Espacios culturales

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  • 7/25/2019 Espacios culturales

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    Nuevos espacios culturalesy los protagonistas de siempre

    Resumen

    Es un hecho que en la dcada del

    90 y, con mayor fuerza, luego de la

    crisis econmica de 2001, los Centros

    Culturales de la Ciudad de Buenos

    Aires se han acrecentado fsica y sim-

    blicamente, en una ciudad que se

    ha incorporado a entender la cultura

    como espacio generador de relacio-

    nes sociales y construccin de estilos

    de vida. Desde estos espacios cultu-

    rales, es posible reflexionar sobre los

    procesos de fragmentacin espacial

    y recualificacin cultural, en paralelo

    con la bsqueda de estrategias de

    supervivencia de la clase media, den-

    tro del modelo cultural hegemniconeoliberal.

    Este artculo toma algunos resulta-

    dos parciales, de la indagacin en cur-

    so, dentro de los Centros Culturales

    del Programa Cultural en Barrios, como

    campo de mi tesis doctoral.

    A travs de un enfoque socioantro-

    polgico he realizado entrevistas a

    coordinadores, promotores culturales y

    jvenes de dieciocho a veinticuatro

    aos que asisten a dos, de los casi cua-

    renta Centros Culturales con los que

    cuenta este Programa gubernamental.

    Paralelamente he analizado encuestas,

    registros, escritos y archivos generados

    por los Centros y por el propio Progra-

    ma. He recurrido a distintas estrategias

    cualitativas, como la observacin no

    participante y la participante. De esta

    forma, las estrategias metodolgicas

    cuantitativas y cualitativas me han dado

    acceso a la vida cotidiana de estos suje-

    tos, en relacin con las prcticas a

    observar y describir, como a sus signifi-

    cados, y me han permitido observar y

    describir la estructura en la que estn

    inmersos los sujetos y las prcticas.

    IntroduccinLas clases medias, histricamente,

    han encontrado su abrigo estratgico

    identitario en el campo cultural, es

    decir en el arte, la lectura, el cine, la

    ocupacin de ciertos espacios de

    la ciudad, etc. Y, aunque pareci, en la

    dcada del 90, que solamente se esta-

    ban dedicando a los beneficios

    menemistas, revelaron que esto no era

    tan as, cuando las calles se llenaron de

    sus voces, sus gritos y sus cacerolas, en

    diciembre de 20011.

    ESPACIOS4

    Marcela A. Pas Andrade

    Instituto de Ciencias Antropolgicas, FFyL, UBA. Institu-

    to Gino Germani. rea de Estudios culturales. Facultad

    de Ciencias Sociales, UBA. Doctoranda CONICET

    CS. ANTROPOLGICAS

    1. Wortman, Ana, (Coord.), Pensar las clases

    medias. Consumos culturales y estilos de vida

    urbanos, en La Argentina de los noventa, Buenos

    Aires, La Cruja, 2003.

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    En esta trama, no slo se confor-

    m como clase social protagonista de

    los hechos, sino que cristaliz la cons-truccin previa (a esta crisis econmi-

    ca) de espacios de estrategia y/o

    resistencia cultural que el sector

    empobrecido de la clase media vena

    construyendo y que no estaban sien-

    do vistos o tenidos en cuenta.

    Esta explosin social e institucio-

    nal de diciembre hace luz en esos

    espacios culturales que materializan

    las tensiones conformadas entre los

    diversos intereses de los grupos

    sociales que quedando fuera de los

    beneficios y/o en bsqueda de

    estrategias de supervivencia de clase,

    dentro del modelo cultural hegem-

    nico neoliberal aspiran a adquirir un

    modo de aprendizaje con respecto al

    consumo y el cultivo de un estilo de

    vida desde el campo cultural.

    Uno de estos espacios pareciera

    estar ocupado por los Centros Cultu-

    rales (CC) del Programa Cultural en

    Barrios (PCB), que intentan, a mi crite-rio, dar respuesta en dos niveles para-

    lelos. En un nivel, aluden a la deman-

    da social de participacin en espacios

    democrticos y, en otro nivel, a la

    necesidad de recuperar, tanto como

    de generar, nuevas actividades cultu-

    rales/recreativas (Actividades C/R) que

    den identidad tanto en el mbito

    barrial como nacional. De esta forma,

    los CC se reorientan como lugares de

    encuentro pblico conformando un

    territorio que justamente centra, pordefinicin de lo cultural, las luchas

    simblicas por la hegemona en el

    campo de la cultura y, donde parecie-

    ra que las clases medias (se) constru-

    yen y (se) apropian de un modificado

    espacio urbano.

    Nuevos espacios culturales

    Es tema de agenda sociocultural

    la existencia de un nuevo modelo de

    ciudad que revela las transformacio-

    nes sociales, polticas y econmicas

    de los ltimos casi treinta aos, a

    nivel global y local.

    A partir de la dcada del 80, anivel mundial, comienzan a desarro-

    llarse los procesos de globalizacin

    econmica e integracin cultural.

    Consecuentemente, a nivel regional,

    se empiezan a implementar polticas

    neoliberales con mayor fuerza en la

    dcada del 90. La Argentina, enton-

    ces, se incorpora potentemente, a

    partir de los aos 80, a un nuevo

    modelo econmico cuyo vencedor es

    el capital financiero sobre el

    industrial2. Y ya, a mediados de los 90,

    las polticas neoliberales no pueden

    evitar la materializacin de sus conse-

    cuencias: en el gobierno menemista

    (1989-1999) se toman decisiones pol-

    tico-econmicas como la flexibiliza-

    cin laboral, la privatizacin de los

    servicios pblicos, la concentracin

    de actividades bancarias y financieras

    en la ciudad y la conversin de la

    moneda (1991-2001) y se produce un

    auge inmobiliario que, entre otrascausas, condujeron al desempleo

    masivo, al aumento de la pobreza, a la

    profundizacin de las desigualdades

    sociales y culturales, a la pauperiza-

    cin de gran parte de la clase media y

    al enriquecimiento del resto.

    Este particular contexto produjo

    nuevos espacios y relaciones sociales,

    respondiendo con estos cambios a un

    nuevo proyecto poltico y a su conse-

    cuente modelo de Ciudad, caracteriza-

    do por la prdida de espacios pbli-cos, la proliferacin de barrios priva-

    dos, construcciones urbansticas

    espectaculares y de visibilizacin de

    sectores de la ciudad hacia el resto del

    mundo (Puerto Madero, el Abasto,

    Retiro, etc.). Se dio la aparicin masiva

    de shopping centers, en respuesta a las

    exigencias sociales de seguridad, cons-

    tituyndose en nuevos espacios pbli-

    cos como afirma Capron (1998), en el

    texto de Schapira ya citado en este tra-

    bajo. Adems de la incorporacin al

    Cs. Antropolgicas 5

    *

    2. Comienza el perodo de transicin democrtica

    con no pocos inconvenientes, a consecuencia de

    las polticas econmicas y sociales del gobierno

    militar: hiperinflacin, desestabilizacin y vulnera-

    bilidad social, disminucin de los ingresos,

    aumento del desempleo: Entre 1974 y 1985 la

    ciudad perdi un tercio de sus empleos industria-

    les. Esta cada se mantuvo entre 1985 y 1994, per-

    odo en que se registra una baja del 23 % en la

    cantidad de obreros, que pasan de 650.000 a

    490.000, decapitando al mismo tiempo los gran-des grupos sindicales de los suburbios (Borello et

    al., 2000). En la Capital la cada fue an ms rpida

    entre 1993 y 1999. Sin embargo, el sector indus-

    trial representa an el 14 % de la PEA, cifra no

    despreciable, en Prevot Schapira, Marie-France,

    Buenos Aires en los aos 90: metropolizacin y

    desigualdades, en Eure, Santiago. [Online]. dic.

    2002, vol. 28, n 85 [citado 04 mayo 2007],

    pp. 31-50. Disponible en internet:

    http://www.scielo.cl/scielo.php?script=

    sci_arttext&pid=S0250-71612002008500003&

    lng=es&nrm=iso

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    mercado de trabajo de mujeres y jve-

    nes; la creciente marginalidad, cristali-

    zada en el aumento de la presencia de

    nios en la calle, as como la prolifera-

    cin de los cartoneros y la gente que

    realiza trabajos callejeros, etc.

    Por tanto, mientras que, por un

    lado, la fiesta de la dcada del 90 que

    incorpor a nuestro pas al mundomediante el consumo se caracteriz

    por las transformaciones rpidas y

    espectaculares a nivel socio-espacial,

    junto a un discurso que privilegiaba los

    favores de la ciudad global acceso a

    comunicaciones, tecnologa, viajes,

    etc. (Sassen, 1991 en Schapira, 2002),

    por el otro, se profundizaron y acrecen-

    taron la pobreza y la marginalidad.

    Al mismo tiempo, la Reforma a la

    Constitucin Nacional de 1994 permi-

    ti que la Ciudad de Buenos Aires

    comenzara un proceso de autonoma

    en relacin con sus instituciones san-

    cionando, en 1996, la Constitucin dela Ciudad de Buenos Aires. El nuevo

    escenario present un Poder Legisla-

    tivo autnomo en donde el Jefe de

    Gobierno se pas a elegir por el voto

    de los ciudadanos, permitiendo que

    el Gobierno de la Ciudad tuviera la

    capacidad de intervenir directamente

    en los asuntos pblicos locales.

    Desde aqu la Ciudad Portea se

    ha ido incorporando, con mayor

    mpetu, a los procesos de culturaliza-

    cin de las ciudades que se produje-

    ron a nivel global, entendiendo la

    cultura como espacio generador de

    relaciones sociales y construccin de

    estilos de vida. Se observa el incre-

    mento, en las ltimas dcadas, de

    espacios y actividades en relacin

    con lo cultural, propuestas tanto des-

    de las polticas pblicas como desde

    las organizaciones privadas.

    Los protagonistas de siempre

    Las Actividades C/R, organizadas y

    sistematizadas por el Estado a travs

    de sus polticas culturales, tambin se

    construyeron y se resignificaron en el

    imaginario de las transformaciones de

    los aos 90, cuando se profundizaron

    los procesos de consumo y cultura,

    llevando a los sectores medios (mayo-

    ritariamente los sectores empobreci-

    dos) a la adquisicin de un creciente

    protagonismo junto a los valores aso-

    ciados al patrimonio cultural materiale inmaterial, a las industrias culturales,

    al turismo y al consumo cultural,

    entre otros.

    Refiramos algunos datos recogidos

    por una encuesta interna que se llev

    a cabo en 2004 en el Centro Cultural

    Tato Bores del barrio de Palermo,

    dependiente del PCB, a 212 asistentes

    regulares.

    De un total de 212 asistentes el

    41,81 % son jvenes. Esta franja est

    seguida por el grupo de 40 a 59 aos,

    ESPACIOS6

    Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre

    Los barrios de la Ciudad de Buenos Aires

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    con un 21,69 % de asistentes; de 25 a

    39 aos hay un 16,48 %; de ms de

    60, un 9,90 % y, por ltimo, de 12 a 15aos, un 9,43 %.

    En relacin con sus estudios, el

    nivel educativo de la poblacin

    encuestada se distribuye en un 70 %

    alto, un 24 % medio, un 5 % bajo y un

    1 % Ns/Nc.

    Otro dato destacable se relaciona

    con la situacin laboral de los asistentes

    al Centro: mientras que un 46 % de los

    encuestados trabaja, el 32 % no lo hace,

    el 21 % lo hace a veces, y el 1% Ns/Nc.

    El nivel econmico fue medido

    considerando la posesin de 4 bienes:

    TV, un 97 %; videocasetera, un 7 %;

    DVD, un 13 % y algn sistema de

    cable, 67 %. A partir de estos datos se

    concluy que los asistentes pertene-

    can a sectores de niveles econmicos

    de medios a altos.

    En cuanto a las Actividades C/R

    que les gustara hacer en el Centro

    Cultural por grupo etario respondie-

    ron (nombrar las tres primeras elec-ciones): entre 12 y 15 aos: boxeo,

    artes marciales y gimnasia artstica.

    Entre 16 y 24 aos: teatro, fotografa y

    canto. Entre 25 y 39 aos: danza, circo

    y acrobacia. Entre 40 y 59 aos: tango,

    canto y teatro. Y el grupo de ms de

    60 aos: teatro, danza y yoga.

    En general, tambin se han esco-

    gido actividades como: guitarra, cine,

    danza jazz, danza rabe, msica, pin-

    tura, maquillaje, clown, malabares,

    mimo, coreografa, percusin, tap,recitales, pilates, esgrima, bijou, circo,

    rabe, afro, patrimonio artstico, escul-

    tura, candombe-murga, historia del

    arte, discusin de temas, periodismo,

    letras, audiovisuales y otras.

    Resumiendo los datos, podemos

    caracterizar a la poblacin que asiste

    al Centro Cultural como mayormente

    adolescente y joven, de nivel educati-

    vo alto, perteneciente a niveles eco-

    nmicos que van de medio a alto;

    cerca de la mitad de los asistentes

    regulares al centro cultural realiza

    algn tipo de trabajo remunerado.

    Si bien ste es slo uno de los casicuarenta Centros Culturales que

    dependen del Programa (selecciona-

    mos el Tato Bores por localizarse en un

    barrio representado por los sectores

    medios, ya que est ubicado en Soler

    3900, Palermo), destaco que todos los

    Centros coinciden en brindar activida-

    des que apuntan a la iniciacin artsti-

    ca, la expresin cultural, el rescate de

    la memoria y la reconstruccin de la

    identidad, respondiendo a los objeti-

    vos generales del Programa. Pero tam-

    bin difieren en ciertas actividades

    segn el inters/objetivo del coordina-

    dor/a, el presupuesto con el que cuen-

    tan y las expectativas del barrio en el

    que estn trabajando.

    Estas caractersticas particulares

    hacen que se construyan en cada

    centro las ofertas culturales bajo la

    relacin produccin/consumo/valor

    simblico, vinculadas al inters de los

    participantes. Inters que genera que

    al iniciarse cada cuatrimestre, varenlas actividades y que la oferta difiera

    de un CC a otro.

    La variedad de las actividades C/R,

    por tanto, representa al Centro Cultu-

    ral en cuanto a la pertenencia a un

    territorio particular, que responde a

    un determinado sector social.

    Se le suma que, a travs de las prc-

    ticas C/R que se desarrollan en cada

    Centro, se cristalizan tambin estilos de

    vida en las elecciones que hacen los

    sujetos de estas prcticas, implicando

    Cs. Antropolgicas 7

    Marcela A. Pas Andrade

    El Programa Cultural en Barrios (PCV) se desarrolla

    en casi cuarenta Centros Culturales distribuidos

    en la Ciudad de Buenos Aires.

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    una disciplina de vida, un compromiso

    con el cuerpo, una filosofa alternativa,

    etc., que parecieran contener y repro-ducir, dentro de sus diversas ofertas,

    distintos sentidos y significados de per-

    tenencia social, y que dejan en eviden-

    cia la posesin de un determinado

    capital cultural que es invertido en el

    tiempo libre (gran cantidad de horas y

    de realizacin de distintas actividades

    dentro del Centro Cultural y en otros

    espacios que se le vinculan):

    Marcia: () estbamos buscando,

    porque nosotras hacemos danza

    contempornea y estbamos bus-

    cando un lugar para hacer haca-

    mos en el Taller del ngel de Patri-

    cia Sosa, no de Patricia eh una

    actriz y estbamos buscando as,

    cursos y tenamos inters en hacer

    swing y todas esas cosas y no

    encontrbamos.

    Valeria: Yo quiero hacer algo

    avanzado, porque estoy haciendohace mucho y

    Pregunta: Cunto hace que

    estudis?

    Valeria: Hace 5 aos antes

    haca en otro lugar, porque cuan-

    do era chica haca danza clsica

    hice de los 5 hasta los 9, despus

    deje y volv al mismo lugar, y el

    lugar cerr y empezamos ah en el

    Taller del ngel. Estaba buscando

    algo ms avanzado porque es un

    lugar donde es de principiantes.Entonces yo quera hacer algo

    ms avanzado .

    (Valeria y Marcia, CC Tato Bores,

    2005.)

    Estos sectores son justamente los

    que tienen, siguiendo a Pierre Bourdieu

    (1991) en su trabajo La distincin: Criterio

    y bases sociales del gusto,el conocimiento

    de los nuevos bienes culturales; la lgica

    del funcionamiento de la produccin de

    estos bienes y las estrategias de distin-

    cin de su propia dinmica, as como el

    valor social que poseen, el valor culturaly el uso apropiado, son lo que predispo-

    ne a los bienes culturales a presentarse y

    funcionar diferencialmente entre los gru-

    pos sociales convirtindose en herra-

    mientas de distincin. Por tanto, los sec-

    tores dominantes que poseen, no slo

    mayor capital econmico, sino tambin

    cultural, pondrn el eje de las relaciones

    sociales de distancia entre los grupos, en

    la capacidad de disfrute y de apropia-

    cin de signos distintivos (bienes y/o

    prcticas). No es slo la posibilidad de

    consumirlos, sino la capacidad de apro-

    piarse de estos signos que los distin-

    gan socialmente. Esta lucha simblica

    para afirmar la singularidad se refleja en

    un permanente accionar dirigido a la

    conservacin y bsqueda de bienes y

    prcticas que se reconozcan como sig-

    nos de distincin, y no como bienes

    ordinarios y divulgados.

    Si bien parece paradojal que los

    sectores de ms altos ingresos seanlos que ms participan de las activida-

    des C/R gratuitas ofrecidas por el

    Estado3, no lo es. Porque justamente

    estos sectores son los que poseen el

    capital cultural y un estilo de vida que

    se caracteriza por una valoracin rele-

    vante del tiempo libre y del consumo

    cultural. Esto se concreta en las activi-

    dades elegidas que conllevan una

    muestra de estatus social por medio

    de la posesin de conocimientos y

    de cierta cultura.Como fielmente ha sucedido, son

    los sectores medios los que mayorita-

    riamente protagonizan los proceso

    culturales, y los datos que arroja el

    informe de la encuesta sobre Consu-

    mo Cultural de la Ciudad de Buenos

    Aires, realizada en 2004 y ya citada en

    este trabajo, nos hacen posible visua-

    lizar la crisis interna en la construc-

    cin de las relaciones sociales de los

    sectores medios de las ltimas dca-

    das que se ha profundizado luego y

    ESPACIOS8

    Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre

    3. Informe de encuesta 2004. Consumo Cultural de

    la Ciudad de Buenos Aires. http://www.argiropolis.

    com.ar/uploadfiles/encuesta2004.pdf

  • 7/25/2019 Espacios culturales

    6/7

    de la crisis de 2001, dejando a los sec-

    tores medios daados econmica-

    mente pero con cierta posesin decapital cultural heredado, en la explo-

    racin de nuevas estrategias sociales,

    en bsqueda del acceso y pertenen-

    cia social que ya no pueden construir

    desde el mbito econmico.

    Es en este punto donde los CC se

    resignifican como espacios favoreci-

    dos para la construccin identitaria y

    de estilos de vida de este sector.

    Se puede pensar entonces que los

    espacios culturales se han resignifica-

    do como lugares donde es posible

    luchar por la legitimacin ciudadana,

    en detrimento de las calles, como

    escenarios prioritarios en la construc-

    cin de la identidad urbana (salvo el

    explosivo proceso de diciembre de

    2001) y en encuentros extraordinarios

    organizados por las polticas guberna-

    mentales donde se lleva la cultura a

    las calles (grandes eventos musicales,

    artsticos, muestras de las produccio-

    nes realizadas en los talleres, eventoscomunitarios, etc.).

    Esta luz que se ha puesto a los CC

    y a los diversos eventos callejeros que

    se organizan desde las polticas pbli-

    cas da tambin un nuevo sentido a

    los usos y prcticas de la ciudad.

    Conclusin

    Abordar, entonces, el anlisis del

    interior de los Centros Culturales en

    los barrios representados en el imagi-

    nario social como de clase media, meha posibilitado observar la existencia

    de relaciones de poder simblico en

    la cotidianeidad de estos espacios,

    que estn en juego en dos dimensio-

    nes imbricadas. Por un lado, el CC se

    conforma como una permanente res-

    puesta cultural a un contexto ms

    amplio y diversificado, en donde se

    observan los procesos de culturaliza-

    cin de lo social y bsqueda de iden-

    tidad en otros procesos ms macros

    de transnacionalizacin4. La cultura

    empieza a ser tomada como recurso,

    econmico y poltico, a la vez que se

    convierte en un espacio de reconoci-

    miento social.

    Por otro lado, es justamente en

    una cierta autonoma en las acciones

    de cada CC, ante las polticas estatales

    sometidas a coyunturas de lucha por

    el poder poltico y profundas crisis

    econmicas, donde el PCB y cada CC

    encuentran nuevas formas en las rela-

    ciones que se entablan entre las

    voluntades de los coordinadores de

    algunos centros y los participantes,

    para reconocer (se) o no, en las polti-

    cas culturales hegemnicas5.

    Si bien, estos espacios se presentan

    como maneras de brindar formas cul-

    turales que estn en juego en nuestra

    sociedad, no distinguiendo entre acti-

    vidades relacionadas con la alta cultura

    y/o con la cultura popular a la hora de

    institucionalizarlas, el nexo que se esta-

    blece entre los actores culturales en

    juego pareciera resignificarse y signifi-carse en la diversidad con la que stos

    se apropian del espacio, construyendo

    relaciones dismiles.

    Paralelamente, es relevante que

    las polticas neoliberales afianzaron

    y/o generaron, indirectamente, en los

    sujetos pertenecientes a los sectores

    medios, sobre todo empobrecidos y

    jvenes (cada vez ms lejos del mer-

    cado laboral) un desarrollo y visualiza-

    cin del arte en actividades culturales

    para y en el espacio pblico.

    Cs. Antropolgicas 9

    Marcela A. Pas Andrade

    4. Garca Canclini, Nstor, Consumidores o ciuda-

    danos, Mxico, Grijalbo, 1995.

    5. Recomiendo leer: Pas Andrade, Marcela Alejan-

    dra, El centro cultural. Una puerta abierta a las

    Polticas culturales, en Cuadernos de antropologa

    Social, N 24, 2006, Buenos Aires, FFYL, UBA.

  • 7/25/2019 Espacios culturales

    7/7

    En consecuencia, las transforma-

    ciones del espacio urbano en la Ciu-

    dad de Buenos Aires, que forjan ten-

    siones polticas y econmicas

    entre la minimizacin de los espacios

    pblicos y la creciente ocupacin de

    los lugares privados, hacen que los

    CC aparezcan, en los barrios porte-

    os, como una zona intermedia que

    conforma un espacio-tiempo deter-

    minado. Espacio-tiempo que respon-

    de al barrio y a un territorio especfi-

    co, en detrimento de la prdida de

    identidad barrial conformada en el

    uso del espacio pblico (plazas cerra-

    das, horarios, inseguridad, etc.), y en

    donde los CC parecieran llevar el

    estandarte de la identidad barrial

    o territorial:

    () entonces necesariamente

    tiene que ser diferente cada centrocultural; ms all tambin de la

    mirada, de la impronta de quienes

    estn a la cabeza de la coordina-

    cin; es muy distinto lo que hace-

    mos nosotros ac de lo que hace La

    Paternal, de lo que hace San Telmo,

    de lo que hace Mataderos o de lo

    que hace Villa Crespo que son

    gente que admiro muchsimo en su

    forma de trabajo pero es muy

    distinto! Y es muy distinto porque

    los barrios son distintos, las realida-

    des son distintas, porque los territo-

    rios y los imaginarios que eligieron

    ellos para trabajar son distintos, y

    porque la personalidad de las per-

    sonas que los conducen son distin-

    tas, e incluso si recorrs el programa

    vas a ver que los equipos de con-

    duccin estn armados de forma

    distinta y la relacin entre los equi-

    pos de conduccin tambin est

    armada de forma distinta. (Coor-

    dinador Centro Cultural, 2005)

    Invariablemente, al contener las

    proyecciones, deseos y aspiraciones

    del territorio al que responden, termi-

    nan constituyndose en un rea de

    lucha simblica entre los diversos

    participantes que concurren. Espacio

    de lucha simblica y material (no

    todos los CC reciben el mismo presu-

    puesto) entre los propios CC y espa-cio de lucha simblica con la propia

    poltica cultural.

    Es posible reflexionar, entonces,

    desde estos espacios culturales, sobre

    los procesos de fragmentacin espa-

    cial y recualificacin cultural, junto a

    la diferenciacin cada vez ms pro-

    funda entre los ricos y los pobres, al

    dar respuesta a una determinada cul-

    tura de identidad barrial convirtindo-

    se as, en territorio de lucha y objeto

    de consumo.

    ESPACIOS10

    Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre

    Cada Centro Cultural tiene una oferta

    de actividades diferente, que responde

    a la demanda de sus participantes.