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LA ALQUIMIA TAOÍSTA Álex Ferrara Desde hace miles de años el ser humano ha soñado con ser inmortal. Ante la realidad incontestable y definitiva de la muerte, cada cultura ha encontrado una vía para paliar la angustia que produce ese fin certero. Los sistemas de creencias han dado respuesta al dolor de la pérdida de la salud y de la vida, tanto propia como ajena, por la vía soteriológica, es decir, por el camino de la salvación: uno muere, pero, si ha seguido una vida virtuosa de acuerdo con los preceptos del dogma, puede volver a vivir en un ámbito mucho mejor que la tierra, sea éste el Paraíso judeo-cristiano, el Nirvana como lo conciben ciertas escuelas budistas, o lo Absoluto impersonal del hinduísmo, por citar algunas posibilidades. Ninguna de ellas vence a la muerte en esta tierra pero hay una instancia de vida eterna posterior. En otras culturas, como la china, en la que por naturaleza la filosofía y la ciencia han tenido más asidero que la religión, el hombre ─igualmente afligido por la cont undencia de su propio fin─ ha buscado otra solución que desafía la fisiología humana desarrollando complejas técnicas de regeneración de las células y de control de la propia energía con el único propósito de vencer a la muerte y disfrutar de la vida eterna, en esta tierra y con este cuerpo. Hoy en día, con el progreso de la ingeniería genética y los adelantos de la clonación, no parece un objetivo tan absurdo, pero estamos hablando de procedimientos nacidos hace más de dos mil quinientos años. Por una parte se desarrolló una alquimia física o exterior, wai-tan, que mediante el uso de fórmulas químicas dio lugar a no pocas muertes por intoxicación, entre ellas la del famoso primer emperador chino, Chin Hsi Huang Ti, en el año 206 a.c. Se usaban combinaciones de hierbas con jade molido, plomo y cinabrio, o su variante reducida, el mercurio, y otros elementos cuyas propiedades mágicas supuestamente otorgarían la vida eterna. Hay un sinfín de textos que enumeran pociones otorgadoras de inmortalidad, como la Escritura de la Espada, de T´ao Hung-Ching (456-536) que cita elixires alquímicos como la eflorescencia de Lang-kan 1 -, el polvo de oro licuado, el feto de dragón, la esencia de jade, el elixir de oro o los "nueve ciclados".

Ferrara, A. La Alquimia Taoísta

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LA ALQUIMIA TAOÍSTA

Álex Ferrara

Desde hace miles de años el ser humano ha soñado con ser inmortal. Ante la

realidad incontestable y definitiva de la muerte, cada cultura ha encontrado una

vía para paliar la angustia que produce ese fin certero. Los sistemas de creencias

han dado respuesta al dolor de la pérdida de la salud y de la vida, tanto propia como

ajena, por la vía soteriológica, es decir, por el camino de la salvación: uno muere, pero,

si ha seguido una vida virtuosa de acuerdo con los preceptos del dogma, puede volver a

vivir en un ámbito mucho mejor que la tierra, sea éste el Paraíso judeo-cristiano, el

Nirvana como lo conciben ciertas escuelas budistas, o lo Absoluto impersonal del

hinduísmo, por citar algunas posibilidades. Ninguna de ellas vence a la muerte en esta

tierra pero hay una instancia de vida eterna posterior.

En otras culturas, como la china, en la que por naturaleza la filosofía y la ciencia han

tenido más asidero que la religión, el hombre ─igualmente afligido por la contundencia

de su propio fin─ ha buscado otra solución que desafía la fisiología humana

desarrollando complejas técnicas de regeneración de las células y de control de la propia

energía con el único propósito de vencer a la muerte y disfrutar de la vida eterna, en esta

tierra y con este cuerpo. Hoy en día, con el progreso de la ingeniería genética y los

adelantos de la clonación, no parece un objetivo tan absurdo, pero estamos hablando de

procedimientos nacidos hace más de dos mil quinientos años.

Por una parte se desarrolló una alquimia física o

exterior, wai-tan, que mediante el uso de fórmulas químicas dio lugar a no pocas

muertes por intoxicación, entre ellas la del famoso primer emperador chino, Chin Hsi

Huang Ti, en el año 206 a.c. Se usaban combinaciones de hierbas con jade molido,

plomo y cinabrio, o su variante reducida, el mercurio, y otros elementos cuyas

propiedades mágicas supuestamente otorgarían la vida eterna. Hay un sinfín de textos

que enumeran pociones otorgadoras de inmortalidad, como la Escritura de la Espada,

de T´ao Hung-Ching (456-536) que cita elixires alquímicos como la eflorescencia de

Lang-kan 1-, el polvo de oro licuado, el feto de dragón, la esencia de jade, el elixir de

oro o los "nueve ciclados".

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Pero los textos más difundidos al respecto pertenecen a los capítulos interiores del Pao-

p´u-tzu , escritos alrededor del año 320 por Ko Hung. En ellos se describe con bastante

detalle la preparación del elixir de oro y del oro licuado. Michel Strickman sostiene que

“a mediados del siglo IV estos dos elixires debieron ser muy conocidos entre los

buscadores de la inmortalidad al sur del Yangtze, en los dominios de los Chin

Orientales.”2-

Por otra parte, ese proceso de transmutación física de un elemento burdo en otro más

sutil dio lugar a la rama metafísica de la alquimia o nei-tan. Tanto el camino interior de

transmutación del qi o aliento vital como el de la ingesta de minerales varios, unidos

históricamente a la ideología taoísta, se conocen el nombre genérico de “alquimia

taoísta”.

Muchos de los textos, frecuentemente esotéricos, que explican el modo de llegar a ese

elixir de la inmortalidad se han perdido y sólo quedan menciones en obras que aluden a

ellos. Joseph Needham, en su impresionante obra Science and Civilization in China 3-,

estudia algunos, pero otros, ignotos para occidente hasta hace muy pocos años, se

conservaron sueltos, en ediciones muy posteriores a sus fechas de creación, o bien

dentro del gigantesco corpus de obras taoístas llamado Canon Taoísta (Tao Tsang).

La permanente y minuciosa labor de un puñado de sinólogos contemporáneos ha

permitido la traducción al inglés y al francés de algunos de estos tratados alquímicos y

su consecuente publicación en revistas especializadas en sinología y en libros

subvencionados en su mayoría por grandes universidades.

Cuando en la primera mitad del siglo II de nuestra era, durante la dinastía Han Posterior,

el monje Chang Tao-Ling sienta las bases del taoísmo religioso, la interpretación de los

textos sapienciales del taoísmo (Lao-Tzu, Chuang-Tzu, Lieh-Tzu) cambia

notablemente, y es mucho el material teórico y práctico de muy variada índole que se

suma a esas obras. La idea misma de santidad, que en los textos sapienciales se basaba

en una unión con el Tao, en una práctica del wu-wei,y en una transformación espiritual

por obra de la libertad, transmuta hasta convertirse, como dice Marcel Granet 4- “para

los neo-taoístas, esencialmente en el arte de no morir”.

Así, a las prácticas mágicas de encantamientos, plegarias, convocatoria de espíritus,

represión de demonios, espanto de bestias salvajes y dibujo de hechizos basados en las

constelaciones celestes, se sumaron el cultivo del ch´i-kung o trabajo con el aliento

vital, las prácticas de meditación como el tao-yin, llamado también “sentarse en la

calma", y nei-tan o alquimia interior, con el objetivo de generar “el elixir de la

inmortalidad” o crear “la píldora, el embrión, el feto o la flor de oro” dentro del propio

cuerpo mediante complejas técnicas de trabajo energético. Estos métodos no sólo eran

difíciles de aplicar sino que, por tratarse de conocimientos reservados a pocos elegidos,

se transmitían por escrito de manera secreta en forma de códigos a menudo poéticos y

de muy abstrusa comprensión.

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En esencia la alquimia interior consiste en “refinar los

Tres Tesoros: ching o esencia generativa, ch´i o aliento vital y shen, espíritu. A los tao-

shih o “especialistas en el Tao” también se les llamaba lien-shih o “especialistas en

refinar [el elixir]” 5- y shu-shih o “especialistas en las Artes [de la inmortalidad]". A

partir de los pioneros que empezaron a poner por escrito las técnicas de la alquimia

taoísta como Wei-Pai (o Po-Yang) y Ko chih-ch´uan (o Ko-Hung), en los siglos II y III

respectivamente, a lo largo de las dinastías las escuelas evolucionaron en dos grandes

ramas: la Escuela del Sur, que nació con Liu Hai-ch´an de los Liao y la Escuela del

Norte con Wang Ch´ung-yang de los Chin. Hablamos, claro está, de personajes que

pueden rastrearse históricamente, pues de lo contrario deberíamos remontarnos a las

fuentes mitológicas que ponen a la cabeza de estos descubrimientos a Fu-Hsi y a Sheng-

Nung. Uno de los representantes más destacados de la extensísima lista de grandes

cultores de la inmortalidad fue Lü Tung-Pin 6-, que vivió durante la dinastía T´ang, y

encabeza el grupo de los Ocho Inmortales del Taoísmo (Pa-hsien). Sus poderes mágicos

han desafiado los siglos, ayudando y salvando a todos aquéllos cuyos destinos están

ligados al suyo. En la Canción del Tarareo de Frases del Libro de los Cambios leemos:

Los ocho trigramas y los tres originadores

dependen enteramente del mercurio;

Los cinco agentes y los cuatro símbolos,

¿cómo podrían separarse del plomo?

El plomo da nacimiento al mercurio

y el mercurio al plomo.

Uno captura el poder transformador de Ch´ien y de K´un.

En las tinieblas y la oscuridad empieza a ser.

Algo vago e indistinto.

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Eso vago e indistinto se convierte en una masa.

Hsin debe estar vacía y la voluntad, enfocada 7-.

Las prácticas para generar el embrión o la flor o el feto de oro, propias del nei-tan, son

tanto individuales como de a dos. Existe una gran profusión de textos que describen las

técnicas llamadas de yoga sexual para obtener un excedente de energía de parte del

hombre o de la mujer (según a quién estén destinados los textos) con quien se copula,

que permita proseguir en el camino hacia la inmortalidad. En definitiva, el logro

obtenido es siempre individual. La mayoría está destinada al practicante varón, y en

algunos casos se le pide que busque mujeres muy jóvenes que no hayan tenido hijos, ya

que la maternidad produce, en la visión de los alquimistas chinos, una merma

irreparable de energía.

Pero también hay textos destinados exclusivamente a las mujeres, tanto para prácticas

en soledad como en pareja. Los primeros textos que describen estas prácticas se

remontan al siglo IV, como el Pao-pu tzu. Luego nos llega el Tao Shu en el siglo X y la

cantidad comienza a aumentar a partir de la dinastía Ming en

adelante. Es notable para el lector occidental

cómo se divorcia el sentimiento y la pasión personal del objetivo final, para el cual, tal

como afirma Douglas Wile, “el compañero/la compañera se reduce a mera medicina” 8-.

Estas prácticas, tan fascinantes como delicadas, han llegado a occidente en los últimos

años de la mano de maestros que las recibieron a su vez por tradición oral, en algunos

casos, y por la vía de los libros, en otros. Pero la creciente curiosidad de los neófitos

europeos y americanos por obtener rápidos beneficios, tanto corporales como

espirituales, las viene haciendo más populares de lo que jamás fueron en su cultura de

origen, y por esta razón, sumada a las diferencias en los modos de aproximación al

aprendizaje de oriente y de occidente, es preciso abordar estos conocimientos con suma

cautela, bajo la guía de enseñantes reconocidos y confiables, con el fin de evitar el

efecto contrario al que se busca.

Álex Ferrara es licenciada en Estudios Orientales, profesora de T’ai Chi Ch’uan,

traductora de clásicos chinos, escritora y guionista.

[email protected]

NOTAS:

1) El Lang-kan en algunos textos es descripto como una forma de coral, originalmente encontrada en las sagradas montañas de Kun-

Lun, y era uno de los componentes enigmáticos de dicha montaña cósmica, pero en otro texto (Chen-Kao, Declaraciones del

Perfecto) se lo describe así: “Su Señoría dijo: Entre las fórmulas de la inmortalidad está el Elixir de la Eflorescencia de Lang-kan.

Cuando se lo consume se transforma en un dragón volador.” La muerte que producía también está descrita y es evidente que el

adepto que ingería estas pociones lo hacía en un estado de profunda fe en que su cuerpo desaparecería de manera mágica para acudir

al encuentro de otros inmortales taoístas en alguna de las islas que la hagiografía taoísta puebla de tales seres.

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2) Strickman, Michel, On the Alchemy of T´ao Hung-Ching, pág 135, dentro de Facets of Taoism: Essays in Chinese Religion,

edición de Holmes Welch y Anna Seidel, Yale University Press, 1979.

(3) Needham, Joseph, Science and Civilization in China (8 volúmenes), Cambridge University Press, 1945-1965.

4) Marcel Granet, La pensée chinoise, Ed. Albin Michel, Paris, 1968, pág. 414.

5) Wu, Yao-Yü, The Taoist Tradition in Chinese Thought, Ethnographics Press, L.A., 1991, pág. 143.

(6) Sus escritos principales son: La Estela de las Cien Palabras, Primavera en el Jardín del Río Ch in, Canción del Tarareo de

Frases del Libro de los Cambios y La Escritura de los Ocho Rangos.

(7) Los ocho trigramas (pa-kua), los tres originadores (los Tres Tesoros), los cinco agentes (wu-hsing), los cuatro símbolos (su-

hsiang, las 4 combinaciones de las dos líneas yin y yang), Ch´ien (puro trigrama yang del I-Ching, que representa al Cielo), K´un

(puro trigrama yin del I-Ching, que representa la Tierra), Hsin (mente-corazón).

(8) Douglas Wile, The Chinese Sexual Yoga Classics Including Women´s Solo Meditation Texts , SUNY, NY. 1992, pág. 148.