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8. RODÓ (Una página a mis amigos cubanos) EN VUESTRA isla, cruzada por las inquietudes de los cuatro puntos cardinales, nunca habéis perdido el sentimiento del contacto con vuestros hermanos de raza. No sé si os asom- brará lo que os digo; pero hubo un día en que mi México pareció —para las conciencias de los jóvenes— un don in- mediato que los cielos le habían hecho a la tierra, un país brotado de súbito entre dos mares y dos ríos: sin deudas con el ayer ni compromisos con el mañana. Se nos disimulaba el sentido de las experiencias del pasado, y no se nos dejaba aprender el provechoso temor del porvenir. Toda noticia de nuestra verdadera posición ante el mundo se consideraba in- discreta. Por miedo al contagio, se nos alejaba de ciertas “pequeñas repúblicas revolucionarias”. ¡Y teníamos un con- cepto estático de la patria, y desconocíamos los horrores que nos amenazaban sólo para que gimiéramos más el día del llanto! Y creíamos —o se nos quería hacer creer— que hay hombres inmortales, en cuyas generosas rodillas podían dor- niirse los destinos del pueblo. Y entonces la primer lectura de Rodó nos hizo compren- der a algunos que hay una misión solidaria en los pueblos, y que nosotros dependíamos de todos los que dependían de nosotros. A él, en un despertar de la conciencia, debemos algunos la noción exacta de la fraternidad americana. ¡Y hasta por estar a mil leguas de las mecánicas preocupaciones políticas era más exacta esa noción! Hasta por desentender- se de toda esa andamiada jurídica del panamericanismo, y fundarse sólo en un impulso de colaboración superior que dieta el sentimiento y que la razón corrobora. Porque son una gran mentira todos esos centros de propaganda, todos esos congresos parlantes, todas esas tramas diplomáticas. Porque la fraternidad americana no debe ser más que una realidad espiritual, entendida e impulsada de pocos, y co- 134

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8. RODÓ

(Unapágina a mis amigoscubanos)

EN VUESTRA isla, cruzadapor las inquietudesde los cuatropuntos cardinales,nuncahabéis perdido el sentimientodelcontactocon vuestroshermanosde raza. No sé si os asom-brará lo que os digo; pero hubo un día en que mi Méxicopareció—para las concienciasde los jóvenes—un don in-mediatoque los cielos le habíanhechoa la tierra, un paísbrotadode súbitoentredosmaresy dosríos: sin deudasconel ayerni compromisosconel mañana.Senosdisimulabaelsentidode las experienciasdel pasado,y no se nos dejabaaprenderel provechosotemor del porvenir. Todanoticia denuestraverdaderaposición anteel mundose considerabain-discreta. Por miedo al contagio, se nos alejaba de ciertas“pequeñasrepúblicasrevolucionarias”. ¡Y teníamosun con-ceptoestáticode la patria,y desconocíamoslos horroresquenos amenazabansólo para que gimiéramosmás el día delllanto! Y creíamos—o se nosqueríahacercreer—quehayhombresinmortales,en cuyasgenerosasrodillas podíandor-niirse los destinosdel pueblo.

Y entoncesla primer lecturade Rodónoshizo compren-der a algunosquehayuna misión solidariaen los pueblos,y quenosotrosdependíamosde todoslos que dependíandenosotros. A él, en un despertarde la conciencia,debemosalgunos la noción exacta de la fraternidad americana. ¡Yhastapor estaramil leguasde las mecánicaspreocupacionespolíticasera másexactaesanoción! Hastapor desentender-se de todaesaandamiadajurídica del panamericanismo,yfundarsesólo en un impulso de colaboraciónsuperior quedieta el sentimientoy que la razón corrobora. Porquesonuna gran mentira todosesos centrosde propaganda,todosesos congresosparlantes,todas esas tramas diplomáticas.Porquela fraternidadamericanano debeser másqueunarealidadespiritual, entendidae impulsadade pocos, y co-

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municadade ahí a las gentescomo unadescargade viento:comounaalma.

Parala épocaen que los primeroslibros de Rodócaye-ron en nuestrasmanos,ya los maestrosescépticosde Euro-pa nos habíanhechooír suvoz. Conesaprecocidadde des.pecho quecaracterizalos comienzosdel siglo, sabíamosdela negaciónde los valores,de la duda de la razón,y —enfin— de esevago misticismo sin Dios quevanamentequeríasustituir la robustafe de otros tiempos. Sólo nos quedabaaquelfrío regocijo técnicodel arte por el arte; y vivir paraescribir,sin amarla vida... Ya sabéis,lo del Hombre-Plu-ma de Flaubert:“Vivir no es mi oficio, no me importa: amísólo me toca contar la vida.” Quisieraque, en un magnoesfuerzode sinceridad,volvieran a sí mismos los ojos losadolescentesde hace quinceaños,y dijeran cuántosde elloshicieron a solasel pactode aceptarla vida, solamenteparaver cumplidaslas promesasde su arte. Y en esa hora tanfrágil —tan temerosaquepudo romperlael menor flaqueo,cualquierfracaso,o aquellaacidez incurablede la primerapasión—,en esahora que es la más solemnede toda unamitad de la vida, porqueen ella volvemosa nacervolunta-riamente; cuandotodavía los dulcescuidados de los añosno nos han revelado el verdaderosabordel mundo,Rodótrajo unapalabrade bravura,un consejode valentíaaplica-do a la concepciónde la conducta. Ya suena a vuestrosoídosla palabramágica:“el altanerono importa quesurgedel fondo de la vida”. Un nuevo entusiasmosemejantealchorro de la fuenteque se recobraal tiempo que cae. Unoptimismo sin complacenciaspueriles. Porquetodosesosro-deosdel razonamientocon quesenos quierehaceraceptarelmal de la vida no sonmásqueun granpecado.No importa:un optimismo vital; partemínima, pero preciosadel opti-mismo; la única en que la dignidadde la mentepodíacon-sentir, mientrasla razónse restablecíade sus heridas.

Y ahoraque, si bien se luchapor una idea, el nivel es-piritual de los hombrespuededescender;cuandolas verda-des provisionalesde la acciónse escribencadadía parabo.rrarse al siguiente,¡ qué consoladoraslas palabrasdel quenuncaperdió su fe en el hombre,en la naturalezay en laeducaciónincesante! “No desmayéis—repetíaRodó—, no

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desmayéisen predicarel Evangelio de la delicadezaa losescitas,el Evangeliode la inteligenciaalos beocios,el Evan-gelio del desinterésa los fenicios~”Firme en las virtudesfundamentales,nunca se dejó vencer a los asaltosde estegran derrumbamientosocial. Él que tantassabía,una solacosa ignoró: mientrasafuera las ideasiban cada vez másconfusasy los hechosmásacelerados,él persistíaen suritmolento y amplio,en divino sonambulismo,oponiendoal atro-pellamientode la historia aquella su serenidadprovincia-na.. - ¡O, felix culpa! A ésteno le despedazóla guerra,ypudo salvar su concienciaintacta, para queun día recons-truyamospor ella una imagende las armoníasperdidas.

En el Diálogo de broncey mármol, unade sus últimaspáginasescritaen Florencia, oíd cómo llora, por boca delPerseode BenvenutoCellini, sobrelas mutilacionesdel odioy de la incuria:

El hombre ya no existe. La criaturaarmoniosa que diocon su cuerpo el arquetipo de nuestrahermosura,y con sualma el dechadode nuestraserenidad,pasó como los semi-diosesde mi razay comolos profetasde tu gigantescoIsrael[le dice al David de Miguel Ángel]. Los que hoy se llama-ban hombres,noble título que quisieronllevar tu Dios y losmíos, no lo son sino en mínima parte. Todos están mutila-dos,todosestántruncos.Los quetienen ojos no tienen oídos;los que ostentandilatado el arco de la frentemuestranhun-dida la bóveda del pecho; los que tienen fuerza de pensarno tienen fuerza de querer. Son despojosdel hombre, sonvíscerasemancipadas.Falta entre ellos aquellaalma comúnde donde nació siempre cuanto se hizo de duradero y degrande. Su idea del mundo es la de un sepulcrotriste y frío.Su arte es una contorsiónhistriónica o un remedoimpoten-te. Su norma social es la igualdad, sofisma de la pálidaenvidia. Han eliminado de la sabiduría, la belleza; de lapasión, la alegría; de la guerra,el heroísmo. Y su genioes la invención utilitaria, y concedenlas glorificaciones su-premasal que, despuésde una vida dedicadaa hurgar en lasuperficiede las cosas,regalaal mundo uno de esosingenio.sos inventos con que el Leonardo de nuestro siglo jugaba,como con las migajasde su mesa,entre un cuadro divino yuna teoría genial.

Fabulistamoral, ¿quéárabele enseñóel secreto de lagraciainsinuante? ¿Quémísticode oro le enseñó—filósofo

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práctico- asorprenderlas pisadasinefablesdel Dios entrelos trabajosy los díashumildes? Su confianzaen la razónprocedede los mentoresde Francia. Maestro de claridadlatina, supárrafoes unaestrofade perfectaunidad. No ne-cesitó renunciara ninguna de las fraganciasde la lenguacastiza,ni le estorbóla herenciaelocuente,ni se le enredabala plumaen la fraselarga. Resolviópor la calidadexcelen-te lo queotros quierenresolvermediantefórmulas artificio-sasy externas.Aquí, como en todo, sabíaqueel problemaestáen el espíritu,y queel espíritu tiene queengendrardepor sí susformasadecuadas.

Ignoróla guerraliteraria,el escándaloeditorialy la pro-pagandade librería. Resolvió por la calidad excelenteloque otros quierenresolvermediantecombinacionesde infi-nita malicia. Era el queescribíamejor y era el másbueno.Su obra se desenvuelvesobre aquellazona feliz en queseconfundenel bien y la belleza. Y hoy nos volvemoshaciaél como en buscade unaarquitecturasagradaque resistaalfuegode labarbarie,mientrasle enviamos,arrobados,elvue-lo de nuestrasmásaltaspromesas,y a Palermo,que recogiósus despojos,nuestrasbendiciones.*

* Publicado primeramente en la revista Unión Hispanoamericana,Ma-drid, 11 de junio de 1917. (No confudirlo con una notita anónima en quemeramenteresumí palabras de Pedro Henríquez Ureña y di a la revistaEspaiía, Madrid, 14 de octubrede 1915.)—1950.

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