886

El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El Portador Del Oro Blanco

Citation preview

Page 1: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R
Page 2: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Annotation

Thomas Covenant se siente contrariado por lo queLinden Avery requiere de él; pero se somete porque sabeque, después del terrible fracaso que han tenido en la Isladel Árbol Único, no les queda más alternativa que regresar yluchar. Mhoram le había dicho: «...Al final tendrás quevolver al Reino.» El grupo emprende un largo y accidentadoviaje por tierra hasta Piedra Deleitosa. Allí, tras un terribleencuentro con el Delirante Gibbon, Covenant descubre quele es posible aceptar las condiciones inherentes a supavoroso poder... y controlarlas. Mientras se prepara para elenfrentamiento definitivo con el Amo Execrable, comprendeque al fin tiene la respuesta que tanto había buscado.

STEPHEN R. DONALDSON

ÍNDICEPrimera parte: LA RETRIBUCIÓNUNO: La cicatriz del capitánDOS: El refugio del leprosoTRES: Un sendero hacia el amorCUATRO: El mar de hieloCINCO: Hacia tierraSEIS: El invierno en pie de guerra

Page 3: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

SIETE: La promesa de la doctoraOCHO: Los defensores del ReinoNUEVE: Marcha hacia la crisisDIEZ: El Fuego BánicoSegunda parte: LA APOTEOSISONCE: Las consecuenciasDOCE: Esos que se marchanTRECE: La eh-EstigmatizadaCATORCE: Meta finalQUINCE: Los ejecutores de la profanaciónDIECISEIS: ¡Perdona, Andelain!DIECISIETE: En las Madrigueras de los EntesDIECIOCHO: No hay otro caminoDIECINUEVE: Resistiendo a la posesiónVEINTE: La SolsapienteEpílogo: LA RESTAURACIÓNGlosario

Page 4: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

STEPHEN R. DONALDSON

El portador del oro blanco

Libro 3º de las Segundas Crónicas de Tomas Covenant, ElIncrédulo.

EDITORIAL ACERVO

Julio Verne, 5-7. Tel. 212 26 64 08006 BARCELONA

Título de la obra original: THE WHITE GOLDWIELDER

Traducción de: MARIO ALVAREZ y A.P.H.

Page 5: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Dibujo sobrecubierta: RICARD CASTELLS

1983 by Stephen R. Donaldson

Derechos exclusivos de edición en castellano reservadospara todo el mundo y propiedad de la traducción

© 1986 Editorial Acervo, S. L.

I.S.B.N.: 8470023969

Depósito legal: 21219 Impreso en EspañaNovagráfik, c/. Puigcerdá, 217, 08019 BarcelonaNinguna parte de esta publicación, incluido el diseño de

la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitidaen manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico,químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sinpermiso previo del editor.

Para ir donde los sueños van

Page 6: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R
Page 7: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ÍNDICE

Lo que ya ha sucedido

EL REINO HERIDO, Libro Primero de Las SegundasCrónicas de Thomas Covenant, describe el retorno deThomas Covenant al Reino; un dominio de magia y peligrosdonde, en el pasado, libró una aciaga batalla contra elpecado y la locura, y venció. Usando el poder de la magiaindomeñable, rindió al Amo Execrable, el Despreciativo,antiguo enemigo del Reino, ganando así la paz de éste y suintegridad personal.

Para Covenant han transcurrido diez años, queequivalen a muchos siglos en la vida del Reino; el AmoExecrable ha recuperado su poder, y confía que triunfarálogrando al fin apoderarse del anillo de oro blanco queCovenant lleva en el dedo y le hace poseedor de la magiaindomeñable. El Amo Execrable convoca a Covenant alReino. Éste se encuentra de pronto en la Atalaya de Kevin,donde una vez el Execrable profetizó que Covenantdestruiría el Mundo. Tal profecía es reafirmada, pero de unmodo nuevo y terrible.

Acompañado por Linden Avery, una doctora que fuearrastrada al Reino con él involuntariamente, Covenant

Page 8: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desciende al viejo pueblo de Pedraria Mithil, donde seencuentra por primera vez con la terrible fuerza que elDespreciativo ha desencadenado: el Sol Ban. El Sol Ban esuna corrupción de la Ley de la Naturaleza, que aflige al Reinocon lluvia, sequía, fertilidad y pestilencia en una demencialsucesión. Ha destruido ya los viejos bosques. A medida queva intensificándose, se hace más real la posibilidad de quedestruya toda forma de vida. El pueblo del Reino se veobligado a sangrientos sacrificios rituales para aplacar al SolBan en aras de la supervivencia.

Al comprender la extremada gravedad de la situación,comienza a indagar para comprender el fenómeno yencontrar los remedios para sanar al Reino. Guiados porSunder, un hombre de Pedraria Mithil, Linden y él seencaminan hacia Piedra Deleitosa, donde tiene su sede elClave, los Maestros cíe la Ciencia que saben y comprendenmejor todo lo referente al Sol Ban. Pero los viajeros sonperseguidos por Delirantes, antiguos sirvientes del AmoExecrable, cuyo propósito es el administrar a Covenant unextraño veneno que debía enloquecerlo de poder.

Tras sobrevivir a los peligros del Sol Ban y al ataque delveneno, Covenant, Linden y Sunder continúan hacia elnorte. Cuando se aproximan a Andelain, una región quehabía sido extraordinariamente bella, en el centro del Reino,encuentran otra aldea, Pedraria Cristal, en la cual una mujerllamada Hollian sufre la amenaza del Clave debido a su

Page 9: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

capacidad de vaticinar el Sol Ban. Los viajeros la rescatan yella se les une en la pesquisa.

Informa a Covenant de que Andelain, pese a seguirsiendo hermosa, se ha convertido en un lugar de iniquidad.Atribulado por esta profanación, Covenant entra solo enAndelain para enfrentarse a cualquier cosa que encuentreallí. Descubre que Andelain no es un lugar de maldad: se haconvertido en un lugar de poder donde los Muertos sereúnen en torno a un forestal que cuida los árboles.Covenant encuentra pronto a este forestal, que una vez fueun hombre llamado Hile Troy, y con varios de sus antiguosamigos: los Amos Mhoram y Elena, el Guardián de SangreBannor, y el Gigante Corazón Salado Vasallodelmar. Elforestal y los Muertos otorgan a Covenant regalosconsistentes en conocimientos y avisos; pero Vasallodelmarle ofrece la compañía de una extraña criatura negra llamadaVain, un ser creado por los ur-viles a partir de los demondimy cuya misión se oculta.

Seguido de Vain, Covenant pretende reunirse con suscompañeros, quienes en su ausencia han sido capturadospor el Clave. En su búsqueda expone la vida, primero en elpueblo de Fustaria Poderpiedra, después entre las víctimasdel Sol Ban en Pedraria Dura. No obstante, con la ayuda delos waynhim, logra llegar a Piedra Deleitosa. Allí encuentraGibbon, la jerarquía más alta del Clave, y descubre que susamigos han sido hechos prisioneros para que su sangre

Page 10: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pueda ser utilizada en la manipulación del Sol Ban.Ansiando desesperadamente libertar a sus amigos y

obtener conocimientos acerca de las atrocidades del AmoExecrable, Covenant se somete a una Videncia, un ritual desangre, en el cual la verdad es revelada en alto grado. Susvisiones le muestran dos hechos cruciales: que la causa delSol Ban radica en la destrucción del Bastón de la Ley, uninstrumento que antes mantenía el orden natural; y que elClave, en realidad, sirve al Amo Execrable, por medio de lasacciones de los Caballeros que controla Gibbon.

Usando la magia indomeñable, Covenant liberta a susamigos de Piedra Deleitosa. Luego decide ir en busca delÁrbol Único, del cual se hizo el verdadero Bastón de la Ley,con el propósito de tallar uno nuevo y utilizarlo contra el SolBan.

A tal objeto se le unen los haruchai Brinn, Cail, Ceer yHergroom, miembros de la raza que antiguamente constituyóla Escolta de Sangre. Con ellos, sus amigos y Vain,Covenant vuelve al este, hacia el mar, esperando encontrarallí los medios necesarios para proseguir su investigación.En su camino, encuentra a un grupo de gigantes que estánocupados en una misión que denominan la Búsqueda. Unode ellos, Cable Soñadordelmar, ha tenido una visiónpremonitoria de la tierra y del Sol Ban, e intentan combatir elpeligro. Covenant los convence para que los acompañen aLínea del Mar, hasta Coercri, el antiguo hogar de los

Page 11: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

gigantes del Reino, y utiliza sus conocimientos sobre susantepasados para persuadirlos de que dediquen su barcogigante a encontrar el Árbol Ünico.

Antes de partir del Reino, Covenant realiza un gran actode reparación por las víctimas de Coercri, los antiguosgigantes que quedaron dependientes, aun después demuertos, del Delirante que los mató. Luego envía de vuelta alReino a Sunder y Hollian para que convenzan a los pueblosde la necesidad de resistirse al Clave, preparándose él paraemprender la siguiente etapa de su indagación.

EL ÁRBOL ÚNICO, Libro Segundo de Las SegundasCrónicas de Thomas Covenant, detalla tal búsqueda, el viajedel Gema de la Estrella Polar, nave de los gigantes, en posdel Árbol Ünico.

Desde el principo, la traición viaja con ellos. Lindendescubre demasiado tarde que un Delirante se halla a bordodel barco. Éste utiliza a las ratas de las bodegas para atacar aCovenant, y su ataque reactiva el veneno que hay en él. Ensu delirio, Covenant teme destruir a sus amigos y rechazacualquier clase de ayuda. Linden consigue salvarloúnicamente después de intentar una superficial posesión desu espíritu.

Tras recobrarse, prosiguen la navegación hacia la tierrade los elohim, un pueblo aislado y místico al que losgigantes creen capaz de revelarles el emplazamiento delÁrbol Único. Pero cuando Covenant y sus compañeros

Page 12: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

llegan a Elemesnedene, hogar de los elohim, encuentran másperplejidad y ofuscación que ayuda. Los elohim llaman aLinden Soísapiente, denigrando a Covenant porque carecedel sentido de la salud que ella posee y rehusandocomunicarles la situación del Árbol Único, excepto si lespermiten penetrar en la mente de Covenant para descubrir loque el forestal de Andelain le comunicó. A resultas de ello,los gigantes obtienen los conocimientos necesarios parallegar hasta el Árbol Único, pero la mente de Covenant seextravía.

Entretanto, Vain es capturado por los elohim, quedesconfían de él. Mas cuando Linden logra que el grupo sealeje de Elemesnedene, se las arregla para escapar.

A bordo del Gema de la Estrella Polar, se dirigen hacia ellugar donde les han dicho que se halla el Árbol Único. Parasu sorpresa, se les une un elo h im, Buscadolores elDesignado, enviado por su pueblo en aras de secretospropósitos y para vigilar a Vain. Linden descubre suimposibilidad de sanar la mente de Covenant sinposesionarse completamente de él, acto que consideraperverso.

Dañado tras una terrible tempestad, el Gema de laEstrella Polar se ve obligado a procurarse reparaciones ysuministros en el puerto de Brathairealm, hogar de losbrathair, pueblo que ha pasado casi toda su existencia enlucha contra los atroces esperpentos de la arena, habitantes

Page 13: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

del Gran Desierto. En el reino de los brathair gobierna, comovalido de gaddhi, su soberano, un viejo taumaturgo llamadoKasreyn del Giro, que desea apropiarse del anillo deCovenant. Así, intenta liberar la mente de Covenant para quese vea impelido a entregárselo. Al fallar sus tentativasiniciales, Kasreyn opta por coaccionar a Linden para que leconsiga el anillo, exponiendo a los haruchaia la violencia delos esperpentos de la arena que matan a Hergroom y mutilana Ceer, apresando a todo el grupo cuando trata de huir delcastillo de Kasreyn, la Fortaleza de Arena.

Sin embargo, Linden logra que las maquinaciones deKasreyn se vuelvan contra él. Carga sobre sí misma el dañoinfringido a la mente de Covenant, consiguiendo devolverlela consciencia y el poder a tiempo de salvar la Búsqueda, pormedio del dominio de un esperpento de la arena y laconsecución de la muerte de Kasreyn. Cuando estánescapando de Bhrathairealm, Ceer es asesinado. PeroLinden se recobra de la enajenación mental que asumiera deCovenant y, una vez en el Gema de la Estrella Polar, laBúsqueda prosigue.

AI fin, llegan a la Isla del Árbol Único, y CableSoñadordelmar se esfuerza en disuadir a Covenant y aLinden de su propósito, pero la mudez le impide explicar suVisión de la Tierra. En el nombre del pueblo haruchai y porla causa de Covenant, Brinn libra un combate con elGuardián del Árbol Ünico para ganar el acceso a la Isla. En el

Page 14: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

curso de éste, él mismo se convierte en Guardián y permite algrupo descender a la profunda gruta donde se halla el ÁrbolÜnico.

Allí sacrificará su vida Soñadordelmar para revelar loque esconden las secretas manipulaciones del AmoExecrable: el veneno ha dado tal poder a Covenant que nopodrá seguir invocando la magia indomeñable sin amenazarel Arco del Tiempo. Además, el Árbol Ünico se encuentracustodiado por el Gusano del Fin del Mundo: el menorintento de tocar el Árbol despertará al Gusano, destruyendoa todos los compañeros si Covenant no lucha paraprotegerlos.

Al comprender esto, Linden le pide a Covenant quepermanezca inactivo. Por el contrario, Covenant trata dehacerla volver a su antiguo mundo para que atienda la mortalherida de su cuerpo, pero ella hace que falle su intento y sequeda junto a él. El grupo ha de regresar al Gema de laEstrella Polar sin el nuevo Bastón de la Ley, mientras la Isladel Árbol Único se hunde en el mar.

Aquí comienza «El portador del Oro Blanco», LibroTercero de Las Segundas Crónicas de Thomas Covenant.

Page 15: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Primera parte: LA RETRIBUCIÓN

Page 16: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

UNO: La cicatriz del capitán

Despojado del palo mayor, el Gema de la Estrella Polarviraba al norte torpe y pesadamente, presentando la popa alas aguas enturbiadas por la arena y la espuma que habíandejado el Árbol Ünico al caer. En las jarcias, los gigantesbregaban y se afanaban en sus tareas, llevados de un lado aotro por el áspero tono de las órdenes de Quitamanos, auncuando Soñadordelmar yacía muerto en cubierta bajo ellos.El maestro de anclas permanecía al timón, encorvado yrumiando su dolor, gritándoles con ronca voz debida alllanto contenido. Si alguno se demoraba en obedecer, lasobrecargo Furiavientos, le secundaba desencadenando susimprecaciones como si fuesen un diluvio de ásperosfragmentos de granito, porque la Búsqueda entera habíafracasado y ella no conocía otra forma de soportarlo. Eldromond se dirigía al norte sin más motivo que el de alejarsede la profunda fosa en que habían enterrado sus esperanzas.

Pero Grimmand Honninscrave, el capitán del barcogigante, permanecía en la cubierta de popa con su hermanoentre los brazos, sin hablar. Su enorme rostro, tan firme antelos peligros y tempestades, parecía ahora un rendidobaluarte; las sombras se enredaban en su barba al declinar elsol hacia su puesta. Y junto a él se hallaban la Primera de laBúsqueda y Encorvado, como extraviados sin la Visión de la

Page 17: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tierra que les guiara.Buscadolores el Designado también se encontraba allí,

mostrando su antiguo dolor como si siempre hubiera sabidolo que iba a ocurrir en la Isla del Árbol Único. A su ladoVain, con una abrazadera del antiguo Bastón de la Leyrodeando su inerte muñeca, y la inútil mano que colgaba deésta. Y también estaba Linden Avery, desgarrada por lapena: la cólera y la tristeza por Soñadordelmar dañaban susojos, y la ausencia de Covenant laceraba sus miembros.

Pero Thomas Covenant se había retirado a su camarotecomo un animal herido a su guarida, y allí permanecía.

Se sentía derrotado. Sin resistencias.Yacía en la hamaca mirando el techo, invadido por una

profunda depresión. Aquella estancia había sido construidapara un gigante y era excesiva para él, tal como su sino y lasintrigas del Despreciativo le excedían. La rojiza puesta de solpenetraba a través de la abierta tronera ensangrentando eltecho, hasta que el crepúsculo llegó y lo quitó de su vista.Pero había estado ciego tanto tiempo, tan incapaz de captarel menor destello de su verdadero destino hasta que Linden,enfrentándose con él, había gritado:

- ¡Eso es lo que desea el Execrable!Era como si su antigua firmeza y sus victorias se

hubiesen vuelto contra él. No podía considerar a Cail, quemontaba guardia ante su puerta, como a un hombre cuyafidelidad mereciera. Prescindiendo del lento discurrir de la

Page 18: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

nave gigante, la sal que impregnaba el aire, los chirridos delos aparejos y el runrunear de las velas, no podía apreciar ladiferencia entre aquel camarote y el calabozo de la Fortalezade Arena o las traicioneras profundidades de PiedraDeleitosa. Todas las piedras eran iguales para él, sordas acualquier súplica o necesidad, insensibles. Podía haberdestruido la Tierra en aquella crisis de poder y veneno,haber roto el Arco del Tiempo como si de veras fuese unsirviente del Despreciativo, si Linden no le hubiera detenido.

Y entonces fracasó ante su única oportunidad desalvarse. Aterrado por el amor y el miedo que sentía por ella,había permitido a Linden volver junto a él abandonando suagonizante cuerpo en la otra vida. Dejándolo a merced de sudesgracia, aun cuando no fuera eso lo que ella se habíapropuesto.

Brinn le había dicho: Ésta es la gracia que te hasidodada, el poder soportar cuanto ha de soportarse. Peroera mentira.

Yacía en la oscuridad sin moverse, sin dormir aunqueansiaba el sueño, una mínima interrupción que le permitierael olvido. Seguía mirando el techo como si también él fueseparte de la piedra inerte, una materialización del desatino ylos sueños rotos atrapados en el eterno ámbito de suderrota. La cólera y el desprecio de sí mismo podían haberleimpelido a buscar sus antiguas ropas, a subir a cubierta paracompartir la desolación de sus amigos. Pero las había dejado

Page 19: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en el camarote de Linden para que ella las guardaba, y nopodía ir allí. Su amor por Linden se había corrompido enexceso, el egoísmo lo había falseado demasiado. Así, laúnica mentira que había mantenido desde el principio contraella volvía para condenarlo.

La había mantenido en la ignorancia de un hechoimportante, esperando como un cobarde que no fueranecesario que lo descubriese, que su deseo por ella fuerapermisible al final. Pero con aquello no había conseguidonada, excepto su incomprensión. Nada más que el fracaso dela Búsqueda y el triunfo del Despreciativo. Había permitidoque su necesidad de ella les cegara a ambos.

No, era aún peor que eso. La necesitó, la habíanecesitado tan agudamente que aquella agudeza desgarrósus defensas. Pero otras necesidades se habían manifestadotambién: la de constituirse en salvador del Reino, resistir enel centro mismo de la maldad del Amo Execrable haciendoprevalecer su propia respuesta; la de mostrar su valentía demortal ante la efusión de sangre y el dolor. Se envolvió tantoen su aislamiento y en su lepra, llegó a tener tal certeza en loque eran y significaban, que no pudo distinguirlas delDesprecio.

Ahora estaba vencido. Nada quedaba en lo que pudieraponer sus esperanzas, por lo que pudiera cuerdamenteesforzarse.

Debió haberlo previsto. El anciano de Haven Farm

Page 20: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

habló para Linden más que para él. Los e l o h i m laproclamaron Solsapiente, achacándole a él los errores quehabían puesto a la Tierra en peligro. Incluso la difunta Elenadeclaró claramente en Andelain que la curación del Reinoestaba en manos de Linden y no en las suyas. Con todo,prefirió su terquedad, rechazó la comprensión. Su necesidado arrogancia había sido demasiado grande para permitirlecomprender.

Y aun así, con la destrucción de todas las cosas quepara él eran importantes, no hubiese obrado de otra manera:ni entregado el anillo ni delegado el sentido de su existenciaen Linden o en Buscadolores. Era cuanto le quedaba:soportar la culpa si no podía conseguir la victoria. Habiendofracasado todo lo demás, podía continuar al menosrehusando el ser disminuido.

Así yacía en la litera como una víctima, con el barco depiedra rodeándolo. Encadenado a los grilletes en que suserrores se habían convertido, ni se movía ni lo intentabasiquiera. La oscuridad de la noche sin luna comenzaba apenetrar en sus ojos. En Andelain, el Amo Superior Mhoramle había advertido: Él ha dicho que tú eres su Enemigo.Recuerda que lo que siempre persigue es pervertirte. Eracierto: se había convertido en el siervo del Despreciativomás que en su Enemigo. Incluso el antiguo triunfo se volvióen su contra. Lamiendo las partes heridas de su corazón,apartó la mirada de la impenetrable oscuridad y continuó

Page 21: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

donde estaba.No podía medir el transcurso del tiempo, pero no se

hallaba muy entrada la noche cuando oyó el resonar de unatensa y áspera voz tras la puerta. Era incapaz de distinguirlas palabras que pronunciaba. Sin embargo, la réplica de Cailfue clara.

- La condenación de la Tierra pende sobre su cabeza -dijo el haruchai-. ¿Es que no vas a tener compasión de él?

- ¿Puedes creer realmente que pretendo dañarle? -repuso Honninscrave, demasiado exhausto para enojarse odiscutir.

Luego la puerta se abrió, y la luz de la linterna proyectóla corpulenta figura del capitán hacia el interior de la cabina.

La luz parecía diminuta contra la inexorable noche delmundo, pero iluminó el camarote con suficiente intensidadcomo para herir los ojos de Covenant, haciéndole derramarlágrimas involuntarias. Siguió inmóvil, sin volver la cabeza nicubrirse el rostro. Mirando inerte el techo mientrasHonninscrave colocaba la linterna sobre la mesa.

La mesa era baja para las dimensiones de la cabina.Desde el día en que iniciaron aquel viaje de búsqueda, elmobiliario de los gigantes fue sustituido por una mesa ysillas más acordes con la estatura de Covenant. Enconsecuencia, la lámpara proyectaba la sombra de la hamacasobre él. Parecía yacer en el eco de su propia lobreguez.

Con un ronco suspiro, Honninscrave se desplomó junto

Page 22: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

a la pared, sentándose en el suelo. Tras un prolongadomomento de silencio, su voz surgió de la pálida luz.

- Mi hermano está muerto. -La idea continuabatorturándolo-. Yo lo amaba, no tenía más familia desde elfallecimiento de nuestros padres y ahora está muerto. SuVisión de la Tierra nos permitía alguna esperanza, aunque aél le llenaba de zozobra, y ahora tal esperanza se hadesvanecido y él jamás será perdonado. Como a los Muertosde la Aflicción, el horror le arrebató vida. Jamás seráliberado. Cable Soñadordelmar, mi hermano, poseedor de laVisión de la Tierra, sin voz y valiente hasta la tumba.

Covenant no volvió la cabeza. Pero pestañeó como sisintiera un pinchazo en los ojos hasta que la penumbravolvió a instalarse sobre él. El camino de la esperanza y elde la perdición, pensó calladamente, se hallan abiertosante ti. Acaso para él hubiese sido cierto. Quizás, de habersido honesto con Linden, o de haber escuchado a loseloh im, el acceso hasta el Árbol Ünico les hubiesereservado alguna esperanza. Pero, ¿qué clase de esperanzahubo nunca para Soñadordelmar? Y aun sin ella, el gigantetrató de cargar sobre sí todo el peso de la condena. Y dealguna manera encontró finalmente su voz para avisarles.

Honninscrave dijo con aspereza:- Le rogué a la Escogida que te hablase, pero se negó.

Cuando le propuse hacerlo yo personalmente, protestó y mepidió que desistiera. ¿Acaso no ha sufrido ya bastante?

Page 23: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

gimió. ¿Es que no conoces la piedad? -Se detuvo por unmomento bajando el tono de voz-. La Escogida se comportacon valentía. Ya no es la mujer débil y asustadiza que seamedrentó ante el Acechador del Llano de Sarán. Perotambién se hallaba unida a mi hermano por un vínculo que,de alguna forma, influye en su modo de actuar.

Pese a haberse negado, parecía considerarla digna desu respeto. Luego prosiguió:

- Pero ¿de qué me sirven la paciencia o la piedad? Noestán a mi alcance. Tan sólo sé que Cable Soñadordelmarestá muerto. Y que jamás será perdonado si tú no le liberas.

Ante aquello, la sorpresa y el dolor oprimieron aCovenant. ¿Si yo no…? Estaba enfermo de veneno yrechazo. ¿Cómo puedo y o procurarle el perdón? Si larevelación, el espanto y Linden no hubieran penetrado tanprofundamente en él durante su lucha contra el aura delGusano del Fin del Mundo, habría hecho arder el aire sinotra razón que la de sentirse herido e inútil. ¿Cómo puedosoportar esto?

Pero mantuvo su autodominio. Y Honninscrave parecíaextrañamente pequeño sentado en el suelo, junto a la pared,aferrado a un sufrimiento sin respuesta. El gigante era amigode Covenant. Bajo aquella luz, podría haber sido un avatardel desaparecido Corazón Salado Vasallodelmar, que todo lohabía sacrificado por Covenant. Aún le quedaba lasuficiente compasión para permanecer en silencio.

Page 24: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Giganteamigo, -dijo el capitán sin volver la cara- ¿noconoces la historia de cómo se produjo la cicatriz de mihermano Cable Soñadordelmar?

No se distinguían sus ojos bajo la espesura de las cejas.La barba le reposaba en el pecho. Las sombras del filo de lamesa ocultaban su torso, pero eran visibles sus manosenlazadas. Los músculos de hombros y antebrazos estabantensos por la fatiga y el dolor.

- Yo tuve la culpa -le gritó al vacío-, la exuberancia ylocura de mi juventud le marcaron para que todos viesencuan descuidado fui con él.

«Era mi hermano algunos años menor que yo, aunquesegún la manera en que los gigantes miden sus vidas esoapenas tenía importancia. Probablemente ambos habíamosvivido más que tú hasta ahora, pero aún éramos jóvenes, enel dintel de la edad viril, aprendiendo las artes del mar y delos barcos que amábamos. La Visión de la Tierra aún no sehabía apropiado de él, y nada nos separaba excepto lospocos años y la necedad que él había superado antes queyo. Muy pronto alcanzó su estatura definitiva, y yo acabécon su juventud antes de tiempo.

»Por aquellos días ejercitábamos nuestras reciénadquiridas habilidades en una pequeña embarcación quenuestra gente llama tryscull, una embarcación de piedra coneslora similar a la de las lanchas que has visto, con una vela,botavara giratoria y remos para cuando falta el viento o no

Page 25: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sopla adecuadamente. Con destreza, un tryscull puede sergobernado por un solo gigante, pero lo acostumbrado esque vayan dos. Por tanto, Soñadordelmar y yopracticábamos y aprendíamos juntos. Llamábamos a nuestrotryscull Surcaespumas y era el deleite de nuestro corazón.

»No era extraño que los principiantes nos divirtiésemoscompitiendo entre nosotros, midiendo nuestras habilidadesen regatas y exhibiciones de todo tipo. La más común erarecorrer una ruta dentro del gran puerto de Hogar, lobastante lejos de la costa como para hallarnos realmente enel mar y lo bastante cerca para que cualquier nadador llegasea tierra, si volcaba; posibilidad que dada nuestra juventudnos hubiera avergonzado terriblemente. Y cuando nocompetíamos nos entrenábamos para las regatas, buscandonuevas formas de superar a nuestros compañeros.

»El itinerario estaba señalado con sencillez. El puntoalrededor del que virábamos era una boya fijada con talpropósito, pero el otro era una afilada y blanquecina roca ala que llamábamos Colmillosalado por la aguda e incisivamanera en que se alzaba para morder el aire. Hacíamos aquelrecorrido, una, dos o más veces, probando nuestracapacidad de usar el viento para virar tanto como lavelocidad.

La voz de Honninscrave se había suavizado de algúnmodo: recordar lo alejaba temporalmente de su angustia.Pero continuaba con la cabeza inclinada. Covenant no podía

Page 26: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

apartar la vista de él. Puntuados por los apagados sonidosdel mar, los meros detalles de la historia de Henninscraveatravesaban la atmósfera del camarote.

- Soñadordelmar y yo habíamos realizado ese recorridotantas veces como algunos y más que la mayoría, porqueamábamos el mar. En consecuencia, estábamos entre los quecompetirían por la victoria. Mi hermano se contentaba conaquello. Tenía el auténtico optimismo de los gigantes y sualegría no requería más. Pero en lo tocante a esto, yo eramenos digno de mi pueblo. Ni por un momento dejé deansiar el triunfo o de buscar nuevas maneras para obtenerlo.

»Así llegó el día en que concebí una gran idea de la queme enorgullecí secretamente, y apremié a Soñadordelmarpara que saliésemos en la Surcaespumas y así poder ponerlaen práctica y perfeccionarla para la prueba. Pero no se larevelé. Era magnífica, no deseaba compartirla con nadie. Sinpreguntarme qué pretendía, me acompañó por el simpleplacer de hacerse a la mar. Juntos hicimos que la lanchadejase atrás la boya y nos dirigimos a toda vela hacia lasolevantada Colmillosalado.

»Era un día tan sublime como mi idea. -Hablaba como silo estuviese viendo tras las sombras de la cabina-. Bajo uncielo sin nubes soplaba un punzante viento que ofrecíariesgo y velocidad, cortando las crestas de las olas yesparciendo su blanca espuma. Repentinamente, surgió antenosotros Colmillosalado. Con un viento como aquél, hacer

Page 27: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

virar a un tryscull exige verdadera destreza, es un desafíohasta para los más competentes aprendices, y allí era dondela competición se ganaba o se perdía, porque un mal cambiode bordada podía alejar a la pequeña embarcación de sutrayectoria e incluso hacerla volcar. Pero mi idea eraaplicable precisamente a ese cambio y el viento no meintimidaba.

«Dejando que Soñadordelmar manejase la caña deltimón y la botavara, le ordené que se acercase aColmillosalado tanto como le fuese posible. Cualquieraprendiz sabía que tal rumbo era una locura, porque el virajenos desviaría luego. Pero acallé las protestas de mi hermanoy fui a la proa de la Surcaespumas. Manteniendo todavía misecreto, ocultando las manos de su vista, liberé el anclapreparando la cuerda.

Al llegar a este punto, el capitán vaciló y se detuvo.Apretaba un puño sobre su regazo; con el otro se retorcía labarba, mesándola con furia. No obstante, después suspiróprofundamente dejando que el aire silbase al salir entre susdientes. Era un gigante y no podía dejar inacabada suhistoria.

- Era tal la destreza de Soñadordelmar que pasamos amenos de un brazo de distancia de Colmillosalado, aunque elviento nos escoraba hacia la roca y el menor deslizamientolateral podría haberle causado un gran daño a laSurcaespumas. Pero tenía mano segura con el viento, y un

Page 28: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

instante más tarde puse en práctica mi idea. Segúnganábamos velocidad, arrojé el ancla hacia la roca para quese enganchara allí. Luego amarré la cuerda.

»Aquella era mi idea para lograr un viraje tan rápido queningún otro t ryscu l l pudiese igualarlo, que nuestravelocidad, el ancla y Colmillosalado hiciesen el trabajo pornosotros, aunque me quedaba la incertidumbre de cómosaltaría el ancla una vez hecho el viraje. Pero no le habíarevelado mi propósito a Soñadordelmar -la amargura daba untono bajo y rasposo a su voz-. Se había concentrado en lanecesidad de evitar cualquier daño al pasar junto aColmillosalado, y mi acción le cogió totalmentedesprevenido. Tratando de mantener el equilibrio, hizoademán de dirigirse a mí como si me hubiese vuelto loco.Entonces se tensó la cuerda y la Surcaespumas basculó conuna violencia que podría haber descuajado el palo mayor.

Nuevamente calló. Los músculos de sus hombros seatirantaron. Al proseguir, lo hizo con voz tan débil queCovenant apenas le oía.

- Hasta un niño podía haberme advertido de lo queocurría, pero yo no lo tuve en cuenta. La botavara saliódespedida contra la popa de la Surcaespumas con una fuerzaque hubiera pulverizado el granito. Y mi hermanoSoñadordelmar estaba en su trayectoria.

«Sumergido en aquel viento y en mi enajenación, nohubiera descubierto su caída a no ser por el grito que

Page 29: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

profirió al recibir el impacto. Inmediatamente me volví haciaél, y vi que se caía al mar.

»¡Ah, mi hermano! -su voz se convirtió en un gemido-.Me zambullí, pero le hubiese perdido de no descubrir elrastro de su sangre en el agua y seguirlo. Lo saqué sinsentido a la superficie.

»Con la mar tan revuelta por el temporal, no pude vermás que la sangre en su herida hasta que le subí a bordo dela Surcaespumas. Allí, el daño me pareció tan grande quellegué a creer sus ojos reventados, y me embargó una locuramayor que la que llevó a mi mente aquella idea. Hasta lafecha sigo sin saber cómo regresamos al muelle de Hogar.No me recuperé hasta que un curandero me habló,obligándome a escuchar que mi hermano no había quedadociego. De haberle golpeado la misma botavara, habría caídofulminado en el acto. Pero un cable transversal soportó elimpacto, golpeándole por debajo de los ojos y suavizando elchoque de algún modo.

Volvió a quedar en silencio, cubriéndose el rostro conlas manos como para detener la efusión de sangre querecordaba. Covenant le miraba sin hablar. No tenía ánimopara tales relatos, no podía soportarlos sobre sí. PeroHonninscrave era un gigante y un amigo, y desde los díasde Vasallodelmar, Covenant no había sido capaz de cerrar sucorazón a un gigante. Aunque se hallaba afrentado eimpotente, continuó callado permitiendo a Honninscrave

Page 30: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cumplir su voluntad.Después, el capitán dejó caer las manos. Suspiró y dijo:- No es costumbre entre los gigantes castigar

imprudencias tales como la mía, aunque habría halladoconsuelo en el justo castigo. Cable Soñadordelmar era ungigante entre gigantes. No me culpó de la temeridad quemarcó su vida para siempre. -Su voz se hizo recia-. Pero yono puedo olvidar. Yo tuve la culpa. Aunque también sea ungigante, mis oídos no pueden disfrutar con esta historia. Amenudo he pensado que acaso mi yerro es más grave de loque parece. La Visión de la Tierra en un misterio. Nadiepuede explicar por qué elige a un gigante en vez de a otro.Acaso recayó en mi hermano debido al persistente daño oalteración provocado por tan profundo golpe. Incluso en lajuventud, es difícil que los gigantes queden inconscientes.

De improviso Honninscrave alzó la mirada, presintiendoel escaso interés de Covenant. Bajo las espesas cejas, losojos le brillaban con férrea determinación, y las repentinasarrugas que las rodearon parecían tan profundas comocicatrices.

- Por esta razón he venido a ti -pronunció lentamente,prescindiendo del retraimiento de Covenant-. Deseo unarestitución que no está en mi mano realizar. El daño que hicedebe ser reparado.

»La costumbre de nuestro pueblo es ofrendar losmuertos al mar. Pero mi hermano Cable Soñadordelmar

Page 31: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

encontró su final en el horror y, debido a esto, no podrádescansar. Como los Muertos de la Aflicción, se halla atadoa su tormento. Si a su espíritu no se le concede la caamora -aquí se quebró su voz- no dejará de perseguirme mientrasquede piedra sobre piedra en el Arco del Tiempo.

Entonces clavó la mirada en el suelo.- Pero no hay bastante fuego en el mundo para que le

pueda brindar el descanso. Es un gigante. Incluso muertocontinúa inmune a las llamas.

En aquel instante, Covenant comprendió. Todos susterrores despertaron a la vez: la aprensión que se habíamantenido latente desde que Honninscrave dijo al principio:S i tú no lo liberas; su espantosa suerte, destruir la Tierrapor propia mano o rendirla a la destrucción del AmoExecrable cediéndole su anillo. El Despreciativo anunció: Elmal que puedas considerar más terrible, está sobre tucabeza. Voluntariamente vas a poner en mi mano el anillode oro blanco. Eso o la destrucción del Arco del Tiempo. Nohabía otra alternativa. Se hallaba derrotado, porque le habíaocultado la verdad a Linden, tratando de negarla. YHonninscrave le pedía…

- ¿Pretendes que lo incinere? -El disimulo que imponía asu miedo daba un tono áspero a su voz-. ¿Con mi anillo? ¿Esque te has vuelto loco?

Honninscrave hizo un gesto de dolor.- Los Muertos de la Aflicción…- comenzó.

Page 32: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡No! -dijo secamente Covenant. Entró en la hoguerapara salvarlos de un reiterado infierno; pero ahora resultabaexcesivamente arriesgado. Ya había causado demasiadasmuertes

- ¡Si comienzo, no me será posible detenerme!Durante cierto tiempo incluso los sonidos del mar

quedaron en suspenso, estremecidos por su vehemencia. Elbarco gigante parecía estar perdiendo el rumbo. Temblaba laluz de la linterna como si fuera a apagarse. Quizá sonabangritos como lamentos amortiguados por la distancia.Covenant no estaba seguro. Sus sentidos se hallabancondenados a no captar más que la superficie de lo quepercibían. El resto del dromond les estaba vedado.

Si el capitán había oído algo, no reaccionaba ante ello.Continuaba con la cabeza inclinada. Con pesadosmovimientos como los de un hombre con los miembrosdoloridos, se puso en pie. Pese a que la hamaca se hallaba abastante altura del suelo, su cabezay sus hombrossobrepasaban al Incrédulo; y seguía evitando la mirada deCovenant. Cuando avanzó un paso, la linterna quedó a susespaldas. Su rostro en sombras, oscuro y resignado.

- Sí, Giganteamigo -dijo con la voz ronca y quebrantada.El epíteto conllevaba una inflexión sarcástica-. Me he vueltoloco. Tú eres el portador del anillo, como han dicho loselohim. Tu poder amenaza a la Tierra, ¿qué importanciapuede tener el sufrimiento de uno o dos gigantes ante un

Page 33: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

peligro tal? Perdóname.En ese momento Covenant deseó fervientemente gritar,

desgarrado como el difunto Kevin Pierdetierra entre el amory la derrota. Pero en el exterior de su camarote resonabanunas fuertes pisadas bajando la escalera. La puerta se abriósin que Cail lo impidiese. Un miembro de la tripulaciónasomó la cabeza por el umbral.

- Capitán, debe venir -la voz denotaba alarma-. Nicornos persigue.

Page 34: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DOS: El refugio del leproso

Honninscrave abandonó con lentitud el camarote, comoquien responde a un hábito, inconsciente de la urgencia delreclamo. Tal vez había dejado de entender cuanto ocurría asu alrededor. Pero respondió a la llamada de su nave.

Cuando el capitán llegó a la escalera, Cail cerró la puertatras él. El haruchai parecía saber por instinto que Covenantno seguiría a Honninscrave.

¡Nicor!, pensó Covenant, y la opresión llegó a sucorazón. Las temibles bestias marinas similares a serpientesde las que se decía eran descendientes del Gusano del Findel Mundo. El Gema de la Estrella Polar había atravesadouna zona llena de ellas cerca de la Isla del Árbol Único.Entonces se mostraron indiferentes al dromond. Pero ahora,¿qué podía ocurrir cuando la Isla había desaparecido y elGusano se encontraba inquieto?

¿Y qué le cabía hacer a un navio de piedra contra uncrecido número de aquellas prodigiosas criaturas? ¿Quépodía hacer Honninscrave?

No obstante, el Incrédulo no abandonó la hamaca.Siguió contemplando sin moverse el oscuro techo. Habíasido derrotado y sometido. No se atrevía a correr el riesgo deenfrentarse con la amenaza del barco gigante. Si no hubieseintervenido Linden en Árbol Único, se habría convertido ya

Page 35: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en otro Kevin, ejecutando un Ritual de Profanación quehubiera superado cualquier otra maldad. El albur del Nicorpalidecía ante el peligro que suponía él mismo.

Procuró retirarse a su interior deliberadamente. Nodeseaba saber cuanto ocurriese fuera de su camarote. ¿Cómopodría soportar tal conocimiento? Había dicho: Estoyenfermo de culpa; pero tales protestas carecían designificado. Su propia sangre se encontraba corrompida porel veneno y la culpabilidad. Tan sólo los que carecían depoder poseían la verdadera inocencia, y él no carecía depoder. Ni siquiera era honesto. El egoísmo de su amor habíapermitido que ocurriese todo aquello.

Aún así, estaban en peligro las vidas de sus amigos, yno podía retraerse a cuanto amenazara al dromond. El Gemade la Estrella Polar se deslizaba descuidadamente por lasaguas como si hubiese perdido el rumbo. Un período degritos y carreras siguió a la salida de Honninscrave, pero elbarco gigante se hallaba ahora en silencio. Con los sentidosde Linden hubiese podido adivinar lo que ocurría, incluso através de la piedra; pero se hallaba ciego e inerme, aislado dela raíz espiritual del mundo. Con las manos entumecidasaferró los bordes de la hamaca.

El tiempo pasaba. Él era un cobarde, y sus temorespululaban tétricamente, rodeándole, como si brotasen de lassombras que se cernían sobre su cabeza. Se aferraba aimágenes de ruina, manteniendo su inmovilidad entre

Page 36: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

maldiciones. Pero el rostro de Honninscrave seguía ante él:la barba como una dolorosa continuación de las mejillas, lastupidas cejas rendidas bajo la desdicha, las manos tensas. Elamigo de Covenant. Como Vasallodelmar. Mi hermanoencontró su final en el horror. Era insoportable tener quenegarse a tales ruegos. Y ahora Nicor…

Incluso un derrotado puede sentir el sufrimiento.Bruscamente, se obligó a incorporarse. Su voz fue ungruñido convulso y atemorizado.

- ¡Cail! -gritó.De inmediato la puerta se abrió, y Cail entró en el

camarote.La cicatriz de una herida punzante marcaba su brazo

izquierdo desde el hombro al codo como un signo externo desu fidelidad; pero su aspecto era tan impasible comosiempre.

- ¿Ur- amo? -preguntó simplemente. Mantenía su tonodesapasionado a pesar de que era el último haruchai alservicio de Covenant.

Éste reprimió un gruñido.- ¡Qué demonios está ocurriendo ahí fuera?En respuesta, los ojos de Cail se desplazaron levemente.

Pero su voz no denotó inflexión alguna.- No lo sé.Hasta la noche anterior, cuando Brinn abandono la

Búsqueda para ocupar el puesto del ak- Haru Kenaustin

Page 37: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ardenol, Cail jamás se había hallado solo en su voluntariocompromiso; la interconexión mental de su gente le manteníaal tanto de cuanto ocurría a su alrededor. Pero ahora no teníaa nadie. El que Brinn derrotase al antiguo Guardián del ÁrbolÚnico le supuso un gran triunfo personal, y para losharuchai como pueblo, pero había dejado a Cail en unaislamiento difícilmente asimilable para quien hubieseexperimentado aquella inteligencia en común. Aquelcontundente No lo sé hizo callar a Covenant como unaconfesión de debilidad.

- Cail… -empezó a decir. No quería dejar al haruchai enaquella soledad. Pero Brinn había anunciado: Cail aceptarámi puesto sirviéndote hasta que la palabra del Guardiánde Sangre Bannor se haya cumplido. Ninguna súplica oprotesta apartaría a Cail del sendero que Brinn le habíatrazado. Covenant recordaba a Bannor casi demasiadovividamente como para suponer que los harucha i sejuzgarían jamás según una escala que no fuera la suya.

Pero su aflicción no cejaba. Ni siquiera los leprosos olos asesinos eran inmunes al dolor. Sobreponiéndose a loque atenazaba su garganta, dijo:

- Quiero mis antiguas ropas. Están en el camarote deella.

Cail asintió como si no viese nada extraño en lapetición. Al marcharse, cerró la puerta sin hacer ruido.

Covenant volvió a tumbarse con las mandíbulas

Page 38: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

apretadas. No quería aquellas ropas, no deseaba volver a laexistencia de ansiedad v desconsuelo que llevara antes dehallar el amor de Linden. Mas ¿dequé otra manera podíaabandonar el camarote? Aquella aborrecida y necesariavestimenta era toda la dignidad que le quedaba. Cualquierotro atavío sería una falsedad.

Sin embargo, cuando Cail regresó no lo hizo solo.Encorvado le precedió al entrar en el camarote; Covenantolvidó de inmediato las ropas que portaba Cail. Ladeformidad que arqueaba la columna de Encorvado,jorobando su espalda y combando su pecho, le daba unaestatura desusadamente baja para un gigante: la cabeza no lellegaba al nivel de la hamaca. Pero el apasionamiento de suexpresivo rostro le confería talla. Ardía de excitación alacercarse a saludar a Covenant.

- ¿No he dicho siempre que es realmente una Escogida?-comenzó sin más preámbulos-. ¡Jamás lo puse en duda,Giganteamigo! Acaso no sea más que un prodigio entremuchos, ya que ciertamente nuestro viaje ha abundado enéstos. Pero no creo que éste pueda superarse. ¡Piedra y Mar,giganteamigo! Ella me ha enseñado a tener esperanzas denuevo.

Por toda respuesta Covenant le miró fijamente,aguijoneado por una creciente aprensión. ¿Cuál era el nuevopapel que Linden había desempeñado, sin que él le hubiesepodido revelar la verdad todavía?

Page 39: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La mirada de Encorvado se suavizó. -Pero no locomprendes, ¿cómo podrías hacerlo, si no has visto el marlleno de Nicor baio las estrellas, ni has oído cantar a laEscogida para apaciguarlos?

Covenant continuó sin decir palabra. No las tenía paraaquella compleja mezcla de orgullo, alivio v amarga pérdida.La mujer que amaba había salvado al barco gigante. Y él, queuna vez derrotara al Despreciativo en un combate frente afrente… él ya nada significaba.

Al observar el rostro de Covenant, Encorvado suspirópara sí. De un modo más calmado, prosiguió:

- Fue un acto digno de ser relatado extensamente, perolo abreviaré. Ya sabes que los gigantes podemos convocar aNicor en ocasiones. En una de ellas se hizo por ti, cuando larecaída en el veneno del Delirante acabó dominándote. -Covenant no recordaba la escena. En aquella ocasión, habíaestado cerca de la muerte en su locura. Pero lo sabía porquese lo contaron-. Sin embargo, no podemos comunicarnosc o n Nicor. Se encuentran más allá de nuestro don delenguas. Los sonidos que los llaman los aprendimos denuestros antepasados en los mares. Nosotros los repetimossin conocer su significado. Y un barco gigante que penetraen un mar de Nicor encolerizados difícilmente necesitaráconvocarlos.

En su boca se dibujó una leve sonrisa, pero prosiguió: -Fue Linden Avery, la Escogida, quien descubrió cómo

Page 40: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

dirigirse a ellos en aras de nuestra supervivencia. Alnecesitar unos brazos fuertes para su propósito, llamó a lasobrecargo Furiavientos y juntas bajaron hasta la quillamisma del dromond. A través de la piedra pudo leer la colerade Nicor, y darle respuesta. Tamborileó con las manos unritmo que Furiavientos redobló martillando sobre el casco.

De improviso resurgió el entusiasmo del gigante.- ¡Y la escucharon! -exclamó admirado-. Los Nicor se

alejaron dando un rodeo y llevados hacia el sur por su furia.¡Desistieron de atacarnos! -Sus manos sacudían el borde dela hamaca como para hacerse escuchar por Covenant-. Aúnqueda esperanza en el mundo. Mientras resistamos, y laEscogida y Giganteamigo permanezcan entre nosotros,¡queda esperanza!

Pero el ruego de Encorvado era demasiado directo.Covenant retrocedió ante aquello. Había hecho mal ademasiada gente y ya no esperaba nada de sí, para sí mismo.Una parte de él ansiaba protestar con todas sus fuerzas.¿Acaso era aquello lo que finalmente tendría que hacer?¿Cederle a Linden el anillo y el sentido de su vida, cuandoella jamás vio el Reino sin el Sol Ban ni sabía cómo amarlo?

- Cuéntale esto aHonninscrave. Acaso le proporcionealguna esperanza -murmuró débilmente.

El semblante de Encorvado se ensombreció, pero nodesvió la mirada.

- El capitán ha referido tu negativa. No sé lo que está

Page 41: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

bien o mal en estos asuntos, pero mi corazón me dice quehiciste lo que debías, y eso es lo importante. No creas queno me aflige el final de Soñadordelmar, o el dolor del capitán.Sin embargo, tu poder implica un enorme riesgo. ¿Quiénpuede decir cómo responderían los Nicor ante un fuego así,aunque hayan pasado de largo? En este momento, nadiepuede juzgar tu decisión. A tu manera, has hecho bien.

La sincera comprensión de Encorvado, abrasó los ojosde Covenant. Tenía la lacerante certeza de que no habíahecho bien. No debía haberse negado ante un sufrimientocomo el de Honninscrave, jamás debió negarse. Pero elpánico y la desesperación seguían allí, bloqueándolo todo.No pudo encontrarse con la mirada de Encorvado.

- ¡Ah, Giganteamigo! -suspiró por fin éste-. También túestás afligido más allá de cuanto pueda soportarse. No sédarte consuelo. -Repentinamente se inclinó para dejar unaredoma de cuero sobre la hamaca-. Ya que no has halladoalivio en mi historia de la Escogida, ¿por qué al menos nobebes diamantina y le concedes un descanso a tu cuerpo?Ya se relatarán tus historias. No seas tan severo contigomismo.

Aquellas palabras despertaron sus recuerdos de ladifunta Atiarán en Andelain. La madre de la mujer a quienhabía violado e hizo enloquecer, le dijo con rigurosacompasión: Al castigarte, te haces merecedor del castigo.Eso es aversión. Pero Covenant no deseaba acordarse de

Page 42: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Atiarán. No encontrarás consuelo… Retrospectivamente,imaginó a Linden en las profundidades del dromond, con lasupervivencia de la Búsqueda en sus manos. No podía oír elritmo en que se afanaba, pero veía su rostro. Enmarcado porel trigueño cabello, la concentración agudizaba susfacciones, creando un pliegue entre sus cejas, las comisurasde la boca delatando las consecuencias de la severidad… encada hueso y cada arruga veía su hermosura.

Humillado por lo que ella había hecho para salvar elbarco, se llevó la redoma a los labios y bebió.

Cuando despertó, el resplandor del atardecer inundabael camarote, y el acre sabor de la diamantina perduraba ensu boca. El barco gigante se estaba moviendo de nuevo. Norecordaba haber soñado. El descanso no le había dejado másque una sensación de aturdimiento, la insensibilidad de lalepra llevada a su lógico extremo. Anhelaba volverse al otrolado para no despertar jamás.

Pero al mirar turbiamente la estancia horadada por el sol,se dio cuenta de que Linden se hallaba sentada en una delas sillas situadas junto a la mesa.

Tenía la cabeza reclinada y las manos abiertas en elregazo, como si llevase aguardando largo tiempo. Su cabellobrillaba bajo aquella luz, dándole la apariencia de una mujerque hubiese emergido intacta de una ordalía, quizápurificada, pero no reducida. Gimiendo para sí, recordó lo

Page 43: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que el anciano de Haven Farm le advirtió a ella: También hayamor en el mundo. Y en Andelain la difunta Elena, su propiahija, le rogó: Cuida de ella, querido, para que al finalpueda curarnos a todos. Aquella imagen hizo que su pechose contrajese. También la había perdido. No le quedabanada.

Entonces pareció sentir su mirada. Clavó en él los ojos,partando el pelo de su rostro con un movimiento mecánico,y pudo darse cuenta de que no había quedado intacta. Teníalos ojos claramente hundidos por la fatiga, las mejillaspálidas, y las líneas gemelas que discurrían desde sudelicada nariz hasta los lados de su boca parecían dejadasallí por las lágrimas, o por el tiempo. Una silenciosa protestacreció en su interior. ¿Lleva sentada junto a él desde quepasaron los Nicor, cuando necesitaba tanto descansar?

Un momento después, vio que se había puesto de pie ylo miraba. Una arruga de cólera o ansiedad se había marcadoentre sus cejas. Sondeándole con su sentido de la salud, seacercó más a la hamaca. Lo que vio hizo que su boca seendureciera.

- ¿Es cierto? -le interrogó-. ¿Has decidido desistir?Por toda respuesta, Covenant se encogió. ¿Tan obvia

era su derrota?En seguida, una expresión de remordimiento apareció en

su rostro. Bajó la mirada y esbozó un gesto involuntario conlas manos, como si éstas actuaran impelidas por el recuerdo

Page 44: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de un fracaso.- No quise decir eso -explicó-. No es eso lo que he

venido a decirte. Ni siquiera estaba segura de si debía venirdespués de todo. Estabas tan afectado… quería darte mástiempo.

Luego volvió nuevamente el rostro hacia él, y Covenantsupo que su propósito se reafirmaba. Estaba allí porquetenía sus propias ideas, sobre la esperanza y en lo tocante aél.

- La Primera iba a venir y pensé que yo debía hacerlo ensu lugar -le escudriñó como buscando la manera de hacerleabandonar el solitario lecho-. Quiere saber adonde nosdirigimos.

¿Adonde…? Covenant parpadeó con desconsuelo.Linden no había orillado la pregunta: simplemente la habíahecho suya. ¿Adonde? Un espasmo de miedo le oprimió elcorazón. Su destino se resumía en aquella fatal palabra.¿Adonde podía ir? Estaba vencido. Todo su poder se habíavuelto contra él. No le quedaba ningún lugar a donde ir… ninada le quedaba por hacer. Temió durante un momentoderrumbarse ante ella, despojado incluso de la escuetadignidad de su retiro.

- Tenemos que poner rumbo a alguna parte -seguíadiciendo Linden-. El Sol Ban continúa todavía allí. El AmoExecrable también. Hemos perdido el Árbol Único peroninguna otra cosa ha cambiado. No podemos navegar en

Page 45: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

círculo el resto de nuestra existencia.Probablemente le suplicaba, tratando de hacerle

comprender algo que para ella resultaba ya evidente.Mas no le hizo caso. Casi sin transición su pena se

convirtió en resentimiento. Ella se estaba comportandocruelmente, se diera cuenta o no. Él ya había traicionadotodas las cosas que amaba con sus equivocaciones,fracasos y mentiras. ¿Cuánta responsabilidad más pretendíaque asumiera?

- Me enteré de que nos salvastes de los Nicor. No tehago falta -le dijo amargamente.

Aquel tono la hizo estremecerse de dolor.- ¡No digas eso! -respondió con presteza.La comprensión de lo que le estaba ocurriendo a él

dilataba sus ojos. Podía adivinar cada desgarradura de suatormentado espíritu.

- Yo te necesito.Ante aquello su desesperación derivó hacia la histeria.

Aquello sonaba como el júbilo del Despreciativo, riendotriunfante. Acaso había caído tan bajo que ahora é l era elDespreciativo, el perfecto instrumento o avatar de lavoluntad del Amo Execrable. Pero la protesta de Linden hizoque retrocediera ante el abismo. Hizo que súbitamente setransformara en algo vivido para él, demasiado vivido paraser tratado de esa forma. Era su amor y ya le había causadodaño.

Page 46: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Durante algunos segundos, la caída en la que habíaestado a punto de precipitarse permaneció como un vértigo.Todos los objetos del camarote resultaban imprecisos, comosi estuvieran excesivamente iluminados bajo la luz solar.Necesitaba oscuridad y sombras entre las que ocultarse delas innumerables cosas que le excedían. Sin embargo Lindenaún seguía allí, como el punto central en torno al cual sucabeza giraba. Tanto si hablaba como si permanecía callada,constituía la única demanda que no podía rehusar. Pero aúnno se encontraba preparado para revelarle la verdad que leocultara. Su reacción podía ser la culminación de suquebranto. Instintivamente, tanteó buscando apoyo, algúnpunto de cólera o culpabilidad al que poder aferrarse.Entrecerrando los ojos ante el resplandor del sol, preguntócon voz apagada:

- ¿Qué harán con Soñadordelmar?Ante aquello Linden se relajó, aliviada, como si la crisis

se hubiera evitado.- Honninscrave deseaba incinerarle si hubiera sido

posible -respondió con voz débil; dolientes recuerdosparecían desgastar las palabras al ser pronunciadas-. Pero laPrimera ordenó a los gigantes que lo sepultaran en elocéano. Durante un momento creí que Honninscravearremetería contra ella. Mas luego algo en su interior sequebró. No algo físico, pero capté el crujido -por su tonocabía adivinar que había vivido aquella separación como una

Page 47: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ruptura en su propio corazón.«Agachó la cabeza como si ya no supiese corno

soportar el tormento. Después regresó a la timonera. Devuelta a su trabajo -se encogió de hombros apenada-. A noser por sus ojos, su apariencia habría sido la acostumbrada.Pero rehusó ayudarles a entregar Soñadordelmar al océano.

Mientras la escuchaba, los ojos de él se nublaron. Nopodía distinguirla con claridad bajo aquella luminosidad.Soñadordelmar debió ser incinerado, libertado del horrormediante una caamora de fuego blanco. Pero la sola idealaceraba ominosamente la carne de Covenant. Se habíaconvertido en lo que más aborrecía, a causa de una mentira.Debió imaginar lo que iba a sucederle. Pero por su egoístaamor le ocultó la verdad. No podía mirarla a la cara.

- ¿Por qué tuviste que hacer aquello? -inquirió entredientes.

- ¿Hacer qué?Su sentido de la salud impedía su presciencia. ¿Cómo

podía saber de qué estaba hablando?- Te arrojaste entre las llamas. -Le resultaba arduo

explicarse bajo el peso de la culpa y la autorrecriminación.Ella no había sido la causante. Nadie tenía derecho ainculparla-. Te envié para que intentases salvar mi vida. Nosabía qué más podía hacer. Todo parecía indicar que era yademasiado tarde para cualquier otra cosa, el Gusano estaba apunto de despertar y yo al borde de la destrucción… -La

Page 48: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

angustia le atenazaba la garganta. En aquel momento fueincapaz de confesar: No sabía cómo salvarte de otro modo.Tragó saliva espasmodicamente y prosiguió-. Por esointenté que te fueses. Y tú te arrojaste a las llamas. Yo estabaunido a ti. La magia nos vinculaba. Por vez primera tenía lossentidos abiertos, y cuanto vi fue que te arrojabas al fuego.¿Por qué me obligaste a traerte nuevamente?

Ella reaccionó como si le hubiera tocado un nervio aldescubierto.

- ¡Porque no podía ayudarte en el estado en que teencontrabas! -empezó a gritarle repentinamente-. ¡Tu cuerpoestaba allí, pero t ú no! ¡Sin ti no era más que carneagonizante! ¡Ni aunque te hubiese atendido de inmediatocon transfusiones y cirugía en un hospital hubiera podidosalvarte! Necesitaba estar a tu lado. ¿De qué otra manerasupones que podía hacértelo comprender?

El pesar que denotaba su voz hizo que la mirase; y suvisión pasó a través de él como una grieta a través de lapiedra, hasta llegar a su corazón. Se erguía ante él con rostrovivido y apasionado bajo la luz, los puños cerrados, másvehemente e inflexible que cualquier mujer que jamás hubieravisto, incluso en sueños. El error no fue de ella, aunqueseguramente se lo atribuía a sí misma. Por tanto, ya no podíaescamotearle la verdad.

Hubo una época en que creyó que era mejor callar paraprotegerla, que ocultaba los hechos para no abrumarla.

Page 49: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ahora sabía algo más, se había reservado la verdad por lasimple razón de que no quería que aquello fuese cierto. Y alhacerlo así había falsicado profundamente sus relaciones.

- Debí confesártelo, -murmuró avergonzado-. Traté dehacerlo en muchas ocasiones. Pero duele demasiado.

Ella lo miró como sintiendo entre ellos la presencia dealgo terrible; pero él no desvió la mirada.

- Siempre ha sido así. Aquí nada interrumpe lacontinuidad física del mundo del que procedemos. Cuantoaquí ocurre es independiente. Siempre es lo mismo. Vineherido al Reino… tal vez agonizando. Como leproso. Y mecuró. Mi lepra ya ha desaparecido dos veces. Pude sentir denuevo, como si mis nervios… -Los recuerdos aceleraron supulso, y acentuaron la angustia en la mirada de Linden-. Peroantes de que abandonase el Reino ocurría algo que mesituaba en el estado en que me encontraba antes de entrar.En ocasiones trasladaron mi cuerpo. Cesaba de sangrar… oempeoraba. Pero mi condición física siempre era exactamentela que tenía antes de venir al Reino, como si nunca hubieseestado aquí. Y continuo siendo un leproso. La lepra no secura.

»Así esta vez, el cuchillo se hundió en mí… y en cuantollegamos al Reino me curé con la magia indomeñable. De lamisma forma en que me curé los cortes que el Clave me hizo.-Le cortaron las muñecas a fin de obtener sangre para laVidencia, pero las marcas ya casi habían desaparecido-. Pero

Page 50: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

no hay ninguna diferencia. Cuanto ocurre aquí no altera loque está ocurriendo allí. Sólo cambia el modo en que lopercibíamos.

Después de haber dicho esto, la vergüenza erademasiado grande para permitirle sostener su mirada.

- Ése es el motivo de que no te lo revelase. Al principio,muy al principio, consideré que ya tenías bastantespreocupaciones. Muy pronto descubrirías la verdad. Perocon el tiempo cambié de parecer. Entonces no quise que losupieras. No creía tener derecho a preguntarte si amabas aun moribundo.

Mientras hablaba, la sorpresa de ella se transformó enira. En cuanto se detuvo, le preguntó:

- ¿Quieres decir que has estado planeando morirtedurante todo el tiempo? -Su voz contrastó notablemente conel calmo fondo del barco y el mar-. ¿Que ni siquiera hasintentado hallar un medio para sobrevivir?

- ¡No! -intentó defenderse a la desesperada-. ¿Por quécrees que deseaba un nuevo Bastón de la Ley, que loansiaba de tal manera? Era mi única esperanza de luchar porel Reino sin arriesgar la magia indomeñable. Y enviarte deregreso. Eres médico, ¿no? Quería que me salvases. -Pero eldesasosiego permanecía en su mirada, y no podía afrontarla,pretender que lo que había hecho estaba justificado. -Lo heestado intentando- se disculpó; pero ninguna disculpa erasuficiente-. No te lo dije porque ansiaba amarte aunque sólo

Page 51: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fuera durante poco tiempo. Eso es todo.La oyó moverse; el miedo de que pudiera marcharse del

camarote dándole la espalda para siempre, le desesperaba.Pero no se fue. Se retiró hacia la silla, sentándose como sialgo se hubiese desgarrado en su interior. Al inclinarse haciadelante, se cubrió el rostro con las manos mientras unespasmo sacudía sus hombros. Pero no emitió sonidoalguno. En el lecho de muerte de su madre había aprendido allorar para sí. Cuando habló le temblaba la voz:

- ¿Por qué he de terminar matando a quienes están a micuidado?

Su tristeza hería a Covenant como la despiadada acidezde su culpa. Aquello también pendía sobre su cabeza.Anhelaba bajar de la hamaca, ir hacia ella y tomarla entre susbrazos, pero había perdido ya aquel privilegio. No podíahacer otra cosa excepto ahogar su propio llanto.

- No tuviste la culpa. Tú lo intentaste. Debí habérteloconfesado. Me habrías salvado si hubieses podido.

La vehemencia de la reacción le cogió por sorpresa.- ¡Basta ya! -le gritó-. ¡También yo tengo ojos para ver y

juicios propios! No soy ningún corderillo inocente al quepuedas proteger. -El sol destelló en su rostro-. Has estadoyaciendo aquí abajo desde que regresamos a bordo como situvieras que cargar con la culpa de todo. Pero no la tienestú, sino el Execrable. Te ha manejado para que lo creas así.¿Qué es lo que intentas hacer ahora? ¿Probar que tiene

Page 52: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

razón?- ¡No lo puedo evitar! -replicó aturdido por la forma en

que ella resaltaba su futilidad-. Por supuesto que tiene razón.¿Quién crees que es? Él soy y o . No es más que unaexteriorización de aquella parte de mí que sólo desprecia. Laparte que…

- No. -La negación de ella hizo que se interrumpiese,aunque no había gritado. Estaba demasiado indignada paragritar, demasiado segura para admitir cualquier negativa-. Túno eres él. No es él quien va a morir. -Pudo haber dicho: Yosoy la única que mata. Se adivinaban las palabras en cadalínea de su rostro. Pero su apasionamiento la llevaba más alláde esa confesión, como si no pudiese soportarla de ningunaforma-. Todos nos equivocamos. Cuanto hiciste fue procurarluchar por lo que amas. Tú tienes una respuesta. Yo no. -Ensus palabras no había autocompasión-. No he tenidoninguna desde que todo esto comenzó. Ni conozco el Reinocomo tú ni tengo poder alguno. Tan sólo he sido capaz deseguirte. -Apretó los puños-. ¡Si vas a morir, haz algo queperdure!

Entonces, como en una fugaz y gélida punzada,comprendió que ella no había ido allí simplemente parainformar a la Primera sobre el punto de destino. Ella quieresaber adonde nos estamos dirigiendo. Su padre se habíasuicidado culpándola por ello; y había matado a su madrecon sus propias manos; y ahora, la muerte de Covenant

Page 53: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

parecía tan cierta como la Profanación de la Tierra. Pero talescosas solamente servían para darle el propósito que él habíaperdido. La había recubierto de su antigua severidad, de lamisma inflexibilidad consigo misma y determinación con quele desafió desde su primer encuentro. Pero era nuevo elsalvaje fuego de sus ojos. Y pudo reconocerlo. Una cólerasin respuesta provocada por el sufrimiento, capaz deafrontar cualquier coste en su anhelo de combate.

¿Has decidido renunciar?Su demanda convertía los errores de Covenant en una

extrema agonía. Podía haber gritado, ¡No me queda otraalternativa! ¡Él me ha derrotadol ¡No hay nada que yopueda hacer!

Pero sabía más. Era un leproso y sabía más. La lepra ensí misma era una derrota, completa e incurable. Pero inclusolos leprosos tenían razones para continuar viviendo. Atiaranle advirtió que era tarea de los vivos dar un significado alsacrificio de los muertos; pero ahora entendía que la verdadiba más allá: darle un significado a la propia muerte. Y a loscostes que aquéllos a quienes amaba ya habían pagado.

Por la férrea insistencia de Linden se incorporó dellecho.

- ¿Qué quieres? -le preguntó con voz ronca.Su pregunta pareció reafirmarla. La amarga presión de

su pérdida se suavizó de algún modo.- Quiero que regreses al Reino. A Piedra Deleitosa -le

Page 54: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

dijo-. Y que detengas al Clave. Que acabes con el FuegoBánico. -Él emitió un silbante suspiro ante la enorme audaciade lo que le pedía; pero ella prosiguió sin prestarle atención-.Si lo consigues, el Sol Ban se debilitará. Hasta puede queretroceda. Eso nos daría tiempo para buscar una soluciónmejor.

Entonces ella volvió a vacilar y Covenant se sorprendióde su debilidad. Sin mirarlo concluyó:

- Acaso el Reino no me preocupe como a ti. Me hallabademasiado asustada para entrar en Andelain. Jamás supecomo era antes. Pero reconozco la enfermedad en cuanto laveo. Aunque no hubiese sido médico, nunca habría podidoolvidar la forma en que llegó a afectarme. Quiero hacer algoal respecto. No tengo nada más. Y la única manera en quepuedo luchar es a través de ti.

Mientras hablaba, ecos de poder recorrían las venas deCovenant. Escuchaba lo que le decía, pero el pánico hizoque se retrajese desde el principio. ¿Detener al Clave?¿Acabar con el Fuego Bánico?

- Tendría gracia. ¿Cómo diablos crees que puedosiquiera pensar en tales cosas sin amenazar el Arco delTiempo? -preguntó alarmado.

Ella lo miró y en su rostro se dibujó una sonrisa, exentade humor e inequívoca.

- Porque ahora sabes cómo dominarte. Pude sentirlocuando hiciste retornar toda aquella magia indomeñable para

Page 55: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

apartarme. Ahora eres más peligroso que has sido nunca.Para el Execrable.

Por un instante, sostuvo la mirada que le dirigía. Peroluego bajó la vista. No. Lo que le pedía era excesivo; aún nose hallaba preparado. Apenas había pasado un día desdeque arruinara su vida. ¿Cómo era posible hablar de combatircuando el Despreciativo casi lo había derrotado? No teníamás que un poder, y la falsedad y el veneno lo habíanconvertido en una amenaza más grave que el Sol Ban. Loque ella quería era una locura. No iba a participar.

Sin embargo, debía ofrecer alguna respuesta. Habíasoportado por él demasiadas cargas, y la amaba. Tenía elderecho de exigirle.

Por consiguiente, buscó a tientas una salida, entre lavergüenza y la amargura, algo que pudiera hacer o decir paraque se pospusiera la necesidad de su decisión. Todavía sinafrontar la mirada de Linden murmuró con acritud:

- Hay demasiadas cosas que no comprendo. Necesitohablar con Buscadolores.

Pensó que aquello la desanimaría. Desde el momento enque el Designado de los elohim se unió a la Búsqueda nohabía obedecido a más imperativo que el de su propiasabiduría o astucia. Pero si alguien poseía los conocimientospara liberarle de su postración era aquel pueblo. Yseguramente no iría hasta allí sólo porque el Incrédulo se lopidiese. Covenant podría ganar al menos un poco de tiempo

Page 56: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mientras Linden trataba de persuadir a Buscadolores.Pero ella no dudó, ni abandonó el camarote. Volviendo

el rostro hacia proa, llamó áspera y decididamente alDesignado, como si esperase ser obedecida.

Casi de inmediato el fulgor solar pareció condensarsejunto a la pared, y Buscadolores fluyó atravesando la piedrahasta cobrar forma humana, como si hubiese estado allíesperando su llamada.

Su apariencia no había cambiado; tras su túnica colorcrema y el despeinado cabello plateado, en el interior de susojos hundidos y amarillentos, seguía siendo la encarnaciónde toda la miseria del mundo, la imagen de cuantascompulsiones y daños no alcanzaban a su sereno ycontemplativo pueblo. Mientras ellos eran deliberadamentegráciles y ligeros, él estaba macilento y curvado por la pena.Parecía ser su antítesis y contradicción, un papel que leespantaba.

Sin embargo había cambiado de alguna manera. Antesde la crisis del Árbol Único no hubiese acudido a ningunallamada. Pero mantenía el mismo comportamiento distante ydesaprobatorio de siempre. Aunque inclinó la cabeza enseñal de reconocimiento a Linden, podía apreciarse la notade reproche en su voz.

- Te he oído. No es necesaria tanta vehemencia.Su tono no la impresionó. Apoyando los puños en sus

caderas, se dirigió a él como si no hubiera hablado.

Page 57: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Esto ya ha durado bastante -dijo tensamente-. Ahoranecesitamos respuestas.

Buscadolores ni siquiera miró a Covenant. EnElemesnedene, l o s e l o h i m le habían tratado como sicareciera de importancia personal, y ahora el Designadoparecía tomar nuevamente aquella postura. Le preguntó aLinden:

- ¿Tiene el portador del anillo la intención de cederlo?Instantáneamente Covenant espetó con brusquedad:- No.La negativa hizo resonar en su interior ecos del antiguo

delirio. Jamás entregaría el anillo. Jamás. Era cuanto lequedaba.

- Entonces -suspiró Buscadolores-, deberé respondersegún pueda, esperando disuadirle de su locura.

Linden miró a Covenant esperando sus preguntas. Peroél se hallaba demasiado cerca de su precipicio interior; nopodía pensar claramente. Demasiada gente procuraba queentregase su anillo. Era lo único que todavía lo manteníaatado a la vida y le daba un sentido a sus decisiones. Norespondió a la mirada de Linden.

Ella entornó los ojos para escudriñarle y calibrar suestado. Luego, como rechazando el deseo de consolarlo, sevolvió para enfrentarse nuevamente a Buscadolores.

- ¿Por qué…? -habló con dificultad, como desatando Jaspalabras que anudaban su pecho-. Apenas sé por dónde

Page 58: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

empezar. Son tantas cosas… ¿Por qué lo hizo tu pueblo? -Repentinamente alzó la voz, dejando que rebosara laindignación que nunca había sido capaz de olvidar. -Por elamor de Dios, ¿qué es lo que creíais que estabais haciendo?Él no deseaba más que saber dónde se encontraba el ÁrbolÚnico. Pudisteis haberle respondido la verdad. Y en vez deeso lo encerrasteis en aquel silencio vuestro. -Le habíanimpuesto una atrofia mental. Si Linden no se hubieraarriesgado a rescatarlo, habría quedado como un cascarónvacío hasta la muerte, despojado de cualquier pensamiento odeseo. ¡Y qué precio tuvo que pagar por aquello…! Centróen él su colera al concluir-. Tú eres responsable de esto.¿Cómo puedes continuar viviendo contigo mismo?

La expresión de Buscadolores se tornó ceñuda. Encuanto ella dejó de hablar le replicó:

- ¿Acaso crees que me dieron una alegría aldesignarme? ¿No está mi vida tan en peligro como lasvuestras? Y mucho más, porque vosotros partiréis cuandoos llegue la hora, pero yo tendré que quedarme y pagar loscostes. No es mía la culpa-. Linden iba a protestar, pero lagran amargura de su tono la detuvo-. No, no te quejes de mí.Soy el Designado, y el peso de cuanto haces cae sobre mí.

»No niego que nuestra decisión fuera dura para elportador del anillo. ¿Pero es que eres incapaz de entenderlo?Tú eres la Solsapiente, y no él. Sin embargo él controla lamagia indomeñable que es crucial para el Arco del Tiempo, y

Page 59: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

no tú. Ahí radica la mano del mal sobre la Tierra, y tambiénsobre los elohim, que son el Würd de la Tierra.

»Dices que servimos a un malvado al que llamáis AmoExecrable, el Despreciativo. Es falso. Si desconfías de mipalabra, considera esto. ¿Habría enviado el Despreciativo asu sirviente, el Delirante, contra vosotros en la tormenta,teniendo ya situado a uno en vuestra compañía? No, nopuedes pensar tal cosa. Sin embargo, he de declararabiertamente que algo ensombrece los corazones de loselohim. Y ese algo es que no somos capaces de concebir unmedio de salvación que te excluya.

»No habrás olvidado que entre nosotros hay muchosque no desean excluirte,

»Lo cierto es que nos parece evidente que el caminomás fácil es arrebatarle el anillo. Con la magia indomeñablepodríamos responder a cualquier desafío del Desprecativo. Ypara seres como nosotros no sería gran esfuerzo lograr laperfección de la Tierra. Pero es justo lo que no podemoshacer. Ya había quienes entre nosotros temían la arroganciade tal poder cuando el miedo llegó a posarse sobre nuestroscorazones con su evidencia. Y algunos vieron que toda lacarga de un acto así no recaería sobre vosotros solamente.Os enajenaría privándoos de sentido y de valor. Quizás elsentido y el valor de la misma Tierra quedaría tambiénmermado.

»Por consiguiente, elegimos la manera más difícil:

Page 60: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

compartir con vosotros la tarea de la redención y el riesgo dela fatalidad. Acallamos al portador del anillo no para dañarlo,sino para defender a la Tierra de lo nefasto de un poderdesgajado de la visión. Tal como aquel silencio lo preservóde la malicia de Kasreyn del Giro, también lo hubierapreservado del intento del Desprecativo en el Árbol Único.De ese modo, la elección habría recaído finalmente sobre ti.Tú misma podrías haber tomado el anillo cerrando así labrecha entre la visión y el poder. O tal vez podrías habérmeloentregado facultando así a los elohim para salvar la Tierra asu manera. Entonces no hubiéramos tenido miedo denosotros mismos, porque un poder concedido es muydistinto de un poder arrebatado. Mas fuese cual fuese tuelección, hubiera permitido la esperanza. Para lograrla, elprecio del silencio del portador del anillo y del mío, comoDesignado, no parecía ni excesivo ni malo.

»De eso nos has privado. En los calabozos de laFortaleza de Arena preferiste el error al que llamas posesióna la responsabilidad de la visión, y así se perdió la esperanzaque procurábamos alimentar.

»Te digo ahora que debe ser persuadido para que cedasu anillo. Si no Ío hace, con toda seguridad acabarádestruyendo la Tierra.

Durante unos momentos, Covenant se balanceó por elsendero de la explicación de Buscadolores. Y perdió elequilibrio. ¡Escuchar sus propios temores expresados con tal

Page 61: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rigor, como un veredicto! No obstante al volverse haciaLinden, vio que en ella había calado aún másprofundamente. Su rostro había palidecido. Sus manosesbozaban tenues y fugitivos movimientos junto a loscostados. Sus labios pugnaban por formular una negativa,pero no tenía fuerzas. Enfrentada a la lógica de sus actos talcomo Buscadolores la entendía, quedó horrorizada.Nuevamente la había emplazado en el centro, en la cúspidede la responsabilidad y la culpa. Y la anterior revelación deCovenant era aún demasiado reciente: no había tenidotiempo de asimilarla. Reclamó el fracaso para sí misma sincomprender hasta qué punto podía ser acusada.

La cólera que sintió por lo que se le atribuía a ellaestabilizó a Covenant. Buscadolores no tenía derecho adescargar todo el peso de la Tierra sobre Linden de aquelmodo.

- La cosa no es tan simple -comenzó. Todavíadesconocía cuál sería el verdadero carácter de su objeción.Pero ella lo miraba suplicándole sin palabras, y no iba apermitirse titubear-. Si el Execrable había planeado todo estodesde hace tiempo, ¿por qué no pudo evitar el problema? -No era esto lo que debía preguntar, pero prosiguióesperando que le guiase hasta el punto preciso-. ¿Por qué nodespertó al Gusano él mismo?

Buscadolores mantenía su mirada sobre Linden.Cuando sus dilatados ojos se la devolvieron, replicó:

Page 62: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- El Despreciativo no está loco. Si hubiera despertado alGusano sin estar en posesión de la magia indomeñable,¿crees que la destrucción del mundo no hubiese acabadotambién con él?

Covenant pasó por alto esta explicación y continuóbuscando la pregunta que necesitaba, la grieta en losrazonamientos de Buscadolores.

- Entonces, ¿por qué no lo revelaste antes? Porsupuesto no podías dignarte a explicarlo antes de que ellame liberase. -Con todo el sarcasmo que pudo reunir, intentóforzar al Designado para que le dirigiera la mirada, eximiendoa Linden-. Después de lo que hizo tu pueblo, sabías que ellajamás te entregaría mi anillo si comprendía hasta qué puntolo deseabas. Pero después, antes de que llegásemos hasta elÁrbol Único, ¿por qué no nos confesaste la clase de peligroen que estábamos?

El elohim suspiró; pero continuó sin soltar a Linden.- Tal vez en eso me equivoqué -dijo con suavidad-. Pero

no podía abandonar mis esperanzas de que un acceso derabia o lucidez inspirase al portador del anillo para hacerleretroceder ante el precipio de su intento.

Covenant no dejaba de avanzar a tientas. Sin embargo,vio que ahora Linden había comenzado a rehacerse. Movíala cabeza, luchando en su interior por hallar la manera derefutar o deshacerse de la acusación de Buscadolores. Conlos labios en tensión, parecía estar mascullando maldiciones.

Page 63: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La imagen lo alentó, haciéndole inclinarse hacia delante paradirigir su siguiente desafío al elohim.

- Eso no te justifica -dijo-. Hablaste como si el acto desilenciarme fuera la única alternativa decente que osquedaba. Pero sabes condenadamente bien que no era así.Porque había otra, pudisteis hacer algo con respecto alveneno que me convierte en un ser tan peligroso.

Entonces Buscadolores miró a Covenant. Elevó suamarillenta mirada con una fiereza que sacudió a éste.

- No nos atrevimos. -Su tranquila furia dejó trazos defuego en el cerebro de Covenant-. La destrucción de estaépoca también gravita sobre mí, pero no me atrevo. ¿Acasono somos los elohim el Würd de la Tierra? ¿No leemos laverdad en las raíces de las Laderas de la Desapacible, en elcontorno de las faldas de las montañas y en las nieves quecoronan las cumbres invernales? Me río del riesgo quecorres tú. Mediante el veneno, el Despreciativo intenta ladestrucción del Arco del Tiempo, lo que no es poca cosa.Pero eso pierde importancia ante el destino que correría laTierra y cuanta vida hay sobre ella, si no albergaras eseveneno en tu interior. Te concibes a ti mismo como unafiguración del poder, pero en la escala de los mundos no loeres. Si el ansia del Despreciativo por la Piedra Illearth no lehubiese traicionado enalteciéndote por encima de tu talla demortal, no hubieras podido enfrentarte a él una segunda vez.Y es más sabio ahora, habiendo reconocido su antigua

Page 64: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

frustración, que algunos llaman extravío.»Sin el veneno, serías demasiado insignificante para

amenazarle. Si no te hubiera buscado por propiaconveniencia, vagarías por el mundo sin propósito,impotente ante él. Y el Sol Ban se incrementaría. Creceríadevorando la tierra y el mar hasta que la mismísimaElemesnedene hubiese caído, y aún seguiría creciendo,interminablemente. Si no vieras la culpa en ti, jamás cederíasel anillo. Por consiguiente, él continuaría atrapado en elArco. Mas ninguna otra constricción limitaría su triunfo.Incluso nosotros, los elohim, quedaríamos reducidos asimples marionetas de su antojo. Mientras el Tiempoperdure, la Profanación del mundo no tendrá fin.

»Por todo esto -articuló el Designado con cuidadosaintensidad-, bendecimos la frustración o el extravío queinspiró el gambito de este veneno. Exasperado por suconfinamiento en la Tierra, el Despreciativo ha arriesgado suesperanza de liberarse con el veneno que te ha hechopoderoso. También es nuestra esperanza. Por ahora, turesponsabilidad es obvia. Dado que estás ciego paracualquier otra cosa, rogamos para que esa culpa te lleve a larendición que puede salvarnos.

Aquellas palabras traspasaron a Covenant como undisparo. Sus argumentos quedaban contestados yconvertidos en algo irrelevante. Buscadolores no admitíaalternativa a la sumisión excepto el Ritual de Profanación, la

Page 65: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

entera destrucción de la Tierra para librarla del poder delAmo Execrable. Era la misma tesitura en que se vio KevinPierdetierra pero a una escala que abrumaba a Covenant,aterrándolo hasta la médula de los huesos. Si no entregabael anillo, ¿cómo podría resistirse a hacer algo que arruinara elmundo aunque su propósito fuera anular el eterno Sol Bandel Despreciativo?

Pero no podía entregar el anillo. La simple idea resultabatotalmente rechazable. Aquel círculo metálico significabademasiado: contenía cada afirmación de vida y amor que élhabía arrancado a la crueldad de su soledad, a su destino deleproso. Era mejor la alternativa. Sí, la destrucción. O elriesgo de destrucción en algún tipo de búsqueda en pos deun resultado diferente.

El dilema le dejó en silencio. En la confrontaciónanterior con el Amo Execrable había encontrado y usado elcalmo centro de su vértigo, un punto de serenidad y fuerzaentre las contradicciones de su empeño; pero ahora noparecía existir tal centro, ni ningún lugar sobre el que pudieraafirmar tanto a la Tierra como a sí mismo. Y la necesidad deelegir era espantosa.

Pero Linden había conseguido recobrarse. Losconceptos que la herían más no eran los que desgarraba aCovenant, y él le había dado la ocasión de recobrarse. Lamirada que le dirigió estaba impregnada de tensión, pero sehallaba alerta una vez más, capaz de captar su desánimo. Por

Page 66: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un instante, la empatia se mostró en sus ojos. Luego sevolvió hacia el Designado, con voz peligrosamente colérica.

- Eso sólo es una especulación. Teméis perder vuestrapreciosa libertad y estáis intentando responsabilizarle deello. Pero aún no has dicho la verdad.

Cuando Buscadolores se volvió hacia ella, Covenantvio que se encogía como si los ojos del elohim la hubiesenquemado. Mas no se detuvo.

- Si pretendes que te crearnos, hablanos de Vain.Ante aquello, Buscadolores retrocedió.De inmediato, ella dijo:- Primero lo apresasteis, como si fuera una especie de

afrenta contra vosotros. Y tratasteis de ocultarlo para que loignorásemos. Cuando escapó lo perseguisteis para matarlo.Luego, cuando él y Soñadordelmar se encontraron contigo abordo de la nave, dijiste… -su expresión estaba concentradaen el recuerdo- dijiste dirigiéndote al último: Hagas lo quehagas, yo no sufriré por ello.

El Designado iba a replicar pero ella le ignoró.- Luego continuaste: Unicamente aquél a quien

llamáis Vain tiene la capacidad de expulsarme. Daría mialma porque así lo hiciera. Y desde entonces, pocas veceslo has perdido de vista, excepto cuando decides huir enlugar de ayudarnos. -Era inequívocamente una mujer quehabía aprendido algo acerca del valor-. Desde un principiohas estado más interesado en él que en nosotros. ¿Por qué

Page 67: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

no tratas de explicárnoslo para variar?Blandió su cólera hacia el elohim; y por un momento,

Covenant creyó que Buscadolores respondería. Peroentonces su consternada expresión cambió. Pese alsufrimiento, les hizo recordar la grandeza de Cántico e Infelizcuando anunció inexorablemente:

- No hablaré del Demondim.- Exactamente -respondió Linden con presteza-. Por

supuesto que no lo harás. Si lo hicieses, podrías darnos unaoportunidad para obrar por nuestra cuenta. Y no estaríamosdesorientados y jugando con la muerte como tú deseas. -Sumirada era feroz, y pese a todo su poder y conocimiento,hizo que él pareciese disminuido y sojuzgado. Murmuróamargamente-. Oh, vamos. Fuera de aquí. Me das náuseas.

Encogiéndose de hombros con brusquedad,Buscadolores se dio la vuelta. Sin embargo, antes de quepudiera marcharse, Covenant intervino:

- Un momento -dijo. Se sentía perdido entre el espanto ylas decisiones imposibles; pero un fragmento de lucidezhabía llegado hasta él, y creyó ver otra forma en la quetambién había sido traicionado. Lena le había dicho que erala reencarnación de Berek Mediamano. Y los Amos a los queconociera lo habían creído. ¿Dónde estaba el error?-. Nopudimos conseguir una rama del Árbol Único. No hubomodo. Pero antes se había hecho. ¿Cómo lo logró Berek?

Buscadolores se detuvo junto a la pared y contestó sin

Page 68: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

volverse:- El Gusano no se inquietó cuando se aproximó porque

no se abrió paso combatiendo. Por aquella época, el ÁrbolÚnico carecía de Guardián. Él mismo fue quien hizo protegerel Árbol, emplazando allí un Guardián para que la maderavital para el mundo no pudiera ser nuevamente tocada orota.

¿Berek? Covenant se sintió demasiado asombrado comopara darse cuenta de que el elohim abandonaba el camarote.¿Berek había puesto allí al Guardián? ¿Por qué? El PrimerAmo había sido descrito como vidente y profético. ¿Tancorta visión había poseído como para suponer que nadiemás tendría necesidad de tocar el Árbol Ünico? ¿O teníaalguna razón para asegurarse de que jamás existiera unsegundo Bastón de la Ley?

Aturdido por las implicaciones, Covenant fuemomentáneamente inconsciente de la manera en que Lindenle observaba. Pero poco a poco, sintió su mirada fija en él.En su expresión se agudizaba el ruego que la había llevadohasta el camarote, el dictado de su necesidad. Cuando susojos se encontraron, ella le dijo claramente:

- Tus amigos de Andelain no creían que estuviesescondenado. Te dieron a Vain por alguna razón.

- Ellos me hablaron -contestó como si ella sacase laspalabras de él-. Mhoram dijo: «Cuando hayas comprendidolas necesidades del Reino, debes abandonarlo, pues lo que

Page 69: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tú persigues no está en él. La única palabra de verdad nopuede ser encontrada de otra manera. Pero quiero prevenirte:no te dejes engañar por las necesidades del Reino. Lo que túpersigues no es en realidad lo que parece ser. Y al finaldeberás volver al Reino.»

También le había dicho: Cuando hayas llegado allímite y no te quede otro recurso, recuerda la paradoja deloro blanco. Hay esperanza en la contradicción. PeroCovenant no lo comprendía.

Linden asintió con severidad.- Así pues, ¿qué va a ocurrir? ¿Permanecerás aquí

tumbado hasta que se rompa tu corazón. ¿O te aprestarás alcombate?

Turbado por el temor y la desesperanza, no podía hallarsu camino. Quizás existía una respuesta, aunque él no latenía. Pero ella deseaba algo concreto; y porque la amaba, leofrecería lo mejor que pudiese encontrar.

- No lo sé. Pero cualquier cosa es mejor que esto. Di a laPrimera que vamos a intentarlo.

Asintió de nuevo. Por un instante, la boca de Linden semovió como si tratara de darle las gracias. Luego,la presiónde su propio propósito la impelió hacia la puerta.

- ¿Qué harás tú? -le preguntó cuando se iba. La habíaapartado y no sabía cómo atraerla. No tenía derecho-. ¿Quévas a hacer?

Ella se volvió para mirarlo, desde el umbral, con los ojos

Page 70: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

llenos de lágrimas.- Voy a esperar. -Su voz sonó tan desesperada como el

grito de un gavilán, y tan resuelta como un acto deheroísmo-. A que llegue mi turno.

Cuando se marchó, sus palabras se quedaron en elcamarote iluminado por el sol como un veredicto. O unaprofecía.

Una vez se hubo ido, Covenant saltó de la hamaca y sevistió por completo con sus antiguas ropas.

Page 71: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

TRES: Un sendero hacia el amor

Cuando subió a cubierta, el sol estaba declinando, y suluz teñía las agua de color carmesí, el color del desastre.Honninscrave había hecho izar todas las velas que pudieransoportar los mástiles, y el viento henchía el velamenmientras el Gema de la Estrella Polar avanzaba virandoalgunos grados hacia noroeste. Debería haber sido unavisión alentadora. Pero el rojo peculiar del atardecer cubríade fatalidad las velas, tintando el cordaje hasta hacer quepareciera que estaba empapado en sangre. Y el vientoacarreaba un percutiente escalofrío que hacía recordar alcrudo frío del invierno.

Pero Honninscrave recorría a grandes zancadas lacámara del timón como si no pudiera afectarle nada queprocediera del mar. El viento bamboleaba su barba, y en susojos se reflejaban de vez en cuando los destellos del fulgorde poniente; pero daba órdenes con la misma exactitud conque gobernaba el barco gigante, y la ronquera de su vozpodía atribuirse tanto al esfuerzo de hacerse oír sobre elviento como a la tensión de los últimos dos días. Él no eraVasallodelmar después de todo. No le había sido concedidala caam.ora que su alma anhelaba. Pero seguía siendo ungigante, el capitán del Gema de la Estrella Polar, y se habíapuesto a la altura de sus responsabilidades.

Page 72: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Acompañado de Cail, Covenant subió hasta la timonera.Quería encontrar alguna forma de disculparse al no habersabido responder a la necesidad del capitán. Pero alaproximarse a Honninscrave y a los dos gigantes queestaban junto a él, Quitamanos, el maestro de anclas y unmarinero que se encargaba del timón, el recelo de su miradalo detuvo. En un principio creyó que desconfiaban de él, quela amenaza que representaba les hacía temer su presencia.Pero entonces Quitamanos dijo simplemente:

- Giganteamigo.Incluso para el superficial oído de Covenant resultó

evidente que el tono del maestro de anclas reflejaba mástristeza compartida que aprensión.

En lugar de disculparse, Covenant agachó la cabeza entácito reconocimiento de su indignidad.

Ansiaba permanecer allí, callado, hasta que hubiesereunido el suficiente respeto hacia sí mismo como paravolver a tomar parte en la vida del barco gigante. Pasado unmomento, Cail habló. Pese a su característica indiferenca deharuchai, sus gestos sugerían que cuanto iba a decir leincomodaba. De modo involuntario, Covenant pensó queninguno de los haruchai que abandonaron el Reino junto aél había logrado llegar ileso al momento presente. Ignorabahasta qué punto la inflexible extravagancia de los haruchaiestaba implicada en el papel que Brinn asignara a Cail. ¿Quépromesa yacía escondida en la declaración de Brinn cuando

Page 73: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

refiriéndose a Cail dijo que se le permitía eventualmenteseguir el dictado de su corazón?

Pero Cail no habló de aquello, ni se dirigió a Covenant.Sin preámbulos anunció:

- Grimmand Honninscrave, en el nombre de mi pueblosuplico tu perdón. Cuando Brinn quiso medirse con el ak-Haru Kenausíin Ardenol, quien es leyenda soberana ysueño de todos los haruchai de las montañas, no tuvo laintención de que acarrease la muerte de tu hermano CableSoñadordelmar.

El capitán se sobresaltó: sus cavernosos ojosdespidieron rojizos destellos al mirar a Cail. Pero casi deinmediato recobró su aplomo acostumbrado. Echó unaojeada al barco gigante como para comprobar si todomarchaba bien. Luego delegó el mando en Quitamanos yacompañó a Cail y a Covenant hasta la barandilla de babor.

El sol poniente le daba a su rostro un matiz de gloriososacrificio. Observándole, Covenant pensó vagamente que elsol siempre se pone por el oeste, que un hombre que siempremirase hacia el oeste sólo vería decadencia, el sucumbir detodas las cosas, la postrera belleza antes de que la luz y lavida se apagasen.

Después de un rato, Honninscrave elevó la voz sobre elembate de las olas contra los costados del barco.

- La Visión de la Tierra no es algo que un gigante puedaelegir. No se la escoge y, por consiguiente, no podemos

Page 74: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

evitarla ni renunciar a ella. Creemos, o creíamos -explicó conun dejo de amargura- que hay tanta vida como muerte entales misterios. ¿Cómo podría haber entonces culpablealguno por lo que ha sucedido? -Honninscrave hablaba máspara sí que para Covenant o Cail-. La Visión de la Tierrarecayó sobre Cable Soñadordelmar, mi hermano, y talsuplicio resultaba evidente para todos. Pero él no podíarevelar su contenido. Quizá su mudez era algo exigido por lapropia visión. Quizás para él no era posible oponersetambién a la vida. Nada sé de tales cosas. Tan solo que nopodía revelar su compromiso, y por ello no pudo sersalvado. Ninguno de nosotros tiene la culpa. -Hablaba comosi creyese lo que decía, pero el quebranto de sus ojos lonegaba.

»Su muerte no arroja otra carga sobre nosotros que lade la esperanza. -El atardecer desaparecía del oeste y de surostro, cambiando el color de su semblante del carmesí a lapalidez de la ceniza-. Debemos mantener la esperanza dehallar finalmente el modo de justificar su muerte. Dejustificarla -repitió débilmente- y de comprenderla. -Nomiraba a sus oyentes. Sus ojos eran un eco de la agonizanteluz-. Me entristece ser incapaz de concebir esperanzas.

Tenía derecho a quedarse solo. Pero Covenantnecesitaba una respuesta. Vasallodelmar y él habían habladode esperanza. Esforzándose por explicarse con voz tranquilapese a la dolorosa tensión que le estremecía, preguntó:

Page 75: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Por qué continúas entonces?Durante largo rato, Honninscrave permaneció en medio

de la creciente tiniebla, impávido, como si no hubiese oído, ono pudiera ser alcanzado. Mas luego dijo con sencillez.

- Soy un gigante. El capitán del Gema de la Estrella Polary juré servir a la Primera de la Búsqueda. Es preferible así.

Preferible, pensó Covenant con mudo dolor. Mhorampudo haber dicho algo semejante. Pero Buscadoloresobviamente no lo creía.

No obstante Cail asintió, como si las palabras deHonninscrave fuesen las únicas que el extravaganteharuchai pudiese aceptar. Después de todo, el pueblo deCail no confiaba gran cosa en la esperanza. Se aventurabanen pos del éxito o del fracaso, y aceptaban lo que resultara.

Covenant dio la espalda al crepuscular océanoabandonando la barandilla. No tenía un lugar entre tal gente.Ignoraba lo que era preferible, y no veía por ningún lado unatisbo de triunfo que hiciera soportable el fracaso. Ladecisión que él había tomado en nombre de Linden sólo eraotra clase de mentira. Bien, ella merecía aquella pretensión deconvencimiento por su parte. Pero llegando a cierto extremo,cualquier leproso necesitaba algo más que disciplina, oincluso obstinación, para seguir vivo. Y él había falseadodemasiado su relación. No sabía qué hacer.

En el Gema de la Estrella Polar, los gigantes habíancomenzado a encender linternas contra la noche.

Page 76: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Alumbraban el enorme timón, las escaleras que descendíande cubierta, y las entradas a los camarotes y la cocina.Colgaban de los mástiles de proa y popa como ejemplos debravura, que a la vez subrayasen y se mostrasen indiferentesal hueco en que debiera haber estado el palo mayor. Apenaseran pequeñas luces bajo el vasto firmamento, y no obstanteprestaban su hermosura al barco gigante sobre la superficiede los abismos. Al cabo de un rato, Covenant descubrió quepodía afrontar el encontrarse con Linden.

Pero al encaminarse hacia la timonera, Vain captó suatención. El Demondim se erguía fuera del alcance directo delos faroles, sobre el lugar exacto en que sus pies se posaronpor vez primera sobre la piedra cuando subió a bordo en laIsla del Árbol Único. Pero su negra silueta era visible contrael grisáceo horizonte. Como siempre, permanecía indiferentea cualquier mirada, como si supiera que nada podía dañarlo.

Pero había sido dañado. Una de las abrazaderas dehierro del antiguo Bastón de la Ley rodeaba todavía el sitioen que debería haberse hallado su muñeca; no obstante,aquella mano pendía inútil del inerte brazo que, como unarama, brotaba de su codo. Covenant ignoraba elmotivo porel cual Vasallodelmar le había hecho entrega de aquelproducto de los oscuros e históricamente maléficos ur- viles.Mas ahora sabía que Linden había estado enlo cierto, queninguna explicación que excluyese el secreto del Demondimera lo bastante completa para ser fiable. Cuando dejó atrás a

Page 77: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Vain, comprendió con mayor claridad la razón por la quedeseaba descubrirlo.

La encontró cerca del palo de proa, a cierta distancia dela correspondiente cubierta, sobre la que Buscadolorescontinuaba erecto encarando el futuro como un mascarón deproa. Junto a ella estaban la Primera, Encorvado y otrogigante. Al acercarse, Covenant reconoció a Tejenieblas,cuya vida había salvado Linden arriesgando la de Covenanten el transcurso de su última recaída en el veneno. Los tresgigantes le saludaron con la misma leve prevención queHonninscrave y Quitamanos evidenciaran, la cautela dequienes creían estar en presencia de un dolor que trascendíael suyo propio. Pero Linden pareció no darse cuenta de suaparición. Bajo la débil luz del farol, su cara presentaba unaspecto pálido e incluso ojeroso; y él pensó súbitamenteque no había descansado desde que la pesquisa arribó a laIsla del Árbol Único. La energía que al principio la sostuvohabía desaparecido; su aspecto era febril a causa delagotamiento. Por un instante fue tan consciente de locercana que se hallaba al colapso que no se dio cuenta deque también ella vestía sus antiguas ropas, la camisa defranela a cuadros, los gruesos vaqueros y el resistentecalzado con los que entrara por primera vez al Reino.

Aunque ambos habían hecho la misma elección, verla leprovocó una inesperada angustia. Una vez más había sidotraicionado por su instinto de esperanza. De modo

Page 78: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

inconsciente había anhelado que los sobresaltos yrevelaciones de días pasados no la hubiesen afectado,impeliéndola a volver su antiguo aislamiento respecto a él.¡Estúpido!, se dijo. No podía escapar a su percepción. Abajoen su camarote, había adivinado lo que iba a hacer aún antesde que él mismo lo supiese.

La Primera le dio la bienvenida en un tono tenso, queera consecuencia de sus propias emociones, pero suspalabras mostraron que también estaba interesada en suspropósitos.

- Thomas Covenant, creo que tu elección ha sido lacorrecta. -Las penalidades de los pasados días y laoscuridad del crepúsculo parecían aumentar su aceradabelleza. Era una espadachina, adiestrada para combatircuanto amenazase al mundo. Mientras hablaba cogía conuna mano el puño de su espada como si fuese parte vital delo que decía-. Te llamé Giganteamigo, y me enorgullezco dehaberlo hecho. Encorvado, mi esposo, suele explicar que elsentido de nuestras vidas es la esperanza. Pero yo ignorocómo calibrar tales cosas. Solamente sé que luchar vale másque rendirse. No soy quién para juzgar tus elecciones, perome alegra el que hayas elegido el camino de la batalla. -A lamanera de un guerrero estaba intentando consolarle.

El propósito hizo mella en él, aunque le asustó, porquesugería su reiterado compromiso en algo que no podíacontrolar. Mas no tuvo ocasión de réplica, porque en

Page 79: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

seguida Encorvado pareció impacientarse con la declaraciónde su esposa. En cuanto ella terminó, dijo:

- Es cierto, y Linden Avery merece el nombre deEscogida, como he dicho ya. Pero hay asuntos en los que nosaber escoger. Giganteamigo, se niega a descansar. -En sutono se advertía claramente el enojo.

Linden hizo un gesto.- Linden, necesitas… -comenzó a decir Covenant, pero

se detuvo cuando ella lo miró. Toda la oscuridad que seacumulaba en sus ojos fluyó hacia él.

- No tengo sitio a donde ir.El total desamparo de la respuesta hizo que se

estremeciese como ante un quejido. Significaba demasiadascosas: que su antiguo mundo había quedado reducido aescombros a causa de sus últimas experiencias; que, como leocurría a él, no soportaba regresar a su camarote, al camaroteque habían compartido.

En algún lugar lejano, Encorvado explicaba:- Le ofrecimos los camarotes de los haruchai, pero

contestó que teme dormir en tales recintos. Y el Gema de laEstrella Polar no tiene otras estancias privadas.

Covenant comprendió que también aquello ladesasosegara. Brinn la culpó por la muerte de Hergroom. Yella trató de matar a Ceer.

- Dejadla sola -dijo apagadamente, tan sordo a lasmanifestaciones de Encorvado como a las propias-.

Page 80: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Descansará cuando esté dispuesta.Pero no era aquello lo que deseaba decir. Quería decir:

«Perdóname, porque yo no sé como perdonarme». Pero laspalabras se atascaban en su pecho. Eran impronunciables.

Porque no tenía nada más para ofrecerle, tragó salivadificultosamente y afirmó:

- Tienes razón.Mis amigos no me creían condenado a laperdición. Vasallodelmar me dio a Vain por algún motivo. -Incluso tal declaración le resultaba difícil, pero se obligó-.¿Qué le ocurrió a su brazo?

Ella continuó mirándolo sombríamente como ai fuese lacausa de su extenuación. Parecía tan perdida como unasonámbula.

- Tejenieblas no desea irse -dijo-. Quiere ocupar elpuesto de Cail.

Covenant la miró, incapaz de comprender por elmomento. Mas luego recordó su propia consternacióncuando Brinn insistió en que lo sirviera, y su pulso se alteró.

- Linden -suplicó con el desamparo y la asperezaprovocadas por su incapacidad de ayudarle-, cuéntame lodel brazo de Vain.

De haberse atrevido la habría sujetado. Si hubiesetenido algún derecho.

Ella movió la cabeza, y en la sequedad de sus ojos sereflejó la luz de un farol como una súplica.

- No puedo -se quejaba casi como una niña-. Su brazo

Page 81: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

está vacío. Cuando cierro los ojos, ni siquiera lo sitúo en sulugar. Si se extrayese toda la vida del Árbol Ünico, tancompletamente como si nunca hubiera existido, como sinunca hubiera tenido el menor significado, sería algo similar.Si estuviera realmente vivo, si fuese algo más que unproducto de los ur- viles, su tormento sería inimaginable.

Se dio lentamente la vuelta como si no pudiese soportarpor más tiempo su presencia. Cuando abandonó la cubiertaseguida de un Tejenieblas respetuoso y obstinado, entendióque tampoco ella sabía como perdonar.

Creyó que la aflicción y la necesidad se habían hechoprobablemente demasiado extremas, que tal vez se hallaba alborde del colapso. Pero la Primera y Encorvado leobservaban con una gran comprensión en sus rostros. Eransus amigos. Y los necesitaba. De algún modo pudo apoyarseen ellos.

Con posterioridad, Tejenieblas envió recado, diciendoque Linden había encontrado por fin un lugar donde dormir,acurrucada en un rincón de la cocina al calor de uno de losgrandes fogones. Covenant se contentó con aquello.Pesadamente, retornó a su hamaca, aceptando correr elriesgo de las pesadillas. Soñar parecía un peligro menor.

Sin embargo, a la mañana siguiente, el viento soplabacon más violencia.

Parecía un viento verdaderamente adecuado para la

Page 82: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

navegación, lo bastante fuerte para sacar al dromond de surutina habitual y animarlo, pero no tanto como para amenazarlos buenos oficios de la tripulación. Hacía estallar las crestasde las olas en espuma, provocando el embate contra lagranítica proa del barco gigante, haciendo rechinar el cordajey tensarse las velas. Con tal rapidez se deslizaban loscostados de la nave, que sus grabados de moiré parecíanllamas al rozar con el océano. Algunos gigantes reían en lasjarcias mientras iban cambiando la posición de las velas paraobtener la máxima velocidad del dromond. Si no hubieseperdido el palo mayor, el Gema de la Estrella Polar se habríaconvertido en una exhalación bajo aquel influjo.

Pero el cielo estaba cubierto de nubes y el día erademasiado frío para aquella época del año. Un viento del surhabría sido más cálido. Aquél procedía directamente dellugar en que se hundió la Isla, y era glacial como la cavernadel Árbol Ünico. Si la luz del sol no lo hubiese iluminado, elmar presentaría un tono gris y viscoso. Aunque se habíaechado un manto sobre la ropa, Covenant contraía loshombros sin poder dejar de temblar.

Subió a la timonera tratando de tranquilizarse, y allíencontró a Cabo Furiavientos dirigiendo el dromond. Masella le saludó tan sólo con una inexpresiva inclinación decabeza. Su habitualmente impasible comportamientoconllevaba un cierto estado de alerta que no había apreciadocon anterioridad. Por vez primera desde que la conoció,

Page 83: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

parecía accesible al miedo. En vez de preocuparla con suturbación prefirió regresar a la cubierta de proa para buscarallí alguien con quien le fuera más fácil entablarconversación.

No es el frío de aquel lugar, pensó; es sólo viento. Perosu crudeza seguía afectándole. Aunque se ciñeraestrechamente el manto, el frío le llegaba hasta los huesos.

Instintivamente se dirigió a la cocina, buscando calor. Ya Linden.

La encontró allí, sentada junto a la pared, cerca de lareconfortante actividad de los cocineros del dromond, unmatrimonio llamado con toda propiedad Salsamarina yBrasadefogón. Habían pasado tanto tiempo de sus vidasatendiendo los enormes fuegos que sus caras estabancubiertas por un perpetuo rubor. Parecían idénticos el uso alotro mientras se afanaban en sus tareas, moviéndose con unengañoso aire de confusión que ocultaba la destreza de sutrabajo en equipo. Cuando salían a la cubierta, el calor quedesprendían creaba una especie de aura a su alrededor, y ensus restringidos dominios irradiaban como hornos. Noobstante, el frío de Covenant no se aminoró.

Linden estaba despierta, pero aún presa del sueño. Sólohabía pagado parte de su deuda al cansancio. Aunquereconoció a Covenant, ante sus ojos todo quedabaenmascarado por la somnolencia. Él pensó que no debíamolestarla con preguntas hasta que no estuviese totalmente

Page 84: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

descansada. Pero se encontraba demasiado aterido comopara llevar a la práctica sus buenas intenciones.

- ¿Qué piensas de este viento? -le preguntó,acercándose.

Ella bostezó.- Creo -dijo, en tono distante-, que el Execrable está a

punto de volver a encontrarnos.Tras haber descansado durante todo el siguiente día,

Linden fue capaz de observar el tiempo con mayorpercepción. Para entonces, Covenant se hallaba invadidopor una inexplicable ansiedad que lo irritaba. Sentía quehabía perdido el centro de su vida, que no podría evitardispersarse en todas direcciones cuando creciera el vértigode su miedo. No había ocurrido nada que indicase peligro enel dromond; pero la sensación de angustia permanecía en él.Con brusquedad, formuló su pregunta a Linden por segundavez.

El prolongado descanso la había devuelto a sí misma yla mirada que le dirigió reflejaba agudeza. Parecía ver sinesfuerzo que la irritación de Covenant no iba dirigida contraella. Le tocó fugazmente el antebrazo como prometiéndoleque no lo abandonaría. Luego salió a estudiar el viento.

Tras observarlo unos momentos, declaró que no eramaligno ni antinatural, ni algo que el Despreciativoprovocara para sus propios fines. Era una reacción a laconvulsión que había ocasionado el hundimiento de la Isla

Page 85: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

del Árbol Único. Por aquella violencia, se había alterado elequilibrio climático, extremándolo.

Era concebible que el Amo Execrable hubiese sabidoque aquello ocurriría. Pero no existía evidencia de su influjosobre el viento.

Cuando Covenant transmitió el veredicto aHonninscrave, el capitán se encogió de hombros, ocultandosus pensamientos tras la arcada de las cejas.

- No tendría importancia -murmuró como sinescucharse-, ni aunque fuese mucho peor; la única opcióndel Gema de la Estrella Polar es la de ir a su favor. Con elmástil partido como está, no opondría resistencia al cursodel viento. No hay necesidad de hacerlo. Hasta el momento,apenas si nos hemos desviado unos pocos grados respectode nuestro verdadero camino.

Aquello debería haber bastado a Covenant. Comparadacon la de Honninscrave, su experiencia en el mar era nimia.Pero aquella angustia que atenazaba sus entrañas se negabaa ser aliviada. Al igual que Furiavientos, el capitán daba laimpresión de que ocultaba algo.

En el transcurso de los dos días que siguieron, laintensidad del viento aumentó.

Soplando con incesante vehemencia en direcciónnoroeste, entreabría el mar como las rejas de un arado,gimiendo sobre las cubiertas del dromond como si se doliesepor su propia gelidez. A pesar de la velocidad que mantenía,

Page 86: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el Gema de la Estrella Polar no daba la sensación de estardesplazándose con rapidez: el viento empujaba las aguashacia el norte, y la menor onda provocada por la proadesaparecía de inmediato De horizonte a horizonte, lasnubes cubrían el mundo. El velamen parecía gris yquebradizo mientras tiraba de la pesada piedra.

Y aquella noche el frío aumentó considerablemente.Cuando Covenant abandonó la hamaca temblando a la

mañana siguiente, encontró restos de hielo en la palanganaque Cail había dejado para su uso. Una tenue capa deescarcha cubría el moiré del granito como si se hubiesefiltrado empapando las paredes. Al pasar junto a Vainbuscando el calor de la cocina, vio que la negra figura delDemondim se hallaba jaspeada de escarcha que le dabaapariencia de leproso.

Mas los gigantes se hallaban afanados en sus tareasigual que siempre. Impermeables al fuego, aunque no aldolor, eran también impenetrables para el frío. La mayoría sehallaba trabajando en las jarcias, bregando contra un cordajerígido por efecto de la congelación. Durante un momentomientras sus ojos lagrimeaban, Covenant los vioimprecisamente y creyó que recogían las velas. Perodespués se dio cuenta de que de ellas se desprendían unaespecie de nubes de vapor, y comprendió que los giganteslas sacudían para evitar que la escarcha se convirtiese enhielo sobre su superficie. El hielo podía arrancar las velas de

Page 87: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los mástiles, inutilizando al Gema de la Estrella Polar cuandola vida del dromond dependía de seguir avanzando.

El aliento se le incrustaba en la barba al situarse frenteal embate del viento. Sin la ayuda de Cail hubiera sidoincapaz de abrir la puerta de la cocina, con la que forcejeaba.Astillas de hielo se desprendieron de la rendija fundiéndoseen el interior cuando el haruchai rompió el precintoconseguido por el vapor de lo que se cocinaba. Precedido deuna ráfaga de viento que se arremolinó violentamente alpenetrar en la cocina, Covenant atravesó el umbral azotadopor la tormenta, tambaleándose a causa a la conmoción queprodujo la puerta al cerrarse a sus espaldas.

- ¡Piedra y Mar! -exclamó Brasadefogón con el rostroenrojecido e inofensivo enojo-. ¿Es que estáis locosentrando por la popa en lugar de por la proa con estatempestad? -Cogiendo un cazo goteante señaló airado haciala otra puerta. Detrás de él, Salsamarina cerró con estrépito laportezuela del horno, indignada. Pero un momentó mástarde, olvidada ya toda ofensa, le pasó a Covenant un jarrohumeante de diamantina diluida, y Brasadefogón llenó uncuenco de caldo del inmenso caldero de piedra que atendía,y se lo dio. Con torpeza debida a la turbación, fue a sentarseal lado de Linden junto a la pared, fuera del paso de loscocineros, procurando que sus huesos volviesen a entrar encalor.

En los siguientes días, pasó allí la mayor parte del

Page 88: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tiempo compartiendo con ella el agradable calor y elestrépito de la cocina. Pese a su insensibilidad, el frío leresultaba demasiado intenso; para ella era aún peor ya quesus sentidos estaban muy aguzados. Hizo otro intento dedormir en su camarote, pero terminó aceptando un jergóncomo el que ella tenía en la cocina. El viento cada día era másfuerte que el anterior, y paralelamente la atmósfera cada vezmás fría. Como si fuese un cascarón, el Gema de la EstrellaPolar iba siendo conducido hacia el corazón del norteinvadido por el hielo. Cuando los gigantes entraban en lacocina buscando calor o alimento, sus ropas estaban rígidaspor la escarcha e iban dejando charquitos en el sueloconforme se fundía. Sus cabellos y barbas también parecíancongelados, y presentaban marcadas ojeras. Covenantrealizaba esporádicas incursiones a la cubierta para observarel estado de la nave; pero siempre veía un mar tumultuoso yhorrendo, la cerrada tormenta, los manchones de espumacongelada cubriendo las barandillas que la tripulación nopodía limpiar por mantenerse ocupada en trabajos másurgentes, y retornaba a a cocina con el corazón en un puño.

En una ocasión se aventuró hacia la proa paraencontrarse con Buscadolores. Al regresar, sus labiosestaban doloridos por el frío y la tensión.

- Ese bastardo ni siquiera lo siente -murmuró sindirigirse a nadie en particular, aunque Encorvado se hallabaallí con Linden, Teienieblas, los dos cocineros y unos

Page 89: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cuantos gigantes más-. Pasa a través de él.No podía explicar su indignación. Simplemente, parecía

injusto que al Designado no le afectase la situación deldromond.

Pero Linden no lo miró: centraba su atención enEncorvado como si quisiera preguntarle algo de importancia.De todos modos, al principio no tuvo ocasión. Encorvadoestaba tomándole el pelo a Brasadefogón y a Salsamarinacomo un niño travieso, y riéndose con el disimulado humorde sus protestas. Poseía un alto espíritu de gigante bajo sudisminuida estatura y una capacidad de regocijo superior ala de muchos de aquéllos. Sus bromas disiparon de algúnmodo el torvo humor de Covenant.

Al final, Encorvado logró arrancar una involuntariacarcajada de los cocineros; y tras ello se dejó caer junto aCovenant y Linden, con la frente enrojecida por el calor delos fogones. Covenant se dio cuenta de que Linden seviolentaba al preguntar:

- Encorvado, ¿en qué nos estamos metiendo?Él la miró con un gesto de sorpresa, posiblemente

fingido.- Nadie quiere hablar de eso -continuó Linden-. Le he

preguntado a Furiavientos y a Quitamanos, pero lo únicoque contestan es que el Gema de la Estrella Polar puedecontinuar así indefinidamente. Hasta Tejenieblas creeayudarme manteniendo cerrada la boca. -Tejenieblas miró

Page 90: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

atentamente al techo, aparentando no escuchar lo que decía-. Así es que te pregunto a ti. Tú jamás me has ocultado nada.-Su voz transmitía una compleja tensión-. ¿En qué nosestamos metiendo?

Fuera de la cocina, el viento producía un peculiar ypenetrante sonido al atravesar los agujeros de las anclas. Laescarcha crujía en los quicios de las puertas. Encorvado noquería enfrentar su mirada, pero ella la mantuvo.Gradualmente su buen humor fue desapareciendo, y elcontraste le hizo parecer envejecido, erosionado por unespanto indecible. Sin saber por qué, Covenant recordó algoque Linden le relatara en los días precedentes a su llegada aElemesnedene, la historia del papel que Encorvado habíadesempeñado en la muerte del padre de la Primera. Ahoratenía el aspecto de alguien acosado por el pasado.

- Ah, Escogida -suspiró- me temo que hemos sidoatrapados por el Ululante, el viento que arrastra alMuerdealmas.

El Muerdealmas.Encorvado lo consideraba un mar imprevisible, nosolo debido a que cada barco que lo encontraba lo

hacía en una parte diferente del mundo, sino porque latripulación de cada nave que lograba escapar regresabacontando una historia diferente. Algunos navios se topabancon galernas y remolinos en el sur; otros, una calma chicha

Page 91: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en el este; otros, tupidos e impenetrables lechos de sargazosen el oeste. Con todo y no obstante, al Muerdealmas se leconocía porque no había nave ni tripulación que hubierasalido nunca de él intactas. Y todas las naves fueronarrastradas hasta allí por un Ululante que sopló largamentesin pausa ni variación.

Linden discutió durante un rato, molesta por lascontradictorias vaguedad y certeza de la explicación deEncorvado. Pero Covenant no prestaba atención a ningunode los dos. Había encontrado ahora un nombre para suangustiosa desazón, y la idea le producía un singularconsuelo. El Muerdealmas. No era un producto delExecrable. Ni podía ser esquivado. Y de ello deducía queaquel mar lograba eliminar la importancia de todos los demáspeligros. Perfecto. El interior de la cocina estaba muycaldeado, pero fuera gemía un viento que únicamente losgigantes podían resistir durante cierto tiempo. Incluso elruido que producían los cocineros lo tranquilizaba, y pasóde la turbación a una especie de somnolienta vigilia, a unatónito silencio interior que parecía ser un eco de lavaciudad que los elohim le impusieron en Elemesnedene.

El silencio constituía la única seguridad que habíaconocido en este mundo. Era una respuesta de leproso a ladesesperación, un estado de despego y pasividadperfeccionado gracias a la parálisis de todo nervio quedebiera haber alertado a un sentido. Los elohim no lo habían

Page 92: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

inventado, simplemente encarnaron en él la singularnaturaleza de su sino. Insensibilizarse y morir.

Linden lo redimió una vez de aquel destino. Pero ahorahabía sido derrotado. No tomaba decisiones porque creyeseen ellas, sino porque se esperaba que las tomase. Carecía devalor para enfrentarse al Muerdealmas.

En los días que siguieron apenas cumplió con la vulgarrutina de estar vivo. Bebió mucha diamantina para justificarsu muda distancia de quienes lo acompañaban. Durmió en lacocina, dio breves paseos, correspondió a saludos eintervino en conversaciones como un hombre vivo. Pero ensu interior se estaba convirtiendo en un ser inalcanzable.Después de años de disciplina y desafío, de terca luchacontra la seducción de su enfermedad, había desistido de suempeño.

El Gema de la Estrella Polar continuaba surcando enlínea directa el grisáceo y grávido océano mientras el vientosoplaba con violencia ártica. A excepción de unos cuantos yhollados caminos aquí y allá, el hielo invadía ahora lascubiertas, dominándolo todo como una antigua maldición.Pesaba lo bastante para poner nerviosos a los gigantes, perono podían perder tiempo ni energías en arrancarlo. El vientocontenía demasiada agua, su embate arrancaba demasiadaespuma del castigado oleaje. Y la humedad empapaba lasvelas antes de que pudieran acabar de secarlas. Confrecuencia, se desgarraban y caían en tiras al no poder

Page 93: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

soportar tanto peso. El viento desprendía las lonas de losobenques. Una granizada barría las cubiertas. Los jirones delvelamen se agitaban en las vergas como manos rotas.Entonces los gigantes se veían obligados a sustituirlas.Despojado del palo mayor, el granítico dromond necesitabacuantas velas fueran posibles.

Día tras día, el agudo gemido de las jarcias y el crujidode la piedra se iban haciendo más intensos y angustiosos. Elmar parecía hielo fluido, y el Gema de la Estrella Polar se veíaabligado a un avance cada vez más dificultoso. Pero el barcogigante era obstinado. Los mástiles se inclinaban ytemblaban, pero no se rompían. Apretando los dientes bajola galerna, el Gema de la Estrella Polar seguía aguantando.

Cuando el cambio se produjo, todos se sorprendieron.El descanso había restaurado el brillo combativo en los ojosde Linden, que había estado muy inquieta durante todoaquel tiempo a causa de la exasperante presión de latempestad y la estrechez de la cocina. Pero ni siquiera ellahabía visto lo que iba a suceder. Y los gigantes carecieronde conocimientos para estar prevenidos.

En un instante, el Gema de la Estrella Polar fueimpulsado por el aullido del viento a través del acerbocorazón de una oscura noche de nubes. Al momentosiguiente, el dromond cayóhacia delante como un caballo alque le hubieran trabado las patas delanteras; y la tormentadesapareció. Tan repentino silencio produjo en la nave el

Page 94: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

efecto de una detonación. No había otro ruido que eltintineo y crujido del hielo desprendiéndose de las inertesvelas. Linden sondeó el barco de un extremo a otro con supercepción.

- Nos hemos detenido. Simplemente eso -murmuróasombrada.

Durante algunos segundos nadie se movió. DespuésTejenieblas abrió resueltamente la puerta que daba a proa,haciendo saltar el hielo que la cubría. Penetró un nítido fríoinvernal; pero sin ser golpeado por viento alguno. Sobre elbarco gigante, el aire estaba en calma.

Los gritos atravesaron la cubierta. Pese a su silenciointerior, Covenant salió a la noche tras Tejenieblas y Linden.

Las nubes se habían ido; la oscuridad era tan total ehiriente como el filo de un cuchillo. Puntos de luz sedispersaron por el barco cuando la tripulación fueencendiendo más faroles. La luna se dibujaba en el horizonteoriental, lúgubre y amarillenta. Aunque estaba casi llena, noparecía arrancar reflejo alguno de la negra e impenetrable fazde las aguas. Las estrellas cubrían el firmamento por todaspartes, exentas ya de augurios.

- ¿Qué demonios…? -empezó a decir Linden para símisma, pero pareció incapaz de terminar la pregunta.

Honninscrave y Encorvado llegaron de los extremosopuestos del barco. Cuando la Primera se reunió con ellos,Encorvado dijo, bromeando de forma poco convincente:

Page 95: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Parece que estamos aquí.Covenant se sentía demasiado entumecido para sentir el

frío. Pero Linden estaba temblando violentamente a su lado.- ¿Qué haremos ahora? -preguntó ella, en voz baja.- ¿Hacer? -replicó fríamente Honninscrave. Su rostro

mostraba un gesto sorprendido, vacío-. Esto es elMuerdealmas. Nos hallamos sometidos a su voluntad.

Oleadas de vapor escapaban por su boca como si elespíritu le fuera abandonando a cada palabra.

A su voluntad, pensó Covenant. Mi voluntad. La delExecrable. No había diferencia alguna. El silencio suponíaseguridad. Si pudiera desechar la esperanza, quedaríatotalmente insensible. De vuelta a la cocina, se acurrucó enel jergón y se durmió inmediatamente.

Mas a la siguiente mañana el frío y la quietud ledespertaron. Los fogones no calentaban la estancia. Aexcepción de Cail, la cocina se hallaba desierta.Abandonada. Él Gema de la Estrella Polar estaba tan calmadocomo si el haruchai y él fuesen las únicas personas quequedasen a bordo.

Una punzada le atravesó amenazando sus defensas.Entumecido por el sueño y el frío, se irguió.

- ¿A dónde… -preguntó débilmente-, a dónde han ido?La respuesta de Cail fue categórica e implacable.- Se han marchado a explorar el Muerdealmas.Covenant se estremeció. No quería abandonar los

Page 96: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

límites de la cocina. Temía el retorno de aquella sensación deangustia y responsabilidad. Pero la fría mirada de Cail erainsistente. Era un haruchai, emparentado con Brinn yBannor. Sus compañeros Ceer y Hergroom habíansacrificado sus vidas. Tenía derecho a exigir. Y su forma demirar era tan inequívoca como sus palabras:

- Ya es bastante. Ahora tienes que volver a ser túmismo.

Covenant no deseaba ir. Pero se ajustó las arrugadasropas, esforzándose en mantener el silencio en que seencerraba. Cuando Cail le abrió la puerta, cruzó el umbral yse vio obligado a parpadear ante la brillante y gélida mañana.

Tras tantos días oculto por las nubes, el sol hubierabastado para cegarlo. Pero no era solamente eso. Un blancoresplandor glacial circundaba la nave. La luz le llegaba detodas partes; destellos tan penetrantes como arponeshoradaban su cabeza. Las lágrimas se congelaron en susmejillas. Al llevarse las manos a la cara para limpiárselas,trochos de piel se desprendieron con ellas de su rostro.

Pero paulatinamente su visión se aclaró. Vio quealgunos gigantes tapaban las barandillas, de espaldas a él.Cuantos se encontraban a bordo se apoyaban en ellas, en laproa, mirando al exterior.

Sin movimiento alguno, tan inertes como el mar y elvelamen que colgaba de las jarcias. Pero ningún silenciopodía ocultar su aire expectante. Observaban el

Page 97: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Muerdealmas. Estaban aguardando.Entonces recobró la visión lo suficiente como para

localizar la fuente de aquellos destellos.Inmovilizado en medio de las aguas, el Gema de la

Estrella Polar yacía rodeado de icebergs.Centenares de ellos de todas las formas y tamaños.

Algunos apenas eran pequeños montículos sobre el planomar. Otros elevaban sus dentadas crestas sobre el nivel delos palos del dromond. Y todos estaban formados por elmismo impecable hielo: tan traslúcido y bruñido como elcristal, facetados como diamantes; un hielo en el que lamañana se fragmentaba, esparciendo su luz en todasdirecciones.

Avanzaban. En solitario o en grupos, iban lentamenteacercándose a la nave como si flotasen dirigiéndose al sur.Algunos estaban tan próximos que un gigante podríaalcanzarnos de un salto. Pero ninguno tocó al dromond.

Los icebergs se desplazaban sobre aquellasprofundidades abismales con una portentosa majestad, tanhechizante como el frío. La mayoría de los gigantes estabanallí clavados, como si fuesen tallas de un hielo menoslímpido. Apenas respiraban mientras se aferraban con lasmanos a las barandillas v el fulgor incendiaba sus ojos.Covenant se acercó a Linden, que se encontraba al lado dela Primera, Encorvado y Tejenieblas. Tras el intenso colorrojizo que el frío otorgaba a sus facciones podía percibirse el

Page 98: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

azul de la palidez, cual si su sangre se estuviera volviendolechosa como escarcha; pero había cesado de temblar yparecía ajena a la gota de hielo que se formaba en sus labioscortados. El constante murmurar de Encorvado nointerrumpía el trance. Como los demás, observaba elmaiestuoso curso del hielo esperando a que alguien loexplicase. Como si la brillante nitidez de aquel quiméricodesfile no fuese más que un preludio.

Covenant descubrió que tampoco él podía apartar lamirada. Dominado por tan gran esplendor y belleza, aferrólas manos a una de las traviesas de la barandilla perdiendode inmediato la facultad de moverse. Se hallaba en calmaahora, dispuesto a esperar para siempre, si fuese necesario,con tal de oír lo que el frío iba a revelar.

La voz de Cail le llegó de muy lejos. El haruchai estabadiciendo:

- Ur- amo, no es real. Escogida, escúchame. Eso no esreal. Debéis apartaros. -Pero su protesta fue perdiendofuerza gradualmente.

Se acercó a Covenant y permaneció junto a él, sinhablar.

Covenant había perdido el sentido del tiempo. Y laespera terminó. Un iceberg pasó a lo largo de la línea deespectadores, mostrándoles en uno de sus lados una chataextensión que parecía una plataforma. Y desde aquel lugar sealzaron gritos.

Page 99: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡Al fin un barco!- ¡Ayudadnos!- ¡Tened piedad!- ¡Nos han abandonado!Le pareció oír los mismos gritos a su espalda,

procedentes del lado opuesto del barco gigante. Pero aquelsingular detalle no le impresionó.

Los ojos eran la única parte de él que se movía.Mientras el iceberg flotaba hacia el sur en medio de latranquila procesión, la plataforma pasó directamente bajo losobservadores. Y vio emerger figuras del diáfano hielo,figuras humanas. Tres o acaso cuatro, no podía asegurarlo.Su número era extrañamente impreciso. Pero eso no teníaimportancia. Eran hombres, y su desamparo hizo que elcorazón oprimiera sus costillas.

Tenían los ojos hundidos, apariencias esqueléticas ylastimosas. Sus manos, mutiladas por la congelación,estaban envueltas en tiras desgarradas a sus harapientasropas. La demacración y la impotencia arrugaban susfacciones. Sus quebrantadas y astilladas voces estabanenronquecidas por la desesperación.

- ¡Abandonados! -ululaban como una remembranza delviento.

- ¡Piedad!Pero nadie a bordo del dromond se movió.- Hay que socorrerlos. -La voz de Linden parecía un

Page 100: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

gemido entre los helados labios-. Que alguien les arroje unacuerda.

Nadie se movió. Atenazados por el frío, despojados devoluntad, los testigos no podían hacer otra cosa quecontemplar como el iceberg se alejaba lentamente con susfrenéticas víctimas. Poco a poco la corriente se llevó aaquellos hombres condenados más allá de donde podían seroídos.

- Por el amor de Dios. -Las lágrimas formaban unaresplandeciente película de hielo bajo sus ojos.

El corazón de Covenant latió de nuevo, pero no pudoreaccionar. Su propio silencio cubría el océano.

Luego se acercó otro iceberg. Descansaba como unaplancha sobre la tersa superficie de las aguas. Por debajo deéstas, su masa chocó ligeramente con el barco, arrancándoleun crujido al silencioso casco. Por un instante, el sol sereflejó directamente en aquella plancha, y su reflejo fue comoun toque de difuntos. No obstante Covenant consiguiótraspasar el resplandor con la mirada.

Inmóviles en aquella luz solar se encontraban personasa las que conocía.

Hergroom. Ceer.Permanecían en la misma actitud de defensa que cuando

procuraron resistir junto al Muro de Arena. Al principio, novieron al barco gigante. Mas luego sí. Ceer gritó un saludoque cayó sin producir eco en las cubiertas del dromond.

Page 101: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Separándose de Hergroom, corrió hasta el borde del hielo,ondeando los brazos en petición de auxilio.

Entonces de la luz brotó un esperpento de la arena.Blanca contra el fondo sin mácula del hielo, la bestia cargócontra Hergroom de manera asesina con los poderososbrazos extendidos.

Cail comenzó a temblar. La tensión extraía bocanadas devapor de entre sus dientes. Mas el frío lo retenía.

Por un instante, la impasible estructura de la faz de Ceerregistró la certeza de que el barco gigante no los iba asocorrer. Aquella mirada provocó un estremecimiento en elpecho de Covenant, como el de una acusación que jamássería contestada. Luego se apresuró en defensa deHergroom.

El esperpento de la arena cargó con fuerza avasalladora.Los crujidos se extendieron a través del hielo. Un frenesí degolpes esparció la sangre de Hergroom por todo el témpano.La fuerza de Ceer nada significaba para la bestia.

Y ninguno osó moverse. Los propios gigantes tambiéneran de hielo ahora, tan glaciales y quebradizos como layerma extensión marina. El llanto ocluía la garganta deLinden. Gotas de sangre se desprendieron de las palmas delas manos de Covenant cuando trató de arrancarlas de labarandilla. Pero el agarre del frío era inexorable.

Ceer. Hergroom.Pero la placa de hielo derivó alejándose, y ninguno se

Page 102: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

movió.Después de aquello, la espera resultó interminable por

vez primera para Covenant desde que cayera bajo elsortilegio del Muerdealmas.

Al fin, otro bloque de hielo se acercó flotando al barcogigante. Era pequeño, apenas de un metro de ancho; casi nosobresalía del agua. Parecía demasiado insignificante paraser portador de un suplicio tal.

Por un momento, su visión quedó nublada por la luz. Nopodía distinguir nada más que el esplendente asalto de losreflejos solares. Pero luego sus ojos se aclararon.

Sobre el pequeño témpano se hallaba CableSoñadordelmar. Miraba al dromond observando a quienesallí había. Estaba erguido, con los brazos cruzadosfuertemente sobre el enorme tajo del centro de su pecho.Encima de la cicatriz, sus ojos revelaban un conocimientoterrible.

Les saludó sobriamente.- Compañeros -dijo con voz tan calmada y penetrante

como el frío-, tenéis que socorrerme. Éste es el Muerdealmas.Aquí penan todos los malditos que murieron por una causafalsa, abandonados por aquéllos a quienes procuraronservir. Sin vuestra ayuda, deberé permanecer aquí parasiempre con mi angustia, ya que el hielo no me liberará.Escuchadme, vosotros a quienes amé hasta este extremo. Yano os queda amor para mí.

Page 103: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡Soñadordelmar! -gimió Linden.Honninscrave aulló de tal modo que las heladas

comisuras de su boca se desgarraron vertiendo gotas desangre sobre la barba.

- No. Yo soy la Primera de la Búsqueda. No lo permitiré -dijo la Primera.

Pero ninguno de ellos se movió. El frío había llegado aser infranqueable. Su triunfo se había consumado.Soñadordelmar se encontraba ya casi frente al lugar dondeestaba Covenant. Muy pronto rebasaría la mitad del navio yentonces sería inalcanzable, y a los navegantes del Gema dela Estrella Polar no les quedaría más que la abominación, elremordimiento y el frío.

Aquello era más de lo que podía soportarse.Soñadordelmar había dado su vida por evitar que Covenantdestruyera la Tierra. Privado por la mudez de compartir laVisión de la Tierra, había interpuesto su propia carne en elcamino de la condenación del mundo, consiguiendo lasalvación de quienes amaba. Y Covenant había rehusadoconcederle la simple decencia de la caamora. Ya erasuficiente.

El dolor y la consternación movieron a Covenant. Conuna maldición que astilló el silenció, retiró las manos de labarandilla. La magia indomeñable corrió por sus venas comola incandescente punzada de la aflicción; un fuegoblanquecino brotó de su anillo como un incendio.

Page 104: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡Vamos a perderlo! -le gritó a los gigantes-. ¡Echadleuna cuerda!

Un momento después, la Primera logró liberarse. Suacerada voz se propagó por todo el barco gigante.

- ¡No! -dijo.Abalanzándose hacia la amarra de un cercano rollo,

cogió uno de los pernos.- ¡Márchate, demonio! -le gritó-. ¡No te escucharemos!Ardiendo de furia y revulsión, arrojó el perno

directamente hacia Soñadordelmar.Los gigantes quedaron estupefactos cuando el

proyectil destelló atravesándolo limpiamente.Levantó una lasca en el borde del hielo y rebotó hacia el

mar, cayendo en él con inconfundible sonido. Acto seguido,la silueta de aquél onduló. Intentó hablar de nuevo, pero yahabía perdido fuerza el espejismo. El témpano desierto dealejó hacia el sur.

Mientras Covenant lo contemplaba su fuego dejó dellamear, apagado por el frío.

Un momento después, el sortilegio se rompió haciendocrujir y estallar el hielo con estruendo. Linden se llevó alrostro unas manos despellejadas, parpadeando con ojosirritados por el frío. Entre toses y juramentos, Honninscravese retiró de la barandilla.

- ¡Moveos, haraganes! -al gritar esparcía gotas desangre-. ¡Cuidado con el viento!

Page 105: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El cansancio y la consternación estaban esculpidos enescarcha sobre distintas zonas del rostro de la Primera.

Trabajosamente, los otros gigantes fueron apartando lavista del mar. Algunos parecían incapaces de comprender loque había sucedido; otros procuraban abrirse pasogradualmente hacia sus posiciones. Salsamarina yBrasadefogón se apresuraron a regresar a la cocina como siestuvieran avergonzados por su prolongada ausencia. LaPrimera y Furiavientos se movían entre los restantesmiembros de la tripulación que aún no salían de su asombro,sacudiéndolos con violencia, procurando que se recobraran.Honninscrave se dirigió resueltamente a la timonera congrandes zancadas.

Poco más tarde, una de las velas crujió en elcabrestante, enviando una lluvia de partículas congeladas; yel primer gigante en ascender a las jarcias anunció con vozronca:

- ¡El sur!Un oscuro manto de nubes era visible ya desde el

dromond. La tormenta volvía.Covenant se preguntó inmediatamente cómo podría

navegar el Gema de la Estrella Polar a través de los icebergscon tal viento, o cómo iban a aguantar las velas endurecidaspor el hielo si las ráfagas llegaban demasiado pronto y condemasiada violencia. Pero olvidó todo aquello cuando vioque Linden se desmayaba y él se hallaba demasiado lejos

Page 106: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

para alcanzarla. Tejenieblas la recogió justo a tiempo deimpedir que se abriera la cabeza contra la pétrea cubierta.

Page 107: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

CUATRO: El mar de hielo

Las primeras ráfagas golpearon en ángulo al barcogigante, escorándolo pesadamente a babor. Pero laverdadera fuerza del viento le empujaba de popa, y el Gemade la Estrella Polar se enderezó con una sacudida alhincharse y crujir las velas cuando la presión trató derasgarlas. El dromond se estabilizó en el viscoso océanohasta tal punto que, por un momento, pareció incapaz demoverse. Los palos más altos gemían. Bruscamente,Gratoamanecer se rajó de arriba a abajo, y el viento aulló alatravesar la rotura.

Pero entonces el Gema de la Estrella Polar consiguióafianzarse, avanzó un poco y la presión aflojó. Cuando lasnubes estuvieron sobre él, el barco gigante ya se habíaestabilizado y comenzó a desplazarse velozmente.

En los primeros momentos, Honninscrave y la timoneltuvieron que usar toda su pericia para evitar la colisión conlos icebergs más próximos. En aquellas condicionesclimáticas, el menor roce hubiera hecho reventar losgraníticos flancos del dromond como si estuvieran hechosde madera seca. Pero pronto lograron sobrepasarlos. ElGema de la Estrella Polar se acercaba al confín delMuerdealmas. El viento continuaba intensificándose, pero laamenaza inmediata ya había desaparecido. El dromond había

Page 108: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sido construido para resistir en condiciones difíciles.Covenant se mantenía ajeno al barco y al viento; estaba

luchando por la vida de Linden. Tejenieblas la había llevadoa la cocina, donde los cocineros se esforzaban por recuperarel calor de los fogones; pero cuando el gigante la depositóen el jergón, Covenant prescindió de él. Encorvado siguió aCail al interior ofreciendo su ayuda. Covenant lo ignoró.Maldiciendo en voz baja con metódica vehemencia, le frotólas muñecas y las mejillas, aguardando a que los cocineroscalentaran un poco de agua.

Estaba demasiado pálida. El movimiento de su pechoera tan tenue que apenas podía percibirlo. Su piel parecía decera. Daba la impresión de que podía desprenderse si él lafrotaba con cierta fuerza. Masajeó los antebrazos y hombrosde Linden, los lados de su cuello, con la desesperaciónpalpitanto en sus sienes. Entre juramentos, reiteró sudemanda de agua.

- Ya va -murmuró Salsamarina, a quien su propiaimpaciencia la hacía parecer colérica-. Los fogones estánfríos. No puedo hacer un milagro para avivarlos.

- Ella no es una giganta -respondió Covenant sinapartar su atención de Linden-, no hace falta que el aguahierva.

Encorvado se agachó junto a la cabeza de Linden,mostrando a Covenant una redoma de cuero.

- Aquí hay diamantina.

Page 109: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Aunque Covenant no se detuvo, desplazó susesfuerzos hacia las caderas y piernas, haciéndole sitio aEncorvado.

Colocando la enorme palma de su mano debajo de lacabeza, el gigante la hizo incorporarse. Cuidadosamente,acercó el recipiente a sus labios.

El líquido se derramaba por las comisuras de la boca.Consternado, Covenant se dio cuenta de que no tragaba.Aunque su pecho se abombaba como si inhalase, ningúnreflejo de rechazo indicaba que estuviese respirando elpotente licor.

Ante esto, su mente adquirió la blancura de su fuego.La histeria del poder y el veneno pasó a través de susmúsculos, afilada plata recamada con imágenes demedianoche y crimen. Apartó a Encorvado como si elgigante no fuese más que un niño.

Pero no se atrevió a tocar a Linden con talincandescencia. Sin sentido de la salud que lo guiase, eraprobable que la matara antes de conseguir que el calorpenetrase en ella. Conteniéndose, la puso de costado,golpeándola entre los omoplatos una vez, dos veces,esperando así desalojar el líquido de sus pulmones. Luegovolvió a presionarla contra la espalda, inclinando su cabezatal como había aprendido, bloqueó la nariz y acercando suboca a la de ella comenzó a soplar por su garganta.

Casi de inmediato, el esfuerzo y la contención le

Page 110: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

provocaron mareos. Ignoraba cómo hallar el punto detranquilidad y de fuerza en el centro de aquel espantosoremolino. No tenía otro poder para salvarle la vida que ésedel que no podía hacer uso.

- Giganteamigo -la voz de Brasadefogón llegaba desdemuy lejos-, ya está aquí el caldero capaz de mantenerla viva.

Covenant alzó la cabeza. Por un instante, miró sincomprender al cocinero.

- ¡Llénalo! -dijo ásperamente, y volvió a afianzar suboca sobre la de Linden.

Un sordo torrente de agua se derramó en la enormemarmita de piedra. El viento gemía por entre los huecos delos calabrotes, haciendo ulular los obenques. La cocinacomenzó a dar vueltas en torno a Covenant. Al alzar lacabeza, inhalar. Al bajarla, exhalar. De un momento a otro, nosabía exactamente en que movimiento, iba a estallar o a caerinconsciente.

Entonces Salsamarina dijo:- Ya está.Encorvado tocó en el hombro a Covenant. Ahuecando

los brazos bajo Linden, Covenant intentó desagarrotar susmúsculos y permanecer erecto.

El Gema de la Estrella Polar ascendió sobre la cresta dela ola, zambulléndose luego en su seno. Incapaz demantenerse en equilibrio, estuvo a punto de chocar debruces contra la pared.

Page 111: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Unas manos lo sujetaron. Tejenieblas lo sostuvomientras Encorvado separaba a Linden de su abrazo.

Sintió de manera irrefrenable el vértigo del fuego.Desprendiéndose de Tejenieblas siguió a Encorvado hastael fogón en el que se asentaba el oblongo caldero. El sueloparecía guiñarle perversamente, pero continuó avanzando.

La barbilla le llegaba a la altura del fogón. No pudo ver aLinden, excepto la parte superior de su cabeza, cuando sesituó frente al caldero. Pero no necesitaba seguir viéndola.Presionando la frente contra la base del recipiente, extendiólos brazos cuanto pudo para rodearlo. Aunque el centro delfogón ya se encontraba en llamas, aquel calor tardaríabastante en extenderse por la piedra y el agua. Cerrando losojos al demoníaco torbellino de su vértigo, dejó que la magiaindomeñable descendiera por sus brazos.

Si lograba hacer aquello de manera controlada podríadominar su poder lo suficiente como para evitar ladestrucción de la cocina. Linden se había estabilizado. Seciñó al caldero fervorosamente, procuró cerrar su mente paraque nada penetrara en ella, y dejó fluir el fuego.

Durante un tiempo sólo fue consciente de su poder,comunicándole a la piedra calor, sin romperla, sin convertiren cascotes el frágil granito. Luego, bruscamente, se diocuenta de que oía la tos de Linden. Alzó la mirada. No podíaverla, se la ocultaban los costados del caldero y la espesa yhumeante nube que salía de él. Pero estaba tosiendo,

Page 112: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aclarándose los pulmones con más fuerza a cada espasmo.Un momento después, una de sus manos surgió de entre elvapor para aferrarse al borde del recipiente.

- Ya basta -estaba diciendo Encorvado-. Giganteamigo,ya basta. Más calor le resultaría perjudicial.

Covenant asintió en silencio. Con un gran esfuerzo,desistió de su poder.

Al principio retrocedió, asaltado por el vértigo y elmiedo que había estado procurando mantener a raya. PeroEncorvado lo sujetó por el brazo para que permaneciera enpie. Cuando cesó el remolino, pudo ver a Salsamarinasecando las salpicaduras de agua que mojaban a Linden.Ésta aún parecía tan pálida y frágil como un niño maltratado,pero tenía los ojos abiertos y sus miembros reaccionabanante la gente que la rodeaba. Cuando Tejenieblas la apartódel fogón, se abrazó instintivamente a su cuello mientraséste la envolvía en una manta. Luego Cail le ofreció laredoma de diamantina de Encorvado. Temblando todavíafuertemente, se la llevó a los labios. Poco a poco, dos tenuesmanchas de color se marcaron en sus mejillas.

Covenant se volvió, escondiendo su cara en elmalformado pecho de Encorvado hasta que logró absorversu alivio.

Durante los breves momentos que tardó la diamantinaen difundirse por su interior, Linden permaneció lúcida.Aunque estaba tan débil que apenas podía mantener el

Page 113: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

equilibrio, se alejó de los brazos de Tejenieblas.Envolviéndose en la manta, se despojó de sus empapadasropas. Luego buscó con la mirada los ojos de Covenant.

Él la mantuvo lo más firmemente que le fue posible.- ¿Por qué…? -preguntó ella, con voz ronca y

temblorosa-. ¿Por qué no pudimos ayudarles?- Era una trampa del Muerdealmas. -La pregunta hizo

que sus ojos se empañaran. Aún tenía el corazón destrozadopor lo que había visto-. Eran ilusiones. Si rehusábamosayudarles nos condenábamos a causa de los remordimientosque sentiríamos después. Y si les ayudábamos noscondenábamos igualmente, trayendo una de aquellas cosasa bordo. -Muerdealmas, pensó mientras trataba de aclarar suvisión, era un nombre en verdad apropiado-. La única salidaera romper el sortilegio.

Ella asintió sin fuerzas. Se estaba desvaneciendo en elabrazo de la diamantina,

- Era como estar viendo a mis padres. -Cerró los ojos-. Sihubieran sido tan valerosos como yo hubiera querido… -Suvoz se diluía en el silencio-. Si me hubiera permitido a mímisma amarlos…

Luego sus rodillas se doblaron. Tejenieblas la echó concuidado en la colchoneta, tapándola con más mantas. Peroella ya estaba dormida.

Poco a poco, la cocina fue recobrando su acostumbrada

Page 114: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

calidez. Salsamarina y Brasadefogón trabajaban como titanespara proveer de comida caliente a la castigada tripulación.Cuando Honninscrave fue teniendo mayor confianza en laresistencia del dromond contra la galerna, empezó pezó aenviar a los gigantes en pequeños grupos para que sealimentasen y descansaran. Unos tras otros iban entrando ala cocina. Lo hacían con nieve en el pelo y cansancio en losojos. Y la marca del mismo recuerdo en sus rostros. Pero elsabor de las viandas y las bromas y camaradería de loscocineros los solazaban; cuando retornaban a sus trabajoslo hacían con más alegría y valor. Habían sobrevivido alMuerdealmas.

Covenant permaneció mucho rato en la cocina,vigilando a Linden. Tenía un sueño tan profundo quedesconfió instintivamente de él. Sintió el temor de quevolviera a ella la sebosa palidez de la congelación. Parecíatan diminuta, frágil y deseable yaciendo allí cerca de los piesde los gigantes. Pero su silueta cubierta por las mantas letrajo también otros recuerdos, y se encontró oscilando entreel cálido alivio y la desolación. Era la única mujer que habíaconocido capaz de comprender su enfermedad y, a pesar deello, aceptarle. Hasta el momento, su inquebrantable lealtadhacia él y hacia el Reino había sido más fuerte que ladesesperación de Covenant. Ansiaba rodearla con susbrazos, estrecharla contra sí. Pero no tenía derecho. Y enaquel reparador descanso ella no necesitaba su asistencia.

Page 115: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Buscando escapar del dolor por lo que había perdido, seciñó fuertemente el manto y salió al helado viento.

Inmediatamente, se encontró en el torbellino de unanevada tan espesa como la niebla. Le daba de lleno en elrostro. El hielo crujía bajo sus botas. Cuando parpadeó paraliberar sus ojos, distinguió puntos luminosos en torno a lascubiertas y arriba en las jarcias. La nieve velaba tancompletamente el día que los gigantes se veían obligados autilizar linternas. La imagen le deprimió. ¿Cómo podíaHonninscrave gobernar el barco, enfilarlo ciegamente enaquel mar, cuando su tripulación era incapaz de tender lasvelas sin tales luces?

Pero no había otra opción para el capitán. Mientrasdurase la tormenta, el dromond tan sólo podía apretar lasmandíbulas y resistir.

El asunto no estaba en manos de Covenant.Arrostrando el temporal de nieve y las heladas cubiertas conla ayuda de Cail, fue a buscar a la Primera.

Al encontrarla en el camarote que compartía conEncorvado, descubrió que no sabía qué decir. Estabaabrillantando su espada, y en los movimientos que hacía alfrotarla había una nota de consciente fatalidad que sugeríaque tampoco tenía en sus manos la supervivencia del Gemade la Estrella Polar. Aunque rompiera el hechizo delMuerdealmas, nada podía hacer ahora. Durante un minutointerminable, intercambiaron una mirada de determinación y

Page 116: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desamparo. Luego él salió.La nevada proseguía. Cubría los cielos y el viento la

enviaba como un azote, oscureciendo el día como si sehallara envuelto en cenizas.

La temperatura se suavizó levemente; y la fiereza de lasráfagas disminuyó de algún modo. Pero en contraste, la marse volvió más tempestuosa. Y ya no seguían el impulso de lagalerna. Otras fuerzas intentaban soltarles de la presa deltemporal, forzando al Gema de la Estrella Polar a luchar parano perder aquella veta de la corriente. Honninscraveprocuraba variar la ruta tanto como podía para acomodarse alas corrientes, pero el viento no le permitía muchasmaniobras. En consecuencia, el pesado navio avanzaba conuna marcha salvaje, con un peligroso bajar y subir, conespantosas pausas en las crestas de las olas donde eldromond quedaba momentáneamente fuera de control, y laconsiguiente zambullida sumergiendo la popa hasta labarandilla en las negras aguas. Sólo la seguridad con que secomportaban los gigantes convenció a Covenant de que elGema de la Estrella Polar no estaba a punto de irse a pique.

Poco antes del crepúsculo la nieve remitió, dejandopasar brevemente una luz sucia y amarillenta que lamió elagitado océano. Inmediatamente, Honninscrave envió vigíasa lo alto para que avistasen el horizonte antes de que sedesvaneciese la luz. Informaron de que no había tierra a lavista. Luego, una noche cubierta de nubes se abatió sobre el

Page 117: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

barco gigante, y el Gema de la Estrella Polar siguiónavegando en un pozo de insondable oscuridad.

En la cocina, Covenant aguantó la tormenta con laespalda incrustada entre una pared y el lateral de un fogón,la mirada fija en Linden. Ajena a los vaivenes del navio,dormía en tal paz que le recordó el Reino antes de que el SolBan fuese desencadenado. Una tierra que jamás debió serviolada por el derramamiento de sangre y el odio, un lugarque sólo merecía lo mejor. Pero existían hombres y mujeres,aunque pocos, que habían combatido y combatirían por sucuración. Y Linden se hallaba entre ellos. Pero en laconfrontación con su propio Sol Ban interno no tenía anadie que no fuese ella.

La noche se extendía sobre el Gema de la Estrella Polar.Tras comer algo y beber un poco de diamantina diluida,Covenant procuró descansar. Echado en el catre, dejó quelas olas lo balancearan de lado a lado y se esforzó enimaginar que estaba siendo mecido. Poco a poco, se fuequedando dormido hasta caer en un profundo sueño.

Mas casi de inmediato comenzó a agitarse. Se hallabaotra vez en la Fortaleza de Arena, en la Cúspide del Kemper,inmovilizado con correas para la tortura. Había sobrevividosin daño al fuego y al cuchillo, mas ahora le arrojaban a símismo, empujándole ávidamente contra el despiadado murode su suerte. No obstante, fue salvado por Hergroom; yahora Hergroom estaba muerto. No había nadie para salvarlo

Page 118: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

del impacto que todo lo rompía, saturando el aire con elestruendo de una montaña al desmoronarse.

Despertó bañado en sudor, y el ruido continuaba. ElGema de la Estrella Polar se estaba haciendo pedazos. Laconmoción restallaba por todo el casco. Se fue de brucescontra la pared. Un caos de lozas y utensilios llenaba lacocina. Trató de recobrarse, pero la oscilación de la nave selo impidió. Los crujidos de la piedra contestaban al viento; yel sonido de los mástiles y las vergas al rajarse por latensión. El dromond debía haber colisionado con algo.

Al momento siguiente, el Gema de la Estrella Polar sedetuvo bruscamente. Covenant rodó sobre los fragmentosque se diseminaban por todo el suelo. Hiriéndose rodillas ymanos con los pedazos, se puso en pie tambaleándose.Entonces una tremenda sacudida se descargó contra la proadel barco, y el suelo tembló como si la nave gigante fuese adescender a las profundidades. La puerta trasera de lacocina se desprendió del marco. Hasta que el Gema de laEstrella Polar no recuperó un precario equilibrio, Covenanthubo de sujetarse a Cail dejando que el haruchai lesostuviera.

El dromond pareció estabilizarse. El viento traía ecos decrujidos. En el exterior de la cocina, un frenesí de gritosenvolvía la atmósfera; pero sobre todo aquello se elevó elestentóreo bramido de Honninscrave:

- ¡Encorvado!

Page 119: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Entonces Brasadefogón se revolvió en una esquina, ySalsamarina apartó los restos de un anaquel que se habíaroto contra su espalda. Y Covenant entró en acción. Suprimer pensamiento fue para Linden, pero una fugaz miradale mostró que estaba a salvo: envuelta aún en el sopor de ladiamantina, yacía en su catre abrazada protectoramente porTejenieblas. Al captar la mirada de Covenant, éste hizo ungesto para tranquilizarlo. Sin vacilar, Covenant salió por ladestrozada puerta, afrontando el afilado colmillo del viento.

No podía ver nada: la noche era tan negra como Vain.Parecían haberse apagado todos los faroles. El punto de luzque pudo localizar cercano al timón no le mostró más que unlugrar desierto. Pero gritos imperativos y de desesperaciónllegaban desde la proa. Apoyándose en el hombro de Cailpara no resbalar en el hielo, Covenant avanzótrabajosamente en aquella dirección.

Al principio se guió por los bramidos de Honninscravey las férreas órdenes de la Primera. Luego empezaron aencenderse faroles cuando los gigantes pidieron luz paraabrirse paso entre los escombros que se amontonaban en lacubierta de proa.

En un prodigioso enredo de velas desgarradas yengranajes, poleas y maromas, se distinguían variosgraníticos y gruesos mástiles, dos de las vergas más altas yuna sección del palo de trinquete. El enorme tronco delmástil había sido roto por la mitad. Una de las vergas

Page 120: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

derribadas se encontraba intacta, pero la otra yacía en trestrozos desiguales. A cada paso, los gigantes tenían queapartar con los pies las lascas de granito.

Cuatro tripulantes se hallaban desplomados en mediode aquellos restos.

Era tan débil la luz de los faroles y producía tantassombras, que Covenant era incapaz de percibir si alguno deellos vivía aún.

La Primera empuñaba su espada. Manejándola tanhábilmente como si fuese una daga, iba cortando obenquesy velas para llegar al más próximo de los gigantes caídos.Furiavientos y algunos más se empeñaban en similar tareacon sus cuchillos.

Quitamanos se aventuró a entrar en los escombros.Honninscrave le ordenó volver para que organizase eltrabajo en las bombas. Covenant sentía que el dromondestaba hundiéndose peligrosamente, pero no tenía tiempopara asustarse. A través del estruendo le gritó a Cail:

- ¡Ve a buscar a Linden!- Ha bebido mucha diamantina -replicó el haruchai-.

No será fácil despertarla.Su tono era impersonal.- ¡No me importa! -estalló Covenant-. ¡Vamos a

necesitarla!Dando la vuelta, se lanzó en busca de la Primera.Se encontraba arrodillada junto a una forma inerte. Al

Page 121: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

llegar Covenant se incorporó. En sus ojos se reflejaban losfaroles. La oscuridad cubría su espada como sangre.

- ¡Vamonos! -anunció con voz áspera-. Nada podemoshacer aquí.

La espada tajaba entre el amasijo de lonas con unaespecie de gemido.

Covenant contempló a la giganta que acababa deabandonar. La tripulante era una joven a la que recordaba,una intrépida navegante alegre y determinada a estarsiempre en primera línea de cualquier riesgo o tarea. Apenaspudo reconocer la mitad de su rostro; la otra mitad habíasido aplastada por el mástil.

Por un instante, las tinieblas descendieron sobre él.Falto de luz, se debatía en medio del desastre sin lograrliberarse. Mas luego sintió que el veneno le subía como bilisa la garganta, que gusanos ígneos reptaban por suantebrazo, y la conmoción le ayudó a recobrarse. Habíaestado a punto de activar su indomeñable poder.Maldiciendo y tropezando, siguió a la Primera.

Un pertinaz quejido reveló que Furiavientos habíaencontrado a otro de los gigantes abatidos. Covenant seesforzó en ir más deprisa, como si de su velocidaddependiera el hallar vivo al otro tripulante. Pero la Primera yahabía dejado tras de sí un tercer cadáver, un hombre con lagarganta atravesada por una lasca de granito de la longitudde un brazo. Con rabia contenida, Covenant se afanó en

Page 122: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

avanzar.Furiavientos y la Primera se reunieron ante el último

gigante seguidas muy de cerca por Honninscrave yCovenant.

El rostro de aquella giganta le resultaba menos familiar.Nunca se había fijado especialmente en ella. Pero eso notenía la menor importancia. Tan sólo le preocupaba queestuviera viva.

Respiraba en convulsas arcadas. Un negro fluido lecorría por las comisuras de la boca, formando un charco bajosu cabeza. La enorme masa de un mástil sin quebrardescansaba sobre su pecho, oprimiéndola contra la duracubierta. Tenía los dos antebrazos rotos.

La Primera envainó la espada. Fue junto a Furiavientospara tratar de desplazar el mástil. Pero era demasiado pesadopara sus fuerzas. Y sus extremos estaban sujetos: uno bajootra verga derribada y la otra punta cubierta por unamontaña de lonas y cabrestantes.

Furiavientos seguía afanándose como si no supieraadmitir la derrota. Pero la Primera se irguió, y su voz resonópor toda la cubierta solicitando ayuda.

Los gigantes iban ya hacía allí. Varios giraronencaminándose hacia el mástil, luchando por librarlo delpeso de la verga; otros trataron de abrirse camino entre elcaos de la otra punta con sus cuchillos.

Casi no había tiempo. El peso estaba extrayendo la vida

Page 123: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

a la giganta; escapaba por sus labios en boqueadas cada vezmás breves. El dolor distorsionaba sus facciones.

¡No!, balbuceó Covenant en respuesta. No.Impeliéndose hacia el lugar, gritó entre el clamor:

- ¡Apartaos! ¡Voy a liberarla de lo que la aplasta!No aguardó a ver si lo obedecían. Rodeando con sus

brazos el tronco del mástil tanto como pudo, suscitó el fuegoblanco para romper la piedra.

Con un salvaje alarido, Honninscrave arrancóviolentamente a Covenant del palo, empujándolo hacia unlado.

- ¡Honninscrave…! -iba a empezar la Primera.- ¡Necesito entero ese mástil! -rugió el capitán. La barba

le temblaba de furia y agravio en toda la extensión de lamandíbula-. ¡El Gema de la Estrella Polar no sobrevivirá enningún mar con sólo un mástil! -La situación de la nave leconsumía-. ¡Si Encorvado puede de algún modo reparar estaverga, podremos izar las velas! ¡Pero no puede rehacer elbarco entero!

Por un instante, la Primera y él se midieronencolerizados. Covenant tuvo que luchar por dominarse.

Entonces se produjo un chirrido y luego el golpe sordodel granito contra la cubierta, cuando cuatro o cincogigantes consiguieron deshacerse de la verga que apresabael extremo del mástil.

Inmediatamente, la Primera y Honninscrave se pusieron

Page 124: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

manos a la obra. Junto con Furiavientos y varios gigantes,aplicaron todas sus fuerzas al mástil.

La enorme viga de piedra se alzó en sus brazos comouna vulgar madera.

En cuanto el peso ya no la oprimió, la aplastadatripulante dejó escapar un gemido y perdió el conocimiento.

Furiavientos se agachó a su lado. Sujetándola con unamano bajo la barbilla y la otra bajo la nuca para minimizar elriesgo de daños ulteriores si la columna estaba rota, lasobrecargo sacó a su compañera de debajo del paloarrastrándola hacia un espacio libre en mitad del destrozo.

Covenant las contempló presa del estupor, como sihubiera sido parado en el umbral mismo de un acto deprofanación.

Sin pérdida de tiempo, Furiavientos examinó a la herida.Pero la escasa luz de los faroles la hacía parecer insegura,impedida por la vacilación y la incertidumbre. Era la médicod e l dromond y sabía tratar cualquier herida que pudieseobservar, pero no tenía manera de curar ni siquiera deevaluar aquel gran daño interno. Y mientras vacilaba, lamujer se les iba de las manos.

Covenant intentó pronunciar el nombre de Linden. Massimultáneamente, un grupo de gigantes penetró entre losescombros portando faroles. Tejenieblas y Cail iban conellos. Tejenieblas llevaba a Linden.

Yacía en sus brazos como si aún continuase dormida,

Page 125: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como si el efecto que sobre ella ejercía la diamantina nopudiera ser perturbado por urgencia alguna.

Pero cuando la dejó sobre cubierta, parpadeó con losojos bien abiertos. Con gesto somnoliento se pasó losdedos por el cabello, apartándolo del rostro. Las sombrasvelaban sus ojos; daba la impresión de que se movía ensueños. Abrió la boca en un bostezo. No parecía darsecuenta del dolor que estaba a sus pies.

Entonces cayó abruptamente al lado de la agonizantecomo si las rodillas le hubieran fallado. Agachó la cabeza yel pelo volvió a cubrir su rostro.

Tensa por su inútil impaciencia, la Primera apretaba lospuños contra sus caderas. Furiavientos clavaba la mirada enlos faroles. Honninscrave se dio la vuelta, como si nopudiese soportar la escena, y empezó a susurrar órdenes. Sutono hizo que la tripulación le obedeciera con presteza.

Linden permanecía inclinada sobre la giganta como siestuviera rezando. El ruido de la tripulación entre las ruinas,los crujidos del granito del dromond, el sonido amortiguadodel hielo, impedían oír lo que estaba diciendo. Luego, su vozse alzó con más claridad.

- …Pero la médula espinal no está afectada. Si seentablilla su espalda, sujetándola con correas, los huesos sesoldarán.

Furiavientos asintió con hosquedad, ceñuda, como sisupiera que aún quedaba algo por decir.

Page 126: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Inmediatamente después, un estremecimiento sacudió aLinden. Alzó la cabeza en un espasmo.

- Su corazón está sangrando. Tiene una costilla rotaque… -Miró ciegamente a la oscuridad.

Entre dientes, la Primera suspiró:- Socórrela, Escogida. Ella no debe morir. Otros tres han

perdido esta noche la vida. No debe haber un cuarto.Linden no alteró su mirada. Su voz sonaba plúmbea,

como si estuviese nuevamente cayendo en el sueño.- ¿Cómo? Puedo abrirla, pero perdería demasiada

sangre. Y no tengo ninguna sutura.- Escogida. -La Primera se arrodilló frente a Linden

tomándola por los hombros-. Yo no sé nada de esas«suturas». Tus conocimientos me sobrepasanconsiderablemente. Sólo sé que morirá si no le ayudas ahoramismo.

Por toda respuesta, Linden miró distraídamente hacia lacubierta, como una mujer que hubiese perdido el interés.

- ¡Linden! -gritó al fin Covenant-. Inténtalo.Ella lo miró fijamente, y pudo apreciar destellos de luz

que parecían motas visuales que cruzaran por el oscurofondo de sus ojos.

- Ven -le dijo débilmente-. Ven aquí.Tenía los músculos agarrotados por el cansancio

reprimido, pero se obligó a obedecerla. Junto a la moribunda,miró directamente a Linden.

Page 127: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Qué es…?Su expresión la contuvo. El aspecto somnoliento de sus

rasgos. Sin mediar palabra, sujetó su media mano por elpuño y extendió el brazo como una vara sobre la hemorragiade la giganta.

Antes de que pudiera reaccionar, ella frunció el ceñoastutamente, y el estertor de la violación atravesó su mente.

De repente, el fuego se desencadenó de su anillo. Lamagia indomeñable hacía retroceder a la noche, iluminandotoda la cubierta de proa con su incandescencia.

Él dio un paso atrás más por la sorpresa que por eldolor; el sometimiento de que había sido objeto no lelastimaba. Pero sí el que no le hubieran dado opción. Sinprevio aviso, todos sus prejuicios fueron orillados. Todohabía sido alterado. Anteriormente, en la caverna del ÁrbolÚnico, ella había empleado su poder para sí pero Covenantapenas se atrevió a cualcular las implicaciones. Ahora supercepción había alcanzado una agudeza tal que podíamanejar el anillo sin preocuparse de la voluntad del portador.Y aquello era una violación. Mhoram le había dicho: Tú eresel oro blanco. La magia indomeñable se había convertido enuna parte básica de su identidad, y nadie más tenía elderecho a usarla ni a controlarla.

Pero aún así no sabía cómo resistirse. Su concentraciónen cuanto estaba haciendo era impenetrable. Ya le habíaaplicado incandescencia al pecho de la giganta como si

Page 128: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pretendiera fundirle el corazón.Todos los sonidos habían desaparecido de la nave,

consumidos por las llamas. La Primera y Furiavientos teníanque protegerse los ojos contra el resplandor, mientrascontemplaban a la Escogida con mudo asombro. Los labiosde Linden parecían emitir un murmullo, pero ningunapalabra. Tenía la mirada profundamente inmersa en lasllamaradas. Covenant se sentía agonizar.

Por un instante, la giganta se retorció de dolor contrasus muslos. Luego inspiró profunda y entrecortadamente, ysangre que descendía por un extremo de su boca cesó demanar. Pudo hinchar el pecho con menor dificultad. Al poco,entreabrió los ojos y se adivinó en su mirada la conscienciade estar siendo curada.

Linden dejó caer la muñeca de Covenant.Inmediatamente se desvaneció el fuego. Las tinieblasvolvieron a cerrarse sobre el dromond. Durante algunosmomentos hasta los faroles parecían haberse apagado. Alecharse hacia atrás, Covenant cayó contra una pila dearruinados cabrestantes. Su rostro era oscuro entre lastinieblas. Apenas oyó lo que decía la Primera.

- ¡Piedra y Mar! -repetía ésta, una y otra vez, incapaz deexpresar su asombro de otro modo.

Covenant se hallaba completamente cegado. Aunquesus ojos se fueron acostumbrando con rapidez a distinguirfiguras y formas a la tenue luz de los faroles; pero aquello

Page 129: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

era sólo vista, no visión, y no tenía poder ni capacidadcurativa alguna.

Delante de él, Linden yacía apoyada en el torso de lagiganta a quien había salvado la vida. Y había vuelto adormirse.

Desde su posición en la proa del dromond,Buscadolores la escrutaba como aguardando que se iniciaseuna transformación en cualquier momento.

Parpadeando convulsamente, Covenant pugnó porsobreponerse a su confusión. Luego divisó a Encorvadojunto a la Primera. Los faroles daban un ojeroso aspecto aldeformado rostro del gigante. Sus ojos parecían enrojecidos.Respiraba con dificultad, casi a punto de quedar exhausto.Pero su voz fue tranquila al decir:

- Ya ha ocurrido. El Gema de la Estrella Polar no podránavegar con su acostumbrada ligereza hasta que no seareparado por los especialistas de Hogar. Pero he tapado lasbrechas. No nos hundiremos.

- ¿Navegar? -gruñó Honninscrave tras su barba-. ¿Hasvisto cómo está el trinquete? El Gema de la Estrella Polar nonavegará jamás. Ignoro cómo gobernarlo en talescondiciones.

La Primera dijo algo que Covenant no pudo oír. Cail seacercó a él ofreciéndole una mano para ayudarle aincorporarse. Pero no reaccionó. Se estaba desarraigando desí mismo.

Page 130: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden tenía más derecho a su anillo que él.

Cuando el frío le caló hasta el punto de impedirletemblar, recorrió de vuelta su camino hasta la caldeadaatmósfera de la cocina. Allí se quedó sentado con la espaldacontra la pared, mirando a la nada, invadido por el estupor,incapaz de captar lo que contemplaba. No veía otra cosa queel adusto e inexorable semblante de su destino.

En el exterior, los gigantes se ocupaban de lasnecesidades de la nave. Durante un buen rato, el sordo ruidode las bombas se elevaba de las cubiertas inferiores. Lasvelas del palo de mesana habían sido sujetadas a las vergasa fin de protegerlas de cualquier resurgir del ahora debilitadoUlulante. El granítico palo trinquete y sus vergas habíansido sacados de los escombros y puestos a un lado. Todo loaprovechable de las derruidas jarcias y arboladura fuerescatado. Salsamarina y Brasadefogón salíancontinuamente de la cocina transportando grandes cubas decaldo para sostener a los gigantes mientras trabajaban.

Pero nada que la tripulación pudiese hacer alteraba elhecho esencial: el d ro mo n d se hallaba inutilizado ybloqueado. Al llegar el amanecer, Covenant salió, demacradoy espectral, a observar la situación del barco gigante,sintiéndose desalentado al comprobar la magnitud deldesastre. La edificación situada en medio del barco no habíasufrido desperfectos: el palo de mesana alzabasus brazos

Page 131: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

igual que un majestuoso árbol hacia los azules del cielo y losjirones de nubes. Pero en la proa, el Gema de la Estrella Polarestaba muy dañado. A poco más de un metro por encima delbotalón, derruido casi por completo tras el choque, eltrinquete acababa bruscamente en un muñón.

Aunque Covenant no tenía un gran conocimiento de lasartes de navegación, reconocía que Honninscrave se hallabaen lo cierto: sin velas a proa que equilibrasen las de popa, elGema de la Estrella Polar nunca sería capaz de moverse.

Consternado, se volvió para descubrir con qué habíacolisionado el navio.

Al principio le pareció incomprensible. El Gema de laEstrella Polar estaba rodeado, hasta donde alcanzaba lavista, por un páramo helado. Algunos bloques de hielo seincrustaban contra los costados del dromond, pero el restose hallaba intacto. En la glacial superficie no se distinguíacanal alguno que pudiera haber recorrido el barco para llegarhasta allí.

Pero al protegerse con la mano los ojos y mirar hacia elsur, distinguió una estrecha franja de grisáceas aguas queatravesaba el hielo. Y forzando la mirada hasta que llegaron adolerle las sienes, pudo trazar una línea entre la popa deldromond y el mar abierto. El hielo era más delgado allí, perose estaba espesando en los bordes del surco que el Gema dela Estrella Polar había excavado.

El barco gigante estaba atrapado, había encallado allí y

Page 132: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tenía pocos recursos. Ni con los tres mástiles intactos yviento favorable hubiera podido moverse. Se quedaría enaquel lugar hasta que la primavera fuese a rescatarlo. Si esque la primavera visitaba aquella parte del mundo algunavez.

¡Maldición!La tesitura de la nave le punzó como las ráfagas de hielo

que llegaban. En el Reino, el Clave estaba alimentando elFuego Bánico con sangre inocente para nutrir al Sol Ban. Noquedaba nadie para oponerse a los estragos y rapiñas delna-Mhoram, con excepción de Sunder, Holian y quizá unpuñado de haruchai, si aún quedaba vivo alguno de ellos.La búsqueda del Árbol Único había fracasado, haciendodesaparecer la única esperanza de Covenant. ¡Y ahora…!

Tened piedad de mí.Mas era un leproso, y jamás había misericordia para los

leprosos. Estaba totalmente anonadado. Había llegado a unextremo en el que todos sus actos se convertían enequivocaciones. Incluso su inquebrantable determinación deno separarse del anillo, de soportar en solitario la carga deldestino, era errónea. Pero no podía admitir la alternativa. Lasola idea arrancaba un silente aullido del pozo de su alma.

Tenía que actuar, encontrar algún medio de reafirmarse.El silencio y la pasividad no eran viables por más tiempo.Hasta la desesperación le obligaba. Tenía que actuar. Lindenhabía demostrado que el elohim estaba en lo cierto. Con su

Page 133: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

anillo era capaz de sanar. Pero no podía olvidar la terriblesensación que le produjo utilizar el fuego para calentar elagua del caldero.¡Tenia que actuar! No podía renunciar ahacerlo.

El anillo era todo lo que le quedaba.Se había convertido en la mayor de las amenazas para

cualquier cosa que él amara. Pero aquello no era suficientepara mantenerlo pasivo. Orilló deliberadamente las razonesde Linden, su deseo de verlo hacer lo que ella pensaba queharía si estuviese en su lugar, su anhelo por combatir al AmoExecrable valiéndose de él, y optó por sus propias razones.

Quería demostrarse a sí mismo, a sus compañeros y alDespreciativo, si era necesario, que él tenía el derecho.

Sin desviar la mirada del hielo, se dirigió a Cail:- Di a Honninscrave que deseo hablar con él. Quiero

hablar con todos, con la Primera, Linden, Encorvado. En sucamarote.

Cuando el haruchai desapareció, Covenant se arrebujóen la escasa protección del manto y se dispuso a esperar.

Pensar en lo que pretendía realizar aceleraba su pulsocomo el veneno.

El cielo presentaba un color índigo, el primer azul queveía desde hacía días. El rutilante páramo reflejaba el sol.Pero el hielo no era tan liso como el brillo solar lo hacíaparecer. En la superficie se destacaban montañas ycordilleras, terraplenes cubiertos de helados montículos y

Page 134: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

depresiones sin principio ni fin. Aquella extensión gélida eraun yermo, un desierto de hielo que a Covenant le parecía lamaterialización metafórica de su propia existencia. Muchotiempo atrás, en otro invierno, había atravesadointerminables campos de nieve y desesperación para lucharcontra el Despreciativo… y había vencido. Pero ahoraestaba seguro de que nunca volvería a vencer de aquellamanera.

Se encogió de hombros. ¿Y qué? Ya encontraría algúnotro modo; aunque el intentarlo le hiciera enloquecer. Lalocura sólo era una forma menos predecible y escrupulosade poder. Y no creía que ni Buscadolores ni el AmoExecrable le hubiesen revelado toda la verdad.

Aún así no se rendiría a los escrúpulos ni al extravío. Lalepra lo había entrenado para sobrevivir y afirmarse contraun imposible futuro. Y Vasallodelmar le había dicho en unaocasión: El servicio hace más fácil servir. Las esperanzasproceden de la fuerza y el valor de aquello a lo que se sirve,no de quien sirve.

Cuando regreso Cail, Covenant se sintió ya dispuesto.Lenta y cuidadosamente dio la espalda al océano,abriéndose camino por entre los escombros que cubrían elgranito hasta uno de los accesos al interior del barco.

Abajo, la puerta del camarote de Honninscrave seencontraba abierta; en el umbral estaba Tejenieblas, cuyorostro mostraba una apesadumbrada expresión. Covenant

Page 135: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

dedujo que el gigante se había responsabilizado más de loque creyó en un principio al ofrecerse para sustituir a Cail enel cuidado de Linden. ¿Cómo habría podido imaginar que esadedicación requiriese que se desentendiera de lasnecesidades del dromond y las faenas de la tripulación?Aquello le hacía parecer inseguro.

Pero Covenant no tenía consuelo alguno que ofrecer algigante y la puerta estaba abierta. Frunciendo el ceño ante elreconocimiento del dolor habían de soportar quienes lorodeaban, entró en la cabina del capitán dejando fuera a Cail.

El camarote de Honninscrave era austero. El mobiliarioestaba constituido por varias sillas apropiadas paragigantes, un enorme arcón, una amplia cama, una gran mesaatestada de cartas e instrumentos de navegación y dosfaroles que pendían de soportes de piedra. Honninscrave seencontraba al otro extremo de la mesa, como si la llegada deCovenant le hubiera interrumpido en mitad de unaexplicación. Quitamanos estaba sentado en el borde de lacama, con una expresión más melancólica que nunca. Muycerca de éste la sobrecargo apoyaba los hombros contra lapared, conservando la inexpresividad de sus toscos rasgos.La Primera y Encorvado ocupaban dos de las sillas. Ellamantenía muy recta la espalda, la hoja envainada sobre losmuslos, como si rehusara admitir lo cansada que estaba;pero a su esposo lo doblaba la fatiga, lo que enfatizaba ladeformación de su columna vertebral.

Page 136: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

En un rincón del camarote, Linden estaba sentada conlas piernas cruzadas sobre el suelo. El sueño enturbiaba susojos; cuando los levantó al entrar Covenant, pareció quetenía dificultades para verlo. En compañía de los gigantesresultaba diminuta y fuera de lugar. Pero el color de su piel yla regularidad y firmeza de su respiración mostraban quehabía recuperado la salud.

La tensión reinaba en la atmósfera del camarote, como siCovenant hubiese entrado en mitad de una discusión.Ninguno de los gigantes, a excepción de Encorvado yQuitamanos, le había mirado. Mas cuando dirigió suimpronunciada pregunta hacia Encorvado, el marido de laPrimera agachó la cabeza y no contestó. Y las líneasmarcadas por la vieja tristeza en el rostro de Quitamanoseran demasiado profundas para ser desafiadas.

La tensión que invadía a Covenant hacía imposible en élla amabilidad. Con voz áspera y brusca inquirió:

- ¿Qué creéis que debemos hacer?Linden frunció el ceño como si aquel tono la hiriese. O

quizá había adivinado ya la intención que lo dirigía. Sin alzarla cabeza, respondió:

- De eso estábamos hablando.La explicación lo tranquilizó en parte. Había llegado tan

lejos por la senda de su destino que instintivamenteesperaba ver dirigida contra él cualquier emoción hostil,dolorosa o simplemente difícil. Pero insistió en la cuestión.

Page 137: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Qué elección tenemos?Ante aquello, se endurecieron los músculos de la

mandíbula de Honninscrave. Quitamanos se frotó las mejillascon las palmas de las manos, como tratando de ahuyentar laconsternación. La Primera dejó escapar un profundo suspiroentre los dientes. Pero ninguno contestó.

Covenant llenó sus pulmones de aire, cerrandorabiosamente los puños ante el frío irracional que loembargaba.

- Si nadie tiene una idea mejor, voy a hacer quesalgamos del hielo que nos aprisiona.

En ese momento todas las miradas se clavaron en él, yun espasmo de temor recorrió el camarote. El rostro deHonninscrave mostró un temeroso asombro. El sueñoabandonó los ojos de Linden. La Primera se puso en pie.Con acerado rigor le interpeló:

- ¿Arriesgarás la Tierra sin un propósito?- ¿Acaso piensas que ya te has contenido lo bastante? -

añadió Linden inmediatamente. También ella se habíaincorporado como si se propusiera detener el extravío deCovenant-. ¿O es que estás buscando una excusa paradesencadenar el poder?

- ¡Maldita sea! -exclamó Covenant. ¿Ya había logradoBuscadolores que cuantos iban a bordo del dromonddesconfiasen de él?-. ¡Dadme otra alternativa -la avidezrequemaba su antebrazo cubierto de cicatrices- si esa no os

Page 138: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

gusta! ¿Creéis que me gusta a mí esta solución tanpeligrosa?

Su estallido hizo que apareciera un gesto de disgustoen el rostro de la Primera. Linden bajó los ojos. Durante unosmomentos, sólo la trabajosa respiración de Encorvadopuntuó el silencio. Luego su esposa dijo suavemente:

- Perdona, Giganteamigo. No quise ofenderte. Perotenemos otra salida. -Se volvió, y su mirada se hundió enHonninscrave como la punta de una espada-. Te toca hablarahora, capitán.

Honninscrave la miró. Sin embargo, era la Primera de laBúsqueda, y ningún gigante hubiese rehusado obedecerlacuando empleaba aquel tono. Asintió lentamente,pronunciando cada palabra como si tallase piedra. Mas alcontestar, sus manos se movían nerviosamente entre lascartas e instrumentos de la mesa, contradiciendo su actitud.

- No conozco a ciencia cierta nuestra situación. Apenassi he podido realizar alguna observación desde que sedisiparon las nubes de la tormenta. Y este mar ha sido muypoco frecuentado por nuestro pueblo. Las cartas denavegación y los conocimientos que sobre él poseemos sonpoco fiables. -La Primera pareció impacientarse ante aquelladisgresión, pero él no se detuvo-. Cuando el conocimientoes insuficiente, cualquier elección resulta azarosa.

»No obstante, parece que nos hallamos en estemomento a unas cuatro o cinco leguas al nordeste de la

Page 139: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

costa que tú llamas Línea del Mar, enclave de los sinhogar,lugar donde se encuentra nuestra destruida ciudad ycementerio, Coercri, la Aflicción.

Articuló el nombre con un tono especial, como siprefiriese oírlo en una cantinela. Después bosquejó laalternativa que la Primera tenía en mente: Covenant y losprincipales de la Búsqueda abandonarían el Gema de laEstrella Polar cruzando la nieve hasta encontrar tierra, tras locual seguirían la costa hacia Línea del Mar.

- O bien -empezó a decir Linden cautelosamente,estudiando a Covenant al hablar-, podríamos olvidarnos deLínea del Mar y dirigirnos a Piedra Deleitosa. Desconozco elterritorio, pero creo que es evidente que llegaríamos antes sino nos desviamos.

- Sí, pero entonces -Honninscrave se permitió aquelladisgustada o afligida queja- este litoral permanecerá fuera denuestros mapas. Y el hielo quedará intacto impidiéndonos elacceso a la costa. Y este invierno habrá de perdurar, porquenos hallamos en un punto muy al sur como para haberencontrado tanto hielo en el curso natural de los mares y,enconsecuencia, no podemos saber cuándo va a fundirse. -Para no gritar, pronunció las palabras como si las estuvieragrabando en la roca-. Y acaso la parte norte del Reino noofrezca dificultades insalvables para viajar. En ese caso -continuó, aspirando aire que dejó escapar entre los dientes-,en ese caso, yo digo que no podemos dudar acerca del

Page 140: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

camino a seguir.Su angustia se agudizaba en el confinamiento del

camarote. Pero la Primera no cedió.- Te estamos escuchando -le dijo severamente-. La

elección es muy comprometida. Termina tu versión delproblema, capitán.

Honninscrave no pudo mirarla.- Ah, versión -rechinó-. Esta versión del problema no es

mía. Mi hermano ha muerto, y el dromond que amaba yaceencallado en el hielo y mutilado. Ésta no es mi versión delproblema. -Pero la autoridad de la Primera lo contuvo.Aferrando un mapa en cada mano como si se tratasen dearmas demasiado ligeras e insuficientes, se dirigió aCovenant.

- Te has ofrecido para taladrar el hielo. Está bien. A mihermano Cable Soñadordelmar, que ofrendó su vida, lenegaste el fuego que lo libraría. Pero en nombre de tu locodeseo de combatir te atreverás con una extensión de hielo.Bien. Pero yo te advierto que el Gema de la Estrella Polar nopuede navegar. En su estado actual, no. Y aunque tardespoco en hacer esas dudosas reparaciones que el poder tepermite, aunque gastes poco de ese tiempo que tan preciadote resulta y logres abrir un canal hasta el mar, nuestraapurada situación no cambiaría, porque el dromond nopuede resistir las persistentes presiones del oleaje. Conviento favorable acaso consiguiéramos llegar a Línea del

Page 141: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Mar. Pero la tormenta más suave nos tendría a su merced. Enmuy pocos días nos alejaría de nuestra meta más de lo queahora estamos. El Gema de la Estrella Polar -las palabrassalieron de su boca con infinito esfuerzo- ya no esapropiado para transportar la Búsqueda.

- Pero… -empezó Covenant, y luego se detuvo. Sesintió confuso por un instante. El pesar de Honninscraveescondía una cólera que no podía manifestar y queCovenant no alcanzaba a comprender. ¿Por qué eran tanamargas las palabras del capitán?

Pero de repente las implicaciones del discurso deHonninscrave asaltaron a Covenant como un impacto, y sumente se tambaleó bajo su onda. El Gema de la Estrella Polarera incapaz de navegar. Y la Primera deseaba que laBúsqueda abandonase el barco gigante y se dirigiera a piehasta el Reino. Se encontró enfrentándose a ella con elcorazón atenazado por un gélido puño. La consternación eracuanto le separaba de la ira.

- Casi cuarenta gigantes. -El pueblo de Vasallodelmar,emparentado con los sinhogar-. Estás hablando de dejarlosmorir aquí.

Era una espadachina, adiestrada en el combate y en laselecciones difíciles. La dureza con que devolvió la mirada aCovenant tenía apariencias de indiferencia y superioridad.Pero las sombras que danzaban tras sus ojos eran comoespectros.

Page 142: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Sí. -La voz de Honninscrave rasgó el aire-. Deberán serabandonados hasta que les llegue la muerte. O habrán deacompañarnos, y entonces el abandonado sería únicamenteel Gema de la Estrella Polar. Y a partir de ese día ninguno denosotros tendrá la posibilidad de volver a posar su miradasobre el viejo puerto y los riscos de Hogar. Carecemos demedios para construir un nuevo dromond. Y nuestro puebloignora dónde nos hallamos.

Aunque habló con suavidad, cada una de sus palabrasdejó una marca en el cerebro de Covenant.

Aquello era intolerable. Él no era marinero y podíasoportar el abandono del barco gigante. ¡Pero dejar tras de sía cuarenta gigantes sin la menor esperanza, o dejarlos sinamparo en el Reino tal como les ocurriera a los sinhogar!

La Primera no se inmutó; conocía su deber y no loeludiría. Covenant se apartó de ella y se encaró conHonninscrave desde el otro extremo de la mesa. La distanciahacía parecer al capitán disminuido y triste, inaccesible acualquier clase de consuelo. Mas Covenant no iba a aceptaraquella solución.

- Si dejásemos a los tripulantes aquí, en el barco -mantuvo su mirada fija en el gigante hasta que éste se ladevolvió-, ¿qué necesitarían para tener una mínimaposibilidad?

Honninscrave alzó la cabeza sorprendido. Por unmomento, su boca esbozó un gesto de incredulidad que

Page 143: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hendió la barba, casi como si creyese que sus oídos loengañaban. Pero luego se recobró con una sacudida.

- Tenemos muchas provisiones. -Sus ojos se aferraron alos de Covenant con un ruego: No me contradigas en esto-.Pero el barco está en una situación difícil. Harían faltacuantas reparaciones pudiera efectuar Encorvado. Senecesitará tiempo.

Tiempo, reflexionó Covenant. Ya llevaba fuera del Reinomás de sesenta días, y habían pasado casi noventa desdeque salió de Piedra Deleitosa. ¿A cuánta gente habríaasesinado el Clave? Pero la única alternativa sería dejar aEncorvado atrás, en la nave. Y seguramente se negaría.Acaso la Primera misma rehusase. Rígidamente, Covenantpreguntó:

- ¿Cuánto tiempo?- Dos días -replicó Honninscrave-, o quizá tres. Se

necesitará una gran cantidad de alquitrán. Y el trabajo en síserá difícil y arduo.

¡Maldita sea!, pensó Covenant. Tres días. Pero no iba aecharse atrás. Era un leproso, conocía la locura deasegurarse el futuro vendiendo el presente. Con gestoadusto se volvió a Encorvado.

La fatiga parecía exagerar la deformidad del gigante. Suespalda se doblaba como si el peso de la cabeza y los brazosla obligara a hacerlo. Pero sus ojos brillaban y su expresiónhabía cambiado. Miró a Covenant como si supiera lo que

Page 144: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

estaba a punto de decir, y lo aprobara.Covenant se sintió debilitado por su fracaso. La razón

principal que le había llevado allí era el fuego; pero no habíapodido ofrecer a sus compañeros más que una paciencia queno poseía.

- Tratad de hacerlo en uno. -Murmuró. Luego abandonóla cabina para no tener que presenciar las reacciones de losgigantes.

La voz de Encorvado le siguió.- ¡Piedra y Mar! -rió éste entre dientes-. Es poca cosa.

¿Para qué necesito un día entero?Mirando al vacío, Covenant apresuró el paso.Pero cuando llegó a la escalera que conducía a la

cubierta de popa, Linden lo detuvo. Sujetó su brazo como sialgo hubiese cambiado entre ellos. En la intensa gravedad desu semblante no aparecían trazas de su antigua severidad, ytenía los ojos húmedos. La suave boca que él había besadocon tanto anhelo parecía esbozar una súplica.

Pero no se había perdonado aún a sí mismo, y tras unmomento, ella dejó caer la mano. Su mirada pareció de algúnmodo batirse en retirada. Al hablar, ella dio la impresión deno saber cuales eran las palabras que necesitaba.

- Sigues sorprendiéndome -dijo-. Nunca sé qué puedoesperar de ti. Cuando creía que estabas demasiado lejos paraser alcanzado, haces algo así. Algo semejante a lo quehiciste por Sunder y Hollian. -Se detuvo abruptamente,

Page 145: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

silenciada por la consciencia de que estaba hablandoinadecuadamente.

Covenant quiso gritar. No podía soportar el lacerantemodo en que la deseaba. Había destruido totalmente lasinceridad que debiera haber entre ellos. Y ella era médico.Tenía más derecho al anillo que él. El aborrecimiento quesentía por sí mismo aumentó.

- ¿Realmente crees que estoy deseando desencadenar elpoder? ¿Es eso lo que opinas de mí?

Linden se estremeció al oír aquello. Su expresión secontrajo como un sollozo fustrado.

- No -murmuró-. No. Solamente procuraba llamarte laatención. -Entonces su mirada le asaltó de nuevo-. Pero measustaste. Si hubieras podido verte…

- Si hubiera podido verme -contestó con aspereza parano estrecharla entre sus brazos-, probablemente hubieravomitado.

Se apartó de ella bruscamente y subió la escalera.Pero cuando llegó al aire libre y al frío de la cubierta de

popa, tuvo que cruzar los brazos sobre el pecho pararefrenar el golpe.

Mientras tomaba el desayuno en la cocina, procurandoabsorver un poco del calor de los fogones, podía oír losruidos producidos por quienes trabajaban en el exterior.Especialmente, las voces de Quitamanos y Furiavientos que

Page 146: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

daban órdenes. El primero supervisaba las reparaciones de lacubierta de proa; ella dirigía la ruptura del hielo y los cantosrituales para el entierro de los tres tripulantes que habíanmuerto. Pero poco después, Encorvado se hizo oír sobre elruido de las pisadas, los chasquidos de las poleas y el tensosilbido y el sordo golpeteo de los cables medio, congelados.Cuando Covenant reunió el poco valor aue le quedaba, salióa observar.

Durante la noche, los miembros de la tripulación habíanaclarado y organizado el caos. Ahora se hallaban ocupadosreparando el truncado palo trinquete. Encorvado trabajabasobre una gran tina pétrea llena de su alquitrán especial,pero con la voz y la mirada seguía el tendido de cuerdas quelos marineros realizaban entre la verga intacta y el mutiladocabo del mástil. Con la excepción de las preguntas einstrucciones necesarias, los gigantes se hallabansingularmente silenciosos y apocados. El Ululante los habíadominado durante largo tiempo, y desde el encuentro con elMuerdealmas no habían descansado en absoluto. El futurose les ofrecía ahora tan frágil y arduo como hielo. Ni siquieralos gigantes podían soportar semejante tensiónindefinidamente.

No obstante, Covenant jamás había visto faenar aEncorvado. Agradecido por cualquier distracción, observócon asombro a Encorvado mientras el esposo de la Primeracompletaba sus preparativos. Consignándole a otro gigante

Page 147: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

la tina, alzó sobre sus hombros una plancha de piedrafijadora mediante un eslinga, y yendo luego a los cables,comenzó a ascender lentamente por el trinquete.

Bajo él, la tripulación dispuso la tina de alquitrán en unacesta que izaron tanto como pudieron mediante una poleafijada en lo alto de un mástil. Cuando Encorvado llegó hastaella, sostenido por un cable que pasaba bajo sus brazos a lavez que rodeaba el mástil, dos gigantes acercaron hacia él elrecipiente. Su respiración se hacía vapor en el frío.

Comenzó a trabajar de inmediato. Sacó con un cucharónel alquitrán y lo extendió por la desigual corona del mástil.Aunque parecía viscoso, lo manejaba con destreza,cubriendo las grietas y extendiéndolo por todos lados hastaque consiguió convertir en liso el quebrado extremo de lapiedra. Después recuperó el fragmento de piedra fijadora, ydesechando un extremo, lo acopló al mástil.

Casi al instante, el alquitrán se petrificó haciéndoseindistinguible del granito del mástil.

Murmurando satisfecho, bajó a cubierta junio con elrecipiente.

Quitamanos mandó a varios gigantes que treparan porla verga para soltar cuanto había estado enjarciado a ésta.Simultáneamente, otros tripulantes comenzaron a atarmaromas rodeando el extremo intacto del mástil ypreparando nuevas jarcias.

Encorvado los ignoró, concentrando su atención en la

Page 148: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

parte del palo que yacía sobre la cubierta. Aunque se habíaroto en varios trozos, uno de ellos era tan largo como todo elresto alineado. Con alquitrán y piedra fijadora convirtió losdos extremos de aquella sección en lisos remates para elnuevo coronamiento del trinquete.

Covenant no podía esperar a ver cómo concluía todoaquello. La necesidad de hacer algo lo desasosegaba. Trasun rato, se dio cuenta de que no había visto a Furiavientosdesde que salió a cubierta. Después de entregar los muertosal océano, se marchó a ocuparse en otro trabajo. Para haceralgo, y calentarse un poco, se envolvió aún más en la capa yfue a buscar a la sobrecargo.

La encontró en sus habituales dominios, un laberinto debodegas, toneles y almacenes bajo cubierta, en el centro delnavio. El dromond transportaba una sorprendente cantidadde madera para usarla indistintamente como leña para losfogones y como materia prima para las reparaciones osustituciones que no podían efectuarse con piedra estandoen el mar. Furiavientos y otros tres gigantes trabajaban enuna estancia cuadrangular que se usaba como taller delbarco.

Estaban haciendo dos grandes trineos.Eran objetos toscos de altas barandillas y basto tablaje.

Pero parecían sólidos. Y cada uno de ellos era lo bastantegrande como para transportar a un gigante.

Dos de los tripulantes encolaban y pegaban las

Page 149: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

maderas, mientras Furiavientos y el otro gigante se afanabanen la tarea más dificultosa de tallar los esquíes. Con limas,cuchillos y azuelas iban arrancando la corteza de travesañostan gruesos como un muslo de Covenant y luego ibandando forma lentamente a la madera para que pudiesetransportar peso con facilidad sobre el hielo y la nieve. Elsuelo estaba ya cubierto de cortezas y astillas, y el aireempapado de olor a resina fresca, pero aún faltaba bastantepara la terminación del trabajo.

En respuesta a la pregunta de Covenant, Furiavientosdijo que, para alcanzar Piedra Deleitosa, Covenant y suscompañeros necesitarían más provisiones de las que podríanacarrear sobre sus espaldas. Y los trineos tambiéntransportarían a Covenant y a Linden cuando el terrenopermitiese a los gigantes mantener una marcha que loshumanos no podrían igualar.

Una vez más, Covenant se sintió tristementeavergonzado por la previsión de aquellos que procurabanservirle. Él no había sido capaz de pensar más allá delmomento en que abandonaría el Gerna de la Estrella Polar.Pero los gigantes se habían preocupado por algo más que elespantoso tema de la supervivencia de su nave. Habríamuerto hacía mucho tiempo si otras personas no sehubiesen cuidado de él de aquella forma.

El camino de regreso a las cubiertas superiores pasabajunto al camarote del capitán. La puerta estaba cerrada, pero

Page 150: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

oyó en el interior la voz de la Primera, encrespada por lairritación. Instaba encarecidamente a Honninscrave aquedarse en el dromond.

El silencio con el que el capitán le respondía resultabaelocuente. Avergonzado por escuchar a escondidas.Covenant se apresuró para ver qué progresos habíanconseguido Encorvado y Quitamanos.

Al llegar a la cubierta de proa, vio que el sol se hallabasobre el hueco en que debía haberse encontrado el palomayor, y que los indeterminados planes del gigante ibancobrando forma. Covenant casi podía adivinar su intención.Encorvado había concluido con la columna de piedra sobrela cubierta; junto a Quitamanos observaba cómo la izaba latripulación en la única verga intacta hasta la altura del mástil.Conseguida la posición deseada, la hicieron descansar sobreél asegurándola con vueltas y más vueltas de cable. Sealzaba sobre el extremo del mástil a unos dos tercios de sualtura. Al extremo superior le había sido adosado la polea deun gran aparejo.

Covenant observó con desconfianza la amarradura y elmástil.

- ¿Aguantará eso?Encorvado se encogió de hombros como si los brazos le

pesaran una enormidad. Su voz sonó enronquecida por elagotamiento.

- Si no lo hace, la tarea llevará más de un día. Puedo

Page 151: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

reparar la verga. Pero el mástil que tendríamos que erguirhabría quedado roto en pequeños pedazos que yo tendríaque unir y enarbolar por completo otra vez. -Suspiró sinmirar a Covenant-. Ruega porque éste aguante. No me haceninguna gracia la perspectiva de un trabajo como ése.

Cayó en un cansado silencio.El aparejo fue enganchado a uno de los lisos extremos

de la sección del mástil reparada por Encorvado, y ocho odiez gigantes lo alzaron situándola debajo de la verga paraque la línea quedase lo más recta posible y minimizar así latensión lateral sobre el palo. Con un crujido en las poleas, elaparejo se tensó.

Covenant contuvo la respiración sin darse cuenta.Aquella verga parecía demasiado endeble para sostener elpeso del mástil. Las cuerdas se fueron tensando y su cargase fue elevando; nada se rompió.

Cuando la verga llegó a pender rectamente del mástil,rozó contra éste. Mientras los gigantes tiraban lentamentede la sirga del aparejo, la columna de granito continuóelevándose.

Su extremo llegó al nivel de la cabeza de Covenant, yEncorvado suspiró.

- ¡Aguanta! -dijo.Los que tiraban de la sirga quedaron inmóviles. El

aparejo gimió; la columna de granito se asentó suavementeal atirantarse las cuerdas. Pero tampoco ahora se rompió

Page 152: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

nada.Con las manos llenas de alquitrán, el deforme gigante

fue hacia el fuste de la columna y cubrió suavemente elextremo con una capa espesa y uniforme. Luego se dirigió alotro. Una cuerda colgaba muy cerca de él. Cuando se hubolimpiado cuidadosamente las manos, la asió dejando que losgigantes lo auparan.

Sujetándose otra vez con una vuelta de cuerda querodeaba el mástil y su espalda, fue ascendiendo poco apoco. Allí, solo, en lo alto del mástil, parecía extrañamentevulnerable, y sin embargo había ascendido prácticamente apulso. Finalmente se balanceó en el borde del palo.

Durante un prolongado instante permaneció inmóvil, yCovenant se sorprendió jadeando como si pretendierarespirar por el gigante, comunicarle fuerzas. La Primera habíallegado a la cubierta de proa y mantenía la mirada puesta ensu esposo. Si el mástil caía, solamente un milagro podríasalvarlo de ser arrollado por el peso del granito y el aparejo.

Entonces hizo una indicación a los gigantes.Quitamaños musitó una orden y los tripulantes continuaronizando la verga.

La inclinación del mástil era ahora notable. Covenantapenas si podía creer que siguiera intacto.

Grado a grado se iba izando el fuste. Muy pronto su lisoremate sobresalió por encima de la cabeza de Encorvado.Luego su extremo inferior quedó a la altura de su pecho.

Page 153: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Parecía falto de energía para soportar su propio peso;pero se sostenía de algún modo, y alargaba los brazos paraevitar que el fuste se desplazase sobre el coronamiento delmástil, arrancándole la capa de alquitrán o pegándosetorcido. Los gigantes atirantaron aún más las cuerdas,enarbolándolo un pie más; luego Quitamanos mandó que sedetuvieran. Con cuidado, Encorvado inclinó su ángulo,alineando la piedra con el mástil.

Les urgió entrecortadamente. Con enorme cuidado, losgigantes comenzaron a hacer descender el fuste. Él ibaguiando tal descenso.

Los uniformes remates se encontraron. Inmediatamente,dispuso una franja de piedra fijadora en el preciso lugar, y lalínea que separaba el granito del granito se desvaneció comosi nunca hubiera existido. La Primera dejó escapar un suspirode alivio entre dientes. Un vivo grito de entusiasmo escapóde los gigantes cuando dejaron ir el aparejo.

Él mástil aguantaba. No era tan alto como el palo demesana, pero sí soportaría ahora una segunda verga. Y condos velas a proa, el dromond tendría el equilibrio quenecesitaba para sobrevivir.

La labor aún no estaba terminada; la verga tenía que sersujetada al nuevo palo mayor. Pero aún quedaba casi toda latarde, y las reparaciones indispensables se hallabanexpeditas ahora. Dos gigantes se encaramaron para ayudar aEncorvado a bajar del mástil, uniéndose luego a sus

Page 154: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

jubilosos camaradas. La Primera lo recibió con tan anhelanteabrazo que parecía iba a quebrarle la columna vertebral. Unaredoma con diamantina surgió de algún lado y fue a parar asus manos. Tomó un largo trago, y otra aclamación surgió asu alrededor.

Debilitado por el alivio, Covenant los contemplaba,dejando que la alegría por la seguridad y el éxito deEncorvado lo embargase.

Luego, éste emergió del tropel de gigantes. Setambaleaba por el cansancio y la reciente diamantina, perose dirigió voluntariosamente hacia Covenant. Hizo alIncrédulo una marcada reverencia que a punto estuvo decostarle el equilibrio.

- Me voy a descansar ahora -dijo-. Pero antes de queanochezca fijaré la verga. Con eso terminará cuanto yopuedo hacer por el Gema de la Estrella Polar. -Las hundidasojeras y el temblor de su cuerpo constituían lacerantesrecordatorios de que había evitado el hundimiento deldromond al comenzar aquella jornada de trabajo.

Pero aún no había terminado. Suavizó la voz al añadir:- Giganteamigo, te agradezco que me hayas concedido

esta oportunidad de servir al barco gigante.Brillando por el resplandor solar y los reflejos que el

hielo arrojaba, dio la vuelta y se marchó. Riéndose entredientes de la profusión de murmullos y alabanzas de losmarineros, se abrazó a la Primera abandonando la cubierta

Page 155: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como un embriagado héroe. Pese a la deformidad de sucuerpo parecía tan alto como cualquier gigante.

Su visión hizo que Covenant sintiera una quemazón enlos ojos. El agradecimiento lo había liberado de tensiones.Encorvado había demostrado que su miedo y cólera eraninnecesarios. Cuando Quitamanos y la tripulación retornaronal trabajo, encordando un nuevo aparejo para poder izar laverga y sujetarla al palo de mesana, Covenant se marchó abuscar a Linden. Deseaba mostrarle el logro de los gigantes.Y disculparse por su anterior brusquedad.

La halló casi de inmediato. En la cocina, durmiendo en elcatre como una niña abandonada. En el sueño fruncía elceño con la grave concentración de una chiquilla, pero noparecía dispuesta a despertarse. Aún se estaba recuperandode la experiencia y el frío del Muerdealmas. Dejó quedurmiese.

El calor de la cocina le recordó su propio frío ycansancio. Se tendió en su jergón, intentando descansar unrato para luego regresar con los gigantes. Pero en cuantocerró los ojos, la fatiga lo embargó.

Luego, en un período de duermevela, creyó oír unoscánticos. Al principio eran alegres y orgullosos, y versabansobre mares exigentes a los que se resistían, del consuelo dearribar a Hogar. Pero posteriormente las melodías se fuerontornando en lamentaciones, canciones de despedida, debarcos que se perdían y familias que se desgajaban; por

Page 156: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ellas discurría algo como el crepitar de las llamas, el supliciode la caamora, augurios del destino. Covenant se habíasometido a la caamora en una ocasión, sobre las rocas deCoercri. Pero aquellas llamaradas no fueron lo bastantemalignas para alcanzarlo: la noche de la aflicción de lossinhogar socorrió a todos excepto a sí mismo. Ahora,volviendo a hundirse en el sueño, pensó que acaso eranecesario un incendio de mayor entidad, una conflagraciónmás penetrante y destructiva. Y sabía dónde hallar esefuego. Durmió como aquel que teme encararse con lo que hade venir.

Mas cuando al fin despertó, tal idea se habíadesvanecido.

El bullir de Salsamarina y de Brasadefogón en susmenesteres sugería que un nuevo día había llegado. Seincorporó todavía confuso por el sueño, y al mirar alcamastro de Linden lo descubrió vacío. Ni ella ni Tejenieblasse hallaban en la cocina. Aunque Cail sí estaba a su lado, tanimperturbable como si la impaciencia le fuera desconocida.

Al mirarle Covenant, el haruchai le anunció:- Te has despertado oportunamente, ur- Amo. La noche

ya terminó. Los que habrán de permanecen junto a ti estándispuestos para la partida.

Una sacudida atravesó a Covenant. Dispuestos, pensó.Aquellos que le rodeaban hacían cuanto era posible en su

Page 157: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

nombre, pero él jamás estaba dispuesto. Inguiéndose,aceptó el cuenco de gachas que Brasadefogón le ofreció,comiendo tanto como su impaciencia le permitió. Luegocruzó la puerta que Cail mantenía abierta ante él y se adentróen la mañana.

De nuevo los reflejos del hielo y el sol cegaron susojos, pero pugnó por aclarárselos. Tras echar un vistazo alnuevo palo mayor, cruzó la helada cubierta de popa hacia labarandilla de babor, en la que los gigantes se apiñaban.

Le recibieron con saludos. La tripulación le hizo sitio. Almomento, se halló al borde de la cubierta, junto a Linden vTejenieblas, la Primera, Encorvado y Honninscrave.

Tanto Linden como Encorvado parecían más vigorososque el día anterior, aunque evitaron mirar a Covenant comosi desconfiasen de él. La Primera escudriñaba el oeste conmirada de águila. Sin embargo, Honninscrave parecíaterriblemente desconsolado, como si hubiera pasado unaprolongada noche perseguido por sus conflictivos deberes.

Covenant miró sobre la borda y vio que los trineos deFuriavientos ya habían sido bajados al hielo. Ambosestaban muy cargados, pero los costales y fardos conprovisiones habían sido dispuestos de tal modo que sepudiera acomodar al menos a un pasajero en cada trineo.

Al notar la presencia de Covenant, la Primera se volvióhacia Quitamanos, Furiavientos y el resto de los gigantes:

- De nuevo nos llega el momento de la despedida. -Su

Page 158: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

voz sonaba crispada en el aire glacial-. El riesgo será enorme,porque ya no está al frente de la Búsqueda la Visión de laTierra de Cable Soñadordelmar. Sin embargo seguimospersiguiendo el fin que juramos, y por tal razón no temo.Somos mortales, y el semblante del fracaso nos espanta.Pero no tenemos la obligación de triunfar. Cuanto se nosexige es que sepamos soportar gallardamente cada tormentay aguardar lo que haya de venir. En ningún mar del mundoexiste nadie mejor para un empeño semejante que los quepermaneceréis en el Gema de la Estrella Polar. ¿Cómo puedotemer entonces?

»Tan sólo he de encomendaros esto: cuando seproduzca el deshielo, venid tras nosotros. Navegad por ellitoral que conocéis hasta Línea del Mar y la esforzadaCoercri, la Aflicción. Si no consiguiéramos reunimos allí nilográsemos enviar mensajes, la Búsqueda recaería envosotros. Haced lo que debáis y no tengáis miedo. Mientrasun corazón valeroso quede para defender la Tierra, el mal nopodrá imponerse por completo».

Al detenerse miró de soslayo a Encorvado, comosorprendida por sus propias palabras. En respuesta, éste ledirigió una mirada de pura admiración. En los ojos deQuitamanos se reflejaban destellos de la pericia y astuciacon que salvó al Gema de la Estrella Polar de los barcos deguerra de los b ra th a i r. Furiavientos sopesaba conindiferencia el futuro, como considerando que no podría

Page 159: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desalentarla. Exhaustos y en peligro como se hallaban, losmiembros de la tripulación erguían sus cabezas dejando quesu orgullo se manifestase. Súbitamente, Covenant no suposi soportaría abandonarlos.

Pero era su obligación. La Primera comenzó a descenderpor la escala seguida de Encorvado, y Covenant tuvo que irdetrás. Ellos no eran los responsables de la amenaza que secernía sobre la Tierra, sus existencias estaban tancomprometidas como las de los otros. Hizo un gesto a Cailpara que lo sujetara al bajar. Luego se inclinó sobre la borda,colocó los entumecidos pies en los peldaños, y descendióluchando con el vértigo y el agarrotamiento de susmúsculos.

El hielo parecía tan inerte como las plantas de sus pies;y a la sombra del barco gigante, la brisa era tan cortantecomo lo había sido en pleno océano. No obstante, consiguióatravesar la traicionera superficie hasta uno de los trineos.Linden fue tras él, su pelo ondeando como el estandarte desu voluntad. Luego Tejenieblas, empeñado aún en cuidar dela Escogida.

Honninscrave bajó el último. No fue capaz de evitar eldarle a Furiavientos y Quitamanos una profusión deinnecesarias instrucciones finales. Mas después de unmomentáneo silencio, que era como un gemido sofocado,dejó atrás el barco uniéndose a los compañeros.

Varios gigantes se apartaron con rapidez del camino de

Page 160: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Vain cuando éste se aproximó a la barandilla. Saltó por laborda aterrizando grácilmente sobre el hielo, y de inmediatoreasumió su inmovilidad característica, con las negrasórbitas de sus ojos fijas en el vacío.

Un sombra atravesó el aire: Buscadolores cobró formahumana junto a Vain, como si el Dernondim y él secorrespondiesen.

En obediencia a las instrucciones que murmuró laPrimera, Covenant saltó a uno de los trineos, sentándoseentre las provisiones. Linden se acomodó en el otro.Honninscrave y Tejenieblas recogieron las riendas,enjaezándose ellos mismos los arneses. La Primera yEncorvado se pusieron a la cabeza. Cail se situó entre lostrineos. Vain y Buscadolores cerraban la marcha.

Los esquíes hendieron el hielo del camino queCovenant y sus compañeros escogieron hacia la esperanza.

Habían transcurrido sesenta y tres días desde que sedespidieron de Sunder, Hollian y Línea del Mar. Se hallabana trescientas sesenta leguas de Piedra Deleitosa.

Page 161: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

CINCO: Hacia tierra

La Primera mantenía una marcha rápida. El alientohumeaba al brotar de los pulmones de Honninscrave yTejenieblas y salir por sus bocas mientras tiraban de lostrineos, pero no se demoraban. Todos ios gigantes estabanansiosos por perder de vista al dromond, por alejarse delinutilizado navio y su apurada tripulación. Los esquíes ibandejando profundas marcas en la nieve al deslizarse, debido alpeso que soportaban. Covenant y Linden daban bruscosbandazos entre las provisiones. Mas Linden, asida a labarandilla, no protestaba. Y Covenant agradecía el menorincremento de la velocidad que los gigantes pudiesen lograr.El Reino y el Amo Execrable le habían enseñado muchascosas, pero jamás aprendería a separarse de los amigos quelo necesitaban. Arrebujado en las gruesas ropas y mantasque le dieron, mantenía el entumecido y helado rostro vueltohacia el oeste dejando que Honninscrave lo transportara conrapidez a través del albo páramo.

Pero al fin, la consciencia de lo que estaba haciendo leobligó a volver la mirada hacia el dromond. En la distancia,más allá de Vain y Buscadolores, el navio se contraía comosi estuviese siendo engullido por la desierta extensión; laimagen de su desamparo puso un nudo en la garganta deCovenant. Mas luego, descubrió el pendón ondeando del

Page 162: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

palo de mesana. Quitamanos debía haberlo enarbolado endespedida a los que partían. Gallardo y vistoso al viento,captaba el espíritu del Gema de la Estrella Polar como unapromesa de valor y aguante. Cuando su visión se enturbióhasta impedirle seguir distinguiendo el navio en la distancia,fue capaz de mirar nuevamente hacia delante como siolvidara a la pétrea embarcación.

Linden lo estaba observando desde el otro lado de lafranja que separaba los trineos, pero lo que tenía que decirleno podía ser gritado sobre el rozar de los esquíes, el rítmicoy pesado sonido de las pisadas de los gigantes, y los jadeosde su respiración. Lo conducían una vez más hacia su meta ysu miedo, pero no iba por su esfuerzo personal, sino por elempeño de quienes cuidaban de él. Cada vez que seproducía una crisis en su camino; pese a toda suvehemencia y poder, no habría llegado a ninguna parte sinayuda. ¿Y cómo pagaba tal ayuda? Únicamente contormentos y peligros, y al menos una mentira. Sin embargo,no era algo que su dolorido corazón pudiese proclamar enaquellas condiciones, bajo el duro azul del cielo y lasmiradas de sus compañeros.

Viajaban directamente hacia el oeste. Cuando perdieronde vista al Gema de la Estrella Polar, todavía podíacontemplarse una franja de océano contra el horizontemeridional; y sabían con certeza que, mientras más cercaestuviesen de la costa, menos firme sería el hielo. En tal

Page 163: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

situación, Covenant sólo ansiaba que no se viesenobligados a dirigirse al norte para hallar un pasaje seguro.

La Primera marchaba varios pasos delante del grupopara descubrir las grietas y fisuras del gélido yermo. Trasella iba Encorvado. Aunque no llevaba otra carga que la desu propia deformidad, su paso delataba que estaba ya alborde de sus fuerzas. Por el contrario, Tejenieblas yHonninscrave parecían capaces de mantener aquel ritmo demarcha durante días, tirando de los pesados trineos sinvacilar jamás. Y Cail era un haruchai, acostumbrado a lanieve y a la supervivencia difícil. Tan sólo el vapor que lebrotaba de las ventanillas de la nariz y los cristales de nieveque se formaban en sus mejillas mostraban que estabarespirando más hondamente de lo que le era habitual.

Vain y Buscadolores avanzaban como si la prolongadacaminata no les afectase. La madera en que se habíaconvertido el antebrazo de Vain colgaba interte del codo,pero en todo lo demás continuaba siendo el enigma deperfecta conformación que los ur- viles creasen para sussecretos propósitos. Y el Designado había demostradodesde hacía mucho tiempo su concluyente inmunidad antecualquier tensión o amenaza física.

Alrededor de ellos, la llanura de nieve parecía carecer deforma y exenta de cualquier contenido que no fuese un fríoque alcanzara a los confines del mundo. El sol caíacruelmente sobre la nevada extensión haciendo fulgurar el

Page 164: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hielo, lo que obligaba a Covenant a convertir en una rendijasus ojos hasta que las sienes acababan doliéndole. El frío lecalaba por cada pliegue y hendidura de sus ropas. El batir delas pisadas de los gigantes, y su respiración, puntuaba elfrígido silencio. El movimiento del trineo le empujabaincesantemente contra un atado de leña que llevaba al lado.Con gesto dolorido se arrebujaba en las mantas.

La caída de la Primera le cogió por sorpresa. Apenas erauna mancha gris en el límite de su desenfocada miradacuando desapareció en una grieta.

Cayó pesadamente hacia delante esparciendo nieve.Golpeó con el pecho contra el borde de la fisura. Por unmomento se aferró frenéticamente a él para luego perdersede vista.

Encorvado iba unos cuatro o cinco pasos detrás, perode inmediato se lanzó de cabeza para sujetarla por los brazosantes de que desapareciese.

Fue demasiado rápido, y no pudo detenerse. En unaconfusión de piernas y de nieve cayó tras su esposa.

Girando sobre la traicionera superficie, Honninscrave yTejenieblas detuvieron los trineos. El que transportaba aLinden estuvo a punto de volcar pero Cail lo aguantó,devolviéndolo de golpe sobre los esquíes.

Covenant saltó del suyo sobre el hielo, y cayó de pie.Delante de él, Honniscrave y Tejenieblas se afanaban pordesprenderse de los arneses que los ligaban a la carga.

Page 165: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Buscadolores y Vain se habían detenido, pero Cail se hallabaya a mitad de camino de la falla.

Covenant y los gigantes llegaron al borde a un tiempo,con Linden apenas un paso detrás. Cail permanecía allímirando hacia abajo como si hubiera olvidado la urgencia.

La Primera y Encorvado se hallaban a muy pocos piesbajo el borde. La fisura era apenas un poco más ancha quesus hombros y ella se mantenía afianzada entre las paredespor pura fuerza. Los brazos de Encorvado rodeaban suscaderas; éste pendía dificultosamente de sus muslos.

Bajo sus pies, la nieve que había caído por la fisura setornaba grisácea según el mar la tocaba.

Miró hacia arriba con urgencia.- ¡Piedra y Mar! -jadeó-. ¡Daos prisa!El capitán y Tejenieblas no iban despacio.

Honninscrave se tiró sobre el hielo con la cabeza y hombrosjunto al borde. Tejenieblas lo agarró por las piernas, y elcapitán intentó asir a la Primera.

Tras un momento, ella salió con dificultad de la fisurallevando a remolque a Encorvado.

Su acerado semblante no mostraba reacción alguna,pero Encorvado respiraba con dificultad y sus nudosasmanos temblaban.

- ¡Piedra y Mar! -boqueó-. Soy un gigante y amo losviajes azorosos, pero estos sucesos no siempre son de migusto. -Dejó escapar entre dientes un irónico suspiro-. Y

Page 166: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

además estoy avergonzado. Traté de rescatar a mi mujer y alfinal fue ella quien evitó mi caída.

La Primera posó suavemente una mano en su hombro.- Tal vez si hubieras sido menos impetuoso en tu

rescate… -Pero al volverse hacia Honninscrave su voz setensó-. Capitán, opino que debemos desviarnos hacia elnorte. Por aquí el hielo no es fiable.

- Es cierto -gruñó. Desde que se vio obligado a aceptarque elgrupo tenía que abandonar el Gema de la Estrella Polar,no podía disimular el trasfondo de amargura de su voz-. Perotal camino es más largo y el tiempo nos apremia. Hacia elnorte la nieve no será tan transitable. Y además ese norte espeligroso, como bien sabes.

La Primera asintió como a disgusto. Después de unosinstantes, emitió un prolongado suspiro y se enderezó.

- Bien -dijo-, sigamos intentándolo por el oeste.Como nadie se movía, les hizo un gesto a Covenant y a

Linden para que volvieran a los trineos.Lo hicieron juntos. Linden tenía el rostro enrojecido por

el frío y grave por la preocupación. Con voz tranquila ycarente de inflexiones, preguntó:

- ¿Por qué ese norte es peligroso?Él movió la cabeza.- Lo Ignoro. -Las cicatrices de su antebrazo derecho

estaban lacerándole como reacción ante la caída de laPrimera y la sugerencia de futuras amenazas-. Jamás he

Page 167: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

estado al norte de Piedra Deleitosa y Coercri.No quería pensar en innombrables peligros. Ya el frío le

resultaba excesivo. Y tampoco podía imaginar cómoconseguirían pasar sobre la fisura.

Mas el problema se resolvió con sencillez. Mientras queLinden y él se subían a los trineos, la Primera y Encorvadosaltaron sobre la hendidura. Luego Honninscrave yTejenieblas arrastraron los trineos hasta el mismo borde.Covenant se dio cuenta de que tenían la suficiente longitudpara cubrir la falla. Los gigantes empujaron sobre el hueco yla Primera y Encorvado los hicieron cruzar. Cuando todosestuvieron en el otro lado, Honninscrave y Tejenieblasvolvieron a colocarse los arneses en torno a los brazos, y laPrimera prosiguió en dirección oeste.

Ahora llevaba un paso más tranquilo, en parte porprecaución y en parte por acompasarse con la fatiga deEncorvado. De cualquier modo mantenía una velocidadmayor de la que Covenant hubiese podido alcanzar yendo apie. El hielo parecía empujar a sacudidas y, a veces,deslizarse bajo los esquíes del trineo. Pero cuando ella veíaalgo que la hacía desconfiar, detenía la marcha y seadelantaba con la espada en la mano hasta asegurarse de lafirmeza del terreno.

Durante el resto de la mañana, su cautela demostró serinnecesaria. Pero poco antes de que la compañía sedetuviese para tomar una frugal comida y algunos

Page 168: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

reconfortantes tragos de diamantina, el filo de la espadapenetró en una corteza y varios centenares de pies de nievecompacta se perdieron de vista siguiendo una estrechafranja de norte a sur. Aunque la fisura fue salvadafácilmente, cuando el grupo ganó el lado opuesto, la Primerase encaró nuevamente con Honninscrave y le dijo:

- Esto ya es demasiado. El hielo se está haciendo cadavez más frágil bajo nuestros pies.

El capitán maldijo por lo bajo a través de su escarchadabarba. Pero nada objetó cuando la jefe de la Búsqueda torcióhacia el noroeste en pos de un hielo más resistente.

Durante la mayor parte de la tarde, el hielo continuóllano, sin nieve e incierto. De vez en cuando, Covenant creíaver que la superficie era ascendente, pero el resplandor solarsobre la blancura del paisaje no le permitía asegurarlo.Aunque de vez en cuando bebía un poco de diamantina, elfrío le calaba hasta los huesos. Sentía su rostro como sifuera de metal batido. Gradualmente fue cayendo enfantasías de conflagración. Cada vez que se amodorraba porel licor y el frío, se encontraba medio soñando con la magiaindomeñable como si fuese algo preciado y deseable:llamaradas capaces de calcinar la Cúspide del Kemper, lobastante poderosas para contender con el Gusano del Findel Mundo, un veneno capaz de arrastrarlo todo en sudelirio. Aquel fuego era vital y seductor, tan necesario comola sangre. Jamás renunciaría a él.

Page 169: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero tales sueños le conducían a lugares a los que noquería ir. Al grito que estuvo a punto de romperle el corazóncuando Linden le reveló la verdad sobre el Gusano y elveneno. Y a aquel otro fuego que yacía escondido en lasraíces de su necesidad, a la caamora a la que jamás habríalogrado acceder aunque su alma dependiera de ello.

Urgido por la alarma, luchó repetidamente por regresardel umbral del verdadero sueño. Y la última vez que loconsiguió, se sintió sorprendido al ver que el norte ya noestaba tan vacío. La ruta que la Primera había escogidollevaba hacia una cresta de tremendos promontorios dehielo. Alzándose hasta el cielo, cubrían todo el horizonte deeste a oeste. Aunque el sol estaba próximo a su puesta,destellaba plenamente y con un leve tono rosáceo sobre lacordillera, haciéndola parecer tan infranqueable como unglaciar.

Entonces la Primera giró nuevamente hacia el oeste,manteniéndose tan cerca de la base de la cordillera como eraposible sin prescindir de una ruta despejada para los trineos.Pero en su camino se alzaban peñas y monolitos comomenhires en los lugares hasta donde habían rodado o caídoa causa del ímpetu que había cuarteado el hielo. Se vioobligada a aminorar una vez más la marcha conforme ladificultad del terreno crecía. Sin embargo, había logrado suobjetivo. La superficie que sustentaba aquella cresta noparecía a punto de agrietarse o derrumbarse sólo porque

Page 170: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ellos pasaran.El sol desapareció por el oeste, con bermejo y fatal

semblante, y los viajeros se detuvieron para pasar la noche.Encorvado se desplomó sobre el hielo quedando allí sentadocon la cabeza entre las manos, demasiado exhausto paraarticular ni una palabra. Covenant y Linden bajaron de susrespectivos trineos con los miembros entumecidos ycomenzaron a pasear arriba y abajo, para que la sangrevolviera a circular por sus brazos y piernas, mientras queHonninscrave y Tejenieblas montaban el campamento. Elprimero desempaquetó trozos de vela alquitranada parausarlos como tela impermeable, tendiendo luego las mantas.Tejenieblas descargó el trineo de Linden hasta descubrir unancho y plano rectángulo de piedra. Luego lo dispuso comobase sobre la cual encender el fuego, para que el hielo nomojase la madera al derretirse. La Primera anunció sindirigirse a nadie en particular que calculaba que habíanrecorrido más de veinte leguas. Luego quedó en silencio.

Cuando Tejenieblas logró producir algunas llamas,Encorvado se puso en pie y, desprendiendo la escarcha desu rostro, se dispuso a cocinar. Mientras trabajaba ibamurmurando por lo bajo sin darse cuenta, como si su corajenecesitase del sonido de alguna voz para darse ánimos,aunque fuera la suya. En poco tiempo preparó unsustancioso estofado para sus compañeros. Pero el pañomortuorio del agotamiento pesaba sobre él y nadie hablaba.

Page 171: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tras la cena, Encorvado se fue a dormir, envolviéndoseestrechamente en las mantas. La Primera estaba sentadajunto al fuego jugando con los rescoldos, en actitud tensa,como si no quisiera reconsiderar sus decisiones. Tanresuelto como de costumbre a emular la dedicación delharuchai, Tejenieblas se unió a Cail en el turno devigilancia. Y Honninscrave miraba al vacío para noencontrarse con los ojos de ninguno de ellos. Sus pobladascejas ocultaban las pupilas, y presentaba un semblantedemacrado y desvaído.

Linden caminaba nerviosamente alrededor del fuegocomo si quisiera hablar con alguien. Pero Covenant sehallaba absorto en su visceral anhelo por el fuego de llamablanca. El esfuerzo de la renuncia le impedía decir palabra. Elsilencio se hizo tan gélido y solitario corno el hielo. Pasadocierto tiempo, cogió sus mantas y, siguiendo el ejemplo deEncorvado, se envolvió cuanto pudo en ellas.

Creyó que podría dormir, aunque sólo fuera por lopersuasivo que el frío resultaba. Pero Linden hizo su camacerca de él y pronto comprendió que intentaba penetrar ensu aislamiento. Al abrir los ojos, vio sus intenciones en elrostro iluminado por la hoguera.

Le dirigió una mirada como de súplica, pero las palabrasque murmuró suavemente lo sorprendieron.

- Ni siquiera supe cómo se llamaba.Covenant alzó la cabeza, mirándola sin entender.

Page 172: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Aquella giganta -explicó-, la que cayó herida cuandose rompió el palo mayor. -Se refería a la que había curadocon su anillo-. Jamás descubrí quién era. He tratado a laspersonas como si fuesen piezas defectuosas o carne dañadaen vez de individuos reales. He estado haciéndolo toda mivida. Creía que era médico, pero solamente me preocupabade las enfermedades o de las heridas. Solamente de combatircontra la muerte. Jamás de las personas.

El le ofreció la mejor respuesta que tenía.- ¿Y eso es malo? -Reconocía la actitud que ella había

descrito-. No eres Dios. No puedes ayudar a la gente demanera total. Sólo en la medida en que se hallan enfermos yte necesitan. -Concluyó deliberadamente-. Si no fuera así,hubieses dejado morir a Tejenieblas.

- Covenant. -El tono con que se dirigía a él era tandirecto como su mirada-. Hay algunos puntos que vas atener que tratar conmigo. Con quien yo soy. Hemos sidoamantes. Nunca he dejado de quererte. Fue doloroso que memintieses, que me dejases creer algo que no era verdad. Quepermitieses que creyera que teníamos un futuro juntos. Perono he podido dejar de quererte. -Las tenues llamas de lahoguera relucían en sus húmedos ojos. Aun así resolvió nodejarse dominar por la emoción, ahorrarle la recriminación ola tristeza-. Creo que la única razón de que me amaras fue eldescubrirme herida. Me amaste por mis padres, no por quiensoy yo.

Page 173: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Abruptamente se revolvió dándole la espalda,cubriéndose el rostro con las manos. El desamparo disminuíasu autocontrol.

- Acaso tal amor sea maravilloso y altruista. Lo ignoro.Pero no es suficiente.

Covenant la miró, miró sus manos entrelazadas sobre sudolor, su cabello curvándose alrededor de la oreja, y pensó:Tengo que tratar contigo. ¿Tratar de qué? No lo sabía.Desconocía cómo. Desde la caída del Árbol Ünico, susposiciones habían cambiado. Ahora ella era quien sabía loque deseaba, y él quien se hallaba perdido.

Sobre él, las estrellas proclamaban su interminabledesamparo. Y en cuanto a ellas, él seguía sin saber quéhacer.

Al despertarse con las primeras luces del alba,descubrió que Honninscrave había desaparecido.

Se había levantado viento. La nieve acumulada caía enrachas sobre los semienterrados restos de la fogata, cuandoCovenant se desembarazó de las mantas y la telaimpermeable. La Primera, Encorvado y Linden todavíaestaban dormidos. Tejenieblas yacía envuelto por un trozode vela como si durante la noche su deseo de emular a Cailse hubiera frustrado. Tan sólo éste, el Demondim yBuscadolores estaban en pie.

Covenant se volvió hacia Cail.

Page 174: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Dónde…?Por respuesta señaló hacia arriba.Inmediatamente, Covenant escrutó la enorme cordillera.

Al principio no pudo descubrir el lugar que Cail le habíaindicado. Mas luego elevó su mirada hasta el punto más altosobre el campamento, y allí vio a Honninscrave.

El capitán descansaba sobre un promontorio heladodando la espalda al sur y a ellos. El viento bajó desde lacresta hasta chocar contra el rostro de Covenant,trasportando un leve olor a humo.

- ¡Maldita sea! ¿Qué demonios se cree que estáhaciendo? -preguntó Covenant.

Pero ya sabía la respuesta. Cail sólo la confirmó.- Hace un buen rato que se levantó para explorar el

hielo, prometiendo volver pronto. Llevaba consigo leña y uncacillo de los que usan los gigantes.

La caamora. Honninscrave estaba intentando incinerarsu aflicción.

Al oír la voz de Cail, la Primera alzó una interrogantemirada desde su lecho; Covenant descubrió de pronto quealgo cerraba su garganta. Con un gesto, hizo que la Primeraenfocase los ojos en Honninscrave.

Cuando vio al capitán maldijo ásperamente y seincorporó. Despertando a Encorvado con una palmadita,preguntó a Covenant y Cail cuánto tiempo había pasadodesde la marcha de Honninscrave.

Page 175: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Impasiblemente, el haruchai repitió lo que ya dijera aCovenant.

- ¡Piedra y Mar! -masculló, mientras Encorvado yLinden se levantaban para unirse a ella-. ¿Es que ha olvidadosus propias palabras? Este norte es peligroso.

Encorvado observó con preocupación a Honninscrave,pero dijo en tono alentador:

- El capitán es un gigante. Sabe estar a la altura de lospeligros. Y su corazón no ha conocido consuelo desde el finde Cable Soñadordelmar. Quizá de esta manera obtenga lapaz.

La Primera lo miró. No obstante, renunció a llamar aHonninscrave.

Linden alzó la mirada, enturbiada por el sueño, haciaHonninscrave, pero permaneció en silencio.

Poco después, Honninscrave se puso en pie y, pasandoal otro lado del montículo en que se hallaba, inició eldescenso por una penidente. Pronto apareció en un vallecercano dirigiéndose sin expresión alguna hacia el grupo.

Las manos le colgaban inertes a los costados. Cuandoestuvo más cerca, Covenant vio que habían sido cruelmentelamidas por las llamas.

Llegó junto a sus compañeros y se detuvo, alzandoante sí las manos como en un gesto de futilidad. Su miradaparecía velada. Sus dedos, aunque no estaban seriamentedañados, eran vividas consecuencias del suplicio. Linden

Page 176: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

escondió sus propias manos bajo los brazos con instintivaempatia.

El tono de la Primera fue singularmente amable.- ¿Te encuentras bien, Grimmand Honninscrave?Movió la cabeza en señal de incomprensión.- No es suficiente. No hay nada que hacer. Quema mi

pecho… pero nada he logrado.De inmediato, como si la voluntad que lo mantenía

erguido se quebrara, cayó de rodillas y enterró las manos enla nieve. Los jirones de humo se enredaban a sus muñecas alsubir.

Los gigantes le rodeaban, enmudecidos por laimpotencia y la preocupación. Linden se mordió los labios.El viento era frío como el hielo, penetrante como elremordimiento. Los ojos de Covenant se nublaron ycomenzaron a gotear. En sudefensa, podía citar muchascosas de las que no era culpable, mas la muerte deSoñadordelmar no se hallaba entre ellas.

Por fin, la Primera habló.- Vamos, capitán -dijo, sofocadamente-. Levántate y

vuelve a tus tareas. Hemos de tener esperanzas, opereceremos.

Tener esperanzas o perecer. Allí, arrodillado sobre lavasta extensión helada, Honninscrave parecía habersealejado de esa alternativa. Pero luego, despacio, irguió sucorpulencia en toda su extensión. Su mirada se endureció, y

Page 177: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

su rostro se mostró rígido y ominoso. Permaneció erecto unmomento aún, poniendo a todo el grupo por testigo delmodo en que se sobreponía. Luego, sin mediar palabra,empezó a levantar el campamento.

Covenant captó un destello de angustia en la mirada deLinden. Mas cuando ella recibió su muda pregunta, negócon la cabeza, incapaz de expresar lo que había visto enHonninscrave.

Juntos, siguieron el ejemplo del capitán.Honninscrave estaba empaquetando las velas y mantas,

y Tejenieblas preparó un desayuno frío. En sus ojosenrojecidos y sus cansa,dos gestos se traslucía una sombrade vergüenza: era un gigante y no había creído que laresistencia de Cail fuese mayor que la suya. Ahora parecíadeterminado a trabajar más rudamente como compensación,y como ayuda para Honninscrave. Mientras que Covenant,Linden y el resto de los gigantes comían, Tejenieblas seafanaba en el campamento, preparándolo todo para lamarcha.

Después Covenant y Linden se acomodaron en lostrineos, protegiéndose de las afiladas aristas del viento, y laPrimera se dirigió a Honninscrave una vez más. Hablósuavemente y el viento desgajó el sonido de sus palabras.

- ¿Desde el lugar de tu caamora viste algún signo?Su reciente endurecimiento hizo que la réplica sonase

extrañamente brutal:

Page 178: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Ninguno.Tejenieblas y él se pusieron las cuerdas de los trineos.

La Primera y Encorvado abrían paso. Con Cail entre losesquíes y Vain y Buscadolores cerrando la marcha, el grupose puso en camino.

El avance no era tan rápido como lo fuera el día anterior.La creciente dificultad del terreno se veía complicada por elvendaval cuyas ráfagas venían de la cordillera. Trozos dehielo cristalizado tamborileaban contra la madera de lostrineos y laceraban los rostros de los viajeros. Nubesblanquecinas danzaban entre ellos. El viento azotaba hastalos mismos confines del paisaje. La diamantina y losalimentos les proporcionaban protección interior pero noproporcionaban calor alguno a sus extremidades. Covenantignoraba durante cuánto tiempo podría resistirse a laseducción y la fatal somnolencia del frío.

Cuando volvió a limpiar de nieve sus pestañas e irguióla cabeza, descubrió que no había resistido. Ya había pasadomedia mañana. Sin darse cuenta, se había deslizado en elinerte estupor que la lepra y el invierno provocan en susvíctimas.

Linden se hallaba rígidamente sentada en el trineo.Movía la cabeza de uno a otro lado como explorando.Durante un somnoliento lapso, Covenant creyó que estabautilizando sus sentidos para cerciorarse de la textura delhielo. Pero en aquel momento, ella se abalanzó hacia

Page 179: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

adelante atronando el páramo con su voz.- ¡Deteneos! -gritó.El viento repitió con ecos fantasmales: ¡Deteneos!

¡Deteneos! Mas el hielo y el frío alteraron el tono de su gritohaciendo que sonase tan desesperado como un gemidoarrancado por el Muerdealmas.

Al momento, la Primera se volvió para mirar hacia lostrineos.

Se detuvieron exactamente debajo de un montón dehielo roto semejante a los escombros de una imponentefortaleza reducida tras un asedio. Bloques y fragmentosmegalíticos se alzaban amenazando con desplomarse sobreel grupo.

Linden saltó del trineo. Antes de que nadie pudieseinterrogarla, manifestó:

- Se está enfriando.La Primera y Encorvado se miraron. Covenant se acercó

a Linden como si no la comprendiera. Tras un momento, dijola Primera:

- ¿Enfriándose, Escogida? No podemos sentirlo.- No es a causa del invierno -aclaró al instante, con la

urgencia de hacerse entender-. No es lo mismo. -Entonceslogró dominarse y enderezó los hombros. Lenta yafiladamente, dijo-: No lo sentís, pero os digo que ahí esta.Hace que el aire se haga más frío. No es el hielo, ni el viento,ni el invierno. Es otra cosa. -Sus labios estaban pálidos y

Page 180: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

temblaban-. Es algo peligroso.Y este norte es peligroso, pensó torpemente Covenant

adormecido aún por el frío. ¿Peligroso en qué sentido? Perocuando intentó hablar, no pudo pronunciar palabra.

Honninscrave alzó bruscamente la cabeza. Los ojos deEncorvado fulguraron en su deformado rostro.

En aquel mismo instante, la Primera gritó:- ¡Arghule! -y saltó hacia Covenant y Linden

empujándolos hacia los trineos-. ¡Hemos de huir!Y se apresuró a escrutar a todo su alrededor.Covenant perdió pie, pero Cail lo sujetó, arrojándolo sin

ceremonia alguna sobre el trineo. Linden volvió a su sitio deun salto. De inmediato, Honninscrave y Tejenieblas tiraronde los trineos a la máxima velocidad que les permitió laaccidentada superficie.

Antes de que hubieran dado tres pasos, el hielo tomóforma, se irguió y avanzó hacia ellos.

La ondeante figura tenía la talla de un gigante y elgrosor de los brazos extendidos de Covenant. Unas cortaspiernas la impelían con engañosa velocidad. El oscuroagujero que había dejado parecía unas fauces.

El frío que irradiaba era como un grito.La Primera se detuvo, interceptando el camino de la

criatura.- ¡Arghule! -volvió a proclamar-. ¡Tened ciudado!La exclamación con que Encorvado le respondió hizo

Page 181: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que se volviese. Señalaba con el brazo hacia la cresta.- ¡Arghuleh!Otras dos criaturas semejantes a la anterior se habían

desprendido de los escombros apresurándose hacia elgrupo.

Al sur apareció una cuarta.Entre todas emitían un frío tan terrible como el más cruel

corazón del invierno.Por un instante, la Primera se quedó petrificada.- Pero los arghuleh no actúan de este modo -dijo, mas

el viento se llevó su afirmación.Bruscamente, Buscadolores se convirtió en un halcón y

levantó el vuelo.Honninscrave rugió una orden:- ¡Al oeste! -Era el capitán del Gema de la Estrella Polar,

acostumbrado a los imprevistos. De un tirón que arrojó aCovenant de espaldas, puso el trineo en movimiento-.¡Hemos de abrirnos paso!

Tejenieblas lo siguió. Conforme aceleraba el paso, gritóa Linden por encima de su hombro:

- ¡No temas! ¡Somos gigantes a prueba contra el frío!Un momento después ios arghuleh atacaron.El ser más próximo a la Primera se detuvo. Tras la

advertencia de Encorvado, ella había girado para encararsecon el arghule. Pero éste no avanzaba. En vez de ello, hacíaondear una de sus piernas.

Page 182: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

En el arco de su gesto, el aire se solidificó súbitamenteformando una tela de araña de hielo.

Expandiéndose y adensándose de acuerdo con susmovimientos, la tela cayó sobre la Primera como una red decazador. Antes de caer sobre ella, se fue haciendo losuficientemente grande y fuerte como para capturar a ungigante.

Simultáneamente, el arghule procedente del sur sedetuvo como si estuviera consumiéndose. Entonces laviolencia estalló: el hielo saltó en todas direcciones. Y unagrieta cruzó como un relámpago la superficie dirigiéndosehacia ellos. En el tiempo que transcurre entre dos latidos decorazón, se hizo tan ancha como los trineos.

Pasó directamente bajo Vain. El Demondim desapareciócon tal rapidez que Covenant ni siquiera lo vio caer.

Instintivamente, Covenant se volvió hacia los otros dosarghuleh.

Estaban lo bastante cerca como para iniciar su ataque.El trineo dio un bandazo al acelerar Honninscrave.

Covenant miró a la Primera.La red de hielo caía sobre su cabeza.Encorvado pugnó por alcanzarla. Pero no podía correr

sobre la traidora superficie. Cail le sobrepasó limpiamentecomo si los haruchai tuvieran tan firme paso como losranyhyn.

La Primera se defendió con la espada. Al descender la

Page 183: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tela de araña le dio un tajo con el brazo izquierdo.Estalló en una ventisca de fragmentos que atraparon la

luz en un claroscuro fugaz para luego desaparecerarrastrados por el aire.

Pero bajó el brazo encajonado en hielo transparente. Lecubría casi hasta la mitad del hombro inmovilizándole lamano y el codo. Golpeó vehemente aquella envoltura con elpuño derecho, pero aquel hielo era tan resistente como elhierro.

Los trineos cobraron ímpetu. Cerca de la Primera,Honninscrave y Tejenieblas viraron de costado en unintento de evitar al arghule. La falla que engullera a Vain seextendió hacia el norte. No se veía a Buscadolores porningún lado. Linden se agarraba a la barandilla de su trineo,con un grito sin sonido grabado en el rostro.

Cail se adelantó, rebasando a la Primera, para desafiar alagresor de ésta.

A la vez, le gritaron Encorvado y ella:- ¡No!Los ignoró. Dirigió frontalmente hacia la criatura todo

su vigor de haruchai.Antes de que pudiese golpearlo, el arghule basculó

como si se fuera a caer. De repente, una gran mano de hielose abatió sobre él, surgiendo del aire vacío. Lo alcanzó depleno, sometiéndolo al dominio de la criatura.

Covenant luchó por erguirse en el deslizante trineo. El

Page 184: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

derrumbe de Cail le sacudió como un augurio. El paisaje eratan blanco y desolado pomo la propia magia indomeñable.Al siguiente latido de su corazón, ya estaba dentro delfuego. El poder fluyó de él encadenándolo. Tanincandescente como un horno al rojo, con la absolutaperversidad del veneno, descargó su medio puño paradestruir al arghule.

Entonces una red echada por otra de las criaturas, loatrapó. Los dos arghuleh procedentes del norte habíancambiado de dirección para cazar al grupo. Aunque latelaraña no llegó a cubrirlo, su borde lo alcanzó en la partederecha de la cabeza deslizándose luego por el hombro paraenredarse en el alzado puño.

La magia indomeñable pulverizó el hielo, evitándole seratrapado. Pero la inmensa intensidad del frío se apoderósúbitamente de su cerebro.

Al momento le sobrevino la parálisis.Podía ver lo que estaba ocurriendo, registrar cada

suceso. Pero el aturdimiento y el dominio que proyectabasobre él el anonadante frío, lo enajenaban.

Mientras que Honninscrave y Tejenieblas se estabanesforzando por desplazar lateralmente los trineos para eludiral arghule, la Primera se lanzó en ayuda de Cail seguida deEncorvado. La criatura intentó apartarse, pero ella avanzabacon demasiada velocidad. Braceando repitió el gesto con elque capturó a Cail.

Page 185: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Aunque tenía el brazo izquierdo inutilizado, procuróignorarlo. La movían la furia y la necesidad. En el instante enel que el arghule alzaba su hielo, ella puso todo su cuerpoen un único golpe que envió directamente a la criatura contoda su fuerza de gigante.

El ser estalló bajo el impacto. El eco de su destrucciónsuperó la altura de la cordillera.

Por entre la atronadora descarga cruzaron los trineos,dejando detrás a la Primera. Ella giró para enfrentarse a losarghuleh que venían detrás.

Encorvado se zambulló salvajemente entre los restos dela criatura. Durante un momento esparció los fragmentos.Luego emergió cubierto de escarcha y esquirlas de hielo,como si incluso después de ser destruido tuviese el arghuleel poder de congelar. En sus brazos, yacía Cail.

El haruchai se hallaba encajado en hielo de la cabeza alos pies, como el brazo izquierdo de la Primera, yabsolutamente rígido, aparentemente congelado sin posiblesalvación. Encorvado corrió, llevándolo tras los trineos.

La Primera desprendió una gran lasca blanquecina quelanzó a los arghuleh para hacerles vacilar. Y, tras esto,siguió al grupo.

En respuesta, se agacharon contra el hielo; crujidoscomo gritos de cólera y frustración se propagaron a travésdel témpano, abriendo una brecha tras los fugitivos. Duranteun momento, la Primera hubo de deslizarse y hacer un regate

Page 186: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

esquivando el suelo que se desmoronaba bajo sus pies.Luego perdió el equilibrio y cayó rodando lejos delamenazante tajo. Aún trataron de perseguir al grupo, perolos trineos se hallaban prácticamente fuera de su alcance.

La Primera logró incorporarse. Muy pronto, también ellase alejó de los arghuleh.

Covenant la vio correr tras Encorvado asiéndose a suhombro. Éste jadeaba terriblemente, esforzándose pormantener la velocidad. La deformidad de su espalda hacíaque pareciera cernirse protectoramente sobre Cail, cuyacicatriz estaba singularmente marcada, amplificada por latransparencia de su cobertura. Era el último de los haruchaique prometieran servir a Covenant. Pero Covenant eraincapaz de desembarazarse del frío que paralizaba su mente.Toda esperanza de fuego había desaparecido.

Linden le gritó a la Primera:- ¡Tenemos que detenernos! ¡Cail necesita ayuda y

también tú!Honinscrave y Tejenieblas no aminoraban el paso.- ¿Podrás detectar a los arghuleh si vuelven a

acercarse? -preguntó la Primera.- ¡Sí! -contestó Linden-. ¡Ahora sé lo que son!El tono era seguro y terminante.- ¡Hemos de detenernos! ¡Ignoro cuánto tiempo más

podrá seguir vivo en tal estado!La Primera asintió.

Page 187: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡Capitán, -anunció- detengámonos!De inmediato, Honninscrave y Tejenieblas

interrumpieron la marcha, dejando que los trineos sedetuvieran por sí mismos.

Encorvado pudo aún avanzar unos pasos, y luego cayóde rodillas sobre un declive del terreno. Las ráfagas de nievegiraban a su alrededor. Respiraba roncamente al inclinarsesobre Cail, apretando al haruchai contra su pecho como sitratara, de insuflarle calor con los latidos de su propiocorazón.

Linden bajó del trineo antes de que se detuviese deltodo, apresurándose hacia Encorvado. Mas Covenantcontinuó inerte mientras que Honninscrave y Tejenieblascapó entre sus dientes. Al retirar las manos pequeñosfragmentos de la piel de las yemas de sus dedos quedaronadheridos al hielo. La sangre rezumó de la carnedespellejada, brillando bajo los rayos del sol.

- ¡Maldita sea! -profirió más por miedo que por el dolor-.Está frío de veras. -Alzando la cabeza se dirigió temblando ala Primera-. Obviamente tú sabes algo sobre estos arghuleh.¿Tienes idea de qué se puede hacer por Cail?

En contestación desenfundó su espada. Blandiéndolasobre su cabeza, descargó la empuñadura violentamentesobre la costra que inmovilizaba su brazo. El hielo se rajó,desprendiéndose, dejándole libre el miembro y la piel intacta.Con dificultad, pudo flexionar muñeca y mano. Una mueca

Page 188: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de dolor cruzó por su rostro, pero la convirtió en unasonrisa.

- ¿Lo ves? Somos gigantes, resistentes tanto al fríocomo al fuego. Al no necesitar remedios contra ellos, nohemos aprendido ninguno.

Pero de su mirada podía deducirse que tal ignorancia leparecía un error.

Linden no tenía tiempo para errores.- A él no podemos hacerle lo mismo. -Murmuró,

pensando en voz alta-. Le romperíamos la mitad de loshuesos. -Escudriñó atentamente a Cail para confirmar suspercepciones-. Aún sigue vivo, pero no durará mucho.-Losdedos ensangrentados se movían ignorantes de su propiaherida-. Necesitamos fuego.

Entonces miró a Covenant.Al verlo, sus ojos se dilataron de sorpresa y pánico. No

se había dado cuenta de que había sido golpeado por el fríode los arghuleh.

fijando su atención en Linden.La nieve apagaba lo que estaba diciendo. Covenant no

podía soportarlo: no quería morir de aquella manera. Unaloca protesta surgió en su interior. Todo invierno eraenemigo; cada una de las partes del témpano constituía unainjuria dirigida a él. Desde el foso de su desaliento, hizosurgir la llama y el veneno como si se propusiera librar a laTierra del frío para siempre, derruir el Tiempo hasta los

Page 189: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cimientos para despojarlo de la helada muerte que lebloqueaba el cerebro.

Pero entonces descubrió que había otra presencia en él.Era extraña y severa, desesperada por la urgencia… y noobstante singularmente consoladora. Instintivamente sedebatió cuando ésta le arrebató su llama, pero el frío y elaturdimiento inutilizaron su oposición. Y la intrusa, unaidentidad externa dentro de su mente como si hubierarenunciado a todas sus defensas, le proporcionó calor acambio: el calor del deseo que sentía por él y el de susllamas. Durante un momento, creyó conocer a la otrapresencia, reconocerla íntimamente. Luego, el universo setornó de la blancura de la magia y la pasión, y el fríodesapareció.

Pocos latidos de corazón más tarde, lograba volver aenfocar los ojos, controlar sus rodillas y sus manos. Lindense había retirado de él dejando tras de sí una punzanteausencia, como si hubiera entreabierto una puerta parahacerle apreciar el vacío de su corazón sin ella. Su antebrazoderecho palpitaba, pero en anillo aún rodeaba el último dedode su media mano. Las ráfagas de viento le agitaban lasropas. El sol brillaba como si la profanación del Sol Ban nohubiera de terminarse nunca. Había fracasado otra vez. Ydemostrado de nuevo que ella…

Esta vez, se había limitado a alargar la mano y tomarposesión de él.

Page 190: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

No había ninguna diferencia entre aquello y lo que elAmo Execrable hiciera con Joan. Y lo que le estaba haciendoal Reino. No habían otras diferencias que las que distinguíana Linden del Desprecativo. Y el Gigante-Delirante juró queella terminaría destruyendo la Tierra.

Ahora tenía poder para cumplir la profecía. Podíatomarlo en cuanto lo deseara.

Sintió una profunda tristeza, por ambos, por su fatalineficacia y por el terrible estado de ella. Temió gemiraudiblemente. Mas en aquel momento, el ruido del viento fuepuntuado por una ronca y difícil respiración; y por aquelsonido volvió a ser consciente de sus compañeros.

El hielo que aprisionaba al h a r u c h a i habíadesaparecido, y Cail estaba volviendo a la vida por uncamino duro, teniendo que conquistar cada jadeo, quearrancar a dentelladas cada inhalación a la muerte. Nisiquiera las esposas del lago estuvieron tan cerca deabatirlo. Pero Linden lo había devuelto a la orilla de lasupervivencia. Bajo la mirada de Covenant, Cail recorrió porsus propios medios la distancia que los separaba.

Honninscrave, Tejenieblas y la Primera observaban aCail, Linden y Covenant con preocupación y cariñomezclándose en sus rostros. Encorvado había dominado losuficiente su propio jadear como para sonreír en una mediomueca. Pero Linden no tenía ojos más que para Covenant.

Lo que había hecho la había debilitado. Desde el

Page 191: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

principio aborreció la posesión tanto o más que él, pero lanecesidad la había forzado una y otra vez. Se vio obligada almal por los compromisos esenciales que la habían hechomédico. Y esto era debido a que carecía de poder. Si lehubiese entregado el anillo, como los elohim deseaban, sehabría visto exenta del peligro que le suponía tener queobrar así.

Pero él no podía entregárselo. Más aún: haría cualquiercosa por ella; menos ésa. Y debía tener en cuenta que ellahabía desafiado su instinto de protección, negándose a sudeseo de relevarla. ¿Cómo podría explicarle que todo eso,cada intento de protección o preservación, no era más que elesfuerzo por saldar esta única negativa? Compensarla enalguna medida por lo que jamás le entregaría.

Roído por el frío y lacinado por la escarcha comoestaba, cargado de lepra, veneno y derrota, volvió a hacerlo;pisoteó su orgullo y la miró directamente. Tragándose eldolor, le dijo con dificultad:

- Espero no haber herido a nadie.Aunque no era mucho, sí era suficiente por el momento.

La tristeza que la embargaba pareció ceder parcialmentecomo si las palabras de Covenant contuvieran su perdón.Una incierta sonrisa reemplazó la severidad de sus labios.Parpadeó para librar a sus ojos de unas repentinas lágrimas,y murmuró:

- Eres difícil de manejar. Desde la primera vez que te vi -

Page 192: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

él recordaba el momento tan bien como ella: le había dadocon la puerta en las narices- supe que me traerías problemas.

Le desgarró el amor que había en su voz, porque nopodía ir a estrecharla entre sus brazos. No mientras quepersistiese en su negativa a realizar el único sacrificio queella necesitaba verdaderamente.

Tras ella, estaba Tejenieblas con un recipiente lleno dediamantina. Cuando se la pasó, Linden se esforzó endesviar su atención de Covenant y arrodillarse junto a Cail.Pese a la convulsa respiración, el haruchai tomó variossorbos del tonificante licor.

Después, su estado mejoró con rapidez. Mientras suscompañeros compartían la diamantina, recobró suficientesfuerzas como para sentarse y luego ponerse en pie. Pese asu acostumbrada inexpresividad podía detectarse en surostro una extraña vergüenza. El orgullo que lo caracterizabano era adecuado para soportar la derrota. No obstante, trasla experiencia de seducción de las esposas del lago, parecíaconcederle menos importancia al amor propio. O acaso lapromesa de Brinn, que lo facultaba para seguir libremente losdictados de su corazón, había alterado en algún punto lacaracterística determinación haruchai de triunfar o morir.Poco después, el semblante de Cail presentaba la mismacarencia de expresión de siempre. Al indicar que se hallabadispuesto para continuar el viaje, en sus palabras habíaconvicción.

Page 193: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Nadie puso objeciones. Sin embargo, tras una irónicamirada de Encorvado, la Primera anunció que el grupocomería algo antes de partir. Cail pareció considerar taldilación innecesaria, pero aceptó la oportunidad de alargarsu descanso.

Mientras comían, Linden permaneció en tensión.Consumió los alimentos como si estuviera masticandomiedos y especulaciones, tratando de encontrarse a símisma. Pero cuando habló, su pregunta mostró que habíaencontrado confusión en lugar de respuestas.

- ¿Qué es lo que sabes de esos arghuleh? -preguntó ala Primera.

- Nuestro conocimiento es escaso -respondió. Parecíainsegura acerca del sentido de la pregunta de Linden-. Losgigantes han encontrado arghuleh en raras ocasiones. Y,aunque hay historias acerca de ellos, ni éstas ni losencuentros ilustran mucho.

- ¿Por qué te arriesgaste entonces? -siguió Linden-. ¿Porqué hemos venido tan al norte?

La Primera empezaba a comprender.- Tal vez me equivoqué. -Dijo en tono distante-. El hielo

hacia el sur ofrecía muchos peligros ybusqué un camino másseguro. Acepté la amenaza de arghuleh porque somosgigantes y resulta difícil que seamos abatidos o dañados porel frío. Albergaba la esperanza de que cuatro gigantesbastarían para protegeros. Y además -continuó con más

Page 194: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aspereza-, estaba equivocada. Fue una estupidez. Elconocimiento es una quimera porque detrás siempre yaceotro, y un conocimiento incompleto conduce al error.Suponíamos que los arghuleh no actuarían de esa manera.

»Son criatura salvajes, tan henchidas de odio como elinvierno en el cual medran. Y ese odio no se reduce a lasbestias y seres de sangre caliente que constituyen su presa.Se extiende a los de su misma especie. Por los relatos queescuchamos y la experiencia de nuestra gente, queda claroque la defensa más segura contra el asalto de un arghule esprocurar que le ataque otro arghule, ya que prefieren lamuerte de un semejante a cualquier otra.

«Por todo ello, suponía que el norte representaría unpeligro menos importante. Cuatro gigantes debíanconsiderarse un grupo suficiente contra cualquier arghule.Ignoraba que, con desprecio de la probabilidad y lanaturaleza, dejarían de lado su inveterada animosidad paraactuar coordinados.

La mirada de Linden se perdió entre las lágrimas.Honnínscrave contemplaba sus manos quemadas comotemiendo que no fueran aptas para lo que tenían que hacer.Tras un momento, Covenant se aclaró la garganta, ypreguntó:

- ¿Por qué? -En el Reino, la Ley de la naturaleza estabasiendo persistentemente corrompida por el Sol Ban. ¿Es queacaso la influencia del Amo Execrable había llegado hasta

Page 195: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tan lejos?- ¿Por qué han cambiado?- Lo ignoro -dijo secamente la Primera-. Creía que era

más fácil alterar la esencia de la piedra y el mar que elaborrecimiento de los arghuleh.

Covenant gimió en su interior. Todavía se hallaba acentenares de leguas de Piedra Deleitosa, y sus temorescomenzaban a acosarlo como si tanto él como suscompañeros hubiesen ya penetrado en el ámbito de lamaldad del Despreciativo.

Bruscamente, Linden se puso en pie y miró hacia eleste. Sondeó la lejanía, anunciando con temor:

- Vienen hacia aquí. Creí que habían desistido, peroparece ser que la cooperación no es la única nueva tácticaque han aprendido.

Honninscrave exclamó una obscenidad gigantina. LaPrimera hizo un gesto y Tejenieblas se dirigió hacia lostrineos; tras esto, ayudó a Encorvado a levantarse. Conrapidez, Honninscrave y Tejenieblas recogieron las cosas ycargaron los trineos. Covenant maldecía para sí. Ansiabauna oportunidad para hablar con Linden a solas. Pero siguióel tenso ejemplo de ella y saltó al trineo.

La Primera abrió la marcha. Esforzándose pordistanciarse de sus perseguidores, mantuvo el paso másveloz que Encorvado era capaz de sostener, forzándole hastasus ya exhaustos límites. Por el contrario, Cail marchabaentre Covenant y Linden como si se hallara ya repuesto por

Page 196: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

completo.Vain y Buscadolores cerraban la expedición, juntos

como sombras contra la crudeza del viento.Aquella noche el grupo descansó poco, aunque

Encorvado necesitaba descanso con urgencia. Antes de quesaliese la luna, la instintiva cautela de Cail le hizo despertar aLinden, y cuando ésta olfateó el aire, envió al grupo hacialos trineos.

Solamente habían pasado tres días desde la luna llena, yel firmamento permanecía claro. La Primera fue capaz deencontrar una ruta con relativa facilidad. Pero se refrenabadebido al cansancio de Encorvado, que no podía ir a unpaso más veloz de lo normal sin su ayuda. Y en el esfuerzopor apuntalar sus energías había consumido tantadiamantina que no estaba por entero sobrio. A intervalos,comenzaba a cantar lúgubremente por lo bajo, como si lafatiga le hubiera enajenado. No obstante, mantenían unatranquilizadora distancia de los arghuleh . Pero eranincapaces de incrementarla.

Y cuando el sol se elevó sobre el páramo de hielo, lasituación empeoró. Se estaban acercando al fin de la gélidaextensión. Durante la noche, habían penetrado en una regióndonde el hielo se hacía más quebradizo conforme avanzabanhacia el sur, en la que los pedazos desprendidos derivabanpor el agua que había bajo ellos. Ante la Primera, el oesteresultaba infranqueable. Y más allá de una amplia extensión

Page 197: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en la que aparecían icebergs, estaba el mar abierto. No teníanotra opción que la de esforzarse en ascender la accidentadacordillera que separaba el glaciar ártico de la crujiente láminadel témpano.

Covenant supuso que debían apearse de los trineos.Tanto él como Linden se bajaron para continuar a pie, peroaquello no aligeró lo suficiente las cargas que Tejenieblas yHonninscrave arrastraban. Pero ninguno de los gigantesvaciló. Internándose por un estrecho valle que atravesaba lacordillera, comenzaron a abrirse paso hacia el noroeste,como si pese al cansancio que ahora compartían conEncorvado ni siquiera hubieran empezado a desalentarse.Covenant se maravillaba del vigor que demostraban; peronada podía hacer por ayudarles, excepto procurar seguirlossin necesidad de ayuda.

Aquel empeño amenazaba con sobrepasarle. El frío y lafalta de sueño minaban sus fuerzas. Los pies entumecidos lehacían tan torpe como un lisiado. En varias ocasiones, hubode sujetarse al trineo para no caer rodando valle abajo. PeroHonninscrave y Tejenieblas tiraban de la suplementariacarga sin queja alguna hasta que Covenant recuperaba elresuello.

Al principio, la ruta de la Primera parecía caprichosa ofortuita. Cuando el valle desembocó en el glaciar,culebreando continuamente entre norte y oeste, su fondoseguía siendo transitable. Los compañeros pudieron

Page 198: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

proseguir avanzando.Luego ganaron la parte superior del glaciar y su camino

se hizo más expedito. Allí el hielo era tan accidentado comoun campo de batalla, la presión y la erosión del viento loconfiguraban en formas enormes y fantásticas, plagándolode fisuras, punteándolo de raros canales y depresionesconformados por el desgaste. Tuvieron que desviarse aúnmás al norte para hallar su ruta. Pero la Primera, poniendo aprueba su tesón, supo descubrir un pasaje que no requeríaexcesivo esfuerzo. Y en cuanto el grupo abandonó el área dela cordillera del glaciar, fue capaz de retornar inmediatamentela dirección oeste.

Mareado por la fatiga, el frío y los destellos que el solarrancaba del hielo, Covenant iba dando traspiés tras lostrineos. A su lado, Linden no estaba en mejorescondiciones. La diamantina y el esfuerzo habían mantenidoel tenue y fatal tinte azul de sus labios, y su semblanteparecía tan pálido como un hueso. Mas su persistenteestado de alerta y el obstinado empuje de sus zancadasmostraban que aún no estaba dispuesta a desfallecer.

Durante más de una legua, con el aire raspándole lospulmones y el espanto a sus espaldas, Covenant siguió a losgigantes. Y de alguna manera, no se derrumbó.

Pero entonces todo cambió. La ruta de la Primera noresultó caprichosa ni fortuita, sino imposible. Balanceándosepeligrosamente sobre unas rodillas temblorosas, con el

Page 199: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

corazón atronándole, Covenant se asomó por el borde delacantilado en el que se habían detenido. Nada había debajosalvo el desnudo y negro océano.

Sin apercibirse, habían alcanzado el límite occidental delglaciar.

Muy a la izquierda se alzaba la afilada cordilleraseparando el glacial principal del inferior. Y ninguna otracosa excepto el interminable norte, los acantilados y ellóbrego mar.

Covenant no pudo soportarlo. El vértigo sopló sobre élcomo un viento que procediera del precipicio, y le fallaronlas piernas.

Encorvado lo sujetó.- No -jadeó el deforme gigante, con voz enronquecida y

extrañamente profunda-. No desesperes. ¿Acaso te hacegado el invierno? -Con una rudeza que era producto de sufatiga, enderezó a Covenant-. Mira ante ti. No hacen faltaojos de gigante para contemplar nuestra esperanza.

Esperanza, suspiró Covenant interiormente entre elvértigo que dominaba su cabeza. Ah, Dios mío, tendríaesperanza si supiera cómo conseguirla.

Por un instante fue incapaz de enfocar sus ojos, masluego tuvo suficiente voluntad para aclarar la mirada.

Entonces la vio ciara e inalcanzable, a una media leguadel terrible océano; allí había una estrecha franja de tierrafirme.

Page 200: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Se perdía de vista tanto por el norte como por el sur.- Como ya he dicho -murmuró Honninscrave-, nuestros

mapas no registran fiablemente está región. Pero podría serla costa del Reino eso que se halla ante nosotros.

Una risa enajenada brotó en el pecho de Covenant.- Bueno, es una magnífica noticia. -Ciertamente el

Despreciativo estaría riéndose a carcajadas-. Al menos ahorapodemos contemplar nuestro lugar de destino mientrasmorimos por congelación o devorados por los arghuleh.

Y controló aquella risa temiendo que se tornara enllanto.

- ¡Covenant! -exclamó cortantemente Linden… unaqueja de empatia o de temor.

Él no la miró. Ni miró a los demás. Apenas se oyópreguntar:

- ¿A eso llamáis esperanza?- Somos gigantes -repuso la Primera, con enérgica

determinación en su tono-. Por tortuoso que parezca elsendero, saldremos de él con vida.

En silencio, Honninscrave se despojó de la camisa,guardándola en uno de los atados del trineo. Tejenieblasextrajo un gran rollo de resistente cuerda y luego siguió elejemplo del capitán.

Covenant los miraba. Linden jadeó.- ¿Es que pretendéis…? -sus ojos destellaron

ferozmente-. ¡No aguantaríamos ni ocho segundos en el

Page 201: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

agua helada!La Primera lanzó una mirada estimativa desde el

acantilado. Tras estudiar la pendiente anunció:- Entonces vuestra seguridad quedará exclusivamente a

nuestro cargo.Se volvió de espaldas al grupo, con brusquedad.

Señalando el trineo de Honninscrave, le preguntó a Cail:- ¿Excederá a tus fuerzas ese peso y el de Gigante-

amigo? -El impasible semblante de Cail revelaba su desdénpor la pregunta al negar con la cabeza-. El hielo tienerecursos para dificultar el tránsito -advirtió.

Él la miró inexpresivamente.- Me aseguraré.La Primera asintió. Había aprendido a confiar en el

haruchai. Luego, volviendo hacia el borde, dijo:- No nos demoremos pues. Los arghuleh no deben caer

sobre nosotros aquí.Con una presciente náusea golpeando su estómago,

Covenant vio cómo Honninscrave ataba un cabo de lacuerda a la parte trasera de su trineo. La desnuda espalda yhombros del gigante humeaban al entrar en contacto con lasheladas ráfagas, pero no parecía sentir el frío.

Antes de que Covenant pudiese tratar de detenerla, laPrimera se acercó al borde y, abrazándose a sí misma, se dejócaer, perdiéndose de vista. El grito de Linden la siguió.

Luchando con el vértigo, se acercó reptando por el

Page 202: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hielo hasta que pudo mirar abajo. Llegó a tiempo decontemplar cómo la Primera se hundía pesadamente en elmar. Por un instante, la blanca espuma señaló el lugar comosi hubiese desaparecido para siempre. Pero luego, aflorónueva y violentamente a la superficie y les hizo un gesto desaludo.

Ahora comprendió que el acantilado no estaba cortadoa pico. Aunque era demasiado liso para que fuese posibleescalarlo, tenía una leve y gradual pendiente hacia fueradesde el borde a la base. Y no se alzaba a más de doscientospies de altura. La cuerda de Honninscrave parecía lobastante larga para alcanzar el agua.

Desde el filo, Encorvado le hizo una mueca a su esposa.- Deséame buena suerte -murmuró. El abatimiento se

delataba en su tono-. Estoy mal hecho para estas proezas.Pero no vaciló. En un momento se halló junto a la

Primera, que lo mantuvo en la superficie.Nadie profirió palabra alguna. Covenant apretó los

dientes como si cualquier palabra que saliera de su bocapudiera desatar el pánico que había en él. Linden se aferró así misma, mirando al vacío. Honninscrave y Tejenieblas seocupaban de atar las provisiones con la máxima seguridad alos trineos. Cuando lo hicieron, el capitán se dirigió derechoal acantilado, pero Tejenieblas se detuvo junto a Linden parainfundirle ánimos. Amablemente, la tocó en el hombro,sonriéndole como en recuerdo de que ella le había salvado la

Page 203: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vida. Después siguió a Honninscrave.Covenant y Linden quedaron en el glaciar

acompañados de Cail, Vain y el Designado.Sujetando la cuerda, Cail hizo señas a Covenant de que

subiese al trineo.- ¡Demonios! -gruñó Covenant.El vértigo se retorcía dentro de él. ¿Qué ocurriría si su

sujeción fallaba? ¿Y cómo pensaban los gigantes hacer flotarlos trineos? Pero no tenía opción. Los arghuleh debían estarya muy cerca. Y tenía que llegar al Reino de algún modo, ir aPiedra Deleitosa. No había otra opción. Los gigantes ya sehabían comprometido en el empeño. Se volvió hacia Linden.Pero ésta se hallaba ocupada en dominar su propio temblor.

Torpemente saltó al trineo.Cuando se hubo afianzado, tratando de aferrarse con

los entumecidos dedos a la barandilla y sujetarse con laspiernas a los bultos, Cail pasó la cuerda en torno a lostobillos de Vain. Después, la anudó a los dos puños, apoyósu espalda contra el trineo y comenzó a empujarlo hacia elacantilado.

Cuando ya sobresalía sobre el borde, Linden le gritó:- ¡Aguanta con fuerza! -como si acabara de darse

cuenta de lo que ocurría.Covenant se mordió el interior de su mejilla con tal

fuerza que la sangre afluyó a sus labios, tintando la escarchade su barba.

Page 204: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Muy despacio, Cail permitió que el peso que colgabadel extremo de la cuerda lo volviera a situar junto a Vain.

Vain no movía ni un músculo: parecía ajeno a la cuerdaque pasaba por detrás de sus tobillos. Cail se frenó a símismo contra las negras pantorrillas del Demondim.

Sin el más mínimo temblor, el haruchai hizo descender apulso a Covenant y el trineo por la ladera del acantilado.

Covenant mascó su propia sangre un momento paracontrolar su terror, pero lo peor había pasado. El vértigo fueretrocediendo. Acuñado entre las provisiones, no estaba enpeligro de caer. Cail iba soltando cuerda con mucho cuidado.Ésta arrancaba fragmentos de madera, mas Covenant apenaslos sentía caer. Un grito de aliento surgió de Encorvado. Eloscuro océano parecía tan viscoso como una malignaciénaga, pero los cuatro gigantes nadaban en él como si nofuese más que agua. Encorvado necesitaba sostenerse en laPrimera, pero Honninscrave y Tejenieblas se desplazabancon facilidad.

Honninscrave se había situado bajo el trineo quedescendía.

Cuando comenzó a penetrar en las aguas, el capitánbuceó para colocar los esquíes sobre sus hombros. Pese abambolearse hasta encontrar el punto de apoyo, el trineo alfin se equilibró; y Covenant se dio cuenta que el capitán loestaba transportando.

Tejenieblas desató la cuerda para que Cail pudiese

Page 205: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

recuperarla. Entonces, Honninscrave empezó a alejarse delmuro de hielo. La Primera le dijo algo a Covenant, mas elruido del suave oleaje apagó su voz.

Covenant apenas se atrevía a volver la cabeza pormiedo a desequilibrar a Honninscrave, pero con el rabillo delojo vio descender a Linden. El temor a que Vain pudieramoverse le acuciaba. Suspiró aliviado cuando el segundotrineo se posó sin problemas sobre los hombros deTejenieblas.

Por indicación de la Primera, Cail volvió a dejar caer elextremo de la cuerda y descendió por ella para unirse algrupo.

Instintivamente, Covenant fijó su atención en la bajalínea costera que se hallaba media legua más allá. Ladistancia parecía excesiva. Ignoraba de dónde sacaríanfuerzas Honninscrave y Tejenieblas para llevar los trineoshasta allí. En cualquier momento la gélida ansiedad delocéano podía engullirlos.

Pero ellos se esforzaron, aunque aquella travesíaparecía dura e interminable, más allá de toda resistencia. LaPrimera sostenía a Encorvado sin flaquear. Cail nadaba entrelos trineos, sosteniéndolos cada vez que Honninscrave oTejenieblas se bamboleaban. Si las corrientes hubiesen idoen su contra, habrían muerto. Pero las corrientespermanecían indiferentes, excesivamente frías parapercatarse de tan nimia afrenta. En el nombre de la

Page 206: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Búsqueda, de Covenant Giganteamigo y de Linden Avery laEscogida, los gigantes resistían.

Y prevalecieron.Aquella noche, el grupo acampó sobre los duros

guijarros de la costa como si hubieran tocado puerto.

Page 207: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

SEIS: El invierno en pie de guerra

Por vez primera desde que abandonara la cocina delGema de la Estrella Polar, Covenant creyó que conseguiríamitigar el frío que le helaba los huesos. En aquella costa, lascálidas corrientes que mantenían el mar sin hielo moderabanla dureza invernal. La playa de guijarros era áspera pero noglacial. El cielo se hallaba cubierto de nubes queobstaculizaban la solitaria gelidez de las estrellas. Lahoguera de Tejenieblas, que Cail atendía porque todos losgigantes se hallaban demasiado exhaustos para prescindirdel sueño, extendía su bendición en torno al campamento.Envuelto en mantas, Covenant dormía como si estuviera enpaz. Y cuando empezó a despertar bajo la tenue luz delamanecer septentrional, se hubiera alegrado de comer algo yvolverse a dormir. El grupo merecía al menos un día dedescanso. Los gigantes se lo habían ganado.

Mas cuando la luz aumentó, se olvidó del descanso. Lasalida del sol quedaba velada por las nubes, pero leproporcionó la suficiente claridad para revelarle la gran masadel glaciar que habían dejado atrás. Por un instante, lagrisácea atmósfera le hizo dudar de lo que estaba viendo.

Un fragmento de hielo se había escindido del acantiladoy se aproximaba flotando sobre el agua, desde el mismopunto en que ellos habían bajado. Era lo bastante

Page 208: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

voluminoso para constituir un peligro. Y se dirigía como unalanza al campamento.

Angustiado, llamó a la Primera. Ella se le unió en lacontemplación del hielo. Esperaba vanamente que la miradade la giganta contradijese su impronunciada suposición.Mas no fue así.

- Parece -dijo ella lentamente- que los arghuleh siguentodavía tras nosotros.

Gélidas astillas asaltaron la mente de Covenant.- ¿Cuánto tiempo les llevamos? -preguntó.- Ignoro cuánto hace que partieron -contestó la Primera-

. Resulta difícil calcular su velocidad. Pero me sorprenderíanque ganaran la costa antes de mañana.

Covenant continuó maldiciendo un rato. Pero la iraresultaba tan absurda como la esperanza. Ninguno de loscomponentes del grupo objetó nada cuando volvieron acargar los trineos para la partida; la necesidad era obvia.Linden estaba demacrada debido a la continua tensión delviaje. Pero los gigantes se habían liberado de la mayor partede su cansancio. La luz de la alerta y el humor brillaba en losojos de Encorvado, mostrando que comenzaba a ser elmismo de siempre. Pese a sus continuos fracasos al intentarigualarse con Cail, Tejeníeblas se comportaba con un ciertoaire de orgullo, como si estuviera escuchando ya los cantosque su gente entonaría en loor de las proezas del grupo. Y elcapitán parecía saludar la perspectiva de la caminata como

Page 209: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un antídoto para la continua mortificación que le producíansus pensamientos.

Covenant ignoraba como Vain y Buscadolores habíancruzado las aguas. No obstante, la absoluta negrura de Vainy la miseria del Designado de los eloh im continuabanintactas, descartando toda necesidad de explicación.

El grupo seguía sin daño al abandonar la costa ycomenzar el ascenso hacia el sur por la leve pendiente deguijarros que culminaba en una ondulante faja de colinasbordeando el litoral.

Mientras el suelo se presentó uniforme, Covenant yLinden caminaron acompañando a Cail y los trineos.Covenant, pese a no encontrarse en las mejorescondiciones, se alegraba de poder soportar su propio pesosin tener que luchar para abrirse paso. Y quería hablar conLinden. Esperaba que ella le dijese cómo soportaba aquello.No tenía la facultad de evaluar su estado.

Pero más allá de las colinas, se extendía una prolongaday baja llanura, y una densa nieve comenzaba a caer sobreella. En cuestión de minutos se obscureció el horizonte,envolviendo en desolación a los viajeros y agolpándoserápidamente a sus pies. Pronto formó una capa lo bastantegruesa para soportar los trineos. La Primera urgió aCovenant y a Linden a que subiesen a ellos para poderaumentar la velocidad de la marcha. Ayudada por su finavisión y su instintivo conocimiento del terreno, condujo a

Page 210: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los compañeros por entre la nevada como si el camino leresultara familiar.

Hacia media tarde cesó de nevar, y los viajerosquedaron solos en un albo y uniforme desierto. La Primeraincrementó de nuevo la velocidad de su marcha hasta unpunto que nadie, excepto los ranyhyn, podría haber igualadoa pie. Tan sólo los ranyhyn podrían haberle llevado con unaprontitud comparable al encuentro de su destino. Pero elrecuerdo de los grandes caballos le produjo un intensodesconsuelo. En su memoria estaban como animales demaravillosa fidelidad, uno de los tesoros del Reino. Pero sehabían visto forzados a huir por la maldición del Sol Ban.Quizá jamás regresaran. Puede que nunca pudieran hacerlo.

La cólera volvió a embargarlo ante aquella posibilidad,trayendo a su mente el conocimiento de que se hallaba encamino de terminar con el Clave y con el Fuego Bánico queservía al Sol Ban. Comenzó a analizar más detalladamente supropósito. No podía esperar tomar Piedra Deleitosa porsorpresa. El Amo Execrable seguramente sabía que retornaríaal Reino, y contaría con tal regreso para la culminación desus planes. Pero era posible que ni eí Despreicativo ni susDelirantes se dieran cuenta de cuanto daño podía hacerCovenant mientras tanto.

Aquélla fue una idea de Linden. Deten al Clave. Acabacon el Sol Ban. Algunas infecciones han de ser amputadas.Ahora la aceptaba, y su aceptación llegaba hasta el veneno

Page 211: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

y médula de su poder. Le proporcionaba una utilidad a suira. Le ofrecía una ocasión para hacer que el arduo einquebrantable servicio de los gigantes significase algo.

Al pensar en estas cosas, sentía un dolor lacerante en elantebrazo derecho y las tinieblas se alzaban hasta sugarganta. Por vez primera desde que consintiera realizar elintento estaba ansioso por alcanzar Piedra Deleitosa.

Dos días después, aún no habían llegado al confín delpáramo cubierto por la nieve.

Ni el sentido de la salud de Linden ni la visión de losgigantes detectaron atisbo alguno de los arghuleh. Noobstante, ninguno de los componentes de la pesquisadudaba de que estaban siendo perseguidos. Un presagio sinnombre parecía empujar a los trineos. Acaso emanase de lainterminable desolación de la llanura, desierta y estéril. O talvez todos ellos se habían contagiado del estado nervioso deLinden. Ella estudiaba el invierno, oliendo el aire, escrutandolas nubes, tocando la nieve, como si pensara que lo habíahecho brotar una conjunción de extrañas fuerzas, algunas nonaturales; y sin embargo era incapaz de expresar conpalabras el desasosiego de lo que percibía. En algún lugar deaquel baldío, acechaba un oscuro desastre. Pero ignoraba enqué consistía.

Al día siguiente, pudieron ver montañas al este y al sur.Y al otro, el grupo ascendió saliendo del llano, bordeandobajas y tortuosas estribaciones y valles hasta las nevadas

Page 212: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cumbres que se alzaban sobre ellos.La cordillera no era especialmente alta ni escarpada. Los

picos eran viejos, desgastados por un milenio de inviernos.Al atardecer, habían alcanzado los mil pies de altitud, y lasestribaciones y la llanura se habían perdido de vista.Durante el día siguiente, la marcha quedó reducida almínimo. Covenant y Linden pugnaban por abrirse camino apie entre la nieve, afanándose en ascender con los demásuna escarpada pendiente que desaparecía entre las pesadasnubes como si no tuviera fin. Pero aquella subida lesproporcionó otros dos mil pies de altura, y desde allí vieronuna región de ondulantes colinas, no ya de auténticasmontañas. El tiempo y el frío habían limado las cumbres queuna vez dominaran el territorio, y la erosión había rellenadolos valles. La Primera permitió que el grupo acampase al caerla noche, pero a la mañana siguiente se hallaba decidida acubrir una gran distancia.

- A menos que nos hayamos extraviado completamente-anunció Covenant-, éstas son las Alturas Septentrionales. -La simple mención del nombre exaltó su espíritu. Apenas sise atrevía a creer en la posibilidad de estar en lo cierto-. Si esasí, estamos dirigiéndonos hacia el Declive del Reino.

Extendiéndose hacia el noroeste a través de las AlturasSeptentrionales, la gran roca del Declive constituía lafrontera entre las Tierras Bajas y las Altas.

Pero también señalaban el límite del Sol Ban, porque

Page 213: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

éste salía y se ponía a través de las Tierras Altas desde laguarida secreta del Amo Execrable en las simas del MonteTrueno, que se extendía a ambos lados del centro delDeclive. Cuando llegaran a la roca, se hallarían nuevamentebajo el poder del Despreciativo. A menos que el Sol Ban nose hubiera extendido aún tan al norte.

Sin embargo, Linden no prestaba atención a Covenant.Sus ojos escrutaban el oeste como si estuviera obsesionadapor ideas de catástrofe. Su voz transmitió un singular eco derecuerdo al murmurar:

- Se está enfriando.Covenant sintió un acceso de pánico.- Es la altura -argüyó-. Estamos a una altitud muy

superior a la de antes.- Quizá. -Parecía sorda a la aprensión de él-. No puedo

saberlo. -Se pasó los dedos por los cabellos, como tratandode obtener una mayor claridad en sus percepciones-.Estamos demasiado al sur como para que el invierno semuestre con tanta crudeza.

Recordando el modo en que una vez el Amo Execrablehabía hecho caer el invierno sobre el Reino desafiando todaLey natural, Covenant apretó las mandíbulas y pensó en elfuego.

Pero Linden estaba en lo cierto: incluso para susimperfectos sentidos resultaba inequívoco el intensísimofrío. Pese a que no había viento, la temperatura parecía estar

Page 214: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

descendiendo notoriamente a su alrededor. En el curso deldía, la nieve se fue convirtiendo en corteza y cristal. El airepresentaba aguzados bordes que le desgarraban lospulmones. Cuando caía nieve era como si lloviera arena.

Cuando la superficie se endureció lo bastante parasoportar a los gigantes, la labor se facilitó. No tuvieron queseguir abriéndose paso entre el gélido espesor que lesllegaba hasta los muslos. En consecuencia el ritmo de lamarcha se aceleró considerablemente. Pero el frío era agudoy penetrante. Covenant se sintió debilitado por el hielo y laincapacidad, atrapado entre la gelidez y el fuego. Cuandopararon para pasar la noche, descubrió que las mantas sehabían congelado envolviéndolo como una capa de cera.Tuvo que desprenderse de ellas como si emergiera de uncapullo en el que nada se hubiera transformado.

Encorvado le dirigió una irónica mueca.- Estás bien protegido, Giganteamigo. -Las palabras

brotaban como nubes de vapor, como si el sonido de la vozestuviera empezando a congelarse-. El propio hielo sirvepara protegerse del frío.

Pero Covenant estaba mirando a Linden. Tenía elsemblante demudado y los labios le temblaban.

- No es posible -dijo débilmente-, no pueden existirtantos en el mundo entero.

Nadie le preguntó a qué se refería. Tras un momento, laPrimera inquirió:

Page 215: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Es segura tu percepción, Escogida?Linden asintió. La escarcha ribeteaba sus ojos.- Ellos son los que están trayendo éste invierno.Pese a la fogata encendida por Tejenieblas, Covenant

sintió que el corazón se le helaba.

Tras aquello, la temperatura descendió demasiado parapermitir que continuara nevando. Durante un día y unanoche, nubes densamente cargadas los contemplaron conhosquedad desde arriba, cubriendo el cielo hasta elhorizonte. Y luego, el cielo se despejó. Los trineos botaban yse escoraban hacia delante sobre la gélida superficie como sise tratara de una nueva clase de granito.

La Primera y Encorvado abandonaron la dirección delgrupo y se desviaban hacia el norte para observar la posiblellegada de los arghuleh. La noche anterior, ella habíasugerido que torcieran hacia el sur para librarse del peligro.Pero Covenant se negó. Su impreciso conocimiento de lageografía del Reino le indicaba que si lo hacían no podríanevitar el Llano de Sarán. Por tanto, los viajeros continuaronhacia Piedra Deleitosa, y la Primera y Encorvado semantuvieron vigilando cuanto les fue posible.

Poco antes del mediodía, con el sol alumbrandotristemente la total blancura del paisaje y el inmóvil aire tanincisivo como un flagelo, el grupo se internó en una regióndonde rotas cabezas y truncados torsos de roca se erguían

Page 216: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en profusión entre la nieve acumulada, alzando sus cimascoronadas de blanco y sus ásperos costados, en todas lasdirecciones, como menhires. Honninscrave y Tejenieblastenían que seguir un zigzagueante sendero entre losmonumentos megalíticos, muchos de los cuales tan sóloestaban separados por un espacio similar al grueso del brazode un gigante; y la Primera y Encorvado se vieron forzados aacercarse más del grupo para no perder de vista los trineos.

Linden estaba tan tensa como un alarido, y murmuraba,una y otra vez:

- Están aquí, Jesús mío. Están aquí.Pero cuando llego el ataque, les cogió por sorpresa. Los

sentidos de Linden se hallaban colapsados por la completainsensibilidad que el frío le provocaba. Era incapaz dedistinguir las amenazas específicas dentro del riesgo global.Y Encorvado y la Primera estaban explorando el norte. Elasalto partió del sur.

El grupo había penetrado en una zona ya controlada porlos arghuleh.

Honninscrave y Teienieblas estaban cruzando el centrode un tosco anillo de altas piedras, Tejenieblas situado a laizquierda del capitán, cuando dos pequeños montículos quese hallaban al otro extremo del círculo se irguieron.Avanzaron, con las fauces entreabiertas, unacorta distanciapara detenerse a continuación. Uno de ellos mostró por uninstante una red de hielo que arrojó sobre la cabeza de

Page 217: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Teienieblas, mientras el otro aguardaba para dar caza a losdemás cuando empezaran a correr.

El grito de Covenant y la advertencia de Honninscravesonaron a un tiempo. Siendo imposible mantenerse firmesobre la nieve congelada, Tejenieblas y el capitán seprecipitaron bruscamente hacia delante y empezaron acorrer. El tirón hizo que Covenant cayera de espaldas en eltrineo. Manoteó buscando la barandilla izquierda, luchandopor incorporarse. Resonó la respuesta de la Primera, perotanto ella como Encorvado se hallaban fuera de alcance alotro lado de los menhires.

Entonces el trineo de Linden se estrelló contra el deCovenant, y el impacto casi le arrojó a la nieve.

El inmediato salto de Teienieblas evitó que la red dehielo cayera sobre él. Pero Linden se hallaba en medio.Tirando de los arneses intentó hacerla a un lado. Pero eltrineo de Covenant le obstaculizó.

Al siguiente instante, la red bajó sobre los correajes y laparte delantera del trineo de Linden. Inmediatamente heló suradio de acción. Las cuerdas se congelaron. La cabeza deLinden crujió, y ella se derrumbó.

Cail había caminado entre los trineos en suacostumbrada posición. Al abalanzarse los gigantes tambiénse apresuró, manteniéndose entre Covenant y los arghuleh.Incluso así, sus reflejos de haruchai no bastaron paraprotegerlo cuando Tejenieblas hizo girar de costado el trineo

Page 218: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de Linden. Saltando para evitar la colisión fue a caerdirectamente bajo la red.

Su celeridad lo salvó de quedar por completo preso deella. Pero su brazo izquierdo quedó atrapado y unido por elcodo al trineo.

Honninscrave sobrepasó a Covenant dirigiéndose haciaLinden. Covenant no tuvo tiempo de gritar al capitán paraque se detuviese: el arghule se estaba preparando paralanzar otra red. El veneno pareció golpear a través de suantebrazo. Con la magia indomeñable asida en la mediamano, se preparó para usar su poder en defensa de Linden.

En el mismo instante otro arghule cayó desde unacercana elevación sobre Honinscrave. Lo arrojó al sueloenterrándolo en súbito hielo. El trineo de Covenant volcó. Élcayó al suelo prácticamente junto a la bestia.

Pero sólo temía por Linden, sin comprender apenas supropio peligro. La cabeza le daba vueltas. Desprendiendonieve y escarcha en una ráfaga que era como una pequeñaexplosión, una muestra de la tormenta que había dentro deél, se puso en pie.

Rígida y vulnerable contra el blanco absoluto, Lindencontinuaba sentada en su atrapado trineo. Estaba inmóvil.La fría rapacidad de los arghuleh sobrecargaba sus nervios,haciéndola retroceder hacia un miedo atávico, paralizante.Por un momento, le pareció que había perdido todasemejanza con la mujer a quien había aprendido a amar. Se

Page 219: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

parecía más a Joan. De inmediato, la maraña de veneno ypasión que era su poder se manifestó violentamente en él, yse sintió dispuesto a derribar hasta los crómlechs y devastarla región entera si era necesario para protegerla.

Pero Tejenieblas se hallaba en su camino.El gigante no se había movido del lugar en que cayó.

Dirigía la cabeza a uno y otro lado con la atención divididaentre el estado de Linden y el de Honninscrave. Habíaabandonado el Gema de la Estrella Polar para tomar el lugarde Cail al lado de ella. Pero Honninscrave era el capitán.Debatiéndose entre irreconciliables exigencias, Tejenieblasno podía elegir. Y en su desamparo, bloqueaba a Covenantfrente a los arghuleh agazapados a su espalda.

- ¡Apártate! -La furia y el frío extrajeron el grito de lagarganta de Covenant.

Pero Tejenieblas era incapaz de pensar en nada que nofuese la imposible elección. No se movió.

Sobre su hombro derecho se arqueó una segunda red.Aumentando en tamaño y solidez al extenderse, llegó hastaLinden. Su gelidez dejó un reguero de escarcha en la visiónde Covenant.

Cail no había podido liberar su brazo izquierdo. Pero viola caída de la red como si fuera el fracaso de todos losharuchai; la muerte de Hergroom, la muerte de Ceer y elcanto de sirena de las esposas del lago juntos en un únicopeligro. Y se irguió como si fuese el último superviviente de

Page 220: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

su pueblo, el último hombre que había jurado vencer o morir.Sus músculos se arracimaron, se tensaron, tomando laapariencia de huesos, y con un crujido logró desprender elbrazo, todavía encajado en un bloque de hielo del tamaño dela cabeza de un gigante.

Blandiéndolo como una maza, saltó por encima deLinden e hizo pedazos la red ante de que llegase a alcanzarla.

Ella permaneció entre aquella lluvia de astillas como sise hubiera quedado ciega.

Antes de que Covenant pudiera reaccionar, el segundoarghule situado detrás de Tejenieblas se abalanzó sobre elgigante con todo su frígido volumen.

Entonces la Primera se lanzó en picado como un halcóncontra la bestia que se cernía sobre Honninscrave.Encorvado apresuró su carrera hacia Linden y Cail rodeandoun montículo. Y Covenat, dejando escapar un laceranteaullido, redujo a fragmentos el primer arghule con un rayoque era como la descarga de un relámpago.

De algún lugar cercano, llegó el tenue grito deBuscadolores:

- ¡Estúpido!Por encima del hombro, la Espadachina jadeó:- ¡Nos están dando caza!- Golpeaba el hielo tratando de

liberar a Honninscrave-. ¡Hay muchos arghuleh!¡Demasiados!

Honninscrave yacía entre los restos de la bestia como si

Page 221: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ésta hubiera logrado ahogarlo, pero cuando la Primera losacudió para hacer que reaccionara, un súbitoestremecimiento lo recorrió. Un instante después, se poníaen pie por su propio esfuerzo.

- ¡Tenemos que huir! -gritó ella.Covenant se hallaba demasiado lejos para prestarle

atención. Linden estaba a salvo, al menos de momento.Encorvado ya había hecho saltar el hielo que aprisionaba elbrazo de Cail, y entre los dos podrían protegerla durantealgunos minutos. Altivo y brillando entre las llamas,encaminó sus pasos hacia la bestia que aún pugnaba porsometer a Tejenieblas. La fuerza o cambio que habríaalterado la institiva capacidad de odio de los arghulehtambién cegaba su instinto para el temor o la supervivencia.La criatura no cesó en su ataque sobre Tejenieblas hastaque Covenant redujo su existencia a un charco de agua.

En su vehemencia, ansiaba volverse y gritar hasta quelos menhires temblasen: ¡Vamos! ¡Vamos, venid por mí! Lascicatrices destellaban como colmillos en el antebrazo. ¡Osdestruiré a todos! Se habían atrevido a asaltar a Linden.

Pero ella ya había vuelto en sí entonces, encontrando lamanera de escapar a su anterior parálisis, y corría hacia élrogándole, gritándole:

- ¡No! ¡Ya basta! Ya has hecho suficiente. ¡Controla elfuego!

Trató de escucharla. La ansiedad marcaba su rostro, e

Page 222: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

iba hacia él como si pretendiera arrojarse en sus brazos.Tenía que escucharla. Era demasiado lo que estaba en juego.

Pero no pudo. Tras ella, surgieron más arghuleh.Encorvado se lanzó en ayuda de Tejenieblas. Cail se hallabajunto a Linden. Luchando por empujar los trineos, la Primeray un aturdido Honninscrave trataban de formar un cordónprotector en torno a Linden y Covenant. Buscadolores habíadesaparecido. Solamente Vain continuaba inmóvil.

Y desde todos lados, y a la vez, cargaban las perversasbestias de hielo, agolpándose entre los monolitos, veinte,cuarenta de ellas, como si cada una ansiara ser la primera enregalarse con la palpitante carne. Como si acudiesen enrespuesta a la llamada de Covenant. En número suficientepara devorar incluso a los gigantes. Sin la magiaindomeñable, nadie del grupo, a excepción de Vain, tenía lamenor posibilidad de sobrevivir.

Algo parecido a una ávida risa golpeó el fondo de lamente de Covenant. A su manera, anhelaba la violencia,deseaba tener una ocasión para hacer que el Despreciativose atragantase con su propio desamparo. Situando a Lindentras él, fue el encuentro de sus atacantes.

Sus compañeros no protestaron. No tenían ningunaotra esperanza.

- ¡Bastardos! -increpó jadeante a los arghuleh; aunquele rodeaban por todas partes, apenas podía verlos. Élveneno ennegrecía su cerebro-. ¡Venid por mí!

Page 223: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

De repente, la Primera gritó algo, una advertencia o unaexclamación de sorpresa. Covenant no pudo entender laspalabras pero lo acerado de la entonación le hizo volversepara saber qué había descubierto.

Entonces el estupor lo paralizó.Del lado sur del anillo, unas formas grises de tamaño

inferior al suyo aparecían entre los arghuleh. Eran una toscaimitación de los humanos, aunque brazos y piernas sehallaban curiosamente proporcionados. Pero aquelloscuerpos desnudos carecían de pelo; sus puntiagudas orejasse alzaban a los lados de sus calvos cráneos. Y no teníanojos. Anchas y planas ventanillas nasales se distinguían ensus rostros sobre la hendidura de la boca.

Gruñendo en una lengua extraña, danzaban ágilmenterodeando a los arghuleh. Cada uno de ellos manejaba unacorta y delgada pieza de metal negro, semejante a una varillaque lanzaba un fluido vitriólico hacia los monstruos de hielo.

Aquel líquido sumió a los arghuleh en la confusión.Aquello los quemaba, desprendiendo grandes trozos de susespaldas, disolviendo sus cuerpos desde el interior.Invadidos por el pánico, olvidaron a su presa, luchando ydebatiéndose ciegamente en todas direcciones. Algunoschocaban con los crómlechs, perdiendo enormes pedazos, ymorían. Pero otros, reaccionando con desesperado instinto,se cubrían con su propio hielo cicatrizando de ese modo lasheridas.

Page 224: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Suavemente, como si al fin fuera capaz de sorprenderse,Cail murmuró:

- Waynhim. Los antiguos narradores hablaban de estascriaturas.

Covenant las reconoció. Como los ur- viles, erancreaciones artificiales de los Demondim. Pero habíanempeñado su Weird, su saber v sus propias existencias enun propósito que no servía al Despreciativo. Durante unaincursión de Covenant hacia Piedra Deleitosa, una banda dewavnhim le salvó de una recaída en el veneno y, con ello, dela muerte. Pero eso había ocurrido a centenares de leguashacia el sur.

Las criaturas rodearon al grupo con gran rapidez,arrojando aquel poderoso líquido hacia los arghuleh.

Luego Covenant oyó pronunciar su nombre por unavoz inesperada. Al volverse, vio salir a un hombre de entrelas rocas del lado sur.

- ¡Thomas Covenant! -gritó nuevamente-. ¡Adelante!iHuyamos! ¡No estamos preparados para esta batalla!

Era un hombre cuyos suaves ojos castaños, amablesfacciones v una generosidad aprendida en el desamparo lehabían dado a Covenant apoyo y esperanza. Un hombre quehabía sido rescatado por los waynhim cuando el Grim de losna- Mhoram destruyó su pueblo, Pedraria Dura. Un hombreque servía a estas criaturas, las comprendía y las amaba.

Hamako.

Page 225: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant trató de gritar, de correr a su encuentro. Perono pudo. El primer instante de reconocimiento fue seguidopor una ardiente ráfaga de dolor cuando las implicacionesdel encuentro le alcanzaron. No había ninguna razón por lacual Hamako y los waynhim debieran hallarse tan lejos de suhogar, ninguna razón que no fuese terrible.

Pero la situación del grupo demandaba rapidez ydecisión. Empezaban a llegar otros arghuleh procedentesdel norte. E iba creciendo el número de los que descubrían laartimaña de utilizar su propio hielo para curarse. Cuando Caille asió por el brazo, Covenant se dejó conducir haciaHamako.

Linden marchaba junto a él. La determinación sereflejaba ahora en su semblante. Acaso hubiera identificadoa Hamako y a los waynhim por las descripciones queCovenant le había hecho. O tal vez su facultad deadivinación le había indicado cuanto necesitaba saber.Covenant se movía lentamente y ella, cogiéndolo del otrobrazo, lo obligó a seguir.

Los gigantes volvieron a empujar los trineos. Vaincorrió para alcanzar al grupo. A sus espaldas, los waynhimse retiraban debido al número cada vez mayor de arghuleh.

Un momento después, llegaron hasta Hamako. Saludó aCovenant con una fugaz sonrisa.

- Bienvenido, portador del anillo -le dijo-. Eres unainesperada bendición en medio de estos páramos. -Y luego

Page 226: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

añadió-. ¡Vamonos!Salió del círculo formado por las piedras flanqueado por

los waynhim, y se internó en el laberinto de menhires.Los entumecidos pies de Covenant y la pesadas botas

que calzaba no hallaban agarro en la endurecida nieve.Resbalaba continuamente y se tambaleaba tratando deseguir a Hamako entre las rocas. Pero Cail lo sostenía delbrazo. Linden avanzaba a cortos pasos que le permitíanmantener el equilibrio.

Tras ellos, varios waynhim se esforzaban en retrasar alos arghuleh. Pero de repente las bestias desistieron de lacaza como si alguien las hubiese llamado para queregresaran, como si cualquiera que fuera quién o qué lasdominase no deseara arriesgarlas a una emboscada. Al poco,una de las grisáceas criaturas hechas por los Demondim selo anunció a Hamako, y éste aminoró la marcha.

Covenant avanzó hasta situarse junto a aquel hombre.Impulsado por el recuerdo y el espanto ansiaba gritar:¡Maldita sea! ¿Qué demonios estáis haciendo aquí? Perodebía a Hamako demasiada gratitud, pasada y presente. Portanto, dijo:

- Cada vez eres más oportuno. ¿Cómo supisteis que osnecesitábamos?

Hamako hizo un gesto ante la referencia de Covenant asu anterior encuentro, cuando su rhysh llegó demasiadotarde en ayuda del portador del anillo. Pero contestó como si

Page 227: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

comprendiera que Covenant no había tenido la intención deser sarcástico.

- No lo sabíamos. El relato de tu salida del Reino secuenta entre los waynhim -dijo-. Para observadores tansagaces como lo son ellos, tu viaje desde Piedra Deleitosahasta las Tierras Bajas y Línea del Mar fue tan transparentecomo el agua. -Rodeando otro montículo hasta dar con unancho paso entre las piedras, continuó-: Pero nada sabíamosde tu regreso. Teníamos puesta la atención en esosarghuleh, que afluyeron en masa desde el norte desafiandotoda Ley y buscando el desastre. Al ver que se reunían aquí,procuramos descubrir su objetivo. De ese modo osencontramos. Menos mal que obramos así, y que hemossido lo bastante numerosos para poder ayudaros. El lugar dereunión de los rhysh no se halla a gran distancia -señaló alfrente con un gesto-, pero si a la suficiente como para queno hubiéramos podido ayudaros.

Covenant lo escuchaba atentamente, y las preguntasque deseaba hacerle se atrepellaban en su garganta. Pero sunúmero era excesivo, Y el frío mordía sus pulmones a cadainhalación. Con un esfuerzo de voluntad, se obligó amantener las piernas en movimiento y a esperardisciplinadamente.

El grupo dejó atrás la región de los monolitos y entró enuna amplia y blanca llanura que concluía, pasada medialegua, en unas montañas que impedían la vista del sur. De su

Page 228: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

base, ascendían y descendían remolinos de viento,levantando la nieve suelta como derviches; y Hamako sedirigió directamente hacia ellos como si fuesen los postesindicadores de un santuario.

Cuando Covenant llegó, con las rodillas temblorosas yla respiración jadeante, a la rocosa falda de la abruptapendiente, se encontraba tan exhausto que no se sorprendióal descubrir que los diablillos de nieve eran realmenteguardianes o centinelas de una singular especie. Loswaynhim los llamaron en su extraño lenguaje cuyas palabrassonaban como ladridos y los remolinos o derviches losobedecieron, situándose como fantasmales columnas a cadalado de una línea que conducía directamente a la escarpa.Allí surgió una entrada, de repente. Lo bastante ancha comopara admitir a todo el grupo, pero demasiado baja para quelos gigantes pasaran sin agacharse. Se abría a un túnelprofusamente iluminado por flameantes incensarios dehierro.

Sonriendo a modo de bienvenida, Hamako dijo:- Aquí es donde se congregan los waynhim, su

rhyshyshim. Entrad sin temor, porque aquí se reconoce alportador del anillo y son rechazados los enemigos del Reino.En los tiempos que corren no hay una auténtica seguridaden sitio alguno. Pero aquí hallaréis seguro santuario para undía más, hasta que la asamblea de rh ysh se entreguefinalmente a su objetivo. Me ha sido concedido el privilegio

Page 229: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de hablar por todos los waynhim que comparten este Weird.Entrad y seréis bien recibidos.

En respuesta, la Primera hizo una solemne reverencia.- Gustosamente. Vuestra ayuda ha constituido ya una

merced que difícilmente podremos compensaros.Compartiendo consejos, relatos y seguridad esperamosdevolvérosla en la medida de nuestras posibilidades.

Hamako se inclinó a su vez: los ojos le destellaban desatisfacción ante la cortesía que ella mostraba. Luego loscondujo por el túnel.

Cuando Vain y el último de los waynhim hubieronpasado al interior, desapareció la entrada, tanrepentinamente como antes había aparecido, siendosustituida por un bloque de tosca roca que encerró al grupoen la brillante y deliciosa calidez del rhyshyshim.

Al principio, Covenant no se dio cuenta de queBuscadolores se les había unido otra vez. Pero el Designadose hallaba junto a Vain como si aquél fuera un puesto delque nunca hubiera desertado. Su aparición provocó unospocos y breves murmullos en los waynhim, pero luego leignoraron como si no fuera más que una simple sombra delebúrneo Demondim.

Durante algunos momentos, el roce de la madera de losesquíes llenó el túnel. Pero cuando llegaron a unensanchamiento del pasadizo, que parecía una toscaantecámara, Hamako indicó a los gigantes que dejaran allí

Page 230: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los trineos.El calor suavizó la dificultosa y dolorida respiración de

Covenant, y éste creyó que Hamako comenzaría con lasprevisibles preguntas. Pero tanto él como los waynhini secomportaban como si no tuvieran preguntas que formular.Al contemplar con más atención a Hamako, Covenant viorasgos que se hallaban ausentes o menos pronunciados ensu encuentro anterior… resignación y resolución y una pazespecial. Parecía que Hamako había pasado grandespenalidades y había sido templado por ellas.

Con cierta sorpresa, Covenant se dio cuenta de que, apesar de las heladas temperaturas, Hamako no iba vestido.Tan sólo el gastado cinturón de cuero que le rodeaba lascaderas, le hacía parecer menos desnudo que los waynhim.Se preguntó, no sin cierta inquietud, si el pedrariano sehabría convertido realmente en un waynhim. ¿Qué podíasignificar tal transformación?

¿Y qué demonios hacía el rhysh allí?Sus compañeros tenían menos razones para temer.

Encorvado deambulaba como si los waynhim le hubierandevuelto su afán de aventura, su capacidad de entusiasmo.Lo miraba todo con ojos deseosos de maravillarse. Lacaldeada atmósfera y la perspectiva de seguridad,suavizaron ia rigidez de la Primera que caminaba con la manosuavemente apoyada en el hombro de su esposo, convoluntad de aceptar cualquier cosa que le presentaran. Los

Page 231: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pensamientos de Honninscrave se hallaban velados por suscejas. Y Tejenieblas…

Al contemplar el semblante de Tejenieblas, Covenant seestremeció. Habían ocurrido demasiadas cosas en muy pocotiempo. Ya casi había olvidado el angustioso instante de laindecisión de Tejenieblas. Pero en las facciones del gigantese hallaban las marcas de aquel fracaso, en las cuencas delos ojos, en las comisuras de la boca… marcas grabadas enel hueso de su propia estimación. Apartó su mirada de la deCovenant, avergonzado.

¡Maldita sea! masculló Covenant para sí mismo. ¿Esque todos nosotros estamos condenados?

Quizá fuera así. Linden andaba junto a él sin mirarlo, elrostro lívido y tenso con la característica severidad con quehabía aprendido a enmascarar el miedo. Miedo de sí misma…de su innata vulnerabilidad ante el pánico y el horror quehabía demostrado nuevamente su poder de paralizarla pese acualquier compromiso o afirmación en los que se empeñara.Probablemente su forma de reaccionar ante la emboscada delo s arghuleh, la había devuelto a su creencia de que,también ella, estaba perdida.

Era injusto. Ella pensaba que su vida entera había sidouna huida, una expresión de terror moral. Pero seequivocaba. Sus pasadas culpas no invalidaban su presentebúsqueda del bien. En caso contrario, hasta el mismoCovenant se hallaba maldito además de condenado, y el

Page 232: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

triunfo del Amo Execrable debería aceptarse sin más.Covenant estaba familiarizado con la desesperación. La

aceptaba para sí, pero no podía soportarla en aquéllos aquienes amaba. Ellos merecían algo mejor.

En aquel momento, el tortuoso sendero de Hamako, quetranscurría a través de la roca, giró desembocando en unagruta habilitada como salón para asambleas, y la atención deCovenant se distrajo de su mortificante curso.

El lugar era lo bastante alto y espacioso como paraalbergar a la tripulación entera del Gema de la Estrella Polar;pero las deterioradas paredes y superficies probaban que loswaynhim no lo habían utilizado desde hacía mucho tiempo.No obstante, se hallaba bien iluminado. Por un momento,Covenant se preguntó distraídamente por qué los waynhimse molestaban en alumbrarla, ya que carecían de ojos.¿Convenía el fuego a sus artes de alguna manera? ¿Osimplemente se solazaban con el calor o el olor de las llamas?Desde luego el antiguo r h y s h de Hamako estababrillantemente iluminado y caldeado por teas.

Pero Covenant no podía recordar aquel lugar ypermanecer en calma. Y nunca antes había visto a tantoswaynhim juntos; al menos había sesenta; unos durmiendosobre la piedra desnuda, otros afanándose alrededor decalderos de negro metal como si preparasen v i t rim oconjuros, o simplemente a la expectativa de lo que pudiesenaprender de la gente que Hamako había llevado. La palabra

Page 233: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

con la que los waynhim denominaban una comunidad erarhysh. Le fue explicado a Covenant que cada comunidadcontaba normalmente con una o dos veintenas de miembrosque compartían una interpretación particular del Weird de suraza, el concepto de la identidad y la razón de su existencia.Recordaba que aquel Wei rd pertenecía por igual a loswaynhim y a los ur- viles, pero lo entendían de manera muydiferente. De modo que había visto allí al menos dos rhysh.Y Hamako le había dado a entender que había más. ¿Otrascomunidades arrancadas de sus hogares y empeños por lamisma terrible necesidad que llevase allí el r h y s h deHamako?

Covenant se estremecía cuando acompañó a Hamakohasta el centro de la caverna.

El pedrariano se dirigió de nuevo al grupo desde aquelpunto.

- Sé que el propósito que os impele hacia el Reino esurgente -dijo con la amable y triste voz característica en él-.Pero podéis pasar un breve tiempo con nosotros. La hordade los arghuleh es desorganizada y no avanza con granvelocidad. Os ofrecemos sustento, seguridad y descanso, ytambién preguntas -miró directamente a Covenant- y quizátambién respuestas. -Esta sugerencia aumentó la tensión deCovenant. Recordaba perfectamente la pregunta queHamako se negó a contestar. Pero Hamako no habíaterminado, y estaba preguntando-: ¿Consentiréis en demorar

Page 234: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vuestro camino durante un poco de tiempo?La Primera dirigió una mirada a Covenant. Pero éste

deseaba saber más.- Hamako -inquirió- ¿por qué estáis aquí?El desamparo y la resolución que se mostraron en la

mirada de Hamako fueron la prueba de que habíacomprendido. Mas pospuso su respuesta invitando a loscomponentes del grupo a sentarse en el suelo junto a él.Luego les ofreció cuencos con el oscuro líquido llamadovitrim, con aspecto de vitriolo y nutritivo como un destiladode aliantha. Cuando hubieron satisfecho su sed y mitigadosu cansancio, les habló, prescindiendo deliberadamente dela intención de la pregunta de Covenant.

- Portador del anillo -dijo-, junto a otros cuatro rhyshhemos venido a presentar batalla a los arghuleh.

- ¿Batalla? -preguntó Covenant extrañado. Siemprehabía tenido a los waynhim por criaturas pacíficas.

- Sí. -Hamako había recorrido un camino hasta este lugarque no podía ser medido en leguas-. Ésa es nuestraintención.

Covenant comenzó a objetar, pero Hamako lo detuvocon un gesto terminante.

- Aunque los waynhim sirven a la paz -continuócautelosamente-, siempre se han levantado para combatircuando su Weird así se lo ha requerido. Thomas Covenant,ya te he hablado de las características de tal Weird. Los

Page 235: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

wayhim son criaturas fabricadas. Su existencia no tiene lajustificación del nacimiento, tan sólo es debida a losimperfectos saberes y designios de los Demondim. Y de taltronco crecen dos vastagos, aquél de los ur- viles, quienesaborrecen lo que son y ambicionan el poder y elconocimiento para convertirse en lo que no son, y éste delos waynhim, que se esfuerzan en infundirle valor a lo queson consagrándose al servicio de lo que no son, alnacimiento según la Ley y a la hermosura de la vida en elReino. Ya sabes todo esto.

Sí, lo sabía. Pero la garganta de Covenant se cerró alrecordar la manera en que el rhysh de Haniako había servidoantiguamente a su Weird.

- También sabes -continuó el pedrariano-, que entiempos del Amo Superior Mhoram, cuando se produjo tupostrera batalla contra el Despreciativo, los waynhimcomprendieron y aceptaron la necesidad de librar combateen defensa del Reino. Fue su intervención la que entreabrióel sendero por el cual el Amo Superior procuró lasupervivencia a Piedra Deleitosa. -Persistió en mirar a unCovenant que apenas podía sostenerle la mirada-. Porconsiguiente, no hay razón para acusarnos de habernosembarcado en la violencia de nuevo. No ha sido porvoluntad de los waynhim, sino contra ella.

E impidiendo todavía la intervención de Covenant, nocontestó aún a la esencia de su pregunta.

Page 236: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Tanto el Sol Ban como la maligna intención delDespreciativo han despertado las potencias oscuras de laTierra. Aunque actúan por propia voluntad, sirven aldesignio de destrucción de aquél. Y una fuerza así haimpulsado a los arghuleh , controlando su instintivaferocidad y enviándolos como el azote del invierno contra elReino. Ignoramos el nombre de tal fuerza, porque estávedada a la intuición de los waynhim. Pero la sentimos. Ynos hemos congregado en este rhyshyshim para oponernosa ella.

- ¿Cómo? -intervino la Primera-. ¿Cómo podréisoponeros? -Y cuando Hamako se volvió hacia ella-. Te pidoperdón si me he entrometido en lo que no me concierne. Peronos habéis hecho la ofrenda de vuestras vidas y ni siquieraos hemos compensado con la exigua cortesía de nuestrosnombres y nuestras circunstancias. -Rápida y sucintamentepresentó a sus compañeros, y luego prosiguió-. Yo soy laPrimera de la Búsqueda, espadachina de los gigantes.Guerrear es mi oficio y mi intención. -El resplandor del fuegoiluminaba nítidamente su comedimiento-. Quisiera poderofreceros mi consejo en cuanto a este combate.

Hamako asintió. Pero en su asentimiento había máscortesía que esperanza de ser auxiliados o guiados… lacortesía de quien ha visto su destino y lo ha aceptado.

- Te lo agradezco en el nombre de todos estos rhysh.Nuestro propósito es simple. Muchos de los waynhim han

Page 237: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

salido al exterior y se hallan hostigando a los arghuleh paraatraerlos hacia aquí. Y lo conseguirán. La masiva hordaestará reunida mañana en la llanura de ahí fuera. Allí loswaynhim concentrarán sus fuerzas procurando introducirseentre las bestias de hielo, buscando el oscuro corazón de lafuerza que los gobierna. Si logramos descubrirlo, y eso seríasu destrucción, los arghuleh se separarán y volverán adestruirse entre sí.

»Si fracasamos -el pedrariano se encogió de hombros,sin mostrar signos de miedo en su semblante-, habremosdebilitado seriamente a esta horda, al menos, antes de morir.

La Primera se adelantó a Covenant.- Hamako -le dijo-, no me gusta el plan. Es una táctica

desesperada. No permite una segunda posibilidad si laprimera fracasa.

Pero Hamako no se inmutó.- Giganta, estamos desesperados. Tras de nosotros, ya

nada queda excepto el Sol Ban, y somos impotentes contraél. ¿Por qué habríamos de desear una segunda oportunidad?Hemos sido despojados de todo. Nos basta con asestar estegolpe lo mejor que podamos.

La Primera no pudo responderle. Poco a poco, la miradade Hamako fue apartándose de ella y volviendo a Covenant.Sus ojos castaños parecían desamparados y próximos alllanto y, contradictoriamente, lo bastante fuertes para no serpresa del desaliento.

Page 238: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Ya que por dos veces he sido desposeído -explicó conaquella suave e inexorable voz-, se me ha concedido elprivilegio de estar en la primera línea del combate, poniendola potencia de cinco rhysh en mis manos mortales.

En aquel momento, Covenant comprendió que al fin lesería posible preguntar sobre la verdadera cuestión, y por uninstante su ánimo decayó. ¿Cómo podría soportar oír lo queHamako iba a explicar? Tan singular valentía en un serhumano procedía de variadas fuentes, y una era ladesesperación.

Pero en el semblante de Hamako no había vestigios deautocompasión. Los compañeros observaban a Covenant,captando la importancia de lo que existía entre Hamako y él.Incluso Tejenieblas y Honninscrave se mostrabanpreocupados, y en los rasgos de Linden se apreciaba hastaqué punto el dolor de Hamako llegaba a conmoverla. Congran esfuerzo de voluntad, Covenant se impuso a suspropios temores.

- Aún no me lo has revelado. -La tensión daba asperezaa su tono-. Oigo lo que dices, e incluso lo entiendo. -Sehallaba familiarizado con la desesperación. Comenzaba asudar en la caldeada caverna-. Pero, ¿cómo, en nombre detodas las cosas buenas y hermosas que habéis realizado envuestra vida, estáis aquí después de todo? Ni siquiera laamenaza de tan gran número de arghuleh es comparable a lalabor que desempeñabais con anterioridad.

Page 239: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El simple recuerdo lo llenaba de una intrincadasensación de asombro y tristeza.

El Amo Execrable ya había destruido virtualmente todavida natural en el Reino. Tan sólo perduraba Andelain,preservada de la corrupción por la custodia de Caer Caveral.Cualquier otra vida que por Ley o por amor se desarrollase apartir de huevo, semilla o parto había sido pervertida.

Cualquier cosa con la excepción de aquellas que elrhysh de Hamako mantuvo vivas.

En un inmenso subterráneo según la escala de losinsignificantes seres humanos, pero baladí al compararlo conla indigencia del Reino, los waynhim habían cultivado unjardín en el que crecían cada tipo de hierba, arbusto, flor yárbol, vid, grano y vegetal que habían logrado encontrar ysustentar. Y en otra gruta, en un laberinto de corrales yjaulas, salvaron a tantas especies animales como susabiduría y habilidad les permitió.

Aquello constituía una incomparable expresión de fe enel futuro, de esperanza en que tendría que llegar el día en elcual el Sol Ban sería erradicado, y en el que el Reino habríade depender de aquel exiguo reducto para su renovación.

Y esa fe y esa esperanza habían desaparecido. Desde elmomento en que reconoció a Hamako, Covenant conoció laverdad. ¿Por qué otro motivo estaban allí los waynhim, enlugar de dedicarse a atender la labor elegida por ellos?

Una furia impotente oprimía su pecho, y sintió como el

Page 240: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

valor se le hacía pedazos mientras esperaba la respuesta deHamako.

Tardó en dársela; pero cuando habló, lo hizo sin vacilar.- Ocurrió exactamente lo que temes -dijo, con voz

neutra-. Fuimos expulsados de nuestros lares y el empeño denuestras existencias fue destruido. -Por primera vez su tonoregistró un matiz colérico-. Pero fue aún peor de lo quepuedes imaginar. Tal ruina no recayó solamente en nosotros.Por todo el confín del Reino, cada rhysh fue desterrado desu asentamiento y dedicación. Los waynhim aquí reunidosson todos cuantos quedan. Jamás habrá otros.

Cuando oyó aquello, Covenant deseó gritar, implorar,protestar. ¡No! ¡Otra vez no! ¿Acaso no bastó con elgenocidio de los sinhogar? ¿Es que el Reino podría soportarotra pérdida semejante?

Mas Hamako pareció adivinar los pensamientos deCovenant por la expresión horrorizada de su rostro.

- Te equivocas, portador del anillo -dijoencarecidamente el pedrariano-, nos hallábamos prevenidosy en guardia contra los Delirantes y el Despreciativo. Y elAmo Execrable no tenía motivo para temernos. Éramosinsignificantes para suponerle amenaza alguna. No, fueronlos ur- viles, los malignos y no- engendrados parientes delos waynhim, los que desencadenaron nuestra ruina, unrhysh tras otro, por todo el Reino.

Nuestra ruina. Nuestra ruina por todo el Reino.

Page 241: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant no pudo seguir mirando a Hamako. Le eraimposible. Toda aquella belleza, diluyéndose en la nadacomo un sueño. Si miraba a sus ojos suaves, oscuros eirrepetibles, probablemente se echaría a llorar.

- Pudieron triunfar en su ataque porque no loesperábamos, ¿no habían vivido sin enemistad ur- viles ywaynhim durante todos los milenios de su existencia? Ytambién porque ellos se habían preparado para destruircomo los waynhim nunca hicieran. -La agudeza de su tonose fue perdiendo gradualmente-. Nosotros hemos sidoafortunados hasta cierto punto. Muchos de los nuestroscayeron asesinados, algunos que tú conocías, vraith,dhurng, ghramin. -Pronunció los nombres como si supieseque entristecerían a Covenant; aquéllos eran los waynhimque dieron su sangre para que él pudiera alcanzar PiedraDeleitosa a tiempo de rescatar a Linden, Sunder y Hollian-.Pero muchos escaparon. Otros rhysh fueron masacrados porcompleto.

Los waynhim supervivientes erraron sin objetivo hastaque encontraron a otros y formaron un nuevo rhysh; porqueun waynhim sin estar inserto en una comunidad es un serinútil, exento de significado.

- Y por tanto -concluyó-, nuestra desesperación estájustificada. Somos los últimos. Ya no habrá nadie que nossuceda.

- ¿Por qué? -inquirió Covenant con las manos enlazadas

Page 242: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

y la vista borrosa, la voz tan espesa como la sangre en sugarganta-. ¿Por qué os atacaron? ¿Por qué tras tantossiglos?

- Porque… -replicó Hamako, pero ahora sí se detuvo,preso de amargura antes de decidirse-. Porque te dimosrefugio, y te hicimos entrega del producto de los ur- vilesque llaman Vain.

Covenant alzó la cabeza con ojos llameantes deindignación. Cuando menos ese crimen no debía serleimputado, aunque instintivamente él mismo lo hiciera. Jamáshabía aprendido a rechazar acusación alguna. Peroinmediatamente Hamako continuó:

- Ah, no, Thomas Covenant. Discúlpame. Te heinducido a comprenderme equivocadamente. -Su vozreasumió la insondable gentileza de alguien que ha perdidodemasiado-. La culpa no fue ni tuya ni nuestra. Ni siquierapor orden del Amo Execrable los ur- viles nos hubieranhecho tanto daño sólo por ofreceros refugio a ti y a algúncompañero. No lo pienses. Su rabia provenía de otra fuente.

- ¿De cuál? -jadeó Covenant- ¿Qué demonios ocurrió?Hamako se encogió de hombros ante la abrumadora

sencillez de la respuesta.- Creían que obtuviste de nosotros una explicación

acerca del propósito del Demondim Vain.- ¡Pero no la obtuve! -negó Covenant- No quisisteis

decírmelo.

Page 243: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Los waynhim le habían ordenado silencio a Hamako.Éste solamente le había manifestado, Si ahora te revelara elpropósito del Demondim, esta revelación podría dificultarel cumplimiento del fin. Y el fin es altamente deseable.

- Sí. Pero, ¿cómo podían los ur- viles creer en aquellanegativa? Su aborrecimiento no les permite entender nuestroWeird. Y ni siquiera nos preguntaron qué habíamos hecho.De haber estado ellos en nuestro lugar, no hubieran tenidoreparos en jurar falsedades. Por tanto, no podían aceptarninguna contestación que les ofreciéramos. Ydesencadenaron su venganza sobre nuestras cabezas,impelidos por su ferviente anhelo de que el secreto del talVain no fuera desvelado prematuramente.

Vain se alzaba tras el grupo sentado como si fuesesordo o insensible. Su inerte antebrazo derecho le colgabadel codo, pero la inútil mano seguía intacta, perfecta. Tanhermosamente formada como el sarcasmo que quebrantabala existencia de Covenant.

No obstante, Hamako ni se arrendró ni volvió adetenerse, aunque un oscuro tinte de pánico se delatabaahora en su lúgubre mirada.

- Thomas Covenant- dijo, con voz tan leve que apenasllegó a los oídos del resto del grupo-, portador del anillo. -Supueblo, Pedrada Dura, había sido devastado por el Grim delos na- Mhoram, pero los waynhim le habían brindado unnuevo hogar junto a ellos. Y aquel nuevo hogar también fue

Page 244: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

asolado por algo que el rhysh no había hecho. Desposeídopor dos veces-. ¿Me lo preguntarás nuevamente? ¿Quieressaber por éste que se halla ante ti la finalidad del oscuroDemondim- producto?

Ante aquello Linden se enderezó, mordiéndose loslabios para no preguntar. La Primera se tensó aguardando laexplicación. En las pupilas de Encorvado centelleó laesperanza. Incluso Tejenieblas pareció recuperarse un pocode su abatimiento. Cail alzó una ceja desapasionadamente.

Pero Covenant, igual que Honninscrave, se sintióconfuso por el miedo de Hamako. Comprendía al pedriano, ysabía lo que su oferta significaba. Los waynhim habíanperdido la confianza en su antigua negativa, ya no erancapaces de dar crédito a la bondad del intento de los ur-viles. La violencia de su actuación había sacudido susconvicciones hasta sus fundamentos. Y aún así, suspercepciones básicas se mantenían. El nerviosismo quemostraba el semblante de Hamako era prueba de que habíaaprendido a temer por igual las consecuencias de hablar y deno hacerlo.

Le estaba implorando a Covenant que tomase en sulugar la responsabilidad de la decisión.

Tanto el rhysh como él habían ido allí a morir. Confiereza, bajo toda la atención del grupo que estaba puesta enél, se obligó a decir:

- No. -Su mirada ardía al cruzarse con la de Hamako-. Ya

Page 245: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

te negaste una vez. -Dentro de sí, maldecía amargamente lanecesidad que le impelía a rechazar cualquier cosa quesupusiera un consuelo o una guía. Pero no retrocedió-.Confío en ti.

Linden le dirigió una mirada de exasperación. El rostrode Encorvado se ensanchó por la sorpresa. Pero la tensiónde los rasgos de Hamako disminuyó con un indisimuladoalivio.

Más tarde, mientras los compañeros de Covenantdescansaban o dormían en la caldeada caverna, Hamakollevó aparte al Incrédulo para una conversación privada. Consuavidad, le urgió a que partieran antes del enfrentamientoque se avecinaba. La noche ya había caído sobre las AlturasSeptentrionales, la oscuridad que precede a la salida de laluna; pero un waynhim podría guiar al grupo para queescalara la escarpa hasta la relativa seguridad del Declive delReino. Así podrían viajar sin la amenaza inmediata de losarghuleh.

Covenant se negó tajantemente.- Ya habéis hecho demasiado por mí. No os abandonaré

en estas circunstancias,Hamako escrutó la vehemencia contenida en la mirada

de Covenant.- Ah, Thomas Covenant -dijo-. ¿Te arriesgarías a recurrir

a la magia indomeñable para ayudarnos?

Page 246: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La réplica de Covenant fue directa.- No, si puedo evitarlo. - Si hubiese hecho caso al

veneno que le recorría, a la comezón de las cicatrices que lecubrían el antebrazo, ya habría salido al exterior paraenfrentarse a solas con los arghuleh-. Pero mis compañerosno son precisamente ineptos. Y no consentiré que muráis envano.

Sabía que no tenía derecho a hacer tales promesas. Elsentido de la vida de Hamako y el de los congregadoswaynhim no era algo que le correspondiese preservar osacrificar. Pero era quien era. ¿Cómo podía rehusar a ayudara quienes lo necesitaban?

Frunciendo el ceño ante contradicciones que no podíaresolver, estudió a las criaturas. Con aquellos rostros sinojos, anchas narices y miembros hechos como paradesplazarse a cuatro patas, más parecían bestias omonstruos que individuos de una noble raza que habíaconsagrado su historia entera al servicio del Reino. Peromucho tiempo antes uno de ellos había sido indirectamenteresponsable de su segunda llamada al Reino. Salvajementemutilado y preso de un espantoso sufrimiento, aquelwaynhim fue liberado por las garras del Despreciativo paraservir de cebo en una trampa. Llegó hasta los Amos y lesdijo que los ejércitos del Execrable estaban dispuestos paraluchar. Por consiguiente el Ama Superior Elena tomó ladecisión de convocar a Covenant. Sin embargo, era el

Page 247: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Despreciativo quien deseaba tal retorno, cuyasconsecuencias produjeron el fin de Elena, elquebrantamiento de la Ley de la Muerte y la destrucción delBastón de la Ley.

Y ahora los últimos waynhim se encontraban en elumbral mismo de la perdición.

Pasó mucho tiempo antes de que Covenant pudieseconciliar el sueño. Veía con diáfana claridad lo que el AmoExecrable podía esperar obtener de la inquietante situaciónde los waynhim.

Pero cuando el último reducto de su consciencia sealejó de él, el vitrim que había consumido lo condujo a unprofundo descanso, y durmió hasta que la actividad a sualrededor se hizo constante y perentoria. Al erguir la cabeza,descubrió que la gruta se hallaba abarrotada de waynhim,cuyo número había aumentado hasta doblarse. El ofuscadoaspecto del rostro de Linden revelaba que acababa delevantarse, pero los cuatro gigantes se hallaban en pie ymoviéndose tensamente entre los waynhim.

Encorvado se acercó a Linden y Covenant.- Habéis dormido bien, amigos míos, -dijo riendo entre

dientes como si se hubiera habituado a la expectativa queinundaba la atmósfera-. ¡Piedra y Mar!, ese vitrim es unsaludable líquido. Un toque de su sabor mezclado connuestra diamantina sería capaz de alegrar hasta el paladar

Page 248: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

más triste. ¡Loada sea esta vida! ¡He hallado al fin elcometido que hará que mi nombre permanezca para siempreen las canciones de los gigantes! ¡Fijaos bien! -y señaló conademán ostentoso su cinturón, completamente lleno decolgantes vainas de cuero con vitrim-. Será mi gustosa tareallevarle este tonificante fluido a mi pueblo para que saquenpartido de su vigor mezclándolo en la obtención de un licornuevo. Y tan insuperable néctar será llamado encorvadurapara que toda la Tierra lo adore. -Se rió-. ¡Mi fama excederáentonces hasta la del mismísimo Baghoon!

Las bromas del gigante consiguieron una sonrisa deLinden. Por el contrario, Covenant había despertadoconservando la preocupación que lo había invadido alenterarse de la situación de los waynhim. Frunciendo el ceñoante aquellas bromas, le preguntó:

- ¿Qué está ocurriendo?El gigante adoptó rápidamente un tono grave.- Ah, Giganteamigo -suspiró- has estado durmiendo

largamente. El mediodía ya ha caído sobre este páramo, y loswaynhim se hallan reunidos disponiéndose al combate.Aunque los arghuleh avanzan lentamente, ya son visiblesdesde este secreto lugar. Deduzco que el conflicto se zanjaráantes del crepúsculo.

Covenant maldijo para sí. Le disgustaba que la crisis seprodujera tan pronto.

Linden lo estaba mirando.

Page 249: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Aún queda tiempo -dijo, con voz controlada.- ¿Tiempo para salir de aquí? -preguntó él agriamente-.

Si los dejamos que salgan ahí fuera, probablementeasistiremos a la matanza de toda una raza sin ofrecerles otraayuda que la de llorar su pérdida. Olvídalo.

Los ojos de ella fulguraron.- No me estoy refiriendo a eso. -La furia agudizaba sus

facciones-. Me gusta tan poco como a ti dejar desamparadaa esta gente. Acaso no tenga tu conocimiento -recalcó lapalabra-, pero puedo ver hasta qué punto son encomiablesHamako y los waynhim. Me conoces demasiado para decireso. -Respiró profundamente, afianzándose, mirándolo aúncon rabia-. Me refiero a que aún hay tiempo parapreguntarles acerca de Vain.

Covenant sintió como un trueno en el interior de sucabeza. Aquella puya acerca del conocimiento subrayabahasta qué punto había falsificado la relación entre ambos.Desde el primer encuentro en Haven Farm le había estadoocultando cosas, arguyendo que carecía del conocimientopara comprenderlas. Y aquél era el resultado. Cuando decía oescuchaba de la mujer a quien amaba se convertía en hiél.

Pero no podía permitirse ceder. El Amo Execrable estaríaya saboreando la posibilidad de que él, Covenant,desencadenase la magia indomeñable en auxilio de loswaynhim. Con un gesto contuvo el deseo de replicarleásperamente. En vez de ello, dijo:

Page 250: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No, no quiero oírlo de Hamako. No deseo sacar aBuscadolores del atolladero. -Deliberadamente se volvióhacia el Designado. Pero éste le encaró con la mismaimpenetrante tristeza con la que había ya rechazado cadasúplica o desafío. Más por responder a Linden que poratacar a Buscadolores, Covenant concluyó-: Estoyaguardando a que este condenado elohim descubra lo quees la honestidad o la decencia de empezar a decir la verdad.

Los amarillentos ojos de Buscadolores se nublaron,pero no habló.

Linden escudriñaba alternativamente a Covenant y alDesignado. Luego asintió. Expresándose como siBuscadolores no estuviera presente, dijo:

- Espero que se decida pronto. No me gusta la idea detener que encararme con el Clave mientras ellos sigansabiendo más sobre Vain de lo que sabemos nosotros.

Agradecido por su aprobación, Covenant trató desonreírle. Pero tan sólo logró esbozar una mueca.

Los waynhim se diseminaban por toda la cavernamoviéndose como si todos quisieran hablar entre sí a untiempo antes de que llegara el momento crucial, y susprofundas y ladradoras voces llenaban la atmósfera. Pero losgigantes ya no se hallaban entre ellos. Honninscrave seapoyaba contra un muro, solitario y distante, con la cabezainclinada. Encorvado permanecía junto a Covenant, Linden yCail. Y la Primera y Tejenieblas se hallaban juntos al otro

Page 251: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

lado de la estancia. Parecía que él le estaba pidiendo algo,pero la Primera replicaba con acritud a cuanto le decía. Élvolvió a insistir, y la respuesta de ella se impuso al ruido delos waynhim, llenando la estancia.

- Eres mortal, gigante. Una elección así es dura paracualquiera que tenga que hacerla. Pero un error no es másque un error. No supone indignidad alguna. Estáscomprometido y dedicado a la Búsqueda, tanto como a laEscogida, y no te liberaré de tu cometido.

Bruscamente, ella le dejó allí, consternado, y se dirigiópor entre la muchedumbre hacia el resto de sus compañeros.Al llegar respondió a sus no formuladas preguntas,diciendo:

- Está avergonzado. -Miró a Linden-. Tú le salvaste lavida cuando la de Covenant Giganteamigo se hallaba enpeligro. Y considera ahora que su indecisión cuando lonecesitabas fue imperdonable. Me ha pedido ir con loswaynhim, para buscar la expiación mediante la batalla. -Añadió innecesariamente-: He rehusado.

Linden masculló por lo bajo un juramento.- No le pedí que me sirviera. No tiene por qué…

¡Honninscrave, no! -gritó de improviso.Pero el capitán no le hizo caso. Con los puños

apretados de rabia, caminaba a grandes zancadasdirigiéndose hacia Tejenieblas como si quisiera castigar laaflicción del gigante.

Page 252: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden hizo ademán del lanzarse tras él, pero la Primerala detuvo. En silencio, observaron como Honninscrave sealejaba con paso airado. Al llegar junto a Tejenieblas, elcapitán señaló enérgicamente con el dedo el consternadocorazón del gigante, como sabiendo la exacta localizaciónque lo transtornaba. Aunque le estaba mascullandoimprecaciones, el parloteo de los waynhim cubría su voz.

La Primera explicó con voz calma:- Es el capitán. Me doy por satisfecha con que haya

encontrado un espacio dentro de su propio dolor paraTejenieblas. No hará daño a quien le ha servido a bordo delGema de la Estrella Polar.

Linden asintió. Pero su boca estaba tensa por lafrustración y la empatia, y no apartaba los ojos deTejenieblas.

Al principio, éste se arredró ante lo que estaba diciendoHomilnscrave, mas luego se enderezó con beligerancia y alzóun puño amenazante. Pero Honninscrave le agarró el brazobajándoselo y acercó su poblada barba al rostro del otro.Después de un instante, Tejenieblas cedió. Aunque no lehabía desaparecido el fulgor de los ojos, aceptó lareprimenda del capitán. Lentamente, la ira abandonó aHonninscrave.

Covenant dejó escapar un suspiro entre dientes.Entonces apareció Hamako entre los waynhim y se

acercó al grupo. Su mirada centelleaba a la luz de las

Page 253: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

antorchas. Sus movimientos mostraban pasión o premura.Sostenía en las manos una gran cimitarra que parecía talladade un viejo hueso. Sin preámbulos, anunció:

- Ha llegado la hora, Los arghuleh ya están cerca.Hemos de salir a presentarles batalla. ¿Qué vais a hacervosotros? No debéis permanecer aquí, no hay más salidas ysi la entrada se sella quedaréis atrapados.

Iba a responder la Primera, pero Covenant se lo impidió.El veneno latía en la piel de su antebrazo.

- Saldremos con vosotros -dijo con firmeza-.Permaneceremos alerta hasta descubrir el mejor modo deayudaros. -Se adelantó a la protesta que iba a formularHamako-. Y deja de preocuparte por nosotros. A cosaspeores hemos sobrevivido. Si todo se va al infierno, yaencontraremos la forma de escapar.

Una fugaz sonrisa relajó la expresión de Hamako.- Thomas Covenant -dijo-, quisiera que nos hubiéramos

encontrado en tiempos más propicios.Luego alzó la cimitarra y volvió sobre sus pasos,

encaminándose hacia la garganta de la gruta.Todos los waynhim los siguieron, portando curvas

espadas de hueso, como versiones reducidas de la hoja deHamako, indicando con ello que lo habían escogido para quelos condujera a su destino.

Aunque eran doscientos aproximadamente, necesitaronbreves momentos para salir de la caverna, dejando a su

Page 254: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

espalda el grupo bajo las antorchas.Honninscrave y Tejenieblas fueron a reunirse con sus

compañeros. La Primera miró a Covenant y a Linden, luego alos gigantes. Nadie vaciló. Aun con el rostro demudado,Linden se mantenía firme. Los rasgos del semblante deEncorvado se contraían como si fuese incapaz de hallar labroma adecuada para aliviar su tensión. La Primera,Tejenieblas y Honninscrave, cada uno a su manera, parecíantan inexorables como Cail.

Covenant asintió con amargura. Tanto él como susamigos dieron la espalda al calor y la seguridad, y salieron aencontrarse con el invierno.

En el túnel, sintió que la temperatura comenzaba adescender casi inmediatamente. La alteración no supusoninguna diferencia para sus pies y manos insensibles, perose ciñó la túnica como si pudiera así proteger su calor.Atravesaron una parte del pasadizo y llegaron a la toscaantecámara donde se hallaban los trineos. Sin pronunciarpalabra, Honninscrave y Tejenieblas tomaron los arneses.Su respiración se había convertido en humo. La luz de lasantorchas le daba un tono dorado a las volutas de vapor.

La entrada al rhyshyshim se hallaba abierta, y el fríopenetraba en oleadas ansiosas por acabar con el pequeñodepósito de calor y comodidad. Los temblores comenzaron adominar a Covenant desde las profundidades de su ser. Conanterioridad, la ropa que vestía lo había mantenido vivo,

Page 255: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aunque no caliente; pero ahora parecía una insignificantedefensa contra la gelidez invernal. Miró a Linden, y ella lecontestó como si adivinara sus pensamientos:

- Ignoro cuántos son, pero hay muchos.Se acercaban a la salida. El aire soplaba sin misericordia

contra el rostro de Covenant, enmarañando su barba yarrancándole lágrimas a sus ojos. Una oscura presiónpalpitaba en sus venas. Pero se limitó a agachar la cabeza.Junto a sus compañeros cruzó la abertura hasta llegar a lasrocas que señalaban el pie de la escarpadura.

La luz solar permitía ver claramente el páramo. Desde uncielo insondable, el sol de media tarde incendiaba la blancaextensión. El aire parecía singularmente quebradizo, como siestuviese a punto de agrietarse bajo su propio peso. Lasbotas de Covenant hacían crujir la nieve endurecida. Por uninstante, el frío pareció tan brillante como el fuego. Tuvo queesforzarse para que la magia indomeñable no escapase a sucontención.

Cuando su vista se aclaró, comprobó que los gélidosdiablillos se habían marchado. Los waynhim ya no iban atener necesidad de ellos.

Emitiendo suaves ladridos para comunicarse entre sí,las criaturas surgieron en la compacta y característicaformación en cuña que usaban, al igual que los ur- viles,para concentrar y combinar sus fuerzas. Hamako iba al frentede la formación. Cuando ésta se completase y las

Page 256: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

invocaciones fueran hechas, conduciría la destreza y elpoder de cinco rhysh con la hoja de su cimitarra. Mientraslas filas aguantasen, los waynhim que marchaban en loslados de la cuña podrían librar combates individuales, peroHamako tendría tras de sí el empuje de los doscientos.

A cada momento la batalla se hacía más inminente.Mirando hacia el norte, Covenant descubrió que le era difícilver la zona de los monolitos, puesto que la gran cantidad dearghuleh reunidos la ocultaban.

Avanzaban, poderosos y fatales; una lenta corriente deblancura que brillaba sobre la nieve y el hielo. El ruido desus fuertes pisadas se imponía ya sobre las voces de loswaynhim. Resonaban como si fueran a hacer derrumbarse laparte frontal de la escarpadura. Aunque la horda no parecíasobrepasar apenas en número a los waynhim, el enormetamaño y ferocidad de los arghuleh la hacía parecerabrumadoramente superior.

El grupo todavía tenía tiempo de huir. Pero nadie losugirió. La Primera se erguía severa y preparada, con la manoen la empuñadura de la espada. Los ojos de Honninscravedestellaban como si deseara descargar el golpe que pudiesehacer útil su tormento. La expresión de Encorvado era máscautelosa e incierta, ya que no era un guerrero. PeroTejenieblas se comportaba como si hubiera visto suoportunidad de restitución y le hubieran ordenado ignorarla.Únicamente Cail contemplaba con desapego a la horda que

Page 257: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

avanzaba, tan ajeno al valor de los waynhim como al riesgoque el grupo corría. Quizá no concediera un especial valor alo que estaban realizando los rh y sh . Quizá para sumentalidad de haruchai tan desmedido riesgo era razonable.

Covenant se forzó a hablar. El frío parecía congelar laspalabras en su garganta.

- Quiero ayudarles, si lo necesitan. Pero no sé cómo -ledijo a la Primera-. No intervendremos a menos que la cuñacomience a romperse. Ya he visto antes esta clase decombate. -Había visto la punzante acometida de los ur- vilesen el transcurso de la Celebración de la Primavera paradevorar a las Almas de Andelain y fue impotente ante lasombría cuña-. Mientras aguanten en formación no seránderrotados.

Luego se giró hacia Linden.Su expresión le detuvo. Tenía el rostro fijo, lívido por el

frío, en dirección a los arghuleh, y sus ojos tan enrojecidoscomo injurias. Durante un terrible momento, temió quehubiera vuelto a sumirse en su terror particular. Pero luegosu mirada giró hacia él. Estaba maltrecha pero no intimidada.

- No sé -dijo tensamente-, pero él está en lo cierto. Hayalguna fuerza tras ellos, algo que los mantienecohesionados. Pero no puedo decir qué es.

Covenant tragó saliva con un funesto presagio.- Sigue intentándolo -murmuró-. No quiero que estos

waynhim terminen como los sinhogar.

Page 258: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Condenados a una maldición.Ella no le contestó, pero su gesto de asentimiento

conllevaba una firme resolución cuando volvió la caranuevamente hacia los arghuleh.

Se hallaban peligrosamente cerca ahora. Una veintenade ellos conducía el avance, y el grueso del grupo tendríaaproximadamente esa profundidad. Aunque eran bestias deodio que hacían presa de cualquier cosa, se habían vueltotan organizados como un ejército consciente.Continuamente iban aumentando su velocidad para arrojarsesobre los waynhim.

En respuesta, éstos alzaron su cántico en medio de lagelidez. Juntos profirieron una áspera y arrítmica invocaciónque les fue devuelta por el escarpado y resonó por todo elpáramo. Y un momento después, una negra luz brilló en elvértice de la cuña. Hamako blandió su cimitarra. La hoja sehabía vuelto tan ebúrnea como el vitriolo de los Demondim.Irradiaba medianoche como si la propia muerte la envolvieseen llamas.

Simultáneamente todas las pequeñas espadas de loswaynhim se tornaron oscuras y comenzaron a verter unardiente fluido que humeaba y crepitaba sobre la nieve.

Sin saber lo que hacía, Covenant retrocedió. El heladoaire se había convertido en un atronador grito de poder, sinsonido real, pese al canto que lo había invocado, que lollamaba imperiosamente. El anhelo que sentía por el fuego

Page 259: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

golpeaba contra los muros que había construido a sualrededor; las cicatrices de su antebrazo ardíanvenenosamente. Retrocedió unos pasos más, pero no podíaseparar su persona del deseo de atacar. Instintivamente, sedirigió hacia la única protección que pudo encontrar: unaafilada roca que se erguía cerca de la entrada del rhyshyshim.Mas no se ocultó allí. Sus insensibles manos se aferraban ala dentada roca de la misma manera que su mirada se clavabaen los waynhim y los arghuleh, suplicando en su interior.No. Otra vez no.

No había sido llamado para que presenciara unadestrucción actualizada de los sinhogar.

Entonces Hamako lanzó un grito de guerra, y la cuñapenetró. Moviéndose como si fueran uno solo, los waynhimse lanzaron contra el enemigo en la última actuación quehabían elegido en servicio del Reino.

Silenciando el nefando avance de los monstruos dehielo, el persistente y áspero cántico de los waynhimresonaba por toda la escarpadura, mientras Covenant y suscompañeros contemplaron cómo la formación penetrabaentre los arghuleh.

Durante unos instantes, la carga tuvo tal éxito que elresultado pareció inevitable. Los rhysh comunicaban suenergía a Hamako, y éste cortaba como una inexorableguadaña para que la cuña prosiguiese. Individualmente, loswaynhim esparcían en todas direcciones aquel líquido

Page 260: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

corrosivo del hielo. Los a rg h u l e h se apartaban,replegándose y tropezando unos con otros.

Aullando con sus muchas fauces, bullían en torno a lacuña tratando de sofocarla, de aplastarla contra ellos. Masaquello tan sólo hacía que el tercer lado de la cuña entraseen acción. Y la cimitarra de Hamako golpeaba como unmartillo sobre el hielo, haciendo saltar fragmentos ymiembros a cada tajo. Encaminaba la cuña hacia una bestiade desusado tamaño que cerraba la masiva marcha, unarghule que parecía conformado por una criatura sobre lasespaldas de otra, y a cada paso se aproximaba más a aquelobjetivo.

Los arghuleh eran feroces e insensibles al miedo. Lasredes se abatían sobre la cuña. Atronadores crujidosllenaban la nevada extensión. Pero el negro fluido convertíalas redes en andrajos. Los pedazos que caían magullaban alos waynhim pero no debilitaban su formación. Y la tierrafirme que había bajo la nieve quitaba eficacia a las grietas.

Covenant se frotaba sus insensibles manos, mediohelado, sin atreverse a dar crédito a lo que veía. La Primera,con la espada desenvainada, lanzaba gritos de aliento.Espoleado por la esperanza, Encorvado contemplaba lalucha como si esperara que la victoria se produjera encualquier momento, que el mismo invierno se quebrara yhuyera.

Entonces, sin previo aviso, todo cambió.

Page 261: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Los arghuleh carecían de inteligencia, pero no así lafuerza que los gobernaba. Era sensitiva y astuta. Y habíaaprendido una lección del modo en que los waynhim habíanrescatado anteriormente al grupo.

Bruscamente, la horda alteró sus tácticas. Con unarepentina ráfaga como una explosión de blanco que casioscureció el combate, todas las bestias enarbolaron su hieloa un tiempo. Pero éste no iba dirigido a la cuña. Por elcontrario, cubrió a cada arghule que hubiera sido herido,despedazado o incluso muerto por los waynhim.

El hielo aplastaba cada gota de vitriolo, apagando elnegro fluido, sofocando y cerrando las brechas que abría.

Restauraba cada miembro o cuerpo que Hamako hubierarajado o fragmentado, devolviendo su integridad a lascriaturas con una terrible rapidez.

Volvía a soldar los fragmentos de los caídosfusionándolos de nuevo y devolviéndoles la vida.

Aunque los waynhim no habían dejado de luchar ni porun solo instante, ya casi la mitad de su labor había quedadoinutilizada. Los arghuleh se revitalizaban unos a otros enmenos tiempo del que ellos necesitaban para causar bajas.

Más y más arghuleh iban quedando en libertad paraatacar de otros modos.

Incapaces de rendir la cuña con sus redes, comenzarona levantar una muralla de hielo circundándola como sipretendieran cercarla hasta que su emupuje cediera por puro

Page 262: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

agotamiento.Covenant lo contemplaba horrorizado. A los waynhim

les había cogido totalmente de improviso aquelcontraataque. Hamako blandía la hoja diseminandodesesperación a su alrededor. Por tres veces llegó a abatir aun arghule fragmentándolo en pedazos más pequeños quesu puño, y cada vez una red reunió los restos, yrestaurándola, volvió a enviar la bestia hacia él. Presa delfuror, se lanzó al asalto de la propia red, pero al hacerloperdió el contacto con la cuña. De inmediato la cimitarra setornó un simple hueso, que se astilló al golpear. Él mismohubiese caído si unas manos no se hubieran alargado paraalcanzarle y devolverle a su posición en la cuña.

Y nada podía hacer Covenant. Los gigantes lesuplicaban que les diese alguna orden. La Primera gritabaimprecaciones que no podía escuchar. Porque no había nadaque él pudiese hacer.

Excepto desencadenar la magia indomeñable.El veneno retumbaba en sus sienes. La magia

indomeñable, plateada e inextinguible. Cada pensamiento,cada recuerdo, cada punzada de ansiedad y aviso leresultaba tan estridente y frenética como el grito de Linden:¡Vas a destruir el Arco del Tiempo! ¡Eso es lo que elExecrable desea! La profanación inundaba cada latido, cadagemido de su corazón. No podía invocar tal poder ypretender controlarlo.

Page 263: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero Hamako iba a ser asesinado. Eso era tan diáfanocomo el declinar de la luz de sol sobre la extensión blanca.Los waynhim serían inmolados como tanta gente en el Reinopara alimentar la avidez del mal. Aquel mismo hombre y loswaynhim habían rescatado a Covenant del delirio en unaocasión, mostrándole que aún quedaba belleza en el mundo.El invierno de su destrucción no tendría final.

A causa del veneno. Las cicatrices todavía ardían, tandestellantes como los ojos del Amo Execrable, en la carne desu antebrazo derecho, impeliéndolo al poder. El Sol Banhabía pervertido la Ley, engendrado abominaciones, peroCovenant podía hacer que el Tiempo mismo desembocase enel caos.

A poca distancia de él, la cuña había dejado de batallara la ofensiva. Ahora se debatía sólo por la supervivencia.Varios waynhim habían caído presos en redes de hielo queeran incapaces de romper. Muchos más caerían en cuantolos arghuleh alzaran su cerco. Hamako seguía en pie, perocarecía de arma y de medios para dirigir el empuje de la cuña.Fue expulsado al centro de la formación y un waynhimocupó su lugar esparciendo con todas sus fuerzas el fluidoque su pequeña espada podía canalizar.

- ¡Giganteamigo! -bramó la Primera- ¡Covenant!La cuña estaba a punto de ser aniquilada, y los gigantes

no se atrevían a actuar por temor a interponerse en ladirección de las llamas de Covenant.

Page 264: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

A causa del veneno… una rabia enfermiza retumbabacomo el ansia contra los huesos de su antebrazo. Le habíasido conferido tanto poder que se veía reducido a laimpotencia. Su desesperación demandaba sangre.

Subiéndose la manga, se aferró la muñeca derecha conla mano izquierda para incrementar la tensión de aquélla, yentonces golpeó con el antebrazo cubierto de cicatricessobre uno de los más afilados bordes de la roca. La carne sedesgarró. La roca quedó tintada de un rojo que salpicó sobrela nieve soldificándose con el hielo. La ignoró. El Clave lehabía seccionado las muñecas para obtener poder para laVidencia que lo había guiado y confundido.Deliberadamente se destrozaba el antebrazo, procurando queel dolor le supusiera una alternativa al veneno, luchando pordesprender su alma de la presa de aquellos colmillos.

Entonces Linden le golpeó, haciéndole retroceder. Condeclarada premura y preocupación, le asió apretando susmanos contra la túnica, zarandeándolo como si fuera unniño, increpándolo.

- ¡Escúchame! -estalló como si supiese que apenaspodía oírla, que tan sólo podía ver la sangre derramada sobrela roca-. ¡Es como el Kemper, como Kasreyn! -Le sacudíatratando que fijara en ella la mirada-. ¡Como su hijo! ¡Losarghuleh tienen detrás a alguien como su hijo!

Ante aquello, la lucidez volvió con tal fuerza aCovenant que casi le hizo caer.

Page 265: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El croyel.Antes de completar el pensamiento se había liberado de

la presa de Linden y corría hacia los gigantes.¡El croyel! el súcubo brotado de los oscuros lugares de

la Tierra que Kasreyn llevara colgado a su espalda y con elque había pactado sus artes y la inacabable duración de suvida. Y allí fuera se ocultaba tras un arghule con laapariencia de una bestia de hielo sobre las espaldas de otra.Aquella criatura había hecho un pacto con el croyel paraobtener el poder de reunir a su especie y llevar el inviernoallí donde le placiera.

Buscadolores debía haberlo sabido. Tenía que habercomprendido contra qué fuerza se enfrentaban los waynhim.Sin embargo, no había dicho ni una palabra.

Pero Covenant no tenía tiempo para perderlo con lamendacidad del elohim. Acercándose a la Primera, gritó:

- ¡Diles que vuelvan! ¡Haz que se retiren! ¡No puedenvencer de este modo! -Le sangraba el brazo-. ¡Tenemos querevelarles la presencia del croyel!

Reaccionó como si hubiera recibido un latigazo. Girandoen redondo, pronunció una orden para convocar junto a ellaa los gigantes, y todos a la par irrumpieron en la contienda.

Covenant los vio marchar entre el espanto y laesperanza. Furiosa aún con él, Linden llegó a su lado.Sujetando con fuerza su muñeca derecha, le obligó a doblarel codo apretándoselo para contener la hemorragia. Luego le

Page 266: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

escrutó en silencio.A base de ímpetu, peso y músculo los cuatro gigantes

se iban abriendo paso entre los arghuleh. La Primera blandíasu espada como si de un mazo se tratara, aventurando elmetal entre las gélidas bestias. Honninscrave y Tejenieblasse batían con bravura de titanes. Encorvado iba tras elloshaciendo cuanto podía por guardar sus espaldas. Mientrascombatían iban repitiendo la llamada de Covenant en elextraño dialecto de los waynhim.

La cuña reaccionó inmediatamente. De repente todoslos waynhim giraron hacia la izquierda, y esa esquina de laformación se convirtió ahora en el vértice maestro.Llevándose a Hamako consigo, se internaron por la brechaque los gigantes entreabrieran en el ataque.

Lo s arghuleh fueron tardos en comprender lo queocurría. Casi la mitad de la cuña se hallaba fuera del conflictocuando las bestias de hielo se dieron la vuelta para intentarimpedir la retirada.

Encorvado había caído bajo dos arghuleh.Honninscrave y Tejenieblas se lanzaron en su ayuda cornoauténticos mazos, sacándolo del atolladero. Sobre la Primeracayó una red. El líder de la cuña la hizo pedazos. Losgigantes y los waynhim pugnaban por llegar hasta Covenantfrenéticamente.

Pero no eran lo bastante rápidos como para ganarleterreno a los arghuleh. En cuestión de segundos serían

Page 267: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tragados nuevamente.Sin embargo, los waynhim habían comprendido a los

gigantes. En un instante la cuña se escindió, deiando ir aHamako y al núcleo de sus compañeros en dirección aCovenant. De inmediato el rhysh volvió a cerrar filas y atacónuevamente.

Ayudados por los gigantes, los de la cuña hicieronretroceder a los arghuleh mientras Hamako y sus camaradasse apresuraban hacia Covenant y Linden.

Éste comenzó a gritarle al pedrariano antes de que se leacercase, pero Hamako se detuvo poco más allá, acallando aCovenant con un gesto.

- Ya has cumplido con tu parte, portador del anillo -jadeó mientras los suyos lo rodeaban-. El nombre del croyeles conocido entre los waynhim. -Tuvo que alzar la voz,porque las criaturas cantaban ahora una nueva invocación,una invocación que Covenant había oído con anterioridad-.Tan sólo nos faltaba saber que la fuerza a la que nosenfrentábamos era de hecho croyel. Está claro lo que sedebe hacer.

Como para subrayar la advertencia, Hamako extrajo desu cinturón una daga de piedra.

Covenant se estremeció al comprender; estabafamiliarizado con aquel cuchillo. O con uno similar. Seguía lainvocación. Trató de gritar, ¡No! Pero la protesta no surgióde su boca. Acaso Hamako tuviera razón. Acaso únicamente

Page 268: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una medida tan desesperada podía salvar ya al sitiado rhysh.Con un resuelto movimiento, el pedrariano se hizo una

prolongada incisión en las venas del dorso de la mano.El corte no sangraba. De inmediato le pasó el cuchillo

un waynhim. Éste rajó rápidamente la palma de su propiamano en toda su longitud, pasándole luego la daga a suvecino. Sujetando la mano de Hamako, el waynhim puso encontacto una incisión con la otra. Ambos permanecieron así,uniendo sus sangres, mientras la invocación se elevó detono.

Cuando el waynhim se retiró, los ojos de Hamako sehallaban abrillantados por la energía, por el poder.

De esta misma forma el rhysh otorgó a Covenant elvigor necesario para recorrer sin descansar la extensiónentera de las Llanuras Centrales en pos de Linden, Sunder yHollian. Pero aquella gran proeza se llevó a cabo mediante lavitalidad de ocho waynhim tan sólo; y a Covenant le fuedifícil controlar tanto poder. Ahora eran veinte las criaturasque rodeaban a Hamako.

El segundo ya había realizado su ofrenda.Uno tras otro, los componentes de aquel pueblo que lo

había adoptado fueron rasgándose para verter su sangre enla de él. Y cada nueva toma incrementaba de tal manera susenergías que amenazaban con hacer estallar su mortalenvoltura.

Era algo excesivo. ¿Cómo podía esperar ningún ser

Page 269: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

humano encerrar tan gran poder dentro de un recipiente detejidos v músculos normales? Covenant temía que Hamakono pudiese sobrevivir.

Luego recordó el pesar y la determinación febriles quehabía visto en sus ojos, y comprendió que al pedrariano nole importaba demasiado la vida.

Diez waynhim le habían ya hecho su donación. La pielde Hamako comenzaba a humear como yesca en el gélidoaire. Pero no retrocedió, ni sus compañeros tampoco sedetuvieron.

A sus espaldas, el combate iba mal. Como la atenciónde Covenant había estado fija en Hamako, no se había dadocuenta de que los arghuleh habían logrado escindir la cuña.La formación se hallaba ahora partida en dos, cada partepugnando por volver a unirse y concentrar sus fuerzas,ambas incapaces de irrumpir a través del hielo para hacerlo.Muchos waynhim habían caído, y más estaban cayendo. Elhielo atrapaba a los gigantes tan férreamente que apenas sipodían moverse. Luchaban heroicamente, pero no podíarivalizar con las bestias que volvían a levantarse después demuertas. Pronto los embargaría la fatiga, y podrían darseirremisiblemente por perdidos.

- ¡Ve! -alentó Covenant a Cail. Cristales de hieloensangrentado se desprendieron del codo cuando movió elbrazo-. ¡Ve a ayudarles!.

Pero el haruchai no le obedeció. Pese a la antigua

Page 270: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

amistad existente entre su pueblo y el de los gigantes, en surostro no se delataba el más mínimo atisbo de preocupación.Había jurado servir a Covenant, no a la Primera; Brinn lohabía colocado en ese puesto.

- ¡Por las llamas del infierno! -rugió Covenant.Pero su cólera iba dirigida contra sí mismo. Podía

desgarrarse la carne hasta los huesos, pero era impotentepura hallar una salida a la trampa que el Amo Execrable lehabía tendido.

Ya eran quince los waynhim que habían dado su sangrea Hamako. Dieciséis. El pedrariano irradiaba tal fulgor ahoraque parecía llamar involuntariamente al fuego del anillo deCovenant. Su esfuerzo para lograr dominarse era tan enormeque le hacía perder la visión y el equilibrio. Jirones demedianoche se arremolinaban a su alrededor. No pudo verterminada la ofrenda de los waynhim ni cómo Hamakoconseguía soportarla.

Pero cuando tal poder se alejó dirigiéndose a losarghuleh se esforzó por enderezarse y, librándose de lasujeción de Cail, lanzó su mirada tras el pedrariano como ungrito.

Medio desnudo bajo el tenue resplandor del sol y eltremendo frío, Hamako fulguraba como una cinosuradestellando al cruzar entre las bestias de hielo. La puraintensidad que irradiaba su silueta fundía a cuantosatacantes se le acercaban corno si se tratase de un horno.

Page 271: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Consiguió despejar una franja de lado a lado, consiguiendouna zona libre en torno a los gigantes, facilitando una brechapara que los waynhim rehicieran su cuña; y tras él se alzarondensas nubes de vapor que cubrieron el campo de batalla, yal mismo Hamako, tornándolo todo incierto.

Entonces Linden gritó:- ¡Allí!Todo el vapor se disipó, tan repentinamente que el hielo

pareció convertirse en aire sin transición, y la escena delcombate fue tan real como la desolación. Veintenas dearghuleh seguían aún arrojándose como locos contra lacuña, pero habían cesado de utilizar el hielo en apoyomutuo. Y algunos atacaban a sus compañerosdespedazándose entre sí como si hubieran olvidado elpropósito que los unía hasta un momento antes.

Dejando atrás el caos, Hamako había logrado llegarhasta el líder de los arghuleh. Encaramándose sobre lainmensa espalda de la extrañamente redoblada bestia, habíalogrado aferrarse a ella y derramaba su poder directamentesobre la criatura y su croyel.

Ni la fiera trataba de derribarlo o alcanzarlo con susfauces o sus extremidades, ni él la golpeaba. El combate erasimple: el fuego contra el hielo, incandescencia contrafrigidez. Hamako resplandecía como un fragmento de sol, elarghule irradiaba su paralizante poder. Sin moverse, seasestaban mutuamente aquello en lo que se habían

Page 272: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

convertido, y el llano entero ardía ante la pujanza de aqueldesafío.

La tensión de tan quintaesencial fuerza era excesivapara la resistencia de la carne mortal de Hamako. En mediode una agónica desesperación, comenzó a fundirse como unárbol bajo el desértico avatar del Sol Ban. Las piernascedieron, la piel de sus miembros se derramaba, sus rasgosse borraban. Un grito deformó su boca.

Pero mientras le siguiera latiendo el corazón ycontinuara con vida, seguiría indomable y con su propósito.El foco del calor que emitía no vacilaba ni un instante.Cuantas pérdidas había sufrido, cuantos amores le fueronarrebatados se agolpaban allí; y rehusó aceptar la derrota.

Pese al estrago que deshacía su carne, alzó los brazos,brindándolos como varas anegadas al ancho cielo.

Y la redoblada criatura que estaba bajo él, se fundiótambién. El arghule y el croyel se derritieron tornándoseagua y barro hasta que sus muertes fueron inseparables dela suya propia… un oscuro charco que se iba congelandopoco a poco sobre el páramo sin fin.

Con un casi audible chasquido, el frío se rompió. Lamayoría de los arghuleh continuaron tratando de matarseentre sí hasta que el rhysh los alejó. Pero el poder que lessustentara se había desvanecido.

Linden sollozaba abiertamente, pese a que durante todasu existencia se había exigido soportar en silencio la

Page 273: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aflicción.- ¿Por qué? -se quejó entre lágrimas-. ¿Por qué le

dejaron hacerlo?Covenant sabía el motivo. Porque Hamako había sido

desposeído por dos veces, cuando ningún hombre, mujer owaynhim hubiera podido soportar una pérdida así más deuna vez.

Cuando un sol purpureo y lúgubre se puso tras el bordeoccidental de la escarpadura, Covenant cerró los ojos,apretó su sangrante brazo contra su propio pecho y escuchóel lamento de los waynhim alzándose en el crepúsculo.

Page 274: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

SIETE: La promesa de la doctora

Aunque era una noche sin luna, el grupo reanudó lamarcha poco después de que los waynhim terminaran derecoger a sus muertos. Los gigantes no estaban dispuestosa doblegarse ante el cansancio, y el dolor que Covenantcompartía con Linden le hacía detestar la cercanía del sitioen que Hamako encontrara su fin. Mientras Tejenieblaspreparaba algo de comer, Linden trataba el brazo deCovenant, enjuagándoselo con vitrim y envolviéndolo entirantes vendajes. Luego le obligó a tomar más diamantinade la que deseaba. A resultas de ello, apenas si podíamantenerse despierto cuando abandonaron la zona delúltimo rhyshyshim. Mientras algunos waynhim conducían alos gigantes escarpa arriba, luchaba contra el sueño. Sabía loque iba a soñar.

Durante cierto tiempo, la herida del antebrazo le ayudó amantenerse despierto. Pero una vez que los gigantespronunciaron sus largas y sinceras despedidas ante loswaynhim, comenzaron a marchar en dirección suroeste conla máxima velocidad que la escasa luz de las estrellas lespermitía, comprendió que ni siquiera el dolor bastaría parapreservarlo de pesadillas.

En mitad de la noche, tuvo que arrancarse a sí mismo deuna visión de Hamako que le hizo sudar de angustia. Luchó

Page 275: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contra los efectos de la diamantina con renovado interés.- Estaba equivocado -dijo al desierto crepúsculo. Tal

vez nadie le oyera entre el apagado ruido de los esquíes enla nieve. No deseaba que le oyese nadie. No hablaba paraser escuchado. Tan sólo trataba de rechazar el sueño,desterrar las pesadillas-. Debí haber atendido a lo que dijoMhoram.

El recuerdo era algo similar al sueño; tenía la extrañainmanencia de éstos. Pero se aferró a él porque era mástolerable que la muerte de Hamako.

Cuando el Amo Superior Mhoram procuró llamarle alReino para una última batalla contra el Amo Execrable, él,Covenant, se resistió a la invocación. En su propio mundo,una niña acababa de ser mordida por una seríente decascabel, una niña extraviada que necesitaba su ayuda. Senegó a servir a Mhoram y al Reino para auxiliar a la pequeña.

Y Mhoram le replicó: Incrédulo, te eximo. Nos das laespalda para salvar una vida en tu propio mundo. No nossentiremos ofendidos por tales motivos. Y si las tinieblascaen sobre nosotros, la belleza del Reino aún perdurará,porque tú la mantendrás en tu recuerdo. Ve en paz.

- Debí haberlo comprendido -continuó Covenant sindirigirse a otro interlocutor que la fría bóveda estelar-. Debíconcederle a Soñadordelmar alguna clase de caamora. Yhaber hallado una manera de salvar a Hamako. Desdeñar elriesgo. Mhoram aceptó uno terrible al dejarme marchar. Pero

Page 276: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

nada digno de salvarse debió quedar abocado a ladestrucción por tales elecciones.

No se culpaba, simplemente trataba de alejar tanvehementes pesadillas. Pero era humano y se encontrabaexhausto, y tan sólo las mantas que lo envolvían leproporcionaban un mínimo abrigo. Poco después, losdelirios retornaron.

No podía librarse de la visión de la salvaje inmolaciónde Hamako.

Sin esperanzas, durmió hasta la salida del sol. Al abrirlos ojos se encontró tendido, no en el trineo, sino sobremantas en la tierra cubierta de nieve. Sus compañerosestaban con él, aunque solamente Cail, Encorvado, Vain yBuscadolores se mantenían despiertos. Encorvado removíalas brasas de una pequeña fogata, contemplando las llamascomo si tuviera el corazón en otra parte.

A su espalda se alzaba un escabroso risco, tal vez deunos doscientos pies de altura. Aunque el sol no le habíaalcanzado aún, hacía brillar claramente sus paredes dándolesun sangriento tinte a las rocas como un aviso de que el SolBan se encontraba un poco más allá.

Mientras Covenant estaba durmiendo, el grupo habíaacampado al pie del Declive del Reino.

Aturdido aún por!a diamantina, se despojó de lasmantas escondiendo el malherido brazo bajo la túnica, juntoa la cuchillada que le surcaba el centro del pecho. Encorvado

Page 277: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

le miró ausente para concentrarse de nuevo en el fuego. Porprimera vez tras tantos días de intemperie, ningún fragmentode nieve cubría los deformados rasgos de su semblante.Pero la respiración de Covenant humeaba como si la vida sele estuviera escapando; era consciente de que el invierno sehabía tornado extrañamente soportable, y de que erapreferible a lo que les aguardaba un poco más allá. Elpequeño fuego bastaba para confortarlo.

Covenant permanecía junto a Encorvado, enmudecidopor las pesadillas y recuerdos. Hallaba un extraño consue loen el taciturno silencio del gigante. Consuelo queprobablemente no se albergaba en el hermético porte de Cail.Aunque el haruchai estaba capacitado para el dolor, laadmiración y el remordimiento, siempre mantenía oculto loque sentía. Y de manera opuesta, Vain y Buscadoloresrepresentaban la antítesis del sosiego. Los constructores deVain habían exterminado prácticamente a los waynhim, y lamiseria embargaba los amarillentos ojos de Buscadolores poraquel conocimiento que rehusaba compartir.

Pudo haber advertido al rhysh de Hamako sobre elcroyel. Quizá con ello no hubiese cambiado la suerte deCovenant o la de Hamako. Pero habría salvado vidas.

No obstante, cuando Covenant miraba al elohim nosentía deseo alguno de pedirle explicaciones. Comprendía laresistencia de Buscadolores a hacer cualquier cosa quepudiera mitigar el sentimiento de culpabilidad de Covenant,

Page 278: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

puesto que dificultaría sus gestiones para que cediese elanillo.

No le eran necesarias las explicaciones. Aún no.Necesitaba visión y percepción. Hubiera querido preguntarleal Designado. ¿Crees realmente que es a ella a quien lecorresponde? ¿Tan fuerte es?

De cualquier modo ya sabía la respuesta. Ella no era tanfuerte, pero iba adquiriendo la fuerza como si fuesepatrimonio suyo. Tan sólo la retraían sus antiguascontradicciones, aquella parálisis que se apoderaba de ellacuando se veía atrapada entre el espanto de lo que su padrehizo y la abominación de lo que ella misma hiciera a sumadre, aquellas fundamentales compulsiones que la llevabanal anhelo y al rechazo de la muerte. Y tenía más derecho queél a la magia indomeñable, porque ella podía ver.

A su alrededor, los compañeros comenzaban a moverse.La Primera se incorporó de repente, con la espadaempuñada: había estado soñando con luchas. Al ponerse enpie rígidamente, los ojos de Honninscrave le recordaron alos de Hamako, como si hubiera aprendido del ejemplo delpedrariano algo que le ayudara a reafirmarse. Tejenieblas seenderezó con torpeza, una viva imagen de la confusión, unhombre aturdido por sus propias emociones. La expiación ylucidez provocadas por el combate contra los arghuleh,respondieron a algunas de sus necesidades, pero no lehabían devuelto el respeto a sí mismo.

Page 279: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Al despertar, Linden presentaba un enrojecidosemblante que parecía en carne viva, como si hubierapasado media noche tratando inútilmente de restañar suslágrimas.

Covenant quiso abrirle su corazón pero no supo comohacerlo. La tarde anterior, ella había curado su brazo con unaferocidad que reconoció como amor. Pero la intensidad conque se detestaba a sí mismo los aislaba mutuamente. Y ahorano podía olvidar que el derecho de ella tenía preferenciasobre el suyo. Y que la falsedad acumulada corrompíacuanto hacía o procuraba hacer.

Nunca aprendería a renunciar.Sus pesadillas se presentaban en cuanto necesitaba el

fuego que temía.Tejenieblas, somnoliento, se disponía a preparar el

desayuno, pero bruscamente Encorvado lo detuvo. Sinmediar palabra, el tullido gigante se puso en pie. Talcomportamiento llamó la atención del grupo. Durante unmomento, permaneció rígido e inmóvil, con los ojoshumedecidos bajo el amanecer. Luego, roncamente, comenzóa entonar un canto. La melodía era una vulgar cancióngigantina, y la rota y gastada voz extraía débiles ecos de losriscos del Declive del Reino, un aumento de la resonancia,de manera que parecía cantar tanto para sus compañerostanto como para sí mismo.

Page 280: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Mi corazón tiene estancias polvorientasy hay cenizas en mi hogar,que deben ser limpiadas y absorbidaspor el hálito de la luz solar.Yo no puedo realizar esa tarea,puesto que incluso el polvo me es querido.El polvo y las cenizas me recuerdanque mi amor estuvo allí escondido

No sé cómo decir adiós,cuando adiós es la única palabraque me queda para pronunciar,o para oír.Pero no puedo expulsarla de mis labiosni dejar a mi solo amor partir.¿Cómo soportaría que quedaran las estanciastan vacías?

Entre el polvo me siento y esperoal polvo que me cubrirá.Y remuevo las cenizasaunque estén frías.No puedo soportar cerrar la puerta,sellar mi soledad,mientras el polvo y la ceniza aún recuerdanel amor que no debiera terminar.

Page 281: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Cuando concluyó, la Primera lo abrazó fervorosamente,y Tejenieblas pareció un poco más aliviado. Mirando aCovenant, Linden tuvo que morderse los labios para evitarque temblaran. Pero los ojos de Honninscrave continuabanvelados, y masticaba hiél como si adiós fuese la únicapalabra que no pudiera permitirse pronunciar.

Covenant lo comprendió. Soñadordelmar dio su vidacon tanto valor como Hamako, pero no obtuvo a cambiovictoria alguna que justificara su muerte. Y no se le concediócaamora alguna que le devolviera la paz.

El Incrédulo temía con amargura que su propia muertefuera más parecida a la de Soñadordelmar que a la deHamako.

Mientras los compañeros tomaban el desayuno yvolvían a cargar los trineos, Covenant trató de imaginarcómo hallarían la manera de escalar el abrupto risco. ElDeclive no era allí tan impresionante como en el centro delReino, donde más de mil pies de altura de escarpada rocaseparaban las Tierras Bajas de las Altas, el Llano de Saránde Andelain, y donde el Monte Trueno se agazapaba comoun titán presidiendo sombríamente la hendidura. Pero aúnasí parecía infranqueable.

Mas la visión de los gigantes ya había descubierto unasolución. Arrastraron los trineos hacia el sur, y antes derecorrer una legua, llegaron a un punto en el que el borde del

Page 282: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

precipicio se interrumpía haciendo bajar un ancho venero detierra en forma de abanico que llegaba a la misma base.Aquella pendiente sí era practicable, aunque Covenant yLinden hubieron de ascender a pie mientras los gigantestransportaban los trineos. Antes de que la mitad de lamañana hubiese transcurrido, el grupo se hallaba entre lasnieves de las Tierras Altas.

Covenant escudriñaba aprensivamente el terreno,aguardando a que en cualquier momento Linden anunciaraque podía ver el Sol Ban alzándose ante ellos. Pero más alládel Declive del Reino, no había nada más que invierno y unaalta cordillera montañosa que bloqueaba el suroeste.

Parecían tan elevadas y arduas como las MontañasOccidentales. Sin embargo los gigantes no se arrendraron,expertos como eran en hallar vericuetos entre picos y valles.Pese a que el resto del día lo pasaron subiendo en espiralhacia el sutil aire de las cumbres, Covenant y Lindenpudieron continuar sobre los trineos y el grupo consiguióun gran progreso.

Pero al día siguiente el camino empeoró, haciéndosemás empinado y dificultoso, cubierto de pedruscos y hielo, yel viento azotaba entre los riscos cegando los ojos yemborronando el sendero. Covenant hubo de bajar del trineoy marchar tras Honninscrave. Su brazo derecho palpitabacomo si el frío lo devorase; no tenía fuerza en lasentumecidas manos. Pero el vi trim y la diamantina lo

Page 283: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

estaban curando con más rapidez de la que hubieraconsiderado posible, y su deseo de no gravar a suscompañeros lo mantuvo en pie.

Perdió todo sentido del avance; el risco parecíacontinuar siempre sobre él, en la misma posición. Cada vezque trataba de inhalar profundamente, el aire parecía aserrarsus pulmones. Se sentía débil, inútil, tremendamente lejos dePiedra Deleitosa. Pero resistía. Hacía tiempo que habíadejado de someterse a las disciplinas propias de suleprosidad, pero el espíritu perduraba todavía en él, unatenaz y meticulosa insistencia en sobrevivir que despreciabatanto lo que le quedaba por padecer como el dolor yapadecido. Cuando la tarde llegó a su final, obligando algrupo a detenerse, él continuaba en pie.

El día siguiente fue peor. El aire se hizo tan frío como lamalevolencia de los a rg h u leh . El viento hostigabaencolerizado las estrechas hondonadas por las que pasaban.Una y otra vez, Cail tenía que ayudar a Covenant o a Linden,o se hacía necesaria su asistencia a los trineos. Pero parecíadesenvolverse bien bajo aquellas condicionesclimatológicas. Los gigantes luchaban en su ascenso comosi estuvieran dispuestos a medirse con cualquier terreno. YLinden se mantenía junto a ellos de algún modo, con tantaobstinación como Covenant, pero con más resistencia. Teníael rostro tan blanco como la nieve que se amontonaba entrelos salientes rocosos, y el frío vidriaba sus ojos como si

Page 284: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fuesen de hielo. Mas perseveraba.Aquella noche, el grupo acampó al final de un pasaje

entre picos que se alzaban dramáticamente hacia elfirmamento. Más allá de la distante boca del pasaje no sehallaban montañas lo bastante altas ya como paraprotegerlos. Tuvieron que esforzarse en mantener encendidala fogata el tiempo suficiente para preparar la comida; elviento que atravesaba el paso se llevaba los tizones. Sin laimprovisada protección de las mantas, colocadas contra elviento, no hubiera sido posible ni encenderla. Pero losgigantes se esforzaban hasta el límite, logrando calentar lacomida y hervir el agua que Linden necesitaba para el brazode Covenant. Cuando le quitó el vendaje, él mismo sesorprendió de que aquellas heridas provocadas por propiaacción estuvieran tan bien. Después de que ella lavara laligera infección que permanecía, le cubrió el brazo con unvendaje para protegérselo de ulteriores irritaciones.

Agradecido por su cuidado, interés y capacidad deaguante, por más cosas de las que podía nombrar bajo aqueltemporal, trató de darle las gracias con la mirada. Pero ellamantenía los ojos distantes, y sus movimientos eran bruscosy preocupados. Cuando habló, sus palabras sonaron tantristes como aquellas cumbres.

- Cada vez nos acercamos más. Esto -hizo un ademánque parecía señalar al vendaval- no es natural. Es unareacción contra algo ocurrido en el lado opuesto. -Su

Page 285: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

semblante se arrugó en un fruncimiento de ceño-. Si queréismi opinión, diría que habrá un Sol de Desierto para lospróximos dos días.

Se detuvo. Tensamente, Covenant esperó queprosiguiese. Desde el principio, el Sol Ban constituyó untormento para ella. La profundidad especial de sus sentidosle exponía despiadadamente al ultraje de aquella iniquidad, laalternante sequía y supuración del mundo, la calcinación delos desiertos y el desgarro de los árboles. Gibbon habíaprofetizado que la verdadera destrucción de la Tierradependía de ella más que de Covenant, que sería conducidapor su agudo sentido de la salud a cometer cualquierprofanación que el Despreciativo requiriese. Y luego elDelirante la había tocado, derramando su maldad comocorrupción licuada en su vulnerable carne, y el horror deaquella violación la redujo a una parálisis tan profunda comola catatonía durante dos días.

Cuando salió de ella, después de que Covenant larescatase de la prisión de Piedra Deleitosa, dio por completola espalda al recurso de su percepción. Suplicó a Covenantque la librara de aquello como había tratado de librar a Joan.Y no empezó a recobrarse hasta que le fue mostrado que susentido de la salud también estaba abierto a la belleza, quecuando la exponía a la enfermedad, también aumentaba sufacultad de sanar.

Ahora era una mujer distinta; se sentía humillado al

Page 286: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

reconocer cuan lejos había llegado Linden. Pero aún lequedaba el desafío del Sol Ban. Ingoraba cuáles eran sussentimientos, pero sabía tan bien como ella que muy prontose vería obligada a soportar una carga que anteriormentehabía resultado demasiado pesada para sus fuerzas.

Una carga que no habría recaído sobre ella por segundavez si no la hubiera dejado creer que tenían un futuro juntos,sabiendo que era falso.

La luz de la fogata y los afanes del día daban a su rostrotintes rojizos que contrastaban contra el fondo de la noche.Su cabello, largamente descuidado, caía a ambos lados de sucabeza. En sus ojos se reflejaban las danzantes llamas.Parecía una mujer cuyas facciones se negaran a obedecerla,rehusando a mostrar de nuevo la severidad que habíamarcado su vida. Se estaba dirigiendo al lugar y a la amenazaque la habían hecho pensar que era la encarnación de lamaldad.

Malvada y condenada.- Nunca te lo dije -murmuró al fin-. Solamente ansiaba

olvidarlo. Nos hallábamos tan lejos del Reino que hasta lasamenazas de Gibbon me parecían irreales. Pero ahora… -y sumirada siguió por un instante el curso del viento-. No puedoquitármelo de la cabeza.

Después de las terribles cosas que ya le había contado,Covenant se asustó ante lo que tendría que oír. No obstante,se mantuvo tan firme como pudo, sin apartar la mirada de su

Page 287: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vacilación.- Aquella noche. -El dolor se deslizaba en su tono-. La

primera que pasamos a bordo del Gema de la Estrella Polar.Antes de que llegara a descubrir que un Delirante se hallabaentre nosotros, y que aquella rata te modiera. -Podíarecordarlo: aquel mordisco desencadenó una recaídainfecciosa que estuvo a punto de acabar con la misión de laBúsqueda y el dromond mismo antes de que ella descubrierala forma de tratarla-. Tuve la más horrenda de las pesadillas.

Con voz trémula, describió el sueño. Se hallaban entrelos bosques colindantes a Haven Farm, y él ocupó el lugarde Joan, que se hallaba a merced de la banda de fanáticosdel Amo Execrable, mientras ella, Linden, bajaba corriendo lacolina para salvarlo. Pero siempre era impotente para detenerla violencia que llevara el cuchillo hasta su pecho. Y de laherida brotaba más sangre de la que hubiera visto en toda suvida. Manaba de él como si un mundo entero estuvierasiendo asesinado de un solo golpe. Como si la hoja delcuchillo se hubiese clavado en el corazón del Reino.

Y ella era incapaz de restañarla. Había estado a punto deahogarse en el intento.

El recuerdo la mostraba espantada bajo la inestable luz,pero no quiso detenerse. Había estado pensando enaquellas cuestiones demasiado tiempo y sabía conaterradora precisión lo que deseaba preguntar. Afrontandoresueltamente la consternación de Covenant, dijo:

Page 288: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- En la Atalaya de Kevin me confesaste que había dosexplicaciones diferentes, la externa y la interna. Como ladiferencia entre la cirugía y la medicina. Desde dentro sediría que compartimos un sueño. Estamos dentro del mismoproceso inconsciente, fue lo que dijiste.

»Eso cuadra. Si estamos soñando, obviamentecualquier curación que aquí se produzca es mera ilusión. Notendría efecto alguno en los cuerpos que dejamos atrás, enla continuidad física del mundo del que procedemos.

»Pero, ¿cómo cabe entender una pesadilla dentro delsueño? ¿No es una clase de profecía?

Su franqueza le cosió desprevenido. Lo excedió; nopodía contestar sin un apoyo. Sus propios sueños…Rápidamente, echó mano de una protesta.

- No es tan simple. -Diio. Pero al momento tuvo quedetenerse. Pasó un instante de indecisión antes de quehallara un argumento-. Soñaste aquello bajo la influencia deun Delirante. Soñaste lo que te hizo sentir. La profecía delExecrable, no la tuya. Eso no cambia nada.

Linden ya no lo estaba mirando. Con la cabezaagachada, se oprimía la frente con las palmas de las manos,pero éstas no ocultaban las silenciosas lágrimas quedescendían por sus mejillas.

- Fue antes de que tuviera conocimiento del poder. -Conuna honestidad que lo desarmaba, estaba exponiendo la raízmisma de su dolor-. Pude salvar a Hamako. A todos ellos. Tú

Page 289: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

te encontrabas al borde del estallido. Pude arrebatarte lamagia indomeñable y traspasar el corazón del croyel. Yo nosuponía peligro alguno para el Arco del Tiempo. Ninguno deellos debió morir.

El espanto ardía como una ignominia sobre su rostro. Élcomprendió que le estaba confesando la verdad. El sentidode la salud de Linden aún estaba creciendo, y pronto estaríafacultada para cualquier cosa. Ahogó un gemido.

- ¿Por qué no lo hiciste?- ¡Te miraba a t i ! -le increpó con repentina angustia-.

Veía como te destrozabas el brazo. No podía pensar en nadamás.

La visión de su tormento le dio a él la posibilidad decontrolarse, de luchar contra su instintivo pánico. No podíapermitírselo. Ella necesitaba algo mejor.

- Me alegro de que no lo hicieras -le dijo-. No por lo quehubiera podido ocurrirme a mí. Me alegro por él de que no lohicieras. -Al recordar a su madre añadió deliberadamente-: Lepermitiste que diese un sentido a su propia vida.

Ante aquello, alzó la cabeza repentinamente, clavándolela mirada.

- ¡Murió! -silabeó como si fuera una imprecacióndemasiado grave y personal para ser gritada-. Te salvó lavida por lo menos dos veces, y dedicó la suya al servicio deese Reino por el que dices preocuparte tanto, y el puebloque lo adoptó fue prácticamente borrado de la faz de la

Page 290: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tierra, ¡y él murio!Covenant se mantuvo inmutable. Ahora se hallaba

preparado para cualquier acusación que ella pudiera hacerle.Sus propias pesadillas eran peores que aquello. Y hubieradado el alma por igualarse a Hamako en alguna oportunidad.

- No me alegro de que muriera, sino de que hallara unarespuesta.

Durante un prolongado momento, ella le sostuvo lamirada. Luego, lentamente, la cólera se fue borrando de susemblante. Por fin bajó los ojos. Murmuró confusamente:

- Lo siento. Es que no puedo comprenderlo, matar aalguien es terrible. -El recuerdo de su madre se le hizo tanpresente como a Covenant-. Pero ¡Santo Dios! Salvarlo hade ser mejor que dejarlo sucumbir.

- Linden. -Con toda claridad no deseaba que él le dijeranada más. Había sacado a colación la cuestión fundamentalde su existencia y necesitaba contestarla por sí sola. Pero élno podía abandonar de ese modo. Con toda la dulzura deque aún podía disponer, dijo-: Hamako no quería sersalvado. Justo por la razón contraria que tu padre. Y ganó.

- Lo sé -murmuró-, lo sé. Es solamente que no puedoentenderlo.

Como para evitar que le volviese a hablar, se apartó dela hoguera y fue a buscar las mantas.

Él miró hacia las mudas y atentas caras de los gigantes.Pero no tenían ningún consejo que ofrecerle. Anelaba

Page 291: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fervientemente salvarse, pero nadie podía hacer nada por éla menos que cediese el anillo. Comenzaba a creer que sumuerte sería bienvenida cuando acaeciera.

Poco después, se apagó el fuego. Tejeniebias trató deencenderlo inútilmente. Mas cuando Covenant se fue adormir, soñó que las llamas se hacían lo bastante violentaspara consumirlo.

Durante la noche, el viento murió. El amanecer era tanlímpido como el cristal, y las cumbres fulguraban bajo la sutilatmósfera como si ninguna mancha pudiera dañarlas. Elalentar de una imposible esperanza espoleaba a loscompañeros hacia el final del pasaje.

Bajo otras circunstancias, la vista desde aquella alturales hubiese deleitado. La luz del sol se filtraba por el pasoiluminando la cordillera como si se desplomase en unadramática sucesión de salientes cubiertos de nieve ydentadas crestas, pujantes elevaciones que se alzaran alcielo y lomas que se extendían hacia las tierras bajas. Y másallá de las desnudas colinas que cubrían todo el horizontesuroccidental, se hallaban las extensas Llanuras del Norteque llevaban a Piedra Deleitosa.

Pero allí donde el sol tocaba, las Llanuras se veíanmarrones y quemadas como un desierto.

Pero aquello, por sí mismo, no hubiera sumido a losgigantes en el silencio, ni obligado a Linden a llevarse las

Page 292: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

manos al rostro, ni que Covenant dejase de respirar por unosmomentos; en esa época del año, la región situada bajo ellospodía estar naturalmente seca. Mas tan pronto como el soltocaba el desnudo terreno, una verdosa piel empezaba acubrirlo. Desde el lugar donde se encontraban, losnumerosísimos brotes y vastagos parecía entenderse conirrazonable rapidez.

Maldiciendo, Covenant se esforzó en escudriñar el sol.Pero no podía distinguir señal alguna de la corona quedebiera acompañar la súbita vegetación.

- Estamos por debajo de la franja -dijo Linden sinentonación-. Te lo expliqué la última vez que cruzamos elDeclive del Reino. No veremos el aura hasta después.

Covenant no había olvidado aquella explicación. El SolBan era una corrupción de la Energía de la Tierra, quebrotaba del mismo suelo, de las profundas raíces del MonteTrueno, donde el Amo Execrable tenía ahora su guarida.Pero se concentraba en el propio sol y en él se manifestabavisiblemente, en la penumbra característica de sus fases y enla facultad de corromper mediante su contacto inicial.

- Necesitaremos piedra para protegernos -advirtióCovenant a sus compañeros-. Éste es el primer peligro quese nos presenta. -Tanto Linden como él se veíanpreservados por el cuero del calzado que llevaban. Vain y elharucha i se habían mostrado ya inmunes. TampocoBuscadolores necesitaba recomendación alguna sobre cómo

Page 293: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cuidarse. Mas los gigantes… Covenant no podía soportarque se vieran amenazados-. De ahora en adelante, todos losdías, hemos de tener piedra debajo en cuanto salga el sol.

La Primera asintió en silencio. Ella y los suyos seguíancon la vista clavada en el manto verde que se ibaextendiendo por momentos cubriendo las lejanas planicies.

Aquella imagen hizo que Covenant recordara a Sundery a Hollian. El Gravanélico de Pedraria Mithil abandonó suhogar y su pueblo para servirles de guía a través de lospeligros del Sol Ban. Y su inexorable destreza y previsión, suindudable valentía, había mantenido con vida a Covenant ya Linden. Y la eh-Estigmatizada Hollian, con su habilidadpara predecir las fases del Sol Ban, también fue una ayudaincalculable. Pese a estar acompañado por los gigantes y laenergía de Linden, Covenant se sentía por completoindefenso ante el Sol Ban sin el apoyo de sus antiguoscamaradas.

Y deseaba saber qué había sido de ellos. Los habíaenviado a Línea del Mar porque consideraban que su lugarno estaba en la Búsqueda del Árbol Ünico, ni entre lospoderosos gigantes; y porque Covenant detestaba la ideade dejar el Clave sin oposición durante el impredecibleperíodo de su ausencia. Por esas razones, les entregó el krillde Loric, la espada de poder que había rescatado del fondode la Laguna Brillante. Y les encargó organizar la resistenciaen las aldeas para oponerse a sus sangrientas exigencias.

Page 294: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Acompañados sólo por Stell y Harn, sin más armas que suscuchillos, el k rill, la piedra orcrest de Sunder y la varitalianar de Hollian, sin más aliento que la débil esperanza deobtener el apoyo de otros haruchai, los dos pedrarianosmarcharon bajo la luz del sol a exponer sus vidas contra laspotencias que gobernaban el Reino.

El recuerdo incrementó todavía más su angustia. Eldistante y artificial verdor que se expandía bajo él le obligabaa volver al pasado con renovada viveza. Sunder y Hollianeran sus amigos. Había llegado demasiado lejos en elnombre de Piedra Deleitosa y el Clave, pero ahora deseabaagudamente reunirse con los dos pedrarianos.

Reunirse o vengarlos.- Vamonos -pidió ásperamente a sus compañeros-.

Descendamos hasta allí.La Primera lo midió con la mirada, como si sintiera cierta

desconfianza ante el constante endurecimiento de suactitud. Pero no era mujer que retrocediera. Con un secogesto de asentimiento, los envió a Linden y a él a los trineos.Luego se volvió y comenzó a bajar por la pendiente cubiertade nieve, como si tampoco ella pudiera esperar paraenfrentarse con el mal que había llevado hasta allí a laBúsqueda.

Empujando el trineo de Covenant para ponerlo enmovimiento, Honninscrave dejó escapar un grito, queparecía un desafío, y se apresuró tras la espadachina.

Page 295: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

En el transcurso de aquel día, el grupo bajó de lasmontañas llegando hasta el pie de las colinas y el fin de lasnieves. Desplazándose a una demencial velocidad que sólopodía ser controlada por gigantes, volaban de una pendientea otra deteniéndose sólo cuando la Primera había dereconsiderar la ruta. Parecía resuelta a recuperar el tiempoperdido en el trabajoso ascenso de la cordillera. Antes demediodía, una franja de un verde, de un color intermedioentre la crisoprasa y los ojos de Dafin, se ceñía al sol comola soga a un ahorcado. Pero Covenant no pudo mirarlo. Elvértigo casi lo cegaba. Tan sólo era capaz de asirse a lasbarandas del trineo y contenerse para no vomitar.

Después la nieve y el hielo de las cumbres cesaron enlos límites mismos del caos de vegetación, lo bastantecrecida ya como para resultar impenetrable. Con la cabezadándole aún vueltas, Covenant se consideró afortunado deque el crepúsculo impidiera a la Primera acometer aquellamaraña inmediatamente. Pero ésta se había dado cuenta de lanáusea quee se traslucía en su rostro, y la expresión de dolorde Linden. Mientras Tejenieblas y Honniscrave instalaban elcampamento, les pasó a los dos humanos una redoma condiamantina, y luego los dejó solos para que se recobrasen.

Aunque el licor le fue bien al estómago de Covenant, nosuavizó la lívida cólera de la mirada de Linden. A intervalosdurante aquel atardecer, Encorvado y la Primera se dirigieron

Page 296: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

a ella para comentar algo, pero sus respuestas fueronmonosilabicas y distantes. Aquella anormal veetación seexpresaba en un lenguaje que nadie salvo ella podía oír, yque acaparaba su atención. Sin tener consciencia de estarsiendo observada, se mordía los labios como si hubieseperdido su vieja severidad e ignorase el modo derecuperarla.

Su postura ovillada; las piernas apretadas contra elpecho, los brazos ceñidos en torno a las rodillas, la barbillaapoyada sobre ellas, le recordó una ocasión muchos diasatrás, cuando comenzaron a viajar juntos y ella estuvo apunto de quebrarse bajo la presión del primer Sol Fertil. Sehabía acobardado, y dijo: No puedo quitármelo. Esdemasiado personal. ¡Yo no creo en el mal!

Ahora sí creía en el mal, pero aquello sólo hacía que elasalto a sus sentidos del Sol Ban fuera más íntimo einconstestable, tan nefasto como un asensinato, incurablecomo la lepra.

Trató de permanecer despierto para hacerle compañía,ofreciéndole su apoyo silencioso. Pero ella seguía tensa ydespierta cuando el fatal asalto de su sueño le hizo alejarse.Se fue a dormir pensando que si poseyese algo semejante asu percepción, el Reino no se hallaría en tal peligro… ni ellaestaría tan sola.

Visiones que no podía encarar ni esquivar parecíanprolongar la noche; aunque el amanecer y la llamada de Cail

Page 297: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

para que despertaran llegaron muy pronto. Se espabilóconvulsamente y clavó la mirada en la densa vegetación quecrecía. Sus compañeros se hallaban ya en pie. MientrasTejenieblas y Encorvado preparaban un desayuno yHonninscrave desmantelaba los trineos, la Primera estudiabael tupido terreno, dejando escapar un sordo murmullo entredientes. Por una separación entre los picos se introducía unmadrugador rayo de luz que llegaba hasta la vegetaciónjusto enfrente del campamento. El sol los alcanzaría muypronto.

Covenant sentía un hormigueo en la piel mientrascontemplaba como la vegetación crecía y se retorcía. Elcontraste entre los lugares que el sol tocaba y los que no,hacía que su efecto pareciera aún más fantástico y ominoso.En el pedregoso suelo existente entre las faldas de lascolinas, no crecían árboles. Pero los resistentes y tortuososarbustos tenían casi la altura de éstos; los cardos y otroshierbajos llenaban el espacio entre los troncos; los liqúenesse adherían a las rocas como costras. Y cualquier cosa que elsol tocaba crecía tan rápidamente que parecía estar dotadade movimiento; siluetas desesperadas expuestas a unainmisericorde tortura que clamaban al cielo. Había olvidadolo horrible que era en realidad el Sol Ban. Temía el momentoen que tendría que descender e introducirse en aquellalujuriante angustia verde.

Entonces la luz del sol descendió desde la abertura

Page 298: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hasta donde estaban ellos.En el último momento, la Primera, Honninscrave y

Encorvado consiguieron encontrar rocas sobre las quepermanecer. Bajo los pies de Tejenieblas estaba la piedraque había servido de protección a las fogatas contra la nievey el hielo.

Distanciadamente, Linden aprobó con un movimientode cabeza la precaución de los gigantes.

- Cail posee algo de lo que vosotros carecéis -murmuró-.Necesitáis protección.

Pero Vain y Buscadolores no necesitaban nada, yCovenant y ella misma estaban protegidos por su calzado.Todos juntos contemplaron la salida del sol.

Cuando éste coronó la rendija, parecía normal. Pordicho motivo, gran parte de la zona situada al pie de lascolinas permanecía libre de vegetación. Sin embargo, elgrupo continuaba sin moverse expectante y silencioso enuna anticipación del espanto. Y ante sus ojos, el sol cambió.Un aura se ciñó a su alrededor, alterando la luz. Incluso lafranja de yermo que separaba el término de las nieves delcomienzo de la vegetación adquirió un tinte esmeralda.

Dado que el invierno se cernía aún sobre las montañas,no había calor en el ambiente. Pero Covenant se dio cuentade que estaba sudando.

Con un gesto, Linden le volvió la espalda al sol. Losgigantes se dedicaron a sus tareas. La continua, oscura y

Page 299: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ambigua sonrisa de Vain no delataba reacción alguna. Peroel escarnecido rostro de Buscadolores parecía más triste quenunca. Covenant creyó ver temblores en las manos delelohim.

Poco después de comer, Honninscrave acabó deconvertir los trineos en leña. Tejenieblas y él empaquetaronlas provisiones en unos grandes hatos, que acarrearían ellosmismos, y en otros más pequeños para que los llevaranEncorvado y la Primera. Muy pronto, los compañeros deCovenant se hallaban dispuestos para iniciar la jornada deaquel día.

- Giganteamigo -dijo tensamente la Primera-, ¿hay algúnotro peligro aquí aparte del que hemos presenciado?

Peligro, pensó calladamente. No si los Caballeros delClave no habían llegado tan al norte, y si ninguna cosa habíacambiado.

- No bajo este sol -le replicó con voz ahogada-. Pero sipermanecemos quietos demasiado tiempo nos resultarádifícil avanzar de nuevo.

La espadachina asintió.- Eso está claro.Desenvainando la espada, descendió en dos zancadas

por una ladera de la colina y comenzó a cortar los enormesarbustos que le obstruían el paso.

Honninscrave la siguió. Con su volumen y susmúsculos iban ensanchando el sendero para el resto del

Page 300: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

grupo.Covenant procuró colocarse justo tras Encorvado. Cail

iba entre el Incrédulo y Linden. Luego Tejenieblas, con Vainy Buscadolores inseparables a sus espaldas.

En aquella disposición, la fracasada expedición al ÁrbolÚnico fue al encuentro de la atrocidad del Sol Ban.

Durante la mañana y parte de la tarde, mantuvieron unasorprendente marcha. Monstruosas brozas y malezas dabanpaso a zonas de inmensos heléchos recubiertos de diversasclases de hierbas; y a cada grado que avanzaba el sol en surecorrido, las frondas, hojas y tallos crecían más y más,como si estuvieran poseídos por una frenética maldición.Pero aun así, la Primera y Honninscrave caminaban tanrápidamente como Linden y Covenant podían soportar. Laatmósfera se tornaba cálida, notablemente más húmeda,conforme las nieves y cumbres iban quedando atrás.Aunque Covenant había agregado su capa a la carga deEncorvado, transpiraba de continuo. Pero los días pasadosen las montañas lo habían endurecido de algún modo, y leera posible mantener la marcha.

Hacia media tarde, el grupo penetró en una regiónsemejante a una surreal y demencial jungla. Enebrosretorcidos como vampiros se inclinaban unos sobre otros,extrangulados por prodigiosas enredaderas que losfestoneaban como la tela de una enorme y perversa araña. Yen la tierra, entre las enredaderas y los troncos de árboles,

Page 301: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

crecían una gran cantidad de extrañas orquídeas que olíanponzoñosamente. La Primera lanzó un violento tajo contrauna de las enredaderas cercanas, y luego examinó la hojamanchada de verde para ver si se había estropeado; el talloera tan duro como el mango de un hacha. En torno a ella, loszarcillos y los árboles crujían como una abominación. Paralograr avanzar, los compañeros tenían que trepar y gateartorpemente entre aquellos obstáculos.

La noche cayó sobre ellos en mitad de la región, sinpiedra a la vista y casi sin el espacio suficiente para podertender las mantas entre los tocones. Pero cuando Caildespertó al grupo a la mañana siguiente, descubrieron quehabía reunido bastantes rocas pequeñas, tantas como paraproteger a dos de los gigantes. Y la piedra que Tejenieblasacarreaba podría sostener a otros dos. Así protegidos, sereunieron para aguardar al sol.

Cuando sus primeros rayos se filtraron insidiosamenteentre la maleza, Covenant tembló; y Linden se llevó unamano a la boca para sofocar un grito.

Tan sólo veían parte del aura solar. Pero era rojiza. Elcolor de la pestilencia.

- ¡Dos días! -Covenant hizo un esfuerzo paracontrolarse-. Esto se está poniendo muy mal.

La Primera lo miró. Con amargura, le explicó queanteriormente el Sol Ban cubría ciclos de tres días. Todadisminución de tal período indicaba que su poder crecía. Lo

Page 302: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que a su vez significaba… Pero no podía pronunciar aquelloen voz alta. El dolor que le producía era demasiadoprofundo. Significaba que Sunder y Hollian habíanfracasado. O que los na- Mhoram habían descubierto unafuente de sangre tan grande como su maldad. O que el AmoExecrable se hallaba ahora seguro de su triunfo y, por tanto,el Clave había abandonado sus pretensiones de controlar alSol Ban.

Ceñudamente, la Primera asimiló las palabras deCovenant. Tras un rato le preguntó con cautela:

- ¿No podría tratarse sólo de una variación,permaneciendo el período esencial inalterado?

Existía aquella posibilidad. Recordaba un sol de dosdías. Pero al volverse hacia Linden para obtener su opinión,ella no correspondió a su mirada. La mano cubría aún suboca. Sus dientes estaban apretados sobre la articulación desu dedo índice, y una gota de sangre manchaba su barbilla.

- Linden.La cogió por la muñeca, apartándole la mano.Mostraba una estremecedora consternación.- El Sol de Pestilencia. -La voz salía temblorosa y áspera

de su convulsa garganta-. ¿Es que te has olvidado de cómoactúa? No tenemos voure.

Ante aquello un nuevo temor asaltó a Covenant. Elvoure era el ácido jugo de cierta planta; un jugo que protegíade los insectos que pululaban bajo el sol carmesí. Mas aún:

Page 303: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

también era un antídoto contra las enfermedades del SolBan. El mal de la pestilencia atacaba a través de cualquiercorte o herida que tocara.

- ¡Por todos los demonios! -musitó, para luego ordenarsecamente- ¡Pon un vendaje en ese dedo!

Su brazo estaba ya lo bastante curado como para nocorrer peligro, pero aquel sol podía revelarse fatal para laspequeñas incisiones que ella se hiciera en el dedo.

Alrededor de él, la vegetación se agitaba como unamiasma. Doquiera que la luz alcanzaba las enredaderas y losárboles, las cortezas se entreabrían comenzando a rezumar.El flujo de la descomposición.

Insectos sin nombre comenzaron a zumbaragoreramente en medio del creciente hedor. De repente,Covenant comprendió el temor de Linden. Había previstoantes que él la posibilidad de que hasta un gigante podíaenfermar y sucumbir si respiraba en exceso aquel aire, o siera picado por demasiados de aquellos insectos. Y estoagravaba todo lo demás.

No se movía. Sus ojos tenían un aspecto vidriado yparecían mirar hacia su propio interior. En su nudillo seformaban perlas rojas, que después caían sobre la suciedad.Impulsado por la exasperación y la alarma, Covenant le gritó:

- ¡Demonios! Te dije que te vendaras ese d ed o . Ypiensa algo. Nos hallamos ante un gran problema.

Ella se encogió de miedo.

Page 304: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No -susurró. La delicadeza de sus facciones parecíadiluirse-. No. No lo comprendes, no puedes sentirlo. Nuncaantes había sido así… no puedo recordar… -Tragó salivacon dificultad para ahogar un gemido. Luego, su tono sehizo impersonal y mortecino-. No puedes sentirlo. Esespantoso. No puedes combatirlo.

Efluvios de vapor pasaban ante su semblante como sitambién ella hubiera comenzado a pudrirse.

Obligado por la urgencia, Covenant la zarandeó por loshombros, clavándole los dedos.

- Quizá yo no pueda. Pero tú sí. Eres la Solsapiente.¿Para qué te crees que estás aquí?

La Solsapiente. Los elohim le otorgaron aquel título.Durante un breve lapso de tiempo, su mirada se tornósalvaje; y él temió haber desgarrado el fino tejido de sucordura. Pero entonces lo miró directamente con talintensidad que hizo que se tambaleara. De pronto, ella fuealabastro y diamante entre sus manos.

- Apártate de mí -articuló con claridad-. Tú no dasbastante para tener el derecho.

Le imploró silenciosamente, pero ella no cedió. Cuandodejó caer los brazos y retrocedió, ella le dio la espalda comosi lo excluyera de su vida.

- Consigue madera que esté aún verde -advirtió a laPrimera-. Ramas o lo que encuentres. -Parecía,contradictoriamente, fuerte y frágil a la vez, inalcanzable-.

Page 305: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Moja en vitrim los extremos y enciéndelos. El humo nosprotegerá parcialmente.

La Primera enarcó una ceja captando la tensiónexistente entre Covenant y Linden. Mas los gigantes novacilaron: conocían su sentido de la salud. En escasosmomentos, cortaron varias ramas de los árboles que estabana su alrededor para hacer teas con ellas. Encorvado protestóante la idea de que usaran su precioso vitrim para talpropósito, pero le pasó una de sus redomas a la Primerainmediatamente. Al poco, los cuatro gigantes y Cailondeaban antorchas que humeaban suficientemente comopara paliar el hedor de la podredumbre. Grandes insectosvoladores que merodeaban con ansia a su alrededor,sasalieron disparados en busca de otra presa.

Una vez recogidas y empaquetadas sus pertenencias, laPrimera se volvió hacia Linden solicitando instrucciones,reconociendo tácitamente el cambio que se había producidoen la Escogida. Covenant era Giganteamigo y portador delanillo, pero la supervivencia del grupo dependía ahoraúnicamente de la percepción de Linden.

Sin dirigir una sola mirada a Covenant, Linden asintió.Luego ocupó el lugar de Encorvado tras la Primera yHonninscrave; y reanudaron la marcha.

Con la capacidad disminuida por el humo y lapodredumbre, pugnaban por abrirse paso a través de lasalvaje región. Las enredaderas que fueran demasiado duras

Page 306: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

para la espada de la Primera se revelaban ahora, bajo lapeculiar corrupción del aura escarlata del sol, plagadas dehinchazones que reventaban y ulceras entreabiertas. Lostroncos y raíces de algunos árboles llenos de agujeros quellegaban hasta lo más profundo. Otros habían perdidoanchas tiras de corteza, exponiendo su madera a la fatalvoracidad de las termitas. El narcotizante dulzor de lasorquídeas se introducía de vez en cuando en el acre humo.Covenant sentía que estaba caminando entre los resultadosque el Amo Execrable se había esforzado en conseguir desdehacía más de tres mil quinientos años, la profanación de todala salud del Reino, tornándola leprosidad. El Despreciativoemergía en el anticipo de su victoria. La belleza del Reino yde la Ley había sido destruida. Con el humo en los ojos y larevulsión en el estómago, e imágenes de dolor y gangrenapor todas partes, Covenant se descubrió rogando por un solque durase solamente dos días.

Pero aquel sol rojo tenía una ventaja: la descomposiciónde la madera permitía a la Primera volver a abrirse paso denuevo. El grupo fue capaz de acelerar su marcha. Yfinalmente el salvaje bosque de enebros dio paso a un áreade alta y espesa hierba tan corrupta y pegajosa como unaciénaga. La Primera ordenó hacer un alto para comerfrugalmente y beber un poco de diamantina.

Covenant necesitaba el licor, pero apenas pudo comer.No podía apartar la vista del hinchado dedo de Linden.

Page 307: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La enfermedad del Son Ban, pensó angustiado. Ella lahabía sufrido en otra ocasión. Sunder y Hollian, que sehallaban familiarizados con aquel mal, creyeron que moriría.Jamás podría olvidar su aspecto cuando yacía indefensa ypresa de convulsiones como en la peor de sus pesadillas.Sólo su sentido de la salud y el voure la habían salvado.

Aquel recuerdo le obligó a arriesgarse a provocar sucólera. Con mayor aspereza de la que pretendía, comenzó:

- Creía haberte dicho…- Y yo te contesté -le replicó ella- que me dejases en paz.

No necesito que hagas el papel de madre conmigo.Pero él se enfrentó abiertamente, obligándola a que

reconociera que tenía razón. Después de un momento, labeligerancia de Linden cedió. Frunciendo el ceño, volvió lacabeza hacia otro lado.

- No tienes por qué preocuparte de eso -suspiró-. Sé loque estoy haciendo. Meayuda a concentrarme.

- ¿Te ayuda…? -No podía entenderla.- Sunder estaba en lo cierto -le respondió-. Éste es el

peor, el Sol de Pestilencia. Me succiona… o me inunda. Nosé ni cómo describirlo. Me convierto en él y él se convierteen mí. -El simple empeño de explicar su estado mediantepalabras le provocaba estremecimientos. Deliberadamentealzó la mano y se miró el dedo-. El dolor. En cierto modo mealarma; y me ayuda a matenerme al margen.

Covenant asintió, ¿qué otra cosa podía hacer? Su

Page 308: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vulnerabilidad era terrible para él.- No dejes que empeore -le dijo en tono suave.Luego intentó de nuevo forzar a su estómago para que

aceptara algún alimento.

El resto del día fue atroz. Y el siguiente peor aún. Pero aprimeras horas de la tarde, en medio del ruido que producíanincontables cigarras y los penetrantes zumbidos defrustración de grandes mosquitos ahuyentados por el humo,el grupo llegó a una región de colinas donde grandes y lisasrocas aún sobresalían de los cenegales cubiertos de moho yla hiedra que las rodeaban. Aquello les proporcionó un lugarpara acampar. Pero cuando el sol volvió a salir, cuanto lescircundaba se tornó de un sucio color pardo.

Después de que hubieran transcurrido solamente dosdías.

La altura de las rocas protegía a los viajeros de losefectos del Sol del Desierto sobre la putrefacta vegetación.

Todo lo que el Sol Fértil había producido y el dePestilencia arruinado parecía hecho de cera. Aquelamarronado sol lo fundía todo, reduciendo cada fibravegetal, cada tipo de savia o secreción, cada monstruosoinsecto, a un mismo lodo grisáceo y necrótico. Los pocosarbustos que había en el lugar se deshacían como velasdemasiado calientes. Los cenegales y la hiedra formabanarroyuelos que se remansaban en turbios charcos en las

Page 309: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

partes bajas del terreno; los insectos del amanecer caíancomo gotas de lluvia sólidas. Entonces el lodo desapareciócomo si el Sol Desértico se lo hubiese bebido.

Poco antes de media mañana, cada cuesta, declive ypalmo del suelo había sido quemado hasta convertirse enruinas y polvo.

Para los gigantes el proceso resultaban más horribleque todo lo que habían visto anteriormente. Hasta entoncesel poder del Sol Ban había ido creciendo por etapas. Lavegetación crecía naturalmente, y los insectos y lapodredumbre podían ser incluidos en la categoría de laexperiencia normal. Pero nada había preparado a losacompañantes de Covenant para la rauda y total destrucciónde tan prodigiosa vegetación y pestilencia.

Mirando a su alrededor, la Primera suspiró.- ¡Ah, Cable Soñadordelmar! No me extraña que

carecieras de voz para expresar tales visiones -dijo-. Lo queme extraña es que pudieras soportarlas, y que las soportarasen soledad.

Encorvado se cogió a ella como si el vértigo lodominase. En el rostro de Tejenieblas se delataba la náusea.Había aprendido a dudar de sí mismo, y ahora las cosas enque no podía confiar cubrían el mundo. Pero los profundosojos de Honninscrave flameaban. Eran los ojos de unhombre que sabía, sin duda alguna, que estaba en lo cierto.

Secamente, Linden le pidió un cuchillo a Encorvado.

Page 310: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Durante un momento, éste no le pudo contestar. Pero por finla Primera reaccionó, apartando de sí la cruel visión delpáramo; y su marido reaccionó con ella.

Aturdidamente, Encorvado entregó su cuchillo aLinden. Ella usó la punta para hacer una incisión en suinfectado dedo. Limpió completamente la herida con vitrim yluego la cubrió con un ligero vendaje. Al terminar, alzó lacabeza; y su mirada parecía tan intensa como la deHonninscrave. Y como él, parecía ansiosa por continuar. Ocomo Ama Superior Elena, quien fue conducida por uninexplicable aborrecimiento y amor, y por el deseo de poder,a la demencial ruptura de la Ley de la Muerte. Después detan sólo tres días bajo el Sol Ban, Linden parecía capaz detales cosas.

Pronto el grupo volvió a enfilar hacia el sudoeste através de una tierra baldía que se había convertido en pocomenos que un yunque para la fiera brutalidad del sol.

Aquello avivó aún más los recuerdos de Covenant. Unacalina tan densa como una alucinación y aclarada por elpolvo hasta el color del desaliento, le retrotraía al pasado.Linden y él fueron convocados a la Atalaya de Kevin un díalluvioso, pero aquella noche el padre de Sunder, Nassic,había sido asesinado y, al día siguiente, se alzó un SolDesértico, y Covenant y Linden descubrieron a un Deliranteen medio de la hostilidad de Pedrada Mithil.

Page 311: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Gran parte de las consecuencias recayeron directamentesobre los hombros de Sunder. Como Gravanélico de lapedraria, se le exigió ofrendar las vidas de su propia esposay su hijo para que su sangre sirviese a la aldea. Y luego lasacciones del Delirante le costaron la vida de su padre, y leobligaron a sacrificar a su amigo Marid al Sol Ban,enfrentándole a la necesidad de verter también la sangre desu madre. Todas estas cosas le llevaron a dejar su cargo enbien del Incrédulo y la Escogida, y también en bien suyo,puesto que pudo liberarse de la responsabilidad de másasesinatos.

Y fue también durante la fase desértica del Sol Bancuando la vida de Covenant se vio radicalmente alterada. Lacorrupción que aquel sol provocaba hizo a Marid lo bastantemonstruo como para inflingir la malicia del Despreciativo.Más allá del yermo de las Llanuras Meridionales, Maridclavó sus venenosos colmillos entre los huesos delantebrazo de Covenant, crucificándolo en el destino que elAmo Execrable le había preparado.

Un destino de fuego. En la pesadilla de magiaindomeñable, su propio terrible amor y angustia desgarrabanel mundo.

El sol no le permitía pensar en ninguna otra cosa. Elgrupo tenía suficientes reservas de agua, diamantina yalimentos; y cuando la calina cobró atributos de vértigodespojando de fuerza las piernas de Covenant,

Page 312: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Honninscrave cargó con él. Vasallodelmar había hecho lomismo en más de una ocasión, sosteniéndole en elesperanzado y azaroso camino. Pero ahora no existía másque la calina, el vértigo y la desesperación… y el incesantemartilleo del sol.

También aquella fase del Sol Ban duró solamente dosdías. Pero le sucedió otra manifestación de pestilencia.

El calor teñido de rojo fue esta vez menos severo. Lasestragadas Llanuras no presentaban nada susceptible de sercorrompido. Y ahora la vida de los insectos estaba limitada acriaturas que tenían su hogar dentro de la tierra. Noobstante, este sol era perverso e inclemente a su propiomodo. Despojaba de cualquier sombra o humedad a lallanura. Y antes de que terminara, los viajeros empezaron aencontrar ciervos en agujeros como escarabajos yescorpiones tan grandes como lobos entre las colinas bajas.Mas la espada de la Primera mantenía a raya tales amenazas.Y teniendo en cuenta que Honninscrave y Tejenieblas seencargaban del peso adicional que Covenant y Lindensuponían, el grupo avanzaba a gran velocidad.

A pesar de su natural fortaleza, los gigantes se estabandebilitando, extenuados por el polvo, el calor y la distancia.Pero tras el segundo día de pestilencia vino un Sol de Lluvia.Situándose sobre rocas para saludar el amanecer, loscompañeros sintieron la nueva frescura contra los rostroscuando apareció el sol circundando de azul como una

Page 313: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

condensación del profundo azul del firmamento. Y casi deinmediato negros nubarrones comenzaron a reunirse en eloeste.

El corazón de Covenant se ensanchó al pensar en lalluvia. Pero cuando el viento aumentó su fuerza enredandocon insistencia las sucias cabellera y barba, recordó lo difícilque resultaban viajar bajo un sol semejante.

- Vamos a necesitar cuerda -dijo, volviéndose hacia laPrimera. El viento zumbaba en sus oídos-. De ese modo nonos separaremos unos de otros.

Linden estaba mirando al sudoeste como si la idea dePiedra Deleitosa consumiera todos sus pensamientos.

- La lluvia no resultará peligrosa -dijo con indiferencia-,pero va a ser muy intensa.

Tras mirar hacia las nubes, la Primera asintió.Tejenieblas desató su fardo extrayendo un rollo de cuerdade él.

Era demasiado gruesa y pesada para ser atada en tornoa Covenant y Linden sin quitarles libertad de movimientos.Cuando cayeron las primeras gotas, pesadas como guijarros,la espadachina ató la cuerda a su muñeca, y le devolvió elcabo a Tejenieblas, quien la afianzó.

Escrutó por un instante el terreno para memorizarpuntos de referencia, y luego se adentró en la tormenta que,por momentos, se tornaba más sombría.

Tan ruidosa como una multitud, la lluvia se precipitaba

Page 314: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desde el este. Las nubes velaban el horizonte sin dejar pasarla luz. La oscuridad caía en los ojos de Covenant con elagua. Apenas podía ver a la Primera a la cabeza del grupo. Ladeforme silueta de Encorvado le resultaba borrosa. El vientose apoyaba sobre el hombro izquierdo de Covenant. Susbotas empezaban a deslizarse bajo él. Sin transición, un firmetan reseco como si por el hubieran pasado siglos de desiertose había convertido en fango. Charcos, que acababan deformarse, punteaban el suelo. Las gotas golpeaban comogarrotes. Covenant se agarraba a la cuerda ciegamente.

Ésta lo conducía a un blanco abismo de lluvia. El mundose había quedado reducido a aquellos latigazos y bramidosdemenciales, a aquella desoladora frialdad. Debía haberrecuperado su capa antes de que empezara a llover: sucamiseta carecía de sentido bajo aquel diluvio. ¿Cómo podíaexistir tanta agua cuando durante días las Llanuras del Nortey el Reino habían estado tan desesperadamente sedientos?Ante él sólo quedaba la silueta de Encorvado, difícil dedistinguir, pero todavía sólida; lo único sólido aparte de lacuerda. Cuando intentaba mirar a su alrededor buscando aCail, Tejenieblas, Vain y Buscadolores, el temporal le azotabaen pleno rostro. Vagaba por una tierra condenada porquehabía fracasado en encontrar una respuesta a sus sueños.

Durante un momento, incluso Encorvado desapareció.Aquel castigo se llevaba hasta el menor vestigio de luz yformas. Con las manos insensibles por la lepra y el frío,

Page 315: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant únicamente podía estar seguro de la cuerda, atadabajo su codo, cuando apoyaba todo su peso sobre ella.Mucho después de que empezara a creer que aquel tormentocesaría y que el grupo podría hallar algún refugio o unsimple escondrijo mientras durase el aguacero, la cuerda tiróde él hacia delante.

Pero entonces, tan repentinamente como lasintimidaciones que habían cambiado su vida, una sacudidale hizo retroceder, obligándolo a pararse; y casi cayó.Mientras procuraba recobrar el equilibrio la cuerda se aflojó.

Antes de que se recobrara, algo pesado le golpeó,haciéndole caer sobre el fango.

La tormenta tenía un extraño eco, como si hubiera gentegritando a su alrededor.

Casi de inmediato unas enormes manos le ayudaron aponerse en pie. Un gigante, Encorvado. Había retrocedidoalgunos pasos, obligando a detenerse a la formación.

La lluvia quedaba a sus espaldas. Vio a tres personasfrente a él. Todas se parecían a Cail.

Una de ellas lo cogió del brazo y acercó la boca a suoído. La voz de Cail apenas si le llegó entre el fragor.

- ¡Aquí están Durris y Fole de los haruchai! ¡Vienenjunto con otros de nuestro pueblo para enfrentarse al Clave!

La lluvia se ensañaba con Covenant, y el vientooscilaba a través de él.

- ¿Dónde están Sunder y Hollian? -gritó.

Page 316: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Borrosas bajo la furia de la tormenta, otras dos figurasse hicieron visibles. Una de ellas pareció tenderle aCovenant un objeto.

De éste brotaba un intenso fulgor blanquecino a pesardel temporal, horadando las tinieblas. La incandescenciaprocedía de una límpida gema que había sido engastada enuna gran espada, justo en la cruz donde se unían hoja yempuñadura. Su llamear crepitaba bajo la lluvia, y la luzmisma fulgía como si fuese invulnerable ante temporalalguno.

El krill de Loric.Iluminó cuantos rostros rodeaban a Covenant: los de

Cail y sus parientes, Durris v Fole; el de Tejenieblas,flanqueado por Vain y Buscadolores. los de Encorvado, laPrimera y Honninscrave apiñándose con Linden entre ellos.Y los de aquellos dos que portaban el krill.

Sunder, hijo de Nassic, Gravanélico de Pedrada Mithil.Hollian, hija de Amith, eh- Estigmatizada.

Page 317: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

OCHO: Los defensores del Reino

La lluvia caía estrepitosamente. La tormenta estaba llenade voces que Covenant no podía oír. Los labios de Sunderno producían sonido alguno. Hollian entrecerraba los ojosante el agua que le azotaba el rostro como si no supiera sireír o llorar. Covenant ansiaba ir hacia ellos para estrecharlosentre sus brazos, alegrándose de que estuvieran vivos, peroel resplandor del krill lo detenía. Ignoraba su significado. Suantebrazo le dolía a causa del veneno, al coger el krill.

Cail le habló directamente al oído.- ¡El Gravanélico te pregunta si la búsqueda ha tenido

éxito!Covenant se cubrió el rostro ante aquello, oprimiendo el

inminente fuego del anillo contra los huesos de su cráneo.La lluvia era excesiva para él; y un reprimido sollozoatenazaba su pecho. Había deseado tanto hallar salvos aSunder y Hollian que ni por un instante consideró lo que laruina de las pesquisas significaba para ellos.

El oído de la Primera fue más agudo que el suyo. Habíaescuchado la pregunta de Sunder. Procuró dirigir la voz paracontestarle entre el fragor.

- ¡La Búsqueda fracasó! -El esfuerzo hacía cortantesaquellas palabras-. ¡Cable Soñadordelmar está muerto!¡Hemos venido en pos de otra esperanza!

Page 318: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La gritada contestación de Sunder apenas fue audible.- ¡No encontraréis a nadie!Entonces la luz disminuyó: el Gravanélico se había dado

la vuelta. Blandiendo en alto el krill para guiar al grupo, seadentró en la tormenta.

Covenant dejó caer las manos como en un grito que nopudiera emitir.

Durante un instante nadie siguió a Sunder. Silueteadacontra el resplandor del k ri l l , Hollian se erguía anteCovenant y Linden. Él apenas se dio cuenta de que se leacercaba para darle un fuerte abrazo de bienvenida. Antesde que pudiese corresponderle, se apartó para abrazar aLinden.

Pero aquel escueto gesto le hizo recobrarse. Constituíacomo un acto de expiación, o afirmación de que la vuelta deLinden y él era más importante que ninguna esperanza.Cuando Cail le instó a seguir la luz, se obligó a poner enmovimiento sus entumecidos miembros.

Se encontraban en un declive entre colinas. El agua lellegaba hasta las rodillas. Pero la corriente discurría en ladirección que llevaban, y Cail le daba su apoyo. El haruchaiparecía más seguro que nunca. Debía tratarse de lacomunión mental de su pueblo, la misma que guiara a Durrisy Fole, seguidos por los pedrarianos, hasta ellos. Y Cail yano estaba aislado. Ni el barro, la corriente o la lluvia erancapaces de hacerle perder el paso. Sostenía a Covenant

Page 319: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como si fuese una figura de granito.Covenant había perdido toda noción de sus

compañeros, pero no le preocupaba. Confiaba en los otrosharuchai tanto como en Cail. Concentrándose en no frenarel avance, seguía a Sunder con toda la rapidez que eldesequilibrio y el agotamiento le permitían.

Bajo el temporal, el camino resultaba largo y penoso.Pero al fin, tanto él como Cail tuvieron atisbo de una roca,viendo reflejarse borrosamente la luz del k rill de Sundercontra los contornos de una amplia hendidura semejante auna cueva. Sunder penetró sin vacilar, utilizando la plateadaincandescencia del krill para encender una pila de leña yapreparada. A continuación envolvió de nuevo la hoja,deslizándola en el interior del justillo de cuero que llevaba.

Aunque las llamas daban menos luz que el krill,iluminaban una gran zona y permitía ver haces de madera ylechos situados junto a las paredes. Los pedrarianos yharuchai habían ya establecido allí un campamento.

La gruta era alta pero poco profunda, apenas unadepresión en el lado de una colina. La inclinación del techohacía que el agua de la lluvia cayese goteando sobre el sueloy, por tanto, la caverna estaba húmeda y no era fácilmantener encendido el fuego. Pero incluso aquel precariorefugio suponía un bálsamo para los castigados nervios deCovenant. Se inclinaba hacia las llamas frotándose en unintento de paliar el paralizante frío que le embargaba,

Page 320: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contemplando a Sunder mientras el grupo llegaba parareunirse con él.

Durris conducía a los cuatro gigantes. Fole guiaba aLinden como si hubiese tomado posesión del cargo queeligiera Tejenieblas. Vain y Buscadolores entraron a la vez,aunque apenas si se adentraron en la cueva para evitar elazote de la lluvia. Y Hollian iba acompañada por Harn, elharuchai que tomara a la eh- Estigmatizada a su cargo desdelos días en que Covenant la rescató de la prisión de PiedraDeleitosa y el Fuego Bánico.

Covenant lo miró. Cuando Sunder y Hollianabandonaron Línea del Mar para emprender la misión contrael Clave, Harn los acompañó. Aunque no solo: también fueStell, el haruchai que protegiera a Sunder.

¿Dónde estaba Stell?No, más que eso, aún peor que eso. ¿Dónde se hallaban

los hombres y mujeres del Reino, los habitantes de lospueblos que Sunder y Hollian habían ido a reunir? ¿Y dóndelos otros haruchai? Tras la espantosa matanza que el Clavedesencadenó sobre su pueblo, ¿por qué solamente Durris yFole fueron enviados a presentar batalla?

No encontraréis a nadie aquí¿Había triunfado ya el na- Mhoram?Trató de dirigirse a Sunder, situado al otro lado de la

hoguera, pero movió las mandíbulas sin lograr decir palabra.Bajo la gruta, la tormenta quedaba amortiguada pese a ser

Page 321: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

incesante, tan ávida y feroz como una enorme bestia. YSunder había cambiado. A pesar de la gran cantidad desangre que por su cargo de Gravanélico de Pedraria Mithil sevio obligado a derramar, nunca tuvo la apariencia de unhombre que supiera como matar. Pero ahora la tenía.

Cuando Covenant lo encontró por primera vez, lasjuveniles facciones del pedrariano reflejaban confusión ytormento, por los problemas no resueltos de su pedraria. Supadre le había enseñado que el mundo no era como losCaballeros decían, un lugar de expiación por las ofensashumanas y, en consecuencia, nunca aprendió a aceptar operdonar las acciones que el gobiero del Clave y laconstricción del Sol Ban le habían obligado a cometer. Larevulsión había marcado su frente, sus ojos estabanhundidos por tanto remordimiento, sus dientes apretadoscomo si masticase el amargo cartílago de su irreconcíliación.Pero ahora parecía tan afilado y cortante como el puñal queuna vez utilizara para sacrificar las vidas de quienes amaba.Sus ojos centelleaban igual que dagas alumbradas por lahoguera. Y en todos sus movimientos se delataba la tensiónde una cólera asfixiante, una ira extremada e incomprensibleque no le era dado manifestar.

Su semblante no era el adecuado para una bienvenida.La Primera acababa de decir que la Búsqueda habíafracasado. No obstante, sus ademanes sugerían que aquellaferocidad no iba dirigida contra el Incrédulo, cuyo encuentro

Page 322: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

incluso le había producido una alegría o alivio que no lehabía sido posible expresar.

Desalentado, Covenant miró a Hollian buscando unaexplicación.

También la eh- Estigmatizada mostraba signos de suvida reciente. La camisola de cuero aparecía desgarrada endiversos lugares y apresuradamente remendada. Sus brazosy piernas estaban delgados a consecuencia de la escasacomida y el peligro constante. Y aun así, contrastabasingularmente con Sunder.

Ambos pertenecían a la recia estirpe de los pedrarianos,de pelo oscuro y estatura no excesiva, aunque ella era másjoven que él. Pero sus vidas habían sido por completodiferentes. Hasta aquel suceso que le costó la pérdida de suhogar en Pedraria Cristal, cuando el Caballero exigió su viday fue rescatada por Covenant, Linden y Sunder, había sidola miembro más apreciada de su comunidad. Como eh-Estigmatizada, capaz de predecir las fases del Sol Ban, se lahabía considerado de inestimable provecho para su pueblo.En su pasado había poco del desgarro y las dudas quecolmaban los días de Sunder. Y esta diferencia se habíaagudizado ahora. Ella estaba más radiante que colérica,cálida en su saludo de encuentro cuando él se habíacomportado con rigidez y sequedad. Si las miradas quedirigía al Gravanélico no hubieran conllevado tanta ternura,Covenant hubiera creído que los pedrarianos se habían

Page 323: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

convertido en dos extraños.Pero la negra cabellera que flotaba como alas de cuervo

sobre sus hombros cuando se movía, no había cambiado.Aún le daba aspecto de fatalidad, un aire de predestinación.

Avergonzado, Covenant descubrió que ni siquierasabía qué decirle. Tanto ella como Sunder le resultabandemasiado íntimos, significaban demasiado. Aquí noencontraréis a nadie. Observándoles con más atención, diocuenta de que no eran en absoluto extraños el uno para elotro. Sunder estaba tenso precisamente porque Hollianrefulgía; y la luminiscencia de ella procedía de la misma raízque la aflicción de él. Pero aquel vislumbre no proporcionó aCovenant palabras que pudiera pronunciar sin miedo.

¿Qué había sido de Stell?¿Qué de los pobladores del Reino? ¿Y de los haruchai?¿Qué les había ocurrido a los pedrarianos?La Primera trató de salvar el incómodo silencio con la

cortesía propia de los gigantes. En el pasado, el papel desuavizador en tales situaciones había correspondido aHonninscrave, pero ya carecía de ánimo para eso.

- ¡Piedra y Mar! -comenzó-. Me complace saludarosnuevamente, Sunder el Gravanélico y Hollian eh-Estigmatizada. Cuando partimos apenas si me atrevía a soñarcon que volveríamos a encontrarnos. Resulta…

Un súbito cuchicheo de Linden detuvo a la Primera.Había estado mirando fijamente a Hollian, y su exclamación

Page 324: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

acalló a los reunidos, horadando claramente la densa cortinadel temporal.

- Covenant. Ella está preñada.Oh, Dios mío.La esbelta silueta de Hollian no indicaba nada. Pero

habían transcurrido casi noventa días desde que lospedrarianos abandonaran Línea del Mar. La declaración deLinden los convenció de inmediato; su percepción no podíaerrar en una cosa así.

El súbito peso que le acarreó la noticia lo forzaba haciael suelo. Sus piernas se negaban a soportar aquellarevelación. Preñada.

Esa era la causa del fulgor de Hollian y de la ira deSunder. Ella estaba contenta porque lo amaba. Y porquetambién él la amaba, estaba aterrado. El empeño en pos delÁrbol Único había fracasado. El propósito por el cualCovenant mandó retornar a las Tierras Altas a lospedrarianos había fracasado. Y Sunder, en otros tiempos, sehabía visto obligado a matar a su esposa y a su hijo. Ahora,ya no le quedaba sitio alguno adonde regresar.

- ¡Oh, Sunder -Covenant no sabía que estaba hablandoen voz alta. Inclinó la cabeza, que debería haber estadocubierta por ceniza y maldiciones. Sus ojos estabanhúmedos-. Perdóname. Lo siento en el alma.

- ¿Ha sido culpa tuya que la Búsqueda fracasara? -inquirió Sunder. Su tono era tan cortante como el odio-.

Page 325: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

¿Nos has situado en tal tesitura que mi propio error haabierto la última puerta de la perdición?

- Sí -contestó Covenant, sin saber, ni preocuparle, si lohabía hecho en voz alta o para sí.

- Entonces escúchame, ur- Amo. -El tono de Sunder sehizo más confidencial, teñido de tristeza-. Incrédulo yportador del oro blanco, curador y revelador de la vida. -Aferraba por los hombros a Covenant-. Escúchame.

Covenat alzó la cabeza procurando controlarse. ElGravanélico se cernía sobre él, con los ojos turbios, congotas de agua que hacía brillar la hoguera bajando hacia sustensas mandíbulas.

- Cuando por primera vez me persuadiste para queabandonara mi cargo y hogar en Pedraria Mithil -dijo condificultad-, te rogué que no me traicionaras. Me obligaste aun demencial peregrinaje bajo el Sol del Desierto en pos demi amigo Marid, a quien fuiste incapaz de salvar; y tenegaste a que usara mi sangre para ayudarte, y me obligastea comer a l ia n th a que yo consideraba venenosa; yobedeciéndote, te di algo más importante que la fidelidad. Terogué que dieses un significado para mi vida, y para lamuerte de Nassic, mi padre. Y aún no estabas satisfecho,porque salvaste del peligro de Pedraria Cristal a Hollian, hijade Amith, como si fuera tu deseo que me enamorase de ella.Y cuando juntos caímos en manos del Clave nos liberaste deaquella prisión, restaurando nuestras vidas.

Page 326: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

»Y aún no estabas satisfecho. Cuando nos enseñaste aconocer la maldad del Clave, te volviste de espalda a sucrimen, aunque el Reino entero clamaba por la retribución.Ahí me traicionaste, ur- Amo. Dejaste de lado el sentido delque yo tanta necesidad tenía. A cambio, me ofreciste unatarea que sobrepasaba mis fuerzas.

Todo aquello era cierto. A causa de la sangre perdida, lapasión y la locura, Covenant se había hecho responsable dela verdad que exigió que Sunder aceptara. Y después habíafracasado. ¿Qué otro nombre tenía aquello, sino el detraición? Las acusaciones de Sunder le provocaron lágrimasy remordimiento.

Pero Sunder tampoco estaba satisfecho.- Por tanto -prosiguió secamente-, tengo derecho a que

me escuches, ur- Amo e Incrédulo, portador del oro blanco -dijo como si estuviera dirigiéndose a los ardientes reguerosque discurrían por el rostro de Covenant-, me hastraicionado, pero me alegro de que hayas vuelto. Aunqueestés desesperado, eres la única esperanza con que cuento.Tienes en tus manos la potestad de afirmar o negar la verdadque desees, y es mi anhelo el servirte. Mientras túpermanezcas, jamás aceptaré la desesperación ni lacondenación. No habrá traición ni fracaso mientras me sigassosteniendo. Y si la verdad que enseñas se ha de perder alfin, será para mí un consuelo que mi amada y yo no debamossoportar esa pérdida en soledad.

Page 327: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

«Escúchame, Covenant -insistió-. No hay palabrassuficientes para decirlo. Me alegro de que hayas venido.

En silencio, Covenant rodeó con los brazos el cuello deSunder.

El llanto de su corazón era también una promesa. Estavez no se volvería de espaldas. Esta vez vencería a aquellosbastardos.

Permaneció allí hasta que el abrazo con que elGravanélico le respondía logró confortarlo.

Entonces, Encorvado rompió el silencio aclarándose lagarganta con un carraspeo; y Linden dijo con voz alteradapor la empatia:

- Ya era hora. Creía que nunca ibais a empezar ahablaros.

Se hallaba al lado de Hollian, como si momentáneamentese hubieran convertido en hermanas.

Covenant aflojó la presión, pero continuó sin soltar alGravanélico durante unos instantes más. Tragando salivacon dificultad, murmuró:

- Mhoram solía decir cosas así. Comienzas a parecerte aél. El Reino es todavía capaz de dar personas como tú. Ycomo Hollian. -Al recordar al Amo que había muerto hacíatanto tiempo, tuvo que parpadear repetidamente para que nose nublara su vista. -El Execrable piensa que todo lo quetiene que hacer es romper el Arco del Tiempo y destruir elmundo. Pero se equivoca. La belleza no es tan fácil de

Page 328: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

destruir-. Recordando una canción que Lena le cantabacuando era aún una muchacha y él un recién llegado alReino, citó suavemente-: «Sobrevivirá el espíritu que a la floralimenta».

Con una media sonrisa, Sunder se puso en pie.Covenant se le unió, y los dos se encararon a suscompañeros. Sunder le dijo a la Primera:

- Perdóname por no saludaros. La noticia de lo acaecidoa la Búsqueda me afectó cruelmente. Pero venís de muy lejosy habéis atravesado regiones desconocidas de la Tierra,sometiéndoos a sufrimientos y peligros, y al fin nos hemosreunido. El Reino tiene necesidad de vosotros, y quizásnosotros también podamos ayudaros. -Presentóceremoniosamente a Durris y Fole, por si los gigantes nohabían oído antes sus nombres; y concluyó-: Aunquenuestra comida es escasa, quisiéramos que la compartieseis.

La Primera correspondió presentando a Tejenieblas alos pedrarianos. Ya conocían a Vain, y ella ignoraba aBuscadolores como si éste no mereciera su atención.Después de recorrer con la mirada la poco profunda yhúmeda caverna, anunció:

- Parece más adecuado que seamos nosotros quienesos ofrezcamos nuestras provisiones. Gravanélico, ¿a quédistancia nos encontramos de esa Piedra Deleitosa queGiganteamigo busca?

- A cinco días de viaje -respondió Sunder-; o puede que

Page 329: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tres, si no nos preocupa escondernos para pasardesapercibidos al Clave.

- Entonces -afirmó la Primera-, estamos a punto de serrecompensados, y también vosotros necesitáis unarecompensa. -Miró deliberadamente la delgadez de Hollian-.Celebremos pues este encuentro y este refugio con comida.

Abrió su atado y los demás gigantes siguieron suejemplo. Honninscrave y Tejenieblas comenzaron a cocinar.Encorvado procuró desembarazarse de algunos de losbultos que llevaba a la espalda. La lluvia proseguíamartilleando sin tregua la colina, y el agua bajaba por elinclinado techo formando charcos en el suelo. Mas pese aello, la relativa sequedad y calidez de aquel refugio resultabaconsoladora. Covenant había oído en alguna parte que elpermanecer expuestos a una lluvia incesante podía hacerenloquecer a la gente. Mesándose la barba con losinsensibles dedos, contemplaba a sus compañeros y tratabade reunir el suficiente valor para formular ciertas preguntas.

La Primera y Encorvado se mantenían impávidos pese ala lluvia, el cansancio y el desaliento. Mientras aguardaba aque la comida estuviera dispuesta, ella desenvainó suenorme espada y empezó a secarla meticulosamente, y él fuea reunirse con Sunder para recordar sus anterioresencuentros y aventuras en el Llano de Sarán con suincorregible deseo de diversión. Pero Tejenieblas estaba aúnembotado, vacilante. Hasta el punto de que parecía incapaz

Page 330: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de elegir cuáles eran los bultos que debía abrir, y siguióconfuso ante tan simple elección hasta que Honninscrave selo indicó con un gruñido. Ni el tiempo ni los combatesmantenidos contra los arghuleh lo habían librado de sudesconfianza en sí mismo, e incluso parecía ir aumentando.

Y el capitán recordaba cada vez menos a un gigante.Mostraba una pasmosa carencia de entusiasmo por reunirsecon los pedrarianos, los recién llegados haruchai, e inclusola perspectiva de poder comer algo. Todos sus movimientoseran obligaciones que ejecutaba para que el tiempotranscurriera hasta llegar a su meta, hasta que se lepresentara la oportunidad de cumplir su propósito.Covenant desconocía el contenido de ese propósito, pero lamera suposición de lo que pudiera ser, le hacía estremecerse.Honninscrave parecía decidido a reunirse con su hermano acualquier coste.

Covenant ansiaba pedirle una explicación; pero no eraposible allí hablar en privado. Dejando de lado aquel asunto,paseó la mirada sobre el resto de los reunidos.

Linden se había llevado a Hollian un sitio más secojunto a una pared y la estaba examinando con sus sentidos,tratando de averiguar la salud y el crecimiento del hijo quellevaba. El sonido del aguacero cubría sus tranquilas voces.Luego Linden anunció con convicción:

- Es un niño. -Y los oscuros ojos de Hollian sevolvieron hacia Sunder, resplandeciendo.

Page 331: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Vain y Buscadolores no se habían movido. El primeroparecía ajeno al agua que discurría por su piel ebúrneaempapando su harapienta túnica. Y ni siquiera la lluvia quecaía directamente sobre él, alcanzaba al Designado: pasaba através suyo como si perteneciesen a distintas realidades.

Cerca de la entrada de la gruta, se hallaban los haruchaien un disperso grupo. Durris y Fole contemplaban eltemporal, mientras Cail y Harn miraban hacia el interior. Sicompartían mentalmente lo que veía cada uno, susimperturbables expresiones no daban muestras deintercambio.

Como Guardianes de Sangre, pensó Covenant. Cadauno de ellos parece conocer instintivamente lo quecualquiera de los otros sabe. La única diferencia la constituíael que estos haruchai no eran inmunes al tiempo. Peroquizás aquello solamente hacía que se involucraran en elcompromiso.

De repente, se sintió seguro de que no deseaba que lesiguieran sirviendo. Ni que nadie le sirviese. Los serviciosque la gente le proporcionaba era demasiado costosos. Ibacamino de su perdición y debería estar recorriéndolo solo.No obstante, allí había cinco personas cuyas vidas correríanla misma suerte que la suya propia. Seis, si se contaba el hijode Hollian, que nada podía decidir por sí mismo.

¿Y qué les había ocurrido a los otros haruchai, aquellosque seguramente acompañaron a Durris y Fole para

Page 332: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

oponerse al Clave?¿Y por qué habían fracasado Sunder y Hollian?Cuando la comida estuvo lista, se sentó entre sus

compañeros cerca del fuego, de espaldas a la pared de lacueva, con un nudo en el estómago. El acto de comerpospuso y acercó al mismo tiempo el momento de laspreguntas.

Poco después, Hollian hizo circular una redoma decuero. Cuando Covenant bebió de ella saboreó metheglin,una densa y empalagosa hidromiel elaborada por loshabitantes de los pueblos del Reino.

Las implicaciones le asaltaron de súbito. Alzó la cabezabruscamente.

- ¡Entonces no fracasasteis! -exclamó.Sunder frunció el ceño como si la exclamación de

Covenant lo hubiese golpeado, pero Hollian repusosimplemente:

- No del todo. -Aunque el gesto de sus labios erasonriente, sus ojos parecían tristes-. En ninguna fustaria nipedrada fracasamos por completo, en ninguna aldea, salvoen una.

Covenant retiró cuidadosamente la redoma que sellevara a los labios sosteniéndola ante sí. Sus hombrostemblaban. Tan sólo mediante un fuerte esfuerzo devoluntad pudo evitar la agitación que dominaba sus manosy su voz.

Page 333: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Contadme. -Todas las miradas se centraron en Sundery Hollian-. Contadme lo que ocurrió.

Sunder dejó caer el trozo de pan que estaba comiendo.- Fracaso no es una palabra en la que pueda confiarse -

comenzó con sequedad. Evitaba con la mirada a Covenant,Linden y los gigantes, clavándola en los rescoldos delfuego-. Puede querer decir tanto una cosa como otra.Fracasamos, y no fracasamos.

- Gravanélico -se interpuso Encorvado suavemente-.Entre nuestra gente se dice que el júbilo está en los oídosque escuchan y no en la boca que habla. La Búsqueda delÁrbol Ünico nos ha proporcionado numerosos relatoshorribles y descorazonadores, y no siempre hemos podidoescucharlos con buen ánimo. Sin embargo, aquí estamos;puede que cruelmente castigados -miró a Honninscrave-,pero no desalentados por completo. No tengas reparos enhacernos partícipes de tu tormento.

Durante un instante, Sunder se cubrió el rostro como sifuese a llorar otra vez. Pero al dejar caer las manos, el valorque era fundamental en él, resplandecía en sus ojos.

- Escuchadme entonces -dijo tensamente-. Al dejarLínea del Mar, llevábamos con nosotros el krill de Loric y laresponsabilidad contraída con el ur- Amo. En mi corazón sealbergaban la esperanza y la decisión, y había conocido unnuevo amor cuando todos los anteriores habían muerto. -Todos asesinados: su padre por la mano de un criminal, su

Page 334: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

madre por necesidad, su esposa e hijo por la propia mano deSunder-. Por consiguiente, confiaba en que seríamos creídoscuando expusiéramos nuestro mensaje de insurrección enlas aldeas.

«Desde La Aflicción, fuimos tanto hacia el norte comoal oeste en busca de un paso a las Tierras Altas que no nosexpusiera al Acechador del Llano de Sarán.

Aquella parte del camino fue gozosa porque Hollian y élmarcharon con la única compañía de Stell y Harn; y Línea delMar, desde la costa hasta las altas laderas y los restos queaún quedaban de los Bosques Gigantes nunca había sidoafectada por el Sol Ban. La incertidumbre los habíaperseguido la primera vez que atravesaron esta región; peroahora contemplaban la hermosura del Reino en la cumbre desu desaparecida gloria, saboreando la presencia de animalesy bosques, pájaros y flores. El Clave enseñaba que el Reinohabía sido hecho como lugar de expiación, un patíbulo parala maldad humana. Pero Covenant había repudiado talesenseñanzas; y en Línea del Mar, por vez primera, Sunder yHollian empezaron a comprender el significado de laspalabras del Incrédulo.

De manera que su cometido contra el Clave se hizo aúnmás nítido, y al fin se internaron en los límitesseptentrionales del Llano de Sarán para comenzar su laborsin más dilación.

Al atravesar el Declive del Reino, volvieron a entrar en

Page 335: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el ámbito del Sol Ban.No resultó fácil la tarea de hallar pueblos. Carecían de

mapas y no estaban familiarizados con la geografía delReino. Pero eventualmente la clarividencia de los haruchailes permitió localizar a una Caballera; y aquella mujer de rojatúnica condujo sin saberlo a los viajeros a su primer destino,una pequeña fustaria situada en una garganta entre viejascolinas.

- La escondida fustaria no nos dio exactamente labienvenida -murmuró ácidamente el Gravanélico.

- La Caballera les arrebató los más jóvenes y valiososde sus pobladores -explicó Hollian-. Y no de la formaacostumbrada. El Clave siempre había llevado a cabo susdemandas con cautela, porque si diezmaban los pueblos, ¿adónde volverían los Caballeros a buscar más sangre? Sinembargo tal prudencia fue desechada por el acortamiento delas fases del Sol Ban. Los Caballeros abordaban cada aldeacon redoblada e incluso triplicada frecuencia, apropiándosede tantas vidas como a sus Corceles le fuera posibletransportar.

- Habiendo sido privados de los haruchai a quienesredimiste -explicó Sunder a Covenat-, los Caballeros volvíana su acostumbrada cosecha para completar su estrago. Si losrelatos que escuchamos no eran falsos, aquella inmolacióncomenzó cuando pasamos junto al mar, de las Tierras Altasal Llano de Sarán. El na-Mhoram supo donde estábamos por

Page 336: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

e l ruk h que yo entonces llevaba, y adivinó que te habíasimpuesto una misión que te impediría castigarlo. ElGravanélico hablaba con el conocimiento de cómo Covenantrecibiría tales noticias, cómo se maldeciría por no haberpresentado batalla al Clave con anterioridad-. Por tanto, ¿quénecesidad tenía de guardar precaución alguna?

Covenant se desplomó interiormente, pero se aferró acuanto los pedrarianos estaban diciendo, obligándose aescucharlo.

- Cuando nos adentramos en Fustaria Lejana- prosiguióla eh- Estigmatizada-, sólo encontramos ancianos, inválidosy amargura. ¿Cómo hubieran podido darnos la bienvenida?Sólo podían vernos como sangre con la que comprar otroperíodo de supervivencia.

Sunder miró a las llamas, sus ojos eran tan duros comouna roca pulimentada.

- Impedí aquella violencia. Utilizando el krill de Loric yla piedra de sol orcrest, obtuve agua y ussusimiel sinderramamiento de sangre bajo el Sol del Desierto. Un podertal les resultó asombroso. Y, en consecuencia, cuandoterminé se hallaban dispuestos a escuchar lo que tuviera quedecirles contra el Clave. ¿Pero qué sentido tenía para ellosnuestro discurso? ¿Qué oposición quedaba en aquel restode pueblo? Se hallaban de tal modo consumidos que notenían otro recurso que el meterse en sus casas y luchar porla supervivencia. No fracasamos del todo -confesó con

Page 337: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

áspera voz-, pero no encuentro palabra que explique lo quelogramos.

Hollian le puso la mano sobre el brazo, dulcemente. Latormenta rugía en el exterior de la cueva. El agua goteaba sininterrupción junto a las piernas de Covenant. Pero no eraconsciente de la humedad, ya que su mente estaba ocupadapor el fiero e inútil pesar que subía como veneno desde elfondo de su estómago. Después, admitió ante sí mismo queel motivo de su angustia era la situación del Reino, de la quese creía causa. Pero justamente por eso, necesitabaescuchar.

- Algo conseguimos en Fustaria Lejana -continuó la eh-Estigmatizada-. Nos informaron de que hacia el oeste habíauna pedraria. No necesitamos buscar la oportunidad deintentar lo que nos proponíamos por segunda vez.

- ¡Oh, por supuesto! -masculló Sunder. La ofuscación yel enojo lo dominaban-. Nos informaron. Es fácil dar unainformación así. Desde aquel día, no tuvimos que buscarnada. El fracaso en cada aldea nos impulsaba hacia adelante.Conforme íbamos más hacia el oeste, acercándonos a PiedraDeleitosa, cada pedraria y cada fustaria eran más difíciles depersuadir, como si la proximidad de la Fortaleza del na-Mhoram aumentara su capacidad para el temor. Y noobstante, los beneficios que podían proporcionales el krill,la Piedra del Sol y el l ianar nos facilitaban una ciertaacogida. Pero aquellas gentes ya no poseían la suficiente

Page 338: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sangre para mantener su miedo, ni para resistir. La únicarespuesta a nuestros dones y paibras era su informaciónsobre otras aldeas.

»Thomas Covenant -dijo bruscamente-, lo que voy adecir es amargo pero no debe ocultarse. En ocasiones,hallábamos en alguna aldea a un hombre o mujer lo bastantejóvenes y saludables como para poder ofrecernos otra clasede ayuda, y se negaban. Encontramos gentes para las queresulta inconcebible que persona alguna pudiera amar alReino. A veces atentaban contra nuestras propia vidas.¿Cómo no iban a codiciar aquellos agonizantes los poderesque llevábamos? Sólo el valor de los haruchai nos preservó.Pero no recibimos otro pago porque ningún otro pago lesera posible. He absorbido una gran cantidad de amarguraque no sé como endulzar, pero no puedo culpar a lospobladores del Reino. Nunca habría creído que la pobre vidade cualquier aldea fuera capaz de sufrir tales estragos ycontinuar existiendo.

Quedó en silencio durante un momento, y el retumbardel aguacero invadió la gruta. Su mano estaba sobre las deHollian, aferrándolas con una fuerza que hacía resaltar lostendones. No era más alto que Linden pero su imagen noconcordaba con su estatura. A Covenant le parecía tanimponente y peligroso como Berek Mediamano lo había sidoen la falda del Monte Trueno, cuando el antiguo héroe yPrimer Amo puso al fin su mano sobre la Energía de la Tierra.

Page 339: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El silencio era como un contrapunto de la tormenta. ElClave había vertido ya mucha sangre, pero aún quedabanuna gran cantidad de vidas en peligro, y Covenantdesconocía cómo protegerlas. Miró a Linden en busca deapoyo, pero ella no captó su mirada. Tenía la cabezalevantada, los ojos penetrantes, como si estuvierarastreando el aire, siguiendo la pista de una tensión oamenaza que él era incapaz de percibir.

Entonces, su mirada se desvió hacia los gigantes, perolas órbitas de Honninscrave estaban ocultas por el cerradopuño de sus cejas; y Tejenieblas, Encorvado y la Primera sehallaban pendientes de los pedrarianos.

Junto a la boca de la cueva, Cail alzó un brazo como si apesar de su característica frialdad deseara hacer un ademánde protesta. Pero luego volvió a bajarlo.

De pronto, Sunder comenzó a hablar de nuevo.- Sólo una aldea se negó totalmente a aceptarnos, y fue

la última que visitamos. -Su tono se volvió áspero y tenso-.De ella venimos, desandando nuestro camino porque ya nonos quedaba esperanza.

«Nuestro caminar de aldea en aldea nos llevó cada vezmás hacia el oeste, así es que pasamos al este de PiedraDeleitosa, torciendo después hacia el norte, hacia un lugarque se denomina a sí mismo Pedraria Fronteriza. La fustariaque nos informó de su existencia se encontrabapeligrosamente cercana a la Fortaleza del na- Mhoram, pero

Page 340: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pedraria Fronteriza lo estaba aún más, y por ello temíamosque el terror que sentirían por el Clave fuera imposible decontrarrestar. Pero cuando alcanzamos la aldea, descubrimosque ya no volvería a temer ante nada.

Se detuvo, mascullando acto seguido:- Se hallaba completamente desierta. Los Caballeros la

habían despoblado en su totalidad, arrancándole cualquiercorazón que latiera para alimentar el Fuego Bánico. Ni unsolo niño, ni un tullido, se había librado del Sol Ban.

Tras aquello se detuvo, dominándose, como si no lefuera posible decir una palabra más sin echarse a llorar.

Hollian lo abrazó.- No sabíamos dónde ir -explicó-, de manera que

regresamos hacia el este. Queríamos evitar ser apresados porel Clave para poder recibirte a tu regreso, porqueseguramente el Incrédulo y dominador del oro blanco nofracasaría en la Búsqueda- su tono era sincero, exento desarcasmo o acusación-, y cuando retornara se dirigiría aleste. En aquello al menos estuvimos acertados. Muchoantes de lo que nos hubiéramos atrevido a soñar, losharuchai detectaron tu presencia y nos guiaron hasta aquí. -Luego añadió-: También fuimos afortunados al contar conlos haruchai.

Ahora, Linden no parecía formar parte del grupoconstituido por sus compañeros. Estaba vuelta hacia Cail ylos suyos, y su expresión denotaba tensión e insistencia.

Page 341: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero no habló.Covenant procuró ignorarla. Los pedrarianos aún no

habían terminado. La aprensión dio un tono incisivo a suvoz, como si estuviera enojado.

- ¿Cómo encontrasteis a Durris y Fole? -Ya no podíacontrolar su temblor-. ¿Qué le ha ocurrido a Stell?

Ante aquello, un espasmo sacudió las facciones deSunder. La respuesta llegó de la eh- Estigmatizada.

- Thomas Covenant -dijo dirigiéndose directamente a élcomo si nadie más importara en aquel momento-, por dosveces me libraste de la maldad del Clave. Y aunque mesacaste de mi hogar en Pedraria Cristal, en donde eravalorada y querida, me proporcionaste un propósito y unamor para resarcirme de tal pérdida. No quiero herirte.

Miró a Sunder y luego continuó:- Pero esta historia también debe ser relatada. Es

necesario. -Hizo un esfuerzo para endurecerse ante lo que leaguardaba-. Cuando pasamos al este de Piedra Deleitosa,doblando luego hacia el norte, encontramos un grupocompuesto por varias veintenas de haruchai. Junto conotros ochenta miembros de su pueblo, habían salido para darrespuesta a la rapiña del Clave. Y, tras escuchar nuestrahistoria, comprendieron por qué los pobladores del Reino nose habían levantado para resistir. Por consiguiente seimpusieron una tarea: Formar barrera en torno a PiedraDeleitosa para impedir el paso de cualquier Caballero.

Page 342: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pensaban oponerse así al Clave, dejando extinguirse alFuego Bánico mientras también aguardaban tu venida.

»No obstante, cuatro de ellos prefirieron unirse alpropósito que nos guiaba. Durris y Fole, a quienes ya hasvisto, y también Bern y Toril -un nudo atenazó en aquelmomento su garganta- que murieron, como murió Stell.Porque nuestra ignorancia nos traicionó.

»Es cosa sabida que el Clave posee el poder de dominarlas mentes. Por ese medio habían sido atrapados losharuchai con anterioridad. Pero ninguno entre nosotrossabía hasta qué punto había crecido tal poder. Cuandoatravesábamos las proximidades de Pieúra Deleitosa, Bern,Toris y Stell se desviaron un poco hacia el oeste para vigilarpor nuestra seguridad. Aún nos hallábamos a un día decamino de la Fortaleza y ni Harn, ni Durris, ni Foledescubrieron signo de amenaza. Pero su acercamiento habíahecho accesible a los tres primeros al influjo del Clave; y,por tanto, a su dominio. Prescindiendo de toda cautela, sealejaron de nosotros para responder a aquella coacción.

«Viendo lo que había ocurrido, la pérdida absoluta desus inteligencias y voluntades, Harn, Durris y Fole nopudieron ir tras ellos sin arriesgarse a caer igualmente bajo elimperio del na- Mhoram. Pero Sunder y yo… -El recuerdo lahizo vacilar, pero no se permitió detenerse-. Fuimos a darlescaza. Y presentarnos batalla, esforzándonos con laincandescencia del k rill a quebrantar el yugo del Clave,

Page 343: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aunque al hacerlo seguramente dimos a conocer nuestrapresencia al na- Mhoram, advirtiéndole contra nosotros yacaso también contra ti. Quizás podríamos habernosopuesto a Stell y a sus compañeros a las mismas puertas dePiedra Deleitosa. Nos hallábamos febriles y desesperados.Pero nos detuvimos en el último instante -tragó salivaconvulsivamente-, porque vimos que Bern, Stell y Toril noestaban solos. De todas las zonas de la región afluíanharuchai, todos atrapados, todos caminando despojados dejuicio e inermes hacia el cuchillo y el Fuego Bánico. -Laslágrimas anegaban sus ojos-. Ante aquel espectáculo -continuó avergonzada-, nos desmoronamos. Huimos porqueninguna otra cosa nos quedaba por hacer.

»En el transcurso de la noche -concluyó con tenue voz-, el na- Mhoram Gibbon logró alcanzarnos e intentó laposesión de la blanca gema del krill. Pero mi amado Sundermantuvo nítido su resplandor. -Su tono se hizo secoentonces-. Si el na- Mhoram es accesible al miedo de algunaforma, he de pensar que fue intimidado; porque seguramenteSunder le hizo creer que el ur- Amo había regresado ya.

Pero Covenant apenas pudo escuchar su deducción. Sehallaba inmerso en las visiones que aquellas palabrasevocaban: El terrible estupor de los haruchai; el frenesí delos pedrarianos cuando rogaron, se rebelaron y combatieron,arrojándose finalmente casi en las mismas fauces del Clavepara terminar fracasando en el rescate de sus compañeros; el

Page 344: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

deleite o el temor implícito en los esfuerzos de Gibbon porconquistar el k r i l l . Las imágenes de las enormesconsecuencias de su anterior renuncia a combatir al Clave,giraban en su cerebro. Entre las Almas de Andelain, le habíadicho Bannor: Redime a mi pueblo. Su pacto es unaabominación. Y él había creído hacerlo cuando logró abrir laprisión de Piedra Deleitosa dejando en libertad a losharuchai. Pero no fue así, no lo fue. Había dejado que losCaballeros y el na- Mhoram viviesen para volver a cometerlos mismos crímenes que antes cometieran; y el Sol Banhabía llegado a fases de dos días gracias a la sangre de lasmasacradas aldeas y de los indefensos haruchai.

Pero la punzante protesta de Linden le pinchó,sacándolo de su ensimismamiento. Un instinto másprofundo que el pánico o la vergüenza le hizo ponerse en piey lanzarse tras ella cuando se precipitó hacia Cail y Harn.

Pero había sido lenta, al adivinar el significado deaquella tensión demasiado tarde. Con aterradora celeridad,Harn dio un golpe a Cail que le lanzó al exterior bajo elintenso aguacero.

Sunder, Hollian y los gigantes saltaron en pos deCovenant. Cuando le faltaba un paso para llegar, Linden fueatrapada por Fole y apartada a un lado. Un momento mástarde, el brazo de Durris golpeó como una maza de hierro elpecho de Covenant; y éste chocó tambaleándose contra laPrimera.

Page 345: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ella le sujetó, y Covenant pugnó por recobrar el alientoen su abrazo durante segundos, mientras diminutas ytorturantes estrellas surcaban ante su vista.

Velados por aquel diluvio, Cail y Harn apenas eranvisibles. En medio de un barrizal en el que hubiera sidoimposible mantenerse en pie y una lluvia que debía haberloscegado, combatían con una despreocupación de dementes.

Linden gritó con furia:- ¡Deteneos! ¿Os habéis vuelto locos?Sin inflexión alguna Durris replicó:- No lo comprendes. -Fole y él impedían que alguien

pudiera intervenir-. Esto debe ser resuelto así. Es lacostumbre de nuestro pueblo.

Covenant jadeaba. La Primera exigió secamente unaexplicación.

La indiferencia de Durris era implacable. Ni siquiera sedignaba mirar la feroz contienda que se estaba librando bajoel aguacero.

- De este modo nos sometemos a prueba entre nosotrosy resolvemos las dudas.

Cail parecía estar en desventaja, incapaz de igualar laconvicción con que atacaba Harn. Se mantenía en pie,parando los golpes con una precisión que resultabainconcedible bajo aquel torrente; pero permaneciendosiempre a la defensiva.

- Cail nos ha hablado del ak- Haru Kenaustin Ardenol.

Page 346: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Él fue compañero del triunfador y deseamos medir nuestrovalor con el suyo.

Una súbita treta desequilibró a Cail, y casi logró queHarn lo derribara; pero se recobró, girando sobre sí mismo ypropinándole una patada.

- También se ha dicho que Brinn y Cail traicionaron suescogida fidelidad por la seducción de las Danzarinas delMar. Cail intenta demostrar que el señuelo de su seducciónhubiera atrapado a cualquier otro haruchai que estuviese ensu lugar.

Cail y Harn se hallaban igualados en vigor y destreza.Pero Harn había contemplado como los suyos fuerondespojados de voluntad y atraídos a las fauces del Clave.Golpeaba con toda la fuerza de su rechazo. Y Cail habíasucumbido a las Danzarinas, y aprendido a juzgarse a símismo. El triunfo de Brinn sobre el Guardián del Árbol Ünicotuvo como consecuencia la muerte de Cable Soñadordelmar.Un alud de golpes hizo trastabillear a Cail. Cuando se estabadebatiendo, un fuerte golpe lo tiró de bruces en el fango.

¡Cail!Covenant dominó un espasmo, y se soltó de las manos

de la Primera. El fuego relampagueaba en su mente,alternativamente blanca y negra. Las llamas se esparcíanhacia arriba por su antebrazo derecho como si su carne fuerayesca. Lanzó un grito para detener a los haruchai,clavándoles donde estaban.

Page 347: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero Durris prosiguió inflexible:- Deseamos también expiar por Hergroom y Ceer, y por

aquellos cuya sangre terminó alimentando el Fuego Bánico.Sin previo aviso, dejó atrás al grupo y se precipitó fiera

y ágilmente bajo el aguacero en dirección a Cail y Harn. Folemarchaba junto a él. Ambos atacaron a un tiempo.

En ese preciso instante Sunder le gritó a Covenant:- ¡No lo hagas!Cogió el brazo de Covenant exponiéndose a las llamas

que amenazaban una inminente erupción.- Si el na- Mhoram descubrió el krill que llevaba en mis

manos, ¿cómo le va a pasar desapercibido el poder queostentas?

Covenant empezó a decir; ¡No me importa! ¡Deja queintente detenerme! Pero Fole y Durris no se habían limitado alanzarse contra Cail. Combatían entre sí tanto como contraHarn; y Cail se había levantado del barro para sumarse a laconfusión general. Los golpes se disparaban imparcialmenteen todas direcciones.

Deseamos la expiación. Poco a poco el fuego que habíaen Covenant se fue apagando. ¡Ah, Dios!, suspiró.¡Compadécete de mí! No tenía derecho a intervenir en lo quelos haruchai hacían. Poseía demasiada experiencia sobre lamagnitud de su propio desconsuelo.

Linden escrutaba atentamente a quienes luchaban. Ensus facciones se delataba la preocupación de un médico

Page 348: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ante la posibilidad de herida. Pero Sunder captó la mirada deCovenant y asintió con muda comprensión.

Tan abruptamente como había comenzado, el combatecesó. Los cuatro haruchai regresaron con gesto indiferenteal amparo de la cueva. Aunque todos ellos estabanmagullados y heridos, ninguno de forma tan notoria cornoCail. Pero su actitud no era de derrota, y tampoco suscompañeros daban muestra de triunfo.

Se dirigió directamente a Covenant.- Se ha decidido que soy indigno. -Un lento reguero de

sangre se escurría desde un corte en el labio, y unacontusión marcaba uno de sus pómulos-. No serédesposeído de mi puesto a tu lado, ya que el ak- haruKenaustin Ardenol me lo encomendó. Pero se me ha exigidoreconocer que el honor de tal cargo no me pertenece. Folevelará por la Escogida. -Después de un momentáneo titubeoañadió-: Otras cuestiones han quedado sin resolver.

- ¡Oh, Cail! -gimió Linden.Covenant lanzó una maldición que se vio disminuida

por el juramento de la Primera y la protesta de Encorvado.Pero nada había que ninguno de ellos pudiera hacer. Losharuchai habían pronunciado su sentencia y era taninexorable como la de un Guardián de Sangre.

Murmurando para sí amargamente, Covenant se cruzólos brazos sobre el corazón retirándose hacia el simpleconsuelo de la hoguera.

Page 349: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Al cabo de un momento, Sunder y Hollian se le unieron.Permanecieron allí cerca, en silencio, hasta que él levantó lacabeza. Luego, con voz queda, como si el estupor le hubierahecho superar su propio trance, Sunder dijo:

- Tienes mucho que contarnos, ur- Amo.- Deja de llamarme de ese modo -gruñó Covenant. La

hiél rebosaba por su boca. Ur- Amo era el título con el quehabitualmente lo llamaban los haruchai-. No ha existido unAmo digno de mención durante tres mil años.

Pero no pudo rehusar el ofrecer a los pedrarianos elrelato de su arruinada Búsqueda.

***

La tarea de narrarla fue compartida por Linden y laPrimera, además de Encorvado. Sunder y Hollian quedaronasombrados por la historia de los elohim y Buscadolores, elmodo en que Covenant fue reducido al silencio, pero notuvieron palabras para lo que no podían comprender.Cuando los compañeros empezaron a hablar de CableSoñadordelmar, Honninscrave se levantó bruscamenteperdiéndose con paso airado en la lluvia; pero regresó pocodespués, con un aspecto tan áspero y funesto como el deuna roca sometida a la sempiterna avidez del mar. Con un

Page 350: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tono en el que se mezclaban el desconsuelo por la pérdida yla exaltación del valor, Encorvado describió el final del ÁrbolÚnico. A continuación, fue la Primera quien relató la travesíadel Gema de la Estrella Polar por entre el terrible frío delnorte. Explicó la difícil decisión a que se habían vistoenfrentados para abandonar el dromond, y el acerado tonode su voz hizo más soportables las cosas que decía.

Recayó en Covenant el turno de hablar sobre Hamako ylos waynhim, y sobre la entrada del grupo en el ámbito delSol Ban. Y cuando terminó, la violencia del temporal habíadisminuido.

Cuando llegó el crepúsculo, la lluvia había cesado.Mientras el aguacero se convertía en llovizna, las nubes seentreabrieron por el este dejando pasar el sol hacia supuesta y prometiendo al Reino una noche tan límpida y fríacomo las misma estrellas. Una luna, con la amargura grabadaen su cara, crecía hacia su plenitud.

La hoguera refulgía con más intensidad ahora que lastinieblas se intensificaban en el exterior de la cueva. Sunderremovió las brasas mientras reflexionaba sobre lo que habíaescuchado. Cuando volvió a dirigirse a Covenant, las llamasse reflejaron en sus ojos como un signo de ansiedad.

- ¿Tienes realmente intención de atacar al Clave? ¿Deacabar con el Sol Ban?

Covenant asintió con gesto hosco.Sunder miró a Hollian y luego a Covenant.

Page 351: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No necesito decir que te acompañaremos. Hemos sidoexpoliados más allá de cuanto puede resistirse. Ni siquiera elhijo de Hollian -por un instante se detuvo confuso paraluego murmurar-, mi hijo. -Como si acabara de darse cuentade la verdad-. Ni siquiera mi hijo es lo bastante apreciadocomo para no arriesgarlo en ese objetivo.

Covenant iba a replicarle: No, te equivocas. Todos soisdemasiado preciados. Constituís el futuro del Reino. Si esque aún lo tiene.

Pero el Gravanélico había ido demasiado lejos comopara deternerse. Y Covenant había perdido el derecho o laarrogancia de tratar de hurtar las consecuencias querepercutirían sobre las vidas de la gente que amaba.

Inhaló profundamente intentando afirmarse. La potenciadel brazo de Durris le había producido un dolor en el pechoque aún permanecía. Pero Sunder no formuló la preguntaque él temía, no le dijo: ¿Cómo piensas enfrentarte al poderde Piedra Deleitosa cuando el tuyo amenaza los cimientosmismos de la Tierra? En vez de ello, el Gravanélico preguntó:

- ¿Qué será de los haruchai?También aquella cuestión era difícil, mas Covenant la

afrontó. Soltó lentamente el aire que sus pulmonesencerraban.

- Si logro triunfar quedarán todos a salvo. -Laspesadillas de fuego lo habían afirmado en su propósito-. Y sifracaso, no quedará mucho de qué preocuparse.

Page 352: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sunder asintió, desviando la mirada.- Thomas Covenant, ¿aceptarás el krill de mí? -dijo con

cautela.Con mayor brusquedad de lo que pretendía, Covenant

contestó:- No.La primera vez que entregó la hoja de Loric, Linden le

preguntó el motivo de que ya no siguiese necesitándola. Élle había respondido: Ya no soy demasiado peligroso. Perono conocía entonces la magnitud de aquel peligro. Sunderiba a necesitarlo. Para luchar si él fracasaba. O si triunfaba.

Aquello era lo más amargo, la verdadera causa de ladesesperación; incluso si conseguía una absoluta victoriasobre el Clave no arreglaría nada, no lograría reinstaurar laLey, ni sanaría el Reino, ni devolvería la tranquilidad a suspobladores. Y por encima de toda duda, no sometería alDespreciativo. Lo más que Covenant podía esperar era unaplazamiento de su condena. Y eso era como no esperarnada.

Pero llevaba tanto tiempo conviviendo con ladesesperación que, ante aquellas perspectivas, sentíaconfirmado su propósito. Iba a ser como Kevin Pierdetierra,incapaz de volverse atrás, de reconsiderar lo que pretendíahacer. La única diferencia estaba en que Covenant sabía deantemano que iba a morir.

Lo prefería a la muerte del Reino.

Page 353: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero nada dijo de tales cosas a sus compañeros. Nodeseaba dar la impresión de que culpaba a Linden por sufalta de destreza para curar su agonizante cuerpo en losbosques situados detrás de Haven Farm. Tampoco deseabaquebrantar la naciente creencia de los pedrarianos de quetendrían una ocasión más para realizar aquello por lo quetanto había sufrido. La desesperación correspondíaúnicamente a la soledad del corazón, y la guardó allí. El AmoExecrable había corrompido todo lo demás, tornando enmaldad incluso el rechazo del odio que evitó que Covenantdescargara su mano sobre el Clave. Pero Sunder y Hollian lehabían sido devueltos. Y aún podían salvarse algunosharuchai y gigantes. E incluso era posible que Lindenvolviera a su mundo sin daño. Y se dispuso a soportarla.

Cuando Honninscrave volvió a salir de la gruta paraliberar su tensión bajo las inmisericordes estrellas, Covenantle siguió.

La noche era fría y punzante, y el calor habíadesapacido de la tierra bajo la prolongada lluvia. Sin darsepor enterado de la presencia de Covenant, Honninscravetrepó por la ladera más inmediata hasta llegar a un puntodesde donde le era posible avistar el horizontesudoccidental. La solitaria figura se silueteaba contra elimpenetrable firmamento. Se mantenía tan rígida como losgrilletes del calabozo de Kasreyn, pero lo que ahora leaprisionaba era más inquebrantable que el hierro. De su

Page 354: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

garganta llegaban susurrantes ruidos como fragmentos desu dolor.

Pero a pesar de todo, debía saber que Covenant seencontraba allí. Después de un momento comenzó a hablar.

- Éste es el mundo que mi hermano compró con su alma.-Su voz sonaba como unas frías y entumecidas manosrestregándose una contra otra sin resultado-. Al ver que elinflujo de tu poder sobre el Árbol Único podía despertar alGusano, se dirigió a la muerte para impedírtelo. Y éste es elresultado. El Sol Ban no deja de incrementarse perpetrandoatrocidades. El valor de los pedrarianos está inutilizado. Lacertidumbre de los haruchai desbaratada. Y contra talesdesgracias no opones más que futilidad, constreñido poruna maldición recién nacida a quien Cable Soñadordelmarsirvió de comadrona. ¿Crees que es digno vivir en un mundoasí? Yo no.

Durante un rato, Covenant permaneció en silencio.Consideraba que no era la persona apropiada para escucharlas lamentaciones de Honninscrave. Le resultaba excesiva supropia desesperación. Se veía rodeado por la locura y elfuego, y el cerco se hacía cada vez más cerrado. Pero nopodía permitir que la angustiada pregunta de Honninscravese perdiera sin intentar darle una respuesta. El gigante era suamigo. Y él ya tenía su propio desposeimiento paraconsiderar. Necesitaba una respuesta con tanta urgenciacomo Honninscrave.

Page 355: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Dijo lentamente:- En una ocasión le hablé a Vasallodelmar sobre la

esperanza. -Su recuerdo le era tan vivido como la saludableluz del sol-. Y él dijo que no provendría de nosotros. Que nodependía de nosotros. Que procedía del valor y el poder deaquello a que servimos. -Sin vacilar, Vasallodelmar habíaafirmado que su servicio estaba destinado a Covenant. Élhabía dicho en desacuerdo: Todo eso es un error. YVasallodelmar repuso: Entonces, ¿por qué te sorprendestanto al saber lo que pienso de la esperanza?

Pero Honniscrave tenía una objeción diferente.- ¿Sí? ¿De veras? -gruñó, sin mirar a Covenant-. ¿Y en

qué lugar bajo el Sol Ban se encuentran «el valor y el poder»que tú sirves?

- En ti -le espetó Covenant, excesivamente vejado por eldolor para ser amable-. En Sunder y Hollian. En losharuchai. -No añadió, «En Andelain», porque Honninscravenunca había visto aquella última flor de la hermosura delReino. Ni tampoco logró decir, «En mí», sino que en su lugarprosiguió-. Cuando Vasallodelmar y yo íbamos juntos, yo noposeía poder alguno. Aunque tenía el anillo, ignoraba cómousarlo. Y cualquier cosa que intentaba hacer coincidía conlos deseos del Execrable. Me dirigía a su Guarida, caminandodirectamente hacia la trampa. Vasallodelmar pudo ayudarmede alguna manera. -El gigante se sometió a suplicio paraayudar a Covenant a cruzar la terrible lava de Cenizas

Page 356: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Calientes-. No porque hubiese en mí nada extraordinario,digno o poderoso, sino simplemente porque era un serhumano cuyo corazón estaba quebrantando el Execrable.Aquello le dio a Vasallodelmar toda la esperanza quenecesitaba.

En aquel proceso, Covenant fue causa de la muerte delgigante. Tan sólo el control que había aprendido a ejercersobre sí en la gruta del Árbol Único evitó que se echase allorar; ¡No me hables de desesperación! ¡Estoy a punto dedestruir el mundo y nada puedo hacer para evitarlo!¡Necesito de ti algo mejor que eso!

Aquel control, y la alta y sombría figura del capitánrecortada contra las estrellas, desgarrado por la pérdida ytan querido como la vida.

Pero entonces Honninscrave se volvió como si hubieraoído las palabras que Covenant no había llegado apronunciar. La plateada luz de la luna, confería a susfacciones un toque de curiosa amabilidad.

- Eres Giganteamigo -dijo suavemente-, y te agradezcoque aún guardes para mí un sitio en tu corazón. No tecorresponde ni la menor parte de culpa por la muerte deSoñadordelmar, ni por negarte a la caamora con la quehubieras sellado su fin. Pero yo no deseo tener esperanzas.Lo que deseo es ver. Deseo la visión que enseñó a mihermano a aceptar su perdición en nombre de lo que él habíapresenciado.

Page 357: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tranquilamente, bajó de la colina, dejando expuesto aCovenant al vacío nocturno.

En el frío silencio, Covenant trató de afrontar susituación, tratando de encontrar una grieta en la lógica de lasmanipulaciones del Amo Execrable. Piedra Deleitosa tal vezsólo estaba a tres días de camino. Pero la magia indomeñablehabía sido emponzoñada, y el veneno coloreaba todos sussueños. Tenía tanta esperanza como el negro abismo de loscielos, después de que se alimentara el Gusano del Fin delMundo. No le parecía que las palabras de Honninscravecontuvieran perdón. Éste se presentaba tan duro como unapiedra, que afilara la oscuridad para convertirla en una nuevaaspereza, y él estaba solo.

No porque careciera de amigos. Pese a la indigencia delReino, había sido bendecido como más amistad de la quejamás había conocido. No, estaba solo por culpa del anillo.Porque ningún otro poseía un poder que podía arruinar a laTierra. Y porque había dejado de tener cualquier clase dederecho sobre ese poder.

Aquello era lo importante, el conflicto que no podía niresolver ni evitar; y que parecía mutilar su propio juicio,despojándolo de toda identidad. ¿Qué otra cosa podíaofrecer al Reino excepto la magía indomeñable y suinsobornable pasión? ¿Por qué otro motivo era digno de susamigos… o de Linden, que soportaría el peso de la condenaen cuanto él lo dejara caer? Desde el principio, su vida allí

Page 358: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

había estado llena de insensatez y dolor, pecado yenfermedad; y solamente la magia indomeñable leposibilitaba para hacer expiación. Y ahora el Clave habíaconvertido las aldeas en reliquias. Y había atrapado a losharuchai una vez más. Las fases del Sol Ban eran sólo dedos días. Soñadordelmar, Hergroom, Ceer y Hamako estabanmuertos. Si cedía su anillo en aquel momento, comoBuscadolores y las circunstancias le urgían, ¿cómo seríadespués capaz de sobrellevar el peso de sus propios actos?

Tú y yo somos enemigos. Enemigos hasta el fin. Pero elfin será el tuyo, Incrédulo, no el mío. En último términosólo quedará una opción para ti, y la aceptarás en tu tudesesperación. Por tu propía voluntad, vas a poner en mimano el anillo de oro blanco.

Covenant carecía de respuesta. En Andelain, entre losMuertos, Mhoram le había advertido: Él te ha dicho queeres su enemigo. Recuerda que lo que siempre persigue espervertirte. Pero Covenant no tenía idea del significado de lafrase del Antiguo Amo Superior.

En torno a él, una consternación que el incremento de laluz lunar no podía paliar atenazaba las colinas.Inconscientemente, se humilló aproximando su cuerpo a latierra bajo la destellante acusación de las estrellas.Buscadolores había dicho, al igual que el Despreciativo:Debe ser convencido para que ceda su anillo. De nohacerlo, conseguridad destruirá la Tierra. Covenant se

Page 359: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

replegó en sí mismo. Necesitaba desesperadamente gritar yno podía; necesitaba lanzar el ultraje y el delirio contra elciego firmamento y se sentía bloqueado de algún modo porel acuciante peligro de su poder. Había caído en la trampadel Despreciativo y no tenía salida.

Cuando oyó pisadas ascendiendo por la colina hacia él,se cubrió el rostro para no implorar abyectamente consuelo.

No era capaz de distinguir las particulares emanacionesde sus compañeros. Ignoraba quién podía estaraproximándose. Vagamente, esperaba a Sunder o Encorvado.Pero la voz que susurró su nombre impregnada encompasión o súplica fue la de Linden.

Se puso en pie para recibirla, aunque no tenía el valorsuficiente para aceptar su interés, que no había merecido.

La luna iluminaba su cabello haciendo que parecierabello y limpio. Pero sus facciones permanecían en la sombra,y sólo el tono de su voz revelaba su talante. Habló como sisupiera lo próximo que se hallaba a desmoronarse.

Con la suavidad de una plegaria le susurró:- Déjame intentarlo.Ante aquello, algo se rompió en su interior.- ¿Que te deje? -la increpó súbitamente. No tenía otra

manera de rechazar su desconsuelo-. Ni siquiera puedoevi ta rlo . Si estás tan condenadamente ansiosa porresponsabilizarte del mundo, no necesitas m i permiso.Incluso no necesitas poseer físicamente el anillo. Puedes

Page 360: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

utilizarlo desde ahí. Cuanto tienes que hacer es poseerme amí.

- No digas eso -murmuró ella en tono suplicante-, no lodigas.

Pero su amor por ella se había convertido en angustia, yya no podía retroceder.

- No será una experiencia nueva para ti. Sólo tienes querepetir lo que hiciste a tu madre. La única diferencia es queyo aún seguiré vivo cuando hayas terminado.

Entonces se obligó a no seguir hablando, y sintió eldeseo de retractarse de aquellas acusaciones, de detenerlasantes de que llegaran a ella.

Ella había alzado los puños bajo la luz de la luna yCovenant creyó que iba a empezar a increparlo por aquello.Pero no lo hizo. Su percepción debió mostrarle la naturalezade su aflicción con dolorosa claridad. Durante unprolongado instante, mantuvo los brazos en alto como siestuviera calculando la distancia para golpearlo. Luego losbajó. Con tono distante e impersonal que no había utilizadopara dirigirse a él desde hacía mucho tiempo, dijo:

- No era eso a lo que me refería.- Lo sé. -Aquella frialdad le hirió más que la cólera.

Ahora estaba seguro de que ella podía hacerle llorar si lodeseaba-. Lo lamento. -Aquel arrepentimiento sonóintrascendente en la soledad de la noche, pero no podíaofrecerle nada mejor-. He llegado hasta aquí pero también

Page 361: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

podría haberme quedado en la caverna del Árbol Ünico. Nosé como debo actuar.

- Deja entonces que alguien trate de ayudarte. -Aunqueno se había suavizado, se abstenía de atacarle-. Si no por timismo, hazlo por mí. Ya he llegado al límite. No puedo hacernada más -articuló cuidadosamente- que contemplar el SolBan y permanecer cuerda. Cuando te veo sufriendo, nopuedo contener mi angustia.

»Dado que carezco de poder, no puedo intentar nadacontra el Amo Execrable, ni contra el Sol Ban. Así es que túeres mi único recurso, me guste o no. Y por eso estoy aquí.Y por eso lucho para permanecer entera. Quiero hacer algo -alzó los puños como en un grito, pero su voz continuó en elmismo tono- por este mundo, o contra el Execrable; por ti. Sicontinúas de este modo me haré pedazos. -Bruscamente, sucontrol falló, y el dolor manó de sus palabras como la sangrede una herida-. Necesito que al menos dejes de parecertetanto a mi maldito padre.

Su padre, pensó Covenant, un hombre tan dominadopor la autocompasión que se cortó las muñecas culpándolade ello. Tú nunca me quisiste. Y de aquella atrocidad sehabía derivado la oscuridad que había minado su vida; sudesabrido talante, la violencia que volcó sobre su madre, lasusceptibilidad hacia el mal, sus momentos de parálisis, suatentado contra la vida de Ceer.

Su protesta hizo retorcerse de dolor el corazón de

Page 362: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant. Le mostró con una claridad pasmosa la granfacilidad con que podía fallarle. Era preferible enfrentarse acualquier otro error. Instintivamente, hizo una nuevapromesa; el propósito de cumplir cuantas había roto o nomantenido.

- No sé la respuesta -dijo fingiéndose tranquilo pormiedo a que ella percibiera hasta qué punto su vidadependía de lo que estaba diciendo-. No sé lo que necesito.Pero sí qué hacer con el Clave. -No quiso decirle lo que laspesadillas le habían enseñado. No se atrevió-. Cuando lohayamos hecho sabré algo más. De una u otra manera.

Ella le tomó la palabra. Tenía una gran necesidad deconfiar en él. Si no lo hacía se vería compelida a tratarlocomo si estuviera tan perdido como sus padres, y aquellaalternativa le provocaba un evidente horror. Asintiendo parasí, cruzó los brazos bajo el pecho y abandonó la cima de lacolina, retornando al refugio y el escaso calor de la gruta.

Covenant permaneció solo en la oscuridad durante unlargo rato. Pero no se desmoronó.

Page 363: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

NUEVE: Marcha hacia la crisis

Antes de que amaneciera, el nuevo grupo desayunó,volvió a empaquetar los suministros y subió por la laderamás cercana para aguardar al sol con piedra bajo los pies.Covenant miraba hacia el este con preocupación, casitemiendo que el Sol Ban hubiera logrado alcanzar ya unafase de un solo día. Pero cuando el sol se ascendió sobre elhorizonte, lo hizo rodeado de una corona azulada, tiñendo deazul el aún empapado y ceniciento paisaje con unasemblanza de resplandor; como si, pensó Covenant, el SolBan en otras manos que no fueran las del Execrable pudierahaber constituido un elemento de belleza. Pero entonces laoscuridad comenzó a surgir en el oeste, y la luz que bañabalas colinas se enturbió. Los primeros dedos del viento seenredaron en la barba de Covenant, burlándose.

Sunder se volvió hacia él. Los ojos del Gravanélicoparecían duros como guijarros cuando sacó el envueltokrill. Su voz llegó ásperamente a través del viento.

- Incrédulo, ¿cuál es tu voluntad? Cuando por primeravez pusiste el k rill en mis manos, me aconsejaste que lousara como si fuera un rukh; que me acoplara a él y usara suenergía para mi propósito. Y esto es lo que he hecho. Fue miamada quien me lo enseñó -miró a Hollian- pero aprendí lalección poniendo todo mi interés. -Había recorrido un largo

Page 364: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

camino y se hallaba resuelto a que no encontraran falloalguno en él-. Por consiguiente puedo faculiar nuestro viaje,apresurando nuestra marcha. Pero de hacerlo así, el Clavevolverá a tener conocimiento de nuestra posición, y el na-Mhoram Gibbon estará prevenido contra nosotros. -Tensamente reiteró-: ¿Cuál es tu voluntad?

Covenant lo discutió consigo mismo durante unmomento. Si Gibbon era advertido, cabía la posibilidad deque asesinara a más prisioneros para sobrealimentar alFuego Bánico. Pero también era posible que ya se hallaraprevenido del peligro. Sunder sugirió precisamente aquelloel día anterior. Si viajaban con cautela sólo conseguirían darmás tiempo al na-Mhoram para prepararse.

Covenant enarcó los hombros para dominar suestremecimiento.

- Usa el k ri l l -murmuró-. Ya he perdido demasiadotiempo.

El Gravanélico asintió como si no aguardara otra réplica.Extrajo de su justillo la Piedra Solar.

Era una clase de roca que los antiguos maestros en laciencia de la piedra del Reino denominaban orcrest. Sutamaño era aproximadamente la mitad de un puño, de formairregular pero bruñida; y la superficie proporcionaba unaextraña impresión translúcida sin llegar a la transparencia,abriéndose a una dimensión donde nada existía salvo ellamisma.

Page 365: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Con destreza Sunder desenfundó la gema del krill,dejando refulgir su plateado brillo bajo la húmeda penumbra.Luego puso en contacto la Piedra Solar y aquella gema.

De inmediato, una flecha de rojizo poder partió delorcrest directamente hacia el oculto corazón del sol.Crepitando furiosamente la irradiación atravesó la llovizna ylos nubarrones para utilizar directamente la energía del SolBan. Y el k rill destelló a continuación como si su fulgorpudiera hacer retroceder el aguacero.

En una torrencial y estruendosa confusión, la tormentadescargaba sobre la cima de la colina. La recta y bermejasaeta del orcrest parecía acallar los truenos como siestuviera desafiando a los cielos. Pero Sunder aguantaba sinvacilaciones, inmune a llamarada alguna.

La lluvia no caía sobre ellos. Aunque el viento asolabala región, los truenos retumbaban, los relámpagos eran comogritos a través de la oscuridad. Pero el poder de Sunderformaba una bolsa en la tormenta, una zona libre deviolencias.

Esto era lo que siempre había hecho el Clave, utilizar elSol Ban, para servir a sus propios fines. Pero su esfuerzo notenía costo en sangre. Nadie había sido sacrificado parafortalecerlo.

Aquella diferencia era suficiente para Covenant. Con untorvo gesto, urgió a sus compañeros a ponerse enmovimiento.

Page 366: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Rápidamente, se colocaron alrededor de Sunder. Guiadopor Hollian, el Gravanélico se volvió hacia el sudoeste.Sosteniendo el orcrest junto al k ri l l para que llamearancomo un reto, emprendió el camino hacia Piedra Deleitosa.Su protección se desplazaba con él, cubriendo a todo elgrupo.

Poco a poco, un tinte carmesí fue deslizándose entre elfulgor del krill matizándolo como si el corazón de la gemahubiera comenzado a sangrar; y largos destellos de platalistaron la saeta de fuego del Sol Ban. Sunder movió lasmanos, separando las dos energías levemente a fin demantenerlas puras. Al hacerlo, la zona de proteccióndisminuyó, pero no lo bastante como para impedir que elgrupo se desplazara.

El viento los flagelaba. El lodo dificultaba su avancehaciendo que cada paso fuera neligroso. Las corrientes quebajaban por las laderas de las colinas chocaban contra suspiernas, reuniéndose para formar pequeños ríos quepretendían arrastrar a los viajeros. Covenant habría caídomás de una vez sin el apoyo de Cail. Linden se aferraba confuerza al hombro de Fole. El mundo entero había quedadoreducido a un tumultuoso muro de agua; un impenetrablediluvio iluminado de rojo y plata, puntuado por losrelámpagos. Ninguno intentaba hablar; tan sólo los giganteshabrían sido capaces de hacerse oír. Y sin embargo laprotección de Sunder posibilitaba al grupo para avanzar más

Page 367: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rápidamente de lo que nunca les hubiese permitido el SolBan.

En algún momento de aquel día, surgieron dos figurasgrisáceas y borrosas como encarnaciones de la tormenta ypenetraron en la zona protegida, presentándose anteCovenant. Eran haruchai. Cuando los admitió, se unieron asus compañeros sin pronunciar palabra.

La intensidad con que Linden escrutaba a Sunderindicó a Covenant algo que ya sabía: El dominio quemantenía el Gravanélico sobre aquellos dispares amuletos leproducía un terrible desgaste. Mas era un pedrariano. Lainstintiva resistencia de su pueblo había sido forjada porgeneraciones de supervivientes bajo la ordalía del Sol Ban. Yposeía una clara intención. Cuando la marcha de aquel díaconcluyó al fin, y permitió que los fuegos se consumiesen,parecía tan cansado que apenas si se mantenía en pie… perono se hallaba más vencido por la fatiga de lo que estabaCovenant, cuyo único trabajo había sido recorrer casi diezleguas de barro y agua. Covenant pensó que el Gravanélicoera más de lo que él merecía, y no por primera vez.

Mientras el viento arrastraba las nubes hacia el oeste, elgrupo acampó en una llanura abierta que recordó aCovenant el terreno que colindaba con Piedra Deleitosa. Enépocas remotas, aquella región había sido fértil gracias a ladiligencia de sus granjeros y labradores, y al benéfico poderde los Amos. Ahora todo se hallaba dolorosamente alterado.

Page 368: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sintió que estaba en los límites de la heredad del Clave, queestaban a punto de entrar en el ámbito de la Fortaleza del na-Mhoram.

Nerviosamente, preguntó a Hollian qué sol podríaaparecer al día siguiente. En respuesta ella extrajo su cortavarita lianar. Cuando la extendió hacia la fogata, la lisasuperficie brilló como la antigua madera del Reino.

Como el antebrazo izquierdo de Sunder, su palmaderecha estaba surcada por antiguas cicatrices, los cortes delos que vertió sangre para sus predicciones. Pero ya no teníanecesidad de hacerlo. Sunder sonrió pasándole el k rill yaenvuelto. Ella lo descubrió lo suficiente para permitir unblanco destello en la noche. Luego, lentamente, como unamujer que jamás hubiera dudado del respeto debido a suspropias capacidades, puso en contacto el lianar con aquellaluz.

Y creció una llamarada como una planta en un bosque.Tenues vastagos ondularon en el aire, los retoños de unfuego de filigrana se hincharon rizándose y entreabriendosus hojas. Sin dañarla ni a ella ni a la madera, las llamasascendieron como una misteriosa proliferación vegetal.

Eran verdes y acidas corno la primavera y las manzanasnuevas.

Ante su vista, los nervios de Covenant se contrajeroninvoluntariamente.

Hollian no necesitó explicarle a Linden o a él lo que

Page 369: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

significaban. Ya las habían contemplado varias veces en elpasado. Pero en beneficio de los expectantes y asombradosojos de los gigantes, dijo con voz queda:

- El nuevo día nos traerá un Sol de Fertilidad.Covenant dirigió la mirada hacia Linden. Pero ella

estaba estudiando a los haruchai, escrutándolos en buscade cualquier indicio de peligro. De cualquier modo, Sunderhabía dicho que el poder de Gibbon no se extendía a más deun día de viaje desde las puertas de Piedra Deleitosa; ycuando Linden al fin encontró la mirada a Covenat, asintiósilenciosamente.

Dos días más, pensó él. Uno para que el Delirante nostenga a su alcance. A no ser que decida usar el Grim otravez. Aquella enfermedad que te puede parecer más terrible.Esa noche, las pesadillas le acosaron hasta que creyó queestaba realmente atrapado. Se habían concentrado todas enuna sola virulenta visión, y en ella sus llamas eran tannegras como el veneno.

Con los verdosos destellos del amanecer, llegaron otrosdos haruchai a unirse al grupo. Sus rostros eran tan pétreosy majestuosos como las montañas en las que habitaban; yaun así Covenant tuvo la desalentadora impresión de quehabían llegado a él aterrorizados. No con miedo a la muerte,sino a cuanto el Clave pudiera hacerles.

Su compromiso es una abominación. Los aceptó. Pero

Page 370: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

no bastaba con aquello. Bannor le había encomendadoredimirlos.

Cuando salió el sol, cubrió el desnudo paisaje con uncolor enfermizo que le recordó el de la Piedra Illearth.

Seis días habían transcurrido desde que el Sol delDesierto pulverizara hasta los menores vestigios devegetación en las Tierras Altas. En consecuencia, toda laplanicie había quedado reducida a un baldío. Mas el terrenose hallaba tan saturado por la lluvia que humeaba en cuantoel sol lo tocaba y junto a aquel vapor se alzaban delgadosbrezos y heléchos con la precipitación del pánico. Allí dondeel terreno permanecía entre sombras, continuaba tan peladocomo huesos desnudos; pero doquiera que el verde tocaba,los brotes aparecían repentinamente, azuzados por el SolBan y alimentados por los dos días de lluvia. En un instante,los matojos llegaban a la altura de los tobillos de Covenant.Si continuaba inmóvil, ya no sería capaz de moverse enabsoluto.

Pero ante él las Montañas Ocidentales alzaban susnevadas cumbres sobre el horizonte. Y uno de lospromontorios de aquella cordillera se erguía en línea rectafrente al camino de Sunder. Tal vez Piedra Deleitosa fuera yacaptada por la aguzada vista de los gigantes.

Si era así, nada dijeron. Encorvado contemplabaaquellos extraordinarios brezales con un gesto derepugnancia. La vacilación de Tejenieblas había adquirido

Page 371: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un aspecto de beligerancia, como si se resintiera del modoen que Fole lo había suplantado junto a Linden y siguieracreyendo que no podía justificarse a sí mismo. La Primerasopesaba su enorme espada como si midiera su potenciacontra la vegetación. Tan sólo Honninscrave escudriñaba elsudoeste ansiosamente, pero su contraído semblante norevelaba más que un eco de su anterior juicio: Éste es elmundo que mi hermano compró con su alma. ¿Crees dignovivir en un mundo así?

No obstante, resultó innecesario pedir a la Primera quefuera abriendo paso al grupo. Sunder utilizaba la Piedra Solary el krill como los Caballeros usaran sus rukh, sirviéndosedel Sol Ban para abrirse paso. Con el fuego purpúreo y lablanca luz, el Gravanélico atacaba aquella selva a la cabezadel grupo, abriendo un camino a su través. Al no tener quesoportar al aguacero, el barro o las corrientes, los viajerosfueron capaces de incrementar la marcha conseguida el díaanterior.

Antes de que brezos y heléchos se hicieran tan altoscomo para impedirles la vista de las montañas, Covenantvislumbró un resplandor de un rojo similar al de Sunder quepartía desde un promontorio en dirección al sol. Con unestremecimiento interno, lo reconoció. Para ser visible desdetan gran distancia tenía que ser enorme.

El rayo del Fuego Bánico.Luego los retorcidos matorrales quitaron todo el

Page 372: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sudoeste de su vista.Por un instante, el miedo que el destello le había

provocado acaparó toda su atención. El Fuego Bánico. Ésteparecía quitarle su escasa importancia. Lo habíacontemplado en una ocasión, devorando sangre con tangrande y febril ferocidad que había colmado la enormecapacidad del recinto sagrado. Incluso en el nivel donde losCaballeros habían llevado el rukh maestro, aquellaconflagración le había golpeado con una fuerza deincineración que convirtió sus pensamientos en cenizas. Elsimple recuerdo de aquello le hacía acobardarse. Apenas sipodía creer que la poderosa magia indomeñable pudieraoponérsele. El conflicto entre tales poderes sería tan ferozque destruiría hasta las montañas. ¿Y el Arco del Tiempo?No conocía la respuesta.

Pero a media mañana Sunder empezó a tambalearse,captando la atención de Covenant. El Gravanélico utilizabasus amuletos como si unidos formasen una clase especial derukh, pero no lo eran. Los rukhs de los Caballeros extraíandirectamente su energía del rukh maestro y del FuegoBánico, y por consiguiente cada Caballero sólo necesitabasu esfuerzo personal para mantener expedito un canal depoder hasta Piedra Deleitosa; el Fuego Bánico hacía el resto.Pero Sunder manejaba al Sol Ban y al krill directamente.

El esfuerzo lo estaba extenuando.A Linden le bastó con una mirada para hacerse cargo de

Page 373: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

su estado.- Dadle diamantina -murmuró secamente. La severa

resistencia que oponía a la malignidad de la vegetación lahacía parecer distante, impersonal-. Y cargad con él. Seencontrará bien, si lo cuidamos. -Al momento añadió-: Es lobastante testarudo para resistir.

Sunder le dirigió una débil sonrisa. La palideztraspasaba el moreno color de su piel; pero al tomar el licorde los gigantes, sus fuerzas crecieron notoriamente. Sinembargo no protestó cuando Honninscrave le alzó en vilo.Sentado con la espalda contra el torso del gigante y laspiernas apoyadas sobre sus brazos, volvió a enarbolar suspoderes; y el grupo reanudó su camino.

Poco antes del mediodía, se unieron a Covenant otrosd o s haruchai, elevando a diez el número de ellos quemarchaban protectoramente a ambos lados de él y suscompañeros.

Les saludó escuetamente; pero su presencia tan sóloaumentó su temor. Ignoraba cómo defenderlos de Gibbon.

Y aquel temor crecía conforme Sunder se ibadebilitando. Incluso con la Piedra Solar y el k ri l l , elGravanélico no era más que un hombre aislado. Mientras losobstáculos a que había de enfrentarse fueran simplementebrezales y heléchos, él era capaz de superarlos con igualeficia que cualquier Caballero. Pero el terreno cambió,tornándose en una jungla demencial de rododendros,

Page 374: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

jacarandas y madreselvas. No podía atravesar aquellavegetación caótica con algo distinto de la total precisión queel Fuego Bánico hacía posible. Tenía que buscar a tientas lalínea que ofreciera menor resistencia; y la jungla se cerrabatras los viajeros como si quisiera hacerlos desaparecer.

El sol se hallaba cerca de las Montañas Occidentales yla luz había quedado reducida casi a la crepuscular, cuandoLinden y Hollian gritaron simultáneamente:

- ¡Sunder!Honninscrave sedetuvo al oírlos. La Primera se volvió

para mirar al Gravanélico. El pánico constreñía la garganta deCovenant cuando se lanzó en pos de Linden.

El capitán bajó a Sunder mientras todos se agolpaban asu alrededor. En aquel instante Sunder dobló las rodillas, ysus brazos temblaron con un violento espasmo.

Covenant se introdujo pasando entre la Primera yEncorvado para acercarse al Gravanélico. El reconocimientohizo palidecer el semblante de Hollian, dándole a su cabellerade cuervo una lúgubre semejanza de un canto fúnebre. Lamirada de Linden oscilaba entre la Piedra del Sol y el krill

La rojiza flecha que iba del orcrest hacia el sol deponiente tenía un aspecto desgastado y carbonoso, como sifuera consumida por un fuego más poderoso. Y el centro dela nítida gema del k rill ardía una negra mota como unaúlcera.

- ¡El na- Mhoram intenta dominarlo! -jadeó Hollian

Page 375: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desesperadamente-. ¿Cómo puede salvarse hallándose tanexhausto?

Los ojos de Sunder permanecían fijos en algo que ya nopodía ver. Nuevas arrugas marcaban sus faccionesconsumidas, distinguibles por el acre sudor que le cubría lapiel. Sus músculos se hallaban contraídos en un espasmo.Su expresión era tan vacía y espantosa como la de uncatatónico.

- ¡Véncelos! -le espetó Linden, afilando su voz paraperforar su parálisis-. ¡Adelante! ¡No permitas que te baganeso!

Los contornos de la mandíbula de Sunder resaltabanpeligrosamente. Con un alarido como si estuviera rompiendosu propio brazo, obligó a descender a la Piedra del Sol,dejándola caer al suelo. Instantáneamente se desvaneció subrillo carmesí, y el o rc re s t recuperó su engañosatranslucidez.

Pero la negrura situada en el centro del krill se extendióy se hizo más intensa.

Gesticulando, Sunder agarró con su mano libre laenvuelta hoja. El metal irradiaba calor. Agachando la cabeza,mantuvo atenazado el k r i l l febrilmente, pugnando porrechazar el influjo del Clave, debatiéndose con la mismainvencible y humana entrega con la que ya una vez estuvo apunto de convencer a Gibbon de que Covenant habíamuerto.

Page 376: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden estaba gritándole:- ¡Detente, Sunder! ¡Te estás matando!Pero no le hizo caso.Covenant alzó su media mano. El anillo escupía fuego

como si la sola proximidad del poder de Gibbon volvierainsaciable la plateada banda.

La protesta de Buscadoíores resonó a través de laselva, mas Covenant lo ignoró. Sunder era su amigo, y él yahabía fracasado demasiadas veces. Quizá él no estuvierapreparado para medirse contra el Clave y el Fuego Bánico.Quizás nunca lo estuviera. Pero no titubeo. Resueltamenteempuñó el krill. Con el poder de la incandescencia lo liberóde la mano de Sunder como si los músculos del Gravanélicose hubieran convertido en arena.

Pero cuando concentró la magia indomeñable en tornoal krill, su llama se volvió negra.

Una conflagración de media noche tan airada como elodio ardió entre los componentes del grupo, y se extendióhacia los árboles. La oscuridad fluyó de él frenéticamentecorno si al fin hubiera triunfado el veneno, convirtiéndoseen la verdad total de su poder.

Por un instante, se acobardó. Entonces el salvaje gritode Linden llegó hasta él.

Arrebatado por entero, retiró aquel fuego que llenaba laatmósfera arrancándolo como un tapiz de las paredes de sumente. El k rill se deslizó de entre sus dedos cayendo de

Page 377: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

punta sobre el suelo profanado.Antes de que pudiera moverse, reaccionar, respirar o

tratar de contener el horror que resonaba en su corazóncomo una campanada de angustia, un golpe fue descargadotras él, y Cail se tambaleó entre los matorrales.

Otro golpe; de un puño que era como una piedra.Covenant cayó hacia delante chocando contra el pesadotronco de un rododendro y luego de espaldas como si todoel aire del mundo hubiera sido succionado. Los jirones delatardecer le llegaban por entre las hojas como estrellas deesmeralda girando vertiginosamente ante sus ojos.

A su alrededor, la lucha golpeaba entre los árboles.Pero no producía ningún sonido. La capacidad para oír lohabía abandonado. El terrible grito de Linden era silenciosoy la enérgica cólera de la Primera carecía de voz.

Galvanizada por el pánico, Hollian sacó a Sunder dellugar en que se desarrollaba el combate. Pasó frente aCovenant bloqueando su visión por un instante. Pero nadapodía bloquear el reluciente y desalentado vértigo quegiraba dentro de él, tan imperioso y funesto como el aura delGusano.

Cail y los gigantes mantenían una cerrada lucha contraHarn, Durris y el resto de haruchai.

Los movimientos de los agresores eran singularmentetorpes e imprecisos. Daban la impresión de que no secontrolaban a sí mismos. Pero golpeaban con toda la

Page 378: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contundencia del vigor de su raza, con tal dureza que hastalos gigantes se tambaleaban. Encorvado fue abatido por elincesante martilleo de Fole y otro haruchai. Blandiendo laespada, la Primera se abalanzó en auxilio de su esposo.Honninscrave mantenía a raya a un haruchai con cadapuño. Los compañeros de Cail carecían de la agilidad o losreflejos para evitar sus graníticos golpes. Pero los atacantesvolvían a levantarse como si fueran ajenos al dolor, yacometían nuevamente. Tejenieblas atenazó entre sus brazosa un haruchai, apartando a otro de un puñetazo. Pero elharuchai le propinó un golpe en la cara que hizo que sucabeza se inclinase hacia atrás, permitiéndole librarse de suagarre.

Moviéndose de manera maquinal, Harn perseguía a Cailpor entre los combatientes. Éste le eludía con facilidad, peroHarn no cejaba. Parecía tan enajenado como Durris, Fole ylos demás.

Se hallaban bajo el dominio del Clave.Lentamente, el vértigo que giraba como una peonza a

través de la mirada de Covenant fue desapareciendo, y seencontró ante el krill. Estaba clavado en la tierra como unapequeña cruz, a poca distancia de él. Aunque la luchagolpeaba por todas partes, nadie había tocado la fantásticahoja de Loric.

La gema fulguraba con una clara y limpia blancura, sinque nada mancillase la pureza de la joya.

Page 379: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El dominio de Gibbon sobre ella había sido ficticio, unmodo de distraer al grupo mientras dominaba a todos losharuchai.

A todos excepto a Cail.Con el soñoliento desapego de la anoxia, Covenant se

preguntó el porqué Cail era inmune.Bruscamente, se aflojó la tensión de sus músculos.

Inhaló aire para introducirlo en sus pulmones, absorviéndoloa grandes bocanadas para superar el paroxismo que le habíaimpedido respirar; y el sonido empezó a llegarle desde lajungla; el follaje aplastándose, los gruñidos y el impacto delos golpes. Durante un momento, las voces no llegaron; elcombate se libraba en un amargo silencio. Mas luego, oyó aLinden gritar, como si estuviera a una gran distancia:

- ¡Cail! ¡Las esposas del lago! ¡Lograste escapar deellas!

Covenant se levantó a tiempo de presenciar la reacciónde Cail.

Con la agilidad de una pantera, Cail cayó sobre Harn.Harn fue demasiado lento para responder con eficacia.Penetrando bajo sus lentos golpes, Cail lo desequilibró y,asiéndole por la cadera y el hombro, pudo voltearlo en elaire. Harn carecía del más mínimo dominio de sí para evitarque lo lanzara contra su alzada rodilla y le rompiera laespalda.

No obstante, en el último momento, pudo evitarlo.

Page 380: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Cuando Brinn y Cail cayeron en la trampa de las esposas dellago , Linden amenazó a Brinn con romperle el brazo, yaquella singular amenaza le permitió recobrarse. Harn seliberó de la sujeción de Cail y se puso en pie mirandofijamente a su compañero. Por un instante, se miraronimpasibles, como si nada hubiera sucedido. Luego Harnasintió, y saltó junto a Cail en ayuda de los gigantes.

Covenant, todavía jadeante, se apoyó contra un árbolpara presenciar el desenlace de la pelea.

No se hizo esperar. Después de que Cail y Harn librarana Fole y Durris del yugo de Gibbon, los cuatro pudieronrescatar a los seis que quedaban.

Encorvado y Tejenieblas se levantaron de entre lamaleza, con los cuerpos magullados. La Primera escrutóaceradamente cuanto la circundaba con la espada dispuesta.Honninscrave cruzó los brazos sobre el pecho para dominarel asombroso vigor de su propia cólera. Pero los haruchaiignoraron a los gigantes. Se volvieron de cara unos a otros,hablándose mentalmente con la tranquila frialdad de supueblo. Pese a cuanto había ocurrido, no parecíandesalentados.

Al terminar aquella conversación, Cail miró a losgigantes y a Linden, para dirigirse luego directamente aCovenant. No se disculpó. Ellos eran haruchai, y el agravioa su rectitud era demasiado profundo para una simplecontricción. Con una voz completamente despojada de

Page 381: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

inflexiones, libre del menor signo de justificación oarrepentimiento, dijo:

- Se ha acordado que tal indignidad debe atruirseme amí. Nos comprometeremos a cualquier restitución que nosordenes. Pero no volveremos a dejarnos dominar de estamanera.

Covenant no supo qué contestar. Conocía desde hacíamucho tiempo a los haruchai, y antes que a ellos a losGuardianes de Sangre; pero aún le asombraba laextravagancia de sus decisiones. Y estaba seguro de que nole sería posible soportar que tales seres le sirvieran muchomás tiempo. El simple deseo de ser digno de ellos le haríaenloquecer.

¿Cómo era posible que su fuego blanco se hubieraconvertido en negro en tan breve lapso?

Encorvado murmuró algo que parecía una broma en vozbaja, e hizo un gesto cuando nadie le respondió.Honninscrave se había convertido en un ser demasiadofúnebre. En su frustrado deseo de recobrar su propia estima,Tejenieblas había olvidado la risa. Y el discurso de Cail nohabía tranquilizado a la Primera. Los haruchai habíandespertado su instinto de lucha; y su semblante era como suespada, dispuesto para el combate.

Dado que el sol se había puesto y Sunder seencontraba exhausto, ordenó al capitán y a Tejenieblas queinstalaran el campamento y preparasen la comida. Sin

Page 382: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

embargo, la proximidad del descanso no mitigó su tensión.Adustamente, recorrió la zona circundante devastando lamaleza para dejar un espacio relativamente limpio en el quepoder acampar.

Covenant permanecía en pie contemplándola. El golperecibido había debilitado todo lo que se hallaba en suinterior. Incluso sus embotados sentidos captaban la fierairritación que ella sentía.

Linden no se acercó a él. Permanecía tan lejos como elterreno que la Primera había limpiado se lo permitía,evitándole para aminorar tanto como fuera posible el impactode Covenant en su percepción.

Las miradas que Hollian le dirigía por encima delhombro de Sunder se hallaban plenas de temor eincertidumbre bajo el creciente crepúsculo. Únicamente Vain,Buscadolores y los haruchai se conducían como si nada losinquietase.

Covenant hizo ademán de cubrirse el rostro, pero bajólas manos sin llegar a hacerlo. La insensibilidad quemostraban había llegado a parecerle repugnante. Sentía susfacciones tirantes y quebradizas. La barba apestaba a sudor,como todo su cuerpo; se hallaba sucio y maloliente de lacabeza a los pies. Temía que la voz se le rompiera, pero seobligó a usarla.

- De acuerdo. Que alguien lo diga.La Primera dio un fiero tajo que cercenó una madreselva

Page 383: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tan gruesa como su antebrazo, y luego se volvió hacia él;señalándolo con la punta de la espada como si lo increpara.

Linden se estremeció ante la ira de la Primera, pero nointervino.

- Giganteamigo -silabeó la jefa de la Búsqueda como siel nombre hiriese su boca-, hemos sido testigos de unainmensa maldad. ¿Es cierto que piensas utilizar ese oscurofuego contra el Clave?

Se alzaba sobre Covenant, y el resplandor de la fogatade Tejenieblas la hacía parecer dominante e imprescindible.Él se sentía demasiado débil para responder. En una ocasiónhabía intentado desgarrarse el antebrazo contra el afiladoborde de una roca para expulsar el veneno. Las tenuescicatrices se extendían como un encaje en torno a lasprofundas marcas de los colmillos de Marid. Pero ahorasabía más. Dijo cuidadosamente:

- Él no me hará esto sin obtener respuesta.La Primera no se inmutó.- ¿Y qué será de la Tierra?El tono de ella hizo que sus ojos brillaran y no por las

lágrimas. Cada palabra de su respuesta era tan inequívocacomo un ascua.

- Hace mucho tiempo -la sangre de los casi estúpidosEntes de la Cueva latía en sus sienes-, juré que nuncavolvería a matar. Pero eso no me ha detenido. -Clavó conambas manos un cuchillo en el pecho del hombre que

Page 384: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

asesinó a Lena, y aquel acto había vuelto para condenarlo.Desconocía cuantos bhratair habían fallecido al derrumbarla Cúspide del Kemper-. La última ocasión en que estuve allímaté a veintiuno de ellos. -Veintiún hombres y mujeres queen su mayor parte ignoraban la perversidad de sus vidas-.Estoy enfermo a causa de mis culpas. Si crees que voy ahacer algo que destruya el Arco del Tiempo, harías bien sime detuvieras ahora.

Ante aquello, los ojos de la Primera se entrecerraron,como si estuviera considerando las consecuencias dedegollarle con su espada. Hollian y Linden la mirabanfiiamente, y Sunder trató de reincorporarse para ayudar aCovenant. Pero la Primera también era amiga del Incrédulo.Le había conferido el título que él más valoraba. Bajó suespada bruscamente.

- No, Giganteamigo -suspiró-. Hemos ido demasiadolejos. Confío en ti, o no podré confiar en nadie.

Volvió a envainar su espada, y se marchó.La luz de la hoguera se reflejaba en el humedecido

semblante de Linden, marcado por la preocupación y elalivio. Después de un instante, se acercó a Covenant. Noquiso responder a su mirada, pero posó levemente una manosobre su antebrazo derecho, como reconociendo que él noera como su padre.

Mientras el contacto duró, él quiso con toda su almatomar la mano de ella para llevársela a los labios. Pero no lo

Page 385: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

intentó. Creyó que de hacerlo probablemente quedaríadestrozado. Y todas las promesas que había hecho seperderían.

AI día siguiente, los frutos del verdeante sol fueronpeores. Se amontonaron sobre la tierra con el inexorable ydesbordante delirio de un mar tempestuoso. Y elagotamiento de Sunder se había hecho demasiado profundopara ser vencido por una noche de descanso inducido por ladiamantina o por un trago del singular, potente yvigorizante licor que Encorvado elaborase mezclándolo convitrim. Pero el Clave no volvió a intentar el control del krill,ni de los haruchai. La sombra de los árboles había logradoque los matorrales no alcanzaran proporciones excesivas. Nie l Gri m ni ningún otro azote fue enviado desde PiedraDeleitosa para interceptarles el camino. Y los viajeros habíanavanzado tanto durante los dos días anteriores que notenían necesidad de apresurarse ahora. Ninguno de ellosdudaba de que la fortaleza del na- Mhoram estuviera a sualcance. A veces, la distorsión de aquella jungla les permitíaatisbar el cielo sudoccidental; y entonces todos loscompañeros distinguían la tórrida y salvaje saeta del FuegoBánico ardiendo hacia el sol como una incurable laceraciónen el aire coloreado de esmeralda.

Cada vez que ocurría esto, los tensos y delicadosrasgos de Linden palidecían un poco más. El recuerdo y las

Page 386: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

poderosas emanaciones asaltaban sus vulnerables sentidos.En una ocasión había sido prisionera del Delirante Gibbonen Piedra Deleitosa, y el toque de éste hizo que la oscuridadque se enroscaba en torno a las raíces de su alma la cubrierapor entero como una noche sin luna. Sin embargo, no vaciló.Ella había conducido al grupo hasta aquel lugar por la fuerzade su voluntad, le había arrancado a Covenant esta promesacuando la desesperación lo había paralizado. A pesar de sununca resuelta contradicción entre la atracción y la repulsiónhacia el poder, no se permitió retroceder.

Los pedrarianos también se mantenían firmes. Teníanalgo pendiente con el Clave, una cuenta que iba desde suencarcelamiento en Piedra Deleitosa y el estrago en lasaldeas, hasta el modo en que el Sol Ban había trastornadosus vidas desde las raíces. Cada vez que lanecesidad dedescanso de Sunder se hacía perentoria, Hollian tomaba laorcrest y el k ril l , aunque no estuviera adiestrada parausarlos, ni el camino que abría fuera tan despeiado como elanterior. La silenciosa agonía y el tormento de la vegetaciónbloqueaba el suelo a cada paso, pero el grupo siempreencontraba la manera de atravesarlo.

Y cuando el sol comenzó a descender hacia la altacordillera de las Montañas Occidentales, todavía alejado dela región que una vez llamaran Fidelia, situada al sudeste,pero muy próxima ya a los promontorios que sobresalían aleste de la cadena, los compañeros habían llegado al límite de

Page 387: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

la jungla junto a las áridas y pedregosas faldas de las colinassobre las que se alzaba la Fortaleza.

Deteniéndose en el ultimo refugio que los árbolesproporcionaban, elevaron la vista a su punto de destino.

Piedra Deleitosa, una vez orgulloso bastión y emblemade los antiguos Amos que sirvieron al Reino, reducto ahoradel na- Mhoram y el Clave.

Allí, en la cumbre del promontorio, los picos perdían suagudeza para formar una altiplanicie escarpada por el este ysuave por el norte. Y las paredes de aquella meseta eran tanenhiestas y efectivas como una muralla almenada; en elcentro de la planicie se hallaba Laguna Brillante, el fantásticoremanso de aguas que permanecía sin ser afectado por el SolBan hasta caer en cascada por los Saltos Aferrados en laladera sur del promontorio llevando más allá de éste losrecursos de su poder. Pero la Fortaleza se extendía al este dela Laguna Brillante y los Saltos Aferrados. Los sinhogarhabían construido la ciudad de los Amos en el borde este dela meseta, horadando aquel crestón de duro granito de laTierra con refugios y defensas.

Directamente sobre el grupo se alzaba la Torre Vigia. Demenor altura que la altiplanicie, su extremo superior se alzabaen solitario tras la mole de la Fortaleza, pero su mitad inferiorse hallaba unida al resto por paredes de la misma piedra dellugar. De este modo quedaba protegida la única entrada aPiedra Deleitosa. Mucho tiempo antes, los macizos pórticos

Page 388: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

situados en la curva sudeste de la base de la Torre Vigíahabían protegido un pasadizo bajo ésta, un túnel quesolamente permitía entrar a un patio cerrado entre la torre yla Fortaleza principal, donde había una segunda serie depórticos. Durante la última guerra, en el asedio de PiedraDeleitosa, las entradas exteriores fueron asoladas yreducidas a ruinas. Pero Covenant sabía por experiencia quelas puertas interiores perduraban aún, protegiendo al Clavecon su imponderable solidez y espesor.

Sobre los pilares de estas entradas, la redonda flechaque era la Torre Vigía estaba marcada por troneras y almenashasta el dentado reborde que la coronaba. Eran caprichosase irregulares, talladas según las circunvalaciones interioresde la torre. Sin embargo, la fachada de la torre era tan simplecomo la obra de un niño comparada a la dramáticacomplejidad de los muros de la Fortaleza principal. Las rocashabían sido trabajadas por los sinhogar, formadobalconadas y contrafuertes, caminos para pasear yparapetos, y punteados con ventanas de todas clases,troneras en las partes bajas, miradores y salientes en lasaltas. Una prolífica y aparentemente espontáneamultiplicación de detalles que siempre dejaban en Covenantuna impresión de que poseían una estructura subyacente,un significado sólo accesible a los gigantes. El tenuecrepúsculo esmeralda danzaba y resplandecía en la cara sur,confundiendo su humana habilidad para captar el criterio de

Page 389: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

organización de algo tan alto, extenso e intemporal.Pero incluso sus sentidos superficiales le informaban

del tremendo poder de irradiación del Fuego Bánico alabrirse paso hasta el sol cruzando la gran Fortaleza. De unsolo golpe, aquella cárdena fuerza infringía toda su historiade gloria y grandeza, tornando la orgullosa resiciencia de losAmos en un lugar de maléfica amenaza. Cuando tantos díasatrás llegara a Piedra Deleitosa para rescatar a Linden,Sunder y Hollian, se vio atormentado por el recuerdo de losgigantes y los Amos, de la belleza que el Reino habíaperdido. Pero ahora la presión de su voluntaria cólera loinutilizaba para admitir el desconsuelo.

Intentaría destruir aquel lugar si era necesario paraerradicar al Clave, y la sola idea de verse forzado a dañarPiedra Deleitosa lo enfurecía.

Mas cuando miró a sus compañeros y vio las carasextasiadas de los gigantes, su enojo cedió ligeramente. LaFortaleza tenía el poder de fascinarlos. El semblante deEncorvado parecía dilatarse por el deleite que le producía sucontemplación; los ojos de la Primera brillaron de orgulloante la obra de gente de su raza que llevaba mucho tiempomuerta; Tejenieblas miraba ávidamente, olvidando por uninstante su desaliento. Hasta Honninscrave había perdidomomentáneamente su aire de condenado como siintuitivamente supiera que Piedra Deleitosa le daría unaoportunidad de recuperación.

Page 390: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pasiones contradictorias atenazaron la garganta deCovenant. Preguntó con voz tensa:

- ¿Podéis comprenderlo? ¿Sabéis lo que significa? Heestado aquí en tres ocasiones- cuatro si contaba el brevelapso durante el cual rehusara la convocatoria de Mhoram-pero nadie ha podido explicarme jamás su sentido.

Durante un rato, ninguno de los gigantes contestó,incapaces de reaccionar ante la fascinación de la Fortaleza.Habían visto Coercri en Línea del Mar, y se asombraronante ella, pero Piedra Deleitosa era trascendente para ellos.Al contemplarlos, Covenant supo con un repentino dolorque ya nunca retrocederían, que nada podría inducirlos adejar a un lado su propia Búsqueda y sus propiospropósitos, dejándole el Sol Ban y el Amo Execrable a él. ElSol Ban los había erosionado fundamentalmente, devorandosu capacidad para creer que su Búsqueda pudiera triunfar enaquel tiempo. ¿Qué podían hacer los gigantes por ayudar aun Reino cuya propia naturaleza se había convertido enfuente de horror? Pero la visión de Piedra Deleitosa los habíadevuelto a sí mismos. Jamás desistirían en su determinaciónpara combatir.

A menos que Covenant encontrase pronto su propiarespuesta, no le sería posible salvarlos.

Tragando saliva con dificultad, murmuró Encorvado:- No hay palabras. Ninguna en absoluto. Vuestro pobre

idioma humano es impotente…

Page 391: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Las lágrimas cubrían las arrugas de su rostro,mostrando su emoción.

Pero la Primera continuó en su lugar:- Y todos los idiomas, Giganteamigo. Todos ellos

carecen del vocabulario que se necesita. Ahí se alza cuantoen la granítica gloria del corazón del mundo no puede serexpresado con palabras. Cualquier otra lengua debeenmudecer cuando habla la pureza de la piedra. Y aquí esaoración ha sido plasmada. ¡Ah, por mi alma! -Habíalevantado la voz como si deseara cantar y lamentarse almismo tiempo, pero también ella carecía de palabras.Concluyó suavemente-: Los gigantes del Reino aprendieronmucho por la pérdida de Hogar. Estoy humillada ante ellos.

Durante un momento, Covenant fue incapaz deresponder. Pero entonces un recuerdo llegó hasta él, unareminiscencia del ceremonioso saludo que los pobladores dePiedra Deleitosa dirigían antiguamente a los gigantes.Loados y bienvenidos seáis, herederos de la lealtad delReino. Bienvenidos intactos o heridos, en gracia operdición, para pedir o para dar. No fallaremos anteningún requerimiento que formuléis.

Con voz incierta, dijo:«Piedra Deleitosa, fidelidad de gigantes, antigua

fortaleza… Corazón y puerta del principal amigo de la Tierra.Protege la verdad con la espada del Poder, Tú, Custodiadorade los tiempos, reina de las montañas.»

Page 392: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ante aquello, la Primera se volvió hacia él, y por uninstante el llanto se concentró en sus facciones, como sihubiera sido tocado su profundo amor a la piedra. Casi deinmediato recobró su dureza, pero no antes de quel él vieracuan absolutamente estaba ahora dispuesta a servirle.

- Thomas Covenant, -dijo ella con brusquedad-, te di eltítulo de Giganteamigo, pero no es bastante. Eres el Amigode la Tierra, y ningún otro nombre resulta suficiente.

Tras eso, se acercó a su esposo y le abrazó.Covenant repitió para sí: Amigo de la Tierra. ¡Que Dios

me ayude! Aquel título se le había otorgado a BerekMediamano, quien hiciera el Bastón de la Ley y fundara elConsejo de los Amos. No era adecuado para el hombre quellevaba la destrucción del Arco del Tiempo en susenvenenadas manos. El hombre que había llevado a la ruinatodos los logros de Berek.

Se volvió para contemplar la Fortaleza. El sol se estabaponiendo tras las Montañas Occidentales, y la luminosidadque irradiaba ante sus ojos le impedía la visión; no pudodistinguir ninguna señal de que la Torre Vigía se hallaraocupada. Había recibido la misma impresión la última vez queestuvo allí, y desconfió de ella como ahora desconfiaba.Aunque los porticones exteriores se hallaran destruidos, latorre podía constituir aún una parte vital de las defensas dela Fortaleza. Tendría que hallarse preparado para el combatedesde el momento en que pusiera pie en aquel túnel. Si es

Page 393: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que el Clave no intentaba atacarle antes.Con los hombros estremecidos en una anticipación de

la violencia, se apartó de la Fortaleza y recorrió un cortocamino entre la vegetación hasta una zona rocosa donde elgrupo acamparía aquella noche.

Poco después, sus compañeros se reunieron a sualrededor. Los gigantes abandonaron la gozosacontemplación de Piedra Deleitosa para limpiar el terreno,encender una hoguera y preparar la comida. Sunder yHollian lanzaban repetidas miradas, que parecíansobresaltos, a la Fortaleza, donde tenía su centro elinfortunio que gravaba sus vidas, donde anteriormentehabían estado a punto de ser asesinados; pero se sentaronjunto a Covenant como si él fuera una fuente de valentía.L o s h a r u c h a i se habían situado protectoramentecircundando la zona. Buscadolores era como una sombra enel límite de la creciente hoguera.

La intranquilidad de Linden resultaba palpable. Laimpaciencia enarcaba sus cejas, y escrutaba cautelosamenteel crepúsculo. Covenant supuso que estaba sintiendo laproximidad del Delirante, y no sabía de qué manera podíaconfortarla. En el transcurso de todas las batallas del Reinocontra el Desprecio, nadie había hallado la forma de matar aun Delirante. Mientras el Amo Execrable perdurase, sussiervos continuarían viviendo. El Forestal de la EspesuraAcogotante, antiguo maestro y antecesor de Caer Caveral,

Page 394: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

había demostrado que tanto Herem como Sheol oTehannunm podían ser dañados seriamente e inclusoreducidos si se lograba matar a los cuerpos que ocupaban yno se les permitía abandonarlos. Pero solamente el cuerposucumbía, el espíritu del Delirante seguía viviendo.Covenant no podía creer que el Reino se viera jamas libre deldominio de Gibbon. Y no sabía qué otra cosa ofrecer aLinden para aliviarla.

Pero entonces ella expresó la causa inmediata de sudesasosiego, y no era el na- Mhoram. Volviéndose haciaCovenant dijo sorprendentemente:

- Vain se ha marchado.Cogido de improviso, parpadeó ante ella un instante.

Luego se puso en pie escudriñando el campamento y lajungla que les rodeaba.

No se veía al Demondim por ninguna parte.Covenant se volvió hacia Cail.- Se ha detenido a un tiro de piedra de aquí. -Dijo el

haruchai un ademán hacia el camino por el que habiallegado el grupo-. Lo hemos estado observando pero no semueve. ¿Deseas que lo protejamos?

Covenant movió la cabeza, intentando comprender.Cuando Vain y él llegaron a Piedra Deleitosa buscando aLinden, Sunder y Hollian, el Clave trató de mantener a Vain.alejado, y lo habían herido en aquel intento. No obstante,logro penetrar en la Fortaleza y hallar las abrazaderas del

Page 395: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Bastón de la Ley. Pero luego obedeció a los Caballeros comosi tuviera miedo de lo que pudieran hacerle. ¿De qué?Habiendo obtenido de Piedra Deleitosa lo que buscaba,¿acaso se mantenía ahora a distancia para que no lodañaran?

Pero, ¿de qué forma podía ser dañado el Demondimcuando el Sol Ban no le afectaba, e incluso el ardiente Grimse limitaba a resbalar por su negra piel?

- Es algo referente a su propia esencia. -MurmuróLinden como si la presunta de Covenant se hubieramaterializado en el aire. Habían discutido el asunto en otrasocasiones, y ella había sugerido que quizá el Clave supieramás sobre Vain de lo que ellos sabían. Pero ahora tenía unarespuesta diferente-. Es un ser fabricado. Nada más que eso;como un esqueleto sin músculos, ni sangre, ni vida. Laestructura personificada. Nada que no sea enfocadodirectamente hacia eso puede afectarle. -Lentamente, comosi fuera inconsciente de lo que estaba haciendo, se volvióhacia Piedra Deleitosa, alzando su rostro hacia la Fortaleza-.Pero es lo que hace el Sol Ban, lo que hace el Clave.Corrompen la Ley. Quebrantan la estructura. Profanan elorden. Si lo intentaran con suficiente fuerza -tenía el ceñofruncido como si viera a Gibbon aguardando con malicia yplacer-, pueden acabar con él por completo, y no quedaría desu existencia ni el recuerdo de un propósito. No hay queextrañarse de que no quiera acercarse más.

Page 396: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant contuvo el aliento esperando a que ellaprosiguiera, que gracias a su don de percepción o profecíapudiera manifestar el propósito por el cual Vain había sidocreado. Pero no lo hizo. Gradualmente, ella fue bajando lavista.

- Maldito sea ese bastardo de todas maneras -murmurópor lo bajo-. Condenado al infierno.

Él convino silenciosamente. Hasta tal punto resultabaenigmático Vain que Covenant lo olvidaba continuamente;olvidaba lo importante que era tanto para las ocultasmaquinaciones de los elohim como para la salvación de laTierra. Pero allí Buscadolores no había vacilado en desdeñaral Demondim, y sus angustiados ojos amarillentos sólomostraban interés ante el riesgo del fuego de Covenant. Éstesintió una punzada premonitoria hormiguándole por elantebrazo. Estremecido, se dirigió a Cail.

- No te molestes -le dijo-, ya se cuidará él mismo.Siempre lo ha hecho.

Tras esto, regresó sombríamente a su lugar junto alfuego.

Los compañeros permanecieron en silencio mientrascenaban, masticando sus propios pensamientos junto con lacomida. Pero cuando concluyeron, la Primera miró aCovenant a través del humo de la hoguera, y le indicó concon un gesto que se hallaban preparados.

- Ahora, Amigo de la Tierra -su tono le hizo pensar en

Page 397: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una hoja recién afilada y ansiosa de emplearse-, vamos ahablar de esta altiva y horrenda Fortaleza.

Covenant correspondió a su mirada, y gesticulóhaciendo un esfuerzo para mantener su angustiado estadode ánimo fuera del alcance de la percepción de Linden.

- Es una magnífica obra -dijo con firmeza la Primera-. Lossinhogar la labraron con una pericia sin par. Las puertas hansido destruidas por un poder que desafía a la lógica; pero sino estoy equivocada, hay más puertas antes de la torre. Yprobablemente te has dado cuenta de que los muros nopueden ser escalados. Sucumbiríamos en el intento. El Clavees poderoso y nuestro número escaso. Amigo de la Tierra -concluyó como si se hallara dispuesta a aceptar cualquierexplicación que él ofreciera-, ¿cómo te propones asaltar esealcázar?

Por respuesta, Covenant frunció el ceño. Había estadoaguardando aquella pregunta, y temiéndola. Si intentabaresponderla cuerdamente, su resolución se rompería comoun hueso carcomido. Sus compañeros podrían asustarse. Yquizá intentarían detenerlo. Incluso aunque no lo hicieran,sabía con tanta seguridad como que tenía que morirse que laconsternación que iba a producir en ellos le resultaríainsoportable.

No obstante era necesario que contestase. Demasiadasvidas dependían de lo que se propusiera hacer. Reuniendotodo su valor, miró hacia Hollian. Su voz se detuvo en su

Page 398: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

garganta antes de preguntar:- ¿Qué clase de sol tendremos mañana?La negra cabellera enmarcaba el rostro de Hollian, y sus

facciones estaban tiznadas por la suciedad acumuladadurante el largo viaje; pero por algún ardid de la hoguera, ode su propia naturaleza, parecía imposiblemente limpia, y suaspecto no presentaba el menor signo de duda odesesperación. Sus movimientos fueron hábiles y seguroscuando aceptó el krill de Sunder, sacando luego su lianarpara invocar la tenue llama con la que auguraba.

Tras un instante, el fuego brotó de su varita. Su calorera el polvoriento y sucio del Sol del Desierto.

Covenant asintió para sí. El Sol del Desierto. Por azar odesignio, había sido beneficiado por la fase del Sol Ban quehubiera elegido para su tentativa. Con la fuerza de aquellapequeña gracia, le fue posible dirigirse de nuevo a la Primera.

- Antes de que nos arriesgemos en cualquier intento,voy a desafiar a Gibbon. Intentaré que se enfrentepersonalmente conmigo. No creo que acceda -aunqueseguramente el Delirante ambicionaría el blanco anillo para símismo y, por consiguiente, podría contravenir la voluntad desu señor-, pero si lo hace, puedo acabar con el Clave sindañar a nadie más. -Aunque Gibbon recurriera a todo elpoder del Fuego Bánico, Covenant también lo aceptaría.

Pero la Primera no estaba satisfecha.- ¿Y si no accede? -preguntó impetuosamente-. ¿Si

Page 399: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

permanece en el interior de su reducto y nos desafía aatacarle?

Covenant se puso en pie con brusquedad. La mirada deLinden le siguió con un destello de alarma como si hubieracaptado una señal de lo que le había llevado a tal decisión,pero él no le permitió hablar. Jirones de luz de luna sefiltraban por entre el espeso follaje, y más allá de los árbolesla luna estaba llena, preparada para estallar con las promesasque él no podría mantener. Sobre él, los muros y almenas dePiedra Deleitosa captaban la plateada luz como si aún fueranhermosos. No podía soportarlo.

Aunque se estaba ahogando, dijo con voz áspera:- Ya pensaré algo.Luego huyó del campamento y fue andando a ciegasEor entre la maleza hasta que alcanzó el comienzo de is

colmas.La enorme Fortaleza se alzaba allí, tan lúgubre y

silenciosa como el túmulo de todos los sueños que una vezhabía contenido. Por ningún lado se apreciaban señales devida. Deseó gritarle: ¿Qué te han hecho? Pero sabía que lapiedra no le oiría. Estaba sorda ante él, ciega a su propiaprofanación, tan desamparada contra la maldad como laTierra misma. El pensamiento de procucirle daño, le hacíatemblar.

Cail lo acompañaba como un avatardel sosiego de lanoche. Como había sobrepasado el límite de lo que podía

Page 400: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

soportar, se volvió hacia el h a ru c h a i y susurróapagadamente:

- Voy a dormir aquí. Deseo estar solo. No permitas quese me acerque ninguno de ellos.

No durmió. Se pasó la noche contemplando la cíudadelacomo si fuera la última barrera entre su candente aflicción yel triunfo del Amo Execrable. En varias ocasiones, oyó a susamigos aproximarse por entre la maleza. Y, cada vez, Cail leshizo marchar. Linden protestó por aquella negativa, pero nologró vencerla.

Aquella solitaria e íntima fidelidad le permitió a Covenatresistir hasta que amaneció.

La primera luz que vio tocaba el borde de la Fortalezaprincipal más allá de los parapetos de la Torre Vigía, mientrasla saeta del Fuego Bánico partía hacia el este. El despuntardel día tenía el color de los desiertos, y el sol confería untono amarronado al intenso gris de la piedra. Una vez más,Hollian había predicho exactamente el Sol Ban. Mientraserguía su tenso y exhausto esqueleto, pensó en la eh-Estigmatizada con un extraño pesar. Casados por el hijo quellevaba, Sunder y ella se habían unido cada vez más… yCovenant ignoraba cómo cerrar la brecha entre Linden y él.

Delante, oyó a Linden abordando a Cail por segundavez. Cuando el haruchai volvió a rechazarla, ella dijoexasperada:

Page 401: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Tiene que comer. Todavía sigue siendo humano.La voz sonó enojada como si tampoco ella hubiese

dormido. Quizás la atmósfera que circundaba a PiedraDeleitosa se hallaba demasiado llena de la presencia de losDelirantes para permitírselo. Gibbon había despertado laparte de ella que ansió arrebatar la vida a su madre. Sinembargo ahora, en tan funesto lugar, Linden pensaba más enCovenant que en sí misma. Lo habría perdonado hacíamucho tiempo… si él le hubiera dado ocasión.

Rígidamente, como si todos los músculos hubieran sidopetrificados por la noche y su gran desesperación, comenzóa subir la colina hacia Piedra Deleitosa.

No se atrevía a enfrentarse a Linden, temía a que miraradentro de él casi tanto como a la maciza y granítica amenazade la Fortaleza. Ya no le era posible ocultarlo, y lepreocupaba cómo iba a reaccionar ante lo que viese.

La luz estaba en la Torre Vigía bañándola con el colorde la tierra yerma y derramándose rápidamente hacia la faldade la colina. Los ángulos de su visión le permitíancontemplar como las copas de los árboles comenzaban afundirse, pero el centro lo ocupaba totalmente la torre. Sustroneras y contrafuertes se hallaban desiertos y la oscuridadque había tras ellos les hacía parecer ojos en los que la luzde la vida se hubiera extinguido. Luz de vida y profanación,pensó vagamente, como si se hallara demasiado debilitadopor el miedo y la inanición para preocuparse por las

Page 402: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contradicciones. Sabía como tratarlas: había descubierto larespuesta en la sala del trono de la Guarida del Execrable,cuando la imposibilidad de creer en la verdad del Reino y a lavez en su falsedad le había forzado a situarse en el únicopunto válido en el centro de su vertiginoso empeño. Pero talcomprensión le estaba ahora vedada. Durante la noche todala ira se había evaporado de su interior, y ascendía hacia lasentreabiertas fauces de Piedra Deleitosa como una yescalista para arder.

Pero la aparente desolación de la ciudad lointranquilizaba. ¿Era posible que el Clave hubiese huido, quesu aproximación hubiera hecho que los Caballeros seocultasen? No. La intensidad del ravo del Fuego Bánicoindicaba que no había sido desatendido. Y el Amo Execrableno hubiese permitido la retirada. ¿Qué mejor triunfo para elDespreciativo que Covenant derruyese el Arco en una luchacon el Clave?

El Amo Execrable había dicho, Al final quedará unasola opción para ti y la aceptarás en tu desesperación.Había prometido aquello, y se había reído.

Algo que podría ser poder hervía en Covenant. Susmanos se cerraron en puños, y continuó ascendiendo.

El sol proyectaba su sombra contra la desnudasuciedad del suelo, frente a él. Su calor le atenazaba la nuca,buscando la fibra de su voluntad del mismo modo en quehabía reducido la monstruosa vegetación de las Tierras

Page 403: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Altas a cieno grisáceo y desamparo. Se veía a sí mismotendido sobre la tierra para ser sacrificado, expuesto porsegunda vez a un golpe tan asesino como el del cuchillo quepenetró en su pecho, arrancando de su vida la esperanza. Unpicazón como el suave reptar de sabandijas se propagabapor su brazo derecho. Apresuró el paso sin darse cuenta.

Alcanzó el nivel del suelo en que enclavaba la base dela torre, y el túnel parecía expedito entre sus demolidasentradas. El pasaje estaba tan oscuro como una tumba hastaque descubrió la débil iluminación que se reflejaba en elpatio desde la fachada de la Fortaleza principal.Borrosamente, vio las puertas interiores que se hallaban alotro extremo del patio. Estaban selladas contra él.

Involuntariamente bajó la mirada hacia el lugar en quesus compañeros estaban acampados. Al principio, el sol ledio en los ojos y no pudo descubrir otra cosa que elrepugnante gris terroso que se extendía hasta el horizontecomo un mar mientras el Sol Ban desnaturalizaba la vida dela tierra. Pero cuando se protegió los ojos vio al grupo.

Sus amigos se encontraban apiñados justo al límite dellodazal. La Primera y dos haruchai retenían a Honninscrave.Encorvado sujetaba a Linden por la espalda.

Covenant giró entristecido para enfrentarse de nuevo altúnel.

No entró. Estaba familiarizado con las aberturassituadas en su techo que permitían a los defensores de la

Page 404: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Fortaleza atacar a quien se internara por él. Y no elevó la voz.Ahora tenía la instintiva certeza de que Piedra Deleitosaestaba escuchando atentamente, con sigiloso y encubiertotemor. Su voz pareció débil contra la polvorienta atmósfera,la enorme ciudadela y el creciente desierto.

- He venido por ti, Gibbon -dijo-. Por ti. Si sales,permitiré que vivan los restantes Caballeros. -Los ecos seburlaron desde el túnel, y luego se extinguieron-. Si no lohaces, asolaré este lugar para encontrarte.

«Sabes que puedo hacerlo. Podría haberlo hechocuando estuve ahí, y ahora soy más poderoso. -Ahora eresmás peligroso de lo que nunca has sido -. El Execrable no teconsidera capaz de destruirme. Te utiliza para que intentesque me autodestruya. Pero eso ya no me inquieta, decualquier modo, tú vas a morir. Sal y acabemos de una vez.

Las palabras parecieron perderse antes de llegar al finaldel pasaje. Piedra Deleitosa se cernía a su alrededor como elcadáver de una ciudad muerta desde hacía mucho tiempo. Lapresión del sol formaba un reguero de acre sudor que bajabapor su columna vertebral.

Y una figura apareció en el túnel. Negra contra el reflejodel patio avanzaba hacia el exterior. Sus pisadas extraíanapagados ecos de crepitación de la piedra.

Covenant quiso tragar saliva, y no pudo. El Sol delDesierto lo tenía cogido por la garganta.

Un par de ardientes dolores atravesaron su antebrazo.

Page 405: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Las cicatrices brillaban como colmillos. Una invisibleoscuridad fluía desde el túnel hacia él, cubriendo su fuegocon el sudario del veneno. El sonido de las pisadas crecía.

Entonces unos pies calzados con sandalias y una franjade roja túnica se introdujeron en la luz del sol, y Covenant sedesalentó momentáneamente al comprender que su primergambito había fallado. La luz ascendió rauda por las líneasdel severo teiido escarlata hasta la negra casulla quecompletaba la túnica. Aparecieron las manos, vacías, sin elcaracterístico rukh; la oscura varilla de hierro como un cetrocoronado por un triángulo abierto que debiera haberempuñado un Caballero. Y seguramente era un Caballero,pero no Gibbon. El na- Mhoram vestía de negro. Su báculoera tan alto como él. En la habitual beatitud o aburrimientode su redondo semblante solamente destacaban los rojosdardos de sus ojos. El hombre que había ido a encontrarsecon Covenant no era Gibbon.

Un Caballero. Parecía poseer un ancho torso pese a laestrechez de sus muñecas v tobillos, y las barbadas mejillasparecían consumidas hasta la demacración por la audacia oel espanto. Mechones de descuidados cabellos colgaban desu ralo cráneo como muestras de fanatismo. Sus ojosparecían de vidrio.

Mantenía las palmas de las manos abiertas ante sí comopara demostrar que estaba desarmado.

Covenant rechazó el desfallecimiento y pugnó por llevar

Page 406: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un poco de saliva hasta su garganta para conseguir hablar.En un tono que era como una advertencia al Caballero, dijo:

- No me hagas perder el tiempo. Quiero a Gibbon.- Te saludo, Mediamano. -Contestó el hombre. Aunque

su voz era firme sugería el temblor del pánico-. El na-Mhoram Gibbon está enterado de tu presencia aquí, y nodesea perder ni el tiempo ni la vida en tu nombre. ¿Quépropósito te trae?

Una sensación de peligro se arrastró entre losomoplatos de Covenant. El amargo sabor del pánico lellenaba la boca. El tronco _del Caballero parecía de ungrosor artificial, y la túnica oscilaba levemente como situviera vida propia, como si el tejido se agitara. Lascicatrices de Covenant comenzaron a pincharle como dientesde rata que devorasen su carne. Apenas se oyó replicar:

- Esto ha llegado demasiado lejos. Hacéis que el mundoentero apeste. He venido a ponerle fin.

Eí Caballero mostró los dientes en una fallida sonrisa.No miraba a Covenant.

- Entonces he de revelarte que el na- Mhoram no deseahablar contigo. Me ha dado un mensaje para que te locomunique, si es que deseas escucharlo.

Covenant iba a preguntar: ¿Qué mensaje es ése? Peronunca llegó a pronunciar las palabras. El Caballero desanudócon ambas manos el fajín de su túnica. Con un premonitorioespanto, Covenant le vio entreabrir la vestimenta bajo el sol.

Page 407: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

De los hombros hasta las rodillas, su cuerpo estabacompletamente cubierto por avispas.

Grandes avispas amarillentas tan gruesas como unpulgar de Covenant.

Cuando la luz las tocó, comenzaron a zumbar.Durante un espantoso momento, se enredaron donde

estaban; y el Caballero las ostentó como si fuera uno de losproductos del Sol Ban, convertido en un ser salvaje yabominable por la corrupción. Luego el enjambre se lanzósobre Covenant.

En un instante el mundo se volvió negro. El venenoretumbó contra su corazón como un mazo.

Fuego negro; veneno negro; negro desastre. Las llamasque salían de su anillo debían haber sido puras y plateadascomo el metal que las producía; pero no lo eran, no lo eran.Eran un abismo que se abría a su alrededor, un remolino quesuccionaba el aire, la tierra y la Fortaleza para consumirlos,tragándose el mundo sin deiar huellas. Y a cada esfuerzo querealizaba para tornar blanco el oscuro fuego, para forzar lalimpia configuración de su auténtica naturaleza, únicamenteconseguía que el resplandor creciera y el vacío seensanchara. Rápidamente, había llegado hasta la ladera de lacolina, ansioso por destruir.

Linden no le estaba gritando. Si ella hubiera desgarradosu propio corazón por forzar sus gritos, tampoco hubierasido capaz de oírla. Se hallaba demasiado lejos, y el

Page 408: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

abrumador cataclismo de su poder embotaba sus sentidos.Sin embargo la escuchaba mentalmente, como aquella vezque le advirtió atravesando del aura del Gusano y laerupción del blanco anillo: ¡Eso es lo que el Execrabledesea! Sentía el recuerdo de sus brazos cuando trató dearrebatárselo a la perdición. Si permitía que la conflagracióncreciera, todos morirían, ella y todos aquellos a quienesamaba; y el Reino. Todos serían privados de vida ysignificado por la negrura.

El esfuerzo por dominarse lo sacó fuera de sí. Se veíaconducido por una sutil y gran desesperación de la quenunca podría retornar; una dura y terrible exigencia a la quetendría que plegarse hasta el final, para bien o para mal, paraasolar o restituir. Pero el simple conocimiento de que no leera posible volver atrás, le dio las fuerzas para estrangular ladestrucción que estaba generando.

Bruscamente, se aclaró la visión; y comprobó que nohabía sido picado. Millares de pequeños y chamuscadoscuerpos humeaban aún sobre el desnudo suelo. No quedabani una sola avispa para amenazarle.

El Caballero permanecía allí con la boca abierta y losojos en blanco, milagrosamente intacto y asombrado.

Covenant no se sintió triunfante: había llegadodemasiado lejos para eso. Pero ahora se sentía seguro de símismo, al menos por el momento. Le dijo al Caballero:

- Dile a Gibbon que ya ha tenido su oportunidad. -Sin

Page 409: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rastro de vacilación ni piedad en la voz, continuó-: Ahoravoy por él.

Lentamente el asombro se desvaneció del rostro delhombre. Su frenesí y júbilo parecían haberse colapsadocomo si hubiera sufrido una recaída en la mortalidad. Masseguía siendo un Caballero del Clave y conocía a suenemigo. Todo el Reino había sido inducido a creer queCovenant era un traidor. Aunque su aspecto era frágil yhumano, reducido por el fracaso, permaneció en su creencia.

- Me has superado, Mediamano. -Su voz temblaba-. Hasaprendido a dominarte y a resistir. Pero vienes a arruinar laprolongada misión de nuestras vidas y no te lo permitiremos.Cuida de tu poder, porque de nada te servirá en nuestracontra.

Volviéndose, como si aún le fuera posible no tener aCovenant en consideración, regresó en pos del eco de suspisadas por el túnel bajo la Torre Vigía.

Covenant le vio marcharse y maldijo la mendacidad quele permitía al Amo Execrable hacerse con hombres y mujeresasí, gente que poseía una innata valentía y entrega,convenciéndolos de que las depredaciones del Claveresultaban imprescindibles. Piedra Deleitosa estaba llena deindividuos que se creían responsables de la supervivenciadel Reino. Y ellos serían los primeros en morir. ElDespreciativo los sacrificaría antes de arriesgar a susauténticos servidores.

Page 410: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero ni aun por ellos podía Covenant detenerse ahora.El fuego lo devoraba. No lo había apagado, sino únicamenteinteriorizado, guardando la furia dentro de él. Si no hacíaalgo al respecto volvería a brotar con redoblada vehemencia,y no sería capaz de contenerlo nuevamente.

Con los músculos tensados por la violencia, comenzó adescender rígidamente la colina hacia sus amigos.

Éstos comenzaron a subir para reunírsele. Estudiabanansiosamente la forma en que se movía como si lo hubieranvisto emerger de la boca del infierno y les costara trabajocreerlo.

Antes de que lo alcanzaran, oyó un sordo estampido decascos.

No se detuvo: se hallaba inexorablemente resuelto arealizar su propósito. Pero miró atrás, en dirección a PiedraDeleitosa, por encima del hombro.

De las ruinosas puertas, salían Caballeros montandocorceles, media docena de ellos bajaban la colina a galopetendido. Aquellos corceles alimentados por el Sol Ban eranlo bastante grandes como para transportar a cuatro o cincohombres o mujeres normales y hubieran podido sermontados por gigantes. Tenían ojos maliciosos, colmillosafilados como sables, peludas pieles y emponzoñadosespolones. Y los Caballeros mantenían en alto susincandescentes ruk hs al cargar. Juntos se lanzaron laderaabajo como creyendo que podrían arrasar al grupo.

Page 411: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero pese a la violencia y la velocidad de que hacíanalarde, aquello parecía más un juego que un verdaderoasalto. Aunque el Fuego Bánico los hacía peligrosos, sóloeran seis, e iban a enfrentarse contra diez haruchai, cuatrogigantes, el Designado de los elohim y cuatro humanoscuya fuerza aún no había sido calibrada con exactitud.Covenant ya había matado… Deliberadamente, dejó la tareapara sus compañeros y continuó caminando.

A sus espaldas, los corceles enloquecieron de repente.Sunder había extraído la Piedra Solar y el k ril l , mas

ahora no utilizaba la energía del sol, sino la enormeirradiación del Fuego Bánico. Y estaba familiarizado con loscorceles. En una ocasión había aprendido a usar un rukhpara gobernar un grupo de aquellas bestias, y sabía cómocontrolarlas. Fieros destellos rojizos se disparaban en todasdirecciones a través del blanco fulgor del krill cuando lanzósu fuerza contra la agresión; pero no vaciló.

El impacto de los contradictorios influjos suscitó elcaos entre los corceles. Dos de ellos cayeron al tratar deembestir simultáneamente en varias direcciones, un tercerotropezó con ellos. Los demás atacaron a los caídos tratandode matarlos.

Incapaces de mantener el equilibrio en aquellascircunstancias, los Caballeros cayeron al duro suelo. Unofue aplastado bajo el pesado cuerpo de un corcel. Otrorecibió una peligrosa voz envenenada. Gritó a sus

Page 412: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

compañeros pidiéndoles ayuda, pero ellos se hallaban ya enfranca retirada hacia la Fortaleza llevando consigo alCaballero destrozado para usar su sangre. Casi sin fuerzas, éllos siguió.

Sunder ordenó a los corceles que se internaran en eldesierto para que el Clave no pudiera utilizarlos otra vez.Pero dos de las bestias gruñeron de dolor al intentarobedecer: se habían roto las patas. Aferrando la espadaentre ambas manos, la Primera caminó hasta los animalesheridos y los remató.

Luego Sunder, Linden y Encorvado se aproximaron aCovenant.

El Gravanélico jadeaba fuertemente.- Gibbon no ha empleado toda su fuerza. No son rivales

para mí seis Caballeros. -Había un leve orgullo en suentonación. Al fin había descargado un golpe eficaz contrael Clave.

- Trata de provocarte -le advirtió Linden-. Casi nolograste pararte a tiempo. Has de tener cuidado. -El miedo alos Delirantes distorsionaba su rostro.

- Amigo de la Tierra -suspiró Encorvado- ¿qué haras?Grimrnand Honninscrave está como enloquecido. Noseremos capaces de retenerlo por más tiempo.

Pero Covenant no contestó. Ahora le temblaban laspiernas y no podía parar lo que estaba haciendo ni dejarlo delado. Se encaminó hacia un romo promontorio que se

Page 413: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

elevaba sobre la parte más baja de la ladera. Al alcanzarlo,trepó a la cumbre desafiando la manera en que el inmensopaisaje que estaba bajo y alrededor de él amenazaba suequilibrio. Todos sus miembros cayeron aplomados ante lasorprendente devastación. De un horizonte a otro, el Sol deDesierto casi había culminado su labor. En las partes bajasdel terreno se distinguían charcas de lodo que una vezfueron árboles, matorrales y vides, porque cuanto sobresalíahabía sido calcinado y convertido en polvo y muerte. Elpensamiento de que tendría que dañar Piedra Deleitosa leresultaba intolerable. El más absoluto pesar y aborrecimientode sí mismo lo invadiría si ponía la mano sobre aquellapiedra. No obstante, la necesidad era inexcusable. No sepodía permitir que el Clave y el Fuego Bánico perdurasen. Sucorazón se aceleró ante el conflicto de sus temores: temor acausar un perjuicio a la Fortaleza y temor a no causarlo,temor a sí mismo y al riesgo que pretendía asumir; su deseode evitar una matanza y la necesidad de proteger a susamigos. Pero ya había elegido su senda. Ahora comenzaba arecorrerla.

Temblando como si estuviera al borde de ladeflagración, pronunció el nombre que había estadoguardando para sí mismo incluso cuando había empezado acomprender las implicaciones de lo que se proponía realizar.

El nombre de un esperpento de la arena.- Nom.

Page 414: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R
Page 415: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DIEZ: El Fuego Bánico

Con toda claridad, a través de la súbita conmoción de lacompañía, pudo oír el grito entrecortado de Linden. No habíaviento, nada que mitigase la árida presión del sol. Bajo él, elterreno estaba cayendo en la paradójica pureza de laprofanación. La limpieza del exterminio. No era de extrañarque resultara tan duro contener el fuego. El equilibrio parecíaabandonarle bajo el plano y amarronado cielo. No habíacomido ni descansado desde el día anterior. Quizás éste erael motivo de que le pareciera que el horizonte se inclinaba aun lado como si fuera a desatracar. La inanición o eldesaliento.

Pero Encorvado y Cail lo sostuvieron ayudándole adescender del promontorio, y Linden llego hasta él en unanube de vértigo. Nunca había soportado bien las alturas.Sabía que estaba pronunciando su nombre, pero se sentíaincapaz de escucharla. Le resultaba imposible enfocar surostro. Debía estar protestando: ¿Un esperpento de la arena?¿Es que te has vuelto loco? ¿Qué te hace creer que podráscontrolarlo?

Mas no era así. Sus manos se aferraban a los hombrosde Covenant, para luego retirarse. En esta ocasión, elmovimiento de sus labios era como un grito.

- ¡Tú…! -empezó. Pero sus palabras no le llegaban-.

Page 416: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

¡Oh, Covenant!La voz de la Primera atravesó el salvaje girar de las

colinas.- ¿Qué es lo que le está afectando? -Todos sus amigos

estaban reunidos en torno suyo, y giraban. Vio a Mhoram ya Vasallodelmar, a Bannor y a Elena, y a Caer Caveral; todosallí como si exigieran lo mejor de él-. ¿Qué ha emanado paradañarle? -Le salieron al encuentro en Andelain ofreciéndolecuanto les fue posible y éste era el resultado. Se veíaatrapado en una rueda sin eje-. ¡Escogida, tienes que hablar!

- Está ardiendo. -El tono de Linden estaba humedecidopor las lágrimas-. El veneno le está quemando. Ya estaríamostodos muertos si no lo mantuviera en su interior. Hasta queno pueda resistir más. Hasta que lo devore para abrirse pasoal exterior.

La Primera maldijo y luego ordenó con voz cortante algoque Covenant tampoco pudo oír. Un momento después, lasmanos de Encorvado, con una decisión que no admitía elrechazo, acercaron el cuenco de diamantina a la boca deCovenant.

El potente olor hizo que las aletas de su nariz sedilatasen por el pánico. Acaso aquello le devolviera elautocontrol. O tal vez alimentase la incandescencia del poderque estaba reprimiendo. No podía correr el riesgo.

De alguna manera, consiguió relentizar la vorágine. Laclaridad se hizo posible. No se podía permitir un fracaso. Y

Page 417: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tampoco mantenerse inactivo durante demasiado tiempo,únicamente hasta lograr la culminación de sus pesadillas.Eso era posible. Cuando estuvo seguro de quiénes eran losque le rodeaban, dijo como si estuviera asfixiándose:

- Diamantina no, metheglin.La Primera lo miró con extrañeza, pero Linden asintió.- Tiene razón -señaló rápidamente-. Tiene que conservar

su equilibrio. Entre la fuerza y la debilidad. La diamantina esdemasiado fuerte.

Alguien estaba moviéndose. Hollian y Teienieblas sealejaron para regresar al momento con una redoma de laespesa aguamiel del Reino. Covenant bebió al principio sóloun poco, luego bebió más, conforme se iba sintiendo dueñodel fuego que albergaba. El vértigo fue desapareciendolentamente. Sus amigos se hallaban presentes y tranquilos.El terreno volvía a ser firme. El sol tañía en sus ojosresonando contra las sienes, como la muda carcajada delExecrable; y a su rostro afluía el sudor del desconsuelo. Perocuando el metheglin amplió sus efectos, descubrió que sesentía al menos capaz de soportar el calor.

Se puso en pie con ayuda de Encorvado. Se volvióhacia el este, tratando de escrutar con la mirada el ondulantedesierto.

- ¿Vendrá? -preguntó la Primera, sin dirigirse a nadie enparticular -. Se interpone el ancho océano, y ésa no es unabarrera desdeñable.

Page 418: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Kasreyn dijo que lo haría. -Linden se mordió los labiospara dominar su miedo, y luego prosiguió. Dijo-: «Ladistancia nada significa para un poder tal». -Covenant lore c o rd a b a . Los esperpentos de arena contestanrápidamente a quienes los llaman. De aquel modo habíasido asesinado Hergrom. Pero Covenant ya había invocadoa Nom con anterioridad, instigado por Linden; y no fueabatido. Y Nom no había regresado a laCondenaesperpentos. En consecuencia, ¿por qué la bestiahabría de contestarle ahora? No tenía motivos para concebirtan descabellada esperanza, ninguna razón excepto el queNom se reclinó ante Covenant cuando él le perdonó la vida.

Pero el este continuaba desierto y la colina se cerraba asu alrededor como un cortinaje. Ni aun los ojos de losgigantes podían captar señal alguna de respuesta.

Bruscamente, la voz sin modulaciones de Cail rompió elsilencio.

- Aguanta ur- Amo.Señaló con el brazo hacia la colina en dirección a Piedra

Deleitosa.Por un momento, Covenant creyó que el haruchai

pretendía que observara la inmensa y brillante saeta rojizadel Fuego Bánico. Con ecos de sol blancos y marronesardiendo en su mirada, se dio cuenta de que la siseanteirradiación parecía ahora más intensa, como si el DeliranteGibbon la estuviese alimentando al objeto de facultar al

Page 419: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Clave para el combate. Como si estuviera inmolando a losaldeanos y haruchai prisioneros con tanta rapidez como lepermitiese la sangre al derramarse sobre el suelo del RecintoSagrado en el que ardía el Fuego Bánico.

Ante aquella idea, los puntos que fulguraban en susojos se tornaron negros. Su control vaciló. Las heridas decolmillo que se delataban en su antebrazo le punzaron comosi hubieran sido nuevamente abiertas.

Pero entonces vio a los Caballeros en la base de laTorre. Eran cuatro: dos empuñaban los rukhs para dominar aun haruchai que llevaban con ellos, y los otros dos estabanequipados con cuchillos y baldes.

Pretendían sacrificar a aquel prisionero, encadenadomentalmente, a la vista de Covenant y sus compañeros.

Covenant dejó escapar un grito que hizo vibrar el aire.Pero al mismo tiempo trató de dominarse, diciéndose: No,No. Trata de provocarme.

La negrura se retorcía en su interior. Pudo rechazarlahasta lograr reducirla.

- Honninscrave. -La voz de la Primera sonaba casidespreocupada, como si la visión de las atrocidades lacalmase-. Tejenieblas. Creo que no debemos permitir eso.

La mitad de los haruchai habían empezado a subir laladera corriendo. No hizo esfuerzo alguno para lograr quevolvieran. Inclinándose sobre el polvo, cogió una roca másgrande que la palma de su mano y, sin interrumpir el

Page 420: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

movimiento, se la arrojó a los Caballeros.Golpeó contra la pared que había a sus espaldas y

estalló en una lluvia de lascas que cayeron sobre ellos comopuñales.

Honninscrave y Tejenieblas siguieron el ejemplo de laPrimera. Sus lanzamientos fueron tan precisos que uno delos Caballeros resultó con una pierna aplastada, y otroseriamente dañado por una granizada de fragmentos tras unrebote. Sus compañeros se vieron forzados a liberar alharuchai para utilizar los rukhs en su propia defensa.

Mientras los cuatro Caballeros se retiraban al interiordel túnel, su prisionero se volvió contra ellos.Repentinamente libre de su yugo, logró rematar al malherido,para luego girar con gesto desdeñoso sobre los talones einiciar el descenso para reunirse con los suyos. Pese a quesangraba por diferentes cortes que le habían producido lasafiladas piedras, se comportaba como si estuviera ileso.

Covenant abominaba el asesinato. Había elegido sucamino en un esfuerzo por ahorrar cuantas vidas fueraposible. Pero al contemplar al haruchai liberado caminandohacia él con una pura y absoluta serenidad, una torvasonrisa estiró las comisuras de su boca. En aquel instantellegó a ser más peligroso para Gibbon y para el Clave quecualquier hueste de guerreros o de poderes.

Cuando volvió a mirar hacia el este, vio un penacho depolvo elevándose a través de la calina.

Page 421: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

No tenía dudas acerca de lo que era aquello. Nada queno fuera un esperpento de arena podía viajar con tan granvelocidad corno para levantar tanto polvo.

Tejenieblas escrutaba aquella nube con crecienteasombro. Encorvado murmuraba inútilmente para sí, eintentaba torpes bromas que parecían atenuar su temblor. LaPrimera sonreía tensamente. Entre los gigantes,Honninscrave era el único que no estaba contemplando elavance de la bestia: permanecía con la cabeza gacha y losbrazos cruzados sobre el pecho como si el haber arrojadopiedras a los Caballeros hubiera despertado su ansia deviolencia.

Inesperadamente, Buscadolores habló. Parecía cansado,casi exhausto, desgastado por el prolongado peso de suresponsabilidad, pero su voz denotaba menos amargura dela acostumbrada.

- Portador del anillo -dijo-. el propósito que te mueve esabominable y debe ser deshechado. Quienes sostienen laTierra entre sus manos no tienen ninguna justificación paravengarse. No obstante han descubierto una manera mássabia de lograr tus fines. Te imploro que les entregues a labestia. Apenas comprendes lo que has invocado.

Covenant ignoró al elohim. Linden dirigió su mirada alDesignado. Sunder y Hollian también lo miraron, confusos.Pero nadie habló.

Nom se había hecho visible en el vértice de la flecha de

Page 422: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

polvo.Albina contra el reseco yermo, la bestia se aproximaba

con sorprendente rapidez. Su tamaño no era comparable a supoderío. Era sólo unos palmos más alta que Covenant y decomplexión un poco superior a los haruchai; sin embargo,dándole tiempo, libertad y la posibilidad _de concentrarseera capaz de reducir a cascotes la granítica cuña sobre la quePiedra Deleitosa se asentaba. Tenía un extraño modo deandar, apropiado para los desiertos: las rodillas vueltas haciaatrás como las de un pájaro para utilizar completamente elimpulso del amplio almohadillado de sus pies. Carente demanos, tenía brazos conformados como arietes.

Y no tenía rostro. Nada definía la pelada cabeza exceptolas tenues arrugas del cráneo bajo sus dos ocultas rendijas,semejantes a agallas, situadas una a cada lado. Incluso parala normal visión de Covenant, el esperpento de arena parecíatan puro e incontestable como una fuerza de la naturaleza,un huracán que hubiese adquirido aquella forma salvaje yestuviera ávido por desencadenarse sobre algún lugar.

Se aproximaba corriendo como si pretendiera lanzarsesobre él.

Pero al fin se detuvo, produciendo a su alrededor undenso nimbo de polvo, enfrentándose a él desde una cortadistancia. Durante un momento tembló, como había hechoen el combate directo en que Covenant le derrotara, porqueno había sabido contener su furia salvaje ni siquiera para

Page 423: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

salvar la vida. El servir era un concepto ajeno a su mente debruto; la violencia tenía más sentido. El sudor empeñaba lavisión de Covenant mientras aguardaba a que la bestiatomara una decisión. Contuvo el aliento involuntariamente.Leves llamaradas escaparon a su control lamiendo suantebrazo antes de que pudiera contenerlas de nuevo.

El temblor de Nom aumentó… y desapareció despuésbruscamente. Postrándose sobre el suelo, la bestia apoyó lafrente sobre el barro a los pies de Covenant.

Poco a poco dejó escapar entre dientes el aire que habíaestado reteniendo. Un suspiro de alivio se propagó por entrelos miembros del grupo. Linden se cubrió momentáneamenteel rostro para introducir después los dedos en sus cabelloscomo si tratara de extraer valor de su miedo.

- Nom -dijo Covenant con voz agitada-. Gracias porvenir.

Ignoraba hasta qué punto la bestia era capaz decomprenderle, pero ésta se irguió desdoblando las rodillas yaguardando expectante ante él.

No se permitió dudar. El vínculo que le unía a Nom erafrágil. Y podía sentir que el veneno actuaba en su interiorcomo si fuera un ácido. El propósito era tan claro para élcomo la adivinación que le enviara vanamente en pos delÁrbol Ünico. Volviéndose hacia sus compañeros, se dirigióa ellos como grupo.

- Deseo que permanezcáis aquí. -Apretando las

Page 424: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mandíbulas se esforzó en imponerse a los temblores quedistorsionaban su tono-. Dejadnos a Nom y a mí. Los dosjuntos nos bastamos para el empeño. Y no podría soportarperder a ninguno de vosotros.

No tenía derecho a decir tales cosas. Cada uno de losmiembros del grupo se había ganado un puesto en aquellaaventura, mas cuando consideraba lo que pudiera ocurrirlesanhelaba quitárselo.

- Necesitaré a Linden -prosiguió antes de que nadiepudiese protestar-. Gibbon va a tratar de esconderse de mí.No seré capaz de localizar al Delirante sin ella. -La mera ideale hacía daño; sabía lo profundamente que los Delirantes laaterraban-. Y me llevaré a Cail y a Fole para que nos guardenlas espaldas. -Incluso aquella concesión lo enojaba, peroLinden podría necesitar ayuda-. Los demás debéis limitaros aesperar. Si fracaso tendréis que actuar por mí.

Impotente para enfrentarse a lo que sus amigos queríandecir, a la dolorosa indignación de sus ojos y a las protestasque crecían en sus corazones, apoyó suavemente la mano enla espalda de Linden indicándole que iniciara la marcha. Conun gesto, llamó a Nom a su lado. Avanzando rápidamentepara dejar atrás a aquellas personas que le servían con susvidas y merecían algo mejor que aquello, comenzó a subirpor la ladera que llevaba a Piedra Deleitosa.

Luego, por un momento, se encontró tan próximo alllanto que su valor estuvo a punto de hacerse añicos. Ni uno

Page 425: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

solo de los compañeros había obedecido. Sin mediar palabra,se habían preparado para la lucha y caminaban tras él.

Linden murmuró en voz baja:- Comprendo. Crees que todo depende de ti. ¿Por qué

personas tan buenas como ellos han de sufrir y acaso morirpor esto? Y estoy muy aterrorizada -tenía el semblantepálido, desorientado y perentorio-. Pero tienes que dejar deintentar tomar decisiones que corresponden a otros.

No le contestó. Mantuvo fiia su atención en el túnelsituado bajo la Torre Vigía, obligó a sus músculosentorpecidos por el poder a que le ayudaran en el ascenso.Pero ahora temía haber sido derrotado de antemano. Teníademasiado que perder. Sus amigos le acompañaban alinterior de aquella pesadilla como si él lo mereciera. Porquese veía compelido a hacer algo, aunque fuera insuficiente oinútil, se acercó a Cail y le susurró:

- Ya basta. Bannor dijo que me sirvieras. Brinn teencomendó que ocuparas su puesto. Pero ya no necesitoesa clase de servicio. He ido demasiado lejos. Lo quenecesito es esperanza.

- ¿Ur- Amo? -se extrañó suavemente el haruchai. -ElReino necesita un futuro. Incluso en el caso de que yoobtenga la victoria. Los gigantes marcharán a Hogar.Vosotros volveréis a vuestras ocupaciones. Pero si algo lesocurriese a Sunder o a Hollian… -la idea le abrumaba-.Quiero que cuides de ellos. Que todos vosotros lo hagáis.

Page 426: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Lo demás no importa. -Se hallaba dispuesto a arriesgarincluso a Linden por eso-. El Reino ha de tener un futuro.

- Te escuchamos. -El tono de Cail no delataba si sesentía aliviado, impulsado u ofendido-. Si se presenta lanecesidad, recordaremos tus palabras.

Covenant tuvo que contentarse con aquello. Nom sehabía adelantado y se dirigía hacia la gran Fortaleza como siesta despertase el recuerdo, inherente a su raza, del muro dearena que los bhratair levantaron para oponerse a losesperpentos años antes de que Kasreyn los atrapara en laCondena. Los brazos de la bestia se balanceaban comopreparándose. Covenant apresuró el paso.

Con Linden a su lado, dos pedrarianos y cuatrogigantes a sus espaldas y once h a ru ch a i en lasproximidades, Thomas Covenant fue a oponerse al Clave y alFuego Bánico.

En Piedra Deleitosa no se produjo ninguna reacción.Quizás el na- Mhoram ignoraba lo que era un esperpento dearena y aguardase a verlo actuar antes de volver a provocara Covenant. Quizá hubiera desistido de eso para dedicarse apreparar sus defensas. O que el Delirante hubieraencontrado un pequeño gusano de espanto en los fondosde su maldad. A Covenant le agradaba esta últimaposibilidad. Lo que el Clave y el Fuego Bánico habían hechoal Reino no podía ser perdonado. La forma en que elDelirante había tratado de presentar como perverso al

Page 427: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

antiguo y honorable Concejo de los Amos, tampoco permitíacompasión. Y por el ataque de Gibbon a Linden. Covenantno aceptaría otra expiación que la purificación de laFortaleza.

Aquellos que tienen la Tierra en sus manos no poseenninguna justificación para la venganza.

Por todos los demonios, pensó Covenant apretando lasmandíbulas. Por todos los demonios que no la hay.

Mas cuando llegó la base de la Torre Vigía, ordenó aNom que se detuviera para estudiar el túnel condetenimiento. El sol se hallaba ahora lo bastante alto ypenetraba directamente en el patio interior, pero esto nohacía más que acentuar la oscuridad del pasadizo. Lasventanas de la torre permanecían abiertas como si lashabitaciones situadas tras ellas hubieran sido abandonadas.Un silencio que hacía pensar en el secreto sosiego de losmuertos pendía sobre la ciudad. No había viento, ni señal devida excepto la rígida y caliente flecha del Fuego Bánico.Entre los dos corceles muertos, avispas calcinadas cubríanel suelo. Los Caballeros se habían llevado consigo a suspropios muertos para aprovechar su sangre. Pero goteronesrojizos moteaban las rocas frente a la torre como diciéndole aCovenant que había ido al lugar adecuado.

Se volvió hacia Linden. Su intensa palidez le asustó,pero tampoco podía ya separarla de aquello.

- La torre -le dijo él mientras el grupo se paraba a su

Page 428: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

espalda-. Necesito saber si está vacía.El movimiento de su cabeza al alzarse para mirar hacia

arriba fue demasiado lento, como si su antigua parálisishubiera puesto su mano sobre ella otra vez. En la últimaocasión que estuvo allí, el toque de Gibbon la habíareducido a una situación próxima a la catatonía. La ruina delReino está sobre tus hombros. Usando ojos, orejas y tactoserás transformada para ser lo que el Despreciativorequiera. Una vez le había implorado a Covenant; Debessacarme de aquí. Antes de que ellos hagan que te mate.

Ahora no suplicó ni trató de rehuir las consecuenciasde sus opciones. Su voz sonó sombría, pero aceptó laexigencia de Covenant.

- Resulta difícil -murmuró-. Esmuy difícil ver más allá delFuego Bánico. Me desea a mí… desea que me arroje al sol.De que desaparezca en él para siempre. -El espanto brillabaen su mirada como si aquella inmolación ya hubieraempezado-. Resulta difícil ver algo más. -Sin embargo, pocodespués, frunció el ceño. Su mirada se hizo más aguda-. PeroGibbon no está allí. No en ese lugar. Sigue en la Fortalezaprincipal. Y no puedo captar ninguna otra cosa. -Cuandovolvió a mirar nuevamente a Covenant, parecía ostentar lamisma severidad de su primer encuentro-. No creo quehayan usado nunca esa torre.

Una sugerencia de alivio comenzó a crecer enCovenant, pero él luchó por desecharla. Tampoco podía

Page 429: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

permitirse aquello. Embotaba su control, permitía que lasinsinuaciones de negrura resbalaran a través de su mente.Esforzándose por estar a la altura de Linden, murmuró:

- Entonces, vamos.Con Nom y Linden, Cail y Fole, caminó adentrándose en

el pasaje; y sus compañeros le siguieron como ecos.Mientras atravesaba el túnel, encogía instintivamente

los hombros, protegiéndose contra un ataque que aúnesperaba que viniese del techo. Pero no se produjo. Lindenhabía descifrado la torre con exactitud. Pronto se halló en elpatio. El sol iluminaba desde lo alto ante él, resaltando lafachada de la Fortaleza y las macizas puertas interiores.

Aquellas hojas de piedra estaban escopleadas,abiseladas y equilibradas para que pudieran abrirsesuavemente hacia el exterior y casar perfectamente al quedarcerradas. Eran lo bastante pesadas para resistir cualquierfuerza que sus constructores hubieran podido concebir. Y sehallaban cerradas, trabadas entre sí como dientes. Las líneassobre las que giraban y donde se unían apenas podíanverse.

- Ya lo he dicho. -Suspiró la Primera tras de Covenant-.Los sinhogar construyeron asombrosamente bien este lugar.

Tenía razón; las puertas parecían dispuestas a resistireternamente.

De repente, Covenant se sintió arrebatado por laurgencia. Si no encontraba pronto una respuesta, ardería

Page 430: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como una yesca. El sol aún no había llegado a la posiciónque habría de ocupar a media mañana, y la flecha del FuegoBánico permanecía suspendida sobre él como una titánicaguadaña lo suficientemente sanguinaria como para segartoda vida del mundo. Las manos de Sunder empuñaban elk rill y la orcrest manteniéndolos preparados, pero parecíasingularmente intimidado por la enorme Fortaleza, porcuanto significaba y contenía. Por vez primera en la ordalíade la Búsqueda, Encorvado parecía vulnerable al pánico,capaz de huir. La piel de Linden era del color de la ceniza.Pero Honninscrave mantenía los puños apretados como sisupiera que estaba cerca de las causas de la muerte deSoñadordelmar, y no tuviera intención de hacerlas aguardarmucho.

Covenant gruñó para sí. Debió haber comenzado elataque la pasada noche, mientras la mayor parte de susamigos dormían. Estaba enfermo de remordimientos.

Con un violento gesto de su brazo, envió a Nom contraaquellas puertas.

El esperpento de arena pareció comprenderinstintivamente. En tres zancadas logró adquirir su máximavelocidad.

Arrojándose con una violencia increíble, cargódirectamente contra la juntura de las trabadas hojas.

El impacto atronó el patio, colapsando los pulmones deCovenant y rebotando como un cañonazo desde la torre. Las

Page 431: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

piedras del suelo se estremecieron; y una vibración que eracomo un gemido, recorrió los contrafuertes. El punto contrael que Nom se lanzara aparecía aplastado y astillado como sien lugar de piedra fuese madera.

Pero las puertas resistieron.La bestia retrocedió como asombrada. Volvió la cabeza

hacia Covenant interrogativamente. Pero al momento,despertó en su interior la ferocidad propia de losesperpentos de arena y comenzó a machacar los portalonescon el estremecedor poderío de sus extremidades.

Lentamente al principio, luego con más y más celeridad,la bestia descargaba aquellos mazazos uno tras otro en unasecuencia cada vez más rápida y dura, aumentando lavelocidad a cada instante, hasta que el patio estuvototalmente invadido por los truenos y la piedra aullaba dedolor. Covenant era responsable de aquello, y las puertasresistían contra el asalto. Fragmentos y esquirlas saltaban entodas direcciones, los graníticos dientes rechinaban unoscontra otros y las losas del patio mismo parecíanestremecerse y bailar. Las puertas todavían aguantaban.

Linden gemía por dentro como si cada uno de losgolpes estuviera dirigido contra sus frágiles huesos.

Covenant empezó a gritar a Nom que se detuviera. Nocomprendía lo que estaba haciendo el esperpento de arena.La visión de un ataque semejante habría desgarrado elcorazón de Mhoram.

Page 432: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero un instante después captó el ritmo de los mazazosde Nom con más claridad, escuchando como aquellavibración se mezclaba con los crujidos de protesta delgranito; y comprendió. El esperpento de arena habíaprovocado una resonancia en las puertas, y cada impactoincrementaba la amplitud y frecuencia de las vibraciones. Sila bestia no se detenía, las puertas se destruirían por símismas.

Bruscamente, un fuego rojo brotó por los contrafuertesque se hallaban directamente sobre los pórticos. AlgunosCaballeros surgieron blandiendo los ruk hs. Eran cuatro ocinco. Al gobernar el Fuego Bánico a unísono, eran muchomás poderosos que un número similar de individuos, ypreparaban una explosión simultánea que arrojara lejos delos portalones a Nom.

Pero Covenant se hallaba preparado para recibirlos.Había estado esperando algo semejante, y su poder estabaansioso por manifestarse, por un pequeño alivio que lepermitiera mitigar la tensión que había en él. Meticuloso ensu desesperación, liberó a la magia indomeñable en defensadel esperpento.

Su poder era una enfermiza mezcolanza de oscuridad yplata, jaspeada y leprosa. Pero de cualquier manera era unpoder, llamas capaces de rasgar los cielos. Cubrió a losCaballeros convirtiendo en escoria sus rukhs y poniéndolosen fuga hacia el interior de la Fortaleza con las túnicas

Page 433: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ardiendo.Nom seguía descargando martillazos sobre las puertas

en un arrebato de éxtasis destructivo como si al fin hubieradado con un obstáculo digno de él.

Honninscrave temblaba por los deseos de lanzarse,pero la Primera lo retenía. La obedeció con la actitud dequien pronto va a estar lejos del alcance de toda orden.

Entonces Nom descargó el golpe final… un golpe tanrápido que Covenant no pudo ver cómo era ejecutado. Pudocantar solamente la brevísima fracción de tiempo durante la.cual los portones pasaron de resistir a resquebrajarse.Aguantaban, y el cambio se produjo como la última succiónde aire antes de que se descargue el huracán; y entoncesdesaparecieron, demolidas por la detonación que los rompiólanzando sus fragmentos en todas direcciones en medio deuna silbante agonía y oleadas de polvo granítico tanespesas que Nom desapareció y la destruida boca de PiedraDeleitosa quedó oscurecida.

Gradualmente el elevado y amplio pórtico se hizo visibleentre la polvareda. Era lo bastante grande para el paso delos. corceles y apropiado para gigantes. Pero el esperpentode arena no reapareció. Los taponados oídos de Covenantfueron incapaces de percibir el resonar de las pisadas deNom cuando la bestia cargó en solitario entrando en laciudad de piedra.

- ¡Oh, Dios mío! -murmuraba Linden una y otra vez- ¡Oh,

Page 434: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Dios mío!- ¡Piedra y Mar! -exclamaba Encorvado como si nunca

hubiese visto con anterioridad a un esperpento de arena enacción.

Los ojos de Hollian estaban llenos de terror. PeroSunder había sido instruido por el Clave en la violencia y elasesinato, y nunca aprendió a amar a Piedra Deleitosa. Surostro brillaba de ansiedad.

Medio ensordecido por el dolor de la piedra, Covenantpenetró en la Fortaleza porque ya sólo le quedaba seguiradelante o sucumbir. E ignoraba lo que Nom podía hacer a laciudad. Corriendo torpemente, cruzó el patio y pasó a travésdel polvo al interior de Piedra Deleitosa como si estuvieradesafiando a su destino,

Instantáneamente sus compañeros se dispusieron alcombate y lo siguieron. Apenas si iba un paso delante deCail y a dos de la Primera, Linden y Honninscrave cuandofranqueó el umbral del enorme vestíbulo de la Fortaleza delna- Mhoram.

Se hallaba oscuro como una tumba.Conocía aquel salón; tenía las dimensiones de una

caverna. Había sido construido por los gigantes para quehubiera un lugar donde los ejércitos de los antiguos Amospudieran concentrarse. Pero el sol penetraba en ángulo ysólo llegaba a poca distancia de la destruida entrada; yalguna rendija de la alta pared parecía absorber la luz; y no

Page 435: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

había más iluminación.Demasiado tarde, comprendió que el vestíbulo había

sido preparado para recibirlo.Con un chasquido, pesadas traviesas de madera

clausuraron la entrada. Una súbita medianoche rodeó algrupo.

Instintivamente, Covenant empezó a liberar una llama desu anillo, pero la retiró de inmediato. Su fuego era ahora deltodo negro, tan corrupto como veneno. No producía luz sinoun alarido que amenazaba su autodominio y pretendíarasgarle la garganta y dividir en dos a Piedra Deleitosa.

Durante un momento de estupor, ninguno se movió nihabló. Las cosas que no podían ver parecían paralizarincluso a la Primera y a los haruchai. Entonces Lindenjadeó:

- Sunder. -Su voz temblaba espantosamente, parecía lade una demente-. Usa el krill. Úsalo ahora.

Covenant intentó lanzarse hacia ella. ¿Qué es esto?¿Qué estás viendo? Pero sus imprecisos oídos no lograbanlocalizarla en la oscuridad. Estaba encarado directamente aSunder, cuando el k r i l l envió un repique de blancorefulgente que resonó a través de la caverna.

No tuvo defensa cuando el penetrante grito de Hollianfue como un eco de la luz:

- ¡El Grim del na- Mhoram!Quedó deslumbrado. ¡E1 Grim! No podía pensar ni ver.

Page 436: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Un envió como aquél había atacado al grupo en una ocasiónanterior; y bajo un cielo abierto aquello mató a Memla na-Mhoram- in, y casi acabó con Linden y Cail. En el espaciocerrado del vestíbulo…

Y dañaría seriamente a Piedra Deleitosa. Habíacontemplado los restos de una aldea sobre la que recayó elGrim: Pedraria Dura, el lugar de nacimiento de Hamako. Lacapacidad de corrosión de la maldición del na- Mhoramhabía reducido a escombros el pueblo entero.

Covenant se volvió para enfrentarse a la amenaza, peroseguía sin poder ver. Sus compañeros se debatían a sualrededor. Durante un loco instante, creyó que estabanhuyendo. Pero entonces Cail le cogió del brazo, desdeñandoel dolor del fuego contenido, y captó la fiera voz de laPrimera.

- Tejenieblas, necesitamos más luz. Escogida, danosinstrucciones. ¿Cómo se puede luchar contra esta fuerza?

De algún lugar más allá de su ceguera, le llegó la réplicade Linden.

- No con la espada. -La angustia enturbiaba suspalabras, y tenía que esforzarse para hacerlascomprensibles-. Tendríamos que lograr su extinción. O darlealgo para que lo queme.

La visión de Covenant se aclaró a tiempo de distinguirla negra y flameante nube del Grim dirigiéndose hacia elgrupo justamente bajo el techo de la caverna.

Page 437: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Confinado en aquel vestíbulo, parecía henchido de unenorme poder.

No se veía a Nom por ninguna parte; pero las rodillas deCovenant podían captar las vibraciones a través del suelocomo si el esperpento de arena estuviera atacando lascámaras interiores de la Fortaleza. O como si la propia PiedraDeleitosa sintiese miedo de lo que Gibbon había desatado.

Desde la entrada llegaba el ruido de madera golpeadamientras Tejenieblas intentaba romper la barrera que sellabael vestíbulo. Pero había sido dotada de toda la solidez deque el Clave era capaz. Chasqueaba y crujía bajo los golpesde Tejenieblas, mas no se rompía.

Cuando la hirviente nube estuvo situada directamentesobre el grupo, estalló con una tremenda y silenciosasacudida que hubiera aplastado a Covenant si Cail nohubiese tirado de él.

En aquel instante, el Grim se convirtió en espantosos ynegros copos que descendían flotando asesinamente,aguzados como lascas de piedra y corrosivos como vitriolo.La densa lluvia del Grim pendía sobre la compañía.

Covenant deseó elevar su fuego para defender a susamigos. Creía que no tenía elección; el veneno y el miedo leurgían a creerlo así. Pero supo con terrible certeza que si enaquel momento desataba la magia indomeñable jamás seríacapaz de refrenarla. Y todas las demás necesidadesacuciantes nunca serían satisfechas. Aborreciéndose a sí

Page 438: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mismo, contempló sin hacer nada como los terribles coposque se dirigían hacia él y quienes amaba.

Fole y otro haruchai se llevaron a Linden junto al muromás próximo, lo más leios posible del centro del azote delGrim. Harn tiró de Hollian, pero ella se negó a dejar aSunder. Cail estaba dispuesto a arrastrar, a acarrear aCovenant si era necesario. La Primera v Honninscrave seprotegían con los brazos, confiando en que la inmunidad alfuego propia de los gigantes sería eficaz contra los copos.Buscadolores había desaparecido como si pudiera sentir lacontención de Covenant y nada más le preocupase.

Destellando ala luz del krill, aquellos copos se mecíanen lento descenso.

Y Sunder aguardaba para afrontarlos.Lanzó desde el orcrest una roja saeta de llamas del Sol

Ban que comenzaron a incendiar los oscuros fragmentos enpleno aire.

Aquella irradiación consumía cada copo que tocaba.Con asombroso valor o abandono, se enfrentaba solo alGrim. Pero los copos caían a millares. Eran demasiados paraél. Apenas si podía va mantener limpio el aire sobre sucabeza para proteger a Hollian y a sí mismo.

Entonces se le unió Encorvado. Incongruentementelisiado y gallardo al mismo tiempo, el gigante atacó tambiénel Grim usando como única arma las bolsitas de vitrim auellevara consigo desde el rhvshvshim de Hamako. Las iba

Page 439: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vaciando una tras otra sobre los copos.Cuando el líquido los tocaba, se convertían en cenizas y

caían inofensivamente.En su semblante se dibujaba una mueca de contrariedad

ante la pérdida de su cuidadosamente atesorado licorvigorizante de los wavnhim. pero mientras duró lo utilizó condeliberada generosidad.

Honninscrave descargó un puñetazo sobre el primercopo aue se acercó a su cabeza, lanzando de inmediato uninvoluntario gemido cuando la negra corrosión mordió sumano. El Grim había sido concebido para destruir la piedra, yninguna carne mortal estaba inmunizada contra él.

La cueva comenzó a girar alrededor de Covenant. Suinsostenible situación lo estaba volviendo loco.

Pero en aquel momento, una gigantesca astilla atravesóel aire, y la barricada de madera cayó bajo el ataque deTejeniebías. En el vestíbulo penetró más luz, ayudando a laagilidad de los haruchai para esquivar el Grim. Y otrasastillas siguieron a la luz. Tejeniebías estaba desgarrando lamadera con ferocidad y arrojaba los fragmentos hacia elgrupo.

Lo s haruchai interceptaban los trozos menores parautilizarlos como palos con los que despejar el aire de loscopos del Grim. Pero la Primera, Honninscrave y luegoEncorvado atrapaban los pedazos grandes. En un instante,todo el grupo estuvo provisto de madera. La Primera

Page 440: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

manejaba una viga tan alta como ella como si fuese unbastón. Honninscrave esparcía los copos que pendían sobreSunder y Hollian. Encorvado saltó en defensa de Linden conuna enorme traviesa en cada mano.

El Grim destruía la madera casi instantáneamente. Cadacopo convertía el instrumento que tocaba en carbón. Pero labarricada había sido enorme, y Tejeniebías la atacaba con lafuria de un demonio, enviando una corriente continua defragmentos que resbalaban por el suelo hasta llegar a lasmanos que los necesitaban.

Otro copo cayó sobre el hombro de Honninscravearrancándole un alarido; pero siguió luchando como si sehallara de nuevo en la caverna del Árbol Ünico y tuviera aúnuna posibilidad de salvar a su hermano.

Tres haruchai llevaban a Linden de un lado a otrocomo a una niña. De aquella manera eran capaces demantenerla fuera del alcance del Grim con mayor eficaciaque si uno solo hubiera intentado protegerla. Pero teníandificultades. Dos de ellos ya habían sufrido quemaduras; ysegún Covenant miraba, otro negro jirón pareció estrellarsecontra la pierna izquierda de Fole. Éste se balanceó sobre laderecha como si su dolor careciese de importancia y sostuvoa Linden cuando se lanzaba hacia él.

Alrededor de la caverna, los copos empezaban adetonar estrellándose contra el suelo, abriendo hoyos deltamaño de una mano de gigante en la bruñida piedra. Un

Page 441: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

acre humo saturaba el aire como si el granito se estuvieraquemando.

Durris, Harn y dos haruchai más blandían varas yesquirlas en torno a los pedrarianos. Sunder liberó unafrenética descarga de rojizo poder contra el Grim. La Primeray Honninscrave se debatían como dementes, gastando lamadera con tanta rapidez como Tejenieblas se lasuministraba. Encorvado siguió el ejemplo de su esposaprotegiendo la espalda de ésta con tablones y maderos. Aúnle quedaba una bolsa de vitrim.

Y Cail iba esquivando el peligroso diluvio llevando aCovenant sobre un hombro como si fuese un saco de grano.

Éste era incapaz de hallar aliento para gritar. El hombrode Cail le obligaba a expeler el aire de sus pulmones. Perodebía hacerse oír de alguna manera.

- Sunder -jadeó-. Sunder.Por intuición o inspiración, el haruchai lo entendió.

Con un vigor y agilidad que desafiaban la creciente lluvia delGrim, condujo a Covenant hacia el Gravanélico.

Un instante después, estaba en pie junto a Sunder. Elvértigo giraba en torno a él; carecía de equilibrio. Sus manoseran demasiado insensibles como para sentir el fuego quecrecía por momentos en él. Si hubiera podido ver la cara deSunder, habría gritado porque tenía una expresión tensa yfrenética debida al agotamiento. Mas la luz del krilldestellaba ante los ojos de Covenant. En la caótica caverna,

Page 442: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aquella brillantez era el único punto de anclaje que lequedase.

El grupo había sobrevivido durante un tiempomilagrosamente largo. Pero el Grim parecía no tener fin, ypronto hasta los gigantes y los haruchai cederían. Aquelenvío era mucho peor que el sufrido por Covenant conanterioridad porque se producía en un espacio cerrado, yporque estaba siendo alimentado directamente por el FuegoBánico. A través del ruido de las pisadas y las explosionesdel fuego, oyó a Linden maldecir el dolor de quienes lamantenían con vida, gentes a las que no podía auxiliaraunque sintiese sus heridas como ácido sobre su propiacarne. Covenant no tenía nada a qué recurrir excepto al krill.

Lanzándose hacia Sunder empuñó con ambas manos lahoja de Loric. No sintió cómo el borde cortaba sus dedos nivio la sangre. Temía que el choque de su peso contra él,fuera excesivo para Sunder, pero éste pudo resistir de algúnmodo la colisión, logrando mantener enhiesto a Covenantpor un instante.

Y ese instante fue bastante prolongado. Antes de caerdesmayado en los brazos del Gravanélico, Covenant envióun angustioso estallido de magia indomeñable y amenazamediante la gema del krill.

Su poder tenía ahora la negrura del Grim. Pero su deseoera puro; y cayó sobre el k rill tan repentinamente que lagema no se vio mancillada. Y de la gema la luz brotó como de

Page 443: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un limpio fragmento de sol. Su fulgor pareció dividir en dosel velo que oscurecía a Piedra Deleitosa, mostrando laestructura esencial del granito. La luz brilló a través de lacarne y la piedra, despejando toda sombra y vestigio deoscuridad, iluminando hasta los últimos rincones delvestíbulo y las alturas del abovedado techo. Si sus ojoshubieran tenido la penetración de aquélla, en aquel instantehubiera visto el profundo corazón de la gran Fortaleza y aGibbon preparándose para huir hacia el lugar que habíaelegido para ocultarse. Pero Covenant estaba ciego antetales cosas. Apoyaba la frente en el hombro de Sunder yestaba cayéndose.

Cuando se apartó del jadeante pecho del Gravanélicotrató de recuperar su equilibrio contra el vértigo, el momentode su poder había pasado. La caverna se hallaba iluminadasólo por los reflejos del sol procedentes de la entrada y eldestellar habitual del krill. Sus compañeros se encontrabana diferentes distancias de él; no obstante, mientras la cabezale daba vueltas parecía no tener ni idea de quiénes eran.

Pero el Grim había desaparecido. Los negros coposhabían sido eliminados. Y aún conservaba el dominio de lamagia indomeñable.

No podía conseguir que la piedra que estaba bajo suspies dejase de girar. Indefenso, se aferró al primer haruchaique se le acercó. La insensibilidad de sus pies y manos sehabía propagado a otros sentidos. Su mente se hallaba

Page 444: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

bloqueada. No oía nada salvo el lejano retumbar de lostruenos, como si el sol que se hallaba más allá de PiedraDeleitosa, se hubiera convertido en un Sol de Lluvia.

Sus pensamientos se enredaban. ¿Dónde se encontrabaNom? ¿Dónde estaban los aldeanos y haruchai que aún nohabía matado el Clave? Gibbon debía estar escondido enalgún lugar. ¿Cuál sería su siguiente paso? El venenopervertía a Covenant, y el terrible esfuerzo de contener taninflamada violencia le estaba arrebatando la cordura. Creíaestar hablando en voz alta, pero mantenía las mandíbulasinmóviles y apretadas. ¿Por qué no acalla alguien esecondenado trueno para que pueda oírme a mí mismo?

Pero el retumbar no cesaba; y la gente que lecircundaba se ocupaba en reponerse de la fatiga y lasheridas. Apenas si oyó el grito de guerra de la Primeracuando desenvainó la espada.

Luego le asaltó la oscuridad desde el extremo delvestíbulo, y vio que los Caballeros habían lanzado a suscorceles sobre ellos.

La urgencia clarificó un poco su mente. Los haruchai leapartaron del lugar y fue recogido por otras manos. Sedescubrió junto a Linden en la retaguardia del grupo, consolo Tejenieblas entre la entrada y ellos. Todos los haruchaique les rodeaban se hallaban heridos. Eran quienes nohabían marchado junto a la Primera y Honninscrave paraafrontar la carga de los corceles. Sunder y Hollian se

Page 445: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

encontraban solos en el centro de la estancia. Ella lesostenía mientras él trataba con toda urgencia de interferir eldominio del Clave sobre las bestias. Pero el cansancio lohabía debilitado y el Fuego Bánico estaba demasiado cerca.No podía bloquear el ataque.

Al menos una veintena de fieros corceles avanzaban,precedidos por el ruido que sus cascos arrancaban de lapiedra.

Los haruchai que protegían a Covenant y a Linden sehallaban gravemente dañados. Fole se erguía descansandola pierna izquierda en un charco de su propia sangre. Harnpresentaba una gran quemadura en una cadera. Los otroscuatro haruchai se hallaban casi mutilados por heridasdiversas. El aire humeaba todavía por los copos del Grim yel miedo.

Las bestias atacaron con un grito de furia animal; yCovenant anheló aullar con ellas porque todo aquello loanonadaba y se hallaba lejos de su propósito y los dedos desu voluntad se iban deslizando minuto a minuto de sucontrol sobre la ruina del mundo.

Un latido de corazón más tarde, el alarido resonó otravez tras él como un eco. Dominando el vértigo, se volvió atiempo de ver a Tejenieblas caer bajo los cascos de otroscuatro corceles.

El gigante había permanecido en la entrada paraproteger la retaguardia del grupo. Pero se hallaba atento al

Page 446: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

combate, al peligro de sus compañeros. El regreso de lasbestias que Sunder había puesto en fuga con anterioridad lecogió por sorpresa. Surgieron a sus espaldas, arrojándolecontra la piedra. Luego irrumpieron en el interior dejándoleatrás, con los sanguinarios ojos llameando como chispas deFuego Bánico.

Covenant no podía soportar el modo en que Harn yotros dos h a ru ch a i se arrojaron hacia una paredinterponiéndose entre él y los corceles. Fole y los demás sellevaron a Linden hacia la pared opuesta para dividir elataque. Los heridos y valerosos h a ru c h a i estabanafrontando la inconmesurable ferocidad de las monturasforjadas por el Sol Ban.

¡Tú, bastardo!, le gritó Covenant a Gibbon como siestuviera llorando. ¡Tú, bastardo sanguinario! Y porquenada más le quedaba, se centró en su propio veneno ydispuso su fuego para que ningún otro haruchai tuvieseque morir por su causa.

Pero nuevamente los había subestimado. Dos corcelesviraron hacia Linden; los otros dos fueron por él. Harn seinterpuso, y esperó. Se hallaba entre Covenant y las bestias,impidiendo que Covenant pudiera alcanzarlas. Tuvo quecontemplar como Harn se lanzaba a la piedra justamente bajolos cascos de los animales.

Rodó bajo el vientre de una de ellas aferrando conambas manos su espolón izquierdo.

Page 447: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Incapaz de detenerse, el corcel cayó al suelo. En la caídase quebró la rodilla, y simultáneamente hundió el ponzoñosoaguijón en su propio cuerpo.

Aullando, la bestia lo apartó de sí. Sus colmilloshendieron el aire. Pero no podía levantarse con la pata rota yel veneno estaba ya haciendo su efecto.

Junto a la entrada, Tejenieblas trataba de ponerse enpie. Pero tenía uno de los brazos doblado en un inconcebibleángulo y el otro parecía demasiado débil para sostenerle.

Al caer el primer corcel, un segundo acometió aCovenant. Luego, frenó con las cuatro patas para evitarsechocar contra el muro. Parecía inmenso al alzar los cascos yespolones sobre Covenant y sus defensores.

También los Ranyhyn se habían encabritado contra élen otra época, y se sintió incapaz de moverse.Instintivamente, se sometió al vértigo. Esto lo desequilibróhaciendo que se deslizara hacia la derecha.

Cuando las patas delanteras descargaron fueronatrapadas, cada una por un haruchai.

Covenant ni siquiera conocía sus nombres, peroresistían la fuerza de los cascos como si su carne fuesegranito. Uno de ellos tenía un brazo quemado y no podíamantener su presa; se vio compelido a dejar que la patapasase por encima de su hombro para evitar el espolón. Perosu compañero aguantó el forcejeo hasta que el espolón sedesgarró quedando entre sus manos.

Page 448: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Instantáneamente lo hendió como si fuera un clavo enla base del cuello del corcel.

Entonces el suelo ascendió y golpeó el pecho deCovenant. En aquel momento, le fue posible ver todas lascosas. Pero no le quedaba aire en los pulmones y habíaolvidado la forma de controlar sus miembros. Incluso elfuego que albergaba estuvo detenido durante un instante.

Lo s haruchai que no habían sido heridos estabancausando estragos entre las bestias que atronaban elextremo opuesto del salón. Honninscrave empleaba suspuños como mazos, midiendo su potencia y ferocidad contrala potencia y ferocidad de los corceles. Encorvado golpeabauna y otra vez como si se hubiera convertido temporalmenteen un guerrero parecido a su esposa. Pero la Primera lossuperaba a todos: había sido entrenada para el combate, ydescargaba tajos a diestro y siniestro con la espada como siésta careciese de peso en sus férreas manos, abatiendo a loscorceles que tenía cerca.

Tan sólo una de las bestias logró cruzar entre ella y suscompañeros para lanzarse sobre Sunder y Hollian.

El Gravanélico trató de dar un paso al frente, peroHollian lo detuvo. Arrebatándole la orcrest y el k rill losblandió en alto ante el corcel. La llama rojiza y un blancofulgor irradiaron de sus manos amedrentando de tal modo ala bestia que ésta se apartó.

Y Cail la atrapó y la mató como si no fuese varias veces

Page 449: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

más pesada y voluminosa que él.Pero los haruchai que protegían a Linden no fueron tan

afortunados. Disminuidos por las heridas, no podían igualarlas proezas de los suyos. Fole intentó hacer lo que Harnhabía hecho; pero las piernas le fallaron y el corcel se liberóde su agarre. Después, arremetió contra otro haruchai,aplastándolo con tal fuerza contra el muro que a Covenant lepareció que volvía a presenciar cómo Hergrom eramachacado por un esperpento de arena. El tercer haruchaiapartó a Linden un momento antes de que un casco legolpeara de lado en la cabeza. Se le doblaron las rodillas y sederrumbó en el suelo. Covenant no había visto nunca a unharuchai desplomarse de ese modo.

Fole hizo ademán de lanzarse en pos de Linden, perouna coz en el hombro lo apartó de su objetivo.

Entonces, los corceles se precipitaron sobre Linden.Su rostro estaba iluminado por la luz que se reflectaba

desde el patio. Covenant esperaba ver pánico, parálisis,horror; e inhaló aire preparándose para desencadenar supoder con suficiente rapidez para ayudarle. Pero susemblante no delataba temor alguno. La concentración loafilaba; sus ojos apuñalaban a las bestias. Cada línea de surostro resultaba tan precisa como una orden.

Y los corceles vacilaron. Durante un momento,permanecieron parados. De alguna manera y sin saber enqué apoyarse, había introducido su percepción en sus

Page 450: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mentes, confudiéndolas.Sus mentes eran feroces, y el Fuego Bánico fuerte. No

podía retenerlos más de un momento. Pero fue suficiente.Antes de que se recobrasen, Tejenieblas cargó sobre

ellos con el ímpetu de un ariete.En una ocasión, había dejado a Linden en peligro

porque no había sido capaz de escoger entre ella yHonninscrave; y aquel error lo había estado carcomiendodesde entonces. Pero ahora tenía ante sí la ocasión decompensar aquello, y ningún dolor ni debilidad lo pararían.Desdeñando sus heridas, se lanzó a rescatar a Linden.

Su brazo derecho colgaba inerte a su lado, pero elizquierdo aún era poderoso. Su ataque inicial lanzó haciaatrás a ambos corceles. Uno de ellos cayó de costado; y él losiguió inmediatamente descargándole un puñetazo que hizorebotar la cabeza contra la dura piedra, produciendo unnauseabundo sonido; su cuerpo tembló y, después sequedó inmóvil.

Al volverse, se encontró frente al segundo corcelcuando éste se erguía para atacarle. Cogió el cuello de labestia con la mano izquierda atenazándolo con sus dedospara estrangularlo.

Los colmillos de la bestia buscaron su rostro. Los ojosllameaban demencialmente. Le desgarraba los hombros conlos cascos delanteros, hiriéndole con los espolones. Lasangre bajaba por sus costados. Pero Linden le había

Page 451: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

salvado la vida en una ocasión, estando peor herido de loque estaba ahora, y después él le había fallado. No volveríaa ocurrir.

Retuvo a la bestia hasta que Fole y otro haruchaifueron en su ayuda. La atraparon por las patas delanterasvolviendo los espolones contra ella. Al momento, el corcelmurió. Tejenieblas lo dejó caer pesadamente al suelo. Susmúsculos comenzaron a temblar mientras el veneno se abríapaso en su interior.

Entonces, la lucha terminó. Los jadeos y el silencio seproyectaban desde el lejano final del vestíbulo. Haciendo ungesto de dolor, Covenant se puso en pie para dirigirsedesesperadamente hacia Linden y Tejenieblas.

Ella no había sufrido daños. Tejenieblas y los haruchailo habían impedido recibiéndolos en su lugar. Linden llorabacomo si las heridas de sus amigos hubieran sido grabadasen su corazón. Pero el gesto de su boca y los ángulos de susmejillas estaban afilados por la cólera. Parecía una mujer quenunca volvería a quedarse paralizada. Si hubiese hablado,podría haber dicho; Déjale intentarlo. Deja que ese malditocarnicero lo intente.

Antes de que Covenant pudiera pronunciar una solapalabra, la Primera llegó junto a él.

Jadeaba triunfante. Le brillaban los ojos v su espadatenía manchas de sangre seca. Pero no habló de las cosasque aquello sugería. Cuando se dirigió a él, sus palabras le

Page 452: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cansaron sorpresa.- El capitán se ha marchado -dijo entre dientes-. Se ha

adentrado en persecución de su objetivo. No sé lo quebusca… pero temo que lo encontrará.

Tras ella, Encorvado boqueaba como si sus esfuerzoshubieran rasgado los tejidos de sus estrechos pulmones.Tejenieblas temblaba entre convulsiones mientras el venenodel corcel se extendía por su interior. El rostro de Sunderestaba ceniciento a causa del cansancio; Hollian tenía quesujetarlo para que se mantuviera en pie. Seis de los haruchaihabían sido quemados por el Grim ycasi mutilados, y otro sehallaba en una situación similar a la de Tejenieblas,traspasado por un espolón durante la lucha. Buscadoloresse había evaporado. Linden parecía tan amarga como elácido.

Y Honninscrave se había marchado. No se habíamarchado. Buscaban sus peculiares concepciones de laruina en el corazón de Piedra Deleitosa.

Demasiadas vidas. Demasiado dolor. Y Covenant noestaba más cerca de su propósito que el vestíbulo de laFortaleza del na- Mhoram.

¡Qué desastre! Penso con tristeza. Esto ha sidoexcesivo. De aquí en adelante no aceptaré nada igual.

- Linden -dijo apagadamente. El fuego enronquecía suvoz-. Dile a Encorvado como ha de tratar a esa genté.

Por un instante, los ojos de ella se dilataron. Él temió

Page 453: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que le contradijera. Era médico; siete haruchai y Tejenieblasnecesitaban su ayuda. Pero ella pareció comprender.También el Reino necesitaba curación. Y ella misma teníaheridas que exigían ser atendidas.

Dirigiéndose a Encorvado, dijo:- Debe quedarte algo de vitrim. -Pese al Fuego Bánico,

sus sentidos se habían vuelto agudos e inmunes a laconfusión-. Aplícalo en las quemaduras. Dale diamantina atodo el que esté herido. -Luego volvió la cabeza y miródirectamente a Covenant-. El brazo de Tejenieblas puedeesperar; pero el voure es lo único que puede ayudarnoscontra el veneno, al menos que yo sepa.

Él no vaciló, no le quedaba vacilación.- Cail -dijo-, tú conoces Piedra Deleitosa. Y conoces el

voure. -Era la savia destilada que empleaba el Clave paraprotegerse de los efectos del Sol de Pestilencia, y que unavez había salvado la vida de Cail-. Dile a los tuyos queencuentren un poco. -No quedaban más de cuatro haruchaiindemnes-. Y diles también que hagan que Sunder y Hollianles acompañen. -Hollian tenía experiencia con el voure-. Porel amor de Dios, mantenedlos a salvo.

Sin aguardar respuesta, se dirigió a la Primera.- Tenías el deber de asegurar nuestra retirada. -El tono

era espeso como sangre. Les había dicho a todos suscompañeros que permaneciesen fuera de Piedra Deleitosa yninguno le obedeció. Pero ahora sí lo harían. No iba a

Page 454: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aceptar negativas-. Pero es demasiado tarde para eso. Quieroque vayas tras Honninscrave. Encuéntralo como sea. Nodejes que haga lo que se propone.

Luego se volvió de nuevo a Cail.- Yo no necesito ser protegido. No por más tiempo. Pero

si quedan algunos presos, algunos aldeanos o haruchai queel Clave no haya inmolado todavía, necesitarán avuda.Ábrete paso hasta allí de algún modo. Libéralos. Antes deque sirvan de alimento al Fuego Bánico. Linden y yo vamosa ir tras Gibbon.

Ninguno de sus compañeros protestó. Resultabaimposible contradecirlo. Tenía el mundo en sus manos y supiel parecía hacerse trasparente por momentos, de maneraque el negro poder que le corroía se mostraba cada vez conmás claridad. La sangre se derramaba por sus cortadosdedos, pero la herida no le producía dolor. Cuando Lindenindicó el lejano final del vestíbulo, partió en esa direccióncon ella, dejando tras él todas las necesidades y problemaspara los que no tenía fuerzas ni tiempo. Dejaba atrás aSunder y Hollian de quienes dependía el futuro, mas tambiéna la Primera y a Encorvado que le eran tan queridos; aTejenieblas sumido en convulsiones y a los generososharuchai. Los dejaba atrás no como a estorbos sino como aseres demasiado queridos para ser puestos en peligro.Tampoco hubiera querido que Linden corriese tal suerte,pero necesitaba que lo guiara… y que lo sostuviera. Se

Page 455: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hallaba dominado por el vértigo. El ruido de sus pasos eracomo un crujido de hojas secas; y sentía que se estabadirigiendo al lugar donde todas las cosas se marchitaban.Pero no miró atrás ni se desvió.

Cuando salieron de la caverna para entrar en laslaberínticas sendas construidas por los gigantes en la granFortaleza, fueron repentinamente atacados por un pequeñogrupo de Caballeros. Pero la proximidad del fuego de rukhdesencadenó el del anillo; y los Caballeros fueronarrastraron por una corriente de medianoche.

Al principio, durante un corto recorrido, la oscuridadfue absoluta. Sin embargo, más adelante, ardían las luceshabituales de la ciudadela y las antorchas humeaban en sussoportes a lo largo de las paredes. Ningún fuego encendidopor los Amos había humeado jamás: las llamas no dañabanla esencia de la madera. El Clave mantenía aquellos pasajesalumbrados para que Gibbon pudiera desplazar a susejércitos de uno a otro lado, pero ahora se hallabandesiertos. Resonaban como criptas. Demasiada belleza habíamuerto allí, deshecha por el tiempo o la maldad.

Covenant percibió los ruidos de un renovado combatetras él y sus hombros se encogieron.

- Pueden cuidar de sí mismos- lo animó Linden,guardando el miedo que sentía por sus amigos entre losdientes-. Por aquí.

Covenant se mantuvo junto a ella cuando giró hacia un

Page 456: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pasillo lateral y empezó a bajar una larga serie de escalerashacia los cimientos de Piedra Deleitosa.

Su percepción del Delirante era segura. Por tanto, si aveces escogía caminos que no conducían a su meta eradebido a su desconocimiento de la Fortaleza, no a quedudase del lugar en que se encontraba éste. De vez encuando, surgían Caballeros de la nada para atacarlos yretirarse de inmediato como si desencadenaran las llamas sinotro motivo que el de señalizar la ruta de Covenant dentro dela Fortaleza. No planteaban ningún peligro en sí, ya que losrechazaba instantáneamente y por completo. Mas tras cadaembestida, se acentuaba su vértigo y se debilitaba sucontrol. Su habilidad para contener el negro delirio decrecía.Tenía que apoyarse en Linden como si ella fuese uno de losharuchai.

El camino que escogía siempre iba en descenso; y alcabo de un rato él sintió una enfermiza convicción de quesabía hacia dónde se estaba encaminando; el lugar dondeGibbon había decidido poner en juego su destino. El sitio enel que la más mínima violencia causaría el máximo daño. Elantebrazo le latía como si le acabaran de morder. EntoncesLinden abrió una pequeña y pesada puerta que daba accesoa una cámara que en tiempos había sido una sala de reunión,con cortinas cubriendo los muros y un amplio hueco deescaleras abriéndose bajo ellos. Ahora estaba seguro. Lanoche surgía en oleadas desde las profundidades. Creyó

Page 457: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que iba a caerse. Pero no lo hizo: ella le sostuvo. Únicamentelo rodeaban sus propias pesadillas cuando iniciaron elprolongado descenso hasta el lugar en el que Gibbon trataríade quebrantarlo.

De repente, ella se detuvo, girando para mirar haciaarriba. Un hombre bajaba por las escaleras tansilenciosamente como si tuviese alas. Poco después se lesunió el haruchai.

Cail.Miró hacia Covenant. Ni la urgencia aceleraba su

respiración, ni la desobediencia le avergonzaba.- Ur- Amo -dijo-, vengo a informarte de lo que sucede

arriba.Covenant parpadeó ante él, pero el nauseabundo

remolino de su visión lo emborronaba todo.- Por fortuna el voure ha sido encontrado a tiempo. El

grupo se encuentra peligrosamente sitiado en este momento.Es un combate que entristece el corazón -hablaba como si élno lo tuviese, -porque en su mayor parte lo están librandoquienes no debieran. Además de los Caballeros, hay muchosotros que sólo sirven al Clave y a Piedra Deleitosa. Soncocineros y pastores, artesanos y sirvientes que se ocupande la limpieza, las chimeneas y los corceles. No estánpreparados para luchar y es vergonzoso matarlos. Sinembargo ni cejan ni retroceden. Están poseídos. No aceptannada salvo su propia matanza. Cuando los abate, Encorvado

Page 458: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

llora como ningún haruchai lo ha hecho jamás. -Cail hablabasin inflexiones, pero el modo en que Linden apretaba el brazode Covenant, contenía un temor visceral ante la emoción queCail proyectaba-. El voure y el vitrim permiten que el grupose defienda -prosiguió-. Y la prisión ha sido abierta.Encontramos a Stell y unos cuantos haruchai más, pero aningún aldeano. Ahora están apoyando a nuestroscompañeros. El Gravanélico y la eh- Estigmatizada seencuentran bien, pero no se ve el menor rastro de la Primeray el capitán.

Entonces se detuvo. No solicitó permiso parapermanecer junto a Covenant, su actitud delataba que notenía intención de marcharse.

Como Covenant no decía nada, Linden lo hizo por él,suspirando:

- Gracias. Gracias por venir.Su voz era como un lamento por tantos hombres y

mujeres inocentes que eran sacrificados en nombre deGibbon; y por sus compañeros, que carecían de laposibilidad de actuar de otra forma.

Pero Covenant había dejado atrás la preocupación porel quebranto y las pérdidas, convirtiendo en inflexible supropósito, pasando de un dolor inconmensurable a una furiatotal. Cuando los abate, Encorvado llora como ningúnharuchai lo ha hecho jamás. Tenía que ser cierto, Cail nomentiría. Pero tan sólo se trataba de una gota más que caía

Page 459: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sobre el océano de la crueldad del Amo Execrable. No podíapermitirse que aquella situación continuara.

Se desprendió del vértigo y del agarre de Linden, ycomenzó a bajar de nuevo.

Ella pronunció su nombre sin obtener respuesta. ConCail a su lado, se apresuró tras él.

El camino no resultó demasiado largo. Muy prontoalcanzó el final de la escalera, deteniéndose frente a un muroliso que hacía pensar en otro muro en el que había unapuerta invisible que él había visto solamente una vez y quenunca había intentado abrir. Ni sabía como hacerlo. Mas noimportaba. Lo que importaba era que Gibbon había escogidoaquel lugar, aquel lugar, como campo de batalla. Eldesánimo aumentó la presión y casi llegó a romper el nudodel autodominio de Covenant.

Pero no tuvo que pedir ayuda para abrir aquella puerta.Se abrió hacia dentro obedeciendo la orden de Gibbon,permitiendo el acceso de Covenant, Linden y Cail hasta unode los más inapreciables tesoros de los antiguos Amos.

A la Sala de las Ofrendas.Permanecía intacta a pesar de los siglos que habían

transcurrido. La atmósfera tenía un olor acre debido a lasantorchas que Gibbon había dispuesto para su uso,obteniendo luz de la destrucción. Y aquella clase de luz nohacía justicia a las maravillas de la inmensa caverna. Perotodas las cosas que vio Covenant seguían sin mácula.

Page 460: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El legado de los Amos expuesto a un futuro que losdespreciaba.

Los constructores de Piedra Deleitosa no habíantrabajado mucho en la espaciosa cueva. La habían provistode un suelo pulimentado, pero sin tocar la piedra original delas paredes ni las toscas columnas que se alzaban enormespara sostener el techo y el resto de la Fortaleza. Pero aquellacarencia de acabados servía al propósito para el que habíasido concebida la Sala. De todas formas, la tosquedad de lassuperficies hacía resaltar la labor de los incomparablesartesanos del antiguo Reino.

Los tapices y las pinturas colgaban de los murosdesafiando el deterioro de siglos, preservados por algunatécnica de los artistas o por la calidad de la atmósfera de laSala. Entre las columnas, se erguían grandes tallas yesculturas. Piezas más pequeñas descansaban sobreanaqueles de madera diestramente fijados a la piedra. Habíanmuchas y diferentes telas colocadas como adornos; pero lasrestantes obras habían sido realizadas en madera o piedra,los dos materiales básicos que el Reino una vez reverenciara.La Sala no contenía metal de ninguna clase,

Covenant no había olvidado aquel lugar, jamás podríaolvidarlo, pero al verlo creyó que no recordaba sumagnificencia. Pareció devolverle todas las cosas en uninstante, todo lo que atesoraba o aborrecía su mente: Lena yAtiaran, amor y violación, la arriesgada e inquebrantable

Page 461: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

compasión de Mhoram, la sabiduría carente de escrúpulosde los ur-viles, Kevin acometido por la desesperación, losRanyhyn tan orgullosos como el viento, y los hombres deRaat, obstinados como la Tierra. Y gigantes, gigantes portodas partes, gigantes maravillosamente representados consu lealtad, aflicción y grandeza plasmada en ellos como si lostapices, las esculturas y tallas constituyeran una prueba desu persistencia. Allí los habitantes del Reino habíandemostrado lo que podían hacer cuando vivían en paz.

Y justo allí, en aquel lugar lleno de historia y belleza, elDelirante Gibbon había decidido desafiar a Covenant por lasupervivencia de la Tierra.

Covenant entró con total inconsciencia, como siestuviera ciego ante el umbral de locura que se abría a suspies, y se dirigió al encuentro del na-Mhoram.

Rígido en su negra túnica y la casulla escarlata, con elbáculo de hierro preparado y los enrojecidos ojos brillantes,Gibbon se erguía sobre un mosaico que giraba en el centrodel suelo. Covenant no había visto aquel mosaico conanterioridad, debía haber sido colocado después de suúltima visita. Estaba formado por pequeñas lascas del colorde la aliantha y de la agonía; representaba a KevinPierdetierra ejecutando el Ritual de Profanación. A diferenciade la mayor parte de las obras que allí había, no conteníaninguna afirmación subyacente. En vez de ello, expresaba elterrible y extremo suplicio de Kevin como si aquello fuera

Page 462: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una fuente de satisfacción.Gibbon se había situado sobre el corazón del

Pierdetierra.Junto al mosaico, se hallaba Honninscrave arrodillado

sobre la piedra.La entrada de Covenant en la Sala de las Ofrendas, no

hizo que el gigante levantase la vista, a pesar de que la únicaparte del cuerpo que podía mover era la cabeza. Mediantealguna artimaña del poder del Delirante Gibbon,Honninscrave se hallaba pegado al suelo. Al arrodillarse, sehabía hundido hasta la mitad de muslos y antebrazos en loque parecían arenas movedizas. De inmediato, éstas sehabían solidificado en torno a él aprisionándolo porcompleto.

Sus ojos miraban desesperados al fracaso de su vida.La pérdida cubría su rostro con las cicatrices de losrecuerdos de Soñadordelmar y del Gema de la Estrella Polar.

Y el na- Mhoram.- ¿Lo ves, Incrédulo? -Su voz era sangrienta y ávida-.

Ninguna incredulidad te salvará ahora. Tan sólo teperdonaré si te arrastras ante mí.

En respuesta, Cail dejó atrás a Covenant saltando haciaGibbon como si creyera que podía destrozar al Delirante.

Pero Gibbon estaba preparado. Apretó el puño sobre elbáculo y las llamaradas saltaron del triángulo abierto que loremataba.

Page 463: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Un involuntario gemido desgarró a Honninscrave.Cail quedó clavado en seco, de pie y casi temblando, a

poca distancia del na- Mhoram.- Te conozco, haruchai. -Murmuró suave y cruelmente

el Delirante-. Aquél ante quien tú te humillas no osaríaatacarme, porque venera las reliquias de sus difuntosantepasados y teme dañarlas. Valora una Tierradesaparecida. Mas tú no posees la estupidez de esosescrúpulos. Sin embargo eres estúpido. Tú no querrásobligarme a acabar con la vida de este gigante loco quequiso enfrentarse a mí y me creyó tan insignificante como éles.

Cail giró sobre sus talones, volviendo al lado deCovenant. En su semblante no se delataba ninguna emoción.Pero el sudor le bañaba las sienes, y los músculos de losextremos de sus ojos se tensaban y distendían al compás delos latidos de su corazón.

Linden intentó maldecir, pero las palabras sonaroncomo una apagada queja. Instintivamente, se había situadodetrás de Covenant.

- ¿Lo oís? -continuó Gibbon alzando la voz de maneraque contaminase hasta los últimos rincones de la gran Sala-.Estáis todos locos y no levantaréis contra mí ni un dedo niuna llama. No haréis nada excepto humillaros a mi capricho omorir. Estás vencido, Incrédulo. Temes destruir lo que amas.Tu amor es cobardía, y tú estás derrotado.

Page 464: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La garganta de Covenant se cerró como si estuvieraasfixiándose.

- Y tú, Linden Avery. -La crueldad del desprecio del na-Mhoram llenaba el aire-. Conociendo mi toque te hasatrevido conmigo otra vez. Y a eso lo llamas una victoriasobre ti misma, creyendo expiar con tal locura la maldad quecontienes. Imaginas que te hemos subestimado y que erescapaz de rechazar el Desprecio, pero tu creencia es pueril.Todavía no has probado los abismos de tu Profanación. ¿Looís todos? -gritó súbitamente, exaltado por la maldad-.¡Estáis condenados más allá de toda descripción, y yo meagasajaré con vuestras almas!

Dividida entre el ultraje y el horror visceral, Lindengemía entre dientes. Había llegado tan lejos porque amaba aCovenant y aborrecía el mal, pero Gibbon la aterraba hastaen los últimos nervios y fibras de su ser. Su rostro estabatan pálido como el de un muerto; sus ojos parecían heridas.Covenant se había vuelto insensible a todo lo demás, peroaún seguía siendo consciente de ella. Consciente de lo quele sucedía en aquel momento. Estaba siendo desgarrada porel deseo de poder para aplastar a Gibbon; para extirparlocomo si él fuera la parte de sí misma que ella más odiara.

Si lo hacía, si tomaba el fuego de Covenant y lo utilizabapara sus fines, estaría perdida. La herencia de sus padrescaería sobre ella. Destruyendo a Gibbon, ella se remodelaríaen su imagen, afirmando la negrura que había oprimido su

Page 465: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vida.Covenant podía evitarle eso al menos. Y el momento

había llegado. Estaba atrapado en la agonía de unadestrucción tan esencial y funesta que podía romper elTiempo en dos. Si no actuaba de inmediato, perdería elcontrol.

Deliberada y desesperadamente, comenzó a avanzarcomo si no se diera cuenta de que había cruzado el umbral.

De inmediato, Gibbon enarboló su báculo,empuñándolo con más fuerza. Sus ojos escupían sangre.

- ¡Piensa, Incrédulo! -masculló-. ¡No sabes lo que vas ahacer! ¡Mírate las manos!

De manera involuntaria, bajó la vista hacia ellas, hacialos cortes que el krill había producido entre sus dedos.

Su carne estaba abierta y dejaba ver los huesos. Perolos cortes no sangraban. Rezumaban una esencia de lepra yveneno. Hasta el líquido que había en sus venas era yacorrupción.

No obstante, estaba preparado para eso. El camino quehabía escogido conducía hasta allí. Los sueños se lo habíananticipado. Y las puertas de Piedra Deleitosa estabandestruidas por su causa y había ocasionado uninconmensurable daño en el interior de la Fortaleza. Unamayor destrucción no alteraría su sino.

Las cicatrices de su antebrazo brillaban con negra furia.Como ponzoña y fuego, avanzó por el mosaico hacia

Page 466: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Gibbon.- ¡Estúpido! -gritó el na-Mhoram. Una mueca de temor

traicionaba su semblante. -¡No puedes oponerte a mí! ¡ElFuego Bánico es más fuerte que tú! Y si él no actúa, yoposeeré a tu Linden Avery. ¿La matarás también a ella?

Covenant oyó a Gibbon, y comprendió la amenaza. Perono se detuvo.

Súbitamente, el Delirante envió una ráfaga de fuegohacia Honninscrave, y Covenant hizo erupción para protegeral capitán.

Hizo erupción como si su corazón ya no pudieracontener por más tiempo el magma de su poder.

Llamas tan oscuras e insondables como un abismoaullaron al cruzar la pulida superficie del mosaico, rebotandoentre los pilares y extrayendo ecos de las altas bóvedas. Unafuerza sin alma barrió del aire la ráfaga de Gibbon, haciéndolapedazos, creciendo y creciendo con ensordecidavehemencia, clamando por la vida del Delirante. Sus manosestaban extendidas ante él mostrando las palmas como enuna petición de paz, pero de sus dedos heridos fluía la magiaindomeñable, ponzoñosa y fatal. Toda su carne se habíavuelto negra; los huesos eran de ébano y enfermedad. Laúnica pureza que restaba en él era la del rígido círculo delanillo y la calidad de su pasión.

El na-Mhoram retrocedió uno o dos pasos,interponiendo el rojizo y frenético lamento del triángulo de

Page 467: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

su báculo. Una incasdencencia capaz de calcinar la piedraestalló cerca de Covenant. La concentrada ferocidad delFuego Bánico parecía alcanzar directamente su mismo centrovital. Pero continuó avanzando a través de él.

Aquel Gibbon había asesinado a la gente del Reino paraalimentar el Fuego Bánico y el Sol Ban. Había enseñado ritosde sangre a quienes sobrevivían para que se mataran entre sítratando de procurarse vida. Había llenado Piedra Deleitosade aquella corrupción. Ráfagas y contrarráfagas,Honninscrave debatiéndose otra vez inútilmente. Cailarrastrando a Linden juera de la terrible conmoción depoderes con gritos en sus ojos demasiado penetrantes acausa de la parálisis y objetos preciosos derrumbándosepor doquier. Había destruido el vestíbulo con el fuego delGrim y enviando a sus inocentes servidores a que perdieranla vida luchando con los componentes del grupo. Habíaaterrado a Linden haciéndola creer que era como sus padres.Había convocado su violencia en aquel lugar, obligando aCovenant a quemar los antiguos tesoros del Reino.

El báculo de Gibbon extraía tanto poder del FuegoBánico, tanto vigor y rabia, que Covenant estuvo cercano alllanto ante la devastación que causaba y el precio que leexigía. Bajo sus botas, comenzaron a arder las coloreadaspiezas del mosaico, tornándose tan brillantes eincandescentes como una profecía. Pisó la imagen delcorazón del Pierdetierra como si fuera el lugar a que le

Page 468: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

llevaba su propio camino.Erguido y tenebroso en el núcleo de su infernal poder,

trató de avanzar hacia el na-Mhoram.Y falló.El aire y la luz dejaron de existir. Todas las cosas bellas

que se hallaban próximas a sus llamas ardieron. Lascolumnas cercanas comenzaron a fundirse. El suelo de laSala estaba a punto de licuarse. Una fuerza superior a cuantabrotara de él con anterioridad golpeaba a Gibbon. El tejidoesencial de la existencia de la Tierra se estremecía como si elúltimo viento hubiera comenzado a soplar.

Sin embargo, falló.El Amo Execrable lo había planeado y preparado bien. El

Delirante Gibbon se hallaba arrinconado y no podía escapar;ni vacilar. Y el Fuego Bánico era demasiado poderoso. Siglosde matanzas habían producido el fruto anhelado, y Gibbonalimentaba con él a Covenant, introduciéndolo trozo a trozoentre unos dientes que se oponían. El fuego Bánico no eramás fuerte de lo que era él, sino sólo más de lo que él seatrevía a ser. Lo bastante para resistir cualquier ataque queno rompiera el Arco del Tiempo.

Ante la percepción de aquel conocimiento, Covenantsintió a su muerte muy cerca de él; y su desesperacióncreció salvajemente. Durante un prolongado momento, conla roja furia llameando como un sol, quiso gritar, aullar,clamar hasta que los cielos le oyesen: ¡No! ¡No!

Page 469: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Le escuchasen y se desplomaran.Pero antes de que el ondular del mundo se convirtiese

en grieta, descubrió que también conocía la respuesta.Soportar lo que tenga que ser soportado. Después de todo,podía resistirlo… si decidía llegar tan lejos y la decisión no leera arrebatada. Ciertamente resultaría costoso. Podríacostarle todo cuando amaba. Pero, ¿no era aquello preferiblea un Ritual de Profanación que haría parecer el de Kevin uninsignificante acto despecho? ¿Acaso no lo era?

Después de un tiempo, se dijo suavemente: Sí. Sí. Túeres la magia indomeñable.

Y aceptó esto por primera vez.Con los últimos y andrajosos fragmentos de su

voluntad, se obligó a retroceder desde los límites delcataclismo. No podía apagar tanta negrura; y, si no loconseguía, pronto acabaría con él. El veneno estabadevorando su vida. Pero aún no lo había conseguido. Unaangustia inefable y mortal, dilataba su rostro; pero tuvo queaceptarla. Apartándose de Gibbon, salió del mosaico.

Cuando miró hacia Linden y Cail implorando su perdón,Nom irrumpió en la Sala de las Ofrendas perseguidofuriosamente por la Primera.

Ella se paró en seco al ver el destrozo de la Sala y elalcance de la desesperación de Covenant; luego fue a unirsea Cail y Linden. Pero el esperpento de arena salió disparadohacia el na-Mhoram como si al fin hubiera localizado la presa

Page 470: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

perfecta.Cruzando como un relámpago junto a Covenant, Nom

se estrelló contra el rojo corazón del poder de Gibbon.Y fue catapultado por encima de la cabeza de

Honninscrave como si tuviese el peso de un niño. Inclusoun esperpento de arena era poca cosa para oponerse a lafuerza del Fuego Bánico.

Pero Nom comprendía la frustración y la furia, elesfuerzo y la destrucción, pero no el miedo o la derrota.Seguramente la bestia reconocía la absoluta trascendenciadel poder de Gibbon. Y esto le impedía desistir o huir. Portanto, atacó de otra manera.

Golpeó el suelo con ambos brazos tan fuertemente quetodo el centro de la Sala se onduló como una ola de agua.

El mosaico estalló contra su rostro, haciéndosepedazos.

Lleno de ira, Gibbon se tambaleó pugnando porrecobrar el equilibrio, y luego alzó su báculo, inclinándolohacia atrás, para emitir una ráfaga que redujera a Nom a loshuesos.

Pero se hallaba exasperado por el enojo y el deseo dematar, y su envío requería un momento de preparación. Nose dio cuenta del resultado principal del ataque de Nom.

Aquel golpe había producido una fisura que llegabadesde un muro a otro, una hendidura que pasabadirectamente por el lugar donde Honninscrave yacía de

Page 471: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rodillas en la piedra. Sus ataduras se rompieron como si ésehubiera sido el propósito de Nom.

Con un rugido, Honninscrave cargó contra el na-Mhoram.

Gibbon estaba intensamente concentrado en Nom, y enun equilibrio demasiado precario. No pudo reaccionar atiempo. Su carne humana no tuvo defensa cuandoHonninscrave descargó sobre él un golpe que parecióromperle los huesos. Su báculo cayó al suelo, resonandocontra la base de una columna pará quedar luego en reposo,despojado de su incandescencia.

La Primera gritó el nombre de Honninscrave, pero suvoz no fue audible en la conmocionada Sala.

Por un instante, Honninscrave permaneció agachado yjadeando sobre el cadáver de Gibbon. En la mente deCovenant se hizo claro un pensamiento: no puede matarse aun Delirante de esa manera. Tan sólo se mata su cuerpo.

Entonces el capitán se volvió hacia sus compañeros, yCovenant se sintió desfallecido. No necesitó la percepciónde Linden para ver qué había sucedido, ni escuchar suangustiado susurro. Había sido testigo de horrores similarescon anterioridad. Y la situación de Honninscrave resultabaevidente.

Se erguía como si aún fuera él mismo. Con los puñosapretados como si supiera lo que estaba haciendo. Pero surostro ondulaba igual que una alucinación, fundiéndose

Page 472: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

alternativamente en salvaje gozo v en un firme gesto deresolución. Era Grimmand Honninscrave, el capitán del Gemade la Estrella Polar. Y era samadhi Sheol, el Delirante quegobernaba el Clave desde el cuerpo de Gibbon.

Ambos en guerra.Todo el combate se desarrollaba en su interior. El rojo

destellaba en sus ojos para luego desaparecer. Las muecasdesnudaban sus dientes para luego borrarse. Una carcajadaque parecía un gruñido atenazaba su garganta. Cuandohabló, su voz chirriaba bajo la tensión.

- Thomas Covenant.De inmediato, el tono subió escapando a su control,

gritando:- ¡Loco! ¡Loco!Consiguió dominarla, al continuar:- Amigo de la Tierra. Escúchame. -El esfuerzo parecía

desgarrarle los músculos del rostro. Sin la avuda de supoder, Covenant contemplaba febril como Honninscrave sedebatía por la posesión de su alma. Entre dientes, el gigantepudo articular como en un estertor de muerte-. Haz caso a loque la desesperación te ordena. Debe realizarse.

Al momento brotaron de su interior penetrantesgemidos, el angustiado staccato del Delirante, o el deHonninscrave.

- Ayúdale -jadeó Linden-. Ayúdale, por el amor de Dios.Pero nadie podía hacer nada por él. Sólo ella tenía la

Page 473: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

capacidad de interferir en tal forcejeo; y si lo intentaba,Covenant trataría de detenerla. Si el samadhi Sheol saltabade Honninscrave a ella tendría acceso a la magiaindomeñable por su mediación.

Tratando de respirar, Honninscrave logró el control.- Debes matarme. -Aunque las palabras sangraban en

sus labios, resultaban claras y certeras. Su semblante cobróun aspecto asesino para volver luego a sus familiaresrasgos-. Sabré contener al Delirante mientras acabasconmigo. De esa manera también él morirá. Y yo quedaré enpaz.

Sheol se retorció tratando de liberarse, peroHonninscrave aguantó.

- Te lo suplico.Covenant dejó escapar una salpicadura de fuego, pero

ésta se quedó a distancia del gigante. La Primera aferrabacon ambas manos la espada hasta que le temblaron losbrazos, pero las lágrimas la cegaban, y no podía moverse.Cail cruzaba los brazos sobre su pecho como si fuera ajeno alo que ocurría.

El llanto contenido estaba enloqueciendo a Linden.- Dadme un puñal -dijo-. Que alguien me dé un puñal.

¡Condenados seáis todos al averno! Honninscrave. -Pero notenía puñal, y su repulsión no le permitía acercarse más alDelirante.

No obstante, Honninscrave recibió respuesta; de Nom,

Page 474: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el esperpento de arena del Gran Desierto.La bestia esperó un momento para que actuasen los

otros, como si comprendiera que todos tenían que superaraquella crisis y quedar transformados. Entonces fue haciaHonninscrave, con sus peculiares rodillas tensadas por lafuerza. Él observó cómo se acercaba mientras el Deliranteque tenía dentro farfullaba y gemía. Pero él ahora era elcapitán, hasta el punto de superar al samadhi Sheol; ymantuvo el control.

Lentamente, casi con gentileza, Nom colocó los brazosalrededor de su cintura. Por un instante, los ojos deHonninscrave se volvieron hacia sus compañeros como siquisiera decir adiós, expresar patéticamente que al fin habíahallado una manera de continuar viviendo. Luego, con unamortal presa tan inesperada como un acto de misericordia, elesperpento de arena lo tiró contra el suelo.

Como si ya no le quedasen lágrimas para llorar,Covenant pensó vagamente: no se puede matar así a unDelirante. Pero ya no estaba seguro. Existían misterios en elmundo que ni siquiera el Amo Execrable podía corromper.Linden jadeó como si se hubieran quebrado sus propioshuesos. Cuando alzó la cabeza, sus ojos brillaban ansiososdel poder que le permitiría exigir una retribución.Rígidamente, la Primera se aproximó al cuerpo de su amigo.

Antes de que llegara, Nom se volvió; y Cail dijo como sia pesar de su frialdad congenita pudiera sorprenderse: -El

Page 475: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

esperpento de arena está hablando. Covenant no podía vercon claridad. Su visión de la periferia había desaparecido,ennegrecida por la inminente combustión.

- Habla a la manera de los haruchai. -Tenues surcos deperplejidad marcaban el entrecejo de Cail-. Su discurso esextraño, aunque comprensible. Sus compañeros loobservaban.

- Dice que ha desgarrado al Delirante. No dice matado.La palabra es «desgarrar». Y Nom se ha alimentado de lasfibras de su ser. -Mediante un esfuerzo, Cail desarrugó sufrente-. Por eso el esperpento de arena ha conseguido lafacultad de hablar.

Luego, el haruchai miró a Covenant. -Nom te da lasgracias, ur- Amo. Las gracias, se dolió Covenant. Habíapermitido que muriera Honniscrave. Había fracasado anteGibbon. No merecía agradecimientos. Ni tenía tiempo pararecibirlos. Todo su tiempo se había consumido. Erademasiado tarde para la tristeza. Su piel presentaba unaoscura y enfermiza tonalidad, estaba perdiendo la noción desí. Una galerna de tinieblas crecía en él exigiendo unarespuesta. La respuestas que había aprendido en suspesadillas. Se apartó de Linden, la Primera, Cail, Nom y elcaído Honninscrave como si se hallara solo y caminó comosi estuviera envuelto en llamas hacia el exterior de la Sala delas Ofrendas.

Pero cuando puso el pie en las escaleras, una mano se

Page 476: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cerró alrededor de su mente, y se detuvo. Otra voluntad seestaba imponiendo a la suya, tomando las decisiones por él.

Por favor, dijo aquello. No, por favor.Aunque carecía del sentido de la salud y casi le fallaba

la cordura, reconoció el dominio de Linden. Lo estabaposevendo mediante su percepción.

No te hagas eso.A través del vínculo existente entre los dos, supo que

ella estaba llorando desconsoladamente. Pero más allá de sudolor brillaba una gran pasión. No le permitiría acabar deaquella manera. No le permitiría que saliera de su vida.

No puedo dejarte.La comprendió, ¿cómo no hacerlo? Era demasiado

receptiva para todo. Se había dado cuenta de que el controlque Covenant ejercía sobre sí mismo casi habíadesaparecido. Y su propósito debió resultarle transparente;su desesperación era excesivamente notoria para que lepasara desapercibida. Estaba tratando de salvarlo.

Significas demasiado.Pero aquello no era salvación, sino condena. Linden

había malinterpretado la necesidad que tenía ella. ¿Qué podíahacer respecto a él cuando su locura había llegado a serirremediable? ¿Y cómo sería ella capaz de enfrentarse alDespreciativo y arrastrar las consecuencias de la posesiónque encadenarían su alma?

No intento combatirla con fuego. Desistió de

Page 477: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

arriesgarse a dañarla. En lugar de eso, recordó el silencioimpuesto por los elohim y el delirio del veneno. En elpasado, cualquiera de las dos cosas habría sido suficientepara arredrarla. Ahora él hizo que ambas crecieran a la vez.intentando clausurar las puertas de su mente de mododeliberado, para dejarla fuera.

Pero ella era más poderosa que nunca. Había aprendidomucho, aceptado mucho. Estaba familiarizada con él deforma demasiado íntima para ser evaluada. Llorabaapasionadamente por él y su deseo procedía de las raíces desu vida. Su voluntad se aferraba a la de él con tanta fuerzaque no le permitía evadirse.

Expulsarla era duro, atrozmente duro. Para lograrlo,tendría que prescindir de la mitad de sí mismo, enterrandoprofundamente su propio anhelo. Pero ella continuaba sincomprenderlo. Aún temía que se viera arrastrado por lamisma autocompasión y maldad que corrompió a su padre. Yhabía sido profundamente dañada por el horror del toque deGibbon y la muerte de Honninscrave y, por tanto, no teníaclara consciencia de lo que hacía. Al fin logró cerrar la puertay dejarla fuera. Tras esto, comenzó a ascender por la escaleranuevamente.

Desamparado y ultrajado, su grito llegó hasta él:- ¡Te amo!Aquello le hizo vacilar un instante. Pero luego se

estabilizó y continuó.

Page 478: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sostenido por el creciente desbordamiento del fuegonegro, recorrió el camino hacia el Recinto Sagrado. Por dosveces halló bandas de Caballeros que le combatieronfrenéticamente, como si pudiesen adivinar su propósito.Pero se había vuelto inalcanzable y pudo ignorarlos. Elinstinto y la memoria lo guiaban hasta la base de la inmesacavidad situada en el corazón de Piedra Deleitosa donde elFuego Bánico ardía.

Era allí donde los antiguos habitantes de la ciudad ibanpara compartir su común dedicación al Reino. Dentro delperfecto cilindro habían balcones desde donde la genteescuchaba hablar a los Amos situados en los estrados queestaban bajo ellos. Pero tales estrados ya no existían, habíansido sustituidos por un foso donde el Fuego Bánico sealimentaba de sangre.

Se detuvo ante la entrada más cercana. Buscadolores sehallaba allí aguardándole.

Los ojos amarillentos y angustiados del Designadoseguían como siempre. Su semblante era un desierto deespanto y viejas aflicciones. Pero la acritud que usaba contanta frecuencia para censurar a Covenant se habíaesfumado. Su lugar lo ocupaba el arrepentimiento quemostraba el elohim.

- Vas hacia tu muerte, portador del anillo -dijosuaveniente-. Ahora te entiendo. Es una valiente hazaña. Nopuedo responder de su desenlace; y no sé como mostrarme

Page 479: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

digno de ti. Pero no te abandonaré.Aquello tocó a Covenant como los ru k h s de los

Caballeros no habían logrado. Le dio fuerzas para penetraren el Recinto Sagrado.

Allí el Fuego Bánico se reunió con él, aullando como elhorno del sol. Sus llamaradas ascendían hasta los balconessuperiores donde ahora descansaba el inmenso triángulo dehierro del rukh maestro, canalizando el poder del Sol Banhacia el Clave. Su calor pareció chamuscarle el rostroinstantáneamente, abrasar sus pulmones, carbonizar la débilvida de su carne y bramar a través de él hasta llegar a losúltimos fundamentos de su voluntad. Las señales decolmillos en su antebrazo parecían alegrarse. Sin embargo,no se detuvo ni titubeó. Había recorrido el camino que lollevó hasta allí por voluntad propia y aceptaba lasconsecuencias. Deteniéndose sólo para humillar al rukhmaestro convirtiéndolo en lluvia metálica al objeto de quelos Caballeros supervivientes quedaran aislados de sufuerza, se internó en el infierno.

Ésa es la gracia que te ha sido dada.Un pequeño y claro espacio semejante a la esperanza se

abrió en su corazón cuando siguió el curso de sus sueñosentrando en el Fuego Bánico.

Soportar lo que haya de soportarse.Pasado cierto tiempo, la negrura que había en él se

tornó blanca.

Page 480: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R
Page 481: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Segunda parte: LA APOTEOSIS

Page 482: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ONCE: Las consecuencias

Sosteniéndose en pie y en movimiento sólo por la fierapresión de su necesidad, Linden Avery caminabatorpemente por los pasajes de Piedra Deleitosa, siguiendo lacorriente de agua interior. Acaba de dejar a Nom en lameseta, donde el esperpento de arena se cuidaba del canalque había abierto a través de la roca pura y la tierra resecadesde la Laguna Brillante hasta la entrada superior de laFortaleza; y sus incontaminadas aguas corrían ahora anteella a lo largo del curso preparado para tal fin por la Primera,Encorvado y varios haruchai.

Puras pese a los acerbos cambios del Sol Ban, aquellasaguas brillaban azuladas contra el postrero sol del atardecerhasta que comenzaban a desplomarse en rápidos haciaPiedra Deleitosa. Entonces la luz de las antorchas refulgía enaquel torrente como el júbilo de las montañas mientraslimpiaban los pasajes, retrocedían ante las puertas cerradasy las nuevas barreras, haciendo rodar su blancura escalerasabajo. Los gigantes eran expertos en la piedra ycomprendían el lenguaje interno de la Fortaleza. La ruta quehabían diseñado conducía con sorprendentes curvas y totaleficacia hasta la meta de Linden.

Se trataba de una puerta abierta en la base del RecintoSagrado, donde el Fuego Bánico aún ardía como si Thomas

Page 483: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant nunca hubiera estado dentro de su corazón yclamando a los cielos.

Bajo el influjo de la desesperación, había concebidoaquel medio para romper el poder del Clave. CuandoCovenant se alejó de la Sala de las Ofrendas y de susamigos, ella supo a donde se dirigía, y lo habíacomprendido… o había creído comprenderlo. Trataba deponer fin a su vida para no seguir constituyendo unaamenaza sobre lo que amaba. Al igual que su padre, poseídopor la autocompasión. Pero habiendo estado tan cerca delDelirante Gibbon, ella había descubierto que su propioantiguo y visceral deseo de muerte era en verdad una negrapasión por el poder, por la inmunidad que toda muerteconlleva. Y el modo en que aquellas tinieblas la inundaron lehabía enseñado que nadie puede sumirse en tal ansia sinconvertirse en esclavo del Despreciativo. La inmolación quepretendía Covenant no haría más que entregar su alma alAmo Execrable.

Por consiguiente, había tratado de detenerlo.Sin embargo, él se había mantenido lo bastante fuerte

como para rechazarla. Pese a lo que parecía una abyecciónsuicida, la había rechazado totalmente. Aquello la hizoenloquecer.

En la Sala, la Primera había caído en la aflicción de losgigantes. Nom estaba cavando una gran fosa paraHonninscrave, como si el regalo que el capitán hizo a Piedra

Page 484: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Deleitosa y al Reino atañera a aquel lugar. Cail miraba aLinden, esperando que ahora fuera en auxilio del resto delgrupo, a cuidar a los heridos. Pero ella los había abandonadoa todos para seguir a Covenant a su perdición. Acasopensaba que podía hallar un camino que hiciera que laescuchase. O quizá no le había sido posible dejarlo de lado.

La agonía que él sufrió dentro del Fuego Bánico estuvoa punto de destrozarla, pero también le proporcionó unnuevo enfoque para considerar su propia desesperación.Había emitido un grito mental que logró que Nom y Cail conla Primera entreambos se apresuraran hacia donde ella seencontraba. A la vista de lo que Covenant estaba haciendo,el semblante de la Primera cobró el ceniciento color de laderrota. Pero cuando Linden le explicó cómo se podíaextinguir el Fuego Bánico, la Primera se recobróinstantáneamente. Enviando a Cail a reunirse con suscompañeros, se dirigió apresuradamente hacia la mesetasuperior y la Laguna Brillante, acompañada por Nom.

Linden permaneció al lado de Covenant.Permaneció con él y sintió la escoriación de su alma

hasta que al fin ardió límpidamente su emponzoñado poder,y regresó del Fuego Bánico como si estuviera sordo y ciegoy acabara de nacer, incapaz, inmerso en las consecuenciasde su angustia, de agradecer su presencia ni aún de saberque estaba allí, y que a través de la receptibilidad de sussentidos lo había compartido todo con él excepto su muerte.

Page 485: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Y cuando pasó ante ella para dirigirse hacia un lugar opropósito que ella ya no podía adivinar, su corazón seconvirtió en amargura y polvo dejándola tan desolada comola heredad del Sol Ban. Ella había creído que su pasiónestaba dirigida a él, al rechazo de que la hacía objeto, a sulocura, a su inexorable condenación; pero cuando le vioemerger del Fuego Bánico y pasar ante ella, su conocimientose amplió. Y se asustó de sí misma, de la tremendaequivocación que suponía lo que intentó hacerle. A pesardel horror que era la posesión para ella, de la repulsión quele causaba la oscura enfermedad con que el Amo Execrablehabía contaminado a Joan v al Reino, de su clara convicciónde que nadie tenía derecho a dominar a otros,reprimiéndolos, gobernándolos mediante el terror, habíareaccionado a la necesidad y resolución de Covenant comosi ella fuese un Delirante. Había intentado salvarloarrebatándole su identidad.

No había disculpa. Incluso si hubiera muerto en elFuego Bánico, o destruido el Arco del Tiempo, su intentohabría sido esencialmente malvado; un asesinato del espírituante el cual palidecía el asesinato físico de su madre.

Luego, por un momento, creyó que no tenía otra opciónsalvo la de ocupar su sitio en el Fuego Bánico, para dejarque las salvajes llamas borrasen sus ofensas de modo que niCovenant, ni sus amigos, ni el Reino corriesen más peligrospor su causa. El Delirante Gibbon había dicho: La principal

Page 486: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

condena del Reino está sobre tus hombros. Todavía no hassaboreado los abismos de tu Profanación. Si su vida habíaestado regida por un inconsciente deseo de poder, debíaterminar ahora, como merecía. No había nadie cerca paraimpedírselo.

Pero entonces reparó en Buscadolores. No lo habíavisto antes. Parecía haber aparecido en respuesta a sunecesidad. Había estado allí ante ella, su rostro era una tramade remordimientos y tensiones, y en sus amarillentos ojoshabía dolor como si estuvieran familiarizados con el corazóndel Fuego Bánico.

- Solsapiente -dijo, suspirando con suavidad-. No sécómo disuadirte. Ño deseo tu muerte, aunque tal vez meahorraría muchas cosas. Sin embargo, considera al portadordel anillo. ¿Qué esperanza le quedará cuando te hayas ido?¿Cómo renunciaría entonces a recurrir a la deflagración de laTierra?

¿Esperanza?, había pensado ella. Casi lo despojé de lafacultad de saber qué es la esperanza.

Pero no protestó. Agachando la cabeza como siBuscadolores la hubiese reprendido, se alejó del RecintoSagrado. Después de todo, no tenía derecho a ir dondeCovenant había ido. Entonces comenzó a buscar un caminoa través de los pasajes de Piedra Deleitosa, que le erandesconocidos, para llegar a la meseta superior.

Poco después, Durris se reunió con ella. La informó de

Page 487: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que la resistencia del Clave había terminado y de que losharuchai estaban cumpliendo sus órdenes. Tras esto, laguió hacia el resplandor del atardecer y la corriente de laLaguna Brillante.

Encontró juntos a Nom y a la Primera. Siguiendo lasinstrucciones de ésta, Nom estaba horadando un canal en laroca. La bestia la obedecía como si supiese lo que deseaba ycomprendiese cuanto le decía; como si hubiera sidodomesticada. Pero no parecía tan dócil cuando barrenaba elterreno abriendo un cauce con rauda y exuberante ferocidad.Pronto se halló terminado y las claras aguas de la LagunaBrillante pudieron ser desviadas desde los Saltos Aferrados.

Dejando a Nom con Linden, la Primera regresó al interiorde Piedra Deleitosa para ayudar al resto del grupo. Pocodespués envió a un haruchai a la altiplanicie para comunicarque las heridas provocadas por las llamas del Grim yelveneno de los corceles estaban respondiendo al voure, elvitrim v la diamantina. Incluso Teienieblas se encontrabafuera de peligro. Sin embargo. Quedaban muchos hombres vmujeres heridos que requerían la atención personal deLinden.

Pero ella no dejó al esperpento de arena hasta que elcauce quedó expedito y el agua descendió ávidamente hastael interior de la ciudadeia, y se convenció de que podíaconfiar en que Nom no volvería a atacar la Fortaleza. Aquellaconfianza le llegó lentamente, puesto que ignoraba hasta

Page 488: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

qué punto había cambiado la básica ferocidad de Nom trasdesgarrar al Delirante. Pero Nom iba hasta ella cuando lollamaba, obedeciéndola como si aprobara y comprendierasus órdenes. Finalmente, Linden logró alejarse de su propiadesolación lo suficiente como para preguntar al esperpentoqué haría si lo dejaba sólo. De inmediato, éste se puso aensanchar el canal para que el agua fluyese más libremente.

Aquello la satisfizo. Y le desagradaba la gran extensiónde la meseta. El devastado paisaje que la rodeaba eraexcesivo. Le parecía sentir el Sol Desértico brillandodirectamente dentro de ella, confirmándola como un lugarperpetuamente polvoriento. Necesitaba constricción ylimitación, muros y exigencias a escala más humana, tareasespecíficas que la ayudaran a mantenerse entera. Dejando alesperpento de arena continuar su labor, siguió el discurrirdel agua adentrándose en Piedra Deleitosa.

Ahora la rápida y ruidosa corriente veteada por lasantorchas la condujo en dirección al Fuego Bánico.

Durris permanecía a su lado, pero ella apenas lo notaba.Sentía a todos los haruchai como si sólo fuesen parte dePiedra Deleitosa, una manifestación del viejo granito de laFortaleza. Con las escasas energías que aún le quedaban,enfocó su percepción hacia el frente, hacia la sucia fierezadel humo donde el Fuego Bánico combatía contra laextinción. Durante un rato, la pasión elemental de aquelconflicto era tan intensa que no acertó a adivinar el

Page 489: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desenlace. Mas entonces distinguió con más claridad larisueña ansiedad con que el río de la Laguna Brillante bajabapor su cauce de piedra, y supo que el Fuego Bánicoterminaría.

De aquella manera fue como el lago de la mesetademostró ser un signo de esperanza.

Mas la esperanza ya no tenía significado. Linden no sehabía engañado nunca con la creencia de que la extincióndel Fuego Bánico alteraría o debilitaría el Sol Ban. Siglos desangrientos sacrificios sólo habían alimentado el Sol Ban yacelerado su posesión del Reino, pero no eran la causa de suexistencia ni habían ejercido control sobre él.

Cuando Covenant cayó en la desesperación tras lapérdida del Árbol Ünico, ella casi lo coaccionó para queaceptara el fin del poder del Clave como una meta importantey necesaria. Le exigió que se comprometiera, ignorando lapresciencia de su muerte como si ésta nada significase ypudiera ser dejada a un lado, gritándole: ¡Si vas a morir, hazalgo que perdure! Pero incluso entonces había sabido queel Sol Ban iría abriéndose camino inexorablemente en elcorazón de la Tierra. Sin embargo, le había exigido aquelladecisión porque ella necesitaba un propósito concreto, unadisciplina tan tangible como la cirugía en la cual apoyarsecontra las tinieblas. Y porque cualquier cosa había sidopreferible a su desesperación.

Pero cuando le hubo arrancado aquella promesa, él le

Page 490: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

dijo: ¿Qué vas a hacer tú? Y ella había replicado: Yo voy aesperar, como si hubiera sabido que debía terminar la frase,diciendo: A que llegue mi turno. Pero no lo sabía.

Su turno había llegado, ciertamente. Podía verlo ante sítan claramente como al humo rojizo que gritaba desde todaslas puertas del Recinto Sagrado: Tú serás la encargada dellevar a cabo la destrucción. El Sol de Desierto irradiaba ensu interior como lo hacía sobre el Reino; muy pronto el SolBan también actuaría en ella. Entonces llegaría a ser de verasuna especie de Solsapiente, como la declaraban los elohim,pero no de la forma que ellos habían querido significar.

Un viejo hábito que acaso una vez pudo haber sido unaforma de respeto a sí misma hizo que se llevara las manos alpelo para arreglárselo. Pero la suciedad que tocó la hizoretroceder. Desatinadamente, pensó que debiera haber ido ala Laguna Brillante para bañarse, hacer al menos aquelesfuerzo por limpiar, o tal vez sólo disfrazar, la impureza desus pecados. Pero la idea era estúpida y la rechazó. Suspecados no eran de los que podían ser lavados y eliminados,ni siquiera por aguas tan puras como las de la LagunaBrillante. Y mientras el Fuego Bánico ardiera y suscompañeros tuviesen necesidad de cuidados, no podíagastar el tiempo en sí misma.

Entonces llegó a los húmedos confines de la humareda.El calor del Fuego Bánico pareció concentrarse en su rostroamortiguando su capacidad perceptiva; pero tras un

Page 491: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

momento, localizó a la Primera y Encorvado. No se hallabanlejos de ella. Muy pronto emergieron de entre el vaporcarmesí como si el efecto de la Laguna Brillante sobre elFuego Bánico los hubiese devuelto a la vida.

Encorvado mostraba marcas de combate y muerte. Sugrotesco rostro se hallaba contorsionado por el agotamientoy el recuerdo de lo ocurrido. Tenía la apariencia de quien haolvidado la posibilidad del júbilo. No obstante se erguíajunto a su esposa; y la imagen puso un nudo en la gargantade Linden. Llora como ningún haruchai nunca ha llorado.Oh, Encorvado, le susurró con el pensamiento, perdóname.

La Primera tenía mejor aspecto. La tristeza por la muertede Honninscrave permanecía en sus ojos, pero conEncorvado a su lado sabía cómo soportarla. Y era unaespadachina, adiestrada en el combate. El grupo habíaconseguido una significativa victoria. A ese respecto, laBúsqueda que ella dirigía ya había sido vengada.

De alguna manera se las arreglaron para recibirsonrientes a Linden. Eran gigantes y Linden era importantepara ellos. Pero un seco viento de desierto sopló a través deésta porque no podía corresponderles. No era digna de talesamigos.

Sin preámbulos, la Primera señaló el Recinto Sagrado.- Es una audaz idea y merecedora de encomio, Escogida.

Con creciente rapidez demuestra que ni siquiera el Amigo dela Tierra con todo su poder… -Pero entonces se detuvo

Page 492: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mirando más atentamente a Linden. De pronto, su propiopesar despertó en ella, inundando de lágrimas sus ojos-. Ah,Escogida -suspiró-. No ha sido tuyo el fallo. Eres mortal,como yo, y nuestro enemigo es malvado hasta más allá de loresistible. No debes…

Linden la interrumpió amargamente.- Intenté poseer a Covenant, a la manera de los

Delirantes. Casi logré que los dos quedáramos destruidos.Ante aquello la Primera se endureció.- No. -Su tono se había vuelto incisivo-. No se gana

nada con que te culpes. Te necesitamos. Los heridos seamontonan en el vestíbulo. Deben ser atendidos. -Tragósaliva ante el doloroso recuerdo para proseguir luego-:Tejenieblas se afana en eso, pero está tan malherido comoellos. No puede descansar. -Mirando incisivamente aLinden. concluyó-: Es tu trabajo lo que está haciendo.

Lo sé, suspiró Linden para sí. Lo sé. Los ojos se leempañaron al fluir las lágrimas, como si fuerenindependientes de la arida indiferencia de su corazón.

Sin dar otras muestras de agradecimiento, dejó queDurris la condujese hasta el vestíbulo,

Los evidentes estragos que allí había la golpearon alentrar en la gran sala. El Grim había causado daños gravesen el suelo, arracándole fragmentos como si fueran trozos decarne. Los corceles muertos vacían sobre charcos de supropia sangre. Algunos h a ru c h a i habían sido tan

Page 493: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

seriamente heridos como Teienieblas, y uno estaba muerto.Los Caballeros estaban en el suelo, contorsionándose bajosus tunicas escarlatas, entre espasmos de muerte. Pero lopeor eran los heridos y quebrantados cuerpos de quienesjamás debieron ser enviados a la batalla: cocineros, pastores,recolectores y sirvientes, los inocentes siervos del Clave. Sehallaban esparcidos entre los restos de sus inadecuadasarmas, sus cuchillos de carnicero, horcas guadañas ycavados, como escombros producidos por la devastaciónque sus jefes habían desencadenado sobre los pueblos delReino.

Linden no pudo ahora refrenar sus lágrimas, ni siquieralo intentó. A través de la nube que tenía ante los ojos, hablóa Durris para enviarlo con otros haruchai en busca detablillas, vendajes, un cuchillo afilado, agua hirviendo y todoe l metheglin que pudiesen encontrar para suplir el escasovi t rim y la menguante diamantina. Luego, usando supercepción en lugar de la vista para orientarse, buscó aTeienieblas.

Se afanaba entre los caídos del Clave como si fuera unmédico, o pudiese convertirse en uno sólo por el deseo deatender a tantos heridos y la necesidad. Primero habíaseparado a los muertos de aquellos que aún podían sersalvados. Después, acomodó a los supervivientes lo mejorque le fue posible, cubriendo sus heridas con tiras de telaprocedentes de los vestidos de quienes va no vivían. Al

Page 494: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

detectar su aura, le pareció que también él lloraba, y creyóoír sus pensamientos: Éste es uno que yo maté. A ésa laquebré. A aquéllos les arrebaté la vida en nombre de mideber.

Pudo percibir claramente su desconsuelo. Desconfiar desí mismo le había llevado a una especie de ansiedad por laviolencia, por cualquier esfuerzo o contienda que le pudiesedevolver su propia estima. Ahora se encontraba en el lugaral que tal deseo le había llevado, un lugar que apestabacomo un matadero.

En respuesta, algo feroz brotó inesperadamente del erialque era el corazón de Linden. Tejenieblas no había hecho unalto en su trabajo para recibirla. Lo cogió por el brazo, por laropa, haciendo que se inclinara hacia ella para que le fueraposible abrazar su cuello. Instintivamente él la alzó del suelopese a tener roto el brazo, y Linden le susurró:

- Tú me salvaste la vida, cuando yo no podía hacernada. Ni tampoco ningún haruchai. No eres responsable deesto. El Clave los obligó a atacarte. No tuviste opción,Tejenieblas. No podías dejar que te matasen. Todo lo quehiciste fue luchar. Yo intenté poseerle. Se ha marchado ynunca conseguiré que vuelva.

Por un instante, los músculos de Tejenieblas setensaron ante aquello. Pero luego aflojó lentamente el abrazoy la dejó gentilmente sobre el suelo.

- Escogida -dijo como si la hubiera comprendido-, sería

Page 495: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una bendición para mí el que me curases el brazo. El dolor esconsiderable.

Considerable, pensó Linden. Santo Dios, tenmisericordia. La declaración de Tejenieblas contenía unaaterradora moderación. Su codo derecho estaba machacado;y cuando lo movía, las esquirlas se clavaban en su carne. Sinembargo había pasado el día entero en acción, primeroluchando por el grupo y después haciendo cuanto podíapara ayudar a los heridos. Y únicamente decía que su dolorera considerable.

Le estaba prestando mayor servicio del que ella merecía.Cuando Durris y los suyos le llevaron lo que había

pedido, les dijo que encendiesen un fuego para esterilizar elcuchillo y hervir agua. Luego, mientras fuera el sol se poníay la noche caía sobre la ciudadela, abrió el codo deTejenieblas para arreglar los huesos.

La exigente y dificultosa tarea la hizo sentirse al bordedel desfallecimiento, al debilitarla por el dolor que compartía.Pero no descansó cuando la hubo terminado. Apenas estabacomenzando su labor. Después de entablillar y vendar elbrazo de Tejenieblas, se ocupó de las heridas de losharuchai, de la pierna de Fole y la cadera de Harn, y detodos los demás heridos por el Grim y los corceles, losCaballeros y los pobladores de Piedra Deleitosa. La heridade Fole le recordó la de Ceer, una pierna aplastada por unesperpento de arena que no pudo ser tratada de forma

Page 496: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

conveniente, por eso, se sumergió en ella como si de aquellaforma fuera posible lograr la restitución, cargando sobre sí elcoste de los huesos rotos y la carne maltrecha. Luegocomenzó a atender lo mejor que pudo a los Caballeros y lossiervos del Clave.

Más tarde, por entre las destrozadas puertas que habíaal extremo del vestíbulo, vio que la medianoche se alzabasobre la Fortaleza. El hedor de la sangre derramada y secallenaba el aire. Los hombres y mujeres gritaban como sicreyeran que la curación les llegaría al tocarlos ella. Peroseguía exhausta y sin hallar consuelo en el trabajo que habíaelegido. Era la única respuesta que había conseguido hastaque encontró a Covenant. Ahora era la única que lequedaba.

Sí. Era específica y clara. Tenía sentido, era valiosa; eldolor inherente a ella era digno de ser soportado. Sí. Y lamantenía de una pieza.

Y, como si fuese la primera vez, lo aceptó.Jamás se había enfrentado a tal cantidad de heridas al

mismo tiempo, a tanto asesinato. Pero después de todo, elnúmero de hombres y mujeres, de viejos y jóvenes, quehabían podido sobrevivir a sus lesiones hasta entonces, noera escaso. Las consecuencias de la batalla no eranincurables como las del Sol Ban. Casi había acabado con loque le era posible hacer, cuando Cail llegó para anunciarleque el ur- Amo deseaba verla.

Page 497: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Se hallaba demasiado fatigada para sentir la verdaderaconmoción que debía producirle aquella llamada. Inclusoahora podía ver a Covenant erguido entre las llamas delFuego Bánico hasta que su negrura ardió y desapareciócomo si hubiese domado aquella maldad convirtiéndola enpurificación. Aquella imagen recubría todo el fondo de sucerebro, pero estaba exhausta y no le quedaba miedo.

Cuidadosamente, concluyó lo que estaba haciendo.Mientras trabajaba le dijo a Durris:

- Cuando se extinga el Fuego Bánico dile a Nom querevierta la corriente a su lugar de origen. Luego quiero quelos cadáveres sean sacados de aquí. Dile a Nom que lossepulte en el exterior. -Se merecían al menos aquel respeto-.Tú y los tuyos cuidad de ésos. -Señaló a los que yacíanenvueltos en sufrimientos y vendajes-. El Reino va anecesitarlos.

Comprendía claramente que Sunder y Hollian eran elfuturo del Reino, como había dicho Covenant. Liberados delyugo del Clave, aquellos hombres y mujeres heridos podríanservir a igual propósito.

Durris y Cail parpadearon ante ella. Sus rostrosinexpresivos bajo la escasa luz de las antorchas. Eranharuchai, desdeñosos ante las heridas y los fracasos, nocuradores. Y, ¿qué razón tenían para obedecerla? Se habíancomprometido con Covenant, no con ella. Junto con Brinn,Cail en una ocasión había dicho que era una aliada de la

Page 498: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Corrupción.Pero también los haruchai estaban involucrados por su

promesa de fidelidad al Reino. Las Danzarinas del Mar y elClave les habían mostrado sus limitaciones. Y la victoria deBrinn sobre el Guardián del Árbol Ünico había influido en lamuerte de Cable Soñadordelmar y facilitado los manejos delDespreciativo. De una extraña manera, los haruchaiquedaron humillados. Cuando Linden alzó la mirada haciaCail, éste dijo sin inmutarse:

- Se hará. Tú eres Linden Avery la Escogida. Se hará.Suspirando para su adentros, hizo cuanto pudo por el

último de los heridos… acompañándole en su muerte porqueella no era más que una mujer y no había llegado a tiempo desalvarlo. Luego estiró sus rígidas rodillas y siguió a Cailfuera del vestíbulo.

Al salir, vio una perfecta silueta de ébano de pie alborde de la luz, cerca de los pórticos. Vain había regresado.De alguna manera había conocido el fin del Clave ycomprendido que podía reunirse sin peligro con el grupo.Pero Linden ya no se interesaba por lo que el Demondimpudiera hacer. Lo perdió de vista en cuanto entró en unpasaje que se iniciaba pasado el vestíbulo, y al momento seolvidó de él.

Cail la condujo hacia lo más profundo, a una zona dePiedra Deleitosa que nunca había visitado. El movimiento yla confusión del día anterior habían alterado tanto su sentido

Page 499: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de la orientación que no tenía idea de dónde se hallaba enrelación con la Sala de las Ofrendas; y sólo podía distinguirvagamente, a lo lejos, el Recinto Sagrado donde el FuegoBánico iba extinguiéndose. Pero cuando Cail y ellaalcanzaron una sala de la que partía un túnel hacia laprocedencia de una misteriosa y plateada iluminación,supuso a dónde se dirigían.

La sala acababa en un amplio patio circular. En lasparedes que lo rodeaban había varias puertas, la mayoríacerradas. Desde éstas al alto techo de la caverna podíanverse salientes que permitían la comunicación de otrosniveles de la Fortaleza con aquel lugar. Pero reconoció aquelpatio porque el pulimentado granito del suelo se hallabacruzado de pared a pared por una profunda grieta y brillabacon un puro argentado como el del anillo de Covenant. Elhabía dañado e iluminado aquella piedra con el exceso de supoder cuando emergió de la Videncia del Clave. Allí le habíasido revelada parte de la verdad para enviarlo en busca delÁrbol Ünico, pero sólo la suficiente para asegurar eldesenlace que el Amo Execrable pretendía. Pese a suagotamiento, Linden se estremeció, preguntándose hastaqué punto le habría sido revelada ahora.

Pero entonces le vio en uno de los portales y todas laspreguntas se esfumaron. Sus ojos quedaron llenos de plata;apenas pudo verlo cuando él despidió a Cail y se acercópara encontrarse con ella.

Page 500: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Enmudecida por la vergüenza y el deseo, se esforzó poraclarar su visión y calmar el anhelo de su dolorido corazóncon la imagen de él.

Resplandeciendo entre la plata y las lágrimas, se erguíaante ella. Todos los detalles habían desaparecido,oscurecidos por la pureza del brillo del suelo, por la purezade su presencia. Sólo captó que se movía como si no fuese acensurarla. Ansió decir antes de perder la vista porcompleto: Oh, Covenant, lo lamento, estaba equivocada, nolo entendí, perdóname, ayúdame, Covenant . Pero laspalabras no quisieron salir. Incluso ahora, ella lo leía con losnervios de su cuerpo; su percepción sondeaba el timbre desus emanaciones. Y el asombro de cuanto percibía paralizabasu garganta.

Covenant estaba ante ella, purificado en cada miembroy cada rasgo, y fuerte con la misma inquebrantable voluntady afirmación que lo había hecho irrechazable para ella desdeel principio. Vivo a pesar del Fuego Bánico; amable con ellaa pesar de lo que había intentado hacerle. Pero algo habíadesaparecido de su persona. Algo había cambiado. Por unmomento, mientras intentaba averiguar la diferencia, creyóque ya no era un leproso.

Parpadeando furiosamente, aclaró su visión.Sus mejillas y cuello estaban al descubierto, libres de la

descuidada barba que lo hacía parecer tan hierático ysugestivo como un profeta. Los rasguños que se veían en

Page 501: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

su piel indicaban que no había utilizado la magiaindomeñable para eliminar la barba: se había afeitado conalguna clase de hoja. Con una hoja en lugar de con fuego,como si aquello tuviese un significado especial para él. Unacto de preparación o aquiescencia. Pero físicamente elcambio sólo era superficial.

La alteración fundamental era interna. Su primeraconjetura había sido errónea; ahora veía la persistencia de lalepra. Los dedos y palmas de las manos y las plantas de lospies estaban insensibles. El mal aguardaba aún, inactivo, ensus tejidos. Sin embargo, alguna cosa faltaba. Algoimportante que había sido transformado o erradicado.

- Linden.Pronunció su nombre como si eso le bastase, como si la

hubiese convocado aquí simplemente para pronunciar sunombre.

Pero él no era tan sencillo. Sus contradiccionesperduraban, definiéndole bajo la superficie. Aunque ahorase había convertido en un ser nuevo, puro y limpio. Eracomo si sus dudas hubiesen desaparecido, como si laautocensura y repudio que lo habían atormentado sehubieran convertido en certeza, claridad y aceptación en elFuego Bánico.

Como si hubiera conseguido desembarazarse delveneno del Despreciativo.

- ¿Es eso…? -comenzó asombrada-. ¿Cómo has

Page 502: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

podido…? -Pero la luz que lo rodeaba pareció apiñarse consorprendentes implicaciones, y no pudo concluir lapregunta.

Por toda respuesta, él le sonrió; y durante un momentosu sonrisa pareció la misma que le había dirigido a Joancuando cambió su vida por la de ella, sometiéndose a lamalicia del Amo Execrable para que ella pudiera ser libre. Unasonrisa tan llena de valor y amargura que Linden estuvo apunto de gritar al verla.

Pero entonces los ángulos de su rostro se alteraron, ysu expresión volvió a ser soportable. En voz queda, él dijo:

- ¿Te importa que nos alejemos de esta luz? No estoyorgulloso de ella. -Con su media mano señaló hacia la puertapor la que había salido.

Los cortes de sus dedos estaban curados.Y las cicatrices de su antebrazo habían desaparecido. La

carne se había cerrado sobre las señales de los colmillos deMarid y las heridas que él mismo se causara.

Sin decir palabra, se dirigió hacia donde él habíaseñalado. Ignoraba qué le había sucedido.

Al traspasar la puerta, se encontró ante una pequeñaserie de habitaciones claramente diseñadas como estanciasprivadas de alguien. Iluminadas a escala más humana porvarias lámparas de petróleo y amuebladas con asientos depiedra y una mesa en la antecámara, una cama sin sábanasen un cuarto interior y una despensa con los estantes vacíos

Page 503: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en otro. Aquellas estancias no habían sido utilizadas desdehacía mucho tiempo, pero la ventilación y el granito dePiedra Deleitosa las habían mantenido limpias. Covenantdebía de haber colocado las lámparas, o pedido a losharuchai que lo hiciesen.

El centro de la mesa había sido extrañamente agujereadoen la misma forma que una afilada estaca puede agujerear laarcilla.

- Mhoram vivió aquí -explicó Covenant-. Aquí fuedonde hablé con él cuando por fin empecé a creer que era miamigo; que era capaz de ser mi amigo después de todas lascosas que yo había hecho. -Hablaba sin tristeza, como si sehubiera reconciliado con el recuerdo-. Me habló de lanecesidad de libertad.

Aquellas palabras parecían tener una nueva resonanciapara él, pero casi de inmediato las dejó de lado con unencogimiento de hombros. Señalando la hendidura quemarcaba la mesa dijo:

- Yo la hice, con el k rill. Elena quería entregármelo.Deseaba que lo usase contra el Amo Execrable. De modoque lo clavé en la mesa y lo dejé ahí donde nadie máspudiese cogerlo. Como una promesa de que haría lo mismo alReino. -De nuevo intentó sonreír, pero esta vez sóloconsiguió una mueca-. Obré así incluso antes de saber queElena era mi hija. Sabiendo que él todavía podía ser miamigo. -Durante un instante, su voz sonó triste y cansada,

Page 504: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pero él permaneció firme y erguido dándole la espalda a lapuerta abierta y a la plateada iluminación como si ahorafuese invulnerable-. Debió haber arrancado el krill cuando elpoder le colmó.

La miró desde el otro lado de la mesa. Sus ojos seestrecharon, pero permanecieron claros.

- No ha desaparecido -dijo con suavidad-. Traté dedesembarazarme de eso, pero no lo conseguí.

- ¿Entonces qué…? -Se veía perdida ante él, asombradaante su transformación. Era más que nunca el hombre queamaba, y sin embargo no lo conocía, no encontraba palabraspara formularle una simple pregunta.

Él suspiró, bajando la mirada brevemente para volverdespués a mirarla.

- Supongo que podría decirse que se fundió. No sé dequé otra manera describirlo. Se me unió tan estrechamenteque llegó a formar parte de mí. Soy como una aleación,veneno y magia indomeñable, piel y huesos mezclados hastahacerse uno. Una sola cosa. De la que nunca me liberaré.

Mientras hablaba, Linden comprendió que estaba en locierto. Había pronunciado las palabras exactas. Fundido.Aleación. Como el oro blanco, una mezcla de metales. Y sucorazón dio un salto de júbilo.

- ¡Entonces puedes controlarlo! -dijo rápidamente, tanrápidamente que no supo lo que iba a decir hasta que lohubo dicho-. ¡Ya no estás a merced del Execrable! ¡Puedes

Page 505: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vencerlo!Ante aquello, un súbito dolor oscureció su semblante.

Ella se detuvo de inmediato, incapaz de entender cómo lohabía herido. Al ver que Covenant no contestaba, dominósu confusión, forzándose a apaciguarla. Tancuidadosamente como pudo, dijo:

- No lo entiendo. No puedo. Tienes que decirme lo queestá ocurriendo.

- Lo sé -suspiró él-. Lo sé. -Pero ahora había centradosu atención en el agujereado centro de la mesa como si nohubiese poder capaz de extraer el puñal de su propiocorazón; y ella tuvo miedo de haberlo perdido.

Tras un momento, volvió a hablar:- Solía decir que estaba enfermo de culpa. Pero no lo

diré más. -Inspiró profundamente para afianzarse-. Ha dejadode ser una enfermedad. Yo soy culpable. Nunca volveré ausar el poder.

Ella comenzó a protestar, pero la seguridad de él ladetuvo. Haciendo un esfuerzo, se mantuvo callada cuandoCovenant empezó a citar una vieja canción.

Hay magia indomeñable grabada en cada piedra.Sometida al oro blanco para ser desatada o

controlada.El oro, extraño metal, en el Reino no nacido.Ni gobernado, limitado o sojuzgado

Page 506: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Por la Ley con que el Reino fue creado,Sino piedra angular, esencia y ejeDe la anarquía con la cual el Tiempo se formara.La magia indomeñable constreñida en cada partículade vida,Desatada o controlada por el oro Porque su poder es

el ancla del arco de la vida. Que mide y gobierna elTiempo.

Ella le escuchó atentamente, esforzándose encomprender. Pero al mismo tiempo su mente se bifurcó, y seencontró recordando al Dr. Berenford, que había tratado dedescribirle a Covenant habiéndole de una de sus novelas.Según el viejo doctor, el libro argüía que la inocencia esalgo maravilloso, excepto por el hecho de ser impotente.La culpabilidad es poder. Sólo los condenados pueden serobjeto de salvación. Aquel recuerdo parecía indicar lanaturaleza de la nueva certidumbre de Covenant.

¿De qué se trataba? ¿Acaso ya no tenía dudas sobre sucondena?

Él se detuvo para luego repetir:- Piedra angular. El Arco del Tiempo se mantiene sin

fisuras en la cúspide gracias a la magia indomeñable. Y es elArco el que le proporciona a la Tierra un lugar en el queexistir. El que aprisiona el Execrable. Por eso desea mi anillo,para quebrantar el Tiempo y poder escapar.

Page 507: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

»Pero ya nada es tan sencillo. La magia indomeñable seha fundido dentro de mí. Yo soy la magia indomeñable. Encierto sentido me he convertido en la piedra angular delArco. O lo seré… si me desprendo de lo que soy. Si novuelvo a usar el poder.

»Mas esto no es todo. Si lo fuese, podría resistirlo.Aceptaría ser el Arco para siempre, si de esa manera pudieraser derrotado el Execrable. Pero no soy sólo magiaindomeñable. También soy veneno. El veneno del AmoExecrable. ¿Puedes imaginar qué sería de la Tierra teniendoveneno en su piedra angular? ¿Si cuanto existe en el mundo,cada partícula de vida, se fundamentara en el veneno tantocomo en la magia indomeñable? Eso sería más espantosoque el Sol Ban. -Lentamente giró la cabeza para dirigir aLinden una mirada que pareció traspasarla-. No quiero hacereso.

Se sintió impotente para alcanzarlo; pero lo intentó.Escuchó la verdad como Covenant la describía; habíacambiado por ella. En el Fuego Bánico había adquirido laimpotencia que se deriva de la inocencia. La facultad deresistir al Desprecio, la razón de su vida, había ardido hastaconsumirse. Sufriendo por él, le preguntó:

- Entonces, ¿qué harás?Sus labios se tensaron, mostrando los dientes; por un

instante, pareció asustado. Pero ningún temor se delató ensu voz.

Page 508: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Cuando vi a Elena en Andelain, me indicó el lugardonde puedo hallar al Execrable. En el Monte Trueno, en elinterior de la cueva de los Entes llamado Kiril Threndor. Voya hacerle una pequeña visita.

- ¡Te matará! -gritó Linden, horrorizada-. ¡Si no puedesdefenderte, te matará sin más y todo estará perdido! -Todolo que él había sufrido, las recaídas en el veneno, laspérdidas de Soñadordelmar y Honninscrave, de Ceer,Hergroom y Brinn, el silencio de los elohim, la caamora aque se sometiese por los sinhogar de Línea del Mar, lasdesgarradoras agonía y fusión en el Fuego Bánico-. ¡Seperderá! ¿Qué clase de respuesta es ésa?

Pero su certidumbre era inquebrantable. Para su horror,Covenant le sonrió otra vez. Aquel gesto la desquició,haciendo que deseara gritarle como si él se hubieseconvertido en un Delirante. Pero él estaba relajado. Cuandohabló, en su voz no había connotaciones de desesperacióno condena, sino amabilidad y resignación.

- Hay varias cosas que el Execrable no entiende. Y yovoy a explicárselas a ellos o a él.

Gentil, sí, y resignado; pero también fundido en el durometal de su propósito. ¿Explicárselas a ellos o a él? pensóLinden irritada. Pero en boca de Covenant tales palabras noparecían una locura. Parecían tan firmes y necesarias comolos cimientos de la Tierra.

Sin embargo, la consternación de ella le alcanzó. Con

Page 509: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

premura, como si quisiera tender un puente que salvara elabismo entre ambos, dijo:

- Linden, piénsalo. El Execrable no puede romper elArco sin romperme antes a mí. ¿De veras crees que puedehacerlo? ¿Después de lo que he resistido?

No pudo replicarle. Se estaba sumiendo en la visión desu muerte, de su cuerpo abandonado en los bosquessituados detrás de Haven Farm estremeciéndose en el últimoaliento de vida sobre la indiferente piedra. El viejo cuya vidahabía salvado antes de encontrarse con Covenant porprimera vez, le había dicho como haciéndole una promesa:No vas a sucumbir aunque él te ataque. También hay amoren el mundo. Pero ya había sucumbido cuando permitió queaquel cuchillo se hundiese en el pecho de Covenant,dejándole en la agonía. Todo el amor había desaparecido.

Pero él no había terminado con ella. Se inclinaba ahorasobre la mesa, apoyándose sobre los brazos cruzados paramirarla más de cerca; y el plateado refulgir del suelo rodeabasu apasionada postura, confiriéndole luminosidad. Mas laamarillenta luz de las lámparas parecía humana e necesaria aliluminar su rostro, las facciones que ella había amado desdeel principio; la boca tan estricta como un mandato, lasmejillas surcadas por las contrariedades, el peloencaneciendo como si su color fuera la ceniza dejada por sumente enfebrecida. La amabilidad que ocultaba era elconflicto entre la comprensión y el deseo de quien jamás se

Page 510: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hizo concesiones. Y aún deseaba algo de ella. A pesar de loque había intentado hacerle. Antes de que hablara, supo quetenía un motivo concreto para convocarla allí, y para elegiraquel sitio en particular, la habitación de un hombrecompasivo, peligroso y quizá sabio que una vez había sidosu amigo.

Con voz enronquecida, él le preguntó:- ¿Y qué vas a hacer tú?Ya se lo había preguntado antes. Pero la respuesta que

le dio parecía ahora inadecuada. Se llevó las manos al pelo yluego las dejó caer. El contacto de la sucia cabellera hizo quese sintiera tan repulsiva y poco apropiada para ser queridaque estuvo a punto de llorar.

- No lo sé -dijo-. No sé cuáles son mis opciones.Por un momento, la certidumbre de Covenant falló. La

miraba, no porque estuviese seguro, sino porque teníamiedo.

- Puedes quedarte aquí -dijo como si sus propiaspalabras lo hirieran-. La ciencia de los antiguos Amos estáaún aquí. En su mayor parte. Quizá los gigantes puedantraducírtela. Y puedas encontrar un camino para salir de estaconfusión por ti misma. Una manera de regresar. -Tragósaliva mientras una emoción que parecía pánico excedía suresolución. Casi en un susurro añadió-: O puedes venirconmigo.

¿Venir…? Su percepción fluyó hacia él, tratando de

Page 511: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

descubrir el propósito que se escondía tras lo que habíadicho. ¿De qué estaba asustado? ¿Quizá temía su compañía,le espantaba la responsabilidad y el peligro de tenerla a sulado? ¿O le angustiaba irse sin ella?

Sintió que le flaqueaban las piernas por el agotamientoy el deseo, pero no se permitió el sentarse. Un desoladotemblor la recorrió.

- ¿Tú qué quieres que haga?Covenant hubiera dado cualquier cosa por poder

apartar la mirada, pero la sostuvo. Incluso en aquelmomento, no se dejó amedrentar por lo que temía.

- Yo quiero lo que tú escojas. Quiero que encuentresalgo que te dé esperanza. Quiero que recuperes tu poder.Que dejes de considerarte malvada; que dejes de creer quetu madre y tu padre son toda la verdad de tu vida. Quieroque comprendas por qué fuiste escogida para estar aquí. -Surostro le suplicaba a través de la luz de las lámpara-. Quieroque tengas razones.

Ella aún no comprendía su aprensión. Pero él le habíadado una oportunidad que anhelaba fervientemente, yestaba dispuesta a tomarla a cualquier precio. Su voz estabaafectada por una clase de gemido que había sofocadodurante la mayor parte de su vida, pero ya no le importabaexhibir su fragilidad o necesidad. El excesivo autocontrolque tanto había ejercitado había desaparecido, y no intentórecuperarlo. Estremeciéndose, dio su respuesta.

Page 512: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No deseo la esperanza. No quiero el poder. No mepreocupa regresar. Que el Execrable haga lo peor, y se vayaal infierno. Ni siquiera me importa si vas a morir. -Aquello eraverdad. La muerte llegaría más tarde, y él estaba allí en aquelmomento-. Soy médico, no maga. No puedo salvarte a menosque regreses conmigo… y si me ofrecieras eso, no loaceptaría. Lo que está ocurriendo aquí es demasiadoimportante. Demasiado importante para mí. -Y también esoera cierto; lo había descubierto entre los heridos en elvestíbulo de la Fortaleza-. Lo que deseo es un amor queviva. Tanto tiempo como pueda conseguir. -Desafiando supropia debilidad, permaneció erguida frente a él a la luz de lalámpara, como si estuviese en llamas-. Te deseo.

Tras aquello, él bajó al fin la cabeza y el alivio queemanó de su persona fue tan palpable que casi podíatocarse. Cuando volvió a levantar la vista, sonreía conamor… una sonrisa que solamente le pertenecía a ella, y anadie más. Las lágrimas le recorrían el rostro cuando sedirigió hacia la puerta y la cerró, dejando fuera lasconsecuencias de la magia indomeñable y el veneno.Entonces, desde el umbral, dijo suavemente:

- Me hubiera gustado poder creer que ibas a decir eso.Le habría pedido a Cail que nos trajera unas mantas.

Pero el protector y firme granito de Piedra Deleitosa losacogió con cariño, y no necesitaron mantas.

Page 513: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DOCE: Esos que se marchan

No durmieron durante toda aquella noche. Linden sabíaque Covenant tampoco había dormido la noche anterior, enlos límites de la jungla cercana a Piedra Deleitosa; ellatambién había permanecido despierta observando la grandesesperación de su aura con su percepción ya que Cail leimpedía acercarse al ur-Amo. Pero ya no la inquietaba aquelrecuerdo; en el lugar de Covenant, ella hubiera hecho lomismo. No obstante, aquella exigente soledad conferia másimportancia a la noche pasada; demasiado importante parapasarla durmiendo. No había estado entre sus brazos desdela crisis del Árbol Único, y ahora procuraba imprimir cadapalmo y rasgo en sus anhelantes nervios.

Si él hubiese querido dormir, se lo hubiera permitidogustosamente. Pero había reasumido la certidumbre como siésta pudiera ocupar el lugar del descanso; y su deseo porella era tan punzante como un acto de gracia. De vez encuando, le sentía esbozar aquella sonrisa que sólo lepertenecía a ella; y en una ocasión lloró como si sus lágrimasfueran las de ella. Pero no durmieron.

Con los extremos de su sentido de la salud, eraconsciente de la inmensa Fortaleza que la rodeaba. Sentía laprotectora presencia de Cail al otro lado de la puerta. Supocuando al fin se extinguió el Fuego Bánico, ahogado por las

Page 514: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

soberanas aguas de la Laguna Brillante. Y cuando lamaltratada piedra del Recinto Sagrado se enfrió, la ciudadentera dejó escapar un largo y granítico suspiro que parecióexpresar el alivio de cada suelo y cada muro. Finalmentesintió que el distante afluir del lago cesó cuando Nomdevolvió la corriente a su curso original. Durante el resto dela noche, al menos, Piedra Deleitosa sería un lugar de paz.

Sin embargo, antes del amanecer, Covenant se levantódel lecho que había pertenecido a Mhoram. Mientras sevestía, urgió a Linden a hacer lo mismo. Ella accedió sinpreguntas. La comunión entre ambos era más importante quelas preguntas. Y lo había intuido con claridad, sabía que loque tenía en mente era de su agrado. Aquello le bastaba.Metiendo nuevamente sus miembros dentro de la vagaincomodidad de sus sucias ropas, aceptó su insensiblemano y subió con él a través de la calmada Fortaleza hasta lameseta superior.

En aquel lugar de Piedra Deleitosa, dejaron a Cail paraque custodiara su intimidad. Luego, con una alegre premuraen sus pasos, Covenant la condujo hacia el noroesterodeando la curva de la meseta hasta el viejo manantial queella había usado contra el Fuego Bánico sin haberlo vistonunca.

Hasta la Laguna Brillante, en la que Mhoram ocultase elkrill de Loric por el futuro del Reino. De donde brotaba laúnica agua, exceptuando la de Andelain, con suficiente

Page 515: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Energía de la Tierra para resistir al Sol Ban. Y adonde,recordó ahora Linden, Covenant había ido una vez paraconfirmar la verdad de sus sueños.

Sintió que la estaba conduciendo a la fuente de su másíntima esperanza.

Desde el este se desplegaba un manto gris que velabalas estrellas y anunciaba el amanecer. A una legua o doshacia el oeste, las Montañas se alzaban bajo los cielos, perolas colinas de la meseta ya no se veían alfombradas. Enpasadas épocas, aquellos pastos y campos habían sido lobastante fértiles para alimentar a toda la ciudad y cubrir susnecesidades. Sin embargo, Linden percibía ahora la aridezdel terreno bajo sus sensibles pies; y un poco de sucansancio, un atisbo de su tristeza habitual, volvió a ella, através de las plantas de sus pies. El sonido del agua, quediscurría sin mostrarse cerca de ella hacia los SaltosAferrados, parecía contener una sosegada e incierta nota,como si de alguna manera el futuro de la Tierra fuera frágil yse mantuviera en un equilibrio precario. Mientras el Sol Banacechaba el Reino, recordó que la explicación de Covenantsobre su nuevo propósito no tenía sentido.

Hay varias cosas que el Execrable no entiende. Y yovoy a explicárselas.

Nadie, excepto un hombre que hubiese sobrevivido a lainmersión en el Fuego Bánico podría haber pronunciadosemejantes palabras sin que fueran consideradas como

Page 516: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

síntomas de locura.Pero la seca frialdad de la noche aún continuaba sobre

la planicie; y la promesa que encerraba hacía irrelevantes lasdudas, al menos por el momento. La condujo hacia el nortepor entre las colinas, bordeando riscos y encaminándosehacia la corriente. Poco antes de que el sol apareciera en elhorizonte, la hizo pasar la cresta de una elevada colina; y seencontró, al mirar hacia abajo, con la nitidez de la LagunaBrillante.

Parecía que habían pulido su superficie, abierta al anchocielo. A pesar de la corriente que fluía, no se hallaba rizada,sino tan plana y tersa como metal bruñido. La alimentabancaudalosos torrentes que no la agitaban ni estremecían. Lamayor parte del agua reflejaba el impreciso gris del cielo,pero alrededor de los márgenes se repetía la imagen de lascolinas que la sustentaban, y hacia el este se podían ver lasMontañas Occidentales, enturbiadas por el crepúsculo ytodavía imprecisas, tan fielmente reproducidas como por unespejo. Sintió que si miraba aquellas aguas durante el tiemposuficiente podría ver el mundo entero allí reflejado.

El mundo entero, menos ella. Para su sorpresa, el lagono mostraba signo alguno de su persona. Reflejaba aCovenant a su lado, pero prescindía de ella. Se veía el cielo asu través como si ella fuese demasiado mortal oinsignificante para atraer la atención de la Laguna Brillante.

- ¿Covenant…? -comenzó vagamente asustada-.

Page 517: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

¿Qué…?Pero él le indicó que se callase, sonriéndole como si la

inminente mañana la embelleciera. Casi corriendo, éldescendió por la ladera hasta la orilla del lago. Allí se quitóla camisa, las botas y los pantalones. Por un instante, volvióla cabeza para mirarla, agitando el brazo en indicación de quese acercara. Luego se zambulló en la Laguna Brillante. Lapalidez de su carne rompía el agua como en un destellomientras nadaba hacia el centro del lago.

Ella lo siguió casi sin querer, alentada y asustada almismo tiempo por lo que veía. Pero luego su corazón sedilató y comenzó a correr. Las ondas producidas por lazambullida de Covenant surcaban la superficie comopromesas. El lago atraía sus sentidos como si tuviese lafacultad de transformarla. Todo el cuerpo le dolíareclamando súbitamente ser lavado. Allá abajo, Covenantrompía las aguas y lanzó una exclamación de placer que lefue devuelta por las colinas. Rápidamente, se desabrochó lacamisa, lanzó los zapatos, se quitó los pantalones, y fue trasél.

Al momento, el frío golpeó su piel como una llama,como si el agua pretendiese quemar la suciedad y dolor quehabía en ella. Emergió a la superficie, jadeando a causa de unsobresalto que se tornó en éxtasis. La escalofriante purezade la Laguna Brillante iluminó todos sus nervios.

Los cabellos le cubrían el rostro. Los apartó y vio que

Page 518: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant buceaba hacia ella. La trasparencia del lago hacíaque pareciera estar a la vez tan cerca como para que pudieratocarlo y demasiado lejos para ser alcanzado.

Aquella imagen la quemó como la frigidez del agua.Podía verlo, pero no verse a sí misma. Bajando la miradahacia su cuerpo, veía solamente el reflejo del cielo y lascolinas. Su materialidad parecía acabar en el nivel del agua.Cuando levantaba una mano podía verla claramente, pero elantebrazo y el codo que permanecían bajo la superficie eraninvisibles. Tan sólo apreció a Covenant cuando la cogió delas piernas hundiéndola hacia él.

Cuando su cabeza estuvo bajo el agua y abrió los ojos,su torso y miembros reaparecieron como si hubiera cruzadoun plano de traslación para entrar en otra clase de existencia.

El rostro de Covenant surgió ante ella. La besójubilosamente y luego la abrazó cuando ambos fluctuaronhacia arriba. Rompiendo el agua, tomó una gran bocanada deaire antes de volver a sumergirla. Pero esta vez, cuando sehundieron, tomó su cabeza entre las manos y empezó a frotarel cráneo y el pelo. La cortante agua elada eliminó lasuciedad y la grasa como reparación.

Ella giró, devolviéndole el beso. Después lo alejó de sí yregresó a la superficie para inhalar aire como si fuese elconcentrado elixir del placer.

De pronto, él apareció, aclarándose el rostro con unasacudida de cabeza y la miró con un brillo en los ojos que

Page 519: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

era como una carcajada.- ¡Tú…! -jadeó ella casi riendo para sí misma-. Tienes

que explicármelo. -Deseaba rodearlo con los brazos, peroentonces no sería posible hablar-. ¡Esto es maravilloso! -Sobre ella, las cumbres de las colinas occidentales estabaniluminadas por el Sol de Desierto, y el resplandor danzaba através del lago-. ¿Por qué yo desaparezco y tú no?

- ¡Ya te lo he dicho! -le contestó echándole agua-. Lamagia indomeñable y el veneno. La piedra angular del Arco.-Sumergido en aquel lago, incluso podía pronunciar talespalabras sin que disminuyera la alegría de ella-. La primeravez que estuve aquí tampoco podía verme. Tú eres normal. -Su voz se alzó orgullosamente-. ¡La Laguna Brillante mereconoce!

Entonces ella le pasó los brazos por el cuello, y ambosse hundieron en el regazo del lago. Intuitivamente, porprimera vez, ella comprendió su esperanza. No sabía lo quesignificaba ni podía calcular las implicaciones. Pero la sintióbrillando en él como las vehementes aguas; y supo que sucerteza no era una defensa contra la desesperación. O no deltodo. El veneno y la magia indomeñable: desesperación yesperanza. El Fuego Bánico las había fundido en una,purificándolas.

No, no era exacto decir que lo comprendía. Pero loreconocía, como la Laguna Brillante. Y lo estrechó,besándolo apasionamente, echándole agua y riendo como

Page 520: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una niña, compartiendo el viejo lago con él hasta que el fríola obligó a subirse a una roca plana que había en una de lasorillas y aceptar el calor del Sol Desértico.

Aquel calor le devolvió su sangre fría. Cuando lasaguas de la Laguna Brillante se evaporaron de su sensiblepiel, volvió a sentir el Sol Ban. Aquel toque penetrabadentro de ella como el de Gibbon, trazando surcos deprofanación en sus huesos. Después de todo, la extincióndel Fuego Bánico no había debilitado significativamente niincluso retardado la corrupción del Amo Execrable. Lacomprometida situación del Reino perduraba, sin alterarsepor la certidumbre de Covenant o por su propia y jubilosapurificación. Sintiendo una repugnancia visceral por yacerbajo el Sol Desértico, recuperó sus ropas y las de Covenant,vistiéndose mientras él aún la miraba con deseo. Perolentamente su ánimo decayó. Cuando estuvo completamentevestido, ella se dio cuenta de que se hallaba preparado paralas preguntas que sabía que iba a formularle.

- Covenant -dijo con suavidad, intentando encontrar untono que no le hiciese desconfiar de ella- no lo entiendo.Después de lo que he intentado hacerte apenas tengoderecho a exigir nada. -Pero él desdeñó su tentativa deposesión con un encogimiento de hombros y una mueca; asíque ella no insistió-. Y de cualquier modo confío en ti. Perono comprendo por qué deseas ir a enfrentarte con elExecrable. Incluso aunque no logre quebrantarte, te dañará

Page 521: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de un modo terrible. Si no puedes hacer uso de tu poder,¿qué harás para combatirlo?

Él no se intimidó. Pero Linden le vio retrocedermentalmente varios pasos como si la respuesta requirieseuna especial cautela. Sus emanaciones llegaron a serestudiadas y complejas. Podía estar buscando el mejor modode contarle una mentira. Mas cuando comenzó a hablar nooyó falsedad alguna; su percepción le hubiera avisado de supresencia. Aquella cautela era la de quien no desea producirmás daño.

- No estoy seguro. No creo poder combatirlo deninguna forma. Pero me sigo preguntando, ¿cómo puede élcombatirme?

«Recuerda a Kasreyn. -Una ráfaga de ironía se destacóen las comisuras de su boca-. ¿Cómo podrías olvidarle? Bien,habló durante un buen rato mientras intentaba sacarme deaquel silencio. Me dijo que utilizaba materiales y técnicaspuras, pero que nada puro tenía poder para crear. 'En unmundo defectuoso la pureza no es perdurable. Porconsiguiente en cada una de mis obras debo introducir unpequeño fallo, sin el que la obra no funcionaría'. Por estodeseaba mi anillo. Dijo, 'La imperfección es la auténticaparadoja que conforma la Tierra, y con ella un maestro puedeelaborar obras perfectas sin motivos de temor'. Mirándolo deese modo, una aleación es un metal imperfecto.

Mientras hablaba, fue apartándose gradualmente de

Page 522: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ella, no para evitar su mirada sino buscando la reafirmaciónesencial del reflejo en el lago.

- Bien, yo soy una clase de aleación. El Execrable me haconvertido exactamente en lo que deseaba, en lo quenecesita. Un instrumento utilizable para recuperar sulibertad. Y para destruir la Tierra en el proceso.

»Pero el problema es mi libertad, no la suya. Hemoshablado sobre la necesidad de libertad. He repetido una yotra vez que él no puede utilizar una herramienta para lograrlo que desea. Si ha de vencer, tiene que hacerlo mediante laactuación voluntaria de sus víctimas. Eso dije. -La miró comosi temiera la forma en que podía reaccionar-. Así lo creía.Pero ya no estoy seguro de que sea verdad. Pienso que lasaleaciones trascienden las constricciones normales. Si ahorano soy realmente más que un instrumento, el Execrablepodrá servirse de mí tal y como desee, y no podremosevitarlo.

Volvió entonces a mirarla apretándose los puños contralas caderas.

- Pero no creo eso. No creo ser la herramienta de nadie.Ni tampoco que el Execrable pueda vencer mediante la clasede elecciones que cualquiera de nosotros ha ido realizando.La clase de elección es crucial. El Reino no fue destruidocuando rehusé la llamada de Mhoram por salvar a una niñamordida por una serpiente. Ni tampoco va a serlo porque elExecrable me obligue a elegir entre mi propia seguridad y la

Page 523: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de Joan. Y también lo contrario es cierto. Si soy elinstrumento perfecto para derribar el Arco del Tiempo, losoy también para preservarlo. El Execrable no puede vencera menos que yo elija permitírselo.

Su seguridad era tan clara que Linden casi lo creyó.Pero en su interior tenía miedo porque sabía que era posibleque estuviera equivocado. Había hablado con frecuencia dela importancia de la libertad. Pero los elohim no planteabanel peligro del mundo en esos términos. Temían por la Tierradebido a que la Solsapiente y el portador del anillo no eran lamisma persona; porque él carecía de la percepción queguiara sus elecciones y ella del poder que hiciera que lassuyas contaran. Y si él no conocía en su totalidad la verdadde las maquinaciones del Execrable, podía escogererróneamente pese a su lúcida determinación.

Pero no le dijo lo que estaba pensando. Ella tendría quehallar su propia respuesta a la teoría de los elohim. Y sentíamás miedo por él que por sí misma. Mientras que la amase,sería capaz de permanecer a su lado. Y mientras siguiese conél, tendría la oportunidad de usar el sentido de la salud en sunombre. No pedía más; sólo la oportunidad de ayudarle,redimiendo así el daño causado por sus pasados errores yculpas. Entonces, si él, el Reino y la Tierra se perdían, nopodría culpar a nadie excepto a sí misma.

La responsabilidad la aterraba. Implicaba la aceptacióndel papel que los elohim le había asignado, aceptar el riesgo

Page 524: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de la malvada promesa de Gibbon. Tú estás siendo forjada.Pero también se hicieron otras promesas. Covenant habíadeclarado que jamás cedería su anillo al Despreciativo. Y elviejo de Haven Farm había dicho: No vas a desfalleceraunque él te ataque. Por vez primera extrajo consuelo deaquellas palabras.

Covenant la miraba intensamente, aguardando surespuesta. Tras un momento, ella siguió el hilo de suexplicación.

- Así es que no puede quebrantarte. Y tú no puedescombatirlo. ¿Qué hay de bueno en ese empate? -dijo.

Ante aquello, él sonrió ásperamente. Pero la respuestatomó una dirección diferente a la que ella esperaba.

- Cuando vi a Mhoram en Andelain -su tono era tandirecto como audaz-, procuró advertirme. Dijo: No significanada evitar sus trampas porque siempre están basadas enotras trampas, y la vida y la muerte están demasiadoíntimamente relacionadas para ser separadas una de otra.Cuando hayas llegado al límite y no te quede ya otrorecurso, recuerda la paradoja del oro blanco. Hayesperanza en la contradicción. -Gradualmente, su expresiónse dulcificó, tornándose en aquélla de la que Linden nuncapodría saciarse-. No creo que empatemos, en absoluto.

Le devolvió la sonrisa lo mejor que pudo, tratando deser digna de él de la misma forma en que él trataba de serdigno del antiguo Amo que un día fue su amigo.

Page 525: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Esperó que volviera a tomarla entre sus brazos. Lodeseaba, a pesar del Sol Ban. Hubiera soportado la violacióndel Sol de Desierto por conseguir su abrazo. Pero cuando secruzaron sus ojos, oyó un tenue y extraño sonidoprocedente de las colinas de la meseta; una serie de notasaltas, tan agudas como el tono de una flauta. Pero nocontenían melodía alguna. Podían haber sido producidas porel viento al pasar entre las rocas.

Covenant levantó bruscamente la cabeza, escrutandolas laderas.

- La última vez que oí sonar aquí una flauta… -Estabacon Elena; y aquella música había sido el anuncio de lallegada del hombre que le había dicho a él que sus sueñoseran verdaderos.

Pero este sonido no era música. Se quebró en unaestridente nota para caer en el silencio. Cuando volvió aempezar se distinguía claramente una flauta, y no menosclaramente que quien la tocaba no sabía hacerlo. La falta demelodía era causada por la simple ineptitud.

Llegaba de Piedra Deleitosa.El tono volvió a hacerse trizas otra vez; y Covenant

esbozó una irónica sonrisa.- Quienquiera que esté tocando eso necesita ayuda -

murmuró-. Y de todos modos debemos regresar. Quieropreparar las cosas para partir hoy.

Linden asintió. Le hubiera gustado pasar unos días de

Page 526: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

descanso en Piedra Deleitosa; pero deseaba hacer lo que élquisiera. Y podría disfrutar más de la limpieza de su piel ypelo en el interior de la Fortaleza, protegida del Sol Ban.Tomó su mano y juntos treparon desde el remanso del lago.

En la cima de la colina, oyeron la flauta más nítidamente.Sonaba como música que hubiera sido distorsionada por elSol Desértico.

Las llanuras que se extendían más allá de la mesetaparecían yermas y desoladas contra el horizonte, toda vidahabía huido de ellas, sin dejar ni rastro de vegetación. Noobstante, las aguas de la Laguna Brillante y las siluetas delas colinas parecían insistir en que la vida aún era posibleallí, que de alguna manera el terreno no era totalmente estéril.

Pero las planicies más bajas no daban tal impresión. Lamayor parte del río se había evaporado antes de alcanzar elfondo de los Saltos Aferrados; el resto desaparecía a un tirode piedra del risco. El sol resplandecía sobre Linden comoreclamándola para él. Antes de que llegasen a los límites delllano donde se asentaba Piedra Deleitosa, supo que ladecisión que había tomado de permanecer al lado deCovenant no le iba a ser fácil de cumplir. En el fondo de sucorazón, acechaba un oscuro deseo por el poder paragobernar el Sol Ban y hacerlo su siervo. Cada instante queéste permanecía sobre ella, le recordaba que aún eravulnerable a la profanación.

Para cuando se reunieron con Cail a la entrada de la

Page 527: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ciudadela, supieron que el sonido de flauta procedía de lacumbre del promontorio que sobrepasaba a la Torre Vigía.De mutuo acuerdo, se dirigieron hacia allí, y en la cúspideencontraron a Encorvado. Sus piernas colgaban en el vacío,mirando hacia el este. La deformación de su columnavertebral lo inclinaba hacia delante. Parecía a punto de caer.

Se llevaba con las enormes manos una flauta a loslabios como si luchase con ella, como si creyera que consólo su obstinado esfuerzo lograría arrancar una melodíafúnebre del diminuto instrumento.

Cuando se le aproximaron lo dejó sobre su regazo,saludándoles con una débil sonrisa, más por costumbre quepor convicción.

- Amigo de la Tierra -dijo, con voz tan deshilacliada eincierta como las notas que había estado extrayendo-. Mealegra verte de nuevo sano y salvo. La Escogida hademostrado por dos veces su valor, por lo que veo, y aún hasobrevivido para brindarme el solaz de su belleza. -No miró aLinden-. Pero pensaba que nos habías abandonado porcompleto.

Entonces, sus húmedos ojos volvieron a bajar al seco ymuerto terreno.

- Perdóname por haber temido por ti. El temor nace de laduda, y tú no has merecido que dude. -Con un torpemovimiento, como de violencia contenida, señaló.la flauta-.Yo tengo la culpa. No soy capaz de sacarle música a este

Page 528: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

instrumento.Instintivamente, Linden se aproximó al gigante por

detrás y puso las manos sobre sus hombros. Aunque sehallaba sentado y su espalda era defectuosa, aquelloshombros apenas quedaban más bajos que los suyos; y susmúsculos eran tan fuertes que le fue difícil darles un masaje.Pero le acarició porque no supo consolarlo de otro modo.

- Todo el mundo duda -suspiró Covenant. No se acercóal gigante. Permaneció rígidamente donde se hallaba,controlando su vértigo ante el precipicio. Pero su voz rasgóel árido calor del sol-. Todos estamos aterrados. Tienesderecho. -Luego su tono cambió como si recordara queEncorvado había sufrido. Le preguntó suavemente-: ¿Quépuedo hacer por ti?

Los músculos de Encorvado se contrajeron bajo lasmanos de Linden. Tras un instante, dijo simplemente:

- Amigo de la Tierra, deseo un resultado mejor.En seguida añadió:- No me malinterpretes. Lo que aquí se ha hecho, se ha

hecho bien. Mortales como sois, Amigo de la Tierra yEscogida, sobrepasáis toda estimación. -Dejó escapar unquedo suspiro-. Pero no estoy contento. He derramado tantasangre… Acabé con las vidas de inocentes por veintenas,pese a que no soy la espadachina y detesto hacer esetrabajo. Y conforme lo hacía, la duda me resultaba terrible. Esduro matar cuando la esperanza ha sido consumida por el

Page 529: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

miedo. Como tú has dicho, Escogida, debe existir una razón.La aflicción del mundo debiera unir a los seres vivos y nosepararlos por el asesinato y la maldad.

»Amigos míos, grande es la necesidad que mi corazónsiente de cantar, pero ninguna canción acude. Soy ungigante. Con frecuencia me he vanagloriado con la música.'Somos los gigantes, nacidos para navegar, intrépidos para irdonde los sueños van'. Pero esos cantos me parecen ahoralocos y arrogantes. Al enfrentarme al destino, carezco delvalor de mis sueños. Ah, mi corazón debiera contener unacanción y no encuentro música en él.

»Deseo un resultado mejor.Su voz se deslizó por el borde del risco y se fue. Linden

sintió el dolor en él como si ella lo hubiera rodeado con susbrazos; quiso protestar de que se culpara a sí mismo, perosintió que su indigencia era más profunda que la culpa.Había saboreado la maldad del Despreciativo y seencontraba horrorizado. Ella lo comprendía. Pero no teníarespuesta.

Covenant estaba más seguro. Sonó tan estricto comoun juramento, al preguntar:

- ¿Qué vas a hacer?Encorvado respondió con un encogimiento de hombros

que separó de ellos las manos de Linden. No apartó la vistade la miseria que se extendía bajo él.

- La Primera ha hablado de eso -dijo en tono distante. El

Page 530: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

recuerdo de su esposa no le alivió-. Te acompañaremoshasta el final. La Búsqueda no exige menos de nosotros.Pero cuando reveles tu propósito, Tejenieblas llevará elmensaje a Línea del Mar. Desde allí, vendrá el Gema de laEstrella Polar si los mares y el hielo se lo permiten. Demanera que si tú fracasas, y quienes te acompañan caen, laBúsqueda podrá continuar. El mensaje que Tejenieblas llevehasta Línea del Mar permitirá al maestro de anclasQuitamanos elegir el medio de llevar a cabo su servicio.

Linden miró agudamente a Covenant para impedirledecir que si fracasaba no quedaría Tierra a la cual laBúsqueda pudiera servir. Quizás el viaje que la Primera habíaproyectado para Tejenieblas era absurdo; pero Lindendeseaba que lo hiciera. Era claro y específico, y le ayudaría aencontrar el camino de vuelta a sí mismo. También aprobabala insistencia de la Primera en comportarse como si laesperanza perdurase siempre.

Pero en seguida vio que Covenant no tenía intención denegar la posibilidad de esperanza. La única amargura quehabía en él era la que le producía el estado de ánimo deEncorvado; su aleación de determinación y desesperanza sehallaba exenta de hiél. Ni tampoco sugirió que Encorvado yla Primera debieran unirse a Tejenieblas. Por el contrario, dijocomo si estuviera contento:

- Está bien. Reúnete con nosotros en el vestíbulo amediodía, y partiremos. -Y correspondiendo a la mirada de

Page 531: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden, continuó-: Quiero ir ante la tumba de Honninscrave.-Su tono se hizo momentáneamente denso-. Deseodespedirme de él. ¿Me acompañarás?

En respuesta, fue hacia él y lo abrazó de modo queentendiese su silencio.

Se fueron juntos dejando a Encorvado sentado sobre elborde de la ciudad. Mientras se acercaban a la entrada dePiedra Deleitosa volvieron a escuchar el lamento de suflauta. Sonaba tan solitario como el grito del cernícalo contrael cielo medio oculto por el polvo.

Para Linden fue grato entrar en la gran Fortaleza, dondeestaba protegida del Sol de Desierto. Sus nervios se ibanrelajando mientras descendía al lado de Covenant hacia lasprofundidades de Piedra Deleitosa, de regreso a la Sala delas Ofrendas.

Cail les acompañaba. Bajo su impasibidad se ocultabauna extraña irresolución, como si quisiese formular unapregunta o pedir un favor y creyera que no tenía derecho.Mas cuando llegaron a su destino, ella olvidó aquellasinexplicables emanaciones.

En el transcurso de la lucha entre Gibbon y Covenant, yel desgarramiento del Delirante, apenas si se había fijado enla caverna. Toda su atención se hallaba centrada en lo queestaba ocurriendo, y en la negrura que Gibbon habíainvocado en ella. En consecuencia, no se había dado cuenta

Page 532: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de la magnitud de los destrozos que se habían producido enla Sala y en los objetos que contenía. Pero ahora los vio, ysintió su impacto.

Alrededor de los muros, tras las columnas, en lasesquinas y ángulos distantes, aún seguían intactas muchasde las antiguas obras de arte del Reino. Pero el centro de laestancia se hallaba en ruinas. Los tapices habían sidoreducidos a ceniza, las esculturas rotas, los cuadrosrasgados. Dos de las columnas se hallaban agrietadas desdelos capiteles a los frontones; lascas de piedra habían sidoarrancadas de la bóveda y el suelo; el mosaico sobre el queGibbon había estado, se hallaba destruido. Siglos deesfuerzo humano e inspiración asolados por lasincontenibles fuerzas que Covenant y el Delirante desataron.

Por un instante, la mirada de Covenant pareció tancastigada como la Sala. No existía certeza alguna quepudiese borrar la consecuencia de lo que había hecho… y enlo que había fracasado.

Mientras ella permaneció allí, atrapada entre el dolor deCovenant y la ruina de la Sala, no se dio cuenta de que lamayor parte de los escombros habían sido eliminados. Perocuando vio a Nom trabajando, comprendió lo que elesperpento de arena estaba haciendo. Reunía pedazos deroca, fragmentos de esculturas y restos de cerámica, ycuantos cascotes era capazde levantar con sus brazos,usándolos cuidadosamente para hacer una sepultura a

Page 533: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Honninscrave.Aquella pila funeraria rebasaba ya la altura de Linden,

pero Nom todavía no se daba por satisfecho. Con diligentecautela, seguía añadiendo obras de arte al roto montón. Eltúmulo era demasiado tosco para tener una formadeterminada. Sin embargo, Nom se movía redeándolo una yotra vez para construirlo como si fuese una representacióndel distante remolino de la Condenaesperpentos.

Éste era el homenaje de Nom al gigante que le habíapermitido desgarrar al Delirante Gibbon. Honninscrave habíacontenido y controlado al samadhi Sheol para que elDelirante no pudiese poseer a Nom apoderándose así de suvoluntad y fuerza. De aquella manera había dado a Nom laposibilidad de convertirse en algo nuevo, en un esperpentode arena con una mente activa, conocimiento y voluntad.Con aquella tumba, Nom reconocía el sacrificio del capitáncomo si hubiera sido una ofrenda.

La vista de aquello mitigó el dolor de Covenant.Recordando a Hergroom y a Ceer, Linden no hubiera creídoque le fuera posible sentir algo semejante a la gratitud haciaun esperpento de arena. Pero no tenía otro nombre para susentimiento mientras observaba el trabajo de Nom.

Aunque carecía de los normales vista y oído, la bestiaparecía consciente de sus observadores. Mas no cesó hastaagregar a la tumba de Honninscrave un último cascote lobastante grande para que sus brazos pudieran recogerlo.

Page 534: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Entonces se volvió bruscamente y avanzó hacia Covenant.Se detuvo a pocos pasos de él. Se dejó caer al suelo

con aquellas rodillas vueltas hacia atrás, y apoyó la frentesobre la piedra.

Se sintió avergonzado por el sometimiento de la bestia.- Levántate -murmuró-. Levántate. Eres digno de algo

mejor que eso.Pero Nom permanecía postrado ante él como ante un

objeto de veneración.De modo inesperado, Cail habló por el esperpento de

arena. Había recobrado aquella capacidad haruchai de noinmutarse. Manifestó los pensamientos de Nom como siestuviera acostumbrado a ellos.

- Nom desea que comprendas que te está agradecido.Obedecerá cualquier orden que le des. Pero te ruega que nolo hagas. Quiere ser libre. Ansia volver a su hogar en el GranDesierto, junto con los suyos. Tras desgarrar al Delirante, haobtenido conocimiento para deshacer laCondenaesperpentos, y para liberar a su especie delaprisionamiento de la furia y la angustia. Solicita tu permisopara partir.

Linden se dio cuenta de que estaba riéndosetontamente; pero no podía detenerse. A pesar de loespantoso que eran los esperpentos de arena, había odiadola idea de la situación en que se encontraban desde elinstante en que Encorvado se la reveló.

Page 535: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Déjale ir -le murmuró a Covenant-. Kasreyn no teníaderecho a tenerlos atrapados en un lugar así.

Él asintió lentamente, debatiéndose en su interior.Después tomó una decisión. Mirando de frente alesperpento, le dijo a Cail:

- Dile que puede marcharse. Comprendo que deseaobedecerme y le digo que puede marcharse. Es libre. Pero -añadió en tono cortante- quiero que deje en paz a losbhratair. También ese pueblo tiene derecho a vivir. Y Diossabe que ya les he causado suficiente daño. No deseo quesufra nadie más por causa mía.

Sin facciones ni expresión, la bestia albina volvió aerguirse.

- Nom te ha oído -dijo Cail. A la percepción de Linden lepareció detectar en su voz un toque de envidia por lalibertad de Nom-. Te obedecerá. También enseñaráobediencia a los suyos. El Gran Desierto es amplio, y losbhratair serán respetados.

Antes de que terminara, el esperpento de arena corrióhacia la puerta de la Sala. Anhelando su futuro, desaparecióescaleras arriba en busca del cielo abierto. Durante brevesmomentos, Linden pudo sentir sus anchos pies sobre losescalones; su fuerza parecía provocar la protesta de la piedrade la Fortaleza. Pero luego Nom se situó más allá de sualcance, y ella empezó a considerarlo como un recuerdoestimulante, como si de una forma inesperada, al fin el

Page 536: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pensar en las muertes de Hergroom, Ceer y Honninscrave sehubiese hecho soportable.

Sonreía aún cuando Covenant se dirigió a Cail.- Todavía nos queda un poco de tiempo hasta mediodía.

-Trató de aparentar indiferencia, pero las ascuas de sus ojosestaban encendidas por ella-. ¿Por qué no vas a buscar algopara comer? Estaremos en la habitación de Mhoram.

Cail asintió y salió, con presteza pero sin apresurarse.Su actitud convenció a Linden de que había captado sussentimientos correctamente: algo había cambiado para él.Parecía desear, casi con vehemencia, alejarse del ombre aquien prometiera proteger.

Pero no tenía intención de interrogar al haruchai por elmomento. Covenant le había pasado un brazo por la cinturay el tiempo resultaba precioso. Su anhelo le hubiera parecidoegoísmo si no lo compartiera con él.

No obstante, cuando llegaron al patio de brillante suelode plata y agrietado granito, encontraron a Sunder y Hollianaguardándoles. Los pedrarianos habían descansado desdela última vez en que Linden los viera y ahora presentabanmejor aspecto. Sunder ya no tenía las rodillas temblorosas niestaba febril a causa del cansancio. Hollian había recobradogran parte de su juventud. Saludaron tímidamente aCovenant y a Linden, como si no estuvieran seguros dehasta qué punto el Incrédulo y la Escogida eran superiores a

Page 537: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ellos. Pero tras su compartida disposición de ánimo, lasdiferencias entre ellos fueron palpables para Linden.

Contrastando con la antigua vida de Sunder, la deHollian había estado más llena de aprobación que desacrificio. Las tenues cicatrices que le surcaban la palmaderecha eran similares al pálido enrejado del antebrazoizquierdo de él, pero ella jamás había derramado la sangre denadie. Desde el primer momento, su papel había sidoprincipalmente de apoyo, sosteniendo a Sunder al principiode su adaptación al ruk h de Memla durante el viaje delgrupo hacia Línea del Mar e igualmente en su últimautilización del krill. Él era quien invadido por la culpa y lavehemencia, odiaba al Clave, lo combatía…y había sidovengado. Había descargado los golpes necesarios ennombre del Reino, mostrándose digno compañero degigantes y haruchai, de Covenant y de Linden. Ahora secomportaba con una nueva confianza, y la luz de plataparecía brillar audazmente en sus ojos, como si supiera quesu padre habría estado orgulloso de él.

Hollian también estaba orgullosa de él. Su franca miraday suave sonrisa mostraban que no se arrepentía de nada. Elniño que llevaba en su vientre era una alegría para ella. Noobstante, Linden percibió algo claramente inacabado en laeh-Estigmatizada. Sus emanaciones eran ahora máscomplejas que las de Sunder. Daba la impresión de que sabíaque aún no había sido probada. Y deseaba aquella prueba,

Page 538: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

quería alcanzar el destino que se cernía sobre ella como lasalas de cuervo de su brillante cabellera. Era una eh-Estigmatizada, rara en el Reino. Ansiaba descubrir elsignificado de tal rareza.

Covenant dirigió a Linden una mirada de irónico pesar,pero aceptó sin protestas la intempestiva presencia de lospedrarianos. Eran sus amigos, y su certeza los incluía.

En respuesta al saludo de Covenant, Sunder dijo contorpe brusquedad:

- Thomas Covenant, ¿cuál es ahora tu propósito? -Sureciente éxito no había suavizado sus modales-. Perdona quehayamos venido. Tu necesidad de descanso resulta clara. -La forma en que la miró le dijo a Linden que su propia fatigaera más obvia que la de Covenant-. Si optas por quedarteaquí varios días, será bueno para ti. En tiempos pasados -suexpresión era una mezcla de autocensura y dearrepentimiento-, dudé de ti, acusándote de cada locura ydaño. -Covenant hizo ademán de desecharlo, pero Sunder seapresuró en continuar-: No te cuestiono ahora. Eres elAmigo de la Tierra, curador y revelador de la vida, y miamigo. Mi duda se ha esfumado.»No obstante -prosiguió enseguida-, hemos estudiado el Sol Ban. La eh-Estigmatizadaha predicho su curso, y yo he sentido su poder mediante laPiedra del Sol y el krill. La extinción del Fuego Bánico y delClave ha sido una gran hazaña, pero el Sol Ban no se hadebilitado. El sol de mañana será de pestilencia. Sigue

Page 539: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

reinando aún sobre el Reino, y su maldad es clara.Su voz contenía fuerza y determinación cuando dijo:- Thomas Covenant, tú me has mostrado la falsedad del

Clave. Consideraba al Reino un patíbulo, un lugar de castigoconcebido por un severo Señor. Pero he aprendido quenacemos para la belleza y no para la enfermedad; que lamaldad está en el Sol Ban y no en la vida que él atormenta. -Su mirada destelló vivamente-. Por tanto, he descubierto queno estoy satisfecho. La verdadera batalla se encuentratodavía ante nosotros. -No era tan alto como Covenant; perosi más ancho y musculado. Parecía tan sólido como la piedrade su lugar de procedencia-. Por ello te pregunto, ¿cuál esahora tu propósito?

La pregunta entristeció a Covenant. La certeza queposeía no evitaba que sintiera como Sunder. Aunqueocultaba su dolor, Linden lo supo captar con su sentido dela salud en la irritación de su respuesta.

- No estás satisfecho. Bien, tú deberías estarlo. -Bajo lasuperficie se hallaba tan tenso como la cuerda de un arco apunto de disparar-. Ya habéis hecho bastante. Podéis dejarel Sol Ban para mí, para mí y para Linden. Deseo que osquedéis aquí.

- ¿Que nos quedemos aquí? -preguntó el Gravanélico,demasiado sorprendido para comprender-. ¿Quieres decirque nos separemos de ti?

Hollian le puso una mano sobre el hombro, no por

Page 540: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contenerlo sino para unir su preocupación con la de él.- ¡Sí! -masculló Covenant con más violencia de la

necesaria. Pero inmediatamente se recobró-. Sí. Eso es lo quedeseo. Sois el futuro del Reino. No hay nadie más. Aquéllosa quienes el Clave dejó con vida son demasiado viejos oestán demasiado enfermos para actuar; o son demasiadojóvenes para comprender. Vosotros dos sois los únicos quequedáis, que sabéis lo que ha ocurrido, y lo que significa. Loque la vida del Reino debiera ser. Si os ocurre algo, la mayorparte de los supervivientes no llegarían a saber que el Claveestaba equivocado. Seguirían creyendo sus mentiras porqueno habría nadie que los contradijese. Necesito que les digáisla verdad. No puedo poneros en peligro.

Linden creyó que les imploraría: Por favor. Por favor.Mas la indignación de Sunder destacó vividamente bajo laaguda luz.

- ¿Arriesgarnos, ur- Amo? -preguntó roncamentecuando Covenant se detuvo-. ¿Es el riesgo lo que temes? ¿Oes que nos juzgas indignos de tomar parte en tu elevadopropósito? ¿Olvidas quiénes somos? -Cerraba el puño entorno al kríll envuelto y oculto en el interior de su justillo-.Tu mundo se encuentra en otro lugar, y a él regresaráscuando concluyas tu tarea. Pero nosotros somos el Reino.Somos toda la vida que queda. ¡No permaneceremos acubierto mientras se decide el futuro de esa vida!

Covenant aguantó el estallido de Sunder sin inmutarse;

Page 541: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pero los imperceptibles músculos que bordeaban sus ojos setensaron como si quisiera gritar: ¿Pero qué te ocurre?¡Vamos a enfrentarnos con el Amo Execrable! ¡Estoytratando de evitártelo! Pero su tranquilidad persistió.

- Tienes razón -dijo suavemente; más suavemente de loque Linden hubiera deseado-. Sois la vida del Reino. Y ya oshe arrebatado todo lo demás. Vuestro hogar, vuestrasfamilias, vuestra identidad… Os he despojado de todo y hepermitido que carguéis con el coste. ¿No lo entendéis?Deseo devolveros algo. Quiero que tengáis un futuro. -Unacosa que ni Linden ni él poseían-. Así vuestro hijo tendrá almenos la oportunidad de nacer y crecer saludablemente. -Lapasión que subyacía en su tono le hizo recordar que él teníaun hijo al que no había visto en once años. Podía haberlegritado: ¡Déjame hacerlo por ti!-. ¿Acaso es la seguridad unprecio tan terrible de pagar?

Hollian pareció dudar, inducida por la inequívocapreocupación de Covenant. Pero Sunder no dudó. Aunquesu cólera se había evaporado, su resolución persistía. Dijocon dificultad:

- Perdona mi excesiva ira. Thomas Covenant, eres miamigo de todas formas. ¿Querrías cederme tu anillo blancopara que te protegiese de los peligros del Reino? -Nonecesitó esperar la respuesta de Covenant-. Tampoco yopuedo entregarte el sentido de mi vida. Me has enseñado avalorarlo en el más alto grado.

Page 542: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Bruscamente bajó la vista.- Si es su deseo, Hollian puede permanecer aquí.

Aunque el hijo que lleva es de ambos, la decisión es suya. -Luego volvió a mirar directamente a Covenant-. No mesepararé de ti hasta no quedar satisfecho.

Por un momento, el Gravanélico y Covenant se miraron,y Linden contuvo el aliento. Pero entonces Hollian rompió latensión. Inclinándose hacia Sunder, apretando los dientescomo si pretendiese morder su oreja, dijo:

- Hijo de Nassic, estás completamente loco si crees queme separaré de ti para mantenerme segura.

Covenant levantó las manos.- Oh, demonios -murmuró-. Dios me libre de gente tan

terca-. Aunque sonaba contrariado, su ceñuda expresiónhabía perdido seriedad.

Linden dejó escapar un suspiro de alivio. Captó lamirada de Hollian y un secreto destello pasó entre ellas. Confingida brusquedad advirtió:

- Nos marcharemos a mediodía. Id también vosotros aprepararos. Nos reuniremos en el vestíbulo.

Sin permitir que Covenant hablase, le condujo a lasestancias de Mhoram y cerró la puerta.

Pero más tarde, incluso a través del vital granito dePiedra Deleitosa ella sintió que el mediodía del Sol Desérticoestaba próximo; y su corazón se estremeció. Sunder estaba

Page 543: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en lo cierto: Él Sol Ban no se había debilitado. Y ellaignoraba cuánto tiempo más podría soportarlo. Se habíaopuesto a él en las inmensas Llanuras del Norte. Se habíaenfrentado al Delirante Gibbon aunque su mera proximidadhabía logrado que la oscuridad se retorciese en ella paraliberarse. Mas tales esfuerzos la habían llevado a sus límites.Y no había dormido. El consuelo del amor de Covenant habíahecho mucho por ella, pero no podía hacerla inmune a lafatiga. Pese a la protección de la Fortaleza, un terror visceralreptaba por su interior.

El mismo Covenant era sensible al temor. La forma enque la estrechó contenía una tensión que sentía comoangustia. Cuando Cail les llamó al vestíbulo, Covenant notitubeó. Pero parecía evitar su mirada, y sus gestos fuerontorpes al abrocharse el cinturón y atarse las botas.

Durante un momento, ella no lo imitó. Se hallabasentada en el lecho de Mhoram, observándole, detestandocubrir el vacío que él había dejado con el menos íntimocontacto de su camisa. Pero sabía que había de acompañarle,y que todo por cuanto se había esforzado se perderla siahora vacilaba. Pronunció su nombre para hacer que lamirase; y cuando lo hizo, ella se enfrentó a su propio miedotan directamente como le fue posible.

- No entiendo realmente lo que crees que vas a hacer,pero supongo que no importa. Al menos no en estemomento. Iré contigo, a donde sea. Pero yo aún no he

Page 544: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

respondido a mi propia pregunta. ¿Por qué yo? -Tal vezpretendió decir: ¿Por qué me amas? ¿Qué soy yo, para quedebas amarme? Si formulaba las preguntas en estos términosno podría entender la respuesta-. ¿Por qué fui escogida?¿Por qué insistió Gibbon en que yo era la única…?. -Hubo desofocar un hálito de tinieblas-. La única que iba a destruir laTierra.

Incluso si me rindo, pensó, incluso si me vuelvo loca ydecido ser como él. ¿Dónde conseguiría tal clase de poder?

Covenant encontró su mirada a través de la escasa luzde la lámpara. Se hallaba rígido y entrañable ante ella, unaimagen de miedo, amor y contradicción; y parecía saber loque ella buscaba. Pero el timbre de su voz le reveló que noestaba seguro.

- Son duras esas preguntas. Tienes que crear tu propiarespuesta. La última vez que estuve aquí, no supe que iba aderrotar al Execrable hasta que lo hice. Luego pudereflexionar y comprender el motivo. Fui escogido porquetenía capacidad para hacer lo que hice, aunque no lo supiera.-Hablaba serenamente, pero su actitud no podía esconderlas exigentes y esperanzadas implicaciones que recorrían suspalabras-. Creo que fuiste escogida porque eres como yo.Somos el tipo de personas que se siente responsable de losotros de modo natural. El Execrable cree que puede usar esopara manipularnos. Y el Creador -por un momento, él lerecordó extrañamente al viejo que había dicho: No vas a

Page 545: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sucumbir aunque él te ataque. También hay amor en elmundo- espera que juntos constituyamos algo másimportante de lo que somos por separado.

La exigencia y la esperanza. La esperanza y ladesesperación. Linden no sabía qué iba a suceder, perosabía la importancia que había adquirido. Levantándose dela cama, fue hacia Covenant y lo besó apasionadamente.Entonces se vistió con rapidez y se dispuso a acompañarledoquiera que él quisiese ir.

En nombre de su sonrisa, lo aceptaría todo.Mientras se preparaba, Cail repitió el aviso de que los

gigantes , haruchai y pedrarianos les aguardaban en elvestíbulo.

- ¡Ya vamos! -respondió Covenant.Cuando ella asintió, abrió la puerta y la hizo pasar con

una humorística reverencia, como si ella fuese regia para susojos.

Cail se inclinó ante ambos con el semblante, en lamedida que su inexpresividad lo permitía, de quien tiene algoque decir y se muere por hacerlo. Pero Linden se dio cuentaque aún no había hallado el momento apropiado. Devolvió lacortesía porque también él se había mostrado digno deconfianza. Nunca había dudado de su fidelidad, pero lanativa extravagancia de sus juicios siempre lo había hechoparecer a sus ojos peligrosos e imprevisible. Sin embargoahora lo veía como a alguien que había pasado a través del

Page 546: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rechazo y la indignidad para llegar a una decisión esencial,una decisión que ella esperaba ser capaz de comprender.

Juntos, Covenant, Cail y Linden dejaron atrás elplateado fulgor que resultara del primer encuentro delIncrédulo con el Clave. Aquella irradiación brillando contrasu espalda, produjo en Linden una punzada de añoranza;representaba una parte de él que había desaparecido. Pero élestaba plegado sobre sí mismo mientras avanzaba,concentrado en lo que le aguardaba. Aquélla era surespuesta a la pérdida. Y no necesitó que Cail lo guiara parahallar el camino a través de la laberíntica Fortaleza. Duranteun cruel instante, ella dejó que el remordimiento la purificase,soportándolo por ambos. Luego, volvió su atención haciasus acompañantes y trató de fortalecerse contra el Sol Ban.

El vestíbulo apenas coincidía con la imagen que teníade él. El suelo continuaba agrietado y roto, difícil detransitar; pero se encontraba iluminado por antorchas, y laluz solar penetraba por entre las destruidas puertas. Loscuerpos de los muertos habían sido sacados de allí; lasangre de la batalla había sido eliminada de la piedra. Y losheridos trasladados a estancias más adecuadas. Aquelprogreso sugería que Piedra Deleitosa podía llegar a ser denuevo habitable.

Junto a los portones se hallaban agrupados quieneshabían acompañado o combatido por el Incrédulo, ysobrevivido. La Primera de la Búsqueda con Encorvado y

Page 547: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tejenieblas; Sunder y Hollian; Durris y Fole, Harn, Stell y elresto de los haruchai; el oscuro Demondim, y Buscadoloresel Designado. Encorvado saludó a Linden y a Covenantcomo si la perspectiva de abandonar Piedra Deleitosa lehubiera devuelto el buen humor en considerable medida,pero el resto del grupo continuó en silencio. Parecíanesperar a Covenant como si fuese el punto sin retorno desus vidas. Incluso los haruchai, notó Linden con una levesorpresa. A pesar de su intransigencia de nativos de losmontes, estaban equilibrados sobre una cumbre peculiar ypodían tambalearse. Cuando Covenant se acercó, todosellos pusieron una rodilla en tierra en mudo homenaje.

Los otros tenían pocas preguntas que formular. Ni Vainni Buscadolores habían tenido nunca necesidad de ellas. YCovenant había aceptado ya la compañía de la Primera yEncorvado, Hollian y Sunder. Ellos únicamente necesitabansaber hacia dónde se dirigían. Los problemas que aúnquedaban por resolver pertenecían a los haruchai.

Pero cuando Covenant urgió al pueblo de Cail para quese levantaran de nuevo, fue la Primera quien se dirigió a él.Pese al combate y al desconsuelo, parecía rehecha. Adiferencia de su esposo, había encontrado exigencias ypropósitos que comprendía, porque era diestra en la pruebade la batalla.

- Amigo de la Tierra -dijo ceremoniosamente, con el peloy la voz resplandeciendo-, bienvenido seas. El final del Clave

Page 548: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

y del Fuego Bánico y la liberación de Piedra Deleitosamerecen alta consideración, y serán honrados en unacanción de mar dondequiera que nuestro pueblo guarde aúnmúsica en sus corazones. Nadie podría reprocharte quedecidieses permanecer aquí descansando y recobrándote. Esjusto que la visión y el arte de esta edificación realizada porgigantes sirva de premio a lo que la Escogida y tú lograsteis.

»Sin embargo -prosiguió sin detenerse-, aplaudo elpropósito que te induce a marcharte. Desde el peligro a lapérdida he seguido en pos de ti a través del mundo, y al finse me ha concedido asestar un golpe contra la maldad. Peronuestras pérdidas han sido terribles y dolorosas. y no bastacon un solo golpe. Deseo volver a atacar, si puedo. Y lospedrarianos nos han revelado que el Sol Ban perdura,procurando la ruina de la Tierra. La Búsqueda aún no hatocado a su fin. Amigo de la Tierra, ¿a dónde piensasencaminarte?

Linden miró a Covenant. Era una contradicción viviente,temeroso e intrépido a la vez. Mantenía la cabeza alta comosi estuviera convencido de que era digno de los gigantes yharuchai, del Gravanélico y de la eh- Estigmatizada; y la luzdel sol que se reflectaba desde la limpia piedra purificaba surostro, de modo que él parecía el fundamento mismo de laTierra. Pero sus hombros estaban rígidos, bloqueados por elacto de estrangular su propia debilidad, su deseo de quedarexento. Demasiadas cosas dependían de él, y carecía del

Page 549: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sentido de la salud que le guiase.Frágil, invencible y humano, correspondió a la mirada

de la Primera, desviándola después hacia Cail, Durris y losharuchai heridos. Luego respondió:

- Cuando estuve en Andelain encontré a varios de misantiguos amigos, gente que había confiado en mí,cuidándome, amándome mucho antes de que pudiera hacerninguna de aquellas cosas por mí mismo. Mhoram merecordó unas cuantas lecciones que ya debiera haberaprendido. Vasallodelmar me entregó a Vain. Bannorprometió que su pueblo me serviría. Y Elena -Elena, su hija,que lo había amado de la misma desquiciada manera en queodiaba al Amo Execrable- me dijo al fin lo que yo tendría quehacer. Cuando llegue el momento y debas enfrentarte alDespreciativo, tendrás que buscarlo en el Monte Trueno,concretamente en Kiril Threndor, donde ha fijado su morada.-Tragó saliva con dificultad-. Allí es a donde piensoencaminarme. Voy a terminar con esto de una u otra manera.

Aunque habló con suavidad, sus palabras parecieronresonar en el inmenso vestíbulo.

La Primera asintió vehementemente con un gesto.Empezó a preguntarle dónde se hallaba el Monte

Trueno, pero se interrumpió. Durris había avanzado un paso.Miró a Covenant con un inusitado e intenso brillo en susinexpresivos ojos.

- Ur-Amo, nosotros te acompañaremos.

Page 550: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant no titubeó. Con voz tan inexorable como ladel haruchai, dijo:

- No, no lo haréis.Durris enarcó una ceja, pero no se permitió ninguna otra

señal de sorpresa. Durante un segundo, desplazó suatención como si conferenciase inaudiblemente con lossuyos. Luego dijo:

- Es lo que tú solicitaste. Una promesa de servicio te fuehecha por el Guardián de Sangre Bannor entre los muertos. Yademás lo has merecido al redimirnos del yugo y lainmolación del Clave. Ur-Amo, te acompañaremos hasta elfinal.

El dolor torció la boca de Covenant. Pero no dudó. Susmanos estaba cerradas, presionando contra los muslos.

- He dicho no.Durris se detuvo otra vez. El aire estaba tenso de

expectación; principios que Linden no sabía cómo calibrarhabían entrado en crisis. Verdaderamente no comprendía laintención de Covenant. La Primera se adelantó como siquisiera formular algún ruego o protesta. Pero los haruchaino necesitaban que hablase por ellos. Durris se acercó unpoco más a Covenant; su mirada contenía un matiz deapremio. Su pueblo sabía mejor que nadie lo que estaba enjuego.

- Thomas Covenant, considéralo. -Linden se sorprendióde que fuese Durris quien hablara y no Cail-. Tú conoces a

Page 551: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los haruchai. Y también la historia del Guardián de Sangre.Fuiste testigo de aquel orgulloso y perpetuo Voto; ypresenciaste su fin. No pienses que nosotros lo hemosolvidado. En todo el tiempo que duró aquel servicio, losGuardianes de Sangre soportaron el tormento de no poderpresentarle batalla directamente a Corrupción. Y cuando alfin llegó la oportunidad para Bannor, cuando se halló a tulado sobre el Declive del Reino junto con Corazón SaladoVasallodelmar y supo tu intención, se marchó de allí. Teníasnecesidad de él y se marchó.

«Nosotros no juzgamos. El Voto fue roto. Mas teconfieso que hemos saboreado el fracaso, y no es denuestro agrado. Hemos de restaurar nuestra fe. No nosmarcharemos otra vez.

Aproximándose todavía más a Covenant, continuócomo si no deseara que nadie más le oyese:

- Ur-Amo, ¿te va a ocurrir lo que a Kevin Pierdetierra?¿Acaso es tu propósito separarte de quienes te evitarían unRitual de Profanación?

Ante aquello, Linden esperó que Covenant estallase.Ella misma ansiaba protestar, negando ardientemente lainfundada acusación de Durris. Pero Covenant no alzó lavoz. En vez de ello, interpuso su media mano entre Durris yél, mostrando la palma con los dedos desplegados. Su anillose aferraba como una manilla a lo que alguna vez fuera sudedo de en medio.

Page 552: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Recuerda -dijo sin permitirse ni el sarcasmo ni laamargura-. Pero ¿es que has olvidado por qué el Voto serompió?

»Yo te diré por qué. Tres Guardianes de Sangrepusieron las manos sobre un fragmento de la Piedra Illearth,y creyeron que les conferiría el suficiente poder para hacer loque siempre habían deseado. Así, ellos fueron a la Guaridadel Execrable, desafiando a Corrupción. Pero estabanequivocados. No existe sangre ni carne inmunes. ElExecrable los subyugó, como subyugara a Kevin cuandoElena quebrantó la Ley de la Muerte. Les mutiló para que separecieran a mí… a ésta -agitó su media mano- y los envió devuelta a Piedra Deleitosa para escarnio de la Guardia deSangre. -Un gemido quiso brotar en su interior, pero locontuvo-. ¿Te sorprende que el Voto fuera quebrantado? Yocreí que eso estaba destinado a quebrantar sus corazones.

«Bannor no se marchó. Me dio exactamente lo que yonecesitaba. Me mostró que aún era posible continuarviviendo.

Se detuvo para afianzarse; y Linden sintió crecer lamezcla de su certidumbre y poder, los sintió palpablementemás vigorosos.

- El hecho es -dijo sin intención de acusarlos-, que oshabéis estado equivocando todo el tiempo. Habéismalinterpretado vuestra propia duda desde un principio. Susignificado. Su importancia. Primero fue Kevin, después los

Page 553: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

otros Amos y, por último, yo; siempre desde que vuestropueblo llegó al Reino, os habéis estado comprometiendo alservicio de hombres y mujeres normales que no eran dignosde lo que les ofrecíais. Kevin era un buen hombre que cediócuando la presión se hizo más intensa de lo que podíasoportar, y los Guardianes de Sangre jamás fueron capacesde perdonarlo porque habían puesto su fe en él; y cuandofracasó, pensaron que la culpa había sido de ellos por nohaber logrado que fuera digno, por no haber evitado quefuera humano. Una vez y otra os habéis puesto adisposición de alguien que tenía que fallaros, por la merarazón de ser humano y de que los humanos fallan en una uotra ocasión… y, cuando esto ocurre, no podéis perdonarleporque su error arroja dudas sobre vuestro servicio. Ytampoco os podéis perdonar a vosotros mismos. Deseáisservir perfectamente, y eso significa una responsabilidadtotal. Y cuando algo os excede para recordaros vuestramortalidad, como las Danzarinas del Mar, también resultaimperdonable y decidís que no sois dignos ya de proseguirsirviendo. O por el contrario ambicionáis algo descabellado,como combatir personalmente al Execrable.

Lentamente bajó la mano, pero la mirada que clavaba enDurris no vaciló, y la lucidez ardía en sus ojos.

- Podéis hacer algo mejor que eso. Nadie cuestionavuestra dignidad. La habéis demostrado un millar de veces.Y si no os basta, recordad que Brinn se enfrentó al Guardián

Page 554: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

del Árbol Único ak-Haru Kenaustin Ardenol, y venció.Cualquiera de vosotros habría hecho igual en su lugar. Notenéis por qué seguir sirviéndome por más tiempo.

»Y -añadió cuidadosamente- no os necesito. No delmodo que pensáis. No quiero que me acompañéis.

Durris no accedió, pero Linden sintió que lo deseaba,que la gran certidumbre de Covenant le avergonzaba. Parecíaincapaz de negar la imagen que Covenant describía, y pocodispuesto a aceptar sus implicaciones.

- Ur-Amo, ¿qué habremos de hacer? -preguntó como sino se sintiera desconsolado-. Nos has devuelto nuestrasvidas. Debemos recompensarte. Es necesario. -A pesar de sufalta de inflexión, su voz, cargó todo el peso de la historia delo s haruchai en la palabra necesario. La prodigalidad ylealtad de su gente requería una salida-. El Voto de laGuardia de Sangre se había hecho para honrar lagenerosidad y grandeza del Amo Superior Kevin y PiedraDeleitosa. Nadie se lamentó a causa de él. ¿Esque nos pidesque juremos otra vez, para que podamos preservar elsignificado de nuestras vidas?

- No. -La mirada de Covenant cedió, enturbiándose, ypuso la mano sobre el hombro de Durris como si desearaabrazarlo. Linden sintió emanar de él el dolor de su estima.Los Guardianes de Sangre y los haruchai se habíanentregado a él sin una pregunta, y nunca creyó merecerlos-.Hay otra cosa que deseo que hagáis.

Page 555: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ante aquello, la postura de Durris se reafirmó. Se irguióante el Incrédulo como en un saludo.

- Deseo que permanezcáis aquí, en Piedra Deleitosa.Tantos de vosotros como sea posible. Por dos razones.Porque hay que cuidar de los heridos, y porque el Reino va anecesitaros. Va a necesitar a todo hombre y mujer a quien sepueda persuadir para que mire al futuro. Y para que proteja laciudadela. Ésta es Piedra Deleitosa, Fortaleza del na-Mhoram. Pertenece al Reino y no a Corrupción ni a Delirantealguno. Quiero que esté a salvo. Así en el futuro habrá unlugar como centro. Un sitio en el que la gente puedadescubrir el pasado, ver lo que el Reino supone, y hacerplanes. Un lugar de defensa. Y de esperanza. Ya me habéisdado cuanto Bannor me prometiera, y aún más. Pero tambiénquiero que os encarguéis de esto. Por mí. Y por vosotrosmismos. Aquí podréis servir a algo que no va a fallaros.

Durante un prolongado momento, Durris permaneció ensilencio mientras se dirigía mentalmente a los suyos. Luegohabló, y su voz desapasionada resonó en los oídos deLinden como un lejano son de trompetas.

- Ur-Amo, así lo haremos.En respuesta, Covenant oprimió el hombro de Durris y

trató de controlar la gratitud que le salía por los ojos.Cuando Durris se retiró para volver con los demás

haruchai, Cail dio un paso adelante. Su vieja cicatriz semostraba claramente en un brazo, pero también tenía otras.

Page 556: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Junto con Brinn, había exigido en cierta ocasión que secastigara a Linden, creyendo que era una sierva deCorrupción. Y junto con Brinn había sucumbido al canto delas Danzarinas del Mar. Pero Brinn se dirigió solo aenfrentarse al Guardián del Árbol Ünico; Cail fue dejadoatrás para que pagase el precio del recuerdo y la pérdida.

- Thomas Covenant -dijo quedamente-. Amigo de laTierra. Permíteme.

Covenant lo miró fijamente. Una extraña frialdadtrascendía de los ojos de Cail.

- He escuchado tus palabras -dijo el haruchai-, pero noestá en mi mano aceptarlas o rehuirlas. Desde aquella vez enque la blanca belleza y el engaño de las Danzarinas del Marme enajenó, no he seguido a tu servicio. Sin embargo hecumplido la orden que me impusiera el ak-Haru KenaustinArdenol. No puedes haberlo olvidado. -Covenant asintiólleno de tristeza, pero Cail citó-: 'Cail ocupará mi puesto a tulado hasta que la promesa del Guardián de Sangre Bannorhaya tocado a su fin'. -Entonces prosiguió-. Eso es lo que heprocurado. Pero no era yo quien había sido probado contrael Guardián del Árbol Ünico. En vez de triunfo, sólo encontrélas muertes de los gigantes y las dudas de los míos. Peroesto lo he hecho, no sólo porque me fuera encomendado,sino también porque lo había prometido y por ello me fueconcedido que una vez cumplida la palabra de Bannor,podría seguir el impulso de mi corazón.

Page 557: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

«Amigo de la Tierra, tú has proclamado talcumplimiento. Y ya te he servido hasta gastar mis últimasenergías. Ahora te pido permiso. Permiso para marcharme.

- ¿Marcharte? -preguntó Covenant. En su rostro seapreciaba con claridad que no era eso lo que había esperado.Hizo un esfuerzo para disimular la sorpresa-. Por supuestoque te puedes ir. Puedes hacer lo que quieras. No tedetendría aunque pudiera. Te has merecido… -Tragandosaliva cambió de táctica-. Pero haces falta aquí. ¿Es quepiensas regresar a tu hogar, de nuevo con tu familia?

Sin expresión alguna Cail replicó: -Vuelvo con lasDanzarinas del Mar. Covenant y la Primera reaccionaron ensimultánea protesta; la potente voz de ella se impuso.

- ¡Eso es una locura! ¿Es que has olvidado lo cerca queestuviste de la muerte? Furiavientos y yo a punto estuvimosde fracasar en tu rescate. ¡No consentiré que se malogre lavida que salvé del abismo!

Pero la sorpresa y el temor parecieron tensar al máximola percepción de Linden agudizado su penetración; y vio aCail con súbita claridad, sintiendo partes de él que habíanpermanecido ocultas hasta entonces. Supo con la repentinacertidumbre de la visión que no pretendía perder la vida nibuscaba la muerte entre las Danzarinas del Mar, lo queanhelaba era una vida diferente. Una solución para elinextricable deseo y desamparo de su vehemente naturaleza.

Cortó a Covenant, e interrumpió a la Primera. Ambos la

Page 558: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

miraron fijamente, pero ignoró su vehemencia. Ellos nocomprendían. Brinn había dicho: La piel de nuestras mujereses morena por el sol y el nacimiento. Pero hay también unablancura tan inmaculada como el hielo que procede de lascumbres de las montañas, y abrasa como la más pura nieveabrasa en más alta cima de las montañas y en el tormo másalto. Y de eso procedía una llamada a la cual Cail no podíacontinuar negándose. Palpitando por el afán de apoyarle, dedarle algo a cambio de su fidelidad, Linden se apresuró enpronunciar las primeras palabras que le vinieron.

- Brinn le dio permiso. ¿Es que no os dais cuenta? Sabíalo que estaba diciendo, lo que Cail deseaba hacer. Él mismohabía escuchado aquella canción. Cail no se marcha paramorir.

Pero entonces hubo de detenerse. No sabía cómoexplicar su convencimiento de que Brinn y Cail podían sercreídos.

- Thomas Covenant -dijo Cail-, comprendo el valor de loque les has concedido a los haruchai; un servicio puro ydigno. Y he sido testigo del encuentro de Brinn con el ak-Haru Kenaustin Ardenol, una gran victoria de nuestropueblo. Pero el coste del triunfo fue la vida de CableSoñadordelmar. No deseo para mí tal honor.

»El canto de las Danzarinas del Mar fue llamadoengaño. ¿Pero no es toda vida una especie de sueño?¿Acaso no has dicho tú mismo que el Reino lo es? Sea

Page 559: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sueño o sea engaño, la música que escuchó me transformó.Mas no he descubierto el significado de tal cambio. Ur-Amo,deseo comprobar el fondo de cuanto he soñado.Permítemelo.

Linden miró a Covenant con ojos implorantes, pero élno recogió su mirada. Se enfrentó a Cail, y contradictoriasemociones cruzaron por su rostro, una tras otra:comprensión ante lo que Cail había dicho, tristeza porSoñadordelmar, miedo por los haruchai. Mas después de unmomento, encontró su camino a través de ellas.

- Cail… -comenzó. Su garganta se cerró como si leasustara lo que iba a decir. Cuando recobró la voz, su tonofue inesperadamente suave y solitario, como el de alguienque no se puede permitir siquiera la marcha de un amigo-. Yoescuché la misma canción que tú. Las Danzarinas del Marson peligrosas. Ten mucho cuidado con ellas.

Cail no dio las gracias al Incrédulo. No sonrió, niasintió, ni habló. Mas por un instante la mirada que dirigió aCovenant fue corno un himno de triunfo.

Luego giró sobre sus talones, salió del vestíbuloadentrándose en la luz del sol, y desapareció.

Covenant contempló la marcha del haruchai como siincluso entonces deseara llamarle para que volviera, pero nolo hizo. Y ni uno solo de los restantes haruchai hizo elmenor movimiento por oponerse a la decisión de Cail.Lentamente, un susurro que parecía un suspiro cruzó el

Page 560: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vestíbulo, y la tensión descendió. Hollian parpadeó paradesprenderse de la humedad que le nublaba los ojos. Sundermiraba atontado y temeroso por las implicaciones de laelección de Cail. Linden anheló mostrar a Covenant lagratitud que Cail había descuidado, pero fue innecesario. Vioque ahora entendía y su expresión se relajaba. Tras latristeza que le causaba haber perdido a tanta gente seinsinuaba una irónica sonrisa que parecía indicar que élhubiera hecho la misma elección que Cail si ella hubiese sidouna Danzarina del Mar.

La Primera se aclaró la garganta.- Amigo de la Tierra, no puedo compararme a ti. Tales

decisiones me exceden. Si yo hubiera estado en tu lugar, mirespuesta habría sido negativa, alegando que nuestranecesidad de apoyo por parte de los haruchai es cierta einmediata. Mas no te pongo en cuestión. Soy una gigantecomo los demás, y tal generosidad me complace.

»Só!o te pido que reveles el lugar donde se encuentranel Monte Trueno y Kiril Threndor para que Tejenieblaspueda llevar el mensaje en dirección este hasta Línea delMar. Acaso su camino y el de Cail coincidan, y tengannecesidad de mutua ayuda.

Covenant asintió en el acto.- Es una buena idea. -Rápidamente describió lo mejor

que pudo la localización del Monte Trueno a horcajadas delcentro del Declive del Reino, por donde el Río Alivialmas

Page 561: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

atravesaba las Madrigueras de los Entes desembocando enel curso principal que bañaba el Llano de Sarán y el GranPantano-. Desgraciadamente -añadió-, no puedo indicartecómo encontrar Kiril Threndor. Estuve allí en una ocasión,se halla en algún sitio del seno de la montaña, pero todo elcondenado lugar es un laberinto.

- Eso bastará -dijo la Primera. Luego se volvió aTejenieblas-. ¿Lo has oído? Si puede lograrse a base depericia y valentía, el maestro de anclas Quitamanosconducirá al Gema de la Estrella Polar hasta Línea del Mar yLa Aflicción. Allí habrás de reunirte con él. Si fracasamos, elsino de la Tierra recaerá sobre ti. Y si no -prosiguió menosseveramente-, podrás proveer para nuestro establecimientoen Hogar. -Con voz más amable, preguntó-: ¿Estássatisfecho, Tejenieblas?

Linden le miró atentamente y se tranquilizó. El giganteque había procurado servirla y creyó haber fracasado sehallaba herido y débil, con un brazo en cabestrillo ymagulladuras en el rostro; pero la mayor parte de sudescontento había desaparecido. Quizás nunca olvidaría deltodo la duda. Pero la había redimido en su mayor parte. Elespíritu que le alentaba estaba abierto a la paz.

Fue hacia él porque quería darle las gracias… y vercómo sonreía. Parecía una torre ante ella, pero estabaacostumbrada. Apretando suavemente una de sus inmensasmanos, le dijo:

Page 562: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Quitamanos será ahora el capitán. Y Furiavientos lamaestra de anclas. -Con deliberación aventuró aquellareferencia a la muerte de Honninscrave-. El Gema de laEstrella Polar va a necesitar un nuevo sobrecargo. Alguienque tenga conocimientos para curar. Diles que yo terecomiendo para el puesto.

Bruscamente bajó hasta ella y se vio desaparecer en elapretón de su brazo sano. Por un instante temió verledolorido y gimiendo, más luego controló su emoción y ella ledevolvió el abrazo con tanta fuerza como pudo.

Cuando volvió a dejarla en el suelo, sonreía con elgesto de un gigante.

- Márchate ya, Tejenieblas. -murmuró la Primera conbrusca amabilidad en el tono-. Te va a ser difícil alcanzar aCail.

En respuesta, él lanzó una carcajada.- ¿Dejar atrás a un gigante? ¡No mientras yo viva! -

Dedicándole un gesto humorístico a Encorvado y un saludoa Covenant y Linden, se echó a la espalda el saco deprovisiones y se precipitó por el túnel que pasaba bajo laTorre Vigía como si pretendiese continuar a ese ritmo todo elcamino hasta el Declive del Reino antes que permitir que elharuchai le superase.

Después de aquello, no quedaba nada que retuviera algrupo allí. La Primera y Encorvado cargaron sobre sus

Page 563: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hombros los paquetes de suministros. Sunder y Holliantomaron los bultos que habían preparado para sí. Por uninstante, Covenant contempló la piedra del vestíbulo que lerodeaba como si temiera dejarla y le espantasen lasconsecuencias de la decisión tomada. Luego, la certezavolvió a él. Tras despedirse brevemente de los haruchai yaceptar sus reverencias con tanta amabilidad como laturbación le permitió, comenzó a andar hacia la luz del solque se filtraba por las derruidas puertas. Vain yBuscadolores ocuparon sus habituales posiciones tras él, otras Linden, cuando salieron al exterior.

Apretando los dientes contra el golpe del Sol Ban sobresus nervios, Linden se situó bajo el Sol de Desierto.

Page 564: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

TRECE: La eh-Estigmatizada

Aquello fue peor de lo que ella esperaba. Parecía haberempeorado desde la mañana. El baño en la Laguna Brillantey el resguardo de Piedra Deleitosa habían agudizado dealguna forma su sentido de la salud, haciéndola másvulnerable que nunca a la común enfermedad del Sol Ban.Sentía su calor tan duro y pesado como una piedra. Sabíaque realmente no estaba devorando su carne hasta dejarlaen los huesos, ni reduciendo sus huesos a la negrura quehabía heredado de su padre. Y a pesar de todo, sentía queestaba siendo devorada, que el Sol Ban se había vistoreflejado en su corazón y se alimentaba de él.

Durante los muchos días en que ella y el resto del grupohabían estado fuera de la corrupción del sol, había buscadoa tientas una nueva forma de vida. Había captadoinsinuaciones de afirmación y las había seguidoansiosamente, esforzándose en curarse. En una ocasión, alnarrar la historia de su madre por primera vez, estandorodeada por los brazos de Covenant, creyó que habíaacabado para siempre con sus propios oscuros deseos.Tambéin hay amor en el mundo. Mas ahora que el Sol delDesierto flameaba sobre ella con la fuerza de unaprofanación, supo algo más.

En cierto modo, era incapaz de compartir el amor de

Page 565: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant por el Reino. No lo había visto antes de sercorrompido; sólo lo conocía por las descripciones de él, Y enaquel aspecto, él estaba sólo en la angustia. Hay unaúnicamanera de herir a alguien que lo ha perdido todo:devolverle algo roto. Pero ella era como el Reino. El poderque lo atormentaba era el mismo que le demostrara a susindefensos nervios su falta de integridad.

Y junto a sus compañeros se hallaba en camino paraenfrentarse al Amo Execrable, fuente y progenitor del SolBan.

Y no eran más que ocho. De hecho, únicamente seis: losdos gigantes, los dos pedrarianos, Covenant y ella. Vain yBuscadolores no servirían a otros propósitos que lospropios. Con el sol quemándole el rostro al aproximarse alocaso, Linden perdía lo poco que había comprendido de losmotivos de Covenant para rechazar la ayuda de losharuchai. Su obstinada integridad le habría permitidomantener el Sol Ban fuera de su alma.

El Monte Trueno se encontraba al este; pero Covenantse estaba dirigiendo hacia el sudoeste a través de lasmuertas laderas que estaban bajo el profusamente labradoexterior de la Fortaleza. Su intención, explicó, era llegar hastael cauce del que fuera una vez el Río Blanco para seguirlohasta Andelain. No era el camino más directo, pero lespermitiría repetir lo que Sunder, Linden y él hicierananteriormente; navegar por el río durante el Sol de Lluvia. El

Page 566: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

recuerdo del frío y las dificultades hicieron estremecerse aLinden. No protestó. Hubiera aceptado cualquier plan conposibilidades de reducir el tiempo que tenía que pasar bajo elsol.

Sobre ella se elevaba la perfecta e inexpugnable fachadade Piedra Deleitosa. Pero un poco más allá los SaltosAferrados caían por la ladera de la meseta, con consoladorasconnotaciones. No obstante, gran parte de las saludablesaguas que se elevaban de las entrañas de la Laguna Brillantehabían sido ya desnaturalizadas. Los Saltos Aferrados eransólo un eco de lo que habían sido, pero permanecían. Siglosde Sol Ban no habían podido dañar ni arruinar el lago de lameseta. A través del calor marrón y la luz del sol, los SaltosAferrados desprendían vislumbres de azul como chispazosprocedentes de las toscas rocas del acantilado.

Hacia el sur, se extendían las colinas como un dolorosofrunce del terreno, gradualmente menos empinadas, o quizámenos conscientes de lo que les ocurría, según se alejabande las Montañas Occidentales. Y entre ellas se destacaba elcauce buscado por Covenant. Siguiendo lo que una vezpodía haber sido un camino, condujo al grupo hasta un viejopuente de piedra que cruzaba sobre el amplio canal por elque el Río Blanco había cesado de discurrir. Lo que apenasera un reguero de agua podía verse aún en la parte centraldel lecho, pero incluso aquello se convirtió pronto en unamancha arenosa. Una sequedad que Linden sintió como

Page 567: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

propia aunque había comido y bebido todo lo necesarioantes de abandonar las habitaciones de Mhoram.

Covenant no cruzó aquel puente. Durante un momentocontempló la inexistente corriente como si recordara al RíoBlanco en plena crecida. Entonces, dominando con visibleesfuerzo su pánico a las alturas, halló un sendero quedescendía hasta el lecho del río. El último Sol de Lluvia nohabía allanado ni limpiado el canal, pero su seno ofrecía uncamino más fácil que el de las colinas del otro lado.

Linden, Sunder y Hollian lo siguieron. Encorvado fuetras ellos murmurando. Vail descendió con una ligereza quenegaba su impenetrabilidad; las abrazaderas del Bastón de laLey reflejaban apagadamente el sol desde su muñeca demadera y su tobillo izquierdo. Buscadolores cambió de formay planeó sobre el lecho del río. Pero la Primera no se unió alresto del grupo. Cuando Covenant volvió hacia ella lamirada, dijo:

- Vigilaré desde arriba. -Hizo un gesto señalando la zonasuperior de la ribera este-. Aunque has dominado al Clave,debemos tomar ciertas precauciones. Y el ejercicio mesentará bien. Soy gigante y vehemente y tu ritmo de marchame impacienta.

Covenant se encogió de hombros. Parecía pensar queahora era inmune a las normales formas de peligro. Pero hizoun gesto de asentimiento, y la Primera se alejóapresuradamente.

Page 568: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Encorvado movió la cabeza, sorprendido por la reservade energía de su esposa. Linden captó la permanente einvolutaria intranquilidad que le tensaba el rostro; pero latristeza había desaparecido en gran parte, recuperando suhabitual sentido del humor.

- ¡Piedra y Mar! -dijo a Covenant y Linden-. ¿Acaso noes maravillosa? Cuando encontremos algo que la asuste,creeré de veras que la Tierra está perdida. Pero solamenteentonces. Mientras tanto contemplaré su hermosuradándome por satisfecho.

Girando, comenzó a descender por el cauce como siquisiera que sus amigos creyesen que ya había superado lacrisis.

Hollian sonreía a sus espaldas. Sunder dijo en tonobajo:

- Somos afortunados al tener a estos gigantes comocompañeros. Si mi padre Nassic me hubiese hablado deellos, quizás me hubiera reído, o quizás llorado. Pero esseguro que no habría creído sus palabras.

- Tampoco yo -murmuró Covenant. La vacilación y eltemor ensombrecían el fondo de su mirada, pero no parecíaafectado por ello-. Mhoram fue mi amigo. Bannor me salvó lavida. Lena me amó. Pero Vasallodelmar fue distinto.

Linden se le acercó y acarició brevemente su rasuradamejilla para darle a entender que lo comprendía. La presiónque ejercía el Sol Ban sobre ella era tan fuerte que no podía

Page 569: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hablar.Juntos, siguieron los pasos de Encorvado.El lecho del río era una mezcla de diminutas piedras y

grandes bloques, llanas zonas de arena, agudos salientes, yenormes hoyos. Pero era relativamente transitable. Y a mediatarde las cumbres occidentales empezaron a proyectarsombras sobre el canal.

Aunque suponían un bálsamo para los irritados nerviosde Linden, por alguna razón no le facilitaban el andar. Laalternativa de la sombra y el corrosivo calor parecía nublarlela mente, y las consecuencias de dos días sin descansar nidormir la asaltaron como si la hubieran estado acechando enlos recodos y hendiduras del cauce. Finalmente se descubrióconsiderando que, de todas las fases del Sol Ban, ladesértica era la más aceptable. Lo cual era absurdo, ya quesu propia esencia estaba impregnada de asesinato. Acaso laestaba matando ahora. Pero vejaba menos su sentido de lasalud que los otros soles. Insistía en esto como si alguienintentara contradecirla. El desierto estaba muerto. Losmuertos pueden inspirar tristeza, pero ellos no la sienten. ElSol de Lluvia tenía el ímpetu de la violencia materializada; lasmalignas criaturas del Sol de Pestilencia eran un tormento derepulsión; el Sol de Fertilidad parecía arrancar aullidos delmundo entero. Pero el Sol de Desierto sólo le producíadeseos de llorar.

Y estaba llorando. Hundía el rostro en la arena arañando

Page 570: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

con las manos el suelo que la circundaba porque sus piernasno tenían fuerza para sostenerla. Pero al mismo tiempo sehallaba lejos de su abatido cuerpo, despegada y distante deCovenant y Hollian cuando pronunciaban su nombrecorriendo para ayudarla. Estaba pensando con la precisión aque obliga una creencia necesaria. Esto no puede continuar.Debe cesar. Cada vez que sale el sol, el Reino muere un pocomás. Esto ha de ser detenido.

Las manos de Covenant la asieron arrastrándola deespaldas para situarla en la sombra. Sabía que eran susmanos porque eran apremiantes e insensibles. Cuandoconsiguió sentarla adecuadamente, ella trató de parpadearpara aclararse la visión. Pero sus lágrimas no se detuvieron.

- Linden -jadeó-. ¿Estás bien? ¡Maldita sea! Debí dartetiempo para que decansaras.

Ella quiso decir: Esto ha de ser detenido. Dame tu anillo.Pero era un error. Sabía que lo era porque la negrura que lahabitaba se intensificó ante la idea, ávida de poder. No le eraposible rechazar el desconsuelo que la invadía.

Apretándola estrechamente la acunó en sus brazosmurmurando palabras que solamente significaban que laamaba.

Gradualmente, la laxitud desapareció de sus músculos yfue capazde levantar la cabeza. La rodeaban Sunder, Hollian,la Primera y Encorvado. Incluso Buscadolores estaba allí; ysus ojos amarillos se mostraban anhelantes, como si supiera

Page 571: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

lo cerca que había estado ella… pero sin permitir que seadivinase si aquello lo tranquilizaba o le entristecía. Tan sóloVain la ignoraba.

Intentó decir: Lo siento. No os preocupéis. Pero el SolDesértico se aferraba a su garganta sin permitir que salierasonido alguno.

Encorvado se arrodilló a su lado llevándole un cuenco alos labios. Olió la diamantina y tomó un pequeño sorbo. Elpoderoso licor de devolvió la voz.

- Siento haberos asustado. No me ocurre nada. Sólo escansancio. No me di cuenta de que estaba tan agotada.

La sombra de la ribera occidental le permitía decir talescosas.

Covenant no la miraba a ella, sino al cauce y al anchocielo.

- Debo haberme vuelto loco -dijo-. Tendríamos quehabernos quedado en Piedra Deleitosa. Un día más nosuponía un retraso notable. -Se dirigió luego a suscompañeros-. Acamparemos aquí. Tal vez mañana seencuentre mejor.

Linden esbozó una sonrisa para tranquilizarlo. Pero casise hallaba ya dormida.

Aquella noche soñó repetidamente con el poder. Una yotra vez poseía a Covenant y le arrebataba el anillo y loutilizaba para expulsar al Sol Ban de la Tierra. La violencia

Page 572: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pura de lo que hacía era asombrosa; la llenaba de goce y dehorror. La negrura de su padre le sonreía. Asesina aCovenant, traiciónalo como traicionaste a tu madre. Creyóvolverse, loca.

Tú has cometido asesinato, ¿No hay mal en ti?No. Sí. No algo que yo haya elegido. No puedo evitarlo.Aquello debía ser detenido. Tenía que cesar. Tu estás

siendo forjada como se forja el hierro. Tenía que cesar.Pero en algún momento, en mitad de la noche, se

despertó hallándose entre los brazos de Covenant quedormía. Se apretó a él, pero se hallaba tan exhausto que nose despertó. Cuando ella volvió a dormirse, las pesadillas nose presentaron.

Y a la llegada del amanecer se sintió más fuerte. Másfuerte y más tranquila, como si durante la noche se hubieradespejado su mente de alguna forma. Besó a Covenantasintiendo sobriamente en respuesta a las miradasinterrogantes de sus amigos. Luego, mientras lospedrarianos y los gigantes se protegían ante la inminentellegada del primer rayo de sol situándose sobre piedra, ellatrepó por una pendiente de la ribera occidental para obteneruna vista mejor del Sol Ban. Trataba de comprenderlo.

Era rojo y funesto, el color de la pestilencia. Su luz caíacomo una enfermedad serpenteando a través de sus nervios.

Pero sabía que la ponzoña no emanaba realmente delsol. Su luz actuaba como catalizador y fuente de energía,

Page 573: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pero no era la causa del Sol Ban. Éste era una emanación delsuelo, la corrupción de la Energía de la Tierra que sepropasaba hasta los cielos. Y aquella corrupción era másprofunda cada día y se iba abriendo paso hasta la médula delos huesos de la Tierra.

Lo soportó sin arredrarse. Intentó hacer algo respecto aél.

Sus compañeros seguían escrutándola cuandodescendió la pendiente para reunirse con ellos, pero cuandoella los miró se tranquilizaron. Encorvado se relajóvisiblemente. La tensión de los hombros de Covenant sealigeró, aunque él no confiaba del todo en su visiónsuperficial. Y Sunder, que recordaba a Marid, la contemplócomo si hubiese regresado del umbral de algo tan fatal comoel veneno.

- Escogida, pareces haberte recobrado -dijo la Primeracon brusco regocijo-. Me llena de alegría verlo.

Hollian y Encorvado prepararon juntos una comida queLinden devoró. Tras esto, todos se dispusieron a proseguircauce abajo.

Durante la primera parte de la mañana, el camino fuecasi fácil. El sol era considerablemente menos ardiente que elanterior, y mientras la ribera oriental ensombrecía el lecho delrío, éste permaneció libre de sabandijas. Los abruptosbordes y áridas líneas del paisaie cobraron un tono carmesíque les hacía parecer más afilados y salvajes. Encorvado

Page 574: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

acompañó a la Primera cuando ella ascendió nuevamente porla ladera para vigilar por la seguridad del grupo. AúnqueHollian compartía con Sunder el visceral aborrecimiento porel Sol de Pestilencia, ambos se consolaban mutuamente.Protegidos por las sombras caminaban charlando,discutiendo amistosamente sobre el nombre de su hijo. Alprincipio, Sunder mantenía que éste creciera como eh-estigmatizado y por tanto debería llevar un nombre de eh-Estigmatizado, pero Hollian insistía en que el pequeñoseguiría los pasos de su padre. Después, sin motivoaparente, intercambiaron sus posiciones y siguierondiscutiendo.

Mediante un acuerdo no expresado con palabras,Linden y Covenant dejaban solos a los pedrarianos cuantoles era posible. Ella los escuchó distanciadamente duranteun rato; pero poco a poco sus argumentos la condujeron atemas que nada tenían que ver con el Sol Ban, ni con lo queCovenant pretendía lograr enfrentándose al Despreciativo.En su ensimismamiento, se sorprendió a sí misma alpreguntar sin preámbulo:

- ¿Cómo era Joan cuando os casasteis?Él la miró sorprendido, y Linden pudo detectar un

destello de dolor sin respuesta que yacía en las raíces de sucertidumbre. Una vez, cuando ella le hizo una preguntarespecto a Joan, le había contestado: Es mi ex-esposa, comosi aquel simple hecho fuese una afirmación. Pero alguna

Page 575: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

clase de culpa o compromiso hacia Joan había persistido enél durante años después de su divorcio, obligándole aresponsabilizarse de ella cuando llegó a él loca y posesa,buscando su sangre.

Ahora, él dudó durante un momento como tratando deencontrar una respuesta satisfactoria que poder dar a Lindensin que se debilitase su autodominio. Luego señaló a Sundery a Hollian ladeando la cabeza.

- Cuando Roger nació -dijo sobreponiéndose al nudoque le atenazaba la garganta-, ella ni siquiera me consultó. Lepuso el nombre de su padre. Y de su abuelo. Toda una seriede Rogers en su familia. Cuando crezca probablemente nisiquiera sabrá quién soy.

Su amargura resultaba evidente. Pero había otrossentimientos más importantes en el fondo de ésta. Habíasonreído a Joan cuando cambió su vida por la de ella.

Y sonreía ahora, con la misma terrible sonrisa queLinden recordaba con tanta desazón. Mientras se mantuvoen sus labios, ella estuvo a punto de susurrarle desde laespantosa angustia que la dominaba: ¿Eso es lo que vas ahacer? ¿Otra vez? ¿Otra vez?

Pero inmediatamente aquella expresión se distendió, ysu temor pareció súbitamente imposible. La queja sedesvaneció. Parecía extraordinariamente seguro de lo que seproponía hacer; y fuese lo que fuese, estaba lejos delsuicidio. Temblando, interiormente, le dijo:

Page 576: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No te preocupes. No te olvidará. -Aquel pretendidoconsuelo le pareció insustancial, pero nada mejor podíaofrecerle-. No es fácil para los niños olvidar a sus padres.

Por toda respuesta, él pasó el brazo por su cintura,estrechándola contra sí. Siguieron caminando juntos, ensilencio.

A media mañana, la luz solar cubría casi todo el lechodel río, y el cauce se hizo cada vez más azaroso. Las piedrasy el zigzagueante curso, repleto de escondidas sombras ysalientes, era un lugar apropiado para el desarrollo decriaturas pestilentes que reptaban para atacar. Hollian habíatomado de Piedra Deleitosa una gran provisión de voure,pero parte de la serpenteante y huidiza vida que ahora bullíaen las márgenes del río parecía excitarse por aquel olor eincluso ser inmune al mismo. Perversas y corrosivassensaciones crispaban ahora los nervios de Linden. Encuanto veía algo moviéndose, un estremecimiento de alarmala recorría. Sunder y Hollian debían ser cada vez máscuidadosos con el sitio en que apoyaban sus desnudospies. Covenant comenzó a escrutar las lomas por las que losgigantes caminaban. Estaba analizando las ventajas deabandonar el cauce.

Cuando un escorpión tan voluminoso como ambospuños de Linden se asomó de debajo de una roca clavandosu aguijón justo al lado de la bota de Covenant, éstemasculló una maldición y se decidió. Dándole una patada

Page 577: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

para apartarlo, murmuró:- Esto es terrible. Salgamos de aquí.Nadie se opuso. Seguidos mudamente por Vain y

Buscadolores, los cuatro compañeros se dirigieron a una pilade rocas que se apoyaba contra la ribera este, y salieron porella para unirse a la Primera y Encorvado.

Pasaron el resto del día rodeando las colinas quediscurrían paralelamente al lecho del río. De vez en cuando,la Primera subía a una cresta que le posibilitaba unapanorámica de la región, acariciando con los dedos laempuñadura de la espada como aguardando la ocasión deutilizarla. Pero nada vio que los amenazara, excepto el resecoyermo.

Cuando las colinas se abrían en dirección oeste, Lindenpodía ver las Montañas Occidentales hundiéndose en elhorizonte cuando se curvaban hacia el sur. Y desde lo altode un promontorio pedregoso pudo distinguir la lejanasilueta de Piedra Deleitosa, apenas visible ahora entre losaccidentes del terreno. Una parte de ella anhelaba laseguridad que representaban aquellos pétreos muros y lacustodia de los haruchai. El rojo destacaba los confines delReino haciendo tan nítidas las desoladas colinas como sihubieran sido talladas por un cuchillo. Sobre sus cabezas, elcielo parecía carente de profundidad. Observandoatentamente se revelaba de un pálido azul velado por unafina capa de polvo; pero con los ángulos de su visión ella

Page 578: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

captó tintes carmesíes como signos del sangriento delirio delDespreciativo; y aquel color hacía que los cielos parecierancerrados.

Pese a que se hallaba protegida por el voure, temblabainteriormente ante los vibrantes aleteos de insectos grandescomo estorninos, y el bullir de ciempiés de tamañodescomunal. Pero cuando la Primera y Covenantemprendieron el descenso del lado opuesto del promontorio,se enjugó el sudor de la frente apartándose el pelo de lassienes con la mano, y los siguió.

A última hora de la tarde, las sombras devolvieron alreposo las sabandijas que el sol había despertado, el grupovolvió a bajar al cauce para poder viajar con más rapidezhasta que llegara el crepúsculo. Luego, cuando la luzdisminuyó, se detuvieron a pasar la noche en una ampliafranja de arena. Allí cenaron y bebieron un poco demet h eg l i n mezclado con diamant ina , preparando acontinuación los lechos para pasar la noche. Y Holíianextrajo la varita de lianar para descubrir la clase de sol quetendrían al día siguiente.

Sin mediar palabra, Sunder le pasó el envuelto krill.Con cautela, como si la hoja de Loric aún la intimidase,apartó el paño hasta que un brillante y plateado destellohoradó la penumbra. Sentada con las piernas cruzadas y lahoja en su regazo, comenzó a cantar su invocación; ymientras cantaba alzó el lianar hasta la luminosidad de la

Page 579: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

gema del krill.Por la madera se expandieron ramas y zarcillos como

finas llamaradas. Se propagaron a su alrededor por el suelocomo enredaderas, internándose en la plateada luz. Ardíansin irradiar calor, sin dañar la varilla; y su fulgente filigranaconfería un arcano y singular aspecto a la noche.

Aquellas llamaradas eran del mismo color carmesí que elsol reciente.

Linden pesó que Hollian cesaría en su invocación. Noera sorprendente un segundo día de pestilencia. Pero la eh-Estigmatizada mantuvo su energía ardiendo, y una nuevanota de intensidad penetró en su cántico. Con unsobresalto, Linden comprendió que Hollian se estabaagotando en el intento de exceder sus habituales límites.

Se produjo un leve destello azul; como un imperceptiblefulgurar apareció en los bordes de la llameante fronda.

Por un momento, el azul se precipitó y recorrió las vides,transformando las llamas, alterando la cárdena tonalidad dela noche. Luego se extinguió; y el fuego se extinguiótambién. Hollian estaba sentada con el l ianar entre losdedos y la luz del k r i l l bañándole el rostro. Sonreíalevemente.

- Mañana habrá un Sol de Pestilencia. -Su voz revelabatensión y agotamiento, pero no excesivos-. El sol de pasadomañana será de lluvia.

- ¡Estupendo! -dijo Covenant-. Dos días de lluvia y

Page 580: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

prácticamente estaremos en Andelain. -Se volvió hacia laPrimera-. No creo que seamos capaces de construir balsas.¿Piensas que Encorvado y tú podríais transportarnoscuando el río empiece a correr?

Por respuesta, la Primera dio un bufido como si lapregunta constituyese un insulto para ella.

Lleno de orgullo, Sunder rodeó a Hollian con susbrazos. Pero la atención de ella estaba puesta en Covenant.Inspiró profundamente para recobrarse, y luego dijo:

- Ur-Amo, ¿es verdad que tienes intención de entrar denuevo en Andelain?

Covenant la miró intensamente. Un gesto torcía suboca.

- Ya me preguntaste eso la última vez. -Parecía esperarque ella repitiese su antiguo rechazo-. Sabes que quieroentrar allí. Jamás me sacio de aquello. Es el único lugardonde parte de la Ley aún perdura.

La luz del krill enfatizaba la negrura de los cabellos deHollian, pero su reflejo de los ojos era límpido.

- Tú relataste aquella historia. Y yo hablé de lascreencias de mi pueblo sobre el peligro de Andelain. Paranosotros su nombre era una trampa de locura. Ningúnhombre ni mujer que hubiésemos conocido había entrado enla zona donde no reina el Sol Ban, y regresado cuerdo. Y sinembargo, tú entraste y saliste desafiando aquella verdad talcomo desafías todas las verdades. Y, en consecuencia,

Page 581: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

demostraste que era un engaño. La vida del Reino no es laque fuera. Y yo también he cambiado. He concebido el deseode hacer lo que nunca hice: vivir entre mis limitaciones yfuerzas para aprender la verdad de ellas.

»Thomas Covenant, no me alejaré de Andelain. Es mideseo acompañarte.

Durante un largo momento, nadie habló. LuegoCovenant dijo con voz rota:

- Te lo agradezco. Me serás de ayuda.Con suaves movimientos, Hollian volvió a cubrir el krill

permitiendo así que la oscuridad los envolviera. La nochetenía el color de sus cabellos y extendía sus alas hasta lasestrellas.

Al día siguiente, el sol rojo desplegó su cobertura sobreel Reino con más rapidez, actuando sobre lo ya iniciado. Elgrupo se vio obligado a abandonar el cauce mucho antes dela media mañana. Pero progresaban de modo consistente.Cada legua que recorrían hacia el sur, hacía las colinasmenos abruptas, y gradualmente el avance se hizo más fácil.Los valles que hallaban entre ellas eran más amplios; laspendientes menos acentuadas. Y Hollian había dicho que elpróximo día habría un Sol de Lluvia. Poniendo toda suvoluntad en ello, Linden intentaba convencerse de que notenía motivos para sentirse tan abatida, tan vulnerable antelas tinieblas que periódicamente asaltaban su vida.

Page 582: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero el Sol Ban brillaba con todo su poder en lo alto, yse difundía por su interior como si ella fuese una esponjadispuesta a absorber toda la maldad del mundo. El hedor dela pestilencia corría a través de su sangre. Oculta en algúnlugar secreto de sus huesos estaba una mujer loca que creíamerecer tal profanación. Ansiaba el poder para extirpar lamaldad que albergaba dentro de sí.

Su percepción era cada vez más aguda y, enconsecuencia, también lo era su angustia.

Era incapaz de acostumbrarse a aquello. Ninguna clasede voluntad o decisión era suficiente. Mucho antes delmediodía, empezó a tambalearse como si se hallara exhausta.Una niebla púrpura cubrió su mente, impidiéndole ver losaccidentes del terreno, aislándose de sus amigos. Era comoel Reino, incapaz de curarse a sí misma. Mas cuandoCovenant le preguntó si quería descansar, no le respondió ycontinuó andando. Había elegido su camino y no sepermitiría parar.

Sin embargo, captó la advertencia de la Primera. Con lospies y rodillas temblorosos, se detuvo junto a Covenantcuando los gigantes bajaron con paso tenso de una lomaque se hallaba ante el grupo. La preocupación acentuaba losdeformes rasgos de Encorvado. El rostro de la Primera eradel color del hierro corroído por el óxido. Pero pese a laevidente urgencia de lo que tenían que decir, no pudieronhablar durante un instante. Estaban demasiado afectados

Page 583: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

por lo que habían visto.Al fin Encorvado pudo mascullar desde el fondo de la

garganta:- Ah, Amigo de la Tierra. -Su voz temblaba-. Nos habías

advertido de las consecuencias del Sol Ban, pero ahora medoy cuenta de que no di a tus palabras todo el crédito quemerecían. Resulta espantoso hasta más allá de lo que puedeexpresarse.

La Primera agarraba su espada como anclando en ellasus emociones.

- Nos cierran el paso -dijo articulando las palabras comosi mascara metal-. Quizá nos hemos topado casualmente conun ejército destinado a cumplir otros fines, pero no lo creo.Pienso que el Despreciativo ha levantado su mano contranosotros.

Un estremecimiento expulsó la niebla de la mente deLinden. En sus labios se dibujó una pregunta que no llegó aformular. Los gigantes permanecían rígidos delante de ella; ysupo tan claramente como si lo hubiesen confesado que notenían respuesta.

- ¿Al otro lado de aquella colina? -inquirió Covenant-.¿A qué distancia?

- A un tiro de piedra para un gigante -replicó con gestopreocupado. -Nada más. Y avanzan hacia nosotros.

Miró a Linden para calibrar su estado y luego le dijo a laPrimera:

Page 584: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Vamos a echar un vistazo.Asintió girando sobre sus talones y empezando a

andar.Covenant se apresuró tras ella, y Linden, Sunder y

Hollian los siguieron. Encorvado se situó protectoramentejunto a Linden. Vain y Buscadolores se aprestaron para nodistanciarse del grupo.

En el risco, Covenant se agazapó tras una roca yescrutó el declive que se extendía hacia el sur. Linden se leunió. Los gigantes se agacharon por debajo de la línea devisión de lo que tenían delante. También Buscadolores sedetuvo. Con cuidado para evitar ser vistos, Sunder y Hollianse asomaron. Pero Vain subió hasta la misma cresta como siquisiera observar sin tapujos y no temiera nada.

Covenant masculló una maldición por lo bajo, pero noiba dirigida al Demondim, sino hacia el tenebroso herviderode cuerpos que avanzaban hasta el risco por ambos ladosdel cauce.

Tan negros como el mismo Vain.Aquel espectáculo succionó las fuerzas de las piernas

de Linden.Supo lo que eran porque Covenant se los había

descrito, y porque había visto alos wanyhim del rhysh deHamako. Pero habían cambiado. Sus emanaciones seelevaban hacia ella como alaridos, diciéndole con precisiónlo que les había ocurrido. Habían caído víctimas de la

Page 585: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

profanación del Sol Ban.- ¡Ur-viles! -susurró Covenant enfurecido-. ¡Maldita

sea!Ur- viles deformes.Centenares de ellos.Antes habían sido muy semejantes a los waynhim: de

mayor tamaño y negros en lugar de grises; pero los mismoscuerpos sin pelo, los mismos miembros apropiados paracorrer a cuatro patas o andar erectos, los mismos rostros sinojos y dilatadas fosas nasales. Pero ya no. El Sol Ban loshabía convertido en monstruos.

Presa de la náusea que atenazaba su estómago, Lindenreflexionó que aquello debía ser obra del Amo Execrable. Aligual que los waynhim, los ur-viles eran demasiado astutos ysabios como para exponerse a sí mismos accidentalmente alos primeros rayos del sol. Habían sido deliberadamentecorrompidos y enviados allí para bloquear el camino delgrupo.

- ¿Por qué? -jadeó horrorizada-. ¿Por qué?- Por la misma razón de siempre -gruñó Covenant sin

apartar la mirada de la grotesca horda-. Para obligarme aabusar de mi poder. -De repente, sus ojos centellearon almirarla-. O para mantenernos alejados de Andelain, yexpuestos al Sol Ban. Sabe la impresión que te causa. Acasocrea que eso te obligará a hacer lo que él desea que hagas.

Linden supo que sus palabras eran ciertas. Estaba

Page 586: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

segura de que no podría continuar soportandoindefinidamente la presión del Sol Ban sin enloquecer. Perouna parte de ella replicó: O acaso los ha castigado. Por haceralgo que le disgustó.

El corazón le dio un vuelco.¿Por construir a Vain?El Demondim se erguía en la cumbre del risco como si

pretendiese atraer la atención de la horda.- ¡Maldita sea! -murmuró Covenant. Retrocediendo un

poco desde el borde, se volvió hacia los gigantes-. ¿Quépodemos hacer?

La Primera no titubeó. Señaló hacia un valle situado aleste, bajo la cresta.

- Ése es nuestro camino. Si logramos orillarlos sin servistos, quizá podríamos llegar a Andelain dejándolos atrás.

Covenant negó con la cabeza.- No funcionará. Aunque ésa no es exactamente la ruta

directa hacia Andelain, ni hacia Monte Trueno, el Execrablesabrá dónde encontrarnos. Tiene medios para localizarnos.Ya los ha usado con anterioridad. -Se detuvo un instante ensus recuerdos, apartándose después-. Si tratamos deorillarlos, se darán cuenta.

La Primera frunció el ceño y no habló, impotente paraofrecer una alternativa en ese momento. Linden apoyó suespalda contra la roca, oprimiendo su espanto contra la durapiedra.

Page 587: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Podríamos retroceder -dijo-. Volver por donde hemosvenido. -Covenant hizo ademán de protestar, pero ella ledetuvo-. Hasta mañana. Cuando lleguen las lluvias.Entonces yo no me preocuparía. Tendrán problemas paraencontrarnos en la lluvia. -Estaba segura de aquello. Sabíapor experiencia que los torrentes del Sol Ban eran taneficaces como un muro-. En cuanto empiece a caer aguapodremos seguir el curso del río y pasar entre ellos.Covenant frunció el ceño. Sus mandíbulas masticaban suamargura. Tras un momento, preguntó:

- ¿Podrás hacerlo? Esos ur-viles no parecen dispuestosa descansar por la noche. Tendremos que ir con cuidadohasta el amanecer. Y entonces estar exactamente frente aellos, para que no tengan tiempo de reaccionar cuandointentemos pasar. -Tratando de no parecer desconsideradocon ella, se forzó a decir-: Y a ti te cuesta trabajo inclusomantenerte en pie.

Ella le miró ultrajada e iba a protestar: ¿Qué otra opcióntenemos? Haré lo que tenga que hacer. Pero captóvagamente que algo oscuro se movía. Volvió la cabeza justoa tiempo de ver a Vain descendiendo por la pendiente paraencontrarse con los ur-viles.

Covenant lo llamó por su nombre. Encorvado intentólanzarse tras él, pero la Primera le obligó a retroceder. Sunderse acercó al borde del risco para ver lo que sucedía, dejandoa Hollian con una tensa concentración en el rostro.

Page 588: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden los ignoró a todos. Por vez primera, sentíairradiar una emoción de la impenetrable figura de Vain. Lacólera.

La horda reaccionó como si pudiera oler su presenciaincluso a tan gran distancia. Quizás era ése el medio de quese valían para localizar al grupo. Un clamor de ladridosestalló entre los ur-viles, que aceleraron la marcha. Todaaquella gran masa convergió hacia él.

Vain se detuvo al pie de la colina. Los ur-viles ya noestaban a mucha distancia de él. En pocos momentos, loalcanzarían. Mientras avanzaban, sus ladridos se fundían enuna única palabra: -¡Nekrimah!

La orden de mando mediante la que Covenant hizo queVain le salvara la vida en una ocasión. Pero Vasallodelmarhabía dicho que el Demondim no la obedecería una segundavez.

Por un instante, permaneció quieto, como si hubieraolvidado el movimiento. La mano derecha pendía yerta einútil de su antebrazo de madera. Nada más empañaba supasiva perfección. Su deteriorada vestimenta únicamenteenfatizaba la belleza con que había sido creado.

- ¡Nekrimah!Entonces alzó el brazo izquierdo. Sus dedos se cerraron

en garras. Hizo un feroz gesto de fuerza.El ur-vil que iba en cabeza se desplomó sobre el suelo

como si Vain le hubiera arrancado el corazón.

Page 589: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Gritando furiosamente, la horda empezó a correr.Vain no se apresuró. Con el brazo sano descargó un

golpe lateral sobre el aire, y dos ur-viles se derrumbaron conlos cráneos aplastados. Sus dedos se cruzaron y giraron, yuna de las caras más próximas quedó reducida a pulpa. Otraquedó dividida por un puñetazo que no la tocó.

Entonces cayeron sobre él, una ola de negra ymonstruosa carne rompiendo contra su ebúrnea dureza. Nomostraban interés por el grupo. Quizá Vain había sidosiempre su objetivo. Todos ellos trataban de golpearlo.Incluso los ur-viles de la otra ribera del río avanzaban haciaél.

- ¡Ahora! -jadeó la Primera-. ¡Es nuestra oportunidad!Mientras se hallan ocupados podremos pasar entre ellos.

Linden se inclinó hacia ella. La cólera que había captadoen Vain golpeó a través de ella.

- Podemos hacerlo -rechinó-, mientras le dejamos morir.Ésos son ur-viles. Saben cómo fue construido. En cuantomate a los suficientes para que se extrañen de su fuerza,recordarán la manera de deshacerle. -Se puso en pieapretando los puños contra los costados-. Tenemos queconseguir que se detenga.

A sus espaldas, sentía la violencia del combate de Vainy la sangre de los ur-viles brotando y derramándose. Jamásacabarían con él mediante la fuerza física. Terminaría porreducirles a una masa de carne triturada. ¡Semejante

Page 590: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

matanza…! Ni siquiera los abominables engendros del SolBan merecían ser masacrados. Pero sabía que no seequivocaba. Antes de que transcurriera demasiado tiempo elfrenesí de la horda habría pasado; los ur-viles empezarían apensar. Habían demostrado su capacidad de discernimientoy juicio cuando usaron la voz de mando. Entonces Vainsucumbiría.

Covenant pareció aceptar su teoría; pero respondióamargamente:

- Detenlo tú. A mí no me escucha.- ¡Amigo de la Tierra! -clamó la Primera-. ¡Escogida! ¿Es

que vais a permanecer aquí hasta que os asesinen porque nopodéis rescatar ni mandar a ese Vain? ¡Debemos irnos!

Tenía razón. Linden pensaba en algo diferente, pero laconducía a la misma conclusión. Buscadolores se habíasituado en el filo del risco. Estaba de pie contemplando elsangriento combate con una particular ansiedad o esperanzaen sus ojos. En Elemensnedene, los elohim apresaron a Vainal objeto de evitar el propósito para el que fue diseñado.Pero se vieron frustrados porque Linden había insistido enabandonar la zona, y el instinto de Vain para seguirla a ella oa Covenant demostró ser más fuerte que las ataduras conque lo sujetaron. Ahora Buscadolores parecía ver ante síotra manera de parar al Demondim. Y la respuesta no habíacambiado: escapar para que Vain pudiera seguirles.

¿Pero cómo? El grupo no podía atravesar ahora entre

Page 591: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los ur- viles.- Quizá pueda hacerse -dijo Hollian hablando tan

quedamente que era difícil oír en el salvaje estruendo-.Seguramente es concebible. La forma de realizarlo está clara.Pero ¿es posible?

Sunder se volvió de espaldas al borde para mostrarle suasombro. Protestas incipientes saltaron en él, y cayeron sinhaber sido formuladas.

- ¿Concebible? -requirió Covenant-. ¿De qué estáshablando?

El pálido semblante de Hollian tenía una expresiónvehemente debido a la exaltación o la visión. Veía tan clarosu propuesta, que le parecía indiscutible.

- Sunder y yo hemos hablado de eso. En PedrariaCristal, Sivit na- Mhoram- wist me llamó Solsapiente, y lohizo equivocadamente. ¿Pero no demuestra su propio miedoque tal cometido es posible?

Linden retrocedió asustada. Jamás había hecho nadapara merecer el epíteto que los elohim le asignaran. Teníamiedo incluso de considerar sus implicaciones. ¿Es queHollian pensaba que ella, Linden, podía alterar el Sol Ban?Pero Sunder avanzó impulsivamente hacia Hollian, despuésse detuvo y permaneció temblando a pocos pasos dedistancia.

- No -musitó-. Tanto tú como yo somos mortales. Elintento nos arrebataría hasta la médula de los huesos. No

Page 592: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

debe utilizarse semejante poder.Ella negó con la cabeza.- La necesidad es absoluta. ¿Es que deseas que se

pierda la vida del ur-Amo y de la Escogida, la esperanza delReino, porque no nos atrevimos a arriesgar las nuestras?

Él comenzó a protestar. Pero de pronto, la voz deHolíian se alzó como una llama.

- ¡Sunder, no he sido probada! Soy una desconocidapara mí misma. No se me puede juzgar por lo que he hechohasta ahora. -Prosiguió nuevamente con suavidad-. Pero tufuerza me es conocida. No tengo dudas sobre ella. He dejadomi corazón en tus manos y te digo: Es posible. Puedehacerse.

Del otro lado del risco llegaban secos aullidos mientrasVain iba desgarrando y mutilando ur-viles. Pero la frecuenciade los gritos había aminorado; estaba matando a un númeromenor de ellos. Los sentidos de Linden registraban unaumento de poder en la horda. Parte del clamor habíaadquirido una cadencia de canto. Aquellos monstruosestaban invocando a su ciencia contra el Demondim.

- ¡Por las llamas del infierno! -prorrumpió Covenant-.¡Sed sensatos.,.! ¡Tenemos que hacer algo!

Hollian habló dirigiéndose a él:- Hablo de la alteración del Sol Ban.La sorpresa golpeó su rostro. De inmediato, ella

prosiguió:

Page 593: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No su poder ni su malignidad. Sino de su curso. De lamisma forma que se altera el curso de un río al cambiar unaroca de lugar.

Era patente que no la comprendía. Ella añadió conpaciencia:

- El sol que tendremos mañana será de lluvia. Y lamarcha del Sol Ban se acelera conforme su poder crece,incluso acortando el número de días entre dos soles. Piensoque tal vez pueda adelantarse el sol de mañana para que sulluvia caiga sobre nosotros ahora.

Tras aquello, el temor de Linden se convirtió en lucidez,y entendió la protesta de Sunder. ¡Sería necesaria unaenorme fuerza! Y Hollian estaba embarazada, y por tanto,doblemente vulnerable. Si el intento escapaba a su control,acaso terminara con la vida de más de un corazón.

La idea espantó a Linden. Y no obstante era incapaz deimaginar otra manera de salvar al grupo.

Covenant hablaba ya. Sus ojos estaban entristecidosporque su amalgamado poder no podía proporcionarninguna ayuda. Las imágenes de la corrupta y negra carne yel derramamiento de sangre lo atormentaban.

- Intentadlo -susurró-. Os lo ruego.La súplica iba dirigida a Sunder.Durante un prolongado instante, los ojos del

Gravanélico se ensombrecieron y su cuerpo pareciótambalearse. Era el mismo hombre que había visitado a

Page 594: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden y a Covenant en la prisión-cabaña de Pedraria Mithily les había dicho que le exigirían que matase a supropiamadre. Si hubiera sido capaz de encontrar una alternativa,otra alternativa distinta a aquella que la horrorizaba, Lindenhubiese gritado: ¡No tenéis que hacer eso!

Pero entonces, la pasión que Covenant habíaintroducido en la vida de Sunder volvió a él. Los músculosde los extremos de sus mandíbulas se arracimaronblanqueándose para adquirir valor. Era el mismo que una vezmintió al Delirante Gibbon estando sometido a un terriblesuplicio para proteger a Covenant. Masculló entre dientes:

- Lo haremos. Si es que puede hacerse.- ¡Loada sea la Tierra! -exclamó la Primera. Con la

espada colgando de sus manos-. Daos prisa. Yo haré cuantopueda por ayudar al Demondim.

Poniéndose en movimiento, pasó el borde del risco ydesapareció en dirección ala lucha de Vain.

Casi de inmediato, un destructivo y gutural coro lasaludó. Linden sintió que el creciente poder de los ur-vilesse rompía cuando caveron en el frenesí y la confusiónprovocados por la aparición de la Primera.

Pero Sunder y Hollian sólo tenían sitio para suconcentración. Lentamente, torpemente, él se situó frente aella. Le ofreció una sonrisa de ansiedad encubierta, tratandode imbuirle confianza; él le respondió mirándola ceñudo. Elmiedo y la determinación tensaban la piel de su frente

Page 595: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

destacando los huesos. Hollian y él no se tocaron. Con tantaformalidad como si fueran dos desconocidos, se hallabansentados con las piernas cruzadas, dándose la cara con lasrodillas alineadas.

Covenant se acercó a Linden.- Vigílalos -murmuró-. Vigílalos atentamente. Si la

situación se les complica, tendremos que detenerles. Nopuedo… -musitó para sí un juramento-. No puedo permitirmeperderlos.

Ella asintió sin decir nada. El fragor de la batalla distraíasu atención, alejándola de los pedrarianos. Apretando losdientes, se obligó a concentrarse en Sunder y Hollian. A sualrededor los confines del paisaje ondulaban con larefulgencia del sol, y el color de la sangre.

Sunder inclinó la cabeza por un instante, y extrajo de sujustillo la Piedra del Sol y el envuelto krill. Situó a la orcresten el suelo entre Hollian y él. Ésta era como un espacio vacíoen el polvo inerte; su extraña translucidez nada revelaba.

Hollian mostró su l i a n a r, colocándolo entre sustobillos. Una suave invocación empezó a salir de sus labioscuando elevó sus palmas hacia Sunder. Ella era la eh-Estigmatizada, y podría conducir el poder de acuerdo consus propósitos.

El horror deformaba las facciones de Sunder. Las manosle temblaban cuando expuso el k rill dejando que el fulgorllenara sus ojos. Usando el paño para protegerse de la

Page 596: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

irradiación del k ri l l al empuñarlo, dirigió la punta a laspalmas de Hollian.

Covenant se estremeció cuando el Gravanélico hizo uncorte en el centro de cada una de las palmas.

Una fina línea de sangre descendió por las muñecas deHollian. Su rostro había empalidecido a causa del dolor perono retrocedió. Dejándola bajar por los brazos hizo quecayeran unas gotas sobre la orcrest hasta que toda lasuperficie quedó cubierta. Entonces levantó la varilla.

Sunder se hallaba ante ella como si deseara gritar, perode algún modo dominaba su vehemencia. Empuñaba el krillcon ambas manos, la punta dirigida hacia el cielo desde elcentro de su pecho. La eh- Estigmatizada mantenía el lianaren una posición semejante, como reflejando su postura.

El sol estaba casi directamente sobre ellos.Linden oyó débilmente maldecir a la Primera, y sintió

una emanación de miedo gigantino. Los fragmentos delpoder de los ur-viles se habían reagrupado, haciéndolos másefectivos. Con una exclamación que pareció un sollozo,Encorvado se apartó de los pedrarianos y corrió en ayuda desu esposa.

Sudando bajo el Sol de Pestilencia, Linden observabacomo Sunder y la eh-Estigmatizada ponían en contacto elkrill y el lianar.

Los brazos de él temblaban levemente, pero los de ellaestaban firmes. Le rozó con los nudillos al apoyar la varilla

Page 597: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de lianar contra la gema del k rill justo en la línea que seextendía entre la ensangrentada orcrest y el sol.

Y una ardiente fuerza atravesó a Linden cuando unaflecha bermeja brotó de la Piedra Solar. Ésta rodeó las manosde los pedrarianos, la hoja y la varilla dirigiéndose luegohacia el corazón del sol.

La energía fue tan desmesurada como un relámpago: elansioso poder del Sol Ban. Los labios de Sunder seentreabrieron mostrando sus dientes. Los ojos de Hollian sedilataron como si la magnitud de lo que estaba intentando laaterrase de pronto. Pero ni ella ni el Gravanélico cedieron.

La media mano de Covenant aferraba el brazo deLinden. Tres puntos de dolor traspasaron su carne. En elMuro de Arena, por razones completamente diferentes, Cailla había agarrado de aquella misma manera. Creyó poder oírlos golpes de la espada de la Primera sobre los deformados yabominables cuerpos de los ur-viles. La cólera de Vain nodecrecía. El esfuerzo de Encorvado por respirar eraclaramente distinguible entre el sangriento frenesí deaquellos monstruos.

La sabiduría de su raza se estaba agudizando en ellos.Mas la ardiente flecha del poder del Sol Ban tenía un

núcleo blanco.La plata destellaba en el interior del rayo de luz,

extendiéndose como la voluntad de los pedrarianos parapenetrar el sol. Procedía de la gema del k ri l l y de la

Page 598: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

inquebrantable fuerza de la determinación de Sunder.Ésta lo situaba tan lejos de sí mismo que Linden temió

que ya estuviese perdido.Dio un paso adelante intentando arrojarse salvajemente

sobre él, para pedirle que volviera. Pero entonces la eh-Estigmatizada empezó a lograr su propósito, y Linden sequedó paralizada por el asombro.

En el corazón de la gema había aparecido un tenuedestello azul.

Las sensaciones de poder aullaron inaudiblementecontra los nervios de Linden, elevándose más allá de lo quese puede comprender, mientras el fulgurante azul se afirmabay fortalecía. Jirones de éste se introdujeron en el rayo de luzy se dirigieron hacia el sol. Cada vez era más poderoso,alimentado por la voluntad de la eh-Estigmatizada. Alprincipio, parecía difuso y limitado, y era extraído gota a gotapor una fuerza más efectiva que la gravedad. Pero Hollian lorenovaba con más rapidez de la que era extraído. Prontoascendió por la flecha en impulsos tan rápidos que éstaparecía fluctuar.

Pero el aura que circundaba al sol no mostraba indiciosde cambio.

Los pedrarianos cantaban con desesperación,incrementando su esfuerzo, pero sus voces no producíansonido alguno. La flecha incandescente absorbíadirectamente sus invocaciones. Una fuerza muda gritaba en

Page 599: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los oídos de Linden. Algo en su interior decía: ¡Deténlos,deténlos antes de que se maten; deténlos! Pero no podíahacerlo. No podía apreciar la diferencia entre la agonía deellos y el lamento de su propia mente.

La gema del k rill destellaba azul. Un constante tonoazul llenaba el corazón de la flecha, lanzada hacia arriba. Peroel aura del sol aún no había cambiado.

Al momento siguiente, el poder llegó a ser excesivo.El lianar empezó a arder. Estalló en manos de Hollian,

desprendiendo una brillante vehemencia que estuvo a puntode cegar a Linden. La madera se estaba convirtiendo encenizas, quemando las palmas de la eh-Estigmatizada hastalos huesos. Gritó. La flecha onduló, vaciló.

Pero ella continuó en su propósito. Apoyándose en elpoder, cerró sus heridas manos alrededor del krill.

A su toque la flecha irrumpió, rompiendo la Piedra Solar,rompiendo los cielos. El suelo tembló de pánico, y Linden yCovenant salieron despedidos. Ella aterrizó sobre él mientraslas colinas giraban. Se había quedado sin aire en lospulmones. Se apartó de él, pugnando por ponerse en pie. Latierra palpitaba como carne ultrajada.

Otra conmoción pareció borrar todas las cosas delmundo. Desgarró el cielo como si el sol hubiese explotado.Linden cayó otra vez, retorciéndose sobre la suciedad quese elevaba. Ante su rostro, el polvo danzó como aguagolpeada, levantándose en finas espirales tras la explosión.

Page 600: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La luz disminuyó como si el puño del cielo hubieracomenzado a cerrarse.

Cuando levantó la cabeza, vio enormes nubarrones queavanzaban hacia ella desde todos los horizontes,precipitándose sobre la azulada corona solar.

Por un instante fue incapaz de pensar, no recordaba nicómo moverse. No había más sonido que el de la cólera de lalluvia que se aproximaba. Tal vez hubiera terminado la batallaal otro lado del risco. Pero entonces la consciencia lasacudió como el estampido del trueno. Incorporándosepresa del pánico, dirigió su percepción hacia lospedrarianos.

Sunder se hallaba sentado como si la detonación de latierra y el cielo fuera algo ajeno a él. Tenía la cabezainclinada. El k rill estaba en el suelo, con la empuñaduraparcialmente cubierta todavía. Los bordes del paño sehallaban chamuscados. Su respiración era leve, casiimperceptible. En su pecho, el corazón latía sin fuerzas comosi hubiera sido maltratado. Ante la alarmada Linden, su vidaparecía el debilitado humo de una mecha consumida.Después, su sentido de la salud penetró másprofundamente, y vio que viviría.

Pero Hollian yacía torcida sobre su espalda, con lascortadas y quemadas palmas abiertas a la crecienteoscuridad. Su negro pelo enmarcaba la pálida vulnerabilidadde su rostro, acogiendo su cabeza como la ahuecada mano

Page 601: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de la muerte. Entre sus descoloridos labios discurría un finosurco de sangre.

Trepando salvajemente por el cieno, Linden se abalanzósobre eh-Estigmatizada intentando invocar a su espírituantes de que huyese por completo. Pero se iba rápidamente,y Linden no podía detenerlo. Hollian había sido dañadademasiado gravemente. Los dedos de Linden se cerrabansobre sus yertos hombros tratando de devolverle el aire alos pulmones, pero era inútil. Sus manos resultabanimpotentes. No era más que una mujer normal, incapaz demilagros, sin otra facultad que la de ver la magnitud de susfracasos.

Mientras la contemplaba, la vida se iba de la eh-Estigmatizada. El reguero de sangre eme salía de su boca sehizo más lento y al fin paró.

El poder: Linden necesitaba controlar el poder. Pero laangustia le cerraba todo lo demás. No podía alcanzar el sol.La Tierra se hallaba profanada y agonizante. Y Covenanthabía cambiado. A veces, en el pasado, ella había logradoutilizar la magia indomeñable sin contar con la voluntad deCovenant, pero ya no era posible. Él se había convertido enun nuevo ser, en una amalgama de fuego y humanidad. Supoder era inaccesible sin la posesión. Y aunque hubiera sidocapaz de hacerle eso, habría necesitado tiempo, durante elcual Hollian moriría.

La eh-Estigmatizada parecía tristemente pequeña ante la

Page 602: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

muerte, valiente y frágil hasta el límite. Y también su hijo sehabía ido sin la más mínima oportunidad de vivir. Lindencontemplaba ciaamente la inutilidad de sus manos. La gemadel krill fulguraba en su semblante.

Desde todas las direcciones al mismo tiempo, llegó lalluvia siseando como las llamas en el cieno.

Las gotas de agua caían sobre ella, cuando Covenant latomó de la mano, atrayéndola hacia él. Involuntariamente,ella sintió la fiera autenticidad de su dolor.

- ¡Te dije que los vigilaras! -le gritó furioso porquehabía pedido a los pedrarianos que corrieran aquel riesgo apesar de su incapacidad para protegerlos de lasconsecuencias-. ¡Te dije que los vigilaras!

Entre el creciente fragor de la tormenta, oyó gemir aSunder.

Él inspiró con dificultad, y levantó la cabeza. Sus ojosparecían velados, ciegos, vacíos de comprensión. Por unmomento, Linden, pensó que también estaba perdido. Peroentonces abrió las manos para librarse de entumecimiento delos dedos y antebrazos, y parpadeó varias veces. Sus ojosenfocaron el k ril l . Lo cogió con rigidez, envolviéndolonuevamente en el paño, lo guardó de nuevo en su justillo.

Y entonces la lluvia atrajo su atención. Y miró a Hollian.De inmediato se puso en pie. Imponiéndose a los nudos

que le atenazaban los músculos a consecuencia de laenergía, se acercó a ella.

Page 603: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden se interpuso en su camino. ¡Sunder!, intentódecir. Es culpa mía, estoy destrozada. Desde el principio, elfracaso la había acompañado como si nunca fuera a dejarla.

Él no le prestó atención. La apartó de su camino con elbrazo tan bruscamente que hizo que se tambaleara. En sumirada destellaba el rojo de la sangre. Había perdido unamujer y un hijo antes de encontrarse con Covenant yLinden. Ahora ellos le habían costado otros. Se inclinóbrevemente sobre Hollian como si temiese tocarla. Susbrazos cruzados contenían la angustia de su pecho. Luego,con rabia, se agachó sobre ella y volvió a incorporarse conella entre los brazos, meciéndola como si fuese una niña. Sugrito atravesó el temporal convirtiendo la lluvia en llanto:

- ¡Hollian!Bruscamente, la Primera surgió de la creciente oscuridad

seguida de Encorvado. Jadeaba visiblemente. La sangre lemanaba de una gran herida en el costado donde las artes delos ur-viles la habían quemado. El rostro de Encorvadoparecía lleno de horror por las cosas que había hecho.

Ninguno de ellos pareció ver a Hollian.- ¡Venid! -reclamó la Primera-. ¡Tenemos que abrirnos

paso ahora! Vain mantiene aún a los ur-viles lejos denosotros! ¡Si huimos podemos tener la esperanza de que nossiga y se salve!

Nadie se movió. La lluvia castigaba la cabeza y hombrosde Linden. Covenant se había cubierto el rostro con las

Page 604: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

manos. Se erguía inmóvil bajo la tormenta como si ya nopudiera soportar el coste de aquello en lo que se habíaconvertido. Sunder lanzaba grandes y dolientes suspiros,pero ya no lloraba. Permanecía inclinado sobre Hollian,concentrándose en ella como si la sola fuerza de su deseopudiera devolvérsela.

La Primera lanzó una exasperada exclamación. Noparecia haberse dado cuenta aún de lo sucedido. Fustigadapor su herida, no admitía negativas.

- ¡He dicho que vamos!Tiró de Covenant y de Linden con brusquedad

arrastrándolos hacia el cauce.Encorvado les siguió, empujando a Sunder.Descendieron hasta el lecho del río. El agua ya corría allí

y espumeaba al chocar contra las gruesas piernas de losgigantes. Linden apenas podía mantener el equilibrio. Seaferró a la Primera. Pronto el río se halló lo bastante crecidocomo para transportar al grupo.

La lluvia los martilleaba como si se sintiera ultrajada porsu intempestivo nacimiento. Las riberas eran invisibles.Linden no captaba ningún indicio de los ur-viles o de Vain.Ignoraba si tanto ella como sus amigos habían logradoescapar.

Pero el relámpago que rasgó los cielos le proporcionóuna súbita vista de lo que la rodeaba. Y localizó a Sunder.Nadaba delante de Encorvado. El gigante le sostenía por

Page 605: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

detrás con una mano.Aún llevaba a Hollian. Mantenía cuidadosamente su

cabeza sobre las aguas como si estuviera viva.A intervalos, a través del fragor de la lluvia y los

truenos, Linden le oía claramente.

Page 606: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

CATORCE: Meta final

Al principio el agua estaba tan sucia que provocabanáuseas en Linden. Cada involuntaria bocanada dejabaarena en su garganta y en sus dientes. La lluvia y el truenofragmentaban su capacidad de oír. En un instante, se sentíacompletamente sorda; al siguiente, el sonido le llegaba comouna bofetada. Impulsada hacia abajo por las ropas y lospesados zapatos, hubiera quedado exhausta en poco tiemposin el soporte de la Primera. La herida de la espadachina eraun dolor palpitante que alcanzaba a Linden pese al caos delas aguas y el esfuerzo de nadar. Y sin embargo, la gigantalos apoyaba tanto a ella como a Covenant a través deltumulto.

Pero las aguas, al crecer, se hicieron más claras, menosproblemáticas y más frías. Linden había olvidado hasta quéextremo podían ser fríos los rápidos cuando no estabapresente la luz solar. La frialdad se introducía en ella,succionando sus huesos. Y susurraba a sus maltratadosnervios que hallaría más calor si se hundía bajo la superficie,evitando el viento y la persistente lluvia. Sólo durante unmomento, le sugería la frialdad amablemente. Hasta que tecalientes un poco. Ya has fracasado. Pero no tieneimportancia. Mereces ese consuelo.

Ella sabía lo que merecía. Pero ignoró la sugerencia para

Page 607: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

preocuparse por la Primera, concentrándose en la herida quetenía en el costado. El agua, más limpia, había eliminado lamayor parte de la arena y la sangre de la quemadura, y laPrimera sabía resistir. Linden no temía una infección. Sinembargo vertía su percepción en aquella herida, situándosea sí misma dentro de ella hasta que su propio costado gimiócomo si hubiera sido quemado. Entonces, deliberadamente,amortiguó la sensación, reduciendo el tormento de la Primeraa un dolor desvaído.

La frialdad desgastaba sus sentidos, minando su valor.Los truenos sonaban sobre ella, haciendo que se sintierademasiado pequeña para soportarlos. La lluvia azotaba lasuperficie del río. Pero se aferró a su empeño y no sepermitió ceder mientras la corriente transportaba al grupocauce abajo durante el largo atardecer.

Al fin concluyó el día. Las corrientes se estrecharon; lasnubes volvieron atrás. Forzando sus piernas, la Primera seabrió paso hasta la ribera occidental, salió del agua y seirguió temblorosa sobre el empapado terreno. Poco después,se le unió Encorvado. A Linden le parecía sentir los huesosde éste reclinándose a causa del extremado cansancio.

Covenant parecía tan pálido como el mármol de unsepulcro, los labios azulados por el frío, la amargura pegadaa sus facciones.

- Necesitamos hacer fuego -dijo como si tambiénaquello fuera culpa suya.

Page 608: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sunder ascensió por el húmedo declive sin dedicar niuna mirada a sus compañeros. Estaba inclinado sobreHollian como si tuviera el pecho lleno de cristales rotos.Pasada la orilla del río, se arrodilló y depositó suavemente aHollian en el suelo. Colocó sus miembros como sipretendiera que estuviese cómoda. Acarició con torpesdedos los negros mechones de pelo que le cubrían el rostro,trenzándolos después amorosamente y colocando lastrenzas alrededor de su cabeza. Entonces, tomó asientojunto a su cuerpo protegiéndose el corazón con los brazos yse quedó allí meciéndose como si su cordura se hubieseroto.

Encorvado se desprendió del fardo y sacó una especiede estufa usada por los gigantes que de algún modo habíapermanecido hermética contra el agua. Luego logró encenderalgunas astillas de la poca leña que tenían. Estaban húmedasy él exhausto; pero inclinándose sobre ellas sopló hasta queprendieron en la estufa. Protegiendo las llamas consiguiófinalmente que se mantuvieran ardiendo.

Aunque era un fuego pequeño, producía suficientecalor para suavizar la gelidez de las articulaciones de Lindeny la desvaída miseria de los ojos de Covenant.

Entonces Encorvado les ofreció diamantina, perorehusaron hasta que la Primera y él hubieron bebido unacantidad suficiente del potente licor. A causa de losoprimidos pulmones de él y las heridas de ella, los gigantes

Page 609: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tenían una extrema necesidad de sustento. Después deaquello, Linden tomó unos cuantos sorbos que al finllevaron un verdadero calor a su estómago.

Con amargura, como si se estuviera castigando,Covenant aceptó de ella la redoma de diamantina; pero nobebió. En vez de ello, forzó a sus tensos músculos ymaltratados huesos en dirección a Sunder.

Su ofrecimiento no produjo reacción alguna en elGravanélico. Con voz enronquecida, Covenant le urgió y lesuplicó. Sunder no alzó la cabeza. Permanecía concentradoen Hollian como si su mundo se hubiese reducido. Pasadoun rato, Covenant regresó penosamente junto al fuego, sesentó, y se cubrió el rostro con las manos.

Poco después, apareció Vain.Salió de la noche para entrar en la leve iluminación de la

fogata y adoptó de inmediato su inexpresiva pose habitual.Una ambigua sonrisa curvaba su boca. La vehemencia queLinden detectó en él había desaparecido. Parecía taninsensible einalcanzable como siempre. Su antebrazo demadera había sido ennegrecido y chamuscado, pero el dañoera meramente superficial.

Su brazo izquierdo estaba retorcido e inutilizado, comoafectado por una deformidad congénita. Excudaba dolor porvarias heridas profundas. Jaspeadas rayas del color de laceniza manchaban su carne de ébano.

Instintivamente, Linden fue hacia él aún a sabiendas de

Page 610: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que no podía ayudarle, dado que las heridas eran tanimponderables como su naturaleza esencial. Intuía que habíaatacado a los ur-viles por motivos propios y no en ayuda nien agradecimiento a ellos; no obstante, sentía visceralmenteque la herida infringida a su escultural perfección eraintolerable. En una ocasión, se había inclinado ante ella. Y enmás de una, le había salvado la vida. Al menos por una veztenía que tratar de ayudarle.

Pero antes de que llegara junto a él, una ancha y aladafigura llegó de las estrellas planeando como un cóndor.Cambiando de aspecto mientras descendía, aterrizógrácilmente junto al Demondim, ya con forma humana.

Buscadolores.No miró a Covenant ni a Linden, ni prestó atención a la

abatida y solitaria tristeza de Sunder; se dirigió directamentehacia Vain.

- No creas que ganarás mi corazón a base de valentía. -Su voz tenía conotaciones de su viejo desaliento y de undisimulado aunque inequívoco temor. Parecía escrutar con lamirada la hermética alma del Demondim-. Deseo que mueras.Si estuviese dentro de lo que mi Würd me permite, yo mismote asesinaría. Pero esos camaradas por quienes tú no tienesinterés nuevamente han logrado redimirte. -Se detuvo comodisponiéndose a reunir el suficien valor, y luego concluyóquedamente-. Aunque detesto tu propósito, la Tierra nodebe sufrir el coste de tu dolor.

Page 611: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Súbitamente radiante, extendió la mano derecha sobre elhombro izquierdo de Vain. Un instante de fuego se produjodel contacto, desprendiendo espantosas implicaciones queúnicamente Linden pudo captar en la insondable noche.Luego desaparecieron. Buscadolores abandonó a Vainapostándose lejos como un centinela, escudriñando el esteiluminado por la luna.

La Primera lanzó una queda exclamación de sorpresa.Encorvado se quedó boquiabierto de asombro. Covenantmurmuraba en voz baja como si no pudiese creer lo quehabía visto.

El brazo izquierdo de Vain estaba entero, completamenterestaurado en su singular belleza y eficacia.

Linden creyó captar un destello de alivio en los negrosojos del Demondim.

El asombro la aturdió. La demostración de Buscadoloresle dio una razónparaconprender por vez primera por qué lose l o h i m creían que la curación de la Tierra debíaencomendárseles, y que la mejor elección que Covenant oella podían hacer era la de ceder el anillo a Buscadolores, yapartarse del destino que el Amo Execrable les habíapreparado. El restablecimiento del brazo de Vain casi leparecía milagroso. Ni con todos los recursos médicos quehubiera sido capaz de imaginar habría podido igualar laproeza de Buscadolores.

Impelida por el poder que había mostrado, se volvió

Page 612: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hacia él con el nombre de Sunder en los labios. Ayúdale. Nosabe cómo soportarlo.

Pero la silueta del Designado recortándose contra laluna la rechazó antes de que hablara. De algunaincomprensible forma, había agravado su propia situación alcurar a Vain. Como Sunder, necesitaba consuelo. Su aspectole indicó que se negaría a cualquier súplica.

Encorvado suspiró. Murmurando para sí, comenzó apreparar una comida antes de que el fuego se extinguiera.

Más tarde, aquella misma noche, Linden se acurrucócerca de Covenant y de las últimas y agonizantes ascuasenvuelta en una húmeda manta, intentando resguardarse dela profunda frialdad del cielo y de explicar su fracaso.

- Ocurrió con demasiada rapidez. No pude captar elpeligro a tiempo.

- No fue culpa tuya -replicó él con acritud-. No teníaningún derecho a culparte. -La voz pareció proceder de unaherida oculta bajo la manta que lo cubría-. Debí obligarles aquedarse en Piedra Deleitosa.

Ella quiso protestar de que se adjudicara toda laresponsabilidad. Sin ellos, todos habríamos muerto. ¿De quéotro modo hubiéramos podido escapar de los ur-viles? Peroél prosiguió:

- Sentía pánico del poder. Creía que me convertía en loque más odiaba: en otro Pierdetierra. Que producía la

Page 613: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

desgracia de aquéllos por quienes me preocupaba. Pero nome hace falta el poder. Puedo conseguir lo mismo sólo conmi presencia.

Ella se incorporó y lo observó a través de la nocheiluminada por la luna. Yacía dándole la espalda, la mantatemblaba levemente sobre sus hombros. Quiso rodearlo consus brazos, encontrar un poco de calor en el contacto de suscuerpos. Pero no era aquello lo que él necesitaba. Queda yásperamente le dijo:

- Eso es magnífico. Te estás culpando por todo.Supongo que lo que vas a decir a continuación es que temorderás con el veneno para demostrar que lo mereces.

Él se volvió como si le hubiese golpeado entre losomoplatos. Su semblante surgió de la manta, pálido ydolorido. Por un instante, pareció flamear ante ella. Peroluego sus emanaciones perdieron aquella fiereza.

- Lo sé, -suspiró hacia el inmenso cielo-. Atiaran tratóde decirme lo mismo. Después de todo lo que le hice. -Citóquedamente-: El castigo es una condena que se genera en símisma. Castigándote, te haces merecedor del castigo. ElExecrable no tiene otra cosa que hacer que reírse. -Susoscuras facciones se concentraron en ella-. Y eso también esválido para ti. Intentaste salvarla. No fue culpa tuya.

Linden asintió. Sin decir ni una palabra, se inclinó haciaél hasta que la estrechó entre sus brazos.

Page 614: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Cuando ella despertó con el primer gris del alba, miró endirección a Sunder y vio que no se había movido durante lanoche.

Hollian presentaba ahora la rigidez de la muerte, sudelicado semblante se veía pálido y atormentado a la luz delamanecer; pero él no parecía apreciar ningún cambio, ajeno ala noche o al día, insensible para todo excepto para lasesquirlas de dolor que punzaban su pecho y el cuerpo deella. Aunque estaba helado hasta los huesos, el frío no teníapoder para hacerle temblar.

Covenant se despertó desorientado, y se apartóbruscamente de sus sueños. Sin motivo aparente, dijo conclaridad:

- Esos ur-viles habrían caído sobre nosotros ahora.Entonces, también él vio a Sunder.Tanto la Primera como Encorvado estaban despiertos.

A pesar de que su herida seguía abierta, la diamantina lehabía devuelto su habitual estado de ánimo, y el dolor no erademasiado intenso. Miró al Gravanélico y luego se volvióhacia Covenant v Linden, moviendo la cabeza. Suentrenamiento no la había preparado para enfrentarse alabatimiento de Sunder.

Su esposo se incorporó del suelo, apoyándose en elcodo, y se arrastró hasta el saco de las provisiones.Extrayendo un frasco de diamantina, se obligó a erguirsesobre sus aún embotados músculos para aproximarse al

Page 615: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Gravanélico. Sin pronunciar ni una sola palabra, lo abrió y lopuso bajo la nariz de Sunder.

Aquel aroma arrancó una especie de apagado sollozodel pedrariano. Mas no levantó la cabeza.

Impotente en su generosidad, Encorvado se retiró.Nadie dijo nada. Linden, Covenant y los gigantes

comieron tristemente antes de que el sol saliera. Luego, laPrimera y Encorvado fueron a situarse sobre alguna piedrapara afrontar el amanecer. Asaltados por el mismo temor,Linden y Covenant se precipitaron hacia Sunder. Pero porazar o elección, éste se hallaba sentado sobre una roca. Nonecesitaba protección.

Destellando azul, el sol se encumbró en el horizontepara desaparecer luego cuando los oscuros nubarronescomenzaban a arracimarse hacia el oeste.

Espasmos de viento patearon la grávida superficie delRío Blanco. Encorvado se apresuró a proteger lasprovisiones. Cuando terminó, las primeras gotas habíanempezado a caer. Pronto aumentaron hasta convertirse en undiluvio que producía un sonido semejante al de la carne alser frita.

Linden contemplaba la veloz corriente del Río Blanco, yse estremecía. Su frialdad afectada a sus sentidos como losfilos de un escarpelo. Pero ya había sobrevivido ainmersiones semejantes sin diamantina ni metheglin que lasostuvieran. Estaba resuelta a soportar tanto como fuera

Page 616: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

necesario. Frunciendo el ceño, volvió al problema de Sunder.Se había puesto en pie. Con la cabeza agachada y los

ojos fijos en el vacío, fue hacia sus compañeros y el río.Sostenía a Hollian entre sus brazos, estrechándola

contra su pecho de manera que sus pies no tocaban el suelo.Covenant y Linden se miraron. Entonces él fue a

situarse frente a Sunder. Los músculos de sus hombros securvaban y temblaban; pero su voz fue suave y quebradapor el dolor.

- Sunder -dijo-. Déjala en el suelo. -Sus manos secrispaban en sus costados-. Te ahogarás si intentas llevarlacontigo. No puedo perderte también a ti. -En el fondo de suspalabras soplaba un viento de aflicción semejante alcreciente fragor de la lluvia-. Te ayudaremos a enterrarla.

Sunder no respondió, ni miró a Covenant. Parecía estaraguardando a que el Incrédulo se apartase de su camino.

El tono de Covenant se endureció.- No nos obligues a tener que arrebatártela.En respuesta, Sunder apoyó los pies de Hollian en el

suelo. Linden no captó cambio alguno en sus emanaciones,ninguna advertencia. Con la mano derecha extrajo el krill deljustillo.

El paño que cubría la hoja se desprendió, y fuearrastrado por el viento. Aferró la ardiente empuñadura conlos dedos desnudos. Aunque el dolor se marcó en su rostro,no desistió. La blanca luz irradiaba de la gema, tan clara

Page 617: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como una amenaza.Sosteniendo a Hollian con el brazo izquierdo, bajó hacia

el río.Covenant lo dejó pasar. Linden y los gigantes lo

dejaron pasar. Entonces la Primera envió a Encorvado tras él,para que no estuviera solo en el veloz y gélido riesgo de lacorriente.

- Se dirige a Andelain -rechinó Covenant-. La llevaráconsigo todo el camino hasta Andelain. ¿A quién creéis quequiere encontrar?

Sin aguardar respuesta, siguió a Encorvado y alGravanélico.

Linden los contempló y dijo para sí: ¡A sus Difuntos!¡A los Muertos de Andelain! A Nassic, su padre. A Kalina,su madre. A la esposa y al hijo que hubo de sacrificar ennombre de Pedraria Mithil.

¿O a la propia Hollian?¡Santo Dios! ¿Cómo podría soportarlo? Se volvería loco

y jamás regresaría.Zambulléndose en la corriente, Linden se apresuró río

abajo con terrible premura mientras la Primera nadabaenérgicamente a su lado.

No se hallaba preparada para la aguda intensidad delfrío. Conforme su sentido de la salud crecía en alcance yprecisión, más y más vulnerable la hacía sentirse. Los días

Page 618: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que pasó en el Río Mithil con Covenant y Sunder no habíansido tan malos. El frío apaleaba su carne, machacaba susnervios. Una y otra vez creyó que en aquel preciso momentoiba a empezar a llorar, que al fin el Sol Ban la dominaría. Perolos inquebrantables músculos del hombro de la Primera ledaban soporte. Y Covenant se hallaba a su lado. A travésdel martilleante aguacero, de los truenos que rompían el aire,de los relámpagos que rasgaban los cielos, Covenantpermanecía seguro en su propósito y ella lo captaba pormedio de su percepción. A pesar de la embotante miseria ydesesperación, quería vivir… quería sobrevivir a cualquiermaldad que el Amo Execrable maquinase en contra suya.Hasta que le llegara la oportunidad de pararlo.

Visible a la luz de los relámpagos, Encorvado nadaba auna o dos brazadas delante de la Primera. Sostenía alGravenélico con una mano. Y transportaba a Hollian como sisólo estuviera dormida.

En algún momento durante el mediodía, el Río Blanco seinterrumpió espumando y dejándose caer en una confluenciaaue arrastró a los viajeros hacia un nuevo canal como sifuesen hojas muertas en el viento. Uniéndose al Gris, el RíoBlanco se había convertido en el Aliviaalmas, y durante elresto de aquel día, y todo el siguiente, transportó al grupo.La lluvia bloqueaba el sentido de la orientación en Linden.Pero a la noche, cuando los cielos se despejaron y la lunamenguante se alzó sobre la desolada tierra, le fue posible ver

Page 619: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que el curso del río había virado hacia el este.La segunda tarde después de la confluencia, la Primera

preguntó a Covenant cuando llegarían a Andelain. Linden yél se hallaban lo más cerca posible del pequeño fuego delcampamento; y Encorvado y la Primera también estabansentados allí como si incluso ellos necesitaran algo más quediamantina para restaurar su valor. Pero Sunder semantenía a corta distancia en la misma postura que habíaadoptado las dos noches anteriores, sumido en su dolorsobre una roca con Hollian tendida rígidamente frente a élcomo si en cualquier momento pudiera empezar a respirar denuevo.

Uno junto al otro. Vain v Buscadores estaban de pie enlos límites de la luz. Linden no les había visto entrar en el río,ni sabía como habían podido trasladarse por aquel baldíobatido por la lluvia. Pero cada tarde aparecían juntos pocoantes de la puesta de sol y aguardaban sin hablar a que lanoche pasara.

Covenant concentró su atención en las llamas duranteun momento, después contestó:

- No calculo demasiado bien las distancias. No sé la quehemos recorrido. -Su rostro tenía el color de la cera aconsecuencia del frío-. Pero éste es el Aliviaalmas. Conducecasi directamente al Monte Trueno. Podríamos… -Extendiólas manos hacia el fuego, poniéndolas demasiado cerca delas llamas, como si hubiese olvidado el motivo de su

Page 620: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

insensibilidad. Pero entonces su instinto de leproso hizo quelas retirara-. Depende del sol. Concretamente de su cambio.A no ser que tuviéramos un Sol Desértico, el Río seguiríacorriendo. Podríamos estar en Andelain mañana.

La Primera asintió y volvió a sus propios pensamientos.Tras su fuerza de gigante y la curación de su herida, sehallaba profundamente cansada. Después sacó la espada,empezó a limpiarla y secarla con los lentos y metódicosgestos de quien no sabe qué otra cosa hacer.

Como si pretendiese emularla, Encorvado extrajo laflauta de su fardo, la secó, y trató de tocar. Pero tenía lasmanos o los labios demasiado débiles para la música, ypronto desistió del intento.

Durante un momento, Linden pensó en el sol y sepermitió sentir cierto alivio. Un Sol de Fertilidad, o dePestilencia, calentaría el agua. Le hubiesen dejado ver elcielo, abriendo el mundo a su alrededor. Y un Sol Desérticono sería ciertamente frío.

Pero gradualmente fue dándose cuenta de queCovenant continuaba temblando. Una rápida mirada, lemostró que no estaba enfermo. Después de haberatravesado el Fuego Bánico, dudaba de que jamás volviera aestarlo. Pero se hallaba profundamente concentrado, tantenso que parecía febril.

Apoyó una mano sobre su antebrazo derecho paraatraer su atención. Con los ojos, le preguntó qué le

Page 621: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

preocupaba.Él la miró sombríamente, y después devolvió su

atención al fuego, como si buscara en él las palabras quenecesitaba. Cuando habló, fue para formular una preguntaque la sorprendió:

- ¿Estás segura de que deseas ir a Andelain? En laúltima vez que tuviste la oportunidad, la rechazaste.

Aquello era cierto. Se hallaba en compañía de Sunder yHollian en el límite sudoccidental de las Colinas, y rehusóacompañar a Covenant, aunque el saludable esplendor queatravesaba el Río Mithil resultaba confortante para susdañados nervios. Había tenido miedo del evidente poder deaquella región. Parte de su miedo procedía del espanto deHollian, de la creencia de Hollian en que Andelain era unlugar donde las personas perdían sus mentes. Pero la mayorparte de éste había surgido de una extremada desconfianzahacia todas las cosas a que era vulnerable a causa de supercepción. El Sol Ban la había conducido a una especie deindisposición, tan aguda y angustiosa como unaenfermedad, y por eso había considerado a Andelain comoun lugar enfermo. Y le había agradado: era adecuado a laestructura de su vida. Pero por aquella misma razón,Andelain la había amenazado más íntimamente. Hacíapeligrar su difícil autodominio. Creyó que nada bueno podíaprovenir de algo que ejercía tanto poder sobre ella

Y más tarde Covenant le había repetido las palabras que

Page 622: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Elena pronunció entre los Muertos. La antigua Ama Superiorhabía dicho: Lamento que la mujer que ha venido contigono haya tenido el suficiente corazón para acompañarte,pues tienes mucho que soportar. Pero debe venir paraencontrarse a sí misma cuando sea el momento. Cuida deella, querido, para que al final pueda curarnos a todos. Yel Forestal había agredado: Es bueno que tus amigos no tehayan acompañado. La mujer de tu mundo habríalevantado desagradables sombras aquí. El simple recuerdode tales cosas devolvió a Linden su miedo.

Un miedo que había adquirido un claro significado enansia y oscuridad cuando el Delirante Gibbon la tocó y ledijo que ella era maldad.

Pero se había convertido en otra mujer. Habíaencontrado la manera de visar su sentido para la salud paralograr curaciones, para acceder a la belleza. Le habíarelatrado la manera de usar su sentido de la salud paralocorazón de parte de su angustia. Había aprendido a llamara su hambre de poder por su verdadero nombre. Y sabía loque quería. El amor de Covenant. Y el fin del Sol Ban.

Con una sonrisa, contestó: -Intenta detenerme.Esperaba que su respuesta fuera un alivio para él. Pero

Covenant se limitó a asentir, y ella comprendió que aún no lehabía desvelado lo que pensaba. Varios fallidos intentosatravesaron como sombras por su expresión. En un esfuerzopor alcanzarle, añadió:

Page 623: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Necesito descanso. Cuanto antes me aparte del SolBan, más sana estaré.

- Linden… -pronunció su nombre como si ella no leestuviera facilitando las cosas-. Cuando estuvimos enPedraria Mithil, y Sunder nos confesó que tendría que matara su madre… -Tragó con dificultad-. Dijiste que debíapermitírsele acabar con el tormento de ella. Si era lo que élquería. -Ahora la miró con la muerte de su madre escritaclaramente en su mirada-. ¿Aún lo crees?

Ella se estremeció involuntariamente. Hubiera preferidodiferir la respuesta a aquella pregunta hasta saber por qué sela formulaba. Pero su necesidad era clara e insistente.Contestó, con cautela:

- Ella estaba sufriendo mucho. Creo que cualquiera queesté sufriendo de ese modo tiene derecho a morir. Pero unasesinato por compasión no es precisamente compasivo conquienes han de ejecutarlo. No me gusta lo que hace conellos. -Se esforzaba en adoptar un tono distante, impersonal;pero la ofensa que contenía la pregunta era demasiado clara-. No me gusta lo que hizo de mí. Si es que puedo llamar aaquello compasión en lugar de asesinato.

Él esbozó un ademán que no llegó a completar, y quedóreducido a un fustrado gesto de apaciguamiento. Su voz erasuave; pero denotaba una extraña angustia.

- ¿Qué vas a hacer si Andelain no permaneceincontaminado? ¿Si no puedes escapar al Sol Ban? Caer-

Page 624: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Caveral sabía que el Execrable no había terminado, quecorrompería todas las cosas. ¿Qué haremos? -Su laringeascendió y descendió como un presagio de pánico-. Puedosoportar lo que sea necesario. Pero eso no. Eso no.

Parecía tan sólo e indefenso que no pudo resistirlo.Brotaron lágrimas de sus ojos.

- Quizá continúe bien -jadeó-. Puedes tener esaesperanza. Te ha sostenido hasta aquí. Puede hacerlo unpoco más.

Pero en las frías y tenebrosas raíces de su mente estabapensando: Si no es así, no me importará lo que suceda. Learrancaré el corazón a esos bastardos. Me haré con el poderde alguna manera, y les arrancaré el corazón.

No manifestó tales pensamientos. Pero Covenantparecía sentir la violencia dentro de ella. En lugar deacercarse en busca de consuelo, se refugió en suincertidumbre. Envuelto en decisiones e intuiciones que ellano podía entender ni compartir, permaneció apartadodurante el resto de la noche.

Pasó largo rato antes de que ella se diese cuenta de queno la quería a su lado. Estaba tratando de prepararse para eldía siguiente.

Pero la verdad se hizo evidente en el afilado y grisamanecer, cuando él abandonó las mantas, pálido y tenso,para besarla. Se hallaba al borde un precipicio interior y suequilibrio era frágil. La parte de él que había sido forjada por

Page 625: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el Fuego Bánico no titubeaba, pero la envoltura que protegíaaquella firme aleación era tan quebradiza como un huesoviejo. Pero a pesar de su inquietud hizo un esfuerzo porsonreírle.

Ella le contestó con una mueca porque ignoraba cómoprotegerlo.

Mientras Encorvado preparaba una comida para elgrupo, Covenant se acercó a Sunder. Arrodillándose tras élmasajeó los tensos músculos de su cuello y hombros consus insensibles dedos.

Sunder no reaccionó ante aquel gesto. No estabaconsciente excepto para la pálida forma de Hollian y supropio e inexorable propósito. Para el sentido de la salud deLinden, su cuerpo se hallaba dolorido por la debilidad de lainanición. Y sintió la ardiente hoja del k rill escaldando sudesprotegido estómago bajo el justillo. Pero él parecíaextraer fuerzas de aquel dolor como si fuese la promesa quelo mantenía vivo.

Pasado un rato, Covenant se reunió con los dosgigantes y con Linden.

- Tal vez pueda encontrarla en Andelain -suspiró-.Acaso ella sea capaz de regresar a él.

- Recemos para que así ocurra -murmuró la Primera-. Suresistencia va a fallar pronto.

Covenant asintió. Mientras masticaba pan y frutossecos como desayuno, siguió asintiendo para sí mismo

Page 626: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como si aquélla fuera su última esperanza.Un poco más tarde, el sol se elevó desde más allá de los

confines del mundo, y los compañeros recibieron eldespuntar del día sobre rocas mojadas por la lluvia.

Se encumbró sobre el horizonte con destellos deesmeralda, sembrando verdes reflejos en la rápida yquebrada superficie del río.

Al verlo, Linden se relajó momentáneamente aliviada.No se había dado cuenta de hasta qué punto le horrorizabaotro Sol de Lluvia.

Calor: el Sol de Fertilidad proporcionaba calor. Mitigaríala vehemencia de la corriente y suavizaría la frialdad delagua. Y esto actuaría sobre sus nervios como el solaz demantas secas y calientes. Sostenida por la Primera, conCovenant a su lado y Encorvado y Sunder solamente a unascuantas brazadas de distancia, nadó por el Aliviaalmas ypensó por vez primera, que quizás el río no hubiera sidodenominado así de forma casual.

Pero el alivio no la cegaba ante lo que le estabaocurriendo a la tierra de ambos lados del cauce. Labenevolencia del Sol de Fertilidad era una ilusión, unatrampa preparada por la protección del río. En las riberas, lavegetación bullía creciendo de la tierra como una hueste dedemonios. Creciendo desde sus raíces, las vides y hierbas sedesplegaban sobre los bordes del cauce. Los arbustosalzaban sus ramas como si ardiesen; los árboles desgarraban

Page 627: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el aire para abrirse camino, tan frenéticos como loscondenados. Y descubrió que su relativa seguridadúnicamente acentuaba las sensaciones que fluían a elladesde el salvaje e incontrolado crecimiento. Iba flotando através de una selva de ansia sin voz. El tormento que seextendía a su alrededor, a pesar de su silencio, era tanruidoso como un grito. Torturados más allá de toda Ley, losárboles y las plantas no tenían defensa, no podían hacernada por sí mismos excepto crecer y crecer… y clamarmudamente a los cielos.

Quizá después de todo el Forestal de Andelain sehubiera ido. ¿Cuánto tiempo habría podido soportar aquellosgritos sin ser capaz de hacer nada para ayudarlos?

Entre los crecientes muros de agonía, el río bajaba haciael este y el Monte Trueno después de un largo recorrido endirección sudeste. Lentamente Linden cayó en una extraña ybifurcada meditación. Se apoyaba en el hombro de laPrimera, manteniendo la cabeza sobre el agua, observando alpasar junto a las riberas el bullir de la fronda. Pero en otronivel no estaba atenta a tales cosas. Dentro de ella lastinieblas que habían germinado a causa del toque de Gibbontambién crecían. Alimentadas por el Sol Ban, se enroscabanen ella y suspiraban. Recordaba ahora como si nunca lohubiera olvidado que tras la superficial angustia, dolor yaborrecimiento había oculta una secreta alegría en el acto deasfixiar a su madre, un salvaje deleite al paladear el poder.

Page 628: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

De modo objetivo, sabía lo que le estaba sucediendo.Había permanecido expuesta durante demasiado tiempo a lacorrupción del Amo Execrable. El dominio sobre sí misma, elsentido de lo que ansiaba ser, estaban fallando.

Rió entre dientes, con aspereza; un chasquido deregocijo que sonó como si proviniera de un Delirante. Laidea era amargamente divertida. Hasta aquel momento, lasdificultades y penalidades del viaje bajo el Sol Ban la habíanimposibilitado para recordar quién era. El Despreciativopodía estar gobernándola desde hacía mucho tiempo por elsimple procedimiento de permitir que se relajara.

Un vehemente humor ascendió por su garganta. Lafertilidad parecía cabriolar en su sangre, espumeando yriendo de forma espeluznante. Su percepción extendíaviscosos dedos para tocar el latente fuego de Covenantcomo si en cualquier momento pudiera reunir el corajesuficiente para arrebatárselo.

Con un esfuerzo de voluntad, se aproximó al hombro dela Primera. La giganta volvió la cabeza, y murmuró sobre loshúmedos sonidos del río:

- ¿Escogida?Tratando de que Covenant no pudiese oírla, le dijo en

voz baja:- Si empiezo a reírme, golpéame. Golpéame. Golpéame

hasta que pare.La Primera le respondió con una mirada de patente

Page 629: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

incomprensión. Luego asintió.No obstante, Linden logró apretar los dientes contra la

locura y no le permitió salir.El mediodía ascendió y pasó sobre ella. Desde la

truncada perspectiva de la superficie del agua, sólo podíaver una corta distancia ante sí. El Aliviaalmas parecíainterminable. El mundo no contenía nada excepto torturadavegetación y angustia. Ella debería haber sido capaz desanarlo. Era médico. Pero no le era posible. No tenía poder.

Entonces, sin transición, el terreno a cuyo travésestaban siendo conducidos por el río, cambió. Más allá deun límite tan preciso como una línea marcada en la Tierra,terminaba la salvaje vegetación; y una región de bosquesnaturales comenzaba a ambos lados del Aliviaalmas.

La conmoción que ello produjo en sus sentidos, leindicó de qué se trataba. Había estado allí en una ocasiónanterior, cuando aún no se encontraba preparada. El influjocaló en su interior desde aquella distancia como unadestilación de vitrim y diamantina, una cura para todatenebrosidad.

La Primera advirtió a Covenant indicándole con lacabeza que mirara hacia adelante. Él se impelió con laspiernas para sobresalir del agua, y su grito atravesó el aire:

- ¡Andelain!Cuando volvió a caer, chapoteó en la corriente como un

niño, provocando salpicaduras y estelas de espuma que,

Page 630: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

iluminadas por el sol, surcaron el Aliviaalmas.En silencio, Linden susurró: Andelain, Andelain. Como

si repitiendo el nombre pudiera purificarse lo suficiente paraadentrarse entre las colinas. La esperanza la invadió a pesarde sus temores. Andelain.

Alegrándose entre sus riberas, el río discurríavelozmente hacia los dominios del Forestal, el último bastiónde la Ley.

Mientras se aproximaban a la demarcación, Linden laapreció más nítidamente. Allí los apiñados y atormentadosmatorrales y heléchos, las mimosas que se rompían por supropio peso, los enebros tan grotescos como una danzadiabólica, todos se detenían como contenidos por un muro.Allí crecía una hierba tan lozana como si fuese primavera ypunteada con peonías se desplegaba como música desde lassuaves laderas hasta los majestuosos y venerables álamos ylos saúcos de rojos frutos que coronaban las alturas. En lafrontera del reino del Forestal, el mudo desgarro daba paso ala aliantha, y el Sol Ban desaparecía del claro firmamento.

La gratitud, el consuelo y la alegría crearon un mundonuevo en torno a ella mientras el Aliviaalmas alejaba a lacompañía del quebranto del Reino internándola en Andelain.

Cuando miró hacia atrás, ya no pudo ver el aura verdedel Sol Ban. El sol brillaba desde los cerúleos cielos con laamarilla calidez de su amabilidad.

Covenant señaló hacia la ribera sur. La Primera y

Page 631: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Encorvado giraron en aquella dirección, cruzando lacorriente en ángulo. Covenant nadaba con todas susfuerzas, y Linden le seguía. Las aguas ya habían pasado desu limpio fluir habitual a una pureza cristalina, tan singular yvivificante como el rocío. Y cuando ella puso las manossobre la crecida hierba del suelo para poder salir del río,percibió un nuevo estremecimiento, una vibrante sensacióntan sutil como el aire. Había permanecido expuesta al Sol Bandurante tanto tiempo que casi había olvidado el modo desentir la salud de la Tierra.

Pero entonces se encontró de pie sobre el césped conlos sentidos totalmente abiertos y comprendió que lo quesentía era más que la simple salud. Aquello era la Leyquintaesenciada y materializada, una condensación de lavitalidad que convertía en preciada la existencia, y el Reinoen deseable. Era un avatar de la primavera, el júbilo delverano; era el esplendor del otoño y la paz del invierno. Lahierba saltaba y destellaba bajo sus pies, dando la sensaciónde que su estatura aumentaba. La savia ascendía por losárboles como fuego, benéfica y viva. Las flores esparcíancolor por todas partes. Cada aspiración, aroma y sensaciónera más estimulante de lo que podía resistirse; y no obstantela incitaban a que los resistiera. Cada nueva y exquisitapercepción la impulsaba hacia adelante en vez deatemorizarla, sacándola de sí misma como una corriente deéxtasis.

Page 632: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La risa y el llanto se despertaron a la vez en ella y nopudieron ser manifestados. Estaba en Andelain, en elcorazón del Reino amado por Covenant. Él yacía con la carahundida en la hierba, los brazos extendidos como si abrazaraa la tierra; y ella supo que las colinas lo habían cambiado,todo. No en él, sino en ella. Había muchas cosas que nocomprendía, pero si entendía ésta: El Sol Ban carecía depoder allí. También ella se encontraba libre de su influjo. Y laLey que proporcionaba tanta salud a la vida era digna delprecio que cualquier corazón estuviera dispuesto a pagar.

Esta afirmación llegó a ella como un claro amanecer. Erala creencia positiva de que había estado tan necesitada.Cualquier precio. Para preservar la belleza del Reino.Absolutamente cualquier precio.

Encorvado estaba sentado en la hierba y mirabaávidamente hacia las laderas, con el rostro dilatado por elasombro.

- No le habría dado crédito -farfulló para sí-. Nunca lohubiese creído…

La Primera se hallaba tras él, con las yemas de los dedosapoyadas en sus hombros. Sus ojos brillaban como losdestellos del sol que danzaban en la alegre superficie delAliviaalmas. Vain y Buscadolores habían surgido mientrasLinden se hallaba de espaldas. El Demondim no mostrabareacción alguna ante Andelain; pero el torturado semblantehabitual en Buscadolores se había iluminado, e inhalaba

Page 633: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

profundamente el saludable aire hasta sus pulmones comosi, al igual que Linden, supiese lo que significaba.

Libre del Sol Ban y exaltada, deseó correr, subir a lascolinas y dejarse caer rodando por ellas, jugando como unaniña; verlo y saborearlo todo, llevar sus maltratados nerviosy cansados huesos tan lejos como permitiera el exuberantebálsamo de aquella región, en el imponente solaz de la saludde Andelain. Se apartó unos cuantos pasos del río, y sevolvió para llamar a Covenant.

Éste se había puesto en pie, pero no la estaba mirando.Y no había alegría en su rostro.

Su atención estaba concentrada en Sunder.¡Sunder! gimió Linden, inmediatamente avergonzada

por haberle olvidado en su excitación particular.Se hallaba en la ribera sosteniendo a Hollian erguida

contra su pecho, sin ver nada ni comprender en absoluto labelleza que lo rodeaba. Durante un rato, no se movió.Después, logró enfocar la mirada y avanzó tambaleándose.Demasiado débil ahora para sostener sin apoyo el cuerpo dela eh-Estigmatizada que ya había adquirido la rigidez de lamuerte, casi lo arrastraba torpemente ante sí al cruzar lahierba.

Pálido de hambre, cansancio y pérdida, la llevó hasta laaliantha más cercana. Allí la dejó en el suelo. Bajo las hojasparecidas a las del acebo, el arbusto estaba cargado deverdosas bayas-tesoro. El Clave había proclamado que eran

Page 634: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

venenosas; pero después de que Marid mordiera aCovenant, la aliantha logró que el Incrédulo se recuperasedel delirio. Y Sunder no había olvidado aquella experiencia.Recogió un poco de fruta.

Linden contuvo el aliento esperando que comiese.No lo hizo. Agachándose junto a Hollian, trató de

introducirle bayas entre los yertos labios.- Come, amor -Su voz estaba enroquecida, tan agrietada

y rota como el mármol resquebrajado-. No has comido.Debes comer.

Pero sólo lograba que la fruta se rompiera contra susdientes.

Lentamente, se rindió al dolor que su quebrantadocorazón y empezó a llorar.

La pena se retorció en el rostro de Covenant como unaenredadera cuando se dirigió hacia el Gravanélico.

- Vamos -dijo en tono amable-. Estamos todavíademasiado cerca del Sol Ban. Necesitamos alejarnos más.

Durante un prolongado momento, Sunder tembló dedolor en silencio como si al fin su locura hubiera terminado.Mas luego extendió los brazos bajo Hollian y la levantó,poniéndose en pie. Las lágrimas corrían por sus grisáceasmejillas, pero no reparó en ellas.

Covenant hizo un gesto a los gigantes y a Linden. Seunieron a él prontamente. Juntos giraron hacia sudeste y seapartaron del río a través de las primeras laderas.

Page 635: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sunder les siguió, caminando como una mudalamentación de pesar.

Su actitud contrastaba con las reacciones de Lindenante la estimulante atmósfera de Andelain. Mientras ella ysus amigos avanzaban entre las colinas. La luz del sol yacíacomo si formara parte de los declives; la sombra de losárboles resultaba balsámica. Al igual que Covenant y losgigantes, ella comía aliantha que arrancaba de los arbustosa lo largo del camino; y el sabor de las bayas parecía añadiruna rara especia a su sangre. La hierba suavizaba la presiónde sus zapatos, elevándola de pisada en pisada como si lamisma tierra la impulsara a continuar. Y más allá del césped,el suelo y estructura de Andelain eran un eco de bonanza, labenéfica somnolencia de la paz.

Y los pájaros, ascendiendo como una melodía hasta lascopas de los árboles, conversaban amigablemente entre lasramas. Y los pequeños animales de los bosques, semostraban cautelosos ante la intrusión del grupo pero noasustados. Y las flores lo cubrían todo, en número imposiblede fijar; amapolas, narcisos y espuelas de caballero, cabezasde dragón, madreselvas y violetas, tan precisas yarmoniosas como un poema. Contemplándolas, Lindenpensó que seguramente su corazón estallaría de gozo.

Pero tras ella, Sunder cargado con su perdido amor seadentraba como si pretendiera ponerla a los pies deAndelain en demanda de restitución. Al llevar la muerte al

Page 636: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

interior de aquella defendida región, violaba su espíritu tancompletamente como si cometiera un asesinato.

Aunque los compañeros de Linden carecían de susentido de la salud, compartían sus sentimientos. El rostrode Covenant se debatía de forma inconsciente entre unavehemencia que aumentaba y una fuerte desazón. Los ojosde Encorvado devoraban cada nueva vista, cada nuevodetalle; y parpadeaba repetidamente hacia Sunder como si lehubiera ofendido. La Primera mantenía una expresión deaustera aceptación y aprobación, pero cerraba y abría lamano sobre la empuñadura de su espada. Tan sólo Vain y elDesignado parecían ajenos a Sunder.

Sin embargo la tarde transcurrió con rapidez.Sostenidos por las bayas-tesoro y la alegría, y por losarroyuelos que destellaban como líquidas gemas cruzándoseen su camino, Linden y sus compañeros avanzaron al pasode Sunder entre los matorrales y las crestas de las colinas. Yentonces la noche se acercó. Más allá del horizonteoccidental, el sol declinaba majestuosamente, pintando denaranja y oro los cielos.

Todavía los viajeros continuaban caminando. Ningunoquería detenerse.

Cuando el último blasón del crepúsculo se decoloró ylas estrellas comenzaron a guiñar y sonreír desde laprofundidad aterciopelada del cielo, y el clamor del gorgeode los pájaros se apaciguó, Linden oyó música.

Page 637: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Al principio esta música fue sólo para ella, ya que lamelodía sonaba en un tono tan bajo que únicamente podíaser captado por sus oídos. La música agudizaba el contornode los árboles siluetados por la luz de las estrellas, y leproporcionaba a la claridad de la baja y menguante lunasobre colinas y troncos una marcada y agradableevanescencia. Quejumbrosa y brillante a la vez, se mecíaentre las colinas como si estuviera cantando su belleza.Extasiada, Linden contuvo la respiración para escucharla.

Entonces la música se tornó tan brillante como lafosforescencia; y todos la oyeron. Covenant dejó escaparuna suave exclamación de reconocimiento.

La melodía continuaba. Era el canto de las colinas, lamanifestación de la esencia de la salud de Andelain. Cadahoja, cada pétalo, cada brizna de hierba era una nota en laarmonía; cada rama y brote un fragmento de canción. Elpoder corría a través de ella, la fuerza que impedía el paso delSol Ban. Pero también era un lamento, tan triste como unaendecha; y atenazó la garganta de Linden como un sollozo.

¡Oh, Andelain! ¡Perdóname! Porque estoy condenadoa perder esta guerra. No puedo soportar verte morir…

ni vivir, Predestinado a la amargura y a la grisáceaciencia del

Despreciativo.Pero mientras pueda atenderé la llamada Del Verdor y

Page 638: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el Árbol; y por su honor Empuñaré la alabarda de la Leycontra la Tierra.

Mientras las palabras desvelaban el pesar y ladeterminación, el cantor apareció en un promontorio ante elgrupo… haciéndose visible como una encarnación delcanto.

Era alto y fornido, envuelto en una túnica tan blanca ysutil como la música que fluía de las líneas de su silueta.Aferraba con la mano derecha una larga y nudosa ramacomo si fuese el báculo de su poder. Porque era poderoso…¡lo era terriblemente! Su evidente fuerza gritó a los sentidosde Linden cuando él se aproximó, provocándole no miedosino cautela. Pasó un prolongado instante antes de quefuera capaz de verlo con claridad.

- Caer Caveral -susurró Covenant-. Hile Troy. -Lindensintió que le temblaban las piernas como si ansiaraarrodillarse, postrarse ante la arcana majestad del Forestal-.Santo Dios, me alegra verte. -Los recuerdos fluyeron de él;dolor, alivio, encuentro.

Entonces al fin Linden observó a través de lafosforescencia y la música que el hombre alto no tenía ojos.La piel de su rostro se extendía tersa y suavemente, desde lafrente a las mejillas, sobre los huecos que debieran habersido sus órbitas.

Pero no parecía necesitar la visión. La música era el

Page 639: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

único sentido que requería. Ésta se posó en los gigantes,penetrando en ellos en el mismo lugar en que estaban y dejóuna expresión en sus caras que parecía indicar que todosufrimiento había desaparecido de sus corazones. Después,giró en torno a Linden disipando su desconfianza ysumiéndola en el silencio. Y se encaró con Covenant tandirectamente como cualquier mirada.

- Has venido -cantó el hombre extrayendo resplandoresde melodía de la hierba, espirales chispeantes de los árboles-. Y la mujer de tu mundo contigo. Eso está bien. -Luego sucanto se centró más concretamente en Covenant, y los ojosde éste ardieron de dolor. Hile Troy había comandado unavez los ejércitos del Reino contra el Amo Execrable. Pero sevendió a sí mismo al Forestal de la Espesura Acogotante enaras de una vital victoria, y había tenido que cumplir conmás de tres milenios de servicio.

- Thomas Covenant, te has convertido en alguien aquien nada puedo ordenar ya. Pero te pediré algo que debesconcederme. -La melodía fluyó de su persona descendiendopor la ladera, enredándose en los pies de Covenant ydisipándose. Luego adquirió un tono imperativo-. Ur-Amo yCurador, Incrédulo y Amigo de la Tierra. Tú te has ganadotales nombres. Mantente al margen.

Covenant miró fijamente al Forestal, esforzándose encomprender con todas sus fuerzas.

- No debes intervenir. La necesidad del Reino es

Page 640: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

enorme, y su rigor cae sobre otras cabezas tanto como sobrela tuya. Es bueno poder respetar la vida; pero respecto aeso, existe una necesidad que me sobrepasa, a la cual teruego que hagas honor. También esa Ley debe serquebrantada. -La luna se perfilaba sobre las colinas tanclaramente como una hoz, pero su luz era solamente unpálido eco de la música que brillaba como gotas de rocío entoda la ladera. Del interior de los troncos de los árbolesbrotaba la misma melodía reflejándose en las ramas-. ThomasCovenant -repitió el Forestal-. Mantente al margen.

Ahora, la tristeza de la melodía era evidente, y tras ellase agitaba una nota de espanto.

- Covenant, por favor -concluyó Caer Caveral con vozcompletamente diferente, con la voz del hombre que habíasido-. Concédeme esto. No importa lo que ocurra. Mantenteal margen.

Covenant dijo con esfuerzo.- Yo no… -empezó a explicar-. No lo comprendo.Entonces, con un esfuerzo de voluntad, se apartó del

camino del Forestal.Grave y majestuoso descendió Caer Caveral la ladera,

dirigiéndose hacia Sunder.El Gravanélico permanecía como si no hubiera visto a la

alta y blanca figura ni oído música alguna. Mantenía aHollian apretada contra su corazón, el rostro hundiéndoseen su pecho. Pero tenía la cabeza erguida y contempló a Caer

Page 641: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Caveral descender la cuesta que le conducía a él. Uninaudible gemido distorsionó su semblante.

Lentamente, como si viviera un sueño, Linden se volviópara mirar hacia donde miraba Sunder.

Covenant lo imitó, y un agudo lamento escapó de él.Sobre el grupo, la luz de la luna y la incandescencia del

Forestal se condensaron en una forma humana. Pálida plata,al principio transparente, después más sólida, como unaencarnación de la evanescencia y el anhelo, una mujercaminó hacia quienes miraban. Sus delicados labios securvaban en una sonrisa; y su cabello contenía unasugerencia de negras alas y oscuro destino; y ella mismabrillaba como pérdida y esperanza.

Hollian la eh-Estigmatizada. La Muerta de Sunder, veníaa saludarlo.

La vista de ella le hizo jadear espasmódicamente, comosi le hubiese asestado un golpe en el corazón.

Hollian pasó junto a Covenant, Linden y los gigantessin reconocerlos. Quizá no existían para ella. Erguida con ladignidad de su vocación, la importancia de su propósito, fuehasta el Forestal y allí se detuvo, mirando directamente aSunder y a su propio cuerpo muerto.

- Ah, Sunder, amado mío -murmuró-. Perdona mi muerte.Fue mi carne la que te falló, no mi amor.

Incapaz de replicar, Sunder siguió respirando condificultad como si le estuvieran arrancando la vida.

Page 642: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Hollian iba a volver a hablar; pero el Forestal alzó elbastón silenciándola. No parecía dispuesto a emprenderacción alguna. Pero la música giró alrededor de Sunder comoun torbellino de chispas de luna, y el Gravanélico setambaleó. De alguna manera, Hollian le había sidoarrebatada. Ella estaba protegida tiernamente por el brazoizquierdo del Forestal. Caer Caveral reclamaba su envaradamuerte para él. La canción llegó a ser cortante, afilada por lapérdida y el estremecimiento.

Salvajemente, Sunder extrajo el k r i l l de donde loguardaba contra su quemado estómago. Su argénteavehemencia horadó la música. Toda cordura huyó de él.Blandió la hoja de Loric, rasgando el aire ante el Forestal,exigiéndole sin palabras que Hollian le fuese devuelta.

La contención que Hile Troy pidiera a Covenant hizoque éste se estremeciera.

- Ahora llega el fin -resonó Caer Caveral. La canciónque envolvía sus palabras se hizo a la vez sublimementehermosa e insoportable-. No temáis por mí. Aunque esto esduro, ha de ser hecho. Estoy debilitado, ansioso dedescanso y clamando por mi liberación. Tu amor suple alpoder, y ningún otro puede tomar la carga en tu lugar. Hijode Nassic -la música no era imperativa ahora, sino doliente-,debes abatirme.

Covenant temió que Sunder obedeciera. El Gravanélicose hallaba lo bastante desesperado para hacer cualquier

Page 643: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cosa. Pero Linden lo sondeó con todos sus sentidos y vioque su violencia se convertía en tristeza. Bajó el k rill. Susojos se dilataron en un ruego. Tras la loca obsesión que lohabía dominado desde la muerte de Hollian aún perduraba elhombre que abominaba el asesinato, que había vertidodemasiada sangre y nunca se perdonaria por ello. Su almapareció colapsarse. Después de haber resistido durante días,se estaba muriendo.

El Forestal golpeó la hierba con su bastón, y las colinascorearon:

- ¡Abáteme!Su petición era tan potente que Linden levantó las

manos involuntariamente, aunque no iba dirigido contra ella.Todavía alguna parte de Sunder permanecía intacta, lúcida.Los ángulos de sus mandíbulas se le tensaron con la viejaobstinación que una vez le permitiera desafiar a Gibbon.Deliberadamente, bajó el brazo dejando que el k ri l l sebalanceara en su débil mano. Agachó la cabeza hasta que labarbilla tocó con el pecho. Ya no hacía esfuerzos porrespirar.

Caer Caveral dirigió una mirada de fosforescencia alGravanélico.

- Muy bien -dijo encolerizado-. Renuncia… y piérdete.El Reino está mal servido por quienes son incapaces depagar el precio del amor.

Apartándose bruscamente, le dio la espalda cruzando

Page 644: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

por entre los compañeros en la dirección por la que habíallegado. Aún llevaba el cuerpo de Hollian sujeto por el brazoizquierdo.

Y la muerta eh-Estigmatizada fue con él como siaprobara su actitud. Sus ojos eran plata y aflicción.

Aquello era demasiado. Un grito expresó la protesta deSunder. Él no podía permitir que Hollian se fuera; su cariñopor ella era demasiado fuerte. Levantando el krill sobre sucabeza, empuñándolo con ambas manos, corrió tras elForestal.

Demasiado tarde, Covenant aulló:- ¡No! -Y se abalanzó hacia él.Los gigantes estaban inmóviles. La música los había

fascinado e inmovilizado. Linden no estaba segura de quefuesen realmente capaces de ver lo que estaba sucediendo.

Ella podía haberse movido. Sentía el mismo éxtasis queaislaba a la Primera y a Encorvado, pero no era lo bastanteintenso para paralizarla. Su percepción podía aprehender lamelodía y servirse de ella. Con la lenta instantaneidad de lasvisiones o las pesadillas, supo que era capaz de hacerlo. Lamúsica la habría podido situar ante Sunder de manera queéste nunca alcanzara al Forestal.

Pero no lo hizo. No tenía medios para calcular lasconsecuencias de aquella situación, pero había visto el dolordestellando en los ojos de Hollian, el reconocimiento de queaquello era necesario. Y confiaba en la menuda y valiente

Page 645: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mujer. No hizo esfuerzo alguno por detener a Sunder cuandoéste descargó el krill entre los omoplatos de Caer Caveralcon el último hálito de su vida.

Del golpe surgió una deflagración de llamas perladasque acabó con la inmovilidad, haciendo caer a Linden y a losgigantes, y lanzando a Covenant contra la hierba. Deinmediato, toda la música se convirtió en fuego y seconcentró en el Forestal rodeándolo junto a Sunder yHollian, hasta tal punto, que desaparecieron de su vista,consumidos en un incandescente torbellino que salpicabalos cielos, y se extendía hacia las distantes estrellas como laruina de todas las canciones. Una cacofonía de espantobatió y se lamentó alrededor de las llamas; pero las llamas nopodían oírla. Ascendiendo con ímpetu, quemaron suardiente y muda agonía contra la noche como si sealimentasen del corazón de Andelain, llevando su torturadoy espantado espíritu hasta los confines de las tinieblas.

Y mientras se alzaban, a Linden le pareció oír cómo sedesgarraba el tejido básico del mundo.

Entonces, antes de que la vista de aquello llegara a serinsoportable, comenzó a disminuir. Poco a poco, laconflagración fue convirtiéndose en un fuego normal,amarillo por la temperatura y la madera consumida, y ella vioque procedía un negro muñón de tronco de árbol que no sehallaba allí cuando Caer Caveral fue golpeado.

Clavado profundamente en la ennegrecida madera más

Page 646: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

allá de cualquier esperanza de recuperación, estaba el krill.Únicamente las llamas que lamían el tocón lo hacían visible:la luz de la gema había desaparecido.

Las llamas disminuían velozmente, abandonando eltronco caído. Pronto el resplandor se extinguió. Unacolumna de humo se elevaba indicando el lugar en que elForestal había sido asesinado.

Pero la noche no era oscura. Otras iluminaciones sereunían en torno a los atónitos compañeros.

Desde más allá del tocón, Sunder y Hollian seaproximaban caminando cogidos de la mano. Aunque teníanuna aureola de plata como los Muertos, estaban vivos,humanos y completos. El misterioso propósito de CaerCaveral se había cumplido. Facultada y catalizada por el almadel Forestal, la pasión de Sunder había hallado su objeto; ye l k ri l l había traspasado la frontera que lo separara deHollian. De aquella manera, el Gravanélico, adiestrado enderramar sangre y cuyo trabajo incluía el asesinato, habíadevuelto la vida a su amada.

Alrededor de ambos se movía un círculo de Almas enuna danza de bienvenida. Su cálida amabilidad parecíaprometer el fin de todo sufrimiento.

Pero en Andelain ya no había música.

Page 647: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

QUINCE: Los ejecutores de laprofanación

En el exuberante e inmaculado amanecer de las colinas,Sunder y Hollian se acercaron para despedirse de Covenanty Linden.

Linden los recibió como si la noche anterior hubiesesido una de las mejores de su vida. No hubiera podidoexpresar las razones; desafiaban cualquier previsión. Con lamarcha de Caer Caveral, habían terminado cosasimportantes. Debería estar lamentándose en vez deregocijarse. Y sin embargo, a un nivel demasiado profundopara ser descrito con palabras, había reconocido lanecesidad de lo que el Forestal había dicho. También estaLey. Andelain había sido despojada de la música, pero no dela belleza o el consuelo. Y la restauración de los pedrarianosla ponía demasiado alegre para preocuparse. De formaparadójica, sentía la autoinmolación de Caer Caveral comouna promesa esperanzada.

Pero el semblante de Covenant estaba nublado poremociones conflictivas. Al igual que sus compañeros, habíapasado la noche contemplando la algazara de Sunder yHollian entre las Almas de Andelain… y Linden supo que lavisión le producía tanto goce como pesar. La curación desus amigos iluminaba su corazón; el precio pagado lo

Page 648: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

oscurecía. Y seguramente también debía sentirse herido porcarecer del sentido de la salud suficiente que le permitieraevaluar lo que la pérdida del Forestal significaba paraAndelain.

Por el contrario, ninguna nube se cernía sobre elGravanélico y la eh-Estigmatizada. Caminaban alegrementehacia el lugar en que Linden y Covenant se hallabansentados; y Linden pensó que parte de la noche plateadacontinuaba todavía adherida a ellos, confiriéndoles unaspecto irreal incluso a la luz del día, como una nuevadimensión incorporada a su existencia. La sonrisa brillaba enlos ojos de Sunder. Y Hollian se movía con un aire deequilibrada amabilidad. Linden no se sorprendió al detectarque el hijo que la eh-Estigmatizada llevaba en el vientrecompartía su singular y místico esplendor.

Por un momento, los pedrarianos miraron a Covenant ya Linden sonriendo y sin hablar. Luego Sunder se aclaró lagarganta.

- Os suplico que nos perdonéis porque no osacompañemos de aquí en adelante. -Su voz tenía unaresonancia especial que Linden nunca había detectadoanteriormente, una sugestión de fuego-. Habéis dicho queconstituimos el futuro del Reino. Ahora deseamos descubriraquí tal futuro. Y tener a nuestro hijo en Andelain.

»Sé que no os opondréis; pero rezamos para que estaseparación no os produzca pesar. Nosotros no nos

Page 649: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

entristeceremos… aunque nos sois muy queridos. El futurodel Reino está en vuestras manos. Por eso estamostranquilos.

Sunder podría haber proseguido, pero Covenant lointerrumpió con un gesto brusco, una muestra de ásperoafecto.

- ¿Estás bromeando? -murmuró-. Soy yo quien deseaque permanezcáis detrás. Iba a pedirte… -suspiró, y sumirada vagó por la ladera-. Quedaos aquí todo el tiempo queos sea posible -suspiró-. Todo el tiempo posible. Eso es algoque yo siempre he deseado.

Su voz se apagó; pero Linden no estaba escuchando suresignada tristeza. Miraba a Sunder. Aunque el tenuecomponente de plata de su aura resultaba evidente, eindefinible, se le escapaba como el agua entre los dedos. Laintuición hormigueó a lo largo de sus nervios y empezó ahablar antes de saber lo que iba adecir.

- La última vez que Covenant estuvo aquí, Caer Caveralle facilitó la localización del Árbol Único. -Cada palabra lasorprendía como un indicio de revelación-. Pero de formaque Covenant no pudiera alcanzarlo por sí mismo. Y esa es larazón de que se viera obligado a exponerse a los elohim,permitiéndoles sus maquinaciones. -El simple recuerdoconfería a su voz un tono colérico-. Nunca debimos ir allí enprimer lugar. ¿Por qué Caer Caveral le hizo aquel regalo yluego le dificultó su uso?

Page 650: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Sunder la miraba. Ya no sonreía. Una misteriosaintensidad aguzó su mirada que parecía desprender chispas.Dijo bruscamente:

- ¿Es que no os acompaña ahora el Designado de loselohim? ¿De qué otra manera hubiera podido lograrse talobjetivo?

El extraño tono empleado por el Gravanélico captó laatención de Covenant. Linden le sintió trepando sobre lasinterferencias; un destello de esperanza brotó en él.

- ¿Eres…? -inquirió-. ¿Es eso? ¿Eres el nuevo Forestal?En lugar de responder, Sunder miró a Hollian,

ofreciéndole la oportunidad de revelarle quién era.Ella lo miró directamente con una leve sonrisa. Y habló

en voz baja y con amabilidad.- No. -Había estado entre los Muertos y parecía segura

de su conocimiento-. Con tal transmisión de poder, la Leyque Caer Caveral trató de quebrantar hubiera sidopreservada. Pero no somos lo que éramos. Haremos lo quepodamos por la conservación de Andelain… y por el futurodel Reino.

Las preguntas se agolpaban dentro de Linden. Deseabatener un nombre para la transformación que percibía. PeroCovenant estaba hablando ya.

- La Ley de la Vida. -Su mirada era febril y sombría aldirigirse a los pedrarianos-. Elena rompió la Ley de laMuerte, la barrera que separaba a los vivos de los muertos.

Page 651: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La Ley que Caer Caveral ha transgredido es la que impedíaque los muertos volviesen a la vida.

- Así es realmente -replicó Hollian-. Pero es una frágil eincierta travesía. Nos hallamos sostenidos, y en ciertamedida determinados, por la soberana Energía de la Tierra delas Colinas de Andelain. Si abandonáramos esta región, noduraríamos mucho entre los vivos.

Linden supo que era cierto. El extraño resplandor querodeaba a los pedrarianos contenía la misma magia que lehabía dado a la música de Caer Caveral su radiante fuerza.Sunder y Hollian eran tangibles, sólidos y completos. Peroen un sentido especial se habían convertido en criaturas dela Energía de la Tierra… y podían morir con facilidad si eranseparados de su fuente.

Covenant también debía haber comprendido laspalabras de la eh-Estigmatizada. Pero las escuchó condiferentes oídos que Linden. Cuando su significado penetródentro de él, su fugaz esperanza desapareció.

Esta pérdida atravesó dolorosamente a Linden. Habíaestado demasiado concentrada en Sunder y Hollian. No sehabía dado cuenta de que Covenant buscaba una respuestaa su propia muerte.

De inmediato, alargó la mano hasta apoyarla en elhombro de él, y sintió el esfuerzo que hacía por superar sudesaliento. Pero aquello duró sólo un instante. Aferrado a sucertidumbre, miró a los pedrarianos. El tono delataba la

Page 652: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

agonía que le costaba mantenerse firme.- Haré todo lo que pueda -dijo-. Pero mi tiempo casi se

ha agotado. El vuestro no ha hecho más que empezar. No lomalgastéis.

Sunder sonrió, y la sonrisa pareció rejuvenecerlo.- Thomas Covenant -prometió-, no lo haremos.No se dijeron adiós. Aquella despedida no podía

expresarse con palabras ni con gestos de afecto. Cogidosdel brazo, el Gravanélico y la eh-Estigmatizada se volvieron yse alejaron a través de la hierba bañada de rocío. Pasado uninstante, desaparecieron al cruzar la cresta de la colina.

A sus espaldas, dejaron un silencio que dolía como sinada pudiera ocupar el lugar que había quedado vacío.

Linden abrazó a Covenant y se apretó contra él,intentando decirle que lo entendía.

Él besó su mano, y se levantó. Mientras escrutaba labrillante mañana, el sol incontaminado, el paisaje lleno deflores, suspiró.

- Al menos queda aún Energía de la Tierra -dijo.- Sí -Linden afirmó, irguiéndose junto a él-. Las colinas

no han cambiado. -Ignoraba de qué otro modo consolarlo-.La pérdida del Forestal supondrá alguna diferencia. Pero notodavía. -Estaba segura de eso. La salud de Andelain aúnsurgía a su alrededor en cada hoja y brizna de hierba, encada pájaro y roca. Ningún desastre o enfermedad era visibleen parte alguna. Y el resplandeciente sol carecía de aura.

Page 653: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pensó que el mundo tangible nunca había ostentado tancondensada e inapreciable belleza. Como en una plegaria porla conservación de Andelain, repitió -Todavía no.

Los dientes de Covenant se mostraron en una escuetasonrisa de alivio.

- Entonces no puede dañarnos. Al menos durante ciertotiempo. Espero que eso lo vuelva loco.

Linden suspiró secretamente relajada, esperando que sehubiera sobrepuesto a la crisis.

Pero el estado de ánimo de Covenant desapareció tanpronto como fue consciente de él. Una vieja oscuridadenturbió su mirada, en su rostro aparecieron macilentaslíneas. De repente, se dirigió al quemado tocón que una vezfuera el Forestal de Andelain.

Ella le siguió al momento. Pero se detuvo cuandocomprendió que iba a despedirse.

Tocó la gema del k ri l l con sus insensibles dedos,comprobó la frialdad de su empuñadura con el dorso de lamano. Entonces apoyó la frente y las palmas contra laennegrecida madera. Linden apenas pudo oír lo que dijo.

- Desde el fuego hasta el fuego -susurró-. Después detodo este tiempo. Primero Soñadordelmar y Brinn. Hamako.Luego Honninscrave. Ahora tú. Espero que encuentres unpoco de paz.

No hubo respuesta. Cuando al fin se retiró, sus manos yfrente estaban tiznadas de hollín como por una oscura y

Page 654: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

contradictoria unción. Se restregó con fuerza las palmas enlos pantalones, pero no pareció darse cuenta de la manchaque tenía en la frente.

Por un instante, estudió a Linden como si pretendieracompararla con el ejemplo del Forestal. De nuevo, ellarecordó la forma en que él había cuidado a Joan. Pero Lindenno era su ex-esposa; lo miró directamente. La equilibradasalud de los colinas la fortaleció. Y lo que ella vio parecióredundar en él. Gradualmente sus facciones se suavizaron.Casi recuperado, murmuró:

- Gracias a Dios que estás aún aquí. -Luego alzó la voz-.Deberíamos marcharnos. ¿Dónde se hallan los gigantes?

Ella le dirigió una prolongada mirada, que Hollianhubiera sabido entender, antes de volverse a buscar a laPrimera y a Encorvado.

No estaban a la vista. Vain y Buscadolores continuabanjunto al pie de la colina tal como habían permanecidodurante toda la noche; pero los gigantes no se hallaban enninguna parte. No obstante, cuando Linden subió a lacumbre de la colina, los vio emerger de un soto situado en elextremo más alejado de un pequeño valle, en donde seadentraron en busca de intimidad.

Respondieron al saludo de su mano con un ademán queseñalaba hacia el este, dando a entender que se reuniríancon Covenant y con ella por allí. Quizá sus agudos ojos lespermitieron captar la sonrisa que les dedicó, contenta al ver

Page 655: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que se sentían lo bastante seguros en Andelain como paradejar a sus compañeros sin custodia.

Covenant llegó a la cumbre cansado y macilento por latensión y la falta de sueño. Pero al ver a los gigantes, o a lascolinas desplegadas frente a él bajo la suave brisa, tambiénsonrió. Incluso desde aquella distancia, el restablecimientodel espíritu de Encorvado era visible por la forma en quecaminaba junto a su esposa con un paso que hacía recordarlas piruetas de un mimo. Y las elásticas zancadas de elladelataban ansiedad y una noche de grato recuerdo. Erangigantes en Andelain. La gran extensión de las colinas seadaptaba a ellos.

Covenant musitó suavemente:- No pertenecen al Reino. Tal vez Coercri fuera

suficiente. Puede que no encuentren ningún Muerto aquí. -Cuando recordó a los asesinados sinhogar, y la caamora deexpiación que les había dado en La Aflicción, el timbre suvoz contenía orgullo y dolor. Pero entonces su mirada seoscureció; y Linden supo que estaba pensando en CorazónSalado Vasallodelmar, que perdió la vida en la remotavictoria de Covenant sobre el Despreciativo.

Deseó aconsejarle que no se preocupara. Decirle quecabía la posibilidad de que la batalla de Piedra Deleitosahubiera familiarizado a Encorvado con la desesperación y lacondena. Pero ella pensaba que difícilmente Encorvado iba aencontrar la canción que necesitaba. Y la Primera era una

Page 656: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

espadachina, tan dura como su espada. No se rendiría confacilidad a la muerte.

Mas Covenant poseía sus propios y extraños recursospara salir adelante y no aguardó la respuesta de Linden. Consu resolución reforzada, la cogió con su media mano por elbrazo y la condujo hacia el este a lo largo de un sendero quediscurría entre las colinas y cruzaba el que habían tomadolos gigantes.

Poco después, Buscadolores y Vain aparecieron trasellos, siguiéndoles como siempre en pos del destino.

Durante un tiempo Covenant caminó con pasoenérgico, la tiznada frente alzada hacia al sol y la fraganteatmósfera. Pero se detuvo ante el primer arroyo queencontraron. Extrajo un cuchillo de su cinturón, que llevabaconsigo desde Piedra Deleitosa. Inclinándose sobre lasclaras aguas, bebió ávidamente; después, mojó a fondo sucrecida barba y se dispuso a afeitarse.

Linden contuvo el aliento al observarle. Empuñaba lahoja con dificultad y la fatiga entorpecía sus músculos. Peroella no intentó intervenir. Intuía que aquel riesgo le eranecesario.

De todas maneras, cuando hubo terminado, cuando susmejillas y cuello estuvieron rasurados y limpios, no pudoocultar su alivio. Arrodillándose a su lado, tomó agua en uncuenco formado por sus manos y limpió su frente de hollín,tratando de eliminar las innominables implicaciones de

Page 657: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aquella marca.Un roble de enorme tronco extendía sus anchas hojas

sobre aquella parte del arroyo. Satisfecha del aspectoadquirido por el rostro de Covenant, tiró de él en dirección ala sombra que proyectaba sobre la hierba. La brisa acariciabasus piernas con ternura de amante; y no tenía prisa porreunirse con los gigantes.

Pero súbitamente sintió un mudo grito procedente delárbol, una ráfaga de dolor que temblaba a través de la tierra,yparecía violar el mismo aire. Giró apartándose de Covenanty se puso en pie, temblando mientras buscaba la causa de laherida del roble.

El grito creció. Durante un momento, ella no encontró larazón de aquello. El agravio golpeaba las ramas; las hojassollozaban; un apagado rompimiento surcaba la médula de lamadera. Alrededor del roble, las colinas parecíanconcentrarse como si estuvieran espantadas. Pero lo únicoque ella veía era que Vain y Buscadolores se habían ido.

Entonces, con demasiada rapidez para permitir unaconjetura, el Designado brotó de la angustiada madera.

Mientras se transformaba de roble a persona, su tristesemblante se vistió de una involuntaria vergüenza. Vejado ya la defensiva, se enfrentó a Linden y a Covenant.

- ¿No es él un Demondim-producto? -inquirió como si lohubiesen acusado injustamente-. ¿Es que no lo fabricaronlos ur-viles, que siempre han servido al Despreciativo con su

Page 658: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

propio aborrecimiento? ¿Y confiaréis en él a costa mía? Debeser asesinado.

A su espalda, el lamento del roble se agudizóconvirtiéndose en alarido.

- ¡Bastardo! -gritó Linden, adivinando a medias lo queBuscadolores había hecho… y temiendo creerlo-. ¡Lo estásmatando! ¿Ni siquiera te importa que nos hallemos enAndelain? ¿En el único lugar que al menos debiera estar asalvo?

- ¿Linden? -inquirió Covenant con urgencia-. ¿Qué…? -Careciendo de su percepción, no podía captar la agonía delárbol.

Pero no tuvo que esperar una respuesta. Una dolorosaruptura como producida por el golpe de un hacharesquebrajó los nervios de Linden; y el tronco del robleestalló en una nube de astillas.

Del corazón de la madera, salió Vain, libre. Intocado,abandonó los restos del aún palpitante árbol en ruinas. Nomiró a Buscadolores ni a ningún otro. Sus negros ojos noescondían nada salvo oscuridad.

Linden se dejó caer de rodillas en la hierba y rodeó consus brazos el árbol herido.

Durante un portentoso momento, la tristeza invadió lascolinas. Entonces, Covenant dijo ásperamente:

- Eso es terrible. -Sonó tan desalentado como la agoníade las ramas-. Espero que estés orgulloso de ti.

Page 659: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La voz de Buscadolores pareció llegar desde una grandistancia.

- ¿Tanto lo valoras? Entonces yo estoy perdido sinremedio.

- ¡Maldito lo que me importa! -Covenant se hallabajunto a Linden. La cogía por los hombros, sosteniéndolacontra la empática fuerza de la ruptura-. No confío enninguno de vosotros dos. ¡Jamas vuelvas a intentar unacosa así!

El elohim se endureció.- Haré lo que deba hacer. Desde el principio, he

declarado que no sufriré su propósito. La maldición deKastenessen no me impulsará a esa condenación.

Tomando la forma de un halcón, se alejó volando entrelas copas de los árboles. Linden y Covenant quedaron entrelos escombros.

Vain estaba ante ellos como si no hubiera sucedidonada.

Durante un largo momento, el sufrimiento del árbolmantuvo a Linden paralizada. Pero gradualmente Andelainse cerró en torno a la destrucción, derramando nuevamentesu energía en el aire que respiraba, expandiendo la pujanzavegetal desde la hierba, aflojando el anudado eco delespanto. Con lentitud, su cabeza se aclaró. Santo Dios,musitó para sí. Yo no estaba preparada para esto.

Covenant repitió su nombre; le reveló su preocupación

Page 660: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

a través de sus insensibles dedos. Ella se estabilizó sobre lascolinas que la circundaban, y asintió.

- Estoy bien. -dijo. Parecía debilitada, pero Andelainproseguía derramando sobre ella su bálsamo. Inspirandoprolongadamente, volvió a ponerse en pie.

A través de la vegetación, la luz del sol yacía como unpesar entre árboles y arbustos, aliantha y flores. Pero elespasmo de violencia había terminado. En aquel momento,las distantes laderas de las colinas empezaron a sonreír otravez. El arroyo volvió a su húmedo cloquear como si lainterrupción hubiera sido olvidada. Solamente el troncorajado continuaba gimiendo mientras el árbol agonizaba,demasiado gravemente herido como para continuar con vida.

- Los antiguos Amos… -murmuró Covenant más para síque para ella-. Algunos de ellos hubiera podido sanar esto.

También podría yo, estuvo Linden a punto de replicaren voz alta. Si tuviese tu anillo. Podría salvarlo todo.

Pero desechó el pensamiento, y deseó que no sehubiese reflejado en su expresión. Desconfiaba de su avidezpor el poder. El poder que pusiera fin al mal.

De todas formas, a él le faltaba la intuición para captarsus emociones. Su propio dolor y cólera lo cegaban. Cuandola tocó en el brazo y señaló hacia adelante, ella abandonó elarroyo con él; y juntos continuaron su marcha entre lascolinas.

Sin otra mácula que la yerta madera de su antebrazo

Page 661: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

derecho, Vain fue tras ellos. Aquel semblante de medianocheno contenía más expresión que la habitual ambigüedad de suleve mueca.

El día habría sido perfecto para Linden si hubierapodido olvidar a Buscadolores y al Demondim. MientrasCovenant y ella se alejaban del roble destruido, Andelainreafirmaba toda su benéfica mansedumbre, la alegreexuberancia de su vegetación, los melodiosos vuelos ygorjeos de los pájaros, la seductora cautela y abundancia desu fauna. Nutrida por las bayas-tesoro y el agua de losriachuelos, y acariciada a cada paso por la marejada de laprimavera, se sentía llena de vida, tan fragante como elaroma de las flores, y deseosa de nuevas vistas de lasColinas de Andelain. Pasado cierto tiempo, la Primera yEncorvado fueron a reunirse con Linden y Covenant,saliendo de entre la fronda de un antiquísimo sauce conhojas en sus cabellos y secretos en sus ojos. Como saludo,Encorvado rió con una fanfarronería que recordaba alEncorvado de otros tiempos; y fue secundado por una delas poco frecuentes y maravillosas sonrisas de su mujer.

- Miraos -les dijo Linden en tono de crítica burlona,fastidiando a los gigantes-. Qué vergüenza. Como sigáis asívais a convertiros en padres tanto si estáis preparados comosi no.

El semblante de la Primera enrojeció tenuemente, pero

Page 662: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Encorvado respondió con un gesto orgulloso. Despuésasumió un aire de desaliento.

- ¡Dos veces Piedra y Mar! El hijo de esta mujerseguramente nacería con escudo y espada. Un prodigio asíno sería tan alegremente concebido.

La Primera frunció el ceño para ocultar su regocijo.- Silencio, esposo mío -murmuró-. No me provoques.

¿Es que no te basta con que uno de nosotros estécompletamente loco?

- ¿Bastarme? -repuso él-. ¿Cómo podría bastarme? Notengo ningún deseo de soledad.

- Siempre igual, sin la menor sabiduría o decoro -gruñóella fingiendo enfadarse-. Eres realmente una vergüenza.

Cuando Covenant sonrió ante las puyas que selanzaban los gigantes, Linden estuvo a punto de reír acarcajadas a causa de la alegría.

Pero ignoraba dónde se había ido Buscadolores o quéharía a continuación. Y la muerte del roble permanecíadoliendo en el fondo de su mente. Lastrado por semejantescosas, su estado de ánimo no podía compenetrarsetotalmente con aquella atmósfera. Quedaba pendiente elpago que había que satisfacer por la muerte del Forestal, y eldestino del grupo no había cambiado. Además, no tenía unaidea clara de lo que Covenant esperase conseguirenfrentándose al Despreciativo. Caer Caveral había dicho deella en una ocasión: La mujer de tu mundo levantaría torvas

Page 663: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sombras aquí. La reconfortaba el retorno de la alegría deEncorvado y disfrutaba con el buen humor que las chanzasde los gigantes provocaban en Covenant. Pero no olvidaba.

Cuando la tarde se asentó en Andelain, experimentó untenue inicio de trepidación. Por la noche, los Muertosvagaban por las colinas. Todos los antiguos amigos deCovenant, ungidos de significados y recuerdos en los queella no podía participar. La mujer a quien él violó. Y la hija deaquella violación, que le había amado… llegando aquebrantar la Ley de la Muerte en su nombre, tratandolocamente de sustraerlo a su propio destino. Detestaba laidea de enfrentarse con aquellos poderosos espectros. Eranlos hombres y mujeres que configuraron el pasado, y notenía lugar entre ellos.

Hicieron un alto bajo un majestuoso oropelino. Unacercana corriente con un lecho de finas arenas lesproporcionó agua para lavarse. Las a l i a n t h a eranabundantes. El espesor de la hierba hacía que pudieranacomodarse sobre el terreno. Y Encorvado era un manantialde buen humor, diamantina e historias. Mientras el satinadofulgor se iba disipando lentamente, dejando a Linden y a suscompañeros sin cobertura bajo la oscuridad y las sosegadasestrellas, describió el prolongado Giganteclave y lasdeliberaciones gracias a las cuales los gigantes de Hogardeterminaron enviar la Búsqueda y seleccionaron a suesposa para que la liderase. Relataba las gestas de ella como

Page 664: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

si fueran asombrosas, burlándose un poco de su valentía.Pero ahora su voz contenía un oculto matiz de fiebre, unasugestión de esfuerzo que aludía a su más íntimo pesar.Andelain había restaurado su corazón, pero no podía borrarsus recuerdos de Piedra Deleitosa y la gratuita matanza, niapaciguar su necesidad de un futuro mejor. Después de untiempo, cayó en el silencio; y Linden sintió que la atmósferadel campamento se tensaba en una anticipación.

A través de la hierba, las luciénagas centelleaban yvagaban inciertas, como si estuviesen buscando la músicadel Forestal. Pero en algún momento se marcharon. El grupose dispuso a mantenerse en vela. Covenant estabamalhumorado a causa del cansancio y la desazón. Tambiénél parecía temer a sus Muertos aunque deseaba encontrarsecon ellos.

Entonces la Primera rompió el silencio.- Esas Almas -comenzó pensativamente-, comprendo

que se vean privadas de su merecido reposo por elquebrantamiento de la Ley de la Muerte. Mas, ¿por qué sereúnen aquí, donde las demás Leyes permanecen? ¿Y qué lesimpele a abordar a los vivos?

- El compañerismo -murmuró Covenant, con elpensamiento en otra parte-. O puede que la salud deAndelain les proporcione algo tan preciado como el reposo.-Su voz conllevaba un dolor lejano; también él habíaquedado desamparado al perderse la canción de Caer

Page 665: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Caveral-. Puede que simplemente no hayan sido capaces dedejar de amar.

Linden se enderezó para preguntar:- ¿Entonces por qué son tan misteriosas? No te han

ofrecido más que indicios y enigmas. ¿Por qué no hablandirectamente y te revelan lo que necesitas saber?

- Ah, eso me resulta evidente -contestó Encorvado enlugar de Covenant-. El conocimiento inmerecido resultapeligroso. Solamente habiéndolo buscado y obtenido puedeentenderse su utilidad y medirse en su anténtico valor. Si ami esposa Martilla Pintaluz le hubiera sido místicamenteconcedida la destreza y la fuerza de su hoja sinentrenamientos, pruebas o experiencia, ¿de qué manerasabría elegir dónde descargar su golpe o con qué intensidadasestarlo? El conocimiento inmerecido gobierna a suposeedor en perjuicio de ambos.

Pero Covenant tenía su propia respuesta. CuandoEncorvado concluyó, el Incrédulo dijo quedamente:

- No pueden decirnos lo que saben. Quedaríamosaterrados. -Se hallaba sentado con la espalda apoyada en eloropelino; y su firme resolución no le proporcionabaconsuelo-. Es la peor parte. Saben cuántos de nosotros vana ser heridos. Pero si nos lo confesaran, ¿de dóndesacaríamos el valor para afrontarlo? A veces la ignorancia esla única forma de valentía o al menos de buena voluntad quehace algún bien.

Page 666: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Habló como si creyera en lo que estaba diciendo. Perola aspereza de su tono parecía expresar que no le quedabaignorancia que aliviara las perspectivas de su intento.

Los gigantes permanecieron callados, impotentes paranegar tal declaración, o discutirla. Las estrellas brillaban conhelada tristeza en torno a la escasa plata de la luna. La nochese intensificaba entre las colinas. Más allá del confortanteresplandor de su salud e integridad, Andelain se afligía porel Forestal.

¿Aterrados?, se preguntó Linden. ¿Tan espantosoresultaba el propósito de Covenant?

Pero le parecía imposible preguntárselo. No allí, ante losgigantes. La necesidad que él tenía de estar a solas erapalpable. Y se hallaba demasiado cansada para concentrarse.Permanecía plena de la energía y exuberancia de las colmas;y la noche parecía susurrar su nombre, urgiéndola a salir desu nerviosa expectación. Las Almas de Covenant no seevidenciaban en ninguna parte. Dentro del alcance de supercepción yacía solamente la delicada tranquilidad y bellezade la región.

Una extraña alegría crecía en ella: deseaba correr y saltarbajo la tenue luna, bajar las laderas rodando, sumergirse enla inmaculada oscuridad de Andelain. Quizás una escapadasolitaria actuase como un antídoto respecto a la otra negruraque el Sol Ban había inyectado en sus venas.

Se puso en pie bruscamente.

Page 667: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Voy a ir hacia atrás -anunció sin corresponder a lasmiradas de sus compañeros-. Andelain es demasiadoexcitante. Necesito contemplarla un poco.

Las colinas le musitaban, y ella respondía, alejándosedel oropelino en dirección sur con toda la alegre velocidadde sus piernas.

A sus espaldas, Encorvado había tomado la flauta. Aintervalos disonantes, dulces o agudos, sus torpes notas laseguían. Iban envolviéndola como las fantasmales ramas delos árboles, la agazapada medianoche de los matorrales, elespejismo de la inexistente luz de la luna y el vacilar de lassombras. Estaba intentando tocar la melodía que tanexquisitamente irradiase Caer Caveral.

En algún momento logró reproducirla, o casi lo logró, yllegó hasta ella como pérdida y exultación. Entonces dejó depercibirla al pasar la cumbre de una loma y descender denuevo, adentrándose más en la misteriosa noche de lasColinas de Andelain.

El Forestal había dicho que ella levantaría torvassombras allí, y se acordó de su padre y su madre.Involuntariamente, sin saber lo que estaban haciendo, lahabían preparado para el suicidio o el asesinato. Pero ahoralos retaba. ¡Vamos! jadeó mirando a las estrellas, ¡Osdesafío! Para bien o para mal, para la salud o la destrucción,había llegado a ser más fuerte que sus progenitores. Lapasión que brotaba de ella no podía ser atribuida a su

Page 668: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

herencia. Vilipendió a sus recuerdos desafiándolos aaparecer ante ella. Pero no lo hicieron.

Y como no lo hicieron, continuó corriendo, tandescuidada como una niña… absolutamente desprevenidaante la puerta de poder que de repente se abrió contra ella,arrojándola al suelo como si no fuese lo bastante fuerte nireal para ser tenida en consideración por el viejo poder queemergía de allí.

La puerta era como una hendidura en la sustanciamisma de la noche, tan súbita y atronadora como unaexplosión, y tan alta como los cielos. Se abrió lo suficientepara permitir que el hombre pasara a su través. Luego secerró.

Ella tenía el rostro contra la hierba. Luchaba porrespirar, esforzándose en alzar la cabeza. Pero la evidentefuerza de aquel espectro que se erguía sobre ella la manteníapostrada. Su amarga cólera parecía caer sobre ella como unamontaña que se derrumbase. Pero tras su ira, se hallaba tanprofundamente hundido en la ruina, tan sumido en la vieja einextiguible apoteosis de su desesperación, que Lindenhabría llorado por él si hubiera podido llorar. Pero sutremendo furor la aterrorizaba, haciendo que suvulnerabilidad se volvería contra ella misma. No podíalevantar la cara de la hierba para mirarlo.

Lo sentía transcendentalmente alto y poderoso. Por uninstante, creyó que no percibiría su presencia, que era

Page 669: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

demasiado insignificante para captar su atención. Eraprobable que pasara a su lado, sumido en suspreocupaciones. Mas casi de inmediato, su esperanza seperdió. La mirada del hombre se clavó entre sus omoplatoscomo la punta de una lanza.

Entonces habló. Su voz era tan desolada como el Reinobajo un Sol de Desierto, tan retorcida y desamparada comolos estragos de un Sol de Pestilencia. Pero su ira le conferíafuerza.

- Asesina de tus propios Muertos, ¿no me conoces?No, jadeó. N o . Sus dedos se hundían en el barro

cuando se esforzó por abandonar su abyecta postura. Notenía derecho a hacerle aquello. Pero su mirada la empalaba,impidiéndole moverse.

Él continuó como si la resistencia de ella careciese desentido:

- Soy Kevin. Hijo de Loric. Amo Superior del Concejo.Fundador de las Siete Alas. Y ejecutor de la Profanación delReino por propia mano. Soy Kevin Pierdetierra.

Ella no pudo responder; sólo gimió: Dios mío. Oh, Diosmío.

Kevin.Sabía quién era.Se trataba del último Amo Superior del linaje de Berek,

del último heredero directo del Bastón de la Ley. Lagenerosidad de su reinado en Piedra Deleitosa le

Page 670: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

proporcionó el servicio de la Guardia de Sangre, reafirmandola amistad de los gigantes, desarrollando la dedicación delConcejo a la Energía de la Tiera, dándole belleza y finalidadal Reino entero. Y había fracasado. Engañado y vencido porel Despreciativo, se había mostrado incapaz de defender elReino. Por sus propios errores, el objeto de su amor ydedicación había sido condenado. Y porque comprendió elalcance de aquella condena, se había hundido en ladesesperación.

Enloquecido, concibió la argucia del Ritual deProfanación, creyendo que el Amo Execrable seríadestruido… que al precio de siglos de devastación para elReino compraría el derrumbe del Despreciativo. Enconsecuencia, se habían reunido en Kiril Threndor en elinterior del corazón del Monte Trueno, el Amo enloquecidoy el maligno adversario. Juntos pusieron en marcha eltortuoso Ritual.

Pero al final fue Kevin quien sucumbió mientras el AmoExecrable reía. La Profanación no pudo librar al mundo delDespreciativo.

Sin embargo, no era éste el relato completo de suinfortunio. Engañada por la confusión que existía entre suamor y su odio, el Ama Superior Elena, hija de Lena y deCovenant, había considerado que la desesperación dePierdetierra podía ser una fuente inagotable de poder; y enconsecuencia quebrantó la Ley de la Muerte, y lo eligió a él,

Page 671: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sacándolo de su tumba para enviarlo a luchar contra elDespreciativo. Pero el Amo Execrable había vuelto el intentoen contra de ella. Y tanto Elena como el Bastón de la Ley seperdieron, y el Muerto Kevin fue obligado a servir a suenemigo.

El único atisbo de alivio que se le concedió provino dela derrota que Thomas Covenant y Corazón SaladoVasallodelmar consiguieron del Despreciativo.

Pero desde aquella victoria habían transcurrido tres milaños. El Sol Ban predominaba sobre el Reino y el AmoExecrable había encontrado el camino que podía conducirleal triunfo. La desesperación y la cólera fluían de Kevin aoleadas. Su voz resultaba tan cortante como un cablesometido a una tensión extrema.

- A nuestra manera nos hallamos vinculados… víctimasy ejecutores del Desprecio. Debes escucharme. Nosupongas que puedes elegir aquí. La necesidad del Reino noadmite elección. Debes escucharme. ¡Debes!

La palabra martilleó, resonó e intercedió a través de ella.De b e s. No se había presentado para aterrorizarla, nipretendía hacerle daño. Más bien la había abordado porqueno tenía otra manera de intervenir entre los vivos, ni derebelarse contra las maquinaciones del Despreciativo.

Debes.Comprendía aquello. Se distendieron sus dedos que se

aferraban a la hierba; sus sentidos se sometieron a la

Page 672: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

vehemencia de Kevin. Dime de qué se trata, pidió, como siya no tuviese necesidad de elegir. Dime qué debo de hacer.

- No querrás escucharme. La verdad es dura. Intentarásnegarla. Pero no será negada. Tengo una carga de horrorsobre mi cabeza y no me ciega la esperanza que contradice laverdad. Debes escucharme.

Debes.Sí. Dime.- Linden Avery, tienes que detener el demencial intento

del Incrédulo. Su propósito es obra del Desprecio. Como yohice antes que él, trata de destruir aquello que ama. No debepermitírsele.

»Si no puede conseguirse por otros medios, tienes quematarlo.

¡No! En un ardiente arrebato, se debatió contra supoder… y aún no tuvo fuerzas para levantar la cabeza.¿Matarlo? Aguijoneado por su mirada, su corazón seaceleró. ¡No! No lo comprendes. Jamás haré eso.

Pero aquella voz continuaba cayendo sobre su espaldacon el peso de una roca.

- No. Eres tú quien no comprende. Todavía no hasaprendido a descubrir las argucias de la desesperación.¿Piensas que permití que mis compañeros los Amosadivinaran mi intención cuando preparaba mi corazón para elRitual? ¿Te ha sido concedido el don de una visión tangrande y eres incapaz de ver? Cuando la maldad se yergue

Page 673: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

con todo su poder, excede a la verdad y puede asumir unaspecto de bondad sin temor a ser descubierta. De esamanera yo fui arrastrado a mi propia condena.

»Covenant recorre el sendero que sus amigos losMuertos han concebido para él. Pero tampoco elloscomprenden la desesperación. Fueron redimidos de ésta porel valiente dominio que sobre el Despreciativo supo ejercerel Incrédulo… y por eso ven esperanza donde no existe másque Profanación. Su visión de la maldad es incompleta yfalsa.

Cobraba ímpetu de la misma noche, convirtiéndose enalgo tan demoledor como un alarido de desesperación.

- Tiene el propósito de colocar su anillo blanco en lamano del Amo Execrable.

»Si le permites que lo haga, nuestro suplicio resultarábreve, porque la Tierra y el Tiempo se perderán.

Debes detenerlo.Lo repitió hasta que las Colinas replicaron: Debes.

Debes.Poco después, la dejó. La puerta de su poder se cerró

tras él. Pero ella no notó que se había marchado. Durantelargo tiempo continuó mirando ciegamente la hierba.

Page 674: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DIECISEIS: ¡Perdona, Andelain!

Más tarde, empezó a llover.Chispeando levemente, las nubes cubrían las estrellas y

la luna. La lluvia era tan agradable como el toque de laprimavera, tan limpia, benévola y triste como el espíritu delas colinas. Nutría la hierba, bendiciendo las flores yengalanando los árboles con sus gotas. En modo algunorecordaba la histérica cólera del Sol de Lluvia.

Y sin embargo apagó la última luz del mundo, dejando aLinden en la oscuridad.

Yacía extendida sobre la hierba. La voluntad y elmovimiento la habían abandonado. No deseaba levantar lacabeza, ni salir de su postración. El terrible peso de lo quehabía sabido la había privado hasta del deseo de respirar.Sus ojos aceptaban la lluvia sin parpadear.

La llovizna producía un apacible y monótono ruido alcaer sobre las hojas y la hierba, un delicado epicedio. Pensóque podría arrastrarla lejos, que ella no podría ser motivadapara moverse nunca más. Pero luego captó un sonidodistante entre el repiqueteo del agua: algo como unavibración de un minúsculo y perfecto cristal. Las sutilesnotas conllevaban pesar y melancolía.

Cuando miró hacia arriba, vio que Andelain no sehallaba completamente a oscuras. Una luz amarilla derramaba

Page 675: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

rayas de lluvia sobre la hierba. Ésta procedía, igual que lavibración, de una llamita del tamaño de su palma quefluctuaba en el aire como ardiendo en una mecha invisible. Yaquel danzante fuego cantaba para ella, ofreciéndole elregalo de su melancolía.

Una de las Almas de Andelain.Al contemplarla, el dolor oprimió su corazón, haciéndola

ponerse en pie. ¡Que tales seres pudieran ser destruidos!¡Que Covenant pretendiera sacrificar incluso a las Almas deAndelain en el altar de su desesperación, dejando que tandesamparada y frágil belleza fuera arrancada de la vida! Demanera instintiva supo porque la llama había venido hastaella.

- Estoy perdida en esta lluvia -dijo. La rabia crecía trassus apretados dientes-. Llévame con los míos.

El Alma se agitó describiendo un arco; quizá laentendía. Danzando y arqueándose, se alejó a través de lallovizna. Las gotas atravesaban su luz como estrellasfugaces.

La siguió sin titubear. La oscuridad se acumulaba a sualrededor y dentro de ella, pero la llama permanecía clara.

No la había malinterpretado. En poco tiempo, la condujohasta el lugar donde había dejado a sus compañeros.

Bajo el oropelino, el Alma ondeó por un instante sobrelos enormes y durmientes cuerpos de la Primera yEncorvado. Ellos no eran nativos del Reino; sin miedo a sus

Page 676: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

espectros personales, dormían profundamente inmersos enla paz de las colinas.

La revoloteante llamita iluminó fugazmente a Vain,convirtiendo en abalorios la lluvia que caía sobre su negraperfección, haciendo que pareciera una estatua de oropel.Sus órbitas de ébano no miraban nada, no captaban nada.Su leve sonrisa no tenía sentido.

Pero Covenant no estaba allí.El Alma la dejó entonces como si temiera ir más lejos

con ella. Vibró al desaparecer en la oscuridad como unaesperanza perdida. No obstante, cuando la visión de Lindense adaptó a la noche cubierta de nubes, captó un atisbo delo que buscaba. En una baja hondonada hacia el este sedistinguía un suave resplandor perlado.

Fue hacia allí; y al aproximarse, la luz se hizo másbrillante.

Y le mostró a Thomas Covenant de pie entre susMuertos.

La húmeda camisa se le adhería al torso. El cabello,oscurecido por la lluvia, le cubría la frente. Mas era obvioque permanecía ajeno a tales cosas. Y no vio llegar a Linden.Estaba completamente absorto en los espectros de supasado.

Ella los conocía por los relatos y descripciones quehabía oído. El Guardián de Sangre Bannor se parecíademasiado a Brinn para ser confundido. El hombre de la

Page 677: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

severa y sencilla túnica tenía unos ojos peligrososcompensados por una curvada y humana boca: el AmoSuperior Mhoram. La mujer vestía un atuendo similar porquetambién había ostentado el cargo de Ama Superior; y suevidente belleza estaba velada, o acentuada, por unavehemencia profética que recordaba a la de Covenant: eraElena, la hija de Lena. Y el gigante en cuya mirada brillabanla ironía, la certidumbre y el sufrimiento probablemente eraCorazón Salado Vasallodelmar.

El poder que emanaban debía haber avergonzado aCovenant, aunque no era comparable al de Kevin. Pero élcarecía de percepción para detectar el peligro queconstituían. O quizá su nefasta intención le daba otronombre a aquel peligro. Todo su cuerpo parecía volcarsehacia ellos como si hubiesen ido a confortarlo.

A reforzar su decisión, para que no dudase ante ladestrucción de la Tierra.

¿Y por qué no? De aquella manera obtendrían eldescanso tras los fatigosos milenios de su vigilia.

De b e s , recordó Linden. La alternativa resultabaabsolutamente terrible. Sí. Sus ropas estaban empapadas,sus cabellos chorreantes y pesados sobre el cuello; bajó azancadas hasta el grupo. Su cólera horadaba la noche.

Los Muertos de Covenant eran poderosos y decididos.En un momento, hubiera quedado a su merced. Pero ahorasu pasión los dominaba a todos. Se volvieron hacia ella y

Page 678: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cayeron en un silencio que era una mezcla de sorpresa, dolory rechazo. El semblante de Bannor se endureció. El de Elenase agudizó por la consternación. Mhoram y Vasallodelmar lamiraron como si hubiese convertido en confusión todos sussueños.

Pero únicamente Covenant habló.- ¡Linden! -articuló con dificultad, como quien ha

llorado recientemente-. Tienes un aspecto horrible. ¿Qué teha ocurrido?

Lo ignoró. Avanzando a través de la llovizna, fue aenfrentarse con sus amigos.

Refulgían con un espectral plateado que superaba la luzde la luna. La lluvia traspasaba sus incorpóreas formas. Perosus ojos eran penetrantes por la vida que la Energía de laTierra de Andelain y el quebrantamiento de la Ley de laMuerte les habían otorgado. Formaban un inconexo arcoante ella. Ninguno retrocedió.

A espaldas de Linden, el desconsuelo, el amor y laincomprensión de Covenant se propagaban en la noche.Pero no la alcanzaban. Kevin había abierto sus ojos al fin,haciendo posible que viera en lo que se había convertido elel hombre que amaba.

Miró fijamente a los Muertos, uno a uno. La precisa yafilada sagacidad de Mhoram le hacía navegar entre losextremos de su vulnerabilidad y fuerza. Los ojos de Elenaestaban dilatados por la especulación como si se estuviera

Page 679: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

preguntando qué era lo que veía Covenant en Linden. Elsemblante de Bannor mostraba el mismo desapasionamientoque tenía el de Brinn cuando la denunció tras la huida delgrupo de Bhratairealm. La leve sonrisa que se adivinabatras la cerrada barba de Vasallodelmar descubría supreocupación y pesar.

Durante una fracción de segundo, Linden estuvo apunto de retroceder. Vasallodelmar era el Ser Puro queredimió a los jheherrin. En una ocasión se había metido en lalava para ayudar a Covenant. Elena fue arrastrada a la locuraen parte al menos por el amor que sentía hacia el hombre quehabía violado a su madre. Bannor había servido al Incrédulocon una fidelidad semejante a la de Brinn o Cail. YMhoram… Linden y Covenant se habían abrazado en sulecho como si éste fuera el paraíso.

Pero no lo había sido. Había estado equivocada alrespecto, y la verdad la aterrorizaba. Estando entre susbrazos en el lecho de Mhoram, Covenant había pensadosobre la profanación… y había tomado su decisión. Tiene elpropósito de colocar su anillo blanco en la mano del AmoExecrable. Después de haber jurado que jamás lo haría. Laangustia la invadió. Su grito atravesó fieramente la lluvia.

- ¿Por qué no estáis avergonzados?Entonces su cólera empezó a soplar como un fuerte

viento. Lo mantenía voluntariamente, quería apartar,castigar, eliminar si pedía, los estupefactos semblantes

Page 680: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

iluminados de plata que tenía ante ella.- ¿Es que lleváis tanto tiempo muertos que no sabéis lo

que estáis haciendo? ¿No podéis recordar de un minuto aotro lo que ocurre aquí? ¡Esto es Andelain! ¡Él salvóvuestras almas al menos una vez! ¡Y vosotros pretendéisque destruya esto!

- T ú . -Farfullaba acusaciones contra la mezcla decompasión y desdén de Elena-. ¿Aún crees que le amas?¿Tan arrogante eres? ¿Qué bien le has proporcionado? Nadade esto hubiera ocurrido si no hubieses estado tan ansiosapor gobernar a los muertos como hicieras con los vivos.

Aquella acusación penetró en la antigua Ama Superior.Elena trató de replicar, trató de defenderse; pero las palabrasno salieron. Había quebrantado la Ley de la Muerte. Lacondena del Sol Ban se debía tanto a ella como a Covenant.Abatida y doliente, se tambaleó, perdiendo fuerza, y semarchó, dejando un fugaz resplandor de plata en la lluvia.

Pero Linden se había vuelto ya hacia Bannor.- Y tú. Con tu maldita rigidez. Prometiste servirle. ¿Así

es como le llamas a esto? ¡Tu gente permanece sentadamano sobre mano en Piedra Deleitosa cuando debieran estaraquí! Hollian fue asesinada porque no estaban con nosotrospara combatir contra aquellos ur-viles. Caer Caveral estámuerto y es simple cuestión de tiempo el que Andelainempiece a pudrirse. Pero nunca te importó. ¿Es que no fuesuficiente para ti permitir que Kevin arruinara el Reino en

Page 681: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

una ocasión? -Señaló bruscamente en dirección a Covenantcon el dorso de la mano-. ¡Ellos debían estar aquí paradetenerlo!

Bannor no tenía respuesta. Dirigió una mirada aCovenant semejante a una súplica; entonces, también éldesapareció. En torno a la hondonada la oscuridad seintensificó.

Excitada, Linden se lanzó hacia Vasallodelmar.- Linden, no -intervino Covenant-. Acaba con esto. -

Estaba a punto de la incandescencia. Ella la podía sentirardiendo en sus venas. Pero aquella petición no la hizodetenerse. Él no tenía derecho a hacérsela. Sus Muertos lohabían traicionado… y ahora él pretendía traicionar al Reino.

- Y tú . ¡El Ser Puro! Al menos de ti hubiese podidoesperar que cuidases de él mejor de lo que lo has hecho. ¿Noaprendiste nada viendo morir a tu pueblo, contemplandocomo el Delirante destruía sus cerebros? ¿Es que considerasla profanación d e s e a b l e ? -El gigante retrocedió.Salvajemente, continuó ella-: Podías haberlo previsto. Noentregándole a Vain. Si no hubieras tratado de hacerle creerque le estabas dando esperanza, cuando lo que estabashaciendo realmente era enseñarle a rendirse… Has hechoque creyera en la posibilidad de ceder porque Vain o algúnotro milagro salvarían al mundo de todas formas. Oh,ciertamente eres el Puro. Ni el mismísimo Execrable es tanPuro.

Page 682: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Escogida… -murmuró Vasallodelmar-, Linden Avery…-como si deseara confesarle algo y no supiera cómo-. Ah,perdona. El Pierdetierra te ha afligido con ese dolor. Él no loentiende. La visión de la que careciera en vida no le ha sidootorgada en la muerte. El sendero que hay ante ti es uncamino de esperanza, pero él solamente percibe lasconsecuencias de su propia desesperación. Debes recordarque fue convertido en siervo del Despreciativo. La maldadde tal servicio oscurece su alma. Covenant, escúchame.¡Escogida, perdona!

Desgajándose en esplendentes fragmentos,desapareció en la oscuridad.

- ¡Maldita sea! -rugió Covenant-. ¡Maldita sea! -Peroahora sus maldiciones no se dirigían a Linden. Parecía estarincrepándose a sí mismo. O a Kevin.

Fuera de toda contención, Linden se volvió al fin haciaMhoram.

- Y tú -dijo con la lentitud del veneno-. Tú. Te llamaron«profeta y oráculo». Eso me han dicho. Constantemente heestado oyéndole decir que deseaba que estuvieras con él.Te valora más que a nadie. -La ira y el dolor se habíanunificado, y no podía dominarlos. Ira porque Covenanthubiera sido conducido al error de aquella manera; dolorporque confiaba tan poco en ella que no le permitíacompartir su carga, porque prefería la desesperación y ladestrucción a cualquier amor o compañerismo que pudiera

Page 683: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mitigar sus responsabilidades-. Debiste haberle confesado laverdad.

En los ojos del Muerto Amo Superior destellabanlágrimas plateadas… y no obstante ni se arredró ni sedesvaneció. La tristeza que irradiaba no era por sí mismo,sino por ella. Y quizá también por Covenant. Una dolorosasonrisa curvaba su boca.

- Linden Avery -hizo que su nombre sonaraextrañamente áspero y gentil-, me das una alegría. Eres dignade él. Nunca dudé de que pudieses compartir con él lavaloración de todas las cosas. Has apenado a los Muertos.Pero cuando se recuerden a sí mismos quién eres sealegrarán igualmente. Únicamente te pido esto: procura tenerpresente que también él es digno de ti.

Ceremoniosamente, se llevó las palmas de las manos ala frente, extendiendo luego los brazos en un ampliosemicírculo que pareció desnudar su corazón.

- ¡Amigos míos -declaró con resonante voz-, tengo laconvicción de que prevaleceréis!

Temblando aún, fue disolviéndose en la llovizna hastadesaparecer.

Linden contempló el lugar que había dejado vacío. Bajoel frío contacto de la llovizna, se sintió súbitamenteacalorada por la vergüenza.

Entonces habló Covenant.- No has debido actuar así. -El esfuerzo que hacía para

Page 684: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

no gritar constreñía su voz-. No lo merecen.En respuesta, el ¡Debes! de Kevin gritó a través de ella,

sin dejar lugar para el remordimiento. Mhoram y los demáspertenecían al pasado de Covenant, no al suyo. Se habíandedicado a arruinar todas las cosas que ella había aprendidoa cuidar. Desde el principio, el quebrantamiento de la Ley dela Muerte había servido al Despreciativo. Y le seguíasirviendo.

No se volvió hacia Covenant. Temía que la sola vista desu figura, apenas distinguible en la oscuridad, la hicieseacompañar en su llanto a las colinas. Ásperamente, replicó:

- Fue eso, ¿verdad? Por eso obligaste a los haruchai aque se quedaran atrás. Después de lo que hizo Kevin a laGuardia de Sangre, sabías que tratarían de detenerte.

Lo sintió luchar por dominarse, y fracasar. Se habíareunido con sus Muertos en una aguda e indescifrableconfusión de dolor y alegría que lo había hecho vulnerableal ataque de su cólera.

- Tú conoces bien las cosas para reaccionar así -le dijo-.¿Qué demonios te ha contado Kevin?

Amarga como el aliento del invierno, contestó:- 'Jamás le entregaré el anillo. Jamás.' ¿Como cuántas

veces crees que has dicho eso? ¿Cuántas vecesprometiste…? -Bruscamente giró en redondo, con los brazosalzados para golpearlo… o apartarlo-. ¡Tú, increíblebastardo! -Aunque no podía verlo, sus sentidos lo captaban

Page 685: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

con precisión como si no estuviera inmerso en la oscuridad.Estaba rígido einescorable como si fuera la imagen de ladecisión esculpida sobre granito puro. Tenía que lanzarle surabia para evitarse gritar de angustia-. Comparado contigo,mi padre fue un héroe. Al menos no planeó matar a nadiemás. -Negros ecos se reunieron en torno a ella, haciendohorrible la noche-. ¿Es que incluso te falta valor paracontinuar viviendo?

- Linden. -Ella sentía intensamente hasta qué punto lohería, como cada palabra suya caía en él como una gota devitriolo. Sin embargo, en vez de contradecirla, Covenant seesforzaba en comprender, aunque fuera una mínima parte, loque le había sucedido a ella-. ¿Qué te dijo Kevin?

Pero ella no tomó en cuenta su actitud. Él pretendíatraicionarla. Bueno, aquello era justo: ¿qué había hecho ellapara merecer otro trato? Pero en su propósito entrabatambién la destrucción de la Tierra… un mundo que a pesarde toda la corrupción y la malicia alimentaba todavía aAndelain en su corazón, atesorando aún Energía de la Tierray belleza. Porque él se había rendido. Había penetrado en elFuego Bánico como si supiera lo que estaba haciendo, yhabía permitido que la maligna pira quemara el último restode amor que le quedaba. Solamente habían perdurado elengaño y la parodia.

- Estás dejándote influenciar por Buscadolores -leespetó-. Él te ha convencido de que más vale acabar con la

Page 686: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

miseria del Reino que continuar luchando. Me aterrabacontarte lo de mi madre porque pensaba que me odiarías.Pero esto es peor. Si me odiaras, podría esperar al menos quecontinuaras luchando.

Entonces los sollozos casi la dominaron. Apenas pudocontrolarlos.

- Tú lo eres todo para mí. Me hiciste volver a la vidacuando deseaba morir. Me convencistes para quecontinuara intentándolo. Pero ahora tú has dedicido rendirte.-La verdad resultaba tan clara como el temor que le hizo salirde la húmeda oscuridad-. Vas a entregarle tu anillo alExecrable.

Ante aquello, un punzante dolor brotó de él. Pero no setrataba de una negativa. Ella lo supo con precisión. Erapánico. Pánico de lo que ella sabía. Pánico de lo que pudiesehacer aquel conocimiento.

- No lo digas así -musitó-. No lo entiendes. -Parecióestar buscando algún nombre con el cual conjurarla, forzarsu aquiescencia… o al menos un retraso de su juicio-. Dijisteque confiabas en mí.

- Tienes razón -le contestó, dolida, llorosa y colérica a lavez-. No lo entiendo.

No pudo soportar más. Apartándose de él, corrió bajo lalluvia. Covenant le gritó como si algo en su interior seestuviese desgarrando; pero ella no paró.

Page 687: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

En algún momento durante la noche, la llovizna adquirióla fuerza de una tormenta de verano. Un pertinaz y fríoaguacero cayó sobre las colinas; el viento aserraba las ramasy arbustos. Pero Linden no buscó cobijo. No deseaba serprotegida. Covenant ya la había conducido demasiado abajopor aquel camino, protegiéndola en exceso de la verdad.Quizás él le tenía miedo… Y estaba avergonzado por lo quepretendía hacer y procuraba ocultarlo. Pero en el transcursode la oscura noche de Andelain ella le hizo la justicia dereconocer que también había intentado protegerla por supropio bien, primero de involucrarse en la angustia de Joan yen las necesidades del Reino, luego del impacto de la maldaddel Amo Execrable, más tarde de la necesaria lógica de sumuerte. Y ahora de las implicaciones de su desesperación.De forma que ella se viera libre de culpa por la ruina de laTierra.

Reconoció todo aquello. Pero a la vez, odió todoaquello. Él era un caso típico: quienes han optado por elsuicidio y no tienen deseos de ser salvados simulantranquilidad y seguridad antes de quitarse la vida. Unaabsoluta compasión por él habría roto su corazón si hubieraestado menos furiosa.

Su propia posición habría sido más sencilla si hubieracreído que él era maligno. O si hubiera estado segura de quehabía perdido la razón. En ese caso, su únicaresponsabilidad habría sido pararlo a cualquier coste. Pero el

Page 688: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

aspecto más terrible de su dilema era que la inexorablecerteza que mostraba no delataba malicia ni locura ante susentido de la salud. En el proyecto de un intento queclaramente resultaba loco o malvado, él parecía más quenunca el enérgico, peligroso e indomable hombre de quiense enamoró. Nunca le había sido posible renunciar a él.

Pero Kevin había amado al Reino tanto como el quemás, y sus palabras la golpearon como la tormenta: Cuandola maldad se yergue con todo su poder, excede a la verdady puede asumir un aspecto de bondad sin temor a serdescubierta.

Maldad o locura. A menos que se abriera camino dentrode él y luchara hasta conseguir analizar sus más profundasconcepciones, no podría conocer la diferencia.

Pero cuando en una ocasión anterior entró en él,tratando de sacarlo del silencio que los eloh im habíanimpuesto sobre su espíritu, él se le había aparecido con lafigura de Marid… un hombre inocente convertido enmonstruo por un Delirante y el Sol Ban. Una herramienta delDespreciativo.

Por esto huía de él, y corría temblando y desesperadaentre las colinas. No podía saber la verdad a menos que loposeyera. Y la posesión era maldad en sí misma. Era unaespecie de asesinato, una forma de muerte. Ya habíasacrificado a su madre a la oscuridad de su desmedidaavaricia por el poder de la muerte.

Page 689: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

No buscaba refugio porque no lo quería. Huía deCovenant porque tenía miedo de las consecuencias de unaconfrontación con él. Y continuaba caminando mientras latormenta soplaba y la rodeaba porque no le quedaba otraalternativa. Se dirigía hacia el este, hacia el lugar por el quese levantaría el sol… hacia los altos y encogidos hombros ytesta del Monte Trueno.

Hacia el Amo Execrable.Su propósito era tan horrendo como lunático… pero,

¿qué otra cosa podía hacer? ¿Qué otra cosa excepto buscaral Despreciativo y enfrentarse a él ante de que Covenantllevara a cabo su plan? No había otra manera de salvarlo sinposeerlo; sin exponerse a sí misma, a él y al Reino a laardiente dolencia de su propia capacidad para la negrura.

Está bien, pensó. Puedo hacerlo. Me lo he ganado.Sabía que se estaba engañando a sí misma. El

Desprecativo sería muchísimo más fuerte que cualquierDelirante; y ella había sobrevivido con esfuerzo a la meraproximidad del samadhi Sheol. No obstante, persitió. Apesar de la noche, y de la tormenta que cubría la luna y lasestrellas, veía con toda claridad que su vida pasada erasemejante al Reino, un territorio poseído por la corrupción.Había permitido que la herencia de sus padres la despojarade la salud y el crecimiento normales, había cedido a unoscuro deseo de gobernar sus días como un Delirante. Encierto sentido, había sido poseída por el odio desde el

Page 690: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

momento en que su padre le dijera: Tú nunca me hasquendo. Y aborreció tanto a la vida como a la muerte. Peroentonces Covenant llegó a su vida como había llegado alReino, trasformándolo todo. No se merecía la desesperación.Y ella tenía derecho a enfrentarse con el Desprecio que lahabía pervertido, truncando su capacidad para amar,eliminando sus deseos de vivir. El derecho y la necesidad.

A través de la noche, prosiguió hacia el este.Gradualmente remitió la tormenta, se redujo a una llovizna ydespués desapareció, desvelando un cielo tan intenso ycuajado de estrellas que parecía haber sido lavadoconcienzudamente. La delgada curva de la luna situada casidirectamente tras ella le decía que su camino era elverdadero. El aire resultaba frío sobre sus empapadas ropasy húmeda piel; su cabello escurría agua que helaba suespalda. Pero Andelain la sostenía. Exuberante bajo losinsondables cielos, hacía posibles todas las cosas. Elcorazón se crecía contra sus cargas. Siguió caminando.

Pero cuando atravesó un risco y tuvo la primera visiónclara del amanecer, se detuvo… paralizada de horror. Laslomas y los árboles estaban llenos de gotas de lluvia; y cadauna de ellas capturaba el sol en su centro, devolviéndole aéste un minúsculo reflejo del amanecer, de forma que lahierba y la madera se hallaban enteramente cubiertas dedestellos.

Destellos amarillos teñidos fatalmente de bermellón.

Page 691: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El sol lucía un halo de pestilencia mientras se alzabasobre las colinas.

Era tan tenue que solamente su visión podría haberlodetectado. Pero estaba allí. La destrucción de la últimabelleza del Reino había comenzado.

Durante un prolongado momento, permaneció inmóvil,atrapada por su antigua parálisis ante la inesperada celeridadcon la que el Sol Ban estaba atacando la residual Ley deAndelain. Ella carecía de poder. No había nada que le fuerafactible. Pero su corazón se apresuró a buscar defensas… yencontró una. Sus compañeros carecían de los sentidos queella había visto acrecentados por el Reino. No se apercibiríande que el Sol Ban se elevaba sobre ellos; y, por tanto, losgigantes no buscarían piedra para protegerse. Al igual queMarid, serían transformados en criaturas de destrucción yaborrecimiento.

Ella los había dejado leguas atrás, y no le sería posiblevolver a tiempo para advertirlos. Mas tenía que intentarlo. Lanecesitaban.

Abandonando todos los demás propósitos, se lanzó endesesperada carrera por el camino que la había llevado hastaallí.

El valle que se extendía bajo el risco estaba aún sumidoen las sombras. Ella corría frenéticamente, y a sus ojos lesera difícil enfocarse. Antes de que hubiese descendido lamitad de la ladera, estuvo a punto de chocar con Vain.

Page 692: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pareció surgir de repente del aire crepuscular, como sihubiera atravesado en un instante una distancia de leguas.Pero al apartarse de él buscando recuperar el equilibrio, sedio cuenta de que debía de haber seguido sus pasos toda lanoche. Había permanecido tan concentrada en suspensamientos y en Andelain que no había notado supresencia.

Tras de él, al fondo del valle, se hallaban Covenant, laPrimera y Encorvado. Venían siguiendo al Demondim.

Tras dos noches sin descanso, Covenant parecíamacilento y febril. Pero la determinación se revelaba en suspasos. No se habría detenido para salvar su vida… nomientras Linden marchase delante de él hacia el peligro. Nopertenecía a la clase de hombre que puede ser sometido porla desesperación.

Pero ella carecía de tiempo para analizar lascontradicciones de Covenant. El sol se estaba elevando yasobre el risco.

- ¡El Sol Ban! -gritó-. ¡Ha llegado aquí! ¡Encontradpiedra!

Covenant no reaccionó. Parecía demasiado agotadocomo para entender cualquier cosa que no fuera el haberlaencontrado nuevamente. Encorvado miraba desalentado elborde del risco. Pero la Primera comenzó a escudriñar deinmediato el valle para descubrir alguna clase de roca.

Linden señaló algo, y la Primera lo vio: un pequeño y

Page 693: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

viejo promontorio próximo a la base de la colina y situado acierta distancia de ellos. En seguida, aferró el brazo de suesposo, arrastrándolo a la carrera en aquella dirección.

Linden miró hacia el sol, viendo que los gigantesllegarían a las piedras con muy poco margen de tiempo.

Como reacción, toda su fuerza pareció abandonarla.Covenant se aproximaba, y ella no sabía cómo enfrentarse aél. Exhausta, se desplazó sobre la hierba. Todo lo que habíaintentado definir en el transcurso de la noche se habíaperdido. Ahora tendría que soportar nuevamente sucompañía, vivir en la continua presencia de su salvajepropósito. El Sol Ban se estaba levantando por vez primerasobre Andelain. Se cubrió el rostro para ocultar las lágrimas.

Él se detuvo frente a ella. Por un instante, temió quefuese lo bastante estúpido como para sentarse. Peropermaneció en pie para que las botas lo protegieran del sol.Emanaba fatiga, protesta y obcecación.

Dijo tensamente:- Kevin no lo comprende. Yo no tengo la intención de

hacer lo que él hizo. Alzó su propia mano en contra delReino. El Execrable no ejecutó solo el Ritual de Profanación.Aunque participó. Ya te dije que nunca volveré a utilizar elpoder. Ocurra lo que ocurra, no seré yo quien destruya loque amo.

- ¿Qué diferencia hay? -Ya no podía utilizar su amargura.Toda la severidad con la cual había resistido al mundo se

Page 694: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

había ido y rehusaba ser nuevamente invocada-. Te estánrindiendo. No te importa el Reino. Aún quedamos tres denosotros que deseamos salvarlo. Ya pensaremos en algo.Pero tú te estás abandonando. -¿Acaso esperas que teperdone por ello? pensó.

- No -la protesta hacía colérico su tono-. No lo estoyhaciendo. Ya no queda nada que pueda hacer por ti. Ytampoco puedo salvar al Reino. El Execrable lo dominabaincluso mucho antes de que yo pusiera un pie en él. -Suamargura era algo que ella podía entender. Pero laconclusión que sacaba no tenía sentido-. Hago esto por mímismo. Él supone que el anillo le dará lo que busca. Yo séalgo más. Después de lo que he tenido que pasar, yo sé algomás. Está equivocado.

Su certidumbre hacía imposible la contradicción. Losúnicos argumentos que conocía eran los que ya había usadocon su padre, y siempre habían fracasado. Se habíandisuelto en las tinieblas… en una autocornpasión que sevolvió maldad cerniéndose para devorar su alma. Ningúnargumento hubiera bastado.

Vagamente, se preguntó qué le habría explicado a losgigantes respecto a su huida.

Pero se prometió a sí misma: voy a detenerlo. De algunamanera. Ninguna maldad era tan grande como la enfermedadde su rendición. El Sol Ban se había alzado sobre Andelain.Eso no podía ser perdonado.

Page 695: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

De alguna manera.

Más tarde aquel día, mientras se dirigía hacia el este porentre las colinas, Linden aprovechó una oportunidad parasepararse de Covenant y de la Primera y se acercó aEncorvado. El deforme gigante se mostraba profundamentepreocupado. Sus grotescos rasgos parecían hundidos, comosi hubiese perdido el sentido del humor que preservaba susemblante de la fealdad. Sin embargo, era claramenterenuente a comentar su pesar. Al principio, creyó que talactitud provenía de una nueva desconfianza hacia ella. Peroal estudiarle, vio que su estado de ánimo era máscomplicado. Ella no deseaba agravar su descontento. Pero élse había mostrado con frecuencia dispuesto a compartir lossufrimientos de sus amigos. Y la necesidad de Linden eraexigente. Covenant pretendía entregarle el anillo alDespreciativo.

Quedamente, de manera que nadie más pudiera oírla,musitó:

- Encorvado, ayúdame. Por favor.Se encontraba preparada para el desalentado tono de su

respuesta, pero no para su contenido.- No existe ayuda -suspiró-. Ella no querrá cuestionarlo.- Ella… -comenzó Linden, pero entonces se contuvo.

Cuidadosamente preguntó-: ¿Qué os ha dicho?Durante un doloroso instante, Encorvado no contestó.

Page 696: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden se obligó a concederle tiempo. Él no iba a mirarla. Sumirada vagó por las colinas lentamente, como si ya hubiesenperdido su lozanía. Careciendo de los sentidos de ella, nopodía ver que Andelain todavía no había sido dañada por elSol Ban. Luego, susurrado, extrajo las palabras de su pena.

- Al despertarnos de nuestro sueño para urgimos en tupersecución, dijo que estás convencida de que su propósitoes destruir el Reino. Y mi esposa Martilla Pintaluz no locuestionará.

«Reconozco que es Amigo de la Tierra y digno de lamayor confianza. ¿Pero acaso no has demostrado tú una yotra vez que eres merecedora de esa misma confianza? Eresla Escogida, y el misterio de tu presencia entre nosotros nonos ha sido revelado. Sin embargo, los eloh im te hannombrado Solsapiente. Únicamente tú posees la visión queofrece una esperanza de curación. Repetidamente, lasdesgracias de la Búsqueda han recaído sobre tu persona, ylas has soportado bien. No voy a creer que quien dio tantoconsuelo a los gigantes y a las víctimas del Clave seconvierta en el transcurso de la noche en demente omalvada. Y tú le has retirado la confianza. Lo cual resultarealmente grave. Eso debe ser investigado. Pero ella es laPrimera de la Búsqueda. Y lo prohibe.

«Escogida… -Había en su voz una inexpresada súplica,como si deseara pedirle algo sin saber qué era-. Ella dijo queno tenemos más esperanza que él. Si se ha convertido en un

Page 697: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ser engañoso todo está perdido. ¿No es él el poseedor delanillo blanco? En consecuencia, debemos mantener nuestrafe en él… y tener paciencia. Ya que se halla en el filo de lanavaja de su destino, no debemos sobrecargarlo connuestras dudas.

«Pero si a él no se le pueden exigir explicaciones, ¿quédecencia o justicia puede permitir que tú seas interrogada?No lo haré, aunque la falta de respuestas resulte penosa. Sino eres tan digna de confianza al menos nadie debe obligartea hablar.

Linden no sabía cómo responderle. Estaba preocupadapor la problemática situación de Encorvado, agradecida porsu equidad e indignada por la actitud de la Primera. ¿Peroacaso no habría adoptado ella la misma situada en el lugar dela espadachina? Si Kevin Pierdetierra hubiera hablado a otrapersona, ¿no habría estado orgullosa por mantener suconfianza en el Incrédulo? Pero tal reconocimiento aún ladejaba más aislada. No tenía derecho a intentar persuadir aEncorvado en favor de su causa. Tanto él como su esposamerecían algo mejor que un intento de enfrentar a uno contrael otro… o contra Covenant. Y no tenía ninguna forma deprobar o afirmar su cordura excepto oponiéndosedirectamente a él.

A pesar de su permanente cansancio y determinación,le era tan querido que Linden difícilmente podía resistir laurgencia de su deseo.

Page 698: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La fatiga y la derrota hicieron que se tambaleara sobre elondulado césped. Pero rehusó el consuelo de la ayuda deEncorvado. Débilmente le preguntó:

- ¿Qué vas a hacer?- Nada -replicó él-. No puedo hacer nada. -Su empatia

hacia ella lo hacía brusco-. Carezco de la visión que túposees. Antes de que la verdad se me muestra clara, la horade actuar habrá llegado y pasado. Debes hacer lo que hayade hacerse. -Se detuvo y ella pensó que había terminado,que su camaradería había llegado a su fin. Pero entoncescontinuó entre dientes-. Sin embargo te digo esto, Escogida.Fuiste tú quien logró que Vain el Demondim escapase de lastrampas de Elemesnedene. Tú la que posibilitaste nuestraliberación de la Fortaleza de Arena. Tú quien nos procurastesalvación a todos menos a Cable Soñadordelmar ante elGusando del Fin del Mundo, cuando hasta el propio Amigode la Tierra se hallaba próximo al fracaso. Y tú eres quien hadescubierto el modo de extinguir el Fuego Bánico. Tusmerecimientos son numerosos y ciertos.

»La Primera eligirá como desee. Yo te daré mi vida si mela pides.

Linden lo escuchó. Después de cierto tiempo, dijosimplemente:

- Gracias.Ninguna palabra era adecuada. A pesar de su propio y

confuso dolor, le había proporcionado lo que ella

Page 699: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

necesitaba.Caminaron juntos en silencio.

A la mañana siguiente, el aura roja del sol estaba lobastante marcada para que todos pudiesen verla.

Los alertados nervios de Linden escrutaban las colinas,sondeando la reacción de Andelain al Sol Ban. Al principiono descubrió nada. El aire tenía el mismo picante sabor,mezcla de flores, rocío y savia. La aliantha abundaba en lasladeras. No aparecía ninguna enfermedad visible devorandola madera de los cercanos oropelinos y sauces. Y los pájarosy animales que revoloteaban o se escabullían volviendoluego a mostrarse, no sufrían mal alguno. La Energía de laTierra que se atesoraba en el corazón de la región manteníatodavía a raya del ataque de la corrupción.

Pero a mediodía aquello ya no siguió siendo cierto.Espasmos de dolor empezaron a recorrer los troncos de losárboles, lacerando las nervaduras de las hojas. Los pájarosparecían ponerse frenéticos mientras el número de insectosaumentaba; las criaturas del bosque se habían aterrorizado yescondido en sus madrigueras. Las puntas de las briznas dehierba se tornaron marrones; algunos arbustos mostrabanindicios de agotamiento. Un distante hedor se difundíalentamente por la brisa. Y en el suelo comenzaron débiles ypatéticos temblores, un intangible estremecerse que nadie aexcepción de Linden sentía. Llegaban a herirle las plantas de

Page 700: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los pies atravesando la suela de los zapatos.Mascullando maldiciones, Covenant se dirigió hacia el

este encolerizado. Pese a su desconfianza, Linden supo queaquella cólera ante la suerte de Andelain era auténtica. Seestaba forzando más allá de sus propios límites para acelerarla travesía de las colinas y el camino que lo llevaba alenfrentarniento con el Despreciativo. El Sol Ban reforzaba supropósito.

Linden se mantenía tenazmente a su altura, decidida ano permitirle que la adelantara. Comprendía su furia, y lacompartía: en aquel lugar el sol rojo era atroz, intolerable.Pero su ira lo hacía parecer capaz de cualquier locura quepudiera ponerle fin al sufrimiento de Andelain, para bien opara mal.

Los gigantes acompañaban a sus amigos. El ritmo másrápido de Covenant resultaba lento para Encorvado; laPrimera podría haber viajado con mayor rapidez. Y los rasgosde su semblante se hallaban tensos por el deseo deaumentar la velocidad, y culminar la Búsqueda, para que elproblema surgido entre su esposo y ella fuese resuelto yacabado. La dificultad que tenía para mantenerse al ritmo delas cortas zancadas de Covenant se mostraba claramente.Mientras el grupo caminaba, se mantuvo en un hoscosilencio. Su madre había muerto al dar a luz; su padre en elMuerdealmas. Se comportaba como si se negara a admitir loimportante que Encorvado era para ella.

Page 701: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Por esa razón, Linden se sintió extraña einexplicablemente vinculada a la Primera. Le parecíaimposible sentirse ofendida por la actitud de la espadachina.Y se juró a sí misma que jamás le pediría a Encorvado quemantuviera su promesa.

Vain caminaba ciegamente tras sus compañeros. Perono había rastro de Buscadolores. Ella escrutaba buscándolode vez en cuando, pero no aparecía.

Covenant durmió desde el inicio del crepúsculo hastamedianoche; después prosiguió su camino como si intentaraescapar de sus amigos. Pero de alguna manera a través de suduermevela Linden lo oyó partir. Se levantó, y llamó a losgigantes para que abandonaran el césped ligeramentetembloroso, y fueron tras él.

La salida del sol otorgó un aura de fertilidad al amanecery un suave crujir corno un aterrado murmullo a los árboles ymatorrales. Linden sintió como las hojas gemían en las ramasy la vegetación se quejaba lastimeramente. Pronto lascolinas quedarían reducidas a la martirizada indefensión delresto del Reino. Serían castigadas con salvajes crecimientos,desecadas hasta la ruina, afligidas por la podredumbre,inundadas por los diluvios. Y aquel pensamiento conseguíaenfurecerla tanto como a Covenant, permitiéndole noquedarse atrás mientras éste se agotaba. Pero la mudaagonía de la vegetación y los árboles no era el peor efectodel Sol Ban. Sus sentidos se habían aguzado hasta alcanzar

Page 702: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

la máxima precisión: sabía que más allá de la hierba, bajo lasraíces del bosque, la fiebre de los huesos de Andelain habíallegado a ser tan viva que casi podía tocarse. Una nausea derevulsión estaba creciendo en la Energía de la Tierra de lascolinas. Hacía que su estómago se extremeciera como si ellaestuviera caminando a través de una herida abierta.

Poco a poco, el andar de Covenant se fue haciendopesado. Andelain ya no le sustentaba. Cada vez en mayormedida, dedicaba sus disminuidas fuerzas a defenderse de lacorrupción del Sol Ban. En consecuencia, el Sol de Fertilidadmostraba poco sus efectos. Varios árboles gimieron alhacerse más altos como si el crecimiento les doliera; algunosarbustos alzaban sus ramas como miembros de profanación.Los pájaros y animales parecían haber huido. Pero la mayorparte de los bosques y la hierba estaba preservada por elpoder de la tierra en que crecían. La dliantha se resistíaobstinadamente, como había hecho durante siglos. Sólo larefulgencia de las colinas había desaparecido, sólo laemanación de una soberbia y concentrada salud, sólo laexquisita vitalidad.

No obstante, la enfermedad y la podredumbre crecíansin cesar en la roca subvacente. Aquella noche, Covenantdurmió impulsado por el cansancio y la diamantina. Perodurante largo tiempo Linden no pudo descansar, a pesar desu propia fatiga. Cada vez que apoyaba la cabeza sobre lahierba, oía a la tierra afilándose los dientes contra un fondo

Page 703: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de apagadas quejas y fútiles ultrajes.Mucho antes del amanecer, se levantaron para

continuar su camino. Sentía ahora que ellos estabanescapando de la disolución de las colinas.

Aquella mañana, vieron por primera vez el MonteTrueno.

Todavía se hallaba al menos a un día de camino. Pero sealzaba inflexible y aterrador sobre Andelain, con el solmirando maliciosamente por encima de sus hombros y untojo de innatural vegetación oscureciendo sus laderas.Desde aquella distancia, parecía un titán que hubiese sidoobligado a arrodillarse.

En algún lugar dentro de aquella montaña, Covenantpretendía hallar al Amo Execrable.

Se volvió hacia Linden y los gigantes; sus ojos estabanenrojecidos. Las palabras latían en él, pero parecía incapazde pronunciarlas. Linden había creído que ignoraba eldesconsuelo de los gigantes, ofendido por el intransigenterechazo de que ella lo había hecho objeto, pero vio que noera así. La comprendía demasiado bien. Una fiera e inflexibleparte de él sentía como ella, luchaba con aversión contra sufirme propósito. No deseaba morir, ni perderla a ella o alReino. Y había evitado cualquier justificación ante losgigantes para que no se pusieran de su parte y en contra deLinden. Para no dejarla completamente sola.

Ansiaba decir todas aquellas cosas. Resultaban

Page 704: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

diáfanas para los torturados sentidos de ella. Pero lagarganta se le cerraba sobre las palabras como un puño, sindejar que salieran.

Podía haber llegado hasta él entonces. Sin incumplirninguna de sus promesas, podía haberle rodeado con suamor. Pero el espanto se hinchaba en la tierra que pisaban, ydesviaba su atención de él.

Aborrecimiento. Profanación. El Sol Ban y la Energía dela Tierra librando un mortal combate bajo sus pies. Y laEnergía de la Tierra no podía vencer. Ninguna Ley ladefendía. La corrupción iba a arrancarle el corazón a lascolinas. El suelo se había vuelto tan inestable que losgigantes y Covenant sintieron sus temblores.

- ¡Santo Dios! -jadeó Linden. Se aferró al brazo deCovenant-. ¡Vamos! -Con todas sus fuerzas tiró de élarrastrándole lejos del foco del horror de Andelain.

Los gigantes estaban estupefactos al no comprender,pero la siguieron. Todos juntos, empezaron a correr.

Un instante después, la hierba sobre la que habíanestado estalló.

Pedruscos enterrados saltaron en pedazos. Una enormeextensión de césped fue desgarrada; fragmentos de roca yde tierra acuchillaron los cielos. La violencia que habíaquebrantado la Energía de la Tierra en aquel lugar envió unespasmo a través de la región, abrió un hoyo en el cuerpo dela tierra. Los restos de la arruinada belleza llovían de todas

Page 705: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

partes.Y desde las desnudas paredes del hoyo llegaba entre

estertores y desgarros la corrupta y demencial vegetacióndel Sol de Fertilidad. Monstruosa como un asesinato, unaprofusión de hiedra ascendía para extender su mortaja sobrela asolada hierba.

A lo lejos resonó otra explosión. Linden la sintió comoun aullido a través del suelo. Trozo a trozo, la vida deAndelain estaba siendo arrancada de raíz.

- ¡Bastardo! -rugió Covenant-. ¡Oh, condenadobastardo! ya has acabado con lo que quedaba. ¿Estáscontento?

Girándose, se lanzó en dirección este como sipretendiera arrojarse a la garganta del Despreciativo.

Linden se mantuvo a su lado. El dolor velaba sussentidos. No podía hablar porque estaba llorando.

Page 706: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DIECISIETE: En las Madrigueras delos Entes

Muy temprano a la mañana siguiente, el grupo llegó alas estribaciones del Monte Trueno, cerca del constreñidotorrente que allí era el Río Aliviaalmas. Covenant estabademacrado por el cansancio, su mirada cenicienta. Los ojosde Linden ardían como la fiebre en sus cuencas; la tensión legolpeaba los huesos del cráneo. Incluso los gigantesestaban cansados. Sólo habían parado para reponer fuerzasa ratos durante la noche. Los labios de la Primera eran delcolor de sus dedos apretados en la empuñadura de laespada. El semblante de Encorvado mostraba una expresiónausente. Sin embargo, los cuatro estaban unidos por lanecesidad. Treparon por las lomas inferiores como sipretendieran adelantarse al sol que se alzaba tras la terriblemole de la montaña.

Un Sol de Desierto.Partes de Andelain habían quedado ya agostadas y

ruinosas como un campo de batalla.Las colinas se aferraban aún a la vida que las había

hecho tan acogedoras. Mientras duró, el cuidado de CaerCaveral había sido completo y fundamental. El Sol Bansimplemente no podía extraer tanta salud del terreno en tanpocos días. Pero el polvoriento brillo solar que se extendía

Page 707: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

más allá de los hombros del Monte Trueno revelaba quealrededor de los límites de Andelain, y en lugares queatravesaban su corazón, el daño era ya importante.

La vegetación de aquellas zonas había sido arrancada,rasgada y deshecha por espantosas erupciones. La tierraque las sustentaba horadada y agrietada como si sufriera losestragos de una enfermedad incurable. El día anterior, losrestos de aquellos bosques habían crecido excesivamente yluego fueron estrangulados por la feroz fecundidad del SolBan. Pero ahora, cuando el sol avanzaba sobre aquellavegetación, todas las cosas verdes y vivas se tornaban enun viscoso lodo que el desierto se bebía.

Linden miró hacia las colinas como si también ellaestuviese agonizando. Nada podría arrancar nunca la espinaque aquel desastre había clavado en su corazón. Laenfermedad del mundo penetraba dentro de ella desde elpaisaje injuriado y atormentado que tenía enfrente. Andelainaún luchaba por su vida y sobrevivía. En gran parte no habíasido atacada todavía. Leguas de suaves lomas y vegetaciónnatural separaban los cráteres, aguantando contra la ferozrapiña del sol. Pero allí donde el Sol Ban había hecho sutrabajo, el daño resultaba subrayado hasta la angustia. Si sele hubiera concedido la oportunidad de salvar la salud deAndelain al coste de su propia vida, la habría ofrendado conla misma celeridad que Covenant. Quizás ella tambiénhubiera sonreído.

Page 708: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Se sentó en una roca de una zona de guijarros quecubrían la loma tan cerradamente que no dejaban lugar parala vegetación. Jadeando como si sus pulmones estuvieranheridos a causa de la inutilidad de su rabia, Covenant sehabía parado allí para recobrar el aliento. Los gigantespermanecían cerca. La Primera escrutaba el oeste como siaquella escena de destrucción pudiera devolverle su fuerzapara empuñar la espada en el momento oportuno. PeroEncorvado no podía resistirlo. Se apoyaba sobre un salientede espaldas a las Colinas de Andelain. Sus manosjugueteaban con la flauta, pero no hizo ningún intento dehacerla sonar.

Pasado un rato, Covenant dijo ásperamente:- Destruida… -Había un eco de muerte en su voz, como

si en su interior algo vital estuviera sucumbiendo-. Toda esabelleza… -Tal vez durante la noche se había vuelto loco-.«Tu misma presencia aquí me faculta para dominarte. El malque puedas considerar más terrible pende sobre ti.» -Estabacitando al Amo Execrable, pero hablaba como si las palabrasfueran suyas-. «Hallarás desesperación aquí…»

De inmediato la Primera se volvió hacia él.- No hables de ese modo. Eso es falso.No dio señales de haberla oído.- No es culpa mía -continuó secamente-. Yo no hice

nada de esto. Absolutamente nada. Pero soy la causa.Incluso cuando no hago nada. Todo ha ocurrido por mí. De

Page 709: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

modo que no tengo elección. Sólo por el hecho de estarvivo, destruyo todo cuanto amo. -Hundió los dedos en suenredada barba, pero sus ojos continuaban fijos en elpáramo de Andelain, obsesionados por él-. Pensaréis que yodeseaba que esto ocurriera.

- ¡No! -protestó la Primera-. Nosotros no lo pensamos.No debes dudar. Es la duda lo que debilita… es la duda loque corrompe. Por eso es poderoso el Despreciativo. Porqueno duda. Mientras mantengas la certidumbre, existeesperanza. -Aquella voz de hierro era traicionada por unanota de pánico-. ¡Podremos exigirle que pague si no dudas!

Covenant la miró por un instante. Después, se pusotensamente en pie. Sus músculos y su corazón estaban tanfuertemente contraídos que Linden fue incapaz de leer en suinterior.

- Eso es un error. -Él hablaba suavemente, amenazandoo suplicando-. Necesitas dudar. La certeza es terrible.Dejémosla para el Execrable. Es la duda lo que te hacehumano. -Su mirada vagó hasta encontrar a Linden. Seextendía hacia ella como llama o súplica, la culminación yderrota de todo su poder entre el Fuego Bánico-. Necesitáistoda la duda que podáis encontrar. Deseo que dudéis. Yoapenas si soy humano ya.

Cada destello y vacilación en su mirada se contradecía.Deténme. No te acerques a mí. Duda de mí. Duda de Kevin.Sí. No. Por favor. Por favor.

Page 710: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Su iniciada súplica la atrajo hacia él. Ahora no parecíafuerte ni peligroso, sino únicamente necesitado, asustado desí mismo. Y, no obstante, le resultaba tan irrefutable comosiempre. Tocó su demacrada mejilla; le dolían los brazos porel deseo no cumplido de abrazarlo con ternura. Pero no seretractaría de los propósitos que había hecho, costara lo quecostase. Quizá los años dedicados a ejercer la medicina y a laabnegación no habían sido más que un camino para huir dela muerte; pero la simple lógica de esta huida la habíaconducido hacia la vida, por otros si no por sí misma. Y en lamédula de sus huesos había sentido al Sol Ban y a Andelain.La elección entre ambos resultaba tan clara como elsufrimiento de Covenant.

No tenía respuesta para su ruego. En vez de ello, leformuló su propia súplica.

- No me obligues a hacerlo. -El amor que le tenía sereflejaba en sus ojos-. No te rindas.

Un espasmo de pesar o de cólera pasó por el rostro deCovenant. La voz parecía salir desértica y estragada delfondo de su garganta.

- Quisiera poder lograr que lo comprendieras. -Hablabamonótonamente, toda inflexión había desaparecido-. Él haido demasiado lejos. Ya no puede salir de esto. Quizá novuelva a estar cuerdo nunca más. Porque no va a conseguirlo que se propone.

Pero su actitud y palabras no la confortaron. De la

Page 711: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

misma forma podía haber anunciado a los gigantes, a Vain yal estragado mundo que todavía tenía el propósito deentregar su anillo.

Pero se mantenía lo bastante fuerte para llevar a cabo supropósito a pesar de la escasa comida, la falta de sueño y elsufrimiento de Andelain. Sombríamente, se volvió hacia laPrimera y Encorvado como si esperase preguntas o quejas.Pero la espadachina parecía indiferente. Su esposo no alzabala mirada de la flauta.

Ante aquel silencio, Covenant explicó:- Iremos en dirección norte durante un rato. Hasta que

lleguemos al río. Ése es nuestro camino para penetrar en elMonte Trueno.

Suspirando, Encorvado se puso en pie. Sujetaba laflauta con ambas manos. Y fijó la mirada en el vacío al partirel pequeño instrumento por la mitad.

Con todas sus fuerzas arrojó los pedazos hacia lasColinas.

Linden se estremeció. Una protesta murió en los labiosde la Primera. Los hombros de Covenant se hundieron.

Con la torpeza de un inválido, Encorvado levantó losojos para mirar al Incrédulo.

- Escúchame bien -murmuró con claridad-. Yo dudo.- ¡Magnífico! -exclamó Covenant con aspereza. Luego

se puso nuevamente en marcha, abriéndose camino entre lospedruscos.

Page 712: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden lo siguió con viejos gritos resonando en sucorazón. ¿Es que te falta valor incluso para seguirviviendo? De todas formas, tú nunca me has querido. Perosabía con tanta seguridad como si lo viera, que él la amaba.No tenía medios para evaluar lo que le había sucedido en elFuego Bánico. Y la voz de Gibbon le contestaba,vilipendiándola con la verdad, ¿no eres tú maldad?

Las estribaciones del Monte Trueno, antigua GravinThrendor, eran demasiado pedregosas para albergar muchavegetación. Y la luz del Sol Desértico avanzaba rápidamentey ya había pasado el pico, repartiendo disolución sobre losresiduos de fertilidad que quedaban en el terreno. Lospedruscos diseminados y las escarpadas lomas, retrasabansu paso, pero no por los efectos del sol anterior. Aún así, elcorto viaje hasta el Aliviaalmas fue dificultoso. Laabominable corrupción del sol parecía evaporar los últimosrestos de las energías de Linden. Olas de calor, comopremoniciones de alucinación, rompían contra los bordes desu mente. Un enfrentamiento con el Despreciativo al menospondría fin a aquel horror y devastación. De una forma o deotra. Mientras jadeaba por las laderas, se encontrórepitiendo la promesa que hizo en Piedra Deleitosa… lapromesa que hizo y rompió. Nunca. Nunca más. Ocurriera loque ocurriera, no volvería al Sol Ban.

Debido a su fatiga, al cansancio de Covenant y a ladificultad del terreno, no alcanzaron las proximidades del río

Page 713: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hasta mediada la mañana.Por el modo en que el sonido repercutía en las colinas,

le fue posible a Linden captar la corriente de agua antes deoírla. Después, sus compañeros y ella llegaron a la cima de laúltima elevación que se interponía entre ellos y elAliviaalmas; y el estentóreo aullido que producía la aturdió.Aprisionado por el inquebrantable canal de granito, el ríocorría bajo ella, blanco, retorcido y desesperado, hacia sudestino. Y su destino se erguía sobre él, tan enorme yhorrendo que cubría todo el este. Quizá a una legua a laderecha de Linden, el río se vertía en la garganta del MonteTrueno y era tragado… ingerido por las catacumbas quehoradaban las escondidas profundidades del pico. Cuandoaquellas aguas volvían a emerger de nuevo, en las TierrasBajas más allá de Gravin Threndor, estaban tanpolucionadas por la suciedad de las madrigueras de losEntes, tan malolientes por los desperdicios de los osarios ylos criaderos, los vertidos de las fraguas y los laboratorios, ylos corruptos efluvios, que habían sido llamadas la Corrientede la Corrupción; el origen del peligro y la perversión delLlano de Sarán.

Durante un loco momento, Linden creyó que Covenantpretendía seguir tan difícil corriente hasta el interior de lamontaña. Pero entonces señaló hacia una ribera que sehallaba directamente bajo él; y pudo ver que había uncamino en el interior de la falda de la colina a cierta altura

Page 714: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sobre el río. Éste estaba decreciendo: habían pasado seisdías desde el último Sol de Lluvia, y el Sol de Desiertoestaba evaporando rápidamente las aguas que aúnsuministraba Andelain. Pero las señales en los escarpadosmuros del cauce revelaban que el Aliviaalmas nuncaalcanzaba la altura del camino.

A lo largo de aquella calzada, en épocas pasadas, losejércitos habían marchado desde el Monte Trueno paraatacar el Reino. La mayor parte de la superficie estaba enruinas, agrietada y perforada por el tiempo y las extremasalternancias del Sol Ban, resbaladiza a causa de lassalpicaduras; pero todavía era transitable. Y conducíadirectamente hasta el tenebroso vientre de la montaña.

Covenant señaló hacia el sitio en el que las paredes sealzaban cual acantilados para fundirse con los laterales delMonte Trueno. Tenía que gritar para hacerse oír, y en su vozse revelaba la tensión.

- ¡Aquella es la Garganta del Traidor! ¡Donde elExecrable traicionó abiertamente por vez primera a Kevin y alConcejo! ¡Antes de que supiesen quién era! ¡Allí comenzó lacontienda que terminó quebrantando el corazón de Kevin!

La Primera escudriñó el agitado, el progresivoestrechamiento entre los muros, y entonces alzó la voz sobreel ruido.

- ¡Amigo de la Tierra, has dicho que el pasadizo entreestas montañas es un laberinto! ¿Cómo podremos descubrir

Page 715: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

entonces el escondrijo del Despreciativo?- ¡No nos hará falta! -Su grito sonó febril. Tenía un

aspecto tan tenso, estricto y ávido como cuando Linden leencontró por primera vez… y cerró violentamente la puertade su casa ante ella-. Cuando entremos allí, sólo tendremosque merodear hasta que nos topemos con sus defensas. Élse ocupará del resto. ¡Nuestra única argucia ha de sermantenernos vivos hasta llegar a él!

Bruscamente, se volvió hacia sus compañeros.- ¡No tenéis por qué acompañarme! Estaré a salvo. No

me hará nada hasta que no me tenga enfrente. -A Linden lepareció que repetía las mismas palabras que una vez habíapronunciado en Haven Farm: Usted no sabe dónde se estámetiendo. No tiene posibilidad alguna de comprenderlo.Márchese. No la necesito-. No tenéis por qué arriesgaros.

Pero la Primera, que no estaba turbada por losrecuerdos, replicó de inmediato:

- ¿De qué nos sirve hallarnos a salvo en este lugar? Esla Tierra misma la que está en juego. El azar es la situaciónque hemos elegido. ¿Cómo podremos soportar las cancionesque nuestro pueblo entonará sobre nosotros si nomantenemos la verdad de la Búsqueda? No nos separaremosde ti.

Covenant agachó la cabeza como si se hallaraavergonzado o afligido. Quizás estaba recordando a CorazónSalado Vasallodelmar. Y no obstante, su rechazo o

Page 716: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

incapacidad para afrontar la mirada de Linden le indicaba aésta que no le había interpretado mal. Todavía tratabainútilmente protegerla, ahorrándole las consecuencias desus elecciones… consecuencias que ella no sabía comomedir. Y esforzándose también en evitar que interfiriera en loque él se proponía realizar.

Pero no se expuso a lo que pudiera decir si se dirigíadirectamente a ella. Por esta razón balbuceó:

- Entonces vamos. -Las palabras apenas eran audibles-.No sé durante cuanto tiempo más podré soportarlo.

Asintindo diligentemente, la Primera le rebasó deinmediato encaminándose hacia una erosionada torrenteraque descendía en ángulo hacia la calzada. Con una manoempuñaba la espada. Al igual que sus compañeros, habíaperdido demasiado en aquella pesquisa. Era una guerra yquería cobrar el precio en golpes.

Covenant la siguió envaradamente. La única fuerza queaún movía sus miembros era la obstinación de su voluntad.

Linden comenzó a andar tras él, para luego volversehacia Encorvado. Aún se hallaba en el borde de la colina,mirando hacia abajo, dentro de la corriente del río, como siésta estuviera arrastrando su corazón. Aunque era mediocuerpo más alto que Linden, su deformada columna y susgrotescas facciones le hacían parecer viejo y frágil. Su mudodolor era visible como las lágrimas. Por ese motivo, elladesdeñó todo lo demás durante un momento.

Page 717: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- De todas formas, Covenant estaba diciendo la verdadsobre eso. No necesita que combatáis por él. Ya no. -dijo, yEncorvado alzó los ojos como implorándole. Fieramente, ellaprosiguió-: Y si está equivocado, yo puedo detenerlo. -También aquello era cierto: el Sol Ban, los Delirantes y elsuplicio de Andelain la habían capacitado-. La Primera esquien te necesita. No puede combatir al Execrable sólo conuna espada… pero lo intentará. No dejes que la asesinen. Note hagas eso a ti mismo. No la sacrifiques por mí.

El semblante de él se tensó como si fuera a gritar. Abriólas manos para mostrarle tanto a ella como al desierto cieloque estaban vacías. Las lágrimas no vertidas nublaban sumirada. Por un instante, ella temió que le diría adiós; y untremendo pesar le atenazó la garganta. Pero poco después,una fragmentada sonrisa cambió el significado de suexpresión,

- Linden Avery -dijo claramente-, ¿es que no heafirmado y declarado ante todos los que me han queridoescuchar que has sido realmente Escogida?

Inclinándose hacia ella, la besó en la frente. Luego seapresuró en pos de la Primera y de Covenant.

Cuando se hubo secado las lágrimas de las mejillas,también ella fue detrás.

Vain la seguía con su habitual hermetismo. No obstantele pareció captar en él una cierta alerta, una sutil expectaciónque no había mostrado desde que entraron en

Page 718: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Elemenesdene.Bajó por el sendero, llegó hasta la tosca repisa que

sirviera de calzada y encontró a sus compañerosaguardándola. Encorvado se hallaba junto a la Primera,reclamando su lugar allí; pero tanto ella como Covenantmiraban a Linden. En los ojos de la Primera se veía unamezcla de jubiloso alivio e incertidumbre. Le daba labienvenida a cualquier cosa que mitigara la tristeza de suesposo… pero se sentía insegura de sus implicaciones. Laactitud de Covenant era más sencilla. Inclinándose haciaLinden, le susurró contra el ruido del estrangulado río:

- No sé qué le has dicho. Pero te lo agradezco.Ella no supo qué responder. Continuamente, él

frustraba sus previsiones. Cuando parecía más destructivo einalcanzable, aislado por su funesta certidumbre, mostrabadestellos de una conmovedora amabilidad, de clarapreocupación. Pero detrás de su empatia y valor se hallabasu propósito de rendirse, tan inquebrantable como ladesesperación. Se contradecía a cada paso. Y, ¿cómohubiera podido contestar sin decirle lo que había prometido?

Pero no parecía desear una respuesta. Quizá la entendía,sabía que en su lugar se habría sentido como ella. O quizá sehallaba excesivamente cansado y obsesionado como parasoportar opiniones o reconsiderar su propósito. Estabaansiando llegar al final de su largo suplicio. Casi deinmediato, indicó que se hallaba dispuesto a continuar.

Page 719: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Al momento, la Primera empezó a andar por el toscosendero en dirección a la garganta del Monte Trueno.

Con Encorvado y Vain detrás de ella, Linden siguió,andando sobre la piedra, persiguiendo al Incrédulo hacia sucrisis.

Debajo, el Aliviaalmas continuaba retorciéndose entrelos muros, consumido por el poder del Sol Ban. El clamor dela corriente se suavizó, convirtiéndose en una especie desollozo. Pero Linden no apartó sus ojos de las espaldas de laPrimera y de Covenant, los cada vez más empinados bordesde la garganta y la oscura inmensidad de la montaña. Deaquella cumbre castigada por el sol llegaron una vezcriaturas de fuego para rescatar a Thomas Covenant y a losAmos de los ejércitos de Lombrizderroca Babeante, el Entede la Cueva loco. Pero semejantes criaturas habían sidoconvocadas por la Ley; y ya no había Ley.

Tenía que concentrarse en la traicionera superficie delcamino. Se hallaba agrietada y era peligrosa. Partes delreborde se encontraban tan débilmente sujetas que podíacaptar mediante su percepción como oscilaban bajo su peso.Otras habían caído en la Garganta hacía ya mucho tiempo,dejando grandes agujeros en lugares donde debiera estar elcamino. Sólo quedaban estrechos bordes para soportar algrupo a su paso junto a ellos. Linden temía más porCovenant que por sí misma, puesto que el vértigo podíahacerle caer. Pero él pasaba sin ayuda, como si el miedo a las

Page 720: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

alturas fuera una parte de él a la que ya había renunciado.Únicamente la tensión que denotaban sus músculos decía locerca que se hallaba del pánico.

El Monte Trueno se perdía en el cielo. El Sol Desérticoabrasaba las rocas, secando las salpicaduras de agua. Elruido del Aliviaalmas parecía cada vez más un lamento. Pesea la fatiga, Linden deseaba correr, deseaba penetrar en laoscuridad de la montaña para librarse de la opresión del SolBan. Fuera de la luz del día en las tenebrosas catacumbas,donde tanto poder se agazapaba hambiento.

Donde a nadie le sería posible ver lo que iba a ocurrircuando la oscuridad exterior se reuniera con las tinieblas quehabía dentro de ella y tomaran posesión.

Luchaba contra la lógica de aquella posibilidad,esforzándose en creer que hallaría cualquier otra respuesta.Pero Covenant pretendía entregarle su anillo al Execrable.¿Dónde más podría encontrar la fuerza para detenerle?

Ya había hecho aquello una vez, de una forma diferente.Mientras miraba a su agonizante madre, una negrura depesadilla había salido de su interior, dominando sus manos,dejando que su cerebro se quedaba al margen para observary llorar. Y la negrura reía codiciosamente.

Se había pasado todos los días de todos los años de suedad adulta tratando de suprimir aquella avidez por lamuerte. Pero no conocía otra fuente de la que extraer lafuerza necesaria para evitar la destrucción de Covenant.

Page 721: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Y había prometido…La Garganta del Traidor se estrechaba y erguía a ambos

lados. El Monte Trueno se arqueaba sobre ella como unaenorme tumba que señalara el lugar donde estabanenterradas la pozoña la desesperación sin remedio. Cuandoel lamento del río se transformó en grito, la montaña abriósus fauces frente al grupo.

La Primera se detuvo allí, mirando con desconfianza elinterior del túnel que engullía al Aliviaalmas y la calzada.Pero no habló. Encorvado desató su reducido fardo, extrajoel hornillo y los dos últimos haces que había acarreadodesde Piedra Deleitosa. Guardó uno bajo su cinturón y agitóel otro dentro del hornillo hasta que la madera produjollamas. La Primera lo cogió y levantó como si fuera unaantorcha. Desenvainó la espada. El rostro de Covenant teníauna expresión de náusea o de espanto, pero no vaciló.Cuanto la Primera hizo un gesto de asentimiento, comenzó aavanzar.

Encorvado recogió sus cosas apresuradamente. Y,junto a Linden, siguió a Covenant y a su esposa alejándosede la Garganta y del Sol Desértico.

Vain caminaba detrás de ellos como un fragmento deexasperada medianoche, aguda e inminente.

La primera reacción de Linden fue de alivio. La antorchade la Primera apenas iluminaba el muro situado a su derecha,y el curvado techo que había sobre sus cabezas. No vertía

Page 722: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

luz alguna en el precipicio que limitaba con la calzada. Peroella prefería la oscuridad a la luz del sol. La graníticaformación de la montaña reducía el número de direccionesdesde donde podía llegar el peligro. Y cuando el MonteTrueno les impidió ver el cielo, captó el sonido delAliviaalmas con más precisión. La grieta se bebía el río degolpe, conduciéndolo a los intestinos de la montaña,llevando el agua a su corrupción. Tales cosas laestabilizaban al exigirle concentrarse en ellas.

Con voz que resonó roncamente, advirtió a suscompañeros de la creciente profundidad del precipicio.Aunque sonaba próxima a la histeria, ella no creía estarlo.Los gigantes sólo contaban con dos antorchas. El grupo ibaa necesitar de sus peculiares sentidos como guía. De nuevoles sería de utilidad.

Pero aquel alivio fue efímero. No había avanzado más decincuenta pasos por el túnel cuando sintió que el rebordeque acababa de dejar a sus espaldas se hundía.

Encorvado masculló una advertencia. Uno de susenormes brazos la apretó contra el muro. El impacto extrajo elaire de sus pulmones. Durante un instante mientras sucabeza daba vueltas, vio la silueta de Vain contra la luz deldía de la Garganta. No hizo ningún esfuerzo por salvarse.

Con un ruido atronador, los fragmentos de la calzada loarrastraron, hundiéndolo en la grieta.

Prolongados temblores recorrieron todo el sendero,

Page 723: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ascendiendo por los muros. Pequeñas piedras llovían deltecho, cayendo sobre el Demondim como una granizada. Elpecho de Linden no contenía el aire suficiente para gritar sunombre.

La luz de la antorcha se difundió más allá de ella yEncorvado. Él le hizo apartarse, manteniéndola apretadacontra la pared. La Primera le cerró el paso a Covenant. Ladureza se reflejaba en su semblante. Chisporroteantes llamasse reflectaron de los ojos de él.

- ¡Maldición! -murmuró-. ¡Maldición!Tenues jadeos escapaban por entre los dientes de

Linden.La antorcha y el resplandor del día más allá del túnel,

iluminaron a Buscadolores cuando se materializaba de lacalzada, transformándose de piedra en carne con la facilidaddel pensamiento.

Tenía un aspecto mezquino, consumido por elsufrimiento. Sus mejillas estaban hundidas. Los amarillentosojos estaban sumergidos en su cráneo; las cuencas teníanlividez de magulladuras. Se hallaba lleno de mortificación otristeza.

- Tú lo has hecho -jadeó Linden-. Aún siguesintentando matarlo.

Él no afrontó su mirada. La arrogancia de su pueblohabía desaparecido de su talante.

- El Würd de los elohim es estricto y costoso. -Si

Page 724: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hubiese levantado sus ojos hasta Linden, ella hubiese creídoque estaban pidiendo su comprensión o aceptación-. ¿Cómopodría ser de otra manera? ¿Acaso no somos el corazón de laTierra? Sin embargo, aquellos que permanecen en labendición y bienaventuranza de Elemensnedene han sidoengañados por su propia comodidad. Debido a que elclachan es nuestro hogar, hemos creído que todas laspreguntas pueden ser contestadas allí. Sin embargo no es enElemensnedene donde radica la verdad, sino en nosotrossus pobladores. Y hemos equivocado nuestro Würd. Porquesomos el corazón, creímos que cualquier cosa que nospropusiéramos trascendía a todo lo demás.

»Por consiguiente no nos planteamos nuestra retiradade la ancha Tierra. Considerábamos todo lo demás, pero nonombrábamos aquello que temíamos.

Entonces alzó la mirada y su voz cobró un tono coléricode autojustificación.

- Pero yo he sido testigo de tal temor. Cántico y algunosotros sucumbieron a él. Incluso la propia Infeliz conoció suinflujo. Y yo he participado atándome al destino delDesignado. He sentido la maldición de Kastenessen sobremi cabeza. -Estaba avergonzado por lo que le había hecho aVain… y resuelto a no excusarse-. Me has enseñado aestimarte. Cargas airosamente con el futuro de la Tierra. Peroeso incrementa mi riesgo.

»No soportaré su coste.

Page 725: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Cruzando los brazos sobre el pecho, se cerró a cualquierpregunta.

Desconcertado, Covenant se volvió hacia Linden. Peroella no tenía ninguna explicación que ofrecer. Su percepciónnunca le había resultado de utilidad con el elohim. No habíatenido atisbo de Buscadolores hasta que había emergido dela calzada, ni sabía nada de él excepto que era la Energía dela Tierra encarnada, capaz de tomar cualquier forma vivienteque quisiera. Absolutamente flexible. Y peligrosamentedesprovisto de escrúpulos. Su pueblo no había titubeado endejar en blanco la mente de Covenant por sus propiasrazones inhumanas. Más de una vez los había abandonado aella y a sus compañeros ante un peligro de muerte cuandopodía haberles ayudado.

Sus denegaciones habían sido innumerables; y elrecuerdo de ellas la amargaba. El dolor del árbol que él habíaasesinado en su última tentativa contra la vida de Vainvolvió a ella. Contestó dirigiéndose a Covenant:

- Nunca ha dicho la verdad. ¿Por qué iba a empezar ahacerlo ahora?

Covenant arrugó sombríamente el entrecejo. Aunque notenía motivos para confiar en el pueblo de Buscadolores,parecía extrañamente renuente a juzgarles, como si demanera instintiva pretendiera hacerles más justicia de la querecibió de ellos.

Pero no había nada que ninguno del grupo pudiera

Page 726: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hacer por Vain. La hendidura del río era profunda ahora… ysu profundidad aumentaba al avanzar para internarse en lamontaña. El sonido del agua disminuía de modo continuado.

La Primera les hizo una indicación.- Tenemos que apresurarnos. Las antorchas se están

consumiendo.La madera que ella portaba era seca y quebradiza; la

mitad se había quemado ya. Y Encorvado tenía solamenteotra rama.

Jurando por lo bajo, Covenant empezó a descender porel túnel.

Linden estaba temblando. La piedra que se apilaba a sualrededor le resultaba gélida y funesta. La caída de Vain serepetía en su mente. La respiración arañaba su garganta.Nadie merecía una caída semejante. Pese a la frialdad de laatmósfera del Monte Trueno, el sudor se deslizaba por supecho.

Pero siguió a Covenant y a la Primera. Aferrándose alcompañerismo de Encorvado, caminaba por la calzada tras laoscilante antorcha. Iba tan pegada a la pared que éstaarañaba su hombro. Su gran aspereza le recordaba la prisiónde Piedra Deleitosa y la mazmorra de la Fortaleza de Arena.

Buscadolores iba tras ella. Sus pies desnudos noproducían ruido.

Cuando la luz reflectada desde la boca de la gargantadisminuyó, las tinieblas, se espesaron. La concentrada

Page 727: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

medianoche parecía fluir del profundo canal del río.Entonces una gradual curvatura del muro los separó porcompleto del mundo exterior. Ella sintió que las puertas de laesperanza y de la posibilidad se estaban cerrando a amboslados. La antorcha de la Primera no duraría demasiadotiempo.

Pero sus sentidos se concentraban en la graníticaestructura de la calzada y el túnel. No podía ver el borde delprecipicio, mas sabía con exactitud dónde se encontraba.Encorvado y Buscadolores parecían igualmente seguros apesar de las tinieblas. Cuando Linden concentraba suatención, podía apreciar la superficie del camino tanclaramente que desaparecía el peligro de tropezar. Si hubieraposeído el poder de repeler los ataques, le hubiera sidoposible vagar por la Madriguera de los Entes con relativaseguridad.

La comprensión de aquello la estabilizó. El imprecisoespanto que estaba devorando los bordes de su valor se fuelejos.

La antorcha de la Primera comenzaba a chisporrotear.Más allá de ésta, Linden creyó ver un indefinible

suavizamiento de la medianoche. Durante unos momentos,su mirada rebasó a la Primera y a Covenant. Pero supercepción no tenía tan largo alcance. Sin embargo, en aquelinstante, la espadachina se detuvo y bajó la antorcha; elresplandor que se vislumbraba frente a ellos se definió más.

Page 728: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La Primera se dirigió a Covenant o a Linden.- ¿Cuál es la causa de esa luz?- Puente Vedado -replicó tensamente Covenant-. La

única entrada a la Madriguera de los Entes. -Su tono seespesó por los recuerdos-. Tened cuidado. En la últimaocasión en que estuve aquí me estaban esperando.

La Primera de la Búsqueda asintió. Pisando suavemente,volvió a avanzar. Covenant fue con ella.

Linden aguzó su sentido de la salud y siguió.Gradualmente, la luz aumentó. Era de un frío color

rojizoanaranjado; y su resplandor recorría todo el techodescendiendo por la pared del túnel. Pronto Linden pudo verque el camino giraba bruscamente a la derecha cerca delfulgor. Al mismo tiempo, la piedra que se hallaba sobre suscabezas se curvaba hacia arriba, como si el túnel se abriera auna vasta caverna. Pero la luz frontal estaba bloqueada porun tremendo peñasco situado como, una puerta entornada, através del camino. La hendedura del río desaparecía bajo él.

Con cautela, la Primera se deslizó hasta el borde de lapiedra y miró al otro lado.

Por un segundo, la sorpresa la paralizó. Despuésmasculló un juramento propio de gigantes y avanzóexponiéndose a la luz.

Caminando detrás de Covenant, Linden se encontró enuna alta y brillante cavidad, como un vestíbulo de entrada alas catacumbas.

Page 729: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

El suelo era liso, pulido por milenios de uso. Pero no sepodía pasar por él. La hendedura continuaba más allá delpeñasco para luego girar atravesando la caverna en línearecta hasta desaparecer al fin en el muro situado frente aellos. Tenía al menos cincuenta pies de anchura y no existíanmás entradas a la cueva por aquel lado. El único acceso sehallaba al otro lado de la hendedura.

Pero en el centro de la bóveda, un sólido puente depiedra tendía su arcada sobre el abismo. Puente Vedado. Lamemoria no había hecho traición a Covenant.

La luminosidad provenía del punto más alto de laarcada. A ambos lados de la misma se erguían altos pilaresde piedra, como centinelas; y brillaban como si la roca quelos formaba estuviese ardiendo. Iluminaban la caverna porcompleto… lo suficiente para que ningún intruso seaproximase a Puente Vedado sin ser visto.

Por un instante, la luz atrajo la atención de Linden. Lerecordaba el ardiente lago de gravanel en el cual estuvierontodos los componentes del grupo a punto de perder la vidaen una ocasión. Pero estas emanaciones eran más flamígerasy coléricas. Iluminaban la entrada a la Madriguera de losEntes como si nadie pudiera pasar entre ella sin perder laesperanza o la paz.

Pero la hendedura, el puente y la luz no eran lo quehabía sorprendido a la Primera. Con un estremecimiento,Linden se esforzó en mirar al otro lado de la bóveda.

Page 730: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Vain se erguía allí, al pie del Puente Vedado. Parecíaestar aguardando a Covenant o a Linden.

Junto a él, yacían sobre la piedra dos fisuras de largosmiembros. Estaban muertas. Pero no llevaban demasiadotiempo muertas. La sangre que las rodeaba estaba aúncaliente.

Un espasmo de dolor cruzó por el semblante deBuscadolores, y luego desapareció.

La antorcha de la Primera crepitó en su mano. Despuésarrojó su inútil extremo al abismo. Aferrando la espada conambas manos, comenzó a avanzar hacia la arcada.

- ¡Espera! -El grito de Covenant fue áspero yapremiante. De inmediato la Primera se quedó inmóvil. Lapunta de su espada tanteó el aire en busca de peligros queella no podía ver.

Covenant giró hacia Linden; su mirada era tan oscuracomo la muerte. Temblaba de forma intermitente.

- La última vez… casi acabó conmigo. Babeante usabaesos pilares… ese fulgor pétreo… creí volverme loco.

Lombrizderroca Babeante fue el Ente de la Cueva querecogió el Bastón de la Ley después del Ritual deProfanación. Lo había utilizado para extraer la Piedra Illearthde las raíces del Monte Trueno. Y cuando Covenant y losAmos arrebataron el Bastón a Babeante, únicamentelograron que la Piedra Illearth llegara a manos del AmoExecrable.

Page 731: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La percepción de Linden se encaramó a los pilares. Losescrutó en busca de amenazantes implicaciones, estudiandoel aire que había entre ellos, la antigua piedra de PuenteVedado. La roca había llegado a ser tan pulida comotraicionera a través de los siglos, por el roce de incontablespies. Pero no mostraba amenaza alguna. El fulgor pétreobrillaba como la ira desde los pilares, sin ocultar nada.

Lentamente negó con la cabeza.- Allí no hay nada.Covenant empezó a preguntar:- ¿Estás…? -pero entonces rechazó su temor.

Indicándole con un gesto a la Primera que se adelantara,ascendió por la arcada como si el Puente Vedado leprodujera vértigo.

En el punto más alto, retrocedió involuntariamente; susmanos tantearon buscando un asidero. Pero Linden losujetó. Encorvado rodeó a ambos con sus brazos.Lentamente, Covenant encontró el camino de vuelta alestático centro de su certidumbre, al punto a cuyo alrededorgiraban el vértigo y el pánico sin tocarlo jamás. Pocodespués, fue capaz de descender hacia la Primera y Vain.

Con la punta de la espada, la Primera empujó loscuerpos que estaban junto al Demondim. Linden nuncahabía visto antes criaturas como aquellas. Tenían manos tananchas y pesadas como palas, cabezas como arietes, ojosdesprovistos de pupila o iris, nublados por la muerte. La

Page 732: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

delgadez de sus troncos y extremidades desmentía suevidente fuerza. Y sin embargo ésta no había bastado paracontender con Vain. Los había roto cono si fueran maderareseca.

- Entes de la Cueva -jadeó Covenant. La voz crujía en sugarganta-. El Execrable debe estar utilizándolos comocentinelas. Cuando Vain apareció, debieron intentar atacarle.

- ¿Es posible -los ojos de la Primera llameaban bajo elfulgor de la piedra- que hayan logrado informar de nuestrapresencia antes de caer?

- ¿Posible? -gruñó Covenant-. Tal y como nos estányendo las cosas, ¿piensas que hay razón para suponer queno lo hayan hecho?

- Eso es cierto. -La inesperada intromisión deBuscadolores produjo un escalofrío en la columna vertebralde Linden. Covenant volvió sus ojos hacia el Designado. LaPrimera se reprimió. Mas Buscadolores no titubeó. Sudoliente semblante permanecía inmóvil-. Incluso en estemomento, los avisos llegan a oídos del Despreciativo.Saborea con fruición sus malignos sueños. -Hablabasuavemente, pero su voz llenaba de dolor el aire de la altabóveda-. Seguidme. Os conduciré por caminos donde suslacayos no podrán descubriros. Al menos en eso quedaráfrustrada su intención.

Pasando entre ellos, caminó adentrándose en el lóbregolaberinto de las Madrigueras. Conforme avanzaba, la

Page 733: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

medianoche retrocedía ante él. Alejadas del fulgor pétreo,sus facciones reflejaron la perpetua luminiscencia deElemesnedene.

- ¡Madita sea! -exclamó Covenant- Ahora quiere queconfiemos en él.

La Primera se encogió de hombros resignadamente.- ¿Qué otra opción tenemos? -Seguía a Buscadolores

con la vista túnel abajo-. Nos queda una varilla. ¿Prefieresconfiar en la eficacia de tan mermado recurso?

Linden intervino de inmediato.- No lo necesitamos. Yo puedo hacer de guía. No

necesito luz.Covenant la miró ceñudo.- Eso es terrible. ¿Adonde nos conducirás? No tienes ni

idea de donde está el Execrable.Le iba a replicar: Puedo encontrarlo. Igual que encontré

a Gibbon. Cuanto necesito es un rastro suyo.Pero entonces leyó en él con más claridad. Su enojo no

iba dirigido contra ella; lo provocaba la falta de posibilidadde elección. Y estaba en lo cierto. Hasta que su sentido de lasalud pudiera captar las emanaciones del Execrable yconcentrarse en ellas, carecería de guía eficaz que ofrecer.

Tragándose su vejación, dijo:- Lo sé. Ha sido una mala idea. -Apenas podía

vislumbrarse ya a Buscadolores. Pronto se habría perdidocompletamente de vista-. Vamos.

Page 734: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Durante un momento, Covenant la miró como si desearadisculparse y no supiera cómo al ser incapaz de descubrir elmotivo de su aquiescencia. Pero su propósito aún le impelía.Se volvió bruscamente y empezó a descender por el túnelsiguiendo al Designado.

La Primera se unió a él. Encorvado estrechó el hombrode Linden en un rápido gesto de camaraderia, urgiéndola aponerse en marcha.

Vain fue tras ellos como si el peligro no le afectara enabsoluto.

El túnel seguía en línea recta; luego, empezaron aencontrar en los muros aberturas que conducían a pasadizoslaterales. Iluminando como un avatar de luz de luna,Buscadolores tomó por la primera abertura a la izquierda,internándose en un estrecho corredor que había sidohoradado hacía tanto tiempo que la roca no parecía recordarla violencia que lo formó. El techo era bajo, y obligaba a losgigantes a caminar agachados. El resplandor deBuscadolores arrancaba destellos de los muros. Una vagasensación de amenaza crecía dentro de Linden como unamiasma. Suponía que otras criaturas del Despreciativopodían haber entrado en el túnel que ellos acababan dedejar. Pero pronto llegaron a un lugar espacioso y malolienteque parecía una sala de reuniones abandonada; y cuandotanto ella como sus compañeros la atravesaron para tomar

Page 735: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

un pasadizo más amplio, la sensación de amenaza sedesvaneció.

Siguieron más túneles, la mayoría de los cualesdescendía abruptamente. No sabía en qué se basaba elDesignado para escoger su ruta, pero lo hacía conseguridad. Quizá obtenía la información que necesitaba de lapropia montaña, ya que su pueblo había dicho que leían lossucesos de la Tierra en los picos y lomas de las Laderas dela Desapacible que circundaban Elemesnedene. Cualquieraque fuese su fuente de conocimiento, Linden sentía que losestaba guiando a través de estancias que ya no estabanhabitadas ni en actividad. Todas ellas olían a abandono ymuertos olvidados… y de alguna indeterminada forma, a ur-viles; como si aquella parte de las catacumbas hubieraestado destinada anteriormente a los productos de losDemondim. Pero ahora habían desaparecido, tal vez parasiempre. Linden no captaba olores ni ruidos de vida allí.

Ninguna vida excepto la jadeante y calamitosaexistencia de la montaña, la sentencia demasiado lentamenteejecutada para ser discernida, la intención taninmemorialmente oculta que quedaba fuera de la percepciónde los mortales. Linden sentía que estaba vagando por loscentros vitales de un organismo que la excedía en todas lasescalas… y sin embargo era demasiado viejo y ponderadopara defenderse contra el avance del mal. El Monte Truenoabominaba la ruina que habitaba en él y la utilización a que

Page 736: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sus profundidades eran sometidas. ¿Por qué otra razóncaptaba tanta cólera aprisionada en la piedra? Pero el día enque la montaña podía haber reaccionado en aras supurificación había pasado hacía siglos o milenios.

La figura de la Primera bloqueaba la mayor parte delresplandor de Buscadolores. Pero a Linden no le hacía faltapara saber que Vain seguía aún detrás de ella, o queCovenant estaba a punto de desplomarse a causa delcansancio. No obstante, parecía resuelto a continuar hastaque llegase ese momento. En bien suyo, le pidió aBuscadolores que se detuviera.

- Nos estamos matando. -Las rodillas le temblaban porla fatiga y la tensión que martilleaba en sus sienes-.Tenemos que descansar.

Buscadolores accedió, encogiéndose de hombros. Seencontraban en una tosca cámara ocupada únicamente poraire viciado y oscuridad. Casi esperaba una protesta deCovenant, pero no se produjo. Torpemente, se echó al sueloapoyando su extenuación contra una pared.

Suspirando para sí, Encorvado revolvió entre los fardosbuscando diamantina y algo de comida. Distribuyó licor yalimentos entre sus compañeros, guardando apenas para elfuturo. El futuro de la Búsqueda no tardaría en llegar, parabien o para mal.

Linden comió todo lo que le permitió su estómago, perosólo tomó un sorbo de diamantina para que no la invadiera

Page 737: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

el sueño. Después volvió a centrar su atención en Covenant.Él temblaba levemente. El resplandor de Buscadolores le

daba un aspecto pálido y fantasmal, sus ojos estabancenicientos, como los de un condenado. Su cuerpo noparecía extraer provecho alguno de la comida que habíaconsumido. Incluso la diamantina mostraba poco efectosobre él. Parecía alguien que estuviera sangrandointernamente. En la Atalaya de Kevin, había curado la heridaen su pecho con la magia indomeñáble. Pero no había podercapaz de contrarrestar la cuchillada que lo había traspasadoen los bosques de Haven Farm. Su condición física parecíaestar fundiéndose ahora con la del cuerpo que dejara atrás,con la carne desgarrada y el puñal todavía clavado entre lascostillas.

Le había confesado a ella que esto ocurriría.Pero otras señales estaban desapareciendo. No tenía

cicatrices que recordaran las heridas que había recibidocuando Joan le fue arrebatada. Y aún conservaba la barba.Ella se aferraba a tales cosas porque parecían significar quetodavía no iba a morir.

Casi gritó cuando Covenant alzó el cuchillo que habíacogido en Piedra Deleitosa y le pidió agua a Encorvado.

Sin preguntar, Encorvado vertió el agua que quedabaen un cuenco y se lo dio al Incrédulo.

Torpemente, se humedeció la barba colocándose luegoel cuchillo sobre la garganta. Sus manos temblaban como si

Page 738: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

se hallase aterrado. Mas por propia voluntad se estabaadaptando a la imagen de su muerte.

Linden se contuvo para no protestar ante aquel acto,ante la rendición que implicaba. Se comportaba como si deveras se hubiese entregado a la desesperación. Erainsoportable. Pero sólo el verle era demasiado estremecedor;no podía acusarlo ni culparlo. Distanciándose de su dolor, ledijo con una voz que todavía mostraba indicios éste:

- ¿Sabes?, esa barba no te sienta tan mal. Estáempezando a gustarme. -Le estaba suplicando.

Covenant tenía los ojos cerrados como si temiera elmomento en que la hoja pudiera cortar su piel, manejadaerróneamente por sus insensibles dedos. Pero a cada pasadadel cuchillo, sus manos adquirían mayor aplomo.

- Hice esto mismo la última ocasión que estuve aquí. Unur-vil me tiró desde una plataforma. Me hallaba lejos detodos. Aislado. Tan asustado que ni siquiera podía gritar.Pero el afeitarme me ayudó. Si me hubieses visto, habríascreído que estaba intentando cortarme la garganta de puroterror. Pero ayuda. -De algún modo evitó hacerse el menorcorte. La hoja que utilizó era tan afilada que dejó totalmentelimpia su piel-. Sustituye al valor.

Entonces, terminó. Devolviendo el cuchillo a su sitio enel cinturón, miró a Linden como si supiera exactamente loque ella había estado tratando de decirle.

- No me gusta. -Su propósito se mostraba en su voz, tan

Page 739: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

segura y fuerte como su anillo-. Pero es mejor elegir lospropios riesgos, en lugar de intentar sobrevivir a aquellosque no puedes eliminar.

Linden sintió que su corazón se oprimía y no quisocontestarle. Su rostro parecía en carne viva… aunque nohabía ninguna herida en él. Aún podía albergar esperanzas.

Gradualmente, Covenant fue recobrando fuerzas.Necesitaba mucho más descanso del que se habíaconcedido; pero estaba notablemente más estabilizadocuando se puso en pie y anunció que se hallaba dispuesto.

La Primera se acercó a él sin vacilaciones. PeroEncorvado miró a Linden como si aguardase suconfirmación. Ella vio en su mirada que estaba preparadopara demorar al grupo en beneficio de Covenant si ella lojuzgaba necesario.

La pregunta la inquietó, pero la respondiólevantándose. Si Covenant se encontraba exhausto, seríamás fácil impedirle la destrucción.

Al momento, se avergonzó de su pensamiento. Inclusoahora, cuando acababa de ofrecerle una prueba de sudeliberada aceptación de la muerte, como si desearaconfirmarle que Kevin le había dicho la verdad; inclusoahora, sentía que Covenant se merecía algo mejor que losproyectos que tenía contra él.

Silenciosamente, Buscadolores se internó con suluminosidad en el siguiente pasadizo. La Primera situó tras

Page 740: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sus hombros los escasos suministros del grupo que letocaba llevar, y desenvainó la espada. Protestando por lobajo, Encorvado se le unió. Vain miraba ausente la densaoscuridad de las catacumbas. En fila india siguieron alDesignado de los elohim.

Su ruta los continuaba llevando hacia abajo,ahondando cada vez más en los irregulares estratos hacia lasatenazadas raíces del Monte Trueno; y según la compañíadescendía, el aspecto de los túneles cambiaba. Se hicieronmás escarpados y ruinosos. En los muros aparecían agujerosproducidos por roturas, y de sus huecos, les llegabanfétidas emanaciones, distantes gemidos, helados sudores.Los pobladores invisibles se deslizaban hasta susescondrijos. El agua rezumaba por las grietas del granitogoteando como una corrosión interminable. Se alzabanextraños e hirvieníes sonidos que luego disminuían.

Con la carencia de miedo hacia piedras y montañasnatural en los gigantes, Encorvado cogió una roca deltamaño de su puño, arrojándola por uno de los agujeros.Durante largo tiempo, los ecos replicaron como un lejanogolpeteo sobre yunques.

El esfuerzo del descenso provocaba dolor y tembloresen los muslos de Linden.

Más tarde oyó realmente el débil y metálico restallar delos martillos sobre los yunques. Y apagados bramidos…ráfagas secas y cálidas de agotamiento procedentes de las

Page 741: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fraguas. Se estaban aproximando al laborioso corazón de laMadriguera de los Entes. Sonidos procedentes de fuentesimposible de identificar se adherían a su piel.,PeroBuscadolores no se inmutaba ni vacilaba; y los ruidos ytensiones que llenaban el aire se mitigaron gradualmente. Enel túnel había suciedad y azufre como si fuese el conductode ventilación de una mina de ese metaloide. Luego tambiénestos desaparecieron.

El tremendo peso de la montaña gravitaba sobre Lindenobligándola a encorvarse. Era excesivo para ella. Todo a sualrededor era áspera piedra y oscuridad. La luz deBuscadolores era fantasmal, indigna de confianza. En algúnlugar fuera del Monte Trueno el día estaba próximo a su fin;o ya había terminado, dándole al Reino el único descansofrente al Sol Ban. Pero los seres que susurraban y gemían enlas catacumbas no conocían el descanso. Podía sentir lasantiguas quejas de la piedra como remotos lamentos de losmalditos. El aire tan frío, viciado y muerto como el de unatumba. El Amo Execrable había elegido una apropiadaheredad: solamente criaturas locas y maldad podían habitaren la Madriguera de los Entes.

Luego, de pronto, los complicados pasadizos por losque Buscadolores los había conducido, cambiaron. El túnelse estrechó, convirtiéndose en una burda hendedura cuyacubierta se hallaba fuera del alcance de la percepción deLinden. Poco después, la grieta terminaba al borde de una

Page 742: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

amplia y profunda fosa. Y de ésta se desprendía un hedor acadáveres.

Tal fetidez le provocó arcadas a Linden. Covenant lasoportaba con dificultad. Pero Buscadolores se encaminódirectamente al borde de la fosa, hacia una escalera cortadaen la piedra que ascendía por el muro justamente sobre elnauseabundo abismo. Covenant se esforzó por continuar,pero antes de que hubiese subido una docena de escalonestuvo que apoyarse contra el muro. Linden sentía que lanáusea y el vértigo entorpecían sus músculos.

Envainando la espada, la Primera cogió a Covenant enbrazos, ascendiendo después tan rápidamente comoBuscadolores le permitía.

Los calambres se sucedían en el estómago de Linden. Elhedor se lanzaba sobre ella. La escalera se alargaba más alláde su comprensión; no sabía cómo afrontarla. Pero elespacio entre la luz y ella, entre Covenant y ella, seincrementaba a cada instante. Fieramente volvió supercepción hacia sí misma, eliminando los calambres de susmúsculos. Entonces se obligó a subir.

El hedor la desafiaba como el Sol Ban, urgiéndola arendirse a él… a rendirse a la oscuridad que reptabafuriosamente dentro de ella y en el exterior, incuestionable ycada vez más próxima a lograr su objetivo. Si no se oponía,podría llegar a ser fuerte, como un Delirante antes de serarrojada al fondo; y entonces ninguna muerte normal podría

Page 743: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

alcanzarla. Sin embargo se aferraba a los toscos escalones,con las manos, impulsándose hacia ellos con las piernas.Covenant se hallaba delante. Quizá ya a salvo. Y ella habíaaprendido a ser obstinada. La boca del anciano cuya vidahabía salvado en Haven Farm era tan maloliente comoaquello, pero había sabido soportar su pútrido aliento en lalucha por salvarle la vida. Aunque sus intestinos seretorcían y las náuseas le atenazaban la garganta, continuósu camino hacia el final de las escaleras y del pozo.

Allí encontró a Buscadolores, a la Primera y a Covenant.Y luz; una luz diferente a la que emitía el Designado. Serefectaba suavemente desde el pasaje situado detrás de él, ysu color era el rojizoanaranjado del fulgor pétreo. En ellaflotaban suaves burbujas como las producidas por laebullición, y lentas salpicaduras. Una emanación sulfurosase introducía en el hedor del aire.

Encorvado culminó el ascenso seguido de Vain. Lindenobservó a Covenant. Tenía el rostro pálido como la cera ycubierto de sudor; la repulsión y el vértigo le velaban losojos. Ella se volvió hacia la Primera y Buscadolores parasolicitar otro descanso.

El elohim se le adelantó. Tenía una extraña mirada, queocultaba sus pensamientos.

- Ahora durante cierto tiempo tendremos quetrasladarnos por un camino de uso común en lasMadrigueras. -El fulgor pétreo perfilaba sus hombros-. Por el

Page 744: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

momento, está abierto para nosotros… pero en brevevolverá a hallarse transitado, y nos será vedado el paso. Nodebemos detenernos aquí.

Linden quiso protestar por la frustración e impotenciaque sentía. Le preguntó directamente a la Primera:

- ¿Durante cuánto tiempo más crees que podrá resistir?La giganta se encogió de hombros. No afrontó la mirada

de Linden. Sus esfuerzos por rechazar la duda no le dejabanmucho margen para transigencias.

- Si desfallece yo le llevaré.Al momento, Buscadolores se volvió y empezó a

descender por el pasaje.Antes de que Linden pudiera objetar, Covenant inició la

marcha arrastrando los pies, tras el Designado. La Primera secolocó protectoramente delante del Incrédulo.

Encorvado miró a Linden con un gesto de resignadocansancio.

- Es mi esposa -murmuró- y la amo indeciblemente. Peroella me sobrepasa. Si mi constitución fuera como la de losotros gigantes, podría criticar su insensatez en lugar desoportar sus exageraciones. -Claramente no sentía lo queestaba diciendo; hablaba únicamente para consolar aLinden.

Pero ésta se hallaba más allá del consuelo. El hedor y elazufre, la fatiga y el peligro la estaban llevando a los límitesde su autodominio. Mascullando fútilmente, obligó a sus

Page 745: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

temblorosas piernas a ponerse en movimiento.El pasadizo se convirtió pronto en una maraña de

corredores, pero Buscadolores los surcaba sin equivocarsehacia la fuerte de la luz. La atmósfera se hizo sensiblementemás cálida, casi ardiente. Los ruidos de ebullición seincrementaron, adquiriendo una subterránea persistenciaque repercutía arrítmicamente en los pulmones de Linden.

Entonces llegaron a un túnel tan ancho como unacalzada; y el fulgor pétreo adquirió mayor brillantez. Lapiedra percutía con una agitación insondable. Delante deBuscadolores, el muro de la izquierda desapareció; un caloracre llegaba desde aquel lugar. Parecía extraer el aire delpecho de Linden tirando de ella hacia delante. Buscadolorescondujo al grupo rápidamente a la zona iluminada.

La calzada discurría bordeando un inmenso abismo. Losenormes muros estaban completamente iluminados por elfulgor pétreo; destellaban calor y sulfuro.

Al fondo del abismo ardía un lago de magma.Su ebullición hacía temblar el granito. Tremendas

erupciones eran despedidas masivamente hacia el techo paraluego desplomarse a causa de su propio peso, salpicandolos muros con una violencia que fundía y daba nueva formaa sus extremos.

Buscadolores bajaba por la calzada como si el abismono le importara. Pero Covenant se movía despacio, pegado almuro. El fulgor pétreo iluminaba sin piedad su rostro,

Page 746: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

dándole la apariencia de un lunático horrorizado y condeseos de inmolación. Linden le pisaba prácticamente lostalones a fin de hallarse próxima si la necesitaba. Habíanrecorrido la mitad del camino alrededor de la boca del abismoantes de que ella sintiera sus emanaciones con la claridadsuficiente para darse cuenta de que la aprensión deCovenant no se debía sólo al miedo causado por el calor y elvértigo. Él reconocía aquel lugar: los recuerdos batían sobresu cabeza como negras alas. Sabía que aquel caminoconducía hasta el Despreciativo.

Linden le seguía los pasos y se enojaba inútilmenteconsigo misma. Él no se hallaba en condiciones deenfrentarse al Amo Execrable. En absoluto. A ella ya no leimportaba que su debilidad pudiera disminuir la dificultad desus propias responsabilidades. No deseaba que la suerte lefuese propicia. Lo quería a él, entero, fuerte y victorioso,como se merecía. Aquella manera de precipitarse a lacondena era locura, demencia.

Jadeando a causa del calor, Covenant llegó al otro ladodel abismo, avanzó dos pasos por el corredor y se desplomóen el suelo. Linden le rodeó con sus brazos, procurandoestabilizarse también a sí misma. La terrible vehemencia dellago le quemaba la espalda. Encorvado estaba casi a puntode llegar hasta ellos. Vain varios pasos detrás.

- Debéis ser rápidos ahora -dijo Buscadolores. Su vozsonaba extrañamente apremiante-. Los Entes de la Cueva

Page 747: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

están cerca.Sin previo aviso, pasó a toda velocidad a sus

compañeros, y volvió hacia el fulgor pétreo como unrapidísimo cóndor.

Mientras se lanzaba calzada abajo, su forma perdió todasu apariencia de humanidad y asumió la de un esperpento dearena.

Con tanta contundencia como un mazo, chocófrontalmente con el Demondim.

Vain no hizo esfuerzo alguno por evitar el impacto. Perono pudo oponer resistencia. Buscadolores era la Energía dela Tierra encarnada. El impacto de la colisión hizo retumbar elcamino, enviando temblores a través de la piedra queparecían lamentos. Vain había mostrado ser más poderosoque los gigantes o las tormentas, inmune a las lanzas o alGrim del na-Mhoram. Había soportado el poder del Gusanodel Fin del Mundo y había sobrevivido, aunque su contactole hubiera costado el uso de un brazo. En solitario habíaescapado de Elemensnedene y de todos los elohim. PeroBuscadolores lo golpeó con tan concentrada fuerza que lehizo retroceder.

Dos pasos. Tres. Hasta el final del borde.- ¡Vain! -Covenant se revolvió entre los brazos de

Linden. El frenesí le dio suficientes energías paradesprenderse de ella-. ¡Vain!

Instintivamente Linden se esforzó en sujetarlo.

Page 748: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Impelida por el terror de Covenant, la Primera dejó atrása Encorvado lanzándose en persecución del Designado.

Vain recuperó el equilibrio en el límite del abismo. Susnegros ojos miraban intensamente. Una mueca de regocijoagudizaba sus perfectas facciones. Las abrazaderas de hierrodel Bastón de la Ley brillaban apagadamente bajo el calientefulgor pétreo.

No apartaba la vista de Buscadolores. Pero su brazobueno hizo un gesto de protección que obligó a la Primera aretroceder junto a su esposo, fuera de peligro.

- ¡Cáete! -rugió el Designado. Martilleaba el aire con lospuños. La roca que sostenía los pies de Vain estalló enpedazos-. ¡Cae y muere!

El Demondim cayó. Con lentitud de pesadilla sedesplomaba directamente sobre el abismo.

Al mismo tiempo, su brazo inerte embistió, golpeó comouna serpiente. Su mano derecha se cerró sobre el antebrazode Buscadolores. El Designado fue arrastrado tras él.

Rebotando contra el muro, descendían hacia el centrodel lago. El grito de Covenant los acompañó, inarticulado ysalvaje.

Buscadolores no podía librarse del agarro de Vain.Era un elohim, capaz de adoptar cualquier forma

existente sobre la Tierra. Se disolvió convirtiéndose enáguila, azotando el aire con las alas para escapar delhirviente magma. Y Vain, aferrado a una de sus garras,

Page 749: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ascendió también.Un instante después, Buscadolores se convirtió en

agua. El calor lo lanzó hacia el techo convertido en vapor yagonía. Pero Vain apretaba un puñado de humedad esencialy volvió a tirar del Designado hacia sí.

Más raudo que el pánico, Buscadolores tomó la formade un gigante empuñando con ambas manos una inmensaespada. Golpeó salvajemente la muñeca de Vain. Pero éste selimitó a asegurar su presa dejando que la hoja restallasecontra su abrazadera de hierro.

Se hallaban tan próximos a la lava que Linden apenaspodía verles a través de las llamas. Desesperado,Buscadolores adquirió la forma de una vela dejando que elcalor lo impeliese hacia arriba. Pero Vain lo sujetaba aún deforma inquebrantable.

Y antes de que hubiera alcanzado la suficiente altura, unsurtidor se alzó como una torre en su dirección. Intentóevitarla virando, pero era demasiado tarde. El magma alcanzótanto al elohim como a Vain sepultándolos en el lago.

Linden se abrazó a Covenant compartiendo sus gritos.Éste ya no se debatía.- ¡No lo comprendes! -jadeó. Toda la fuerza lo había

abandonado-. Éste es el lugar. El lugar donde los ur-viles sedesembarazan de sus fracasos. Cuando algo de lo queelaboran no funciona bien, lo arrojan ahí. Ése fue el motivode que Buscadolores… -Las palabras murieron en su

Page 750: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

garganta.Por esa razón, Buscadolores había realizado su último

intento contra el Demondim allí. Ni siquiera Vain podíaesperar sobrevivir tras aquella caída.

¡Santo Dios! Ella no comprendía cómo el elohim habíavisto tan extraordinaria amenaza en una creación de los ur-viles. Vain se había inclinado una vez ante ella… y jamás lahabía vuelto a reconocer. Le había salvado la vida… y sehabía negado a salvársela. Y después de todo ese tiempo,distancia y peligros, había desaparecido antes de encontrarlo que buscaba. Antes de que ella llegara a comprender…

Había atenazado a Buscadolores con la mano quependía de su inerte antebrazo.

Aunque otras emanaciones reclamaban su atención, fuetarda en captarlas. Había olvidado la advertencia deBuscadolores. Se apercibió demasiado tarde de losmovimientos que se producían en el pasadizo que los habíallevado hasta aquel abismo.

Recorriendo el borde de la sima, un grupo de Entes de laCueva penetraban en el fulgor pétreo.

Al menos, veinte. Erguidos sobre sus largasextremidades, eran casi tan altos corno Encorvado. Corríancon exagerada y espasmódica torpeza, como muñecos depalo. Pero su fuerza resultaba evidente: eran los cavadoresde la Madriguera de los Entes. El rojo calor de la lava refulgíaen sus ojos. La mayoría de ellos venían armados con mazos;

Page 751: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

los restantes llevaban hachas de guerra de afilados bordes.Todavía medio aturdida por el impacto de la caída de

Vain, la Primera giró sobre sus pies. Por un instante, sebamboleó. Pero la situación de sus compañeros hizo que seestabilizara. Su espada centelleó, preparada.

- ¡Huid! -gritó, y se enfrentó al ataque de los Entes de laCueva.

Covenant no hizo el menor esfuerzo por moverse.Aquéllos a quienes amaba se encontraban en peligro, y éltenía poder para protegerlos… un poder que no se atrevía autilizar. Linden captó inmediatamente su situación. Elesfuerzo de voluntad para contener la magia indomeñable,ocupaba toda su energía.

Luchó por ponerse en movimiento. Poniendo en juegotoda su determinación, comenzó a arrastrarlo túnel abajo.

Parecía carecer de peso. Sin embargo, su inercia laentorpecía. El avance resultaba fatalmente lento.

Entonces Encorvado fue en su ayuda. Comenzó ahacerse cargo de Covenant, reemplazándola.

El fragor del combate resonaba por todo el pasadizo.Linden se volvió y vio que la Primera luchaba por su vida.

Era una espadachina, una especialista en el combate.Iba cercenando con la hoja en torno de sí, a un tiempo ferozy exacta; el fulgor pétreo destellaba en el raudo hierro.Parecía que la sangre de sus atacantes se derramaba más porarte de magia que a consecuencia de la violencia, aquella

Page 752: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hoja era la varilla o el cetro mediante el cual sedesencadenaba su hechizo.

Pero la calzada era demasiado ancha como paraconstreñir a los Entes. Su envergadura era tan grande comola de ella. Y habían nacido para contender con la piedra: susgolpes tenían la contundencia del granito. La mayor parte desu esfuerzo estaba destinado a parar mazazos que lehubieran roto los brazos. Paso a paso, estaba siendoobligada a retroceder.

Basculó levemente sobre la insegura superficie y ungolpe la rozó. En su sien izquierda surgió al instante unamagulladura sangrienta. El Ente que la había golpeado sehundió en el abismo, apretándose el pecho abierto. Perootros se agolparon ante ella.

Linden miró a Encorvado. Estaba desgarrándose porcontradictorias urgencias. Sus ojos expresaban dolor,desesperación y súplica. Le había ofrecido su vida. Comoantes Tejenieblas.

No pudo soportarlo. Se merecía algo mejor.- ¡Ayuda a la Primera! -lo arengó-. ¡Yo me ocuparé de

Covenant!Encorvado se hallaba demasiado enfurecido como para

vacilar. Soltando al Incrédulo, se apresuró en auxilio de suesposa.

Linden cogió a Covenant por los hombros, y lo sacudiócon fuerza.

Page 753: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡Vamos! -gritó casi pegada a su demudado rostro-.¡Por el amor de Dios!

La lucha que mantenía consigo mismo era terrible desoportar. Podía haber borrado a los Entes de la cueva con unsólo pensamiento… y destruir el Arco del Tiempo oprofanarlo con el veneno. Estaba deseando sacrificarse.¡Pero a sus amigos! Su peligro lo desgarraba. En el lapso deun latido de corazón, ella creyó que lo destruiría todo parasalvar a la Primera y a Encorvado. Para que no muriesen porél como Vasallodelmar.

Sin embargo se contuvo… afianzando su resquebrajadoy vacilante espíritu con un dominio tan inhumano como supropósito. Se le endureció el semblante; su mirada se volviótan lúgubre y desolada como el Reino bajo la calamidad delSol Ban.

- Estás en lo cierto -musitó quedamente-. Esto espatético.

Enderezándose, comenzó a andar por el túnel.Ella le apretó la insensible mediamano y avanzó junto a

él hacia la oscuridad. Los alaridos y los golpes sonaban trasellos, repetidos por el eco y luego engullidos por laMadriguera.

Cuando el fulgor pétreo ya no llegaba hasta ellos, seencontraron en una intersección. Covenant viróinstintivamente a la derecha, pero ella le llevó hacia laizquierda por sentirla menos transitada. Casi inmediatamente

Page 754: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

se arrepintió de su elección. No los alejaba de la luz. Por elcontrario, se abría en una vasta cámara donde las grietas dela pared dejaban pasar el resplandor del lago de lava. Elazufre y el calor enrarecían el aire. Dos túneles más teníanacceso a la sala, pero no extraían el hedor acumulado.

La calzada que recorría el borde del abismo era visibleentre las hendeduras. Aquella cámara se usaba para que lospobladores de Monte Trueno pudieran vigilar el paso sin servistos.

La Primera y Encorvado ya no estaban sobre el borde.Se habían retirado por el túnel tras de Covenant y Linden. Ohabían caído. Los sentidos de Linden emitieron su alarma.Demasiado tarde; siempre demasiado tarde. Amargamente sevolvió de cara a los Entes de la Cueva que irrumpían en lasala por las tres entradas.

Ella y sus compañeros debieron haber sido detectadosdesde aquel escondrijo cuando iniciaron el camino paraatravesar el abismo. Y durante el breve tiempo en queestuvieron contemplando a Vain y Buscadolores, los Entesde la Cueva habían preparado la trampa.

En el túnel que Covenant y Linden escogieron,aparecieron la Primera y Encorvado, luchando terriblementepara llegar hasta sus amigos. Pero la mayoría de los Entes dela Cueva se apresuraron a bloquear el paso de los gigantes.La espadachina y su esposo fueron repelidos.

El inarticulado grito de Encorvado turbó el corazón de

Page 755: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Linden. Luego, tanto él como la Primera se perdieron devista. Los Entes fueron en su persecución.

Blandiendo mazas y hachas, el resto de las criaturasavanzaron hacia Covenant y Linden.

Él la empujó colocándola detrás, y dio un paso al frente.El fulgor pétreo silueteaba sus desolados hombros.

- Yo soy el que buscáis. -Su tono era tenso a causa dela contención y la magia indomeñable-. Iré con vosotros.Dejadla en paz.

Absortos e inexorables, los Entes no dieron muestra dehaberle oído. Sus ojos estaban llenos de ira.

- Si le hacéis daño -rechinó-, os despedazaré.Uno de ellos le agarró, sujetando sus dos puños con

una enorme mano. Otro alzó el mazo descargando un golpedemoledor sobre la cabeza de Linden.

Ésta se agachó. El mazo látigo rozándole el cabello, casiel cráneo. Alejándose de la pared, se abalanzó en pos deCovenant.

Los Entes de la Cueva parecían lentos y torpes. Por elmomento, no pudieron atraparla.

De algún modo, Covenant logró liberar sus muñecas.Extrayendo el cuchillo de su cinturón, empezó a darcuchilladas frenéticamente a su alrededor. Un Ente de laCueva aulló, retrocediendo. Pero la hoja se encontrabaprofundamente hundida entre las costillas de la criatura, y lamediamano de Covenant no pudo mantenerla empuñada. Así

Page 756: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

le fue arrebatado el puñal.Desarmado, se volvió hacia Linden. Sus facciones se

distendieron como si intentara gritar, ¡Perdóname…!Los Entes le rodeaban. No usaban los mazos ni las

hachas: aparentemente lo querían vivo. Le golpearon con lospuños hasta abatirlo.

Linden intentó alcanzarle. Ávida por el poder,sintiéndose inútil sin él. Sus brazos y piernas no eran armasadecuadas para luchar contra los Entes de la Cueva. Se reíancon grosería de sus esfuerzos. Salvajemente, buscó el anillode Covenant con su sentido de la salud, intentandoposeerlo. El infernal aire le obstruía los pulmones.Insondable y furiosa llegaba a través de las fisuras laebullición del lago de lava. Vain y Buscadolores habíancaído. La Primera y Encorvado no estaban allí. Covenantyacía sobre la piedra como preparado para el sacrificio. No lequedaba nada.

Aún seguía buscando cuando un golpe cayómisericordiosamente sobre el hueso situado detrás de suoreja izquierda. Al momento, el mundo se volcó y cayó en laoscuridad.

Page 757: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DIECIOCHO: No hay otro camino

Thomas Covenaní yacía en el suelo boca abajo. La durapiedra oprimía su castigada mejilla. Los golpes habíandeformado los huesos de su semblante. Aunque no deseabanada excepto paz y salvación, había llegado a ser quien eramediante la violencia… los efectos de sus propios actos. Dealgún lugar en la distancia se elevaba un gutural murmullo,funesto e incesante, como una letanía de invocación;docenas de voces repitiendo suavemente la misma palabra onombre aunque con distintas cadencias, en ritmosdiferentes. Ellos estaban todavía a su alrededor, la gente quehabía ido a inmolarlo. Se mofaban de su fracaso.

Joan se había marchado.Acaso debería haberse movido, cambiado de posición,

hecho algo para mitigar su dolor. Pero el esfuerzo estaba másallá de sus posibilidades. Toda su fuerza se había convertidoen arena y cenizas. Y nunca había sido físicamente fuerte. Sela habían arrebatado sin ningún problema. Era extraño,reflexionó vagamente, que alguien con tan escasos motivospara jactarse desperdiciara tanto tiempo tratando de creerque era inmortal. Debiera haber sido más inteligente. Diossabía que se le habían dado todas las oportunidadesimaginables para curarse de tamaña arrogancia.

Los auténticos héroes no eran arrogantes. ¿Quién

Page 758: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hubiese podido considerar arrogante a Berek? ¿O aMhoram? ¿O a Vasallodelmar? La lista seguía y seguía, ytodos eran humildes. Incluso Hile Troy había desistidofinalmente de su orgullo. Sólo gente como el propioCovenant era lo bastante arrogante para creer que el futurode la Tierra dependía de sus ciegas y falibles elecciones.Sólo la gente como él. Y como el Amo Execrable. Habíanquienes estaban capacitados para el Desprecio y optabanpor rechazarlo. Y los que no lo hacían. Linden había dichoinnumerables veces que él era arrogante.

Ésa era la razón que le obligaba a derrotar al AmoExecrable… la razón por la cual la tarea recaía sobre él.

En cualquier momento, se dijo. En cualquier momentoiba a levantarse del suelo de su casa para ir a intercambiarsepor Joan. Ya había aplazado aquello bastante tiempo. Ellano era arrogante, realmente no. No se merecía lo que le habíasucedido. Simplemente, nunca había sido capaz deperdonarse a sí misma por su debilidad, sus limitaciones.

Entonces quiso reír. Le habría hecho mucho bien reír.No era tan distinto a Joan después de todo. La únicadiferencia real era que él había sido convocado al Reinocuando éste aún tenía posibilidad de ser sanado… y cuandoél aún tenía posibilidad de saber qué significaba. Estabacuerdo, si es que lo estaba, por gracia y no por virtud.

En cierto sentido, ella era arrogante en la actualidad.Concedía excesiva importancia a sus propios errores y

Page 759: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fracasos. Ella nunca había aprendido a olvidarlos.Tampoco él había aprendido aquella lección. Pero lo

estaba procurando. Santo Dios, lo estaba procurando. Encualquier momento, iba a reemplazarla en el fuego del AmoExecrable. Iba a permitir que todo ocurriese.

Pero de alguna manera el suelo le provocabaincertidumbre. La murmurante invocación que llenaba susoídos, pulmones y huesos repetía un nombre que no parecíacorresponder al Despreciativo. Aquello le sorprendió, e hizoque respirara con dificultad. Había olvidado algo.

Abrió los ojos débilmente, parpadeando ante las nubesde su visión, y recordó dónde se encontraba.

Entonces pensó que posiblemente le fallaría el corazón.Las contusiones percutían en su cerebro. Le habían sidocausadas por los Entes de la Cueva y no por los captores deJoan. No le quedaba mucho tiempo de vida.

Yacía próximo al centro de una vasta caverna de toscasparedes y techo irregular. El aire apestaba por la densidaddel fulgor pétreo, que se propagaba desde piedrasespeciales enclavadas en los muros a desiguales intervalos.La cueva tenía un trazado aproximadamente oval; por ambosextremos se estrechaba en lóbregos e inaccesible túneles. Elolor del fulgor pétreo se hallaba mezclado con un matiz devieja destrucción… una podredumbre tan vieja que casi sehabía purificado.

Procedía de un ancho y elevado túmulo cercano.

Page 760: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Parecía un sepulcro, como si algo digno de reverencia sehallara enterrado allí. Pero estaba enteramente compuestopor huesos. Millares de esqueletos apilados en un mismositio. La mayor parte de ellos llevaban tanto tiempo en aquellugar que se habían convertido en un polvillo fino ygrisáceo, ya sin interés incluso para los gusanos. Pero lossituados en la cumbre del túmulo eran más recientes.Ninguno de los esqueletos estaba entero: todos habían sidorotos al morir o bien desmembrados con posterioridad. Lehabían quitado la carne incluso a los más recientes. Noobstante, algunos de ellos aún rezumaban desde lostuétanos.

No eran huesos humanos, ni de ur-viles. Debíanpertenecer a Entes de la Cueva. Aparentemente, las criaturasque la Primera y Encorvado habían matado ya habían sidoagregadas al túmulo.

El murmullo seguía sin descanso, como si docenas ocentenares de predadores estuvieran regañando entre sí.Sentía aquel sonido como un toque de pánico en suscentros vitales. Algún nombre estaba siendo continuamenterepetido, susurrado y murmurado en todos los tonos ycadencias, pero no podía distinguir cuál. El calor, el sonido yel fulgor pétreo oprimían los doloridos huesos de su cabeza.

Se hallaba rodeado de Entes. La mayor parte de ellos seagazapaban cerca de los muros, las rodillas les llegaban a laaltura de las orejas, sus ardientes ojos fulguraban. Otros

Page 761: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

parecían danzar en torno al túmulo, como desgarbadascigüeñas sobre sus altas patas. Sus manos atacaban el airecomo espadas. Todos murmuraban y murmuraban, mágicose hipnóticos. No tenía idea de lo que estaban diciendo, nidurante cuanto tiempo más sería arrullado, aprisionado.

Estaba asustado, tan asustado que su miedo le otorgóuna especie de lucidez. No temía por sí mismo. Habíaencontrado aquel terror especial en el Fuego Bánico y lohabía quemado para purificarse. Aquellas criaturas no eranmás que Entes de la Cueva, los hijos de mente débil yvoluntad manipulable del granito del Monte Trueno, y elAmo Execrable los gobernaba desde hacía tiempo.Difícilmente podía esperarse de ellos que se interpusieranentre Covenant y el Despreciativo. Aunque el camino paraconseguir aquello era arduo, su propósito permanecíaintacto.

En un pequeño espacio libre junto a un muro estabasentada Linden. La vio con la precisión de su pánico.Apoyaba el hombro derecho contra la piedra. Se sujetaba laspiernas con los brazos, oprimiéndolas contra su pecho comouna niña abandonada. Tenía la cabeza agachada; el cabellole caía hacia delante ocultando su rostro. Pero un lado delcuello le quedaba al descubierto. Destellaba, pálido yvulnerable, bajo la iluminación rojizoanaranjada.

Negra contra la palidez, la sangre seca manchaba supiel. Se extendía en un coagulado reguero que bajaba desde

Page 762: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

la parte posterior de su oreja izquierda hasta el cuello de sucamisa.

¡También ella…! Un doliente espasmo le recorrió.También ella se había visto devuelta a la condición física delcuerpo que abandonara en los bosques situados detrás deHaven Farm.

No les quedaba mucho tiempo.Hubiera gritado si hubiera tenido las fuerzas necesarias.

No quedaba mucho tiempo… para gastarlo de aquella forma.Deseaba estrecharla entre sus brazos, hacerle comprenderque la amaba… y que ni la muerte ni la amenaza del desastrepodían profanar lo que significaba para él. Lena habíanintentado consolarle en cierta ocasión cantando: El alma endonde las flores crecen sobrevive. Deseaba…

Pero quizá el golpe que había recibido fuera más fuertede lo que se habían propuesto, y también ella estuviera apunto de morir. Asesinada como Soñadordelmar por intentarsalvarlo. E incluso aunque no muriera, podía creer en sudesesperación que lo había perdido. En Andelain, Elena lehabía dicho: Cuida de ella para que al final puedacurarnos a iodos. En eso también había fracasado como entantas otras cosas.

Linden. Trató de pronunciar su nombre, pero no brotósonido alguno. Un espasmo de frustración distorsionó surostro, haciendo palpitar las contusiones. Desdeñando eldolor y la terrible fatiga, apoyó los codos tratando de hacer

Page 763: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

palanca contra el suelo.Un pie brutal pinchó su espalda, acercándolo a la pila

de huesos. Jadeando, alzó la vista para encontrarse con lamaliciosa y torcida mirada de un Ente de la Cueva.

- ¡Quieto, desventurado! -escupió la criatura-. El castigose aproxima. ¡El castigo y el apocalipsis! No tengas prisa.

Con una grotesca cabriola de sus desgarbadosmiembros, volvió a los murmullos y a las danzas.

Covenant luchó por recobrar el aliento, y se volvió delado para mirar nuevamente a Linden.

Estaba ahora de cara a él, se había vuelto cuando elEnte de la Cueva habló. De su rostro habían huido la sangrey la esperanza. La mirada que le dirigió contenía un reprochey una muda plegaria. Tenía las manos inútilmenteentrelazadas. Los ojos tan sombríos y hundidos comoheridas.

Debía tener la misma apariencia que cuando siendo niñaestuvo encerrada con su padre en el desván mientras ésteagonizaba.

Luchó para recuperar su voz, para gritar su nombre através de la múltiple invocación de los Entes de la Cueva.Pero ella no pareció oírle. Lentamente, fue reclinando lacabeza, arrastrando la mirada hasta sus inertes manos.

No podía alcanzarla. Apenas si sabía de dónde extraer lafuerza necesaria para sostenerse. Y los Entes no permitiríanque se moviera. No tenía otra forma de combatirlos salvo su

Page 764: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

anillo… la magia indomeñable que le era imposible utilizar.Ambos estaban totalmente aprisionados. Y no había nombreque ninguno de los dos pudiera pronunciar en demanda deayuda.

Ningún nombre excepto el del Despreciativo.Covenant esperaba como si estuviera loco que el Amo

Execrable actuara con rapidez.Pero quizá el Amo Execrable no lo hiciera. Tal vez

permitiera que los Entes de la Cueva actuaran libremente,esperando obligar a Covenant a usar de nuevo el poder. Talvez no entendía… era incapaz de hacerlo, la firmeza de lanegativa de Covenant.

La gutural salmodia de los Entes estaba cambiando, lasincesantes y variadas repeticiones se acercaban al unísono.Una criatura inició una inflexión un poco más aguda, unacadencia más específica; y sus vecinos inmediatosadoptaron el mismo ritmo. Ente por Ente, la unisonancia sepropagó hasta que el nombre invocado llegó a Covenant,sorprendiéndolo, haciendo que se estremeciera alarmado.

Conocía aquel nombre.Lombrizderroca Babeante.Hacía más de tres milenios, Lombrizderroca Babeante,

también llamado Drool Piedracaliente, de los Entes de laCueva encontró el perdido Bastón de la Ley… y concebió eldeseo de gobernar la Tierra. Pero le faltaban losconocimientos necesarios para manejar lo que había

Page 765: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

encontrado. Por engaño o estupidez, se dirigió alDespreciativo en busca de sabiduría. Y el Amo Execrable loutilizó para sus propios propósitos.

Lombrizderroca Babeante.Primero persuadió a Babeante para que convocase a

Covenant, tentándolo con promesas de oro blanco. Despuésse lo arrebató rápidamente, y envió al Incrédulo al Concejode los Amos. Y los Amos respondieron desafiando el poderde Babeante. Penetraron sigilosamente en la madriguera delos Entes, le quitaron el Bastón de la Ley, e invocaron a losLeones de Fuego del Monte Trueno para destruirlo.

Contando con tales medios, se creyeron victoriosos.Pero no habían hecho otra cosa que ponerse en manos delDespreciativo. Desembarazándole de Babeante, le habíanpermitido el acceso al funesto instrumento que deseaba… laPiedra Illearth. Y desde aquel momento, los Entes de laCueva se vieron forzados a servirle como marionetas.

Lombrizderroca Babeante.El nombre vibraba como ácido en el aire. El fulgor pétreo

oscilaba. Todos los Entes se quedaron inmóviles. Sus ojosde lava fijos en aquello que estaban invocando.

Al lado de Covenant una fantasmal luminosidadcomenzó a filtrarse a través de la pila de huesos. Enfermizasllamas rojas se arrastraron como un fuego de ciénagaalrededor del túmulo. Los fragmentos de huesos parecíanondularse y fundirse como si formaran parte de una

Page 766: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

alucinación.Súbitamente, dejó de considerar que aquellas criaturas

servían al Despreciativo.Lombrizderroca Babeante.- Covenant. -La voz de Linden le llegó entre las

resonancias de aquel nombre. Ella había vuelto a sí mismaimpelida por aquello que los Entes de la Cueva estabanhaciendo-. Ahí hay algo… -Luchaba denodadamente pordominar su desesperación-. Lo están volviendo a la vida.

El desaliento de Covenant aumentó. No dudaba de ella.La Ley que protegía a los vivos había sido rota. Cualquierhorror situado detrás de la barrera de la muerte podía serinvocado ahora si se tenía voluntad… y poder. El túmulobullía entre llamas y destellos como un monstruoso capullo,marchito y sucio en la convulsión del nacimiento.

Entonces uno de los Entes se movió. Cruzó entre losinvocantes y se acercó a Covenant.

- Levántate, desventurado -exigió. Sus ojos eran tansalvajes como su gesto-. Levántate para la sangre y eltormento.

Covenant levantó la mirada hacia él, pero no obedeció.- ¡Levántate! -rugió la criatura. Con una mano que

parecía una espátula agarró el brazo de Covenant y casi lodislocó al tirar para ponerlo en pie.

Covenant rechazó el dolor y el pánico.- ¡Te arrepentirás de esto! -Tenía que gritar para hacerse

Page 767: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

oír. La invocación golpeaba en su pecho-. ¡El Execrable mebusca! ¿Crees que podéis desafiarlo y conseguir lo quequeréis?

- ¡Ah! -masculló el Ente de la Cueva como si estuvierapróximo al éxtasis-. ¡Somos demasiado astutos! No nosconoce. Hemos aprendido. Aprendido. Se cree tan sabio. -Durante un momento todas las voces compartieron sudesprecio. ¡Lombrizderroca Babeante!-. Está ciego. Creeque no te hemos encontrado. -La criatura produjo undemente chasquido en lugar de reír.

Luego, obligó a Covenant a volver la cabeza hacia eltúmulo. Linden pronunció su nombre, gimiendo. Él oyó elgolpe sordo cuando una de las criaturas la silenció. Su brazoestaba atenazado por unos dedos capaces de triturar lapiedra.

Las llamas empezaron a retorcerse como demonios através del túmulo, proyectando su angustia hacia el techo dela cueva.

- ¡Testigos! -rechinó el Ente-. ¡El Túmulo del Ente!La invocación tomó un timbre de salacidad.- Hemos servido y servido. Siempre hemos servido:

limpiando, proporcionando comida, sacrificándonos. Yninguna recompensa. Haced esto. Haced aquello. Excavad.Corred. Morid. Y ninguna recompensa. ¡Ninguna!

»Ahora él va a pagar. ¡Castigo y apocalipsis!.La virulencia de los Entes de la Cueva penetraba en

Page 768: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant. Los músculos de su brazo estaban siendoestrujados. Pero cerró su mente a cualquier cosa. Tratandode encontrar un camino para salvar la vida de Linden, no yala suya propia. Protestó ásperamente:

- ¿Cómo? ¡Es el Despreciativo! ¡Os arrancará el corazón!Pero los Entes estaban más allá del terror.- ¡Testigos! -Repitió el captor de Covenant-. Mirad esto.

Fuego. ¡Vida! ¡El Túmulo del Ente Lombrizderroca Babeante!Lombrizderroca Babeante, martilleaba el cántico.

¡Lombrizderroca Babeante!- De los muertos. Nosotros hemos aprendido. La

matanza. El Sol Ban. El quebrantamiento de la Ley. ¡Lasangre de los desventurados! -Casi saltó provocado por suapasionamiento-. ¡Tú!

Con la mano libre empuñó una larga esquirla de piedrasemejante a una daga.

Continuando su letanía, gritó:- ¡La sangre otorga poder! ¡El poder otorga vida!

¡Babeante tomará el anillo! ¡Con el anillo aplastará alDespreciativo! ¡Los Entes de la Cueva serán libres! ¡Castigoy apocalipsis!

Blandiendo la esquirla ante el rostro de Covenant,añadió:

- Pronto. Tú eres el desventurado. Otorgador de ruina.Tu sangre se verterá sobre el Túmulo del Ente. -Un lado dela esquirla acarició la tensa mejilla de Covenant-. Pronto.

Page 769: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant escuchó el jadeo de Linden, como si lecostara trabajo respirar.

- Los huesos… -dijo. Él retrocedió, temiendo quevolviesen a golpearla. Pero ella repitió el intento para que élla oyera-. Los huesos…

El esfuerzo disminuía su voz; pero Covenant no teníaidea de lo que pretendía darle a entender.

Las llamas que se arrastraban por el túmulo provocabanun hormigueo en su piel; no obstante, era incapaz de apartarla mirada de ellas. Quizá todo lo que había valorado ocomprendido era falso, suscitado por el Execrable. Quizás elFuego Bánico había sido corrompido esencialmente para queno le proporcionara ninguna clase de caámora fiable. ¿Cómopodía saberlo? No podía ver.

El dolor del brazo le producía mareos. Tenía la impresiónde que el fulgor pétreo escupía calor rojizoanaranjado paraalimentar el fuego del Túmulo del Ente. Había perdido a laPrimera, a Encorvado y a Vain; incluso había perdido aAndelain. Y ahora se hallaba a punto de perder su vida y lade Linden y todo lo demás porque no existían caminosintermedios, ni magia indomeñable, sin ruina. Ella estabasusurrando su nombre, pero aquello no constituía ningunadiferencia.

Su equilibrio disminuyó, y se encontró mirandovacíamente la piedra sobre la que estaba. Era la única partedel suelo que había sido tallada. El Ente de la Cueva lo había

Page 770: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

situado en el centro de una depresión circular en forma dejofaina. Su somero contorno había sido alisado ypulimentado para que reflejara el fulgor pétreo que lorodeaba como metal bruñido.

De debajo de sus pies, un estrecho conducto se dirigíadirectamente bajo el sepulcro. Un conducto para canalizar susangre hacia los restos de los huesos de LombrizderrocaBabeante. El fuego se elevaba ansiosamente hacia el techo.

De pronto, la invocación cesó, extirpada del aire como sihubiera sido cercenada por una espada. Tan súbito silenciopareció dejarle sordo. Alzó bruscamente la cabeza.

La esquirla estaba preparada para hundirse como uncolmillo en medio de su pecho. Aseguró los pies, y se abrazóa sí mismo para tratar de protegerse, haciendo un últimoesfuerzo por su vida.

Pero el golpe no fue asestado. El Ente de la Cueva no loestaba mirando. Ninguna de las criaturas lo miraba.Alrededor de la cueva, se agitaban enhiestas a causa de lacólera y el terror.

Un instante después, Covenant recobró la capacidad deoír mientras el fragor del combate resonaba al otro lado delTúmulo del Ente.

La Primera y Encorvado luchaban en el interior de lacueva.

Estaban solos, pero atacaban con la potencia de unejército.

Page 771: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La sorpresa los hacía momentáneamente irresistibles.Ella había sido golpeada y estaba débil, pero la espadafulguraba en sus manos como un relámpago carmesí,descargándose con la contundencia del trueno. Los Entescaían bajo ella como las espigas de trigo bajo la tormenta.Encorvado la seguía empuñando un hacha de guerra en cadamano y luchaba como si no estuviera herido ni le fuera difícilrespirar. Su camisa mostraba marcas brillantes allí donde lacota había desviado los golpes; y coágulos de sangre secadonde los mazos la aplastaron contra la carne. El esfuerzohacía que sus miembros y semblantes resplandecieran.

Los Entes de la Cueva se arracimaron contra ellosfrenéticamente.

Las criaturas estaban demasiado encolerizadas paracombatir con eficacia. Se entorpecían entre sí, bloqueandosus propios esfuerzos. La Primera y Encorvado llegaron amitad de camino del Túmulo del Ente antes de que lasuperioridad numérica los frenara.

Pero allí cambió el signo del combate. La desesperacióninfundía ánimos a los Entes. Y la magnitud de la cuevapermitía que los rodearan asaltándolos por todos lados.Aquel intento de rescate había sido valeroso pero estabapredestinado al fracaso. En cuestión de segundos seríanaplastados.

Previendo su oportunidad, las criaturas cambiaron deactitud, y actuaron con menos salvajismo. Aquella fuerza

Page 772: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

que excavaba montañas iba descargando golpes queobligabán a Encorvado y la Primera a combatir espaldacontra espalda para protegerse, para sobrevivir.

El captor de Covenant volvió a encararse con él. Susojos de lava desprendían llamas y furia. El fulgor pétreodestelló contra la esquirla cuando levantó el brazo paraacabar con la vida de Covenant.

Enronquecida por el pánico y la intuición, Linden gritó:- ¡Los huesos! ¡Apoderaos de los huesos!Al momento, una de las criaturas la golpeó con tal

violencia que se desplomó dentro de la jofaina a los pies deCovenant. Quedó allí inconsciente y retorcida. Él temió quele hubiera roto la espalda.

Pero los Entes de la Cueva la habían comprendido,aunque no Covenant. Un sonido similar al llanto atravesó elfragor de la lucha. Ahora combatían con redoblado fervor.La esquirla que amenazaba al Incrédulo osciló cuando elEnte dirigió su mirada temerosa hacia la batalla.

Covenant no podía ver a la Primera ni a Encorvado através el encarnizado forcejeo. Pero súbitamente su grito seelevó hasta el techo… el toque de trompeta de unaespadachina reuniendo sus últimos recursos:

- ¡Piedra y Mar!Y el tropel de Entes de la Cueva pareció romperse como

si se hubiera producido una detonación. Abandonando aEncorvado, se abrió paso entre las criaturas, apartándolos

Page 773: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de sus brazos y hombros como si fueran cascotes. Con unsurtidor de sangre, cubrió su camino hasta el Túmulo delEnte.

Encorvado podía haber sido asesinado entonces. Perono lo fue. Sus hostigadores se arrojaron en pos de laPrimera. Sus hachas se clavaron en sus espaldas mientras élseguía a su esposa.

El llanto se tornó grito cuando ella alcanzó el túmulo.Cogiendo un hueso, giró para hacer frente a sus

atacantes. El hueso ardía como un ascua, pero sus dedos degiganta soportaron el dolor sin ceder.

Instantáneamente, todas las criaturas quedaronparalizadas. El silencio cubrió sus gritos; el horror bloqueósus extremidades.

Encorvado extrajo un hacha de la espalda de uno de losEntes, alzando sus armas para rechazar cualquier golpe. Peroninguno llegó. Lo ignoraban. Recobrando el aliento,atravesó la masa hacia la Primera. Ningún Ente se movió.

Llegó cojeando al lado de ella, dejó caer una de lashachas, y cogió otro de los ardientes huesos. La paralizaciónde los Entes de la Cueva se acentuó sin el concurso de susvoluntades. Sus ojos imploraron. Algunos empezaron atemblar con escalofríos de pánico.

Al amenazar el túmulo, la Primera y Encorvado habíanpuesto en peligro la única cosa que les había dado aaquellas criaturas el valor suficiente para desafiar al Amo

Page 774: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Execrable.Covenant se debatió contra su guardián, intentando

alcanzar a Linden. Pero el Ente de la Cueva no lo soltó; semantuvo ajeno a sus esfuerzos… hechizado por el terror.

Inclinándose, la Primera limpió la sangre de su hoja en elcuerpo más inmediato. Luego envainó la espada y cogió unsegundo hueso. El fuego se derramaba de sus manos, perono le prestaba atención.

- Ahora -jadeó entre dientes-. Ahora liberaréis al Amigode la Tierra.

El Ente de la Cueva cerró los dedos alrededor del brazode Covenant y no se movió. Varias criaturas situadas en loslímites de la muchedumbre se agitaron levemente,lamentándose.

Linden se encogió de repente. De un impulso, seimpelió fuera de jofaina. Cuando consiguió ponerse en pie,se tambaleó y tropezó como si el suelo se estuvierainclinando. No obstante, supo mantener el equilibrio dealguna manera. Sus ojos brillaban de furia y desesperación.Había sido presionada en exceso. Casi balanceándose, pasópor detrás de Covenant.

Entre los Entes que se agrupaban allí, encontró un mazoque alguno de ellos había perdido. Era tan pesado que casino podía levantarlo. Empuñándolo con ambas manos, lo alzódel suelo elevándolo por encima de su cabeza, paradescargarlo sobre la muñeca de la criatura que sujetaba a

Page 775: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant.Se oyó un apagado chasquido. Los dedos del Ente

quedaron separados de su brazo.La criatura aulló. Locamente, blandió la esquirla para

hundirla en el rostro de Linden.- ¡Detente! -La orden de la Primera resonó en toda la

cueva. Colocando un pie en el túmulo, se afirmó paradiseminar de una patada el polvo y los huesos sobre elsuelo.

El Ente quedó paralizado por un renovado espanto.Lentamente, ella retiró el pie. Un débil suspiro de alivio

se difundió alrededor de los muros de la cueva.El dolor pinchaba a través del codo de Covenant,

clavándose en su hombro. Por un momento, temió serincapaz de resistirlo. La presa del Ente le había dañado elbrazo; la sangre percutía en su interior como si fuera ácido.La cueva parecía rugir en sus oídos. No distinguía más ruidoque el de la dificultosa respiración de Encorvado.

Pero tenía que aguantar, tenía que moverse. Losgigantes lo merecían. Linden y el Reino lo merecían. Nopodía permitirse semejante desaliento. Únicamente se tratabade dolor y vértigo, para él tan familiares como una viejaamistad. No tenían poder sobre él a menos que estuvieraatemorizado… a menos que se permitiera estar atemorizado.Si lograba dominar a su corazón, incluso la desesperaciónera tan buena como la valentía o la fuerza.

Page 776: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ese era el centro, el punto de quietud y certidumbre.Descansó brevemente. Entonces permitió que el tormentoque sufría su brazo lo impeliera fuera de la jofaina.

Linden fue hacia él. Su contacto hizo que el cuerpo deCovenant temblara; pero en su interior no perdió elequilibrio. Ella podría detenerlo si evidenciaba que estabaequivocado. Juntos avanzaron hacia los gigantes.

Encorvado no levantó la vista de su jadeo. Sus labiosestaban manchados por una roja saliva; aquellos esfuerzoshabían desgarrado algo en su interior. Pero la Primera recibióa Covenant y a Linden con un gesto de saludo. Tenía lamirada tan penetrante como la de un halcón.

- ¡Me alegro de veros! -murmuró-. No creía volver aencontraros con vida. Ha sido una suerte que estas torpescriaturas no miraran hacia atrás con demasiada frecuencia.Por eso nos fue posible seguirlas cuando nos libramos denuestros perseguidores. ¿Qué horrendo rito pretendíanpracticar contra ti?

Linden contestó por Covenant.- Estaban tratando de hacer volver de entre los muertos

a un antiguo líder. Está enterrado ahí debajo, en algunaparte. -Hizo un gesto indicando el Túmulo del Ente-. Quierenla sangre y el anillo de Covenant. Creen que ese líder losliberará del Execrable. Tenemos que salir de aquí.

- Sí -masculló la Primera. Calculaba con la mirada elnúmero de Entes de la Cueva-. Pero son demasiados. No

Page 777: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

podemos vencerlos en combate abierto. Tendremos queconfiar en la inviolabilidad de estos huesos.

Covenant creyó oler levemente a carne quemada. Perocarecía del sentido de la salud y no podía calibrar lagravedad de las quemaduras que se estaban produciendo enlas manos de los gigantes.

- Esposo mío -dijo apretando los dientes la Primera-,¿nos dirigirás?

Encorvado asintió. Una tos repentina llevó más sangrea sus labios. Pero supo sobreponerse. Cuando alzó lacabeza, la mirada que había en sus ojos era tan fiera como lade ella.

Con un hueso, llameante como una tea, en una mano yun hacha en la otra, comenzó a andar hacia la salida máspróxima de la cueva.

Al momento, un gruñido cortó el aire, procedente demuchas gargantas. Un espasmo corrió a través de los Entesde la Cueva. Los que estaban más lejos del Túmulo del Enteavanzaron lo suficiente para bloquear el camino deEncorvado. Oíros apretaron las manos sobre sus armas.

- ¡No! -le gritó Linden a Encorvado-. ¡Regresa!Él retrocedió. Cuando llegó al túmulo, los Entes

volvieron a paralizarse.Covenant miró parpadeando a Linden. Sentía

demasiado vértigo para pensar. Sabía que debía comprenderlo que estaba ocurriendo. Pero eso no cambiaba nada.

Page 778: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¿Qué dices, Escogida? -preguntó aceradamente laPrimera-. ¿Estamos atrapados aquí para siempre?

Linden contestó dirigiéndole una mirada a Covenant,una súplica para que recobrase su valor. Después,bruscamente, cruzó los brazos sobre su pecho y se alejó deltúmulo.

La Primera articuló una seca advertencia. La cabeza deLinden mostró su vacilación al moverse de un lado a otro.Pero ella no se detuvo. Deliberadamente, se internó entre losEntes de la Cueva.

Estaba sola, y era pequeña y vulnerable en medio deellos. La valentía de su acto no era una defensa; cualquierEnte podía haberla abatido de un solo golpe. Pero ningunoreaccionó. Pasó casi rozándolos entre dos de ellos, dejóatrás a un abrumado grupo y caminó hasta medio camino dela salida. Sus ojos permanecían fijos en Encorvado y laPrimera… y en los huesos y la Tumba del Ente.

Mientras avanzaba, levantó la cabeza, aumentando suaudacia. La fuerza de su percepción la fortalecía. Con menostemor, regresó de nuevo junto a sus compañeros.

El fulgor pétreo ardía en los ojos de Covenant. LaPrimera y Encorvado tenían la mirada puesta en ella.

Con voz áspera, les explicó:- No se moverán mientras amenazáis el túmulo. Lo

necesitan. Es su razón… la única respuesta que hanconseguido. -Entonces vaciló; y su mirada se hizo oscura

Page 779: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

ante las implicaciones de lo que estaba diciendo-. Ése es elmotivo por el que no nos permitirán sacar de aquí ni un solohueso.

Durante un momento, tan acuciante como angustioso,la Primera pareció abatida, superada por todas las cosas queya había perdido y por las que aún tenía que perder.Honninscrave y Soñadordelmar habían ocupado un puestoimportante en su corazón. Encorvado era su esposo.Covenant, Linden y la vida era inapreciables. Su fortaleza serompió, mostrando una herida desnuda. Sus padres habíandado la vida por ella, y se había convertido en quien eradebido a la aflicción.

Pero seguía siendo la Primera de la Búsqueda, elegidapor su capacidad para adoptar duras decisiones. Casi deinmediato, su semblante volvió a ser el de siempre. Susmanos se apretaron como si anhelaran el fuego de loshuesos.

- Entonces -respondió estoicamente-, deberé quedarmeamenazando esta pila para que vosotros podáis partir. -Desdeñó el nudo de dolor que le atenazaba la garganta-.Encorvado, tú debes acompañarlos. Tendrán necesidad detu fuerza. Y yo necesito creer que vives.

Ante aquello, Encorvado se deshizo en un espasmo detos. Pasó un momento antes de que Covenant se dieracuenta de que el deformado gigante estaba intentando reír.

- Esposa mía, estás bromeando -dijo al fin-. He

Page 780: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

encontrado mi propia respuesta al problema. La Escogida hadecidido que me quede a tu lado. No creas que las cancionesque los gigantes dedicarán a este día serán exclusivamenteen tu honor.

- ¡Soy la Primera de la Búsqueda! -le replicó-. Ordeno…- Eres Martilla Pintaluz, la esposa de mi corazón. -Su

boca estaba ensangrentada; pero sus ojos brillaban-. Estoyorgulloso de ti más allá de lo soportable. No degrades tugran valor con estupidez. Ni Amigo de la Tierra ni laEscogida tienen la menor necesidad de mi compañía. Sonquienes son… y no fracasarán. Te juré amor y lealtad, y lomantendré.

Ella lo miró como si estuviera a punto de llorar.- Morirás. Lo he soportado todo hasta romperme el

corazón. ¿También deberé soportar eso?- No. -La piedra parecía girar y debilitarse alrededor de

Covenant como si el Monte Trueno estuviera al borde de ladisolución; pero él se aferraba al centro de su mortalidad yse mantenía seguro, una aleación de carne humana yhuesos, de veneno y magia indomeñable, de vida y demuerte-. No -repitió cuando la Primera y Encorvadoenfrentaron su mirada-. No hay razón para que ninguno devosotros muera. Esto no durará mucho. Kiril Threndor nopuede estar muy lejos. Todo lo que tengo que hacer es llegarallí. Entonces todo acabará, de una u otra forma. Lo quedebéis hacer es aguantar hasta que lo encuentre.

Page 781: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Entonces Encorvado rió, y su rostro reflejó alegría.- ¡Eso es, esposa mía! -exclamó-. ¿No he dicho que ellos

son quienes son? Acepta que me quede a tu lado, y me darépor satisfecho. -Súbitamente dejó caer el hacha y,extrayendo su última rama la encendió en el Túmulo del Ente,pasándole la chisporroteante antorcha a Linden-. ¡Partid! -dijo exultante- o me desharé en lágrimas ante la muestra detan gran valor. No temáis por nosotros. Resistiremos yresistiremos hasta dejar asombrada a la propia montaña, yaún después resistiremos. ¡Partid he dicho!

- Sí, partid -gruñó la Primera como si estuvieseencolerizada; pero las lágrimas contradecían su tono-.Quiero tener la ocasión de instruir a este Encorvado en laobediencia que se le debe a la Primera de la Búsqueda.

Covenant quiso decir algo, pero ninguna palabra salióde él. ¿Qué podía decir? Había hecho sus promesas hacíamucho tiempo, y ellas lo compendiaban todo. Se frotó losojos con el dorso de las manos para aclarar su visión.Después se volvió hacia Linden.

Si hubiera podido hablar le habría rogado que sequedara con los gigantes. No había olvidado el impacto desu intervención en los bosques situados detrás de HavenFarm. Y entonces no la amaba aún. Ahora todas las cosasestaban multiplicadas por la magnitud del pánico. No sabíacómo preservar los restos de su dignidad, por no mencionarla pureza del valor o la convicción, si ella lo acompañaba.

Page 782: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero su aspecto lo silenció. Parecía estar desconcertaday perceptiva, asustada y llena de valor; aterrorizada por losEntes de la Cueva y el Amo Execrable, y ávida de unaoportunidad de enfrentarse a ellos; mortal, valiosa eirreductible. Su rostro había perdido su impuesta severidad;ahora era, a pesar del agotamiento y la tensión, tan dulcecomo su boca y sus ojos. Pero su estructura esencialpermanecía intacta, indomable. La triste herencia de suspadres la había llevado a ser lo que era… pero lo más tristede todo radicaba en que no había llegado a entender hastaqué punto la había transformado aquella herencia; habíahecho de ella algo necesario y admirable. Merecía mejorfuturo del que le aguardaba. Pero él no tenía otra cosa queofrecerle.

Ella le mantuvo la mirada como si deseara competir conél… y temiera no poder hacerlo. Luego apretó la antorchacon más fuerza y se dirigió a la masa formada por los Entesde la Cueva, pasando entre ellos.

Los había intuido con toda exactitud: la más mínimaamenaza al Túmulo del Ente excedía cualquier otraconsideración. Cuando Covenant se separó de la Primera yEncorvado, un ronco murmullo acentuó el fulgor pétreo.Varios Entes de la Cueva cambiaron de postura y alzaron susarmas. Mas la Primera situó un pie mostrando el propósitode empezar a desmontar el túmulo y las criaturas quedaronrígidas de nuevo. Covenant dejó que el agotamiento, el dolor

Page 783: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

y el pánico lo llevaran, en lugar de la esperanza, hasta laentrada de la cueva.

- ¡Que la suerte te acompañe, Amigo de la Tierra! -susurró la Primera a sus espaldas, como si estuviera más alláde toda duda-. Ten fe, Escogida. La débil carcajada deEncorvado sonó rota y desgastada, pero acompañó aCovenant y a Linden como una afirmación de alegría.

Manteniéndose con dificultad en pie, Covenant se abriópaso por entre los Entes de la Cueva. Las miradas de éstosdestellaban por la cólera y el desconsuelo, pero no corrieronel riesgo de golpearlo. La caverna se estrechaba al final enun túnel, y Linden aceleró el paso. Él hizo todo lo que pudopara no retrasarse. La vulnerable zona entre los omoplatosparecía sentir que los Entes se volvían para arrojarle susmazos; pero confió en los gigantes y no miró atrás. Pocodespués, dejó el fulgor pétreo a sus espaldas. La antorchade Linden le condujo nuevamente a la oscuridad de lascatacumbas.

En la primera intersección giró como si supiese adondese dirigía. Covenant llegó junto a ella, y puso una mano ensu brazo para hacer que anduviera más despacio. Accedió,pero continuó comportándose como si estuviera siendoacosada por alas invisibles en la interminable medianochedel Monte Trueno. Mientras rastreaba con sus sentidos elcamino que debían recorrer detectando el peligro o el rumbo,comenzó a murmurar… para sí misma o para él, no podría

Page 784: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

decirlo.- Están equivocados. Son demasiado ignorantes. Lo

que hubieran podido hacer regresar de la muerte, no eraLombrizderroca Babeante. Ni otro Ente de la Cueva, sinoalgo monstruoso.

»La sangre confiere poder. Tenían que asesinar aalguien. Pero lo que Caer Caveral hizo por Hollian no puedehacerse aquí. Sólo funcionó porque estaban en Andelain. YAndelain se hallaba intacta. Con toda aquella Energía de laTierra concentrada. Concentrada y pura. Cualquier cosa queestos Entes de la Cueva volvieran a la vida sería abominable.

Cuando comprendió que ella no estaba hablando de losEntes de la Cueva y de Babeante, que estaba intentandodecirle algo completamente distinto, Covenant se tambaleó.Su palpitante brazo chocó contra el muro del pasadizo, yestuvo próximo a perder el equilibrio. El dolor hacía que elbrazo le colgara como si estuviera siendo vencido por elinconcebible peso del anillo. Ella estaba hablando de unaesperanza que él jamás había tenido… de la esperanza devolver a la vida si llegara a morir.

- Linden…No deseaba hablar ni discutir con ella. Les quedaba tan

poco tiempo. El fuego le devoraba el brazo de arriba abajo.Necesitaba economizar su determinación. Pero ella ya habíallegado demasiado lejos en su nombre. Tragándose sudebilidad, dijo:

Page 785: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- No quiero ser resucitado.Ella no le miró. Él prosiguió secamente:- Tú vas a regresar a tu propia vida muy pronto. Y yo no

te podré acompañar. Sabes que es demasiado tarde parasalvarme. Allí es imposible. En el sitio de donde venimos nosuceden esa clase de cosas. Ni aunque resucitase podríavolver contigo.

»Si no me es posible acompañarte -le confesó la verdadlo mejor que pudo-, más vale que me quede junto a misamigos Mhoram y Vasallodelmar. -Elena y Bannor.Honninscrave. Y la espera por Sunder y Hollian no le parecíademasiado larga.

Ella se negó a escucharle.- Tal vez no sea así -dijo ásperamente-. Acaso aún

podamos regresar a tiempo. No pude salvarte antes porquetu espíritu no se hallaba allí, no estaba presente tu voluntadde vivir. Si dejaras de renunciar, aún tendríamos unaoportunidad. -Su voz estaba ronca por el deseo fustrado-. Teencuentras malherido y exhausto. No sé como te mantienesen pie. Pero todavía no te han apuñalado. -Su mirada sedesvió hacia la tenue cicatriz que le cruzaba el pecho-. Notienes por qué morir.

Pero él vio tristeza en sus ojos y supo que ella no creíaen sus propios argumentos.

Hizo que se detuviera. Con la mano buena arrancó laalianza matrimonial de su dedo. Su tacto era frío e insensible,

Page 786: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como si no tuviera idea de lo que estaba haciendo. Con elsilencio y el fervor de un sacerdote, le tendió el anillo. Lainmaculada plata rompía los reflejos de la ondulante luz de laantorcha.

A la vez, las lágrimas fluyeron de los ojos de Linden.Rayas de fuego reflectado baiaban por las líneas con que laseveridad y la pérdida habían marcado ambos lados de suboca. Pero no le dedicó al anillo más que una breve mirada.Clavó los ojos en el rostro de Covenant.

- No -musitó-. No mientras todavía me quedenesperanzas.

Bruscamente, continuó bajando por el pasadizo.Él suspiró con pesar y alivio como quien ha sido

indultado o condenado y no conoce la diferencia, ni leimporta que no haya diferencia. Volvió a ponerse el anillo yla siguió.

El túnel se hizo tan estrecho como una simple falla en laroca, para ensancharse luego en un complejo deencrucijadas y cámaras. La antorcha apenas iluminaba lasparedes y el techo, sin revelar nada de lo que había delante.Pero de uno de los pasajes llegó una brisa, con un olor amaldad, que hizo encogerse a Linden; y que tomara aquelcamino. Los oídos le dolían a Covenant al esforzarse encaptar sonidos de persecución o amenaza. Pero carecía de lapercepción de Linden, y sólo podía seguirla.

El túnel que había elegido bajaba tan abruptamente que

Page 787: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pensó que ni siquiera el vértigo tendría la fuerza suficientepara mantenerlo en pie. La oscuridad y las piedras seagolpaban amenazantes a su alrededor. La antorcha seestaba consumiendo. Sólo quedaba la mitad. En algún lugarmás allá de la montaña, el Reino se cubría de día o de noche;pero él había perdido la noción del tiempo. Allí no teníasentido, en la despiadada carencia de luz de los dominios delAmo Execrable. Únicamente la antorcha contaba… y losblanquecinos nudillos de Linden aferrando la rama… y elhecho de que él no estaba solo. Para bien o para mal, para suredención o su ruina, él no estaba solo. No había otrocamino.

Sin precio aviso, desaparecieron los muros, y una atrozimpresión de espacio se abrió sobre su cabeza. Linden sedetuvo, escudriñando la oscuridad. Cuando alzó la tea, pudover que el túnel había emergido de la piedra, dejándolos alpie de un abrupto acantilado de rocas. Un aire helado chocócontra sus mejillas. La roca parecía ascender en línea recta yno se veía el final. Ella le miró como si encontrara perdida. Elmermado fuego hacía que sus ojos parecieran hundidos yperversos.

A poca distancia de la boca del túnel se alzaba unapendiente de pizarra, marga y basura… demasiado escarpaday blanda para ser escalada. Linden y él se hallaban en elfondo de una amplia hendedura. Algo había caído desde laalturas en la oscuridad algunos milenios antes, cubriendo la

Page 788: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mitad del fondo de la sima con sus escombros.Las recuerdos se reunieron ante él, saliendo de la

oscura noche; los reconocimientos bajaron por su columnavertebral como sudor frío. Sentía la piel húmeda y enferma.Aquel lugar era igual… era igual al lugar en que cayó unavez, con un ur-vil que se afanaba en arrancarle el anillo; y nohabía luz en ninguna parte, nada que lo defendiera de lademencial emboscada salvo su terca insistencia enconservar su identidad. Pero aquella defensa ya no era útil.Kiril Threndor no estaba lejos. El Amo Execrable estabacerca.

- Por allí.Linden señaló hacia la izquierda, a lo largo del

escarpado muro. Su voz carecía de inflexiones, estaba casiembotada por el esfuerzo de mantener el valor. Sus sentidosle revelaban cosas aterradoras. Aunque las percepciones deCovenant estaban fatalmente truncadas, sentía la potencialhisteria que iba creciendo en ella. Pero en vez de gritar, setornaba casi incapaz de moverse. ¿Hasta qué punto seríavirulento el Amo Execrable para nervios tan vulnerablescomo los suvos? Covenant al menos se hallaba protegidopor su insensibilidad. Pero ella carecía de protección. Habíaconocido demasiada muerte. La odiaba… y ansiabacompartir su soberano poder. Se consideraba maligna.

En la inestable luz de la antorcha, le pareció verla caerya en la parálisis bajo la presión de las emanaciones del Amo

Page 789: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Execrable.Pero aún avanzaba. O quizá la voluntad del

Despreciativo la obligaba a hacerlo. Caminaba torpemente enla dirección que había señalado.

Se unió a ella. Todas sus articulaciones estabanobstinadas en una súplica. Resiste. Tienes derecho a elegir.No debes dejarte atrapar de esa forma. Nadie puedearrebatarte tu derecho a elegir. Pero le era imposiblepronunciar las palabras con su atenazada garganta. Estabanbloqueadas por la acumulación de sus propios temores.

Un espanto devoraba los márgenes de su certidumbre,erosionaba el centro de quietud y convicción en que semantenía. Era el miedo a estar equivocado.

El aire estaba húmedo y pastoso como sudorcondensado. Temblando en la helada atmósfera, acompañó aLinden a lo largo del fondo de la sima y observó como lavoluntad le iba siendo extraída hasta que apenas pudomoverse.

Entonces se detuvo. Su cabeza se desplomaba haciadelante. La antorcha colgaba a su lado, próxima a quemar sumano. Él pronunció su nombre, como si rezara, pero ella norespondió. Su voz goteó entre sus labios como sangre.

- Delirantes.Y el escarpado declive se elevó frente a ellos como si su

voz le hubiera dado vida.Eran dos criaturas de detritus surgidas de las raíces de

Page 790: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

la montaña. Tenían aproximadamente la altura de losgigantes, pero eran más corpulentas. Parecían lo bastantefuertes para pulverizar piedras con sus enormes brazos. Unade ellas descargó sobre Covenant tan contundente golpeque lo aplastó contra el suelo. La otra impelió a Linden haciael muro.

Su antorcha cayó, retorciéndose hasta apagarse. Perolas criaturas no necesitaban aquella luz. Emitían unafantasmal luminosidad que hacía sus movimientos vividos yatroces.

Una se hallaba sobre Covenant para impedir que selevantara. La otra se enfrentaba a Linden. Hizo ademán deagarrarla. El rostro de ella se estiró para gritar, pero inclusosus gritos estaban paralizados. No hizo ningún esfuerzo pordefenderse.

Con una amabilidad peor que cualquier violencia, lacriatura empezó a desabotonarle la blusa.

Covenant intentó recuperar el aliento. La angustiosasituación de Linden era más de lo que podía soportar. Cadapulgada de su cuerpo anhelaba ardientemente el poder. Derepente, dejó de importarle que su atacante volviera agolpearlo. Se volvió de cara al suelo, se apoyó en las rodillasy se puso en pie tambaleándose. Su atacante alzó un brazoamenazador. Se sentía maltrecho y frágil, casi incapaz demantenerse en pie. Sin embargo la pasión que dimanaba deél detuvo a la criatura en mitad del golpe, obligándola a

Page 791: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

retroceder un paso. Era un Delirante, sensible y vulnerable alpánico. Comprendió lo que su magia indomeñable podíahacer, si él lo deseaba.

Con su temblorosa media mano, señaló a la criatura queacosaba a Linden. Ésta se detuvo ante los últimos botones.Pero no se volvió.

- Te lo advierto. -Su voz salpicaba y quemaba comoácido ardiente-. Éste es un asunto del Execrable. Si la tocas,no me preocuparé por lo que pueda destruir. Reduciré tualma a átomos. No vivirás lo bastante para saber si he roto ono el Arco del Tiempo.

La criatura no se movió. Parecía temer que usara suanillo blanco.

- Desafíame -dijo al borde de la erupción-. Sólodesafíame.

Lentamente, la criatura bajó los brazos. Retrocediendocon cautela, fue a situarse junto a su compañero.

Un espasmo pasó a través de Linden. Todos susmúsculos se convulsionaron en el tormento o el éxtasis.Luego alzó cabeza en una sacudida. El lúgubre fulgor de lascriaturas llameaba en sus ojos.

Miró directamente a Covenant y empezó a reír.Con las carcajadas de un demonio, crueles y sombrías.- ¡Mátame entonces, rastrero! -gritó. Su voz era

penetrante como un chirrido. Resonaba abominablemente enla grieta-. ¡Reduce mi alma a átomos! ¡Quizá sea un placer

Page 792: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

para ti destruir a la mujer que tanto amas!El Delirante había tomado posesión de ella, y no había

nada en el mundo que pudiera hacer para remediarlo.Estuvo a punto de sucumbir entonces. La maldad

suprema había recaído sobre ella, y él era impotente. Laenfermedad que puedas considerar más terrible. Si sehubiera arrastrado, suplicante y abyecto, rogando a losDelirantes que la liberasen, se habrían reído de él. Ahora, apesar de todo el horror y la angustia, no había otro camino…no existía otro. Se gritó a sí mismo, le gritó a su cabeza quese levantara, a sus piernas para que lo sostuvieran, a suespalda para que se enderezara. ¡Soñadordelmar! jadeó comosi aquel nombre fuera la liturgia de su convicción, su másacendrada creencia, Horminscrave. Hamako. Hile Troy.Todos ellos se habían entregado a sí mismos. No había otrasalida.

- De acuerdo -rechinó. El eco de su voz en la sima casi letraicionó, impulsándolo a la cólera; pero dominó a su magiaindomeñable, y renunció a ella por última vez-. Llevadmeante el Execrable. Le entregaré mi anillo.

No le quedaba más salida que rendirse.El Delirante que poseía a Linden continuó riendo

salvajemente.

Page 793: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

DIECINUEVE: Resistiendo a laposesión

Ella no reía.Las carcajadas procedían de su boca. Brotaban de sus

cuerdas vocales convirtiéndose gradualmente en ungalimatías que desembocaba en el negro abismo. Suspulmones expulsaban el aire que se convertía en malicia yburla. Su rostro se contorsionaba en la mueca de undemonio… o en el rictus de la asfixia de su madre.

Pero ella no reía. No era Linden Avery quien reía.Era el Delirante.Mantenía su posesión tan completamente como si ella

hubiera nacido para eso, como si se hubiera desarrollado sinotro propósito que el de proporcionar albergue carnal alDelirante, miembros para sus actos, pulmones y gargantapara su maligno uso. La despojaba de voluntad y elección,de voz y protesta. En otro tiempo, ella había creído que susmanos estaban entrenadas y dispuestas, capacitadas paracurar… que eran manos de médico. Pero ahora no teníamanos con las que agarrar a su poseedor y combatirlo. Erauna prisionera dentro de su propio cuerpo y de la maldad delDelirante.

Y aquella malignidad excoriaba cada nervio y cadacavidad de su ser. Resultaba nefanda y tiránica hasta más

Page 794: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

allá de lo soportable. La consumía con los recuerdos y lasintenciones del Delirante, aplastando su existenciaindependiente con la fuerza de su viejo poder. Era lacorrupción del Sol Ban marcada y explícita en sus venas ytendones. Era la repulsión y el deseo que secretamentegobernaran su vida, la pasión por y contra la muerte. Era elfétido hálito de la más enfermiza mortalidad condensado ensu esencia y sublimado a la trascendencia de la profecía, dela promesa, de la verdad soberana… el definitivo imperio delas tinieblas.

Toda su vida había sido vulnerable a eso. Se habíaamontonado dentro de ella a través de las desgarradorascarcajadas de su padre, y ella lo había confirmado al obturarla abyecta garganta de su madre. En una ocasión habíacreído que su situación era semejante a la del Reino bajo elSol Ban, expuesta indefensamente a la profanación. Pero erafalso. El Reino era inocente.

Ella era maldad.El nombre del ser era moksha Jehannum, y traía consigo

su pasado. Ella recordaba ahora las experiencias del sercomo si fueran propias. El secreto éxtasis por el cual habíadominado a Marid… el triunfo del golpe que habíaintroducido el hierro caliente en la frágil espalda de Nassic (yla valiosa sangre espumeando en el calor de la hoja)… laastucia con la que moksha supo escamotear la posesión deMarid a su percepción, para que Covenant y ella fueran

Page 795: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

condenados y Marid permaneciera expuesto a la perversidaddel sol. Recordó abejas. Recordó la magistral mimesis delocura del hombre jorobado que puso una araña venenosaen el cuello de Covenant. Ella podía haber realizado todoaquello.

Pero detrás de éstos yacían crímenes peores. Ayudadapor un fragmento de la Piedra Illearth, había poseído a ungigante, que adoptó el nombre de Descuartizador, y habíaconducido las huestes del Despreciativo contra los Amos. Ypudo saborear la victoria cuando acorraló a los defensoresdel Reino entre sus tropas y el salvaje bosque de laEspesura Acogotante… el bosque que odiaba, que odiabadesde hacía siglos, que odiaba en cada verde hoja y en cadagota de savia cíe cada uno de sus árboles… el bosque quedebiera haber estado indefenso ante la destrucción y elfuego, que hubiera estado indefenso sin la intervención deuna sabiduría exterior que hizo posible la interdicción delColoso, la protección de los Forestales.

Pero había sido inducida a entrar en la Espesura, y cayóvíctima de su guardián, Caerroil Bosqueagreste. Incapaz deliberarse por sí misma, había sido asesinada con tormento yferocidad allí, y su espíritu había tenido que lucharpenosamente para mantenerse vivo.

Por aquella razón entre otras muchas, mokshaJehannum estaba ávido de venganza. Linden no era más queun insignificante manjar para la voracidad del Delirante. Y

Page 796: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sin embargo, su poseedor saboreaba el placer que su fútilangustia le ofrecía. Dejaba el cuerpo intacto al objeto deutilizarlo para sus propios fines. Pero penetraba su espíritutan profundamente como una violación. Y continuabariendo.

La risa de su padre, desbordándose como unainundación de medianoche desde el viejo desván; una mareade pesadillas en la que ella naufragaba; el triunfo invadiendola horrible caverna que una vez fue su amable boca. Túnunca me has querido. Nunca le había querido… ni a él, ni anadie. Ni siquiera había tenido la suficiente decencia paragritar mientras estrangulaba a su madre, conduciendo a lapobre enferma aterrorizada y sola hacia la oscuridad.

Esto era lo que Joan había sentido, este espantoso ydesesperado horror sin ninguna clase de alivio, en el cual nopodía ser mitigado el sonido de la maldad. En alguna partede sí misma, Joan había visto su propia avidez por la sangrede Covenant, por paladear su sufrimiento. Y ahora Linden lomiraba con los ojos de moksha Jehannum, lo escuchaba conlos oídos del Delirante. Alumbrado sólo por lasfantasmagóricas emanaciones de las criaturas, permanecíaen el fondo de la grieta como alguien que acaba de sermutilado. El brazo herido le colgaba a un costado. Cada líneade su cuerpo denotaba una indigencia cercana a lapostración. Las contusiones de su rostro hacían quepareciera deforme, desfigurado por las tensiones existentes

Page 797: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

en su interior, donde la magia indomeñable estabamaniatada. Y sin embargo sus ojos refulgían como colmillos,enfocándose tan amenazadoramente hacia los Delirantes queel hermano de mok sha Jehannum no se había atrevido agolpearlo otra vez.

- Llevadme ante el Execrable -dijo. Había perdido lacabeza. Aquello no era desesperación; era algo aún másterrible. Era locura. El Fuego Bánico le había arrebatado lalógica-. Voy a entregarle el anillo.

Su mirada se fijó directamente en Linden. Si ella hubieraestado en posesión de su voz, un grito hubiera salido de suboca.

Covenant estaba sonriendo como ante la aceptación delsacrificio.

Entonces, Linden se dio cuenta de que no estabaobligada a contemplarlo. El Delirante no requería suconsciencia. Los recuerdos que procedentes de él invadíansu mente le mostraban que la mayor parte de sus víctimashabían dejado de pensar por sí mismas. La parálisis moralque la hizo tan accesible para mok sha Jehannum podríaprotegerla ahora, no de ser usada sino de su propiaconsciencia. Todo lo que tenía que hacer era dejar deaferrarse a su identidad. Entonces se libraría de presenciar laescena de Covenant entregando su anillo.

Ávida y gozosamente, el Delirante la impulsaba ahacerlo. La propia mente de linden alimentaba su actitud,

Page 798: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

complaciéndola, acentuando el placer del Delirante porposeerla. Si se entregaba, él no tendría necesidad deesforzarse para dominarla. Y estaría segura al fin… tansegura como había estado en el hospital durante lassemanas pasadas en blanco tras el suicidio de su padre…liberada del tormento, inmune al dolor… tan segura como lamuerte.

No habían otras alternativas para ella.Pero la rehusó. Con la última cólera y fuerza que le

quedaban, la rehusó.Ya había fracasado al enfrentarse a la miseria de Joan, y

se había visto reducida a la impotencia con sólo ver laprofanación de Marid. El toque de Gibbon la había privadode pensamiento y voluntad. Pero desde entonces habíaaprendido a combatir.

En la caverna del Árbol Único, había tomado el poderpor vez primera y lo había utilizado, arriesgándose contrafuerzas tan tremendas, tan amorales, que el terror que leprovocaron la tuvo inmovilizada hasta que Buscadolores lereveló lo que estaba en juego. Y en la Sala de las Ofrendas…allí la proximidad de samadhi Sheol la había intimidado,engañándola y lanzándola a un remolino de palpablemalignidad; apenas supo dónde se hallaba ni qué estabahaciendo. Pero no fue privada de su albedrío.

N o , insistió, sin importarle que el Delirante la oyera.Porque habían tenido necesidad de ella. Todos sus amigos.

Page 799: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Incluso Covenant antes de encontrar el Árbol Ünico,aunque no en la Sala de las Ofrendas. Y porque habíaprobado el sabor de la eficacia, se aferró a ella con todo sucorazón y la valoró por lo que era. Poder: la habilidad detomar decisiones sobre cosas importantes. Un poder que noprovenía de ninguna fuente externa, sino sólo de laintensidad de su propio ser.

No iba a rendirse. Covenant la necesitaba aún, aunqueel dominio del Delirante sobre ella fuese absoluto y notuviera forma de alcanzarle. Voy a entregarle el anillo. Nopodía detenerlo. Pero si se dejaba arrastrar por el ciegocamino de la parálisis, no quedaría nadie que quisierapararlo. Por lo tanto, resistió el suplicio. Mok sha Jehannumllenaba de náusea cada uno de sus nervios, vertía en cadalatido de su corazón vitriolo y angustia, la desmenuzaba concada palabra y movimiento. Sin embargo ella atendió lallamada de los fieros ojos de Covenant y su flagrantepropósito. Deliberadamente, procuró reafirmarse y se negó ala inconsciencia, permaneciendo donde el Delirante pudieraherirla una y otra vez, para mantener la posibilidad de mirar asu alrededor.

Y lo intentó.- ¿Lo harás? -se burlaron su garganta y boca-. Tarde

alcanzas la sabiduría, rastrero. -Ella se encolerizó ante aquelepíteto; él no se lo merecía. Pero mo k sh a continuómofándose de él con más encarnizamiento-. Y sin embargo tu

Page 800: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

humillación había sido perfectamente profetizada. ¿Temíaspor tu vida entre los Entes de la Cueva? Tu miedo estabajustificado. Tan obtusos como los muertos, te hubieranasesinado… y fácilmente les hubiera sido arrebatado elanillo. ¡Desde el momento en que fuiste convocado, todaesperanza se convirtió en locura! Todos los caminosconducen al triunfo del Despreciativo, y todos los esfuerzoshan sido inútiles. Tu insignificancia…

- Todo esto me pone enfermo -advirtió ásperamenteCovenant. Apenas si era capaz de mantenerse en pie… y sinembargo la fuerza de su voluntad dominaba a los Delirantes,introduciendo una secreta cobardía en ellos-. No os hagáisla ilusión de que voy a derrumbarme aquí. -Linden sintió eltemblor de moksha y le gritó: ¡Cobarde! Después apretó losdientes y guardó silencio para conservar la vida cuandodescargó su furia sobre ella. Pero Covenant no podía ver loque estaba sucediéndole, el precio que pagaba por resistir.Continuó ásperamente-: No sois vosotros quienesobtendréis mi anillo. Tendréis suerte si os permite vivircuando acabe conmigo. -Sus ojos brillaron, con tantaintensidad como un hierro al rojo-. Llevadme ante él.

- Sin duda, rastrero -replicó mo k sh a Jehannum-.Tiemblo ante tu voluntad.

Precipitándose salvajemente a través de los hilos quemantenían la consciencia de Linden, el Delirante se volvió aella, obligándola a avanzar a lo largo del filo del abismo.

Page 801: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Detrás de Linden, las dos criaturas, gobernadas ahorapor el hermano de mok sha, se situaron a espaldas deCovenant. Pero ella percibió con los sentidos del Deliranteque no se atrevían a tocarlo.

Él la siguió como si estuviera demasiado débil parahacer algo más que colocar un pie delante del otro… ydemasiado fuerte para ser derrotado.

El camino se le hacía largo. Cada paso, cada latido delcorazón era una interminable e intensa agonía. El Delirantepaladeaba su violación y la multiplicaba ladinamente. Extraíaimágenes del indefenso cerebro de Linden y las lanzabahacia ella, haciendo que parecieran más reales que la roca delMonte Trueno. Marid con sus colmillos. Joan aullando comoun depredador por la sangre de Covenant, destruida su almapor el Sol Ban. La boca de su madre, babeando mucosidadespor las comisuras… flemas tan hediondas como lapodedumbre que habitaba en sus pulmones. Las incisionesque surcaban las muñecas de su padre, mostrando muerte yjúbilo. Las formas en que podía ser torturada eran infinitas,si se negaba a rendirse. Su dominador las probaba todas.

Pero ella resistía. Obstinada inútilmente, casi sin razón,se aferraba a su identidad, a la Linden Avery que secomprometía. Y en los secretos nichos, de su corazóntramaba la manera de derribar a moksha Jehannum.

¡Oh, el camino se le hacía largo! Pero sabía, sin poderevitar saberlo, que para el Delirante la distancia era corta y

Page 802: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

apremiante, poco más que un tiro de piedra a lo largo delnegro abismo. Entonces la malsana luz de los guardianes deCovenant reveló una escalera en el muro izquierdo.Ascendía empinadamente. Había sido tallada en la piedrahacía mucho tiempo y estaba desgastada por el uso; peroera ancha y segura. El Delirante la subía pisando con fuerza,casi garboso en la anticipación de sus esperanzas. PeroLinden observaba a Covenant en busca de indicios devértigo o colapso.

Su aspecto era penoso. Podía sentir las contusioneslatiendo en los huesos del cráneo, percibir la exhaustalanguidez de su pulso. Un sudor producido por la fiebre o elfracaso le bañaba la frente. La extenuación hacía todos susmovimientos torpes e imprecisos. Y sin embargo continuabaavanzando, tan seguro en su propósito como lo habíaestado en Haven Farm cuando se internó en los bosquespara rescatar a su ex-esposa. La propia debilidad ydesequilibrio parecían sostenerlo.

Había dejado de pensar, y Linden sufría por él mientrasmoksha Jehannum hurgaba en su interior con desprecio.

La escalera era larga y abrupta. Ascendía varioscentenares de pies y daba la impresión de que no iba aacabarse nunca. El Delirante no le daba el menor respiromientras empujaba su cuerpo como si ella jamás hubieratenido la salud y la vitalidad necesarias para aquel ascenso.Pero al fin llegó hasta una abertura en el muro, una estrecha

Page 803: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

entrada a un pasadizo desde cuyo final se reflectaba elfulgor pétreo. Las escaleras proseguían, pero ella penetró enel túnel. Covenant la siguió y sus guardianes detrás de él.

El calor se acumulaba en su rostro hasta que le parecióque estaba caminando dentro de un fuego; pero eso nadasignificaba para moksha. El Delirante estaba en su elementoentre tortuosos pesadizos y azufre. Durante un momento,todos los pacientes con quienes ella había fallado, todos suserrores médicos, aparecieron en su mente, acusándola comofurias. En nombre de la vida, era responsable de demasiadamuerte. Quizás había utilizado aquello para sus propiosfines. Quizás había producido dolor y pérdida en susvíctimas por la necesidad de hacerles sufrir para adquirirpoder y vida.

Entonces el pasadizo llegó a su fin, y se encontró en ellugar elegido por el Amo Execrable para tramar susmaquinaciones.

Kiril Thendor. Corazón de Trueno.Allí Kevin Pierdetierra había culminado el Ritual de

Profanación. Allí Lombrizderroca Babeante había recuperadoel perdido Bastón de la Ley. Aquel era el oscuro centro detodo el antiguo y fatal poder del Monte Trueno.

El lugar donde se decidiría el destino de la Tierra.Supo esto a través del conocimiento de moksha

Jehannum. Todo el espíritu del Delirante parecíaestremecerse por el ansia y la exceptación.

Page 804: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La caverna era espaciosa, circular y alta. Las entradasse abrían como en gritos mudos, desgarradas por un doloreterno, rodeando su circunferencia. Los muros enviabanfulgor pétreo en todas direcciones. Estaban totalmentetallados en bruñidas e irregulares facetas que arrojaban suluz como astillas a los ojos de Linden. Y aquel duro asalto seampliaba multiplicándose en una miríada de agudos reflejosdesde el techo de la cámara. Allí la piedra reunía densosracimos de estalactitas, tan brillantes y pesados como metalfundido. Entre ellos se enjambraba un claroscuro deresplandores rojizoanaranjados.

Pero ninguna luz parecía tocar a la figura que estabasituada sobre un bajo estrado en el centro del suelo pulidopor el tiempo. Se erguía allí como una columna, inmóvil einmune a toda revelación. Podía hacer sido una estatua o unhombre de espaldas; quizás era tan alta como un gigante. Nisiquiera los sentidos del Delirante discernían nada concerteza. No parecía tener color ni volumen o formadistinguibles. Sus contornos eran borrosos como sitranscendieran el reconocimiento. Pero irradiaba poder comoun grito a través de los reflejos del fulgor pétreo.

El aire olía a azufre… un olor tan acre que hubieraextraído lágrimas de sus ojos si eso no hubiera producido ungran goce en su poseedor. Pero bajo aquel fétido olor yacíaun aroma más sutil, insidioso y destructor que cualquierazufre. Un aroma del que mok sha Jehannum se alimentaba

Page 805: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

como un adicto.Un olor pútrido y dulzón. Como el de las tumbas.Linden se veía obligada a devorarlo como si lo

disfrutara.La fuerza de la figura resonaba dentro de ella como un

alarido con intensidad suficiente para destruir la montaña yreducir el vulnebrable corazón del Reino a escombros ycaos.

Covenant se hallaba ahora a poca distancia, disociandosu compromiso del de ella para que no sufriera lasconsecuencias que le atañían a él. Carecía del sentido de lasalud. E incluso si sus ojos hubieran sido como los deLinden, no habría podido discernir qué parte de ellapermanecía en su cuerpo, no habría podido ver comoclamaba por tenerlo a su lado. Ella conocía todas las cosaspara las cuales él se hallaba ciego, todas las cosas quehubieran podido suponerle un cambio. Todas las cosasexcepto el modo en que a pesar de su tremenda debilidadhabía llegado a ser lo bastante fuerte para estar allí como sifuera invencible.

Con las percepciones de mok sha, vio que las doscriaturas y el Delirante que las controlaba abandonaban lacámara. Ya no eran necesarios. Vio como Covenant la mirabay pronunciaba sin sonido su nombre, tratandosilenciosamente de decirle algo que él no podía formular yella no podía escuchar. La luz brillaba ante ella como algo

Page 806: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

roto, piedra sumida en los estertores de la fragmentación, elataque del último colapso. Las estalactitas irradiabandestellos e inminencia como si fueran a desplomarse sobreella. La camisa desabotonada parecía permitir que su esenciareptara por su cuerpo, llenándolo de angustia. El calor secerraba alrededor sus desalentados pensamientos como unpuño.

Y la figura del estrado se volvió.Hasta los sentidos de moksha Jehannum le fallaron. Se

convirtieron en empañadas lentes a través de las cuales sólovio contornos que oscilaban y se movían, facciones que nose podían enfocar. Quizás estaba intentando calibrar lafigura aumentada de tamaño por la caliente intervención deuna hoguera. Pero ésta representaba a un hombre. Partes deél sugerían un ancho torso y musculados brazos, una barbapatriarcal, una túnica ondeante. Alto como un gigante,pujante como una montaña, y más destructivo que cualquierconflagración de muerte y corrupciones, se volvió; y sumirada engulló Kiril Threndor… la engulló a ella y aCovenant como si con un parpadeo hubiera podidoborrarlos de la existencia.

Sus ojos eran la única parte determinada en él.Los había visto con anterioridad.Ojos tan punzantes como colmillos, enfermizos y

crueles; ojos en los que se mostraba una deliberada fuerza,un delirante deseo; ojos húmedos de veneno o

Page 807: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

insatisfacción. En los bosques situados detrás de HavenFarm habían brillado entre las llamas y penetrado hasta elfondo de su alma, midiendo y despreciando cada aspecto deella mientras la hacía encogerse de miedo. Habían intentadoparalizarla como si esa fuera la cualidad principal de suexistencia. Cuando logró superar su debilidad y correr colinaabajo para intentar salvar a Covenant, se fijaron en ella comoasegurándole que nunca volvería a reunir tanto valor, quenunca se elevaría sobre sus mortales contradicciones. Yahora, con una virulencia infinitamente multiplicada yflagrante, le repetían aquella promesa y la hacían realidad.Alcanzando desde más allá de moksha Jehannum los últimosy machacados vestigios de su consciencia, confirmaban suimperativo absoluto.

Nunca otra vez.Nunca.En respuesta, su voz dijo:- Ha venido a entregar su anillo. Lo he traído para

someterlo a tu voluntad -y lanzó una carcajada que fue comoun estallido de involuntario pavor. Ni siquiera el Delirantepodía resistir la mirada frontal de su dueño e intentóapartarse para que tan funesta opresión no cayera sobre él.

Pero durante un momento el Amo Execrable no apartó lavista. Sus ojos la escrutaban en busca de indicios de desafíoo valor. Después, dijo:

- No te hablo a ti. -La voz procedía del fulgor pétreo y el

Page 808: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

calor, del humo y el claroscuro de las estalactitas; una voztan profunda como los cimientos del Monte Trueno, veteadade ferocidad. Las facetas rojizoanaranjadas arrojabanfulgores y destellos en cada palabra-. No te he hablado a ti.No había necesidad… ninguna. Hablo para situar los pies dequienes me oyen sobre los senderos que trazo para ellos,pero tu camino ha sido mío desde el principio. Tú fuisteforjada para servirme, y todas tus elecciones conducen a misfines. Obtener lo que deseaba de ti ha sido un pequeñoejercicio que requería escasos esfuerzos. Cuando sea libre -ella oyó una risa burlona en el enjambre de reflejos- tú meacompañarás, para que tu presente suplicio pueda serprolongado eternamente. Dejaré con gusto mi marca sobre tucarne.

Con la boca de Linden, el Delirante rió con tensa ycohibida aprobación. La mirada del Despreciativo clavódesaliento dentro de ella. Se hallaba tan humillada comonunca había estado, e intentó llorar; pero no lo logró.

Entonces podría haberse rendido. Pero no asíCovenant. Sus ojos estaban oscurecidos de cólera por eltrato que recibía ella; su pasión se oponía a ser sometida.Parecía incapaz de dar otro paso… pero fue en su ayuda.

- No te engañes a ti mismo -masculló con sarcasmo-. Yaestás vencido, y ni siquiera lo sabes. Todas esas amenazasson patéticas.

Sin duda, Covenant había perdido la capacidad de

Page 809: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pensar. Pero su escarnio hizo que el Despreciativo sevolviera hacia él. Linden quedó libre de las taimadas torturasde su poseedor. Los ojos del Despreciativo la habíanacuchillado y desollado, mostrándole todas las atrocidadesque un inmortal podía inferirle. Pero cuando se apartaron deella, supo que aún era capaz de resistir. Era lo bastanteobstinada para eso.

- Ah -retumbó sordamente el Despreciativo como elpresagio de una avalancha- al fin mi enemigo se yerguefrente a mí. No se arrastra… aunque el arrastrarse ya se hahecho innecesario. Ha pronunciado palabras que no puedenser revocadas. En verdad su envilecimiento es absoluto,aunque permanezca ciego a ello. No ve que se ha vendido auna servidumbre más humillante que la postración. Se haconvertido en una herramienta de mi Enemigo, perdiendo lalibertad para actuar contra mí. De esa manera se somete,considerando en su cobardía que la carga de estragos yruina no trascenderá de él. -Las suaves carcajadas hacíanpalpitar el fulgor de la piedra; gritos mudos eran lanzadosdesde las paredes-. Realmente es el Incrédulo. No cree que lacondenación de la Tierra será al fin una consecuencia de susactos.

«Thomas Covenant -dio un ávido paso al frente- elespectáculo de tus pueriles esfuerzos me proporciona elsuficiente gozo para compensar tan larga espera, porque tuderrota siempre ha sido tan cierta como mi voluntad. La

Page 810: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

oportunidad de anularme pertenecía a tu compañera, no ati… y ya ves que uso hace de ella. -Con un fuerte y borrosobrazo, señaló a Linden que estuvo próxima a perder la razón.Volvió a reír; pero su risa estaba desprovista de regocijo-. Siella te hubiera arrebatado el anillo… ah, entonces yo hubierasido puesto a prueba. Pero la escogí a ella porque es unamujer absolutamente incapaz de desviarse de mis deseos.

«Eres un estúpido -prosiguió-, ya que sabiendo queestabas condenado, has venido a mí. Ahora exijo tu alma.

El calor de su voz sofocaba los pulmones de Linden.M o k s h a Jehannum temblaba, ávido de violencia ydestrucción. El Despreciativo estaba inequívocamentecuerdo, pero esto sólo lo hacía más temible. Una de susmanos, apenas un borrón ante los ojos del Delirante, pareciócerrarse en puño; y Covenant se vio impelido a avanzar, aponerse al alcance del Amo Execrable. Los muros irradiabanuna luz que parecía llanto, como si hasta el Monte Truenoestuviera aterrado.

En un tono tan quedo como el susurro de unmoribundo, el Despreciativo dijo:

- Entrégame el anillo.Linden se creyó que habría obedecido de estar en el

lugar de Covenant. El imperativo de aquella voz eraabsoluto. Pero Covenant no se movió. El brazo derecho lecolgaba a un costado. El anillo se bamboleaba como sicareciera de importancia… como si el insensible dedo que

Page 811: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

circundaba no significara nada. Su puño izquierdo se cerrabay abría al compás de los latidos de su corazón. Sus ojosparecían tan tétricos como la soledad de las estrellas. Dealguna manera, mantenía alzada la cabeza y recta laespalda… erguido por la convicción o la demencia.

- Hablemos claramente. Puedes decir lo que quieras.Pero estás equivocado y debes saberlo. Esta vez has idodemasiado lejos. Lo que le hiciste a Andelain. Lo que leestás haciendo a Linden… -tragó saliva acida-. Nosotros nosomos enemigos. Ésa es otra mentira. Puede que tú lacreas… pero sigue siendo una mentira. Deberías verte. Estásempezando a parecerte a mí. -El brillo especial de su miradaalcanzó a Linden como un don. Estaba irremediablementeloco… o absolutamente indominable-. Tú no eres más queotra parte de mí. Nada más que una parte de lo que significaser humano. La parte que odia a los leprosos. El lado malo. -Aquella certidumbre no ocultaba la más mínima vacilación-.Somos uno.

Su parlamento hizo que Linden se asombrara ante loque él había llegado a ser. Pero solamente arrancó otracarcajada del Despreciativo… un corto y seco gruñido denegación.

- No trates de confundir la verdad y el engaño ante mí -replicó-. Eres demasiado insignificante para la tarea. Lasmentiras servirían mejor para los triviales propósitos de losque te gusta vanagloriarte. La verdad te condena aquí.

Page 812: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Durante tres milenios y medio he hecho valer mi voluntadcontra la Tierra en tu ausencia, rastrero. Yo soy la verdad.Yo. Y no me confundiré con los sofismas de tu incredulidad.-Levantaba la voz sobre Covenant como el afilado borde deun hacha. Fragmentos de fulgor pétreo golpeaban en todaspartes, pero nunca tocaban a la enorme figura-. Entrégame elanillo.

La expresión de Covenant se ablandó como si estuvieraenfermando a causa de la penuria de su situación. Pero aúnno se sometía. En vez de ello, cambió de táctica.

- Al menos deja que se marche Linden.-Su actitud habíaadquirido un sesgo de súplica-. Ya no la necesitas. Inclusotú podrías darte por satisfecho por el modo en que ha sidodañada. Le ofrecí mi anillo en una ocasión. Ella lo rehusó.Deja que se vaya.

A pesar de todo, estaba intentando protegerla.La respuesta del Amo Execrable llenó Kiril Threndor.- Ya lo hice, rastrero. -La atrocidad producía éxtasis en

el Delirante, destruía a Linden-. Agotas mi gran paciencia.Ella se entregó a mí mediante sus propios actos. ¿Es que note oyes a ti mismo? Has pronunciado palabras que nuncapodrán desdecirse. -Un concentrado veneno dimanaba de sucontorno. Tan rotundo como el ruido de una piedra al sertriturada, exigió por tercera vez-: Entrégame el anillo.

Y Covenant flaqueó corno si hubiera empezado ya aderrumbarse. Toda su fuerza había desaparecido. No podía

Page 813: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pretender mantenerse erguido por más tiempo. Uno por uno,le habían sido arrebatados sus amores: nada le habíaquedado. Después de todo, no era más que un hombrevulgar, humano e insignificante. Sin la magia indomeñable,no podía luchar contra el Despreciativo.

Cuando alzó débilmente su mediamano y comenzó asacar el anillo de su dedo, Linden lo perdonó. No hayelección salvo entregarlo. Él había hecho todo lo posible,todo lo imaginable; se había superado a sí mismo una y otravez en sus esfuerzos por salvar el Reino. Que ahorafracasara constituía motivo de aflicción, no de vergüenza.

Ünicamente sus ojos se mostraban firmes. Ardían antela oscuridad final, ante la última y profunda medianoche enla que ningún Sol Ban brillaba.

El acto de rendirse no duró más de tres latidos decorazón. Uno para alzar la mano y tocar el anillo. Otro parasacarlo del dedo como en voluntaria despedida delmatrimonio, el amor, la humanidad. El tercero para tender elinmaculado oro blanco hacia el Despreciativo.

Pero la angustia y el sufrimiento hicieron aquellos tresinstantes tan largos como una agonía. Mientras transcurrían,Linden Avery opuso lo que le quedaba de voluntad contrasu poseedor.

Perdonó a Covenant. Le resultaba demasiado patético yentrañable para culparle. Le había dado todas las cosas quesu corazón requería de él.

Page 814: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero ella no se sometió.Gibbon había dicho: El destino del Reino está sobre tus

h o mb ro s. Porque nadie más tenía la posibilidad deinterponerse entre Covenant y su derrota. Estás siendoforjada como se forja el hierro para conseguir la ruina dela Tierra. Forjada para fracasar allí. Porque tú puedes ver.

Ahora se proponía determinar en qué clase de metal sehabía convertido.

El Delirante Gibbon también había declarado que eramalvada. Tal vez fuera cierto. Pero el mal en sí mismo era unaforma de poder.

Y había llegado a familiarizarse íntimamente con suposeedor. Desde las más profundas raíces del pasado deéste, sentía brotar el goce por cuantos seres mortalespudieran ser dominados… un goce nacido del pánico.Miedo ante cualquier forma viviente capaz de rechazarlo.Los bosques. Los gigantes. Los haruchai. Poseía unainsaciable avidez por el control inmortal, por la seguridadque proporciona la soberanía. Toda negativa le aterraba. Lalógica de sus fracasos le conducía inexorablemente a lamuerte. Si se le podía rechazar, también se le podía matar.

Ella no tenía posibilidades para llegar a comprender ladesaparecida mente comunal de los bosques. Pero losgigantes y haruchai eran otra cuestión. Aunque mokshaJehannum la golpeaba y le gritaba, recogió las hebras de susconocimientos y las trenzó junto con su propósito.

Page 815: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Los gigantes y los haruchai siempre habían sidocapaces de negarse. Quizá porque no habían padecido lalarga historia de Delirantes del Reino, no habían aprendido adudar de su autonomía. O quizá porque utilizaban poco onada las manifestaciones externas de poder, comprendían deforma más clara que la verdadera elección era interna.Cualquiera que fuese el motivo, eran impenetrables a laposesión mientras la gente del Reino no lo era. Creían en sucapacidad para elegir.

Aquella creencia era todo lo que ella necesitaba.Mo k sh a estaba frenético ahora, salvaje y brutal.

Hostigaba cada parte de ella susceptible de sentir dolor. Laprofanaba como si fuera Andelain. Hacía brillar ante ellatodos los horribles recuerdos de su vida: el asesinato deNassic y el toque de Gibbon; la maligna astucia de Kasreyn;Covenant desangrándose inevitablemente para morir en losbosques de Haven Farm. Vertía ácido en cada herida que laincapacidad le había producido.

Y discutía con ella. No podía elegir: había hecho ya laúnica elección que importaba. Cuando aceptó la herencia desu padre y destruyó con ella la garganta de su madre, habíadeclarado su lealtad esencial, su pasión definitiva… unapasión no muy distinta de la de su poseedor. El Despreciohabía hecho de ella lo que era, una mujer perdida, tanarruinada como el Reino; y el Sol Ban que había amanecidoen ella nunca llegaría a su ocaso.

Page 816: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero la enorme intensidad del suplicio la hacía lúcida.Captó la mentira del Delirante. Solamente en una ocasiónhabía intentado gobernar a la muerte mediante la destrucciónde la vida. Después de aquello, todos sus esfuerzos habíansido destinados a aliviar a los que sufrían. Aunque hubierapermanecido obsesionada y aterrada, no había sido cruel. Elsuicidio y el asesinato no eran toda la historia. Cuando elviejo de Haven Farm cayó fulminado delante de ella, elnauseabundo hedor de su boca la inundó como un presagiodel Desprecio; pero obligándose con toda su voluntad,respiró una y otra vez aquella fetidez en sus esfuerzos porsalvarlo.

Ella era maldad. Su visceral respuesta al tenebrosopoder de sus verdugos le confería la talla de un Delirante. Ysin embargo su entrega a la curación negaba a moksha.

Aquella contradicción no continuó paralizándola. Laaceptó.

Esto le confirió la facultad de elegir.Aullando como una fiera carnicera, el Delirante la

combatía. Pero Linden había penetrado al fin en su estadoverdadero. Mo k sh a Jehannum tenía miedo de ella. Suvolutad se alzó contra los grilletes. Calibró el hierro de lamalicia de su dominador. Rompió las cadenas.

Y quedó libre.El Amo Execrable no había cogido aún el anillo. Todavía

quedaba un palmo entre su mano y la de Covenant. El fulgor

Page 817: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pétreo irradiaba alaridos de anhelo y triunfo desde losmuros.

Linden no se movió. No tenía tiempo para pensar en loque iba a hacer. A pesar de que se hallaba paralizada, seimpelió a avanzar. Con el sentido de la salud adquirido en elReino, se deslizó dentro de Covenant, trepó hacia el fieropoderío de su alianza de matrimonio.

Facultada por la magia indomeñable, hizo que retirase lamano.

Ante aquello, la cólera desbordó al Amo Execrable.Irradió una corriente de furia que debería haberla barrido.Pero ella le ignoró. Estaba segura de que no se atrevería atocarla ahora, no mientras continuase poseyendo aCovenant y al anillo. De repente, se sintió con la suficientefuerza para volverle la espalda al mismo Despreciativo. Lanecesidad de libertad la protegía. La elección entre rendirseu oponerse era suya.

En la muda intimidad de su mente se encaró con elhombre a quien amaba, tomando sobre sí todas las cargas.

Él no podía resistirse. En una ocasión anterior habíarechazado sus esfuerzos para controlarlo. Pero ahora estabaindefenso. Utilizando la propia fuerza de Covenant, lodominó tan absolutamente como nunca habían logrado loselohim, ni Kasreyn.

¡No hay maldad! le dijo en un susurro. Esta vez no. Suintento anterior de posesión había sido erróneo, inexcusable.

Page 818: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Adivinó que tenía intención de arrojarse al Fuego Bánico yreaccionó como si el pretendiera suicidarse. Instintivamente,había tratado de detenerlo. Pero entonces el riesgo era sólode él. No tenía el derecho a interferir.

Por el contrario, ahora estaba rindiéndose y rindiendo ala Tierra. No se limitaba a arriesgar su propia vida: sometíatoda clase de vida a una destrucción cierta. Porconsiguiente, ella tenía la obligación de intervenir. Laobligación y el derecho.

¡ E l derecho! gritó. Pero él permaneció callado. Lavoluntad de Linden lo ocupaba por completo.

Le parecía estar con él en un lugar en que se habíanreunido anteriormente, cuando ella se rindió para salvarlo delsilencio impuesto por los elohim… en un campo de flores,bajo un inmaculado cielo y un claro sol. Pero ahorareconocía aquel campo como uno de los maravillosos pradosde Andelain, rodeado de colinas y bosques. Y él ya no eratan joven. Se erguía ante ella exactamente igual que se erguíaante el Despreciativo… inalcanzable; su rostro estabadesfigurado por magulladuras que no merecía, su cuerpopróximo a postrarse a causa del cansancio, el viejo corte delcuchillo abierto en el centro de su camisa. Sus ojos estabanfijos en ella, y lanzaban negrura de medianoche, del últimoconfín de los cielos.

Ninguna sonrisa en el mundo podría haber suavizadoaquella mirada.

Page 819: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Se erguía allí como si estuviera esperando que ella loalcanzara, lo persuadiera, le mostrara la verdad. Pero Lindenera incapaz de salvar el abismo existente entre ambos. Corríay corría hacia él, ansiando rodearlo con sus brazos; pero elcampo permanecía entre ellos tan apacible como los rayosdel sol, y los ojos de Covenant enviaban oscuridad haciaella, y todos sus esfuerzos eran vanos para acercarse. Sabíaque si lo alcanzaba él podría comprender… que la visión o ladesolación que había encontrado en el Fuego Bánico podríacomunicársela a ella, haciendo que llegara a comprender sucertidumbre. Él estaba seguro, tan seguro como el oroblanco. Pero inalcanzable. Se enfrentaba a su súplica con unirrevocable: No me toques de lepra o sublimación, oapoteosis.

Su rechazo hacía que la aflicción la sacudiera como elllanto de un niño abandonado.

Entonces ella deseó volver y lanzar toda su recuperadafuerza contra el Despreciativo, deseó invocar al fuegoblanco y borrarlo de la faz de la Tierra. Algunas infeccioneshan de ser estirpadas. ¿Qué otra cosa puedes hacer con talpoder? Ella deseaba hacerlo. Había herido a Covenant tanprofundamente que ya no le era posible alcanzarlo. En suangustia, codiciaba el fuego. Poseía su corazón y susmiembros, y en la mano izquierda empuñaba el anillo,aferrándolo ante el umbral de la deflagración. Era capaz dehacerlo. Si ninguna otra esperanza le quedaba, y no podía

Page 820: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

acceder a su amor, sería ella quien luchara, quien destruyera,quien gobernara. ¡Haría que el Amo Execrable conociera lanaturaleza de lo que él había fraguado!

Pero los ojos de Covenant la limitaban como si fuerademasiado débil para hacer algo, excepto llorar. Él no decíanada, no le ofrecía nada. Pero la pureza de su mirada leimpedía orillarlo. ¿Cómo podía él hablarle, hacer otra cosasalvo repudiarla? Ella le había despojado de voluntad, lohabía deshumanizado tan minuciosamente como lo habríahecho un Delirante, y saboreado su impotencia. Y a pesar detodo, él se mantenía tan humano, deseable y obstinado, tanquerido para ella como la propia vida. Tal vez estaba loco.¿Pero acaso ella no era algo peor?

¿No eres maldad?Sí. Sin duda.Pero la negra llama de sus ojos no la acusaba de

maldad. No la despreciaba en modo alguno. Simplemente senegaba a ser dominado.

Dijiste que confiabas en mí.Y ¿quién era ella para creer que estaba equivocado? Si

la duda era necesaria, ¿por qué debía dudar de él en lugar dehacerlo de sí misma? Kevin Pierdetierra la había advertido, yella sintió su honestidad. Pero quizá después de todo, él nocomprendía, estaba cegado por las consecuencias de supropia desesperación. Y Covenant permanecía ante ella entrerayos de sol y flores como si la belleza de Andelain fuera la

Page 821: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

fuente de su fortaleza. Su oscuridad era tan solitaria como lade ella. Pero la de ella estaba dotada de la sombría astucia yviolencia de las Madrigueras, y la de él recordaba el corazónde la verdadera noche, donde el Sol Ban jamás brillaba.

Sí, dijo ella otra vez. Sabía desde mucho tiempo atrásque cualquier forma de posesión era maldad; pero habíaprocurado pensar de otro modo, porque ambicionaba elpoder y porque quería salvar al Reino. Destrucción ycuración; vida y muerte. Podía haber argumentado queincluso la maldad estaba justificada para preservar el anilloblanco del Amo Execrable. Pero ahora estaba llorandorealmente. Covenant había dicho: He tratado de. encontrarotra respuesta. Era la única promesa que importaba.

Deliberadamente, le permitió irse… permitió que semarcharan el amor, la esperanza y el poder como si todosfueran uno, demasiado puro para ser poseído o profanado.Aprisionando los gritos en su garganta, giró y se alejó através del prado. Se alejó de la luz del sol para entrar en laatrocidad y el fulgor pétreo.

Vio con sus propios ojos como Covenant entregaba denuevo el anillo como si sus últimos temores hubierandesaparecido. Oyó con sus propios oídos la salvaje alegríade la risa del Amo Execrable cuando proclamó su triunfo. Lavehemencia y la desesperación parecieron cerrarse sobre ellacomo la tapa de un ataúd.

M o k s h a Jehannum intentó poseerla de nuevo,

Page 822: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

derribándola. Pero el Delirante no podía alcanzarla ahora. Latristeza se acumulaba en su interior, tratando demanifestarse. Apenas si fue consciente del fracaso demoksha.

El Despreciativo hacía retumbar Kiril Threndor:- ¡Imbécil!Se cernía sobre Linden, no sobre Covenant. Sus ojos

dejaban un rastro de veneno a través de su mente.- ¿No he dicho que todas tus elecciones conducen a mis

fines? ¡Tú me sirves del modo más completo! -Lasestalactitas enviaban fragmentos de malicia a su cabeza-.¡Eres tú quien ha decidido entregarme el anillo!

Alzó una mano que era como una mancha ante su vista.En su agarro, el anillo empezó a llamear. Su grito reunió tantafuerza que ella temió que destruyera la montaña.

- ¡Aquí, al fin tomo posesión de toda vida y Tiempopara siempre! ¡Dejemos que mi Enemigo sobreviva en eltemor! ¡Liberado de mi cárcel y suplicio, yo gobernaré elcosmos!

Ella era incapaz de permanecer en pie bajo el peso deaquella exaltación. La voz hería sus oídos, aceleraba el ritmode su corazón. Arrodillándose sobre la temblorosa piedra,apretó los dientes, y se juró a sí misma que, aunque hubierafracasado en todo lo demás, no continuaría respirando pormás tiempo aquella condenada atrocidad. Los murosarrojaban plata en carillón desde todas sus facetas. El poder

Page 823: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

del Despreciativo crecía hacia el apocalipsis.Pero oyó a Covenant. De algún modo, se mantenía

sobre sus pies. No gritaba, pero cada palabra que decía eratan precisa como un augurio.

- Buena jugada. Yo podía haber hecho la misma… siestuviera tan desquiciado como tú. -Su certidumbre erainatacable-. Para eso no se necesita tomar el poder. Bastacon el engaño. Te has vuelto loco.

El Despreciativo se volvió hacia Covenant. La magiaindomeñabie anulaba el fulgor pétreo, hacia que KirilThrendor gritara fuego blanco.

- ¡Rastrero, te enseñaré el significado de mi soberanía! -Toda su figura ondeaba y se difuminaba en el éxtasis, en laviolencia. Ünicamente sus perversos ojos permanecíanexplícitos, crueles como colmillos. Parecían desmenuzar lamédula de los huesos de Covenant-. ¡Soy tu Dueño!

Se erguía enorme sobre Covenant, con los brazosalzados en delirio o imprecación. En uno de sus puños,guardaba el premio por el que tanto había suplicado eintrigado. La intensa luz que él lanzaba desde el anillo debíahaber cegado por completo a Linden, haciendo saltar losojos de sus cuencas. Pero había aprendido de mokshaJehannum la manera de proteger sus sentidos. Sentía queestaba mirando dentro del horno del profanado sol; pero aúnera capaz de ver.

Capaz de ver el golpe que el Amo Execrable asestó

Page 824: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

sobre Covenant como si la magia indomeñable fuera unadaga.

Aquello hizo que el Monte Trueno se estremeciera, ydejara caer estalactitas del techo en una lluvia de lanzas bajola cual Linden estuvo a punto de desaparecer. Aplastó aCovenant contra el suelo como si le hubiera roto todos losmiembros. Por un instante, una convulsión de luces seretorció sobre él. El poder y el relampagueo de la blancaplata del anillo clamoreó a su través, gritando a lo largo delas líneas de su cuerpo. Ella trató de hacerse oír, pero noquedaba aire en sus pulmones.

Cuando cesó el golpe, dejó blancas llamascrisporroteando en el centro de su pecho.

La herida destilaba plata; toda su sangre ardía. El fuegose elevaba desde su herida abierta, esparciendo gotas yplumas de incandescente deflagración, que no estabaalterada por negrura o veneno. Durante aquel momento,pareció que continuaba vivo.

Pero aquello fue transitorio. El fuego desapareció conrapidez. Muy pronto crepitó y se apagó. Su agostado cuerpoyacía sobre el suelo para no moverse más.

Demasiado embotada para gritar, Linden apretó losbrazos contra sí misma, y su lamento llegó hasta la médulade sus huesos.

Pero el Amo Execrable seguía riendo a carcajadas.Reía satánicamente, como un demonio de tormento y

Page 825: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

triunfo. Su lujuria acribillaba a la montaña. Cayeron másestalactitas. De una pared a otra se abrió una grieta quecruzaba la cámara. Cayeron piedras como alaridos desdeaquella hendedura. Kiril Threndor se llenó de plata. ElDespreciativo se había convertido en un titán con laposesión del fuego blanco.

- ¡Guárdate de mí, Enemigo! -Aquel alarido ensordeció aLinden a pesar de su instintiva autoprotección. Lo oyó, nocon sus sobrecargados oídos sino con los tejidos y vasosde sus pulmones-. ¡Poseo la clave del Tiempo, y lo reduciré aruinas! ¡Enfréntate a mí si te atreves!

El fuego crecía a su alrededor, fustigado más y más porsus fieros brazos. En anillo se crecía en su puño como un solen ascenso. Su poder superaba ya el del Fuego Bánico,sobrepasaba cualquier alarde de fuerza que ella hubierapresenciado; incluso a los obsesionantes rostros de suspesadillas.

Pero se movió. Reptando sobre los agonizantesestertores y estremecimientos de la piedra, impelió sudebilitado cuerpo hacia Covenant. No podía ayudarle. Niayudarse. Pero ansiaba estrecharlo entre sus brazos una vezmás. Implorar su perdón, aunque él no pudiera ya oírla. ElAmo Execrable se había vuelto tan espantoso queúnicamente los confines de su cataclismo eran todavíadiscernibles. Se arrastró dejándolo atrás como si lo ignorase.Deshecha y angustiada en cuerpo y alma, llegó hasta

Page 826: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant, se sentó junto a él, puso su cabeza en su regazo,y dejó que sus cabellos cayeran sobre la cara de él.

En la muerte, su rostro mostraba una extraña expresiónde alivio y dolor. Parecía que iba a reír y llorar al mismotiempo.

Al menos yo confié en ti, le dijo. Aunque en todo lodemás me haya equivocado, al final confié en ti.

Entonces la angustia se apoderó de su corazón.Ni siquiera me dijiste adiós.Ninguna de las personas que habían muerto mientras

las amaba, le había dicho adiós.No sabía cómo le era posible continuar respirando. La

atrocidad del Amo Execrable había llegado a ser tan intensacomo la luz. La destrucción que se proponía, arrancabaaullidos de la piedra. Kiril Threndor era la desgarrada bocadel suplicio de la montaña. Su insignificante carne parecíadesgastarse y disolverse ante la proximidad de semejantepoder. Su maligno influjo se acercaba cada vez más.

Instintivamente, casi involuntariamente, levantó lamirada de la culpabilidad y la inocencia de Covenant, urgidapor la inexpresable convicción de que debería ser al menos laúnica testigo de la destrucción del Tiempo. Mientras sumente subsistiera, podría presenciar lo que el Despreciativohacía, incluso enviar su protesta para que lo persiguiera enlos cielos.

Un remolino giraba alrededor del Amo Execrable y

Page 827: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

crecía como si pretendiera romper la Tierra consumiendo lavida. Su fuego era tan intenso que latía a través de lamontaña, haciendo que todo el Monte Trueno batiera. Perogradualmente arrastró las llamas hacia sí, enfocándolas en lamano en que estaba el anillo. Demasiado brillante para sermirado, su puño latía como el corazón del mundo.

Con un terrible grito, elevó su aferrado poder.Un instante después, su exaltación se convirtió en

asombro y cólera.En algún punto de la roca que rodeaba a Kiril Threndor,

su ráfaga se hizo pedazos. Puesto que iba dirigida contra elArco del Tiempo, no era esencialmente una fuerza física,aunque la conmoción de la descarga estuvo a punto de dejarinconsciente a Linden. No ocasionó ningún daño físico. Envez de ello, fue como si hubiera chocado contra un cielo demedianoche que la hubiera hecho estallar. En un abismoinsondable, los fragmentos de fuego se disparaban yfulguraban.

las ardientes líneas de luz se esparcían como en ungrabado, convinándose y multiplicándose rápidamente,tomando forma dentro de la masa de la montaña. A partir dela magia indomeñable y la nada, crearon el bosquejo de unhombre.

Un hombre que se había interpuesto entre el AmoExecrable y el Arco del Tiempo.

La silueta adquirió densidad y facciones mientras

Page 828: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

absorbía el ataque del Despreciativo.Thomas Covenant.Se erguía allí en el granito del Monte Trueno; un

espectro en todo diferente a la poderosa piedra. Sóloquedaba de su ser mortal la expresión de poder y tristeza quemarcaba su semblante.

- ¡No! -aulló el Despreciativo-. ¡No!Pero Covenant respondió:- Sí. -No tenía voz terrenal, ni producía sonido humano.

Y sin embargo podía ser oído a través del clamor de laatormentada piedra, en las constantes repercusiones de lafuria del Amo Execrable. Linden le oía tan diáfanamentecomo a una trompeta-. Brinn me mostró el camino. Abatió alGuardián del Árbol Único sacrificándose a sí mismo,dejándose derrotar. Y Mhoram me dijo: Recuerda laparadoja del oro blanco. Pero durante mucho tiempo nocomprendí. Yo soy la paradoja. No puedes despojarme de lamagia indomeñable. -Entonces pareció avanzar,concentrándose con mayor intensidad en el Despreciativo.La orden resultó tan clara como el fuego blanco: -Deja elanillo.

- ¡Jamás! -gritó al instante el Amo Execrable. El poderlatía en él, deseando ser usado-. Ignoro qué trampa o locurate ha traído ante mí de entre los muertos… ¡pero de nada tevaldrá! ¡Ya me derrotaste una vez!;No sufriré una segundahumillación! ¡Jamás! ¡El oro blanco me pertenece, me ha sido

Page 829: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

cedido voluntariamente! ¡Si intentas combatirme, ni la propiamuerte te protegerá de mi cólera!

Algo parecido a una sonrisa se dibujó en el apasionadosemblante del espectro.

- Vuelvo a decirte que estás equivocado. Ni siquiera hepensado combatirte.

La respuesta del Amo Execrable fue un dardo de fuegoque hizo chisporrotear el aire como la carne al freírse. Unfiero poder lo bastante fuerte para derrumbar la cima de unamontaña alcanzó a Covenant, rugiendo para aniquilarlo.

Él no se le opuso, no hizo ningún esfuerzo para resistiro evitar el ataque. Simplemente lo aceptó. El pliegue de dolorentre sus cejas mostraba que había sido dañado; pero noretrocedió. La corriente de fuego había penetrado ydesgarrado dentro de él, y Linden temió que incluso un almade muerto pudiera sucumbir ante aquélla. Pero cuando elataque concluyó, Covenant lo absorvió por completo.Dominó bravamente a las llamas.

- No voy a combatirte. -Incluso ahora parecíacompadecer a su torturador-. Cuanto puedes hacer esherirme. Pero el sufrimiento no dura. Únicamente me hacemás fuerte. -Su voz tenía una nota de compasión por elDespreciativo-. Deja el anillo.

Pero el Amo Execrable había llegado tan lejos en lacólera y la fustración que parecía haberse quedado sordo.

¡No!

Page 830: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- ¡No! -volvió a rugir. Ningún miedo podía frenarlo;había traspasado las fronteras de la violencia absoluta.

- ¡No!¡NO!Y con cada grito lanzaba toda su fuerza contra el

Incrédulo.Una ráfaga después de otra, cada vez más rápidas. El

suficiente poder blanco para reducir el Monte Trueno aescombros, para desgajarlo del Declive del Reino, paraprecipitarlo en el funesto abrazo del Llano de Sarán.Suficiente para convertir incluso el Árbol Único en cenizas ytizones. Suficiente para derruir el Arco del Tiempo. Todo elantiguo poder del Amo Execrable era multiplicado ycanalizado por el plateado anillo. Golpeaba y golpeaba; elincontestable tañido fúnebre de su ira ensombreciendo KirilThrendor hasta que la mente de Linden empezó a dar vueltay su vida casi acabó, incapaz de soportar la magnitud deaquella cólera. Se aferró al cuerpo de Covenant como siconstituyese su último asidero; y luchó para resistir ymantenerse cuerda mientras el Amo Execrable se esforzabaen destrozar estructura esencial de la Tierra.

Pero sus acometidas iban sólo contra el espectro; sólogolpeaban a Covenant. Éste absorbía una ráfaga tras otra depoder del Desprecio y su fuego lo hacía más poderoso.Rindiéndose a su ferocidad, las trascendía. Cada golpe loelevaba desde la mera contemplación pasiva de los Muertos

Page 831: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

de Andelain y la ritual indefensión de los Sinhogar enCoercri, hasta la altura de la inmaculada magia indomeñable.Y esto lo convirtió en un inquebrantable baluarte erguidogloriosamente ante la destrucción.

Al mismo tiempo, cada ataque hacía que el AmoExecrable se debilitara. Covenant era una barrera que elDespreciativo no podía taladrar porque no le ofrecíaresistencia; y él no podía detenerse. Después de muchosmilenios de ansia, la derrota le resultaba intolerable. Concreciente frenesí lanzaba cólera, desafío y un inmitigableodio contra Covenant. Pero cada golpe fallido requería unmayor esfuerzo. Su materia se desgastaba y enflaquecía,desnaturalizada momento a momento, mientras sus ataquesse hacían más temerarios y extravagantes. Pronto se redujo atal evanescencia que apenas era discernible.

Y sin embargo no paraba. Rendirse era imposible paraél. Si no se hubiera hallado limitado y constreñido por elTiempo mortal de su prisión, habría continuado eternamente,buscando la completa destrucción de Covenant. Por uninstante, su figura se estrió y gimió cuando la furia absolutalo condujo hasta el umbral de la extinción. Luegodesapareció.

Aunque se encontraba aturdida y rota, Linden captó eldébil tintineo metálico del anillo al caer al estrado y rodarhasta detenerse.

Page 832: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

VEINTE: La Solsapiente

Lentamente, el silencio volvió a aposentarse como elpolvo sobre Kiril Threndor. La mayor parte del fulgor pétreose había extinguido, pero aún quedaban fragmentos en lasfacetas de los muros, proporcionando a la cámara unasombría iluminación. Sin el empalagoso hedor de laatrocidad, la azufrada atmósfera olía casi a limpio. El techomostraba huecos en los lugares en que habían estado lasestalactitas. Prolongados temblores vibraban aún en ladistancia, pero ya no eran peligrosos. Se suavizaban comosuspiros cuando pasaban ante la percepción de Linden.

Ésta se hallaba sentada, con las piernas cruzadas, cercadel estrado, con la cabeza de Covenant sobre el regazo.Ninguna respiración agitaba aquel pecho. Su cuerpoempezaba a enfriarse. La capacidad para afrontar el peligroque ella tanto admiró, había desaparecido. Pero Linden nodejó que él se marchara. Su rostro tenía un gesto de derrotay victoria, una extraña fusión de rigidez y gracia, que hacíapensar que se encontraba más cerca de la paz de lo quenunca había estado.

No quiso levantar la vista para encontrarse con losplateados ojos de su espectro. No necesitaba verloinclinándose sobre ella como si su corazón sangrara porconsolarla. Con sentir su presencia tenía bastante. En

Page 833: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

silencio, ella se arqueó sobre su cuerpo. Sus ojos llorabanante la belleza de lo que él había llegado a ser.

Durante un largo momento, la empatia de aquellapresencia la rodeó, limpiando las últimas impurezas del aire,el sabor a ruina de sus pulmones. Luego pronuncióquedamente su nombre. Era una voz suave, casi humana,como si no hubiera traspasado los límites de la vida hacia lamuerte.

- Lo siento. -Parecía creer que necesitaba su perdón,porque ella sufría por su causa-. No encontré otra manera dehacerlo. Tenía que detenerle.

Lo entiendo, respondió ella. Tú tenías razón. Nadie máspodría haberlo hecho. Si ella hubiese poseído la mitad de sucomprensión, una parte de su valor, hubiera intentadoayudarle. No había existido ninguna otra salida. Pero ellahabría fracasado. Estaba demasiado influida por sus propiastinieblas para realizar tan puros sacrificios.

Nadie más, repitió. Pero ahora, en cualquier momento,iba a llorar. Al fin lo había perdido. Cuando el verdaderodolor empezara, ya nunca se detendría.

Mas él ya había pasado de la compasión a la necesidad.O quizá sentía la desolación que aumentaba en ella y tratabacontestarla. Con dulzura de amante, dijo:

- Ahora ha llegado tu turno. Recoge el anillo.El anillo. Se encontraba en el borde del estrado, a unos

diez pies de Linden. Y estaba inerte, desprovisto de luz y de

Page 834: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

poder, una inútil sortija color de plata sin más significadoque el de una alianza en desuso. Sin Covenant o el AmoExecrable para gobernarlo, había perdido toda importancia.

Se hallaba demasiado debilitada y vencida parapreguntarse por qué Covenant pretendía que hiciera algocon el anillo. Si le hubiera dado alguna razón para esperarque su espíritu y su carne pudieran volver a reunirse, lehabría obedecido. Ninguna flaqueza ni incomprensiónhabrían evitado que lo obedeciera. Pero aquellas cuestionesya estaban resueltas. Y no deseaba separarse del cuerpo queestrechaba entre sus brazos.

- Linden -Las emanaciones eran dulces y amables, peropudo sentir que su urgencia crecía-. Intenta reflexionar. Yasé que es duro… después de cuanto has tenido quesoportar. Pero inténtalo. Necesito que salves al Reino.

No podía elevar su mirada hasta él. Su rostro muerto eratodo lo que le quedaba, todo lo que aún la mantenía firme. Silevantaba la cabeza hacia su insoportable hermosura, podríaperderse también. Con las yemas de los dedos acarició lasmarchitas líneas de sus mejillas. En silencio, dijo:

- No necesito hacerlo. Ya lo has hecho tú.- No -le contestó él inmediatamente-. No lo he hecho. -

Cada palabra mostraba su tensión con más claridad-. Loúnico que hice fue detenerlo. Pero no he curado nada. El SolBan aún sigue ahí. Tiene vida propia. Y la energía de laTierra ha sido demasiado corrompida. No puede recobrarse

Page 835: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

por sí misma. -Su tono penetró directamente en su corazón-.Linden, por favor. Recoge el anillo.

En su corazón, donde se preparaba una tormenta delamentos, instintivamente, sintió miedo. Parecía tener suorigen en el mismo lugar en que naciera su vieja ansia por laoscuridad.

No puedo, dijo. Las ráfagas y la amargura se arrastrabanen su interior. Tú sabes lo que el poder hace de mí. Nopuedo evitar el herir a quienes quiero preservar. Meconvertiré exactamente en otro Delirante.

El espíritu de Covenant brillaba mostrando sucomprensión. Pero no intentó responder a su espanto, paranegarlo o para consolarla. En cambio, su voz adquirió untono de áspera exigencia.

- No puedo hacerlo por mí mismo. No tengo tus manos,no puedo tocar ya esa clase de poder. No estoy vivofísicamente. Y puedo ser orillado. Soy como las Almas.Pueden ser invocadas… y pueden ser alejadas. Cualquieraque sepa cómo puede hacerme desaparecer. -Parecía creerque lo acechaba aquel peligro-. Incluso el Execrable pudohaberlo hecho, si no hubiera estado intentando utilizar lamagia indomeñable contra mí.

«Reflexiona, Linden. -La sensación de peligro humeabaen la caverna-. El Execrable no está muerto. No puedo mataral Desprecio. Y el Sol Ban hará que vuelva. Lo restaurará. Nopuede traspasarme para quebrantar el Arco. Pero es capaz de

Page 836: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

hacer cualquier cosa que desee contra el Reino… y contra laTierra entera.

«¡Linden! -La súplica le hizo estremecerse. Pero almomento volvió a ejercer el control sobre sí mismo-. Noquiero hacerte daño. Ni exigirte más de lo que puedes hacer.Ya has hecho demasiado. Pero tienes que entenderlo. Estáscomenzando a debilitarte.

Aquello era verdad. Lo reconoció con vaga perplejidad,como presagio de un temporal. O el cuerpo de él se habíavuelto más sólido y pesado, más real… o era que su propiacarne estaba perdiendo precisión. Oía el soplo del vientocomo la antigua respiración de la montaña. Todo lo que larodeaba, el fulgor pétreo, la roma piedra, la atmósfera de KirilThrendor, se agudizaba mientras sus percepcionesdisminuían. Se estaba consumiendo. Lentamente,inexorablemente, el mundo se hacía más esencial y necesarioque cualquier cosa que su trivial mortalidad pudieraemprender. Muy pronto se apagaría como una vela gastada.

- Ésta es la manera en que habitualmente ocurre -prosiguió Covenant-. El poder que te trajo aquí se retiracuando quien te invocó muere. Estás volviendo a tu propiavida. El Execrable no está muerto… pero en lo que respecta atu invocación, podría estarlo. Vas a perder la últimaoportunidad. -Su exigencia se centró sobre ella como la ira. Oquizá fuera su propia disminución lo que hacía que lepareciera tan ferozmente apenado-. ¡Recoge el anillo!

Page 837: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ella suspiró débilmente. No deseaba moverse; laperspectiva de disolución le repercutía como una promesade paz. Quizá muriera allí… quizá le fuera evitada la tormentade su dolor. Aquel detrimento la destruía, presagiando elviento que soplaba entre los mundos. Lo había perdido.Cualquier cosa que ocurriera ahora, no cambiaría el hecho deque lo había perdido por completo.

Pero no lo rechazó. Había jurado parar al Sol Ban. Y elamor que por él sentía no le permitía rendirse. Habíafracasado en todo lo demás.

No se dio prisa. Aún le quedaba tiempo. El proceso delixiviación era lento, y aún le quedaba la suficientepercepción para calibrarlo. Gimiendo por el dolor de sushuesos, enderezó la espalda y bajó tiernamente la cabeza delcadáver de Covenant hacia sus muslos. Sus dedos estabanentumecidos, como si ya no sirvieran para nada; pero losobligó a servirla… para abrochar su camisa, cerrando almenos aquella defensa sobre su desolado corazón. En suspesadillas, aquella era la camisa que empleaba para intentardetener la hemorragia. Pero también había fracasado.

En aquel momento, una voz tan nítida como unacampana tañó en su mente. Le pareció reconocerla, aunqueno podía pertenecerle a él; era imposible. Nada la habíapreparado para aquella desesperación.

- ¡Retírate, sombra! ¡Tu labor ha concluido! ¡No meaflijas más!

Page 838: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Las órdenes resonaron atravesando la cámara; lasrevocaciones arreciaron contra Covenant. Instantáneamente,su espectro vaciló y desapareció como la niebla ante elviento. Su poder había terminado. No podía oponerse aaquella separación.

Gritando el nombre de Linden en tono de súplica oangustia, se disolvió y fue borrado. Su paso dejó trazosplateados en la visión de Linden. Después, también éstosdesaparecieron. No quedó nada de él a lo que pudieraaferrarse.

En aquel momento, la campana tañó otra vez, clara ycompulsiva. Tan frenética que casi la ensordeció.

- ¡Retírate, Escogida! ¡No te atrevas a acercarte al anillo!En pos del estruendo, Buscadolores y Vain entraron en

Kiril Threndor, juntos, como si estuvieran enzarzados en uncombate mortal.

Pero la lucha se desarrollaba en un solo lado.Buscadolores golpeaba y se retorcía, debatiéndosesalvajemente; Vain se limitaba a ignorarlo. El elohim era laEnergía de la Tierra encarnada, de tan fluida esencia quepodía adoptar cualquier forma concebible. Y sin embargo eraimpotente para desprenderse del agarro del Demondim. Vaintodavía seguía aferrándole por la muñeca. La negra creaciónde los ur-viles se mantenía inexorable e impávida.

Así enzarzados avanzaban hasta el anillo. La mano librede Buscadolores tanteó en aquella dirección. Su ronca voz

Page 839: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

era un desentonado repiqueteo de angustia.- ¡Me ha obligado a sostenerle! ¡No debe ser tolerado!

¡Retírate, Escogida!Ahora Vain se oponía a Buscadolores, esforzándose en

agarrar la espalda del eloh im. Pero Buscadolores eradeniasiado poderoso para aquello. Luchando como águilas,se acercaban cada vez más al estrado.

Entonces Linden creyó que seguramente ella semovería. Que podría oproximarse al anillo y recogerlo,aunque sólo fuera porque no confiaba en el Designado ni ensu negro opositor. Vain se mostraba inalcanzable ototalmente violento. Buscadolores alternaba la compasión yel desdén, como si ambos sólo fueran facetas de sumendacidad. Y Covenant había intentado advertirla. Laterrible brusquedad de su deposición llenó de cólera sucorazón vacilante.

Pero había esperado demasiado. Los crecientes vientossoplaban atravesándola como si fuese una sombra. Lacabeza de Covenant se había vuelto mucho más real que suspiernas; no podía moverlas. El techo se inclinaba sobre ellacomo una destilación de sí mismo, piedra condensada másallá de la dureza del diamante. Los quebrados fragmentos deestalactita parecían tan irreductibles como el sufrimiento.Aquel mundo era excesivo para Linden. Sobrepasaba todassus concepciones. Los relámpagos de fulgor pétreo parecíandejar laceraciones a través de su vista. Buscadolores y Vain

Page 840: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

luchaban y luchaban hacia el anillo; y cada uno de susmovimientos era tan brusco como una catástrofe. Vainllevaba las abrazaderas del Bastón de la Ley como si fuerangrilletes. Ella estaba acercándose a la extinción. El peso delcadáver de Covenant la reducía a la impotencia.

Intentó gritar. Pero carecía de sustancia para producirningún sonido que pudiera oír el Monte Trueno.

Y sin embargo fue contestada. Cuando creía perdidatoda esperanza, fue contestada.

Dos figuras surgieron del mismo túnel que la habíallevado a Kiríl Threndor. Entraron en la cámara,tambaleándose hasta que se detuvieron. Estabandesesperados y sangrantes, insoportablemente exhaustos,casi muertos sobre sus pies. La espada de ella estabamellada y sangrienta; la sangre goteaba de sus brazos ycota. Él parecía próximo al vómito cada vez que respiraba,como si sufriera una hemorragia. Pero su valor erainquebrantable. En alguna parte, Encorvado encontró lasfuerzas para decir apremiantemente:

- ¡Escogida! ¡El anillo!La súbita aparición de los gigantes desafiaba a la

comprensión. ¿Cómo podrían haber escapado de los Entesde la Cueva? Pero estaban a l l í , vivos, semipostrados,voluntariosos. Y al verlos, el espíritu de Linden se enderezócomo en un acto de gracia. La condujeron de vuelta a símisma a pesar de la tormenta que la arrastraba.

Page 841: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Buscadolores estaba apenas a un paso del anillo. Vainno podía contenerlo.

Pero el Designado no lo alcanzó.Linden se apoderó de la alianza matrimonial de

Covenant con los débiles restos de su sentido de la salud,extrayendo llamaradas del metal como en una afirmación. Erasu anillo ahora, otorgado por amor y necesidad; y al primercontacto con su incandescencia se vio restaurada con unespasmo doliente y gozoso al tiempo, como una terriblebendición. De repente, volvió a ser tan real como la piedra yla luz, tan palpable como el frenesí de Buscadolores, laintransigencia de Vain y el valor de los gigantes. La presiónque la impelía fuera de aquella existencia no recedió, peroahora podía combatirla. Sus pulmones inhalaron y expelieronel aire matizado de azufre como si tuvieran derecho.

Con el fuego blanco, repelió al elohim. Luego, tancuidadosamente como si continuara vivo, sacó las piernasde debajo de la cabeza de Covenant.

Dejándolo solo allí, fue a tomar el anillo.Durante un momento tuvo miedo de tocarlo, pensando

que sus llamas podían quemarla. Pero entonces, comprendióalgo más. Sus sentidos resultaban explícitos: aquellas llamasle pertenecían y no le producirían daño. Resueltamente cerróel puño derecho sobre la ardiente alianza.

De inmediato, la llama plateada corrió por su antebrazocomo si fuera a quemar su carne. Danzaba y golpeaba en su

Page 842: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

pulso, pero no la quemaba, ni le arrebataba nada; el preciodel poder tendría que ser pagado más tarde, cuando la magiaindomeñable hubiese desaparecido. Mas por el contrario,parecía fluir hacia el interior de sus venas, infundiéndolevitalidad. El fuego era plateado y bello, y la llenaba devitalidad y fuerza, de capacidad de elección como haciéndoleun regalo.

Quiso gritar de alegría. Aquello era poder, y no eramaligno si ella no lo era. El deseo que había atenazado susdías solamente era tenebroso porque lo había temido,negándolo. Poseía dos nombres, y uno de ellos era vida.

Su primer impulso fue volverse hacia los gigantes, curara la Primera y a Encorvado de sus heridas, compartiendo conellos su alivio y vindicación. Pero Vain y Buscadolores seerguían ante ella, el Designado con la muñeca atenazada porVain, y exigían su atención.

El Demondim la estaba mirando, con una salvaje sonrisadibujada en su boca. Una rugosa corteza que ni la lava ni elsufrimiento marcaran, cubría su antebrazo de madera. PeroBuscadolores no podía afrontar su mirada. La miseria de suaspecto era ahora absoluta. Sus ojos estaban nublados porlas lágrimas; su plateado cabello caía sobre sus hombros enhebras de dolor. Cedía frente a Vain como si sus fuerzashubieran fallado. Su mano libre aferraba el negro hombro desu compañero como en una súplica.

Linden ya no sentía cólera a causa de ellos. No la

Page 843: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

necesitaba. Pero la fijeza de la mirada de medianoche de Vainla aturdía. Sabía intuitivamente que había llegado a lacúspide de su secreto propósito… y que de alguna forma eldesenlace dependía de ella. Pero ni siquiera el oro blancoagudizaba sus sentidos lo bastante para adivinarlo. Nopodía estar segura de nada excepto del pánico deBuscadolores.

Aferrado al hombro de Vain, el Designado murmurabacomo un niño:

- Soy un elohim. Kastenessen me maldijo con lamuerte… pero no fui hecho para la muerte. No debo morir.

La réplica del Demondim fue tan inesperada que Lindenretrocedió un paso.

- No morirás. -Aquella voz era suave y diáfana, tanperfecta como su esculpida carne… y totalmentedesprovista de compasión. No negó ni reconoció el miedode Buscadolores-. No es muerte. Es propósito. Nosotrosredimiremos a la Tierra de la corrupción.

Entonces se dirigió a Linden. En su tono no se delatabani deferencia ni imposición.

- Solsapiente, debes abrazarnos.Ella lo miró fijamente.- ¿Abrazaros?Vain no le respondió: su voz parecía haberse ido como

si él hubiera pronunciado ya todas las palabras que lehabían sido permitidas y no pudiera volver a hablar. Pero su

Page 844: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

mirada y su gesto se concentraban en ella con expectación,con la firme e inexplicable certeza de que ella lo complacería.

Durante un momento, vaciló. Sabía que le quedabapoco tiempo. La presión que intentaba llevársela de allíseguía incrementándose. Pronto sería demasiado patentepara que pudiera resistirla. Pero la decisión que Vain le exigíaera crucial. Todo venía a converger en este punto, elpropósito de los ur-viles, las argucias de los elohim, lasupervivencia del Reino; y ya había tomado demasiadasdecisiones.

Miró a los gigantes. Pero a Encorvado no le quedabaayuda que ofrecerle. Estaba sentado, apoyado en el muro, yse retorcía a causa del inmenso dolor de su pecho. La sangrecoagulada bordeaba su boca. Y la Primera estaba de pie a sulado, apoyándose sobre la esnada y observando a Linden.Se sostenía como en muda declaración de que apoyaría consus últimas fuerzas cualquier cosa que la Escogida decidiera.

Linden se volvió hacia el Demondim.Sin razón suficiente, descubrió que confiaba en él. O

quizá confiaba en sí misma. El fuego blanco subía y bajabapor su brazo derecho, llegaba hasta el hombro y acentuabael fuerte ímpetu de su vida. Él estaba rígido y fatal, ciego acualquier propósito excepto a los suyos propios. Peroporque había sido entregado a Covenant por Vasallodelmar,porque en una ocasión se había inclinado ante ella, porquele había salvado la vida, y porque se había enfrentado

Page 845: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

bravamente a las insidias de sus constructores, hizo lo quele pedía.

Cuando rodeó con sus brazos su cuello y el deBuscadolores, el elohim se arredró. Pero su pueblo lo habíadesignado para aquel trance, y la voluntad de su pueblo semantuvo. En el último instante, alzó la cabeza paraencontrarse con su Würd personal.

En ese momento, Linden se convirtió en unaestremecedora conmoción de poder que no había pretendidoni pudo controlar.

Pero la explosión no produjo impacto externo, nodesprendió luz, ni fuego, ni furia. Podía haber sido invisiblepara los gigantes. Toda su energía fluía hacia dentro. Y losdos extraños seres se unieron en sus brazos.

Hay magia indomeñable grabada en cada piedra,Sometida al oro blanco para ser desatada o controlada. Eloro, extraño metal, en el Reinono nacido. Ni gobernado,limitado o sojuzgado Por la Ley con que el Reino fuecreado. Blanco, porque blanco es el color de los huesos, Latextura de la carne, La disciplinade la vida,

Lleno de blanca pasión, su abrazo se convirtió en elcrisol en que Vain y Buscadolores se fundieron paraconvertirse en algo nuevo.

Buscadolores, el atormentado elohim, la Energía de la

Page 846: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tierra encarnada. Amoral, arrogante y suficiente, capaz decualquier cosa. Enviado por su pueblo para redimir a laTierra a cualquier coste. Para obtener el anillo para sí en casode que le fuera posible. Y si no podía lograrlo, para pagar elprecio del fracaso.

Aquel precio.Y Vain, el Demondim-producto, artificialmente creado

por los ur-viles. Más duro que el granito. Vivo únicamentepara su ínsito propósito y cruelmente indiferente a cualquierotra necesidad, valor o creencia.

En el abrazo de Linden, con el poder de la magiaindomeñable, sus opuestos cuerpos murieron juntos.Mientras los estrechaba, comenzaron a fundirse.

De Buscadolores fluía la Energía de la Tierra. De Vain lafirme y perfecta estructura. Y entre ellos, la vieja definicióntramada en las abrazaderas del Bastón de la Ley. El elohimperdió su forma; parecía ondear a través del Demondim. Vaincambió y se ensanchó dentro de los aros de hierro queapresaban su muñeca derecha y su tobillo izquierdo.

Su antebrazo derecho se liberó de la corteza, y brillócomo madera joven. Y la madera crecía, se extendía a travésde la transformación, imponía su forma a la mezcla. Cuandocomprendió lo que estaba ocurriendo, Linden se arrojódentro del apoteosis. La magia indomeñable suplía al poder,pero no era suficiente. Vain y Buscadolores necesitan másde ella. Vain había sido tan perfectamente construido que

Page 847: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

podía regirse por la Ley natural, convirtiendo en belleza elprolongado autodesprecio propio de los ur-viles. Perocarecía, de imperativo ético, de sentido de propósito más alládel climax. La esencia de Buscadolores otorgaba lacapacidad para el uso, la fuerza que hacía eficaz a la Ley.Pero tampoco podía darle un significado a aquello: el elohimse hallaba demasiado absorto en sí mismo. Latransformación exigía algo que solamente el poseedorhumano del anillo podía proporcionar.

Ella dio la mejor respuesta que tenía. Desechó el temor,la desconfianza y la ira; no había lugar para ellos. Exaltadapor el fuego blanco, hizo fulgurar su pasión por la salud y lacuración, la percepción que le había dado el Reino, el amorque aprendiera a sentir por Andelain y la Energía de laTierra. Eligió el fin que deseaba y lo hizo realidad.

Entre sus manos, el nuevo Bastón de la Ley comenzó avivir.

La Ley viva llenaba las abrazaderas de sabiduría y elpoder vivo brillaba en cada fibra de la madera. En el antiguoBastón habían tallado runas para definir su propósito. Peroeste Bastón estaba vivo, casi consciente; no tenía ningunanecesidad de runas.

Cuando cerró los dedos en torno a la madera, se vioarrastrada por una marea de posibilidades.

Casi sin transición, su sentido de la salud se hizo tangrande como la montaña. Saboreó la tremenda inmensidad y

Page 848: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

antigüedad del Monte Trueno, sintió la lenta y dificultosarespiración de la piedra. Los Entes de la Cueva seescabullían como partículas por el interior de lasinconmensurables catacumbas. Muy por debajo de ella, dosDelirantes se escondían entre las ruinas y las criaturas de lasprofundidades. En algún lugar por encima de estos, lospocos ur-viles que habían sobrevivido contemplaban KirilThrendor en una reflecíiva laguna de ácido y gruñíanexigiéndose vindicación ante el éxito de Vain. Laborboteante lava arrojaba su calor contra la desprotegidamejilla de Linden. Una miríada de pasadizos, escondrijos,madrigueras y osarios se lamentaban inútil y fétidamenteporque el río que debía haber discurrido por la Garganta delTraidor estaba seco, y ya no llevaba agua que limpiara lasMadrigueras. En la cima se agazapaban los Leones deFuego, aguardando en eterna inmovilidad el ser llamados a lavida.

Y todavía su alcance se incrementaba. La magiaindomeñable y la Ley la llevaban aún más lejos. Antes deque pudiera medio clarificar sus percepciones, éstas seextendieron hasta más allá de la montaña, internándose en elReino.

El sol estaba saliendo. Aunque se encontraba en KirilThrendor como si estuviera en trance, sentía el amanecer delSol Ban sobre sí.

Resultaba demencialmente intenso. Ella era ahora

Page 849: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

demasiado vulnerable; el sol hería sus nervios como si learrancara la vida con un cuchillo caliente, traspasaba sucorazón con veneno como un afilado colmillo.Inmediatamente, retrocedió buscando refugio, se retiró comosi estuviera haciendo bambolearse la caverna donde losgigantes la vieron sumida en la estupefacción y a Covenantmuerto sobre el suelo.

Un Sol de Fertilidad. Una visceral fiebre la atenazó.Sunder y Hollian habían aborrecido el Sol de Pestilencia másque ningún otro. Pero a Linden le parecía el peor el deFertilidad. Era insano más allá de lo soportable, y todas lascosas que tocaba se convertían en gemidos de angustia.

Los ecos de su fuego lamían los muros. Una larga grietasurcaba el suelo. Algo valioso había sido roto allí. La Primeray Encorvado la observaban como si se hubiera convertidoen un ser maravilloso.

Le quedaba muy poco tiempo. Necesitaba tiempo,necesitaba paz, descanso y consuelo para reunir valor. Perola presión continuaba creciendo. Y el Bastón de la Leymultiplicaba su fuerza. Las invocaciones y los retornosfuncionaban por reglas que el Bastón afirmaba. Solamente elpuño cerrado sobre el anillo y su agarro sobre la limpiamadera, su inquebrantable voluntad, la mantenían dondeestaba.

Sabía lo que tendría que hacer.La perspectiva la espantaba.

Page 850: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Pero había soportado ya demasiado, y todo aquellosería inútil si ahora desfallecía. No podía fallar. Aquel era elmotivo por el que había sido escogida. Porque era laapropiada para cumplir el último ruego de Covenant.Resultaba excesivo… y no obstante apenas suficiente parareparar cuanto debía. ¿Por qué iba a fracasar? El meropensamiento de que tendría que permitir que el Sol Ban latocara una y otra vez hacía que se contrajera su estómago,enviaba náusea a sus venas. El horror emitía mudos alaridosde protesta. En cierto sentido, tendría que identificarse conel Reino… exponiéndose tan completamente como él a laprofanación del Sol Ban. Sería como volver a estar encerradaen el desván con su moribundo padre mientras su oscurojúbilo se proyectaba contra ella… como soportar de nuevolas abyectas acusaciones de su madre hasta que lacondujeron al extremo del asesinato. Pero había sobrevividoa aquellas cosas. Había encontrado su camino a través deellas hacia una existencia digna de mayor respeto del que sele había otorgado nunca. Y el viejo cuya vida había salvadoen Haven Farm le prometió sostenerla.

Ah, hija mía, no temas. No vas a sucumbir aunque él teataque. También hay amor en el mundo.

Porque necesitaba al menos ese pequeño consuelo, sevolvió hacia los gigantes.

No se habían movido. Carecían de ojos para ver lo queestaba sucediendo. Pero un valor indomable todavía se

Page 851: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

reflejaba en el rostro de la Primera. Ni la suciedad ni la sangrevelaban su férrea belleza. Parecía tan alerta, como podríaestarlo un águila. Y cuando su mirada se encontró con la deLinden, Encorvado sonrió como si ella fuera la últimabendición que él necesitaba.

Con el Bastón de la Ley y el blanco anillo, Lindeneliminó el cansancio de los miembros de la Primera, restaurósu fuerza gigantina. Cerró las grietas de los pulmones deEncorvado, sanando su respiración. Entonces, para que lefuera posible creer en sí misma más tarde, enderezó sucolumna vertebral, reestructurando sus huesos de maneraque pudiera mantenerse erguido y respirar con normalidad.

Después de esto, se acabó su tiempo. El viento quesoplaba entre los mundos se fortalecía continuamente en elfondo de sus pensamientos, llamándola desde lejos. Nopodría negarse por mucho tiempo.

Sé fiel.Deliberadamente, abrió sus sentidos y por propia

elección regresó bajo el Sol Ban.Su poder era de una atrocidad increíble; y el Reino yacía

roto ante él, roto y moribundo, un cuerpo indefensoasesinado como Covenant en la peor de sus pesadillas, elpuñal impulsado por una asombrosa violencia que hacíabrotar más sangre de la que jamás viera en su vida. Y desdela herida se expandía la corrupción.

Nada podía detener aquello. Devoraba la tierra igual que

Page 852: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

veneno. La herida se ensanchaba con cada salida de sol. ElReino había sido apuñalado en sus órganos vitales. Lamuerte vomitaba sobre las húmedas laderas de las colinas,llenando los secos lechos de los ríos, agolpándose yhediendo desde cada valle y hondonada. Solamente elcorazón de Andelain se libraba de la ruina; pero incluso allícrecía el influjo del asesino. La misma Tierra se desangrabahacia la muerte. Linden no tenía forma de salvarse a sí mismade la inundación.

Aquella era la verdad del Sol Ban. Jamás podría serrestañada. Ella era estúpida al intentarlo.

Pero mantenía la magia indomeñable aferrada en supuño derecho como fulgurante pasión; y su mano izquierdaempuñaba el viviente Bastón de la Ley. De ambos podíaservirse. Guiada por su sentido de la salud, por la mismavulnerabilidad que permitía al Sol Ban correr a través de ellacomo un reptil, profanando cada músculo de su cuerpo ycada ligamento de su voluntad, se irguió mentalmente sobrelas altas colinas del Monte Trueno y se dispuso a lucharcontra la perversión.

Aquella era una extraña batalla, salvaje y terrible. Ella notenía oponente. Su enemigo era la podredumbre que el AmoExecrable había esparcido sobre la Energía de la Tierra; y sinél, el Sol Ban carecía de sentido y propósito. Erasimplemente un apetito que se alimentaba de toda forma denaturaleza, salud y vida. Ella podía haber quemado sus

Page 853: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

enormes fuerzas, ráfaga tras ráfaga, sin golpear nada exceptoel destrozado suelo, ni dañar nada que no estuviera perdido.Poco antes del amanecer, verdes brotes de vegetación seelevaban como alaridos desde el suelo.

Y más allá de esta fertilidad acechaba la lluvia, lapestilencia y el desierto en irregular secuencia, esperandovolver una y otra vez, más duros y más rápidos, hasta quelos cimientos del Reino se derrumbaran. Entonces el Sol Bansería libre para extenderse.

Extenderse por el resto de la Tierra.Pero ella había aprendido algo de Covenant… y de la

posesión del Delirante. No intentó atacar al Sol Ban. Por elcontrario, lo llamó, lo aceptó en su propia carne.

Con el fuego blanco absorbió la corrupción del Reino.Al principio, el agudo dolor y espanto de ésta la

torturaron espantosamente. Un penetrante grito tan broncocomo el terror rasgó su garganta, retumbó como ladesesperación de Kevin sobre el vasto paisaje situadodebajo de ella, repitiéndose y repitiéndose en Kiril Threndorhasta que los gigantes estuvieron frenéticos por suimposibilidad para ayudarle. Pero entonces su propianecesidad condujo hacia ella más poder.

El Bastón llameaba tan intensamente, que su cuerpodebería haberse quemado. Pero no le había producido dañoalguno. El dolor que había aceptado se alejó de ella… sano ylimpio, vertiéndose hacia el exterior como pura Energía de la

Page 854: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Tierra. Mediante la Ley, se curó a sí misma.Apenas entendía lo que estaba haciendo; constituía un

acto de exaltación, escogido por la intuición más que por elpensamiento consciente. Pero ahora veía su camino con lairracional claridad del gozo. Podía lograrse: el Reino podíaser redimido. Con toda la pasión de su corazón maltratado,con todo el amor que había conocido y entregado, se sumióen el trabajo escogido.

Linden era una tormenta sobre la montaña, una barrerade determinación y fuego que ningunos ojos salvo lossuyos hubieran podido captar. De cada cerro, colina,torrentera y llanura del Reino, de cada colina de Andelain yroca de los riscos, de cada cumbre meridional y cimaseptentrional, absorbió ruina y la restauró convirtiéndola enintegridad, luego la envió de vuelta como lluvia silenciosa,invisible y purificadora.

Su espíritu llegó a ser la medicina que sanaba. Era laSolsapiente, la Curadora, Linden Avery la Escogida,transformando el Sol Ban con su propia vida.

Éste llameaba verdoso ante ella como corruptasesmeraldas. Pero comprendió íntimamente el naturalcrecimiento y decadencia de las plantas. Encontraban su Leyen ella, su exuberante o estricto orden, su naturalabundancia o escasez; y entonces el verde desapareció.

El azul penetró tempestuosamente en su cabeza, paraluego perderse en el Reino cuando ella aceptó cada gota de

Page 855: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

agua y cada descarga de violencia.El ocre del desierto llegó levantando ampollas a su

alrededor, resecándole la piel. Pero ella reconoció lanecesidad del calor… y la restricción del clima. Sintió en sushuesos la secuencia de amaneceres y anocheceres, lafundamental y estricta alternancia de las estaciones, delverano y el invierno. El fuego del desierto fue enfriado por elBastón hasta que se convirtió en brisa y, tras esto, lanzadosuavemente al exterior.

Y por fin, el rojo de la pestilencia, tan escarlata como laenfermedad, tan espantoso como las víboras. Bullía contraella como un mundo lleno de avispas, lanzando estrías antesu mirada. A pesar de sus esfuerzos se estabadesvaneciendo, sin poder evitar el sufrimiento. Pero inclusola pestilencia no era más que una distorsión de la verdad.Tenía su claro lugar y propósito. Cuando fue reducida, seadecuó a la nueva Ley que ella había establecido.

Solsapiente y portadora del anillo, restauró la Energíade la Tierra y la envió sobre el maltratado cuerpo del Reino.

No podía hacerlo todo. Ya se había debilitado a símisma con tan gran entrega, y el campo que se extendía bajoella hasta el horizonte se tambaleaba. Había hecho todo loposible para devolverle al Reino sus árboles y praderas, suscriaturas y sus pájaros. Y era suficiente. No tenía la menorduda de que las semillas permanecían bajo el suelo, de queincluso entre los destruidos tesoros de los waynhim

Page 856: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

quedaban algunos que aún podían producir frutos yjuventud, de que el clima podría encontrar de nuevo el ritmoque le correspondía. Vio a los pájaros y animales moverse enmontes del suroeste, donde no había llegado el Sol Ban.Ellos regresarían. La gente que se mantenía viva en laspequeñas aldeas podría resistir.

Y vio un motivo más para la esperanza, otro hecho quehacía posible el futuro. Gran parte de Andelain había sidopreservada. Había concentrado su resistencia en torno a supropio corazón… y la había preservado.

Porque Sunder y Hollian estaban allí.Como seres humanos contenían la misma cantidad de

Energía de la Tierra que las colinas; y ellos habían luchado.Linden supo hasta qué punto lo habían hecho. La belleza delo que eran, y del propósito que habían servido, irradiaba asu través. Ya habían comenzado a recuperar la regiónperdida.

Sí, se dijo a sí misma. Sí.Desde el sitio en que se encontraba, les envió un

mensaje que pudieran comprender. Entonces se retiró.Temía que el traslado pudiera producirse mientras aún

se hallara excesivamente lejos de su cuerpo para soportar latensión. Tan vehemente como una tormenta, el viento selanzó hacia ella. Demasiado exhausta incluso para sonreír alo que había conseguido, fue atravesando la roca hacia KirilThrendor y la disolución.

Page 857: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Cuando llegó a la caverna, vio en el rostro de losgigantes que ya no estaba al alcance de sus sentidos. Laaflicción torcía el gesto de Encorvado; los ojos de la Primeraestaban húmedos. No tenían forma de saber lo que habíaocurrido… ni la tendrían hasta que encontraran la manera desalir de las Madrigueras de los Entes para posar la miradasobre el Reino liberado. Pero Linden no podía soportardejarlos tan entristecidos. Le habían dado demasiado. Con elúltimo resto de poder, los alcanzó y dejó una muda señal devictoria en sus mentes. Era el único regalo que podíahacerles.

Pero también fue suficiente. La Primera hizo un ademánde asombro, una inesperada alegría suavizó sus facciones. YEncorvado alzó la cabeza para afirmar con jactancia:

- ¡Linden Avery! ¿No dije que fuiste bien escogida?El viento empujó a Linden. En pocos instantes perdería

a los gigantes para siempre. Pero se aferró a ellos. De algunamanera, aguantó lo bastante para ver a la Primera recogiendoel Bastón de la Ley.

Linden conservaba aún el anillo; pero en el últimomomento debió dejar caer el Bastón junto al estrado. LaPrimera lo enarboló como en una promesa.

- Éste no caerá en malas manos -dijo. Su voz era tanfirme como el granito, pero casi no llegaba a los oídos deLinden-. Lo preservaré en nombre del futuro que el Amigode la Tierra y la Escogida han hecho posible con sus vidas.

Page 858: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Si Sunder o Hollian todavía existen, tendrán necesidad de él.Encorvado rió, gritó y la besó. Después se agachó para

levantar a Covenant en sus brazos. Su espalda era fuerte yrecta. Juntos, la Primera y él abandonaron Kiril Threndor.Ella caminaba como una espadachina, dispuesta aenfrentarse al mundo. Pero él se movía a su lado con alegresbrincos y cabriolas, como si estuviera bailando.

Allí los dejó Linden. La montaña se alzaba sobre ella tanimponderable como los vacíos entre las estrellas. Era másalta que su aflicción, más ancha que su pérdida. Nada podríacurar jamás lo que ésta había soportado. Ella era solamentemortal; pero la tristeza del Monte Trueno continuaría sindescanso y sin fin, teñida de gris para siempre.

Luego el viento la dominó, y ella sintió que se rendía.Penetró en la oscuridad.

Page 859: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Epílogo: LA RESTAURACIÓN

VEINTIUNO: Decir adiós

Pero cuando estuvo enteramente en manos del viento,dejó de sentir su fuerza. La había sacado del Reino como siella fuera niebla; al igual que la niebla, ahora no podía serdañada. Se hallaba completamente insensible. Cuando elentumecimiento terminó, la tristeza volvió a recobrar su vozy a gritar. Pero aquella situación había perdido el poder deaterrorizarla. La tristeza no era más que la otra cara del amor;y ella no lo lamentaba.

Mas por el momento se hallaba inmovilizada, y el vientose encargaba de transportarla suavemente a través de lailimitada oscuridad. Su percepción había desaparecido,perdida como el Reino. No tenía posibilidad de medir lasextensiones de soledad que atravesaba. Pero el anillo, elanillo de Covenant, su anillo, todavía estaba en su mano, ylo apretaba para consolarse.

Y mientras pasaba por la medianoche entre los mundos,recordó una melodía… pequeños fragmentos de una canciónque una vez cantó Encorvado. Durante un tiempo, fueronúnicamente fragmentos. Luego, el mismo dolor queexpresaran los reunió.

Page 860: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Mi corazón tiene estancias polvorientas y hay cenizasen mi hogar, que deben ser limpiadas y absorbidas por elhálito de la luz solar.

Yo no puedo realizar esa tarea, puesto que incluso elpolvo me es querido. El polvo y las cenizas me recuerdanque mi amor estuvo allí escondido.

No sé cómo decir adiós,cuando adiós es la única palabraque me queda para pronunciar,o para oír.Pero no puedo expulsarla de mis labiosni dejar a mi solo amor partir.¿Cómo soportaría que quedaran las estancias tan

vacías?

Entre el polvo me siento y esperoal polvo que me cubrirá.Y remuevo las cenizasaunque estén frías.No puedo soportar cerrar la puerta,sellar mi soledad,mientras el polvo y las cenizas aún recuerdanel amor que no debiera terminar.

Page 861: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

La canción le hizo recordar a su padre.Volvió a ella como la voz de Encorvado, allí tendido en

la vieja mecedora mientras se le iba el último soplo de vida…conducido al suicidio por la posesión del Desprecio. Suaborrecimiento de sí mismo había crecido tanto que se habíaconvertido en aborrecimiento de la vida. Había sido como lareligión de su madre, únicamente capaz de probar su propiaverdad imponiéndola sobre la gente que la rodeaba. Perohabía sido falsa. Y pensó en él ahora con un arrepentimientoy compasión que nunca antes se había permitido. Se habíaequivocado con respecto a ella: lo había queridoentrañablemente. Había amado a sus padres, pero había sidoengañada por su propia amargura.

De forma curiosa, el reconocimiento de aquello lapreparó. No sintió sorpresa ni desconsuelo cuandoCovenant le habló desde el vacío.

- Gracias -dijo ásperamente, enronquecido por laemoción-. No existen palabras adecuadas para expresarlo.Pero te lo agradezco.

El sonido de su voz hizo que las lágrimas corrieran porel rostro de Linden. Bajaban por sus mejillas como ladesgracia. Pero les dio la bienvenida, como a él.

- Sé que ha sido terrible -prosiguió él-. ¿Te encuentrasbien?

Ella asintió sumergida en el viento que parecíaarremolinarse quietamente a su alrededor como si quisiera

Page 862: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

recordarle su pérdida. Eso pienso. Quizás. No importa. Ellasólo deseaba oír su voz mientras pudiera. Sabía que noduraría mucho. Para hacerle hablar nuevamente, pronunciólas primeras palabras que se le ocurrieron.

- Estuviste maravilloso. Pero, ¿cómo lo hiciste? Notengo idea de cómo lo lograste.

En respuesta, él suspiró… una exhalación de debilidady recordado dolor, no de arrepentimiento.

- No creo haberlo hecho en absoluto. Todo lo que hicefue desearlo. El resto…

»Caer Caveral lo posibilitó. Hile Troy. -Una viejanostalgia cubrió su tono-. Ésa era la 'necesidad' de quehabló. Por la que dio su vida. La única manera de abriraquella singular puerta. Para que Hollian pudiera volver. Ypara que yo no llegara a ser como los demás Muertos…incapaz de obrar. Él quebrantó la Ley que me hubieraimpedido enfrentarme al Execrable. De otro modo, yo nohubiera sido más que un espectador.

»Y el Execrable no lo entendió. Quizás había idodemasiado lejos. O quizá se negaba a creerlo. Pero trató deignorar la paradoja. La paradoja del oro blanco. Y la de símismo. Deseaba el oro blanco… el anillo. Pero también yosoy el oro blanco. No podía cambiar eso asesinándome.Cuando me atacó con mi propio fuego, hizo la única cosaque yo no podía hacer por mí mismo. Consumió el veneno.Después de aquello, quedé libre.

Page 863: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Se detuvo por un momento, reconcentrándose.- No sabía lo que iba a ocurrir. Estaba aterrorizado de

que me permitiera vivir después de atacar el Arco. -Vagamente, ella recordó la manera en que Covenant habíaincitado al Amo Execrable como si estuviera provocándolopara que lo matara-. No somos enemigos, a pesar de lo que éldiga. Él y yo somos uno. Pero no parece darse cuenta. Opuede que no quiera admitirlo. La maldad no puede existir amenos que la capacidad de openérsele exista tambien. Y tú yyo somos el Reino… por decirlo de ese modo. El es unaparte nuestra. Nosotros somos una parte de él. Ésa es suparadoja. Cuando me asesinó, lo que realmente intentabaasesinar era su otra mitad. Y me hizo más fuerte. En tanto yolo aceptara, o me aceptara a mí mismo, a mi propio poder, sinpretender hacerle a él lo que él deseaba nacerme, no podíasuperarme.

Al llegar a este punto, quedó en silencio. Pero ella nohabía estado escuchándolo con demasiado interés. Teníasus propias respuestas, y le bastaban. Ella atendíaespecialmente al sonido de su voz, sólo le importaba quecontinuara a su lado. Cuando él se calló, buscó otrapregunta. Tras un instante, se interesó por el modo en que laPrimera y Encorvado pudieron escapar de los Entes de laCueva.

Ante aquello, una nota semejante a risa irónica fulguróen el viento.

Page 864: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

- Ah, eso. -Su humor estaba teñido de negrura; pero ellalo atesoró porque jamás lo había oído tan cercano a lacarcajada-. Eso corrió de mi cuenta.

»El Execrable me confirió demasiado poder. Y meenloquecía permanecer allí sin poder alcanzarte. Tenía quehacer algo. El Execrable supo en todo momento lo que losEntes de la Cueva estaban haciendo. Se lo permitió parapresionarnos más. Así es que hice que algo saliera delTúmulo del Ente. No sé qué fue… no duró demasiado. Peromientras los Entes de la Cueva le hacían reverencias, laPrimera y Encorvado tuvieron ocasión de huir. Entonces lesmostré cómo llegar a ti.

A ella le gustaba su voz. Quizá la culpa había sidoeliminada de ésta como el veneno. Compartían un momentode compañerismo. Reflexionando sobre lo que había hechopor ella, estuvo a punto de olvidar que nunca volvería averlo vivo.

Pero entonces, un instinto visceral le advirtió que lastinieblas estaban cambiando… que su tiempo con él casihabía terminado. Hizo un esfuerzo por expresarle su gratitud.

- Me diste lo que necesitaba. Tengo que estarteagradecida, por todo. Incluso por el dolor. Jamás recibítanto… Simplemente quisiera…

El cambio y la luz iban aumentando. Por todas partes, elvacío se modulaba hacia una definición. Supo adonde iba, loque hallaría cuando llegara; y aquel pensamiento le llevó

Page 865: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

todos sus sufrimientos y debilidades juntos en undesamparado clamor. Pero no llegó a proferirse. Con mudasorpresa, comprendió que el futuro era algo que sería capazde soportar.

Desearía no tener que perderte.¡Oh, Covenant!Por última vez, ella le habló, como si fuera una mujer del

Reino:- Adiós, amado.La respuesta llegó suavemente, en el viento.- Esto no es necesario. Ahora soy parte de ti. Siempre

recordarás.Se detuvo en los confines del corazón de Linden. Ella

apenas podía oírle ya.- Permaneceré contigo mientras vivas.Entonces se fue. Lentamente, la sima se tornó piedra

contra el rostro de ella.La luz se filtraba a través de sus párpados. Supo antes

de levantar la cabeza que había vuelto a sí misma en elnormal amanecer de un nuevo día.

El aire era frío. Olió el rocío, la primavera, la ceniza y losflorecientes árboles. Y la sangre que ya estaba seca.

Durante un prolongado momento, permaneció inmóvil ydejó que el traslado se completara. Luego apoyó los brazosbajo el cuerpo.

De inmediato, un olvidado dolor se hizo presente en los

Page 866: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

huesos tras su oreja izquierda. Gimió involuntariamente,desplomándose de nuevo sobre la piedra.

Tuvo deseos de permanecer allí inmóvil mientras sepersuadía de que la herida no tenía importancia. No se sentíaimpulsada a contemplar lo que había a su alrededor. Perocuando se desplomó, unas manos inesperadas llegaron asus hombros. No eran fuertes a la manera en que habíaaprendido a medir la fuerza, pero la aferraron con suficientedeterminación como para hacerla ponerse de rodillas.

- Linden -jadeó la preocupada voz de un hombre-.Gracias a Dios.

Sus ojos se enfocaron lentamente; su visión parecíavolver desde una gran distancia. Era consciente delamanecer, de la piedra gris, de la yerma hondonadadispuesta como cuenco de muerte en el corazón de losverdes bosques. Pero gradualmente fue descubriendo lasilueta de Covenant. Se hallaba tendido sobre una piedrapróxima, en el interior del triángulo pintado con sangre. Laluz alcanzaba su amado rostro como un toque de aviso.

Del centro de su pecho sobresalía el cuchillo.El hombre que la sostenía volvió a repetir su nombre.- Lo lamento tanto -murmuró-. Jamás debí meterla en

esto. No debimos permitirle que la tuviera en su casa. Perono sabíamos que se hallaba en tan gran peligro.

Lentamente, volvió la cabeza para encontrarse con losalarmados y fatigados ojos del Dr. Berenford.

Page 867: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Parecía como si se hundieran en sus cuencas, haciendotemblar las pesadas bolsas situadas debajo de ellos. Su viejobigote colgaba sobre su boca. El característico tono biliosohabía desaparecido de su voz. Casi con miedo, le formuló lamisma pregunta que Covenant le hiciera poco antes:

- ¿Se encuentra bien?Ella hizo un gesto de asentimiento tan explícito como el

dolor del cráneo le permitió. La voz era como óxido en sugarganta.

- Lo han matado. -Pero no existían palabras adecuadaspara su dolor.

- Lo sé. -Hizo que se sentara. Luego se volvió para abrirel maletín de médico. Poco después, ella olió la acritud de unantiséptico. Con tranquilizadora amabilidad, le apartó loscabellos, examinándola y comenzando a desinfecta la herida.Pero no dejó de hablar.

- La Sra. Jason y sus tres hijos vinieron a mi casa.Probablemente la vio en el exterior del Palacio de Justicia elprimer día de su llegada aquí. Llevando un cartel que decía:Arrepiéntete. Es una de esas personas que creen que losmédicos y los escritores irán directamente al infierno. Peroen esta ocasión me necesitaba. Me sacó de la cama hacevarias horas. Los cuatro… -Tragó saliva convulsivamente-.Tenían sus manos derechas terriblemente quemadas. Hastalos más pequeños.

Terminó de atender la herida, pero no quiso mirarla de

Page 868: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

frente. Durante un rato, ella contempló ciegamente lascenizas muertas de la fogata. Pero luego su vista retornó aCovenant. Yacía allí con la desgastada camisa y los viejospantalones como si ninguna mortaja del mundo pudiera darledignidad a su muerte. Sus facciones tenían grabados el dolory el pánico… y una clase de vehemencia que parecíaesperanza. Si el Dr. Berenford no se hubiese encontradojunto a ella, hubiera abrazado a Covenant para procurarseconsuelo. Merecía algo mejor que aquel abandono en queyacía.

- Al principio no quería explicarme nada -prosiguió elviejo-. Pero mientras los llevaba al hospital, se derrumbó. Enalgún lugar dentro de ella, había quedado la suficientedecencia para que se horrorizara. Sus hijos estaban llorando,y no pudo soportarlo. Supongo que ninguno de ellos sabíalo que estaba haciendo. Creían que Dios había reconocidofinalmente su virtud. Todos compartían la misma visión, y laobedecieron. Perdieron la cabeza al sacrificar a un caballopara marcar con su sangre la casa de Covenant. Ya habíanperdido la cordura.

«Ignoro por qué lo escogieron a él. -Le tembló la voz-.Tal vez porque había escrito novelas que ellos considerabanmalévolas. Ella hablaba de "el ejecutor de la profanación".Cuando fue obligado a ofrecerse para el sacrificio, el mundopodría purgar el pecado. Retribución y apocalipsis. Y Joanera su víctima. No podía ser rescatada de ninguna forma. -Su

Page 869: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

amargura creció-. Qué magnífica idea. ¿Cómo podíannegarse? Creyeron estar salvando al mundo cuandointrodujeron las manos en aquel fuego. Y no las sacaronhasta que usted los interrumpió.

Linden comprendía su desaliento y su cólera. Pero ellaya había atravesado la crisis. Sin volverse dijo:

- Eran como Joan. Se odiaban a sí mismos… odiabansus vidas, su pobreza, su ineficacia -como mis padres-. Esolos enloqueció. -Deseaba compadecer a quienes le habíanhecho aquello a Covenat.

- Supongo que sí -suspiró el Dr. Berenford-. No sería laprimera vez. -Luego continuó-: De cualquier manera, dejé a laSra. Jason en Urgencias y fui a buscar al Sheriff. No es queme creyera precisamente… pero de todas formas fue hastaHaven Farm. Encontramos a Joan. Estaba dormida en la casa.Cuando la despertamos, no recordaba absolutamente nada.Pero parecía haber recobrado la cordura. No puedo saberlo.Pero al menos no estaba violenta.

- Hice que el Sheriff la llevara al hospital. Después vinea buscarla a usted. -Nuevamente tragó saliva, angustiado-.No quise que viniera conmigo. No deseaba que la hicieraresponsable de esto.

Ella le miró asombrada. Su preocupación… su deseo deevitar las conclusiones que el Sheriff pudiera haber sacadoal encontrarla sola junto al cadáver de Covenant… disparó elresorte de algo nuevo en ella; y aquello se abrió como una

Page 870: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

bendición. Su rostro flaqueaba bajo el peso de su fustradopropósito; parecía evitar encontrarse con su mirada. Pero eraun buen hombre; y cuando lo observó se dio cuenta de queel espíritu de Covenant no había muerto. Sin pretenderlo, élle había mostrado la única manera digna de decir adiós.

Puso la mano sobre el hombro de él, y dijo quedamente:- No se culpe. No podía saber lo que sucedería. Y él

consiguió lo que más ambicionaba: convertirse en inocente.-Entonces se apoyó en el otro para lograr ponerse en pie.

La luz del sol llegaba cálida y amable a su debilidad.Sobre los pelados bordes de la hondonada se alzaban losárboles envueltos en el renovado verdor primaveral,exultantes, nítidos e inefables. En este mundo también existíauna salud a la que servir y heridas que curar.

Cuando el viejo se colocó a su lado, le dijo:- Vamos. Tenemos trabajo que hacer. La Sra. Jason y

sus hijos no eran los únicos. Debemos ocuparnos de unainfinidad de manos quemadas.

Pasado un momento, el Dr. Berenford asintió.- Le diré al Sheriff donde ha de venir a buscarlo. Nos

aseguraremos al menos de que tenga un entierro decente.- Sí -acordó ella. La luz del sol llenaba sus ojos. Junto a

su acompañante, comenzó a ascender por la desolada laderahacia los árboles.

En la mano derecha, Linden Avery mantenía firmementeapretada su alianza matrimonial.

Page 871: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R
Page 872: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Glosario

Acechador del Llano de Sarán: monstruo del pantano.Aflicción, la: Coercri, ciudad de los gigantes.ak-Haru: Supremo título haruchai.aliantha: bayas- tesoro.Almas o Muertos de Andelain: criaturas de luz viviente

que habitan en Andelain.Alturas Septentrionales, las: una región del Reino.Amigo de la Tierra: título concedido a Berek

Mediamano y posteriormente a Covenant.Amith: una mujer de Pedraria Cristal.Amos, los: antiguos miembros del Concejo del Reino.Amo Execrable, el: el Despreciativo.Amo Superior: antiguo presidente del Concejo de los

Amos.Andelain, las Colinas de: una región del Reino, libre del

Sol Ban.Antiguos Amos, los: Amos del Reino anteriores al

Ritual de Profanación.Árbol Ünico, el: árbol místico de cuya madera se hizo el

Bastón de la Ley.Arco del Tiempo: símbolo de la existencia y estructura

del Tiempo.arghule/arguleh: feroces bestias de hielo.

Page 873: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Atalaya de Kevin, la: montaña mirador cercana aPedraria Mithil.

Atiaran: antigua mujer de Pedraria Mithil, madre deLena.

Barco gigante: un barco de piedra construido por losgigantes.

Bahgoon: personaje de una leyenda de gigantes.Bannor: antiguo Guardián de Sangre.Bastón de la Ley, el: instrumento de poder formado por

Berek a partir del Árbol Ünico.bayas-tesoro: aliantha; una fruta nutritiva.Berek Mediamano: antiguo héroe, el Primer Amo.Bern: uno de los haruchai poseídos por el Clave.Bhratair, los: un pueblo que vive en los límites del Gran

Desierto.Bhratairealm: el Reino de los bhratair.Bosque Ünico, el: antiguo bosque sensitivo que una

vez cubrió la mayor parte del Reino.Brasadefogón: un gigante, cocinero del Gema de la

Estrella Polar; esposo de Salsamarina.Brinn: haruchai; antiguo protector de Covenant, ahora

Guardián del Árbol Ünico.Buscadolores: un elohim; el Designado.Búsqueda, la: expedición organizada por los gigantes en

pos de la Herida de la Tierra, guiados por la Visión.caamora: ordalía de aflicción mediante el fuego a la que

Page 874: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

se entregan los gigantes.Caballero: un miembro del Clave.Cabo Furiavientos: giganta, sobrecargo del Gema de la

Estrella Polar.Cable Soñadordelmar: un gigante miembro de la

Búsqueda, poseedor de la Visión de la Tierra; asesinado enel Árbol Ünico.

Caer Caveral: Forestal de Andelain; en tiempospasados, Hile Troy.

Caerroil Bosqueagreste: antiguo Forestal de la EspesuraAcogotante.

Cail: un haruchai, antiguo protector de Linden Avery;ahora, de Covenant.

Cántico: un elohim.Ceer: un haruchai; asesinado en Bhratairealm.Celebración de la Primavera: Danza de las Almas de

Andelain bajo la luna llena en la víspera de Primavera.Cenizas Calientes: río de lava que antiguamente

protegía la Guarida del Amo Execrable.clachan, el: heredad de los elohim.Clave, el: los dirigentes del Reino.Corcel: una bestia creada por el Clave mediante el poder

del Sol Ban.Coercri: La Aflicción; antiguo hogar de los gigantes en

Línea del Mar.Colmillo Salado: saliente rocoso en el puerto de Hogar.

Page 875: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Coloso de la Caída, el: antigua figura de piedra queprotegía las Tierras Altas.

Concejo de los Amos: antiguos dirigentes del Reino.Condenaesperpentos: tormenta aprisionadora creada

por Kasreyn para atrapar a los esperpentos de arena.Corazón Salado Vasallodelmar: antiguo gigante, amigo

de Covenant.Corrupción: nombre que los haruchai dan al Amo

Execrable.croyel: misteriosas criaturas gracias a las cuales puede

obtenerse el poder.Curador: título otorgado a Covenant.Cúspide del Kemper, la: nivel más alto de la Fortaleza de

Arena.Dafin: una mujer elohim.Danzarinas del Mar: las esposas del lago.Declive del Reino, el: grandes riscos que separan las

Tierras Altas de las Bajas.Delirantes: tres antiguos seres del Amo Execrable.Demondim, los: vastagos de ur- viles y waynhim.Demondim-producto, el: Vain.Designado, el: un elohim escogido para un determinado

cargo; Buscadolores.Desprecio: maldad.Despreciativo, el: el Amo Execrable.Descuartizador, el: antiguo gigante-Delirante; moksha

Page 876: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Jehannum.dhurng: un waynhim.diamantina: un licor de los gigantes.dromond: un barco gigante.Durris: un haruchai.Eh-Estigmatizada: una mujer que usa la madera para leer

el Sol Ban; Hollian.Elena: antigua Ama, hija de Lena y Covenant.elohim, los: un pueblo mágico, al que antiguamente se

enfrentaron los gigantes.Elemesnedene: lugar habitado por los elohim.Encorvado: un gigante, miembro de la Búsqueda,

esposo de la Primera.encorvadura: bebida de diamantina y vritrim, ideada

por Encorvado.Energía de la Tierra, la: la fuente de todo el poder del

Reino.Enemigo: término con el que el Amo Execrable designa

al Creador.Entes de la Cueva: criaturas malignas que viven bajo el

Monte Trueno.Escogida, la: título otorgado a Linden Avery.espadachina: giganta entrenada para la guerra.Esperpentos de arena: monstruos del Gran Desierto,

también llamados gorgonas de arena.Espesura Acogotante: antiguo bosque del Reino.

Page 877: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Fidelia: una región del Reino.Fole: un haruchai.Forestal: un protector de los bosques del Reino.Fortaleza de Arena, la: castillo de quienes gobiernan

Bhratairealm.Fortaleza del na-Mhoram: Piedra Deleitosa.Fuego Bánico, el: fuego mediante el cual el Clave

domina el Sol Ban.fulgor pétreo: irradiación producida mediante los

destellos de la piedra.Fustaria: un pueblo del Reino.Fustaria Lejana: una aldea del Reino.Fustaria Poderpiedra: una aldea del Reino.Garganta del Traidor, la: río que nace en el Monte

Trueno.Gema de la Estrella Polar, el: Barco gigante utilizado por

la Búsqueda.ghramin: un waynhim.Gibbon: el na-Mhoram; líder del Clave.Giganteamigo: título dado a Covenant.Giganteclave: consejo de los gigantes.Gigantes, los: un pueblo navegante de la Tierra.Gran Desierto, el: una región de la Tierra, habitada por

los bhratair y los esperpentos de arena.Gran Pantano, el: una región del Reino.Gratoamanecer: la vela más alta del palo trinquete del

Page 878: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

barco gigante.Gravanel: piedras de fuego.Gravanélico: uno que usa la piedra para dominar el Sol

Ban; Sunder.Gravin Threndor: Monte Trueno.Grim, el: tormenta destructora enviada como maldición

por el Clave.Grimmand Honninscrave: un gigante; capitán del Gema

de la Estrella Polar y miembro de la Búsqueda; hermano deCable Soñadordelmar.

Guardián del Árbol Único, el: figura mística que guardael Árbol Ünico, también llamado ak-Haru KenaustinArdenol.

Guardianes de Sangre, los: antiguos servidores delConcejo de los Amos.

Guarida del Execrable, la: antigua residencia del AmoExecrable; destruida por Covenant.

Gusano del Fin del Mundo: criatura mística de lascreencias de los elohim.

Hamako: antiguo pedrariano adoptado por los waynhim.Harn: un haruchai; protector de Hollian.haruchai, los: un pueblo que vive en las Montañas

Occidentales.Herem: un Delirante.Hergroom: un haruchai, asesinado en Bhralairealm.Hile Troy: un hombre procedente del mundo de

Page 879: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Covenant que se hizo Forestal.Hogar: tierra donde habitan los gigantes.Hollian: hija de Amith; eh-Estigmatizada de Pedraria

Cristal.Incrédulo, el: título dado a Covenant.Infeliz: líder de los elohim.Isla del Árbol Único, la: lugar donde se halla el Árbol

Ünico.Jehannum: un Delirante; también conocido por moksha.jheherrin: subproductos vivos y blandos de la maldad

del Execrable.Kalina: esposa de Nassic, madre de Sunder; antigua

mujer de Pedrada Mithil.Kasreyn del Giro: un taumaturgo, antigua autoridad en

Bhratairealm.Kastenessen: un elohim, antiguo Designado.Kemper, el: primer ministro de Bhratairealm; Kasreyn.Kenaustin Ardenol: personaje legendario haruchai,

parangón de todas sus virtudes.Kevin Pierdetierra: hijo de Lorie; antiguo Amo, ejecutor

del Ritual de Profanación.Kiril Threndor: Corazón de Trueno; cámara de poder

dentro del Monte Trueno.Krill: espada de poder hecha por Lorie.Laguna Brillante, la: un lago de la meseta sobre Piedra

Deleitosa.

Page 880: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Laderas de la Desapacible, la: montañas que rodeanElemesnedene.

Leones de Fuego: fuego que brota del Monte Trueno.Lena: antigua mujer de Pedrada Mithil; hija de Atiaran;

madre de Elena.Ley, la: el orden natural.Ley de la Muerte, la: la separación de los vivos y los

muertos.Leyente: miembro del Clave que usa el rukh maestro.l i a n a r: madera de poder utilizada por la eh-

Estigmatizada.Línea del Mar: una región del Reino, antiguamente

habitada por los gigantes.Llanuras Centrales, las: una región del Reino.Llanuras del Norte, las: una región del Reino.Llanuras Meridionales, las: una región del Reino.Llano de Sarán, el: una región de las Tierras Bajas.Lombrizderroca Babeante: antiguo Ente de la Cueva, a

veces llamado Droll Piedracaliente.Loric Acallaviles: hijo de Damelon; padre de Kevin;

antiguo Amo.Madrigueras de los Entes, las: catacumbas, hogares de

los Entes de la Cueva bajo el Monte Trueno.Maestro: nombre que el Clave da al Amo Execrable.Maestro de Anclas: segundo en el mando a bordo de

un barco gigante.

Page 881: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

magia indomeñable: el poder del oro blanco,considerado la clave del Arco del Tiempo.

Marid: un hombre de Pedraria Mithil; víctima del SolBan.

Martilla Pintaluz: una giganta, la Primera de laBúsqueda.

Mediamano: título dado a Thomas Covenant y a Berek.Memla: antigua Caballera del Clave.metheglin: una bebida.Mhoram: antiguo Amo Superior del Concejo.moksha: un Delirante, también conocido por Jehannum.Montañas Occidentales, las: cadena montañosa que

circunda al Reino.Monte Trueno, el: un pico en el centro del Declive del

Reino.Muerdealmas, el: un mar peligroso de la leyenda

gigantina.Muro de arena, el: gran muralla que protege

Bhratairealm.na-Mhoram, el: líder del Clave.na-Mhoram-in: máximo rango del Clave.na-Mhoram-wist: rango medio del Clave.Nassic: antiguo poblador de Pedraria Mithil; padre de

Sunder, heredero de la misión de los Redimidos que debíanrecibir a Thomas Covenant.

Nicor: gran monstruo marino, dícese descendiente del

Page 882: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Gusano del Fin del Mundo.Nom: un esperpento de arena.orcrest: Piedra del Sol; piedra de poder usada por un

gravanélico.oro blanco: un metal de poder inexistente en el Reino.oropelino: árbol parecido al arce con hojas doradas.pedraria: un pueblo del Reino.Pedrada Cristal: aldea del Reino; hogar de Hollian.Pedraria Dura: hogar de Hamako; antigua aldea

destruida por el Grim.Pedraria Limítrofe: una aldea del Reino.Pedraria Mithil: una aldea del Reino.pedrariano: habitante de una pedraria.Piedra Deleitosa: Ciudad- montaña del Clave.Piedra del Sol: orcrest.Piedra Illearth, la: piedra verde, fuente de poder maligno.Pierdetierra: título dado a Kevin.Portador del Anillo: nombre por el que los elohim

designan a Covenant.Primer Amo: título dado a Berek.Primera de la Búsqueda, la: jefe de los gigantes que

persiguen la Visión de la Tierra.Puente Vedado, el: el paso que conduce a las

Madrigueras de los Entes.Quitamanos: un gigante, Maestro de Anclas del Gema

de la Estrella Polar.

Page 883: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

Ra, hombres de: un pueblo del Reino, que antiguamentecuidaba de los Ranvhyn.

Ranyhyn: grandes caballos que antes vivían en lasLlanuras del Ra.

Recinto Sagrado, el: antigua Sala de Vísperas en PiedraDeleitosa, emplazamiento ahora del Fuego Bánico y del rukhmaestro.

Reino, el: región principal de la Tierra.rhysh: una comunidad de waynhim.rhyshyshim: reunión de rhysh; lugar en que se dan tales

concurrencias.Río Aliviaalmas, el: río del Reino.Río Blanco, el: río de Reino.Río Gris, el: río del Reino.Río Mithil, el: río del Reino.Ritual de Profanación: acto de desesperación con el

cual Kevin Pierdetierra destruyó gran parte del Reino.rukh: talismán de hierro con el cual gobierna el poder

un Caballero.rukh maestro: triángulo de hierro en Piedra Deleitosa

que alimenta y lee los otros rukhs.Sala de Ofrendas, la: una gran cámara en el interior de

Piedra Deleitosa dedicada a las actividades del Reino.Salsamarina: una giganta; cocinera del Gema de la

Estrella Polar y esposa de Brasadefogón.Saltos Aferrados, los: una cascada de Piedra Deleitosa.

Page 884: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

samadhi: un Delirante; también conocido por.Sheol.Ser Puro, el: redentor según la leyenda de los

jheherrin;Corazón Salado Vasallodelmar.Sheol: un Delirante; también conocido por samadhi.Siete Alas, las: suma de conocimientos escondidos por

Kevin.Sinhogar, los: antiguos gigantes de Línea del Mar.Sivit: un Caballero.sobrecargo: tercero en el mando a bordo de un barco

gigante.Sol Ban, el: poder procedente de la corrupción de la

naturaleza provocada por el Amo Execrable.Solsapiente, la: título dado a Linden Avery por los

elohim;alguien capaz de alterar el curso del Sol Ban.Stell: un haruchai; antiguo protector de Sunder.Sunder: hijo de Nassic; antiguo gravanélico de Pedraria

Mithil.Surcaespumas: tyrscull perteneciente a Honninscrave y

Soñadordelmar.Tejenieblas: un gigante.Tierras Altas: las que están al oeste del Declive del

Reino.Tierras Bajas: las que están al este del Declive del

Reino. Toril: un haruchai poseído por el Clave.Túmulo del Ente: sepultura bajo la que se halla

enterrado Lombrizderroca Babeante.

Page 885: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

tryscull: una embarcación-escuela de los gigantes parael aprendizaje de los marinos.

Ululante, el: viento que azota el Muerdealmas.ur-Amo: título dado a Covenant.ur-viles: vastagos de Demondim, criaturas de poder;

creadores de Vain.u su ssimie l : melón nutritivo cultivado por los

pobladores del Reino.Vain: producto de los experimentos de crianza de los ur-

viles para un propósito secreto.Videncia: ritual de adivinación practicado por el Clave.Visión de la Tierra: poder gigantino de percibir a

distancia males y necesidades.vitrim: fluido nutritivo creado por los waynhim.vraith: un waynhim.voure: una planta cuyo yugo protege de los insectos;

cura para la pestilencia del Sol Ban.waynhim: vastagos del Demondim, pero oponentes de

los ur-viles.weird de los waynhim, el: concepto que tienen los

waynhim del castigo, destino y deber.Würd de la Tierra, el: término usado por los elohim para

explicar su propia naturaleza, la naturaleza de la Tierra y susderivaciones éticas. Su pronunciación inglesa es similar a lade «palabra», «gusano» o «sobrenatural».

Page 886: El Portador Del Oro Blanco - Donaldson Stephen R

This file was created

with BookDesigner program

[email protected]

09/06/2010