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EXTRACTOS N O F I C C I Ó N

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DIRECTORA: MILENA GARCÍA

DIRECCIÓN EDITORIAL: ARIADNA ARCE, FRANCO GONZÁLEZ

EDITORES: DANIELA MONTALBÁN BALLADARES , SOLANGE LÓPEZ, ALEXA ROXELIN,

KAREN TORRES , NIDIA MARTÍNEZ, OSIRIS ACEVEDO, FERNANDO BARQUERO, YANDINA GONZÁLEZ, DANIELA MORA , CELESTE CASTILLO, KATHERINE ALEMÁN,

DIRECCIÓN GRÁFICA: FRANCO GONZÁLEZ, DANIELA MONTALBÁN BALLADARES

ESTA REVISTA NACE COMO UN EJERCICIO ACADÉMICO EN LA CLASE DE PRODUCCIÓN Y DIRECCIÓN EDITORIAL DE LA FACULTAD DE DISEÑO & COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD AMERICANA , UAM.

GRACIAS A TODOS LOS QUE COLABORARON CON NOSOTROS .

MANAGUA , NICARAGUA 2013

E X T R A C T O S

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Carteleras del OlvidoOSIRIS ACEVEDO, NIDIA ÁLVAREZ, YANDINA GONZÁLEZ

Un parqueo sucio, una farmacia y templos evangélicos es lo único que queda de los cines de la vieja Managua. Comer vigorón viendo a Cantinflas o a Bruce Lee era uno de los mayores placeres de la época. Viajemos en el tiempo y vivamos un día en el imponente Cine Margot.

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la de un teatro. Tenía dos pisos que se dividían en: luneta, platea, planta baja, palco y planta alta. El costo por entrada oscilaba entre veinticinco centavos y cinco córdobas.

Al momento de la presentación de cada cinta se utilizaban proyectores con tiras de acetato. Venían en rollos muy cortos para la duración de una película completa, por lo que se cambiaban dos o tres veces; durante este cambio se encendían las luces y la gente podía ir al baño, platicar o tomarse una foto instantánea.

El mayor recuerdo que tiene Jaime Fuentes, médico de 46 años, es la elegancia del Margot.

“En la entrada había una escalinata amplia, los carteles de los anuncios eran como hechos a mano con letra cursiva, tenían sillas acolchonadas y todo estaba bien iluminado.”

El doctor cuenta que la experiencia se asemejaba mas a visitar una sala de teatro que una de cine.

“Afuera había una confitería, mis padres me llevaban de niño. Presentaban muchas películas de chinos, de Kung Fu y de vaqueros. La última vez que fui, en los 80, ya no había nada de esplendor y todo estaba deteriorado, viejo y con películas muy malas.”

Es viernes por la tarde, el calendario indica que es 6 de junio de 1930. Afuera del Cine-Teatro Margot la fila de gente parece no acabar.

Todos están reunidos en un mismo lugar para presenciar el estreno de la primera película sonora presentada en Nicaragua: “El ángel pecador”, sin duda el mayor éxito del momento. La espera es emocionante y misteriosa a la vez, las manecillas del reloj siguen su ritmo pausado hasta que llega el momento de entrar. El acontecimiento provoca asombro en la gente, acostumbrada a películas con etiquetas que narran lo que el personaje dice o piensa, mientras un pianista, u orquesta, toca al pie de la proyección.

El gigantesco cortinaje se abre justo antes de que inicie la película. Sobre la salas hay cúpulas en forma de campanas, para que el sonido emitido por los grandes parlantes frente al público sea maximizado.

Fuera, y muchas veces dentro de la gran sala, los vendedores ofrecen desde mangos pelados, cartuchos de maní y palomitas de maíz, hasta Coca Cola y raspados. Pero también se podían llevar alimentos y bebidas que no estuvieran a la venta .

La estructura de este cine era muy parecida a

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El majestuoso Margot es ahora un gran cajón vacío, polvoso, con olores extraños y charcos por doquier. Aún se ven restos de las enormes cortinas que protegían la gran la pantalla y aún se conservan, algo deterioradas, las gradas de la entrada a la sala. Pero también hay sillas plásticas apiladas, puertas viejas y desperdicios tirados al fondo de donde una vez la gente se reunía a disfrutar. Un silencio sepulcral rodea el lugar y el Cine Teatro Margot es ahora solo un recuerdo.

De los salas de cine de la vieja Managua solo quedan los nombres, que muy frecuentemente, los pobladores mencionan, aunque solo como referencia. Su clausura se debió, en parte, al terremoto del 1972, que dejó a la mayoría de los cines enterrados para siempre. Los pocos que no sufrieron daños, o se restauraron, fueron perdiendo espectadores; las salas estaban cada vez más vacías, la piratería empezó a surgir, la tecnología avanzó y se vieron obligados a cerrar sus puertas. Hoy descansan los imponentes edificios llenos de tantos recuerdos con tan solo la esperanza de nunca ser olvidados.

La taquilla vende todas las entradas y las largas bancas de madera del cine, están llenas. El cuarto de proyección está listo para empezar a rodar la tan innovadora producción, pero el sonido tan esperado nunca llega, las bancas frente a la maravillosa producción desaparecen, las cintas ya no están, ya no hay nada.

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Roy Bambú y el Caribe En El Alma DANIELA MORA BENARD

Los periódicos no lo mencionan aunque su aporte está latente en el Reggae Nicaragüense. Su felicidad está en hacer música y compartirla, el reconocimiento es accesorio y lo más importante es sentir el ritmo fluir en cada uno de sus acordes.

Corn Island, Nicaragua lo trajo al mundo y su norte musical lo trasladó a Managua, en donde lleva una vida humilde, espontánea y

llena de recuerdos.

Ser tan talentoso y no anhelar el reconocimiento puede ser difícil de comprender para muchos, pero para Roy Wilson McLowel, mejor conocido como Roy Bambú, la música está en otro escalón, , la dinámica es sentirla, cantarla, tocarla y escucharla. Me cuenta que le encantaría vivir de ella pero no ha llegado a ese punto porque su motivación no es económica.

El cantautor Miskito Alfred Guill asegura que las letras de muchas canciones de Philip Montalbán han tenido un aporte determinante de la música de Roy Bambú.

Vive en la casa de una amiga que lo ha acogido como parte de la familia. Sentado en el porche y con mucha ilusión confiesa que le agrada la oportunidad de contar un pedacito de su historia.

-¿Cómo decidiste venir a Managua?

R: La verdad siempre quise hacerlo porque en la isla no hay ingresos para la música solo para la pesca. Tomé la decisión de irme cuando me

enamoré de una extranjera, nos íbamos a Estados Unidos, yo siempre buscando la música… al final me quedé en Managua.

-¿Porque no te fuiste con ella?

R: Ella se fue primero (revela, disipando la sonrisa), un día fui a recoger una carta que me envió y ahí mismo me asaltaron, seguro pensaron que el sobre de la carta contenía dinero. Perdí su dirección y su teléfono…ha sido una experiencia muy dolorosa para mí porque nunca más supe de ella. Ahora, no sé si estará casada o qué pero yo aún la pienso mucho…

La plática se paraliza un momento, Roy pensativo y en silencio se levanta y regresa con una guitarra, “La música es mi vida, con esto me voy a morir”, expresa e inmediatamente le regresa la sonrisa. Con todo el feeling del mundo abraza la guitarra y hace que las cuerdas le sigan la voz.

La música caribeña ha sido su medicina, le ha curado los desamores, la melancolía de vivir lejos de su tierra y cualquier tropiezo. Roy entonces se queda cantando en el porche, esperando un nuevo concierto y recordando la vida como aquel acorde que va y viene.

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Un Lugar Donde Sí Pasa Algo FERNANDO BARQUERO, SOLANGE LÓPEZ, ALEXA R. ZOGAIB

Este año, artistas y creativos se han tomado El Crucero y lo han utilizado para expresarse y desarrollar sus distintas habilidades, hasta convertirlo en una galería de arte improvisada.

Es Managua y a la vez no. Es el escape perfecto resumido en 20 minutos. Lo único que se escucha es el sonido que emiten los

interlocales y furgones al pasar a toda velocidad por la carretera panamericana. Esta vez no es solo el clima lo que hace llamativo al Crucero, que es conocido por su tranquilidad y por ser ese lugar extraño donde no sucede nada, donde aún no llega la contaminación caótica de los espacios.

Es un sitio triste y desolado para personas como don Pedro Martínez, comerciante de 52 años, quie se ve obligado a trasladarse todos los días a Mana-gua en busca del sustento.

“Aquí nací y aquí voy a seguir hasta que me mue-ra”, comenta. También lo describe como “un lugar donde no existe ningún tipo de recreación”.

Para los de Managua, El Crucero puede ser el per-fecto escape de la rutina, esa que consume el alma. Además, puede ser una zona propicia para disfrutar del silencio y del viento azotando en la cara. Pero sobre todo, recientemente, es el lugar que está viviendo la llegada de nuevas expresiones artísticas.

La tarde del 20 de abril del 2013, sobre los cam-pos verdes del Crucero, volaron cometas, papalotes

y sábanas blancas. Todos con un solo objetivo: “mover una montaña a través de las buenas vibras y con ayuda del viento”. Esa era la idea que todos manejaban acerca de la acción artística. Parecía ser algo muy difícil de alcanzar pero ver a tanta gente feliz intentándolo hace creer que es posible.

Los participantes de esta intervención de Veinti3, colectivo de artistas contemporáneos, la describen como “la oportunidad perfecta para disfrutar de las cosas más simples justo como lo hacíamos en la infancia…”. Desde niños haciendo lo que mejor saben, hasta ancianos rompiendo los esquemas de las cosas que “no se deben de hacer a su edad”, jugaron con La Vela. Darwin Andino, miembro de Veinti3, define el género al que pertenece esta intervención como “una idea, un concepto y miles de maneras de alcanzar lo propuesto, es la esencia del arte relacional”.

El sol está cayendo y poco a poco el azul del cielo se va haciendo más oscuro. Al conducir de regreso, llama la atención ver la imagen de Don Ramón en una vieja gasolinera abandonada. Resulta difícil resistirse y no bajar a echarle un vistazo a la exposi-ción de Xabier Garay, un artista español que usó su trabajo fotográfico de siete años en Nicaragua para

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recuperar espacios y romper con la convencionali-dad en la que estamos inmersos.

Entro a la Cabanga, nombre de exposición de Xabier, y el recorrido empieza con una patada al sentido del olfato por el olor a berrinche, reforzado con imágenes inusuales en paredes a punto de caerse. El concepto concuerda con el lugar porque las ruinas de la gasolinera simulan sentimientos.

“Sentirse solo y a la vez feliz, eufórico y down. Son momentos que han marcado mi vida, fotos de una cabanga personal”, afirma Xabier.

Ana Chávez, espectadora de la exposición de Garay, la interpreta como un reflejo de la realidad nicaragüense y considera que la elección de la ga-solinera fue acertada porque invita a la lucha social, la crítica o simplemente a la reflexión. “La cara de la

realidad, la miseria que hay en nuestro país, y porque no decir nuestro mundo, la cabanga de nuestro mundo”, comenta.

Es la oportunidad perfecta para que cualquiera entre en el mundo del arte, comprendiendo o no el concepto. Lo importante es sumergirse momentá-neamente y entrar en la instantánea. Hasta el bo-rracho con el que me había encontrado dos cuadras antes puede hacerlo. Seguramente ahí dormiría esta noche, hasta lo imaginé orinando todas las paredes, eso explicaría el hedor que sentí al entrar. Este sitio, al igual que las fotos, es un reflejo de la realidad y muchas veces la realidad apesta.

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Chereques Vienen y Van Karen Torres

No es un domingo cualquiera, es un día para compartir. Lo que a uno ya no le sirve, a otro le falta. En este espacio cultural, todos los chereques cambian de dueño.

El 10 de febrero del 2013 se realizó por primera vez El Cherequero, en el parqueo de Bolsa de Noticias en la Colonia Centroamé-

rica. Llegaron de diferentes partes de Managua, colocaron mesas y mantas en el suelo. El objetivo era deshacerse de cosas que no tuvieran utilidad, pero si valor sentimental.

“Empezó como una venta de patio para recaudar dinero y luego pasó a ser un domingo cultural. No es una actividad meramente consumista, promo-vemos el trueque”, dice Andi Icaza, fundadora del Cherequero. Junto a ella trabajan Itzá Martínez, Nahima López, Jade Zúñiga, Silvana Castellón, Lau-ra Barreto y Lucy Gutiérrez. Tienen entre 18 y 23 anos y se conocieron por amigos en común. Ahora se llaman “cherequeras”.

Dos meses después de ese primer domingo, el lugar esta listo para la tercera edición. Quedan de verse a las 8:00 am pero con la típica boluda de este día, les resulta difícil ser puntuales. Las que lo logran, con sus maletas llenas de cosas, ponen unos cuantos toldos, conectan extensiones e insta-lan el amplificador por si llega alguna banda.

Aparecen el resto de cherequeras, gritan shot gun, arreglan sus espacios, muestran lo que andan y listo, poco a poco la gente empieza a llegar. Alguien se escucha con su “buenos días”, abriendo bolsas, desdoblando ropa, quitándole polvo a libros que pronto tendrán nuevos dueños. Los parlantes empiezan a sonar, los habitantes de la zona salen

a darse su vuelta, quizás con el objetivo de solo ver pero de repente, un bolso doblado en una de las mesas atrae la atención, ya sea para uso personal o para la sobrina. Y así, con esta dinámica, el lugar se empieza a llenar. Un taxi pasa despacio, el pasajero asoma la cabeza preguntándose qué será el bullicio.

El día sigue avanzando y las ganas de un refresco o algo para picar aparecen. Es entonces cuando veo, escrito en letra de molde sobre un cartón, el anuncio de los batidos de frutas de Carlos Báez. Son toda una sensación pero no la única opción. La Andi pasea entre los puestos con su termo de café, por si a alguien se le antoja. También esta el vigorón de dona Mirna Sirias; veo a un grupito de gente que ríe mientras lo disfruta.

Pasan las horas y bajan los precios. Algunas personas ya solo regalan, otras intercambian cosas, por ejemplo, dos camisas por un pantalón. Cuando son las 5:00 pm, hay que limpiar el lugar y dejarlo como si nada hubiese pasado. Unos se van con di-nero, otros con ropa (no la necesitaban, pero ahora no pueden esperar mas para usarla). Y alguien que nunca imaginó encontrar algo interesante entre los chereques de una muchacha de trenza y lentes, se va contento con un libro de portada sucia y esquina doblada.

La semilla esta sembrada. Con El Cherequero, poco a poco nace una comunidad que ama compar-tir, retroalimentarse y reusar.

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100 Ilusiones Para Managua DANIELA MORA BENARD

Queremos cambios, líderes, propuestas, soluciones, buenas noticias y mejoras tangibles para nuestra ciudad. 100 en 1 día propone ser un recurso palpable y hacerlo de una manera bastante peculiar.

La Emoción de Emilia es más que evidente. Es una chavala con sangre activista que ha sembrado un comienzo de transformaciones

por venir en Managua.

100 en 1 día es una plataforma de cambio social que nació en Colombia y su objetivo es construir 100 interacciones en 1 día con el fin de generar conciencia a los ciudadanos de la capacidad que tienen de ser agentes de cambio. El proyecto fue delegado a Emilia Yang para reproducirlo en cada rinconcito de Managua.

“Nicaragua tiene demasiados problemas, aquí los ciudadanos no se respetan, todos nos pasamos en-cima de otro, no nos importa, no hay espacios donde podamos convivir de manera bonita y creo que esto le vendría bien a Managua”, nos comenta Emilia.

Jade Saravia es otra chavala con muchas ganas de inyectarle ánimos y soluciones al país, está aportando a 100 en 1 en una comisión que se encarga de involucrar gente que no tiene acceso a redes sociales, organizaciones y todos los que de una u otra forma quieran aportar.

-¿Qué espera Jade de 100 en 1?

“Me gustaría que la iniciativa traiga un poco de co-lor y alegría a Managua, que dejemos de quejarnos tanto y hagamos más.”

Oscar Hernández estudia Comunicación Social en la UCA, montado en un bus frente a su universidad se encontró con una actividad de 100 en 1 día, lla-mada El Burbujal, en donde se propuso una manera distinta de sobrellevar el stress y el lunes jugando con Burbujas. “Nadie los veía como chavalos locos, al contrario, todos sonreían y participaban entonces, me pareció una actividad incluyente con personas sin distinción de estrato social, religión, etc”, confesó emocionado.

¿Querés saber más de 100 en 1 día? Buscalos en Facebook (www.facebook.com/100En1DiaMGA) o al correo electrónico: [email protected]

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Caras PerdidasKATHERINE ALEMÁN CALDERWOOD

Hay quienes no tienen familia y morirían por saber qué se siente ser parte de una. Pero, ¿qué pasa cuando alguien tiene una a la cual no reconoce? ¿Qué tan duro es despertar cada mañana sin recordarse a sí mismo? Conozco a alguien que vive así. Su nombre es Luciano Hernández Peralta, mejor conocido como Chanito Balteño.

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Le dicen Chanito porque se llama Luciano y Balteño, porque la gente lo relaciona con Baltazar, el nombre de su papá. Siempre viste

de blanco y algo muy característico en él es su sombrero. Siempre lo lleva puesto donde sea, no solo es parte de lo que usa sino de lo que es.

El Alzheimer no logra hacerle perder el carisma. A veces consigue recordar aquellas canciones y refranes que tanto le encantaban, esos chistes que los bisnietos, por haber nacido en otras épocas, nunca entenderán.

“¡Jodido hombre! Si yo hacía reír a la gente”, recuerda Chanito.

Nunca se alejó de la tierra que lo vio nacer: So-motillo, Chinandega. Ahí también crecieron sus diez hijos. Y aunque siete de estos son biológicos y tres adoptivos, a todos los ama por igual.

Antes, era él quien contaba las anécdotas sobre su vida. Ahora son sus hijos quienes le hablan acerca de los 99 años que ha vivido.

“El toda la vida fue avivado con sus hijos”, dice Tomás Hernández, uno de ellos.

Cuando se le pregunta sobre algo o alguien, Chanito suele reemplazar la palabra no sé, con lo siguiente: “¡qué barbaridad hombre! A mí todo se me olvida, ya uno ya está viejo”.

“A mi papá le gustaban todas las mujeres, yo creo que a veces se ha de hacer el loco cuando le tocan el tema”, cuenta Tomás.

“El hombre no es machista, machistas las mujeres porque les gustan los machos” suele decir Chanito.

Aunque un poco fatigado por la monotonía, a veces se comporta como un niño. Le encantan los caramelos, los sorbetes y que lo visiten.

“Mi papa se fue de la casa de su mama cuando

tenía doce años porque ella le daba mal trato”, dice Tomás y explica que fue Elías Torres, un amigo de su papá, quien lo crio hasta que murió.

En esa misma época adoptó un vicio que lo ha acompañado toda su vida. Y por más que le acon-sejaron abandonarlo, nunca lo hizo. Los médicos afirmaron que su cuerpo dependía tanto del alcohol que dejarlo podría serle perjudicial.

Chanito trabajó toda su vida en el campo, y dice que a pesar de su edad, aún está “entero”. Pero, lo cierto es que tiene problemas cardíacos y una lesión permanente en la pelvis. Siempre necesita apoyarse en sus muletas, con las que ha vivido la mayor parte de su vejez.

Sin embargo, las muletas nunca lo detuvieron. Hasta hace algunos años, iba con ellas a donde quisiera. Hasta sus bisnietos jugaban a usarlas y a imitar el movimiento que Chanito hacía con ellas.

Ahora que su vida ha dejado de ser activa, es normal que Chanito se sienta un poco frustrado al estar sentado en casa sin recordar de quienes está rodeado.

“Ve, yo creo que ya pronto me voy a morir”, dice frecuentemente.

Parte de no recordar nada es estar inconsciente de cuan duro puede ser. Es como si los días fuesen páginas de un libro y cada una de estas páginas contara una historia distinta. No hay conexión con lo que hubo ayer ni con lo que vendrá mañana.

Para Chanito ya no existe pasado recuperable ni futuro por adivinar. Solamente quedan rastros de un borroso y confuso hoy.

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