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Primera parte La ruptura i. el hecho se conquista contra la ilusión del saber inmediato La vigilancia epistemológica se impone particularmente en el caso de las ciencias del hombre, en las que la separación entre la opi- nión común y el discurso científico es más impreciso que en otros ca- sos. Aceptando con demasiada facilidad que la preocupación de una re- forma política y moral de la sociedad arrastró a los sociólogos del siglo XIX a abandonar a menudo la neutralidad científica, y también que la sociología del siglo XX pudo renunciar a las ambiciones de la filosofía social sin precaverse empero de las contaminaciones ideológicas de otro orden, con frecuencia se deja de reconocer, a fin de extraer de ella todas las consecuencias, que la familiaridad con el universo social cons- tituye el obstáculo epistemológico por excelencia para el sociólogo, porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficti- cias, al mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad. El sociólogo no ha saldado cuentas con la sociología espontánea y debe imponerse una polémica ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias que proporcionan, sin mucho esfuerzo, las ilusiones del saber inmediato y su riqueza insuperable. Le es igualmente difícil establecer la separación entre la percepción y la ciencia –que, en el caso del físico, se expresa en una acentuada oposición entre el laboratorio y la vida cotidiana– como encontrar en su herencia teórica los instrumentos que le permitan re- chazar radicalmente el lenguaje común y las nociones comunes. 1. Prenociones y técnicas de ruptura Como tienen por función reconciliar a cualquier precio la conciencia común consigo misma, proponiendo explicaciones, aun contradicto-

El Oficio de sociólogo - La Ruptura

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Capítulo 2 de El oficio de sociólogo de Pierre Bourdieu. Editorial Siglo XXI.

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  • Primera parteLa ruptura

    i. el hecho se conquista contra la ilusin del saber inmediato

    La vigilancia epistemolgica se impone particularmente en elcaso de las ciencias del hombre, en las que la separacin entre la opi-nin comn y el discurso cientfico es ms impreciso que en otros ca-sos. Aceptando con demasiada facilidad que la preocupacin de una re-forma poltica y moral de la sociedad arrastr a los socilogos del sigloXIX a abandonar a menudo la neutralidad cientfica, y tambin que lasociologa del siglo XX pudo renunciar a las ambiciones de la filosofasocial sin precaverse empero de las contaminaciones ideolgicas deotro orden, con frecuencia se deja de reconocer, a fin de extraer de ellatodas las consecuencias, que la familiaridad con el universo social cons-tituye el obstculo epistemolgico por excelencia para el socilogo,porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficti-cias, al mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad. El socilogono ha saldado cuentas con la sociologa espontnea y debe imponerseuna polmica ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias queproporcionan, sin mucho esfuerzo, las ilusiones del saber inmediato ysu riqueza insuperable. Le es igualmente difcil establecer la separacinentre la percepcin y la ciencia que, en el caso del fsico, se expresa enuna acentuada oposicin entre el laboratorio y la vida cotidiana comoencontrar en su herencia terica los instrumentos que le permitan re-chazar radicalmente el lenguaje comn y las nociones comunes.

    1. Prenociones y tcnicas de rupturaComo tienen por funcin reconciliar a cualquier precio la concienciacomn consigo misma, proponiendo explicaciones, aun contradicto-

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    rias, de un mismo hecho, las opiniones primeras sobre los hechos socia-les se presentan como una coleccin falsamente sistematizada de juiciosde uso alternativo. Estas prenociones, representaciones esquemticasy sumarias que se forman por la prctica y para ella, como lo observaDurkheim, reciben su evidencia y autoridad de las funciones socialesque cumplen [E. Durkheim, texto n 4].

    La influencia de las nociones comunes es tan fuerte que todas las tc-nicas de objetivacin deben ser aplicadas para realizar efectivamenteuna ruptura, ms a menudo anunciada que efectuada. As los resulta-dos de la medicin estadstica pueden, por lo menos, tener la virtud ne-gativa de desconcertar las primeras impresiones. De la misma forma,an no se ha considerado suficientemente la funcin de ruptura queDurkheim atribua a la definicin previa del objeto como construccinterica provisional destinada, ante todo, a sustituir las nociones delsentido comn por una primera nocin cientfica1 [M. Mauss, texto n5]. De hecho, en la medida en que el lenguaje comn y ciertos usos es-pecializados de las palabras comunes constituyen el principal vehculode las representaciones comunes de la sociedad, una crtica lgica y le-xicolgica del lenguaje comn surge como el requisito previo ms in-dispensable para la elaboracin controlada de las nociones cientficas[J. H. Goldthorpe y D. Lockwood, texto n 6].

    Como durante la observacin y la experimentacin el socilogo esta-blece una relacin con su objeto que, en tanto relacin social, nunca esde puro conocimiento, los datos se le presentan como configuracionesvivas, singulares y, en una palabra, demasiado humanas, que tienden aimponrsele como estructuras de objeto. Al desmontar las totalidadesconcretas y evidentes que se presentan a la intuicin, para sustituirlaspor el conjunto de criterios abstractos que las definen sociolgicamente

    1 P. Fauconnet y M. Mauss, artculo Sociologie, en Grande EncyclopdieFranaise, t. XXX, Pars, 1901, pg. 173. No es casualidad si los que quierenencontrar en Durkheim, y ms precisamente en su teora de la definicin ydel indicador (vase por ej., R. K. Merton, lments de thorie et de mthodesociologique [trad. H. Mendras], 2 ed. aumentada, Pars, Plon, 1965, pg.61), el origen y garanta del operacionalismo desconocen la funcin deruptura que Durkheim confera a la definicin: en efecto, numerosasdefiniciones llamadas operacionales no son otra cosa que unaorganizacin, lgicamente controlada o formalizada, de las ideas delsentido comn.

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    profesin, ingresos, nivel de educacin, etc., al proscribir las induc-ciones espontneas que, por un efecto de halo, predisponen a extendersobre toda una clase los rasgos sobresalientes de los individuos ms t-picos en apariencia, en resumen, al desgarrar la trama de relacionesque se entreteje continuamente en la experiencia, el anlisis estadsticocontribuye a hacer posible la construccin de relaciones nuevas, capa-ces, por su carcter inslito, de imponer la bsqueda de relaciones deun orden superior que den razn de ste.

    As, el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de loreal, hasta del ms desconcertante, puesto que supone siempre la rup-tura con lo real y las configuraciones que ste propone a la percepcin.Si se insiste demasiado en el papel del azar en el descubrimiento cient-fico, como lo hace Robert K. Merton en su anlisis del serendipity, se correel riesgo de suscitar las representaciones ms ingenuas del descubri-miento, resumidas en el paradigma de la manzana de Newton: la capta-cin de un hecho inesperado supone, al menos, la decisin de prestaruna atencin metdica a lo inesperado, y su propiedad heurstica de-pende de la pertinencia y de la coherencia del sistema de cuestiones quepone en discusin.2 Es sabido que el acto de descubrir que conduce a lasolucin de un problema sensorio-motor o abstracto debe romper las re-laciones ms aparentes, por ser las ms familiares, para hacer surgir elnuevo sistema de relaciones entre los elementos. En sociologa, como enotros campos, una investigacin seria conduce a reunir lo que vulgar-mente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde.3

    2. La ilusin de la transparencia y el principio 2. de la no-concienciaTodas las tcnicas de ruptura, crtica lgica de las nociones, puesta aprueba estadstica de las falsas evidencias, impugnacin decisoria y me-tdica de las apariencias, son sin embargo impotentes en tanto la socio-loga espontnea no es alcanzada en su propio principio, es decir en la

    2 R. K. Merton, Elements de thorie et de mthode sociologique, op. cit., pgs. 47-51.3 Por ejemplo, la ciencia de las religiones reuni en un mismo gnero a los

    tabes de impureza y los de pureza, puesto que son todos tabes; por elcontrario, distingui cuidadosamente los ritos funerarios y el culto de losantepasados (P. Fauconnet y M. Mauss, Sociologie, loc. cit., pg. 173).

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    filosofa del conocimiento de lo social y de la accin humana que la sos-tiene. La sociologa no puede constituirse como ciencia efectivamenteseparada del sentido comn sino con la condicin de oponer a las pre-tensiones sistemticas de la sociologa espontnea la resistencia organi-zada de una teora del conocimiento de lo social cuyos principios con-tradigan, punto por punto, los supuestos de la filosofa primera de losocial. Sin tal teora, el socilogo puede rechazar ostensiblemente lasprenociones, construyendo la apariencia de un discurso cientfico so-bre los supuestos inconscientemente asumidos, a partir de los cuales lasociologa espontnea engendraba esas prenociones. El artificialismo,representacin ilusoria de la gnesis de los hechos sociales segn lacual el cientfico podra comprender y explicar estos hechos medianteel solo esfuerzo de su reflexin personal descansa, en ltima instancia,en el supuesto de la ciencia infusa que, arraigado en el sentimiento defamiliaridad, funda tambin la filosofa espontnea del conocimientodel mundo social: la polmica de Durkheim contra el artificialismo, elpsicologismo o el moralismo no es sino el revs del postulado segn elcual los hechos sociales tienen una manera de ser constante, una natu-raleza que no depende de la arbitrariedad individual y de donde deri-van las relaciones necesarias [. Durkheim, texto n 7]. No otra cosa afir-maba Marx cuando sostena que en la produccin social de suexistencia, los hombres establecen relaciones determinadas, necesarias,independientes de su voluntad, o incluso Weber, cuando proscriba lareduccin del sentido cultural de las acciones a las intenciones subjeti-vas de los actores. Durkheim, que exige del socilogo que penetre en elmundo social como en un mundo desconocido, reconoca a Marx elmrito de haber roto con la ilusin de la transparencia: Consideramosfecunda la idea de que la vida social debe explicarse, no por la concep-cin que se hacen los que en ella participan, sino por las causas profun-das que escapan a la conciencia4 [. Durkheim, texto n 8].

    Tal convergencia se explica fcilmente:5 la que podra denominarse

    4 . Durkheim, informe de A. Labriola, Essais sur la conception matrialistede lhistoire, en Revue Philosophique, dic. 1897, vol. XLIV, 22 ao, pg. 648.

    5 La acusacin de sincretismo que podra provocar la comparacin de lostextos de Marx, Weber y Durkheim descansara en la confusin entre lateora del conocimiento de lo social como condicin de posibilidad de undiscurso sociolgico verdaderamente cientfico y la teora del sistema social

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    principio de la no-conciencia, concebida como condicin sine qua nonde la constitucin de la ciencia sociolgica, no es sino la reformulacindel principio del determinismo metodolgico en la lgica de esta cien-cia, del cual ninguna ciencia puede renegar sin negarse como tal.6 Es loque se oculta cuando se expresa el principio de la no-conciencia en elvocabulario de lo inconsciente, transformando as un postulado meto-dolgico en tesis antropolgica, ya se termine sustantivando la sustanciao se permita la polisemia del trmino para reconciliar la aficin a losmisterios de la interioridad con los imperativos del distanciamiento7 [L.Wittgenstein, texto n 9]. De hecho, el principio de la no-conciencia no

    (sobre este punto vanse pgs. 15, 16 y pgs. 48-50, e infra, G. Bachelard,texto n 2, pgs. 130-133). En caso de que no se nos concediera estadistincin, habra que examinar todava si la apariencia disparatada no semantiene porque se permanece fiel a la representacin tradicional de unapluralidad de tradiciones tericas, representacin que impugnaprecisamente el eclecticismo apacible de la teora del conocimientosociolgico, rechazando, a partir de la experiencia prctica sociolgica,ciertas oposiciones consideradas rituales por otra prctica, la de laenseanza de la filosofa.

    6 Si, como escribe C. Bernard, un fenmeno se presentara en unaexperiencia con una apariencia tan contradictoria, que no se ligara de unamanera necesaria a condiciones de existencia determinadas, la razndebera rechazar el hecho como un hecho no cientfico [], porque admitirun hecho sin causa, es decir, indeterminable en sus condiciones deexistencia, no es ni ms ni menos que la negacin de la ciencia (C.Bernard, Introduction ltude de la mdecine exprimentale, Pars, J. B. Baillree Hijos, 1865, cap. 11, 7).

    7 Aunque permaneci encerrado en la problemtica de la concienciacolectiva por los instrumentos conceptuales propios de las cienciashumanas de su poca, Durkheim se esforz en distinguir el principio por elcual en el socilogo surgen a la existencia regularidades no conscientes dela afirmacin de un inconsciente dotado de caracteres especficos.Refirindose a la relacin entre las representaciones individuales y lascolectivas escribe: Todo lo que sabemos, en efecto, es que hay fenmenosque se suceden en nosotros, que no obstante ser de orden psquico no sonconocidos por el yo que somos. En cuanto a saber si son percibidos poralgn yo desconocido o lo que pudiera ser fuera de toda captacin, no nosimporta. Concdasenos solamente que la vida representativa se extiendems all de nuestra conciencia actual (. Durkheim, Reprsentationsindividuelles et reprsentations colectives, Revue de Mtaphysique et deMorale, IV, mayo 1898, reproducido en Sociologie et Philosophie, Pars, F. Alcan, 1924; citado de acuerdo con la 3 ed., Pars, PUF, 1967, pg. 25[hay ed. en esp.]).

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    tiene otra funcin que alejar la ilusin de que la antropologa puedaconstituirse como ciencia reflexiva y definir, simultneamente, las con-diciones metodolgicas en las cuales puede convertirse en ciencia expe-rimental8 [. Durkheim, texto n 10; F. Simiand, texto n 11].

    Si la sociologa espontnea renace de manera insistente y bajo disfra-ces tan distintos en la sociologa cientfica, es sin duda porque los soci-logos que buscan conciliar el proyecto cientfico con la afirmacin delos derechos de la persona derecho a la libre actividad y a la clara con-ciencia de la actividad o que, sencillamente, evitan someter su prcticaa los principios fundamentales de la teora del conocimiento sociol-gico, tropiezan inevitablemente con la filosofa ingenua de la accin yde la relacin del sujeto con la accin, que obligan a defender, en su so-ciologa espontnea de los sujetos sociales, la verdad vivida de su expe-riencia de la accin social. La resistencia que provoca la sociologacuando pretende separar la experiencia inmediata de su privilegio gno-seolgico se basa en la misma filosofa humanista de la accin humanade cierta sociologa que, empleando conceptos como el de motiva-cin, por ejemplo, o limitndose por predileccin a cuestiones de deci-sion-marking, realiza, a su manera, la ingenua promesa de todo sujeto so-cial: creyendo ser dueo y propietario de s mismo y de su propiaverdad, no queriendo conocer otro determinismo que el de sus propiasdeterminaciones (incluso si las considera inconscientes), el humanistaingenuo que existe en todo hombre experimenta como una reduccinsociologista o materialista todo intento por establecer que el sen-

    8 Es lo que sugiere C. Lvi-Strauss cuando distingue el empleo que haceMauss de la nocin de inconsciente de la de inconsciente colectivo de Junglleno de smbolos y aun de cosas simbolizadas que forman una especie desubstrato, y que le concede a Mauss el mrito de haber recurrido alinconsciente como proveedor del carcter comn y especfico de los hechossociales (C. Lvi-Strauss, Introduction, en M. Mauss, Sociologie etAnthropologie, Pars, PUF, 1950, pgs. XXX y XXXII [hay ed. en esp.]). Ytambin en ese sentido reconoce ya en Tylor la afirmacin, sin duda confusay equvoca, de lo que constituye la originalidad de la etnologa, a saber, lanaturaleza inconsciente de los fenmenos colectivos []. Incluso cuandose encuentran interpretaciones, stas tienen siempre el carcter deracionalizaciones o de elaboraciones secundarias: no hay ninguna duda deque las razones por las cuales se practica una costumbre, o se comparte unacreencia, son muy distintas de las que se invocan para justificarla(Anthropologie structurale, Pars, Plon, 1958, pg. 25 [hay ed. en esp.]).

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    tido de las acciones ms personales y ms transparentes no pertene-cen al sujeto que las ejecuta sino al sistema total de relaciones en lascuales, y por las cuales, se realizan. Las falsas profundidades que pro-mete el vocabulario de las motivaciones (notablemente diferenciadasde los simples motivos) quiz tengan por funcin salvaguardar a la fi-losofa de la eleccin, adornndola de prestigios cientficos que se dedi-quen a la investigacin de elecciones inconscientes. La indagacin superficial de las fundaciones psicolgicas tal como son vividas razo-nes o satisfacciones impide a menudo la investigacin de las funcio-nes sociales que las razones ocultan y cuyo cumplimiento propor-ciona, adems, las satisfacciones directamente experimentadas.9

    Contra este mtodo ambiguo que permite el intercambio indefinidode relaciones entre el sentido comn y el sentido comn cientfico, hayque establecer un segundo principio de la teora del conocimiento delo social que no es otra cosa que la forma positiva del principio de la no-conciencia: las relaciones sociales no pueden reducirse a relaciones en-tre subjetividades animadas de intenciones o motivaciones, porqueellas se establecen entre condiciones y posiciones sociales y tienen, almismo tiempo, ms realidad que los sujetos que relacionan. Las crticasque Marx efectuaba a Stirner alcanzan a los psicosocilogos y a los so-cilogos que reducen las relaciones sociales a la representacin que deellas se hacen los sujetos y creen, en nombre de un artificialismo prc-tico, que se pueden transformar las relaciones objetivas transformandoesa representacin de los sujetos: Sancho no quiere que dos indivi-duos estn en contradiccin uno contra otro, como burgus y prole-tario []; l querra verlos mantener una relacin personal de indivi-duo a individuo. No considera que, en el marco de la divisin deltrabajo, las relaciones personales se convierten necesaria e inevitable-mente en relaciones de clase y como tal se cristalizan; as, toda su verbo-rragia se reduce a un voto piadoso que quiere cumplir exhortando a los

    9 Tal es el sentido de la crtica que Durkheim haca de Spencer: Los hechossociales no son el simple desarrollo de los hechos psquicos, sino que estosltimos son, en gran parte, la prolongacin de los primeros en el interiorde la conciencia. Esta proposicin es muy importante ya que el punto devista contrario expone al socilogo, a cada instante, a que tome la causa porefecto y recprocamente (De la division du travail social, 7 ed., Pars, PUF,1960, pg. 341 [hay ed. en esp.]).

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    individuos de esas clases a desechar de su espritu la idea de sus contra-dicciones y de su privilegio particular []. Para destruir la contra-diccin y lo particular, bastara cambiar la opinin y el querer.10

    Independientemente de las ideologas de la participacin y de la co-municacin a las que a menudo respaldan, las tcnicas clsicas de lapsicologa social conducen, en razn de su epistemologa implcita, aprivilegiar las representaciones de los individuos en detrimento de lasrelaciones objetivas en las cuales estn inscriptas y que definen la satis-faccin o la insatisfaccin que experimentan, los conflictos que en-cierran o las expectativas y ambiciones que expresan. El principio de lano-conciencia impone, por el contrario, que se construya el sistema derelaciones objetivas en el cual los individuos se hallan insertos y que seexpresa mucho ms adecuadamente en la economa o en la morfologade los grupos que en las opiniones e intenciones declaradas de los su-jetos. El principio explicativo del funcionamiento de una organizacinest muy lejos de ser suministrado por la descripcin de las actitudes,las opiniones y aspiraciones individuales; en rigor, es la captacin de lalgica objetiva de la organizacin lo que proporciona el principio capazde explicar, por aadidura, aquellas actitudes, opiniones y aspiracio-nes.11 Este objetivismo provisorio, que es la condicin de la captacinde la verdad objetivada de los sujetos, es tambin la condicin de lacomprensin total de la relacin vivida que los sujetos mantienen consu verdad objetivada en un sistema de relaciones objetivas.12

    10 K. Marx, Idologie allemande (trad. J. Molitor), en uvres Philosophiques, t. IX,Pars, A. Costes, 1947, pg. 94 [hay ed. en esp.].

    11 Esta reduccin a la psicologa encuentra uno de sus modelos de eleccinen el estudio de los grupos pequeos, aislados de la accin y de lainteraccin, abstrados de la sociedad global. Son innumerables lasinvestigaciones donde el estudio en probeta de los conflictos psicolgicosentre sectores reemplaza el anlisis de las relaciones objetivas entre lasfuerzas sociales.

    12 Si fuera necesario, por las necesidades de la tarea pedaggica, ponerfuertemente el acento en lo previo de la objetivacin que se impone a tododesarrollo sociolgico, cuando quiere romper con la sociologa espontnea,no podra reducirse la tarea de la explicacin sociolgica a las dimensionesde un objetivismo: La sociologa supone, por su misma existencia, lasuperacin de la oposicin ficticia que subjetivistas y objetivistas hacensurgir arbitrariamente. Si la sociologa es posible como ciencia objetiva, esporque existen relaciones exteriores, necesarias, independientes de las

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    3. Naturaleza y cultura: sustancia y sistema de relacionesSi el principio de la no-conciencia no es sino el revs del referido al m-bito de las relaciones, este ltimo debe conducir al rechazo de todas losintentos por definir la verdad de un fenmeno cultural independiente-mente del sistema de relaciones histricas y sociales del cual es parte.Tantas veces condenado, el concepto de naturaleza humana, la mssencilla y natural de todas las naturalezas, subsiste sin embargo bajo laapariencia de conceptos que son algo as como su moneda corriente,por ejemplo, las tendencias o las propensiones de ciertos econo-mistas, las motivaciones de la psicologa social o las necesidades ylos pre-requisitos del anlisis funcionalista. La filosofa esencialista,que es la base de la nocin de naturaleza, todava se practica en ciertouso ingenuo de los criterios de anlisis como el sexo, la edad, la raza olas aptitudes intelectuales, al considerarse esas caractersticas como da-tos naturales, necesarios y eternos, cuya eficacia podra ser captada in-dependientemente de las condiciones histricas y sociales que los cons-tituyen en su especificidad, por una sociedad dada y en un tiempodeterminado.

    De hecho, el concepto de naturaleza humana est presente cada vezque se transgrede el precepto de Marx que prohbe eternizar en la na-turaleza el producto de la historia, o el precepto de Durkheim queexige que lo social sea explicado por lo social y slo por lo social [K.Marx, texto n 12; Durkheim, texto n 13]. La frmula de Durkheim con-

    voluntades individuales y, si se quiere, inconscientes (en el sentido de queno son objeto de la simple reflexin), que no pueden ser captadas sino porlos rodeos de la observacin y de la experimentacin objetivas. [] Pero, adiferencia de las ciencias naturales, una antropologa total no puededetenerse en una construccin de relaciones objetivas porque laexperiencia de las significaciones forma parte de la significacin total de la experiencia: la sociologa, hasta la menos sospechosa de subjetivismo,recurre a conceptos intermediarios y mediadores entre lo subjetivo y loobjetivo, como alienacin, actitud o ethos. En efecto, le correspondeconstruir el sistema de relaciones que engloba y el sentido objetivo de las conductas organizadas segn regularidades mensurables y las relacionessingulares que los sujetos mantienen con las condiciones objetivas de suexistencia y con el sentido objetivo de sus conductas, sentido que los poseeporque estn desposedos de l. Dicho de otro modo, la descripcin de lasubjetividad objetivada remite a la descripcin de la interiorizacin de laobjetividad (P. Bourdieu, Un Art moyen, Pars, Ed. de Minuit, 1970, 2 ed.,pgs. 18-20; 1 ed. 1965).

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    serva todo su valor pero a condicin de que exprese no la reivindica-cin de un objeto real, efectivamente distinto del de las otras cienciasdel hombre, ni la pretensin sociologista de querer explicar sociolgi-camente todos los aspectos de la realidad humana, sino la fuerza de ladecisin metodolgica de no renunciar anticipadamente al derecho dela explicacin sociolgica o, en otros trminos, no recurrir a un princi-pio de explicacin tomado de otras ciencias, ya se trate de la biologa ode la psicologa, en tanto que la eficacia de los mtodos de explicacinpropiamente sociolgicos no haya sido completamente agotada. Ade-ms de que, al recurrir a factores que son por definicin transhistricosy transculturales, se corre el riesgo de dar por explicado precisamentelo que hay que explicar, se condena, en el mejor de los casos, a darcuenta solamente de las semejanzas de las instituciones, dejando esca-par, como dice Lvi-Strauss, aquella que determina su especificidad his-trica a su originalidad cultural: Una disciplina cuyo primer objetivo,si no el nico, es analizar e interpretar las diferencias evita toda dificul-tad al tener en cuenta nada ms que las semejanzas. Pero, al mismotiempo, pierde toda capacidad para distinguir lo general, al cual aspira,de lo trivial con que se contenta13 [Max Weber, texto n 14].

    Pero no basta que las caractersticas atribuidas al hombre social en suuniversalidad se presenten como residuos o invariantes descubiertospor el anlisis de las sociedades concretas para que sea decisivamentedescartada esa filosofa esencialista que debe la mayor parte de su se-duccin al esquema de pensamiento segn el cual no hay nada nuevobajo el sol: de Pareto a Ludwig von Mises no faltan anlisis, aparente-mente histricos, que se limitan a sealar con un nombre sociolgicoprincipios explicativos tan poco sociolgicos como la tendencia acrear asociaciones, la necesidad de manifestar sentimientos por actosexteriores, el resentimiento, la bsqueda de prestigio, la insociabilidadde la necesidad a la libido dominandi.14 No se comprendera que los so-

    13 Claude Lvi-Strauss, Anthropologie structurale, op. cit., pg. 19.14 Para probar que la actitud crtica contra el capitalismo no estara inspirada

    sino en el resentimiento propio de individuos frustrados en su ambicinsocial, von Mises seala, independientemente de toda especificacinsociolgica, la propensin a la autojustificacin, adems de la aspiracin alascenso social. Mucha gente volvera contra el capitalismo el resentimientonacido de su ambicin frustrada precisamente porque habran fracasado ensus posibilidades de ascenso como consecuencia de alguna inferioridad

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    cilogos puedan con tanta frecuencia renegar de su condicin de talesproponiendo, sin otra razn, explicaciones que no deberan utilizarsino como ltimo recurso, si no fuera que la tentacin de la explicacinpor las opiniones declaradas no se encontrara reforzada por la seduc-cin genrica de la explicacin por lo simple, denunciada incansable-mente por Bachelard por su ineficacia epistemolgica.

    4. La sociologa espontnea y los poderes del lenguajeSi la sociologa es una ciencia como las otras que slo tropieza con unadificultad particular en ser como ellas, es, fundamentalmente, en virtudde la especial relacin que se establece entre la experiencia cientfica yla experiencia ingenua del mundo social y entre las expresiones inge-nua y cientfica de ellas. En efecto, no basta con denunciar la ilusin dela transparencia y poseer los principios capaces de romper con los su-puestos de la sociologa espontnea para terminar con las construccio-nes ilusorias que plantea. Herencia de las palabras, herencia de lasideas, segn la sentencia de Brunschvicg, el lenguaje comn que, encuanto tal, pasa inadvertido, encierra en su vocabulario y sintaxis todauna filosofa petrificada de lo social siempre dispuesta a resurgir en pa-labras comunes o expresiones complejas construidas con palabras co-munes que el socilogo utiliza inevitablemente. Cuando se presentanocultas bajo las apariencias de una elaboracin cientfica, las prenocio-nes pueden abrirse camino en el discurso sociolgico sin perder porello la credibilidad que les otorga su origen: las precauciones contra lacontaminacin de la sociologa por la sociologa espontnea no seranms que exorcismos verbales si no se acompaaran de un esfuerzo porproporcionar a la vigilancia epistemolgica las armas indispensables

    natural (las cualidades biolgicas de las cuales est provisto un hombrelimitan, muy estrechamente, el campo dentro del cual puede prestarservicios a los otros). Resumiendo: como, segn Leibniz, est establecidodesde tiempos inmemoriales en la esencia de Csar que habr de pasar elRubicn, el destino de cada sujeto social estara contenido en su naturaleza(definida en lo que tiene de psicolgica, y a veces de biolgica). Elesencialismo lleva lgicamente a una sociodicea (Ludwig von Mises, TheAnti-capitalist Mentality, Princeton (N.J.), Toronto, Londres, Nueva York,Van Nostrand, 1956, pgs. 1-33).

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    para evitar el contagio de las nociones por las prenociones. En la me-dida en que es a menudo prematura, la ambicin de desechar la lenguacomn sustituyndola lisa y llanamente por una lengua perfecta, por-que est totalmente construida y formalizada, corre el peligro de reem-plazar el anlisis, ms urgente, de la lgica del lenguaje comn: sloeste anlisis puede dar al socilogo el medio de redefinir las palabrascomunes dentro de un sistema de nociones expresamente definidas ymetdicamente depuradas, sometiendo a la crtica las categoras, losproblemas y esquemas que la lengua cientfica toma de la lengua co-mn y que siempre amenazan con volver a introducirse bajo los disfra-ces eruditos de la lengua ms formalizada. El estudio del empleo l-gico de una palabra escribe Wittgenstein nos permite escapar de lainfluencia de ciertas expresiones tipo []. Estos anlisis buscan apar-tarnos de los prejuicios que nos incitan a creer que los hechos deben es-tar de acuerdo con ciertas imgenes que afloran en nuestra lengua.15

    Por no someter el lenguaje comn, primer instrumento de la cons-truccin del mundo de los objetos,16 a una crtica metdica, se estpredispuesto a tomar por datos objetos preconstruidos en y por la len-gua comn. La preocupacin por la definicin rigurosa es intil, e in-cluso engaosa, si el principio unificador de los objetos sujetos a defini-cin no se someti a la crtica.17 Como los filsofos que se lanzan a la

    15 L. Wittgenstein, Le Cahier bleu et le cahier brun (trad. G. Durand), Pars,GaIlimard, 1965, pg. 89.

    16 Vase Ernst Cassirer, Le langage et la construction du monde des objets,en Journal de psychologie normal el pathologique, vol. 30, 1933, pgs. 18-44, yThe Influence of Language upon the Development of ScientificThought, en The Journal of Philosophy, vol. 33, 1936, pgs. 309-327.

    17 M. Chastaing extiende la crtica que haca Wittgenstein de los juegosconceptuales a los cuales llevan los juegos de palabras sobre la palabrajuego: Los hombres no juegan ni como sus decorados ni como susinstituciones. No juegan con las palabras como sobre una escena; no con elvioln como una batuta; no con la fortuna como el infortunio; no con laarmona del vals como un adversario; no juegan con un proyectil comojuegan a la pelota, por ejemplo, al ftbol. Pueden decir: jugar una situacinno es jugar otra. Deberan decir: jugar no es jugar (M. Chastaing. Jouernest pas jouer, Journal de psychologie normale et pathologique, n 3, julio-septiembre de 1959, pgs. 303-326). La crtica lgica y lingstica a la cualM. Chastaing somete la palabra juego se aplicara casi ntegramente a lanocin de ocio, a los usos que comnmente se hacen de l y a lasdefiniciones esenciales que le dan ciertos socilogos: Sustityase laantigua palabra juego por el neologismo ocio. Reemplcese en algunasdescripciones clsicas de los juegos la voluntad de jugar o la actividad

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    bsqueda de una definicin esencial del juego, con el pretexto deque la lengua comn tiene un nico sentido comn para los juegos in-fantiles, los juegos olmpicos, los juegos matemticos a los juegos de pa-labras, los socilogos que organizan su problemtica cientfica entorno de trminos lisa y llanamente tomados del vocabulario familiar sesometen al lenguaje de sus objetos creyendo no tener en cuenta sino eldato. Las demarcaciones que efecta el vocabulario comn no son lasnicas preconstrucciones inconscientes e incontroladas que se insinanen el discurso sociolgico, y esa tcnica de ruptura que es la crtica l-gica de la sociologa espontnea encontrara, sin duda, un instrumentoirreemplazable en la nosografa del lenguaje comn que se presenta,por lo menos como esbozo, en la obra de Wittgenstein [M. Chastaing,texto n 15].18

    Tal crtica dara al socilogo el medio de disipar el halo semntico(fringe of meaning, como dice William James) que rodea a las palabrasms comunes y controlar las significaciones dudosas de todas las met-foras, aun las que aparentan estar ms muertas, que corren el peligrode situar la coherencia de su discurso en un orden distinto del que pre-tenden inscribir sus formulaciones. Sea que alguna de esas imgenespuedan ser clasificadas segn el orden, biolgico o mecnico, al cual re-miten, o segn las filosofas implcitas de lo social que sugieren: equili-brio, presin, fuerza, tensin, reflejo, raz, cuerpo, clula, secrecin,crecimiento, regulacin, gestacin, decaimiento, etc. Esos esquemas deinterpretacin, tomados a menudo del orden fsico o biolgico, correnel riesgo de transmitir, con el pretexto de la metfora y de la homoni-mia, una filosofa inadecuada de la vida social y, sobre todo, de desalen-tar la bsqueda de la explicacin especfica proporcionando sin mayo-

    libre del jugador por una distraccin calificada de querida o tachada deopcin del individuo sin preocuparse del tiempo libre dirigido y lasvacaciones pagadas ni de la antigua oposicin, licet-libet. Reemplcese elplacer de jugar por el objetivo hedonstico de las distracciones cuidndose decanturrear Sombre dimanche despus de Je hais les dimanches. Reemplcesepor ltimo algunos juegos gratuitos por distracciones que se despliegan fuerade toda finalidad utilitaria, si se puede olvidar la jardinera de los obreros yempleados, hasta incluso el bricolaje (ibid.).

    18 As, la mayor parte de los usos del trmino de inconsciente caen en elparalogismo de las esencias ocultas que consiste, segn Wittgenstein, ensacar a las palabras de su contexto de uso y asignarles de este modo unasignificacin sustancial (vase infra, L. Wittgenstein, texto n 9, pg. 169).

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    res esfuerzos una apariencia de explicacin19 [G. Canguilhem, texto n16]. As, un psicoanlisis del espritu sociolgico podra, sin duda, en-contrar en numerosas descripciones del proceso revolucionario, comoexplosin que sucede a la opresin, un esquema mecnico, apenastranspuesto. Asimismo, los estudios de difusin cultural recurren, a me-nudo de manera ms inconsciente que consciente, al modelo de lamancha de aceite para intentar explicar la extensin y el ritmo de dis-persin de un rasgo cultural. Analizar concretamente la lgica y las fun-ciones de esquemas como el de cambio de escala, por el cual se per-mite transferir al nivel de la sociedad global o mundial observaciones oenunciados vlidos slo en el nivel de grupos pequeos, sera contri-buir a la purificacin del espritu cientfico; como el de la manipula-cin o del complot que, descansando en definitiva sobre la ilusinde la transparencia, tiene la falsa profundidad de una explicacinoculta y proporciona las satisfacciones afectivas de la denuncia de lascriptocracias; o incluso el de la accin a distancia, que obliga a pen-sar en la accin de los medios modernos de comunicacin segn las ca-tegoras del pensamiento mgico.20

    Como se ve, la mayor parte de estos esquemas metafricos son comu-nes a las declaraciones ingenuas y al discurso cientfico; de hecho, aesta doble pertenencia deben su eficacia seudoexplicativa. Como diceYvan Belaval, si nos convencen, es porque nos hacen dudar y oscilar,sin que lo sepamos, entre la imagen y el pensamiento, entre lo concretoy lo abstracto. Aliado de la imaginacin, el lenguaje trasplanta subrepti-ciamente la certeza de la evidencia sensible a la certeza de la evidencialgica.21 Ocultando su origen comn bajo los oropeles de la jergacientfica, esos esquemas mixtos evaden la refutacin, ya sea porqueproponen de inmediato una explicacin global y evocan experiencias

    19 No es otra cosa que pagar con la misma moneda: si la sociologa padeci laimportacin incontrolada de esquemas e imgenes biolgicas, la biologa,en otra poca, debi eliminar, no sin dificultad, de las nociones tales comola de clula o tejido sus connotaciones morales o polticas (vase infra,G. Canguilhem, texto n 16, pg. 204).

    20 Noam Chomsky muestra cmo el lenguaje de Skinner, que hace un usometafrico de los trminos tcnicos, revela su inconsistencia cuando se losomete a una crtica lgica o lingstica (Noam Chomsky, informe de B. F.Skinner, Verbal Behavior, Language, vol. 35, 1959, pgs. 16-58).

    21 Y. Belaval, Les Philosophes et leur langage, Pars, Gallimard, 1952, pg.23.

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    cotidianas (el concepto de sociedad de masas que puede, por ejem-plo, encontrar su paralelo en la experiencia de los embotellamientos dePars, y el trmino mutacin, que a menudo refleja slo la vulgar ex-periencia de lo inslito), ya sea porque remiten a una filosofa espont-nea de la historia, como el esquema del retorno cclico cuando consi-dera slo la sucesin de las estaciones, o como el esquema funcionalistacuando no tiene otro contenido que el es estudiado por del finalismoingenuo, o bien porque tropiezan con esquemas cientficos ya vulgari-zados, como el de la comprensin del sociograma que reproduce, porejemplo, la imagen oculta de los tomos encadenados. A propsito dela fsica, Duhem sealaba que el cientfico se expone siempre a hallaren las evidencias del sentido comn residuos de teoras anteriores quela ciencia ya ha abandonado; dado que todo predispone a que los con-ceptos y teoras sociolgicas pasen al dominio pblico, el socilogo,ms que cualquier otro cientfico, corre el riesgo de retomar del fondode conocimientos comunes, para volcarlos en la ciencia terica, los ele-mentos que sta ya haba depositado en ellos.22

    Sin duda que el rigor cientfico no impone que se renuncie a todoslos esquemas analgicos de explicacin o de comprensin, como loconfirman el uso que la fsica moderna hace de los paradigmas inclusomecnicos con fines pedaggicos o heursticos, pero es preciso usarlosde manera cientfica y metdica. As como las ciencias fsicas debieranromper categricamente con las representaciones animistas de la mate-ria, y de la accin sobre ella, las ciencias sociales deben efectuar la rup-tura epistemolgica que diferencie la interpretacin cientfica del fun-cionamiento social de aquellas artificialistas o antropomrficas: slo acondicin de someter a la prueba de la explicitacin total23 los esque-mas utilizados por la explicacin sociolgica es como se evitar el con-tagio al que estn expuestos los esquemas ms depurados, cada vez quepresenten una afinidad estructural con los esquemas comunes. Bache-lard demuestra que la mquina de coser se invent slo cuando se dej

    22 P. Duhem, La thorie physique, son objet, sa structure, Pars, M. Rivire, 1954, 2ed. revisada y aumentada, pg. 397.

    23 En esta tarea de control semntico, la sociologa puede armarse no slo delo que Bachelard designaba como psicoanlisis del conocimiento o de unacrtica puramente lgica y lingstica, sino tambin de una sociologa deluso social de los esquemas de interpretacin de lo social.

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    de imitar los movimientos de la costurera: la sociologa obtendra sinduda sus mejores frutos de una adecuada representacin de la episte-mologa de las ciencias de la naturaleza si se atuviera a verificar en cadamomento que construye verdaderamente mquinas de coser, en lugarde trasplantar penosamente los movimientos espontneos de la prcticaingenua.

    5. La tentacin del profetismoActualmente, la sociologa tiende a mantener con el pblico, nunca cir-cunscripto al grupo de pares, una relacin opaca que siempre corre elriesgo de encontrar su lgica en la relacin entre el autor exitoso y supblico, o incluso a veces entre el profeta y su auditorio, ello en virtudde que tiene ms dificultades que cualquier otra ciencia en despren-derse de la ilusin de la transparencia y realizar irreversiblemente laruptura con las prenociones y porque a menudo se le asigna, volen no-lens, la tarea de responder a los interrogantes ltimos sobre el porvenirde la civilizacin. Mucho ms que cualquiera de los otros especialistas,el socilogo est expuesto al veredicto ambiguo y ambivalente de los noespecialistas que se creen autorizados a dar crdito a los anlisis pro-puestos, siempre y cuando stos descubran los supuestos de su sociolo-ga espontnea, pero que por eso mismo son inducidos a impugnar lavalidez de una ciencia que no aprueban sino en la medida en que se re-pita en el buen sentido. De hecho, cuando el socilogo asume comopropios los objetos de reflexin del sentido comn y de la reflexin co-mn sobre esos objetos, no tiene nada que oponer a la certeza comndel derecho que tiene todo hombre de hablar de todo lo que es hu-mano y juzgar todo discurso, incluso cientfico, sobre lo que es hu-mano. Cmo no sentirse un poco socilogo cuando los anlisis del so-cilogo concuerdan perfectamente con las palabras de la charlacotidiana y el discurso del analista y las palabras analizadas estn sepa-radas nada ms que por la frgil barrera de las comillas?24 No es casua-lidad si la bandera del humanismo, bajo la cual se renen quienescreen que basta con ser humano para ser socilogo y los que llegan a la

    24 Preferimos dejar para cada lector la tarea de encontrar las ilustraciones deeste anlisis.

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    sociologa para satisfacer una pasin demasiado humana de lo hu-mano, se utiliza como punto de concentracin de todas las resistenciascontra la sociologa objetiva, apoyndose en la ilusin de la reflexividado en la afirmacin de los imprescriptibles derechos del hombre libre ycreador.

    El socilogo que comulga con su objeto no est nunca exento de ce-der a la complacencia cmplice de las expectativas escatolgicas que elpblico intelectual tiende a transferir hoy sobre las ciencias humanas,y que sera mucho mejor llamar ciencias del hombre. En tanto aceptadeterminar su objeto y las funciones de su discurso de acuerdo con losrequerimientos de su pblico, y presenta a la antropologa como un sis-tema de respuestas totales a los interrogantes ltimos sobre el hombrey su destino, el socilogo se vuelve profeta, aun si el estilo y la temticade su mensaje varan segn en cuanto pequeo profeta acreditadopor el Estado responda, cual si fuera dueo de la sabidura, a las in-quietudes de la salvacin intelectual, cultural o poltica de un auditoriode estudiantes o, practicando la poltica terica que Wright Mills con-cede a los estadistas de la ciencia, se esfuerce en unificar el pequeoreino de conceptos sobre los cuales y por los cuales cree reinar o, msan, como pequeo profeta marginal, contribuya a forjar en el pblicoen general la ilusin de acceder a los ltimos secretos de las ciencias delhombre [Max Weber, B. M. Berger, textos nos 17 y 18].

    El lenguaje sociolgico que, incluso en sus usos ms controlados, re-curre siempre a palabras del lxico comn tomadas en una acepcin ri-gurosa y sistemtica, y que, por este hecho, se vuelve equvoco encuanto deja de dirigirse slo a los especialistas, se presta, ms que cual-quier otro, a utilizaciones falsas: los juegos de la polisemia, permitidospor la secreta afinidad de los conceptos ms depurados con los esque-mas comunes, contribuyen al doble significado y a los malentendidosque aseguran, al doble juego proftico, sus auditorios mltiples y a ve-ces contradictorios. Si, como dice Bachelard, todo qumico debe lu-char contra el alquimista que tiene dentro, todo socilogo debe aho-gar en s mismo el profeta social que el pblico le pide encarnar. Laelaboracin, aparentemente cientfica, de las evidencias que son las quemejor construidas estn para encontrar un pblico porque son eviden-cias pblicas, y la utilizacin de una lengua de mltiples registros queyuxtapone las palabras comunes y las tcnicas destinadas a servirles degaranta, proporciona al socilogo su mejor disfraz cuando cree, a pe-

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    sar de todo, desconcertar a aquellos cuyas expectativas satisface dandouna grandiosa orquestacin a sus temas favoritos y ofrecindoles un dis-curso cuya apariencia de esoterismo refleja en realidad las funcionesesotricas de una empresa proftica. La sociologa proftica opera, porsupuesto, con la lgica, segn la cual el sentido comn construye susexplicaciones cuando se contenta con sistematizar falsamente las res-puestas que la sociologa espontnea da a los problemas existencialesque la experiencia comn encuentra en un orden disperso: de todas lasexplicaciones sencillas, las explicaciones por lo sencillo y por la gentesencilla son las ms frecuentemente esgrimidas por los socilogos pro-fticos que ven en fenmenos tan familiares como la televisin el prin-cipio explicativo de las mutaciones planetarias. Toda verdad decaNietzsche es sencilla: no es esto una doble mentira? Reducir algo des-conocido a algo conocido alivia, tranquiliza el espritu y adems dacierta sensacin de poder. Primer principio: una explicacin cualquieraes preferible a una falta de explicacin. Como en rigor, de lo que setrata es de deshacerse de las representaciones angustiosas, no nos exigi-mos demasiado para hallar medios de alcanzarla: la primera represen-tacin por la cual lo desconocido se declara conocido hace tanto bienque se la considera verdadera.

    Que este recurso a las explicaciones por lo sencillo tenga por funcintranquilizar o inquietar, que haga uso de los paralogismos a la manerapars pro toto, de sistematizaciones por alusin y elipsis o de los poderesde la analoga espontnea, siempre el resorte explicativo reside en susprofundas afinidades con la sociologa espontnea. Ya lo deca Marx:Semejantes frases literarias, que, con arreglo a una analoga cual-quiera clasifican todo dentro de todo, pueden hasta parecer ingeniosascuando son dichas por primera vez, y tanto ms cuanto ms identifi-quen cosas contradictorias entre s. Repetidas, e incluso con presun-cin, como apotegmas de valor cientfico, son lisa y llanamente necias.Aptas slo para cndidos literatos y charlatanes visionarios, que enchas-tran todas las ciencias con su empalagosa basura.25

    25 Karl Marx, Fondements de la Critique de lconomie politique, t. 1 (trad. R.Dangeville), Pars, Anthropos, 1967, pg. 240 [hay ed. en esp.: Elementosfundamentales para la crtica de la economa poltica, t. 1, Buenos Aires, SigloXXI, 1971, pg. 233].

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    6. Teora y tradicin tericaAl colocar su epistemologa bajo el signo del por qu no? y la his-toria de la razn cientfica bajo el de la discontinuidad o, mejor, de laruptura continuada, Bachelard niega a la ciencia la seguridad del sa-ber definitivo para recordarle que no puede progresar si no es cues-tionando constantemente los principios mismos de sus propias cons-trucciones. Pero para que una experiencia como la de Michelson yMorley pueda desembocar en un cuestionamiento radical de los pos-tulados fundamentales de la teora, tiene que existir una teora capazde provocar tal experiencia y dar lugar a un desacuerdo tan sutilcomo el que hace surgir esta experiencia. La situacin de la sociologano es tan favorable a esas proezas tericas que, llevando la negacin alcorazn mismo de una teora cientfica aparentemente acabada, hicieron posibles las geometras no euclidianas o la fsica no newto-niana; el socilogo est limitado a los oscuros esfuerzos que exigen lasrupturas siempre repetidas y a las incitaciones del sentido comn, in-genuo o cientfico: en efecto, cuando se vuelve hacia el pasado tericode su disciplina, se enfrenta no con una teora cientfica constituidasino con una tradicin. Tal situacin contribuye a dividir en dos el campo epistemolgico, manteniendo ambos una relacin con-trapuesta con una misma representacin de la teora: igualmente incapaces de oponer a la imagen tradicional de la teora otra que seapropiamente cientfica o, por lo menos, una teora cientfica de la teora cientfica, unos se lanzan a tontas y a locas a una prctica quebusca encontrar en s misma su propio fundamento terico, otros siguen manteniendo con la tradicin la tpica relacin que las co-munidades de literatos estn acostumbradas a conservar con un corpus en que los principios que se proclaman disimulan los supues-tos tanto ms inconscientes cuanto ms esenciales son y en que la coherencia semntica o lgica puede no ser otra cosa que la expre-sin manifiesta de la ltima seleccin basada en una filosofa del hom-bre y de la historia ms bien que en una axiomtica conscientementeconstruida.

    Los que se afanan en hacer la suma de las contribuciones tericas he-redadas de los padres fundadores de la sociologa, no acometen unaempresa anloga a la de los telogos o canonistas de la Edad Media,que reunan en sus enormes Summ el conjunto de los argumentos yasuntos legados por las autoridades, textos cannicos o Padres de la

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    Iglesia?26 Los tericos contemporneos de la sociologa estaran indudablemente de acuerdo con Whitehead en que una ciencia debeolvidar a sus fundadores; pero el caso es que esas sntesis podran di-ferir menos de lo que parece de las compilaciones medievales: el impe-rativo de la acumulacin, al que manifiestamente se consagran, esotra cosa, a menudo, que la reinterpretacin, con referencia a otra tra-dicin intelectual, del imperativo escolstico de la conciliacin de loscontrarios? Como lo seala E. Panofsky, los escolsticos no podan de-jar de advertir que las autoridades, y aun los diferentes pasajes de la Es-critura, estaban frecuentemente en contradiccin. No les quedaba otracosa, entonces, que admitirlas a pesar de todo e interpretarlas y reinter-pretarlas sin cesar hasta que estuviesen reconciliadas. Pues esto es loque hacen los telogos desde siempre.27 Tal es, en esencia, la lgica deuna teora que, como la de Talcott Parsons, no es ms que la reelabo-racin indefinida de los elementos tericos artificialmente extrados deun cuerpo escogido de autoridades,28 o bien la lgica de un corpusdoctrinal, como la obra de Georges Gurvitch, que presenta, tanto en sutpica como en su procedimiento, todos los rasgos de las recoleccionescanonistas medievales; vastas confrontaciones de autoridades contradic-torias coronadas por las concordantiae violentes de las sntesis finales.29

    26 Esta clsica relacin con una tradicin se observa siempre en los primerosmomentos de la historia de una ciencia. Bachelard seala que hay, en loslibros cientficos del siglo XVIII, una erudicin parsita que refleja todava ladesorganizacin y dependencia de la fortaleza cientfica con relacin a lasociedad mundana. Si el Barn de Marivetz y Goussier, al tratar sobre elfuego en su clebre Physique du Monde (Pars, 1870), se consideraron en eldeber y la gloria de examinar cuarenta y seis teoras diferentes antes deproponer una buena, la suya, es porque su ciencia no rompi con supasado, incluso el ms balbuceante, y tambin por lo que, carente de unaorganizacin propia y de normas autnomas, la discusin cientfica estsiempre concebida sobre el modelo de la conversacin mundana (Laformation de lesprit scientifique [vase ed. en esp.: La formacin del espritucientfico, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972], Contribution une psychanalyse de laconnaissance objective, 4 ed., Pars, Vrin, 1965, pg. 27). Vase infra, G.Bachelard, texto n 43, pg. 347.

    27 E. Panofsky, Architecture gothique et pense scolastique (trad. P. Bourdieu), Pars,d. Minuit, 1967, pg. 118.

    28 El tratamiento que hace de las doctrinas clsicas para hacerlas confesar suacumulacin no es precisamente el aspecto menos artificial de una obracomo The Structure of Social Action, de T. Parsons.

    29 El tradicionalismo terico quiz sobreviva por la oposicin que encuentraen los practicantes ms positivistas, incluso en lo que les oponen: hay que

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    Nada se opone tan totalmente a la razn arquitectnica de las grandesteoras sociolgicas, que abarcan todas las teoras, todas las crticas te-ricas e incluso todas las empirias, como la razn polmica, la que porsus dialcticas y sus crticas condujo a las teoras modernas de la fsica;y en consecuencia, todo separa el sobre-objeto, resultado de una ob-jetividad que no conserva del objeto sino lo que ha criticado, del sub-objeto, nacido de las concesiones y compromisos en virtud de los cualessurgen los grandes imperios de las teoras con pretensiones universalis-tas [G. Bachelard, texto n 19].

    Dado que la naturaleza de las obras que la comunidad de socilogosreconoce como tericas y sobre todo la forma de relacin con esas teo-ras favorecida por la lgica de su transmisin (frecuentemente insepa-rable de la lgica de su produccin), la ruptura con las teoras tradicio-nales y la tpica relacin con ellas no es ms que un caso particular dela ruptura con la sociologa espontnea: en efecto, cada socilogo debetener en cuenta los supuestos cientficos que amenazan con imponerlesus problemticas, sus temticas y sus esquemas de pensamiento. As,por ejemplo, hay problemas que los socilogos omiten plantear porquela tradicin profesional no los reconoce dignos de ser tenidos encuenta, no ofrece los instrumentos conceptuales o las tcnicas que per-mitiran tratarlos cannicamente; a la inversa, hay problemas que seexigen plantear porque ocupan un lugar destacado en la jerarqua con-sagrada de los temas de investigacin. Asimismo, no hay denuncia ritualde las prenociones comunes que no termine rebajndose a una muybien hecha prenocin escolar para desplazar del cuestionamiento lasprenociones cientficas.

    Si es preciso emplear contra la teora tradicional las mismas armasque contra la sociologa espontnea, es porque las construcciones mseruditas toman de la lgica del sentido comn no slo sus esquemasde pensamiento sino tambin su proyecto fundamental: como enefecto lo seala Bachelard, no han efectuado la ruptura, que carac-teriza al verdadero espritu cientfico moderno, con la simple ideade orden y clasificacin. Cuando Whitehead seala que la lgica cla-

    recordar, con Politzer, que no se puede, sea cual fuere la sinceridad de laintencin y la voluntad de precisin, transformar la fsica de Aristteles enfsica experimental? (G. Politzer, Critique des fondements de la psychologie,Pars, Rieder, 1928 pg. 6 [hay ed. en esp.]).

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    sificatoria, que se sita a mitad de camino entre la descripcin del ob-jeto concreto y la explicacin sistemtica que proporciona la teoraacabada, procede siempre de una abstraccin incompleta,30 caracte-riza correctamente las teoras de la accin social de aspiraciones uni-versales que, como la de Parsons, no consiguen presentar las aparien-cias de generalidad y exhaustividad sino en la medida que utilizanesquemas abstractos-concretos totalmente anlogos en su empleo yfuncionamiento a los gneros y especies de una clasificacin aristot-lica. Y Robert K. Merton, con su teora de la teora del alcance me-dio, puede renunciar a las ambiciones, insostenibles en la actualidad,de una teora general del sistema social, sin por ello cuestionar los su-puestos lgicos de esas empresas de clasificacin y esclarecimientoconceptual basadas en fines ms bien pedaggicos que cientficos: elproceso de cruzamiento de elevado ttulo: substruccin del espaciode atributos es sin duda tan frecuente en la sociologa universitaria(pinsese en la tipologa mertoniana de la anomia o en las diversas ti-pologas de mltiples dimensiones de la sociologa de Gurvitch) quehace posible la interfecundacin indefinida de gran parte de la des-cendencia de los conceptos escolares. Querer sumar todos los concep-tos heredados por la tradicin y todas las teoras consagradas, o preten-der resumir todo lo que existe en una suerte de casustica de lo real acosta de esos ejercicios didcticos de taxonoma universal que, comodice Jevons, son caractersticas de la edad aristotlica de la ciencia so-cial y estn condenadas a derrumbarse en cuanto aparecen las simili-tudes ocultas que encubren los fenmenos,31 es desconocer que laverdadera acumulacin supone rupturas, que el progreso terico im-plica la integracin de nuevos datos a costa de un enjuiciamiento cr-tico de los fundamentos de la teora que aqullos ponen a prueba. Enotros trminos, si es cierto que toda teora cientfica se atiene a lo dadocomo a un cdigo histricamente constituido y provisorio que se erigepara una poca en el principio soberano de una distincin inequvocaentre lo verdadero y lo falso, la historia de una ciencia es siempre dis-continua porque el refinamiento de la clave de desciframiento no con-

    30 A. N. Whitehead, Science and the Modern World, Nueva York, Mentor Book,1925, pg. 34.

    31 W. S. Jevons, The Principles of Science, Londres, Methuen, 1892, pg. 691.

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    tina nunca hasta el infinito sino que concluye siempre en la sustitu-cin lisa y llana de una clave por otra.

    7. Teora del conocimiento sociolgico y teora del sistemasocial

    Una teora no es ni el ms grande comn denominador de todas lasgrandes teoras del pasado ni, a fortiori, esa parte del discurso sociol-gico que se opone a la empiria escapando lisa y llanamente al controlexperimental; no es ni la galera de las teoras cannicas en que stas sereducen a la historia de la teora, ni un sistema de conceptos que, al noreconocer otro criterio de cientificidad que el de la coherencia semn-tica, se refiere a s mismo en lugar de medirse en los hechos, ni tam-poco esa suma de pequeos hechos verdaderos o de relaciones demos-tradas ac y all por unos u otros de modo disperso, que no es otra cosaque la reinterpretacin positivista del ideal tradicional de la Summa so-ciolgica.32 La representacin tradicional de la teora y la repre-sentacin positivista, que no asigna a la teora otra funcin que la de re-presentar tan completa, sencilla y exactamente como sea posible unconjunto de leyes experimentales, tienen en comn el despojar a la teora de su funcin primordial, que es la de garantizar la ruptura epis-temolgica y concluir en el principio que explique las contradicciones,incoherencias o lagunas y que slo l hace surgir en el sistema de leyesestablecido.

    Pero las precauciones contra la renuncia terica del empirismo nopodran sin embargo legitimar la intimacin terrorista de los tericos

    32 La comparacin de las proposiciones consideradas como establecidaspresenta un inters evidente si se trata de proporcionar un medio cmodode movilizar la informacin adquirida (vase B. Berelson y G. A. Steiner,Human Behavior: An inventory of Scientific Findings, Nueva York, Harcourt,Brace & World, 1964). Pero este tipo de compilacin mecnicamenteemprica de datos descontextualizados no podra ser presentado sinusurpacin, segn se lo hace a veces, como una teora o como fragmentode una teora futura, cuya realizacin est de hecho abandonada a lasinvestigaciones tambin futuras. Asimismo, el trabajo terico que consisteen probar la coherencia de un sistema de conceptos, incluso sin referenciasa las investigaciones empricas, tiene una funcin positiva, a condicin, sinembargo, de que no se presente como la construccin misma de la teoracientfica.

  • 54 el oficio de socilogo

    que, al excluir la posibilidad de teoras regionales, ahogan la investiga-cin en la alternativa tipo todo o nada, del hiperempirismo puntillistao de la teora universal y general del sistema social. Bajo la invocacinde la urgencia de una teora sociolgica se confunden, en efecto, la in-sostenible exigencia de una teora universal y general de las formacio-nes sociales con la inexorable demanda de una teora del conocimientosociolgico. Hay que disipar esta confusin que fomentan las doctrinassociolgicas del siglo XIX, para reconocer la convergencia, evitando caeren el eclecticismo o el sincretismo de la tradicin terica, de los princi-pios fundamentales que determinan la teora del conocimiento sociol-gico de las grandes teoras clsicas como el fundamento de teoras parcia-les, limitadas a un orden definido de hechos. En las primeras frases desu introduccin a los Cambridge Economic Handbooks, Keynes escriba:La teora econmica no proporciona un cuerpo de conclusiones esta-blecidas y de inmediato aplicables. Es un mtodo ms que una doc-trina, un instrumento de la mente, una tcnica de pensamiento, queayuda a quien est dispuesto a sacar conclusiones correctas. La teoradel conocimiento sociolgico, como sistema de normas que regulan laproduccin de todos los actos y de todos los discursos sociolgicos posi-bles, y slo de stos, es el principio generador de las diferentes teorasparciales de lo social (ya se trate, por ejemplo, de la teora de los inter-cambios matrimoniales o de la teora de la difusin cultural), y por elloel principio unificador del discurso propiamente sociolgico que hayque cuidarse de confundir con una teora unitaria de lo social.33 Comolo seala Michael Polanyi, si se considera a la ciencia de la naturalezacomo un conocimiento de cosas y se diferencia la ciencia del conoci-miento de la ciencia, es decir la metaciencia, se desemboca en la distin-cin de tres niveles lgicos: los objetos de la ciencia, la ciencia misma yla metaciencia, que incluye la lgica y la epistemologa de la ciencia.34

    Confundir la teora del conocimiento sociolgico que es del orden de

    33 La definicin social de las relaciones entre la teora y la prctica, que tieneafinidades con la oposicin tradicional entre las tareas nobles del cientficoy la minuciosa paciencia del artesano y, por lo menos en Francia, con laoposicin escolar entre el brillante y el serio, se refleja tanto en lareticencia en reconocer la teora cuando se encarna en una investigacinparcial como en la dificultad de actualizarla en la investigacin.

    34 M. Polanyi, Personal Knowledge, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1958,pg. 344.

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    la metaciencia, con las teoras parciales de lo social que implican a losprincipios de la metaciencia sociolgica en la organizacin sistemticade un conjunto de relaciones y de principios explicativos de esas rela-ciones es condenarse, ya sea a la renuncia a hacer ciencia, esperandouna teora de la metaciencia que reemplace a la ciencia, ya sea a consi-derar una sntesis necesariamente vaca de teoras generales (o inclusode teoras parciales) de lo social por la metaciencia, que es la condicinde todo conocimiento cientfico posible.