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Formacion de Lectores

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Mi muy amado yerno:

Dios te bendiga. Antes que todo, quiero agradecer tu franqueza al expresar tus preferencias y reservas

religiosas. Escribir es tan bueno, porque puede uno expresarse con sinceridad y vaciar en el papel lo que está

contenido en el corazón y que ya no se quiere mantener ahí. Precisamente esa es la razón por la que también he

querido hacer lo mismo.

Gracias a todo esto que ustedes están viviendo, yo también he sido inquietada a indagar más acerca de mi

propia fe cristiana. Te pido perdón por lo tarde de mi respuesta, pero quise hacerla con mucha calma y

asegurarme de no dejar en el tintero lo que deseaba expresar.

Con relación a tu carta, personalmente no me parece que lo que esté en conflicto sea tu religión o tus creencias,

sino la actitud que has adoptado ante la posibilidad expresa de que Mi Hija se una a ti en el sacramento del

matrimonio por la Iglesia Católica. Aunque no entiendas lo que es un Sacramento, sé que conoces que casarse por

la Iglesia Católica no obliga al cónyuge no-católico a cambiar de iglesia ni de religión; tú NO PIERDES NADA NI

TE COMPROMETES A NADA (el compromiso solamente consiste en aceptar que los hijos procreados entre

ustedes sean educados en la fe católica).

Por otro lado, de no casarse por la Iglesia Católica, Mi Hija SÍ PIERDE EL PODER PARTICIPAR DEL

SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA (Comunión) Y DE LA RECONCILIACIÓN (Confesión). Ojalá algún día

pudieras comprender nuestra fe (aunque no te convirtieras a ella), para que jamás seas piedra de tropiezo en el

camino de alguien. Si Mi Hija no es obstáculo en tu salvación, ¿porqué insistes en serlo en la de ella? Ella, que no

profesa tu doctrina, participa contigo sin inconvenientes de un culto no-católico; sin embargo, tú jamás has hecho

lo mismo con ella de acompañarla a la Santa Eucaristía. No entiendo.

Date cuenta, querido mío, que tú sigues tu conciencia de querer seguir tu tradición pentecostal y ella también

quisiera hacer lo propio de seguir el Evangelio completo dado por Jesucristo. Las diferencias de fe entre nosotras y

tú no son reconciliables, lamentablemente. Y aunque personalmente conozco una pareja de credo mixto casada

por la Iglesia Católica, son personas de mucha madurez emocional y espiritual. Lo que yo veo en ustedes, es que:

(1) Mi Hija, católica sólo de tradición, desconociendo a fondo su propia fe y deseando ardientemente aprenderla,

no desea imposición de nadie sobre el tema en este momento, y (2) Tú con una idea prejuiciada sobre nuestra fe,

tan equivocado que no me parece que vaya a ser posible cambiarte el chip de programación (a menos que sea un

trabajo directo del Espíritu Santo).

Para un católico que vive auténticamente su fe cristiana, su fuente primordial de gracia santificante es la

Comunión con Cristo recibiendo su Cuerpo y Sangre en la santa Misa tal como Él la estipuló. (Jn 6, 48; Jn 6, 54; Lc

22, 19; Hech 2, 42; 1Cor 10, 16-17; 1Cor 11, 23; para más explicación sobre todo ello, tú sabes que puedes leerla

en Defiende tu Fe Org) Lamentablemente, ni lo entiendes ni te importa pues aunque estés apartando a tu novia de

esa fuente, insistes en encontrar un punto medio sobre este sacramento en cualquier iglesia protestante-

pentecostal, cuando eso no existe. Puedo entender que te aferres a tu posición por querer ser fiel a tu doctrina,

pero si con ello no estás comprometiendo tu alma, ¿de qué estamos hablando? Señalas en tu carta por prejuiciar

contra los pentecostales y tu anti-catolicismo es mucho más marcado aún.

Mira querido yerno, siempre he insistido con Mi Hija que el noviazgo es una etapa para descubrirse; desviarse

de esa fase es dejarse llevar por la pasión, cubriendo los defectos que deben ser identificados, planteados y

resueltos desde el principio. Dices en tu carta que enfatizas en las cosas que ustedes profesan juntos ya que eso

los enriquece, pero que las cosas que los separa las dejas a un lado porque no edifican. Una persona madura,

con entendimiento y dirigida por el Espíritu Santo como mencionas que ustedes son, reconocería que en lo

primero que tienen que trabajar es con todo aquello que los separa pues, de lo contrario, esas mismas cosas los

podría DESTRUIR más tarde.

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Nadie tiene derecho de obligar a nadie a casarse por la iglesia que no quiera, pero como me consta por Mi Hija

que has buscado alternativas para evitar que la boda tenga que ser por la nuestra, voy a tomarme el atrevimiento

de exponerte porqué mi esposo y yo desearíamos entregarte a nuestra hija en la Iglesia Católica. Al

mismo tiempo, para que nos permitas exponerte por qué no es lo mismo la Iglesia Católica que

cualquiera otra:

Me parece que el fondo de todo esto es que, según tus creencias religiosas, para ti puede haber Cristo sin

que tenga que haber una iglesia visible, sin un cuerpo de creyentes constatable a los que podamos señalar

para corroborar datos acerca de Él. En otras palabras, (con el mayor de los respetos que me merece un hombre

tan inteligente como tú), la dificultad está en una deficiencia eclesiológica de tu parte. Por eso, cualquiera que

oye esta opinión antieclesiológica (que gusta mucho hoy en día, por lo atractivo que pudiera ser una religión sin

criterio fijo de autoridad), se siente atraído por lo sencillo y manejable del argumento "sólo Cristo salva, la

Iglesia no importa"... Pero la verdad es que ese argumento no es sino una verdad a medias. No es que

estés completamente equivocado, es que te falta un poco más de camino bíblico por recorrer.

Jesucristo fundó una sola Iglesia (en singular), "y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18).

Pero no se trata sólo de que edificara, estableciera o fundara una iglesia nada más, sino de todo el contenido

salvador que ella encierra. Mateo usa la palabra "ekklesía", de la que proviene la nuestra: "iglesia". Mateo

traduce también el término hebreo "asamblea", que en el AT se traduce por "congregación", para designar al

pueblo elegido por Dios... Cuando Mateo escoge ese término, él designa la comunidad mesiánica y al usarlo

paralelamente con "Reino de los Cielos", indica que la comunidad donde reinará el Hijo de David comenzará ya

en la tierra como una sociedad organizada. Para interpretar ese texto es necesario entenderlo en su

perspectiva judía de pueblo específico, reino geográfico, asamblea de hombres y mujeres concretos. La

asamblea del Antiguo Pacto se re-constituye en Cristo, como un redil junto con los gentiles y de ahí surge el

único rebaño de Dios (Jn 10, 16): "y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor".

Tanto así, que el Nuevo Testamento no repara en reconocer la importancia de esa Iglesia establecida por

el Señor, por ejemplo:

1. Los seguidores de Cristo son uno con Él (Gal 3, 27-28)

2. La Iglesia es la plenitud de Cristo (Ef 1, 22-23)

3. El Señor comparte su gloria con la Iglesia (¡!) (Jn 17, 22)

4. A Él se le da gloria en la Iglesia (Ef 3, 21)

5. La Iglesia sobrevive a los poderes del infierno (Mt 16, 18)

6. La columna y fundamento de la verdad es la Iglesia (1Tim 3, 15)

7. La Iglesia es el cuerpo de Cristo (1Co 12, 12-29)

8. Cristo organiza y da cohesión a su cuerpo (Ef 4, 16)

9. La Iglesia es la Esposa de Cristo por ende inseparable de Èl (Ef 5, 25; Mt 19, 5-6)

Como ves, aquí hay más diferencias entre nosotras y tú de las que yo quisiera admitir, porque si bien podrías

estar de acuerdo con estos elementos de establecimiento y unidad, tú prefieres enfatizar el aspecto espiritual,

invisible, cósmico; pero para nosotras estos aspectos, que son muy ciertos, tienen que tener una constancia física,

corroborable, que se pueda afirmar como un punto de referencia. Esto significa que la Iglesia es visible. Tiene que

serlo para que halla un punto de referencia sobre una misma verdad y norma de vida para cuando el Señor no esté

presente físicamente (Mt 28, 20; Jn 16, 13; 21, 25; Hch 2, 42).

Creemos que es así porque no todo puede estar en un libro (Jn 21, 25), y este hecho es el que da margen a la

diversidad de interpretaciones de la Biblia. Tal y como pasa con la Constitución de cualquier país, cuando no habla

explícitamente sobre algún caso a resolverse, entonces tiene que intervenir la interpretación de una autoridad

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formal (Ej., Corte Suprema). Eso mismo pasa con los grupos religiosos y la Biblia. Y aunque esto se puede

entender, el problema consiste en que a veces no están conscientes de que funcionan como un magisterio

eclesiástico. Tal parece que no es absolutamente posible depender de un libro y entonces es cuando reconocemos

que hace falta el Espíritu. En los capítulos 14 al 16 de San Juan se nos promete un Espíritu que va a acompañar a

los seguidores de Jesús cuando éste no esté. En Juan 15, 26, dice que el Espíritu dará testimonio de Jesús. En

Juan 14, 26, dice que el Espíritu es un acompañante que les enseñará todo acerca del Señor . En Juan 16,

13, dice que el Espíritu guiará a los seguidores de Jesús a la verdad completa. Pero si Jesús estaba con

ellos y les había enseñado ya lo que quería que escribiesen 30 años más tarde, ¿no estaban esas cosas resueltas?

NO. Jesús quería seguir revelándose a ellos (la Iglesia) y por eso en Mt 28, 20, y en Mt 10, 40, así como en Lc 10,

16, el Señor es capaz de decir "el que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al

que me envió".

En el Nuevo Testamento contemplamos una misma Iglesia con un mismo Espíritu enseñando una misma

verdad. Para los apóstoles esto era importante, porque cualquier error en la fe y la doctrina terminaba apartando

a los fieles de Cristo mismo (1Jn 4, 1-6; 2Jn, 7-12; Jd 3, 16, etc.). De ahí que afirmamos una Iglesia Apostólica

(Hch 2, 42; Jn 20, 21; 15, 16; Lc 22, 29-30; Mt 16, 18; Jn 10, 16; Lc 22, 32; Jn 21, 17), con autoridad (Mt 28, 8-20;

Jn 20, 23; Lc 10, 16; Mt 28, 20), perpetua (Is 9, 6-7; Dn 2, 44; Dn 7, 14; Lc 1, 32-33; Mt 7, 23; Mt 13, 24-30; Mt 16,

18; Jn 14, 16; Mt 28, 19-20), infalible (Jn 16, 13; Jn 14, 26; 1Tim 3, 15; 1Jn 2, 27; Hch 15, 28; Mt 16, 19). Y en

adición a esto, ese Espíritu debe referirnos a una unidad completa que testifique la verdad acerca de Jesús. Te

invito a que te refieras al pasaje de San Juan 17, 18-26, el cual es sumamente importante en la Biblia. Se trata de

una conversación dentro del ser mismo de Dios; la segunda persona de la Santísima Trinidad le habla a la primera

persona de esa misma Esencia divina. El Señor ruega porque su Iglesia permanezca unida y pide una unidad

semejante a la que existe entre Él y el Padre, con el propósito de que el mundo crea en Él (Jesús). ¿Ves que es

necesario que el mundo vea el testimonio corroborable de un cuerpo de creyentes unido, como condición

necesaria para que haya fe? La visibilidad de la Iglesia fue mandada y querida por Cristo (vv. 21 y 23).

Discúlpame, pero tu creencia, al igual que la de muchos hermanos evangélicos, de que la Iglesia no sirve y da lo

mismo pertenecer a cualquiera no es bíblica y por ello no es compatible con la Palabra de Dios.

En segundo lugar, la Iglesia es necesaria como punto de referencia por su apostolicidad. En el

libro de los Hechos vemos como la Iglesia primitiva perseveraba todos los días en la doctrina de los apóstoles

(Hch 2, 42). En el capítulo 5 se afirma que mentirle a un apóstol es mentirle al Espíritu Santo (vers 9); y en el

capítulo 6 son los apóstoles los que tuvieron que poner el orden en la iglesia. Refiérete a la controversia que se

plantea en el capítulo 15, en donde a Pablo y a Bernabé se les presenta un gran problema doctrinal… ¿y cómo

lo resolvieron? Ellos no abrieron la Biblia para encontrar la solución, ellos se refirieron a los Apóstoles y

celebraron en Jerusalén el primer concilio de la Iglesia, y la resolución de ellos fue como un dictamen del

Espíritu Santo (versículo 28). Porque el criterio de autoridad en el Nuevo Testamento es apostólico.

En el mundo religioso de hoy día, la Iglesia es necesaria. Con sobre 30,000 denominaciones cristianas

que existen actualmente, muchas de ellas enseñando "verdades" contradictorias entre sí, argumentando

basarse en la misma Escritura y en un mismo Espíritu, no pueden ser la verdad de Jesús (Ef 4, 1-6; Jn 14, 26;

15, 26; 16, 13; 17, 26).

Mi Hija y yo estamos convencidas de que la evidencia bíblica, el sentido común y la historia nos señalan a la

Iglesia Católica como la única y verdadera Iglesia de Cristo. De hecho, ningún hermano no-católico podría negar

que la Iglesia Católica se mantuvo diciendo y estableciendo la verdad, aún después de sus consabidas dificultades

con el Imperio Romano desde el Siglo IV, sobre la Trinidad (Nicea 325), la personalidad Divina de Cristo (Efeso

431), la Divinidad del Espíritu Santo (Constantinopla 381) y hasta el canon bíblico (Cartago 493 y Roma 497). En

adición, todas estas verdades contradicen la hipótesis anti-católica de la corrupción de la Iglesia por Constantino y

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el Edicto de Milán del 313. Si la Iglesia hubiera apostatado, como ustedes lo afirman, entonces la Biblia que

ustedes usan NO tiene valor pues fue esa misma Iglesia Católica quien en ese tiempo decidió cuales libros eran

Palabra de Dios.

Y aquí nos encontramos mi hija y yo en este momento en el que nos batimos con un joven al que queremos

tanto, y nos cuestionamos muchas cosas. Te darás cuenta, amado mío, después de repasar estas líneas, de que

estamos conscientes de la necesidad de la Iglesia y de que la amamos profundamente PORQUE CREEMOS EN EL

MISTERIO DEL CUERPO DE CRISTO, que nos comunica toda la Biblia. Hubiéramos preferido otra realidad, pero el

Señor lo dispuso así. Hay cosas que nunca comprenderemos del todo, como por ejemplo, ¿porqué el Señor señaló a

Pedro como el primero (para mí Juan era mejor)? ¿Porqué escogió a Judas Iscariote como tesorero, si de seguro

Mateo (que era contable profesional) le hubiese resultado mejor? ¿Porqué no hizo que la Biblia fuera suficiente?

¿Porqué no se limitó a poner sólo gente santa y perfecta en la jerarquía de la Iglesia Católico para hacernos el

trago menos amargo? Sólo se me ocurre una respuesta a estas preguntas: ÉL ES EL SEÑOR.

Todo lo que te he escrito anteriormente es para que entiendas porqué para nosotros no es lo mismo entregarte

a Mi Hija en cualquier otra iglesia. No podemos desvincular a Cristo, la fe, la salvación y a mi familia de la

Iglesia. Es entendible que un no-católico piense que hay posibilidad de opciones en cualquier otra Iglesia, pues

tienen un criterio de autoridad que no es fijo. Pero nosotros, sí lo tenemos. Por eso creemos que nos jugamos

la vida eterna si claudicamos elementos de fe que estamos seguras que son inseparables del misterio-

Iglesia que te he tratado de explicar aquí. Por eso, no es posible para nosotros reconocerle a otro

grupo, que no podamos identificar con esta Iglesia, los poderes que creemos Jesús le delegó a una

sola iglesia, unida, visible y necesaria. Por ejemplo, el milagro de la presencia real-sacramental en la

Eucaristía (milagro éste que las Iglesias pentecostales no creen); el poder para perdonar pecados que Jesús delegó

a sus apóstoles (Jn 20, 22-23); o el celibato por amor al reino de los cielos (Mt 19, 12), etc., etc., etc.

Estimado yerno, espero que la carta que te he escrito sirva para que veas nuestros puntos de peso (aunque no

estés de acuerdo, ni los aceptes; no es mi interés imponer el Evangelio completo a quien amo intensamente y a

quien respeto sus creencias y preferencias teológicas. Eso es obra del Espíritu en el corazón humilde que le acepte.

De corazón te doy las gracias por esta oportunidad de crecer en la fe junto a ti. Espero que continuemos en este

proceso de crecimiento y que pueda repercutir en un sano y verdadero desarrollo espiritual de todos. Por favor,

permítenos dialogar contigo; déjanos demostrarte que habemos Católicos despiertos, viviendo una vida cristiana

plena en Cristo hoy, pero te suplico recuerdes que para nosotros, como cristianos que somos, nos es imposible

entender a Cristo fuera de la Iglesia que Él mismo nos dejó y que fue comprada con su propia sangre(Ef 5, 25): la

Católica.

Recibe un beso y un abrazo y que Dios te bendiga. Con todo mi amor,

Tu suegra

L A R E C O N C I L I A C I Ó N , V E R D A D E R A A L E G R Í A

La paz interior y la felicidad, o la paz con el prójimo, es hoy en día una cuestión que depende más de la opinión u "orientación"

que podamos tener de un psiquiatra, de un adivino o del azahar del destino, que de nuestro acercamiento con Dios, Nuestro

Señor...

Sigue...

C Ó M O R E A L I Z A R U N A B U E N A C O N F E S I Ó N

La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este

maravilloso sacramento - examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de no volver a pecar, decir los pecados, recibir la

absolución y cumplir la penitencia...

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Sigue...

E L M E J O R R E M E D I O P A R A E L A L M A , L A R E C O N C I L I A C I Ó N

Este sacramento es uno de los dos llamados sacramentos de "curación" porque sana el espíritu y restaura la amistad con Dios...

Cuando el alma está enferma debido al pecado grave, se necesita el sacramento que le devuelva la salud para que la cure...Sigue...

L A C O N F E S I Ó N , H E R R A M I E N T A D E C O N V E R S I Ó N

La Confesión o Reconciliación es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados cometidos después del Bautismo...

Se le denomina sacramento de la conversión porque realiza sacramentalmente la vuelta al Padre del que el hombre se había

alejado por el pecado...

Sigue...

L A R E C O N C I L I A C I Ó N C O N U N O M I S M O

Como escribe el apóstol San Juan: "Si decimos que estamos sin pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está

con nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Él que es fiel y justo nos perdonará los pecados"...Sigue...

E L S A C R A M E N T O D E L A R E C O N C I L I A C I Ó N

Penitencia en su sentido etimológico, viene del latín "poenitere" que significa: tener pena, arrepentirse. Cuando hablamos

teológicamente, este término se utiliza tanto para hablar de una virtud, como de un sacramento...Sigue...

La Sra. Milagros Nevárez, autora de esta carta, pertenece al grupo Alianza Formativa que dirige el ex-pastor protestante Dr. Fernando

Casanova, a quienes agradecemos por permitirnos la reproducción de esta interesante carta donde se exponen las principales verdades de

nuestra fe Católica... People Online: 19 | Today's Visitors: 401 | Total Visitors: 476,628 | Total Hits: 1,065,022

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RESENTACIÓN

En la “ordenación de las Lecturas de la Misa” (OLM), que se encuentra al principio del Leccionario, en el No. 55, se recomienda que “Los Lectores sean de veras aptos y diligentemente preparados”(cf. OGMR,66). Y agrega que dicha preparación “antes que nada debe ser espiritual”, la cual “presupone, por lo menos, una doble instrucción, a saber, bíblica y litúrgica”.

Por esta razón, antes de señalar y explicar las normas para la preparación “técnica” o práctica de los lectores, que es el objetivo principal de este trabajo, vamos a recordar algunos de los principio sobre:

a) La Liturgia en generalb) La Liturgia de la Misac) La Liturgia de la Palabra en particular

Esto, con el fin de que los lectores que se preparan para este oficio, se orienten y tengan al menos unas bases mínimas que les indiquen el terreno donde van a desempeñar su ministerio.

Dichos principios están tomados de los siguientes Documentos de la Iglesia: S.C. : Constitución “Sacrosantum Concilium” sobre la Sagrada

Liturgia. OGMR. :”Ordenación General del Misal Romano” OLM. :“Ordenación del Leccionario de la Misa” P.O. :Decreto “Presbyterorum Ordinis”, sobre el Ministerio y

vida de los Presbíteros.

Las citas de estos Documentos están seguidas del respectivo número, para su verificación pero las frases en negrilla, que hacen como de título, son de mi autoría, con el fin de ayudar a un más cómodo seguimiento y más fácil retención.

Los cuatro primeros apartados o capítulos, cuyos contenidos son los principios tomados de los Documentos eclesiales, tiene como finalidad, dar esa base doctrinal que debiera tener todo fiel cristiano, para una participación consciente en la liturgia, y con mayor razón los ministros laicos, como lo piden el documento citado al principio.

El apartado No. V, “Normas sobre el Lector” y el VI sobre algunos conocimientos básicos, contienen mi aporte personal a este trabajo, y tienen como objetivo la formación llamada “técnica” o práctica de los lectores en orden a una adecuada y digna proclamación de la Palabra de Dios, son el frutos de lecturas, de cursos en distintas parroquias y de la práctica pastoral.Espero que este sencillo trabajo sirva para motivar y lograr conseguir una buena y mejor aún, una excelente proclamación de la Palabra de Dios, de parte de los Lectores. Y que

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para los Sacerdotes sea como un subsidio útil en el trabajo de formar buenos lectores, una de las actividades más importantes de nuestra labor pastoral.

FRAY ARTURO CARDONA B. O. F. M.

I. PRINCIPIOS GENERALES SOBRE LA LITURGIA:

Liturgia; La liturgia se considera como el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo. En ellas los signos sensibles significan... y realizan las santificación del hombre y el Cuerpo místico de Jesucristo (La Iglesia) ejerce el culto publico.(S.C. 7)

Presencia de Cristo: Cristo está siempre presente En su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica (S.C.7).

Cumbre y fuente: La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde dimana toda su fuerza (S.C.7)

Participación de los fieles: La Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a una participación plena, consciente y activa en la Celebraciones litúrgicas a la cual tiene derecho y obligación, en virtud de su bautismo (S.C.14).

Sacerdocio de Cristo: En la Liturgia, todos ejercemos el Sacerdocio de Cristo que recibimos en el Bautismo.

Educación Litúrgica: Los pastores fomenten con diligencia y paciencia la educación y la participación activa, interna y externa de los fieles (S.C.19)

Manifestación de la Iglesia: La principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo de Dios en las celebraciones litúrgicas, particularmente en la Eucaristía (SC. 41).

Aprender a ofrecerse a si mismo: Los cristianos aprendan a ofrecerse a si mismos al ofrecer la Hostia inmaculada, no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con éL (S.C 41).

Culto a Dios y Santificación del hombre: En la Liturgia hay un doble movimiento: se eleva a Dios la oración de adoración y de súplica por la Iglesia, y descienden a la Iglesia y sus miembros, las gracias de la redención. (cf. S.C. 7).

Fuente del espíritu cristiano: La Litúrgia... es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano (S.C. 14-2)

II. PRINCIPIOS GENERALES SOBRE LA MISA

Sacrificio de la Cruz: Nuestro Salvador, en la última cena, instituyó el sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz (S.C.47).

Participación de los fieles: La Iglesia procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada (S.C.47).

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Deseo de la Iglesia: La Iglesia desea que los fieles en la Misa sean instruidos en la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la Hostia inmaculada (S.C.48).

Comunión en la Misa: Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la Misa, la cual consiste en que los fieles..., reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor (S.C. 55).

Dos partes de la Misa y un solo acto de culto: Las dos partes de que consta la Misa, a saber; La Liturgia de la Palabra y la Eucarística, están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto. Los pastores en la catequesis instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la Misa, sobre todo los domingos y fiestas de preceptos. (S.C.56).

Para celebrar el memorial del Señor: La Cena del Señor o Misa, es la Asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor (OGMR,7).

Presencia del Señor: Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt.18,20).

Cristo está presente en la celebración Eucarística de múltiples maneras: En la Asamblea misma (ver cita anterior); en la proclamación de la Palabra; en la persona del sacerdote que preside; en la Oración de los fieles, pues es Cristo el que intercede ante el Padre, y sobre todo de una manera real, en el pan y vino consagrados. (cf. S.C.7).

Partes de la Misa: La Misa consta en cierto sentido de dos partes: La Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de culto... Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión de la celebración (OGMR., 8)

Oración de los fieles: En la oración Universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres (Iglesia, gobernantes, los que sufren y la salvación de todos. OGMR, 45).

Plegaria Eucarística: El centro o parte principal de la Misa es la plegaria Eucarística, que es una oración de acción de gracias y santificación. En ella tiene lugar la consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo, y se ofrece su sacrificio al Padre, (OGMR,54).

Comunión: Ya que la Celebración Eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por todos como alimento espiritual. (OGMR,56)

Unidad de los fieles: Los fieles formen un solo cuerpo, tanto mientras se escucha la Palabra de Dios, como cuando se participa en las oraciones y el canto, y principalmente en la común oblación del sacrificio y en la comunión. Esta unidad aparece clara cuando los fieles observan comunitariamente los cambios de gestos y posturas. (OGMR,62),

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III. PRINCIPIOS GENERALES SOBRE LA LITURGIA DE LA PALABRA

Dios habla a su pueblo: Cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, Dios mismo habla a su pueblo (S.C.,7 – OGMR,9)

Cristo está presente: Cristo siempre está presente en su Palabra y, realizando el ministerio de salvación, santifica a los hombres y tributa al Padre el culto perfecto (OLM,4)

La Palabra es viva y eficaz: La Palabra de Dios expuesta continuamente en la liturgia, es siempre viva y eficaz (OLM,4-cf. Hb. 4,12).

Unidad de los dos Testamentos: La Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo cuando, en la celebración litúrgica, proclama el Antiguo Y Nuevo Testamento. (OLM,5)

Cristo es el centro de la Sagrada Escritura: En el Antiguo Testamento está latente el Nuevo y en el Nuevo Testamento se hace patenten el Antiguo: Cristo es el centro y plenitud de toda la Sagrada Escritura, y también de toda celebración litúrgica (OLM,5).

Respuesta del hombre: Cuando Dios comunica su Palabra, espera siempre una respuesta, respuesta que es escucha y adoración “en Espíritu y Verdad” (Jn. 4,23). (OLM,6).

Llevar a la práctica: “Llevad a la práctica la Palabra y no os limitéis a escucharla” (St. 1,22)

Celebración y vida: Aquello que celebran en la Liturgia los fieles, procuren reflejarlo en su vida y costumbres, y a la inversa, miren de reflejar en la Liturgia los actos de su vida(OLM,6).

La Iglesia se edifica en la Palabra: La Iglesia se edifica y va creciendo por la audición de la Palabra de Dios, y las maravillas, que de muchas maneras, realizó Dios en otro tiempo en la Historia de la salvación, se hacen de nuevo presente, de modo misterioso pero real, a través de los signos de la celebración litúrgica (OLM, 7).

Testimonio de Vida: Todos los cristianos, constituidos por el bautismo y la confirmación en el Espíritu, pregoneros de la Palabra de Dios en la Iglesia y en el mundo, por lo menos con el testimonio de su vida. (OLM,7).

Acción del Espíritu Santo: Para que la Palabra de Dios realice efectivamente en los corazones lo que suene en los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, con cuya inspiración y ayuda la Palabra de Dios se convierte en fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida (OLM.,9).

Una misma veneración: La Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo culto, la Palabra de Dios y el Misterio Eucarístico. (OLM,10).

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La predicación de la Palabra: Se requiere la predicación de la Palabra para el ministerio de los Sacramentos, puesto que son Sacramentos de la Fe, la cual procede de la palabra y de ella se nutre (P-O.,4)

La doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía: Alimentada en esta doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia progresa en su conocimiento gracias a la una, y en su santificación gracias a la otra (OLM,10).

Partes de la Liturgia de la Palabra: Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la Palabra. La homilía, la profesión de Fe y la Oración Universal u Oración de los fieles, la desarrollan y concluyen (OGMRM33).

El Evangelio, punto culminante: La Lectura del Evangelio Constituyen el punto culminante de la liturgia de la Palabra; las demás lecturas, que según el orden tradicional, hacen la transición desde el Antiguo al Nuevo Testamento, preparan a la Asamblea reunida para esta lectura evangélica. (OLM,13).

Derecho del Pueblo de Dios: El pueblo de Dios tiene derecho a recibir abundantemente el tesoro espiritual de la Palabra de Dios, lo cual se realiza al llevar a la práctica la “Ordenación de las lecturas de la Misa” (OLM), y también a través de las homilías y la acción pastoral (OLM, 45)

Fe viva: La Palabra de Dios para que sea acogida y traducida en la vida de los fieles, pide una Fe viva, Fe que va siendo actuada sin cesar por la audición de la Palabra proclamada (OLM, 47).

Escuchar con gozo la Palabra: Conviene por tanto que todos los cristianos estén siempre dispuestos a escuchar con gozo la Palabra Proclamada (OLM,47).

IV. NORMAS SOBRE LA PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

Manera de leer los lectores: Lo que más ayuda a una adecuada comunicación de la Palabra de Dios a la Asamblea, por medio de las Lecturas, e la misma manera de leer de los lectores, que deben hacerlo en voz alta y clara y con conocimiento de lo que leen (OLM, 14).

Lugar de la Palabra: “En la celebración de la Misa con participación del pueblo, las lecturas deben proclamarse siempre desde el ambón” (OLM,16 Y OGMR, 272).

El ambón: En el Templo ha de haber un lugar elevado fijo, dotado de la adecuada disposición y nobleza, de modo que corresponda a la dignidad de la Palabra, a la audición y atención por parte de los fieles (OLM,32).

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Evitar el apresuramiento: La Liturgia de la Palabra se ha de celebrar de manera que favorezca la meditación, y por esto, hay que evitar totalmente cualquier forma de apresuramiento (OLM,28)

El silencio: El diálogo entre Dios y los hombres, con la ayuda del Espíritu Santo, requiere de breves momentos de silencio, acomodados a la Asamblea, para que en ellos la Palabra de Dios sea acogida interiormente y se prepare la respuesta por medio de la oración (OLM, 28. OGMR,23)

Veneración interior y exterior: Los fieles en la celebración de la Misa, han de escuchar la Palabra de Dios con veneración interior y exterior que los haga crecer continuamente en la vida espiritual y los introduzca cada vez más en el misterio que se celebra (OLM,47).

Presente desde el principio: La íntima relación entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía en la celebración de la Misa, llevará a los fieles a estar presentes en la celebración desde el principio y a que participen atentamente, y en lo posible, en una audición preparada con anterioridad, principalmente por medio de un más profundo conocimiento de la Sagrada Escritura (OLM,48).

Ministros de la Palabra: La tradición litúrgica asigna la función de leer las lecturas bíblicas en la celebración de la Misa a los ministros: Lectores y Diáconos (OLM,49). Corresponde al Diácono, en la Liturgia de la Palabra de la Misa, proclamar el Evangelio...(OLM,50).

Ministerio del Lector: El Lector tiene un ministerio propio en la celebración Eucarística, ministerio que debe ejercer él, aunque haya otro ministro de grado superior (OGMR,66). Al ministerio del lector conferido con el rito litúrgico hay que darle la debida importancia (OLM,51).

El lector ejerza su ministerio: Los lectores instituidos, si los hay, deben ejercer su misión propia, por lo menos los domingos y días festivos, sobre todo en la celebración principal (OLM,529)

Lectores no instituidos: La Asamblea litúrgica necesita de lectores, aunque no estén instituidos para esta función. Hay que procurar por tanto, que haya algunos laicos, los más idóneos, que estén preparados para ejercer este ministerio (OLM,52).

Los lectores sean aptos y preparados: Para que los fieles lleguen a adquirir una alta estima de la Sagrada Escritura, por la audición de las lecturas divinas, es necesario que los lectores que ejercen tal ministerio, aunque no hayan sido instituidos en él, sean de veras aptos y diligentemente preparados. (OGMER,66 y OLM,55).

Preparación espiritual: Esta preparación debe ser antes que nada espiritual, pero también es necesaria la preparación llamada técnica. La preparación espiritual presupone, por lo menos, una doble instrucción; Bíblica y Litúrgica. (OLM.55)

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“Un buen lector no es sólo quien lee con claridad y destreza. Es también la persona que trata de reflejar en su vida diaria el

contenido de lo que lee”

Preparación técnica: La preparación técnica debe hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con ayuda de los instrumentos modernos o de amplificación de voz (OLM,55).

El salmista: El Salmista es el encargado de cantar o proclamar el Salmo responsorial. Es muy conveniente que en cada comunidad eclesial haya unos laicos dotados del arte de salmodiar, con facilidad en la pronunciación y la dicción, y que reciban la misma formación de los lectores (OLM,56).

V. NORMAS SOBRE EL LECTOR

Quienes pueden ser los lectores: Deben se personas bautizadas, hombres o mujeres, jóvenes o adultos, de vida cristiana ejemplar, comprometidas con su Fe y con su Comunidad.

Cualidades: Saber leer bien, con buena voz, al menos aceptable. No basta la buena voluntada para leer. Disponer del tiempo para ejercer el oficio.

Preparación técnica: Además de la preparación espiritual (litúrgica y bíblica y oración), el lector debe aprender a manejar y utilizar bien el micrófono, y a ejercitar el arte de leer bien, mejor, de PROCLAMAR con vida, y entonación, ojalá bajo la dirección de un experto en la materia, al menos al principio mientras aprende a hacerlo con propiedad.

Es una vocación: El oficio de lector es un verdadero MINISTERIO LITÚRGICO (OLM,51- OGMR,66), que requiere una vocación, o sea un llamado para transmitir la Palabra de Dios.

Es un instrumento, un mediador y un mensajero: A la luz del principio anterior, que sólo se comprende a partir de la fe, el lector debe ser muy consciente de que este ministerio lo constituye en instrumento de salvación; mediador entre Dios que dirige su Palabra y la Comunidad Cristiana que la escucha, y mensajero que transmite las maravillas obradas por Dios a favor de su pueblo. El lector es como el último eslabón de transmisores de la Palabra, después de los profetas y los escritores sagrados, los traductores y los encargados por la Iglesia de organizar los Leccionarios para las celebraciones litúrgicas.

Responsabilidad: De lo anterior se traduce la gran responsabilidad que tiene el Lector en su preparación y en el ejercicio de su ministerio.

Debe preparar: El primer paso que debe dar el Lector es preparar con tiempo y a conciencia la lectura de la Palabra de Dios, que le corresponda proclamar en la celebración litúrgica.

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Diferencia entre leer y proclamar: El Lector en la Liturgia debe saber distinguir entre “Leer” y “Proclamar”: No se trata simplemente de comunicar unas ideas o conocimientos a unos alumnos que esperan información con palabras humanas. Se trata de anunciar un mensaje que nos da la Palabra de Dios, aunque ciertamente con lenguaje humano.

Proclamar es hacer una lectura solemne, es comunicar el mensaje siempre nuevo de la salvación que Dios anuncia a su pueblo.

Por lo tanto, la lectura debe ser expresiva, que despierte la atención de los oyentes y les ayude a abrir el corazón al mensaje.Leer bien, y más aún “proclamar”, es un arte que exige que la dicción sea viva y clara, precisa, perfecta, pues se trata de una acción esencialmente vocal.

Obstáculos que se presentan en la lectura: El lector debe ser consciente que proclamar bien la Palabra no es fácil, pues en la lectura se presentan diversos obstáculos: Unos por parte del mismo lector, como son el nerviosismo, la precipitación, la improvisación, mala pronunciación, etc. Otros, por el lugar mismo, como mala acústica, falta de iluminación, equipo de sonido defectuoso, etc. Y los mas comunes y frecuentes: palabras y expresiones difíciles de pronunciar. El buen lector sale al paso de estas dificultades, preparándose y ensayando la lectura con tiempo.

Leer despacio, sin correr: Para leer bien ante una Asamblea, el lector debería meditar y asimilar esta sabia consideración: “Los oyentes no ejercen sino un sentido, el oído, para escuchar y asimilar lo que se lee. No todas las personas tiene la misma capacidad para escuchar y retener un párrafo largo, máxime si es de carácter abstracto o doctrinal (ej. Rom. 8,18-23: 15 Domingo T.O. ciclo A). En cambio el lector, además de haber preparado la lectura, la realiza con dos sentidos, la vista y el oído, lo cual le facilita asimilar más fácilmente. Conclusión: Como el lector no lee sólo para sí, si no para todos los fieles que están en la celebración, debe amoldarse a ellos y leer despacio”

Sin monotonía: Leer despacio, sin embargo, no significa monótonamente, con aburridora lentitud y cargante pesadez, sino sin apresuramiento y rapidez, “se ha de evitar la prisa que impide la atención y el recogimiento”.

Con pausas y silencios: La lectura sagrada en la celebración liturgia es una trama de palabras, frases y silencios. En la lectura es tan importante la palabra como el silencio. Una buena lectura debe estar intercalada con pausas y silencios que propicien la atención de los oyentes y faciliten la comprensión del mensaje y la penetración del mismo en el corazón de los fieles.

Proclamar, según la índole de cada texto: Al proclamar la Palabra de Dios, el lector debe tener en cuenta la índole de texto, según el género literario, ya sea profético, narrativo, didáctico, sapiencial, apocalíptico, en parábola, etc. No es lo mismo leer la narración de la creación en el Génesis, que una profecía de Isaías que anuncia un castigo por la infidelidad del pueblo; o un texto de consejos del

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Eclesiástico y una página del Apocalipsis sobre los 144.000 señaladas o sobre el cielo nuevo y la tierra nueva.

Debe ensayar antes: El lector no debe contentarse, al preparar la lectura, con leerla en privado para enterarse de su contenido y demás detalles pertinentes, sino que se le recomienda leerla en voz alta, en compañía de otros lectores o del Sacerdote, con el fin de corregir a tiempo los defectos y fallas. Esto se debería practicar, al menos al principio, mientras se obtiene. Y ojalá grabando el ensayo de la lectura.

Lugar del lector: Como ministro que es y en el desempeño de su función en la celebración, el lector debe ocupar su puesto en el presbiterio. En caso de que no haya sitio adecuado en dicho lugar, se aconseja que ocupe asiento en las primeras bancas o sillas, cerca al ambón o lugar de las lecturas.

Momento y modo de su actuación: El lector no debe adelantarse a acercarse

al ambón antes de tiempo; no debe dar la sensación de apresuramiento o afán. Debe esperar a que el sacerdote haya terminado la oración colecta, los fieles hayan respondido el Amén y todos se hayan sentado; entonces sí el lector sube al lugar del Ambón, mira a la gente, espera a que todos estén en silencio y atentos, y se dispone a dar comienzo a la lectura.

Así se indica de una manera que va a llegar algo importante y se va a dar inicio a la primera parte de la Misa, la liturgia de la palabra.

Se evita así mismo convertir la celebración litúrgica en una serie de acciones seguidas, casi yuxtapuestas, sin darle ningún relieve a lo verdaderamente importante. En otras palabras, es muy conveniente que haya una pausa notable para que se destaque el momento que sigue.

Nota: En caso que el presidente u otro ministro haga una monición antes de las lecturas, como está recomendado en las normas de la Misa, el lector deberá esperar a que aquella tenga lugar, antes de pasar al Ambón.

El lector, una vez en el ambón y después de haber mirado a la Asamblea, entona con énfasis la lectura, de tal manera que desde un principio despierte la atención de los fieles, teniendo en cuenta las siguientes indicaciones:

No se dice “Primera Lectura”, “Segunda Lectura”, ni “Salmo Responsorial”. No se dice la frase en rojo que está al principio y que resume el sentido de la

lectura, ni la cita bíblica. Se hacen los silencios y pausas aconsejados después de los párrafos o frases

mas importantes para destacar el mensaje. Al terminar la lectura, después de una breve pausa y mirando a la Asamblea,

promueve la aclamación diciendo “Palabra de Dios”.

En la anterior aclamación no se dice “Es Palabra de Dios”, ni “Esta es la Palabra de Dios”, pues no se trata de una enseñanza o mini-catequesis, sino

de una “aclamación” que es una frase muy simple y llena, y equivale a un “¡Viva!”.

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El lector, una vez que ha dicho “Palabra de Dios”, no se retira ahí mismo del ambón, sino que espera con tranquilidad la respuesta de la Asamblea y luego si se retira a su puesto.

El salmista: Es el ministerio encargado de cantar o proclamar el Salmo Responsorial, y a el se aplica en la debida proporción lo dicho del lector, teniendo presente que sube al ambón una vez se haya retirado el primer lector, sin adelantarse a pasar antes de tiempo.

Lo más conveniente es que en cada Parroquia o Comunidad Eclesial, “Haya unos laicos dotados del arte del salmodiar y con facilidad en la pronunciación y en la dicción”(OLM,56). De todas maneras se recomienda que en lo posible, no sea el mismo lector el que entone el Salmo responsorial, sino otra persona que cumpla este ministerio. El comentarista: Es el ministro que hace las explicaciones y da avisos a los files, para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor.

Conviene que el comentarista lleve bien preparado sus comentarios, con una sobriedad que los haga asimilables.

En el cumplimiento de su oficio, el comentarista ocupa un lugar adecuado ante los fieles, nunca en el ambón (OGMR,68, a).

Igualmente, el comentador que, desde el lugar apropiado propone a la Asamblea de los fieles una explicaciones y moniciones oportunas, claras y diáfanas por su sobriedad, cuidadosamente preparadas, normalmente escritas y aprobadas con anterioridad por el celebrante, ejerce un verdadero ministerio litúrgico (OLM, 57)

Las moniciones: Antes de las lecturas, especialmente antes de la primeras, pues deben hacerse unas breves y apropiadas moniciones... Deben ser sencillas, fieles al texto, breves, preparadas minuciosamente y adaptadas al matiz propio del texto al que debe introducir (OLM,16). RECOMENDACIONES:o Tanto al Lector como al Salmista y a los demás Ministros (Acólitos, comentador, etc.) se les

pide estar bien presentados, pues se trata de servicios litúrgicos ante la comunidad.o Llegar a tiempo y permanecer durante toda la celebración.o Utilizar el Leccionario, NO hojitas de los fieles o Misales pequeños.o Cuando se presenten en el Leccionario dos textos para escoger (largo y breve o corto), se

debe consultar al Sacerdote que preside.o Del mismo modo, cuando la respuesta al Salmo responsorial sea muy larga, conviene

acortarla, pro siempre consultando al sacerdote que preside.

CONSEJOS PARA UNA BUENA LECTURA

1. Preparar antes la lectura: para darse cuenta del sentido, ver de qué genero literario es y que entnación debe usarse en la voz. Cuales son las frases claves que se deben resaltar con una mejor entonación y qu nombre o palabras son de dificil pronunciación.

2. Respetar los signos de puntuación: Es lo mismo que nos pide una buena lectura, haciendo la respectiva pausa que exige cada signo (coma, punto y coma, punto seguido y

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“Respecto a la lectura, hay cuatro reglar fundamentales que se deben guardar y ensayar: Leer despacio; leer de modo que se oiga bien; leer mirando a la Asamblea, y leer haciendo pausas largas, especialmente en los puntos y

aparte.” (Luis Maldonado, El Sentido Litúrgico, 1999)

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punto aparte. Admiración, interrogación, etc). Tener en cuenta, por ejemplo, que el punto seguido pide una pausa corta y al punto y aparte debe seguir una pausa un poco más larga, dependencia del contenido o importancia del párrafo anterior.

3. Bocalizar bién: Es la otra regla de oro en la lectura. Es decir, pronunciar bien todas las lectras y palabras, sin “comerse” ninguna silaba. Abrir la boca y mover los labios, sin atropellas las palabras ni bajar el tono de la voz al terminar cada frase.

4. Evitar la prisa: Tanto al subir al ambón o lugar de la lectura y al bajar de él, como en la lectura misma, sin dejarse llevar del nerviosismo o afin de terminar cuanto antes la tarea.

5. Guardar una posición digna con el cuerpo y los ademanes: El cuerpo

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