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El Magallanes • 1 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl en el sofá José Villarroel Alejandro Olate El inédito relato de un joven preso en Dawson O’Higgins # 974 Fono 2242026 [email protected] Lo mejor de la gastronomía peruana ahora en Punta Arenas • Pisco Sour a la peruana • Piqueos • Chicharrones • Ceviche • Tiradito • Pulpo al olivar • Papas a la Huancaina • Causas • Anticucho • Parihuela • Seco de cordero • Lomo Saltado • Ají de gallina • Arroz Chaufa • Turrón de chocolate • Suspiro de limeña • Creme Brulee y más Lunes a Sábado de 12:30 a 15:30 y 19:00 a 24:00 hrs. Cotícenos - Cenas - Eventos - Manifestaciones - Empresas DESDE AHORA MENU AL MEDIODIA $5.950 (12.30 a 15.30 hrs.) Entrada-Fondo- Postre- Jugo o Bebida o Copa de Vino DELIVERY para retirar o recibir en su casa

enelsofá - La Prensa Austral · que sólo se apropiaron del nombre para dar impor-tancia a las asonadas gol-pistas. En Punta Arenas, los ge-nerales Manuel Torres de la Cruz, José

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Page 1: enelsofá - La Prensa Austral · que sólo se apropiaron del nombre para dar impor-tancia a las asonadas gol-pistas. En Punta Arenas, los ge-nerales Manuel Torres de la Cruz, José

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Alejandro Olate

El inédito relatode un joven preso en Dawson

O’Higgins # 974 Fono [email protected]

Lo mejor de la gastronomía peruanaahora en Punta Arenas

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Por Sergio Lausic Glasinovic

Este relato se inicia junto a los aconteci-mientos del golpe de es-

tado del 11 de septiembre de 1973. En Magallanes se constituye una “junta militar” de carácter pro-vincial, como un remedo de la que se había dado en Santiago, para todo Chile. La “junta” es una insti-tución muy repetida en la historia política de Chile. Las hay de muy impor-tante significación, como

aquella de la Primera Junta de Gobierno de 1810. Otras que sólo se apropiaron del nombre para dar impor-tancia a las asonadas gol-pistas.

En Punta Arenas, los ge-nerales Manuel Torres de la Cruz, José Berdichesky, como y el almirante Hora-cio Justiniano, dieron for-ma a una organización que llamaron jactanciosamen-te con esa denominación. Llamó la atención que en esta Junta Militar Provin-cia no se encontrara el general del Cuerpo de Ca-rabineros. Posteriormente

se supo que este alto fun-cionario policial tuvo una actitud de rechazo a estas acciones golpistas.

Una de las primeras me-didas fue la divulgación de una serie de bandos los que en su mayoría tenían carácter represivo hacia la mayor parte de la pobla-ción. Sabido era que, en Magallanes, el compro-miso de adhesión hacia el Presidente Allende, su movimiento y su progra-ma era significativamente importante. Estas medi-das tuvieron el objetivo de neutralizar la resistencia

civil hacia los golpistas y sus intenciones. Además de la historia política de la provincia, (denominación administrativa anterior a región) se encontraban los antecedentes electo-rales de la última elección parlamentaria de marzo de ese año, donde el Partido Socialista (PS) se levantó con la primera preferencia electoral, conjuntamen-te con la Unidad Popular (UP), coalición gobernan-te que le daba sustento al gobierno del doctor Salva-dor Allende.

Estos bandos se repetían constantemente por los medios de comunicación, prensa radial, escrita y te-levisiva. En ellos se repetían los nombres de los dirigen-tes de los partidos de la UP, socialistas, comunistas e in-tegrantes de diversos otros partidos menores, como además integrantes de las principales organizaciones sindicales.

Estas personas eran pe-rentoriamente llamadas a presentarse a los diversos cuarteles militares o co-misarías, para ponerse a disposición de las autori-dades militares. En otras palabras, debían todos ellos ser recluidos a la es-pera de nuevas decisio-nes. Justamente aparecie-ron nombres de diversos dirigentes, militantes y simpatizantes. Se entre-garon públicamente los nombres y apellidos que aparecieron en esos pri-meros bandos, junto al de otros ciudadanos, todos ellos partidarios del go-bierno del doctor Allende. La condición de militante socialista o de otros par-tidos perteneciente a la coalición de la UP, como de integrantes de las úl-timas direcciones de esos conglomerados políticos en Magallanes, los trans-formaban en enemigos de los nuevos regentes que se adueñaban de la conduc-ción político administrati-va de Chile.

Las autoridades elegidas democráticamente por la ciudadanía, como las per-tenencias a instituciones republicanas, que clara-mente se identificaban con el proceso de cambio democrático, que enca-bezaba Salvador Allende, fueron obligados a dejar

sus funciones públicas y privadas, como sus debe-res y responsabilidades la-borales. Todo lo dicho para ponerse a disposición de las fuerzas militares.

En el territorio magallá-nico, por razones estra-tégicas del territorio, las FF.AA. se presentaban, en esos momentos, como una organización numerosa y con demasiado poder de fuego como intentar, por un grupo de civiles inex-pertos, oponer resistencia. Por lo demás en diversos instructivos partidarios, en reuniones de la diri-gencia en Santiago, como en la provincia, se había expresado claramente la total pasividad en caso de golpe de estado.

Esta posibilidad había ganado desgraciadamente espacio en algunos grupos y sectores de la sociedad chilena, por lo que la si-tuación de un alzamiento o golpe estaba en el pensa-miento constante del país. Ya se habían producido, en momentos anteriores, al-gunos cuartelazos que de-nunciaban esta actitud de algunos sectores al interior

de las FF.AA. y de la socie-dad chilena. Incluso en el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva ya se había además producido una situación golpista con el general Viaux.

En Magallanes se co-mentaba la posibilidad del golpe y a niveles partida-rios se habían instruido, en caso tal, la total pasi-vidad, ya que las posibili-dades de enfrentarse a las fuerzas militares era to-talmente irresponsable y suicida. Indudablemente lo que más impactaba a los ya detenidos militantes, fue la resistencia del Pre-sidente y sus leales, contra las fuerzas alzadas que se habían organizado para efectuar el golpe, como además el bombardeo al Palacio de La Moneda.

El deceso del Presiden-te Allende, que en un co-mienzo estuvo rodeado de dudas y misterio, fue la gran lápida que caía so-bre la República. Se ponía término a un largo perío-do de cambios y transfor-maciones democráticas. Estas se habían desarro-llado durante todo el siglo

XX, pero con mayor fuer-za desde la aparición del Frente Popular. El gobier-no de Salvador Allende era la culminación de todo un período, que hacia los ini-cios de los 70’s había al-canzado su máxima expre-sión. Una serie de factores internos y externos habían permitido las circunstan-

cias que facilitaron las co-sas, para que la República, como institución e ideal, se desplomara bajo las bo-tas, bombas y balas del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.

Se cerraba un período y se abría uno nuevo que ya, para los que debían sufrir las consecuencias de la

represión virulenta y ex-tremista del régimen, ade-lantaba el tipo de gobierno y de condiciones en que se tendría que enfrentar una importante mayoría de los chilenos.

Mientras todavía se mantenía en las retinas y memoria las palabras fi-nales del Presidente y su simbólica resistencia, cada uno de los nombrados en los bandos magallánicos se presentaron ante los cuar-teles. A un buen número le correspondió el Regimien-to “Pudeto”. Algunos, como medida de precau-ción, se hicieron acom-pañar por algún familiar o amigo y de esta manera dejar constancia de su en-trega sin resistencia. Otros lo hicieron solos o con al-gún compañero militante que también era llama-do. Hubo otro grupo que ya habían sido detenidos, por algunas de las patru-llas que tenían esa misión, tanto en sus domicilios o lugares de trabajo.

A 40 años del encierro de prisioneros políticos en isla Dawson

Crónica de un confinamiento- Al momento del derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, Sergio Lausic era docente de la Universidad Técnica del Estado de Punta Arenas, además de miembro del Partido Socialista. Estuvo detenido en el campo de concentración insular y tras su liberación vivó en el exilio en la ex Yugoslavia.

Los bandos se repetían constantemente por los medios de comunicación, prensa radial, escrita y televisiva. En ellos se repetían los nombre de los dirigentes de los partidos de la UP, como además integrantes de las principales organizaciones sindicales. Estas personas eran perentoriamente llamadas a presentarse a los diversos cuarteles militares o comisarías

El historiador y ex preso político, Sergio Lausic Glasinovic.

(sigue en la pág. 4)

- El siguiente relato vivencial es un adelanto de un libro a editarse próximamente, y fue cedido como una colaboración del académico a El Magallanes. El texto publicado hoy corresponde a la primera parte. La segunda y final se incluirá en edición de mañana de La Prensa Austral.

Visita de periodistas magallánicos a cerciorarse de la situación de los prisioneros políticos en isla Dawson. Desde la izquierda: Francisco Eterovic, periodista; profesor Sergio Lausic, docente Ute, y Antonio Bianchi, en trabajos obligados de reparación de la huella.

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Paralelo al Pudeto, hubo primeramente otros cen-tros de detención que re-presentaban a diversos recintos de la Armada y la Aviación. Estos últimos dieron motivo a que se configurara la existencia de recintos clandestinos, los que fueron descubier-tos y denunciados a las de-legaciones de la Cruz Roja Internacional. Todo esto dará material de presenta-ción y análisis en capítulos posteriores.

La libertad se terminaba. Ahora aparecía borrosa, pero llena de temores, una nueva realidad, donde la condición del ser humano y sus derechos, se presen-taban en una total incerti-dumbre y vulnerabilidad. Esto lo corroboraron los detenidos al momento.

El zarpe

El acto de presenta-ción voluntaria, de tantos partidarios del gobierno del Presidente Allende, se basaba en el hecho de la muerte del Presidente y que la situación era de total dominio por las fuer-zas militares golpistas. No tenían más que hacer sino aceptar la triste y fría rea-lidad. Esto por una parte. A lo dicho, se debía asu-mir la eventual responsa-bilidad, por la situación que se había generado en los últimos tres años. Era un hecho que existía una responsabilidad por la conducción del proceso y sus consecuencias. Esto se explica desde el punto de vista de la responsabilidad política y el hecho concre-to que nacía del golpe de estado que se estaba vi-viendo.

Junto a lo anterior, se encontraba la posible res-ponsabilidad en otros pla-nos, como aquellas de tipo administrativo que, en caso de los funcionarios del Estado le correspon-de asumir, por actos de su propia responsabilidad. La mayoría, que se encon-traba en esa situación, se mantenían tranquilos: no tenían nada que ocultar, ni en sus vidas como ciu-dadanos, que libremen-te habían optado por una

alternativa política, que la propia Constitución ga-rantizaba, ni tampoco en sus vidas como funciona-rios o profesionales, en los diversos organismos del Estado.

Se encontraban tranqui-los desde la perspectiva de sus conciencias, pero era indudable que, paralelo a ello, aparecían presagios muy negros sobre las po-sibles situaciones de la se-guridad personal, como de la familia. Hechos de una expresión de utilización de

la fuerza tan radicalizada, como fue el bombardeo de La Moneda y el tratamien-to brutal, a los primeros detenidos, eran un mal presagio.

El haber sometido a bombardeo al símbolo de la República, denotaba una determinación abso-luta, por parte de los mi-litares que habían asumido la asonada golpista, como un temor muy grande, por otro lado, sobre la posible resistencia que la civilidad o una parte importante de

ella pudiera desencade-narse con el tiempo. Los que eran dirigentes, en algunos de los niveles, en especial en los llamados sectores medios, aquellos que organizan y movili-zan a los actores políticos, la situación del golpe mi-litar se les abría con una enorme interrogante ha-cia el futuro. ¿Cuál sería la actuación de las nuevas autoridades en relación de neutralizar la posible opo-sición, tanto interna como externa, que era indudable e inevitable que se iba a presentar?

Muchas de ellas eran las interrogantes que co-menzaron a construir en esas primeras horas que estuvieron en el gim-nasio “Cañas Montalva” del Regimiento Pudeto, mientras conversaban con otros detenidos. En esos momentos algunos habían sido sometidos a apremios físicos violentos y tenían en sus rostros y cuerpos las huellas de los interro-gatorios.

El comandante del Pu-deto había recibido a va-rios de los detenidos. A

varios los conocía perso-nalmente. Sus padres eran originarios de Chiloé y te-nían un pasado progresis-ta. Por lo tanto el hombre era inicialmente cauto y se expresaba a un mensaje de tranquilidad:

“Señores, esta situación es momentánea y sólo tie-ne como objetivo asegurar la tranquilidad del pro-ceso. Uds. no tienen nada que temer, pues en esta unidad se respetarán a to-das las personas. Momen-táneamente están siendo recibidos en las depen-dencias del gimnasio, porque como Uds. pue-den imaginar no estába-mos preparados para esto. Pienso que en la medida que se tranquilice la situa-ción en el norte quedarán todos Uds. en libertad y podrán seguir con sus ac-tividades cotidianas.”

Y agregó para ser más rotundo: “Las FF.AA. de Chile son muy profesiona-les y no permitirán ningún exceso en contra de las personas que se presenten llamada en los bandos. Es-tamos en estado de guerra y a los prisioneros se les

tratará de acuerdo a las normas internacionales“.

Estas fueron en general, las palabras y pensamien-tos de este oficial.

Personalmente acom-pañó a varios de los dete-nidos hasta el recinto del gimnasio e ingresando con ellos. Había zarpado ya un grupo hacia la isla Dawson y en este segundo grupo habían unas 10 personas. Estas se movían caminan-do alrededor de la pista del local, tratando de mante-ner el calor, pues si bien el día era asoleado, el viento fuerte y constante traía aún los fríos del invier-no magallánico. El hielo de la noche estaba aún en las pozas y el débil sol de mediodía no era capaz aún de derretirlo. El lugar no tenía calefacción y por lo tanto eran necesarios uti-lizar varios recursos para mantenerse con una buena temperatura. El caminar en una u otra dirección era la más recurrente. Lo otro era ingerir alguna bebida caliente como té o café.

Un funcionario del ejér-cito anotaba las señas per-sonales y les manifestaba

que se podía enviar una carta a la familia, solici-tando material de vestua-rio y de cama, como ali-mentos y útiles de aseo. Esto lo cumplían inme-diatamente para informar a sus seres queridos, mujer y padres, donde se encon-traban y en que situación.

¡“Hola amigazo, como te encuentras”!, expresó a modo de saludo, acompa-ñado con un fuerte apretón de manos Antonio (Antu-co) González, hermano de Carlos, diputado socialista por Magallanes, el cual aún no se había presentado, ni había sido encontrado por los militares.

“Ya salió el primer grupo hacia isla Dawson”, agre-gó. “A nosotros también nos llevarán a ese lugar. Lo designaron como centro de confinamiento”. Todo lo anterior dirigido hacia un profesor de la Ute, sede local.

Estaba preocupado por la suerte de su hermano, el cual era un líder dentro del PS a nivel local. En los últimos meses, el diputado González, no había tenido una buena relación con el general Torres de la Cruz, a raíz de los allanamientos tan atropelladores hacia los trabajadores, efectua-dos en la industria Lane-ra Austral y de los cuales, Carlos González, había sido muy crítico.

La verdad es que este allanamiento, escudándo-se en la ley de Control de Armas, fue cometido con exceso de celo y acción militar. Culminó con la muerte de un obrero ulti-mado a balazos. En el Par-lamento chileno, por esta acción, al general Torres de la Cruz se le denominó “el sátrapa magallánico”.

Varios de los detenidos fueron encontrados en sus lugares de trabajo o en sus hogares o se habían pre-sentado voluntariamente. De acuerdo a las versiones de algunos de ellos, sus experiencias diferían de las opiniones vertidas del comandante del Pudeto. Con posterioridad se co-mentó que este oficial fue dado de baja por ser sus padres proclives al PS en Chiloé, su lugar natal.

Con respecto a algunos de estos detenidos, se les

podía reconocer en sus rostros y cuerpos las hue-llas de los malos tratos y torturas a las que fueron expuestos, durante varias horas durante la noche. Las golpizas y tratamien-tos eléctricos, comenza-ban a ser uno de los re-cursos más recurrentes de la llamada “inteligencia” militar.

Las preguntas sobre al-gunos dirigentes que no se presentaban todavía, a ninguno de los cuarteles o comisarías, era una de las materias de preocupación de los militares, quienes cada cierto tiempo reco-rrían el gimnasio pregun-tando a cada uno si sabía-mos del paradero de los buscados. Ya se estaba en antecedentes que algunos militantes y dirigentes de la Juventud Socialista, se habían dirigido a pié hacia la frontera con Argentina y así de esta manera al-canzar hasta Río Gallegos. Esta acción si tenía éxito significaba caminar alre-dedor de 300 kilómetros a campo traviesa, en con-diciones bastante duras, ya que como se presentaba el tiempo, las temperatu-ras estaban muy bajas y las condiciones de pernoctar a la intemperie obligaban a difíciles exigencias físicas y sicológicas. El camino hacia la libertad siempre se construye con los sacri-ficios más extremos.

Con posterioridad se supo que todos ellos alcan-zaron con éxito esta sufri-da marcha. Todos llegaron a su destino, la ciudad ar-gentina de Río Gallegos, y con ello demostraron la vulnerabilidad del sistema de seguridad impuesto. Que un puñado de jóve-nes sin más entrenamiento y preparación que la vo-luntad de no entregarse y fueran capaces de burlar todos los controles, dejaba para el futuro una impor-tante lección.

Durante el transcur-so de esa mañana y de las primeras horas de la tar-de fueron llegando otros integrantes de la Unidad Popular, todos ellos apa-recidos en las nóminas de los bandos. Militantes de partidos, simpatizantes del movimiento allen-dista, dirigentes de los

sindicatos y organizacio-nes comunitarias. El clima en el recinto era de fuerte tensión, ya que eran co-nocidos los acontecimien-tos de Santiago. La suerte de todos los detenidos era un enigma, pero ninguno se hacía buenas expecta-tivas. Por las informacio-nes locales se entregaban antecedentes que serían trasladado a la isla Daw-son, donde se les aplicaría una disciplina y además de utilizarlos en trabajos dis-ciplinarios.

Todas estas informa-ciones no hacían más que resaltar el carácter veja-torio y anticonstitucional de todas estas acciones, contra ciudadanos que la única causa de sus males estaban basados en haber

sido leales militantes de la causa que representaba el Presidente S. Allende.

“Rucio”, acotó otro de los compañeros: “nos va-mos a encontrar sometidos a todos tipo de extremos con estos milicos”.

“En Dawson quizá cómo vamos a ser recibidos”, fueron sus preocupantes palabras.

“Debemos tener fuerza y ayudarnos. No debemos olvidar que tenemos fami-lia que están preocupados por nuestra suerte y espe-rando que regresemos”, fueron algunas de las pala-bras que atinó a responder el aludido.

Con seguridad. El que así contestaba, mantenía igualmente las preocu-paciones y temores por

el futuro que se les venía encima. El ser trasladados a Dawson y sometidos a trabajos físicos, podían ser motivo de penurias, enfer-medades y quizá que otros males. Todos los detenidos se encontraban muy ten-sionados ya que, sumado a la pérdida de la libertad, se agregaba el futuro inse-guro en un lugar de reclu-sión, que ya se vislumbra-ba como recinto o sitio de confinamiento para oposi-tores políticos al régimen militar que se estaba ins-taurando en Chile.

Como a las 16 horas se inició la organización de un grupo para ser enviado a Dawson. Un oficial los iba llamando, a viva voz, para engrosar las filas de los destinados. Durante el transcurso de las horas se produjo un ambiente más suelto entre los deteni-dos con el personal mili-tar. Muchos de ellos eran sargentos u oficiales con los cuales durante años se mantuvo una relación cer-cana, propia de una ciudad pequeña, donde civiles y militares compartían ta-reas comunes, como ser deportivas, sociales, de parentesco o de amistad. En el fondo la mayoría se conocían y las propias pa-labras de los uniformados, como algunos gestos de tomarse un café con algu-

nos, o de convidar algún cigarrillo, o también de comprometerse a dar aviso a la casa de algunos de los detenidos, para tranqui-lizar a los familiares, todo ello había producido una momentánea tranquilidad.

Las características de una sociedad abierta per-mitían la construcción de redes sociales que, ahora en esta situación extrema, podía traer alguna signi-ficación. Personal del lla-mado cuadro permanen-te del Ejército, oficiales y clases, eran parte de la sociedad magallánica y, por lo tanto, era común el mantener diálogos y rela-ciones en la vida cotidia-na con estos funcionarios. Las opiniones de algunos de ellos eran alentadoras en muchos aspectos: “En un tiempo más se llamará a elecciones y es muy pro-bable que salga Frei nue-vamente de Presidente”, eran algunas de las opi-niones.

O esta otra: “Nosotros los militares no estamos para gobernar. La política es para los civiles, así que en cuestión de un tiempo, ya verán Uds”.

También reflexiones como: “Ahora van a venir

Los presos políticos al termino de una jornada de trabajo forzado. Al final, con la pala al hombro, se ve al asesinado canciller Orlando Letelier.

Algunas de las barracas y los nombres de connotados ex ministros de Allende y políticos confinados en Dawson.

El comandante del Pudeto había recibido a varios de los detenidos. A varios los conocía personalmente. Sus padres eran originarios de Chiloé y tenían un pasado progresista

Una guardia nutrida de infantería de marina y de militares, con armas automáticas y bayoneta calada, los esperaban. Con empujones, culatazos e improperios de grueso calibre los obligaron a subir a los vehículos militares

(sigue en la pág. 6)

(Viene de la pág. 3)

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6 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl El Magallanes • 7 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl

los democristianos y ellos van a gobernar. En unos meses más es seguro que llamarán a elecciones”.

En general esas eran las opiniones más comunes y generalizadas entre el per-sonal de clases e incluso ofi-ciales. Nadie expresaba otra opinión. Pero para muchos de los detenidos, las opinio-nes de estos individuos, eran propias de militares sin ma-yor conocimiento político de la situación gravísima a la que habían incurrido. Dar un golpe de estado y apropiarse del poder político y además suprimir el poder legislativo, que era la segunda autoridad constitucional del país, todo ello conformaban hechos de un gravedad extrema, que no podía remediarse en el corto plazo.

Todo el grupo nombrado, alrededor de unas cuarenta personas, fueron llevados al patio del cuartel y embarca-dos en unos buses, todo esto con las mayores medidas de seguridad. Fueron acompa-ñados con piquetes de guar-dias armados, con fusiles automáticos. La orden era perentoria y así se los hizo saber el oficial a cargo, un subteniente que estaba tan nervioso como los detenidos:

“En caso de ataque todos de-ben lanzarse al piso del bus. Si el ataque continúa y tratan de liberarlos, se les disparará inmediatamente. Esa es la orden que tienen los escol-tas”.

Frente a esta nueva situa-ción los trasladados podían sacar las conclusiones que se estimaran convenientes.

¿Quiénes eran aquellos que los podían atacar o venir a li-berar?

¿Era esta una triquiñue-la de amedrentamiento o se planeaba realmente en ulti-marlos simulando un ataque?

Esto último estaba en la mente de la mayoría de los que eran trasladados en el bus, ya que era sabido que no se contaba con una or-ganización, ni gente apara

una maniobra de este tipo. En Magallanes no existía or-ganización por parte de los partidarios de la UP que pu-dieran pensar, diseñar o más aún llevar a cabo una acción de este tipo.

De esta manera el viaje ha-cia el destino de embarque por las calles desiertas de Punta Arenas, fue de tensión extrema. La ciudad y sus ca-lles, se encontraban desiertas por el toque de queda que estaba rigiendo. En el cami-no divisaron a los compa-ñeros Luis Alvarado Saravia y Guillermo Sáez. Ambos se dirigían hacia el Regimiento Pudeto a presentarse. Eran dirigentes del Regional del PS en Magallanes.

Los buses descendieron por avenida Independencia.

En un primer momento la idea fue que se dirigían ha-cia el muelle fiscal “Arturo Prat”, pero al contrario, do-blaron hacia la derecha, di-rección sur, lo que los llevó en pocos minutos, al antiguo Varadero de la Armada co-nocido como Asmar. Ingre-saron, al sector bajo del re-cinto, donde los esperaban, armados hasta los dientes, infantes de marina y perso-nal de marinería de los barcos estacionados en los sitios de atracadero. Los mantuvie-ron alineados y en fila india con sus bultos, encaminados hacia las embarcaciones. De-bieron primeramente cruzar por la cubierta y de ahí subir a la nave de transporte para su destino, un escampavía como se llamaban en la zona a las embarcaciones de tipo ballenero, utilizadas como patrulleras y que recorrían los sinuosos canales patagó-nicos.

En ella ya se encontra-ba otro grupo de prisione-ros. Eran funcionarios de la Empresa Portuaria de Chile, detenidos en sus lugares de trabajo, en Punta Arenas, además de un médico, Juan Rojas, el cual había efectua-do sus estudios en Uruguay, detenido en Cerro Sombrero, aldea - campamento del pe-tróleo en Tierra del Fuego.

Sus aspectos no eran muy

alentadores, ya que denota-ban muchas horas de tensión y malos tratos. No era un cua-dro alentador, sino más bien les auguraba un mal presa-gio para los que les esperaba. Estaban sobre la cubierta de una de las naves, a la intem-perie por varias horas, como narraron más tarde. Entu-midos de frío tuvieron que soportar, estoicamente, las bajas temperaturas de la tar-de, de pié, separados uno del otro, sin derecho a comuni-carse, como tampoco a mo-verse, con guardias delante de ellos que los increpaban constantemente, mientras los apuntaban con sus armas automáticas.

La llegada del grupo del Pudeto fue un descanso para ellos, ya que pudieron mo-verse detrás del grupo, in-gresando de esta manera al interior de la nave. Después de ascender y volver a bajar por escaleras estrechas, se les ordenó sentarse en unos pe-queños cubículos. Estos ha-cían de comedores de la tri-pulación. Un mozalbete, con el uniforme de la marinería, fue encargado de vigilarlos. El individuo comenzó, desde el inicio, a atemorizarlos apun-tándolos con la trompetilla de su fusil automático, haciendo constantemente movimien-tos de apuntar y disparar, como hacer trabajar el cerrojo del arma. Su actitud provoca-dora y presumida los ponía a todos intranquilos. Si eso fue su intención, lo consiguió, ya que su aspecto no era más bien de un profesional, sino de un pandillero de barrio, al cual se le había entregado un arma demasiado seria, la que manipulaba en forma total-mente imprudente. Fue tanta su actitud que, un unifor-mado envuelto en un grueso chaquetón y pasamontaña azul, probablemente sargen-to, lo conminó a tranquilizar-se y a no accionar el arma.

Su actitud irresponsable pudo provocar una tragedia. Con todo, lo más impactan-te para todo el grupo, fue cuando la nave bajó el andar de sus motores y quedó en marcha lenta. La idea más recurrente que pasó por la mente, en esos instantes de la mayoría, era que los po-dían fondear en las aguas del estrecho o practicar al-gún tipo de tortura. Fueron varios minutos de fuerte tensión. Gritos y órdenes en cubierta rompían el silencio de la noche. Todos se man-

tuvieron atentos, incluso los guardias miraban hacia las escaleras y escotillas, como esperando alguna or-den. Finalmente los motores volvieron a retumbar con su fuerte zumbar, estreme-ciendo a la nave. Todos en el grupo respiraron con cierto alivio.

Si la maniobra pretendía crear una situación de temor, entre los detenidos, fue obvio que obtuvie-ron su objetivo. Miradas furtivas entre todos los que se encontraban en el cubículo reflejaron las mismas tensiones y pensamientos. En esas circunstancias podía pasar cual-quier cosa con los prisioneros. La traída de unos tazones y de café ca-liente trajo la calma. Algunos, des-pués de la reconfortante bebida, quedaron dormitando, apoyados unos a otros en los asientos, frente a la pequeña mesa, agotados de tan-tas tensiones.

Cuando, días más tarde y ya establecidos en la isla, muchas veces comentaron esos momentos de angustia, arriba del escampavía, en medio de las aguas del es-trecho de Magallanes, en esa noche de septiembre.

Alrededor de las 21 horas arribaron al destino. Car-gando sus bultos y equipa-jes, se encontraron con el exterior. Una copiosa neva-da los recibió esa noche en puerto Harris, como se supo el nombre del sitio donde se atracó. Los copos eran tan gruesos y abundantes que, prácticamente, no se veía más allá de los haces de lu-ces de los camiones que se encontraban alineados en la playa, esperando la llegada de los detenidos. Una guar-dia nutrida de infantería de marina y de militares, con armas automáticas y bayo-neta calada, los esperaban. Con empujones, culatazos e improperios de grueso cali-bre los obligaron a subir a los vehículos militares.

Para desembarcar del es-campavía, tuvieron que ba-lancearse, en un peligroso equilibrio, sobre unas tablas que hacían de puente entre la embarcación y la playa. Ahora era la dificultad de la altura, desde el suelo cu-bierto de una gruesa capa de nieve, a las camadas de casi dos metros de los vehículos. Todo ello hacía difícil el as-censo de los equipajes y de los detenidos. Finalmente ante los gritos, insultos de una soldadesca preparada para recibirnos de esa for-ma, subieron todos a los

Los detenidos formados frente a la barracas.

camiones. Estos se pusieron en marcha, mientras la nieve persistía en su caída.

El tiempo de traslado duró unos 20 minutos. La carava-na se detuvo. Se abrieron los portalones traseros y proce-dieron a descender.

Fueron conducidos, bajo una luz mortecina hacia un cam-pamento cuyas edificaciones denotaban su precariedad. Los introdujeron en lo que parecía un comedor de campaña. Se les ordenó sentarse y esperar las instrucciones. Comenzaron a ser nombrados y debían, con su equipaje, presentarse en una edificación continua. Los que fueron llamados no regresaban. No se sabía de que se trataba pues no entregaban ninguna explicación. Sólo debían llevar su equipaje y rápidamente tras-ladarse fuera del recinto hacia

otro lugar. El asunto consistió en abrir el

equipaje, el que era minucio-samente revisado por guardias armados que, mientras unos escudriñaban, los otros apun-taban con el fusil a cada uno, como a un metro de distancia. Una vez terminada esta rutina, se les ordenaba desnudarse y presentarse ante una comisión de oficiales que lo observaban de arriba abajo, primeramente por el frente y posteriormente, haciéndolo girar, por la espalda. De esta manera tenían una ob-servación de todo el cuerpo del detenido.

Posteriormente se enteraron, de acuerdo a las versiones de los demás prisioneros, que revisa-ban a las personas para constatar el estado de salud o físico de las personas, si venían con daños corporales o heridas, producto de

lesiones anteriores o de aquellas producidas por efecto de la deten-ción, como sucedía con varios de los trasladados. Muchos de ellos demostraban huellas de los mal-tratos, por haber sido sometidos a apremios físicos, golpizas bruta-les, schok eléctricos, para obtener información sobre personas o lu-gares de reunión.

El comandante Fellay, que así se llamaba el oficial a cargo de la base naval de Dawson, quería estar se-guro del estado de salud física de los prisioneros que le habían en-tregado en custodia. De la noche a la mañana se transformó en co-mandante de un campo de confi-namiento político con prisione-ros. Desde ahora en adelante será el responsable directo de lo que les pudiera suceder en Dawson. Esta-ba claro que él así lo comprendió y asumió.

Una vez cumplido el ritual

que se habían prefijado, cada uno de los detenidos, acom-pañados siempre de fuerte guardia armada, fueron con-ducidos a unos barracones, a los que se accedía cruzando, por una pasarela, un pequeño chorrillo.

El tiempo proseguía con la nevazón y una gruesa capa de nieve se hundía bajo los pies de estos hombres confinados ahora en Dawson.

Muchos recordaron a sus seres queridos quiénes les ha-bían enviado un equipaje con calzado apropiado y ropa abri-gada.

¿Qué estuvieron pensando sus seres queridos, mujeres, hijos y padres, sobre la situa-ción y suerte de ello? Habían sido trasladados a un sitio ale-jado, de difícil comunicación, prácticamente inaccesible

para gente civil, sino tienen el apoyo y consentimiento mili-tar.

Dawson era una isla, de triste historia para Magalla-nes por lo demás, donde se los había recluido y donde estaban irremediablemente separados de la civilización y en manos nuevos cancer-beros. Cualquier situación anómala, que ya todo caía en esa definición, que pudiera sucederles, era obvio que era el lugar ideal para atentar contra las personas.

¿A quién se le podría hacer saber lo que aconteciere en ese austral y apartado paraje, en medio del es-trecho de Magallanes? Sólo se po-día acceder a este lugar geográfico por barco o avión de pequeño ta-maño, todo ello bajo estricto con-trol militar. Isla Dawson había sido entregada por el gobierno de la

Unidad Popular, por el Presiden-te Allende, a la Armada de Chile, para que diera forma a una base militar naval. Además se había organizado, en sus campos, una estancia ganadera, cuyo nombre era Esmeralda.

Ese era el sitio de reclusión al que se debían enfrentar y ade-más superar, si tenían suerte, en las mejores condiciones fí-sicas y mentales.

Esa noche se durmió con los pensamientos más encontra-dos, recordando a las familias e inculcándose ánimo y valor para lo que viniera por delante.

Dawson era para ellos ya, una cruel realidad.

Nota: En la edición de este lunes de La Prensa Austral se publicará la parte final de este relato.

En Magallanes se constituye una “junta militar” de carácter provincial, como un remedo de la que se había dado en Santiago, para todo Chile

(Viene de la pág. 5)

A fines de diciembre de 1973 los prisioneros políticos confeccionaron una suerte de postal navideña.

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8 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl El Magallanes • 9 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl

liberado el 25 de febrero de 1975 yo tenía casi lista mi extradición para irme a Alemania, porque tengo un tío que vive allá, mé-dico de profesión y padrino de bautizo, César Saavedra, quien se enteró que yo había sido de-tenido y estaba preso. El buscó los medios para poder tramitar mi extradición y que yo me fue-ra allá a estudiar medicina. Pero no se concretó, porque Patricia Olate Levet, mi hermana -que salió Reina de la Primavera el año 1974-, hizo todos los trámi-tes para que se reabriera mi caso y se investigara. Se estudiaron las declaraciones y el proceso en Santiago. Patricia vuelve con el indulto presidencial firmado y quedo libre, pero me conmutan la pena de cárcel por cárcel-ciudad y firma semanal en Gen-darmería, en ese tiempo. Por lo tanto, me dejaban igual amarra-do de manos por el tema de la condena, de la cual me faltaban casi tres años”, prosiguió Ale-jandro, situación que le impe-día, además, seguir desarrollan-do su carrera deportiva fuera del país, como basquetbolista, ya que era seleccionado nacional.

Un apoyo inesperadoSin embargo, el destino le te-

nía preparada una sorpresa, que daría un giro positivo luego de esta etapa “negra” de su vida.

“Entonces, aparece un perso-naje del cual, hasta el día de hoy, tengo un muy buen recuerdo, que es el comandante (del Ejér-cito) Cordero del (Regimiento) Blindado. El me conoció, a tra-vés de mi primo Sergio Olate Aguilar, también basquetbolis-ta, que en ese momento estaba haciendo su servicio militar. Como buenos jugadores de bás-quetbol, habían salido campeo-

nes nacionales militares y mi primo le habló al comandante Cordero de mí. El comandante me mandó a buscar, tuvimos una reunión en su oficina y me dijo que él sabe mi historia, que él iba a ser mi aval para que yo pueda seguir haciendo deporte y salir de la región, que se iba a jugar la carrera, su familia y su vida, pero que él confiaba en mí, en que yo iba a salir a jugar y después iba retornar y no me iba a exiliar en ninguna par-te…”, contó, emocionado, Ale-jandro, reconociendo que hoy no recuerda el nombre de aquel hombre del Ejército.

“Fue uno de los pocos unifor-mados del que tengo recuerdo

que le haya tendido la mano a un ex preso político, colocando en juego su carrera”, añadió. “No he sabido nunca más de él, no he tenido la fortuna de volverlo a encontrar”.

Pero faltaba solucionar otro obstáculo: el poder ingresar a estudiar a la universidad. Ale-jandro tuvo que dar tres veces la entonces Prueba de Aptitud Académica (P.A.A.) para poder lograrlo. Sin embargo, debido a lo que él califica como una per-secución sistemática durante años, las dos primeras veces que rindió la prueba, nunca supo los resultados. No fueron publica-dos en el diario, ni siquiera había registro de que había rendido la

P.A.A. El lo atribuye al intento de abortar cualquier posibilidad de surgir en la vida por parte de quienes ostentaban el poder en esa época, a través de los orga-nismos como la Dina y poste-riormente la CNI.

Luego de dos intentos fa-llidos, “trabajé dos o tres años seguidos reuniendo re-cursos para lograr mi objeti-vo de llegar a la universidad. Llego a la Universidad de Chile, un año antes (1978), a visitar a unos amigos (…) Ju-gué un partido universitario de básquetbol, en la mitad de la semana universitaria de la Universidad de Chile y me vio el jefe de carrera (de Edu-cación Física), quien me dijo que tenía que ingresar a es-tudiar allá. (…) Le conté que en los dos últimos años mis resultados no salían en nin-guna parte y ellos hicieron que a la tercera vez que di la prueba, los dieran a conocer, a través del Diario Oficial, lo que era anormal en la época, porque eran los diarios gran-des, como El Mercurio, don-de salían los resultados, con nombres y apellidos, y rut. Y salí como becado depor-tivo en un Diario Oficial.(…) Un amigo que trabajaba en el edificio de gobierno lo leyó, me llamó por teléfono y me entero que estoy becado y que puedo continuar mis es-tudios”, rememora.

Finalmente, señala que in-gresó a estudiar Educación Físi-

ca en la sede de la Universidad de Chile en Temuco, en 1979.

-¿De qué forma lo marcó el golpe de estado, su detención en isla Dawson y todo lo que vi-vió allí?

-“Mucho. (…) (Pero) Fuimos capaces de salir adelante. Tenía-mos cortados todos los caminos: no podíamos ser profesionales, no podíamos estudiar, hubo una persecución durante años, de manera sistemática, después de la liberación, en 1975”.

-¿Usted siente que le dobló la mano al destino?

-“Sí, por supuesto. Yo estoy conciente de que el camino fue muy difícil, muy complejo. Inclu-so hasta el día de hoy, la injusticia que se ve en nuestra sociedad, que obedece al modelo que instauró la

dictadura, todavía sigue presente. Me da pena la poca hombría de aquellas personas que participaron de esa parte nefasta de la historia de Chile y que hasta el día de hoy siguen justificando el encarcela-miento, la tortura, las violacio-nes a los Derechos Humanos, los detenidos-desaparecidos y no han pedido perdón de corazón, no han reconocido el error. Son heridas que no van a sanar nunca. Tengo la suerte que los valores que me inculcaron mis padres me han hecho lo suficientemente fuerte e inteligente como para sobrevivir a este medio. Nunca he mezclado mi vida personal con mi trabajo y hasta el día de hoy hay gente, ami-gos que he conocido en el camino, que nunca se han enterado que yo fui preso político. Nunca. Nunca he querido sacar provecho político a mi situación personal”.

domingo 8 de septiembre de 2013

Paula López Sepú[email protected]

Conocido por su tra-yectoria como gran jugador de básquet-bol y profesor de Educación Física,

al cumplirse, en pocos días más, 40 años del golpe de estado, Alejandro Lorenzo Olate Levet (57 años, separado, tres hijas y coordinador de Deportes del Li-ceo Bicentenario de Excelencia Luis Alberto Barrera de Punta Arenas) reveló una etapa de su vida desconocida para muchos, hasta hoy: su detención y con-finamiento en la isla Dawson, cuando aún no cumplía la ma-yoría de edad, junto a varios es-tudiantes más de la época.

“Nunca he mezclado mi vida personal con mi trabajo y hasta el día de hoy hay gente, amigos que he conocido en el camino, que nunca se han enterado que yo fui preso político. Nunca... Nunca he querido sacar prove-cho político a mi situación per-sonal”, afirmó.

Alejandro tenía 17 años de edad y estudiaba en la enton-ces Escuela Industrial “Arman-do Quezada Acharán” de Punta Arenas, cuando tras el levanta-miento armado del 11 de sep-tiembre de 1973 fue detenido el 26 de octubre y luego juzgado y condenado por rebelión militar.

“(…) Estaba saliendo como técnico de mando medio el ‘73, cuando ocurrió el golpe de és-tado. Muchos jóvenes fuimos

encarcelados en ese entonces. Si bien es cierto siempre he sido un hombre de izquierda, jamás fui militante de un partido polí-tico, hasta el día de hoy”, relató.

“Al producirse el golpe de estado y al mover toda esa ma-quinaria de mentiras que se ar-maron con el famoso Plan Z, al apoderarse de los regimientos para provocar una guerra ci-vil, nosotros fuimos a quienes culparon. Eramos alrededor de doce o catorce estudiantes y nos condenaron por rebelión mili-tar; hicieron toda una jerarquía dentro del partido, donde toda la gente era ‘militante’: tenía-mos a nuestros jefes, subjefes, toda una pirámide donde no-sotros éramos los soldados. Y se creyeron el cuento y, aparte de creerlo, así lo hicieron saber a la comunidad. Es por eso que pasamos al primer Consejo de

Guerra, después de haber sido detenidos y torturados durante semanas para que firmáramos papeles en blanco y poder armar su historia, lo cual, en muchas casos, no resultó. Porque a pesar de la tortura y de lo que pasa-mos, jamás declaramos y firma-mos papeles en blanco, sino que dijimos lo que realmente había pasado… Y a pesar de eso, nos condenaron igual”, agregó Ale-jandro.

En total, estuvo practicamen-te un año en Dawson, desde el 10 de enero de 1974 hasta el 9 de enero de 1975.

“En 1975 retornamos a Punta Arenas, a la cárcel pública y de ahí se hizo todo un proceso de quién quería ser extraditado, quién quería irse a otra parte del mundo, donde pudiéramos ser recibidos y tener un futuro. Acá, en Punta Arenas, tras ser

Alejandro Olate Levet y su lucha por recuperar su vida

“Un comandante del Ejército, de apellido Cordero, jugó su carrera y su vida por mí”- El ex seleccionado nacional de básquetbol y profesor de Educación Física de la Universidad de Chile confesó que hasta el día de hoy todavía hay gente que no sabe de su pasado como preso político, tras el golpe militar de 1973. Alejandro Olate Levet en isla Daswson, segundo de derecha a izquierda, en la fila de abajo (agachado), junto a quienes lo acompañaron en su confinamiento. También en la foto

aparecen Luis Valencia Ferguson, Pablo Jeria Ríos y Esteban Valencia Oyarzo, entre otros prisioneros.

José

Vill

arro

el

Vetado por el gobernadorUn año después de su liberación, a Alejandro Olate le tocó vivir un

episodio de fuerte carga emocional, en el marco del Festival Folclórico en la Patagonia del año 1976.

Al respecto, relata que: “Ese año el conjunto Patagonia 4 era uno de los números estelares del certamen. Yo, como integrante del Coro Salesiano, cuyo director era Polo Romero, también director de Patagonia 4, me invita a sumarme al conjunto para reemplazar a Jorge Sharp que por razones de estudios se encontraba en el norte del país”.

Olate recuerda que cuando faltaban pocos minutos para subir al escenario y estaban ensayando tras bambalinas, “llega Polo y con nerviosismo nos dice que por orden del gobernador militar, don Carlos Soto Pellizari, yo no podía subir. Mis compañeros quisieron solidarizar conmigo, pero yo les dije que no podían dejar de cantar, porque el público los esperaba. Así que con impotencia y tristeza me saqué el típico poncho que usábamos y me colé entre el público para ver desde lejos a mis amigos. Fue un momento de fuerte amargura”, reflexiona.

“Me da pena la poca hombría de aquellas personas que participaron de esa parte nefasta de la historia de Chile y que hasta el día de hoy siguen justificando el encarcelamiento, la tortura, las violaciones a los Derechos Humanos, los detenidos-desaparecidos y no han pedido perdón de corazón” Profundamente afectado por la muerte, en un accidente de tránsito, de su amigo, compañero de liceo y ex

preso político, Ramón “Chito” Gómez Roldán, Alejandro Olate Levet participó en su funeral, que se realizó el pasado 27 de agosto, en Punta Arenas.

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10 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl El Magallanes • 11 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl

El paso por Magallanes marcó para siempre al general de Ejército Manuel Torres de la Cruz, intendente de

Magallanes tras el golpe militar. El 31 de diciembre de 2000 El Ma-gallanes publicó una amplia en-trevista realizada por nuestro en-tonces director, Manuel González Araya, con ocasión de su visita realizada a Punta Arenas. Aque-lla publicación generó una serie de reacciones por parte de los ex presos políticos de la época, en es-pecial cuando señaló que durante su gestión en Magallanes no hubo torturas.

A continuación reproducimos íntegramente la entrevista reali-zada a Torres de la Cruz, fallecido años después:

Había desarrollado gran parte de su carrera militar en la Escuela

de Artillería de Linares, donde es-tuvo desde el grado de alférez al de teniente coronel. Luego, vinieron otros mandos en Santiago, una destinación a París, desde don-de retornó a Linares hasta que, estando a cargo del Comando de Infraestructura, con el grado de general de brigada, viajó a Punta Arenas cumpliendo instrucciones del general Carlos Prats.

Fue el viaje que antecedió a su nombramiento como coman-dante en jefe de la V División de Ejército y comandante en jefe de la Región Militar Austral. Corría el primer año del gobierno de Allende y esa destinación lo llevó a ser protagonista de una inespe-rada gestión como intendente del gobierno de la Unidad Popular y, más tarde, el primer intendente del gobierno militar.

Fue hombre de confianza de

Allende en el primer puesto de la provincia por cerca de 2 años has-ta que renunció en mayo de 1973. Cuatro meses más tarde, asumió nuevamente la intendencia enca-bezando el gobierno militar.

Formó una Junta Provincial de Gobierno, la que no habría sido bien vista en Santiago. En los primeros meses de 1974, Manuel Torres de la Cruz, fue llamado a retiro.

Posee título de intérprete en francés, aunque reconoce que con el tiempo perdió la prácti-ca. Estando en Linares recibió la medalla Pro Eclesiae et Pontifice, que le otorgó el Papa Juan XXIII en reconocimiento a su condición de católico observante. Tenía 10 hijos a la época.

En lo profesional, recuerda con especial estima su desempeño en Magallanes, aunque en lo familiar,

su destinación a esta zona se vio dolorosamente cruzada por el fa-llecimiento por cáncer de uno de sus hijos, de 20 años de edad.

Dos hijos siguieron la carrera de las armas. Luis Hernán es co-mandante del Regimiento Dolores de Arica y Patricio, mayor de la misma institución, quien se acaba de graduar como oficial de Estado Mayor. Todas sus hijas se llama-ron María y dos de ellas residen en Punta Arenas.

Escapando del calor capitalino, retorna cada verano a nuestra ciu-dad. Pese a sus 82 años, todavía es recordado y no faltan las críticas de quienes fueron detenidos du-rante su mandato provincial en los primeros años del gobierno de las Fuerzas Armadas.

- La destinación a Magallanes, ¿estaba en sus libros?

En diciembre de 2000 el ex intendente militar habló con este diario

La polémica entrevista del general Torres de la Cruz donde habló de su rol en 1973 y aseguró que no hubo torturas- Recordó su inesperado desempeño como primera autoridad regional de la confianza del Presidente Salvador Allende y luego, del gobierno militar.

- Nooooooo. Fue una destina-ción muy curiosa. En esa época yo era general de brigada y coman-dante del Comando de Infraes-tructura, actual Comando de In-genieros del Ejército. Me tocó a mí planificar la posible instalación de una unidad militar combinada en Punta Arenas y para eso había que comprar los terrenos adecuados. Nos decidimos por la estancia Ojo Bueno con la idea de instalar allí lo que en esa época se llamó Campo Schneider.

Me tocó planificar, hacer ad-quisiciones y llamar a propuestas para la edificación de este comple-jo militar. Con el correr de los días me llamó el general Prats, quien ya había asumido la comandan-cia en jefe del Ejército, y me pidió que lo acompañara a Punta Arenas para ver lo que se había hecho y dar los últimos cortes para iniciar las obras. Comimos en la casa del general Gorigoitía y cuando está-bamos en el aperitivo, el mayor-domo me dijo, “oiga mi general, yo le veo a usted una cara de co-mandante en jefe de la V División de Ejército que no se la puede”. Yo le contesté, “mire mi amigo, si una gitana le vio la suerte pídale que le devuelva la plata porque yo no tengo ninguna expectativa de venirme a Punta Arenas”.

De vuelta a Santiago, pasaron los días y me llama el ayudante del general Prats para decirme que necesitaba urgente hablar con-migo. Carlos Prats me dice, alista las maletas porque te vas a Pun-ta Arenas. ¿Y qué voy ir a hacer a Punta Arenas?, le pregunté. Mira me dijo, el general Gorigoitía, por razones de servicio, pasa a retiro y es necesario que te vayas para allá por tu antigüedad y porque va de comandante en jefe de la Tercera Zona Naval el almirante Buzeta y a ti te correspondería asumir como jefe de la Región Militar Austral y como comandante en jefe de la V División de Ejército. Me vine en diciembre de 1971 y estuve hasta febrero de 1974.

- El mando de la división y de la RMA era uno solo, tal como se res-tableció a partir de este año...

- El otro día me llamó la aten-ción que el general Martin o al-guien, hizo una declaración di-ciendo que era un desafío ocupar los dos cargos. Para mí el desafío fue peor porque a poco de llegar a Punta Arenas, me llamó el Presi-dente Allende y me dijo, mire ge-neral, vaya como jefe de la delega-ción chilena a las fiestas mayas de Río Gallegos. Oiga presidente, le contesté, yo voy a ir pero no como jefe de la delegación porque eso le corresponde al intendente. Me contestó que “el intendente está enfermo general”. Pero, ¿cómo? le dije yo, si lo vi hace media hora

y está bien. “El intendente se en-fermó general” me insistió. Ahí me cayó la chaucha que algo había pasado. Entonces, el Presidente me pidió que asumiera la inten-dencia en forma interina.

Le contesté que no podía llegar y aceptar una intendencia sin la venia de mi comandante en jefe. A los 15 minutos me llamó el general Prats y me pidió que aceptara in-mediatamente la intendencia, me agradeció mucho la deferencia je-rárquica y me informó que el Co-mité Político de la Unidad Popular se había peleado con el intendente y que aceptara la intendencia. A los 5 minutos me llamó el Presi-dente y me comunicó que me iba a llamar Daniel Vergara para dar-me a conocer el número del de-creto como intendente interino y me dijo que me iba a quedar hasta que encontrara el intendente po-lítico que necesitaba. Pasé como dos años completos, hasta que re-nuncié a la intendencia en forma indeclinable en mayo del 73, por razones obvias.

- ¿Cómo manejó su relación con el gobierno de la UP desde su cargo de intendente?

- Hicimos una especie de pac-to de caballerosidad con el Pre-sidente de la República quien se portó muy caballero conmigo. Tengo que ser muy leal y condes-cendiente en ese aspecto porque él aceptó una especie de compro-miso que yo le pedí en el sentido de que yo iba a ser un intenden-te administrativo, no político. Le dije que a los militares no nos interesaba la política y que cual-quiera intromisión política en el funcionamiento de la adminis-tración de la provincia de Maga-llanes yo no lo iba a aceptar y que renunciaría de inmediato. No me molestó nadie. Aunque, debo re-cordar una anécdota: a los 5 ó 6 días de haberme recibido de la in-tendencia aparece un funciona-rio en la oficina poco menos que disponiendo que lo tenía que re-cibir. Era el presidente del Comité Político de la Unidad Popular. En-tró este señor, se llamaba Sergio Loguercio Nicola y dijo que venía a comunicarme que el comimté político se reunía mañana y que yo tenía que asistir a la reunión. Le contesté que él no me venía a imponer ni a comunicar nada y que si tenía alguna información que entregarme yo se la iba a reci-bir. Quedamos de acuerdo en re-unirnos al día siguiente en la mis-ma intendencia que funcionaba frente a la plaza. Al día siguiente mi ayudante me informa que es-taba lista la reunión y al entrar a la sala veo que el señor Loguercio estaba en la testera de la mesa y a mí me tenían reservado el último

asiento, en una esquina a mano izquierda. Le dije a este señor que yo era el representante del Pre-sidente y que yo iba a presidir la reunión. Pesqué el teléfono presi-dencial y le expliqué al Presiden-te. Le dije quiero plantearle, que si este organismo seguía funcio-nando en Punta Arenas, diera por presentada mi renuncia al cargo, pues no aceptaba la intromisión de nadie en la administración de la provincia. El Presidente me pi-dió hablar con el señor Loguercio y en ese momento dejó de funcio-nar el comité político.

- ¿Cómo manejó los problemas que se derivaron del desabasteci-miento y la estatización de la pro-piedd privada?

- El problema del desabaste-cimiento... no es que me quiera echar loas ni calificar que no hubo problemas. Los hubo, pero no tenían nada que ver con los que hubo en el resto del país. Pero, cuando yo me dí cuenta que mis conocimientos económicos y mi capacidad de solucionador de problemas de esa índole se esca-paban de mi modesta inteligencia, llamé al Presidente y le dije que yo

era muy honesto en decirle que no me la podía. Teníamos un paro en el comercio, había ocurrido la muerte de Manuel Aguilar en defensa de Cofrima, entonces le plantée al Presidente que me en-viara un par de técnicos, no polí-ticos, para enfrentar la situacion regional.

En el primer vuelo, aparecie-ron acá dos subsecretarios, Ga-rretón y Morales. Los tuve como una semana. Yo creí que me iban a resolver este medio tete -usan-do un término bien criollo- pero, en vez de solucionar me estaban armando un verdadero girigaya que no lo frenaba nadie. Pidieron una entrevista con la Cámara de Comercio, me pelée con grandes amigos, las relaciones comenza-ron a enturbiarse y llegue a la con-clusión de que la venida de los dos técnicos era un reverendo cero.

Llamé a Santiago, le pedí al Pre-sidente que diera por terminada la situación en zona de emergencia de Magallanes, que yo me la voy a batir como pudiera, y que devol-viera sus dos asesores, porque más que ayudar, me habían echado a perder todo el juego de guerra aquí.

- ¿Es efectivo que uno de estos asesores portaba armas?

- No, que yo recuerde no.- La oposición al gobierno de

Allende salió en defensa de Co-frima para evitar su estatización. ¿Qué rol le correspondió desem-peñar a usted en este problema?

- Fíjese que ahí no me quiero echar loas. Yo no tomé ninguna medida administrativa que pu-diera haber mejorado o empeo-rado las cosas. Esto fue arreglado por los propios miembros de la Cámara de Comercio. ¿Cómo lo hicieron?, ni me acuerdo.

Lo que recuerdo es que se fue-ron los técnicos, volvió la calma, volvió la amistad, volvio el en-tendimiento y hasta el día de hoy mucha gente con los cuales poco menos que nos mostrábamos los dientes, seguimos siendo grandes amigos.

- ¿Cómo le comunicó su renun-cia al Presidente Allende? ¿Qué factor determinó su alejamiento del cargo?

- El cargo yo lo había acep-tado hasta que se encontrara un político civil. Le había pedido al Presidente que no me dejara de intendente vitalicio pero, parece que no me entendió esa historia porque me dejó en el cargo desde el año 71 hasta mayo de 1973. En víspera del 21 de mayo hablé con el Presidente y le expliqué que por razones de salud y de la efectivi-dad del mando yo no podía seguir rezando como cura estas cuatro misas que eran la Intendencia, la Región Miilitar Austral, la V Divi-sión y la presidencia de la Cormag. Me hizo caso y nombró a Octavio Castro. Me liberé de mi intenden-cia y me pude tranquilamente ir a mandar mi división y la jefatura de la Región Militar Austral.

- ¿Hubo algún factor que des-encadenara su renuncia?

- No, no, no. Todo lo contrario. Tuve muy buenas migas con todo el mundo así es que no pelée con nadie.

- ¿Cómo explica que su perma-nencia en el cargo haya sido tan prolongada, en circunstancias que se trataba de una designación in-terina?

- Ahí sí que voy a ser un poco petulante. Vez que venía Allende a Punta Arenas siempre me decía que tenía problemas en todas las provincias, salvo en Magallanes. El me decía que la provincia andaba brutalmente tranquila y bien. Me pedía que no le pusiera un pro-

Ex presos políticos lo acusan de supervisar los interrogatorios a los dirigentes políticos de todos los partidos, tanto en el Regimiento Ojo Bueno como en el “Palacio de la Risa”

El general en retiro Manuel Torres de la Cruz en uno de sus últimos viajes realizados a Punta Arenas por razones familiares.

En su historia profesional Manuel Torres de la Cruz tiene un verdadero récord: haber sido intendente del gobierno de Allende por cerca de dos años y, luego, del gobierno militar.

(sigue en la pág. 12)

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12 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl El Magallanes • 13 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl

Allá por los años

El viernes 26 y sábado 27 de julio se reunió en Punta Arenas un grupo de ex alumnos del 4° medio Jara, promoción 1973, del Liceo Salesiano San José, para celebrar los 40 años desde que egresaron de la educación secundaria. La cita logró convocar a 27 de ellos, que llegaron desde lugares tan lejanos como Madrid en España, Ushuaia y Buenos Aires en Argentina y otras regiones de Chile como Santiago, Concepción, Constitución, Viña del Mar y Temuco.

FILA 1Héctor Oyarzo, Luis Núñez, Armando Miranda, Manuel Oyarzo, Carlos González, Pedro Cárdenas, Nelson Sánchez, Juan Bravo, Sergio Oyarzo y Antonio Ríspoli.

FILA 2Orlando Cárdenas. Artemio del Río, Manuel Parada, Pedro Buvinic, Humberto Pacheco, Miguel Angelo, Jorge Miranda, Roberto Sandoval, Juan Barticevic, Rinaldo Alvarado y Manuel Subiabre.

FILA 3Nelson Alvarado, Juan Edmundo Peric, Miguel Sanz, Raúl Ovando, Sergio Ojeda, Armando Soto, ¿?, Olegario Barrientos, Eduardo Castro, Sergio Mansilla, Mario Cárcamo y Pablo Alarcón.

FILA 4Luis Mansilla, Guillermo Gallardo, Rafael Barría, Alfonso Levet, Juan Riquelme, Padre Director Eduardo Van Heisse, Padre Roberto Sánchez (profesor jefe), Paulino Reyes, Ricardo Martinic, Adán Moraga, Enrique Alvarez y Juan Chacón.

FILA 5Roberto Muñoz, José Mansilla, Alfredo Mansilla, Pedro Barrientos, Carlos Muñoz, Hugo Marín, Raúl Silva, Mario Andrade, Guillermo Schmidt, Héctor Hernández y Víctor Barrientos.

Sexta preparatoria (6º básico) del Instituto Don Bosco del año 1961

Reencuentro de ex alumnos del Liceo San José (1973)

blema número 24 porque lo iba a obligar a nombrar a un civil que lo iba a volver a pescar el rodaje político y que le iba a echar a per-der todo lo bueno que había acá. Claro, pero todo tiene un límite también.

- Usted fue testigo de la evo-lución de la comunidad maga-llánica que al igual que el resto del país se dividía en dos bandos irreconciliables.

- No tuve problemas con la comunidad magallánica. El úni-co fue el paro del comercio y el otro, si se quiere tomar así, fue la ejecución de la ley de control de armas que me generó el proble-ma de la Lanera Austral.

Pero, el problema, de la la-nera austral lo generaron los políticos porque armaron un boato de este asunto. Yo te-nía que poner en ejecución la ley y lamentablemente murió un civil, por un malentendi-do con un funcionario de la Fuerza Aérea. Los políticos se pescaron de este asunto, me acusaron al gobierno que yo era un qué se yo...

- Usted recibió una fuerte crí-tica en el Parlamento...

- Mario Palestro me trató de sátrapa, de megalónamo y de césar sin corona. Adonis Sepúl-veda pidió lo mismo y Allende no quiso echarme. Se convenció que la culpa no era mía y que la culpa era de los políticos.

- Sin embargo, quien lo echó fue el general Pinochet. Según se dice, jugó en su contra el haber formado una Junta Provincial de Gobierno...

- (se ríe) Usted se acuerda de ese detalle. Aquí hubo dos Juntas de Gobierno en Chile...

- Perdón pero quiero comple-tar la pregunta. Habría influido en su retiro el hecho de que usted le hacía sombra al general Pino-chet...

- No, no, no. La razón de mi retiro es muy sencilla. Yo cum-plía 40 años de servicio en 1974. Cuando me llamó Augusto Pi-nochet a su oficina para comu-nicarme que yo pasaba a retiro, le hice un chiste, de mal gusto si se quiere. Le expresé que me iba porque yo no tenía cabida en el Ejército. En primer lugar, cum-plía 40 años, no podía seguir... Además, le dije, no puedo ser jefe de la Junta de Gobierno porque tú estás ocupando ese cargo, tam-poco podía ser comandante en jefe del Ejército porque tú lo estás ocupando y tengo dos generales más antiguos de por medio; me quedaría por último ser patrona de las Fuerzas Armadas, Virgen del Carmen, y no soy ni mujer ni soy virgen, así es me voy a mi casa tranquilo. Y así fue.

- Estando usted al mando de la Región Militar Austral, cómo se informó de la decisión de derro-car al Presidente Allende.

- Han pasado 27 años y es di-fícil recordar fechas. Había un grupo de generales y almirantes y generales de Carabineros, como Arturo Yovanne y otros más, que no estábamos de acuerdo en el como se estaba llevando a cabo este asunto. Cada uno de sus diferentes regiones comenza-mos a estudiar cómo se le podía poner atajo a este desmadre que se estaba produciendo y a este desconcierto nacional. Aquí en la provincia formamos un gru-po, junto con el almirante Justi-niano y el general Berdichesky y echamos las bases para que, en caso que se produjera algún mo-vimiento a nivel nacional, aquí en Magallanes formábamos una Junta de Gobierno Provincial. Esa

junta duraba lo estrictamente necesario para normalizar la pro-vincia. Hicimos la planificación correspondiente, se produjo el 11 y la Junta funcionó los meses de octubre, noviembre y mediados de diciembre hasta que se fue el general Berdichewsky. Ahí di-solví la junta y fue buena su ges-tión porque hizo muchas cosas.

- ¿Como cuáles?- Devolver la tranquilidad a la

provincia, lo que ya es bastante decir. Volver a la hermandad, al entendimiento y terminar con los resquemores y las reservas que había en la ciudadanía. To-dos volvimos a mirarnos las ca-ras, a sonreír y a palmotearnos.

- En la página web Daw-son2000.com se individualizan todos los locales en los que se practicó tortura en Punta Are-nas...

- Esa es la falsedad más abso-luta y canallesca que se pueda hacer. Fíjese que si yo de algo me vanaglorio y lo he dicho en 20 mil oportunidades que aquí no hubo ningún detenido desaparecido. Aquí se hicieron todas los conse-jos de guerra como Dios manda,

se hicieron todos los procedi-mientos en forma completa y nadie puede venir a decirme a mí, por lo menos hasta que yo entregué el mando de la zona y de la provincia, que aquí se co-metió algún desmán y que hubo alguna tortura. Hay dos personas cuyo nombre me guardo porque no me interesa ni nombrarlos, un señor y una señora, que han despotricado contra mí en cuan-to tienen oportunidad de hacer-lo. En una ocasión, en carta a La Prensa Austral desmentí todas las falsedades y las infamias que uno de ellos había dicho y nunca más ha vuelto a repetirlas. Quie-re decir que no tienen ninguna prueba.

- Durante el período que si-guió al 11 de septiembre hubo numerosos casos de violaciones a los derechos humanos, ¿por qué Magallanes podía ser la ex-cepción dentro de lo que fue una verdadera política de Estado?

- Echémosle la culpa a lo bien que obró la Junta de Gobierno Provincial. Aquí no hubo ningún problema, ni un solo problema. Eso yo se lo aseguro y ojalá que

llegara alguien a decirme con pruebas, con documentos, con fotografías que yo le estoy min-tiendo.

- ¿Acaso usted no se ha en-terado del caso de Silvio Betan-court, que ha sido presentado como el único detenido desapa-recido de Magallanes?

- No tengo idea quién era. Se lo digo con toda franqueza. Vaya uno a saber cuándo, cómo y con quién se enredó el señor Betancourt. Se lo digo con toda franqueza y no es que me esté poniendo amnésico por conve-niencia ni por años, sino que no tengo ningún recuerdo que haya pasado eso.

- ¿Quién ordenaba la deten-ción de personas? ¿Le correspon-dió a usted dar personalmente alguna orden?

- Aquí se elaboró un plan de acción. Así como los marinos tenían el plan Martillo, y en la III División había un plan Tijera, aquí, en la V División se llama-ba plan Australis. Este tenía un anexo de inteligencia en el cual con profundo estudio, profunda calma, con gran detenimiento

y con gran acuciosidad, se esta-bleció qué personas era necesario detener el día que se produjera el pronunciamiento, para evi-tar que cometieran desmanes. Y toda esa gente, a partir del 11 de septiembre, fue detenida y con-finada en centros de detención, que no eran de tortura, en bahía Catalina por parte de los aviado-res, en río de los Ciervos por parte de los marinos y en el Regimien-to Pudeto, por parte del Ejército.

- ¿Cuál fue la instrucción con-creta que dio acerca del trato que debía darse a los detenidos?

- Tratarlos como gente huma-na, como Dios manda y no como animales.

La gente que vino a la isla Dawson yo la recibí y la mandé a su confinamiento pero yo no tenía ninguna tuición sobre ellos. Dependían directamente de Santiago. Pero, yo me encargué y fui como dos o tres veces a Daw-son para ver que se estaban cum-pliendo las medidas de seguri-dad, las medidas de sociabilidad y las medidas de humanidad y nunca hubo ningún descalabro, ningún problema. Yo tengo ami-gos en Santiago, que estuvieron en Dawson y que me han agra-decido el trato que se les dio en los meses en que permanecieron confinados.

- Usted debe haber recibido alguna denuncia por injusticias que se hayan cometido.

- No. La gente que se detuvo aquí fue bien detenida...

- Usted señaló en la época que si algunas personas hubieran se-guido en libertad, eran una ver-dadera bomba de tiempo...

- Mire, le voy a contar una anécdota sin nombre. Yo por amistad, por deferencia, a un amigo mío no lo mandé a Dawson. Había trabajado conmigo, había-mos hecho muy buenas migas.

Un día llega una señora a mi oficina para contarme que la se-ñora de este amigo se jactaba que yo no había mandado su marido a Dawson porque no tuve panta-lones para hacerlo. Le dije, muy bien señora, lea mañana La Pren-sa Austral. Llamé a este amigo y le dije que preparara su maleta, que echara su máquina de afeitar y una muda porque a las 3 de la tarde se iba a Dawson. ¿Quién me manda a Dawson?, preguntó. Su señora, le respondí y le conté que yo no podía permitir que se dijera que porque me faltaron panta-lones él se encontraba en Punta Arenas. Y se fue a Dawson.

La Junta Provincial de Gobierno. Una conferencia de prensa televisada que duró una hora y media se realizó el 17 de septiembre de 1973. Participaron los tres integrantes del gobierno provincial y cinco periodistas locales. Arriba, desde la izquierda, el general de Aviación, José Berdichewsky Scher; el general Manuel Torres de la Cruz, y el contralmirante Horacio Justiniano Aguirre. Abajo, desde la izquierda, y en primera fila, Mario Belmar, director de La Prensa Austral; Patricio Caldichoury, de Canal 6; Abel Esquivel Querci, director de Radio Presidente Ibáñez; atrás, Francisco Eterovic, corresponsal de El Mercurio, y Roque Tomás Scarpa, de Radio Presidente Ibáñez.

Todas las semanas sobrevolaba en helicóptero el Campamento Compingin, en isla Dawson, para ver desde las alturas el campo de concentración construido con fondos fiscales del Ministerio de Obras Públicas y la Intendencia

(Viene de la pág. 11)

En el mismo orden de la foto que aparece a la izquierda, arriba, primera fila: Fernando Valdebenito, Gabriel Sepúlveda, José Saldivia, Ciro González, Rubén Pérez, Rubén Alvarez, Juan Trevizán, Claudio Bobadilla y Héctor Pérez; segunda fila: José Díaz, Hugo Vera, Jaime Videla, Manuel Barría, Alejandro Sánchez, Nicky Radonich, Francisco Vera y Alexis Dasencich; tercera fila: Kenneth Aldridge, Ivo Kovacich, René Fuentealba, Iván Petrovic y Ricardo Pustilnick: abajo; José Bahamóndez, Manuel Bitsch, Cristina Larravide (profesora jefe), Mauricio Vargas, Ronnie Radonich y Ricardo Doberti.

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14 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl El Magallanes • 15 domingo 8 de septiembre de 2013 www.laprensaaustral.cl

HOROSCOPOARIES21 marzo a 21 abril

La insistencia de alguien por arreglar los detalles probablemente es algo que no logras aceptar del todo, pero es mera-mente un intento de hacer algo de plani-ficación de amplio rango. Tu cooperación podría contribuir al flujo de una aventura en perspectiva.

TAURO22 abril a 21 mayo

Quieres hacer que algo suceda y que puedas ver, escuchar, degustar o tocar. Tus sentidos están despiertos y deseosos de estimulación. El sexto sentido está tam-bién ampliamente despierto y excitado.

GEMINIS22 mayo a 21 junio

Una conversación casual puede lle-varte a una inesperada oportunidad de negocios o una invitación social. No ignores tu corazón. Un impulso creativo o la urgencia por romper la rutina podrían estar llevándote hacia terrenos fértiles e innova-dores.

CANCER22 junio a 22 julio

Dirige tu energía creativa con un propósito y es posible que te sor-prendas gratamente por el vigor de la música, el arte, la decoración o nutrición espiritual que generas. Complácete a ti mismo y complace a los demás.

LEO23 julio a 22 agosto

Apóyate en tus talones con dema-siada profundidad y podrías termi-nar atrapado en un lugar mientras tu pareja, amigos, o incluso rivales, están ocupados avanzando por delante de ti. No abandones el sen-tido común.

VIRGO23 agosto a 20 septiembre

Si has hecho tus tareas, te encontrarás a ti mismo en una posición de primer nivel para saltar sobre una oportunidad. Has sido puesto sobre el esce-nario, y ahora avanzas hacia el rol protagónico que te has ganado.

LIBRA21 septiembre a 20 octubre

Desplázate hacia personas, lugares y tiempos pasados que refuercen tu confianza. Eres capaz de demostrar tu gracia social y envidiable tacto diplomático. Los demás están ins-pirados por tu actitud cálida e inte-ligente.

ESCORPION22 octubre a 20 noviembre

Las habilidades de liderazgo son importantes incluso en circuns-tancias sociales y casuales. Eres capaz de permanecer en una fiesta o evento social moviéndote de manera tan perfecta, que los demás pueden no darse cuenta de cuánto tienes a tu cargo.

SAGITARIO21 noviembre a 20 diciembre

Es posible que el cielo no sea el límite, pero cualquiera sea esa frontera, estás capacitado para encontrarla y traspasarla. Estás en lo mejor de ti cuando tus senti-mientos son libres y sin trabas.

CAPRICORNIO21 diciembre a 20 enero

Cuando no existe un plan, ningún progreso llega con facilidad a tu vida. Una aproximación ligera y llena de brisa fresca hacia la socia-lización es plena, pero una serie y detallada agenda te lleva de regreso a los negocios y asuntos laborales.

ACUARIO21 enero a 20 febrero

Jugar limpio es incluso más impor-tante de lo usual para ti. En el tra-bajo, deportes o el amor, llegarás lejos con el propósito de asegu-rarte que todo está a punto y en el lugar preciso donde deben estar.

PISCIS21 febrero a 20 marzo

Dale forma a tus ideales a través de tus palabras y acciones. El tra-bajo creativo brilla con luz propia y los demás están francamente envi-diosos de tu habilidad. Una intros-pección que llega al alma posee una cualidad casi premonitoria.

Sopa de letras Encuentre los nombres de las 10 figuras que se muestran. Estos nombres pueden estar en cualquier dirección, considerando que una letra puede formar parte de más de una palabra.

Ojo Alerta

Siete diferencias

En este recuadro debes encontrar las 2 figuras que no están repetidas ¡Vamos a buscar!

LaberintoEncuentra el camino correcto para superar este laberinto

CruciclavesTrata de ubicar los vocablos que están dados en los recuadros laterales y que están divididos de acuerdo al número que lo componen. Coloca primero las palabras que son únicas te servirán como orientación.

Cru

ciclavesSop

a para n

iños

Laberinto

Sopa de letras domin

icalLas siete D

iferencias

SOLUCIONESO

jo Alerta

SudokuPoner los números comprendidos entre el 1 y 9, ambos números incluidos, en cada casilla vacía pero sin repetir ningún número en una misma columna ni fila, ni en la misma sección de 3 x 3 casilleros

SoluciónJueves 5 de septiembre

Sudoku se publica en los suplementos La Lleva, y El Sofá

Sopa de LetrasBusca los seis términos propios de la niñez que se se encuentran identificados en la parte de abajo del dibujo.

PUZZLE HISTORICO

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16 • El Magallanes domingo 8 de septiembre de 2013www.laprensaaustral.cl

Sociales

Conferencia de Adimark- El martes 27 de agosto, en los salones del Hotel Casino

Dreams, se realizó una conferencia del economista y presidente de la empresa Adimark Gfk, Roberto Méndez,

invitado por La Prensa Austral e ITV Patagonia para dictar la charla “Chile en la coyuntura del 2013, una mirada desde

Magallanes”, dirigida a autoridades, empresarios y políticos.

Lorenzo Marusic, gerente de ITV Patagonia; gobernador Segundo Alvarez, el expositor Roberto Méndez, Gloria Vilicic; Francisco Karelovic, director gerente de La Prensa Austral, y John Mattson, gerente de Hotel Casino Dreams.

Gerardo Alvarez, William Levet, José Aguilante, obispo Bernardo Bastres, Oscar Sanhueza, Gonzalo Flores y Claudio Sanhueza.

Un aspecto de los asistentes.

Alejandro Valle, Denise Alvarado, Cecilia Barrientos, Elizabeth Neracher, Gonzalo Jaramillo, Juan Aguilar, Beatriz Muñoz, Daniela Barrera y Carolina Castro.

Foto

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pez