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Entrelazando Historia Construyendo memoria

Entrelazando historia, construyendo memoria

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Este libro fue realizado por un grupo de estudiantes del Colegio Nacional Bahía Blanca Argentina, juntos con sus docentes coordinadores. Este libro contiene la biografía de algunos de los ex-estudiantes del Colegio Nacional desaparecidos en la dictadura militar de 1976

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Entrelazando Historia

Construyendo memoria

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Docentes coordinadores

Elena, Di SarliHernán, Herbalejo

Estudiantes

Ailén, Bellegia Amparo, PalaciosAna Julia, Ferreira

Bárbara, BentivegnaDébora, GodoyEvelyn, Martin

Isadora, ValcarcelJavichi, Santacruz

Joaquin, AlsinaJuan Manuel, VeraLaura, Holzmann

Lucia, KlearMalena, Díaz López

Manuela, ArribasRosario, Sainz

Sofía, EvangelistaTomás, Manero

Virginia, Gonzalez

Autores

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El libro esta dedicado a la memoria de ex alumnos, victimas de Terroris-mo de Estado, 1975-1982, secuestrados, detenidos - desaparecidos, y falle-cidos:

Maria isabel Mendivil;Fernando alduvino;

victor eduardo oliva; Manuel Garcia;Mario GolberG;Gabriel Ganuza;

Julio inFante;silvia GiMenez;

beniGno Gutierrez;roberto Garbiero;Manuel tarchitzky;

Jose l Peralta;alicia Peralta;

ana dieGo;horacio russin;

Gerardo carcedo;Maria e Gonzalez;

cora Pioli;GeroniMo russo;

carlos oliva oliveros;María buFFo;

Mónica Gonzalez;Juan c Gonzalez;

aleJandro Monaco.

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Prólogo

Alumnos del “Glorioso Colegio Nacional” me solicitaron abordar, a modo de proemio, el presente trabajo realizado sobre las víctimas del terrorismo de estado, que han sido alumnos de la prestigiosa institución educativa. La lectura se desarrolla recuperando tramos vitales, únicos e irrepetibles, de jóvenes que vieron tronchados sus sueños, mostrando el impacto, el vacío, que sus pérdidas han ocasionado en el círculo de sus familiares y amigos. La memoria opera sobre nuestro pasado y regresan momentos felices vividos con algunos de aquellos jóvenes, mostrando la ingenuidad de nues-tros afanes, inquietudes, propios de una época que no presagiaba las oscuras tinieblas que poblarían nuestra ciudad.Frente a esas pérdidas y al olvido es encomiable el esfuerzo de recuperar el pasado, reconstruir, como un espejo roto, cada parte de un todo en el que participamos, integrándonos a la vida de quienes ya no están. Las grandes desgracias colectivas, que no han sido acontecimientos inevi-tables provocados por fenómenos naturales, sino por decisiones humanas, nos interpelan de una manera diferente. Se puede o no responder al llamado. Hay quienes sostuvieron que después de aquello es difícil hacer poesía, o tener una mirada optimista sobre la naturaleza humana. Los jóvenes que promueven esta recuperación del pasado -quiénes otros podrían hacerlo sino los jóvenes- se embarcan en el recuerdo; navegan descu-briendo las facetas más tiernas, más profundas, más genuinas en las vidas de aquellos ex alumnos del Colegio Nacional. No hay voces que muestren resen-timiento. En la madeja cruda del dolor emerge la esperanza. La recopilación es al fin un canto contra la indiferencia, ese pavimento que permitió en todas las circunstancias recorrer el camino a la muerte. Los jóvenes autores han recogido esa interpelación vital.

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La idea del presente trabajo tuvo su germen hace ya unos años cuando con el apoyo económico de la Cooperadora, un grupo de profesores colocaron un placa en homenaje a los ex alumnos del Colegio Nacional desaparecidos du-rante la última dictadura militar. La placa, ubicada frente al mástil, en el patio central, fue descubierta por familiares y amigos, el 16 de septiembre de 2008, en oportunidad del acto conmemorativo de la Noche de los Lápices.

Ese día se acercó a nosotros, un señor que profundamente emocionado nos dijo que al fin podría ver el nombre de sus hijos en alguna parte. Ambos Alicia y José Luis habían desaparecido en 1976. Ambos habían pasado su adoles-cencia en el Colegio Nacional. El Sr. Se llama Elmo Peralta y su actitud agra-decida nos generó una deuda. El colegio debía hacer algo más que una placa homenaje. Por eso se pensó en buscar preguntas, investigar sobre aquellos jóvenes que vieron tronchadas sus vidas en su mejor edad. Después surgió la idea de escri-bir sus biografías y de editar un libro. Conseguir el material, esto es la información necesaria para reconstruir las vidas de los ex alumnos, fue una ardua tarea especialmente por lo difícil - a veces imposible- que resulta para familiares y amigos rememorar las vidas de sus seres queridos que les fueran arrebatadas tan violentamente. Algunos no pudieron hablar. Otros prometieron cartas que nunca llegaron. Pero oportu-namente muchos aceptaron entrevistas escribieron mails, compartieron fotos y hasta mantuvieron video conferencias Esta obra es el resultado de todo eso. No nos fue posible escribir sobre todos por las razones ya mencionadas pero hemos tratado de ser totalmente respetuosos y mantener vivos los sentimientos que el recuerdo de nuestros exalumnos despertaron y despiertan en quienes conservan su memoria.

“ Todo está guardado en la memoria,

sueño de la vida y de la historia “

León Gieco - La Memoria

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Al abordar este trabajo se hace imprescindible precisar, aunque someramente, el marco ideológico que contuvo los gobiernos autoritarios latinoamericanos de los años 70 a fin comprender los procesos políticos que dieron origen a procesos de inestabili-dad institucional y su correlato de abusos e ilegalidades en toda América Latina duran-te el período trabajado. Desde 1960 a 1980 ya sea directa o indirectamente, toda esta región se ha visto afec-tada, implicada o relacionada con algún tipo régimen o formula autoritario, el cual repercutió a través de generaciones. En las décadas de 1970 y 80, duras dictaduras militares con pretensiones de durabi-lidad en el poder gobernaron la mayor parte de la región, otros países fueron dirigidos por gobiernos electos con poco o ningún control sobre las fuerzas armadas. Fue así que la esfera de autonomía de los militares se extendió no sólo para dirigir la estrategia de contrainsurgencia, sino también para decidir sobre materia de recursos naturales y de desarrollo, temáticas que eran de carácter estratégico.

En este período los militares y sus seguidores adhirieron y desarrollaron la deno-minada "Doctrina de Seguridad Nacional" con el objetivo de justificar la acumulación de poder de decisión facultándose así para no rendir cuentas a nadie en el ejercicio que hacían por la fuerza de las instituciones, haciendo un uso discrecional de los aparatos del Estado y de otros creados en la clandestinidad a fin de alcanzar en el corto plazo los fines que consideraban prioritarios. Esto se explica a partir de comprender que la Doctrina de Seguridad Nacional es una concepción militar del Estado y del funciona-miento de la sociedad, que justifica la importancia de la "ocupación" de las institucio-nes estatales por parte de los militares. Fue por ello que sirvió para legitimar el nuevo militarismo surgido en los años sesenta en América Latina. La Doctrina tomó cuerpo alrededor de una serie de principios que llevaron a con-siderar como manifestaciones subversivas a la mayor parte de los problemas sociales. Tales principios tuvieron diversas influencias y se propagaron y utilizaron de manera diferente en distintos lugares. Por ello la Doctrina no se sistematizó, aunque sí tuvo algunas manifestaciones claras, que sirven de base para definirla y entenderla. La Doc-trina de Seguridad Nacional ha sido el mayor esfuerzo latinoamericano por militarizar el concepto de seguridad. Además, al ubicar el componente militar en el centro de la sociedad, trascendiendo las funciones castrenses, se convirtió en la ideología militar contemporánea de mayor impacto político en la región. Su importancia también radi-ca en que se desarrolló por circunstancias ideológicas y políticas externas a la región y a las instituciones castrenses mismas. La seguridad nacional tuvo una variante en América del Sur. Esta variante mantuvo

CONTEXTO HISTORICO LATINOAMERICANO AÑOS ‘70

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la idea de que a partir de la seguridad del Estado se garantizaba la de la sociedad. Pero una de sus principales innovaciones fue considerar que para lograr este objetivo era menester el control militar del Estado. El otro cambio importante fue la sustitución del enemigo externo por el enemigo interno. Si bien la Doctrina de Seguridad Nacional ubicó como principal enemigo al comunismo internacional, con epicentro en la Unión Soviética y representación regional en Cuba, entendía que era a Estados Unidos a quien correspondía combatir a esos países. Los Estados latinoamericanos debían enfrentar al enemigo interno, materializado en supuestos agentes locales del comunismo. Además de las guerrillas, el enemigo interno podía ser cualquier persona, grupo o institución nacional que tuviera ideas opuestas a las de los gobiernos militares. Su expresión en los países latinoamericanos se tradujo en: la falta de transparencia, la destrucción de las instituciones de control y el dominio de la opinión pública a través de los medios de comunicación dirigido -, inevitablemente, al parecer - a las formas grotescas de violaciones masivas y sistemáticas de los derechos. Los procesos políticos de diferentes países latinoamericanos fueron sistemática-mente obstaculizados por Estados Unidos, quien ha intervenido, y sigue interviniendo dejando claras manifestaciones hasta hoy en día. No cabe duda que Washington ha respaldado toda una serie de golpes de estado que instalaron a dictaduras militares derechistas en el poder en gran parte del continente durante las décadas de los 60 y 70 produciendo una anormalidad democrática en la Región. Finalmente, el mundo reaccionó a la terrible tragedia de la desaparición forzada, la masacre de los pueblos campesinos, la tortura y prolongada detención arbitraria. Lo que ocurría llego al mundo desarrollado provocando preocupación que en el corto plazo se tradujo en la pérdida de prestigio nacional por los gobiernos totalitarios alentando la resistencia de las regiones a los sistemas represivos y la impunidad que acarreaban. Hacia mediados del los años ´70 América Latina fue testigo del nacimiento de un fuerte movimiento en la sociedad civil para defender los derechos humanos. Con los años, surgirán organizaciones que ofrecen esperanza en la lucha y defensa de los dere-chos humanos, como en el proceso de reconstrucción de un pasado oscuro, marcado por genocidios, delitos penales, civiles ; en fin violaciones de los derechos fundamen-tales de las personas. El cambiante escenario internacional en la década de 1980 y las demandas más audaces de la sociedad civil la sociedad hace de los regímenes militares y el ejército dominado cada vez más inestable. Esto llevó en un tiempo relativamente corto a una serie de transiciones a la democracia en casi todos los países. Estas transiciones fueron probablemente inevitables, sin embargo en todos los casos hubo intentos (algunos más exitosos que otros) por los militares para acondicionar el ritmo y el alcance de la reforma. En algunos casos, los establecimientos militares querían mantener el control de las decisiones políticas y económicas, a fin de preservar su injerencia en el Estado y garantizar la impunidad de sus camaradas, compañeros

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de tareas, etc. En todos los casos, ellos se aseguraron que no serían llamados a rendir cuentas por el legado de violaciones de derechos humanos que dejaron tras de sí. Durante la transición, los gobiernos elegidos democráticamente, se vieron presio-nados en la preservación de la impunidad a partir de subterráneos mecanismos de intimidación y amenazas. Estos regímenes de transición se caracterizaron por la tensión entre su necesidad inmediata para consolidarse y evitar las recaídas en la dictadura y sus aspiraciones de convertirse en verdaderas alternativas a los últimos años. Fue así que el debate sobre la impunidad dominó la agenda de la transición. De auto-amnistía, pseudo-amnistía y leyes reales de amnistía, indultos y otras for-mas de clemencia en favor de los autores fueron los obstáculos en el camino de la crea-ción de un orden más democrático.

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Bahía Blanca, según las poblaciones nativas, es la Wecuvú Mapu, la tierra del diablo; un territorio hostil de salinas, que provocaban la desesperanza y la desesperación en cualquier persona. En marzo de 1976, la ciudad de Bahía Blanca, aglutinaba a las más importantes guarniciones militares, organismos de defensa y seguridad; la Base Naval de Puerto Belgrano (la más importante del país y una de las más grandes de Latinoamérica); la Base Aeronaval Comandante Espora; la Base Naval de Infantería de Marina; el Coman-do Vto. Cuerpo de Ejército; el Batallón de Comunicaciones Nº 181; la Delegación Sur de Gendarmería Nacional; la Prefectura Naval Argentina; la Delegación del Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE); la Delegación de la Policía Federal Argentina; la Brigada de Investigaciones y la Unidad Regional Quinta de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. El Servicio de Inteligencia Naval tuvo una fuerte presencia en la ciudad, al punto que la memoria local registra el paso de figuras como Astiz, el “Tigre” Acosta, Massera y Scilingo. En 1976, Scilingo se desempeñaba como Teniente de Fragata en Puerto Belgrano.

Además en la jurisdicción del V Cuerpo actuaron como fuerzas de la represión ilegal comandos civiles con experiencia represiva en la ciudad entre 1974 y 1975, entre ellos los parapoliciales de la AAA, (la derecha sindical de la CGT), los miembros de la CNU (Concentración Nacionalista Universitaria) adscriptos a Inteligencia que habían teni-do actuación en el servicio de vigilancia montado por el rector Remus Tetu interventor de la UNS, designado por la gestión Ivanissevich.

El rectorado de Remus Tetu, es recordado porque en febrero de 1975 ordenó la purga de aproximadamente 170 profesores universitarios y ayudantes de cátedra, principal-mente, de los Departamentos de Economía y Humanidades, que fueron torturados en dependencias de la Policía Federal, encarcelados en Villa Floresta y/o trasladados a otras cárceles del país.

El rector, era un fascista que había huido de Rumania luego de la Segunda Guerra Mundial, y fue designado interventor de la Universidad Nacional del Sur y la Universi-dad Nacional del Comahue, para desarrollar la conocida “misión Ivanessevich”, impul-sada por el Ministerio de Educación de la presidente Isabel Martínez de Perón, con el objeto de “limpiar a las universidades de elementos subversivos”.

Los miembros de la Armada Argentina, se transformaron en los matones que cola-boraron con el rector, siendo el jefe de custodia el suboficial Jorge Oscar Argibay, quien esta incriminado de asesinar el día 3 de abril de 1975, alrededor de las 11 de la mañana al alumno David “Watu” Cilleruello, militante de la Federación Juvenil Comunista, en el área de inscripción en las materias en la UNS, un día antes de asumir como secreta-rio general de la Federación Universitaria del Sur.

CONTEXTO DE BAHÍA BLANCA Y REGIÓN ALEDAÑAS

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La persecución ideológica, de jóvenes, y adultos, nada lo justifica, y mucho menos la utilización de la violencia ejercida desde el Estado, sobre sus ciudadanos permanen-tes o transitorios, aplicando tormentos, torturas, y apropiación de personas, y hasta el robo de sus efectos de valor. Recordemos, que esta persecución a sectores militantes, fue ejercida durante fines 74 en adelante, con elementos parapoliciales, que luego se sumaron como mano de obra útil, para los ámbitos castrenses, que gobernarían a par-tir de 1976.

Se demonizo la militancia política, social, cultural, partidaria y gremial; y se ataco a los ámbitos de la resistencia popular; hasta la eliminación de las personas. La elite gobernante, se encargo de justificar lo injustificables, y para ello fraguaron actas de defunción, se inventaron enfrentamientos, y se manipulo la información.

La ciudad también se caracterizo, por la existencia de ámbitos de detención en co-misarías de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y en delegaciones de la Policía Federal; pero también al menos tres campos de concentración, los más conocidos La Escuelita y el Batallón 181 en sede del V Cuerpo del Ejército y los centros clandestinos de la Base de Infantería de Marina Baterías II y en la Base Naval de Puerto Belgrano, donde además solían usarse como lugar de detención barcos fondeados en el puerto (A.R.A. 9 de Julio).

La escuelita, era un antigua construcción, donde funcionaba un antiguo tambo, quien luego cobijo, por un breve periodo a los niños de la inmediación, para la ense-ñanza primaria; y que por su precariedad, seria desalojada a principio de los setenta; la construcción fue acondicionada, por el personal del ejercito, y a partir de 1975, se con-vertiría en ámbito donde reinaría el horror y los tormentos. Dicho centro, se ubicaba en la parte posterior del Comando, en proximidades del Centro Fijo de Comunicacio-nes e Informaciones del Ejército (CICOFE), paralelo a las vías del Ferrocarril General Roca y una ruta conocida como "Camino de la Carrindanga"; constaba de diversas construcciones distantes algunos metros unas de otras, y que pese a estar totalmente desmantelado, los testigos aseguran que los vestigios son suficientes, para reconocer el lugar donde estuvieron detenidos sufriendo torturas y vejaciones de todo orden. Por estos días, el predio “La Escuelita”, está siendo investigado por el Equipo de Antropo-logía Forense, dependiente de la Secretaria de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires; que mediante desmalezamiento y excavaciones, lograran exteriorizar los cimientos, de este centro clandestino de detención; y de esta forma, para facilitar las inspecciones oculares de los jueces, querellantes y testigos, siendo estos últimos, quie-nes transitaron por su interior y que afortunadamente sobrevivieron.

Para comprender la dimensión del accionar represivo, y los atropellos efectuados por elementos militares, policiales, parapoliciales, y del servicio penitenciario; según varios testimonios, por “La Escuelita”, habrían pasado alrededor de 600 personas; por el Batallón 181, unos 200 ó 300 detenidos; y 40 recluidos en el buque fondeado frente a Baterías, mientras que un número imposible de precisar estuvo retenido en el centro clandestino de la Base Naval de Puerto Belgrano, dado la carencia de sobrevivientes. Si

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bien no hay cifras definitivas, existen dos datos concretos. Algunas certezas, pueden establecerse mediante, el listado de 436 detenidos, acusados con el mote de “elementos subversivos”, quienes pasaron por la Unidad Penitencia-ria nº 4 de la cárcel de Villa Floresta, listado que incluía presos políticos legales, y ex detenidos-desaparecidos en centros clandestinos de la región blanqueados y detenidos a disposición del PEN.

Otras precisiones, pueden obtenerse, remitiéndonos al informe final de la CONADEP (Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas), delegación Bahía Blanca y Zonas Aledañas; ente que a partir de mayo de 1984, recepciono testimonios, que per-mitieron corroborar los casos de 24 personas fallecidas; 58 desaparecidos; y 66 libera-dos. Sobre el total anterior; los casos denunciados como ocurridos en Bahía Blanca, son los siguientes: 19 fallecidos; 20 desaparecidos; y 47 liberados. Los restantes casos, corresponden a testimonios recibidos, en la ciudad, pero cuyos hechos sucedieron en otras zonas del país.

Dicho informe, está compuesto por un conjunto de denuncias y testimonios apor-tados, por familiares de víctimas, y ex detenidos, quienes se presentaron espontánea-mente, durante los primeros años de restituida la democracia; en cambio otros sectores de la sociedad, optaron por el silencio; es comprensible el temor de los familiares de las víctimas, a escasos años de la feroz práctica represiva, en el marco del plan sistemático, que asolo a la ciudad.

Otros aportes, que contribuyeron, fueron los testimonios de representantes gremia-les docentes y alumnos universitarios, quienes sin haber estado en calidad de desapa-recidas, habían sido víctimas de la represión. Las fuentes escritas, también lograron arroyar algo de claridad, sobre los procederes más oscuros durante la última dicta-dura, los artículos periodísticos y editoriales, de revistas de sectores empresariales y del diario "La Nueva Provincia"; medios de comunicación, que justificaron el accionar represivo o se encargaban de distorsionar los acontecimientos, y hasta convertirse en el órgano oficial de difusión de las maniobras fraudulentas, para “blanquear” la aparición de personas fallecidas.

También dichas publicaciones, permiten obtener datos de estas personas que estu-vieron largos períodos detenidos a disposición del P.E.N. o de las autoridades militares.

La complicidad de ámbitos estatales, puede advertirse, mediante el accionar del Juz-gado Federal de nuestra ciudad; producto de la investigación, se constato la existencia de más de ciento setenta (170) habeas corpus, originados con motivos de desaparicio-nes o secuestros, en su gran mayoría contestados negativamente. En dicho tribunal se verificó la existencia de numerosas causas que durante el año 1976 y 1977 se caratulaban: "X.X. s/ Entrega de su Cadáver" y que se formaban al solo y único efecto de entregar cadáveres de personas presuntamente muertas en “enfrenta-mientos” con Fuerzas de Seguridad.

Otra complicidad manifiesta, se constato, en función de varios testimonios, que

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refirieron que muchas de esas personas, cuyos cadáveres eran entregados a través de la Justicia, habrían sido vistas con vida en centros clandestinos de detención, o habrían sido secuestrados de sus domicilios por personal de seguridad.

Un ardid, fue el ocultamiento de los asesinatos posterior a secuestros, torturas y desapariciones, con fraguados enfrentamientos; esta estrategia disminuyo el número de “desaparecidos” de la ciudad. El terror social durante los años oscuro, fue el efecto buscado por los militares; tal como declaró el general Vilas formaba parte de las llama-das “acciones psicológicas de la guerra anntisubversiva”. En las sesiones del juicio celebrado en Bahía Blanca 1986, ante la requisitoria del fiscal Hugo Cañón, en general Vilas reconocía la falsedad de un comunicado de su autoría que ocultaba el secuestro y asesinato previo de Mónica Morán: «Se decidió en ese momento al llegar la Policía de la Prov. de Bs. As. y tropa del ejército regular, montar un operativo de acción sicológica —como era costumbre — con el personal militar que había arribado al lugar. Se tras-portan varios cuerpos uniformados, aparentando estar muertos, que es personal de la propia tropa, y en una camilla se transporta a Mónica Morán hasta completar cinco. A esto obedece el comunicado publicado en forma oficial y con conocimiento del Comandante del Vto. Cuerpo en LA NUEVA PROVINCIA. Por ello es que se realiza una sola diligencia judicial de entrega de cadáver...» (Juzgado Central de Instrucción Nº 5 de la Audiencia Nacional, Auto propuesta de extradición, Madrid, 19/8/2003).

Otra estadística para remitirnos, quizás la más convenientemente, por ser con-temporánea; son las denunciadas formuladas ante la justicia local, y que se constituyo en prueba, para permitir en 2009/2010, la elevación a juicio de varias causas sobre la represión en la jurisdicción del V Cuerpo de Ejército; por intermedio de la Unidad de Investigación de Crímenes de Lesa Humanidad del Juzgado Federal, con asiento en la ciudad.

Según fuentes oficiales, de la citada dependencia, se brindaron precisiones que co-rroboran, 32 fallecimientos, 14 “desaparecidos” y 53 liberados, sin embargo, ninguna de estas cifras ilumina la real dimensión de la represión; de hecho, los casos denun-ciados parecen apenas la punta del iceberg y lo mismo podría decirse de aquellos que figuran en los listados de presos en Villa Floresta y/o que fueron trasladados a otras cárceles legales de la dictadura.

También la connivencia, que por estos días persiste, involucra a sectores de la Justicia bahiense, de ciertos magistrados que suelen excusarse, o provocar dilaciones, y efec-tivizar excarcelaciones; también debemos adicionar el corporativismo de abogados, y funcionarios judiciales, que garantizan la impunidad, y niegan el acceso a la justicia.

Un párrafo aparte, y una reivindicación a un número acotado, de abogados que garantizaron, el patrocinio de familiares de desaparecidos, o víctimas, o detenidos, me-diante la presentación de Habeas Corpus, en ámbitos jurídicos de la ciudad y la región; la suerte fue dispar en este sentido, algunas de las presentaciones jurídicas, lograron su objetivo; otras en cambio, permiten demostrar que los funcionarios de los juzgados, hicieron caso omiso, y los convierte en cómplices de los secuestradores y asesinos, o ser imputados por mal desempeño de funcionarios público.

En este mismo sentido, saludamos la coherencia, de fiscales, jueces y camaristas, quienes celebraron procesos judiciales, antes de la aprobación de las leyes de impuni-

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dad de 1986 y 1987, e incluso luego de sancionadas dichas normas, exigieron que se las declarase inconstitucionales a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Idéntico, criterio sostuvieron ante los indultos de amnistía, de la década del ’90.

La designación de jueces, para integrar un tribunal abocado a juzgar los delitos de crímenes de Lesa Humanidad, deben garantizan la imparcialidad, y el derecho al debi-do proceso. En el caso de Bahía Blanca, la imparcialidad, estuvo viciada, en varias de las designaciones, por los lazos corporativos y las vinculaciones hacia los imputados.La actual composición del tribunal, integrada por los Doctores Jorge Ferro, José Mario Triputti, Martin Bava, y Oscar Alberto Hergott (sustituto); son un claro ejemplo de la excelencia de magistrados, quienes tienes la responsabilidad de tomar testimonio, formular preguntas y garantizar la veracidad de los dichos; también asegurar la pre-sencia de testigos, familiares y querellantes, quienes por intermedio sus palabras, sus recuerdos, y anécdotas, aportan verdad, establecen memoria y reclaman justicia.

Del excelentísimos tribunal, destacamos la compresión y el trato humanitario, al momento de indagar a víctimas, familiares de desaparecidos o asesinados; que pa-decieron los efectos del terrorismo de estado. El derecho internacional, considera al genocidio, como delito imprescriptible y todos los culpables de tales acciones, deben sujetarse a derecho, y ser juzgados, por las infracciones penales, que cometieron.

La ciudad de Bahía Blanca, está presente ante el hecho histórico más importante con relación a la justicia, que significa juzgar con todas las garantías jurídicas que nunca tuvieron sus víctimas, al primer grupo de genocidas que actuaron en jurisdicción del Comando del Quinto Cuerpo de Ejército desde el Centro Clandestino de Detención “La Escuelita”, y según lo establecido en la causa expediente Nº 05/07 “Investigación de delitos de Lesa Humanidad cometidos bajo control operacional del Comando Vto. Cuerpo del Ejército”; y sustanciada como Causa N° 982, que juzga hoy a 19 represores.

Con el apoyo de sobrevivientes, ex-detenidos/desaparecidos, familiares de víctimas de la represión, testigos, compañeros, amigos, militantes por la memoria de distintas organizaciones de derechos humanos y ciudadanos que no quieren convalidar los crí-menes cometidos. Ellos se encargaron de armar a lo largo de estos 35 años, un camino hacia la justicia, posicionando pieza por pieza del rompecabezas de la historia reciente, y reconstruyeron las historias de hombres, mujeres y niños, quienes padecieron los embates de la represión, siendo secuestrados, asesinados, y algunos de ellos aun con-tinúan desaparecidos.

La memoria colectiva, la recuperación de la verdad, y el deseo de justicia, son fuentes de la lucha, de un proceso que constituye un fortalecimiento para la democracia, ge-nerando instancias reparadoras para las víctimas, haciendo justicia a pesar de los años transcurridos, asegurando que los delitos de Lesa Humanidad sean juzgados y conde-nados; de esta forma se construyen las bases fundamentales de una realidad con la se-guridad jurídica que garantiza que este tipo de crímenes no se repitan NUNCA MAS.

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Gabriel Raymundo Ganuza nació el 17 de Ju-nio de1944 en la ciudad de Bahía Blanca. Es-telita, su hermana mayor y sus padres, Julio Gabriel Ganuza, escribano y Blanca Estela Pe-yón conformaban su familia, de buena posición económica mientras su padre vivió. Gabelito o Gabe (apodos que desde pequeño, seguían la tradición, ya que Gabelo, era el de su papá) pasó sus primeros años, en una casa grande del barrio Palihue. Travieso, desobediente y con-testón cursó la primaria, en la Escuela N°3 de Bahía Blanca. Cuando Gabe tenía alrededor de dos años su padre falleció. Este duro golpe para la familia, hizo que Gabe encontrara su “figura paterna” en su tío Wilfredo Ganuza, escribano, igual que su papá. El tío Wilfredo fue como un padre para Gabriel. Vivía con su esposa y sus cua-tro hijas de las cuales Patricia, por afinidad y cercanía de edad, fue casi su alter ego. Era su compinche y compartía todos los juegos y tra-vesuras ideadas por su primo. Gabelito muchas veces almorzaba y cenaba en casa de sus tíos. Nos relata Patricia, que en las largas sobre-mesas su papá y Gabe solía tener interminables charlas en las que se hablaba de los temas in-telectuales que a Gabe lo preocupaban. Era un “espacio” propio instalado entre ambos y que excluía al resto de la familia.Pero nadie se sen-tía mal porque todos amaban a Gabriel. Además, nos dice “Él amaba ir a acampar en especial a Sierra de la Ventana, ese lugar le daba mucha paz y era un lugar donde se sentía libre.” A algo similar se refería el mejor amigo de Gabe, Avelino "Pelusa" Cobreros, citado por Leonardo Cobreros, su hijo: “¿Por dónde estarás hermano Gabe con tu

montón de sueños lindos prendidos de tu mi-rada? A veces lo llamábamos Gabelito para hacerlo enojar y lo lográbamos porque así lo llamaba su familia de chiquito y él sentía que le to-mábamos el pelo. Lo conocí cuando tenía 14 años... los dos coincidíamos en muchos pensa-mientos... alguien dijo que "amigo significa yo mismo en distinta piel", desde ese momento no nos separamos nunca...Nuestro ideal y punto en común era viajar y viajar...ahí van los caracoles -nos decían- ya que fuimos en Bahía Blanca los primeros mochile-ros, porque llevábamos la mochila a cuesta, la casita a cuestas como el caracol. Juntos funda-mos la sociedad de camping y andinismo "La ardilla" el lema era "sin prisa y sin pausa". Una de las pautas que él planteó muy de-cididamente para la asociación, fue que a di-ferencia de otras, que era para chicos bien, "petiteros”,"caretas" esta debía ser para todo el mundo sin discriminación. Nuestro primer viaje (Gabe tendría 16 años), fue a los Tres Picos en Sierra de la Ventana...Antes de emprender el viaje teníamos que con-seguir algún dinero, me acuerdo que la técni-ca era la siguiente: primero íbamos a lo de la madre y luego a lo de sus tíos profesionales, yo le preguntaba cómo estaba tan seguro de conseguir plata y el decía: ahora vas a ver. Gabe era de pocas palabras, llevaba en sus manos sus grandes borcegos sucios y los apoyaba sobre el escritorio. Con eso les decía todo (no le gustaba dar muchas explicaciones) y su familia no tenía otra que darnos unos morlacos. Gabe admiraba la naturaleza; cada vez que yo salía de viaje, él venía conmigo. Para mi amigo

Gabriel Raymundo Ganuza

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el viajar era un momento de paz, un momento de reflexión con la naturaleza y quien sabe tal vez en esos instantes que se sentaba a meditar sobre una roca estaría pensando en otro país posible para todos, más humano y más igua-litario. Nunca nos quiso contar ni a mí, ni a mi señora acerca de su militancia Ahora estoy seguro de que era para protegernos. Nos pedía, en cam-bio, que no preguntáramos nada. Cuando venía los domingos a almorzar a casa nos decía "yo vengo a pasar un momento en familia" y en su contundencia todo quedaba ahí. Volviendo a los viajes...cuando pasábamos por alguna reserva mapuche Gabe se quedaba ha-blando con ellos. Fue entonces que me di cuen-ta de que lo de él iba mucho más allá. Ahora sé que tenía razón. Me di cuenta de que tenía una sabiduría enorme y un extraordinario apego y amor por la tierra y por sus pobladores. Muchos nos gritaban ahí van esos locos con la mochila, y él les decía los locos son usted que aguantan la ciudad y se quedan... Viajamos por Mendoza, Chubut, Trelew, Cabo Raso. Con el tiempo por cuestiones laborales mías y en su caso por el compromiso con su militancia ,nos veíamos menos pero cada tanto yo lo llevaba en el Ami 8 azul a las reuniones que tenia y lo iba a buscar... En una ocasión lo lleve a una especie de ple-nario en Buenos Aires; había una multitud de gente amontonada y le pregunte "¿A dónde va-mos?". Y de repente estábamos en el medio del acto de Fidel Castro. Yo me asusté ¿Dónde nos metimos? ¿Porqué no me dijiste adónde venía-mos? Gabe intentaba tranquilizarme al tiempo que me informaba decía:"Acá somos todos ami-gos" .Después sin más explicaciones me llenó el auto con banderas... Y así era Gabe.Yo no preguntaba mucho, lo acompañaba muchas veces, lo llevaba y lo traía de una reunión a otra. Tantas cosas comparti-

das hasta aquel día después de un viaje en camión que hicimos al sur. Yo lo noté preocupado. Estábamos prepa-rando un asado para compartir entre amigos... El día anterior Gabe me había pedido que no pasara por la pensión como lo hacía habitual-mente porque había problemas. Me quedó como último recuerdo el papelito que el mismo había escrito haciendo el listado para los contertulios al asado; ... Pelusa, Gato, Gabe, Flaco, Leche, Negro, etc, etc, etc. Mi amigo ya no estaba...

Hoy cuando recorro mi granja entre las plan-tas te recuerdo amigo Gabe y vuelvo a sentir que sos mi mejor amigo, mi único amigo... y te extraño... Aquel que cuando una vez nos quedamos atrapados en la montaña, se puso a filosofar y decía: "esto es lo que somos, si hoy nos mo-rimos, ya no estamos y nos encontramos en alguna parte..." Aquel obsesivo por tener su cajita de fós-foros, para poder fumar sus cigarrillos Particu-lares...Lo desesperaba la sola idea de no poder hacerlo. Aquel que con cariño y ternura yo hacía eno-jar mucho diciéndole “fascista” y con quien nos peleábamos irremediablemente durante nues-tros viajes... Aquel que con sus lentes y su diario La opi-nión bajo el brazo, llegaba a almorzar aquellos mediodías Aquel que yo también recuerdo y siento como un tío y me acuerdo también que con su diario me pegaba suavemente y me decía: ¡cómo anda Pelusita!... y me regalaba siempre un chocolatín Jack. Aquel de quien al cumplir 17 años años quise saber la verdadera historia. ¿Qué había pasado con aquel amigo de mi viejo. Y a partir de ahí quise saber todo sobre todo...

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Gracias por tener esta posibilidad y este honor de recordarte Gabe y de alguna manera y como se pueda seguir tus pasos.Nos veremos amigo! " Sus familiares y amigos lo recuerdan como a una persona por sobre todo amable y honesta. Pensante, de pocas palabras y casi sin sonrisa. Remarcan la fidelidad de Gabe por sus ideales. Era también muy realista y poco romántico, pero esto no le impidió ser dulce y agradeci-do. Le gustaba mucho debatir sobre política y temas intelectuales. Sabía que cuando algo es-taba perdido, perdido estaba. En el año 1957 finalizó el sexto grado e ingre-só al Colegio Nacional de Punta Alta, donde hizo primer año. Aunque sus preferencias eran las Ciencias Sociales, desaprobó seis materias obteniendo la calificación más baja en historia. “Como todo Ganuza, inteligente pero medio liero”, nos dice Patricia. El segundo año lo completó en el Colegio Pe-dro Goyena, establecimiento que por aquellos años recibía a los alumnos repitentes. Allí cursó el tercer año y al finalizarlo abandonó sus estu-dios regulares por tres años. En el año 1963, con 19 años de edad, reto-mó los estudios en el Colegio Nacional de Bahía Blanca, en el turno nocturno. A la par de la escuela trabajaba en la escribanía “Ganuza Eli-zalde” de su tío Wilfredo, que se encontraba por esos tiempos en la calle Rondeau 384. Sus amigos los describen así: “Siempre iba al colegio caminando por las mismas calles. Pelirrojo, casi rubio, con sus anteojos oscuros, jeans y esas camisas suyas tan peculiares. Era de extrañar que no llevara su característico cigarrillo y un libro bajo brazo, sus mejores e infaltables compañías. Su madre, Blanca, ya no sabía cómo hacerle entender que además de la Historia, la Filosofía y las Ciencias Sociales, que tanto le atraían, también estaba la Matemática, que también era importantes y sin la cual no

podría terminar el secundario”.

Finalizó el anteúltimo año con cuatro días de suspensión por una “impertinencia” a una profesora, según consta en su legajo. Su familia y especialmente sus tíos ocupaban un lugar especial en el terreno de sus afectos. Así lo testimonian las postales que les enviaba toda vez que viajaba. Patricia nos acercó esta postal, que les envió desde Bariloche: “Queridos tíos estoy pasando unos días ma-ravillosos. Bariloche es un derroche de co-lores, azules de todos los tonos hasta el verde, en los lagos, verdes en los bosques, nieve en los cerros magníficos y hermosos. Conseguimos dos excursiones gratis en lancha y estuvimos en la primera de ellas, en la Isla Victoria y en la Península Arrayanes, donde está el bosque en el queque se inspiró Walt Disney para el paisaje de su película “Bamby”. Es único en el mundo por sus arrayanes están en ese lago, en doce hectáreas. No voy a trasnochar, aviso, por si recibieron por radio la noticia que se difun-dió para propaganda de la A.C.A.B.B. Saludos, Gabe. ” En 1964 cursó su último año del secundario, pero quedó libre y reprobó todas las materias, a excepción de Geografía. Gabe tenía por enton-ces, 21 años. Ese año le aplicaron varias amo-nestaciones por molestar en clase y por “faltar-le el respeto” al profesor de Instrucción Cívica. Gabriel no terminaría de rendir todas las asig-naturas hasta el año 67, cuando con 23 años de edad, aprobó Física, la última materia que adeudaba. Por alguna razón Gabriel amaba las rocas. Por alguna razón le fascinaban y hasta le apa-sionaban, quizás porque se sentía identificado con ellas: de poco hablar y nada pródigo en sonrisas.Y como dijo Pablo Neruda...

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En el año 1968 ingresó a en la UNS, a la ca-rrera de Licenciatura en Geología. Fue por esos años que con Julio Alberto García, apodado “el Negrito”, y José Alberto Surace Molina, ambos oriundos de Carmen de Patagones y estudian-tes de Geología se fueron a vivir a una pensión en la calle Zapiola 659. Los tres estaban en el centro de estudiantes de Geología de la UNS y militaban en la Juventud Peronista. Corrían los años ´70 y Gabe frecuentaba el centro de la ciudad, reuniéndose con sus ami-gos, charlando con ellos de política y soñando con la liberación nacional y social de Argentina.

Fue en alguna de esas reuniones o tal vez en el Club Universitario o en la misma universidad, que se conocieron con Enrique Juan Ferrari. So-lían reunirse en el Mingo Bar, ubicado en la calle Colón, local vecino al edificio del Rectorado de Colón 80. Allí devoraban horas compartien-do cigarrillos y algunos cafés. Sostenían largas charlas donde hablaban de todo, hasta de sus sentimientos más profundos. Pero sobre todas las pasiones había una que ambos compartían, como muchos jóvenes en aquella época: “En esas charlas nos descubrimos teniendo el mismo amor por la misma causa. Fue nuestro gran amor con la misma mujer que, nos uniría para que siempre peleemos por ella. Esa mu-jer por la que muchos estábamos enamorados será, y sigue siendo nuestra patria. El mismo desvelo de siempre. El mismo amor “diría Enri-que con nostalgia. Sí, ellos dos (y otros tantos de miles de argen-tinos) compartían un amor muy grande por su patria. Eso no impidió que “Gabe” se enamorara de una joven estudiante de Historia, que fue su compañera. Sus dos grandes amores siempre fueron la patria y su novia. A pesar de que no era muy romántico, tenía cualidades que lo ha-cían especial, como nos dice su amigo Enrique: “Aprendí de sus conversaciones que la felicidad y mi buen futuro debían pasar por la solidari-dad y la igualdad con los otros.” Enrique define a Gabe como “una persona amable, honesto hombre y un amigo con esas cualidades difíciles de encontrar”. Nos dice que habría tomado con mucha seriedad la idea de recibirse de Licenciado en Geología, por lo que andaba todo el día con uno o dos libros de esa ciencia a mano, y obviamente su infaltable ci-garrillo rubio.Fue gracias a Gabe y su “concepto revolucio-nario de la sociedad”, que Ferrari se acercaría intelectualmente a uno de los pensamientos más importantes de la humanidad. Fue gracias

¡ALLÁ VOY, ALLÁ VOY, PIEDRAS, ESPEREN!

Alguna vez o voz o tiempopodremos estar juntos

o ser juntos, vivir, morir en ese gran silencio de la dureza, madre del fulgor. … en este punto o puerto o parto o muerte piedra

seremos, noche sin bande-ras, amor inmóvil, fulgor infinito, luz de la eter-nidad, fuego enterrado, orgullo condenado a su

energía, única estrella que nos pertenece.

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a esas charlas, nos dice, que “creció en mí, la necesidad de aprender y leer mucho más. Años después tuve la posibilidad de leer algo sobre marxismo.”

Eso tal vez porque Gabe se declaraba marxis-ta. Sin embargo afirmaba que: “La revolución en Argentina es posible, pero pasa únicamente por el peronismo, claro siempre y cuando Pe-rón se decida a construir eso que dice sobre el Socialismo Nacional. Que por supuesto no debe ser otra cosa que socialismo con mucho de lo nuestro. Pero esto depende de que Perón se decida a realizarlo. Por ahora tengo mis dudas.”

Dudas que se transformaron en certezas.

En el año 1971 ingresó en la Facultad de Geología, Rodolfo García, un joven de 19 años oriundo de la localidad rionegrina de Villa Re-gina, también ex alumno del Colegio Nacional de Bahía Blanca. Era muy amigo de José y Julio, ambos compañeros de vivienda de Gabriel. Fue en una guitarreada de las que se realizaban en el Club Universitario, que se conocieron Ro-dolfo y Gabe. “Era una persona que transmitía cierta tranquilidad, que era muy tranquilo de por sí y muy medido en sus apreciaciones. Un tipo muy mesurado y analítico, pero sobre todo una persona muy cariñosa” recuerda Rodol-fo de su viejo compañero. Y porque duda de si realmente a Gabe le habría desvelado la idea de ser geólogo, agrega: “Era muy meticuloso con la Geología. Estaba demasiado tiempo con una materia. Gabe era más un captador de cuadros; no sé si lo apasionaba o le importaba estric-tamente la Geología. La importancia de él era, desde el punto de vista estratégico, el estar en la universidad, no sé si realmente quería ser geólogo” Según Rodolfo, Gabriel habría estado ligado a Montoneros en algún momento, aunque no

sabe con exactitud la profundidad de su rela-ción con este grupo, nos dice, “si bien milita-ba también en la JUP (Juventud Universitaria Peronista) junto con García y Surace, ideoló-gicamente, Gabriel estaba más ligado al PRT y al-ERP. En su militancia iba al frente como una persona mesurada, más estratega que sus dos compañeros.” Para Rodolfo, hablar de aquella época es la oportunidad de recordar los mo-mentos más intensos de su vida. Emocionado y dejando traslucir su sentimientos, agrega: “Ju-lio y José eran la vorágine del momento. Julio era muy enérgico, reivindicaba la lucha armada y trataba de captar cuadros. Ambos estaban más ligados al peronismo que Gabriel.” Así sabemos que Gabriel veía en el peronismo la posibilidad de una revolución social, aunque no se identificara necesariamente con Perón. Rodolfo en cambio, era de tracción socialista y aunque nunca militó en ese partido se conside-raba un militante independiente de superficie. Era sobre este tema que tuvieron algunas di-ferencias, por las que debatían bastante segui-do, sobre todo porque García no reivindicaba la lucha armada.

Otro amigo de Gabe y su compañera fue Guillermo Quartucci, por entonces estudiante de Letras, quien recuerda: “Como las rocas que estudiaba era su convicción de que un mundo más justo era posible. Seria improcedente decir que esa convicción tan firme fue la que le costó la vida, porque ello implicaría aceptar que es mejor permanecer callados y evitar el com-promiso social. Todo lo contrario.” Guillermo compartió muchos momentos de la aventura intelectual de Gabriel también decía que: “Su compromiso con la realidad, quizá sus-tentado en la disciplina que había elegido, hacia palidecer el natural romanticismo de, quienes como nosotros, se habían dedicado al estudio del pasado o a la expresión literaria.”

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Por esos día habíamo arrojado una bomba lanza panfletos en la Plaza Rivadavia. El diario La Nueva Provincia lo publicó al día siguiente, como si hubiera sido un atentado terrorista. La tarde anterior al secuestro, Gabe se juntó con sus compañeros de vivienda y con Rodolfo a estudiar Física. Esa noche, Rodolfo se fue al club universitario y no volvió a dormir a la case de Gabe, como acostumbraba. Cuando se en-teró de lo que les sucedió a sus amigos, diría “Yo no fui esa noche, lo cual me generó una situación de culpa, aunque si hubiera estado, no habría hecho nada tampoco, porque en esa época bastaba que estés con alguien a quien ellos teóricamente buscaban para que piensen que tenías algo que ver. Me hubieran llevado a mí también.”

La militancia, el amor por la justicia y sus ideales de un mundo mejor tuvieron como res-puesta represiva su secuestro, y el de sus dos compañeros de vivienda, Julio Alberto García y José Alberto Surace Molina, el 7 de diciembre de 1975 en su departamento de Zapiola 659. Sus cuerpos sin vida, fueron hallados en el km 102 de la ruta 35, en proximidades de la locali-dad de Rivadeo. Tenían tan solo 31 años y todo un mundo por soñar y cambiar.

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[…] Y sin embargotodavía me acordaba

del día que los milicosmetieron a mi patria entre barrotes,

ese día me sobró la fuerzay me faltó el miedo.Allí empezó la cosa.

Alicia Partnoy

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Fueron momentos donde cualquiera podía des-aparecer…Nacida en el año 1953 en la pequeña ciudad de Coronel Pringles, ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires. Tranquila, morena, de gran sonrisa, vivió toda su niñez en aquella ciudad, hasta que en su adolescencia, por cuestiones laborales que afectaban a su padre, debieron trasladarse a la ciudad de Bahía Blanca.Respetuosa y muy sutil, le envió una carta al rector del Colegio Nacional de Bahía Blanca, en la cual solicitaba el ingreso a ese establecimien-to. Con la aprobación y ya dentro de éste, logró destacarse por sus calificaciones y su buena conducta; nunca recibió llamados de atención por parte de las autoridades y siempre se mos-tró amistosa con sus compañeros, uno de ellos, Miguel Relloso la recuerda como una joven muy estudiosa y respetuosa. Al finalizar sus estudios secundarios ingresó en la Escuela de Agronomía donde conoció a Raúl Guido, más conocido como “El Tero”. Allí ini-ciaron su amor como pareja y como adheren-tes al PRT. El PRT tuvo un incipiente desarrollo acorde a una zona universitaria y de concentra-ción fabril, hasta que como la mayoría de las organizaciones populares, fue diezmada con la represión encabezada con la Tripe A, prólogo del terrorismo de Estado. En el año 1974, pasaron a llevar una vida clan-destina y emigraron a la ciudad de Mar del Plata, Silvia se “proletarizó” en una fábrica de conservas de pescados, mientras que Raúl in-tentaba sostener la prensa del Partido con la entrada de la dictadura a cuestas .Dos años más tarde , en junio del 76 las fuerzas

represivas los secuestraron… Estuvieron en el pozo de Banfield, centro clandestino de deten-ción que funcionó desde noviembre de 1974 hasta octubre de 1978. La particularidad de éste, fue que comenzó a funcionar como tal en pleno gobierno constituyente de Isabel Perón. El cuerpo de Silvia fue encontrado en una fosa individual en el cementerio de Avellaneda e identificado por el equipo Argentino de Antro-pología Forense gracias a un riguroso y excelen-te trabajo de investigación previa.

Homenaje a Silvia Giménez

Borraron de tu piel morena, tu sonrisa pampera,

de tu corazón, el latir, en un nocturno partir, robándote el amanecer

de despertar un nuevo día. Recuerdos en mis nocturnos,

de esa gran alevosía, recuerdos en mi memoria,

numerada en la lista, tu dicha fue ser joven, tu dicha fue tu alegría. Para ti, Silvia pampera, para ti de piel morena.

Silvia Giménez

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Fuimos compañeros en el secundario en el Co-legio Nacional de Bahía Blanca. Recuerdo a su prima también, en cuya casa es-tudiábamos. No recuerdo su nombre en este momento. Compañeros de estudios ... Tejerina, Yonas, Valencia, Tonin, Volpin, Sanchez, Siniga-glia. Comparto el dolor. Un abrazo.

miGuel RelloSo

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Los amigos del barrio pueden desaparecer,Los cantores de radio pueden desaparecer,

Los que están en los diarios pueden desaparecer,La persona que amas puede desaparecer.

Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire,Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.

Los amigos del barrio pueden desaparecer,Pero los dinosaurios van a desaparecer.

Charly García

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Cuando pienso en los desaparecidos no puedo evitar compararlos conmigo, con mis compañe-ros, mis amigos. Siempre pensé en ellos como figuras adultas, politizadas y totalmente aleja-das de lo que yo conocía. Nunca había pensado en ellos como personas parecidas a mí, hasta que decidí continuar su lucha y poco a poco empecé a reconocerme en ellos. A darme cuen-ta de que más allá de ser militantes eran per-sonas, eran mamás, papás, hermanos, amigos… En mi colegio, el Colegio Nacional pasaron más de veinte personas cuyos destinos fueron marcados por la dictadura. Veinticuatro com-pañeros que nos fueron arrebatados por creer en la política y dar la lucha, esa misma lucha que hoy estamos continuando y que nunca abandonaremos. Uno de esos jóvenes fue Roberto Juan Gar-biero, o como lo conocían sus seres queridos, Jimmy. Jimmy nació en Bahía Blanca el 19 de Octubre de 1942, donde transcurrió su vida. Era hijo de Héctor Clemente Garbiero y Luisa Ana Radice , una aficionada a la lectura de quien quizás he-redó sus gustos. Jimmy recorrió varios colegios, con respec-to a su desempeño académico, digamos que no era el mejor de la clase… Sin embargo, las personas que lo conocieron lo describen como un hombre sumamente inteligente, capaz y re-flexivo… un pensador nato. – soy testigo de sus profundas reflexiones filosóficas sobre la vida, la sociedad y la conducta humana a través de notas escritas por él, con un lenguaje y una re-dacción magníficas, pese a su espantosa letra .- No tuvo un título universitario, pero su in-teligencia y anhelo de conocimiento lo llevaron a ser un hombre instruido en varias disciplinas,

especialmente en física, química y medicina. In-cluso ha curado a sus hijos y otros familiares de cortaduras profundas ¡con suturas y todo! “El Flaco”, como le decían sus amigos, era un joven delgado, buen mozo, siempre bien pre-sentado, muy expresivo y gesticulador para ha-blar. Dueño de una sonrisa cálida y una mirada profunda. De pensamientos firmes, que sabía transmitir con total claridad. La vida de Jimmy transcurría entre sus amis-tades, para quienes le sobraban las bromas, las risas, las confidencias y particularmente, las discusiones sobre política. Profundamente dedicado a su trabajo, como ayudante del De-partamento de Física de la UNS a cargo, (con otros profesores e investigadores titulares) de los estudios de ésa área, especialmente, los fe-nómenos atmosféricos. y a sus amores – según cuentan sus amigos, “las faldas eran su debili-dad”-. Esto fue así hasta que claro, llegó a su vida la joven de quien se enamoró definitivamente. Y tanto , que decidió casarse (para sorpresa de sus amigos, que jamás lo hubieran imaginado ) y pasar el resto de su vida con ella. Esa joven se llama Lidia, y con ella tuvo dos hijos: Sabrina y Juan Martín.

Su pasión más destacada fue, sin dudas, la política. Porque consideraba que era la herra-mienta a través de la cual podría ver realizados sus sueños de cambio y transformación social que tanto anhelaba. Militaba en la JP (Juventud Peronista), era visto por sus compañeros como un referente, un líder natural… dada su larga militancia y su excelente formación política. Según el relato de un amigo era “un cuadro militante como los

Roberto Juan Garbiero

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había pocos”. Su casa, era centro de reunión para sus ami-gos y, claro también para discutir apasionada-mente sobre los temas político-económicos del momento que tanto les preocupaban. Debían aprovechar el momento histórico que se había generado con la presidencia de Perón, porque tenían la convicción de que de ellos dependía el cambio.

Por el año’73 Jimmy inició su participación en la agrupación Montoneros. Tiempo antes del 1 de Mayo de 1974 comenzó a estar en des-acuerdo con la postura que tomó la agrupación y se desvinculó totalmente dejando en claro su posición política. Pero ya había sido marcado como integrante de la Agrupación Montoneros y militante de la JP Roberto, Lidia y sus dos hijos vivían en una casa alquilada, en 19 de Mayo 545, cerca de la Av. Alem donde se encontraba la comisaría, por lo que fue muy difícil que sus movimientos pa-saran inadvertidos. El 19 de Agosto de 1976 Jimmy se levan-tó como todas las mañanas para ir a la UNS. Fue hasta el garaje para sacar su Citro naranja, instantes después, su familia se despertó con gritos e insultos que no pueden olvidar hasta el día de hoy. “¡Callate, hijo de puta!” era la respuesta ante el pedido desgarrador de Jimmy para que no lastimaran a nadie de su familia.Recuerdan que lo metieron nuevamente dentro de la casa, que la recorrieron sin dejar un rin-cón sin violentar inclusive hasta donde estaban sus hijos y que finalmente se lo llevaron junto con el auto. Lidia, su esposa, que estaba en la cama de Juan Martín porque esa noche había tenido fiebre, quedó inmóvil., paralizada por el terror .Cuando pudo recuperarse se levantó y cons-

tató lo que seguramente ya sabía en su fuero íntimo. Se lo habían llevado. Llamó -en vano- la comisaría de la Av. Alem Allí no sólo la ignoraron sino que ni siquiera le tomaron la denuncia. Una vecina le dijo que tres autos habían cortado la circulación entre las calles 12 de Octubre y Avenida Alem. Inme-diatamente Lidia y sus hijos dejaron la casa y fueron a buscar consuelo y protección a lo de su hermana. Al otro día, cuando regresaron a su casa la puerta estaba abierta. Quienes habían llevado a Jimmy habían vuelto para robar todo lo que quedaba y destruir metódicamente lo que no les interesaba. Habían cavado en el pa-tio, exactamente donde tenían libros enterra-dos. Mataron a su perro y dejaron carteles por toda la casa diciendo: “Sos un hijo de puta”, “Te vamos a acribillar”, etc, Era un modus operandi frecuente en esos operativos Así sucedió todo ....Jamás volvieron a saber nada más de Jimmy. Así marcaron la vida de un hombre y la de su familia. ...Una familia que recorrió incansablemente hasta el último rincón posible en busca de una certeza, un desenlace. Su madre y su padre lo esperaron hasta el último día de sus vidas Pero si el objetivo de esas personas fue erra-dicar los sueños de toda una generación, hoy puedo decirles con seguridad que no lo logra-ron. Que sus sueños vuelven a renacer en cada uno de nosotros, los jóvenes y en los compa-ñeros que sobrevivieron y aún hoy caminan er-guidos. Y eso es gracias a la lucha que comen-zaron personas como Roberto Juan Garbiero, un hombre ejemplar y cuyo nombre además de quedar escrito en estas páginas, queda grabado a fuego en nuestra memoria como un recorda-torio que nos impulsa a seguir luchando. Por él, y por los demás. Por la memoria, la verdad y la justicia. Por aquellos sueños que todavía son.

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Ni olvido, ni perdón.

Fragmento de una carta:

“Para que a ustedes, hijos, no les toque un pueblo atado y en ho-nor a todos los que lucharon, para que todo esto no sea en vano, para que la continuidad histórica de la superación del hombre se acelere día a día, tengan la suficiente responsabilidad para poner-se a andar donde les toca”

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Noche de perros

No dijeron ni pío.Vinieron sobre rieles.Sus cejas eran cargos

contra la luz de nuestros ojos.Y se subió a los áticos el miedo.

Todo cuanto tocabancaía malherido.

Hallar, no hallaron nada.Digo, no; sí encontraron

el cuerpo del delito;la ventana abierta de las ideas

con su porción de lumbre, sal y agua.

Era bastantey se acabó el carbón.

El hacha de la paz aún sigue en alto,y sin nacer el trigo.

Pedro García Cabrera, Desaparecido en 1977

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Manuel Mario TarchitzkyManuel Mario Tarchitzky Lew, para sus cono-cidos “Manolo” nació un 26 de Diciembre de 1949, en la cuidad de Bahía Blanca a las 23.30 hs. Fueron sus padres Abraham Tarchitzky y Re-beca “Berta” Lew, quienes tuvieron tres hijos más: Jorge, Dani y Clarita (“Cocoyo” como la solía llamar).

Desde su nacimiento vivió en la calle Dorrego 179, frente al teatro Municipal. Hizo la primaria en la Escuela Nº4, en la calle Lamadrid 154. Desde chico le gustaba mucho comer. Su plato favorito eran las milanesas con papas fritas de su mamá y el típico asado de su tío Bernardo. Siempre fue una persona muy cariñosa, fa-miliera, afectuosa...,y le encantaban los juegos. Era insoportablemente travieso. Usualmente cuando hacían la fila en el colegio para el sa-ludo a la bandera o algún acto, charlaba todo el tiempo, por lo que las profesoras siempre le llamaban la atención. Según su mamà a pesar de ser travieso era también muy inteligente, por lo que durante toda la escuela primaria y secundaria le fue muy bien.

Cursó el secundario en el Colegio Nacional, en Sarmiento 168. Ingresó en 1962, a los 13 años de edad. Sus materias favoritas eran Música, Educación Democrática, Geografía, Historia, Ciencias Biológicas y Matemáticas. La que me-nos le gustaba era Artes Plásticas, en la que siempre tuvo sus peores promedios. Su mejor año fue el segundo. Durante los 5 años pasados en el Colegio Nacional acumuló un total de 25 amonestaciones y 4 días de suspensión por

algunos problemas de conducta. Con respecto a esto la mayoría coincide en que era “liero” -usando un término de esa época- pero tam-bién sumamente inteligente. Se perfilaba ya la mente brillante que lo caracterizó en el Bal-seiro.

Egresó del Colegio Nacional a fines del año 1966, e ingresó al Instituto Balseiro (Universi-dad en Bariloche), donde se recibió de Físico Nuclear. Para este entonces la familia de Manolo ya se había mudado a su segundo domicilio, también sobre Dorrego pero en la primer cuadra, al 89.

Durante la adolescencia, antes de egresar de la escuela secundaria, tomó clases de piano, aunque iba porque lo obligaban, no porque le gustase, más allá de que le encantaba la música. Con el tiempo pasó a ser una persona me-nos demostrativa; y cambió su aspecto físico y logró adelgazar. Ya era todo un hombre. Alto, buen mozo, simpático. Era un muy buen lector, le gustaba tanto leer como disfrutar de la pin-tura y los deportes. A pesar de que en las fiestas que se orga-nizaban en familia era un gran conversador, se había convertido en una persona solitaria, o por lo menos así lo veían algunos.

Durante su niñez y adolescencia Manolo logró dejar varios recuerdos entre sus afectos más cercanos. Uno de ellos fue sin duda su pri-mo menor, Fabián, quien lo recuerda como un héroe desde aquel episodio en la pileta. Era un verano tan caluroso como cualquier otro, pero desafortunadamente Fabián estaba

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recién saliendo de una neumonía. Durante es-tas épocas de tanto calor los padres de Fabián acondicionaban la pileta y toda la familia iba a pasar el día; disfrutando del agua. El estío bahiense se hacía más llevadero cuando todos se reunían en el patio de la casa de Fabián. Los chicos se bañaban, lo grandes conversa-ba... todos gozaban menos Fabián que estaba convaleciente. Tampoco podía disfrutar de la pileta Manolo viéndolo a él, sentadito en el borde sufriendo del calor y con la cara alargada del aburrimiento. La tarde pasaba pero el sol no bajaba, entonces Manolo tomó el bote de goma; lo inflo, lo metió a Fabián dentro y... al agua pato! Manolo y Fabián dentro del agua y del bote respectivamente ya estaban en al pi-leta jugando y divirtiéndose. Indudablemente un recuerdo inolvidable para ese primo que hasta hoy guarda en su memoria las impre-siones de aquel pequeño niño que fue; el que sufría de un ataque de hastío, hasta que su gran héroe llegó para salvarle la tarde. A este gran héroe también lo recuerda en esos días cuando juntos iban a pasar la tarde al parque en su Citroën verde loro, imposible de disimular ni de olvidar.Pero seguramente las personas que más lo recuerda y es su madre “Berta”, para quien será por siempre ese nene especial, lleno de ideas losas y travesuras disparatadas . Como la de aquella vez que decidió tomar la situación “por las riendas”.

Era frecuente en los años 50 que los provee-dores pasaran a dejar sus productos casa por casa. El lechero por ejemplo recorría las calles del barrio en un carro tirado por caballos y ba-jaba con su tarro de leche en las casas de cada cliente. Es probable que Manolo haya estado esperando la ocasión. Lo cierto es que un día vio el carro estacionado-en la casa vecina. No había nadie a la vista. Era la oportunidad que

había estado esperando desde hacía muchísi-mo tiempo y no dudó ni por un instante en lo que iba a hacer... Subió, tomó las riendas de los caballo y el coche comenzó a andar… en pi-loto automático. No tenia idea de cómo frenar a los caballos ni de dirigir su marcha. Finalmen-te los equinos decidieron - por su cuenta - que ya estaba bien de “pasear” y se detuvieron. Entonces el lechero, que había estado co-rriendo al carro, como pudo se subió al carro y se marcho sin decir nada. A veces es mejor callar, habrá pensado.

También tuvimos el placer de hablar con un testigo que compartió momentos de la vida de Manolo, el Dr. Raúl Woscoff, amigo de Manuel y de la familia, aceptó hablar con nosotros. Dice que recuerda su mirada limpia, y una sonrisa que estallaba en risa con frecuencia cada vez que se encontraban, tal vez al men-cionar alguna travesura adolescente. Con los años lo notaba más sensible pero también más solitario. El último recuerdo que tiene de Ma-nolo, es haberlo visto caminando por Av. Alem, completamente solo “como mirando al mundo desde afuera”. A pesar de que todos lo conocían en cada cosa que hacía, la familia no estaba enterada de su militancia, fue una sorpresa para ellos, es más nadie sabía qué pensamientos políticos defendía. Pero varios testigos confirman que militó entre otros junto a Zulma Matzkin con quien compartía su ideal peronista. Fue secuestrado la noche del 20 de Julio de 1976 mientras dormía en la casa de sus tíos maternos en la ciudad de Bahía Blanca y pos-teriormente llevado al centro clandestino de detención “La Escuelita” en Villa Floresta. Luego de permanecer cautivo por unos me-ses, fue asesinado , junto a otras tres personas, por miembros del Ejército Argentino, entre las últimas horas del 4 de Septiembre y las pri-

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meras del 5 de 1976, en una casa abandonada de Catriel 321 de Bahía Blanca, en un supuesto enfrentamiento.Pero otra historia contada por vecinos, dice que el 4 de Septiembre de 1976 se produjo una masacre o fusilamiento en ese domicilio de Catriel 321, se dice que esas cuatro víctimas no se defendieron ante tal ataque.

En varias oportunidades, se hicieron home-najes a Manuel Mario Tarchitzky Lew junto a algunos compañeros de militancia. Uno de estos fue el monumento, que se presentó el 11 de Septiembre de 2010, una obra del artista plástico Esteban Gonzales Garza. Es en realidad un grupo escultórico formado por cuatro personas tomadas de las manos, en representación de los caídos el 4 de Septiembre de 1976, en la que el pueblo dio en llamar: “Masacre de la calle Catriel”. Se encuentra en la actual plaza llamada “4 de Septiembre”, donde además se plantaron cua-tro árboles en memoria de cada uno de ellos. Otro homenaje fue el video también llamado “Masacre en la calle Catriel”. en el que relata lo sucedido ese fatídico 4 de septiembre de 1976. El 16 de Septiembre de 2008, se descubrió una placa recordatorio en la que figura su nombre junto al de otros veinte ex alumnos del Colegio Nacional que fueron como Manuel, víctimas de la última dictadura militar.

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papá

Vino del trabajocansado y sin color.

Había en su frente sudor,sudor de una canción

que la vida escribió para él.Sus manos percibíandureza por doquier

y su rostro no ve más que la nube grisde su existencia.

Más la calma le diouna rosa sin espinas

y un jardín de flores nuevasque son su revolución.

El pan lo lleva en el almay la paz en la esperanzade ver sus flores abiertas

con un futuro mejor.La vida le dio poesía

y él hoy canta su alegríade poder brindar su vida

sin pedir más que sonrisas.

Hugo José AgostiDesaparecido en la Prov. de BS.AS. en 1976

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Alicia y José Luis, Peralta Alicia y José Luis Peralta fueron alumnos de nuestro Colegio Nacional. Entrevistamos a su padre Elmo Peralta, acompañado de su nieto Facundo y la pareja de este último, Elena. Tam-bién nos reunimos con Raúl Woscoff, amigo de José Luis en sus años de secundaria.Les agradecemos a ellos el tiempo y espacio brindados para poder realizar esta biografía y agradecemos, a su vez, los lindos recuerdos dedicados para que ambos hermanos se man-tengan presentes en nosotros. José Luis nació el 3 de Julio de 1952, en Neuquén. Su padre recuerda como nevaba el día que cumplió su primer año. Dos años des-pués de su nacimiento, la familia se mudó a Ba-hía Blanca, donde el 26 de diciembre de 1955 tuvieron a su segunda hija, Alicia.Los dos hermanos vivieron su infancia en el barrio Villa Rosas e hicieron la primaria en la Escuela Nro. 3, debido a que les quedaba cerca de su casa. Luego de varios años en este barrio, se trasladaron al centro de Bahía Blanca, a dos cuadras del Colegio Nacional y fue aquí donde cursaron su secundario. Ambos eran muy es-tudiosos. Su padre nos cuenta ,orgullosamente que José Luis al rendir un examen de ingreso en la secundaria quedó cuarto entre cien personas aproximadamente. Tanto Elmo como Raúl recuerdan a José Luis como una persona a la cual le gustaba mucho la lectura. Siempre buscaba un espacio para leer, incluso en el corto viaje de un colectivo urbano. Una de sus obras favoritas era “El Vicario” del autor Rolf Hochhuth. Es una obra de teatro en cuyo protagonista, -el padre católico Fontana-, podemos encontrar un parangón con J. L. Peral-ta. Ambos denuncian la realidad de una socie-

dad corrompida, donde siempre el más débil es el que más sufre. Y ambos encuentran la muer-te, en el caso de Fontana, por denunciar al papa Pío XII y su complicidad con Hitler; -un contro-versial drama de origen alemán-. En la escuela, era muy común que un profesor mencionara una obra y que José Luis supiera de cuál habla-ba. Prefería quedarse leyendo antes que salir. A diferencia de su hermano, Alicia, optaba por ir a bailar los sábados. Poseía una persona-lidad extrovertida. Disfrutaba de la música y el baile. Le gustaban las canciones románticas al igual que a su padre. Él la describe como una persona graciosa. Según sus palabras, “bailaba con el alma”. En cambio, José Luis en este as-pecto era más parecido a su madre. Su padre entre risas resalta:“era un tronco bailando”. Sin embargo, se destacaba en el estudio. Solía aprobar las materias con facilidad sin requeri-miento de demasiada preparación. Tenía gran capacidad para las Ciencias Exactas, le gustaba escribir y solía redactar muy bien. Lo que nos lleva a otro recuerdo de su época en la secun-daria. Su amigo menciona que ellos, junto a otros chicos, elaboraban un semanario escolar llama-do “Nuestra Generación” en el cual expresaban comentarios o ideas sin que los profesores se enteraran. Para eso habían creado un código para nombrarse y camuflarse de los docentes. El mismo consistía en hacer coincidir las ini-ciales de algunos de sus nombres y apellidos con elementos químicos de la tabla periódica. El alias de José Luis Peralta era “Lutecio Plomo. El objetivo del semanario era recaudar fondos para el viaje de egresados. Pasaban fines de semana enteros elaborando dicho semanario,

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el cual era armado en una máquina de escribir.Raúl nos cuenta que los padres de José Luis, Elmo y Nelly, eran muy colaboradores. Los ami-gos de José siempre se sintieron muy bienveni-dos en su hogar. Por otro lado, Alicia, en su paso por el Co-legio Nacional obtuvo buenas calificaciones y seguía siendo una persona divertida y audaz, tanto que en una oportunidad recibió amones-taciones por escaparse de la escuela con sus compañeros. Además del buen desempeño escolar de ambos hermanos, practicaban deportes. El favorito de José Luis era el rugby, jugaba en las inferiores en Sportiva. Su hermana, practicaba natación en Club Olimpo y sus padres presenciaban sus competencias, en las cuales solía salir primera o segunda. Tenía muchas medallas y se lucía en esta disciplina . Elmo sostiene que ambos de-portes eran entretenidos y lindos. Al terminar el secundario, Alicia, se fue a vi-vir a Mar del Plata, debido a que quería estudiar Sociología. Vivió un tiempo con su tía paterna y luego se mudó a una pensión que le quedaba más cerca de su universidad y su trabajo. José Luis estudió Economía en la UNS. Era conocido en la universidad debido a su perso-nalidad y a sus notas elevadas en su carrera. En su paso por la facultad, trabajó como empleado en una empresa constructora. A pesar de las distintas personalidades, Ali-cia y José Luis se llevaban bien, eran muy ami-gos. Elmo nos mostró fotos, donde aparecían con sus respectivas parejas e hijos. Alicia, es la madre de Facundo quien hoy vive en Mar del Plata, y José Luis tiene una hija llamada Laura que se encuentra en Buenos Aires. Ambos se llevan sólo unos meses de diferencia. Alicia y José Luis militaban en la Juventud Peronista. José Luis fue secuestrado en Mar del Plata, y desde allí fue trasladado a Bahía Blanca y conducido a la Escuelita. Publicamente

se dijo que había muerto en un enfrentamiento con fuerzas del Ejército junto a Alberto Garral-da. En realidad fue asesinado por los militares. Alicia desapareció en Bahía Blanca y fue asesinada en la Base Aérea Militar de Mar del Plata. Desde su cautiverio les escribió a sus pa-dres, en un papel muy pequeño y con lápiz, un breve mensaje, aunque nunca supieron cómo logró hacérselos llegar.

Los dos hermanos tenían una vida común, una vida como nosotros, una vida como la de cualquier joven. Iban al colegio,

al cine, salían de viaje y de paseo con su familia, tenían amigos y amigas, y sobre todo, unos padres que pudimos apreciar cuánto los quieren y cuánto sufrieron por culpa de mentes imposibles de compren-

der. Elmo nos cuenta las innumerables veces, que leyó mentiras sobre chicos des-aparecidos, catalogados como culpables, como criminales, sólo para justificar lo que hicieron con las personas que pen-saban diferentes a ellos. Personas como Alicia y José Luis, que tenían sus propios

ideales... siempre buscando un mundo mejor.

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por si acaso

Para que no acusenNi me tilden

Ni me juzguenNi me exporten

Ni me contradiganNi me apresen

Ni me acongojenNi me crucifiquen

Ni me fusilenO destierren

Ni me obliguenNi me desmientan

El pasado habla por sí mismo

JuampiDesaparecido en 1976

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Ana Teresa Diego “Los años setenta comenzaron con dicta-duras y proscripciones, y una rica experiencia política. La pólvora de la guerra de Vietnam aun se olía en el aire y las ideas revolucionarias se habían fortalecido también en Sudamérica con el Che en Cuba y Bolivia. La izquierda captura-ba la atención y llevaba a la militancia política a muchos jóvenes obreros y estudiantes. Bajo ese clima crecieron, adolescentes llenos de vida, herederos de un mundo en crisis, en donde por momentos parecía brillar el sol y luego regresa-ban las tinieblas.

La década del setenta representó, para este país, un hito histórico. La vuelta del Pocho des-pués de dieciocho años de exilio y proscripción, con el gran jubileo del 73, su muerte, y el gol-pe militar que se llevó no solo medio siglo de progreso, sino también la vida y bienes de nu-merosas personas (que ni siquiera tuvieron la posibilidad de defenderse). En estas rastrilladas y escaramuzas muy bien dirigidas al estilo nazi, cayeron muchos compañeros, obreros, gremia-listas, políticos, estudiantes, y otras personas inocentes que la envidia ajena volvían sospe-chosas.

Ani y yo cursábamos el secundario en el vie-jo y querido Colegio Nacional involucrados de algún modo en la política estudiantil. Como mi padre era simpatizante del PC, Ani empezó a interesarse más en las ideas del partido, y final-mente cuando se fue a La Plata a estudiar en la Facultad, ingreso a formar parte activa en la Juventud Comunista.

Ana Teresa Diego era la hija mayor de una fa-milia de intelectuales de origen humilde y pro-

vinciano. Sus lejanos ancestros, allá en España, todavía divididos en franquistas y republicanos, bullían en su sangre argentina y absorbía de los mayores todo el alimento espiritual que podía. Como hija y hermana mayor debía esforzarse tomando el modelo de sus padres y dar el ejemplo a sus hermanos menores. Era una per-sona sencilla, poco aficionada a las cosas mate-riales. Su interés se centraba en el estudio, y se puede decir que dedicó gran parte de su vida a ello. Siempre se destacaba como la mejor alum-na, y estuvo en el “cuadro de honor” más de una vez. Su temperamento era apaciguado pero escondía cierto nerviosismo interno. Su vida so-cial poca. Con los parientes y amigos cercanos a la familia desplegaba su sonrisa y simpatía. Le gustaba hablar de todos los temas y le costa-ba cambiar de opinión una vez que tomaba su posición respecto de algo. Era seria en general, de una gran voluntad y disciplina, logrando sus objetivos siempre. Este esfuerzo, sin embargo, no lo dirigía a obtener resultados efímeros, sino en acrecentar un estado de conciencia que la llevara a comprender el todo y en la práctica un esfuerzo dedicado al bienestar general y a políticas donde la inclusión era más importante que lo exclusivo.

Valoraba mucho el esfuerzo personal dentro de un todo organizado, donde iguales posibili-dades estuvieran abiertas para todos. En esto compartía las ideas y acciones con muchos otros “desaparecidos”, pero renunciaba a la violencia. No tenía preferencias religiosas pero en su actitud fue más cristiana que muchos. Y así como fueron torturados y asesinados mu-chos mártires cristianos, en todos los tiempos, así fueron inmolados estos, nuestros hermanos

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mayores, por creer en un mundo mejor, con gente que valora la vida y el amor. Pero no la vida conformista, ni el amor al lujo.

Hablar de Ani es hablar de todos los que, con su ejemplo de entrega, demostraron pasa-do el tiempo y pagando con sus vidas, que los asesinos, testaferros de un poder vil y cobarde, estaban equivocados. Que no hay orden ni paz social violando los principios básicos de la vida. Pero los buitres de turno estos pichones eran peligrosos. ¡Eran miles de cheguevaras suel-tos por las calles, dentro de las universidades, en los sindicatos y gremios, en asociaciones cooperativas, en sus propias familias! El almido-nado disfraz de tanto ego falso no los soportó. Dueños del mecanismo represor y de una men-te inteligente pero perversa, se dieron a la caza de estos “malos ejemplos para la sociedad” Testimonio de Daniel Diego, hermano de Ana

Ana Teresa Diego nació el 5 de noviembre de 1954. Fue la mayor de tres hermanos Tanto su madre Zaida como todo su entorno, la recuer-dan como una persona dulce y serena. Su vida era el estudio, y tenía una enorme capacidad para eso.De niña, Ana pasaba las tardes sentada bajo la parra en el patio de la casa de los Diego, allá por el Barrio Universitario. Hablaba mucho con su papá Antonio, lo llenaba de preguntas de todo tipo. A lo largo de su concurrencia estudiantil se destacó por sus notas ejemplares, tanto en la primaria cursada en la escuela 17, como tam-bién es sus estudios secundarios cuyos tres primeros años realizó en el Ciclo Básico. En este colegio la secundaria constaba de seis años, y como Ana ansiaba comenzar sus estudios de Astronomía cuanto antes, decidió cambiarse al Colegio Nacional, para terminar su bachillerato

en un año menos. Cuenta su madre que una noche Ana se había quedado estudiando en la cocina, como solía hacer, para concentrarse más en silencio. De repente se cortó la luz y aunque ya era muy tarde, buscó una vela y siguió con lo suyo como si nada.Pasó un rato, hasta que oyó un ruido. Se asus-tó mucho y llamó a su hermano rápidamente para que vaya a ver qué pasaba. Cuando Daniel salió de la casa, vio un hombre que se echó a correr. Al otro día, dedujeron que ese hombre había estado esperando a que todos apagaran las luces y se durmieran para poder entrar en la casa sin ser visto, pero Ana seguía despierta estudiando, y ni el corte de luz que el extraño ocasionó pudo lograr que se vaya a dormir. Tanto en estas situaciones como a lo largo de su corta vida, Ana se caracterizó por tener una personalidad serena, apacible, y por sobre todo sencilla. Tenía una vida social simple y sin sobresaltos; sus padres jamás supieron de la existencia de algún noviazgo.Su padre, Antonio Diego era un importante ma-temático que compartía con su esposa Zaida una ideología socialista, que llegó a influenciar en gran medida el camino político y de militan-cia recorrido por Ana en su juventud.

Antonio era muy estricto y sobre protector con ella; estuvo siempre al tanto de lo que su hija hacía, al menos el tiempo que vivió con su familia antes de irse a La Plata. Su madre, por el contrario, era más liberal y permisiva en ese sentido. Sin embargo Ana, a diferencia con la mayoría de los adolescentes, prefería hacer lo que su padre dijera sin cuestionar sus deci-siones, Como ejemplo de éstas actitudes nos cuenta su madre que una vez la invitaron a un asalto, y su padre quedó en que iría buscarla a las 12. de la noche en punto. Zaida intentó convencer-

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lo de que era muy temprano, y que las fiestas recién empezaban a esa hora; pero Ana le dijo que no se hiciera problema, que iba a volver cuando papá quisiera. Al terminar con sus estudios secundarios, se le presentó la posibilidad de concursar para una beca en Suecia donde podría seguir la carrera de Astronomía con un alto nivel académico y a un costo accesible para su familia.

Sus padres nunca estuvieron muy de acuerdo con que se fuera tan lejos siendo tan chica, y como aún no le había llegado una respuesta del examen, Ana se anotó en la Universidad de La Plata en la carrera de Astronomía, que siempre había querido estudiar. Días después, llegó la carta de aceptación de la beca pero Ana ya se había anotado en La Plata, un poco debido a las insistencias de su familia, especialmente de su padre. Siempre tuvo una conciencia social e ideales políticos bastante marcados. Pero fue recién en La Plata donde comenzó su militancia.El primer tiempo vivió en una pensión, y luego se fue a un departamento con otra chica, que también estudiaba Astronomía y además mili-taba en la Juventud Comunista. Ana encontró su camino político en este partido, así como también participando activamente dentro del centro de estudiantes de la facultad. De tanto en tanto llamaba a su madre por teléfono y le comentaba cómo andaba todo por allá. Zaida se sorprendió cuando su hija le contó acerca de las tareas comunitarias que es-taban realizando junto con un cura tercermun-dista, más que nada conociendo la posición de la Iglesia en ese momento político; sabiamente, pese a su edad, Ana contestaba que "no todos son iguales" con mucha razón. También le co-mentaba sobre los problemas que estaban tra-tando en el centro de estudiantes, tales como un comedor y boleto accesible para los estu-

diantes; problemas que hasta hoy en día siguen discutiéndose en las asambleas estudiantiles de todo el país.

Por otra parte, en Bahía Blanca la dictadura militar estaba dejando huellas importantes, ya empezaban a haber desapariciones y esto a la familia Diego le estaba tocando muy de cerca. Antonio era profesor de matemáticas en la Uni-versidad Nacional del Sur, y comenzó a sentirse mal de salud. Le dieron un año de licencia por problemas cardíacos, hasta que tiempo des-pués viajó a Buenos Aires a hacerse estudios. El reconocido cardiólogo René Favaloro lo aten-dió y le dijo que no se preocupara, que estaba en perfecto estado para seguir con su trabajo, aunque Zaida sostiene que no era cierto y que se lo había dicho para darle ánimos. Entonces Antonio volvió a la universidad, pero las cosas estaban cada vez peor. El asesinato de David ----Watu- Cireruello, un joven militante de la Juventud Comunista masacrado en los pasillos de la universidad fue un hecho que lo perturbó muchísimo, tanto a él como a la mayor parte de la comunidad universitaria. Tan así fue, que decidió reunirse con un grupo de profesores que también se oponían a estas atrocidades. Esa actitud determinó que quedaran marcados por la dictadura y corrieron el peligro de ser secuestrados. Debido a la gravedad de la situación, Antonio y otros compañeros huyeron de la ciudad du-rante un tiempo, hasta que llamó por teléfono a Zaida y le dijo que volvería a afrontar lo que le toque sin esconderse más. Ese mismo año, la enfermedad siguió avanzando, agravada por los disgustos y finalmente culminó con su vida sin poder despedirse de su hija, que permanecía fuera de la ciudad. El año 1976 se llevó consigo gran parte de los desaparecidos de ésta última dictadura que fueron secuestrados y encerrados en diversos

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centros de detención. El 30 de Septiembre de ese año, Ana y una compañera con la que vivía y militaba salían del Museo de Ciencias Naturales cuando esta última notó que se había olvidado algo y volvió a buscarlo. En Ese instante, dos automóviles sin patente estacionaron abruptamente frente al museo, a solo 100 metros del observatorio. Con la velocidad y precisión que caracterizaba a esos operativos, obligaron a Ana a subir a uno de los vehículos y se perdieron en los bosques que rodean al museo. Su compañera se salvó de tener el mismo fatal destino que Ana por unos segundos, y hoy es Astrónoma. El resto de la historia es totalmente trágico y común a la mayoría de los 30.000 detenidos desaparecidos. Durante su estadía en algunos centros clandestinos estuvo con su amiga Nora Ungaro, hermana de Horacio Ungaro secuestra-do y desaparecido junto con otros estudiantes secundarios en la tristemente famosa “Noche de los lápices” el 16 de septiembre de 1976 (dos semanas antes de que se llevaran a su herma-na). Fue entonces cuando comenzó la búsqueda desesperada de Zaida por saber algo sobre el paradero de su hija. Una búsqueda plagada de amenazas y obstáculos de todo tipo; telé-fonos intervenidos y cartas con amenazas de muerte.

En el patio de la Facultad de Astronomía hay una placa con el nombre de Ana, y con-tó con una inauguración muy emotiva donde participaron viejos compañeros y amigos de la militancia y su madre Zaida, tan fuerte como siempre. Otro homenaje fue el corto documental “Polvo de estrellas” realizado por alumnos de la CEPT 12 de Villa Ventana (lugar donde reside actualmente su madre).

Su nombre figura también en la placa en me-moria de todos los desaparecidos que pasaron por el Colegio Nacional, y que actualmente está en el patio de nuestra escuela. Ani, como le decían en su casa, quedará en la memoria de todos los que la conocieron como una persona dulce y de una eterna tranquili-dad. Con cierta timidez pero con ideales firmes supo ganarse el cariño y el respeto de todos.

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Tantas veces me mataron,tantas veces me morí,

sin embargo estoy aquí resucitando.

Gracias doy a la desgraciay a la mano con puñal,

porque me mató tan mal,y seguí cantando.Cantando al sol,como la cigarra,

después de un añobajo la tierra,

igual que sobrevivienteque vuelve de la guerra.

María Elena Walsh

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Horacio Russin Como todas las tardes de verano, las herma-nas acababan de bañar al chiquito.Había sido un día particularmente caluroso y Horacito no había parado un minuto, igual que siempre por otra parte. Era toda energía y vita-lidad. También toda dulzura y cuando sonreía, Inés y Lucía, las hermanas morían de amor. En el medio barril, acondicionado exclu-sivamente para él para esos baños estivales, Horacio prolongaba las piruetas y travesuras que le habían ocupado toda la tarde. Ahora ese pequeño universo líquido lo había atrapado de tal manera que no quería salir y con el mismo empeño con el que se había negado a interrum-pir sus carreras hacia ninguna parte, se negaba ahora a abandonar ese mar a su medida. Finalmente las chicas entre gritos y risas, amenazas y promesas lograron voltear el ba-rril y el agua fluyó mansamente por el cantero hasta llegar a la higuera. Después se abocaron a ordenar el pequeño desastre causado por el chapoteo. Secaron los charquitos y el barro, la-varon las ropas del hermanito y entraron a la casa. Solo cuando alguien preguntó por el nene cayeron en la cuenta de que ninguna lo había hecho. Y corrieron al patio a buscarlo pero no lo encontraron. Volvieron a la casa. Recorrieron las piezas, la cocina, el baño. Miraron atrás de las cortinas, debajo de las camas ¡Horacito era tan travieso! Seguramente se había escondido como tantas veces… pero pasaban los minu-tos, y las tías y la madre, las hermanas y Víc-tor s entrecruzaban alarmados y el miedo iba creciendo en las miradas. Finalmente… alguien los fue convocando en silencio y con señas en dirección al patio, hacia el cantero y al barril que yacía plácido volcado hacia el higuera. En la

mínima cuevita de madera, el osito de peluche, dormía dulcemente vencido por la fatiga. Nadie hubiera podido suponer en ese mo-mento que muchos años más tarde iban a vivir una escena similar pero con un final trágica-mente distinto. El mismo protagonista:Horacio; los mismos personajes: toda la familia muy alarmada buscándolo; en ambos casos un escenario caótico… pero un final trágicamente distinto. Horacio nuevamente había desapare-cido, mas esta vez, definitivamente… pero eso fue otra historia.

Horacio Russin nació un 27 de noviembre d 1951. Un muñecote rubio y de ojos cuestes. El me-nor de cuatro hermanos y por lo tanto el más mimado de la familia. Tremendamente inquieto, vivía lleno de chichones aún antes de empezar a caminar por los golpes que se daba al gatear a toda velocidad. Tan movedizo que mamá Con-suelo no pudo impedir que anduviera en triciclo cuando solo habían pasado un par de horas de su extracción de apéndice. Pero cómo enojarse con un niño tan dulce, tan cariñoso, tan mimo-so que solo dejó de sentarse en la falda de su mamá cuando tomó conciencia de su altura y entonces decidió sentarla a ella en sus rodillas; y cuando la sentaba y la abrazaba le llamaba “lunita mía…”

Los recuerdos de infancia se agolpan y en-trechocan para salir en tropel. En la distancia las penas se esfuman hasta convertirse en un dolor callado y la ausencia del padre, muerto cuando eran chicos, se cuenta con ternura; se aleja suave para dar paso a los recuerdos al-

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borotados, como las batallas campales que los cuatro hermanos libraban contra los chicos de al lado con higos aún verdes, como proyectiles, o los eternos torneos de payana a la hora de la siesta, o los alaridos- dignos de mejor causa - que proferían para festejar un gol de Boca.

Horacio fue al Jardín de Infantes Nº 1 frente a la placita de la calle Brown. Muchas veces la acompañaba Inés, no mucho mayor que él. Mu-chas veces Inés debió quedarse en algún lugar visible par evitar que Horacio estallara en chi-llidos de pánico. Ella de puro hermana – madre sobreprotectora, él, de puro mimo- demandan-te. Después llegó la etapa del primario que cursó como el resto de los hermanos, en la Es-cuela Nº1 Nicolás Avellaneda. El tiempo trans-curría mansamente entre las actividades que proponían las madres de la Pequeña Obra, las oraciones y las cuentas de la escuela que no siempre salían. La vida en familia, humilde pero absolutamente indisoluble, cobijada en la an-tigua casona de Berutti 968. También transcu-rría suavemente el tiempo vivido con la familia grande que se cobijaba en la Pequeña Obra. Los domingos, la ceremonia de la misa convocaba a la familia, regida por una profunda fe cristia-na que guió a todos y cada uno de ellos. Todos hicieron en esa capilla su primera comunión y también allí se confirmaron. Cuando en la capilla de la “Peque” se creó el cuerpo de Scouts allá por los 60, Horacio fue uno de los primeros integrantes pese a su corta edad y siguió en la agrupación como dirigente. Con cierta frecuencia, mamá Consuelo, su “Lu-nita”, asumía el rol de madre nutricia y pasaba de cocinar para cuatro hijos a cocinar para todo un batallón de chiquillos hambrientos junto a otras mamás corajudas, que por acompañar a

sus hijos acampaban adonde fuera, sea en Sie-rra de la Ventana, sea en Bariloche. Pero para Horacio, no era sólo diversión. Desde su ingreso a las filas de la USCA (Unión Scout Católicos Argentinos) trabajó muy intensamente y por sobre todo creó vínculos afectivos que durarían por toda su vida.

No es fácil entender en este presente de crisis social, donde todo se rige por el consumo y el individualismo, la alegría simple y sencilla basada en el amor de familia que tenían los Russin. Viuda desde muy joven, Consuelo crió con gran esfuerzo a sus cuatro hijos. Maestra pri-mero, bibliotecaria después, madre full time. Se apuraba para volver a casa en el verano y partir con los chicos y una enorme canasta con comida, rumbo a la playa. Tomaban el tren a Ingeniero White , Bahía no había olvidado to-davía su origen esencial de ciudad marítima y muchos decidían ignorar el barro y disfrutar de la playa que hoy ya no existe. Cuando llegó la televisión, a nadie pareció importarle que fuera un aparato prohibitivo por el costo. Iban a verla, de vez en cuando, a la casa de la tía. En 1963, ingresó en el Colegio Nacional en el que hizo de 1ro. a 3er. Año. Terminó el secun-dario en la escuela de Agricultura y Ganadería de la U.N.S. en donde se recibió de Perito Agró-nomo. Llegados los primeros “asaltos” en casas de familia, tal como se estilaba en los 60, Horacio tuvo un ataque de pánico y como tantas veces, las hermanas fueron a ayudarlo “tuvimos que enseñarle a bailar”. Era el tiempo de la nueva ola, del rock y del twist. Después llegaron las primeras fiestas de 15 y se debieron agregar los valses. En cambio Horacio jamás fue tímido a la hora

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de llenar de acordes las veladas en familia a los fogones entre amigos. Desde muy chiquito había aprendido a tocar la guitarra con el tío Andrés y con un amigo de su hermano. Llegó a integrar un conjunto folclórico con compañeros que como él, amaban esa música. Así opina sobre ese aspecto Pedro (Noel Romero) quien fuera un interno del Hogar del Adolescente, en los años de plomo: “Horacio sabía tocar la guitarra como pocos “al recordar su osadía de cantar temas de Joan Manuel Se-rrat acompañado por esa guitarra que para él era la de un virtuosos “ambos interpretábamos Cantares (con letra de Machado , Poco antes de que en las diez, o Para piel de manzana que a mediados del 76 se iba colando en las radios…” Al respecto, nos refiere su esposa Patricia: “no ningún tipo de restricción para quien deseara pasar por nuestro departamento ni domingo en el que algún chico que viviera en el Hogar no viniera a casa para que Horacio le enseñara a tocar la guitarra y a cantar.

El testimonio de Pedro –uno de aquellos chicos- se detiene para señalar los únicos dos motivos que guiaban su vida en aquellos tiem-pos. Uno era seguir la campaña del equipo de fútbol Libertad, de Villa Rosas. El otro cantar temas de Serrat. Por eso fue a la cita el 2 de Octubre para encon-trarse con Horacio para hacer música de Serrat tal como habían acordado el miércoles 29 de septiembre. Pero Horacio jamás pudo cumplir el compromiso. Pedro, desilusionado y triste pensó que su amigo se había olvidado de la cita. Al día siguiente el portero del edificio de Donado 96, donde vivían, Horacio y Patricia, se acercó y le dijo con voz ronca “anda a tu casa pibe, porque la familia no está y seguramente no volverá “y continúa” los llevaron ayer a la madrugada, entraron y se los llevaron. En ese momento, Pedro entendió con la fuerza de una

verdad revelada, lo que era un secreto a voces, que en Bahía Blanca se realizaban secuestros de persona.

La familia Russin había sufrido un duro golpe ese año. El bebé de Patricia y Horacio, falleció antes de cumplir tres meses. Sorprendía a todos, que ante el estupor y el dolor del resto de la familia, fuera justamente Horacio el que intentara consolarlos. Así era él. La profunda fe de la pareja, -ambos eran militantes católicos laicos- los contenía y les daba fuerzas para se-guir. Pese al dolor, ambos retomaron pronto la rutina del trabajo. El domingo como siempre, la familia en pleno iba a reunirse en la casa ma-terna. Inés cocinaba pensando que en cualquier momento, Horacio iba a entrar subrepticia-mente a la cocina. Ella se haría la distraída y el aprovecharía el descuido para sumergir un pedazo de pan en el tuco que inmediatamente zambulliría en su boca. Después ella se haría la enojada y él la abrazaría por la cintura y la be-saría muchas veces en el pelo. Casi un rito, que venían repitiendo años y años y que terminaba siempre en carcajadas fraternas…

Sin embargo algo raro flotaba en el ambien-te. Ya era tarde y los chicos nunca se demora-ban tanto. El teléfono no contestaba. Víctor, el herma-no mayor decidió ir a buscarlos con un amigo. Al entrar el departamento del 6to piso del edi-ficio Géminis, encontraron el espectáculo ine-narrable del allanamiento y tuvieron la certeza de que la pareja había sido secuestrada. Mucho más tarde se supo que los habían llevado a Ba-tería.

El 17 de diciembre, Patricia fue liberada en un campo de González Chávez. De Horacio se supo tan sólo el nombre de algunos lugares de de-tención.

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Consuelo y Patricia fueron, a infinidad de lugares para recabar información, al igual que el resto de la familia. En esa búsqueda desespe-rada y sin rumbo llegaron a entrevistarse –sin éxito- con monseñor Ogñenovich. Pero el con-suelo de la iglesia vino de parte de monseñor Jaime de Nevares y la comunidad de la Pequeña Obra .

Los Russin vivieron cada uno como pudo, su dolor. Lucía iba a limpiar cada semana el departamento convencida de que en esos días volvería, mamá Consuelo se reunía con el papá de Patricia y con la familia Ricci (cuyo hijo ha-bía sufrido la misma suerte que Horacio) para intercambiar noticias. Inés enterró un montón de libros junto a un rosal. No los quemó, acla-ra, porque pensó que a su vuelta iba a querer releerlos. Básicamente se trataba de libros que hablaban de la reivindicación social de los pue-blos originarios. Además lo buscó por más de tres años por cielo y tierra… actualmente tiene una extraña amnesia de ese tiempo.

Horacio es una víctima más de la violencia y la intolerancia de aquellos años infames, donde la filosofía del scoutismo y la inserción social de los scouts en la comunidad era potencialmente peligrosa. En el momento de su secuestro Patricia es-taba nuevamente embarazada. Cuando nació Matías, comenzó a reordenar su vida. Se mudó, cambió de empleo, terminó su licenciatura. Curiosamente Matías cursó la primaria en la Escuela Nº 4 en el lugar en que se habían cono-cido sus padres . Cuando cursaban la carrera de Asistente Social. Luego se fue a Buenos Aires donde siguió estudiando. Hoy es sociólogo y no solo es heredero de los recuerdos y objetos de su padre sino continuador de sus ideales como militante de H.I.J.O.S.

Horacio dejó no sólo un hijo: Matías, sino un nieto, Benicio que tiene ya dos años y medio. Pero también nos dejó, dice Patricia, su nobleza, su lealtad, su testimonio de lucha y entrega por un

país más justo.

HomenajeS

21-III-2006- Plaza San Marín- el canciller Jorge Taiana, junto al secretario de Derechos Humanos Dr. Eduar-

do Duhalde descubrieron una placa de mármol en homenaje a religiosas de diversos credos

víctima del terrorismo de estado. En el listado figuran los nombres de Horacio Russin y Patri-

cia Gastaldi de Russin ambos laico católicos

16 septiembre 2008- También figura el nombre de Horacio en

una placa similar descubierta en el Colegio Nacional, en homenaje a los exalumnos que no

fueron víctimas de la dictadura militar.

Octubre de 2011- Homenaje en la Pequeña Obra

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Querido horacio:Al llevarte

quisieron hacer otro tanto con tu nombre;por eso las madres se armaron de pañuelos blancos

para caminar las plazas a cualquier precio.Nuestra vieja, en cambio,

ovilló tu historia con las hilachitas que dejaste,allí,

donde el balero y la bolita,tu boletín de sexto y el álbum de fotos familiares.

Allí,donde Patricia y la primera cita,

donde la libertad y la justicia tenían todo por delante.Yo, como ves, no morí por nadie.

Volví al patio donde el viejonos enseñó a jugar con la de trapo

y escuchábamos los domingos el partido.Horacio, querido Horacio,

me pregunto qué sería de nosotros,si se hubieran cumplido algunos de tus sueños;

pero no creas que te extraño:me acostumbré a dormir con la luz prendida

y a estas basuritas en los ojos.Ya soy abuelo y tengo

las canas que desearía ver en tu sabiola.Mis hijos saben de vos

como las mariposas de las flores,y riego los malvones por si te dejaran saliry anduvieras con ganas de un mate largo

como este abrazo.Tu hermano Víctor

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María Eugenia González Lo otoños en Tornquist, tal vez por la proxi-midad de las sierras, suelen ser desapacibles. Ese 13 de mayo amaneció muy frío, casi inver-nal, pero pasando el mediodía, el sol se hizo sentir un poco más. Tal vez por eso, María Eugenia González, que siempre amaría el sol, decidió nacer y llego al mundo a las 13:30 hs. Fue la menor de tres hermanos, la preferida del papá Justo, la muñeca de Enriqueta Eugenia Is-saly que siempre la vistió primorosamente, la más mimada de la tía “Mena”, que vivía con la familia. Vivían en Tornquist pero se mudaron a Bahía Blanca justo cuando Mary, como la llamaban habitualmente, comenzó la escuela. Durante todo el primario tuvo, como ocurre a esa edad, una amiga del aula, inseparable y con quién compartiría el banco, la maestra, los fines de semana. Era su amiga Norma Malizia quien guarda de ella un recuerdo más “extraña-ble” íbamos a la Escuela nº 3 de la calle Terrada, vivíamos muy cerca una de la otra y también de la escuela. Era muy linda y su delgadez le daba un aspecto frágil. Extremadamente callada, solo hablaba para responder y en lo posible con mo-nosílabos pero cuando estábamos solas perdía su timidez Con frecuencia, Norma pasaba los fines de semana y algunas vacaciones en el campo de los padres de Mary en San German, a 60 Km. de Bahía Blanca. Antes de salir (recuerda Norma) su mamá los bañaba a todos. Ya en el campo su papá nos preparaba los caballos y salíamos a andar. Ese paisaje le encantaba y al recorrer, se transformaba y se lanzaba a hablar. Pero no perdía su estilo, Mary era simple y sencilla. Habituada a realizar pequeñas tareas hogare-

ñas para colaborar con su mamá a atender a la familia, numerosa, humilde y trabajadora-. A mí me encantaba estar con ellos, dice Norma y agrega que los hermanos mayores la defendían a muerte, con Horacio, su hermano un año ma-yor que ella tuvo una relación de complicidad absoluta. Ya en Bahía, las cosas cambiaban. Era Mary quien se mudaba a la casa de Norma y se que-daba a dormir allí. “Mamá le sacaba las palabras con tirabuzón” porque en casa ajena volvía a ser la chica más tímida del mundo pero ya lucía su sonrisa iluminada que empezaba a identifi-carla Después tomamos rumbos diferentes –con-cluye Norma- diferentes escuelas, encuentros circunstanciales, distintos destinos. Supe por ella misma que tenía un hijo y que acababa de ser madre nuevamente de una nena, Anahí – Esa noticia me pareció maravillo y me alegre mucho por ella. Pero muy poco tiempo después, esa alegría se esfumó. Supe que se la habían llevado junto a su esposo-

Al llegar al secundario, fue como sus herma-nos al Colegio Nacional. Ingreso en 1967 y no se puede decir que haya sido buena alumna. En realidad, a excepción de música, no le gustaba para nada estudiar pero se portaba muy bien, seguía siendo la misma chica simple, tímida ca-llada de la vieja casa de Holdich al 300. Lo que todos recuerdan de ella era su sonrisa, su sonrisa tan tierna, simpática, transparente. “La sonrisa de Mary era única” dice Norma y agrega “al igual que su humor” A los 17 años empezó a asistir a la Parroquia de Lourdes y a participar al mismo tiempo en

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la Legión de María grupo al que asistía tam-bién un joven morocho, delgado, que trabajaba como obrero en Techint pero sobre todo amaba la música. Era Néstor. Y Néstor fue su novio, su esposo el padre de sus hijos. Había formado junto a otros músicos amigos, la banda “Fa Mayor” en la cual cantaba. Durante el día trabajaba en la construcción del Complejo Petroquímico Bahía Blanca. Ambos comenzaron a vincularse con un grupo de Acción Católica de la Pequeña Obra y espe-cialmente con Antonio Torres quien fue amigo inseparable de la pareja.Mary había iniciado a cursar la carrera de Con-tadora pública y los tres iniciaron la militancia en la Juventud Universitaria Peronista.Más tarde llegaría afiliación a Montoneros. Mary dejó sus estudios de la UNS cuando supo que estaba embarazada de Mauricio, su primer hijo. Por esos tiempos su amiga más íntima era Alicia Baridón con quien compartió la alegría de la noticia. El esposo de Alicia por otra parte, cantó en la ceremonia del casamiento que se realizó en la parroquia de Luján el 13 de mayo de 1974 día en que Mary cumplió 20 años. Se los recuerda felices y enamorados como adolescentes. Todos mimos y besos, Mari en la falda de Néstor en una burbuja de amor y el mundo afuera. Hacia fines del 74, cuando el bebé estaba próximo a nacer, cuentan que Néstor decidió afeitarse “para que el bebe no lo encuentre desalineado” en realidad era un pretexto para no sufrir un colapso nervioso. Finalmente llegó Mauricio Néstor Junquera. Era el 11 de noviem-bre de 1974 en el Hospital Español. Era hermoso como todo bebé pero aquejado de falso croup que obligó más de una vez a sus papás a realizarle nebulizaciones con suma fre-cuencia y a veces a llevarlo de urgencia al hospi-tal en el humilde Renault Gordini que poseían. Mary era “una madre y esposa” dice su ami-

go Antonio – individualmente amaba su rol de ama de casa, disfrutaba con las tareas del hogar y era una apasionada de la cocina. Si bien hacia exquisiteces dulces todos señalaban que las pa-pas fritas infladas y el famoso “postre de Mari” eran su especialidad. Mary y Néstor aprovechaban los fines de se-mana para disfrutar de otras parejas amigas con quienes compartían asados, escapadas a Monte Hermoso, la playa, el mar, el placer de ser jóvenes y libres. Si vivió junto a Alicia Baridón el tiempo de espera de Mauricio, para el segundo embara-zo tuvo la compañía de otra gran amiga. Alicia Partnoy. En realidad Mary no creía estar nueva-mente en cinta, pensaba que “eran solo gases” nos cuenta Alicia, pero no era así, el 17 de abril de 1976 nació Anahí. Para ese tiempo los Junquera se habían muda-do a Paunero 629. Hasta ese domicilio habrían llegado Alicia y su familia buscando refugio en los meses siguientes al golpe militar. Pero el 9 de noviembre de ese año, la casa de Paunero dejo de ser segura. Sobre el mediodía hombres de las FFAA vestidos de civil irrumpie-ron en la casa para llevarse a Mary y Néstor. Sus hijos de dos años y seis meses respectivamente fueron entregados a los vecinos. Se sabe del matrimonio Junquera fue trasla-dado al centro clandestino “La Escuelita” lugar donde se los vio por última vez a mediados de 1976.

“Cuando pienso en Mary pienso en dulzura” dice su amiga Alicia Partnoy y agrega… pienso en Mari y Néstor porque así los conocí y así es-tán, siempre juntitos en mi corazón”- Alicia Partnoy, autora del libro “La escuelita” escribió el cuento “Religión” dedicado a María Eugenia González incluido en esa obra. También Jorge González Perrín pintó un re-trato homenaje a María Eugenia González.

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En el Colegio Nacional de Bahía Blanca se en-cuentra situada en el patio un placa recorda-toria.

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Mamá la libertad, siempre la llevarás dentro del corazón

te pueden corromper te puedes olvidar

pero ella siempre está.Ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión

hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace tiempo atrás.

Es necesario cantar de nuevo, una vez más.

Charly García

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Cora Maria Pioli A mediados de los 70, los boliches de Bahía Blanca habían encontrado la manera para que los adolescentes concurrieran a sus locales –prohibidísimos para ellos en horas nocturnas- y abrían, para los chicos, entre las 17 y las 22 horas. Eran las llamadas tertulias que gozaban de la presencia masiva de todos los estudiantes secundarios de la época. Horacio no faltaba un sábado. Por esos días estaba loco por una chica que no le daba bola. Finalmente una tarde, la niña decidió romper el hielo y salió a bailar con él. Todo iba de maravillas hasta que el barman se acercó hasta la pista con la eviden-te intención de comunicarle algo. Alguien lo esperaba en la entrada. La mirada de la chica inconquistable siguió a la de Horacio y simultá-neamente vieron en la semipenumbra rasgada en diagonal por la luz del guardarropa la silueta delgada y elegantísima de una chica en minifal-da, con glamoroso sacón de piel y producida en tecnicolor. Era Cora. Su amiga Cora, que había averiguado adónde estaba y quería invitarlo a pasear en su Fitito rojo. La niña tan deseada jamás volvió a dirigirle la palabra luego de que Horacio le dijera chau y se fuera con Cora. Su amiga del alma, desde el comienzo de sus recuerdos, la hermana mujer que le regaló la vida, cinco años mayor que él, su compañera, su maestra, la res-ponsable de sus ojos aún se empañen cuando la nombra. De todos los testimonios recogidos sobre Cora María Pioli, este en especial me pro-dujo una profunda ternura. Horacio M. creció junto a las hermanas Pioli. Todavía andaba en

triciclo cuando ellas se mudaron a la casa de al lado y la chicas lo adoptaron como el her-manito menor que no tenían. Era su muñeco cuando lo peinaban y vestían (mejor dicho lo disfrazaban) o el alumno cuando jugaban a la escuela y el garage se transformaba en aula. Y así jugando, aprendió a leer y a escribir en la pizarrita apoyada contra la pared. Mabel recuerda que su hermana Cora, ingresó directamente a Primero Superior. Tal vez porque ya sabía escribir y leía de corrido, además en esos tiempos era frecuente “adelan-tar” un año. Desde un comienzo manifestó la extrema prolijidad y aplicación que más ade-lante iba a tener en cada acto cotidiano. Las ve-redas del barrio las vieron pasar juntas hasta la Escuela nº 3 de la calle Terrada. Eran tiempos en que la infancia separa a los chicos de las chicas y las “mejores amigas” forman grupos mono-líticos e impenetrables. Cora vivía rodeada de amigas… Mónica, Bibiana, Susana, Alicia… y la más compinche e inseparable: Liliana, no sólo compañera de escuela sino de natación, en el Club Estudiantes. Con la familia de Liliana viajó por primera vez a Buenos Aires, donde vivía su abuela paterna. Cuando comenzó su actividad dentro del movimiento de Guías Argentinas, su entu-siasmo contagioso impulsó más de una vez, a sus papás y a su hermana a pasar unos días de campamento en Sierra de la Ventana junto al grupo. Quedan como lejanos vestigios de aque-llos tiempos de paz y armonía en medio de la naturaleza, su boina, su insignia y su brújula. Y el recuerdo del tintineo de los cacharros de aluminio del campamento, el olorcito a mate cocido y las “guías” revoloteando con sus polle-

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ras azules, y sus camisas blancas En la época del secundario, la del “glorio-so Colegio Nacional” como lo define uno de sus compañeros y amigos, las relaciones se multi-plicaron y además se volvie. ron mixtas. Cora fue los cinco años de tarde, a la ida en el auto con papá Tulio, a la vuelta con el nuevo grupo de amigos, Gloria, María Eugenia, Mónica, Tere-sa, Pacho, Horacio, Néstor… Eran tiempos del pelo a la garçonne, la obligatoria y por eso mis-mo odiada vincha azul y el elástico sujetando la carpeta negra. El recuerdo coincidente de quie-nes fueron sus compañeros se centra en la con-tinua solidaridad que Cora tenía para con ellos. Siempre buena alumna, “de esas a las que siem-pre le podías consultar la dudas” dice Horacio G.; “la que me hacía las pruebas de Castellano, Literatura y Francés” cuenta Stella Maris desde una página web. Por esos tiempos también es-tudiaba inglés en el Instituto Southland, cuyas dueñas, inglesas, que sentían un especial afecto por ella, frecuentemente pidieron noticias a su mamá por el destino de Cora. Tanto Cora como su hermana se volvían locas por las pilchas. Era habitual en esas épo-cas que una modista cosiera la ropa y a ellas se las hacía la tía Nelly. Compraban las telas en las Galerías Plaza, elegían botones e hilos al tono. La tía se instalaba en la casa de calle Patricios y quedaba inaugurada la ceremonia de confec-ción de las prendas para la próxima temporada! Eran también los tiempos en que las ni-ñas florecen y sueñan con sus fiestas de 15. Por ese entonces, la moda era festejarlos en el Club Argentino. Mabel la recuerda rodeada de chicas con largos y coloridos vestidos… Cora los feste-jó en su casa. Usó un vestido blanco tornasola-do con florcitas aplicadas que tenían una perla en el centro. “Se había contado el pelo cortito, cortito, recuerda Mabel, y la casa se llenó de chicos y chicas. Me parece verla bailar el bals con mi papá. También recuerdo a mi mamá con

un vestido de terciopelo negro, muy elegante”. Y el despertar al amor, el primer beso, el primer novio, Rodolfo GP. Los memoriosos citan a los profesores de aquellos años. Inesita Castro, la de Matemática, el temible Dr. La Plaza, Mme Seret, la de Fran-cés…y tantos otros. La mayoría ya fallecidos y ninguno obviamente en actividad. Lo peor eran las evaluaciones. Primero fueron las trimestra-les, luego las cuatrimestrales. Y la solidaridad juvenil plena de astucias impulsaba a los estu-diantes con facilidades para las Ciencias Exac-tas a colaborar a como diera lugar con los que tenían dificultades y viceversa. Cora integraba el segundo grupo, el de las Ciencias Sociales, y por lo tanto ahí estaba para ayudar con todo lo que fuera humanístico. Al decir de sus compa-ñeros, a la hora de estudiar, y ayudar, se ponía las pilas como dicen los adolescentes de hoy. Paralelamente hacía pequeños trabajitos como dar clases particulares en el garage y hasta fue baby-sitter. Su hermana Mabel recuerda que prepa-raba juguetes y entretenimientos ad hoc para los chicos que cuidaba; chicos que –por cruda ironía del destino- en algunos casos eran hijos de marinos. Yo la conocí en los últimos años de carrera. Ambas cursábamos el profesorado y la Licenciatura de Humanidades, especialidad Letras en la U.N.S. La recuerdo casi siempre en jeans a la hora de estudiar o con minifaldas cuando se trataba de impactar; me comentó una vez el consejo de su papá: “las polleras tan cortas no, Corita, que se ven las patitas flacas”. Siempre prolijísima y muy arreglada. Estaba orgullosa de su hermosa cabellera oscura, larga y brillante. Tenía ondas muy marcadas que se empeñaba en combatir con el ardid de la época, la “toca”, que usábamos para lograr el efecto de la ac-tual “planchita”. Yo le veía la mirada triste, pero

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sus ojos eran muy expresivos y sus pestañas increíbles. Eran tan extremadamente largas que nuestro último profesor de Latín, el Dr. Alberto Vaccaro, le preguntó una vez si no eran posti-zas. “Tire, tire, que son mías”, respondió Cora. A veces ocurría que una de sus lentes de contacto se le caía. Cuando eso pasaba, a dios gracias no muy frecuentemente, recibíamos la orden de inmovilidad absoluta, luego la contra-orden de agacharnos con muchísimo cuidado y cada uno de los presentes debía buscarla en el sector de baldosas más cercano. Las baldosas del comedor eran de granito y era una ardua tarea que culminaba con el grito del afortunado que las encontraba. Pero nunca vi que nadie se sintiera molesto. ¿Cómo negarse a un pedido de Corita? El mismo orden y pulcritud que tenía para su persona reinaba en el resto de su vida. Jamás vi desorden en su placard, ni en sus ca-jones, ni en su dormitorio. “Cuando terminaba de rendir una materia –dice su hermana- daba vuelta todo, limpiaba, enceraba… todo se im-pregnaba del perfume de la cera suiza. Y yo que fui testigo de esos arranques de limpieza puedo asegurar que lo hacía todo con alegría, porque así como le gustaba estudiar, también disfruta-ba de tener su casa en orden. Disfrutaba de la vida y las sonrisas con que aparece en las fotos no eran “para la foto”. Cora amaba la vida. La noticia de que iba a ser tía y madrina la desbor-dó de felicidad. No hablaba de otra cosa hasta que nació Julieta su primera y única sobrina que conoció y de quien sólo pudo disfrutar un poquito más de un año. Lástima que Buenos Aires quedara tan lejos. En aquel entonces la tecnología de la comunicación no se había aso-mado, así que solo existía la correspondencia, insuficiente para Cora que demandaba con ur-gencia a Mabel, noticias sobre las proezas del bebé. Un día, al volver a su casa, encontró por ca-

sualidad a una perra movediza y simpática. Fue amor correspondido a primera vista y la bauti-zó con el nombre que el destino le había asig-nado. Pero todos la llamamos Causa. También a los cachorros que tuvo al otro año, Cora les puso nombre muy peculiares que ya no recor-damos. “Mi mamá –recuerda Mabel- se desvivió por atender y cuidar de Causa, luego del 25 de noviembre del 76”. Y es que para Ana María, su mamá, esa fecha fue un hito. Un antes y un después. Una nueva visión de la realidad. Varias personas nos han contado la espera ansiosa e inclaudicable de esa madre que cocinaba tortas galesas o preparaba dulce de membrillo con nueces cada vez que intuía o pensaba que iban a liberar a su hija. Yo misma la he visto dejar sobre el respaldo del sillón Chipendale de su living, el saco de pana verde pensando que tal vez tuviera frío cuando volviera… Durante días, semanas, meses, años, Ana María siguió buscando y esperando a Cora. Con ansiedad, con desesperación, con rabia, con odio, con horror… pero jamás con resigna-ción. La peleó hasta donde pudo. Golpeó en mi-les de puertas que nunca se abrieron, escribió infinidad de cartas que nadie respondió. Y un buen día decidió ser una de las tantas heroí-nas anónimas que recorrieron el camino de las lágrimas y la resistencia, con un pañuelo blanco en la cabeza. El año 76 fue un año de notorios sucesos para Cora y su entorno. El nacimiento de su so-brina Julieta, “la beba más linda del mundo”, según la tía Cora. El egresar de la carrera de Profesorado de Letras, el viaje a Chaco para el IV Simposio Nacional de Estudios Clásicos junto a profesores y compañeros casi todos a punto de egresar o recientemente recibidos; el acto de graduación en Colón 80 cuando nuestro inol-vidable Profesor Antonio Camarero Benito nos entregó a ambas nuestros diplomas… Lamenta-blemente también en ese año, el destino había

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marcado un día nefasto para ella y de alguna manera, también para todos nosotros. El 25 de noviembre era una noche como tantas en casa de las Pioli. Cora aprovechaba la visita de Julieta en Bahía y jugaba con ella su-mergida en un mundo privado de escondidas y risas, de mimos y ternuras. Mabel, nuevamente embarazada hablaba con su vecino Horacio, a quien hacía mucho que no veía. Ana María aca-baba de llegar y aún permanecía en el auto en el momento en que todo pareció precipitarse. En un instante el tiempo se detuvo. Un grupo de individuos irrumpieron en la casa, en la vida, en la armonía construída du-rante toda una historia de familia. Después fue el Caos. Un caos que probable-mente se haya repetido con ligeras variantes en 30.000 hogares. Las capuchas, los gritos, las amenazas. En este caso en particular el llanto aterrado de Ju-lieta y luego el silencio. Un silencio que comen-zó a instalarse en cada uno de los que queda-ron. Un silencio convertido en única respuesta para todas las preguntas que se hicieron y se siguen haciendo. Los individuos de fueron con sus gritos y amenazas pero se llevaron a Cora aunque el resto de los que allí estaban, tardó en darse cuenta. El estupor inicial dejó lugar al miedo, al dolor y a la angustia que todavía persiste. En los días subsiguientes acompañamos a Mabel y a Ana María en todo lo que nos pare-ció importante. Había que ordenar los estragos del allanamiento, limpiar las paredes del garage que había sido grafitteadas con leyendas ame-nazantes (habían usado para eso, lo recuerdo como si los viera ahora, un rouge que Mabel había comprado esa misma tarde), empezar a pensar quién podría ayudarnos y entender que debíamos consolarnos mutuamente. A la semana exacta los individuos volvie-ron a Patricios 742. Entraron sin vacilar Sabían

perfectamente lo qué querían y adónde estaba. Fueron directamente hasta el jardín y cavaron junto a una planta de jazmín. De allí sacaron un paquete grande protegido por bolsas de nylon. Era la colección de revistas Crisis de circulación corriente entre los estudiantes de Letras - has-ta que las prohibieron.- El segundo objetivo fue vaciar y llevarse el contenido íntegro de uno de los cajones del placard de Cora. El cajón de su ropa interior. Dicen quienes compartieron con ella sus primeros días de cautiverio que esto la sumió en una profunda desesperación porque tuvo la certeza, ante este hecho, de que ya no saldría con vida. Pero eso se supo muchos años después. Una de las tantas cosas terribles compartidas por tantos otros conocidos, compañeros, ami-gos desaparecidos… Ana María, su madre, la buscó , como ya dije, infatigablemente y se unió al grupo de Madres. Pero también ella un día se marchó. Su sobrina Julieta, heredera entre otras cosas de su amada colección de Mafaldas, es quien mantiene en el presente el recuerdo inolvidable de Cora María PioliCora fue secuestrada exactamente un mes des-pués de recibirse de profesora de Letras en la UNS. Fue vista en cautiverio en Baterías, donde los marinos que desvalijaron su casa usaban sus discos (del grupo Quilapayún) para tapar los gritos de los torturados.

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alGunoS HomenajeS

El 27 de julio de 2008 fue la primera vez se hizo un homenaje a Cora, por ser una de la víc-timas del terrorismo de estado de la Argentina. También fue la primera vez que Tuvo flores en algún lugar. Dicho homenaje se llevó a cabo en el pueblo de su padre, Tulio Piolo, Ripe San Ginesio, Ita-lia. Y es que al conocer la dolorosa historia de Cora decidieron reivindicarla como a una hija propia e hicieron en su memoria una hermosa ceremonia en la que participó su sobrina Julieta Mira. La primera parte fue la ceremonia oficial don-de se descubrió la escultura que da el nombre de Cora María Pioli al jardín público del pueblo. Al pie de la escultura realizada en mármol por los artistas Silvio Craia y Sandro Piermarini se puede leer: Giardino CORA MARÍA PIOLI Desaparecida in Argentina nel 1976 “perchè non si ripeta mai più nella storia” Ripe San Ginesio - 24 luglio 2008

A continuación se hizo un momento de re-flexión sobre los crímenes perpetrados por la dictadura en la Argentina y se hizo hincapié en la historia de Cora. Para finalizar se realizó un espectáculo de músicas y poesías alusivas entre las que se incluyó una poesía de León Felipe: “...me voy porque la tierra y el pan y la luz ya no son míos...” que Cora había transcripto de puño y letra. Está escrito en tinta verde, como escribía Pablo Neruda y fue encontrado entre sus papeles al día siguiente del allanamiento.Para que la familia de Italia, que o la conoció y también para que el nombre de Cora pudie-ra encarnarse en una imagen real, se hizo una muestra de fotografía en los muros de la Rocca (torre medieval ubicada en el centro mismo del

pueblo). En forma simultánea, ese mismo día , familia-res y amigos de Cora en Argentina se reunieron en la Plaza de Mayo para sentirse cerca olvidan-do la distancia y recordar con dolor y emoción, pero también con esperanza, en el nombre de Cora a los 30.000 desaparecidos.

También en Bahía Blanca, Cora ha sido re-cordada y homenajeada en otras ceremonias. La plástica bahiense Andrea Fasano (esposa de Daniel Bombara, primera víctima de terroris-mo en nuestra ciudad) organizó la instalación “Treinta” en la que se homenajea a Cora junto a muchos otros desaparecidos. Lo mismo ocurrió con el homenaje colectivo “Ausencias- Presen-cias” , la exposición de litografía realizadas en base a fotografía ,del plástico González Perrín, etc. Su nombre puede leerse en la placa colo-cada por el rectorada de la U.N.S. así como la que se descubrió el 16 de septiembre de 2008, en un acto conmemorativo por la Noche de los Lápices, en el patio central del Colegio Nacional.

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No fue nunca policía ni ladrón.Tampoco sastre, clérigo o patrón.

Ni guerrillero ni santulón. Apenas…aprendiz de peón.

Fue alguien que creaba con pasión.El noticiero sugirió que “en algo andaba”

Y tenía razón.

Juan Carlos PunillaEstudiante tucumano desaparecido en 1977

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Gerónimo Isidoro Russo Russo, Gerónimo Isidoro, doctor y padre de familia, desapareció el 5 de mayo de 1977. Un año después de que el “Proceso de Reorgani-zación Nacional” fuera instaurado en la Argen-tina, imponiendo el terrorismo de estado por parte de la junta militar.

Gerónimo, nació en la localidad de Bahía Blan-ca (mejor nombrada “La Bahía gris”) el 25 de mayo de 1941. Sus padres, María Magdalena Russo, y Jorge Temerican Russo, Vivian , en la calle Soler al 600, en una casa que actual-mente se encuentra abandonada. Sus estudios primarios fueron realizados en la escuela nº 18, General José de San Martín. Sus estudios secundarios, un poco más complicados fueron terminados en el año 1964 en el Colegio Nacio-nal de Bahía Blanco en el turno noche, luego de haber repetido y cursado en otros colegios por varios inconvenientes de distinta índole. Finalmente ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas en la ciudad de La plata en el año 1965 y egresó con el título de Dr en Medicina. Russo llegó a Rivera, - un pueblo ubicado en el partido bonaerense de Adolfo Alsina, junto al límite con la Provincia de La Pampa con su familia que se componía de su esposa y sus dos hijos, ambos celiacos, razón por la cual Isidoro los mantenía en constante tratamiento en la casa del hospital que le habían asignado.Según datos recogidos, había llegado al pueblo con otros médicos, Gigena, Susino y Saconne.

Al parecer su secuestro fue causado por aceptar ayudar a dos guerrilleros heridos en Buenos Aires y no denunciarlos tal como era la orden de esos tiempos. Eso hizo que se sintie-ra en peligro y decidió continuar su vida lejos

de las ciudades más riesgosas como La Plata o Buenos Aires. Eso lo llevó a “esconderse” en Rivera. Pero ya había sido fichado por los mili-tares. Su esfuerzo fue en vano. El 5 de mayo de 1977, descubrieron su para-dero. Lo arrancaron del seno de su familia y se lo llevaron sin darle siquiera la posibilidad de despedirse. Nunca más se supo nada de él.

Sea donde sea que esté su familia ahora, queremos decirles que todas aquellas personas que compartieron momentos con el Doctor, lo recuerdan como una muy buena persona, y que su ejemplo de vida, de hombre íntegro y fiel a sus convicciones acciones no fue en vano.

Mora Queen, fue una paciente atendida por el doctor un día antes de su desaparición. Te-nía 18 años y estaba próxima a dar a luz. La amabilidad, y la sensación de seguridad que le transmitió el Dr. Russo en ese momento, inol-vidable en la vida de toda mujer que ha sido madre, hicieron que ese momento se convirtie-ra realmente en un maravilloso momento. Era el milagro de la vida y el Dr. Russo, colaboró, como siempre lo hizo desde su profesión, Se había preparado para eso, para dar y prolongar la vidas y fue su último acto

Este fragmento del escritor Haroldo Conti , parecen haber sido pensando en Gerónimo Russo. Seguramente no lo fue pero queremos dedicárselas a Ud. querido amigo, que alguna vez transitó como nosotros los viejos pasillos del Colegio Nacional...

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PeRfumada nocHe

“La vida de un hombre es un miserable borrador,

un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas

líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuri-dad, un minuto de la vida de un hombre es una luz

deslumbrante”

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No puedo vertanta mentira organizada

sin responder con voz roncami bronca.

Bronca sin fusiles y sin bombasBronca con los dos dedos en V

Bronca que también es esperanzaMarcha de la bronca y de la fe...

Pedro y Pablo

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Alejandro Tomás Mónaco Podría enfocar esta descripción en la afable persona que era Alejandro, una persona que no se merecía el destino que le tocó. Sin embargo, quiero hacer referencia a un relato contado por Oscar Doria, compañero de él en su primaria. Relato que nos describe cómo era Alejandro de chico, en su infancia, cuando uno es tan inocen-te y no existe la maldad. Alejandro cursó junto a su compañero Oscar y otros amigos más, como Héctor, Daniel y Ro-berto, su primaria en la Escuela Nº 5 de la calle Darregueira. Era un chico muy aplicado, que no pasaba desapercibido, no por inquieto, sino por buen alumno. En la memoria de Oscar: “en esa épo-ca, era un chico muy prolijo, tanto en su cua-derno como en su guardapolvo. Claro, éstas son características que me vienen a la memoria y que seguro en esa etapa de la vida me resulta-ron importantes”. ¿Cómo no van a ser impor-tantes? Un chico que prestaba atención, hacía sus deberes, pero que también esperaba con ansias el timbre del recreo para salir a jugar. Me imagino esas risas ingenuas, con los ojos de un nene que brillan al jugar, al correr, al ser fe-licitado por una nota en una prueba ¿No son esos, los recuerdos más lindos que siempre hay que apreciar? Oscar cuenta historias sobre el grupo de amigos al que pertenecía junto a Alejandro, eran tan unidos, “Compartíamos no sólo las clases y los recreos, sino también el escenario de los juegos que, como en todo barrio de esa época, era potrero, bolitas, carrito de rule-manes, figuritas y tantas otras actividades callejeras”.

Más allá de su primaria, de sus horas en el colegio específicamente. Se notaba la impronta italiana que poseía, proveniente de su hogar. Era una familia calma, en la cual siempre se conversaba apaciblemente, sin necesidad de levantar la voz. Y eso, se veía reflejado en la forma tranquila y educada de Alejandro. Hizo sus estudios secundarios en el viejo colegio, de la calle Sarmiento. Fue al Nacio jun-to a sus amigos de la infancia aunque la vida ya empezaba a separarlos y casi todos fueron a distintos cursos. Puedo atreverme a decir, que una perso-na nunca desaparece completamente mientras haya alguien que lo recuerde. Que siempre va a estar él, o ella o nosotros que nos dedicamos a recordarlos. Hoy su nombre, su suma al de otros des-aparecidos que también pasaron como él, parte de su adolescencia, entre las paredes del viejo colegio. El cuerpo físico podrá desvanecerse, pero las memorias van a quedar por siempre , ya sean escritas, ya sea en nuestras mentes, para que Alejandro y todos ellos, tengan en el pre-sente el cariño que se merecen. Y algo de ellos vivirá en cada uno de nosotros.

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aGradeciMientos

A las autoridades del Colegio Nacional de Bahía Blanca, a la Asociación Cooperadora del Colegio Nacional y la Comisión de Apoyo a los Juicios Bahía Blanca. Agradecemos a los profesores, familiares, amigos, compañeros:

Arceo Susana Abel Cordoba

Boggon BetinaBrunner María Inés

Calzetta ElsaCobreros Avelino

Cobreros Leonardo Cordoba Abel

Díaz MarisaDiez GabrielaDiego Daniel

Diego Juan IgnacioDiego Zaida Doria Oscar

Fernández StaccoGanuza Patricia

Garbiero SabrinaGarcía Pratz Rodolfo

Garelli Marta Gastaldi Patricia

Germani Ana MaríaGonzález Horacio

Gónzales Perrín JorgeHegel Juan Carlos

Junquera AnahíLew Fabián

Malizia Norma Matzkin Susana

Mira JulietaMontes de Oca Horacio

Montes de Oca –familia-Oyhamburo Silvia

Peralta Elmo y FacundoPioli Mabel

Quin NormaRichard (enfermera)

Russin de Serra InesTarchitsky BertaVisotsky Jessica

Woscoff Raúl