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EXORCICEMOS EL MAL P. Carlos Triana CJM NTRODUCCION <<Se perfectamente que el diablo es el padre de la mentira,

Exorcicemos El Mal

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EXORCICEMOSEL MAL

P. Carlos Triana CJM

NTRODUCCION

<<Se perfectamente que el diablo es el padre de la mentira,

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pero se también que cuando la autoridad de la Iglesia

le ordena en los exorcismos decir la verdad,

él está forzado a obedecer>>

-San Juan Eudes-

OC V, 304

Cristo dijo: “Hoy y mañana seguiré expulsando demonios” (Lc 13, 32), pero también dijo: “En verdad, en verdad les digo, el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre” (Jn 14, 12), “Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban algún veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17-19)

Con la fe puesta en la Palabra de Dios, exorcicemos el mal, por medio de la llamada pastoral de liberación.

De eso trata este librito.

Ante un mundo enfermo, dividido, violento y agresivo, invadido de mal por todas partes, se impone una pastoral de liberación. En muchos grupos y ambientes eclesiales se ha venido desarrollando este tipo de pastoral, no sin problemas e incomprensiones.

Quiera Dios que esta catequesis sirva de ayuda para que por medio de la pastoral de liberación contribuyamos a exorcizar el mal que se enseñorea en el mundo, en nuestras naciones, en nuestras familias y en nuestros corazones.

Para mi querido Jesucristo,

mi verdadero Bien,

a quien quiero ver siempre

vivir y reinar en el corazón del mundo

1. ESTRATEGIAS DE SATANÁS

Llegamos al tercer milenio no tan civilizados como parece, ni tan racionalistas como nos imaginamos. El hombre de este comienzo de siglo vive lleno de prácticas supersticiosas y

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mágicas, subyugado por lo esotérico; carga talismanes, amuletos, le hace culto al demonio, consulta a los adivinos, a los espiritistas, a los mediums, lee horóscopos, paga por sesiones de quiromancia, por la lectura del tarot y de la ceniza del cigarrillo, cree en la <<astrología>>, en la brujería, en los maleficios diabólicos, se deja seducir por la Nueva Era y otros gnosticismos... y lo más grave es que aún muchos cristianos están involucrados en todas estas estrategias de Satanás.

¿Cómo entender que en un mundo donde se desarrolla el pensamiento científico y racional, se constate una difusión de actividades mágico-ocultistas? ¿Será que se está cumpliendo hoy más que nunca la palabra bíblica: <<Va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se buscarán un montón de maestros que sólo les enseñen lo que ellos quieran oír. Darán la espalda a la verdad y harán caso a toda clase de cuentos? >>(2 Tim 4,3-4)

Esas son cosas que vienen de Satanás y que esclavizan a los hijos de Dios, pues todas esas prácticas son estrategias del demonio y no se explican sin una influencia del padre de la mentira (Jn 8,44) que siempre desvía al hombre de la verdad y lo conduce al error y al mal (1 Pe 5,8).

Es contradictorio ser cristiano y vivir sometido a las estrategias de Satanás. Es necesario renunciar a esas falsedades de los demonios <<que son incompatibles con la salvación eterna; por que el Espíritu Santo nos declara que no podemos beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios, y que es imposible comer en la mesa de Dios y en la mesa del demonio (1 Cor. 10, 20-21) Si desean comer en la mesa del Rey del cielo y beber en su copa, renuncien absolutamente a la mesa del infierno y a la copa de los demonios>>, (OC VIII, 25)

Asistimos pues hoy, a un regreso impresionante de prácticas mágicas y de referencias esotéricas. Se confirma así lo que dice el Vaticano II acerca de la lucha que la humanidad debe enfrentar contra los poderes del mal, porque el tentador buscará continuamente obstaculizar la plena realización del proyecto salvífico de Dios en la historia. <<La historia universal se viene a reducir a una dura contienda contra los poderes de las tinieblas; batalla que empezada desde el principio del mundo, se prolongará hasta el último día. Por eso el hombre comprometido en esta batalla, tiene que combatir continuamente para seguir el bien, solo a costa de grandes esfuerzos, y con la ayuda divina, podrá establecer la unidad en sí mismo.>>(GS 37)

A estos magos, adivinadores, mistificadores hay que llamarlos falsos profetas, falsos iluminados, estrategas del demonio que están creando una especie de cultura de lo esotérico, o si se quiere mejor, con términos capitalistas, una <<industria de la magia>>. La causa de todo esto en América Latina es quizás la angustia ante tanto sufrimiento y pobreza, las situaciones de miedo y el drama del dolor que produce la injusticia, y sobre todo la falta de una profunda catequesis y formación cristianas.

Justamente nuestros obispos analizan las manifestaciones religiosas en nuestro continente y dicen: <<Observamos otras formas religiosas o para-religiosas, con un conjunto de actitudes muy diferentes entre sí que aceptan una realidad superior (<<espíritus>>,

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<<fuerzas ocultas>>, <<astros>>, etc) con la cual entienden comunicarse para obtener ayuda y normas de vida>> (DP 1105). Se refieren a los grupos esotéricos que buscan una iluminación especial y comparten conocimientos secretos y un ocultismo religioso. Tal es el caso de corrientes espiritistas, rosacruces, gnósticos, teósofos, etc... Una multitud de centros de <<cura divina>> o atención a malestares espirituales y físicos de gente con problemas y pobre. Estos cultos terapéuticos atienden individualmente a sus clientes>>(DSD 147). Y reconocen que entre las principales causas de la proliferación de estos grupos o movimientos está la crisis social que suscita una angustia colectiva y el distanciamiento de la Iglesia de algunos sectores (DSD 149- DP 1122).

Todas estas formas generales de superstición, en un mundo racionalista, hablan de la precariedad de nuestra época, hablan de un hombre que se encuentra vacío en medio de un sistema capitalista salvaje y de una sociedad de consumo que lo ha llenado de cosas pero no de plenitud, habla de un hombre que busca incansablemente seguridad, salvación, sentido a la vida.

DE VERAS NO SABEMOS SI NUESTRO MUNDO ES CIVILIZADO O PRIMITIVO

Satanás, con su gran astucia, ha venido atacando permanentemente a nuestras familias, a nuestros niños y jóvenes… por medio de la música, de la Internet, de los comics, de las películas… Es verdaderamente un buen estratega. Y nos ha llevado no sólo al pecado, a la tentación, a la opresión y obsesión, sino en algunos casos a la posesión. El quiere adueñarse del mundo y de los hombres, él quiere corrompernos, él quiere impedir que vivamos en gracia, él quiere hacer vana la muerte y resurrección de Cristo, él quiere que nos perdamos eternamente, pues nos tiene envidia porque él perdió la Gloria que ahora se nos ha prometido a todos…. Y por eso se ha inventado una cantidad de estrategias, por medio de las cuales nos esclaviza, nos enferma física, síquica y espiritualmente, nos deprime, nos entristece, nos hace idólatras, traidores, apóstatas…

EL CRISTIANO ANTE LAS ESTRATEGIAS DE SATANÁS

¿Qué actitudes cristianas tomar ante las estrategias de Satanás? En primer lugar reconozcamos que las prácticas esotéricas, ocultistas, generalmente buscan fines deshonestos y peligrosos para la integridad física y síquica de las personas, para su vida moral, religiosa y espiritual. Los medios que utilizan son regularmente ilícitos. No se necesita ser cristiano para rechazar todo esto. Una razón elementalmente educada lo comprende con facilidad.

Un cristiano bien formado sabe que, aunque las vías mágicas y esotéricas se presenten como caminos de salud, la única puerta de las ovejas y el único camino de salud es Jesucristo: <<Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al padre sino por mí>>(Jn 14, 6). Ir por otro camino es haber tomado la senda equivocada. “No hay ningún nombre dado a los hombres en el que podamos ser salvos, sino sólo el nombre de Jesús” (Hch 4, 12)

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Un cristiano, elementalmente catequizado, sabe que la magia, las supersticiones, el esoterismo minan las raíces de la fe y su significación auténtica: <<Muchos movimientos pseudo-religiosos de carácter orientalista y aquellos de ocultismo, adivinación y espiritismo minan la fe y causan desconcierto en las mentes, dan soluciones falsas a las grandes interrogantes del hombre, su destino, su libertas y el sentido de la vida>> (DSD 155).

El bautizado rechaza toda forma de práctica mágica en la medida que ellas constituyen una desviación de la verdad revelada, contrarias a la fe en Dios creador y al culto exclusivo que le es debido, y porque se oponen al reconocimiento de Jesucristo como único Redentor, al don del espíritu y por tanto contrarios a la profesión de fe y peligrosos para la salvación, y porque son una explotación del hombre a todo nivel.

« Dios tiene la idolatría como abominación, porque ella rinde a la criatura los honores soberanos que se deben solamente al Creador» (OC V, 449)

Los cristianos pues no pueden aceptar las estrategias de Satanás porque Dios es primero. Un cristiano no puede pensar que su vida está dominada por fuerzas ocultas manipulables por ritos mágicos o que su futuro está escrito de antemano en los movimientos de las constelaciones. La magia reemplaza a Dios por las criaturas, y aceptarla representa sucumbir la tentación diabólica de postrarse ante el poder de fuerzas extrañas; recordemos que de esa misma tentación, Jesús salió victorioso.

EL CRISTIANO NO DEBE

Ni jugar con candela… coquetearle a ciertas prácticas esotéricas (jugar la cuida, hacerse leer la mano, la ceniza del cigarrillo, leer horóscopos, asistir a sesiones de espiritismo, hacerse limpias, ponerle velas a la santa muerte, etc), so pretexto de curiosidad, de que es un juego, de que no tomo nada en serio, de que es una probadita. Este es el primer paso que dan las personas que quedan atrapadas en las estrategias de Satanás.

Ni darle su alma al diablo… haciendo un pacto personal con él, algún día de depresión, de tristeza, de angustia, de miedo, de decepción, de desesperación… Todo podemos tener de esos días, pero la solución no es darle el alma al diablo, porque lo que pasa es que Dios no me escucha, entonces que venga a ayudarme el diablo.

Ni ingresar a una secta satánica: pues esto sería el colmo. Pertenecemos a Cristo cabeza, somos suyos, él nos compró con su sangre. Somos miembros suyos, parte de su Cuerpo que es la Iglesia, por tanto no podemos ser miembros de una secta de Satanás.

Por estos tres medios se entra al mundo de Satanás. Su mundo enferma, apesta, produce desazón por la vida, da ganas de suicidarse, de blasfemar contra Dios, de odiar la Iglesia… Este mundo nos hace perder los sentimientos más nobles, los valores, la dignidad, la vida interior y la salud física y espiritual

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LA ESCRITURA CONDENA LAS ESTRATEGIAS DE SATANÁS

El pueblo de Israel ha sido llamado, en medio de los otros pueblos, a vivir la Alianza, esto es, a convertirse en el pueblo de Yahveh y a aceptar a Yahveh como a su único Dios. El pueblo está pues llamado a abandonar todos los ídolos y a no contaminarse con las prácticas mundanas de las culturas vecinas. Por eso el Antiguo Testamento es muy duro con respecto a las prácticas mágicas, y legisla cosas como éstas:

<<No dejes con vida a ninguna hechicera>>(Ex 22, 17); <<El hombre o la mujer que estén poseídos por un espíritu, o que practiquen la adivinación, serán muertos a pedradas y serán responsables de su propia muerte>> (Lv 20,27); <<No recurran a espíritus y adivinos. No se hagan impuros por consultarlo. Yo soy el Señor su Dios>> (Lv 19,31); <<Y si alguien recurre a espíritus y adivinos y se corrompe por seguirlos, yo me pondré en contra de esa persona y la eliminaré de entre su pueblo >>. (Lv 20, 6-7); <<Si aún tu propio hermano, o tu hijo, o tu hija, o tu esposa amada, o tu más íntimo amigo, te empuja en secreto a dar culto a otros dioses que ni tu ni tu padre conocieron,... no te sometas a sus deseos ni le hagas caso; ni siquiera tengas compasión de él; no le tengas lastima, ni lo encubras. Y tú serás el primero en levantar la mano contra él , y después de ti hará lo mismo todo el pueblo. Apedréalo hasta que muera, por haber querido apartarte del Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. De esta manera todo Israel lo sabrá y tendrá miedo de volver a cometer una maldad como ésta>> (Dt 13, 6-11)

Para la fe del Antiguo Testamento, la razón es obvia; solo Dios es el Salvador, no hay salvación fuera de él:

<<Sólo yo soy el Señor ; fuera de mí nadie puede salvar>>(Is 43,11); <<No hagan caso a esos profetas, adivinos o intérpretes de sueños, ni a los hechiceros que pretenden predecir el futuro y les aconsejan no someterse al rey de Babilonia. Eso que les dicen es mentira, y lo único que van a conseguir ustedes es que los destierren de su país, y que yo los disperse y mueran>>(Jer 27,9); <<Yo el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, les advierto esto: no se dejen engañar por los profetas y los adivinos que viven entre ustedes; no hagan caso de los sueños que ellos tienen. Lo que ellos les anunciaran en mi nombre es mentira. Yo no los he enviado. Yo, el Señor, lo afirmo>>(Jer 29, 8-9); <<Yo no dejo que se cumplan las predicciones de los profetas;

yo hago que los adivinos pierdan la razón. Yo hago que los sabios se contradigan y que sus conocimientos resulten pura tontería>>(Is 44,25).

Los adivinos y magos no salvan, por el contrario producen males peores: <<Sigue con tus hechicerías y con las muchas brujerías que has practicado desde tu juventud, a ver si te sirven de algo, a ver si logras que la gente te tenga miedo. Has tenido consejero en abundancia, hasta cansarte. ¡Pues que se presenten tus astrólogos, los que adivinan mirando las estrellas, los que te anuncian el futuro mes por mes, y que traten de salvarte! Pero mira, son iguales a la paja: el fuego los devora, no pueden salvarse de las llamas. Porque no es un fuego de brasas, para sentarse junto a el y calentarse. En eso pararon tus hechiceros, con los

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que has tenido tanto trato has tenido toda tu vida. Cada uno por su lado siguió su falso camino y no hay nadie que te salve>> (Is 47, 12-15); <<Los trucos de magia fracasaron, y la ciencia de que presumían quedó en ridículo, pues los que prometían librar de temores y angustias a los hombres y enfermos, y estaban a su vez enfermos de un miedo ridículo>> (Sab 17,7-8).

La magia es un gesto de rebelión con respecto de Dios y su Palabra: <<Tanto peca el que se rebela contra él como el que practica la adivinación; semejante a quien adora a los ídolos es aquel que lo desobedece>> (1 Sam 15,23). Darse a la magia es como darse a la prostitución: <<Mi pueblo consulta pedazos de madera, por medio de varas práctica la adivinación. Dominado por la prostitución, mi pueblo sigue caminos equivocados: se prostituye apartándose de su Dios>> (Os 4,12;Is 2,6; 3,2-3).

El Nuevo Testamento también condena la magia como el Antiguo, nos pide la fe en el único salvador dado a los hombres (Hch 4, 12), y nos exige el rechazo de toda mentalidad y de todo comportamiento mágico (Hch 8,9-13, 18-20), porque hay una clara oposición entre el anuncio de la fe y la magia (Hch 13, 6-12; 16, 16-24).

Hch 8,9-13; 19, 18-20: hace referencia a lo malo de la brujería y a la quema de libros de los que habiendo practicado la brujería ahora se convirtieron a Jesucristo. Hch 13, 6-12: nos habla del encuentro entre el brujo Elimas y Pablo. Este llama al brujo: <<Mentiroso malvado, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno ¿por qué no dejas de torcer los caminos rectos del Señor?>>. Hch 16, 16-24, insinúa que los adivinos buscan hacer negocio y ganar dinero. Ga 5-20 nos recuerda que los que adoran ídolos y practican la brujería son los que siguen los malos deseos de la carne y quedan descartados de la vida eterna.

El Apocalipsis excluye de la Jerusalén celestial a los mentirosos, brujos e idólatras de todo género, y por eso nos ruega imperativamente: <<no pertenezcan ustedes al grupo de los cobardes y temerosos, que son condenados y lanzados por una sentencia del cielo, junto con los incrédulos, los odiosos, los homicidas, los fornicadores, los que practican la brujería, los que adoran ídolos, a un lago lleno de fuego y azufre (Apoc. 21,8)>>, OC VI, 256.

Mc 3, 27 nos muestra categóricamente que Jesucristo es el único capaz de entrar en la casa del hombre fuerte (leáse Satanás), atarlo y quitarle lo que le pertenece. El ha vencido el mal. La victoria de Cristo es nuestra victoria, y <<ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas podrá separarnos del amor de Dios>> (Rom 8, 31,38-39)

La gran recomendación del Nuevo Testamento es pues <<No crean a todos los que les dicen estar inspirados por Dios, porque el mundo está lleno de mentirosos que dicen hablar de parte de Dios. Ustedes son de Dios y han vencido a esos mentirosos, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en los que son del mundo>> (I Jn 4, 1.4).

LA IGLESIA RECHAZA LAS ESTRATEGIAS DE SATANÁS

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Nuestra querida Madre la Iglesia que es la guardiana y la depositaria de la verdad revelada, nos confirma en la fe cuando nos dice <<Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos y otras prácticas que equivocadamente se supone<<desvelan>> el porvenir (Dt 18,10 ; Jr 29,8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a <<mediums>> encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia, y finalmente , los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios>> (CEC 2116)

<<Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurar la salud, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo>> (CEC 2117).

La iglesia nos enseña todo lo anterior porque sabe que los cristianos creemos no en la existencia de fuerzas ocultas que ejercen influencia sobre la vida de los hombres, sino en Dios y su acción personal y salvadora. Por eso cristianismo y magia se contraponen. Pues para nosotros creyentes no hay ningún poder superior a Dios. El que acude a la magia es una persona que no confía en un Dios personal y todopoderoso, providente y misericordioso como el nuestro, sino que se refugia en supuestas fuerzas ocultas, impersonales y sobrehumanas, y se entrega a esas pretendidas fuerzas a través de gestos y conjuros, amuletos y tratando de sacarles beneficios por medio de fórmulas, rezos ...etc.

Es muy posible que en ciertas liturgias, en determinadas regiones de la iglesia universal sobre todo, se desarrollen problemas de orden mágico. Esto es posible cuando se le da una confianza ciega a la eficacia directa del rito, independientemente de Dios y de su acción; esto es posible cuando esta eficacia no tiene ninguna relación con actitud ética, (Por que así es la magia, no tiene ninguna relación con sus compromisos morales ni con los deberes de las personas), solo se espera, con actitud mágica, que el ritual bien cumplido produzca los efectos requeridos (buenos o malos).

Otro problema de tipo mágico en el cristianismo puede estar en el sentimentalismo de tantas devociones y manifestaciones de religiosidad popular. Como bien sabemos, el origen de la magia no está en la razón sino en el sentimiento. El sentimiento funciona muy directamente en la vida cristiana de América Latina, y eso puede llevar a los creyentes a actitudes de tipo mágico. Todo eso lo podemos notar principalmente en el sacramentalismo, en la cosificación del sacramento, en el automatismo sacramental y en algunos grupos de oración, católicos y protestantes.

En efecto cuando los Obispos en Puebla describen la religiosidad popular de Latinoamérica, señalan como aspectos negativos de tipo ancestral: <<Superstición, magia,

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fatalismo, idolatría del poder, fetichismo y ritualismo...>>(DP 456). Ya en Medellín habían dicho que las expresiones de esta religiosidad: <<pueden estar deformadas y mezcladas en cierta medida con un patrimonio religioso ancestral, donde la tradición ejerce un poder casi tiránico; tiene el peligro de ser fácilmente influenciadas por prácticas mágicas y supersticiosas que revelan un carácter mas bien utilitario y un cierto temor a lo divino , que necesitan la intercesión de seres más próximos al hombre y de expresiones más plásticas y concretas>>(Med 6:4). Para explicar este patrimonio ancestral, Puebla afirma: <<No se puede desconocer en América Latina la erupción del alma religiosa primitiva a la que se liga una visión de la persona como prisionera de las formas mágicas de ver el mundo y actúa sobre él. El hombre no es dueño de sí mismo sino victima de fuerzas ocultas. En esta visión determinista no le cabe otra actitud sino colaborar con esas fuerzas o anonadarse entre ellas (de aquí la práctica de la hechicería y el interés creciente por los horóscopos en algunas regiones)>>(DP 308).

La Iglesia desde siempre ha condenado la magia y la considera como una de las vías que conducen a la muerte porque está del lado de la idolatría. Por tal razón no admitía al bautismo ni a los magos, ni a los astrólogos, ni a los divinos, ellos hacían cosas demoníacas.

Si un cristiano pone su confianza en estas prácticas y en tales pseudo-religiones, es un idólatra, porque equivale a adorar lo que no es adorable y darle confianza absoluta a lo que es relativo: <<El bautizado rechaza toda forma de prácticas mágicas en la medida que ellas constituyen una desviación de la verdad revelada, contrarias a la fe en Dios creador y al culto exclusivo que les es debido, y porque se oponen al reconocimiento de Jesucristo como único redentor, al don del Espíritu y por tanto contrarios a la profesión de fe y peligrosos para la salvación, y por que son una explotación del hombre a todo nivel>>. Nuestros obispos nos animan, recordándonos que la liberación de tales idolatrías es posible, gracias al mismo Señor, fuente de toda liberación: <<Dios mismo es la fuente de liberación radical de todas las formas de idolatría, porque la adoración de lo no adorable y la absolutización de lo relativo, lleva a la violación de lo más íntimo de la persona humana: su relación con Dios y su realización personal: <<Al Señor Dios adorarás, sólo a El darás culto>> (DP 491).

Todas esas prácticas mágicas y supersticiosas que rinden culto a esas fuerzas extrañas van contra el primer mandamiento, son un pecado de idolatría.

No son fieles a Jesús quienes dan ocasión de pecado a sus hijos o servidores con ejemplo pernicioso de su vida depravada, de sus malas acciones, de su lenguaje diabólico, que está todo lleno de impiedad, de libertinaje, juramentos, perjurios, blasfemias, imprecaciones, maldiciones, murmuraciones, injurias, venganzas, discursos impúdicos y de toda clase de malas palabras que son como flechas envenenadas que matan las almas de los otros>> (OC IV 236-238)

2. LAS ESTRATEGIAS DE DIOS

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EVANGELIZAR ES LA RESPUESTA

Esta tendencia de los hombres de hoy a las estrategias de Satanás cuestiona a todos los evangelizadores hace pensar que falta una seria Evangelización, y exige una Nueva Evangelización que anuncie el verdadero y único Evangelio de salvación. Aquél que, por la Evangelización, descubra a Jesucristo no tiene porqué vivir esclavizado a las estrategias de Satanás, ni tiene por qué ir a buscar la salvación en otra parte. Jesucristo es el único y auténtico Redentor del hombre y del mundo. La Nueva Evangelización está pues llamada a acabar con todas esas clases de idolatrías que se están imponiendo y predicando por todas partes, hoy en día.

Ya en la primera reunión en Río de Janeiro, los Obispos estaban preocupados por la preservación y la defensa de la fe, y para tal propósito pidieron que se incluyera « en los catecismos un capítulo especial sobre el espiritismo y el mandamiento divino que prohíbe las supersticiones, la magia y la invocación de los muertos y de los espíritus ». Decían además : « En las parroquias particularmente infestadas por el espiritismo : los sacerdotes hablen a los fieles, con caridad pero claramente, explicando la imposibilidad de continuar siendo católicos adhiriéndose al espiritismo ; los catequistas, los militantes de la acción católica, de las Congregaciones marianas y de las otras asociaciones de apostolado, reciban un curso especial sobre espiritismo y las principales objeciones y acusaciones que los espiritistas acostumbran poner contra la Iglesia y la doctrina cristiana a fin de que sean ellos los más exactos en el cumplimiento de las disposiciones de la Iglesia en esta materia, y los más activos en difundir entre los demás fieles la verdadera doctrina para preservarles de lamentables caídas »… Lamentaban también « la propaganda que incluso algunas personas autorizadas hacen con el pretexto del folklore, de ciertas prácticas supersticiosas, que son verdaderos actos de falso culto, importados de regiones paganas » (Conclusiones, Protestantismo y Movimientos anticatólicos 69-77. Primera Conferencia Episcopal Latinoamericana, Río de Janeiro)

Uno de los grandes sueños de la Iglesia en las misiones es precisamente acabar con la idolatría y con las estrategias de Satanás. Eso fue lo que realizaron los 12 discípulos de Jesús:

<<Esos doce pobres pescadores van por todo el mundo a predicar y a establecer la nueva religión. Todo el mundo se levanta contra ellos; los hombres emplean toda su industria para oponerse a la predicación del Evangelio. Los agarran, los meten presos, se les trata como perversos, magos, adivinos, los azotan...pero ellos triunfan...anonadan la irreligión y la idolatría abominable que el infierno había establecido en la tierra entera y ellos establecen la fe cristiana>> (OC VIII, 78-79)

Las estrategias de Dios son los medios espirituales con que contamos para hacerle frente al mundo del diablo, al mundo supersticioso y mágico que se levanta a nuestro lado y que tienta a todos los cristianos. A estás líneas de acción podemos llamarlas las estrategias de Dios. Son varias:

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2.1.-PREDICAR

Es necesario que se proclame, con vigor nuevo, como al principio de la Iglesia, que el resucitado vive por la eternidad, que solo El salva (Hch 4,12). Una forma de acabar con estas prácticas es realizar verdaderamente nuestro trabajo de predicación, por que la predicación es <<una obra grande y agradable a Dios ... por la predicación de la divina palabra la idolatría y la tiranía de Satanás han sido destruidas...predicar es distribuir a los hijos de Dios el pan de la vida (Jn, 6, 69)>> OC IV, 11. Predicar es reafirmar el absoluto e irremplazable Señorío de Jesucristo, no solamente en la vida de la iglesia sino también en la historia y en el cosmos y en toda la humanidad: <<El es imagen visible de Dios invisible,... en él todo fue creado en el cielo y en la tierra ( Col 1, 15-17). Solo El es el Alfa y la Omega, el comienzo y el fin (Ap 1,8).

2.2.- PROFETIZAR

La nueva evangelización debe invitar a vivir la plenitud de la existencia cristiana y a criticar y denunciar toda forma de magia que se opone a la fe y a la revelación cristiana. Jesucristo ha proclamado el don gratuito del agua de la vida a los que salgan victoriosos del mal y de toda forma de hechicería (Ap 21, 6-8).

2.3.- FORMAR

La Nueva Evangelización debe insistirles a los cristianos en el espíritu de penitencia y de conversión, en la oración y en el ayuno (Mc 9,29), en la celebración de los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía, y educar y formar en la vida litúrgica. Debe enseñar que el sacramento implica a la persona del creyente en su vida ética. Por eso un aspecto de la Nueva Evangelización consistirá en hacernos redescubrir el sentido auténtico del rito de la Iglesia como elemento fundamental de la maduración de la fe y de la coherencia moral. Que los catequistas evangelicen bien las mentes de los niños y jóvenes en las sólidas verdades de la fe.

2.4.- DISCERNIR

Igualmente la Nueva Evangelización debe enseñarnos la más grande prudencia para distinguir de manera justa los casos de asaltos diabólicos y una cierta credulidad que lleva a pensar que cualquier hombre con dificultades es objeto de maleficios, de mala suerte o de maldiciones. Estas situaciones requieren sabiduría pastoral. No todo debe ser exorcizado, solamente los casos de posesión diabólica, suficientemente comprobados, que son

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realmente los más graves pero ciertamente los más raros. La Nueva Evangelización debe enseñarles a los cristianos a discernir la realidad de la acción de Satanás y fenómenos de otro género.

<<La Iglesia al proponer la Buena Nueva, denuncia y corrige la presencia del pecado en las culturas; purifica y exorciza los desvalores. Establece por consiguiente, una crítica de las culturas. Ya que el reverso del anuncio del Reino de Dios es la crítica de las idolatrías, esto es, valores que, sin serlo, una cultura asume como absolutos. La Iglesia tiene la misión de dar testimonio del <<verdadero Dios y del único Señor>>DP 405.

2.5.-CREER

Los cristianos deben creer que ellos tienen la capacidad de resistir a las influencias del demonio. Deben creer que la verdad de su fe es el principio de una libertad nueva (Jn 8,32-36; Gal5, 1.13). Los cristianos tienen que creer que la resurrección de Jesús es la derrota definitiva de Satanás (Jn 12,31-32), y que ellos participan de esta victoria (Jn 16,33). Su confianza ante los ataques del diablo se funda sobre la gracia de Dios que confiere a la libre voluntad del hombre el poder de participar de manera eficaz en la lucha victoriosa de Cristo. En Cristo hemos vencido, y en Cristo venceremos:<<El Señor es fiel, El nos protegerá del mal (Hech 20,32). ¿Si Dios está con nosotros, quien estará con nosotros?(Ro 8, 31.38-39) Esa es la seguridad indestructible del cristiano. Los cristianos son consientes de la acción de Satanás en el mundo y del peligro que eso representa (Ef 6, 11-12), pero no viven en el temor, sino que profesan su esperanza, llena de alegría y confianza, en la manifestación de la gloria de Dios, y por eso viven vigilantes (Mt 24, 37-44; 25, 1-13), y permanecen como buenos y fieles servidores que saben que el Señor vendrá para acabar su obra>>(Mt 25, 14-30).

2.6.- SER BUENOS SERVIDORES

Una forma de responder a este mundo y a las estrategias del demonio es ser buenos obreros del Evangelio. Que los pastores lo sean a cabalidad, pues un buen pastor, según el corazón de Dios es <<una imagen viva de Jesucristo en este mundo, de Jesucristo que vigila, ora, predica, catequiza, trabaja, suda, llora, va de ciudad en ciudad, que sufre, agoniza, muere y se entrega por la salvación de las personas. Un pastor así es... confusión para el infierno, gloria del cielo, terror de los demonios... ruina del reino de Satanás, establecimiento del reino de Jesucristo>> (OC III, 31-32)

2.7.- ORAR Y CELEBRAR

Por supuesto que la Iglesia cree en el poder y en la fuerza de la oración. Celebrar nuestra fe, cantar nuestra esperanza y nuestro amor son armas maravillosas que debemos revestir para vencer el mal. San Juan Eudes nos recomienda: <<Tener gran confianza en el que es la

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fuente única de todo bien y gritarle constantemente desde lo hondo del corazón para pedirle su gracia que se necesita en todo tiempo y lugar para realizar nuestras acciones. Y Acercarse a menudo a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía...>> (OC II, 237)

2.8.- TENER DEVOCIÓN A MARÍA

Nuestro Señor Jesucristo ha destruido y anonadado los ídolos y la idolatría, pero la virgen María, crucificada y sufriente con su Hijo en la pasión, ha cooperado con él en tal misión. “El Hijo y la madre estaban crucificados juntos, el Hijo en su cuerpo y la madre en su corazón” (OC V, 166) Por eso encomendémonos a ella para que no caigamos en las garras del demonio, pues <<consideren que María significa Señora, y que en efecto, ella es desde su infancia, la Señora soberana del cielo y de la tierra; ella tiene un poder absoluto sobre el cielo, sobre la tierra, sobre el infierno y los demonios>> (OC V, 439) Es fundamental una gran devoción de amor a María, pues <<basta pronunciar el nombre de María con amor para que tiemblen los infiernos y para cazar a los demonios... pues dice San Pedro Crisólogo que el nombre de María es un nombre de salvación para los que son regenerados, y dice san Anselmo que es admirable que se obtenga la salvación por la invocación del nombre de María>> (OC V, 228-229)

San Juan Eudes nos insta a que le pidamos la bendición con la fórmula <<Nos cum prole pia benedicat Virgo María>>, pues esta oración de la Iglesia es poderosa y vence a los demonios. Nos enseña que el fin de esta oración es el de alcanzarnos la bendición de Jesús y María. Nos cuenta que un día el demonio habiendo tirado por tierra a uno de los hermanos del Beato Enrique Suso y buscado luego dominarlo a él, este religioso dominico lo hizo huir pronunciando esta oración.(OC V, 241-242)

Para no pertenecer al grupo de los <<pobres idólatras>>como él llama a todos esos estrategas del demonio, Juan Eudes nos pide que tengamos los sentimientos del corazón de Aquella que vivió solo para el Único Señor: <<Tengan en el corazón los sentimientos que están en el corazón de María, Madre de Jesús, los cuales son 5 principalmente: un gran sentimiento de horror y abominación al pecado, un gran sentimiento de odio y desprecio al mundo corrupto y a todas sus cosas, un profundo sentimiento de baja estima y de desprecio con respecto a sí mismo; un profundísimo sentimiento de estima, respeto y amor a las cosas de Dios y de su Iglesia; un gran sentimiento de veneración y afecto a la cruz de Jesucristo>>(Gal 6,14) (OC VIII, 440-441)

Finalmente San Juan Eudes nos exhorta: <<Velen para no dejarse sorprender por las tentaciones del espíritu malo, por los engaños del mundo, por los encantos de la carne, por las ilusiones de su espíritu por la astucia de su amor propio y por los artificios de su propia voluntad>> (OC VII, 212).

Estas líneas de acción sintonizan pecfectamente con la propuesta de nuestros obispos en Santo Domingo:

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<< Ayudar en el discernimiento de los problemas de la vida a la luz de la fe. En este sentido hay que revalorizar el sacramento de la Penitencia adaptar nuestra evangelización y celebración de fe a las culturas y necesidades subjetivas a los fieles sin falsear el evangelio. Hacer una revisión profunda de nuestro trabajo pastoral a fin de mejorar la calidad de nuestros medio y de nuestros testimonios. Dar un trato diferenciado a los movimientos religiosos según sus índoles y actitudes en relación con la Iglesia. Promover una liturgia viva en la que los fieles se introduzcan en el misterio. Presentar una antropología cristiana que dé el sentido de la potencialidad humana, el sentido de la resurrección y el sentido de las relaciones con el universo (horóscopos). No olvidar que el indiferentismo debe ser combatido mediante una presentación adecuada del sentido último del hombre, a lo que mucho ayudara la presentación de los novísimos >>(DSD 151-152)

Hay dos citas que me parecen motivadoras para luchar contra las estrategias del maligno o contra el << diablocentrismo>> que percibimos hoy. Una es de San Juan Eudes, un hombre cristocéntrico, otra es el Antiguo Testamento, o sea de un pueblo <<yahvé-céntrico >> :

<<guardémonos de perder un solo grano de nuestra confianza... ustedes no se imaginan cuantas clases de calumnias ha propagado el demonio contra mí, y en medio de todo eso, canto con todo mi corazón; ¡Viva Jesús mi solo deseo! ¡Viva Jesús todo mi placer! ¡Viva Jesús mi dulce salvador! ¡Viva Jesús el Dios de mi corazón!>> (OC X, 437)

<<Que ninguno de ustedes ofrezca en sacrificio a su hijo haciéndolo pasar por el fuego, ni practique la adivinación, ni pretenda predecir el futuro, ni se dedique a la hechicería ni a los encantamientos, ni consulte a los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ni consulte a los muertos. Porque al Señor le repugnan los que hacen estas cosas... Ustedes deben ser perfectos en su relación con Dios>>(Deut 18, 9-13)

Pero quiero dedicarme a una estrategia de Dios que nos falta poner en práctica de manera especial:

2.9. PASTORAL DE LIBERACIÓN

Es el trabajo evangelizador de la Iglesia que consiste en liberar a los hombres y mujeres de las ataduras del Enemigo: “En verdad, en verdad les digo, el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre” (Jn 14, 12);“Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban algún veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17-19)

Por ser experiencia pascual, experiencia de Cristo vivo en la vida… en la Iglesia ha habido una convicción: la Pascua de Cristo nos sana portentosamente. A esta convicción se ha

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llegado a partir de los numerosos testimonios habidos. Eso es lo que ha sucedido en la Iglesia: la gente ha experimentado, por la acción del Espíritu Santo, a Cristo vivo y esa experiencia los ha sanado. Cristo vivo sana. La Pascua de Cristo es salvación, es salud. ¡Por ser experiencia pascual, la Iglesia es experiencia de sanación!

Porque esta experiencia pascual es obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente, entonces en la Iglesia ocupa un puesto central la persona y obra del Espíritu Santo. Y Al abrirnos al misterio del Espíritu Santo nos hemos encontrado con los carismas como realidades del Espíritu para el crecimiento de la Iglesia, hemos acogido los carismas, sin excluir ninguno, y entre ellos aparece obviamente el de Sanación.

EL ESPÍRITU SANTO ES EL DON POR EXCELENCIA OFRECIDO GRATUITAMENTE POR DIOS AL HOMBRE

Con la palabra “carisma” se denomina en la Biblia a los dones dados por el Espíritu Santo para la construcción de la Iglesia. Son manifestaciones del Espíritu dados para la utilidad común, destinados al bien de todos, para la edificación y desarrollo de la comunidad eclesial.

El Concilio Vaticano II redescubrió el mundo de los carismas con admiración y alegría. Incluso llega a decirnos que: “los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos” (LG 12)

Igualmente los últimos Papas se han referido a este maravilloso mundo de los carismas del Espíritu Santo, así:

- Pablo VI en 1974: “Esta forma carismática de dones… dados por la sobreabundancia de la economía del Señor, que quiere hacer a la Iglesia más rica, más animada y más capaz de autodefinirse y autodocumentarse, se denomina precisamente “la efusión de los carismas. Y hoy se habla mucho de ello. Y, habida cuenta de la complejidad y la delicadeza del tema, no podemos sino augurar que vengan estos dones y ojalá que con abundancia. Que además de la gracia, haya carismas que también hoy la Iglesia de Dios pueda poseer y obtener… El Señor dio esta, llamémosla gran lluvia de dones, para animar a la Iglesia, para hacerla crecer, para afirmarla, para sostenerla. Y después la economía de estos dones ha sido, diría yo, más directa, más económica…. Y quiera Dios aumentar todavía una lluvia de carismas para hacer fecunda, hermosa y maravillosa a la Iglesia, y capaz de imponerse incluso a la atención y al estupor del mundo profano, del mundo laicizante”

- Juan Pablo II en Catequesis Tradendae 72: “La Renovación en el Espíritu será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia no tanto en la medida en que suscita carismas extraordinarios cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar testimonio de El”

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- Juan Pablo II en Christifideles Laici 21-24 nos enseña: “El Concilio Vaticano II presenta los ministerios y los carismas como dones del Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo y para el cumplimiento de su misión salvadora en el mundo… El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia-Comunión, sino que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos puedes asumir las más diversas formas…Sean extraordinarios, sean simples y sencillos, los carismas son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente una utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo. Incluso en nuestros días, no falta el florecimiento de diversos carismas entre los fieles laicos, hombres y mujeres…. Siempre es necesario un discernimiento de los carismas”

Pero a pesar de las afirmaciones conciliares y papales, la realidad de los carismas apenas se está dando en la Iglesia. Los carismas se van abriendo paso, o mejor dicho, el Espíritu Santo se va abriendo paso con sus carismas en nuestro mundo de hoy. Estos carismas no son sólo aptitudes, talentos o capacidades naturales, sino dones sobrenaturales que el Espíritu Santo comunica o hace surgir en los miembros del Cuerpo de Cristo para que cada uno sirva a la comunidad… Y hay que subrayar que uno de ellos es el carisma de sanación (Mc 16, 18; 1 Cor 12, 9.28)

K. RAHNER EXPUSO ESTE TEMA EN UNA PÁGINA LUMINOSA:

“la necesidad interna con que están ligados en la Iglesia el carisma y el sufrimiento no da carta blanca a las autoridades y demás personas no carismáticas para mostrarse irrazonables y obstinados contra tales mociones carismáticas… En la Iglesia no es posible extinguir el Espíritu. Dios responde de ello. Pero es muy posible al hombre, a su inercia, a su indiferencia y a su dureza de corazón, extinguir en otros un verdadero espíritu… Se debe observar la máxima tolerancia frente a un espíritu cuya procedencia no se puede todavía descubrir con claridad. Las autoridades eclesiásticas no tienen, por tanto, derecho a cometer errores con el pretexto de que un espíritu, si realmente procede de Dios, sabrá abrirse camino no obstante su resistencia. Con ello sólo logran añadir sufrimientos a los ya inevitables, cometiendo una injusticia contra Dios, los carismáticos y la Iglesia” (K. Rhaner, lo dinámico en la iglesia, Herder, Barcelona, 1963)

Quiero terminar esta referencia a los carismas, recordando lo que el decreto conciliar “Presbiterorum Ordinis” en el N° 9 dice: “Los sacerdotes, con espíritu de fe: descubran los multiformes carismas de los laicos, reconózcanlos con gozo, foméntenlos con diligencia”

En fin, ¡ por ser experiencia del Espíritu Santo, don de Dios que llena de carismas a la Iglesia, la Iglesia es experiencia de sanación y liberación !

Las sanaciones y liberaciones en la Iglesia son una realidad. Esto genera desconfianza y estupor y admiración y seguramente muchos cuestionamientos a la teología fundamental.

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Pero es bueno que dejando esos cuestionamientos, que merecen otro espacio, observemos que las sanaciones y milagros han sido una realidad en la Iglesia. En las canonizaciones se examina el “carácter milagroso” de las curaciones desde el punto de vista médico y canónico; en Lourdes, Fátima y otros Santuarios marianos las curaciones son esperadas como signos de la plena presencia de Dios. En la Iglesia las sanaciones espirituales, interiores, físicas suceden misteriosamente. Los invito a escuchar a alguien reconocido como maestro, teólogo y testigo:

“Hoy las curaciones son una bendita realidad. Nos recuerda el P. Salvador Carrillo en “Carismáticos”, Atenas, Madrid 1986, p. 70), son “manifestación sensible del amor siempre misericordioso y compasivo del Padre de los cielos, el cual, a través de su Hijo Jesús y con el poder del Espíritu, sana a los pobres y necesitados (Mt 12, 28; Lc 5, 17; Hch 10, 38) Ahora, como en tiempo de Jesús, muchos milagros se dan no para creer, sino porque se cree (Mc 5, 34.36; 6, 5-6) Las curaciones y milagros son un reto y desafío a nuestra fe; fe que debe ser entrega absoluta y sin condiciones al poder y al amor de Cristo. Ahora como entonces, Jesús repite: ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree¡ (Mc 9, 23)”

Sigue diciendo el P. Carrillo: “Hay que confesar que las curaciones y los milagros son un “acontecimiento” que se va manifestando como un rasgo de la Iglesia de aquí abajo; son un hecho real y comprobado que va dibujando un rasgo normal y cotidiano de la Iglesia peregrina de Jesús.

Si se producen curaciones físicas, es mayor el número de sanaciones espirituales, interiores, psíquicas. El hombre es un misterio de complejidad. Es cierto que, ante todo, hay que recibir el sacramento del perdón que el señor ha puesto bondadosamente a nuestro alcance. Con la recepción del sacramento de la reconciliación los pecados quedan perdonados…. Pero con frecuencia queda un desajuste profundo en el ser humano, en su espíritu, en su alma y en su cuerpo (1 Tes 5, 23), cuyas manifestaciones pueden ser, entre otras: ausencia de paz profunda y auténtica, sentido humillante de culpabilidad, escrúpulos insoportables, pensamientos obsesivos, temores persistentes, resentimientos, odios, rencores difíciles de extirpar, rebeldías fuertes y constantes, complejos en diferentes líneas, inestabilidad emocional permanente, recuerdos desagradables imposibles de olvidar, deseos inconscientes de venganza, sentimientos ocultos de vergüenza, cansancio y hastío de la vida, insatisfacción radical de la propia existencia. Este es el campo de la curación interior o espiritual” (P. 71-72)

La sanación es una realidad, pero dice el teólogo, especialista del Concilio, R. Laurentin: “esta realidad está bastante descuidada en teología. No existe el artículo Curación en el Dictionnaire de Théologie catholique que cuenta con 15 volúmenes y más de 40.000 columnas” (Tres carismas… Ed. Librería parroquial de Clavería, 1984, p. 46). En este mismo libro explica por qué nos hemos apartado de este don de Dios. Entre las razones destaco:

Por la impresión de que este don estaba “descontinuado”, pues este y otros dones estuvieron reservados para la fundación de la Iglesia pero ya caducaron

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Por la convicción racionalista de que las curaciones carismáticas del pasado eran una suplencia, en espera de la medicina científica.

Porque se nos ha puesto en guardia contra una concepción mágica que hacía de Dios una especie de curandero mágico…

Por prejuicios, añado yo, respecto a las prácticas de curación de corte protestante.

La Iglesia así entendida, como experiencia de encuentro vivo con Cristo Resucitado (que sana) por la acción poderosa del Espíritu Santo (que sana) en la vida del creyente, como experiencia espiritual de sanación, no es solo una EXPERIENCIA ESPIRITUAL, sino también una misión, un apostolado: Evangelizar con poder.

PRESUPUESTO PASTORAL: SATANÁS EXISTE

Para hacer este apostolado tenemos que partir de la verdad de que Satanás sí existe como lo atestiguan las Escrituras, como lo reveló Cristo, quien dijo de él que era “el príncipe de este mundo” (Jn 12, 31), y como lo enseña la doctrina de la Iglesia: “El demonio es un ser, espiritual y perverso. Quien niegue su existencia se aparta de la doctrina contenida en la Sagrada Escritura y enseñada por la Iglesia (...) No puede afirmarse que el demonio es únicamente la personificación del mal. Es un ser concreto. Una de las mayores necesidades de la Iglesia actual es la defensa contra ese mal que llamamos el demonio, el enemigo número uno, el tentador por excelencia… el enemigo oculto que siembra errores y desventuras en la historia humana” (Pablo VI, 15 de nov. De 1972). El Vaticano II nos enseña que el diablo existe: Cristo nos libera del poder de las tinieblas” (AG 3 y 14). La historia universal es una dura batalla contra el poder de las tinieblas que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final” (GS 37). Debemos luchar contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos (LG 35)

Partimos pues de la convicción de que Satanás es “un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad misteriosa y pavorosa”, como lo llamó Pablo VI en su catequesis ya aludida. Sabemos que él es el gran tentador. Por tanto es el gran culpable de todos nuestros males, pues su acción en el hombre es inducirlo al mal y hacerle el mal. Pero sobre todo hemos tomado conciencia de que Cristo es su único vencedor, Cristo derrota al diablo, él tiene el poder para triunfar de este enemigo pavoroso, y lo ha vencido con su muerte y Resurrección: “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn 12, 31).

Con esta conciencia y escuchando la Palabra de Jesús “No teman, tengan confianza, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33) en la Iglesia desarrollamos lo que llamamos una pastoral de liberación destinada a vencer al Maligno que sí existe.

FUNDAMENTOS PARA LA PASTORAL DE LIBERACIÓN:

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La experiencia vivida: Cristo resucitado sana, El Espíritu concede el carisma de la sanación a la Iglesia y actúa sanando por medio de los sacramentos, sacramentales y exorcismos de la Iglesia.

En la Iglesia hemos sido testigos del poder de Dios, de grandes signos y prodigios. Esta experiencia ha llevado a la Iglesia a realizar una pastoral de liberación: comunicar a los demás lo que ha vivido: que Cristo sana y libera por medio del Espíritu Santo.

La formación brindada: La Iglesia nos ha enseñado la práctica de Jesús que sana. Nos ha enseñado que Jesús tiene poder sobre los demonios y que el Mesías ejerce ese poder por el Espíritu Santo (Mt 12, 28) y que cuando envió a sus discípulos como heraldos del reino mesiánico, les dio poder sobre los espíritus inmundos” (Mc 6,12; Mt 10,1). Por tanto, si eliminamos este elemento completamente de la conciencia cristiana, mostramos imperfectamente la enseñanza de la Sagrada Escritura. Cuando Jesús dio a sus discípulos su misión apostólica, los mandó que hicieran lo que él había hecho: sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios… (Mt 10,8)”… “Después de la resurrección y ascensión, las curaciones que realizaron sus discípulos fueron un signo de que Jesús crucificado y resucitado estaba presente en la Iglesia por medio del poder del Espíritu (Hch 5, 12-15).

En el principio de toda sanación cristiana está Cristo, sanador del hombre total. El no vino a sanar enfermedades sino enfermos, esto es, al hombre total. Su misión no es remendar partes de nuestros cuerpos sino darnos vida en abundancia, vida nueva… El nos quiere completamente sanos, por dentro y por fuera. Y la enfermedad básica del hombre es el pecado. Sanando el pecado se puede lograr salud física y mental. El Verbo de Dios se encarnó para salvar al hombre completo. (CEC, n° 457). En este mismo número del Catecismo de la Iglesia Católica nos dice San Gregorio de Niza: "Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, exigía ser restablecida; muerta, resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien; era necesario que se nos devolviera... Estando cautivos, esperábamos un Salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador”

Por eso, en el principio de toda sanación cristiana está también Cristo médico de los cuerpos y de las almas, así lo llamó el Concilio Vaticano II (SC, 5) y el Catecismo de la Iglesia Católica repite la misma idea: "La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (Mt 4,24) son signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16)... El vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan" (no 1503).

El Catecismo recuerda que "los enfermos trataban de tocarlo (Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19)" (no 1504). "Todos" significa aquí una generalización por "muchos". De hecho, Cristo "no curó" a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios" (no. 1505).

Por eso, en el principio de toda sanación cristiana está Cristo Señor de todo, es decir, Cristo que tiene dominio sobre el mundo, sobre la historia y sobre la enfermedad: A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades,

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sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado demostraban su naturaleza divina" (no 447).

CONCIENCIA DEL ENVÍO: CRISTO ENVIÓ A LA IGLESIA A EVANGELIZAR CON PODER.

Cristo sanador transmite a los apóstoles y discípulos que creen en Él, el "oficio" de sanar enfermos de alma y cuerpo: "A los que crean les acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos" (Mc 16,17-18).

Este mandato lo reciben en primer lugar los apóstoles; luego, los demás discípulos. El Catecismo de la Iglesia Católica lo recuerda: "Sanad a los enfermos" (Mt 10,8). Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando su cruz (Mt 10,38); les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: "'y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mc 6,12-13)" (no 1506).

Así vistas las cosas, esta pastoral de liberación no debe parecernos extraña. Cristo y sus discípulos forman un todo. El es la Cabeza, ellos son el cuerpo. Los creyentes son entonces Cristo que se continúa. Por lo tanto la misión “liberadora” de la comunidad cristiana tiene la misma amplitud y la misma dimensión que la misión de Jesús, su Cabeza. Y no puede renunciar a ella. Para llevar a cabo esa “acción liberadora” el cristiano debe ser primero un liberado. Y esa liberación sólo puede venir de Cristo por medio del Espíritu Santo que es Señor y dador de vida: “Donde está el Espíritu de Cristo allí hay libertad” (2 Cor 3, 17

Así como Cristo ungido por el Espíritu venció a Satanás (Lc 4, 1ss) y fue ungido para hacer el bien (Lc 4, 16ss) y fue un hombre ungido por Dios que pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos por el Maligno (Hch 10, 38), así los cristianos, cuerpo de Cristo, ungidos por el mismo Espíritu de Cristo, podemos realizar nuestra misión eclesial liberadora.

Como sucedió en la primera comunidad: Pedro y Juan curan al paralítico del templo (Hch 3,6-7); en Samaría, el diácono Felipe realiza prodigios, lanza espíritus impuros y cura paralíticos y lisiados (Hch 8,6- 7); Pablo en Listra cura a un inválido (Hch 14,8-10); en Filipos expulsa un espíritu de adivinación de una sirvienta (Hch 16,18); y en Efeso Dios hacía por medio de Pablo prodigios extraordinarios, hasta el punto que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos que llevaba al cinto para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malignos (Hch 19,11-12).

No hay que interpretar de manera fundamentalista los textos que hablan de sanación, pero no podemos tampoco cerrarnos a una realidad que pertenece al depósito de la fe: la Iglesia fue enviada por Cristo a evangelizar con poder de sanar y de liberar de las ataduras del mal.

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3. ¿CÓMO HACER PASTORAL DE LIBERACIÓN?

La curación cristiana no es algo extraño, mágico, esotérico o supersticioso. Se trata de revivir la acción sanadora de Cristo entre su pueblo enfermo y herido, y todo a partir de la fe en Cristo, médico de los cuerpos y de las almas, ayer, hoy y siempre, que actúa con el poder del Espíritu Santo.

Las sanaciones son bendiciones de Dios para los hombres y mujeres de fe: "Si crees, verás la gloria de Dios" (Jn 11,40), dice Cristo antes de la resurrección de Lázaro a Marta. "Tu fe te ha sanado" (Mt 9,22), dice Cristo a la mujer con años de hemorragias. "Sanando enfermedades y perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: 'Vete en paz, ¡tu fe te ha salvado!"' (CEC. no 2616).

Junto con su fe, sinónimo de la fuerza espiritual o presencia del que todo lo puede, el creyente puede, por un lado, prevenir el ataque del demonio, y por otro, vencer al demonio que ya ha atacado: practicando las virtudes y especialmente por medio de la oración personal, el ayuno, los sacramentos y sacramentales, ejerciendo los carismas de sanación y acudiendo a los exorcismos.

3.1. POR MEDIO DE LOS SACRAMENTOS

En la Iglesia se realiza la Pastoral de liberación en primer lugar por medio de los sacramentos, pues dice el Catecismo de la Iglesia católica: "¡Sanad a los enfermos! (Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla. Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, pan que da vida eterna (Jn 6,54-58) y cuya conexión con la salud corporal insinúa S. Pablo (1 Cor 11,30)". (No 1509).

Esta idea se repite también al hablar de la penitencia y de la unción de enfermos como "los sacramentos de la curación" (no 1420): "El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la PENITENCIA y de la UNCION DE LOS ENFERMOS" (no 1421).

Dos premisas subyacen en esta enseñanza: Primera, creer en la presencia vivificante y sanadora de Cristo; segunda, actuar con la fuerza del Espíritu Santo (y no con fuerzas extrañas).

En el Catecismo de la Iglesia Católica, como en la Renovación carismática, se reconoce pues que los primeros medios de sanación en la Iglesia son los sacramentos.

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Así, el sacramento de la Reconciliación no sólo perdona los pecados, sino que con frecuencia sana interior y exteriormente al penitente de las heridas de la enfermedad y del pecado. "La confesión habitual de los pecados veniales ayuda... a dejarse curar por Cristo" (N° 1458). De un modo especial es curativa la unción de enfermos (no 1510), también el Matrimonio sacramento sana (no 1608). Especialmente importante es la sanación por la Eucaristía: "que esta comunión... me sea defensa de alma y cuerpo y remedio saludable”. Recordemos que en el misal romano hay una Misa pro infirmis

3.2. POR MEDIO DE LOS SACRAMENTALES

Los sacramentales son con frecuencia curativos y sanadores. “Los sacramentales, dice el Canon 1166, son signos sagrados, por lo que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen, por intercesión de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales”. Según el nuevo Catecismo, los sacramentales, signos sagrados instituidos por la Iglesia, son de tipo diverso: bendiciones, la alabanza poderosa de Dios, la intercesión. (no. 1678) (también el exorcismo es un sacramental). Algunos sacramentales pueden ser realizados por laicos preparados y autorizados.

Pero todos los fieles pueden orar por la sanación propio o de los demás: “Los fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la curación… Es necesario que durante su desarrollo no se llegue, sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo” (Congregación para la doctrina de la fe: instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación)

Entre los sacramentales, podemos subrayar los siguientes:

Sanación por oración de intercesión: "La Iglesia... intenta realizar (la sanación de los enfermos) tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con que los acompaña: '...rezad unos por otros para que os curéis. Mucho puede hacer la oración intensa del justo' (St 5,16)" (N° 1509). La oración de intercesión hecha con fe es eficaz. La oración de intercesión no la hacemos solos: el Espíritu Santo intercede por nosotros y con nosotros (no 2634), e interceden también la Santísima Virgen y los Santos que han sido agradables a Dios (no 2827).

Sanación por la alabanza: El nuevo Catecismo incluye la alabanza a Dios entre los sacramentales. La sanación por la oración en lenguas es común en la Renovación Carismática. Muchas veces no sabemos lo que conviene pedir en casos difíciles. En estos casos es buena la oración de tipo de balbuceo carismático, dejando que el Espíritu se exprese en nosotros con gemidos inenarrables (Rom 8,26). San Alfonso M. de Ligorio recomendaba esta oración a los sacerdotes en casos de liberación, cuando el penitente se asustaría si se orara en voz alta. La RCC ha promovido dentro de la Iglesia la práctica de la oración colectiva a favor de los enfermos y atormentados por el mal.

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Sanación por medio de las bendiciones: Para el nuevo Catecismo las bendiciones son un sacramental curativo. La señal de la cruz es una maravillosa bendición, que repetida por el pueblo sacerdotal de los cristianos tiene desde la fe efectos sanadores.

Sanación por la aspersión de agua bendita (no 1668): Se trata de un sacramental, que recuerda la regeneración por el agua del bautismo. El agua que quedó santificada por el contacto del cuerpo de Cristo en el Jordán, sigue teniendo virtualidades sanadoras.

Sanación por imposición de manos (no 1668): Para el nuevo Catecismo se trata de un sacramental. Ordinariamente, como cualquier método de sanación cristiana y carismática, la imposición de manos debe ir acompañada de oración a Dios. No se trata sólo de un remedio natural o parapsicológico. Jesús mismo "se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (Mc 7,32-36; 8,22-25)" (no 1504). Jesús a una mujer encorvada durante años le impuso las manos y en el acto quedó derecha (Lc 13,13).

Sanación por unción con aceite bendecido: Los discípulos de Jesús "ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Mt 6,13). Cristo no necesitaba ungir con aceite a los enfermos. Él mismo era el ungido de Dios con el Espíritu. …El aceite bendecido significa el Espíritu de Jesús que unge y cura a los enfermos. Los creyentes, como ungidos y profetas, participamos de los poderes sacerdotales, reales y proféticos de Cristo. Así pues, los laicos también pueden ungir enfermos. (Santa Catalina de Siena curaba enfermos con aceite bendecido, y le prohibieron hacerlo, porque creían que utilizaba el óleo del sacramento de enfermos, sin ser ella sacerdote ministerial) "El aceite., es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas" (Is 1,6; Lc 10,34). (no 1293). No debe confundirse nunca la curación carismática con aceite bendecido y la curación a través del sacramento de la unción de los enfermos (no 1510-1523). "La unción de los enfermos expresa curación y consuelo" (no 1532).

Sanación por la exposición del Santísimo Sacramento: “Se realizan celebraciones litúrgicas como, por ejemplo, la exposición del Santísimo Sacramento con la bendición”. (Congregación para la doctrina de la fe: instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación, 5)

Sanación por la recitación del Rosario: “Se realizan celebraciones no litúrgicas, sino de piedad popular, como la recitación solemne del Rosario” (Congregación para la doctrina de la fe: instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación, 5)

Sanación por el rezo del vía crucis. El vía crucis es una oración penitencial, el pueblo piadoso lo ora con el objeto de encontrar el perdón de los pecados, esto es, salud espiritual… y por extensión es un medio que lleva a encontrar también salud física y mental.

Sanación por el perdón: "El perdón de Dios inaugura la curación (Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12)" (n° 1502). El perdón es curativo en el ámbito espiritual, psicológico y físico. Al paralítico Cristo primero le perdona los pecados (Mc 2,5: "Hijo, se te perdonan tus pecados"), y luego lo sana (Mc 2, 11: "Ponte en pie, carga tu camilla y echa a andar"). Perdón y sanación física tienen una relación íntima.

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Sanación por la Palabra de Dios: La Sagrada Escritura, a veces es usada carismáticamente para sanar enfermos. La lejana palabra del Salmo 107 nos revelaba esta promesa: "Envió su palabra para curarlos, para salvarlos de su perdición" (Sal 107,20). San Francisco Javier enviaba a su joven monaguillo a leer un evangelio al enfermo y éste curaba; mandó leérselo a un muerto y éste resucitó. Cristo es la verdadera Palabra de Dios que nos sana.

Sanación en conexión con la persona de Cristo: Todo lo relacionado con Cristo nos sana: un crucifijo, una Biblia, una imagen, agua bendita, una reliquia, un rosario, una medalla… Todo esto empleado con fe, porque Cristo es su razón de ser, puede constituirse en un medio de sanación.

Sanación por las llagas de Cristo: El profeta Isaías nos decía que Dios "descargó sobre Él el castigo que nos sana y con sus cicatrices nos hemos curado" (Is 53,5b). San Pedro nos recuerda que "por sus llagas hemos sido sanados" (IP 2,24). Podemos orar: Señor, escondemos en tus llagas este cáncer. (Curiosamente las llagas de la corona de espinas de Cristo, a veces, curan de jaquecas, migrañas, insomnios).

Sanación por invocación del Nombre de Jesús: Su invocación repetida produce efectos de paz en las almas y a veces de sanación en el cuerpo: "Por su nombre ha sido restablecido éste que vosotros veis y conocéis" (Hch 3,16).

Sanación por increpación a la enfermedad en Nombre del Cristo: "Él increpó a la fiebre, en la suegra de Pedro, y la fiebre se fue" (Lc 4,39).

Sanación por el Amor de Dios aceptado en nuestras vidas: Este amor se convierte en presencia sanadora del Espíritu Santo. Cuando toca nuestras llagas físicas puede curarlas. Cuando pasa por hechos y acontecimientos negativos, que nos dejaron recuerdos dolorosos, se convierte en sanación de recuerdos. La presencia misericordiosa de Cristo, en las heridas de nuestro subconsciente y de nuestra conciencia, nos cura también al nivel de emociones mientras que el psicoanálisis, a veces, sólo nos ordena en el ámbito de comprensión intelectual de nuestros males psicológicos. Cristo siempre trata de curar al hombre completo: "Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado a lo largo de los siglos" (no 1503).

3.3. POR MEDIO DE LOS CARISMAS

Carisma de curación: "El Espíritu Santo, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, da a algunos un especial carisma de curación (1Cor. 12,9. 28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado". (no 1508). La plenitud de vida y de salud del Resucitado puede comunicarse a los hombres enfermos, transformarlos y sanarlos. Este carisma de curación ha existido siempre en la Iglesia, aunque en nuestros días parece haberse democratizado en el pueblo cristiano y carismático. Este carisma de la curación se encontraba no tan sólo en las manos de los Apóstoles, sino también entre las de sus discípulos, tales como el diácono Felipe, del cual se dice “que porque se le escuchaba y se le veía hacer milagros, la

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muchedumbre aceptaba su predicación… y toda la ciudad se veía penetrada por una gran alegría” (Cfr. Hch 8, 6-8).

Carisma de conocimiento: El Espíritu Santo puede descubrir la raíz espiritual, moral, psicológica o fisiológica de un mal, para que haciendo presente a Cristo en esta raíz del mal, el enfermo se cure. Algunos hermanos han sido bendecidos con este carisma para el bien de la comunidad.

Carisma de milagros: Los milagros no los hacemos nosotros como cristianos o sacerdotes, ni la Iglesia tomada en conjunto. El único que hace milagros es Jesús, pero él se vale de algunas personas a quienes ha ungido con este carisma extraordinario para continuar haciendo milagros en el mundo. El es el mismo ayer, hoy y siempre y sigue haciendo milagros hoy y siempre como los hizo ayer.

3.4. POR LOS EXORCISMOS DE LA IGLESIA

En el Diccionario de Teología Dogmática (A.A.V.V. Barcelona, 1963 p. 82) se define al exorcismo como “el mandato imperativo, mediante la invocación del nombre de Dios, hecho por un ministro legítimo para ahuyentar al demonio de alguna persona, animal, lugar o cosa”

En el Canon 1172 se nos enseña: “En la concepción cristiana del mundo existen también potencias espirituales maléficas, contra la cuales la Iglesia lucha también con los exorcismos (mandatos imperativos, mediante la invocación del nombre de Dios, hechos por un ministro legítimo para ahuyentar el demonio de aquel que lo padece). Se trata de una materia delicada; pero la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, lucha también contra el Maligno para que la historia de salvación de cada individuo concreto no se frustre”.

Sabemos del valor incomparable del exorcistado. Debemos servirnos de este ministerio eclesial y de este medio espiritual para encontrar la salud espiritual y física.

HAY DOS CLASES DE EXORCISMOS:

El solemne que debe ser realizado por quien haya recibido la legítima licencia del Obispo: “El ministerio del exorcistado debe ser ejercitado en estrecha dependencia del Obispo diocesano” (Congregación para la doctrina de la fe: instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación). Este exorcismo se hace sobre todo a personas, cosas o lugares que, después de un serio discernimiento, la Iglesia descubre que están seriamente infestados por el Espíritu Malo. Existe en la Iglesia un manual para la celebración de exorcismos.

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El simple puede hacerlo cualquier bautizado maduro, espiritual, lleno de Dios. Lo puede hacer en virtud de su bautismo, por medio del cual ha sido constituido en calidad de sacerdote. Lo puede hacer porque este exorcismo es un sacramental y los sacramentales los pueden celebrar los laicos. (excepción hecha de los exorcismos solemnes). Este exorcismo se aplica a personas que están sufriendo una perturbación leve del demonio o que están experimentando en su vida la influencia de un espíritu malo que no los deja avanzar en el camino del Señor: espíritu de gula, de lujuria, de pereza, de venganza, de violencia… etc.

LA FORMA NORMAL COMO SE HACE UN EXORCISMO SIMPLE ES:

Orar, rociar agua bendita, leer la Palabra, invocar el poder del Espíritu Santo de Jesús, y pedir con lenguaje imperativo, de manera repetida, firme, convencida y con autoridad, al espíritu malo, que salga de tal persona, que la abandone, que lo deje en paz… y todo en nombre de Jesús y por los méritos de su muerte y resurrección. Después se puede invocar a María, imponer las manos a la persona y darle un abrazo de paz, si esto es posible.

Pongamos de moda estas estrategias de Dios para vencer a Satanás. Exorcicemos el mal con el Poder que nos viene de Jesús nuestra Cabeza. El es Cristo, El vence, para El la victoria ahora y por la eternidad. Amén.

SIGLAS

DP: Documento de Puebla

DSD: Documento de Santo Domingo

OC: Obras Completas de San Juan Eudes

CEC: Catecismo de la Iglesia Católica

SC: Sacrosanctum Concilium

LG: Lumen Gentium

GS: Gaudium et Spes

MED: Documento de Medellín

AG: Ad Gentes