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"Yo soy el hombre, todos los hombres. Mi libertad es la libertad de todos." Francisco Bilbao. "El Evangelio Americano." Resulta lamentable cómo, en pos de un eurocentrismo colonializante, muchas de las personalidades de la América nuestra nos son desconocidas, resulta una tarea prioritaria entonces ayudar a divulgar obra de destacados pensadores como un acto necesario de autoconocimiento, en tanto latinoamericanos que somos, y reafirmación con la valoración justa de nuestro pensamiento. Esto es lo que nos proponemos con el presente trabajo: ayudar a difundir la obra de uno de los más auténticos, y no por eso conocido como debiera, hombres de la patria grande: el chileno Francisco Bilbao, quien ha sido una de esas personalidades poliédricas de difícil clasificación. Su estilo denota un hervidero de ideas donde no pocas veces predomina un orden tan emocional como lógico, pletórico de oraciones truncas o axiomáticas e imágenes muy sentidas. La vida itinerante que llevó, seguramente coadyuvó a esto. Francisco de Sales Bilbao y Barquín nació el 9 de enero de 1823, en Santiago de Chile. Niño aún, vivió el ostracismo al cual condenaron a su padre, liberal ferviente. A su regreso a su patria comienza sus estudios de derecho, latín y de filosofía, siendo muy tempranamente influenciado por Lamennais. A los veintiún años, es invitado a colaborar en el periódico El crepúsculo, donde edita su primera obra, La sociabilidad chilena que le valió ser juzgado y condenado en tercer grado como blasfemo e inmoral.[1] Abandona entonces el país y se dirige a Francia, radicándose en París, donde conoce a su maestro Lamennais y establece relaciones con Michelet y, sobre todo, con Quinet. Participa incluso en la revolución de 1848, regresando a Chile dos años después, donde funda la Sociedad de la Igualdad, es excomulgado por su folleto, Los Boletines del Espíritu y participa en varias acciones revolucionarias. Se refugia entonces en Perú, luego en Ecuador, es enviado a un calabozo inquisitorial –de donde lo logra sacar su hermano Manuel-, viaja a Inglaterra, vuelve a París y en 1857 regresa a América pero a Buenos Aires, puesto que el gobierno chileno le niega la amnistía. Allí es donde escribe dos de sus libros más importantes, La América en peligro (1862) y El Evangelio Americano (1864). En 1865 muere el 19 de febrero producto de afecciones pulmonares, secuela de un esfuerzo que hizo años antes salvando a una mujer que había caído al agua del río de la Plata. Esta misma vida azarosa, no podía menos que producir una personalidad poderosa y compleja, con una amplísima visión sobre el panorama intelectual y político mundial, particularidad que lo ha sometido a diversas interpretaciones no siempre felices; tal es el caso de la que encontramos en Carlos Beorlegui, que toma de Bilbao una preocupación ontológica como punto de partida para explicar un pensamiento fuertemente signado por la preocupación política. Beorlegui parece indicar que la concepción sobre el ser de Bilbao que encontramos en casi toda su obra es un interés independiente, filosofía "pura", sin embargo en realidad en este pensador chileno, cualquier preocupación de esta índole se debía a un interés extrafilosófico, considerado en función de justificar sus concepciones anticatólicas, las cuales, a última instancia eran de una completa raigambre política, pues el tema de la religión en nuestro excomulgado no se reducía a un mero anticlericalismo[2]quizás heredado de la Ilustración, sino una crítica a las condiciones económicas, políticas y culturales, de Chile en su caso particular, pero también de la América Latina toda, condiciones que él refería a la impronta católica de nuestra patria grande. En su libro Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad, Carlos Beorlegui afirma: "En sus teorías filosóficas, Bilbao parte de afirmar que

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"Yo soy el hombre, todos los hombres. Mi libertad es la libertad de todos."Francisco Bilbao. "El Evangelio Americano."

Resulta lamentable cómo, en pos de un eurocentrismo colonializante, muchas de las personalidades de la América nuestra nos son desconocidas, resulta una tarea prioritaria entonces ayudar a divulgar obra de destacados pensadores como un acto necesario de autoconocimiento, en tanto latinoamericanos que somos, y reafirmación con la valoración justa de nuestro pensamiento.Esto es lo que nos proponemos con el presente trabajo: ayudar a difundir la obra de uno de los más auténticos, y no por eso conocido como debiera, hombres de la patria grande: el chileno Francisco Bilbao, quien ha sido una de esas personalidades poliédricas de difícil clasificación. Su estilo denota un hervidero de ideas donde no pocas veces predomina un orden tan emocional como lógico, pletórico de oraciones truncas o axiomáticas e imágenes muy sentidas. La vida itinerante que llevó, seguramente coadyuvó a esto.Francisco de Sales Bilbao y Barquín nació el 9 de enero de 1823, en Santiago de Chile. Niño aún, vivió el ostracismo al cual condenaron a su padre, liberal ferviente.A su regreso a su patria comienza sus estudios de derecho, latín y de filosofía, siendo muy tempranamente influenciado por Lamennais. A los veintiún años, es invitado a colaborar en el periódico El crepúsculo, donde edita su primera obra, La sociabilidad chilena que le valió ser juzgado y condenado en tercer grado como blasfemo e inmoral.[1]Abandona entonces el país y se dirige a Francia, radicándose en París, donde conoce a su maestro Lamennais y establece relaciones con Michelet y, sobre todo, con Quinet. Participa incluso en la revolución de 1848, regresando a Chile dos años después, donde funda la Sociedad de la Igualdad, es excomulgado por su folleto, Los Boletines del Espíritu y participa en varias acciones revolucionarias.Se refugia entonces en Perú, luego en Ecuador, es enviado a un calabozo inquisitorial –de donde lo logra sacar su hermano Manuel-, viaja a Inglaterra, vuelve a París y en 1857 regresa a América pero a Buenos Aires, puesto que el gobierno chileno le niega la amnistía. Allí es donde escribe dos de sus libros más importantes, La América en peligro (1862) y El Evangelio Americano (1864). En 1865 muere el 19 de febrero producto de afecciones pulmonares, secuela de un esfuerzo que hizo años antes salvando a una mujer que había caído al agua del río de la Plata.Esta misma vida azarosa, no podía menos que producir una personalidad poderosa y compleja, con una amplísima visión sobre el panorama intelectual y político mundial, particularidad que lo ha sometido a diversas interpretaciones no siempre felices; tal es el caso de la que encontramos en Carlos Beorlegui, que toma de Bilbao una preocupación ontológica como punto de partida para explicar un pensamiento fuertemente signado por la preocupación política.Beorlegui parece indicar que la concepción sobre el ser de Bilbao que encontramos en casi toda su obra es un interés independiente, filosofía "pura", sin embargo en realidad en este pensador chileno, cualquier preocupación de esta índole se debía a un interés extrafilosófico, considerado en función de justificar sus concepciones anticatólicas, las cuales, a última instancia eran de una completa raigambre política, pues el tema de la religión en nuestro excomulgado no se reducía a un mero anticlericalismo[2]quizás heredado de la Ilustración, sino una crítica a las condiciones económicas, políticas y culturales, de Chile en su caso particular, pero también de la América Latina toda, condiciones que él refería a la impronta católica de nuestra patria grande.En su libro Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad, Carlos Beorlegui afirma: "En sus teorías filosóficas, Bilbao parte de afirmar que podemos dudar de todo excepto del ser."[3] Esta remodelación de la duda metódica cartesiana como punto de partida de una supuesta prioridad ontológica en Bilbao, aunque no es completamente inexacta[4]la creemos extraída del verdadero contexto en que fue escrita como un tergiversación que busca a toda costa preocupaciones estrictamente filosóficas en nuestros pensadores cuando las condiciones socio-históricas de la época planteaban retos mucho más acuciantes. Beorlegui admite que estos datos fueron producto de una asunción de concepciones ajenas; en este caso hizo una apropiación acrítica, demasiado apresurada a nuestro modo de ver, de la opinión del argentino Caturelli.[5]En lo que sí podemos coincidir con Beorlegui y con Caturelli[6]es que Bilbao, a diferencia de Descartes concibe al hombre no como un ente pensante en su aislamiento individual, sino como parte de una totalidad mucho mayor, en una apertura al infinito (buscar demostración en citas)como un ser en el Ser; sin embargo, y aquí nos separamos nuevamente de los autores citados, esta misma concepción del pensador chileno declara una postura religiosa y política implícita, lo que demuestra que su "ontología" está en función

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de sus concepciones liberadoras, reconocida explícitamente en una carta escrita a Santiago Arcos: "Ya Ud. ve, amigo, que por más lejos que aparezca del campo de las realidades prácticas, al contrario, la metafísica sanciona religiosamente la doctrina de la religión de la libertad en todos, de la libertad no del soy, no del yo, sino la libertad como ser, esencia, destino del <<somos>>- humanidad."[7]A partir de este "SOMOS" podemos acceder al pensamiento de nuestro chileno guiados por el hilo de Ariadna, que a nuestro entender en Bilbao es su preocupación política por la realidad chilena y latinoamericana. Su pensamiento, no obstante hemos de verlo en la evolución propia de cualquier intelectual que escribe en función de condiciones históricas particulares; nuestros esfuerzos, por ende, están dirigidos en ese sentido: consideramos que aunque sus intereses yprincipios se mantuvieron idénticos a lo largo de su vida no podemos dejar de considerar que sus ideas se fueron reajustando, especialmente en cuanto a su admiración por Francia. Intentaremos entonces presentar al pensador en relación directa con su contexto.Las condiciones de la época eran de una complejidad inusual. Ya una vez lograda la independencia se imponían varias preocupaciones no consideradas hasta ese momento: liberarse de la corona española ponía a los americanos en una posición harto frágil, a pesar de que las oligarquías habían asumido el poder como era su interés.En primer lugar esa emancipación no implicó un desarrollo económico inmediato, incluso podría hablarse de que fue a la inversa; en segundo lugar, el dogmatismo religioso de la Iglesia no amainó mientras los oligarcas por su parte llevaban el autoritarismo político hasta sus límites.A esto habría que agregar que mientras tanto las también recién emancipadas Trece Colonias, ahora Estados Unidos de América, brindaban un cuadro de progreso que contrastaba con las condiciones de sus vecinos del sur; esto debía producir la pregunta reglamentaria: ¿por qué ellos sí se desarrollan y nosotros no? Las respuestas fueron varias, algunas racistas, otras de índole religiosa, etc, lo cierto es que de alguna manera todas iban hacia una dirección: la razón de este atraso en todos los sentidos se debe a algo que está en nosotros como seres definidos por una historia, unas costumbres, una raza y una religión heredadas de España, quien además iba perdiendo su predominio en el mapa mundial ante el empuje de las potencias en las cuales ya el capitalismo iba en franca eclosión, Francia e Inglaterra. Por tanto, además de una emancipación política se necesitaba una emancipación cultural.[8]Bilbao no estuvo ajeno a esas cuestiones y también intentó resolverlas, haciendo en primer lugar un análisis histórico que iba hasta nuestras fuentes. Nuestra herencia es en primer lugar española y ¿en qué consiste esta herencia? "La España es la Edad Media. La Edad Media se componía en alma y cuerpo del catolicismo y de la feudalidad."[9] Esta España que nos encontró en lo que el pensador chileno llama "la mala hora de Colón"[10] nos legó un alma envejecida y envejecedora que ni siquiera logró comprender la naturaleza feraz del nuevo continente y que nos sometió al "sistema de barbarie más sostenido"[11] de la historia, en el cual arrasaron con pueblos que solo cedían en cuanto su inferioridad militar. Se impone entonces, como diríamos a partir de Derrida, una descontrucción de este Medioevo, lo que llama una "desespañolización"[12], especialmente de su religiosidad católica. Es importante destacar que, como típico seguidor de los historiadores románticos, con los cuales compartía además esa búsqueda de las más profundas fuentes de la nacionalidad, Bilbao, desde una perspectiva idealista, considera que van a ser las ideas los motores de la historia; más de una vez repite en su obra: "La vida de los pueblos es la acción de sus dogmas"[13], haciendo un énfasis especial en las religiones[14]a las cuales divide en dogma, moral y culto, por lo cual es muy lógico que sus ataques estén dirigidos a una religión que considera como el fundamento del atraso latinoamericano.[15]"El catolicismo es religión simbólica y de prácticas que necesita y crea una jerarquía y una clase poseedora de la ciencia. Religión autoritaria que cree en la autoridad infalible de la iglesia, es decir, en la jerarquía de esos HOMBRES; y además, la autoridad irremediable sobre la conciencia individual por medio de la confesión."[16] En esta definición de Bilbao ya encontramos todas las ideas que creía criticables del catolicismo: su carácter jerárquico y autoritario, su uso manipulador de prácticas y símbolos, pero sobre todo, la coerción de la conciencia, especialmente a través del sacramento de la confesión.Con su carácter autoritario el catolicismo avala la esclavitud humana que Bilbao la ve en cuatro relaciones fundamentales: el marido como cabeza de la familia, o sea la sujeción de la mujer; los hijos sujetos a sus padres y con esto simbólicamente a lo viejo, a la tradición sin ser respetada su condición de individuos libres y autónomos; la jerarquía católica es paralela a una monarquía por tanto es la legitimación de la sujeción ciudadana a una autoridad central e inapelable, además del precepto paulino de la obediencia a las potestades, que garantiza la sanción eclesial del servilismo y finalmente, pero no menos grave es la sujeción

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de la inteligencia a la escolástica, a la lógica aristotélica, a la autorictas de la Iglesia, o sea de sus concilios y doctores, incuestionable siempre. [17]Para Bilbao, Dios está identificado explícitamente con el ser, que es la verdad y por ende el bien, o sea "libertad- perfección –fraternidad" en tanto que el mal es "esclavitud- retroceso- odio"[18]. Por tanto, la afirmación de la verdad es una obra tanto religiosa como política y esa afirmación "es el pedestal de la revolución." [19]Esta es una de las ideas más consistentes a lo largo de toda la obra del pensador chileno, no existe en él una diferenciación entre las esferas política y religiosa del ser humano y a lo largo de su vida irá desarrollando esta concepción, hasta que alcance su máxima manifestación en su obra culmen, El Evangelio americano, cuyo mismo nombre evidencia los propósitos de su autor. [20]O sea para Francisco Bilbao, había que recomenzar renovando la espiritualidad americana y a partir de aquí lograr nuestro desarrollo, que –y estamos una vez más en desacuerdo con Beorlegui- no es producto de un fatalismo histórico[21]Bilbao, para quien la historia de la libertad no coincidía con la historia de la civilización como afirma expresamente[22]considera que la desarrollo histórico depende en gran medida de los esfuerzos conscientes de los individuos y los pueblos y llama indolentes y "charlatanes del progreso"[23] a los que esperan que ese desarrollo se logre por sí mismo: "… no somos fatalistas del progreso: no creemos que la verdad por sí sola hace su camino; sino por el contrario, creemos que toda verdad y que la gloria del humano progreso dependen del esfuerzo, y que sin esfuerzo, la verdad, la justicia y el honor pueden desaparecer ante la conjuración de los malvados."[24] Sin embargo esto no se debe solo a una concepción idealista sobre la historia, sino a una clara visión sobre el panorama político mundial de la época, en el cual Rusia y Estados Unidos se levantaban como peligro inmediatos.Rusia y el paneslavismo era un peligro que acechaba por una de las extremidades geográficas pero el más latente era el de los Estados Unidos que ya la había emprendido con el norte de México. Rusia y los Estados Unidos, la "barbarie absolutista" y la barbarie demagógica"[25] eran un peligro para "los Estados Des- Unidos de la América del Sur" [26]Las únicas armas posibles es tomar como ejemplo lo bueno que nuestros vecinos tienen: "Nosotros que buscamos la unidad, incorporaremos en nuestra educación los elementos vitales que contiene la civilización del Norte. Procuraremos completar los más posible al ser humano, aceptado todo lo bueno, desarrollando las facultades que forman la belleza o constituyen la fuerza de otros pueblos. Hay manifestaciones diferentes, pero no hostiles de la actividad del hombre. Reunirlas, asociarlas, darles unidad, es el deber." [27]Claro que esta asunción de los rasgos positivos del yanqui no es acrítica: Bilbao no deja de observar el individualismo que propugnan, su política expansionista, la no abolición de la esclavitud, la exterminación sistemática de sus razas indígenas, etc. además si con la tradición estática y servil que recibimos del conquistador ibérico fuimos capaces de romper el yugo nuestro espíritu es más encomiables, por tanto hablamos de apropiación de determinados rasgos no de imitación ni mucho menos de doblegarnos ante ellos.Sobre todo Bilbao hablaba de cuidar que Panamá cayera dentro del dominio norteamericano, como tristemente ocurriera después, pues "…es el punto de apoyo que busca el Arquímedes yanqui para levantar a la América del Sur y suspenderla en los abismos para devorarla a pedazos."[28]La única solución viable para Bilbao es la unidad, no monárquica, ni una centralización despótica, sino una libre asociación hombres y pueblos, con miras a la fraternidad universal.[29]No obstante, con toda seguridad fue la invasión francesa a México en nombre del panlatinismo lo que más debió golpear a uno de los pensadores que estableció el término de América Latina para la América nuestra y que además de vivir mucho tiempo en Francia, había sentido una profunda admiración por esta nación y muchos de sus hombres, con algunos de los cuales sostuvo una amistad íntima. Esta fortísima vinculación emocional sin embargo, no obnubiló la aguda mirada crítica de Bilbao.La posición mexicana es un centro estratégico de comercio y además geopolíticamente está entre la América del Sur y la del Norte, por lo que si la Francia monárquica lograba dominarlo estaría en poder del puesto más ventajoso para luego incidir sobre América toda.Por tanto esta invasión no era solo un peligro para México sino para la independencia americana y esto Bilbao lo supo ver con mucha claridad. Para él peligro venía en dos direcciones: las políticas expansionistas y agresivas de las naciones europeas, propias del nuevo movimiento del capitalismo mundial, para la cual se justificaban con el deber de "civilizar" a América, y nuestras frágiles condiciones políticas y económicas, a las cuales Bilbao diagnostica tres causas, que se combinan entre sí y se potencian:

1) física: el espacio americano es demasiado grande para una población diminuta y muy dispersa.

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2)  intelectual: los americanos viven en el error, o sea en "la visión incompleta de la inteligencia"[30] que conduce al absurdo, o sea a la contradicción. La única manera de evitar el error es a través de la razón. [31]Esta vía racionalista tiene como principio político en el cual se basa la América del Sur, la república. Sin embargo su religión imperante es el catolicismo cuyo punto de partida y su prueba es el milagro, o sea la negación de las leyes necesarias y absolutas propugnadas por la razón; dicho de otro modo, el absurdo es el punto de partida y la prueba de la religión de un pueblo que intenta organizarse políticamente de una manera republicana, esto es racionalista. La contradicción es flagrante. La única solución viable para Bilbao, siguiendo en esto a su maestro Lamennais es negar al catolicismo: "O LA IGLESIA- O EL ESTADO."[32]No obstante, Bilbao considera a la religión como una necesidad humana, en tanto creencia y ley[33]propone entonces lo que llama la "religión de la ley" o "religión libertad" para conseguir la armonía necesaria entre religión y política. Sobre esta nueva religiosidad propuesta por Bilbao volveremos luego.

3) moral: aquí también la responsabilidad es achacada a los dogmas católicos que enseñan, según Bilbao, un a obediencia ciega conducente en última instancia a dictaduras regidas por el maquiavelismo o la casuística jesuítica, haciendo desaparecer el sentido de lo justo, donde "las mayorías aplastan, las minorías mienten." [34]Un remedio[35]que propone Bilbao para estas debilidades es la "reforma de las creencias" ,una religión -libertad,[36] un cambio de dogma, que no es precisamente como parece sugerir Beorlegui, una conversión generalizada al protestantismo norteamericano[37]sino pasar "de las religiones a la religión", una y universal, con un único dogma, Dios como "Ser infinito y personal: la justicia eterna personificada"; una moral, la justicia y el amor; una iglesia, la ciencia; un culto, la virtud; un gobierno, el self- govermment.[38]Con esto Bilbao creía conseguir una conciencia indivisa en cada persona, o sea una unidad entre pensamiento y acciones, pasadas, presentes y futuras, una identidad entre "la vida íntima, privada, pública y social"[39] que conduzca a una acción individual liberadora, sin egoísmo ni indiferencia como trabas para reunidas en una asociación libre –puesto que "El hombre libre no lo es completamente sino en una sociedad libre"[40]-, fortalezca a la América del Sur contra invasiones como la sufrida por México.Como podemos ver desde el mismo principio de su obra, para Bilbao estaba muy claro que religión y política –entre las cuales no establecía distinciones absolutas- debían estar en función de la soberanía del ser humano, entendida no individualmente, sino en su marco social. Por esto es su crítica al catolicismo y al resto de la herencia española. Además es fácilmente apreciable que si bien el autor de "La Sociabilidad chilena" comenzó por una preocupación fundamentalmente nacional, bien pronto se percató de que Chile era solo una parte de un todo mayor, la América que llamó Latina –arrepintiéndose pronto- y así su última obra, "El Evangelio americano" la podemos considerar como el resumen y la máxima exposición de su interés fundamental: una nueva espiritualidad, religiosa y política que una y lleve a su máximo desarrollo a toda la América nuestra, no para imitar otras naciones sino para homologarnos con sus niveles de desarrollo desde nuestra propia realidad. Reconsiderar quiénes somos, en qué creemos, qué queremos y cuáles son nuestras condiciones concretas para poder saber a dónde vamos: tal es la propuesta que nos acerca y hace actual a nuestro pensador chileno.Bibliografía

Beorlegui, Carlos. "Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad." Segunda edición. Universidad de Deusto, Bilbao, 2006.

Bilbao, Francisco. "El Evangelio Americano". Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008.  Autor:Lic. Roberto Garcés Marrero [1] Los detalles sobre este juicio pueden encontrarse en: http://www.franciscobilbao.cl/1909/article-81867.html.[2] Aunque este anticlericalismo era usual entre los historiadores franceses de la época. Por ejemplo, V. Jules Michelet. “La bruja”. Editorial Arte y literatura, Colección Argos, La Habana, 2010.[3] Beorlegui, Carlos. “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad.” Segunda edición. Universidad de Deusto, Bilbao, 2006, p. 229[4] Para Bilbao del “cogito, ergo sum” cartesiano nació el individualismo, al respecto afirma en su carta a Santiago Arcos: “Pensando soy ser en los seres y en el ser; soy criatura en el seno del infinito, en el seno de

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la creación, en el tiempo, en el espacio y en la eternidad. Al decir <<pienso>> afirmo al Ser infinito y necesario que sustenta mi pensamiento: soy en el Ser, el Ser es en mí: SOMOS. PIENSO: LUEGO SOMOS.” V. Francisco Bilbao. “Carta a Santiago Arcos”. En: El Evangelio Americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 70 Sin embargo, insistimos una vez más esta recreación de Descartes no es el punto de partida de Bilbao, quien está mucho más influenciado –como podemos ver en esta relación ontológica dialéctica de lo particular y lo general, cercana por igual a Hegel y a Schelling - por las concepciones propias de la filosofía clásica alemana, heredadas a través del historicismo romántico.[5] Cfr. Carlos Beorlegui, Op. Cit, p. 229[6] Ídem, p. 229[7] Bilbao, Francisco. Op. Cit., p. 72; V tb., p. 71[8] Al respecto Bilbao escribe: “La revolución no ha terminado. Arrojamos a la España a punta de lanza. Hoy de trata de arrancarla del organismo para que no quede vestigio de conquista.” Op. Cit., p. 268[9] Bilbao, Francisco. “La Sociabilidad Chilena.” En: El Evangelio Americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 17[10] Ídem, p. 228[11] Ibídem, p. 252[12] V. Francisco Bilbao. “El Evangelio Americano”. Op.cit., pp. 230, 252[13] Bilbao, Francisco. “Carta a Santiago Arcos.”En: Ídem, p. 74. Esta idea será una constante a lo largo de su obra; años más tarde volverá a afirmar en El evangelio americano: “… la diferencia de los dogmas es lo que decide como causa principal, la suerte o condición de los pueblos.” Op. Cit., p. 231[14] “La religión es pues, el elemento principal que debe tomarse en cuenta para comprender la historia o dirigir la vida de los pueblos.” Francisco Bilbao. En: “El Evangelio americano”. Op.cit., p. 230[15] “El catolicismo es el enemigo nato de la soberanía del pueblo…” Ver Francisco Bilbao. “Carta a Santiago Arcos.” En: El Evangelio Americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 81. A pesar de esto es importante reconocer que aunque en este estudio nos limitaremos a la religión por la razón ya señalada, para Bilbao España también aportó otras manifestaciones culturales “atrasadas” como cierto código nobiliario que considera al trabajo denigrante, la ignorancia de las masas tanto en los campos como en las ciudades e incluso la misma concepción de una cotidianidad enervante. Al respecto puede verse La Sociabilidad Chilena y El Evangelio Americano en la obra ya citada.[16] Bilbao, Francisco. “La Sociabilidad Chilena.” En: El Evangelio Americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 19[17] Bilbao, Francisco. “La Sociabilidad Chilena.” En: El Evangelio Americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 22- 23[18] Francisco Bilbao. “Carta a Santiago Arcos”. En El Evangelio americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 69[19] Ídem, p. 69[20] La adoración a la divinidad en Bilbao incluso iba a ser de índole racional: “¿Se concibe a Dios temiendo a la razón del hombre? ¿Se le concibe exigiendo la adoración de esclavos? No. Sé fuerte, dice a sus hijos. Quiero ser amado por el amor inteligente, adorado por libres y bendecido por soberanos.” Ídem, p. 83 (cursivas nuestras -RGM)[21] Al respecto Beorlegui comenta: “Pero lo que le dio popularidad a Bilbao fueron sus teorías sobre la realidad hispanoamericana, desde su tesis sobre el desarrollo de la historia. Apoyándose en las tesis ilustradas y románticas, sostenía también la fe en el continuo progreso y perfeccionamiento de la realidad.” En: Carlos Beorlegui. “Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad.” Segunda edición. Universidad de Deusto, Bilbao, 2006, P. 229 Si Bilbao hubiese sido consecuente con estas tesis “ilustradas y románticas” no hubiera desarrollado su concepción de la revolución como antítesis del fatalismo que Beorlegui le atribuye: “La revolución en su significado filosófico e histórico es la reacción de la justicia contra el mal. La historia de la libertad no puede recibir la ley del fatalismo histórico pues entonces no habría historia de la libertad. Libertad y fatalismo se excluyen.” Francisco Bilbao, Op. Cit., p. 269[22] V. Francisco Bilbao, Op. Cit., p. 269[23] “La causa más justa puede perderse, si los que son llamados a sostenerla, no sienten el impulso moral del deber, y ceden al deber, y ceden al egoísmo, indolencia o cobardía, traicionando sea el jefe, sean los subalternos, sean los pueblos. La causa más justa puede perderse, si sus campeones representan tal

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inferioridad numérica, de fuerza, de disciplina, de organización y de armamento que hagan la victoria imposible, pero el sacrificio obligatorio. (…) ¡Sí! es necesario no olvidar que la justicia puede ser vencida, y no ser como esos doctrinarios, eclécticos o charlatanes del progreso, que se imaginan o dicen para no hacer nada, que la justicia ha de triunfar por sí misma.” Ídem, p. 128 Como podemos observar esta afirmación demuestra que la tesis de Beorlegui sobre la concepción romántica del progreso en Bilbao está equivocada. Además sería una contradicción en el pensamiento de Bilbao intentar conciliar su doctrina revolucionaria con una concepción progresiva, casi positivista, de la historia.[24] Bilbao, Francisco. “La América en peligro”. En: OP. Cit. , p. 123[25] Francisco Bilbao. “El Congreso Normal Americano”. En El Evangelio americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 111[26] Ídem, pp. 103- 104[27] Ib., p. 105[28] Ib., p. 109[29] V. Op.cit., p.101 Y también: Op.cit., p. 103[30] Francisco Bilbao. “La América en peligro”. En: El Evangelio americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 132[31] Es interesante destacar que aquí Bilbao asume una distinción de las facultades del espíritu de un claro regusto del Kant de la Crítica de la razón pura, aunque no lo menciona: los sentidos transmiten los datos a la inteligencia, entendida como “la facultad de ver con conciencia los hechos, las leyes de los hechos, las causas de los hechos” y en el lugar sumo coloca a la razón. Al respecto explica: “ La causa por qué la razón es el tribunal supremo, inapelable, consiste en que la razón es la facultad que ve, concibe, afirma lo necesario y absoluto. Y cuando lo necesario habla, lo aparente calla; cuando lo absoluto afirma, lo relativo tiembla…” V. Op.cit., pp. 132-133[32] Ídem, p. 141[33] Ibídem, p. 156[34] Ib., p. 179[35] Además de esto, Bilbao también explica una serie de medidas V: Op. Cit., p. 204- 205[36] Op. Cit., p. 81[37] “Esta visión peyorativa de lo católico le lleva, como es lógico, menospreciar todo lo referente a la herencia española, como símbolo del atraso y de la superstición, y añorar y defender la tradición anglosajona, basada en el protestantismo y en una religión del éxito y de la racionalidad científico- técnica.” Carlos Beorlegui, op.cit., p. 230 Una vez más Beorlegui parece simplificar demasiado la cuestión planteada por Bilbao.[38] Francisco Bilbao. “La América en peligro”. En: El Evangelio americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 183 Ya esto estaba afirmado en alguna de sus obras anteriores, vbg.: “La libertad del individuo como cuerpo y como cosa que piensa. He ahí un hecho. La igualdad de mi semejante en cuanto es otro templo, donde Dios ha colocado también la libertad. He ahí otro hecho. La libertad e igualdad social, es decir de todos: <<soberanía de un pueblo>>. He ahí otro hecho. La libertad de la concepción divina, es decir, democracia religiosa. He ahí otro hecho. La libertad e igualdad política, es decir, democracia propiamente dicha. He ahí otro hecho. La conciencia del derecho libre, que da el derecho de defenderlo y propagarlo para convertir en individuos libres a los que no lo son, es decir, derecho de civilizar y de aumentar los hijos de la divinidad. He ahí otro hecho. De estos hechos nace la base del sistema futuro de creencias. Son pocos pero son irrefragables. Son indisputables. Luego tienen que entrar a servir de base en la religión futura” V. Francisco Bilbao. “La Sociabilidad Chilena”. En: El Evangelio americano. Segunda edición. Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2008, p. 49[39] Ídem, p. 186[40] Ibídem, p. 190

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