ENTREVISTA

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ablo Ramos vive en Buenos Aires. Ha ve-nido a España para presentar su libro La

ley de la ferocidad (Malpaso), que al otro lado del océano ha sido ya todo un éxito. La voz de Ramos se escucha con fuerza en su tierra, y también muy lejos de ella. ¿Será que es profeta en… todas partes?

Unos nacen para estudiar y otros

para que les estudien

¿Quién es Pablo Ramos?

Soy una persona, un hombre más o menos normal –dentro de lo que se puede–, que ha nacido en un ambiente de condición baja, proletaria y que ha pelea-do contra viento y marea para poder escribir. Soy una persona que, extrañamente, no viene de la formación académica, no pude seguir tras la educación primaria al tener que trabajar desde muy niño, pero he logrado que en

la Universidad de Buenos Aires mi libro sea materia de estudio. Soy, como suelo decir, un carro modelo 66 con muchos kilóme-tros, que ha llegado más o menos bien hasta lo que se propuso. Al menos ha llegado, que es lo importante.¿Por qué escribe?

Yo creo que escribo porque te-mo al fracaso. Hay un ensayo de María Zambrano, filósofa espa-ñola de los años 30 –una mente olvidada, quizás por ser mujer–, en que mostraba que escribir era lo contrario de hablar. Me ha ido tan mal al hablar, me siento tan mal al hacerlo... Trato de generar el contenido y al terminar se me genera un vacío o una contradic-ción. La literatura me permite no silenciarse, como hacía mi padre, que no hablaba, sino que es reservarme las palabras para luego corregirme, volver a ellas renovado y decirlas con todo mi ser. Creo que hablar puede ser

P

Argentina es un país cuajado de talento. Allí si es cierto eso de que con ideas y sin dinero se pueden hacer grandes cosas. Pablo Ramos es un escritor argentino que seduce y

desconcierta, que remueve lo que uno tiene dentro y le hace oler sus malos olores. Y, a pesar de todo, deja siempre buen sabor de boca. INOCENCIO NEWMAN

PABLO RAMOS

Un hombre, un escritor

barbarie: se puede gritar.También se puede escribir gritando…

Pero es un grito reflexivo, es un declamar... No le rompes los tím-panos a nadie, por mucho que pongas signos de exclamación. Para gritar escribiendo hay que darle inteligencia a la palabra, hay que darle un contexto pro-fundo.

Una exploración de lo humano

Tiene mucho interés en explorar al

ser humano, en explorar su interior.

Sí, ¡yo inventé el realismo místi-co! Hay una frase de Bolaños que dice que hay dos clases de escri-tores –yo creo que dice dos clases de personas–, algunos que andan al margen de la mierda, muy lim-pios, otros que se meten hasta el pecho y otros que se meten hasta lo más abajo, hasta la mierda más profunda, y abren los ojos. Yo me identifico con esta tercera categoría. Y también con la fra-se de Oscar Wilde cuando dice

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que todos estamos en las cloacas, pero algunos miramos hacia las estrellas. Eso es algo con lo que me identifico, porque cuando me su-mo en la mierda y veo que un niño se mete en una mina para sacar mi-neral con el que fabricar celulares, mientras otro niño en otro lugar del mundo tiene dos celulares, entonces te das cuenta de que algo no anda bien, que este concepto de humanidad fracasa un poco. Y es en esos momentos cuando creo que vale la pena escribir, porque me acerca a las personas. Quizás que lo que yo haga sirva para algo, que un día venga un marciano, que encuentre unos libros y vea cómo eran las cosas. Escribir no solo es un acto artístico: es contribuir con un granito para un mundo mejor.¿Se “saja las tripas” cuando escribe?

Sí, pero sin suicidarme. Yo abro heridas que aparentemente sana-ron, que los demás ven muy “sana-

ditas” por fuera, pero que en ver-dad están podridas por dentro. Esas heridas son espirituales. Las heridas del alma son tan peli-grosas como pueden ser la del cuerpo, porque uno puede llegar a amputarse un miembro, pero no puedes amputarte el alma, y eso termina pudriéndolo todo.¿Cree que el ser humano tiene al-

guna finalidad?

Yo creo que la finalidad de la hu-manidad es la perfección. Que el ser humano tiene la posibilidad de ser perfecto espiritualmente. La finalidad para mí es hacer un mundo en el que podamos separarnos definitivamente de la jungla. Es increíble que un único cromosoma nos distancie de un chimpancé, y que se pueda uno encontrar con personajes como Jack el Destripador o Mozart.¿Es el ser hombre un lobo para el

hombre? ¿Y para sí mismo?

En realidad es un lobo tonto, es un lobo estúpido, es el único ani-mal que tropieza dos veces con la misma piedra. Creo que hay una fascinación por el abismo, hay goce también en ese descen-der a los infiernos. Inventamos el cielo, inventamos a Dios, pero también inventamos a Satanás e inventamos el infierno. Será que encontramos goce y que nos tienta más esta puerta, la del in-fierno: “Quien cruce esta puerta, que pierda toda esperanza”, dice La divina comedia. Satanás ahí le gano a San Pedro, porque a mí me atrae más traspasar esa puerta, a mí me dan más ganas de perder toda esperanza…Cuando mira a la profundidad, al

abismo, ¿mira para aprender?

Si uno mira ahí, aprende. Yo ten-go vértigo, y sin embargo me he tirado de tirolesas. Me he tirado para tratar de vencerlo, aunque a

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