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GUERRA DE INDEPENDENCIA EN AMÉRICA: CANTABRIA Y LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA Griselda Beatriz TARRAGÓ Escuela de Historia-CESOR-Universidad Nacional de Rosario-Argentina Universidad del País Vasco-España Resumen: La crisis metropolitana desencadenada desde mayo de 1808 con los sucesos de Bayona, generó un clima enrarecido políticamente en América. La renovada emer- gencia del Río de la Plata en la etapa borbónica, se interrumpió abruptamente con estos acontecimientos. Todo el proceso resulta fundamental para observar a la Monarquía como lo que todavía era en esos años: una unidad entre la península y los territorios hispanoamericanos. El artículo se propone explorar este momento inflexivo, de cambios políticos y económicos drásticos, indagando particularmente en la participación de agentes de origen cántabro, especialmente durante las cono- cidas como “invasiones inglesas” al Río de la Plata, en los años 1806-1807. Palabras clave: Río de la Plata. Cantabria. Militarización. Revolución. Abstract: The metropolitan crisis that resulted from Bayonne events in May 1808 brought about a politically rarefied atmosphere in America. The bloom of the Río de la Plata region during the Bourbon period was abruptly interrupted by these events. The entire process proves fundamental for the study of the Monarchy as it still was during those years: a unity conformed by the Iberian Peninsula and its Spanish- American territories. The article aims at exploring this turning point of drastic poli- tical and economic changes, particularly probing into the contribution of agents from Cantabria in the so called “British Invasions” to the Río de la Plata in 1806 and 1807. Key words: Río de la Plata. Cantabria. Militarization. Revolution.

GUERRA DE INDEPENDENCIA EN AM RICA: PROVINCIAS UNIDAS … · P rovincias U nidas del R o de la P lataÓ, Monte Bucier o 13. Cantabria durante la Guerra de la Independencia ,ISSN 1138-9680,

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GUERRA DE INDEPENDENCIA EN AMÉRICA:CANTABRIA Y LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL

RÍO DE LA PLATAGriselda Beatriz TARRAGÓ

Escuela de Historia-CESOR-Universidad Nacional de Rosario-ArgentinaUniversidad del País Vasco-España

Resumen:La crisis metropolitana desencadenada desde mayo de 1808 con los sucesos de

Bayona, generó un clima enrarecido políticamente en América. La renovada emer-gencia del Río de la Plata en la etapa borbónica, se interrumpió abruptamente conestos acontecimientos. Todo el proceso resulta fundamental para observar a laMonarquía como lo que todavía era en esos años: una unidad entre la península ylos territorios hispanoamericanos. El artículo se propone explorar este momentoinflexivo, de cambios políticos y económicos drásticos, indagando particularmenteen la participación de agentes de origen cántabro, especialmente durante las cono-cidas como “invasiones inglesas” al Río de la Plata, en los años 1806-1807.

Palabras clave:Río de la Plata. Cantabria. Militarización. Revolución.Abstract:The metropolitan crisis that resulted from Bayonne events in May 1808 brought

about a politically rarefied atmosphere in America. The bloom of the Río de la Plataregion during the Bourbon period was abruptly interrupted by these events. Theentire process proves fundamental for the study of the Monarchy as it still wasduring those years: a unity conformed by the Iberian Peninsula and its Spanish-American territories. The article aims at exploring this turning point of drastic poli-tical and economic changes, particularly probing into the contribution of agentsfrom Cantabria in the so called “British Invasions” to the Río de la Plata in 1806and 1807.

Key words:Río de la Plata. Cantabria. Militarization. Revolution.

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Griselda Beatriz Tarragó: “Guerra de independencia en América: Cantabria y lasProvincias Unidas del Río de la Plata”, Monte Buciero 13. Cantabria durante la

Guerra de la Independencia, ISSN 1138-9680, Santander 2008, pp. 311-352.

IntroducciónLa crisis metropolitana desencadenada desde mayo de 1808 con los suce-

sos de Bayona, generó un clima enrarecido políticamente en América. Larenovada emergencia del Río de la Plata en la etapa borbónica, se interrum-pirá abruptamente con estos acontecimientos. El conflicto creciente de losdiferentes grupos de poder, anticipa la quiebra de legitimidad de todo un sis-tema que se derrumba frente a la ausencia de autoridad reconocida.1 Todo elproceso resulta fundamental para observar a la monarquía como lo que toda-vía era en esos años: una unidad entre la Península y los territorios hispano-americanos.2

La formación de Juntas insurreccionales que juran lealtad al Rey CautivoFernando VII, se difunden por España, y -aunque con retraso-, también enAmérica se manifiestan las muestras de adhesión.3 Sin embargo, más allá dela fidelidad el problema que inmediatamente se presenta es el de la legitimi-dad de la solución emergente.4 Las Juntas peninsulares esgrimen argumen-tos de tipo pactista, por los que los vínculos que unen al rey y a su reino nopueden romperse de manera unilateral. Sin embargo, esta forma de repre-sentación surgida del contexto excepcional en que se encuentra la monarquíahispana, no confieren una legitimidad indiscutible a las nuevas autoridadesconstituidas en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808, en la Suprema JuntaGubernativa del Reino. Surgieron entonces dos interrogantes que dominaránla escena política española y americana durante los años siguientes: quiéngobierna y en nombre de quién.5

Detrás del dilema de la legitimidad, se dibujan comunidades de tipo anti-guo. El reino se piensa como un conjunto de pueblos, representados por susciudades capitales: “...la nación se concibe aún, implícitamente, como unconjunto de reinos, de comunidades políticas antiguas, con igual peso, aun-que sea el número diferente de sus habitantes”.6

Después del 25 de mayo de 1810, la guerra se transformará en el hori-zonte de la revolución durante diez años.7 En medio de un clima de entu-siasmo bélico el gobierno revolucionario comenzó la transformación delas milicias urbanas, nacidas durante las invasiones inglesas, en ejércitosregulares que debieron trasladarse a luchar en tierras lejanas.8

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1806-1807: las invasiones inglesas y la militarización revolucionariaLa guerra había llegado al Río de la Plata mucho tiempo antes de la revo-

lución: se aquerenció en la estructura imperial española a lo largo del sigloXVIII9, especialmente por la decisión de los Borbones de alinearse en con-tra de la hegemonía inglesa.10 En este contexto, guerra y diplomacia comen-zaron a pautar los vaivenes de las relaciones entre cortes europeas, las cua-les se disputarían desde entonces cantidades limitadas de recursos territoria-les e influencia política11 (Fig. 1).

Por otra parte, las tres décadas que separan las reformas y la quiebra delorden “ofrecen testimonios cada vez más convincentes del agotamiento pro-

gresivo tanto del patrimonio ideal cuan-to de los recursos materiales sobre loscuales se había apoyado la Corona, pri-mero de Castilla y luego de España,para gobernar las Indias.” El proceso deguerra profundiza estas tensiones, espe-cialmente después de la Batalla de Tra-falgar en 1805: “Indudablemente fueésta una experiencia aleccionadora parala elite de la capital virreinal; no esigualmente claro qué lecciones dedujode ella”.12 En ese contexto, el Río de laPlata vivió dos momentos críticos pre-vios a las guerras revolucionarias y deindependencia que resultan trascenden-tales para comprender el proceso de res-quebrajamiento de las estructuras políti-cas y económicas coloniales.13 Se tratade las dos ocupaciones británicas de losaños 1806 y 1807, la primera a la ciudadde Buenos Aires y la segunda en Mon-tevideo, ambas por varios meses.14

En ese contexto -que condujo a unpermanente embate inglés contra lasposesiones coloniales de España- algúntipo de ataque británico a las coloniasespañolas en América era posible.15 Aun-que nunca se han aclarado conveniente-

mente las causas profundas de las invasiones, todo parece conducir a que ladesobediencia de un marino inglés, ayudó en un objetivo añorado por el ReinoUnido: fortalecerse en un enclave estratégico en la América meridional.16

La batalla de Trafalgar había dado a la armada inglesa mayor libertad demaniobra. El ministro de guerra lord Castlereagh, había decidido una expe-dición de conquista hacia el mal defendido Cabo de Buena Esperanza, en elextremo sur del continente africano, la que se logró el 25 de julio de 1805.El Comodoro Sir Home Popham encabezaba la flota invasora, y el mayor

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Fig. 1: El Virreinato del Río de la Plata

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general sir David Baird era el comandante en jefe de las fuerzas expedicio-narias británicas.

Popham, quien había tenido contactos con el revolucionario Miranda17 enLondres, se dirigió luego hacia el Río de la Plata por su cuenta y con el con-sentimiento del general Baird.18 A pesar de esa autonomía de la decisión, yuna vez el hecho consumado, el gabinete inglés apoyó su emprendimiento.Al parecer, en el curso de los acontecimientos habría ayudado la presunciónde un conflicto de intereses en el Virreinato del Río de la Plata, entre lamonarquía -que se oponía al libre comercio-, y los comerciantes que lo dese-aban.19

Se le ordenó que nombrara Vicegobernador de Buenos Aires al coman-dante de las fuerzas invasoras, General William Carr, vizconde de Beresford.Los ingleses arribaron al Río de la Plata como conquistadores y no comolibertadores, llegando incluso a exigir el juramento de fidelidad a Jorge III.20Esta situación, defraudó las expectativas generadas por agentes británicosque habían visitado Buenos Aires en 1804, como James F. Burke y ThomasO’Gorman.

Para afianzar su conquista los británicos tampoco estaban dispuestos aponer en marcha una revolución social que conllevara medidas como porejemplo la liberación de esclavos. La ausencia de ese peligro no evitó quecorrieran rumores acerca de esas falsas intenciones: que los ingleses se pro-ponían soliviantar a las castas oprimidas. Esto generó miedo en la poblacióncriolla y despertó aún más oposición contra los invasores. Como consecuen-cia de la suma de todos estos factores, la resistencia local a los británicos fueprácticamente unánime.21

Las fuerzas de Beresford, esperadas enMontevideo, desembarcaron finalmente enQuilmes.22 Ante la emergencia, el virreySobremonte huyó con las Cajas Reales aCórdoba, designándola capital del virreina-to el 14 de julio de 1806. Para el 27 ya sehabían apoderado de la ciudad de BuenosAires. Decretaron la libertad de comercio,ofrecieron garantías a los habitantes, lesaseguraron el respeto a la propiedad y elderecho de ejercer la religión católica, y loseximieron de la obligación de combatir con-tra su país.

La huida de Sobremonte y la rendiciónmilitar habían desprestigiado enormementea las autoridades, quedando el Cabildocomo la única autoridad legítima. Santiagode Liniers (Fig. 2), como militar de mayorrango, se hizo cargo del mando militar pormandato del aquél y “a nombre de Carlos

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Fig. 2: Santiago de Liniers

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IV”. La invasión despertó un fervor popular inusitado que implicó la partici-pación de toda la ciudad.

Beresford fue derrotado y presentó la rendición el 12 de agosto. Sinembargo, la escuadra de Popham bloqueaba el Río de la Plata todavía ysiguieron negociaciones posteriores. Al día siguiente de la Reconquista,ausente el virrey, el Cabildo convocó a los vecinos principales a un Congre-so General para “afirmar la victoria”. A través de la voz de Martín de Alza-ga, la asamblea exigió la sustitución de Sobremonte. Como el Cabildo noestaba facultado legalmente para sustituirlo, el 14 de agosto de 1806, sedesignó a Liniers -comandante militar de la plaza- como teniente del virrey(Fig. 3).

Para septiembre, se encontraba ya en el Río de la Plata un nuevo convoybritánico, con 61 buques y alrededor de 11.000 soldados. La nueva escuadrareunía a varias fuerzas que previamente habían tenido otros destinos. Entreellas, por ejemplo, se encontraba una expedición de 4.200 hombres al mandodel brigadier Crawford, que originalmente se dirigía a Chile, y cuyo primerobjetivo había sido establecer una fuerte posición militar en el Pacífico. Otraescuadrilla, al mando del brigadier general Samuel Auchmuty, había partidode Falmouth el 11 de octubre de 1806 con 3.800 hombres. Poco antes habíazarpado otro grupo, al mando del contralmirante Stirling, el reemplazante dePopham. El teniente general John Whitelocke fue designado jefe de todas lasfuerzas británicas en el Río de la Plata, y zarpó rumbo al mismo con 1.600hombres y una escuadra poderosa al mando del almirante Murray. Las ins-

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Fig. 3: Defensa de la ciudad de Buenos Aires

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trucciones eran claras: establecer una avanzada en la costa desde dondeemprender operaciones futuras, y no fomentar ningún acto de insurrección,demostrando a la vez las ventajas del gobierno británico y de la unión con suimperio.23

Los anglosajones llegaron paulatinamente desde enero de 1807 y se foca-lizaron en la Banda Oriental (actual Uruguay). Auchmuty y Stirling resol-vieron abandonar Maldonado y atacar Montevideo, penetrando en ésta el 3de febrero. Con su toma, en Buenos Aires se sintieron voces de alarma y elpedido por la cabeza del virrey Sobremonte. Los incidentes fueron percibi-dos entre septiembre y octubre de 1806 por el comerciante catalán PedroBotet, de esta manera:

“...Amigo, nos hallamos en el rio con una esquadra enemiga com-puesta por 20 buques y con 3500 hombres de transporte para el desem-barco- este se hara dentro de 15 dias lo mas tardar no se sabe sy será enestas o en Montevideo: Dios nos dara fuerzas y victoria p° rechazarlos ytodos estamos muy animados...”24

Lo mismo puede decirse de la carta del 19 de febrero de 1807, en la queMaría Manuela Villarino, informaba desde Buenos Aires en vísperas de lasegunda invasión:

“...Aquí nos hallamos en visperas de ser acometidos y tal vez domina-dos, aun supuesta la disposicion de estos vecinos si los enemigos serefuerzan antes q° a nosotros nos venga socorros de España...”25

En este contexto, el 10 de febrero Liniers convocó a la Junta de Guerra.El comerciante vizcaíno Martín de Alzaga tomó la iniciativa de pedir ladeposición de Sobremonte, y se resolvió que el Cabildo solicitaría a laAudiencia la interrupción de sus funciones y su arresto. La Junta General losuspendió de sus cargos de virrey, gobernador y capitán general, detenién-dolo y confiscándole sus bienes. El regente de la Audiencia se hizo cargo delgobierno y nombró a Liniers comandante de Armas y brigadier de la RealArmada, “con el mando de la ciudad de Buenos Aires y su territorio, interi-namente hasta nueva orden Real”.

Whitelocke ordenó la concentración de todas sus fuerzas en Montevideoy resolvió atacar Buenos Aires por la Ensenada de Barragán el 28 de juniode 1807. Para entonces Santiago de Liniers y Bremond accedió al cargo devirrey poco antes de entrar en batalla con los invasores. En esta oportunidad,el conocido héroe de la reconquista fue vencido el 1 de julio en las afuerasde la capital. En ese momento crucial, Whitelocke perdió la oportunidad deentrar a una ciudad aún inmovilizada por la derrota. En vez de ello, intimódos veces su rendición, mientras la ciudad continuaba con sus preparativosde defensa, organizados esta vez por Martín de Alzaga.

Finalmente, tres días después de la derrota inicial de Liniers la ciudad fueatacada desordenadamente y sin el apoyo de la escuadra ni de la artillería.Nuevamente se repitieron las escenas de heroicas acciones de la población:cada edificio se convirtió en trinchera y cada esquina en una trampa mortal.26

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La jornada del 5 de julio de 1807 terminó con el Retiro y la Residencia (enlos suburbios) en manos del invasor, pero con el centro de la ciudad intactoy los británicos desmoralizados. Las reservas del general Mahon llegaroncuando el grueso de la fuerza británica ya había sido vencido27 (Fig. 4).

La rendición puso fin a las hostilidades. El tratado de capitulación esta-blecía el cese inmediato de los enfrentamientos en cada lado del Río de laPlata. Las fuerzas británicas debían embarcarse en el término de diez días yla plaza de Montevideo devuelta dentro de los sesenta. Mutuamente se entre-garían los prisioneros de la primera y segunda invasión. Los oficiales britá-nicos serían liberados después de haber jurado que no emplearían sus armascontra Sudamérica hasta su llegada a Europa.

Por dos veces consecutivas, los 40.000 habitantes de la ciudad de BuenosAires lograron expulsar a las fuerzas invasoras.

“La índole del fuego a que estuvieron expuestas las tropas fue violen-ta en extremo. Metralla en las esquinas de todas las calles, fuegos demosquetería, granadas de mano, ladrillos y piedras lanzados desde loalto de todas las casas. Cada dueño de casa con sus negros defendía sumorada y cada una de éstas era en sí misma una fortaleza; no es exage-rado decir que todos los varones de Buenos Aires se emplearon en sudefensa”.28

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Fig. 4: Plano del asalto y defensa de Buenos Aires del 5 de julio de 1807

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Todavía antes de las guerras de independencia, este gran contingente mili-tar (en 1806 la milicia urbana que contó con 7.000 hombres) reorganizadodespués de 1807 en forma similar al del ejército español regular, ya se habíaconstituido en parte estable del sistema militar en el Río de la Plata y plan-teaba problemas financieros y políticos de cierta urgencia a las autoridadesdel virreinato.29

Su influencia se hizo sentir aún más por la informalidad que signó a la pri-mera etapa de la militarización. Los soldados se reunían en asambleas paraelegir a sus futuros comandantes. Luego de ello la elección era aprobada porLiniers y se procedía al reclutamiento formal, organización militar de los ter-cios o batallones y la designación de los oficiales menores. En especial loscriollos, ganaron status como resultado de su superioridad numérica en lasfilas. Ejemplo de ello es la carrera de Cornelio Saavedra, comerciante quesurgió como líder militar de los patricios.

De esta manera, el sector americano “…hasta entonces comprensivamen-te marginal dentro de la elite porteña, ganaba así el control de una fuerzamilitar que no tenía rivales dentro del virreinato y dominaba firmemente sucapital; su arma de triunfo era que sólo él podía encuadrar a los nativos, cla-ramente mayoritarios dentro de una plebe urbana hasta entonces más radi-calmente marginal a las elites de oriundez americana, pero promovida a pri-mer plano por la militarización en curso”.30

¿Cómo se organizó la resistencia?Los comerciantes ricos, los funcionarios del gobierno, los tenderos, los

artesanos acudieron prestamente a la milicia creada bajo las órdenes deLiniers. El héroe de la reconquista organizó las unidades más grandes (las deinfantería urbana) con hombres nativos de la intendencia de Buenos Aires,otras con los llamados arribeños (nacidos en las otras provincias del virrei-nato), y una de negros libres, mulatos e indios, así como aquellas que seordenaron por la procedencia peninsular: catalanes, vascos, gallegos, cánta-bros y andaluces.

Se esperaba crear de esta manera una “competencia entusiasta”31 entre losdefensores del honor militar de sus respectivas provincias, lo cual aumenta-ba el espíritu de combate de la ciudad amenazada. La emulación tuvo susconsecuencias inesperadas; las unidades de milicia regional comenzaron asuperarse unas a otras con la magnificencia de sus nuevos uniformes (Fig. 5).

No sólo los oficiales, sino hasta “cien soldados de lujo se vistieron por supropia cuenta “con uniformes”, mientras los reclutas se vestían con decorogracias a la liberalidad de las personas pudientes. Así es “…como la rique-za, elemento informal pero no carente de importancia, en la diferenciaciónsocial de Buenos Aires, se constituye en factor decisivo de la creación de unnuevo cuerpo de oficiales en 1806”.32

Ese batallón de los “cántabros de la amistad”, estaba llamado a desempe-ñar un papel decisivo en la historia no sólo de las invasiones inglesas, sinoespecialmente en el de la lucha revolucionaria. ¿Cómo fue el proceso de su

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organización? Los “invencibles cántabros” se constituyeron como cuerpopor decreto de Liniers del 18 de septiembre de 1806:

“Don Santiago de Liniers y Bremond, Caballero de la Orden de SanJuan, Comendador de Ares del Maestre en la Orden de Montesa, Jefe deEscuadra de la Real Armada, Virrey, Gobernador y Capitán General inte-rino de las Provincias del Río de la Plata, y sus dependencias, Presiden-te de la Real Audiencia Pretorial de Buenos Aires, Superintendente Gene-ral, Subdelegado de Real Hacienda, Rentas de Tabaco y Naipes, delRamo de Azogues y Minas, y Real Renta de Correos, y ComandanteGeneral del Apostadero de Marina… Certifico: Que el Teniente Coronely Comandante primero del Batallón de Cántabros Montañeses formó estecuerpo bajo mis órdenes para la defensa de esta ciudad y Provincia porfalta de Tropas Veteranas por Decreto de esta Superioridad de diez y ochode Septiembre de ochocientos seis, el cual uniformó en la mayor parte asu costa, y disciplinado según ordenanza hizo el servicio sin Prest ni pagahasta el mes de febrero de ochocientos siete en que se acuarteló y bajomis órdenes me acompañaron estas tropas al servicio de la Plaza asedia-da de Montevideo y de vuelta la Expedición continuó el Servicio de Guar-nición de esta Plaza en Destacamentos y Retenes, como igualmente enotras Comisiones de la mayor gravedad que le fueron confiadas, entre lascuales fue una el confinamiento en esta Provincia al General GuillermoCarr Beresford que dio cumplida a satisfacción de este Gobierno Supe-rior. Asimismo desplegó su talento, amor y celo por el Real Servicio al

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Fig. 5: Uniformes de los tercios creados en 1806-1807. Acuarela anónima.

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frente del enemigo en el Campo de Barracas el día dos de julio de milochocientos siete para que la primera división del Ejército de mi mandose replegase a la Ciudad en el Consejo de Guerra que el General en Jefede ella formó a este efecto, a cuyo dictamen cedió el Consejo por losconocimientos y demostraciones que le presentó para su conocimiento, yse realizó en el mayor orden y seguridad a las diez de la noche del mismodía, salvando toda la Artillería y municiones, quedando por este medioguarnecida la Ciudad a las doce de la noche. Que en el siguiente día tresle destiné a cubrir el punto de avenida de enemigos que resultó ser el másarriesgado en el Barrio de Santo Domingo, en cuya posición se mantuvocon las tropas de su mando, abrió zanjas y cortaduras que impidieron elpaso al enemigo y habiendo éste dispuesto y realizado su ataque generalel día cinco de julio a las seis de la mañana, lo fue este Jefe en su pues-to de defensa por el General Craufurd con una columna de Tropas esco-gidas de más de mil cuatrocientos hombres que por cuarta vez rechazócon pérdida considerable de los enemigos, obligándoles a refugiarse delos muros del Convento, y a romper a cañonazos una puerta auxiliar deél para abrigarse en sus claustros, torre, y alturas desde donde hacía elenemigo un fuego activo, dominante y cierto, con el que le mataron dosoficiales, veinte soldados, e hirieron a veintidós, de que me comunicóoportunos partes en las diez horas que sostuvo de combate, y me pidióArtillería que le mandé dar y colocó en situación ventajosa y obligó alenemigo a desalojar las alturas, y a que el General Craufurd se rindieseprisionero de guerra con novecientos sesenta y cinco soldados, veintiséisoficiales, tres Coroneles, y el Mayor General de la misma columna Dio-nisio Pack, a cuya rendición fue consiguiente la Capitulación del Gene-ral Whitelocke y entrega de las Plazas de Montevideo, Maldonado yColonia del Sacramento.

Que inmediatamente las tropas de este Batallón pasaron a recibir yguarnecer la dicha Plaza de Montevideo, continuando este Comandanteen emplear su celo por el mejor servicio levantó y uniformó a su costauna Compaña de Granaderos que guarnece esta Plaza. Que en veintio-cho de septiembre me presentó una nota que indicaba la insubordinacióny sustracción que pretendían hacer de la Autoridad Real algunos espíri-tus revolucionarios, que procuró reunir a diez Comandantes más con elpropio intento, y lo verificaron por formal…”33 (Fig. 6)Estuvo compuesto inicialmente de pocos efectivos34 y contaba con una

Plana Mayor.35 En ella veremos destacarse entre otros a Pedro Andrés Gar-cía, del que se hablará más adelante en este artículo. Por otra parte, la listade sus componentes revela la gran cantidad de población de origen cántabra,que habitaba por entonces en Buenos Aires36 (Véase Anexo 1).

Actualmente, el gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires,organiza cada año recreaciones históricas de las invasiones y un cuerpo deinfantería del ejército argentino lleva el nombre del antiguo batallón (Fig.7).

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1809: un año claveEn un clima pleno de incertidumbres, el origen francés del Virrey Liniers,

generó recelos entre quienes lo rodeaban, agregándose a esta situación el acer-camiento de algunos personajes de la política de entonces a la Infanta CarlotaJoaquina como posible solución a la cuestión de la legitimidad en momentosen que comienza a mencionarse con más frecuencia al “partido de la indepen-dencia”37. Todo se agravó con la disidencia de Montevideo y la formación deuna Junta presidida por Javier de Elío, iniciativa apoyada por el mismo Cabil-do de Buenos Aires y particularmente por el capitular Martín de Alzaga.

El 1º de enero de 1809, el ejército criollo, surgido de las invasiones ingle-sas como un nuevo y poderoso actor político, salvará al Virrey de la caída eintroducirá definitivamente este nuevo elemento en el juego interno depoder. En ese momento en particular descollarán nuevamente “los invenci-

bles cántabros”. Cornelio Saavedra, apoyado poreste cuerpo y otros como el de andaluces, ocuparála plaza y declarará que no tolerará ninguna acciónsediciosa en contra del virrey. A la par de Saave-dra, en esa acción se destacará Pedro Andrés Gar-cía. Toda la jornada concluirá con la derrota totaldel cabildo, la deportación a Patagonia de losimplicados y la disolución de los regimientos “sub-versivos” (vizcaínos, miñones y gallegos).

Corrían tiempos con peligros y convulsionespolíticas diversas. La “exaltación patriótica que sedesprende de todos los impresos peninsulares yamericanos y de las ceremonias cívicas está funda-mentada esencialmente en valores antiguos: fideli-dad al Rey, defensa de la religión, de las costum-bres, de la patria... Sin embargo, este claro tradicio-nalismo de los valores coexiste con elementos anun-ciadores de cambios futuros. La unanimidad y laintensidad de la reacción patriótica, el rechazo porla población de unas abdicaciones a las cuales no hadado consentimiento, remite a algo mucho másmoderno: a la nación y al sentimiento nacional”.38

En ese contexto, se realiza en diferentes ciuda-des de la Intendencia la jura de Fernando VII. EnSanta Fe se hizo el 29 de agosto de 1809:

“Al punto de las 12 a. m., nos presentamos todoslos individuos de este Cabildo en esta Sala Capitu-lar, donde asistió lo mas lucido de todo su honradovecindario, con los alcaldes de la hermandad deesta jurisdicción acompañado de tropas de caba-llería; y al tiro de un cañonazo rompió la música

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Fig. 6: Uniforme de los cánta-bros. Véase también Anexo 1

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con repique general de todas las campanas y entregando el real estan-darte al alcalde regidor Juan Colobran y Andreu, nos dirigimos a su casadonde quedó enarbolado; en el mismo día a las 4 p. m. pasamos a la casadel alférez real con el sobre dicho acompañamiento, música, tropas ytodos cuantos da de sí esta ciudad, con la mayor grandeza y apeando elestandarte se le entregó al referido alférez real que se presentó ricamen-te vestido y con todo acompañamiento pasamos a la Plaza Mayor con loscuatro Reyes de Armas, subimos al tablado que se hallaba dispuesto y sehizo la primera proclama; de allí se repitió en la plazuela del Conventode Santo Domingo y continuando el paseo de público tercer vez en la Pla-zuela de San Francisco. Conducían las borlas del real estandarte elteniente de gobernador y el alcalde primero. El alférez real hizo que enlos tres referidos destinos se arrojase bastante dinero y concluido estoquedó el estandarte real enarbolado en la casa del alférez, donde esanoche presentó un sarao con gran refresco, y en el día siguiente de maña-na se celebró en la Iglesia Matriz una misa solemne con Tedeum y pre-sencia del Santísimo Sacramento, con asistencia del clero, comodidadesy vecinos de obsequio de su Majestad; en la tarde y siguiente día se veri-ficó la función de nuestro San Gerónimo[patrono de la ciudad]en laforma acostumbrada, paseándose a caballo en que bastante número devecinos acompañaron a este Cabildo, todo a costa del alférez real. Tresnoches de fiestas con fuegos artificiales y abundancia de cuanto producela tierra para obsequiar al pueblo todo, siendo lo más hermoso de la fies-

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Fig. 7: www.granaderos.com.ar. Imagen de la recreación de la reconquista

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ta el riquísimo vestido bordado que costeó para este fin el alférez real.Seis días más de fiesta y el uso de juegos lícitos en la casa del alférez real,quien obsequiaba a todo el pueblo solemnizando la proclamación del ReyFernando VII”.39

La invasión de la Península lleva a los gobiernos americanos al reconoci-miento -no sin reservas- de la Junta Central. Desde septiembre de 1808 seencuentra en Buenos Aires José Manuel de Goyeneche, delegado en el Ríode la Plata. Bajo su influjo llegará en agosto de 1809 el nuevo virrey Balta-sar Hidalgo de Cisneros, con una cubierta de legitimidad apenas mayor queel sospechado Liniers. Con él arribará también Vicente Nieto quien será elencargado de reprimir los alzamientos juntistas de La Paz y Chuquisaca.40

Pero el clima de marzo no se había aquietado y circulaban por entonces“infernales papeles subversivos”41 que entre otras cosas expresaban:

“Que no teniendo el Rey Fernando VII, sucesor, la misma España danorma de que nadie puede ser Rey sin antes haber jurado de Príncipe deAsturias; y que en su defecto a los Pueblos les toca elegir, nombrar yponer quien los gobierne porque los Pueblos hacen al Rey no el Rey a losPueblos... Que siendo los jefes unos despóticos se debe formar aquí unaJunta Soberana Gubernativa con las formalidades de Cortes, por mediode las diputaciones de cada provincia en los términos que prescribe conla advertencia de que los militares que deben concurrir a ella sean Patri-cios...Que el Rey Don Fernando no existe y tanto V.E. como la Junta quecuatro meses es de la Francia y otros cuatro de la Inglaterra, nos enga-ñan y quieren entregarnos contra nuestra voluntad; que en esta inteli-gencia abramos los ojos en vista del golpe que nos amenaza y que antesque nos hagan esclavos de los herejes ingleses, franceses o del insufribleportugués, tratemos de evitarlo armándonos todos cuanto antes para unaindependencia bajo la protección que se mire más conveniente a la feli-cidad general de esta América”.El desarrollo del conflicto armado en la Península va marcando los pasos

del proceso político. Así, ya en diciembre la Junta debe retirarse a Sevilla. Enenero de 1809, ésta emite el decreto por el que se llama a los americanos aelegir sus representantes. El manejo de la información en América siempreresultaba lento. Esa lentitud y parcialidad de la información generaron unclima de incertidumbre creciente. Así, recién entre agosto y septiembre de1809, comenzaron a llegar las noticias a la ciudad de los sucesos de Bayona.Los diputados del Río de la Plata nunca se presentarán a la Junta Central.42

Su caída generó un nivel mayor de conflictividad en cuanto a la legitimi-dad del Consejo de Regencia “...pero ahora un nuevo derrumbe metropolita-no no encontrará a los grupos rioplatenses que desde 1806 están creando elgermen de una lucha política tan poco preparados como en 1808; si ante lacaída de la monarquía los rivales en la lucha por el predominio local sólohabían atinado a extremar las muestras de devoción a la autoridad metropo-litana, en la esperanza de ganar así el decisivo apoyo de ésta, la experienciaque precisamente lo ocurrido desde 1808 ha permitido acumular hace menos

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seguro que cualquier nuevo cambio político en la metrópoli vuelva a encon-trar la misma respuesta entre los inquietos vasallos del Río de la Plata”43.

1810-1820: revolución y guerraLa junta surgida en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 es la expresión

más elocuente de la crisis institucional profunda de la monarquía hispana. Sien 1809, todavía se plantea un panorama de posiciones políticas poco claraso ambivalentes, hacia 1810 es toda la elite porteña la que se expresa a travésdel claro predominio del elemento militar. Buenos Aires deberá enfrentarahora el desafío de someter a todo el territorio del ahora caduco Virreinatodel Río de la Plata, a la obediencia del nuevo orden instalado: “Ni la revolu-ción ni la guerra han osado decir su nombre; sin embargo, una y otra se ins-talan en el Río de la Plata, y no lo abandonarán sin haberlo transformado pro-fundamente”.44 Dos rasgos centrales caracterizan a la revolución rioplaten-se: iba a ser la única no reconquistada por la contrarrevolución y al final dela guerra, Buenos Aires ha perdido más de la mitad de la población de 1810.

La ciudad principal, legitima a partir de su status de capital su papel en ladirección del nuevo período. A partir de ello, la revolución triunfante en Bue-nos Aires exige al resto de las ciudades el acatamiento explícito al nuevorégimen. El fusilamiento por las tropas revolucionarias en Cabeza de Tigre(Córdoba), del ex virrey Liniers y del Intendente Gutiérrez de la Concha, poroponerse al movimiento, son un claro ejemplo del momento que se vivía. Larespuesta no será igual en todo el extenso ámbito del territorio rioplatense,generándose situaciones muy diferentes de acuerdo a la historia económica,política y social de cada región. En especial, el litoral45 se transforma en unespacio extremadamente conflictivo.

Las características específicas de emergencia de este movimiento, gene-ran una creciente vigilancia política tendiente a disciplinar la adhesión, quese torna claramente opresiva en el contexto de la misma Buenos Aires, ycomienza a notarse también en el interior de cada ciudad a medida que lle-gan las noticias, las circulares y las órdenes.46

Las exigencias de juramento de lealtad y las colectas son los primerosindicios de la violencia y tensión que trae consigo esta nueva etapa. La per-secución de los peninsulares no afectos se generaliza, por un camino com-plejo y ambivalente que generaba conflictos y separaciones en el seno de lasfamilias.47 Una nueva conjura de Martín de Alzaga profundiza esta tenden-cia en el curso de 1811. La creación en 1812 de la ciudadanía de las Provin-cias Unidas ofrece la oportunidad de blanquear su situación de toda sospe-cha a aquellos peninsulares que fueran capaces de demostrar su total adhe-sión al régimen.48

La nueva liturgia revolucionaria se impone rápidamente a través de nue-vas fiestas que todavía tienen mucho de lo viejo.49 Sin embargo, más allá delas declaraciones de principios, la revolución no tiene intenciones de cam-bios sociales de trascendencia. La “gente decente”, lo más “lucido del vecin-dario”, seguirán teniendo el lugar del viejo orden en el juego político y

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social, marcando los límites del movimiento. No obstante, la misma dinámi-ca de la revolución y de la guerra, generarán una movilización popular espe-cialmente vinculada a la militar, que no dejará de tener consecuencias polí-ticas.

Desde mayo de 1810 asistiremos a un momento político de una densacomplejidad.50 La guerra acompaña el proceso de conflicto y transformacióndel grupo revolucionario porteño, la relación poco clara y tensa con las ciu-dades del interior y litoral, los ensayos político-institucionales así como laemergencia de la disidencia de José Gervasio de Artigas, en la Banda Orien-tal51, coadyuvan a ello. Al interior de cada espacio urbano se dieron a su vezprocesos complejos de luchas internas y cambios en sus grupos de poder, asícomo estrategias diferenciales en cuanto a alianzas regionales.52

Pareciera ser que, más allá de los alcances de las reformas borbónicas, afines del período colonial los cabildos y con ellos, la tendencia al autogo-bierno, estaban muy vigentes. Este vigor se manifestaba también en la rela-ción que se estableció entre ciudades principales y ciudades subordinadasque diagramó el Régimen de Intendencias, eludiendo estas últimas el controlde las primeras.53

La voz pueblo aparece inicialmente como sinónimo de ciudad en sentidopolítico. El uso del plural (los pueblos) refiere a las ciudades que frente a lossucesos de Bayona, habían reasumido la soberanía. Estos pueblos hacíanreferencia a las ciudades políticamente organizadas, a la cual se pertenecíapor la condición de vecino. El pueblo era considerado de una manera tradi-cional “...como un conglomerado de estamentos, corporaciones y territorioscon las correspondientes relaciones propias de una sociedad que consagrabaen lo político la desigualdad enraizada en la economía. Es decir, una imagende los social en correspondencia con formas de participación fundamental-mente corporativas no individuales y expresada en términos metafóricamen-te asimilados al organismo humano”.54

La convocatoria de la Junta se hace a “los pueblos” y no a una nación pre-existente. Se apelaba a la única fuente de legitimidad una vez desaparecidala figura del monarca.55 De esta manera, en el principio de la revolución, losverdaderos protagonistas fueron las ciudades y pueblos, y sus cabildos,expresión política de sus elites urbanas.56 La elección de los diputados a laprimera junta se solicita a los cabildos, encargados de seleccionar a quienesdebían elegir: “La vida política de los meses que siguen a la revolución de laindependencia va a estar regida por la inercia de la tradición hispana. Larepresentación de hecho a las ciudades, y en éstas, a una parte de sus habi-tantes, la mencionada con la expresión 'parte principal y más sana del vecin-dario'. Y serán esas ciudades las que den lugar a la formación de las nuevasprovincias rioplatenses, cuyos estados autónomos protagonizarán más ade-lante las luchas políticas de la región”.57

Los independentistas apelarán a la tradición política contractualista58, y ladoctrina invocada será la del “pacto de sujeción” y la reasunción de la sobe-ranía por el pueblo, concebido éste no como un conjunto de ciudadanos con

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derechos iguales sino como el conjunto de vecinos, de acuerdo a su acepcióntradicional. En una interpretación forzada, el grupo revolucionario alega elderecho de Buenos Aires como antigua capital del Virreinato, en su primacíacomo pueblo soberano, más allá de que se considerase a los restantes pue-blos como co-depositarios de la reasumida soberanía. La emergencia de los“pueblos rioplatenses” como primera forma de expresión política responde aesta realidad, en la que el conjunto de ciudades coloniales con sus áreas rura-les vinculadas, se manifestaron en virtud de la doctrina de la retroversión. Laidea de posibilidad de una soberanía única del pueblo rioplatense chocarácon estas tendencias.59

El 18 de diciembre de 1810 la “Primera Junta” se transformó en “JuntaGrande”, operándose el primer cambio en la tendencia de la dirección revo-lucionaria. La instalación del “Primer Triunvirato” en septiembre de 1811marca el comienzo de una serie de experiencias institucionales, detrás de lascuales se dibuja con claridad la politización facciosa de diferentes gruposque pugnan por el control del movimiento. La eliminación de la así llamada“Junta Conservadora”, expresa claramente esta realidad.

La acción de la “Sociedad Patriótica” y especialmente de la “Logia Lau-taro” en la que se destacarán figuras como José de San Martín o Carlos Maríade Alvear, señala la senda claramente liberal que toman los acontecimientosdesde 1812. Intentan dar unidad y continuidad al régimen revolucionario, asícomo a articular la revolución rioplatense con una revolución hispanoameri-cana, independentista y republicana. Detrás de sus proyectos emerge pode-rosa también la figura de Simón Bolívar.

Se abren entonces cinco frentes en los que actuaron las tropas de de lasProvincias Unidas: Paraguay, Banda Oriental, Noroeste, Chile y Perú. Lamisma significó un enorme esfuerzo en hombres, recursos y medios.60 Elestallido de la organización espacio/económica del virreinato del Río de laPlata, impactó tempranamente en las prácticas mercantiles. La guerra revo-lucionaria devenida luego en guerra civil estuvo acompañada de “una formade economía destructora, de rapiña y saqueo”.61 La pérdida u oclusión deespacios centrales en la estructura de circulación como el Alto Perú, Chile ola Banda Oriental, obligó progresivamente a una redefinición no buscada nideseada de la orientación de los circuitos mercantiles.62

Asimismo, las disrupciones en el tráfico ultramarino conllevaron incerti-dumbre. La crisis significó el desquiciamiento del sistema comercial conso-lidado durante el virreinato. Desde fines de 1809, Liverpool se perfiló comola nueva metrópoli que venía a suplantar a la perdida Cádiz. Sin embargo,antes que este nuevo orden pudiera consolidarse, esta primera década revo-lucionaria “fue sobre todo rica en ruinas”63, la de la mayoría de los grandescomerciantes ligados a la vieja ruta colonial.

Por otra parte, la eterna miseria fiscal del gobierno revolucionario64, llevóhacia una creciente agresividad en la búsqueda de recursos necesarios parala supervivencia de la revolución, por lo que las persecuciones y las exac-ciones forzosas se constituyeron en moneda corriente. En Buenos Aires, las

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donaciones para el ejército acompañaron las diferentes expediciones, y sibien las primeras víctimas fueron los sospechosos de deslealtad a la causa,pronto casi nadie quedó exento de esa violencia del nuevo poder. Progresi-vamente, las provincias fueron sometidas a medidas que esquilmaron susfinanzas, incluyendo préstamos forzosos y contribuciones extraordinarias dehombres y ganados.

Por último, la casi inmediata ocupación del terreno por parte de las tropascondujo hacia situaciones en las que la guerra afectó directamente a los espa-cios en los que se instaló, donde los ejércitos vivieron del terreno y de losrecursos locales.

El Paraguay se perderá rápidamente y la infructuosa resistencia del nortedejará paso a la defensa poco ortodoxa de Martín Miguel de Güemes a par-tir de 1815. El nuevo gobernador de Salta era el segundo hijo varón de donGabriel Güemes Montero, de una familia natural de la actual ComunidadAutónoma de Cantabria, en los Valles de Villacarriedo y Toranzo, y de doñaMaría Magdalena de Goyechea y de la Corte, perteneciente a una antigua ynoble familia jujeña (uno de sus antepasados fue Francisco de Argarañaz yMurguía, fundador de la ciudad de San Salvador de Jujuy). Nacido en Saltael 7 de Febrero de 1785, Güemes ingresó en su infancia como cadete en lacompañía del regimiento Fijo acantonado en dicha ciudad. Como integrantede esa unidad, intervino en la lucha contra las fuerzas británicas que ataca-ron a Buenos Aires en 1806 y 1807. Su valerosa actuación le valió ser ascen-dido al grado de Teniente.65

En 1810, al producirse la revolución, se encontraba en Salta, y allí seincorporó al movimiento patriota. Intervino más tarde en el primer sitio deMontevideo y, en 1814, se incorporó al cuerpo auxiliador que, al mando deSan Martín, fue enviado a reforzar el ejército del norte después de las derro-tas de Vilcapugio y Ayohúma. Al hacerse cargo este general de la jefaturasuprema del ejército, en reemplazo del anterior jefe Manuel Belgrano, leconfió la organización y conducción de las partidas gauchas encargadas dehostilizar y contener a las fuerzas realistas. A partir de ese momento, Güe-mes, sus gauchos y su guerra de guerrillas se convirtieron en la barrerainfranqueable que impidió a los españoles concretar su irrupción por la fron-tera norte (Fig. 8).66

La situación se volvió extremadamente compleja en la Banda Oriental.67Allí la resistencia de Elío en la fortificada Montevideo, dará lugar al iniciode un sitio sin precedentes, en el que tendrán protagonismo indiscutible Arti-gas y sus tropas rurales. Por entonces, el cuerpo de granaderos creado y con-ducido por José de San Martín como primer elemento profesionalizado delejército revolucionario tendrá su “bautismo de fuego” el 3 de febrero de1813 en San Lorenzo (provincia de Santa Fe). Allí en un corto combate,batieron a la fuerza realista montevideana. Esta y otras acciones como la dela recién creada escuadra patriota al mando del irlandés Almirante Guiller-mo Brown, coadyuvaron a la entrega de la plaza de Montevideo el 22 dejunio de 1814.

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Una vez reconquistada, comenzarían los conflictos por el control delespacio oriental tanto por la dirección revolucionaria como por la elite mon-tevideana. En el curso de pocos años la guerra contra el realista se transfor-ma en guerra civil entre grupos que apoyan el proyecto centralizador de Bue-nos Aires y aquéllos que apostaban por la formación de una confederaciónde estados independientes.

Después de romper Artigas definitivamente con Buenos Aires en 1814,comenzará el momento de construir una alternativa de poder revolucionariocon otras bases y sobre un espacio estratégico: los “Pueblos libres del Sur”.La revolución de octubre de 1812 había dado paso a un segundo y depuradotriunvirato y el llamado a una Asamblea General que se inauguró el 31 deenero de 1813.68 Con objetivos claramente republicanos, no llegó a cumplirel objetivo de dar a las Provincias Unidas una carta constitucional. La situa-ción se complicaba mucho por la emergencia de la disidencia litoral y por elproceso de restauración europeo, obligando a la prudencia.

Un año después de la Asamblea, una nueva forma de gobierno se estre-naba en el Río de la Plata. El director Posadas, tío del influyente CarlosMaría de Alvear, encarnará en enero de 1814 el primer Poder Ejecutivo Uni-personal. Fortalecido por la conquista de Montevideo a fines de 1814, en1815 será él mismo quien ocupe esta posición, cuando el conflicto de laBanda Oriental va llegando a su etapa de mayor conflictividad. La maquina-ria política y militar sirve a un grupo reducido identificado con la facciónalvearista, generando en este sectarismo un clima conspirativo.

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Fig. 8: Güemes y sus gauchos en acción. Nótese el color de los uniformes y la presenciade “guardamontes”, elemento fundamental para la guerra de guerrillas en zonas de monta-

ña y monte.

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La necesidad de crear nuevas formas de articulación política que pudie-ran identificarse con las poblaciones que la cambiante dirección revolucio-naria sólo dominó por la imposición de la fuerza, se presenta como la únicaalternativa de supervivencia del régimen. Sin embargo, el conflicto litoral haadquirido una dimensión muy difícil de revertir.69 Una vez derrocado Alve-ar en abril de 1815, el Cabildo de Buenos Aires designa como director a JoséRondeau (al frente del ejército del Perú) y como interino a cargo del gobier-no, al Coronel Ignacio Álvarez Thomas, dictando un Estatuto Provisionalhasta tanto se reuniera una Asamblea General.

El Congreso se reunía en Tucumán en marzo de 1816 -sin la presencia delas provincias bajo el dominio artiguista- designando director a Juan Martínde Pueyrredón y declarando la independencia de España el 9 de julio. Porentonces, el ya General San Martín comenzaba a planificar el plan continen-tal, que concluiría con el cruce de los Andes por el ejército patriota y la libe-ración de Chile y Perú entre 1817 y 1822.

La revolución había destruido el viejo orden, y no había sido capaz derehacer otro según un proyecto coherente.

Cántabros en la revolución de independencia del Río de la PlataEl proceso abierto por la crisis de la monarquía española y las guerras de

independencia en el Río de la Plata revela que la Nación Argentina es el pro-ducto de una historia conflictiva de construcción no sólo de las formas deorganización política, sino también de la identidad nacional. El quebranta-miento que produjo la crisis imperial, planteó a los revolucionarios la nece-sidad de fundar una nueva legitimidad, y en la necesidad de esa fundación,esos hombres debieron decidir, jugar todas sus cartas, en un proceso que noadmitía comportamientos grises o tibios: los hechos de Cabeza de Tigretodavía seguían frescos en la memoria de todos.

En el desarrollo del proceso revolucionario y de las guerras de inde-pendencia se planteó así desde el comienzo el problema de definir lasbases sociales y políticas del nuevo poder, y en esa acción tuvieron unpapel trascendental aquéllos hombres que se decidieron por la revolución.Las invasiones inglesas fueron el semillero de donde muchos de esos hom-bres salieron, y entre esos hombres se destacaron un número notable deorigen cantábrico, como Martín Miguel de Güemes o Juan Antonio Alva-rez de Arenales.70 Sin embargo, por la significación que tuvieron suscarreras, en esta presentación se focalizará el análisis sobre dos personajesde peso en la historia de la independencia argentina: Pedro Andrés Garcíay Juan Manuel de Rosas.

Pedro Andrés García Sobrecasa: de militar monárquico a revolucionario(Fig. 9).Nació el 26 de abril de 1758 en el pueblo de Caranceja (Valle de Reocín)

perteneciente a la antigua abadía de Santillana del Mar, cerca de Santander.Sus padres fueron Esteban Juan García de Sobrecasa y Guerra y Doña María

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Ana García de Bustamante y Bonego. Bau-tizado en la iglesia de San Andrés delmismo pueblo y educado en la ciudad San-tander en un colegio de esculapios, fue elsegundo de nueve hijos.

Después de haber cursado estudios deingeniería en España, se incorporó en 1776a las fuerzas de Pedro de Cevallos, nombra-do primer virrey del Río de la Plata y capi-tán de una expedición contra la colonia delSacramento. Allí alcanzó el grado de Alfé-rez de Ingenieros, adscrito como ayudantemayor. Permaneció en Buenos Aires y, entre1778 y 1779, participó de viajes de explora-ción a la Patagonia. En 1780 revistó comoCapitán Graduado de milicias regladas deInfantería, en 1783 como Teniente del Regi-miento de Infantería de Buenos Aires y en1787 como Capitán de la compañía de granaderos de esa unidad.

En el proceso de organización de las milicias urbanas que defendieronBuenos Aires en 1806-1807, formó parte del Tercio o Cuerpo de CántabrosMontañeses al mando del coronel José de la Oyuela, siendo designado comocapitán al mando de la Cuarta Compañía, como ya se vio. Luego de laReconquista de Buenos Aires en 1806, fue designado para interrogar y orga-nizar a los prisioneros británicos (véase Anexo 2).

Al año siguiente, durante la segunda invasión británica, tuvo una actua-ción relevante, en la rendición de las tropas británicas al mando del generalCrawford, que habían tomado el convento de Santo Domingo el 5 de julio de1807. Su valiente desempeño al mando de los “rudos montañeses” defen-diendo el sector sur del sistema de defensa de la ciudad, motivó que fuesedesignado primer comandante del Cuerpo por despacho de Liniers del 1 dejulio de 1808 con el grado de teniente coronel y recibiese un importante pre-mio en tierras.

Junto con el comandante del Cuerpo Patricios, Cornelio Saavedra logóhacer fracasar un movimiento subversivo contra Santiago de Liniers, prepa-rado por el Cabildo para el 17 de octubre de 1808. Y de nuevo durante elalzamiento del 1 de enero de 1809 llevado a cabo por Martín de Alzaga yJosé Fornaguera para sustituir a Liniers.

El 13 de enero de 1809, se le confirma el ascenso por la Real Junta deSevilla a primer comandante del Cuerpo de Cántabros Montañeses. Por susdestacados servicios, por decreto del 13 de junio de 1809 la Junta Guberna-tiva de España e Indias, recibió el despacho de Coronel.

Certifico: “Que el Teniente Coronel y Comandante primero del Bata-llón de Cántabros Montañeses formó este cuerpo bajo mis órdenes parala defensa de esta ciudad y Provincia por falta de Tropas Veteranas por

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Fig. 9: Pedro Andrés García

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Decreto de esta Superioridad de diez y ocho de Septiembre de ochocien-tos seis, el cual uniformó en la mayor parte a su costa, y disciplinadosegún ordenanza hizo el servicio sin Prest ni paga hasta el mes de febre-ro de ochocientos siete en que se acuarteló y bajo mis órdenes me acom-pañaron estas tropas al servicio de la Plaza asediada de Montevideo y devuelta la Expedición continuó el Servicio de Guarnición de esta Plaza enDestacamentos y Retenes, como igualmente en otras Comisiones de lamayor gravedad que le fueron confiadas (...)

Asimismo desplegó su talento, amor y celo por el Real Servicio al fren-te del enemigo en el Campo de Barracas el día dos de julio de mil ocho-cientos siete para que la primera división del Ejército de mi mando sereplegase a la Ciudad en el Consejo de Guerra que el General en Jefe deella formó a este efecto, a cuyo dictamen cedió el Consejo por los cono-cimientos y demostraciones que le presentó para su conocimiento, y serealizó en el mayor orden y seguridad a las diez de la noche del mismodía, salvando toda la Artillería y municiones, quedando por este medioguarnecida la Ciudad a las doce de la noche”.71

Producida la Revolución de Mayo, adhiere al movimiento de la forma quemejor sabía: como experimentado militar especializado en el tema de fron-teras72. El 9 de junio de 1810 la Primera Junta le otorga el mando del Regi-miento 4 de Infantería -antiguo Cuerpo de Montañeses- y el 15 del mismo locomisiona para investigar el estado de las fortificaciones de la zona de con-tacto con el indio. El 20 de julio de 1810 se traslada a Morón, donde prepa-ra un extenso informe vinculado con la línea de frontera.

El 9 de septiembre fue designado por la Junta Provisional Gubernativa,comandante de la expedición que anualmente se dirigía a las Salinas Gran-des, situadas al oeste de Epecuén, en busca de sal. García realizó un examenexhaustivo tanto de las zonas de frontera como de las poblaciones cercanas,logrando entablar una buena relación con algunas parcialidades indígenas.73

En 1811 informó al Triunvirato sobre lo obrado en ese viaje. Proponía,como solución de fondo, mensura exacta y división y reparto de las tierras,formación de pequeñas poblaciones y seguridad en las fronteras y líneasdonde deberían fijarse e insistía en la necesidad de ocupar las zonas de losríos Colorado y Negro y de establecer el cuartel general en Salinas Grandes.En 1813, presentó nuevos informes geográficos al gobierno, en los que seocupó de la canalización de los ríos Tercero y Carcarañá, y en 1814 elevaotro proponiendo la persecución y arresto de los “vagos y delincuentes”, quese encontraban mas allá del río Salado, destinándolos a las obras públicas.

Las turbulencias revolucionarias no lo dejaron afuera de la proscripción.Debido a la caída de Alvear, es arrestado el 16 de abril de 1815 en su hogaren Morón y llevado a la capital, cuando se aprestaba a cruzar el río Salado ytratar con las tribus que habitaban esos territorios. Restablecido poco des-pués en su rango y prerrogativas el 1 de marzo de 1816. En marzo del mismoaño, propuso al Directorio un nuevo plan de fronteras en el que ponía elacento en los procedimientos para pacificar y civilizar a los indios. El 15 de

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julio de 1819, remitió desde Luján al delegado directorial en la campaña,Cornelio Saavedra, un informe sobre la necesidad de establecer una guardiaen los Manantiales de Casco o Laguna de Palantelén.74

En 1821 la provincia de Buenos Aires era ya autónoma. Llegada al finalla guerra revolucionaria, había comenzado el proceso de expansión ganade-ra.75 La llamada “feliz experiencia” estaba en marcha y también el de suhegemonía política y económica.76 En ese contexto, en el que la ganaderíase transformaría en la principal fuente de riqueza y capitalización de esteterritorio, los estudios sobre la frontera se volvían imprescindibles. Luego deanalizar un nuevo informe presentado por García, el gobierno le encomendóel mando de una comisión científica que debería considerar sobre el terrenolas posibilidades de adelantar la línea divisoria con los territorios dominadospor los naturales.

El 6 de marzo de 1822, García partió desde Morón hacia el sur de la pro-vincia de Buenos Aires, más precisamente a Sierra de la Ventana. La incur-sión le permitió realizar relevamientos topográficos, consideraciones socio-económicas sobre la zona, estudios sobre las canteras de la región y comen-tarios acerca de la vida material y espiritual de los indios. Además, pudo con-firmar los tratados de paz con algunos jefes pampas y huiliches. Otros traba-jos realizados por García fueron una estadística de los partidos de campaña,tanto de sus terrenos baldíos como poblados, un plan de contribuciones parael sostenimiento de un ejército de 6.000 hombres, las memorias histórico-estadísticas de los partidos de Las Conchas, San Isidro y Morón con sus res-pectivos planos, el reconocimiento y la nivelación del río Las Conchas y laconfección de un mapa topográfico del Tucumán.77

Todavía en 1823 eleva un informe junto con su ayudante José MaríaReyes, donde se da cuenta del resultado de la expedición. El 21 de abril de1833, días después de cumplir 75 años, Pedro Andrés García fallece en suquerida ciudad de Buenos Aires.

Es el referente más importante para analizar las políticas hacia la fronte-ra indígena del sur rioplatense en las primeras décadas del siglo XIX, basa-do en su experiencia bajo la administración colonial. A través de los escritosgenerados entre 1810 y 1823 demuestra su profundo conocimiento sobre lasrelaciones con las poblaciones autóctonas indígenas, de la política agraria, yen sus posiciones se alinea con toda la tradición de la ilustración tardo-colo-nial entre los que se destacaron Félix de Azara, Hipólito Vieytes o ManuelBelgrano. No estaba de acuerdo, al igual que su paisano Juan Manuel deRosas con quien tuvo contactos78, en que la guerra ofensiva fuese la solu-ción, sino la incorporación a través de una política de regalos y acuerdos conlas tribus.

Aquello que da coherencia a su vida es su fidelidad al servicio del estado:sirvió lealmente a la monarquía y luego a los gobiernos revolucionarios. Susricos escritos permiten conocer en profundidad la magnitud de los cambiosque se estaban dando entre el estado naciente y la compleja realidad rural deuna provincia que se enriquecía junto con su sector ganadero-terrateniente.

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Juan Manuel de Rosas: gobernador y estanciero (Fig. 10)Juan Manuel de Rosas, conocido como “el restaurador de las Leyes”, el

estanciero más poderoso de Buenos Aires, y a la vez uno de los gobernado-res con tanto consenso como oposición en toda la historia de la provincia,descendía de una antigua familia procedente del lugar de Rozas, en el Vallede Soba, actual Comunidad Autónoma de Cantabria. Su tío bisabuelo, fuegobernador de Buenos Aires y Capitán y Presidente en el reino de Chile.79

Nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793 y cursó sus primeros estu-dios en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich. Pero suvocación no se encauzaría para el lado de las letras sino para las tareas rura-les. Durante las invasiones inglesas participó activamente de la defensa en elregimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista volvió al campo.Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la revolución demayo, de la que dirá años más tarde: “En los tiempos anteriores a la revolu-ción la subordinación estaba bien puesta, sobraban recursos y habíaunión”.80

Todavía adolescente, huyó del hogar familiar dirigido por su madre conmano extremadamente dura. Jamás regresaría, cambiándose el apellido, alque extirpó el “Ortiz de”. En marzo de 1813 se casó con Encarnación Ezcu-rra, quien sería su compañera en la vida y en la política. Tras el casamientoRosas devolvió a sus padres los campos que les administraba y decidió for-mar su propia empresa. En noviembre de1815 se asoció con Juan NepomucenoTerrero y Luis Dorrego en una compañíadestinada a la explotación ganadera,saladero de carne de vacuno y exporta-ción de productos varios en la estanciade “Los Cerrillos”.

La dirección de sus estancias dio aRosas un gran conocimiento sobre lavida y las costumbres de sus peones. Allíintensificó su pasión por el orden y lasubordinación: “Me propuse adquirir esainfluencia a toda costa; para ello fue pre-ciso hacerme gaucho como ellos, prote-gerlos, hacerme su apoderado, cuidar desus intereses, en fin no ahorrar trabajo nimedios para adquirir más su confian-za”.81 Por entonces redactó sus famosas“Instrucciones a los mayordomos deestancias”, en las que plasmó todas estasideas.

Al igual que García, era un profundodefensor de la política no belicista en la

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Fig. 10: Juan Manuel de Rosas(Museo Histórico Brigadier General

Cornelio de Saavedra)

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frontera y en su familia se había cultivado una nutrida tradición sobre lacuestión: su tío bisabuelo Domingo Ortiz de Rozas, contuvo a los indios enLuján y se destacó en Chile por su extensa labor pobladora en el sur indíge-na. Su abuelo materno Clemente López de Osornio había sido muerto por losindios en 1783 cuando era hacendado del llamado Rincón de López, y unacendrado y constante luchador en esos confines. Su padre León Ortiz deRozas (1760-1839), expedicionario con el cántabro Juan de la Piedra a Puer-to Deseado en 1785, fue prisionero de los tehuelches.

Tras la caída del Directorio, en 1820 Rosas comienza a participar activa-mente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura de MartínRodríguez a la gobernación. Participó activamente en el Pacto de Benegasentre Santa Fe y Buenos Aires y se hizo cargo de entregarle al caudillo san-tafesino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.82

El derrocamiento del gobernador Manuel Dorrego y su posterior fusila-miento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano dela política.83 Marcha entonces hacia Santa Fe para encontrarse con el Gene-ral Paz, a quien derrota en Puente de Márquez con las fuerzas aliadas deEstanislao López. Lavalle firmó con Rosas el pacto de Cañuelas que nombrócomo gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convocó a una reu-nión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante definitivo.El 8 de Diciembre de 1829 esa sala lo proclamó gobernador de Buenos Airesotorgándole las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de lasLeyes.84 Entre otros acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominan-tes porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduanacon el resto de las provincias.

El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesariospara desarrollar sus actividades económicas. Rosas gozarían de un gran pre-dicamento entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, apa-recía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contenery encauzar las demandas de las clases bajas.

Las tendencias autonómicas de los pueblos85, que surgieron durante laprimera década del siglo XIX, cristalizaron luego de la caída del poder cen-tral en 1820 en la conformación de Estados provinciales. Esta realidad semanifestó en la coexistencia durante la primera mitad del siglo XIX, de dostendencias: una, a confluir -en el marco de una confederación- en lo que seráel futuro Estado Nacional Argentino; la otra, en la afirmación de soberaníasindependientes en el espacio de cada Provincia.

El ascenso político de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Bue-nos Aires (1829-1832, 1835-1852), marcó el inicio de la construcción de lahegemonía de Buenos Aires sobre la Confederación Argentina.86 Una expli-cación de la continuidad principal del Régimen se encuentra en la existenciadel estado autónomo de Buenos Aires y en su manejo exclusivo de la Adua-na y de los ingresos del Puerto.87

Este proyecto chocó inevitablemente con los intereses, las ideas y lasambiciones de otros sectores sociales, políticos y económicos o regionales;

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de ahí la constante pero heterogénea y poco articulada oposición que fueconcitando el orden rosista a medida que iba extendiéndose en el Río de laPlata.88 En este sentido, Rosas buscó y logró inhibir la creación de poderespolíticos legales que pudieran situarse por encima de los Estados Provincia-les.89 Esta alternativa habría obligado tanto a redistribuir los ingresos pro-vinciales, como a crear instituciones nacionales que debilitarían el poder desu gobernador.

La solución institucional adoptada fue la creación de una Confederaciónque, a partir del Pacto Federal de 1831 y hasta la sanción de la constituciónde 1853, reguló las relaciones entre las provincias, a lo que se sumó la dele-gación en el gobierno de Buenos Aires de las relaciones exteriores.90

Todo el período estuvo signado por el disciplinamiento político extremoy asociado al color rojo, símbolo del federalismo triunfante. Como un iconoindiscutible del régimen, Manuelita Rosas fue pintada por Pridiliano Puey-rredón, vestida absolutamente de ese color y con todos los atributos externosde un “federal puro”91 (Fig. 11).

Fue un tiempo de sospechas y persecuciones, y el terror de estado seimpuso como norma, especialmente a través de “La Mazorca”92, organiza-ción para-militar que llevaba adelante asesinatos e intimidaciones. Porentonces, muchos intelectuales u opositores al régimen -calificados como“salvajes unitarios”- debieron migrar hacia Uruguay, Chile, y diferentes paí-ses europeos93 (Fig. 12).

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Fig. 12: “Soldado de Rosas sentado”. Óleo sobrecuero. Raymond Monvoisin. Buenos Aires, 1842.

Fig. 11: Retrato de Manuelita Rosas“el ángel de Palermo” (Museo Nacio-

nal de Bellas Artes, Buenos Aires)

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A pesar de ello, 1849 y 1850, la situación parecía favorecer completamen-te a Rosas. La economía de Buenos Aires se encontraba en un periodo de fran-ca prosperidad y, en parte, esta bonanza se extendió también al Interior, quedespués de tantas convulsiones, parecía definitivamente estabilizado.94 Laproyectada reincorporación de la banda Oriental a la Confederación había fra-casado95, pero esto parecía un sacrificio razonable en aras de la pacificaciónlograda en Buenos Aires y el resto de las provincias. En este clima, la políti-ca de terror era cosa del pasado. Muchos emigrados se animaron a regresar,mientras que en la ciudad renacían tertulias y las discusiones y en Palermo,en el caserón donde vivía Rosas, se organizaba una pequeña corte, elegante eindolente. Sin embargo, una etapa histórica llegaba a su fin.96

El enfrentamiento militar que se libró en Caseros97, cerca del campamen-to rosista de Santos Lugares, fue cruento pero rápidamente se decidió a favordel General Justo José de Urquiza, comandante del “ejército grande” queconformó la coalición anti-rosista en la mañana del 3 de febrero de 1852.Rosas en medio del desastre, dejó el campo de batalla y regresó a la ciudadpara buscar refugio en casa del ministro inglés George Gore Ouseley y par-tir de inmediato al exilio en Inglaterra, donde vivió hasta su muerte.98

A pesar de no haber nacido en Cantabria, los vínculos con la antiguacomunidad de origen no se perdieron. Al decir de Halperin Donghi: “Lassolidaridades familiares han formado sin duda el tejido misma de la elitecolonial; el hecho de que sigan estando tan abundantemente representadasanuncia que resistirán mejor que otras la quiebra del orden colonial”.99

Fruto del matrimonio Rosas-Ezcurra nacieron en Buenos Aires Juan Bau-tista Pedro Ortiz de Rozas y Ezcurra y doña Manuela Robustiana, ambos enBuenos Aires el 30 de junio de 1814 y el año 1817 respectivamente. El pri-mero casó en 1835 con doña Mercedes de Fuentes y Arguibel, y la conocidacomo Doña Manuelita, contrajo matrimonio con Máximo Terrero y Muñozde Rábago, hijo de Juan Napunoceno Terrero y González de Villarino100,nacido en Buenos Aires el 18 de mayo de 1791 y fallecido en 22 de junio de1865, quien fuera socio de Juan Manuel de Rosas en el negocio de la carnesalada en la década de 1820. Esta también ilustre familia argentina tenía ori-gen sobano, en el mismo “lugar de Rozas” de los ancestros. Extraña situa-ción si pensamos el agua corrida bajo el puente: a más de un siglo, dos lina-jes de antigua raigambre cántabra, siguen respetando el paisanaje como unvínculo poderoso.

Anexo 1. Organización del Cuerpo101Para enero de 1807 el Tercio de Cántabros Montañeses tenía una Plana

Mayor y en cada una de sus cuatro compañías, que eran de fusileros, había3 oficiales (capitán, teniente y subteniente); 3 sargentos 6 cabos en la 1ª.Compañía y 8 en las restantes, y un número de soldados variable: 43 en la1ª, 44 en la 2ª, 53 en la 3ª, 52 en la 4ª, y 1 tambor en cada compañía. Eranen total 259 hombres, de los que sólo 140 solicitaron recibir sueldo, pues elresto renunció.

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PIE DE LISTA DE LA PLANA MAYOR Y COMPAÑIAS DE FUSILE-ROSLa lista de revista completa, correspondiente a enero de 1807 del Tercio

de Cántabros, cuya Plana Mayor se mantuvo con la sola novedad de incluira Pedro Andrés García en reemplazo de Manuel de la Piedra, y en la que vanincluidas entre paréntesis las ocupaciones de quienes las denunciaron.

Plana Mayor 1 Primer Comandante, 1 Segundo Comandante; 1 Sargento mayor, 2 Ayu-

dantes, 1 Abanderado y 1 Capellán.Primera Compañía.Capitán Miguel Fernández de Agüero.

Teniente Joaquín Gómez Somovilla.Subteniente Santiago Gutiérrez.Sargento primero: Manuel López Seco.Sargentos segundos: Juan Ángel Varanda y Sebastián de Casas.Cabos primeros: Gregorio Rubano y Francisco Pico.Cabos segundos: Isidro García y Sañudo; Francisco de la Portilla; Anto-

nio del Yerro y Vicente de la Lastra. Soldados: Manuel de la Serna; Agustín de la Lama; José García Gómez;

Federico Saturnino de Vitoria; Vicente García de Cosio; José María de Zeva-llos; Pedro Serna; Juan Domingo Alonso de Zelis; José Díaz de Zelis; JoséMaría Patiño; Manuel de Castilla; José Francisco Fernández; Andrés Varanda;Juan Francisco de Salcer; José Antonio Gordon; Miguel de las Cuevas; José deAldeco; Felipe Calderón; Juan Ignacio Beterton; José de la Serna; Tomás deMier; Melchor de Mier; Manuel Sáenz de la Maza; Mariano de San Juan; JuanAntonio Fernández de la Bárcena; Ramón Salcinas; Ramón de Arce; DiegoCordero; Antonio Ruiz; Francisco Cosio; Juan Antonio Martínez; DomingoLópez; Ilario López, José López, Francisco Antonio Gómez del Olmo; ManuelSáenz de Rosas; Fernando de la Gándara; Isidro de la Serna; Manuel Gómezde Agüero; Juan Bautista Castro; Bartolomé Fazon; Manuel Rodríguez de laMata; Baltasar García. Tambor: Felipe Santiago de la Mata.

Segunda CompañíaCapitán Juan Antonio de la Puebla.Teniente José Gabriel de la Oyuela.Subteniente Joaquín Guerra.Sargento primero: Antonio Blanco (escribiente).Sargentos segundos: Martín Vega (mozo); Pablo Piedra.Cabos primeros: Ignacio José González (dependiente); Ciriaco Gallegos

(dependiente); Francisco del Mazo (dependiente); Mariano Rojas (platero).Cabos segundos: Pedro Blanco (escribiente); Luis Pellón (dependiente);

Fernando García (dependiente); José Antonio Real (dependiente).Soldados: Manuel Antoneda; Juan Ruíz; Pedro Villegas (carpintero);

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Francisco Ason (dependiente); Manuel Toca; Cirilo Ugarte (dependiente);Juan Marsola (escribiente); Laureano Piedra; Antonio del Mazo; José deRozas (dependiente); Bernardino Rosete; Manuel del Corral; Manuel deCosio (dependiente); Martín Vega; Santiago Sánchez (silletero); José Velas-co (zapatero); Pedro de Quevedo (escribiente); Feliciano Malmerca (sastre);Ramón Bayo (dependiente); Mariano Alvarez, Inocencio Castro (zapatero);Juan de la Peña; José Nino (dependiente); Pedro Noalles (escribiente);Manuel Velásquez (escribiente); Rafael Morales (dependiente); José Acosta(sombrerero); Sinforoso Larosa (zapatero); Manuel Careaga (dependiente);Francisco Aguiar (dependiente); Manuel Piella (zapatero); Luciano García(dependiente); Manuel Fernández; Roque Jacinto Gómez (dependiente);Felipe Mier (escribiente); Santiago Garay (dependiente); José Rodríguez(dependiente); Fausto Alemán (dependiente); José Gorostizu (dependiente);Pedro de Arraga; José de Cuartas; José Ribas (dependiente); Agapito García(dependiente); Gregorio Rabelo (dependiente). Tambor: Manuel Fernández.

Tercera CompañíaCapitán Francisco Díaz.Teniente Francisco Maderna.Subteniente José de Cevallos.Sargento primero: Anselmo del Real.Sargentos segundos: Santiago Guillén y Ramón de Amoroso.Cabos primeros: Gregorio Patrón; Miguel Arellano; Nicolás Antonio

Alberde y Manuel Martínez.Cabos segundos: Plácido Verón, Manuel Ruíz, Fermín Suárez y Gabriel

Pérez.Soldados: Juan Pulido (carpintero); Antonio de Orriozola; Victoriano

González (dependiente); Miguel González (dependiente); Mateo Navarro(dependiente); Francisco Pulido (carpintero); Juan Arrieta (carpintero);Pedro Mendizábal (albañil); Juan Torres (dependiente); Juan Estevez (car-pintero); Gregorio Funes (dependiente); Pedro González (dependiente);Nicolás Suárez (albañil); José Delgado (labrador); Romualdo Alvarez (bar-bero); Juan Cora (dependiente); Antonio Cuton (zapatero); Tomás DelgadoContreras (barbero); Juan José Díaz (dependiente); Bernardo Arriaga (herre-ro); Juan Patrón (labrador); Pedro Sotelo (labrador); Simón Granea (labra-dor); José Manzanero (albañil); Juan González (dependiente); José Esquem-bre; Juan Bacigalu (herrero); Joaquín Ifran (zapatero); Bernabé Cabeza Enri-que (barbero); Lorenzo Viso (barbero); Angel Corral (dependiente); José dela Bárcena (herrero); Juan González (herrero); Manuel Portilla (dependien-te); José Figueyra; Juan Ferril; Nicolás Ciurolo; Antonio Careaga; JuanCotera (dependiente); José Figueyra (dependiente); Feliciano Vega; ManuelFernández (dependiente), Ezequiel Maderna; Marcos Maderna; VicenteDíaz; Ramón Díaz; Cipriano Ruiz (dependiente); Remigio Moreno (depen-diente); Pedro Pagola (dependiente); Enrique Quintana (zapatero); IgnacioPereda (dependiente); Tomás Arriola (dependiente); Saturnino Arniaud(dependiente). Tambor: Manuel Fernández .

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Cuarta CompañíaTeniente Manuel José GarcíaSubteniente Manuel García de la Piedra.Sargento primero: Manuel Ruiz (sirviente).Sargentos segundos: Lorenzo Alvarez (sirviente) y Antonio Camargo.Cabos primeros.: Juan de la Rosa Borda (cordonero); Gaspar Rodríguez

(silletero); Luis Castanaga; y Pedro Ferreira (platero).Cabos segundos.: Mariano Hidalgo (zapatero); Alejo Vera (silletero);

Ignacio Fernández (albañil) y Matías Coronel (dependiente).Soldados: Francisco García; Hipólito Velasco; Pascual Hidalgo (barbero);

Juan Pío Prestamero (dependiente); Tomás de la Peña (dependiente); PedroCastro de la Oyuela; Jorge Cascallares (cordonero); Bernardo Hidalgo (depen-diente); Félix Llames (cordonero); José Nevares (dependiente); Antonio Pagés(sombrerero); Manuel Marañón (carpintero); Bartolomé Pacheco; León Mara-ñón (dependiente); José Diego Ruiz; Quintín Millán (carpintero); Lorenzo Pas-tran (barbero); Anacleto Millán (carpintero); Manuel Correa (carpintero);Antonio Olivera (zapatero); Pedro Machado (sombrerero); Esteban Guerra(sombrerero); Antonio Correa (tonelero); Ventura Neyra (platero); Esteban Fer-nández (carpintero); Manuel Bibas (dependiente); Anselmo Balmaceda (plate-ro); Miguel Nichea (silletero); José Zeballos; Joaquín del Campo (dependien-te); Pedro Zavala (labrador); Joaquín Camacho (labrador); José María Caste-llanos (escribiente); Juan Marcelino Vega; Pascual Benito Díaz; Manuel Per-nía; José Lezcano; Manuel de Orma (dependiente); Francisco Acosta (zapate-ro); Joaquín José Duarte (dependiente); Ciriaco Panelo (herrero); Paulino Díaz(escribiente); Agustín Castañeda; Luciano Cuevas (escribiente; Angel Fernán-dez; Pedro Celestino Calvo (dependiente); Miguel Planes; Agustín Páez Rodrí-guez (dependiente); José Figueroa (carpintero); Miguel Hidalgo (zapatero);José María de la Oyuela; José García. Tambor: José Laureano Sosa.

UNIFORMESLas iniciales cuatro compañías de fusileros ajustaron su uniforme al tipo

adoptado por la mayor parte de la infantería urbana. La casaca azul, con cuello solapa curva y bocamanga encarnados, vivo

blanco en cuello, solapas y bocamangas y encarnado en la cartera de la casa-ca, calzón y chaleco blanco; banda encarnada con fleco plata, que descen-día del hombro derecho a la cadera izquierda. Por cubrecabeza “sombrero”que, de acuerdo a las láminas, es de copa alta, con escarapela y penachoencarnado en el frente del sombrero y no en el costado Camisa blanca,pañuelo al cuello negro como en los demás cuerpos y por calzado botas queen las láminas se ve como media bota, con la parte delantera de forma tra-pezoidal.

En cada casaca se empleaban entonces 1 _ vara de paño para el cuerpo _vara de grana o cúbica para los vueltos (cuello, solapa y bocamangas); gasapara forros , y 18 botones , 6 a cada lado de la solapa y 3 en cada cartera ,que coincide en la solapa con la lámina del Museo Mitre . En cada centro

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(combinación de pantalón y chaleco) 3 varas de cotonía; y 1 vara de sargui-lla encarnada, es posible que para la banda.

BANDERASEl 27 de octubre de 1806 se leyó en el Cabildo de Buenos Aires una repre-

sentación de los Comandantes y oficiales del Tercio de Voluntarios Cánta-bros en la que exponiendo “haber nombrado por su tutelar a la Santísima Tri-nidad” suplicaban “se les permita depositar su bandera en el archivo, enalguna de las piezas de este ilustre Cabildo y asistir anualmente a la funciónde dicho misterio que hace y preside este Ilustre Ayuntamiento. Y los seño-res acordaron se conteste por oficio haberle sido de suma complacencia aeste Cabildo la elección de tutelar, y la súplica que contiene el oficio o repre-sentación, a la cual se ha adherido en todas sus partes.”

Los Cántabros Montañeses tuvieron, al parecer, una sola bandera, cuyabendición con el ceremonioso aparato previsto por las ordenanzas militares,se produjo en la Iglesia Catedral de Buenos Aires, por el obispo diocesano,el 9 de noviembre de 1806, con asistencia de Liniers y el Cabildo secular, enoportunidad de bendecirse las tres banderas correspondientes a los tres Bata-llones de Patricios.

Si bien no conocemos como era esa bandera, atento que los cuerpos for-mados por peninsulares (Gallegos y Catalanes) las llevaron distintas a lasmilicias de americanos (adecuadas estas últimas a lo dispuesto en los Art. 2y 3, del capítulo VII del Reglamento para las milicias disciplinadas de infan-tería y caballería del Virreinato del Río de la Plata de 1801), con sus escudosprovinciales, apartándose del modelo reglamentario.

Anexo 2. Relación de méritos de Pedro Andrés García, 1809102El teniente coronel y comandante del batallón número 4, Don Pedro

Andrés García de edad de 51 años, natural de la Real Abadía de Santillana,montañas de Santander. Su calidad noble, caballero hijodalgo, salud robusta,sus servicios y circunstancias las que se expresan.

Empleos y tiempo que empezó a servir años meses díasAlférez de milicias de Mendoza 1 9 6Teniente id. y agregado a esta plaza 23 2 6Capitán de cántabros Montañeses 1 26Comandante segundo id. 1 7Comandante primero 1 4Total hasta el día de la fecha 28 8Cuerpos donde ha servido: En las milicias provinciales de Mendoza.Agregado a esta plaza.Y en el batallón de Cántabros número 4.Campañas y acciones de guerra en que se ha halladoEn la expedición de los indios araucanos, guliches, tegüelches y serranos

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en las fronteras de Mendoza y pacificación o tratados de paz de 17 caciquesbajo las órdenes del coronel de ejército y Comandante Don José de Amin-gorena, cuyos tratados condujo desde aquella ciudad de Montevideo al Exce-lentísimo Señor Virrey Don Juan José de Vértiz, sin gravamen alguno de laReal hacienda habiendo servido a su costa. En la reconquista de esta ciudadel día 12 de agosto de 1806. En el apresto (de) socorro a la ciudad de Mon-tevideo en 1807. En el confinamiento del general Beresford y oficiales pri-sioneros a las provincias interiores de la villa de Luján que entregó el comi-sionado bajo de recibo. En la batalla formada en el campo de Barracas el díados de julio. En el consejo de guerra para replegarlas tropas a esta ciudadcuya opinión singular adoptó el consejo, y se realizó a las 11 de la noche enel mejor orden sin pérdida alguna de la primera división con que quedó guar-necida la plaza. En la defensa de esta capital el día 5 de julio del mismo añoen el punto en que fue dado en el barrio de Santo Domingo donde sostuvopor diez horas el ataque de la columna al mando del general Crawford hastarendir a este prisionero de guerra con 960 hombres, 26 oficiales y tres coro-neles, entre ellos Dionisio Pak. En el día primero de este año sostuvo la auto-ridad Real y atacó a los insurgentes con su batallón, cuando atentaron contrala soberanía. Organizó su batallón para la defensa de esta provincia sin lími-te en su servicio en 16 de setiembre de 1806. Le uniformó en la mayor partea sus expensas y sirvieron todos sin prest ni paga hasta febrero de 1807, enque por orden superior en falta de tropas veteranas se acuartelaron. Ha sos-tenido a las tropas a su mando supliéndoles pagamentos y vestuarios en faltade auxilios de la Real Caja. Ha proporcionado y remitido a España (en fra-gata Prueba) para socorro de la metrópoli en la presente guerra contra Fran-cia 6.300 pesos los dos mil de su peculio y el resto de sus oficiales y solda-dos. Ha mantenido y conserva en el servicio dos hijos desde la formación delcuerpo. Para la reorganización del Batallón número 4 ha imprendido y siguesupliendo lo necesario, a su manutención, vestuario, socorros y escoceses delReal Erario. Ha suplido igualmente para arreglo del cuartel 570 pesos y hahecho donación (a S.M.) de 170, de que se le han dado gracias por la JuntaSuperior de Hacienda a nombre del Rey. Se ha constituido a comprar elarmamento para una compañía y suplir su importe a la Real Hacienda hastaque tenga fondos con que satisfacerle. Ha dejado por donativo a la RealHacienda para el socorro de tropas con todos sus oficiales una paga. Delmismo modo hace tres meses que no toman buenas cuentas para que quedenmás socorridas las tropas (a su mando), así mismo acaba de orden superiorremitir una compañía compuesta con 64 hombres incluso oficiales a conte-ner la sublevación de algunas provincias del Perú pagando de remate loshaberes de dichos individuos de su peculio en falta de fondos de la RealHacienda que solo pudo auxiliarles con tres pagas debiéndoles más de cinco,cuyo suplemento se acerca a 4.000 pesos. Está uniformado a la (mayor partedel) batallón por cuenta de su haber respecto a no tener el erario fondos niaún para su preciso rancho. Paga enganches de si peculio para establecer lafuerza de que debe constar dicho batallón con respecto al nuevo plan de suformación (del pie de ejército con el objeto) de que no quede indefensa la tie-rra, atender a la tranquilidad pública y conservar las legítimas autoridades en

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el respeto necesario, en que ha tenido el recomendable empeño con otros ser-vicios personales y pecuniarios que constan documentados y (testificados)por los excelentísimos Señores Virreyes D. Juan José de Vértiz, Marqués deLoreto, Don Antonio Olaguer Feliz, Marqués de Sobremonte, y Don Santia-go de Liniers: Por el Tribunal de la Real Audiencia por el ExcelentísimoCabildo de esta capital por los generales y demás jefes (del ejército y plaza)que lo han sido en distintos puntos tiempos y casos del expresado coman-dante Don Pedro Andrés García, e igualmente por sus oficiales compañerosde armas y por los otros cuerpos que lo testifican que ha exhibido originalesen esta comisión a mi cargo.

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Notas1 Véase BUSHNELL, David, en BETHELL, Leslie (ed.), 1991, pp. 75-123.2 Véase GOLDMAN, Noemí, 1998, pp. 21-67.3 LYNCH, John, 1983.4 Véase ANNINO, Antonio, CASTRO LEIVA, Luis y GUERRA, François

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Xavier, 1994, pp. 451-469. 5 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1980a; HALPERIN DONGHI, Tulio, 1980b.6 GUERRA, François-Xavier, 1993, pp. 123-125.7 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 81.8 CAULA, Elsa y TARRAGÓ, Griselda, 2004; véase también HALPERIN

DONGHI, 1985.9 TARRAGÓ, Griselda, 2006; GUIMERÁ, Agustín, 1996; LYNCH, John, 1962.10 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 123.11 MOUTOUKIAS, Zacarías, 2000, p. 393.12 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1985, p. 254.13 HALPERIN DONGHI, Tulio, 197814 CÁRCANO, Miguel Ángel, 1973.15 FERNS, H. S., 1970.16 GALLO, Klaus, 2003.17 FERNS, H.S., 1970.18 GALLO, Klaus, 2003.19 A.A.V.V., [en línea]: Cap. 4.20 GOLDMAN, Noemí, 1998, p. 33.21 A.A.V.V., [en línea]: Cap. 4.22 BEVERINA, Juan (coronel), 1992.23 A.A.V.V., [en línea]: Cap. 4; FERNS, H.S., 1970 24 Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante AGPSF), Colec-

ción Díez de Andino (CDA), Carpeta 21, Correspondencia de Manuel Ignacio Díezde Andino con Pedro Botet, ff. 5-6.

25 AGPSF, CDA, Carpeta 65, Correspondencia de Manuel Ignacio Díez de Andi-no, f. 1; véase también BARRIERA, Darío y TARRAGÓ, Griselda, 2006.

26 CÁRCANO, Miguel Ángel, 1973.27 Véase PALOMBO, Guillermo, 2007.28 Public Record Office War Office Papers, I/62, Whithlocke a Windham, 10 de

julio de 1807, citado por FERNS, H. S., 1970, p. 54.29 Véase BEVERINA, Juan (coronel), 1992; HALPERIN DONGHI, Tulio,

1982.30HALPERÍN DONGHI, Tulio, 1978, p. 260.31 BEVERINA, Juan (coronel), 1992.32 HALPERÍN DONGHI, Tulio, 1978.33 Certificación de Santiago de Liniers, sin fecha, en papel sellado. Manuscrito

existente en el Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Buenos Aires,Citado por PALOMBO, Guillermo, [en línea].

34 209 plazas en un estado de fuerza del 18 de octubre que Núñez eleva a 231.Otro estado del mismo mes, pero del día 23, da cuenta de una Plana Mayor (con 6oficiales y un capellán), y 4 compañías, cada una de ellas con tres oficiales, 1 sar-gento 1º, 2 sargentos 2dos., 4 cabos 1ros., 4 cabos 2dos. y 37 soldados, pero sin tam-bores, los que entraron al servicio, el de la 1ª. Compañía el 17 de noviembre, los dela 2ª. y 3ª. el 28 de ese mes y el de la 4ª. el 28 de diciembre. “Estado General de lafuerza total de la Tropa Veterana y Voluntarios de esta Capital nuevamente crea-dos”, Bs. Aires, 18-X-1806, firmado por Santiago Liniers, anexo a un oficio deLiniers al marqués de Sobre Monte, Bs. Aires, 18-X-1806 en “Documentos para la

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Historia Argentina…”, p. 306; NÚÑEZ, Ignacio, 1857, pp. 87-92.35 Primer Comandante: José de la Oyuela; Segundo Comandante, Manuel de la

Piedra; Sargento Mayor: Antonio de las Cagigas; Primer Ayudante y Mayor deInfantería: Manuel Ruíz; Segundo Ayudante: subteniente Juan Manuel Barquín;Capellán: Juan Manuel de Agüero. En la 1ª. Compañía: capitán Miguel Fernándezde Agüero, teniente Joaquín Gómez Somavilla y subteniente Santiago Gutiérrez. Enla 2ª. Compañía: Capitán Juan Antonio de la Puebla; teniente José Gabriel de laOyuela; subteniente Ramón de la Piedra. En la 3ª. Compañía: Capitán FernandoDíaz; teniente Francisco Maderna; subteniente José Ceballos. Y en la 4ª. Compañía:capitán Pedro Andrés García, teniente Manuel José García; subteniente ManuelGarcía de la Piedra

La Plana Mayor se modificaría al ser reemplazado su Segundo Comandante,Manuel de la Piedra por Pedro Andrés García, quien antes de entrar al servicio sedesempeñaba como escribano del Juzgado de Bienes de Difuntos. El 13 de diciem-bre de 1806, Liniers elevó al virrey Sobre Monte las propuestas para oficiales quele hicieron los Comandantes de los Cuerpos Voluntarios para que se les librase susrespectivos despachos, quienes “además de ser elegidos a pluralidad de votos porellos tienen todas las circunstancias que previene la Ordenanza y para que en suvista se sirva V. E. determinar lo que fuere de su superior agrado”, que respecto delos “Voluntarios Cántabros” era: “Para 2º Comandante D. Pedro Andrés Garcíacapitán de la 4ª. Compañía por dimisión que hizo de su empleo el Segundo Coman-dante D. Manuel Piedra”.

Cuatro días después, el virrey le respondió “La dimisión que se dice hecha porD. Manuel de la Piedra de la 2ª Comandancia del Cuerpo de Cántabros, no debióser admitida sino por esta Capitanía General que le había librado su patente sin quehaya en estos dominios otra autoridad que pueda hacerlo; y en esta virtud no se haránovedad alguna en este empleo”. Frente a la desaprobación del superior, Liniers jus-tificó su proceder: “La dimisión hecha por D. Manuel de la Piedra de la 2ª compa-ñía del Cuerpo de Cántabros fue solicitada igualmente por el mismo cuerpo en aten-ción a haberse este desengañado que el dicho Piedra no era aparente para aqueldesempeño, ya que no tenía la menor dedicación ni quería asistir a los ejerciciosdoctrinales a que todos concurren con el mayor gusto, en esta virtud le fue admiti-da la expresada dimisión, como conveniente y necesaria, bien que no ignorando,que todo ello pende de la superior aprobación de V.E. solo para no sufrir retarda-ciones que aún de horas pueden ser fatales en la presente situación, fue admitidaaquella en la inteligencia que V.E. la aprobaría, sosteniendo mi condicional resolu-ción por el celo del Real Servicio, que la anima”.

“Estado que manifiesta la fuerza efectiva que tiene hoy día de la fecha el expre-sado tercio”, Buenos Aires, 23-X-1806, firmado por Manuel Ruiz y visto bueno deJosé de la Oyuela, en “Documentos para la Historia Argentina, tomo XII, Territorioy Población…”, pp. 310-311; BERUTI, Juan Manuel, 1960, p. 315; “Relación delos oficiales propuestos para los cuerpos nuevamente creados”, Bs. As., 13-XII-1806, fdo. S. Liniers, en AGN, Buenos Aires, Sala IX, legajo 26-7-8; El Marquésde Sobre Monte, a Liniers, Montevideo, 17-XII-1806, en AGN, Buenos Aires, SalaIX, legajo 26-7-8). Citado por PALOMBO, Guillermo, 2007.

36 Véase también BONVECCHIATO, Fabián, [en línea].37 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 148.38 GUERRA, François-Xavier, 1993, pp. 120-121.39 AGPSF, Actas Capitulares.40 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1980.41 AGN, Buenos Aires, División Colonia, Secc. Gobierno de Santa Fe, 1807-

1809.42 VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín, 1983.

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43 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 160.44 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 160.45 Región así denominada por estar volcada sobre los ríos Paraná y Uruguay, y

que incluía aproximadamente a las actuales provincias argentinas de Santa Fe, EntreRíos y Corrientes. Véase TARRAGÓ, Griselda, 2006; SCHMIT, Roberto, 2004.

46 Véase GOLDMAN, Noemí, 1992; GOLDMAN, Noemí,1997; GOLDMAN,Noemí, 2000.

47 Véase HALPERIN DONGHI, Tulio, 1982.48 Véase CHIARAMONTE, José Carlos, 1989; CHIARAMONTE, José Carlos,

1993; CHIARAMONTE, José Carlos, 1995; CHIARAMONTE, José Carlos, 1997;CHIARAMONTE, José Carlos, 1997; CHIARAMONTE, José Carlos,2004.

49 GARAVAGLIA, Juan Carlos. 2000.50 RODRÍGUEZ O., Jaime, 200051 SALA DE TOURÓN, Lucía, TORRE, Nelson de la y RODRÍGUEZ, Julio,

1978.52 Véase BARRIERA, Darío y TARRAGÓ, Griselda, 2006.53 CHIARAMONTE, José Carlos, 1997, p. 97.54 CHIARAMONTE José Carlos, 1997, p. 115.55 Véase GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar, 1991; GONZÁLEZ BERNALDO,

Pilar, 1997; GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar, 2001.56 GUERRA, F.X. y LEMPÈRIERE, A., 1998.57 CHIARAMONTE José Carlos, 1997, p. 122.58 ANNINO, Antonio (coord), 1995.59 QUIJADA, Mónica, BERNARD, Carmen y SCHNIEDER, Arnd, 2000.60 GOYRET, José Teófilo, 2000, p. 278.61 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 81.62 IRIGOIN, A. y SCHMIT, R., 2003.63 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 93.64 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1982.65 FRÍAS, Bernardo, 1973.66 MATA de LÓPEZ, Sara, 2000, pp. 149-176.67 Véase SALA DE TOURÓN, Lucía, DE LA TORRE, Nelson y RODRÍGUEZ,

Julio, 1978; BARRÁN, J. P. y NAHUN, B., 1985; BARRÁN, José Pedro, 1994.68 Se eliminó toda referencia al Rey Cautivo, se acuñó moneda nacional, se esta-

bleció el escudo e himno del país, se suprimieron los mayorazgos y títulos de noble-za, se abolió la Inquisición y las torturas judiciales y se estableció la libertad devientres.

69 GOLDMAN, Noemí y SALVATORE, Ricardo, 1998; LAFORGUE, Jorge(ed.), 1999.

70 Nacido en 1766 en el distrito de Reinosa: CANALES RUIZ, Jesús, 1999.71 Certificación de los servicios de Pedro Andrés García por el virrey Liniers

(hacia 1809), citado por PALOMBO, Guillermo, [en línea].72 GELMAN, Jorge, 1997. Véase también GONZÁLEZ DE RIANCHO

COLONGUES, Aurelio, 2007, pp. 53-80.73 NAVARRO FLORIA, Pedro, 1999.74 GELMAN, Jorge, 1997.75 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1968; véase también MAYO, Carlos, 1995.

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Page 41: GUERRA DE INDEPENDENCIA EN AM RICA: PROVINCIAS UNIDAS … · P rovincias U nidas del R o de la P lataÓ, Monte Bucier o 13. Cantabria durante la Guerra de la Independencia ,ISSN 1138-9680,

76 Véase BAGÚ, Sergio, 1966; NICOLAU, Juan Carlos, 1988; MIGUEZ,Eduardo, 2000; GALLO, Klaus, 1999; TERNAVASIO, Marcela, 2002.

77 NAVARRO FLORIA, Pedro, 1999.78 GELMAN, Jorge, 1997.79 Para una completa historia de los orígenes de la familia véase TARRAGÓ,

Griselda, 2006.80 LYNCH, John, 1984.81 O’DONNELL, Pacho, “Juan Manuel de Rosas”, [en línea]: http:/wwww.

oDonnell-historia.com.ar82 PAGANI, R., SOUTO, N. y WASSERMAN, F., 1998.83 GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar, 1987.84 Véase LYNCH, John, 198485 Véase GOLDMAN, Noemí y SALVATORE, Ricardo, 1998.86 OSZLAK, Óscar, 1997; TAU ANZOÁTEGUI, Víctor, 1965.87 GOLDMAN, Noemí (dir.), 1998.88 Véase GELMAN, Jorge,2002; GARAVAGLIA, Juan Carlos, 1999.89 MYERS, Jorge, 1995.90 PAGANI, Rosanna, SOUTO, Nora y WASERMAN, Fabio, 1998; ANSALDI,

Waldo, 1989.91 La pintura se expone en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires,

Argentina.92 LOBATO, Mirta Zaida, 1983.93 SALVATORE, Ricardo, 1998; SALVATORE, Ricardo, 1998.94 GELMAN, Jorge 2000.95 OSZLAK, Óscar, 1997.96 SÁENZ QUESADA, María, 1979.97 SCOBIE, James, 1964.98 BUSANICHE, José Luis, 1965.99 HALPERIN DONGHI, Tulio, 1979, p. 157.100 SAINZ DE LOS TERREROS, Ramón, 1944, pp. 345-348.101 PALOMBO, Guillermo, [en línea].102 Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina, Col. Casavalle, leg.

14, citado por GELMAN, Jorge, 1997, p. 51.

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