ENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO - La inquisición de Lucifer y visita de todos los diablos

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"La inquisición de Lucifer y visita de todos los diablos" (1642)

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ANTONIO ENRQUEZ GMEZ

La inquisicin de Lucifer y visita de todos los diablos

Sueo Primero..............................................................................................................3 Sueo Segundo...........................................................................................................17 Appendix....................................................................................................................29

(Habiendo dado fin a la obra antecedente que acaba con hojas cuarenta y cinco, quise, por darle cuerpo para encuadernarla, dar aqu principio a un gracioso tratado que escribi y compuso Antonio Enrquez Gmez, representado en sueos, al cual intitula Inquisicin de Lucifer y visita de todos los diablos.)

SUEO PRIMEROComo la Imaginativa sea tan amiga de levantar figura y las ms veces levanta testimonios por ella, quiso la ma, en una de las largas noches de invierno, ayunar la vigilia del sueo a la fiesta de mi Entendimiento, que le perdonara el desvelo por el descanso. Rogbale la seora Memoria a este santo, beatificado por la ignorancia, que dejase a la levantadora de embustes con su locura, pues de sus vanidades no se haba de sacar sino afliccin de espritu. Pero el simple juez, cohechado de la vanidad, le entreg por un hora [a]l imperio imaginativo y, despabilando especies, la primera que trajo a la fantasa fue la de los diablos. Empezse con ella a afligir la materia, a turbarse el corazn, a rebelarse los vitales espritus, a temblar los miembros, a helarse la sangre y, finalmente, a desplomarse toda la casa de nuestra humanidad, no quedando hueso que no se desencajase de las bisagras naturales donde estaban asidos. Acudi el juicio luego y puso el puntal de la consideracin del edificio porque, de todo punto, no diese la fbrica en el suelo, diciendo con palabras mentales, "Vuelve en ti, hombre, no seas verdadero diablo de ti mismo, que no hay mayor enemigo que el miedo. Adnde vas despendote por los cerros de la turbacin? Sosigate!, que no hay diablos". "'No hay diablos', dijiste?" Qued como si hubiera pasado por el valle de Josaf. Desdobl las campanadas la imaginativa potencia, cosaria antes de vidas que criadas ni seora. Qued tan sosegado el corazn con la palabra de "no hay diablos" que pulsaba, en vez de espritus, libertad. Y el reloj de la vida, con la concertada armona del volante, daba por cuartos, aos, y por horas, siglos. Volvironse todas contra la Imaginativa, llamndola "liga de fantasmas", "zurcidora de duendes", "alcahueta de la mente", y ltimamente, la condenaron a "perpetua desfigura de diablos". No tard mucho la Majestad del sueo en venir, y retirndose de los rganos los msicos del da, qued mirando las obras de adentro, y careciendo de las de fuera, irritada la Imaginativa de los oprobios que haba odo. Y no s si los diablos de m, por no haberlas confesado, me quisieron hacer mrtir con el discurso siguiente, sueo que sino debe ser soado para que las narices de la virtud se purguen algunas inmundicias del cerebro vicioso. Sent que me tocaba un hombre la mano izquierda, por no hacer el sueo cosa a derechas. Alc el rostro a los rayos de una pequea lanterna que contraa y no pude distinguir con la vista si era hombre o mujer, porque el medio rostro tiraba a herm[a]frodita y el otro daba en eunuco. No saba en qu lenguaje hablarle, si en masculino o femenino, y entendiendo no afrentarle en uno ni otro, y llamle capn. No me respondi palabra, antes pretendiendo hacer duelo del tacto, se desmand tanto de mano que la ma se vali de los pies para no dar en el suelo. "Quin eres?", le repliqu algo sentido del juego de manos, y l me respondi con voz endiablada, "Yo soy el familiar mayor del infierno. Llmome el diablo Parrafiscotado y vengo de parte de Lucifer, si no a prenderte, a llevarte a su presencia; y no te aflijas, que siendo t cristiano viejo, no pareca bien prenderte por la inquisicin. Llvote para que, como vivo, le des cuenta del mundo muerto, porque te hago saber que determina Lucifer hacer este invierno inquisicin y visita general en todos sus sbditos y vasallos, para castigar los que han dejado a Dios y han seguido al diablo o a m, o a Lucifer, que todo es uno; y pues has dudado del imperio diablesco, justo ser que te desengaes, conociendo

nuestro gobierno. Alto a levantar!, que es tarde y me aguardan dos leguas y media ms ac del infierno, donde podrs saber lo dems". Qued, si no confuso, difuso, y tragndome la primera razn por hallar la segunda, le dije, "Cmo es posible que yo pueda ir contigo dos leguas ms ac del infierno si en todo el discurso de mi vida no las he andado a pie?" "Tienes razn", me respondi, "porque la mayor parte que va al infierno es a caballo; pero puedo asegurarte, a ley de limpio familiar, que no irs por tus pasos contados al infierno, porque all no se va sino por pasos descontados o desconcertados. Y no imagines, ni tengas por tan segura la verdad que dicen, que el camino del infierno es llano y el del cielo es spero, que, si bien reparases en la moralidad, nuestro camino es todo lleno de barrancos, todo cubierto de nieblas y de oscuridad, y es tan lleno de aspereza que el que una vez da en l, no sale de su laberinto sino dificultosamente, dando de ojos a cada paso. Y aunque el mundo es todo barrancos secretos y pblicos, los que nosotros pasamos en nuestro viaje son mayores, y si lo quieres conocer, repara en los hombres que lo siguen. Pues el hipcrita, tentado ms del espritu que de la carne, hace spera vida en las montaas de la santidad fingida, viendo apariencias y forjando tramoyas; un homicida que no pasa de desvelos para acertar el camino de la muerte y la vereda adonde ha de derramar la inocente sangre; un adltero que no siente de trabajos hasta alcanzar el camino de la deshonra y del agravio; un tirano que no adquiere cuidados y enemigos hasta que se coloca en las montaas de la soberbia y en los cerros de la tirana; un ladrn que no pasa de inquietud, miedos y calamidades hasta alcanzar el robo y despus la horca. Y finalmente, que tambin los diablos hablamos por finales, que no sienten de angustias y dolores todos los que siguen nuestro camino, lo cual no tienen ni pasan los que siguen el camino del cielo, por ser slo peregrino. Es claro, alegre y deleitoso, sin oscuridad ni tinieblas, ni barranco alguno, ni en l se hall ni vido jams precipicio. Y esta verdad conocers en todos los justos, los cuales, como van desnudos de ambicin y tirana, corren a la ligera y se van por la posta de la tranquilidad y de la gloria, sirvindole de antorcha la virtud, flores de este camino espiritual". Sosegse mi espritu con la doctrina del diablo, y preguntndole cmo hablaba bien de la virtud, siendo su enemigo, me respondi diciendo, "Imaginas t que los diablos no conocemos lo bueno y lo malo? Pues engaste; primero conocimos la gloria que el infierno. El uno adquirimos por gracia y el otro por desgracia, y si no pretendiramos el subir, no alcanzramos el bajar. De nosotros aprendieron los volantines sus vueltas y revueltas. Nosotros andbamos en la maroma con ms seguridad y camos de ella, y lo mismo hacen todos los que mejor han volteado en la maroma o cuerda del siglo. Conocemos la virtud, pero no la amamos. Y no imagines que nosotros somos peregrinos en este arte, porque entre vosotros hay infinitos que nos pueden dar quince y falta, principalmente las beatas que, granizando palabras de virtud, llueven obras de maldad. Hablan de lo divino y ejecutan de lo humano; adquieren nombre de devotas de la castidad y cumplen los votos de la sensualidad; lo pblico parece de Dios y lo secreto es nuestro; ayunan en el aire y roban en el aire; estn templadas de da y destmplanse de noche; adquieren nombre de devotas y adoran los devotos y las botas. Esto basta por ahora; acbate de vestir, que se hace tarde, y no debe un familiar serlo en tan poco tiempo, que esto de hablar mucho hasta en los diablos parece mal". Fume vistiendo con ms cuidado y entretanto que lo haca, le dije, "Es posible que los diablos tengan nombre como el tuyo? Porque yo, hasta ahora, entenda que se llamaban demonios, diablos, Asmodeos, Bercebs y otros nombres, pero Parrafiscotado es nombre que ms pertenece a los que viven en el siglo que a los que asisten en el infierno". "Mi nombre", respondi, "no es nombre propio, sino sobrenombre. El parra me qued cuando ca de lo alto por haberme estrellado en una parra silvestre, y como vena desnudo como Adn, qued vestido de la parra, peor que de la tnica mortal, y como otros quedan enredados, yo qued emparrado, o emperc[h]ado, por mejor decir. No te admires que la parra qued peor que yo! El fisco me dio por sotasobrenombre Lucifer, por ser el fisco de la casa del humo, y en m paran para nunca salir todos los tesoros de los condenados. El tado es nombre que se deriva de 'hurtado', y porque no me conozcan por todo el nombre, respecto de la calidad de mi oficio, le part por medio y le

partiera por entero si hallara mi cuerda". "Quedo satisfecho", dije, "de la honrada etimologa del nombre Parrafiscotado, y pues estoy vestido, gua por donde llevares gusto, que me has parecido discreto, y si hay diablo que pueda hacer cosa buena, sin duda que has de ser t". Agradecime la lisonja y cortesa y mano a mano me sac hasta la calle sin poner pie en el estribo de la escalera. Era tan grande la oscuridad de la noche que entend que ya habamos llegado al infierno, cuando, al revolver de una esquina, sentimos y encontramos un tropel grande de gente. Parrafiscotado, que los conoca, me dijo, "No temas". Dije yo, "Qu es? Gente de guerra?" "Son familiares de la casa", me respondi, "y all no se trata de paz". Llegse a l uno y djole, "Es Cienfuegos?" Y el preguntado respondi, "El mismo soy". "Aqu le traigo", le replic mi compaero, y al punto me rodearon catorce galfarros con otras tantas lanternillas de ronda. Qued sin quedar en m, ms fro que ellos venan calientes. Hicironme todos una profunda cortesa y reverencia, como enseados a profundidades, y con ellas, ech de ver que no era gente de guerra, sino de paz. Habl Cienfuegos a Parrafiscotado y dijo, "Yo traigo orden en negro, como otros en blanco, de llevar presos todos cuantos conociere por la pinta ste que aqu est". Aplic la lanternilla y descubri una figura espantosa en un hombre, limado el rostro a puros giros de fuego. Preguntle que a quin bamos a prender, y quin era aquel maldito entre los malditos, y cmo le llamaban en su casa. Y djome Parrafiscotado, "Este es el mayor espa que tenemos en nuestro tribunal. Su nombre fue Mal[q]ues, pero ya por habrsele gastado el nombre, que todo lo gasta el tiempo, se llama Malsn, nombre que empieza en 'mal' y acaba en 'sin'". "No puede hacer cosa buena", le respond, "pero, a quin vamos a prender?" "Ahora lo vers", dijo, y guiando todos por la misma calle, llamaron a una puerta que, con estar cerrada, no se volvieron los diablos, y ech de ver cun falso era el refrn que dice: "A puerta cerrada el diablo se vuelve". Abrieron luego sin resistencia alguna y pregunt el familiar a Cienfuegos si era aqulla la puerta de los escribanos. Respondi la infernal sabandija que s. Entraron dentro, y alzando la lanterna uno de los familiares, dio con ella en los ojos de los que asistan dentro y pregunt si eran aqullos. Baj la cabeza el malsn, en seal de prendimiento, y al instante agarraron con ellos y pusironlos en la calle a buen recaudo, y los presos iban diciendo que no eran escribanos sino inocentes solicitadores de la pluma. Llamaron diez o doce casas ms arriba y hicieron la misma diligencia con el malsn, diciendo si eran aqullos los hipcritas. El dijo que s y ellos que no, pero entraron en la sarta. Llamaron a otra puerta y hicieron lo mismo; y ltimamente, como la sarta era de cuarenta, la hicieron de cincuenta y cinco para que el punto del mazo les valiese ms que primera. En todas las casas iban inventariando, o limpiando, por mejor decir, los bienes, dejando las casas ms claras y netas que el da de su nacimiento. Mand Parrafiscotado, como familiar mayor, que pusiesen a cada uno de los presos aparte para que no se pudiesen comunicar por la habla, como algunos italianos por el tacto. Hzose as con la venida repentina de una legin, o tres cuartos, de familiares limpios que nos rodearon. Cogi cada uno el suyo como algunos galanes la suya y quedamos, yo y mi Parra, solos. Djome, "No podemos ya ir al infierno sin hacer cierta diligencia. Vente conmigo, que no te pesar de lo que vieres si tienes buen entendimiento, como yo imagino". Yo, que me vide a la disposicin del diablo, le dije que en todo lo que no tocase a mi salvacin, le seguira con mucho gusto. El me respondi que, como yo no me condenase por el mo, l no me tentara ni forzara de ninguna manera por la amistad que profesbamos en tan poco tiempo. Agradecle la destentacin con dos reverencias sin paternidades. Salimos de la calle y djome mi fisco, "Yo te quiero llevar por el aire a que seas testigo de lo que vieres y de lo que no vieres, como los testigos falsos". Yo no s qu enredo hizo, que sin abrir puerta ni ventana, nos hallamos en una cuadra de riqusimas colgaduras, no tan duras como fueron blandos los que las dieron. Hacan correspondencia unos lucidsimos escritorios escritos en papel negro con letras blancas; eran de bano y marfil, tan sutilmente limados como sacados. Las sillas correspondan a las tapiceras y toda la cuadra estaba como una estufa a pura estafa. "Pisa quedo", me dijo mi familiar, "que importa". Hcelo as, y con pasos de plomo, entre tantos de plata, nos hallamos en otra cuadra, maravilla de la vista, gracias a la lanternilla

que alumbraba como un carbunclo, salvo que las resultas del fuego olan a azufre. Era la cuadra propiamente alcoba y en ella estaba una cama de finsima escarlata. Puedo decir que no vide colgadura con tanta vergenza, segn estaba de roja. La alcoba tena unos tapices de oro y seda y el suelo cubra sus carnes de losas con una alfombra turquesca, no tan dura como blando el que la dio. Sobre un bufetillo de plata estaba un pequeuelo escritorio, guardajoyas de muchos indios; servale de corona o cetro un [piramid] de cristal con dos figuras a los lados, no tan figuras que no fuesen ngeles, pues eran de oro. Llegse el diablo a la cama como quien estaba acostumbrado llegarse a ella y djome, "Despabila la vista, y si te santigares, sea en secreto". Alz un lado de la cortina y descubrise una mujer hermossima, que a sueo suelto poda poner en prisin a los que la miraban; estaban los ojos prisioneros del sueo, que a estar libres, an el diablo no estaba seguro de ellos. Tenala el sueo cohechada, y la nia estaba mal con el sueo por estar despierta y ganar con otros; dorma con las manos cerradas por no perder la costumbre de tomar. El diablo, por tentarla, le dijo, "Toma", y las abri luego. Djome, "Yo vengo a hacer inquisicin de esta mujer para saber si durmiendo se puede librar de pecar o de pescar, porque la tienen malsinada de este crimen, y Lucifer no puede creer que haiga mujer que durmiendo pida". "La curiosidad alabo", le dije, "pero cmo podrs hacer la experiencia?" Sac Parrafiscotado un cuarto falso y con gran sutileza se le puso en la mano derecha. La nia se vali del tacto, y conociendo por l la civilidad del metal, dio con l en el ojo izquierdo de mi camarada. Sac luego un dobln, gajes de los secrestos, y psosele en la mano izquierda. Y fue tan derecha que no le volvi retorno, como el primero antes; le apret de tal manera que no se lo pudo quitar el diablo con todo su poder. "Mira, si va obrando la inquisicin", me dijo. Yo estaba para soltar la risa cuando ella dio tres suspiros, diciendo con ellos, "Ay, ay, ay". El diablo me mir y dijo, "Esta dice si 'hay' algo ms que darle, porque el dobln es poco". Yo llevaba en la faldiquera unas pastillas de boca; pselas en mano de mi familiar y l asom una de ellas a narices de la nia, la cual, abriendo la boca por el olor, se fue tragando una docena que haba, sin decir "Dios, valme". Agradecile el diablo el silencio, y quedse con la boca abierta, aguardando otras, y de mala gana la cerr de miedo de que no se las sacasen. "No es posible", dije yo, "que esta mujer duerma obrando estas acciones". "No?", me respondi el diablo, "ahora lo vers". Llegse a ella y en voz muy alta le dijo, "Nia, este galn, aunque pobre, desea servirte y por principio de paga ofrece trescientas dcimas a tu hermosura en verso". No movi la dormida pie, ojo, ni boca, y djome mi compaero, "Mira si duerme, pues a tales voces no recuerda. Creslo ahora?" "S, lo creo", le respond, "y estoy admirado de tus sutilezas y capricho, como del sueo, pero si no me engao, ella habla entre sueos; escuchemos lo que dice". Fue as que comenz entre otras palabras a decir, "Vlgame Santo Toms! Seor don Juan!", y "cmo viene vuesa merced colrico, celitos a estas horas? Sea vuesa merced servido de no engendrar hijos bastardos, que lo tendrn por adltero; galantee vuesa merced legtimamente". Y "ya que tome pesadumbres, sea a costa de su dinero y no de su salud, que sin la segunda podr yo vivir, pero no sin la primera. 'Que no salga de casa', me dice! Donosa palabra! Acaso hay mandamiento de 'no calle[j]ars'? Tiene vuesa merced hecho con su Majestad algn asiento sobre ellas? Yo y los de mi casa tenemos peste, para que vuesa merced nos quiera encerrar en ella? Tenga vuesa merced el 'Calle!' en la boca y deje a las dems calles con sus entradas y salidas, y si anda en celo, quteme los tejados, pero no las calles. D ms y cele menos. Hace vuesa merced inquisicin de mis entradas y salidas, siendo mis entradas tan secretas y mis salidas tan pblicas? Inquisicin conmigo?, que soy la misma inquisicin de las bolsas ms guardadas y el fisco de los tesoros ms inocentes, castigando herejas del 'No doy', 'No puedo', 'No traigo', 'No poseo'. A casa cerrada me quiere condenar vuesa merced, habiendo yo encerrado a tantos en otras ms estrechas? Familiarito se me quiere hacer del oficio pecador, habiendo yo quemado tanto inocente en el fuego del inters y dado ms hbitos falsos que vuesa merced tiene celos verdaderos? Si quiere entrar en esta casa, entre dando y no pidiendo, que an el diablo no tiene licencia de entrar aqu sin darse a s mismo, y no le conceder yo a l la inquisicin que vuesa merced quiere hacer conmigo, aunque se le lleve el diablo".

"Contigo habla", le dije yo a mi compaero, espantado de or la dormida dama tan despierta en las estafas de da como en referirlas de noche, y no sin causa le pregunt al diablo cmo hablaba tan en su juicio aquella nia si estaba durmiendo. Y l me respondi diciendo, "Mira, no hay causa que no produzca sus efectos, cada uno engendra su semejante, todos mueren como viven y todos suean como obran; todo cuanto esta dama ha dicho son efectos de su causa. Sus especies engendraron sus palabras, su vida hizo esta pequea muerte y sus vigilias han hecho estos sueos. Ella dice lo que hace y no sabe lo que dice; habla verdades y las verdades no estn en ella. La mentira y el engao estn en la materia y, como el espritu se ve algo libre de ella, canta este desengao con el instrumento de la voz. No hay inquisidor como el sueo, pues hace confesar sin tormento a la lengua las herejas del corazn. Esta vive libre y suea libre, y yo creo ms a su sueo que a las vigilias de Trajano, porque l poda vestir sus verdades de retrica y sta las saca desnudas de ella, como mujer que ha desnudado a tantos. Su mala vida trajo este ejemplo, y su poca virtud ha sido causa de esta virtud; de da calla y obra, y de noche dice lo que obra. No se descubre a la luz y descbrese a las tinieblas; piensa que est segura de los enemigos del cuerpo y descbrenla los del alma su pecado. La lisonjea de da y la vende de noche, pagando con su mala naturaleza pensin al sueo con su delito. Con la muerte todo se descubre y, como el sueo es su vivo retrato, hace lo mismo. Si sta tratara de Dios, no hablara del diablo. Y por qu piensas que su inquisicin es peor que nuestra? Porque nosotros la hacemos espiritualmente y ella corporalmente. La suya enciende la materia de los gustos, y nosotros, a su disgusto, quemamos el espritu que los encendi; vuestra Inquisicin castiga los herejes que dan en ser herejes, pero la inquisicin de sta los que dan en ser miserables. All se condenan los bienes de los culpados, y aqu los de los inocentes. All se perdona al que se arrepiente de su pecado, y aqu se condena al que se arrepiente de lo dado y se perdona al que lo ha dado como dems. All la inquisicin es secreta, y aqu secreta y pblica; la una es 'Santa' y la otra 'Pecadora'. All los familiares prenden con mandamiento real, pero aqu los familiares prenden como lascivos los reales mandamientos. All limpian las almas de las herejas, y aqu del dinero las bolsas. Y no te espantes, que no hay mayor hereja que quitarle a uno su hacienda. All se dan hbitos de San Benito y aqu de Santo Toms. Estima la comparacin, que para dar a conocer el estado divino, se necesita del humano, y no has de hallar mejor humanidad que la que est tendida en esa cama por ser muy humansima con todos aquellos que la sirven". "Moral diablo eres", le dije, "y si todos sois as, no sois tan malos como os pintan". ""No te admires", me respondi, "que la admiracin es la quintaesencia de la ignorancia. Yo no te digo que recibas mi doctrina por verdadera, que mi naturaleza no lo permite, mas dgote que muchsimos de los que all tenis por sabios en el siglo siguen mi camino, y a los tales se deben or las palabras y no seguir las obras. Solamos nosotros hacer grandsimas diligencias para traer las almas al infierno, pero ahora no se nos da un diablo de cuntas hay en el mundo. A los principios de l, estbamos pobres, pero ahora estamos ricos y, por no perder la costumbre, andamos por cual o cual, bien que no podemos dejar de recibir los malos. Mas te juro, por vida de Lucifer, que es cuanto puedo jurar, que otras veces nos podan coger ms desalmados que ahora. Y pues habemos hecho nuestra visita, dejemos dormir esta dama y vamos a hacer otra de ms importancia". Cerr la cortina, y con la misma facilidad que entramos, nos pusimos en la calle. No habamos andado veinte y un pasos, salvo error de cuenta, cuando me dijo mi amigo, "La visita que vamos a hacer ahora no la puedo hacer yo solo sin el comisario que tiene el poder para ello". "Y adnde est?" le pregunt. "No tardar", dijo, "que ahora sale del infierno y vendr volando". Dicho y hecho, en el instante que lo dijo, se lleg a nosotros un hombre de poca ms autoridad que Parrafiscotado. Quitle el sombrero y le dijo, "Es vuesa merced seor Cura Barrancos?" "Yo soy", le respondi el llegado, "He tardado mucho?" "No", le respondi mi familiar, "que an no son las dos". "Si eso es as", dijo Barrancos, "tan concertado anda el reloj del mundo como el del infierno. Es ste aquel amigo?" "S", respondi el mo. "Pues, alto!, vamos de aqu", repiti l, como Barrancos, "que es necesario hacer esta diligencia con mucho cuidado". Fuimos la calle abajo, que tal gente nunca camina calle arriba, y djele a mi

compaero, "Qu persona es el comisario?" "Malsima", me respondi, "que es lo mejor que tener puede. Y porque sepas quin es, sabe que este diablo es el que tuvo San Miguel al pie dos mil y un aos, y por haber sido en aquella plaza ms firme que una pea, se llama pea o barrancos, que todo es uno, y porque los barrancos no tienen cura y l los allana, se llama Cura Barrancos de la Pea. Bstete esta declaracin, no quieras saber ms, que los secretos de nuestra inquisicin no se descubren a todos". Llegamos a una puerta que, con ser las dos de la noche, estaba abierta, aunque para nosotros lo mismo fuera que estuviera cerrada. Entramos en el portal y hallamos ms de treinta o cuarenta personas admiradas de lo que se enseaba en aquella casa. Decan unos, "Estar orando"; otros, "Estar arrobado"; otros, "Est con el cilicio"; otros, "No, sino con la disciplina". Y era tanta la admiracin que pregunt a mi familiar, "No me dirs qu casa es sta, antes de que hagis inquisicin en ella?" "Esta casa", me dijo, "es de un hombre que el vulgo tiene por santo y nosotros por hipcrita, pero como hasta ahora no se ha valido de ningn favor de familiar de nuestra casa, venimos a hacer inquisicin de su vida y milagros. Si ella es mala, no le tocaremos, pero si es buena, nuestra inquisicin ordena tentarle como a Job, y no dejarle bienes ningunos". "De modo", dije yo, "que si son buenos, la inquisicin los persigue, y si son malos, los deja". "S", me respondi. Yo no le quise decir mi sentimiento, acordndome del refrn que dice: "Con el Rey y la Inquisicin, chitn". Pero el diablo, que adivina los pensamientos, me dijo, "Ya s que condenas nuestro tribunal, pero advirtote que si vuestra Inquisicin castiga las herejas, la nuestra no las perdona, que castigamos rectsimamente cuantos malos hay; si all con fuego, ac con otro mayor. La diferencia que t puedes hacer de la una a la otra es que la vuestra desea salvar y la nuestra condenar. Pero advierte una cosa: que a los bienes de los condenados no tocamos, porque cuando llegamos a ellos es para quemarlos como bienes de anatema, pero vosotros, aunque los distribus con toda justicia, en fin los tocis y os regalis juntamente con ellos". Quseme enojar de su atrevimiento, pero no me atrev. Segulos y llevronme a una cuadra pequea que, aunque estaba cerrada, para mi compaa no haba puerta cerrada. Yo presum que repentinamente habamos dado en Peralvillo, segn la gran cantidad de calaveras y huesos que haba por todo el aposento, sin que los acompaase otra alhaja, salvo unos cilicios baldos y disciplinas que servan de cenefas a las colgaduras de huesos. A un lado del tremendo aposentillo estaba una camilla con dos tablas por colchones, y por almohada una piedra coronada de tres gigantes calaveras, gobernadoras de las dems. No estaba en toda la cuadra persona alguna, y dijo Barrancos, "Diablo de San Miguel! Adnde estaba el varn? Que no le veo en su cama". "Estar echado en algunos ladrillos desnudo", dijo el familiar, "que all le he hallado muchas veces; pero con ser yo tan sutil y vigilante en mi oficio, no he podido descubrir otra cuadra que, si no me engao, tiene". "Cmo no?" dijo el comisario, "Con la inquisicin se burla? Yo la descubrir o quemar la casa". Enojse Pea y, echando fuego por los ojos, nos sac del cuarto de las muertes aposentadas y dio con nosotros en una sala tan diferente de l cuanto iba de la apariencia del dueo a sus obras. Orden Pea que pissemos quedo y poco a poco nos hallamos a la vista del santo varn que buscbamos. Yo ech de ver entonces que los que esperaban a la puerta decan verdad, porque l estaba orando en un libro de cuarenta y ocho hojas con otros amigos que le ayudaban y, de cuando en cuando, se arrobaba por robar a los compaeros, si no la voluntad, los corazones reales que tenan. La disciplina, que los otros haban dicho tena de puro devoto, era una bota de puro vino, y dbase con ella de tal suerte que, en lugar de sacarse sangre, la meta dentro. El cilicio que tena sobre s era de martas tan speras como su vida; los que decan que de puro flaco estaba en el pellejo, hablaron verdad, porque l y sus camaradas haban dejado uno vaco por llenar los suyos. Los ayunos que los inocentes admirados entendan que haca, eran ayunos en potencia, que, en cuanto a acto, en una bien proveda mesa se manifestaba y, por engendrarse otros ms potentes, l[o]s haban trasegado de la tabla al estmago. No vide en ni vida tan desalmado bribn y tan descarado bergante. "Ahora", dijo el comisario, "entra nuestra visita e inquisicin", y a ello puso la mano en la boca en seal de silencio. Y uno de los que estaban con el hipcrita dijo, "Ya es hora, hermano,

que vaya a despachar esa gente". "Parceme bien", dijo el mayoral, "despachmoslos, pues habemos despachado lo que haba". Levantronse cuatro picarazos, y cinco con el bendito, y comenzaron a vestirse el vestido de la culebra que iban a dar. Psose el hermano un saco para saquear a lo divino voluntades y dineros. Hubo su cilicio y su poco de ceniza y, trasladndose en el cuarto de las calaveras, dejando cerrado el de las delicias, se puso el santo varn en la camilla de las tablas y furonse conduciendo a la cuadra los enfermos de la inocente peste. Y como iban entrando, iba diciendo el hermanito con voz ahogada en mosto, "Alabado seis vos, Seor, que tantos favores y regalos hacis a mi espritu. Visita a m?, siendo el ms vil gusano de la tierra" (y deca verdad). "Quin soy yo", prosegua, "para que vos me visitis?" Los entrados decan, "Lleguemos, que ahora da gracias al Seor por la deleitacin espiritual que su alma ha tenido", y si dijeran boclica corporal, anduvieran acertados. "Lleguen, lleguen", deca el maldito, "no pierdan por m su salud". Llegaron todos a besarle la mano, y l, alargndola cuanto pudo, dijo, "Lo que besan tierra es, de tierra vino y a tierra volver, y pues besan la tierra ms vil del siglo, sea con presupuesto de que an no merecemos besar la misma tierra". "Hermano", dijo uno de los besadores, "mi seora, la condesa, sabiendo que determina hacer su hospital de peregrinos, le suplica reciba estos cien doblones de limosna para ayuda de la fbrica, y le pide humildemente ruegue a Dios por la vida del conde, mi seor". "Uno y otro har yo de muy buena gana", respondi el hermano, y tomando del dador, que fuera mejor de la justicia, los ciento, le dijo, "Dgale de mi parte a la hermana condesa que presto le dar el Seor heredero de su casa y que su limosna ni es la primera ni ser la postrera, que en su nombre echar yo muchos cimientos a mi edificio". No qued ninguno de los que llegaron que no hiciese lo mismo; todos dieron y todos besaron y todos se fueron con besamanos y sin dinero. Apenas salieron stos cuando entraron dos beatas con sus mantos de anascote hasta los ojos y, llegndose al hermano, le dijo una de ellas, "Sea el Creador con su alma, hermano de la ma". Alz los ojos el bendito y dijo, "Oh, hermana Cipriana tan tarde? Sintese, que vendr cansada. Si hubiera venido un poco ms temprano, gozara de la oracin" (colacin quiso decir) "que habemos hecho yo y los hermanos". "Nunca para tales oraciones se viene tarde, habiendo ocasin de rezar", dijo Cipriana y prosigui diciendo, "Cmo le va de tentaciones con el Tioso?" El dio un grande suspiro y dijo, "Patillas, enemigo comn de nuestra naturaleza, no sale jams de la tentacin". Volvi el diablo a m y djome, "Sme testigo para aqu y para delante de Lucifer de lo que este bellaco dice. Mira si yo le tiento, ni llego a l, o si l necesita de mi tentacin, estando l a todas horas tentado por pecar. No puedo sufrir bellaqueras de esta clase. La mayor parte de los que viven en el mundo nos levantan estos y otros testimonios: si fuerza el otro, la doncella dice que yo le tent; roba el ladrn, dice que yo le tent; mata el homicida, dice que yo le tent. Vlganos vuestras mismas tentaciones! Qu queris al pobre diablo que as le persegus con vuestros falsos testimonios? Entienden los del siglo que el diablo es su esclavo, segn le tratan. No hay zapatero, sastre o carnicero que no quiere ser tambin tentado como un seor, y nos traen como palillo de suplicaciones a cada uno de nosotros que nos llame una dama tentada a que la ayudemos en su tentacin. Vaya!, cualquiera diablo honrado puede ir; pero una vieja, un capn y otros de esta clase, no lo podr sufrir el ms vil diablo del infierno y, como habemos dejado algunos de tentar, por tener de ellos asco, se nos han levantado a mayores con el oficio y se tientan que no hay ms que pedir". "Ahora", dijo el comisario, "no es tiempo de hablar, sino de hacer nuestra visita". Call el familiar, que ya se iba despeando, y dijo la beata, "Hermano mo, cmo le va de su salud?" "Con la merced que me hace la hermana Cipriana, me hallo mejor", dijo el hipcrita, "si bien nuestra ordinaria batalla no cesa, luchando con los tres enemigos del alma para salir con victoria de esta vida". "No menos batallo yo con el Tioso", dijo Cipriana, "pues ha[b]r tres das que le hall a la puerta de mi casa, vestido en el mismo traje que est el hermano, y no hice poco en librarme de l". "Ese mismo da", replic el hermano, "me acuerdo muy bien que Patillas vino aqu a las tres de la noche, hecho un vivo retrato de la hermana Cipriana, y nunca le tuve miedo o respeto, sino entonces, pero al cabo llev su recaudo, echndolo, como suelo, a coces por esa escalera". "Hermano", dijo Cipriana, "muchas son las tentaciones de este enemigo, y si por

alguna cosa deseo irme al cielo, es por librarme de l. Pues es cierto que en cuanto durare nuestra carne mortal, por mortal enemigo le habemos de tener y bien mirado, no mereca nuestra carne otro sobrehueso mejor. En mala carnicera le veo yo vender hecho cuartos", dijo, "que as malbarata nuestra carne a precio de civiles pensamientos". "No se aflija", dijo el hipcrita, "que acude a quien es y las tentaciones se hicieron para los hombres y mujeres, y principalmente para los que profesan nuestra vida. Y como ellas no sean sino tentaciones mortales, no embarazan la generacin. Lbrela Dios, hermana de mi alma, de las tentaciones que salen a luz". "Ay, hermano de mi alma", dijo Cipriana, "el ciego quiere ver y no hay noche que no traiga su maana, y pocas o ningunas vienen sin roco. Quiero decir que, aunque las tentaciones espirituales no se hagan corpreas todava, en cuanto dura la representacin de la cosa, se deleita la fantasa, tomando parte de lo material, y por ms que el espritu se quiera librar de l, no puede, que la vecindad es tanta que se rozan los dos a cada pensamiento. Por esta razn no hay seguridad de espritu en cuanto viven en la memoria, y lo peor es que nosotros la amamos tanto que la echamos a perder". "Mire, hermana", dijo el bendito, "amar la carne demasiadamente es un vicio animal, pero amarla en buen medio es delito natural. No es necesario que ella se abra las carnes a puro azote, basta una vez en la semana; deje tomar fuerzas a la naturaleza para que ella pueda hacer sangre, que la disciplina en seco nunca fue buena, y antes cansa demasiadamente al penitente y al cabo no hace nada sino moler sus carnes y su espritu". "Tiene razn", dijo Cipriana, "muchas veces tengo experimentado esa verdad, pero el deseo es tanto que no me deja, estando con la disciplina en la mano, y as quiero probar toda suerte de penitencia para saber todo gnero de virtud; que virtud es procurar de sustanciar el cuerpo, derramando sangre para sustentar la forma limpia, que es la del alma". "Suele desmayarse algunas veces?" dijo el hermano, "porque la sangre es fuerza de la vida". "S, desmayo", respondi Cipriana, "pero pocas veces me priva el sentido". "En tales ocasiones", dijo el hipcrita, "tenga a su lado alguna devota que la consuele". "Una grande", dijo ella, "devota de San Martn, amiga del alma que raras veces me falta de la cabecera; siempre est llena de virtud y llena los vasos que carecen de ella". "Mi alma con la suya en tales ocasiones", dijo el hermano. "La ma con la suya", respondi ella, "que es pieza segura y la ma errante. Y porque se hace tarde, me d licencia; dar vuelta a mi casa". "Hermana", dijo l, "si es medrosa, no se vaya; aqu puede quedarse, que cama habr para todos". "Para m", dijo ella, "cualquiera me basta, pero por ahora me d por excusada si gusta, que no puedo dejar de acudir a mis obligaciones". Besronse los hbitos el uno al otro y furonse Cipriana y su compaera. Levantse de la camilla el bellacn del hermano y entrse en la cmara de los embustes con sus compaeros. Segumoslos; y entrando, tendi el dinero de las limosnas en una mesa y repartironlo como tenan por costumbre. "Estoy", le dije al comisario, "fuera de m, de ver la vida de este buen varn y de sus secuaces. Es posible que pase por santidad tan grande bellaquera entre tantos y tan lcidos ingenios como tiene esta repblica?" "Amigo", me respondi Barrancos, "no te espantes de lo que has visto, que el siglo est condenado a hipocresa perpetua. Todos nacen hipcritas, viven hipcritas, enferman hipcritas y mueren hipcritas. En saliendo del vientre de la madre los vers vestidos de inocencia, y no lo es sino capa que cubre la hipocresa que viene dentro. La mujer ms recoleta es hipcrita de la honra, no la perder por virtuosa, ser limpia de obras, pero no de deseos; la mujer ms pblica no le faltar una virtud con que tapar su lascividad; el juez ms recto hace justicia por estado, no por voluntad; y el mayor sabio toma la sabidura para cubrir sus ignorancias. Los ladrones de pluma son hipcritas, pues roban con capa de justicia. Hasta la salud es hipcrita, pues ninguno que muestra tenerla, la tiene; todos estn enfermos y venden salud, solamente por vender lo que no tienen y ser hipcritas de s mismos. Los pobres se hacen ricos solamente por serlo, y los ricos se hacen pobres por parecerlo. Esta compaa de santos hay en el siglo: malos somos nosotros, pero ngeles malos, y obramos como tales. Y an stos hacen obras peores, pues pueden hacer bien por naturaleza y nosotros no podemos dejar de hacer mal por ella, porque fuimos criados para ello.

"Los que creen y siguen estos santos son un grado menos que las bestias, pues a la buena fe se van tras el lobo, solamente porque le vieron con piel de oveja. El mundo, a los que habitan en l, tiene los ojos cerrados y se los abre cuando va cayendo del precipicio. Hay santos de stos que hacen creer al vulgo que no comen en veinte o treinta aos; y ellos dicen la verdad, que ninguno los vido comer en pblico, pero comen en secreto. La virtud, si es virtud, ella se vale por s, no tiene necesidad de hacerse valer por otros. Milagritos sin fundamento ni necesidad se deben tener por hipocresas, que Dios no alborota una provincia con milagros sin haber causa que a ello obligue. Los necios son muy amigos de la novedad, pero los cuerdos de la verdad; los unos viven sin discurso y los otros buscan la razn por el discurso; no hay mayor pobreza que la ignorancia, ni mayor riqueza que la sabidura. Hasta nosotros respetamos y tememos a los hombres sabios, porque no sabemos como turbarlos el juicio, pero a ignorantes entramos en ellos como vosotros por via vendimiada. Este santo malo engaa como hipcrita, pero los engaados se engaan como necios. El parece santo y no lo es, y los que creen en l son ignorantes y lo parecen. Yo vengo a hacer inquisicin de sus obras y te puedo asegurar que si ste muere con este pecado en la boca, que lo castiguemos nosotros tambin y an mejor que a un hereje, porque el hereje piensa que se salva y no tiene por pecado su mala religin, pero ste bien sabe que se condena y que peca en lo que hace: el uno es yerro del entendimiento y el otro es pecado del entendimiento. "Y pues habemos tocado sobre inquisicin, quisiera preguntar a la vuestra: Quin la mete en castigar las almas de los herejes, siendo nuestras? Si es por salvarlas, procuren convertirlos, y en caso que no quieran, aqu estamos nosotros para castigarlos, que somos ministros de Dios, como el verdugo lo es de la justicia. Qu necesidad tienen los inquisidores de meterse en nuestra jurisdicin, castigando nuestras almas? Si ellas, como de enemigos de Dios, han de venir a parar a nuestras manos, quin le dio potestad para castigarlas primero que nosotros? Aquellos yerros del entendimiento se curan con doctrina para que no vengan aqu, pero no con fuego, teniendo nosotros tanto que venderles. Una de dos: o son suyas o son nuestras. Si son suyas, para qu nos las envan ac?, y si son nuestras, para qu nos las castigan y tienen all? Quin mete a Judas con los pobres? Quin mete a los inquisidores con las almas, si Dios solamente tiene potestad sobre ellas, y nosotros, cuando Dios nos las entrega? Si lo hacen por materia de estado, pretendiendo que no haiga en su reino herejas, castiguen los cuerpos, destierros hay, pero las almas de nuestra justicia, por la que reciben all, no, de ninguna manera, muriendo en su hereja delante. Pues, si no tienen medios que las libre[n] de nuestras manos, qu razn pueden dar los inquisidores para castigar lo que nos toca de derecho? Quin los mete a poner fuego a monte que no es suyo, ni en labrar tierra que no heredaron ni compraron? Por qu carga de agua y de fuego les habemos de sufrir que nos tengan en crceles secretas a nuestras almas diez y doce aos? Por ventura, el infierno no es crcel perpetua? Pues, de qu sirve este parnt[es]is de crcel angosta? Y dime, por tu vida, cuntos han echado libres? 'Infinitos', me dirs; pues, qu modo de gobierno es ste prender y soltar, por si tiene culpa o no tiene culpa, castigando en duda? Digo que la Inquisicin del siglo es una baraja de naipes donde andan barajadas las mentiras por verdades y las verdades por mentiras. Nuestra inquisicin no guarda esos trminos de justicia; los que vienen aqu a padecer vienen pasados por diferente tribunal y son acrisolados por diferente juicio, pagan lo que deben, pero no lo que no deben. El que entra en nuestra crcel nunca sale de ella; all tardis diez y doce aos en justificar el juicio, y aqu viene justificado en menos de un momento con toda justificacin. Vuestra Inquisicin es fundada de cien aos a esta parte, y la nuestra desde la hora que hubo pecados en el mundo. Si all hacis informaciones de limpieza para ser ministros de la casa, ac la hicimos primero de verdugos, pero limpios, que no nos dejamos cohechar por todo el inters del mundo. Toda inquisicin es como la muerte, pues, si la una entr por el pecado, la otra por pecar, y siendo as que las almas no deben ms que un juicio y una pena, vosotros le dais mil y una. Ya se ha tratado esta materia en el tribunal de Lucifer y ha salido de acuerdo poneros pleito criminal el da del Juicio, pidiendo los daos que han recibido las almas de vosotros, siendo de nuestros vasallos. Que queris que os consintamos los diablos ser vuestros demonios estis

engaados; no ha de pasar as. A vosotros toca castigar los cuerpos y a nosotros las almas, y de no ser as, en el valle de Josaf os lo diremos. Consulome con que vuestros inquisidores y ministros estn sujetos como hombres a nuestro tribunal y los del mo nunca lo estarn al vuestro; vosotros podis venir a parar a nuestra inquisicin, pero nosotros a la vuestra jams. Creed una cosa, que el agravio que han recibido nuestras almas, lo han de pagar las vuestras tambin. En vuestra Inquisicin dais hbitos infames con nombre de sambenitos. Bien honris al santo y los pintis en las iglesias! En verdad que tenis en grande reverencia la casa de oracin! Pregunto qu pretendis, deshonrar los linajes que no pecaron? Verdaderamente que merecis ser desgraduados de toda honra. Peores sois que nosotros, pues, con ser nosotros diablos, no queremos poner esos renglones afrentosos ni esas pinturas infames, slo por no deshonrar las almas que estn en el cielo parientas de las nuestras. Y vosotros, como hombres, habais de amar vuestro semejante, y nos excedis en crueldades y aventajis en tiranas. Por todo el imperio de Lucifer, que a no ser as, yo sustanciar el pleito, de manera que perdis el tribunal antes de seis meses, o poco podr, que es muy grande afrenta, consentir tanto diablo de valor. Las tiranas que vuestros inquisidores usan con nuestras almas, no las habemos de consentir de hoy adelante, ni que les toquen al pelo de la cabeza, aunque se lo lleve el diablo todo que en esto ha de venir a parar". Yo qued tan lastimado por una parte y tan colrico por otra de or el maldito del comisario, que mil veces estuve resuelto de cerrar con l y darle mil bofetadas y coces, oyendo que hablaba mal de la Inquisicin. Dejlo de hacer por ver que era un demonio y hallarme solo. Solamente le dije, "Seor comisario, nunca cre ser tan cierto, como ahora lo creo, aquel refrn que dice: 'Quin es tu enemigo? El que es de tu oficio'. Dgolo, porque vuesa merced, como ministro de la inquisicin de Lucifer, habla mal de la Inquisicin del siglo; pero no me espanto, que su oficio de vuesa merced es endiablado y el otro tiene por nombre Santo Oficio, como lo es, y ninguno, si no es un diablo, podr decir esas razones descomulgadas". Ibame despeando, cuando se lleg a m Parrafiscotado y me dijo al odo, "Calla, hombre, si no quieres ir a la inquisicin de Lucifer, que compite con la de Espaa; mira, que la nuestra es peor que la tuya y que no te habemos de dar misericordia en el infierno". Yo, que me vide rodeado de un lado y otro con dos inquisidores, enmend lo que haba dicho lo mejor que pude, pero el comisario no me miraba bien de all adelante. Seran las dos de la noche y dijo mi comisario, "Tenemos necesidad de aguardar al inquisidor para hacer la visita. Pasemonos por estos portales, que no tardar". No habamos andado la mitad de ellos cuando divisamos un tropel de gente, y antes que llegasen a nosotros, dijo Barrancos, "Aqu viene el inquisidor y una legin de diablos malsines con l". Fue as; lleg el inquisidor [B]arrademonio y dijo, "Negras noches le d Dios". Nosotros respondimos, "Tngalas Vuesa seora renegras". "Ha mucho que aguardan?" pregunt el inquisidor. "No", replic el comisario, "que ahora acabamos de hacer la visita del hipcrita". "Esta es de ms importancia", dijo Barrademonio, "No nos detengamos, que se hace tarde". Yo, que me vide entre familiar, comisario, inquisidor y malsines, me di por penitenciado, pero no por alumbrado. Segulos con pesadumbre, y a la casa donde ellos iban, estaban llamando cuatro o cinco personas. Llegamos a ellos y omos al que responda de dentro decir "Quin llama a estas horas en mi casa?" "Abra", respondi uno de ellos, "de parte de la Santa Inquisicin". "Otra inquisicin tenemos?", dije yo, "Doyme por fnix!" Abrieron luego y entramos todos dentro del portal. Djome Barrademonio, "La Inquisicin del siglo nos ha ganado por la mano y es muy gran bellaquera sufrir esta deshonra, por todo el azufre del infierno que habemos de ver, 'Quin ha de llevar el gato al agua?' y 'Quin ha de conocer de esta causa?'" El Barranco de la Pea le dijo, "Sosiguese, vuesa seora, que stos vienen a hacer su inquisicin corporal, como nosotros la nuestra espiritual". "Ni una ni otra les he de consentir", dijo Barrademonio. Era el dueo de la casa un luterano, a quien acusaban de setenta y dos herejas, cuando menos; estaba en la cama, y la Inquisicin del siglo le hizo levantar, cerrando puertas y ventanas, haciendo temblar hasta los fundamentos y vigas de ella. El hereje se visti y los familiares del siglo le pidieron las llaves de los cofres y dems bienes, que, al parecer, eran

muchos. El dio luego las llaves con harto dolor de su corazn. El inquisidor humano le mand sentar en una silla para tomarle el pulso a la confesin. El inquisidor Barrademonio, no pudiendo sufrir que otro le usurpase su oficio, sin ms ni ms, se meti en el cuerpo del hereje para responder por l por su boca. Mandle el inquisidor que hiciese la seal de la cruz, pero el hereje, o el diablo, que ambos hablaban ya por una boca, le respondi, "Vuesa merced", (que no le quiso tratar de seora) "quin es?, qu pregunta?, y por quin pregunta?" "Hermano", respondi el inquisidor, "yo soy juez del Santo Oficio. No os pregunto, sino os mando que hagis la seal de la cruz, para que debajo de juramento digis la verdad a lo que os fuere preguntado; a quien lo mando es a vos, a quien vengo a prender y embargar los bienes por el crimen de hereja de que sois acusado". "Y quin me acusa?" replic el preso. El inquisidor respondi, "No usamos nosotros decir al reo el nombre del testigo que lo acusa; vos habis de adivinar quin os hizo la merced [de] estaros preso". "Inquisicin", dijo el diablo, "de 'adivina quin te dio' ms parece farisea que cristiana. Seor inquisidor, dudo que si vuesa merced hiciera esa pregunta a Lucifer, que le supiese responder. Si me viene a examinar de adivinador, es una cosa, y si de luterano, es otra. El alma de la culpa es el testigo; si vuesa merced se queda con el alma, he de resucitarle yo el cuerpo. Las obras sin el bautismo son muertas; bautice vuesa merced la culpa con el testigo y no ser muerta la culpa. Y si el seor inquisidor quiere ser Nabucodonosor, que mandaba matar los magos de Babilonia porque no le adivinaban el sueo, busque a Daniel que se lo declare; que si yo fuera adivinador, en mi mano estaba no aguardar a vuesa merced aqu. Bueno es quererme alumbrar y matarme la luz". "Hermano", dijo el inquisidor, "el nombre del testigo se calla por el odio que vos sacaris contra l cuando salgis de la Inquisicin, porque si pasa la palabra, ninguno vendr al Tribunal Santo a declarar las culpas de los judos, moros y herejes". "Vuesa merced se engaa", dijo el preso, "porque quien peca, siempre el delito de la culpa le hace cobarde y no hay mayor valenta que la verdad. Si la Inquisicin es tienda que se quiere acreditar con vender barata la negociacin y caro el secreto, acomdese tambin con el estilo mercantil: regatee decir al preso el nombre del testigo, pero cuando se ponga en la razn el dicho preso que la compra, dsele la mercanca, declarndole quin la fabric, que no s yo que haiga en el mundo testigos de contrabando sino en este Tribunal". "Lo que est recibido por ley", dijo el inquisidor, "fuerza de ley tiene y no necesita de argumentos". "Vuesa merced", dijo el hereje, "dice bien, pero por ley tienen los moros la de Mahoma, y no lo es sino secta, y si es que vuesa merced quiere sustentar la ley de la negacin del testigo con el tormento, como Mahoma la suya con la espada, la razn, alma de toda ley, le desgraduaba de las rdenes racionales. Y si vuesa merced es lgico, bien sabe que no hay ente de razn que no tenga su fundamento real. Si la culpa es ente de razn, sepamos el fundamento real, que es el testigo; y si quieren callar el real por coger los reales, vendan el ente de razn por falso y quedar el argumento probado y los reales libres. Y si es filsofo, bien sabe que ninguna especie entr por el sentido comn para hallarse en el alma que no fuese primero el mismo sentido comn dueo de ella, y cuando haiga entrado y est borrada, ha de haber quien la recuerde; pena que no vendr a la memoria del testigo, si no entr por el odo, mal entrar en la memoria, y si est dormida, mal recordar si no la despiertan. Si el Tribunal quiere que todo se adivine sin ser adivino el adivinador, regule o ceje el argumento dos puntos, y pasar por tirana la proposicin. Y si es telogo, bien sabe que el diablo acusa al hombre y que en el Tribunal de Dios se le hace cargo de sus culpas y que all se le nombra con quin las cometi, cmo y cundo, y siendo el testigo que le acusa el mismo diablo, la divina justicia le da el nombre y an se le pone delante; todo esto pasa espiritualmente. S el Tribunal de la Inquisicin del siglo imita este juicio, ya que no le muestre el diablo del testigo, comunquele el demonio del nombre; y pues no tiene vergenza el diablo de parecer delante del acusado, no la tenga el nombre de ser manifestado, porque quien todo lo niega, todo lo confiesa. Y no se puede dar que un inquisidor sea juez y parte, que en tal caso ser diablo, testigo, acusacin y culpa, etctera". "Parece", dijo el inquisidor, "que hablis temerariamente y que os he de echar una mordaza". "Muerda vuesa merced la ciencia y no la lengua", dijo el declarante, "que la lengua no hace ni dice ms de lo que le ordena la razn; y si vuesa merced est ordenado de simple

respuesta, grade de ignorante el oficio y har una ciencia cndida y cordial, propia para sanar la clera de Herodes". Tom fuego el inquisidor (y mucho ms Barrademonio que hablaba en el hereje) y dijo, "No me doy por sentido de vuestras insolentes razones, porque muy presto aguardo quemaros si no confesis vuestros pecados, y en las sutilezas vuestras, bien se echa de ver que sois hereje confirmado, y sin duda tenis el diablo delante y dentro de vos". "T dijiste", dijo el preso. Volvi el inquisidor la cara para el secretario y djole, "Ponga vuesa merced, seor secretario, que dice que tiene el diablo en el cuerpo". Alz la mano el preso y psola en la pluma del secretario, diciendo, "Tenga vuesa merced, que el seor inquisidor es muy literalista. 'T dijiste' no es palabra afirmativa; su merced me dijo si yo tena el diablo en el cuerpo, yo le respond, 't lo dijiste', y quien dice, 't lo dijiste', no dice que lo dice l". Mordise el dedo el inquisidor y djole, "Qu bienes tenis en esta casa, que es lo que importa por ahora". El endemoniado hereje le respondi, "Qu pretende vuesa merced? Salvar mi alma o condenar mi dinero?" "Salvar vuestra alma", dijo el juez. "Y si yo confieso", replic el preso, "quedar salva?" "S", dijo el inquisidor. "Y mis bienes?", dijo el hereje, "cmo quedarn?" "Condenados para el fisco real", respondi el inquisidor. "Y no habr orden", replic el preso, "para salvar el alma y dinero todo junto?" "No, de, ninguna suerte", dijo el juez. "Pues, seor mo", dijo el hereje, "si vuesa merced no puede salvar mi alma sin condenar mi dinero, yo quiero ver si negando yo y no salvando vuesa merced, pueden el alma y el dinero salir libres de sus manos. Yo no he cometido delito ninguno de hereja, pero cuando lo hubiera cometido y no me pudiera salvar con el arrepentimiento sin dar la hacienda, tuviera por mejor darla a los pobres de limosna que no a la Inquisicin, que hace pobres sin limosna. Tormento y a ello!, que me quiero examinar de mrtir y no quiero leer ctedra de confesor, que su tema de vuesa merced no es salvarme, sino hacerme salvado por llevarme hasta los salvados". "Desvergonzado me sois, sobrehereje", "Echenle dos pares de grillos y una cadena, que con ellos ir a las crceles secretas, adonde pagar sus pecados, y de all saldr en el auto de fe con un sambenito a cuestas, cuando le haga Dios mucha merced, o al quemadero como Benito Ferrer, adonde le harn polvos". "Sea vuesa merced servido", respondi el preso, "mandar echar esos grillos y esa cadena al alma, que es con quien vuesa merced tiene la tema, y de razn, si yo soy hereje, mi alma tiene la culpa como forma espiritual. Pero el pobre cuerpo, qu culpa tiene si l, en toda su vida, supo recibir formas ni entes de razn, salvo si vuesa merced tiene por entes los dientes y el estmago, recibidores y distribuidores de las herejas boclicas? A las crceles secretas me quiere enviar? Pues los saduceos y los romanos tuvieron preso a San Pablo y a los dems apstoles y los pusieron en las crceles pblicas. Pues, quiere vuesa merced ser peor que los romanos y los saduceos? Advierta que yo no estoy con tanta necesidad que me obligue a ir a las secretas crceles, adonde las penas de la cmara se pagan de contado. Y en lo que toca que yo salga en el auto de fe, yo entiendo que no son tan presto[s] los autos del Corpus y, aunque lo sean, yo soy mal representante y ms nac para hacer autos de fe en verso, que para representarlos en pblico. Y crea vuesa merced que me ha escandalizado con decirme que saldr con sambenito a cuestas, habiendo tantos das y aos que muri ese bendito santo; si es alguno de piedra, yo llevar mi parte, como vuesa merced lleve la suya, para que todos podamos hacer gala del sambenito. Remitirme vuesa merced al quemadero, no siendo yo de [Sidn], es un rigor terrible. Piensa que yo no s la palabra del Gnesis, 'De tierra te hice y a tierra volvers'? Pues, se engaa; yo quiero ser tierra, pero no ceniza. Y si su intencin de vuesa merced es hacerme ceniza y con ella una colada para el alma, yo tengo por mejor que vuesa merced me d el jabn de mi dinero, que con l, jabonar parte de mis culpas, lavndolas con el agua de mis ojos y enjugndolas al sol del arrepentimiento y al calor de la limosna. Y por vida del seor inquisidor, me diga una verdad, qu parentesco tiene vuesa merced con mi alma, que tanto la quiere? La caridad no empieza de s mismo, pues, por qu no tiene cuenta con la suya y deja las de los otros? Dgame, de quin viene vuesa merced enamorado, de mi alma o de mi hacienda? Si no se puede salvar la una sin condenar la otra, dme razn para ello, que no hay diablo tan malo que no se pague de una buena razn. Si vuesa merced me tiene por hereje, yo le tengo por atesta, que es la nata de las herejas, y si quiere que pruebe el argumento, oiga. Vuesa

merced tiene echado o dado ciento setenta y cinco sambenitos, ciento cuatro sentencias de muerte, a diez viudas, veinte y cuatro mujeres casadas y el resto a hombres de todos estados; condenlos a muerte y tambin a los bienes, como no despach los unos como los otros. El pretexto fue haber cado una o dos veces en el crimen de hereja; su intento, aunque se arrepintieron, fue salvar sus almas. Pues, pregunto, si vuestra merced confesara que el alma es inmortal, condenralos a muerte? No, de ninguna manera, porque mirado a buena luz, fiador tiene el hombre en su alma para pagar en la otra vida. No camina vuesa merced, seor bendito inquisidor, por este camino, pero hizo esta cuenta. Estos no tienen ms fiador que sus cuerpos; para condenarles los bienes es necesario que preceda la muerte segn la ley de Caco. Muertos ellos, acaba todo. Y yo me quedo con todo, gzolo en esta vida; cuando muera, no pasar del sepulcro, y siendo as, rdase Troya a puro cuerpo y entre el caballo atesta en el troyano penado de embustes, que cuando haiga algo en la otra vida, no me pueden pedir ms de una alma que tengo. Esa ya la doy al diablo, desde luego, para que cada uno se lleve lo que es suyo, como yo me llev lo de todos". A las descomulgadas y herticas razones del hereje se levant el inquisidor, echando autos por los ojos y dndole con la mano en los pechos al preso, dio con l en el suelo. Pidi una mordaza, acudi luego un malsn que llevaba los dichos instrumentos en la mano por no tenerlos en la boca, por ser contra su oficio desbocado, y sirviendo punto menos que de verdugo, se la fue poner en la boca al luterano. Pero el diablo, que siempre hace de las suyas, turb la vista del malsn, y en vez de echrsela al preso, arremeti al inquisidor y qusela poner como buen oficial. Y entretanto que luchaban los dos, deca Barrademonio por boca del hereje, "Djesela poner, seor bendito, y de tantas cuantas ha echado sin justicia, llvese sa con justicia, y mire que de inquisidor a inquisidor va". Acudieron los ministros del siglo y le dieron al malsn cuatrocientas coces y otros tantos palos, y entonces ech de ver que nunca los malsines sacan otra paga mejor de la Inquisicin. Apacigse el negocio, volvi el preso a la silla y el inquisidor a la que esperaba serlo, y dijo, "Por las rdenes que tengo, que si hablis desvergonzadamente, que os he de tomar la confesin en el potro. P[er]si[g]naos y decid las oraciones; sepamos si sois cristiano o no". "Vuesa merced es inquisidor o maestro de nios", dijo el hereje, "porque a m me quemen, si vuesa merced las sabe? Donosa pregunta! Que me persigne, concedo, teniendo un inquisidor delante, pero que diga las oraciones con tantas barbas, ni vuesa merced lo mandar ni yo le obedecer, salvo aquellas santas palabras del padre nuestro que dicen 'lbranos, Seor, de todo mal'; lo que yo dir, teniendo a vuesa merced tan a mano, ser 'El pan nuestro de cada da, dnoslo hoy', pues me lo viene a quitar". "Hola", dijo el inquisidor, "trtese de hacer inventario de los bienes de este hereje, que lo que no quiere hacer por bien, lo har por mal, en apretndole los cordeles". "Seor inquisidor", respondi el preso, "no se canse vuesa merced en inventariar sus bienes y pues otro que Dios se le ha de pedir cuenta de ellos. Llveselos luego, que yo le hago heredero por fuerza, y a ms no poder de todo cuanto Dios se me ha dado para m y vuesa merced quitado para s. Y perdone el atrevimiento, que como a persona tan de casa, me atrevo a suplicarle me herede en vida santamente y crea que le trato como a persona propia, pues a mi hermano no le consintiera yo que me heredase en vida, y a vuesa merced s. En lo que toca a llevarme con hbito a misa, muchos van con l a ella. Pero, mire, seor inquisidor, no maltrate tan mal la misericordia de esta Santa Casa, pues afrentndome y deshonrndome y an hurtndome hasta el alma, me volver a la hereja tambin, como a mi casa, y vendr a ser la salvacin de esta desesperacin, adquiriendo con el oprobio la venganza; y no mandar la Inquisicin semejante sacrilegio. Y si lo ejecutare por oficio, ser objeto de otro mayor, y vendr vuesa merced con sus negros regalos de espritu a hacer de cristiano judo, de judo moro, y de catlico hereje, y se andarn los presos, paseando como de flor en flor, de opinin en opinin, y de ley en ley, y no se le podr dar ttulo de 'Santa' Inquisicin, sino de 'Pecadora', pues hace pecar por fuerza, jurndose de ser ofensora de la fe, en vez de ser defensora de ella". No hubo bien acabado de decir el hereje las ltimas palabras cuando el inquisidor, comisario, familiar, secretario y malsn arremetieron al preso como leones para darle cada uno su doctrina de manos. Salise Barrademonio del cuerpo del luterano y

mand a los de su inquisicin que le quitasen el preso. Cerraron los dos tribunales, el uno con el otro; apagronse las luces de la casa, excepto una que traa un malsn. Yo entend que se caa la casa abajo. Andaban barajados los de la Inquisicin del siglo con los de la inquisicin del infierno, y los mir y vi de manera que puedo asegurar, a fe de fiel senador, que ninguno distingua a los unos de los otros, porque todos peleaban con unas mismas armas y de una misma forma. Yo, con el espanto, ruido y alboroto, despert con temores de inquisicin, pero hallme libre de ella y mucho ms admirado de las sutilezas de Parrafiscotado y Barrademonio, que no todas se me fueron de la memoria para la siguiente noche.

SUEO SEGUNDOCansado de la vigilia del da, pues, todo l gast en el sueo de la pasada noche, me qued dormido. Acometime a la primera vista Barrademonio, Parrafiscotado y su compaa y dijronme, "Despierta, hombre, que te va no menos que la vida; despierta, aunque suees, que los sueos, tal vez, son obras vivas, y las del da obras muertas. Despierta, te digo [por] tercera vez, que cuando el hombre duerme, entonces vive, pues no obra con libre albedro". A las voces que me daba, record, y despabilando la vista de adentro, conoc la honrada compaa que me aguardaba. Y en cuanto me vesta, me dijo Barrademonio, "Amigo, qu te pareci anoche de nuestra inquisicin? Puede darse de las astas con la Inquisicin del siglo?" Yo le respond, "Seor, vuesa seora habl lo que deba hablar defendiendo su tribunal, pero bien se echa de ver que no teme el mundo, segn las razones que habl por boca del hereje, y poda irse a la mano o a la boca porque no le saquen en estatua los inquisidores a quemar, como han hecho a muchos que no han podido coger los cuerpos". "Rete de esos pajares!", me respondi, "Qu mayor estatua pueden ellos sacar que su ignorancia? Pues volvindose nias, son fe, hacen muecas de fe, trayndolas en brazos del verdugo por el lugar de la maesa. Puede hallarse ms pobre juicio que el de la Inquisicin? Pues, manda leer a la paja sus sentencias. No fuera ms acertado que cada uno de los inquisidores mandase labrar para s una albarda de la paja y no encarecer los jergones a pura estatua?" "Mire vuesa seora lo que dice", le respond, "que los seores inquisidores son todos hombres muy doctos, escogidos, no a moco de candil, sino a la luz de la razn. Sus juicios, como son espirituales y administran justicia, siempre la dan al que la tiene, castigando los errores del espritu y salvando con doctrina de fe a todos aquellos que van fuera del camino de la verdad". "Que son doctos", me respondi, "'avergelo Vargas', pero cuando lo sean, reniega de fiscos que fiscalean el alma y mata el cuerpo y vuelve a renegar de medicina espiritual que se purga con hacienda material. Mira, los inquisidores ms estudiaron para verdugos que para telogos, juristas ni filsofos, porque el telogo busca la razn espiritual, el jurista el derecho natural, y el filsofo la causa natural. Pero el inquisidor no busca sino el cmo ha de prender, condenar, matar, encorozar, azotar, quemar, ensambenitar y robar, y nunca han ledo estos textos, sino en la escritura senten[ci]al y verdugal. En esta ciencia son grandes hombres y entre nosotros pasan plaza de jueces del quemadero. Que son escogidos y que administran justicia, ninguno te lo negar, pero tambin lo son los verdugos y como tales administran justicia. Juzga t bien y vers: en toda la repblica hay gente ms sealada que inquisidores y verdugos? Y no lo digo porque no haiga diferencia de los unos a los otros, sino para que te admires de la simpata que tienen los unos con los otros, porque para entrar uno a ser inquisidor, hace primero pruebas de limpieza, y el verdugo hace lo mismo, pues prueba primero haber sido limpiador de bolsas y vidas. Si el inquisidor prueba ser hbil en su oficio, el verdugo hace lo mismo ensayndose en las estatuas de paja. Si el inquisidor aprieta una casa, el verdugo los gaznates. Si los vestidos de los condenados son del verdugo, los bienes de los alumbrados son del inquisidor. Si ellos tienen cdula real de su majestad para entrar en el Tribunal y sentarse en el trono de juicio, el verdugo la tiene tambin y se sienta en el tribunal alto de la horca, adonde hace justicia, si no con tanta gravedad, con ms autoridad. Si los alumbrados piden perdn a los inquisidores de sus culpas, el verdugo la pide tambin a los que ahorca, que es acto de ms humildad. Si todos tiemblan de caer en las manos de un inquisidor, mucho ms de dar en las del verdugo. Si los inquisidores tienen renta de su majestad, el verdugo de la ciudad. Dgote que de las rdenes abajo, que stas, an los mismos diablos las respetamos, y mi discurso no es sino en cuanto a hombres y no en cuanto a sacerdotes, que no hay oficio que frise tanto con el verdugo como el de inquisidor. Y por qu piensas que los diablos aceptamos los nombres de

comisarios, familiares, inquisidores y ms sabandijas, para confirmarnos de diablos?, pues no puede ningn inquisidor andar sin diablo ni diablo sin inquisidor". "Inquisidor de Lucifer", le dije, "dejemos estas p[l]ticas y hablemos en otra materia, que me das a la compaa cada vez que oigo hablar mal de la Inquisicin; ella es 'Santa' y por tal la tiene el mundo recibida; y qudome aqu por no pasar de aqu". "Quedarte no puedes, que vamos al infierno". No hubo bien acabado las ltimas palabras cuando lleg a las ltimas casas del lugar adonde estbamos un hombrecillo pequeo, algo anciano, el cual dijo que traa orden de Lucifer para hacer otra visita. Era llegado el diablo postilln y vena a las mil como otros vienen a las veinte. Habl con el inquisidor en secreto, y l nos dijo a todos que tenamos mucho que hacer. Guiamos a la casa de la Inquisicin del siglo, y prosigui Barrademonio diciendo, "Me ha venido, amigos, orden de abajo, como a otros de arriba, de hacer inquisicin de la Inquisicin". Llmase el postilln Villadiablete; era el archipilago de los malsines del infierno, y por haber hecho una jornada desde la barca de Aqueronte a la puente de Mantible y de all haber trado grande cantidad de cautos, aguardaba brevemente subir de postilln a otro ms grave oficio de la casa. Tomamos todos las de Villadiablo, como otros las de Villadiego, y cantando "Las tres nades, padre", por no ir madre en nuestra compaa, en menos de media hora nos hallamos asidos de las aldabas de la Inquisicin. Barrademonio fue abriendo puertas, como otros ventanas, y nos puso a todos en una cuadra a vista de un inquisidor, secretario y alcaide que quiere dar tormento a una tierna doncella, al parecer de edad de diecisis a dieciocho aos. Estaba el verdugo acomodando el potro y el inquisidor y secretario diciendo a la doncella que se desnudase o confesase. Tena el rostro cubierto, y viendo ellos que no responda palabra, mand el inquisidor al verdugo, quien estaba con una tnica infernal, que la destapase. Hzolo as, y no vide pena ms hermosa ni rostro que tanto disimulase la pena, porque las lgrimas salan ms para gracia que por desgracia, y siendo los ojos mensajeros de la gravedad del corazn, ms miraban el desprecio que se le haca a la honestidad de su dueo que los instrumentos viles que tena delante. Psola el verdugo a cuestin de tormento, y la cuestin estuvo en que el verdugo no la tocase, tocando por el infame tacto las vueltas que le ayudaban. Enternecme de ver el escndolo y terrible acto, y mucho ms cuando aplic el verdugo los cordeles a los brazos de la doncella y le descubri sin vergenza los pies que se embeban en nieve por no dejarse ver de los ministros, que los agravaban ms con la vista que con el retorcido camo. Tenan compasin de ella la vergenza y el dolor, y el uno al otro se queran ceder los sentimientos, no por excusarse de ellos, sino por hacer menor su deshonra. El rostro buscaba el velo, los brazos buscaban la holanda y los pies el socorro de la tnica del verdugo, pero como a todos le fuese alivio y les sobrase vista, quedaron hechos escndolo honesto y deshonesto delito de la justicia, y de puro cansado el verdugo la dej. Y repar que mis compaeros, con ser diablos, se taparon los ojos de vergenza, y el inquisidor y ms ministros despabilaban los suyos con llegarse ms cerca donde vieron aquella viva pintura de la honra que reciba en s. Empez el ministro de la ira [a] apretar los cordeles y la desgraciada hermosura, sacando fuerzas de vergenza, prest de las venas alguna sangre vergonzosa a los que carecan de ella y se la quitaban. "Aprieta ms", dijo el inquisidor al verdugo, "que ha de confesar su delito o morir en el tormento". Obedeci el fiero ministro el mandamiento de su mayor, y la doncella, dando un profundo sospiro, dijo, "No siento, oh, rigorosos y tiranos ministros de mi honestidad, los dolores que atropellan mi vida. Siento, y con razn, la poca justicia que guardis a mi decoro, pues puede ms en vosotros una pasin tirnica que una virtud de honrosa naturaleza. No es posible que est en vuestros corazones la fe, pues ella, vestida de piedades, no manda desnudar la castidad de ella, ni tan preciosa joya se descubre en el tlamo de la deshonra, antes como rosa que intacta se conserva en s misma ajada, llora la prdida de su vergenza. Si la culpa que vuestra ambicin me consagra es justa, mal ser recibida en las aras de este rigoroso culto. Qu agravio os hizo mi recato?, que as lo atormentis con la vista. En qu pecaron mis delicados miembros?, que as los descoyuntis con los ojos, si no lascivos crueles y si no crueles deshonestos, pues no miran lo que hacen y deslucen lo que miran.

En qu pecaron mis castos pensamientos?, que as los callis con la muerte ms rigorosa, pues lo es quitarle a mi decoro el lustre, a mi honra su vergenza, a mi espritu su rectitud, a mis odos su pureza, a mis ojos su objeto y a mi cuerpo el velo de la virtud con que se cubra. Qu triunfos ganis de cuerdos con las cuerdas que habis mandado echar a mis pocos aos? Menos bastan para ahogarme, que no es pequeo garrote ponerme en mano del verdugo". Enfadse el diablo de tan potente tormento como dieron a la doncella, y dejando a los inquisidores apretar los cordeles, en fe de que el diablo se los apretara en el infierno, me dijo que lo siguiese, que quera sujetarse a la Inquisicin del siglo, transformndose en un hereje, aunque estuviese dems la transformacin. Dicho y hecho. Aguard que el alcaide de la Casa Santa, y no de Jerusaln, saliese a dar de comer a los presos, y metindose en una casilla o calabozo, dimos con un luterano a quien el diablo, usando de su poder, puso en la calle, quedando l transformado en su misma persona. Yo, con la novedad de verme en la Inquisicin, le dije que no me estaba a cuento hacerle compaa con la Santa, que me pusiese en la calle como al luterano, pues mi persona le era de poco provecho. "Eso, no", me dijo l, "t has de dar fe en este mundo de todo lo que pasa en este Santo Tribunal". Parecime que se disgustaba y as le dije, "Manos a la obra, inquisicin y a ello!, que no te quiero replicar en cosa alguna, ni menos que recibas disgusto con mi ausencia". Llam Barrademonio al alcaide de la Inquisicin, a quien llamaban Fulano de las Cuevas, que sin duda este nombre lo adquiri por las muchas que guardaba. Era un hombre que lo quiso ser y por haber reido con la naturaleza , sali enano. La cara pareca haber sido de pellejo ahumado; los ojos eran de chino, con unas nias tan viejas que de puro cansadas no se movan de un lado; la boca tan sesgada y tan grande que poda, con el mucho pelo de la barba, servir de rizo al cuerpo; las narices podan servir de alquitara a la inmundicia del cerebro de Holofernes, la habla tiple, el meneo de ttere, y sobre todo tan calvo, que para morirse un hombre bastaba mirarle la calavera. Traa un manojo de llaves en la mano y, de cuando en cuando, haca un ruido con ellas tan grande, con ser l tan pequeo, que mal ao para la herrera de Vizcaya. Djole Barrademonio, "Seor alcaide, sea vuesa merced servido, que pues se me dio aposento, se me d sala, quiero decir que pues estoy preso, se me d dos dedos de audiencia". "Yo subo arriba", dijo Cuevas, "y os traer la respuesta". Hzolo as y volvi tan presto que se espant mi compaero. Traa orden de los inquisidores para llevar arriba a Barrademonio. Subimos por una escalera tan angosta que parecamos alfileres en cauto de muchachos y slo nos faltaba andar punta con cabeza. "Ms anchas escaleras tenemos en el infierno", dijo mi compaero. Espantse el alcaide y preguntle, "Sois vos de all, amigo?" "Para lo que le cumpliere", dijo Barrademonio, y replic Cuevas, "No lo digis burlando". "No tiene ni puede tener un hereje otra patria mejor que el infierno; all nos veremos algn da", dijo Barrademonio, "y sabr el seor alcaide si burlo". "Vos podis ir all", dijo Cuevas, "que yo no tengo tal pensamiento". "No s si lo querrn recibir", dijo el diablo, "que cuanto es ir all, el seor alcaide, segn la vida que trae, no lo ponga en duda. Y si no, dgame por su vida quin ha encerrado a tantos inocentes?, cmo quiere ir libre? Adems que a vuesa merced no le conviene ir al cielo, que como est acostumbrado a encerrar y en el cielo no hay presos, no se hallar una hora en el paraso. En el infierno, s, que es calabozo eterno. Consulese que all ejercitar el oficio propiamente y que le he de ser buen tercero cuando all vaya para que lo quieran admitir para darle ese cargo". No le pudo responder el alcaide, porque nos hallamos al decir las ltimas palabras en la sala del Tribunal a vista de los inquisidores. Ellos eran dos y estaban sentados cada uno en su silla debajo de un dosel de la soberana inquisicional, el uno de ellos poda vender aos a Matusaln, y el otro comprar los que le faltaban para la gravedad de su oficio. No vide pareja ms desigual, porque uno haba corrido la carrera de noventa aos y el otro no llegaba a los veinticinco, y se podan seguramente reprobar sus juicios y sentencias por la ley del derecho, pues era menor de edad. El secretario estaba disputando con la pluma de escriba y la cara de fariseo. La mesa estaba tan secreta que no le vide sus carnes por estar toda aforrada de terciopelo negro; haba sobre ella una campanilla de plata que serva de trompeta al juicio que all se haca. Ola toda la

cuadra a secreto de temor y a respeto forzoso, pues es cierto que ninguno entraba en ella de su voluntad. Llegse el diablo a la mesa, hizo la ceremonia de preso y mandronle sentar en un escabelillo liso, adonde se sentaban los presos delinquentes. Yo, como era persona invisible, me qued en pie. Habl el anciano inquisidor y dijo, "El alcaide de esta Santa Casa nos dio aviso que pedais mesa. Si ella es para confesar vuestros pecados, os la daremos por segura a vuestra conciencia, pero de hacer lo contrario, irritaris la misericordia y justicia de este Santo Tribunal, etctera". "Seor", dijo el diablo, "yo no ped mesa sino odos. El alcaide enga a vuesas seoras. Verdad sea que yo necesito de una en mi calabozo que me han dado, pero para que me oigan, no soy tan loco que fe de la mesa mi justicia". "Hermano, sabis poco", dijo el inquisidor, "los presos de este Santo Oficio, cuando piden mesa es para hablar con nosotros". "Ese estilo no saba yo", respondi el diablo, "perdonarn vuesas seoras la ignorancia, y si es delito contra la fe el no pedir mesa, jntenlo con los dems, que todo saldr en la colada del auto, etctera". "Digo, seores, que yo pido mesa, y hablando con ella o con vuesas seoras, quisiera preguntar si saben por qu estoy preso en esta Santa Casa; porque si lo saben, sabrn ms que yo, que puedo asegurar con toda verdad, que no s qu mritos tenga mi alma para que vuesas seoras le den por compaera una santa tal y tan buena como ella parece, si no es que vuesas seoras, como tan piadosos, pretenden hacerme santo para que me vaya con ella a morir mrtir. Y si esto es as, tuvieron poca razn los que fueron al Japn, estando ms cerca este bendito martirio, que yo le tuviera por ms seguro respeto de que haba de morir a las manos benditas de vuesas seoras que no a las malditas de aquellos brbaros, pues, por lo menos, tuviera el consuelo de morir entre cristianos, que, a mi flaco juicio, es mejor que entre infieles". Deca el diablo esto tan simplemente que los inquisidores le tuvieron por ignorante o loco y as le dijeron, "Hermano, si fuerdes loco con la pena, os haremos cuerdo, y si desvergonzado con ella misma, vergonzoso. A vos os han trado por hechicero, por casado seis veces y por hombre sin ley. Este es el libelo que os damos desde luego, y agraced la misericordia, que preso hay que primero que le concedamos subir a esta mesa, se pasan dos y tres aos". Agradecile el diablo la misericordia con dos sumisiones de fraile novicio y dijo, "Seores, puede muy bien ser que yo sea moro, hereje, judo, hechicero y blasfemo , pero casado seis veces niego y reniego". "Ponga", dijo el inquisidor al secretario, "lo que dice, que confiesa todo, salvo el ser casado seis veces". "No ponga nada", dijo el diablo, "ponga vuesa merced que niego todo y no escriba ms en su vida, Donosa cosa es que vuesas seoras quieran calificar la palabra de 'puede ser' con 'que es', y no es, ni ser, ni ha sido, ni ha de ser, ni vendr a ser! Conmigo, tretas? Que soy el que las invent! Digo, seores, que cualquiera que ha dicho de m semejantes bellaqueras ha engaado este Tribunal, y de no ser as, el Tribunal lo ha engaado a l. Sean servidos decirme cuntos son los testigos?" "Siete", respondi el inquisidor. "No pregunto por los nombres, que ya s que son de contrabando, pero, pues son siete los testigos, suplico a vuesas seoras se me d de siete aos de tiempo para que yo recorra mi memoria en un desierto. Dicen el da?" "S", dijo el juez y prosigui, "decidme, por febrero del ao de 1630, adnde estabais vos?" El diablo respondi, "Ese da estaba yo en una casa donde espero servir a vuesas seoras como tengo obligacin". "Qu casa es sa?" dijo el inquisidor. El diablo respondi, "Es el infierno". "Escriba", replic el juez al secretario, "que dice haber estado en el infierno". "Seor escriba", dijo el diablo, "no escriba ni le pase por el pensamiento, que el infierno que yo digo es el de Madrid, pared en medio de la Panadera". El joven inquisidor se enoj y dijo, "Hermano, vens a esta Santa Casa a jugar o declarar?" "Vengo", dijo el diablo, "a pagar lo que no debo, pero hablando en juicio, qu Tribunal es ste que oye lo que quiere, escribe lo que quiere y no ve lo que no quiere? Declrome: oye para condenar, escribe para matar y no ve para salvar. Explcome: si yo estoy libre, es bien condenarme a escuras?; si estoy libre y con luz, es bien condenarme a tinieblas?; si me quiero salvar, es bien condenarme para razn de estado? Si pido traslado, no se me concede; si pido los nombres de los testigos, no se me declaran. Si pido odos, se me da mesa; si pido sala, me dan calabazo. Si pido hacienda, se me dan deudas; si pido audiencia, me dan entretenida. Si

pido sustento, me dan alcaide; si pido abogado, me dan fiscal. Si pido justicia, me dan verdugo; si pido honra, me dan sambenito. Si pido luz, me dan tinieblas; si pido vida, me dan juego y si pido salvacin, me condenan el alma y acaban con el cuerpo". El Matusaln inquisidor, tocando la campanilla y echando edades por la boca, en lugar de clera, dijo, "Hola, echadle una mordaza". "Suplico a vuesas seoras", dijo el diablo, "lleven en cuenta mis ignorancias, que tiempo habr para castigar mis verdades". Preguntle el inquisidor moderno, "Vuestros padres eran cristianos nuevos o viejos?" "Seor", dijo mi camarada, "tan viejos eran que el uno muri de noventa y cuatro y el otro de ciento dos aos". "No os pregunto sino si en vuestro linaje hubo moros, herejes o judos?" "Seor", dijo el diablo, "no sabr responder a vuesa seora a esa pregunta con certeza. Slo dir que una maana, estando mi padre en la cama, llamaron a su puerta tres tos mos; asomse el criado a una ventana, y preguntle mi padre quin llamaba tan de maana a su puerta. Respondi el mozo, 'Viernes, Sbado y Domingo'. Yo, que era muchacho, quise saber [el] eni[g]ma y hall que mis tres tos, el uno era moro, el otro, aunque cristiano, hereje, y el otro judo; y como cada uno guardaba su da, por eso el mozo haba dicho que los tres que llamaban a la puerta eran Viernes, Sbado y Domingo". "Escriba, seor secretario", dijo el inquisidor, "que dice que tuvo tres tos, uno moro, otro judo y otro hereje". "No escriba", dijo el diablo, "que los tres tos que yo digo eran hermanos de mi madrasta, a quien, por el mucho amor que me tena, llamaba madre, y no vienen a ser mis tos, sino trastos. Y admrome mucho de vuesa seora de querer examinar mi linaje a fuerza de secreto. Si yo acaso he cometido algn delito contra la fe, qu culpa tienen mis padres y abuelos? No ser mejor examinar la vida de los vivos que la de los muertos? Es acaso este Tribunal explorador de calaveras? Estn ellos hechos polvo y quieren vuesas seoras ponerlos de lodo. Estn ellos en el juicio de la verdad y quieren vuesas seoras traerlos al juicio de la mentira. Han dado ellos cuenta a Dios de sus pecados y quieren tomarles cuenta de sus delitos. Hzolos Dios tierra y quieren hacerlos ceniza. Cubri el tiempo sus faltas secretas y quieren vuesas seoras hacerlas pblicas. Murieron con honra y quieren resucitarlos con deshonra; tuvieron buena muerte y quieren darles mala vida. Adquirieron buen nombre y quiere la misericordia de esta Santa Casa darles mala fama. Este Tribunal es peor que la muerte, porque ella no tiene jurisdiccin sobre los muertos y l s. Si yo por miedo del tormento, como sucede a la mayor parte de los que entran en esta Santa Casa, culpare a mis padres y abuelos de moros, judos y herejes, y vuesas seoras desenterraren sus huesos para quemarlos, como lo hacen cada da, qu cuenta darn a Dios de este delito? Si aquel depsito para la redencin se usurpa a la tierra, qu aguarda del cielo el que lo mand? Si aquellos pinceles se usurpan, qu aguarda el retrato vivo que los profan? Notable Tribunal! Detestable juicio!, pues an con la muerte no se pudo el hombre escapar de su ira. Fue huyendo al centro de la sepultura y de all lo saca para escndalo de los vivos y de los muertos. Qu jurisdiccin pueden tener los jueces vivos en los cuerpos muertos que deban o no deban? Qu castigo pueden dar a un cadver? Llmalos Dios 'durmientes' y a El slo toca despertarlos. Y quieren vuesas seoras antes de tiempo llamarlos a juicio, quieren hacer de este Tribunal el valle de Josaf, siendo el valle de la hereja? Est purgando el espritu y ha de pagarlo el cuerpo. Est gozando el alma de Dios y han de penar las cenizas en el infierno del vulgo que vido sacar a danzar los huesos de los muertos por el lugar en una caja guardadora de tabas, jugando dentro las calaveras la justicia de los inquisidores y sacando de barato el verdugo sus reliquias. Este Peralvillo a lo divino jrese de cementerio y no de tribunal y venda chitas en vez de chitos. No hay mejor murmuradora que la Inquisicin, pues desentierra los muertos y entierra los vivos. Ya yo s que mis razones piden mordaza, pero primero es razn que muerda yo de sus tiranas, pues ella me puede sacar en tres bocados: honra, vida y hacienda". "Por ahora no recelis mordaza", dijo el inquisidor, "recelad tormento. Puede ser que las cuerdas os hagan cuerdo. Qu bienes tenis fuera de los que se os han secrestrado?" "Seor", dijo el diablo, "despus que vuesas seoras me heredaron, no tengo ms bienes que mi persona. Sean servidos mandar tomar por escrito mis deudas para que se paguen". "Hermano", replic el mozo inquisidor, "esas deudas vos las debis y no el fisco. Lo que os pregunto es lo que os

deben, que lo que vos debis, sus dueos lo pedirn". "Yo entiendo", dijo el diablo, "que ser lo mismo que lo pidan que no lo pidan, porque pedir dinero a esta Santa Casa es pedir contra la pr[ag]mtica espiritual. Notable santidad se profesa en esa Santa Casa! Todos hacen penitencia con la hacienda de los pobres. Veo a vuesas seoras y a todos sus ministros flaqusimos, a puro ayuno secreto, y no me espanto que no hay mayor delito que el pblico ni mayor virtud que la secreta penitencia. Con todo suplico a vuesas seoras manden a su receptor, archivo de los bienes de esta Bendita, que vuelva a los pobres acreedores su hacienda, que pues yo estoy preso y he de haber cometido el delito que me imputan. Aunque sea un apstol, ser justo que mis bienes paguen y no los ajenos, sino es que quieren vuesas seoras que mis acreedores sean herejes tambin, y cuando no sus cuerpos, sus bienes. Hganle vuesas seoras un proceso aparte, diciendo que pues ellos se juntaron con los mos, cmplices son y es justo que paguen. "No hay mejor materia de estado que la que tienen los inquisidores, porque la de los reyes es pblica, y sta secreta. All tienen jurisdiccin en los cuerpos y en los bienes, y aqu en el cuerpo, honra, vida, alma, huesos y reputacin. All no paga el padre por el hijo, y ac padre, abuelo, hijo, nieto, tataranieto, chozno y rechozno. All se da crcel pblica y aqu secreta. Pero tratando de lo espiritual y respondiendo al cargo de hechicero que se me hace, y casado seis veces, vuesas seoras, que no se han casado sino a media carta como dicen, qu sienten de este delito? Es posible que un pobre diablo encarnado o azul, que haiga tenido nimo para casarse seis veces? Y cuando lo hubiera hecho, qu mayor sambenito se me poda dar que mis seis benditas? No pudo Adn tragar una manzana y quieren que yo trague seis. Donoso cargo para el serrallo del Gran Turco! Mereca yo por tal potencia ser laureado con toda la potencia de Venus? Seis mujeres!, cuando la potencia y hazaa mayor que hice en mi vida ha sido engaar una. Y si al que se casa dos veces le dan doscientos azotes, a m por la cuenta se me haban de dar seiscientos. Pero fuera bien que tomara cada una de mis mujeres su satisfaccin. Y pues les cabe a ciento por cabeza, cargue la sentencia en mis espaldas, que por verlas heredar el oficio del verdugo, consentir que me cuelguen. Y pues tratamos del verdugo, qu ley ordena que el verdugo de esta Santa Casa sea el de la justicia seglar? No fuera ms a propsito que vuesas seoras mandasen por ley que el verdugo de este Santo Tribunal fuese un familiar, secretario o comisario, y no un bribn perdido sin limpieza de sangre, bajo y vil? Pregunto, este Santo Oficio puede ser santo ni ejecutar santidad sin el verdugo, que es sus pies y sus manos? Y no fuera ms ajustado, cuando quieren dar tormento a una doncella, que uno de vuesas seoras le apretase los cordeles, que no un bergante sin honra? Qu mayor gusto podan tener los inquisidores que tentar las delicadas carnes de una doncella? No vale ms en estos lances el sentido del tacto que el de la vista? Cuando sacan a quemar un hereje, no fuera mejor que le encendiera el fuego un familiar que no un ladrn? No van acompandolo hasta el quemadero, pues que mucho hicieran meter entre la lea una poca de lumbre y soplar por la honra de Dios, o del diablo, aquel bendito fuego?. No fuera esta accin piadossima? Todo lo tiene bueno este Tribunal, sino el verdugo. No prenden los comisarios y familiares a los presos? Pues, qu ms tiene ser corchetes que verdugos, cuando sea punto menos? Por eso se llevan la honra de llegar a vista de todo el pueblo a encender el fuego de aquel santo sacrificio. Hubiera gala mayor para un familiar que ir palmeando las espaldas a uno por las calles? Si lo hacen por ir a caballo, como lo van, sbanse en otro borrico y hagan su oficio, que en tales actos ganarn perdones, como los presos baqueta. Pues, qu dir del pregonero? Este oficio deba tenerle un familiar capn y no un borracho clarn destemplado, que no hace sino roncar la sentencia y deslucir la justicia. Yo bien podr salir a semejantes autos, pero, si no hace conmigo oficio de verdugo un ministro de esta Santa Casa, no saldr de ella, aunque me cuelguen. Yo quiero que el que me prendi, se me castigue, y pues va en la carta de los alumbrados, alumbre al pueblo de verdugo limpio, que es muy gran bellaquera heredar hbito sin esta encomienda. Manden vuesas seoras acrecentar esta nueva plaza al Tribunal, que yo s que habr opositores a ella. Es dulce cosa matar con salvoconducto y azotar con licencia, y pues prenden y roban con ella. Decrtese que lo sea un familiar, pues de corchete a verdugo hay tan poca diferencia".

Fue tanta la clera que tomaron o compraron los inquisidores y su fiscal, que tocar la campanilla y venir el alcaide y el verdugo fue todo uno. Pusieron en el potro a mi camarada Barrademonio, si bien hubo disputa entre quin le haba de desnudar, si el verdugo o uno de los jueces, porque deca el diablo, que pues los inquisidores le haban desnudado los bienes, le desnudasen el cuerpo para que l pudiese decir con verdad que le haban dejado en cueros. Empez el verdugo a dar el primer garrote al diablo, y al torcer la primera cuerda, dijo el anciano inquisidor, "Vuestras desvergenzas os anticiparon el tormento. Veamos ahora si los cordeles os hacen cuerdo". "Seor", dijo el diablo, "estos lazos, que se llaman cuerdas, ms locos han hecho que cuerdos. Pero pues est dada la primera vuelta, vean vuesas seoras lo que me preguntan para que yo responda". "Que digis la verdad", dijo el juez. "Es muy justo", dijo el diablo, "porque la verdad sin tormento se debe de decir. Reniegue vuesa seora de verdad que sale por boca de cuerda, porque las ms veces es falsa. Pero porque no corra ahora la ma ese camino, digo, seor