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del primero. La oxitocina es una hormo- na que actúa como neuromodulador del sistema nervioso central y afecta el com- portamiento social. En esta dirección, cuando el segundo participante devolvía sumas más grandes, la oxitocina liberada en su cerebro era mayor. La conclusión fue que las personas le entregaban el dinero al otro porque confiaban en que el otro tomaría una actitud similar con uno. La clave estaba en la confianza. El mismo juego también se utilizó en otro estudio pero de manera más com- pleja. Los jugadores estaban siempre interactuando con una computadora pero no lo sabían. Se les hacía creer que las partidas involucraban a tres partici- pantes distintos: un amigo cercano, un extraño y una máquina tragamonedas. Como resultado, los investigadores ob- servaron que los participantes transfe- rían más cantidad de dinero y sentían mayor recompensa personal cuando “interactuaban” con un amigo cercano. No existe posibilidad de desarrollo social sostenido sin la confianza en el otro. Muchas veces los malogrados ín- dices económicos devienen de un nivel deficitario de confianza. A propósito, y teniendo en cuenta que hace poco se conmemoró el aniversario 40 del último golpe militar, nos es preciso recordar el cuento infantil Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann que fue pro- hibido durante la dictadura. Ahí, el ele- fante Víctor logra convencer a los otros animales del circo de unirse para hacer una huelga que les permitiera recuperar su libertad. Cualquier actitud de descon- fianza entre ellos llevaría el plan al fraca- so; cualquier traición, al castigo. Lo nom- bran delegado, lo apoyan y actúan todos juntos, inclusive el león, que se creía rey. Confiar en el otro les permitió cumplir con el deseo colectivo de vivir libres. De la cabeza El poder de creer FACUNDO MANES NEUROLOGO. NEUROCIENTIFICO. RECTOR DE LA UNIVERSIDAD FAVALORO Twitter: @ManesF Todas las personas quieren y necesitan confiar en los demás para vivir. La con- fianza se transforma en condición para la construcción de una verdadera co- munidad. No existe la posibilidad de desarrollo social sostenido sin la con- fianza en el otro. na pareja conversa sobre sus planes comunes para el futuro; una madre des- pide a su hijo en el jardín de infantes y saluda a la maestra, a quien le confía a su pequeño para que lo eduque y lo cuide; un paciente saluda a su médico antes de la operación, un cliente a su ar- quitecto, estas y todas las personas, con sus intereses, sus alegrías y sus sueños, quieren (y necesitan) confiar en los de- más para vivir. La confianza se transfor- ma así en condición para la construcción de una verdadera comunidad. Las neurociencias han estudiado los mecanismos neurales que subyacen a este sentimiento de confianza entre los seres humanos. Se han podido identi- ficar así dos regiones cerebrales invo- lucradas: la zona del estriado ventral, asociada con el procesamiento de las emociones positivas y los sistemas de recompensa; y la corteza prefrontal medial, ligada a la inferencia del estado mental del otro, a la toma de decisiones y al monitoreo de lo que está pasando fuera de nuestro foco de atención. Una experiencia para el desarrollo de estos estudios fue el “juego de la con- fianza”. Dos participantes iniciaban el juego con la misma cantidad de dinero cada uno (por ejemplo, $1.000). A su tur- no, tenían que decidir cuánto dinero le daban al otro, considerando que esa su- ma se triplicaría en la cuenta ajena: si el primero daba 400 pesos, el otro acumu- laría 2.200 y este se quedaría con 600. Luego se le informaba al segundo juga- dor la cantidad de dinero que le había sido transferida y le tocaba, entonces, el turno de entregar la suma de dinero que deseaba. Los estudios mostraron que cuanto mayor era la cantidad de dinero otorgada al otro, mayores eran los nive- les de oxitocina liberados en el cerebro U POR FACUNDO MANES

El poder de creer - losenigmasdelcerebro.files.wordpress.com · cuento infantil Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann que fue pro-hibido durante la dictadura. Ahí, el

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del primero. La oxitocina es una hormo-na que actúa como neuromodulador del sistema nervioso central y afecta el com-portamiento social. En esta dirección, cuando el segundo participante devolvía sumas más grandes, la oxitocina liberada en su cerebro era mayor. La conclusión fue que las personas le entregaban el dinero al otro porque confiaban en que el otro tomaría una actitud similar con uno. La clave estaba en la confianza.

El mismo juego también se utilizó en otro estudio pero de manera más com-pleja. Los jugadores estaban siempre interactuando con una computadora pero no lo sabían. Se les hacía creer que las partidas involucraban a tres partici-pantes distintos: un amigo cercano, un extraño y una máquina tragamonedas. Como resultado, los investigadores ob-servaron que los participantes transfe-rían más cantidad de dinero y sentían mayor recompensa personal cuando “interactuaban” con un amigo cercano.

No existe posibilidad de desarrollo social sostenido sin la confianza en el otro. Muchas veces los malogrados ín-dices económicos devienen de un nivel deficitario de confianza. A propósito, y teniendo en cuenta que hace poco se conmemoró el aniversario 40 del último golpe militar, nos es preciso recordar el cuento infantil Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann que fue pro-hibido durante la dictadura. Ahí, el ele-fante Víctor logra convencer a los otros animales del circo de unirse para hacer una huelga que les permitiera recuperar su libertad. Cualquier actitud de descon-fianza entre ellos llevaría el plan al fraca-so; cualquier traición, al castigo. Lo nom-bran delegado, lo apoyan y actúan todos juntos, inclusive el león, que se creía rey. Confiar en el otro les permitió cumplir con el deseo colectivo de vivir libres.

De la cabeza

El poder de creer

FACUNDO MANESneurologo. neurocientifico. rector de la universidad favaloro twitter: @ManesF

Todas las personas quieren y necesitan confiar en los demás para vivir. La con-fianza se transforma en condición para la construcción de una verdadera co-munidad. No existe la posibilidad de desarrollo social sostenido sin la con-fianza en el otro.

na pareja conversa sobre sus planes comunes para el futuro; una madre des-pide a su hijo en el jardín de

infantes y saluda a la maestra, a quien le confía a su pequeño para que lo eduque y lo cuide; un paciente saluda a su médico antes de la operación, un cliente a su ar-quitecto, estas y todas las personas, con sus intereses, sus alegrías y sus sueños, quieren (y necesitan) confiar en los de-más para vivir. La confianza se transfor-ma así en condición para la construcción de una verdadera comunidad.

Las neurociencias han estudiado los mecanismos neurales que subyacen a este sentimiento de confianza entre los seres humanos. Se han podido identi-ficar así dos regiones cerebrales invo-lucradas: la zona del estriado ventral, asociada con el procesamiento de las emociones positivas y los sistemas de recompensa; y la corteza prefrontal medial, ligada a la inferencia del estado mental del otro, a la toma de decisiones y al monitoreo de lo que está pasando fuera de nuestro foco de atención.

Una experiencia para el desarrollo de estos estudios fue el “juego de la con-fianza”. Dos participantes iniciaban el juego con la misma cantidad de dinero cada uno (por ejemplo, $1.000). A su tur-no, tenían que decidir cuánto dinero le daban al otro, considerando que esa su-ma se triplicaría en la cuenta ajena: si el primero daba 400 pesos, el otro acumu-laría 2.200 y este se quedaría con 600. Luego se le informaba al segundo juga-dor la cantidad de dinero que le había sido transferida y le tocaba, entonces, el turno de entregar la suma de dinero que deseaba. Los estudios mostraron que cuanto mayor era la cantidad de dinero otorgada al otro, mayores eran los nive-les de oxitocina liberados en el cerebro

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pOr FACUNDO MANES

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