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FUNDACIÓN CAMPOMANES DE ESTUDIOS MEDIEVALES (FICEM) CL. CLAVEL, 35 BAJO
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Inscrita en el Registro de Fundaciones del Ministerio de Cultura en fecha 16 de noviembre del 2004 con el número 625(BOE del 8-12-2004)
CIF: G-84046283
_________________________________________________
Persecución romana contra cristianos
EVOLUCIÓN DEL CRISTIANISMO DESDE SUS INICIOS HASTA EL CONCILIO DE NICEA
CAPÍTULO VIII
LAS PERSECUCIONES
INTRODUCCIÓN
El cristianismo, además las ya citadas disensiones
internas, tuvo que hacer frente a un fenómeno que en lugar
de debilitarlo como era su objetivo, lo hizo más fuerte y
unido: las persecuciones, las primeras de las cuales nacen de
las propias autoridades judías y tienen carácter individual.
Son los 30 años siguientes a la muerte de Jesús. A partir de
esta fecha (década de los años 60) se invierte el signo de las
persecuciones. Durante 250 años serán las autoridades
2
romanas quienes perseguirán, de forma colectiva, a las
comunidades cristianas. A modo de ejemplo y sin ánimo de
exhaustividad, citaremos en la primera época, al propio
fundador: Jesús. Después de él fueron martirizados Esteban
(ca. 37), Santiago el Mayor (ca. 43), etc.
Haremos un pequeño recorrido sobre las más
importantes.
NERÓN
Nerón Claudio César Augusto Germánico gobernó el
Imperio Romano desde el 54 al 68. Aunque empezó su
gobierno con demostraciones de piedad filial1, poco después
se entregó a la petulancia, lujuria, avaricia y crueldad, de tal
manera que, en cuanto oscurecía, cubríase la cabeza con un
gorro de liberto o con un manto, recorriendo así las tabernas
de la ciudad y vagando por todos los barrios de Roma
cometiendo fechorías; lanzábase sobre los transeúntes que
regresaban de cenar, los hería cuando resistían y los
precipitaba en las cloacas2. Violó a la vestal Rubria, hizo
castrar a un joven llamado Sporo y hasta intentó cambiarlo
en mujer, quiso gozar a su madre3, tras haber prostituido
todas las partes de su cuerpo, ideó como supremo placer
cubrirse con una piel de fiera y lanzarse así desde un sitio
alto sobre los órganos sexuales de hombres y mujeres
atados a postes4, empezó por Claudio sus asesinatos y
parricidios, siguió por Británico5, por su madre, Agripina, su
1 Cf. Vida de los doce césares, Suetonio (Nerón, IX ab initio). 2 Ibidem, XXVI. 3 Ib., XXVIII. 4 Ib. XXIX. 5 Ib. XXXIII.
3
tía6, su esposa Popea, que la mató de un puntapié porque,
enferma y encinta, le reconvino con viveza7.
Busto de Nerón
Para Nerón, los cristianos eran una clase de hombres
llenos de supersticiones nuevas y peligrosas, motivo por el
cual fueron entregados al suplicio8.
Eusebio de Cesarea cuenta de él que vino a dar en
prácticas impías y tomó las armas contra la religión misma
del Dios del universo. Han sido muchos —continúa
diciendo— los que ha relatado sus fechorías, el cual, llevado
por una grosera demencia y sin la menor reflexión produjo la
muerte de innumerables gentes, incluso de sus allegados y
familiares: a su madre, hermanos, esposa, los hizo perecer
con variados géneros de muerte, como si fueran adversarios
y enemigos9.
6 Ib. XXXIV. 7 Ib. XXXV. 8 Ib., XVI. 9 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (II 25,1-2).
4
Tertuliano dice de Nerón las siguientes palabras,
recogidas por Eusebio de Cesarea10:
«Nerón fue el primero en perseguir a los cristianos […] Así, pues, éste, proclamado primer enemigo de Dios entre los que más lo fueron, llevó su exaltación hasta hacer degollar a los apóstoles. En efecto, bajo su imperio, Pedro fue crucificado y Pablo decapitado en la misma Roma. Lo confirma un varón eclesiástico llamado Cayo, que vivió cuando Ceferino era obispo de Roma, el cual, disputando por escrito con Procio, dirigente de la secta catafriga, dice acerca de los lugares donde están enterrados los despojos sagrados de los apóstoles mencionados: “Yo, en cambio, puedo mostrarte los trofeos de los apóstoles, porque, si quieres ir al Vaticano o al camino de Ostia, encontrarás los trofeos de los que fundaron esta Iglesia…”»
Martirio de san Pedro, de Michelangelo Caravaggio
Tácito, en sus Anales, escribe lo que sigue sobre el
incendio de Roma y su imputación a los cristianos11:
«Sucedió en la ciudad un estrago, no se sabe hasta ahora si por desgracia o por maldad del príncipe, porque los autores lo cuentan de entrambas maneras12, el más grave y el más atroz
10 Loco citato, II 25,4-7. 11 Cf. Anales, Tácito (Libro XV, en su parte bastante). 12 Tácito refiere con cierta desconfianza la opinión que atribuía al emperador el incendio de Roma. Suetonio es más explícito y Dión Casio lo da como cosa cierta. No
obstante, el hecho es dudoso.
5
de cuantos han sucedido por violencia del fuego. Salió de aquella parte del circo que está pegada a los montes Palatino y Celi, donde comenzó a prender en las tiendas en que se venden aquellas cosas capaces de alimentarse […] El fuego […] abrasó primero las casas puestas en lo llano; subió después a los altos y de nuevo se dejó caer a lo bajo […] Ayudóle al fuego el ser la ciudad en aquel tiempo de calles muy angostas y torcidas a una parte y a otra… […] »Hallábase Nerón entonces en Anzio y no volvió a la ciudad hasta que supo que el fuego se acercaba a sus casas… […] »Al cabo de seis días tuvo fin el fuego en la parte más baja del monte Esquilino… […] »No se puede decir con certidumbre el número de las casas, de los barrios aislados y templos que perecieron… […] »Se acudió a las divinidades con deseo de aplacar la ira de los dioses y purgarse del pecado que había sido causa de tan gran desdicha. Consultáronse sobre esto los libros sibilinos […] También las matronas aplacaron con sacrificios a Junio […] Las mujeres casadas, tendidas por devoción en el suelo del templo, velaron toda la noche. Mas ni con socorros humanos, donativos y liberalidades del príncipe […] era posible borrar la infamia de la opinión que se tenía de que el incendio había sido voluntario. Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse dio por culpados de él, y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por parte de Poncio Pilato, procurador de Judea. Por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición13; pero tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes. »Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta religión, y después, por indicios de aquéllos, una multitud infinita, no tanto por el delito de incendio que se les imputaba, como por haberles convencido de general aborrecimiento al género humano. Añadióse a la justicia que se hizo de estos la burla y escarnio con que se les daba la muerte. A unos vestían de pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazaran los perros; a otros ponían con cruces; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a los
13 Para los romanos, la superstición es el conjunto de prácticas irracionales que
magos y hechiceros usaban para estafar a la gente. Era sinónima de locura.
6
cuales, en faltando el día, pegaban fuego para que, ardiendo con ellos, sirviesen de luminarias en las tinieblas de la noche…»
El incendio de Roma
DOMICIANO
Tito Flavio Domiciano gobernó el Imperio Romano
desde el 81 al 96. Junto con Calígula y Nerón ha sido uno de
los emperadores romanos más odiados. Se afirma que pasó
su infancia y su primera juventud en la indigencia14. Al
comienzo de su reinado se encerraba solo todos los días
durante horas enteras para cazar moscas, a las que
enristraba con un punzón muy agudo15. En el circo, las
cacerías de fieras y los combates de gladiadores se
verificaban de noche, a la luz de las antorchas, viéndose
luchar en la arena, no sólo a hombres, sino también a
mujeres16. Odiado y temido por todos, sucumbió al fin bajo
una conspiración de sus amigos, de sus libertos íntimos y
hasta de su esposa17. No sabían los conjurados dónde ni
cómo le atacarían. Llegado el momento, Esteban, intendente
de Domitila, en una audiencia, le hundió el puñal en el bajo
vientre. El emperador trató de defenderse, cuando Clodiano,
14 Cf. Vida de los doce césares, Suetonio (Domiciano, I ab initio). 15 Ibidem, III. 16 Ib. IV. 17 Ib. XIV.
7
legionario distinguido, el liberto Máximo, el decurión Saturio
y algunos gladiadores, cayeron sobre él y le dieron siete
puñaladas18.
Estatua de Domiciano, Museo del Vaticano
Fue el segundo en promover la persecución contra los
cristianos a pesar de que su padre, Vespasiano, nada malo
había planeado contra ellos19. El mismo Domiciano dio orden
de ejecutar a los miembros de la familia de David, y una
antigua tradición20 dice que algunos herejes acusaron a los
descendientes de Judas —que era hermano de Jesús— que,
conducidos a presencia del emperador, les preguntó si
descendían de David; ellos lo admitieron. Entonces les
preguntó cuántas propiedades tenían o de cuánto dinero
disponían, y ellos dijeron que entre todos no poseían más de
9.000 denarios y 9 pletros21 de tierra, cuyos impuestos
pagaban y ellos mismos cultivaban para vivir. Entonces
18 Ib. XVII. 19 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (III 17). 20 Cf. Memorias, Hegesipo. 21 1 pletro = 952,58 m2.
8
mostraron sus manos y adujeron como testimonio de su
trabajo la dureza de sus cuerpos y los callos que se habían
formado en sus propias manos por el continuo bregar.
Preguntados sobre Cristo y su reino y cuándo se
manifestaría, dijeron que no era de este mundo, ni terrenal,
sino celeste y angélico y que se dará al final de los tiempos.
Ante estas respuestas, Domiciano no les condenó a nada,
sino que incluso los despreció como a gente vulgar. Les dejó
libres y por decreto hizo que cesara la persecución contra la
Iglesia22.
Para Domiciano, tan judíos eran los que seguían la
religión de Moisés como los que seguían a Jesús. A todos
ellos los acusó de ateísmo y les condenó a muerte con
confiscación de todos sus bienes. Entre los que sufrieron su
persecución citaremos a san Juan, que fue desterrado de
Éfeso a Patmos; Simeón, obispo de Jerusalén, que fue
crucificado; Flavia Domitila, hija de un senador romano;
Dionisio el areopagita, discípulo de san Pablo; Nicodemo,
Protasio, Gervasio y Timoteo, también discípulo de san
Pablo.
SEVERO
Lucio Septimio Severo gobernó el Imperio Romano
desde el año 193 hasta el 211, siendo el fundador de la
dinastía de los Severos. A la muerte de Pértinax, fue
nombrado emperador estando en Carnuntum (Panonia, en la
actualidad, Austria) y de allí se dirigió a Roma para vengar la
muerte de Pértinax. El senado romano le declaró enemigo
público y le envió tropas al mando de Tullio Crispino, que
22 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (III 19 y 20,1-5).
9
fueron derrotadas. Finalmente, el propio Senado nombró
emperador a Severo.
Este emperador persiguió a los cristianos como
pretexto por la peste y el hambre que, en aquel momento,
asolaban el Imperio. En el año 202 promulgó una ley que
prohibía la difusión del cristianismo y del judaísmo.
Anteriormente, a finales del s. II, el cristianismo había
gozado de una relativa paz debido a que el Imperio se
encontraba inmerso en guerras civiles, en su interior, y con
problemas para mantener sus fronteras, en el exterior,
frente a los pueblos bárbaros del Danubio y el Rin. En esta
época todavía estaba en vigor el decreto promulgado por
Trajano mediante el cual se perseguía a los cristianos,
siempre que fueran denunciados y que no ofrecieran
sacrificio a los dioses. Pero, en caso contrario, no se les
debía perseguir. Sin embargo, Septimio Severo optó por una
política religiosa de carácter sincrético con la finalidad de
unir a sus súbditos bajo el culto al Sol Invictus. Pero tal
político chocó de frente con los judíos y cristianos. De ahí el
decreto de 202 contra ellos, ya citado.
Nos dice Eusebio de Cesarea que como también Severo
suscitara una persecución contra las iglesias, en todas partes
se consumaron espléndidos martirios de los atletas de la
religión, pero se multiplicaron especialmente en Alejandría.
Entre ellos se hallaba Leónidas, el padre de Orígenes, que
fue decapitado23. Potamiena y su madre, Marcela, fueron
quemadas vivas. Se cuenta que por estas fechas, muchos
otros ciudadanos de Alejandría se acercaban en masa a la
doctrina de Cristo, porque en sueños se les había aparecido
Potamiena y les había invitado a ello24.
23 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (VI 1). 24 Ibidem, VI 5,1 y 7).
10
Perpetua y Felicidad, mártires
Otros mártires que podemos citar son Cecilia,
Valeriano, Ireneo25, Saturnino, Revocato y, sobre todo,
Perpetua y Felicidad, que fueron martirizadas en Cartago en
el año 203. Perpetua era una joven que pertenecía a una
familia rica y tenía un niño de pequeña edad. Felicidad era
su esclava y estaba embarazada cuando fue encarcelada.
Dio a luz en la cárcel a una niña que, posteriormente, fue
cuidada por los cristianos.
DIOCLECIANO
Cayo Aurelio Valerio Diocleciano dirigió el Imperio
Romano desde el 284 hasta el 305 en que abdicó,
convirtiéndose así en el primer emperador que dejó
voluntariamente su cargo. Durante su mandato sucedió la
última y peor de las persecuciones contra los cristianos. Se la
conoce con el nombre de la Gran Persecución. En
aproximadamente un año, Diocleciano dictó cuatro edictos
haciendo cada vez más difícil la práctica del culto cristiano.
Fueron:
25 Según la tradición.
11
El primer edicto, de fecha 23 de febrero del 303,
denominado Edicto contra los cristianos, ordenó
arrasar la iglesia cristiana de Nicomedia, quemar sus
escrituras y confiscar sus bienes; también se les
prohibió a los cristianos reunirse para celebrar su
culto y se les privó de determinados derechos
civiles, como el de petición ante los tribunales. La
gota que vino a colmar el vaso del malestar de la
sociedad romana pagana contra el cristianismo y
que conllevó la emisión de este decreto, fue que,
estando el emperador Diocleciano en Antioquía
celebrando un sacrificio a los dioses paganos, en el
año 302, el diácono Román de Antioquía
interrumpió la ceremonia y recriminó públicamente
a todos los participantes en ella. Fue condenado a
muerte, pero Diocleciano conmutó tal pena por la de
cortarle la lengua. Finalmente, Román fue ejecutado
a finales del 303. En este decreto se recrimina a los
cristianos que no hiciesen sacrificios a los dioses
paganos ni al emperador, así como que no
asistieran a los espectáculos públicos.
El segundo edicto vio la luz cinco meses después del
anterior y ordenó el arresto de todos los obispos y
sacerdotes cristianos que no sacrificaran a los dioses
paganos. Eusebio de Cesarea nos narra que fueron
encarcelados tantos sacerdotes que los criminales
ordinarios tuvieron que ser liberados26.
El tercer edicto, de noviembre del 303, se dicta con
motivo del vigésimo aniversario en el gobierno de
Diocleciano. Otorgó la amnistía a todos aquellos
26 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (VIII 3)
12
encarcelados que realizasen un sacrificio a los
dioses paganos.
El cuarto y último (de fecha incierta, sobre enero o
febrero del 304), ordenó que todos los súbditos del
imperio —hombres, mujeres y niños— se reunieran
en lugares públicos y realizaran un sacrificio
colectivo so pena de ser ejecutados aquellos que se
negaren. Estuvo vigente hasta el Edicto de Milán del
año 313.
“La última oración de los mártires cristianos”, óleo de Jean-Léon Gérôme (1883)
Si el pretexto para esta Gran Persecución fue, como ya
se ha dejado dicho en el primer edicto, la ausencia de
sacrificios a los dioses paganos y la carencia de participación
en los espectáculos públicos por parte de los cristianos, las
causas originarias son difíciles de determinar aunque
determinados autores afirman que la principal de entre ellas
fue la gran presión a la que se sometió a Diocleciano por
parte de los ambientes paganos fanáticos que rodeaban a
Galerio, que pretendían, ante la grave crisis económica
existente a la sazón, reanimar al pueblo romano y retornarlo
a las vetera instituta27, así como a los tradicionales sacrificios
a los dioses.
27 Leyes antiguas.
13
Eusebio de Cesarea nos relata en primera persona lo
que aconteció:
«En el mes de marzo del año 19.º del imperio de Diocleciano28, estando próxima la fiesta de la pasión de Cristo, por todas partes se extendieron edictos imperiales mandando arrasar hasta el suelo las iglesias y hacer desaparecer por el fuego las Escrituras, y proclamando privados de honores a quienes las disfrutaban y de la libertad a los particulares si permanecían fieles en su profesión del cristianismo. No mucho después vinieron otros edictos en los que se ordenaba arrojar en prisiones a todos los presidentes de las iglesias y, después, forzarles por todos los medios a sacrificar29.»
Y en cuanto a los mártires que sufrieron esta
persecución, se calcula que pudieron rondar los 4.000,
aunque historiadores modernos aseguran que pudieron
llegar a los 10.000. Eusebio de Cesarea nos narra que vio:
«[…] hasta ciento en un solo día, hombres, mujeres, niños […] Yo mismo vi perecer a muchísimos en un mismo día, los unos por hierro y los otros por fuego. Las espadas se embotaban, no cortaban, se quebraban, y los verdugos, cediendo a la fatiga, tenían que reemplazarse unos a otros30.»
Santa Eulalia de Mérida [Monasterio homónimo, en Totana (Murcia)]. Foto del autor.
28 Rectius, el 23 de febrero del 303. 29 Cf. Historia eclesiástica, Eusebio de Cesarea (VIII 2,4-5). 30 Ibidem, VIII 4-13.
14
Sobre las víctimas, este mismo autor nos cita,
expressis verbis:
«Por encima de todos cuantos fueron celebrados alguna vez como admirables y famosos por su valentía, hay que destacar a Doroteo y los servidores imperiales que le acompañaban. Comoquiera que se negó a sacrificar, fue colgado desnudo y desgarrado su cuerpo a fuerza de azotes; como siguió negándose a hacerlo, mezclaron vinagre con sal y lo derramaron por las partes más laceradas de su cuerpo, después lo pusieron encima de una parrilla al fuego hasta que se fue consumiendo su cuerpo31»
Podemos destacar como mártires:
San Sebastián, tribuno de la guardia imperial.
Los santos médicos san Cosme y san Damián.
Santa Eulalia de Mérida.
San Vicente y los dieciocho mártires de Zaragoza.
San Pantaleón de Nicomedia, etc.
Ldo. Pedro López Martínez
31 Ib., VIII 6,1-3.