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PORFIRIO DIAZ Y GUSTAVO DÍAZ ORDAZ Jaime Mireles Rangel La historia es una abstracción. No narra todo lo que acontece en la vida humana, sino únicamente los hechos más importantes, por eso la dificultad principal del historiador consiste en usar los criterios adecuados para esta tarea colectiva, dificultad que se complica aun más cuando se hace historia del presente. Suele argumentarse que los acontecimientos tienen que alejarse en el pasado para que se pueda comprender su importancia, que si se tiene un panorama suficientemente amplio se puede percibir como unos sucesos influyen sobre otros y como lo que aprecio fundamental en una época determinada pierde importancia en el despliegue del tiempo. Y al revés, lo que en un momento pareció insignificante se vuelve trascendente en perspectiva histórica. Podríamos tipificar el lapso 1946-1982 como el de la posrevolución. La retórica oficial sigue sosteniendo la vigencia de una revolución cuasi permanente, pero esta posición, de fondo, quiere decir que a partir del alemanismo se ha identificado a la revolución con la modernización y a esta con el desarrollo industrial, lo cual incluso ha llegado

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PORFIRIO DIAZ Y GUSTAVO DÍAZ ORDAZ

Jaime Mireles Rangel

La historia es una abstracción. No narra todo lo que acontece en la vida humana,

sino únicamente los hechos más importantes, por eso la dificultad principal del

historiador consiste en usar los criterios adecuados para esta tarea colectiva,

dificultad que se complica aun más cuando se hace historia del presente.

Suele argumentarse que los acontecimientos tienen que alejarse en el pasado

para que se pueda comprender su importancia, que si se tiene un panorama

suficientemente amplio se puede percibir como unos sucesos influyen sobre otros

y como lo que aprecio fundamental en una época determinada pierde importancia

en el despliegue del tiempo. Y al revés, lo que en un momento pareció

insignificante se vuelve trascendente en perspectiva histórica.

Podríamos tipificar el lapso 1946-1982 como el de la posrevolución. La retórica

oficial sigue sosteniendo la vigencia de una revolución cuasi permanente, pero

esta posición, de fondo, quiere decir que a partir del alemanismo se ha identificado

a la revolución con la modernización y a esta con el desarrollo industrial, lo cual

incluso ha llegado a plantear un antagonismo entre industrialización y justicia

social.

Antes del alemanismo la revolución era, en el discurso oficial, un equivalente de

justicia social. Por otra parte, los problemas que aparecen en el lapso que se

menciona, no son ya los del porfirismo sino los originados en las soluciones de la

propia revolución: el aumento de la longevidad y el cese de las luchas internas

provoca el problema del crecimiento demográfico; la industrialización determina el

crecimiento desmesurado de las ciudades; el aumento en el nivel educacional y

cultural suscita una opinión publica que demanda perentoriamente mayor

democracia política; el desarrollo de las comunicaciones favorece la penetración

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de los modos de vida norteamericanos, los cuales, a su vez, por contraste,

suscitan diversas formas de nacionalismo.

Vale la pena subrayar que en todo este proceso se puede advertir que los factores

económicos, políticos, sociales y culturales están inextricablemente unidos y se

determinan mutuamente: un fenómeno educativo y cultural como el crecimiento

acelerado de las universidades condiciona un acontecimiento político como el del

1968.

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El proceso de modernización de México durante la época porfiriana tuvo como

principales características la negociación de la deuda publica, la captación de

capitales extranjeros, el desarrollo de las comunicaciones: de las vías férreas,

telegráficas, telefónicas, las mejoras en los puertos; la política de deslinde y

colonización de tierras baldías; la organización y crecimiento del sistema bancario,

el equilibrio hacendario, la abolición de las alcabalas; la ampliación de la planta

industrial; la negociación diplomática para consolidar los límites fronterizos del

país, la dotación de servicios y construcción de edificios públicos; la creación de

instituciones educativas, científicas y culturales, fueron las tareas fundamentales

que asumió el régimen porfiriano.

Ahora bien, ese proceso de modernización, en su conjunto, se dio en el contexto

de una poderosa expansión del capitalismo mundial. La dependiente economía

mexicana creció mucho, pero de una manera desequilibrada, con costos

sociopolíticos negativos.

Se instauró definitivamente la preeminencia del poder ejecutivo; el capital

extranjero tomo el control de la economía; se crearon enormes latifundios que

expoliaron tierras de pueblos y de campesinos; se reprimió violentamente a las

comunidades indígenas que se defendieron de la sustracción; las organizaciones

obreras no contaron con un respaldo jurídico que les garantizara, ni en mínima

escala, la salvaguarda de sus derechos.

La participación política se fue estrechando paulatinamente, y la habilidad

negociadora del gobierno porfirista no impidió la crudeza de la persecución a los

opositores políticos. Las constantes reelecciones de Díaz se correspondieron con

el crecimiento de un estado oligárquico que no fue capaz de adecuarse a las

necesidades sociales y políticas que su proyecto de desarrollo había producido.

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Las clases medias y la burguesía nacionalista exigían una participación en la

conducción del estado.

El aniquilamiento formal del estado porfiriano provocó un vuelco profundo de la

sociedad mexicana. La violencia fue la única vía para modificar los mecanismos

estatales que sacrificaron la actividad democrática al progreso económico. Así

como la reelección se volvió "forzosa" -expresión de Justo Sierra-, la revolución se

hizo inevitable.

"Héroe epónimo", "tirano", "César zapoteca", "el dictador más absoluto de su

tiempo", "constructor del México moderno", son epítetos aplicados a Porfirio Díaz,

algunos de los cuales han demonizado su tránsito por la historia mexicana.

"Apóstol de la democracia", "nuevo Juárez", "revolucionario incorruptible",

"reformador burgués", son calificativos asignados a Francisco I. Madero.

Pero la historia no admite cortes arbitrarios que separen radicalmente la

continuidad de su acontecer. De esa sociedad y de ese proyecto de desarrollo

porfirianos nacieron la sociedad y el proyecto revolucionarios.

En pleno ascenso del capitalismo financiero internacional, en la época de un

implacable imperialismo europeo que se apoyaba en estados nacionales

centralizados, en los que el "antiguo ideal federal había caído en descrédito y una

revolución técnica estaba transformando los fundamentos económicos de la

sociedad europea y norteamericana", el "orden y el progreso" mexicanos

respondían a la inevitable modernización del país que había de llevarse a cabo de

acuerdo a las onerosas condiciones que el gran capital y tecnología extranjeros

habrían de imponer; condiciones que la clase gobernante no podía evitar sin su

proyecto económico, liberal y oligárquico, que haría entrar a México en el

"concierto de las naciones civilizadas

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Pero no sólo intentaba el gobierno nacional terminar con los "facinerosos" sino

prácticamente con toda oposición política. El plan tuxtepecano que en 1876 había

apelado a las libertades democráticas, al sufragio, a la acción en las cámaras, al

apoyo de la prensa oposicionista, a la formación de clubes y grupos políticos,

había agotado su utilidad. Para enfrentarse al estado nacional presidido por

Juárez y Lerdo, los tuxtepecanos participaron forzosamente del fortalecimiento de

las oligarquías locales; por ello Díaz no se pudo imponer en 1880 y se vio obligado

a auspiciar la sucesión de Manuel González. No obstante, ya en 1888, podía

reelegirse por segunda vez y hacerlo como candidato único. El ejecutivo federal

ahora amenazaba, negociaba, triunfaba con el apoyo de los beneficiarios de los

primeros doce años de Porfiriato.

En 1886 habían sido aplastados los levantamientos del general Miguel Negrete y

el del general Trinidad García de la Cadena, en Zacatecas. La muerte de este

renombrado militar fue seguida de muchos fusilamientos y persecuciones.

"Después de la hecatombe de Zacatecas quedó hundida la República en una

especie de sopor o indiferencia" -dice Ricardo García Granados- espléndido

historiador del Porfiriato.

La tranquilidad política que reinaba en 1887 había sido impuesta, entre otros

medios, por una buena dosis de terror, pese a que en ese año Díaz había

declarado que no inauguraría una época de intolerancia y persecución.

Porfirio Díaz se pronunciaba por la paz y el trabajo, ante los manifestantes que

desplegaban su repudio a la reelección. Cuando Porfirio Díaz, Don Pérfido, de 58

años de edad, se entronizaba por tercera vez en la presidencia y tenía a su favor

una obra política y económica de gran dimensión:

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Se instauraba la era del gobierno personal, personalísimo del general Díaz. Ya

habían aparecido en escena los agentes del financiamiento director del capital

extranjero y la inversión adicional para maniobrar y colocarse por encima de los

intereses regionales.

La inversión directa norteamericana crecía en México y las importaciones de ese

país hacían lo mismo. En 1877 representaban el 25% del total importado y en

1888 el 50%.

El gobierno porfirista estaba consciente de la necesidad de apelar a los intereses

económicos europeos para contrapesar la influencia dominadora del

expansionismo norteamericano. Entonces los representantes de las finanzas

públicas mexicanas hacían gestiones en Alemania, pues ciertamente un

acontecimiento relevante, acaecido entre 1867 y 1881 en Europa, había sido el

surgimiento de Alemania como centro militar hegemónico, de tal suerte que Berlín

quitó a París el foro de las grandes decisiones diplomáticas.

Comenzó a lo grande la fundación de compañías, como la de Corral y Torres,

mineras; como las deslindadoras y colonizadoras, como las constructoras de

ferrocarriles, como las de telégrafos y otras.

El imperio del trust, de las grandes compañías de responsabilidad limitada, se

hallaba en pleno crecimiento. Estas organizaciones ejemplificaban el proceso

técnico industrial que había desplazado la vieja empresa de "tipo familiar",

mediante la reunión de cientos de accionistas en una gerencia centralizada que

podía alcanzar capacidad de decisión sobre regiones muy distintas de su casa

matriz.

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No es fortuito, pues, que en México, en 1888, se haya expedido la Ley de

Sociedades Anónimas.

En ese año se constituyeron en Londres las compañías Interoceanic Railway of

México Ltd. y la Mexican Southern Railway Ltd. para explotar las concesiones

financieras que el grupo norteamericano Grant y War había dejado inactivas.

También se firmó un contrato para la construcción de un ferrocarril que debía

correr entre Oaxaca y Tuxtepec y para tal efecto se pidió un empréstito de 2

millones 700 mil libras esterlinas.

Despuntaba el mes de marzo cuando quedó abierta al público la línea del

Ferrocarril Internacional que corrió de Piedras Negras a Torreón, y entroncó con la

del Central, lo cual hizo cambiar todo el sistema postal de Nuevo León y Coahuila.

La organización del correo en México comenzaba a dar generosos frutos.

Díaz pudo afirmar en 88 que la red ferroviaria nacional contaba con 7,500

kilómetros y que 950 kilómetros se habían agregado a la red telegráfica que, a la

sazón, tenía ya 18,000 kilómetros.

Para mejorar la comunicación por mar, se celebró un convenio con John C.

Furman, que pretendía establecer una línea de vapores que haría dos viajes

redondos mensualmente de Nueva York a Progreso, pudiendo tocar Veracruz.

Se estableció el cobro del 2% sobre derechos de importación en todas las

aduanas marítimas y fronterizas para mejorar los puertos.

El gobierno se preocupó por enviar un representante a la Conferencia

Internacional de Bruselas sobre tarifas aduanales. Los derechos de importación

eran materia delicada y el gobierno debía establecer su estrategia arancelaria

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tomando en cuenta que la economía del país dependía del capital y la maquinaria

extranjera.

Se firmaron entonces los tratados de amistad, comercio y navegación con

Inglaterra y Ecuador.

Proteccionismo y librecambismo polemizaron en el marco de una economía que

crecía desequilibrada y dependiente.

Campesinos y ganaderos en muchas ocasiones contrapuntearon sus intereses,

según la región, según su capital y vínculos económicos. La aprobación de los

impuestos a las importaciones no convenía a los trabajadores urbanos que

resentían la inflación en los precios, provocada por la prohibición de importar

libremente productos de consumo básico.

Las exportaciones mexicanas habían aumentado de 1887 a 1888 de 40 a 67

millones de pesos y las importaciones de 49 a 76 millones.

En el mismo lapso la producción agrícola exportada había duplicado su valor; de

10 a 20 millones de pesos. Sin embargo, la producción de básicos, maíz, frijol,

trigo y chile había permanecido estancada por un decenio.

Al mismo tiempo y en estrecha relación con la diversificación de tipos de

producción agrícola, se llevaba a cabo una profunda y antipopular transformación

de la tenencia de la tierra. Una verdadera reforma agraria se practicaba con base

en la Ley sobre deslinde y colonización de terrenos baldíos, cuya aplicación llevó a

la formación de grandes latifundios y a la expoliación de pueblos y pequeños

propietarios.

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Se intentaban determinar los límites de los terrenos baldíos o nacionales:

medirlos, deslindarlos, fraccionarlos y valuarlos para establecer en ellos

comunidades de colonos.

Esta política presuponía la confianza de la clase gobernante en que la "raza"

mejoraría a través de un nuevo mestizaje cultural y, en el mejor de los casos, de

sangre.

Para hacer operativa esta Ley expedida en 1883 y obra del ministro de Fomento,

Carlos Pacheco, se formaron comisiones de ingenieros que bajo la modalidad de

"compañías deslindadoras" resultaron en la mayoría de los casos, consorcios

acaparadores de tierra en la que un insignificante porcentaje de colonos se

asentó.

La Ley estipulaba que las fracciones de tierra no debían exceder en ningún caso a

las dos mil quinientas hectáreas, siendo ésta la mayor extensión que podría

adjudicarse a un solo individuo mayor de edad y con capacidad legal para

contratar.

Las siguientes cláusulas definieron las condiciones en las que los terrenos

aludidos podían ser cedidos a los inmigrantes extranjeros y a los nacionales que

quisieran establecerse en ellos como colonos:

I. En venta, al precio del avalúo, hecho por los ingenieros y aprobado por la

Secretaría de Fomento, en abonos pagaderos en diez años, comenzando desde el

segundo año de establecido el colono.

II. En venta, haciéndose la exhibición del precio al contado, o en plazos menores

que los de la fracción anterior.

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lll. A título gratuito, cuando lo solicitare el colono: pero en este caso la extensión

no podrá exceder a cien hectáreas, ni obtendrá el título de propiedad sino cuando

justifique que lo ha conservado en su poder y lo ha cultivado en todo o en una

extensión que no baje de la décima parte durante cinco años consecutivos".

Se estipuló que los colonos que se establecieran en la República gozarían por

diez años, contados desde la fecha de su asentamiento, de los siguientes

privilegios:

I. Exención de servicio militar.

II. Exención de toda clase de contribuciones excepto las municipales.

Ill. Exención de los derechos de importación e interiores a los enseres,

donde no los hubiere, instrumentos de labranza, herramientas, máquinas,

materiales de construcción para habitaciones, muebles de uso y animales

de cría o de raza, con destino a las colonias.

IV. Exención personal e intransmisible de los derechos de exportación a

los frutos que cosechan.

V. Premios por trabajos notables, y primas y protección especial para la

introducción de un nuevo cultivo o industria.

Vl. Exención de los derechos de legalización de firmas y expendio de

pasaportes que los agentes consulares otorguen a los individuos que

vengan a la república con destino a la colonización, en virtud de contratos

celebrados por el gobierno con alguna empresa.

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También estableció esta Ley los beneficios que obtendrían las compañías que

contrataran con el gobierno el transporte a la República y el establecimiento en

ella de colonos extranjeros:

I. Venta a largo plazo y módico precio de terrenos baldíos o propiedad

nacional, con el exclusivo objeto de colonizarlos.

II. Exención de contribuciones, excepto la del timbre, a los capitales

destinados a la empresa.

Ill. Exención de derechos de puerto, excepto los establecidos para mejoras;

en los mismos puertos a los buques que por cuenta de las compañías

conduzcan diez familias, por lo menos, de colonos a la republica.

IV. Exención de derechos de importación a las herramientas, maquinas,

material de construcción y animales de trabajo y de cría, destinado todo

exclusivamente para una colonia agrícola, minera o industrial, cuya

formación haya autorizado el ejecutivo.

V. Prima por familia establecida y otra menor por familia desembarcada;

prima por familia mexicana establecida en colonia de extranjeros.

Vl. Transporte de los colonos, por cuenta del gobierno, en las líneas de

vapores y de ferrocarriles subvencionadas".

Finalmente, al igual que para el caso de las compañías ferrocarrileras, se

estableció que las compañías extranjeras de colonización se considerarían

siempre como mexicanas.

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Así se expresaba la convicción de que la gran riqueza natural del país, aunada a

la inversión del capital y a la inmigración extranjeras y al mantenimiento del

"orden" a toda costa, llevarían irremediablemente a la prosperidad nacional.

Pero si, como la historia demostró, la política de colonización del porfiriato fue un

fracaso, lo que sí se consiguió fue agudizar el proceso de desnacionalización de la

economía.

Ya en 1888 daban voces los críticos de las concesiones a extranjeros y señalaban

que era escandalosa la otorgada en tierras bajacalifornianas al "aventurero" Luis

Huller. Un año después otros se indignaban por el contrato establecido por el

gobierno federal con Jorge T. Walker para fundar tres colonias industriales con el

objeto de fabricar lo necesario para la construcción de vías férreas. El gobierno

quedaba "obligado a vender hasta siete sitios de ganado mayor de los terrenos

baldíos que se deslindaran en los estados de Sinaloa y Durango". Se concedía al

contratante exención de impuestos directos e indirectos al capital invertido por 20

años y de derechos de portazgo.

A muy alto precio el estado porfiriano pretendía desarticular lo que del orden

agrario colonial había subsistido a las medidas liberales. También fue en 1888

cuando el general Carlos Pacheco dispuso que los jefes de Hacienda promovieran

el reparto de los ejidos y los terrenos de común repartimiento entre los vecinos de

los pueblos.

A luchar por la subsistencia de sus comunidades se orilló a algunos de éstos.

En cuanto a los indígenas, lo que el régimen pensaba no era distinto de lo que el

general Cervantes escribía a Porfirio Díaz después de hacer un reconocimiento de

los pueblos yaquis:

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"Los indios en general, y muy especialmente los yaquis son por el carácter étnico

de raza, refractarios a todo progreso, y este defecto se acentúa mas ahora que,

vencidos, tienen la creencia de que el gobierno al hacerles la guerra, cedió al

deseo de expropiarles sus terrenos..."

Tras este juicio el mismo general recomendaba convertir la zona yaqui en colonia

militar y fijar las garantías y franquicias para que la "gente de razón" convirtiera

esas "regiones eriales y desiertas en fuente de riqueza".

Esta política de colonización no difería demasiado de la seguida en ese tiempo por

los europeos quienes, en casi todas las zonas africanas de las que se apoderaron,

intentaron terminar con los alzamientos de tribus, mejorar las comunicaciones y

servicios e implantar medidas de salubridad.

Por ejemplo, el proyecto de Cervantes consideraba que se debía dar a cada

"colono de razón o indio que se establezca en ese perímetro del pueblo con sus

tres hectáreas, sin perjuicio de concederles fuera de este perímetro igual y aún

mayor cantidad, según sus elementos y hasta fuera del proyecto de irrigación de

los canales, algunas posesiones especiales, siempre que el terreno sea nacional;

pero como premio a los colonos que además de tener elementos sean

trabajadores y den toda seguridad para que puedan vivir aislados [...]"

Asimismo señalaba la conveniencia de instituir un financiamiento apropiado para

los colonos, de tal suerte que éstos fuesen quienes de manera sustancial hicieran

su propia defensa militar:

"La dotación de 50 centavos por jefe de familia, y por espacio solo de un año, nos

daría por 500 familias, un costo de $250 diarios, o sean $91,250 al año; es decir

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menos de lo que costarían 500 soldados vestidos y sin otro objeto que estar en los

cuarteles para pelear con un enemigo que no se presenta [...] Si pensamos que

por espacio de un año también se socorre a 2,000 familias de indios a razón de 30

centavos diarios, tendremos $600 diarios o sean $219,000 al año, que unidos a

$91,250 de las 500 familias, forman un total hasta aquí de $310,250.

Debemos tomar en consideración para llegar al máximo de los gastos

extraordinarios que indica el memorandum del señor general Cervantes aumentar

$100,000 que aproximadamente podrán importar los teléfonos, telégrafos, toma de

agua y acueductos [...]

El gobierno procedía con los yaquis a base de negociación y guerra de exterminio

según lo exigiera la defensa bélica que los indígenas pudieran poner en ejercicio

para salvaguardar su territorio: "sería bueno uncir a la energía de las operaciones

militares cierta política y benevolencia", recomendaba Romero Rubio; pero una y

otra vez los yaquis fueron hostigados.

En 1888 la modernización alcanzó a trazar y fraccionar los pueblos de Torin,

Cócorit y Bácum.

Al finalizar el segundo periodo presidencial de Porfirio Díaz se habían extremado

las medidas para reprimir indios y remisos y castigar a los perturbadores de la paz.

La campaña de Yucatán contra los indígenas mayas estaba en pleno vigor.

No sólo bandoleros, como ya se ha dicho, no sólo indios levantiscos había que

someter: hasta las corridas de toros y las peleas de gallos fueron prohibidas en

varios estados de la República para evitar disturbios.

Mas si los espectáculos populares se cancelaban, a cambio se abrían las

sucursales del Banco Nacional de México en Oaxaca y Veracruz y se creaba el

Banco de Chihuahua. A la vez se establecía un contrato para establecer en

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Orizaba un Banco Agrícola, Industrial y Minero que debía denominarse Banco de

Veracruz Limitado. También se hace un contrato para fundar el Banco Yucateco.

El sistema Bancario se transformaba y ampliaba. En el 88 el Banco Hipotecario

Mexicano fue adquirido por las casas norteamericanas H. B. Hollins y Robert

Colgate y se convirtió en el Banco Internacional e Hipotecario de México. El

Nacional de México había nacido ese mismo año de la reorganización que sufriera

el Banco de Londres, México y Sudamérica y había aumentado su capital en un

millón de pesos.

La reelección del presidente de la República tuvo su correspondencia política

regional en la reelección de gobernadores y diputados. De éstos últimos muchos

fueron reinstalados en su curul, pero por un distrito diferente al que antes habían

representado.

La imposición de tan dudosos representantes populares y de burócratas no

oriundos de la región donde operaban provocó frecuentes descontentos.

En 1888 se suscitó un motín en Pochutla, Oaxaca, como protesta contra la

imposición de empleados federales y locales en el distrito.

Los jefes políticos fueron, en general, una instancia gubernamental odiada

popularmente.

Emilio Rabasa describe en su novela La guerra de tres años, algunas de las

características más representativas de un jefe político, quien creía que el distrito

era suyo y que nadie podía desobedecerlo. Además muchos de estos jefes

odiaban "a los alzados del pueblo que le negaban facultades omnímodas; y como

liberales aborrecían al cura, a la iglesia y a los beatos de la "vela perpetua". Narra

que el juez del pueblo andaba de acuerdo con el jefe; que "el Ayuntamiento era

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todo hechura del jefe, el agente de Correos y del Timbre procuraban no meterse

con nadie y el pueblo era rojo el 5 de mayo y muy religioso el viernes santo".

Como es sabido, los jefes políticos eran pieza fundamental del mecanismo que

permitía al poder ejecutivo federal ejercer control no sólo sobre la población de las

entidades federativas sino sobre los gobernadores, quienes en muchas ocasiones

tenían que vérselas con verdaderos enemigos que fungían como jefes.

Las tensiones entre estos funcionarios públicos podían llegar a ser insoportables.

Tal fue el caso de la sonada riña entre el gobernador de Zacatecas y un jefe del

mismo lugar, entablada durante el banquete oficial para conmemorar el 5 de

Mayo. Las diferencias fueron dirimidas a golpes, con el consecuente escándalo de

prensa.

Pero no todo era violencia, con afán civilizador se expidió el 25 de mayo de ese

año la Ley Sobre Instrucción Primaria Obligatoria en el Distrito Federal y en los

Territorios de Baja California y Tepic.

También se reconoció la necesidad de reformar el sistema de preparación de

profesores, por lo cual se pidió a los gobiernos de los estados que enviaran

alumnos a la Escuela Normal.

La tendencia liberal jacobina del estado se iba debilitando y el positivismo

evolucionista de finales de los 80 del siglo pasado en México ya no pretendía

entablar un combate encendido contra la Iglesia. La evolución política había

entregado el cetro a la evolución económica, como bien justifica históricamente

Juan Felipe Leal.

Diez días antes de haberse expedido la citada Ley, el Papa León Xll, al despedir a

la comisión mexicana que lo había visitado en Roma con ocasión de las bodas de

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oro del pontífice, hizo votos por el pronto restablecimiento de las relaciones entre

México y el Vaticano.

Ninguna declaración hizo al respecto el gobierno liberal mexicano y pronto conoció

la celebración del arzobispo de Guadalajara y el edicto que en el mes de julio

expidió el arzobispo de México, en el cual convocaba a una misa solemne para

expiación de las almas del purgatorio. Más tarde, en el mes de agosto, el obispo

de Querétaro escribió una pastoral sobre la santificación de las fiestas y la

necesidad de extender la enseñanza de la doctrina cristiana.

Negociación entre Iglesia y Estado era la consigna, lo cual tenía su lógica, pues la

política de León Xlll representaba una apertura a la cultura contemporánea y un

reconocimiento a los problemas sociales de su tiempo. En sentido inverso a los

efectos de la Encíclica Syllabus, obra del Papa Pío IX, que provocó que los

católicos liberales de la Alemania de Bismarck se rebelaran al Papa, la aparición

de la Rerum Novarum permitió una reconciliación entre quienes preferían una

alianza con el Vaticano con la finalidad, entre otras, de frenar el proceso político

socialista.

El Papa León Xlll abrió los archivos del Vaticano a especialistas reconocidos en la

convicción de que un análisis más hondo lograría "reducir las discrepancias

religiosas y racionalistas de la historia".

Paralelamente a este fenómeno se editó la espléndida obra México a través de los

siglos, paradigma de trabajo histórico y de conciliación ideológica. Vicente Riva

Palacio, el destacado liberal, reivindicaba la historia colonial y la obra en su

conjunto integraba la historia de México en una explicación comprensiva.

En ese año Emilio Rabasa publicó las novelas El cuarto poder y Moneda falsa,

mientras Agustín de la Rosa sacaba a la luz La instrucción en México durante su

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dependencia de España, y Rafael Reyes Espíndola ponía a la venta el primer

número del importante y conservador diario El Universal.

En el mismo año de 1888 se creó en México el Instituto Antirrábico y el Médico

Nacional. Los representantes del país asistieron a la Asamblea Geodésica

Internacional y la Comisión Geográfica Exploradora preparaba la Carta General de

la República.

Se fundó la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; se creó la

Academia Náhuatl, la de Jurisprudencia y Legislación. Se instituyó una inspectoría

para monumentos arqueológicos.

Se recibieron invitaciones para conmemorar el Cuarto Centenario del

descubrimiento de América y para asistir, en 1889, a la Exposición Internacional

en París.

Los obreros se organizaban: estalló una huelga que duró 18 días del mes de julio,

en la fábrica de casimires "La Victoria" porque se les habían rebajado los salarios

a los trabajadores.

Por esas mismas fechas se fundó la Suprema Orden de Empleados del Ferrocarril

Mexicano y el gobierno ofreció protección especial a la Escuela Nocturna de

Obreros.

Se dio impulso a las obras del desagüe del Valle de México; se aumentó la planta

de aduanas marítimas y se concluyeron los edificios principales de la Aduana de

Santiago Tlatelolco.

El sistema aduanal y la fijación de límites provocaba problemas fronterizos con los

dos países vecinos.

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Se intentaba llegar a un acuerdo bilateral con los Estados Unidos para impedir el

paso de tropas que supuestamente perseguían forajidos y al revés, para impedir

que éstos fueran protegidos a uno u otro lado de la frontera norte.

Las pretensiones anexionistas norteamericanas no estaban totalmente muertas,

de tal suerte que el cuidado de la frontera era prioridad nacional, toda vez que

para lograr el reconocimiento del gobierno norteamericano, el de México hubo de

autorizar la adquisición de bienes en la zona fronteriza a particulares

norteamericanos.

Por ello, con cierta urgencia y desconfianza, se tramitaba la aportación económica

correspondiente al gobierno norteamericano para que, por partes iguales, los dos

países financiaran el restablecimiento de los monumentos que marcaban la línea

divisoria.

También se planeaba una convención para controlar el paso de ganados a ambos

lados de la frontera y se promovía la revisión del Tratado de Extradición, firmado

entre México y Estados Unidos en 1887.

A mediados de la década de los 80, ese país tenía una población de más de 50

millones, mayor que cualquier potencia, salvo Rusia. Era también uno de los tres

principales exportadores de maquinaria, pese a que el vigor de su aparato

industrial le permitía dejar en casa buena parte de la producción. Gran exportador

de granos, acumulaba oro cuando la plata era desplazada como patrón del

sistema monetario internacional.

Además, la distensión de los conflictos europeos a partir de 1878 y hasta principio

del siglo XX, permitió una penetración capitalista ágil en Asia y Africa, lo que no

limitó su acción en Latinoamérica.

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En 1888 México contaba con 11,490,830 habitantes y con un incipiente desarrollo

industrial que dependía de bienes de capital y financiamiento directo.

La frontera sur también causaba problemas y se negociaba para llegar a un

acuerdo definitivo en cuanto a los límites con Guatemala.

Acotar los límites geopolíticos del país era esencial para el gobierno nacional en el

entendimiento de que estos límites estaban vinculados a un proceso económico

mundial.

Durante el año fiscal 1887-88 la Tesorería General recibió 23,349,028.79 pesos y

la existencia de numerarios al 30 de junio del 88 era de $202,492.90. Pero los

ferrocarriles seguían construyéndose: "El Central abrió al servicio público el tramo

de Irapuato a Guadalajara: el Nacional Mexicano continuaba sus trabajos por

ambos extremos de la línea que debía unir Saltillo con San Miguel de Allende; en

breve comenzarían los trabajos del ferrocarril de Colima; se recomenzaron los

trabajos del Ferrocarril Interoceánico de Yautepec, rumbo al estado de Guerrero

hasta llegar a Acapulco; la misma Compañía continuaría la línea de México a

Puebla y el ramal de Cuernavaca. Los ramales de Hidalgo, Yucatán y otros habían

adelantado.

A las 10 horas de la mañana del 1 de diciembre de 1888 Porfirio Díaz protestó por

tercera vez como Presidente de la República.

Su gabinete no sufrió modificaciones. La cartera de Relaciones la ocupó el Lic.

Ignacio Mariscal; la de Gobernación, Manuel Romero Rubio; la de Justicia, el Lic.

Joaquín Baranda; la de Fomento, el general Carlos Pacheco; la de Hacienda, el

Lic. Manuel Dublán y la de Guerra, el general Pedro Hinojosa.

1888 dejó marcada la ruta fundamental que el porfiriato había de seguir. La

dictadura del poder ejecutivo se había consolidado. Tiempo políticamente

Page 21: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

autoritario que oscilaba entre la negociación paternalista y la represión, que no

obstante toleraba ocasionalmente la critica política y la disensión. Tiempo de gran

transformación socioeconómica y progresiva inamovilidad política. El formal

respeto por la Ley no obstaculizaba su violación consuetudinaria.

El poder delegado y concentrado en la voluntad del estadista Porfirio Díaz, lo hizo

parecer insustituible. En Palacio Nacional se jugaban por igual el destino del

estado mexicano, las más humildes demandas de un campesino anónimo y la

alternativa, constantemente frustrada, de democratización del País.

En 1888 hubo inundaciones en León, Guanajuato, Irapuato, Celaya,

Aguascalientes y Lagos. Cayó una manga de agua en Querétaro, Michoacán, San

Luis Potosí, Zacatecas e Hidalgo; otra de langosta cayó en el Distrito de la Unión,

Guerrero. Se anegó la ciudad de México, y el ciclón que llegó a Veracruz en

septiembre cubrió de agua Tlacotalpán, Coatzacoalcos y Medellín.

Pero pasadas las no tan fuertes tempestades políticas que suscitó la posiblemente

indefinida reelección de Díaz, diciembre cerró con un crepúsculo queretano

notable por su belleza y raro por haberse verificado durante el rigor del invierno y

bajo una agradable y tibia temperatura".

Tranquilo y bello se veía el valle de México, visto desde el Olivar; quieto para

siempre en la tela que pintó José María Velasco en 1888.

En la década de los 60 se advierte un abandono de las posiciones nacionalistas y

un prurito de sustentar un cosmopolitismo e insertar la cultura mexicana en el

ámbito internacional.

Sin que nadie lo advirtiera de manera expresa, a mediados de la década de los

sesenta, los intelectuales llegaron a constituir un grupo de poder, pues

usufructuaban los medios de información, escribían en los suplementos y revistas

Page 22: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

culturales, manejaban Radio Universidad, que era casi única en su género,

estaban insertos en las editoriales y eran protagonistas del renacimiento teatral.

Pero sobre todo, muchos eran profesores universitarios con disposición para

formar la opinión de los jóvenes profesionistas.

Esta dosis de poder estaba complementada por el crecimiento espectacular de la

población en los niveles de la enseñanza superior. La población de la Universidad

Nacional Autónoma de México (UNAM) llegó a crecer a principios de la década de

los setenta hasta los 300 mil alumnos, contando a los de bachillerato. No en tan

extraordinaria cantidad pero sí también de manera apreciable en el Instituto

Politécnico Nacional con nuevas instalaciones en Zacatenco, la Escuela Nacional

de Maestros y aun las universidades privadas participaron en este proceso

expansivo sin que se le sumaran todavía de manera apreciable las instituciones de

provincia. Pero en conjunto sí constituían para esa fecha cerca de un millón de

alumnos.

Semidesintegrados los partidos de oposición, desactivado el movimiento obrero

por el control gubernativo de las centrales y por el sistema de palo y torta, era este

el momento de los grupos de presión, y correspondió a los intelectuales, los

profesionistas y los estudiantes plantear los más álgidos problemas políticos del

sexenio diazordacista.

Desde los primeros días de su gobierno el presidente Gustavo Díaz Ordaz se

enfrentó a un movimiento laboral de los médicos internos del ISSSTE. En él, hubo

demandas de aguinaldo y otras prestaciones, despidos masivos, paros,

solidaridad de otras instituciones de salud, formación de una Asociación Mexicana

de Médicos Residentes, AMMRI, gremio que proclamó su independencia en

relación a la central de trabajadores del Estado, FSTSE. Es decir, por un lado

demandas laborales y por otro independencia sindical.

Page 23: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

El gobierno ejerció presiones en forma de despidos y persecución de algunas

personalidades médicas que apoyaron el movimiento. Fracasó una huelga y se

reestableció la disciplina, firmándose los contratos de trabajo con la FSTSE. El

movimiento tuvo una peculiaridad que se repitió después con consecuencias

funestas: como el gobierno no le dio una pronta solución, se prolongó desde

diciembre de 1964 hasta junio de 1965. Había un adagio irónico respecto de la

política que se atribuía a Ruiz Cortines: “los problemas viejos no se resuelven y

los nuevos se dejan envejecer”. La poca celeridad de este gobierno en la

solución de los conflictos políticos fue uno de los factores determinantes de la

crisis de 68.

En este mismo primer semestre de 65 se planteó otro problema con los

intelectuales. La benemérita editorial Fondo de Cultura Económica publicó la

traducción de un libro del antropólogo norteamericano Oscar Lewis titulado Los

hijos de Sánchez, que era una variante de la antropología de la pobreza, género

entonces muy en boga. Era una investigación sobre algunas familias pobres de la

ciudad de México, emigradas de Tepotzotlán. Más que de una elaboración teórica

se trataba de testimonios minuciosamente recogidos.

El gobierno consideró que el libro desprestigiaba a México y se valió de la

Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que lo consignó a la Procuraduría

General de la República. Naturalmente no había ninguna base jurídica para

hacerlo y así lo dictaminó la Procuraduría. Sin embargo, Arnaldo Orfila Reynal fue

removido de su puesto como director de la editorial, la cual vendió los derechos de

edición de la obra a la Editorial Joaquín Mortiz. Por lo demás, el libro circuló

libremente, pero el mal ya estaba hecho.

El Fondo de Cultura Económica gozaba de un prestigio internacional y la remoción

no sólo de Orfila sino de los miembros de su equipo produjo una pésima impresión

en los países latinoamericanos, pues se dijo con razón que en México se

perseguían las ideas. Por su parte los intelectuales mexicanos se reagruparon y

Page 24: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

fundaron la Editorial Siglo XXI, a la cabeza de la cual se nombró a Orfila. Esta

editorial funcionaría con igual éxito, se dedicó a publicar sobre todo libros

contestatarios.

En 1966 hubo un conflicto universitario de grandes proporciones. El rector Ignacio

Chávez, que había transformado la UNAM para adaptarla a las nuevas

circunstancias, y que había salido vencedor de muchas crisis, fue vejado junto con

los directores de facultades y escuelas por un grupo de huelguistas de la Facultad

de Derecho que se apoderaron por la fuerza del edificio de la rectoría.

Se hablaba de instigación proveniente del gobierno porque, estando cerrado el

plantel de Derecho de Ciudad Universitaria, Chávez había intentado reabrirlo en

uno de los antiguos edificios del centro de la ciudad, pero no recibió el apoyo de la

fuerza pública. El rector había expulsado al grupo de huelguistas encabezado por

el estudiante Sánchez Duarte, hijo de un connotado político; después de la

vejación Chávez renunció y las autoridades siguientes levantaron las expulsiones.

El triunfo de los huelguistas con apoyos políticos sobre la personalidad intelectual

y moral del doctor Chávez hizo pensar que el gobierno no era ajeno a ello y

significó un grave quebrantamiento de la disciplina.

Apenas un año y medio después, en julio de 1968, hubo otro conflicto más grave

todavía por las proporciones que adquirió y porque tuvo lugar la víspera de la

celebración de los juegos de la XIX Olimpiada, cuya sede había ganado el

gobierno de López Mateos para México. Por primera vez este evento se realizaría

en un país de América Latina.

El 26 de julio de ese año, con motivo de la conmemoración de la Revolución

Cubana, hubo algunas algaradas callejeras en las que participaron varios

estudiantes, muchos de los cuales no eran de la UNAM sino de preparatorias

privadas situadas en el centro de la ciudad, así como de las vocacionales del

Politécnico. Algunos sujetos no identificados quemaron unos camiones y

Page 25: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

finalmente los revoltosos se refugiaron en el plantel número uno de la Escuela

Nacional Preparatoria, situado en la calle de San lldefonso. Allí, sitiados por la

policía y el ejército, la maciza puerta colonial del edificio fue derribada con un tiro

de bazuka. La Universidad alegó violación de la autonomía y los estudiantes

suspendieron labores.

El rector Javier Barros Sierra encabezó una gigantesca manifestación de protesta

y el paro cundió en los más importantes centros de enseñanza superior, el

Politécnico, la Normal de Maestros y hasta en universidades privadas como la

Iberoamericana. El movimiento se prolongó porque el presidente Díaz Ordaz no

asumió ninguna medida para dar satisfacción a la protesta y en su informe anual

del primero de septiembre lanzó un severo regaño contra los estudiantes.

Estos se organizaron en un Consejo Nacional de Huelga (CNH) y realizaron varias

manifestaciones multitudinarias en el centro de la ciudad; se dijo que alguna había

reunido más de un millón de personas. También organizaron brigadas que

visitaban las fábricas y centros de trabajo para incitar a los trabajadores a que se

les unieran, lo que no ocurrió en la mayor parte de los casos. Los profesores

también organizaron una Coalición encabezada por el ingeniero Heberto Castillo y

el filósofo Eli de Gortari. José Revueltas se incorporó al Comité de Lucha de la

Facultad de Filosofía y Letras. En realidad los profesores apoyaron el movimiento

y muchos participaron en las manifestaciones.

La represión no se hizo esperar, las brigadas eran arrestadas e incluso se detenía

a cualquier joven que usara barba. En septiembre el ejército ocupó los planteles

de la Universidad y del Politécnico efectuando cientos de arrestos, incluyendo el

de una directora de facultad, que presidía un examen profesional. Pero la

ocupación militar no pudo descabezar el movimiento porque el CNH no pudo ser

arrestado y continuó sus actividades esparcido por toda la ciudad. Después de

doce días el ejército desocupó los planteles, lapso en el que la Junta de Gobierno

Page 26: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

se había negado a aceptar la renuncia del rector, en la que éste denunciaba la

ocupación ilegal.

Posteriormente el movimiento entró en su recta final porque en octubre se

iniciaban los Juegos Olímpicos. El 2 de octubre el Comité Nacional de Huelga

convocó a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en presencia de

todos los enviados de la prensa internacional que habían venido a cubrir la

Olimpiada. El ejército, la policía y una corporación especializada denominada

"Batallón Olimpia" irrumpieron en la escena y se suscitó una balacera contra uno

de los edificios de ese centro habitacional.

Aunque los estudiantes no iban armados, la balacera duró dos o tres horas y hubo

cientos de heridos y muertos, cantidad que tampoco se ha querido precisar nunca.

Asimismo se arrestó a cientos de personas; aparte de los estudiantes entre los

heridos estaba un general, algunos policías y soldados.

Después el silencio. Las actividades escolares continuaron suspendidas hasta

después de las Olimpiadas, que se iniciaron el 12 de octubre. Tras una urgente

exhortación del rector Barros Sierra, los estudiantes volvieron a las aulas. Cientos

de estudiantes y profesores permanecieron en prisión durante dos años y medio.

El movimiento había durado prácticamente de julio a noviembre de ese año. Entre

sus peculiaridades se contaba que no tenía cabeza visible, porque el CNH tenía

muchos compromisos. No estaba dirigido por los profesores aunque Castillo, De

Gortari, Revueltas -que no lo era- y otros más fueron a dar a la cárcel. Se

concretaron las demandas en un pliego petitorio muy general para que recibiera el

consenso mayoritario. Este pliego constaba de seis puntos: se pedía la dimisión

del jefe de la Policía, la supresión de cuerpos policiacos represivos como los

granaderos, la libertad de los presos políticos, entre ellos la de Demetrio Vallejo, la

supresión del artículo del Código Penal referente al delito de disolución social.

Page 27: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

Aparte de esto había entre los estudiantes diversas tendencias ideológicas, pero

no eran mayoritarias; lo que sí era compartido por todos era la indignación y el

ímpetu de rebeldía. Algunos sindicatos de izquierda se unieron a los estudiantes

pero la mayoría del movimiento obrero organizado permaneció al margen. En

cambio los intelectuales sí lo apoyaron casi unánimemente con algunas

excepciones notables como Agustín Yáñez, secretario de Educación que

permaneció mudo y Salvador Novo, que escribió en contra.

Por su parte el gobierno se caracterizó por la lentitud en sus decisiones, lo que

hizo posible que el movimiento se prolongara desde julio hasta las Olimpiadas en

octubre, por su incapacidad general de negociación; por su adhesión a las

medidas violentas que llegaron hasta el extremo relatado cuando perdió

totalmente el control de la situación y dio el zarpazo, como había ocurrido diez

años antes en el caso de Vallejo. Cuando el movimiento se complicó, todas las

fuerzas políticas metieron la mano: presidenciables, Iglesias, embajadas, grupos

paramilitares. Por su parte, el Presidente se apoyó principalmente en el ejército,

que lo sostuvo con firmeza. Públicamente Díaz Ordaz exculpó al ejército y se

declaró responsable único de las medidas gubernativas, entre otras razones

porque el Presidente es jefe nato del ejército.

Otra característica importante del fenómeno fue que, a pesar de la enérgica

represión, la prensa publicó varias noticias adversas al gobierno. Algunos

editorialistas criticaron las acciones del Presidente, cosa que casi no ocurría desde

la época de Cárdenas; los más notables fueron Daniel Cosío Villegas, Manuel

Moreno Sánchez y Leopoldo Zea.

¿Cuál era el fondo ideológico del movimiento estudiantil? En general, el

sustentado por el pliego petitorio, pero en algunos grupos dirigentes se

transparentaba una ideología que, aunque un tanto fragmentaria y desarticulada,

se podía resumir en la tesis de que la Universidad, y en general los institutos de

Page 28: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

enseñanza superior, debían transformarse en barricadas o baluartes desde los

cuales se provocaría el incendio de la revolución social.

El CNH declaraba: "El conflicto estudiantil se debe a que el estudiantado, en estos

momentos, es la conciencia más activa del país y, en esta conciencia repercuten

todos los males que aquejan al cuerpo de la nación". Vanguardia de conciencia,

vanguardia política que lo mismo se preocupaba por la violación de la autonomía,

el injusto reparto de la riqueza o por la existencia de presos políticos.

Sin embargo al propio tiempo el movimiento no fue seguido por no encontrar eco

en el movimiento obrero o porque su lenguaje, lleno de términos como lucha de

clases, bienes de producción en manos de la burguesía y "otras madres", como

declaró un estudiante, no era comprendido por la ciudadanía. Los dividían también

dos ideas acerca del procedimiento: unos discutían los lineamientos maoístas y

stalinistas y otros se preocupaban por cosas más prácticas como la organización

de brigadas y manifestaciones. Tenían inspiraciones también en la Revolución

Cubana, lo cual fue aprovechado por el gobierno para acusarlos de

extranjerizantes y de no respetar ni los héroes ni los símbolos patrios. De esta

manera, el gobierno manipulaba un nacionalismo que ya era motejado de

oficialista.

Por su parte, el gobierno se planteó la cuestión de hasta dónde llegaba la

autonomía universitaria; este problema era parcial porque no era sólo un

movimiento de la Universidad Nacional. Sin embargo, se preguntó si la autonomía

implicaba un estar fuera de las leyes nacionales. En su informe del primero de

septiembre el Presidente admitió que los estudiantes y los profesores tenían

derecho a participar en política pero que "la Universidad en cuanto institución, no

puede participar en política militante, partidista o de grupo". No tuvo inconveniente

en afirmar que el Estado mexicano podía y debía velar por la autonomía

universitaria, pero que cuando los estudiantes se dedicaban a violar

Page 29: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

sistemáticamente el orden jurídico, la obligación del Estado radicaba en

defenderlo.

Díaz Ordaz invocó los artículos constitucionales que facultan al presidente para

disponer de las fuerzas armadas. Culpó a la filosofía y a la politología de caminar

rezagadas respecto a la ciencia y a la tecnología y de no explicar los modernos

"porqués" a los Jóvenes.

Reconoció que los jóvenes podían proponerse cambiar la sociedad, pero que nada

se ganaba con rebelarse alocadamente y que "no es sin estudio, sin preparación,

sin disciplina, sin ideales y menos con desordenes o violencia" como iban a

mejorar el mundo.

EI ingeniero Heberto Castillo le contestó reiterando la misión social y política del

estudiantado:

"No coincidimos con usted en la idea de que los movimientos estudiantiles de

nuestro tiempo porten solo banderas escolares. los centros de educación superior

no pueden, aunque quisieran hacerlo, vivir aislados de los problemas políticos,

económicos, sociales de nuestro tiempo... lo que ocurre es que los estudiantes

son, en México y en otros países del mundo, las cajas receptoras más sensibles a

los problemas fundamentales de nuestro tiempo. en este mundo, los intereses

económicos hacen que los hombres pierdan sensibilidad en la medida en que

crecen dichos intereses..."

La posición de Revueltas estaba en la misma línea. Quedaba claro que si bien las

autoridades del país aceptaban la crítica estudiantil, la querían dentro de los

lineamientos políticos del Estado, mientras que, en un momento dado, esa crítica

impugnaba las bases mismas de la política nacional y pasaba de meras formas de

conciencia y de expresión, al terreno de los hechos.

Page 30: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

Los críticos del movimiento decían que se trataba de una imitación del mayo

parisiense de ese mismo año. Pero sometidas las corporaciones laborales, sólo

los grupos de presión podían encarnar la rebeldía nacional, y de qué manera esta

rebeldía correspondió al desarrollo de los ambientes académicos y al creciente

poder de los profesionistas.

A pesar de las fuertes críticas del exterior las Olimpiadas se realizaron puntual y

brillantemente, pero se podía advertir un trasfondo de malestar porque el

encuentro había sido posible pagando el precio de la matanza juvenil. Esto

demeritó por completo la imagen pública de Díaz Ordaz, a pesar de que otros

renglones de su gobierno tenía signo positivo. Ya no le fue posible efectuar una

conversión semejante a la de López Mateos y quedó marcado hasta el fin de sus

días.

La razón más importante de la derrota del movimiento estudiantil fue el que no

recibió el apoyo masivo de las organizaciones laborales. Ello se debió al control

que se ejerce desde las centrales, pero también al hecho de que el proceso de

aumento de la riqueza no se interrumpió. Aunque el reparto no era proporcional a

ese aumento, sí funcionó como un estabilizador. Lorenzo Meyer calcula que al

principio del presente siglo, lo que podríamos llamar las clases altas comprendían

entre el 0.5 y el 1.5 por ciento de la población, que la clase media no llegaba al 8%

y las clases bajas constituían el 90. La Revolución funcionó como un movimiento

estimulador del crecimiento de la clase media. En la década de los 60 llegó a

crecer entre un 20 y un 30 por ciento. Las altas continuaron en la misma

proporción y las bajas habían retrocedido hacia el 70.

Cita otras cifras de la Secretaría del Trabajo y del Banco Mundial. Según la

primera, al iniciarse la década del 70, el 42 por ciento de la población

económicamente activa tenía ingresos mensuales inferiores a 500 pesos, mientras

que sólo el 2 por ciento recibía 5,000 pesos o más. Porque cabe hacer notar una

vez más que lo que se llama clase alta está, a su vez, constituida por una pirámide

Page 31: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

cuya cúspide acapara un volumen notable de riqueza. De acuerdo con el Banco

Mundial, al iniciarse la década de los 60 el 3 por ciento de la población mexicana

acaparó la mitad de la riqueza nacional.

Estas generalizaciones sin duda deben matizarse. Probablemente la estabilidad se

debió a que aunque los porcentajes del reparto eran y son muy injustos, se

refieren a un volumen creciente de riqueza. Probablemente el índice más

importante de este progreso se muestra en el acelerado aumento demográfico que

se genera no porque nazcan más mexicanos -las antiguas familias eran enormes,

de once o doce hijos- sino porque mueren menos.

En la primera década del siglo la edad promedio de vida era de 35 años y en la

década a que nos referimos alcanza a los 60 ó 65. Esto ayuda a explicar porqué la

población laboral no se movió.

Muchos trabajadores sentían el status de estudiante de enseñanza superior como

privilegiado y no alcanzaban a explicarse por qué se suspendían labores en

centros que le costaban tanto al pueblo. Además, Díaz Ordaz no suspendió la

reforma agraria y repartió once millones de hectáreas de tierra para fines ejidales.

Constituyó empresas tan importantes como la Empresa Mexicana del Cobre, la

Siderúrgica Lázaro Cárdenas las Truchas y el Consorcio Minero de Peña

Colorada. Al finalizar el régimen funcionaban 217 plantas petroquímicas, 157 de

las cuales pertenecían al sector privado. En fin, la tasa media de incremento anual

del Producto Interno Bruto fue del 7 por ciento, uno de los más altos de la historia

mexicana.

Lo que ocurrió fue que el movimiento de 68 tuvo un carácter primordialmente

político; aunque los estudiantes fueron muy conscientes de las carencias del

pueblo, sus demandas inmediatas eran políticas y sí lograron una cierta apertura.

Sin embargo, esta apertura se canalizó por la desorganizada oposición política y

se pulverizó en muy variadas manifestaciones: la prensa tuvo un mayor margen de

Page 32: Gobiernos de Porfirio Díaz y Gustavo Díaz Ordaz

libertad de crítica y aparecieron guerrillas urbanas y rurales, algunas de las cuales

estaban constituidas por jóvenes veteranos del 68.

Al tomar posesión de la presidencia Luis Echeverría en 1970, intenta recuperar el

equilibrio político que había perdido su antecesor y busca a toda costa

congraciarse con los gremios estudiantiles e intelectuales. En el fondo se trata de

controlarlos ofreciéndoles una participación en la vida política. Para ello pone en

libertad a los presos políticos, Vallejo sale de su larga prisión acompañado de

Castillo, Revueltas, De Gortari, Marcué Pardiñas, González de Alba y otros. Sin

embargo, el 10 de junio de 1971, el jueves de Corpus, una manifestación

estudiantil fue salvajemente reprimida por un grupo paramilitar conocido con el

nombre de los Halcones, el cual había sido organizado en 1968.

Nuevamente el número de heridos y muertos fue ocultado a la opinión pública.

Pero como el grupo represivo había actuado bajo la tolerancia de la policía, el

presidente Echeverría hizo renunciar al regente de la ciudad de México, Alfonso

Martínez Domínguez. Las circunstancias del hecho jamás se aclararon y a pesar

de las repetidas promesas los responsables permanecieron en el anonimato. La

opinión pública siempre sospechó que se trataba de un ajuste de cuentas entre los

políticos de la cúpula.