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^TÉÓHIA'iy-ANÁiiÉIS-L iinf«iuíai9aniiawcra?gnwflaaaraiBamHas8 ^ "V HBNRY BERGSON EL PENSAMIENTO Y LO MfflVIENTE •*LA PERCEPCION DEL CAMBIO» r Conferencias del 26 y 27 de mayo de 1911

El Pensamiento y Lo Movimiente

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  • ^ T H I A ' i y - A N i i I S - L

    iinfiuai9aniiawcra?gnwflaaaraiBamHas8^

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    HBNRY BERGSON

    EL PENSAMIENTO Y LO MfflVIENTE

    *LA PERCEPCION DEL CAMBIOr

    C o n fe ren c ia s d e l 26 y 27 de mayo de 1911

  • l A ^ E R C E P C O N D E L c a m b i o ! ;

    Conferencias dadas en la U n i v e r s i d a d O x f o r d ios das 20 y 27 de mayo d c J Q l l ' )

    P rimera CoNFEnENcxA.

    Mis primeras palabras sern de-agradecimiento a la UnJ- . versidad de Oxford por el gran honor que m e ha. dispensado

    al invitarme a ella. Sicnipre me he representado a; Oxford como uno de los raros santuarios donde se conservan, piadosamente cuidados, trasmitidos por cada generacin a la siguiente, el calor

    y la luz del pensamiento antiguo. Pero s tambin ique esa adhesin a la antigedad no impide qu e vuestra Universidad sea mov'moden'i y muy viva; My/i)articulartnnte r lo que con-

    .cierne a la filosofa, m e sorprende ver con qu profundidad y originalidad se estudian aqu los ilsofos antiguos (^,n reno- valia recientemente uno de vuestros ms cmientci maestros los puntos esenciales d l a interpretacin de la teora platnica de las Ideas?), y cmo, por otra parte, Oxford esl a la vanguardia del. movimiento filosfico con las, do.*: concepciones extremas de Ift naturaleza de la verdad: racionaUsmo.integral|y p r a ^ a t i s - mo. Esta unin del presente y 'del pasado c-s fecnda en todos los dominios, y en ninguno ms que en la filosofa. Es claro que debemos hacer algo nuevo, y parece llegado el; momento de advertirlo plenamente; pero por ser nuevo no ser necesariamente revolucionario. Estudiemos antes a los antiguos impreg-

  • nnionns de su espritu, y tratemos ele Ijiccr, en la m edida 'de nes tras fuerzas, lo que habran } 5 echo s vivieran con nosotros. Iniciados en nuestra ciencia (no digo solamente tn nuestra ina- Icmtica y en nuestra frsica, que acaso no cambiaran radicalmente su manera de pensar, sino en nuestra biologa y en nuestra psicologa), llegaran a resultados muy distintos de los que obtuvieron. Esto es lo que me sorprende particulannente

    ^para el problema que quiero txatar ante vosotros, que es el del * cambio.

    Lo he escogido porque lo considero capital, y porcjue creo que si so estuviese convencido de la realidad del cambio y nos esforzramos por recobrarlo, todo se simplificara. Caeran dificultades filosficas que se han juzgado insuperables. No slo ganara con ello la filo.sofa, sino tambin nuestra vida cuotidiana iuiero decir la impresin que las cosas nos producen y la reaccin de nuestra inteligencia, de nuestra sensibilidad y de nuestra voluntad sobre las cosas sera acaso tras formad a y como trasfigurada. Sucede de ordinario que observamos el cambio, pero no nos apercibimos de l. Hablamo.s del cambio, pero no pensamos en l. Decimos que el cambio existe, que todo cambia, que el cambio es la ley misma de las cosas: lo decimos y lo repetimos; pero eso se resuelve en palabras, pues razonamos y filosofamos como s el cambio no existiera. Para pensar el cambio y para verlo es preciio quitar un velo do prejuicios, artificiales unos, creados por la es]jeculacin filosfica, otros naturales al sentido comn. Creo qvie en esto termin^Temos por po':ierno.s de acuerdo, y forjaremos enlonccs una filosofa en la que colabora remos todos y en ella podremos entendernos. Por eso aspiro a fijar dos o tres puntos, en torno a los cuales me parece que ya existe armona, que poco a poco se extender a lo dems. Nuestra primera conferencia se referir metios al cambio mismo que a Jo s caracteres generales de una f ilosofa qjje se contraera a la intuicin usi cambio.

    He aqu ante todo un punto en que concordiremos. Si los sentidos y la conciencia tuviesen un alcance ilimitado, si, en la doble direccin de la materia y del espritu, la facultad de percibir fuera indefinida, no habra necesidad de concebir, como iam poco de razonar. Concebir es lo peor cuando o es posible

  • percibir, y el razooninicnto est liccljO para colmar los vacos dria^pf^cpcin ~})afa~lrle'mayor alcanc. o niego la u- iidaci ce las~icls^a'fcsh-actas~'y^goiierals7 corno no discuto el valor (le los billetes de banco. Y r^o as conio el billete no es ms que una promesa de oro, as una conccpcin slo vaie jor las percepciones eventuales q u e representa. Desde luego que no se trata solamente de la percepcin de una cosa, de una cualidad o de un estado. Se puede concebir un orden, una annona, y ms generalmente una verdad, que se vuelven entonces una realidad. E s uu punto en el cual se concuerda.

    T o d o el mundo ha podida comprobar, en efecto, (jue las concepciones ms ingeniosamente reunidas y los razonamientos ms sabiam ente soldados se hunden corno castillos de naipes el da ^n que un hecho un^ ^ k ) 1k ;c1io rcalniente_])erdbido choca con esas concepciones y esos razonamientos. Por lo dems, no existe un metafisico ni un telogo que no estn prestos a afirmar -que uu ser perfecto es el que conoce todas las cosas intuitivamente, sin tener que pasar por el razonamiento, la abstiaccin y la generalizacin. No existe, pues., dificultad en el primer punto.

    Tam poco la habr mayor en el segundo, que ahora abordamos. La insuficiencia de_nuestras facultades d(^percer)cin in- .sufciencrconiprobada por nuestras faculiades de concep'jin y de razonamiento 1^ ^ dado nacimiento_a.la.filosofa,como lo testimonia lTliisloria d e ja s doctrinas. Las concepcione.s ^ c^os ma.s anbguos^Tisadorescle Grecia estaban ciertamente muy prximas a la percepcin, puesto que por las trasforma- -ciones de un elemento sensible, como el agua, el aire o el fuego, completaban la sensacin inmediata. Pero desde que los fjJso- fos de la escuela de_Elea, criticando la idea de trasformacin, m ostraron o creyeron postrar la imposibijidad de mantenerse

    ^ian cerca ^ l o s datos de lo.^ sen [id os, 1^ filosofa se comprometi e n la va en que ha marcliado ^esnu

  • yectjulas on el tiuni '^JO >;_cl espacio por las Ideas ininulablcs y eternas, l ara los iiioclenioV, ni contrario, esas esencias ^on cotis- li lu livns't l jlas 'cosis^csiblcs inisinas; son verdatlcras siislan- cias, de las cuales Ijs fenmenos no son nis gne la pelcula

    ' sujjcrfjcjaJ. Tero tndo.s, anlignos y inuilenios, coneuerdan en ver en la filosofa una sustilucjn dcl/perecpto j^wr el concepto. Todos acuden, ante la insnfieiencia de nuestros sentidos y de nuestra conciencia, a fncnltades del ospntu que no son perccp- tix'as. es decir, a funciones de bstraccin, de generalizacin de razonaniicnlo.

    Podremos, pues, ponernos de acuerdo sobre el segundo ninlo. Llego entonces al tercero, que no creo que suscite rn: discusiones.

    Si tal es el m t o d o f i lo s f ico , no l>ay ni n u e d e h a b e r tina f i lo so f a , conif) h a y \u)a c ie n c i a ; h a b r s ie m p re , p o r el c o n t r a r io , ta n ta s f i lo so f a s c o m o e x is ta n p e n s a d o re s o r ig in a les . C m o p o d r a s u c e t ie r o tra c o s a ? P o r a b s tr a c ta (]ue sea \ina c o n c e p c i n , es s i c m j i r c e n i in a p e r c e p c i n d o n d e t ie n e su p u n to d e p a r t id a . L a i n le ig c n e ia c o n b in a y s e p a ra ; a rreg la , , d e s a rr e g la , c o o r d i i ia ; no c r e a . N e c e s i t a u n a r n a le n a ^ y ^ 4 'U . s j j

    - s e j i t id o s o~3e la CTOncienc ia . U n a f i lo so f a q u e c o n s t r u y e o c on i- p e t a l a re a l id a d c o n p u ras i ileas , no bar/, pu es , m s tp ic .lusti- lu ir .iy;regar, al co i i j im U ; i le nuc.stra,'; pcrct' iK 'ionc.s c o n c r c l n a , tal o c u a l f ie

  • oiro, ;]>cmiiincccrmos en csle terreno, o tlebcranios nii'is bicu renunciar, desde luego, al ejercicio de las facnltados de con

    cepcin y de razonamicnlu) volver a la percepcin, q b t ^ c r (|uc se (Itlafe y se extienda? Deca que es esa~isTficier)Ca~Oe la pcrcpciVraliiral ia 'r {u e ha impulsado a los filsofos a com pletar l:i perc epcin or la concepcin, debiendo sta colmar los inler\als entre los datos de los sentidos o de la coneiencia, y con en unificar y sisteniatizivr nuestro conocinu'cnto de las cusas^Pcro el examen de las doctrinas nos muestra fiuc la facultad de concebir, a medida rjue avanza en e^te trabajo eje ntc- pracn, est reducida a eliminar de lo real gran nmero de diferencias cualitativas, a extinguir en parte nuestrjis percepcio- liesV iiii3brecci~iVuc>stra'visiri*cnc7ct~71 el~riix'crso. For(|tie cada filosofa est llevada a proceder as, tic buen o lua grado,

    /; suscita filosofas antagonistas, cada una de las cuales recoge / algo de lo que otra lia dejado caer. El mtodo va, pues, contra

    el fin: en teora deba extender y completar la pcrccpciii; de Jiecho est obligado a pedir a multitud de pcrceKnes que se esfumen para que tal o cual de entre ellas pueda volverse representativa do ia.s otras. Pero suponed ObKMidronios alira

    .una liiosoa on la jne nada ser .acrltcado de los datos de los sentidos y de Ja concicncia: ninguna cualidad, ningn aspecto

  • Se dir que C5la ampliacin es imposible. ^Cmo exigir a los ojos del cueroo o a los dcl espritu ({ue vean ms ele lo que ven? La alcucin puede prccisar, aclarar, intensificar: no p n a lc originar, en el campo de la jiercepcn, lo que no cncontral.ia en ella inmetliatamenlc. H r atju la olijccin. Crccnu).s qvie sla es refutada por la experiencia. Existen, en efccta, de^dc hace siglos,"liombrcs cuya funcin es justamcnlc ver y hacernos ver aquello que no percibimos nat\iraimenc. Estos son los artistas.^

    ^Acaso no tiende el arte n mostrar, en la natnralez;i y'en el espritu, cosas que no lievan cxpleilamcnle nuestros .vcnlidos y nuestra concien^a? El jKjeta y el novelista (uc expresan un cs tad fd e alma claro est que no lo crean enteramente; no serian cjinjjrcndidos por nosotros si no oljscrvrainos en nos- otios, liasta cierto punto, aquello que nos ti icen de otro.A medida que nos liablan vemos aparecer matices de pensamiento que podan estar representados en nosotros desde' largo tiempo, pc.ro

  • c] l US c s rE rp fn {or'iaTi Ta isl d ; ' lPJiiT f j el a i i"c n eiiHa telaTque cn aclclnnte no podrnios prcscindii de advertir en la realidad lo que el mismo ha visto en ella.

    Bastara, pues, el arle para mostrar (|ue c.s posIble un:i OAlcnsn de las f a c u l a t i m e percibir. ^iPcro como se realiza.- ^rneparcmos q u n n arlsla ha pasado siempre por "idealista". Se entiende con ello que est menos preocupado que nosotros j>or el lado positivo y material le la vida. En el sentido proi)io de! trmino, es uii "distrado". fiPor qu, estando ms dc-spren- dido de la realidad, llega a ver en ella ms cosas? No se con- prendcria esto si la visin que ordinariamente tenemos de los objetos exteriores y de nosotros nn'smos fuese una \nsin que nuestra contraccin a la realidad, nuestra necesidad do \ivir y de actuar, nos ha llevado a estr^ehar y a vaciar. D e heclio sera fcil mostrar que cuanto ms nos j)reocupa vivir menos estamos inclinados a contemplar,^ y que_las n^'esidades de la a cc in

    . tienden a litrutar~e]

  • jitalerial en no ver. Antcs.de iJosufu f jue \ y hi vitli exige que jo5 ijongniiios mtoj jciO. que no u i i rc n K js n ( . Ic r r c l ia , a izquierda o atrs, sino dcrcchamcntc en li direccin que debe- jnos maicluir. Lejos de consliluirsc nuestro conocinienlo ])or l ina asociacin grudnnl de ulonentos ,sin)p!t.s, es el cfcclo de una disociacin brusca; en el campo inincnsanicnle vasio d imestro chciihirnlo'viru:d liemos co{;ido, i>ara linccr con ello nn conocimiento actual, cuanto intcrc.a a nuestra accin s
  • tlislraccii, ) j)ara alguno!; privilegiados, ^no podrin In filosofa iiUcalarlo, en parcia malcra y cu otro sentido y de otro modo, jara lodo el mundo? ^E1 papel de la filosofa no consistira en lUvarnos a una percepcin ms completa de la realidadmT* dianttTcicrlo (rhliad'O^iicstr'irateiicin? Se tratara de dcsoiar Tuestra atencin del lado prcLicamcnle interesante del universa y de vulticrla liacia aquello cpic, jjrcticanienle, no sin^e para nadaVTrsla~C()frver'5ird' hT^nreiicrTscna )a fllosofia misma.

    A primera vista ] jarrcc orqu-^3iscuia la existencia de ('stas fac\jltades Lraseendentes crey K a ^ im p o s ib le la metafsica. Una de las

  • ideas ms importantes y ms profundas de la Crtica de la razn pfjra es sta: que si la metafsica es posible, ello sucede por una visin y no por una dialctica. L a dialclica nos lleva a filosofas opuestas; demuestra igualmente la, tcs is-qu eJa Anltc-

    ]?.'! in j jn o m a s . So una intuicin superior ((jue Kant llama tina intuicin intelectual' ) , es decir, una pcrccpcu-.de la realidad metafsica, oermitira la constitucin do la metafsica. El ms claro resultado de la Crtica kantiana es as mostrar q\te no se puede. ])cnctrar en el ms all sino por una visin y que una doctrina no vale, en ese dominio, sino porque conlicnn percepcin: tomad esta percepcin, analizadla, recomponedla, volvedla y revolvedla en todos los .sentidos, liacedlc experimentar las ms sutiles operaciones de la ms elevada qumica inlcicc- tual, jams retiraris de vuestro crisol sino aquello que hayis puesto en l; cuanto hayis introducido de visin, tatito en contT.'iris; el razor)amicnlo no os har avanzar un paso ms all de lo (]ue. ante todo habais percibido, l i e aqu lo que Kant lia desplegado a plena luz; y es, a m juicio, el mayor servicir> que rindi a la filosofa especulativa. Estableci definitivamente que si la metafsica es posible, ello .slo purdc_ser p

  • nos liaccn apresar dircctamcnle el moviinien^o. Creyeron que iiiecliatUc nuestros sentidos y nuestra conciencia, laborando co mo trabajan de ordinario, percibimos realmente c) cambio en las cosas y en nosotros. Entonces, como es innegable que siguiendo los datos habituales de nuestros sentidos y de nuestra conciencia llegaremos, en el orden de la especulacin, a con- tradicccioncs insolubles, concluyeron de ello que la contradiccin era inherente al cambio mismo y que para sustraerse a esta contradiccin ora preciso salir de la esfera del cambio y elevarse sobre el Ticm jxi. Ta l es el fondo del ]icnsainiento de los mctafsicos, lo mismo que de quienes, con Kant, niegan la posibilidad de la metafsica.

    La metafsica naci, en efecto, de los argumentos de Ze- nn de E lea 're lativos al cambio y al movimiento. Es Zenn quien, atrayendo la atencin sobre el absurdo de aquello que so llaina mo\imiento y cambio, llev a los filosofes ~ ante todo a Platn a buscar la realidad coherente y verdadera en lo que o cambia. Por eso Kant crey que nuestros sentidos y nuestra conciencia se ejercen efectivamente en un Tiem po verdadero, quiero decir en un Tiem po cue cambia sin cesar, en una dura- cin qu e dura, y porque, por otra parte, se daba cuenta de la relati\ndad de los dalos corrientes de nuestro.*; .senlidos y de nuestra conciencia (detenidos adems ]ior l muclio antes del trmino trascendente de su esfuerzo), juzg la metafsica im- ;X )sb le sin una visin distinta de aquella de los sentidos y de a conciencia; \dsin de la que tampoco encontr ninguna huella

    en el hombre.Pero si pudisemos establecer que aquello que ha sido cxn-

    .siderado como cambio y movimiento por Zenn primero y luego por los mctafsicos en general, no es ni cambio ni mo\imiento, que considerarori cambio lo que rio cambia y movimiento lo que no se mueve, que lomaron por una percepcin inmediaUi_ 5 ^ completa de) mo\'imiento y del cambio una cristalizacin d e

    'esta pcrcopcin,~una~solidificcn3^sta*d~la jr:^cj|ca; y s pudisenios~mostraf,poro6:a parte, r^e aquello^ q ^ fjje_Jo- mado por Kant po^jcl tempqjni.smo es un Quc no fluye

    "ni cambia, ni dura; entonces, para sustraerse a conlracliccioncs como aquellas que seal Zenn y para desasir nuestro cono-

  • cuiiientu diari) de la l elativitJad de (juc Kant lo ci cy afoclado, no Imbia cjnc salir del tiempo ( ya hemos salido de ll) , no liabrn que desasirse del cambio ( ya estamos deninsiado des- I)rciKidos de l ! ) ; habra, por ei eoUrario, |uo volver a asir, el cambio y la duracin en r.v rnovihdad tjiiyina]. Entonces vera nios no slo caer una a una dlciias diicuHadcs y desvanecerse ms de un pioblem a: por la extensin y la revivificnciu de nuestra acullad de percibir, acaso tambin {aunrjue no se trata por ahora de elevarse a tales alturas) por una ampliacin (jue daranKis a las almas privileiiiadas, reslabtcceriainos la roii- tiniiidad en el conjinUo de nuestros conociniicnlos; conlinnidad (jnc ya no s(ra liipoltiea y eonstniida, sino cxpcrimcnlada"v vjvida. ,^Es posil.le una labor de ese gnero? Es lo f[ue nosoros buscarenKS con vosotros, al menos por lo concerniente al eo- noeimienlo de nuestro contorno, ei nuestra segunda conercncia.

    S e CUNUA CON IXIIENCA

    Me habis prestado ayer una ateucin tan sostenida, que no debis asonbraros s estoy tentado a abusar l^oy de ('Ha, Quiero demandaros un esfuerzo violento jiara dejar de lati algunos de los esquemas artificiales que interponemos, a pesar nuestro, entre la realidad y nosotros. Se trata de romper con ciertos libitos de pensar y de percibir que se lian vuelto na- Vurales. Es preciso volver a la j jereepcin directa del canibi y de la mo\iiidad. He aqu un primer resultado de nuestro esf u erzo. Nns re presen tarem os . t o J cq mbiOj J ocQ.- ^ > Pl fo,como o]So'lit{r>ncnfe indivisthls.

    Comenccnios por el movLiinento. Tengo la mano en el puni A. La trasporto al purito B, recorriendo el inten-alo AB. Digo fjue el movimiento de A a B es cosa simple.

    Pero se trata de cosa do la cual cada imo d(^ nosotro.s posee la scn^aein inn)cdata. Sin duda, mientras ]lt!\amos nuestra mano de A a )) nos decimos (]ue podramos detenerla i-n un punto intennedio, pero ya no se Irainra entonces del mismo movimiento. Yn no habra un movimienio nico de A a B\ ha-

  • l)ra, por liiplcsis, dos movimiento-s, con un inlcrvalo de de- lencin. Ni de adentro, por el sentido muscular, ni de afuera, por la vista, tendramos an la misma percepcin. Si dejamos nuestro movimiento de A a B tal cual es, lo sentirnos indiviso y debemos declararlo indivisible..

    Cierto es que cuando obser \'0 mi niano cjne va de -A a B y describe el interv-alo AB me digo: "El intervalo A13 puede dividirse en tantas partes como quiera, pues el movimiento de A a B puede dividirse en tantas partes corno me plazca. piiest

  • entonces inmvil para los pasajeros sentados en el otro. Pero una situacin ele esto gnero, que es en suma oxccpcional, nos parece qne es )a sitiirciii regular y normal, porque es la ,que nos per-

    ' initc act:uar sobre las cosas y tambin a las cosas actinu' sobre nosotros: los viajeros do anibos trenes slo puclcn tenderse la

    rfaiTpcir la portezuela y liablarse si estn "inmviles", es decir, si marchan cu ci mismo sentido con la misma velocidad. Siendo la inmovilidad aquello que nuestra accin necesita, la erigimos en realidad, hacemos de ella un absoluto, y vemos en el mo\n- miento alguna cosa fpje se le sobreagrega. Nada r.s ms legtiTUo en la prctica; pero cuando trasportamos este hbito ticl espritu al dominio dr la (Speculaciii, desconocemos la rr^ilidad verdadera, creamos, deliberadamente, problemas insolubles, cerramos los ojos a lo rjue hay de ms vivo en lo real.

    No necesito recordaros los argumentos de Zenn dc Elea. Todos implican la confusin del movimiento con el espacio recorrido, o por lo ncnos la conviccin de que se puede tratar el movimiento como se trata el espacio, dividirlo .sin tener: en cuenta sus articulaciones. Nos dicen que Aquilcs jams alcanzar a la tortura que persigue, pues cuando llegite al punto en (pie estaba la tortuga, sta habr tenido tiempo de marcliar, y as indefinidamente. Los filsofos han refutado este argunjcnto de varia.s maneras, y de maneras tan diferentes que cada una de esas refulaeiones quita a las otras el derecho de creerse definitivas, J abra e.xistido sin embargo un medio muy simiile para cortar la dificultad: in te iT o g a r a Afjuiles. Pues dado que Aquilas tcnnina por alcanziir a la tortuga y aun por adelantarla, debe saber mejor que nadie cmo lo hace. El filsofo antiguo que demostraba la posibilidad del movimiento marchando, estaba en la verdad; su solo error fue ejecutar la accin sin aadirle un comentario. Pidamos entonces a Aquilcs que co mente su carrera. He aqu sin duda lo que nos responder. Zenn quiere que yo pase dcl punto donde estoy al pimto que la tortuga ha dejado, de ste al punto que.ella ha dejado tambin, etc.; as procede para hacerme correr. Pero yo, para correr, procedo de otro modo. Doy un primer paso, luego un segundo, y as succsi\-amente; finalmente, despus de un cierto nmero de pasos, hago uno final con el cual excedo a la tortuga. H e

  • cumplitio as una serio ce aclos nclivisil>lcs. Mi carrera es lu serie de estos aclos. Comprende tantos pasos como parles se pueden distinguir en ella. Pero no tenis el derecho de desarticularla segn otra ley, ni de suponerla articulada de otro modo. Proce^ler como Zenn es admitir que la carrera puedo ser descompuesta arbiLrarianH'.nte, como el espacio recorrido; es crcer
  • flos c:imljios .se cDCueiUrcn^ el uno cop) ilIuci)!! al niro, v.j\ una si- tnacin anloga a la de los tos trciicrtlcTijuc haijialjnmos opor- tunamcnle. Decimos, por (jemplo. que un objeto cambia do color, y (jue acju el cambio consslc ci.i una ii'ric de rnaliccs f(ue seran los clcmenlos conslitutivos del caiiibio y fjvie stos no cambiaran. Foro, ante lodo, lo fjnc existe objetiyamcjite de cada inaliz es una o.scilacin_iufinilaincnte rpida, es cambio. Por otra parte, la pcrcc|>cin que nosotros tenemos de l, en lo

    ella tiene de subjetivo, no es m.s (jue un a.ccto aislado, abstracto, del estado general de*, nuestra persona, :dinente sin cesar y liaco participar en su cambio a esLa per* ccpcin llamada invariable: de liecho, no e.siste percepcin qne no se mot.liitjue a cada instante. 13e suerte cinc ni color, fncrn de nosotro.s, es la movilidad misma, y cjsona c-.s movilidad tambin. JV'ru todo el mecanismo ile nuestra })erccpcin de las cosas, como el de nuestra accin sobre las cosas, ha sido arreglado de manera de llevar aqu, entre la novilidad externa y la movilidad interna, a una situacin ctnii- parable a arjuclUi tle los dos trenes, n\s com[)licada, sin duda, pero del mismo genero: cuando ambos canibios, el del objeto

    I y el del sujeto, se producen en estas cotidiciones particular:s, suscitan la apariencia particular que lamamos un estdo. Una vc7^ en pqscsin de " f i a d o s , nuestro e.spritu rceoiponn con ellos el cambio. lepio (]uc nada es ms natural: la divisin del cambio en estados nos pone tambin actuar sobre las cosas, y es prActicamcnte lil interesarse en los estados ms bien que en el cambio niismo. Pero lo (jue aqu fa\'orece la accin ser mortal a la especulacin. Representaos un cajnbio conui realmente compuesto de estados: a la ve^ hacis suigir probloms mctasicos insolubles. No se rciieren sino a las apariencias,

    abis cerrado los ojos la realidad verdr.dcra.No insistir ii is. en esto. Que cada uno de nosotros haga

    la cx]H'riencia, que se d la visin directa de un.canihio, de un movimiento: tendr un sentimiento de absoluta indivsibiidad. Llego entonces al segundo punto, que est muy j)rximo al primero. lif coiubios, pero uo l\oy>^ J^ 9^ ^ cr,ml)io, cosas que cambion: el cam bio no fiCCepUi u n jop or c . lay mociinicnlos^

  • p e ro J i o }\otj o l j je lo in e rte , in v a r ia b le , q u e se m u eva : e l ? j o u - n iie n p no J n i j )U c a 'i in 'T n v in ' ~ '

    Cuesta representarse as las cosas, porcjue el senlido por excelencia es d de la_yista, y el ojo,ha atlcjuindo el hbilo d(; corlar, en el conjunU) del campo^'istial, fipinras relativamenic invariables que se considera (jiie so desplazan sin dcf)nuarsr-; eJ movimiento se so brea gregaria a! mvil como vii acoileute. ' til tener que tratar cuotidianamente con objtos estables y en cierto modo responsables, a los cuales tos dirigimos como a. personas. El sentido do la vista se acomoda par^tomnr las cosas, al sesgo: ilviminadqr dcl taclq, urepara nuc^tta aeclirsobj^cl"^ mundo exlerior. Menos nos costar percli)ir el movCftiiento y el cambio coiuo realidades independientes si nos dirigirnos al sentido dol odo.Oigamos una meloda alejndonos mecer por ella: : no poseemos la percepcin clara de un m ovimiento ( ju c no est unido a un /lvil, de ui cambio sin nada (juc cambie? Ertc cambio sc^^basta, consl.ittiyeJ.a,

  • C)inn5 cnlonccs la incioiJa a travs de la visin (jvic Icndra im director de orquesta mirando su fjartilura. Nos representamos notas yuxtapuestas a nolas cu una hoja de papel imafjnarifj. Pensamos en un Icclailo en que se toca, en un arco que va y

    __A'ienc, en e! msico que cjccuta sii parte junto a los dcins._^ Hagamos abslraccin de estas imgenes espaciales: queda el cambio puro, bastndose a s mismo, en absoluto dividido, en absoluto apegadn a uua cosa que cambia. .

    Volvamos aliora a la \isla. Fijando ms nuestra atencin, advertimos rjuc aun acju el movimiento no exige un vtdn'culo, ji el cambio una sustancia, en el sentido corriente del tcnnino. Ya la ciencia fsica nos sugiere esta \'isin de las cosas materiales. Cuanto ms progresa ms resuelve la ninteria en aecion^s que marchan al travs del espacio, en movimientos que corren

    '^ ifjui y all coido escalofros, de suerte

  • ];t scpunda p
  • nosotros sfjrn presa de'vrtigo^Estin habiluados a la tierra finvic, y no pueden avenirse l l)aianceo y al cabeceo. Necesitan puntos fijos a los cuales vincular el pcusanu'ento y la existencia. Consideran que si todo pasa, nada existe; y cjue si la realidad es movilidad, ya no es en el momento en ju.* sc la piensa, eseaj^'i :i nuestro ]Knsaniiento. El mundo ma[erial, dicen, .se disolver, y el espritu sc niiogar en el hijo torrentoso de las cosas. Que se tranquilicen! El cambio, si consienten en obser- \arlo {j/rcctamcnle, sin velo interjueslo, les paiecen'i en .seguida como aqu(;IIo que pu(*de e.vistir de ms sustancial y d ms durable on el mundo. Su solidez es iniinitamente superior a la de una fijezn que no es ms ue nn arreglo efmero entro movilidades. Llego nnu. en cfcclo, al tercer punlu, liacia el cual quisiera atraer vuestra atencin.

    Si el cambio es real \ aun constluti%o d r a realidad, debemos considerar el pasado-de modo muy distinto a como estamos liabituados a liacerlo por la filosofia )* or el lenguaje. Nos inclinamos a representarnos nuestro pasado como algo inexistente, los filsofos a\ivan cj nosotros ('sta tendencia! nat-ural. Para ellos y par nosotros el pre.sente slo existe oor s mismo: si algo sobrevive del pasado, acaso slo sea jior el socorro (ue el presente le concede, por una caridad que el prc.senle le liaee, en fin, para salir de las metforas, por la intervencin de cierta funcin particular

  • habra un iiistanlc anterior a aquel? Los dos instantes no podran estar sc|iarados por un inten'alo do tiempo, puesto
  • cicutcnicntc fuc^rtc, y suiciciilcnieutc desprcudiia de todo inters prctico, nbrazaria as en un presente indiviso la entera ])isloria pasada de la persona conseienlc, y no como lo inslan- tnoo, eojno un conjunto do partes simullneas, sino como lo conlinnamcntc presente que uera taml)i
  • cjn. Ya no tendremos que explicar el recuerdo sino el olvido.J explicacin se encontrar, por otra parte, en )a estaietura

    deJ cerebro. La naliiraicza ha inventado un inecani.smo para canalizar nuestra atencin cu la direccin del porvenir, i^ara apartarla del pasado es decir, de esa parte de nuestra historia que no cuenta para nuc.stra accin presente , para ocasioivirle a lo 5UJU0 , bajo forma de recuerdo, esta o aquella simplificacin de la exiicricncia anterior, destinada a completar la experiencia del momento; r.n eso consiste aqu la funcin del cerebro. No podemos abordar la discusin de la teora que sostiene que el cerebro sirve para la conservacin del pasa

  • Un esfuerzo, una emocin, pueden volver bruscamente u la conciencia i)i!abras ro sirve nqn parii escopcr en el jiasado* par:i disniiniiirlo> para simplificarlo, para u[i(i7.arlo, pero no para conservarlo. no5 costnia examinar las eo.sa.s rlcsdr c.stc .ccsgo si ru> linljise- mos contrado el hbito de creer que ('1 pasado est abolido. Enlonecs su reaparicin ]);\rcial nos parece un acunlecimicnlo extraordinario, fjue redama inia c-xplicacin. Por es(? imaginamos ar|ui y all, en el Cerebro, cajas de recuerdos (jut' cnn- servarian fragnicntos do pa.sado, y el cerebro conservuclosc por s nismo. Como i oslo un fuese hacer retroceder la dificultad y simplcncnlc aplazar ('1 j^rohlema! Como si eslablr- eiendi) tjne la materia c(;rebral se eonscr\'a a travs del tiempo, o mj: generalmente (uc toda materia (hira, no se le atribuyera precisamente la memoria (jue se pretende explicar por ellal Por ms (]ue ha[;amos, aun si suponemos (jue el cerehro almacena, recuerdos, no huinios la eonelnsiii (joc ei pasado i)ucde conservarse l mismo, automticamente.

    No slo nuestro pasado, sino tambin el jiasado de cual- quic)' cambio, siempre que .se trate di* un cambio nico y, por eso mismo, indivisible; la eonservaciti del pasado en el pre- scite !io es oua cosa que la indivi.sibiHdal j.lel cambio. Cierto qne jiara los eaml->ios que se cumjjlen en el exterifr apenas sabcjnos jams si tenemos que tratar con un can^bio nico o con un eontpueslo de varios niovimienlos entie los cuales se inlercaian dct('nciones (no siendo jams la delcncin. jior lo dems, sino,relativa). Sera preciso que ucscmos inferiores n los seres y a las cosas, como lo somos'a nostitros mismos, para c | u e pudiramos dccitlir snbre este pnnto. Pero nn es esto lo

    . im])ortante. liasta estar convcncifJo de un yrz por lodas de que la rcalidacl s cambio, que el cambio es illdi^'isib!e, y t}ue, en un camliio indivisible, el pasado se confunde c:on el presente.

    Icnetrn)onos do e.sta -i'eiciad }' ^ci emos fnndirse } evaporarse l)uen nmero de enigmas filosficns. Ciertos grandes problemas, como ('! de la sustancia, del cambio y de su relacin, ce.sarji de plantearse. Todas las dificulades suscitadas en torno -li estos puntos dificnllades tpie han hecho rctrocctlcr poco a

  • ]K>CD la sustancia hasta
  • :i fjc'jUo uno y r)tro en nnri situacin anloj^n a :u|iu'lla c!( ljs (Irjs trenes do i;k' hablbamos al cumiciizo. es vm cierto arreglo tic la niovilitlacl sobre la iiioviliclail que innliiei' el ('ecl
  • (Jiiilious, ms nos ]nindjtno5 en ]n duracin real. Y cuanio IU5 nos Immlinios en ella, ins nos siluanios en la direccin dcl

    sii cnihaijio trasc.ncJcnle, d c l cjiK* jartic ipaTnos y del cual la clrrodad nu debe sur una cicrnidad inmvilablc, s)io una eternidad viva. Cmo, de otro modo, podramos vivir V movemos en d a? /fi cu wcms e )Mot;cnir ct smnus.