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El Rey del Mar Por Emilio Salgari

El Rey del Mar - WordPress.com · 2020. 4. 25. · El Rey del Mar Por Emilio Salgari. EL ATAQUE DEL MARIANNE —¿Seguimos adelante? ... Calzaba sus pies con botas de agua de cuero

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  • ElReydelMar

    Por

    EmilioSalgari

  • ELATAQUEDELMARIANNE

    —¿Seguimos adelante? ¿Sí o no? ¡Por Júpiter! ¡No es posible que estemos varados en un bancocomonecios!

    —Nosepuedeseguiradelante,señorYáñez.

    —Pero¿quéesloquenosimpideavanzar?

    —Aúnnolosabemos.

    —¡Voto a Júpiter! ¡Ese piloto está embriagado! ¡Menuda fama consiguen de esta manera losmalayos! ¡Y yo que hasta esta mañana los tuve siempre por los más soberbios marinos de los dosmundos!¡Sambigliong,ordenaquesedespliegueotravela!Hayvientofavorableyacasoconsigamosseguiradelante.

    —Nolograremosnada,señorYáñez,yaquelamareabajamuydeprisa.

    —¡Queeldemonioselleveaeseneciopiloto!

    Elqueasí se expresaba sehabíavuelto endirecciónapopa, conel ceño fruncidoyel semblantealteradoacausadelintensoenojoqueledominaba.

    Apesardequeerayahombredeciertaedad,pues teníacincuentaaños,se tratabaaúndeuntipoatractivo,fuerte,conenormesbigotesgrisesesmeradamentecuidadosyrizados,pielalgobronceadayabundantecabelloquelesobresalíabajoelsombrerodepajadeManila,semejantealosmexicanos,yornadoconunacintadeterciopeloazul.

    Ibaataviadoconunelegantetrajedefranelablancaconbotonaduradeoroyteníalacinturaceñidaporunafajadeterciopelorojo,enlacualsedistinguíanunpardepistolasdecañónlargo,deculatasconincrustaciones de plata y nácar. Estas armas habían sido, sin lamenor duda, fabricadas en la India.Calzabasuspiesconbotasdeaguadecueroamarillo,algodobladasporlapuntera.

    —¡Piloto!—exclamó.

    Un malayo de piel color hollín con tonalidades verdosas y los ojos ligeramente oblicuos yamarillentos,loqueproducíaunextrañoefecto,alescucharlallamadadejóeltimónysedirigióhaciaYáñezconuncaminarrecelosoquedenotabaunaconciencianomuytranquila.

    —Podada—arguyóeleuropeoconsecaentonación,apoyandolamanoderechaenlaculatadeunadesuspistolas—,¿cómomarchaeseasunto?CreorecordarqueustedaseguróqueconocíatodasestasregionescosterasdeBorneo,yporestacausaleadmitíabordo.

    —Pero,señor…—tartamudeóelmalayocontonomedroso.

    —¿Qué pretende usted decir? —inquirió Yáñez, que por primera vez en su vida parecía haberperdidosuacostumbradaserenidad.

    —Antañonoestabaestebancoaquí.

    —¡Tunante!¿Talvezhasalidodelasprofundidadesdelmarestamañana?¡Esustedunmajadero!HamovidolabarraconunfalsogolpeconelobjetodehacerqueelMariannesedetuviera.

  • —¿Conquéobjeto,señor?

    —¿Yyoquésé?Esposiblequesehallaseenconnivenciaconlosenemigosquehanhechoquelosdayakossesubleven.

    —Yojamáshemantenidoamistadmásqueconmiscompatriotas,señor.

    —¿Consideraustedposibledesencallar?

    —Sí,señor;conlamareaalta.

    —¿Sonmuchoslosdayakosquehayenelrío?

    —Meimaginoqueno.

    —¿Sabesiposeenbuenarmamento?

    —Solamenteleshevistounoscuantosfusiles.

    —¿Cuálserálarazóndequesehayanrebelado?—musitóYáñez—.Hayaquíunenigmaquenosoycapazderesolver,aunqueelTigredeMalasiaseempeñeencreerquelosinglesessonlosculpablesdetodo esto.Aguardemos a ver si tenemos tiempode llevar aMompracem aTremal-Naik y aDamna,antesdeque lossublevadosocupensusplantacionesydestruyansusfactorías.Probemosadejarestebancoantesdequelamareaalcancesumáximaaltura.

    Diolaespaldaalmalayo,sedirigióhaciaproayseinclinóenlaamuradelcastillo.

    Laembarcaciónquehabíaencallado,posiblementecomoconsecuenciadeunamalamaniobra,eraunmagníficovelerodedospalos,construidohacíapocoajuzgarporsuslíneasaúnlimpiasyenmuybuenestado,condosgrandesvelasdeltipodelasdelospraosmalayos.

    Como mínimo desplazaría unas doscientas toneladas y llevaba tan buen armamento que podíaresultarunimponenteenemigoinclusofrenteacualquiernavíomediano.

    Enla toldillasedistinguíandospiezasdeartilleríadebuencalibre,protegidasporunaplataformaconstituidaporunpardeplanchasdeacerodegrangrosorcolocadasenángulo,yenelcastillodeproacuatro bombardas o grandes espingardas, magníficas armas para ametrallar, si bien eran de escasoalcance.

    Además, su tripulación resultaba en exceso numerosa para un buque tan pequeño, ya que secomponíadecuarentadayakosymalayos,deciertaedad,aunquefuertes,dealtivossemblantesyconnoescasascicatrices,loquedenotabaqueeranauténticoshombresdemar.

    Lanavesehallabaembarrancadaenlaembocaduradeunaampliabahía,enlaquedesembocabaunríoque,porsuapariencia,debíadesercaudaloso.

    Numerosas islas, entre las cuales se encontraba una muy extensa, la protegían de los vientosprocedentesdeponiente.Labahíasehallabacircundadaporunafrondosavegetacióndeunvivocolorverde.

    ElMariannehabíaencalladoenunode losbancosqueestabanocultospor lasaguas,peroqueyaempezabanadistinguirsedebidoalamareabaja.

    Laruedadeproasehabíaempotradomuyprofundamente,demodoqueresultabaimposibleponeraflotelaembarcaciónconsoloecharelanclahacialapartedepopayhalandolacuerda.

  • —¡Estemalditoperro!—barbotóYáñezdespuésdehaber examinadoatentamente el bajo—. ¡Noseráposibleabandonarellugarantesdemedianoche!¿Quéopinas,Sambigliong?

    Unmalayo connumerosas arrugas en el rostro y el pelo canoso, pero aun así de aparienciamuyrobusta,sehabíaaproximadoaleuropeo.

    —Opino,señorYáñez,quesinlapleamarresultaránvanostodoslosintentos.

    —¿Confíasenestepiloto?

    —Nopuedocontestarledeunaformapositiva,capitán—repusoelmalayo—,yaquejamáslehabíavistoantes.Sinembargo…

    —Prosigue—instóYáñez.

    —Encontrarlo solo, a tanta distancia deGaya, en el interior de una canoa que no pudiera haberaguantadounasimpleola,yqueinmediatamenteseofrecieraaconducirnos…¡Enfin…!Meparecequetodoestonoestámuyclaro.

    —¿Habremosincurridoenunaimprudenciaalponerlealtimón?—sepreguntóYáñez,quesehabíaquedadomeditabundo.

    Luego,sacudiendolacabezacomosipretendiesearrojarfueradesíunaideamolesta,agregó:

    —¿Por quémotivo ese hombre, que es de vuestra raza, habrá intentado hacer que se perdiera elmejorymásformidablepraodelTigredeMalasia?¿AcasonohemosdefendidosiemprealosnaturalesdeBorneocontra lasarbitrariedadesdeInglaterra?¿NohemosvencidoaJamesBrookeconel findeconseguirquelosdayakosfueranindependientesenSarawak?

    —¿Y por qué razón, señor Yáñez—adujo Sambigliong—, se han sublevado de unamanera taninopinada en contra de nuestros amigos los dayakos de la costa? Es indudable que Tremal-Naik, alfundar factorías en estas costas, que en otra época estaban desiertas, les ha facilitado el medio deganarse lavidadeuna formacómoda sinque sehallenenpeligrode servíctimasde lospiratasqueanteslosdiezmabancontinuamente.

    —Estoesunenigma,miapreciadoSambigliong,queniSandokánniyohemosconseguidoresolverhasta el presente.Este inopinadoencolerizamiento contraTremal-Naikhadebasarse en algúnhechoque desconocemos. Lo más probable es que alguien haya procurado atizar el fuego para que esteaumente.

    —¿SehallaránrealmenteenpeligroTremal-NaikysuhijaDamna?

    —ElmensajeroquehaenviadoaMompracemhanotificadoquesehanlevantadoenarmastodoslosdayakosyqueestándominadosporunaespeciedelocura,yaquehansaqueadoyprendidofuegoatresfactoríasy,además,hablabansobresimataraTremal-Naik.

    —Y no obstante, no se puede encontrar en toda la isla un hombre mejor que él —comentóSambigliong—.Nologroentenderporquéesosmalditosarrasanysaqueansuspropiedades.

    —Algunacosaconoceremosal llegaralkampongdePangutarang.CuandoaparezcaelMarianne,los dayakos se tranquilizarán algo, y si no abandonan las armas, los ametrallaremos como tienenmerecido.

    —Ysabremoslacausadelasublevación.

  • —¡Oh!—exclamóYáñez,queenaquelmomentohabíavueltolacabezaendirecciónalrío—.Hayalguienallíque,segúnparece,pretendeacercarse.

    UnacanoadepequeñotamañoyconunavelasolamenteacababadeaparecerpordetrásdelasislasqueobstruíanladesembocaduradelríoyavanzabahacialaproadelMarianne.

    Iba tripulada por un solo hombre, pero se encontraba todavía tan distante que resultaba casiimposibleversisetratabadeunmalayooundayako.

    —¿Quién será? —dijo para sí Yáñez, que continuaba contemplando la embarcación—. Fíjate,Sambigliong: ¿no crees que no tienemuy clara la forma en que debemaniobrar? En estemomentoavanzaendirecciónalosislotes;ahorasealejahacialasescollerasdecoral.

    —Cualquierapensaríaquetratadeengañaraalguienenloqueserefiereasuderrotero,¿noesasí,señor Yáñez? —contestó Sambigliong—. ¿Estarán tal vez vigilándole y pretende, efectivamente,engañaraalguien?

    —Opinolomismo—repusoeleuropeo—.Tráememicatalejoyordenaquecarguenunproyectilenuna espingarda. Procuraremos auxiliar en la maniobra a ese hombre, que indudablemente intentareunirseconnosotros.

    Uninstantedespuésenfocabaelcatalejoendirecciónalacanoa,quetodavíasehallabaaunasdosmillas y que acabó abandonando la zona de las pequeñas islas para avanzar decididamente hacia elMarianne.

    DerepenteYáñezlanzóunaexclamación:

    —¡Tangusa!

    —¿ElmismoqueTremal-NaikllevóconsigoaMompracemyaquienhizofactor?

    —¡Esoes,Sambigliong!

    —Entalcasoahoranosenteraremosdelasublevación,sienefectosetratadeél—dijoeldayako.

    —¡Oh,sí,esél!¡Noestoyequivocado,ledistingoperfectamente!¡Oh!

    —¿Quéocurre,señor?

    —VeounachalupatripuladaporunosdocedayakosycreoqueintentanalcanzaraTangusa.¡Fíjateenelúltimoislote!¿Ves?

    Sambigliongmiródetenidamenteycomprobóque,enefecto,unaembarcacióndeestrechasylargaslíneasabandonabaladesembocaduradelríoysedirigíaatodavelocidadendirecciónalmarimpulsadaporochoremosmanejadosconsumovigor.

    —Sí,señorYáñez;vanadaralcancealfactordeTremal-Naik.

    —¿Hasordenadoquecarguenunaespingarda?

    —Lascuatro.

    —¡Magnífico!Aguardemosuninstante.

    Lacanoa, a la cual levenía elvientodepopa,navegabadirectamentehacia elMarianneabuenavelocidad.Noobstante,nopodíaavanzartandeprisacomolachalupa.Elhombrequeibaembarcadoen

  • lacanoasediocuentadequeeraperseguidoy,abandonandoeltimón,aferrólosremosparaacelerarlamarcha.

    Deimproviso,unanubedehumoselevantóenelcostadodeproadelachalupaeinmediatamenteseoyóenelMarianneelretumbardeundisparo.

    —¡DisparansobreTangusa,señorYáñez!—indicóSambigliong.

    —¡Bien, compañero! ¡Yo demostraré a esos pícaros cómo disparan los portugueses!—replicó eleuropeoensutonoserenodecostumbre.

    Arrojóelcigarroqueestabafumando,seabriópasoentrelamarinería,quesehabíaaglomeradoenelcastillodeproaaloírelestampidodeldisparo,yseaproximóalaprimeraespingardadebabor,queapuntabaendirecciónalachalupa.

    Lapersecuciónproseguía con sañay la canoa, a pesar de los extraordinarios esfuerzosquehacíaTangusa,sehallabacadavezamenosdistanciadelaotraembarcación.

    Unnuevodisparodefusilsurgiódelachalupa,peronodioenelblanco,yaqueesbienconocidoquelosdayakosutilizanmejorlascerbatanasquelasarmasdefuego.

    Yáñezcontinuabamirandoimpertérrito.

    —Seencuentraenlalíneadefuego—musitócuandohubierontranscurridounpardeminutos.

    Prendió lamecha del largo cañón y abrió fuego, ocasionando un estampido que retumbó inclusobajolosárbolesquellenabanladistantecostadelabahía.

    Enlapartedeestribordelachalupavioelevarseunchorrodeagua;alinstanteseescucharonalolejosexclamacionesfuriosas.

    —¡Alcanzada,señorYáñez!—exclamótambiénSambigliong.

    —Ynaufragaráenseguida—replicóelportugués.

    Los dayakos detuvieron su avance y viraron almomento con la celeridad del rayo, confiando enpoderalcanzarunodelosislotesantesdequelachalupasefueraapique.

    Eldestrozoquelehabíacausadoelproyectildelcañón,unabaladelibraymediacompuestamitaddeplomoymitaddecobre,erademasiadograndeparaquepudieraseguirnavegandodurantemuchotiempo.

    Efectivamente, los dayakos se hallaban a más de trescientos pasos de distancia del islote máspróximo cuando la embarcación, que hacía agua por todas partes con suma velocidad, empezó ahundirse,yacabóporirseapique.

    Comolosdayakosdeaquellascostassonexpertosnadadores,yaquepasangranpartedesuvidaenelagua,aligualquelosmalayosypolinesios,nocorríanelriesgodeahogarse.

    —¡Poneosasalvo!—exclamóYáñez—.Perosi reanudáiselataque, ¡osabrasaremos lascostillasconunabuenametralladeclavos!

    La pequeña canoa, al verse libre de la persecución por tan acertado disparo, había reanudado suavanceendirecciónalMarianne,impulsadaporelsuavevientoque,alponerseelsol,acrecentabasufuerza.Enconsecuencia,notardóenhallarsecercadelvelero.

  • Elhombrequelaconducíaeraunjovendeunostreintaaños,depielamarillayrasgoscasieuropeos,comosifuesehijodelcrucedelasrazascaucásicaymalaya.Eramásbiendepequeñaestatura,peroparecíamuyrobusto; teníaelcuerpoenvueltoen fajasde telablancaque leoprimíanfirmemente losbrazosylaspiernas,yenlasligadurassedistinguíanmanchasdesangre.

    —¿Habrá sido herido? —se preguntó Yáñez—. Creo que ese mestizo está padeciendo mucho.¡Venga!¡Lanzadunaescalaypreparadalgúnreconstituyente!

    Mientras los marineros cumplían órdenes, la pequeña embarcación realizó la última bordadaarrimándosealcostadodeestribordelanave.

    —¡Subedeprisa!—exclamóYáñez.

    ElfactordeTremal-Naikamarrólacanoaaunacuerdaquelehabíanechado,amainólavela,trepóconciertadificultadporlaescalaysepresentóenlatoldilla.

    Unaexclamacióndeestuporyespantoseleescapóalportugués.

    El cuerpo de aquel desgraciado se encontraba acribillado como por efecto de una descarga deinfinidaddeperdigones,ydealgunasdesusheridastodavíamanabasangre.

    —¡VotoaJúpiter!—barbotóYáñezconunestremecimiento—.¿Quiéntehadejadodeestamanera,mipobreTangusa?

    —Hansidolashormigasblancas,señorYáñez—repusoelmalayoconvozdébil,mientrasproferíaunaterriblemuecadedolor.

    —¡Las hormigas blancas! —exclamó el portugués—. ¿Quién te ha puesto sobre el cuerposemejantesinsectos,quesiempreestánansiososporcomer?

    —Hansidolosdayakos,señorYáñez.

    —¡Ah,canallas!Vealaenfermeríayquetecurenlasheridas;luegohablaremos.AhoraexplícameúnicamentesiTremal-NaikysuhijaDamnaseencuentranenpeligro.

    —Elpatrónhareunidounreducidocuerpodemalayosypretendeenfrentarsealosdayakos.

    —Deacuerdo;veconKibatang,quesabecurarheridas,ydespuésenvíameaviso,pobreTangusa.Ahorahedehacerotracosa.

    Mientraselmalayo,auxiliadopordosmarineros,bajabaalpequeñocamarote,Yáñezexaminabadenuevo con atención la desembocadura del río, donde habían surgido tres chalupas de gran tamañotripuladas pormuchos hombres.Enuna de ellas, que poseía puente doble, se distinguía unode esospequeñoscañonesdebroncedenominados«lilas»porlosmalayos,fundidoenparteconplomo.

    —¡Demonio! —musitó el portugués—. ¿Pensarán esos dayakos enfrentarse a los tigres deMompracem? ¡No será ciertamente con esas fuerzas con las que vais a poder oponeros a nosotros!¡Poseemosmagníficasarmasyosharemosbrincarigualqueacabrassalvajes!

    —Tendrán apostadas otras chalupas tras los islotes, señorYáñez—adujo Sambigliong—. Somosdemasiadopoderososparaquepuedaninfundirnostemor,apesardequesepamoscuáleselarrojodeesoshijosdepiratasydegolladores.

    —¿Contamostodavíacondoscajasdeesas…?

  • —¿Lasbalasdeaceroconpunta?Sí,capitán.

    —Ordenaquelassubanacubiertaymandaatodosnuestroshombresqueseponganbotasdemar,sinodeseanlastimarselospies.¿Hansidoyaembarcadosloshacesdeespinos?

    —También,señorYáñez.

    —Ordenaqueloscoloquenentornoalaborda.Sideseanlanzarsealabordaje,vamosaverlosgritarcomofieras.¡Piloto!

    Podada,quehabíasubidoalacofadeltrinqueteparaobservarlosmovimientossospechososdelaschalupas,descendióyseacercóalportugués.

    —¿Sabessiesosdayakosdisponendemuchasembarcaciones?

    —Nohevistocasiningunaenelrío—repusoelmalayo.

    —¿Supones que pretenderán lanzarse al abordaje sobre nosotros, aprovechando que estamosinmovilizados?

    —Piensoqueno,patrón.

    —¿Estáshablandoconsinceridad?¡Cuidado,puesempiezoarecelardeti,yaqueelquehayamosembarrancadonoloconsideroalgofortuito!

    Elmalayohizounamuecaconelfindeocultarladesagradablesonrisaqueleflorecíaenloslabios,yalinstanterepusocontonoresentido:

    —Nohedadoningúnmotivoparaquesepongaendudamilealtad,patrón.

    —¡No tardaremos en comprobarlo! —dijo Yáñez—. Ahora vamos en busca de ese infortunadoTangusa,mientrasSambigliongorganizaladefensa.

    Hacía ya tiempo queYáñez desconfiaba de Podada, elmalayo que encontró casualmente y se leofreciócomopiloto,perohastaentoncesnohabíahalladoconfirmaciónasussospechas.Porotraparte,eltormentoquelosdayakoshabíaninfligidoalpobreTangusalesacabadesuscasillasyleofuscabalamente,hastaelpuntodepermitirlepensarsoloyúnicamenteenlavenganza.

    ELPEREGRINODELAMECA

    Aunqueporfueraelveleroeraunhermosobarcoquenadateníaqueenvidiaralosmejoresnavíosdesutiempo,pordentro,sobretodoenelcamarotedepopa,resultabarealmentelujoso.

    Especialmente el salón central, que se utilizaba como comedor y sala, estaba amueblado conestanteríasparalibros,mesaysillastalladasconincrustacionesdenácaryoro,alfombraspersasenelsuelo,tapiceshindúesenlasparedesycortinasrosasdesedaconhilosdeplata,queservíanparataparlaluzdelasventanillas.

    Suspendidadel techohabíauna lámparadegran tamañoqueparecíaveneciana, y entre tapicesymástapicessedistinguíanmagníficascoleccionesdearmas.

    Tumbadoenundivándeterciopelonegro,envueltoenvendasportodoelcuerpoytapadoconuna

  • mantadelana,seencontrabaelfactordeTremal-Naik,alcuallehabíansidocuradaslasheridasyseencontrabayabastanterecuperadograciasalreconstituyentequehabíabebido.

    —¿Yanotienesdolores,mibravoTangusa?—inquirióYáñez.

    —Kibatangtienepomadasmilagrosas—repusoelherido—.Mehauntado todoelcuerpoyestoymuchomejor.

    —Entoncesexplícamequéesloquehapasado.Enprimerlugar,¿continúaelamigoTremal-NaikenelkampongdePangutarang?

    —Sí,señorYáñez.Cuandoleabandonéestabaparapetándoseparahacerfrentealosdayakoshastalallegadadeusted.¿CuántohacequellegóaMompracemelmensajeroquelemandamos?

    —Hoy se cumplen tres días y, como puedes comprobar, no hemos desperdiciado el tiempo paraacudirenauxiliodenuestrosamigosconelmejornavío.

    —¿QuéideatieneelTigredeMalasiasobretansúbitasublevación,cuandotodavíanohacenitressemanasquelosdayakosconsiderabanamiseñorcomosugenioprotector?

    —Pesea todas las suposicionesquehemosaventurado,nopodemospresumir la razóndeque losdayakoshayanempuñado lasarmasyarrasado las factoríasque tantos sudores lecostaronaTremal-Naik.¡Sieteañosdetrabajoymásdecienmilrupiasgastadasenvano!¿Sospechasalgo?

    —Voyaexplicarleloquehemospodidoaveriguar.Haráunmes,otalvezmástiempo,desembarcóen estas costas alguien que no es seguramente malayo ni natural de Borneo, alegando que era uncreyente mahometano. Llevaba el turbante de color verde igual al de los que han efectuado laperegrinaciónaLaMeca.Noignorausted,señor,quelosdayakosdeestazonadelaislanoveneranalos espíritus de los bosques, ya sean buenos o malos, como sus hermanos del sur, puesto que sonmusulmanes,asumanera,comoes lógico,aunquenomenosfanáticosquelosdelcentrodelaIndia.¿Quédiríaesehombrealossalvajes?Estonimiseñorniyohemospodidoaveriguarlo.Lociertoesqueconsiguiófanatizarlos,incitándolosaarrasarlasfactoríasyasublevarsecontraelseñorTremal-Naik.

    —Pero¿quéesloquemeacabasdeexplicar?—dijoYáñez,extraordinariamentesorprendido.

    —Unahistoriatanverídica,señorYáñez,quemipatrónseencuentraenpeligrodemorirquemadoensukampongenunióndesuhija,laseñoritaDamna,siustednocorreensuauxilio.Elhombredelturbante verde no solo ha insurreccionado a los salvajes contra la factoría, sino también contra mipatrón,yaquequierenatodacostaacabarconsuvida.

    Elportuguéshabíapalidecido.

    —¿Quiénseráeseperegrino?¿QuéocultasrazonesleimpelenencontradeTremal-Naik?¿Túhaspodidoverle?

    —Sí,alhuirdelpoderdelosdayakos.

    —¿Esjovenomayor?

    —Esunhombremayor, señor, alto ymuydelgado.Un auténticoperegrino con aspecto de haberpasadohambreysed.Todavíaexisteotracosaquehaceelasuntomásmisterioso—agregóelmestizo—. Me han notificado que hace un par de semanas llegó un vapor con bandera inglesa y que elperegrinoestuvohablandodurantemuchotiempoconelcapitándelbarco.

  • —¿Sefueprontoesebuque?

    —A la mañana siguiente. Sospecho que por la noche estuvo desembarcando armas, ya queactualmentemuchosdayakosposeenfusilesypistolas,cuandolociertoesqueantesnoteníanmásquecerbatanasypuñales.

    —¿De manera que los ingleses están metidos en este asunto? —inquirió Yáñez, que parecíarealmenteinquieto.

    —Eso parece, señor. ¿Sabe lo que se insinúa por Labuán? Que los gobernantes ingleses tienendecididoinvadirnuestra isladeMompracemconlaexcusadequerepresentamosuncontinuopeligroparasusdominios,yquenosmandaránaotraregiónmásdistante.¡Losingleses,quedeberíanestarnosagradecidosporhaberleslibradodelostigresqueinfestabanlaIndia!

    —Compañero, ¿imaginas que tal vez el leopardo pueda estar agradecido al mono por haberlequitadolosinsectosquelefastidiaban?

    —No,señor,puestoqueesosferocescarnívorosnoposeentalsentimiento.

    —TampocolotieneelgobiernodeInglaterra,denominadoelleopardodeEuropa.

    —¿YlespermitiráustedcazarenMompracem?

    Unasonrisasedibujóen los labiosdeYáñez.Encendióuncigarro,aspiródoso tresbocanadasyrepusoentonotranquilo:

    —NoibaaserestalaprimeraocasiónenquelostigresdeMompracemseenfrentaranalleopardoinglés.UndíalehicimostemblarenLabuányestuvoenpeligrodeverasuscolonosaniquiladospornosotrosyarrojadosalagua.¡Nonosdejaremoscogerdesprevenidos,nivencer!

    —¿QuéhaydeSandokán?¿HamandadoaTijasuspraosparaalistarhombres?

    —Sí, y que no seránmenos atrevidos que los últimos tigres deMompracem—repusoYáñez—.¿Desea Inglaterra expulsarnos de una isla que llevamos ocupando treinta años? ¡Que lo intente yMalasiaenteraserápastodelasllamasycombatiremossintreguacontraelvorazleopardo!¡YaseverásihadeserelTigredeMalasiaelqueperezcaenelcombate!

    EnaquelinstanteseoyólavozdeSambigliong,elcontramaestredelMarianne,queexclamaba:

    —¡Acubierta,capitán!

    —¡Llegasenbuenmomento!—repusoYáñez—.AcabodeterminarmicharlaconTangusa.¿Quénovedadhay?

    —¡Quevienenhacianosotros!

    —¿Quiénes?¿Losdayakos?

    —Sí,capitán.

    —¡Deacuerdo!

    Elportuguésabandonóelcamarote,subiólaescaleraysepresentóencubierta.

    El sol se estaba poniendo circundado por una dorada nube, tiñendo de rojo el mar, suavementeonduladoporunaligerabrisa.

  • ElMarianne continuaba inmóvil, y como en aquel instante la bajamar había llegado a su puntomáximo, se hallaba ladeado ligeramente sobre el costado de estribor, de manera que la cubierta seencontrabasinbandaenaquellaparte.

    Endirecciónhacialaspequeñasislasqueobstruíanelríoseveíanavanzarunasdocecanoas,entreellascuatrodobles,precedidasporunpraodepequeñotamañoprovistodeunmirim,piezadeartilleríadecalibrealgomásgruesoqueellila,fundidoaligualqueesteencobre,hierroylatón.

    —¡Ah! —comentó Yáñez con su usual tranquilidad—. ¿Pretenden enfrentarse con nosotros?¡Perfecto!Disponemosdebastantepólvoraconqueregalarlos,¿noesasí,Sambigliong?

    —Laprovisiónesbuena—repusoelmalayo.

    —Veoqueavanzanmuydespacio.Noparecequetengandemasiadaprisa,apreciadoSambigliong.

    Tomóelcatalejoy loenfocóhaciaelpequeñopraoqueprecedíaa laescuadrilladecanoas.Enélibanquinceoveintehombresconatavíosguerreros:estrechospantalonesconbotonesenlascaderasyenelpie,sarongmuycortoyenlacabezaunaespeciedebirreterealmenteextraño,deampliaviserayconnumerosasplumas,denominadotalung.Unoscuantosestabanarmadosconfusiles;lamayoría,envezdelcampilán,pesadasarmasblancasdeaceromuyfino,portabanpijan-rani,unaespeciedepuñalde hoja larga y no ondulada como los krisesmalayos, y llevaban también escudos de gran tamaño,hechosconpieldebúfalo.

    —¡Magníficostipos!—dijoYáñez.

    —¿Sonmuynumerosos,señor?

    —¡Unoscientocincuenta,miqueridoSambigliong!

    Tras pronunciar estas palabras se dio la vuelta, contemplando a continuación la toldilla delMarianne. Sus cuarenta hombres se hallaban todos en sus puestos de combate: los fusileros, tras laamura,queteníalosbordescubiertosdeagudoshacesespinosos,yloshombresdemaniobras,queporelmomentonopodíanefectuarningúntrabajo,enlapartesuperiordelascofasconbombasdemanoycarabinasindiasdecañónlargo.

    —¡Muy bien, que vengan en nuestra busca! —musitó Sambigliong, contento al parecer de lasórdenesquehabíadado.

    El sol se ponía ya, despidiendo sus postreros rayos y coloreando con una luz dorada y rosada ellitoraldelagranislaylaescollera,donderompíanlasolasquellegabandelmar.Elastrodesaparecía,majestuoso, en el agua, encendiendo en vivas tonalidades un inmenso abanico de nubes que seencontraba sobre él, y de las que surgían amplias franjas de color oro y ráfagas de púrpura queesmaltabanelclaroazuldelfirmamento.Casiinopinadamenteseocultóelsol,cubriendodeunintensotonorojizotodoelhorizonte;notardóenirdecreciendorápidamenteaquellaoleadadecolory,puestoque en aquellas regiones no existe el crepúsculo, la deslumbrante fantasmagoría desapareció y laoscuridadmásabsolutaimperóenlabahía,losislotesylascostas.

    —¡Magníficanocheparaotrosydesastrosaparanosotros!—comentóYáñez,quenopudomenosdeobservaradmiradoaquellasoberbiapuestadesol.

    Contempló la escuadrilla adversaria. El prao de pequeñas dimensiones, las chalupas dobles y lassimplesaceleraronsuavance.

  • —¿Estamospreparados?

    —Sí—repuso,ennombredetodos,Sambigliong.

    —Entalcaso,noosdetengomástiempo,misapreciadostigresdeMompracem.

    Elpequeñopraosehallabaenlalíneadetiroyprotegíaalaschalupas,queibantrasélenfila,unatrasotra,paraeludirelfuegodeloscañonesdelMarianne.

    Sambigliongsedirigióhaciaunodeloscañonessituadosenlatoldillayque,comotodaslasdemáspiezas,estabamontadosobrepernos,loquepermitíaabrirfuegoentodoslossentidos.Trasobservarlounmomentodisparóydestrozóelárboldetrinquetedelprao,quesevinoalsueloarrastrandotrasdesílagranvela.

    Aqueldisparorealmenteextraordinariohizosurgirencolerizadosalaridosdeloshombresqueibanembarcadosenlaschalupas.Almismotiempobrotóunallamaradadelaproadelnavíoaveriado.

    Elpequeñocañóndelveleroacababaderesponderalcañonazo,peroelproyectilnohizomásquetaladrarelcontrafoque,queYáñeznoordenóarriar.

    —¡Esos bribones disparan igual que los reclutas de mi tierra! —opinó Yáñez, que proseguíafumandotranquilamenteapoyadoenlaamuradeproa.

    Eldisparofueseguidodesecosestampidos.Eranloslilasdelaschalupasdobles,queapoyabanelcañoneodelprao.

    Porsuerteaquellospequeñoscañonesnosehallabanaúnatiroytodosetradujoengranestruendoymuchahumareda,perosinelmenorpercanceparaelMarianne.

    —En primer lugar, destrozad el prao, Sambigliong —indicó Yáñez—, y tratad de inutilizar elpequeñocañón,queeselqueúnicamentenospuedeperjudicar.Queseishombresvayanalasdospiezasdeartilleríayabranfuegoadiscreción.Mi…

    Suspalabrasseinterrumpierondeimproviso,mientrasechabaunaojeadaendirecciónapopa.Unamuecadeasombrosepintóensurostro.

    —¡Sambigliong!—exclamóalavezquepalidecía.

    —Noseinquiete,señorYáñez.Elpraoseencontrarádestrozadooarrasadocomounpontóndeaquíamenosdedosminutos.

    —¿Dóndeestáelpiloto,alcualnohevistomás?

    —¡El piloto! —barbotó el malayo, abandonando la pieza, que ya tenía apuntada—. ¿Dónde sehallaráesetunante?

    Yáñez,intensamenteexcitado,acababadecruzarrápidamentelatoldilla.

    —¡Buscaalpiloto!—exclamó.

    —Capitán—dijounmalayoqueservíaenambaspiezasdeartillería—,haceuninstantelehevistobajaralcamarote.

    Sambigliong,queyahabíaimaginadoaquello,selanzóporlaescalerapistolaenmano.

    Yáñezseprecipitótrasél,mientraslasdospiezasdeartilleríadisparabancontralaescuadrillacon

  • horrorosofragor.

    —¡Ah,perromaldito!—pudooírse.

    Sambigliongacababadeaferrar firmementepor laespaldaalpiloto,quesedisponíaa salirdeuncamaroteyquellevabaenlamanountrozodecuerdaembreadaalaquehabíaprendidofuego.

    —¿Quéesloqueibasallevaracabo,canalla?—exclamóYáñezabalanzándoseasuvezsobreelmalayo,quepretendíaenfrentarsealcontramaestre.

    Aldistinguiralcapitán,queteníatambiénunapistolaenlamanoyque,alparecer,estabadispuestoa saltarle la tapa de los sesos, el semblante delmalayo había adquirido una palidez amarillenta. Sinembargo,repusoconciertaserenidad:

    —Señor,hebajadoparatomarmechasparalasespingardas.

    —¿Aeste lugar a por lasmechas?—barbotóYáñez—. ¡Truhán, tú lo que intentabas era prenderfuegoalanave!

    —¡Yo!

    —¡Sambigliong,amarraaestehombre!—ordenóelportugués—.¡Unavezquehayamosacabadoconlosdayakos,yahablaremos!

    —No son necesarias las cuerdas, señor—replicó el contramaestre—.Vamos a hacer que duermadurantedocehoras,yenestetiempononosmolestará.

    Asióbrutalmenteporloshombrosalpiloto,queyanointentabaoponerresistencia,leapretólanucaconlospulgaresyluegolehundióenlagarganta,algomásabajodelasmandíbulas,losdedosíndiceycorazón,apretándolelascarótidascontralacolumnavertebral.Estaacciónprodujounextrañoefecto.Podadaabrióextraordinariamente losojosy labocacomosiestuvieseacometidoporunprincipiodeasfixia,selevolviójadeantelarespiración,sucabezacayóhaciaatrásysedesplomóenlosbrazosdelcontramaestre,comosihubiesemuerto.

    —¡Lehasmatado!—gritóYáñez.

    —No,señor—contestóSambigliong—.Lehedormido,yhastatranscurridasdedoceaquincehorasleseráimposibledespertar.

    —¿Estáshablandoenserio?

    —Yalocomprobarámástarde.

    —Túmbaleenunahamacayvamosaprisaparaarriba.Elcañoneoesmásintenso.

    Sambigliongtomóensusbrazosalpiloto,quenodabaseñalesdevida,yletumbóencimadeunaalfombra. Inmediatamente subieron losdoshombresa todaprisaacubierta, enelpreciso instanteenquelosdoscañonesdecazaretumbabandenuevo,haciendoqueelvelerosebamboleara.

    LaluchaentreelMarianneylaescuadrillasehabíavueltomásencarnizada.

    Las dobles chalupas, que, como ya se ha indicado estaban armadas con lilas, se habían situadobastantedistanciadasaderechaeizquierdadelpraoparaobligaralveleroarepartirelfuegoenambossentidos,decididasaprotegerporencimade todoa lasdemásembarcaciones,quepeseasupequeñotamañollevabanabordonumerosatripulación,reservadaparaelcombatefinal.

  • Las descargas se sucedían vertiginosamente y los proyectiles, si bien de escaso calibre, cruzabansilbando en gran número sobre el Marianne, empotrándose en los penoles, agujereando las lonas,deshaciendo lascuerdasyastillando lasamuras.Algunoshombreshabíansidoheridosymásdeunomuerto.Noobstante,losartillerosdeMompracemcontinuabancumpliendoconsucometidoconserenafrialdadysorprendentecalma.

    Yasehabíaacortadoladistanciaentreambosadversariosy,enconsecuencia,comenzaronatronarlasespingardas,arrojandosobrelaescuadrilladescargasdemetralla,quesecomponíansobretododeclavosqueheríandeunaformacruentaa losdayakos,obligándolosa lanzaralaridosyasaltarcomosimios.

    Pesealasimponentesdescargas,laflotillanointerrumpíasuavance.Losdayakos,queporlocomúnsonmuybravos,casienlamismamedidaquelosmalayos,yquenoexperimentantemorantelamuerte,bogabancongranenergía,mientrasquelosqueibanprovistosdefusilesmanteníanunintensofuego,aunquemuypocoeficaz,yaquecasinoteníanexperienciaenelusodeaqueltipodearmas.

    Yasehabíanacercadolaschalupasaproximadamenteaunosquinientospasos,cuandoelpraosobreelcualsehabíaconcentradoelfuegodelaartilleríadelMarianneseladeósobreunodesuscostados.

    Habíaquedadodesprovistodeambosmástiles,elbalancínhabíasidodestrozadoporuncañonazodisparadoporYáñezysucascoestabaliteralmentedeshecho.

    —¡Desmontaelpequeñocañón,Sambigliong!—ordenóYáñez,alobservarquesedirigíahaciaelpraounadoblechalupaconelobjetodehacerseconelcañónantesdequenaufragara.

    —¡Sí,capitán!—repusoelmalayo,queestabaabriendofuegoconloscañonesdebabor.

    —¡Y vosotros, llenad de metralla a los tripulantes antes de que puedan recogerlo! —agregó elportugués,quedesdelapartesuperiordelatoldillaexaminabacontododetenimientolasevolucionesdelaescuadrilla,sinabandonarnoobstanteelcigarro.

    Unaandanadadeloscañonesydelasespingardasseabatiósobreelprao,inutilizandoelpequeñocañón, cuya cureña, totalmente destrozada, se vino abajo de golpe, mientras un verdadero alud demetrallabarríaelbarcodeunapuntaaotra,dejandomalheridosacasitodoslosmarineros.

    —¡Magníficogolpe!—exclamóelportuguésconsuusualcalma—.¡Unoqueyanonosocasionarádisgustos!

    Aquelpequeñoveleroerayasemejanteaunacáscaradenuezqueseibaalfondodelasaguasconuna extraordinaria velocidad. Los tripulantes que consiguieron eludir tan imponente descarga deartillería se lanzaron al mar y comenzaron a dirigirse hacia las chalupas, mientras los pontonesdescargabansintregualoslilasconnodemasiadotino,aunqueelMarianneofrecíaunestupendoblancotantoporsuinmovilidadcomoporsugrantamaño.

    De improviso el prao se volvió con la quilla hacia arriba, dejando caer en el mar a muertos yheridos.Enfurecidosgritossurgierondelaschalupasalobservarqueelpraomarchabaaladerivaconlaquilladelrevés.

    —¡Gritáis igualqueocas!—comentóYáñez—.¡Esprecisoalgomásparaderrotara los tigresdeMompracem, amigos míos! ¡Fuego sobre las chalupas! ¡Adelante los de los fusiles! ¡Esto se vaanimando!

  • Aunqueyanocontabanconelprao,queconsupiezadeartilleríapodíahacerfrentealoscañonesdecaza,laescuadrillahabíareanudadoelavance,aproximándoseatodavelocidadhaciaelMarianne.

    LostigresdeMompracemgastabansinmiramientolapólvoraylosproyectiles.Laspiezasdecazaylasespingardasalternabansufuegoconlascerradasdescargasdelosfusiles,queocasionabangrandesestragosentrelastripulacionesdelospontonesylaslanchas.

    Aquellos veteranos guerreros, que amedrentaron a los ingleses en Labuán, que vencieron yaniquilaronaJamesBrooke,elrajádeSarawak,yquedestrozaronalosthugsdelaIndia,sebatíanconundenuedosorprendente,sinintentarprotegersetraslaobramuertadelbuque.

    Desdeñando el peligro, pese a las advertencias del portugués, que intentabapor todos losmediosconservar lasvidasde sushombres, sehabíanpuesto todos sobre las amuras conel findedistinguirmejor sus blancos, y desde allí, al igual que desde las cofas, abrían un terrorífico fuego contra laschalupas,diezmandodeunamaneraterriblealastripulacionesadversarias.

    Pero los atacantes eran tan numerosos que, a pesar de las muchas bajas que sufrían, no sedesanimaban.

    Otraschalupasqueacababandeaparecerenel ríoseunierona laescuadrilla.Comomínimoerantrescientos salvajes, bien armados, los que avanzabanhacia elMarianne con el objeto de lanzarse alabordaje,asaltarelbarcoyaniquilaratodossusdefensores.Noeraposibleesperarcuarteldeaquellossalvajessanguinarios,quesolamentetienenunafán:recolectarcráneoshumanos.

    —¡El asunto va a ponerse feo!—musitó Yáñez al divisar las nuevas embarcaciones—. ¡Tigres,luchad con energía o acabaremos dejando aquí nuestras cabezas! ¡El peregrino los ha convertido enfanáticosenfurecidos!

    Sedirigióalcañóndecazadeestribor,queacababadesercargadoenaquelprecisomomento,ehizoapartarseaSambigliong,queapuntabaconél.

    —¡Déjame queme caliente yo un rato también!—dijo—. ¡Si no destrozamos los pontones y nolanzamosalmarloslilas,seencontraránaquíantesdequehayanpasadotresminutos!

    Prendiófuegoalapiezadeartilleríay,comodecostumbre,acertóeldisparo.Unodelospontones,queestabacompuestoporunpardechalupasunidaspormediodeunpuente,naufragó.

    Lasproas,alcanzadasaflordeagua,seinundaronylamasaflotantesehundióenelmar.

    Unsegundopontónfueigualmentemediodestruido,peroaltercerdisparodeYáñezyalaschalupashabíanllegadohastaelMarianne.

    —¡Cogedlosparangsytrasladadapopalasespingardas!—ordenóapartándosedelcañón,queyaresultabainútil—.¡Obstruidelaccesoalaproa!

    Enunsantiaménseejecutaronlasórdenes.Losfusilerosseagruparonenlatoldilla,dejandosoloalosgavierosdelascofas,mientrasqueSambigliong,conunoscuantoshombres,abríaahachazosdoscajones,diseminandoporcubiertanumerosasypequeñasbolasdeaceroqueteníanpuntasafiladísimas.

    Losdayakos,encolerizadosporlasgrandespérdidassufridas,habíanrodeadoalMariannelanzandoatronadoresalaridoseintentandoescalarhastalacubierta,aferrándoseacuantoslugaresleseraposible.

    Yáñezsehizoconunacimitarraysepusoenmediodesushombres.

  • —¡Cerradfilasentornoalasespingardas!—gritó.

    Los hombres provistos de fusiles que estaban cerca de las bordas no dejaron de hacer fuego ehirieron a bocajarro a los dayakos de los pontones y a todos los que pretendían tomar el barco alabordaje.

    Losdayakos trepabanencaramándose igualquesimios.Derepente,seoyerongrandesaullidosdedolorentrelosatacantes.

    Acababandeaferrarsea loshacesdeespinosqueprotegían lasbordasycuyas ramas sehallabandisimuladasenelempalletado.

    Al sentir las desgarraduras en los dedos, y siendo incapaces de aguantar tan intenso dolor, sedesplomaronsobresuscompañeros,arrastrándolosenlacaída.

    Sibienlosquepretendíanasaltarlanaveporbaboryestribornopudieronlograrlo,quienessubieronporelbaupréstuvieronmássuerte,yaqueelmismopalolessirviódeapoyo.

    Amandoblespropinadosmediantecampilanessedeshicierondelasramasespinosasdeaquellaárea,lasecharonalagua,yunosdiezodoceirrumpieronenelcastillodeproaprofiriendogritostriunfales.

    —¡Adentro las espingardas! —ordenó Yáñez, que hasta entonces los había dejado actuarimpunemente.

    Lascuatropiezasdispararonunaandanadadeclavos,barriendotodoelcastillo.

    Aquella descarga resultó terrorífica. No quedó ningún asaltante en pie, si bien tampoco cayeronmuertos.

    Losinfortunadosquerecibierondeplenolosdisparosserevolcabanportierraentregrandesgritosdedolor,mientrasseagitabancondesesperación.

    Suscuerpos,perforadosencienlugaresdistintosporlosclavos,parecíancribasgoteandosangre.

    Noobstante,lavictoriaestabaaúnmuylejosdeseralcanzada.Nuevosasaltantesdayakostrepabanpor todas partes, y tras deshacerse de los espinos a golpes de campilán, saltaron a cubierta, pese alintensísimotiroteodelostigresdeMompracem.

    Sin embargo, allí aguardaba a los atacantes otro obstáculo nomenos terrible que el de las ramasespinosas:laspequeñasbolasdeaceroquecubríantodalacubiertaycuyaspuntaseraimposibleeludirnisiquieraconlasresistentesbotasdeagua.

    Además, losgavierosdelascofasempezaronalanzargranadasqueexplotabanestruendosamente,despidiendofragmentosmetálicosentodasdirecciones.

    Losdayakoshabíansidocogidosentredosfuegosynopodíanproseguirsuavance,porlocualsedetuvieron. En ese momento, un desaforado terror se apoderó de ellos al sentirse nuevamenteametrallados.Algunosfueronalcanzadosylosdemásselanzaronenconfusomontónhacialasbordas,setirarondecabezaalaguaynadarondesesperadamentehacialospontonesylaschalupas.

    —Alpareceryahanrecibidosuficiente—comentóYáñez,quenohabíaperdidosufríaserenidaddecostumbre—.EstoosservirádelecciónparatemeralosviejostigresdeMompracem.

    El combate había resultado un desastre total para los salvajes. Pontones y chalupas abandonaban

  • apresuradamenteellugardelcombate,dirigiéndosehacialaspequeñasislasqueestabansituadasfrentealríosincontestaralfuego,queelportuguésdioordendeinterrumpirenseguida,yaqueaestehombreledesagradabamatarapersonasqueyaestabanindefensas.

    Diezminutosmás tarde la escuadrilla, cuyaschalupasypontones seencontrabanaveriadosen sumayorparte,seperdíaadistanciaenelrío.

    —Sehanido—dijoYáñez—.Meimaginoqueahoranosdejaránenpaz.

    —Nosaguardaránenelrío,señor—opinóSambigliong.

    —Nospresentaránotravezbatalla—adujoporsuparteTangusa,quea lasprimerasdescargassehabíapresentadoencubiertaparaintervenirenladefensa,apesardeencontrarsemuydébil.

    —Les daremos una nueva lección que va a quitarles las ganas de molestarnos. ¿Será el aguasuficientementeprofundaparaalcanzarlaescala?

    —Durantebuenapartedesurecorridoelríoesmuyprofundoyconvientofavorablenotendremosdificultadenremontarlo.

    —¿Cuántoshombreshancaído?—inquirióYáñezdirigiéndoseaKibatang,elmalayoquehacíalasvecesdemédicoenelbarco.

    —Ochoseencuentranenlaenfermería,señor.Deelloshaydosgravesycuatrohanmuerto.

    —¡Que el diablo cargue con esos bárbaros y su peregrino!—barbotóYáñez—. ¡Qué se le va ahacer!¡Eslaguerra!

    Acontinuación,dirigiéndoseaSambigliong,queparecíaaguardaralgunaorden,añadió:

    —Lamareavaallegarasumáximaaltura.¡Vamosaintentarabandonarestemalditobanco!

    PORELRÍOKABATAUN

    Desde hacía cuatro o cinco horas el agua seguía subiendo de nivel en la bahía, cubriendopaulatinamenteelbancoarenosoenquehabíaembarrancadoelMarianne.

    Aquelera,portanto,elmomentoadecuadoparaintentarponeraflotelanave,cosaqueparecíanoser demasiado complicada, puesto que los tripulantes de la embarcación ya habían notado unmovimiento en la ruedadeproa.Aúnno sehallaba a flote el velero, pero todos tenían la certezadepodersacarlodeaquelatolladeropormediodealgunamaniobra.

    Unavezretiradosdelacubiertaloscadáveresquelallenaban,sobretodoenlapartedelcastillodeproa,enlaquehabíancaídonumerososdayakosporlasdescargasdemetrallaabocajarro,ytrasrecogerycolocarenloscajoneslosterriblesbalinespuntiagudosquehabíanobstaculizadotanoportunamentelaacometidadelosbelicosossalvajes,lostigresdeMompracemseentregaroninmediatamentealafaenabajoelmandodeYáñezydeSambigliong.

    A sesenta pasos de popa se lanzaron un par de pequeñas anclas, se haló la cuerda para impulsarhaciaatráselbarcoyfacilitarasíelflujoascendentedelamarea,ysedispusieronlasvelasdemanera

  • queelvientonosoplaradeproa.

    —¡A la cuerda, muchachos! —exclamó Yáñez cuando comprobó que todo estaba preparado—.¡Prontoabandonaremosestelugar!

    Sepercibíanyaalgunosmovimientosdelaguadebajodelaproa,señaldequelasubidadelamareaimpulsabaalvelerohaciaarriba.

    Una docena de hombres se dirigieron a la cuerda,mientras otros tantos se precipitaban hacia loscablesquesujetabanlasanclasparahacermayorfuerza;losprimerosyahabíanempezadoahacergirarlasaspasdelosmolinetes.

    Después de cuatro o cinco giros de las aspas del cabrestante, elMarianne osciló por encima delbancoenqueseapoyaba,virandoconlentitudhaciaestribor,impulsadoporelvientoquehenchíaconfuerzaelpardeenormesvelas.

    —¡Por fin libres! —exclamó Yáñez con triunfal alborozo—. Posiblemente solo con la mareahubiéramossalidodeestelugar.¡Lasorpresadelpilotovaasermuyagradablealdespertar!¡Recogedlasanclas,izadlasvelasyemprendamoselavancehaciaelrío!

    —¿Nosadentramosporelríosinaguardaraquellegueeldía?—inquirióSambigliong.

    —Tangusamehainformadodequeesmuyanchoyprofundo,yqueensulechonohaybancos—repusoYáñez—.Consideroqueesmejornavegarahoraycogerdesprevenidosalosdayakos,yaquenoesprobablequenosaguardentanpronto.

    Los tripulantes, haciendo un gran esfuerzo con el cabrestante, sacaron las anclas del fondo y losgavierosorientaron lasvelasy los foquesdelbauprés.Tangusa,quenohabíaabandonado la toldilla,tomóeltimón,yaquesolamenteélconocíalaembocaduradelríoKabataun.

    —Condúcenos hasta el interior del río,mi bravomuchacho—le había indicadoYáñez—.LuegonosotrostomaremoselmandodelMarianne,ypodrásirteadescansar.

    —¡Nosoyningúnniñoya,señor—repusoelmestizo—,paranecesitar tantoreposo!ElungüentomaravillosoconqueKibatanguntómisheridasmehaquitadolosdolores.

    —¡Ah!—exclamóYáñez,mientras elMarianne bordeaba con precaución el banco para dirigirsehaciael río—.Nomehasexplicadoaúndequéformatecogieron losdayakos,ni la razóndeque tetorturaran.

    —Esosbribonesnomedierontiempoparaterminardeexplicarleaustedmiinfortunadaaventura—contestóelmestizoconunaforzadasonrisa.

    —¿VolvíasdelkampongdeTremal-Naikcuandoteapresaron?

    —Sí, señor Yáñez. Mi patrón me había ordenado que me acercase a la ribera de la bahía paraconducirleporelrío.

    —Teníaslacertezadequenovacilaríamosenacudirensuauxilio,¿noescierto?

    —Noteníalamenordudadeello,señor.

    —¿Enquélugartesorprendieron?

    —Enlosislotes.

  • —¿Cuándo?

    —Haceunpardedías.Algunoshombresquehabíantrabajadoenlasplantacionesmereconocieronal instante, atacaron mi canoa y me hicieron preso. Imaginaron seguramente que Tremal-Naik memandaba a la costa en busca de ayuda, ya queme hicieron numerosas preguntas y amenazaron condegollarmesinolesexplicabalarazóndemipresenciaenaquellazona.Comomeneguéaresponder,aquelloscanallasmelanzaronaunfosoqueestabacercanoaunhormiguero,meamarraronfuertementeymehicieronvarioscortesparaquelasangrebrotara.

    —¡Malvados!

    —Usted ya conoce, señorYáñez, lo voraces que son las hormigas blancas.Al olor de la sangreprontosecernieronsobremípormillaresyempezaronadevorarme.

    —¡Unatorturadignadesalvajes!

    —Yqueseprolongóduranteuncuartodehora,haciéndomepadecerenormemente.Porfortuna,losinsectos se habían lanzado también sobre las sogas queme oprimían los brazos y las piernas, y notardaron en devorarlas, ya que habían sido bañadas en aceite de coco para que, al secarse, meoprimieranmás.

    —Y,cuandopudisteliberarte,huiste,¿no?

    —¡Puedeusted suponérselo!—replicó elmestizo—.Los dayakos se habíanmarchadoyay pudeadentrarmeenladensavegetacióndelbosquepróximoalrío.Encontréatracadaunacanoaconvelayembarquéenella,yaquehabíavistoalolejoselvelero.

    —¡Hassidodebidamentevengado!

    —SeñorYáñez,esossalvajesnosondignosdecompasión…¡Oh!

    Laexclamaciónlehabíabrotadoaldivisarunascuantas lucesquedestellabanenlascostasde laspequeñasislasqueconstituíanlabarradelrío.

    —Losdayakosacechan,señorYáñez.

    —Yamedoycuenta—replicóelportugués—.¿Podremospasarsinqueadviertannuestrapresencia?

    —Embocaremoselúltimocanal—repusoelmestizoexaminandoconextremaatenciónlasuperficiedelrío—.Enesadirecciónnoveobrillarningunaluz.

    —¿Habrásuficientecalado?

    —Sí,peroexistenbancos.

    —¡Ah,maldición!

    —Noseinquiete,señorYáñez.ConozcoperfectamentelacuencayconfíoenqueentraremosenelKabataunsinelmenorinconveniente.

    —Mientras, nosotros tomaremos las oportunasmedidas con el fin de repeler cualquier asalto—contestóelportugués,yseguidamenteseencaminóhaciaelcastillodeproa.

    El Marianne, a favor de una suave brisa de poniente, avanzaba dulcemente, aproximándosepaulatinamentealacuencadelrío.

  • Lamarea,quecontinuabasubiendo,ayudaríaalavancedelveleroalhacerretrocederdurantealgúntrecholasaguasdelKabataun.

    Toda la tripulación, con excepción de un par o tres de hombres que se ocupaban en curar a losheridos, se hallaba en cubierta y en sus puestos de combate, ya que no resultaba imposible que losdayakos, a pesar de la estrepitosa derrota que habían sufrido, intentaran de nuevo asaltar el barco oabriesenfuegobajoelamparodelasflorestas.

    Tangusa condujo elMarianne de manera que se encontrara en todomomento a distancia de losfuegosqueardíanen laproximidadde lascostasyque indicaban laposicióndelcampamentodesusenemigos. Rápidamente, maniobrando con habilidad, hizo avanzar al velero por un canal bastanteestrechoqueseabríaentrelacostayunadelaspequeñasislas.Noseescuchólamenorseñaldealarmaenningunadelasorillas.

    —Yaestamosenelrío,señor—sedirigióaYáñez,queyaseencontrabadenuevojuntoaél.

    —¿Notesorprendequelosdayakosnosehayanpercatadodenuestroavanceporelrío?

    —Esprobablequeesténdurmiendo,sinsuponerquehemospodidodesencallarcontantafacilidadyfortuna.

    —¡Hum!—exclamóelportuguéssacudiendolacabeza.

    —¿Tieneusteddudas?

    —Creoquenoshanpermitidopasar para presentarnosbatalla unavezquenos encontremosbienadentradosenelrío.

    —Talvezseaasí,señorYáñez.

    —¿Cuándollegaremos?

    —Haciaelmediodía.

    —¿Aquédistanciaseencuentraelkampongdelrío?

    —Aunpardemillas.

    —Conbosque,seguramente.

    —Ymuyespeso,señor.

    —Fue un gran error de Tremal-Naik no establecer la factoría más importante cerca del río.Tendremosquedividirnos.Desdeluegomistigrescombatentanmagníficamentesobrelospuentesdelospraoscomoentierra.Noobstante…

    —¿Retrocedemos,señor?Elvientonosfavoreceylamareanosimpulsaráaúnalgunashoras.

    —¡Adelante,yojocondarensecoconelMarianne!

    —Conozcoperfectamenteelrío.

    Tras doblar una lengua de tierra que constituía la barra del río, el velero rompió la corrienteimpulsadoporlabrisanocturnaquehenchíalasvelas.

    Aquellacorrientedeagua,quehastahacepocoeraescasamentefrecuentadapor labelicosidaddelos dayakos, que no respetaban ni tan siquiera las cabezas de los exploradores europeos, poseía una

  • amplitud de unos cienmetros y discurría por entre dos orillas de bastante altura, llenas de durianes,mangosyárbolesdelcaucho.

    No se distinguía ninguna luz entre los árboles, ni se percibía el menor ruido que denotara lapresenciadeaquellostemiblescazadoresdecabezas.

    Únicamente de vez en cuando se oía sumergirse en las aguas, sin dudamuy profundas, a algúncaimándormidoenlasuperficiedelagua,amedrentadoporlamoledelvelero.TanimponentesilenciohacíadesconfiaraYáñez,quevigilabaconmayoratención,intentandoveralgoentrelaespesanegruradelosárboles.

    —¡No!—decíaenvozqueda—.¡Nopuedeserquenonoshayanvistopasar!Algodebedesuceder.Porsuerte,conocemosalenemigoynonospillarádesprevenidos.

    Habría pasado unamedia hora sin que aconteciera nada especial, y ya empezaba el portugués aabrigarciertasesperanzas,cuandoendirecciónalapartebajadelacorrientedelríoseelevósobrelascopasdelosenormesárbolesunalíneadefuego.

    —¡Eh!¡Uncohete!—gritóSambigliong,quelovioantesqueninguno.

    LafrentedeYáñezseensombreció.

    —¿Cómoesposiblequeesossalvajestengancohetesdeseñales?—dijo.

    —Capitán—observóSambigliong—,esodemuestraqueenel asuntoandanmetidos los ingleses.Esossalvajeshastaahoranuncahabíanvistocohetes.

    —Habrásidoelextrañoperegrinoelqueloshatraído.

    —¡Fíjeseallí!¡Responden!

    Yáñez se volvió hacia proa y distinguió a mucha distancia, y en dirección a la parte alta de lacorrientedelrío,cómosedesvanecíaotranuevaesteladeluz.

    —Tangusa—exclamódirigiéndosealmestizo,queseguíaantelabarradeltimón—.Alparecerlosantiguosagricultoresdetupatrónsepreparanparahacernospasarunanochemuyajetreada.

    —Meloimagino,señorYáñez—repusoelmestizo.

    Enaquelinstanteseoyeronhaciaproaunasvocesqueexclamaban:

    —¡Hogueras!

    —¡Unincendio!

    —¡Fíjateallí!

    —¡Elríoestáardiendo!

    —¡SeñorYáñez,señorYáñez!

    Enpocaszancadasestealcanzóelcastillodeproa,dondesehabíanagrupadounoscuantoshombresdelatripulación.

    Entodalazonaaltadelcursodelrío,quebajabacasienlínearectaconunsuavezigzag,seveíannumerosospuntosluminosos,queenocasionessejuntabanyenotrassediseminaban,paraagruparseluegodenuevoenlíneasymasasdensísimas.

  • Yáñezestabatanestupefactoquepermaneciócalladoduranteunosminutos.

    —¿Creequesetratadealgúnfenómenodelanaturaleza,capitán?—preguntóSambigliong.

    —Meparecequeno—contestófinalmenteYáñez,cuyafrenteseensombrecíapormomentos.

    Tangusa, que había dejado al cuidado de la barra a uno de los timoneles, llegaba a la carrera,inquietoportodasaquellasexclamaciones.

    —¿Sabríasdecirmequépuedesignificaresto?—preguntóYáñezalverlo.

    —Sonlucesquebajanporelrío,señor—replicóelmestizo.

    —¡Noesposible!Sicadaunodeesospuntosluminososindicaseunaembarcación,seríanmillares,ynocreoquelosdayakosdispongandetantas,nisiquierareuniendotodaslasquepuedanencontrarseentodoslosríosdeBorneo.

    —Noobstante,sonluces—repusoTangusa.

    —Pero¿dóndepuedenhaberlasencendido?

    —Nopuedosaberlo,señor.

    —¿Talvezencimadeaquellostroncosdeárboles?

    —Nolosé.Lociertoesqueesaslucesseaproximan,capitán,yelMariannecorrepeligroderesultarincendiado.

    Yáñezlanzóun«¡VotoaJúpiter!»tanenérgicoquedejóatónitoaSambigliong.

    —¿Quéhabrántramadoesosmiserables?—dijoelbravoportugués.

    —Capitán,dispongamoslasbombasporsiacaso.

    —¡Provee también a nuestros hombres de botafuegos y manivelas para que puedan manteneralejados esos fuegos! ¡Losmalditos salvajes pretendenquemar nuestra nave! ¡Rápido,mis tigres, nopodemosperdertiempo!

    Aquelloscientosycientosde lucecillasarrastradaspor lacorrienteaumentabande tamañoacadamomentoquepasabaycubríanyaungrantrechodelrío.

    Descendíanagrupadasenunahermosa formaciónque realmentehubieramaravilladoencualquierotra ocasión; incluso habrían sido del agrado del propio Yáñez, pero en aquel instante no estabadeseando contemplar efectos artísticos. Aquellos haces de fuego giraban sobre sí mismos, haciendocírculos y espirales que se deshacían al instante, o bien trazaban una línea recta que acababaserpenteando.

    Numerososhacesbordeaban las riberasdel río,mientrasqueotrosgirabanen el centro, donde lacorrienteeramásvertiginosa.

    No era posible adivinar sobre qué clase de superficie ardían aquellas luces, debido a la intensasombraqueproyectabanlosimponentesárbolesquellenabanlasorillas.Noobstante,habíaquesuponerquesemejantesfuegosseaguantabanencimadealgunamasaflotante.

    Lostripulantessehabíanprovisto todosdebotafuegos,barrasdepenoles,aspasymanivelas,ysehabíancolocadoalolargodeloscostadosdelMarianneparaintentarqueaquelloshacesdefuegotan

  • peligrososnoalcanzaranalvelero.Unoscuantoshombresbajaronalasredesdeladelfineradelbauprésyalaslanchasparamaniobrardeformamásadecuada.

    —¡Seguid siempreporel centrodel río!—exclamóYáñezdirigiéndoseaTangusa,queestabadenuevogobernando labarradel timón—. ¡Sipor casualidadnos alcanzase el fuego,nos acercaríamosenseguidaaunadelasorillas!

    LallameanteescuadrillaseaproximabaimpulsadaporeloleajedelasaguasysedirigíaalencuentrodelMarianne,queacausadeladébilbrisaproseguíasumarchalentamente.

    UnodelosmalayostomóunadelaspequeñísimashoguerasyselaenseñóaYáñez.Setratabadeuna cáscara de coco que portaba una barra de algodón empapada en una resina que arde con másfacilidadqueelaceitevegetalyquesuelenutilizarlosbornesesylossiameses.

    —¡Ah,bribones!—barbotóelportugués—.¡Aquítenemosunsorprendentehallazgoyunacosaquejamásimaginé!¡Quézorrosyquéastutossonahoralosdayakos!¡Tigresmíos,apartadlosenelacto,yaquesiestosalgodonesentrasenencontactoconlamaderaarderíamoscomounpatoenunasador!

    Arrojó el coco y se dirigió hacia la proa, donde la situación eramás peligrosa, ya que al chocarcontraeltajamaraquellaspequeñashoguerasseacumulabanengrannúmeroylaviscosaresinaenqueestabaempapadoelalgodónpodíaentrarencontactoconloscostadosdelbarco,enlosqueprenderíaalinstanteacausadelabreaqueloscubría.

    Los tigres, comprendiendo el inminente riesgo en que se hallaba el navío, propinaban incesantesgolpesaesasllamasafindeapartarlas;sobretodolosqueseencontrabanenlasredesdeladelfineraysobrelostroncos,quenointerrumpíanniuninstantesufaenadehundirlospequeñísimosyllameantesflotadores,quellegabanporcientosdeslizándoseychocandocontraloscostadosdelMarianne.Apesarde todo, algunos algodones encendidos se escapaban y prendían al instante en lamadera del velero,despidiendounhumoespesoyacre.

    ¡Quédesastre hubieraocurrido si el barcohubieradispuestodeuna tripulaciónmenosnumerosa!Porfortuna,lostigresdeMompracemeranbastantesparahacersecargodetodalaborda,ycuandoelfuegocomenzabaaoriginarselasbombasloextinguíanalmomentoconunfuertechorrodeagua.

    Aquella sorprendente batalla se prolongó durante más de media hora. Los temibles flotadoresempezaronasercadavezmásescasosyfinalmentedesaparecieron,desvaneciéndoselentamenteenlacorrientedelrío,conloqueconsideraronqueelpeligrohabíapasado.

    —¿Prepararánaúnunanuevasorpresa—comentóYáñez,quesehabíaaproximadoalmestizo—alobservarquesucriminalintentohafracasado?¿Elegiránotrosistema?¿Quécreestú,Tangusa?

    —Piensoquenoalcanzaremoselembarcaderodelkampongsinquelosdayakosintentenatacarnosdenuevo,señorYáñez—repusoelmestizo.

    —Prefiero eso a cualquier otra nueva sorpresa como esta, amigomío. Por ahora no veo ningunacanoa.

    —Aúnestamoslejos.Elvientoestanflojoque,sinoarrecia, llegaremosmañanaporlanocheenlugardealmediodía.

    —Esomedesagrada. ¡Tigres, estadpreparadosy tened las armas en cubierta! ¡Los cortadores decabezasnosacechan!

  • Despuésdeencenderuncigarro,sesentóenlabordadepopaparapodervigilarconmásatenciónambasorillas.

    ElMarianne,queporverdaderomilagrohabíaconseguidoeludiraquelsegundopeligro,continuabaavanzandolentamente,yaquelabrisaeracasiinexistente.

    Nosepercibíaningúnrumorenlasmárgenesdelrío,cubiertasdeimponentesárbolesquealargabansobreelcaucesusenormesramas, tornandolaoscuridadmuchomásprofunda;poresarazón,todalatripulaciónteníalacertezadequeojosocultosvigilabanatentamenteelavancedelbarco.

    Noparecíalógicoque,trasaquelintentoqueapuntoestuvodecoronareléxito,losdayakosfueranadesistirdesuplandedestruiraquelvelerotanpequeñocomoformidable,quedemaneratansangrientaloshicieraretroceder.

    HabíanavanzadocincooseismillassinquenadahubieraacontecidocuandoYáñezdistinguióbajolas sombras del bosque unas lucecillas que surgían de improviso y desaparecían de nuevo conextraordinariarapidez.

    Era como si hombres provistos de antorchas corrieran vertiginosamente por entre la arboleda,escondiéndosedeimprovisoenlamaleza.Almomentoseoyeronsilbidosendiversasdireccionesquenoeranocasionadosporserpientes.

    —Setratadeseñales—anuncióelmestizo,imaginandolapreguntaqueYáñezpensabahacerle.

    —Lo suponía —convino el portugués, que comenzaba a estar preocupado de nuevo—. ¿Quésorpresanosprepararánahora?

    —Novaasermásagradablequelaanterior,señor.Pretendenimpedirnosporencimadetodoquealcancemoselembarcadero.

    —Empiezo a perder la paciencia—dijoYáñez—. ¡Si por lomenos aparecieran y se lanzasen alasaltoacaradescubierta!

    —Conocennuestrafuerzayquedisponemosdemagníficaartillería,señor,yportantonointentaránatacarnos.

    —Elinstintomedicequeesosbribonesestántramandoalgocontranosotros.

    —Nolodudoy,pormiparte,lerecomendaríaquenodieseordendedesarmarlasbombas.

    —¿Acasotemesquenosmandenotraescuadrilladecocos?

    Enlugarderesponder,elmestizoseincorporóconrapidez,dandoungolpedebarraaltimón.

    —Estamos en la parte más estrecha del río, señor—indicó al fin—. ¡Hay que ser prudentes oembarrancaremosenalgúnbanco!

    El río, que hasta aquel momento había tenido la anchura suficiente como para permitir que elMariannepudiesemaniobrarsindificultad,sehabíaestrechadorepentinamente,hastaelextremodequelasramasdeambasmárgenesseentrecruzaban.

    EratanintensalaoscuridadqueYáñeznodistinguíaningunadelasorillas.

    —¡Magníficolugarparaintentarunabordaje!—musitó.

  • —¡Mandaapuntarlasespingardashaciaambasorillas,Sambigliong!—ordenóYáñez.

    Loshombresque servían aquellas enormesbocasde fuego ejecutaron lasórdenes recibidas.Perocuandoacababandeapuntar laartilleríahacia lasorillas, elMarianne,quedesdehacíaunosminutoshabía acelerado la velocidad gracias a que la brisa aumentaba, chocó violentamente contra algúnobstáculo,loquehizoquesedesviaseendireccióndebabor.

    —¿Quéhapasado?—exclamóYáñez—.¿Hemosembarrancado?

    —No,capitán—repusoSambigliong,quesehabíaabalanzadosobrelaproa—.ElMariannesigueflotando.

    Elmestizodioungolpedebarrayenderezóelderroterodelbarco,peroestevolvióachocarysedesviódenuevo,retrocediendounoscuantosmetros.

    —¿Quéocurre?—gritóYáñezdirigiéndoseaSambigliong—.¿Hayescollosenelcauce?

    —Noveonada,capitán.

    —Sinembargo,nopodemosseguiradelante.¡Quebajealguienalagua!

    Unode losmalayos amarróuna cuerdaybajópor ella,mientras el barco enderezabaotravez surumbo.

    Yáñez ySambigliong, inclinándose sobre la amura de proa, contemplaban con anhelo almalayo,queestabayanadandoconelobjetodeencontrarelobstáculoqueimpedíaalbarcoproseguirsuavance.

    —¿Sonescollos?—preguntóYáñez.

    —No,capitán—repusoelmarinero,queseguíasumergiéndoseenlasprofundidadesdelaguadevezencuando,sinpreocuparsedeloscaimanesquepodíantriturarlelaspiernas.

    —Enesecaso,¿dequésetrata?

    —¡Ah,señor!Hancolocadounacadenabajoelaguaynopodremosseguiravanzandosinosecorta.

    En aquel preciso momento se oyó una fuerte voz entre los árboles de la ribera izquierda, queexclamabaenuninglésenextremogutural:

    —¡Entregaos,tigresdeMalasia,oencasocontrarioosaniquilaremosatodos!

    ENMEDIODELFUEGO

    Cualquierotrohombrehubieraexperimentadotemoralescucharaquellaamenaza,pronunciadaporalguienpertenecienteaunarazatancruelyvalerosacomoaquella,ysabiendo,además,queelcaminodehuidaestabacortado.

    Yáñez,quehabíaoídoalavezalmalayoyasuenemigo,nodioelmenorindiciodeiranidebilidad.

    Otrosmomentosdesuvidahabíansidomásamedrentadoresqueaquel,ynuncaperdiósuhabitualserenidad.

    —¡Ah!—exclamósimplemente—.¡Deseanexterminarnos!¡Menosmalquehantenidolacortesía

  • deprevenirnos!¡Ytodavíadecimosquesonsalvajes…!

    Trasestaspalabrasqueponíandemanifiestolaserenidaddesuespíritu,sevolvióalmalayo,queseencontrabaaúnenelagua,einquirió:

    —¿Esmuyfuertelacadena?

    —Esdeancladebuengrosor,capitán—repusoelmalayo.

    —¿De dónde la habrán sacado esos salvajes? Me imagino que no han debido de aprender afabricarlas.¡Eseperegrinoleshaenseñadocosasmaravillosas!

    —CapitánYáñez—anuncióSambigliong—,elMarianneseescora.¿Ordenolanzarunanclote?

    Elportuguéssevolvióparacontemplarelbarco,que,imposibilitadoparaseguiradelante,nopodíasergobernadoporeltimónyempezabaaladearsesobreestribor,retrocediendolentamente.

    —Calaunanclotedepincelydispónlachalupa.Esnecesariocortaresacadena.

    El ancla cayó velozmente. Se hundió escasos metros, ya que en aquel lugar el río tenía pocaprofundidad,yelMariannesedetuvoenderezandoalmomentolaproaensentidodelacorriente.

    La misma voz que habló antes, aunque ahora con acento más amenazador, surgió de entre lavegetacióndelaorillaparaintimarlosdenuevo:

    —¡Entregaoso,encasocontrario,osaniquilaremos!

    —¡VotoaJúpiter!—barbotóYáñez—.¡Nomeacordabaderesponderaeseamigo!

    Formandobocinaconlasmanos,gritó:

    —¡Sideseasmibarco,venabuscarlo,aunquedeboadvertirtequedisponemosdepólvorayplomoencantidad!¡Ynoincordiesmás,queahoramismoestoymuyocupado!

    —¡ElperegrinodeLaMecatecastigará!

    —¡VecontuMahomayqueteahorquen!¡Estarásperfectamenteencompañíadeél!

    Sambigliongmandócalarlachalupayenvióaseishombresacortarlacadena.

    —¡Estadmuyatentos,artillerosdebabor,paraprotegereldescenso!

    La pequeña embarcación fue puesta a flote y seismalayos con pesadas hachas y fusiles saltaronsobreella.

    —¡Golpeadfuerte,y,sobretodo,conrapidez!—lesindicóavoceselportugués.

    Acontinuación,trepóalaamuradepopa,asiéndoseaunadelascuerdas,yexaminóatentamentelaorilladesdelaquesurgieralavozdelextrañoperegrino.

    Por entre la frondosa vegetación distinguió diversos puntos luminosos, que desaparecían consorprendentevelocidad.

    —¿Quéestaránpreparandoesosbribones?—sedijountantopreocupado.

    —Señor Yáñez —exclamó Tangusa, que había abandonado el timón, inservible en aquellosmomentos—,hacialaorilladerechahedistinguidoluces.

  • —¿Seránlosdayakosquedenuevoestánpreparandocáscarasdecoco?Yahacebastantetiempoqueestamosviendodeambularluces.

    Poco después lanzaba unamaldición.Había observado que, de entre lamaleza de ambas orillas,surgíantreintaocuarentacohetesquequebraronlastinieblasqueimperabanbajolosárboles.

    —¡Esoscanallasestánprendiendofuegoalbosque!—exclamó.

    —¡Eso sí que es algo realmente peligroso!—agregó elmestizo con voz temblorosa a causa deltemor—.Todoslosárbolesestánrodeadosporgiuntawan,plantastrepadorasdecaucho.

    —¡Potinak!—llamóelportugués,hablandoalhombrequeestabaalfrentedelosdelachalupa—.¿Resistiréisvosotrossolos?

    —Estamosarmadosconcarabinas,señorYáñez.

    —¡Daos toda la prisa que sea posible y luego venid inmediatamente a reuniros con nosotros!¡Sambigliong,ordenaquelevenelanclote!

    —¿Vamosabajarotravezelrío,capitán?—inquirióelcontramaestre.

    —¡Ya todaprisa,miqueridoamigo! ¡Nomeapetece serasadovivo! ¡Todoel timóna labanda,Tangusa!

    En un santiamén se levó el ancla, y el Marianne, con el viento de bolina, viró velozmente decostado,dejándosearrastrarporlacorriente.

    Docehombresayudabanpormediodeenormesremosalaaccióndeltimón,quenoresultabamuyeficaz,yaqueteníaelaguaafavor.

    Los seismarineros de la chalupa, aunque desamparados por sus camaradas, seguíanmachacandovigorosamentelacadenaconterriblesgolpes,yaqueresultabatareaarduarompersusfuerteseslabones.

    Mientrastantoelincendioseextendíaconespantosarapidez,ynuevospuntosluminosossurgíandelugaresdiversosparapropagarladevastación.

    Lasllamashallabanunmagníficoaliadoenlosgiuntawan(Urceolaelastica),plantastrepadorasdegran grosor, de las que los malayos sacan una sustancia viscosa que emplean para cazar pájaros;tambiénenlosgambires,losenormesárbolesdealcanforylasplantasdecauchoquetantoabundanenlasjunglasdeBorneo.

    Todas aquellas plantas crepitaban como si sus fibras estuviesen rellenas de cartuchos de fusil; aldetonararrojabanporsusnumerosashendidurasunalinfaresinosa,quecontribuíaaextenderelfuegoyaacrecentarelincendiocadavezmás.

    Unresplandorintensísimosiguióalaanterioroscuridad,einfinidaddechispasseelevaronporlosaires,girandoentrenubesdehumo.

    ElMariannedescendíavertiginosamenteconayudadelosremosparaeludiraquelincendio,queyaseextendíaalosárbolesmáspróximosdeambasorillas.Peronohabíanavanzadonisiquieraquinientosmetroscuandolaproachocófuertementeylaembestidarepercutióentodalacarena.

    Enfurecidos gritos brotaron del castillo de proa, donde se agruparon la mayoría de losmalayos,temiendoquesurgierandeunmomentoaotrolascanoasdelosdayakos.

  • —¡Estamosatrapados!

    —¡Noshancerradolaretirada!

    Yáñezseencaminóatodaprisahaciaaquellugar,imaginandoloquedebíadehaberocurrido.

    —¿Denuevootracadena?—preguntóabriéndosepasoentresushombres.

    —Sí,capitán.

    —Entalcaso,lahabráncolocadohaceescasosminutos.

    —Es muy probable —dijo Tangusa, que parecía alterado—. ¡Señor Yáñez, no nos queda otrasoluciónquebajaratierraantesdequeelincendiosepropaguehastaaquí!

    —¡AbandonarelMarianne!—exclamóelportugués—.¡Esojamás!¡SeríaelfinalparanosotrosyparaTremal-NaikyDamna!

    —¿Ordenoqueechenalagualaotrachalupa?—inquirióSambigliong.

    Yáñeznoreplicó.Depieenlaproa,conlasmanossobrelaescotadelpequeñotrinquete,elcigarroapagado y apretado entre los labios, contemplaba el incendio que se iba extendiendo más a cadamomentoquepasaba.

    Hacia la zona baja del río empezaban a crecer también las llamas. El Marianne no tardaría enencontrarseenmitaddeunverdaderomardefuegoy,comolosárbolesentrecruzabansusramasdeunaparteaotradelrío,lostripulantessehallabanenpeligrodeverdesplomarsesobreellosunalluviadebrasasycenizasardientes.

    —Capitán—insistióSambigliong—,¿ordenoqueechenalagua lasegundachalupa?CorremoselpeligrodequeelMariannequededestruidosinohuimos.

    —¿Huir?¿Adónde?—preguntóYáñezconserenoacento—.Detrásydelantedenosotrostenemosfuegoy,aunquerompamoslacadena,noporellovamosaestarenmejorsituación.

    —Entonces,¿vamosadejarnosasar?

    —¡Aúnnonoshanguisado!—repusoelportuguésconsuasombrosatranquilidad—.¡LostigresdeMompracemsomoschuletasdifícilesdetragar!

    Almomento,mudandodeimprovisoeltonodesuvoz,exclamó:

    —¡Estirad la lonasobreelpuenteyarriad lasvelas sobre loshierrosde sostenimiento! ¡Echadalagualasmangasdelasbombasycaladlasanclas!¡Cadaartilleroasupuesto!

    Los tripulantes,queaguardabananhelantesunadecisión, izaronenbreves instantes loshierrosdesostenimientoyarriaronlasdosenormesvelas.

    ElMarianne,comotodoslosvelerosqueviajanporlaszonasenextremocalurosas,teníaunalonaparaprotegerelpuentedelosardientesrayosdelsol.

    Congran rapidez se extendió la lonay se colocaronambasvelasparaque todoel barcoquedasetotalmentecubierto.

    —¡Ponedenfuncionamientolasbombasymojadbienlaslonas!—ordenóYáñez.

    Encendióelcigarroysedirigióhacialaproa.Mientras,arrojabangrandeschorrosdeaguasobrelas

  • telas,remojándolasporcompleto.

    Loshombresencargadosdecortarlaprimeracadenaregresabanenaquelprecisoinstanteremandocondesesperación.Sobreellosardíanlasramasdelosárboles,queloscubríandechispas.

    —Llegan en el momento oportuno —susurró el portugués—. ¡Qué soberbio espectáculo! ¡Quédesgracianopoderverlodesdeunlugaralgomásdistante!¡Podríacontemplarlotanagusto…!

    Unauténticohuracándefuegoseabatíasobreelrío.Losárbolesdeambasmárgenes,casitodosdecaucho,ardíandespidiendohorrorosasllamasygrandescortinasdesofocanteydensohumo.

    Los troncoscarbonizadoscaíanalsuelohaciendocrujir lasplantascercanas,a lascualesseuníanotrasparásitas,ylosgambiresdespedíanchorrosdeardientecaucho.

    Imponentes árboles de alcanfor, casuarinos, sagús, arecas sacaríferas, damnares abarrotados deresina, plátanos, cocoteros y durianes semejaban gigantescas antorchas, retorciéndose y crepitando;luegoseveníanabajodesplomándoseenelríoysilbandodeunaformaatronadora.

    Elaire sevolvíaasfixiante,y lasvelasy la lonaqueprotegíanelMariannedespedíanhumoy secontraían,apesardelosincesanteschorrosdeaguaqueselanzabasobreellas.

    El calor resultaba tan sofocante que los tigres deMompracem, pese a la protección de las velas,experimentabanverdaderodesfallecimiento.

    Imponentescortinasdehumoymiríadasdechispasarrastradasporelvientosemetíanentreelsuelode la cubierta y las velas, envolviendo a los asustados hombres, al tiempo que desde arriba sedesplomabansincesarramasencendidas,quelasbombasintentabanapagaraduraspenas.

    Una llameante techumbre lo cubría todo: barco, río y orillas. Los dayakos y los malayos queintegrabanlatripulacióncontemplabanaterrorizadosaquellaardientecortinaqueparecíanoextinguirseysedecíansihabríallegadoparaelloselfindesusvidas.

    SolamenteYáñez,elhombresiempreimpertérrito,parecíanohallarseinquietoporelpeligroenqueseencontrabaelMarianne.

    Sentadoenlacureñadeunodeloscañonesdepopa,fumabacontodatranquilidadsucigarrocomosinoexperimentaselamenorimpresiónanteelterriblecalorqueloscercaba.

    —¡Señor—exclamóelmestizodirigiéndosehaciaél conel semblantepálidoy losojosdilatadosporelespanto—,nosabrasamos!

    Yáñezseencogiódehombros.

    —Yonopuedohacernada—replicóconsuhabitualserenidad.

    —¡Elaireestávolviéndoseasfixiante!

    —Confórmateconelpocoquepenetreentuspulmones.

    —¡Huyamos,señor!¡Nuestroshombreshancortadolacadenaquenosimpedíaseguirhacialazonaaltadelrío!

    —Queridomío,tenlacertezadequeallínodebedehacerunatemperaturamásfresca.

    —Entalcaso,¿habremosdemoriraquí?

  • —Sí;enelsupuestodequeasíestéescrito—repusoYáñezconelcigarroentreloslabios.

    Seapoyócómodamenteenlacureñacomosifueseunapoltrona,yalcabodealgunosinstantesdijo:

    —¡Bah!¡Aguardemos!

    Deimprovisosonaronalgunosdisparosdefusilenelrío,acompañadosdeungranclamor.

    —¡Quémolestossehanvueltoesosdayakos!—comentó.

    Cruzóelpuentesininmutarseporlosgrandeschorrosdeaguaquelecaíanencimay,levantandounapartedelaenormetienda,contemplólaorilla.

    Porentrelanubedefuegodistinguióavarioshombresqueparecíandemonioscorriendopormediodelasoleadasdefuegoydisparandocontraelbarco.Podríadecirsequeaquellostemiblessalvajeserancomo salamandras, ya que a pesar de estar desnudos, se adentraban sin miedo entre el fuego paradisparardesdemenosdistancia.

    Yáñezteníaahoraelrostrodemudadoporlacólera.Unainfinitafuriaseobservabaenaquelhombrequeparecíateneraguaenlasvenasypodíacompetirconelmásflemático.

    —¡Ah,canallas!—exclamó—.¡Nisiquieraenmediodelfuegoestáisdispuestosaconcedermeunatregua!¡Sambigliong,tigresdeMompracem,disparadunaandanadasobreesosdiablosfanatizados!

    Levantaronligeramentelaslonasydespuéstrasladaronlascuatroespingardasalapartedeestribor;mientrasel incendioconsumíacongranrapidezlosgrandesárbolesmáspróximosalasmárgenesdelrío, lametrallaempezóasilbarporentrelacortinadehumo,hiriendoalossalvajesconunciclóndeclavosyesquirlasdehierro.

    Siete u ocho descargas fueron suficientes para que aquellos hombres decidiesen emprender laretirada. Unos cuantos habían sido heridos y acabarían abrasados entre las hierbas y la vegetacióncrepitante.

    —¡Si hubiésemos alcanzado también al peregrino…!—musitó Yáñez—. ¡Pero ese bribón habrátenidobuencuidadodenoexponerseanuestrosdisparos!

    Llamóalmalayoquehabía conducido laprimera chalupayquehabía regresadoal barco cuandoempezaronaquemarselosárbolesquecrecíanenlasorillasdelrío.

    —¿Habéisrotolacadena?—inquirió.

    —Sí,capitánYáñez.

    —Osea,¿quetenemoselpasolibre?

    —Totalmente.

    —Empiezaaextinguirseel fuegoen lazonaaltadel ríoyaaumentaren lapartebaja—comentóYáñez—.Lomejorseráiniciarelavanceantesdequeesosmalvadospreparenotracadenaodequesuschalupasseacerquen.Ocurraloqueocurra,vámonos.

    Latechumbredeverdorquecubríaelríoenaquellugarquedóarrasadaporelhuracándefuegoqueladevoraba,y enambasorillasyano seguíanenpiemásquealgunos inmensos troncosdeduriányárbolesdealcanforamediocarbonizar,quecontinuabanardiendocomoenormesantorchas.

  • Porelcontrario,endirecciónaponiente,dondeelbosquenohabíasidoaúnalcanzadoporelfuego,elincendioavanzabadeunamaneraespantosa.

    Elpeligrodequesequemaraelvelerohabíasidoconjurado.

    —Aprovechemos laocasión—dijoYáñez—.Elaireempiezaaserbastantemenossofocantey labrisasoplatodavíadepopa.

    Mandó recoger la enorme tela cuyos bordes se hallaban sumergidos en el agua, y dio orden decolocar las velas en los penoles. Las maniobras fueron ejecutadas a toda prisa, en medio de unaauténtica lluviadecenizasqueelvientoarrojabacontraelbarco,nublando lavisióna loshombresyobligándolosatoser.

    Laatmósferasobreelríoeraaúnsofocante,debidoalostroncoscarbonizadosqueseguíanardiendoenlasalturas.Peroyanoexistíaelpeligrodemorirasfixiados.

    AlascuatrodelamañanalevaronanclasyelMariannereanudólamarchaagranvelocidad.

    Los dayakos, que debían de haber sufrido graves pérdidas, no volvieron a aparecer. Con todaprobabilidad el incendio, que avanzaba con mayor intensidad hacia poniente, los había forzado aretirarseapresuradamente.

    —Yanoselesve—comentóYáñezalmestizo,quecontemplabaambasmárgenesdelríodondeaúnseveíanespesascolumnasdehumoeinfinidaddechispas—.Sialmenosnosdejarantranquiloshastaquealcanzásemoselembarcadero…¿Nosehabrándadocuentadequepensamosdefenderhastaelfinalnuestropellejo?Con las leccionesquehan recibidodeberían comprenderqueno somosbocado aptoparasusdientes.

    —Hancomprendidoquevamosenauxiliodemiseñor.

    —Puesmeparecequenadieselohadebidocomunicar.

    —Meimaginoquelosabíanantesdequellegarausted.Algúnsirvientehadebidotraicionarnos,ohaescuchadolasórdenesqueTremal-Naikdioalmensajeroqueleenvióausted.

    —¿Quiénpuedehabersido?

    —SeguramenteelmalayoqueustedadmitiócomopilotofueenviadoadredeenbuscadelMarianne.

    —¡VotoaJúpiter!¡Norecordabayaaesecanalla!—exclamóYáñez—.Puestoquelosdayakosnosconcedenciertatreguayelincendiosevaextinguiendo,vamosaocuparnosdeél.Talvezconsigamosquenosproporcionealgunosinformesrespectoaeseperegrinoquepuedenresultarnosmuyvaliosos.

    —¡Noquerráhablar!

    —Si se empeña en no abrir boca, me ocuparé de hacerle pasar un desagradable cuarto de hora.¡Tangusa,acompáñame!

    AconsejóaSambigliongquemantuvieraaloshombresensuspuestosdecombatepormiedoasersorprendidosporsusenemigos,ybajóalcamarote,enelqueaúnardíalalámpara.

    Enuncamarotesituadojuntoalpequeñosalón,elpilotoreposabaencimadeunalitera,sumidoenelprofundosueñoqueleocasionóSambigliongconsufuerteapretón.

    Aquel no era un sueño natural. La respiración apenas resultaba perceptible. Respiraba tan

  • débilmente que cualquiera podría pensar que elmalayo estabamuerto. Presentaba, además, un tonoamarillento,aunque,porotraparte,esefueraelcolornormalensuraza.

    Yáñez, a quien Sambigliong indicó lo que debía efectuar para despertar al piloto, frotóenérgicamente las sienes y el pecho del durmiente; luego le levantó los brazos, doblándoselosbruscamentehaciaatrásparaquesuspulmonessedilataran.Realizóestaoperaciónvariasveces.

    Después de nueve o diez movimientos, el malayo abrió los ojos y los fijó despavorido en elportugués.

    —¿Quétalteencuentras,compañero?—lepreguntóYáñezentonoligeramenteburlón.

    El piloto continuaba contemplándole sinpronunciar palabraypasandoyvolviéndose a pasar unamanoporlafrentesudorosa.Alparecerseesforzabaenponerenordensuspensamientos,yamedidaque iba recuperando lamemoria su semblante adquiríamayor palidez y una angustiosa expresión sepintabaensusfacciones.

    —¡Venga!—exclamóYáñez—.¿Vamosasabercuándopiensasrespondernos?

    —¿Qué ha ocurrido, señor? —inquirió finalmente Podada—. No entiendo cómo me he podidodormirdeestamanera,despuésdelapretónquemedioelcontramaestre.

    —Elasuntoencierratanpocointerésquenomerecelapenaqueteloexplique—repusoYáñez—.Tú,porelcontrario,eresquienhadedarmeciertosinformesquemeprometiste.

    —¿Quéinformes?

    —Quierosaber,porejemplo,quiénteordenóqueencalláramosenelbancodearena.

    —¡Lejuro,señor…!

    —¡Deja los juramentos!No teempeñesennegar loevidente:eresun traidoryestásenmipoder.¿Quiéntepagóparaquedestruyesesmivelero?Porquetúpensabasincendiarlo.

    —¡Esoesunasuposiciónsuya!—tartamudeóelmalayo.

    —¡Seacabó!—interrumpióYáñez—.¿Deseashacermeperderlapaciencia?QuieroaveriguarquiéneseseendiabladoperegrinoquehasublevadoalosdayakosyporquédesealacabezadeTremal-Naik.

    —¡Señor,mepodrámatar,peronoforzarmeadecircosasquedesconozco!

    —¿Estásseguro?

    —¡Yonohevistojamásaningúnperegrino!

    —¿Nohastenidosiquierarelacionesconlosdayakosquemehanatacado?

    —¡Jamáshetenidotratoconellos,señor!¡SelojuroporVairangKidul!Yorecorríalascostasparabuscar en las cuevasdonde lasgolondrinasdemarhacen susnidos, por encargodeunchinoque sededicaaestenegocio,cuandoderepenteunatempestuosaráfagadevientomearrastróendirecciónaponiente.Cruzarmeconsunavefuepuroazar.

    —Entonces,¿asantodequéestástanpálido?

    —Señor,recibítalapretónquepenséquequeríanmachacarmeyaúnnomeherecuperadodelsusto—contestóelpiloto.

  • —¡Mientes!—repusoYáñez—.¿Nopiensasdecirlaverdad?¡Deacuerdo!¡Yaveremossiconfiesasono!

    —¿Quéesloquepretendehacer,señor?—preguntóelmalayoconacentotembloroso.

    —Tangusa—dijoYáñezdirigiéndosealmestizo—,amarralasmanosaestetraidoryhazlesubiracubierta.Siseresiste,lesueltasundisparo.

    —Mispistolasestáncargadas—replicóelfactordeTremal-Naik.

    Yáñez abandonó el camarote y subió al puente, mientras el mestizo llevaba a efecto la ordenrecibidasinqueelmalayoofrecieralamenorresistencia.

    LASDECLARACIONESDELPILOTO

    ElMarianne había atravesado ya la zona incendiada y en aquel instante avanzaba por entre dosorillasllenasdevegetación,enlasquelosdurianes,losárbolesdealcanfor,lossagús,losplátanosdegrandeshojasylasmagníficasarecassacaríferasjuntabansusramajes.

    UnpequeñoriachueloquedesembocabaenelKabataunsehabía interpuestocomobarreraanteelfuego.

    Unacompletatranquilidadimperabaenlasdosorillas,almenosenaquellosmomentos.Losdayakosnodebíandehaber llegadohastaaquel lugar,yaquesepodíaverunbuennúmerodeavesacuáticasbañarsesinlamenorinquietud,pruebaindudabledequeseconsiderabanasalvo.

    Enormesygruesospelargopsis, con su imponentepicode la tonalidaddel coral, nadabanpor loscañaverales apresando hermosos alcedos y, al ver el velero, lanzaban prolongados silbidos;balanceándose en susnidos, construidos en formadebolsa, piaban suavemente,mientrasdormitabanencima de los arenosos bancos numerosos cocodrilos de cinco y seis metros de longitud, con losarrugadoslomosmanchadosdeunadensacapadecieno.

    —Allí tenemosa losque seocuparándehacerhablar a este endiabladomalayo—susurróYáñezexaminandodetenidamentealosterriblessaurios—.¡Quémagníficaoportunidad!¡Sambigliong!

    Elcontramaestrellegóalacarrera.

    —Ordenaquelancenalaguaunanclote.

    —¿Nosparamosaquí,capitánYáñez?

    —Unosminutossolamente.Hazquenosaproximemoslomáximoposibleaesosbancos.

    —¿Deseaustedcazaralgúncocodrilo?

    —Yalocomprobarás;pero,mientrastanto,dispónunacuerdafuerte.

    Enaquelinstanteelpilotohizosuapariciónsobrecubierta,conlasmanosamarradasalaespaldayprecediendoalmestizo,queledirigíaamenazas.

    El desdichado aparentaba estar dominado por el pánico; mas, a pesar de ello, no parecía quererhablar.

  • —Sambigliong—dijo Yáñez en cuanto fue clavado al anclote—, arroja unos pedazos de carnesaladaaesosterriblesanimales,paraversiselesdespiertaelhambre.

    ElMariannesehallabaparadoamuyescasadistanciadeunodeaquellosfangososbancos,dondesehabíancongregadocincooseiscocodrilos;aalgunodeelloslefaltabalacola,quesindudahabíasidoperdidaenalgunodesussorprendentescombates.

    Se calentaban plácidamente al sol y continuaban dormitando a medias sin preocuparse de laproximidaddelbarco,yaqueestossauriosnosondesconfiados.

    —¡Despertad,boyos!—exclamóSambiglionglanzándolesvariospedazosdecarnesalada.

    Alvercaeraquelmanjar,loscocodrilossepusieronenmovimiento.Almomentosearrojaronsobrela carne, combatiendo por ella con gran ferocidad.Durante un instante no se distinguiómás que unmontón de lomos escamosos y de colas luchando con gran furia, que se agitaban en todas lasdirecciones. Luego se situaron en la orilla del banco, abriendo sus imponentes quijadas provistas deafilados colmillos hacia el velero, aguardando a que se arrojara más alimento, ya que se les habíaabiertoelapetito.

    —SeñorYáñez—exclamóelpiloto,comosihubieseadivinadoqueelhombrequeibaaservirdepasto a los saurios era él,mientras examinabaverdaderamente aterrorizado las fauces abiertasde losterriblesanimales—.¡Señor!

    SeacercóaYáñeztartamudeando.

    —¡Silencio!—interrumpióestebruscamente.

    Elcontramaestreatóunafuertesogaen tornoalcuerpodel infortunadomalayoy,acontinuación,sujetándoleconsusrobustosbrazos,lolanzóalaotrapartedelabordaantesdequehubiesesidocapazdeofrecerresistencia.

    Podada dio un alarido de terror, imaginando que iba a caer entre las fauces de aquellos terriblesreptiles;pero,sinembargo,quedósuspendidoentreelaguaylaborda.

    Aldistinguirlapresahumana,loscocodrilossearrojaronalaguayavanzaronvelozmentehaciaelMarianne.

    El piloto, enloquecido por el pánico, se agitaba con desesperación, girando sobre sí mismo ylanzando horrorosos alaridos. En su semblante, cuyas facciones se habían contraído de una maneraterrible,setraslucíaunaindecibleangustia.

    —¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Perdón! ¡Salvadme! —exclamaba realizando desesperados esfuerzos paradesligarsedelascuerdasqueleoprimíanlasmanos.

    Yáñez,depieenlaborda,asidoalaescalerilladealambredeltrinquete,locontemplabaimpertérritomientrasloscocodrilosintentabanagarrarsupresasaltandofueradelaguahastamediocuerpomedianteviolentoscoletazos.

    —SiPodadanosemueredeterror—observóTangusa—,vaaresultarunmilagro.

    —Losmalayossondurosdepiel—repusoYáñez—.¡Dejemosquegriteunrato!

    Eldesgraciadocontinuabalanzandogritosyexclamandosiemprelomismo:

  • —¡Auxilio!¡Perdón…!¡Quemecogen…!¡Perdón,señor!

    YáñezhizounaseñaaSambigliongparaqueestiraseligeramentedelacuerda,yaqueuncocodriloacababa de rozar la presa con la punta del hocico. Inmediatamente, dirigiéndose al piloto quecontinuabagolpeándoseyencogiendotodoloposiblelaspiernas,ledijo:

    —¿Deseasquetedejecaerenlasfaucesdelosboyosoqueordenequetesuban?—preguntó—.Tuvidaestáentusmanos.

    —¡No,señor!¡Subidme…!¡Metocan…mepillan…!¡Nopuedoresistirmás!

    —¿Confesarás?

    —¡Sí,confesaré!¡Dirétodo…todo!

    —Júralo por Vairang Kidul, ya que es la divinidad protectora de los cazadores de nidos degolondrinasdemar.

    —¡Lojuro…lojuro…!

    —Antesdeboadvertirte,sinembargo,quecomonoestésdispuestoadeclararlotodo,ordenaréquetearrojenalasquijadasdeloscocodrilosmásgrandesquehaya.

    —¡No,nomeapeteceeso,y…!

    —Sigue—instóYáñez.

    —Pero¿piensanmatarmedespuésdequedigatodalaverdad?

    —Noséloqueharécontupiel.Continuarásprisionerohastanuestroregreso;luegopodrásmarcharaqueteahorquendondeteapetezca.Acompañadmealcamarote;tútambién,Tangusa.

    Elmalayo, al que le parecía increíble hallarse todavía con vida, y cuyos dientes castañeteaban aconsecuenciadelmiedopasado,acompañóalportuguésyalmestizosinqueselorepitierandenuevo.

    —Ahora oigamos tu interesante declaración—dijo Yáñez, tumbándose a medias en un pequeñodiványencendiendodenuevoelcigarro,quehabíadejadoapagarparaverconmayortranquilidadelataque de los cocodrilos y las sacudidas del piloto—. Recuerda tu juramento y piensa que no soyhombreconelquesepuedajugar.

    —¡Confesarétodo,patrón!

    —Bien.LosdayakostehanmandadoalencuentrodelMarianne.

    —Nopuedonegarlo—repusoelmalayo.

    —¿Teenvióelperegrino?

    —No,señor.Jamáshehabladoconesehombre.

    —¿Quiénes?

    —Resultaría algo difícil decírselo; ni tan siquiera sé de qué lugar ha llegado. Vino hace unassemanas,conmuchascajasdearmasyabundantecantidaddedineroenguineasyflorinesholandeses.

    —¿Veníasolo?

    —Esomeparece.

  • —¿Yquéhahecho?

    —Fueaveralosjefesdelastribus,queloacogieronconmuchaafabilidadyrespetoalobservarquellevabaelturbanteverdedelosperegrinosquehanvisitadoelsepulcrodelProfeta.Loquelesexplicóyofreciólodesconozco.SolamenteséqueescasosdíasdespuésdeesavisitalosdayakossesublevaronypidieronlacabezadeTremal-Naik,quehastaelmomentohabíasidosuprotector.

    —¿Lesregalóarmasaesosneciosfanatizados?

    —Ymuchodinero.

    —¿Es verdad que cierto día un navío inglés arribó a la embocadura del Kabataun y que eseperegrinoseentrevistóconsucapitán?

    —Sí, señor.Deboañadirque los tripulantesestuvierondescargandodurante toda lanochenuevoscajonesdearmas.

    —¿Sabesdequérazaesesehombre?

    —No,señor.Loquepuedoafirmaresquesupielesmuymorenayquehablamuymalelbornés.

    —¡Quécosatanmisteriosa!—murmuróYáñez—.Aunquemerompalacabeza,mesientoincapazdeentenderlo.

    Permanecióensilenciounmomento,comosimeditaseprofundamente.Luegopreguntódenuevo:

    —¿CómoaveriguaronqueelMarianneacudíaenauxiliodeTremal-Naik?

    —Meparecequefueunsirvientedelhindúquienselonotificóalosjefesdayakosyalperegrino.

    —¿Quéteencargaron?

    Elmalayotitubeóuninstante,peroalmomentorepuso:

    —EnprimerlugarhacerencallaralMarianne.

    —¡Nomehabíaequivocadoaldesconfiardeti!¿Quémás?

    —Permítame,señor,quenoconfieselodemás.

    —Hablasinmiedo.Heprometidoqueconservaráslavidayyonofaltojamásamispromesas.

    —Pues…aprovechandoelataquedelosdayakos,prenderfuegoalbarco.

    —¡Gracias por tu franqueza!—contestó Yáñez soltando una carcajada—. O sea, ¿que pensabanmatarnos?

    —Sí,señor.Segúntengoentendido,elperegrinoteníarazonesparaestarencontradelostigresdeMompracem.

    —¿De nosotros también?—exclamó Yáñez, que a cada momento se sentía más sorprendido—.¿Quiénserá?Nosotrosjamáshemostenidonadaqueverconlosmahometanos.

    —Nopuedosaberelmotivo,señor.

    —Siesverdadloquehasexplicado,esecanallanosseguiráacosando.

    —No lesdejará enpaz, créanme,yhará cuantopuedaconel findeacabar conustedes—dijoel

  • piloto—.Tengolacertezadequehaobligadoajuraralosjefesdayakosquenorespetaránsusvidas.

    —Ynosotros,pornuestraparte,haremoscuantopodamospormataralmayornúmerodeellos,¿noescierto,Tangusa?

    —Ciertamente,señorYáñez—replicóTangusa.

    —Podada—preguntóelportugués—,