45).

Gaylin afirma que hay dos tipos de comunidades dominadas por el odio: (i) la cultura de

odio, y (ii) la cultura de `odiadores´. La primera es una comunidad natural que alimenta y

fomenta el odio (Gaylin, 2003, p. 195). Es un grupo con una historia compartida, usualmente

en un territorio compartido (Gaylin, 2003, p. 195). Los líderes, las instituciones educativas,

las fuerzas religiosas dominantes, adoctrinan a los miembros de la comunidad con su actitud

venenosa hacia el que consideren su enemigo (Gaylin, 2003, p. 195). Hay un sistema de

creencias que organiza al mundo por grupos, de modo que quien odia no lo hace

aisladamente, sino como parte de un grupo (Moss, 2003, viii). En cambio, la cultura de

`odiadores´ es una comunidad artificial creada por individuos que comparten el odio se unen

y se alían en contra de su enemigo. Los miembros de este grupo no han debido ser

adoctrinados. Se unen gracias al enemigo compartido, y usualmente el odio es lo único que

comparten (Gaylin, 2003, p. 40).

Gaylin advierte que el odio se presenta “acompañado del amor en forma contradictoria y

conflictiva” (Gaylin, 2003, p. 55). En palabras de Enrique Salgado, “como el amor y el odio

son los dos polos en torno a los que gira la esfera afectiva del hombre, no sorprende el que

un amor ardiente y ciego se convierta en un odio también irreflexivo” (Salgado, 1969, p. 83).

Así, el objeto amado y el objeto odiado son fuente de alegrías y de pesares (Salgado, 1969,

p. 83). Esto parece coincidir con las narrativas del odio que son comunes a los seres humanos.

El odio desde una perspectiva narrativa

Los filósofos se han cuestionado sobre el odio en los seres humanos. Por ejemplo, Descartes

catalogó el odio como una de las seis pasiones primarias del alma, y la definió como “una

emoción causada por los espíritus que incita al alma a querer separarse de los objetos que se

le presentan como nocivos” (Descartes, 1649).

La cultura popular (Rincón & Rodríguez, 2015) está llena de referencias al odio. Más allá de

las teorías psicológicas, el odio se ha integrado a las narrativas cotidianas. Por ejemplo, en la

música, existen numerosas canciones e incluso nombres de grupos musicales hablan del odio.

Así, por ejemplo, los grupos “odio a Botero”, “O.D.I.O”, u “Odiø”. Prácticamente en todos

los géneros musicales existen canciones tituladas “odio”: bachata (Romeo Santos Feat.

Drake), champeta (J. Manny), reggaetón (Baby Rasta y Gringo Feat. Ñengo Flow, Arcángel

y Tego Calderón), rock (Revólver) y rap (Nach).

Por su parte, hay canciones que independientemente de su título, se refieren al odio, y lo

relacionan íntimamente con el amor. En la cultura popular, el odio y el amor parecen dos

caras de una misma moneda. Las canciones encontradas permiten inferir que los seres

humanos experimentan el odio al desarrollar una aversión al ser amado.

(i) Coros:

Pop: “te odio, con la fuerza que te ama tu nuevo novio, porque al fin y al cabo yo no te

importé, sufrí, lloré cuando te vi con él, ese es el dilema, a pesar que te amo ya lo ves, te

odiaré hasta que muera” (Marcy la Melodía). “te odio, te amo, te amo, te odio, ay cómo odio

amarte” (Ha-Ash).

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Vallenato: “maldigo tu olvido bendigo tus pasos, y me contradigo te odio y te amo, que Dios

me perdone si es que siento odiarte, y que me comprendas si aún pienso en amarte” (Peláez

& Celedón).

Salsa “y yo me quedo aquí odiándote y sin entender, cuánto va a durarme, cómo voy a

escaparme de este amor demente que siento por ti, y yo me quedo aquí odiándote y sin

entender, qué será lo que tiene este amor salvaje, este amor demente que siento por ti”

(Santiago).

(ii) Letras de canciones:

Balada: “te odio porque después de ti nada será igual para mí, te odio, tomaste mi vida todo

el mal que me guardaba justo en mí, borras las heridas y escribes una historia para mí, pero

algo me dice que esto está mal, que como me he dejado enganchar, y ahora entiendo que del

amor al odio solo hay un paso, y ahora siento que te odio” (Mayen). “te odio porque tan solo

puedo amarte en mis sueños, (…) no te dejo de pensar, cuánto te odio, (…) hoy te odio por

amarte” (Montero).

Punk: “yo sé muy bien que lo que siento es odio, es lo que siento, no es amor, toda esa mierda

que llamamos amor, no es más que odio odio odio, es odio, no es amor” (Libra).

Bolero: “te odio y te quiero, y tengo en el pecho, un infierno por ti, te odio y te quiero, porque

a ti te debo mis horas amargas, mis horas de miel, te odio y te quiero, fuiste el milagro, la

espina que duele, y el beso de amor, por eso te odio, por eso te quiero con todas las fuerzas

de mi corazón” (Jaramillo, a.). “Ódiame por piedad, yo te lo pido, ódiame sin medida ni

clemencia, odio yo quiero más que indiferencia, porque el rencor quiere menos que el olvido,

si tú me odias quedaré yo convencido, de que me amaste mujer con insistencia, pero ten

presente de acuerdo a la experiencia, que tan solo se odia lo querido” (Jaramillo, b.).

No cabe duda de que el odio es una emoción que hace parte de las vivencias de los seres

humanos y ha sido normalizado como expresión sentimental.

El odio desde una perspectiva jurídica

El odio ha sido regulado jurídicamente como un límite a la libertad de expresión, en virtud

de experiencias traumáticas cometidas por regímenes totalitarios. Se consagra una protección

jurídica de grupos étnicos determinados, no para favorecerlos, sino para proteger el

pluralismo, la diversidad y la tolerancia, como principios básicos de la sociedad (Corte

Constitucional, 2016).

En Francia, prohíben la incitación a la discriminación, odio o violencia en relación a

cualquier persona o grupo por cuenta de raza, nacionalidad o religión, y penalizan la

difamación grupal por motivos raciales o religiosos. En Alemania, criminalizan los ataques

a la dignidad de terceros, en cualquier forma que tienda a perturbar la paz, entre otras

provocando odio contra grupos de la población, abusando o ridiculizándolos.

Otras sociedades han optado por una regulación del odio diferente. Puntualmente, en Estados

Unidos, la primera enmienda constitucional prohíbe la limitación de la libertad de expresión

y de prensa. De modo que el discurso de odio no está prohibido, pero sí lo están los crímenes

de odio. Estas conductas se enmarcan en los daños, o las tentativas de daños a la integridad

física, basadas en su raza, color, religión, nacionalidad, género, orientación sexual, identidad

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de género o discapacidad1, real o percibida. Esto se debe a la consideración de que el discurso

es carente de acción en contraposición a la conducta, esto es, la distinción entre decir y hacer

(Gelber, 2002, p. 50). Esta postura asume que el discurso tiene un contenido performativo

solo cuando se da en el marco de una actividad que causa un daño, y por eso es por lo que

puede ser regulado (Gelber, 2002, p. 54).

A nivel regional, el discurso de odio está prohibido por la Convención Americana de

Derechos Humanos y la Convención Europea de Derechos Humanos. La primera se abordará

en el siguiente punto. Sobre la segunda, su artículo 10 consagra la libertad de expresión y

señala que puede limitarse como medida necesaria “en una sociedad democrática, para la

seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa del orden y la

prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación

o de los derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para

garantizar la autoridad e imparcialidad del poder judicial”.

La Corte Europea de Derechos Humanos –CEDH- ha ratificado que el discurso de odio no

entra dentro del ámbito de protección de la libertad de expresión, lo cual puede interpretarse

como una prohibición tácita. Las autoridades cuentan con un margen de apreciación mayor

cuando las afirmaciones que se pretende limitar incitan a la violencia contra individuos,

servidores públicos o un sector de la población (CEDH, 1999).

A nivel universal, el discurso de odio está prohibido en varios instrumentos internacionales,

como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Internacional

sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial -CIEDR-. Esta última,

además, revela la íntima relación que existe entre el discurso de odio y la discriminación, la

cual está prohibida unánimemente a nivel mundial, y constituye una norma de ius cogens2.

Esta convención establece en su artículo 4 que “los Estados condenan toda la propaganda y

todas las organizaciones que se inspiren en ideas o teorías basadas en la superioridad de una

raza o de un grupo de personas de un determinado color u origen étnico, o que pretendan

justificar o promover el odio racial y la discriminación racial, cualquiera que sea su forma, y

se comprometen a tomar medidas inmediatas y positivas destinadas a eliminar toda incitación

a tal discriminación o actos de tal discriminación (…)”.

Entre las medidas contempladas se encuentran:

(i) Declarar como acto punible conforme a la ley toda difusión de ideas basadas en

la superioridad o en el odio racial, toda incitación a la discriminación racial, así

como todo acto de violencia o toda incitación a cometer tales actos contra

cualquier raza o grupo de personas de otro color u origen étnico, y toda asistencia

a las actividades racistas, incluida su financiación.

(ii) Declarar ilegales y prohibir las organizaciones, así como las actividades

organizadas de propaganda y toda otra actividad de propaganda, que promuevan

la discriminación racial e inciten a ella, y reconocerán que la participación en

tales organizaciones o en tales actividades constituye un delito penado por ley.

(iii) Declarar ilegales y prohibir las organizaciones, así como las actividades

organizadas de propaganda y toda otra actividad de propaganda, que promuevan

1 Vale la pena aclarar que sobre casi todas las categorías, salvo raza y color, existe un tipo penal que condiciona

la penalización a circunstancias relacionadas con el tránsito interestatal y el comercio exterior. 2 El principio de no discriminación está incluido en 11 instrumentos internacionales.

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la discriminación racial e inciten a ella, y reconocerán que la participación en

tales organizaciones o en tales actividades constituye un delito penado por la ley.

(iv) No permitir que las autoridades ni las instituciones públicas nacionales o locales

promuevan la discriminación racial o inciten a ella.

En Colombia, como desarrollo de este marco internacional se expidió la Ley 1482 de 2011

con dos delitos: actos de racismo o discriminación, que se refiere a la restricción arbitraria

de un derecho de una persona por razón de su raza, religión, sexo u orientación sexual, y

hostigamiento por motivos de raza, religión, ideología política, u origen nacional, étnico o

cultural. Esta perspectiva jurídica del odio representa un límite a la libertad de expresión, y

por lo tanto genera una tensión como pasará a explicarse.

Hasta aquí, se puede ver una relación clara entre el odio y la discriminación, pues ambas

conductas son prohibidas por la -CIEDR-. Esta relación será determinante para el análisis

que se hace en este artículo. Adicionalmente, vale la pena resaltar que, a nivel internacional,

priman las categorías de raza, etnia y religión. Sin embargo, en Colombia se ha ampliado este

catálogo, y prueba de ello es que el delito de hostigamiento puede configurarse al estar

motivado en ideología política. en ocasiones esta relación hace que sea difícil distinguir

ambas cosas en la práctica. Por eso, es necesario preguntarse si en la campaña del plebiscito

¿hubo discursos de odio? ¿hubo discursos que fomentaban la discriminación? ¿cabría algún

tipo de censura para ellos?

Libertad de expresión

La libertad de expresión tiene un lugar privilegiado por varias razones, entre ellas: (i) el buen

funcionamiento de la democracia, (ii) motivos atinentes a la realización personal y (iii)

consideraciones filosóficas sobre la búsqueda de la verdad (Corte Constitucional, 2007).

El artículo 20 de la Constitución de Colombia ampara siete derechos y libertades derivados

de esta: (i) libertad de expresar y difundir el propio pensamiento a través de cualquier medio

de expresión –libertad de expresión stricto sensu-, (ii) libertad de buscar o investigar

información sobre hechos u opiniones –libertad de información-, (iii) libertad de informar a

través de cualquier medio de expresión –libertad de información-, (iv) libertad y derecho de

recibir información veraz e imparcial sobre los hechos por cualquier medio de expresión –

libertad de información-, (v) libertad de fundar medios masivos de comunicación, (vi)

libertad de prensa, (vii) derecho a la rectificación en condiciones de equidad (Corte

Constitucional, 2007). De este artículo surgen las prohibiciones de: (i) la censura; (ii) la

apología a la guerra y el odio; (iii) la pornografía infantil; y (iv) la instigación al genocidio

(Corte Constitucional, 2007).

También existen: (i) presunción de protección: toda expresión se considera protegida por el

artículo 20, salvo que en cada caso se demuestre que existe una justificación, en términos de

ponderación constitucional; (ii) presunción de primacía: en caso de colisión, la posición de

la libertad de expresión es privilegiada y goza de una prevalencia inicial; y (iii) sospecha de

inconstitucionalidad de sus restricciones o limitaciones (Corte Constitucional, 2017).

Las dos primeras presunciones solo pueden ser desvirtuadas caso a caso. La sospecha de

inconstitucionalidad conlleva un análisis de constitucionalidad estricto de la medida, el cual

será más exigente en atención a la expresión que se pretenda limitar o restringir (tipo de

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discurso) y al carácter de la regulación (autoridad y forma en que se adopta la medida). La

presunción de prohibición de censura previa no puede ser desvirtuada (Corte Constitucional,

2017).

Las autoridades que pretendan limitar la libertad de expresión deben cumplir con tres cargas,

cuya verificación corresponde al juez constitucional: (i) definir la finalidad que se persigue,

(ii) argumentar y, (iii) probar los elementos técnicos, fácticos o científicos que sustentan la

limitación (Corte Constitucional, 2007).

El artículo 19 de Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 13 de la

Convención Americana de Derechos Humanos establecen requisitos para las limitaciones a

la libertad de expresión: (i) estar previstas de manera precisa y taxativa por la ley, (ii)

perseguir el logro de ciertas finalidades imperiosas3, (iii) ser necesarias para el logro de

dichas finalidades, (iv) ser posteriores y no previas a la expresión, (v) no constituir censura

en ninguna de sus formas y (vi) no incidir de manera excesiva en el ejercicio de este derecho

fundamental (Corte Constitucional, 2007).

Para evaluar la justificación de la restricción, la Corte Constitucional ha considerado que

debe hacerse un juicio de proporcionalidad. Este incluye tres etapas: (i) examinar si es idónea

para alcanzar un propósito compatible con la Constitución, (ii) evaluar si es necesaria o

indispensable para alcanzar el objetivo constitucional identificado, y (iii) juzgar si la medida

es proporcional en sentido estricto (Corte Constitucional, 2015).

Ese test de proporcionalidad puede tener diferentes intensidades, así:

(i) Fuerte, cuando la restricción (a) se funde en una categoría sospechosa,

(b) limite el goce de un derecho constitucional fundamental, (c) afecte

un grupo en situación de debilidad manifiesta o especialmente

protegido, o (d) desconoce un mandato específico de igualdad. Será

constitucional si: (i) persigue una finalidad constitucionalmente

imperiosa, urgente o inaplazable, (ii) es efectivamente conducente para

alcanzar la finalidad, (iii) resulta necesaria y (iv) es estrictamente

proporcionada.

(ii) Intermedio, cuando la restricción (a) se funde en el uso de una categoría

semi-sospechosa, (b) afecte el goce de un derecho constitucional no

fundamental, (c) interfiere grave y arbitrariamente en la libre

competencia, (d) instrumente una medida de discriminación inversa o,

prima facie, genere dudas respecto de la afectación del goce de un

derecho fundamental. Será constitucional si: (i) persigue una finalidad

constitucionalmente importante, (ii) es efectivamente conducente y

(iii) no resulte evidentemente desproporcionada.

(iii) Débil, cuando la restricción (a) se refiere a materias económicas,

tributarias o de política internacional o tiene su origen (b) en la

regulación legislativa de un servicio público o (c) en una disposición

expedida por una autoridad en desarrollo de competencias específicas.

Será constitucional si: (i) persigue una finalidad no prohibida por la

3 Finalidades: (i) asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, (ii) asegurar la protección

de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas.

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Constitución y (ii) resulta adecuada a efectos de alcanzar el objetivo

(Corte Constitucional, 2015).

La ponderación debe valorar (i) la intensidad de la restricción en uno de los derechos y la

importancia que tiene la satisfacción del otro –grado de afectación-, (ii) el valor

constitucional que tienen los principios que se enfrentan –peso abstracto- y (iii) el nivel de

certidumbre acerca de las premisas de naturaleza empírica relativas a la afectación de los

principios enfrentados en caso de adoptar o no la medida restrictiva (Corte Constitucional,

2015). La Corte ha afirmado que, en una sociedad democrática, en principio, “es preferible

tolerar el riesgo derivado de los eventuales daños generados por la expresión, que el riesgo

de una restricción general de la libertad correspondiente” (Corte Constitucional, 2007).

El ámbito de protección constitucional abarca “tanto las expresiones socialmente aceptadas

como las que son inusuales, alternativas o diversas, lo cual incluye las expresiones ofensivas,

chocantes, impactantes, indecentes, escandalosas, excéntricas o simplemente contrarias a las

creencias y posturas mayoritarias” (Corte Constitucional, 2007).

Esto es así en atención al carácter pluralista de la República, en el que las diversas visiones

del mundo deben poder ser expresadas, difundidas y defendidas libremente (Corte

Constitucional, 2015). Los juicios sobre la verdad, corrección, bondad o belleza de cualquier

expresión “son mejor comprendidos cuando la sociedad y el Estado aseguran una amplia red

de oferentes y medios de expresión y una amplia red de canales de acceso a tales ideas,

pensamientos y opiniones” (Corte Constitucional, 2015).

Aunque la libertad de expresión es uno de los fundamentos de un Estado democrático, no

puede entenderse como un derecho absoluto. La Corte Constitucional ha considerado que la

presunción de cobertura de la libertad de expresión se desvirtúa en los siguientes tipos de

expresión:

“(a) la propaganda en favor de la guerra4; (b) la apología del odio nacional, racial,

religioso o de otro tipo de odio que constituya incitación a la discriminación,

hostilidad, la violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier

motivo5 (modo de expresión que cobija las categorías conocidas comúnmente como

discurso del odio, discurso discriminatorio, apología del delito y apología de la

violencia); (…)” (Corte Constitucional, 2007).

Estas categorías deben interpretarse de manera estricta, para minimizar el riesgo de que en

ellas se incluyan formas de expresión que sí son legítimamente acreedoras de protección

constitucional (Corte Constitucional, 2007).

Recuerda la Corte que, en una democracia participativa, la misión de los medios no es solo

la de informar, sino la de formar para la convivencia pacífica. El Estado tiene el deber de

formar a la sociedad en la defensa de los principios democráticos que inspiran la

Constitución. Adicionalmente, el artículo 95 de la Carta, establece el deber de cooperar con

la justicia y propender el logro y el mantenimiento de la paz (Corte Constitucional, 1996).

El límite a la libertad de expresión de interés para este trabajo es el discurso de odio, que se

enmarca dentro de uno de los discursos con mayor protección: el político. La Corte

Constitucional ha indicado que esta categoría cubre “toda expresión relevante para el

4 Ver artículo 13, Convención Americana de Derechos Humanos. 5 Ver artículo 13, Convención Americana de Derechos Humanos.

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desarrollo de la opinión pública sobre los asuntos que contribuyan a la vida pública de la

nación” (Corte Constitucional, 2007). Para saber si un discurso se enmarca en los supuestos

de propaganda a favor de la guerra o apología al odio debe hacerse un doble juicio:

(i) un prudente escrutinio de las expresiones, para establecer si denotan de

manera inmediata e inequívoca una aversión contra las personas por su

nacionalidad, raza o religión, indicativa del deseo de causarles un daño

(Corte Constitucional, 2015). No se restringe la opinión negativa contra

algunas personas, sino el hecho de que se utilice como arma para

generar una conducta violenta en contra de la víctima (Corte

Constitucional, 2001);

(ii) determinar si la expresión tiene la aptitud de estimular, incitar o

persuadir a los receptores de la expresión para el uso de violencia en

contra de las personas. No basta un riesgo abstracto o genérico, sino

que debe ser concreto, claro y presente (Corte Constitucional, 2015).

Es decir, no es suficiente que se compruebe el carácter incitador del

mensaje, sino que deberá establecerse que, dadas las condiciones

particulares, el ofendido o la audiencia reaccionarán o reaccionaron

violentamente (Corte Constitucional, 2001).

Por su parte, el Comité contra la Eliminación de Discriminación Racial –CERD- de la ONU

recomienda que los Estados castiguen: (i) toda difusión de ideas basadas en la superioridad

o en el odio racial o étnico, por cualquier medio; (ii) la incitación al odio, el desprecio o la

discriminación contra los miembros de un grupo por motivos de su raza, color, linaje, u

origen nacional o étnico; (iii) las amenazas o la incitación a la violencia contra personas o

grupos por los motivos señalados en el apartado (ii); (iv) la expresión de insultos, burlas o

calumnias a personas o grupos, o la justificación del odio, el desprecio o la discriminación

por los motivos señalados en el apartado (ii); cuando constituyan claramente incitación al

odio o a la discriminación; y (v) la participación en organizaciones y actividades que

promuevan e inciten a la discriminación racial (CERD, 2013).

En esa misma recomendación, establecieron los factores contextuales que deben tenerse en

cuenta: (i) el contenido y la forma del discurso: si es o no provocativo y directo, la forma en

que está construido y es difundido y el estilo en que se expresa; (ii) el clima económico,

social y político: los discursos que resultan neutrales en un contexto pueden adquirir

connotaciones peligrosas en otro, deben evaluarse las condiciones locales; (iii) la posición o

condición del emisor y el público al que se dirige: la libertad de expresión es de especial

importancia en los asuntos políticos, pero su ejercicio también entraña deberes y

responsabilidades especiales; (iv) el alcance del discurso: tener en cuenta el tipo de audiencia

y los medios de transmisión, como el internet, y la frecuencia y amplitud de la comunicación;

y (v) los objetivos del discurso: el discurso encaminado a proteger los derechos humanos no

debe ser objeto de sanciones (CERD, 2013).

Si bien el discurso de odio está prohibido, la determinación de esta categoría requiere un

examen estricto y riguroso, para no limitar la libertad de expresión sino de manera

excepcional. Ahora bien, con relación a las categorías, en principio, se refieren a los grupos

raciales, étnicos o religiosos. Sin embargo, al establecer los casos que desvirtúan la

presunción de cobertura de libertad de expresión de un discurso, se deja abierta la apología

al odio “de cualquier otro tipo que constituya incitación a la discriminación, hostilidad, la

Page 10: El odio como discurso político y su impacto en la

10

violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier motivo” (Corte

Constitucional, 2007), así como lo hace la Convención Americana de Derechos Humanos,

por lo que podría interpretarse que también cabe el fundado en la ideología política.

El odio como discurso político

Carolin Emcke señala que el odio no surge de la nada, y su causa y objeto no necesariamente

coinciden, de modo que los motivos que lo sustentan se deben producir en un contexto

histórico y cultural específico (Emcke, 2017, p. 63). Esto significa que, para analizarlo, es

necesario observar los “discursos que generan patrones y modelos, los cuales, a su vez,

abonan y justifican tales sentimientos” (Emcke, 2017, p. 64).

Esta autora se refiere a los “proveedores de odio” como “quienes se distancian públicamente

del odio y la violencia y, sin embargo, les proporcionan en todo momento un fundamento

retórico” (Emcke, 2017, p. 75). La dinámica que describe consiste en que la categoría de lo

“otro” oprime o amenaza lo “propio”, de manera que lo “otro” se concibe como peligroso o

inferior, lo que genera que el posterior abuso o erradicación del otro se reivindique como

necesario (Emcke, 2017, p. 14). En consecuencia, la exposición frontal de un mundo

polarizado basado en lo “propio” y lo “ajeno”, el “nosotros” contra “ellos”, rechaza de plano

la más mínima crítica (Emcke, 2017, p. 72).

Por su parte, Martha Nussbaum no habla del odio, sino del “asco proyectivo” como una

emoción que representa “al otro como un animal vil, como el extremo opuesto a nuestro

(presuntamente) puro y trascendente yo” (Nussbaum, 2014, p. 317), lo cual se traduce en que

el otro sea expulsado del círculo de interés (p. 317). Este asco es un mecanismo de

subordinación utilizado por quienes detentan el poder (Nussbaum, 2014, p. 221), y “varía de

una cultura a otra en función de los hechos históricos y de orden social particulares de cada

una de ellas” (p. 224). Afirma que “todas las sociedades decentes tienen que protegerse

frente a la división y la jerarquización” (Nussbaum, 2014, p. 15), y esta lucha la dan todas

las naciones en contra del asco y la estigmatización (p. 377).

Esto coincide con la visión de Gelber, según la cual los discursos de odio son declaraciones

que promueven la discriminación y apoyan la desigualdad (Gelber, 2002, p. 69). En ellos hay

una asimetría de poder que no es contingente ni coincidencia, sino que es una característica

sistémica del contexto dentro del cual se produce (p. 87). Estos discursos van más allá de una

simple opinión o insulto (p. 75), pues el daño que producen en el receptor del mensaje es el

acto de discriminación mismo (p. 74). En particular, las consecuencias de los discursos de

odio incluyen: limitación de la libertad personal de la víctima, internalización de mensajes

discriminatorios de modo que el receptor empieza a creer como apropiada la desigualdad,

perpetuación de actos posteriores de subordinación, y silenciamiento (Gelber, 2002, p. 83).

Tsesis afirma que cuando el discurso de odio se desarrolla sistemáticamente, se puede volver

socialmente aceptable, primero, discriminar, y luego, oprimir a grupos de personas

identificables (Tsesis, 2002, p. 12). Así, las personas que intentan mantener el poder

manipulan los estereotipos que hacen eco en las preconcepciones de sus seguidores (p. 12).

Para este autor es claro que existe una relación entre la propaganda de odio y las acciones

discriminatorias, ya que los opresores justifican la desigualdad convirtiendo a sus objetivos

en una categoría inferior a la humana (p. 13). El discurso de odio que se utiliza en contra de

Page 11: El odio como discurso político y su impacto en la

11

grupos históricamente oprimidos no afecta solo a sus víctimas sino a la sociedad entera (p.

14), pues amenazan los valores democráticos de la justicia y la igualdad (p. 87).

Ahora bien, estos discursos de odio pueden ser utilizados como discursos políticos, esto es,

como expresión relevante para el desarrollo de la opinión pública sobre los asuntos que

contribuyan a la vida pública de la nación (Corte Constitucional, 2007). Esto significa que

tanto políticos como ciudadanos pueden recurrir al odio como discurso político, de modo que

puede ser utilizado en el desarrollo de una campaña política, como lo fue la del plebiscito por

la paz.

Jeremy Waldron critica a Ronald Dworkin por considerar que el gobierno es el llamado a

mostrar igual preocupación y respeto por sus ciudadanos, y no estos entre sí (Waldron, 2012,

p. 99). Para Waldron esto no puede ser así, ya que, por una parte, el gobierno no es una

entidad separada de la gente, y por otra, los discursos de odio son acciones realizadas en

público, con una orientación pública, orientada a socavar bienes públicos (p. 100). En

cualquier caso, es claro que ambos parten de la base de que el gobierno no puede utilizar

discursos de odio. Así también lo afirma Tsesis, quien considera que, si bien el mayor peligro

viene de los discursos de odio promovidos por el gobierno, los grupos privados e individuos

que los utilizan también plantean un peligro, especialmente cuando aumentan su poder y

presencia por medio del reclutamiento supremacista (Tsesis, 2002, p. 87). Aunque la

campaña del plebiscito por la paz, en principio, no iba ligada a favorecer a un determinado

candidato o partido político, la paz fue una bandera del gobierno y esto hizo que se asociara

a una determinada ideología, por medio de la creación de estereotipos.

Andrei Gómez-Suárez señala que la campaña del NO polarizó al país, para restringir de

manera sustancial la posibilidad de entablar diálogos constructivos sobre el acuerdo final

(Gómez-Suárez, 2016, p. 19). En particular, afirma que se utilizaron dispositivos retóricos

que alimentaron el trauma colonial de “la negación del otro a través de narrativas que

simplifican la realidad y justifican la violencia para alcanzar un fin” (Gómez-Suárez, 2016,

p. 36). Estos dispositivos fueron: el castrochavismo, la impunidad, que Santos entrega

Colombia a las FARC, la resistencia civil y la ideología de género (Gómez-Suárez, 2016).

Esta estrategia fue confirmada por el Director de la campaña del NO, quien afirmó que

estaban buscando “que la gente saliera a votar verraca” (El colombiano, 2016), pues “la

estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación” (Vélez,

2016). Su estrategia se basó en el poder viral de las redes sociales. Al preguntarle por qué

tergiversaron mensajes para hacer campaña, contestó que “fue lo mismo que hicieron los del

SÍ” (Vélez, 2016).

Gómez-Suárez se refiere a una “economía política de disposiciones afectivas”, como “los

mecanismos suprarracionales -no necesariamente restringidos al lenguaje- que componen

nuestros cuerpos y a través de los cuales se transmiten los contenidos subjetivos integrantes

de los circuitos narrativos en los que ocurren nuestras acciones y reacciones, es decir,

nuestras emociones” (Gómez-Suárez, 2016, p. 94), que contienen la posibilidad de ser

afectadas por procesos políticos (Gómez-Suárez, 2016, p. 95).

Hay cuatro mecanismos que “permiten la circulación, producción y reproducción de

sentimientos en una coyuntura particular” (Gómez-Suárez, 2016, p. 95), pero cuando uno

solo de ellos es colonizado, se empiezan a polarizar en conjunto (Gómez-Suárez, 2016, p.

Page 12: El odio como discurso político y su impacto en la

12

95). Entonces, para este autor “la polarización de la simpatía, de la antipatía, la indiferencia

y el olvido fue determinante en el triunfo del No en el plebiscito” (Gómez-Suárez, 2016, p.

21).

Para Gómez-Suárez, las consecuencias de la polarización de la economía política de

disposiciones afectivas que contribuyeron a la consolidación del marco emocional adverso

al proceso de paz fueron: (i) un amplio grupo de ciudadanos se conectó emocionalmente con

Uribe y sintió la misma rabia que él transmitía hacia las FARC y la misma indignación que

prodigaba frente a la política de gobierno de Santos; (ii) pese a los múltiples esfuerzos del

gobierno para transmitir la confianza, y por parte de las FARC para comunicar su

arrepentimiento, los sectores conectados por la emoción con el Centro Democrático

desconfiaban aún más del gobierno e interpretaban como cínicos los actos de las FARC; (iii)

los sectores conectados con el discurso uribista ignoraban los sentimientos de solidaridad

expresados por muchas víctimas y reforzaban su desconexión emocional; y (iv) el

negacionismo por parte de Uribe y de miembros del Centro Democrático frente a la

participación de agentes del Estado y civiles en crímenes de lesa humanidad permitió que sus

simpatizantes se indignaran por el apoyo de la comunidad internacional al proceso de paz

(Gómez-Suárez, 2016).

El odio y la construcción de paz

Sobre la construcción de paz, es importante distinguir varios conceptos que han sido

aclarados por la ONU: el establecimiento de la paz, el mantenimiento de la paz, y la

consolidación de la paz. Por el primero -peacemaking-, se entienden “las medidas destinadas

a evitar que surjan controversias entre dos o más partes, a evitar que las controversias

existentes se transformen en conflictos y evitar que éstos, si ocurren, se extiendan” (Boutros-

Ghali, 1992, p. 6). Por el segundo -peacekeeping-, se entiende “el despliegue de una presencia

de las Naciones Unidas en el terreno, hasta ahora con el consentimiento de todas las partes

interesadas y, como norma, con la participación de personal militar o policial de las Naciones

Unidas, y frecuentemente, también de personal civil” (p. 6). Por el tercero -peacebuilding-,

se entienden “las medidas destinadas a individualizar y fortalecer estructuras que tiendan a

reforzar y consolidar la paz a fin de evitar una reanudación del conflicto” (p. 6).

Aunque estos conceptos han sido manejados en el ámbito de conflictos armados, son

relevantes para este trabajo en la medida en que Colombia está saliendo de un conflicto

armado de carácter no internacional, que ha durado más de 60 años. Es decir, si bien estos

conceptos tradicionalmente son aplicados en lo relacionado con los actores del conflicto,

consideramos que son esenciales para entender la coyuntura dentro de la cual se produjo la

campaña política del plebiscito por la paz.

La construcción de paz a la que nos referimos no es el proceso de -peacemaking-, sino el de

-peacebuilding-, dado que el plebiscito surgió justamente para convalidar el acuerdo de paz

logrado entre el Gobierno y las FARC. Es decir, nos interesa determinar si la forma como se

realizaron las campañas del plebiscito podría incidir en el reforzamiento y la consolidación

de la paz, para evitar una posible reanudación del conflicto.

Page 13: El odio como discurso político y su impacto en la

13

Es imprescindible señalar que Johan Galtung definió el concepto de paz a partir de las

nociones que atribuyó a la violencia. Para él, la paz estaría clasificada en dos: paz negativa,

como ausencia de violencia personal, y paz positiva, como ausencia de violencia estructural

(Galtung, 1969, p. 183). Esta segunda noción también fue asociada al concepto de justicia

social, de modo que la paz positiva no busca controlar y reducir la violencia únicamente, sino

el desarrollo vertical y la igualdad en la distribución del poder y los recursos (p. 183).

Se asume que la paz estable y duradera a la que se refiere el acuerdo final solo se puede

conseguir satisfaciendo tanto la paz negativa, como la paz positiva. El odio juega un papel

fundamental en ambas. Aunque el objeto de este trabajo no es establecer cuál es el origen del

conflicto en Colombia, es innegable que un elemento esencial fue la diferencia ideológica

entre el grupo alzado en armas y el gobierno, el primero de ellos asociado con los

movimientos de izquierda y el comunismo. Esto es relevante, ya que una de las etiquetas

interpuestas sobre las personas a favor del SÍ fue la de ser “castrochavistas”, lo cual parece

perpetuar la semilla del conflicto. Si la razón por la cual las personas acudieron a la violencia

física fue la diferencia ideológica, sería imposible lograr una paz negativa, asumiéndola como

la ausencia de homicidios, si se sigue estigmatizando a las personas según sus filiaciones

políticas.

Por otra parte, se ha mostrado que el odio y la discriminación surgen de dinámicas

prácticamente iguales en las que se establecen etiquetas para distinguir entre “nosotros” y

“otros”, con base en las cuales se fomenta el desprecio por la diferencia y con base en él se

justifica la violencia. Estos discursos de odio pueden ser vistos en estricto sentido, como

aquellos que necesariamente generarán la reacción violenta en contra del grupo que se ataque

en ellos, pero también en un sentido amplio, como aquellos que promueven la discriminación

independientemente de que no apelen a la violencia en contra de un grupo determinado de

manera expresa.

Siendo así, los discursos de odio -en sentido amplio- tampoco permitirían la consecución de

una paz positiva, ya que esta parte de la base de la igualdad que debe existir entre los

ciudadanos, la cual sería imposible de alcanzar si los mensajes que se envían responden al

etiquetamiento y al desprecio del otro, sus ideas, y en la práctica, de su ser. Es decir, no es

posible conseguir una paz positiva cuando, en palabras de Emcke, se da una “exposición

frontal de un mundo polarizado basado en lo “propio” y lo “ajeno”, el “nosotros” contra

“ellos”” (Emcke, 2017, p. 72).

3. Objetivos:

En este contexto político (los Acuerdos de paz y el plebiscito) y democrático (la libertad de

expresión como garante de la deliberación pública) se analiza el odio como emoción

prioritaria de la escena pública. Así este estudio buscó como objetivo general: Determinar si

existió un discurso de odio en las campañas del plebiscito y si esto tuvo algún impacto en la

construcción de paz. Como complemento se quiso: analizar la forma como se realizaron las

campañas del plebiscito y reflexionar sobre la conveniencia de limitar la libertad de expresión

para facilitar la construcción de paz.

4. Metodología:

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14

Tipo de investigación:

Se utilizó una metodología de investigación cualitativa, para conocer la realidad humana a

través de procesos descriptivos e interpretativos de acciones, hechos y lenguajes relevantes

que se vinculan con un contexto social más amplio (Martínez, 2011).

Se tuvieron en cuenta los resultados obtenidos en virtud de un proyecto realizado en conjunto

con varios estudiantes de la Maestría de Construcción de Paz6. En primer lugar, en dicho

proyecto se recolectaron memes publicados en redes sociales como Facebook, twitter y

whatsapp, relacionados con las campañas del plebiscito, que representan con claridad los

estereotipos asignados a las personas que apoyaban la postura del SI y la del NO.

En segundo lugar, se utilizaron los resultados de la encuesta virtual del proyecto mencionado,

la cual fue respondida de manera anónima por 319 personas, y circulada por redes sociales

desde el 11 hasta el 16 de septiembre de 2016. Es decir, dos semanas antes de la realización

del plebiscito por la paz.

En tercer lugar, se tuvieron en cuenta los datos del estudio realizado por Acceso Intelligence

to Shine sobre el comportamiento de twitter con respecto a las campañas del plebiscito por

la paz. La metodología utilizada consistió en rastrear la conversación de 3.509.534 menciones

en redes sociales referentes a las elecciones del Plebiscito, desde el 17 de junio al 9 de octubre

de 2016, participando 763.430 autores, representando el 43% mujeres y el 57% hombres. Se

categorizaron 7.763 menciones donde se analizaron los diferentes comentarios alrededor del

contenido compartido, opiniones y/o denuncias frente al tema del plebiscito (Informe

Plebiscito, 2016, p. 3).

Finalmente, se realizaron entrevistas a tres expertos sobre el tema de las emociones y la

política, con el fin de conocer sus opiniones sobre lo ocurrido con las campañas políticas del

plebiscito por la paz: Andrei Gómez-Suárez, autor del libro “El triunfo del NO: la paradoja

emocional detrás del plebiscito”; Ingrid Bolívar, autora del libro “Discursos emocionales y

experiencias de la política: las FARC y las AUC en los procesos de negociación del conflicto

(1998-2005); y Benjamín de la Pava, PhD del Departamento de Medios y Comunicaciones

del London School of Economics. Estos académicos dieron su consentimiento verbal7 para

ser grabados en audio y para que sus entrevistas fueran utilizadas como insumo dentro de

este trabajo.

5. Resultados:

Recolección de memes

En las redes sociales de Facebook, Twitter y Whatsapp, se recolectaron memes que

representan con claridad los estereotipos asignados a las personas de acuerdo con su postura

en las campañas políticas del plebiscito. Aunque el objeto de este trabajo no son los discursos

mendaces, se incluyeron montajes con el fin de documentar una dinámica particular que se

empleó en las campañas del plebiscito, dada la escasa información que existe en la academia

6 El proyecto fue realizado por la autora de este artículo junto con los estudiantes Wilmer Arévalo, Mila

Campbell, Jefferson Díaz, Santiago Martínez, Gloria Miranda, y Sebastián Rodríguez. Un agradecimiento

especial para todos, por haber autorizado la utilización y publicación de los datos obtenidos en virtud de dicho

proyecto, en este trabajo de grado. 7 Esto consta en los audios de las entrevistas de cada uno de los expertos.

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al respecto, y porque muchos de ellos reproducen los estereotipos que se vincularon con las

distintas campañas.

Agrupamos los memes según su contenido, en: castrochavistas, guerreristas, religiosos,

ofensivos, montajes, y reflexivos.

a) Castrochavistas

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b) Guerreristas

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c) Religiosos

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d) Ofensivos

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e) Montajes

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f) Reflexivos

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Informe de Access Intelligence to Shine sobre twitter

El objetivo de este informe era “analizar el comportamiento de la conversación digital

durante el período específico de antes, durante y después del plebiscito, para así proporcionar

información de denuncias públicas relacionadas con las garantías electorales” (Informe

Plebiscito, 2016, p. 2). El informe evaluó distintos temas, de los cuales resultan de nuestro

interés: la divulgación sesgada y los sentimientos asociados al discurso del plebiscito.

Sobre la divulgación sesgada, analizaron varios tweets (trinos) de distintos medios de

comunicación y midieron el sesgo a favor de alguna de las campañas. Encontraron que, de

los 10 medios más influyentes, Telesur fue el de mayor sesgo con un 84% a favor del SÍ,

siguiéndole el periódico El Tiempo con un 19% a favor del SÍ. Solo dos de los medios de

comunicación mostraron sesgos a favor del NO: RCN noticias con un 5% y RCN radio con

un 3%. El porcentaje se mide sobre el número de publicaciones divulgadas, de modo que el

sesgo es relativo y se aumenta por ejemplo en el caso de Telesur, en la que evaluaron 2928

publicaciones, y disminuye por ejemplo en el caso de El Tiempo en el que solo se evaluaron

516 publicaciones.

Por su parte, en lo relacionado con los sentimientos asociados al discurso del plebiscito,

encontraron que se percibían en un 60% de los tweets, aproximadamente 1000 sobre

emociones positivas y 4000 sobre emociones negativas. Los picos más altos de las emociones

negativas se dieron el 20 de junio de 2016 revelando inconformismo sobre la refrendación

del plebiscito y el 2 de octubre de 2016 posterior a los resultados de las votaciones.

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El informe también midió mentiras, exageraciones y tergiversaciones con base en 3.509.539

menciones categorizadas, encontrando un 2% de participación. Las cifras aproximadas de las

menciones fueron: impunidad con 35.000 menciones, elegibilidad política de miembros de

las FARC con 16.000 menciones, castrochavismo con 14.000, reforma tributaria con 5.000,

entrega del país a las FARC con 1.700, Timochenko presidente con 1.500 e ideología de

género con 1.000.

Algunos ejemplos de los tweets son los siguientes:

Las emociones negativas expresadas frente al plebiscito fueron mucho mayores que las

positivas, pero la intención del voto por el SÍ fue mayor que la del NO. Esto se debe a que

algunos de los comentarios contados como emociones negativas hacían referencia a

comentarios de personas a favor del SÍ, como estos 2 tweets:

Finalmente, sobre la tendencia de intención de voto, la encontraron en el 63% del total de

conversaciones, con más de 1.200.000 menciones a favor del SÍ y un poco menos de 800.000

menciones a favor del NO.

Encuesta virtual

Se realizaron 11 preguntas que fueron pensadas en torno a 4 temas: intención de voto,

comportamiento en redes sociales, prejuicios y más allá del mundo virtual. Los resultados

arrojados fueron los siguientes:

a. Intención de voto

a.1. Si el plebiscito fuera mañana ¿usted votaría?

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a.2. ¿Usted leyó los acuerdos?

a.3. En caso de haber leído o no los acuerdos, ¿Estaría dispuesto a acudir a otro medio de

información?

b. comportamiento en redes sociales

b.1. ¿Usted ha manifestado su opinión frente al proceso de paz en redes sociales?

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b.2. ¿Usted ha recibido comentarios ofensivos por manifestar su opinión frente al proceso

de paz en redes sociales?

b.3. ¿Usted ha percibido comentarios ofensivos en redes sociales contra otras personas por

sus opiniones sobre el proceso de paz?

b.4. ¿Considera que usted ha realizado comentarios ofensivos frente al tema del proceso de

paz en redes sociales?

c. Prejuicios

c.1. ¿Usted considera que las personas que no comparten su postura frente al proceso de paz

están equivocadas?

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c.2. ¿Usted considera que las personas que van a votar por el SÍ, quieren entregar el país a

las FARC?

c.3. ¿Usted considera que las personas que van a votar por el NO, no quieren la paz?

d. Más allá del mundo virtual

d.1. ¿Usted considera que lo que pasa en redes sociales tiene efectos fuera del mundo

virtual?

Entrevistas

Se realizaron 3 entrevistas a expertos en el tema de las emociones en la política, resumidas

así:

1. ¿Qué rol jugaron las emociones en las campañas políticas del plebiscito por la paz?

Andrei Gómez-Suárez: Sin duda las emociones jugaron un papel fundamental en el

plebiscito, tanto para quienes votaron como para quienes se abstuvieron de hacerlo. Las

emociones no son ni buenas, ni malas. A muchos del NO los movió la rabia, y a muchos del

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SÍ los movió la esperanza. No creo que en el triunfo del NO haya habido una emoción

predominante, pues se presentaron 4: rabia, miedo, indignación y decepción. Las emociones

que predominaron en los del SÍ fueron la esperanza, la solidaridad y la generosidad, pero no

estaban ligadas a una estructura discursiva clara que le permitiera a la gente salir a defender

los acuerdos. Uno no puede pretender hacer política sin emociones. Es esencial educar

emocionalmente a los ciudadanos, porque en la actualidad se pone el beneficio particular por

encima del colectivo.

Benjamín de la Pava: Las emociones entran primero que los hechos y son algo que todos

entendemos. En el plebiscito, las emociones del NO miraban al pasado: la rabia por la

impunidad y el temor al castrochavismo se dieron por igual. Sobre los discursos de odio, en

muchas partes se vuelven discursos sobre el amor hacia lo nuestro. Hay un nuestro y por ende

hay un “otro”. El otro no pertenece y toca echarlo. Este discurso de odio señala que hay unos

buenos: católicos, de bien, echados para adelante, emprendedores, que no le hacemos daño a

nadie, y hay unos ateos, castrochavistas, que le hacen apología al terror. Se crea una división

entre un buen colombiano y un mal colombiano. Sobre las emociones del SÍ, la principal era

la esperanza, pero esta se pierde muy fácil en un país como Colombia. Se puede recuperar,

pero es muy frágil y, sobre todo, para la gran mayoría de la población, no hay esperanza

porque no hay legitimidad gubernamental.

Ingrid Bolívar: Cuando hablo de emociones, no hablo de estados mentales individuales sino

de configuraciones emocionales. Muestro en mi trabajo cómo las emociones son construidas

narrativamente, cómo la gente aprende a sentir lo que siente. De ambos lados del plebiscito

se intentó orientar esas emociones. Varios de los del NO jugaron con el temor, con el odio,

con el sufrimiento, mientras que los del SÍ fueron muy tímidos, racionalistas, creían que las

razones se caían de su peso, y no. Los del SÍ subestimaron la importancia de hacer trabajo

emocional. Sin duda hubo discursos de odio en el plebiscito, pero entrar con eso nos previene

y hace más difícil detectar otras emociones en juego. El plebiscito tuvo muy diferentes

repertorios emocionales, donde el miedo, la humillación, pero también, las necesidades de

reconocimiento fueron muy importantes. Lo que hace tan dinamizadoras las emociones es

que nos tocan en los prejuicios para afianzarlos o para removerlos.

2. ¿Cómo evitar la estigmatización del “otro”?

Andrei Gómez-Suárez: No hay forma de salir de la estigmatización del otro, sino invitando

al diálogo. El diálogo en persona, no a través de redes sociales, humaniza al otro. Un gran

reto es volver a recuperar nuestra humanidad porque la guerra deshumaniza y más una que

está atravesada por nuevas tecnologías. Tenemos que buscar la forma de encontrarnos con el

otro y recuperar en ese diálogo un pedazo de nuestra humanidad.

Benjamín de la Pava: Las lecciones de países como Irlanda es que se tiene que cerrar la

brecha socioeconómica. Son cambios generacionales, se hace con programas de intercambio

social. Colombia es un país que separa demasiado y esas divisiones no se van a acabar, pero

se deben suavizar, si se puede, enmarcadas en la construcción de paz. Las teorías dicen que

del odio pasamos a la tristeza porque hay una resignación, pero se puede resignificar. El

rencor es lo que sí se mantiene en el tiempo y para resignificarlo, se debe generar en la

persona el amor, la aspiración.

Page 27: El odio como discurso político y su impacto en la

27

Ingrid Bolívar: Una manera de transformar las emociones es comprender cuáles son los

antecedentes cognitivos que las sostienen. Necesitamos aprender a no juzgarlas:

comprendiendo su historia, qué prácticas, qué experiencias, qué discursos fueron acuñando

esa emoción. Me imagino a un constructor de paz apasionado y beligerante, pero con la

capacidad de dejar que el otro también lo sea. La democracia exige un repertorio emocional

en el que uno aprenda a cultivar la sensación de que las cosas puedan ser de otro modo. Las

personas sí pueden cambiar de ideas si entienden por qué tenían otra idea. La sociedad nos

invita expresar y luchar por nuestras ideas, pero muy poco a transformarlas.

3. ¿Sería conveniente limitar la libertad de expresión para facilitar la construcción de

paz?

Andrei Gómez-Suárez: Eso podría exacerbar el sentimiento de injusticia entre aquellos que

recurren a dispositivos retóricos o a lenguajes que niegan al otro. Además, se incrementarían

las vías de información informal, lo cual dificulta el poder controvertirla. Cuando se limita

la libertad de expresión no se está atacando el problema de fondo, y la única solución es a

través del sistema educativo, de decisiones autoconscientes de los individuos de desatar unas

transformaciones en sus vidas personales. Debemos transformar las estructuras que han

permitido que los discursos de odio se arraiguen en los ciudadanos, trabajar en políticas de

mediano y largo plazo para que tengamos sujetos políticos que tengan pensamiento crítico.

Cuando yo me expongo al otro, a oír a alguien que piensa distinto, quizás ese alguien me

pone a pensar en una lógica diferente, y ahí es donde está la gran oportunidad de

reinventarnos en la sociedad.

Benjamín de la Pava: Una parte de mi dice que sí. Creo que es posible, si se logra crear un

marco normativo mucho más riguroso. Limitar la libertad de expresión se puede lograr, pero

solo en los canales que puedes controlar, o sea, en los oficiales. Es peor aun cuando no puedes

controlar y la realidad es que el control siempre será incompleto. Sería un cuello de botella

porque no le das cómo expresar a la gente sus frustraciones, cómo hacer catarsis. Ese es uno

de los grandes problemas de limitar la libertad de expresión, aparte de que infringiría uno de

los grandes valores democráticos, uno de los pilares de la sociedad liberal.

Ingrid Bolívar: Preferiría que los desprecios se pudieran expresar en público. Cuando a uno

le limitan su posibilidad de disentir, se agranda la rabia y el temor. ¿Qué pasa con ese no

decir, en qué tipo de acciones se traduce, y qué genera para esa persona? No sé si lo que me

inquieta sea el límite jurídico a la libertad de expresión, o la manera como se pone en marcha

una estrategia que pluralice esa expresión y nos deje construir un espectro que nos exponga

con posiciones muy diferentes frente a un tema. La regulación jurídica de alguna práctica me

parece muy complicada, si me tocara sacar una política pública ya, teniendo en cuenta lo

ocurrido en países como Ruanda, ciertamente limitaría la libertad de expresión.

6. Análisis

De los memes se puede deducir que los principales estereotipos asignados a las personas

según la postura que apoyaran en la campaña del plebiscito eran: ser castrochavistas para los

del SÍ, y ser guerreristas para los del NO. El castrochavismo hace referencia a que se

adoptaría el comunismo como modelo económico y terminaríamos enfrentando importantes

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crisis económicas como las de Venezuela o Cuba. Por su parte, el etiquetar a quienes estaban

a favor del NO como guerreristas, las asume como ciudadanos que querían mantener la guerra

por no haberla vivido, gracias a los privilegios de su nivel económico alto.

Llama la atención que ambas campañas utilizaron las redes sociales para reproducir

masivamente memes que representaran estos estereotipos. Los abanderados de la paz

participaron de la propagación de memes con contenido ofensivo, lo cual resulta paradójico,

teniendo en cuenta el propósito de esta campaña. Si lo que estaba en discusión era la paz, lo

coherente hubiera sido que la campaña fuera pacífica.

Los memes ofensivos no solo reprodujeron prejuicios sino que impusieron etiquetas claras

en las personas que no compartían la postura propia, utilizando adjetivos tales como

“ordinario”, “estúpido” o “pendejo”. Esto genera una pérdida de empatía que aumenta la

polarización como forma de violencia.

También circularon memes con montajes de personajes públicos, por parte de ambas

campañas. Esto demuestra la ausencia de control sobre el contenido en las redes sociales. A

pesar de que el objeto de este trabajo no son los discursos mendaces, este tema se incluyó

por considerar que fue una dinámica que valía la pena documentar en un trabajo de este estilo,

además, muchos de estos memes reproducían los estereotipos asignados en las campañas del

plebiscito.

Temas como la religión, que no necesariamente correspondían con la realidad, fueron

involucrados dentro de las campañas, generando estereotipos adicionales. Es interesante que

en pleno siglo XXI, en un Estado laico, esta clase de situaciones ocurran. Para muchos, los

votos de los cristianos fueron decisivos en el triunfo del NO, teniendo en cuenta la polémica

de la “ideología de género”.

Fue tan evidente la dinámica de conflicto instaurada en las redes sociales, que incluso se

encontraron memes reflexivos. Estos memes son los más interesantes porque revelan una

consciencia sobre el fenómeno de polarización y una reflexión tendiente a procurar su

desaparición.

Por su parte, de los resultados del informe de Acceso Intelligence to Shine, se concluye que

los ciudadanos (incluidos funcionarios públicos y políticos) estuvieron muy activos en redes

sociales frente al tema del plebiscito y que los diferentes medios aprovecharon estos canales

para difundir información al respecto y manifestar sus sesgos frente al tema. Es claro además

que existieron una cantidad importante de mentiras, tergiversaciones y exageraciones, que

seguramente tuvieron un impacto en los resultados de la votación. Las emociones negativas

expresadas frente al plebiscito fueron mucho mayores que las positivas, pero la intención del

voto por el SÍ fue mayor que la del NO.

Sobre los resultados de la encuesta virtual, debe aclararse que esta fue circulada por los

estudiantes de la maestría en construcción de paz en sus redes sociales, por lo que los

participantes no son un grupo representativo plural y diverso, lo cual puede generar múltiples

sesgos, que reducen en gran medida la validez de sus resultados. Con respecto a la intención

de voto, la mayoría de los participantes tenían su voto claro. De estos, 83% indicó que

votarían a favor del SÍ, aunque solo el 54% de los participantes señaló haber leído los

acuerdos. Es decir, la decisión sobre el voto de aproximadamente la mitad de los participantes

no se basaba en los acuerdos. En cualquier caso, el 96% reconoció estar dispuesto a consultar

en una fuente adicional sobre el tema. No podemos establecer una correlación entre estas

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respuestas, pero parece existir un teléfono roto entre los votantes y el mensaje original, ya

que sus decisiones están basadas en interpretaciones o en información imparcial pero

descontextualizada sobre los acuerdos.

60% de los participantes reconoció haber manifestado su opinión sobre los acuerdos en redes

sociales. Frente a los comentarios ofensivos, el 27% de los participantes considera haberlos

recibido, pero esta es una cifra alta ya que equivale al 45% de los que indicaron que han

opinado en redes sociales sobre el tema. Es decir, casi la mitad de las personas que

manifestaron su opinión recibieron comentarios ofensivos al respecto. Solo un 10% de los

participantes reconoce haberlos realizado. Esta cifra resulta demasiado baja para ser real,

toda vez que el 82% de los participantes señaló haber percibido comentarios ofensivos en

redes sociales contra otras personas por sus opiniones frente al proceso de paz. Es decir, si

bien las personas que manifestaron su opinión correspondían al 60% de los participantes, lo

cierto es que el involucramiento político fue aún más amplio, ya que un 82% percibió la

dinámica de comentarios ofensivos contra personas que opinaban sobre el tema.

Es probable que solo un 10% reconozca haber realizado esta clase de comentarios, por existir

un desentendimiento moral. Según Bandura, el desentendimiento moral puede centrarse en

la reestructuración cognitiva de la conducta inhumana en una conducta benigna o una

conducta con una justificación moral, lo cual puede ocurrir ignorando o minimizando los

efectos perjudiciales de las acciones de uno (Bandura, 2002, p. 1). Es probable que los

participantes hayan identificado con facilidad los comentarios ofensivos de otros, pero al

tratarse de los propios, no los hayan considerado ofensivos.

Se realizaron preguntas sobre los prejuicios más reiterados en los memes observados. En

primer lugar, 41% de los participantes consideró que quienes no tuvieran su postura frente

al proceso de paz estaban equivocados. Esto por sí solo no es revelador, pero a esta pregunta

le seguían dos cuestionamientos frente a los prejuicios. El 8% de los participantes

consideraron que las personas que votarían por el SÍ querían entregar el país a las FARC.

Esta cifra es alarmante, ya que el número de personas que respondieron que votarían por el

NO fue de 36, de las cuales 27 tienen un prejuicio frente a los del SÍ, es decir, el prejuicio es

del 75%. Por su parte, 24% de los participantes consideró que las personas que votarían por

el NO, no querían la paz. Esto equivale a un 29.5% de prejuicio, toda vez que 264 personas

contestaron que votarían por el SÍ, de las cuales 78 indicaron estar de acuerdo con la

afirmación mencionada.

Aunque la muestra de participantes no necesariamente responde a una población diversa, la

polarización sí se vio reflejada en los resultados. No se pudo anticipar el resultado del

plebiscito en la intención de voto, pero las preguntas relacionadas con los prejuicios y el

comportamiento en redes sociales sí permitieron inferir que existía un alto nivel de

polarización y de estigmatización del “otro”. De la encuesta no pueden concluirse resultados

contundentes, pero dada la sorpresa que generaron los resultados del plebiscito, la

consideramos como un insumo muy útil para intentar aproximarnos a una mejor comprensión

de los mismos.

De las entrevistas realizadas a los expertos, podríamos concluir varias cosas:

(i) Las emociones tuvieron un rol fundamental en el plebiscito.

(ii) Si bien hubo discursos de odio, esta no fue la única emoción presente en la

campaña del plebiscito, ni fue utilizado únicamente por los del NO.

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(iii) Los del NO sacaron provecho del rol de las emociones, mientras que los del SÍ lo

subestimaron.

(iv) Los del NO utilizaron discursos retóricos engañosos, que no pudieron ser

desvirtuados por los del SÍ.

(v) Existe una tensión entre los discursos de odio y la libertad de expresión, de modo

que una respuesta contundente sobre los alcances de cada uno de ellos es muy

difícil.

(vi) La única forma de eliminar la polarización y estigmatización del “otro” es

promoviendo el diálogo entre los opuestos.

(vii) Es fundamental cuestionarse sobre el origen de las emociones que acompañan las

posturas políticas.

7. Reflexiones finales

Es claro que las emociones jugaron un rol fundamental en las campañas del plebiscito por la

paz, que se vio potencializado por la campaña del NO, ya que apeló a discursos retóricos que

lograron impactar de manera directa a la ciudadanía.

Ambas campañas estaban basadas en emociones, pero la manera de comunicarlas fue más

eficiente en los del NO porque lograron vincularlas a los dispositivos retóricos claros.

Las principales emociones detrás del NO fueron la rabia y el miedo, y las del SÍ fueron la

esperanza y la solidaridad. La cuestión no consiste en eliminarlas del debate político, sino

lograr que los ciudadanos desarrollen un pensamiento crítico que les permita tomar

decisiones pasadas por el tamiz emocional pero de manera reflexiva.

En sentido amplio, podría decirse que sí existió un discurso de odio en las campañas del

plebiscito por la paz, ya que se promovió la discriminación o exclusión de quienes pensaban

diferente, por medio de la asignación de estereotipos que ahondaran las brechas existentes en

la ciudadanía, basadas en los prejuicios que se han ido reproduciendo en virtud de las

dinámicas sociales propias del conflicto armado.

Los principales estereotipos fueron el castrochavismo y el guerrerismo. Así se logró dividir

a la población en dos grupos aparentemente irreconciliables, lo que generó la paradoja de que

mientras el gobierno y las FARC lograban un acuerdo de paz, las familias y amistades

entraron en una dinámica de conflicto por causa de la paz. Los principales sorprendidos por

los resultados del plebiscito fueron los del SÍ, por asumir que aquellos que no compartían su

postura, no querían la paz. Esto deja claro que la paz no se puede construir separando, sino

uniendo.

Aunque existe una prohibición internacional sobre los discursos de odio, los test de

proporcionalidad deben demostrar que se trata de un discurso que incita al odio contra un

grupo determinado, y que su contenido tiene vocación efectiva de fomentar la violencia en

contra de ese grupo. Este ejercicio caso a caso escapa del objeto de este trabajo. Lo que es de

nuestro interés es determinar si los discursos encaminados a estigmatizar a quienes tenían

una postura diferente tuvieron algún impacto en la construcción de paz. De cualquier forma,

de manera genérica se podría decir que los discursos de odio de las campañas no denotaban

de manera clara e inequívoca la intención de causar un daño a las personas incluidas dentro

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de los estereotipos, ni de ellos se podía deducir un riesgo concreto, claro y presente en contra

de las mismas. Es decir, no habría un discurso de odio en estricto sentido.

Sin embargo, si asumimos el discurso de odio e un sentido más amplio, como aquel que

promueve la discriminación, sí podríamos decir que las campañas se basaron en esta clase de

retóricas, por medio de la estigmatización del otro. Esto es, se asignó un estereotipo que

identificaba al “otro”, lo separara del “nosotros”, y se le asignaban unas consecuencias

negativas que iban desde deslegitimar su opinión, hasta la generación de conflictos

interpersonales que terminaban en rupturas de relaciones afectivas y familiares.

La estigmatización del otro afecta la construcción de paz, ya que es una dinámica que divide,

despersonaliza y deshumaniza. En eso consiste justamente la polarización. Aunque no sea

necesario que la polarización conlleve la discriminación, lo cierto es que los prejuicios detrás

de los estereotipos asignados en las campañas del plebiscito coinciden con uno de los posibles

orígenes del conflicto.

Independientemente de que el NO haya ganado el plebiscito por la paz, la dificultad para la

construcción de paz sería muy similar si hubiera ganado el SÍ con los mismos porcentajes.

Es obvio que al ganar el NO se presentó como dificultad adicional el tener que modificar los

acuerdos, pero esto fue superado, por lo menos formalmente. Como este esfuerzo no estuvo

dirigido a solucionar el problema de fondo que era la alta polarización, no se reconoció con

contundencia la legitimidad de los nuevos acuerdos. Esto evidencia la necesidad urgente de

direccionar la construcción de paz hacia la reconciliación, pero no de los actores armados

con la sociedad civil, sino de los ciudadanos entre sí.

Es imposible la consecución de una paz estable y duradera en una sociedad que tiene una

larga historia de homicidios basados en la ideología política, que cuando por fin logra un

acuerdo de paz, se encuentra con una ciudadanía dividida, en la que en vez de dejar a un lado

los viejos prejuicios, estos se reafirman y se renuevan. No existe forma de reforzar y mantener

la paz alcanzada mediante un acuerdo si se sigue fomentando la desigualdad en la

distribución del poder y los recursos, por medio de discursos que promueven la separación

de los distintos grupos que conforman la sociedad.

Ante ese impacto de los discursos de odio -en sentido amplio- en la construcción de paz, no

sería recomendable limitarlos como tal, sino poderlos analizar críticamente. Lo óptimo sería

poder establecer un diálogo abierto entre quienes tienen posturas contradictorias, pues las

emociones son saludables, pero debemos ser capaces de comprenderlas. Si se quiere

contribuir a la construcción de paz en una sociedad polarizada, debemos aceptar el rol

fundamental de las emociones y sacar provecho de él. Ese provecho no se refiere a la

validación de cualquier estrategia comunicativa. Ante la inconveniencia de limitar los

discursos políticos, se debe fomentar en los ciudadanos una curiosidad o alerta sobre los

discursos que promueven el odio, de modo que puedan identificarlos y, sobre todo,

cuestionarlos. Este cuestionamiento debería ser un ejercicio reflexivo y respetuoso, que

requiere del despojo del prejuicio de superioridad sobre las ideas del otro.

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