El Posible Baldi - J.C. Onetti

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  • 5/10/2018 El Posible Baldi - J.C. Onetti

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    I. E I p osib le B ald i

    Baldi se detuvo en la isla de cementa que sorteaban veloces losvchfculos, esperando la pitada final del agente, mancha oscurasobre la alta garita blanca. Sonrio pensando en sf mismo, bar-budo, el sombrero hacia arras, las manos en los bolsillos delpantalon, una cerrando los dedos sobre los honorarios de Anto-nio Vergara contra Samuel Freider. Decia tener un aire jovial ytranquilo, balanceando el cuerpo sobre las piernas abiertas, mi-rando placido el cielo, los arboles del Congreso, los colores delos colectivos. Seguro frente al problema de la noche, ya resuel-to por medio de la peluqueria, la comida, la funci6n de cinema-tografo con Nene, Y lleno de confianza en su poder -la rna noapretando los billetes- porque una mujer rubia y extrafia, pa-rada a su lado, 10 rozaba de vez en vez con sus claros ojos. Y siel quisiera ...

    Se detuvieron los coches y cruz6, Hegando hasta la plaza.Sigui6 andando, siempre calmoso. Una canasta con flores le re-cord6 la verja de Palermo, el beso entre jazmines de la ultimanoche. La cabeza despeinada de la mujer caia en su brazo. Lue-go el beso rapido en la esquina, la ternura en la boca, la inter-minable mirada brillante. Y esta noche, rarnbien esta noche.Sinti6 de improviso que era feliz; tan claramente, que casi sedetuvo, como si su felicidad estuviera pasandole al lado, y elpudiera verla, agil y fina, cruzando la plaza con veloces pasos.

    Sonri6 al agua temblorosa de la fuente. Junto a la granchiquilla dormida en piedra, alcanzo una moneda al hombreandrajoso que aun no se la habia pedido. Ahora le hubieragustado una cabeza de nino para acariciar al paso. Pero loschicos jugaban mas alla, corriendo en el rectangulo de pe-dregullo rojizo. S610 pudo vo1carse hinchando los musculos

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    del pecho, pisando fuerte en la rejilla que colaba e l viento ca-lido del subterraneo.

    Siguio, pensando en la caricia agradecida de los dedos deNene en su brazo cuando le contara aquel golpe de dicha ve-nido de ella, y en que se necesita un cierto adiestramiento parapoder envasar la felicidad. Iban a lanzarse en la fundacion de laAcademia de la Dicha -un proyecto que adivinaba magnifico,con un audaz edificio de cristal saltando de una ciudad enjardi-nada, Bena de bares, columnas de niquel, orquestas junto a pla-yas de oro, y miles de afiches color rosa, desde donde sonreianmujeres de ojos borrachos-, cuando nota que la mujer extrafiay rubia de un momento antes caminaba a su lado, apenas unosmetros a la derecha. Doblo la cabeza, mirandola.

    Pequefia, con un largo impermeable verde oliva atado en lacintura como quebrandola, las manos en los bolsillos, un cuellode camisa de tenis, la mofia roja de la corbata cubriendole elpecho. Caminaba lenta, golpeando las rodillas en la tela delabrigo con un debil ruido de toldo que sacude el viento. Dospufiados de pelo rojizo salian del sombrero sin alas. El perfilafinado y todas las luces espejeandose en los ojos. Pero el secre-to de la pequefia figura estaba en los tacones demasiado altos,que la obligaban a caminar con lenta majestad, hiriendo el sueloen un ritmo invariable de relojeria. Y rapido como si sacudierapensamientos tristes, la cabeza giraba hacia la izquierda, cho-rreaba una mirada a Baldi y v o l v ia a mirar hacia adelante. Dos,cuatro, seis veces, la ojeada fugaz.

    De pronto, un hombre bajo y gordo, con largos bigotes re-tintos. Sujeto por la torcida boca a la oreja semioculta de lamujer, siguiendola tenaz y murmurante en las direcciones sesga-das que ella tomaba para separarlo.

    Baldi sonrio y alzo los ojos a 10 alto del edificio. Ya lasocho y cuarto. La brocha sedosa en el salon de la peluqueria, eItraje azul sobre la cama, el salon del restaurante. En todo caso,a las nueve y media podria estar en Palermo. Se abrocho rapida-mente el saco y camino hasta ponerse junto a la pareja. Tenia la

    ,. b eI echo lleno de aire, un poco m-l;lra ennegreClda de bar a y ,P I d 'librara e l peso de los, d I te como si 0 esequlvlillado haCla a e an bi hizo girar los ojos enh b d los largos igotes11"1105 . EI om re e d ire de profundo inte-" " . I ego los etuvo con aI';iplda lDspeccl0n, ~ 1 I S parte en silencio, a pa-I 'le)ana de a p aza. e arl~S,en a esquma bode piedra, con un

    d f a sentarse en un anc ,sos menu os y ue Bid' Ioyo silbar alegre y dis-suspiro de satisfecho descan~o. a 1 0 ,id musiquita infanul.(1';11 0, una 'dh id su rostro con los gran-b 1 mu)er a en a aPero ya esta a a " ' ieta los vagos gracias,

    1 I 'sa nerviosa e mquie ,des ojos azu es, a sonri d d cido que se de1ataba, - Algo de subyuga 0 Y se u ,graClaS, senor... 'rimir los labios, mlen-II 10 impulse a no descubnrse, a open e a, b Ila del sombrero.rras la mano roza a e, I1 h mbros como acostumbra--No hay por que -y a zo os 0 "

    fuga a hombres molestos y blgotudos,do a poner en ,P 'I hizo? Yo desde que 10Vl... ,-( or que 0 " a estaban caminando [un-Se interrumpi6 turbada; pero Y .H cruzar la plaza, se dijo Baldl. ,tos. asta 'd '~Desde que me Vl0...1 1 - 'Que eciar-No me arne senor. ( I mujer movia en el aire en gestoNot6 que las manos que a fi Manos de dama con

    de exprimir limones, eran blancas y hnasd'1, bloc e e una.csa ropa, con ese lmpermea e en n-iOh! Usted va a reir~e, tada temblandole la ca-II 1 que reia entrecor ,Pero era e a a , 1 'Ibantes que la mu-d' , las r suaves Y as s Sl ,beza. Compren 10, por I Sin saber por que, esto lejer era extranjera. Alemana, ta vez. 1

    " f idi Y quiso cottar.pareclO asti 1050 _ ' d h b odido ...I cho senonta, e a er p-Me a egro mu , ,yo desde que 10 vi esperando-Sf, no importa que se n~., 'usted no era un hombre

    para cruzar la calle, compren 1 .sted tanta fuerza, algo que-d S Hay algo raro en uste ,como to 0 . 11ba ue 10 hace tan orgu oso... ,mante ... Y esa bar ,q , , Bid' Debiera haberme afei-, " lit ta suspire a 1.HlstenCa Y 1 era , drni ' , de la mujer: latado esta tarde. Pero sentia ,viva la a mlraClOn ', , de costado con fries O)OS de examen.1111ro ,

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    -(Par que piensa eso? (Es que me conoce, acaso?-No se, cosas que se sienten. Los hom bros, la rnanera de

    llevar el sombrero ... no se. Algo. Le pedi a Dios que hiciera queusted me hablara.

    Siguieron caminando en una pausa durante la cual Baldipenso en todas las etapas que aiin debra veneer para llegar atiempo a Palermo. Se habian hecho escasos los automoviles ylos paseantes . Llegaban los ruidos de la avenida, los gritos aisla-dos, y ya sin conviccion, de los vendedores de diarios.

    Se detuvieron en la esquina. Baldi buscaba la frase de adiosen los Ietreros, los focos y el cielo con luna nueva. Ella rompiola pausa con cortos ruidos de risa filtrados por la nariz. Risa deternura, casi de llanto, como si se apretara contra un nino. Lue-go alzo una mirada temerosa.

    -Tan distinto a los otros ... Empleados, senores, jefes delas oficinas ... -las manos exprimian rapidas mientras agrega-ba-: Si usted fuera tan bueno de estarse unos minutos. Si qui-siera hablarme de su vida ... [Yo se que es todo tan extraordi-nario!

    Baldi volvio a acariciar los billetes de Antonio Vergaracontra Samuel Freider. Sin saber si era por vanidad 0 lastima, seresolvio, Torno el brazo de la mujer y, hosco, sin mirarla, sin-tiendo impasible los maravillados y agradecidos ojos azulesapoyados en su cara, la fue llevando hacia la esquina de Victo-ria, donde la noche era mas fuerte.

    Unos faroles rojos clavados en el aire oscurecido. Estabanarreglando la calle. Una verja de madera rodeando maquinas,ladrillos, pilas de bolsas. Se acodo en la empalizada. La mujerse detuvo indecisa, dio unos pasos cortos, las manos en los bol-silIos del perramus, mirando con atencion la cara endurecidaque Baldi inclinaba sobre el empedrado roto. Luego se acerco,recostada a el, mirando con forzado interes las herramientasabandonadas bajo el toldo de lona.

    Evidente que la empalizada rodeaba el Fuerte CoronelRich, sobre el Colorado, a equis milIas de la frontera de Neva-

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    I de la luma solitaria sobre el era-,I , P('ro (.\ (era Wcnonga, e e P I 0 f de losf . 0 0 San rienta, 0 Caballo Banco, Je e

    111'(' ;ltTltado, 0 Man 0 g 1 d dis listones con pun-o lera del otro a 0 e 0",nil x ? Porque 51 estuv 'I' 0 'Ialtara sobreo d . ue cara pondna a mUJer sr eh' I\onkhsa a -cq d 1 lla seria un blan-I ~ si estuviera rodea 0 por a va ,LIS 111;\( eras.-, Halo Bill de altas botas, guantes delO ddcnsor del fuerte, Bu fi CI 0 que no servia, queostachos desa antes. arIII()sql1ctero Y moho 0 as para nifios. Pero

    b a la mUJer con isron110 pensa a asustar id d y fuerza.d to la boca con segun a('sLlha lanza 0 y apre 0 irarla fijos los ojosSe aparto bruscamente. Otra vez, S1l1 m , d' 1 ta del mun 0:('II c I final de la calle como en a otra pun-Vamos. 0 la mujer 10 obedecia docilY enseguida, en cuanto VIOque

    Y l'sperando: da f 0 ~-(Conoce Su a nca.'f 0 ~-2A nca.... IT aal-S1. Africa del Sur. Colonia del Cabo. E ransv .-No. (Es ... muy lejos, verdad?, '!

    L 0 ! ,Oh sf unos cuantos dias de aqm.-j eJos .. 1 "-( lngleses, alii? d-Sf, principalmente ingleses. Pero hay de to o.

    .Y usted estuvo? d 1-cS' ! la cara se le balanceaba sopesan 0 os re-_1 I, estuve. - _, 0 d noScl1crdos-. En Transvaal... 5 1 , cast os a .

    Then do you know english? 0de= Very'little and very bad. Se puede decir que 10 olvi e porn)mpleto. , Il'~iY. que hacla a 1. 0 b ber-c 0 _ V daderamente, no necesita a sa-Un ofiClO extrano. eridiomas para desempenarme. hOB ldi y hacia ade-

    Ella caminaba moviendodla ocab1ezayavca,:il:.pero no decia. t' por ecir a go ,[ante, como qUlen es a . te los hombros acei-I 0' d e a mover nerVlOsamennada, nrutan os d' do a su oficio sudafri-ldi 1 ., de costa 0, sonnentuna. Ba 1 a rruro di Sintio tan fuerte la ur-cano. Ya debian ser las ocho y me lao

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    gencia del tiempo que era como si ya estuviera extendido en elsi.1l6nde la peluqueria oliendo el aire perfumado, cerrados losojos, mientras la espuma tibia se le va engrosando en la cara.Per.o ya estaba la soluci6n; ahora la mujer tendria que irse.Abiertos los ojos espantados, alejandose rapido, sin palabras.Conque hombres extraordinarios, ~eh. .. ?

    Se detuvo frente a ella y se arque6 para acercarle el rostro.-No necesitaba saber ingles, porque las balas hablan una

    lengua universal. En Transvaal, Africa del Sur, me dedicaba acazar negros.

    No habia comprendido, porque sonri6 parpadeando::-~A cazar negros? 2Hombres negros?EI sinti6 que la bota que avanzaba en Transvaal se hundia

    en ridfculo. Pero los dilatados ojos azules seguian pidiendo contan anhelante humildad, que quiso seguir como despeiiandose.. -Sf, un puesto de responsabilidad. Guardian en las minas dediarnantes. En un lugar solitario. Mandan el relevo cada seis me-ses. Pero es u~ puesto conveniente; pagan en libras. Y,a pesar de lasoledad, no ~lempre aburrido. A veces hay negros que quieren es-capar con diamantes, piedras sucias, bolsitas con polvo. Estabanl~s alambres electrizados. Pero tambien estaba yo, con ganas dedistraerrne volteando negros ladrones. Muy divertido, le aseguro.Pam, pam, y el negro termina su carrera con una voltereta.. Ahora la mujer arrugaba el entrecejo, haciendo que sus

    ojos pasaran frente al pecho de Baldi sin tocarlo.-~Y usted mataba negros? 2Asf, con un fusil?-c:Fusil? [Oh, no! Los negros ladrones se cazan con arne-

    tr~Hadoras. Marca Schneider. Doscientos cincuenta tiros pornunuto.

    -2Y usted ... ?-iClaro que yo! Y can mucho gusto.Ahora sf. La mujer se habia apartado y miraba alrededor

    entreabierta la boca, respirando agitada. Divertido si llamara aun vigilante. Pero se volvi6 con timidez al cazador de negrospidiendo: '

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    .-Si quisiera ... Podriamos sentarnos un momento en lapLlcita.

    -Vamos.Mientras cruzaban hizo un ultimo intento:-2No siente un poco de repugnancia? 2Por mi, por 1 0 quehe contado? -con un tono burl6n que suponfa irritante.Ella sacudi6 la cabeza, energica:-iOh, no! Yo pienso que tendra usted que haber sufridolIlucho.-No me conoce. 2Yo, sufrir por los negros?-Antes, quiero decir. Para haber sido capaz de eso, de

    aceptar ese puesto.Todavia era capaz de extenderle una mano encima de lacabeza, murmurando la absoluci6n. Vamos aver hasta dondeaguanta la sensibilidad de una institutr iz alernana-

    -En la casita tenia aparato telegrafico para avisar cuandoun negro moria por imprudencia. Pero a veces estaba tan abu-rrido, que no avisaba. Descomponfa el aparato para justificar latardanza si venia la inspecci6n Y tornaba el cuerpo del negrocomo compafiero. Dos 0 tres dias 10 vela pudrirse, hacerse gris,hincharse. Me llevaba hasta el un libro, la pipa, y lela; en oca-siones, cuando encontraba un parrafo interesante, lela en vozalta. Hasta que mi compafiero comenzaba a oler de una maneraincorrecta. Entonces arreglaba el aparato, comunicaba el acci-dente y me iba a pasear al otro lado de la casita.

    Ella no sufrfa suspirando por el pobre negro descompo-niendosc al sol. Sacudfa la triste cabeza inclinada para decir:

    -Pobre amigo. iQue vida! Siempre tan solo ...Hasta que el, ya sentado en un banco de la plazoleta, re-

    nunci6 a la noche y Ie tom6 gusto al juego. Rapidamente, conun estilo nervioso e intenso, sigui6 creando al Baldi de las milcaras feroces que la admiraci6n de la mujer hacia posible. De lamansa atenci6n de ella, estremecida contra su cuerpo, extrajocl Baldi que gastaba en aguardiente, en una taberna de marinosen tricota -Marsella 0EI Havre-, el dinero de amantes flacas

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    y pintarrajeadas, Del oleaje que fingian las nubes en el cielo gris,el Baldi que se ernbarco un mediodia en el Santa Cecilia, condiez d6lares y un rev6lver. Del breve viento que hacia bailar elpolvo de una casa en construcci6n, el gran aire arenoso del de-sierto, el Baldi enrolado en la Legi6n Extranjera que regresabaa las poblaciones con una tragic a cabeza de moro ensartada enla bayoneta.Asi, hasta que el otro Baldi fue tan vivo que pudo pensaren el como en un conocido. Y entonces, repentinamente, unaidea se Ie clav6 tenaz. Un pensamiento 10afloj6 en desconsuelojunto al perramus de la mujer ya olvidada.

    Comparaba al mentido Baldi con el mismo, con este hom-bre tranquilo e inofensivo que contaba historias a las Bovary deplaza Congreso. Con el Baldi que tenia una novia, un estudiode abogado, la sonrisa respetuosa del portero, el rollo de bille-tes de Antonio Vergara contra Samuel Freider, cobros de pesos.Una lenta vida idiota, como todo el mundo. Fumaba rapida-mente, Heno de amargura, los ojos fijos en el cuadrilatero de uncantero. Sordo a las vacilantes palabras de la rnujer, que terrni-n6 callando, doblando el cuerpo para empequefiecerse,

    Porque el doctor Baldi no fue capaz de saltar un dia sobrela cubierta de una barcaza, pesada de bolsas 0 maderas. Porqueno se habia animado a aceptar que la vida es otra cosa, que lavida es 10que no puede hacerse en compafiia de mujeres fieles, nihombres sensatos. Porque habia cerrado los ojos y estaba entre-gado, como todos. Empleados, senores, jefes de las oficinas.

    Tir6 el cigarrillo y se levant6. Sac6 el dinero y puso un bi-llete sobre las rodillas de la mujer,

    -Toma. ~Queres mas?Agreg6 un billete mas grande, sintiendo que la odiaba, que

    hubiera dado cualquier cosa por no haberla encontrado. Ellasujet6 los billetes con la mana para defenderlos del viento:

    -Pero. Yo no le he dicho ... Yo no se ... -inclinandose ha-cia el, mas azules que nunca los grandes ojos, desilusionada laboca-. (Se va?

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    -Sf, tengo que hacer. Chau.Volvi6 a saludar con la mano, con el gesto seco que hu-

    ibl Bid' f e Pero volvi6 a los pocoshicra usado el POS1 e a 1, y se u .p.isos y acerc6 el rostra barbudo a la mimica ~speran,zada de lamujcr, que sostenia en alto los dos billetes, ~aClendo girar la mu-Ikea. Hab16 can la cara ensombrecida, haciendo sonar las pala-bras como insultos.-Ese dinero que te di 10 g ano haciendo contrabando decocaina. En el Norte.

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