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Interve nció n Psicosocial , 2004 , Vol . 13 N.° 2 Págs . 165-17 5 INTERVENCI ON P SICOSOCIAL  165 Enfoque narrativo y violencia: intervención con mujeres que sufren maltrato Nar r ative app roac h and v iol ence: inte r vent ion w ith battered women Imma LLORET I AYTER* RESUMEN En el trabajo de intervenci ó n con mujeres que sufren maltrato abundan bá  s icamente do s linea s de trabajo . Por una parte las o rig inari as de enfo qu es má  s cercanos a la psicolo-  g í a cl í nica, que seg ún nuestro criterio tienen un sesgo individualista y corren el riesgo de reducir esta problemática al ámbito privado. Por otro lado las que ponen m á  s énfasis en las condiciones sociales estructurales que determinan dicho fen óme no. I ntentando t ras cen- der estas dos visiones vamos a proponer un modelo de intervenci ó n des de enfo que s s oc io- construccionistas y post-estructuralistas que dan cuenta del car ácter relacional y hist órica- mente situado de la violencia domé  s tica, ofreciend o formas de inter venci ón basadas en conversaciones dialó  g icas que abren posi bili dades a otras nar raci ones del y o y por tanto nuevas formas de subjetividad. PALABRAS CLAVE Narrativa, C o nversaci  ón dialó  g ica, S ubjetividad, Poder , V iolencia. ABSTRACT In the field of intervention with battered women basically we have two lines of work. On o ne s ide those approache s w hich com e from t he clinical field, that, i n our opinion, have an individualistic orientation, and a reductionism in the private domain. On the other hand the approa ches w hich put the acce nt on the soc ial s tructural co nditi o ns . We w oul d lik e to of fer an alternative model of intervention from the socio construccionist and post-structuralist view that o ffer a relatio nal and his torically situated account of dom estic vi olence , s howin g ways of intervention based in dialogical conversation that opens possibilities of new acco unts of the self and new forms of subjectivity. DOSSIER * Psicóloga y terapeuta. [email protected] Fecha de recepci ón: 30-07-2004 Fecha de Aceptación: 14-09-2004

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Interv ención Psicosocial, 20 04, Vol. 13 N.°2 Págs. 1 65-1 75 

INTERVENCION PSICOSOCIAL   165

Enfoque narrativo y violencia: intervención conmujeres que sufren maltrato

Narra t ive approach an d violence: intervent ion w i th bat tered w omen 

Imma LLORET I AYTER*

RESUMENEn el traba jo de intervenci  ón con mujeres que sufren ma l t rato abund an b  á sicamente 

dos l ineas de tra bajo. Por una parte las or ig inar ias d e enfoques m  á s cercan os a la psicolo- g í a cl í nica, que seg ú n n uestro cr i ter io t ienen un sesgo indiv idu al is ta y corren el r iesgo de reducir esta problem  á t ica al  á mbit o privad o. Por otro lado las que ponen m  á s é nfasis en las condiciones sociales estru cturales que determ ina n dicho fen  ómeno. Intentando tra scen- der estas d os vis iones vam os a proponer un modelo de intervenci  ón d esde enfoques socio- construccionistas y post-estructural is tas que da n cuenta del car  á cter relacional y h ist  órica- mente si tuado d e la violencia dom é stica, ofreciendo form as de intervenci  ón basadas en conversa ciones dial  ógicas que abren posibi l idades a otras narra ciones del yo y por tanto nuevas formas de subjet iv idad .

PALABRAS CLAVE

Narrat iva, Conversaci  ón d ia l   ógica, Subjetivid ad , Poder, Violencia.

ABSTRACT

In the f ie ld of intervent ion w i th bat tered w omen basical ly w e have tw o l ines of w ork. On one side those approaches w hich come from the cl in ical f ie ld, tha t , in our opinion, ha ve an indiv idu al is t ic or ientat ion, and a reduct ionism in the private domain. On the other hand the approaches w hich put the accent on the social structural condi t ions. We w ould l ike to of fer an al ternat ive m odel of intervent ion from th e socio construccionist an d post-st ructural is t v iew th at of fer a relat ional and histor ical ly si tua ted account of domest ic violence, show ing w ay s of intervent ion ba sed in dialogical conversat ion tha t opens possibi l it ies of new accounts of the self and new forms of subject iv i ty .

DOSSIER 

* Psicóloga y terapeuta. i l [email protected] 

Fecha de recepción: 30-07-2004 Fecha de Aceptación: 14-09-2004

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La idea de que el enfoque de interven-ción individual psicologizante es contra-productivo en los problemas generadossocialmente ha sido ampliamente debati-do en la bibliograf ía sobre violencia doméstica, sobretodo desde las cr íticasradicales a las profesiones de ayuda. Por 

otra parte desde posiciones feministas seha puesto énfasis en el aspecto educativoen contra-valores que debe tener todoenfoque con hombres que maltratan.

La terapia tradicional al nivel indivi-dual puede oscurecer o ignorar los facto-res sociales, en este caso, nuestra cultu-ra patriarcal, que es el contexto donde seconfiguran formas de subjetividad domi-nantes y dominadas en un contexto derelaciones de poder. También miradaspatologizantes pueden minimizar aspec-tos importantes en esta materia como

son el tema de la responsabilidad y de la agencia-resistencia.

La intervención desde posturas socio-construccionistas recoge a la vez esascr íticas a los enfoques tradicionales decorte individualista a la vez que enfatiza los aspectos relacionales y hist óricamen-te situados de la producción de subjetivi-dad.

Este trabajo se contextualiza en unprograma de acción contra la violencia que engloba dos proyectos de interven-

ción: en primer lugar con mujeres que

sufren maltrato y en segundo lugar conhombres que maltratan. El propósito deeste trabajo es ofrecer algunas reflexio-nes sobre la pr á ctica de intervención conmujeres desde posturas socio-construc-cionistas y má s en concreto desde elenfoque narrativo y colaborativo basado

en epistemologías post-estructuralistas.

Marco teórico

Nuestro trabajo se asienta sobre la  base del debate modernidad-postmoder-nidad en las ciencias sociales y en con-creto en las aportaciones de autorescomo Foucault y Derrida, el giro lingüís-tico- uno de cuyos principales impulso-res fue Wittgenstein con su idea del len-guaje como forma de acción en el mundo

 y no como mero instrumento de expre-

sión- que constituyen parte del contextodel construccionismo social. Desde esta perspectiva no existen verdades esencia-les, o “problemas”  que el interventor psico-social debe desvelar o intentar corregir. Podr íamos metaf óricamentedecir que ser ía algo parecido a un com-pa ñero de viaje, que escucha atentamen-te la particular forma de dar sentido almundo y desarrolla conversaciones dialó-gicas que generan otros posibles caminosa explorar má s allá   de los modelos nor-mativos.

En este sentido, se produce un aleja-

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KEY WORDS

Narr ative, Dialogical conversat ion, Subjectivi ty, Pow er, Violence.

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miento del modelo tradicional del déficit y la disfunción derivado del modelo médicode la enfermedad que tanta influencia ha tenido en el campo de la intervenciónpsico-social. Identificar, categorizar y des-cribir la patología ha sido una de las prin-

cipales formas de contarse a si mismocon historias “saturadas de problemas”en palabras de White y Epston (1989).

Nuestro enfoque en cambio va a pro-mover una selectiva atención a los inten-tos de resistencia y los recursos que lasmujeres emplean para sostener o liberar-se del abuso.

Para definir brevemente esta perspec-tiva seguiremos a Gergen (1992), quienfue uno de los teóricos que lo introduceen la psicología social, aportando en este

campo un marcado car á cter cr ítico.

Bá sicamente los principios teóricos deeste enfoque son los siguientes:

 Antiesencialismo; antirrealismo y cues-tionamiento de la idea de verdad; especi-ficidad hist órica y cultural del conoci-miento; car á cter performativo del lengua-

 je; énfasis en la relación, las pr á cticassociales y los procesos.

Queremos hacer notar también la fuerte influencia en nuestro trabajo de

recientes aportes sobre la constitución dela subjetividad de algunas autoras de la corriente post-estructuralista o post-feminista como también se le ha llamado.

En primer lugar queremos redundar en la idea del car á cter formativo del len-guaje en los procesos de construcción dela identidad. La narración es la forma enque el ser humano se reconoce a símismo como ser en el tiempo y de esa forma es como puede ser experienciado y comunicado. En esa tesis central deRicoeur (1983, 1984) la narración “es la 

guardiana del tiempo”. Específicamente,la existencia del yo como ser en el tiempo

toma la forma de trama de los aconteci-mientos de la vida en la forma de una narración. Así  pues todo ser es un ser relatado. Cada relato es mezclado con losrelatos de otros yoes de manera que cada uno de nosotros nos enredamos en histo-

rias que nos contamos sobre nosotrosmismos y que son contadas sobre noso-tros. La comprensión de la subjetividadno puede ser separada de la forma enque los yoes son narrados, de manera que podemos conceptuar el “quien” comouna identidad narrada.

La mezcla de identidades significa, por otra parte, que cada sujeto existe comouna relación con otro o otros, esto es,cada sujeto est á  intricado dentro de una red intersubjetiva: el yo es plural. Un yopor sí mismo no existe, afirma Ricoeur.

Nuestra inscripción en el lenguaje, y elcar á cter narrativo de la identidad, ejem-plifica el car á cter intersubjetivo de la subjetividad, y señala de nuevo la prima-cía de lo social (Bajt ín, 1979).

Los modelos para relatar nuestrasexperiencias ya existen en la cultura,inscritos en las pr á cticas diarias, disper-sas en f á  bulas, novelas, películas, estere-otipos, etc. Eso incluye narrativas queconstruyen el horizonte de expectativas,instruy éndonos sobre lo que deber íamosanticipar y desear, delimitando nuestro

espacio de experiencia. Ese es un proce-so continuo de constante refiguración dela experiencia a la luz de las cambiantesnarrativas que se producen en la moder-nidad. Nos cuestionamos con referencia a lo que decimos y hacemos, ser un hom-

 bre, o una mujer, o un amigo o de una etnia determinada...

Dos temporalizaciones se cruzan para constituir una particular subjetividad enel punto de intersección. La historia deuna cultura, sedimentada en un stock deconocimiento, su narración, su texto, se

 junta a la historia o biograf ía de un parti-cular individuo.

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La subjetividad, en relación con la memoria según Birulés (2000) consisteen ordenar, dar un sentido a nuestrohacer y padecer pero integr á ndolo en la experiencia propia y así  traspasando sudimensión discursiva sabida.

Como bien resume Couze Venn (2001)a nivel descriptivo podemos decir que elproceso de subjetividad envuelve tresdimensiones del tiempo: En primer lugar el tiempo hist órico o intersubjetivo, quees a la vez el tiempo de la comunidad .Segundo, la dimensión temporal de sub-

 jetividad refiere al tiempo de memoria y al tiempo biogr á fico, entendiendo esa memoria como la forma en que experien-cias subjetivas e intersubjetivas y narra-tivizaciones de los eventos y acciones sonencapsulados en la interioridad de yoes

particulares. En tercer lugar el cuerporecuerda todo pero en códigos, pliegues y capacidades.

Los tres son co-articulados en el pro-ceso de constitución de cada particular subjetividad en un proceso establecido a trav és de tropos, cadenas de significados,desplazamientos, memorias encarnadas,actividades, cada uno con su carga afec-tiva que construye el universo simbólico

 y semiótico de pr á cticas significativas.

Intervención psico-soc ial comoconversac ión dialógica

La intervención psico-social contempo-r á nea es un proyecto de la modernidadheredera de la construcción del sujetoracional y de la idea de emancipación del

 yo. Una pr á ctica que se ha nutrido, comodecíamos anteriormente, del discurso dela falta, de la enfermedad y de la cura-ción, habilitadora de formas de subjetivi-dad socialmente admitidas.

Las disciplinas “psi”  han llevado a 

focalizar en el sujeto libre, má s clara-mente evidenciado en lo que Rose (1989)

llama “la obligación de ser libre”. El coro-lario de experteces y tecnologías de la subjetividad contienen los criterios y est á ndares de la felicidad, sabidur ía,salud y realización.

Es bajo el fondo de esos yoes idealesque nos autoexaminamos, autoproble-matizamos, nos controlamos y confesa-mos. Este autoescrutinio y autoregula-ción debe ser conducido de forma con-sentida: en efecto, ir ónicamente, es a trav és del ejercicio de la libertad en la pr á ctica de estas tecnologías del yo, quepodemos alcanzar los yoes ideales que

 buscamos. Rose usa la historia de forma no lineal a propósito, para pensar sobreel significado y consecuencias de losnuevos dispositivos que se han inventa-do para el gobierno del yo, y para deses-

tabilizar algunas de nuestras conforta- bles ilusiones sobre su veracidad y humanidad.

Otro autor, Giddens (1991), nos ofreceun ejemplo muy claro de ese r égimenautorregulador al señalar cómo el asce-tismo anor é xico lleva el cuño de una implacable dedicación interior que tienesus fuentes en el proyecto de la identidaddel yo y de las que el individuo solo esconsciente en parte. La anorexia, segúneste autor, ser ía una respuesta extrema-damente compleja a una identidad con-

fusa del ser mujer en un mundo de ries-go y con una pluralidad de opciones, conel telón de fondo del riesgo de la exclu-sión permanente de las mujeres en la plena participación en el universo de la actividad social que generan estas opcio-nes.

Sin embargo, en la modernidad tardía,han surgido otros desarrollos de la inter-

 vención psico-social bajo un prisma cr íti-co de todas esas pr á cticas de controlsocial. Estos nuevos enfoques ven suspotencialidades reflexivas y políticas que

pueden habilitar nuevas subjetividades y desde lo micro, cuestionar algunos dis-

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cursos sociales dominantes, dando la oportunidad para el surgimiento de nue-

 vas formas de subjetividad y de relaciónque son todav ía impensables o ininteligi-

 bles.

 A partir de este cuestionamiento surgeuna psicología social que desde un giropostmoderno (Cabruja, 1998) analiza eltipo de relaciones de poder que ha hechoposible la ciencia positivista y la moder-nidad y el tipo de subjetividad e inter.-subjetividad producida y mantenida.

Estas nuevas propuestas postmoder-nas han permitido una inversión, flexibi-lización o cuestionamiento de las pr á cti-cas monológicas en el campo de la inter-

 vención psico-social tradicional, convir-tiéndola en una conversación dialógica 

que permita re-contar historias conmiras a la construcción de horizontesfuturos que aumenten la agencia sobre la propia vida.

El tema de l Poder en la Intervenci ón

Es interesante la genealogía que ofre-cen dos autoras Flaskas y Humphreys(1993) en su estudio del poder en elcampo de la intervención con familias.Según estas autoras Bateson (1972),uno de los pioneros cuyo pensamiento

ha sido muy influyente en el campo deltrabajo con familias, clausur ó  la discu-sión sobre el poder en ese contexto. Susideas pueden ser resumidas en dostemas. El primero es que el concepto depoder es un error epistemológico, ya queun individuo no puede sostener unpoder unilateral sobre el otro, dado quees parte de la relación misma. Criticaba así  la idea de un poder lineal que noconseguía captar la naturaleza sist émica del mundo.

El segundo tema, conectado con éste,

es la idea de Bateson de que la caracteri-zación del mundo usando la idea de

poder, es potencialmente t ó xica y pocoética en sus efectos.

Es evidente que esa censura del poder tuvo sus efectos en la manera en que la intervención familiar no fue capaz de

afrontar el tema del poder. En realidad,fue a partir de principios de los a ños 80que el tema del poder ha tenido atenciónteórica y política en la literatura de la intervención con familias. Tema que con-trasta con la amplia atención que se dioa este tema en el campo académico y político de los 60 y 70.

Las cr íticas a esas dos cuestionesplanteadas por Bateson no tardaron enllegar cuestionando las relaciones en t ér-minos de circularidad y complementarie-dad, que llevaba a la imposibilidad del

poder unilateral, y por tanto la negacióndel poder en la teor ía y pr á ctica de la intervención. Las cr íticas má s intensas

 venían de las feministas que trabajabanen el campo del abuso infantil y la violen-cia doméstica, y donde los efectos abusi-

 vos del poder eran tan obvios. Vieroncomo el marco cibernético no podía dar cuenta o invalidaba la experiencia indivi-dual de violencia y se quejaron de cómola teor ía sist émica estaba negando la rea-lidad de opresión.

Má s recientemente, el giro hacia una 

nueva epistemología constructivista ha ido marginando la idea de homoestasis,en los que los conceptos de circularidad

 y complementariedad se apoyan. Elnuevo énfasis es ahora en narrativas, enla idea de conversaciones terapéuticas y del rol de los significados culturales queinfluencian el proceso de cambio e inter-

 vención.

 Algunos de estos nuevos enfoques sehan preocupado en minimizar la figura del experto en la intervención psico-social, en la medida en que se es cons-

ciente de que ese poder existe y hay queintentar reducirlo en vez de ignorarlo o

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desdeñarlo como han hecho los enfoquesmá s tradicionales.

Para Foucault no es posible entender el poder divorciado del contexto, nunca puede ser desligado de las relaciones

sociales de poder en que se da.

En uno de sus trabajos má s conoci-dos, Vigi lar y Cast igar  (1975) Foucault examina las “micropr á cticas” del poder a trav és del estudio del desarrollo del poder disciplinario. Las relaciones de poder ennuestras interacciones cotidianas, en eluso del espacio f ísico y la arquitectura,en la disciplina de los cuerpos, en la cre-ación de las formas de pensar, formas desubjetividad, y formas de conocimiento.El poder est á   siempre presentado en suformas productivas y restrictivas y como

en una espiral recursiva determinadaspr á cticas sociales se relacionan con par-ticulares formas de subjetividad.

Si bien, según Foucault, el poder no sepuede socavar desde una perspectiva 

 voluntarista, sí  plantea la idea de resis-tencia dentro de las relaciones de poder.

Otros autores como Judith Butler (1997) hablar á n má s detalladamente dela agencia a trav és de la teor ía de la Per-formatividad que desarrolla a partir delos Actos de Habla de Austin. Si todo

enunciado, dice Butler, puede ser resig-nificado, entonces ahí es donde reside la posibilidad de agencia y de acción políti-ca que haga posible nuevas formas desubjetividad.

En esta dirección, Judith Butler pare-ce entender el poder en su teorización dela sujeción en t érminos de subordinación

 y de condición de posibilidad del sujeto,entendido también como posibilidad deagencia. El sujeto no es totalmente deter-minado por el poder ni totalmente deter-minante de este.

 Aquí  nos gustar ía enfatizar la hetero-

geneidad del poder, y su conceptualiza-ción no sólo en t érminos de subordina-ción sino también en t érminos de capaci-dad para la acción en una forma no coer-citiva, reminiscente de la noción de Rico-eur “ yo puedo” con su connotación ética.

El “ yo puedo”  de Ricoeur est á   asociadocon el poder de actuar, en el sentido delser como potencialidad.

El enfoque narrativo e n inte rvenc ióncon mujeres que han s ufrido maltrato

Michael White toma la invitación deFoucault eligiendo incorporar algunas desus ideas en la pr á ctica terapéutica. Esteaspecto viene desarrollado en los prime-ros capítulos de una de sus obras funda-cionales que escribió  con David Epston

Medios Narrat ivos para f ines terap é uticos,publicado en 1989.

Para resumirlo brevemente podemosdecir que en primer lugar toma la idea del poder como positivo en sus efectos.En segundo lugar la íntima relación entrepoder y conocimiento. En tercer lugar la atención que Foucault da a las t écnicas y pr á cticas del poder cotidiano.

 White usa todas esas ideas en el desa-rrollo de estrategias para reescribir lashistorias de las personas que le consul-

tan, y crear narrativas alternativas que“liberen”  el potencial de conocimientossubyugados para validar una versión dela experiencia má s habilitadora.

Este trabajo puede ser particularmen-te pertinente en el contexto de la inter-

 vención con mujeres que han vividoexperiencias de violencia. En nuestra experiencia en la atención a estas muje-res escuchamos a menudo relatos muy negativos y a veces somos testimonio decómo se someten a pr á cticas cultural-mente establecidas de abusar de si mis-

mas. Es frecuente escucharlas decir cosas como: “soy un desastre, me mere-

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cía el maltrato, de alguna forma lo provo-qué, no supe manejarlo”. Otras veces seculpabilizan por haber contribuido o por no haber sido capaces de protegerse oproteger a sus hijos de esa situaciónabusiva. Como afirma White (1995) estas

personas est á n manteniendo conversa-ciones consigo mismas y con los demá sque internalizan el t ópico del abuso, y deesta manera se hace imposible apreciar el contexto. Así, a trav és de este proceso,el hecho de ser abusada repercute en suidentidad: da testimonio de sus deseos y motivaciones, de sus objetivos en la vida.

Una forma de subvertir estos efectosen la identidad de estas experiencias deser relatadas o por las palabras del abu-sador, es a trav és de la introducción deconversaciones externalizadoras, es de-

cir, conversaciones que sit úen el abusocomo algo externo que ha tenido un efec-to en sus vidas, en la manera en queellas se ven y se sienten a s í mismas. Enpalabras de White (1995) “puede re-poli-tizar lo que ha sido des-politizado”.

El espacio de intervención se convierteen el contexto de una conversacióndonde las mujeres pueden hablar de losefectos del maltrato en sus vidas y elsufrimiento asociado a esas experiencias.Eso permite diferenciar que esos relatosde infravaloración que cuentan sobre sí

mismas no son “ellas mismas”  sino lasconsecuencias del abuso que han sufridopor parte de sus parejas. Son historiasde sí mismas constituidas en un contextode descalificación, trauma, subyugación

 y aislamiento.

Una de las consecuencias de estasconversaciones terapéuticas es la refor-mulación de la historia dominante: ale-

 já ndose de la idea de culpabilidad perso-nal y acercá ndose a las de “dominación”,“explotación”, “servidumbre”, “anulación”

 y “tortura ”.

 Al explorar los procesos por medio de

los cuales a estas mujeres, dice White(1995) “ se les hace adoptar estos relatosprivados muy negativos acerca de sus

 vidas y las pr á cticas asociadas de autoa- buso, se descubren a sí mismas descri- biendo varias de la t á cticas de poder: t á c-

ticas que hist óricamente las aislaron delos demá s, t á cticas que las exiliaron desus propios cuerpos, de sus propiosdeseos”.

 Al resituar la historia de autoabuso enlas relaciones de poder en su entorno, seposibilita que el autoabuso sea leído a la luz de un marco de inteligibilidad dife-rente, en un marco que presenta inter-pretaciones alternativas de estos actos.Esto libera a las personas y les permiteoponerse o disentir. Así como las conver-saciones internalizadoras ocultan el

aspecto político de la experiencia, lasconversaciones externalizadoras lo ponende relieve. De ese modo, abren posibilida-des para que las personas forjen nuevasalianzas con su yo y descubran nuevasdistinciones entre abuso y cuidado: enfin, para que disciernan, quizá   por pri-mera vez, entre explotación y protección.

Esta forma de conversación tiene que ver con deconstruir las así llamadas “ ver-dades”  que las personas sienten quetanto aprisionan sus vidas y esos relatos“saturados por el problema ”. Las conver-

saciones externalizadoras hacen que la persona experimente una identidad dis-tinta o separada del problema.

 A medida que las personas se entre-gan a esta operación de externalizar sushistorias privadas, dejan de hablarles desu identidad y de la verdad de sus rela-ciones; dichas historias privadas ya nopenetran en la vida de las personas;éstas experimentan una separación desemejantes historias. En el espacio esta-

 blecido por esa separación las personasquedan en libertad de explorar otras

ideas preferidas sobre lo que ellas mis-mas podr ían ser, otros conceptos preferi-

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dos que las personas podr ían incorporar en sus vidas.

La de-construcción tiene que ver conprocedimientos que subvierten realidades

 y pr á cticas que se dan por descontadas,

esas llamadas “ verdades”  divorciadas delas condiciones y del contexto de su pro-ducción. Muchos de los métodos de de-construcción hacen extra ñas esas reali-dades y pr á cticas familiares dadas por descontadas al objetivarlas. En este sen-tido, los métodos de de-construcción sonmétodos que como afirma Bourdieu(1988), vuelven “ex ótico lo doméstico”, locual facilita la “reapropiación” del yo.

Este enfoque también se inspira enalgunos trabajos que hablan de un anhe-lo de subjetividad que se vincula con la 

necesidad acuciante de nuevas formas derelación con la alteridad, la ética, elsaber y la memoria. Dicen estas autorasacerca de la subjetividad que “resulta muy importante imaginar y experimentar situaciones, encuentros, pr á cticas queinciten a los/as sujetos a extra ñarse delo que viven como má s propio o singular 

 y a familiarizarse con lo que sienten má sajeno.” (Bonder, 1998)

Histor ias s oc iales dominantes ehistorias alternativas

La pregunta que nos podemos hacer a continuación es como estas mujeres pue-den generar esos nuevos conceptos alter-nativos de sí  mismas, cómo puedencobrar nueva vida maneras distintas deestar en el mundo. ¿Cuá les son los pun-tos de entrada de esas otras versionesacerca de lo que podr ían ser las perso-nas? A medida que las personas se sepa-ran de las historias dominantes o “totali-zantes” que forman parte constitutiva desu vida, se les hace posible orientarsemá s hacia aspectos de su experiencia 

que contradicen esos conocimientos. Y esas contradicciones est á n siempre pre-

sentes y son, por lo demá s, muchas y muy variadas. Inspir á ndose en Goffman(1961), White llama a esas contradiccio-nes, “logros aislados”.

Es a partir de una doble escucha 

donde podemos señalar esas nuevas ver-siones de si misma que aparecen junto a la historia dominante, pero que no se lesha dado la suficiente atención. Reparar en esas excepciones, hacer preguntasque las hagan má s visibles y evaluar sison realmente significativas, relevantes, y preferidas para la persona, son parte delproceso conversacional que abre nuevasposibilidades de contarse su propia his-toria.

Una vez que se ha establecido quedeterminados hechos son, en efecto,

logros aislados puesto que se los ha con-siderado significativos y preferidos, pode-mos facilitar la generación (y/o la resu-rrección) de historias alternativas alorientarnos hacia esos logros aislados enactitud de curiosidad genuina por enten-der como se han producido esas excep-ciones o logros que a la mujer que noshabla le habían pasado inadvertidos.Estos son los misterios que únicamentelas personas pueden revelar cuando res-ponden a la curiosidad que sobre ellosmanifiesta la persona que les escucha.Cuando las personas se entregan a la 

tarea de revelar estos misterios, inmedia-tamente se entregan también a la tarea de contar historias y darles significación.

Por ejemplo en casos de las mujeresque han sufrido maltrato, tal como decía-mos anteriormente, les es muy dif ícilconfiar en versiones má s favorables de símismas. En esos casos es eficaz invitar a estas personas a que presten atención a aquellos logros aislados o se puedenhacer una variedad de preguntas queinciten a un relato específico que localiceaná logos episodios hist óricos que identi-

fiquen ocasiones durante las cuales fue-ron capaces de tratarse con cierta acep-

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tación de sí mismas, u ocasiones durantelas cuales protestaron al maltrato o cual-quier situación de abuso.

Re-escribir la experiencia

Las conversaciones re-autorizantesentre la profesional y la mujer que acudeal servicio permiten la identificación y co-creación de historias alternativas deidentidad. La pr á ctica de re-escribir o re-autorizar se basa en la asunción que nin-guna historia puede encapsular la totali-dad de la experiencia de una persona.Habr á  siempre inconsistencias y contra-dicciones. Habr á   siempre otras historiasque pueden ser creadas a partir de even-tos de nuestras vidas. Nuestras identida-des no son historias singulares, nadie

puede resumirnos en una sola descrip-ción. Somos un entramado de múltipleshistorias que se entrecruzan. Las conver-saciones re-autorizadoras implican co-construir nuevos relatos de sí  que seconfrontan con las versiones saturadasde problemas que las personas traen a la conversación.

Estas historias alternativas no sefabrican de la nada. No son inventadas.

 Así  como las historias dominantes con-sisten en eventos del pasado que hansido interpretados de una manera deter-

minada, asimismo ocurre con las alter-nativas.

Pueden incluir esperanzas de que lascosas podr ían ser diferentes en la propia 

 vida, promesas de que cosas mejorespuedan llegar, sueños de una vida má sllena, anticipaciones de llegar a un parti-cular destino en la vida, visiones de nue-

 vas posibilidades, deseos de estar en otra parte, de estar en otros territorios de la 

 vida, donde el abuso ya no tiene cabida.

Una vez identificadas, esas historias

pueden ser ampliamente descritas. Esosrelatos ampliados son alcanzados en con-

 versaciones que trazan la trayectoria delo que ha estado ausente pero implícitoen las expresiones de las mujeres dedesesperanza. Esa doble escucha, comola llama White, o esa multi escucha, per-mite hacer las preguntas necesarias,

estirar los hilos con que se tejer á n esasnuevas historias de orgullo y esperanza.Orgullo por haber resistido, tenido la fuerza de llegar hasta aquí, y esperanza de alcanzar todos esos sueños y deseosque habían quedado enterrados por la experiencia de abuso.

Enfoques parecidos (Penn, 1994) des-tacan el aspecto relacional de la identi-dad y ponen énfasis en crear este espaciode conversación que permite contestar ese monólogo autoacusador que se cons-truye en una relación abusiva. Ese espa-

cio seguro donde es posible recordar,explorar, imaginar, desear voces nuevas y diferentes que emergen fruto de ese pro-ceso dialógico. Ese espacio rompe elsilencio y aislamiento impuesto por elabuso y deja espacio para lo no dicho – soledad, miedo, angustia, rabia, espe-ranza …- lo no expresado.

Un caso que ilustra este proceso fue elde una mujer, a la que llamaremosMar ía, que acudió a nuestro servicio conuna historia desgarradora. Había sidomaltratada por su padre, que antes de

abandonar a la familia la “encerr ó”, tal y como lo expresaba ella, en un centro psi-quiá trico, repitiéndole siempre que era un fracaso como persona. Mar ía estaba,en el momento de acudir a nuestro servi-cio, sufriendo maltrato por parte de suhermano, con el que conviv ía junto consu madre enferma. Otros muchos aspec-tos que har ían demasiado amplia esta descripción conformaban una biograf ía llena de experiencias de rechazo y humi-llación.

Es esperable que la imagen que pro-

 yectaba Mar ía de sí misma estaba repleta de auto-reproches e infravaloración. En

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realidad, asumía como suya toda la culpa del maltrato debido a una conduc-ta derrochadora y poco responsable conel dinero.

 A partir de ser capaz de expresar 

todas estas emociones y reconocer lasconsecuencias de esos maltratos y todaslas privaciones emocionales y socialesque sufrió, poco a poco fue capaz separar su experiencia de sí  con las circunstan-cias del abuso. Eso permitió  incorporar otras miradas que no fueran las de sus

 victimarios.

Escribió una carta a su padre en quele agradecía haberle puesto en situacio-nes tan duras que ponían a prueba sufuerza y su capacidad de recuperarse delos traumas. Recordó como había “rena-

cido”  de una grave lesión que sufrió  enun accidente. Se reconoció supervivientede una vida familiar tempestuosa y falta de lo esencial para ser persona. Fue tes-timonio de su lucha por salir adelante,por resistir al abuso y por frenar lasganas compulsivas de auto-infringirseda ño. Reconoció  como a lo largo de losencuentros que habíamos compartido seestaba empezando a agenciar de su vida 

 y a proyectar nuevas formas de ser en elmundo.

En una de las sesiones, intentando

hacerme comprender como había sidocapaz de sobrevivir a todo eso, dijo con visible orgullo, que ella era como el “avef énix que renace de sus cenizas”. Esa poderosa met á fora que ella misma había escogido est á  sirviendo de hilo conductor 

de esa nueva versión de sí misma, dondeel dolor y el sufrimiento pueden empezar a ser resignificados como semillas de unnuevo yo, que renace fortalecido.

Hay que decir que este es parte del

camino que todav ía compartimos con ella  y que quedan todav ía muchas historiasque contar y mucho camino que recorrer por la crudeza de sus circunstanciassociales y biogr á ficas, que hacen especial-mente arduo este camino. Afortunada-mente, tiene por rutina escribir un diarioque recoge estas diversas voces que con-

 viven junto con la historia dominante de v íctima. Esto junto con las conversacio-nes que compartimos y su gran entereza contribuyen a amplificar esas historiasexcepcionales que van conformando unrelato de sí misma que abre nuevas posi-

 bilidades má s acordes con lo que podr ía-mos llamar su “identidad preferida ”.

El cuestionamiento de una identidad,la exploración de esas fisuras que apare-cen de distintas formas conlleva una cri-sis, un hundimiento de un mundo sim-

 bólico un repliegue sobre sí  misma quecausa dolor, postración, pero también esuna oportunidad de re-emerger con la ayuda del v ínculo con otro significativo,como afirma Dubar (2000), capaz de vali-dar, situar y reconocer la nueva identi-dad latente que ha podido empezar a 

nombrarse: “Es la crisis la que revela elsujeto a sí mismo, le obliga a reflexionar,a cambiar, a pelear para salir de ella y a inventarse a sí mismo, con los otros. La identidad personal no se construye deotra forma ”.

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