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Finbar O’Leary
VICKASU HISTORIA
La entrevista más reveladora ofrecida por Vicka, la mayor de las seis videntes de Medjugorje
Traducción del inglés
Montse Roca
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Introducción
Es invierno en Medjugorje. Los millares de peregrinos que se congregan durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo han regresado a sus casas. Medjugorje está en silencio. La población local sigue con su vida cotidia-na, pero siempre rezando. Porque estas gentes saben que este lugar, convertido en santo por la presencia de Nuestra Bendita Madre, ha sido afectado de un modo especial.
La iglesia de San Jaime.
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La profecía de Medjugorje
Aquí, en esta aldea pequeña y tranquila, en lo alto de las montañas de Bosnia-Herzegovina, el 24 de junio del año de Nuestro Señor de 1981, empezaron a suceder acontecimientos asombrosos.
El extraordinario fenómeno empezó cuatro semanas antes en Roma. Sor Briege McKenna asistía a un congre-so de oración, cuando se le acercó un fraile franciscano de Mostar, que también participaba en el congreso. Su nombre era padre Tomislav Vlasic OFM.* El padre To-mislav le preguntó a Sor Briege si rezaría con él. Ella lo hizo y entonces tuvo una de sus extraordinarias visio-nes, que siempre se le conceden cuando reza con gente. La visión era de una iglesia con dos torres grandes en lo alto de las montañas. Allí vio al padre Tomislav en el altar, sentado en la silla del celebrante. Una fuente de agua brotaba detrás de él y manaba a través de la iglesia. Miles de jóvenes iban a beber de esa agua, «el agua de la vida». Ellos, a su vez, salían de la iglesia, congregaban a más jóvenes y les conducían allí, a ese lugar santo.
* Orden de los Hermanos Menores Capuchinos.
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El 24 de junio de 1981, la Bendita Virgen María se apareció por primera vez a seis niños en Medjugorje. Esa tarde, festividad de San Juan Bautista, los seis niños se asustaron y la confusión les llevó a huir.
Sus corazones les impulsaron a volver al mismo lugar la tarde siguiente, con la esperanza de que aquella Be-llísima Señora estuviera otra vez allí. Allí estaba, y de ese modo, el 25 de junio ha pasado a conocerse como la Fiesta de la Reina de la Paz. Tal como pidió nuestra propia Bendita Madre.
El padre Jozo era el párroco de Medjugorje en aque-lla época. Rechazó las exigencias del gobierno comunis-ta sobre cerrar la iglesia, en un intento desesperado de evitar que enormes multitudes se congregaran allí. En consecuencia, fue falsamente acusado y encarcelado. En este momento, el padre Tomislav fue nombrado pá-rroco provisionalmente. En cuanto llegó, se dio cuenta
de la conexión entre lo que Sor Briege había descrito y los sucesos que esta-ba presenciando.
Cuando Sor Briege McKenna sin-tió por primera vez en su corazón la llamada para venir, dijo que, de to-dos sus viajes a través del mundo, en ningún sitio había experimenta-do nunca tanta devoción a Jesús en la Sagrada Eucaristía como aquí, en Med-jugorje.Sor Briege.
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Durante todos estos años, Nuestra Señora ha seguido apareciéndose a los seis jóvenes: cuatro chicas y dos chi-cos. Las chicas: Vicka Ivankovic-Mijatovic, nacida en 1964 (la mayor de los videntes); Marija Pavlovic-Lunet-ti, nacida en 1965; Mirjana Dragicevic-Soldo, nacida en 1965; Ivanka Ivankovic-Elez, nacida en 1966, y los dos chicos: Iván Dragicevic, nacido en 1965, y Jacov Colo, nacido en 1971.
Cuando nosotros contamos la historia, tres de los vi-dentes han recibido diez secretos y ya no ven a Nuestra Señora cada día, sino únicamente en ocasiones especia-les a lo largo del año.
Tres de ellos continúan viviendo la aparición diaria de Nuestra Bendita Madre. Son Vicka, Iván y Marija.
A lo largo de los años, muchos han sido los milagros asombrosos y fenómenos extraordinarios que han teni-do lugar.
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El primer milagro
El primero que sucedió fue el gran milagro de la confe-sión. En aquel primer fin de semana de las apariciones, muchas personas de todas las zonas de la región, que acudieron a Medjugorje, recibieron el don de un ardien-te deseo de confesarse. En aquel momento y durante muchos años, Bosnia-Herzegovina había formado par-te de la antigua Yugoslavia, bajo un férreo control comu-nista. Muchas personas habían abandonado la práctica de su fe. Pero aquel fin de semana, sintieron un enor-me deseo de hacer las paces con Dios. Los sacerdotes
Los confesionarios en el exterior.
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de la parroquia estaban sobrepasados, y telefonearon a todas partes, hasta que alrededor de ciento sesenta sacerdotes acudieron para ayudar a confesar. Personas que no se habían confesado desde hacía veinte, treinta y cuarenta años, abrieron sus corazones. Ese fue, y si-gue siendo para la mayoría de los sacerdotes, el primer gran milagro, la gran experiencia de su visita aquí, al santuario de la «Reina de la Paz».
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Una época de gracia especial
Desde el inicio de las apariciones de Nuestra Bendita Madre, unos cuarenta millones de peregrinos han he-cho el viaje a Medjugorje, procedentes de los cinco con-tinentes del mundo. Casi todos se han sentido conmo-vidos de un modo muy especial.
Muchos cardenales han acudido a este lugar santo, muchos obispos, y miles y miles de sacerdotes. La ma-yoría han experimentado una intensa renovación de su alma y su sacerdocio, y se han sentido más cerca de Dios.
El pueblo de Medjugorje.
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Aquí, en Medjugorje, uno siente, de un modo muy especial, la presencia de Nuestra Bendita Madre. Es muy fácil rezar aquí. Efectivamente, Nuestra Bendita Madre ha dicho: «Esta es una época de gracia especial para la humanidad».
Ha habido muchas curaciones físicas extraordinarias, cuyos registros se han depositado en las oficinas de la parroquia. Pero las curaciones espirituales, las curacio-nes más importantes de todas, se cuentan por millones. Muy pocos de los que peregrinan hasta aquí vuelven a casa decepcionados.
Un maravilloso acontecimiento que tiene lugar todos los años es el retiro para sacerdotes. Otro evento es el festival juvenil, al que este año acudieron más de vein-ticinco mil jóvenes de todo el mundo. Conmovidos por la presencia de Nuestra Bendita Madre, muchos descu-bren su vocación al sacerdocio o la vida religiosa.
Nuestra Bendita Madre nos pide, a través de los vi-dentes, que seamos transmisores de sus mensajes cuan-do volvamos a casa; no tanto hablando sobre esos men-sajes de Nuestra Señora, como con nuestro ejemplo y nuestra forma de vivir.
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