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 LA TOLERANCIA COMO SUBSIDIO . José  DE ARMAS DÍAZ Cuando se me propuso hacerme cargo nada menos que de la moderación de un foro, lo primero que se me vino a la mente fue la confesión que el gran maestro Donoso Cortés hizo en cierta ocasión al Conde Raczynski: «Soy harto rígido y dogmático pata convenir yo a nadie y para que nadie me convenga a mí. Sé muy bien la necesidad imperiosa que todos sienten de transigir, de bor- dear, de ceder, para vencer obstáculos; pero yo desprecio todo esto corno otro desprecia la virtud» (1). Es frase que podría repetir ahora a ustedes si yo no supiera que todos los que asistimos a estas maravillosas jornadas de estudio y reflexión convenimos en todo. de manera dogmática e incluso rígida. Por ello precisamente no me fue difícil aceptar esta peque- ña responsabilidad, y por ello precisam ente os pido el subsidio de vuestra tolerancia para conmigo] y, que, por supuesto, me moderéis si en algo soy, indebidamente, menos tolerante que ustedes. Dice el diccionario que tolerar es «Sufrir, soportar, llevar con paciencia. // Disimular o permitir algunas .cosas sin consentirlas expresam ente». Es evidente, pues, que para tolerar algo :es necesa- rio no compartirlo. N o compartir una cosa es, en cierto modo, ne- garla. Cuando se niega algo es de suponer que se afirma lo con- trario. D e ahí que la tolerancia tenga siempre un carácter dialéctico de pasiva omisión; de sentido negativo. Por lo tanto, mientras más y más profundas afirmaciones se posean, más expuesto se está a ser intolerante .. .. . . .. (1) Carta ¡de 10 de diciembre de 1851. Obras -.completas; t. II, pági- na 953, ed. B. A. G , M adrid, 1970. 114}

Estado y Subsidiariedad

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Concepción natural, realista y tomista

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  • LA TOLERANCIA COMO SUBSIDIO

    . Jos DE ARMAS DAZ

    Cuando se me propuso hacerme cargo nada menos que de la

    moderacin de un foro, l o primero que se m e vino a la mente f u e

    la confesin que el gran maestro Donoso Corts hizo en cierta

    ocasin al Conde Raczynski: Soy harto r gido y dogmtico pata

    convenir yo a nadie y para que nadie me convenga a m. S muy

    bien la necesidad imperiosa que todos sienten de transigir, de bor-

    dear, de ceder, para vencer obstculos; pero y o desprecio todo esto

    corno otro desprecia la virtud ( 1 ) .

    Es frase que podra repetir ahora a ustedes si y o no supiera

    que todos los que asistimos a estas maravillosas jornadas de estudio

    y reflexin convenimos en todo. de manera' dogmtica e incluso

    rgida. Por el lo precisamente n o me f u e dif ci l aceptar esta peque-

    a responsabilidad, y por ello precisamente os pido el subsidio de

    vuestra tolerancia para conmigo] y, que, por supuesto, me moderis

    si en a lgo soy, indebidamente, menos tolerante que ustedes.

    Dice el diccionario que tolerar es Sufrir, soportar, llevar con

    paciencia. / / Disimular o permitir algunas .cosas sin consentirlas

    expresamente. Es evidente, pues, que para tolerar ' a l g o :es necesa-

    rio no compartirlo. N o compartir una cosa es, en cierto modo, ne-

    garla. Cuando se niega algo es de suponer que se afirma lo con-

    trario. D e ah que la tolerancia tenga siempre un carcter dialctico

    de pasiva omisin; de sentido negativo. Por lo tanto, mientras ms

    y ms profundas afirmaciones se posean, ms expuesto se est a ser

    intolerante.. .. . . ..

    (1) Carta de 10 de diciembre de 1851. Obras -.completas; t. II, pgi-na 953, ed. B. A. G, Madrid, 1970.

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  • JOSE DE ARMAS DIAZ

    De dos modas deca Raimundo de Parias Brito, ese gran brasileo estudiado por nuestro Elias de Tejada puede el hom-bre proceder en sociedad: de conformidad con sus convicciones o de conformidad con sus conveniencias. No se comprende que pue-da proceder de otro modo, a menos que no se halle en su estado normal. Se puede establecer, pues, como regla, que el grado de mo-ralidad est en razn inversa del sacrificio de las convicciones a las conveniencias. As, aquel que nunca sacrif ica sus convicciones a las conveniencias es un hombre perfecto. A veces sucede que nuestras convicciones coinciden con nuestras conveniencias. Eri este caso el hombre es feliz, pero no tiene\ gran mrito; falta aquello que cons-tituye el verdadero merecimiento: la lucha, el esfuerzo indivi-dual: (2). Estas verdades sobre el bien tico de la naturaleza hu-mana, expresadas quizs en un lenguaje de laico idealismo, puede subrayarlas cualquier catlico consecuente.

    En efecto, Michel Creuzet deduce que el hecho de tolerar su-pone tener claro el concepto del mal y del bien, e incluso la vo-luntad de desear este ltimo. Y, lgicamente, afirma que la tole-rancia en s es un mal, ya que nadie soporta un bien... pero se soporta el mal, citando no se puede obtener l bien que se desea y reproduce el siguiente ejemplo de Jean Ousset, que explica el he-cho de cierta tolerancia como mal menor: ... el hecho de cortar una pierna gangrenada permite sanar al enfermo. Lo que jams ha querido decir que, incluso en ese caso, el amputado pueda con-siderar un bien tener una pierna de menos (3).

    La tolerancia es una actitud que tiene al prjimo por objeto. La caridad es virtud que regula nuestra relacin con el prjimo. Es la tolerancia un mal. Es la caridad un bien. La verdad es el lmite de todo bien y d todo mal. Es, pues, la verdad el justo lmite en-tre caridad y tolerancia.

    (2)' Francisco Elias de Tejada: Las doctrinas polticas de Raimundo de Parias Brito, Ed. Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla, 1953 (pg. 120).

    (3) Michel Creuzet: Libertad, liberalismo y tolerancia, en Verbo, 181-182, pg. 167.

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  • LA TOLERANCIA COMO SUBSIDIO

    As precisa Po XI en una de sus ms discutidas encclicas. ... este amor inteligente y misericordioso para con los descarriados y para con los mismos que os ultrajan, no significa; ni en manera alguna puede significar renuncia a proclamar, a hacer valer y a de-fender con valenta la verdad\ y aplicarla a la realidad que os ro-dea. El primero y ms obvio don amoroso d mundo es servirle la verdad toda entera; desenmascarar y refutar el error, cualquiera que sea su forma o disfraz. La renuncia a esto sera no solamente una traicin a Dios y a vuestra santa vocacin, sino un delito en lo to-cante d verdadero bienestar de vuestro pueblo y de vuestra pa-tria (4).

    Es por todo ello precisamente que cuando nos enfrentamos al mundo combatiendo errores intolerables, unas veces la aviesa des-vergenza 7 otras veces la ignorancia de nuestros contrincantes tan-tas veces sedicentes hermanos en la fe!, la primera palabra que nos opone como argumento contrario es la caridad. Como si el amor inteligente 7 misericordioso que ciertamente debemos al mayor de nuestros enemigos, tuviera que trascender el mbito personal para invadir, admitiendo, como buenas, todas las cosas que aqullos hagan o afirmen 7 al mismsimo diablo si as lo desearan.

    En las Cortes Constituyentes de la II Repblica Espaola, el que ms tarde sera mi gran obispo Pildain, haciendo uso de su pro-verbial santa intransigencia, ante un cnico reproche de esta cala-a, no tuvo demora en contestar a le laicistas: Todo hombre sin-cero y consciente no puede menos de profesar la intolerancia doc-trind, porque quien no la sintiera, seria un farsante. Por eso, voso-tros, d que no comparle los principios socidistas, le expulsis del partido, de igud modo que la Iglesia, d que reniega de sus doc-trinas, lo excomulga de su seno (en 1933...}, pero eso no se opone a que unos y otros nos tratemos con cortesa, con respeto y afecto, que son primordides de la vida y de la civilizacin con-temporneas (5). -

    - (4) Encclica M/t Brenmender Sorge (14 de marzo de 1937). (5) Discurso de la sesin de 10 de febrero de 1933.

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  • JOSE DE ARMAS DIAZ

    Forther in re, suaviter in modo (sustandalmente fuerte, pero suave en la forma) era la divisa de Po IX- Un momento antes de reunimos aqu me deca uno de los pre-sentes que en multitud de ocasiones hemos de callar nuestro tes-timonio,: hacindonos un nudo en la lengua para no faltar a la ca-ridad. Recordaba, por ejemplo, que en ua poco numerosa reunin social se hablaba con cierto desparpajo heterodoxo sobre el llamado amor libre. Hubo que. guardar un solemne silencio porque, vagaba en el ambiet la aterrada y hmeda mirada del sexagenario padre de un homosexual. No se poda, d ninguna: manera machacar el corazn de aquel hombre. Quin de nosotros no ha vivido mo-mentos similares? Son situaciones violentas, situaciones de toleran-cia lmite que nos propicia-constantemente el desquiciado mundo que vivimos. ,. . , ....

    En una frase lapidaria nos lo dice San Agustn: matar d error y amar d que yerra.Y. de esta manera tenemos que, frente. a cual-quier mal, pertrechados, de caridad y .paciencia infinita hacia cual-quier prjimo, podemos y debemos,, por. ejemplo, amar al dem-crata, , al. iliberal, al comunista, al criminal,. al invertido, a.la. femi-nista y al imbcil, $in dejar; de odiar a la democracia, al liberalismo, al comunismo, jl crimen,. a la homosexualidad, al machismo femi-nista y a la imbecilidad. . r f 7 . , ; . .

    Quede pen, claro dice Vo Hildebrand en su. precioso libro El Caballo de Troya en. la Ciudad de Dios que, cuando fot una confusa nocin d caridad o por debilidad de corazn o por benevolencia superficie, creemos que. hay que de^ar en su error, a la persona que yerra: enionceshemosdejado de tomarle en serio como persona, y no tenemos ya inters en su bien objetivo (6). "

    El hombre como persona..., imagen y semejanza de Dios. El Estado como persona colectiva, a imagen y semejanza de la Ley de Dios. . v( _ ; '

    Santo Toms de Aquino, e pensador libre por excelencia de todos los telogos que en el mundo han sido y digo esto por

    ( 6 ) Dietrich voh Hildebrand: El caballo de Troya en la Ciudad de Dios, Ed. Fax, Madrid^i?4 (pg. 194)1 f : ' " - "

    tid

  • LA TOLERANCIA COMO SUBSIDIO

    distinguirlo de los .que avergonzndose de vestir su hbitio e im-buidos de la corriente mundana, secular y marxista, pretenden intil-mente, desde dentro mismo de la desafortunada Orden de Predio cadores, encadenar su pensamiento y callar su voz, nos advierte al respecto: Tambin en estp la ley humana debe proponerse imitar a Dios, que al perthifir que haya males en el mundo, ni quiere que los males se hagan, ni quiere que no se hagan, sino quiere permitir que l&s haya, lo cual es bueno (7). Y Po XII precisa: El deber de rprimir las desviaciones morales y religiosas fio pitedie, por tanto; ser la ltima norma de accin. Tal deber ha de estar subordinado a ms altas y ms generales normas, que en algunas circunstancias permiten, ms an, muestran como el mejor camino, no impedir el error para promover un bien mayor (8); ! ' -

    Tal es el caso, por ejemplo, de la tolerancia activa y cons-ciente que con respecto a la democracia practicamos muchos de los que odiamos el mal democrtico : abstenernos de participar en su sucio juego (aunque ello propicie la circunstancial ventaja del ee-mig) para socavar sus principios y hacer fracasar sus postulados. En ltimo caso es ms probable el triunfo en l lucha contr el error abierto y declarado, que el triunfo en la lucha "contra la ti-bieza tolerantista. ^ T 1 1.V V ;

    Tibieza tolerantista he dicho por no dedr intencin guberna-mental desenfrenada, de promover l mal, desde una perspectiva cos-ttudonalmente atea. " ' t . , ;

    Esa es hoy por hoy nuestra lucha; la. ludia contra la tiebizg. to-lerantista, poique quines detentan el poder estn legalizando muy mal el bien y muy bien el mal, pero siempre disimulando. pora. que su labor no tropiece con Ja consecuente intolerancia de un pueblo que an no ha perdido del todo los valores patrios, entre los cuales desde siempre figura, como, el .primero, I& fe en .la Verdad., " ^

    . . . * * .. .* y

    (7) Suma Teolgica, 1, q. 19, r' (8) Discurso de 6 de diciembre de 195^. ; :

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  • OSE DE ARMAS DIAZ

    He de confesar que deliberadamente hasta aqu he querido con-siderar la tolerancia como subsidio en un sentido horizontal, de prjimo a prjimo, no por estpido e insumiso prurito de origina-lidad, sino por tres razones: 1.8 Por no repetir machaconamente lo que otras personas ms autorizadas que yo nos han enseado a lo largo de estos tres das. 2.8 Porque de prjimo a prjimo y de pr-jimo en prjimo debe construirse la sociedad y el Estado para que las partes formen un todo orgnico, y 3.a Porque est claro que para observar la tolerancia en funcin del principio de subsidiariedad con alguna consecuencia prctica (como aqu se pretende), habamos de fijarnos en nuestro caso concreto y suponer, utpica y falsamente, la bondad responsable de todo Estado...

    Nos dice Po XII: Cul es la verdadera nacin de Estado sino la de un organismo moral fundado en l orden moral del mundo? El Estado no es una omnipresencia opresora de toda legtima auto-noma. Su fundn, su magnifica fundn, es ms bien favorecer, ayu-dar, promover la ntima coalicin, la cooperacin activa, en el sentido de una unidad ms dta, de los 'miembros que, respetando su subor-dinacin a los fines del Estado, cooperan, de la mejor manera posi-ble d bien de la comunidad, precisamente en cuanto que observan y desarrollan su carcter particular y naturd: (9).

    Y Juan XXIII nos precisa cmo debe concebirse el bien comn: SI bien comn debe procurarse por tales vias y medios que no slo no pongan obstculos a la sdvacin eterna del hombre, sino, por el contrario, le ayuden a conseguirla (10).

    Pero ese no es hoy el Estado. El Estado es tan distinto, que po-demos y debemos reprobarlo con aquellas, mna vez ms profticas, palabras de Vzquez de Mella: En virtud de qu derecho, el Estado, que es la persona colectiva ms extensa, tiene derecho a crear y a dispensar la persondidad a las dems personas colectivas? ... Al Es-tado antes le precedi la familia, el Munidpio; y con las herman-dades de comarcas la regin, que por punto generd fue Estado. Y ahora l, el ltimo que llega, quiere crear los anillos anteriores sin

    (9) Discurso de 5 de agosto de 1950. ( 1 0 ) Encclica Pacen in Terrrs, 59.

    J202

  • LA TOLERANCIA COMO SUBSIDIO

    los cuales l no existira. Es la cpula y la techumbre social, pero dice que l tiene derecho a hacer los muros y los cimientos del edificio cuando, claro es que, si los muros y cimientos no preexistieran, la cpula y la techumbre estaran en el aire (11).

    * *

    Una mano sua faciebal opus, et altera tenebat gladium, reza la mxima del varn virtuoso que se dispone a luchar como1 soldado del reino social de Cristo. Claro est que mientras obramos en pro de un Reino que no es de este mundo (12), hemos de empuar la espada, que no es es precisamente para la paz (13).

    La dificultad est en saber con qu materiales edificaremos la dudad catlica, y cundo tenemos que emvainar la espada de nuestro celo. La dificultad nuestra es saber dnde empieza y termina la to-leranda como subsidio del bien que como catlicos hemos aceptado, y dnde comienza la toleranda como suiddio de nuestro ser ntol-gico. Pero, con todo, no es eso tampoco lo ms difdl.

    Una vez estudiadas las delimitaciones generales entre una y otra tolerancias, el mayor inconveniente est en levantarse del reclinato-rio, sacar la verdad del gabinete de trabajo y llevarla a un mundo que tiene por virtudes teologales el fanatismo, el determinismo materia-lista y la filantropa mal entendida, y por virtudes cardinales la im-prudencia, la njustida, la blandenguera y la destemplanza.

    Es muy duro para quien no est dispuesto a afrontar a la vuelta de cada esquina el reto proftico de San Po X: Seris llamados papistas, clericales, retrgrados, intransigentes. Enorgullecemos de ello! (14). Y es muy duro, no precisamente porque nos regalen los odos con stos y otros piropos faciIones que ciertamente nos enor-gullecen, sino porque cuesta mucho ser intransigente sin dejar tras

    (11) Discurso en el Parlamento de 27 de febrero de 1908. (12) Jn. 18, 36. (13) Mt. 10, 24. (14) Citado por Jean Ousset en Para que El reine, Ed. Speiro, Madrid,

    1961 (pg. 303).

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  • fOSE DE ARAHFDlAZ <

    de s lo que debemos d evitar con todos los medios lcitos: la reaccin encarnizada e contra de la Verdad.

    Sin embargo, las palabras de San Pablo no admiten duda: TV conjura en presencia de Dios y de Cristo Jess, que ha dg venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestacin y por su Reino: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, ame-naza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendr un tiem-po en qu los hombres no soportarn la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harn con un montn de maestros por l prurito de or novedades; apartarn sus odos de la verdad y se volvern a las fbulas, Tr en cambio, prtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la funcin de evan-gelizar, desempea a la perfeccin tu ministerio (15 ). / Parec cmo si el apstol en esta carta quisiera decirnos, sin ms: Posiete de los Dones del Espritu Santo, practica y predica todas las virtudies; d la tolerancia no te preocupes, que va impl-cita y se te dar por aadidura.

    (15. II Tira. 4, 1-5.

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