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7/25/2019 Espacios culturales
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Nuevos espacios culturalesy los protagonistas de siempre
Resumen
Es un hecho que en la dcada del
90 y, con mayor fuerza, luego de la
crisis econmica de 2001, los Centros
Culturales de la Ciudad de Buenos
Aires se han acrecentado fsica y sim-
blicamente, en una ciudad que se
ha incorporado a entender la cultura
como espacio generador de relacio-
nes sociales y construccin de estilos
de vida. Desde estos espacios cultu-
rales, es posible reflexionar sobre los
procesos de fragmentacin espacial
y recualificacin cultural, en paralelo
con la bsqueda de estrategias de
supervivencia de la clase media, den-
tro del modelo cultural hegemniconeoliberal.
Este artculo toma algunos resulta-
dos parciales, de la indagacin en cur-
so, dentro de los Centros Culturales
del Programa Cultural en Barrios, como
campo de mi tesis doctoral.
A travs de un enfoque socioantro-
polgico he realizado entrevistas a
coordinadores, promotores culturales y
jvenes de dieciocho a veinticuatro
aos que asisten a dos, de los casi cua-
renta Centros Culturales con los que
cuenta este Programa gubernamental.
Paralelamente he analizado encuestas,
registros, escritos y archivos generados
por los Centros y por el propio Progra-
ma. He recurrido a distintas estrategias
cualitativas, como la observacin no
participante y la participante. De esta
forma, las estrategias metodolgicas
cuantitativas y cualitativas me han dado
acceso a la vida cotidiana de estos suje-
tos, en relacin con las prcticas a
observar y describir, como a sus signifi-
cados, y me han permitido observar y
describir la estructura en la que estn
inmersos los sujetos y las prcticas.
IntroduccinLas clases medias, histricamente,
han encontrado su abrigo estratgico
identitario en el campo cultural, es
decir en el arte, la lectura, el cine, la
ocupacin de ciertos espacios de
la ciudad, etc. Y, aunque pareci, en la
dcada del 90, que solamente se esta-
ban dedicando a los beneficios
menemistas, revelaron que esto no era
tan as, cuando las calles se llenaron de
sus voces, sus gritos y sus cacerolas, en
diciembre de 20011.
ESPACIOS4
Marcela A. Pas Andrade
Instituto de Ciencias Antropolgicas, FFyL, UBA. Institu-
to Gino Germani. rea de Estudios culturales. Facultad
de Ciencias Sociales, UBA. Doctoranda CONICET
CS. ANTROPOLGICAS
1. Wortman, Ana, (Coord.), Pensar las clases
medias. Consumos culturales y estilos de vida
urbanos, en La Argentina de los noventa, Buenos
Aires, La Cruja, 2003.
7/25/2019 Espacios culturales
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En esta trama, no slo se confor-
m como clase social protagonista de
los hechos, sino que cristaliz la cons-truccin previa (a esta crisis econmi-
ca) de espacios de estrategia y/o
resistencia cultural que el sector
empobrecido de la clase media vena
construyendo y que no estaban sien-
do vistos o tenidos en cuenta.
Esta explosin social e institucio-
nal de diciembre hace luz en esos
espacios culturales que materializan
las tensiones conformadas entre los
diversos intereses de los grupos
sociales que quedando fuera de los
beneficios y/o en bsqueda de
estrategias de supervivencia de clase,
dentro del modelo cultural hegem-
nico neoliberal aspiran a adquirir un
modo de aprendizaje con respecto al
consumo y el cultivo de un estilo de
vida desde el campo cultural.
Uno de estos espacios pareciera
estar ocupado por los Centros Cultu-
rales (CC) del Programa Cultural en
Barrios (PCB), que intentan, a mi crite-rio, dar respuesta en dos niveles para-
lelos. En un nivel, aluden a la deman-
da social de participacin en espacios
democrticos y, en otro nivel, a la
necesidad de recuperar, tanto como
de generar, nuevas actividades cultu-
rales/recreativas (Actividades C/R) que
den identidad tanto en el mbito
barrial como nacional. De esta forma,
los CC se reorientan como lugares de
encuentro pblico conformando un
territorio que justamente centra, pordefinicin de lo cultural, las luchas
simblicas por la hegemona en el
campo de la cultura y, donde parecie-
ra que las clases medias (se) constru-
yen y (se) apropian de un modificado
espacio urbano.
Nuevos espacios culturales
Es tema de agenda sociocultural
la existencia de un nuevo modelo de
ciudad que revela las transformacio-
nes sociales, polticas y econmicas
de los ltimos casi treinta aos, a
nivel global y local.
A partir de la dcada del 80, anivel mundial, comienzan a desarro-
llarse los procesos de globalizacin
econmica e integracin cultural.
Consecuentemente, a nivel regional,
se empiezan a implementar polticas
neoliberales con mayor fuerza en la
dcada del 90. La Argentina, enton-
ces, se incorpora potentemente, a
partir de los aos 80, a un nuevo
modelo econmico cuyo vencedor es
el capital financiero sobre el
industrial2. Y ya, a mediados de los 90,
las polticas neoliberales no pueden
evitar la materializacin de sus conse-
cuencias: en el gobierno menemista
(1989-1999) se toman decisiones pol-
tico-econmicas como la flexibiliza-
cin laboral, la privatizacin de los
servicios pblicos, la concentracin
de actividades bancarias y financieras
en la ciudad y la conversin de la
moneda (1991-2001) y se produce un
auge inmobiliario que, entre otrascausas, condujeron al desempleo
masivo, al aumento de la pobreza, a la
profundizacin de las desigualdades
sociales y culturales, a la pauperiza-
cin de gran parte de la clase media y
al enriquecimiento del resto.
Este particular contexto produjo
nuevos espacios y relaciones sociales,
respondiendo con estos cambios a un
nuevo proyecto poltico y a su conse-
cuente modelo de Ciudad, caracteriza-
do por la prdida de espacios pbli-cos, la proliferacin de barrios priva-
dos, construcciones urbansticas
espectaculares y de visibilizacin de
sectores de la ciudad hacia el resto del
mundo (Puerto Madero, el Abasto,
Retiro, etc.). Se dio la aparicin masiva
de shopping centers, en respuesta a las
exigencias sociales de seguridad, cons-
tituyndose en nuevos espacios pbli-
cos como afirma Capron (1998), en el
texto de Schapira ya citado en este tra-
bajo. Adems de la incorporacin al
Cs. Antropolgicas 5
*
2. Comienza el perodo de transicin democrtica
con no pocos inconvenientes, a consecuencia de
las polticas econmicas y sociales del gobierno
militar: hiperinflacin, desestabilizacin y vulnera-
bilidad social, disminucin de los ingresos,
aumento del desempleo: Entre 1974 y 1985 la
ciudad perdi un tercio de sus empleos industria-
les. Esta cada se mantuvo entre 1985 y 1994, per-
odo en que se registra una baja del 23 % en la
cantidad de obreros, que pasan de 650.000 a
490.000, decapitando al mismo tiempo los gran-des grupos sindicales de los suburbios (Borello et
al., 2000). En la Capital la cada fue an ms rpida
entre 1993 y 1999. Sin embargo, el sector indus-
trial representa an el 14 % de la PEA, cifra no
despreciable, en Prevot Schapira, Marie-France,
Buenos Aires en los aos 90: metropolizacin y
desigualdades, en Eure, Santiago. [Online]. dic.
2002, vol. 28, n 85 [citado 04 mayo 2007],
pp. 31-50. Disponible en internet:
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=
sci_arttext&pid=S0250-71612002008500003&
lng=es&nrm=iso
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mercado de trabajo de mujeres y jve-
nes; la creciente marginalidad, cristali-
zada en el aumento de la presencia de
nios en la calle, as como la prolifera-
cin de los cartoneros y la gente que
realiza trabajos callejeros, etc.
Por tanto, mientras que, por un
lado, la fiesta de la dcada del 90 que
incorpor a nuestro pas al mundomediante el consumo se caracteriz
por las transformaciones rpidas y
espectaculares a nivel socio-espacial,
junto a un discurso que privilegiaba los
favores de la ciudad global acceso a
comunicaciones, tecnologa, viajes,
etc. (Sassen, 1991 en Schapira, 2002),
por el otro, se profundizaron y acrecen-
taron la pobreza y la marginalidad.
Al mismo tiempo, la Reforma a la
Constitucin Nacional de 1994 permi-
ti que la Ciudad de Buenos Aires
comenzara un proceso de autonoma
en relacin con sus instituciones san-
cionando, en 1996, la Constitucin dela Ciudad de Buenos Aires. El nuevo
escenario present un Poder Legisla-
tivo autnomo en donde el Jefe de
Gobierno se pas a elegir por el voto
de los ciudadanos, permitiendo que
el Gobierno de la Ciudad tuviera la
capacidad de intervenir directamente
en los asuntos pblicos locales.
Desde aqu la Ciudad Portea se
ha ido incorporando, con mayor
mpetu, a los procesos de culturaliza-
cin de las ciudades que se produje-
ron a nivel global, entendiendo la
cultura como espacio generador de
relaciones sociales y construccin de
estilos de vida. Se observa el incre-
mento, en las ltimas dcadas, de
espacios y actividades en relacin
con lo cultural, propuestas tanto des-
de las polticas pblicas como desde
las organizaciones privadas.
Los protagonistas de siempre
Las Actividades C/R, organizadas y
sistematizadas por el Estado a travs
de sus polticas culturales, tambin se
construyeron y se resignificaron en el
imaginario de las transformaciones de
los aos 90, cuando se profundizaron
los procesos de consumo y cultura,
llevando a los sectores medios (mayo-
ritariamente los sectores empobreci-
dos) a la adquisicin de un creciente
protagonismo junto a los valores aso-
ciados al patrimonio cultural materiale inmaterial, a las industrias culturales,
al turismo y al consumo cultural,
entre otros.
Refiramos algunos datos recogidos
por una encuesta interna que se llev
a cabo en 2004 en el Centro Cultural
Tato Bores del barrio de Palermo,
dependiente del PCB, a 212 asistentes
regulares.
De un total de 212 asistentes el
41,81 % son jvenes. Esta franja est
seguida por el grupo de 40 a 59 aos,
ESPACIOS6
Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre
Los barrios de la Ciudad de Buenos Aires
7/25/2019 Espacios culturales
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con un 21,69 % de asistentes; de 25 a
39 aos hay un 16,48 %; de ms de
60, un 9,90 % y, por ltimo, de 12 a 15aos, un 9,43 %.
En relacin con sus estudios, el
nivel educativo de la poblacin
encuestada se distribuye en un 70 %
alto, un 24 % medio, un 5 % bajo y un
1 % Ns/Nc.
Otro dato destacable se relaciona
con la situacin laboral de los asistentes
al Centro: mientras que un 46 % de los
encuestados trabaja, el 32 % no lo hace,
el 21 % lo hace a veces, y el 1% Ns/Nc.
El nivel econmico fue medido
considerando la posesin de 4 bienes:
TV, un 97 %; videocasetera, un 7 %;
DVD, un 13 % y algn sistema de
cable, 67 %. A partir de estos datos se
concluy que los asistentes pertene-
can a sectores de niveles econmicos
de medios a altos.
En cuanto a las Actividades C/R
que les gustara hacer en el Centro
Cultural por grupo etario respondie-
ron (nombrar las tres primeras elec-ciones): entre 12 y 15 aos: boxeo,
artes marciales y gimnasia artstica.
Entre 16 y 24 aos: teatro, fotografa y
canto. Entre 25 y 39 aos: danza, circo
y acrobacia. Entre 40 y 59 aos: tango,
canto y teatro. Y el grupo de ms de
60 aos: teatro, danza y yoga.
En general, tambin se han esco-
gido actividades como: guitarra, cine,
danza jazz, danza rabe, msica, pin-
tura, maquillaje, clown, malabares,
mimo, coreografa, percusin, tap,recitales, pilates, esgrima, bijou, circo,
rabe, afro, patrimonio artstico, escul-
tura, candombe-murga, historia del
arte, discusin de temas, periodismo,
letras, audiovisuales y otras.
Resumiendo los datos, podemos
caracterizar a la poblacin que asiste
al Centro Cultural como mayormente
adolescente y joven, de nivel educati-
vo alto, perteneciente a niveles eco-
nmicos que van de medio a alto;
cerca de la mitad de los asistentes
regulares al centro cultural realiza
algn tipo de trabajo remunerado.
Si bien ste es slo uno de los casicuarenta Centros Culturales que
dependen del Programa (selecciona-
mos el Tato Bores por localizarse en un
barrio representado por los sectores
medios, ya que est ubicado en Soler
3900, Palermo), destaco que todos los
Centros coinciden en brindar activida-
des que apuntan a la iniciacin artsti-
ca, la expresin cultural, el rescate de
la memoria y la reconstruccin de la
identidad, respondiendo a los objeti-
vos generales del Programa. Pero tam-
bin difieren en ciertas actividades
segn el inters/objetivo del coordina-
dor/a, el presupuesto con el que cuen-
tan y las expectativas del barrio en el
que estn trabajando.
Estas caractersticas particulares
hacen que se construyan en cada
centro las ofertas culturales bajo la
relacin produccin/consumo/valor
simblico, vinculadas al inters de los
participantes. Inters que genera que
al iniciarse cada cuatrimestre, varenlas actividades y que la oferta difiera
de un CC a otro.
La variedad de las actividades C/R,
por tanto, representa al Centro Cultu-
ral en cuanto a la pertenencia a un
territorio particular, que responde a
un determinado sector social.
Se le suma que, a travs de las prc-
ticas C/R que se desarrollan en cada
Centro, se cristalizan tambin estilos de
vida en las elecciones que hacen los
sujetos de estas prcticas, implicando
Cs. Antropolgicas 7
Marcela A. Pas Andrade
El Programa Cultural en Barrios (PCV) se desarrolla
en casi cuarenta Centros Culturales distribuidos
en la Ciudad de Buenos Aires.
7/25/2019 Espacios culturales
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una disciplina de vida, un compromiso
con el cuerpo, una filosofa alternativa,
etc., que parecieran contener y repro-ducir, dentro de sus diversas ofertas,
distintos sentidos y significados de per-
tenencia social, y que dejan en eviden-
cia la posesin de un determinado
capital cultural que es invertido en el
tiempo libre (gran cantidad de horas y
de realizacin de distintas actividades
dentro del Centro Cultural y en otros
espacios que se le vinculan):
Marcia: () estbamos buscando,
porque nosotras hacemos danza
contempornea y estbamos bus-
cando un lugar para hacer haca-
mos en el Taller del ngel de Patri-
cia Sosa, no de Patricia eh una
actriz y estbamos buscando as,
cursos y tenamos inters en hacer
swing y todas esas cosas y no
encontrbamos.
Valeria: Yo quiero hacer algo
avanzado, porque estoy haciendohace mucho y
Pregunta: Cunto hace que
estudis?
Valeria: Hace 5 aos antes
haca en otro lugar, porque cuan-
do era chica haca danza clsica
hice de los 5 hasta los 9, despus
deje y volv al mismo lugar, y el
lugar cerr y empezamos ah en el
Taller del ngel. Estaba buscando
algo ms avanzado porque es un
lugar donde es de principiantes.Entonces yo quera hacer algo
ms avanzado .
(Valeria y Marcia, CC Tato Bores,
2005.)
Estos sectores son justamente los
que tienen, siguiendo a Pierre Bourdieu
(1991) en su trabajo La distincin: Criterio
y bases sociales del gusto,el conocimiento
de los nuevos bienes culturales; la lgica
del funcionamiento de la produccin de
estos bienes y las estrategias de distin-
cin de su propia dinmica, as como el
valor social que poseen, el valor culturaly el uso apropiado, son lo que predispo-
ne a los bienes culturales a presentarse y
funcionar diferencialmente entre los gru-
pos sociales convirtindose en herra-
mientas de distincin. Por tanto, los sec-
tores dominantes que poseen, no slo
mayor capital econmico, sino tambin
cultural, pondrn el eje de las relaciones
sociales de distancia entre los grupos, en
la capacidad de disfrute y de apropia-
cin de signos distintivos (bienes y/o
prcticas). No es slo la posibilidad de
consumirlos, sino la capacidad de apro-
piarse de estos signos que los distin-
gan socialmente. Esta lucha simblica
para afirmar la singularidad se refleja en
un permanente accionar dirigido a la
conservacin y bsqueda de bienes y
prcticas que se reconozcan como sig-
nos de distincin, y no como bienes
ordinarios y divulgados.
Si bien parece paradojal que los
sectores de ms altos ingresos seanlos que ms participan de las activida-
des C/R gratuitas ofrecidas por el
Estado3, no lo es. Porque justamente
estos sectores son los que poseen el
capital cultural y un estilo de vida que
se caracteriza por una valoracin rele-
vante del tiempo libre y del consumo
cultural. Esto se concreta en las activi-
dades elegidas que conllevan una
muestra de estatus social por medio
de la posesin de conocimientos y
de cierta cultura.Como fielmente ha sucedido, son
los sectores medios los que mayorita-
riamente protagonizan los proceso
culturales, y los datos que arroja el
informe de la encuesta sobre Consu-
mo Cultural de la Ciudad de Buenos
Aires, realizada en 2004 y ya citada en
este trabajo, nos hacen posible visua-
lizar la crisis interna en la construc-
cin de las relaciones sociales de los
sectores medios de las ltimas dca-
das que se ha profundizado luego y
ESPACIOS8
Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre
3. Informe de encuesta 2004. Consumo Cultural de
la Ciudad de Buenos Aires. http://www.argiropolis.
com.ar/uploadfiles/encuesta2004.pdf
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de la crisis de 2001, dejando a los sec-
tores medios daados econmica-
mente pero con cierta posesin decapital cultural heredado, en la explo-
racin de nuevas estrategias sociales,
en bsqueda del acceso y pertenen-
cia social que ya no pueden construir
desde el mbito econmico.
Es en este punto donde los CC se
resignifican como espacios favoreci-
dos para la construccin identitaria y
de estilos de vida de este sector.
Se puede pensar entonces que los
espacios culturales se han resignifica-
do como lugares donde es posible
luchar por la legitimacin ciudadana,
en detrimento de las calles, como
escenarios prioritarios en la construc-
cin de la identidad urbana (salvo el
explosivo proceso de diciembre de
2001) y en encuentros extraordinarios
organizados por las polticas guberna-
mentales donde se lleva la cultura a
las calles (grandes eventos musicales,
artsticos, muestras de las produccio-
nes realizadas en los talleres, eventoscomunitarios, etc.).
Esta luz que se ha puesto a los CC
y a los diversos eventos callejeros que
se organizan desde las polticas pbli-
cas da tambin un nuevo sentido a
los usos y prcticas de la ciudad.
Conclusin
Abordar, entonces, el anlisis del
interior de los Centros Culturales en
los barrios representados en el imagi-
nario social como de clase media, meha posibilitado observar la existencia
de relaciones de poder simblico en
la cotidianeidad de estos espacios,
que estn en juego en dos dimensio-
nes imbricadas. Por un lado, el CC se
conforma como una permanente res-
puesta cultural a un contexto ms
amplio y diversificado, en donde se
observan los procesos de culturaliza-
cin de lo social y bsqueda de iden-
tidad en otros procesos ms macros
de transnacionalizacin4. La cultura
empieza a ser tomada como recurso,
econmico y poltico, a la vez que se
convierte en un espacio de reconoci-
miento social.
Por otro lado, es justamente en
una cierta autonoma en las acciones
de cada CC, ante las polticas estatales
sometidas a coyunturas de lucha por
el poder poltico y profundas crisis
econmicas, donde el PCB y cada CC
encuentran nuevas formas en las rela-
ciones que se entablan entre las
voluntades de los coordinadores de
algunos centros y los participantes,
para reconocer (se) o no, en las polti-
cas culturales hegemnicas5.
Si bien, estos espacios se presentan
como maneras de brindar formas cul-
turales que estn en juego en nuestra
sociedad, no distinguiendo entre acti-
vidades relacionadas con la alta cultura
y/o con la cultura popular a la hora de
institucionalizarlas, el nexo que se esta-
blece entre los actores culturales en
juego pareciera resignificarse y signifi-carse en la diversidad con la que stos
se apropian del espacio, construyendo
relaciones dismiles.
Paralelamente, es relevante que
las polticas neoliberales afianzaron
y/o generaron, indirectamente, en los
sujetos pertenecientes a los sectores
medios, sobre todo empobrecidos y
jvenes (cada vez ms lejos del mer-
cado laboral) un desarrollo y visualiza-
cin del arte en actividades culturales
para y en el espacio pblico.
Cs. Antropolgicas 9
Marcela A. Pas Andrade
4. Garca Canclini, Nstor, Consumidores o ciuda-
danos, Mxico, Grijalbo, 1995.
5. Recomiendo leer: Pas Andrade, Marcela Alejan-
dra, El centro cultural. Una puerta abierta a las
Polticas culturales, en Cuadernos de antropologa
Social, N 24, 2006, Buenos Aires, FFYL, UBA.
7/25/2019 Espacios culturales
7/7
En consecuencia, las transforma-
ciones del espacio urbano en la Ciu-
dad de Buenos Aires, que forjan ten-
siones polticas y econmicas
entre la minimizacin de los espacios
pblicos y la creciente ocupacin de
los lugares privados, hacen que los
CC aparezcan, en los barrios porte-
os, como una zona intermedia que
conforma un espacio-tiempo deter-
minado. Espacio-tiempo que respon-
de al barrio y a un territorio especfi-
co, en detrimento de la prdida de
identidad barrial conformada en el
uso del espacio pblico (plazas cerra-
das, horarios, inseguridad, etc.), y en
donde los CC parecieran llevar el
estandarte de la identidad barrial
o territorial:
() entonces necesariamente
tiene que ser diferente cada centrocultural; ms all tambin de la
mirada, de la impronta de quienes
estn a la cabeza de la coordina-
cin; es muy distinto lo que hace-
mos nosotros ac de lo que hace La
Paternal, de lo que hace San Telmo,
de lo que hace Mataderos o de lo
que hace Villa Crespo que son
gente que admiro muchsimo en su
forma de trabajo pero es muy
distinto! Y es muy distinto porque
los barrios son distintos, las realida-
des son distintas, porque los territo-
rios y los imaginarios que eligieron
ellos para trabajar son distintos, y
porque la personalidad de las per-
sonas que los conducen son distin-
tas, e incluso si recorrs el programa
vas a ver que los equipos de con-
duccin estn armados de forma
distinta y la relacin entre los equi-
pos de conduccin tambin est
armada de forma distinta. (Coor-
dinador Centro Cultural, 2005)
Invariablemente, al contener las
proyecciones, deseos y aspiraciones
del territorio al que responden, termi-
nan constituyndose en un rea de
lucha simblica entre los diversos
participantes que concurren. Espacio
de lucha simblica y material (no
todos los CC reciben el mismo presu-
puesto) entre los propios CC y espa-cio de lucha simblica con la propia
poltica cultural.
Es posible reflexionar, entonces,
desde estos espacios culturales, sobre
los procesos de fragmentacin espa-
cial y recualificacin cultural, junto a
la diferenciacin cada vez ms pro-
funda entre los ricos y los pobres, al
dar respuesta a una determinada cul-
tura de identidad barrial convirtindo-
se as, en territorio de lucha y objeto
de consumo.
ESPACIOS10
Nuevos espacios culturales y los protagonistas de siempre
Cada Centro Cultural tiene una oferta
de actividades diferente, que responde
a la demanda de sus participantes.