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EL ES AS sergio salinas historia y contexto del movimiento de izquierda revolucionaria

El Tres Letras. Historia y Contexto Del Movimiento de Izquierda Revolucionaria - Salinas, Sergio

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Historia del Movimiento de Izquierda Revolucionario chileno

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  • EL TRES LETRAS

    sergio salinas

    historia y contexto del movimiento de izquierda

    revolucionaria

  • El tres letras

  • RIL editoresbibliodiversidad

  • Sergio Salinas Caas

    El tres letras

    Historia y contexto delMovimiento de Izquierda Revolucionaria

    (MIR)

  • El tres letras. Historia y contexto

    del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)Primera edicin: noviembre de 2013

    Sergio Salinas Caas, 2013Registro de Propiedad Intelectual

    N 230.013

    RIL editores, 2013Av. Los Leones 2258

    cp 7511055 ProvidenciaSantiago de Chile

    Tel. (56-2) 22238100SJM!SJMFEJUPSFTDPNrXXXSJMFEJUPSFTDPN

    Composicin, diseo de portada e impresin: RIL editores

    *NQSFTPFO$IJMFrPrinted in Chile

    ISBN 978-956-01-0040-5

    Derechos reservados.

    324.20983 Salinas Caas, SergioS El tres letras. Historia y contexto del Movi-

    miento de Izquierda Revolucionaria (MIR) / Sergio Salinas Caas. -- Santiago : RIL editores, 2013.

    364 p. ; 23 cm. ISBN: 978-956-01-0040-5

    1 Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Chile).

  • ndice

    Introduccin .......................................................................13

    Captulo 1Los hitos histricos: los hechos portadores de futuro ..........35

    1.1 Estados Unidos en la Guerra Fra: entre la Alianza y la seguridad nacional ............................................361.2 Fin del estalinismo ..................................................441.3 El tercermundismo...................................................461.4 Nace una teora econmica para la Nueva Izquierda Revolucionaria..............................501.5 Las revueltas estudiantiles: de Pars, Praga a Tlatelolco .............................................................561.6 La generacin beat: la alucinacin al poder .............641.7 The New Left en Gran Bretaa................................711.8 Los cambios en la Iglesia y el nacimiento de la teologa de la liberacin .......................................75

    Captulo 2El contexto regional: la revolucin llega a Latinoamrica....81

    2.1 La Revolucin Cubana ............................................812.2 El foquismo como praxis para alcanzar la revolucin............................................................862.3 Diferencia del foquismo con la insurreccin leninista ...................................................................942.4 La nueva izquierda revolucionaria y su expansin en Amrica Latina....................................................99

    2.4.1 La olvidada guerrilla venezolana...................1002.4.2 Las primeras guerrillas en el Per..................1022.4.3 El Che Guevara en Bolivia ............................1072.4.4 Los guerrilleros urbanos en Brasil ................110

  • 2.4.5 Los tupamaros en Uruguay ...........................1132.4.6 La guerrilla peronista y trotskista en Argentina..................................................116

    2.5 Diferencia del foquismo con la guerra popular maosta.....................................................1222.6 El ejemplo de un cristiano en la guerrilla ..............1252.7 El mesianismo en el imaginario en las oleadas guerrilleras.............................................................128

    Captulo 3El contexto chileno ...........................................................137

    3.1 Chile: entre la polarizacin y los cambios ..............1373.2 Coyuntura econmica y cambios socioculturales ...1403.3 El gobierno de Eduardo Frei y la revolucin en libertad ....................................1473.4 La va chilena al socialismo y el triunfo de Salvador Allende....................................................1533.5 Contexto general en las ciencias sociales................1593.6 Movilizacin estudiantil: quiebres polticos y reforma universitaria ..........................................1673.7 Iglesia, cristianos de base y revolucin en Chile .....1833.8 mbito cultural: la Nueva Cancin chilena ...........1973.9 mbito cultural: el Nuevo Cine chileno.................208

    Captulo 4Subjetividades y contextos. La formacin del imaginario poltico en el MIR ..............................................................215

    4.1 Nacimiento y primeros pasos del MIR ....................2154.1.1 El MIR y sus primeras reflexiones polticas ....2324.1.2 El MIR y la Unidad Popular ...........................2384.1.3 El golpe militar y el inicio de la resistencia ...262

    Captulo 5Subjetividades: de la radicalizacin ideolgica a la radicalizacin poltica en los militantes del MIR..........279

    5.1 La radicalizacin ideolgica...................................282

  • 5.2 La radicalizacin poltica.......................................3045.2.1 El inicio de la militancia................................3075.2.2 Radicalidad poltica en el MIR: sentimientos, sacrificios y abandonos .................................332

    Conclusiones .....................................................................341

    Referencias........................................................................347

  • Este libro est dedicado a mi familia. Gracias por al apoyo y paciencia que me han entregado estos lti-

    mos aos. En especial, a mi padre por sus consejos y ayuda, y a Flix, quien sigue presente en nuestros recuerdos.

    La incomprensin del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es quizs menos vano el hecho de preocuparse

    en comprender el pasado si no se sabe nada del presente. Marc Bloch1

    La historia no va donde uno quiere, pero lo que uno quiere puede influir sobre el curso histrico,

    mxime cuando ese uno es el pueblo organizado... Ignacio Ellacura2

    El Bo-Bo ocultaba sus voces en su mar de sangre hacia el mar, las novias marineras bailaban cueca de lilas para distraer al enemigo,

    lanzaban las gaviotas cautivas de su seno a la cielumbre... Julio Huasi

    1 Marc Bloch, Apologa de la historia, Barcelona, Editorial Empries, 1984. 37 p.

    2 Jesuita y rector de la Universidad Centroamericana, Jos Simen Caas, asesinado junto a otros cinco religiosos y dos mujeres en 1989. Ferrn Cabrero, El camino de las armas: visiones de la lucha guerrillera y civil en Amrica Latina, Donostia, Gakoa Liburuak, 1998, p. 15.

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    Introduccin

    A los violentos enfrentamientos que se registraron el 2011 en Europa, frica y Asia, y que recibieron nombres tan diversos como la primavera rabe, revolucin democrtica rabe o el movimiento de los indignados, se les han sumado nuevas y ms violentas protestas este ao en Grecia y Espaa. Estas ltimas movilizaciones han dejado al descubierto las dificultades que enfrenta la Unin Europea para salir de la recesin que vive y una crisis poltica variable en intensidad y magnitud segn el pas que se trate.

    En algunas de estas movilizaciones se han presentado una serie de caractersticas comunes, la capacidad de autoconvoca-toria va redes sociales, la participacin de jvenes, cesantes, de fuerzas sindicales y de inmigrantes. Junto con aquellas, se pre-senta asimismo un sentimiento en contra de la representacin partidista tradicional y su modo de hacer poltica. No obstante, la que se comparte en todas ellas es el uso de la violencia poltica, como instrumento para la satisfaccin de demandas poltico-econmicas o, incluso, para alcanzar el poder poltico.

    La violencia poltica constituye un concepto lmite en la mo-dernidad occidental que ha sido poco estudiado, quiz debido al peso fundamental que tiene el Estado-nacin en el pensamiento poltico. En la construccin del Estado-nacin la articulacin con la violencia fue fundamental. Max Weber, en su obra Eco-noma y Sociedad1, conceba el Estado como aquel ente que se

    1 Vase Max Weber, Economa y sociedad, Mxico, Fondo de Cultura Eco-nmica, 1969.

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    otorgaba a s mismo el monopolio de la violencia legtima. La racionalidad poltica moderna ha negado la violencia poltica, expulsndola fuera de su universo simblico, en tanto que su aceptacin implicara una disolucin del ente soberano.

    Solo aquellos autores que han mantenido una posicin crtica con el proyecto moderno (Sorel, Lenin, Benjamin, entre otros) han desarrollado una reflexin sustantiva acerca de la misma. El fenmeno de la violencia poltica emerge tras cada uno de los conceptos fundamentales que forman la arquitectura conceptual del imaginario poltico moderno. La gnesis del Estado-nacin, la separacin de poderes, el reconocimiento de los derechos funda-mentales, los derechos sociales y el derecho de autodeterminacin de los pueblos seran impensables sin la guerra de treinta aos, la Revolucin Inglesa, la Revolucin Francesa, las convulsiones sociales del siglo XIX, las dos guerras mundiales y las luchas por la descolonizacin constituyen su ambiente habilitador. La violencia podemos verla tambin en los mecanismos represivos de la autoridad como forma de control social.

    Asimismo, durante toda la historia poltica de Amrica Lati-na, la violencia ha estado presente. Sin embargo, solo en la dcada del sesenta se apoder del imaginario de miles de personas, la creencia en que la va armada era el nico camino para alcanzar el poder y realizar las grandes transformaciones estructurales de la sociedad. No cabe duda de que la Revolucin Cubana fue un factor desencadenante, pero no el nico. Cuba haba demostrado que para realizar las grandes transformaciones sociales y polticas que se requeran, la revolucin era legtima y posible.

    Esta praxis poltica, si bien presenta diferencias contextuales y por cierto de magnitud, afect la gobernabilidad y estabilidad de democracias que eran frgiles2, con un modelo econmico en

    2 La estabilidad del sistema, a diferencia de la gobernabilidad, dice relacin con la vigencia de la institucionalidad democrtica. La estabilidad apunta a la permanencia y proyeccin del sistema democrtico por sobre los cam-bios de gobierno a que d lugar la alternancia en el poder, demostrando la capacidad de absorber, canalizar y resolver por medio de los mecanismos institucionales los diversos conflictos societales que se dan en su interior. Siendo distintos los conceptos de gobernabilidad y estabilidad, entre ellos

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    crisis y que se vean desbordadas por las demandas de cambio poltico y social. Los discursos rupturistas provenan de un lado y otro del espectro poltico, del lado revolucionario y del lado contrarrevolucionario. Finalmente, fue este ltimo el que se im-puso, con dictaduras militares que se instalaron en media docena de pases, con los resultados por todos conocidos.

    A escala internacional, la Guerra Fra es un componente esencial de este cuadro. Amrica Latina no escap, y no poda escapar, al enfrentamiento planetario entre los dos proyectos geopolticos entonces dominantes.

    La llegada del autoritarismo y las dictaduras militares a un nmero importante de pases de Amrica Latina y la consecuente represin contra el enemigo interno, provoc adems de las derrotas parciales de los primeros grupos partidarios de la va armada el inicio de la crisis de esta opcin de cambio, la que se alargara y se ahondara en los procesos de transicin a la democracia.

    En ese momento, el balance de la lucha puesta en marcha en medio del fervor revolucionario era dramtico para sus participantes. Miles de muertos, desaparecidos, exiliados y un imaginario poltico hecho trizas. No se puede hablar de la historia de Amrica Latina en los ltimos 75 aos3 sin analizar esta experiencia.

    En el caso chileno, el golpe de Estado de 1973 igual rompi dramticamente algunos de los mitos4 de su historia poltica: la tradicin democrtica del sistema poltico y las fuerzas arma-das respetuosas del orden constitucional y sin injerencia en la

    hay una estrecha relacin en cuanto a que el primero se cimentar en el segundo. Sergio Salinas, Consolidacin democrtica, gobernabilidad y violencia poltica en Amrica Latina, Centro de Estudios Miguel Enrquez, IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"NFSJDB@MBUJOBBM@WHBNFSJDB@MBUJ-OB@EH@QEGDPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

    3 Algunos autores como Habermas denominan a este perodo como un breve siglo XX. Ver Jrgen Habermas, Nuestro breve siglo, Revista Nexos, n 248, agosto 1998, Mxico DF, p. 41.

    4 Vase con respecto a los mitos y la poltica, Gilberto Aranda y Sergio Salinas, Cronotopos y parusa: las identidades mticas como proyecto poltico, Revista Polis, n 27, vol. 9, Santiago, Universidad Bolivariana, 2010.

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    poltica contingente. Desde ese mismo da 11, con el simblico bombardeo de la casa de los Presidentes de Chile, las fuerzas armadas dejaron en claro que Chile no haba escapado de la oleada autoritaria que azotaba a Amrica Latina, y que se ins-tauraba una dictadura militar al igual como haba pasado antes en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia5.

    Por otra parte, la mayora de los grupos pertenecientes a la nueva izquierda revolucionaria (NIR) consideraban inevitable el enfrentamiento armado, sobre todo en Latinoamrica, donde los golpes de Estado eran la respuesta ms habitual a la cuestin de la lucha por el poder. Rgis Debray calific a los golpes como un rito esencialmente latinoamericano que se haba enraizado en la historia desde las luchas por la independencia6.

    El tres letras, como casi en silencio, apenas susurros, se de-nominaba al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)7

    durante la poca de la dictadura militar, haba vivido desde su concepcin y etapa embrionaria un profundo debate en torno a la recepcin y la apropiacin del contexto intelectual y poltico de la poca. Luego vivi un nuevo debate, esta vez en torno a su propio camino para establecer una justificacin de la violencia poltica. Porque, incluso si el zeitgeist8 era propicio, la lucha armada era una opcin y no una necesidad histrica.

    A travs de un fuerte debate interno, desde su fundacin el 15 de agosto de 1965, hasta mediados de 1969, se da una primera etapa: Justificacin interna de la violencia armada. Posteriormente, viene una segunda etapa: Paso a la accin, que se representa con la irrupcin en la escena poltica pblica del MIR con los asaltos a bancos. En otras palabras, el paso de

    5 Rolando lvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago, Lom Ediciones, Santiago, 2003, p. 9.

    6 Vase Rgis Debray, El castrismo, Cuadernos de Ruedo Ibrico. Suple-mento 1967,.BESJEIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTEFCSBZEFCSBZQEGDPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

    7 De aqu en adelante se utilizar solo la sigla MIR.8 Trmino alemn que literalmente significa espritu de la poca. Alude a

    la atmsfera intelectual y cultural de un perodo histrico.

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    la radicalizacin ideolgica a la radicalizacin poltica, es decir, vivir la revolucionariedad en el da a da.

    Este paso a la accin escapa del debate interno y se agrega al debate ms general que se desarrollaba en el seno de la izquierda. El MIR debi tambin enfrentar las dificultades materiales y los lmites culturales, que se haca necesario desde ya tomar en cuenta. En el plano interno, por otra parte, las di-ficultades suscitadas por el paso a la accin no fueron menores. Lo poltico y lo militar que la direccin mirista se obstinaba en hacer coexistir en cada militante, devinieron fuente de incesantes debates internos, de oposiciones y de divisiones9.

    Pese a que no se reconoca abiertamente, esta generacin de militancia en la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana, reflejada en la figura del Che, enfatizaba el voluntarismo10, en-tendido como la capacidad de los seres humanos de construir su propia historia y no esperar el cumplimiento de leyes objeti-vas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad tal como lo afirmaba el materialismo histrico. Citando a uno de los poetas favoritos de Ernesto Guevara, Len Felipe: en la aventura de parirse a s mismo11.

    Esta decisin trgicamente los colocaba en un camino sin vuelta atrs que, por una parte, les permita anticipar a partir de sus anlisis la inevitabilidad del enfrentamiento armado, probablemente a travs de los golpes de Estado y, por otra, tener la conciencia de que no estaban en condiciones poltico-militares para enfrentarlo. De cierta manera, no podan escapar de la

    9 Eugenia Palieraki, La opcin por las armas. Nueva izquierda revolu-cionaria y violencia poltica en Chile (1965-1970), Revista Polis, n 19, 4BOUJBHP6OJWFSTJEBE#PMJWBSJBOBIUUQXXXSFWJTUBQPMJTDMQBMJIUNDPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

    10 Al rechazar el voluntarismo, el marxismo-leninismo seala el carcter rela-tivo del libre albedro, examina la voluntad de las personas como derivada de las leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad (Fac-tores objetivos y subjetivos de la historia). Definicin de voluntarismo en Diccionario Rosenthal-Yudin (XXII Congreso PCUSIUUQEJBNBUFT(consultado el 21 de septiembre de 2012).

    11 Vase Sergio Ramrez, Consecuencia revolucionaria: Desmitificar al Che QBSBRVFTJHBDPNCBUJFOEPvIUUQXXXMBGPHBUBPSHDIFOVFWPTDIF@IUNDPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

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    predestinacin de su destino, no en el sentido religioso, sino que por su propia eleccin racional. Y polticamente, no les quedaba ms que confirmar en el discurso y la accin el camino escogido.

    Adems, estaba presente la necesidad de reclutar militantes y convertirlos en cuadros poltico-militares casi en una carrera contra el tiempo. A lo que se suma como afirma Jame Petras el problema de la intervencin poltica y la educacin para crear al sujeto revolucionario, condicin bsica para una revolucin social12.

    Este dilema fue muy bien expresado por el escritor argen-tino Abelardo Castillo, en la editorial Matar la muerte de la revista El Escarabajo de Oro, de noviembre de 1967, dedicada a Ernesto Guevara:

    Ustedes no han matado a nadie: han resucitado a un hombre. Y a algo ms. Hasta el 8 de octubre se poda dudar [de] que haya seres capaces de pelear por los otros, hacer una revolucin, alcanzar el poder, abandonarlo todo y comenzar de nuevo: renunciar a lo temporal, que es lo mismo que negar el tiempo. Elegir y acatar un destino13.

    Es por las razones anteriormente expuestas, que en este libro nos centraremos, utilizando la metodologa que han seguido otras investigaciones similares realizadas principalmente en Europa, en el perodo fundacional, de consolidacin y de inicio de la lucha armada. Esta etapa, el salto del discurso a la accin, del MIR, porque es en ese momento cuando se establecen los rasgos fundamentales de toda organizacin poltica. Estos primeros pasos en el camino de la lucha armada marcaron a este partido tal como los primeros aos determinan el carcter y personalidad de un nio. Este es el objetivo de este libro14.

    12 James Petras, Latinoamrica: 30 aos despus del Che Guevara, Amrica LibreO#VFOPT"JSFTIUUQXXXOPEPPSHBNFSJDBMJCSFBOUFSJPSFTJOEFYIUNDPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

    13 Citado en Hugo Biagini, La contracultura juvenil. De la emancipacin a los indignados, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012, 252 p.

    14 Vase en el caso argentino a Mara Matilde Ollier. La autora, para mostrar las fuentes del aprendizaje radical de los sobrevivientes, analiz la forma-

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    Este perodo va entre 1965 y 1973 (nacimiento y perodo de afianzamiento como partido revolucionario en construccin) y entre 1973 y 1975 (contrarrevolucin, lucha por la sobrevida, muerte de Miguel Enrquez y resistencia popular). No obstante, no enfrentaremos de forma rgida y esquemtica estos lapsos, ya que ciertos hechos pueden tener nacimiento fuera de las fechas establecidas.

    As este libro presenta como propuesta terica una historia social comprensiva que incluye el estudio de lo subjetivo de la accin social. Interesa, por una parte, saber cmo se forj el sentido subjetivo que gui la accin de los militantes del MIRy, por otra, conocer las causas estructurales15 de la violencia

    cin de la identidad temprana a partir de presentar: 1) las imgenes que internalizaron las experiencias ocurridas en mbitos privados, pblicos y polticos sobre la poltica argentina como antinomia irresoluble, peronis-mo/antiperonismo y 2) la estructura afectiva-valorativa cuyos ejes eran libertad, justicia y verdad, que aprendieron en lo privado y en lo pblico. Ambas volvieron creble el discurso revolucionario. En algunos casos, los protagonistas tambin aprendieron el discurso revolucionario en las esferas privadas y pblicas durante la niez y adolescencia. Cualquiera haya sido el caso, todos ellos sufrieron un proceso de radicalizacin ideolgica previo ingreso a la Izquierda Revolucionaria (IR). En este captulo trato de sealar el proceso y las esferas donde la radicalizacin ideolgica se produjo. Con ese eclctico mundo de ideas revolucionarias y movidos por su vocacin de intervencin en el espacio pblico, decidieron entrar en la IR, es decir, comenzaron su radicalizacin poltica. En este libro, planteo que el pase de su radicalizacin ideolgica a su radicalizacin poltica fue producido por su vocacin de intervencin en el espacio pblico. Finalmente, describo el universo poltico de la IR para ver cmo su discurso poltico temprano es resignificado desde el paradigma de la IR. Mara Matilde Ollier, El BQSFOEJ[BKFSBEJDBMMPQCMJDPQSJWBEPZMPQPMUJDPvXXXDIPMPOBVUBTFEVQFDPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

    15 Tambin se puede utilizar como sinnimo los conceptos de violencia es-tructural y cultural, tal como lo han definido algunos autores, como mis profesores en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autnoma de Barcelona, Vicen Fisas y Johan Galtung: violencia estructural como la violencia indirecta originada por la injusticia y la desigualdad como conse-cuencia de la propia estructura social, ya sea dentro de la propia sociedad o entre el conjunto de las sociedades (alianzas, relaciones entre Estados, etctera) y violencia cultural: aspectos de la cultura, materializados por medio de la religin y la ideologa, el lenguaje y el arte, y las ciencias en sus diferentes manifestaciones, que justifican o legitiman la violencia directa o la estructural. Este tipo de cultura hace que los otros dos tipos de violencia parezcan correctos o al menos no equivocados.

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    poltica armada en Chile. La intencin es establecer una rela-cin entre el conocimiento histrico-social objetivo y el anlisis de los mecanismos de formacin, distribucin y consumo de sentidos socialmente construidos que realizan los actores en su vida cotidiana. Con ello se pretende demostrar la existencia de una realidad histrica, tanto socio-real como socio-simblica imprescindible para interpretar y analizar la violencia poltica armada16.

    Como sostiene Roberto Sancho17, entender las racionalida-des de los actores individuales, colectivos y del propio conflicto, supone superar las perspectivas maniqueas, de los buenos y los malos, y pensar integralmente los problemas de la sociedad y relacionarlos con el conflicto.

    Cabe recordar que en Amrica Latina los estudios sobre la violencia18 poltica en las dcadas de 1960 y 1970 se ajustan principalmente a dos perspectivas: aquellos que examinan la izquierda revolucionaria y los que abordan el tema de la me-moria, centrados en las vctimas del terrorismo de Estado.

    Hay que aclarar que usaremos como categoras centrales de este libro los conceptos de violencia poltica o violencia poltica armada. Por violencia poltica19 entenderemos, tal como lo entiende Julio Arstegui, toda accin no prevista en reglas, realizada por cualquier actor individual o colectivo, dirigida a controlar el funcionamiento del sistema poltico de

    16 Mara Matilde Ollier, El aprendizaje radical.... Op. cit.17 Roberto Sancho Larraaga, La Encrucijada de la violencia poltica armada

    en la segunda mitad del siglo XX en Colombia y Espaa: ELN y ETA. Za-ragoza, Tesis Doctoral, Zaragoza, Departamento de Historia Moderna y Contempornea, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Zaragoza, 2008, p. 22.

    18 La violencia contiene y responde a factores etolgicos (biolgicos), psi-colgicos (mentales), psicosociales, simblico-culturales, polticos, ticos e histricos, cuando menos. De ah que muchas disciplinas tengan algo o mucho que decir sobre ella.

    19 Vase Julin Arstegui, Violencia, sociedad y poltica: la definicin de la violencia, Revista Ayer, n 13, Madrid, Asociacin de Historia Con-UFNQPSOFB IUUQXXXBIJTUDPOPSHEPDTBZFSBZFS@QEG(consultado el 3 de junio de 2011).

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    una sociedad o a precipitar decisiones dentro de ese sistema20.Por su parte, violencia poltica armada ha sido utilizado en diversas investigaciones, en variadas disciplinas, principalmente en Europa. Es abarcador, ya que permite no solo la comprensin de una organizacin, sino que adems la comparacin con otros grupos, de modo que es posible el entendimiento del fenmeno poltico-social de donde estas derivan. De la misma manera, permite interpretar que toda poltica tiene una dosis de violencia, llegando en algunos casos a la va armada21.

    Entendemos por violencia poltica armada la accin de imponer la voluntad poltica propia a otro, por medio del uso sistemtico de la fuerza armada para producir un orden social y poltico determinado. Este concepto pretende retomar los postulados clsicos de Weber frente al poder, as como la perspec-tiva foucaultiana de que el poder slo existe en el acto, y ste es ante todo una relacin de fuerza entre las partes en conflicto22.Ambos conceptos tienen un carcter de medio alcance y la funcin es caracterizar la naturaleza del MIR.

    En relacin a las dos perspectivas principales de los estudios sobre la violencia poltica en Amrica Latina (aquellos que exa-minan la Izquierda Revolucionaria y los que abordan el tema de la memoria), es necesario sealar algunas precisiones23.

    Como dice Mara Matilde Ollier en referencia al caso ar-gentino, la reflexin en torno a los dos enfoques mencionados, suma una larga lista de textos acadmicos, periodsticos, de tes-

    20 Eugenia Palieraki, op. cit.21 Roberto Sancho Larraaga, op. cit.22 Ibid., p. 14.23 Diversas recientes tesis en Europa y Latinoamrica utilizan alguna de estas

    dos categoras. Entre ellas, destacan la de Eugenia Palieraki (La opcin por las armas. nueva izquierda y violencia poltica en Chile 1965-1970), de la Universidad de Pars I; la de Roberto Sancho Larraaga (La encrucijada de la violencia poltica armada en la segunda mitad del siglo XX en Colombia y Espaa: ELN y ETA), de la Universidad de Zaragoza; la de Miren Alcedo (Militar en ETA: historias de vida y de muerte), Universidad del Pas Vasco; y la de Javier Cervantes Meja (Races, aparicin e impacto del levantamiento armado del EZLN, una aproximacin a la historia de la guerrilla en Mxico, 1960-1994), que si bien es tesis de licenciatura, trabaja en profundidad esta temtica, Universidad Autnoma del Estado de Mxico.

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    tigos materiales, de protagonistas, etctera. Aunque se trate de conjuntos bibliogrficos diferentes, ambas perspectivas enfren-tan a muchos investigadores con un problema tico-poltico: los integrantes de la Izquierda Revolucionaria fueron las vctimas centrales del terrorismo de Estado. Lo que por s solo dificulta la indagacin del pasado reciente, ya que extraer conclusiones negativas sobre la izquierda revolucionaria significa promover posiciones favorables al terrorismo de Estado24.

    En el caso chileno, los trabajos vinculados a la memoria, principalmente los realizados por organizaciones que participa-ron en el apoyo a los familiares de vctimas a los derechos hu-manos han tenido un mayor desarrollo. Una interrogacin nodal ha sido: de qu forma debe tratar una sociedad el tema de la memoria y el olvido de los traumas sociopolticos?, grave dilema que se plantea a los individuos y a la sociedad. Para comprender este complejo proceso, hay que tomar en cuenta las dimensiones sociales, polticas, culturales y de significado que lo conforman.

    Algunos de estos artculos afirman que se han realizado diversas propuestas para enfrentar el tema de la memoria y el olvido de las violaciones de derechos humanos. En trminos sociales, la propuesta de olvidar ha estado sustentada en la ilusin de que de este modo se facilitara la paz y la armona de las relaciones sociales.

    El olvido ha sido planteado por algunos sectores sociales como una condicin para lograr consensos y as exorcizar el temor generalizado de nuevas confrontacio-nes. Estos mismos sectores son los que han intentado la instalacin de una memoria oficial, trmino que usamos parafraseando el concepto de historia oficial planteado por Martn-Bar. Una memoria oficial ha pretendido

    24 Mara Matilde Ollier, Partidos en armas: Las tensiones entre la lgica contestataria y la obediencia debida, San Martn, Escuela de Poltica y (PCJFSOP6OJWFSTJEBEEF4BO.BSUOIUUQXXXVOTBNFEVBSFTDVFMBTQPMJUJDBDFOUSP@IJTUPSJB@QPMJUJDB0MMJFSQEGDPOTVMUBEPFMEFBHPTUPEF2010).

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    silenciar, ocultar, olvidar y manipular acontecimientos, promoviendo de esta forma un particular contexto pol-tico-social, que escamotea la violencia vivida. Terminada la dictadura en Chile fueron necesarios catorce aos para levantar el silencio forzado sobre esta forma de represin poltica, la tortura, que estaba pendiente. Se ha dicho que sta es una tarea que enfrentan todas las democracias en transicin, dado que las dictaduras mantienen a sus pueblos en una realidad disociada, en que la experiencia social queda fragmentada25.

    Por otra parte, Chile ha construido un imaginario nacional que sigue vigente hasta hoy, pero que cada vez es ms cuestio-nado. Como seala Eugenia Palieraki, no es la oportunidad para analizar si esto corresponde a una verdad histrica o a una construccin, fundada tanto a partir de los trabajos de politlo-gos extranjeros como de los mitos de la historiografa nacional: Chile es un pas de orden y con una larga tradicin democrtica y republicana; un pas donde la bsqueda de consensos ha sido por largo tiempo y sigue an considerndose como la fuerza motriz de su historia26.

    Eugenia Palieraki, doctora en ciencia poltica griega afirma que pese a que en los ltimos aos la historiografa chilena mues-tra un claro inters por sujetos complejos y polmicos (Unidad Popular y en menor medida los aos sesenta), esto no ha signi-ficado la emergencia de un verdadero debate y las lecturas que se realizan estn muchas veces sometidas a consideraciones ideolgicas o polticas. En cambio en Europa no que existen estas consideraciones en los trabajos sistemticos de estudio y de conceptualizacin de la violencia poltica.

    Pese a que existen pocas obras sobre estudios acerca de la violencia poltica en Chile, normalmente vinculadas a una po-sicin poltica, cuatro principales interpretaciones se destacan:

    25 Cristin Barra, Elena Gmez e Isabel Piper, La construccin de la memoria del trauma sociopoltico en el espacio intersubjetivo: XXJMBTDMBSUJDVMPTJMBT@BSU@DOC (consultado el 20 de marzo de 2010).

    26 &VHFOJB1BMJFSBLJPQDJUWFSUBNCJOFOIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET1BMJFSBLJEPDDPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

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    La primera consiste en negar prcticamente la existencia de la violencia poltica: los extremistas (de izquierda, siempre) seran asimilados a los criminales, a los delincuentes comunes. Esta interpretacin, defendida en el terreno de las ciencias polti-cas y de la sociologa por Talcott Parsons, ha hecho su aparicin en Chile sobre todo a travs de los medios de comunicacin de centro y de derecha, y ello a partir de finales de los aos sesenta27.

    La segunda interpretacin ve en la utilizacin de la violen-cia poltica en Chile una imitacin de modelos extranjeros: la Revolucin Cubana y la guerrilla guevarista. Curiosamente, ella fue concebida y defendida con fervor por los intelectuales del Partido Comunista, en las dcadas de 1960 y 1970, y retomada por los intelectuales ligados a la dictadura de Pinochet. Para los defensores de esta teora, la violencia poltica era extranjera a las costumbres nacionales y su adopcin no poda ser sino una influencia malfica de otros pases, deseosos de entrometerse en los asuntos nacionales28.

    La tercera interpretacin, a menudo vinculada a la ante-rior, atribuye la violencia poltica a los extremos: a la aparicin simultnea en los dos extremos y que se retro-alimenta, o bien como la violencia de la extrema derecha en tanto respuesta a la violencia de extrema izquierda (la encontramos en los escritos y la prensa del Partido Comunista y de la Democracia Cristiana). Se trata de una versin chilena de la teora de los dos demonios. En el caso argentino, ella ha sido formulada y defendida por el presidente de la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (Conadep), Ernesto Sbato, en el Informe Final, tambin llamado Nunca Ms.Esta es la ms difcil de tratar, puesto que es la ms repetida y la que se ajusta mejor a la versin nacional de una historia de consenso. En una interpretacin donde los dos extremos se juntan, esta ultraizquierda extremista que por su radicalismo es vista como alejada de la historia y el tem-peramento chileno es presentada a la vez como colaboradora de la extrema derecha, el movimiento menos significativo de la

    27 Ibid.28 Ibid.

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    izquierda chilena, y al mismo tiempo principal responsable de la crisis de 1970-1973 y de la cada de Allende29.

    En un registro completamente diferente, la cuarta interpre-tacin encarna la violencia poltica a travs de dos actores que se oponen sin tregua desde el alba de los tiempos: el Estado, por una parte, y por otra los dominados; la violencia de las clases dominantes contra la del bajo pueblo. Esta interpretacin concibe la violencia como una constante de la historia chilena, ocultando toda dimensin temporal. En este marco interpretativo, la vio-lencia del MIR llega a ser la traduccin de la violencia popular; y la represin despus del golpe de Estado, la repeticin del ciclo violencia popular-violencia del Estado. Teniendo el mrito de integrar al actor-Estado en el debate sobre la violencia, esta interpretacin es a pesar de todo algo esquemtica30.

    Eugenia Palieraki concluye que en las interpretaciones de la violencia poltica de los aos sesenta, la izquierda revolucionaria es a menudo considerada como actor principal de la violencia poltica. En segundo lugar, las otras corrientes polticas son ra-ras veces tomadas en cuenta y el Estado menos an. En tercer lugar, las conclusiones son ms dictadas por los fines ideolgicos que por un estudio histrico basado en las fuentes. Por ltimo, la violencia poltica es imaginada como una tctica propia de ciertos movimientos o partidos polticos, una prctica innata, sin que las razones que hayan conducido a su adopcin y el rol especfico que cumple sean examinados.

    Por estas razones siguiendo a Roberto Sancho, este libro se posiciona frente a la disciplina histrica desde la constatacin del carcter eminentemente poltico, discursivo y comunicativo de la historia y de las formas de comunicar el pasado, ya que la experiencia histrica no es traduccin directa y objetiva de una realidad externa a las subjetividades de los individuos, as como a las relaciones de poder que se establecen en una sociedad. Con ello la historia, para nosotros debe recurrir tambin a mtodos

    29 Ibid.30 Ibid.

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    interpretativos y comprensivos que se acerquen no solamente a las condiciones materiales que constituyen las sociedades31.

    Como afirma Miguel ngel Cabrera, se hace imprescindible reconstruir las creencias, las intenciones y el universo mental de los sujetos, nica manera de calibrar los efectos de la mediacin simblica sobre su prctica porque el ser social es el ser percibido,pues es en ste, y no en el primero, donde estn inmediatamente enraizadas la identidad y las acciones de los individuos32.

    De la misma forma, siguiendo a la historiadora Cristina Moyano, podemos afirmar que la historia poltica est de vuelta. Detrs de la afirmacin taxativa hay tambin una tesis clave: la historia poltica ha comenzado a recuperar un sitial clave en la produccin historiogrfica, no slo nacional sino que tambin en otros espacios latinoamericanos y anglosajones, as como en la tradicin de la escuela francesa de los annales33.

    En cuanto al marco metodolgico, este libro se enmarca dentro del campo de los estudios sobre memoria social, rea que se ha enriquecido en los ltimos aos en Amrica Latina a partir de los estudios sobre el pasado reciente, la violencia poltica y la experiencia dictatorial principalmente.

    La memoria social es una perspectiva multidisciplinaria que aporta una visin analtica entre otros temas para interpretar las luchas y conflictos entre las diferentes versiones del pasado y entre las mltiples relaciones tejidas entre pasado, presente y futuro; las distintas maneras de conmemorar y rememorar; las diversas relaciones que se establecen entre memoria e identidad; los mltiples lenguajes y narrativas con las que el pasado reciente se relata; los diversos actores e instituciones que se encargan de la gestin de esas memorias; los lugares fsicos y simblicos en

    31 Roberto Sancho, op. cit., p. 23.32 Miguel ngel Cabrera, Historia, lenguaje y teora de la sociedad, Madrid,

    Editorial Ctedra, 2001, p. 31.33 Cristina Moyano Barahona, La historia poltica en el Bicentenario: entre

    la historia del presente y la historia conceptual. Reflexiones sobre la nueva historia poltica, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, vol. 15, n 1, Santiago, Departamento de Historia, Universidad de Santiago, 228 p.

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    los que esas referencias al pasado se instalan en la ciudad y en la sociedad; entre otras muchas temticas.

    La memoria social34 se presenta, en este sentido, como marco de interpretacin, como proceso social a ser estudiado, o como fuente de herramientas metodolgicas para abordar otros objetos y procesos.

    Sin embargo, no es esta la nica temtica que los estudios sobre memoria abordan actualmente. En los ltimos aos, este campo se ha enriquecido con aportes de investigaciones que tra-bajan sobre problemticas diversas vinculadas con la identidad y el recuerdo de la militancia poltica en distintos momentos de la historia35.

    Adems, en este libro pretendemos redimensionar la im-portancia que tuvieron factores como el papel del contagio ideolgico y de las formas de lucha que se dio en muchos pases y en cientos de ciudadanos en un perodo relativamente corto. Paradojalmente mientras que en la historiografa sobre el tema de la violencia prima lo nacional, en la decisin de iniciar el camino de las armas prim el ambiente revolucionario internacional.

    Respecto de las fuentes hay que sealar que en este texto se utilizaron fundamentalmente fuentes escritas, una exhaustiva revisin de libros, documentos y tesis, algunas de las cuales con-tienen entrevistas a militantes. Algunas de estas fuentes escritas usadas son muy poco conocidas y pocas veces citadas. Dentro de las fuentes se emplearon documentos del MIR; su rgano de difusin El Rebelde (MIR); el archivo 1965-1973 de revista Punto Final (MIR); el boletn informativo de la Agencia Informativa de la Resistencia (AIR) y comunicados oficiales del perodo. Cabe sealar que hay que leer a los autores citados pensando en el

    34 Vase J. Fentress y C. Wickham, Memoria social, Madrid, Editorial Ctedra, 2003.

    35 En Amrica Latina se han desarrollado varias jornadas internacionales de estudio sobre militantismo, como la desarrollada en Santiago el 5, 6 y 7 de julio de 2007, organizada por el Departamento de Ciencias Polticas de la Universidad de Chile, IDEA-USACH, Arcis, ICAL, llamada De las movili-zaciones obreras al termundialismo. Europa y Amrica Latina, siglos XX y XXI.

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    ao en que escribieron, ya que muchos de ellos han cambiado sus reflexiones, discursos y posiciones polticas.

    Adems, se utilizaron fuentes audiovisuales, como entrevis-tas a Miguel Enrquez, pelculas nacionales y extranjeras que mostraban el espritu de la poca y transmisiones radiales, como las clandestinas realizadas por Radio Liberacin a principios de la dcada de los ochenta, que espero sea tema de un prximo trabajo.

    Y por ltimo, se recurri a fuentes orales36, en el entendido de que en los ltimos aos la historia oral se ha convertido en una herramienta al servicio de la comunidad cientfica, con una metodologa susceptible de ampliar la base de estudio de la historia social. Cabe recordar que la historia oral es una tcnica de investigacin histrica de carcter cualitativo y basada en la memoria.

    Es necesario explicar que solo algunas de las entrevistas realizadas se citaron en este libro, ya que correspondan al rango etario de los fundadores y primeros militantes, dejando de lado otras que fueron realizadas a personas que iniciaron su militancia luego del golpe de Estado, a pesar de que sus aportes enriquecieron este trabajo.

    Es importante afirmar que el uso de testimonios de vida como instrumento de anlisis social introdujo elementos nuevos que reordenaron el discurso poltico jerarquizando a los protago-nistas y desalojando de su lugar preferente a las lites de poder. Asimismo la primaca del estudio cuantitativo, series de precios, salarios, conflictos..., fue cediendo terreno en favor del estudio

    36 El inters de usar estas fuentes recae en la resignificacin y en la legitimacin de voces, en un perodo donde estas no podan dejar otro tipo de registro, por su carcter de enemigo interno y clandestino, y que en la memoria oficial estn cargadas de satanizacin y estigmas impuestos por quienes detentaban el poder de la poca. Jos Palma Ramos, Violencia poltica, estrategia poltico-militar y fragmentacin partidaria en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile. 1982-1988. La guerra popular de la vanguardia del pueblo, Memoria para optar al ttulo de profesor de historia, geografa y educacin cvica, Santiago, Departamento de Historia y Geografa, Facultad de Historia Geografa y Letras, Universidad Metro-politana de Ciencias de la Educacin, 2009, p. 13.

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    ms cualitativo de biografas annimas en donde aparecan temas nuevos como la emocin, utilizada como una categora nueva de reflexin y toma de conciencia. Los/las historiadores/as orales fueron los primeros en prestar una atencin acadmica seria a la significacin de las motivaciones emocionales, en la formacin de imgenes del pasado37.

    Sin embargo, pese al efecto democratizador y socializador de este mtodo, enfatizando su capacidad de rescatar el mundo de las experiencias y de las estructuras de sentimientos38, hay que tomar ciertas precauciones en su aplicacin. La historia oral trae aparejado algunos problemas, lo que vuelve a las razones del escepticismo de muchos historiadores hacia el mtodo39.

    Ronald Greele habla en este sentido de la polarizacin entre un populismo entusiasta, en el que el historiador/a desaparece para dar la voz al pueblo y una concepcin tradicional de historiografa objetiva en la que el histo-riador-a/autor-a asume una posicin privilegiada como intrprete de los testimonios de sus entrevistados40.

    Otro peligro que puede afectar a este tipo de estudios es el NFNPSJBMJTNPEFOJEPQPS%PSB4DIXBS[TUFJO41 como la mera recoleccin anecdtica y contraproducente para lograr una voz polifnica para la disciplina. Es decir, no se trata slo de recopilar, sino tambin de interpretar, para no caer en el culto

    37 Pilar Daz Snchez y Jos Mara Gago Gonzlez, La construccin y uti-lizacin de las fuentes orales para el estudio de la represin franquista: IUUQIJTQBOJBOPWBSFEJSJTFTEPTTJFSEQEGDPOTVMUBEPFMEFmarzo de 2010).

    38 "OESFBT%PFTXJKLj"MHVOBT SFFYJPOFT TPCSF MB DPOTUSVDDJOZ FMVTPEF GVFOUFT PSBMFT FO IJTUPSJBv IUUQXXXEIJVFNCSQVCMJDBDPFTEIJEJBMPHPTWPMVNFWPM@BUHIUNMDPOTVMUBEPFMNBS[PEF

    39 Al respecto vase Paul Thomson, La historia oral y el historiador, History Today, n 7, vol. 33, traduccin de Toms Austin 1990. Junio de 1983: IUUQXXXMBQBHJOBEFMQSPGFDM0SBM)JTUPSZIJTUPSJBPSBMIUN DPOTVM-tado el 13 de marzo de 2010).

    40 Pilar Daz Snchez, op. cit.41 Citado en Federico Lpez, Informe sobre la X Conferencia de Historia

    Oral, Revista Voces Recobradas, n 2, Buenos Aires, Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires, agosto de 1998.

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    a la ancdota pintoresca, en la memoria por la memoria y sin perspectivas generalizadoras42.

    En relacin a las fuentes orales, el mtodo a seguir fue el de entrevistas estructuradas, con preguntas preparadas y basadas en conocimiento previo. Las preguntas estuvieron dirigidas, fundamentalmente, a captar informacin sobre las motivaciones personales que tuvieron los entrevistados para optar por la va armada y ver qu elementos del contexto mundial y nacional impulsaron esta decisin, ejes fundamentales de este libro.

    Adems, cabe sealar que en los ltimos aos se han rea-lizado variadas tesis acadmicas, reflexiones de exmilitantes o cercanos, y compilaciones sobre discursos de sus dirigentes o sus documentos oficiales referidas al MIR.

    Por otro lado, existen libros e investigaciones sobre el MIRy la violencia poltica en Chile, llenas de estigmas y satanizacin derivadas de diferencias polticas y, por otra parte, cubiertas de una visin heroica, cuasi mtica de la historia del MIR debido a que fueron realizadas por exmilitantes que cuentan con una carga poltica emocional muy fuerte. Lo que complejiza an ms este panorama, es que adems de vivir el crepsculo revolucio-nario, estos historiadores y exmilitantes, terminaron muchos de ellos en sendas distintas, producto de la divisin y atomizacin del partido43. Como seala el profesor Mario Garcs, sin querer desmerecer esos intentos, la mayor parte slo se quedan en especificidades y recalcando lo bueno, sin un balance autocr-tico de la primavera los 60 y la UP y el otoo de la izquierda revolucionaria, la dictadura y los gobiernos concertacionistas44.

    En torno a la bibliografa del MIR, esta no es muy amplia si la comparamos con la de otros partidos de izquierda de Chile, como el Comunista y Socialista. Sin embargo, se puede men-cionar algunos interesantes textos como Carlos Sandoval: MIRuna historia (tres captulos); Julio Pinto (editor): Su Revolucin

    42 "OESFBT%PFTXJKLop. cit.43 Jos Palma Ramos, op. cit., p. 8.44 Mario Garcs, Seminario: El MIR en la historiografa, Museo Benjamn

    Vicua Mackenna, realizado el 9 de septiembre del 2008.

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    contra nuestra Revolucin; Luis Vitale: Contribucin a la historia del MIR; Pedro Naranjo y Mario Garcs: Miguel Enrquez y el Proyecto Revolucionario; y Mario Amors: La memoria rebelde: testimonios sobre el exterminio del MIR de Pisagua a Malloco (1973-1975). Otros son el artculo de Cristin Prez: Si quieren guerra, guerra tendrn, e Igor Goicovic, con el libro Movimientode Izquierda Revolucionaria (Coleccin Amrica, Editorial Esca-parate, 2012) y los artculos: Teora de la violencia y estrategia de poder en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 1967-1986 y El contexto en que surge el MIR.

    Con respecto a tesis de investigacin, resaltan las tesis de Sebastin Leiva, tanto en su trabajo de pregrado, llamado Lapoltica del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago; y en la de magster, Teora y prctica del poder popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolu-cionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejrcito Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP,Argentina, 1973-1976); Marlene Martnez, con La experiencia poltica de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolu-cionaria (MIR): motivaciones, prctica partidaria y divisin de la militancia. Chile (1973-1988). Otra centrada en la memoria y los testimonios de Tamara Vidaurrzaga con Mujeres en rojo y negro. Reconstruccin de memoria de tres mujeres miristas (1971-1990); Pedro Valds Navarro, con Elementos tericos en la formacin y desarrollo del MIR, 1965 y 1970, y Jos Palma Ramos, con Violencia poltica, estrategia poltico-militar y frag-mentacin partidaria en el Movimiento de Izquierda Revolucio-naria (MIR) en Chile. 1982-1988.

    En el plano internacional, destacan los dos avances de la tesis doctoral de Eugenia Palieraki, con La opcin por las armas. Nueva izquierda y violencia poltica en Chile 1965-1970, primera y segunda parte.

    Este libro se estructur de la siguiente manera: la Introduc-cin, donde se presenta el problema de investigacin; el Captulo 1: Los hitos histricos: los hechos portadores de futuro, donde se

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    analiza los ms importantes acaecidos en el marco de la Guerra Fra y los debates y cambios que comienzan a darse en la izquier-da tradicional; el Captulo 2: El contexto regional: la revolucin llega a Latinoamrica, en el cual se analiza el debate ideolgico, estratgico y tctico que se comienza a dar en la Nueva Izquierda Revolucionaria; el Captulo 3: El contexto nacional, donde se analiza la situacin poltica nacional y los cambios producidos en las dcadas de 1960 y 1970, como tambin el mbito cultural que se viva en esa poca; el Captulo 4: Subjetividades y contextos. La formacin del imaginario poltico en el MIR, en el cual se describe el nacimiento y primeros pasos del MIR; sus primeras reflexiones polticas; el MIR y la Unidad Popular y el golpe de Estado y el inicio de la resistencia armada; el Captulo 5: Subjetividades: de la radicalizacin ideolgica a la radicalizacin poltica en el MIR,donde se analizan los sentimientos, sacrificios y abandonos que tuvieron que realizar los militantes de un partido revolucionario, los cuadros poltico-militares de tiempo completo, y finalmente un apartado con las conclusiones finales.

    Finalmente, quiero agradecer al doctor Igor Goicovic, por su gua, su aporte intelectual y los consejos que me ayudaron a culminar con xito mi tesis doctoral en estudios latinoamerica-nos, base fundamental de este libro. A mis profesores del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. A mis amigos-acadmicos, en especial a Gilberto Aranda del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile por impulsar-me a escribir y a mi compaero de la Universidad Autnoma de Barcelona, Ferrn Cabrero, un intelectual viajero por el mundo. Y por ltimo, a mis profesores en el diplomado de cultura de paz Ctedra UNESCO de la Universitat Autnoma de Barcelona, quienes aportaron a mi conocimiento, un mundo nuevo: Vicen Fisas, Johan Galtung y John Paul Lederach, entre otros.

  • 33

    #BVUJTUBWBO4DIPVXFOZ.JHVFM&OSRVF[

    Declaracin de principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Santiago, septiembre de 1965.

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    Miguel Enrquez y Marcello Ferrada-Noli (1967).

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    Captulo 1

    Los hitos histricos: los hechos portadores de futuro45

    Theres a battle outsideAnd it is ragin

    Itll soon shake your windows. And rattle your walls For the times they are a-changin.

    Bob Dylan

    Por los hitos histricos se entender aquellos sucesos a nivel internacional que se convirtieron en hechos portadores de futu-ro, es decir, tuvieron implicancia directa tiempo despus en el desarrollo y consolidacin de la Nueva Izquierda Revolucionaria (NIR) en Amrica Latina. Esta seleccin de sucesos se desprende de los documentos y comunicados del MIR y del testimonio de los propios militantes.

    45 Se incluye este concepto por ser til para explicar de mejor forma los hitos histricos segn la teora de conflictos. En trminos precisos el concepto de hechos portadores de futuro fue creado por Pierre Mass y recibi importantes aportes de otros autores como Gaston Berger, Beltrand Jo-uvenel, Maurice Blondel y Decoufl. Pierre Mass sostiene que los hechos portadores de futuro estn formados en su mayora por factores de cambio, polticos, econmicos, tecnolgicos o culturales, apenas perceptibles hoy, pero que pueden constituir las tendencias importantes del maana. Vase Pierre Mass, Le plan ou lanti-hasard, Gallimard, NRF, coleccin Ides, 1965.

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    1.1 Estados Unidos en la Guerra Fra: entre la Alianza y la seguridad nacional

    La estrategia de Estados Unidos para enfrentar el perodo generado despus de la Segunda Guerra Mundial, llamado la Guerra Fra46, tuvo dos proyectos claramente visibles en Latino-amrica: en lo econmico, la Alianza para el Progreso y una nueva estrategia militar: la doctrina de la seguridad nacional (DSN). Pero si por una parte la Revolucin Cubana fue responsable de la internacionalizacin de la movilizacin en el continente en cuanto favoreci el desarrollo de la izquierda revolucionaria latinoamericana; por otra, lo fue en parte tambin su contrapar-te, las que en las actuales teoras de los movimientos sociales se denomina una internacionalizacin de la represin47.

    La doctrina de seguridad nacional como ideologa, recono-ci sus orgenes en una visin bipolar del mundo desde la que, supuestamente, Occidente, liderado por los Estados Unidos, representaba el bien, la civilizacin, la democracia y el progreso;

    46 El origen del trmino Guerra Fra surgi tras la Segunda Guerra Mundial. Si bien fue un invento periodstico que populariz Walter Lippman median-te una serie de artculos aparecidos en The New York Herald Tribune, sucontenido lo enunciaron los autores que formularon la Doctrina Truman en 1947, especialmente George Kennan, Hans Morgenthau y Strausz-Hup. La invencin del vocablo se atribuy a Richard Baruch, pero en realidad MPBDVFMQFSJPEJTUB)FSCFSU#BZBSE4XPQFBVUPSEFVOB JOUFSFTBOUFserie de reportajes sobre la Gran Guerra, que en 1946 era colaborador del gobierno de Estados Unidos en la ONU. Pedro Rivas Nieto y Pablo Rey Garca, Bipolaridad y Guerra Fra en Iberoamrica. La Doctrina de Seguridad Nacional en el mundo de bloques, Revista Espacios Pblicos,n 24, vol. 12, Toluca, Universidad Autnoma del Estado de Mxico, 2009: IUUQSFEBMZDVBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF(consultado el 19 de noviembre de 2010).

    47 Eduardo Rey Tristn, La izquierda revolucionaria uruguaya 1955-1973, Sevilla, Serie Historia y Geografa n 96. Diputacin de Sevilla, Serie Nuestra Amrica n 17, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Escuela de Estudios Hispano-Americanos n 435, Universidad de Sevilla, 2003, 49 p.:

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    mientras que la entonces Unin Sovitica estaba al frente del mal, el atraso y la dictadura48.

    De cierta manera, la doctrina de seguridad nacional es la adaptacin de una base filosfica moral y de mitos polticos convertidos en herramienta para los nuevos tiempos. La his-toria norteamericana desde la misma independencia nos muestra muchos de estos mitos fundadores, como el de la Divina Provi-dencia presente en su Destino manifiesto.

    Otro mito se relaciona con la idea particular de Estados Unidos, influida por la tica protestante y la idea calvinista de la purificacin en el trabajo: La Gran Repblica y su necesaria exportacin hacia otros pueblos, para que encuentren el cami-no. Esta idea de los llamados padres fundadores estar presente en la Convencin de Filadelfia en 1787. El imperativo bsico es el de un Ejecutivo fuerte y la ampliacin de las relaciones comer-ciales. Sin embargo, ser en 1818 cuando se reafirme el supuesto del liderazgo histrico de la Gran Nacin Norteamericana, sobre la base de dos principios: la exportacin del modelo y la exclusividad de accin en el continente49.

    Posteriormente, en 1823, el presidente de EE.UU., James Monroe, plante como respuesta a la amenaza que supona la restauracin monrquica en Europa y la Santa Alianza, lo que se conocera como la Doctrina Monroe: Amrica para los americanos.

    Como afirma Cristin Fuentevilla aqu se expresan por primera vez unidos los conceptos de inters nacional y de rea de influencia en Latinoamrica. Su expresin concreta no es el rechazo a la negociacin, pero se expresa tambin en la justifi-cacin del recurso de la fuerza para la satisfaccin del inters y

    48 dgar Velsquez Rivera, Historia de la Doctrina de la Seguridad Nacional, Revista Convergencia, n 27, enero-abril, vol. 9, Toluca, Universidad Aut-noma del Estado Mxico, Facultad de Ciencias Polticas y Administracin Pblica, 2002:

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    el crecimiento nacional. Y ser un corolario de intervenciones en Panam, Nicaragua, Hait y Honduras que resumen el inters econmico presente en estos pases50.

    La primera convocatoria de la materializacin de los intere-ses hemisfricos en el marco de la doctrina de seguridad nacional en construccin, fue la reunin del 2 de septiembre de 1947 en Ro de Janeiro, que constituy el Tratado Interamericano de Asistencia Recproca (TIAR), tambin llamado Tratado de Ro.

    Segn el artculo 3.1 de este tratado: en caso de (...) un ata-que armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, ser considerado como un ataque contra todos los Estados Ame-ricanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inminente de legtima defensa individual o colectiva que reconoce el Artculo 51 de la Carta de las Naciones Unidas51.

    En la dcada de 1950 a 1960, el Tratado Interamericano de Asistencia Recproca estuvo asistido y convocado a lo menos 20 veces, principalmente a partir del bloqueo a Cuba y del conflicto entre Honduras y Guatemala. Este tratado adems implica el desarme de las FF.AA. de Costa Rica, ya que se consideraba que el TIAR en su planteamiento cooperativo las haca innecesarias.

    Como sostiene Cristin Fuentevilla los primeros presupues-tos tericos en funcin del carcter de la DSN, estn sujetos a las experiencias de las guerras de Liberacin Nacional, en funcin de crear una relacin con las caractersticas contrainsurgentes de estos conflictos y las materias que definirn el tipo de enemigo que se configura en el marco de la DSN. Lo cierto y lo que se evidencia hasta aqu, es que bajo los propsitos cientficos de un conflicto de contencin la concepcin del enemigo interno jugar un rol gravitante, bajo el manejo cognitivo de las dinmicas de resistencias a las polticas colonialistas europeas y la de EE.UU.52.

    En 1946, se crea la Escuela de las Amricas, que funcionar en Panam hasta su traslado a Georgia (1984). Uno de los obje-

    50 Ibid.51 Ibid.52 Ibid.

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    tivos de esta escuela era la de proveer de un instrumental terico en guerra psicolgica y de manejo de informacin en el marco de las detenciones y los posteriores interrogatorios.

    Fuentevilla sostiene que en este contexto permite adems socializar las experiencias de los golpes de Estado (del francs coup dtat), en pases que prematuramente estuvieron sujetos a la represin, aniquilamiento y neutralizacin de las diferentes expresiones de disidencia poltica. Por lo tanto, tambin sujetos a sus experiencias en estos campos de accin. Probablemente, Brasil sea el ms emblemtico en patentar una serie de ejercicios de torturas como el pau-de-arara y otros, pero que se comien-zan a diferenciar en 1964, de otros golpes militares previos en Latinoamrica, como el de Uruguay en 1954 o el de Ecuador en 1963, Argentina en 1962 y Per el mismo ao, etc.53.

    Esta Escuela dict cursos en espaol y portugus destinados a brindar a los militares latinoamericanos una formacin que les permitiera contribuir a la seguridad de sus respectivos pases. Para dgar Velsquez en tales escuelas los cursos in-culcaron una ideologa anticomunista y una filosofa contrarre-volucionaria. Estas concepciones del Pentgono dedicaron un tiempo desmesurado al anticomunismo y al adoctrinamiento pronorteamericano54.

    En septiembre de 1975 se haban graduado 33 mil 147 alumnos en la Escuela de las Amricas, y muchos de ellos ocu-paron altos cargos en sus gobiernos. En octubre de 1973, ms de 170 graduados eran jefes de gobierno, ministros, comandantes, generales o directores de los departamentos de inteligencia de sus respectivos pases. Los golpes de Estado en Per, Bolivia, Panam y Chile fueron llevados a cabo por los ms aplicados oficiales que haban asistido a cursos en la Escuela. Velsquez Rivera sostiene que en los pocos pases de la regin donde no hubo golpes de Estado, altos oficiales tambin egresados de la USARSA, se vieron comprometidos con la violacin sistemtica de derechos humanos, lo cual indujo a Organizaciones No Gu-

    53 Ibid.54 dgar Velsquez Rivera, op. cit.

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    bernamentales de Estados Unidos a presionar a su gobierno para que se desmontaran estos centros55.

    Por otra parte, la religin tampoco fue excluida por la doc-trina de seguridad nacional: esta se present como defensora de la civilizacin cristiana contra el comunismo y el atesmo. Ofreci a instituciones eclesisticas favores y privilegios, prestigio y apoyo. dgar Velsquez sostiene que el cristianismo que la DSN promovi fue uno centrado en los mitos, ritos, costumbres y gestos de la ortodoxia judeocristiana. Un cristianismo sin com-promiso popular. La DSN no concibi una Iglesia comprometida con los grandes problemas estructurales y coyunturales del pue-blo latinoamericano, sino con los principios tutelares del orden, la autoridad, la defensa de la propiedad privada y, en general, con los postulados del conservadurismo. La DSN promovi la llegada de otras confesiones religiosas a Amrica Latina desde los aos 60, las cuales se convirtieron a la postre en importante base social de la derecha, con el propsito exclusivo de penetrar en aquellos sectores sociales ms vulnerables econmicamente y polticamente maleables y reventarles su capacidad de lucha y organizacin por unas mejores condiciones de vida. La DSNconspir contra el clero comprometido social, poltica y evan-glicamente con el pueblo56.

    Un buen ejemplo del punto anterior se da en noviembre de 1976, cuando un oficial encargado del servicio de comunicacio-nes sociales del Gobierno chileno envi una circular a todas las instituciones nacionales para recordar a la nacin que como sostiene Rivas Nieto- el mundo actual est en guerra. El impe-rialismo sovitico extiende cada vez ms su dominacin mediante una guerra de conquista que usa todas las formas conocidas de agresin moral, espiritual y fsica. Y era tan peligroso porque su Dios la dialctica histrica era santificado e identificado con los fines ltimos de la vida. Era un enemigo con el que por vez primera en la historia no haba nada en comn57.

    55 Ibid.56 Ibid.57 Pedro Rivas Nieto, op. cit.

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    La definicin ms comnmente aceptada del concepto de seguridad nacional, especialmente por el alcance poltico estra-tgico de la misma, es la propuesta por la Escuela Superior de Guerra de Brasil y que seala lo siguiente segn Andrs Nina: Seguridad Nacional es el grado relativo de garanta que, a tra-vs de acciones polticas, econmicas, psico-sociales y militares, un Estado puede proporcionar, en una determinada poca, a la Nacin que jurisdicciona, para la consecucin y salvaguardia de los objetivos nacionales, a pesar de los antagonismos internos o externos existentes o previsibles58.

    En el caso chileno, la Academia Nacional de Estudios Po-lticos y Estratgicos (Anepe) defini, en 1982, a la seguridad nacional como una necesidad vital del Estado-nacin, cuya satisfaccin la obtiene alcanzando el conjunto de condiciones que garanticen a la comunidad el logro de sus legtimas aspiraciones e intereses permanentes, de acuerdo con las exigencias del bien comn, empleando para esta finalidad el potencial nacional59.

    Y en relacin a la doctrina de seguridad nacional estadouni-dense, el Ejrcito chileno seal: Tiene como finalidad bsica la de crear las condiciones favorables para evitar, y si ello no es posible, enfrentar, un futuro conflicto internacional cuyos efec-tos devastadores sin duda afectarn al territorio y la poblacin de ese pas, aun en el supuesto caso de que no se utilicen armas nucleares60.

    La doctrina de seguridad nacional en el marco de la Guerra Fra aporta a lo menos dos momentos que constituyen una pri-mera aproximacin a un silogismo: el primero se da en la dcada de 1950 en el contexto de la contencin y el segundo se produce en la dcada de 1960 bajo los impulsos de la contrainsurgencia.

    58 Andrs Nina, La Doctrina de Seguridad Nacional y la integracin en Amrica Latina, Revista Nueva Sociedad, n 27, noviembre-diciembre, IUUQXXXOVTPPSHVQMPBEBSUJDVMPT@QEG DPOTVMUBEPFM22 de noviembre de 2010).

    59 Ejrcito de Chile, La Seguridad Nacional, Santiago, Comando de Institutos Militares, Academia de Guerra, 1984, p. 13.

    60 Ibid, p. 4.

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    Por contrainsurgencia entenderemos una caracterstica de las polticas represivas estatales, que utilizando diversas medidas legales e ilegales, tiene como objetivo detectar y destruir a los miembros y bases de apoyo de los eventuales grupos insurgentes. Esta medidas pueden ir desde las tcticas militares (las que inclui-rn la tortura como mtodo de obtencin de informacin) hasta la labor social del ejrcito (cortes de cabello, arreglar aparatos electrodomsticos, regalar despensas y dulces a los nios). Todas estas acciones realizadas con el objetivo de obtener informacin de qu fuerzas y quines son probables simpatizantes de las guerrillas.

    La contrainsurgencia pas a ser parte inseparable de los ob-jetivos de la poltica de seguridad externa estadounidense, con la aprobacin de la Ley de Ayuda Exterior en 1961 por el presidente John F. Kennedy. En este marco, Estados Unidos busc adems la cualificacin de la fuerza militar especializada para este tipo de conflictos, para lo cual la Fuerza de Tarea del Comando Sur sigui bajo el patrimonio de la Escuela de las Amricas. De esta manera, el mandatario pretenda frenar cualquier posibilidad de expansin de la Revolucin Cubana, mientras se mantuviera en combate en Vietnam.

    Recordemos que Estados Unidos justific la guerra en Viet-nam por la famosa teora del domin. Se jugaba en ella el crdito del pas, porque como sostiene Pedro Rivas Nieto si se ceda en el Vietnam nadie creera en su determinacin de de-fender a sus aliados contra el comunismo. Los Estados Unidos, que tras la Segunda Guerra Mundial haban ayudado a construir un nuevo orden internacional, ayudado a rehabilitar Europa y Japn, frenado la expansin sovitica en Grecia, Turqua, Berln y Corea, y firmado sus primeras alianzas permanentes en tiempos de paz, se embarcaron en una complicada aventura en Indochina. Los Estados Unidos entraron en esa guerra porque, segn sus clculos, Vietnam del Norte, controlado por China y sta a su vez por el Kremlin, atacaba el equilibrio internacional. Indochina era adems la piedra angular de la seguridad estadounidense en el Pacfico61.

    61 Pedro Rivas Nieto, op. cit.

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    El otro proyecto estratgico norteamericano para enfrentar la Guerra Fra en Amrica Latina, y que era la otra cara de la mone-da de la doctrina de seguridad nacional, fue lo que el presidente John F. Kennedy denomin la Alianza para el Progreso (1961 y 1969). Lo que en definitiva se traduca en la reedicin de las po-lticas desarrollistas en materia econmica en Latinoamrica62.

    Como seal el embajador estadounidense en Chile, Char-les Cole, en el aniversario de la independencia de su pas: Y si tenemos buen xito, si nuestro esfuerzo es suficientemente audaz y decidido, el fin de la dcada marcar el comienzo de una nueva era en la experiencia americana. Subir el nivel de vida de toda familia de Amrica; todos tendrn acceso a una educacin bsica; del hambre no quedar recuerdo; la necesidad de ayuda exterior considerable habr desaparecido; la mayora de las naciones habrn entrado en un periodo en el que podrn crecer con sus propios recursos, y aunque todava quedar mucho por hacer, cada repblica americana ser duea de su propia revolucin de esperanza y progreso63.

    Para el presidente Kennedy algunos de los puntos iniciales principales de la Alianza para el Progreso eran los siguiente: una dcada de esfuerzo mximo; una reunin del Consejo Econmico Social Interamericano para iniciar una planificacin de la Alianza; apoyo para la integracin econmica latinoamericana mediante un rea de libre comercio y de mercado comn centroamericano; y una renovacin del compromiso de Estados Unidos de defender a todas las naciones del continente.

    Un ao despus de establecida la estructura bsica de la Alianza, el presidente Kennedy afirm: Estas reformas sociales constituyen el corazn de la Alianza para el Progreso. Consti-tuyen la condicin previa de la modernizacin econmica me-diante el cual aseguramos al pobre y al hambriento, al obrero y al campesino su plena participacin en los beneficios de nuestro

    62 Cristin Fuentevilla, op. cit.63 Alianza para el Progreso, Documentos bsicos, declaracin de Charles

    $PMFEFKVMJPEFIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGTNDQEGDPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

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    desarrollo y en la dignidad humana, que es el propsito de las sociedades libres. Al mismo tiempo, comprendemos las dificulta-des de rehacer estructuras sociales tradicionales profundamente arraigadas. Pedimos que un progreso substancial y firme hacia la reforma acompae el esfuerzo para el desarrollo de las naciones americanas64.

    El asesinato del presidente Kennedy (1963) y el paulatino abandono de este proyecto, en muchos casos por los golpes de Estado contra los presidentes partidarios de la iniciativa, hicieron que a fines de los sesenta esta alianza estuviera agonizando. Las crticas no obstante, principalmente desde la izquierda latinoa-mericana, haban comenzado aos antes. La Alianza para el Progreso, como lo anticiparon los espritus lcidos de Amrica Latina, naci muerta. Slo vivi en las esperanzas de nuestros pueblos que, engaados, creyeron que ella les garantizara ocupa-cin, alimento, techo y salud, seguridad social, educacin, cultura y esparcimiento. Hace seis aos, en 1961, en este mismo lugar de Punta del Este, los encargados de los diversos gobiernos del continente practicaron un descarnado recuento de la miseria de Amrica Latina, para extender la mano en pos de la propina65.

    1.2 Fin del estalinismo

    El proceso de desestalinizacin y el cambio de lnea poltica que ocurri en la Unin Sovitica luego de la muerte de Stalin y lo ocurrido en el XX Congreso del Partido Comunista, en 1956, provocaron cambios importantes en el movimiento comunista internacional. Eduardo Rey Tristn afirma que en muchos par-tidos comunistas viejos dirigentes de la lnea estalinista fueron sustituidos por otros ms acordes con las nuevas directrices soviticas. Por otra, la nueva poltica que Kruschev inaugur

    64 Ibid.65 Salvador Allende, Crtica para la Alianza para el Progreso, discurso en

    MB6OJWFSTJEBE EF.POUFWJEFP FO IUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEFcl/Documentos/1950-69/Critica%20a%20la%20Alianza%20para%20FM1SPHSFTPQEGDPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

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    en 1956 provoc una importante polmica con el Partido Co-munista Chino (PCCh) de profundas repercusiones en el campo socialista66.

    Pero este proceso arranc con gran dificultad y lentamente. La nueva direccin del PCUS, encabezada por Nikita Jruschov, debi superar la resistencia de por lo menos tres crculos de estalinistas a ultranza. El interno representado por los di-rigentes Beria, Malenkov, Mlotov y Kaganvich. El segundo est en los pases de la esfera de influencia sovitica: Hungra (Matias Rakosi), Rumania (Jorge Georgiu Dej), Checoslovaquia (Antonin Novotny), Polonia (Boleslav Bjerut), Bulgaria (Valko Chervnkov), entre otros. Como afirma Dragomir Draganov el tercero est en el movimiento comunista de Europa Occidental. Precisamente por ello, el XX Congreso del PCUS, que da la seal oficial de arranque de la desestalinizacin, se celebra apenas en febrero de 1956, es decir, casi tres aos despus de la muerte de Stalin67.

    Luego de 1956 en los pases de la esfera de influencia sovi-tica comienzan procesos de cambios cualitativos en su sistema poltico. Dragomir Draganov seala que si se me permite recurrir de nuevo a la terminologa politolgica, empieza una transicin lenta y paulatina del totalitarismo mal desarrollado a regmenes personales tpicos del autoritarismo68.

    Desde Mosc se impuls la defensa de la coexistencia pacfica entre las dos visiones de mundo hegemnicas en el marco de lo que se denomin Guerra Fra, buscando la lucha ideolgica en el campo econmico: demostrar la superioridad del socialismo sobre el capitalismo. A este respecto, Eduardo Rey Tristn afirma que defenda adems la participacin poltica de los comunistas en aquellos pases con democracias parlamentarias, para de ese modo intentar acceder al poder y lograr una transformacin

    66 Eduardo Rey Tristn, op. cit., p. 52.67 Dragomir Draganov, 1956 y los pases del bloque del este sin desestali-

    nizacin, Revista Historia Actual Online, n 10, primavera, Cdiz, rea de Historia Contempornea. Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de Cdiz, 2006, p. 127.

    68 Ibid.

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    pacfica al socialismo, as como tambin el apoyo a las fuerzas progresistas del Tercer Mundo para que hiciesen avanzar sus pases en sentido socialista69.

    Si bien la pugna entre los partidos comunistas sovitico y chino solo se hizo pblica a inicios de los aos sesenta, su punto de partida estaba tambin en el famoso XX Congreso de 1956. Los chinos se opusieron al Informe Secreto de Jruschov en que se condenaban al estalinismo y reafirmaron que la contradiccin principal de la poca era entre el movimiento de liberacin na-cional y el imperialismo, y no entre capitalismo y socialismo. En este sentido, reafirmaban que el triunfo frente al imperialismo poda ocurrir nicamente a travs de las luchas revolucionarias en el Tercer Mundo.

    En Amrica Latina, la lnea predominante sigui siendo la sovitica, eso s con la cada de algunos viejos dirigentes producto del proceso de fin de la desestalinizacin. Esta postura proso-vitica de los partidos comunistas del continente se reflej en la pugna con la naciente nueva izquierda revolucionaria o en la postura sumida respecto a algunas conferencias internacionales de la poca como veremos ms adelante. En relacin a los grupos prochinos en el continente latinoamericano, se puede sealar que fueron grupos marginales con escasa gravitacin en el escenario poltico de la poca, salvo algunas excepciones.

    1.3 El tercermundismo

    El proceso de descolonizacin iniciado a fines de la dcada de los cuarenta haba dado lugar al nacimiento de nuevos pases en los continentes africano y asitico. Estos nuevos Estados, influi-dos por el contexto internacional de bipolaridad y Guerra Fra, desarrollaron una poltica internacional independiente que no los implicara en el conflicto de bloques. Como sostiene Eduardo Rey Tristn poco a poco fueron pasando de una neutralidad pasiva a una no alineacin activa y conformando una slida fuerza in-

    69 Eduardo Rey Tristn, op. cit., p. 49.

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    ternacional. Su conjuncin como tal se produjo en la Conferencia de Bandung en 1955, que en los siguientes aos dara lugar al Movimiento de Pases No Alineados, definitiva consolidacin del lugar del Tercer Mundo en el sistema internacional70.

    En Bandung se celebr entre el 18 y 24 de abril de 1955, la primera conferencia en que participaban pases del Tercer Mun-do. Los antecedentes de la Conferencia de Bandung podemos encontrarlos en el llamado Pansha Shila, los cinco principios de la coexistencia pacfica que haban sido proclamados por Chu En Lai y J. Nehru el 28 de junio de 1954. Dichos principios son: 1. Respeto mutuo a la integridad territorial y a la soberana. 2. No agresin. 3. No intervencin en los asuntos internos de otros Es-tados. 4. Igualdad y ventajas mutuas. 5. Coexistencia pacfica71.

    En una de las conclusiones de esta conferencia se conden como una violacin de los derechos humanos mantener a los pue-blos bajo el dogal del yugo colonial y expres su compromiso a apoyar la lucha de los pueblos colonizados por su independencia. Adems, la declaracin adhiri a la paz y a la colaboracin entre los pases, reclamando solucionar los conflictos internacionales por medios pacficos; el respeto del derecho de cada nacin a la defensa individual; el respeto de la justicia y de las obligaciones internacionales, y el reconocimiento de la igualdad entre todas las razas y naciones, grandes y pequeas.

    Como afirma el diario cubano Granma: en Bandung se vin-cul la paz a que los pueblos gozaran de libertad, independencia y soberana. All no se tom partido a favor del socialismo o del capitalismo, intuyendo que el principio de autodeterminacin de los pueblos inclua el derecho de cada nacin a definir libremente su sistema poltico y social, aspecto este que fuera ntidamente expresado en 1961 por los Pases No Alineados72.

    Estas premisas provocaron, a su vez, la creacin de postu-lados tericos nacionalistas y socialistas (fuera de la rbita so-

    70 Ibid, p. 50.71 Pedro Azze Besil, A 50 aos de la Primera Conferencia de Bandung, Gran-

    ma-B)BCBOBEFBCSJMIUUQXXXHSBONBDVFTQBOPMBCSJMNJFSCBOEVOHIUNMDPOTVMUBEPFMEFKVOJPEF

    72 Ibid.

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    vitica), que reivindicaban la independencia frente a las grandes potencias y la construccin de un socialismo nacional acorde con las circunstancias particulares. Como afirma Eduardo Rey Tristn tal fue el caso de Argelia o de la Repblica rabe Uni-da. En este marco hay que situar tambin las nuevas propuestas revolucionarias y el uso de la violencia, de gran influencia en la izquierda revolucionaria latinoamericana, surgida en muchos casos de las propias luchas de liberacin. Su mximo exponente fue Franz Fanon y su obra Los condenados de la tierra, de gran difusin en el continente73.

    Los condenados de la tierra, mBSNB&SJD)PCTCBXNm es-crito por un psiclogo caribeo que particip en la guerra de liberacin argelina, se convirti en un texto de enorme influencia entre los intelectuales activistas a quienes estremeca su apologa de la violencia como una forma de liberacin espiritual para los oprimidos74.

    El tercermundismo, la creencia de que el mundo poda emanciparse por medio de la liberacin de su periferia empo-brecida y agraria, explotada y abocada a la dependencia de los pases centrales de lo que una creciente literatura llamaba el sistema mundial, atrajo a muchos de los tericos de la izquierda del primer mundo75.

    En Amrica Latina el movimiento tercermundista se conso-lid con la Conferencia Tricontinental, realizada en La Habana, en enero de 1966. Esta reunin tena como objetivo incorporar a nuestro continente en la Organizacin de Solidaridad de los Pueblos de frica y Asia (OSPPA), heredera de las conferencias de Bandung (1955) y El Cairo (1958). En dicha oportunidad, Ernesto Guevara seal: Amrica, continente olvidado por las ltimas luchas polticas de liberacin, que empieza a hacerse sentir a travs de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolucin Cubana, tendr una tarea

    73 Eduardo Rey Tristn, op. cit., pp. 50-51.74 &SJD)PCTCBXNHistoria del siglo XX, Buenos Aires, Editorial Crtica,

    1998, 442 p.75 Ibid.

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    de mucho mayor relieve: la de la creacin del segundo o tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo76.

    Tanto en la creacin de la Tricontinental como en la consti-tucin de un Secretariado Permanente en La Habana, Cuba co-menz a tener un rol relevante entre los pases del Tercer Mundo. Como afirma Marta Harnecker fruto de la Tricontinental se cre la Organizacin de Solidaridad de los Pueblos de frica, Asia y Amrica Latina (OSPAAAL), con organizaciones revolucionarias de ochenta y dos pases y el objetivo de unificar y promover los movimientos de liberacin en esos pases77.

    La creacin de la Tricontinental tuvo repercusiones impor-tantes en la izquierda latinoamericana. Su celebracin permiti estructurar una red continental de delegaciones o comits nacio-nales de cara a la participacin en la conferencia. Como afirma Eduardo Rey Tristn esa red, controlada bsicamente por La Habana, contribuy un ao ms tarde a la celebracin de la Or-ganizacin Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que pretendi ser una especie de internacional revolucionaria latinoamericana dirigida por Cuba78.

    El tercermundismo signific en lo ideolgico para la nueva izquierda revolucionaria en Amrica Latina la posibilidad de equiparar las luchas propias con las de los movimientos de libe-racin de los pases coloniales. Eduardo Rey Tristn afirma que en el discurso de la izquierda revolucionaria se entendan todas ellas como las diversas partes de un proceso global de liberacin, comienzo de una nueva era. Las luchas en Latinoamrica eran

    76 Ernesto Guevara, Escritos y discursos, tomo IX, La Habana, Editorial de $JFODJBT 4PDJBMFT IUUQXXXQBUSJBHSBOEFOFUDVCBFSOFTUPDIFHVFWBSBFOTBZPTUSJDPOUJOFOUBMIUNDPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

    77 Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del siglo XXI: haciendo posi-ble lo imposible, La Habana, Siglo Veintiuno de Espaa Editores, tercera FEJDJOQIUUQCPPLTHPPHMFDMCPPLT JEX#[QR90.$&pg=PA21&lpg=PA21&dq=OSPAAAL+marta+harnecker&source=bl&ots=TgDeXqNqD9&sig=N2SnE1djPD2jb6cX26ohsBWQuRk&hl=es&ei=6@50)Z0D)"C-(#HTB9PJCPPL@SFTVMUDUSFTVMUSFTOVNWFE$#H2"&X"2WPOFQBHFRGGBMTFDPOTVMUBEPFMde octubre de 2010).

    78 Eduardo Rey Tristn, op. cit., p. 51.

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    tambin de liberacin, por cuanto buscaran la consecucin de la segunda independencia, la real, frustrada en su da por las oligarquas nacionales y las potencias extranjeras79.

    El ltimo intento del tercermundismo por hacerse presente en el escenario internacional lo constituy la Declaracin Universal de los Derechos de los Pueblos, realizada durante una reunin de las Naciones Unidas en Argel (4 de julio de 1976).

    1.4 Nace una teora econmica para la Nueva Izquierda Revolucionaria

    Os amores na mente, As flores no cho.

    A certeza na frente, A histria na mo.

    Caminhando e cantando E seguindo a cano.

    Aprendendo e ensinando Uma nova lio...80

    Geraldo Vandr

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, el campo econmi-co en Amrica Latina estuvo centrado en teoras del desarrollo; la primera de ellas fue conocida como de la modernizacin. Existen algunos factores explicativos de esta situacin: Estados Unidos fortalecido como potencia mundial frente a una debilitada Gran Bretaa, Francia y Alemania; posicin de lder mundial con la implementacin del Plan Marshall para reconstruir a la devastada Europa Occidental. Adems del apoyo poltico y financiero dentro de la perspectiva de contencin y prioridades diseada por George Kennan. Esta estrategia benefici economas

    79 Ibid, pp. 50-51.80 Extracto de la cancin Pra no dizer que no falei das flores conocida

    tambin como Caminhando.

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    FNFSHFOUFTDPNP5BJXO$PSFBEFM4VSZ+BQOQPSTPCSFMBTprioridades de apoyo a la integracin en Latinoamrica81.

    Un segundo factor es el efecto que provoca la expansin del comunismo (Europa Oriental) y lo fortalecida que resulta la Unin Sovitica y su defensa heroica frente al nazismo. A lo que se suma China y Corea.

    El ltimo factor que explica el desarrollo de esta teora est relacionado con la desintegracin de los imperios coloniales europeos en Asia, frica y Amrica Latina, dando lugar a nuevas naciones-estados en el Tercer Mundo. Estas recin conformadas naciones buscaban un modelo de desarrollo para promover sus economas y aumentar su independencia poltica. La respuesta poda estar en la teora de la modernizacin que estableca que las sociedades modernas son ms productivas, los nios estn mejor educados, y los necesitados reciben ms beneficios82.

    El proceso de desarrollo es el proceso histrico social mismo, puesto que se encamina hacia el desarrollo econmico, social, cultural y poltico de determinada comunidad. Es el proceso histrico-social de una comunidad porque, realmente, se orienta hacia su creciente racionalizacin83.

    Adems, estas sociedades, en el sentido poltico, presentan tres aspectos fundamentales: diferenciacin de la estructura poltica, secularizacin de la cultura poltica (con la tica de la igualdad) y una mayor capacidad de maniobra del sistema poltico en estas sociedades.

    Los principales supuestos de la teora de la modernizacin se basan fundamentalmente en concebir a la modernizacin como un proceso que se realiza a travs de fases. Giovanni Re-yes sostiene que de conformidad con la teora del desarrollo FDPONJDPEF3PTUPXQBSBVOBTPDJFEBEFOQBSUJDVMBSFYJTUFO

    81 Giovanni Reyes, Principales teoras sobre el desarrollo econmico y so-cial, Nmadas, Revista Crtica de Ciencias Sociales y Jurdicas, Madrid, 6OJWFSTJEBE$PNQMVUFOTFIUUQXXXVDNFTJOGPOPNBEBTHFSFZFTIUNDPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

    82 Ibid.83 Helio Jaguaribe, Desarrollo econmico y desarrollo poltico, Buenos Aires,

    Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, p. 15.

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    cinco etapas. Resumiendo, estas cinco etapas son: 1-) la sociedad tradicional; 2-) precondicin para el despegue; 3-) el proceso de despegue; 4-) el camino hacia la madurez; y 5-) una sociedad de alto consumo masivo84.

    1BSB3PTUPXMBTPMVDJOQBSBQSPNPWFSMBNPEFSOJ[BDJOFOlos pases del Tercer Mundo es generar inversiones productivas, entonces la manera de ayudarlos a esta solucin es proveerles ayuda en forma de capital, tecnologa y experiencia. Giovanni 3FZFTEJDFRVFjMBTJOVFODJBTEF3PTUPXFOFTQFDJBMFOMBE-cada de los sesenta, ilustran una de las aplicaciones que desde un inicio tuvo la teora de la modernizacin en el rea de la for-mulacin e implementacin de polticas econmicas y pblicas en general. El Plan Marshall y la Alianza para el Progreso en Latinoamrica son ejemplos de programas influenciados por las UFPSBTQPMUJDBTEF3PTUPXv85.

    Por otra parte, la teora de la dependencia nace directamente relacionada con la crisis del modelo desarrollista de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL) impulsado en la dcada anterior. Eduardo Rey Tristn seala que a travs del concepto de dependencia se quera explicar por qu no se haba logrado el desarrollo con aquel modelo de industrializa-cin por sustitucin de importaciones cuando las condiciones econmicas previas haban apuntado a su viabilidad86.

    Cabe recordar que la CEPAL, fundamentalmente producto de las investigaciones de Ral Prebisch, afirmaba que para crear condiciones de desarrollo dentro de un pas era necesario, entre otros tpicos: controlar la tasa de cambio monetario, poniendo mayor nfasis en las polticas fiscales que en las polticas mo-netarias; promover un papel gubernamental ms eficiente en trminos de desarrollo nacional; generar una mayor demanda interna, incrementando los sueldos y salarios de los trabajado-res; desarrollar un sistema seguro social ms eficiente por parte del gobierno, especialmente para los sectores pobres, a fin de

    84 Giovanni Reyes, op. cit.85 Ibid.86 Eduardo Rey Tristn, op. cit., p. 52.

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    generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a ser ms competitivos; e implementar estrategias nacionales que sean coherentes con el modelo de sustitucin de importaciones, protegiendo la produccin nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos.

    Para algunos autores la propuesta de Prebisch y de la CEPALfue la base de la teora de la dependencia a principios de los aos cincuenta. Sin embargo, para otros autores como Faletto y Dos Santos, luego del fracaso de las propuestas de desarrollo de la CEPAL, surge propiamente la teora de la dependencia.

    A mediados de la dcada de los sesenta se public este mo-delo terico ms elaborado. Entre sus principales autores de la teora de la dependencia, estaban Andr Gunder Frank, Ral Prebisch, Theotonio Dos Santos, Enrique Cardoso, Edelberto Torres-Rivas y Samir Amin.

    Para muchos autores es el neomarxismo y no el marxismo ortodoxo clsico el que provee una base para la teora de la de-pendencia. Por ejemplo, el enfoque clsico se centra en el anlisis del papel de los monopolios extendidos a escala mundial, mien-tras que el centro del neomarxismo es proveer una visin desde las condiciones perifricas. Adems, el marxismo clsico previ la necesidad de una revolucin burguesa en la introduccin de procesos de transformacin; desde la perspectiva neomarxista y basndose en las condiciones actuales de los pases del Tercer Mundo, es imperativo saltar hacia una revolucin social, princi-palmente porque se percibe que la burguesa nacional se identifica fuertemente con posiciones de lite y de la metrpoli ms que con posiciones nacionalistas. Por ltimo, el enfoque marxista clsico cons