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8/18/2019 Estructuralismo, posestructuralismo y deconstrucción
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Estructuralismo, posestructuralismo y deconstrucción: continuidad y divergencias
El término posestructuralismo presenta una serie de dificultades. Se puede afirmar que
esto es así porque, en primer lugar porque no parece haber surgido de la boca y la letra
de los propios investigadores que habitualmente se mencionan como referentes de estacorriente (como Julia Kristeva, Jacques errida o !illes eleu"e, para citar algunos de
los e#emplos m$s célebres%, sino que fue utili"ado &desde afuera' con respecto a tales
autores y sus obras, como una denominacin que r$pidamente se mostr fértil en su
designacin clasificatoria en el interior de las universidades anglosa#onas y que
r$pidamente se fue e)tendiendo, y encontr eco y aceptacin en $mbitos similares de
otras tradiciones nacionales.
Ese tipo de operacin de designacin, y los problemas que trae asociados para la
comprensin y el an$lisis, nada tienen de nuevo por otra parte, puesto que ya se conocen
desde larga data dentro de los la literatura y los estudios literarios, en particular en loque respecta a su desarrollo a lo largo del siglo veinte como lo ilustra claramente lo
ocurrido con el formalismo ruso y el estructuralismo. En relacin a este *ltimo
sustantivo, vale la pena se+alar la parado#a que envuelve el hecho de que varios de los
autores a los que aquí se hace referencia dedicaron un buen esfuer"o para despegarse de
su alcance y cuando creían haber resuelto la cuestin pasaron autom$ticamente, como si
hubieran atravesado una aduana, a formar parte del posestructuralismo, es decir que
fueron recogidos por el capítulo siguiente del manual y de la historia de la crítica
literaria, y posibilitaron, de paso, que los suplementos culturales de los diarios pudieran
preparar ya una nueva nota central.uede claro que aquí posestructuralismo interesa simplemente a los fines pr$cticos de
&ponerse de acuerdo' sin demasiados pre$mbulos en relacin a un cierto universo del
discurso a partir del término con que m$s com*nmente se lo designa en los $mbitos
universitarios y también fuera de ellos, en artículos periodísticos, bibliotecas y librerías.
-ero por su naturale"a es también obligado se+alar el presupuesto de que se trata de una
calificacin en el m$s alto grado de generalidad, lo cual supone necesariamente que el
an$lisis concreto de conceptos, obras, artículos y autores tiene entre sus cometidos
b$sicos obligatorios precisar los predicaciones que en cada caso encierra (y qui"$s
obtura% tal designacin.Entre las virtudes, si puede usarse tal sustantivo, que pueden enlistarse a favor de su
antecesora, la corriente estructuralista, est$ la de haber generado, incluso antes de que
fuera percibida como una escuela fuerte y definible, un sinn*mero de críticas y
polémicas, casi todas ellas bien interesantes y de rica proyeccin conceptual en los a+os
posteriores.
El término posestructuralsimo tiene, de esta manera, la particularidad de recoger un
singular fenmeno que ocurri con la corriente que se considera como su inmediata
antecesora, una de esas parado#as que Jacques errida solía denominar &esc$ndalo'.
-orque el estructuralismo se despla" desde su origen francés hacia otras "onas delmundo con la característica de que pr$cticamente en todas partes su arribo coincidi con
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las duras críticas que recibía. e tal modo ocurri en uenos /ires, por e#emplo. /sí,
los universitarios y especialistas al mismo tiempo que actuali"aban aquellos
conocimientos sobre ling0ística y fonología que les posibilitarían penetrar el
vocabulario que el estructuralismo traía consigo, entraban en contacto con artículos y
obras de otros ling0istas, filsofos, psiclogos, socilogos y mar)istas que se dedicabana demoler el dogma de la estructura.
-or lo general lo hacían de una manera muy especial. Es decir, en el sentido de que
pretendían volver ese combate productivo desde una perspectiva metodolgica y
terica, pero incluso también política, ra"n por la cual la crítica, por lo general quedaba
claro, m$s o menos implícitamente, suponía el rescate de aquellos componentes que se
consideraban valiosos y que el estructuralismo traía consigo1 como si entre ortodo)os y
heterodo)os e)istiera un acuerdo o consenso e)plícito determinado por la certidumbre
de que, cualquiera fuera su resolucin, se asistía a un capítulo fundamental en la
moderni"acin y consolidacin de las ciencias sociales. Este fenmeno de crítica yrecuperacin es particularmente notorio en un libro como La estructura ausente.
Introducción a la semiótica del italiano 2mberto Eco, una obra cl$sica de su época y a
la ve" bien emblem$tica de lo que se acaba de afirmar.
La struttura ausente es de 3456 (aquí la citamos seg*n la versin espa+ola traducida por
7rancisco Serra 8antarell, arcelona, 9umen, 34:6%. En uno de sus *ltimos apartados y
a modo de balance crítico el autor italiano reali"aba el simple se+alamiento
epistemolgico de que una cosa es que la nocin de estructura fuera #u"gada como
presupuesto ontolgico, y por lo tanto estimada como una suerte de esencia oculta propia del ob#eto que se pretende estudiar, y muy otra que se la tomara como una
necesidad metodolgica, de car$cter inevitable y fatal a #u"gar por los dichos de algunos
investigadores, pero, como toda herramienta, revisable y cuestionable en cuanto a sus
verdaderos alcances1 un medio como otros, no una meta a alcan"ar.
/sí, Eco concluye;
/l estar ausente, la estructura no puede ser considerada como el término ob#etivo de una
investigacin definitiva, sino como un instrumento hipotético para ensayar fenmenos y
trasladarlos a correlaciones m$s amplias. (p$g. %
2na estructura, entonces, debía ser entendida b$sicamente en consonancia a loscomponentes de un modelo e)plicativo;
Estos modelos pueden ser tericos, en el sentido de que han de ser postulados como los
m$s cmodos y &elegantes' anticip$ndose así una recensin empírica y una
reconstruccin inductiva que en otro caso serían utpicas dadas las dimensiones del
territorio y su diacronicidad. (p$g.
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ellas. @ es así si se tiene en cuenta la sencilla pero definitiva observacin de Eco en
relacin al salto epistemolgico Aque es también ideolgico y políticoA que supone
postular &de contrabando' algo que no se ha demostrado y se pretende aceptar sin m$s
(una esencia% a partir de la demostracin de la eficacia de unos ciertos procedimientos
para detectar y aislar unidades mínimas y enunciar a partir de ellas las normas quedeterminan los modos de sus relaciones prototípicas (una metodología, orientada por
algunos postulados heurísticos%.
ui"$s el estructuralista haya querido argumentar que tales postulados metafísicos se
desprendían como presupuesto obligatorio para cimentar el con#unto de su arquitectura
terica y operativa, y que si se los tacha de poco serviría una metodología tan ciega y de
corto alcance, en otras palabras buscaba fundamentar ciertas decisiones arbitrarias de
inicio como necesidades lgicoAepistemolgicas, pero para los investigadores que
seguían atentamente aunque a prudente distancia sus pasos fue evidente desde el vamos
que aceptar una operacin de tal tipo involucraba de manera e)tensiva aceptar unmundo a imagen y seme#an"a de los requerimientos de un con#unto de met$foras
constructivistas y funcionales que decían &postergar' los problemas del sentido cuando
en realidad los auspiciaban y los volvían urgentes.
El pensamiento b$sico de errida sobre este punto comien"a a plasmarse de una manera
clara en una conferencia dictada originalmente en la 2niversidad de @ale, en los Estados
2nidos, y que, a #u"gar por los historiadores y la leyenda, abri para el pensador francés
las puertas que posibilitarían el avasallador despliegue de la teoría de la deconstruccin
en el sistema académico norteamericano, y de allí al mundo. 8onvertido en artículo con el título de &9a estructura, el signo y el #uego en el discurso
de las ciencias humanas' integr L’Ecriture et la Différence, publicado originalmente en
345: por la editorial !allimard (y que aquí citaremos en la versin espa+ola de -atricio
-erisher, arcelona, /nthropos, 3464, pp. B6BA
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(D% el concepto de estructura, e incluso la palabra estructura tienen la edad de
la episteme, es decir, el mismo tiempo de la ciencia y la filosofía occidentales, (D%
hunden sus raíces en el suelo del lengua#e ordinario, al fondo del cual va la episteme a
recogerlas para traerlas hacia sí en un despla"amiento metafrico. Sin embargo, hasta elacontecimiento al que quisiera referirme, la estructura, o m$s bien, la estructuralidad de
la estructura, aunque siempre haya estado funcionando, se ha encontrado siempre
neutrali"ada, reducida; mediante un gesto consistente en darle un centro, en referirla a
un punto de presencia, a un origen fi#o. (p$g. B6B%
8omo ya casi forma parte del mito, cuando con el andar de la década del sesenta del
siglo pasado el estructuralismo se convirti en un tema interesante para el debate a
#uicio de las universidades de los Estados 2nidos, una de ellas, John opFins, se
apresur a organi"ar una conferencia que se dict finalmente en el a+o 3455. El
encargado de darla fue Jacques errida y sus dichos, como se di#o, fueron recogidos enel artículo &9a estructura, el signo y el #uego en el discurso de las ciencias humanas'. El
impacto que produ#o fue profundo, entre otras cosas por el esc$ndalo que suponía, como
se desprende evidentemente de la lectura de la cita anterior que corresponde a la
introduccin del artículo, que alguien que se esperaba que hablara m$s o menos
celebratoriamente de una corriente en realidad e)puso una crítica fuerte a los
fundamentos conceptuales de la misma.
9a e)posicin de errida se organi"a b$sicamente en dos cuerpos. En el primero el
autor de De la gramatología se dedica a revisar los orígenes del concepto de estructura
y el modo en que fue usado y abusado a lo largo de la historia occidental, desde cuandose sometía a dicho concepto a una cierta m$)ima metafísica que lo congelaba y detenía,
pasando por una utili"acin similar en la Edad Gedia ba#o la hegemonía de la idea de un
diosAcentro hasta llegar a la contemporaneidad donde otras dominancias Auna cierta
consideracin acerca del hombre, alguna cosmovisin moral o políticaA cumplieron el
mismo papel ena#enante y cosificador.
El cuerpo segundo est$ dedicado a la elaboracin y el uso de ciertos conceptos por parte
de 8laude 9éviHStrauss. Es importante destacar, sobre todo para que se perciba el
car$cter simblico de aquella conferencia derridiana, que 9éviAStrauss,
fundamentalmente a través de su artículo &9as estructura elementales del parentesco' ysus libros Antropología estructural , El pensamiento salvaje yTristes trópicos, se había
convertido en la principal figura de referencia del pensamiento estructuralista. Esto es
así, principalmente, porque el resto de los autores fundamentales que aparecen
relacionados a esta corriente AJacques 9acan, Gichel 7oucault, y Ioland arthesA nunca
terminaron de sentirse cmodos dentro de los límites del estructuralismo y con
e)traordinaria rapide" se despo#aron de lo que consideraban que era un ropa#e
demasiado pesado como para transitar el camino que habían prefigurado. 7rente a esos
vaivenes 9éviAStrauss aparecía como el m$s slido representante del estructuralismo, e
incluso de su encarnacin m$s ortodo)a (es decir, no de aquellos investigadores que
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pueden haber recurrido ocasionalmente a la idea de estructura de una manera m$s
alegrica y general, sino de quien la piensa a partir del modelo de la fonología de
Crubet"Foi% y es por ello que no puede considerarse casual la eleccin de errida.
Sin embargo, incluso si se tienen como referencia y medida otros intercambios
polémicos que errida ha desarrollado, el modo en que trata a 9éviAStrauss ese)cesivamente amable. o se cansa de, m$s o menos e)plícitamente, ponderar la
&honestidad intelectual' de 9éviAStrauss sobre todo en lo que se relaciona con la
sinceridad que este desconfía de las herramientas metodolgicas y los conceptos por él
mismo utili"ados y cada tanto subraya la imperfeccin de los mismos. En ciertas "onas
de De la gramatología errida va a retomar la figura de 9éviAStrauss, así como las de
7erdinand de Saussure y JeanAJacques Iousseau con un cierto giro dram$tico, en tanto
los pinta como pensadores que ya aceptan ciertas determinaciones de lo que errida
denomina el &logocentrismo' propio de la episteme occidental ya desconfían y se ale#an
de tales certidumbres con adem$n de constructivo1 es ese vaivén, pues, el que puedecaracteri"arse como digno de drama.
e alguna manera las conclusiones con que errida cierra su artículo, esa especie de
&final abierto' al que lo somete y que se nutre de la constatacin de que los conceptos
que se &deconstruyen' no por ello de#an de ser los *nicos que tenemos, en tanto y en
cuanto son aquellos que la historia y la cultura han de#ado como herencia y son por lo
tanto una necesidad del entendimiento, una conclusin de tal tipo supone una vacilacin
en cuanto al camino a seguir (algo que errida e)plicita%.
El posestructuralismo carga con esa tensin y el debate que subyace, puede decirse para
cerrar, supone como consecuencia una liberacin de la nocin de estructura, habilita suvariada utili"acin como herramienta de an$lisis y posibilita pensar las comple#as
relaciones que sostienen la significacin pero siempre alentando la posibilidad de la
multiplicacin, el uso &t$ctico' de la herramienta orientado hacia los despla"amientos
hori"ontales y m$s o menos fugaces antes que hacia la profundidad y la certe"a de los
universales del sentido.
El posestructuralismo y la teoría de la deconstrucción
1.
osestructuralismo es una denominacin a la ve", y qui"$s necesariamente, *til e
imprecisa.
G$s all$ de cualquier discusin sobre el mencionado término lo cierto es que ba#o su
superficie se amontona una problem$tica a la ve" e)tensa y comple#a, pero que se #u"ga
indispensable en su tratamiento para relevar, evaluar y aprovechar algunos de los
conceptos, presupuestos tericos y metodolgicos, debates ideolgicos y hasta políticos
m$s interesantes que han sacudido la arquitectura de la crítica literaria en las *ltimas
cuatro décadas.
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Se trata de un espacio disciplinario que, desde comien"os del siglo veinte y hasta la
e)pansin de la escuela estructuralista, apuntalada por las certidumbres y herramientas
que le fue procurando una ling0ística epistemolgicamente bien asentada, pareci
atreverse a tocar el cielo de la ciencia con las manos, para que, unos a+os m$s tarde
viera nacer de su propia entra+a a aquellos investigadores y pensadores que con $nimo parricida se empe+aron en devolver el total de la problem$tica del arte y la literatura a
las incomodidades e incertidumbres de la vida sobre la tierra, dicho sea esto en los
términos generales de unas ciencias sociales reconocibles en las formas de la
comprensin y la interpretacin.
ui"$s haya quien todavía mencione con nostalgia aquel intento de cientificidad como
vía de fortalecimiento para los estudios estéticos, aquí se parte m$s bien de la
presuncin contraria. ue quede en entredicho el estatus científico de la disciplina, por
otra parte, no supone necesariamente que se disipe todo anhelo de rigor1 de que sus
límites y los contornos del ob#eto a estudiar se hayan difuminado tampoco se sigue demanera lgica que se haya abandonado toda necesidad metodolgica. El enfrentamiento
con el estructuralismo, se podría agregar y como lo permite entrever el simple #uego de
palabras que encierran las denominaciones clasificatorias, no es tan fuerte como para
que no puedan anotarse ciertas persistencias.
-or e#emplo la de aquella muletilla de 7erdinand de Saussure, que luego tomaron en
herencia mile enveniste y los semilogos europeos de &primera generacin', que
porfiaba en que una de las primeras tareas que le competía a la naciente ciencia de la
ling0ística era la de autodefinirse como ciencia y en las proporciones de su ob#eto de
estudio y su metodología1 la diferencia estriba en que Saussure estimaba que se tratabade una labor que debía llevarse a cabo una ve" y para siempre, mientras que los
posestructuralistas m$s bien han subrayado la productividad que encierra volver
permanentemente al espacio y el tiempo que contiene dicha interrogacin1 una suerte de
eterno retorno a un pensamiento que se fortalece y comple#i"a cada ve" que se pone en
frente del mismo problema.
En fin, se lo piense en los términos de una mayor o menor demarcacin, lo cierto es que
los territorios del posestructuralismo son amplios y est$n atravesados por versiones y
definiciones en muchos casos antitéticas1 aquí se ha privilegiado cierta homogeneidad,
una suerte de &superficie de igualacin', necesaria incluso a los fines de que el traba#ose vuelva materialmente posible.
2na observacin obligada, en el medio de la proliferacin de los &pos', es que si bien en
cierto registro amplio Apara la descripcin y la impugnacinA hay quienes asocian al
posestructuralismo con el posmodernismo, en realidad no hay ninguna ra"n evidente
para hacerlo, m$s all$ de la intencionalidad de aquel que reali"a la identificacin, y en
muchos casos m$s bien debe entendérselas como denominaciones antitéticas. G$s all$
de la acotacin, es cierto que si Loody /llen bauti" a su película de
344: Deconstructing !arr", se utili"a la palabra &deconstructiva' para ad#etivar ciertas
tendencias de la moda, la arquitectura o la gastronomía, y hasta es posible advertir en elsuplemento #uvenil de alg*n diario que se valora a cierto grupo de rocF por el modo en
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que &deconstruye' las formas tradicionales de la cancin pop, pues se vuelve evidente
que es posible registrar una &inflacin' del término Ahasta podría hablarse de una
populari"acin a través de cierto registro de divulgacinA que e)cede lo que aquí se
intenta.
En tal campo, pues, todo recorte supone y coloca en evidencia la arbitrariedad.ienvenida sea. El primer tramo a recorrer es aquel que encierra la obra de Jacques
errida y su teoría de la deconstruccin.
#.
Jonathan 8uller ubica a la deconstruccin como &la tendencia mayor' del
posestructuralismo ($o%re la deconstrucción, Gadrid, 8$tedra, 346
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!eorge Steiner en una entrevista del peridico $&ddeutsc'e (eitung , edicin del 36 de
mayo de >??B1 traducida del alem$n al espa+ol por -eter Krieger%.
e hecho, uno de los obituarios, en un rgano de central importancia para los educados
estadounidenses, el )e* +or, Times (Jonathan Kandell, &Jacques errida, /bstruse
Cheorist, ies at :??=, pp. 56A:?%
Jacques errida naci en 34B? en ElAiar, /rgelia, hi#o de una familia #udía, y muri enun hospital de -arís en octubre de >??
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decir que naci y tom fuer"a el posestructuralismo que errida traduciría a los
términos de una teoría de la deconstruccin.
Tel 3uel (el mismo nombre que el poeta -aul Paléry le dedic a sus vol*menes de
ensayos breves de 34
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errida aprendi una leccin sobre la unidimensionalidad del autoritarismo, lo que hace
entendible que posteriormente, en varias ocasiones, el filsofo se comprometi con los
derechos humanos, apoy a elson Gandela en Sud$frica con un comité antiAapart'eid a partir de 346B y, en uno de sus *ltimos ensayos, critic la desastrosa y
antidemocr$tica monopoli"acin del poder en Estados 2nidos ba#o la administracin de!eorge L. ush (Jacques errida, 4o"ous, -arís, !alilée, >??B%. 9a condicin del
argelino e)iliado en 7rancia, país de la represin colonialista hasta los 5?, adem$s de su
diferencia religiosa frente a la mayoría cristiana, casi otorgaron una dimensin teolgica
al pensamiento deconstructivista. J0rgen abermas, en la necrolgica de su colega,
constat que &ba#o su mirada intransigente se fragmenta cualquier coherencia', lo que
en consecuencia revela la inhabitabilidad del mundo; un mensa#e religioso de un
e)iliado permanente,
escribi el ya mencionado Krieger (ob.cit., p$g. 36?%.
Codas las observaciones anteriores se tensan y potencian cuando llega el momento dehacer mencin al &estilo' derridiano. En la cita que se hi"o de su reporta#e Sollers
destac también esa mi)tura de literatura m$s filosofía y psicoan$lisis que conform la
lengua de quienes aparecieron en las p$ginas deTel 3uel ; gran parte de las &dificultades'
de lectura (y los malos entendidos% de los te)tos de autores como errida proviene en
parte de estos cruces y mi)turas.
En el artículo denominado &El cartero de la verdad' (en La tarjeta postal. De $ócrates a
5reud " m2s all2, Gé)ico, Siglo QQR, 3465, p$g. B45%, que dedica a polemi"ar con el
famoso $eminario so%re 6La carta ro%ada7 de Jacques 9acan, errida dice sobre los
dichos del psicoanalista;
9a lgica del significante interrumpe el semantismo ingenuo. @ el &estilo' de 9acan
estaba hecho para frustrar mucho tiempo todo acceso a un contenido aislable, a un
sentido unívoco, determinable m$s all$ de la escritura,
donde hablando en apariencia sobre el estilo del otro en realidad errida parece estar
refiriéndose al propio, o al menos así se puede interpretar.
G$s all$ del ensayo y a un cierto &saber filosfico', en el sentido habitual del término,
el &estilo' derridiano convoca reiteradamente, en su intento por e)asperar los protocolosde la escritura y la lectura tradicionales, procedimientos propios casi de las e)periencias
de vanguardia.
/l respecto se puede convocar como caso e)tremo a 8las (-arís, enolT!onthier,
34:
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siempre ha sido así% al discurso filosfico y el discurso literario. 9a idea, siempre, est$
orientada m$s hacia la direccin de una apertura m$)ima (de desborde de sentido, de
interpretacin, de incomodidadD% antes que a la clausura. Ese gesto diferente marca
bien la distancia que separa a errida de la b*squeda estructuralista con la que a veces
algunos manuales lo confunden. En la marcada e)ageracin del gesto reside también laimposibilidad de la identificacin, allí est$ el obst$culo que impide convertirse en
&derridiano'; de hecho quienes lo han intentado y lo intentan por lo general se han
condenado a una e)trema pobre"a terica y de an$lisis, como si la *nica manera de la
copia fuera la de la inmediata precipitacin en la aplicacin bastarda, vulgari"ada.
En relacin a una manera de la escritura que aquí se est$ denominando globalmente
como &estilo' errida dedica parte de asiones a refle)ionar sobre los modos en que
intenta llevar adelante su pr$ctica hermene*tica, dice;
NEn lugar de ahondar la cuestin o el problema de frente, directamente Alo que sin dudasería imposible, inapropiado o ilegítimoA, deberíamos proceder oblicuamenteO 9o he
hecho a menudo, y he llegado a reivindicar la oblicuidad ba#o este nombre, incluso
confes$ndola, pensarían algunos, como una falta de deber, puesto que se suele asociar la
figura de lo oblicuo a la falta de franque"a o de rectitud. -ensando sin duda en esta
fatalidad, una tradicin de lo oblicuo en la que, de alguna manera, me encuentro
inscripto, avid Lood para invitarme, incitarme u obligarme a participar en este
volumen, me ofrece titular estas p$ginas &9a ofrenda oblicua'D
( assions, -arís, !alilée, 344B, traduccin de Jorge -anesi para material pedaggico
utili"ado en la 2niversidad de uenos /ires%
/sí, se trata de un &estilo' pero también de un &método', o me#or un discurrir que
responde a ciertos presupuestos ideolgicoAfilosficos que pretenden no sedimentar ni
de#ar simiente. Si se utili" la palabra &método' para de inmediato corregirla es con el
fin de tratar de definir la pr$ctica derridiana a partir de apro)imaciones1 en ese sentido
&método' algo dice pero lo dice de manera insuficiente en tanto se derrama m$s all$ de
su definicin en el $mbito de la ciencia que, por su misma naturale"a, ronda la
pretensin de una ob#etividad, de un asordinamiento de la indeseable intromisin
sub#etiva, que en el pensamiento de errida poco interesa. Rnsiste en asiones;
/ la refle)in, lo oblicuo no parece ofrecerle la me#or de las figuras para los recorridos
que traté de calificar de esa manera. Siempre me sentí incmodo con esta palabra que,
sin embargo, tanto utilicé. /un cuando la haya empleado siempre de manera negativa,
para romper y no tanto para prescribir, para evitar o decir que se debería evitar, para
decir que, por otra parte, no se podía no evitar la confrontacin directa, el aborda#e
inmediato.
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&-ara romper y no tanto para prescribir', escribi errida para que quedara claro el por
qué de las dificultades de pensar al deconstruccionismo como un método y por lo tanto
como una descendencia.
Es en ese sentido que tanto errida como el con#unto de los posestructuralistas parecen
haber sacado una leccin del devenir estructuralista y su obsesin técnicoAcientífica. Eldesafío se orienta en otra direccin que alimentan los vientos de la filosofía y el
psicoan$lisis, principalmente, y, en todo caso, aires ling0ísticos ale#ados del
estructuralismo (en su debate con John Searle puede advertirse bien hasta qué punto
errida se muestra decidido a echar mano seg*n sus necesidades a la pragm$tica
ling0ística sin alterarse en lo m$s mínimo frente a la indicacin de que no respeta la
acu+acin originaria de los conceptos que toma &prestados'%. En la eleccin de esa
suerte de &aAmetodismo' pueden encontrarse también las ra"ones de muchas de las
impugnaciones que la teoría derridiana ha padecido y todavía padece.
-anesi subraya la intencionalidad con que el propio errida supo insistir acerca delcar$cter &no prescriptivo' de sus an$lisis, pero indica que no necesariamente tal
eleccin debe ser leída como la carencia absoluta de metodicidad (vacío, por lo dem$s,
impensable al calor de cualquier teoría%;
9a deconstruccin no es un método (nos lo ha repetido siempre%, pero algo tiene de
camino, un camino de lectura que pone al te)to del otro no tanto para destruirlo o
demorarlo, sino para integrarlo selectivamente a una tarea infinita y futura, luego de
apartar lo que tiene de connivencia con la metafísica. El tiempo de la deconstruccin no
es el tiempo del derruir, sino la preparacin del oído para hacer posible el discurso deuna melodía futura. 2na tarea previa y necesaria, o también, un di$logo de lectura
te)tual donde el pasado se redime.
(ob. cit., p$g. 54%
En el ya mencionado artículo sobre 9acan, a la hora de reconocerle méritos al
psicoanalista francés errida escribi;
Si la crítica de cierto semantismo constituye una fase indispensable en la elaboracin de
una teoría del te)to, se puede entonces reconocer en el Seminario ya un avance muynítido en relacin con toda una crítica psicoanalítica posfreudiana.
El deconstruccionismo abreva en la vertiente m$s radical que el llamado giro ling0ístico
imprimi a las ciencias en general y a las ciencias sociales en particular casi desde los
inicios del siglo veinte.
9a &consigna' derridiana que sostiene la imposibilidad de que el hombre pueda concebir
el universo por fuera de los signos que él mismo ha creado y reproduce de manera
ena#enada, se toca con las proposiciones surgidas de las tres categorías y las formas de
los signosApensamientos de 8harles -eirce, con el 9udUig Littgenstein que sostuvo que
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los límites del lengua#e son necesariamente los límites del mundo o con Jacques 9acan y
su ordenamiento de lo simblico y la &tiranía' del significante.
9a deconstruccin, seg*n re"a ya la leyenda, naci la conferencia dictada por errida en
3455 en la universidad Johns opFins, en los Estados 2nidos, con el nombre &9a
estructura, el signo y el #uego en el discurso de las ciencias humanas'. En dichaconferencia errida supo poner en tela de #uicio al estructuralismo cuando esta escuela
se encontraba en su punto m$s fuerte, y lo hi"o asoci$ndola, si bien con matices, con las
tradiciones de manipulacin y sometimiento del sentido que han sido desde siempre
hegemnicas en la cultura occidental.
/ partir de ese momento el desconstruccionismo irradi sobre el con#unto de la vida
académica y logr una fuerte descendencia en el $mbito norteamericano,
particularmente a través de figuras como illis Giller, !eoffrey artman y, en primer
lugar, -aul e Gan. En ese conte)to los límites precisos de la prédica deconstructiva
fueron difumin$ndose. Se entrela"aron, m$s ac$ o m$s all$ de las intenciones y la letrade errida y e Gan, por i"quierda y derecha, con parte de los estudios culturales, con
los escritos de la posmodernidad, los &pensamientos de la diferencia' o &débiles', con
las neohermenéuticasD En fin, un comple#o territorio que le vali a esta corriente
evaluaciones muy diversas, que en muchos casos se alimentaron primariamente de las
simpatías na"is de e Gan en su #uventud o en la sospecha que proporcionan un devenir
tan e)itoso dentro del mundo académico m$s cerrado.
/firma -anesi;
Dqui"$s el mayor malentendido de la deconstruccin haya sido su enclaustramiento ygenerali"acin en el mundo universitario norteamericano, en esa empresa de
reproduccin académicoAcomercial que el mismo errida llam la &deconstruccin en
/mérica'. Galentendido porque su amigo -aul e Gan, el cabe"a de las filas de
constructivistas americanas, había celosamente ocultado el pasado colaboracionista en
la élgica natal ocupada. Galentendido que errida no logr aclarar del todo, enredado
a la fidelidad que le debía a su amigo.
(ob. cit., p$g. 54%
/quí nos interesa m$s describir y evaluar, aprovechar el posestructuralismo y la teoríade la deconstruccin en los términos de una &manera' del an$lisis te)tual, antes que en
las dimensiones m$s discutibles de una filosofía o, si se quiere, una visin política.
En tal sentido interesa subrayar en el comien"o la particular atencin que errida y los
posestructuralistas de con#unto prestaron al problema del nacimiento de las disciplinas y
los discursos. 9a influencia, en esta direccin, proviene de la renovadora tradicin que
en el siglo veinte lan"aron las especulaciones fenomenolgicas de Edmund usserl y su
descendencia &e)istencialista' en la obra de Gartin eidegger. Guchos de los te)tos de
Gichel 7oucault apuntan en este sentido.
En lo que respecta a errida, y para que se observe el comple#o entramado que est$detr$s de tales elecciones, se puede citar también que el propio 9ouis /lthusser lo
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impuls para que investigara sobre los &orígenes materiales y sociales de saberes y
conocimiento'.
9a obsesin derridiana por el &origen', es decir, por la necesidad de todo discurso de
postular de manera espectacular o camuflada un punto de nacimiento, es directamente
proporcional a su advertencia acerca de hasta dnde dicha operacin ha te+ido elcon#unto de las pr$cticas críticas en el $rea de las ciencias sociales y, m$s all$ de ella, es
reconocible también en las formas de la religin, de la ciencia y de la política. Rnstituir
un origen &de sangre', natural, es imponer un sentido y una cierta manera de pensar y de
actuar1 al contrario, el quehacer deconstructivo Aque estima en una dimensin amplia se
toca con la b*squeda de otros autores que se suelen englobar en el posestructuralismo,
en primer lugar 7oucaultA apunta a denunciar esa impostura, a desbro"ar los afeites que
ti+en lo que no es m$s que una imposicin para que se advierta su car$cter histrico y
cultural. Iemont$ndose por esta senda se comprende su interés y relectura de la nocin
de &genealogía' acu+ada por 7riedrich iet"sche.
9.
/l comien"o de su libro De la gramatología, errida anali"a y critica aquello que él
llama logocentrismo, y que e)plica en los términos de una metafísica de la escritura
fonética que, a su ve", est$ enrai"ada en la tradicin de Mccidente, desde los griegos de
la época cl$sica hasta nuestros días, con una cierta manera de concebir al hombre, la
ra"n, la sociedad, el conocimiento y el arte. -ese a las diferencias y vaivenes de los
diversos modelos Aes obvio qui"$s destacar que tal imperatívo cobra diversas formas,
por e#emplo, en la Edad Gdia cristiana y en el capitalismo tardíoA, la metafísica
occidental siempre se las arregl para encontrar en el logos el origen de la verdad en
general.
El logocentrismo, e)plica errida, dirige;
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a% El concepto de escritura1
b% la historia de la metafísica que, como se di#o, siempre asign al logos el origen de la
verdad1
c% el concepto de ciencia o de los presupuestos que posibilitan estimar la &cientificidad'
de la ciencia./sí la escritura se ve encerrada (y su poder &diferido'% por una consideracin de la
lengua que coloca en primer plano la oralidad en tanto y en cuanto la reali"acin de la
misma supone el encadenamiento e)istencial e inevitable de las palabras a una cierta
idea de su#eto. -ara errida, la foneti"acin de la escritura ha sido la condicin de
la episteme, el elemento que otorg orden y sentido a la estructura del pensamiento
filosfico en Mccidente.
Seg*n e)plica en el artículo compilado en La escritura " la diferencia que ya
semencion, &9a estructura, el signo y el #uego en el discurso de las ciencias
humanas', siempre se neutrali" la estructura mediante la operacin de otorgarleun centro, cuya funcin era organi"ar y limitar el #uego de dicha estructura. El
pensamiento cl$sico entiende que el centro, si bien rige y determina la estructura, escapa
a la misma, por lo tanto de alguna manera la sobredetermina, se convierte en su causa y
a la ve" la e)plica. El centro se constituye en una certe"a tranquili"adora; nada puede
ser pensado m$s all$ del límite impuesto, el #uego de las articulaciones posibles se
desarrolla siempre dentro de unas fronteras pautadas Afi#asA por ese punto central. Esta
reduccin de la estructura es concebida a partir de una presencia plena y fuera del
#uego, la presencia del centro que, mediante tal operacin asignativa, se convierte en
origen y fin./ lo largo de lo que habitualmente se denomina historia del pensamiento occidental, el
centro ha tenido nombres alternativos; logos, ra"n, ios, hombre, etc., pero tama+a
variedad remite a una funcin *nica y homogénea cuando se advierte que se relaciona
con una misma estructura fi#a de pensamiento. Entonces es posible advertir también que
se orienta en todos los casos hacia el mismo fin; delimitar las fronteras del conocer,
establecer los límites epistemolgicos de la actividad filosfica, tranquili"ar limitando
las posibilidades de recreacin del sentido.
9a filosofía, seg*n e)plica Jonathan 8uller parafraseando a errida en $o%re la
deconstrucción (Gadrid, 8$tedra, 344>%, ha sido siempre una &metafísica de la presencia'; los distintos nombres del centro siempre designan una presencia. 8ada uno
de los conceptos mencionados en esa posicin central ha figurado entre los intentos
filosficos de describir lo que es fundamental y ha sido tratado como centro, fuer"a,
base o principio ordenador. En oposiciones como significado y forma, alma y cuerpo,
intuicin y e)presin, inteligible y perceptible, etc., &el término superior pertenece al
logos y el término inferior se+ala la caída', resume 8uller. El logocentrismo asume la
prioridad del primer término y concibe el segundo en relacin con éste, como
complicacin, negacin o desborde.
-roducto directo del pensamiento logocéntrico es el fonocentrismo que impone la primacía del habla y relega a la escritura a un segundo plano. 9a filosofía, se+ala 8uller,
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trata a la escritura como un medio de e)presin, que en el me#or de los casos es
irrelevante para el pensamiento que e)presa y en el peor una barrera. Seg*n este mismo
autor,
la filosofía se define a sí misma como la VdisciplinaW que trasciende la escritura, eintenta de#arla de lado, consider$ndola un mero sustituto del habla. El fonocentrismo,
que supone una relacin directa AnaturalA con el sentido, reposa sobre esta premisa.
9a primacía del habla parte de una concepcin dualista que divide el ser en cuerpo y
alma (y de allí otras dicotomías como las que se se+alaron antes; formaTe)presin,
sensibleTinteligible, etc.%.
/sí, frente a lo que ligaría indisolublemente la vo" al alma o pensamiento del sentido
significado Ala cosa mismaA, todo significante escrito sería derivado. Siempre, sigue
errida, sería técnico y representativo. En el habla hay mediacin, pero los significantes
desaparecen tan pronto como se acaban de emitir. errida e)plica que, de este modo, laépoca del logos reba#a la escritura, &pensada como mediacin de mediacin y caída en
la e)terioridad del sentido'. Es en la escritura donde los aspectos negativos de toda
mediacin se hacen visibles; la escritura presenta al lengua#e como una serie de marcas
físicas que operan en ausencia del hablante. 9a amena"a de opacidad es constante; la
materialidad de la palabra escrita puede oscurecer la claridad de un pensamiento.
/ la época del logos pertenece también la distincin entre significado y significante.
Iecordemos que el fundador de la ling0ística moderna, 7erdinand de Saussure, propone
como unidad de an$lisis al signo y aclara que éste no es la unin de una cosa y un
nombre sino de una idea (significado% y una imagen ac*stica (significante1 no el sonidomaterial, físico, sino la huella psíquica de ese sonido%. / su ve", el signo no tiene un
valor positivo, sino que se define en funcin de los dem$s elementos del sistema; un
signo es aquello que no son los otros signos. Esto significa que la lengua es un sistema
cerrado de puras diferencias, un sistema de valores puros.
errida le reconoce al ginebrino dos aportes fundamentales para el estudio del lengua#e.
-rimero, que demostr que el significado era inseparable del significante1 posibilit
cuestionar de esta manera la consideracin cl$sica de la tradicin metafísica occidental,
para la cual el significado (lo inteligible; ideas, pensamiento, contenido% es anterior al
significante (lo sensible; la forma, las letras, los fonemas%. ste, el plano de la e)presinfonética, no sería m$s que una herramienta para e)presar a aquél, una mera traduccin.
En otras palabras, para la concepcin cl$sica la escritura es una traduccin del habla y
ésta del pensamiento. -or el contrario, para Saussure no son dos entidades paralelas
sino las &dos caras de un *nico fenmeno', el signo ling0ístico;
Guchas veces se ha comparado esta unidad de dos caras con la unidad de la persona
humana, compuesta de cuerpo y alma. 9a comparacin es poco satisfactoria. G$s
acertadamente se podría pensar en un compuesto químico, el agua, por e#emplo; es una
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combinacin de hidrgeno y de o)ígeno1 tomado aparte, ninguno de estos dos
elementos tiene las propiedades del agua.
(:urso de ling&ística general , uenos /ires, 9osada, 34>%
En segundo lugar, errida indica la importancia que revista el hecho de que, al enfati"ar
el car$cter diferencial y formal del sistema de la lengua, Saussure desAsustanciali"a
tanto el contenido significado como la &sustancia de e)presin'. 9a lengua no es ni
contenido ni sonidos materiales, sino *nicamente un sistema de diferencias. La lengua
es una forma se convirti desde Saussure en el eslogan fundante de la ling0ística como
ciencia.
Sin embargo, errida le crítica a Saussure el hecho de no que no hubiera desarrollado
todas las consecuencias que encierran sus tesis, que se mostrara impotente de llevar sus
conclusiones hasta las *ltimas consecuencias, y que, de ese modo, hubiera terminadoratificando la tradicin metafísica.
9a primera crítica que errida lan"a sobre la teoría saussureana es que al mantener la
distincin entre significante y significado, al traba#ar con un cierto concepto de signo,
Saussure abra la puerta a que pueda especularse acerca de la e)istencia de un
&significado trascendental' (ios, logos, hombre...%. Esto es, un significado que se basta
a sí mismo, que ya no remite a ning*n otro significante y que, por lo tanto, sería
independiente de la lengua (sistema de significantes%. Este significado trascendental se
convierte, de tal modo, en el centro de la estructura, la base que determina todos los
elementos y que, al mismo tiempo, se mantiene fuera de la misma porque no funcionacomo significante, esto es, no participa del #uego de sustituciones, de alguna manera se
las ha ingeniado para quedar fuera de las reglas del sistema.
9a segunda crítica se orienta hacia la identificacin que reali"a Saussure entre lengua y
lengua oral. /unque Saussure Acomo ya vimosA reconoci que el car$cter fnico del
signo no era lo esencial de la lengua, al recurrir concepto metafísico de signo debi
privilegiar la palabra hablada. Saussure le otorga preeminencia a la substancia fnica
(habla, vo"%;
/sí, aunque la escritura sea por sí misma e;tra
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@, al hacerlo, relega la escritura a un papel secundario, la condena a convertirse en un
simple mediador;
9engua y escritura son dos sistemas de signos distintos1 la >nica ra?ón de ser del
segundo es la de representar al primero1 el ob#eto ling0ístico no queda definido por lacombinacin de la palabra escrita y la palabra hablada1 esta *ltima es la que constituye
por sí sola el ob#eto de la ling0ística.
(ob. cit., p$g. =31 el resaltado es nuestro%
-or este camino de derivacin especulativa la vo" finalmente aparece como una
sustancia que remite a la conciencia misma, sin mediacin alguna; &un significante que
oigo tan pronto como emito, que parece no e)igir el uso de ning*n instrumento',
sinteti"a errida. e este modo, el significante termina por ser borrado Ase hace
transparenteA para posibilitar que el concepto se presente a sí mismo, se convierta en susola presencia y no remita a nada fuera de él, nada que le sea e)terno.
-ara errida, esta reduccin de la e)terioridad del significante es una ilusin en la que
se apoyan los presupuestos de la metafísica occidental. Justamente, el filsofo
deconstructivista busca hacer pie y desplegar las consecuencias lgicas de la teoría
ling0ística moderna que Saussure no complet, y para ello comien"a por cuestionar el
concepto mismo de signo, aunque advierte que no se puede abandonarlo por el gran
arraigo que tiene.
2no de los conceptos clave y fundante de la teoría de la deconstruccin es el
dedifférance, un neologismo creado a partir de dos palabras francesas que le posibilitana errida fusionar las ideas de &diferenciar' y &diferir'.
El principio de la diferencia elaborado por Saussure permite inferir que no hay por qué
privilegiar una sustancia AfnicaA y e)cluir a otra Agr$ficaA, sino que el punto est$ en
considerar el proceso de significacin como un #uego formal de diferencias (errida
habla de &huellas'%. Este #uego supone que en ning*n momento un elemento est$
presente en sí mismo y que no remite m$s que a sí mismo; siempre remitir$ otro
elemento, tal la definicin &natural' y necesaria de cada uno de los elementos que forma
parte de un sistema de valores. Este encadenamiento hace que cada elemento Afonema o
grafemaA se constituya a partir de la 'uella que han de#ado en él otros elementos delsistema. o hay nada presente o ausente, sino slo diferencias, huellas y huellas de
huellas.
Es así que errida propone la nocin de grama como el concepto m$s general de la
semiología y se+ala que su venta#a es que neutrali"a la tendencia fonologista del signo.
El grama como différance es, a la ve", una estructura y un movimiento que no se de#an
pensar desde la oposicin presenciaTausencia. 9a différance es el #uego sistem$tico de
las huellas de las diferencias, del espaciamiento por el que los elementos se relacionan
unos con otros. 9as diferencias no se inscriben en un sistema cerrado, en una estructura
est$tica, sino que son los efectos de las transformaciones.
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9a consecuencia de este planteo es que la lengua Ay los cdigos semiticosA son efectos
que no tienen por causa un su#eto, una sustancia o una presencia que puedan escapar al
movimiento de la différance. ada precede a la différance(sistema de diferencias%; la
relacin con el presente y la referencia a una realidad actual est$n siempre diferidas. El
principio de la diferencia implica que un elemento no significa ni funciona m$s queremitiendo a otros elementos pasados yTo futuros que se ensamblan en cadenas infinitas,
la estimacin de cuyos límites suman una problem$tica que errida también ha
contemplado en otros escritos. -or el contrario, todas las oposiciones metafísicas
(significadoTsignificante, inteligibleTsensible, palabraTescritura, lenguaTpalabra,
actividadTpasividad, etc.% subordinan el movimiento de la différance a la presencia de un
valor o de un sentido que sería anterior a tal diseminacin y la dirigiría.
El posestructuralismo implic una radicali"acin de los postulados estructuralistas. 9a
teoría de la decontsruccin ocupa un lugar de privilegio dentro de esta corriente. Si
Saussure separaba la palabra de la cosa Ael signo del referenteA, el posestructuralismoescinde el significado del significante y abre nuevas posibilidades para la consideracin
semitica de los &significantes' como cadenas y despla"amientos y los &significados'
como produccin de sentidos. 9as consecuencias de tal reorientacin conceptual y
metodolgica se hacen sentir hasta el día de hoy en el campo de la terica y el an$lisis
literarios. 8omo ya se di#o, los territorios diversos que ocupa la corriente
posestructuralista e)ceden Ay a veces hasta enfrentaA los planteos de errida1 aquí, por
ra"ones pedaggicas y e)positivas, hemos optado casi por yu)taponer unos y otros.
igamos, como final, que en cierta medida, la guía implícita que sigue esta e)posicintoma al pie de la letra el &conse#o' tantas veces repetido en sus te)tos por !illes
eleu"e en el sentido de orientar el quehacer intelectual en los términos de una m$)ima
pragm$tica que re"a que se debe tomar lo que se quiera (y lo que se pueda% seg*n se lo
requiera. e alguna manera, el uso es el *nico significado real de la comprensin.
(Sobre)Textos
La selección de ejemplos @ue siguen tiene como o%jetivo ilustrar de una maneraintroductoria " general las maneras en @ue en an2lisis literario se 'a nutrido de los
postulados %2sicos de la corriente posestructuralista " de la teoría de la
deconstrucción= aun cuando los propios investigadores se preocuparon por alertar una
" otra ve? so%re el 6peligro7 de traslaciones " 6aplicaciones7de este tipo.
En el primer caso se trata de una interpretación pu%licada por ac@ues Derrida= en los
restantes se reproducen fragmentos de una serie de especialistas argentinos= no sBolo
del campo de los estudios literarios= para @ue se pueda estimar el impacto m2s o menos
directo @ue estas ideas 'an tenido so%re la pr2ctica crítica.
1.
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En el volumen La filosofía como institución (Barcelona, Granica, 1984, pp. 95-
114) se encuentra el artículo titulado “a!"a# $nte la %e&' ue acues *errida
dedic+ a re!leionar sore todo lo “escondido' en ese reve relato de ran/
a!"a ue !orma parte de su c0lere novela El proceso. $ continuaci+n setranscrie primero la istoria de a!"a & se2uida se o!rece una síntesis de las
oservaciones ue sore el mismo reali/a *errida. En ellas ueda claro por u0,
pese a cimentar una concepci+n !ilos+!ica vasta, ue puede reclamar para sí
diversos o3etos de re!lei+n, la literatura ocupa un especial lu2ar de
tratamiento para de la teoría deconstruccionista.
5ran? Caf,a= 6Ante la le"7
/nte la ley hay un guardi$n. 2n campesino se presenta al guardi$n y le pide que lo de#eentrar. -ero el guardi$n contesta que de momento no puede de#arlo pasar. El hombre
refle)iona y pregunta si m$s tarde se lo permitir$.
AEs posibleA contesta el guardi$n A, pero ahora no.
9a puerta de la ley est$ abierta, como de costumbre1 cuando el guardi$n se hace a un
lado, el campesino se inclina para atisbar el interior. El guardi$n lo ve, se ríe y le dice;
ASi tantas ganas tienesA intenta entrar a pesar de mi prohibicin. -ero recuerda que soy
poderoso. @ slo soy el *ltimo de los guardianes. Entre saln y saln hay otros tantos
guardianes, cada uno m$s poderoso que el anterior. @a el tercer guardi$n es tan terrible
que no puedo soportar su vista.El campesino no había imaginado tales dificultades1 pero el imponente aspecto del
guardi$n, con su pelli"a, su nari" grande y aguile+a, su larga barba de t$rtaro, rala y
negra, lo convencen de que es me#or que espere. El guardi$n le da un banquito y le
permite sentarse a un lado de la puerta. /llí espera días y a+os. Rntenta entrar un sinfín
de veces y suplica sin cesar al guardi$n. 8on frecuencia, el guardi$n mantiene con él
breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas1 pero
son preguntas indiferentes, como las de los grandes se+ores, y al final siempre le dice
que no, que todavía no puede de#arlo entrar. El campesino, que ha llevado consigo
muchas cosas para el via#e, lo ofrece todo, aun lo m$s valioso, para sobornar alguardi$n. ste acepta los obsequios, pero le dice;
A9o acepto para que no pienses que has omitido alg*n esfuer"o.
urante largos a+os, el hombre observa casi continuamente al guardi$n; se olvida de los
otros y le parece que éste es el *nico obst$culo que lo separa de la ley. Galdice su mala
suerte, durante los primeros a+os abiertamente y en vo" alta1 m$s tarde, a medida que
enve#ece, slo entre murmullos. Se vuelve como un ni+o, y como en su larga
contemplacin del guardi$n ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel,
ruega a las pulgas que lo ayuden y conven"an al guardi$n. 7inalmente su vista se
debilita, y ya no sabe si realmente hay menos lu" o si slo lo enga+an sus o#os. -ero enmedio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota ine)tinguible de la puerta de la
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ley. @a le queda poco tiempo de vida. /ntes de morir, todas las e)periencias de esos
largos a+os se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha
formulado. ace se+as al guardi$n para que se acerque, ya que el rigor de la muerte
endurece su cuerpo. El guardi$n tiene que agacharse mucho para hablar con él, porque
la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el tiempo.ANué quieres ahoraO Apregunta el guardi$nA. Eres insaciable.
ACodos se esfuer"an por llegar a la leyA dice el hombreA1 Ncmo se e)plica, pues, que
durante tantos a+os slo yo intentara entrarO
El guardi$n comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus
palabras, le dice al oído con vo" atronadora;
Aadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. /hora
voy a cerrarla.
Derrida so%re Caf,a
El an$lisis que Jacques errida reali"a de &/nte la 9ey' es un buen e#emplo de su
traba#o deconstructivo aplicado a un particular te)to literario.
9a interpretacin parte de considerar el &sistema de convenciones' que rodea e integra
al relato. Se trata de un con#unto de a)iomas o postulados implícitos que determinan;
3Aun marco o límites que &nos parecen garanti"ados por un cierto n*mero de criteriosestablecidos. (D% por leyes y convenciones positivas'1
>Ala ad#udicacin del te)to a un cierto autor, y
BA9a pertenencia del te)to a la esfera de la literatura.
En relacin con el punto tercero errida establece una doble pregunta; &NXuién decide,
y ba#o qué determinaciones, la pertenencia de este relato a la literaturaO' El autor
observa al respecto; &Del conte)to en el cual leí Y/nte la 9eyX. Se trata de un espacio en
el que es difícil decir si el relato de KafFa plantea una potente elipse filosfica, o si la
ra"n pura pr$ctica guarda en sí misma algo de la fantasía o de la ficcin narrativa'.
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/ continuacin cita a Sigmund 7reud; &En 364: 7reud e)presaba su Yconviccin de que
no e)iste en el inconsciente indicio alguno de realidad, de tal forma de que es imposible
distinguir la verdad de la ficcin cargada de afectoX. Si la ley es fant$stica, si por
entrela"amiento original y su advenir se empare#a con la f$bulaD'. /unque un poco
después a+ade; &G$s por le#os que pudiésemos ir en este sentido no e)plicaríamos la par$bola de un relato definido como YliterarioX con la ayuda de contenidos sem$nticos
de origen filosfico o psicoanalítico' e allí, pues, la característica esencial del an$lisis
deconstructivo y sus declarados límites, impuestos también por un &conte)to' m$s
general que son las formas del pensamiento con los que fatalmente se debe operar m$s
all$ de cualquier reparo.
/ partir de allí errida convoca la idea freudiana de represión y, con ella, desarrolla su
estudio cru"ando las perspectivas que se nutren del psicoan$lisis, el erecho, la ciencia,
la filosofía y el saber específicamente literario. o debería e)tra+ar el m*ltiple cruce
puesto que el término &ley' a todos esos discursos involucra y cita de manera directa, pocos términos hay en ese sentido tan emblem$ticos.
-or e#emplo, a partir de la mirada de 7reud liga simblicamente la represin a la
figuracin de lo elevado, del guardia erecto, de la puerta erecta, que determinan la
actitud (y el intercambio% de sumisin del campesino. Rnsiste, por otra parte, en que la
narracin testimonio de manera elíptica el car$cter de la ley como &intolerante respecto
de su propia historia, interviene como un orden absoluto y desligado de toda
procedencia1 dicha &naturali"acin' determina en *ltima instancia el car$cter
esencialmente inaccesible de la ley.
En tanto f$bula literaria &/nte la 9ey' vuelve sobre sí. &El te)to sería la puerta. (D%nada concluye El relato Y/nte la 9eyX no contaría o no describiría otra cosa que a sí
mismo en cuanto te)to.
Es, precisamente, la apertura y el ofrecimiento del concepto mismo de te)to; &Estamos
ante un te)to que, no diciendo nada claro, no presentando ning*n contenido
identificable m$s all$ del te)to, sino una diferencia interminable hasta la muerte,
permanece no obstante rigurosamente intangible. Rntangible; entiendo por esto,
inaccesible al contacto, no susceptible de ser tomado y finalmente no previsible,
incomprensible'.
errida e)tiende la comparacin indicando que todo aquel que enfrente a la identidadoriginal del te)to deber$ obligatoriamente comparecer ante la ley (que dice que eso es
un te)to, que dice que es literatura y posibilita, por tanto, el desarrollo de un cierto
protocolo de lectura y de comprensin%; &esto puede ocurrirle a todo lector en presencia
del te)to, al crítico, al editor, al traductor, a los herederos, a los profesores. Codos son,
por lo tanto, ante la ley, guardianes y campesinos'.
e acuerdo a la e)plicacin analítica aquello que obliga a ir difiriendo de una obra en
otra no es el contenido ni la forma, sino los &movimientos de encuadre y
referencialidad'. Son ellos los necesarios para hacer que una obra &apare"ca'.
errida se remonta por este camino hasta fines del siglo QPRRR y comien"os del QRQdonde surge histricamente este &derecho' que permite establecer un cierto concepto de
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literatura que, sin embargo, nunca fue (porque no podía serlo en definitiva% de una
e)posicin clara de las proposiciones conceptuales que lo constituyen1 su origen, en
consecuencia, ha sido siempre y siempre ser$ oscuro. ui"$s porque la literatura
Asostiene erridaA oscurece a la literatura, de alg*n modo la literatura debe no ser
literatura. En condiciones histricas que no son *nicamente ling0ísticas, la literatura hanacido para ocupar una suerte de comprensin suspendida.
8oncluye el autor de De la gramatología; &En estas condiciones la literatura puede
hacer de ley, reponerla al rodearla o soslayarla. Estas condiciones, que son también las
condiciones convencionales de toda operatividad, no son, sin duda, puramente
ling0ísticas, a pesar de que toda convencin puede, a su ve", dar lugar a una definicin
o a un contrato de orden ling0ístico'.
>.
La filósofa argentina Est'er Día? 'a dedicado %uena parte de sus li%ros " su pr2ctica
docente a dar cuenta de los diversos autores de la escuela francesa @ue integran lo @ue
a@uí glo%almente denominamos posestructuralismo. !a escrito especialmente so%re la
o%ra de ic'el 5oucault= pero tam%ién las figuras de 8illes Deleu?e "= en menor
medida= ac@ues Derrida= asoman 'a%itualmente en sus ensa"os. Lo @ue sigue a
continuación es un e;tracto del apartado primero= llamado 6El sentido m>ltiple de la
verdad7= @ue pertenece al capítulo inicial de su li%ro Entre la tecnociencia y el
deseo 0uenos Aires= 0i%los= #FG= donde puede verse la particular manera en @ue Día? toma un relato " la intencionalidad e;positiva con @ue lo 'ace.
3. El sentido m*ltiple de la verdad
Japn, siglo QRR, senderos en el bosque. 2n samurai camina lentamente delante de un
caballo blanco al que conduce por las riendas. 8anto de p$#aros. Iayos de sol que
atraviesan el folla#e y bailan en la male"a. 9os medallones de lu" tornan trasl*cido el
velo de una mu#er posada en la montura. 9a tela se desli"a hasta los peque+os pies, que
delatan la noble"a de su due+a. 9a montura y el armamento brillan. 2na especie de pa"emana de la armonía de las cosas. -ero el delicado equilibrio se quiebra. 9a narracin
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interrumpe su secuencia. ay algo que la c$mara no capt y al encenderse nuevamente
nos devela el caos. El hombre muerto, la mu#er violada, las armas no est$n, el sombrero
de él en el suelo, el de ella cuelga desgarrado de un arbusto solitario.
8omien"a /as'omon, de /Fira KurosaUa.
El #urado a cargo del caso Hque no se de#a verH escucha diferentes versiones delacontecimiento;
Z 2n humilde le+ador dice haber encontrado al samurai sin vida. /grega que no vio a la
mu#er, tampoco al caballo, ni las armas.
Z 9a viuda declara no saber cmo muri su marido y acusa a un desconocido de haberla
ultra#ado.
Z 2n mal viviente atrapado en el bosque asume haber violado, pero no matado.
Z 7inalmente el muerto, cuyo espíritu se e)presa a través de una médium, acusa a su
esposa y al delincuente.
Codos difieren y todos, hasta el fantasma, despiertan sospechas. Slo coincide ciertoestado de las cosas; la desaparicin del caballo y las armas, la mu#er violada y el
samurai muerto.
Sin embargo la verdad de lo acontecido se pierde en el misterio. ay m*ltiples
testimonios creíbles pero contradictorios entre sí. Esperamos ansiosos que finalmente se
devele la incgnita. -ero el film termina y las incertidumbres se acrecientan.
En la película el #urado no aparece. Sin embargo, su ausencia intensifica su presencia.
Ge#or dicho, nos imaginamos que est$ presente porque los persona#es que declaran
miran al frente mientras tratan de demostrarles a los #ueces la veracidad de sus relatos.
En realidad los actores observan el o#o de la c$mara y, al proyectarse la película, pareceque esos persona#es miraran a los espectadores. En cierto modo, el #urado
de /as'omon ocupa nuestro lugar. Es como si saliera de la proyeccin, en la que nunca
se refle#a, y se instalara en la butaca.
Esos representantes de la #usticia habitan un punto ciego y mudo en esta obra. El
p*blico no los ve ni los oye. 9os #ueces son opacos para nosotros, pero no para los
persona#es de ficcin que los miran con énfasis y respeto. 2na lu" atraviesa la pantalla,
emerge de las pupilas de los actores y choca con las nuestras. Esa flecha de intensidad
nos incluye en la trama. 9os testigos se dirigen al #urado que es al mismo tiempo el
espectador. Se siente la impotencia de ocupar el lugar del #ue" y no poder #u"gar. Ge#or dicho, no poder contar con elementos que aseguren ob#etividad.
KurosaUa brinda una estremecedora leccin acerca de la verdad. Ese discurso que
construimos a partir del estado de las cosas, pero que no encuentra manera de
corresponderse con ellas de modo ecu$nime. e cada relato fluye un sentido diferente;
se alternan diversas perspectivas, que seme#an destellos de un diamante tallado que
emite diferentes colores seg*n los haces que lo iluminan.
9a no correspondencia entre las versiones de los persona#es diluye la posibilidad de
dirimir una verdad clara y distinta. 9a multiplicidad de #ueces es otro impedimento para
for#ar un #uicio un$nime. -ues, adem$s de los que suponemos en la obra, e)isten tantos #ueces como espectadores. 9a ilusin de verdad absoluta se pulveri"a. En su lugar,
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titilan fragmentos de sentido. 9os testimonios, por contradictorios, desconciertan. En
lugar de una verdad *nica, hay fuga de sentido.
El sentido se produce en una dimensin incorporal (entiendo &incorporal' en sentido
deleu"eano1 el concepto est$ tomado de los estoicos quienes repararon que el sentido no
reside en las cosas, tampoco en las palabras1 se produce como efecto de choque entrecuerpos%. 9a proverbial indiferencia de los acontecimientos provoca #uicios disímiles.
-rovoca sentido que surge de choques de fuer"as y se desli"a por la superficie de las
palabras. El sentido no se encierra en proposiciones; deviene a través de ellas.
B.
Josefina Ludmer, especialista argentina en teoría literaria yculturas latinoamericanas, ha estudiado las estructuras básicasque sostienen las narrativas, lo cual la ha llevado a descubrir los
hilos conductores de algunas de las obras fundamentales de laliteratura latinoamericana, por ejemplo la genealogía de lanovela Cien !os de "oledad, de #abriel #arcía $árque% o lasclaves de construcción de los relatos de Juan Carlos &netti' Josefina Ludmer no se conforma con una lectura inmanente del te(to tal como lo proponen los análisis estructuralistas) ellamisma ha escrito *sobre la necesidad de trascender a una lecturaunitaria y unificante, y de construir otro concepto de conte(to+' Esta bsqueda, de alguna manera está en relación con los
estudios posestructuralistas en general y más en particular conlas propuestas de figuras como #illes -eleu%e y Jacques -errida' Su an$lisis de la obra de 7elisberto ern$nde", seg*n se desarrolla en &9a tragedia
cmica' Escritura, PRR, 3BA3%, constituye una
buena muestra de la anterior afirmacin.
9udmer destaca en la obra del uruguayo la singularidad y rare"a de sus narradoresA
protagonistas. stos se desvían de su &propia' funcin social (&doméstica en las
mu#eres, comercial en los hombres; los lugares de la peque+a burguesía son pensados
como naturales'% y parecen desdoblarse y transformarse en su complementoantagonista, o en su met$fora. 9o cual, en líneas generales, determina que los ob#etos se
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personifiquen o las personas se cosifiquen. Es el caso del protagonista de &adie
encendía las l$mparas' que lee un cuento ante un auditorio peque+oburgués &/ mí me
costaba sacar las palabras del cuerpo como de un instrumento de fuelles rotos'. ay un
descentramiento, una e)tra+e"a y una &ob#etivacin' del propio su#eto narrativo.
9udmer agrega;
*os posiciones sicas & correlativas 2eneran !icci+n en elisertoernnde/# la primera deriva de la pore/a del artista & suimposiilidad de comprar o3etos deseados6 la se2unda, de lapore/a del mercado del arte# di!icultad para venderlo.
Sin embargo esta dificultad se soluciona &con el mecena"go o la privati"acin de
lecturas o espect$culos' (lo cual es una primera marca del é)ito buscado%.
9udmer menciona también los dos rdenes que se registran en los relatos de 7elisberto.-or un lado, el orden de lo cotidiano y pr$ctico representado por los lugares comunes, el
lengua#e, la estética popular para construir la caricatura. El otro orden es la analogía del
sue+o, que remite Aentre otras cosasA a asociaciones por seme#an"a y contig0idad.
9os dos rdenes est$n representados en el cuento mencionado cuando se da una vuelta
de tuerca, un despla"amiento, a la f$bula de la gallina y el "orro (la gallina es la sobrina
y el "orro es el protagonista, que habr$ de quedarse con ella%.
-or todas estas condiciones, 9udmer toma a &adie encendía las l$mparas' como &una
síntesis y un manifiesto' de la forma de narrar de 7elisberto ern$nde". En tal sentidodestaca en esta narracin;
El cuento leído. El sentido de la oralidad es fundamental en 7elisberto; su registro
escrito, uniforme y sin matices, requiere no slo ese modo familiar de contar un cuento,
sino también la modulacin de la vo" para otorgar valores tonales, cmicos e irnicos1
en la intimidad de la sala pe@uenicamente desencadenar la risa. El te)to leído e)cluye todo sentimiento,
elocuencia y, sobre todo, todo didactismo, &ra"n' y sentido. /nte la pregunta sobre los
motivos del suicidio el autor no sabe, &sería tan imposible como preguntarle algo a la
imagen de un sue+o'1
a la lectura siguen conversaciones triviales " caricaturas de persona#es seg*n el modo
en que se peinan y, finalmente;
la segunda marca del é;ito la sobrina que se transforma en &gallina' frente al &"orro'
que es el escritor.
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provenientes del li%ro Gil mesetas = de 8illes Deleu?e " 5éli; 8uattari= anali?a en la
o%ra de uig.
9o primero que se+ala -auls y todos aquellos que leen La traición, es la ausencia de un
narrador. 9a novela, entonces, est$ constituida sobre la pura enunciacin de sus persona#es. e esta manera, se deconstruye una de las instancias m$s criticadas por
errida; la nocin de un origen o autoridad que otorgue un significado absoluto y que
cierre el proceso de significacin, en este caso la figura del narrador.
& La traición es un a#uste de cuentas con la narracin, y con esa funcin que preside toda
descripcin narratolgica; la funcin narrador. Rnaugurando una de las consignas
fundamentales del programa literario de -uig, la pulveri"acin de la instancia
narrativa, La traición decreta la acefalía del lugar cl$sico de la enunciacin; no hay
su#eto de la narracin, y esta vacancia es uno de los principios de disolucin de la
&historia'. En La traición slo hay voces; de sus 35 capítulos, once se presentan como lareproduccin del discurso directo de los persona#es (del R al QR%, y los restantes son
transcripciones de te)tos escritos. (...%
e ahí que en La traición, la trama (en el sentido narrativo de la palabra% sea en realidad
una trama en su sentido te)til; un te#ido de voces, monta#e de discursos sin cuerpo,
estructura coral que se despliega m$s all$ de la mirada *nica del narrador y la subvierte
con su polifonía. o hay un &yo' que cohesione esas voces, ning*n principio de
homogeneidad que las abrace.' (p$g. >?%
Guerto el narrador, ya no e)iste una funcin que organice el te)to (slo apareceuna
indicacin que encabe"a cada &capítulo', en la que se indica quién habla y el lugar yfecha A&En casa de erto, Palle#os 34BB' o &Coto, 34'A%, que otorgue un sentido, una
direccin posible de lectura. Guerto el narrador, es el lector, que asume la mayoría de
edad, quien tiene que hacerse cargo de los posibles sentidos del relato. /sí, el efecto que
produce la lectura de La traición es similar al que siente el espectador de /as'omon.
& La traición introduce siempre otros discursos. 9a relacin nombreAdiscurso nunca es
directa, tampoco natural. En cada una de las voces del te)to, nada singular, ninguna
originalidad (...% 8ada vo" es en sí misma un mosaico de rumores, una conflagracin de
ecos. 9a vo", en La traición, no plantea circuitos simples de emisin; siempre establece
mediaciones, siempre pantallas, siempre citas. 8ada vo" retoma, refiere, deforma oreproduce las voces de los otros.' (p$g. >>%
Esta segunda característica se complementa con la anterior; en la novela no
hayuna autoridad, slo voces1 o me#or dicho, enunciados, que son, por definicin,
sociales.
9a segunda deconstruccin que -auls advierte en el te)to de -uig es la del paradigma
se)ual; La traición implica una ruptura con la lgica maniquea que capta el mundo en
dos polos separados, bien diferenciados, y aun antagnicos; masculinoTfemenino,
altoTba#o, adentroTafuera, blancoTnegro, etc. -auls dice que -uig, en su literatura, pone
entre dicho ciertas oposiciones binarias (cultura altaTcultura ba#a, FitschTcamp%, lasdenuncia y subvierte.
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&-ara que el se)o tenga sentido es preciso establecer, primero, un paradigma, una
oposicin binaria, un par. El discurso infantil de Coto es una maquina prodigiosa de
producciones de pares (...% /sí, el enigma del se)o es equivalente al enigma del sentido.
o hay sentido sin paradigma1 no es casual, pues, que la cuestin del sentido (y% del
se)o se plantee para Coto en forma de alternativas binarias. Gu+ecosTmu+ecas,mu+equitoTmu+equita, chicoTchica, y toda la cadena de pares que metafori"an esta
oposicin genérica y se)ual b$sica (arbolitoTcasita, aceituna verdeTaceituna negra, etc.%.
8omo se ve, se)ualidad y sentido van unidos por efecto de una estructura ling0ística; el
paradigma gramatical de género. 9a oposicin de las desinencias aTo, paradigma
morfolgico que designa los dos géneros, es literali?ado en La traición1 o me#or; -uig
se)uali"a el paradigma gramatical, de modo que toda decisin de sentido es al mismo
tiempo, e inevitablemente, una decisin sobre la se)ualidad.
Sin embargo, esta manía de los pares y las oposiciones tiene un punto de fuga1 siempre
hay, en esta clasificacin binaria del mundo, un momento tercero, una instancia queescapa al paradigma y lo desactiva, anulando la diferencia que lo funda. En La
traición nunca hay dos sin tres. Gu+ecas y mu+ecos visten el mismo tra#e de seda, y
para todo chico o chica hay una careta rosa detr$s de la cual ocultar la identidad
se)ual. La traición traba#a neutrali"ando los paradigmas, poniendo en evidencia la
fragilidad de las diferencias. Siempre se puede hacer que la diferencia vacile, hacer
temblar las discriminaciones, pervertir los repartos. El arte de -uig es precisamente un
arte del tercer término, lo que no significa un arte de la síntesis. Si se desactiva un
paradigma, denunciando lo que de político hay en su gramaticalidad, no es para
refugiarse en una hibride" apacible, ni para reivindicar los beneficios de lacomplementariedad. El primer gesto del traba#o de -uig consiste en se)uali"ar cada
término del paradigma, desAinocenti"arlo, arrancarlo de la asepsia de la gram$tica de la
lengua para inscribirlo en un uso que remite siempre a una política. 9a diferencia
chicoTchica nunca es sólo gramatical, o en todo caso La traición siempre empie"a por
delatar el orden político que sostiene el orden gramatical. La traición es una crítica de
los usos1 postula que todo uso de las categorías de la lengua es un uso a la ve" se)ual y
político, y que la diferencia gramatical (la oposicin masculinoTfemenino% es el soporte
de una diferencia que se instaura en el campo de la se)ualidad social.' (p$g. >=A>5%
2n momento de la novela que e#emplifica lo dicho hasta aquí, es aquel en que ertodebe llevar a su peque+o hi#o, Coto, al ba+o (est$n en un lugar p*blico% y no sabe a cu$l
de los dos; si al de mu#eres o al de hombres. 9o irnico de la situacin es que erto
reniega de los gustos de su hi#o por considerarlos &inadecuados' para un varn y
constantemente e)ige de éste un comportamiento &masculino'.