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GIOVANNI PAPINI Y LAS CORROSIVAS IDEAS HEBREAS Giovanni Papini hizo una notable síntesis de la habilidad de los jefes israelitas para alentar o esparcir tendencias corrosivas entre la población no judía. Mediante la pintura estrambótica, la música sensualista, los bailes vulgares, la mercancía homosexual, la pornografía y las teorías disolventes y debilitadoras de los valores morales eternos, relajaron el medio ambiente de la población alemana. Y no es que el judío carezca de moral; todo lo contrario, es un pueblo de admirables costumbres, sobrio y disciplinado, pero sus líderes utilizan todas las corrientes impuras que puedan dañar o debilitar a los no judíos. No consumen venenos, pero propician la popularización de ellos.

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GIOVANNI PAPINI Y LASCORROSIVAS IDEAS HEBREAS

Giovanni Papini hizo una notable síntesis de la

habilidad de los jefes israelitas para alentar o

esparcir tendencias corrosivas entre la

población no judía. Mediante la pintura

estrambótica, la música sensualista, los bailes

vulgares, la mercancía homosexual, la

pornografía y las teorías disolventes y

debilitadoras de los valores morales eternos,

relajaron el medio ambiente de la población

alemana. Y no es que el judío carezca de moral;

todo lo contrario, es un pueblo de admirables

costumbres, sobrio y disciplinado, pero sus

líderes utilizan todas las corrientes impuras

que puedan dañar o debilitar a los no judíos.

No consumen venenos, pero propician la

popularización de ellos.

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"¿De qué manera —dice Papini— el hebreo pisoteado y escupido

podía vengarse de sus enemigos? Rebajando, envileciendo,

desenmascarando, disolviendo los ideales del Goim. Destruyendo los

valores sobre los cuales dice vivir la Cristiandad... La inteligencia

hebrea, de un siglo a esta parte, no ha hecho otra cosa que socavar y

ensuciar vuestras más caras creencias; las columnas que sostenían

nuestro pensamiento. Desde el momento en que los hebreos han

podido vivir libremente, todo vuestro andamiaje espiritual amenaza

caerse. 

El Romanticismo alemán había creado el idealismo y rehabilitado el

Catolicismo; viene un pequeño hebreo de Dusseldorf, Heine, y con su

genio alegre y maligno se burla de los románticos , de los idealistas y

de los católicos. 

Los hombres han creído siempre que política, moral, religión, arte, son

manifestaciones superiores del espíritu y que no tienen nada que ver

con la bolsa y con el vientre; llega un hebreo de Tréveri, Marx, y

demuestra que todas aquellas idealísimas cosas vienen del barro y

del estiércol de la baja economía.

Todos se imaginan al hombre de genio como un ser divino y al

delincuente como un monstruo; llega un hebreo de Verona, Lombroso,

y nos hace tocar con la mano, que el genio es un semiloco epiléptico y

que los delincuentes no son otra cosa que nuestros antepasados

sobrevivientes, es decir, nuestros primos carnales. 

A fines del ochocientos, la Europa de Tolstoi, de Ibsen, de Nietzsche,

de Verlaine, se hacía la ilusión de ser una de las grandes épocas de la

humanidad; aparece un hebreo de Budapest, Marx Nordau, y se

divierte explicando que vuestros famosos poetas son unos

degenerados y que vuestra civilización está fundada sobre mentiras. 

Cada uno de nosotros está persuadido de ser, en el conjunto, hombre

normal y moral; se presenta un hebreo de Freiberg, Moravia, Sigmund

Freud, y descubre que en el más virtuoso y distinguido caballero se

halla escondido un invertido, un incestuoso, un asesino en potencia. 

Desde el tiempo de las Cortes de Amor y del Dulce Estilo Nuevo

estamos habituados a considerar a la mujer como un ídolo, como un

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vaso de perfecciones; interviene un hebreo de Viena, Weinninger, y

demuestra científica y dialécticamente que la mujer es un ser innoble

y repugnante, un abismo de porquería y de inferioridad. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler barrió con todos esos

magos de la disolución social. Freud, Ludwig, Remarque, Tomás

Mann, Zweig y otros personajes judíos fueron echados de Europa

hacia diversos países, para desde allí seguirse haciendo adorar como

benefactores de la humanidad a la que estaban envenenando o

desorientando. Y un coro de protestas extranjeras acompañó a esos

adalides en su desairada huida. Utilizando sus vastos recursos

publicitarios y sus secretos tentáculos, la judería mundial clamó

plañideramente que era víctima de persecuciones en Alemania.

Nada dijo, sin embargo, de los orígenes del conflicto. Y es que

'invariablemente —observa Henry Ford— los judíos señalan como

antisemitas a quienes revelan sus conspiraciones y explican

ese antisemitismo mediante tres razones: prejuicios religiosos, envidia

económica, aversión social. Pero ningún judío menciona los motivos

políticos de la cuestión ni discute sobre ellos, o bien lo hace en forma

fragmentaria y parcial'. Así por ejemplo, se abstuvieron de confesar

que "la campaña contra la natalidad fue realizada (en Alemania) por

tres médicos judíos: Max Hodman, la doctora Rubén Woíf y, sobre

todo, la nauseabunda obra de Magnus Hirschfeld. Bajo un aparente

disfraz científico, la mercancía homosexual judía abrumaba

de vergüenza la infeliz existencia de la Alemania de 1918. Una oleada

de fango miserable amenazaba con ahogar toda la

antigua moralidad germana"."