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50 / CULTURA EL PAÍS, domingo 3 de diciembre de 2006 JUAN G. BEDOYA, Madrid Pese a sostener aún hoy que “la vida de un filósofo es pobre en acontecimientos externos”, Jürgen Habermas, que cumplió en junio pasado 77 años, lleva décadas en la cresta de la ola, esta vez a cuen- tode unapolém icasumam ent e de- sagradable para él: la acusación de que se relacionó con el nazismo, insinuada en la autobiografía del historiador Joachim Fest Yo, no. ¿Un nuevo caso Günter Grass, afi- liado a las Waffen SS a los 17 años? ¿Acaso sirvió Habermas a los 16 años en el Ejército alemán en la II Guerra Mundial, como hizo el papa Joseph Ratzinger , dos años mayor? El filósofo acaba de ganar el pleito que inició contra Fe st pordifam aci ón,y des pac ha el asunto casi con displicencia, abso- lutamente tranquilo. Desde hace décadases una ins tanc ia mor al uni- vers al, uno de los grand es filós ofos mod ernos—un Heg elde est e tie m- po, se ha dicho—, lo que le trae y le lleva por el mundo, de tarde en tarde, desde su r etiro en un lago de Baviera, dictando lecciones magis- trales o presentando libros. En Es- paña acaban de publicarse su libro Entre naturalismo y religión (Pai- dós), y otroque firma junto a Rat - zinger, que recoge el debate que ambos tuvieron hace dos años en la Academia Católica de Baviera sobre Dialéctic a de la seculariza- ción . Entre la razón y la religió n (Ediciones Encuentro). Pregunta. Notengomás reme- dio que preguntarle por el pleito que ha ganado al historiador Fest por difamación. ¿Qué sensaciones tiene? Respuesta. Diré sólo que el Tribunal Superior de Hamburgo ha prohibi do a la editorial Ro- wohlt, a petici ón mía, la difusión del pasaje correspondiente por ser intencionadamente difamatorio . P . En el primer capítulo de su último libro, hablando de la esfera púb lic a pol íti ca y de susraíce s bio- gráficas, usted adelanta una expli- caciónllamativ a. Pare ce reducirsu no relación con el nazismo a una mera cuestión de edad. “Tuve la suerte de un nacimiento tardío”, dice. Es como si Grass y Ratzinger despac haran sus resp ectiv as cir- cunstancias afirmando que tuvie- ron la desgracia de haber nacido antes de tiempo, dos años antes que usted.¿Tan sencil lo como eso? R. Únicamente he mencionado la feliz circunstancia de que noso- tros éramos lo bastante mayores como para pod er recordar aún nuestra juventud bajo el régimen nazi, pero demasiado jóvenes co- mo para poder hacernos culpables de loscrímene s de eserégim en.Yo , personalmente, debido a mi handi- cap [tiene una nasalización distor- siona da], no tenía además ningu- na posib ilidad de identi ficarm e con la visión del mundo entonces dominante. Pero reflexiones de es- te tipo no disculpan a quienes en aquella época se convirtie- ro n encriminale s o encóm- plices. Lo peor de nuestro gra voso pasado nacion al estriba en la circunstancia de que un régimen obvia- mente criminal fuera res- pald ado dur ante tant o tiempo por una parte tan amplia de la población. P . Si volviera a tener que pensar en Heidegger contra Heidegger como lo hizo, con ese título, en los años cincuenta del siglo XX (o en el caso Carl Schmitt, del que escribió poco más tarde), ¿volvería a sentir el mismo escánda- lo, la misma perturbación? ¿No cree que el tiempo de-  ja en peor situación sus comportamientos y, sobre todo, las explicaciones: co- mo mero reflejo de un “des var ío no imp uta ble personalmente”? R. No veo motivo para cambiar una sola letra de mis críticas. Los senti mien- tos , natur almente , cam- bian con el paso del tiem- po. En 1953 era estudiante y me sentí engañado por Heidegger como profesor académi co,porque nega ba su corre spons abi lidad en lo ocurrido. P . ¿Qué sensaciones le pro dujoel reciente desv ela- miento por Günter Grass de su afiliación voluntaria a las Waffen SS? R. Para mí es un enig- ma el por qué no ha ha- blado antes sobre ello. P . Imaginamos a los filósofos siempre pens ando , pocoperipatéti- cos, con una vida “pobre en acon- tecimie ntos externos”. Pero no puede decirs e que la suya sea una vidasin con vuls ione s.Perten ece us- ted a una generación comprometi- da. ¿Cómo han marcado esas cir- cunstancias su filosofía? R. Sól o pod ríaresp ond era est a pregunta con una autobiografía. Pero muchas veces he hablado so- bre la censura moral que significa- ron para nosotros las revelaciones sobre los campos de concentra- ción en el verano de 1945, como también, algo después, los proce- sos de Núremberg. P . Uste d ha inter venid o con fre- cuencia en debates sobre la llama- da “reelaboración” del pasado na- cional social ista, sobre la unidad europea o sobre diversos proble- mas de bioética. Y ha lamentado el “deplorable nivel discursivo de las contr over sias políti cas”. ¿No cree que todo va a peor? R. Retrospecti vamente, el pasa- do siempre nos parece mejor de lo que fue. P . Le he escuchado que usted habl a cuando lo cree necesario, “sin serpreg unt ado ”, “si n queten- ga que recibir encargo por parte alguna”. ¿No cree que, desgracia- damente, es un caso aislado entre la intelectualidad europea? R. No , entodoslos paí seseuro - peosexisteuna trad ició n de inte lec- tualesinfluyent es que hoytambién sigue desarrollándose . P . Sin embargo, ha dicho que “en lospuestos ofici ales losintelec- tuales dejan de ser intelectuales”. Todo un desafío ético. R. Existen magníficos ejemplos de intel ectual es que al mism o tiem- po han ocupado cargo s guber na- mentales, como André Malraux, Octavio Paz o Jorge Semprún. Pe- ro , en la med idaen q ue ha blan por un partido o por un Gobierno, cambian de lado. Nada se puede objetar a esto. P . Usted debatió hace dos años con el entonc es cardenal Rat zinger en la Academia Católica de Bavie- ra. Meses después el teólogo dog- máti co,jefe de la inqui sici ón roma- na, fue aupa do al pont ifi cado. ¿Mejorará la relación de esa pode- rosa Iglesia con la modernidad? R. Como es natural, me parece elogiable que el Papa subraye la raci onal idadde la fe cri stia - na. Pero en su discurso de Ratisbona atri buyó este mérito a la helenizació n del crist ianismo y a la rela- ción del cristianismo con la metafísica griega. Esto contiene una doble provo- caci ón.Porun lado,la mo- dernidad piensa más bien posmetaf ísi came nte . El concepto fuerte de razón met afísic a seha hecho pr o- blemático. Con esto quie- ro decir que hoy preferi- mosque sean Kan t o Wi tt- genstein, antes que Platón, quienes nos ilustren sobre qué quiere decir “ra cio- nal”. ¿Debemos, pues, vol- ver más atrás de estos mo- dos modernos de pensar? Por otro lado, la imbrica- ción de la racionali dad de la fe crist iana con una vía filosófica específicamente occidental tambié n plan- tea la pregunta por la ex- clusividad del acceso a la fe: ¿no ha y camino s, en otras tradiciones, que con- ducen a una fe “racional”, compatible con la renun- cia a la violencia propia de lademocr aci a y delos der e- chos humanos? P . Se le creía a usted, como diría Max Webe r , un filósofo “carente de oído musical para la religión”. Susúltimasrefle xion es des- mien ten esa imp res ión . ¿Qué escucha ahora, ante las nue vas con vuls ionesen- tre religiones y culturas? R. Ciertamente, soy amusical ante la religión, como Weber. Per o en mi opinión, en la esfera pública política los ciudadanos seculares y religiosos, como miembros de la misma comunidad política, deben abo rdar se con res petomutuo y dis- posic ión a apre nder recíproca men- te, es decir, con los oídos abiertos. No creo en un choque inevitable de civil izacio nes. Sólo podemos in- tegrar a inmigrantes de orígenes cultur ales y relig iosos ajenos si, por nuestra parte, también abri- mos nues trasformas nacion ales de vida. La integración no es una vía de sentido único, sino que exige la ampliación del propio horizonte. Natu ralme nte , el Estad o democrá- tico de derecho debe imponer sus normas. Pero eso no lo niega na- die. Por tal motivo, combatir el odio y la violencia exige una auto- conciencia tranquila, no afán de provocar. En la misma medida en que la guerra contra el terrorismo noesuna guerra, tamp oco ese ima- ginario islamofascismo esuna mag - nitud espiritual que nos amenace. Quien se dedique a juguet ear con este sinse ntidolo quehace es tocar a rebato contra un indeterminado enemigo interior. Debemos preca- vernos frente a semejante militari- zación del espíritu occidental. “No tuve ninguna posibilidad de identificarme con los nazis” Jürgen Habermas.  / REUTERS Jürgen Habermas (Düsseldorf, Alemania, 1929) es uno de los grandes filósofos contemporáneos, con hallazgos de pensamiento tan influyentes como el concepto de patriotismo constitucional. Sus posiciones bioéticas, sobre política europea o contra la guerra de Irak, le colocan, además, en primera línea como intelectual comprometi- do. En enero de 2004 debat ió en Múnich sobre los fundamentos morales prepolíticos del Esta- do liberal con Joseph Ratzinger, antes de que el inquisidor romano fuese elegido Papa, y acaba de ganar un pleito contra el historiador Joachim Fest, que insinuó que había simpatizado con los nazis. Su obra Entre naturalismo y religión acaba de publicarse en España. Jürgen Habermas / Filósofo “Lo peor de nuestro gravoso pasado es que un régimen obviamente criminal como el nazi fuera respaldado durante tanto tiempo por tanta gente” “En1953 yo er a est ud ian te y me sentí en gañado por Hei degg er como pr ofes or aca dém ico , por que neg ab a su corre sponsa bilida d en lo ocurri do en Aleman ia” “Para mí, es un enigma el por qué Günter Grass no ha hablado antes sobre su afiliación voluntaria a las Waffen SS”

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